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Vivir con el Corazón

Francisco J. Ebeling H.

Las Emociones

El fin de semana viajábamos en auto por una carretera secundaria. Veníamos mi mujer,
mi hija y mis suegros. Desde el inicio del viaje comencé a sentir algún grado angustia.
Aquella aparecía de la nada. Por ahora, no tenía mayor explicación.

El camino en algunos tramos está en mal estado. Con hoyos de asfalto que son,
normalmente, peligrosos. Los tramos más malos los pasamos a luz de día y no hubo
mayor problema. El tramo final se caracteriza por no tener hoyos y, normalmente,
conduzco alrededor de 90 km/hr. En un punto de ese tramo comencé a sentir una
tensión bastante fuerte y pensé: vamos a tener un accidente. Pero, a pesar de aquello,
no tome resguardos.

Tuvimos un accidente, había uno de esos hoyos de asfalto, cayeron en él las dos ruedas
de un costado del auto y, por suerte solo se reventó un neumático. Ambas llantas
sufrieron abollones pero sólo debimos cambiar una. Finalmente pudiendo ser un
accidente grave, salimos bien parados.

Era segunda vez que me pasaba. Esa tensión y, luego, el accidente. De hecho, este fin de
semana pude articular que ocurriría un accidente y, ocurrió. Y fue un accidente, algo
que era difícil de prever racionalmente, normalmente no hay hoyos en ese sector del
camino, lo que hizo que, racionalmente, siguiera conduciendo sin mayor preocupación.
Pero mis emociones sí lo presentían, o algo de mi cuerpo sí lo sentía y de hecho, como
ya algo confío en esos mensajes, articulé la idea de accidente antes de que ocurriera.

La próxima vez que sienta aquello moderaré la velocidad y pondré más cuidado. A 70
km/hr hubiese podido reaccionar a tiempo y esquivar el hoyo, a 90 km/hr no alcancé.

No tengo muy clara noción de cuando me di cuenta que tenía emociones premonitorias,
pero ahora ya sé que las tengo y que son, cada vez, más confiables. De a poco he ido
creyendo en esa capacidad y he logrado llevar sus código a nivel racional de modo que
sean útiles. Gracias a esa capacidad me he dado cuenta de nuestra raíz emocional y de
las implicancias que ella puede tener en nuestras vidas.

Cuando era mucho más joven, por mi cultura y mi educación, normalmente las
emociones estaban bajo una gruesa capa racional. Creo que la situación en esa época
era “pienso y después existo”. No tengo muchos recuerdos de lo que pasaba con mis
emociones o si la emoción era antes que la razón o si sólo había razón y no emoción. Era
un estado de vivir como pelota de rugby, el rebote salía para cualquier lado.

Hoy sé que tengo capacidad de emociones premonitorias (como todos nosotros), sé que
algunos sueños me han resultado significativos (como nos pasa a todos), sé que me
puedo conectar con las emociones de otra persona, sé que puedo generar y traspasar un
estado emocional, sé que puedo cambiar mis estados emocionales, se que soy capaz de
enfermar a alguien, de sanar a alguien, se que puedo ayudar a cambiar a alguien de su
estado emocional, se, también que puedo despertar a alguien de la inconsciencia. Hace
30 años comencé a despertar y desde ese momento no he parado y seguiré despertando
y tratando de que mis próximos despierten junto conmigo.

Sólo somos nosotros

No hay dios, no hay creación, no hay nada superior más allá que un conjunto de seres
viviendo sobre este planeta. Nosotros con nuestras emociones generamos el nivel
espiritual. Cuando uno sabe, en cierta medida, lo que otro está sintiendo en ese
momento, cuando se puede tomar lo que él siente e interpretarlo emocionalmente (y
hasta racionalmente) y generar a partir de ello una nueva emoción entonces sabes que
dios no existe.

Si los hombres no conocemos nuestro cuerpo, y los mensajes que nuestro cuerpo nos
envía a través de sus emociones, entonces estamos condenados a los programas
matinales, a las noticias, a la locomoción colectiva, a todo lo peor que esta sociedad nos
tiene destinados.

Conocer en el entendido de creer e interpretar adecuadamente las emociones es el


principio de la nueva sociedad. Sin dios pero con ley: conócete a tí mismo, acéptate,
quiérete y vive tu única vida amándote, amando.

Si no conoces tus emociones como sabes que amas? Mientras no conozcas tus emociones
nada conoces y estás condenado a rebotar de una en otra emoción como una pelota de
rugby.

Historia emocional de la humanidad

Las emociones son una manifestación corporal, una interpretación corporal de la


complejidad del medio. Son parte de nuestra naturaleza, somos animales que por una
jugada del destino desarrollamos en mayor medida nuestro cerebro y adquirimos una
destreza de supervivencia que ahora llamamos inteligencia.

La historia de nuestra especie, homínido, podría ser resumida de la siguiente forma


(puede que contenga algunas inexactitudes, quién sabe?):

Nuestros antepasados, primates, vivían contentos en el bosque tropical o subtropical, un


bosque nutritivo cercano de la sabana. Tenían todo lo necesario para vivir, les proveía
buena alimentación, diversión, refugio de los depredadores, etc. una muy buena vida
animal. Pero como las buenas vidas animales, normalmente determinan que la especie
comience a multiplicarse, la presión por los bosques tropicales comenzó a aumentar, la
población creció, el sustento se hizo difícil y algunos primos primates se pusieron
pesados y echaron a los otros fuera del bosque, a la sabana. Igual en la sabana había
bosquetes y algo de comida, pero la vida era bastante mas dura, los depredadores
especializados en animales de la sabana eran diestros en cazar estos nuevos habitantes.

El peligro podía estar o venir desde cualquier lugar y los árboles eran escasos para
refugiarse. Y el pasto no permitía una adecuada visión a la distancia. Y ahí nuestro
abuelo ideó su primera estrategia de supervivencia y ella fue el principio de nuestra
especie. Uno de nuestros desconocidos antepasados se paró en las patas traseras y,
sosteniendo esa posición, adquirió una diferencia cultural evolutiva que le permitió a él
y a su familia o tribu sobrevivir mejor que a los otros que no lo hicieron. Ellos vivieron
más tiempo, se reprodujeron más y mejor y con ello esta habilidad adquirida que se
transmitió culturalmente de generación en generación, a través de mutaciones, fue
transformando la morfología de nuestros antepasados. De modo que estar erguido fuera
parte de la estructura física de esta nueva especie, la hominida.

Al erguirse, nuestros antepasados liberaron la mano. Una mano que ahora estaba
liberada de esas funciones de transporte. Aquello permitió que comenzaran a manipular
regularmente objetos, a llevar objetos. De hecho, probablemente, descubrieron que
lanzar piedras les permitía una nueva estrategia de defensa y, también, de procurarse
alimento. Este homínido, inicialmente vegetariano, se fue de a poco haciendo omnívoro
a partir de cobrar pequeñas piezas de caza. La destreza en el uso de la mano aumentó
de generación en generación y, nuevamente, algunas mutaciones felices fueron
transformando esta mano-pata en una mano-mano, más especializada y, mucho más
compleja.

Esta liberación de la mano y su uso en tareas más y más complejas significó que un
cierto órgano de su estructura se comenzara a desarrollar en forma interesante: el
cerebro. El sistema nervioso a esa altura de la evolución ya había dejado de ser aquella
estructura primitiva que conectaba dos superficies directamente (la sensorial con la
motora) y, dada la complejidad de la escala evolutiva de los mamíferos (no olvidar que
los mamíferos se desarrollaron a partir de la extinción de los dinosaurios, lo que significa
que ya habían pasado una buena cantidad de años de desarrollo evolutivo del cerebro
como elemento organizador del sistema nervioso). Bueno, volviendo al tema, la
liberación de la mano permite este desarrollo extraordinario del cerebro. Y este
desarrollo extraordinario del cerebro trae consecuencias: la memoria es una de ellas.

Este nuevo homínido tiene capacidad de recordar. Y la capacidad de recordar significa


que puede comenzar a pensar a partir de situaciones recurrentes. Por ejemplo, ve aves
salir volando desde una dirección y, un tiempo más tarde, aparece un depredador desde
esa dirección. Comienza a hacer relaciones y comienza a usar el cerebro para resolver
problemas que le permiten una mejor supervivencia a los de su especie, y una mejor
supervivencia de los individuos naturalmente contribuye a multiplicar a los individuos de
la especie. Hacer prevalecer esa especie frente a otras.

Junto con este desarrollo del cerebro, de la memoria y de la solución de problemas, los
homínidos tenían una estructura social basada en la recurrencia, supongamos, el clan.
En ella se dan interacciones recurrentes que ayudan a la preservación de la vida en su
interior. Normalmente esta interacción está basada en acciones, gritos y gestos, una
serie de elementos subsimbólicos de comunicación. Estos elementos subsimbólicos, si
bien son útiles como vehículo de comunicación son menos eficientes que lo que
actualmente usamos: las palabras. Para nosotros, las palabras son normales y
corresponde a uno de los aspectos claves del aprendizaje cultural de un niño. Las
palabras son conjuntos de sonidos y significados asociados que se aprenden de
generación en generación.

Pero con nuestros hominidos estábamos en los albores del lenguaje abstracto. El
desarrollo del cerebro, la memoria y el pensamiento en la solución de problemas habían
creado las condiciones para que las palabras, como vehículos abstractos y eficientes de
señalización, primero, y luego como vehículos más complejos de interacción social
hicieran su aparición. Al surgir y desarrollarse las palabras aparece, junto al hominido,
una nueva capa evolutiva, distinta a todo lo conocido hasta ese momento sobre la tierra:
el raciocinio, el uso de palabras para describir, señalar, recordar y preveer estados del
mundo.

Así como con la memoria había hecho su emergencia la temporalidad, con el lenguaje
abstracto esta temporalidad podría ser organizada, previsualizada, explicada y más. El
hominido deja de vivir en el presente y, con su pensamiento racional, se puede trasladar
al pasado y al futuro; y revivir allí las emociones.

Y, lo mas complejo ocurre en este punto. Las emociones ahora pueden ser articuladas en
palabras. La alarma se puede llamar: alarma. La alegría, además de ser reída, se puede
contar: homínido 1 le dice a homínido 2: “la fiesta estuvo muy buena, nos reímos
muchos ayer con la vergüenza que sentía homínido 3... ”

Lamentablemente en este ciclo evolutivo había una trampa: la complejidad. Hominido


en su estado base, animal, tenía una capacidad muy alta de captar la complejidad del
mundo, millones antes que él lo habían hecho, los mutantes con las mejores
características para hacer ello habían prevalecido y generado nuevas ramas en el árbol
de la vida y todo ello que era parte de su herencia como especie que emergía en él
como emociones atávicas claves en la supervivencia de sus antepasados: los instintos
primigenios por un lado y las emociones base, corporales, por otro. Ambos elementos
claves de interpretación de la complejidad del mundo.

Por su parte, este nuevo poder de que ahora disponía, lo racional, aquellas palabras que
permitían relatar lo que ocurría, no eran buenas en la interpretación de la complejidad.
Aún hoy un homo sapiens sapiens tiene una capacidad limitada de manejar la
complejidad, sólo es capaz de manejar al mismo tiempo 7 elementos, si tiene más que
esa cifra comienza un proceso de clasificación que permite reducir la complejidad
agrupando aquellos elementos en conjuntos.

Pero, pese a esa diferencia, los dos mundos estaban conectados. Las palabras, en su
afán de eficiencia, eran capaces de producir emociones, así como las emociones eran
capaces de articular palabras que las describieran, por la misma necesidad de hacer más
eficiente su uso inicial de alarma certera a los peligros de la sabana.

En la medida que el lenguaje se fue haciendo más complejo y cada vez más abstracto los
hombres manejamos más y más categorías, y podemos ser más precisos para describir las
emociones que nos surgen, en la medida que logramos conocerlas. Pero al mismo
tiempo, las emociones al ser ruidosas, complejas de interpretar, difíciles de manejar,
etc, es decir: claramente complicadas, nos son sistemáticamente reducidas. Finalmente
se produce la escisión y la paradoja. En un tiempo en que tenemos la máxima cantidad
de palabras para interpretar adecuadamente las emociones, nuestra educación nos ha
sistemáticamente evitado el contacto con ellas, reduciéndolas, vilipendiándolas,
haciéndolas desaparecer. Ya no creemos que ellas sean una buena forma de interpretar
el mundo, ya no creemos en ellas como vehículos de relación, o, por el contrario si nos
aparece una emoción, una manifestación de nuestro cuerpo, como estamos tan
inadecuadamente conectados le podemos dar, probablemente, significados inadecuados.

El mundo ha cambiado desde la época de la sabana, las emociones parecieran no ser


necesarias. Lo racional parece ser lo que se impone o imponía hace un par de décadas.
Pero hoy escribo esto por qué las emociones están de vuelta. Y hay que recibirlas de
vuelta. El mundo racional de nuestros padres, los de aquí al lado, no dio resultado para
la solución de los problemas, los problemas siguen igual, la gente sigue siendo infeliz. La
ciencia no lo explica todo y si lo explicara sería tan compleja como lo que explica y no
tendría sentido.

Nadie nos enseñó qué hacer con nuestras emociones. Nadie nos ha enseñado que la
interpretación racional de la emoción es un vehículo que permite poder canalizar las
atávicas manifestaciones de la complejidad que ocurren en nosotros, valorarlas,
ajustarlas perfectamente a las necesidades del mundo, a nuestro fluir en el mundo.
Nadie nos dice que nuestras emociones no son molestas, que está bien sentir al mundo.
Profundizar la relación sensible con él es adecuada.

Nadie nos ha enseñado a que se puede aprender a tener mejores emociones, a sentir
cosas distintas, a profundizar lo que se siente, nadie nos enseña a ser más felices.

Esta es nuestra asignatura pendiente: la vida de verdad.

El miedo y la sexualidad

Nuestra especie es la única que, por casualidades de la evolución, había desarrollado la


racionalidad o el pensamiento racional.

El pensamiento racional se origina, probablemente, de la posición erguida y la posterior


liberación de la mano, que trajo como consecuencia el desarrollo exponencial del
cerebro lo que permitió una interpretación distinta del mundo que implicaba recuerdos
e imaginación. Con ese hipercerebro lo demás era cuestión de tiempo. Las interacciones
recurrentes permitieron que este cerebro pudiese controlar de mejor la musculatura
fonética y, más aún, poder manejar un mejor volumen de memoria, lo que trajo como
consecuencia que se desarrollara el lenguaje a partir de las palabras (como conjuntos de
fonemas recurrentes) y a partir de ello la racionalidad.

Todos sabemos que las emociones y la razón están fuertemente conectados. Hay
palabras que generan emociones y emociones que generan palabras, asumiendo que el
icono de la racionalidad son las palabras, aunque todos sabemos que no es así.

También sabemos que la vida existe sobre la tierra hace 3.500 millones de años
aproximadamente. Y que los mamíferos existimos hace 200 millones de años, luego de
que surgieran los primeros peces 300 millones de años antes. Cuando los homínidos
comenzaron a evolucionar fue sólo hace 10 millones de años y la especie humana puede
estar en la tierra hace 200 mil años. Hablamos de Homo Sapiens Sapiens.

Yo llevo 40 años. Pero tengo una herencia que se remonta a 3.500 millones de años. Y
esa herencia se manifiesta en una emoción clave: Hambre, es el instinto de
supervivencia.

Está claro? Nacimos para sobrevivir. Hasta que la muerte nos alivie de aquella. Todo lo
demás, el automóvil, la casa, la familia, el trabajo, etc., son los esquemas culturales en
lo que se ha transformado nuestra emoción clave: la de supervivencia. Es una emoción
instintiva a esta altura (cualquier cosa que viene desde hace millones de año impresa en
un gen es instintiva) y funciona a la perfección.

Normalmente no sentimos hambre (todo sería más simple si la sintiéramos,


habitualmente) ya que la estructura social nos provee de una buena cantidad de
alimentos, muchos de los cuales se transforman en desperdicios.

La supervivencia también está asociada al hambre de los otros. En ese caso la emoción
se llama miedo. Normalmente, cuando el miedo surge como emoción, nosotros eramos
peces o, de seguro, un ser acuático; y alguien nos quería desayunar. Había algo con
hambre por un lado y nosotros eramos su vehículo más cercano a aliviar esa emoción.

Hambre y miedo. El hambre nos impulsa a buscar alimento (perseguimos) y el miedo nos
impulsa a alejarnos de ser alimento (perseguidos). Imagina aquello por miles de años y
tienes las emociones claves que guían tu vida.

Te creías intelectualmente superior? Te sientes muy interesante por que tienes este
nuevo modelo de computador? Lo siento, igual tienes la capacidad de tener miedo: eres
un pez.

Todo lo que está a tu alrededor tiene un componente de miedo. De instinto de


supervivencia. Le hemos puesto capas y capas de otras emociones más sofisticadas pero,
finalmente es eso: miedo. Tu lo sabes. Y lo reconoces. Sabes que la muerte se cierne
sobre ti.

La otra emoción clave en tu vida es reproductiva: el deseo sexual. Pero, lamento decirte
que, a diferencia miedo, esta no te pertenece. Claro, el miedo es una emoción muy útil
ya que te permite estar alerta de el azote temprano de la muerte. Y en muchos casos te
puede salvar la vida.

Pero el deseo sexual? Te sirve? Bueno, claro que si, los polvos son deliciosos, tienen una
envoltura de placer espectacular. Y uno se hace aficionado a ese placer. Pero,
nuevamente, te cuento que esa emoción no es tuya: es de tu especie.

Si tu no sintieras deseo sexual entonces nuestra especie se hubiese extinguido antes de


siquiera insinuarse como especie. La especie entonces es la que me presta esa emoción
para que a mi me den ganas de tener sexo y, con ello, crear nuevos individuos de la
misma especie. Gracias dice la especie, ahora me lo crías y luego... te puedes morir.

Tanto el miedo como el deseo sexual no tienen nada de malo y tener hijos tampoco. Lo
único que puede no ser muy bueno es que no sepas que las cosas son así de simples y te
creas que son realmente más y más complicadas.

Por ejemplo, hay unos tipos que, para ayudarme con mi natural miedo a la muerte, me
dijeron que podía reencarnarme, morir y volver a vivir en otros yoes luego de aquello.
Otros tipos, me contaron que había una cosa que se llamaba vida eterna, que uno se
moría y luego de ello, pasaba a vivir eternamente. Por una módica suma ambas
creencias me alivian de mi miedo, emoción molesta.

Finalmente yo decidí no comprar una ni la otra y compré la mía. Dije que no era
diferente a una mosca en cuanto a la muerte de la mosca y la mosca no tiene ni
reencarnación y ni vida eterna (ridículo que tenga, si es mosca, es decir te pasas de
tonto si te crees que hay una reencarnación o un cielo de las moscas). Entonces que
pasaría si yo no tuviera reencarnación ni vida eterna?. Bueno, pasa algo simple, muero y
listo. Gracias mosca. Somos hermanos de muerte.

Y mira lo que ocurrió luego de darme cuenta de aquello. Por ejemplo, lo más
interesante es que supe que nunca compraría un lugar en un cementerio. Es decir, no
necesito cementerios, ni que nadie vaya a dejarle flores a mi cadáver (un conjunto de
gusanos o de, finalmente, calcio) o a visitar mi tumba. Tu sabías eso?

Pero hay más cosas, hay muchos productos y servicios que me venden (y qué yo compro,
no soy inocente) que son sofisticaciones de la tumba, por ejemplo, los seguros de vida.
Para qué necesito un seguro de vida? Para que mi familia pueda sobrevivir luego de la mi
muerte? Qué es eso? Miedo. Te imaginas a tus hijos pasando hambre, los ves pobres como
perros, calados hasta los huesos, sin hogar, sin nada. Pero, por qué no puedes imaginarte
esta otra vida? Tu mujer, viuda (y liberada de ti al fin), conoce a exitoso empresario, con
muchos millones, se enamoran y se va a vivir con él junto a mis hijos, a una casa
espectacular, ellos no tienen ninguna privación, lo pasan súper, se cambian de nombre y
son mucho, mucho más felices que lo que hubiesen sido conmigo.

De la misma forma que al vendedor de sitios en el cementerio le digo que mi cadáver es


problema de otros. Al vendedor de seguros le cuento la historia del cambio de nombre
de mis hijos y sus vacaciones en el Caribe con su nuevo papá.

La vida eterna, como el cementerio y los seguros de vida son construcciones que
personas, con una interesante visión comercial a partir de tu miedo a la muerte, han
desarrollado.

La cultura y la tontera

Luego de contarte de qué materia están hechas tus emociones (hambre, miedo y sexo,
principalmente) y de darte cuenta que las dos primeras tienen que ver con instintos de
supervivencia atávicos y que la tercera es un regalo de tu especie. Y de hablarte que
tienes una maravillosa inteligencia que sobre utilizas, con la que te inventas o imaginas
más cosas de las necesarias, que con ella te trasladas al pasado o te inventas futuros
imposibles, cuando su función ideal (y que permite su desarrollo) es la de resolver
problemas reales.

Además te he contado, quizá no muy claramente, que a partir de las tres emociones
básicas se ha generado (gracias a la inteligencia) una serie de elementos adicionales
-que identifican una cultura- que instala capas y capas sobre estas emociones para, con
ello, crear una serie de nuevas emociones (derivadas) y explicaciones a estados
emocionales que hacen que todo sea más complejo en función de las necesidades de la
misma cultura que te culturiza y, en nuestro caso, “civiliza”.

Por ejemplo, nuestra cultura occidental, es una cultura desequilibrada, compleja, salida
de madre cuya densidad de capas es cada vez mayor y que va directo a la
autodestrucción (si no te has dado cuenta: te lo informo).

Así como todas las culturas que tienen historia o que dejan registros históricos, la
nuestra en su desequilibrio tiene la semilla de su destrucción y, a esta altura, resulta
peligroso estar adecuadamente alineado con ella. Como dice Krisnamurti: “"No es
saludable, estar bien ajustado, a una sociedad profundamente enferma"

Existen, eso si, sociedades que no tienen historia que, a diferencia de la nuestra,
perduran (o perdurarían si no hubiésemos destruido su entorno). Esas sociedades
lograron un equilibrio ecológico con el medio y se estacionaron adecuadamente en él.
Pienso en las tribus de indios americanos o, en general, pueblos “incivilizados” que
establecieron un estado de equilibrio con su entorno y cuya relación les permitía una
vida adecuada, donde las emociones eran (o son) emociones y no este coctel vinagre que
tenemos ahora.

Las culturas nacen y mueren. Muchas mueren de muerte natural producto que las
condiciones de su medio cambian radicalmente como: los anasazi en norteamérica y la
cultura Supe en Perú, donde se presume que el fenómeno de “El niño” tuvo un papel
significativo. Pero hay otras culturas que mueren por autodestrucción, por ejemplo la
ciudad de Teotihuacan para la cual se piensa que la decadencia se debió a una tala del
bosque circundante con objeto de ser usados en extraer la cal de la piedra caliza y, con
ello, adornar las casas. Una situación parecida ocurrió con los Rapa Nui, quienes
destruyeron completamente el bosque de la isla a partir del culto religioso y social de la
construcción de Moai, entre otros elementos. En las dos últimas no hay elementos
naturales que determinen su destrucción.

En estas últimas dos civilizaciones sus restos arqueológicos son de construcciones


basadas en una idea (religiosa o social como quieran) y no tienen mucha utilidad (bueno,
todos los ejemplos que doy en el párrafo anterior se conocen por que tienen restos
constructivos, pero la de los anasazi son, principalmente, casas-habitación, con algo más
de utilidad que un Moai).

Entonces, con los ejemplos anteriores, estamos claramente instalados en una cultura
autodestructiva, ya que no vemos, y probablemente coincides conmigo en ello,
elementos que hablen de una inserción respetuosa de la cultura con su entorno
circundante. En los siguientes párrafos veremos por qué no nos insertamos
amorosamente en el medio (necesitará explicación?) y, con ello, por qué somos una
cultura autodestructiva.

Sólo consideraré un aspecto. Es probable que vivas en una casa, o un departamento. Es


probable que esa casa tenga encuentros en ángulos, esquinas, que sea más o menos
rectangular... me equivoco? Seguro que no. Has visto formas rectangulares en la
naturaleza? Creadas por la naturaleza?... piensa... no, cierto? No hay formas
rectangulares en la naturaleza, si te miras al espejo no verás ningún ángulo como los
que hay en tu casa... la naturaleza tiene muy poco ángulos de este tipo.

Dentro de qué vivimos?... vivimos dentro de una construcción mental. Y estamos


acostumbrados a ello, a esta altura nos resultaría difícil vivir en una casa redonda. La
cultura autodestructiva a la que pertenecemos nos ha acostumbrado a estas casas
rectangulares con formas que sólo existen en la mente de los hombres... podrías vivir en
una casa circular, en un tipo de iglú?... te lo dejo como una tarea para que calcules
cuanto pesa la cultura autodestructiva en tu vida.

Con lo anterior te habrás dado cuenta que a tus emociones, que creías reales, se le está
corriendo la pintura. Bueno, siempre las emociones son reales. Pero los perros de Pavlov
también lo creían que la campana era una emoción real (y claro lo era... ).

Así, tenemos por un lado un conjunto de construcciones mentales bien aceitadas por
nosotros mismos y nuestra cultura (ilusorias: pasado- recuerdos, futuro- proyectos,
imágenes, ideas, etc. donde muchas de ellas no existen) todas con su buena cuota de
emociones asociadas... no me puedes decir que no si te acuerdas de algo agradable
tiene una emoción dando vueltas ahí (o si te imaginas algo agradable). Y por otro lado
tenemos esa sexualidad que no es nuestra (ya te dije que era de la especie) sobre la
cual construimos una torre gigantesca de emociones con pies de barro.

Es decir, vivimos en una cultura autodestructiva con emociones que no son nuestras y, a
eso, le llamamos... vida.

Hay que ser gil.

El darse cuenta

Hace mucho tiempo atrás me di cuenta que era un gil. Y por eso estoy escribiendo esto,
para que quede escrito. Y también para relatar como se podría resolver este dilema de
dejar de vivir una vida que no es nuestra y sobrevivir al intento.

Lo primero que hice fue preguntarme por “lo qué era auténticamente yo”.

En esa época no sabía casi nada de lo que te he contado y solo sabía que había algo que
me hacía mal. Tenía algunas reglas para vivir que eran, como dicen los españoles, “de la
puta madre”... qué manera de complicarme la vida con esas malditas reglas.

La primera acción consciente de este camino alternativo fue mi proceso de


“desestructuración”. Me dije... “éstas son sólo construcciones mentales y como tales
puedo cambiarlas” y... lo hice!!... no me acuerdo mucho que pasó ahí pero si sé que
supe que podía hacerlo y, todavía ahora, cuando me encuentro con un conjunto de
reglas más o menos rígidas le aplico el querido y viejo método de la “desestructuración”
(que no es más que ver a las reglas como reglas) y... adiós a las reglas, ya que siempre
es posible hacer algo de otra forma. Por ejemplo: regla “casas cuadradas” +
desestructuración = “casas de cualquier forma”.

Ya con la mente despejada de esas barbaridades aparecieron las emociones. Claro,


muchas de las emociones estaban bastante arropadas y parapetadas en esas reglas. La
primera que encaré (de todas) fue el miedo a la muerte y, como tenía la
desestructuración todavía fresca era imposible ponerle una regla encima para aliviarla,
al estilo: “cuando me muera me voy a la vida eterna” o “cuando me muera me
reencarnaré” (en esa época no sabía que existía la idea de la reencarnación) así que
asumí mi nula diferencia con la hermana mosca y dije que si me moría me moría igual
que la mosca y nada, muerto no más.

Sacarse la “vida eterna” de encima (con mucho susto por supuesto) fue un cambio
radical, lentamente comenzaron a irse varias cosas que venían “de regalo” con la
misma... la principal fue la culpa del pecado. “La culpa”... esa emoción si que la
conoces y esa si que nos cuesta, bueno yo te cuento que... la culpa no existe...
escuchaste bien? NO EXISTE (te lo escribo grande por qué si vienes de la religión católica
esa es una de las emociones más complejas).

Independiente del alivio que me significó este mecanismo y los espacios que se abrieron
(que gané a machete quedaría mejor) luego de la primera desestructuración había un
problema. Y que ahora, luego de años, te lo puedo resumir de forma chistosa pero por el
cual sufrí mucho. Si comienzas a eliminar todo lo que existe te quedan dos cosas: el sexo
y un vacío.
En esa época era adolescente así que el sexo era sexo de adolescente... una amalgama
de perfumes, erecciones y marihuana que fue bastante buena pero que,
lamentablemente, chocaban con el vacío... qué es amor?... en qué se relaciona el amor
con el sexo?... amo realmente a esta mujer con la que tengo sexo?... (bueno, también
estaba en dura batalla con la culpa)

Y luego el vacío triste y puro... para qué estoy aquí?... me gusta lo que hago?... para
qué estudio esta tontera?... y la depresión se hace presente.

Me daban depresiones por qué era patético, un tipo que no sabía nada de lo que quería y
que más encima había mandado a la porra sus “convicciones”. Tuve varios episodios
depresivos de los cuales salía a medias... bueno, descubrí que se focalizaban en las
estaciones de otoño y primavera, lo que como intento explicativo estaba bien y me sirvió
para conectarme con “el mundo” y aguantar... (el mundo lo pongo entre comillas por
que será importante más adelante)... pero, una de las últimas depresiones me permitió
un entendimiento más profundo.

Vagaba por campo en un estado depresivo que me intensificaba el sueño y me deje caer
en la hierba, estaba en eso, dándole vueltas a engranaje de la auto flagelación mental,
cuando de la nada pasa sobre mi, a poca altura, un moscardón... y algo cambió en mi
estado. (Si fuera más vendedor diría que en ese momento recibí la iluminación, pero no
lo haré).

El moscardón me hizo ver que yo tenía que ser yo, así como él era él. Y el era él por qué
estaba conectado a ser él en el mundo.... y lo vi. Yo no era yo y mis ideas (que las había
mandado a la cresta) sino que era yo en el mundo.... igual que el moscardón!!!

… Y ahí comencé a salir... pero la tarea no fue fácil, cómo podía ser yo en el mundo?...
O, una pregunta mejor... qué era el mundo?... y como podía saber lo que el mundo
quería de mi?

Fueron años de experimentación. Ya no necesitaba ideas y sólo las usaba para fines
prácticos y no dogmáticos (mentira, todavía estoy lleno de pensamientos... pero ahora
no tienen tanta importancia). Sabía que las emociones estaban allí y las sentía... de
hecho tuve mis primeras interpretaciones más o menos acertadas de las mismas. Llegó
uno de los primeros libros significativos a mi vida, un ejemplar del “Canto a Mi Mismo”
de Whitman. Hice mi carta astral, leí muchos temas, y, de repente, tuve un sueño
significativo que cambió el curso de mi vida... claro, antes de ese sueño usaba la
desestructuración sin problemas, es decir, cada vez que me metía en un lío me
desestructuraba y alivio.... pero no había logrado dar con el propósito que me
permitiera equilibrio. Es decir, seguía siendo a saltos un tipo condenado a la
autodestrucción, consciente, pero autodestructivo igual.

Una noche tuve un sueño que resultó completamente significativo (bueno como lo son
todos los significativos) y eso me dio la pauta de que el mundo tiene una conexión para
mi (probablemente al lado del moscardón, mi amigo).

No viene al caso el contexto del sueño y todo lo que ello significó en mi vida, lo que sí
viene es que este sueño me entregó antecedentes que había una conexión con el mundo
y me propuse explorarla, con tan buena suerte que en un libro de Castañeda (esos en
que habla con Don Juan) había una frase que me hizo sentido: “vivir con el corazón”.
Independiente de que todo lo que dijera el libro fuesen mentiras creo que la frase
definía un nuevo horizonte en la búsqueda de cómo escuchar al mundo en forma
consciente.

A partir de ello me centré en observar mis emociones de manera consciente, seguí


haciéndole menos casos a mis pensamientos (ya la desestructuración no me bastaba,
necesité mecanismos que no me permitieran estructurar mis pensamientos en leyes,... si
lo sé,... todavía tengo que seguir trabajando en ello, sé que se puede ir más allá) y me
comencé a dar cuenta que muchas de las emociones se manifestaban de distintas formas
y que ellas tenían sentido, era capaz de conocer a las personas y saber cuales eran sus
intenciones (o sus problemas personales) segundos luego de verlas; sentía situaciones,
las calibraba y tenía una opinión medianamente acertada muy rápidamente, me di
cuenta que tenía premoniciones y más. Toda una riqueza emocional que llegaba
directamente a mi corazón y, si no la contaminaba, me entregaba valiosa información de
mi entorno y, sobre todo de mi relación con el mundo y es en lo que sigo ahora.

Toda la historia que te he contado cubre un periodo de 30 años (si, no creas que la cosa
sale así de fácil) y los últimos 12 he estado trabajando en mi conexión con el mundo
(bueno, no es un trabajo a tiempo completo) y tengo algo que decirte al respecto.

Qué es vivir con el corazón?

Ya te he contado el contexto emocional donde todos nos movemos. Que, en grueso, hay
dos fuerzas que torturan nuestras emociones y nos hacen bailar a su ritmo: desde la
sociedad en que vivimos tenemos, en esta esquina: la cultura y desde la especie que
somos tenemos, en la otra: el sexo. Nosotros aportamos a ese binomio la interpretación
(que normalmente es cultural) de las emociones y decimos que “me enamoré”, “me
gusta”, “me duele”, etc. muchas de esas cosas las podemos seguir diciendo (si, no tiene
nada de malo hablar tonteras), lo que no resulta adecuado es lo que a veces está en el
origen de la emoción.

Voy a ejemplificarlo crudamente. Si eres mujer (hembra) entonces eres más bonita,
atractiva y deseable en tu fase de ovulación, y podría apostar que estás más dispuesta a
“enamorarte” y tener sexo en ese período (estás en celo... igual que una vaquita). Si
eres hombre (macho en este caso) es probable que las mujeres te parezcan más
atractivas cuando ellas están en la fase de ovulación y … que tu deseo aumente en la
medida que tu bolsa seminal se llena de espermios (bueno también te puedes sentir más
“enamorado” con la bolsa llena).

Con lo anterior te quiero graficar que la emoción de “enamorarse” puede tener un


origen bastante “animal”, pero como uno tiene pensamientos y tiene una cultura detrás
entonces le pone palabras y comienza todo un proceso de imbricamiento desde la
sexualidad reproductiva propia de la especie (la verdadera dueña de tu sexualidad),
hasta la sociedad pasando por parámetros culturales y etc. (no se puede tener sexo así
como así, supongo que lo sabrás?).

De la misma forma que el “enamorarse” puede tener bases bastante terrenales y no del
todo propias de nosotros. También puede tener los orígenes inversos, es decir, desde
nuestra cultura podemos crear pensamiento que se orienten a que la emoción de
enamorarse surja. En muchos de los casos es un acierto y resulta que, efectivamente,
hay una emoción genuina en el fondo, una verdadera emoción del vivir con el corazón
(siempre algo hay de verdad en el fondo, la cosa no anda así no más). En otros casos,
lamentablemente, no es tan real como uno esperaría, y creo que tienes una buena
cantidad de ejemplos a la mano como para graficar estas “emociones” mediadas por la
cabeza... bueno, te doy algunos: te enamoras por que tus amigas dicen que es
estupendo, o por que el suegro sí que tiene plata, o por que llevas dos años sin nada y ya
está bueno un remojón, o etc.

Entonces, “nuestra” vida parece estar suspendida entre la cultura y la especie. Sólo
tenemos un control aparente de la misma. Nuestra emociones no son tan nuestras o, al
menos, no del todo. Con ese panorama no es fácil saber por donde va “nuestra” vida y,
normalmente, vamos a los tumbos -no me digas que no ya que tengo varias razones más
que no te he dicho y que son de peso, así que tanto tu y yo y varios más, cerca de 8 mil
millones más, vamos a los tumbos con nuestra vida a causa de estas emociones
pasteurizadas.

Pero en el punto anterior te había contado que esta cosa de las emociones exógenas
tiene remedio en la medida que seamos capaces de “vivir con el corazón” … y de qué se
trata eso?

Vivir con el corazón es probablemente algo que uno no hace cada día, ya que no creo
que haya muchos de nosotros que vivamos con el corazón. Si fuera esa “la” manera de
vivir no iríamos rumbo a nuestra autodestrucción como cultura. De hecho viviríamos en
otra cultura (de esas que no dejan historia, recuerdas?, las respetuosas con el entorno,
las conscientes y felices).

Desde mi perspectiva, aún limitada solo por estos “escasos” 12 años de estudio, “vivir
con el corazón” se trata de establecer una profunda relación con “el mundo” a través de
desarrollar, sostener, defender y entregarse a una comunicación constante, consciente y
fluida con él. Es una comunicación personal, sin mediadores y sin debilidades (bueno,
inicialmente puedes ser bastante sordo, pero la idea es ir mejorando...) que te conecta
adecuadamente con la complejidad del mismo y te permite deslizarte sobre el “flujo del
mundo”.

Este último aspecto es clave: “deslizarte sobre el flujo del mundo”. Has sentido a veces
que las cosas ocurren como si no requirieran energía? Que el orden surgen del aparente
caos? Que, todo lo contrario a necesitar ponerle energía a algo para que resulte, aquello
funciona por que sí y, más aun, te entrega energía? Eso yo lo interpreto con la metáfora
del río (y nuestra cultura popular también). El mundo tiene un flujo que es como un río
(estoy absolutamente convencido) y uno puede nadar a favor de ese flujo, como nadar
en contra. Nadar a favor de la corriente significa que va a ser una experiencia
placentera, el río te va a llevar, mientras que nadar en contra va a demandar crecientes
esfuerzos, te vas a cansar y probablemente vas a terminar frustrado e infeliz.

Cuando uno vive con el corazón normalmente nada a favor de la corriente y la vida
resulta en una continua armonía con el mundo. A través de vivir con el corazón uno
siente qué es lo que el mundo quiere de uno y ello nos permite fluir con él.

Es claro que nuestra cultura autodestructiva no fluye con el mundo. Si te detienes y


sientes al mundo de darás cuenta que el flujo está en otra dirección, lo has percibido? Te
has dado cuenta que la idea de dios está alejándose de nosotros? Que están surgiendo en
muchas partes las naciones, las pequeñas tribus, las comunidades. Que muchos de
nosotros estamos retornando a la tierra. Estamos cultivando, estamos recuperando las
ganas de hacer las cosas por nosotros mismos. Es una pequeña comunidad que está
buscando respuestas “alternativas” (me imagino que has escuchado esa palabra) tanto
en la religión, en la cultura como en la política se están dando esos fenómenos
excéntricos.

Si no eres de aquellos que está cerca de esos fenómenos y estás más cercano al centro
de la cultura autodestructiva también te habrás dado cuenta del fenómeno inverso. Hay
más pasión en lo que vives, eres más religioso, crees más en el mercado, en que las
cosas están funcionando bien, en la ciencia.

Es un gran momento el que estamos viviendo. Algo que ocurre cada miles de años. Es un
cambio cultural que se extenderá por un buen tiempo. Yo escribo desde la nueva cultura
y también desde la autodestructiva. Soy parte de las dos. Como muchos de nosotros.
Pero sabemos que la autodestructiva se incinerará a si misma (de una u otra forma lo
hará, como en Rapa Nui, Teotihuacan y tantas otra civilizaciones) y esperemos que a
partir de esas cenizas surja una nueva, más consciente, más humana y más conectada
con el fluir del mundo.

Si, ahora que estamos hablando de conexión, los Rapa Nui dejaron, en alguna parte de
su historia, de vivir con el corazón. En caso contrario ellos se habrían dado cuenta que
estaban arrasando con su entorno y hubiesen podido revertir el desastre ecológico que
produjeron. Pero no, sólo vivían con su cabeza, con sus mitos sociales, con su espejismo,
con la tontera. Despertaron tarde y casi no despiertan. Inventaron el Manutara, alguien
más conectado lo sintió como la solución a la autodestrucción y lo puso en juego,
felizmente.

Te imaginas como sería Rapa Nui sin nunca se hubiesen desconectado? Sería una isla
tropical, llena de vegetación, maravillosa, con lagos y palmeras, con nativos felices,
equilibrados y sin Moais, es decir, otro paraíso de poco interés para nosotros.

Bueno, vivir con el corazón es la forma en que siento debemos vivir. Debemos sentir al
mundo. El mundo tiene un flujo para cada uno de nosotros sobre el cual debemos
armonizar, ojalá lo antes posible.

Cómo logramos vivir con el corazón?

Ya te he explicado como ha sido mi proceso. Desde la mosca al moscardón pasando por


los “métodos” de la “desestructuración”, del “darse cuenta pensando en tonteras” y
otros afines que son bastante poco ortodoxos pero míos. Es decir, de alguna manera ese
es un camino, dejar de escuchar las tonteras de la cultura y escuchar las propias. Es un
método que funciona pero que a veces podría llevarte a la locura si eres extremista.

Lo otro que a mi me parece interesante es lo que podemos hacer con las palabras, por
ejemplo ir reemplazando el “pienso” y “creo” por “siento”. Por ejemplo, cuando estás
conversando con alguien y vas a decir “mira yo pienso... blabla” puede decir, “mira yo
siento...blabla”, lo mismo para el “yo creo”. El siento es desde el corazón mientras que
el pienso y creo son, principalmente, de tu cabeza (que a veces si que puede ser muy
dura).

También me ha servido decir: “te amo incondicionalmente” que dependiendo del sujeto-
objeto de ese “amor incondicional” puede resultar muy significativo y de mucho
aprendizaje.
Aunque siento que los más efectivo es abrirse a explorar nuestras emociones, a quererse
y observarse desde la perspectiva de lo que uno siente. A escuchar desde todos los
planos lo que quiere decirnos el mundo. El mundo no se comunica con palabras, se
comunica con casualidades, con “cosas que pasan”, con tensiones, con sutiles
sensaciones que si las desechamos vuelven, con sueños, con sueños significativos, con
sueños recurrentes, con personas que llegan a nuestra vida y luego se van, personas que
nos dejan “canastitos llenos de flores”, en fin, con todo y con nada.

Hay que darle un espacio a vivir con el corazón.

Libros significativos

En mi proceso, y esto es lo último que escucharás de mi, hubo unos pocos libros que
fueron significativos y te cuento por qué:

El Árbol del Conocimiento de Humberto Maturana y Francisco Varela. Aquí está nuestra
raíz biológica, me permitió darme cuenta de como yo estoy conectado con todo, que soy
de esta tierra y nada más ni nada menos que de aquí. Nada espiritual hay en mi más allá
un conjunto de relaciones recurrentes. Es la Teoría de la Evolución Autopoiética.

El Canto a Mi Mismo de Walt Whitman. Significó para mi encontrarme con un amor


universal, un asombro por la vida, esa que vivimos al lado, que suda, que tiene olores y
perfumes, que está ahí, mi compañera. Supe por Whitman que se podía amar a todo y
cada uno de todo.

Una llamada al Amor. Este libro de Antony de Mello lo recomiendo por todos lados y con
varias lecturas. Es una exposición a la liberación, es el camino a la liberación, al
desapego, señaló mis primeros pasos a la liberación más formal de la cárcel de la mente
y sus trampas. Por él supe que podría ser feliz “con todo y con nada”.

Anatomía del Espíritu de Carolin Myss. En él encontrarás dos cosas, el relato de una
persona que vive con corazón y que vive, también, en otra cultura y, junto a ello, una
guía de las etapas del desarrollo espiritual (que yo la siento como adecuada).

Encontrar Al Verdadero Dragon de Gudo Wafu Nishijima. Para mi resulto especialmente


significativa la moral budista: “haz lo correcto y no hagas lo incorrecto”

Finalmente otro que me parece interesante es el Tao Te King de Lao Tse. Es un libro que
explica algunos aspectos de qué es vivir con el corazón, con un lenguaje diferente pero
perfecto (no como este bodrio que he escrito). Eso si, tienes que tener una buena
traducción (esa se siente).

Suerte en tu proceso.
Sólo depende de ti este viaje entre la mosca y el moscardón.

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