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Juan Tasca

Aun a riesgo de ser excesivamente reduccionistas podemos identificar una


preocupación central en el pensamiento económico de Alejandro
Bunge, principalmente en el periodo post Gran guerra, la del
“estancamiento”, y por si acaso agotamiento, del modelo económico
imperante y su correlación con el sistema productivo de nuestro país.

La Republica Argentina, desde su consolidación política como Estado


nacional oriento un aparato productivo sustentado en la explotación
extensiva, precaria y “pastoril”, de un inmenso y despoblado territorio,
sin una proyección racional, “científica” a decir de Bunge, estrategia
que indefectiblemente derivaría en un desarrollo anárquico y vulnerable
de dicho sistema productivo. “Se me figura que varias causas han
producido un prolongado invierno alrededor de esta `planta
económica; por una parte el hecho de que el desarrollo
extraordinario de la época de expansión y progreso se produjera
sin timón; luego la condición subjetiva de no estimar
suficientemente la consagración vocacional, y finalmente, una
guerra que ha influido sobre todas las economías” De las tres
causas, la primera se refiere a la ausencia de Gobierno- que no hay
que confundir con estatismo- asociado al desorden del Estado”
como nos puntualiza Ludovico Videla en su texto1.

La visión de Bunge, sistémica y racional, del desarrollo de las fuerzas


socioeconómicas de un país, producto de su formación académica
impregnada por con un fuerte sesgo positivista, en algún punto
coincidía con la “visión idílica” de la Republica posible que predicaba,
por un lado un ordenado progreso social en lo interno2, y por otro. un
orden externo ajustándose funcionalmente a la división internacional
del trabajo, pero que en la realización de la Republica verdadera
entraban en franca contradicción con la realidad vivida; los conflictos
sociales y las crisis económicas arreciaban o amainaban conforme a las
fluctuaciones del ciclo económico internacional y/o represión estatal
imperante.

Bunge cree encontrar repuestas a estas contradicciones, a través de una serie


de propuestas, algunas de carácter macroeconómicas que anticipan una
especie de visión Keynesiana en la política económica, y una idea
“protoperonista” en lo social, con la intervención del Estado como
agente garantista de la articulación funcional de estas dos esferas.

1
http://www.iifv.org/doc/Alejandro-Bunge-y-los-%20problemas-economicos-del-presente-LVidela.pdf
2
Halperín Donghi, Tulio, Vida y muerte de la república verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel,
1999. (Páginas 164 a 183).
Sus recetas en cuanto al impulso del sistema productivo, son producto de un
análisis práctico y concreto de las políticas implementadas por las
naciones adelantadas, que claramente no se atan a dictámenes
ortodoxos, sino que por el contrario, están guiadas por un pragmatismo
que las dotan de una capacidad de respuesta inmediata y especifica para
cada coyuntura determinada.

Esta posición de confrontación con las opiniones de la visión dominante, no


significa para nada un enfrentamiento con el status quo o el
stablishment, sino por el contrario da cuenta de una nueva perspectiva
de explotación de los recursos naturales, del orden financiero y del
sistema industrial sin afectar en nada los intereses ni locales ni
extranjeros, sumándole un aspecto social derivado de su marcada
formación católica.

Sin duda que muchos aspectos de la obra de Bunge, trascendieron su


inmediata postulación, citando algunas de de la propuestas de Bunge,
uno puede entrever además el germen de la idea del eslabonamiento
hacia adelante, categoría que Aldo Ferrer utilizaría que años mas tarde,
parte integral de la doctrina desarrollista implementada por el Estado
argentino en gobierno posteriores.

Otro aspecto notorio de la postura de Bunge es su indefinida posición con


respecto a los temas económicos de fondo, según plantea Halperín
Donghi “como se ve, Bunge sigue eludiendo razonar como economista
frente a los problemas de la economía argentina”3.por ejemplo con
respecto a los ferrocarriles celebra la actuación del capital inglés y la
garantía de su rentabilidad razonable, o protesta sobre la
nacionalización del petróleo, sin acentuar la necesidad de acrecentar
capitales nacionales, que garanticen un desarrollo industrial anclado en
intereses integrales de nuestro pueblo, permitiendo una reinversión en
nuestro propio territorio, por ejemplo.

El legado de este notable hombre puede comprobarse al comprobar la notoria


actualidad de muchos de sus análisis, el desarrollo de una industria
nacional pujante y determinada, es una cuenta pendiente de nuestra
endeble economía.

La actual transnacionalización de industrias, más aun de servicios esenciales,


en nuestro país, dan cuenta de la equivoca y desaprensiva política
económica llevada a cabo, por sucesivos gobiernos de distintos sesgos
partidarios, que de los tiempos de Bunge hasta la actualidad, se
encontraron con la misma disyuntiva, pensar global y actuar local o
exactamente lo inverso.
3
Halperín Donghi, Tulio, op.citada Pág. 181

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