LA ARQUEOLOGIA
DEL SABER
por
MICHEL FOUCAULT
uxI
LAS UNIDADES DEL DISCURSO
‘La puesta en juego de los conceptos de disconti-
nuidad, de ruptura, de umbral, de limite, de serie,
de transformacién, plantea a todo anilisis histéri-
co no sélo cuestiones de procedimiento sino pro-
blemas tedricos.] Son estos problemas los que van
a ser estudiados aqui (las cuestiones de procedi-
miento se trataran en el curso de préximas encues-
tas empiricas, si es que cuento con la ocasién, el
deseo y el valor de emprenderlas) . Atin asi, no se-
ran tratados sino en un campo particular: en esas
disciplinas tan inciertas en cuanto a sus fronteras,
tan indecisas en su contenido, que se Ilaman histo-
ria de las ideas, o del pensamiento, o de las cien-
cias, o de los conocimientos.
‘Hay que realizar ante todo un trabajo negativo:
liberarse de todo un juego de nociones que diver-
sifican, cada una a su modo, el tema de la conti-
nuidad. No tienen, sin duda, una estructura con-
ceptual rigurosa; pero su funcién es precisa. Tal _
es Ja nocion dejtradiciony1a cual trata de proveer
de un estatuto temporal singular a un conjunto de
fendmenos a la vez sucesivos e idénticos (0 al
menos andlogos) ; permite repensar la dispersion
de la historia en la forma de la misma; autoriza a
reducir la diferencia propia de todo comienzo, para
Yemontar sin interrupcidén en Ja asignacién inde-
AT34 LAS REGULARIDADES DISCURSIVAS
finida del origen; gracias a ella, se pueden aislar
las novedades sobre un fondo de permanencia, y
transferir su mérito a la originalidad, al genio, a
la decision propia de los individuos. Tal es tam-
bién la nocién de iinfluencias, que suministra un
soporte —demasiado magico para poder ser bien
analizado— a los hechos de trasmisién y de co-
municacion; que refiere a un proceso de indole
causal (pero sin delimitacién rigurosa ni defini-
cién tedrica) los fenomenos de semejanza o de
repeticion; que liga, a distancia y a través del tiem-
po —como por la accién de un medio de propa-
gacién—, a unidades definidas como individuos,
obras, nociones o teorias. Tales son las nociones
i de idesarrolloj y de\evolucién: | permiten reagrupar
| una sucesién de acontecimientos dispersos, refe-
i rirlos a un mismo y unico principio organizador,
} someterlos al poder ejemplar de la vida (con sus
juegos de adaptacion, su capacidad de innova-
cion, la correlacién incesante de sus diferentes ele-
mentos, sus sistemas de asimilacién y de intercam-
bios) , descubrir, en obra ya en cada comienzo, un
principio de coherencia y el esbozo de una unidad
futura, dominar el tiempo por una relacién per-
petuamente reversible entre un origen y un tér-
mino jamds dados, siempre operantes. Tales son,
todavia, Jas nociones de “ “mentalidad” o de “espiri-
tu”, que permiten establecer entre los fenémenos
simultaneos 0 sucesivos de una época dada una'to-
munidad de sentido; lazos simbdlicos, un juego de
Semejanza “y dé Gpejo, o que hacen surgir como
principio de unidad y de explicacién la soberania
de una conciencia colegtiya.’ Es preciso revisar esasLAS UNIDADES DEL DISCURSO 35
sintesis fabricadas, [esos agrupamientos que se ad-
miten de ordinario antes de todo examen, esos
vinculos cuya validez se reconoce al entrar en el
juego. Es preciso desalojar esas formas y esas fuer-
zas oscuras por las que se tiene costumbre de ligar
entre si los discursos de los hombres; hay que
arrojarlas de la sombra en la que reinan. Y mas que
dejarlas valer espontaneamente, aceptar el no te-
ner que ver, por un cuidado de método y en pri-
mera instancia, sino con una poblacién de acon-
tecimientos dispersos.
Hay que inquietarse también ante esos cortes o
agrupamientos a los cuales nos hemos acostumbra-
doy Se puede admitir, tal cual, Ja distincién de los
grandes tipos de discurso, o la de las formas o gé-
neros que oponen unas a otras la ciencia, la litera-
tura, la filosofia, la religién, la historia, la ficcién,
etc., y que hacen de ellas especies de grandes indi-
vidualidades histéricas? Nosotros mismos no esta-
mos seguros del uso de esas distinciones en el mun-
do de discursos que es el nuestro. Con mayor razon
cuando se trata de analizar conjuntos de enunciados
que, en la época de su formulacién, estaban dis-
tribuidos, repartidos y caracterizados de una ma-
nera totalmente distinta: después de todo la “li-
teratura” y la “politica” son categorias recientes
que no se pueden aplicar a la cultura medieval
ni aun a la cultura clasica, sino por una hipdtesis
retrospectiva y por un juego de analogias forma-
les o de semejanzas semanticas; pero ni la litera-
tura, ni la politica, ni tampoco la filosofia ni las
ciencias, articulaban el campo del discurso, en los
siglos Xvi o xv, como Io han articulado en el36 LAS REGULARIDADES DISCURSIVAS
siglo x1x. De todos modos, esos cortes —ya se trate
de los que admitimos, o de los que son contempo-
raneos de los discursos estudiados— son siempre
ellos mismos categorias reflexivas, principios de
clasificacién, reglas normativas, tipos instituciona-
lizados: son a su vez hechos de discursos que
merecen ser analizados al lado de los otros, con
los cuales tienen, indudablemente, relaciones com-
plejas, pero que no son caracteres intrinsecos, au-
téctonos y universalmente reconocibles.
~ Pero sobre todo las unidades que hay que man-
tener en suspenso son las que se imponen de la
manera més inmediata: las del libro y de Ja obra.
Aparentemente, .se las puede suprimir sin un ar-
tificio extremo? zNo son dadas de la manera mas
cierta? Individualizacion material del libro, que
ocupa un espacio determinado, que tiene un valor
econémico y que marca por si mismo, por medio
de cierto ntimero de signos, los limites de su co-
mienzo y de su fin; establecimiento de una obra
a la cual se reconoce y a Ja cual se delimita atri-
buyendo cierto ntimero de textos a un autor. Y
sin embargo, en cuanto se analizan un poco mas
detenidamente, comienzan las dificultades. :Uni-
dad material del libro? ;Puede ser la misma, tra-
tandose de una antologia de poemas, de una reco-
pilacién de fragmentos péstumos, del Tratado de
las secciones cénicas, o de un tomo de la Historia
de Francia, de Michelet? sPuede ser la misma, tra-
tandose de Un golpe de dados, del proceso de
Gilles de Rais, del San Marco, de Butor, o de un
misal catélico? En otros términos, yno es la unidad
material del volumen una unidad débil, accesoria,LAS UNIDADES DEL DISCURSO 37
desde el punto de vista de la unidad discursiva de
la que es soporte? Pero esta unidad discursiva, a
su vez, ges homogénea y uniformemente aplica-
ble? Una novela de Stendhal o una novela de
Dostoievski no se individualizan como las de La
comedia humana; y éstas a su vez no se distinguen
las unas de las otras como Ulises de La odisea, Y
es porque las margenes de un libro no estan jamas
neta ni rigurosamente cortadas: més alld del titu-
lo, las primeras lineas y el punto final, mas alld de
su configuracién interna y la forma que lo autono-
miza, esté envuelto en un sistema de citas de otros
libros, de otros textos, de otras frases, como un
nudo en una red. Y este juego de citas y envios no
es homdlogo, ya se trate de un tratado de mate-
miaticas, de un comentario de textos, de un relato
histérico o de un episodio en un ciclo novelesco;
en uno y en otro lugar la humanidad del libro, in-
cluso entendido como haz de relaciones, no puede
ser considerada idéntica. Por mds que el libro se
dé como un objeto que se tiene bajo la mano, por
mds que se abarquille en ese pequefio paralele-
pipedo que lo encierra, su unidad es variable y
relativa. No bien se la interroga, pierde su eviden-
cia; no se indica a si misma, no se construye sino a
partir de un campo complejo de discursos.
En cuanto a la obra, los problemas que suscita
son més dificiles atin. Y sin embargo, ghay nada
mas simple en apariencia? Es una suma de textos
que pueden ser denotados por el signo de un nom-
bre propio. Ahora bien, esta denotacién (incluso
si se prescinde de los problemas de la atribucién)
no es una funcién homogénea: el nombre de un38 LAS REGULARIDADES DISCURSIVAS
autor, edenota de la misma manera un texto pu-
blicado por él bajo su nombre, un texto que ha
presentado con un seuddnimo, otro que se haya
encontrado después de su muerte en estado de es-
bozo, otro que no es mds que una apuntacién, un
cuadernillo de notas, un “papel”? La constitucion
de una obra completa o de un opus supone cierto
numero de elecciones que no es facil justificar ni
aun formular: basta agregar a los textos publica-
dos por el autor aquellos otros que proyectaba
imprimir y que no han quedado inconclusos sino
por el hecho de su muerte? :Habra que incorporar
también todo borrador, proyecto previo, correccio-
nes y tachaduras de los libros? zHabré que agregar
los esbozos abandonados? ,Y qué consideracién
atribuir a las cartas, a las notas, a las conversacio-
nes referidas, a las frases transcritas por los oyen-
tes, en una palabra, a ese inmenso bullir de ras-
tros verbales que un individuo deja en torno suyo
en el momento de morir, y que, en un entrecruza-
miento indefinido, hablan tantos lenguajes dife-
rentes? En todo caso, el nombre “Mallarmé” no se
refiere de la misma manera a los temas ingleses, a
las traducciones de Edgar Poe, a los poemas 0 a las
respuestas dadas a investigaciones; igualmente, no
es la misma la relacién que existe entre el nombre
de Nietzsche de una parte y de otra las autobiogra-
ffas de juventud, las disertaciones escolares, los
articulos filolégicos, Zaratustra, Ecce homo, las
cartas, las ultimas tarjetas postales firmadas por
“Dionysos” o “Kayser Nietzsche” y los innumera-
bles cuadernillos en los que se cruzan las anotacio-
nes del lavado de ropa con los proyectos de aforis-LAS UNIDADES DEL DISCURSO 39
mos. De hecho, si se habla tan facilmente y sin
preguntarse mas de la “obra” de un autor es por-
que se la supone definida por cierta funcién de
expresién. Se admite que debe haber en ello un
nivel (tan profundo como es necesario imaginarlo)
fenel cual la obra se revela, en todos sus fragmen-
tos, incluso los mas minuisculos y los més inesencia-
les, como la expresién del pensamiento, o de la
xperiencia, o de la imaginacién, o del incons-
y" Veienee del autor, o aun de las determinaciones his-
| toricas en que estaba inmerso{Pero se ve también
{ que semejante unidad, lejos de darse inmediata-
| mente, esta constituida por una operacién; que
| esta operacién_e¢s interpretativa (ya que descifra,
L en el texto, la transcripcién de algo que oculta y
que manifiesta a la vez); que, en fin, la operacién
guiente la obra en si no sera la misma si se trata
del autor del Teatro y su doble o del autor del
Tractatus y, por lo tanto, no se hablara de una
“obra” en el mismo sentido, en un caso o en
“otro. La obra no puede considerarse ni como uni-
dad inmediata, ni como una unidad cierta, ni
\ como una unidad homogénea. ¥
Finalmente, ultima precaucién para poner fue-
ra de circuito las Continwidades~irreftexivas, por
las que se organiza, de antemano, el discurso que
se trata de analizar: renunciar a dos temas que es-
tan ligados el uno al otro y que se enfrentan, se-
gun el uno, jamds es posible asignar, en el orden
del discurso, la irrupcién de un acontecimiento
verdadero: mas alld de todo comienzo aparente hay
siempre un origen secreto, tan secreto y tan origi-40 LAS REGULARIDADES DISCURSIVAS
nario, que no se le puede nunca captar del todo en
si mismo. Esto, a tal grado que se nos volveria
a conducir, a través de la ingenuidad de las crono-
logias, hacia un punto que retrocederia de manera
indefinida, jamds presente en ninguna historia. El
mismo no seria sino su propio vacio, ya partir de
él todos los comienzos no podrian jamas ser otra
cosa que un recomienzo u ocultacién (a decir ver-
dad, en un solo y mismo gesto, esto y aquello). A
este tema se refiere otro segun el cual todo discurso
manifiesto reposaria secretamente sobre un “ya
dicho”, y ese “ya dicho” no seria simplemente una
frase ya pronunciada, un texto ya escrito, sino un
“jamas dicho”, un discurso sin cuerpo, una voz
tan silenciosa como un soplo, una escritura que
no es mds que el hueco de sus propios trazos. Se
supone asi que todo lo que al discurso le ocurre
formular se encuentra ya articulado en ese semi-
silencio que le es previo, que continua corriendo
obstinadamente por bajo de él, pero al que recu-
bre y hace callar. El discurso manifiesto no seria
a fin de cuentas mds que la presencia represiva
de lo que no dice, y ese “no dicho” seria un va-
ciado que mina desde el interior todo lo que se
dice. El primer motivo hace que el andlisis histd-
rico del discurso sea busca y repeticién de un ori-
gen que escapa a toda determinacién histérica; el
otro le hace ser interpretacién o escucha de un
“ya dicho” que seria al mismo tiempo un “no
dicho”. Es preciso renunciar a todos esos temas
cuya funcién es garantizar la infinita continuidad
del discurso y su secreta presencia en el juego de
una ausencia siempre renovada. Estar dispuesto aLAS UNIDADES DEL DISCURSO 41
acoger cada momento del discurso en su irrupcién
de acontecimiento; en esa coyuntura en que apa-
rece y en esa dispersién temporal que le permita
ser repetido, sabido, olvidado, transformado, borra-
do hasta en su menor rastro, sepultado, muy lejos
de toda mirada, en el polvo de los libros. No hay
que devolver el discurso a la lejana presencia del
origen; hay que tratarlo en el juego de su ins-
tancia.
Estas formas previas de continuidad, todas esas
sintesis que no problematizamos y que dejamos
en pleno derecho, es preciso tenerlas, por lo tanto,
en suspenso. No recusarlas definitivamente, sino
sacudir la quietud con la cual se las acepta; mos-
trar que no se deducen naturalmente, sino que
son siempre el efecto de una construccién cuyas
reglas se trata de conocer y cuyas justificaciones hay
que controlar; definir en qué condiciones y en
vista de qué andlisis ciertos son legitimas; indicar
las que, de todos modos, no pueden ya ser admi-
tidas. Podria muy bien ocurrir, por ejemplo, que
las nociones de “influencia” o de “evolucién”
dependan de una critica que —por un tiempo mas
o menos largo— las coloquen fuera de uso. Pero en
cuanto a la “obra”, pero en cuanto al “libro”, y
aun esas unidades como la “ciencia” o la “litera-
tura”, ghabremos de prescindir de ellas para siem-
pre? zHabrd que tenerlas por ilusiones, por cons-
trucciones sin legitimidad, por resultados mal ad-
quiridos? ;Habra que renunciar a tomar todo apo-
yo, incluso provisional, sobre ellos y a darles jamas
una definicién? Se trata, de hecho, de arrancarlos a
su casi evidencia, de liberar los problemas que42 LAS REGULARIDADES DISCURSIVAS
plantean, de reconocer que no son el lugar tran-
quilo a partir del cual se pueden plantear otras
cuestiones (sobre su estructura, su coherencia, su
sistematicidad, sus transformaciones), sino que
plantean por si mismos todo un pufiado de cues-
tiones (Qué son?