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CODEX COMPENDIUM.

EL INICIO DE LOS TIEMPOS.


Se dice que el nacimiento de los dioses estelares tuvo lugar durante la creación d
el mismísimo universo, formado por desmedidas energías desatadas en una agitada masa
de fuerza inimaginable. Durante este anárquico entretejido, el mar de estrellas c
omenzó a arremolinarse y a tomar forma; y, durante un tiempo, el universo no fue más
que una mezcla de gas caliente y polvo gobernada por las incomprensibles fuerza
s de billones de jóvenes soles. Mucho antes, los planetas se habían formado y enfria
do y las primeras entidades conscientes de su propia existencia emergieron de lo
s mares de plasma y de las colosales llamaradas de los propios soles.
En eras posteriores, estas criaturas llegarían a conocerse como los C Tan, pero dura
nte este periodo de su existencia en poco se parecían a las terroríficas entidades e
n que se convertirían tiempo después. Mamaron como monstruos parasitarios de los ind
iferentes padres que lo trajeron a la vida, con lo que acortaron la existencia d
e los soles en innumerables milenios. Con el tiempo, estos vampiros estelares ap
rendieron a volar con diáfanas alas de flujo magnético y abandonaron sus hogares nat
ales para dirigirse en busca de nuevos lugares donde alimentarse, lugares en los
que iniciar nuevamente el ciclo. No prestaron atención a los fragmentos de materi
a sólida junto a los que pasaron cuando viajaban por el vacío, puesto que los fuegos
internos y el pulo electromagnético de estos planetas recién creados no constituían u
n alimento suficiente siquiera para despertar su ansia devoradora.
El Nacimiento de los Ancestrales
Al tiempo que las estrellas daban a luz a criaturas a su imagen y semejanza, en
los planetas también dio comienzo la vida, que empezó su largo caminar hacia la adqu
isición de conciencia. Los primeros en cruzar el mar de estrellas fueron unos ente
s denominados los Ancestrales. Su sabiduría se basaba en el estudio de las estrell
as, con lo que elevaron a categoría de ciencias arcanas la astrología y la astronomía.
Su conocimiento de la pausada ciencia del universo les permitió manipular dimensi
ones alternativas y emprender impresionantes estudios de ingeniería psíquica. Gracia
s a su ciencia, atravesaban en un instante los inmensos golfos espaciales, lo qu
e les permitió expandirse por muchos lugares. Los Ancestrales entendieron que toda
vida era útil y allí por donde pasaban despertaban nuevas especies e impregnaban mi
les de mundos para hacerlos suyos.
Los Necrontyr
Mientras los Ancestrales se expandían por la galaxia, surgieron razas jóvenes (NdE:
No las creadas por los Ancestrales) y belicosas que se interpusieron en su camin
o. Los Necrontyr eran una de esas razas, nacidas bajo una temible estrella que c
ondujo su evolución con vientos atómicos y tormentas de plasma. La poca información re
copilada de los Necrontyr menciona que sus vidas eran cortas e inciertas y que s
us cuerpos quedaban cegados y consumidos por la abrasadora caricia de su cruel e
strella. Eran seres mercuriales y malsanos, cuyos precarios periodos de vida, de
sde el nacimiento hasta la muerte, estaban marcados por la pérdida constante.
Los Necrontyr lograron hacerse con el control de su destino gracias a la ciencia
, pero también entendieron que nunca podrían vencer la maldición que les había sido impu
esta por el destino. Perseveraron y sus logros los tornaron malvados, perversos.
Su estrella seguía reinando sobre ellos, como portadora de vida y diosa de la mue
rte al mismo tiempo. Construían sus ciudades como anticipo de su extinción, pues sus
residentes eran temporales y en poco tiempo ocupaban los sepulcros y las enorme
s tumbas de sus ancestros.
Incapaces de encontrar la paz en su propio mundo, los Necrontyr se dirigieron ha
cia otras estrellas, ciegos. Mediante criptas de estasis y naves que ardían lentam
ente como antorchas, vestidos con metal orgánico para resistir la larga duración de
los viajes por el vacío y la disformidad, así empezaron a colonizar distantes planet
as. En algún momento de su lenta expansión, los Necrontyr se encontraron con los Anc
estrales. La expansión de estos místicos increíblemente inteligentes había sido mucho más
rápida que la de los Necrontyr. Eso, junto con su longevidad (rozando la inmortali
dad), despertó un encendido odio en los Necrontyr que les reconcomía el espíritu tanto
como el amenazante cáncer les consumía físicamente. ¿Porqué aquella raza gozaba del privi
legio de una vida tan larga cuando sus vidas eran tan cruelmente cortas? Los cel
os sembraron el odio y, cuando el grano maduró, los Necrontyr concentraron toda la
energía de su civilización en la destrucción de los Ancestrales y en la siega de toda
su descendencia.
La Guerra en el Cielo
Las crónicas de las terribles guerras que siguieron llenarían de libros una bibliote
ca, pero los Necrontyr nunca podrían obtener la victoria. Su avanzada tecnología era
constantemente superada por la maestría de los Ancestrales en el manejo de los po
rtales temporales. Los Necrontyr fueron apartados de escena hasta que se convirt
ieron en una insignificante molestia para los Ancestrales, un peligro inerte en
la oscuridad exterior, entre los halos de las estrellas, exiliados y olvidados.
La furia de los Necrontyr se había enfriado tras milenios de encierro y se había con
vertido en un odio hacia toda forma de vida y en una determinación implacable de v
engarse de sus invencibles enemigos.
Desde el inicio de los tiempos, los Necrontyr habían estudiado los soles con el pr
opósito de entender sus siniestras energías. Después de muchos y amargos siglos buscan
do algún tipo de energía que desplegar sobre los Ancestrales, los Necrontyr percibie
ron anomalías en la más antigua de las estrellas agonizantes. Entre las complejas ma
rañas de energía etérea, los Necrontyr descubrieron una consciencia más antigua que cual
quier otra forma de vida en toda la creación: unos seres compuestos de pura energía
que habían contribuido a la creación de las mismísimas estrellas. Estas entidades apen
as tenían conciencia de qué era el universo cuando los Necrontyr los descubrieron; s
e alimentaban de llamas solares y de las tormentas magnéticas que se producían en lo
s hinchados gigantes rojos. Esta era el arma que los Necrontyr durante tanto tie
mpo habían anhelado encontrar, los hijos de las estrellas, la progenie de su dios-
muerte para derrotar a los Ancestrales.
El poder de estas criaturas era formidable la energía más pura de las estrellas hech
a carne. Los Necrontyr las llamaron C Tan, que significa dioses estelares en su idio
ma natal. Las entidades se dispersaron por áreas muchísimo mayores que planetas; su
sabiduría y su entendimiento eran demasiado grandes como para poder comprenderlos.
Resulta un misterio cómo los Necrontyr lograron comunicarse con ellos. Entender u
nas mentes tan difusas no es posible en el mundo material si no se manifiestan y
, por esta razón, los Necrontyr forjaron armaduras con cuerpos metálicos con el meta
l orgánico de sus naves. Fragmentos de leyendas hablan de translúcidas corrientes de
fuerza que cambian de forma a través del espacio de igual manera que los vampiros
estelares se enroscan en el reino material mediante un puente incorpóreo de luz e
stelar.
La Encarnación de los C Tan
El primero de los C Tan en manifestarse a través de este puente estelar fue el Porta
dor de la Noche, que trajo consigo la maldición que había perseguido a la raza Necro
ntyr desde su nacimiento. Después de tanto tiempo alimentándose del nutritivo pero i
nsípido poder de las estrellas, el Portador de la Noche encontró mucho más de su agrad
o las delicias epicúreas de la ira y el miedo de los Necrontyr, así que destruyó a aqu
ellos que le habían dado la vida alimentándose de la esencia de su terror y su sufri
miento. Su apetito no tenía límite y solo mediante plegarias desesperadas, los Necro
ntyr pudieron convencer a la criatura que habían convocado de que existían otras raz
as más allá de su mundo de las que podría alimentarse, innumerables especies que destr
uir.
Los Necrontyr se sobrecogieron ante su descubrimiento y los C Tan se hicieron rápida
mente con el control. Los poderes de estos C Tan eran los de unos dioses y no pasó m
ucho tiempo hasta que fueron adorados como tales. Quizá fueron corrompidos por el
mundo material del que habían pasado a formar parte o quizá sus manifestaciones eran
fieles a la existencia vinculada al sol de la que habían disfrutado anteriormente
, pero eran tan crueles y caprichosos como las estrellas que les habían dado vida.
Se deleitaron con la adulación y los placeres epicúreos de incontables esclavos mor
tales.
Como el resto de dioses estelares, el Portador de la Noche buscó adoradores y escl
avos, aunque muchos de sus seguidores pronto descendieron al abismo de la locura
, pues eran incapaces de soportar las terribles y sangrientas visiones que compo
rtaba su simple presencia. Acostumbrado como estaba a una dieta de masacres, nad
a más podía satisfacer su hambre, así que el Portador de la Noche pronto se embarcó en l
a guerra contra los Ancestrales sembrando la destrucción en regiones enteras del e
spacio en nombre de su monstruoso apetito.
De todos los dioses estelares, el conocido como el Embaucador es el más astuto y c
aprichoso. Lo poco que se conoce de él indica que incluso los Necrontyr sabían muy p
oco sobre esta entidad cuando la descubrieron y pronunciaron las palabras de dur
ación eónica que su disipada forma podía percibir. Se dice que su manifestación fue caus
a de una gran alegría entre los Necrontyr, impactados por su transición fluida a una
forma terrenal y la facilidad con la que se había adaptado al reino material. Pri
mero le llamaron Mephet ran, el Mensajero, pues creyeron que era un puente entre s
u raza y el resto de dioses estelares.
Mientras los C Tan empezaban a reunir seguidores y adeptos, el Mensajero pronto su
peró al resto. Los dioses estelares parecían demasiado distantes e inspiraban miedo
a muchos Necrontyr, pero Mephet ran se aparecía con formas que ellos conocían y podían e
ntender. Quizá se debía a que nunca había llegado a ser tan poderoso como los otros C Ta
n y utilizaba su astucia y habilidad para asegurarse el futuro. Existen indicios
de que muchos Necrontyr se convirtieron en sus esclavos por pura voluntad, pero
el Mensajero los envió a servir a otros dioses, quizá temeroso de la envidia que po
día provocar su poder cada vez mayor. El Mensajero alimentó el odio de los Necrontyr
por los Ancestrales y los condujo a una guerra que devastaría la galaxia.
La Caída de los Necrontyr
Por todos es sabido que, mientras se preparaban las líneas de batalla, el increíble
poder de los C Tan significó un gran regalo para los Necrontyr. La corta vida de su
raza, enferma de una existencia incierta, obtendría la inmortalidad, pero a un exo
rbitante precio.
Consagrándose a los dioses estelares, los Necrontyr serían consumidos y luego resurg
irían. Sus mentes serían introducidas en máquinas de metal orgánico, como las de sus pro
pios dioses, y así, liberados de su baja esperanza de vida, podrían llevar a cabo su
venganza contra los Ancestrales durante milenios sin miedo ni dudas.
Así lo proclamó el Mensajero; pero, a pesar de sus palabras melifluas, los Necrontyr
mostraron sus dudas ante esta perspectiva. Los que aún no se habían rendido a los d
ioses fueron sometidos por los que sí lo habían hecho, pero no pudieron ser persuadi
dos para cometer tal acto de fe. Fue en este momento cuando el Embaucador mostró s
u verdadero rostro para sumir a los incrédulos en el camino de la fe mediante prom
esas de reflexión y compromiso. Se vieron superados por los creyentes y forzados a
aceptar su destino final. Entonces, los creyentes se sumaron a las relucientes
de máquinas no vivas y la raza Necrontyr fue purgada y se convirtió en los actuales
Necrones, condenados a servir eternamente.
Los Necrones no se preocuparon lo más mínimo: vivirían por siempre, tal y como sus dio
ses les habían prometido. Sólo quedó un vestigio de su raza, un enraizado odio por tod
o lo vivo. Legiones de inmortales guerreros de metal zarparon en naves tumba y l
a galaxia ardió. La maestría de los Ancestrales a la hora de dominar la disformidad
se vio contrarrestada por la imponente supremacía de los C Tan sobre el universo mat
erial y los enemigos de los Necrones sufrieron la carnicería que siguió a continuación
.
La Guerra entre los Dioses
Ahora, los C Tan dominaban la galaxia. Los últimos bastiones de los Ancestrales esta
ban siendo asediados y las razas que habían criado se convirtieron en simple ganad
o para el ansia obscena de los C Tan. Para las razas jóvenes, los Necrones y sus dio
ses eran amos crueles que, sin piedad, se dedicaban a cosechar sus poblaciones a
voluntad y eran símbolos de terror que demandaban ser adorados y temidos en igual
proporción.
El Embaucador fue el primero en disponer a unos C Tan contra otros, puesto que las
cosechas de las poblaciones crecían poco y sin fuerza. Conducidos primero por la
valentía y después por la desesperación, los C Tan lucharon con una total indiferencia h
acia sus esclavos, que perecieron a millones, y consumieron sistemas estelares e
nteros. En una vorágine de pactos y traiciones, el Embaucador engañó y consumió a varios
de sus seguidores, a los que declaró el mejor de todos los festines. Pero el Emba
ucador continuaba siendo el más débil de los C Tan y siempre debía tener cuidado de evit
ar a los más poderosos.
Al final, el Embaucador llevó la perdición al Portador de la Noche cuando lo convenc
ió de que los festines más suculentos eran las energías vivas de sus compañeros C Tan (NdE
: según la WD 87, fue el Dios Arlequín quien confundió a los C Tan). Así, empezó un reinado
de asesinatos en el que el Portador de la Noche reunía todos sus poderes para dest
inarlos a cazar y consumir a sus compañeros dioses. Mientras los C Tan luchaban entr
e ellos, otros siguieron el ejemplo del Portador de la Noche y empezaron a devor
arse entre sí, pero ninguno pudo igualar la magnitud de sus masacres.
Incluso los Ancestrales, conocidos por su paciencia y tenacidad, se desesperaron
. Manipularon la vida para crear nuevas formas con vínculos aún más fuertes con la dis
formidad, servidores con la capacidad de canalizar la energía psíquica para defender
se a sí mismos (NdE: los Eldar entre otros). Pasaron milenios antes de que sus cre
aciones dieran fruto; para cuando los Ancestrales estuvieron preparados para con
traatacar con eficacia, sólo quedaban cuatro deidades C Tan y la vida casi se había ex
tinguido en toda la galaxia.
Los Eldar
La raza Eldar nació como hijos mortales de Isha, la diosa de la fertilidad, y Kurn
ous, el dios de la caza. Lileath, la Doncella, otra diosa Eldar que representa l
os sueños y la muerte, soñó que Khaine, el dios Eldar de la guerra, sería despedazado en
cientos de pedazos por un gran ejército mortal. Khaine, al enterarse de esto, dec
idió destruir a los Eldar. Les persiguió por el universo, atrapando y matando a much
os antes de que Asuryan, el Rey Fénix, principal y más viejo de todos los dioses Eld
ar, escuchara las lágrimas de Isha y tuviera conocimiento del sueño de Lileath y los
planes de Khaine. Para salvar a los pocos Eldar que quedaban, Asuryan colocó una
gran barrera entre los mortales y los dioses, dividiéndolos eternamente, e impidie
ndo cualquier contacto con ellos.
Esto fue muy duro para Isha, que lloraba aún más porque sus hijos mortales habían sido
separados de ella. Isha y Kurnous suplicaron a Vaul el herrero que los ayudara.
Vaul sabía que Asuryan nunca cambiaría de idea, pero su corazón sintió compasión ante las
súplicas de Isha y prometió ayudarla en lo que pudiera. Construyó piedras rúnicas con l
as lágrimas de Isha, por medio de las cuales ésta podía comunicarse con sus hijos, los
Eldar. Isha enseñó muchas cosas a los Eldar, les enseñó, por ejemplo, a cultivar la tie
rra, y Kurnous les enseñó a cazar para comer.
Un día, Khaine oyó a Isha mientras hablaba con sus hijos, y se lo contó inmediatamente
a Asuryan. El Rey Fénix estaba muy enfadado porque sus órdenes habían sido desobedeci
das. Dijo a Khaine que Isha y Kurnous le habían traicionado y que ya no les consid
eraba dignos de estar bajo su protección, por lo que Khaine podía hacer con ellos lo
que quisiera. Khaine aprovechó esta oportunidad, ya que todavía temía que la profecía d
e Lileath acabara cumpliéndose. Capturó al dios y a la diosa, y aunque no podía matarl
es, hizo que sufrieran una tortura constante y quedaran confinados en sus mazmor
ras.
El Contraataque de los Ancestrales
Hubo un tiempo en que los Eldar no temían a nada y no vivían pendientes del oscuro d
estino que les aguardaba después de morir. Un guerrero podía enfrentarse a sus enemi
gos sin miedo a perder la vida, pues su alma continuaría viva: renacería como un ave
fénix lo hace de sus cenizas.
Fue por esto por lo que los Eldar se unieron a sus dioses para presentar batalla
a los Yngir (NdE: C Tan en lengua Eldar), los inmortales engendros estelares que
se extendían por el universo como una plaga, dando rienda suelta a su sed eterna,
apoyados por sus soldados imperecederos. Sus secuaces, los integrantes de la hor
da plateada, partieron frente a la ira de Khaine como un océano y sus seguidores,
los más curtidos en batalla, dibujaron un camino de fuego por toda la galaxia.
Ulthanash y Eldanesh, nobles reyes de sus casas, lucharon junto a Khaine. Lanthr
ilaq el Veloz y Jaeriela la Tres Veces Bendita comandaron sus pueblos y nadie pu
do oponerse a ellos. Entonces llegó Kaelis Ra, el Portador de la Noche. Su furia m
anchó las estrellas de sangre y nadie fue capaz de detenerlo, puesto que su poder
era el de la mismísima muerte. Poblaciones enteras cayeron bajo su guadaña e incluso
los más grandes héroes Eldar perecieron bajo su mirada. Aquellos que murieron, lo p
erdieron todo, incluso el alma.
Mientras el Portador de la Noche encontraba más y más siniestras maneras de acabar c
on su profunda sed, Khaine no se quedó sin hacer nada. Hizo un trato con Vaul a ca
mbio de liberar a Kurnous y a Isha de sus mazmorras. Vaul forjaría para él un centen
ar de espadas con las que pudiera afrontar una guerra contra los Yngir. Así nacier
on los Filos Espectrales.
Cuando llegó el momento de la entrega, Vaul solo había terminado noventa y nueve esp
adas, pero sustituyó la que faltaba con una espada ordinaria de los mortales. De e
sta forma engañó a Khaine el tiempo suficiente para liberar al dios y la diosa cauti
vos y huir con ellos a un lugar seguro. Ese fue el inicio de la guerra entre los
dioses Eldar y los Yngir.
Los dioses tomaban partido por un bando y después cambiaban de bando, o hacían trato
s de apoyo mutuo y los rompían. Los cielos se estremecían con el retumbar de las bat
allas. Asuryan no quiso tomar parte en la guerra porque empezó a arrepentirse de s
u precipitada furia contra Isha, y a desesperar por esta guerra que destruiría a l
os dioses.
Khaine volvió a llevar a su gente a la guerra. Su rabia permanecía incandescente; lo
s supervivientes de su ejército parecían estar en llamas, tal era su sed de venganza
. Un centenar de Eldar, cada uno de ellos armado con un Filo Espectral, se enfre
ntó a una horda de plateados Necrones tan grande que el horizonte estaba ocupado p
or cuerpos metálicos mirasen donde mirasen. Aun así, no conocían el miedo.
Los Eldar lucharon formados en un gran círculo mientras las Espadas de Vaul emitían
destellos de luz. Los Necrones no podían abrir un solo hueco entre sus defensas. E
l poder del alma contenida en aquellas espadas otorgaba vigor a sus portadores y
cada sablazo partía en dos a uno de sus enemigos. Khaine resultaba imparable y su
s guerreros luchaban con el convencimiento de que su dios estaba satisfecho.
Pasaron siete días y siete noches de ininterrumpida batalla hasta que los Eldar em
pezaron a flaquear. Los Yngir habían encontrado un punto débil en la defensa de los
Eldar. Lathrilaq el Veloz temblaba, su cara estaba pálida y su espada imperfecta p
arecía pesada y estropeada. El círculo de guerreros se rompió y el suelo retumbó cuando
Khaine deó entrever su enfado. Vaul le había engañado; una de las espadas no poseía vida
.
Bajo sus pies apareció Kaelis Ra, el Portador de la Noche, y los Eldar se retiraro
n, puesto que sabían que su condenación estaba próxima. Con un simple movimiento, Kael
is Ra acabó con las vidas de todos aquellos que se encontraban junto a él. Con una s
imple mirada condenó de por vida a una existencia de polvo a las almas de grandes
guerreros. Khaine tomó su lanza y cargó mientras emitía un poderoso rugido.
Lanza y guadaña se encontraron con tal fuerza sobre un mar de cadáveres que incluso
rasgaron los cielos. La velocidad de Khaine y sus habilidades eran asombrosas, p
ero el Portador de la Noche era un ente de sombra, así que la lanza de Khaine no e
ra capaz de encontrar un punto material en el que hundirse. Kaelis Ra dejó que su
enemigo cayera exhausto con una paciencia de la que solo la muerte puede hacer g
ala.
Sin aviso previo, el Portador de la Noche describió un arco con su guadaña dirigido
al cuello de Khaine. Pero Khaine había seguido al pie de la letra el consejo del D
ios que Ríe; así que, en el momento en que el cuerpo del Portador de la Noche se tor
nó material para poder asestar el golpe, Khaine respiró profundamente, se agachó y cla
vó su lanza en el pecho del Yngir.
Kaelis Ra explotó en millares de espinas de metal, que estuvieron a punto de acaba
r con Khaine, cuando su esencia se separó de su forma física. Los plateados soldados
que se extendían a millares se hundieron en el suelo, de donde habían venido. En un
instante, Khaine fue el único que quedó en aquel campo de batalla y aulló su victoria
.
No obstante, la victoria tuvo un precio: las espinas del Yngir se habían clavado p
rofundamente en el cuerpo de Khaine y se estaban fundiendo con la ira del Dios d
e la Guerra. El veneno plateado se extendió rápidamente por su corriente sanguínea y c
ontaminó por siempre su encarnación física con el aspecto del segador.
Kaelis Ra no murió, ya que él es la encarnación de la muerte. Terriblemente enfadado p
or su derrota, su quintaesencia viajó aullando por el espacio y entró en las mentes
de todos y cada uno de los Eldar depositando en ellas el germen del miedo a la m
uerte. Así fue como se sembró la semilla cuyo fruto se convertiría en la caída de los El
dar y, en definitiva, así fue como les negó por siempre la capacidad de reencarnarse
.
Vaul forjó la última espada, la que no había podido acabar para Khaine, y la convirtió e
n la espada más poderosa de todas. La llamó Anaris, que significa Luz del Atardecer.
Con esta espada se enfrentó a Khaine en combate. La lucha fue larga y Vaul hirió gr
avemente a Khaine. Anaris atacaba tan rápida y mortíferamente como un rayo, pero al
final Khaine venció al dios herrero y lo arrojó del cielo. Dicen que Vaul quedó tullid
o como resultado de las heridas de esta larga batalla. Khaine encadenó a Vaul a su
propio yunque con cadenas de hierro.
La Amenaza del Apocalípsis
El imperio de destrucción de los C Tan comenzó a tambalearse; las fuerzas del Empíreo er
an una maldición para ellos y, debido a la destrucción sistemática que habían desencaden
ado, no podrían detener el avance imparable de los Ancestrales.
Los C Tan, unidos por primera vez en millones de años, intentaron encontrar un medio
para sofocar las energías de las razas más jóvenes, energías alimentadas por sus propia
s almas. Crearon una gran salvaguarda, un plan para acabar para siempre con los
poderes de los Ancestrales, un plan mediante el que sellar el universo material
del plano empíreo. Con sus poderes de dioses, era solo cuestión de tiempo que el pla
n tuviese éxito. Así comenzó el más grande de los trabajos llevados a cabo por los C Tan;
sin embargo, antes de que estuviese terminado, las semillas de destrucción plantad
as por los Ancestrales milenios antes desencadenaron un cataclismo que nunca nad
ie hubiera pronosticado.
Los daños sufridos por las razas más jóvenes provocaron el desorden de las energías de l
a disformidad. La guerra, el dolor y la destrucción se reflejaron en las insondabl
es profundidades del mar de almas. El vórtice de espíritus desencadeno una mortandad
que se unió a las informes energías de la disformidad. Las entidades más antiguas de
la disformidad se convirtieron en depredadores aterradores que desgarraban las a
lmas de los psíquicos vulnerables mientras su medio ambiente se rompía y reforjaba p
or las energías desplegadas en la guerra desencadenada en el universo material.
Los habitantes de la disformidad se agruparon vorazmente en las grietas entre di
mensiones en busca de caminos que les llevasen al mundo material. Los Ancestrale
s desarrollaron nuevas creaciones para defender sus últimas posiciones (como el ro
busto piel verde Krork y el simulador tecnológico Jokaero), pero ya era demasiado
tarde: se había abierto una brecha en la compleja red intergaláctica de los Ancestra
les y sus mayores logros y emplazamientos de poder fueron invadidos por los horr
ores que sus propias creaciones habían desatado.
Los más competentes de estos horrores fueron los Esclavizadores, seres cuya gran h
abilidad para dominar a las razas jóvenes y para crear sus propios portales median
te psíquicos transmutados los ayudó a aumentar su número. Este resultó ser el desastre f
inal para los Ancestrales, ya que los Esclavizadores se hicieron con el control
de sus sirvientes. La caja de Pandora abierta por las razas jóvenes disgregó a los A
ncestrales y supuso la pérdida perpetua de su poder.
La vida había permanecido al borde del precipicio durante la guerra entre los Ance
strales y los C Tan. Ahora, debido a que los Esclavizadores habían provocado en el I
nmaterium una brecha de proporciones epidémicas, los supervivientes parecían condena
dos.
Los C Tan Sepultados
Los Necrones habían sido recompensados por su interés en la ciencia y habían gozado de
l placer de observar como la civilización de los Ancestrales se derrumbaba. Por de
sgracia, parecía que con este derrumbamiento se perdería el último grupo de sus maestr
os. No obstante, los C Tan encontraron una solución que tenía que ver con su inconmens
urable percepción del tiempo. Permitirían a los Esclavizadores llevarse lo que queda
ba y que la galaxia se convirtiese en un lugar baldío; el enjambre psíquico se extin
guiría y, con el tiempo, la galaxia crearía nuevas formas de vida para que los C Tan p
udieran consumirlas. Esto podía tardar millones de años, pero lo único verdaderamente
importante era estar allí para verlo.
Los C Tan decidieron escapar de la gran catástrofe que se avecinaba descendiendo a l
as tumbas de éstasis de los Necrones, las cuales permanecerían selladas durante mill
ones de años. Los esclavos de las máquinas y los guerreros Necrones se encargarían de
protegerlos durante el tiempo que durase su reposo en mundos carentes de toda fo
rma de vida y de mantener alejados a los Esclavizadores. Los vampiros estelares
sólo regresarían cuando fueran incomodados por una raza sensible, con las característi
cas adecuadas para ser adiestrada y consumida.
Mientras el Portador de la Noche se preparaba para comenzar su largo sueño, las últi
mas maquinaciones del Embaucador salieron a la luz. Había revelado a sus enemigos
la localización del mundo necrópolis del Portador de la Noche y una armada de naves
alienígenas intentó destruir al dios de la muerte antes de que pudiese escapar a su
tumba de éstasis. No lograron su objetivo, pero mandaron el arma más potente del Por
tador de la Noche al inmaterium, un reino que se considera una maldición para los
dioses estelares, evitando así que se acumulara las vastas cantidades de energía que
requería para poder sobrevivir a su sepultura.
El Embaucador fue el último C Tan en partir.

LA CAÍDA DE LOS ELDAR


Hace más de mil años, los Eldars sufrieron la mayor tragedia que jamás haya sufrido un
a raza inteligente y próspera. La civilización eldar estaba en su máximo esplendor y d
ominaba una gran parte de la galaxia. En sus mundos dominaba una gran paz y bell
eza; eran paraísos de satisfacción personal y logros culturales. Sin embargo, todo e
sto acabó en un cataclismo destructivo que eliminó de golpe la civilización interplane
taria de los Eldars. Este cataclismo recibe el nombre de La Caída. Los acontecimie
ntos que condujeron a la Caída no están registrados, pero están vivos en la tradición y
las especulaciones. A continuación, se describe la historia de la Caída tal y como e
s generalmente aceptada por los Eldar.
La Caída
Los Eldar eran un pueblo orgulloso y arrogante, confiado en su superioridad y de
sdeñoso con los bárbaros alienígenas. Sus logros tecnológicos superaban los de las demás r
azas y ninguno de ellos dudaba de que esta situación se prolongaría indefinidamente.
Los Eldar tenían motivos para estar confiados; ninguna raza representaba una amen
aza seria a su riqueza o estabilidad. La Caída, cuando sucedió, llegó de forma mucho más
sutil y peligrosa que una invasión alienígena.
En esa época no existían los mundos astronave, ni la Senda de los Eldar. Todos los E
ldar seguían sus inclinaciones vitales según su voluntad gozando de cada capricho e
investigando cada curiosidad. Sus grandes mentes servían tanto para las artes como
para las ciencias. Crearon muchas cosas extraordinarias y aprendieron muchas co
sas sobre el universo que actualmente han sido olvidadas. Eran muy longevos y, c
uando finalmente morían, sus espíritus se disolvían plácidamente en la disformidad para
volver a renacer. Entonces no existían las joyas espirituales que contienen sus es
píritus inmortales, ni había necesidad de que existieran, ya que en esa época la disfo
rmidad no representaba ningún peligro para ellos.
Lenta pero firmemente, el gusano del orgullo empezó a roer a la raza Eldar. Creían q
ue debían descubrir todos los secretos y disfrutar de todos los placeres. Dilapida
ron inconscientemente los preciosos recursos de su maravillosa mente. Hacía mucho
que los Eldars habían superado la necesidad de trabajar o de cultivar manualmente.
La sociedad eldar proporcionaba todo lo necesario sin necesidad de hacer ningún e
sfuerzo. Los Eldars, por tanto, podían dedicar sus largas vidas a satisfacer hasta
el último de sus deseos. Algunos acabaron consagrándose a sus impulsos más hedonistas
. Los cultos exóticos proliferaron por los mundos eldar, cada uno de ellos dedicad
o a un conocimiento esotérico o a un exceso sexual. Mientras estos cultos iban arr
aigando en los Eldar, su sociedad iba dividiéndose cada vez más. La corrupción degeneró
rápidamente en un injustificable abandono. Las bandas de asesinos sádicos merodeaban
por las calles buscando a sus víctimas. No escatimaron ninguna vida en la búsqueda
de estos placeres asesinos y perversos. La raza Eldar quedó dominada por la enferm
edad de la concupiscencia. La sangre corrió por las calles en medio del enloquecid
o rugido de las multitudes.
El Nacimiento de Slaanesh
Solo un loco puede pretender entender el extraño universo del espacio disforme, ya
que, por su propia naturaleza, es inconstante e incomprensible. Y fue en el esp
acio disforme donde tomó forma la destrucción de la raza Eldar. Fue en el espacio di
sforme, entre las vibrantes energías psíquicas, donde la corrupción de los Eldars acabó
manifestándose. En el interior del psíquico espacio disforme empezaron a unirse los
espíritus de los muertos formando una consciencia estructurada. Los Eldars formaro
n en el espacio disforme, sin saberlo, una mente inimaginablemente inmunda y enf
erma. Era un reflejo de ellos mismos, de aquello en que se habían convertido, de l
a nobleza y el orgullo desplazados por la perversidad y la desvergüenza. Descubrie
ron demasiado tarde que habían creado un dios a su imagen, un dios que había crecido
y aumentado de poder gracias al alimento de los espíritus de los Eldars.
En el interior de la disformidad, los pensamientos y las emociones crecían y se ex
pandían alimentándose de los sentimientos de sus semejantes hasta llegar a una espec
ie de consciencia. Fueron convirtiéndose en espíritus de mayor o menor potencia y su
larga gestación fue seguida de un gran dolor cuando nacieron. Su nacimiento sacud
ió la disformidad y rompió la estructura del espacio. Ninguna criatura de la disform
idad nació de una forma tan monstruosa o tan poderosa como el dios del Caos Slaane
sh, el Gran Enemigo y la encarnación de la Perdición de los Eldars.
Durante años, los Eldars estuvieron sumidos en la locura mientras Slaanesh soñaba en
la disformidad. Sus mundos ardieron. Los Eldars mataron, rieron y devoraron los
cadáveres de los muertos. Mientras esto ocurría, Slaanesh cobraba vida entre espasm
os de ansiedad. Cuando llegó el momento del nacimiento de Slaanesh a su conscienci
a divina, no hubo ni un solo Eldar que no quedará preso de una gran agonía. Con un a
ullido de energía psíquica, Slaanesh se materializó en su forma inmortal y gritó de dolo
r. El universo quedó desgarrado por una implosión psíquica. Los espíritus de los Eldars
fueron arrancados de sus mentes y devorados en el primer aliento infernal de su
dios. Intoxicado por este primer sorbo de almas, Slaanesh rió y contempló el univers
o de dioses al que había llegado.
El epicentro de la implosión psíquica estaba situado en el centro del reino de los p
lanetas de los Eldars. Todos los Eldars en un millar de años luz resultaron aniqui
lados en un instante y sus espíritus fueron absorbidos por la disformidad para ali
mentar al hambriento dios. Incluso los mundos astronave sufrieron daños mientras h
uían y solo los más alejados del epicentro lograron sobrevivir. La onda de choque de
struyó millones de mundos de exiliados en los límites de la galaxia, quedando indemn
es solo los mundos más remotos. En unos instantes, los Eldars habían pasado a ser un
a civilización muerta, reducida a unos pequeños núcleos de refugiados dispersos por el
espacio, conocedores de que su Gran Enemigo había nacido y de que les perseguiría d
urante toda la eternidad.
La onda de choque psíquica estaba concentrada en la mente eldar, pero también fueron
destruidos millones de humanos y criaturas de otras razas. El espacio disforme
quedó totalmente desordenado, ya que durante bastante tiempo sopló un huracán de energía
psíquica. El tejido espacial quedó desgarrado y la disformidad se derramó en el unive
rso material. Apareció un gran agujero negro que engulló los mundos eldars. Las astr
onaves que se hallaban en el interior de la disformidad quedaron instantáneamente
destruidas y los psíquicos de todas las razas aullaron de dolor, muchos murieron t
ras perder el juicio por completo.
El agujero del espacio fue creciendo hasta engullir los antiguos reinos eldars y
prácticamente llegó hasta los límites de su poder. Esta grieta espacial es lo que act
ualmente se conoce como el Ojo del Terror y es el área más grande de este tipo que p
uede hallarse en toda la galaxia. En ella, el espacio disforme y el universo mat
erial están solapados. Los demonios se bañan en la energía de la disformidad mientras
los príncipes demonio y los Marines Espaciales del Caos gobiernan planetas convert
idos en infiernos de fuego y oscuridad.
La única consecuencia positiva del nacimiento de Slaanesh fue que el espacio disfo
rme quedó en calma a partir de entonces. Antes del nacimiento de Slaanesh, el espa
cio disforme estaba plagado de tormentas y tempestades que impedían a las astronav
es viajar entre las estrellas. El espacio disforme quedó en calma. Se había alcanzad
o un nuevo equilibrio y Slaanesh pasó a ser uno de los dioses mayores del Caos. Lo
s demás poderes del Caos aguardaron mientras el nuevo equilibrio iba estableciéndose
por sí solo. Por primera vez en milenios, las astronaves humanas pudieron abandon
ar el espacio alrededor de la tierra. Los mundos humanos de toda la galaxia volv
ieron a estar en contacto. Durante la Gran Cruzada posterior, el Emperador unifi
có la Humanidad bajo su Imperio y esta reemplazó a los Eldars como raza más activa de
la galaxia.

LA DEFENSA DE FIO´VASH
Cuando se produjo esta famosa batalla, Aun'shi se acercaba ya a los cuarenta años
de edad, un edad muy avanzada para un Tau, y se disponía a retirarse y pasar sus últ
imos años en el paraíso del planeta Au'taal. Llevaba sobre los hombros una vida muy
respetada y había pasado muchos años ayudando al imperio a expandirse por el espacio
sirviendo de guía para los Tau que estaban a su cargo. Nacido en el temperamental
clan de los Viorla, Aun'shi, posiblemente, comprendía mejor a la Casta del Fuego
y su manera de hacerla guerra. Se dice que, en una ocasión, se atrevió incluso a uni
rse a sus rituales de batalla y desplegó tal nivel de dominio con su lanza del des
afío, que ni siquiera el Shas'vrc pudo atravesar sus defensas. Su habilidad con el
la había alcanzado el punto en el que espíritu, arma y cuerpo habían conseguido una co
mpleta armonía.
En el que se suponía que iba a ser su último destino, Aun'shi dirigió una fuerza de co
lonización tau a un mundo llamado Kel'tyr, el mundo más nuevo del imperio tau. Infes
tado de Orkos Zalvajes, el avance inicial por este mundo fue lento, pero, gracia
s al liderazgo de Aun'shi, las escuadras de guerreros de la Casta del Fuego pron
to consiguieron expulsar a los Orkos de las zonas principales de colonización tau.
Al cabo de cuatro años, el mundo florecía y los Fio contruyeron varias hermosas pob
laciones en la masa continental principal. Fio'vash era una de estas poblaciones
, un puesto minero en las laderas de una cordillera rica en mineral a unos seisc
ientos kilómetros al este de la capital. Mien-tras se hallaban en una misión de insp
eccción de los asentamientos, Aun'shi y sus guardaespaldas quedaron atrapados en F
io'vash cuando una horda de Orkos Zalvajes la rodeó y lanzó un ataque sorpresa para
capturarla mina.
La guarnición existente en Fio'vash había aumentado con la Guardia Personal de Aun's
hi, así que los Orkos fueron masacrados a cientos. En los primeros compases de la
lucha, el Shas'vre de los Guerreros de la Casta del Fuego fue decapitado por un
enorme Noble Orko. La pérdida de este heroico guerrero provocó el pánico entre las fil
as de los guerreros tau y pareció que su defensa iba a desmoronarse. Entonces, Aun
'shi se colocó de un salto delante del Noble y Jo cortó en dos con un golpe de su la
nza del desafío, clavándosela hasta el mango. Fortalecidas por el valiente desafío del
Etéreo, la línea de los Guerreros de la Casta del Fuego se reafirmó y se lanzó contra l
os Orkos. Los Orkos atacaron una y otra vez Fio'vash y una y otra vez Aun'shi di
rigió a los defensores, luchando junto a sus guerreros y animándolos a realizar inde
scriptibles actos de valor. Envió a varios guerreros con armadura "Sombra", junto
a un Kor, a informar a la capital, pues sabía que, frente a tantos Orkos, solo era
cuestión de tiempo que fueran aniquilados.
La batalla continuó; los defensores tau luchaban en medio de los edificios en llam
as. Los Guerreros de la Casta del Fuego combatieron al límite de su valor y resist
encia, unidos gracias a la implacable voluntad de Aun'shi. Cada vez que su línea v
acilaba bajo el asalto orko, Aun'shi estaba allí para despedazar a una docena de O
rkos con los nebulosos y relampagueantes sesgos plateados de su acero. Aun'shi s
e movía con la fluidez del agua, esquivando mortíferos golpes, girando y ondulándose e
n el aire en una graciosa danza de muerte. Cada vez que atacaba varios Orkos moría
n y, pronto, ni uno solo se atrevió a acercarse a él, temerosos de este guerrero imp
osible de abatir. Los Tau se vieron obligados a retroceder hacia el perímetro inte
rior de las defensas construidas por los Fio y allí se prepararon para el próximo as
alto. Aun'shi seguía al frente de los Guerreros de la Casta del Fuego supervivient
es, esperando que el Kor hubiese conseguido informara la capital de su situación.
Los pieles verdes atacaron otra vez y, a pesar de que los Guerreros de la Casta
del Fuego acababan con cientos de Orkos a cada andanada, simplemente no consigui
eron abatir a los suficientes como para impedir que alcanzasen las defensas. A l
o largo de todo el abrasador día, los Orkos cargaron contra las defensas y el montón
de muertos crecía a cada segundo, pues los Tau disparaban con siniestra eficacia.
Los muros defensivos empezaron a ceder en varios puntos y los Orkos penetraban
por estas nuevas brechas en cuanto se abrían, apelotonándose sobre las Armaduras de
Combate y derribándolas. Cada vez que los Orkos se introducían por una brecha, Aun's
hi dirigía un contraataque para expulsarlos del recinto. Al acercarse el anochecer
, seguían con vida menos de cincuenta Guerreros de la Casta del Fuego y ambas fuer
zas presentían que el fin estaba cerca. Cuando los Orkos se reunieron para el asal
to definitivo, Aun'shi ordenó una retirada hacia el templo apresuradamente fortifi
cado del centro del pueblo, pues sabía que eran demasiado pocos como para proteger
toda la extensión de las defensas. Los guerreros prepararon la munición que les que
daba, mientras los obreros de la Casta Fio empuñaban sus picos y palas, preparándose
para el combate cuerpo a cuerpo.
Con un rugido de pura rabia, los Orkos atravesaron los muros de defensa y se ade
ntraron entre los edificios, quemándolo y destruyéndolo todo a su paso. Los Guerrero
s de la Casta del Fuego dispararon desde las mirillas preparadas a tal efecto y
debilitaron considerablemente la primera oleada de Orkos, pero no lo suficiente
como para evitar que alcanzasen el templo. Los Orkos se dirigieron hacia la puer
ta empuñando gigantescas hachas y treparon por las paredes para reventar el techo
y dejarse caer gritando sus bestiales gritos de guerra. Los primeros en entrar e
n el templo fueron rápidamente abatidos, pero siempre aparecían más Orkos para sustitu
ir a los caídos. Aun'shi se colocó, dispuesto a luchar, frente a la puerta que, fina
lmente, había sido arrancada de sus goznes y blandió su lanza del desafío trazando lar
gos arcos. Si iban a morir, morirían juntos.
De repente, los Orkos quedaron silueteados por una serie de ensordecedoras deton
aciones que se produjeron detrás de ellos. Atravesando las llamas, aparecieron las
grandes formas de docenas de transportes Mantaraya, escupiendo su potencia de f
uego letal mientras de su interior desembarcaba escuadra tras escuadra de Guerre
ros de la Casta del Fuego. Alertados por el Kor, los Tau caían con toda su furia c
ontra la retaguardia orka. Las grandes Armaduras "Apocalipsis" rociaron a los Or
kos con fuego de plasma, achicharrándolos por docenas mientras los tanques Cabezam
artillo abrían enormes brechas en sus pelotones. En apenas una hora, los Orkos est
aban muertos o huyendo y el líder de los recién llegados encontró a Aun'shi todavía de p
ie frente a las puertas del templo; su lanza del desafío chorreaba sangre y solo u
n puñado de sus guardaespaldas seguían con vida. A pesar de las terribles bajas, la
defensa de Fio'vash fue considerada una gran victoria, pues el templo de los Etére
os seguía en pie y las minas continuaban en manos tau. Los supervivientes del siti
o reverenciaron a Aun'shi como un héroe y los Guerreros de la Casta del Fuego le j
uraron fidelidad por el resto de sus vidas.

LOS PRIMARCAS.
Son los hijos del emperador, humanos mejorados genéticamente utilizando la simient
e genética del Emperador para dirigir la gran cruzada al mando de las legiones de
Marines Espaciales.
Los Primarcas son los veinte hijos clonados del Emperador, líderes natos de sus le
giones de Marines Espaciales. Fueron criados para ser casi perfectos: más altos, f
uertes, rápidos y listos que los humanos normales. Su material genético también fue ut
ilizado para formar la base de las legiones que mandarían. Sin embargo, de alguna
forma, las fuerzas del Caos alejaron a los niños, desperdigándolos por toda la galax
ia. Todos, excepto dos, fueron descubiertos en mundos remotos, donde rápidamente h
abían crecido hasta la edad adulta, y con frecuencia estaban dirigiendo sus mundos
adoptivos. Cuando el Emperador les encontró, les dio el liderazgo de las legiones
de Marines Espaciales creados a partir de su material genético individual. Después
de la Gran Cruzada, el Señor de la Guerra Horus se unió al Caos y convenció a ocho de
sus compañeros Primarcas para seguirle y rebelarse contra el Emperador. En la Here
jía de Horus, hermanos lucharon contra hermanos cuando los Primarcas lideraron a s
us legiones contra sus excompañeros. El mismo Horus luchó contra Sanguinius y el Emp
erador, matando al Primarca de los Ángeles Sangrientos, pero muriendo por la mano
del Emperador. Las legiones traidoras huyeron al Ojo del Terror.
La pérdida de los Primarcas
Hoy en día, todos los Primarcas están condenados, muertos o perdidos. Como ya se men
cionó, Sanguinius murió a manos de Horus, que a su vez moriría a manos del Emperador.
Ferrus Manus, de los Manos de Hierro murió en Istvaan V, en combate singular contr
a su hermano Fulgrim, al comienzo de la Herejía. Durante los siguientes mil años, el
resto de Primarcas leales fueron muriendo o desapareciendo uno por uno. Lion El
'Jonson de los Ángeles Oscuros volvió a su mundo natal para encontrarlo en ruinas y
descubrir que los Marines Espaciales que había dejado en él se habían unido al Caos. D
irigió una fuerza de ataque de sus propios Marines contra los traidores de la supe
rficie y luchó con un odio ardiente por sus hijos perdidos. Se perdió en medio del i
nfierno cuando el mundo fue destruido tanto por una tormenta de disformidad como
por el bombardeo de sus propias naves en órbita. Si todavía vive, es un misterio.
Jaghatai Khan de los Cicatrices Blancas desapareció a través de un portal de disform
idad Eldar Oscuro mientras les perseguía después de una incursión en el mundo natal de
los Cicatrices Blancas. Los rumores dicen que todavía está luchando, perdido en los
sinuosos caminos de la red Eldar, pero después de nueve mil años, no parece probabl
e.
Leman Russ de los Lobos Espaciales es el único Primarca cuya desaparición parece ser
voluntaria. Los Lobos Espaciales mantienen una leyenda que dice que Russ partió e
n búsqueda de un medio de curar al Emperador, pero la verdad es, probablemente, mu
cho más siniestra.
Rogal Dorn de los Puños Imperiales murió luchando en un crucero traidor junto a una
compañía de sus hijos. Fue uno de los últimos Primarcas en morir. Hoy, todo lo que que
da de él, es un único guantelete que se guarda en el santuario más sagrado del capítulo
de Puños Imperiales.
Roboute Guilliman de los Ultramarines encontró su fin contra su propio hermano Ful
grim. Hoy, su cuerpo yace en el corazón del templo de la corrección, mantenido en un
campo de estasis para preservarlo. Él es uno de los únicos Primarcas en haber sido
encontrados por sus hijos, y se dice que es toda una experiencia inspiradora ver
tan santa estampa, las sangrientas heridas que soportó, aún vívidamente visibles sobr
e su cuello. La leyenda entre los Ultramarines es que sus heridas se están curando
lentamente, y un día volverá a despertarse, aunque no debería ser posible en un campo
de estasis.
Poco se sabe de cómo Vulkan de los Salamandras murió. Por lo que se sabe, se desvane
ció en el aire tan misteriosamente como Leman Russ. (En realidad si leemos el 5ª lib
ro de "La Herejía de Horus veremos que Vulkan desaparece tras una nube de disparos
( ni un primarca sobrevive a eso).
El fin de Corax, de la Guardia del Cuervo, fue manchado por la culpabilidad y l
a vergüenza. Para reconstruir la fuerza de sus hijos de la destrucción de Istvaan V,
Corax aceleró el crecimiento de órganos para producir Marines Espaciales, producien
do más órganos pero también deteriorándolos rápidamente, provocando que muchos se convirti
esen en monstruos gigantescos. Lleno de culpabilidad por lo que había hecho, Corax
se encerró en su santuario, la Torre del Cuervo, durante un año. En la fecha del an
iversario de su exilio auto impuesto, dejó la torre, demacrado y desolado y cogió un
a pequeña nave espacial. Fue por última vez visto, tomando un curso hacia el Ojo del
Terror, reino de los dioses del Caos.
De todos los Primarcas, sólo los condenados Primarcas del Caos viven hoy,(salvo Ko
nrad Curze que murio a manos de un asesino Imperial y Alpharius al que Guilliman
dio muerte, aunque se rumorea que mato al hermano gemelo de este Omegon, o vice
versa.) aunque decir que realmente viven no es del todo correcto,(Fulgrim esta p
oseido por un demonio de Slaanesh) ya que sus cuerpos, mentes y almas existen ah
ora exclusivamente dentro del poder del Caos.

LA DEFENSA DE IYANDEN
La batalla por el alma de un mundo astronave
La desesperada defensa del Mundo Astronave de Iyanden supuso el primer conflicto
real entre los Eldars y la amenaza tiránida, un conflicto del que la raza eldar j
amás se recuperaría. Phil Kelly nos relata los pormenores de este inmenso combate ur
bano librado en un emplazamiento nada habitual.
La sombra de la muerte
Hace miles de años, la refinada civilización eldar quedó destrozada por un cataclismo
galáctico. La magnitud de esta catástrofe no solo provocó agujeros en la esencia del e
spacio, sino que los Eldars se vieron obligados a emprender una vida nómada en el
interior de enormes naves espaciales denominadas mundos astronave. En la actuali
dad, estos mundos orgánicos recorren con elegancia la inmensidad del espacio trans
portando a los supervivientes de la raza eldar. Antaño, uno de los mundos astronav
e más enormes y poblados era el de Iyanden.
Aunque los videntes de Iyanden habían presagiado que los tentáculos de la amenaza ti
ránida alcanzaban las sendas del futuro, los exploradores de Iyanden fueron los pr
imeros en avisar de las primeras evidencias físicas del Gran Devorador. La asimila
ción de más de una docena de planetas periféricos en espacio imperial revelaba que se
dirigían directamente hacia el mundo astronave. Muchos de los exploradores de Iyan
den quedaron aterrorizados ante la magnitud del ataque que se cernía sobre su apac
ible mundo.
Sin embargo, uno de los exploradores, Irilith, narró elocuentemente su descubrimie
nto al cónclave para discutir las medidas que Iyanden debía tomar. El vidente Kelmon
, el líder espiritual del mundo astronave, congregó a todos los habitantes de Iyande
n en el Santuario de las Respuestas. Allí se debatieron varias posibles acciones a
emprender, incluyendo la de enfrentarse al enemigo e incluso la de huir. La súpli
ca apasionada de Irilith convenció a los suyos de las dimensiones terroríficas de la
flota tiránida. Debían luchar o serían asimilados.
"Reúne a los muertos para la batalla, déjalos que se unan a nuestras filas, pues así e
vitaremos tener que unirnos a las suyas".
Vidente Kelmon
El vidente Kelmon ordenó la movilización inmediata de Iyanden, pero, en este caso, n
o bastaba una simple barricada o una línea de batalla para contener el conflicto.
Se fortificó la arquitectura y la flota eldar se retiró para pedir ayuda a otros mun
dos astronave. Los exarcas despertaron el espíritu del dios de la guerra de Iyande
n, que tomó la forma de un temible Avatar. En un acto que presagiaba el terrible p
recio que Iyanden tendría que pagar, el vidente Kelmon ordenó la presencia de la gua
rdia espectral. Las joyas espirituales de los antepasados eldars fueron extraídas
de sus lugares sagrados (acción comparable al saqueo de una tumba) para instalarse
en el interior de esqueletos de hueso espectral a fin de que pudiesen luchar ju
nto a los guerreros vivos. El mundo astronave de Iyanden estaba preparado para l
a guerra.
El ataque de la Flota Kraken
Pasaron veinte días de inquietud antes de que las primeras naves de la flota enjam
bre iniciasen el ataque.
La primera oleada tiránida en atacar el mundo astronave consistió en una gran horda
de monstruosidades biológicas que fueron eliminadas con eficacia por la flota defe
nsora. Las elegantes naves de Iyanden maniobraron y dispararon a la flota enjamb
re combate tras combate sufriendo pocas bajas. Los Eldars que permanecían en el mu
ndo astronave suspiraron aliviados y esperanzados, ya que habían logrado destruir
a varias oleadas enteras de naves tiránidas.

Pero los videntes permanecieron en silencio. Aunque la flota de Iyanden era real
mente formidable, las construcciones biológicas de los Tiránidos parecían infinitas. P
oco a poco, las naves de la flota eldar fueron sucumbiendo ante la magnitud de l
as fuerzas tiránidas. El ataque de la segunda oleada tiránida casi dobló el tamaño de la
primera y los defensores no pudieron impedir que los alienígenas alcanzasen Iyand
en. La flota eldar sufrió un número de bajas terrible cuando las fauces del Gran Dev
orador se cerraron.
Las fuerzas que desembarcaron en el propio mundo astronave fueron contenidas y d
estruidas e, inmediatamente, se limpiaron los pasillos de hueso espectral de tod
o rastro de corrupción y purificaron los bosques sagrados. Los espíritus de los Elda
rs volvieron a tranquilizarse, sobre todo al comprobar que la siguiente oleada a
lienígena era muy pequeña, una mera sombra de las que habían atacado antes. Aunque la
flota diezmada de Iyanden no podría evitar nuevos ataques en superficie, los guerr
eros especialistas podrían defenderlos. Durante un corto espacio de tiempo, el mun
do astronave respiró aliviado, pues parecía que la tormenta había amainado.
El recrudecimiento de la batalla
Las dos oleadas siguientes de naves tiránidas fueron ingentes, tanto que empequeñecían
a las que habían atacado previamente. Las naves alienígenas, hinchadas y grotescas,
ocultaban por completo las estrellas mientras descendían con un propósito implacabl
e, vomitando ejército tras ejército de abominables alienígenas sobre los puertos incor
ruptos de Iyanden. Nubes impenetrables de esporas tiránidas se posaron sobre el mu
ndo astronave y lo infectaron. Unas estructuras retorcidas y puntiagudas luchaba
n por emerger de entre la hermosa armonía orgánica de Iyanden. Un horrible aullido p
síquico resonó alrededor de la infraestructura del mundo astronave mientras hordas d
e escurridizos alienígenas con garras fueron arrojadas sobre el corazón de Iyanden.
"El momento de usar el cuchillo para extirpar este cáncer ya ha pasado. Ahora ha l
legado el momento de usar la antorcha".
Exarca Quaillindral
Las salas y pasillos de Iyanden se vieron desbordados por los repugnantes tiránido
s, las oleadas fueron devorando el mundo astronave en una avalancha de gritos y
chillidos de muerte. La batalla se sostuvo prácticamente en todas las áreas imaginab
les. En las copas de los árboles sagrados y ancestrales de los Bosques del Silenci
o, los halcones cazadores se enfrentaron en una mortífera danza aérea a unas bandada
s de oscuras gárgolas con alas de murciélago. Los escorpiones asesinos se abrieron p
aso a través de la masa de termagantes que bloqueaban los pasillos arteriales como
un infame cáncer. Los falcones perseguían a enormes carnifexes que destrozaban los
hermosos y complejos bastiones escultóricos de la Fortaleza de las Lágrimas. En los
escalones sagrados del Templo de Asuryan, los vengadores implacables libraban en
carnizados combates contra un número infinito de hormagantes. Pero todos cayeron d
ebido al gran número de atacantes, pese al gran coste que supuso para las hordas t
iránidas.
Pero no fue bastante.
La Defensa de Iyanden (II)
La ira de Khaine
El hijo pródigo
Cincuenta años antes del ataque tiránido a Iyanden, el gran almirante Yriel había lide
rado a la flota de Iyanden con una habilidad y sabiduría inigualables. Sin embargo
, fue acusado del pecado de orgullo tras correr un riesgo que puso a Iyanden en
peligro ante una flota del Caos. Sus acciones y su reticencia a admitir su error
le llevaron a un juicio, tras el cual fue depuesto de su rango de gran almirant
e. Yriel juró que no regresaría allí jamás. El comandante proscrito abandonó Iyanden apena
do y enfurecido junto a un grupo de guerreros que le eran fieles. Después de mucho
s años, Yriel formó un grupo de incursores eldars considerado la mayor y más gloriosa
fuerza de piratas eldars de toda la galaxia.
La batalla había alcanzado su punto más alto cuando los Eldars contraatacaron. El pr
opio Avatar lideró la carga, con su enorme figura resplandeciendo con chispeantes
llamaradas mientras destrozaba todo lo que se interponía ante él. Los guardianes luc
haban junto a la guardia espectral y los Eldars utilizaron cuanto estaba a su al
cance para detener el avance tiránido. La batalla que siguió fue una orgía de destrucc
ión en la que los enfurecidos Eldars recorrieron los Bosques del Silencio para exp
ulsar a los Tiránidos de su tierra sagrada. Pero el daño ya estaba hecho, el magnífico
bosque había sido profanado por las esporas de crecimiento rápido de los alienígenas.
Muchos de los Eldars lloraban exasperados al ver cómo los que antaño fuesen grandes
árboles habían sido convertidos en parodias deformes y horribles de sí mismos.
Pero el rumbo de la batalla parecía cambiar. Los Eldars habían obligado a los Tiránido
s a replegarse, aunque a cambio de miles de vidas. Los señores espectrales y los f
alcones habían dado caza sistemática a las enormes criaturas sinápticas, destruyendo a
sí las conexiones sinápticas que guiaban a sus criaturas menores. Los coros de viden
tes se unieron en un acoplamiento psíquico para repeler la sombra en la disformida
d que subía en espiral alrededor de los espíritus de su presa. Los aedas óseos persuad
ieron a los conductos de hueso espectral, ricos en espíritus del Circuito Infinito
, para que luchasen contra los terribles efectos de la disformidad de las espora
s tiránidas.
Entonces, para mayor desesperación de los Eldars, la flota enjambre regurgitó una nu
eva oleada de Tiránidos sobre el mundo astronave. Esta fue la mayor hasta la fecha
y los escáneres del puente de Iyanden brillaron con nuevas lecturas de más enjambre
s tiránidos; se hizo el silencio entre los videntes: no había posibilidad de escape.
El renegado Príncipe Yriel, anterior gran almirante de la flota de Iyanden, recibió
la noticia del trágico destino del Mundo Astronave de Iyanden. Y aunque Yriel toda
vía sentía una gran rabia hacia su mundo astronave, el fuego de su ira se había aplaca
do. Al principio, ignoró el peligro que corría Iyanden, pero no pudo soportar que su
mundo astronave fuese destruido, así que reunió a su flota para dirigirse a toda ve
locidad hacia la batalla.
Las fuerzas de Yriel atacaron el corazón del enjambre tiránido que envolvía Iyanden co
n la misma fuerza de la lanza llameante de Khaine. El resto de la maltrecha flot
a eldar del mundo astronave se unió a la de Yriel. Juntas, atacaron el corazón del e
njambre tiránido y destruyeron todo lo que los Tiránidos lanzaban contra Iyanden ant
es de que pudiera alcanzar la superficie del mundo astronave. Repelieron una a u
na todas las oleadas de Tiránidos. Entonces, con voz grave, Yriel juró dar su vida p
or defender a su pueblo.
En los puentes de su nave, unos ojos vigilantes observaban las runas de sus escáne
res, a la espera de la siguiente oleada. Tras diez tensas horas de espera, los T
iránidos no reaparecieron. La flota tiránida había sido destruida.
El coste
Aunque finalmente los alienígenas habían sido destruidos, la victoria del mundo astr
onave había supuesto graves pérdidas.
Miles de Eldars habían sido destruidos y su hermoso mundo astronave estaba cubiert
o con los cadáveres de sus enemigos. La que antaño fuera la poderosa flota de Iyande
n ahora era un simple vestigio del pasado y el armazón del glorioso mundo de Iyand
en estaba tan silencioso como el de una tumba. Las almas de las joyas espíritu des
truidas por los Tiránidos se habían perdido para siempre. Iyanden nunca se recuperaría
totalmente de la terrible devastación sembrada por los alienígenas. Su destino es a
hora una advertencia para aquellos que subestiman la insaciable hambre del Gran
Devorador.
"Puede que hayamos ganado la batalla, pero nuestros ancestros han perdido sus al
mas".
Príncipe Yriel

ULLANOR, LA GRAN VICTORIA


La cruzada de Ullanor se inicio en el año 124-125 del milenio 30.
El Sector Ullanor era el dominio de Urlakk Urg, posiblemente el Orko mas poderos
o de su epoca,tan grande y poderos que empequeñecia a Ghazkull Mag Uruk Thraka. Su
imperio fue fundado sobre docenas de planetas Humanos conquistados y esclavizad
os bajo su gobierno . Sabiendo el amor de Orkos por la batalla, Horus planteo la
batalla de forma magistral atrayendo a las fuerzas Orkas lejos de sus verdadero
s objetivos.Y el verdadero objetivo de Horus era Urlakk Urg, pues sabia que desc
abezando a las fuerzas orkas ,estas podrian ser eliminadas una a una facilmente,
por mucho espacio que ocuparan.Los que se conoce como la tactica favorita de Ho
rus:"Cortarle el cuello al Enemigo".
No es de extrañar que halla gente que considere la cruzada Ullanor como un ensayo
a escala de la invasion de Terra.
Se desconoce el total de fuerzas involucradas en este conflicto, pero segun los
libros de la Herejia de Horus,dejaron en ridiculo las movilizaciones anteriores
de tropas en otras campañas.Se movilizaron a varias legiones de marines,a la armad
a imperial,titanes,regimientos enteros de la recien creada Guardia imperial,Legi
o Cybernetica....
En cuanto a las legiones de marines espaciales,no se sabe cuantas ni cuales fuer
on , pero yo creo que salvo los Lobos Lunares,solo otras 3 o 4 fueron enviadas c
on Horus.Segun el segundo libro de la Herejia,Horus le conto a a Petronella Viva
r que participaron los Ultramarines y los Cicatrices Blancas.De lo que si estoy
seguro que estuvieron presentes fuerzas de casi, sino todas las legiones pues se
solian enviar destacamentos de diferentes tamaños a zonas de guerra,tanto para ay
udar con sus habilidades caracteristicas que los convertian en tropas especialis
tas como para beneficiarse del liderazgo y la experiencia de los mejores comanda
ntes del Imperio.Contra los Orkoz,segun el segundo libro de la Herejia se enfren
taron 600 naves,toda la legion de los Lobos Lunares,mas de 2 millones de soldado
s del ejercito Imperial,100 titanes(se sabe que los orkoz se las apañaron para des
truir un titan de la Legio Mortis,el Vulcas Tor) y todos los esclavos humanos li
berados de los campos detrabajos forzados de los Orkoz.
Mientras las fuerzas imperiales atacaban y liberaban planetas de la periferia de
l sistema,atrayendo a las fuerzas orkas y dispersandolas,los Lobos Lunares lanza
ron su flota directamente hacia el sistema central.
El plan de Horus fue como poco ,brillante:
Primero lanzo capsulas de desembarco directamente alrededor del palacio de Urlak
k Urg y mientras seguraban el perimetro varias naves de desembarco aterrizaban y
deplegaban tanques,artilleria,etc.Cuando los Orkos se lanzaron a las murallas p
ara defender el palacio,Horus se teleporto con toda su 1ª compañia equipada con arma
duras de exterminador directamente contra la torre central,donde los augueres y
los espias informaron que se encontraba el señor de la guerra orko.Esto provoco qu
e los orkoz dividieran sus fuerzas en 2, unas defendiasn las muralla y otras ata
caban a los exterminadores.Mientras Horus dejaba a los extermiandos encargandose
de los orkoz,subio torre arriba con 10 exterminadores,al mando de Abbadon y lle
go a la camara donde le esperaban Urlakk Urg y una escolta de cuarenta noblez or
koz,enormes, los mas poderosos de su imperio.
Horus se lanzo directamente contra ellos para llegar hasta Urlakk y le siguieron
sus exterminadores, que no dispararon por miedo a herir a Horus ya enmedio de l
os orkoz abriendose paso con sus cuchillas relampago(un inciso,desde que que sal
io el juego de cartas de Horus Heresy,siempre se representa a Horus con una cuch
illa relampago y una maza, cuando de siempre se represento con dos....
Horus alcanzo rapidamente a Urlakk y acabo con el con una facilidad insultante,l
anzando su cuerpo dese lo alto de la torre.Los orkos al ver eso,se desmoralizaro
n y trataron de huir pero estan pillandos por dos fretes, pues la muralla fueron
tomadas y los exterminadores formaban un yunque imposible de desplazr y fueron
masacrados todos los orkoz.
En la torre habian muerto todos los nobles y todos los exterminadores salvo Abba
don que habian acompañado a Horus en la torre.
Cuando la noticia se extendio por el sector, el poder orko se fragmento y tal co
mo predijo Horus fueron facilmente aniquilados,liberando el cuadrante en unos 6
meses segun algunas fuentes, un año segun otras.
En el 125 del milenio 30 el emperador hizo esta declaracion(adaptada del juego d
e cartas):
"Horus,tu eres para mi como un hijo.Juntos hemos luchado y conquistado la galax
ia.
Esta es la mayor y mas gloriosa victoria jamas conseguida para el Imperio.Mis di
as como soldado tocan a su fin y es tiempo de que vuelva a Terra para consolidar
lo que se ha vuelto a reunir bajo mi mandato.
Por eso te nombro Señor de la guerra.Que todo el mundo sepa,desde el soldado mas h
umilde al general mas poderoso que tus palabras valdran tanto como si hubierna s
alido de mis propios labios.
Ademas ordeno que a partir de ahora tu legin pase a llamarse, en honor a su vict
oria en Ullanor y en el tuyo propio HIJOS DE HORUS.
Habla con prudencia sobre todo con tus hermanos primarcas, pues es fuerte su car
acter,su espiritu y diferentes sus modos de actuar.Se que podras sacar lo mejor
de cada una de sus habilidades y especialidades.
Tiene muchos mundos que liberar,gente a la que rescatar de la oscuridad.Deposito
toda mi confianza en ti.
SALVE HORUS!SALVE SEÑOR DE LA GUERRA!!"
Se sabe que Horus en un principio se resistio a cambiar el nombre de la legion,p
ero mas tarde accedio,tras los incidentes en Xenobia.
Entre otras cosas, muchas cosas esto hizo que la legion de horus fuera la primer
a en cambiar de esquema heraldico y ademas de ser la unica que cambio de nombre.

LA HEREJÍA DE HORUS - RELATO 1


Nacimiento del Imperio de la Humanidad y su expansión Editar sección Nacimiento del
Imperio de la Humanidad y su expansiónEditar sección
El nacimiento del Imperio de la Humanidad empezó con la muerte de la raza Eldar. L
os poderes psíquicos innatos en los Eldar les llevaron a su propia destrucción por l
os poderes del Caos. Su grito psíquico de agonía reverberó en la Disformidad, y marcó el
nacimiento de un nuevo y terrible dios del Caos. Esta entidad emergente era Sla
anesh, el Príncipe del Dolor y del Placer, la Perdición de los Eldar. El shock psíquic
o del nacimiento de Slaanesh tuvo dos efectos inmediatos. En primer lugar, la ca
tarsis dispersó definitivamente las tormentas de la Disformidad provocadas desde h
acía milenios por la gestación de Slaanesh, terminando así con el largo aislamiento de
la Tierra. Sin embargo, las energías liberadas fueron tan intensas que no pudiero
n contenerse por completo en el interior del espacio Disforme.
Allí donde la densidad de la población Eldar era mayor, la Disformidad literalmente
se derramó a través de sus mentes y se mezcló con el espacio material. Esto provocó la a
parición de áreas dispersas en las que el espacio Disforme y el universo material se
superponen; la mayor y más significativa de esas áreas es el Ojo del Terror.
Hacía tiempo que el Emperador de la Humanidad había previsto la creación de Slaanesh,
y se había preparado para ese fatídico día. Cuando las tormentas de Disformidad desapa
recieron por causa de la creación de Slaanesh, los Marines Espaciales y el resto d
e las fuerzas de Imperiales estaban dispuestos a iniciar su reconquista de la ga
laxia. Las fuerzas del Caos también eran numerosas, y muchos mundos humanos habían s
ido ocupados por Adoradores del Caos o alinígenas. Fue una contienda larga y dura,
pero el poder del Imperio crecía con cada victoria, y nuevos guerreros se unían con
tinuamente a la Gran Cruzada.
La Gran Cruzada de la Humanidad se produjo bajo el Liderazgo directo del propio
Emperador y sus poderosos Primarcas, barriendo la galaxia como una tormenta de f
uego. Incontables billones de humanos en miles de planetas fueron liberados por
las triunfantes legiones de Marines Espaciales. El oscuro y siniestro yugo de lo
s Dioses del Caos fue destruido; la dominación alienígena fue erradicada y el Imperi
o fue forjado en una era heroica de conquista y redescubrimiento. La humanidad e
mprendió la tarea de reconstruir su herencia ancestral: los opresores alienígenas fu
eron derrotados por doquier y obligados a huir. El Caos se retiró a sus propios re
inos; a las zonas de superposición del espacio Disforme y el espacio real, como po
r ejemplo el Ojo del Terror.
La semilla de la Traición arraiga en los corazones de los Primarcas Editar sección L
a semilla de la Traición arraiga en los corazones de los PrimarcasEditar sección
Sin embargo, las tropas del Caos no podrían ser vencidas con tanta facilidad. Susu
rraron a los Primarcas desde la Disformidad perturbando sus sueños son promesas de
Poder, apelando a su orgullo, a su valentía y su habilidad marcial. Ninguno de lo
s Primarcas era completamente inmune a estas tentaciones silenciosas. La persona
lidad de cada uno fue sometida a una dura prueba, y la mitad de ellos sucumbiero
n. Tan sutil fue su tentación que los Primarcas nunca sospecharon que sus propias
lealtades estaban cambiando.
Por ejemplo, Mortarion, Primarca de la Legión de la Guardia de la Muerte, creyó firm
emente que era el heraldo de una nueva era de justicia. Angron, de los Devorador
es de Mundos, estaba convencido que tan solo él podía salvar a la humanidad de la de
strucción. También Horus, el más formidable Primarca de todos, estaba convencido de la
virtud de los ideales marciales por los cuales luchaba.
Apelando a su virtud y coraje, los Primarcas fueron tentados a rebelarse con sus
Legiones de Marines Espaciales contra el Emperador. Inicialmente incluso los Pr
imarcas ignoraban que habían sucumbido al poder del Caos, pero cuando se rebelaron
, sus buenas intenciones fueron desmoronándose gradualmente a medida que el Caos s
aturaba sus almas. Las Legiones de Marines Espaciales que estaban a su mando tam
bién sucumbieron lenta e inexorablemente. La influencia corrupta del Caos pronto s
e extendió a la Guardia Imperial y a los Adeptus Mechanicus, incluyendo las Legion
es de Titanes y la Legión Cibernética. Desde allí, la infección se propagó a lo largo del
Imperio. Muestra de ello es que más de la mitad de las tropas de los Adeptus Mecha
nicus se declararon dispuestas a unirse a un Imperio adorador del Caos.
El líder de la rebelión era el Señor de la Guerra Horus, el Primarca más poderoso y en e
l que más confiaba el Emperador. Había luchado junto al Emperador durante los largos
años de la Gran Cruzada. Habían peleado espalda contra espalda en el asedio a Reill
is, donde el Emperador salvó la vida de Horus. En el campo de batalla de Gorro, Ho
rus pagó su deuda segando el brazo de un Orko enloquecido de rabia que se disponía a
matar al Emperador estrangulándolo. El Emperador había confiado a Horus el control
de la Cruzada en la Frontera Oriental, mientras él regresaba a Terra a consolidar
el control del vasto Imperio que ahora tenía bajo su control.
En ausencia del Emperador, los planes de Horus fructificaron cuando el comandant
e Imperial de Istvaan III declaró la independencia de todo el sistema Istvaan. El
Emperador ignorante del cambio producido en el Señor de la Guerra, ordenó a Horus qu
e pacificara el sistema. Horus decidió complir las órdenes bombardeando con cargas vír
icas Istvaan III desde la órbita. El voraz virus devorador de vida aniquiló a todos
los seres de Istvaan III en cuestión de minutos; doce billones de almas murieron e
ntre aullidos de agonía que provocaron una señal psíquica más intensa que el propio Astr
onomicón. Continentes y Ciudades Colmena enteras resultaron reducidas a cenizas cu
ando el oxígeno liberado por la putrefacción instantánea de todo el material orgánico de
l planeta ardió en la atmósfera y barrió el mundo con una gigantesca tormenta de fuego
que rugió durante días. Antes de que los ultimos fuegos se hubieran sofocado, Horus
envió a los Titanes de la Legión Mortis a la superficie del planeta para aniquilar
a cualquier superviviente que hubiera conseguido escapar al virus ocultándose en u
n refugio o búnker subterráneo.
El inicio de la Rebelión
La corrupción de Horus afectó profundamente al Emperador, que no supo cómo reaccionar;
estaba aturdido por la magnitud de la traición del Señor de la Guerra, y era incapa
z de creer que su amigo y general se hubiese levantado en armas contra él. La Inqu
isición inició una purga de los Adeptus Mechanicus y la Guardia Imperial, pero casi
inmediatamente estalló la lucha, ya que ambas organizaciones estaban divididas en
facciones leales y rebeldes. En Marte, los Tecnosacerdotes emplearon armamento a
ncestral y prohibido cuando los bandos se enfrentaron para conseguir el control.
La intrincada jerarquía Imperial empezó a resquebrajarse con la resurrección de antigu
as rivalidades: los ambiciosos gobernadores planetarios aprovecharon la oportuni
dad para declararse independientes o unirse al Señor de la Guerra. Muchos de ellos
no sabían con que tipo de monstruo estaban aliándose; pero otros, aceptaron el Caos
de todo corazón. A lo largo y ancho de la galaxia estallaron guerras planetarias
cuando los rebeldes atacaron a los leales o viceversa. Los mandos de la flota Im
perial titubearon, y la flota solo consiguió expulsar a las astronaves rebeldes de
l sistema natal del Imperio. Durante la lucha, las unidades navales sufrieron pérd
idas graves que las obligaron a refugiarse en sus bases Lunares.
Tras un regreso casi fatal, el Emperador finalmente ordenó a siete de las Legiones
de los Adeptus Astartes que destruyeran a Horus y a sus rebeldes. Solo con la m
uerte de Horus, cabeza visible e instigador en la rebelión, podría sofocarse la revu
elta. Sin embargo, la organización y movilización de tal cruzada llevó unos meses vita
les. Horus invirtió bien este tiempo, consolidando su posición y reivindicando su títu
lo de "Nuevo Emperador" en cientos de sistemas. Allí donde Horus era aceptado, la
adoración del Caos llegaba tras él.
El asalto de las Legiones leales a las posiciones de Horus en Istvaan V resultó un
desastre. Las legiones atacaron con su acostumbrada ferocidad y astucia táctica,
pero esta vez se enfrentaban a hermanos Marines Espaciales. Cada bando contaba c
on tropas tan hábilies y endurecidas como el otro; cada estrategia era identificad
a y contrarestada. Al final, la traición pudo más que la estrategia: la oloeada inic
ial de tres Legiones leales sufrió bajas catastróficas mientras desembarcaba, y post
eriormente resulttó destruida por completo. Solo cinco Marines Espaciales, encarga
dos de poner a salvo la estructura genética de sus hermanos caídos, consiguieron esc
apar e informar al Emperador del desastre. De alguna forma, Horus había conseguido
corromper a cuatro de las siete Legiones enviadas contra él, Después del desembarco
de la oleada inicial, las oleadas posteriores de Marines Espaciales "leales" ha
bían atacado a sus aliados en vez de a los rebeldes.
Horus controlaba en aquel momento nueve Legiones de Marines Espaciales y había des
truido a tres legiones leales. A lo largo y ancho del Imperio, los leales y los
rebeldes lucharon entre sí hasta llegar a un punto muerto sin un vencedor claro, p
ero la batalla se decantaba lentamente hacia el bando del Emperador. Horus sabía q
ue aplastando el corazón de la resistencia del Emperador podría reconstruir el Imper
io a su propia y pervertida imagen. Horus ordenó asaltar la tierra.
Los Traidores atacan la Sagrada Tierra Editar sección Los Traidores atacan la Sagr
ada TierraEditar sección
La vulnerable tragedia de la Herejía de Horus fue que la creación más formidable del E
mperador resultó arruinada; no sólo los Primarcas, sino también los Marines Espaciales
sufrieron un daño irreparable. Las tropas rebeldes extendieron la destrucción mater
ial y el dolor, pero también hicieron algo peor: propagaron la corrupción del Caos a
llí donde fueron. Las tropas del Caos aumentaban su poder por toda la galaxia, a m
edida que los humanos eran seducidos por los valores representados por los Poder
es del Caos y se unían a su adoración. El gran espíritu del Emperador fue debilitado,
mientras las mejores virtudes de la humanidad eran pervertidas y confundidas por
la sutil influencia transformadora del Caos.
Esta era la situación en el momento que las tropas de Horus se apostraron alrededo
r de la Tierra. Las bases Lunares, primer bastión de las defensas de la Tierra, ca
yeron en el poder de Horus tras una dura batalla, y la flota rebelde avanzó hasta
situarse en la órbita de la Tierra. Después de un corto enfrentamiento, las baterías lás
er de defensa de la Tierra fueron destruidas por un intenso bombardeo desde el e
spacio. Los últimos escuadrones de cazas espaciales leales dispararon sin descanso
contra las gigantescas naves, pero ni tan solo consiguieron penetrar sus pantal
las de energía. Tras disparar sus últimas descargas, los pilotos estrellaron sus caz
as contra las naves enemigas. Fue un último gesto de desafío, pero nada más.
Las cápsulas de desembarco de Horus cayeron entonces como la lluvia sobre el palac
io Imperial, vomitando compañía tras compañía de Marines Traidores. El palacio se extendía
a lo largo de cientos de kilómetros cuadrados de bastiones, muros, corredores, to
rres de gran altitud y gigantescos espaciopuertos; la batalla fue feroz y encarn
izada. Los Marines Traidores y las unidades rebeldes de la Guardia Imperial, apo
yados por Titanes del Caos y gigantescas máquinas demoníacas, obligaron a los Marine
s Espaciales leales y a la Guardia del Emperador a replegarse gradualmente.
Sin Embargo, los defensores se negaban a darse por vencidos: los asaltantes tuvi
eron que abrirse paso metro a metro, pasando por encima de las numerosas bajas d
e ambos bandos. En algunos lugares, los montones de cadáveres eran tan altos que l
os corredores quedaban obstruidos por los cuerpos. Las tropas leales no pudieron
evitar que la batalla se convirtiera en un asedio: los combates rugieron a lo l
argo de los muros del palacio exterior durante más de un mes. Finalmente, los Tita
nes de la Legión Mortis consiguieron destruir algunas partes de los imponentes mur
os, y las Legiones Traidoras pudieron penetrar por estas brechas para asaltar el
palacio interior.
El Asalto a la Sagrada Tierra
Capítulo I: Sobre la llegada de las Fuerzas TraidorasEditar sección Capítulo I: Sobre
la llegada de las Fuerzas TraidorasEditar sección
En el décimo tercer día de Secundus empezó el bombardeo. Desde sus posiciones orbitale
s, las naves del Señor de la Guerra dejaron caer una lluvia implacable de misiles
y de mortíferos rayos de energía. El objetivo de este ataque no era otro que el de d
esestabilizar las defensas que rodeaban al Palacio del Emperador para dar paso a
la invasión en masa de Terra. Las bases lunares habían caído ya hacía tiempo y la Flota
de Batalla Solar encargada de defender el planeta se había visto obligada a dispe
rsarse. En la superficie de Marte, al igual que en todos los vastos dominios del
Imperio, la encarnizada guerra civil proseguía con furia.
En un sinfín de planetas, multitud de guerreros totalmente enloquecidos por la mat
anza seguían enfrentándose entre sí. Los que habían jurado lealtad al Emperador luchaban
contra los que rendían pleitesía al Señor de la Guerra Horus, y por consiguiente a lo
s poderes oscuros del Caos. El reino del Emperador estaba sumido en una gran con
fusión y se estaban librando algunas de las mayores batallas de toda la historia d
e la humanidad. En el mundo colmena de Thranx, más de un millón de guerreros muriero
n en un solo día en la matanza de Perdagor. En los ardientes desiertos de Tallarn,
sobre el Saliente de Ka'an, cincuenta mil tanques se enfrentaron en la mayor of
ensiva pesada de todos los tiempos. Durante el desembarco espacial llevado a cab
o en Vanaheim, la población entera de tres ciudades colmena fue totalmente aniquil
ada por las tropas rebeldes como advertencia para prevenir cualquier tipo de res
istencia, y aún así los defensores del planeta lucharon hasta el final. La Herejía iba
extendiéndose como un cáncer por todo el esqueleto del Imperio. Pero en todos los l
ugares había hombres valientes decididos a sacrificar sus vidas para tratar de ext
irpar dicho mal.
Fue en Terra, en el mismísimo centro de los dominios del Emperador, donde acabaría d
ecidiéndose el destino de la galaxia. En aquellos últimos días, las nubes de polvo osc
urecían el cielo y unas grietas gigantescas dividían la tierra. Las placas tectónicas
se movían bajo la presión de los bombardeos, las cordilleras se hacían añicos y los mare
s se evaporaban y se convertían en desiertos áridos. Del cielo en tinieblas llovía san
gre y cenizas, unos coros astropáticos rezaban cánticos repletos de augurios catastróf
icos y los hombres enloquecían de puro horror. Las repugnantes y aborrecibles nave
s repletas de caídos y condenados orbitaban alrededor de aquel planeta arrasado. S
in embargo, unos pocos seguían preparados para repeler el ataque de los invasores,
al quedar protegidos de la devastación gracias a las defensas astutamente urdidas
por el Adeptus Mechanicus.
Los restos del ejército del Emperador seguían tratando de resistir desesperadamente
hasta que llegaran los refuerzos. El mismo Emperador supervisó la defensa de su fo
rtaleza palacio y tomó personalmente el mando del Adeptus Custodes, su guardia de él
ite. Con él se encontraba Sanguinius, el Primarca de blancas alas de los Ángeles San
grientos y su legión de Marines Espaciales, y en los terrenos del palacio se encon
traban los fieles miembros del Adeptus Arbites. Pero el palacio no era el único fo
co de resistencia; había otros, cada uno emplazado en una ciudad fortificada reple
ta de soldados sin temor. Bajo las ruinas de la Basílica Imperial, Rogal Dorn, con
su siempre adusto semblante, dirigía a los disciplinados Puños Imperiales en sus últi
mas plegarias. En el interior de los complejos industriales de fábricas de vehículos
acorazados del Adeptus Mecanicus, los tecnosacerdotes dejaban sus herramientas
de construcción para empuñar el temible armamento propio de su orden. Entre los esco
mbros de las zonas de habitaje incendiadas, el Primarca Jaghatai Khan reunía a los
Cicatrices Blancas, el Capítulo de Marines Espaciales al que él mismo había instruido
en el arte de los ataques relámpago. Finalmente, tres legiones completas de Titan
es estaban preparadas para defender a su Emperador.
Mientras la tierra seguía temblando bajo aquel bombardeo continuo, las divisiones
de tanques recorrieron aquel paisaje hecho jirones para tomar posiciones ante la
inminente invasión. Los hombres valientes revisaban sus armas y rezaban sus últimas
plegarias. Los láseres de defensa empezaron a girar para encararse al cielo turbu
lento y amenazante. De súbito, la noche se iluminó con las estelas de plasma que dej
aron en el cielo las cápsulas de desembarco. En el interior de los salones del Emp
erador, hasta los Marines Espaciales sintieron escalofríos al ver que pronto se ib
an a enfrentar a sus hermanos condenados y malditos. La perspectiva de tener que
enfrentarse a todos esos Primarcas corruptos que había vendido sus almas al Caos
hizo que las mentes de aquellos hombres se llenaran de un horror y temor indescr
iptibles.
Las cápsulas llegaron a tierra y de ellas surgieron los paladines más poderosos del
Caos, los Marines Espaciales renegados de las legiones condenadas. Ya no eran lo
s excelentes y legendarios guerreros humanos que habían sido, sino criaturas defor
mes con cuerpos retorcidos por las energías del Caos y con las mentes distorsionad
as debido a su devoción por los dioses oscuros. Si lo que les ocurrió a los Marines
Espaciales ya fue horrible de por sí, los cambios ocurridos en los Primarcas eran
todavía peores. Al haber sido creados con una mayor estimación por parte del Emperad
or, estos habían caído en un pozo de condenación mucho más hondo. Ninguno de sus anterio
res camaradas los hubiera podido reconocer, ya que se habían transformado en criat
uras tan demoníacas como arrogantes.
El gran Angron vociferaba las órdenes a sus seguidores bebedores de sangre, los ll
amados Devoradores de Mundos, y empuñando su gran espada rúnica los condujo contra l
os defensores del Astropuerto Muralla de la Eternidad. Los disparos bolter silba
ban alrededor de sus seguidores de armaduras rojas, pero ellos siguieron avanzan
do impasiblemente, decididos a derramar sangre en honor al Dios de la Sangre.
A la dura orden de Mortarion, la Guardia de la Muerte surgió silenciosamente de lo
s repugnantes capullos de sus cápsulas de desembarco y empezó a avanzar en dirección a
sus enemigos, sumiéndolos en el terror. Las runas de la muerte inscritas en la gu
adaña de Mortarion brillaban de forma misteriosa en la oscuridad de la noche mient
ras él les hacía gestos para que avanzaran.
Magnus el Rojo miró a su alrededor a través de su único ojo con aire triunfal y entonc
es dio la orden a los magos-guerreros de los Mil Hijos de lanzar sus hechizos de
muerte y destrucción.
Una lluvia de letales proyectiles bolter derribó por docenas a los Hijos del Emper
ador. Sin embargo, eso no les detuvo, y los heridos aullaron de placer y cantaro
n alabanzas a su Primarca, Fulgrim. Los Marines Espaciales renegados se lanzaron
hacia delante para abrirse un camino sangriento a través de sus enemigos.
Quizás el miedo hizo que algunos defensores perdieran la razón. Quizás la corrupción del
Caos estaba más extendida de lo que nadie sospechaba. Quizás algunos fueron lo bast
ante necios como para pensar que se podía negociar con el enemigo más acérrimo que tenía
n. Fuera cual fuera la razón, lo cierto es que aún quedaba por ocurrir una traición de
una vileza incomparable. Muchas de las unidades del ejército del Imperio que habían
jurado lealtad al Emperador rompieron su juramento de forma sacrílega en cuanto l
os Marines Espaciales de las tropas traidoras empezaron su desembarco. Fue casi
como una señal preparada de antemano. Y llevando a cabo una de los actos de traición
más infames de toda la historia de la Humanidad, se volvieron contra sus hermanos
guerreros y los mataron como a perros. Así fue como el Astropuerto de Portal del
los Leones cayó ante las fuerzas de los rebeldes. Cuando los herejes terminaron de
canturrear sus enloquecidas plegarias a base de aullidos, el aire pareció distors
ionarse y aparecieron unos demonios provenientes de la disformidad que empezaron
a sembrar el terror y la desesperación.
Capítulo II: De como se inició el asalto al PalacioEditar sección Capítulo II: De como s
e inició el asalto al PalacioEditar sección
Fue entonces cuando los defensores comenzaron a creer de verdad que estaban vivi
endo los últimos días previos al fin de la Humanidad. Enormes Devoradores de Almas p
rovistos de alas de murciélago cruzaban aquel cielo ajado con aire triunfal; los G
uardianes de los Secretos de grandes garras bailaban lascivamente sobre pilas y
pilas de cadáveres; las Grandes Inmundicias se reían entre dientes a la vez que se c
ernían sobre las calles en ruinas extendiendo un rastro de mugre, babosidades y en
fermedades y los enigmáticos Señores de la Transformación se erguían en lo alto de las t
orres y las estatuas y supervisaban la llegada del Caos al centro del mundo. Por
otro lado, unas naves descomunales empezaron a descender provenientes de la órbit
a del planeta, con la intención de arrollar a los defensores por el mero peso de s
us números. Sin embargo, al contrario que con las cápsulas de desembarco, las naves
eran blancos fáciles para los cañones de los defensores, y entonces empezó la verdader
a batalla.
Los láseres de defensa destruyeron a una multitud de naves rebeldes cuando estas t
odavía no habían aterrizado, con lo que provocaron que una lluvia de miles de tonela
das de metal fundido cayera sobre los ejércitos en combate. Una de las gigantescas
embarcaciones perdió el control y fue a estrellarse contra una unidad de habitáculo
s, matando en el acto a unas cien mil personas. Otra fue derribada y se fundió con
el suelo, sumiendo a sus tripulantes en un lago burbujeante de alquitrán y plasti
cemento. La embarcación de la Legio Damnatus fue desintegrada, y el nombre de aque
lla Legión Titán pasó a la historia en un segundo. Nada más desembarcar, los traidores r
enegados se abalanzaron desde los astropuertos para asediar a los bastiones de l
os defensores. Su primer objetivo era acabar con los láseres de defensa que estaba
n provocando un gran número de bajas entre sus camaradas. Los rebeldes se toparon
con una oleada de defensores imperiales, hombres desesperados que sabían que estab
an sacrificando sus vidas por su mundo natal y por el Emperador.
En las estrechas calles que rodeaban a los puertos espaciales, el combate era acér
rimo y feroz. Los bolters llenaban el aire con su estruendo y los lanzamisiles a
rrojaban cargas mortales de un edificio a otro. Los tanques de los traidores hacía
n crujir el asfalto por las avenidas, y hacían girar sus torretas para concentrar
sus disparos sobre las barricadas levantadas a toda prisa por sus antiguos compañe
ros de armas.
En poco tiempo, los defensores del Astropuerto Muro de la Eternidad acabaron por
caer ante aquel asalto despiadado y las hordas del Señor de la Guerra tomaron por
completo el campo aéreo. De la órbita del planeta descendieron naves de desembarco
de diseños cada vez más complicados, cuyo descomunal tamaño, una vez sobre la pista de
aterrizaje, las convertía en rascacielos de pesadilla, sobre los que brillaban ma
lignamente unas runas oscuras. Las compuertas de cientos de metros de altura por
kilómetros de ancho se abrieron, y de sus rojas profundidades emergieron Titanes.
Eran como gigantes deformes, con el blindaje de su caparazón fundido y moldeado p
or los poderes del Caos hasta crear formas nuevas. En su interior había hombres me
zclados con máquinas. Algunos de estos repugnantes Titanes estaban provistos de ar
mamento extraño aunque muy potente, mientras que había otros que eran híbridos extrava
gantes producto de una mezcla de material orgánico y mecánico, que hacían chasquear su
s tentáculos metálicos y hacían balancear sus colas repletas de pinchos arriba y abajo
. Sus motores retumbaban como si fueran las voces de bestias furiosas. Por otro
lado, los Titanes de las legiones de los Señores de la Tormenta y de los Cráneos Lla
meantes empezaron a avanzar con los estandartes ondeando al viento. Mientras tan
to, en el Astropuerto del Portal de los Leones, los traidores daban la bienvenid
a a las máquinas de guerra negras de la hueste de Khorne. Una miríada de monstruos,
mutantes y fanáticos se revolvían alrededor de sus bases como hormigas rabiosas.
Al verse apoyados por esta nueva oleada de tropas de refuerzo, las hordas siguie
ron en su avance e hicieron retroceder a las tropas imperiales agotadas y desmor
alizadas hasta las mismas murallas del palacio del Emperador. Los guerreros de K
horne se lanzaron a la carrera contra el círculo exterior de mármol y acero lanzando
al aire sus bestiales gritos de guerra parecidos a aullidos. Las imparables hor
das de los Mil Hijos marcharon imperturbablemente hacia delante, barriendo a los
defensores con los disparos de sus bolters. Los Marines Ruidosos de Slaanesh ac
abaron con la infantería de la Guardia Imperial y alcanzaron el Portal Saturnino.
A lo largo de los muros se produjo un combate encarnizado, en el que los soldado
s del Imperio hicieron una salida para tratar de forzar la retirada de los ataca
ntes antes de que llegara la masa principal de las tropas de asalto. Los hombres
morían a miles. Desde las cápsulas situadas en los muros del palacio, los artillero
s imperiales despedían sus cargas mortales sobre los implacables atacantes. Las ca
lles a las afueras del palacio eran barridas de herejes una y otra vez, pero sie
mpre aparecían nuevos enemigos para ocupar su puesto.
En aquel momento empezó a verse realmente que la batalla se estaba decantando a fa
vor de los enemigos del Emperador. Los astropuertos se encontraban totalmente co
ntrolados por los secuaces del Señor de la Guerra. Poco después cientos de miles de
tropas descendieron de la órbita del planeta. Un sinfín de mutantes balbuceantes y e
ngendros del Caos asquerosos y amorfos emergieron de aquellas naves terribles. Y
bajo el estandarte del gran ojo, el símbolo de Horus, los lacayos de los cuatro g
randes poderes del Caos marcharon unidos. Ya fuera montados en Rhinos, acechando
en el interior de enormes monstruos gigantescos o agarrados de los laterales de
máquinas de guerra colosales, se pusieron en camino en masa hacia el palacio del
Emperador.
Al mirar hacia abajo y contemplar aquel mar de maldad, a los defensores se les h
eló el corazón. Entre los demonios, los fanáticos de ojos desorbitados y los mutantes,
se podían observar Marines Espaciales herejes y Guardias traidores. Todos ellos e
ran gente junto a la que podrían haber luchado alguna vez, y que por aquel entonce
s habían sido tan leales al Emperador como ellos mismos. Se estaban mirando en el
espejo oscuro de sus almas. Ahí abajo podían ver cómo el honor guerrero se convertía en
locura asesina, la inteligencia humana se transformaba en astuta traición, la espe
ranza en maldad y el amor en lujuria abominable. Los hombres valientes apostados
en las murallas sabían perfectamente que no había escapatoria. Debían resistir y mori
r allí. Los de ahí abajo no iban a tener ninguna piedad.
Era un guerra que no podía acabar con una paz honorable. Se trataba de destruir o
ser destruido. Durante un momento todo se mantuvo en silencio, y entonces Angron
salió al frente. Con un cierto tono de descaro en la voz, exigió la rendición de las
tropas leales al Imperio. Les dijo que su causa estaba perdida, ya que se enfren
taban a un enemigo al que no podrían derrotar, y que se encontraban aislados, supe
rados en número y pretendían defender a un gobernante demasiado débil para ser mereced
or de su lealtad. Al escuchar aquellas palabras los hombres de las murallas sint
ieron que su determinación se debilitaba. Y al mirar el rostro demacrado del Prima
rca que antaño había sido uno de los mejores guerreros del Emperador, vieron a un en
emigo invencible e implacable apoyado por una horda infinita y todo el poder dem
oníaco del Caos.
Pero cuando llegó Sanguinius y los Ángeles Sangrientos, se alzó un clamor por todas la
s murallas. El Primarca con alas de ángel contempló a Angron desde el muro, lleno de
furia. Durante unos momentos que parecieron años, sus miradas se clavaron en los
ojos del otro, y cada Primarca pareció estar midiendo el poder de su contrario, bu
scando grietas en la armadura, en busca de cualquier signo de debilidad o falta
de decisión. ¿Quién sabe lo que vieron? Quizás se comunicaron telepáticamente, de hermano
Primarca a hermano Primarca. Nadie lo sabrá nunca. Al final, Angron dio media vuel
ta y se dirigió a las filas de sus tropas. Informó a sus soldados de que no habría ren
dición, por lo que debían matar a todo el que encontraran en el palacio. No tenían que
dejar piedra sobre piedra.
Lanzando un enorme rugido, la horda se abalanzó contra las murallas. Los grandes L
ords of Battle echaron hacia delante sobre sus ruedas de hierro, aplastándolo todo
a su paso, disparando un gran número de misiles y convirtiendo la zona superior d
e las murallas en tormentas ardientes de muerte. Los Doom Burners arrojaron chor
ros de metal súper calentado sobre los puestos de defensa. El metal fundido e inca
ndescente se filtraba por las ventanas y achicharraba a los que se encontraban e
n el interior. Los Calderos de Sangre iban lanzando chorros de líquido ulceroso ab
errante y demoníaco, seguidos de cerca por unos enormes mastines de Khorne que ava
nzaban a grandes zancadas. Los Titanes armados con armas de asedio especialmente
construidas caminaron torpemente hasta situarse en posición. Mientras tanto, los
cruceros de combate dejaban caer megatones de muerte explosiva sobre las cabezas
de los defensores.
Todo guerrero leal al Emperador sabía que podía considerarse muerto, puesto que no h
abía manera alguna de sobrevivir ante la llegada del ejército demoníaco. Los soldados
combatían con la ferocidad desesperada típica de los hombres sin esperanza, y dispar
aban hasta vaciar sus armas, momento en el que cogían las de sus compañeros muertos
o luchaban con la culata de sus pistolas al agotarse toda la munición. La horda co
nsiguió en tres ocasiones escalar los muros, y tres veces fueron repelidos por los
valerosos esfuerzos de Sanguinius y los Ángeles Sangrientos. A pesar del cansanci
o, el Primarca dirigió a los defensores, reagrupó a los desmoralizados, dedicó palabra
s tranquilizadoras a los heridos de muerte, y luchó con una furia fría e implacable
cuando se vio obligado a ello. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, las fuerzas
del Caos consiguieron ir minando poco a poco las defensas. Sus tropas parecían ser
tan numerosas como los granos de arena de la costa, y Horus sacrificaba sus vid
as con despreocupación.
Al otro lado de los muros, las tropas imperiales salieron corriendo de sus forta
lezas desesperadamente para intentar liberar el palacio. Las legiones de Titanes
se abrieron camino audazmente en dirección al centro del ejército rebelde, mientras
los Marines Espaciales de la legión de los Cicatrices Blancas les protegían los fla
ncos. Pero ninguno de los intentos de atravesar las filas de los rebeldes tuvo v
erdadero éxito. Atravesar aquella horda sedienta de sangre era una misión casi impos
ible. Los cuatro Primarcas demoníacos infundían una valentía endiablada a todos sus se
guidores, y por cada guerrero del Caos que era abatido parecía que dos más ocuparan
su puesto.
Capítulo III: De la Desesperación a la VictoriaEditar sección Capítulo III: De la Desesp
eración a la VictoriaEditar sección
En la órbita del planeta, el Señor de la Guerra observaba satisfecho todo lo que suc
edía. Si el palacio caía y mataban al Emperador, las legiones imperiales de toda la
galaxia perderían su empeño y conseguiría la victoria absoluta. Desprovista del escudo
psíquico del poder del Emperador, la Humanidad caería presa del Caos rápidamente. Hor
us se alzaría triunfante sobre las ruinas del mayor imperio de la Humanidad. Se tr
ansformaría en un nuevo dios castigador. Si no obtenía pronto la victoria, podrían inf
iltrarse refuerzos en el bando de sus enemigos, y su ofensiva se vería amenazada.
Para el Señor de la Guerra, aquel ataque significaba su última apuesta. Todo dependía
de aquel ataque. Tenía que conseguirlo, y en aquel momento parecía que iba a ser así.
El asedio siguió un día tras otro, y las bajas pasaron de ser miles a ser decenas de
miles y luego cientos de miles. Delante de las vías de acceso al Portal Saturnino
, las máquinas de guerra tuvieron que retirar los cadáveres con palas excavadoras. L
os titanes del Caos atacaban los muros sin cesar, y los misiles especialmente co
nstruidos para ello arrancaban grandes secciones de la muralla. Los titanes de l
os Avispas de Fuego contrarrestaron estos disparos con sus cañones volcán. El hedor
a carne carbonizada impregnó el aire después de que los cuerpos de los muertos fuera
n incinerados en piras funerarias de treinta metros de altura, y la garganta de
los defensores se llenó de unas cenizas obscenas. Los Devoradores de Mundos constr
uyeron una pirámide de cráneos quemados de veinte metros de altura en la Plaza del T
emplo. Por la noche, los cánticos de los adoradores degenerados se oían por todas la
s calles y los demonios revoloteaban por entre las ruinas de Terra.
Lentamente, centímetro a centímetro, los defensores fueron obligados a retirarse. La
s grandes murallas del palacio estaban plagadas de cientos de kilómetros de mampar
os y pasillos. En el interior de este laberinto se libró un combate cuerpo a cuerp
o muy cruento que siguió y siguió hasta que secciones enteras de los pasillos se vie
ron repletas hasta el techo de cadáveres hinchados. Al ver que el avance iba demas
iado lento, Horus ordenó a los titanes de la legión de los Cabezas de la Muerte que
demolieran pedazos enteros de la muralla. A pesar de afrontar numerosas bajas, l
os grandes titanes Warlord consiguieron penetrar las murallas, con lo que las tr
opas del Señor de la Guerra pudieron entrar en masa en los recintos del palacio. M
ientras sucedía todo esto, Jaghatai Khan, primarca de los Cicatrices Blancas ya ha
bía llevado a cabo un cambio de planes. En lugar de arrojar sus tropas contra la c
asi invencible masa principal del ejército del Caos, optó por lanzar un ataque relámpa
go contra el Astropuerto del Portal de los Leones. Al frente de este ataque noct
urno se encontraban los salvajes guerreros de los Cicatrices Blancas, quienes co
ndujeron a los restos de la Primera División Acorazada y a otros componentes de lo
s ejércitos supervivientes de la Guardia contra los sorprendidos herejes. Khan tra
zó un perímetro defensivo alrededor del astropuerto y lo defendió de todos los contraa
taques posibles. De esta forma consiguió que la masa de soldados y de material bélic
o que se dirigía hacia el palacio se viera reducida de golpe a la mitad.
Esta victoria aumentó la moral de los defensores, quienes rápidamente trataron de ha
cerse con el astropuerto de Muro de la Eternidad, si bien ahí las tropas del Señor d
e la Guerra se encontraban mejor preparadas. Los traidores tendieron una embosca
da a los atacantes y más tarde los expulsaron. Horus sabía que era vital mantener se
guro aquel punto de entrada. El ataque definitivo al interior del palacio había da
do comienzo. La batalla se extendió por todos los Jardines Interiores. Lo que antaño
habían sido grandes extensiones de parques se transformaron rápidamente en un campo
de batalla. Las estatuas se utilizaron de cobertura y los monumentos servían de bún
keres. La sangre se mezclaba con el agua de los lagos ornamentales. Los bosqueci
llos de secoyas antiquísimas ardían sin cesar y el olor a quemado se fundía con los he
dores punzantes de las armas, de las máquinas y de la muerte. Con los ojos enrojec
idos y obteniendo momentos de sueño cuando se daba la ocasión, ambos bandos libraron
una guerra total. En los prados se excavaban trincheras a toda prisa y los fran
cotiradores mataban a los hombres que se acercaban a las fuentes en ruinas para
beber un poco de aquel agua salobre. Ambos bandos combatieron con una ferocidad
brutal e inimaginable, ya que sabían que el fin estaba cerca.
Al final Sanguinius fue obligado a retirarse al interior del mismo palacio, y él m
ismo se encargó de defender la Última Puerta contra la horda que se aproximaba, mien
tras los últimos heridos de entre sus hombres pasaban adentro. Justo cuando la pue
rta de ceramita estaba a punto de cerrarse, un Desangrador de Khorne saltó encima
suyo y las descomunales garras del demonio se cerraron en torno a su garganta. E
l Primarca alzó el vuelo, y ángel y demonio fueron luchando por encima de los demás ejér
citos. Tanto el uno como el otro se detuvieron un instante para contemplar aquel
la batalla de proporciones titánicas. Se trataba de una guerra de las que no suele
n verse a menudo; con dos seres de fabulosos poderes forcejeando por los aires.
Sanguinius estaba cansado y se encontraba casi al final de sus fuerzas, con lo q
ue el demonio logró abrirle grandes heridas en la piel. La muchedumbre formada por
los herejes lanzó un rugido de júbilo cuando el Primarca fue arrojado contra el sue
lo, haciendo saltar trozos de granito al chocar contra el suelo. Durante un inst
ante, el Primarca se quedó tendido, y los Ángeles Sangrientos dejaron escapar un gem
ido de indignación al ver cómo el demonio lo pisaba y lanzaba un aullido de triunfo.
Pero entonces, poco a poco y con mucho sufrimiento, el Primarca de los Ángeles Sa
ngrientos se levantó y cogiendo a la criatura por el cuello, le rompió la espalda do
blándosela sobre la rodilla. Acto seguido, Sanguinius, con una aureola de poder al
rededor de la cabeza, arrojó los restos quebrados del demonio contra sus seguidore
s. Estos empezaron a golpearse el pecho con violencia, se tiraron de los pelos y
lanzaron alaridos de desesperación, y la Última Puerta se cerró.
Muy por encima de todos ellos, la gran Fortaleza Celestial llevaba a Rogal Dorn
y al resto de la legión de los Puños Imperiales al palacio interior. El leal Primarc
a estaba decidido a resistir y morir con su Emperador en la hora final. Luego, l
a Fortaleza Celestial abandonó el palacio a toda prisa con la misión desesperada de
llegar a donde se encontraba Jaghatai Khan para devolverlo al palacio. Sin embar
go, una lluvia de disparos procedentes de la Legión de Titanes de Cabeza de la Mue
rte destruyeron la nave. El comandante de esta, a pesar de estar ya sentenciado,
decidió causar el máximo daño posible al enemigo, y dirigió la nave derribada para que
fuera a caer en el centro de la horda del Caos. Cuando el reactor de plasma expl
otó, fue como si un nuevo sol hubiera nacido en Terra, y se creó un cráter de tres kilóm
etros de diámetro. Los que se encontraban en el interior del palacio supieron ento
nces que estaban totalmente aislados, y que a partir de aquel momento estaban co
mpletamente solos. Solo un milagro podría salvarlos.
Después de aquello empezó el asedio final. Por las brechas de las murallas exteriore
s comenzó a entrar más armamento y más refuerzos. El mismísimo Señor de la Guerra se prepa
ró para teletransportarse a la superficie del planeta y así supervisar la destrucción
de su antiguo señor. Pero entonces un demonio de la Disformidad le susurró al oído lo
que él había estado temiendo. Una flota leal al Emperador bajo las órdenes de Leman Ru
ss y Lion El'Johnson con un ejército de Lobos Espaciales y de Ángeles Oscuros se enc
ontraba a tan solo unas horas de distancia. Iba a llevarle días tomar por completo
la última fortaleza de la Humanidad, aunque Horus bajara para ponerse al mando de
las tropas. Todo parecía indicar que al Señor de la Guerra se le había acabado el tie
mpo, y que su apuesta había fallado.
Horus fue el primero en corromperse, tenía el poder de un dios y la astucia de un
demonio. Por eso decidió intentar una última jugada a la desesperada. Todavía podía ases
inar al Emperador. Dio la orden de bloquear todas las comunicaciones por red par
a que los defensores no pudieran tener noticias de sus salvadores, y luego llevó a
l máximo la capacidad de sus poderes psíquicos para que el Emperador no pudiera ente
rarse de ello. Por último bajó los escudos de su nave de mando. Se trataba de una in
vitación y desafío personal que sabía perfectamente que el Emperador no podría rechazar.
Le estaba ofreciendo la oportunidad de acabar de una vez por todas con el enemi
go que le había hostigado durante tanto tiempo.
El Emperador aceptó el desafío, y tanto él como los Primarcas supervivientes se teletr
ansportaron a bordo de la gran nave de batalla del Señor de la Guerra. Con todo, H
orus utilizó sus poderes para separar al Emperador de sus leales seguidores. Estos
fueron teletransportados a diferentes puntos de su repugnante nave mutante. Per
o Sanguinius consiguió abrirse camino directamente hasta la sala del trono de Horu
s, y allí el Señor de la Guerra, haciendo gala de una perversa astucia le propuso al
Ángel Sangriento que se uniera a su bando, argumentando que los seguidores del Pr
imarca alado le serían muy útiles a la hora de enfrentarse a los Lobos Espaciales y
a los Ángeles Oscuros.
Sanguinius rechazó la oferta, con lo que Horus se enfureció y le atacó. Aunque el Ángel
Sangriento hubiera estado al máximo de sus facultades, no hubiera sido rival para
el Señor de la Guerra, por lo que en aquel momento, al estar gravemente herido y f
atigado, no tuvo ni la más mínima posibilidad. Horus lo estranguló con sus propias man
os ante el trono con el que los dioses del Caos le habían obsequiado.
El Emperador se encontró con Horus poco después, y lo que ocurrió entonces forma parte
de la leyenda. Los dos seres más poderosos de toda la historia de la Humanidad se
enfrentaron en combate. Lucharon espada contra espada, poder contra poder, ment
e contra mente y pusieron a prueba todas sus capacidades físicas y psíquicas hasta e
xtremos insospechados. Horus contaba con todo el poder infinito de los dioses de
l Caos. El Emperador estaba solo, y aún así logró triunfar, a pesar de que recibió herid
as muy graves en el proceso.
La onda expansiva de energía psíquica que provocó el fallecimiento del Señor de la Guerr
a se expandió por la Disformidad. En Terra, los demonios gritaron y se desvanecier
on, y los Primarcas rebeldes se quedaron mudos de asombro. Era su líder, y no el d
e sus enemigos, el que estaba muerto, y lo sabían. Ahora que el que había levantado
el estandarte de la rebelión estaba muerto, ya no había nada que pudiera unir a los
rebeldes bajo la misma causa, por lo que estos quedaron desmoralizados y conster
nados. Y cuando les llegó la noticia de la flota que se aproximaba supieron que ha
bía llegado el momento de huir.
En el interior del perímetro del Astropuerto Portal de los Leones, Jaghatai Khan y
un puñado de Cicatrices Blancas heridos contemplaron atónitos cómo la horda se detenía
presa de la confusión y luego se retiraba. Angron, Fulgrim, Magnus el Rojo y Morta
rion condujeron a sus hombres hacia sus naves y partieron, dejando a los engañados
seguidores traidores del Caos a su propia suerte. Al subir a bordo de su nave,
Angron dio media vuelta y levantó el puño contra la brillante cúpula del palacio imper
ial que al final había quedado fuera del alcance de sus garras.
Luego se encogió de hombros, pues tanto él como sus compañeros rebeldes disponían de tod
a la eternidad para cumplir con su venganza. La Batalla por Terra había terminado
del todo, y la Herejía de Horus había llegado a su fin. Rogal Dorn encontró el cuerpo
maltratado del Emperador entre las ruinas del salón del trono del Señor de la Guerra
. Con sus mutilados labios, el Emperador logró susurrar las instrucciones para pro
ceder a la creación de su trono dorado. Dorn esbozó una sonrisa, dado que mientras e
l Emperador siguiera con vida, seguiría habiendo esperanzas.
El veterano Primarca regresó a Terra. Había mucho por hacer.

LA HEREJÍA DE HORUS - RELATO 2


Mientras la Gran Cruzada llevaba la luz de la civilización de regreso a los mundos
ignorantes de la Humanidad, parecía que el Emperador hallaría una nueva era de ilum
inación. Pero a los Dioses del Caos no se les vence tan fácilmente.
Los Dioses del Caos continuaron susurrando a los primarcas desde la disformidad,
perturbando sus sueños con promesas de poder, apelando a su orgullo, a su destrez
a marcial y a su valor. Ni un solo primarca pudo resistirse totalmente a tales t
entaciones. Se puso a prueba el carácter de cada uno y la mitad de ellos no supera
ría la prueba.
Apelando a sus virtudes, los Dioses del Caos tentaron a los primarcas para que l
ideraran a sus legiones de Marines Espaciales contra el Emperador. Inicialmente,
ni siquiera los primarcas tenían constancia de haber sucumbido ante el Caos; al r
ebelarse, sus buenas Intenciones se perdieron cuando sus almas se vieron saturad
as por el Caos. Las legiones de Marines Espaciales que lideraron inevitablemente
siguieron el mismo camino que el de sus comandantes. La fuerza corruptora del C
aos también se extendió al Ejército Imperial y al Adeptus Mechanicus, hasta que la put
refacción alcanzó incluso el núcleo del nuevo dominio del Emperador.
Cuando surgió la rebelión, su líder fue el primarca menos sospechoso de cualquier tipo
de acto de traición, el grande y noble Señor de la Guerra Horus. El primarca había pe
rmanecido al lado del Emperador durante los largos años que duró la Gran Cruzada. Ha
bían luchado espalda contra espalda en el Asedio de Reillis, donde el Emperador sa
lvó la vida de Horus. En el campo de batalla de Gorro, Horus saldó la deuda con el E
mpeRador cuando seccionó el brazo a un señor de la guerra orko enloquecido que trata
ba de estrangular al Emperador. Pero de tal familiaridad se originó un desdén a punt
o de estallar, ya que los Dioses del Caos continuaron sembrando la duda en la me
nte del Señor de la Guerra. Cuando el Emperador regresó a la Tierra, a Horus se le d
io una total libertad y emprendió guerras allá donde quiso, con lo que empeoró aún más la
ya de por sí arrogancia creciente del Señor de la Guerra.
La llama que significó el inicio de la traición de los primarcas se produjo a consec
uencia de la rebelión en el sistema Istvaan IV. El comandante imperial destinado a
llí renunció a los votos de lealtad para con el Emperador y declaró la independencia.
El Emperador decretó que, si el comandante de Istvaan permanecía sin castigo otros m
undos seguirían su ejemplo, así que ordenó a Horus que sofocase la rebelión utilizando l
os métodos que considerase necesarios, desconocedor de los cambios sutiles que el
Caos había sembrado en el alma del Señor de la Guerra.
Horus decidió acabar con la rebelión de Istvaan de forma rápida y sin mostrar el menor
rastro de piedad, por lo que bombardeó Istvaan III desde la órbita con un virus. El
potente virus devorador consumió todo lo que había en el planeta en cuestión de minut
os. Ciudades y continentes enteros quedaron reducidos a cenizas mientras la masa
de oxígeno liberada por la descomposición instantánea de todo el material orgánico del
planeta se quemaba en la atmósfera cubriendo Istvaan III con una tormenta de fuego
. Doce billones de almas murieron lanzando un grito agónico que momentáneamente bril
ló más fuerte incluso que el Astronomicón. Fue una descarga de luz psíquica con la que H
orus indicaba a los Dioses del Caos que ahora les pertenecía.
En la superficie del planeta se habían congregado un centenar de compañías de Marines
Espaciales procedentes de las legiones de los Hijos del Emperador, Guardia de la
Muerte y Devoradores de Mundos, aún leales al Emperador. Las dos terceras partes
de estos Marines sobrevivieron milagrosamente al bombardeo, gracias a unos mensa
jes de aviso que recibieron de camaradas leales a bordo de las naves de la flota
del Señor de la Guerra Horus.
Mientras Horus resolvía qué hacer con los supervivientes, Angron el primarca de los
Devoradores de Mundos, efectuó un aterrizaje planetario a la cabeza de cincuenta c
ompañías de Marines Espaciales. Horus se encolerizó por este movimiento precipitado, p
ero Angron le obligó a hacer algo y por esto envió al resto de unidades de los Hijos
de Horus, los Hijos del Emperador y la Guardia de la Muerte. Se inició la lucha e
n la superficie del planeta y de este modo dio comienzo la mayor guerra civil de
l Imperio.
Mientras las fuerzas traidoras de Horus lanzaban su bombardeo orbital sobre los
Marines Espaciales leales de Istvaan III, el capitán Garro de la Guardia de la Mue
rte se apoderó de la fragata Eisenstein. Garro era un partidario leal y un habitan
te de Terra que había librado innumerables batallas junto al Emperador durante la
Gran Cruzada. Los sucesos desencadenados en Istvaan III escapaban a su comprensión
. Su instinto le había llevado a avisar a los guerreros leales de la superficie de
l planeta y acto seguido decidió huir del sistema junto a setenta compañeros leales
para encaminarse a la Tierra.
El crucero ligeramente armado de Garro no pudo hacer nada frente a los potentes
acorazados de la flota de bloqueo de Horus y recibió muchos Impactos mientras sobr
epasaba su enorme batería de armas. La nave quedó a la deriva alejándose de Istva an I
II. La nave había sufrido daños muy graves, todos los astrópatas a bordo habían perecido
en el ataque y su único navegante había sido herido de gravedad. La nave no pudo ef
ectuar ninguna comunicación Interestelar y tenía muy pocas probabilidades de navegar
con éxito a través del Immaterium. La única esperanza de Garro era que el Eisensteln
pudiera escapar de Istvaan y, de algún modo, encontrase un camino a la tierra para
poder avisar al Emperador de la traición de Horus.
Mientras la batalla entre los Marines Espaciales continuaba en medio del paisaje
en ruinas de Istvaan III, la perfidia de Horus se hizo más patente cuando los Mar
ines leales se encontraron con unos extraños recién llegados. Entre estos se hallaba
n unos organismos cibernéticos ataviados con unas túnicas de color negro, armas maca
bras y que lucían unas runas arcaicas en su vestimenta. Se hizo evidente que Horus
había reclutado para su bando a un grupo de sirvientes del Adeptus Mechani cus de
Marte. Las implicaciones de este hecho estaban claras para los Marines EspaciAl
es leales. SI Horus tenía el control del Mechanlcus, podría convocar los servicios d
e la poderosa Collegia Titanica y de sus gigantescos titanes de guerra. Además, si
Marte se había aliado con el Señor de la Guerra, le proporcionaría el punto Ideal des
de el que lanzar un ataque a Terra y al Palacio Imperial.
El imperio dividido
La caída de Horus supuso un gran golpe para el Emperador. Atónito ante las dimension
es de la traición llevada a cabo por su hijo más favorecido, el Emperador cometió un g
rave error y dudó. Como no estaba dispuesto a aceptar el alcance de la corrupción de
Horus, el Emperador envió a sus agentes del Ejército Imperial y del Adeptus Mechani
cus para que erradicaran a todos los seguidores del Caos, pero esta acción desenca
denó la lucha entre las facciones de estas ingentes organizaciones. Por todo el Im
perio naciente, los ejércitos se levantaron contra sus comandantes y los generales
traidores lideraron a sus tropas en ataques contra sus antiguos cama radas. En
Marte, los tecnosacerdotes desencadenaron toda su armería ancestral y prohibida en
tre ellos arrasando la superficie del planeta en su amarga lucha por la dominación
.
El corrompido Imperio se desgarró del todo cuando se revivieron antiguos feudos y
los ambiciosos señores planetarios vieron la oportunidad de declarar su secesión o a
lianza con el Señor de la Guerra. Es poco probable que muchos de ellos se dieran c
uenta del tipo de monstruo con el que se estaban
aliando, pero no fueron pocos los que abrazaron al Caos y sacrificaron sus mundo
s al servicio de los Dioses Oscuros. La Flota Imperial (los que permanecían leales
) quedó dispersada y sin líder, y lo único que consiguieron fue conducir a unas cuanta
s naves rebeldes fuera del sistema de Terra antes de sufrir unas pérdidas tan cuan
tiosas que se vieron bloqueados en las bases lunares.
Después de una demora casi fatal, el Emperador finalmente actuó, esta vez convencido
de la traición de Horus. Ordenó a siete de sus legiones que persiguieran al Señor de
la Guerra renegado y le destruyesen junto con sus rebeldes. Solo con la muerte d
e Horus, Paladín del Caos y líder de los rebeldes, las tropas leales conseguirían recu
perar el control de nuevo. Sin embargo, uno no puede enviar simplemente a flotas
por toda la galaxia en un día, así que los primarcas leales pasaron meses valiosos
planeando su contraataque, tiempo que permitió a Horus y a sus rebeldes consolidar
su dominio de la Franja Este; de esta forma iniciaron su avance hacia la Tierra
.
La masacre del deseembarco de Istvaan V
El asalto de las legiones leales a las fortalezas de Horus en Istvaan V resultó un
desastre. Las legiones atacaron con su ferocidad y astucia acostumbrada, pero e
sta vez se enfrentaban a hermanos Marines Espaciales. Ambos bandos poseían tropas
igual de hábiles y aguerridas y conocían de antemano cuál sería el siguiente paso o estr
atagema que emplearía el otro.
Al final, la estrategia fue vencida por la traición. Cuatro de las siete legiones
enviadas contra Horus habían sido corrompidas por el Caos y ahora se habían aliado c
on el Señor de la Guerra. En lugar de apoyar los aterrizajes, atacaron a las tres
legiones leales. La oleada inicial de las tres legiones fue aniquilada durante l
os aterrizajes y después destruida en el combate posterior. Solo cinco Marines Esp
aciales portadores de la semilla genética de sus hermanos masacrados escaparon de
la matanza para llevar la desastrosa noticia al Emperador.
Durante la masacre del desembarco, las compañías veteranas de la Legión de las Manos d
e Hierro lucharon valientemente junto a su primarca Ferrus Manus, pero fueron su
peradas en número tras la aparición repentina de todas las legiones de Horus. En cue
stión de un momento, los Marines Manos de Hierro recibieron una avalancha de enemi
gos demasiado numerosa como para poder calcularla. Los Marines Espaciales de los
Devoradores de Mundos, la Guardia de la Muerte, los Hijos del Emperador y los H
ijos de Horus se extendieron por las Colinas Urgall. Los Marines Espaciales leal
es lucharon por mantener el orden y la cohesión de su perímetro mientras trataban de
sesperadamente de rechazar el ataque aparentemente Incesante lanzado por los tra
idores.
Mientras tanto, las legiones de los Salamandras y la Guardia del Cuervo tuvieron
que replegarse al lugar donde habían desembarcado para reagruparse y reencontrars
e con cuatro legiones: los Portadores de la Palabra, los Guerreros de Hierro, la
Legión Alfa y los Amos de la Noche. Vulkan y Corax, los respectivos primarcas de
estas legiones, desconocían que sus antiguos aliados habían jurado lealtad a Horus.
Este hecho pronto se hizo evidente porque en cuanto llegaron las legiones abrier
on fuego sobre ellos. Las legiones de las Salamandras y la Guardia de la Muerte
quedaron atrapadas más tarde entre dos ejércitos traidores cuando los veteranos de l
os Manos de Hierro fueron aniquilados hasta el último hombre, con lo que no pudier
on contener el contraataque lanzado por Horus.
Los Salamandras y la Guardia del Cuervo habían sido superadas en número. Tropas meno
res simplemente se habrían rendido frente a una oposición de tales dimensiones, pero
los guerreros de Vulkan y Corax eran Marines Espaciales, así que lucharon con tod
as sus fuerzas. El resultado fue una masacre total.
Horus controlaba ahora nueve legiones y había conseguido destruir a tres legiones
leales en el proceso. Por toda la galaxia, las tropas leales y rebeldes luchaban
todo el tiempo, enfrascadas en un amargo conflicto que sería testigo de la destru
cción de la Humanidad o de algo aún peor, como verse esclavizada por los Poderes Rui
nosos. Sin embargo, incluso con sus legiones de Marines Espaciales, Horus podía se
ntir que pronto aquella oleada se volvería contra él porque su sublevación perdería cred
ibilidad frente a la resistencia de las acérrimas tropas leales. Necesitaba aplast
ar los corazones de los seguidores del Emperador, así que decidió lanzar un ataque a
gran escala en el trono del poder imperial: la Tierra.
El ataque a la Tierra
Muchas de las grandes obras del Emperador habían caído por toda la galaxia y sus fue
rzas estaban desorganizadas, pues o habían sido corrompidas por el Caos o estaban
enfrascadas en conflictos sangrientos con los sirvientes de los Dioses del Caos.
Esta era la situación cuando las fuerzas de Horus se concentraron alrededor de la
Tierra. Las bases lunares, el bastión de la flota, cayeron bajo el ataque de Horu
s tras un combate breve pero duro, así que en poco tiempo la flota rebelde control
aba el espacio orbital que rodeaba la Tierra. Entonces iniciaron la descarga de
fuego sobre el trono imperial y los acorazados de Horus se enfrentaron a los láser
es de defensa planetaria, los cuales destruyeron después de efectuar un bombardeo
desde el espacio (las legiones de Marines Espaciales habían sido creadas con una m
isión fundamental: el asalto planetario, estrategia que había sido perfeccionada dur
ante la Gran Cruzada). Los últimos escuadrones de cazas leales continuaron dispara
ndo sobre las naves traidoras, pero no podían atravesar sus escudos. Tras comproba
r que no les quedaba otra cosa que hacer, los pilotos estrellaron sus cazas cont
ra los cascos de las naves de la flota rebelde en órbita. Fue un gesto desafiante,
nada más.
El desembarco de las naves de las Legiones Traidoras cayó como una lluvia letal so
bre el Palacio Imperial y los puertos estelares que lo rodeaban arrojando a mile
s y miles de Marines Espaciales corrompidos y reforzados por el poder del Caos.
Los defensores se negaron a cederles terreno y los atacantes se vieron obligados
a avanzar paso a paso sobre los cadáveres de los guerreros caídos de ambos bandos.
Mientras los traidores asaltaban las torres, muros y bastiones en cientos de kilóm
etros a la redonda, los muertos se apilaban tan rápidamente que los corredores que
daron bloqueados por la abundancia de cadáveres.
Las fuerzas leales al Emperador resistieron el asalto inicial, pero no pudieron
evitar el despliegue de las líneas de asedio de los Marines Espaciales de Horus. U
nas naves de desembarco gigantescas aterrizaron en la Puerta del León y otros puer
tos estelares transportando una segunda oleada de Marines Espaciales del Caos. L
os bersérkeres sedientos de sangre de la Legión de los Devoradores de Mundos fueron
los primeros en Intentar un asalto general al Palacio Imperial, pero fueron expu
lsados de allí tras varios días de combate encarnizado.
Una vez contenido el ataque inicial, Horus optó por llevar allí todo su arsenal de a
rmas y guerreros para derrocar al Emperador. Durante un mes, los cañones gigantesc
os del ejército rebelde machacaron los muros disparando principalmente con las arm
as de asedio de la Legio Mortis Titán, que se había convertido al Caos en los primer
os días de la Herejía. Finalmente, tras un fuerte bombardeo, parte del muro fue derr
ibado y las Legiones Traidoras se lanzaron a la brecha con la intención de invadir
el palacio interior.
Las tropas leales y las rebeldes se enfrentaron a lo largo de corredores forrado
s con estandartes y en galerías de kilómetros de longitud.
En el centro del combate se hallaban los primarcas. Rogal Dorn de los Puños Imperi
ales y Sanguinius de los Ángeles Sangrientos llevaron a cabo una desesperada acción
en retaguardia para detener a la fuerza que entraba a través de la brecha. Angron
de los Devoradores de Mundos mataba a docenas de Marines Espaciales leales mient
ras Mortarion de la Guardia de la Muerte lideraba a sus pustulentos Marines de P
laga en el combate más denso.
A medida que las fuerzas rebeldes cerraban lentamente su puño sobre las fuerzas le
ales, el Emperador se preparaba para la batalla final rodeado de su escolta pers
onal de Marines Espaciales y de los formidables custodios. Rogal Dorn y Sanguini
us permanecían junto a él y también sus veteranos en armadura de exterminador. Las últim
as horas de la Humanidad habían llegado y los pocos y valientes defensores que que
daban se preparaban para una muerte segura.
El emperador acorralado
Las legiones de Horus inundaron el Palacio Imperial en una oleada imparable. Gri
tando alabanzas a los Dioses del Caos, las Legiones Traidoras se arrojaron sobre
las últimas líneas de defensa. Cientos de atacantes depravados murieron a causa de
los disparos de bólter y cañón láser, pero los Marines del Caos continuaron su avance im
placable.
Fue entonces, en el cercano momento de su triunfo, cuando Horus cometió su primer
y único error. Nadie sabe a ciencia cierta por qué lo hizo, pero Horus bajó los escudo
s de defensa de su barcaza de batalla cuando comenzó esta última batalla cataclísmica.
Se supone que sin los escudos podría contemplar mejor la destrucción inminente del
Emperador y de su Imperio.
Como Horus bajó sus escudos de defensa, el Emperador se percató inmediatamente de su
presencia. Aunque tuvo sus dudas al inicio de la Herejía, esta vez el Emperador n
o dudó un solo momento. Después de determinar la posición del Señor de la Guerra, el Emp
erador transmitió las coordenadas a los grandes bancos teleportadores del Palacio
Imperial y, en cuestión de segundos, él y su escolta se teleportaron a la barcaza de
combate del Señor de la Guerra traidor. Atacaron el mismísimo nido de la víbora.
La batalla final
Mientras el Emperador y su escolta se materializaban en el Interior de la barcaz
a de combate, presenciaron de primera mano el alcance de la traición de Horus. El
Señor de la Guerra se había convertido en un poderoso paladín del Caos y tanto él como s
u nave se retorcían con el poder oscuro de los Dioses del Caos. Fue una visión de pe
sadilla más allá de toda comprensión, algo que hubiera enloquecido a muchos Marines Es
paciales, pues su presencia ultraterrena se quedó grabada en sus mentes mientras r
ostros lascivos los miraban desde los mamparos, voces demoníacas se mofaban de ell
os y monstruosidades informes y horribles les agarraban y clavaban sus garras de
sde las oscuras sombras. Los farfullos y lamentos llenaron el aire, rebosante de
energías del Caos, y los suelos y mamparos empezaron a cambiar y retorcerse bajo
la voluntad enloquecida del Caos.
A pesar del horror a su alrededor, el Emperador siguió avanzando hacia el puente e
n busca del Señor de la Guerra. En esos escasos minutos, muchos Marines Espaciales
murieron en aquellos corredores fantasmales y consumidos por la disformidad. Co
n la ayuda del bólter y el lanzallamas, aniquilaron a hordas de aquellas criaturas
no humanas mientras continuaban avanzando.
Cuando alcanzaron las puertas blindadas del puente, el Emperador se encontró cara
a cara con su hijo descarriado. Horus, imbuido del poder del Caos, sostenía algo e
nsangrentado en sus manos y, mientras el Emperador se adelantaba, el Señor de la G
uerra lo lanzó sobre la cubierta. Se trataba del cuerpo del noble Sangulnius, que
al teleportarse había sido enviado a la guarida del Señor de la Guerra, donde había caíd
o aniquilado por la furia de Horus.
El Emperador le atacó en seguida. Tanto él como Horus sabían que el que triunfase gobe
rnaría la galaxia y se convertiría en el maestro indiscutible de la Humanidad. Si Ho
rus salía victorioso, el Caos sería el gobernante supremo de la Humanidad y sus habi
tantes se convertirían en marionetas en manos de dioses sedientos de sangre y tiráni
cos.
El Emperador y Horus emprendieron el combate no solo en el universo material con
la espada de energía y la garra, sino que también lo llevaron al plano psíquico; sus
cuerpos y sus mentes se enzarzaron en una lucha a muerte. Aunque Horus causó grave
s heridas al Emperador, el líder de la Humanidad no solo luchó por sí mismo, sino por
el destino de billones de seres de toda la galaxia e Ignoró la agonía por la que est
aba pasando su cuerpo malherido. Mientras el Emperador soportaba los ataques del
Señor de la Guerra, Horus vaciló en su asalto físico y psíquico. Quizás se tratara de algú
resto de Humanidad o lealtad lo que traicionó a Horus y evitó que asestara el golpe
fatal al Emperador.
El Emperador, horrorizado tras ver en lo que se había convertido Horus, comprobó que
hijo y sus amigos eran tan solo títeres de los Dioses del Caos, así que redobló sus e
sfuerzos y contraatacó apartando de la mente sus pensamientos de lo que Horus había
sido en el pasado. Con un último esfuerzo, el Emperador consiguió asestarle el golpe
definitivo desgarrando la mente de su antiguo amigo mientras trinchaba su cuerp
o. El Emperador destruyó los últimos vestigios de su hijo elegido, aunque el esfuerz
o que conllevó hacerlo consumió toda la energía del Emperador.
Con la muerte de Horus, cuya voluntad había conducido a los seguidores del Caos en
una causa única, los ejércitos del Caos perdieron la resolución que necesitaban para
seguir el combate. Las Legiones Traidoras abandonaron su ataque a la Tierra y hu
yeron dispersándose por toda la galaxia; los que no llevaban demasiado tiempo al s
ervicio del Caos se dieron cuenta del error que habían cometido y cambiaron de ban
do, con la esperanza de obtener la redención a ojos de su maestro.
Rogal Dorn encontró los restos carbonizados del Emperador y transportó su cuerpo cas
i desprovisto de vida al Trono Dorado, un sistema de soporte vital arcano. Duran
te un Instante, el Emperador pudo comunicar algo de una forma semicoherente, per
o después enmudeció; su gran intelecto y su psique se habían alejado del plano materia
l.
Aunque la Herejía de Horus se había acabado, llevaría docenas de años largos y difíciles q
ue las fuerzas del Emperador reclamasen sistemas estelares perdidos, así como la r
econstrucción de todo lo que se había destruido.
En las décadas que siguieron a la Herejía de Horus, el Imperio tuvo que enfrentarse
a muchos desafíos. La rebelión Inspirada por las acciones de Horus y por las maquina
ciones de los Dioses Oscuros del Caos causó estragos en los mundos de la Humanidad
. Horus había desencadenado una corriente de traición y deslealtad; muchos Intentaro
n seguir sus pasos. Las Legiones Traidoras y sus prlmarcas deformes continuaron
la lucha, ya no por el Imperio sino por su propia supervivencia. La guerra fue t
an constante que, a veces, la amenaza a la seguridad y a la santidad del Imperio
fue casi tan grande como durante la Herejía.
Las fuerzas leales del Emperador se dedicaron a limpiar la galaxia de los traido
res y sus aliados. Las guerras que más tarde se denominarían "Las Purgaciones", dura
ron muchos años y el esfuerzo dejó casi exhaustas a las fuerzas de Terra. Ciudad a c
iudad, mundo a mundo, las fuerzas del Emperador reclamaron la galaxia una vez más
a los ejércitos de la oscuridad. Los Marines Espaciales leales al Emperdaor contin
uaron luchando y finalmente acosaron a los traidores en el Ojo del Terror, esa áre
a extraña del espacio donde el espacio disforme y el espacio real están unidos. Esta
extraña región se convirtió en la prisión de los traidores y en su mayor fortaleza. Las
flotas de guardianes patrullaban sus fronteras y los planetas cercanos se convi
rtieron en mundos guarnición, siempre dispuestos a combatir a las fuerzas incursor
as procedentes del Ojo del Terror.
En el Interior de la gigantesca tormenta disforme, los prlmarcas traidores y sus
legiones encontraron santuario entre los mundos demoníacos gigantes. Lucharon ent
re sí por la dominación y el territorio mientras las facciones se apartaban de las l
egiones para fundar otras partidas de guerra y ejércitos del Caos. De esta forma e
mpezó la lucha que ha durado diez mil años y que incluso en la actualidad asedia al
Imperio.

LA HEREJÍA DE HORUS - RELATO 3


El Líber Historicum Vangelium, escrito en el milenio 34, pero que hace referencia
a sucesos acaecidos con mucha anterioridad, relaciona el surgimiento del Imperio
y la disipación de las tormentas de disformidad que cubrían Terra. Hace aproximadam
ente once mil años, estas tormentas desaparecieron en cuestión de horas. Vangelium v
incula este evento a la Caída de los Eldar, asegurando que las olas de energía psíquic
a que siguieron a la creación de Slaanesh, Príncipe del Caos, liberaron a Terra de l
as tormentas de disformidad que la aislaban y permitieron que esta despertase y
floreciese.
is evidente, por la rapidez con que el Emperador embarcó a sus tropas y se lanzó a l
a reconquista de los antiguos dominios del Imperio, que estaba preparado para cu
ando las tormentas se disipasen. Una marabunta de guerreros, entre los que se en
contraban los primeros Marines Espaciales, se lanzaron a la conquista.
Vangelium hace referencia a las heroicas campañas de la época:
"En el nombre de nuestro Señor cayeron los imperios orcos y se limpiaron las ruido
sas madrigueras Hrud. Se terminó con Pirithous, la tormenta de disformidad que esc
lavizaba Terra y se dio muerte a todos los enemigos que albergaba el planeta Mor
pheus. El Emperador se mostró inmisericorde con sus enemigos y radiante fue de nue
vo la luz del salvador de la Humanidad".
A pesar del éxito momentáneo, los primeros años de la Gran Cruzada sufrieron la ausenc
ia de los Primarcas. Estos veinte superhombres, hijos genéticos del Emperador, que
este creó en su genolaboratorio años antes de que se disipasen las tormentas de dis
formidad que pesaban sobre Terra, se vieron dispersados por la galaxia debido a
un misterioso accidente, o a la intervención de fuerzas enfrentadas al Emperador.
No obstante, el Emperador utilizó la Gran Cruzada para recuperar uno a uno a todos
estos hijos pródigos, a quienes fue encontrando entre los nativos de los diferent
es planetas que conquistaba.
Cada Primarca era distinto del otro debido a la educación que había recibido, pero,
aun así, formaban una unida hermandad. Cada legión fue creada a partir de la huella
genética de cada uno de los Primarcas y estos fueron conquistando la galaxia con s
us legiones en nombre del Emperador. No obstante, fue entonces cuando apareciero
n sus debilidades y fortalezas. Aunque su psique era la de un superhombre, su al
ma era humana y, por lo tanto, falible.
Evidentemente, el Caos susurró a los oídos de los Primarcas al igual que a los del r
esto de seres humanos. La diferencia estriba en que un hombre normal no es más que
uno entre billones como él, mientras que los Primarcas eran dioses entre los mort
ales y su pecado una calamidad sin precedente. Las imperfecciones de la Humanida
d se cebaron en la psique de los Primarcas y la peor de todas ellas fue el orgul
lo.
La Gran Cruzada había llegado a la Franja Este y el Emperador, confiado, dejó la cam
paña en manos de Horus, Primarca de la Legión de los Hijos de Horus. Horus era un gu
errero y un líder consumado que había sido recompensado con el título de Señor de la Gue
rra de las Legiones del Emperador en reconocimiento a su habilidad. El Emperador
retornó a Terra para consolidar su nuevo poder y guiar los primeros pasos de su n
uevo Imperio desde su planeta natal.
Apenas hay constancia de los eventos que tuvieron lugar cuando el Emperador viaj
o a Terra, pero Vangelium relata que Horus se volvió contra un comandante imperial
del cercano sistema Istvaan. Cuenta Vangelium que Horus no perdió tiempo en negoc
iar con el comandante ni le ofreció términos ni condiciones de rendición. Nada más entra
r en el sistema, Horus lanzó un alud de bombas cargadas con un virus letal sobre I
stvaan III. El virus se propagó increíblemente rápido por el planeta. Todo ser humano,
planta y animal quedaron reducidos a pulpa a los pocos minutos. Los gases produ
cidos por el virus prendieron y el planeta quedó envuelto por las llamas de tal ma
nera que parecía un nuevo sol. Aquel día murieron doce billones de personas y el aul
lido psíquico de sus almas reverberó en la disformidad; se escuchó en el eterno reino
del Caos y sepultó hasta la más brillante de las luces del Astronomicón.
En el momento en que Istvaan III murió, el Emperador supo que algo malo había sucedi
do.
El Emperador envió siete legiones para que se enfrentaran a Horus y para pedirle c
uentas por su comportamiento. El Señor de la Guerra había emplazado sus fuerzas en I
stvaan V, lugar en el que desembarcaron las primeras tropas leales. Los detalles
sobre qué ocurrió en la Masacre de Istvaan V son vagos, puesto que no sobrevivieron
más que un puñado de Marines Espaciales y sus descendientes no quieren hablar de el
lo. De acuerdo con el Mythos Angélica Mortis, las legiones de la Guardia del Cuerv
o, de los Manos de Hierro y de los Salamandras formaron la primera oleada de ata
que, pero fueron rechazadas debido a la ferocidad del contraataque que las Legio
nes Traidoras llevaron a cabo. Cuando los supervivientes de la primera oleada qu
isieron dar paso a la segunda oleada, se dieron cuenta de que habían sido traicion
ados por las cuatro legiones que la formaban: los Guerreros de Hierro, los Devor
adores de Mundos, la Guardia de la Muerte y los Hijos del Emperador, según el Libe
r Historicum.
Los leales fueron atrapados entre dos frentes, el de las tropas de Horus y el fo
rmado por la que debería haber sido la segunda oleada de fuerzas imperiales, que l
es cortaba la retirada.
La galaxia sufrió una terrible guerra civil como consecuencia de esta batalla. El
Imperio por el que tantos habían dado tanto se desmoronó en cuestión de días. Las legion
es de Marines Espaciales eligieron bando y los hermanos se enfrentaron entre sí. L
a ferocidad del conflicto no tiene y no ha tenido comparación con ninguna otra gue
rra acontecida. La rabia con la que un hombre se enfrenta a los de su propia raz
a es mayor que la que siente al combatir a un extraño.
Los gobernadores de millones de mundos que habían jurado pleitesía al Emperador renu
nciaron a sus votos. Los gobiernos que habían sido anexionados al Imperio por la f
uerza vieron en esta situación la oportunidad adecuada para recuperar su libertad.
Donde una vez había reinado el Emperador ahora imperaban el caos y la anarquía.
Los seguidores del Caos que habían permanecido ocultos en miles de mundos se diero
n a conocer y las Legiones Traidoras llevaron a cabo actos tan atroces que no se
podía entender cómo un día fueron leales al Emperador.
Incluso el Adeptus Mechanicus sufrió una escisión; casi la mitad de las Legiones de
Titanes volvieron sus armas, diseñadas para reducir ciudades a escombros, contra
sus congéneres. Tallarn fue bombardeado por Los Guerreros de Hierro ylo que asta e
ntonces había sido un paraiso se convirtió en el planeta más árido de toda la galaxia. E
n Logres, los Hijos del Emperador encarcelaron a un millón de granjeros de krill,
pero todos ellos murieron en el plazo de una semana mientras los legionarios tra
idores cerraban su pacto con Slaanesh.
Horus y sus hordas empujaban a sus enemigos de sector en sector y se acercaban p
eligrosamente al Segmentum Solar. Tras la sorpresa inicial, los lealistas comenz
aron a recuperar el terreno perdido. Lideradas por los Marines Espaciales que aún
eran leales y por las Legiones de Titanes, las fuerzas del Emperador fueron recu
perando el control de todos los mundos perdidos. Sin embargo, justo en ese momen
to, Horus hizo gala de un sentido táctico superior.
Horus había planeado desde un primer momento asestar un solo y definitivo golpe al
Imperio y sabía que este golpe debía propinarse en Terra. Cuando llegó el momento del
ataque, Terra no estaba preparada para repelerlo: la astucia y malicia de Horus
se hizo evidente, ya que la mayoría de legiones del Emperador se encontraban muy
lejos de Terra.
El Asedio al Palacio del Emperador fue el momento más angustioso de la historia de
la Humanidad. El cielo se tornó negro por la cantidad de cápsulas de desembarco y n
aves Garra que Horus desplegó sobre el planeta, en el que solo quedaban tres legio
nes leales para defender al Emperador.
El Emperador siempre se había dejado guiar por su innata presciencia, pero el futu
ro no se le revelaba aquel día. Fue entonces, justo en el momento en que la victor
ia de Horus era un hecho, cuando Horus bajó los escudos de protección de su nave. Nu
nca sabremos por qué lo hizo, si fue debido a un acceso de remordimientos o para s
er testigo de la muerte de su padre. En cualquier caso, cuando los escudos se ba
jaron, el Emperador percibió la presencia del traidor y supo qué tenía que hacer. Junt
o a los Primarcas Sanguinius y Rogal Dorn y un grupo selecto de soldados se tele
portó directamente a la barcaza de combate de Horus. Aquí se presentaba la única oport
unidad de supervivencia que le restaba a la raza humana. El tiempo se estaba aca
bando.
Los soldados del Emperador aparecieron desperdigados por el navio de Horus y cad
a uno de ellos se vio forzado a combatir contra un aluvión de criaturas de la disf
ormidad. Para cuando el Emperador consiguió alcanzar el puente de mando, Sanguiniu
s, Primarca de la Legión de los Ángeles Sangrientos, yacía muerto a los pies de Horus.
Horus se giró y miró directamente a los ojos a su creador. Al instante, ambos se en
contraban enzarzados en un combate digno de dioses.
congéneres. Tallam fue bombardeado por los Guerreros de Hierro y lo que hasta ento
nces había sido un paraíso se
El triunfo fue para el Emperador. Acabó con su hijo más querido y destruyó su presenci
a en la disformidad. Sin embargo, el Emperador había pagado el mayor de los precio
s a cambio de su victoria y la muerte se apoderó de su cuerpo, pero no antes de qu
e él le diera permiso para hacerlo.
La batalla por Terra, el Imperio y el destino de la Humanidad estaban ganados, p
ero a un terrible precio. Las heridas del Emperador eran tan graves que solo podía
sobrevivir si se le confinaba en el Trono Dorado, una máquina de soporte vital co
sntruida especialmente para la ocasión. Terra estaba en ruinas y sus ciudades habían
sido arrasadas. Sus heridas eran tan profundas que hasta las placas tectónicas de
l planeta gemían de dolor tras el bombardeo al que había sido sometida la superficie
del planeta. Las hordas del Caos, ahora en desbandada, dejaban tras de sí una dev
astación tal que la reconstrucción de Terra y del propio Imperio, fuese como fuese,
nunca conseguiría borrar todas las heridas sufridas.
Puede que la Herejía hubiese fallado en su intento de reemplazar al Emperador por
Horus, pero había dejado a la raza humana al borde de la desaparición. El Imperio es
taba hecho jirones y sus habitantes sabían que, aunque acabasen de retirarse al Oj
o del Terror, los Marines Traidores volverían. Entre ellos se encontraba Abaddon,
Capitán de la Primera Compañía de los Hijos de Horus, quien tomó el cadáver de su señor y s
retiró lleno de odio y sed de venganza.
"Me visto con tu garra en señal de duelo y porque con ella volveré para reclamar lo
que era tuyo por derecho. Aunque ahora yazcas muerto, vivirás en mí por siempre, así q
ue derrama tu alma en cada uno de estos cinco dedos y vive a través de la sangre d
e cada una de mis víctimas, que serán presentes para ti".
La Guerra Eterna acababa de comenzar y los traidores juraron que la coírtinuarían ha
sta que viesen su sed de odio saciada.

LOS MIL HIJOS.


El nombre Mil Hijos tiene su origen en la serie inicial de impresiones de estruc
tura genética efectuada a partir del tejido de su Primarca, Magnus el Rojo. Magnus
era un Primarca de cabellos rojizos y extremadamente corpulento, que tenía un sol
o ojo en medio de la frente. Debido a este, a veces se le denominaba ; Magnus el
cíclope o el Cíclope Rojo. En realidad su alma había sido contaminada por el Caos: Tz
eentch le inspiró una fascinación por las fuerzas ocultas del espacio Disforme y los
secretos que se escondían en él. A partir del modelo de su estructura genética fueron
creados mil Marines Espaciales: Los Mil Hijos de Magnus. Posteriormente fue cre
ada una Legión compuesta por miles de guerreros Marines Espaciales para participar
en la Gran Cruzada, pero la Legión siempre mantuvo el título de los Mil Hijos.
El camino a la condenación de la Legión de Marines Espaciales de los Mil hijos fue más
largo que el de la mayoría. Incluso antes de la Herejía, Magnus ya encauzó a sus desc
endientes hacia el estudio de conocimientos arcanos y la práctica de la hechicería,
a pesar de las advertencias del Emperador de que permanecieran al margen de tale
s artes. Sin embargo, se mantuvieron leales tanto al Emperador como a la humanid
ad, a pesar de su creciente interés por la magia.
Cuando Horus lanzó sus fuerzas contra el Imperio, los Mil Hijos trataron al princi
pio de utilizar sus poderes secretos para avisar al Emperador. Desconfiando de c
ualquier asunto relacionado con el Caos, el Emperador declaró herejes a los Mil Hi
jos: envió a Leman Russ y a sus Lobos Espaciales para que destruyera el planeta na
tal de los Mil Hijos, Prospero. Estos se vieron obligados a declarar la guerra c
ontra su Emperador, y tuvieron que luchar a favor del Caos para poder sobrevivir
y proteger la sabiduría que habían atesorado. Los Mil Hijos buscaron la protección de
l Dios del Caos Tzeentch, El que Transforma las Cosas, el más poderoso hechicero e
ntre los dioses del Caos. Tzeentch les protegió bien y los Hil Hijos escaparon des
pués de la Herejía hacia el Ojo del Terror, donde encontraron el mundo demoníaco que l
es había sido prometido. Este planeta pasó a ser denominado el Planeta de los hechic
eros, donde los Mil Hijos se establecieron bajo el gobierno de Magnus el Rojo.
El antiguo Primarca de los Mil Hijos fue elevado a la condición de Príncipe Demonio
de Tzeentch, y estableció su base en una fortaleza volcánica denominada la Torre de
Cíclope. Al igual que su señor, la Torre más alta de esa fortaleza está coronada por un ún
ico ojo viviente que observa los alrededores, vigilando a los súbditos de su señor;
es el eterno guardián y perro de vigilancia del Rey Hechicero. Bajo la supervisión d
el Cíclope, los Mil Hijos continúan su estudio de la magia, y muchos se convierten e
n poderosos hechiceros de Tzeentch.
Sin embargo, a medida que transcurría el tiempo, numerosos miembros de los Mil Hij
os fueron víctimas de las mutaciones y las locuras debidas a la deformante influen
cia del Señor de la Transformación. Los Hechiceros empezaron a estar cada vez más preo
cupados por la degeneración de sus hermanos de batalla, hasta que una cábala al mand
o de Ahrimán, el más poderoso de ellos, se arriesgó a desencadenar la ira de su Primar
ca Demoniaco y lanzó el drástico hechizo de la Rúbrica de Ahrimaán, purgando así a los Mil
Hijos. Esto provocó un gran cisma en el seno de la Legión, ya que la cábala fue disue
lta y dispersada por el furioso Primarca, uniéndose posteriormente para luchar jun
to a diferentes Legiones Traidoras a lo largo y ancho del Ojo del Terror.
Etimología y Origenes
Magnus el Rojo, primarca, psíquico y príncipe demonio, rasgos que encajan en alguien
cuyo nombre en latín significa Grande. La pregunta es, ¿por qué el rojo ? Podría ser una
eferencia a la expresión red headed step child (intraducible), alguien que es muy
diferente de los otros niños y está sometido a abusos y burlas. Aleister Crowley, y
su pertenencia a la Orden Hermética del Amanecer Dorado, puede haber influido en e
ste trasfondo. En resumen, Crowley deseaba iniciar un Renacimiento de una nueva
era mágica.
La Tempestad, de Shakespeare, nos da el nombre del mundo natal, Prospero. Un mag
o que busca el conocimiento y quiere perfeccionar sus artes. Prospero está ciego a
l peligro de sus acciones. Es la búsqueda de conocimiento la que le mete en proble
mas (la culminación de los cuales es ponerse psíquicamente en contacto con el Empera
dor). Se olvidó de sus deberes cotidianos como duque y dio a su hermano la oportun
idad de alzarse contra él (Leman Russ).
El Emperador Constantino convocó el Concilio de Niza para enfrentarse a un gran ci
sma que afectaba a la iglesia Cristiana primitiva. Esto tiene su reflejo en el C
oncilio de Nikaea, donde el Emperador trató el problema de las habilidades psíquicas
y cuestiones sobre la divinidad.
Ahriman, el personaje especial, se encuentra en la fe Zoroástrica. En ella, Ahrima
n es un ser del mal, equivalente de Satán.
El aspecto de los Mil Hijos deriva del antiguo Egipto. Una versión estilizada de l
as ropas que llevaban los faraones.

ALTOS SEÑORES DE TERRA


Los Altos Señores son los doce hombres más poderosos de la galaxia. Gobiernan el Imp
erio en el nombre del Emperador, y son ellos los que envían a las flotas Imperiale
s a la guerra y los que dirigen los inagotables ejércitos del Imperio. Su misión es
interpretar y decretar los deseos del Emperador, confiando en que su poderosa me
nte guíe sus pensamientos e inspire sus acciones.
Cada Alto Señor es el líder de una de las más poderosas organizaciones del Imperio. Un
complicado entramado de maniobras políticas, promesas de apoyo y consideraciones
de intereses mutuos les mantiene unidos y determina quien ostentará un cargo y qui
en no. En la practica, algunas de las organizaciones del Imperio son tan poderos
as que sería impensable que su líder no fuera uno de los Altos Señores. A lo largo de
milenios han sido organizaciones diversas las que han proporcionado a los Altos
Señores, dependiendo de cual era la más poderosa en ese momento. Ambición y rivalidad
despiadadas caracterizan a todos estos grandes hombres, y sus organizaciones riv
alizan con las demás por hacerse con parcelas del poderío Imperial. Los departamento
s que se muestran a continuación son en la practica invariablemente representados
por Altos Señores, puesto que constituyen las piedras angulares del Imperio y las
más importantes de sus antiguas instituciones.
Altos señores de Terra
El Señor del Administratum
El Representante de la Inquisición
El Eclesiarca de los Adeptus Ministorum
El Fabricador General de los Adeptus Mechanicus
El Gran Mariscal Preboste de los Adeptus Arbites
El Enviado Paternal de los Navegantes
El Gran Señor del Oficio Asasinorum
El Señor del Astronomicón
El Señor de los Adeptus Astra Telepática

Estos nueve cargos son prácticamente sacrosantos. Si quedaran vacantes por causa d
e muerte o abandono del cargo por parte de su ocupante, lo habitual es que el su
cesor en el cargo se convierta en Gran Señor. El cargo de Representante de la Inqu
isición no es ocupado por un Inquisidor determinado, sino que su puesto se reserva
para el individuo que sea enviado en nombre de la Inquisición. De forma similar,
el puesto de Enviado Paternal esta a disposición de quien quiera que sea el Enviad
o Paternal de la actual familia regente de los Navegantes. Los tres puestos rest
antes son habitualmente ocupados por alguno de los siguientes cargos oficiales d
e gran poder.
Altos señores de Terra
Gran Comandante del Segmentum Solar
Gran Comandante Militante de la Guardia Imperial
Cardenal(es) del Santo Sínodo de Terra!
La Abadesa Sagrada de las Adeptas Sororitas
Capitán General de los Adeptus Custodes
Canciller de las Finanzas Imperiales
Portavoz de los Capitanes Cartógrafos.
LA PURIFICACIÓN DE LAERAN
Registrado por el escriba de Primer Orden Wendel Voss en el año de gracia del Empe
rador 893/M31
Poco despues del inicio de su propia cruzada,los Hijos del Emperador encontraron
una raza alienigena desconocida hasta la fecha que se hacia llamar Laer.El anal
isis de exploradores y diplomaticos capturados desmotraba que se concentraban en
un unico sistema estelar,Laeran.Pese a ello podian ser,potencialmente, un adver
sario poderoso.Al igual que los propios Hijos del Emperador,los Laer apreciaban
la perfeccion en todos los aspectos de la civilizacion.Mediante el uso de manipu
lacion quimica desde el nacimiento,cada laer se adaptaaba a su papel como obrero
,soldado,diplomatico o incluso artista.Los observadores del Adeptus Administratu
m se preguntaban si tal vez los laer querrian ser un protectorado del Imperio,ya
que conquistar a una raza tan eficiente podria ser una empresa larga y costosa.
Fulgrim rechazo cualquier posible cooperacion:"solo la Humanidad es perfecta",in
sitia.Si una raza alienigena pretendia modificar sus ideales para que fuesen com
parablesa los de la Humanidad,ello se consideraba la mas despreciable de las bla
sfemias y un acto que tan solo merecia la aniquilacion inmediata.Asi pues, orden
o a sus maestres comandantes que atacaran inmediatamente y empezaran una guerra,
que segun las predicciones del Administratum,duraria decadas.Fulgrim oyo estas p
redicciones y agito la cabeza:"En el plazo de un mes dijo el Aguila goberara Lae
ran.
La guerra empezo en cada posible campo de batalla:los Hijos del Emperador atacan
a los Laer en el espacio,en la superficie de su planeta,en las profundidades de
sus oceanos y en el interior de sus plataformas orbitales.En todas partes se en
contraban con un enemigo adaptadoa las condiciones imperantes:naves de guerra co
nectas bioelectricamente a las mentes de su tripulacion,guerreros acuaticos capa
ces de respirar bajo el agua,exploradores capaces de correr tan rapido como si f
uesen montados en un vehiculo y artilleros con una agudeza visual que les permit
ia acertar a un marine especial concreto de una escuadra a kilometros de distanc
ia.Las bajas en ambos bandos fueron horribles:se calcual que, de no haber sido p
or la excelencia de los Aptecarios de la Legion mas de la mitad de sus guerreros
hubiesen muertoa causa de las heridas.
Los Laer nunca se rindieron:sus ultimos guerreros murieron luchando entre las ru
inas de su capital.Un mes despues de haber iniciado el ataque,Fulgrim planto un
ondeante estandarte con el aguila Imperial sbre sus cadaveres.Este estandarte er
a lo unico que se mantenia en pie en todos los planetas del sistema Laeran.Mas d
e 600 de sus hombres murieron y el numero de heridos fue seis veces superior;per
o Fulgrim creia haber probado que tenia razon: contra los guerreros alienigenas
mas perfectos hallados jamas,la Humanidad habia demostrado que era mas poderosa.
[Nota del Archivista:el sistema Laeran,desde hace 10000 años hasta ahora,ha sido e
l hogar de 3 ciudades una decena de colonias mineras.No se ha encontrado rastro
alguno de sus antiguos gobernates]
Los laer eran criaturas de aspecto serpentino que tenian dos pares de brazos y o
jos multifacetados.Uno de los pares iba armado con unas potentes armas laser que
derretian las armaduras de los marines con mucha facilidad,mientras que el otro
par de brazos iba armado con afiladisimas cuchillas.
Los Laer no atacaron a los imperiales al principio,salvo cuando Fulgrim mando un
a flota de exploracion de la 28ª expedicion.Los laer atacaron y destruyeron toda l
a flota imperial de exploradores sin una baja.
Laer era un solo planeta inundado(al parecer por el derretimiento masivo de sus
polos).Salvo las cumbres mas altas todas sus tierras estaban bajo el agua.Para v
ivir sobre el agua habian construido unos extraños atolones coralinos que eran man
tenidos a blote por unos extraños pilares de energia.Todas las estructuras eran de
l mismo material que el atolon y por todas partes se oian un extraño y machador au
llido que cripaba los nervios a todos,menos a los Laer.En uno de estos Atolones,
el 19 se inicio el asalto al planeta,de la mano de la 2ª compañia del capitan Solomo
n Demeter.
Los atolones flotaban orbitando alrededor de un atolon central que tenia un impo
nente templo.
Cuando fulgrim en persona lo asalto y arraso encontro el templo lleno de laer co
pulando de forma lasciva y frenetica alrededor de un bloque que tenia una espada
de aspecto magnifico.Fulgrim se quedo con la espada y calvo en su lugar el mast
il del estandarte(sin estandarte,este habia ardido jundo con su portador por el
ataque de los Laer) con el aguila de dos cabezas.Luego ordeno matar a los Laer q
ue quedaban.
Durante la campaña fabius Bilis ,tras conseguir el permiso de su primarca empezo c
on sus experimentos geneticos para conseguir ir "mas alla de la perfeccion" sist
etizando las primeras drogas de combate que luego les harian tristemente famosos
,asi como otras mejoras con la sirena de muerte que mas tarde usaria,por ejemplo
,Lord Eidolon en Istvaan Extremis.
Asi comenzo la caida del Fenix.

LA CAIDA DEL LOBO DE FENRIS


El lobo de Fenris
Una de las historias más infames de los Corsarios Rojos alude a la captura del Lob
o de Fenris. Atrapado en una emboscada, este crucero de asalto de los Lobos Espa
ciales cayó tras un intenso combate cerca de Parenxes.
Para poder combatir, Huron Blackheart y sus Corsarios Rojos necesitan naves más qu
e cualquier otro recurso. Sin su flota, los renegados del Torbellino se verían inc
apaces de lanzar incursiones en el imperio y tampoco podrían burlar las flotas imp
eriales punitivas enviadas en su busca. Los corsarios rojos no necesitan cualqui
er tipo de nave, sino aquellas que sean capaces de efectuar viajes interestelare
s a través de la Disformidad y sus correspondientes tripulaciones. Las naves ances
trales de los Garras Astrales forman el núcleo de su flota, pero la mayoría del rest
o de naves son pequeñas naves mercantes que han sido modificadas para convertirse
en naves de guerra. Cuando las naves exploradoras de Huron regresaron con inform
es de que una patrulla de Marines Espaciales les esperaba para interceptarle mie
ntras viajaba para efectuar una incursión en el mundo de Parenxes, el Segador Sang
riento decidió capturar una de las naves para su armada.
La batalla de Parenxes
Al estar prevenido de la fuerza operante Astartes, Huron dejó a varias de sus nave
s en reserva. A continuación, tomó una ruta más larga hasta Parenxes, para alcanzar el
sistema por el lado opuesto de la estrella. Como las naves de los Halcones de l
a Muerte y de los Lobos Espaciales se desplazaron para interceptar a la flota de
los Corsarios Rojos, los refuerzos de Huron atacaron desde la dirección opuesta.
Los Marines Espaciales fueron atrapados entre dos flotas renegadas y trataron de
sesperadamente de huir de la trampa. El combate a corto alcance fue encarnizado
y varias de las naves de los Marines espaciales lograron abrirse paso a través de
ellos. En lugar de perseguirlos como hubiera hecho normalmente, Huron decidió conc
retar sus esfuerzos en las dos naves restantes.
Huron envió una de sus naves a vigilar a las naves de los Astartes que se retiraba
n, en caso de que volvieran. Entretanto, maniobró con sus flotas para formar una a
mplia red que obligo a los Marines Espaciales a acercarse cada vez más a la estrel
la de Paranxes. Como sabía que los Marines girarían y combatirían, y con toda probabil
idad autodestruirían sus naves antes de permitir que cayeran en manos enemigas, Hu
ron dejó deliberadamente una brecha abierta en su flota, o al menos así lo parecía. En
realidad, situó allí su nave insignia a potencia mínima para que no pudiesen detectar
la a largo alcance. Efectivamente, los Marines Espaciales notaron la brecha y ar
remetieron a través de ella. Uno de ellos, un crucero de los Halcones de la Muerte
quedó tan dañado en su huida que Huron lo dejó escapar, pues tampoco disponía de recurs
os para repararlo. La otra nave, el crucero de asalto Lobo de Fenris, sufrió un im
pacto que dejó inoperativos sus motores.
Era muy posible que los Lobos Espaciales destruyeran su nave si pensaban que podía
n ser capturados, así que la barcaza de combate de Huron permaneció escondida. En lu
gar de realizar un ataque de abordaje a gran escala, Huron envió a sus Corsarios R
ojos en torpedos de abordaje un total de ciento veinte guerreros.
El asalto inicial
Deslizándose casi silenciosamente a través del vacío, los torpedos de abordaje de los
Corsarios Rojos se dividieron en tres oleadas. Cinco de ellos, junto a sus cincu
enta renegados utilizaron explosiones pequeñas en sus impulsores para dirigirse ha
cia la sección de popa del Lobo de Fenris. Su misión era capturar la sala de maquina
s y los reactores de plasma para que los Lobos Espaciales no pudieran destruir l
a nave por métodos más rápidos.
Solo cuando los torpedos estuvieron a menos de doce kilómetros fueron detectados p
or los augures de la nave de los Lobos Espaciales. Durante varios segundos las t
orretas de defensa abrieron un bombardeo furioso alrededor de la oleada de torpe
dos. A pesar de la intensa cortina de fuego, solo consiguieron destruir un torpe
do, y los cuatro restantes dieron en el objetivo. Con las cargas de fusión, los to
rpedos de abordaje se abrieron paso a través del casco blindado del crucero de asa
lto. Los descargadores de metralla montados en sus extremos explotaron inundando
el interior de las cámaras de la nave con una tormenta de metralla que arrasó a los
defensores. Los siervos del capítulo, armados ligeramente por que ellos formaban
parte de la tripulación de la nave de Marine Espacial, fueron segados a docenas. A
continuación, detonaron unos campos fotónicos estroboscópicos que cegaron a los super
vivientes y los frontales de los torpedos se abrieron como los pétalos de una flor
dejando paso a los Corsarios Rojos.
Como sus sentidos automatizados no se vieron afectados por la barrera de fuego d
esatada por la entrada de los torpedos, los Corsarios Rojos descargaron una lluv
ia de proyectiles Bólter. Los siervos que sobrevivieron a la descarga cayeron rápida
mente bajo el hacha y la espada, y en cuestión de medio minuto los Corsarios Rojos
se hicieron con el control de las antecámaras alrededor del núcleo de plasma. Un co
ntraataque liderado por uno de los sacerdotes de hierro de los Lobos Espaciales
tuvo poco éxito, ya que entonces los Corsarios Rojos atacaron con sus cañones laser
y rifles de fusión. Después, utilizaron bombas de fusión para abrir una brecha en la cám
ara del reactor principal. Cinco minutos después de la primera detección, los guerre
ros de Huron habían tomado el control de la sección de popa del Lobo de Fenris.
El ataque principal
Ayudado por su conocimiento de la doctrina de combate de los Marines Espaciales
y el diseño común de los cruceros de asalto de los Marines Espaciales, Huron había dir
igido este segundo ataque sobre un punto que se encontraba un tercio del camino
de la proa de la nave. Tras atravesar las bóvedas de almacenamiento, treinta Corsa
rios encontraron resistencia inicial de dos escuadras de Lobos Espaciales en el
muelle. Los dos bandos se enfrentaron intercambiando ráfagas de disparos de bólter a
corta distancia y después se lanzaron a un encarnizado combate cuerpo a cuerpo. L
ucharon con pistolas Bólter, espadas sierra, cuchillos, y en el caso de los Lobos
Espaciales, con los colmillos. Aunque el combate fue sangriento, también fue breve
, ya que los corsarios Rojos rápidamente invadieron la cámara y extendieron un perímet
ro en los corredores y cámaras de los alrededores. Como Huron había calculado, para
este momento el contraataque de los lobos espaciales con los Corsarios Rojos en
la sala de máquinas ganaba en velocidad. Los Corsarios Rojos habían improvisado barr
icadas adicionales en las que habían colocado sus armas pesadas para disparar con
sus bólteres pesados y cañones laser en los corredores de acceso. Avanzando lentamen
te hacia el núcleo de resistencia, las escuadras de Lobos Espaciales vacilaron, y
finalmente, fueron reducidos en vareas áreas que rodeaban el reactor de plasma de
la nave y las antecámaras contiguas.
Fue entonces cuando Huron lanzó la tercera fase de su ataque. A la cabeza de las r
estantes escuadras de Corsarios Rojos, los Segadores Rojos atacaron directamente
en el puente. Huron guio a su flotilla de torpedos de abordaje para abrir una b
recha de al menos cincuenta metros en la cubierta de control, donde Huron lideró l
a carga por las enormes puertas blindadas hasta el puente abriéndose paso despiada
damente ante una escuadra de Lobos Espaciales que le bloqueaba el camino. Una ve
z asegurado el portal de entrada, los Corsarios Rojos llevaron un generador de c
ampo para volar las puertas reforzadas de titanio que habían sido colocadas por el
antiguo líder de los tecnomarines de los Garras Astrales, Armaneus Valthex. Como
el generador de fase se estaba preparando, Huron dispuso a sus hombres a la espe
ra de la respuesta de los Lobos Espaciales.
Los comandantes del puente pidieron refuerzos procedentes de los muelles de moto
res. Tras dejar a varias escuadras atrás para asegurar que no se lanzase ningún cont
raataque desde las secciones de popa, los Lobos Espaciales avanzaron para atacar
la posición de Horus (supongo que será una errata y será Huron) en el exterior del pu
ente. En este punto, las tres escuadras de la segunda oleada de los Corsarios Ro
jos les tendieron una emboscada y atraparon a los Lobos Espaciales entre su asal
to y la retaguardia de las escuadras de los Segadores Sangrientos de la proa. Lo
s Lobos Espaciales sufrieron graves bajas en los primeros minutos de la refriega
y se vieron obligados a desviar los combates hacia Huron atravesando las cubier
tas de estribor. Allí, los Lobos Espaciales estaban arrinconados debido al fuego c
ontinuo del segundo ataque de los Corsarios Rojos, reforzados por dos escuadras
más enviadas por Huron.
El lobo cae
Una vez asegurada su retaguardia, Huron dispuso a sus tecnomarines para que acti
vasen el generador de campo. Después de proyectar un campo disforme localizado, el
generador vaporizó un círculo perfecto alrededor de la puerta blindada. Iniciaron e
l ataque con un puñado de granadas de fragmentación, y a continuación, los Corsarios R
ojos irrumpieron en el puente con Huron al frente. La tripulación de cubierta la f
ormaban únicamente por unos cuantos Lobos Espaciales, pero estos lucharon a muerte
. El comandante de la nave, Gnyrll Bluetooth, golpeó a Huron repetidamente con su
hacha de combate, pero no pudo dañarle seriamente gracias a la armadura pesada del
Tirano. En respuesta Huron destrozó al comandante de los lobos espaciales con la
Garra del Tirano y le arranco los colmillos para guardarlos como trofeo. Con el
puente y motores bajo su control, Huron dejo al Lobo de Fenris totalmente parado
y señalo a su barcaza para conectarla y prepararla para un abordaje a gran escala
.
Como su superioridad numérica era realmente aplastante, Huron pudo limpiar el vehícu
lo de proa a popa eliminando toda resistencia. En los muelles armados del puerto
, los Lobos Espaciales vendieron caras sus vidas mientras los sacerdotes rugían y
aullaban su odio a los renegados. A estribor, al principio pareció que podría conten
erse a los Corsarios Rojos en las cubiertas. Entonces sin previo aviso, varios L
obos Espaciales se revolvieron contra sus hermanos atacándoles desde atrás antes de
que pudieran rendirse a la piedad de los Segadores Sangrientos. Ellos se retract
aron de los votos hechos al Emperador, a Leman russ y a Los lobos Espaciales e h
icieron nuevos juramentos de fidelidad a Huron. Como recompensa a su traición Blac
kheart los puso al mando del Lobo de Fenris.
El abordaje había llevado casi cuatro horas y había costado la vida de muchos Corsar
ios Rojos. Se recogió su semilla junto a docenas de esclavos lobos espaciales y se
la dieron a lord Garreon, el que antiguamente fuera el apotecario de los Garras
Astrales y ahora conocemos como Maestro de cadáveres. De esta forma Huron consigu
ió su mejor recompensa, el Lobo de Fenris.

LA PRIMERA CRUZADA NEGRA


La Primera Cruzada Negra se produjo alrededor del año 781.M31,siendo la primera de
una larga serie de ataques perpetrados por las fuerzas del Caos desde el Ojo de
l Terror.
El ataque, al igual que la mayoría de los posteriores, fue dirigido por Abaddon el
Saqueador, a la cabeza de varias legiones traidoras de Marines Espaciales del C
aos. El Imperio en ese momento aún no había tenido tiempo de construir las vastas de
fensas de Cadia y el puerto naval de Belis Corona, y la invasión se llevo a cabo a
saltando simultaneamente miles de mundos, en un poderoso impulso para forzar a l
a fuerza del emperador a inclinarse ante el poder del Caos. La invasión fue más prop
ia del golpe de un objeto contundente que de la acción malvada de una hoja afilada
, al contrario de lo que serían la mayoría de las otras Cruzadas Negras. Parece que
poco se podía hacer para detener los vehículos del caos, que aniquilaban mundo tras
mundo a su paso.
Si bien las fuerzas del Caos asaltaron la galaxia, el Imperio envió a sus guerrero
s, la Guardia Imperial, el Adeptus Mechanicus y los Marines Espaciales, que marc
haron juntos en sus brillantes armaduras unidos por la causa. Luchando como uno
solo, forzaron la derrota y retirada de Abaddon, no antes de librar una poderosa
batalla, al parecer muy cerca del corazón del Imperio. Los temores de que esto vo
lviera a suceder no desaparecieron nunca.
Durante esta Cruzada Negra, Abaddon llevó sus fuerzas a Uralan donde reclamó su pode
rosa espada Drach'nyen.

LA MUERTE DE LOS PRIMARCAS.


LEGION I- Angeles oscuros - Lion El'Jonson .
Lion es el unico primarca que ha nacido y "muerto" en su planeta natal.Lion fue
gravente herido en su lucha con su Traidor hermano de armas y amigo Luther.Aun a
si ganola batalla,ya que en su agonia Luther pudo ver el triple alcance de su tr
aicion y se desmorono.Durante la apocaliptica destruccion de Caliban,Lion fue re
cogido por los Vigilantes de la Noche y escondido en las profundidas ,durmindo e
n extasis,sin que el Señor del capitulo siquiera sepa su paradero y eso que sabe c
asi todo sobre la "Caida"(el paradero de Lion es el Casi que falta...)
Lion volvera cuando ,segun las leyendas,el ultimo caido sea redimido.Aunque otra
s hipotesis tdicen que la reforja de su espada y el caido conocido como Cypher t
ienen mucho que ver....
LEGION III - Hijos del Emperador - Fulgrim .
Supuestamente,Fulgrim fue ascendido a principe demonio,aunque en las novelas de
la herejia se nos dice que Fulgrim fue poseido y en realidad es un demonio muy p
oderoso de Slaanesh quien lleva su cuerpo.Las leyendas dicen que en las guerras
civiles que se desataron en el Ojo del Terror entre los Traidores,su nave insign
ia(Orgullo del Emperador ,antaño) fue destruida en una colosal batalla estelar.Per
o entre los legionarios que sobrevivieron se dice que en realidad fue llevado po
r Slaanesh al paraiso del libertinaje definitivo(lagun tipo de mundo demoniaco)
y que solo los mas devotos de sus seguidores pueden encontrarlo.Como su cuerpo n
o fue nunca encontrado,se puede decir,sin ser mas exactos que esta desaparecido
dentro del Ojo del Terror.
LEGION IV - Guerreros de Hierro - Perturabo
Tras los sucesos de la Jaula de Hierro,Perturabo fue alcazado al estatus de prin
cipe demonio y dado que Olimpia fue finalmente purgado por ls fuerzs leales(M.Pe
rdita),se le concedio un mundo en el Ojo del Terror, al que llamo Medrengard y q
ue es tambien conocido como el Mundo de Hierro.Alli todavia sigue alliç.Se dice qu
e reposa en un trono metalico descomunal,sumido en profundas ensoñaciones de glori
a y destruccion.
LEGION V - Cicatrices Blancas- Jaghatai Khan
En la primera version del trasfondo,el Khan desaparecia en las montañas de su mund
o natal( Denevar III):
"Cuando el entrenamiento ya había comenzado, y el Capítulo podía considerarse recupera
do, Jaghatai caminó hacia el Monasterio de la Montaña del Invierno, en lo más alto de
las cumbres norteñas. Antes de irse le dijo a Shinsori: "Una vez que hayas curado
al Capítulo, viaja a la Tierra. Los Tecno-marines enseñarán a la Orden de Jinn cómo pilo
tar la Constantinus. Si el Emperador está vivo, le servirás. Si no, servirás a su suce
sor. Debo pagar por mis faltas. Mi mente viajará por la Disformidad. Cuando esté cur
ado, algún día, regresaré." Esas fueron las últimas palabras conocidas de Jaghatai Kahn.
Muchos han peinado las montañas norteñas en su busca, pero nunca ha sido encontrado
."
Pero en las ultimas actualizaciones(index astartes I) se dice que desaparecio en
un portal disforme persiguiendo a incursores eldar oscuros,junto con su primera
compañia(o hermandad), que hbian raptado a muchos de los habitantes de Mundus Pla
nus (Chogoris) .Es mas,se dice que fue capturado por los Eldars oscuros y que lo
tienen ahora en las arenas de gladiadores de Comorragh como entretenimiento del
pueblo eldar oscuro.
LEGION VI - Lobos Espaciales - Leman Russ.
Desde el codex de la segunda edicion(el primer CODEX como tal de todos los que h
an existido) se decia que Russ partio de Fenris con sus guardianes lobo el año 197
despues del internamiento del Emperador en el Trono Dorado, se cree que fue hac
ia el Ojo del Terror.Segun unos,partio a buscar a su amigo y rival Lion el 'jhon
son,otros que murio manos de un Gran demonio del Caos realizando una mision secr
eto para el Emperador y que su alma yace perdida en la disformidad y otros afirm
an que Russ esta vivo y esta oculto entre la humanidad,protegiendola del caos.Pe
ro la mayoria coincide en que fue al Ojo del terror(hay pruebas que que lo confi
rman como la armadura de Russ ,encontrada en un planeta cerca del Ojo del Terror
,en un templo dedicado a Horus,durante una de las grandes cacerias).Lo mas curio
sos es que algunos afirman que Russ se adentro en el Ojo del Terror buscando a M
agnus,uno dicen que buscando hacer las paces(!!!) ,otros para capturarlo y lleva
rlo al Trono Dorado y con su esencia "curar" al Emperador.
Tambien recuerdo la leyenda de que Russ en la que derroto a los Lobos de Fenris
mas poderosos. A uno de ellos Blackmane(MelenaNegra) lo mato y se hizo una capa
con su pellejo para poder entrar y salir del Reino de la muerte,ya que este lobo
tenia poder sobre los espiritus de los muertos y llamaba la reino de los vivos
a los muertos desde sus cementerios.Russ portaba una capa hecha de un lobo de Cr
in negra...tendria poderes esa capa para entrar y salir por ejemplo de la Disfor
midad(el Mar de Almas)?
LEGION VII - Puños Imperiales - Rogal Dorn.
Dorn desaparecio despues de la desaparicion de Corax.Se dice que:
"Rogal Dorn sobrevivió a muchos de sus hermanos primarcas y sufrió con cada pérdida. C
uantos menos primarcas restaban con vida, más enfermizo fue el respeto que empezó a
tenérseles. Con el Emperador en Terra, muchos sistemas lejanos empezaron a deifica
r a los primarcas. Para Dorn, el Emperador era el único digno de esta atención y temía
las posibles consecuencias de la deificación. Pero el sacrificio era algo innato
en Dorn "
Dorn Desaparecio en el Cinturon de Pelenos,luchando contra la primera cruzada ne
gra.Dorn desaparecio en el abordaje del "Espada del Sacrilegio",un acorazado cla
se Saqueador ,en un asalto suicida al puente de mando.Lo unico que se recupero f
ue una mano esqueletica que se dice es de Dorn.
Una de las teorias que mas cobran fuerza y que se mantiene desde lso primeros años
de los primarcas en 40k es que Dorn vive y es el capitna de la Guardia Custodia
en el placio de Terra,pero eso no se ha conseguido "demostrar".
LEGION VIII - Amos de la Noche - Konrad Curze (o Acechante Nocturno)
Konrad murio a manos del asesiono Imperial Callidus M'shen en su fortaleza de Ts
agualsa,hecha de cuerpos vivos.Las grabaciones hechas por las camaras de gravaci
on de los brazalets recogieron el momento:
"Tu presencia no me sorprende ,asesino.He sabido de ti desde que tu nave cruzo l
a Frontera Oriental.Que porque no te hecho matar?Porque tu mision y e acto que v
as a cometer prueba la verdad de todo lo que siempre he dicho y hecho.LA MUERTE
NO ES UN PRECIO DEMASIADO ALTO SI ES CAMBIO DE LA VINDICACION".
Lo ultimo que se ve antes de que M'shen lo mate es la mirada enloquecida y la so
nrisa demente del Acechante Nocturno...
Eso dejo a sus supuestos sucesores buscando la Corona Nox,el simbolo de poder en
tre los amos de la noche. Quien la posea sera el nuevo Acechante Nocturno.
LEGION IX - Angeles Sangrientos - Sanguinius
La muerte de Sanguinius no ha cambiado nada.Se sacrifico para darle una oportuni
dad al emperador ante Horus.Murio a manos de Horus,aunque las leyendas dicen que
antes le hizo una brecha fatal en la armadura.
Lo que cambia es el origen de la Rabia Negra.Su origen ya no es Horus y los Torm
entos psiquicos a los que sometio al agonizante primarca alado,si los incidentes
en Signus Prime(en el Cinturon Signus) donde el Señor de los Devoradores de Almas
, Ka'bandha, maldijo con la sed impia de sangre a Sanguinius y sus hijos intenta
ndo convertirlos a Khorne, pero la pureza del alado lo resistio.
LEGION X - Manos de Hierro -Manus Ferrus
Manus murio a manos de Fulgrim en la masacre de Istvaan V,siendo decapitado.
Pero se dice que esta vivo y en Marte,aunque los Manos de Hierro lo rechazan con
furia.
Y como podria estar vivo?.Gracias a esto:
"La más famosa y heroica historia de Ferrus fue su titánica batalla contra Asirnoth,
la Gran Sierpe de Plata. Esta historia se recoge en Cánticos de los Viajes, un po
ema épico de origen desconocido que todavía se enseña a los niños de los clanes mientras
están sentados en las rodillas de sus padres. Ferrus había perseguido a la gran bes
tia durante días a través de la legendaria Tierra de las Sombras, la temida tierra d
e los antiguos, un lugar misterioso que infundía gran temor. De este lugar, abando
nado hace tiempo, se decía que era una tierra de reliquias de metal y de piedra de
grandes proporciones, los restos de una época pasada. Se dice que los espíritus de
los muertos merodean por aquel lugar cuando abandonan el mundo de los vivos. El
Cántico describe a la monstruosa criatura como si su piel fuese de un metal vivien
te imposible de dañar. Por mucho que lo intentaba, Ferrus no podía siquiera mellar l
a piel metálica de la bestia y sus puños se estrellaban contra ella sin llegar a dañar
la. Tras combatir a la criatura durante días a través de mares y continentes, Ferrus
no había perdido la fe en sí mismo y seguía convencido de su capacidad para derrotar
a la bestia. Consiguió acabar con el gran animal tras mantenerlo sumergido en un río
de lava, para lo que tuvo que sufrir horribles quemaduras que aguantó estoicament
e. Cuando sacó sus brazos de la lava, la sierpe ya no respiraba. Sin embargo, sus
manos se habían fundido con el metal viviente de la criatura, un metal tan flexibl
e como la carne y tan duro como la ceramita. Se conocen mitos anteriores a los q
ue se cuentan en los Cánticos de los Viajes y en los que Ferrus ya tenía estas manos
, pero solo en este mito se explica cómo llegó a adquirirlas.
Tras sus viajes, volvió a los clanes con nuevas y fantásticas ideas que explicó a todo
s los que quisieron escucharlas. Construyó extrañas y poderosas armas y herramientas
de metal dándoles forma con sus propias manos. Enseñó a los clanes unas maravillas qu
e nunca antes hubieran creído posibles. Fue un tiempo de progreso para Medusa; la
civilización de los clanes avanzó a gran velocidad y sus integrantes se hicieron cad
a vez más fuertes y orgullosos. "
Ete ser era,sin dudas una criatura Necrona,quien sabe si era un siervo del C'Tan
conocido como el Dragon.El caso es que Manus tenia parte Necrona y eso podria h
aberle mantenido vivo,con cabeza o sin ella....
LEGION XII- Devoradores de Mundos - Angron
Angron fue elevado a la categoria de Principe demonio y de todos los principes d
emonio primarcas es el mas activo de todos,pues atacoArmaggedon en la primera gu
erra,provoco el Dominio de Fuego,etc.Se cree que esta en el Ojo del Terror,pero
parece que tiene cierta facilidad para volver al mundo material.
LEGION XIII - Ultramarines - Roboute Guilliman
Ya en la segunda edicion se nos contaba que los ultramarines tenian su cadaver e
ntronizado protegido por un campo de estasis y que se podia ver la herida del cu
ello que lo mato(y que segun algunos milagrosamente se cura,algo imposible dentr
o de un campo de estasis).No fue hasta su index astartes cuando supimos que la h
erida se la hizo Fulgrim unos 100 años despues de la Herejia de Horus en los campo
s de batalla de Thessala.Asi que de momento,podemos decir que su "cadaver" se en
cuentra en el templo de la Correccion de la Fortaleza de Hera,en Macragge.Es uno
de los lugares mas venerados de todo el Imperio,junto con el Sepulcro de Sebati
an Thor y Terra.
LEGION XIV - Guardia de la Muerte - Mortarion
Mortarion alcanzo de la categoria de principe demonio y se gano un planeta en el
Ojo del Terror,el planeta de Plaga.Pero Mortarion es muy poco activo,se limito
de remodelar su mundo para que se pareciera a Barbarus,su planeta natal(cosa que
disgusto enormemente a su lugarteniente,Typhus) y a sentarse e su trono de plag
a,haciendo mas tenue su control sobre la Legion.
Como mucho manda flotas de plaga al universo material y poco mas...
LEGION XV - Mil Hijos -Magnus el Rojo
Magnus alcanzo la categoria de Principe de demonio muy rapido,justo despues de l
a Herejia y junto con Angron es el que mas se deja ver por el mundo de los morta
les(basten como ejemplo el intento fallido de invasion de Fenris en el M32,el in
tento de robo de la Lanza de Russ en Garm,osea el antiguo planeta natal de la le
gion ,Prospero,.....)
Magnus lanza multitud de flotas para capturar psiquicos o conseguir objetos magi
cos y es el principe demonio mas poderoso de Tzeentch.
LEGION XVI - Lobos Lunares/Hijos de Horus/Legion Negra - Horus
Horus murio a manos del Emperador en su propia barcaza de guerra(El Espiritu Ven
gativo).Sus hombtres sacaron su cuerpo de alli y lo levaron al Ojo del Terror,do
nde le construyeron un sepulcro templo fortaleza y le rindieron culto.Cuando est
allo la Guerra civil en el Ojo del Terror,la fortaleza sepulcro fue destruida y
su cadaver robado,que fue entregado por los Hijos del Emperador a Fabius Bilis p
ara que lo clonara(al menos,se cree que fue el,mas que nada,porque es el que mas
sabe de clonacion en las legiones traidoras).El resto de los Hijos de Horus jur
aron lealtad de Abbadon,que rebautizo a los Hijos de Horus como Legion Negra por
su fallo y acto seguido lanzo un contraataque a las instalaciones donde cloanba
n el cuerpo de Horus y ya tenian varios clones hechos y destruyo tanto las insta
laciones como los clones,asi como el cuerpo original.
Se supone que no quedo ninguno.Se supone.
LEGION XVII - Portadores de la Palabra - Lorgar.
Lorgar fue otro de los primarcas traidores que alcanzo el rango de principe demo
nio.Actualemente reside en el mundo demoniaco de Sicarus,dentro del Templo Infic
tium,en el Ojo del Terror y es el que ,entre otras cosas dirigie el Concilio Neg
ro(el encargado de elevar a apostol oscuro a un acolito de la legion),y de dirig
ir las Guerras Impias por todo la galaxia Imperial.
Como nota curiosa,todo apostol oscuro que muera y halla satisfecho a su señor es e
nterrado en Sicarus,ya que para ellos es una "Tierra Santa".
LEGION XVIII- Salamandras - Vulkan
Si hay una muerte de un primarca que me trae de cabeza es la del primarca de los
Salamandras.
Segun un antiguo libro de 40k murio 200 años despues de la Herejia(muriendo en com
bate singular contra Doombreed,el primer principe demonio de Khorne),segun el in
dex astartes de los templarios negros y su codex estaba vivo despues de la herej
ia,ya que vulkan,russ y dorn se opusieron a dividir sus legiones cuando guillima
n se lo pidio para poder defender mejor el imperio tras la derrota final de Horu
s...segun el libro de Fulgrim(de la Herejia de Horus)Vulkan desaparecio en una g
ran explosion en forma de hongo en istvaan V y segun el codex de marines de 5ª,Vul
kan desaparecio hace 7000 años a dia de hoy,aunque lucho en la Herejia en la Batal
la de los Rapidos de Devlin contra los Portadores de la Palabra,montado en el Ma
rtillo de Nocturne....
Segun los Salamandras Vulkan volvera cuando se descubran los 9 Tesoros de Vulkan
.Ya han encontrado 5 y faltan 4 mas.
LEGION XIX - Guarida Cuervo - Corax
En algunos textos antiguos la Guardia Cuervo suele llamarse Guardia Implacable
Segun el primer trasfondo oficial,Corax y su legion no estaban presentes en Istv
aan V y el final de Corax fue muy diferente:
"Durante la rebelión de Horus contra el Emperador la Guardia del Cuervo luchó a lo l
argo de los Bordes Sureños contra un Waaaaagh! Orko liderado por el Señor de la Guer
ra Kruk Piñozgrandez. Cuando las fuerzas de Marines Traidores cayeron sobre la Tie
rra, la Guardia del Cuervo estaba demasiado lejos del núcleo del Imperio como para
tomar parte en la lucha. Fue tras la última lucha a bordo de la nave insignia del
herético Horus, cuando los Cuervos llegaron apresuradamente en ayuda de su señor. L
os Ultramarines y los Lobos Espaciales les habían precedido y los Marines del Caos
estaban siendo empujados de vuelta al área conocida como el Ojo del Terror.
Lleno de amargura por haber fallado a su voto de proteger al Emperador, el Prima
rca llegó en audiencia al Trono Dorado. Allí, entre su verdadera familia, el Primarc
a de la Guardia del Cuervo juró venganza contra los asesinos de su padre. Rogal Do
rn, Jaghatai Khan, Ferrus Manus y Vulkan estaban presentes en tal ceremonia. Rob
oute y Russ estaban persiguiendo aún a los traidores. Fueron los últimos en ver a Co
rax con vida, y las palabras exactas que se pronunciaron sólo están vivas en sus rec
uerdos.
A la mañana siguiente el Alas de Oscuridad, la nave insignia de Corax, junto con l
a 1ª Compañía de la Guardia del Cuervo, hicieron un salto a través de la Disformidad hac
ia el Ojo del Terror. Corax no compartió sus planes con ninguno de sus hermanos, p
ero los demás Primarcas susurraban que el Cuervo (apodo informal por el que llamab
an a Corax) había comenzado otra guerra en solitario. Ni el Primarca ni los Marine
s que lo acompañaron fueron vistos de nuevo jamás. Después de diez años Roboute Guillima
n, el primer Alto Señor de la Tierra, los declaró oficialmente desaparecidos."
Mas Tarde se les puso en el desastre de Istvaan V y Corax fue en algunos el unic
o primarca Leal que sobrevivio y entros lo acompaño Vulkan.
Finalmente,es un Index Astartes se dice que tan deseoso estaba orax tras el desa
stre de Istvaan V de recomponer su legion que inicio procedimientos para haceler
ar la creacion de los marines,pero sus primeros resultados crearon monstruos(Los
Hombres alados que salen en la Saga del mismo nombre de los Lobos Espaciales).T
ras acabar la Herejia,administro el mismo a esos engendros la Paz del Emperador(
osea,un tiro en la cabeza) y partio de Libertas,su mundo natal,con supuesto rumb
o hacia el Ojo del Terror diciendo solo dos palabras:
"Nunca Mas".
LEGION XX -Legion Alfa - Alfarius
Supuestamente,Alfarius murio a manos de Guilliman en el planeta Eskrador.Supuest
amente,ya que en la novela Legion( que pronto saldra en castellano),Alfarius ten
ia un hermano gemelo,Omegon.Esto era lago que no sabia nadie,salvo quizas el pro
pio Emperador.Puede que Alfarius realmente muriera a manos de Guilliman,o tal ve
z fuera su hermano Omegon(ya que Alfarius no podia engañar con sosias a Guilliman)
.La verdad como todo lo que tiene que ver con la Legion Alfa,nunca se sabra....

SEGUNDA CRUZADA NEGRA


La 2 ª Cruzada Negra consistió principalmente en un asalto masivo al bastión recientem
ente construido de Cadia en el año 597.M32. Los ataques no eran menos poderosos en
número y fuerza o en salvajismo que la anterior cruzada, pero esta vez el Imperio
había tenido tiempo de preparar sus defensas.
Después de la 1 ª Cruzada Negra, el Emperador había considerado conveniente construir
defensas en la zona de la Puerta de Cadia, principalmente en Cadia misma, una fo
rtaleza en Némesis Tessera y un vasto puerto naval en Belis Corona, formando todo
ello una pared contra las que las fuerzas del Caos se estrellasen y pudieran ser
detenidas para evitar que amenazan el corazón del Imperio nunca más. Las lecciones
de la 1 ª Cruzada Negro fueron bien aprendidas, por ambas partes.
La invasión fue de nuevo dirigida por Abaddon el Saqueador, a la cabeza de un gran
ejército y una armada incluso superior en número y poder que la anterior invasión. Sa
lvajes y brutales combates fueron librados en todo Cadia, especialmente alrededo
r de los muros de las diversas fortalezas de ese mundo. El asedio se prolongó dura
nte cinco años de infierno y dolor para los defensores, mientras que los atacantes
sufrian una gran frustración por su incapacidad de superar la impenetrable defens
a que se habia establecido en su contra.
Después de que las fuerzas del Caos fueran bloqueadas en Cadia, comenzaron a derra
marse en los sistemas vecinos a la menor ocasion. Estos ataques fueron detenidos
magistralmente por diversas fortificaciones erigidas para la ocasión, inculcando
una nueva esperanza en los corazones de los hombres del Imperio. Abaddon se vio
obligado a retirarse una vez más al Ojo del Terror, donde espera, reconstruye sus
fuerzas y planea su próximo ataque.

LA ERA DE LA APOSTASÍA
La senda de la condenación
El poder de la Eclesiarquía se propagó por todos los aspectos de la vida Imperial. D
esde los humildes mineros y ordenanzas, pasando por los Oficiales de la Guardia
Imperial y la Armada, hasta los Gobernadores Planetarios y los propios Altos Señor
es de la Tierra, todos eran leales al credo Imperial, al menos en teoría. Muchas v
eces, los Altos Señores adoptaban el punto de vista de la Eclesiarquía, creyendo que
representaban la voz del Emperador; una opinión que el Ministorum no hizo nada po
r contradecir. En poco tiempo la Eclesiarquía dictaba indirectamente la ley Imperi
al, organizaba ejércitos, decidía qué amenazas eran prioritarias y hacia dónde debían diri
girse los recursos Imperiales.
A medida que el poder de la Eclesiarquía aumentaba, algunos elementos se rebelaron
contra el control que ésta ejercía sobre el Imperio. En los consejos de los Altos S
eñores, el Fabricador General de los Adeptus Mechanicus se opuso a la voluntad de
la Eclesiarquía, y los Señores de los Capítulos de Marines Espaciales también dudaban de
las órdenes Imperiales. Siguiendo su ejemplo, el Administratum también empezó a comba
tir el excesivo poder de la Eclesiarquía.
Rabioso por su pérdida de control, el Administratum comenzó a reestablecer su poder
como la fuerza dominante y aglutinante del Imperio. Así empezó un conflicto que ha p
erdurado siete mil años, hasta la actualidad. El Administratum ejercitó su influenci
a de diversas formas: socavando la autoridad del Eclesiarca, influenciando en la
s votaciones del consejo de los Altos Señores, y nombrando seguidores leales para
los puestos de importancia. Desde finales del trigésimo quinto milenio, el poder d
e la Eclesiarquía declinó. A consecuencia de la elección de una desastrosa serie de Ec
lesiarcas débiles e incompetentes, el Administratum consiguió arrebatarle al Ministo
rum la mayor parte de su poder. A medida que transcurría el tiempo, el Administrat
um recuperaba su supremacía. Para la mayor parte de la población la Eclesiarquía seguía
siendo tan fuerte como siempre, poderosa y omnipresente, pero entre bastidores e
ra el Administratum quien dictaba la agenda del Santo Sínodo.
En un intento de escaparse de las garras del Alto Señor del Administratum, el Ecle
siarca Benedin IV trasladó el Santo Sínodo y los escalafones superiores del Adeptus
Ministorum al planeta Ophelia VII en el Segmentum Tempestus. Éste había sido la dióces
is de Benedin como Cardenal, y posiblemente el planeta más rico después de la Tierra
y Marte.
Los Palacios de la Eclesiarquía en Ophelia cubrían 20.000 kilómetros cuadrados y se le
vantaban más de 4.000 metros hacia el cielo. Sólo eran superados por el Palacio Impe
rial de la Tierra. Separada de los designios del Administratum por la gran dista
ncia que los separaba, el poder de la Eclesiarquía volvió a aumentar. En una sucesión
de fuertes incrementos de diezmos, los recursos del Ministorum alcanzaron su pun
to culminante. Los Cardenales de las diferentes Diócesis competían entre ellos para
erigir los monumentos más espléndidos, para construir los templos y catedrales más ost
entosos y grandes. Las purgas de los denominados cultos herejes aumentaron signi
ficativamente, ya que cualquier oposición a la más pequeña voluntad de la Eclesiarquía e
ra brutalmente aplastada.
Al margen del Administratum, la Eclesiarquía empezó a formar su propia flota de nave
s interestelares y ejércitos. Las Fratrías Templarias, como se denominó a estas tropas
, estaban compuestas por una gran cantidad de transportes comerciales y naves de
guerra, y docenas de ejércitos cada uno de los cuales rivalizaba con un Regimient
o de la Guardia Imperial en cuanto a número de tropas. Mientras tanto, los edifici
os del Ministorum en la Tierra fueron desmoronándose y cayendo en ruinas.
A mediados del trigésimo quinto milenio, casi trescientos años después del traslado a
Ophelia VII, Greigor XI fue elegido para la posición de Eclesiarca. Greigor, un ho
mbre profundamente espiritual, era considerado el paso siguiente en el crecimien
to de la Eclesiarquía: aires frescos para despertar lo que se había convertido en un
apático Santo Sínodo. Sin embargo, los Cardenales no estaban en absoluto preparados
para lo que estaba a punto de suceder. Greigor anunció que el Adeptus Ministorum
regresaría a la Tierra. Aunque esta decisión recibió una fuerte oposición tanto desde de
ntro como desde fuera de la Eclesiarquía, Greigor creía que el verdadero centro de l
a Fe debía ser la Tierra, el planeta natal de la humanidad y lugar de reposo del E
mperador.
Nadie pudo disuadirle de esta decisión, y aunque llevó doce años organizar el regreso,
el tiempo necesario para reunir los recursos y las necesidades físicas del viaje
por el espacio disforme, las puertas de los Palacios Eclesiarcales de la Tierra
volvieron a abrirse una vez más. El acondicionamiento de los Palacios supuso una f
uerte carga para las ya maltrechas arcas de la Eclesiarquía. Al haberse agotado su
s fondos con el extremadamente costoso traslado a la Tierra, el Adeptus Ministor
um tuvo que incrementar aún más los diezmos para costear la reconstrucción.
Mientras proseguía el acondicionamiento, Greigor XI empezó a preparar los fundamento
s para otros cambios en el seno de la estructura del Adeptus Ministorum, cambios
que fueron considerados radicales por muchos de los miembros del Santo Sínodo. Un
a vez más, se negó a cambiar de opinión, pero antes de que sus innovaciones pudieran s
er puestas en práctica, Greigor XI murió al ser envenenada su comida. Se derramaron
muchas lágrimas en su funeral (se dice que seis millones de fieles pasaron ante su
capilla ardiente), y los Cardenales hablaron de un gran hombre que les había sido
arrebatado demasiado pronto. Sin embargo, antes de que las lágrimas se hubieran s
ecado y de que el cuerpo de Greigor hubiera sido enterrado en el Mausoleo del Re
cuerdo, fue elegido un nuevo y más conservador Eclesiarca, y el Ministorum continuó
tal y como había venido haciéndolo desde entonces.
La anarquía
Debido a las cada vez mayores demandas de los Cardenales, los diezmos de la Ecle
siarquía se incrementaron una vez más. Desafortunadamente, la mayoría de la población ya
se encontraba al límite de sus posibilidades, y este nuevo incremento fue conside
rado por muchos como innecesariamente desorbitado. En una gran cantidad de mundo
s Imperiales la población se rebeló abiertamente contra la Eclesiarquía, negándose a pag
ar. Incluso algunos Gobernadores Planetarios se pronunciaron en contra de los ex
cesos del Ministorum, pero nadie les escuchó.
La Eclesiarquía respondió con la venganza, enviando ejércitos para aplastar cualquier
signo de revuelta, y ejecutando a altos cargos por herejía. Alexis XXI utilizó el Of
icio Asesinorum para eliminar a varios Gobernadores que utilizaron los diezmos p
ara financiar sus propias Fuerzas de Defensa Planetaria, y se le atribuye el hab
er dicho: "Habían abjurado de la protección del Emperador para su propio beneficio m
aterial". Los diezmos se utilizaron para construir templos todavía más grandes, para
erguir estatuas de los Eclesiarcas difuntos junto a las autopistas de los plane
tas y para decorar los Palacios Eclesiarcales con los metales y joyas más raras.
La rebelión prosiguió. En todo el Imperio se produjeron revueltas en masa que las Fr
atrías Templarias de la Eclesiarquía sofocaban rápidamente. Todos aquellos que desafia
ban los derechos de la Eclesiarquía eran acusados de herejes y castigados en conse
cuencia. Hubo quien pensó que los sangrientos métodos de represión de la Eclesiarquía er
an excesivos, pero no eran nada en comparación con lo que estaba por llegar.
Cuando el Imperio todavía tenía problemas para sobrevivir a causa de las guerras y l
a falta de un verdadero liderazgo en la Tierra, nuevos desastres se cernieron so
bre la humanidad. A principios del trigésimo sexto milenio la incidencia de las to
rmentas de Disformidad empezó a aumentar. Los viajes entre las estrellas que no es
tuvieran próximas se volvió arriesgado, y a medida que pasaban los siglos el espacio
disforme fue convirtiéndose en una masa de turbulentas tormentas. La navegación se
hizo difícil por toda la Galaxia, y cientos de sistemas quedaron totalmente aislad
os. Con los recursos del Administratum y la Eclesiarquía concentrados en su lucha
por el poder, la mayor parte del Imperio se sumió en la anarquía. En los pocos plane
tas aún accesibles a las naves interestelares, el poder de la Eclesiarquía fue bruta
lmente impuesto por las Fratrías Templarias, y cualquier ligera desviación de sus sa
ntos decretos era considerada herética, colgando o quemando al responsable de ese
crimen.
Viendo las convulsiones que agitaban al Imperio, los incursores del Caos emergie
ron del Ojo del Terror para atacar los despojos de sus enemigos. Los Señores de la
Guerra Orkos asolaron amplias zonas de la Galaxia sin que nadie pudiera detener
les. En los planetas aislados de la Tierra los cultos del Caos y Genestealers se
rebelaron y depusieron a sus gobiernos, condenando a mundos enteros a la esclav
itud y las masacres. Los planetas que no fueron devastados por alienígenas lucharo
n por conservar lo que pudieron. Con el paso del tiempo incluso los planetas más a
vanzados comenzaron a doblar la rodilla. Como había sucedido anteriormente, sin la
firme guía del Adeptus Ministorum, incluso el Culto al Emperador comenzó a evolucio
nar hacia una serie de subcultos y sectas, y en los tiempos difíciles de aquellos
siglos, quienes alguna vez habían sido hermanos bajo la luz del Emperador combatían
uno contra el otro para imponer sus ideales religiosos.
La mayor parte del Imperio se encontraba sumido en un estado preapocalíptico. Zelo
tes enloquecidos denunciaban a la Eclesiarquía y proclamaban que el Emperador esta
ba disgustado con ella por su codicia y sus excesos, enviando tormentas de Disfo
rmidad como una prueba para juzgar a los buenos creyentes y separarlos de los he
rejes y pecadores. Azuzados por estas proclamas, los ciudadanos emplearon las fl
agelaciones y automutilaciones para probar sus convicciones y su fe. Poblaciones
enteras se convirtieron en masas hirvientes de cultos sumidos en la desesperación
, cada uno intentado superar al otro en sus demostraciones de devoción al Emperado
r. Extraños grupos desgajados crecieron en poder, proclamando sus causas radicales
. Pogromos sedientos de sangre masacraron a muchos inocentes mientras la población
trataba de aplacar la ira del Dios Emperador. En algunas comunidades cualquier
mínima desviación de lo que parecía normal conducía instantáneamente a la muerte del afect
ado y toda su familia. Poblaciones enteras fueron esclavizadas o masacradas al c
onsiderarlas culpables de alguna desviación genética real o imaginaria.
El alto señor Vandire
El nombre más infame conectado con la Era de la Apostasía y arquitecto del Reinado d
el Terror fue Goge Vandire, 361º Alto Señor del Administratum. Vandire tenía reputación
de intransigente y era un fuerte adversario de la primacía de la Eclesiarquía. Se ru
moreaba que utilizó asesinatos y chantajes para alcanzar el rango de Alto Señor, y n
adie dentro del Administratum se atrevía a oponerse a él. Poco antes de su ascenso a
l preciado cargo de Alto Señor, Vandire había sido decisivo en la elección del Eclesia
rca Paulis III, un degenerado incompetente que fue fácilmente controlado por Vandi
re y sus partidarios dentro del Ministorum.
Una vez bien afianzado en su posición dentro del Administratum, Vandire se puso en
marcha para hacerse con el control de la Eclesiarquía. Mientras otros Altos Señores
habían manipulado de forma encubierta al Adeptus Ministorum, Vandire fue totalmen
te abierto en sus intenciones. Al final Vandire en persona dirigió un contingente
selecto de oficiales de la Guardia Imperial hasta el Palacio Eclesiarcal y destr
onó a Paulis III en lo que sólo puede ser considerado como un golpe militar. Declara
ndo que Paulis III era un traidor a la humanidad, hizo que el Eclesiarca fuese s
umariamente fusilado, y ocupó el puesto dual de Alto Señor de la Tierra y de la Ecle
siarquía.
Sorprendido y aterrorizado, el Santo Sínodo no pudo hacer nada para oponerse a Van
dire, ya que éste empezó a eliminar a cualquiera que se le opusiese dentro del Minis
torum. Cuando la ira de Vandire cayó sobre los Cardenales, todos aquellos que aún no
habían huido decidieron regresar a Ophelia VII para escapar de las garras del Alt
o Señor. Sin embargo, el destino les jugó una mala pasada y en cuanto su nave entró en
el espacio disforme fue engullida por una enorme tormenta y nadie volvió a saber
nunca nada más de ellos. Vandire proclamó que era la voluntad del Emperador, evidenc
ia de su derecho divino a gobernar el Imperio en nombre del Emperador.
Vandire nombró Cardenales de su entero gusto para cubrir los bancos de caoba de la
s cámaras del Santo Sínodo. Seleccionó una calculada mezcla de dementes sin fuerza de
voluntad y genios brillantes con la suficiente cantidad de crueldad para asegura
rse de que apoyarían sus deseos sin réplica alguna. El Alto Señor poseía al fin el contr
ol total y sin oposiciones sobre la Eclesiarquía y el Administratum. El Imperio af
rontaba los momentos más terribles desde la Herejía de Horus.
El reinado del terror
Vandire estaba loco: era un paranoico megalómano que veía complots e intrigas por to
das partes. Su mente era retorcida en todos los aspectos, y disfrutaba torturand
o a sus víctimas, con la excusa de que estaba purificando sus almas para el Empera
dor. Esperaba que todas y cada una de sus palabras fueran anotadas para la poste
ridad, y constantemente le acompañaba una marabunta de escribas cuya misión era anot
ar cualquier cosa que dijera o cualquier tortura especialmente innovadora que in
flingiera en las transformadas catacumbas del Palacio Eclesiarcal. Su humor vari
aba violentamente, riendo un momento y violentamente furioso al siguiente.
Vandire caía a menudo en un estado de semitrance, durante el cual discutía consigo m
ismo con voz susurrante y en otras ocasiones gritaba sin razón aparente. Afirmaba
que estaba recibiendo mensajes del Emperador. Estos períodos meditativos siempre e
ran seguidos por accesos de violencia excesiva. Había instalado un descomunal mapa
tridimensional del Imperio en su Cámara de Audiencias, que era constantemente act
ualizado con la actividad de las tormentas de Disformidad. Tan pronto como era p
osible llegar a un mundo, enviaba una flota de guerra para establecer su control
en él.
El Reinado del Terror afectó a todo el Imperio. Muchos oficiales psicópatas del Ejérci
to y la Armada estaban demasiado dispuestos a ejecutar las órdenes de Vandire: el
bombardeo vírico del Mundo Colmena de Calana VII sin razón aparente; la invasión de la
s tierras agrícolas de Boras Minos y la posterior esclavización de todas las niñas men
ores de doce años de edad; la utilización de las baterías orbitales de Jhanna para fun
dir los casquetes polares del planeta, donde murieron ahogadas casi cuatro billo
nes de personas en las inundaciones resultantes. La lista es interminable, metic
ulosamente registrada por los escribas de Vandire. Éste dictaba largos discursos l
amentándose del maltrecho estado del Imperio, exigiendo justicia contra el sector
de la humanidad que en ese momento fuera el objetivo de su odio.
Las hijas del emperador
Al principio del Reinado del Terror, la inmensa red de espías de Vandire notificó al
Alto Señor la existencia de un secta que hasta entonces había evitado la atención del
Ministorum. Se trataba de un pequeño culto, de quizás unos 500 miembros en total, e
n el diminuto mundo agrícola de San Leor. Vandire estaba furioso cuando por primer
a vez oyó hablar del grupo, pero mientras sus agentes continuaban explicando la na
turaleza de su culto, sus intenciones homicidas se convirtieron en codicia. La s
ecta, conocida como las Hijas del Emperador, estaba compuesta sólo por mujeres que
se consagraban a la adoración del Emperador a través de la pureza interior. Las Hij
as del Emperador estudiaban los antiguos artes de la guerra, empleando un gravos
o proceso de aprendizaje para liberar sus mentes de cualquier consideración mundan
a, mejorando sus habilidades a lo largo de toda su vida. Vandire ordenó que se pre
parara inmediatamente una nave para viajar a San Leor, y anunció que honraría al pla
neta con una visita Eclesiarcal.
Con un séquito de casi cien mil sirvientes y soldados, Vandire llegó a San Leor. Mie
ntras la procesión de kilómetros de longitud se dirigía hacia el templo de las Hijas d
el Emperador, los agentes de Vandire precedieron a la caravana del Eclesiarca, o
bligando a la escasa población de granjas y pueblos a alinearse a lo largo de las
calles de sus poblaciones y mostrar el debido respeto. Aquellos que no lo hacían e
ran ejecutados en el acto, sin tener en cuenta sus razones. Incluso los ancianos
y los recién nacidos fueron sacados de sus casas para presenciar la llegada del E
clesiarca. Las multitudes, a punta de pistola, eran provistas de laureles y rega
los con los que obsequiar al Señor Vandire, tirándole flores perfumadas y alabándole.
Los holovídeos de las diversas ceremonias realizadas por el Señor Vandire se difundi
eron por todos los planetas accesibles por el Imperio, aprovechando esta propaga
nda para reforzar más aún el poder del Eclesiarca.
Al llegar al templo, Vandire encontró las puertas cerradas a cal y canto, y fue in
formado por una joven Hija del Emperador de que la Orden no reconocía su autoridad
. Esperando la acostumbrada explosión de rabia y destrucción, los aterrorizados func
ionarios de Vandire temieron por sus vidas. Sin embargo, Vandire había tenido en c
uenta la posibilidad de una respuesta tan insolente y ya había pensado una solución.
Ordenó a las Hijas del Emperador que presenciaran un hecho que demostraría que tenía
el favor del Emperador.
Acompañado por una pequeña escolta, Vandire entró en el templo y fue conducido al salón
principal. Ante toda la Orden reunida, Vandire se arrodilló en súplica al Emperador,
solicitando su protección mientras aferraba el Rosarius del Eclesiarca con ambas
manos. Levantándose nuevamente, ordenó a un miembro de su escolta disparar sobre él co
n su pistola láser. Al principio el oficial se negó, pidiendo a Vandire que no se pu
siera en peligro. La respuesta de Vandire que ha quedado registrada fue: "No hay
peligro, tengo la protección del Emperador. ¿Dudas de ello?". El oficial no tuvo re
spuesta para esta pregunta, llena como estaba de doble sentido y porque ocultaba
una amenaza de castigo. Fríamente, alzó su pistola, apuntó al pecho del Eclesiarca y
disparó.
Cuando el fogonazo de energía impactó a Vandire, se produjo una explosión de luz, cega
ndo a todos los que se encontraban en la sala. Cuando recuperaron sus sentidos,
vieron a Vandire en pie, totalmente ileso en el centro de la sala apoyado en su
cetro de hueso. Casi al unísono, los Guardias y las Hijas del Emperador cayeron de
rodillas en adoración. Según explicó posteriormente a sus escribas, Vandire había supue
sto que las aisladas Hijas del Emperador jamás habrían oído hablar del Rosarius, o del
generador de una pantalla de conversión que contenía.
Recibiendo el juramento de fidelidad de las Hijas del Emperador, Vandire elevó la
secta a la posición de guardia personal del Eclesiarca y se las llevó consigo de reg
reso a la Tierra. Desde entonces, las mujeres guerreras se convirtieron en su es
colta personal de soldados y asistentes, y Vandire las rebautizó como Consortes de
l Emperador. Fueron entrenadas por los mejores instructores de la Guardia Imperi
al para combinar sus propias habilidades con las armas modernas. La noticia de s
u dedicación a la protección de Vandire se propagó por todo el Imperio. Eran sus fiele
s guardianas y sus silenciosas ejecutoras, que matarían con una sola palabra de su
Señor.
Las Consortes del Emperador no sólo servían a Vandire como escolta personal, si no q
ue también eran sus criadas y asistentes. Probaban la comida del Alto Señor, lo alim
entaban cuando se encontraba débil por la enfermedad, cuidaban su frágil cuerpo y lo
entretenían con canciones, bailes y otras habilidades más exóticas. Pese a toda su du
lzura, cuando era necesario las Consortes del Emperador seguían siendo duras comba
tientes, y cuando el Santo Sínodo intentó asesinar a Vandire unos años más tarde, las Co
nsortes entraron en la sala de reuniones, cerraron las puertas y salieron una ho
ra más tarde llevando las cabezas cortadas de todos los Cardenales.
Sebastian Thor
La violenta represión y las carnicerías infundadas prosiguieron durante siete décadas
tras la ascensión de Vandire al Palacio Eclesiarcal. Los recursos del Adeptus Mini
storum se destinaban a los sangrientos pogromos y a la construcción de nuevos e in
mensos monumentos del Emperador y Vandire. Sin embargo, la locura de Vandire se
dirigía siempre hacia el exterior, y aunque los planetas más remotos disponían de torr
es y catedrales kilométricas, el Palacio Eclesiarcal de la Tierra cayó de nuevo en e
l abandono. Se desmoronaron alas enteras del edificio a causa del peso de los si
glos, y los inmensos candelabros e incensarios de la Cámara de Audiencias se dejar
on extinguir.
Mientras el resto del Imperio refulgía con el brillo del oro y el platino, y respl
andecía con la luz de millones de gemas raras, el dominio personal de Vandire se c
onvirtió en un oscuro cubil de sombras y vientos gélidos y húmedos. En algunos lugares
el polvo se acumulaba hasta los tobillos; las antiguas reliquias estaban mancha
das y deslustradas; los tapices se desgastaban y enmohecían; las ratas y otras ali
mañas dejaban su huella en las valiosísimas alfombras. Muchas veces, la gran sala es
taba iluminada tan sólo por un único candelabro, y tan sólo algunas pisadas dispersas
delataban la presencia en la oscuridad de las Consortes del Emperador.
Incluso durante el día, la pátina de mugre y suciedad que cubría las vidrieras apenas
dejaba pasar un rayo de luz solar. Cuando las lluvias persistentes limpiaban el
exterior de los ventanales, un haz de luz más clara podía llegar hasta el suelo de l
a gran sala, pero en esos casos Vandire se retiraba a sus habitaciones y se sent
aba durante días en completo silencio. El Alto Señor caía en largos sueños en los que, a
tormentado por las pesadillas, lanzaba aullidos histéricos. Su anciano cuerpo fue
saturado de drogas y elixires para evitar las inevitables enfermedades y achaque
s de la edad. Sin embargo, con las armas de las Consortes del Emperador siempre
dispuestas a obedecer su voluntad, el inválido Alto Señor seguía mandando con puño de hi
erro. En sus momentos de mayor lucidez, podía oírse al achacoso Vandire murmurando c
ontra la luz. Las notas de sus escribas indican que su temor hacia la luz solar
crecía día a día.
La llegada de un joven agente procedente de los límites septentrionales de la Gala
xia, en los alrededores del planeta Dimmamar, causó una gran conmoción en la Tierra.
Su informe preocupó a los consejeros del Alto Señor y causó un estallido de ira apopléj
ica en Vandire. Dimmamar había denunciado al Alto Señor como traidor al Imperio y lo
s antiguos rituales de la Confederación de la Luz estaban siendo restaurados en to
da la Diócesis. El nombre de un hombre se repetía una y otra vez por todo el Segment
um Obscurus. Ese nombre era Sebastian Thor.
Nadie en la Tierra sabía de dónde procedía este hombre o cuáles podían ser sus objetivos.
Los Altos Señores iniciaron un debate de más de un mes sobre las acciones que debían l
levarse a cabo. Después de su estallido inicial, Vandire se encerró en sí mismo más que
nunca, y en la mayoría de las reuniones del consejo aparecía acurrucado en el trono
de ébano y terciopelo del Eclesiarca, rodeado por las siempre vigilantes Consortes
del Emperador, con sus ojos fijos en el vacío. Cuando llegaron nuevas noticias de
la revuelta, fue evidente que la rebelión tenía que abortarse rápidamente. En tres me
ses otros ochenta sistemas habían declarado su lealtad a la Confederación de la Luz
y sólo la presencia de los ejércitos y flotas del Ministorum evitaba que sucediera l
o mismo en otros sectores de los límites septentrionales de la Galaxia. Para neutr
alizar esta amenaza se envió a las Fratrías Templarias más leales, con la orden de arr
asar Dimmamar y aniquilar a toda criatura viviente del planeta.
La flota de guerra partió rápidamente, pero poco después de entrar en el espacio disfo
rme cerca del sistema Clax, fue destruida por una tormenta de Disformidad de pro
porciones colosales. La última transmisión astropática hablaba de arcos de energía blanc
os que partían los cascos de las naves, la potencia de la tormenta retorcía literalm
ente a hombres y máquinas, haciendo implosionar a los soldados y desintegrándolo tod
o. El sistema Clax ha quedado aislado desde entonces por la tempestad, y se dice
que aquellos que pasan por sus proximidades todavía pueden oír los gritos de los mu
ertos y el eco de los últimos pensamientos de los Astrópatas. Es un área de malos augu
rios conocida actualmente como la Tormenta de la Ira del Emperador.
Con este severo revés para el poderío militar de la Eclesiarquía, la totalidad de la p
oblación del Segmentum Obscurus se alzó en rebelión. Los Palacios Cardenalicios fueron
asaltados por fanáticos conversos, que rasgaron los tapices, quemaron los iconos
y rompieron las vidrieras. En medio de toda esta locura, el nombre de Sebastian
Thor seguía repitiéndose. ¿Quién era esta misteriosa figura que parecía buscar la destrucc
ión de la Eclesiarquía y con ella la del propio Imperio? Quizás se trataba de algún inst
rumento de los Dioses del Caos, otro Horus intentando esclavizar de nuevo a la h
umanidad. También era posible que alguna otra fuerza alienígena lo controlara: una d
e las numerosas criaturas del espacio disforme, o alguna raza inmensamente poder
osa no detectada hasta entonces. A medida que los agentes del Ministorum fueron
reuniendo más información, los Altos Señores quedaron sorprendidos por las noticias.
Thor no era ninguna entidad demoníaca con intención de corromper el Imperio; era sólo
un hombre educado en una Escuela Progenium de Dimmamar. Los interrogatorios a an
tiguos compañeros revelaron que había sido un devoto, aunque introvertido, seguidor
del Culto Imperial desde muy temprana edad. Sin embargo, Thor había afirmado recie
ntemente tener visiones del Emperador, y había avisado del desastre que estaba a p
unto de caer sobre la humanidad. Se decía que Thor había echado a un viejo Predicado
r de su púlpito en medio de una oración y había denunciado los procedimientos de la Ec
lesiarquía. Con una elocuencia y un carisma que los informantes no podían explicar,
Thor se dirigió a los presentes, penetrando con sus palabras en sus mentes y coraz
ones.
Las nuevas del incidente se propagaron rápidamente, y pronto millares de personas
acudieron a oír sus sermones y marchaban junto a él con un nuevo celo religioso que
ardían en sus almas, propagando aún más el mensaje. Algunos miembros de la herética Conf
ederación de la Luz se aproximaron al joven en secreto, y en su siguiente sermón dec
laró abiertamente su lealtad a la secta. Thor fue conducido ante el Comandante Imp
erial, Gaius Welkonnen, y le habló de sus sueños y visiones, y de su ambición por libe
rar al Imperio de la tiranía de Vandire. Nadie podía explicar qué extraño poder contenía l
a voz de Thor, pero el Gobernador inmediatamente juró lealtad a Sebastian Thor y p
uso el ejército de Dimmamar a su disposición, como el adepto había solicitado.
Cuando se propagó la noticia, el Segmentum Obscurus se sumió en la anarquía, y por doq
uier se produjeron profanaciones, saqueos y actos de destrucción indiscriminada. A
unque los espías de Vandire eran descubiertos y eliminados con gran eficiencia, se
hizo evidente que el "ejército" de Sebastian Thor había crecido hasta alcanzar la c
ifra de más de cinco millones de seguidores en menos de un año, y que esta gigantesc
a comitiva estaba dirigiéndose lenta pero inexorablemente hacia la Tierra. Incluso
algunas Fratrías Templarias supervivientes se habían unido a sus fuerzas.
Se multiplicaron las leyendas sobre Thor y su larga marcha, y sobre los milagros
que se atribuían a su presencia. Algunos eran explicables por la increíble oratoria
del joven adepto, como la forma en que los habitantes de los planetas por donde
pasaba reunían sus recursos para proveerle de todo los necesario para alimentar y
alojar a su inmensa comitiva. Otros continúan siendo un misterio, como las leyend
as de los Navegantes sobre la calma total del espacio disforme mientras viajaban
de un sistema a otro. Aunque el resto de la Galaxia todavía estaba afectada por l
as devastadoras tormentas que habían aislado al Imperio desde hacía muchos siglos, l
a gigantesca flota de la Confederación de la Luz atravesaba el espacio disforme si
n el menor percance. El Paternal de los Navegantes le dio el título de Abstracta P
reomnis, el Señor del Espacio Disforme.
Las noticias sobre Sebastian Thor se extendieron desde el Segmentum Obscurus hac
ia otras partes del Imperio. La distancia exageró el mensaje, y pronto Thor estaba
siendo aclamado como un Dios. Al haber sido destruido la mayor parte de su ejérci
to en Clax, el Adeptus Ministorum no podía hacer nada para evitar que un sistema t
ras otro, una diócesis tras otra cambiasen su lealtad hacia la nueva creencia reli
giosa predicada por Thor. A pesar de la abierta oposición de muchos Cardenales y C
onfesores que veían cómo su poder, sus tradiciones y su forma de vida estaban siendo
destruidos, el credo de Thor convirtió a millones de seguidores. La cooperación y e
l sacrificio pasó a ser la doctrina de aquellos que oían los apasionados discursos d
e Thor, pronunciados en todos los planetas por los que pasaba a lo largo de la r
uta hacia la Tierra. Aunque muchos se opusieron a Thor, en todo el Imperio la si
tuación general estaba en contra de Vandire. Las masas habían sido presionadas hasta
el límite, pero esta vez tenían un líder que les guiaba.
Las guerras de la apostasía
Todavía tenían que llegar noticias más preocupantes al consejo de los Altos Señores. Has
ta ahora, el Adeptus Mechanicus y los Capítulos de Marines Espaciales habían jugado
un papel secundario en la Era de la Apostasía. Las violentas tormentas del espacio
disforme hacían que recorrer largas distancias fuera, en el mejor de los casos, a
rriesgado, e imposible en algunas zonas. Los planetas del Adeptus Astartes y los
Mundos Forja del Adeptus Mechanicus se convirtieron en fortificaciones en medio
de un mar de anarquía. Estas organizaciones estaban a la defensiva, protegiendo l
os pocos sistemas que podían de los desmanes de la Era de la Apostasía y las masacre
s del Reinado del Terror de Vandire. De todo el Imperio, tan sólo estos pequeños enc
laves consiguieron sobrevivir toda la Era sin sufrir daños importantes, gracias a
la protección del Adeptus Mechanicus y los Marines Espaciales que los salvaron de
los peores sucesos de esa terrible época.
Al recibir noticias de Sebastian Thor y la propagación de la Confederación de la Luz
, muchos Señores de los Capítulos de Marines Espaciales del Segmentum Solar y los se
ctores más próximos del resto del Imperio empezaron a apoyar abiertamente a este mov
imiento. El Adeptus Mechanicus envió requerimientos a los Altos Señores para que tom
asen la iniciativa y juzgaran y ejecutaran a Vandire por traición. La respuesta de
Vandire fue disolver el consejo de Altos Señores y ordenar al resto de sus ejército
s y flotas que atacasen a los insurrectos Marines Espaciales y al Culto Mechanic
us. Muchos oficiales se negaron a cumplir órdenes suicidas como esa y fueron quema
dos o fusilados por alta traición y herejía. Fueron reemplazados por comandantes más m
anejables, pero esta vez se hizo evidente la traición de Vandire. Enfurecido por l
o que vio, Gastaph Hedriatix, Fabricador General del Adeptus Mechanicus, ordenó el
transporte de regimientos de la Tecno Guardia marciana a la Tierra. A estos reg
imientos se les unieron los Marines Espaciales de los Capítulos Puños Imperiales, Ha
lcones Llameantes, Bebedores de Almas y Templarios Negros.
Aunque la mayor parte del Palacio Eclesiarcal había quedado en ruinas, el complejo
central que albergaba el salón del trono de Vandire continuaba siendo una fortifi
cación casi inexpugnable. Durante meses, las fuerzas combinadas de la Tecno Guardi
a y los Marines Espaciales intentaron abrir una brecha en los muros, pero fueron
rechazados una y otra vez por las Consortes del Emperador, que en esa época conta
ban con diez mil guerreras. Mientras los gigantescos cañones del Adeptus Mechanicu
s bombardeaban una y otra vez los muros del Palacio, y las escuadras de asalto d
e los Marines luchaban por corredores de kilómetros de longitud plagados de muerto
s, la atención de Vandire y los Altos Señores se dirigía hacia el exterior. Pero era d
esde el interior de donde iba a llegar el mayor peligro.
La caída del alto señor
Desde el inicio del Reinado del Terror, otra organización había permanecido al marge
n de la carnicería y la devastación. Desde el interior de los seguros muros del Pala
cio Imperial, el Adeptus Custodes había continuado su eterna vigilia del Trono Dor
ado. Para escapar a la anarquía que prevalecía, y asegurar la protección del propio Em
perador, los Custodios se habían aislado voluntariamente del exterior. Sólo algunos
retazos de información habían atravesado los sellados muros de los más sagrados lugare
s, y fue sólo cuando los Marines Espaciales y los Adeptus Mechanicus atacaron a Va
ndire que conocieron la verdadera extensión de la traición cometida por el Alto Señor.
Durante sus encuentros secretos con los Comandantes de los Marines Espaciales,
los Adeptus Custodes tuvieron noticia del Reinado del Terror y de las Consortes
del Emperador que defendían al Alto Señor traidor. La misteriosa orden aconsejó a los
Marines Espaciales que continuaran su ataque mientras ellos hacían lo que estuvier
a en sus manos.
Las defensas del Palacio Eclesiarcal no constituían obstáculo alguno para los Adeptu
s Custodes, con sus conocimientos milenarios del Palacio Imperial y de sus miles
de kilómetros de corredores ocultos y pasadizos secretos. Un pequeño contingente de
Custodios, al mando de un Centurión de los Comilitones, se abrió paso hasta el cent
ro del dominio de Vandire. Saliendo de los túneles secretos, no tardaron en ser de
tenidos por las Consortes del Emperador. Solicitando una tregua para parlamentar
, el Centurión dejó en el suelo sus armas y caminó al encuentro de las guardianas de V
andire. Durante una hora desarrolló una apasionada petición para que las Consortes d
el Emperador renunciasen a sus juramentos, intentando convencerlas de que estaba
n combatiendo en nombre del mal, no del Emperador. Sin embargo, las Consortes de
l Emperador no se dejaron convencer por sus argumentos, y al anónimo Centurión no le
quedó más que una opción. Dejando a sus hombres como rehenes, el Centurión guió a la ofic
ial de las Consortes del Emperador y a una escolta de cinco guerreras a través de
los túneles.
Las Consortes del Emperador pronto se encontraron perdidas en el interior del os
curo y retorcido laberinto, pero el silencioso Centurión las condujo sin titubeos
hasta el interior del Palacio Imperial. Finalmente aparecieron ante una luz mort
ecina, frente a los Comilitones que custodiaban La Puerta; la entrada secreta a
la Sala del Trono Dorado. El Centurión les explicó lo que estaba sucediendo, que las
mujeres guerreras estaban a punto de entrar en el lugar más sagrado de la Galaxia
, y que él las conduciría ante el propio Emperador. Iban a ver lo que nadie, salvo l
os Primarcas Marines Espaciales y los Comilitones había visto durante seis milenio
s. El Centurión les avisó de que si hablaban morirían, y las guió hacia la luz dorada qu
e escapaba del portal entreabierto.
Lo que vieron no ha quedado registrado, y los Comilitones hicieron jurar a las C
onsortes del Emperador que guardarían el secreto. Se rumorea que vieron al Emperad
or, inmovilizado por las energías del Trono Dorado. Lo que sucedió entre ellas y los
Comilitones también es causa de muchas especulaciones, pero cuando volvieron a cr
uzar La Puerta, sus ojos ardían con un odio y una furia incontrolables. Sin pronun
ciar una palabra, el Centurión las guió de nuevo a través de los lúgubres túneles, esta ve
z directamente hasta la Cámara de Audiencias. Su oficial, Alicia Dominica, habló de
la traición de Vandire y su depravada corrupción de la Eclesiarquía, pero sobre todo h
abló de la retorcida perversión de la orden. Furiosas y avergonzadas, renunciaron al
nombre de Consortes y se convirtieron una vez más en las Hijas del Emperador.
Durante todo este tiempo, Vandire había permanecido ignorante de la revuelta que s
e cernía sobre él, estudiando el mapa tridimensional del Imperio. Saliendo de su int
rospección, parpadeó sorprendido cuando se percató de las guerreras congregadas a su a
lrededor. El distante sonido del tiroteo había enmudecido en cuanto el mensaje se
había extendido por el Palacio Eclesiarcal. Las cuatro mil combatientes que habían s
obrevivido al salto de los Marines Espaciales y la Tecno Guardia fueron reuniéndos
e lentamente en el gran salón.
Vandire pronunció un apasionado discurso, explicando qué sistemas tenían que ser aplas
tados, dictando órdenes para que se enviaran flotas para aniquilar a Thor y a sus
seguidores. Sin embargo, incluso sus escribas lo habían abandonado, y se había queda
do solo en la Cámara de Audiencias con las vengativas Hijas del Emperador. Alicia
Dominica se enfrentó a Vandire. Sus palabras están grabadas sobre el negro sarcófago d
e marfil que contiene su cuerpo:
"Habéis cometido la mayor herejía. No sólo habéis dado la espalda al Emperador y abandon
ado su luz, sino que además habéis profanado su nombre y casi destruido todo aquello
por lo que él ha luchado. Habéis pervertido y retorcido la senda que había establecid
o para que siguiera la Humanidad. Como vuestros propios decretos han establecido
, no puede haber gracia para tal crimen, no puede sentirse piedad para un crimin
al como este. Renuncio a vuestra autoridad, camináis en la oscuridad y no podéis seg
uir viviendo. Vuestra sentencia ha sido aplazada durante demasiado tiempo. Ha ll
egado el momento de que muráis."
Dominica desenfundó su espada de energía y la sostuvo en alto para que todas la vier
an. Vandire miró hacia las guerreras congregadas, confuso, con el entrecejo frunci
do. Negando ligeramente con la cabeza, el Alto Señor susurró sus últimas palabras:
"¡No tengo tiempo para morir... estoy demasiado ocupado!"
La espada de energía cayó, decapitando al Alto Señor traidor de un solo tajo y partien
do su Rosarius por la mitad.
El Reinado del Terror había terminado.

TERCERA CRUZADA NEGRA


La 3 ª Cruzada Negra, también conocido como el Acoso de Tallomine, se produjo en 909
.M32. Fue dirigida por el que se conoce como Tallomin, el Príncipe de los Príncipes
Demonio. Poco se sabe de las batallas que tuvieron lugar, pero los Lobos Espacia
les se dice que fueron el principal bastión contra la marea del Caos. El estado ac
tual del Príncipe Demonio es desconocido.

CUARTA CRUZADA NEGRA


La 4 ª Cruzada Negra sería muy costosa para el Imperio, al suponer la destrucción de l
a Ciudadela de Kromarch y la pérdida de muchas vidas. El ataque comenzó en 001.M34 y
fue dirigido por Abaddon. Abaddon habia aprendido bien de sus dos últimas Cruzada
s Negras, asediando las puertas de Cadia, mientras ocultaba la mayor parte de su
s fuerzas en las agrestes tierras del Segmentum Obscurus.
En su camino a Terra, Abaddon aterrizó con sus fuerzas en El'Phanor, donde tuvo lu
gar su ataque final. Abaddon dirigió personalmente a sus fuerzas contra los defens
ores, perdiendo en sus ataques gran cantidad de sus seguidores y guerreros, que
caian a su alrededor, hasta que finalmente las defensas se derrumbaron bajo la p
resion del ataque. Abaddon dio rienda suelta a sus tropas sobre la ciudad y ningún
hombre, mujer o niño se salvo del salvaje ataque del Caos. Este movimiento sin em
bargo condeno a Abbadon, ya que dio a la fuerzas imperiales tiempo para reagrupa
rse y planear la venganza. Las fuerzas imperiales cayeron sobre la marea del Cao
s de improvisto y los borraron de la faz del planeta, siendo muy pocos los que e
scaparon al Ojo del Terror, indicando el final de la Cruzada Negra.

LA PURGA DE LASTRATI
Hasta que una secta conocida como Ejército Drino se hizo con su control. Lastrati
era un importante mundo colmena del Urtima Segmentum. El Ejército Divino mostraba
una intolerancia sin igual con todos aquellos que se desviaban aunque fuera mínima
mente de una doctrina con la que sus líderes postulaban cómo debía ser el humano perfe
cto. Virus alterados genéticamente para atacar algunos rasgos humanos en concreto
erradicaron gran parte de la población y, cuando el Imperio, resiabloció el contacto
con este remoto planeta, su población había descendido a dos millones y medio, cuan
do antañofiábia contado con catorce billones.
Lastrati se había convertido en un lugar de peregrinación y durante siglos, los crey
entes hablan llegado a visilar lugares como la Colma de los Herejes y la Llanura
de la Pureza. Cuando la Cruzada de Athator. dirigida por el Mariscal Gerv hart.
llegó hasta Lastrati. Gevhart y sus comandantes descendieron a la superficie para
inspirarse en un lugar tan sagrado como aquel. Nada más aterrizar se dieron cuent
a ce que la población del planeta había adoptado sangrientos y barbaros ntuales y qu
e sacrificaban seres humanos para alcanzar la perfección. El Mariscal Gervhart ord
enó erradicar lanía degeneración antes de seguir adelante con su cruzada y solamente p
ormitió vivir a aquellos que no tenían mácula alguna; lo que fue visto como un acto de
piedad que tuvo gran repercusión en la vida del Mariscal Gervhari tiempo después.

ELUXCIDAR EL GUARDIAN
En el momento álgido de la Cruzada Altidana, los Ángeles Oscuros llevaron a cabo un
asalto contra la colonia mundo 156 del sistema, un planeta poblado de peregrinos
y colonos que hacía tiempo que habían rechazado el gobierno de Terra y se habían decl
arado independientes. El concilio regidor de la cruzada ordenó que un regimiento d
e la Guardia Imperial atacase a los rebeldes, pero los Ángeles Oscuros decidieron
actuar según una información que habían recibido y que se negaron a desvelar. Los Ángele
s Oscuros no iban a esperar, así que el concilio se vio forzado a darles su autori
zación.
El contingente de Marines Espaciales estaba compuesto por tres escuadrones del A
la de Cuervo, cinco escuadras del Ala de Muerte y cinco escuadras tácticas de la 5
a compañía junto con sus vehículos de apoyo correspondientes). En el despliegue inicia
l bajaron los escuadrones del Ala de Cuervo, que se dispersaron por lo claros de
hongos de las zonas ecuatoriales. En solo seis horas, el Ala de Cuervo envió toda
la información necesaria de las diferentes bases rebeldes y dio comienzo la segun
da fase del asalto siguiendo la doctrina de actuación del capítulo.
Mientras que el Ala de Cuervo hostigaba al enemigo, la 5º compañía desplegó en sus cañoner
as Thunderhawk. Establecieron un cordón del que nadie podría escapar en torno al ene
migo y se lanzaron contra las posiciones más avanzadas. Luego, en respuesta a las
señales enviadas por las balizas del Ala de Cuervo, el Ala de Muerte se teleportó di
rectamente en el cuartel general de los rebeldes, donde empezó a sembrar la destru
cción inmediatamente.
Al poco rato, el Ala de Muerte se encontró con el enemigo que habían venido a combat
ir realmente; que no eran los colonos separatistas, sino su líder: Elucidax el Gua
rdián, un hereje que había inspirado decenas de rebeliones en todo el cuadrante. Per
o los Ángeles Oscuros conocían a este hombre con otro nombre, más antiguo: Zeriah, uno
de los capitanes de la 149 compañía de asalto de la legión de los Ángeles Oscuros.
Zeriah era un oponente formidable y mató a docenas de Ángeles Oscuros antes de ser h
erido gravemente por el disparo de un cañón de asalto que le voló la mitad del pecho.
El Ala de Cuervo capturó a su rival y lo transportó a la Roca. Se dice que el capellán
interrogador Asmodai pudo extraerle al Caído una confesión que hizo que toda su ban
da fuera capturada. No obstante, Zeriah se opuso a admitir sus pecados y que se
hubiera unido junto a Luther a la rebelión contra el capítulo, así que permanece encer
rado en una celda.

ACRÓPOLIS DE KURIN
Los honores de batalla que decoran los estandartes de la 3º de los Ángeles Oscuros s
on numerosos y gloriosos a un mismo tiempo, pero pocos le reportan tanto honor c
omo el ribete que conmemora la batalla por el control de la Acrópolis de Kurin, en
Persembe II.
Persembe, que se encuentra muy cerca del Ojo del Terror, ha sufrido numerosos at
aques a lo largo de los milenios, pero ninguno tan terrible como el del Sumo Ana
rquista Potchek. Este corrupto y pérfido magister del Caos llevó a cabo un asalto or
bital contra el planeta que dejó temblando las defensas de Persembe. En una semana
, las legiones de herejes, mutantes y demonios de Potchek habían acabado con toda
resistencia y las pocas tropas imperiales que quedaban en pie se habían visto obli
gadas a retirarse a la Acrópolis de Kurin, un templo ancestral alzado en honor del
Emperador durante la Gran Cruzada. Los soldados de Persembe decidieron defender
se y morir aquí, pero no sin vender cara su vida.
Pero la 3º compañía de los Ángeles Oscuros descendió sobre el planeta y las tropas imperia
les no tuvieron que morir. Cuando las hordas demoníacas del Sumo Anarquista avanza
ron, ante ellas cayeron decenas de cápsulas de desembarco. Los Ángeles Oscuros crear
on un cordón de defensa entre la Acrópolis y los enemigos. Antes incluso de que las
Thunderhawks acabasen de desplegar los vehículos de apoyo, las escuadras tácticas or
ganizaron una defensa desde las cápsulas de desembarco. El rugido del bólter y los a
ullidos guturales de los demonios tapaban cualquier otro sonido. Las hordas demo
níacas del Anarquista efectuaron una docena de ataques, pero eran rechazadas una y
otra vez, pues los Ángeles Oscuros no sentían miedo ni de estas bestias ni de su fu
ria. Hombro con hombro con su escuadra de mando, el Maestre Baradiel orquestó una
defensa que impidió el avance de las fuerzas enemigas. Cuando los vehículos de apoyo
estuvieron desplegados, los Ángeles Oscuros empezaron a avanzar hacia el enemigo,
cerrando un círculo en torno a él.
Baradiel montó en su Land Raider personal, el Furia de Caliban, y su escuadra de m
ando se introdujo de lleno en el corazón del enemigo. Flanqueado por implacables M
arines Espaciales, Baradiel buscó al Anarquista. Potchek era un gran hechicero y l
evantó sus manos al tiempo que empezaba a entonar un encantamiento; pero nunca lle
gó a completarlo, porque Baradiel le apuntó con su bólter de asalto plateado y le voló l
a tapa de los sesos. El maestre siguió disparando hasta que el cuerpo de Potchek s
e convirtió en una masa sanguinolenta.
En ese instante, el ejército del Anarquista empezó a desaparecer del campo de batall
a. Los demonios huyeron al inmaterium, pues los lazos que los ataban a este mund
o habían desaparecido. Los soldados mortales, todos ellos traidores, se dieron cue
nta de que había llegado el fin, pero, cuando decidieron huir, los Ángeles de Muerte
ya estaban sobre ellos y ni uno solo pudo escapar.

LA PLAGA DEL DECREIMIENTO


El cardenal apóstata
Unas pocas décadas después de la ascensión de Sebastian Thor al trono de la Eclesiarquía
, el Cardenal Bucharis estaba al cargo de una diócesis centrada en Gathalamor, al
Suroeste de la Tierra. Gathalamor no era una diócesis rica, pero Bucharis, celoso
de los logros de otros Cardenales, juró construir en su planeta cardenalicio uno d
e los templos más gigantescos para mayor gloria del Emperador. Después de esclavizar
brutalmente a la población de Gathalamor, Bucharis necesitaba aún más gente y recurso
s.
Con la ayuda de un ejército de bandidos y malhechores conquistó el vecino mundo de R
handa. Gracias a las ricas minas de este planeta la fortuna de Bucharis aumentó. T
ambién fue en el sistema de Rhanda donde el Cardenal unió sus fuerzas a las del rene
gado Almirante de la Armada Imperial Sehalla y a un Coronel del Regimiento Rigel
ia XXV de la Guardia Imperial llamado Gasto. Con Guardias Imperiales y naves de
la Armada a su servicio, Bucharis creó un pequeño imperio al Oeste de la Tierra. En
los siguientes siete años conquistó cincuenta sistemas solares.
El reino de Bucharis estaba incomunicado con el Imperio a causa de una densa con
centración de tormentas de Disformidad, y aún no se conocía la ascensión de Sebastian Th
or y la reorganización de la Eclesiarquía. Como Bucharis controlaba los viajes inter
estelares dentro de su imperio, continuó censurando cualquier información relativa a
los sucesos de la Tierra. Bucharis anunció que la Eclesiarquía había sido destruida,
corrompida por traidores y herejes. Utilizando evidencias de la época de Vandire s
e proclamó a sí mismo la verdadera voz del Emperador y poder supremo del Adeptus Min
istorum. Para aquellos que escuchaban sus elegantes discursos, la Tierra era una
causa perdida y Gathalamor se había convertido en el centro de la fe.
La Plaga del Descreimiento se extendió, y las enseñanzas de Bucharis se convirtieron
en ley. La cita del Cardenal "Cada uno debe salir adelante por sí mismo, aquellos
que no puedan son menos que humanos y por tanto una carga para la humanidad, ¡y d
eben ser eliminados!" era muy popular, y respondida con atronadoras ovaciones cu
ando acababa sus sermones. A la gente se le enseñaba a cuidar de sí mismos antes que
nada, para asegurar su propia supervivencia. Así era como la humanidad sobreviviría
, con cada humano luchando en su propio beneficio. Los débiles serían abandonados, q
uedando sólo los más fuertes. La supremacía de la humanidad estaba asegurada con estas
doctrinas.
Los mundos bajo el control de Bucharis se convirtieron en lugares peligrosos, en
los que abundaban las bandas de saqueadores y nobles hambrientos de poder. Los
vecinos luchaban entre sí y las familias quedaban divididas entre los restos de es
te caos. Aquellos que lograban destacar entre tanta confusión llamaban la atención d
e Bucharis, que les recompensaba con más poder. Compañías enteras de soldados mercenar
ios al mando de aquellos afortunados que obtenían el favor de Bucharis eran enviad
as para restablecer el orden en nombre del Cardenal. Aquellos que servían bien al
Cardenal Apóstata eran muy bien recompensados, y aquellos que le fallaban severame
nte castigados.
De esta forma los dominios de Bucharis se extendieron hacia el Norte y el Oeste.
Temeroso de acercarse demasiado a la Tierra hasta que su poder fuera total, Buc
haris prosiguió su sangriento avance aún más hacia el Norte. Hacia el Sur se detuvo ce
rca de la base de la Armada Imperial de Bakka, temiendo que la flota de Sehalla
llamara la atención de las escuadras allí estacionadas. En el Norte dio un amplio ro
deo alrededor de Cadia y el Ojo del Terror, atemorizado ante la idea de que su d
ominio duramente conseguido atrajera la atención de los Marines Espaciales del Cao
s.
Con casi todos los sistemas estelares de una enorme región del espacio firmemente
bajo su control, avanzó aún más. Tres regimientos más de la Guardia Imperial se unieron
a los mercenarios de Gasto. Creyendo ciertas las historias sobre la destrucción de
la Eclesiarquía y el Adeptus Terra, las naves de la Flota de Combate Pacificus en
Hydraphur se pusieron a las órdenes del Cardenal Apóstata. Bucharis estaba preparad
o para enfrentarse al poder de la Tierra, esperando que la astucia y la sorpresa
pudieran vencer la superioridad de sus enemigos. Afortunadamente para el Imperi
o, Bucharis estaba a punto de cometer su primer error.
La batalla del colmillo
El continuo avance de Bucharis hacia el Norte le condujo hasta los territorios b
ajo la protección de los Lobos Espaciales. Como casi todos los Capítulos de Marines
Espaciales durante la Era de la Apostasía, los Lobos habían decidido proteger su mun
do natal y patrullar sólo los planetas más próximos. Cuando la inmensa flota de Buchar
is surgió del espacio disforme para conquistar el sistema Albia, se encontró con el
crucero Garra de Russ, que estaba preparándose para partir. Tras una corta batalla
, durante la cual un crucero de la Armada y un transporte quedaron dañados, los Lo
bos Espaciales lograron saltar al espacio disforme y escapar. La arrogancia de B
ucharis iba a costarle muy cara. Consideró el encuentro como algo casual, y pronto
comenzó a conquistar otros sistemas del sector. Sin embargo, en el quinto sistema
en el que aterrizó se encontró con algo demasiado poderoso para él.
Era el sistema en el que se encontraba Fenris, el planeta natal de los Lobos Esp
aciales. En cuanto la flota de Bucharis salió del espacio disforme, fue atacada po
r la flota de guerra de los Lobos. Aunque superados en número y armamento por las
naves más grandes de la Armada, los Marines Espaciales destruyeron o inutilizaron
gran parte de la flota de Bucharis antes de retirarse hacia el interior del sist
ema, desde donde continuaron lanzando ataques relámpago durante el resto de la gue
rra.
A pesar de tener dos terceras partes de su flota ocupadas en destruir las naves
de los Lobos Espaciales, Bucharis consiguió atacar el planeta Fenris. Muchos de lo
s transportes fueron destruidos por las tormentas en las capas superiores de la
atmósfera, mientras que otros eran abatidos por las baterías láser de defensa planetar
ia. Sin embargo, se estableció una zona de aterrizaje y miles de Guardias Imperial
es renegados desembarcaron en el mundo helado. A pesar de las adversas condicion
es meteorológicas, los feroces guerreros bajo el mando de Bucharis juraron vengars
e de los Lobos Espaciales por la muerte de sus camaradas.
Los Fenrisianos capturados fueron esclavizados y obligados a trabajar para abast
ecer al ejército de Bucharis de los materiales necesarios. Fueron obligados a cons
truir improvisadas carreteras sobre las traicioneras llanuras heladas, y a talar
los enormes árboles de los bosques de Fenris para suministrar combustible a las h
ogueras y a las versátiles máquinas de los tanques de la Guardia Imperial. Sin embar
go, los Fenrisianos no eran fáciles de dominar, y tenían que ser vigilados de cerca
para que no intentaran rebelarse contra Bucharis y atacar a su ejército donde más daño
podían causar. Comunidades enteras fueron masacradas, y los asentamientos arrasad
os hasta los cimientos. El resistente ganado de las pocas granjas dispersas fue
sacrificado para los festines de Bucharis y sus oficiales, las mujeres esclaviza
das y los jóvenes o viejos ejecutados para alegría de los grandes cuervos carroñeros q
ue describían círculos en el cielo del inhóspito planeta.
El avance de Bucharis continuó, y sus enormes columnas avanzaron inexorablemente h
acia el Colmillo, hasta que la antigua fortaleza quedó sitiada. Llegaron más tropas
al sistema y aunque muchos transportes fueron destruidos por los ataques sorpres
a de los restos de la flota de los Lobos Espaciales, las montañas y valles que rod
eaban la fortaleza hormigueaban con los ejércitos del Cardenal Bucharis. Gigantesc
os cañones de asedio bombardeaban la fortaleza día y noche mientras el oscuro cielo
se iluminaba con miles de destellos y energías de las Pantallas de Vacío. Las explos
iones estremecían las montañas de Asaheim, causando nuevas avalanchas y una mayor de
strucción. Andanadas disparadas desde las naves situadas en órbita abrieron enormes
grietas en las escarpadas laderas, pero las murallas del Colmillo resistieron.
Las salidas y contraataques de los Lobos Espaciales destruyeron las construccion
es de asedio de los traidores y sus enormes cañones. Los ataques por sorpresa de l
os Exploradores Lobo interrumpían las líneas de suministro, y durante semanas los caño
nes permanecían en silencio por falta de munición. Utilizando pasajes secretos que c
ruzaban las montañas y comunicaban el Colmillo con cualquier otro punto de las mon
tañas Asaheim, los Lobos Espaciales penetraban profundamente en las líneas enemigas.
Lanzando gritos de batalla que helaban la sangre, los Garras Sangrientas atacaba
n a los soldados de Bucharis amparados en la oscuridad de los bosques, despedaza
ndo a sus enemigos con manos y dientes para ahorrar municiones y generadores. Lo
s Colmillos Largos emboscaban a los grandes convoyes de tanques, volando a menud
o montañas enteras para aplastar a sus enemigos bajo una avalancha de rocas gigant
escas. Los Dreadnoughts se abrían paso entre las columnas enemigas que avanzaban,
dejando un rastro de destrucción a su paso.
Semana tras semana, mes tras mes, el asedio continuó. Bucharis ordenó ataques suicid
as contra las puertas blindadas del Colmillo, prometiendo riquezas incalculables
al primer hombre que las cruzara. Cada vez que las fuerzas de Bucharis atacaban
, los Lobos Espaciales las rechazaban inflingiéndoles pérdidas terribles.
El asedio prosiguió durante tres sangrientos años. Un ataque tras otro, un bombardeo
tras otro, se abatieron sobre los muros y puertas del Colmillo, y sin embargo l
a fortaleza siguió siendo inexpugnable. Bucharis envió más y más soldados, hasta que inc
luso las tropas en la distante Gathalamor quedaron reducidas a una cuarta parte
de sus efectivos. Creyendo que sus dominios estaban seguros, reunió a sus ejércitos
para el ataque final y así terminar con toda resistencia. Pero el destino intervin
o una vez más para infligir un golpe terrible a los planes de Bucharis.
Más allá del último planeta del sistema, la realidad se desgarró para dar paso a una flo
ta de guerra que surgió del espacio disforme. Cuando las naves se acercaron a inve
stigar, tuvieron que enfrentarse a una flota de combate de los Lobos Espaciales
que regresaba a su planeta natal. Los Lobos no lo pensaron dos veces y atacaron
inmediatamente, destruyendo casi la mitad de las fuerzas de Bucharis en el prime
r ataque. Atrapado entre los recién llegados y el ataque de las restantes naves si
tuadas en el centro del sistema, el Almirante Sehalla ordenó la retirada. Los Lobo
s Espaciales no perdieron el tiempo persiguiéndoles y se dirigieron hacia Fenris.
El contraataque de la Gran Compañía de Kyrl Grimblood destruyó decenas de miles de Gua
rdias Imperiales traidores durante la primera semana. Fueron expulsados de los p
asos de las montañas, y aquellos que sobrevivieron para llegar a las llanuras de A
saheim murieron igualmente. Las manadas de lobos gigantes y el clima despiadado
mataron a todos y cada uno de los invasores. El Cardenal Apóstata logró escapar en u
na lanzadera y reunirse con Sehalla, que había regresado del espacio disforme para
contactar brevemente con su aliado. Abandonando Fenris a los Lobos Espaciales,
Bucharis regresó con sus fuerzas del Norte y consolidó su control sobre el resto de
sus dominios.
Rebelión en Chiros
A causa del ataque a Fenris la expansión del imperio de Bucharis no había progresado
al mismo ritmo que anteriormente, pero no se había detenido. Disponía de muchos com
andantes que seguían avanzando hacia el Oeste, y muchos sistemas más habían caído en sus
manos durante la Batalla del Colmillo. Sin embargo, empezaron a llegar informes
de derrotas en un sistema recientemente descubierto: Chiros. Chiros no era un p
laneta desolado y pobre, como Gathalamor o Rhanda; era un mundo de bosques que o
cupaban continentes enteros, profundos lagos y llanuras de hierba, que contaba c
on una población de varios millones de habitantes.
La mayor riqueza de Chiros eran los artículos de lujo que exportaba: pieles exóticas
, elixires y narcóticos sorprendentes destilados a partir de la flora y fauna loca
les, y otras extravagancias. Bucharis no podía entender por qué un planeta tan prósper
o se arriesgaba a ser destruido por oponerse a él. Abandonando sus conquistas cerc
anas a Fenris, ordenó el regreso del resto de su flota y el ejército a Gathalamor mi
entras él consideraba el problema.
El Cardenal Apóstata se enteró de que, a pesar de la enorme carnicería que se había prod
ucido en el mundo de Chiros, los Chirosianos no se rendían. El comandante al cargo
del ataque había restringido el uso de las armas más poderosas de su arsenal, temie
ndo dañar la belleza y riqueza natural del planeta, que podría convertirse en lugar
de retiro del Cardenal.
Bucharis estaba complacido con la previsión del comandante, y le envió tres compañías más
de tropas, esperando que con esos refuerzos pronto podría estar cazando los abunda
ntes venados de Chiros, persiguiendo a sus presas por las suaves colinas de ese
paraíso natural. No sería así. El capitán mercenario al mando del ataque a Chiros informó
con pesar de su rendición ante los Chirosianos. Bucharis estaba asombrado. Sabía que
los soldados de la Guardia Imperial no eran los más preparados de la Galaxia, per
o un regimiento completo de ellos debería haber sido capaz de derrotar fácilmente a
cualquier pequeña fuerza rebelde que hubiesen podido reunir los Chirosianos.
Los agentes de Bucharis regresaron del sistema con informes más detallados. Los me
rcenarios no se habían enfrentado a unos pocos cientos de defensores mal armados y
escasamente motivados. La población entera se había sublevado contra ellos, cada un
o con su rifle de caza y otras armas. Había millones de tiradores en las colinas y
los bosques, emboscando a los soldados de Bucharis y matándolos a docenas antes d
e utilizar perdidos senderos para refugiarse una vez más en la espesura. Todo el p
laneta era hostil, no había suministros, las tropas no tenían ningún respiro y cuando
una escuadra suicida cargó contra el centro del campamento del capitán e hicieron ex
plotar los explosivos caseros que portaban, el ejército perdió la voluntad de lucha.
El camino hacia Gathalamor
Poco después de Chiros, otro mundo consiguió rebelarse con éxito: el planeta minero de
Guryan. Los mineros se habían alzado con taladros y martillos, estrangulando a lo
s últimos defensores de la guarnición con sus propios grilletes. Después de Guryan vin
o Dolsia, después Vaust. Las rebeliones seguían un camino a través de los dominios de
Bucharis, dirigiéndose exactamente hacia Gathalamor. Bucharis tendió una emboscada e
n Colcha a la naciente fuerza insurgente, y cuando la pequeña flota surgió del espac
io disforme fue atacada y prácticamente aniquilada. Una lanzadera, sin embargo, lo
gró alcanzar la superficie del planeta.
Preocupado por la lanzadera que había aterrizado, el Comandante General Fredreich
Khust mantuvo a sus hombres en estado de alerta máxima. La espera continuó durante u
n mes, después dos meses, más tarde tres y por fin medio año. Una año más tarde, casi el m
ismo día, los tranquilos granjeros de Colcha se transformaron en locos asesinos. Q
uemaron sus propias cosechas, atacaron los campamentos locales con escopetas pri
mitivas y herramientas de labranza, pereciendo tres cuartas partes de ellos. Lan
zaron sus enormes manadas de gigantescos Gors contra las compañías de tanques. Las e
stampidas de las bestias, cada una del tamaño de una casa, aplastaron las máquinas d
e guerra. Construyeron diques en los ríos e inundaron las ciudades en las que esta
ban atrincherados los hombres de Khust, arrasando sus propios hogares. Incluso l
os más ancianos y niños lanzaban granadas caseras fabricadas con el combustible dest
ilado localmente, incendiando vehículos y cuarteles. En sus dos continentes los ha
bitantes de Colcha se sacrificaron para expulsar a sus esclavizadores.
Las arcas de Bucharis tras ser expulsado de Colcha, y después de Lima Rogan, Troud
or y otra veintena de mundos empezaban a vaciarse más rápidamente de lo que se llena
ban. Muchos de sus soldados desertaban, y se produjeron luchas internas incluso
entre los oficiales de alta graduación. Y las revueltas continuaban, como una flec
ha apuntando al corazón del Cardenal Apóstata. Por último Methalor, el sistema más cerca
no a Gathalamor, cayó, con su principal ciudad colmena destruida por un incendio i
nfernal provocado por sus habitantes al sobrecargar la planta de energía geotermal
.
Bucharis dobló el cordón de seguridad alrededor de su propio sistema y ordenó que toda
s las naves fueran registradas minuciosamente. Poco después de la caída de Methalor
llegó al Palacio Cardenalicio de Gathalamor un mensajero. Con gesto arrogante y vo
z severa anunció que era un enviado del Confesor Dolan Chirosius. El Confesor Dola
n exigía la inmediata rendición de Bucharis. Se ordenaba al Cardenal dimitir de su p
uesto y acogerse a la misericordia del Emperador. Y lo más importante, debía renunci
ar a sus herejías y abandonar la idea de autoredención.
El gran confesor
Los restos del mensajero fueron clavados en las puertas del Palacio, donde las r
atas y los cuervos lo devoraron. El Confesor Dolan llegaría pronto a Gathalamor, y
Bucharis quería que la primera imagen que tuvieran sus esclavos de él fuera la de u
n hombre encadenado y azotado por las calles. Pronto, la lanzadera de Dolan fue
abordada y el Confesor detenido, acusado de varios cargos de herejía y traición al E
mperador.
Tal como Bucharis había prometido, Dolan fue encadenado y arrastrado por las calle
s. Los soldados del ejército de Bucharis le azotaban con flagelos y le arrojaban p
iedras. Le clavaron ganchos en el cuerpo y le colgaron pesos de ellos, obligándole
a seguir caminando a patadas y puñetazos. Sin embargo, la multitud alineada en la
s calles tenía un aspecto hosco y circunspecto. No había gritos de ánimo, pero tampoco
de condena.
Dolan fue arrastrado así por todo el continente, un viaje de seis meses repleto de
constantes torturas y tormentos. No se le dejó dormir, se le privó de comida y sólo t
enía un sorbo de agua putrefacta para sobrevivir. Sin embargo, a pesar de todos es
tos padecimientos, su brillante mirada no se apagó y nunca agachó la cabeza ante los
golpes de sus acusadores.
Bucharis ordenó un juicio público contra Dolan, acusándole de blasfemia y herejía, además
de los crímenes de traición, sedición y rebelión. Quería que Dolan muriera, pero no quería
roporcionar un mártir a la desesperada gente que mantenía bajo su yugo. Dolan debía se
r públicamente humillado y escarnecido, hallado culpable de los cargos de los que
se le acusaba. Sólo cuando se demostrara que era un enemigo de la humanidad moriría
lenta y dolorosamente.
El juicio fue retransmitido para todos los dominios de Bucharis, para que aquell
os que lo presenciaran no tuvieran dudas de su validez. Por supuesto, Bucharis n
o tenía la menor intención de proporcionarle a Confesor Dolan un juicio justo, pero
ante las masas debería parecerlo. Siguiendo todos los procedimientos y precedentes
correctos, Dolan y cientos de testigos fueron careados e interrogados. Dolan ac
eptó ser su propio defensor y cuando después de cinco meses la acusación terminó su inte
rvención, un centenar de mundos esperaban impacientes.
Dolan explicó cómo había empezado a predicar a los habitantes de Chiros, explicando la
tiranía de Bucharis y condenando las falsas doctrinas del Cardenal Apóstata. Les in
spiró el deseo de luchar por su libertad, incitando a los habitantes de las ciudad
es con sus apasionados discursos. Este poder pudo comprobarse en su propio testi
monio. Sus ojos ardían con celo religioso, gesticulaba enérgicamente para realzar su
s opiniones y sus ideas llegaban a los corazones de quienes le escuchaban, prend
iendo con fuerza. Era un hombre apasionado, algunos dirían que loco. Pero era leal
al Emperador y sus enseñanzas. Soportaría cualquier sacrificio e indignidad con tal
de ver caer a Bucharis, y transmitió ese odio feroz a quienes le escucharon.
Dolan habló durante tres días ante el tribunal, declarando cómo había convencido a los a
gricultores de Bellis XIV para que condujeran sus enormes máquinas cosechadoras ha
cia los campamentos enemigos para recoger una sangrienta siembra de cuerpos huma
nos, aunque murieran en el intento. Dirigió a los Farraditas cuando cargaron contr
a la Torre Inmortal, animándoles a seguir incluso tras la muerte de nueve mil de e
llos a causa de los campos de minas y las baterías activadas por movimiento. Fue u
n discurso el suyo que enfureció de tal manera a la población de la ciudad colmena d
e Resto Primus que sobrecargaron la red de energía geotérmica, destruyendo el contin
ente en una serie de erupciones volcánicas y terremotos. "¡Qué importa, gritaba mientr
as levantaba ante sí sus puños crispados si se pierde un hogar o incluso un mundo qu
eda destruido, si con ese sacrificio se logra acabar con la maldad y las herejías
de los peores enemigos del Emperador!"
Después de su larga diatriba, Bucharis habló. Explicó cómo el propio testimonio de Dolan
le había condenado, que había reconocido libremente todos los graves delitos y crímen
es de los que había sido acusado. No había negado ni un solo cargo. El Cardenal se d
irigió a sus seguidores, reiterando la flagrante oposición de Dolan a la verdadera a
utoridad de la Eclesiarquía. Calificó a Dolan y sus seguidores de anarquistas e idólat
ras, una amenaza para la estabilidad de todo el Imperio. Sus actos de rebelión y h
erejía no le dejaban otra elección que ordenar su ejecución. Apelando a la misericordi
a del Emperador por el alma de Dolan, Bucharis ordenó a sus hombres que condujeran
al Confesor a las mazmorras.
Durante casi ocho meses Dolan padeció tormentos desconocidos a manos de los tortur
adores de Bucharis. Cuando por fin murió, colgaron su cuerpo de las paredes del Pa
lacio, para que lo devoraran los perros y los buitres. Su cuerpo había quedado ter
riblemente desfigurado. Tenía la carne marcada por horribles quemadura y cicatrice
s mal curadas, que mostraban el dolor y el sufrimiento que había padecido. A pesar
de los tormentos que se habían infligido a su cuerpo, la cara de Dolan mostraba u
na calma y serenidad que se extendía a todo su cadáver. Aquellos que lo veían lloraban
abiertamente, aunque cualquiera que mostrara pena fuese acusado de hereje y eje
cutado. Los carroñeros nunca tuvieron su festín: el cuerpo de Dolan desapareció poco d
espués y nunca fue encontrado.
La muerte de un tirano
El plan de Bucharis para arruinar la reputación de Dola fracasó completamente, volvién
dose en contra suya. Al permitir que Dolan hablara, le había dado la oportunidad d
e extender su mensaje más allá de lo que hubiera podido él sólo. Al anunciarse la muerte
del Confesor los dominios de Bucharis estallaron en una revuelta generalizada.
Casi simultáneamente, los habitantes de un millar de mundos atacaron a sus crueles
Gobernadores. Inspirados por el sacrificio del Gran Confesor, millones de hombr
es, mujeres y niños se enfrentaron a sus enemigos con las manos desnudas. El propi
o palacio de Bucharis fue asaltado, y traidores dentro de sus propias filas abri
eron sus puertas para que los fieles obtuvieran su venganza.
Bucharis huyó mientras los pocos sirvientes leales que le quedaban trataban de con
tener la marea humana que inundaba los pasillos y salones, destruyéndolo todo a su
paso. Utilizando la red subterránea de túneles del palacio llegó hasta el espaciopuer
to, donde intentó embarcar en una lanzadera abandonando y dejando atrás todo lo que
había conseguido con tal de salvar la vida. Pero una vez más sus colaboradores más cer
canos le traicionaron, con la esperanza de salvarse ellos mismos del salvajismo
de la plebe. Advertidos de la inminente escapada de Bucharis, los habitantes de
Gathalamor rodearon el espaciopuerto y se lanzaron contra las vallas electrifica
das hasta que se sobrecargaron los generadores. Bucharis no llegó a alcanzar la na
ve. La muchedumbre le atrapó a los pies de la rampa de embarque. Fue despedazado,
engullido por una multitud de cientos de miles de personas que clamaban venganza
. Su cuerpo nunca fue recuperado. Cuando la multitud se dispersó, las cenizas de u
na hoguera era todo lo que quedaba para señalar el lugar en el que Bucharis había mu
erto.

LA MASACRE DE ANTECANIS
Quizás el mayor de todos los señores de la guerra del Caos sedientos de sangre sea A
baddon, Señor de la Guerra de la Legión Negra. Fue durante la 9a Cruzada Negra cuand
o el mundo de Antecanis sintió toda su ira. Al inicio del 37° Milenio, Antecanis era
un mundo colmena en efervescencia, con una población de decenas de billones. Su e
lemento de exportación principal era la gente y la mayoría de ella era enviada a tra
bajar en los muelles de Cancephalus o para abastecer de tripulación a las naves qu
e se construían allí. Como sabía que los muelles de la Flota Imperial estaban muy bien
defendidos, Abaddon decidió atacar su punto más vulnerable: el planeta del que proc
edían sus trabajadores. Sin el suministro de millones de obreros, las manufactorum
y astilleros de Cancephalus quedarían silenciosos.
Abaddon prometió grandes riquezas e innumerables esclavos a sus guerreros, pactó con
los enloquecidos Marines Espaciales de los Devoradores de Mundos, los recelosos
Portadores de la Palabra, los renegados de la Purga, los Apóstoles de Minthras y
docenas de bandas más pequeñas. El poder de la Legión Negra y sus aliados cayó sobre Ant
ecanis en 165.M37. Dio comienzo una batalla espacial alrededor de las defensas o
rbitales, pero las cañoneras de defensa y las estaciones espaciales de la Flota Im
perial poco pudieron hacer contra las barcazas de combate, los cruceros acorazad
os y los acorazados de la flota de Abaddon. Siete días después, las bombas de fusión y
los torpedos de vórtice cayeron desde el cielo sobre las ciudadelas elevadas de l
as colmenas de Antecanis. Millones de seres humanos murieron por el ataque mient
ras las torres relucientes se derrumbaban por el bombardeo orbital. En medio de
toda esta devastación, las naves de desembarco inundaron la superficie del planeta
y liberaron a cientos de asesinos implacables.
Los lugartenientes y aliados de Abaddon se habían repartido el botín y cada uno atac
aba un objetivo distinto. Abaddon concentró su ataque sobre la Colmena Monarc, la
residencia del comandante imperial. En la vanguardia del ataque de Abaddon se ha
llaba Dhar'Leth, un príncipe demonio que había luchado por los Amos de la Noche dura
nte la Herejía de Horus, pero que ahora había jurado lealtad al Señor de la Guerra. El
asalto de Dhar'Leth fue implacable; durante dieciséis días, el Príncipe Demonio y sus
guerreros de la Legión Negra arrasaron y aniquilaron todo cuanto hallaron a su pa
so en los niveles inferiores de la Colmena Monarc. Los refugiados que huían se con
taban por decenas de millones y podían distinguirse columnas de esclavos de centen
ares de kilómetros que atravesaban los desiertos en dirección al punto donde había ate
rrizado la Legión Negra.
Cuando los Marines Espaciales del Caos atacaron, los astrópatas emitieron avisos d
e advertencia y peticiones de ayuda. Los Marines Espaciales del Capítulo de los Crán
eos Plateados fueron los primeros en responder. Hostigaron a la flota del Caos e
fectuando ataques relámpago que dejaban a los guerreros en superficie sin apoyo or
bital. Los Cráneos Plateados fueron los primeros en acudir mientras el Departament
o Munitorum reunía fuerzas y organizaba regimientos para la guerra. Abaddon sabía qu
e una vez que los ilimitados ejércitos del Emperador se enviaran en su busca, Ante
canis se convertiría en un caldero de sangre del que no habría escape, así que resolvió
concluir rápidamente el asedio a la Colmena Monarc.
Abaddon lideró el asalto final a la capital atacando con su escolta de exterminado
res de la Legión Negra. Ésta masacró escuadras del Adeptus Arbites, pelotones enteros
de tropas de defensa planetarias y a los Guardianes del Juramento, las tropas de
elite que formaban la guardia personal del comandante. Los sacrificios de los d
efensores fueron en en vano porque Abaddon solo necesitó dos días para abrir una bre
cha en la línea de defensa final e irrumpir en el santuario interior del comandant
e imperial. Con la Colmena Monarc bajo su control, Abaddon envió a sus fuerzas a m
atar o capturar a toda la población de la colmena que pudieran. Los que eran demas
iado viejos o estaban demasiado enfermos para convertirse en esclavos del Señor de
la Guerra fueron ejecutados, mientras que los millones restantes eran transport
ados a naves de transporte y de comerciantes que esperaban en órbita.
Cuando Abaddon se enteró de que los primeros transportes imperiales salían del espac
io disforme, ordenó a sus lugartenientes que abandonasen Antecanis. Pero no avisó a
sus aliados, sabiendo que se verían obligados a luchar y retrasarían la persecución im
perial. Con las bodegas de sus naves abarrotadas del botín saqueado y de esclavos,
Abaddon partió de Antecanis, no sin antes lanzar una docena de cabezas nucleares
ciclónicas sobre las ruinas de la Colmena Monarc como un último gesto de desprecio.
Abriéndose paso por el cordón de naves de los Cráneos Plateados, la Legión Negra se diri
gió a su próximo objetivo.
Los regimientos de la Guardia Imperial procedentes de Cadia, Lostak y Hubris II
llegaron a Antecanis en las semanas y meses siguientes, y los Marines Espaciales
del Caos que quedaron allí lucharon con determinación. Algunos escaparon del acoso
imperial, otros lucharon en las últimas batallas, en las que primaban las masacres
sangrientas por encima de la agudeza táctica. Como Abaddon había planeado, Cancepha
lus gradualmente cesó sus trabajos de construcción y en cuestión de un año fue incapaz d
e reparar ni siquiera las naves más pequeñas. Seguras de no sufrir el ataque de la F
lota Imperial, las flotas de Abaddon se dedicaron a causar estragos en todo el s
ector.
Durante diecisiete años continuaron las batallas por la posesión de Antecanis, aunqu
e el planeta nunca se recuperaría. Las ruinas de sus colmenas sobresalen amenazant
es sobre los desiertos de ceniza como los esqueletos de bestias gargantuescas.

CRUZADA DE LA JUSTA LIBERACIÓN


La campaña más legendaria llevada a cabo por los Puños Carmesíes fue la Cruzada de la Ju
sta Liberación, que se desarrolló a lo largo de trescientos años durante el trigésimo se
xto milenio. En estos días, conocidos ahora por los historiadores imperiales como
la Era de la Apostasía, el Imperio estaba arrasado por luchas intestinas y disgreg
ado por intensas tormentas de disformidad. Gran parte de los disturbios surgiero
n a raíz de un enorme cisma dentro del Ministorum de Terra. Después de que el archit
raidor Goge Vandire fuera finalmente muerto, los Puños Carmesíes tomaron sobre sí la t
area del control de los mundos imperiales que se habían alejado de la gracia del E
mperador. La totalidad del Capítulo dejó el Mundo de Rynn a bordo de sus barcazas de
batalla y cruceros de ataque y emnprendieron su camino a través de las tormentas
de disformidad para liberar aquellos planetas que habían caído en la anarquía o habían s
ido invadidos por razas alienígenas.
El primer mundo de ese tipo al que llegaron fue Welte, el cual encontraron somet
ido al Kaudillo Orko Ghar Nazzghar, llamado por muchos en aquel momento el Saque
ador de Polemis. Una fuerza formada por cuatro Compañías descendió sobre Welte, mientr
as el resto del Capítulo volvió a la disformidad para localizar otros mundos atacado
s. Dirigidos por el valiente Hermano Capitán Sandriaz, los Puños Carmesíes cayeron sob
re Ghar Nazzghar como una tempestad azul. Atacaron sus minas de minerales, quema
ron las fábricas de esclavos y desbarataron los destartalados convoyes que transpo
rtaban comida y armas a través de los traicioneros remolinos de polvo de Welte. Lo
s orkos de Ghar Nazzghar se encontraron enseguida dispersados a lo largo de gran
parte del planeta intentando proteger las pocas instalaciones que aún se mantenían
en pie.
Fue entonces cuando el Hermano Capitán Sandriaz reunion de Nuevo a sus fuerzas y a
tacó la fortaleza de Nazzghar en las ruinas de lo que una vez fue Welte Primus, la
capital planetaria. Con la mayoría de sus partidas de guerra persiguiendo fantasm
as en los remolinos de polvo, Ghar Nazzghar no pudo hacer nada cuando los Marine
s Espaciales con sus azules armaduras avanzaron implacables a través de la destroz
ada ciudad. Nazzghar en persona dirigió un contraataque final, pero tanto él como su
cuadro de mando de robustos orkos fueron arrasados cuando se enfrentaron al fue
go mortal del guantelete de los Puños Carmesíes. Con Ghar Nazzghar muerto, los Puños C
armesíes partieron de Welte, dejando a los orkos restantes a la merced de los ciud
adanos imperiales que habían sido tan brutalmente esclavizados y reprimidos.
Welte fue simplemente el primero de ochenta y cuatro mundos reconquistados por l
os Puños Carmesíes durante la Cruzada de la Justa Liberación. A lo largo de los tresci
entos años de Cruzada, los efectivos del Capítulo fueron menguando por las pérdidas de
combate; durante la misma, los Puños Carmesíes no pudieron reclutar iniciados para
recuperar sus bajas. Finalmente, tras romper el asedio rebelde de Barenthal en E
xcelsiva II, que ya duraba cuatro siglos, el Señor del Capítulo Kordova declaró conclu
ida la Cruzada de la Justa Liberación. Tan solo quedaban ciento veintiocho Marines
Espaciales y, desde entonces, los efectivos de la Primera Compañía del Capítulo se ha
n mantenido en ciento veintiocho guerreros, y su Capitán es también siempre el Señor d
el Capítulo. Entre los Puños Carmesíes se les conoce como la Compañía de la Cruzada, y se
considera un mal presagio si el Capítulo marcha a la guerra sin que la Compañía se enc
uentre al máximo de efectivos.
Realato del Caos contra los Puños Carmesíes
El hermano Janus, paladín de la Legión Negra, elegido del Caos, disparó su bólter mientr
as se lanzaba hacia adelante y sus disparos impactaban en el cuerpo de sus enemi
gos. Acompañado de sus soldados, todos enfundados en servoarmaduras negras, avanzó p
or la tenebrosa selva al tiempo que disparaba con precisión marcial. Los Puños Carme
síes contra los que se enfrentaban ocupaban una trinchera excavada alrededor del l
ugar en el que habían acampado y. junto a esa trinchera, habían construido dos bunke
res con troncos. Aunque estaban rodeados y superados ampliamente en número, se neg
aban a rendirse y a aceptar que hacía tiempo que habían sido derrotados. Janus y sus
hermanos habían dedicado diez mil años de sus vidas a acabar con siervos del Falso
Emperador, ¿realmente creía este grupo de Marines Espaciales que podrían resistírseles?
Janus se parapetó tras un árbol y los proyectiles del enemigo se clavaron en el tron
co de este. Introdujo un nuevo cargador en su arma mientras recordaba que los la
cayos del Emperador habían sido grandes enemigos hace tiempo, pero ya no estaban a
su altura. Ya no eran los herederos de la galaxia, sino el mero eco de una glor
ia pasada. Abandonó su cobertura y disparó un solo tiro al casco de un Puño Carmesí. Cor
rió hacia adelante y cientos de guerreros de la Legión Negra se lanzaron tras él. Sin
embargo, ahora estaban demasiado cerca de las trincheras y sus legionarios empez
aban a caer por docenas.
Repentinamente, la jungla se iluminó como si fuera de día. El bunker que se erguía en
el flanco izquierdo acababa de saltar por los aires debido al disparo de un arma
de plasma. Se escuchó el batir de las alas de miles de pájaros y entonces un dreadn
ought entró en escena con su cañón de plasma humeando. Su barroco sarcófago contenía el cu
erpo de Amurael el Corrupto, el antiguo líder de este contingente hasta que un dem
onio de Khorne lo partiera en dos con su hacha. Amurael había sido un gran combati
ente en su tiempo e incluso había imperios que habían coreado su nombre, por lo que
se le concedió el regalo de conectar su
torso sin vida a un dreadnought. El dreadnought no detenía su asalto furioso por m
uchos proyectiles que impactasen en su cuerpo blindado. De sus brazos colgaban u
nas cadenas pesadas y roñosas: grilletes para encadenar a Amurael cuando no se enc
ontraba en la batalla.
El sonido de los proyectiles que disparaba el dreadnought cargaba el ambiente y
no se podía oír nada más mientras la demente máquina avanzaba hacia las líneas de los Puños
Carmesíes. Desintegró las barricadas que cubrían la trinchera y hombres y escombros sa
lieron por los aires. El dreadnought aullaba de placer cuando cargó contra el enem
igo y empezó a despedazarlo con sus armas.
El flanco imperial había sido reducido a cenizas. Janus se abalanzó hacia el interio
r de las trincheras y. uno tras otro, fue acabando con los defensores imperiales
. Sus soldados hicieron lo propio y saltaron, hacha sierra en mano, sobre los si
ervos del Falso Emperador. Janus desenvainó su espada y estampó un puñetazo en el viso
r de un Puño Carmesí cuyo brazo izquierdo pendía inerte del hombro. El Marine Espacial
reculó y Janus le clavó la espada sierra en el pecho asiéndola con ambas manos.
Apartó el cuerpo del muerto justo a tiempo para esquivar el golpe de un puño de ener
gía. El golpe destrozó la pared de la trinchera contra la que impactó. Janus se tiró al
suelo, rodó hasta un lado del capitán de los Puños Carmesíes y le clavó la espada en la es
palda. El Marine Espacial cayó al suelo de rodillas; Janus se puso en pie de un sa
lto y lanzó un tajo mortal que separó del tronco la cabeza del capitán.
Amurael rugió triunfante tras destruir el segundo bunker mientras las llamas en la
s que estaba envuelto el edificio proyectaban la siniestra sombra del bípode sobre
la selva. Janus se unió al aullido de Amurael c instó a sus legionarios a que termi
nasen el trabajo: acabar con todos y cada uno de los Puños Carmesíes.

LA GRAN CRUZADA IMPERIAL


Se sabe que el Emperador empezó sus cruzadas en la Tierra, desde la que sus flotas
plateadas transportaban a los Marines Espaciales, guerreros alterados genéticamen
te que pretendían liberar a la Humanidad de las garras de los alienígenas, las oscur
as sendas de la ignorancia y la maligna influencia de los dioses del Caos. Las a
plastantes victorias y ocasionales derrotas de las legiones del Emperador entrar
on en la leyenda, pero está claro que, siempre que era posible, el Emperador y la
mayoría de sus primarcas intentaban hacerse con el control de las poblaciones huma
nas e incorporarlas a la lucha por liberar más planetas.
Así pues, estos serían los primeros pasos del Ejército Imperial, una profusa cantidad
de hombres reclutados de diferentes mundos: aventureros, mercenarios, idealistas
, indeseables, xenófobos, primitivos y oportunistas. Al principio, estos eran empl
eados para llevar a cabo tareas de acuartelamiento en sus propios planetas. Con
el consabido apoyo del Emperador, estas efectivas fuerzas locales mantuvieron a
raya las rebeliones y defendieron sus planetas de los incursores alienígenas.
Pero, una vez más, es difícil encontrar evidencias de esto. Las holoimágenes deteriora
das de la anteriormente afamada galería de cristal de la ciudadela perdida de Krom
arch en El'Phanor contienen un tríptico de la Gran Cruzada en el que se ven tropas
humanas que combaten junto a la legión de Marines Espaciales de los Lobos Lunares
; son tropas que visten una armadura arcaica, que van armadas con unos rifles cu
yo modelo no ha podido ser identificado y que combaten por la liberación de un pla
neta desconocido (posiblemente el propio El'Phanor).
Sin embargo, al tiempo que los Marines Espaciales se veían forzados a avanzar más y
más para conquistar un Imperio que no dejaba de crecer, esos soldados leales empez
aron a ser trasladados de un planeta a otro. Al principio formaban parte de los
acuartelamientos locales, pero luego pasaron a encargarse de "limpiar" los plane
tas ya conquistados por las legiones. Finalmente, cuando las legiones se acercar
on a la Franja Este, el Ejército Imperial ya se encontraba al frente de las cruzad
as.
Esto enlaza con uno de los principios de la Guardia Imperial durante los últimos m
ilenios, el de la formación de regimientos. Diversas fuentes coinciden en afirmar
que las reglas de formación de regimientos se crearon para que estos pudieran ser
transportados en las naves interestelares existentes en los tiempos de las cruza
das (lo que daba pie a regimientos de tres mil hombres, que cabían en una sola nav
e de transporte o en cualquier tipo de crucero de la época). En las cruzadas, el e
jército y la armada funcionaban como una sola entidad y había comandantes que tenían c
ontrol sobre ambos. Los regimientos se asignaban, comúnmente, a un navio en concre
to y el despliegue de dicho navio traía consigo un grueso de tropas capaces de enc
argarse tanto de las tareas de aterrizaje como de las de acuartelamiento.
Esto permitía que con cada navio se desplegase un regimiento. Se trataba, sin duda
, de una ecuación brutal pero necesaria; de esta manera, la pérdida de navios en la
disformidad o a manos del enemigo no conllevaba que el regimiento quedase desper
digado en varios navios. Además, la importancia de mantener juntos a los soldados
de un mismo planeta era primordial para crear un lazo de unión entre ellos. En muc
hos casos, los habitantes de un planeta apenas podían entender el idioma de los de
otro, y mucho menos las costumbres, las tácticas o el equipo especial que determi
nan la eficiencia de una formación en combate. Todos estos elementos sentaron las
bases de las tradiciones que perduran hoy en día: un regimiento se recluta de un s
olo planeta y permanece y combate unido siempre que esto sea posible.
No obstante, a lo largo de las campañas, los efectivos de un regimiento se ven red
ucidos debido a las bajas y se hace necesario agrupar eficientemente en nuevos
regimientos formaciones que han sufrido daños. Existen referencias a esto en el Co
dicium Arkathalor (un registro fragmentario de las campañas del sector Pandora al
final del 30 milenio) en las que se explica que se unieron regimientos como el 1
79/215 de "Lagartos Atigrados" y el 619/3209 Orenianos. El códice deja claro que s
e trataba de formaciones mixtas creadas a partir de regimientos que habían sufrido
grandes pérdidas y que de este modo volvieron a ser efectivos en combate.
Igualmente, algunas tropas especializadas (como la xeno caballeria o los ogretes
) siempre han sido incluidas en pequeñas escuadras dentro de unidades mayores para
aumentar las capacidades de combate de estas. Sus capacidades especiales hacen
que sean incapaces de operar a escala de regimiento excepto en campañas extremadam
ente complejas y muy largas. Las antiguas tradiciones de incluir unidades especi
alizadas en regimientos y de recombinar fuerzas de varios regimientos en uno sol
o son un tema que sigue siendo objeto de discusión entre los comandantes imperiale
s aún hoy en día.
Muchos comandantes afirman que la eficacia reducida de los regimientos combinado
s hace que no sean dignos siquiera de la comida que se les asigna; la desconfian
za y la falta de comunicación entre sus diversos integrantes hacen que su rendimie
nto sea irregular y los motines están a la orden del día. Otros comandantes solo están
interesados en el número de hombres de armas que pueden ser desplegados (el éxito d
e su integración como unidad de combate les importa menos que la cantidad a la que
se eleven sus efectivos). El Tactica Imperium defiende que ambos puntos de vist
a son válidos.
Los primeros comisarios imperiales surgieron como herramientas para fortalecer l
a integración entre los efectivos de los regimientos combinados; en el 315 milenio
su papel se extendió a mantener la calidad y la moral de todos los regimientos im
periales. Al comienzo de la Herejía de Horus, el primer acto habitual de traición de
las unidades rebeldes consistía en matar al comisario de su regimiento; mientras
que. en los regimientos leales, los comisarios se veían forzados a tomar medidas e
xtremas para mantener la disciplina. por lo que rápidamente se ganaron una merecid
a fama por su tenacidad y brutalidad.
También parece que. en un principio, era común en algunas regiones que los regimient
os estuviesen subordinados a legiones de los Marines Espaciales, mientras que en
otras el mando del regimiento lo tenia el gobernador imperial. Con la Herejía de
Horus se hizo evidente el error que había supuesto dejar el control de los regimie
ntos a los Marines Espaciales. Casi todas las unidades siguieron a sus líderes a l
a rebelión, sin miedo y cegados por la fe en ellos. Incluso entre los más leales, el
rendimiento de las unidades imperiales dirigidas por un grupo de mando de guerr
eros modificados genéticamente fue pobre y generalmente fueron destruidas debido a
que no podían seguir el ritmo al que las sometían sus líderes marines espaciales.
Tactici Impcrium
Durante el transcurso de la Herejía, se crearon ejércitos completos cuya fuerza fue
desaprovechada tanto por el Gran Enemigo como por los desesperados comandantes l
eales. Desde las batallas de tanques gigantescos en Tallarn hasta el baño de sangr
e en la guerra de trincheras de Ómicron Épsilon, el Ejército Imperial se destruyó a sí mis
mo. Las fuerzas combinadas de armadas y ejércitos viajaban de mundo en mundo a las
órdenes de generales y comandantes cuya lealtad era desconocida para ambos bandos
. Comandantes ambiciosos que no eran leales a nadie forjaron miles de pequeños imp
erios. Durante los siguientes siglos (y con un coste de billones de vidas) el Im
perio fue reforjado, manchado para siempre por la sangre derramada en la tremend
a guerra civil que a punto había estado de destruirlo.
En el período subsiguiente a la Herejía, se produjeron enormes cambios en el Ejército
Imperial. Para entonces, este ya era conocido universalmente como Guardia Imperi
al. El lazo entre armada y ejército se había cortado (los comandantes de la Guardia
Imperial no volverían a tener nunca más bajo su mando naves interestelares). Se intr
odujeron en los regimientos comisarios entrenados de manera centralizada para qu
e vigilaran los actos de desleaitad y reincidencia de los nuevos oficiales y de
sus regimientos.
Esto ha limitado (casi sin excepción) la capacidad de ia Guardia Imperial para amo
tinarse en masa. Solo durante la Era de la Apostasía volvieron sectores y ejércitos
enteros a traicionar su juramento de lealtad hacia el Emperador. En aquella turb
ulenta época, pocos podían saber con seguridad qué comandantes seguían verdaderamente ad
scritos a Sus directrices y quién perseguía satisfacer sus propias ambiciones. Tras
poner freno al poder que estaba adquiriendo la Eclesiarquía, la Guardia Imperial h
a adquirido su estatus actual; un sinónimo de lealtad y honor que, con pocas pero
notables excepciones, es envidiado por todos.

LA LIMPIEZA DE ARIGGATA
Durante los vertiginosos días de la Gran Cruzada, los límites del reino del Emperado
r eran ampliados constantemente por sus primarcas. Eran muchos los mundos que da
ban la bienvenida a los ejércitos del Emperador, mientras que otros se resistían inúti
lmente. Ariggata era un planeta muy avanzado tecnológicamente que había sido aislado
del Imperio durante muchos siglos y, cuando llegaron enviados imperiales avisan
do del inminente retorno del Emperador, fueron ejecutados como muestra de que qu
erían mantener su independencia. El poder militar de Ariggata era formidable, por
lo que se dio a tres legiones la orden de pacificar dicho mundo: a los Lobos Lun
ares, a los Ultramarines y a los Devoradores de Mundos. El Señor de la Guerra Horu
s estaba al mando de toda esta fuerza y, bajo su comandancia magistral los ejércit
os de Ariggata fueron rápidamente subyugados hasta que solo quedó la Ciudadela de Ba
salto en manos enemigas.
Las fuerzas imperiales pusieron la ciudadela bajo asedio, pero la pacificación est
aba durando demasiado para el gusto de Horus; quería acabar cuanto antes para obte
ner más gloria en otras batallas. Para acabar lo antes posible con el asedio, bomb
ardeó los muros de la ciudadela desde la órbita y ordenó a Angron y a los Devoradores
de Mundos que asaltasen las brechas que habían sido abiertas en los muros y que ac
abasen con los líderes enemigos. Los muros de la ciudadela habían sido construidos d
urante la Edad Oscura de la Tecnología y, a pesar de haber sufrido un bombardeo or
bital durante toda una semana, solo se había conseguido abrir una brecha en ellos.
Roboute Guilliman aconsejó tener precaución, pero ni Horus ni Angron estaban dispue
stos a esperar. Angron lanzó a sus Devoradores de Mundos contra las paredes de la
Ciudadela de Basalto mientras una tormenta de ráfagas láser y proyectiles causaban e
normes bajas entre sus filas. Pero los Devoradores de Mundos no se dejaron intim
idar y acabaron alcanzando la brecha a través de una rampa de cadáveres de su propia
legión, Una vez dentro de la fortaleza, los Marines Espaciales, enloquecidos por
la batalla, acabaron con todos aquellos que se ponían al alcance de sus espadas si
erra. Durante un día y una noche no se oyeron mas que los alaridos de las víctimas e
n los antiguos salones y, cuando por fin Angron ordenó abandonar el lugar a sus tr
opas, en el interior de la ciudadela no quedaba ni un alma con vida.
Cuando los Ultramarines entraron en la ciudadela para asegurar el lugar, se qued
aron horrorizados con lo que allí descubrieron. Las cámaras y bóvedas de la ciudadela
parecían el matadero de un profesor chiflado. Los cuerpos desmembrados estaban esp
arcidos por doquier y el olor de la muerte era tan denso que parecía poder tocarse
. No habían perdonado la vida a nadie, todo ser vivo había perecido bajo la furia de
los Devoradores de Mundos. Cuando los atónitos Ultramarines abandonaron la ciudad
ela, los Devoradores de Mundos y los Lobos Lunares ya habían dejado el planeta, mi
entras que los Ultramarines deberían permanecer en Ariggata hasta que llegase la G
uardia Imperial. Antes que Guilliman pudiera explicar a sus hermanos primarcas l
a masacre que había acontecido en Ariggata, la Herejía estalló, momento en el que Horu
s y Angron rompieron sus votos de lealtad hacia el Emperador, y los miedos de Gu
illiman se hicieron realidad.

QUINTA CRUZADA NEGRA


La 5 ª Cruzada Negra se inició en 723.M36 pero se sabe poco sobre los detalles exact
os del conflicto, sólo que las pérdidas fueron relativamente bajas en comparación con
otras Cruzadas. El ataque fue dirigido por un demonio llamado Príncipe Doombreed q
ue declaró oficialmente en esta cruzada la guerra a los Adeptus Astartes, completa
ndo finalmente la traicion de los marines espaciales del Caos. Es sabido que los
capítulos Warhawks y Venerators fueron destruidos completamente en los combates.
También la ciudad de Kasyr Lutien fue saqueada por Abbadon y la Legión Negra.

SEPTIMA CRUZADA NEGRA


La Séptima Cruzada Negra ocurrió en 811.M37. Las fuerzas del Caos se arrojaron desde
el Ojo del Terror evitando Cadia rapidamente y luego desapareciendo. Aquí es esta
cruzada se se ganó el nombre de Guerra Fantasma. Los años siguientes se produjo un
juego de busqueda y caza que sembró confusión, paranoia, desinformación y engaño. Las re
dadas se convirtieron en comunes en zonas alejadas y con el tiempo los rebeldes
volvieron al Ojo del Terror, dejando a la humanidad simplemente esperando al próxi
mo ataque.
En algún momento de este período, los Ángeles Sangrientos sufrieron una gran masacre e
n Mackan a manos de un grupo numeroso de Berzerkers de Khorne dirigidos por Abad
don el Saqueador.

EL DIEZMO DE THULE
Seis compañias enteras de Caballeros Grises fueron equipadas con la Armadura de ex
terminador, incluyendo las armaduras que habían sido requisadas exproceso de otros
cinco Capítulos de marines espaciales cercanos a los que se les pidio ayda. El as
alto fue montado con tal prisa que no había tiempo para repintar las armaduras,ya
que el asalto debia hacerso solo con exterminadores y con mucha rapidez(y dado q
ue los caballeros grises todos pueden llevar armadura de exterminador,y de los m
arines normales solo los veteranos,tuvieron que ceder las armaduras a los primer
os,que no tenian armaduras para todos).Eso forzo a los Caballeros Grises a ataca
r usando los colores de seis Capítulos diferentes y, al parecer,creyendo que seis
Capítulos de Marines asaltaban el planeta ,los defensores se rindieron en menos de
tres horas. Despues de aquello se diezmo a la poblacion por su rebeldia,ejecuta
ndo a uno de cada diez habitantes.

LA MASACRE DEDELTA 9
Podemos definir con muchos adjetivos pare referirnos a los Eldar oscuros:Malvado
s,crueles,decadentes,edonistas,asesinos,piratas,depravados,siniestros,astutos,tr
aicioneros...y otras muchas mas que irian perfectamente en cualquier frase para
describirlos.Pero no nos engañemos,ninguna palabra ,en ningun idioma puede describ
ir lo que relamente es un Eldar Oscuro,pues su propia maldad es indescriptible.
El propio Imperio de la Humanidad ha aprendido a costa de miles de hombres,mujer
es y niños muertos que son los Eldar Oscuros y como combatirlos.Desde tiempos Inme
moriales,la humanidad ha sufrido las rapiñas sanguinarias de esta raza,de hecho en
la historia de uno de los primarcas de los marines Espaciales(Vulkan de los Sal
amandras,consultar el Promethean Opus) se narra como su mundo natal sufria las i
ncursiones de piratas eldar oscuros para capturar prisioneros o por simple palce
r de cazar a otras criaturas y luego masacrarlas.Pero el asalto que mas enseño al
Imperio sobre esta raza fue el que se perpreto en el planeta de Delta 9 y que ha
pasado a lo anales de la Historia como "La Masacre de Delta 9".
Poco sabemos del planeta Delta 9,solo informes fragmentarios que nos hacen supon
er que no era un mundo muy densamente poblado y que una parte de su superficie(u
na parte sustancial) era desertica.Ademas creemos que cuando se realizo el ataqu
e no llevaba mucho tiempo como planeta imperial,pues se habla de "colonos".En el
año 373 del M39,el planeta fue asaltado por fuerzas eldar oscuros.Los Eldars Oscu
ros luchan por la autoridad y el poder, y aquellos que son más depravados y sufici
entemente despiadados alcanzan rápidamente una posición predominante. Los Comandante
s Eldars Oscuros conducen a la batalla a sus sirvientes, en busca de esclavos y
almas, dejando mundos arrasados y montañas de cadáveres allí por donde pasan.No suelen
asaltar mundos bien defendidos con tropas abundantes y bien armadas,pues los el
dar oscuros prefieren las incursiones rapidas de "golpear y huir",pues asi minim
izan riesgos y bajas y maximizan los beneficios,osea esclavos y muerte.Ademas as
altan siempre de noche o en dias de visibilizad muy baja.Asi que por eso suponem
os que asaltaron Delta 9 porque era un mundo desprotegido y lo hicieron de noche
o al anochecer.
Quien asalto el planeta no fue un Arconte o Draconte cualquiera de una cabala cu
alquier sino que fue el mismisimo Asdrúbal Vect,Señor supremo de la Cábala del Corazón N
egro,la Cabala mas poderosa de Commoragh.Se sabe por algunas grabaciones e image
nes recogen lo que ocurrio aquel dia,siendo la mas importante esta:
"Estoy decepcionado porque el cruel destino me haya colocado en una situación en l
a que no me queda otra elección que enviar mis guerreros contra tus centros de pob
lación. Si tan sólo hubiérais abandonado esas vanas esperanzas de proteger vuestros re
cursos y regresar a vuestros hogares con vuestras familias, podría haberse evitado
una gran matanza y un gran pesar.
Sin embargo todavía estáis a tiempo. Cualquiera que abandone inmediatamente será perdon
ado, y os doy mi palabra de que podrá atravesar libremente el desierto. Esta ofert
a de amnistía tan sólo será válida hasta dentro de dos de vuestras horas, tras lo que em
pezará de nuevo el terror. Tan sólo espero que consideréis cuidadosamente vuestra posi
ción. Enviadme vuestros representantes para discutir las condiciones si así lo prefe
rís, o enviad a varios si no confiáis en que uno de los vuestros hable en nombre de
todos. Estoy seguro de que todo puede... arreglarse."
Sabiendo que los Eldar oscuros son criaturas que no saben lo que es la misericor
dia y adoran causar daño y dolor a los demas,esta calro que est comunicado fue una
treta para engatusar a los habitantes del planeta.Seguramente siguieron el sigu
iente modus operandi:Primero lanzaron una breve pero violenta incursion para ate
morizar a sus victimas,demostrando su poder ,para luego emitir este comunicado y
ofrecerles unas condiciones honrosas de retirada.Luego,aprovechando que las col
umnas de refugiados atravesaban el desierto,lanzarian un ataque relampago contra
ellas,pues en el desierto no tendrian donde esconderse o cubrise y los eldar os
curos podrian capturar y matar a placer y casi con total inpunidad.Asdruval Vect
es famoso por muchas cosas:por ser la criatura mortal mas longeva de toda la Ga
laxia,por su crueldad y astucia sin limites,pero ademas es famoso por su retorci
do y negro sentido del humor y esta grabacion practicamente lleva su firma.
Por lo que se sabe practicamente todos los habitantes del planeta fueron o masac
rados o capturados,ya fuera en el desierto o en los asentamientos donde se refug
iaban aquellos que no creian en la palabra de los Eldar Oscuros.
Ha habido otras incursiones famosas como la de Jerico III(694del M39),donde muri
eron 3200 defensores y 1400 civiles y fueron capturados 1500 defensores y mas de
16800 civiles,inclusio victorias como la de Regi IV(547 del M39),donde se recup
eraron numerosas armas y artefactos de los eldar oscuros para su estudio,que mas
tarde esos conocimientos resultaron ser vitales para el Imperio, o la de Vistro
(699 del M39) donde se capturaron dos naves eldar oscuras para su estudio,pero n
inguna otra batalla o incursion a reportado tanta informacion sobre los eldar os
curos y su modus operandi como la de Delta 9.

NOVENA CRUZADA NEGRA


La Novena Cruzada Negra fue una de las Cruzadas de la fuerzas del Caos contra el
Imperio de la humanidad, que se producen en el siglo VI de la trigésimo octavo mi
lenio. Excepcionalmente no fue dirigida por Abaddon, sino más bien por "Jihar el L
acerador", un campeón de Slaanesh cuyas caóticas bendiciones sumieron al cosmos en g
emidos, lamentos y angustia a su paso. En su presencia, de inmediato la cordura
se destrozaba como si la perforaran mediante penetrantes gritos de tono irreal,
dejando a la victima irrevocablemente vinculada al servicio de Jihar.
La Novena Cruzada fue relativamente pequeña, no abarcó por completo un sector en la
guerra total a diferencia de la Decimotercera cruzada de Abbadon. De hecho, aunq
ue su paso fue detectado por los buques imperiales,la flota de Jihar fue tan peq
ueña que logró deslizarse a través de la Puerta de Cadia sin ser detenidos por la flot
a estelar. En lugar de ello, Jihar confiaba en atizar el descontento e instigar
a la rebelión en las poblaciones de los mundos de Gloom para proporcionarle mano d
e obra.
Los mundos de Gloom son un universo de treinta planetas inhabitados al suroeste
galáctico del Ojo del Terror, y destacan por poseer importantes poblaciones subhum
anas desgraciadamente afectadas por la degradacion de su sangre, que dieron luga
r mutaciones endémicas bastante importantes, como inquietantes rasgos faciales con
bocas de sanguijuela, ojos y piel totalmente negro, desaparicion de la nariz, c
on sólo un par de orificios nasales visibles... casi todos eran de color pálido, con
la piel que con tonos desde un grisrosado enfermizo a un albino blanco translúcid
o, con sus venas visibles justo debajo de la piel. Naturalmente, los mutantes víct
imas de la represión y la privación grave de las autoridades, a la manera de ver que
Jihar, pasaron pasado varios años de entrenamiento bajo el lavado de cerebro de a
gitadores y subversivos para acentuar las tensiones, cosa que tenía poca dificulta
d, lo que desencadeno como agravantes motines generalizados y levantamientos.
Cuarenta y tres regimientos de la Guardia Imperial formaron la respuesta inicial
del Imperio a la rebelión generalizada en todo el universo Gloom, y tras varias s
emanas de fuerte batallas, Jihar y sus hordas de mutantes fueron expulsados por
las fuerzas leales de un docena de mundos diferentes. Jihar abruptamente aterrizó
en el mundo asediado de Hyrik V, donde el destacamento de la Guardia "Brigada Ce
ro" ya luchaba contra mutantes rebeldes. Jihar lideró la banda guerrera y se enfre
ntó directamente con el 13ª regimiento de Mordia. Aunque ya habían sufrido terriblemen
te la contaminación espiritual y la corrupción del Caos en la que habían estado envuel
tos durante semanas, y a pesar de su rasgada integridad espiritual y fatiga, el
13º de Mordia tuvo éxito, derrotando y asesinando a Jihar en un enfrentamiento donde
"la oscuridad del cielo se desgarraba por el fuego y el rayo de las armas pesad
as de la 13 ª con la impugnación de las explosiones desatadas por el Lacerador contr
a ellos. En el apogeo de la batalla, los espectadores a más de seis millas de dist
ancia se vieron obligados a darle la espalda para evitar que la conflagración les
cegara, asi de intensa fue la furia desatada".
Jihar el Lacerador, que había recibido notoriedad desde la Herejía de Horus y había si
do festejado como la "próxima gran cosa", por así decirlo, por los poderes de su pat
rón y su derrota fue sorprendentemente brusca e inesperada. Sin su dirección y con l
a dispersión de un claramente avergonzado Slaanesh, el favor de la Cruzada Negra s
e agotó rápidamente. Los supervivientes de la 13ª de Mordia, sin embargo, no disfrutan
de celebraciones de victoria ya que se consideraba que habian estado demasiado
expuestos a los horrores de la malignidad y el Caos y fueron aniquilados como me
dida de precaución por un bombardeo orbital, aunque el regimiento disfrutó de elogio
s póstumos, laureles y honores.

LA GUERRA GOTICA
Muchos estudiosos del Imperio creen que la Guerra Gótica empezó varios años antes de q
ue la primera flota invasora entrara realmente en el Sector Gótico. Analizándolo ret
rospectivamente, se pueden conectar varios eventos, aparentemente dispares, que
advertían de la llegada inminente de la oscuridad y la masacre.
El asalto a Arx
Aunque el grueso de las defensas imperiales que rodean el Ojo del Terror se conc
entra en el área conocida como la Puerta de Cadia, existen muchas otras estaciones
de vigilancia a lo largo del Segmentum Obscurus. Estos puestos de vigilancia so
n constantemente asaltados por los enemigos del Emperador; pero; a mediados del
segundo siglo del 41º Milenio, el número de estos ataques se multiplicó drásticamente. Y
lo que es más importante aún, según los estudiosos, se produjo el ataque a la estación
de vigilancia de Arx. Dada su escasa relevancia para el Imperio, Arx sólo estaba d
efendido por una guarnición básica de la Guardia Imperial, cuyo deber era proteger a
los Adeptus Mecánicus que se ocupaban de mantener el equipo del puesto de observa
ción.
En los primeros días del 139.M41, la fragata de exploración Ascensión recibió una confus
a petición de ayuda del anciano astrópata conectado a la estación de Arx. Los atacante
s eran desconocidos y, cuando los refuerzos llegaron, cuatro meses después, no que
daba ni rastro de los responsables de la masacre. Los Guardias Imperiales estaci
onados en el planeta habían sido aniquilados. Tal y como el Capitán Tetis, del 122º Re
gimiento Borliano de la Guardia Imperial, escribió en su cuaderno de bitácora:
En los primeros días del 139.M41, la fragata de exploración Ascensión recibió una confus
a petición de ayuda del anciano astrópata conectado a la estación de Arx. Los atacante
s eran desconocidos y, cuando los refuerzos llegaron, cuatro meses después, no que
daba ni rastro de los responsables de la masacre. Los Guardias Imperiales estaci
onados en el planeta habían sido aniquilados. Tal y como el Capitán Tetis, del 122º Re
gimiento Borliano de la Guardia Imperial, escribió en su cuaderno de bitácora:
"Han sido horriblemente descuartizados. Sus cuerpos mutilados los han dejado en
Arx como regalo para los perros salvajes merodeadores, los únicos depredadores nat
urales del planeta".
Si Arx hubiera sido el único puesto de vigilancia atacado de esta manera, el asalt
o no habría pasado de ser otro fenómeno inexplicable en una galaxia llena de misteri
os y se habría olvidado con rapidez. Sin embargo, durante los tres años posteriores,
se produjeron varios ataques similares en sistemas adyacentes; por lo que el In
quisidor Horst empezó a sospechar que, tal vez, aquello formase parte de un plan p
redeterminado. De todas maneras, al no tener pruebas que apoyaran esa teoría o ide
ntificasen a los agresores, decidió vigilar y esperar a que su enigmático enemigo hi
ciera otro movimiento.
Una plaga de condenación
Exactamente un año después del asalto a Arx, varias naves de patrulla hicieron un de
scubrimiento inquietante en el Sector Atenea: una serie de naves comerciales y n
aves de combate del Imperio, una de las cuales era un Acorazado clase Emperador,
fueron halladas flotando a la deriva por el espacio salvaje. Al ser abordadas,
se descubrió que todas las tripulaciones estaban muertas. Sus cuerpos enfermos y e
n descomposición se encontraron por todas las salas y pasillos, algunos incluso en
sus estaciones de trabajo. Xebal Astolax, Magos Biologis del Adeptus Mecánicus, e
xaminó los diversos síntomas que presentaban los cadáveres del mercante Shanxi:
"La piel está cubierta por numerosas úlceras que supuran pequeñas cantidades de sangre
y pus. La cavidad encefálica muestra síntomas de crecimiento micético, lo que debió cau
sar un dolor extremo y delirios a las víctimas cuando aún seguían con vida".
Todas las naves mostraban, además, señales de un breve intercambio de fuego artiller
o y señales inequívocas de haber sido abordadas, aunque no se halló a ningún enemigo mue
rto.
Mientras el Inquisidor Horst no sabía a qué atribuir el nuevo giro que había tomado el
asunto, sus múltiples agentes y espías le trajeron nuevas noticias: corría un rumor e
ntre los Capitanes de la Flota Imperial que hablaba de una antigua nave fantasma
del Caos, conocida como Garra de Plaga, que estaba tripulada por los pestilente
s seguidores del Dios de la Podredumbre. Esta nave había sido el azote de la Flota
Imperial durante cuatro milenios. La infección de las naves y la reaparición del Ga
rra de Plaga tenían que ser algo más que una mera coincidencia y, cuando una fuerza
de Marines del Caos de la Legión Traidora de la Guardia de la Muerte arrasó el mundo
enjambre de Morganhast, Horst se convenció de que las fuerzas del Caos planeaban
otra incursión a gran escala. Los puestos de vigilancia alrededor de la Puerta de
Cadia fueron puestos en alerta máxima y, a partir de ese momento, las naves del Se
gmentum Obscurus se asignaron a las muy reforzadas patrullas de vigilancia por t
odo el espacio alrededor de Cadia.
La propagación de la anarquía
Mientras el Inquisitor Horst investigaba las actividades del Caos en torno a Arx
y sus sistemas vecinos, los sucesos empezaron a adoptar un giro aún más siniestro e
n el Sector Gótico, a 2.500 años luz de allí. Los Navegantes del Navis Nobilite inform
aron de una gran perturbación en la disformidad de la región circundante y la frecue
ncia de tormentas disformes aumentó gradualmente a medida que transcurría el año. En v
arios mundos, estas noticias fueron recibidas con pánico; pánico que se acrecentó más cu
ando diversas sectas de fanáticos declararon que el Emperador no estaba contento c
on la Humanidad y enviaba las tormentas de disformidad para castigar a los impíos.
Esto desembocó en la proliferación de nuevas sectas, cuyos cientos de desorientados
adeptos compartían un sentimiento de irremediable perdición. Se sentían desesperados
por la inflexibilidad del Emperador, tal y como narra el sacerdote Flexeberg:
"Han pasado la vida entera flagelando su cuerpo para purificar su alma, denuncia
ndo los excesos del prójimo y haciendo que sus vecinos acusen a los pecadores y ex
píen sus propias blasfemias. Aunque este es un comportamiento en sí loable, han olvi
dado sus deberes sagrados para con el Emperador: ¡mientras ellos se lamentan y se
tiran de los pelos, las arcas, vacías, gimen hambrientas!"
En muchos planetas, estos cultos se volvieron muy poderosos alimentados por el f
ervor popular hasta el punto de que la Eclesiarquía (y, en ocasiones, el gobierno
planetario) no podía hacer nada para detener a las masas embravecidas. Al crecer l
a histeria, turbas de exaltados barrieron las ciudades colmena y las colonias mi
neras en busca de impuros a los que linchar. El levantamiento de horcas y piras
espontáneas fue habitual, pues los desesperados ciudadanos se arrojaron a un fervo
r apocalíptico sacrificando a amigos y seres queridos para expiar sus pecados, de
cuerpo o de espíritu, ante el Emperador. Pero aquello no sirvió de nada. El Almirant
e Imperial Bratha, en un mensaje enviado a Puerto Maw, se lamentaba:
"...y los torbellinos de disformidad siguen girando y descontrolándose y la situac
ión se hace cada vez más desesperada".
Bajo el pretexto de la paranoia generalizada, algunas organizaciones y cultos se
cretos ocuparon puestos de poder agitando aún más a la población para que pusiera más em
peño en sus abyectas causas. Los descarriados seguidores de los Dioses Oscuros pro
clamaron abiertamente que el Caos podía salvar a la humanidad, a la que el Emperad
or había dado la espalda. Miles, millones incluso, de ciudadanos imperiales fueron
seducidos por falsas promesas y acudieron a la llamada. La Inquisición se vio obl
igada a intervenir para extirpar de raíz a cualquier adepto a esos cultos, impíos y
heréticos. Para empeorar las cosas, varios navíos civiles fueron destruidos en los m
uelles a causa de sobrecargas del reactor y a explosiones en la santabárbara. Aunq
ue los informes oficiales declaraban que los incidentes eran fruto de la falta d
e mantenimiento, la munición en mal estado u otras causas ordinarias, muchos creye
ron firmemente las historias de sabotaje y rebelión que circularon entre las propi
as filas de la Flota Imperial.
La mano de la oscuridad
Mientras el Sector Gótico se sumía en la anarquía y la confusión, Horst buscaba más indici
os de los planes de los herejes. Cuando oyó rumores de que se avecinaba un ataque
del Caos sobre el mundo Imperial de Purgatorio, pidió formar parte de la tripulación
de la flota encargada de investigarlo. Una cosa hacía que Purgatorio fuera difere
nte de las docenas de planetas que habían sido atacados hasta entonces: el artefac
to conocido como la Mano de la Oscuridad. Su existencia sólo era conocida por los
miembros más fieles de la Inquisición. Se trataba de un artefacto alienígena de inmens
o poder enterrado profundamente bajo la superficie de Purgatorio. Todos los inte
ntos de descifrar su uso habían demostrado ser inútiles, aunque leyendas casi olvida
das de razas antiguas, como los Eldars, hablaban de la Mano de la Oscuridad con
terror y repulsión. La opinión generalizada era que se trataba de un arma de un pode
r incalculable, aunque su funcionamiento exacto se desconocía. Cuando Horst llegó a
Purgatorio, los peores temores del Inquisidor se confirmaron: la Mano de la Oscu
ridad había desaparecido. Si los seguidores del Caos aprendían a utilizar este arma
de inimaginable poder, ¿quién podría imaginar la destrucción que podrían desatar sobre las
fuerzas del Imperio?
La invasión de Ornsworld
Horst sabía de la existencia de otro artefacto conectado con la Mano de la Oscurid
ad en los mitos antiguos. Su nombre era el Ojo de la Noche y se encontraba en el
planeta Ratling de Ornsworld. Mientras Horst se dirigía a toda velocidad hacia al
lí en la nave más rápida que pudo conseguir, le llegó un informe que hablaba de ataques
contra los Ratlings. Una pequeña fuerza de renegados había aterrizado cerca del luga
r en que el Ojo reposaba encerrado en una antigua estatua que había sido adorada c
omo un dios por los Ratlings en su era preImperial. Tras una breve escaramuza, u
na fuerza de reclutamiento de la Guardia Imperial, cuyo campamento estaba cerca
de donde aterrizaron las fuerzas del Caos, acabó con esa primera amenaza. Sin emba
rgo, un mes más tarde, las naves del Caos bloquearon Ornsworld y empezó una invasión a
gran escala. Los indefensos Ratlings no tuvieron ninguna posibilidad contra los
depravados Marines del Caos y la muerte reclamó a millones de indígenas al ser arra
sadas sus montañas y colinas por el fuego y los disparos de los seguidores de los
Dioses Oscuros. El teniente Compton Hawkins, que formaba parte del equipo de rec
lutamiento, contó las escenas que siguieron al ataque:
"Montones de cráneos de Ratlings apilados en las llanuras. Las piras funerarias os
curecen el cielo, ya que los Traidores han decidido arrasar sistemáticamente todo
lo que se cruce en su camino. El pequeño asentamiento de Valle Esmeralda es ahora
un cráter humeante en el que se han arrojado los huesos de sus 4.000 habitantes; q
ue, posteriormente, han sido machacados hasta ser reducidos a polvo, un polvo qu
e se ha esparcido por los alrededores. Un potente detonador sísmico ha hecho que e
l Ombligo del Mundo (una de sus montañas) se venga abajo llevándose por delante siet
e ciudades y a 82.000 Ratlings en una serie de aludes de rocas enormes y de ríos d
e lava".
Durante la carnicería, el Ojo de la Noche fue desengarzado de su montura y el ladrón
huyó a la seguridad de las estrellas. Las fuerzas del Caos tenían ahora tanto la Ma
no de la Oscuridad como el Ojo de la Noche; y con ellos, tal vez, el poder neces
ario para acabar para siempre con el Imperio entero. Al Inquisidor Horst sólo le a
tormentaba una duda: ¿dónde atacarían primero? La respuesta no tardó en llegar.
Estalla la tormenta
El viejo Inquisidor empezó a recopilar informes dispersos que relataban un nivel d
e actividad inusual en un área mayor que la inicial y tuvo noticias de la disrupción
que había engullido el Sector Gótico. Mientras se dirigía a la región, le llamaron la a
tención varios informes más de avistamientos de naves del Caos, los cuales reforzaba
n su teoría de que el Sector Gótico sería el escenario de la siguiente incursión. Un més d
espués de que Horst llegase al sector, cuando habían pasado tres años desde que inicia
ra su investigación del asalto a Arx, una tormenta cataclísmica paso por la disformi
dad. La enorme tempestad engulló el Sector Gótico entero con una serie de violentas
tormentas menores que aisló la zona respecto del resto del Imperio. Fuera lo que f
uera aquello a lo que debían enfrentarse las naves y los guerreros del Sector Gótico
, tendrían que hacerlo solos.
La primera batalla declarada de la Guerra Gótica tuvo lugar a punto de iniciarse e
l año 143.M41. Durante los primeros meses del conflicto, las flotas del Caos lanza
ron una amplia oleada de ataques de todo tipo contra las bases de la Flota Imper
ial en el sector.
El ataque inicial
Los informes procedentes de todo el Sector Gótico que hablaban de ataques de las f
lotas del Caos crecieron exponencialmente. Gran parte de la planificación se debió d
e haber centrado en asestar un golpe definitivo durante el ataque inicial, ya qu
e las flotas del Caos seleccionaron como objetivo una docena de bases mayores de
l Imperio en el Sector Gótico. Sin previo aviso, los renegados golpearon duramente
y con rapidez emboscando las naves de guerra imperiales mientras estaban atraca
das u orbitando alrededor de su estación. Cogida por sorpresa y desbordada ante la
tensión creciente en el sector, la Flota Imperial estaba poco preparada para resp
onder a esta repentina ofensiva. En Bladen, el Riguroso vio cómo sus hangares de e
stribor eran totalmente destruidos por torpedos. Mientras tanto, cerca de Cherys
, los bombarderos del Destructor Implacable dañaron los motores de disformidad del
Almirante Sylvanus hasta tal punto que fueron necesarios prácticamente dos años de
constantes reparaciones para conseguir que la nave pudiera volver a hacer viajes
por la disformidad mayores de cinco años luz.
Las estaciones orbitales de defensa también fueron destruidas o capturadas por la
rapidez del ataque de los invasores del Caos. La pérdida de muchos astilleros orbi
tales, como los Muelles de Tripol, Puerto Imperial y Estación Gathara, fue dobleme
nte grave: no sólo porque las naves imperiales necesitaran ser reparadas con urgen
cia, sino también porque los medios necesarios para hacer las reparaciones apropia
das cayeron en manos del enemigo. El Capitán Grove, del Almirante Drake, un antigu
o Crucero clase Implacable utilizado como nave de entrenamiento, fue uno de los
pocos supervivientes del ataque a la Base de Halemnet en la Constelación del Cíclope
; un ejemplo típico del estilo de ataque practicado por los navíos del Caos. Grove y
su tripulación tuvieron suerte de escapar, tal y como explica este registro:
4º Guardia, 3º día de Euphistles. Estamos siendo atacados por los navíos renegados. Se a
proximan por estribor burlando nuestros sistemas de detección. Los torpedos de lar
go alcance han destruido al Vanguardia [un Crucero Ligero clase Intrépido] y han i
nutilizado al Indómita Arrogancia [un Crucero clase Lunar]. Este desatracó con los r
eactores al 75% de su capacidad operacional total. Estamos trabados en fuego cru
zado de corto alcance con un escuadrón de escoltas renegados que han inutilizado n
uestras baterías de estribor y han destruido nuestos tubos de torpedos.
Incendios en las galerías del cuadrante de babor: los mamparos de emergencia se ha
n tenido que bajar. Las bajas estimadas se aproximan a 5.000 o más, la mayoría artil
leros de las baterías de estribor. Intentamos salir del fuego cruzado para evitar
que un Clase Aniquilación penetre en el pozo gravitatorio de Halemnet. Transferida
toda la energía disponible de los motores a las armas para acabar con él. Ha llegad
o la hora de visitar la capilla y rezar por la protección del Emperador.
Por fortuna para la tripulación del Almirante Drake y para la de muchas otras nave
s, las flotas del Caos no estaban especialmente dispuestas a un combate largo y
preferían atacar y retirarse. Con esta estrategia, pretendían que la Flota Imperial
sufriera grandes pérdidas: que muchas de sus naves de línea quedasen destruidas o ne
cesitasen meses de reparaciones y modificaciones.
La defensa de Orar
Sin embargo, las flotas del Caos no consiguieron la victoria total. En algunas b
atallas, los traidores sufrieron serios reveses; el mayor de ellos durante la de
fensa del Mundo Colmena de Orar. Cuando una de las muchas flotas de guerra del C
aos, al mando del vil Señor de la Guerra Arkham el Maléfico, emboscó al grupo de batal
la imperial estacionado en Orar, por una vez no se encontraron con un enemigo so
rprendido e indefenso.
"Incapaces de abortar el ataque, las naves del Caos se dirigieron directamente a
nuestras cortinas de torpedos, nuestro fuego artillero y los disparos de las la
nzas de las defensas orbitales de Orar. Nuestro cañón nova impactó de lleno a la nave
renegada Desalmado del Caos borrándola de la existencia con una enorme explosión de
gas y escombros. Esta noche, ración doble para los artilleros.
Cuando nos acercamos a la matanza, el resto de naves del Caos habían abandonado la
nave destruida a su suerte e intentaban escapar. Con un auténtico torrente de pro
yectiles atravesando su casco, el Desalmado acabó por autodestruirse al implosiona
r sus motores de disformidad a causa del constante bombardeo. La nave de Arkham,
el Azote de Muerte, tenía el puente hecho pedazos por una andanada del Duque de H
ierro y corrían rumores que decían que Arkham era el único que había logrado salir con v
ida de entre los escombros, protegido de alguna manera por sus Señores Oscuros.
Llamé a nuestra flota de combate para felicitarla por su impecable cumplimiento de
l deber. Varios de nuestros escuadrones de bombarderos fueron decisivos para con
vertir el Cráneo de Muerte en chatarra. Por desgracia, no pudimos reclamar nuestra
parte del botín, puesto que el pecio fue arrastrado por la gravedad de Orar y que
dó destruido al entrar en la atmósfera".
Sólo un puñado de escoltas del Caos escaparon ilesos y el Azote de Muerte y su flota
fueron perseguidos por los vengativos comandantes imperiales.
Aliados inesperados
Orar no fue el único revés importante que sufrieron las fuerzas de la Oscuridad dura
nte los primeros compases de la guerra. En otro incidente, una pequeña flota del C
aos formada por varias naves de escolta de la clase Infiel e Iconoclasta que se
dirigía hacia Denerair, en la Constelación del Cíclope, para una incursión fue atacada p
or las numerosas bandas de piratas Orkos que había en la región. Se captaron algunas
transmisiones entrecortadas entre las naves del Caos que permiten tener una lig
era idea de lo que sucedió.
Utilizando su táctica habitual de merodear por un campo de asteroides en busca de
alguna víctima incauta, los Orkos se abalanzaron desde su escondite sobre el corazón
de la flota del Caos. Incapaces de utilizar su gran maniobrabilidad en medio de
l campo de asteroides, las nubes de gas y los cúmulos de materia estelar, las nave
s del Caos fueron aplastadas sin piedad por los Orkos hasta que no quedó ni una so
la.
Al oír estas noticias, hay constancia de que el Gran Almirante Imperial Ravensburg
dijo: "¡si no fuera porque se trata de esa maldita escoria pielverde, convertiría a
ese Comandante en el Capitán de mi nave insignia!"; aunque este niega haber pronu
nciado jamás tales palabras. Esta afortunada coincidencia, no obstante, fue muy ex
traña, pues los pielesverdes continuaron luchando indistintamente tanto contra los
invasores como contra el Imperio.
La Batalla de la Fortaleza Negra IV
Los ataques iniciales del Caos fueron dirigidos contra instalaciones importantes
, como los Mundos Forja del Adeptus Mecánicus y las bases navales. De las diecisie
te bases que había en el Sector Gótico, seis de ellas se encontraban en Fortalezas N
egras, tal y como nos explica el Liber Monumenta:

"Los arquitectos de las construcciones conocidas como Fortalezas Negras siguen s


iendo desconocidos. Un análisis exhaustivo de todos sus materiales y métodos de cons
trucción no ha permitido llegar a ninguna conclusión. Los intentos de datación han dad
o fechas entre 17.000 y 300 años de antigüedad. Han permanecido en letargo desde su
descubrimiento, que tuvo lugar durante los primeros años del segundo milenio del d
ivino mandato del Emperador. Incluso aunque la mayoría de sus sistemas no funciona
n, una Fortaleza Negra es una base naval con un potencial incomparable".
Después de importantes trabajos de reparación y adecuación por parte del Adeptus Mecánic
us, el Imperio añadió torretas de defensa y sistemas de armamento primario a las For
talezas Negras; que se convirtieron en unas instalaciones defensivas que rivaliz
aban incluso con las del Alto Mando de la Flota en Puerto Maw.
Esto iba a cambiar en el Sistema Rebo, donde la base naval Fortaleza Negra IV or
bitaba alrededor del quinto planeta del sistema. Una flota del Caos, probablemen
te comandada por Abaddon en persona, atacó Rebo V. Las naves Imperiales de la esta
ción presentaron una feroz defensa, pero fueron desbordadas por el tamaño de la flot
a a la que se enfrentaban. Veinte naves de línea, incluidos dos Acorazados clase S
aqueador y una docena de navíos de escolta, atravesaron las defensas exteriores de
Rebo y atacaron la Fortaleza Negra IV.
La batalla duró poco y fue una masacre. En cuanto la flota del Caos estuvo a tiro
de la Fortaleza Negra, los sistemas de energía de esta última se apagaron por comple
to. Con el suministro de energía cortado, las armas no podían disparar, las puertas
de acceso a los hangares de las naves de combate no podían abrirse y el personal d
e a bordo estaba indefenso. Poco después, la siguiente información fue proyectada al
espacio por el Astrópata Jefe de la estación: "la Fortaleza Negra IV ha caído en mano
s de los invasores". No se supo nada más de Rebo y se asumió que no habían quedado sup
ervivientes. Este iba a ser el primero de una serie de golpes decisivos que tras
tornaron a las fuerzas imperiales al inicio de la guerra.
La muerte de Savaven
Mientras Abaddon lanzaba su feroz y sanguinario ataque contra Rebo, nuevas desgr
acias seguían cayendo sobre los leales defensores del Sector Gótico. En Savaven, un
Mundo Cardenalicio de la Eclesiarquía, los escasos sistemas de defensa planetaria
poco podían hacer para proteger el planeta frente a un nuevo navío de increíble poder.
Apodado simplemente el Revientaplanetas, esta monolítica nave estaba erizada de b
aterías de artillería, baterías de lanzas y sistemas de lanzamiento de torpedos. Cuand
o las cañoneras de defensa se retiraron ante su implacable avance, el Revientaplan
etas ya había alcanzado la órbita de Savaven. Jeremías Soldagen, comandante de las fue
rzas de defensa orbital, registró más adelante los terribles hechos que tuvieron lug
ar a continuación:
"En el interior de la cavidad central [del Revientaplanetas] pudimos detectar un
a gran fuente de energía. La energía crepitaba desde varios puntos del casco. Entonc
es, con una explosión que borró la estrella del sistema de nuestros monitores, abrió f
uego. El chorro de energía duró, al menos, media hora. ¡Sabe el Emperador cómo pudo habe
r generado tanta energía! Nos comunicamos con los sistemas planetarios de vigilanc
ia para comprobar qué había pasado en la superficie. El rayo había perforado miles de
kilómetros de corteza planetaria y se había abierto paso hasta llegar al núcleo del pl
aneta. Cuando el ataque finalizó, el magma manó por aquella herida del tamaño de un co
ntinente destruyendo Savaven desde el interior. Los mares hirvieron hacia los ci
elos, los casquetes polares se derritieron y continentes enteros se hundieron ba
jo las ondas de choque. Al haber recibido un impacto de tales dimensiones, Savav
en se salió de su órbita natural y giró sobre su eje. Supongo que no quedaba nadie viv
o; además, si quedase alguien, no le quedaría demasiado tiempo de vida. Como cuando
aprietas un paquete de raciones con el puño, Savaven se dobló sobre sí mismo y luego s
e rompió en miles de fragmentos. Ahora allí hay un campo de asteroides realmente den
so por el que resulta imposible navegar. Había catorce billones de personas vivien
do en Savaven. Catorce billones de muertos en una hora".
Soldagen y el resto de supervivientes iban a sufrir pesadillas realmente traumátic
as y depresiones por culpa de lo que habían visto. Tanto fue así que, tres meses des
pués, todos ellos acabaron con sus vidas en un suicidio colectivo. El efecto de es
e ataque en la moral imperial fue devastador. Todos habían oído hablar del Extermina
tus con torpedos de fusión, de las bombas víricas y de los aceleradores de masa; per
o saber que el enemigo tenía la tecnología para destruir un planeta entero... no sólo
toda la vida que pudiera albergar, sino el planeta entero, aquello debía de ser el
pensamiento más estremecedor que cualquier tripulante naval podría sufrir. En cuant
o la Flota Imperial tuvo noticias de lo sucedido, el Inquisidor Horst se preguntó
si ese era el poder que proporcionaba la posesión de la Mano de la Oscuridad y del
Ojo de la Noche. Si fuera algo más, tal vez estaban a punto de llegar noticias aún
peores.
Problemas con los Eldars
Un problema constante para el Gran Almirante Imperial Ravensburg era la presenci
a de un gran número de Eldars en el sector que hacían rápidas incursiones desde lugare
s ocultos de la Nebulosa del Grial Negro. La creencia general es que incluso un
Mundo Astronave Eldar se encontraba en el Sector Gótico durante la guerra, aunque
no se confirmaron avistamientos ni se pudo determinar jamás su posición.
Entre las fuerzas piratas que asolaban el Imperio, la fuerza llamada "los Ejecut
ores" se volvió cada vez más activa a medida que avanzaba la Guerra Gótica; hasta el p
unto de que sus saqueos y ataques aumentaron de tres en el año imperial 143.M41 a
ocho en el 147.M41. Incapaz de seguir a las sofisticadas naves eldar hasta su ba
se, y con la firme sospecha de que estaban conectadas de algún modo con el esquivo
Mundo Astronave, Ravensburg poco podía hacer para defenderse de los alienígenas y d
ependía de que cada comandante de grupo de batalla actuara del mejor modo posible
contra esos escurridizos adversarios.
Los Eldars no eran los únicos que atentaban contra los transportes y mercantes del
Imperio. Bandas de piratas humanos, renegados del Ojo del Terror e incluso navíos
de otras razas alienígenas aumentaron su actividad. Denominadas Jaurías de Lobos po
r los oficiales navales que las perseguían, estas bandas de ladrones a bordo de pe
queñas naves cazaban las naves y convoyes de cualquier bando sin hacer distincione
s. El Almirante Koburn, de la Segunda División Acorazada, anotó amargamente:
"Si se tratara de una confrontación directa, ellos no serían rival para nuestras arm
as. Pero [los piratas] son astutos y nunca se arriesgan a una batalla abierta si
pueden evitarlo. Las jaurías muerden los talones de nuestros convoyes: capturan u
n transporte aislado aquí, un navío mercante allá... Su táctica favorita es merodear ent
re los campos de asteroides o bien operar desde lunas desiertas, donde son casi
indetectables y muy difíciles de eliminar. He oído, incluso, que hay una banda que a
traca sus naves en una estación del sistema Fullarn situada en la atmósfera exterior
de un gigante de gas. Cada mes llegan informes de sus ataques, pero no podemos
destinar más naves de línea a escoltar los convoyes".
La Flota Imperial luchaba en dos frentes a la vez: contra las flotas del Caos po
r un lado y contra los piratas Orkos, Humanos y Eldars (que habían sido una amenaz
a constante para las naves imperiales antes incluso de la Guerra Gótica) por el ot
ro. Las fuerzas imperiales luchaban a la defensiva en todos los frentes y eran a
niquiladas mundo por mundo, sistema por sistema. Las pérdidas eran elevadas y las
estaciones orbitales y puertos espaciales libraban su propia guerra, cada vez más
dura, contra la falta de suministros y de mano de obra. La Oscuridad había caído sob
re el Sector Gótico y parecía que la luz nunca iba a regresar.
El Imperio estaba asediado por varias flotas del Caos dirigidas por Señores de la
Guerra particulares (entre ocho y veinte o más flotas, según los cálculos). Cada una e
ra un duro rival para cualquier grupo de batalla que el Almirante Ravensburg pud
iera organizar. Una en particular, liderada por el odioso Abaddon en persona, se
iba a revelar como la mayor amenaza de todas.
La Estación Lukitar
Con la amenaza del Revientaplanetas de Abaddon rondándoles, muchos mundos imperial
es se rindieron sin presentar batalla. Subsector tras subsector, el control Impe
rial se iba perdiendo y, con ello, un gran número de puertos espaciales y muelles
orbitales. El Imperio tuvo que enfrentarse a una cada vez mayor dificultad para
reparar sus navíos; dificultad que rallaba lo imposible cuando se trataba de const
ruir una nave nueva. Con sus ataques críticos al inicio de la guerra, el Caos podría
haber ganado antes siquiera de que hubiera empezado el auténtico conflicto.
Todavía quedaba alguna esperanza para la Flota Imperial. En una luna desolada, orb
itando en torno a un gigante de gas del sistema Lukitar, había una fabrica del Ade
ptus Mecánicus. Los Tecnosacerdotes investigaban la sabiduría de sus predecesores pa
ra descubrir el conocimiento de sistemas de armas más poderosos, motores más eficace
s y mejores generadores de escudos. Unas pocas naves imperiales fueron equipadas
con estos sistemas mejorados, pero los resultados nunca acabaron de ser plename
nte satisfactorios. Una nave podía consumir sólo una determinada cantidad de energía y
, si se mejoraba el armamento, sufrían las comunicaciones; si aumentaba la energía d
e los motores, los generadores de escudo no se podían mantener. La busqueda contin
uó y cada nuevo desarrollo mejoraba ligeramente el anterior.
Entonces llegaron las naves de Abaddon. El Comodoro Vández, al mando del Escuadrón R
ojo 202, formado por cuatro Fragatas clase Sable, se encontraba entre los primer
os navíos imperiales que detectaban a Abaddon tras su ataque a la Fortaleza Negra
IV.
2ª Guardia, 19º día de Aphrodael, sistema Lukitar. Los informes de las estaciones de g
uardia están en orden. Nuestros indicadores han captado una perturbación de magnitud
inimaginable. La tripulación susurra, asustada, que se trata del Revientaplanetas
; pero la última vez que se avistó fue en Salvador, a 65 años luz. Nos dirigimos hacia
la señal a toda máquina para investigar.
9ª Guardia, 19º día de Aphrodael, sistema Lukitar. ¡Aunque lo haya visto con mis propios
ojos, no me lo creo! Varias naves de línea de los renegados están entrando en el si
stema con una docena de escoltas. ¡Y con ellas una Fortaleza Negra! ¡Que me arranque
n los ojos, pero es cierto! Parece diferente, más orgánica; de alguna manera, más viva
, si es que tal cosa es posible. Nuestros sistemas de detección han captado varios
tipos de armamento que no son de fabricación imperial. Pero, ¿cómo habrán conseguido de
spertar a la bestia? Por la sangre del Emperador, están acumulando energía para disp
arar, incluso desde esta distancia...
3ª Guardia, 1º día de Sanacleus, Inmaterium. Hemos dejado atrás todo lo que queda de la
estación Lukitar. La Fortaleza Negra capturada parece inexpugnable a nuestras arma
s; por lo menos, para las de los pocos que pudieron abrirse paso hasta ella. Tie
ne armas de un tipo que jamás había visto antes, ni siquiera en nuestras luchas cont
ra los piratas eldars o cuando perseguíamos a los incursores de los Fra´al en Bhein
Morr. La Fortaleza, con todo su armamento, ha convertido la estación de Lukitar en
escombros en tan sólo unos minutos. Sólo hay un salto de siete años luz desde aquí hast
a Brinaga, el lugar donde está estacionada la Fortaleza Negra VI. Viajamos a toda
máquina hacia Brinaga para avisarles del ataque, ya que creo que los renegados int
entarán capturar otra Fortaleza Negra. Ruego al Emperador que podamos detenerlos.
Incluso con el aviso de Vández, había muy pocas naves disponibles para la defensa de
la Fortaleza Negra VI. Tal y como sucedió en la captura de la primera Fortaleza,
los seguidores del Caos disponían de algún medio para controlar las Fortalezas Negra
s a distancia, ya que eran capaces de apagar sus sistemas de suministro de energía
y convertirlas en una trampa mortal para las decenas de miles de hombres que se
rvían a bordo. El sistema Brinaga cayó en manos de Abaddon cuatro meses después del at
aque a Lukitar.
Un poder inconmensurable
Mientras el Gran Almirante Imperial Ravensburg reflexionaba sobre los múltiples pr
oblemas militares y logísticos a los que se enfrentaba su aislado sector, recibió la
visita del Inquisidor Horst. No ha quedado ninguna constancia de lo que trataro
n, pero se cree que el Inquisidor explicó a Ravensburg lo que sabía de la Mano de la
Oscuridad y del Ojo de la Noche. Se formuló un plan para intentar recapturar las
Fortalezas Negras mediante la astucia en lugar de mediante un ataque directo.
No obstante, antes de que este plan consiguiera algún resultado visible, llegaron
noticias de otro asalto de la flota de Abaddon; esta vez contra la Fortaleza Neg
ra I, en el sistema Fularis. El cuaderno de bitácora del Teniente Primero Elías Borj
a, del Vengador, fue recuperado de entre los restos de la nave, que flotaban hac
ia la estrella Fularis:
"Hoy estamos de suerte. [La flota de Abaddon] ha atacado desde el otro extremo d
e Fularis II, lo que significa que tendrá que enfrentarse a los sistemas de defens
a orbital y planetaria para capturar la Fortaleza Negra I. Acabamos de mejorar n
uestras armas en Fularis II justo para casos como este; así que dudo seriamente qu
e, incluso con sus dos Fortalezas, el enemigo pueda sobrevivir".
El optimismo prematuro de Borja iba a desmoronarse crudamente:
"Las dos Fortalezas Negras han rodeado la estación a cinco mil leguas de distancia
entre ellas y a unas setenta y cinco mil leguas de Fularis II, justo fuera del
alcance de las armas, salvo los lanzatorpedos, de las plataformas de defensa orb
ital. Estamos detectando una gran acumulación de energía en ambas Fortalezas. El Tec
nosacerdote Flavix nos ha dicho que hay algún tipo de intercambio de energía entre e
llas. ¡Por los dientes del Emperador, ahora la puedo ver con mis propios ojos!: es
una columna de luz incandescente, cada vez más brillante, que une ambas fortaleza
s. La energía sigue aumentando y el rayo es cada vez más visible. El maldito astrópata
está gritando, chilla algo de una brecha en el espacio disforme. ¿Qué tipo de diabólico
truco estarán intentando...? ¡Oh, en nombre del...!".
Otras evidencias recuperadas apuntan hacia la hipótesis de que un rayo de energía ac
abara con Fularis II. El Vengador quedó dentro de la trayectoria del rayo: sus esc
udos quedaron instantáneamente sobrecargados y el casco exterior quedó vaporizado cu
ando la onda de energía atravesó la nave. Más tarde, se descubrió que Fularis II tenía la
atmósfera desgarrada y que su superficie había sido perforada hasta crear una enorme
llanura rocosa. No había señal alguna de la Fortaleza Negra I.
Por todo el Sector Gótico las flotas del Caos y la del Imperio chocaron en múltiples
ocasiones. Durante cinco años, las batallas se sucedieron con el resultado de mil
lones de muertos en ambos bandos. Los planetas eran invadidos y reconquistados,
las flotas sufrían emboscadas, las bases eran atacadas y el sector seguía aislado de
toda ayuda exterior.
Matanza entre las estrellas
Desde la Sima del Tiburón Martillo hasta la Nebulosa del Cíclope, las naves imperial
es lucharon desesperadamente para contener a las naves del Caos que habían entrado
en el Sector Gótico. En algunas áreas, las fuerzas del Emperador cedían espacio debid
o a la ferocidad de sus adversarios; mientras que en otras regiones, protegidas
por comandantes de grupos de batalla más diestros o experimentados, contuvieron el
ímpetu inicial del ataque del Caos. Es imposible detallar exactamente los vaivene
s de la guerra, pues muchos mundos cambiaron de manos cuatro, cinco y hasta seis
veces durante el periodo más encarnizado de la lucha. En el año 147.M41, el subsect
or de las Lísadas fue totalmente arrasado y llegaron naves del Caos procedentes de
una docena de sistemas adyacentes para sitiar Puerto Maw. Sin embargo, en el Su
bsector Cíclope, los Orcos ofrecieron una dura resistencia a los navíos del Caos; ad
emás, desde algunas bases que resistían en el Canal Quinrox, la flota Imperial lanzó m
uchos contraataques que hicieron retroceder a las dispersas naves del Caos duran
te meses hasta obligarlas a centrar su atención en cualquier otro punto.
Mientras los renegados y la Flota Imperial combatían en las estrellas, los ataques
de los piratas orkos, eldars y humanos se multiplicaron. Con el ojo del Imperio
centrado en otro punto, tales bandidos tenían, prácticamente, vía libre. Convoyes ent
eros eran capturados, las ciudades eran saqueadas por los incursores piratas y,
en docenas de mundos, millones de personas morían de hambre y enfermedades. Los po
cos convoyes que conseguían llegar a su destino sanos y salvos a menudo se encontr
aban con una cadena de naves de guerra del enemigo que bloqueaba el acceso de to
da nave y establecía un dominio asfixiante sobre los mundos sitiados. En el Mundo
Colmena de Stranivar, tres ciudades enjambre habitadas por cien billones de alma
s se vieron sacudidas por revueltas debidas a la falta de agua potable. Sin sumi
nistros, los propios centros de reciclaje y depuración del planeta no podían bombear
agua limpia y cuatro quintas partes de la población murieron de deshidratación ante
s de que el siguiente convoy lograra burlar el bloqueo del Caos. Los muelles y p
uertos espaciales solían quedarse cortos de suministros y las naves en reparación a
menudo eran enviadas a la batalla con meros parches y los cargadores medio vacíos.
El puerto de los piratas
Mientras las fuerzas del Almirante Ravensburg aguantaban como podían contra los Seño
res de la Guerra del Caos, la Flota Imperial hizo progresos significativos contr
a otro peligroso rival. Una dura confederación de casi dos docenas de bandas pirat
as se había congregado en el Canal Quinrox. Con más de 50 navíos del tamaño de naves de
escolta, un crucero clase Gótico robado y dos Cruceros clase Lunar secuestrados, l
os merodeadores se habían convertido en una seria amenaza para la seguridad de la
navegación por el subsector. El Almirante Imperial Ravensburg, incapaz de centrar
su atención en otra cosa que no fuera la arrolladora incursión del Caos, ordenó al Alm
irante Mourndark que se ocupara de los piratas como mejor le pareciera.
Mourndark envió algunas naves de diferentes grupos de batalla al sector, incluídas e
l Espada de Orión, el Devastador, el Uziel, el Firmeza y el temible Cypra Probatii
. Junto con estas naves de línea, Mourndark también tomó el mando del 24º Escuadrón de Des
tructores (Viudas Negras), el 1º Grupo de Fragatas (Águilas) y las Fragatas clase Sa
ble de la Flotilla de Patrulla del sistema Yunque 206. Con un gran convoy de tra
nsportes vacíos como cebo, Mourndark provocó a los piratas para que atacasen. Cuando
las naves Imperiales contraatacaron, Mourndark ordenó que se dejara escapar al me
nos a uno de los renegados. Con ayuda de su Navegante Principal, Absalom Draal,
Mourndark y su flota pudieron seguir a los piratas supervivientes hasta su refug
io en el sistema Costa Barbarus. Confiados en la certeza de que estaban seguros
en su plaza fuerte, los piratas habían dado poca importancia a su defensa. El ataq
ue Imperial llegó totalmente por sorpresa, tal y como concluía el informe que Mournd
ark elaboró para el Almirante Ravensburg tras la batalla:
"Caímos sobre ellos como perros sobre su presa. Intentaron escurrirse en sus aguje
ros, pero mis escoltas estaban preparados para eso. El propio Cypra Probatii des
truyó quince naves y sus pérdidas totales deben haber sido de más de treinta naves. Mu
chos huyeron a la superficie de Barbarus III creyendo que estarían a salvo de nues
tras armas. ¡Qué equivocados estaban! Utilizando torpedos de plasma modificados por
el Magos Urilun del Adeptus Mecánicus, incendiamos la atmósfera del planeta casi des
ierto y los freímos. Sólo tres navíos surgieron de la deflagración pidiendo clemencia. ¡Nu
estras armas les enseñaron cuál es la clemencia que da el Emperador!"
Con tantos piratas eliminados de un solo golpe, Ravensburg pudo concentrar sus f
uerzas de nuevo en su lucha contra las flotas del Caos.
Durante los primeros siete años de la Guerra Gótica, el Imperio luchó a la defensiva e
n un frente muy extenso. Cuando el año 150.M41 dejó paso al 151.M41, el Gran Almiran
te Imperial Ravensburg decidió llevar la contienda hasta el enemigo y arrebatarle
de sus zarpas lo que había robado.
La Batalla de Getsemaní
Como sabía que aunque las naves del Caos eran muy superiores en número total estaban
divididas en flotas menores, el Gran Almirante Ravensburg esperaba poder destru
ir a los renegados si conseguía llevar el grueso de la Flota de Batalla Gótica contr
a las flotas del Caos una por una. Este era un plan muy arriesgado, ya que conce
ntrar las fuerzas de la Flota en un punto significaba debilitar los convoyes de
escolta, las patrullas de sistema y los escuadrones antipiratería. Ravensburg expu
so todos estos puntos en una misiva al Inquisidor Horst en la que, además, decía:
"Estos son tiempos problemáticos que requieren una acción directa. Si no actuamos co
n firmeza y con plena confianza en el Emperador, seremos derrotados en diez años y
habremos rendido el sector entero a nuestros enemigos. No se trata sólo de elimin
ar de un plumazo todos los navíos del Caos. Enviaremos el siguiente mensaje tanto
a las flotas del Caos como a las del Imperio: el Imperio nunca se rinde sin luch
ar".
Tras numerosas salidas en falso y ataques abortados, Ravensburg vio su primera o
portunidad real a mediados del año 151.M41; cuando los navíos de exploración informaro
n de que una flota del Caos se movía en masa en dirección al sistema Getsemaní. Ravens
burg tomó personalmente el mando de la flota a bordo del Derecho Divino y ordenó que
se fuera tras ellos a la máxima velocidad posible. Con diecisiete naves de línea (i
ncluidos dos acorazados y dos cruceros de batalla) y veinte naves de escolta baj
o su mando, Ravensburg persiguió a la flota enemiga hasta la región de Getsemaní. De r
epente, al darse cuenta de sus intenciones, las fuerzas del Caos pusieron otra v
ez rumbo al exterior del sistema con la intención de alejarse lo bastante de la es
trella como para intentar un salto disforme. Ravensburg envió las naves más rápidas de
la flota a perseguirlos e inició una cacería feroz de una semana o más de duración. Lo
siguiente que ocurrió fue registrado en las memorias del Capitán Blythe, del Guardián:
"Mientras perseguíamos a nuestro rival, llegaron señales de otra flota enemiga en ru
ta de intercepción. ¡Habíamos caído en una trampa! Reforzada por una docena de naves, la
flota del Caos se giró hacia nosotros y todo lo que pudimos hacer fue intentar es
quivar el grueso del enemigo. Aun así, perdimos tres destructores y cuatro fragata
s en una serie de pequeñas escaramuzas. Las pérdidas del enemigo fueron cinco escolt
as como mínimo, tal vez tantas como diez o más en total. Con todas nuestras grandes
armas al mando del Almirante Ravensburg, poco podíamos hacer salvo corrrer. ¡Los caz
adores habían sido cazados!".
Blythe y su grupo de batalla regresaron junto a la flota principal de Ravensburg
; pero, incluso con las naves de línea de Ravensburg, las fuerzas imperiales seguían
siendo ampliamente superadas en número. Durante tres días, las dos flotas dieron círc
ulos y se esquivaron mutuamente por todo el sistema: ninguno de los comandantes
estaba preparado para enviar el grueso de sus naves contra un enemigo cuya posic
ión exacta desconocía. Tres semanas después de llegar al sistema, la flota de Ravensbu
rg y las naves del Caos se enfrentaron. Seis Fragatas clase Tormenta localizaron
la flota del Caos cerca de Getsemaní II y utilizan los diversos cúmulos de materia
estelar para evitar ser, a su vez, detectados. Al ver la oportunidad, el Gran Al
mirante Ravensburg movió su flota entera para atacar. Los Destructores clase Cobra
de Ravensburg lanzaron varias salvas de torpedos a distancia extrema. Aunque no
tenían muchas esperanzas de infligir daño alguno, los ataques con torpedos forzaron
a las tropas del Caos a alterar su movimiento de forma que ahora se dirigían haci
a las naves de línea del Imperio. El Teniente de Navío Martyrn, a bordo del Derecho
Divino, relata cómo sucedieron los acontecimientos de aquella noche:
"Fuimos conducidos a un choque directo con nuestro enemigo. Las naves del Caos d
evolvieron torpemente nuestro intercambio de fuego. Nuestras oleadas de naves de
combate aullaron entre su flota: algunas fallaron y otras consiguieron impactos
críticos que abrieron grandes agujeros con las explosiones. Con nuestros escudos
deflectores delanteros y el casco de proa reforzados, su fuego de respuesta causó
pocos daños. Nuestros escoltas mantuvieron cuidadosamente al enemigo agrupado en u
na masa compacta mientras atravesábamos su línea de batalla. La nave se agitaba cuan
do disparábamos andanadas simultáneas por ambas bordas. Entonces Ravensburg dio orde
n de fuego a discreción. Las estrellas no eran favorables al enemigo: difícilmente p
odíamos fallar a esa distancia".
La flota Imperial destrozó a sus adversarios al inutilizar cuatro naves de línea y d
estruir once escoltas en la pasada inicial. En lugar de girarse y luchar, lo que
probablemente le hubiera dado la victoria, el Señor de la Guerra del Caos ordenó a
su flota que siguiera la ruta prefijada en un intento de escapar.
El ataque de Los Ejecutores
Parecía como si la flota del Caos fuera a escapar de la justicia de nuevo, pues la
s rápidas naves de los renegados aceleraron alejándose de las naves perseguidoras de
Ravensburg. Pero mientras el enemigo se alejaba, la tragedia parecía crecer por m
omentos, tal y como muestra esta entrada del Capitán Drew, del Firmeza:
"Atacaron sin avisar. En un instante, la pantalla estaba vacía y, al instante sigu
iente, una auténtica armada de naves eldars había aparecido frente a la flota del Ca
os. Al reconocer los colores de los Ejecutores entre los navíos, temimos por nuest
ras vidas. No obstante, mientras intentábamos cambiar de rumbo hacia una nueva dir
ección, nuestros temores se tornaron en una felicidad alelada. ¡Los Eldars atacaban
al enemigo, no a nosotros! Recuerdo los gritos de júbilo de todo el puente cuando
una andanada de disparos de lanzas atravesó uno de los acorazados arrojando pedazo
s del casco e incendiando los puentes de las baterías superiores".
Atrapadas entre los Eldars y la flota de Ravensburg, las naves del Caos fueron a
niquiladas; aunque una docena más de naves del Emperador quedaron inutilizadas o d
estruidas antes de conseguir la victoria final. Por qué los Eldars decidieron apoy
ar la causa Imperial es algo que nunca se supo; aunque se cree comunmente que al
final tuvieron noticias de la captura de las Fortalezas Negras por parte de Aba
ddon y habían visto en la alianza la única forma de sobrevivir.
Cambia el curso de la guerra
Cuando las noticias de la gran victoria en la Batalla de Getsemaní se difundieron
entre la flota, pareció que no dejaban de llegar buenas noticias. En los últimos mes
es del año 151.M41 las tormentas de disformidad que habían aislado el Sector Gótico em
pezaron a remitir y varias naves de las flotas de batalla vecinas llegaron para
reforzar las maltrechas flotas del Almirante Ravensburg. Las barcazas y cruceros
de ataque de varios Capítulos de Marines Espaciales aportaron tropas de refresco
de elite a la lucha. La sólida defensa del Imperio, aunque rota en algunos puntos,
había evitado que la victoria del Caos fuera fácil y completa; y, con ayuda de las
naves de algunos sectores cercanos, los sirvientes del Emperador ya podían iniciar
la contraofensiva.
La destrucción de Tarantis
De la misma manera que Ravensburg nunca fue totalmente vencido, parecer ser que
Abaddon era plenamente capaz de no perder el control de lo que había ganado. Con d
os, posiblemente tres, Fortalezas Negras en su poder, Abaddon era la mayor amena
za para los mundos imperiales del Sector Gótico. El grado de amenaza que represent
aba no fue realmente asumido hasta el ataque al sistema de Tarantis. Situado en
los límites del Sector Gótico, Tarantis era un punto de encuentro para naves que ent
raran o salieran de la región desde el Sector Tamahl; y fue allí donde Abaddon inten
tó contener el flujo de refuerzos que llegaba.
Su flota principal, acompañada de las tres Fortalezas Negras, acabó con las pocas na
ves imperiales que encontró al salir de la disformidad y se acercó rápidamente a Taran
tis. Los cruceros y acorazados de la armada del Caos abrieron un agujero en las
defensas imperiales para que las Fortalezas Negras pudieran pasar a través de ella
s. Varios planetas quedaron destruidos y murieron incontables millones de hombre
s del personal de la flota y de la Guardia Imperial, así como un número inconcebible
mente alto de inocentes, cuando las dos poderosas flotas se enfrentaron. Pero lo
que pasó después iba a eclipsar totalmente todos los horrores de la guerra conocido
s hasta la fecha.
Combinando sus energías del mismo modo que en Fularis, las Fortalezas Negras lanza
ron una gigantesca onda de energía hacia la estrella Tarantis. Una vez cumplido su
objetivo, las naves del Caos iniciaron una retirada organizada y saltaron una v
ez más al espacio disforme.
Durante un mes entero, la estrella Tarantis hirvió y rugió. Tormentas torturadas rec
orrieron su superficie y su corona se expandió hasta engullir los dos mundos más cer
canos. Todos los que pudieron abandonaron el sistema, pero evacuar a toda la pob
lación de tres mundos era una misión imposible. Cuatro semanas después del ataque de A
baddon, la estrella Tarantis se convirtió en una supernova y lo destruyó todo en var
ios miles de billones de kilómetros a la redonda con una explosión de gas y plasma.
Tarantis, un sistema estelar completo, ya no existía; y Abaddon tenía el poder de de
satar aquella destrucción allí donde quisiera.
La trampa está preparada
El Gran Almirante Ravensburg creía firmemente que Abaddon intentaría capturar las tr
es Fortalezas Negras restantes, pero no tenía ni idea de cuál iba a atacar el Señor de
la Guerra en primer lugar. La caza continuó durante seis meses en los que las nav
es Imperiales y Eldars patrullaron por extensos sistemas en un intento desespera
do de localizar a Abaddon y sus terroríficas armas. Entonces las fuerzas opuestas
al Caos obtuvieron un gran éxito: los Eldars habían localizado la flota de Abaddon e
n las Lísadas Inferiores y estaban en disposición de utilizar sus sofisticadas naves
para perseguirla a través de la disformidad.
Dada su ruta, estaba claro que el Señor de la Guerra se preparaba para lanzar un a
taque contra Schindlegeist, donde la Fortaleza Negra V flotaba en las profundida
des del espacio. Dejando atrás un reducido contingente de navíos por si se tenían que
ocupar de otras flotas del Caos, Ravensburg y los Eldars aceleraron para alcanza
r Schindlegeist antes que Abaddon. Utilizando antiguos portales de disformidad q
ue les enseñaron los Eldars, los Almirantes Imperiales consiguieron atravesar el s
ector a toda velocidad y llegar a la zona cinco días antes de que lo hiciese Abadd
on. Con un flujo de información constante relativo a las acciones de Abaddon, las
naves Imperiales y Eldars permanecieron a la espera.
Superados numéricamente y cogidos por sorpresa, poco podían hacer los capitanes de l
as naves traidoras salvo morir luchando. Las dos poderosas flotas combatieron du
rante tres días y se produjo un número aterrador de bajas en ambos bandos. Pero, pes
e a toda su ferocidad, las naves del Caos no podían igualar las fuerzas reunidas c
ontra ellas. Cuando el tercer día de lucha llegó a su sangriento fin, Abaddon rompió d
e nuevo el cerco imperial y, junto con las Fortalezas Negras, puso rumbo a la es
trella. Ravensburg ordenó a todas las naves disponibles que lo interceptasen, aunq
ue sabía que poco se podía hacer para detener a aquellas monstruosidades. Sólo el Llam
a Purificadora estaba lo suficientemente cerca como para disparar, pero las arma
s del crucero de batalla tenían escaso efecto en las enormes estaciones.
Las Fortalezas Negras empezaron a acumular energía para su ataque cataclísmico y, de
nuevo, se unieron sus poderosos rayos de energía. Viendo una sola oportunidad, el
Capitán Abridal redirigió toda la energía a los escudos del Llama Purificadora y lo d
irigió hacia el centro de las convergentes ondas de energía. La nave fue destruida c
asi al instante, dividida en sus átomos originales. No obstante, la explosión había ag
otado la energía de las Fortalezas y, como Abridal supuso, les llevaría bastante tie
mpo acumular la energía necesaria para otro ataque. Por fortuna, el tiempo era alg
o que se le había agotado a Abaddon.
La derrota de Abaddon
Con sus sistemas de energía agotados, poca cosa podían hacer las Fortalezas Negras.
Abaddon consiguió escapar a la disformidad con dos de ellas después de una larga per
secución por los límites del sistema Schindlegeist con un salto al espacio disforme
peligrosamente cerca del pozo gravitacional. La flota imperial se acercó a la terc
era y utilizó toda su potencia de fuego contra ella, aunque sin demasiados resulta
dos. Finalmente, dos cruceros de asalto del Capítulo de Marines Espaciales de los Án
geles Redentores junto con naves de asalto del Derecho Divino, abordaron la aisl
ada Fortaleza Negra en un intento de recapturarla. El Cabo Goldwyn formaba parte
de la cuadrilla encargada del abordaje y más tarde informó a sus superiores:
"Nos quedamos con la boca abierta al no encontrar ningún tripulante a bordo de la
Fortaleza Negra. No hubo oposición alguna a nuestro abordaje y, cuando entré, me enc
ontré con una base totalmente irreconocible respecto a aquella en la que me había en
trenado. Las propias paredes parpadeaban llenas de energía y se habían convertido en
una superficie negra profusamente ribeteada: algo completamente opuesto a los p
asillos y habitaciones pintados de blanco desnudo que había llamado hogar hace sei
s años. No quedaba ni rastro de todas las modificaciones hechas por los Tecnosacer
dotes, como si nuestra intrusión hubiera sido totalmente borrada de la estación. Est
uvimos a bordo durante, tal vez, una hora, cuando, de repente, un silbido de ton
o agudo llenó el aire y los muros se volvieron de color rojizo. Un sentimiento de
pánico llenó nuestros corazones y volvimos corriendo a los Tiburones [las naves de a
salto]. Llegamos justo a tiempo; ya que, ni un segundo después de que hubiéramos aba
ndonado la Fortaleza, esta empezó a resquebrajarse y a romperse lentamente en mile
s de fragmentos. Debería haber sido un momento feliz ver a nuestro enemigo destrui
do; pero, aunque no puedo explicar exactamente el por qué, mi corazón se llenó de tris
teza y no pude evitar sentir que había desaparecido algo magnífico".
Aproximadamente al mismo tiempo que la Fortaleza Negra se autodestruía, las Fortal
ezas restantes del Sector Gótico hicieron lo mismo. Nadie sabe si las Fortalezas c
ontroladas por Abaddon se autodestruyeron de manera similar. Existen rumores que
dicen haber visto al Señor de la Guerra del Caos tanto con estos antiguos artefac
tos de destrucción como sin ellos. Cómo o por qué las Fortalezas Negras se autodestruy
eron sigue siendo un misterio, pero un informe del Inquisidor Horst al Almirante
Ravensburg dice lo siguiente:
"¿Quién puede decir lo que habría sido capaz de hacer Abaddon con las seis? Existen al
gunas cosas demasiado peligrosas para permitir que existan y alguien, o algo, de
cidió que las Fortalezas Negras formaban parte de esa categoría ".
Con la flota de Abaddon fuera de la galaxia, la atención de la Flota Imperial se c
entró en las flotas del Caos restantes. Las tormentas de disformidad habían disminui
do a niveles prácticamente normales y docenas de naves acudieron al Sector Gótico.
La Erradicación
Varios de los Señores de la Guerra del Caos siguieron a Abaddon hacia el Ojo del T
error para alimentar su odio y su amargura hasta que llegase otra oportunidad de
atacar. Cuatro grupos de batalla, cada uno formado por varias docenas de naves
de línea y escoltas, persiguieron y destruyeron sistemáticamente a aquellos que se q
uedaron, erradicándolos uno por uno. En el subsector de Puerto Maw se sucedieron d
urante dos años las titánicas batallas entre el segundo grupo de batalla de cruceros
del Almirante Storn y la flota de guerra de Heinrich Bale debido a que las nave
s del Caos se movían de un sistema a otro, volvían a la contienda cuando tenían las op
ortunidades a favor y huían antes de sentir la justa ira del Emperador. La Batalla
del Canal Quinrox reclamó más vidas aún, pues navíos del Caos solitarios efectuaban rápid
os ataques entre la chatarra acumulada que, ocasionalmente, destruían el crucero o
la nave de escolta enviado para cazarlos.
La herida se cauteriza
Aunque las batallas en las estrellas estaban llegando a su fin, hicieron falta más
de ocho años para reconquistar los mundos que habían sido capturados por las fuerza
s del Caos. Muchos de ellos habían sido arrasados sin concesiones y su población ent
era había sido esclavizada o sacrificada en nombre de los Dioses Oscuros. Las tier
ras estabas yermas debido a la guerra. Lentamente, pero con firmeza, la Guardia
Imperial fue purificando aquellos planetas de la mancha del Caos. Los Misioneros
y Confesores de la Eclesiarquía se encargaron de restaurar la fe en el Emperador
y la Inquisición de perseguir a aquellos que habían colaborado con los seguidores de
los Dioses Oscuros. De todas maneras, la auténtica lucha todavía no ha terminado. Aún
hay mundos dentro de la Nebulosa del Grial Negro que siguen aguardando el momen
to en que las flotas del Emperador les liberen de su tormento. Aún hay naves del C
aos dispersas entre las estrellas de la Sima del Tiburón Martillo y de la Constela
ción del Cíclope esperando una oportunidad para atacar de nuevo.
Los Lobos se dispersan
A medida que más y más naves de los seguidores del Caos abandonaban la galaxia o era
n destruidas, Ravensburg ordenó que dos de sus grandes grupos de batalla se concen
traran en los piratas que habían ganado poder durante la guerra. Igual que con las
tropas del Caos, su eliminación se llevó a cabo de manera paulatina. Muchas de las
bandas huyeron para buscar santuario en sistemas estelares olvidados y en campos
de asteroides no cartografiados. Los Orkos de la Constelación del Cíclope fueron to
talmente exterminados, expulsados de los mundos en los que habían esclavizado a mi
llones de humanos. Fueron aplastados en todo sistema estelar donde sus rudimenta
rias naves hubiesen atentado contra la Flota Imperial.
Veinte años de guerra habían dejado cicatrices profundas. Llevaría siglos de sangre, s
udor y trabajo reparar todo el daño, tanto físico como espiritual, que habían causado
Abaddon y sus hordas.
Las recompensas de la victoria
Para la Flota Imperial, y para la Flota de Batalla Gótica en particular, el coste
había sido alto tanto en vidas humanas como en número de naves. Se habían hecho grande
s sacrificios y grandes héroes habían aceptado el desafío. Gracias a la determinación, e
l coraje y la lealtad de cada hombre de la flota se había ganado la guerra.
Los Altos Señores de la Tierra reconocieron los esfuerzos de toda la flota del sec
tor y el nombre de cada tripulante que sirvió en la guerra, desde el Gran Almirant
e Imperial Ravensburg hasta el tripulante menos importante del mercante más pequeño,
fue grabado en un monolito, especialmente construido a tal efecto, de diez vece
s la altura de un hombre situado en las Estancias de los Héroes en el propio Palac
io Imperial. El Inquisidor Horst desapareció para cumplir su misión sagrada dondequi
era que la encontrase. Se rumorea que pasó el resto de su vida cazando a Abaddon,
intentando descubrir qué había sido de las Fortalezas Negras con las que podría haber
escapado. Del éxito de esta misión autoimpuesta no ha quedado ningún informe y Horst n
o ha sido visto desde el final de la Guerra Gótica.
A lo largo de estos tiempos oscuros, el Sector Gótico ha sobrevivido y la vida vol
verá algún día a la normalidad para los bravos hombres de la Flota Imperial: las batal
las contra los piratas eldars, la búsqueda constante de contrabandistas traidores,
la persecución de herejes y rebeldes y otros miles de tareas que hacen que la Hum
anidad deba a la Flota Imperial un agradecimiento eterno.

EL CATACLISMO DE GUEISTOS
En los primeros años del 41° Milenio, en el mundo agrícola de Gheistos, un obrero del
matadero de unos doce años empezó a sufrir de dolores de cabeza crónicos. Aunque el su
pervisor del cuadrante lo había instruido acerca de los peligros que entrañaba ocult
ar lo profano, el joven era reticente a informar de sus migrañas a sus supervisore
s, o de la extraña voz que las acompañaba. Sabía demasiado bien que, si confesaba lo q
ue la voz le había estado sugiriendo, lo expulsarían del complejo agrícola, quizás para
siempre.
Un día, el joven fue llevado ante el supervisor por su jefe y recibió una severa pal
iza por no atender debidamente las máquinas de sangre. El chico, que se hallaba en
medio de uno de sus horribles dolores de cabeza, pronunció una extraña maldición que
ni siquiera él mismo entendió. Durante un momento, la realidad se combó y se dividió, y
sus palabras se unieron en una nube de miles de moscas regordetas.
En cuestión de segundos los mortales fueron rodeados. Las moscas envolvieron al ch
ico y lo elevaron del suelo. El jefe del joven se ahogó mientras docenas de cuerpo
s insectoides viscosos y erizados entraban por su boca y recorrían su garganta has
ta llegar a sus pulmones. Presa del pánico, la víctima ni siquiera notó que las moscas
tenían el rostro del chico, ni tampoco percibió que su zumbido enloquecedor era una
plegaria a Nurgle. Con una explosión ensordecedora de huesos, el peón se abrió como u
na flor sangrienta. Algo terrible empezó a surgir procedente del espacio disforme.
La peste negra
Los gritos balbuceantes procedentes del granero atrajeron a muchos de los obrero
s más mayores. Lo que encontraron fue un espectáculo repulsivo. Unos demonios gris v
erdoso salían a borbotones de lo que antes era el joven cantando incesantemente en
un tono enloquecedor y una nube de moscas los rodeaba. Aunque la mayoría de los t
rabajadores dio media vuelta y salió huyendo, su destino quedó sellado. Cada uno de
ellos había sido tocado por una mosca demonio y habían quedado infectados por la pes
te negra.
En cuestión de horas, las víctimas empezaron a pudrirse y unos ataques severos de to
s no solo expulsaron una flema oscura, sino más moscas demonio. Regresaron a sus b
loques habitáculo aterrorizados, extendiendo la peste negra, que se cobró una alta m
ortandad. Antes del amanecer, la mayoría del ganado del cuadrante había muerto a cau
sa de la plaga y los trabajadores y sus familias eran unas simples parodias de sí
mismos apestados por la enfermedad. Los soldados de a pie de Nurgle ya estaban d
ispuestos para la marcha.
Una venganza oscura
Debido a la vigilancia y a la eficiencia de una patrulla local de Arbites, el co
mplejo agrícola infectado se puso rápidamente en cuarentena. Centenares de tropas de
defensa planetaria fueron llamados a combate ante la amenaza emergente, junto a
un destacamento del Adepta Sororitas procedente de la guarnición local de la Ecle
siarquía. Finalmente, con fuego y fe, los soldados imperiales hicieron retroceder
a los demonios y redujeron a cenizas la mayor parte del complejo afectado.
El Padre Nurgle no estaba complacido con este giro de los acontecimientos. Iracu
ndo y con un gran deseo de venganza en su corazón fétido, Nurgle pidió a sus dioses he
rmanos que le ayudaran en su lucha contra los defensores advenedizos de Gheistos
. Slaanesh declinó la petición sutilmente, mientras que el inescrutable Tzeentch sim
plemente lo ignoró, pero Khorne, el Dios de la Sangre, estaba satisfecho de formar
parte en la matanza que Nurgle tenía en mente.
Combinando su poder, los dioses forzaron la fisura en la disformidad hasta que c
onsiguieron abrir un portal destellante en las ruinas del complejo agrícola. Esta
vez, los demonios que se desbordaron por la fisura en la disformidad aparecían a d
ocenas, en lugar de uno o dos. Los desangradores, sedientos de sangre, marcharon
hacia los barracones imperiales junto a pustulosos portadores de plaga y nurgle
tes canturreantes. A continuación, se desencadenó la peor matanza que Gheistos jamás h
abía protagonizado y las trincheras eran de color rojo y negro por la sangre infec
tada. Pero todavía estaba por llegar el destino funesto que sufriría este planeta.
Con los agentes de la plaga sueltos, transcurrió poco tiempo hasta que la plaga ne
gra volvió a apoderarse de Gheistos. Los gusanos se apiñaban por las calles cubierta
s de sangre.
A salvo en su fortalezacúpula hermética, el gobernador planetario ordenó a su astrópata
que enviara un himnario pidiendo ayuda. La suerte acompañó al gobernador porque el m
ensaje fue recibido por el capítulo de Marines Espaciales de los Espadas Vorpal.
El Adeptus Astartes atacó rápido como el rayo, pero fue demasiado tarde para la pobl
ación. El planeta estaba plagado por la infección. La realidad brillaba y se dividió e
n docenas de localizaciones goteando materia pustulosa que se solidificaba convi
rtiéndose en más hijos del temido Nurgle. Y, lo que es peor, para asegurarse de que
sus planes tuvieran éxito, el Padre de las Plagas había llegado a un acuerdo con Sla
anesh.
A pesar de sus victorias iniciales, los Marines Espaciales se encontraron con un
a horda de proporciones aterradoras. La batalla continuó durante días y ambos bandos
sufrieron graves pérdidas. A pesar del heroísmo de las tropas del Astartes y de la
furia implacable de la hueste demoníaca, ninguno de los bandos consiguió cobrar vent
aja.
La avalancha de sangre
Khorne estaba furibundo porque Nurgle había pedido ayuda al voluble Slaanesh. En u
n ataque de rabia, el Dios de la Sangre blandió su espada legendaria y desgarró una
profunda herida en el cielo que cubría Gheistos. Por la herida brotó un torrente de
sangre hirviendo, una oleada de color carmesí que cayó sobre defensores y atacantes
por igual. Solo los servidores de Khorne y el Adeptus Astartes se mantuvieron fi
rmes.
El planeta antaño pacífico de Gheistos empezó a parecerse a un matadero a medida que l
legaban más y más soldados de Khorne al planeta. Un granizo de cráneos cayó en picado de
sde unas nubes de color rojizo gritando su adoración por el Dios de la Sangre mien
tras se estrellaban contra el suelo. Los pocos nativos que sobrevivieron al dilu
vio enloquecieron con rapidez bajo esta descarga maldita, clavándose las uñas en los
ojos llenos de horror y desesperación.
Los Marines Espaciales de los Espadas Vorpal sufrieron pérdidas cuantiosas a un ri
tmo insostenible, por lo que tuvieron que pedir refuerzos. Tres semanas más tarde,
los Caballeros Grises, unos cazadores de demonios inigualables, añadieron su pode
r y experiencia a la batalla que azotaba Gheistos. Los demonios de Khorne empeza
ron a perder terreno y su furia de sangre se marchitó bajo las llamas de la furia
de los Caballeros Grises.
Aunque finalmente habían logrado erradicar la presencia demoníaca en Gheistos, el pl
aneta estaba contaminado más allá de toda esperanza y a los Inquisidores del Ordo Ma
lleus no les quedó otra opción que declarar un Exterminatus. A petición de la Inquisic
ión, los cruceros de asalto de los Caballeros Grises arrasaron el planeta con una
descarga de torpedos ciclónicos.
Aunque solo habían transcurrido unos meses desde que se abriese la fisura en la di
sformidad, Gheistos ya no existía. Nurgle estaba muy disgustado porque le habían neg
ado una tierra donde alimentar a su nueva plaga, y tanto Khorne como Slaanesh si
ntieron que les habían arrebatado la victoria. Tzeentch, el Gran Conspirador, obse
rvó cómo sus hermanos dioses luchaban y discutían entre sí y, después, sonrió.

LA BATALLA POR PURGATORY


"¿Aún no hay rastro de ellos, Sargento?" La voz del Capitán Vaughan crepitó en el comun
icador.
El Sargento Sern escudriñó el irregular paisaje barrido por el viento, por lo que le
parecía la centésima vez antes de acercar el micrófono a su boca. "Todavía nada, señor. T
enemos todo este sector bajo vigilancia, pero por el momento no hay novedad."
"De acuerdo. Manténgame informado de cualquier cambio. Vaughan fuera." El aparato
chasqueó y quedó en silencio.
Un golpe de gélido viento barrió la llanura rocosa. Sern sintió un escalofrío. Si era po
r cansa del viento, o por causa de una profunda sensación premonitoria, era algo e
n lo que no quería pensar.Desde que Purgatory había sido rescatado por el Imperio de
su estado de baja tecnología, una pequeña fuerza de Tropas de Choque de Cadia había s
ido acuartelada en el planeta. La misión de la Guardia imperial era apoyar a la in
experta y mal equipada milicia de Purgatory Desde su base en el único espaciopuert
o del planeta, las tropas de Cadia llevaban a cabo patrullas regulares hasta las
remotas colonias humanas en las inhóspitas regiones salvajes.
Purgatory era un mundo frío y poco acogedor. La mayor parte de su superficie estab
a cubierta por oscuros y tétricos bosques, cadenas montañosas cubiertas de hielo y ári
das llanuras azotadas por fuertes vientos y huracanes. Por causa de ello, los na
tivos de Purgatory vivían en colonias aisladas, compuestas por apretujados edifici
os robustos y otras construcciones de gran solidez. Los edificios de más de dos pi
sos eran una edificación muy poco frecuente. Los habitantes de estas colonias aisl
adas subsistían explotando los yacimientos minerales del lecho rocoso del planeta
y cultivando los suelos pobres en nutrientes, mientras la milicia planetaria def
endía a los trabajadores de los mamíferos carnívoros nativos con sus primitivos mosque
tes y ballestas.
Sern había odiado Purgatory desde el momento en que vio por primera vez la superfi
cie del planeta desde las ventanas de la nave de desembarco. Un lugar gris e inhós
pito, habitado por gente gris e inhóspita. De eso hacía dieciocho meses, y el paso d
el tiempo no había hecho nada para mejorar su opinión.
Un pequeño remolino recorrió el risco, las cenizas grises giraban entorno al pequeño vór
tice. El viento se arremolinó sobre las ropas del guerrero como si buscase una for
ma de atravesarlas, como un ejército invasor intentando descubrir un punto débil en
las defensas del enemigo.
El Sargento Sern desvió por un momento su mirada de la monotonía del paisaje, y obse
rvó al triste grupo de hombres que formaban la patrulla. Ésta estaba formada princip
almente por miembros a tiempo parcial de la milicia, que además trabajaban en las
minas de Purgatory cuando no estaban de servicio. Los mal armados y peor equipad
os nativos no cumplían ninguno de los requisitos que el Sargento de Cadia consider
aba debía tener un soldado, ni mucho menos. Todos eran o bien famélicos y enfermizos
, o gordos y demasiado viejos. El peor adversario al que habían tenido que enfrent
arse había sido alguna tribu exaltada de la primitiva población humanoide indígena.
Además de él, los únicos guerreros de la Guardia Imperial de la patrulla eran Kratz y
Dolst, dos veteranos guerreros que habían luchado a sus órdenes en varias campañas a l
o largo de la Frontera Oriental del Imperio. Cada uno de ellos había tenido su rac
ión de muerte y destrucción, e incluso aquí, en este planeta desértico, sin haber estado
en combate desde hacía más de un año, los soldados sentían una alegría casi perversa ante
la posibilidad de que hubieran desembarcado invasores en Purgatory. La larga es
pera y las guardias habían empezado a hacerles sentir inquietos, temerosos de esta
r perdiendo el dominio de sus habilidades. Los entrenamientos y las maniobras no
eran un sustituto adecuado para la brutal enseñanza de la guerra. Nada pulía mejor
los reflejos de un soldado que las descargas de adrenalina en el fragor de la ba
talla, cuando se cargaba contra un bunker Orko, o se rechazaba una horda Tiránida.
En estos casos, o aprendías, y aprendías rápido, o no veías otro amanecer para cometer
una vez más el mismo error.
Cuando empezaron a llegar noticias de otros destacamentos del planeta que hablab
an de ataques de salvajes tropas sedientas de sangre equipadas con Servoarmadura
s de diseños arcaicos y acompañadas de monstruos que lanzaban extraños gruñidos, gran pa
rte de los nativos se dejaron dominar por el pánico y quedaron sumidos en un estad
o histérico, pero las Tropas de Choque de Cadia se vieron presas de una morbosa al
egría. La principal instalación minera fue puesta inmediatamente en estado de alerta
, y se enviaron patrullas para informar del avance del grupo de incursores del C
aos.
Una fuerte explosión, a sólo unos pocos metros, sacó a Sern de su ensueño. Una lluvia de
polvo y rocas procedentes del punto de impacto, derribó a uno de los hombres de l
a milicia; la cara y el pecho del soldado habían quedado reducidos a una pulpa san
guinolenta a causa del proyectil que había explotado justo frente a él.
El Sargento Sern entrecerró los ojos y rápidamente recorrió con la mirada la llanura c
ubierta de rocas. Y entonces, donde antes no había nada excepto el vacío y rocoso de
sierto, aparecieron de repente numerosas figuras con armaduras oscuras, avanzand
o decididamente a través de la llanura gris.
"¡Cuerpo a tierra y fuego a discreción!" - gritó el Sargento.
Kratz y Dolst reaccionaron instantáneamente a la orden del Sargento, pero los conm
ocionados milicianos tardaron unos segundos preciosos en reaccionar, y lo hicier
on más por miedo y sorpresa que por obedecer las órdenes. Las tropas de Cadia dispar
aron una y otra voz sus Rifles Láser contra los atacantes. Parecía como si estos hub
iesen surgido de la nada.
AI principio, a Sern las siluetas le recordaban Marines Espaciales, posiblemente
del Capitulo de los Ángeles Oscuros o miembros de la infame Compañía de la Muerte de
los Ángeles Sangrientos, pero cuando continuaron avanzando, rápidamente reconoció al e
nemigo como lo que realmente era.
Cuernos retorcidos y pinchos afilados adornaban los cascos de los guerreros y la
s hombreras de ceramita. Sin embargo, algunas de las armaduras de los atacantes
parecían de diseño menos flexible, construidas con placas de plástico ribeteadas. Imágen
es de muerte y emblemas del Caos cubrían las Servoarmaduras melladas y corroídas por
los años, así como inscripciones de maldiciones y gritos de guerra. Ojos humanos si
n vida miraban desde las podridas cabezas que colgaban de cadenas atadas a los c
inturones de los Marines. La insignia del cráneo alado permitía reconocer a los atac
antes como Marines Espaciales del Caos de la Legión de los Amos de la Noche: la ex
ecrable progenie del Acechante Nocturno.
Cadia era la primera línea defensiva del Imperio contra los ataques del Caos proce
dentes del Ojo del Terror. Los soldados de la Guardia Imperial reclutados en Cad
ia estaban acostumbrados a enfrentarse a los Marines Espaciales del Caos. A caus
a de las frecuentes incursiones de las Legiones Traidoras sobre la superficie de
l planeta, las Tropas de Choque ya se habían enfrentado a enemigos como los Amos d
e la Noche en numerosas ocasiones. Sin embargo, los representantes de la humanid
ad en Purgatory habían permanecido ajenos a las acciones de los siervos del Caos a
l permanecer aislados e incomunicados durante milenios.
Sern tragó saliva. La súbita aparición de los Amos de la Noche en medio de lo que pare
cía una llanura sin refugio posible, indicaba una increíble habilidad para infiltrar
se y desplegarse practicada hasta la perfección en numerosas guerras. Eso, y la fo
rmación abierta con que ahora se aproximaban, así como el hecho que éste fuese el prim
er contacto con los defensores de la instalación minera, dispararon la alerta en l
a conciencia del Sargento. No eran simples Marines Espaciales del Caos, sino vet
eranos de mil batallas que ya habían luchado durante la Herejía de Horus.
Sern se había enfrentado al poder de los Oscuros Dioses del Caos en una ocasión ante
riormente y había sobrevivido, pero en aquella ocasión formaba parte de un regimient
o de la Guardia Imperial. Ahora disponía tan sólo de dos soldados y un puñado de miner
os mal entrenados y sin apoyo de armamento pesado. No se molesto siquiera en con
siderar las posibilidades de supervivencia de su patrulla.
Las armas de la milicia eran totalmente inútiles contra las robustas armaduras de
los veteranos. Las balas de escopeta rebotaban en las placas de blindaje, o simp
lemente se desintegraban inofensivamente con el impacto. Y los dardos de las bal
lestas apenas parecían penetrar unos milímetros de blindaje ceramítico.
El Sargento Sern levantó su comunicador. En ese instante algo cayó entre las piedras
a su espalda con un sonido metálico. En una repentina y desgarradora explosión de e
stática, el comunicador se sobrecargó con una lluvia de chispas al estallar la grana
da de Disrupción.
Mientras oía un agudo siseo a su derecha, el Sargento dio media vuelta, seguro de
saber qué iba a suceder. Tal y como había, sospechado, el siseo se convirtió de repent
e en una espeluznante explosión cuando el aire se calentó a su alrededor, y en cuest
ión de segundos el Soldado Kratz se convirtió en un pellejo seco cuando la explosión d
el Rifle de Fusión de los Amos de la Noche evaporó todos los líquidos de su cuerpo, qu
e reventó en un estallido de polvo y restos calcificados.
Los Amos de la Noche prácticamente habían llegado hasta ellos, ya que las armas de l
a patrulla no podían hacer nada para mantenerlos a raya. Si los Marines Espaciales
del Caos no hubieran conseguido acercarse tanto, al menos habrían tenido la posib
ilidad de retirarse hacia la instalación. Pero ahora, huir era imposible: la lucha
era la única opción.
El Sargento Sern eligió a un guerrero de aspecto salvaje, que tenía tres cabezas com
o trofeo balanceándose sobre su armadura erizada de pinchos, y apuntó con su Pistola
Bólter. Al apretar el gatillo, disparó varios proyectiles contra el casco del Marin
e. Por encima del rugir de los disparos de ambos bandos, a Sern le pareció oír un ru
gido de dolor y vio cómo su objetivo caía hacia atrás. Recuperando el equilibrio, el v
eterano levantó la cabeza y el Sargento pudo ver el partido muñón de un cuerno demonia
co, y la expuesta y desgarrada piel que asomaba por un agujero en el casco.
Sern vio cómo el Marines Espacial del Caos levantaba su adornado Bólter para dispara
r y entonces, inexplicablemente, descubrió que estaba caído en el suelo al otro lado
del risco. Necesitó varios segundos para que su sistema nervioso comprendiera lo
que había sucedido. La primera cosa que le sugirió que algo iba mal fue el ver su br
azo tirado a varios metros de distancia. Entonces, de repente, el enfermizo cono
cimiento de la realidad inundó su conciencia al sentir la sangre caliente manando
por el muñón de su hombro con cada uno de los latidos de su corazón, acelerados por la
adrenalina. El dolor le dominó con un frío abrazo y sintió cómo se le revolvía el estómago
Al ver a su oficial gravemente herido, muchos de los colonos perdieron el deseo
de enfrentarse a fuerzas tan superiores. Dejando caer sus inútiles armas se pusier
on en pie, levantando los brazos en señal de rendición. Los soldados de Cadia vieron
impotentes como todos y cada uno de los colonos eran abatidos por certeras ráfaga
s de Cañón Automático.
El resto de los mineros dieron media vuelta para escapar y descubrieron que esta
ban cara a cara con más guerreros del Caos. Una segunda escuadra de Amos de la Noc
he Veteranos había rodeado su posición por retaguardia. ¿Quién podía saber cuánto tiempo ha
n estado esperando antes de iniciar el ataque? Probablemente habían esperado hasta
estar seguros de que conseguirían el máximo placer con su acción, masacrando a los at
errorizados colonos mientras intentaban su inútil huida. No había duda de que estaba
n disfrutando de cada espasmo de muerte de sus víctimas, saboreando cada expresión d
e amarga desesperación en los rostros de los hombres que sabían que iban a morir. Es
tos no eran los valientes y honorables héroes veteranos de los Capítulos Imperiales.
Los Amos de la Noche asesinaban a inocentes o a quienes eran más débiles que ellos
sin remordimiento. Tenían su propia gama de valores.
Una bota ribeteada pisó la cima del risco, y una figura cubierta con una armadura
negra se situó junto al Sargento Sern, mirándole malévolamente desde el interior de la
máscara infernal de su casco, que parecía inclinado y desequilibrado al quedarle so
lamente un cuerno. El miedo dominó el dolor que sacudía su cuerpo, y Sern se arrastró
por el polvoriento terreno, intentando llegar hasta el brazo mutilado y la Pisto
la Bólter que todavía empuñaba.
El veterano observó cómo el guerrero intentaba patéticamente arrancar el arma de la pr
esa de su mano muerta, pero los dedos le resbalaban sobre la ensangrentada culat
a. "¡Deberías rezar por que te llegará la muerte, perro Imperial! -gruñó el guerrero y a c
ontinuación rió con una cruel y gutural carcajada.
Tras saborear aquel último momento, el Marine Espacial del Caos se cansó del espectácu
lo. Apuntó su Bólter y disparó.
El Hermano Veterano Nadrak recorría el escenario de la carnicería. Allí dónde creía ver al
gún movimiento, disparaba varias ráfagas con su Cañón Automático. Aquél era el objetivo de
a Guerra Eterna. Su objetivo no era iniciar una sangrienta cruzada a nivel galácti
co en nombre de los Dioses Oscuros, como aquellos idiotas Berserkers adoradores
del Dios de la Sangre, sino matar, y disfrutar haciéndolo. Y dar al Imperio una le
cción más sobre los despiadados métodos de los Amos de la Noche, sólo servía para obtener
un mayor placer.
Pero aquello era sólo el principio. Los Amos de la Noche no habían terminado aún con a
quel patético planeta y todo lo que tenía que ofrecerles. Una vez lo hubieran hecho,
no quedaría ni un alma con vida sobre el planeta. Aquellos que se opusiesen a su
voluntad o no sirviesen para los campos de esclavos morirían, y los Amos de la Noc
he disfrutarían con sus muertes. Los habitantes de aquel inhóspito planeta pronto pe
nsarían que habían vivido en un paraíso cuando conociesen los horrores de la Disformid
ad. El infierno había llegado a Purgatory.
El tanque de batalla Leman Russ rugió a lo largo del paso. Sus orugas chirriaban c
omo protestando, mientras el vehículo rodaba a gran velocidad sobre el terreno roc
oso. Las escarpadas rocas en lo alto de las laderas de la garganta se levantaban
amenazantes a cada lado; los negros muros volcánicos mantenían el paso en una penum
bra permanente. Detrás del tanque avanzaba una pequeña columna de Chimeras Imperiale
s. Los Multilásers de los vehículos blindados de trasporte de tropas giraban a uno y
otro lado, cubriendo las laderas del paso como previendo un ataque enemigo.
En el interior del Leman Russ, el Comandante de Tanque Rosman observó a través de lo
s visores del vehículo el desierto plagado de rocas que se extendía frente a él. Su me
nte sólo estaba parcialmente concentrada en el viaje, ya que estaba ocupada pensan
do en el ataque de las fuerzas del Caos a la instalación. Existían muchas bases avan
zadas como esa, y la fortaleza había sido construida por los colonos del planeta p
ara proteger a las diversas minas de los ataques de los depredadores y los belic
osos aborígenes primitivos.
¿Pero por qué interesaba el lugar a una Legión Traidora como los Amos de la Noche? ¿Era
tan sólo otra muestra de la afición por la destrucción gratuita e indiscriminada que c
aracterizaba a los Marines Espaciales del Caos? ¿O los hermanos descarriados de lo
s Adeptus Astartes tenían un propósito todavía más siniestro, más allá de aniquilar a otro
undo indefenso en nombre de sus obscenos dioses?
En cuanto el cuartel general de la Guardia Imperial en Purgatory recibió el inform
e sobre el inminente ataque contra la fortaleza y la solicitud de refuerzos, el
Coronel Drax había enviado inmediatamente la unidad de tanques al mando de Rosman.
Rosman había llevado a cabo numerosos ataques contra los enemigos del Imperio por
todos los sistemas estelares del Segmentum Ultima, desde romper el asedio de un
os invasores Orkos o rescatar a las Fuerzas de Defensa Planetaria de un ataque E
ldar.
Pero los Marines Espaciales del Caos eran algo distinto. Imponían respeto y miedo
a los soldados de la Guardia Imperial. Aquellos malditos guerreros habían desafiad
o al Emperador durante siglos, adquiriendo una gran experiencia a lo largo de mi
les de combates. Pero no era sólo eso, sino que avanzaban hacia el combate junto a
los grotescos habitantes del espacio Disforme; criaturas con cuerpo de metal vi
vo y sangre de fuego líquido.
"Aunque camino por el Siniestro Valle de la Muerte..." - Rosman empezó a murmurar
en voz alta.
"¿Perdón, señor?" - preguntó el artillero del Cañón Láser sentado debajo de él en la estrec
nza del tanque.
"¿Qué? Oh, sólo es parte de un proverbio que me enseñó alguien de la vieja tierra, soldado
." - explicó Rosman.
"¿Cuánto falta?" - continuó, intentando apartar las imágenes de demonios de sus pensamie
ntos.
"¿Tiempo estimado de llegada?"
"Once minutos, Señor."
El tanque de batalla se estremeció de repente, alcanzado por la onda expansiva del
disparo de un arma en el interior del paso. Observando a través de los visores, R
osman vio como una parte del acantilado a la derecha de la garganta estallaba en
una erupción de pedruscos. La mayor parte de aquella área del desfiladero empezó a de
splomarse en fragmentos de roca tan grandes como el Leman Russ que caían rodando a
l fondo del paso, obstruyendo parcialmente la ruta de los refuerzos.
Una segunda explosión, como un retumbante estallido, sacudió el tanque y a través del
comunicador Rosman oyó un alarido de dolor procedente de uno de los otros vehículos.
El comandante de tanques rastreó la parte superior del paso a través de los visores
del tanque, pero no pudo ver nada. En ese momento, parte de la ladera detrás del
tanque se derrumbó, aislando el Leman Russ del resto del convoy.
"¿Qué ha sucediendo?"
"El Multiláser del Chimera número dos ha sido alcanzado, señor," - respondió un artiller
o de Bólter desde su posición.
¿Por quién? Preguntó el desconcertado Comandante.
"Ehm... no lo sé, señor. Podría haber sido un impacto de arma pesada."
"¡Tripulación, todos atentos!" - ordenó Rosman. ¡Si veis algo, disparad a discreción!"
La parte posterior del segundo Chimera se abrió de repente y el vehículo blindado vo
mitó su carga de soldados de Cadia junto a una nube de humo aceitoso. El disparo q
ue había destruido el Multiláser del trasporte de tropas había provocado una explosión s
ecundaria en el interior del habitáculo. Libres del humo asfixiante, los Guardias
Imperiales buscaron inmediatamente posiciones defensivas en el paso.
El soldado Lyle se echó al oscuro suelo de la garganta, manteniendo su cuerpo agac
hado mientras corría, y se unió a dos de sus compañeros detrás de la gran roca detrás de l
a cual se habían cubierto mientras trataban de averiguar la posición exacta de sus a
tacantes.
Y entonces los vieron: Marines Espaciales con Servoarmaduras pintadas de colores
brillantes, de pie sobre la cima del acantilado. Los llamativos contrastes de c
olores y los extravagantes símbolos pintados sobre sus armaduras permitían distingui
rlos con claridad contra la línea gris del cielo. Sólo podían ser Marines Ruidosos, Ma
rines Espaciales del Caos dedicados a la adoración del sensual Señor del Placer.
Mientras la Servoarmadura de los Marines Espaciales leales al Emperador era de u
n color puro y uniforme, las deformadas placas de cerámica y plastiacero de los Ma
rines Ruidosos estaban decoradas con desquiciantes combinaciones de colores. Pun
tos y líneas irregulares se alternaban con bandas fluorescentes y torbellinos de c
olor. Los contrastes y el uso de colores tan perversos eran suficiente para desq
uiciar la mente de cualquier hombre cuerdo. Todo ello demostraba los estímulos ext
remos a los que los sentidos adormecidos de los elegidos por Slaanesh necesitaba
n exponerse para conseguir una respuesta emocional a sus experiencias. Un oído sob
redesarroliado, combinado con siglos de abusos sensuales, habían dejado una huella
permanente en la psique de todos los Marines Ruidosos.
Lyle sólo necesitó un segundo para contemplar todo aquello, el cual fue todo el tiem
po que necesitaron los Marines Ruidosos para dividirse sus objetivos. Los oídos de
los soldados fueron asaltados de repente por un aullido cacofónico que aumentaba
y disminuía repentinamente de intensidad. En el interior de las notas metálicas viaj
aba una extraña armonía, y el soldado de Cadia empezó a sentir un dolor agónico al aumen
tar el volumen. La tierra vibraba en resonancia con el rugido sónico.
Las armas de varios de los trasportes de tropas resultaron destruidas bajo el fu
ego de los Marines Ruidosos en medio de una lluvia de chispas carmesíes o violenta
s explosiones de esquirlas de metal al rojo vivo. Lyle contempló como una Escuadra
de Tropas de Choque, que se había parapetado junto al Chimera que había recibió el pr
imer impacto, echaba a correr para atacar al enemigo. Tras avanzar apenas unos m
etros fueron abatidos por chirriantes ráfagas de sonido procedentes de los Destruc
tores Sónicos de los Marines Ruidosos. Las atormentadoras ondas sónicas destrozaron
los órganos vitales, partieron los huesos y desgarraron los cuerpos de los soldado
s.
Una nota baja, inconcebiblemente profunda, asaltó entonces los oídos de Lyie; parecía
seguro que el ruido le dejaría sordo. Desde donde se encontraba, con las manos apr
etadas sobre las orejas intentando aislarse del demencial aullido de las armas d
e sus atacantes, el guerrero de Cadia vio como algunos de sus compañeros empujaban
un Cañón Automático montado en un afuste sobre ruedas del interior de un Chimera inmo
vilizado.
Antes de que ni siquiera tuvieran la oportunidad de disparar, los Marines Ruidos
os dispararon de nuevo sobre ellos. Lyle miró horrorizado, incapaz de apartar la v
ista, mientras el cañón se doblaba y el mecanismo explotaba en medio de un gran desp
liegue pirotécnico. Los restos ardientes y los pedazos de carne chamuscada llovier
on sobre el fondo de la garganta.
El Guardia Imperial buscó desesperadamente el tanque de batalla Leman Russ que enc
abezaba la columna de refuerzos. Pero éste también estaba atrapado y estaba siendo a
tacado por otros guerreros con Servoarmaduras de colores extravagantes y equipad
os con armas pesadas de largos cañones.
Y entonces empezó a gritar, a través de los dientes apretados, intentando ahogar el
sonido que retumbaba en el interior de su cabeza. Con un retumbar parecido al de
un trueno, la enorme roca quedó hecha pedazos. Herido por los afilados fragmentos
de piedra, el guerrero de Cadia cayó hacia atrás, sin disponer ya de protección algun
a frente a las armas sónicas de los Marines Ruidosos. Las frecuencias agónicas del A
mplificador Sónico emitieron señales contradictorias que recorrieron su sistema nerv
ioso, provocando en el Guardia Imperial una serie de espasmos incontrolables. Ly
le pudo sentir cómo, primero un ojo y luego el otro, estallaban dentro de su cabez
a antes de que le fuese concedido el piadoso descanso de la muerte, al reventar
su cuerpo en una deflagración de sangre que bañó las rocas a su alrededor.
En el interior del tanque de batalla, el Comandante Rosman oyó cómo la nota profunda
mente baja aumentaba de intensidad. Había presenciado la carnicería a través de los vi
sores, mientras su tripulación intentaba inútilmente rechazar a los atacantes. Los M
arines Ruidosos caminaban alrededor de los restos ardientes de sus blindados y l
os cuerpos despedazados de los guerreros de Cadia. No se apreciaban signos de vi
da en ninguno de los soldados. Algunas figuras, con sus armaduras decoradas con
distorsionados motivos de camuflaje de colores anaranjados y púrpuras, estaban apr
oximándose al tanque por encima de los montones de pedruscos del desprendimiento;
en sus manos podían apreciarse descomunales armas de destrucción.
De repente hubo una ensordecedora explosión y el tanque fue sacudido por una onda
de choque de increíble potencia, lanzando despedidos a los tripulantes, que quedar
on esparcidos por todo el habitáculo. A largo alcance, las armas sónicas de los Mari
nes Ruidosos no causaban ningún efecto contra el habitáculo blindado de plastiacero,
pero a corto alcance el impacto era como el de un proyectil antitanque. Los eng
ranajes crujieron dolorosamente cuando el artillero intentó girar la torreta, indi
cando que alguna pieza esencial podría romperse si seguía intentándolo.
"¡Informe de daños!" - gritó Rosman por encima del discordante crescendo del ataque de
los Marines Ruidosos y el traqueteo de los disparos de los Bolters Pesados de l
as barquillas.
"Cañón Láser inutilizado, -respondió un tripulante, con una herida sangrante en la frent
e,- y la torreta está averiada. ¡Sólo podemos disparar hacia delante!"
"Y esos malditos de Slaanesh están detrás de nosotros y a los lados," - maldijo Rosm
an entre dientes.
Aullando por el éxtasis, disfrutando de la reverberación de sus gritos de total dese
nfreno a través de los extraños tubos acoplados a sus cascos, los Marines Ruidosos b
ombardearon el tanque de batalla con otra salva de ensordecedores estallidos sónic
os de sus Amplificadores Sónicos. Los remaches salían disparados y rebotaban por el
interior del vehículo blindado, causando todavía más heridas a sus ocupantes. Liberado
s del Leman Russ, algunos eslabones de las orugas volaron por los aires.
Un Bólter Pesado explotó bajo las ondas de choque, haciendo explotar la munición en el
interior del habitáculo, justo cuando el eje principal de transmisión del vehículo se
partió. Al romperse el gran eje de adamantio, éste despedazó los sistemas motrices y
de conducción; el siguiente impacto del muro de sonido levantó el tanque en vilo y l
o dejó caer de nuevo, cayendo invertido al suelo sobre su aplastada torreta.
Un gran hurra de perverso placer surgió de los Amplificadores Sónicos de los miembro
s de la Escuadra de Marines Ruidosos que en ese momento rodeaba el tanque volcad
o. Bajo un ataque tan directo, y con un impacto tras otro de sus temibles armas,
el Leman Rass se estaba debilitando. Los continuos disparos hicieron volar por
los aires las escotillas y las armas, hasta que el tremendo esfuerzo fue demasia
do incluso para el robusto chasis del tanque de batalla.
El metal empezó a deformarse, el blindaje empezó a resquebrajarse y el habitáculo del
tanque de batalla acabó siendo penetrado por el estallido sónico. Unos pocos tripula
ntes, desangrándose por las orejas, la nariz y los ojos, salieron arrastrándose entr
e los restos del vehículo antes de caer al suelo inconscientes cuando su cerebro s
e convirtió en gelatina bajo los efectos de las ráfagas de sonido.
Los Marines Ruidosos de Slaanesh celebraron la victoria con un último y feroz acor
de de sus armas sónicas, mezclando sus exultantes gritos con el rugido discordante
de una cacofoninía infernal de notas destructivas. El Señor del Placer había recompen
sado su lealtad con la muerte del arma más poderosa de la Guardia Imperial.
Los refuerzos que iban al rescate de los mineros ya no llegarían nunca. Los humano
s acorralados en la fortaleza tendrían que rechazar a las hordas del Caos sin ayud
a de nadie, o sufrirían una condenación eterna.
El Teniente Corda miró hacia abajo desde el muro de la fortaleza minera y entendió l
o que era realmente el miedo. La llanura que se extendía frente a la instalación est
aba cubierta de tropas enemigas. Además de los guerreros de armaduras de negro azu
lado de la Legión de los Amos de la Noche, entre la horda que se aproximaba pudo d
istinguir a Berserkers de Khorne equipados con armaduras del color de la sangre.
La horda del Caos se estremecía y gritaba ansiosa. Los cobrizos Juggernauts gruñían p
or encima de los cánticos de los Berserkers de Khorne, que se mezclaban con los au
llidos y gritos de batalla de los Amos de la Noche.
Los sonidos del interior del fuerte y base minera fronteriza contrastaban dramátic
amente con los ladridos y rugidos de la partida de guerra del Caos. En el interi
or, el Teniente no podía oír nada excepto el llanto de las mujeres y los niños que se
apretujaban paralizados por el miedo, en espera de lo inevitable. Todos habían oído
historias y mitos medio olvidados sobre el destino de aquéllos que no tenían la suer
te de morir directamente a manos de los siervos de los Dioses Oscuros.
Debía haber cientos de enemigos ahí fuera, pensó para sus adentros el Teniente Corda.
Muchos más de los que el contingente de tropas del fuerte podía eliminar, pero al me
nos había refuerzos en camino. Sin embargo, hasta que no llegaran los refuerzos, e
ran los mineros, los hombres de la milicia y una Escuadra de Tropas de Cadia qui
enes tenían que defender la posición.
El fogonazo en la bocacha del Lanzamisiles de las Tropas de Cadia saludó el inicio
del ataque de los Amos de la Noche. Corda vio cómo uno tras otro, los Misiles de
Fragmentación impactaban a su objetivo. A pesar de las explosiones de metralla, lo
s misiles no parecían afectar a los Marines Espaciales del Caos. El Teniente sabía q
ue al final las tropas del fuerte tendrían que enfrentarse a los malditos guerrero
s de la Disformidad en combate a corta distancia.
"¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Cráneos para Khorne! ¡Sangre para el Dios de la San
gre!" Aquél era el constante cántico de los Berserkers; sus voces rudas y guturales
parecían cualquier cosa excepto humanas. Los nativos esperaron en tensión detrás de lo
s muros del fuerte, que temblaban con cada impacto de los antiguos Cañones de Plas
ma y los Cañones Láser de los Amos de la Noche.
Corda miró a su alrededor. Las tropas de la milicia estaban parapetadas detrás de de
fensas construidas o reforzadas a toda prisa. Un viejo depósito de combustible en
desuso había sido colocado contra las puertas para formar una barricada, pero Cord
a dudaba que eso representara alguna diferencia para los feroces Berserkers. Un
vehículo sólidamente construido y con forma de jaula había sido transportado hasta el
frente por el enemigo, y un grupo de Amos de la Noche estaba intentando liberar
lo que había en su interior. Cuando los estimulantes recorrieron el maltrecho cuer
po del Marine Espacial del Caos enterrado dentro de su sarcófago de adamantio, el
Dreadnought se liberó de su jaula, finalmente libre de sus cadenas.
Sin rastro alguno de humanidad, con la mente carcomida por la locura y una rabia
bestial causada por su encarcelamiento en el interior de su cuerpo robótico, el D
readnought era como un monstruo salvaje guiado por una ira ciega y psicótica. Con
zancadas que hacían temblar la tierra, la amalgama de carne y antigua tecnología pos
eída por el Caos, avanzó pesadamente hacia las líneas de defensa enemigas. La máquina pa
recía obedecer más a un instinto asesino, primario e irracional que a un propósito det
erminado.
Las puertas cedieron, bajo la sucesión de embestidas, y las bisagras saltaron disp
aradas de sus goznes. En medio de una lluvia de fragmentos de roca y hierros ret
orcidos, algo muy grande chocó contra el depósito de combustible. Una gigantesca gar
ra de metal mecánica agarró la parte superior del depósito, aferrándolo en una triturado
ra presa. Los pistones hidráulicos del Dreadnought silbaron protestando al levanta
r el depósito de combustible del suelo; sus afilados apéndices rasgaron el metal oxi
dado, y a continuación lo lanzó contra los petrificados defensores. Sus dos antiguos
Bolters Pesados entraron en acción simultáneamente, barriendo a los soldados y sus
familias con una larga ráfaga de una potencia mortífera.
Corda vio como un guerrero de las Tropas de Cadia atacaba valerosamente a la mon
struosa máquina desde un lado, esquivando el ataque de su garra y la mortífera ráfaga
de sus Bolters, mientras intentaba seccionar los cables de energía del Dreadnought
con la bayoneta de su Rifle Láser. La gigantesca máquina de guerra agarró al guerrero
y, con un tijeretazo de sus poderosas garras de adamantio, lo partió por la mitad
.
El Teniente apartó la vista de la carnicería que acababa de presenciar, sintiendo cómo
el contenido de su estómago le subía por la garganta, sólo para ver cómo otro de los va
lientes guerreros de las Tropas de Cadia era partido por el Hacha Sierra de un B
erserker, de un tamaño obscenamente grande. Los dientes monomoleculares atravesaro
n la armadura Antifrag y la carne con la misma facilidad; el chirriante filo del
arma salpicó el aire con un chorro de sangre del guerrero de las Tropas de Cadia.
El Teniente Corda se encontró de repente en medio de un combate entre colonos, Tro
pas de Choque y Marines Espaciales del Caos sedientos de sangre. Los Berserkers
de Khorne habían penetrado en el fuerte, y los defensores habían sido rodeados. Era
imposible resistir la ferocidad de los enloquecidos guerreros y su magnífica habil
idad en combate. Sólo era una cuestión de tiempo.
Mientras la caja de mecanismos de sus Bolters Pesados empezaba a brillar de un c
olor naranja incandescente, el Dreadnought se abalanzó contra la multitud de refug
iados, abatiendo a los habitantes de Purgatory en una indescriptible matanza sin
distinciones de sexo o edad. Los cadáveres destripados eran apartados en una ince
sante orgía de muerte, mientras varias toneladas de tecnología asesina seguían avanzan
do, dejando a su espalda una estela de rojas entrañas.
La masacre y el derramamiento de sangre en el interior del fuerte eran palpables
; impregnaban el aire con un olor pegajoso y dulzón. Y por encima del ruido de la
contienda resonaba el incesante canto de los Berserkers de Khorne sobre el campo
de batalla: "¡Sangre para el Dios de la Sangre! ¡Sangre para el Dios de la Sangre!"
"¡Retirada! ¡Replegaos hacia el edificio central!'" - ordenó Corda. La orden la cumpli
eron inmediatamente todos aquellos que todavía eran capaces de correr. Vendándose un
a herida en el brazo, el Teniente se abrió paso hasta la última sección del fuerte que
todavía no había sido arrasada. El Lanzamisiles que quedaba había sido emplazado allí,
y los colonos reemplazaron las bajas sufridas por las tropas en la línea defensiva
.
Algo extraño e inquietante estaba empezando a ocurrir en el interior de la instala
ción. Observando desde su posición elevada, el Teniente Corda estaba seguro de que p
odía ver una niebla roja que empezaba a envolver los cuerpos de los combatientes s
ituados al pie de las murallas. Era como si la furia salvaje de los Berserkers e
stuviera adoptando forma física a partir de una nube escarlata que parecía surgir de
las armaduras de los guerreros del Caos.
Mientras seguía observando el increíble horror, la tangible rojez pareció espesarse, c
on formas que se retorcían haciéndose visibles en el interior de la nube, y Corda es
tuvo convencido con una gélida certeza que Purgatory estaba perdido.
El cielo se había vuelto tan rojo como la sangre que relucía sobre las hachas de los
Berserkers, y las tórridas nubes de tormenta, teñidas de carmesí, empañaron el sol. Don
de quiera que mirase, el suelo estaba teñido de rojo por la sangre derramada por l
as víctimas de los Amos de la Noche. Pero incluso entre la horda del Caos nadie po
día compararse con los Berserkers de Khorne en el número de colonos y Tropas de la G
uardia Imperial que habían caído bajo sus Hachas Sierra y el salvajismo con que ejec
utaban la matanza.
Y entonces Corda se percató de repente que los Marines Espaciales del Caos ya no l
uchaban solos. En medio de los guerreros con armadura había otras criaturas: seres
escamosos de piel roja, con largos y musculosos brazos rematados con garras ase
sinas. El olor de la batalla había atravesado el universo material hasta el espaci
o Disforme. Su olor dulzón había atraído a los guerreros de la muerte de Khorne al fes
tín de carne mortal. Empuñando resplandecientes espadas, los demonios saltaron sobre
los aterrorizados colonos con alaridos inhumanos, enloquecidos por la sangre.
Mientras Corda observaba, anonadado por los monstruosos horrores del espacio Dis
forme, vio cómo la nube roja iba aglutinándose en algunos puntos. Numerosas criatura
s demoniacas del Dios de la Sangre surgieron de la niebla ante sus propios ojos.
Todos los horripilantes monstruos del subconsciente colectivo de la humanidad p
arecían materializarse entre las escenas de carnicería, materializándose a partir de l
a niebla roja.
Mastines con collares de bronce, cada uno más grande que un hombre, arrastraban a
los colonos desde las barricadas, y hundían sus colmillos largos como cuchillos en
sus cálidas gargantas. Figuras deformes corrían lanzando alaridos a través de los def
ensores, con aserradas Espadas Infernales reluciendo con una energía absorbedora d
e vida. Aquí un horror demoniaco gritaba a través de una boca llena de colmillos que
tenía en su estómago; allí el suelo se estremecía con miembros humanos medio formados.
En un punto envuelto por las emanaciones procedentes del espacio Disforme, una p
ared de cemento se había convertido en carne, con su superficie ondulándose malignam
ente. Mientras otro Mastín de Khorne arrancaba un pedazo de carne del cadáver de un
soldado, cerca de él un sádico Desangrador arrancaba la cabeza de un miliciano con s
us manos, lamiendo el jugo carmesí que manaba de ella con su áspera lengua.
El Teniente Corda no pudo soportarlo más. Ordenó al soldado que había junto a él sobre e
l tejado del fuerte que disparasen con todo lo que tuvieran. Sus compañeros en el
interior de la instalación no podían salvarse. Si los soldados de las Tropas de Cadi
a y los colonos caían a causa de los Misiles de Fragmentación de propio bando, Corda
consideraría que les habría rescatado de un destino peor que la muerte. Porque todo
s sabían que la muerte física a manos de los demonios no constituía el final de ésta; el
alma de un hombre podía permanecer cautiva y torturada durante toda la eternidad
d espacio Disforme, sin esperanza de libertad, a los pies del trono trono del Di
os de la Sangre.
Los demonios, los Marines Espaciales del Caos y colonos de Purgatory fueron abat
idos por una tormenta de Misiles de Fragmentación, de Plasma y de Fusión. Por unos i
nstantes, el avance del Caos fue detenido, pero donde caía un miembro de la horda,
cinco más estaban ansiosos de ocupar su lugar. El principio del fin se aproximaba
para las tropas del Teniente.
Aullando, el Hermano Sargento Melchor de los Berserkers de Khorne partió por la mi
tad a otro colono con un salvaje golpe de barrido de su Hacha Sierra. En su esta
do de furia había perdido la cuenta del número de cráneos que ese día había depositado a l
os pies de Khorne, pero nunca podían ser demasiados. La niebla roja estaba sobre él
en ese momento. Podía asegurar que el Dios de la Sangre estaba satisfecho de su Pa
ladín por todo lo que había conseguido, cuando la energía pura del espacio Disforme to
mó forma alrededor de él y de sus asesinos hermanos.
La energía del espacio Distarme se arremolinó a su alrededor; las corrientes empezar
on a contorsionarse agónicamente cuando empezaron las dolorosos contracciones de l
as pesadillas de los defensores. La repulsión por el imperio y la necesidad de ven
ganza habian fermentado durante largo tiempo en el atemporal Reino del Caos, y a
hora se expresaban en del asalto de los Marines Espaciales del Caos contra el fu
erte.
Las mentes y las almas se concentraron exclusivamente en el acto de matar, permi
tiendo que la influencia del Dios de la Sangre se extendiera desde el espacio Di
sforme. La ira, el odio y la sed de sangre que cubrían el campo de batalla, empeza
ron a materializarse a partir del éter en forma de esperpénticas imitaciones de sere
s vivos. Cuanta más sangre derramaban los Berserkers, más grande era el nexo de unión
entre lo material y lo inmaterial. Esto no hacía más que aumentar el deseo de los gu
erreros oscuros de derramar más sangre y aumentar su terrible ferocidad.
En un extraño momento de lucidez, Melchor, Vengador de Khorne, se concentró en algo
más que el cadáver descuartizado de su próxima víctima, y pudo constatar la posición de su
s tropas. Por doquier, los Berserkers y los Amos de la Noche parecían controlar la
situación; las antiguas Servoarmaduras estaban teñidas de la sangre de sus enemigos
. Tanto en número como en salvajismo, los guerreros corrompidos por el Caos gozaba
n de la superioridad.
Un certero disparo de Rifle Láser de Cadia explotó en el pecho de la armadura del He
rmano Melchor, pero ni tan sólo consiguió frenar un poco la carga del Berserker. Por
su parte, la armadura Antifrag del soldado no consiguió impedir la despiadada y s
angrienta réplica de Melchor. Con cuatro golpes bien dirigidos, el Guardia Imperia
l fue desmembrado por completo.
El Berserker de Khorne aulló con cruel satisfacción. Aplastarían aquel mundo patético y
lo despojarían de su botín. Así el que se hacía llamar Emperador conocería su poder y la d
esesperación; y en las profundidades de su desesperación los siervos de los Dioses O
scuros tendrían su venganza. La victoria sería de ellos y la Guerra Eterna habría lleg
ado a su fin.
Melchor se recreó en la carnicería de los que se encontraban a su alrededor; su ment
e estaba completamente dominada por una nube roja. Entonces sintió la aproximación d
e algo a través de la Disformidad, algo poderoso y terrible: una concentración de sádi
ca crueldad y una bestial ansia de derramar sangre que sólo las masacres más violent
as podían atraer y satisfacer. Atraído por el hedor de la batalla y los agonizantes
espasmos de muerte de las víctimas, estaba llegando.
El líder de los Berserkers recibió al espíritu demoniaco en el
pinito que divide el tiempo y el espacio, y le habló de todo lo que haría para mayor
gloria de Khorne si el Hermano Paladín accedía a sus deseos. Sólo el espíritu de un Gra
n Demonio podía hacer aquella petición, y Melchor no se entregaría a aquel sacrificio
por nadie inferior. Sin apenas pensarlo, el pacto quedó sellado.
Al instante, el Marine Espacial del Caos sufrió una terrible transformación. El cuer
po del Berserker empezó a hincharse rápidamente; la carne revestida de piel reventó la
s placas de plastiacero, despedazando la armadura. Los brazos se echaron atrás en
un brutal espasmo y se alargaron con un audible sonido elástico.
Todo su cuerpo tembló y se retorció mientras su esqueleto y se retorció mientras sus órg
anos internos se reorganizaban desde el interior. Unos muñones óseos de color negro
surgieron entre sus hombros, creciendo a una velocidad desmesurada hasta que se
desplegaron formando un gran par de alas de murciélago, ocultando la tenue luz del
sol. Las articulaciones se doblaron dolorosamente mientras del interior del cráne
o del Marine Espacial del Caos se abría paso el morro de un animal. Durante todo e
l proceso el cuerpo del guerrero aumentó de tamaño mientras el demonio que le poseía e
xtraía la energía del espacio Disforme vara acelerar la trasformaeion.
La posesión ya estaba completada. Melchor el Vengador ya no existía, y en su lugar h
abía un gigantesco Devorador de Almas. El demonio se acercó a ìas murallas del todavía i
nvicto núcleo del fuerte. Los hombres huían gritando, incapaces de permanecer frente
al aura de terror que irradiaba la presencia del demonio. El Devorador de Almas
agarró al Teniente de las Tropas de Cadia con una mano gigantesca e introdujo al
forcejeante mortal en sus fauces cubiertas del colmillos, masticando con sus die
ntes afilados la armadura de caparazón y los huesos del humano.
Algunos fragmentos de la Armadura del Marine Traidor seguían colgando de sus monst
ruosas alas. El demonio de Khorne avanzó por el interior de la instalación, demolien
do muros de hormigón bajo sus pezuñas de bronce y propagando la muerte con su látigo l
lameante.
El Inquisidor andaba entre los escombros ardientes de la base minera. En su arru
gado rostro había una expresión inescrutable. Era evidente por sus fruncidas cejas q
ue los sucesos que habían tenido lugar allí implicaban terribles consecuencias para
el Imperio. Una Escuadra de Ultramarines lo seguía por el campo de batalla, manten
iendo con orgullo una formación precisa en todo momento. A pesar de su aparente ca
lma exterior, cada uno de los miembros de la Escuadra observaba horrorizado lo s
ucedido sin dar crédito a sus ojos. El fuerte fronterizo había sido arrasado hasta l
os cimientos: no quedaba ninguna pared en pie. Algunos cadáveres de Marines Espaci
ales del Caos yacían entre las cenizas, pero eran superados con creces por los cue
rpos descuartizados de los colonos y de las Tropas de Choque de Cadia que cubrían
el paisaje.
¿Qué tipo de atrocidades del espacio Disforme habían sido cometidas allí? Todo lo que es
tuviese relacionado con los Marines Espaciales del Caos enfermaba por completo a
los Ultramarines. Los Amos de la Noche, y los otros herejes que se habían aliado
a la partida de guerra, constituían la antítesis de los Capítulos leales al Emperador.
Habían renegado de lo que una vez habían creado y de lo que los Ultramarines ahora
se esforzaban en proteger. No mostraban remordimiento alguno en aniquilar la pob
lación entera de un planeta y todo porque en un megalomaníaco capricho creían que tenían
algo mejor con qué reemplazarla, algo que ellos podrían dominar mejor.
¡Cómo lamentaba el Inquisidor la debilidad de la condición humana! ¿Cómo podían los mejores
Marines Espaciales del Emperador haberse dejado llevar tan lejos de la gracia sa
lvadora del Emperador? ¿Cómo podía aquel poder oscuro haber provocado que los hermanos
de armas de los Ultramarines se convirtieran en algo peor que animales salvajes
, en algo completamente inhumano?
El Inquisidor tomó nota mental de que no había ningún superviviente; nadie había escapad
o de una condenación eterna. No había ni rastro de mujeres o niños. Sin duda estaban e
ncadenados en las entrañas de las astronaves de los Amos de la Noche, destinados a
una vida de esclavitud en alguno de los abominables Mundos Infernales del Ojo d
el Terror.
El Inquisidor había sospechado durante mucho tiempo que los Amos de la Noche encon
trarían finalmente el camino hasta Purgatory, y que cuando lo hicieran toda la hum
anidad temblaría frente a sus maquiavélicos planes. Enterrado bajo la superficie del
planeta había un artefacto del que se hablaba en la Ordo Maellus entre acallados
susurros acompañados de gestos protectores.
Siguiendo el consejo de la adivinación efectuada por los Psíquicos de la Inquisición,
el arma apocalíptica conocida únicamente como Mano de la Noche había sido enterrada en
aquel pequeño mundo olvidado. Se decía que era un regalo de los Dioses Oscuros, env
iada al universo material directamente desde el corazón del Reino del Caos. Nada p
odía comparársele en potencia destructiva; ni siquiera los procesos de purga planeta
ria del Exterminatus.
Tras enviar hebras de energía mental a través del éter del planeta, el Inquisidor perc
ibió que algo faltaba en la intensamente traumatizada aura Psíquica de Purgatory. Al
go grande, mortífero y anegado con el poder corruptor del espacio Disforme. Entonc
es supo que había llegado demasiado tarde. Los Amos de la Noche, y el arma con la
cual podían destruir sistemas planetarios enteros, ya se habían marchado.

LA CAIDA DE LA PUERTA DE CADIA


Para llegar a comprender a la gente de Cadia y su modo de vida, es necesario vol
ver atrás diez mil años a un período de la historia perdido en leyendas, un período de g
uerra y muerte conocido como la Herejía de Horus. El Emperador y su progenie, los
Primarcas, combatieron hombro con hombro y construyeron un reino entre las estre
llas en un tiempo de héroes. Cada Primarca lideraba una legión constituida por los m
ejores soldados del Emperador, hombres alterados genéticamente conocidos como Mari
nes Espaciales. Estos guerreros combatieron en innumerables batallas para libera
r el espacio de la presencia alienígena, del Caos y de todo tipo de peligros. Cada
uno de los Primarcas era un superhumano, un dios entre los hombres, pero, al ig
ual que estos, era propenso a sufrir celos, amargura y vanidad. Y esto fue lo qu
e le sucedió al Señor de la Guerra Horus, el hijo favorito del Emperador y Primarca
de los Lobos Lunares.
La habilidad de Horus para manipular a los demás y conseguir que cumpliesen sus ma
ndatos era tal que corrompió totalmente a la mitad de las legiones y las lideró en s
u rebelión contra el Emperador. Nada más comenzar las hostilidades, se hizo evidente
que el mal había enraizado mucho más profundo de lo que nunca nadie hubiera podido
imaginar. Uno tras otro, los regimientos de la Guardia Imperial fueron rindiendo
pleitesía a Horus. El Collegias del Adeptus Mechanicus se escindió con la rebelión y
cada una de las facciones se puso de parte de uno de los dos bandos. Legiones en
teras de Titanes rasgaron los estandartes dedicados al Emperador y tejieron unos
nuevos con las blasfemas runas del Caos. Horus atacó sin piedad, cayendo sobre lo
s Marines Espaciales que hasta poco antes habían sido sus hermanos como el golpe s
eco de una espada. Poco tiempo después, el avance de Horus ya había llegado hasta el
corazón del reino del Emperador; sus naves de guerra habían derrotado a la Flota So
lar y aplastado las defensas lunares, lo que dejaba a Terra virtualmente desprot
egida.
Las hordas del Caos desembarcaron sobre el sagrado suelo de Terra con un número in
terminable de Marines Espaciales renegados, mutantes y cultistas. La batalla duró
semanas y las víctimas se contaban por millones. En todos los frentes, las fuerzas
del Emperador se vieron obligadas a replegarse hasta llegar a las puertas del p
alacio del Emperador, donde los muertos se amontonaron hasta formar una montaña. E
n poco tiempo, los traidores echaron abajo los muros de palacio. El final parecía
cercano. Horus era un maestro estratega, pero fue justo en este punto cuando com
etió un error fatal. Consciente de que los refuerzos de los Ángeles Oscuros y de los
Lobos Espaciales estaban cercanos, decidió llevar a cabo el asalto final al palac
io del Emperador. Horus ordenó que su barcaza de guerra descendiese hasta la atmósfe
ra y que sus escudos deflectores se bajaran. Nunca se sabrá si fue un descuido de
Horus o su último atisbo de humanidad, pero el Emperador se dio cuenta de que no p
odía dejar pasar una oportunidad así y se apresuró a enfrentarse a su hijo.
El Emperador y dos de sus más devotos Primarcas, Sanguinius de los Ángeles Sangrient
os y Rogal Dorn de los Puños Imperiales, se teleportaron al interior del buque ins
ignia de Horus acompañados de los guerreros en los que más confiaban. Cuando llegaro
n, se encontraron en el interior de una nave corrompida hasta tal punto por los
poderes del Caos que era imposible determinar si había sido construida por manos h
umanas. Hechicerías diabólicas dispersaron las fuerzas del Emperador por toda la nav
e y, cuando este llegó finalmente hasta Horus, Sanguinius yacía muerto a los pies de
l Señor de la Guerra. El Emperador combatió contra Horus de todas las maneras posibl
es: física, espiritual y psíquicamente; el premio era el planeta roto que se hallaba
a sus pies. La batalla fue larga, pero, al final, el Emperador consiguió romper l
a guardia de Horus y asestarle un golpe mortal; aunque la Humanidad tuvo que pag
ar un precio muy alto por esta victoria. Cuando terminó el combate, el cuerpo del
Emperador era poco más que una concha vacía. Rogal Dorn encontró el cuerpo moribundo d
el Emperador y lo llevó de vuelta a la Tierra, donde el Trono Dorado ha mantenido
su fuerza vital desde aquel día.
Las fuerzas traidoras se quedaron de piedra cuando les llegó la noticia de la muer
te de Horus y huyeron en desbandada de Terra, que había probado estar fuera de su
alcance. Algunas tropas leales se agruparon y salieron a dar caza a los traidore
s, pero la mayoría permaneció en Terra para consolidar su gran victoria. Muchos rebe
ldes fueron ajusticiados, pero la mayoría de las legiones traidoras consiguieron e
scapar al entrar en el reino disforme conocido como el Ojo del Terror; una región
del espacio en la que conviven realidad y locura y a través de la cual la energía pu
ra de la disformidad se derrama sobre el espacio real. Aquí, los dioses del Caos g
obiernan incontables planetas, todos ellos corrompidos de diferente manera; aquí,
los traidores encontraron refugio de sus perseguidores, en un lugar de la galaxi
a aislado y recorrido por poderosas tormentas de disformidad.
Fortaleza Cadia
Cada uno de los planetas del Ojo del Terror es un mundo demoníaco, corrupto y reto
rcido por los designios de los dioses del Caos y de los poderosos Príncipes Demoni
o que habitan en ellos. Las legiones traidoras se reagruparon y lamieron sus her
idas en este lugar, cultivaron su odio y empezaron a hacer planes para el día en q
ue volverían a Terra y llevarían a cabo una terrible venganza sobre aquellos que les
habían vencido. En el interior del Ojo, el tiempo fluye de manera distinta. Los m
ismos traidores que atacaron Terra todavía luchan hoy al servicio de sus monstruos
os dioses. Luchan entre sí para probar su supremacía y combaten contra el Imperio cu
ando las tormentas de disformidad se calman lo suficiente como para permitirles
abandonar el Ojo del Terror. Para resistir estas invasiones, los sectores que ro
dean el Ojo del Terror están fuertemente militarizados, pero ninguno tanto como Ca
dia, el mundo fortaleza que se encuentra justo enfrente de la salida más estable d
el Ojo del Terror: la Puerta de Cadia.
Cadia se encuentra frente a la más fiable ruta de entrada y de salida del Ojo del
Terror y, por tanto, es uno de los mundos estratégicamente más vitales para el Imper
io. Existen otras rutas para abandonar el Ojo del Terror, pero ninguna tan estab
le como la Puerta de Cadia; y ninguna fuerza de proporciones considerables puede
abandonar el Ojo por otro lugar que no sea este. No se conocen las causas de la
calma en la disformidad que hay en este lugar, aunque muchos eruditos creen que
se produce gracias a los Monolitos de Cadia. Estos misteriosos monolitos negros
siembran el paisaje de Cadia y nadie ha sabido nunca determinar cuál es su origen
.
Cadia es un lugar inhóspito y azotado por el viento donde solo los más fuertes llega
n a la edad adulta y donde se enseña disciplina marcial desde la más temprana edad.
Los vientos helados aúllan por las planicies del planeta mientras las tropas lleva
n a cabo maniobras militares con fuego real; y todo día en el que no se entrene es
un día perdido. Toda ciudad (o kasr) es un fortín diseñado por los mejores arquitecto
s militares. Todos los habitantes de Cadia son iniciados en la senda del soldado
en cuanto son capaces de andar y llegan a ser grandes comandantes de tropas de
la Guardia Imperial. Un planeta así produce soldados duros y decididos, por lo que
los regimientos de Cadia son bien conocidos por su honor y por su espíritu combat
ivo. Desde muy jóvenes, los habitantes de Cadia aprenden a montar y desmontar su a
rma con los ojos cerrados y se les enseña doctrina militar antes de aprender a lee
r y a escribir. Uno de cada diez soldados ingresa en la guardia interior, una tr
opa que nunca abandona Cadia. Los integrantes de la fuerza de defensa planetaria
de Cadia se encuentran entre los soldados más efectivos y habilidosos del Imperio
.
Las Cruzadas Negras de Abaddon
Abaddon el Saqueador, el Archihereje, cuyo nombre es una maldición en un millar de
mundos, una vez comandó la primera compañía de los Lobos Lunares y fue tan devoto y v
aliente como el que más. El Emperador había concedido a Horus el honor de cambiar el
nombre de su legión por el de Hijos de Horus y, cuando la Herejía empezó, quedó claro q
ue la lealtad de Abaddon era para su Primarca. Abaddon combatió en vanguardia en t
odas las batallas de la guerra tirando por los suelos todo aquello que una vez h
abía defendido en nombre del Emperador. Abaddon era el guerrero preferido de Horus
e incluso se rumoreaba que era su hijo clónico. Cuando aconteció la última batalla de
la Herejía, Abaddon estaba combatiendo en un lugar distinto a aquel en el que se
encontraba Horus, aunque sintió la onda psíquica que este emitió al morir (puesto que
resonó en toda la disformidad) y enloqueció. Se abrió camino hasta el puente de mando
de la barcaza y allí encontró el cadáver de su amado Señor de la Guerra. Fue entonces cu
ando arrancó la cuchilla relámpago de Horus y se la implantó en su propia mano.
Aunque todos y cada uno de sus instintos gritaban a Abaddon que ejecutase su ven
ganza, sabía que las fuerzas que le restaban no eran suficientes para ganar aquell
a batalla. La apuesta final de Horus había fallado y con ella llegaba el final de
la guerra. Abaddon se puso al mando de la barcaza de guerra y dirigió la retirada
hacia el Ojo del Terror; asumió el mando de los Hijos de Horus y los rebautizó con e
l nombre de Legión Negra. Abaddon desapareció en el interior del Ojo del Terror y en
tró a formar parte de las oscuras leyendas. Pasaron décadas antes de que volviese. S
urgió del Ojo a la cabeza de un ejército de proporciones descomunales y obligó a los d
efensores de aquella zona a huir a la desbandada. Durante un tiempo, parecía que i
ba a tener éxito y acabar con todas las defensas del Ojo del Terror. De hecho, sol
o gracias a la intervención combinada de varios capítulos de Marines Espaciales y de
legiones de Titanes pudo atajarse esta primera Cruzada Negra de Abaddon.
Desde aquel día, se han producido once cruzadas negras más, desde pequeñas escaramuzas
hasta guerras que han envuelto sectores enteros y que han costado la vida a mil
lones de soldados imperiales. En el planeta El´Phanor el Saqueador exterminó la raza
de los kromarcas y en Mackan se granjeó el odio eterno de los Ángeles Sangrientos c
uando acabó con sus guerreros y luego mutiló y profanó sus cuerpos. En la Torre del Si
lencio, en Uralan, Abaddon consiguió la espada Drach´nyen, hasta la que fue guiado p
or un extraño con la piel del color del oro. Con la ayuda de este objeto demoníaco,
construyó su reino en el Ojo del Terror antes de declarar la guerra al Emperador e
n el sector Gótico. Una vez más, el Imperio salió victorioso, pero el precio de la vic
toria fue enorme en vidas y en artefactos robados, puesto que el Saqueador consi
guió arrebatar al Imperio el control de dos Fortalezas Negras, armas ancestrales c
readas antaño. No obstante, se han producido en el sistema Cadia cientos de incurs
iones más, aunque demasiado pequeñas y dispersas como para poder ser consideradas cr
uzadas. Y no habrá respiro mientras el más malvado de los herejes siga con vida.
Geografia
Población: 250.000.000
Aestimare: A3
Grado de Diezmo: Aptus Non
El entorno natural de Cadia es bastante similar al del Planeta Terra antes de qu
e este se convirtiese en una ecumenópolis, con un gran océano cubriendo más de la mita
d del planeta y una fuerza gravitacional de 1,12 G. La masa de tierra existente
esta dividida entre increíbles bosques de pinos, grandes explanadas y vastos glaci
ares. El planeta tiene una temperatura ambiente de 20º de media, algo más frío de lo n
ormal aunque no suponga un impedimento para el crecimiento normal de la población.
Cadia fue tomada en algún momento del comienzo del 32º milenio por los humanos, que
se convirtieron rápidamente en la especie dominante. Cadia es el Mundo Capital de
l Sector Cadiano, y es el mayor exportador de armas y municiones del Sector.
Los Monolitos de Cadia
Los Megalitos de Cadia son una serie de Monolitos de 750 metros de altura (250 d
e ellos están bajo tierra) y un cuarto de kilómetro de ancho. A mediados del 41er Mi
lenio había unos 5.810 Monolitos por toda la superficie del planeta, y unos 2.000
convertidos en ruinas o enterrados bajo la superficie planetaria.
Los Monolitos estuvieron, hasta donde los investigadores Imperiales han podido a
segurar, inertes hasta finales del 41er Milenio, momento en el que todos los Mon
olitos comenzaron a resonar con una vibración prácticamente imperceptible, muy parec
ida a la de un Campo Gellar.
Mapa galactico
El sistema Cadiano estaba formado por diez planetas, de los que actualmente qued
an ocho: Prosan, Korolis, Kasr Sonnen, Cadia, Kasr Holn, Vigilatum, Kasr Partox
y Solar Mariatus. Macharia y Esperanza de San Josmane fueron destruidos en la 13ª
Cruzada Negra de Abaddon.
Prosan: Es el mundo más cercano al sol del sistema Cadiano. Su atmósfera es muy hóstil
por lo que se emplea como planeta de entrenamiento para las tropas.
Korolis: Un planeta también muy hostil con la vida humana, por lo que se ha dedica
do a la producción de materiales atómicos y armas basadas en el promethium.
Kasr Sonnen: Mundo Fortaleza.
Cadia: Es el Mundo Fortaleza guardián de la única ruta estable hacia y desde el Ojo
del Terror. Toda su población esta armada para luchar y sus fábricas no paran de pro
ducir armas, municiones y tanques a un ritmo prodigioso. Quizás sea el lugar más imp
ortante de todo el Imperio, por lo que las fuerzas militares desplegadas allí son
increíblemente vastas. El 75% de la población forma parte del ejército. Es el mayor ex
portador de armas y munición de toda la región.
Kasr Holn: Mundo Fortaleza.
Macharia: El planeta con mayor diámetro del sistema Cadiano. Era un mundo Colmena
que fue destruido por el Revientaplanetas de Abaddon.
Vigilatum: Mundo dedicado al entrenamiento naval.
Kasr Partos: Mundo Fortaleza.
Esperanza de San Josmane: En un inicio era una prisión militar. Una revuelta inspi
rada por el Caos entre los convictos hizo que poco a poco fueran tomando el cont
rol del planeta. En principio, las ofensivas imperiales consiguieron recuperar p
artes del planeta, pero con los refuerzos de las tropas del Caos expulsaron a to
das las tropas leales. Ursakar Creed, antes de ver el planeta en manos del enemi
go, hizo explotar los generadores produciendo un seísmo que destruyó el planeta ente
ro.
Solar Mariatus: Productor de una ingente cantidad de material de guerra.
Población y sociedad
No se sabe con exactitud, aunque tras la 13ª Cruzada Negra se estima que se encuen
tra en unos 250 millones de habitantes (Codex Ojo del Terror). Los Cadianos suel
en ser altos, de piel blanca, pelo rubio y ojos azules o morados.
Cadia tiene una sociedad altamente militarizada, y la gran mayoría de la cultura g
ira en torno al combate y la guerra, debido sobre todo a la localización del plane
ta al ser una de las primeras líneas de defensa contra las incursiones del Caos. T
odos los ciudadanos están entrenados para combatir desde el día en el que nacen; apr
endiendo doctrina militar incluso antes de ser capaces de leer o escribir, y a l
uchar incluso antes de andar. Todos los jóvenes pasan por las Juventudes Armadas,
y alrededor del 75% de la población total del planeta forma parte de una u otra fo
rma del ejército, por lo que no es extraño que el régimen de reclutamiento y el de nac
imiento sea muy similar en Cadia.
El cadiano que no sepa montar y desmontar un rifle laser a la edad de 10 años, ha n
acido en el planeta equivocado .
Cada ciudad de Cadia se denomina Kasr, o fortaleza, diseñada por arquitectos milit
ares. La moda civil en Cadia se basa sobre todo en patrones de camuflaje. Los po
cos que no son aceptados en el ejército son destinados a las fábricas, donde produci
rán armas y material de guerra para los ejércitos Imperiales.
Debido a la altísima mortalidad que hay en Cadia por las constantes guerras contra
el Caos y otras razas alienígenas, se ha impuesto una antigua tradición del planeta
denominada Ley de la Descifrabilidad. De acuerdo a esta norma, un cuerpo enterr
ado en el cementerio permanece allí hasta que la inscripción de su tumba se vuelve i
legible, por lo que se asume que nadie va a querer ya visitar al fallecido. El c
uerpo se exhuma y se entierra en una fosa común, y otro se entierra en su lugar.
Estructura militar
Cadia es el hogar del regimiento de las Tropas de Choque de Cadia, famoso en tod
a la galaxía. Su líder es el Señor Castellano, una posición ocupada por Ursakar E. Creed
, héroe de la Batalla por Cadia.
Cientos de regimientos de las Tropas de Choque de Cadia sirven por todo el Imper
io, pero no son las únicas fuerzas de las que dispone el planeta. De cada nueve so
ldados, uno se destina automáticamente a la Guardia Interior, encargada de la segu
ridad planetaria. Un número indeterminado de Inquisidores del Ordo Malleum se dest
inan a la Guardia Interior para proteger de la influencia del Caos en un planeta
como Cadia.
Todos los jóvenes son reclutados por las Juventudes Armadas, también conocidos como
los Escudos Blancos. Su entrenamiento es constante, y es habitual que participen
en batallas con el resto de las tropas. Los supervivientes son reclutados en la
s Tropas de Choque, la Guardia Interior, o los regimientos de élite Karskin.
TALLARN
Tallarn
Hace milenios, el planeta Tallarn era fértil y estaba bañado por la suave luz anaran
jada de sus dos soles gemelos. Su superficie estaba cubierta por grandes océanos,
fértiles llanuras y profundas junglas; sus habitantes eran muy prósperos. Todo eso t
erminó violentamente durante la Herejía de Horus.
El ataque del Caos
En un mortífero ataque por sorpresa, los Marines Espaciales del Caos del Capítulo de
los Guerreros de Hierro invadieron el planeta. Lanzaron miles de bombas víricas,
y todos los que pudieron ponerse a salvo en los refugios situados a gran profund
idad bajo la superficie. Mientras se ocultaban, a salvo de la devastadora infest
ación biológica, las mortíferas cadenas de ADN mutaban siguiendo un proceso programado
. Los animales, plantas, e incluso insectos murieron mientras los virus iban des
truyendo sin piedad el ecosistema del planeta, dejando el planeta como una cáscara
vacía.
Después de siete semanas de aislamiento, el virus acabó su ciclo vital, y los habita
ntes de Tallarn salieron a la superficie. Descubrieron un mundo cubierto por un
cieno acre de plantas y cadáveres no descompuestos, pues el mundo era estéril al hab
er sido destruidas hasta las bacterias que aceleran la descomposición de los cadáver
es. Los Guerreros de Hierro enviaron sus tropas para conquistar el mundo en nomb
re de los siniestros Dioses del Caos. Las tropas de Tallarn surgieron de sus for
tificaciones subterráneas para enfrentarse a los invasores. Pronto llegaron refuer
zos de ambos bandos: flotas espaciales oponentes que desembarcaron gigantescos e
jércitos sobre el cadáver de un planeta muerto.
La Batalla de Tallarn se prolongó durante varios meses, y pasó a la historia como la
mayor campaña puramente mecanizada de la Herejía de Horus. Los brotes víricos de cade
nas residuales de ADN impedían que la infantería pudiera operar en el exterior de lo
s refugios. La batalla fue finalmente librada entre ejércitos de tanques y otros v
ehículos blindados. Cuando la campaña concluyó, los desolados y enfermizos desiertos d
e Tallarn estaban cubiertos por los restos de más de un millón de vehículos destruidos
.
Una victoria inútil
El Caos fue expulsado de Tallarn, aunque a un coste incalculable. Sin embargo, l
a inversión en millones de vidas había resultado en un beneficio prácticamente inexist
ente. El planeta estaba arrasado, y no podía ser habitado, ni explotado a gran esc
ala por la industria 0 la agricultura. Los ejércitos Imperiales podían haber abandon
ado Tallarn a su suerte antes de iniciarse la campaña si sus comandantes hubieran
podido prever la extensión de la devastación, pero cuando los ejércitos se ponen en ma
rcha, nada puede detenerlos.
En esos momentos, el ataque del Caos parecía carente de todo sentido. Parecía estúpido
que incluso los enigmáticos Dioses del Caos dedicaran tantos esfuerzos por conqui
star un mundo árido sin ninguna importancia estratégica. Sin embargo, después de la He
rejía de Horus, quedaban pocos que pudieran perder tiempo considerando estas pregu
ntas. Entre las atrocidades de esa época, no fue más que otra demostración de la capri
chosa capacidad de destrucción del Caos.
Tallan sobrevive
Un millar de años después de la Herejía de Horus, Tallarn había evolucionado ya hasta co
nvertirse en un mundo muy diferente del próspero planeta que había sido anteriorment
e. Los desiertos de arena sulfurosa se extendían de polo a polo, y toda el agua a
excepción de pequeños residuos atmosféricos había desaparecido. En la superficie expuest
a alas abrasadoras tormentas de arena no quedaba vegetación alguna. Sólo crecieron a
quellos vegetales que cuidaron los propios habitantes de Tallarn bajo cúpulas prot
ectoras.
Los supervivientes de Tallarn vivían en pueblos cubiertos por cúpulas o en cavernas
naturales, excavadas en la roca del planeta. Las intensas tormentas obligaron a
los habitantes de Tallarn a vivir continuamente en sus refugios, y las corrosiva
s tormentas de ácido sulfúrico hacían peligrosos los viajes. Finalmente se construyó un
sistema de túneles para facilitar los desplazamientos bajo la superficie.
Por encima de sus asentamientos, los habitantes de Tallarn construyeron trampas
de vapor para obtener el agua de su tenue atmósfera. Estas elevadas torres actualm
ente todavía se levantan sobre las cúpulas, almacenando el agua así obtenida en depósito
s subterráneos.
El descubrimiento de un secreto
Durante la construcción de un túnel de comunicaciones, los mineros de Tallarn encont
raron un bloque de dura roca negra. Fueron incapaces de perforar esta extraña sust
ancia, diferente a cualquier otra que hubieran podido encontrar. Después de alguno
s días de trabajo inútil decidieron que el túnel rodearía la roca. Al hacerlo descubrier
on algo muy extraño. Al principio parecía tratarse de una formación natural, pero pron
to pudieron comprobar que habían descubierto una construcción.
En las primeras excavaciones descubrieron una gran pared de la extraña roca negra,
con figuras entrelazadas grabadas por toda su superficie. Las figuras eran de t
amaño humano, pero no totalmente humanas. Poseían una gracia y una belleza que hacían
mas perversas sus grotescas posiciones. Se utilizaron gigantescas excavadoras pa
ra extraer la capa de arenas sulfurosas que cubrían la pared, exponiéndola poco a po
co, de forma lenta y penosa, a la luz solar.
Los habitantes de Tallarn pronto descubrieron que la pared no era recta sino cur
va, formando parte de un gran círculo. Los técnicos mas preparados trabajaron cuidad
osamente para desenterrar toda la estructura, con forma de anillo y de casi un k
ilómetro de diámetro.
El despertar de un peligro
El desastre no empezó hasta que todo el círculo quedó expuesto. Con una gran explosión d
e energía, el círculo emitió un rugido ensordecedor y empezó a retorcerse. Su forma iner
te se convirtió de repente en un trozo de carne aullante. Donde anteriormente podían
verse las figuras grabadas, ahora podía verse alas propias criaturas, que habían co
brado vida. Se trataba de alienígenas parecidos a los Eldar, pero deformados por u
na misteriosa energía maligna, unidos entre sí por alguna comunión diabólica en un enfer
mizo abrazo de depravada pasión.
La biblioteca negra
en la Biblioteca Negra de los Eldar, un guardián tembló al notar el anormal flujo de
energía. Flotando por el tiempo y el espacio, su mente busco entre las infinitas
cadenas de probabilidades y descubrió el peligro que amenazaba Tallarn. Después de t
anto tiempo había sido descubierto: el Cursus de Alganar, un artefacto maligno y l
egendario de los tiempos de la Caída, un vórtice de poder inimaginable, una de las t
res míticas Puertas de los Dioses.
Su mente se puso en contacto con los Videntes de su raza, recorriendo las sendas
que unían su mente con los Mundos Astronave de los Eldar. Cuando esta información l
legó a los videntes, despertaron a los Avatar de Khaine. Khaine reconocería la obra
de su antiguo destructor Slaanesh, la Perdición de los Eldar. Príncipe de los Dioses
del Caos.
El ataque Eldar
Los Eldar atacaron sin previo aviso ni motivo aparente. Para los habitantes de T
allarn no era mas que un inaceptable acto de agresión. No podían imaginar que el des
tino de toda la raza Eldar estaba ligado a su extraño descubrimiento. Para los Eld
ar no había tiempo que perder en explicaciones o discusiones No podían saber si los
habitantes de Tallarn eran aliados del Caos, o si los feroces habitantes del pla
neta desértico eran instrumentos involuntarios de los Dioses del Caos. Para ellos
el único curso de acción posible era atacar, destruir el Cursus si era posible antes
de que fuera demasiado tarde.
Los habitantes de Tallarn contraatacaron con su ferocidad característica. Los larg
os años de vida en los ardientes desiertos sulfurosos habían moldeado una raza de gu
erreros despiadados EL desierto era algo desconocido para los Eldar. Incluso los
duros Guerreros Especialistas morían bajo los abrasadores rayos del sol, mientras
que muchos Guardianes Eldar eran aniquilados en los ataques relámpagos de los gue
rreros humanos. Pero los Eldar no desistieron. No podían suspender su ataque. La s
upervivencia de la galaxia dependía de ello.
El despertar de los dioses oscuros
Pero ya era demasiado tarde. La energía de la puerta del Cursus fue creciendo minu
to a minuto. Sus gritos y aullidos cubrían el desierto mientras la oscura luz bril
laba y latía en su interior. Luces y estrellas temblaron y chocaron, y chorros inc
andescentes surgieron elevándose como espirales hacia el cielo nocturno. La risa d
e los dioses retumbó entre las dunas sulfurosas, y tanto los Eldar como los Humano
s se estremecieron dominados por el terror.
Del Cursus surgieron infinidad de criaturas del Caos. Eran seres indescriptibles
para los hombres. Seres que despertaban los temores mas primarios en el corazón d
e los Eldar: horrores cenagosos cubiertos de llamas, balbuceantes y consagrados
al combate, cuerpos transparentes de energía pura que se dividían y fusionaban en un
a cascada de colores, viles seres corpóreos que vibraban con una gran energía intern
a y aspiraban el aire con labios envenenados, abominaciones de largas piernas so
bre las que montaban criaturas esbeltas y elegantes, bellas pero repugnantes. Pa
recía que todos los demonios del infierno hubieran desembarcado en Tallarn. En rea
lidad, así había ocurrido.
La batalla por el Cursus
EL comandante humano pidió una tregua y se dirigió rápidamente hacia las posiciones El
dar, donde los videntes alienígenas esperaban. La verdad finalmente les abrió los oj
os. Las Piedras Rúnicas hablaron sobre el desierto, prediciendo que la única esperan
za era la alianza. La división conduciría irremediablemente a la perdición, la oscurid
ad y la muerte. Con su destino tan claramente predeterminado, los Eldar y los ha
bitantes de Tallam unieron sus fuerzas.
Las dos razas retrocedieron ante la cruel ofensiva del Caos. Muchos fueron atrap
ados y destruidos en los primeros momentos de confusión, pero el avance del Caos e
mpezó a verse retrasado por las tácticas de ataque relámpago de los Incursores del Des
ierto. Los humanos precedían en el ataque a los Eldar montados en Motocicletas a R
eacción, y pronto los Eldar y los habitantes de Tallarn fueron capaces de reagrupa
rse.
A medida que las hordas demoniacas avanzaban, alejándose del Cursus, su energía fue
decreciendo, como si dependieran de la proximidad a su fuente de poder. Y así era,
ya que los tentáculos del Caos, aunque largos, eran muy débiles: sólo masacres y las
victorias continuas podían mantener el nexo vital entre los Oscuros Dioses y sus s
eguidores.
La derrota de Caos
Con habilidad y astucia, los defensores de Tallarn hicieron retroceder las tropa
s del Caos. Eligiendo cuidadosamente sus objetivos, los Incursores del Desierto
de Tallarn lanzaron un ataque tras otro, retirándose siempre antes de que las hord
as del Caos pudieran contraatacar. Era una táctica diseñada para debilitar el poder
de la horda, y funciono mucho mejor de lo que podían haber esperado los mas optimi
stas de los hijos del desierto de azufre.
Los videntes Eldar vieron que las runas cambiaban, contemplando como se desarrol
laban las oportunidades. Los demonios iban desvaneciéndose rápidamente: sus brillant
es cuerpos eran cada vez más transparentes, sus gruñidos cada vez más débiles. Era el mo
mento de asestarles un golpe demoledor.
Con una carga furiosa, los Eldar y los Incursores del Desierto de Tallarn lanzar
on un ataque conjunto con todas sus fuerzas contra la balbuceante horda. Era un
ultimo esfuerzo que conduciría a la victoria aplastante o a la derrota total. Las
hordas del Caos se tambalearon y los cuerpos de los demonios fueron desaparecien
do y apagándose. El pulso de energía desapareció, y la explosión de vida maligna se desv
aneció en el acEltoso aire.
Murieron muchos humanos y Eldar, desgarrados por monstruosas garras, aplastados
por la sensual caricia de una lengua envenenada, o destrozados por colmillos afi
lados como navajas. Se recuperaron muchas Joyas Espirituales del campo de batall
a, y muchos habitantes de Tallarn regresaron por ultima vez a sus cúpulas para ent
regar el agua de sus cuerpos a los hidrotanques. Sin embargo, a pesar de todo, h
abían conseguido la victoria.
El cursus
Después de que los Eldar partieran en paz tras intercambiarse promesas de amistad
eterna con los humanos, los habitantes de Tallarn regresaron al Cursus. Descubri
eron que volvía a ser una piedra fría y negra, inerte una vez mas, tal y como estaba
cuando la descubrieron. Sin embargo sabían que la piedra no estaba muerta, sino s
olamente durmiente, esperando una nueva oportunidad, esperando otra llamada de s
us malignos amos.
Los habitantes de Tallarn enterraron el Cursus una vez mas bajo las arenas de az
ufre, y en su interior colocaron los misteriosos artefactos que los Eldar les ha
bían entregado para ello. A continuación sellaron su superficie con plastocemento e
intentaron olvidarse para siempre jamás de su presencia.
Las catacunbas de Lurenz
Al igual que la infantería, la artillería y las compañías acorazadas , no es raro ver re
gimientos de Tallarn con una o más compañías de patrulla (a las que a veces se denomin
a Compañías de Reconocimiento o de Larga Distancia). La primera de estas fue una for
mación creada para fines específicos por el Capitán Lurenz del XVI de Tallarn mientras
combatía contra los Eldars en Holon Prime en 762-765.M35. Las rígidas compañías de Tall
arn estaban teniendo grandes problemas ante la velocidad y flexibilidad de los a
lienígenas a los que se enfrentaban y, para cuando reunían sus fuerzas para responde
r a un ataque, ya era demasiado tarde. Lurenz fue el que separó las escuadras de i
nfantería mecanizada en cuatro compañías y pidió a los tecnosacerdotes que les sacaran e
l blindaje de los Chimeras. Así, los incursores de Lurenz consiguieron un transpor
te que los podía llevar rápido por las dunas (ya que los demás vehículos solíab quedarse e
mbarrancados en los bancos de arena), pero que aun así portaba un armamento podero
so. Muchos de los demás oficiales se rieron del plan de Lurenz y nombraron a aquel
la formación los "cavatumbas" por el aspecto esquelético de sus vehículos. Pero Lurenz
no le importaban sus comentarios en absoluto y decía que iban a ser tumbas eldars
lo que iban a cavar muy pronto.
La idea de Lurenz se puso a prueba por primera vez en una incursión contra un empl
azamiento eldar a muchos kilómetros de distancia de las "cajas" defensivas de los
tallarianos (el desierto ofrecía pocas cobertura, de modo que el XVI había creado un
as "cajas" protectoras con alambre de espino, trincheras y búnkeres). Lurenz y sus
hombres partieron justo después del anochecer y siguieron una ruta tortuosa hasta
su objetivo: un valle rocoso en el que los agures orbitales habían detectado aura
s de calor de varios vehículos eldars. A medida que se iban acercando a su objetiv
o, los cavatumbas usaron métodos improvisados para silenciar los motores de los Ch
imeras lo máximo posible. Situado en la cima de la cordillera oriental, Lurenz se
alegró de ver las siluetas de una docena de tanques gravitatorios eldars, de los c
uales dos de ellos eran formidables Escorpiones superpesados. Con Lurenz a la ca
beza de su camión semioruga, los cavatumbas descendieron por la ladera. Cuando sonó
la alarma se encontraban a apenas doscientos metros de los centinelas eldars. Lu
renz dio la orden de lanzarse al ataque a toda velocidad y los motores de los Ch
imeras rugieron cobrando vida, tras lo cual se lanzaron rápidamente por la lanura
debido a su leve peso. El aire se llenó de los disparos de multiláser y de bólter pesa
do y tres de los vehículos eldars quedaron envueltos en llamas y humo antes de que
los cavatumbas los alcanzaran. Los tallarianos saltaron de sus chimeras y empez
aron a poner bombas de fusión para destruir los tanques que quedaban, pero, al sit
uarse entre los vehículos flotantes , el Escorpión que quedaba cobró vida y se elevó del
suelo.
El enorme púlsar montado sobre el tanque superpesado abrió fuego contra los tallaria
nos y sus devastadoras explosiones de energía láser crearon cráteres en el denso terre
no desértico. Al ver que sólo tenía una posiblidad, Lurenz volvió a su carro militar y o
rdenó al piloto pasar por debajo del Escorpión. Cuando pasaron por debajo de la inme
nsa máquina de guerra, todo lo que se pudo observar fue el continuo destello del ból
ter pesado del afuste del vehículo. Con un lentitud extraña, el Escorpión empezó a ladea
rse al tener los motores antigravitatorios desactivados de un lado. Cuando se es
trelló contra la arena, Lurenz y su piloto aparecieron atravesando las nubes de hu
mo y polvo. Habiendo completado su misión, los cavatumbas se subieron a sus Chimer
as y salieron corriendo, dejando atrás a solo cuatro muertos de los suyos.
Los ataques continuados de Lurenz desestabilizaron gravemente el ejército eldar y
lo obligaron a mantener unidades en reserva para combatir sus patrullas destruct
oras. Así les impidieron usar tropas que necesitaban desesperadamente para las bat
allas principlaes y al final la superioridad numérica de los tallarnianos resultó se
r decisiva. Desde Holon Prime, la Primera Compañía Patrulla del XVI de Tallarn siemp
re se ha llamado los cavatumbas.

PRIMERA GUERRA DE ARMAGEDDON


El planeta imperial de Armageddon ha sufrido tres grandes invasiones en su larga
historia. Muchos han oído de la segunda invasión liderada por el Señor de la Guerra O
rko Ghazghkull Thraka, y la heroica resistencia de los terriblemente superados e
n número defensores antes de que las fuerzas del Imperio pudieran llegar en su ayu
da y volver las tornas en contra de los Orkos. Pero casi nadie conoce de la prim
era Guerra por Armageddon que tuvo lugar casi 500 años antes de que
Ghazghkull naciera. La razón es simple, ya que la primera invasión fue realizada por
las fuerzas del Caos, y los agentes del Adeptus Administratum y la Inquisición ha
rían casi cualquier cosa, incluyendo purificación y después repoblación de un planeta en
tero para mantener en secreto la existencia de dichos ataques. Justifican estos
actos terribles cuando se requiere justificación, lo que es raro diciendo que si las
actividades de los Dioses del Caos fuesen de conocimiento público, seguramente es
taría seguido de pánico e insurrección a una escala galáctica global.
Independientemente de lo que el Administratum quiera hacer creer, es un hecho qu
e las Legiones Demoníacas de los Dioses del Caos ocasionalmente se aventuran fuera
del Ojo del Terror e invaden el Imperio. Estas invasiones, aunque no se conside
ran tan amenazantes como una Cruzada Negra, están consideradas mucho más peligrosas
que las pequeñas incursiones llevadas a cabo habitualmente por las fuerzas del Cao
s. La creación de una fuerza de invasión como esta suele estar
causada por la aparición de un Pecio Espacial que deriva cerca de uno de los Mundo
s Demoníacos del Ojo del Terror. Estos antiguos navíos espaciales pueden utilizarse
para transportar vastos ejércitos a través de la Disformidad, permitiendo a una Legión
Demoníaca moverse de un planeta a otro en el Ojo del Terror, o incluso a un plane
ta del Imperio. Llevados y arrojados por las corrientes del Immaterium, nadie pu
ede decir dónde y cuándo reaparecerá un Pecio Espacial, aunque un Hechicero del Caos p
uede predecir con bastante acierto dónde podría ir un Pecio Espacial.(aunque a la ma
yoria de los seguidores del coas eso els importa un pimiento, dejandolo a la vol
untad de los dioeses).
Así que el Imperio será asaltado por una fuerza del Caos tomada directamente del ver
dadero corazón del Ojo del Terror. En muchos casos, las criaturas que forman este
tipo de ejército mueren rápidamente o regresan a la Disformidad, ya que no pueden so
brevivir durante mucho tiempo en el universo material sin la energía sustentadora
del Immaterium. Pero si el planeta al que llegan las Legiones Demoníacas se encuen
tra cerca del centro de una Tormenta Disforme, o si hay
suficientes criaturas vivas deseosas de gastar su preciosa energía psíquica en una a
doración constante de los Dioses del Caos, entonces las fuerzas del Caos puede sob
revivir e incluso prosperar por tiempo indefinido. Bajo estas circunstancias, la
única forma en que las fuerzas del Caos pueden ser derrotadas es en combate, o
enviando bombas víricas por todo el planeta.
Este fue el caso de la primera invasión de Armageddon.
Armageddon es uno de los planetas colmena industriales más importantes del mperio.
Las pululantes millones de almas que forman la población de Armageddon viven en u
n enorme continente, dividido en dos mitades por una vasta jungla. La tierra al
norte de la jungla es conocida como Armageddon Prime, y las tierras al sur como
Armageddon Secundus. Hace poco más de quinientos años, en el año 40.444, estallaron in
explicablemente rebeliones armadas en media docena de Colmenas de Armageddon. La
s revueltas fueron rápidamente suprimidas en Armageddon Secundus, pero en las más di
spersas Colmenas de Armageddon Prime fueron mucho más difíciles de erradicar. De cua
lquier manera, estas insurrecciones son comunes en los densamente poblados Mundo
s Colmena del Imperio, y como las fuerzas planetarias parecían capaces de tratar c
on la revuelta, el Imperio no envió unidades adicionales. En cualquier caso, la To
rmenta de Disformidad que afectaba el sistema cercano de MidCalvius CVIII hacía el
viaje disforme desde y hacia Armageddon muy peligroso.
Las fuerzas planetarias Imperiales, ocupadas conteniendo la rebelión, fueron cogid
as casi completamente por sorpresa cuando un gigantesco pecio espacial apareció en
el sistema Armageddon. A bordo iba un igualmente vasto ejército demoníaco comandado
por el Primarca Demonio Angron. Berserkers de Khorne de la Legión de los Devorado
res de Mundos y hordas de criaturas demoníacas llovieron desde el pecio espacial y
barrieron a través de Armageddon Prime. Los insidiosos efectos del Caos se sintie
ron rápidamente cuando cerca de la mitad del ejército planetario se unió al bando inva
sor, que además se habían anexionado las fuerzas rebeldes del planeta, revelándose aho
ra como cultistas del Caos. Las pocas unidades leales que quedaban fueron rápidame
nte expulsadas de Armageddon Prime. Retirándose a través de la jungla que separaba l
as dos mitades del enorme continente, los supervivientes se unieron a las unidad
es leales que quedaban en Armageddon Secundus, y se prepararon para realizar una
última defensa a lo largo de los ríos Styx y Chaeron.
Si Angron hubiera atacado inmediatamente contra los mal organizados y desmoraliz
ados defensores, es casi seguro que les hubiera derrotado y Armageddon habría sido
suyo. Pero Angron tuvo que retrasar su ataque. La Tormenta Disforme de MidClavi
us estaba desapareciendo, y a no ser que él hiciera algo para llevar energía caótica a
l planeta, su ejército pronto empezaría a desaparecer. Para los defensores imperiale
s pareció como si hubieran ganado un tiempo precioso mientras Angron desperdiciaba
semanas en construir monumentos ( el famoso Monolito de Angron en las junglas d
e Armaggedon, por ejemplo) a los Dioses del Caos en lugar de perseguir los resto
s de los ejércitos imperiales hasta Armageddon Secundus. En realidad, Angron no tu
vo más opción que hacer lo que hizo.
El retraso obligado le costó caro. Sin saberlo las fuerzas del Caos, el Capítulo de
Marines Espaciales de los Lobos Espaciales, cuyo mundo natal Fenris estaba cerca
no a Armageddon, se habían movido rápidamente para ayudar a los defensores. Cuando e
l ejército de Angron emergió desde las junglas que separaban Armageddon Prime y Arma
geddon Secundus encontraron a los defensores preparados y esperando, reforzados
por los Lobos Espaciales. Titánicas batallas estallaron a lo largo de la línea front
al cuando las Legiones Demoníacas chocaron con la línea de defensa Imperial. Aqui fu
e donde Ulrik, el sacerdote lobo gano su fama como matador , al matar en combate
singular a 3 berzerkers de Khorne, los mas feroces de la horda, lo que le hizo
digno de las alabanzas del propio Primarca demonio (lo cual es mucho...) En la r
ibera del río Chaeron las líneas Imperiales aguantaron, y el Caos fue arrojado desor
denadamente. Pero más hacia el oeste Angron lideraba el ataque personalmente, golp
eando a través de las líneas imperiales y dirigiendo a sus fuerzas hacia las colmena
s de Infernus y Helsreach. Fue en ese momento cuando Logan Grimnar, que en esa épo
ca había sido Señor Lobo de los Lobos Espaciales por menos de un año, cuando jugó su tri
unfo. En reserva había mantenido a una compañía entera de los Caballeros Grises, cuya
asistencia había buscado tan pronto como fue consciente de los peligros que acecha
ban Armageddon.
Sólo los Caballeros Grises tenían la habilidad de derrotar realmente a una entidad c
omo Angron. Llegaron justo mientras el Caos atacaban las Colmenas de Infernus y
Helsreach. Teleportándose directamente a la presencia de Angron en el centro de su
Legión Demoníaca, los Caballeros Grises se enfrentaron al Primarca Demonio y el gru
po de Grandes Demonios que eran sus guardaespaldas. Fue una batalla de las que n
o se habían visto desde la Herejía de Horus, y de los 100 Caballeros Grises
que tomaron parte, menos de una docena sobrevivieron al encuentro. Pero al final
triunfaron, enviando el espíritu de Angron de vuelta a la disformidad, de donde n
o podrá regresar en cien años y un día. Simultáneamente, los Lobos Espaciales lanzaron u
n contraataque masivo. Las fuerzas del Caos fueron aniquiladas y destruidas. Con
las Legiones Demoníacas derrotadas, el Administratum se movió rápida y eficientemente
para suprimir brutalmente la verdad sobre lo sucedido. Aunque el bombardeo vírico
del planeta para asegurar la completa y definitiva limpieza de cualquier remini
scencia del Caos fue considerada, la importancia de las industrias
de Armageddon hacían tal solución altamente indeseable. En su lugar, todos excepto l
os oficiales de más alto rango de la población superviviente fue esterilizada de tal
manera que no podrían tener más hijos, y después enviados a enormes campos de concent
ración construidos lejos de las colmenas del planeta, donde fueron mantenidos aisl
ados de tal forma que ni una sola palabra sobre el ataque pudiera salir. Mientra
s, billones de nuevos trabajadores embarcaron de todo el Imperio hacia las ahora
desiertas Colmenas del planeta. En una década o dos, los trabajadores de los camp
os de esclavos estaban muertos, una pobre recompensa para aquellos que habían comb
atido bravamente contra las fuerzas del Caos. Logan Grimmar, comandante de los l
obos Espaciales ahora y entonces, nunca ha perdonado al Adeptus Administratum po
r lo que él ve como una grosera traición de decenas de millones de gente inocente, y
hay muchos que secretamente están de acuerdo con él.
Mientras, en el interior del Ojo del Terror, Angron planea cómo volverá a Armageddon
un día, y llevará su venganza al planeta que le desafió hace tantos
años.

LA BESTIA DE ARMAGEDDON.
Se produjo una gigantesca bola de fuego, rojo blanco en su interior, que se leva
ntó dentro de un halo amarillo y blanco que dominaba todo el planeta, como la cabe
za de una cerilla prendida acercándose para encender el cigarro de un oficial.
Pero esta bola de fuego consumía todo el horizonte, de extremo a extremo. Desde cu
arenta kilómetros de distancia, en el fondo del valle desértico, pudieron notar el c
alor en sus rostros.
Los cielos de Armageddon, de color amarillo sulfuroso, iban tornándose de color pl
omizo; manchados por doquier por gigantescas columnas de humo y densas cortinas
de cenizas. Una vez por minuto aproximadamente, una línea de fuego verdoso caía desd
e la atmósfera superior, atravesando diagonalmente el cielo antes de chocar contra
la gran bola de fuego con un impacto que hacía estremecer el suelo.
La bola de fuego era la pira funeraria de la poderosa Colmena Hades, destruida d
e forma simbólica y brutal por las fuerzas de Ghazghkull como declaración de intenci
ones. Una colmena entera y millones de vidas extinguidas en pocas horas a causa
del bombardeo con asteroides gravíticamente lanzados por las flotillas de pecios e
spaciales y astronaves que permanecían en órbita. Hades se había hecho famosa por resi
stir en la última guerra el ataque Orko hasta el amargo final. No volvería a hacerlo
: Ghazghkull no estaba dispuesto a permitir que su recuerdo y su desafío perdurara
n.
Oleadas de aeronaves orkas, con sus cohetes aullando como ganado al que están dego
llando, atravesaron el espeso humo que cubría el gran valle resquebrajado, creando
círculos de humo en forma de donut detrás suyo con sus pasadas hipersónicas. El cielo
se había oscurecido con sus formas aserradas. Pequeños escuadrones de aeronaves imp
eriales tipo Furia se dirigían a toda velocidad hacia el Oeste en medio de las muc
ho más numerosas naves orkas, evadiendo, maniobrando y, en muchos casos, explotand
o en medio del aire. Una de ellas, cosida a balazos y ardiendo desde el morro ha
sta los alerones de cola, pasó por encima de sus cabezas y se estrelló a poca distan
cia; desperdigando por los aires restos del aparato y llamaradas de combustible
incendiado, y abriendo un cráter de veinte metros de profundidad con su incandesce
nte colisión. Proyectiles explosivos y trazadores cubrían el cielo con brillantes lu
ces de neón, mientras los cohetes chocaban sin cesar contra el suelo del valle cre
ando jirones de humo azul. El monótono "thump-thump" de las brigadas de morteros a
trincheradas a lo largo del valle era interminable.
Las brigadas blindadas, emplazadas a la entrada de la Carretera del Valle de Had
es entre viviendas y fábricas en llamas, gruñeron y aceleraron, con sus tubos de esc
ape escupiendo humos diesel que cubrían el asolado paisaje como si de una neblina
matinal se tratase. El pulverizado suelo que pisaban sus orugas era dos partes c
eniza y tres partes huesos humanos. Cuatro mil Leman Russ y Leman Russ Extermina
tor, apoyados por jadeantes y superpesados Demolishers y ennegrecidos Hellhounds
oliendo a fuga de combustible. Vehículos de reconocimiento Sentinel observaban el
terreno alrededor de la gran falange.
La mayor parte de las unidades blindadas estaban pintadas con los colores verde
y negro de las Tropas de Choque de Cadia, o de los colores arena y gris de la Le
gión de Acero. El General Valadian, coordinador general de las unidades blindadas,
cuya noble cara estaba tan ennegrecida como su mono de trabajo de las tropas de
Cadia, saltó de la torreta de su Leman Russ Vanquisher, arrebató el cuerno megafónico
de la radio a su oficial de comunicaciones y solicitó repetidamente permiso para
avanzar y atacar a la gigantesca masa de pielesverdes que se extendía por el valle
.
Su petición fue rechazada por el Viejo en persona.
A ocho kilómetros de las columnas blindadas, donde las colosales posiciones de la
infantería cubrían totalmente las laderas del valle, el viejo hombre observó. Yarrick,
Comisario Imperial, Héroe de Armageddon, se alejó de su oficial de comunicaciones y
observó el valle hacia la pira de la Colmena Hades. Había una gran tristeza en sus
pensamientos: Hades, salvada gracias al esfuerzo y la sangre de tantos, él mismo i
ncluido... Y ahora se había ido, había desaparecido.
"El General Valadian repite su petición, Señor." -dijo detrás suyo el oficial de comun
icaciones, un joven Cabo de Cadia de ojos estrechos e intensos.
"Valadian debe aprender a ser paciente. Puedo darle permiso; pero, en ese caso,
en poco tiempo estaría muerto."
Yarrick se giró hacia el joven: "¿Sabe por qué?".
El oficial de comunicaciones de Cadia negó con la cabeza. Estaba de pie, junto al
viejo hombre, sobre un promontorio desde el que podían observarse todas las posici
ones imperiales. A su alrededor había seis mil infantes de Cadia y la Legión de Acer
o esperando; mirando hacia el Este, hacia el valle y la ardiente muerte de Hades
. Las bayonetas sobre el hombro, algunas cortas como dagas, otras largas como ma
chetes, creaban un salvaje y reluciente bosque de cuchillas alrededor del puesto
de mando.
El oficial de comunicaciones, Robac, negó con la cabeza. Se había sentido muy halaga
do cuando el Mariscal Tooms le había asignado al cuartel general de Yarrick, un héro
e legendario; pero se había sentido desconcertado al conocer al Comisario en perso
na: bajito, encorvado por la edad, el dolor y la fatiga, y con los hombros hundi
dos, su chaquetón de cuero negro le colgaba holgadamente de un cuerpo que hacía much
o tiempo que debería haberse retirado. La manga vacía lo empeoraba aún más. Robac sabía qu
e Yarrick había perdido su brazo derecho en glorioso combate con Ugulhard; pero ah
ora, el viejo hombre, con su muñón y sus deformes piernas, presentaba una imagen patét
ica.
"Observe... ¿Cuál es su nombre?"
"¡Robac, Comisario, Señor!"
"Observe, Robac. -dijo Yarrick suavemente, casi fríamente, como si la guerra ya no
pudiera darle ninguna sorpresa. O eso, o estaba demasiado cansado para preocupa
rse por ello. Yarrick señaló con su brazo por encima del bosque de bayonetas hacia e
l Este. La chusma pielverde es dura y brutal, pero también utilizan tácticas. Para l
uchar contra ellos, debes adentrarte en sus mentes, como yo hago, que el Emperad
or me perdone. Debes entender sus tácticas brutales y sus salvajes tretas. Están reu
niéndose allí, hacia el Este; y están haciéndolo en gran número, procedentes de cápsulas de
desembarco cuidadosamente situadas fuera del alcance de nuestra artillería. Como p
uede ver, no son nada estúpidos. Ghazghkull no habría conquistado un centenar de mun
dos si fuera estúpido. Sus fuerzas de tierra están aquí para atraernos; para disparar
el orgullo marcial de hombres como Valadian; para provocarlos para que inicien c
ualquier acción precipitada. Y el infierno de Hades es un símbolo para apagar nuestr
a moral y hacernos desear la venganza. Pero mire hacia allí..."
El Viejo señalaba hacia el norte del grueso del ejército orko.
"¿Qué es eso, Robac?"
Robac observó con detenimiento el área vacía de cenizas, una lúgubre superficie abierta
de diez kilómetros de anchura. "¿Nada, Señor?" -aventuró.
"Realmente es nada. Está vacío. ¿Por qué?".
Robac se encogió de hombros.
"Tácticamente, no hay razón alguna por la que los Orkos no hayan ocupado ese sector.
Pero se mantienen a distancia, en ordenadas y disciplinadas líneas; más disciplinad
as de lo que podría esperarse de esas escuadras de salvajes y de los dementes cond
uctores de buggies."
"¿A qué están esperando, Señor?" -preguntó Robac.
"A lo mismo que nosotros, chico. Diga al General que siga aumentando las revoluc
iones de sus motores durante un rato."
Al caer la noche, las numerosas tropas imperiales situadas en el extremo oeste d
el valle estaban al borde de la demencia por la ansiedad. La Legión de Acero estab
a cantando sus himnos de batalla; y los tamborileros de las filas de Cadia habían
adaptado su rítmico redoble al regular tronar de los morteros. La cobertura aérea or
ka pasaba por encima suyo intermitentemente, pero el fuego de las baterías de Hidr
as que Yarrick había desplegado a lo largo del flanco saturaba el aire de flores d
e destrucción.
Las llamaradas que surgían de la Colmena Hades iluminaban la noche en diez kilómetro
s a la redonda, proyectando luces y sombras por todo el valle. A lo lejos, las m
asivas fuerzas orkas, compuestas por más de cien mil guerreros, hacían sonar sus cue
rnos de guerra y vociferaban cánticos bélicos como un coro de dioses de la muerte; m
ofándose de las tropas Imperiales que seguían como petrificadas al otro lado del val
le.
Chirriando y repiqueteando en medio de la noche, unos gigantes aparecieron detrás
de los Imperiales; tan altos, que sobresalían por encima del borde de los riscos.
La infantería se giró y muchos gritaron de asombro al ver a los Titanes: nueve Titan
es Warlord de la Legio Metalica, con un acabado negro cobrizo, cuyos ojos relucían
como estrellas rojas entre las estrellas del firmamento.
Temblando, Robac pasó el cuerno megafónico a Yarrick.
"Es el Princeps Danferus del Imperius Quintus. La Legio Metalica está preparada y
aguarda vuestras órdenes, Señor." -La voz, transformada por el potenciador de voz, s
onaba inhumana y resonaba por el comunicador.
"El Emperador os ama, Princeps. Marchad con vuestras máquinas de guerra por la Car
retera Hades y desplegaos a lo largo del punto diez. Pronto tendremos una batall
a para vos."
Los masivos gigantes de combate se alejaron de la infantería, haciendo temblar el
suelo con cada paso. Los vococuernos de sus caparazones blindados proclamaban ru
idosamente aullidos de condenación e himnos imperiales. Gran parte de la infantería
los vitoreó, el resto tembló de miedo.
Los Orkos del otro extremo del valle, a pesar de su gran número, se estremecieron
y retrocedieron un poco. Ágiles Titanes Warhound, la mitad de grandes que sus prim
os Warlord, se adelantaron para cubrir el flanco durante el avance de la Legio.
En cuanto los Titanes ocuparon las posiciones que se les habían asignado, Yarrick
permitió a los blindados de Valadian que avanzaran un kilómetro y se abrieran en aba
nico por el suelo del valle.
Por entonces, con la oscuridad iluminada por las llamas a su alrededor, la infan
tería había recibido órdenes de descansar. El bosque de bayonetas había bajado; y las la
deras de las colinas quedaron cubiertas de figuras agachadas, hombres durmiendo
y fuegos de campamento.
Era cerca de medianoche cuando llegó el momento que Yarrick había estado esperando.
Una gigantesca forma negra eclipsó la luz de la luna y las llamas de la Colmena Ha
des y descendió hacia la zona sospechosamente despejada del valle. El aire cargado
de denso humo que rodeaba a las fuerzas imperiales se hizo pesado como el plomo
y quedó cargado de estática.
Un asteroide fortaleza de seis millones de toneladas, sostenidopor campos de ene
rgía modificados y rayos tractores, descendió sobre el valle. Era un Piedro orko, un
bastión de fuerza prácticamente invencible.
La intensidad de estos campos de energía y de los rayos tractores sobrecalentó el de
sierto de cenizas hasta cristalizarlo, levantando grandes nubes de polvo por tod
o el valle. Hasta la multitud de Orkos retrocedió para alejarse de la zona.
La pantalla de energía, comprimida bajo el peso del Piedro, creó una onda de choque
que se propagó por todo el lecho del valle. Incluso los inmóviles Titanes temblaron
y vibraron. Los tanques más adelantados de la fuerza de Valadian salieron despedid
os por la energía de la onda de choque. Nueve tanques, volcados por la presión, deto
naron y se incendiaron. Cincuenta más quedaron inoperativos al serles arrancadas l
as orugas y las torretas. Un Warhound próximo fue aplastado contra el suelo como u
na vaina de proyectil vacía.
El mundo entero parecía bambolearse mientras el Piedro aterrizaba. Miles de puntas
de anclaje fueron disparadas desde su interior para asegurar la fortaleza al su
bsuelo. Con un gemido de sistemas hidráulicos, las rampas de desembarco y las giga
ntescas bocas de las bodegas de carga se abrieron. Los titánicos dispositivos de a
rmamento de la parte superior del Piedro empezaron a girar y disparar.
Los proyectiles empezaron a llover sobre los blindados, destruyendo indiscrimina
damente a docenas de ellos.
Los proyectiles también arrasaron las posiciones de la infantería, propagando el pánic
o mientras numerosos pelotones intentaban ponerse a cubierto.
"Ahora ya tenemos algo a lo que combatir, Robac." -Dijo tranquilamente Yarrick,
que salió de su tienda de campaña y observó la escala monumental de la escena.
"Ayúdame" -dijo al joven de Cadia, deshaciéndose de su chaquetón de cuero. Robac se ad
elantó a tiempo de ayudarle a levantar su reverenciada garra de energía que unos ayu
dantes encapuchados del Ministorum estaban sacando de la tienda. Yarrick se arre
mangó la manga del blusón correspondiente al brazo amputado. Robac pudo observar las
conexiones y los puertos sinápticos enterrados en los pliegues del tejido cicatri
zado en el extremo de su muñón.
Deslizaron la garra hasta su posición y, una vez conectados todos los cables, cobró
vida con un zumbido de energía. Las garras de la pinza se abrieron y cerraron vari
as veces, entrechocando, mientras el Comisario probaba que funcionaran correctam
ente. Sus ayudantes le abrocharon un nuevo chaquetón de cuero, uno especialmente a
daptado a la garra. Se colocó la gorra de Comisario en la cabeza con su mano buena
y, finalmente, se enfundó su bolter de asalto.
"Robac, abre el canal de mando. Ha empezado el combate."
Robac se dio cuenta de que tenía la boca abierta de par en par. En tan sólo unos ins
tantes, el débil y frágil viejo se había convertido en un carismático gigante: la garra
de combate, el reluciente símbolo de su gorra, su mirada. Incluso el cuerpo de Yar
rick parecía haberse trasmutado al enfrentarse a la batalla. Ahora parecía más grande,
invulnerable y terrorífico.
Robac se dio cuenta de por qué Yarrick era un héroe y de que, con él de su lado, no po
dían perder.
El contraataque imperial se inició con las primeras luces del nuevo día, iluminado p
or los inagotables fuegos de la muerte de Hades.
Yarrick ordenó a las ansiosas unidades de blindados que avanzaran contra el centro
de las hordas orkas; mientras que los Titanes se dirigirían hacia el Piedro, de d
onde estaban surgiendo blindados pesados y Gargantes.
Sabía que esta era la única y vital oportunidad de atacar, la oportunidad que había es
tado esperando: la única oportunidad de que dispondría después de que el Piedro hubies
e destruido todo lo que había bajo su muro de energía y antes de que pudiera descarg
ar toda su carga de muerte y desplegar su indómita potencia de fuego.
Para apoyar a las tropas del Adeptus Mecánicus, Yarrick ordenó a los Basilisk, y a t
odas las unidades de artillería pesada desplegadas a lo largo del valle, que apunt
aran directamente al Piedro. Su tronar podía oírse por encima del brutal clamor de l
a batalla, abriendo profundas brechas en la superficie de la superfortaleza.
Los proyectiles de los Basilisk destruyeron dos de las rampas del Piedro, incine
rando uno de los Gargantes que estaba descendiendo por ellas. Otros proyectiles
alcanzaron las gruas que estaban bajando uno de los Gargantes hasta el suelo y a
cabaron siendo destruidas por el bombardeo. La gigantesca máquina de guerra orka c
ayó y se partió bajo su propio peso provocando la explosión de su munición, que abrió un g
igantesco cráter en el lecho del valle.
Yarrick ordenó que la infantería se preparara y el bosque de bayonetas volvió a levant
arse, rodeándolo por todas partes. Cambiando el comunicador de Robac al canal glob
al para que todo el mundo le oyera simultáneamente por los altavoces, exhortó a los
sesentamil hombres con un discurso inspirador que hizo llorar a muchos; pero que
confirió un estoico espíritu de firmeza a todos. Si esa era la voluntad del Emperad
or, liberarían este mundo imperial de invasores alienígenas o morirían en el intento.
Muchos ya habían empezado a cargar colina abajo, vociferando juramentos de sacrifi
cio en nombre del Trono Dorado, cuando Yarrick ordenó iniciar el ataque.
Las fuerzas de Cadia y de la Legión de Acero chocaron contra la brutal infantería or
ka en una confusa tormenta de infantes de cinco kilómetros de ancho. Varios miles
murieron en los primeros minutos. La destrucción era total, al igual que la asesin
a confusión del frenesí del cuerpo a cuerpo.
En esos momentos, las columnas blindadas de Valadian ya estaban atacando a las l
egiones Orkas del sur. Los pesados vehículos imperiales aplastaron al enemigo bajo
sus orugas, abriendo un gran agujero entre las filas de infantería orka y tiñiendo
sus laterales de sangre verde. Los cañones principales de los Vanquisher y Demolis
her dispararon contra el Piedro; mientras los Exterminators segaban la vida de t
odos los Orkos que encontraban por delante suyo y los Hellhounds creaban infiern
os de muerte en los flancos de la infantería orka.
Los Titanes atacaron a los Gargantes en las abiertas llanuras de silicio cristal
izado frente al Piedro. Imperius Tenebrus engulló un Gargante con su cañón volcano y d
añó gravemente a dos más antes de ser partido por la mitad a la altura de la cintura p
or el fuego concentrado de los láseres y proyectiles disparados desde el Piedro.
El torso de Tenebrus cayó al suelo envuelto en llamas y explotó. Sus piernas se mant
uvieron firmemente erguidas durante el resto de la noche y todo lo que quedó de la
Guerra de Armageddon, sirviendo de amargo monumento al poder de la Legio.
Al frente del rápido avance a través de las legiones orkas, el Vanquisher de Valadia
n quedó inmovilizado por granadas de mano, que destruyeron su oruga izquierda, y l
os proyectiles de los akribilladores de los buggies, que lo acribillaron de arri
ba a abajo. El tanque rugió en medio de las cenizas, tratando de girar. El artille
ro gritó pidiendo las coordenadas de un objetivo, mientras los Orkos se abalanzaba
n sobre el blindado y empezaban a aporrear el habitáculo. El vigía salió para disparar
el bolter de asalto montado en la torreta, pero fue arrancado de su puesto ante
s de que pudiera agarrar el arma. Su cuerpo fue paseado de un aullante pielverde
a otro en medio de sus alaridos histéricos hasta que, finalmente, fue despedazado
.
Valadian se agazapó en el interior de la torreta al tiempo que desenfundaba su pis
tola láser y comprobaba la munición.
La escotilla que había sobre su cabeza fue arrancada y una monstruosa cara verde c
on colmillos le miró directamente, gruñendo algo alienígena y vicioso. Notó un hedor ran
cio que le invadía. Valadian le disparó un rayo exactamente en el ojo izquierdo; y,
un instante después, frió el cerebro del siguiente Orko que trató de agarrarlo con su
zarpa.
El tercer disparo se lo disparó a si mismo.
Se produjo un breve periodo de confusión mientras los blindados imperiales trataba
n de confirmar la pérdida de su General. Al no recibirse señal alguna de respuesta p
or parte de Valadian, el mando de los blindados recayó en el Mayor Dillan, que se
encontraba a bordo de su Leman Russ Exterminator dirigiéndose hacia lo más profundo
y denso de las inagotables filas de aullantes pielesverdes. Desde su torreta, el
habla del cañón automático exterminador segaba las vidas del enemigo con la misma fac
ilidad con que un segador corta la mies.
Dillan desplegó sus tanques en una formación de garra que barrió a las legiones orkas
y cortó sus líneas de comunicación con el Piedro.
El Princeps Danferus, del Imperius Quintus, dirigió su Titán directamente hacia lo más
intenso del fuego enemigo. Encontró y atacó a un Gargante, un ruidoso monstruo de p
aneles blindados, cañones y tubos que vomitaban humo, cuya cabina era una parodia
mecánica de la cara de un Orko. Danferus lo hizo volar con cuatro andanadas de su
cañón volcano. Otra gigantesca y monstruosa máquina se acercaba por el sudoeste, pero
quedó inmovilizada y fue posteriormente destruida por el constante bombardeo artil
lero. Esto dejó a Danferus el camino libre para llegar hasta el Piedro.
Hizo que Imperius Quintus subiera por las rampas de salida disparando sin cesar
toda su potencia de fuego, fundiendo y destruyendo máquinas de guerra orkas en sus
propios hangares, antes de que pudieran ser descargadas para tomar parte en la
batalla; y, a continuación, disparó los misiles del hombro de Quintus contra los sil
os de armamento para que explotara todo el Piedro. Algo fundamental y muy destru
ctor tuvo lugar en el interior del Piedro; tal vez se incendió una planta de energía
, o tal vez explotó un depósito de munición...
El Piedro se estremeció y osciló ligeramente; los cables de sujeción se rompieron y lo
s anclajes se soltaron al deslizarse hacia un lado su gran masa.
Danferus giró su vieja máquina, presionándola con gentiles exigencias mentales a través
de todas sus conexiones neuronales para que lo hiciera más rápidamente; y se encontró
junto a un Gargante.
Veinticinco segundos de intenso fuego sostenido entre ambos Titanes y los dos ex
plotaron. Aniquilación mutua. El esqueleto envuelto en llamas de Imperius Quintus
cayó hacia adelante, hacia la voluminosa forma de los restos del Gargante, aplastánd
ola. Los depósitos de munición en los autocargadores se incendiaron, disparando toda
la munición en un terrorífico castillo de fuegos artificiales. Danferus debía de segu
ir con vida, pues su Titán trastabilló. El puente estaba en llamas y envuelto por lo
s gritos de los tripulantes. Entonces, las cámaras de munición que estaban situadas
bajo su trono de mando explotaron, enviando el silencioso cráneo del Titán a la tropós
fera.
Más abajo, en el valle, Yarrick encabezó la carga. Su voz podía oírse por encima del rug
ir de la artillería, el tronar de los Titanes, los gemidos de los rifles láser y el
retumbar de los tanques.
Al frente de las tropas de asalto de Cadia, Yarrick se enfrentó a los Orkos por pr
imera vez en dos décadas; y notó satisfecho cómo la garra de combate desgarraba su pie
l verde como si fuera mantequilla. Su bolter de asalto escupió, volando las cabeza
s y vaciando las entrañas de sus enemigos. Yarrick siguió avanzando.
Era como en los viejos tiempos. Lo había olvidado tal vez afortunadamente; y a pesar
del dolor, la angustia y el sufrimiento, había olvidado. Había olvidado lo bien que
se sentía cuando tenía a un miembro de esta chusma pielverde frente a frente y lo m
ataba.
Yarrick comprobó su posición. Se había adentrado profundamente en las líneas orkas y el
Piedro se encontraba en apuros; pero la gran superioridad numérica orka acabaría mar
cando la diferencia: había Orkos por todas partes.
Siempre había sabido que moriría al servicio del Emperador. ¿Iba a morir ahora; ahora,
que quedaba tanto por ganar?
El fuego iluminaba la autopista norte al Oeste del valle. Una gran fuerza de com
bate avanzaba por ella. Yarrick rezó para que no fueran más Orkos.
No lo eran.
Eran Salamandras, guerreros de uno de los nobles Capítulos de Marines Espaciales.
En medio de los gemidos y sonidos hidráulicos de sus servoarmaduras, los Salamandr
as avanzaban mientras destruían a cualquier enemigo que se cruzara en su camino. Y
arrick vio cómo los Salamandras desgarraban miembro a miembro a los Orkos. Los límit
es y la situación sobre el campo de batalla cambiaron repentinamente: de un feroz
pero equilibrado combate en el que los orkos tenían la ventaja de su mayor número, a
una batalla en que los Imperiales se abrían paso con gran facilidad. El contraata
que de Yarrick había detenido con firmeza el ataque enemigo; había asaltado sus punt
os débiles para herirlo y debilitarlo. Ahora el Adeptus Astartes había llegado para
cambiar el curso de la batalla.
En esos mismos momentos, el Princeps Goplin había conseguido que Imperius Galgamec
h avanzase hasta el interior del Piedro; subiendo por una de las rampas de desem
barco y disparando todo su armamento sin cesar.
Los puentes del Piedro crujieron por el descomunal peso de Galgamech, que apuntó y
disparó acribillando y destruyendo cuatro Gargantes que esperaban en sus hangares
a ser descargados. La destrucción causada anteriormente por su querido hermano, e
l Princeps Danferus, podía verse por doquier. A través de las placas de visión de la c
onsola de su trono y las pantallas secundarias que flotaban a su alrededor, Gopl
in vio los restos ardientes de Imperius Quintus dispersos entre los cadáveres mecáni
cos de sus enemigos.
Galgamech avanzó por la plataforma donde se encontraba el armamento del Piedro. Pr
oyectiles de pequeño calibre rebotaban fútilmente en su blindaje. El Titán aplastó con s
us pies a las tropas orkas que defendían el puente.
El Princeps Goplin se levantó de su trono de mando y se despojó de su corona de cone
xión mental. De las clavijas gotearon algunos fluidos.
"Activad toda la munición. ¡Sobrecargad todos los sistemas! ¡Preparados para la autode
strucción!" -ordenó.
En la sección delantera de la cabina del Titán se levantó el Moderati, que repitió estoi
camente la orden. Las alarmas de sobrecarga empezaron a sonar. Las turbinas de l
os motores superaron el punto crítico. Las flechas de los diales marcaron la zona
roja de peligro y aún subieron más. Las runas ámbar de la cuenta atrás se apagaron en la
placa de visión principal.
Goplin inició una última oración al Emperador, el Señor de la Tierra.
Veinte segundos más tarde, Imperius Galgamech detonó y destruyó totalmente el interior
del Piedro. Los depósitos de munición orkos fueron explotando secuencialmente, segu
idos de la planta de potencia principal del asteroide fortaleza. En menos de tre
s minutos, otra bola de fuego tan intensa como la Colmena Hades iluminó el cielo n
octurno de Armageddon.
Yarrick estaba aplastando cabezas con su garra cuando la explosión de luz del dest
ruido Piedro le alcanzó. La onda de choque atravesó las líneas de la infantería, tirando
por los suelos a la mayoría.
Yarrick se levantó por su propio pie. Su línea defensiva de infantería había sido desman
telada por la férrea resistencia orka; pero la visión de la destrucción del Piedro había
acabado con la moral de los pielesverdes, que huían en masa del campo de batalla
en dirección al Este, hacia las llamas de Hades.
"Muy apropiado" -pensó Yarrick. Ordenó a sus hombres que se levantaran, ayudando per
sonalmente a algunos de ellos.
"Ya los tenemos -gritó por el comunicador de Robac-. En nombre del Emperador, y en
memoria de cuantos han entregado su vida en este campo de batalla en nombre de H
ades, ¡que no sobreviva ni uno!"

TUSKA
Afínales de 892.344.M41, el planeta Prosan, próximo al mundo fortaleza de Cadia, fue
invadido por una gran hueste de orkos al mando del Gran Jefe Tuska. Cuando su f
lota entró en el sistema de Cadia, la flota imperial se dirigió a interceptarlo. Per
siguieron la nave orka pero, en última instancia, no consiguieron detenerla. La fl
ota orka rompió el bloqueo de Cadia aunque perdió la tercera parte de sus fuerzas en
el proceso. Cuando la armada orka descendió sobre el planeta de Prosan, el Alto M
ando Imperial temió que la Puerta de Cadia iba a contemplar el asalto de un ¡Waaagh!
a gran escala.
Prosan era un medio ambiente hostil que se había limitado al entrenamiento de las
tropa, un mundo sin valor estratégico y sujeto a muchos peligros. Su clima era ext
remadamente volátil y se había elevado específicamente para que los cadianos pudieran
entrenar en las condiciones de batalla más adversas posible. La lluvia ácida caía a ráfa
gas, la lava explotaba en gotas repentinas que emergían de rocas volcánicas afiladas
y los tornados surcaban los violentos cielos arrasando la superficie del planet
a. Lo que los orkos querían del planeta Prosan, destrozado y carente de valor, era
un misterio.
Durante trece días los comandantes de Cadia parecían confundidos mientras los orkos
seguían llegando en oleadas al planeta. Los regimientos imperiales que e encontrab
an en el planeta lucharon al máximo de sus fuerzas y su entrenamiento les daba ven
taja sobre los alienígenas. El Gran Jefe Tuska parecía empeñado en la conquista del pl
aneta y su infantería de elite parecía aceptar el desafío. Parecía que las condiciones h
ostiles no hacían sino mejorar el combate de los pieles verdes. En cuestión de un me
s. los ejércitos imperiales se vieron obligados a evacuar el planeta, dejando Pros
an en manos de los orkos.
La flota imperial restableció su cordón defensivo y se preparó para combatir hasta el
final. Pero no tuvieron que hacerlo. Los orkos abandonaron Prosan tan bruscament
e como habían aparecido. Ante la estupefacción del sistema de Cadia, la flota orka s
e dirigió hacia el vórtice que había tras la Puerta de Cadia y desapareció en las profun
didades del Ojo del Terror.
El juramento de Tuska
Dos años antes de la invasión de Prozan, la nave insignia del Gran Jefe Tuska, Fauze
z Zangrientaz, había sido invadida por una entidad demoníaca mientras atravesaba la
disformidad. Tuska disfrutaba probando su fuerza contra alguna mayor que él y era
famoso por sus muchos trofeos de batalla. Cuando Tuska entendió que una pesadilla
de muchas cabezas estaba destruyendo a su tripulación, asió fuertemente su garra de
energía y se dirigió rápidamente hacia el lugar donde resonaba la batalla, mientras re
sonaba su grito de guerra.
El Gran Jefe Tuska quedó impresionado por la violencia que encontró al ver a la mons
truosidad manchada de sangre que le cerraba el paso hasta sus nobles. Aún así, Tuska
era un Señor de la Guerra Orko y no retrocedería, especialmente si estaba en su ter
reno. Se enfrentó a la bestia cara a cara en el puente del Fauzez Zangrientaz. El
combate entre el orko y el demonio fue titánico, pero cuando acabó, Tuska tenía un nue
vo par de cuernos con los que adornar su estantería de trofeos.
En su duelo contra la bestia de la disformidad, Tuska había estado mucho más cerca d
e la muerte que en ocasiones anteriores. Había disfrutado enormemente. Tuska juró qu
e encontraría a más criaturas de la disformidad para enfrentarse a ellas, y que lide
raría a sus chikoz a la guerra final contra enemigos mucho más poderosos que cualqui
er otro conocido. Así nació el ¡Waaagh! de Tuska.
En la transición al universo material, el Gran Jefe reunió a tantos eztrambótikoz como
pudo y ordenó que su flota se dirigiese directamente a Cadia. Tras un breve parénte
sis en Prosan para que sus chikoz se acostumbrasen a las condiciones de combate
más hostiles, quería dirigir su flota al corazón del Caos, situado tras la Puerta de C
adia. Tuska pensaba que allí encontraría un combate mucho más fiero y emocionante que
cualquier otro. En muchos sentidos, estaba en lo cierto.
En el Absssvio
La flota de Tuska hizo la violenta transición a la disformidad con una facilidad s
ospechosa. Sus eztrambótikoz le habían advertido que era mucho más fácil navegar por el
Ojo del Terror que escapar de él, pero esta menudencia no detuvo a Tuska un moment
o. Su flota atravesó nebulosas brillantes de pensamiento y mares enturbiados de em
oción, mientras los orkos buscaban algo que destruir. Visitaron mundos de cristal
destellante, paraísos prohibidos, junglas de cadáveres babeantes y orbes enormes de
energía pura que crepitaban y escupían mientras los orkos aterrizaban. Cada mundo er
a más peculiar que el anterior y presenciaron cosas que habrían enloquecido a un hum
ano muchas veces. Pero a Tuska todo le traía sin cuidado. Sus orkos destruyeron to
do cuanto encontraron a su paso.
En un mundo recubierto de gárgolas con pústulas que se retorcían y jadeaban, mientras
unas lenguas goteantes emergieron bajo sus pies tratando de acuchillar a los ork
os invasores con sus puntas de púas. Tuska y sus chikoz dispararon sus rebanadoras
sobre todo lo que se movía. En un mundo esculpido con seda viva, unos brazos tent
adores trataban de seducir a los guerreros orkos que marchaban sobre sus palacio
s acanalados. Las demonias fueron recibidas con un muro de balas y armas afilada
s implacable. En un mundo que parecía cortado como una gema de pensamiento sólido, l
os orkos tuvieron que abrirse paso a través de laberintos destellantes con botas d
e hierro y cascos con cuernos. Una arquitectura imposible había caído derrumbada, re
liquias medio reales estaban aplastadas bajo sus pies y el suelo estaba lleno de
cadáveres de cultistas masacrados. Aunque cada mundo que visitaba le hacía perder más
y más orkos, Tuska se estaba divirtiendo de lo lindo.
Los dias de sangre
La prueba verdadera del poder de Tuska todavía no había llegado. Tras aterrizar en u
n mundo del color de la sangre fresca, los orkos atravesaron una capa de sangre
espesa en busca del enemigo. No había nadie. Los pocos supervivientes de la partid
a de guerra de Tuska vadearon hacia las luces de la batalla que distinguían en el
horizonte, pero no conseguían acercarse.
Quizás el ¡Waaagh! de Tuska habría acabado allí de no ser porque frustrado, disparó a tier
ra con su akribillador. La corteza del planeta, de una textura muy parecida a la
de la carne fresca, se estremeció ante el arrebato de Tuska. Era la señal que los o
rkos estaban esperando. A una orden de Tuska, empezaron a cortar, cercenar y dis
parar sobre la propia superficie del planeta ensangrentado. El cielo color carme
sí empezó a resonar con un rugido enfadado.
El planeta pronto empezó a mostrar su desagrado de la forma más mortífera posible. De
la superficie cubierta de sangre, emergieron siluetas de bestias encolerizadas,
ataviadas únicamente con espirales revoloteantes y dispuestas a matar. Aquellas es
pecie de demonios cargaron gritando contra las filas de los orkos, y a medida qu
e los pieles verdes perdían más y más guerreros, se dieron cuenta de que por fin habían
encontrado lo que buscaban.
El Gran Jefe Tuska no se vio intimidado y atacó con su garra de energía y su rebanad
ora. De repente, la tierra que había bajo los pies de Tuska se abrió y algo enorme y
terrible salió del corazón palpitante del planeta. Aunque Tuska no lo sabía, había atraíd
o la atención del Príncipe de la Sangre, señor del mundo que los orkos se habían atrevid
o a invadir. Sonrió al piel verde, revelando una boca llena de colmillos por los q
ue un orko del Klan de la Luna malvada hubiera matado. Después de abrir la mandíbula
, el demonio cargó.
El señor de la guerra y el señor de la sangre lucharon durante horas, pero pronto se
hizo evidente que el demonio solo estaba jugando con Tuska. Los chikoz habían sid
o diezmados y Tuska sangraba por docenas de heridas profundas. Al final, su adve
rsario empaló a Tuska por la garganta y quedó inmovilizado en el suelo por su pezuña h
endida. En señal de triunfo, el Príncipe de la Sangre gritó para alabar a Khorne, pero
mientras lo hacía, quedó distraído y los eztrambótikoz que quedaban con vida desataron
una tormenta de energía psíquica sobre el demonio. La criatura rugió enfurecida ante s
u insolencia, aplastando sus mentes con un gesto. Con este acto final, Tuska alc
anzó las piernas de la criatura con su garra de energía e hizo un gesto rápido.
Pero la historia de Tuska no termina aquí. Con cada nuevo amanecer en el mundo san
griento, Tuska y sus orkos vuelven a encontrarse allí de nuevo. Vuelven a abrirse
paso hasta los pantanos de sangre en un ciclo eterno de batalla y muerte, como m
arionetas del Señor de las Batallas hasta el fin de los tiempos. En muchos sentido
s, podría decirse que Tuska por fin estaba en casa.
Los señores de la guerra orkos que luchan contra el naciente imperio tau, a menudo
se han encontrado superados por las armas de estos últimos. Esto es muy irritante
para las fuerzas orkas participantes y, a veces, incluso acaba con la retirada
de los pieles verdes, mientras los señores de la guerra afirman que los Tau no tie
nen ni idea de "cómo luchar adecuadamente". Pero hay una excepción, el ¡Waaagh! de Gro
g, que emprendió una cruzada de venganza que se extendió hasta lo más recóndito del terr
itorio donde se hallaba el Comandante Tau renegado O'Shovah.
Grog Piñoz'Ierro, el Kabezilla de Alsanta, se ha convertido en uno de los enemigos
más letales del Imperio tau. Su flota combatió a las esferas de guerra kroot que se
dirigían a las rutas espaciales de Dal'yth. Grog había descubierto que los kroot er
an oponentes magníficos. Eran mercenarios alienígenas que preferían el combate cuerpo
a cuerpo, y proporcionaban peleas despiadadas del tipo que gustaba a los orkos.
Cuando las dos razas se enzarzaron en una campaña prolongada de combates, los tau
fueron en ayuda de sus aliados kroot.
Grog estaba furioso. Declaró la guerra a los tau, determinado a enseñarles que los o
rkos eran un rival serio. Por desgracia, las invasiones iniciales de los mundos
de clanes tau no fueron todo lo bien que él quería. Sus ejércitos fueron superados tan
to en la calidad de las tropas como en la de las armas una y otra vez. Aunque co
ntaba con todo un imperio de orkos con el que entablar batalla, su número menguaba
a una velocidad preocupante. Grog decidió emplear una táctica diferente. Con la ayu
da de todos los petatankez, tipejoz vazilonez y korzarioz que pudo, incluida la
del kapitán mercenario Baddruk, el kabezilla contaba ahora con un ejército mejor arm
ado, así que se dispuso para la batalla una vez más.
La venganza de Grog
Esta vez Grog encontró una resistencia aún más fiera cuando penetraba en el enclave O'
Shovah, al norte del Imperio tau. Esta vez, sin embargo, estaba más que preparado.
Los zakeadorez, armados con matamuchoz y transformados a partir de armas tau ca
pturadas, intercambiaban disparos con las líneas tau. Los karros de guerra y los t
anques Cabezamartillo tau saqueados, se
dirigieron hacia las filas de los guerreros tau de la Casta del Fuego equipados
con munición pesada, mientras Grog y sus chikoz irrumpían directamente en la línea de
fuego enemiga. Los kópteroz surcaron el cielo y se enfrentaron en batallas aéreas a
los equipos de armaduras tau, evitando su retirada. Lo más impresionante de todo e
s que el kapitán Badrukk y sus tipejoz vazilonez iluminaron la noche, aniquilando
con sus akribilladorez molonez a un equipo tras otro de desesperados guerreros t
au. La masacre solo se vio interrumpida por la llegada del destructor Mobula Or'
es Por'kauyon, que destruyó implacablemente a los tipejoz vazilonez abriendo fuego
con los aceleradores lineales. Herido y sin cigarros, el kapitán se vio obligado
a retirarse. Se rumorea que, desde ese día, Baddrukk persigue a esa nave inmensa y
majestuosa, para cobrarse su venganza.
Quizás si los tau hubiesen seguido con sus tácticas de ataques relámpago, los tau se h
abrían impuesto, pero el Comandante O'Shovah era conocido por su agresividad y org
ullo marcial. Todavía tendrían que librar la batalla más encarnizada.
El plan aztuto
Mientras la batalla por los enclaves del norte se intensificaba, Grog se embarcó e
n la consecución de su plan más astuto. La idea central de su plan se basaba en el c
oncepto de retirada, una táctica desconocida por la cultura orka. De no ser por el
gran número de kaudillos del Klan Hacha Zangrienta empleados por Grog, nunca habría
funcionado.
Mientras las fuerzas del Comandante O'Shovah seguían ejerciendo presión, la línea orka
se retiró, silbando, pitando y apretándose las cabezas. Las fuerzas tau, sorprendid
as ante la huida inesperada, avanzaron. De repente, ¡as fuerzas orkas restantes le
s tendieron una emboscada por un flanco, abalanzándose sobre los cuerpos de cazado
res como un par de mandíbulas verdes gigantes.
El alto mando tau quedó totalmente conmocionado. Su fuerza había sido superada y atr
apada por los brutales alienígenas invasores. Solicitaron refuerzos para evacuar a
l Comandante O'Shovah, pero la máquina de guerra de Grog estaba en auge. El kaudil
lo y sus chikoz persiguieron a los tau que se batían en retirada hacia su base, ac
hicharrando y saqueando todas las armas tau que pudieron. Con cada dakka que enc
ontraban, los chikoz de Grog suponían una amenaza cada vez mayor, hasta que consig
uieron equiparse con armas mucho más potentes, incluso para los estándares de los ti
pejoz vazilonez más codiciosos. La marea verde había regresado y esta vez no había vue
lta atrás.
Desde aquel día, muchas más partidas de guerra se han incorporado a la bandera del k
audillo. Grog ha asaltado tres mundos de clanes en cuestión de un año, empeñado en una
guerra de desgaste que los orkos pueden permitirse pero los tau no. No importa
el número de veces que O'Shovah y sus cuerpos consigan aniquilar a los orkos, pues
siempre hay más ejércitos de pieles verdes continuando su avance lento y mortífero.
Esta es la naturaleza de la kultura piel verde; cuando los orkos se enteran de q
ue hay un buen combate, la paz se convierte en un recuerdo distante. Por este mo
tivo, los mundos de clan tau están en batalla constante con los pieles verdes de l
a Franja Este y su lucha por la expansión ahora es una simple guerra por la superv
ivencia.

LA GUERRA DE BADAB
Badab es un sistema planetario próximo al núcleo galáctico, casi en el borde entre el
Imperio y las áreas reclamadas por las Ligas de los Squats. Aunque Badab está bien s
ituado para proteger al Imperio de una poco probable invasión Squat, el planeta es
tá en realidad ocupado por los Marines Espaciales Imperiales a causa de su proximi
dad a la gigantesca tormenta de Disformidad permanente denominada el Torbellino.
El Torbellino aparece en el universo material como una gigantesca nebulosa de ga
s y polvo. Siempre se ha supuesto que es una superposición del espacio Disforme y
el espacio real que permite la coexistencia de ambos mundos. Las grandes dificul
tades de patrullar o incluso rodear el Torbellino, lo han convertido en refugio
para descarriados y herejes de todo tipo. Se calcula que más de 20 imperios Orkos
y reinos piratas se ocultan en el interior de la enfermiza nebulosa.
H1 Capítulo de Marines Espaciales de los Garras Astrales había permanecido estaciona
do en Badab durante más de tres siglos, vigilando los bordes meridional y occident
al del Torbellino.
En el 901.M41, debido a la aparente desestabilización mental de Lufgt Huron, el Ma
estro de las Garras de Tigre y Señor de Badab atacó y destruyó una flota de investigac
ión Imperial cuando entraba en órbita alrededor de Badab. La acción de Huron puede ser
entendida con el beneficio de la retrospectiva. El Adeptus Mecanicus se había que
jado durante mucho tiempo de la tardanza de los Garras de Tigre en enviar las se
millas genéticas para los análisis de rutina, mientras que el capítulo había amasado una
gran deuda de impuestos planetarios que se remontaba a 150 años atrás. Y cuando el
Imperio se movió contra su díscolo capítulo, se inició una rebelión a gran escala, la más i
portante de su tipo desde el final de la Rebelión del Cuarto Cuadrante en 780.M41.
El Tirano de Badab, como es conocido el Comandante Huron en las historias Imper
iales, era un individuo hambriento de poder y ambicioso que nunca debería haber al
canzado el poder en un Capítulo de Marines. Era claramente un individuo peligroso,
capaz en muchos aspectos pero careciendo de la absoluta dedicación a la humanidad
vital en un Señor del Imperio. Nunca se sabrá con seguridad pero ciertas hipótesis su
gieren que el Comandante era, o bien un cambia formas alienígena, o estaba sujeto
a una dominación alienígena de la clase más antinatural. Una repentina e inesperada ma
nifestación de poderes psíquicos pudo ser el corazón del problema.
En el 903, otros tres capítulos, los Guerreros Mantis, los Ejecutores y los Lament
adores se habían unido a la rebelión. Las naves Imperiales eran atacadas, y una nave
perteneciente al Capítulo de los Halcones Llameantes fue capturada por los Guerre
ros Mantis en el 904. Los Halcones Llameantes se vengaron inmediatamente, y pron
to cinco capítulos completos estaban envueltos en la lucha.
El Emperador llamó a los Marines Errantes de la Franja Este, pero rápidamente se enc
ontraron completamente ocupados protegiendo a las naves Imperiales en transito.
En el 906 dos capítulos de Marines leales mas, los Escorpiones Rojos y los Minotau
ros, se habían introducido en el conflicto, y la amenaza a las naves Imperiales ha
bía sido más o menos eliminada. En el 907 los Escorpiones Rojos y los Halcones Llame
antes fueron llamados a sus obligaciones habituales en la Franja Este, y dos capít
ulos más, los Novamarines y los Grifos Aullantes se encargaron de las tareas de la
s rutas espaciales.
Al mismo tiempo, los Fantasmas Estelares comenzaron la tarea de asediar Badab, m
ientras que otros dos capítulos fueron enviados a investigar los mundos ocupados p
or los Guerreros Mantis y los Ejecutores. Los Lamentadores cayeron en una embosc
ada de los Minotauros en el 908 y se rindieron después de una sangrienta lucha nav
e contra nave. Esto fue un gran golpe para el Tirano, y el resto de la guerra co
nsistió enteramente en asedios cerrados. El levantamiento acabó en el 912 con la caída
de Badab, y la derrota final de las Garras de Tigre. Antes de que acabase la gu
erra, los Exorcistas, Ángeles de Fuego, Salamandras, Tiburones Espaciales e Hijos
de Medusa se habían involucrado en ella durante cortos periodos de tiempo; capítulos
reemplazando a otros capítulos según se necesitase. Con la rebelión acabada, a la Leg
ión Mantis, a los Ejecutores y a los Lamentadores les fue concedido el perdón del Em
perador, sujeto a comenzar una
cruzada de cien años( pues no habia actuado por mala fe, si no por ignoracia y alg
o de orgullo). Los mundos natales de la Legión Mantis y los Ejecutores fueron dado
s a los Tiburones Espaciales y a los Fantasmas Estelares por su participación en l
a guerra. Las otras legiones recibieron derechos de salvamento de astronaves y u
na proporción del botín. Los Garras de Tigre fueron totalmente destruidos. Solo un c
ontingente de aproximadamente 200 se abrió paso a través del bloqueo de los Exorcist
as y escapó al espacio profundo. No se ha vuelto a saber nada de ellos. Del destin
o del Comandante Imperial Lufgt Huron, Maestro de los Garras de Tigre y Tirano d
e Badab nada se sabe.
Anexo
Despues de la guerra Huron sobrevivio, cambiando su nombre Huron Corazonnegro y
el de su capitulo por el de Corsarios Rojos pues sus hombres han borrado sus sim
bolos imperiales y repintado parte de su armadura de este color, gesto que gusto
mucho a Huron.
Durante el asalto al Palacio de las Espinas, fue herido gravemente por un tiro d
e rifle de fusion, perdiendo un brazo y parte del hombro.Cuando sus seguidores l
e vieron caer pensaron que todo estaba perdido, cogieron su cuerpo y embarcaron
, rompiendo el cerco imperial sobre Badab, para huir al cercano Toberllino.
Cual fue su sorpresa, cuando se dieron cuenta de que el tirano estaba vivo. Una
parte de su cuerpo fue reconstruido bionicamente(el brazo y el hombro fueron sus
tituidos por un monstruoso brazo parecido al de uno oso, o tigre, lleno de cuchi
llas y ademas armado con un lanzallamas pesado), siendo velado por los apotecari
os y tecnomarines, mientras navegaban por las corrientes de polvo estelar del to
bellino.
Al octavo dia recupero el habla y ordeno a su flotilla encontrar un nuevo mundo
natal.
Al doceavo, se levanto y se vistio la servoarmadura,siendo para sus fanaticos se
guidores un claro milagro(siniestro pero milagro a fin de cuentas..).Con sus red
ucidas hueste fue capaz de conquistar la primera fortaleza pirata que se encontr
aron, en cuestion de horas.Los piratas, ahora sus esclavos pronto empezaron a te
mer su colera...naciendo asi Huron Corazonnegro.
Su imperio de herejes, piratas y renegados a crecido mucho y la Inquisicion , pa
rte de sus asaltos, le preocupa enormemente que cada vez mas marines individualm
ente , e incluso escuadras enteras, desaparecen para luego aparacecer en sus fil
as.
Ahora Huron ,que posee una gran flota y podereos ejercito, traza nuevos planes d
e conquista y saqueo mientras acaricia a su mascota Hamadrya.

LA CRUZADA DEL GOLFO DE DAMOCLES - RELATO 1


Cuando el kaudillo orko del ¡Waaagh! Skarmork el Saqueador de Scraghurtz fue derro
tado a manos de los Eldars de Alaitoc en M40, finalmente se reveló la gran presión q
ue los Orkos habían ejercido sobre las primeras colonias tau y su expansión por toda
la galaxia. Aunque los Orkos continuaron hostigando a los Tau, cesaron en su pr
esión sobre los sistemas colindantes al joven imperio tau y en poco tiempo dio com
ienzo la búsqueda de los Tau de un futuro para ellos entre las estrellas. Empezand
o por sus mundos colonizados Tau´n y Vior´la, en menos de mil años su radio de influen
cia se extendió a ocho mundos primarios y varias docenas de sistemas adicionales.
Con el paso del tiempo, estos mundos principales o clanes (como los denominan lo
s Tau) iniciaron sus expediciones de colonización y conquista. Los Tau tienen el f
irme convencimiento de que su destino manifiesto se basa en la expansión de su imp
erio mediante la colonización activa de cada sistema que encuentran que tenga un p
laneta capaz de mantener la vida. La experiencia frente a los Orkos les sirvió par
a efectuar mejoras en la flota o Kor´vattra, incluido el desarrollo de la tecnología
de misiles y lanzadores gravíticos para sus naves colonizadoras Gal´leath del Clan
Bork´an, así como la gran adaptación de las naves
de ataque (como es el caso del formidable destructor Manta) para poder hacer fre
nte a la artillería orka. Además, iniciaron la producción de un pequeño pero versátil tran
sporte pesado llamado I´llfannor y crearon la cañonera Kass´l, una nueva nave de escol
ta para proteger a este nuevo tipo de transporte. La cañonera está equipada con bate
rías de aceleradores lineales, pero es demasiado pequeña para desplegarla por separa
do y, por ello, se transporta en la cubierta de naves modificadas I´llfannor y de
naves colonizadoras de gran tamaño. Pronto, las inmensas naves Gal´leath que aún no ha
bían sido suplantadas se modificaron para soportar las cañoneras Kass´l.
Cuando su creciente expansión hizo que los Tau entrasen en contacto con otras raza
s alienígenas ancestrales, ellos intentaron darles cordialmente la bienvenida a su
imperio y, a la vez, a su causa del Bien Supremo. Como la mayoría de estas razas
solo disponía de uno o algunos mundos habitables, se incorporaron fácilmente como ra
zas del imperio tau. Los Nicassar y los Kroot contribuyeron notablemente a la do
ctrina del Bien Supremo. Los Nicassar incorporaron sus elegantes pero resistente
s Dhows a una configuración de armas bastante similar a las de las cañoneras y los K
root ofrecieron sus formidables esferas de guerra a la causa. Esto se hizo espec
ialmente significativo cuando su continua expansión con la galaxia los llevó inevita
blemente a toparse con el Imperio de la Humanidad. El primer contacto con los
hombres acabó con la pérdida de la nave colonizadora tau Gal´leath Da´loth K´shar en las a
fueras del fuertemente defendido sistema Delvan y sirvió para que ambas razas fuer
an conscientes de la incompatibilidad existente. La Humanidad no había previsto qu
e una raza feral y bárbara (así descrita por la nave exploradora Visión de la Tierra e
n 789. M35 hubiera avanzado en tan solo seis mil años tanto como para alcanzar uno
s niveles que desafiaban la supremacía del Imperio en la galaxia.
Los Tau aprendieron que su destino manifiesto no bastaba y que tendrían que luchar
y ganar pagando un precio muy alto por ello. No obstante, no todos los contacto
s con mundos humanos acabaron en conflicto y en el transcurso de unas décadas lleg
aron a establecer acuerdos comerciales con varios mundos humanos y hubo un inter
cambio de mercancías y de tecnología. El contacto sirvió para que los Tau se dieran cu
enta de algunas características consustanciales al ser humano, como una xenofobia
inherente e irracional por la que decidieron mantener en secreto algunas de las
razas con las que se habían aliado. Una alianza particularmente provechosa fue la
de la Hermandad del Demiurgo Srryyktok. Como el trato con estos humanos había sido
cultivado meticulosamente por la cosmopolita Casta del Agua del clan
Dal´yth hacía ya muchas décadas, pudieron negociar la obtención de la tecnología del cañón
o, un avance significativo que rápidamente se aplicó a las cañoneras Kass´l, donde podría
prestar mejor sus servicios por el Bien Supremo. Rápidamente, todas las naves Kass´l
se mejoraron con este sistema de armas, que sustituía a una buena parte de la bat
ería de aceleradores lineales, aunque se decidió que este avance no se revelaría por e
l momento a los Nicassar. Una variante del Il´fannor equipada con este sistema arm
amentístico se puso en producción rápidamente en el clan Dal´yth y más tarde también en otr
s clanes. Este diseño fue adoptado por los Kor´vattra en todo el imperio tau a pesar
de su incapacidad para servir de transporte de forma significativa. Con el impe
rio tau tan alejado al sudeste de la galaxia, la luz guía del Astronomicón débil y el
viaje a través de la disformidad tan peligroso, la noticia de las incursiones de e
sta raza emergente en el territorio imperial tardó en alcanzar el Administratum y,
por tanto, costó su tiempo que la soberanía imperial reconociera a esta raza como u
na amenaza. De hecho, no fue hasta que se intentaron detener las incursiones de
los corsarios eldars cuando se descubrió que en el sector Lithesh había algunos mund
os imperiales disidentes aliados con los Tau. Considerados por la Inquisición como
una terrible amenaza (una conclusión a la que la Eclesiarquía llegó enseguida), el ca
rdenal Esau Gurney convocó una cruzada
para purgar a los alienígenas. Las fuerzas se reunieron rápidamente y se centraron a
lrededor de una docena de naves de línea que incluía a varios cruceros de asalto de
diferentes capítulos de los Marines Espaciales, liderados por el acorazado imperia
l clase Retribución "Espada de Aflicción". Aunque esta cruzada se denominó la Guerra d
e Lithesh, pasó a ser ampliamente conocida como la Cruzada del Golfo de Damocles,
pues fue en esta área del espacio donde tuvo lugar.

LA CRUZADA DEL GOLFO DE DAMOCLES - RELATO 2


La Cruzada de Damocles sucedió en el 742.M41. Fue el primer conflicto armado que t
uvo el Imperio de la Humanidad con el Imperio Tau después de que está raza fue descu
bierta por el Adeptus Mechanicus en el M35. La Cruzada de Damocles fue una acción
militar típica de esa época anterior a las invasiones Tiránidas. Cuando potenciales pe
ligros para el Imperio eran descubiertos, inmediatamente se lanzaba una operación
militar a gran escala para destruirla. Los territorios Imperiales que iban desde
el Golfo de Damocles hasta la anomalía de la Fisura de Perdus, se encontraban ais
lados desde hace mucho tiempo, debido a los ataques de piratas Eldar y tormentas
de disformidad. No fue hasta que el Imperio inicio operaciones para retomar la
zone, que la Inquisición descubrió que la raza alienígena de los Tau mantenian alianza
s con facciones imperiales disidentes. Por lo que se convoco formalmente a las f
uerzas del Imperio una cruzada para destruir a la amenaza alienígena.
Antecedentes
Los Tau son una raza joven y dinámica que han estado expandiendo sus dominios cont
inuamente, por lo que tarde o temprano tenían que encontrarse con mundos imperiale
s. Las instituciones imperiales, sobre todo, la Inquisición, tenían conocimiento de
la existencia de esta raza. Habían sucedido conflictos menores entre naves de ambo
s imperios, pero nada que desecadenara un conflicto armado de grandes proporcion
es. En el año 742 estaba a punto de ser lanzada una nueva cruzada imperial, esta v
ez en el Sector Lithesh. Sin embargo, en el Golfo de Damocles se descubrió que fac
ciones separatistas se estaban aliando con los Tau, las pruebas eran el gran númer
o de mercancías y artefactos alienígenas que aparecieron en los sistemas cercanos. U
na investigación más profunda por parte de la Inquisición, reveló existencia de activida
d Tau en los sistemas cercanos. Los alienígenas se internaban con impunidad en el
territorio imperial, el peligro de contaminación era muy alto, por lo que, el Card
enal Esau Gurney de Brimlock convocó oficialmente a una Cruzada Imperial para purg
ar esta nueva amenaza.
El Inicio de la Cruzada
La fuerza de combate de la Cruzada estaba formada por una docena de naves de com
bate, cinco compañías provisionales de Marines Espaciales compuestas por contingente
s originarios de cinco capítulos y diecinueve regimientos de la Guardia Imperial,
siete de los cuales eran originarios de Brimlock. El primer objetivo de fue recu
perar los mundos del subsector Timbra, donde los colonos habían coexistido con los
alienígenas. Las fuerzas cruzadas avanzaron sin problemas y restauraron el gobier
no imperial en las colonias de Garrus y Keist. Los implicados en tratos con los
Tau fueron juzgados y castigados ante las furiosas tropas imperiales, una vez as
egurado el subsector, la cruzada avanzó de nuevo, esta vez para enfrentarse por pr
imera vez a los Tau en el desabitado sistema Hydass.
Guerra Naval en el Sistema Hydass
Cuando las fuerzas imperiales entraron al sistema, detectaron siete naves Tau co
n caracteristicas similares a las de un crucero. La Flota Imperial confiadamente
atacó a las naves enemigas, sin embargo los Tau contraatacaron sorpresivamente co
n devastadoras andanadas de torpedos de larga distancia que rompieron la formación
imperial. Las naves imperiales entonces lanzaron oleadas de bombarderos para ne
utralizar a los cruceros, pero estos lanzaron a sus naves escolta para darles ba
talla. Un Crucero de Asalto de los Marines Espaciales, apoyado por un escuadrón de
Fragatas Clase Sable penetró valerosamente en la formación Tau y le inflingió graves
daños. Esto gracias a que las naves alienígenas carecían de potencia de fuego lateral
característica de las naves de guerra imperiales. La batalla giró a favor de las fue
rzas cruzadas y los Tau se encontrarón en una huída frenética mientras enviaban más y más
naves escolta para cubrir su retirada. La Flota Imperial había ganado su primera b
atalla en contra de los Tau.
Guerra Terrestre en Sy'l'kell
La Cruzada continuó hacia el sistema Sy'l'kell, donde la flota se encontró con un mu
ndo agrícola aparentemente fértil de una población aproximadamente siete millones. Est
e estaba defendido por una estación órbital, patrullas de defensa planetaria y los s
upervivientes de la flota Tau que había sido derrotada en el sistema Hydass. El Ca
pitán Rumann del capítulo de Marines Espaciales de los Manos de Hierro asumió el mando
general del asalto planetario. La Flota cruzada se lanzó contra la estación espacia
l, bombardeandola mientras avanzaban. Su armamento no era tan temible como los tác
ticos de la flota habían pensando. Las naves Tau abandonaron rápidamente el escenari
o de batalla, se pensó que tal vez estuviesen evacuando personal clave en lugar de
defender el planeta. Los Manos de Hierro abordaron la estación espacial y superar
on a los defensores sin dificultad, la estación fue posteriormente purificada con
fuego de lanzallamas ya que estaba pensada para utilizarse como cuartel general
durante la campaña terrestre.
En el planeta, los Marines del capítulo de los Guadañas del Emperador limpiaron el c
amino y establecieron una zona de desembarco para el 17º Regimiento de Dragones de
Brimlock, el cual desembarcó para proporcionarles apoyo pesado. Los Tau respondie
ron rápidamente con formaciones de infantería mecanizada apoyadas con unidades blind
adas. El tanque gravitarorio Tau, designado con el nombre de Cabeza Martillo, de
mostró ser un rival a la altura del Tanque de Batalla Leman Russ, además de que las
tácticas Tau demostrarón una habilidad sin precendentes al apoyar a sus unidades bli
ndadas con formaciones de infantería bien entrenada y equipada. Los Dragones sufri
eron muchas bajas cuando los Tau reforzaron su ataque con sus guerreros en Armad
uras de Combate, solo la intervención de la 4ª Compañía de Tropas de Asalto y los Guadañas
del Emperador ayudaron a detener la masacre.
Las tropas imperiales avanzaron hacia los centros de población de Sy'l'kell, mient
ras que los Tau evuacuaron a los trabajadores y desmantelaron toda la tecnología a
vanzada para evitar que cayera en manos del enemigo. Para cuando el 9º Regimiento
de Fusileros de Brimlock aterrizó, la resistencia de los alienígenas se desplomó, lo q
ue permitió a las tropas cruzadas capturar sus objetivos rápidamente. Despúes de la vi
ctoria el planeta fue debidamente purificado.
La Purga de Viss'el
Mientras que la fuerza principal de combate de la cruzada se preparaba para cruz
ar el Golfo de Damocles hacia el subsector Kendral, se envió por delante a una fue
rza expedicionaria con la misión de hacerse cargo de la presencia Tau en el sistem
a Viss'el. Un primer análisis reveló que el sexto planeta era un mundo acuático cubier
to de hielo en donde los Tau habían establecido colonias pesqueras. Dado que el pl
aneta no era de interés estratégico, fue bombardeado desde la orbita, lo cual derrit
ió el hielo alrededor de las colonias principales que fueron destruídas en la catast
rofe.
La Campaña de Dal'yth
Fase 1: Cerca del Desastre en Pra'yen
Después de un viaje de cinco meses por el Golfo, la Cruzada llego al Sistema Dal'y
th, en el subsector Kendral. El planeta más exterior llamado Pray'en, estaba prote
gido por una estación espacial que servía como primera línea de defensa del sistema. L
a Flota Imperial se acercó confiadamente a la estación, asumiendo que no sería más pelig
rosa que las que ya habían encontrado. Sin embargo, esta demostrós ser un adversario
mortal. Estaba armada con una matriz de aceleradores lineales pesados cuyos pri
meros ataques inutilizaron al Honor de Damlass. La flota fue obligada a romper s
u formación cuando once naves Tau emergieron desde detrás del planeta. Los escoltas
de la Flota Imperial atacaron la estación orbital mientras la Flota de Batalla pri
ncipal se enfrentaba a las naves Tau. La flota enemiga concentró sus ataques de to
rpedos contra el Crucero Ligero Clase Intrépido Regente de Lakshimbai, el cual sob
revivió soberbiamente hasta que un impacto afortunado causó un enorme colapso en la
superestructura del casco, lo cual provocó una sobrecarga en los motores de plasma
, destruyendo la nave junto con todos sus tripulantes.
Aunque la Flota llegó dispersa, las naves imperiales fueron ganando ventaja gradua
lmente, aunque en esta ocasión los Tau presentaron batalla a pesar de sufrir terri
bles perdidas. Las escoltas tambien sufieron graves daños combatiendo con la estac
ión orbital. En el momento en que se encontraban en combate a corta distancia, la úl
tima pieza de la trampa Tau entró en acción. Surgiendo de la nada, una esfera de dis
formidad Kroot se dirigió directamente a los transportes imperiales. La flotilla d
e transporte tuvo que dispersarse, sin embargo, aunque el impresionante tamaño de
la nave Kroot sugería que era capaz de destruir la cruzada, la nave era lenta y su
s armas, de corto alcance. El Almirante Jallaque y su nave insignia, Espada de A
flicción , un Acorazado Clase Retribución viró, dejando que el resto de la flota acaba
se con las naves de guerra Tau, su intención era la de reforzar a las naves escolt
a cuando llegase la esfera de guerra. La nave aceleró a su máxima potencia, adelanta
ndose a la lenta esfera y se cruzó en su camino. La potencia de fuego del Espada d
e Aflicción fue devastadora para la nave Kroot la cual fue destrozada sistemáticamen
te bajo la furia de la nave imperial.
La Flota de la Cruzada había obtenido una victoria que pago muy cara. Aunque las n
aves Tau, la esfera de guerra y la estación espacial habían sido destruidas, la flot
a perdió cuatro naves de línea y catorce naves escolta. La emboscada organizada por
los Tau estuvo a un paso de tener éxito, lo que creó un renovado respeto por los ali
nígenas entre los oficiales y marineros de la Flota Imperial.
Fase 2: Estancamiento en Dal'yth Prime
Después del enfrentamiento con las fuerzas de defensa Tau y que las fuerzas imperi
ales quedaran tan dañadas, algunos miembros del alto mando de la cruzada proponían r
egresar y esperar refuerzos, sin embargo Dal'yth Prime era un mundo principal Ta
u, por lo que la tentación de tomarlo era demasiado grande. El planeta estaba prot
egido por tres estaciones orbitales, por lo que la flota se aproximó con gran caut
ela, dispuesta a no volver a subestimar las capacidades defensivas del enemigo.
Sin embargo, estas probaron no ser ni la sombra de la que fue combatida en Pra'y
en, así fueron destruídas rápidamente. Las fuerzas cruzadas no esperaron a la llegada
de una nueva flota Tau, así que comenzaron el asalto terrestre.
El objetivo del desembarco fue una franja costera oriental del continente más gran
de. Estaba protegida al norte por montañas y al este por el mar, un corto avance h
acia el suroeste colocó a la fuerza invasora frente a una serie de distritos urban
os que se extendían a lo largo de la costa. El desembarco fue respondido rápidamente
por un gran número de aeronaves Tau, sin embargo el despliegue fue todo un éxito. L
a fuerza completa de la cruzada desembarco y comenzó la invasión. Aprovechando la ex
celente red de carreteras con la que contaban sus enemigos, las fuerzas imperiab
les se abalanzaron sobre la ciudad de Gel'bryn antes de que se hubiera podido fo
rmar una línea defensiva.
Las fuerzas de la cruzada avanzaron imparablemente hacia la ciudad con titánes y f
ormaciones blindadas como punta de lanza. No obstante, los Tau los recibieron co
n una andanada de disparos de misiles desde las colinas y bosques, lo que comenzó
a causar una gran cantidad de bajas en las líneas imperiales. Se tuvieron que asig
nar unidades especiales para acabar con los artilleros Tau, pero estas a su vez
eran emboscadas por unidades Tau equipadas con retrocohetes y pantallas de camuf
laje. El ataque cruzado fue perdiendo coherencia y rompiendose hasta formar tres
puntas de lanza al frente de la fuerza principal. Una de ellas estaba compuesta
por los Titánes de la Legio Thanataris, que fueron contrarrestados por los Destru
ctores Mobula, las naves escolta de los crucero de guerra Tau. La segunda punta
de lanza estaba compuesta predominantemente por miembros de infantería ligera vete
rana del Regimiento de Rifles de Rakarshan, cuyo inteligente uso de la cobertura
los había mantenido fuera de peligro hasta el momento, fueron detenidos por una h
ueste de guerreros Kroot que los acechaban desde los tejados y del interior de l
os edificios. Finalmente la tercera punta de lanza consistía en un destacamento de
Marines Espaciales formado por hermanos de los capítulos de los Manos de Hierro,
Guadañas del Emperador y los Ultramarines. Estos fueron cotraatacados con las mejo
res tropas de los Tau, sus tropas de apoyo pesado. Los ataques perfectamente sic
ronizados de los Tau detuvieron el avance imperial y el frente de batalla se est
ableció a lo largo de la orilla de un ancho río a unos treinta y cinco kilómetros al n
orte de Gel'bryn.
Fase 3: Operación Hidra
Cuando las fuerzas imperiales al mando del General Wendall Gauge, vieron que su
avance había sido frenado, tuvieron que atrincherarse para evitar lo peor de la po
tencia de fuego enemiga. Los Tau comenzaron una campaña de operaciones de guerrill
a noctura , ya que poseían un equipo superior al de la Guardia Imperial en estas c
ircunstancias. Se movían hasta situarse al máximo de las posiciones defensivas imper
iales y abrían fuego para después retirarse al amanecer. Los Tau comenzaron a causar
un gran núnmero de bajas mientras mantenian a los soldados imperiales acosados du
rante la noche. Se envió a patrullas de marines espaciales para contrarrestar los
ataques Tau pero aún así las bajas continuaron aumentando. A esto se le sumaba la cr
eciente preocupación de la posible llegada de otra flota de guerra enemiga, ya que
la Flota Cruzada estaba seriamente dañada y apenas podía proteger a las naves de tr
ansporte. Desde que el ataque se había estancando, cada día llegaban más guerreros Tau
al frente.
El General Gauge concluyó que la cruzada había ido a parar a un mundo principal de l
os Tau, y que los recursos con los que contaba el ejercito imperial eran insufic
ientes para tomarlo. Se les habían prometido refuerzos al inicio de la campaña, pero
hasta el momento no había llegado ninguno. El Inquisidor Grand estaba decicido a
iniciar una evacuación seguida por un Exterminatus, ya que, según su opinión, los Tau
eran claramente demasiado peligrosos como para seguir permitiendo su existencia.
No obstante, el ejército había encontrado en ellos a un adversario honorable y algu
nos miembros del alto mando presentaron una fuerte oposición a una acción tan extrem
a. Mientas el consejo de guerra se encontraba paralizado, el General Gauge actuó.
Desplegó una formación de Titanes junto a los regimientos de Brimlock e intentó atrave
sar la línea del río por el flanco derecho para acorralar a los Tau contra el mar. C
omo preparativo, su artillería bombardeó otros sectores y los cazas de la Flota Impe
rial iniciaron una ofensiva contra las bases de aviación Tau, la operación fue costo
sa pero mantuvo a las aeronaves Tau lejos del frente. La fuerza de asalto imperi
al, capturó su objetivo primario en pocas horas, un pueblo que tenía un puente sobre
el río, y lo hizo totalmente por sorpresa. A medida que proceguía el asalto, tuvo q
ue enfrentarse a las ultramóviles unidades Tau desplegadas por los obicuos Destruc
tores Mobula. Durante el resto del día se libró una batalla por los suburbios de Dal
'y'th que terminó con el Imperio a apenas nueve kilómetros de encerrar en una trampa
a decenas de miles de Tau. Al caer la noche, las tropas alienígenas abandonaron e
l combate y se replegaron a otra línea defensiva más alla de Gel'bryn. Por la mañana,
los Tau se habían ido y, aunque la ciudad seguía infestada por Kroots, el puerto esp
acial de las afueras fue rápidamente capturado.
El puerto espacial, junto con la distancia a la que los Tau se habían retirado, su
ponía una excelente oportunidad para la evacuación que el General Gauge no dejó pasar.
La resistencia de la Inquisición y gran parte del Adeptus Astartes quedó en nada cu
ando el Inquisidor Kryptman hizo llegar una orden expresa a todas las fuerzas de
regresar a Brimlock. La Cruzada de Damocles había terminado.
Conclusión
La Cruzada de Damocles le enseñó a las fuerzas del Imperio a respetar las habilidade
s militares de los Tau, así como estos descubrieron que la galaxia no iba a ser ta
n fácil de reclamar para su causa. Las tropas Imperiales se retiraron urgentemente
ante el avistamiento de la Flota Enjambre Behemoth dando inicio a la Primera Gu
erra Tiránida. El Imperio y los Tau celebraron varias negociaciones de paz que tar
daron un buen tiempo en ser aprovadas dado el brutal conflicto que se había llevad
o a cabo. En su precipitada retirada de los dominios del Imperio Tau, las fuerza
s imperiales dejaron detrás a un gran número de soldados que después se unieron a los
Tau para seguir su filosofía del Bien Supremo, estos y sus decendientes son conoci
dos como Gue'vesa en lengua Tau, que significa humanos ayudantes. Estos humanos
son vistos con frecuencia en los mundos limítrofes Tau y aunque la mayoría son decen
dientes de los hombres que pelearon en la Cruzada, otros más son renegados, crimin
ales, separatistas y parías que se han anexado por su propia cuenta o que vivían en
los mundos arrebatados al Imperio por los Tau. Por esta razón son vistos como trai
dores y cualquier soldado de la Guardia Imperial es motivado y celebrado por eli
minar de la galaxia a estos hombres.

LA CRUZADA DE VINCULUS
Esta cruzada fue declarada contra un cuilo de guerreros asesinos de la Nebulosa
de Peleregon. Los Templarios Negros Iterados por el gran mariscal Ludoldus. acce
ieron a combatir junto a los guerreros del Inquisidor Vinculus.. Este inquisidor
, miembro del Ordo Hereücus. y un destacamentó del Adepta Sorontas de una Orden de l
a Rosa Ensangrentada habían descubierto el origen de una serie de cultos en Pelere
gon IV. un planeta montañoso recorrido por ríos de lava y placas tectónicas que cambia
ban a menudo. El aterrizaje inicial apenas encontró oposición y. finalmente, los Témpl
anos Negros (entre los que se encontraba un joven neófito llamado Helbrccht) y el
Adepta Sorontas obligaron a los guerreras del culto a retirarse hasta su centro
de poder, un descomunal templo excavado en el interior de un volcán de las dimensi
ones de un continente Ludoldus asaltó inmediatamente la fortaleza montañosa y sus he
rmanos de armas tomaron la entrada y resistieron hasta que las fuerzas imperiale
s consiguieron abrir una brecha en las defensas. Al tiempo quo los Témplanos Negro
s y el Adepta Sororitas asaltaban el interior del volcán, tono de impresionantes c
olumnas, el Inquisidor Vinculus se enfrentó al líder oel culto y a caco con su vida,
aunque ól también sufnó una grave herida
Esta herida fue su perdición, pues la presencia demoniaca que había ido consumiendo
al líder del culto se manifestó, y en un abnr y cerrar de ojos poseyó al debilitado in
quisidor Un enorme demonio de Khorne tomó el cuerpo del inquisidor como si del suy
o propio se tratase y empezó a abatir a sus enemigos por decenas. El gran mariscal
Ludoldus. el Paladín del Emperador Ulricus y la Canonesa Jasmine se enfrentaron a
l demonio en la que pasaria a ser conocida como la Batálla del Fuego y de la Sangr
e. Aurwue estos héroes demostraron gran determinación y una fe indomable, la fuerza
del demonio parecía ser mucho mayor. Desesperado. Ludoldus lanzó uno de sus orbes sa
grados de Antioch. una bomba llena de aceites sagrados y explosivos, en la mayor
sima del volcan, que estaba repleta de lava. La explosión que se produjo destrozó l
a sima y caysó un terremoto que hizo temblar toda la montaña al tiempo que los pilar
es se desmoronaban. El inquisidor poseído se cayó en el abismo de lava y los guerrer
os imperiales consiguieron escapar del volcán que se les caía sobre la cabeza y evit
ar ser enterrados en vida. Las cañoneras Thunderhawk sortearon la lluvia de fuego
para recoger a las Sororiias y a los Témplanos Negros supervivientes y aunque hubo
naves que so perdieron entre las nubes de ceniza, la mayoría de ellas consiguió esc
apar. Para asegurarse de que noquedaba ni rastro del demonio y su culto. Ludoldu
s ordenó bombardear el pía neta desde la órbita y aguardó hasta que las masivas explosio
nes destrozaron por completo la cresta del planeta y esta se sumergió en un océano d
e magma.

PRIMERA GUERRA TIRANIDA


El Primer Contacto
El primer contacto del Imperio de la Humanidad con la amenaza alienígena represent
ada por los Tiránidos tuvo lugar en una poco conocida base imperial en el sistema
Tyran, que se encuentra en la frontera sureste de la galaxia. El planeta Tyran e
ra una base de tránsito del Adeptus Mechanicus para las expediciones de exploración
que estudiaban los sectores prácticamente desconocidos de la frontera galáctica. A c
ausa del aislamiento de la base y a pesar de su pequeño tamaño, estaba fuertemente d
efendida y disponía de un astrópata para comunicarse con la Tierra, situada a más de 6
0.000 años luz de distancia.
Los primeros informes inquietantes procedentes de Tyran describían varios mundos a
solados en la frontera intergaláctica. En exploraciones efectuadas en un pasado an
cestral, estos planetas se habían catalogado como habitables, pero las últimas explo
raciones indicaban que en aquel momento eran poco más que esferas de roca asoladas
y desprovistas de atmósfera. Al principio, no se sospechó nada extraño; las anteriore
s expediciones se habían efectuado cientos o incluso miles de años antes, por lo que
no era extraño que hubiera errores.
Con el paso del tiempo, los tecnomagos comprobaron que algunos mundos que se sabía
que tenían ecosistemas muy ricos habían sido transformados en planetas estériles. Los
equipos de investigación no pudieron encontrar ninguna razón aparente que justifica
ra el fenómeno y los informes entregados al Explorador General no recibieron demas
iada atención. Los planetas en cuestión no albergaban ninguna forma de vida intelige
nte y se encontraban a miles de años luz de la colonia humana más próxima. En una gala
xia con billones de mundos, estos misterios eran frecuentes, por lo que durante
un tiempo la información simplemente quedó almacenada junto a los cientos de miles d
e bancos de datos que forman los archivos del Administratum en Terra.
Mientras la base de Tyran seguía enviando informes sobre mundos muertos, el crecie
nte número de evidencias atrajo la atención de una organización que odia ferozmente lo
s misterios y los fenómenos sin resolver: la Inquisición. El Inquisidor Kryptman, mu
y respetado por su gran intuición al desenmascarar las Herejías de Macharia, empezó a
hacer preguntas sobre lo sucedido en el lejano sureste. Los adeptus de la oficin
a del Explorador pudieron ofrecerle poca información adicional, pero en cuanto el
Inquisidor Kryptman reunió y analizó los informes sobre mundos extinguidos, fue evid
ente que el fenómeno seguía una pauta clara y que podía verse una clara trayectoria de
avance hacia el centro galáctico.
El Inquisidor presentó sus descubrimientos ante el consejo de la Inquisición y recib
ió permiso para viajar hasta la frontera este e investigar. Sin embargo, mientras
la astronave del Inquisidor navegaba por el espacio disforme, Tirán fue atacado.
El Asalto a Tyran
La base de Tyran Primus estaba situada en el centro de los grandes océanos planeta
rios de Tyran, edificada en una isla que era el pico más alto de una antigua caden
a de volcanes del planeta. Los océanos de Tyran cubrían más del 80% de la superficie d
el planeta y estaban habitados por una gran variedad de formas de vida que abarc
aban desde los pequeños e inocuos pececillos a los peligrosos krakens de 200 metro
s de longitud. La base estaba fortificada para poder resistir las violentas torm
entas y los ataques de las voraces formas de vida oceánica. Tyran Primus, además, di
sponía de cuatro gigantescos láseres defensivos en silos blindados que permitían abrir
fuego contra cualquier nave espacial invasora alienígena o cualquier monstruosida
d desconocida que pudiera habitar los profundos abismos oceánicos.
En la base trabajaban más de cuatrocientas personas: escribas del Administratum, e
xploradores, genetistas del Adeptus Mechanicus, ingenieros, lexicomecánicos y sus
servidores ayudantes y un astrópata. Todos ellos estaban al mando del Magus Varnak
, un miembro de la élite dominante del Culto Mechanicus. Entre cada tres y seis me
ses, las naves espaciales del Explorador pasaban por el sistema Tyran para reaba
stecerse y entregar sus informes. La última nave en partir fue la Investigación, des
tinada a visitar los mundos de la Franja Este, aunque Varnak temía que solo recibi
ría nuevos informes sobre planetas extinguidos.
Un mes después de la partida de la Investigación, Tyran Primus detectó una nube de cer
ca de un millar de objetos no identificados que estaban penetrando en el sistema
estelar de Tyran. Cuando los estudios iniciales determinaron que la nube no est
aba formada ni por naves ni por escombros espaciales, el Magus Varnak despegó en u
na de las pequeñas naves de la estación para investigar la nube de cerca. Al aproxim
arse, la nave fue atacada casi inmediatamente por unos objetos desconocidos. El
Magus Varnak quedó herido, varios de los miembros de la tripulación murieron y la na
ve quedó tan seriamente dañada que apenas pudo regresar a Tyran. Mientras se recuper
aba de sus heridas, Varnak ordenó el estado de alerta en la base y armó a los servid
ores para que actuaran como primera línea de defensa ante las fuerzas de invasión.
Una semana más tarde empezaron los ataques contra la base. Los tormentosos cielos
de Tyran fueron rasgados una y otra vez por los cegadores destellos de los láseres
de defensa que intentaban hacer retroceder a los atacantes. Dispararon rayos de
energía capaces de atravesar varios bloques de casas de una ciudad, apuntando hac
ia el espacio mientras los proyectiles lanzados por el enemigo se estrellaban co
ntra la base. El Silo 2 fue alcanzado y dañado por varios impactos, pero los cántico
s y los rituales de los tecnosacerdotes lograron que siguiera disparando.
La desigual batalla duró algo más de una hora; los valientes operadores de los láseres
siguieron disparando contra los cientos de invasores que rodeaban Tyran hasta q
ue, increíblemente, las naves enemigas se retiraron. Varnak envió a las tres naves q
ue le quedaban en persecución del enemigo. Estas aumentaron la destrucción causada p
or las defensas terrestres y confirmaron el descubrimiento preliminar de Varnak
sobre los atacantes. Los objetos parecían ser criaturas de origen alienígena, organi
smos muy robustos con duros caparazones que aparentemente estaban completamente
adaptados a la vida en el espacio.
Las naves fueron rápidamente dañadas o destruidas por las naves biológicas del enemigo
y el Magus Varnak fue informado de que las defensas de Tyran habían herido o dest
ruido tan solo a una docena de criaturas de un enjambre que estaba compuesto por
un millar. Llegó a la conclusión de que, si los invasores atacaban de nuevo y con más
determinación, la base de Tyran estaría condenada. Era imposible escapar. Lo único qu
e podían hacer era alertar al Imperio y vender caras sus vidas.
Pero el astrópata no pudo enviar ningún mensaje. Las interferencias causadas en el e
spacio disforme por la llegada de las criaturas impedían la utilización de la astrot
elepatía. El espacio disforme podía quedar despejado en algunas horas o días, pero de
momento Tyran estaba completamente incomunicado. Para conservar los conocimiento
s que tenían, Varnak ordenó que se preparara un archivo de datos que contuviera toda
la información reunida sobre los invasores. El archivo grabaría todo lo sucedido en
la base hasta que fuera sellado y, mediante un dispositivo colocado en el panel
de control de Varnak, fuera enterrado a 3.000 m de profundidad, en un pozo exca
vado bajo la base. Mientras se preparaba el archivo, los alienígenas se desplegaro
n de nuevo en posiciones de ataque.
Al llegar al alcance de los láseres, los invasores lanzaron miles de cápsulas sobre
el planeta. Las cápsulas cayeron sobre Tyran en grupos compactos y no se abrieron
hasta llegar a la atmósfera. Aunque las defensas láser destruyeron todas las cápsulas
que cayeron sobre la base, muchas más cayeron sobre el mar que la rodeaba. Aunque
sumergirse en el mar habría representado la muerte para cualquier humano, el sónar c
onfirmó que los alienígenas estaban aproximándose. El océano se agitó e hirvió mientras los
alienígenas salían de sus cápsulas y se abrían paso entre las voraces bestias nativas qu
e los rodeaban.
Los láseres de defensa dispararon contra las naves biológicas cuando estas iniciaron
el intenso bombardeo de la base. Varias de las criaturas cayeron ardiendo a la
atmósfera, pero el bombardeo continuó. Los ácidos consumieron los silos blindados de l
os láseres y uno a uno fueron silenciados. El Magus Varnak observaba el avance de
los alienígenas por las pantallas de cristal de la sacristía. Las criaturas caminaba
n erectas y tenían seis extremidades, disponían de garras y colmillos como si fueran
demonios. Los múltiples proyectiles del fuego defensivo rebotaban como el granizo
en su gruesa piel y en sus duros caparazones.
Los alienígenas atacaron el muelle sur, se abrieron paso a través de las pantallas d
e energía y el plástico blindado se rompió como si fuera de papel o vidrio. Los servid
ores que defendían el muelle contraatacaron empleando lanzallamas y los primeros i
nvasores que atravesaron la brecha murieron o retrocedieron siseando desafiantes
. Pero otras criaturas, gigantes aullantes con brazos como guadañas, avanzaron imp
lacables; el Magus Varnak observó horrorizado que el fuego de napalm no las afecta
ba y que se abrían paso entre los servidores como si estos fueran de papel.
En poco tiempo, el enemigo había ocupado el muelle y empezaba a invadir el interio
r de la base destruyendo todo lo que encontraba a su paso. El dedo del Magus Var
nak presionó el botón que enviaría el archivo a las profundidades. Con cada segundo po
dían acumularse nuevos datos sobre el enemigo, pero este también se acercaba cada ve
z más a la sacristía. Entre las filas enemigas aparecieron unas criaturas pequeñas y e
scurridizas que empezaron a disparar redes aprisionantes sobre los servidores y
tecnosacerdotes mientras estos resistían en los pasillos.
Varnak miró al astrópata de la estación y ambos comprendieron que no podían permitirse s
er capturados por esta raza alienígena desconocida. Varnak selló el archivo y se dir
igió al reactor de la estación para iniciar la secuencia de autodestrucción. Mientras
completaba su oración, las puertas de la sacristía cedieron y saltaron hechas añicos p
or la furia del ataque. Quedándole solo unos segundos, el Magus Varnak presionó la últ
ima runa sagrada en el altar de control.
Terra recibió un último y confuso mensaje desde Tyran. En alas de la muerte había lleg
ado una profecía de destrucción junto con la imagen mental del cielo de Tyran ennegr
ecido por la presencia de innumerables monstruos. El planeta Tyran había bautizado
finalmente con su propio nombre a los invasores: los Tiránidos.
Thandros
El Inquisidor Kryptman recibió la noticia del último mensaje de Tyran meses después de
l ataque. Cuando su nave llegó al sistema Tyran ya había transcurrido casi un año y al
principio no pudo identificar el mundo muerto y árido que encontró como el planeta
cubierto por océanos que había sido Tyran. Después de una larga búsqueda, el Inquisidor
Kryptman localizó el archivo de Varnak y comprendió el horror del peligro alienígena q
ue amenazaba al Imperio.
Kryptman ordenó a su astrópata que enviara un mensaje prioritario para alertar al Im
perio, pero el astrópata no pudo penetrar las turbulencias del espacio disforme, c
readas por el paso de la flota alienígena. Incluso la cercana matriz amplificadora
de comunicaciones del planeta Thandros estaba también fuera de su alcance. Desesp
erado, Kryptman puso rumbo a Thandros esperando restablecer desde allí las comunic
aciones.
Pero los Tiránidos habían atacado Thandros y proseguido su avance antes de la llegad
a del Inquisidor Kryptman. Thandros no estaba tan bien protegida como Tyran. Los
mineros que vivían en los túneles de Thandros I y II no pudieron ocultarse de los T
iránidos ni escapar al espacio. Pudo comprobarse que el satélite en el que estaba in
stalada la matriz telepática en órbita alrededor de Thandros I había agotado la munición
de sus torretas y quemado los cristales de los láseres de defensa antes de ser de
struido. Sin embargo, los miembros del Adeptus Astra Telepathica que controlaban
la base habían sido incapaces de avisar de su situación al Imperio a causa del bloq
ueo psíquico de los Tiránidos. El sistema Thandros luchó y murió solo.
Kryptman aprovechó los restos de la matriz telepática y envió un mensaje para avisar a
l desprevenido Imperio de la magnitud de la amenaza tiránida. El astrópata, con los
ojos enrojecidos por la fatiga después de varios días transmitiendo sin descanso la
información recopilada por Varnak y el informe de Kryptman, comunicó las órdenes para
el Inquisidor: debía acudir al planeta Macragge en Ultramar, el reino del Capítulo d
e los Ultramarines. Allí debía prestar toda su asistencia al señor del capítulo para loc
alizar y eliminar la flota tiránida. Siguiendo la tradición imperial, la flota enjam
bre alienígena de los Tiránidos recibió un nombre en clave inspirado en el nombre de u
n antiguo y legendario monstruo: Behemoth.
La Batalla por Macragge
El navegante de la nave de Kryptman luchaba por mantener el rumbo marcado por la
baliza luminosa del Astronomicón a través de las oscilantes energías del espacio disf
orme mientras la astronave atravesaba los torbellinos y mareas siempre presentes
en esta dimensión paralela. A veces, el remolino creado por la Flota Enjambre Beh
emoth estuvo a punto de hacer que la nave se perdiera para siempre en el espacio
disforme, pero el navegante evitó todos los remolinos y corrientes con gran habil
idad. La alargada estela dejada por los reactores de disformidad de la nave de l
a Inquisición se desplazaba a través de lo inmaterial como el aceite a través del agua
.
En el sistema Macragge, una docena de naves militares orbitaban alrededor del pl
aneta y cada día llegaban más naves procedentes del espacio disforme. Pesados transp
ortes de tropas de los Marines Espaciales orbitaban alrededor de Macragge como g
igantescos monolitos azules cubiertos de cañones, tubos de lanzamiento y torretas
para bombardeos pesados. Estos leviatanes empequeñecían incluso a los bruñidos crucero
s de ataque que llegaban desde las bases más alejadas de los Ultramarines. Las for
talezas orbitales y los mortíferos sistemas de defensa planetaria rodeaban Macragg
e como un anillo de fuego.
El Inquisidor Kryptman se reunió con Marneus Calgar, Señor de los Ultramarines, bajo
el pórtico de su palacio de brillante mármol blanco en lo alto de las montañas que do
minan los brillantes mares de Hera. Calgar era un gigante incluso entre los genéti
camente alterados Marines Espaciales. Nada escapaba a sus penetrantes ojos azule
s y ni las terribles noticias de Kryptman turbaron su noble porte.
Los Ultramarines se dispusieron para librar una guerra total contra los Tiránidos.
Se había enviado hacia el Segmentum Tempestus una flota de combate desde los muel
les orbitales de Bakka. Calgar creía que Macragge era el sistema amenazado de form
a más directa por la Flota Enjambre Behemoth. El planeta Macragge, de por sí bien pr
otegido, estaba siendo reforzado y sería tenazmente defendido por los Ultramarines
y las fuerzas auxiliares de defensa planetaria hasta que la flota combinada de
Ultramar y el Imperio llegara para aniquilar a la flota enjambre.
Un mes más tarde, los Tiránidos atacaron Macragge; su flota de más de un millar de nav
es fue atacada por los cruceros de ataque de los Ultramarines mientras avanzaba
hacia el interior del sistema. Como todavía no había ni rastro de la flota imperial
de Bakka, Calgar se vio obligado a utilizar la flota de Ultramar en un ataque ar
riesgado. Abandonando Macragge y retirándose al exterior del sistema, Calgar atraj
o a los Tiránidos hacia las defensas de Macragge mientras intentaban rodear el pla
neta para invadirlo. La flota de Ultramar atacó a los alienígenas mientras estaban d
ivididos y eran vulnerables consiguiendo abrir una sangrienta brecha en su flota
mientras Calgar intentaba alcanzar a la protección de lo cañones pesados de Macragg
e.
En el punto crítico de la batalla, los cazas de combate de Ultramar procedentes de
Macragge inutilizaron una de las naves más grandes de la flota enjambre, lo cual
pareció desbaratar la cohesión de toda la flota enjambre. Los ataques tiránidos eran c
ada vez más descoordinados y la flota de Calgar consiguió destruir numerosas naves d
el enjambre. En el fragor de la batalla, los Tiránidos lanzaron miles de esporas s
obre las fortalezas vitales de los polos norte y sur del planeta, que eran los f
undamentos de las defensas de Macragge. De cada espora que cayó al planeta surgió un
a criatura tiránida y pronto miles de Tiránidos avanzaron a través de los hielos hacia
las fortalezas de los guerreros humanos.
En el espacio, la castigada flota enjambre se retiró y, en un intento desesperado
de evitar que escapara, la pequeña flota de Calgar salió en su persecución. Aunque Cal
gar temía por las fortalezas polares, sabía que estaban bien protegidas por la 1ª Comp
añía, apoyada por las tropas de defensa planetaria y los Titanes de la Legión de los P
retores. La mayor parte de la 1ª Compañía estaba formada por escuadras de exterminador
es equipados con armaduras de acorazado táctico y con las mejores armas del Imperi
o. Confiando el destino de Macragge a estos veteranos guerreros, Calgar prefirió p
erseguir a la flota enjambre tiránida.
Los enjambres tiránidos de Macragge avanzaron hacia las fortalezas polares. Bestia
s con garras como cuchillas saltaban sobre las llanuras nevadas entre los rayos
de los láseres; la gran masa de Tiránidos parecía una marea de miembros quitinosos y m
ortíferas garras. Otros Tiránidos atravesaban el monótono cielo gris volando con sus c
oriáceas alas y descargando fuego líquido sobre los defensores. El traqueteo de los
bólteres y el tronar de la artillería ahogaba los bestiales gruñidos llenos de odio de
los Tiránidos, pero estos seguían avanzando con una ferocidad implacable.
Los veteranos Marines Espaciales de la 1ª Compañía dirigieron a las tropas ligeras de
la defensa planetaria durante la tenaz defensa de las fortalezas manteniendo cad
a muro y cada trinchera hasta el último momento antes de ser desbordados por los m
onstruosos alienígenas. Progresivamente, las tropas humanas fueron retirándose hacia
las entrañas de la fortaleza causando grandes bajas en los Tiránidos por cada metro
de terreno cedido. Los titanes de la Legión de los Pretores acechaban entre los m
ontículos de hielo abriendo grandes agujeros entre las hordas tiránidas con sus proy
ectiles y descargas de plasma. Las naves espaciales dañadas que Calgar había dejado
en órbita disparaban y lanzaban megatoneladas de potencia explosiva sobre los Tiráni
dos, pero aun así, estos seguían avanzando.
La ferocidad de los enjambres era increíble. En la fortaleza del Norte desbordaron
los muros de defensa utilizando como cobertura los montones de cadáveres de sus p
ropios compañeros. Los Titanes fueron derribados y destrozados por la desbordante
marea de criaturas como leones cubiertos de hormigas soldado. Los cañones de las a
rmas se recalentaron a pesar del frío ártico y se encasquillaron; la munición empezó a e
scasear a pesar de haber suficientes reservas para resistir meses de asedio. La
nieve alrededor de las fortalezas humanas quedó teñida de púrpura por el fluído tiránido.
Cuando se llegó al combate cuerpo a cuerpo, mortíferos y pesados gigantes con brazos
como guadañas atravesaron las filas de defensores como arietes vivos abriéndose pas
o a través del metal y del rococemento con la misma ferocidad. Ni siquiera los ext
erminadores pudieron rechazar el ataque cuerpo a cuerpo de los Tiránidos. Con seis
miembros, armados y protegidos con una coraza quitinosa, las criaturas avanzaro
n con cegadora rapidez; sus garras atravesaban la ceramita y el adamantio con un
a facilidad increíble. Los Ultramarines solo disponían de la potencia de fuego a cor
to alcance de sus bólteres de asalto, lanzallamas pesados y cañones de asalto para d
estruir al enemigo.
En la fortaleza del Sur, algunas criaturas penetraron profundamente en los laberín
ticos corredores bajo la ciudadela a través de una teóricamente inaccesible salida d
e residuos. Estos horrores con garras de mantis mataron a docenas de soldados de
la Fuerza de Defensa Planetaria en emboscadas dentro del laberinto de oscuros c
orredores y salas antes de poder ser perseguidos y eliminados por las escuadras
de exterminadores. Algunos hombres enloquecieron por el miedo o quedaron paraliz
ados por el terror mientras los Tiránidos rompían el perímetro una y otra vez. Con cad
a brecha abierta en el perímetro, las guarniciones de Ultramar tenían que retroceder
hasta una nueva línea defensiva. Metro a metro, los Ultramarines se vieron obliga
dos a retroceder ante la marea alienígena de máquinas de matar orgánicas.
En el espacio, Calgar persiguió a la flota tiránida que se retiraba hasta el mundo a
nillo de Circe en el límite del sistema Macragge. La oportuna llegada de la Flota
Tempestus procedente de Bakka sentenció el destino de los Tiránidos, que quedaron at
rapados entre las dos flotas. Durante el combate, la flota humana combinada dest
ruyó al resto de las naves del enjambre pagando un gran precio en hombres y naves.
La Flota Tempestus, de más de doscientas naves de guerra, incluido el gigantesco a
corazado clase Emperador Dominus Astra, quedó casi completamente destruida en la t
itánica batalla alrededor de Circe. La batalla solo consiguió ganarse gracias al her
oico sacrificio del Dominus Astra, que se situó en el centro de la formación de la f
lota enjambre y sobrecargó sus reactores de disformidad. Los Tiránidos resultaron de
struidos en el incandescente vórtice de disformidad que también arrastró al Dominus As
tra a la destrucción. Las naves supervivientes de Calgar regresaron rápidamente a Ma
cragge para intentar salvar a las asediadas guarniciones polares.
Los sobrevivientes de las guarniciones de Ultramar habían sido empujados a las pro
fundidades por las sucesivas oleadas de Tiránidos. Los supervivientes de la 1ª Compañía
de los Ultramarines todavía luchaban entre los refrigeradores y acumuladores de lo
s silos de los gigantescos láseres de defensa planetaria de la ciudadela del Norte
, pero se había perdido todo contacto con ellos desde que los Tiránidos habían ocupado
las defensas exteriores. En la fortaleza del Sur, los destacamentos supervivien
tes de la 1ª Compañía habían sido destruidos cuando intentaban contraatacar un bastión vit
al capturado por los Tiránidos. Pequeñas bolsas de resistencia en Ultramar todavía res
istían en los búnkeres de la superficie. Calgar, considerando que la situación era críti
ca, envió a la 3ª y 7ª Compañías de los Ultramarines en los rápidos cruceros de ataque mien
ras el resto de naves dañadas regresaban a Macragge.
Cuando los veloces cruceros de ataque llegaron a la órbita de Macragge, los Marine
s Espaciales de la 3ª y 7ª Compañías fueron desplegados con cápsulas de asalto orbital sob
re los polos, seguidos de cerca por las unidades de apoyo en cañoneras. En la supe
rficie, los esperaban escenas de carnicería inimaginables. Grandes montones de cadáv
eres tiránidos y material bélico destrozado cubrían el hielo. Enormes cráteres abiertos
en el hielo mostraban los puntos donde se habían fundido los reactores de plasma d
e los titanes y el hedor a muerte era omnipresente.
La 7ª Compañía, que fue lanzada sobre la fortaleza del polo Sur, aterrizó sin encontrar
oposición y rápidamente contactó con los supervivientes de la guarnición bajo el suelo.
Juntos lograron limpiar los pasadizos subterráneos que habían sido ocupados. Solo qu
edaban unos pocos Tiránidos para oponerse a ellos, pero lucharon con una ferocidad
demencial. Los avances iniciales fueron sangrientos; muchas escuadras de vangua
rdia fueron atacadas por Tiránidos aislados o por pequeños grupos de alienígenas que c
ausaron grandes bajas. Pero los ataques Tiránidos no seguían ninguna estrategia y le
s faltaba coordinación; muchas de las criaturas fueron abatidas por los disparos d
e bólter en cuanto salieron de sus escondrijos.
En el Norte, la 3ª Compañía fue atacada en cuanto aterrizó. Cientos de criaturas emergie
ron de las oscuras bocas de los túneles y de los destrozados búnkeres para atacar a
los Marines Espaciales arrasando casi por completo su zona de aterrizaje por la
abrumadora superioridad numérica. Solo el increíble volumen del fuego defensivo de l
as compañías de devastadores consiguió mantener a distancia al enjambre alienígena hasta
que las cañoneras Thunderhawk llegaron e hicieron retroceder a los Tiránidos bajo t
ierra. El Capitán Fabián de la 3ª Compañía, prudentemente, esperó la llegada de los tres dr
adnoughts de la compañía antes de penetrar en la fortaleza en busca de superviviente
s.
Los oscuros y húmedos corredores bajo la fortaleza del polo norte habían sido sutilm
ente alterados por la presencia de los alienígenas. De las paredes y techos colgab
a una sustancia mucosa y un penetrante olor que llenaba el aire. Los gritos y ru
gidos de los alienígenas retumbaban de forma siniestra una y otra vez por los túnele
s. Cautelosamente, los Marines Espaciales avanzaron; la oscuridad retrocedía ante
los focos de sus armaduras. Los corredores estaban cubiertos de cadáveres de Tiránid
os y Ultramarines e incluso los rastreadores biológicos eran incapaces de distingu
ir a las criaturas que esperaban para atacar entre los cadáveres. Estos atacantes
aislados causaron numerosas bajas en combate cuerpo a cuerpo aniquilando a las e
scuadras más adelantadas en una orgía de destrucción antes de ser exterminados.
Finalmente, las escuadras que encabezaban la marcha empezaron a utilizar sus lan
zallamas para abrirse paso entre los corredores y ahuyentar al enemigo. Incluso
mientras ardían, las criaturas avanzaban de un salto con las garras preparadas par
a desgarrar y matar.
Dos escuadras completas fueron aniquiladas por un ataque relámpago por el flanco l
levado a cabo por una docena de Tiránidos en una intersección. Solo la presencia de
un Dreadnought impidió la ruptura del perímetro de la compañía, pero el propio Dreadnoug
ht perdió un brazo al ser atacado por las criaturas antes de poder dispararles con
su cañón de asalto. Cuando la compañía penetró en la gran cámara situada bajo el Silo 8, f
e atacada desde todas partes por una espeluznante horda de criaturas que emergie
ron de entre las sombras.
Una lluvia de obscenos proyectiles alcanzó a los Marines Espaciales atravesando su
armadura y propagándose como una maligna mucosidad corrosiva. Las espadas sierra
chocaron contra las quitinosas jarras curvadas y los bólteres recitaron su catecis
mo de muerte mientras los Ultramarines rechazaban desesperadamente el ataque. Un
terrorífico líder Tiránido, corpulento como un Dreadnought, cargó contra la línea defensi
va de los Marines Espaciales. Tres Marines Espaciales murieron de un solo golpe
de sus curvadas garras antes de que un Dreadnought cargara contra el monstruo.
Una titánica lucha se desató cuando el monstruo y la máquina se enfrentaron. El Dreadn
ought se tambaleó cuando el Tiránido le golpeó con fuerza y saltaron chispas cuando el
puño de combate del dreadnought atravesó el caparazón de la bestia. Un líquido viscoso
manaba de sus heridas cuando la criatura levantó su afilada garra y arrancó una pier
na de la máquina que cayó al suelo.
La bestia aullaba victoriosa y levantaba sus brazos para rematar al Dreadnought
cuando el Capitán Fabian entró en combate. La espada de energía y el arma del alienígena
chocaron con una crepitante descarga de energía. La bestia atacó a Fabian con un de
moledor golpe mientras trastabillaba a causa de la descarga, pero el Capitán se ap
artó a tiempo y la garra se clavó en el suelo de rococemento con un destello de ener
gía. En la fracción de segundo que tardó la criatura en liberarse, Fabian apuntó a la cr
iatura con su pistola de plasma y disparó. La bola incandescente impactó de lleno en
la cabeza del monstruo mientras Fabián disparaba una vez tras otra contra la cria
tura. La bestia se levantó con un aullido final de agonía y murió.
A su alrededor, los Ultramarines estaban a punto de ser desbordados; solo los at
aques psíquicos del bibliotecario impedían a los Tiránidos completar la matanza. Pero,
en cuanto el señor de los Tiránidos murió, muchas de las criaturas dieron media vuelt
a y fueron masacradas por los bólteres mientras huían. Los que siguieron luchando fu
eron aniquilados por los disparos de los Ultramarines, que dispararon incluso en
tre sus propias tropas para asegurarse de la victoria. Al final del combate, ape
nas había sobrevivido una cuarta parte de la compañía y los tres dreadnoughts habían res
ultado gravemente dañados. El Capitán Fabián ordenó al resto de sus hombres que siguiera
n buscando supervivientes.
Una vez más y pese a las numerosas bajas, la Compañía se abrió paso con los lanzallamas
hasta llegar finalmente al penitorium inferior, donde la 1ª Compañía se había atrinchera
do para presentar la última defensa. Los cuerpos de Tiránidos se amontonaban a docen
as alrededor de la puerta y en el interior de la habitación yacían los cuerpos de un
os exteminadores dispuestos en círculo donde habían acabado luchando espalda contra
espalda. Pemanecían allí, inmóviles y sin vida. Cada uno de ellos había dado su vida luc
hando contra las hordas de los Tiránidos. La 1ª Compañía de los Ultramarines había sido el
iminada hasta el último hombre, un terrible golpe del cual el capítulo tardo cien años
en recuperarse.
Resolución
La Flota Enjambre Behemoth había sido detenida, pero el Imperio de la Humanidad ha
bía pagado un elevado coste. Tras la Primera Guerra Tiránida, poco pudo hacer el Imp
erio para contraatacar a su enemigo. La Flota Enjambre Behemoth había llegado de u
n cuadrante prácticamente inexplorado y había desaparecido por completo después de la
Batalla por Macragge. El rastro dejado por la flota enjambre conducía al vacío inter
galáctico.
Los tecnomagos de Marte dedicaron muchos años a clasificar los artefactos tiránidos
y los cadáveres de estos hallados en Macragge, pero descubrieron poco de las evide
ncias. Lo único obvio era que, al igual que los Eldar, los Tiránidos utilizaban algún
tipo de biotecnología para construir orgánicamente su armamento (aunque las armas ti
ránidas estaban limitadas a las de proyectiles de corto alcance y armas de combate
cuerpo a cuerpo) y que los propios Tiránidos formaban una raza muy diversificada,
más incluso que los Orkos, Gretchin y Snotlings que infestaban la galaxia.
El único descubrimiento importante fue que los Tiránidos empleaban a Genestealers co
mo tropas de choque. Anteriormente se creía que estas criaturas eran los habitante
s autóctonos de las lunas de Ymgarl, desde donde se habían dispersado por el espacio
en restos de naves espaciales que se encontraban a la deriva. Su presencia entr
e las criaturas tiránidas demostró que esta teoría era errónea. Las muestras genéticas dem
ostraron que eran criaturas tiránidas, aunque no descubrieron por qué se habían establ
ecido tan lejos, en el Noroeste galáctico. El Capítulo de los Salamandras envió una ca
mpaña de exterminio para purgar las lunas de Ymgarl y la Inquisición intensificó su búsq
ueda de infestaciones de los genestealers, pero nada más pudo hacerse.

LA CAIDA DE CHICANO
Hace mucho tiempo el mundo de Chicano estaba en el centro de un rico sector come
rcial, en la zona este del imperio, conocida como el Ultima Segmentum. Los cielo
s de Chicano estaban constantemente cruzados por las estelas de vapor dejadas en
el cielo por el trafico de los cargueros atmosfericos ligeros que transportaban
preciado combustible mineral del planeta a las estaciones orbitales de mercadeo
que orbitaban sobre el planeta.
Naves interestelares provenientes de todo el sector atiborraban los espaciopuert
os de Chicano, donde sus tripulaciones pujaban desesperadamente para conseguir m
ercancias, mientras los Capitanes Libres esperaban tranquilamente en orbita para
hacerse con algun lucrativo contrato de transporte.
Bajo el planeta, maquinas perforadoras y estractoras de crudo trabajaban sin des
canso para arrebatar sus tesoros a la dura roca, exprimiendo la riqueza del subs
uelo de Chicano.
El control de todo Chicano recaia en Lord Xian Torus, gobernante hereditario del
planeta y poder supremo sobre todo y sobre todos.Era él quien quien aprobaba las
concesiones hereditarias a los lores mineros y permitia a las familias de navega
ntes pasar sus naves y contratos de padres a hijos mayores.
De esta forma, todo el mundo prospero, sobre todo lord Xian y los lores, crecien
do la poblacion de Chicano rica y contenta.
A dia de hoy, Chicano es una roca desierta donde unos pocos barbaros incultos in
tentan sobrevivir entre las ruinas de los que una vez fueron prosperas ciudades;
ahora, los cielos de Chicano son increiblemente azules, y el paso de una nave e
stelar por ellos es considerado un raro portento.
Chicano ya no es famoso por su comercio o prosperidad, sino que es conocido como
El Mundo Que Murio En Una Noche.
Fue en el año 940 del milenio 41.
Miles de clandestinos cultos de seguidores de Tzeentch, de desvelaron como lo qu
e realmente eran: entre ellos habia lores y mineros por igual, con la intencion
de minar el poder de lord Xian Torus de una forma tan literal como metaforica.
Maquinas tuneladoras excavaron debajo del palacio del gobernador dirigidas por l
as freneticas manos de cientos de cultistas, haciendo que el palacio y buena par
te de la capital, se colapsaran y hundieran en un abismo para siempre.
En el momento en que la ciudad se colapso, mas de un millon de cultistas saliero
n de sus lugares ocultos para reclamar lo que quedaba en pie: desde personal de
los principes mercantes, trabajadores de los lores mineros, soldados del ejercit
o Chicano e, incluso, ministros de lord Xian, se revelaron como cultistas.
Y entonces, en lo mas profundo de la disformidad, pudo oirse la risa de Tzeentch
, el Arquitecto del Destino, El que Cambia los Caminos, el Señor de la Transformac
ion.
Sus siervos se regocijaron al oirle, sabiendo por primera vez, en lo mas profund
o de sus corazones, aquello que habian hecho.

SEGUNDA GUERRA DE ARMAGEDDON


Relato antiguo del Imperio. En el día de la Festividad de la Ascensión del Emperador
(año 40.941), un masivo asalto orko comenzó en el mundo colmena de Armageddon. Nave
s lanzadas desde el pecio espacial Alveus Alpha Alpha Sextus atravesaron el cordón
orbital del planeta, aniquilando el obsoleta sistema orbital de monitoreo. Un m
asivo desembarco espacial avasalló la mayoría del continente occidental de Armageddo
n Prime. Asaltos relámpagos de las altamente móviles fuerzas orkas rodearon ciudad c
olmena tras ciudad colmena. Decenas de miles de orkas se abrieron paso a través de
sus defensas externas y masacraron o esclavizaron a las poblaciones atrapadas.
A lo largo y ancho del continente las fuerzas de la humanidad fueron puestas en
retirada. Debido a la negligencia criminal del Gobernador Planetario Von Strab
(referencia a archivo del Administratum: Armageddon 40.004, Condenas por Crímenes
de Guerra), las mal preparadas fuerzas humanas fueron casi completamente barrida
s por la ola verde. Divisiones de las Fuerzas de Defensa Planetaria fueron envia
das por Von Strab de a una a combatir al enemigo, solo para ser engullidas y des
truidas.
Columnas interminables de máquinas de guerra orkas levantaban cortinas de polvo de
cientos de metros de altura mientras se abalanzaban por los desiertos de ceniza
de Armageddon Prime. Las voces de cientos de miles de orkos entonaban brutales
cantos de victoria. Los reportes de los campos de batalla llegaban uno tras otro
, donde la sangre de valerosos guerreros humanos manchaba las arenas multicolore
s. Era evidente que von Strab había subestimado seriamente la astucia y la habilid
ad estratégica de su enemigo el Señor de la Guerra Ghazghkull Thraka, Líder de todos l
os Goffs, Profeta de la Waaagh!. Von Strab huyó a la relativa seguridad del sur, A
rmageddon Secundus, el corazón industrial de Armageddon. Dos días después los orkos in
vadieron Armageddon Secundus y la verdadera batalla por Armageddon comenzó. Armage
ddon Secundus contenía el 80% de la capacidad industrial del planeta, vital no sol
o para la lucha planetaria sino también para asegurar sistemas estelares cercanos
contra amenazas alienígenas. Ghazghkull deseaba arrancar el corazón industrial de su
enemigo. La única esperanza provenía de los Capítulos de Marines Espaciales, pero Von
Strab se rehusó a pedir ayuda, pensando todavía en que podía obtener la victoria y re
clamarla como propia.
El asalto de los orkos comenzó en la Temporada de Sombras, cuando los volcanes de
Armageddon entran en erupción, enviando grandes nubes de humo y polvo a través de lo
s turbulentos cielos color sangre. Las columnas mecanizadas impactaron contra la
s posiciones imperiales, débilmente defendidas. Buggies de guerra corrían por las ar
enas candentes hacia las líneas humanas. Una vociferante masa de demonios verdes s
obrepasó a los defensores humanos. A la menguante luz de las Montañas Palidus, mient
ras el mismo Monte Eschatus erupcionaba y la lava burbujeaba y siseaba ladera ab
ajo, hombres y orkos luchaban y morían. El retumbar de los bolters no tenía fin. Los
Gargantes se arrastraron hacia delante, empequeñeciendo a los humanos que huían ant
e ellos, con su miríada de torteas escupiendo muerte. Los orkos abrieron agujeros
en las líneas humanas y se dirigieron al sur. Dos tribus rodearon la Cordillera Pa
lidian por el este, hacia el sur y la ciudad colmena Hades. El resto de la tribu
orka se movió hacia el oeste, hacia el puerto de Helsreach.
Al culminar la Temporada de las Tormentas, barriendo la nubes del cielo, el avan
ce orko continuó hacia el sur. Destrozaron las patéticas defensas improvisadas por l
os sobrevivientes humanos sobre las costar rivereñas y atravesaron las Montañas Pali
dus hacia la ciudad colmena Infernus. Desmoralizado por las continuas noticias d
e derrota, sin fe en las promesas de Gobernador Planetario y atemorizado por el
impresionante número de las hordas mecanizadas orkas, el Gobernador de Infernus se
rindió sin luchar. Las motos de combate orkas apuraron las kilométricas columnas de
refugiados que abandonaron la ciudad, devolviéndolos a Infernos y convirtiéndolos e
n mano de obra esclava en las fábricas. Debido al hecho de que los orkos considera
ban a los hombres, mujeres y niños con sus propios patrones de inhumana resistenci
a física, cientos de miles morirían en cautiverio.
Pronto el complejo colmena de Hades estaba sitiado y parecía el sitio de mayor con
flicto de la campaña. El legendario Comisario Yarrick supervisó las defensas. En eso
s días oscuros parecía estar en todos lados, supervisando las cerraduras de las enro
mes puertas antiimpactos, negociando en persona tratados de alianza con bandas a
rmadas de la ciudad y uniéndolos al ejército, levantando la moral de un pueblo desmo
ralizado por el hambre y la derrota con su propia fe inquebrantable en la victor
ia final. Sorpresivamente logró juntar un ejército improvisado capaz de repeler a lo
s orkos. En Hades, se detuvieron. Uno solo puede imaginarse lo que debe haber si
do. Los cientos de kilómetros de trincheras apresuradamente realizadas por los gru
pos de esclavos bajo el látigo de Ork Runtherdz (kaporales), los gigantes Gargante
s disparando a las distantes espiras de la ciudad, las armas resonando como la r
isa de dioses locos. Cientos de miles de ojos llenos de odio observando el premi
o, tan cerca y sin embargo tan inalcanzable. La población humana escabulléndose por
las sombras de la ciudad, kilómetros de corredores a oscuras por la necesidad de a
horrar energía. Miles con hambre o comiendo ratas y cucarachas. ¿Quién sabe que actos
de heroísmo y horror fueron realizadas en ese lugar, en esos tiempos? Aquellos que
sobrevivieron no hablan mucho sobre ello, salvo para alabar la valentía de Yarric
k.
En el oeste los defensores del puerto de Helsreach, animados por la resistencia
en Hades, lucharon con valentía. Defendieron el puerto y las refinerías con bravura.
Bandas callejeras utilizando armas improvisadas emboscaban a los orkos en cada
esquina. Contenedores reforzados y modificados con prisas fueron dedicados al se
rvicio de evacuar civiles. Sin lugar para todos, los lugares se sorteaban y las
familias se separaban llorando, sabiendo que tal vez nunca más fueran a verse. Una
vez que el último barco había partido los defensores supieron que no había refugio pa
ra ellos; cada miembro de las improvisadas Fuerzas de Defensa de la ciudad juró ve
nder su vida lo más caro posible. Impulsados por el odio y la cólera combatieron a l
os orkos con la furia de un rhinodonte enloquecido. Hombres bomba suicidas salta
ban en el medio de las patrullas orkas y detonaban los explosivos que llevaban e
n los pechos. Los corredores de Helsreach se tiñeron de sangre. Los conductores de
las grandes grúas de carga del puerto se ataron a sus vehículos y atacaron a los Ga
rgantes. Ola tras ola de ataques orkos fueron repelidos hasta que los mismos gen
erales orkos comenzaron a dudar de la sabiduría de su ataque. Mensajes de esperanz
a desde Hades se escuchaban en la red de comunicaciones de Helsreach.
El momento de mayor oscuridad para el pueblo de Helsreach fue cuando el puerto f
inalmente cayó. La derrota, al llegar, se mostró de la forma más inesperada.
Psíquicos Orkos convocaron una monstruosa tormenta psíquica. Olas de dolor estallaro
n en las mentes de los defensores. Algunos enloquecieron, otros murieron por el
shock, sus cabezas explotando. Bajo el efecto de esta tormenta los orkos entraro
n a Helsreach y la limpiaron de su población, hasta el último hombre.
Cuando las noticias de la caida de Helsreach llegaron a Hades, el Comisario Yarr
ick ordenó una hora de silencio y luego se encerró en la Capilla del Emperador a ora
r.
Algunos dicen que el viejo hombre habló con la divinidad y encontró nueva inspiración.
Aquellos que lo conocieron bien dicen que lloró. El mismo Ghazghkull llegó para sup
ervisar el asedio de Hades. Había escuchado historias sobre la resistencia humana
y pensó que debería supervisar la derrota de Yarrick. Por semanas un largo duelo se
desarrolló bajo el cielo amarillo. Ghazghkull trató cada estratagema; fingió asaltos e
n una parte de la ciudad mientras sus fuerzas principales atacaban por otro lado
; desplegó unidades de Kommandoz sobre las espiras y les ordenó que buscaran una ent
rada a través del sistema de ventilación; le ordenó a sus Mekánicoz que le construyeran
poderosas máquinas de asedio, enormes torres con grandes arietes; Gargantes modifi
cados para remover la tierra y taladros para alcanzar la superficie subterránea de
la ciudad colmena.
A cada estrategia implementada por los orkos el Comisario Yarrick encontró una res
puesta. Fuerzas móviles usaron la infraestructura de transporte de la ciudad para
responder a las fintas; los Kommandoz se encontraron con luchadores de túneles vol
untarios, locos dopados elegidos de los pocos ingenieros de
mantenimiento restantes en la ciudad, quienes habían perdido todos sus seres queri
dos en el asedio. Estos hombres se escabullían por los túneles completamente desnudo
s salvo por un cuchillo, una pistola bolter y un extenso conocimiento del sistem
a que les permitía poner trampas y tender emboscadas. Lucharon una guerra solitari
a y no reconocida en la terrible oscuridad, pero hicieron su trabajo. Ni un solo
Kommando orko emergió con vida de los conductos de aire. Los escuadrones suicida
de la Fuerza de Defensa realizaban incursiones por las noches y asaltaban a las
máquinas de guerra con bombas de fusión y hachas de energía.
Mientras el asedio de Hades continuaba columnas de orkos marchaban al sur desde
Helsreach e Infernus. Se dirigían a Acheron y lo que parecía ser el último bastión de la
resistencia humana. Era el comienzo de la Temporada del Fuego y las temperatura
s fuera de las ciudades colmena habían empezado a subir. Los resistentes orkos y l
os militares humanos especialmente equipados no tenían de qué preocuparse, pero los
refugiados que habían escapado de las redes orkas comenzaron a morir de a puñados.
Los Acheronianos se prepararon para la batalla. Sabían que su tiempo había llegado.
A través de los monitores oculares de su ciudad podían ver las incontables filas de
orkos que se acercaban. Cascos con cuernos, buggies customizados para la guerra
y grandes máquinas de asedio se extendían hasta el horizonte. La única promesa de apoy
o que tenían era del Gobernador Von Strab. Consistía en sus buenos deseos y veinte d
e sus guardias personales de elite, que habían perdido su favor. Con un bramido en
sordecedor los orkos avanzaron, el mismo aire vibrando con el rugido de miles de
poderosos motores. Arrasaron con los barrios externos de la ciudad y pusieron s
itio a la colmena central misma. Aún con su tropas pobremente aprovisionadas e ina
decuadamente armadas, el gobernador de la ciudad se negó a someterse, Lucharemos ha
sta el último hombre , anunció. Y luego nuestros fantasmas volverán a por esa basura orka
.
Los orkos cargaron, confiados en su victoria. De repente grandes agujeros aparec
ieron en sus rangos. Sus vehículos eran arrojados al aire como hojarasca por poder
osas explosiones. Los habitantes de Acheron observaron maravillados como el bomb
ardeo orbital continuaba. Las naves llenaron el cielo y cañoneras imperiales Thund
erhawk se abalanzaban al suelo, desembarcando escuadras de avanzada de Marines E
spaciales en el medio del combate. Tomados por sorpresa, los orkos retrocedieron
. Los Marines Espaciales continuaron saliendo de sus vehículos, los bolters escupi
endo muerte. Los defensores de la ciudad se juntaron y emergieron para ayudar a
sus salvadores. Por primera vez en su campaña, los orkos probaron la derrota. Una
fuerza de ayuda encabezada por los Salamandras, los Ultramarines y los Ángeles San
grientos se apuraron al norte en un esfuerzo por recuperar Hades.
Justo mientras los Marines Espaciales se abrían paso por la línea frontal orka, Hade
s cayó. Los orkos llenaban los corredores, las últimas compuertas eran voladas y la
lucha se encendía en los lugares que antes servían de casas y talleres. En las últimas
horas la lucha fue mortal y virtualmente mano a mano mientras la batalla contin
uaba a través de las últimas zonas seguras de la ciudad. El Comisario Yarrick fue un
o de los pocos supervivientes. Su cuerpo terriblemente herido fue encontrado en
las ruinas, con docenas de cuerpos de orkos a su alrededor. Afortunadamente para
el Imperio este guerrero excepcional vivió para luchar otro día. En el oeste una nu
eva ola de refuerzos orkos había llegado y un terrible asalto a la ciudad colmena
de Tartarus comenzó. Las líneas imperiales habían sido diezmadas en los esfuerzos por
ayudar a Hades y los orkos no tuvieron prácticamente oposición al rodear la ciudad.
El mismo Ghazghkull tomo el mando del asalto y lanzó un último intento desesperado d
e ganar la guerra. Por días todo se mantuvo equilibrado. Si los orkos tomaran Tart
arus romperían el eje de la resistencia imperial, devastando la base industrial de
l sur a tal punto que la guerra sería inganable. Por un momento pareció que el Señor d
e la Guerra podría triunfar mientras furiosos asaltos arrasaban la ciudad. En una
apuesta desesperada los Ángeles Sangrientos volvieron a sus naves. Los Marines Esp
aciales descendieron en cápsulas de desembarco y cañoneras Thunderhawks detrás del cue
rpo principal del frente orko, separando a una tribu Goff entera y al mismo Ghaz
ghkull. Una fina línea de Marines de armadura roja mantuvo el puñado de puentes inta
ctos a través de visceral flujo de barro corrosivo conocido como río Skeletus.
A menos que recapturaran los puentes sobre el Skeletus los orkos no podrían retroc
eder de la trampa en la cual Tartarus se había convertido. Pronto los Salamandras,
Ultramarines y fuerzas de la guardia imperial regresando desde Hades pudieron d
estruir a las fuerzas orkas de una vez por todas. La única forma
en la que los orkos podían escapar sería retomar los puentes y abrir un camino sobre
el Skeletus.

ASALTO A BLACK REACH

Dos meses después de la invasión del ¡Waaagh! Zanzag, llegó la salvación a Black Reach. En
la Colmena Ghospora, los atacantes orkos y los defensores imperiales fijaron la
mirada hacia el cielo mientras el crucero de asalto de los Ultramarines La Veng
anza de Valin inició su bombardeo. Desde órbita se sucedieron una tras otra las deto
naciones de plasma, que explotaron entre las líneas orkas con la furia de un sol q
ue estallaba. Los Orkos cayeron a miles, reducidos a cenizas por el ataque. Mile
s de ellos cayeron derribados por la onda expansiva y sus karros de guerra y bug
gies rodaron tambaleándose hasta el olvido mientras la tierra se estremecía y rugía ba
jo los cañones del crucero de asalto. Antes de que los ecos de las explosiones se
extinguieran del todo, las cápsulas de desembarco chocaron en la tierra llena de c
ráteres mientras sus cascos emitían destellos rojizos tras el choque. La Segunda Com
pañía de Ultramarines había llegado y con ellos el Juicio Final.
Cinco mil, diez mil y quizás incluso veinte mil Orkos cayeron bajo la ira de los U
ltramarines aquel día; y cuando se narraban los acontecimientos de aquel día en Blac
k Reach, su número aumentaba cada vez. Los Orkos lucharon con toda la furia de su
raza, pero los Ultramarines lucharon como héroes. Ni una vez vacilaron aunque el e
nemigo los superaba doscientas veces o más en número. Con la ayuda del bólter y la esp
ada sierra, dieron buena cuenta de los pieles verdes que había en los muros de Gho
spora, pero seguían llegando más Orkos. Con cañones láser y misiles destruyeron karros d
e guerra y pizoteadores, pero seguían llegando más Orkos. Diez mil hombres inferiore
s no podían haber esperado imponerse sobre la marea de rabia que emergió ante los mu
ros de Ghospora aquel día, pero los Ultramarines se mantuvieron firmes. Dispararon
hasta que se quedaron sin munición y, aun así, se lanzaron sobre los Orkos con espa
das y puños de combate, desafiando a la adversidad.
Allá donde los Orkos amenazaban con causar problemas o donde un kaudillo reunía a su
guerreros, allí podía encontrarse al Capitán Sicarius. Ninguna espada se tiñó más de sangr
que la de Sicarius porque el capitán se enfrentó a la furia de los Orkos con un val
or incomparable. Sicarius y su séquito se abrieron paso a través de las líneas de los
pieles verdes cercenando cabezas y brazos mientras con la mirada buscaban al señor
de la guerra orko que lideraba este ¡Waaagh! conquistador.
Allí, finalmente, en la brecha abierta en los muros de Ghospora, Sicarius encontró a
su presa. Con la ayuda de los exterminadores de la escuadra Helios a su izquier
da y el imparable dreadnought manejado por el Hermano Ultraxes a su derecha, el
capitán de los Ultramarines se lanzó a la batalla con la escolta de Zanzag. Solo uno
de ellos saldría victorioso de aquel combate terrible, el mismo que dictaría el des
tino final de Black Reach y de todos sus habitantes

SEGUNDA GUERRA TIRANIDA


Flota Enjambre Kraken.
Pasaron dos siglos y medio sin tener ningún avistamiento o noticia de posteriores
incursiones de los Tiránidos. Algunos miembros del Adeptus Administratum de la Tie
rra comenzaron a cuestionar la necesidad de mantener unas fuerzas armadas tan nu
merosas en el sureste de la Galaxia para resistir una amenaza Tiránida inexistente
. Argumentaban que la Flota Enjambre Behemoth representaba el total de la raza a
lienígena, y que había sido exterminada en Macragge. Cuando una serie de mundos habi
tados a lo largo de la frontera sureste comenzaron a sufrir una plaga de disturb
ios, terrorismo, sabotajes y en algunos casos rebeliones abiertas, los mismos Ad
eptus dijeron que la gente se había hartado de vivir en medio de campamentos milit
ares inútiles, por lo que habían decidido exteriorizar su descontento.
La Inquisición sospechó una trama en todas aquellas acciones extraordinarias, y rápida
mente se movió para 'investigar' los casos de disidencia en busca de trazas de inf
luencia herética. Pronto se estableció claramente que los levantiscos oficiales del
Administratum provenían todos del sureste galáctico o tenían fuertes intereses o lazos
de unión con la zona. No se encontró ningún otro nexo común, y muchos de los supuestos
traidores ni siquiera se habían visto personalmente nunca.
Se destinaron Inquisidores desde la Fortaleza de Talasa Prime para investigar a
fondo las rebeliones del Segmentum Ultima. Mientras tanto, la Inquisición instigó un
a terrorífica purga por todo el Imperio y particularmente en la Tierra, encarcelan
do a cualquiera de los altos cargos que hubiesen tenido algún contacto con la Fron
tera Oriental. Decenas de miles de personas fueron detenidas por los Adeptus Arb
ites para pasar el resto de sus días languideciendo en colonias penales mientras c
ontinuaban las investigaciones.
Ichar IV
El primer motivo serio de preocupación para el Imperio fue la rebelión del mundo ind
ustrial de Ichar IV. El sistema Ichar es vital para el Imperio. Sus gigantescas
factorías y productivas refinerías constituyen la arteria principal de uno de los se
ctores menos poblados de todo el Segmentum Ultima. Miles de naves transportando
metal y micoproteínas pasan por los inmensos puertos orbitales de Ichar cada mes.
La rebelión había sido rápida y sangrienta. Años antes, un grupo religioso fundamentalis
ta llamado la Hermandad había calado en las mentes y corazones de los empobrecidos
trabajadores. Sus prédicas sobre el regreso del Emperador prometían tiempos mejores
por venir y un lugar en el paraíso a su lado, el tipo de consuelo espiritual que
buscan los que en vida no tienen poder ni privilegios.
La Hermandad fundó misiones y capillas de acogida que pronto se convirtieron en un
a visión habitual en los distritos más pobres, llegando a ser legendarias sus obras
de caridad. La Eclesiarquía había espiado cuidadosamente a la Hermandad en busca de
signos de iconoclastia o herejía, pero no se encontró nada, si se cree en los inform
es, que no fuese loable fe en el Emperador. Llegado el día se concedió permiso a la
Hermandad para construir una catedral en Lomas, la ciudad más grande de Ichar IV.
Los problemas comenzaron poco después de terminada la catedral. La Hermandad se ne
gó a pagar sus cuotas al Gobernador Planetario y rechazó que sus miembros fuesen rec
lutados para la Fuerza de Defensa Planetaria. Los predicadores de la Hermandad e
nfervorizaban a la multitud con predicciones del regreso inminente del Emperador
. Milicias vigilantes de la Hermandad patrullaban las calles, propinando palizas
a los "no creyentes" en lugar de a los inventados criminales que les servían de e
xcusa.
Rebelión y guerra
Las cosas llegaron a su punto álgido cuando se desataron violentos disturbios tras
una masiva manifestación ante la gran catedral. Los Adeptus Arbites tomaron posic
iones para disolver a la multitud con porras de energía y escudos de supresión, pero
fueron recibidos con denso fuego de fusilería desde la catedral. Los Arbites devo
lvieron los disparos, matando a varios milicianos de la Hermandad y enfureciendo
a la concentración de fieles. Tras rechazar varias cargas del embravecido populac
ho los Arbites se vieron forzados finalmente a retirarse tras la llegada de una
manifestación aún más grande desde los barrios bajos.
Los disturbios se extendieron por la ciudad y los Arbites se vieron incapaces de
frenarlos. Cuando se llamó a las Fuerzas de Defensa Planetaria para que tomasen p
osiciones en ayuda de las unidades policiales, gran parte de las tropas se suble
varon poniéndose de lado de la Hermandad. Se llegó a una furiosa lucha por toda la c
iudad, y entonces se extendió la noticia de que el Gobernador Planetario había sido
asesinado. Los combates se generalizaron por todas las ciudades de Ichar IV. En
pocas horas vehículos blindados con los símbolos de la Hermandad pintados apresurada
mente en sus costados patrullaban las calles, mientras banderas revolucionarias
tejidas por manos civiles ondeaban en la mayoría de las intersecciones y fábricas de
Lomas; las fuerzas Imperiales estaban siendo expulsadas de todas las ciudades i
mportantes.
El amanecer trajo todos los detalles sobre la muerte del Gobernador y sus minist
ros. Algunos murieron en atentados con bomba, otros por los disparos de francoti
radores, algunos en sus propias casas junto con sus familias en ataques sangrien
tos que parecían obra de bestias salvajes. Poco después la Hermandad controlaba toda
s las emisoras de comunicaciones y anunció el establecimiento de un nuevo gobierno
teocrático.
Las fuerzas leales controlaban gran parte de las zonas rurales que rodeaban las
ciudades y los jueces de los Adeptus Arbites todavía resistían en sus juzgados forta
leza contra las masas rebeldes. Sin embargo la mayoría de las ciudades habían sido c
apturadas en una rebelión a escala planetaria contra el Emperador de la Humanidad.
El Inquisidor Agmar llegó a Ichar veintisiete días después del inicio de los incident
es, en el mismo día en que la última fortaleza de los Arbites era asaltada y finalme
nte tomada por las fuerzas de la Hermandad. Los jueces no fueron tan fácilmente de
rrotados, sin embargo. La mayoría de ellos escaparon por túneles secretos y se hicie
ron con el control de los cuatro generadores principales de energía de la ciudad.
A los ojos del Inquisidor Agmar la situación en Ichar IV tenía la apariencia de un b
ien orquestado plan en lugar de un espontáneo alzamiento de las masas empobrecidas
como decía la Hermandad. Agmar pidió el apoyo del Capítulo de Ultramarines para ayuda
r a las fuerzas Imperiales a retomar el control de la situación. Mientras esperaba
n a los refuerzos los regimientos de la Guardia Imperial bombardeaban las ciudad
es y mantenían a raya los feroces contraataques de los batallones de la Hermandad.
Repetidos intentos de llegar hasta los Arbites atrapados en la densa escombrera
que rodeaba los generadores fallaron estrepitosamente. En medio de las pilas de
desmenuzado rococemento y retorcidas vigas las unidades de Guardia Imperial eran
continuamente rechazadas por el salvaje fanatismo de las tropas de la Hermandad
en el cuerpo a cuerpo. Los valientes Arbites finalmente fueron derrotados seis
días después de la llegada de Agmar, aunque en su último acto de lealtad al Emperador
destruyeron los generadores de energía que habían defendido tan diligentemente. Los
infernales incendios alimentados por los generadores de fusión ardieron durante días
, formando un oscuro manto de oscuridad sobre Lomas como si de un sudario se tra
tase.
La guerra había llegado a un punto muerto estancándose en una lucha callejera por to
da la periferia de la ciudad. Las bajas aumentaban día a día en docenas de escaramuz
as y emboscadas llevadas a cabo entre las ruinas de apartamentos derrumbados, fábr
icas quemadas y saqueadas refinerías. Acechaban los rapaces francotiradores, listo
s para matar al incauto. Cada portal podía esconder una trampa bomba o un enemigo.
Patrullas enteras de la Guardia Imperial desaparecían sin dejar rastro en determi
nados barrios.
En otras ciudades se repetía la historia. La Hermandad tenía las armerías de la Fuerza
de Defensa Planetaria y a sus fieles seguidores para mantener a raya a los sold
ados, además de controlar un gran número de silos de misiles y láseres de defensa. Sólo
un asedio prolongado y el hambre podrían hacerlos salir.
El Inquisidor Agmar lideró algunas pequeñas incursiones contra Lomas para recabar más
información sobre la Hermandad. Poco a poco la imagen de lo que había ocurrido en Ic
har IV fue tomando forma. Supo por los prisioneros de la existencia de hierofant
es gobernantes, escuchó sus fanáticas proclamas sobre formar parte de un "Nuevo Orde
n" que barrería la Galaxia. En un ataque sorpresa consiguió asesinar a un Neófito de l
a Hermandad y vio a las criaturas que gobernaban en ese supuesto Nuevo Orden. La
s adivinaciones del Tarot Imperial y los psíquicos del Adeptus Telepática confirmaro
n los peores miedos del Inquisidor Agmar. En total secreto el Inquisidor envió un
informe al cónclave de la Inquisición y esperó a los Marines Espaciales.
La llegada de los ultramarines
Treintainueve días después del alzamiento la gran nave de guerra Octavius de los Ult
ramarines entró en la órbita de Ichar y se preparó para lanzar sus cápsulas de desembarc
o. Las defensas de Ichar IV estaban en su mayoría inutilizadas por el daño causado e
n los generadores de Lomas por los Arbites y los Marines pudieron desembarcar co
n ligeras bajas. Compañías de Marines Espaciales tomaron las principales armerías y el
palacio del Gobernador donde la milicia de la Hermandad había establecido su cuar
tel general. En los primeros compases del asalto la Hermandad había sido tomada co
mpletamente por sorpresa y los objetivos primarios fueron asegurados rápidamente.
Los milicianos lanzaron una serie de contraataques desesperados para frenar a lo
s Marines, pero sus fuerzas estaban críticamente desorganizadas por la caída de su c
uartel general y fueron rechazadas con grandes pérdidas.
En las afueras de la ciudad la Guardia Imperial lanzó un ataque a gran escala para
unir sus fuerzas con las de los Ultramarines. Fuego y humo se alzaron hacia el
cielo mientras los proyectiles de la artillería pesada caían sobre la ciudad. Dispar
os láser iban y venían mientras agazapadas figuras corrían en busca de cobertura. Bolt
ers pesados tableteaban a través de las calles, levantando surtidores de tierra y
escombro. La Guardia avanzó lentamente utilizando sus Leman Russ restantes como fo
rtalezas móviles haciendo que las líneas de la Hermandad retrocediesen ante ellos.
En lo más crudo del ataque el satélite espía con el que estaba en permanente contacto
el Inquisidor Agmar detectó una gran fuerza de milicianos que salía de la catedral p
ara contener el avance Imperial. El Inquisidor supo que ahora era el momento de
acabar con la rebelión de un solo golpe. Envió una señal preestablecida al Octavius, q
ue continuaba en órbita.
En la nave de la catedral apareció un chisporroteante halo azulado que levantó ecos
en las altas bóvedas, se hizo más brillante y luego estalló en un fogonazo púrpura que s
e solidificó en varias figuras acechantes. Los guardias de la Hermandad en el inte
rior se volvieron justo a tiempo para ser partidos por la mitad por una estruend
osa andanada de proyectiles explosivos. Más de veinte Marines Espaciales con armad
ura de Exterminador permanecieron un instante sobre los cadáveres en el silencio q
ue reinó después. Más guardias, Neófitos y Acólitos aparecieron repentinamente por las pue
rtas laterales cuando los Ultramarines se alejaban del punto de teleportación. Una
tormenta de rayos láser y plomo repiqueteó contra las corazas de los Exterminadores
sin ningún efecto aparente; los bolters de asalto fueron colocados en posición de a
taque y las paredes se repintaron con la sangre de los miembros de la Hermandad.
Un puñado de supervivientes se lanzó al cuerpo a cuerpo contra los gigantescos guerr
eros. Las amplias túnicas cayeron al suelo para revelar cabezas quitinosas y ojos
sin pupilas cuando los Neófitos atacaron con garras inhumanas. Algunos Exterminado
res fueron superados por varios enemigos a la vez y tirados al suelo por su fero
cidad; el rugido de un lanzallamas pesado segó el avance de los alienígenas antes de
que pudiesen sacar más partido de su feroz ataque. Humo y el hedor de la carne qu
emada ascendieron hasta el alto techo abovedado desde la improvisada pira funera
ria.
Los Exterminadores se desplegaron hacia nuevas posiciones con precisión matemática;
algunos permanecieron en posiciones vigilantes mientras otros buscaban los pasad
izos secretos que sabían que tenía que haber. Su Bibliotecario apuntó hacia el altar y
más proyectiles explosivos lo hicieron saltar por los aires, revelando una serie
de escalones que bajaban hacia la oscuridad.
Guiándose por la luz de los focos de sus armaduras los Exterminadores descendieron
por la escalera para buscar el negro corazón de la Hermandad. Una tenebrosa cript
a se extendía en el subsuelo, con muchos pasadizos entrecruzados partiendo en dist
intas direcciones, pero el Bibliotecario pudo sentir el camino correcto. Los escán
eres de los Exterminadores cobraron vida cuando éstos se alejaron de la entrada, r
evelando numerosos enemigos que se acercaban por todas direcciones, criaturas qu
e se movían demasiado rápido para ser humanos. Los Ultramarines se colocaron en posi
ciones defensivas y esperaron, listos para repartir muerte al más ligero movimient
o.
Primero llegó el distante sonido de garras sobre la piedra, después el estruendo de
los caparazones de las criaturas mientras golpeaban las paredes y entre ellas en
su precipitación por atacar a los intrusos. Los primeros entraron velozmente en e
l radio iluminado por los focos, sus cuatro brazos con garras extendidos sobre s
u chaparro cuerpo. ¡Genestealers! No quedaba ninguna duda ahora, el Inquisidor había
acertado: un nido de alienígenas se encontraba en el centro mismo de la rebelión. C
olmillos y garras centellearon mientras los Genestealers avanzaban con rapidez i
nsectoide para acabar con sus odiados enemigos. Bolters de asalto abrieron fuego
, sonando imposiblemente alto en los cerrados túneles; sus balas explosivas atrave
saban los quitinosos cuerpos reduciendo la carne alienígena a una pulpa sangrante.
Los fuegos purificadores de los lanzallamas limpiaban túneles enteros pero las cr
iaturas seguían cargando sin miedo ni dudas.
Cada fogonazo de los bolters mostraba al enemigo más cerca. Saltaban sobre los cue
rpos apilados frente a los Ultramarines y atravesaban a los Exterminadores. Tres
de los blindados gigantes fueron mutilados en otros tantos segundos antes de qu
e el resto se viese obligado a retroceder hacia la cripta de entrada. Los Genest
ealers los persiguieron sin descanso, cazando a los que cubrían la retaguardia. ¿Quién
pude decir cuántos alienígenas fueron aplastados por los puños de energía antes de ser
superados? No los suficientes como para detener la fanática marea, pero sí como para
frenarla lo suficiente para que sus hermanos de Capítulo estuviesen listos para l
uchar de nuevo. En la cripta los lanzallamas defendieron los pasillos laterales
contra los Genestealers que intentaban flanquearlos, forzándolos a entrar por un s
olo pasadizo. El fuego combinado de media docena de bolters de asalto hizo pedaz
os la horda y, mientras los supervivientes buscaban refugio tras los masivos sar
cófagos de piedra, el Bibliotecario invocó una columna de fuego purificador. Llamas
antinaturales llenaron un extremo entero de la sala, siseantes fuegos que consum
ieron la carne de los alienígenas como si fuese grasa y cartílago en lugar de dura c
oraza quitinosa y fuerte músculo. La mayoría de la progenie ardió en un instante; el r
esto cayó ante el reiterado fuego de bolter que barría sus filas como una eficaz bar
rera artillera.
Los Exterminadores avanzaron, cautelosamente porque ya quedaban pocos. Ninguno d
e los Genestealers de pesadilla obstruyó su avance o apareció por sorpresa mientras
los Ultramarines continuaban internándose en el corazón de la oscuridad. Muy por deb
ajo del nivel de la ciudad encontraron lo que iban buscando en una cámara de techo
alto y paredes talladas como las costillas de una gran bestia. Allí se agazapaba
el Patriarca de la progenie, sobre un gran estrado de piedra, grande y abotargad
o con el poder de todo su clan. Se agachó con sus brazos extendidos y la cabeza in
clinada hacia arriba, como si estuviese escuchando una lejana llamada mientras l
os Ultramarines entraban en la sala. Alzaron sus armas para destruir la abominac
ión cuando el ser bajó la mirada y los contempló con un siseo amenazador. Sin aviso un
a nueva oleada de monstruosidades saltó al interior del habitáculo de entre las calc
ificadas paredes costillas. Híbridos de tres brazos, humanos corruptos y Genesteal
ers puros avanzaron para proteger a su padre supremo. Un muro de cartuchos explo
sivos cruzó sus filas y la sala se convirtió en un caos de sangre mientras los alieníg
enas luchaban contra los Exterminadores. El Bibliotecario de los Ultramarines se
abrió paso por entre las criaturas, el blanquecino filo de su hacha de energía deja
ndo una estela de miembros amputados y vísceras a su paso. Cada paso se hacía más duro
, como si estuviese vadeando un río cada vez más profundo. Podía sentir como algo físico
las oleadas de pensamientos alienígenas que asaltaban su mente mientras el Patria
rca utilizaba su antigua e implacable voluntad para detenerlo. Obscuros pozos se
abrieron en su subconsciente, listos para tragar su psique.
Una sacudida estática de su capucha psíquica rompió el efecto del hechizo. Enfocando s
u propia voluntad, el Bibliotecario sacó su cuerpo material del mundo físico durante
un instante, y en un instante desapareció. Un brillante destello marcó su partida,
y otro más su regreso cuando se materializó en lo alto del estrado junto al mismísimo
Patriarca. La criatura giró en redondo mientras atacaba con su garras a una veloci
dad increíble. Sangre y chispas saltaron de la armadura del Bibliotecario cuando f
ue perforada por el ataque. El Patriarca eludió fácilmente el torpe ataque de su riv
al. La bestia se adelantó de nuevo y descargó una lluvia de golpes contra la figura
en armadura, demasiado rápidos como para ser seguidos a simple vista.
El desesperado Bibliotecario llamó a sus hermanos de batalla y el estrado fue barr
ido por una lluvia de proyectiles de bolter. El indiscriminado fuego hizo saltar
trozos de la armadura del Ultramarine, pero también alcanzó al Patriarca hiriéndolo e
n varios sitios. En ese momento de distracción el Bibliotecario alzó su hacha de ene
rgía en un irresistible arco que atravesó el blindado caparazón del alienígena con un de
stello eléctrico. El hacha se alzó y cayó una y otra vez, convirtiendo al Patriarca en
una masa sanguinolenta y enviando rociadas de icor púrpura por toda la sala.
Con la muerte de su líder la progenie fue presa de la confusión. Dentro del recinto
el puñado de Exterminadores masacraron a las criaturas que aún les asaltaban. Nada e
scapó a la furia de sus bolters de asalto y lanzallamas purificadores mientras los
Ultramarines se tomaban una pequeña venganza por la muerte de sus ancestros en Ma
cragge unos doscientos años antes. En la ciudad las unidades de la Hermandad que aún
resistían a la Guardia Imperial se derrumbaron. Pequeños focos de Acólitos y Neófitos f
anáticos aún resistían en torres y búnkeres aislados, pero la Guardia Imperial entró triun
fante con sus carros por las calles llenas de escombros aplastando toda oposición.
Ichar IV estaba de nuevo bajo el talón de hierro del Imperio en menos de tres sema
nas. Todo signo de la infestación Genestealer fue eficientemente eliminado por el
implacable Inquisidor Agmar con ayuda de los Ultramarines. Aún así al final de la ca
mpaña todavía quedaban varios misterios sin explicar. El primero era qué había sido del
Magus, el líder de apariencia humana de la Hermandad que había desaparecido al comie
nzo de la rebelión. Su cuerpo nunca fue encontrado y ningún prisionero arrojó luz sobr
e su paradero, ni siquiera tras los persuasivos interrogatorios llevados a cabo
por Agmar. El segundo enigma eran los informes de los Astrópatas y del Bibliotecar
io que había asesinado al Patriarca. Hablaban de una débil perturbación psíquica parecid
a a una larga y aguda llamada que irradiaba desde el planeta, una señal que se había
cortado con la muerte del Patriarca. El más anciano y poderoso de los Astrópatas di
jo al Inquisidor que él también había sentido la llamada del Patriarca, y que podía perc
ibir una lejana nave acercándose a través de la Disformidad. Era un sentimiento de a
lgo vasto, amenazante, la sombra de una entidad monstruosamente poderosa que había
vuelto su atención sobre Ichar.
Cuando Agmar transmitió su informe al cónclave de la Inquisición fue avisado del creci
ente número de casos de refugiados que abandonaban los Bordes Orientales. La infor
mación era confusa y en muchos casos contradictoria pero un hecho era innegable: l
os Tiránidos habían regresado con una nueva flota, la Flota Enjambre Kraken.
Los tentaculos del Kraken
Esta nueva invasión Tiránida había llegado sin aviso y nadie podía estar seguro de cuántos
planetas habían caído ya ante su avance. La Flota Enjambre Kraken parecía estar compu
esta de muchas subflotas que se movían independientemente para atacar planetas cub
riendo un sector entero simultáneamente. La alarmante disrupción en la Disformidad t
raída por el paso de la flota alienígena había bloqueado las comunicaciones astropáticas
más allá de los sistemas asediados, y los viajes por el espacio disforme en su veci
ndad se habían vuelto peligrosamente impredecibles. Sub sectores enteros del Imper
io habían sido tragados sin dejar apenas rastro y sin dar pistas de lo que había ocu
rrido. El puñado de supervivientes había conseguido huir en pequeñas naves de transpor
te azotadas a cientos de años luz lejos de su ruta por las turbulencias en la Disf
ormidad. Los espeluznantes relatos del pesadillesco avance de la Flota Enjambre
formaban la mayor parte de la información disponible en el Imperio.
Se contaban historias de cielos ennegrecidos sobre continentes enteros por nubes
de esporas venenosas llevadas por el viento. De monstruos masivos que vagaban p
or la tierra, asesinando y devorando a la gente con sus garras. Historias de bil
lones de criaturas extendiéndose por toda la superficie del mundo, devorando todo
lo que se encontraba en su camino como una marabunta y convirtiendo el planeta e
n un desierto. Núcleos enteros de población habían sido subyugados o barridos del mapa
en una sola noche, y los vivos envidiaban a los muertos.
En el sistema Miral los regimientos de la Guardia Imperial y el Capítulo de los Gu
adañas del Emperador aún resistían contra los Tiránidos que habían ocupado las densas jung
las y plantaciones de Miral Prime. Las Fuerzas Imperiales se habían retirado hacia
una alta meseta rocosa conocida localmente como el Ataúd del Gigante donde luchab
an día tras día contra las furiosas hordas que emergían de las junglas de más abajo. La
propia selva se había mostrado extraordinariamente activa desde la invasión, y sólo la
constante defoliación evitaba que las trepadoras y lianas engullesen el reducto r
ocoso de los defensores.
Un capitán libre trajo rumores de Lamarno, un planeta salvaje que había caído bajo la
garra de los Genestealers. Cuando una pequeña avanzadilla de los Tiránidos llegó al pl
aneta los fieros hombres tribales se habían subido voluntariamente a las bio naves
para ser consumidos por sus nuevos "dioses vivientes". También contó una historia s
obre el asteroide monasterio de Salem, donde los monjes habían decidido envenenars
e a sí mismos y destruir su cuidadosamente elaborado ecosistema antes que dejar qu
e el suelo sagrado fuese absorbido por los amenazantes Tiránidos. Ahora Salem no e
ra más que una tumba gigante.
Otros capitanes mercantes ayudaron a evacuar a millones de personas de los mundo
s mineros de Devlan antes de que el sistema entero fuese consumido. La densa red
de Centinelas orbitales que rodeaba Devlan consiguió retrasar a la flota enjambre
lo suficiente como para que una gigantesca flota de cargueros llenos de refugia
dos escapase al espacio. Una compañía del Capítulo de Marines Espaciales de los Lament
adores rechazó todos los ataques terrestres de los enloquecidos Tiránidos hasta que
la última nave estuvo cargada y lista. Abandonados y cercados, los Lamentadores en
comendaron sus almas al Emperador y cobraron un alto precio al enemigo antes de
ser finalmente superados.
Pero parecía no haber salvación ni siquiera en el espacio. Una gran nave minera que
huía de Devlan con su carga de refugiados llegó a su destino ominosamente oscura y s
ilenciosa. No se recibía ninguna comunicación de la nave y ésta realizó un aterrizaje au
tomático lejos de cualquier punto habitado. Los que investigaron la nave se encont
raron con un auténtico matadero horripilante cuando rompieron sus precintos de pre
surización. Hombres, mujeres y niños habían sido masacrados sin piedad a millares, en
una carnicería indescriptible. La Inquisición sospechó que un despiste en el control d
e cuarentena había permitido a algún ente alienígena subir a bordo, pero no se pudo en
contrar ninguna evidencia en la nave, por lo que su verdadera naturaleza y lo qu
e fue de él sigue siendo un misterio.
Las defensas orbitales de Graia habían mantenido a raya a la flota enjambre durant
e un tiempo, pero los Tiránidos habían conseguido tomar su única luna. Cada órbita del s
atélite traía consigo una lluvia de esporas micéticas sobre el planeta, cada una porta
dora de muerte y destrucción. Los exploradores informaron del descubrimiento de un
mundo en lo más profundo del Borde Oriental en el que se habían plantado semillas d
e Hormagantes durante una incursión hacía décadas, y que habían permanecido ocultas hast
a entonces. Enjambres de las bestias con brazos como guadañas habían asesinado a tod
o bicho viviente sobre la faz del planeta y ahora continuaban luchando entre ell
as con una sed de sangre insaciable. Los Squats informaron de ataques por una fl
ota de bio naves contra sus Mundos Fortaleza cercanos al corazón de la Galaxia, a
decenas de miles de años luz de la flota enjambre principal en los anillos del sur
este galáctico.
El Inquisidor Czevak informó de que el Mundo Astronave de Iyanden había estado somet
ido a una serie de brutales ataques por parte de los Tiránidos. El otrora poderoso
Mundo Astronave había repelido oleada tras oleada de atacantes de la Kraken, pero
su propia flota había quedado devastada. Varios grupos de Tiránidos habían alcanzado
el propio Mundo Astronave, extendiéndose la lucha por sus esbeltas torres de hueso
espectral y cúpulas de magnífico cristal. El reducto Eldar era ahora una ruina, y c
uatro quintos de la población habían muerto, lo que era un terrible golpe para la ag
onizante raza Eldar.
Guerra total
El Adeptus Terra estaba lo suficientemente espantado por las noticias que llegab
an del Segmentum Ultima como para consultar a los Altos Señores de la Tierra. Su c
onclusión fue rápida y escueta: las vastas líneas de penetración de los Tiránidos en el Im
perio debían ser cortadas a cualquier precio; la raza Tiránida debía ser investigada a
fondo y, si era posible, exterminada. El Tarot Imperial predijo la llegada de u
na oscuridad sin igual desde la Herejía de Horus: el Devorador de Mundos se acerca
ba a la galaxia humana y hasta ahora sólo había mostrado una parte de su verdadero p
oder. A una orden de los Altos Señores de la Tierra la tremenda maquinaria militar
del Imperio se volcó sobre el Segmentum Ultima y se preparó para una guerra total.
Los Mundos Forja de los Adeptus Mechanicus producían tanques, armas y máquinas de gu
erra a miles, a decenas de miles. Los puertos astilleros de Bakka y la Tierra tr
abajaban día y noche para construir cruceros y naves para frenar la oleada de bio
naves Tiránidas. Millones de Guardias Imperiales se preparaban para embarcarse en
una guerra por la supervivencia de la humanidad. Para el Imperio la guerra es un
a religión, una cruzada contra las fuerzas de la oscuridad que esperan en las somb
ras para esclavizar a los hombres. Los Tiránidos son la blasfemia suprema, una raz
a que no trae más que la esclavitud y la extinción final.
Nuevas y más letales armas o criaturas Tiránidas eran descubiertas días tras día: proyec
tiles corrosivos de largo alcance que atravesaban el acero como si fuese cera, s
eres que atacaban con rayos de energía psíquica o descargas electroestáticas, bestias
descomunales altas como Titanes. La regularidad de los ataques Tiránidos aumenta y
no se ha encontrado aún una defensa eficaz. Varios cientos de planetas poblados h
an caído ante el avance de los Tiránidos. Dos Capítulos enteros de Marines Espaciales
con base en el Borde Oriental, los Guadañas del Emperador y los Lamentadores, han
sido destruidos más allá de toda recomposición; apenas pueden juntar una simple Compañía o
perativa.
La lucha no ha sido enteramente en vano. En varios sistemas solares los Marines
Espaciales han abordado bio naves Tiránidas mientras los alienígenas aún estaban en el
sopor producido por el viaje a través de la Disformidad. Estas bandas de abordaje
entraron en los palpitantes interiores de las naves, recogiendo información sobre
los Tiránidos y destruyendo a cientos o miles de criaturas mientras se encontraba
n en hibernación. Los datos reunidos por estos valientes han sido vitales en la búsq
ueda de una forma de destruir la amenaza alienígena.
Los Tecnomagos han concluido que los Tiránidos se generan fuera de la Galaxia. Su
voraz estructura genética y existencia biológica son diferentes incluso de las que p
oseen las más extrañas criaturas que habitan en nuestra Galaxia. Mientras que los hu
manos y otros organismos galácticos se diversifican por naturaleza con el paso de
millones de años, los Tiránidos evolucionan rápida y constantemente para cubrir las ne
cesidades conscientes de la raza al completo. Los Tiránidos no son una criatura, s
i no un asombroso abanico de monstruosidades creadas para llevar a cabo tareas e
specíficas. Por ello los Tiránidos varían en tamaño desde las colosales bio-naves vivas
que forman las Flotas Enjambre hasta las diminutas criaturas trabajadoras como l
os escatofagoides de tamaño de un escarabajo que limpian y reciclan la basura orgáni
ca de los conductos respiratorios de dichas naves.
La continua mutabilidad de los Tiránidos significa que nunca han necesitado desarr
ollar tecnología más convencional como la empleada por el hombre. Por ejemplo, la ma
yoría del armamento Tiránido está creado por criaturas simbióticas que han sido adaptada
s y combinadas con voraces proyectiles vivos o que generan energías mortales. Esto
s artefactos probablemente ni siquiera han sido creados conscientemente por los
Tiránidos; seguramente ellos mismos evolucionaron en respuesta a la necesidad de l
a Mente Enjambre, adaptándose genéticamente a sus funciones desde el momento de su c
oncepción. A medida que pasa el tiempo las generaciones del arma simbiótica cambian
y evolucionan constantemente para ser más ligeras, más eficientes y más letales contra
sus enemigos.
La Mente Enjambre parece necesitar un flujo constante de material genético fresco
y ADN para crear nuevos seres y adaptarlos a nuevos entornos. Los Adeptus Mechan
icus postulan que los Tiránidos agotaron toda su Galaxia natal y, quizás, a todas la
s demás formas de vida vecinas antes de cruzar el vacío intergaláctico en busca de nue
vos campos de cultivo. Con sus billones de humanos e incontables otras criaturas
el Imperio ofrece a los Tiránidos un inestimable almacén de reservas orgánicas y código
s genéticos para fortalecer a la Mente Enjambre. Los Tiránidos son el pesadillesco máx
imo exponente de una evolución que se ha vuelto loca, un súper depredador agresivo d
e dimensiones estelares que hará que todas las demás formas de vida se extingan si n
o logra ser detenido

LA MASACRE DEL DESFILADERO DE KOLOTH


El ataque Tau a Nimbosa fue uno de los muchos acaecidos en el Sector Koloba, que
encabezó una nueva oleada de la expansión de esta raza alienígena por la franja este.
Las fuerzas imperiales estaban en muy mala posición para responder a esta amenaza
, pues la mayoría de la flota del Segmentum Ultima se encontraba cazando los resto
s dispersados de la flota tiránida de Ichar IV. Pasarían meses antes de que pudiera
reunirse una fuerza de tamaño considerable para luchar contra los Tau. Un Comision
ado Imperial bajo la protección de los Marines Espaciales del Capítulo de los Puños Im
periales fue enviado al asentamiento Tau más cercano, T'olku, con instrucciones de
iniciar negociaciones de paz para retrasar la ofensiva Tau.
Por cada día que pasaban los Tau en negociaciones, la retribución de las fuerzas imp
eriales a Nimbosa se acercaba un poco más y los atribulados colonos tenían la posibi
lidad de resistir contra los invasores. No obstante, el mundo de T'olku es famos
o entre los Tau por su consejo de sabios y por las habilidades diplomáticas y de d
ebate de sus habitantes, por lo que el intento de engañar a los Tau fue inútil. Bajo
la dirección del Comandante Brightsword, toda la potencia de la maquinaria de com
bate Tau cayó sobre Nimbosa y los colonos lucharon hasta el fin; ni uno solo sobre
vivió al ataque final. Cuatro meses después, las fuerzas imperiales llegaron a Nimbo
sa para encontrar a los Tau bien atrincherados y preparados para una ofensiva to
tal. Brightsword permitió que la Guardia Imperial se estrellara contra sus defensa
s antes de, como en el caso de los Orkos con O'Shovah, dirigir una serie de agre
sivas incursiones contra ellos, superando con facilidad a los diligentes regimie
ntos imperiales. Progresivamente, en lo que los eruditos imperiales han denomina
do desde entonces la Masacre del Desfiladero de Koloth, Brightsword fue atrapand
o a las fuerzas imperiales en una estrecha garganta y las destruyó sistemáticamente
en una masacre de tres horas. Según los informes, Brightsword fue convocado a T'au
poco después de la guerra de Nimbosa y hay quien cree que fue para recibir una re
primenda por la crudeza de sus tácticas.

BATALLA POR POLIA.


La escasa información sobre la Batalla por Polía, que tuvo lugar en el planeta Nimbo
sa, no se había recogido en los archivos imperiales hasta hace poco. No obstante,
esta información arroja mucha luz sobre la desesperada naturaleza de los combates
que tienen lugar en un entorno urbano. En Polía, la Guardia Imperial del regimient
o los Primeros Nacidos Vostroyanos se enfrentó en un conflicto de proporciones épica
s a los cuerpos de cazadores tau liderados por el Comandante Vral ant pad.
La expansión de la segunda esfera
Cuando la Flota Enjambre Kraken invadió el Segmentum Ultima, las fuerzas imperiale
s acuarteladas a lo largo de la Franja Este fueron enviadas a plantar cara a est
a nueva amenaza. Los Tau vieron en este movimiento la oportunidad de expandir su
imperio y no tardaron en anexionar a sus tierras una serie de planetas limítrofes
del Imperio de la Humanidad, aprovechando que en estos momentos estaba distraído.
Nimbosa era el más importantede todos estos planetas.
Ahora que la mayor parte de la Guardia y la Armada Imperiales estaban combatiend
o contra la amenaza tiránida, los Tau invadieron Nimbosa con gran cantidad de fuer
zas. El Comandante Vral ant pad, el líder de los Tau, pretendía llevar a cabo una táctica
de exterminio total. Los únicos efectivos de la Guardia Imperial que había en el pla
neta eran los del IX de los Primeros Nacidos Vostroyanos, que decidieron hacerse
fuertes en la ciudad fábrica de Polía. Los Primeros Nacidos, que servían bajo el mand
o de Graf Toschenko, sabían que no tenían nada que hacer contra un enemigo tan numer
oso y que su única oportunidad era resistir hasta que llegasen refuerzos: algo que
tardaría semanas o incluso meses.
El complejo manufactorial era una vasta zona industrial con edificios que llegab
an hasta el cielo. Consistía en docenas y docenas de talleres, un laberinto de gri
ses edificios del archivo del Administratum con una extensión de seis bloques, una
catedral de la Ecclesiarquía y el manufactorum en sí mismo.
Los vostroyanos no perdieron ni un minuto y empezaron a establecer una serie de
puntos estratégicos desde los que resistir los ataques de los Tau. Las paredes int
ernas de los edificios fueron derribadas para facilitar el paso y se utilizó la ma
quinaria industrial para levantar barricadas con las que bloquear las calles. En
multitud de edificios se ocultaron trampas explosivas, mientras que los más difícil
es de defender se saquearon para que no tuvieran ningún valor y se prepararon para
poder demolerlos en el momento Adecuado. La munición se distribuyó en tres puntos e
stratégicos y el enorme complejo manufactorial se reforzó con paneles antiaéreos y est
ructuras de soporte, además de instalarse una vocorred en toda la zona. Toschenko
y sus oficiales usaban el manufactorum como centro de operaciones, así que los vos
troyanos no tardaron en llamar a aquel lugar la Fortaleza de Toschenko .
Vral Ant Pad ataca
Cuando la fuerza de Vral ant pad llegó al planeta, se encontró con que las tropas imperi
ales le estaban esperando bien preparadas. Otros comandantes tau habrían ofrecido
a su enemigo la oportunidad de rendirse, pero Vral ant pad había sido discípulo del impu
lsivo O Shovah y pertenecía al agresivo clan de los Vior la, por lo que lanzó su ofensiv
a sin demora. Nutridos bancos de Mantarrayas abrían el avance mientras los Cabezam
artillos bombardeaban las posiciones imperiales. Cientos de equipos de explorado
res descendían por cables de acero sobre los edificios desde los vehículos gravitato
rios y respondían al fuego enemigo para arrebatar el control de los tejados a los
vostroyanos. Una vez puestos los pies en el planeta, Vral ant pad decidió bombardear a
la Guardia Imperial hasta que se sometiera, pero los muros de la catedral y de l
a Fortaleza de Toschenko eran demasiado robustos para las armas que tenía a su disp
osición en tierra. Tras varios días de bombardeos, no parecía que las fuerzas imperial
es tuvieran intención alguna de rendirse, por lo que Vral ant pad decidió utilizar la co
bertura que le proporcionaban los bombardeos para utilizar una variante mejorada
de la filosofía kauyon (el cazador paciente) y envió al ataque unidades de Kroot co
n la intención de arrasar a los Guardias Imperiales. Pero los Kroot se encontraron
con una barrera de disparos láser que fue diezmando sus filas mientras avanzaban.
Sin embargo, poco a poco, los certeros disparos que los exploradores llevaban a
cabo con sus rifles aceleradores fueron acallando las armas imperiales y los Kr
oot consiguieron llegar hasta la catedral. Una vez dentro, los salvajes y carnívor
os Kroot abrieron una gran brecha entre los defensores vostroyanos, a quienes de
voraban a su paso.
Contraataque
Toschenko se dio cuenta de que el enemigo estaba desbaratando sus defensas una t
ras otra, sistemáticamente. No había posibilidad de victoria a menos que lanzase un
contraataque. Entre las filas vostroyanas se extendió la orden de alzarse y asalta
r a los Tau. Más de dos mil vostroyanos abandonaron su refugio en la fábrica y corri
eron por las calles sembradas de cráteres hacia la catedral, donde sus camaradas e
staban siendo aniquilados. Sedientos de venganza, cargaron al interior del edifi
cio, pero los Kroot se retiraban a toda velocidad para no enfrentarse a ellos. A
nimados por este éxito aparente, Toschenko y sus hombres, apoyados por los pocos t
anques operativos que quedaban, avanzaron para trabarse con varias unidades tau
que se habían hecho fuertes en los talleres. Los guardias imperiales apenas encont
raban resistencia mientras avanzaban por las calles vacías y la vanguardia del ejérc
ito a punto estaba de llegar a su destino cuando Vral ant pad cerró la trampa. Unidade
s de armaduras Crisis empezaron a disparar desde los tejados a los soldados que
avanzaban por las amplias calles; los tanques salían volando por los aires cuando
los misiles buscadores guiados por los rastreadores impactaban en su blindaje po
sterior y las armaduras miméticas acababan con compañías enteras.
La resistencia de Toschenko
La escuadra de mando de Toschenko, al frente del avance vostroyano, se vio sorpr
endida al descubierto por los disparos cruzados. Herido y ensangrentado, Graf To
schenko se puso en pie, arrebató la bandera del regimiento al abanderado muerto y
la levantó para exhortar a sus hombres a luchar hasta el final. Con los supervivie
ntes reuniéndose a su alrededor, comenzó la verdadera batalla. Los guerreros del fue
go tau, que sabían que su enemigo estaba herido de muerte, avanzaron disparando su
s rifles de inducción y, en cuanto llegaron hasta donde se encontraba atrincherado
su enemigo, se produjo un cruento combate.
Cientos de guerreros del fuego murieron víctimas de las bayonetas y las espadas si
erra de la Guardia Imperial, pero los vostroyanos eran muy pocos y no tenían ningu
na oportunidad. El Comandante Vral ant pad ordenó a su escolta que sobrevolara su ejérci
to y que lanzará una devastadora carga que acabó matando a Toschenko y eliminó toda es
peranza imperial de obtener la victoria. Cuando el Imperio por fin pudo destacar
soldados en Nimbosa, el Castellano Folker de los Templarios Negros envió una fuer
za de reconocimiento al lugar en el que habían muerto Toschenko y los Primeros Nac
idos Vostroyanos. El Hermano Lodhuvico informó de que las ruinas de Polía estaban se
mbradas de cadáveres de Guardias Imperiales y equipo sin tocar. No había señales de lo
s Tau entre los edificos en ruinas de Polía.

TERCERA GUERRA TIRANIDA.


La nueva amenaza
A finales de 997.M41 se perdió el contacto con varios sistemas del Segmentum Tempe
stus. El Señor Inquisidor Kryptman reconoció los signos de una invasión tiránida mucho a
ntes que el resto de sus camaradas del Ordo Xenos. Tras combatir a los Tiránidos d
urante más de dos siglos y medio, Kryptman sabía muy bien que estas criaturas tenían u
na capacidad estupenda para adaptarse y mutar y conocía muy bien las estrategias d
e las flotas enjambre. Esta es la razón por la que se llevó a cabo el Census Kryptma
n, un gran augurio astrotelepático que contactó con todo planeta documentado que se
hallase en las fronteras del Imperio. Este censo causó la muerte de docenas de ast
rópatas de alto grado, cuyas mentes se quemaron en el intento de que el censo lleg
ase a mundos más y más alejados con los que no se había establecido contacto en ciento
s de años. Pero, cuando empezaron a pasar semanas y meses y los planetas que dejab
an de responder empezaron a conformar un patrón, Kryptman confirmó el acercamiento d
e una nueva flota enjambre de gigantesco tamaño.
Este patrón consiguió que el imperturbable Kryptman se sumiera en un profundo estado
de aprensión. Los planetas con los que se había perdido el contacto se encontraban
en los Segmentum Tempestus, Ultima y Solar, indicativo de una ofensiva que prete
ndía abarcar toda la galaxia y que ya se había cobrado la vida de billones de seres.
Lo peor de todo fue la confirmación de que esta flota estaba concentrada bajo el
plano galáctico y que atacaba la parte baja del Imperio en vez de la Franja Este.
Pero eso no era todo. El ataque principal de la flota enjambre, llamada en clave
Leviathan, tenía dos tentáculos separados varios cientos de años luz entre sí. Poco a p
oco, aunque cada vez más rápidamente, se perdía el contacto con todos los planetas sit
uados entre los dos tentáculos de este ataque. Curiosamente, seguía habiendo tráfico e
spacial entre los planetas de las regiones más alejadas del Segmentum Tempestus, d
esconocedores como eran de su fatal destino. Solo había una explicación para esto: e
l vacío psíquico que acompañaba a los Tiránidos se había hecho tan fuerte que se extendía h
sta abarcar todo el espacio comprendido entre ambos tentáculos, lo que bloqueaba c
ompletamente todo contacto con esta área de espacio y hacía imposible que los refuer
zos navegasen por la disformidad hasta los sistemas sitiados. Las mandíbulas del L
eviathan estaban abiertas de par en par y deglutían grandes secciones del Imperio,
el cual podrían devorar a voluntad en caso de llegar a cerrarse.
Kryptman sabía que era prioritario destruir uno de estos dos lenguas para salvar l
as vidas de todos los que se encontraban en esta región espacial. De nada serviría e
l número de tropas y refuerzos que lograsen reclutar, pues, si no conseguían disipar
la asfixiante sombra que se proyectaba sobre la directora luz del Astronomicón, n
o llegarían a tiempo. Y lo peor de todo es que el curso de esta nueva flota enjamb
re acabaría por encaminarse hacia el corazón del Segmentum Solar, el lugar de nacimi
ento del Imperio y el trono del propio Dios Emperador.
Pero los sistemas atacados tampoco estaban completamente indefensos. Tarsis Ultr
a, un fértil y devoto planeta que se alzaba justo delante de uno de los tentáculos d
el Leviathan, acogía toda una compañía de Ultramarines, cuyos miembros aceptaron de bu
en grado el honor de defender el planeta. El capítulo de los Mortificadores, con b
ase en el cercano planeta nocturno de Posul, se unió a los Ultramarines durante la
s preparaciones para resistir el embate de la flota enjambre. Se enviaron al sec
tor Tarsis equipos de Guardianes de la Muerte dirigidos por el propio Inquisidor
Kryptman para que este pudiera aprender más de su enemigo y derrotarlo no solo co
n fuerza sino con astucia.
La defensa de Tarsis Ultra
La mayor parte de los ejércitos imperiales llegaron pocas semanas antes que los Ti
ránidos. Los veteranos de los Ultramarines se hicieron cargo del adoctrinamiento d
e la Guardia Imperial y las legiones de Defensa Planetaria del sector en las técni
cas para combatir a los Tiránidos mientras el invierno empezaba a recrudecerse y l
as flotas en órbita comenzaban a repeler los ataques de las bionaves invasoras. Al
poco tiempo empezó a caer la nieve y, junto con los copos, una torrencial lluvia
de esporas.
Las fuerzas imperiales efectuaron una retirada ordenada ante un enjambre tiránido
inimaginablemente vasto y se dirigieron al planeta central del sistema, donde tu
vo lugar una desesperada batalla final. Tarsis Ultra estuvo bajo asedio durante
varias semanas y los defensores, a las órdenes de Uriel Ventris de la Cuarta Compañía
de los Ultramarines y más tarde del propio Kryptman, tan solo conseguían aguantar el
empuje de la amenaza alienígena. Sin embargo, y a pesar de la letalidad de su def
ensa, no paraban de llegar más y más alienígenas. Las tornas no empezaron a cambiar ha
sta que Ventris y su grupo de combate capturaron un líctor de la oleada original.
El Magos Biologis Locard, un aventajado científico miembro del equipo de Kryptman,
utilizó el código genético del líctor capturado para diseñar una plaga biológica que podrí
cabar con los Tiránidos en caso de que fuese liberada en el corazón del enjambre. El
Capitán Ventris decidió encargarse de esta peligrosa labor personalmente y viajó hast
a el corazón de la flota enjambre acompañado de un grupo de combate de Guardianes de
la Muerte. Ventris llegó hasta la propia Reina del enjambre y liberó en su interior
la plaga de toxinas. Al principio no sucedió nada y todas las tropas imperiales q
ue aguardaban en el planeta pensaron que todo estaba perdido. Sin embargo, poco
a poco los Tiránidos comenzaron a atacarse entre sí, puesto que el control sináptico q
ue las dirigía había desaparecido. La contraofensiva imperial sobre la superficie de
Tarsis Ultra destruyó miles de Tiránidos y la invasión fue rechazada de una vez por t
odas.
Avance imparable
Tras la destrucción de este tentáculo del Leviathan, que avanzaba hacia Terra, los p
lanetas que antes quedaban entre ambos tentáculos empezaron a registrarse en los a
ugurios imperiales nuevamente. El plan de Kryptman para restablecer el contacto
y la comunicación había dado sus frutos. Pero esta alegría no duró mucho tiempo, pues la
s indicaciones de que sistemas enteros habían sido engullidos por la Sombra que lo
s había cubierto poco a poco llenaron las datopantallas del Ordo Xenos.
Valedor, un planeta habitado en su mayoría por peregrinos y monjes vestidos con túni
cas de tela de saco, había sido engullido en cuestión de horas. Tras el paso de los
Tiránidos, las naves de sus iglesias y catedrales se habían convertido en lagos de s
angre. San Capileno, otro planeta controlado por la Eclesiarquía y defendido por l
as Hermanas de Batalla, había resistido heroicamente durante varias semanas, pero
acabó por caer pocos días antes de que los Tiránidos fuesen expulsados de Tarsis Ultra
. Ahora, su sacrosanta superficie pertenecía a los alienígenas, sus extraordinarias
obras arquitectónicas habían sido derruidas y sus misioneros devorados y reconstitui
dos en bestias alienígenas. El mensaje inherente a estas nuevas conquistas se exte
ndió por el Imperio como una plaga: la Fe no era defensa ante los alienígenas.
La moral de las fuerzas imperiales bajaba a medida que los planetas del Imperio
eran consumidos. Kryptman y sus aliados no podían estar en todos los lados al mism
o tiempo y la flota enjambre se hacía más y más fuerte con cada mundo devorado. Además,
no se podían enviar refuerzos desde el Este, pues un ¡Waaagh! orco procedente del im
perio del Archipirómano de Charadón pretendía sacar partido de la ausencia de gran par
te de los efectivos de los Ultramarines en las fronteras del territorio.
El venerable Inquisidor Kryptman, muy a su pesar, ordenó que se estableciese un co
rdón galáctico. Su plan consistía en evacuar una serie de planetas que se encontraban
en el camino principal del Leviathan y destruirlos para que la flota enjambre no
dispusiera de materia prima para alimentar sus bionaves. De esta manera ralenti
zaría su avance lo suficiente como para que las flotas Solar y Tempestus llegasen
hasta el lugar. Por tanto, todos los planetas al otro lado de este cordón serían obj
eto de un Exterminatus justo en el momento en que los Tiránidos descendiesen para
alimentarse de ellos. Kryptman sostenía la teoría de que, de esta manera, el enjambr
e invertiría mucha energía en controlar un mundo, solo para acabar con todos los ser
es vivos que tuviese en él bombardeados por torpedos ciclónicos y bombas víricas. Al t
omar esta cruda e insensible decisión, Kryptman había condenado a billones de seres
vivos al exterminio. Hasta la fecha, este es el acto de genocidio de mayores pro
porciones que el Imperio se ha infligido a sí mismo desde la Herejía de Horus.
A la decisión de abandonar cientos de planetas ante el avance alienígena se opusiero
n muchos. Multitud de influyentes inquisidores exigieron que Kryptman fuese decl
arado Traitor Excomunicatus. Los detractores de Kryptman le acusaron de radical,
traidor y estúpido cuando los mundos devastados fueron conquistados por los Orkos
que avanzaban por delante de los Tiránidos. Se emitió una Carta Extremis mediante l
a que se le desposeía de su título y que le obligaba a ocultarse como si fuera un cr
iminal de la peor calaña.
Sin embargo, la realidad es que el avance de la Flota Enjambre Leviathan empezó a
ralentizarse hasta convertirse en un mero gateo. Entre los planetas abandonados
a su suerte se encontraba Tesla Prima, un planeta antaño controlado por el Adeptus
Mechanicus de Gryphonne IV en el que se probaban armas y que ahora se encontrab
a en manos de los Orkos. Los nuevos habitantes pieles verdes estaban contentísimos
de poner sus manos en un planeta lleno de armamento extremadamente destructivo
y poco fiable, y desde el espacio podían verse las grandes explosiones que se prod
ucían mientras los Orkos probaban sus nuevos "juguetes".
Cuando las enormes bionaves del Leviathan descendieron sobre Tesla Prima, el Imp
erio se encontró con una recompensa mucho mayor de la que podía esperar. La virulent
a guerra entre Orkos y Tiránidos, que se aparecía en los sueños de los astrópatas que aún
le eran leales a Kryptman, parecía estar cobrándose un gran porcentaje de víctimas en
ambos bandos invasores. Incluso en el cercano planeta agrícola Rigant, un planeta
otrora pacífico cuya superficie estaba cubierta de campos dorados y poco más, se des
arrollaba una guerra de grandes proporciones entre ambas razas alienígenas. Este d
escubrimiento, junto con lo aprendido sobre el avance de la Flota Enjambre Krake
n, resultaron de vital importancia para la estrategia de Kryptman.
La batalla de Gryphonne IV
Hubo gente dentro del cordón dibujado por Kryptman que no quiso abandonar sus hoga
res ante el Exterminatus; aquellos con la influencia suficiente como para desobe
decer la orden directa de un Señor Inquisidor. Aunque le causó gran pesar hacerlo, e
l Adeptus Mechanicus abandonó Tesla Prima y decidió defender Gryphonne IV hasta la m
uerte. Este era uno de los principales mundos forja de la galaxia, un gigantesco
planeta recubierto de acero en el que había una profusa actividad mecánica. Se trat
aba también del planeta natal de los Grifos de Guerra, una de las más poderosas legi
ones del Adeptus Titanicus. Gracias a las legiones skitarii, los servidores de c
ombate pretorianos y el poder militar de las creaciones mecánicas de los tecnomago
s, este planeta tenía muchas más posibilidades que cualquier otro de sobrevivir al a
taque del Leviathan. El Adeptus Mechanicus, con la fría eficacia que le caracteriz
a, se preparó para la guerra en solitario en un sistema abandonado.
Una batalla de proporciones épicas se desató en cuanto las esporas micéticas empezaron
a caer como la lluvia sobre la superficie de acero del planeta. Legión tras legión,
los altamente sofisticados Skitarii marchaban al unísono y ponían fin metódicamente a
progenies enteras de gantes antes de que estos abandonasen siquiera sus cápsulas
espora. Cuando la lluvia de esporas arreció, las unidades de pretorianos de tracción
total cobraron vida y empezaron a disparar sus pesadas armas, con lo que el bri
llante paisaje de metal se tornó oscuro con la espesa sangre del invasor.
En una hora la tierra empezó a temblar bajo los pasos de los titanes, las temibles
Deidades Mecánicas, que emergían de sus hangares catedral para trabarse en combate
con las monstruosidades biológicas que oscurecían el manufactorum como si de gigante
scas arañas se tratase. Pero el combate estaba muy igualado y por cada adversario
de grandes proporciones que cada titán conseguía abatir, una Deidad Mecánica caía derrib
ada por gigantescas garras y enormes escupitajos de piroácido. La superficie terre
stre sufrió las maniobras de los gigantes durante varios días en los que ni las fuer
zas del Adeptus Mechanicus ni los enjambres tiránidos dieron su brazo a torcer.
Sin embargo, a pesar de la férrea resolución de los tecnosacerdotes y las grandes ba
jas que sus creaciones estaban causando en el invasor tiránido, sus fuerzas acabar
on por verse ampliamente superadas en número. Los potentes titanes de los Grifos d
e Guerra fueron abatidos uno a uno hasta que no quedó ninguno para defender las fo
rjas que los habían visto nacer. El planeta fue desprovisto de toda vida en cuestión
de días. La Flota Enjambre Leviathan había conseguido dar un paso más.
La jugada de Kryptman
A pesar de haber sido expulsado de la Inquisición, Kryptman no estaba dispuesto a
abandonar la galaxia a su destino. La batalla por Tesla Prima y su captura de un
Tiránido vivo en Tarsis Ultra le habían convencido de que había una manera de ralenti
zar, quizá incluso detener, el avance de la Flota Enjambre Leviathan sin sacrifica
r más vidas humanas.
Kryptman y un pequeño grupo de combate de Guardianes de la Muerte que todavía le era
n fieles volvieron a interponerse en el camino de la flota enjambre. Pero esta v
ez no tenían la intención de combatir ni de coordinar la defensa de alguno de los pl
anetas bajo asedio. Kryptman sabía que el Leviathan tenía un tamaño tan grande que qui
zá fuera imposible detenerlo, incluso con la ayuda combinada de las flotas imperia
les de diferentes sectores.
El grupo de combate genocida descendió al laberíntico planeta de Carpathia, declarad
o Perdita por los desesperados inquisidores que usurpaban en aquel momento el pa
pel de Kryptman. Allí efectuaron la mayor de las gestas que habían llevado a cabo ha
sta el momento: capturar con vida toda una progenie de genestealers dentro de un
campo de estasis y subirla desarmada a bordo de su navío. Kryptman y su equipo co
nsiguieron su objetivo, aunque para ello tuvieron que hacer largos preparativos
y sacrificar las vidas de alguno de los mayores héroes de los Guardianes de la Mue
rte. El anciano inquisidor abandonó las catacumbas de Carpathia sin cambiar su adu
sto semblante y subió con una carga letal a su nave, la cual alimentó sus motores al
máximo y huyó con premura de aquel planeta condenado.
Una semana después, el pecio espacial Llama de la Perdición salió de la disformidad ju
sto delante de la flota enjambre. El equipo de Kryptman escondió a los genestealer
s en las profundidades del pecio y rompió el campo de estasis cuando estuvo a salv
o. A continuación, los Guardianes de la Muerte utilizaron los teletransportadores
del navío para lanzar megatones de potentes explosivos a la superficie de Gheist,
una luna cercana. La explosión que provocaron no solo destruyó la estrella, sino que
desvió el curso del pecio espacial hasta lo más profundo del imperio que los Orkos
habían construido en Octavius. Este salvaje imperio, aproximadamente del tamaño de U
ltramar, era una constante molestia para el Imperio.
No pasó mucho tiempo hasta que los piratas orkos abordaron el pecio con la intención
de saquearlo. Los Orkos fueron emboscados y contaminados por los alienígenas que
viajaban en la nave. Cuando los pieles verdes volvieron a sus bases, lo hicieron
con una carga inusual. Los genestealers se multiplicaron rápidamente en aquel lug
ar con una actividad tan frenética y no tardaron en infestar las ciudades colmena
de las que se habían apropiado los Orkos. Aunque la progenie de genestealers origi
nal había sido exterminada, la infestación genestealer no tardó en hacerse evidente en
todo el imperio de Octavius. En poco tiempo, la marca psíquica de los genestealer
s era lo suficientemente fuerte como para atraer la atención de la vanguardia de l
a Flota Enjambre Leviathan, que cambió su rumbo hacia aquel sistema lleno de vida
y se olvidó de los planetas muertos que conformaban el Cordón de Kryptman.
Por suerte para el alto mando imperial, el camino seguido por la imparable horda
tiránida parecía alejarse del Imperio y adentrarse en el sistema Octavius. Ninguno
de los integrantes de este alto mando podía explicarse el repentino cambio de rumb
o del Leviathan; pero las flotas imperiales, que habían sufrido graves bajas en la
s últimas semanas, tuvieron la oportunidad de reagruparse y realizar reparaciones.
La guerra entre el imperio orko y los invasores tiránidos, observada de cerca por
intrépidos grupos de combate, se recrudecía por momentos y no parecía tener final.
Hay algunos en la Inquisición que han estudiado las posibles consecuencias de esta
manipulación de la amenaza alienígena. Aunque el plan de Kryptman tuvo éxito y los Ti
ránidos y los Orkos están ocupados en destruirse entre sí, también es cierto que ambas r
azas evolucionan con la guerra. Esto nos deja ante la posibilidad de que la Flot
a Enjambre Leviathan emerja aún más fuerte de este conflicto tras asimilar grandes c
antidades del ADN que hace de los Orkos una raza capaz de sobrevivir en cualquie
r situación. De hecho, planetas cercanos han enviado fotoarchivos de organismos ti
ránidos mucho mayores que los conocidos hasta ahora. Esta posibilidad resulta tan
horrible que es mejor no pensar en ella.
El Imperio ha ganado algo de tiempo, lo mejor que podía sucederle, pero a costa de
la defunción de cientos de planetas y la posibilidad de tener que enfrentarse a u
na amenaza mucho peor en el futuro.

LA GUERRA POR OCTARIUS


La guerra por Octarius
La Flota Enjambre Leviathan fue la última bioflota tiránida en penetrar en el espaci
o imperial. Atacó la franja sur de la galaxia en dos frentes como si se tratara de
la mandíbula de alguna bestia galáctica. Aunque uno de los tentáculos de Leviathan fu
e bloqueado por contramedidas drásticas imperiales, el otro era demasiado poderoso
para ser detenido. Viajó aún más por la galaxia conocida hasta que sus organismos de
vanguardia detectaron el imperio orko de Octarius. Esta rica fuente de biomasa n
o podía ser ignorada. La Flota Enjambre desvió su trayectoria y atacó los sistemas ork
os. Una gran porción del espacio estalló en una enorme guerra sin fin.
La desaparición de Orrok
A los Orkos poco les importa la comunicación interplanetaria más allá del lanzamiento
de insultos a larga distancia y, por eso, el mundo originalmente imperial de Orr
ok no pudo hacer nada por prever su destino. Cuando las grotescas bionaves tiránid
as se amontonaron en el sistema y las esporas tiránidas empezaron a oscurecer los
cielos, la reacción de los Orkos que habían conquistado Orrok fue únicamente de perple
jidad. Se produjo un terrible estruendo sobre los asentamientos y chatarrerías de
Orrok y los cielos pasaron de ser azules a ser grises, y posteriormente negros.
Los psíquicos Eztrambótikos de las tribus de Orrok empezaron a farfullar aterrorizad
os, algo se abría camino a sus espaldas, algo con un hambre infinita que se centra
ba en la carne orka como el ojo de un depredador famélico. Unos pocos intentaron d
ar el grito de alarma, pero ya era demasiado tarde.
La tormenta estalló. Junto a la lluvia aparecieron un millón de minas espora y cada
una de sus glándulas de desembarco almacenaba una progenie de organismos guerreros
. Los Orkos apenas tuvieron tiempo de agarrar sus armas y encargarse de todo lo
que quedaba en las redes de defensa de Orrok antes de que la invasión los alcanzar
a. Oleada tras oleada, los Gantes arremetieron contra las fortificaciones, antaño
imperiales pero que ahora llevaban la marca de los pieles verdes. La tierra que
había bajo sus pies se convirtió pronto en una manta de piedras color carmesí, de sang
re y fluido alienígena.
Para la mente orka, la mejor forma de defensa es aplastar al enemigo hasta la mu
erte. No pasó mucho tiempo antes de que una marea de guerreros pieles verdes aulla
ntes irrumpiera precipitadamente entre las hordas tiránidas. Los hiperagresivos Or
kos encontraron a sus adversarios en la vanguardia de la horda tiránida. Miles de
alienígenas de ambas razas murieron en cuestión de segundos, espadas y garras hundid
as en sus víctimas. Los garrapatos carnívoros y los devoradores tiránidos se enzarzaro
n a ras de suelo, mientras que los Gantes y guerreros orkos se hacían trizas y se
acuchillaban sin cesar. Se perdió toda clase de estrategia, sustituida por una fur
ia ciega. Los kaudillos orkos y su corpulento séquito de Noblez cargaron contra la
s progenies de guerreros tiránidos y Cárnifex, aplastándose y rebanándose los miembros l
os unos a los otros. Los grandes garrapatos mamut bajaron sus colmillos y embist
ieron a los biotitanes, quienes saltaron sobre su nueva presa con tanta fuerza q
ue hicieron temblar la tierra. A nivel microscópico, las células fágicas de los tiránido
s combatían por consumir la agresiva expansión de las esporas orkas. En todas las zo
nas, a todas las escalas, entre todos y cada uno de los habitantes e invasores,
Orrok estaba acosado por una gran guerra.
Cuando la imparable tormenta de minas espora cayo del cielo, todos y cada uno de
los pieles verdes que había sobre Orrok se encontraron luchando por su vida. Much
os tiránidos fueron abatidos por las rebanadoras, garras de combate y balas, pero
la horda no pudo ser aniquilada. Lenta e inevitablemente, los Tiránidos empezaron
a obtener ventaja. Murmullos de pánico se extendieron por los ejércitos Orkos confor
me se iban dando cuenta de que eran superados en número y rodeados. No había ningún si
tio al que ir. Cuando cayó la noche, todos los pieles verdes que había sobre Orrok e
staban muertos; sus cuerpos se reconstituían y se canalizaban hacia las bionaves p
ara crear aún más Tiránidos. La muerte había llegado al sector Octarius.
La guerra por Octarius
El Diablo de Octarius radiaba de alegría al escuchar las noticias, de la desaparic
ión de Orrok. Después de todo, los Orkos amaban la buena lucha y parecía que los chico
z de Orrok habían encontrado a alguien con quien combatir. El Diablo empezó a reunir
a las tribus de Octarius y a preparar sus defensas. Cuando las Flotas Enjambre
se posaron en el mundo montaña de Octarius, se encontraron con una terrible sorpre
sa.
Los días pasaban tan lentos como cuando a un kanijo le toca limpiar. Justo cuando
el Diablo empezaba a calmar su aburrimiento combatiendo al primero que se cruzab
a en su camino, los cielos de Octarius empezaron a oscurecerse y las primeras mi
nas espora empezaron a caer. Una gran ovación se extendió por todo el continente de
Octarius, haciendo temblar la nieve que se posaba en los picos de las montaas. P
or una vez, el combate había llegado a los Orkos.
Anarquía y muerte
La invasión no tardó en llegar. La gran cantidad de minas espora fue asaltada por an
danadas de balas cuando los cañones quad y los kañonez derribadorez de la red de def
ensa de Octarius abrieron fuego. La cantidad total de munición que se revolvió en el
aire fue tal que los Orkos no podían fallar. Pronto, la lluvia se hizo más espesa g
racias a los trozos de carne alienígena que se desplomaba hacia las líneas de defens
a del suelo. Desde el oeste, las oscuras nubes de tormenta parecían resucitar, rev
oloteando y agitandose cada vez más cerca. Una tormenta de balas cayó sobre las corr
eosas alas y los caparazones viscosos de las gárgolas tiránidas, paralizándolas y haci
endo que cayeran en picado sobre los valles de Octarius. Los kópteros y cazabom ba
rderos, cuyos pilotos tenían ganas de combate, rugieron en las montañas orkas y se d
irigieron directamente a luchar contra las bestias invasoras.
Cuando los voladorez orkos se acercaban, algunas de las formas más grandes de las
nubes enjambre se convirtieron en horrores alados del tamaño de trenes blindados q
ue caían en picado y arremetían contra los Orkos que se aproximaban. Los salvajes caño
nes interceptores proyectaban lanzas verdes de energía pura que se dirigían contra l
os monstruos tiránidos. Los zoldados de azalto activaban sus kohetez propulzores y
ascendían hacia el cielo para unirse al combate mientras a su alrededor caían ruina
s quemadas, orkos muertos y fluido en forma de letal lluvia.
En los valles y pasos de Octarius, los soldados orkos empezaron a refunfuñar y a s
oltar tacos. Parecía que los artilleros y los voladores se divertían bastante. Mucho
s de los guerreroz habían empezado a trepar por las pendientes, sujetando las reba
nadoras con la boca por si tenían que saltar al combate. De repente, en un movimie
nto letal, las bestias acechadoras de los tiránidos salieron de la nieve y atacaro
n con sus guadañas y garras dentadas. De los abismos y grietas que había tras los so
ldados orkos salieron numerosas progenies de Genestealers; guerreros de múltiples
extremidades, presurosos por aniquilar y mutilar.
Los guerreroz orkos chillaron de placer, mientras se pegaban los unos a los otro
s y aguardaban ferozmente antes de cargar ansiosamente hacia los recién llegados.
La aullante marea de guerreroz impactó en el cuerpo principal de las bestias de va
nguardia con tal fuerza que lanzaron a los Genestealers de nuevo hacia las griet
as, y los Orkos se zambulleron tras ellos mientras la imparable velocidad de la
marea verde los llevaba a la muerte.
Los acechantes Líctores escalaban las montañas sin apenas esfuerzo gracias a sus res
istentes cuerdas de nervios espinosos, para poder escapar del tumulto iniciado d
ebajo suyo. Los abucheos de los guerreroz orkos se silenciaron cuando los Líctores
se acercaron los emplazamientos de los cañones. Uno a uno, los cañones quad se fuer
on acallando.
En el espacio de unos pocos segundos, la lluvia de minas espora se hizo más fuerte
y parecía doblarles en ferocidad. Se abrieron todas las cápsulas de toxinas que había
sobre la montaña para dejar caer a más bestias sobre la convulsa batalla. Los Cárnife
x y Tiranos de Enjambre arremetieron al combate salpicando nieve y sangre, aniqu
ilando a decenas de bestias menores únicamente con su impacto. Cada vez más Tiránidos
fluían por los pasos de la montaña para encontrarse con el mismo número de Orkos lucha
ndo con uñas y dientes para conseguir llegar a la línea frontal. Los cuerpos caían y l
os desafortunados impactos de la artillería hacían un ruido sordo y explotaban por t
odos lados. Nunca antes el mundo de Octarius había presenciado este caos; a medida
que salían más y más minas esporas de las bionaves, parecía que la cosa solo podía empeor
ar.
Un WAAAGH! sin fin

La guerra sobre Octarius sigue rugiendo, pero ahora se ha expandido por todo el
sector. Cada acre de tierra está envuelto en un sangriento combate entre dos razas
alienígenas. Las naves enjambre se reproducen a tal velocidad que la lluvia de Ti
ránidos desde el cielo hacia territorio orko no tiene fin. Del mismo modo, tampoco
hay escasez de Orkos para continuar luchando, ya que cuando los pieles verdes m
ueren, sus cadáveres emiten miles de esporas que se establecen y crecen los rincon
es más fríos y húmedos de bastiones, grietas y barracas por igual. A su alrededor, los
Tiránidos evolucionan y adaptan nuevas maneras masacrar a los adversarios orkos,
al mismo tiempo que los Orkos se hacen más grandes y fuertes para su guerra contin
ua. Los augurista y xenosabios del Imperio observan la guerra por Octarius desde
lejos, contentos de dejar que sus enemigos luchen hasta la muerte, pero los más s
abios saben que la amenaza más seria para el imperio será aquella que sobreviva a es
ta batalla.

LAS FLOTAS OLVIDADAS


Muchos de los Magos Biologis que se consideran expertos en la naturaleza de la a
menaza tiránida creen que los Tiránidos de Behemoth no eran los primeros en llegar a
nuestra galaxia, pero sí los primeros en hacerlo en gran número. Las evidencias arq
ueológicas indican contactos esporádicos con los Tiránidos mucho antes del M.41. Pese
a que no se sabe con certeza si estos individuos formaban parte de protoflotas e
njambre o si eran organismos que avanzaban por delante de las flotas enjambre en
busca de galaxias que devorar, ciertos informes imperiales han causado gran con
troversia entre los que aseguran entender el porqué de la presencia tiránida en nues
tra galaxia. Importantes miembros del Ordo Xenos, incluido el Inquisidor Kryptma
n, afirman que estos organismos eran exploradores y la primera etapa de una futu
ra infestación que no supondría amenaza alguna en la actualidad de haber sido exterm
inada de raíz en su momento.
El rastro alienigena
Algunos de los organismos encontrados en planetas que se encuentran en el interi
or del Imperio se han granjeado una reputación legendaria, no solo por su ferocida
d, sino también por la ausencia de ancestros en su ecosistema. El xenorganismo con
ocido como diablo de Catachán, un gigantesco depredador miriápodo que siembra el ter
ror en las junglas de Catachán, tiene muchas similitudes con los devoradores encon
trados hasta ahora en el Imperio y con el mántifex, una subespecie de guerrero tirán
ido. Esta criatura puede alcanzar el tamaño de un tren terrestre y goza de una rep
utación tan temible que los guerreros indígenas de Catachán utilizan su nombre para de
nominar a sus mejores soldados. Los mismos xenobiólogos que creen que los frondoso
s planetas letales son lugares que están experimentando la primera etapa de la inf
estación tiránida defienden que las criaturas como el diablo de Catachán son descendie
ntes de organismos tiránidos de vanguardia que se quedaron aislados de la flota pr
incipal y que han evolucionado de manera diferente a la de los demás Tiránidos para
tener mayores probabilidades de supervivencia. Otro ejemplo es la raíz de cerebro,
un descendiente de la sanguijuela de córtex tiránida, y el kraken, un enorme depred
ador marino que patrulla las profundidades de los océanos helados del mundo letal
de Fenris.
Tiamet, M.35
Tiamet era el nombre que había recibido un gran sistema binario de la Franja Este
descubierto en el M.35 por una flota de exploración que llegaba de Triplex Phall.
La particularidad de Tiamet era que contenía al menos siete enormes planetas con v
ida y una hueste de pequeños planetoides. Muy a su pesar, los exploradores descubr
ieron que toda biosfera del sistema conformaba un mundo letal de lo más voraz.
Independientemente de si los planetas estaban formadas en su mayoría por selvas, h
ielo, desiertos o roquedales baldíos, sus superficies estaban cubiertas de formas
de vida extremadamente inteligentes que se arremolinaban, multiplicaban y se dev
oraban entre sí, pero que se unieron ante la intrusión del ser humano y resultaron s
er extremadamente peligrosas. Los xenólogos determinaron que todas las formas viva
s del sistema tenían ancestros comunes y que habían desarrollado diferentes maneras
de viajar de un planeta a otro con la intención de poblar nuevos territorios.
Los exploradores llegaron a la conclusión de que su propio navio podría estar contam
inado tras entrar en contacto con las formas alienígenas y decidieron someterse a
una cuarentena en Tiamet. Sobrevivieron y enviaron informes durante ciento sesen
ta y dos horas antes de sucumbir a los letales habitantes de aquellos fecundos r
einos. Tiamet fue bombardeado con misiles de fusión en varias ocasiones, pero nunc
a se consiguió que la vida que había en él se extinguiera. En la actualidad, el planet
a es parte de la zona engullida por la Flota Enjambre Kraken, por lo que se desc
onoce la suerte que ha corrido.
La mayoría de las teorías sobre Tiamet lo consideran un experimento de implantación en
el que se habría introducido algún tipo de semilla tiránida, probablemente un código mo
lecular de ADN. La semilla tiránida llegó al sistema posiblemente entre basura cósmica
o en vientos solares y se extendió libremente hasta crear su propia y rudimentari
a Mente Enjambre y un ecosistema depredador. Hoy en día se cree que el genestealer
llegó a las lunas de Ymgarl desde Tiamet a bordo, paradójicamente, de los navios en
viados para destruirlo.
Ouroboro, M.36
En M.36 el cardenal de Thracia Primaris, Miriamulus el Anciano, recogió la histori
a de la Legión del Ouroboro que antaño plagaba el sector Helicán. Escribió que esta legión
estaba compuesta por "entidades aladas envueltas en las llamas del infierno" qu
e descendían de los cielos y desposeían la superficie del planeta de todo signo de v
ida. Aunque a primera vista podría ser confundida con una incursión del Caos, una le
ctura más profunda revela detalles de los ataques de los monstruos que "eran vomit
ados de las tripas de bestias descomunales" y cuyo gran número "oscurecía la luz del
sol".
Un análisis exhaustivo del Señor de Titanes Mechanica Cranus, un renombrado veterano
de las Guerras del Ouroboro, descubre cicatrices características del bioplasma y
quemaduras de piroácido efectuadas con bioarmas tiránidas. Se cree que los Lobos Esp
aciales también tienen trofeos de bioformas de tipo tiránido que datan de esta época,
incluido el Huevo del Kraken. El cardenal dice que el propio Emperador dirigió una
cruzada contra las bestias del Ouroboro que tuvo su momento cumbre en una batal
la que duró doce días sobre una abertura disforme muy cercana al Ojo del Terror. Sin
embargo, las técnicas de augurio dicen que el daño sufrido por Cranus ocurrió después d
e la Herejía, lo que hace bastante improbable la presencia del Emperador en dicha
campaña.
Existe la teoría de que algunos Tiránidos avanzaban por delante de su flota mediante
peligrosas corrientes disformes que los llevaban hasta el Ojo del Terror. Esto
explicaría la presencia de flotas tiránidas menores en otros Segmentum además de en el
Tempestus. Estas criaturas habrían sufrido graves distorsiones temporales, mutaci
ones y canibalismo durante su viaje. Actualmente, la teoría que afirma que los Tirán
idos utilizaron conscientemente las corrientes disformes para navegar por la gal
axia no se sostiene.
Collossus, M.38
Varias y numerosas flotas nómadas de navios con una curiosa forma de concha fueron
avistadas en los Segmentum Tempestus y Ultima a finales de M.38 y de ellas se d
ice que guardaban gran parecido con las flotas enjambre. Se sabe que las criatur
as centauroides que viajaban a bordo de dichas naves se comunicaban telepáticament
e con otras razas, a diferencia de todos los demás organismos tiránidos conocidos. L
os habitantes de Collossus decían ser esclavos que escapaban de sus opresores; per
o sus frecuentes contactos con otras razas alienígenas y los intentos para instala
rse en el espacio imperial levantaron suspicacias y fueron declarados Xenos Horr
ibilis a principios de M.39.
A consecuencia de esto se produjeron las xenocidas Guerras de Zorastra y Attila,
que duraron quince años. Esta raza alienígena se lanzó contra la Humanidad con aterra
dora fiereza y mostró así su verdadera y letal naturaleza nada más ser declarada Xenos
Horribilis. El último de los navios inventariados de Collossus fue abatido por de
fensas orbitales sobre Zorastra en 226.M39. El impacto de sus restos destrozó el h
emisferio norte, que permaneció inhabitable hasta finales del M.41. Es ahora cuand
o los exploradores están uniendo las piezas correctamente y desentrañando la verdad.

LA CRUZADA DE LA BAHÍA DE OFIDIO


No todas las cruzadas de los Templarios Negros movilizan a gran cantidad de efec
tivos, algunas están compuestas por una sola nave y los soldados que caben en ella
. Una de estas cruzadas fue dirigida por el Castellano Raimer, comandante del cr
ucero de asalto Bahía de Ofidio y superviviente de la fracasada Cruzada de Garon.
Raimer dirigió a los noventa Templarios Negros a su cargo en una cruzada por una z
ona de espacio sin explorar perteneciente al Velo, en el sur de la galaxia.
Los planetas periféricos de un sistema en que descubrieron vida estaban habitados
por un floreciente imperio de primitivos alienígenas que vivían en enormes ciudades
de oro y adoraban a un ser que conocían por el nombre de "Voz del Emperador". Raim
er tenía curiosidad por saber qué tipo de ser se escondía tras este nombre y decidió des
truir todos sus templos antes de atacar con sus guerreros.
Al tiempo que la cruzada avanzaba, los Templarios Negros descubrieron que muchos
de los planetas que visitaban ya habían sido destruidos por una fuerza mucho más po
derosa que la suya. El Bahía de Ofidio era una nave muy rápida y, mientras se acerca
ba a los planetas centrales, sus sensores detectaron una pequeña flota de navíos que
abandonaban la órbita de otro planeta devastado.
Los augures determinaron que se trataba de Marines Espaciales del capítulo de los Án
geles Oscuros. Raimer y el Señor de los Ángeles Oscuros intercambiaron elaborados sa
ludos en gótico culto y los Templarios Negros se ofrecieron para combatir a los al
ienígenas junto al ilustre capítulo de la Primera Fundación.
Los Ángeles Oscuros aceptaron a regañadientes la ayuda de los Templarios Negros.
La batalla final de la Cruzada del Bahía de Ofidio se libró en el recinto dorado del
Templo de la "Voz del Emperador", el último refugio de un individuo misterioso qu
e, de algún modo, había logrado dominar a todo un imperio alienígena para convertirlo
en su feudo personal. Blasfemias como esta no pueden permitirse, por lo que, jun
to a sus guerreros de los Ángeles Oscuros que proseguían el ataque al sistema, el Ca
stellano y hermano de armas Raimer lideró a los Templarios Negros en el asalto a l
a fortaleza Dorada del alienígena.
Mientras los Ángeles Oscuros aniquilaban el ejército alienígena a distancia con la pot
encia de sus escuadras de devastadores, los hermanos de armas al mando del Paladín
de Emperador Korbinian, destruyeron la puerta principal de la fortaleza gracias
a los disparos del cañón de fusión de un Land Raider Cruzado. La tecnología alienígena er
a avanzada y aterradora ya que sus guerreros tenían la habilidad de hacerse invisi
bles en el campo de batalla; por si fuera poco, sus armas superaban la formidabl
e protección de las servoarmaduras gracias a extraños rayos multifásicos. Aunque el núme
ro de guerreros era inferior a cien, los Templarios Negros se abrieron paso a tr
avés de la cortina de fuego y rompieron una brecha enorme en una sala del centro d
e la fortaleza, aunque Korbinian tuvo la sensación de que les habían dejado llegar h
asta allí.
En el centro de la cámara se encontraba sentada una curiosa figura, ataviada con u
na armadura negra como la de los Marines Espaciales. Cuando los Templarios Negro
s entraron, la figura se puso en pie y los marines pensaron que era uno dellos.
Llevaba una espada a la espalda y dos pistolas al cinto, pero el guerrero no les
atacó sino que simplemente sonrió, como si le hubieran sorprendido agradablemente y
, a continuación dijo: "Vosotros no sois los cachorros del león, ¡qué curioso!"
Como se trataba de un Marine Espacial, Korbinian le contó la noticia de su descubr
imiento al Castellano Raimer, y este decidió que debían llevar al prisionero a el Ba
hía de Ofidio para interrogarle (una decisión que Raimer lamentaría en breve cuando lo
s Ángeles Oscuros descubrieron lo que había pasado).
En cuanto Raimer llegó a su nave, el comandante de los Ángeles Oscuros se puso en co
ntacto con él y le exigió que le devolviera el prisionero. Al principio, Raimer se o
puso, pero, en cuanto los sensores de alerta de su nave indicaron que los navíos d
e los Ángeles Oscuros estaban transmitiendo energía a sus sistemas de armas, supo qu
e no le quedaba otra opción que obedecer. Raimer entregó el prisionero a los Ángeles O
scuros, que abandonaron el sistema sin decir palabra.
La suerte que ha corrido el Bahía de Ofidio es todo un misterio, pues, tras una únic
a comunicación con el sistema de salto en ruta, el Castellano Raimer no ha vuelto
a ponerse en contacto con ninguna de las fortalezas de los Templarios Negros.

LAS CRUZADAS DE LOS TEMPLARIOS NEGROS


La cruzada del ojo de centrati
Una partida de guerra Eldar Oscuro habia asaltado duna estación de defensa estelar
masiva llamada "el Ojo de Centrati", mato al personal de la estación o los dejo c
omo esclavos y giró sus armas contra las ciudades de Centrati, matando a miles sob
re la superficie del planeta.
Los Eldar Oscuro, sin embargo, era inconsciente de la presencia de un Crucero de
Batalla de los Templarios Negros,que entraron sin se detectados en la órbita. Los
Templarios Negros se habian colocado del otro lado del planeta cuando recibiero
n las angustiosas vocotrnasmisiones de la plataforma de defensa y descubrieron l
as descargas de energía masivas dirigidas a la superficie.
Los Templarios Negros asaltaron salvajemente la estación espacial y a su sorpresa
fue mayuscula al ver que no solo se enfrentaban a Eldars no sólo Oscuros, si no ta
mbién a otros Eldar,estos de undo astronave. Ambos enemigos,hermanos de raza lucha
ban el uno al otro en la estacion de defensa. Los Templarios Negros no se preocu
paron por esto, y durante varios meses se dedicarona a exterminar a los eldar de
una y otra raza,sin excepcion. La estación espacial fue vuelta a tomar y se limpi
aron de la superficie del planeta la corrupción Xenos.
La cruzada geonide
Durante la Cruzada Geonide apelaron a los Templarios Negros para ayudar a la Inq
uisición a recuperar información vital y artefactos.
El planeta Geonide almacenaba en instalación de investigación Imperial, donde miembr
os del Adeptus Mechanicus trabajaban en diferentes proyectos para la Flota Imper
ial, como nuevas unidades de propulsión y tecnologías láser,gran catidad de artefactos
. La investigación implicaba artefactos secretos y reliquias, trayendo con ello el
riesgo de la creacion de aberraciones heréticas.
Sin advertencia, Geonide tuvo que afrontar una rebelión abierta en sus ciudades, c
on grandes daños para la población y con el cierre de las instalaciones de investiga
ción.
Se descubrio que un grupo de psiqucos latentes fueros corrompidos por los podere
s impíos y las mentira del Caos. Ellos abrieron una grieta en la realidad usando l
as energías de la disformidad.En un año ,el 75 % de la población de Geonide se había caído
en el Caos y habían formado un ejército, juntos con Demonios y otras criaturas disf
ormes.
Métodos normales para reclamar el planeta fallaron por completo y la Inquisición pid
ió un Exterminatus. Sin embargo, antes de la ejecución del Exterminatus, los Templar
ios Negros fueron enviados para recuperar artefactos valuosos, documentos de inv
estigación y el personal Imperial que no fue corrompido por el caos.
La cruzada de Declates
Durante Waaagh! Gitzmott, mundos enteros en el sistema Declates cayeron de la no
che a la mañana. Los Puños Carmesíes fueron enviados rápidamente para tratar de acabar c
on los invasores Orkoz. Desde su llegada, el Capítulo se anotó victoria sobre victor
ia gracias a sus ataques relámpagos.
Sin embargo, los Puños Carmesíes comenzaron a perder terreno ya que la invasion era
inmensa. La ayuda tenia que llegar y rápido. El ejército Orko marchaba hacia el Mund
o de Forja de Declates IV y las colmenas pobladas densamente de V Declates,dos o
bjetivos vitales. El Imperio no podía la caída de estos dos puntos estrategicos. Tem
plarios Negros recibieron la llamada de sus hermanos de armas, y pronto la campaña
fue devuelta a una especie de equilibrio. En Declates VII el destino del sistem
a quedaria decidido.
Gitzmott fue localizado y muerto en los llanos estériles del planeta por el Paladi
n del Emperador. Ahora sin un líder, las fuerzas de Gitzmott se sintieron perdidas
y abandonadas en el campo de batalla. Aprovechando esta situacion, la campaña se
comvirtio en una operación de limpieza planetaria de orkos. Tanto Puños Carmesíes como
Templarios Negros consiguieron victorias contundentes ,aun cuando las probabili
dades contra ellos eran a menudo de cinco a uno. A pesar de estas dificultades,
ambos Capítulos ganaron gran renombre en el campo de batalla y son los héroes del Si
stema Declates. Se conocen estas batallas de los Puños Carmesíes y Templarios Negro
como la Cruzada de Declates.
Hermanos de Armas, Hermanos de Sangre
Como un símbolo de hermandad contra lo que pareció ser un enemigo innumerable, los A
startes de ambos Capítulos cambiaron la iconografía de su capitulo y a menudo luchad
o en escuadras mixtas. Los Templarios Negros pintarón sus guanteletes izquierdos r
ojos, y los Puños Carmesíes pintaron una cruz de Templario en su rodillera derecha.
Este gesto insólito de unidad demostro la unida hermandad que formaban los marines
en aquellos aciagos dias.
Otro caso de hermanos de batalla que homenajearon a sus compañeros fue cuando pint
aron sus cruces de Templario de negro con uno de los brazos de color rojo.
La cruzada de la colmena Thetus
En el planeta Neveria II un pequeño pero peligroso culto de herejes tuvo que ser e
liminado por el peligro que representaba. Una investigación llevada a cabo por un
agente del Ordo Hereticus y una tropa encubierta del Deathwatch descubrió cual era
la influencia detrás del culto: un Señor de la progenie había logrado infiltrarse e i
nfectar las mentes de un grupo grande de habitantes de la Colmena Thetus. Esto c
ombinado con los años de mestizaje había producido abominaciones físicas y psíquicas par
a la Humanidad.
Se hizo obvio que en la Colmena Thetus se iba ha organizar una fuerza de vanguar
dia Tiranida. La influencia de Xenos sirvio para reunir fuezas rapidamente y tuv
ieron que limpiar la Colmena antes de que fuera demasiado tarde. Los Templarios
Negros fueron llamados y aceptaron gustosos el desafío de devolver la Luz del Empe
rador a la Colmena Thetus,poniendose a la tare con el celo que les honra.
El Señor de la progenie y sus seguidores se ocultaron profundamente dentro de las
catacumbas ennegrecidas de la Colmena. Para acabar con ellos tomaría algún tiempo co
nsiderable y un gran esfuerzo . El laberinto de túneles, accessways, conductos, y
ciudades olvidadas demostró ser un campo de batalla mortal y único. Fue aquí donde los
Templarios Negros lucharón sus batallas mas aterradoras en pasillos angostos cont
ra la amenaza Tiranida. Despacio y a un gran coste en vidas, cada sector fue lim
piado, acabando con el Señor de la Progenie y con todas las aberraciones .
La Colmena Thetus, y el mundo entero de Nevaria II con ello, fue de nuevo seguro
gracias a los esfuerzos de los Templarios Negros.

LA TOMA DE MANKARRA
En la fiesta centenaria en conmemoración de su ascensión, el Soberano Kyublai, el Gr
an Khan de los Cicatrices Blancas, anunció su intención de llevar a la justicia a un
o de los grandes enemigos que jamás se ha enfrentado al capítulo. Kernax Voldorius e
ra un príncipe demonio y el líder bélico de los renegados de la Lagión Alfa, un enemigo
tan vil como cualquiera a los que se hubieran enfrentado los Cicatrices Blancas.
Miles de billones habían muerto cuando Voldorius desató el implacable horror de la
marea de sangre dos mil años antes, y billones más habían perecido en las masacres sac
rílegas de Kento, Loran y Blindhope. Ahora, el Gran Khan declaró que el reinado triu
nfal de terror de Bladespite cesaría. Kor'sarro Khan, Capitán de la 3ª Compañía y Maestro
Cazador, fue enviado en su busca con la orden de que no regresara hasta que cons
iguiera la cabeza del príncipe demonio.
Fue una caza que duró más de una década. Aunque Kor'sarro consiguió ver a su presa en lo
s campos de batalla de Zoran y Kavell, y lo tuvo a distancia de ataque en las co
lmenas subterráneas de Modanna, la suerte siempre conspiró para salvar a Voldorius d
e su destino merecido. Por fin, la pista llevó a Kor'sarro Khan y a su compañía hasta
Quintus, un planeta desolado al sur galáctico de Chogoris. Quintus había sido recien
temente uno de los baluartes del Imperio frente a los brutales imperios pieles v
erdes de las Estrellas Jagal, pero eso ocurrió antes de la llegada de Kernax Voldo
rius. Mediante la intimidación y las falsas promesas, la partida del príncipe demoni
o se había infiltrado y corrompido el poder militar de Quintus. Los Cicatrices Bla
ncas no se encontraron una simple partida del Caos, sino a todo un planeta dispu
esto a combatirlos, y Kor'sarro no sería rechazado fácilmente.
Dejando su crucero de asalto en el sistema exterior, los Cicatrices Blancas mont
aron en sus cañoneras thunderhawk. Siguiendo trayectorias de sigilo trazadas rigur
osamente, la nave de ataque se deslizó a través de la defensa de Quintus y aterrizó en
los cañones devastados al sudoeste de la capital planetaria de Mankarra. Kor'sarr
o esperaba tener una batalla en sus manos para asegurar la zona de aterrizaje, p
ero no había enemigos esperándole, sino unos aliados inesperados; Kayvaan Shrike y l
a 3ª Compañía de la Guardia del Cuervo.
Shrike había estado en campaña en el sistema Targus cuando se enteró de la noticia de
la caída de Quintus. Con la zona de batalla de Targus inclinada del lado del Imper
io, Shrike había redesplegado a su compañía en Quintus y había librado una guerrila desd
e entonces contra los invasores de los Amos de la Noche. La experiencia en el pi
lotaje que había permitido que los Cicatrices Blancas aterrizasen sin ser percibid
os por los rebeldes no había sido lo bastante hábil para pasar desapercibidos antes
las fuerzas de Shrike,así que la Guardia del Cuervo se había reunido en el cañón para es
perar su llegada.
La forja de una alianza
Mientras las naves de desembarco desplegaban los vehículos de apoyo de los Cicatri
ces Blancas, los dos capitanes celebraron un concilio de guerra, aunque ninguno
confiaba en el otro sin reservas. La rivalidad entre los Cicatrices Blancas y la
Guardia del Cuervo se remontaba a miles de años atrás, pero Shrike y Kor'sarro sabían
que su única opción era dejar a un lado las diferencias aunque fueran importantes.
La Legión Alfa y sus vasallos traidores eran demasiado numerosos para que una comp
añía los derrotase sin la ayuda de la otra, de modo que los planes de los marines es
paciales debían hacerse con esta idea en mente.
La mañana siguiente, antes de que amaneciera, Shrike lideró a su compañía en un ataque s
orpresa contra los traidores concentrados en una batería de defensa orbital a unos
kilómetros al oeste de Mankarra. Este esa el método de combate que Shrike y sus her
manos habían perfeccionado contra las fuerzas del ¡Waaagh! Skullkrak, y en los momen
tos del inicio del asalto, las fuerzas traidoras huyeron en desorden. Una buena
porción del complejo ya estaba en manos de los marines espaciales cuando Kernax Vo
ldorius, presintiendo el peligro, envió a la mitad de su Legión Alfa y a una gran pa
rte de la guarnición de Mankarra como refuerzos. Pero Shrike había trazado bien sus
planes. Mientras el capitán de la Guardia del Cuervo dirigía a las escuadras de asal
to al núcleo del complejo, sus fuerzas restantes se atrincheraron en el perímetro.
De modo que las tropas de refuerzo de Voldorius se estrellaron contra los bastio
nes de las fortificaciones exteriores del complejo de defensa como un océano contr
a una orilla rocosa. El teniente que dirigía el asalto era un enemigo astuto que r
etiró a sus tropas para evitar la masacre. En su lugar envió oleada tras oleada de c
ultistas y traidores bajo los cañones de la Guardia del Cuervo, malgastando sus vi
das en busca de puntos débiles del enemigo para poder aprovecharlos. El punto débil
apareció al final cuando uno de los bastiones se resquebrajó a causa del fuego de Ir
onsoul, un Baneblade manejado por su tripulación traidora. Viendo su oportunidad,
el teniente lideró a sus reservas en el ataque.
Más de tres centenares de marines espacilaes del Caos se lanzaron sobre un único pun
to de las defensas. La Guardia del Cuervo reistió, disparando sus bólteres a la hord
a al ataque, pero sus efectivos eran menos y el enemigo feroz. Shrike emergió de l
as profundidades del complejo para liderar un contraataque y el enemigo se retir
aba allá donde el capitán aparecía, pero, poco a poco, la Guardia del Cuervo empezó a ce
der terreno. El teniente de la Legión Alfa rugió una promesa a sus dioses terribles
y condujo a sus hombres adelante, por encima de los mueros y agonizantes. Fue en
tonces cuando los Cicatrices Blancas atacaron.
Antes de que Shrike emprendiese el asalto al complejo de defensa orbital, los Ci
catrices Blancas se habían ocultado en las cuevas del sur. Ahora, con el grueso de
la fuerza del Caos al ataque, los Cicatrices Blancas atacaron. Con un rugido de
motores gutural, los rhinos y las motos aparecieron de entre las sombras y se l
anzaron al combate. Ironsoul fue el primero en sufrir la ira de los Cicatrices B
lancas. Aunque el comandante del Baneblade rugió a su tripulación, el inmenso tanque
no pudo virar lo bastante rápido para hacer frente a la nueva amenaza. La vanguar
dia de Kor'sarro, formada por hábiles motoristas atravesó a los traidores que protegía
n los flancos del Ironsoul. Una vez efectuada su carga rompecuellos, los motoris
tas, se concentraron alrededor de los flancos del gigante de adamantio y concent
raron sus disparos de sus armas de fusión y de sus lanzallamas sobre las barquilla
s laterales ylas rendijas de visión. Silenciaron una a una a las armas de Ironsoul
, hasta que los motoristas se dirigieron hacia donde se encontraba luchando la G
uardia del Cuervo, dejando atrás un tanque inutilizado y rebeldes muertos.
Los traidores, consternados por el asalto imprevisto a su flanco y el rápido desti
no sufrido por Ironsoul, huyeron. La Legión Alfa luchó hasta el último hombre, pero lo
s Cicatrices Blancas los superaban. Los escuadrones de motoristas irrumpieron en
las filas de marines espaciales del Caos con sus lanzas y espadas destellantes.
Más Cicatrices Blancas que habían desembarcado de lso Rhinos abrieron fuego con sus
bólteres sobre el enemigo. Para cuando Kayvaan Shrike lideró a la Guardia del Cuerv
o sobre las defensas y se unió al combate, el éxito de la batalla no estaba en duda.
Shrike y Kor sarro no tuvieron tiempo para celebraciones. Voldorius y sus seguidor
es seguían con el control de Mankarra y, si disponían de tiempo, fortificarían aún más la
ciudad. Tras dejar una pequeña guarnición en el complejo de defensa orbital, los cic
atrices blancas se subieron a sus Rhinos y la Guardia del Cuervo a sus Cañoneras T
hunderhawk.
Las defensas de Mankarra suponían un problema. Las compañías de Shrike y de Kor sarro ha
bían viajado ligeras y sólo contaban con un Vindicator, el Thunderheart. Afortunadam
ente, la eficiencia de la regla despótica de Voldorius no se había extendido a la re
paración y mantenimiento. Una salva de misiles hellstrike de las thunderhawks de l
a Guardia del Cuervo y un bombardeo del Thunderheart derribó una parte considerabl
e de las fortificaciones exteriores de Mankarra. Antes de que la guarnición traido
ra pudiera reaccionar, los Cicatrices Blancas se habían dispersado por la ciudad.
Como no querían verse atrapados en un combate urbano, los Cicatrices Blancas lucha
ron desde sus transportes, desembarcando únicamente para efectuar ataques rápidos. L
os motoristas se lanzaron a toda velocidad por las calles y callejones, concentrán
dose en los puntos en los que los defensores no estaban preparados. Mientras los
Cicatrices Blancas dirigían la batalla en las calles, las thunderhawk de Shrike d
esplegaron a una escuadra tras otra de la Guardia del Cuervo en los niveles supe
riores de manufactorums y basílicas. Asediados desde arriba y desde abajo, los def
ensores tenían pocas posibilidades de imponerse. Muchos arrojaron sus armas y se e
ntregaron pidiendo clemencia, pero nadie la tuvo en aquellas calles teñidas de san
gre.
Al final, sólo Voldorius y su guardia personal continuaban el combate. Infundido c
on el gozo de una batalla sangrienta, el príncipe demonio luchó aunque su probabilid
ad de vencer era imposible. Muchos hermanos de batalla cayeron bajo la ira de Vo
ldorius aquel día, pero los marines espaciales consiguieron su venganza y siguiero
n presionando para acabar con su enemigo.
Rodeado, superado en número y atrapado junto a la Catedral de la Sabiduría del Emper
ador, a Kernax Voldorius finalmente le llegó la hora. El príncipe demonio no cayó fácilm
ente y su escolta personal de marines espaciales del Caos corrompidos y deformes
luchó sin miedo, aunque sabían que no podrían ganar. Al final ni siquiera la fuerza d
e Voldorius consiguió imponerse ante la determinación de sus enemigos. Herido y rode
ado por las garras de Shrike junto a una estatua caída del Emperador, Voldorius no
pudo escapar de la venganza de la espada de Kor sarro. De un golpe terrible, el c
apitán de los Cicatrices Blancas decapitó al príncipe demonio, destruyendo su corrupción
para siempre.
Un mes más tarde, con Quintus en manos de un ejército de la Guardia Imperial enviado
desde Tallarn, Kor sarro y Shrike intercambiaron unas palabras y cada uno partió ha
cia un rumbo distinto. Shrike regresó a la zona de batalla de Targus. Kor sarro Khan
regresó con la cabeza de Voldorius como recompensa y fue recibido como un héroe en
el gran palacio de los Cicatrices Blancas. Cada capitán se llevó consigo el respeto
del otro y la gloria de una batalla difícil, y quizás el inicio de una hermandad res
taurada entre capítulos que llevaban demasiado tiempo siendo rivales.

MASACRE DEL RIO DEL GRAN COLMILLO


Los Praetorianos
Praetoria es un altamente poblado Mundo Colmena que se encuentra en un sistema c
ercano a la Base Naval Imperial de Bakka. Las superpobladas Ciudades Colmena de
Praetoria son famosas por su miseria y degradación, y producen unos de los pandill
eros más curtidos y duros de entre los diferentes Mundos Colmena del Imperio. Su b
asta población trabaja como pocó más que un esclavo en los enormes complejos industria
les de Praetoria, produciendo los bienes que han hecho del planeta (y de sus gob
ernantes) uno de los más ricos del Imperio, con una enorme flota mercante espacial
que comercia por todo el Segmentum y más allá.

Desde sus inicios como inexpertos colonos, hasta la actualidad como endurecidos
guerreros de las colmenas, los Praetorianos han tenido que luchar para sobrevivi
r. A lo largo de centenares de años han adoptado una estricta disciplina que junto
con su talento para la organización de los pequeños detalles (cosa esencial en una
Colmena donde incluso el aire está racionado), les es de probecho en el campo de b
atalla.
Detestan la Dejadez y el desorden, e incluso en mitad de la batalla se asegurarán
de que sus uniformes estén correctamente abotonados y de que las cartucheras de la
munición estén limpias y relucientes como el sol.
Campaña del sistema Montar
Batalla del Rio del Gran Colmillo.
Montar VIII es un pequeño planeta que orbita cerca del segundo sol del escasamente
poblado sistema Montar.
El planeta es un lugar inhospito con pocos recursos naturales y ha sido largamen
te ignorado por el Imperio; hasta que un pecio espacial a la deriva llevó a la Tri
bu de los Manoz Zangrientaz al planeta y su Caudillo Bullgarg lo reclamó para sí. La
tribu de los Manoz Zangrientaz son una más de las incontables tribus orkas que ha
bitan en la galaxia.
Hasta que llegaron a Montar VII, los Manoz Zangrientaz eran una tribu nómada de sa
queadores cuyo hogar era el pecio espacial, lo que los convertía en una amenaza me
nor para el Imperio. Pero lo que sucedió en Montar VII, hizo que el Imperio cambia
se de opinión.
Una tribu, normalmente, incluye orkos de los clanes mayores, y eso no es una exc
epción en los Manoz Zangrientaz, que incluían zoldados de azalto, Clan Mordizco de V
ivora y Culto a la Velozidad. Sin embargo, toda la masa de orkos se hacían llamar
simplemente los Manoz Zangrientaz, y dejaban para los demás el separar los clanes
de cada uno. Para mostrar su alineación con la tribu, los chicoz pintaban su puño y
antebrazo derecho de color rojo.
Hasta que llegó a Montar VII Bullgarg se contentaba con llevar una vida nómada de pi
rateo y saqueo, pero su llegada al planeta supuso un cambio. Empezó a creer que lo
s simples placeres que ofrecían los abordajes y los saqueos no eran suficientes. ¡Bu
llgarg quería fundar un imperio orko bajo su dominio, enpezando en Montar VII! Qué s
uscitó ese cambio de mentalidad, nadie lo sabe. Algunos dicen que Gorko y Morko le
habaron Mientras dormía, enviándole visiones del imperio que fundaría; otros dicen qu
e se empezó a creer sus exageradas historias de masacres y saqueos que decía haber h
echo.
Por la razón que sea, el resultado fue el mismo: Bullgarg llegó al Sistema Montar y
no iva a dejarlo hasta conquistar cada planeta que lo componía.
Primer enfrentamiento
El aterrizaje orko no pasó desapercibido y el Lord Planetario Kiwa, en Montar Prim
e, pidió ayuda urgente para enfrentarse a los orkos antes de que extendieran el ca
os y la destrucción a través del ssitema entero. Aunque lo sinformes iniciales indic
aban que la tribu no era muy grande Lord Kinwa simplemente no tenía las fuerzas su
ficientes para enfrentarse a ellos. La población total de humanos y metahumanos de
l sistema era inferior a setecientos, y la Fuerda de Defensa Planetaria de Lord
Kinwa era un reducido pelotón de infantería con sólo 3 armas pesadas y sin vehículos bli
ndados.
Afortunadamente para Lord Kinwa su petición de ayuda fue recibida y tramitada rápida
mente, probablemente demasiado rápido vistos los sucesos que acaecieron posteriorm
ente.
El Sistema Montar se encuentra en el Segmentum Tempestus cercano al planeta Tall
arn. La Guardia Imperial de este Sector se encuentra bajo el mandodel Lord Coman
dante Sherdan, que recientemente había llevado a cabo una exitosa campaña contra pir
atas Eldar. Fue una sangrienta campaña, extendiéndose las batallas y escaramuzas por
media docena de sistemas y en más de treinta mundos; finalmente acabó conla destruc
ción de los piratas Eldar por parte de la Flota Imperial. Informes de esta batalla
final estaban lelgando cuando Sherdan recibió las noticiasde la invación de Montar
VII, y es posible que estas buenas nuevas sobre la victoria contra los renegados
Eldar enturviaran su juicio sobre cómo enfrentarse al Caudillo Bullgarg.
Por la razón que fuera, Sherdan creyó los informes de reconocimiento preliminares y
decidió enviar a una pequeña fuerza para enfrentarse a los orkos lo más rápidamente posi
ble. Las tropas que envió fueron los veteranos de la campaña contra los Eldar Oscuro
s, el XXIV de Praetoria.
El XXIV de Praetoria siguió a rajatabla la doctrina de combate y estilo de luchar
que tienen los praetorianos, pero sufrieron grandes pérdidas por culpa de ello. De
los 1.500 praetorianos iniciales, sólo 300 sobrevivieron. Mas importante, casi to
dos los oficiales superiores del regimiento también murieron. El oficial de mayor
graduación que quedó con vida, y por tanto el oficial al mando del regimiento, fue e
l Capitán Gliene de la Compañía C y de 21 años.
Para reemplazar las bajas de cara a la campaña que se avecinaba contra el caudillo
Bullgarg, el XXIV fue reforzado apresuradamente con los supervivientes del 135
de Tallarn, que había sido casi destruido en la campaña contra los renegados Eldar.
El oficial al mando de los Tallan, el Coronel Al' Ter-Ay, fue puesto al mando de
l reforzado XXIV de Praetoria, incluso cuando la mayoría de las tropas en el regim
iento eran Praetorianos. Esta estructura de mando tendría desastrosas consecuencia
s para el Regimiento.
La llegada a Montar VII
El XXIV fue enviado inmediatamente a Montar VII con órdenes de Lord Sherdan de act
uar rápidamente para eliminar la amenaza orka del sistema. La información aún era bast
ante vaga en referencia al tamaño y a la fuerza de los orkos pero la creencia gene
ralizada era que no serían muchos en número, y sin apoyo pesado en forma de Gargante
s o Fortalezas de Combate. Mercenarios orkos del Clan Hacha Sangrienta, contrata
dos como exploradores por el regimiento durante la campaña, confirmaron esto aunqu
e nunca llegaron a encontrarse con el grueso del ejército del Caudillo Bullgarg, y
aque Todo el mundo zabe que ez un bocazaz .
Cuando el XXIV aterrizó en Montar VII, el Coronel Al Ter-Ay no perdió el tiempo para i
r contra los orkos. Una nave espía determinó la localización del campamento orko en el
Rio del Gran Colmillo. El número de orkos aún era desconocido, ya que la nuve de hu
mo y polución que había sobre el campamento hacía imposible para la nave espía el poder
recoger lecturas para determinar el número de orkos, pero había preocupantes signos
de que los orkos estaban construyendo un Gargante y otras enormes máquinas de guer
ra.
El Coronel Al Ter-Ay decidió actuar rápidamente, tal y como le había ordenado Lord Sherd
an, sin atender el consejo del Capitán Gliene que sugería utilizar los hacha Sangrie
ntas de su Compañía para explorar el campamento orko. Al Ter-Ay no se fiaba de los mer
cenarios orkos, y menos en operaciones contra su propia raza, además las órdenes que
tenía eran las de actuar con extrema rapidez, y eso es lo que haría.
Menos de 24 horas después de llegar al planeta, el XXIV de Praetoria avanzó contra l
os orkos.
La destrucción de Kaz-Ter
Al'Ter-Ay dividió el regimiento en 3 columnas:
- La Primera (Fuerza Kaz-Ter), se componía por las compañías de Rough Riders de Tallar
n y por todas las compañías de Tanques de Tallarn y estaban bajo el mando del Capitán
Ami'Kaz-Ter de Tallarn.
- La Segunda Columna (Fuerza Gliene), estaba compuesta por la COmpañía C del XXIV de
Praetoria.
- La Tercera Columna (Fuerza Ter-Ay), estaba bajo el mando personal de Al'Ter-Ay
y estaba formada por la Compañía A y todas las Armas de Apoyo del Regimiento.
El plan de Al'Ter-Ay era usar la Fuerza Kaz-Ter para aplastar el Campamento Orko
en un devastador ataque por sorpresa. Mientras los Tanques Imperiales empujaban
a los orkos, la Fuerza Gliene, que ivan montados en chimeras, rodearían el campam
ento bloqueando así la retirada a los orkos y acabando con aquellos que pretendier
an escapar. Mientras tanto, las fuerzas más lentas de la Fuerza Ter-Ay tendrían tiem
po de llegar y acabar con los orkos supervivientes.
Sobre el papel no era un mal plan, pero se basaba en que las fuerzas orkas eran
demasiado débiles para enfrentarse con la Fuerza Kaz-Ter. Desgraciadamente para la
s torpas Imperiales, este no era el caso.
Desde el momento en que las fuerzas Imperiales llegaron a la cima de las colinas
y vieron el campamento orko, el plan de Al'Ter-Ay empezó a fallar.
La Fuerza Kaz-Ter se había avanzado al resto del regimiento y estaba empezando a c
ruzar el Río del Gran Colmillo antes que la Fuerza Gliene estuviese en posición. El
Capitán Ami'Kaz-Ter era un brillante pero testarudo oficial, que había provado su va
lor y su falta de sentido común en muchas batallas. Siempre antes su suerte le sal
vaba del desaster pero desde el momento en que los Tanques Leman Russ atravesari
on el río, su suerte había sido sentenciada.
De repente, desde el perímetro externo del campamento roko, docenas de jinetes de
Jabalí salieron a su encuentro, seguidos por centenares de guerreros orkos y de gr
etchings. Las baterías de armas superpesadas montadas en las torres de vigilancia
del campamento orko entraron en acción y empezaron a disparar sobre las sorprendid
as unidades Imperiales. Y entonces, cuando esta marea de pieles verdes chocaba c
ontra la vanguardia de la Fuerza Kaz-Ter, la retaguardia de la Guardia Imperial
fue arrasada por un ingente volumen de fuego. Tal y como los tanques explotaban
y los hombres morían, los Guardias se vieron abrumados por el horror al ver que el
Gargante que creían que estaba en construcción, estaba totalmente operativo y se re
cortaba contra el horizonte, flanqueado por sendas fortalezas de combate dispara
ndo sus armas y con el apoyo aéreo de Cazabombarderoz.
En pocos instantes el Capitán Kaz-Ter murió, mientras el pánico golpeaba a los supervi
vientes de la fuerza que había liderado, haciendo que huyesen. Muchos de los Rough
Riders de la comuna sobrevivieron al bombardeo inicial, y estabn intentando huís
a través del Río del Gran Colmillo lo más lejos posible del campamento orko. Desafortu
nadamente los bancos de arena de las riveras del río retrasaron su huida, y rápidame
nte sus perseguidores, montados en jabalíes, les dieron alcance.
El resultado fue una masacre. Cada vez era más evidente que las fuerzas imperiales
se habían dirigido a una emboscada preparada por el Caudillo Bullgarg, cuyos expl
oradores le habían advertido de la Llega del Regimiento desde que éste aterrizara en
el planeta. La emboscada no era la mejor preparada, ni la más elegante, ni la mej
or ejecutada; pero la falta de previsión del plant de Al'Ter-Ay condujo al desastr
e al XXIV de Praetoria.
Se estima que en 3 minutos los orkos inflingieron el 85% de bajas en la Fuerza K
az-Ter. Pero el desastre aún no había concluido; por encima del Valle del Río, la Fuer
za Gliene estaba bajo ataque.
¡¡¡Por el rey emperador!!!
Desde la elevación sobre el río en que se enontraba, el Capitán Gliene poco podía hacer
para ayudar a sus camaradas de la Fuerza Kaz-Ter, ya que desde el mismo momento
en que Kaz-Ter fue atacado, su Compañía fue emboscada por una gran fuerza de buggies
orkos.
Los orkos habían aparecido de la nada rodeando rápidamente a los Praetorianos y obli
gándolos a salir de sus chimeras.
Gliene ordenó fomar a los vehículos en círculo, desde el que sus soldados se prepararo
n para vender caras sus vidas. Todos ellos sabían que estaban condenados al ver lo
sucedido a la fuerza Kaz-Ter, ya que centenares de guerreros orkos y las enorme
s máquinas de guerra que los acompañaban ahbían centrado su atención en aquellos "Locos
de la Colina".
Los orkos se lanzaron como un auténco enjambre colina arriba contra las posiciones
de los Praetorianos que descargaban salva tras salva de sus rifles laser, mient
ras los multilaser de los Chimeras segaban las vidas de muchos orkos. Pronto la
zona circundante a la posición dela Guardia Imperial estaba cubierta por cientos d
e cuerpos orkos y buggies incendiados. Pero aún así, los orkos, continuaron atacando
apoyados por el fuego del Gargante y de las fortalezas de combate. Lanzando sus
guturales gritos de guerra y con una completa despreocupación por su seguridad pe
rsonal, que impresionaba incluso a los más duros pandilleros de las Colmenas de Pr
aetoria, los guerrero orkos se lanzaban una y otra vez contra el círculo de Guardi
as Imperiales, hasta que no quedó ni un humano vivo.
Apendice
En un ahora dese que se avistó por primera vez el campamento orko, todos y cada un
o de los hombres de la Fuerz Kaz-Ter y de la Fuerza Gliene, con la excepción de un
o de los mercenarios orkos de la Compañía C, había muerto.
El Coronel Al'Ter-Ay no tenía más remedio que retirarse ante el victorioso ejército or
ko. Afortunadamente, los orkos, estaban demasiado ocupados celebrando la victori
a como para perseguir a un puñado de supervivientes, y así la Fuerza Ter-Ay pudo ret
irarse casi sin bajas.
Al Coronel Al'Ter-Ay no se le volvió a dar el mando en solitario de nada. Murió 20 año
s más tarde atacando en solitario a una Dominatrix Tiránida. Se dice que sus últimas p
alabras fueron: "Voy a tener la misma muerte que mis hermanos. Al fin podré tener
la paz que me niegan los fantasmas que me atormentan".
El Caudillo Bullgarg consiguió crear un emperio orko en el sistema Montar, pero un
a vez conseguido desapareció con la mayoría de sus chicoz a bordo de un pecio espaci
al. Se cree que el pecio fue destruido en la disformidad, pero no se sabe con ce
rteza. Quien sabe, u ndía puede que BUllgarg y los Manoz Zangrientaz vuelvan para
crear un nuevo imperio.
Lord Sherdan se recuperó del revés que supuso la Masacre en el Río del Gran Colmillo y
fue a reconquistar el sistema Montar de las manos de los orkos que quedaron tra
s la partida de Bullgarg. A la vanguardia de la campaña de reconquista se encontra
ba el refundado XXIV de Praetoria.

RESULTADOS DE LA CAMPAÑA DEL OJO DEL TERROR


EL PRINCIPIO DEL FIN
La oscuridad se ha cernido sobre cientos de planetas y, para los defensores de l
a Puerta de Cadia, la luz pura del día ahora parece tan solo un recuerdo lejano. A
unque las fuerzas del Saqueador no han podido provocar la caída de Cadia, han asal
tado los planetas de los hombres en lo que se ha convertido en la agresión de mayo
r magnitud que los hombres han recibido en mucho tiempo. Abaddon y su concilio d
e tres han superado estratégicamente a las fuerzas del Imperio en casi cada ataque
. Los campos de batalla están sembrados de los cuerpos inertes de millones de guer
reros y todavía hay millones de ellos que resisten el asedio de un enemigo que no
conoce la piedad y cuyo único objetivo es la destrucción absoluta de todos los que s
e interponen en su camino.
La Decimotercera Cruzada Negra ha provocado la ruptura del último reducto imperial
en la Puerta de Cadia. Se ha desatado la tempestad más furiosa surgida nunca del
Ojo del Terror, que ha devorado a los planetas perdidos en manos del Caos. El Im
perio no ha logrado mantener la vigilancia sobre el Ojo y solo permanece abierto
un pequeño canal por el que acceden las naves imperiales que llevan ayuda a las d
esesperadas tropas de Cadia.
Al término de la Decimotercera Cruzada Negra, Cadia aún resiste, pero resiste en sol
itario, como una baliza que se apaga lanzando sus últimos destellos en la crecient
e oscuridad de la noche. La guerra se ha extendido prácticamente en la totalidad d
e Segmentum Obscurus y ya se ha desvanecido toda esperanza de poder repeler al i
nvasor. El Imperio debe consolidar su dominio sobre los planetas que aún mantiene
y prepararse para librar una guerra que no acabará hasta que no se extinga la vida
del último de los combatientes. Mientras Cadia resista, existe esperanza para la
Humanidad, pero Abaddon el Saqueador ha logrado lo que no había podido conseguir l
as doce ocasiones anteriores en un período de más de diez mil años. Sus fuerzas han lo
grado abrir una brecha en la Puerta de Cadia y nadie parece capaz de detener el
avance imparable de la marea del Caos que se ha desatado sobre el Imperio de los
hombres.
Cadia
Los fríos páramos de Cadia han quedado reducidos a una superficie baldía, llena de cráte
res y devastada por los torpedos orbitales, la artillería pesada y el poder devast
ador de los Titanes. Las líneas defensivas de Vilklas y Andur han caído bajo la pres
ión inexorable de millones de cultistas enloquecidos, traidores y mutantes. El Alt
o Mando de Cadia se ha visto obligado a desplazarse a Kasr Gallan en el lugar más
distante del Mar de Caducades. Aunque la flota imperial mantiene el control del
inter sistema en las rutas espaciales, el Caos gobierna los cielos de Cadia desd
e que las defensas orbitales cayeron en los primeros días de la Cruzada Negra. Los
defensores de Cadia están desplegados alrededor de Kasr Gallan y a través de los De
siertos del Caos y se niegan a retroceder un solo paso. Han recibido la siguient
e orden: "¡Resistid en Cadia o condenad al Imperio de la Humanidad a las garras de
l Caos para toda la eternidad!".
Scarus
La fuerza impararable de la Kruzada Verde se ha extendido al sistema Scarus y, e
n la actualidad, los Orkos dominan Lethe Once y Mordax. Los mundos forja de Mord
ax están infestados con muchoz guerreroz pertenecientes al clan Cráneo de Muerte. Se
trata de una perspectiva horrible para los devotos del dios máquina, que conocen
a la perfección los grados de blasfemia contra el Omnissiah a los que este xenos bár
barico acabará por desaparecer. Solo Thracia Primaris resiste con firmeza la Kruza
da Verde, ya que contó primero con la ayuda de una cruzada de Templarios Negros y,
más tarde, con la aguerrida defensa emprendida por el capítulo de los Salamandras d
e los Marines Espaciales. La situación en Scarus es muy delicada y nadie sabe cuándo
va a terminar la infestación extendida en toda la región.
Belis Corona
El Imperio ha resistido durante mucho tiempo en Belis Corona, ya que ha sufrido
los peores excesos de la flota de enjambre tiránida Leviathan y las plagas terribl
es desatadas por la Guardia de la Muerte en las ciudades colmena. Subiaco Diablo
presenció cómo la Orden del Armiño Blanco resistió el ataque y cómo un grupo de hermanas
de las Adepta Sororitas acudió en su ayuda comandadas por la famosa Canonesa Astra
.
Agripina A
El corazón industrial de la Puerta de Cadia está en ruinas. Aunque la flota imperial
controla su espacio, muchos mundos del sector han sido conducidos a la anarquía y
la destrucción. Agripina A puede resistir, pero, sin la ayuda de los mundos agrícol
as de Yayor, Ulthor y Dentor, su población puede perecer debido al hambre y, sin l
os materiales vitales suministrados por los mundos colmena de Albitern, Amistel
y Tabor, sus potentes forjas pueden caer en un silencio sepulcral. Typhus, el He
raldo de Nurgle está consolidando su dominio del sistema Ulthor, como si se tratas
e de la capital del imperio de la plaga naciente. Es evidente que la corrupción de
l Caos se encuentra en un buen momento y ampliamente extendida por el sector Agr
ipina A.
La Telaraña
Los Eldars han sellado la Telaraña para poder frenar a los invasores y han expulsa
do a los Marines Espaciales traidores de la Legión de los Mil Hijos y a los Eldars
Oscuros al reino de las sombras de Commorragh. Por ahora, los lugares ocultos d
e los Eldars y sus más terribles secretos están a salvo de las "razas menores". Las
zonas de guerra que solo son accesibles a través de la Telaraña están en manos de los
Eldars, incluido el mundo ancestral de Belial IV, que una vez fue considerado la
joya de la corona del imperio en expansión de esta raza.
Las rutas espaciales
Aunque Cadia está siendo asediada, la flota imperial sigue controlando el espacio
y ayuda a las fuerzas asediadas en la superficie del planeta. La única duda es si
el rápido redespliegue de casi la totalidad de la flota Gótico, junto a una buena ca
ntidad de naves pertenecientes a la Flota Solar de Batalla, dejará a la flota impe
rial demasiado reducida e incapaz de mantener el nivel de operaciones necesario
para mantener la línea defensiva de la Puerta de Cadia.
Caliban
Los Ángeles Oscuros no solo han resistido el ataque en las ruinas de Caliban, su p
laneta natal, sino que se han enfrentado a un gran número de "los Caídos", que el ca
pítulo y sus sucesores cazan sin proceder a otras consideraciones. Circulan rumore
s de que los Ángeles Oscuros capturaron a la propia Voz del Emperador, solo para q
ue este misterioso hereje escapara de su prisión y se encaminara a la Torre de los
Ángeles. Otros rumores apuntan a que Ursarkar Creed mantiene un profundo resentim
iento hacia el capítulo, cuya presencia hubiera sido vital en la defensa de las fa
ses más desesperadas de la guerra de Cadia mientras el capítulo concentraba sus efec
tivos en Caliban.
El Imperio Tau
Si hay que escoger la raza que ha salido ganando en la destrucción de la Decimoter
cera Cruzada, esta raza es la Tau. Los colectivistas xenos han expandido su terr
itorio y buscan establecerse en al menos uno o dos mundos clanes reclamados por
el Imperio. Con las fuerzas del Emperador entregadas a la defensa de Segmentum O
bscurus, los Tau consolidan su control sobre los planetas recién ganados.

VICTORIAS LEGENDARIAS EN LA HISTORIA TAU


La guerra en el punto de unión
En el momento álgido de la primera fase expansionista de los Tau, un ejército de exp
loración partió de Dal'yth. Este ejército estaba dirigido por el explorador de la Cast
a deL Agua Por'o Dal'yth Kiv'rai, famoso por haber descubierto dos mundos artefa
cto ahora bajo el gobierno de la Casta Etérea. Unos vigías de la Casta deL Aire empl
azados en las estaciones orbitales de Dal'yth habían estudiado una formación de plan
etas situados más allá de la Fisura Perdus y, tras muchos años de minuciosa planificac
ión, se envió una expedición para explorar, estudiar y colonizar dichos mundos.
El viaje hasta el sistema más cercano de esta formación discurrió sin incidentes y O'k
iv'rai decidió que sería mejor enviar a la flota en dirección al quinto planeta deL si
stema. Este planeta resultó ser un gigante de gas de color rojo sangre, cuya segun
da luna era la que tenía más probabilidades de permitir la vida. Al entrar en órbita,
O'kiv'rai se sorprendió cuando los primeros escarceos del planeta mostraron una gr
an cantidad de restos flotando por una amplia zona de la atmósfera superior. Los c
onsejeros de la Casta de la Tierra le aconsejaron precaución y se recogieron muest
ras de dichos restos para ser analizadas. Se determinó que se trataba de los resto
s de una nave espacial que había explotado recientemente.
Desembarcando un Equipo de Armaduras "Crisis", O'kiv'rai observó a través de la cone
xión la superficie de la luna. Bajo un cielo carmesí, los Shas'ui descubrieron un pa
isaje desolado, un asentamiento reducido a ruinas ennegrecidas, Harto de ver sol
o escombros, O'kiv'rai ordenó a los guerreros buscar entre las ruinas, donde descu
brieron los restos mutilados de cuerpos alienígenas desconocidos.
O'kiv'rai hizo volver a los equipos y ordenó una exploración completa de la superfic
ie con sensores. Las lecturas mostraron evidencias de más destrucción en otros mucho
s lugares y O'kiv'rai declaró que la luna no era adecuada para ser colonizada. La
flota siguió adelante y, en poco tiempo, encontraron más pruebas de que un invasor v
iolento había arrasado esa parte del sistema hacía poco. O'kiv'rai empezó a sospechar
que la región sería demasiado peligrosa para establecer colonias.
Cuando la flota se acercaba a los sistemas centrales de la formación, las alarmas
empezaron a sonar y se detectó un grupo de naves acercándose en posición de ataque. De
spués de años de explorar las fronteras del espacio tau, O'kiv'rai supo reconocer la
s bastas construcciones de la raza orka y, como ya sabía cómo encargarse de los pira
tas orkos, los interceptores de la Casta del Aire acabaron rápidamente con la dest
artalada flotilla. Sabiendo por fin quién había causado la devastación de la zona, O'k
iv'rai consideró seriamente la opción de abandonar por completo la misión, pero una pa
rte de sí mismo no le permitía dejar partir la flota sin antes descubrir la identida
d de las víctimas de los Orkos.
Tras establecer las coordenadas del próximo sistema, O'Kiv'rai puso la flota en al
erta máxima. Pronto se encontraron con grupos dispersos de guerreros orkos inmerso
s en desquiciadas carreras a través de los cinturones de asteroides del sistema. E
l ejército expedicionario, más potente, no tuvo problemas para eliminar a estas band
as desorganizadas. Cuando la flota se adentro en el sistema, no encontraron resi
stencia alguna, así que O'kiv'rai llegó a la conclusión de que las naves orkas simplem
ente representaban un pequeño ejército de exploración y que, por consiguiente, podía rec
lamar los planetas en nombre del imperio tau.
Tras meses de exploración infructuosa, los colonos de la Casta de la Tierra se ale
graron de poder empezar el proceso de colonización, de modo que varias lanzaderas
se prepararon para aterrizar. Lo que ocurrió luego quedó grabado en la historia de l
os Tau como una de las mayores tragedias de ese periodo. Los técnicos en sensores
de O'kiv'rai informaron de la aproximación de una enorme nave alienígena de forma es
férica. Al abrir los canales de comunicación y prepararse para saludar a la nave de
parte del imperio tau, O'kiv'rai se dio cuenta de que esta estaba siendo persegu
ida por un ejército de navíos de guerra orkos de considerable tamaño. Mientras maldecía
a los guerreros pieles verdes, O'kiv'rai ordenó una maniobra evasiva de la flota,
puesto que la nave alienígena que huía seguía un rumbo que la llevaría a chocar contra s
u flota.
Toda la flota se dispersó, excepto la nave de transporte de colonos Sha'tiro Suli,
que casi acababa de completar el desembarco de los pasajeros. La esfera se diri
gía directamente hacia el transporte y, durante un segundo, O'kiv'rai se enfrentó a
un trágico dilema: o bien destruía al navío alienígena para salvar las vidas de la dotac
ión básica que aún tenía que desembarcar de la nave tau o bien intentaba salvar el mayor
número de vidas de la tripulación de la nave alienígena disparando al Sha'tiro Suli.
Pero los Orkos decidieron por él.
Uno de los navíos de guerra de los Orkos se situó en posición de embestir a ambas nave
s. La tripulación del puente de O'kiv'rai contempló horrorizada cómo la nave orka golp
eaba el transporte tau, haciendo que se desintegrara, arrojando al vacío al resto
de los pasajeros. Los Orkos siguieron su camino y los canales de comunicación se l
lenaron con la risa demente de los miles de chikoz excitados ante la batalla, pr
eparándose para abordar la esfera. La nave orka pareció chocar contra el casco de la
esfera a cámara lenta. La superficie se curvó hacia dentro a la vez que la nave ork
a penetraba en las entrañas de la nave alienígena hasta entrar casi por completo, de
jando solo visible la parte posterior. Una serie de explosiones iluminó la grotesc
a escena desde dentro y la esfera salió volando en pedazos tras una
enorme explosión que destruyó ambas naves a la vez, esparciendo los restos sobrecale
ntados sobre los demás navíos de la flota tau.
O'kiv'rai ordenó que los sensores escudriñaran toda el área y se registraron multitud
de fragatas orkas corriendo detrás de otra de las extrañas esferas alienígenas. El rum
bo de las naves iba a hacerlos entrar en contacto de nuevo con la flota y O'kiv'
rai no estaba dispuesto a presenciar la destrucción de ninguna otra de sus naves.
Maniobrando la flota, O'kiv'rai dejó que la esfera pasara a través de la formación. Mi
entras se acercaban, los Orkos se dieron cuenta demasiado tarde de que se dirigían
de lleno al centro de un enemigo totalmente inesperado. Volando demasiado rápido
como para cambiar el rumbo, los pieles verdes dispararon para pasar a través de la
flota tau.
Sincronizando sus órdenes de forma precisa, O'kiv'rai lanzó una enorme andanada de mís
iles. Surgiendo de las naves tau, la descarga de los cientos de proyectiles sigu
ió infaliblemente la trayectoria de sus objetivos. Los Kazabombarderoz orkos inten
taron desesperadamente interceptar los misiles, pero fueron demasiado lentos y d
emasiado pocos. Muy pocas naves orkas consiguieron escapar.
Un kai'rotaa después, O'kiv'rai, escoltado por los mejores cazadores de la Casta d
el Fuego de los que disponía, se encontraba oteando a través de una llanura azotada
por el viento. Observó en la distancia un grupo de alienígenas altos y crestados cam
inando en su dirección.
La comunicación entre las dos partes fue complicada al principio. Sin embargo, O'k
iv'rai era un excelente diplomático y los alienígenas parecían tener una habilidad inn
ata para los lenguajes y aprendieron rápidamente imitando las palabras y los gesto
s de O'kiv'rai. Los dos grupos pronto encontraron puntos en común y los Tau quedar
on impresionados por la nueva raza, aunque aún les quedaba por presenciar sus cost
umbres carnívoras más repugnantes.
Los alienígenas recibieron el nombre de Kroot y, a través de las negociaciones, se d
escubrió que el planeta, al que los Kroot llamaban Krath, formaba parte de una reg
ión más grande bajo su dominio. O'kiv'rai se dio cuenta de que esta raza podría repres
entar un papel importante para el imperio tau y se ofreció para hacer de delegado
de los Kroot, con permiso de la Casta Etérea.
Sin embargo, los acontecimientos tomaron un rumbo distinto y los dos pueblos se
vieron obligados a esperar un tiempo antes de poder negociar adecuadamente una a
lianza. La nave principal de O'kiv'rai recibió una señal que informaba de la aparición
de una armada de navíos orkos que se dirigía hacia Krath a toda velocidad. La flota
tenía pocas posibilidades contra tal superioridad numérica, de manera que O'kiv'rai
ordenó aterrizar a todos los que pudieran y a los que eran demasiado grandes para
entrar en el planeta les ordenó trasladarse con lanzaderas. Los mejores explorado
res de la Casta del Aire recibieron la orden de atravesar el bloqueo y de ir a p
edir ayuda al imperio tau tan rápido como fuera posible.
Durante los siguientes ochenta kai'rotaas, los ejércitos tau y kroot lucharon conj
untamente contra las hordas de Orkos. El número de víctimas fue elevado para ambas p
artes, pero los Tau aprendieron rápidamente a apreciar las habilidades de lucha y
el dominio del terreno de sus nuevos aliados. Con el tiempo, y mientras seguían es
perando la ayuda del imperio tau, los Tau llegaron a confiar a los Kroot determi
nadas misiones en situaciones de combate y sus tácticas se fueron integrando cada
vez más. Justo al conseguir su primera victoria conjunta, los guerreros de la Cast
a del Fuego tuvieron que presenciar cómo los guerreros kroot se comían los cadáveres d
e los caídos en combate. Esto provocó cierta tensión y los comandantes de la Casta del
Fuego estuvieron a punto de renunciar a luchar junto a los Kroot. O'kiv'rai jugó
un papel fundamental a la hora de defender las ventajas de seguir cooperando, ar
gumentando que el contacto con la civilizada Casta del Fuego acabaría por influenc
iar a los alienígenas menos civilizados.
En el octogésimo kai'rotaa, los Orkos habían reunido un ejército enorme con la intención
de destruir de una vez por todas a los molestos aliados. Impacientes por empeza
r a saquear Krath, los Orkos se agruparon y, al caer la noche, empezaron el asal
to contra el frente combinado.
La batalla tendría que haber terminado en masacre, ya que el ejército aliado se enco
ntraba en desesperante inferioridad numérica frente a la horda orka; pero, en la c
umbre de la batalla, los cielos nocturnos se iluminaron de repente por lo que lo
s testigos creyeron que era una espectacular tormenta de meteoritos. Cuando los
rastros de fuego que cruzaban el cielo se hicieron más brillantes, los combatiente
s de ambos frentes se dieron cuenta de que las luces pertenecían a una flota de Ca
zas de Superioridad Aérea Barracuda de los Tau. Las hordas orkas fueron diezmadas
por el bombardeo concentrado que siguió a su llegada. En el último momento, Equipos
de Armaduras de Combate "Crisis" cayeron desde sus Destructores Mobula rodeando
a los Orkos y partiéndolos en dos con una precisión implacable.
Durante los doce FTau'cyrs siguientes, los Guerreros de la Casta del Fuego de Sa
'cea se embarcaron en una campaña para eliminar totalmente los Orkos del planeta.
La campaña culminó cuando el líder guerrero kroot Anghkor Prok juró lealtad al imperio t
au sobre la Piedra del Juramento. O'kiv'rai atestiguó el espíritu del pueblo Kroot y
las dos razas empezaron una nueva etapa de paz y colaboración.
Reminiscencias del Mont'au
Extracto de "El libro de la Guerra memorias del Comandante de los Guerreros de l
a Casta del Fuego Shas'o Sa'cea Tsua'm, una auténtica y gloriosa historia de las n
obles acciones de los Guerreros de la Casta del Fuego de la Academia Kaisshi de
Sa'cea, donde se relatan los acontecimientos que tuvieron lugar durante la invas
ión de Ke'lshan por parte de los ejércitos del Mont'au".
"Escuchad con atención, mis guerreros, y aprended de los métodos de guerra de aquell
os que no se preocupan por el cumplimiento de un objetivo común y luchan por el me
ro placer la violencia y la maligna recompensa de regocijarse con el ultraje a l
os vencidos. Es una historia con moraleja, pero una inspirará a otros y proporcion
ará una advertencia útil para no apartarse del Tau'va, el Bien Supremo.
El planeta de Ke'lshan es un lugar de clima turbulento y de paz incierta. Todo t
ipo de enemigos habitan en la cercana Fisura Perdus: alienígenas, piratas y seres
demasiado terribles para ser siquiera mencionados. Es una región del espacio traic
ionera, que cualquier piloto se limita a evitar y muchos de entre los Kor susurr
an que puede estar maldita. Sin embargo, nadie sabe decir qué tipo de maldición se c
ierne sobre ella y, hasta la batalla del Mont'au, estaba seguro de que tales his
torias no eran más que cuentos apócrifos. Ahora ya no estoy tan seguro de ello.
Las fecharías de los que se atreven a salir de la Fisura de Perdus son bien conoci
das, pues todos persiguen saquear y matar sin pensar ni un momento en lo que hac
en. Aunque no apoyo en ningún caso los métodos de O'shova y no podría perdonar nunca s
us actos, mentiría si afirmase que los desapruebo del todo. Lo que he visto ahí fuer
a, en la frontera, me ha dado la suficiente claridad de pensamiento como para, c
omo mínimo, llegar a comprender de qué habla la gente y esto no fue nunca tan cierto
como cuando tuvieron lugar los hechos de Ke'ishan que ahora me dispongo a relat
ar. En numerosas ocasiones, aquellos bajo la tutela de Kaisshi habían realizado ex
pediciones para proteger a nuestros hermanos de las otras castas y en cada ocasión
habían salido airosos. Cuando recibí órdenes del Shas'ar'tol de dirigir seis Cuerpos
hacia Ke'lshan, me sentí lógicamente muy honrado por ponerme al mando de la misión, an
sioso de derrotar a cualquier amenaza que hubiera surgido de la Fisura.
Mientras nos dirigíamos hacia allí, se incorporó a nuestro grupo una esfera de guerra
kroot y, aunque me alegré de recibir su apoyo, no tenía constancia de la existencia
de esferas de guerra en aquella región del imperio. Al llegar a Ke'lshan, quedó clar
o de inmediato que lo que había sucedido en aquel mundo era antinatural. Puestos d
e vigilancia y poblaciones enteras habían sido arrasadas hasta no dejar piedra sob
re piedra; los cuerpos de los Tau muertos habían sido vejados de las maneras más ini
maginables. Parecía improbable que la piratería hubiera sido el motivo del ataque, d
ado que no habían robado nada, los almacenes seguían llenos y las tiendas de máquinas
estaban intactas. Era una carnicería sin propósito, salvo el injustificable horror d
e la destrucción y la mutilación.
Pero lo peor aún estaba por llegar. Los exploradores informaron haber visto enorme
s columnas de humo negro sobre el horizonte y nos dirigimos a velocidad máxima hac
ia dichos incendios. Llegamos a una colonia que más tarde supe que se llamaba Fio'
kai y descubrí una parte del ejército invasor aún acampado entre las ruinas humeantes.
Aunque a primera vista tenían un cierto parecido con los Gue'ia, existía entre ello
s una mezcolanza de formas y anatomías que no había visto nunca anteriormente y apen
as podía creer que fuera posible que existieran. Cada criatura poseía largas extremi
dades, órganos retorcidos y fauces farfulleantes, cada una profiriendo malignas ex
hortaciones de complacencia.
Caímos sobre ellos y los matamos a todos salvo a uno, que parecía regocijarse con el
dolor que nuestras armas le habían infligido. Tenía el cuerpo retorcido y mutado más
allá de las leyes físicas y nos escupía y juraba tales mezquindades, que me vi obligad
o a ordenar a mi Shas'ei que se retirara, por miedo a que ejecutara al prisioner
o en aquel mismo instante.
Yo mismo hablé con el prisionero durante largo rato y pude aprender muchas cosas q
ue no mencionaré aquí para evitaros el horror que yo sentí al escucharlas. Bastará decir
que decía ser el servidor de un señor oscuro, de una criatura conocida como Slaanes
h, un ser que es la antítesis de todo en lo que creen los Tau. Según parece, sus acóli
tos eran animados activamente a perseguir objetivos hedonistas y el concepto del
Bien Supremo les resultaba aborrecible. Una criatura como aquella no se sometería
jamás al imperio tau, así que tuvo que ser destruida para que sus dogmas subversivo
s no pudieran extenderse. La criatura, dijo, poseía un poder considerable, puesto
que era él (o ella, dado que el sujeto se refirió a la criatura como poseedora de am
bos sexos) quien había reclamado Ke'ishan como propio. Tuve que poner fin al repug
nante interrogatorio cuando el prisionero llegó a demostrar un placer enfermizo an
te las técnicas de interrogación que me vi obligado a utilizar. Antes de ejecutar al
prisionero, pude sonsacarle la localización de la fuerza principal de Slaanesh y
reagrupé a mi ejército para enfrentarme a tan depravado enemigo.
Al salir al exterior, me topé con la visión de algunos carnívoros Kroot devorando los
cuerpos de los que habíamos matado en la batalla. Aunque era repulsivo, no me sorp
rendió y no le di más importancia a su festín, que ya había presenciado en otras ocasion
es. Los acontecimientos posteriores demostrarían el alto precio que llegué a pagar p
or no darle la importancia debida.
El camino del que me había hablado nuestro prisionero nos permitió situarnos rápidamen
te en posición de emboscar el ejército de Slaanesh y decidí emplear la estrategia Kauy
on. Situé a los Kroot en el centro como señuelo y mis Equipos de "Crisis", un par de
Cabezamartillos y yo mismo nos situamos tras una colina a la derecha de la tram
pa, mientras un
Equipo de "Apocalipsis" se situaba a la izquierda de los Kroot. Con las Armadura
s "Sombra", los Guerreros de la Casta del Fuego y aún más Kroot protegiendo el extre
mo del flanco izquierdo, consideré que mi plan era, tácticamente, lo más sólido posible.
Al cabo de una hora, los Exploradores informaron que habían entrado en contacto c
on la vanguardia del ejército de Slaanesh. Ordené al grueso de mis fuerzas permanece
r bajo cobertura mientras los Kroot que hacían de señuelo avanzaban con cautela al d
escubierto. Entonces apareció el Manta Raya de los Exploradores con el enemigo pisán
dole los talones. Lo que había visto en Fio'kai me había dejado atónito, pero lo que v
i entonces hizo que hasta mi alma se convulsionara.
Cuando el ejército de Slaanesh se acercó a nuestros aliados, los Kroot empezaron a s
ufrir horrendos cambios anatómicos, a la vez que les surgían protuberancias a través d
e la piel y se convulsionaban y gritaban horriblemente, con la carne deformándose
a causa de las mutaciones. En ese momento me di cuenta de que esos eran los Kroo
t que habían devorado la carne de los enemigos muertos en Fio'kai. El frente princ
ipal de los Slaanesh cambió de repente de rumbo y, en lugar de cargar contra los K
root, empezó a aproximarse a mi posición. Y, lo que era peor, =los Kroot que había sit
uado como señuelo empezaron a avanzar junto a las tropas de Slaanesh con la muerte
brillando en sus ojos! Ordené inmediatamente el avance de las tropas situadas a m
i izquierda para atacar el flanco del ejército de Slaanesh hasta unirse con mi equ
ipo "Crisis". Las "Apocalipsis" dispararon andanadas de cohetes contra las masas
que se agolpaban delante de ellas, matando a docenas de enemigos con cada explo
sión. Sin embargo, parecía que la carnicería que estaban sufriendo sus filas no les af
ectaba demasiado. Hasta había muchos que parecían gozar perversamente con las herida
s sufridas. Los Cabezamartillos rodearon el flanco opuesto del ejército de Slaanes
h y empezaron a masacrarlos con las descargas de fragmentación de los aceleradores
lineales, pero el enemigo seguía avanzando.
La potencia de fuego que desplegamos estaba muy por encima de lo que la academia
de Kaisshi nos había enseñado que era suficiente para vencer a un enemigo de ese ta
maño y, sin embargo, las tropas enemigas seguían avanzando sin vacilar. ¡Esos guerrero
s eran valientes de verdad! La carnicería continuó, mientras mis guerreros se retira
ban y seguían disparando contra la masa de criaturas. No importaba cuántos hubiéramos
matado ya, siempre quedaban más para ocupar su lugar, hasta el punto de que temí no
tener la potencia de fuego necesaria para enfrentarme a aquella superioridad numér
ica. Pero, entonces, la parte izquierda de mis fuerzas penetró en el flanco del ejér
cito de Slaanesh, sembrando la confusión a la vez que los Kroot no contaminados ab
rían brecha entre sus filas, provocando una refriega turbulenta al caer sobre sus
hermanos corruptos. Y, aprovechando la confusión, lancé un contraataque por mi cuent
a.
Junto con mi escolta de Shas'vre, me abrí paso por el centro de la horda hasta uni
rme a los Kroot, que ya estaban empapados en sangre, para rodear a Slaanesh. En
principio, como cualquiera de mis alumnos de Kaisshi podrá corroborar, me consider
o un Tau poco dado a las fantasías o a las nociones románticas de la belleza, pero,
cuando me enfrenté al ser vestido de rosas y azules chillones, estuve a punto de s
ucumbir a los hipnóticos colores y olores almizcleros que parecían atravesar de algún
modo la armadura de combate. Conseguí deshacerme rápidamente de su poder y liquidé a l
a abominación con un disparo de mi blaster de fusión. La muerte de este provocó que su
s esbirros se desorganizaran y, en cuestión de minutos, no eran más que una masa de
seres confundidos, que huían llenos de pánico. Sabía que no podía permitir que un enemig
o así lograra escapar, de modo que ordené una persecución total y, al caer la noche, y
a habíamos destruido todo vestigio del ejército de Slaanesh. Cuando volví a la zona de
la emboscada original, me encontré a los Kroot ejecutando a sus camaradas contami
nados y quemándolos en una gran pira de fuego. Sabía que era costumbre de los Kroot
el devorar los cuerpos de las víctimas, pero, después de lo que había sucedido durante
la batalla, no pude culparlos por su precaución. Los Kroot no quisieron marcharse
hasta que la pira no quedó reducida a cenizas y los restos fueron esparcidos al v
iento. Cuando se apagó el fuego, recogimos a nuestros muertos y nos marchamos de K
e'ishan.
Me estremezco al pensar lo que podría haber pasado si se le hubiera permitido a Sl
aanesh tomar el planeta y agradezco a los Etéreos que su presencia permitiera a mi
s guerreros y a mí dirigirnos hacia ese planeta. Dejar existir una imagen tan degr
adada de nuestros antepasados hubiera deshonrado a todos aquellos que han luchad
o y muerto en aras del Bien Supremo".
Doctrina de batalla de los Tau
Por'ui Eisy'eir K'tadie se arregló la extraña masa del traje de protección después de qu
e una explosión retumbara en la colina que se encontraba tras ella, acompañada del s
onido de ráfagas de fuego dispersas. Echó una ojeada por encima del hombro y asintió c
on la cabeza a su compañero, manteniendo el grabáfono por debajo de su boca.
"¿La'je'ri, estás preparado?", preguntó.
El grabador, Por'la Eisy'eir Je'ri asintió: "Entramos en treinta dec'taa".
"Muy bien. Vamos a hacer unas tomas de la batalla", dijo Ui'k'tadie mientras emp
ezaba a escalar la pendiente.
La'je'ri trepó tras ella, un poco más despacio debido al peso del equipo de grabación
de imágenes. Vestido igualmente con un grueso traje de protección y sudando a chorro
s, rezó para que este trabajo no implicara correr tanto como el anterior.
"=Venga, date prisa!", le espetó Ui'k'tadie bruscamente. "Nos vamos a perder lo me
jor".
La'je'ri consiguió llegar a la cima de la colina jadeando por el esfuerzo y dirigió
el grabaimágenes hacia Ui'k'tadie. Las explosiones y los haces de fuego iluminaban
el rostro de su jefa. Ui'k'tadie se arregló de nuevo la armadura personal, mientr
as sus rasgos faciales tomaban la expresión seria y mesurada de un corresponsal de
guerra tau.
"Entramos en tres, dos, uno...".
"Me encuentro en la colonia Nimbosa, donde las fuerzas de Shas'o Tash'var OI'nan
B'kak están allanando el terreno para la futura expansión del imperio tau. Como pue
den observar, la batalla se encuentra en un punto de máxima actividad y el número de
muertos es muy elevado. Se trata de una lucha muy dura, pero también muy noble ¡y l
os heroicos Guerreros de la Casta del Fuego están decididos a salir victoriosos!".
La'je'ri giró el grabaimágenes para obtener una toma panorámica del puesto fronterizo
de los Gue'ia, evitando filmar los cadáveres de los Guerreros de la Casta del Fueg
o. El puesto enemigo estaba en llamas y las Armaduras de Combate seguían disparand
o cañonazos de plasma letal contra las frágiles barricadas. Un tanque Cabezamartillo
rodeó uno de los edificios, apuntando a un tanque gue'ia con el acelerador lineal
. El Cabezamartillo disparó y el proyectil a hipervelocidad destruyó el objetivo en
medio de una bola de fuego cegadora. El grabador sintió una oleada de orgullo al c
omprobar la puntería del artillero de la Casta del Fuego. Luego giró el grabaimágenes
para enfocar de nuevo a Ui'k'tadie, que seguía informando.
"Se ha ofrecido a los Gue'ia la posibilidad de unirse a la gloriosa expansión del
imperio tau, pero, hasta el momento, se han negado a aceptar tal honor. Como pod
rán comprobar, los Cabezamartillo de la Casta del Fuego se están colocando en este p
reciso instante en posición y...".
Una explosión hizo temblar el suelo al impactar un proyectil de mortero veinte met
ros a su derecha. Laje'ri se tambaleó; la sangre le manaba de un corte en la piern
a donde un fragmento de metralla había atravesado su mono de trabajo. Los rayos láse
r silbaron a su alrededor cuando los Gue'ia abrieron fuego sobre la zona donde s
e encontraban.
"¡Los Gue'ia nos están disparando!", gritó Ui'k'tadie excitada. "¡Venga, tenemos que ace
rcarnos!".
La'je'ri siguió de mala gana a Ui'ktadie y bajó por la colina en dirección a la batall
a con el grabaimágenes dando botes sobre su hombro. Mientras corría, Ui'k'tadie se v
olvió a Laje'ri y gritó: "Como pueden observar, los Guerreros de la Casta del Fuego
han asegurado el perímetro exterior del puesto fronterizo y una escuadra de drones
de combate está manteniendo a raya a los Gue'la. Otro grupo nos está disparando, pe
ro veo que las "Apocalipsis" ya están a punto de encargarse de ellos".
El edificio delante de ellos dos se vio de repente envuelto en llamas al ser imp
actado por los misiles de las Armaduras "Apocalipsis", que lo redujeron a un mon
tón humeante de escombros y planchas de metal retorcidas. Los gritos de los Gue'ia
surgieron de entre las ruinas, en medio del ruido de los cargadores de munición q
ue explotaban a causa de las llamas. Una oleada de fuego procedente de la explos
ión pasó por encima de ellos y Laje'ri pudo sentir el calor chamuscando su cabellera
. Un rayo láser le atravesó el brazo y lanzó un alarido de dolor. Ui'k'tadie pareció no
haberse dado cuenta y fue a pararse tras una barricada improvisada para seguir i
nformando.
"Me encuentro en este momento en el borde del fuerte de los Gue'la y he de confe
sarles que esto es muy emocionante. Los Gue'ia han combatido con su típico arrojo,
pero no pueden igualar la experiencia y dedicación de nuestros valientes Guerrero
s de la Casta del Fuego. ¡En estos precisos instantes, se están asaltando los últimos
reductos de resistencia! ¡Estamos a punto de ser testigos presénciales de la victori
a de las tropas del Comandante O'b'kak!".
La'je'ri siguió a Ui'k'tadie por encima de la barricada hasta los restos en llamas
del fuerte de los Gue'la. Había cadáveres esparcidos por todo el lugar y sintió que e
l horror le invadía al contemplar la magnitud de la carnicería. Sabía que todo era por
el Bien Supremo, pero eso no conseguía convencer a su estómago. Supuso que los Guer
reros de la Casta del Fuego estaban acostumbrados a ver cosas así, pero él no, cosa
que agradecía enormemente.
La'je'ri se encontró a sí mismo corriendo junto a Guerreros de la Casta del Fuego y
el líder de la escuadra le lanzó una mirada de sorpresa. Él se encogió de hombros y sigu
ió detrás de Ui'k'tadie mientras una ráfaga de rayos láser surgía de un edificio de enfren
te. La cabeza del líder de la escuadra explotó de repente y Laje'ri sintió un martilla
zo en la barriga al ser alcanzado por un rayo láser. Las piernas dejaron de soport
ar su peso y vio que el suelo se le acercaba a gran velocidad, golpeándole en la c
ara. Las lentes del grabaimágenes se rompieron y, con un último esfuerzo, consiguió ma
ntenerlo enfocado hacia Ui'k'tadie, al tiempo que observaba cómo el contador de ti
empo que había en la esquina de su visor se iba acercando al cero. La conexión en di
recto con T'au estaba a punto de terminar.
Ui'k'tadie se acercó a su grabador y dijo: "La batalla casi se ha terminado. Los E
xploradores han rastreado a los Gue'la que quedaban y allí... sí... creo que estoy v
iendo cuatro misiles dirigiéndose hacia su posición. Sí, ¡cuatro misiles acaban de impac
tar en la última defensa de los Gue'ia y creo que podemos concluir categóricamente q
ue la resistencia ha terminado! Otra gloriosa victoria para el ejército del imperi
o tau y otro planeta que se añade a nuestra gloriosa expansión. En este preciso inst
ante, me notifican que las bajas han sido mínimas y que no ha habido pérdidas graves
".
La'je'ri lanzó un gemido y comprobó el contador otra vez. Cuando llegó a cero, aún consi
guió decir: "Estamos fuera...".
Ui'k'tadie bajó el grabáfono y empezó a levantar a su subordinado del suelo.
La'je'ri lanzó un alarido de dolor. "¡Me han herido!", jadeó.
"No, no te han herido", le respondió Ui'k'tadie irritada. "La armadura ha absorbid
o el impacto. Estás perfectamente. Venga, vamos, no te hagas el remolón. Tenemos que
entrevistar a los Guerreros de la Casta del Fuego para conseguir sus impresione
s de la batalla".
La'je'ri lanzó otro gemido y se incorporó, doblándose por el dolor al recoger el graba
imágenes del suelo.
Seguro que existía una forma más sencilla de extender el Bien Supremo.

LAS ULTIMAS HORAS DE VORSK


La tormenta de nieve había proporcionado cobertura a los Orkos para acercarse lo s
uficiente y la promesa de una masacre se cernía en el aire. Gragnatz el Azezino se
humedeció sus ennegrecidos labios con expectación y, mientras su aliento hediondo s
e congelaba, dedicó un momento a valorar el campo de batalla de nuevo. Cientos de
cadáveres cubrían el suelo de aquel erial ártico, humanos y Orkos por igual, y el mant
o de nieve estaba salpicado de manchas de sangre. Adelante, las tropas imperiale
s formaban en hileras en el paso obstruido por el hielo, negando a los Orkos la
ventaja de la superioridad numérica. Las andanadas de fuego destellaban en las fil
as orkas. Impertérrita, una horda de chikoz crujió ruidosamente tras la peña de Gragna
tz ganando velocidad a medida que alcanzaban tierra más firme. A Gragnatz no le gu
staba que el paso todavía estuviera en manos de los humanejoz y de sus preciados t
anques. Esto le hizo enloquecer.
"¡Oí! Zogdeg!", gritó mientras disparaba su piztola al aire para llamar la atención de s
us rivales, "¡dile a tus kompañeroz gallinaz que mojaremoz nuestraz tripaz kon vuezt
ra zangre!". Se giró, sonriendo salvajemente mientras oía la corriente de improperio
s que venía desde donde se hallaba Zogdeg y lideró a sus chikoz en una carrera a gra
ndes zancadas hasta la posición enemiga.
Un rechinamiento inundó el aire y, mirando de soslayo, Gragnatz descubrió una column
a de artillería imperial que retumbando se situaba tras la infantería humana. Escupió
una maldición mientras el primero de los impactos de artillería machacó las filas orka
s. Las detonaciones ensordecedoras lanzaron grandes columnas de agua helada por
el aire y con cada impacto mataban a docenas de Orkos y enviaban algunos más a la
muerte en las aguas gélidas. Aun así, seguían llegando más pieles verdes.
Alrededor de los flancos de la infantería orka que cantaba y pisoteaba, apareció una
flota de buggies de guerra virando bruscamente y derrapando encima del hielo. L
as andanadas de kohetez orkos surcaron el aire y algunos de ellos incluso impact
aron en los escuadrones de tanques imperiales que había delante. Tras los buggies
de guerra apareció un grupo de seis karros de guerra gigantescos con las llantas d
e las ruedas cadenadas y apizonadoraz con pinchos que escupían grandes planchas de
hielo. La tierra se estremeció mientras las bestias devolvían el fuego con su kañón Mat
amáz y explosiones incandescentes destrozaban los tanques imperiales. A modo de re
spuesta, disparaban cada vez más artillería imperial sobre los grupos aullantes de m
otoriztas orkos que lideraban la carga. Gragnatz emitió una risa gutural cuando un
o de los motoriztas se transformó en una bola de fuego y se estrelló directamente so
bre un banco de nieve con un silbido. La línea de batalla humana estaba al alcance
y Gragnatz dobló sus garras mientras avanzaba. Las tropas orkas de a pie que halló
en su camino abrieron fuego con sus propias armas sesgando a los defensores huma
nos en una tormenta de golpes. En su favor, los Imperiales consiguieron mantener
la posición. La descarga de disparos láser que lanzaron sobre la peña de Gragnatz se
hizo demasiado intensa como para ignorarla. De vez en cuando, uno de los pieles
verdes caía, tras un disparo limpio en la cabeza. "Ya es suficiente", pensó Gragnatz
. "Ha llegado la hora de matar".
Girando su cabeza, el kaudillo orko rugió su grito de guerra con toda la fuerza de
sus pulmones. Un gran ¡Waaagh! fue la respuesta de la horda orka, ahogando el son
ido ensordecedor de la artillería imperial. Los rugidos de la horda piel verde par
ecieron intensificarse cuando el eztrambótiko de Gragnatz se unió a ellos aumentando
el sonido tres veces hasta que el valle pareció temblar con aquella ira elemental
. Con lentitud majestuosa, un centenar de miles de toneladas de nieve cayó desde l
as aproximaciones superiores del paso, silenciando a la artillería imperial que ha
bía abajo.
Gragnatz bajó su casco con cuernos y cargó cubriendo los últimos metros que lo separab
an de la línea humana con una carrera precipitada. La fuerza de la carga orka derr
ibó a los Guardias Imperiales situados para detenerlos. Afiladas bayonetas se clav
aron en su vientre y cuello, lo que hizo encolerizarse aún más a Gragnatz. El kaudil
lo orko balanceó su gran hacha sierra describiendo arcos amplios y decapitantes y
pateó con sus botas de punta de acero a todos los guerreros que se le acercaron. T
ras él, los chikoz también luchaban. La saliva, la sangre y el agua helada inundaron
el aire mientras los Orkos destrozaban a sus presas con una ira frenética.
Sin previo aviso, el estruendo de unos cascos de hierro anunció la contracarga de
la caballería imperial que aparecía desde su escondite en una escarpa helada. Una ro
nda de disparos láser precisos impactaron en el pecho de Gragnatz, que lanzó por los
aires al soldado humano que había estado golpeando para hacer frente a la nueva a
menaza. Adelante, un jinete cubierto con una piel cargaba directamente hacia él co
n una lanza larga explosiva apuntando hacia el suelo.
Gragnatz se agachó y golpeó a la montura del humano con tal fuerza que tanto el jine
te como la montura cayeron derribados sobre el hielo en un amasijo de extremidad
es y entrañas. Gragnatz arrastró a la bestia por las riendas y lanzó su cuerpo sobre l
a línea de Guardias Imperiales que cargaba hacia él. Después, saltó por encima de los re
stos del caballo y cayó sobre el resto de humanos espantados. Los soldados de la G
uardia Imperial retrocedieron en desorden, sorprendidos por la repentina violenc
ia del ataque del kaudillo orko.
"Aguantad y dizparad, renakuajoz", gritó Gragnatz levantando su hacha sierra y des
cribiendo arcos con ella. "Yo tengo máz ke baztante para empezar".

LA CAIDA DE DAMNOS
274.973.M41 Ruinas descubiertas
La fusión geotérmica de las estaciones de Mandos Prima sufre una serie de fallos críti
cos seguidos de una actividad sísmica de una fuerza sin precedentes. En el curso d
e las reparaciones, los exofabricadores descubren una serie de ruinas antiguas e
nterradas bajo la capa de hielo. Representantes del Adeptus Mechanicus reclaman
el descubrimiento de inmediato. Los tecnosacerdotes recuperan varios mecanismos
alienígenas del lugar y los llevan al mundo forja Goethe Maioris para su estudio.
779.973.M41 La amenaza despierta
Falanges y falanges de Necrones emergen de las ruinas bajo tormentas terribles y
descienden hasta los manufactorums de Damnos Prima. Un velo de interferencias e
n las comunicaciones precede al avance necrón evitando que los manufactorums pueda
n enviar una señal de ayuda o alerten a otros de su destino. Al no estar preparado
s para un asalto tan repentino, los defensores son invadidos en cuestión de horas.
Cuando el complejo queda en silencio, se envían cazas Thunderbolts de reconocimie
nto procedentes de Damnos Secundus para investigar. Ninguno regresa.
850.973.M41 La masacre continua
Las interferencias en las comunicaciones se desplazan al sur, sobre el Océano de T
yrrea hasta Damnos Secundus. Los Necrones continúan su avance silenciando cada ref
inería, complejo minero y puesto avanzado que encuentran a su paso. Las compañías de r
econocimiento de la Guardia Imperial alcanzan los manufactorums de Damnos Primus
. Encuentran las estructuras intactas, pero ni rastro de atacantes o defensores.
A medida que la zona de batalla se desplaza al sur, los informes confirmando la
naturaleza del enemigo finalmente llegan al gobernador planetario, que moviliza
de inmediato a todos los regimientos bajo su mando. También envía una petición de ayu
da desesperada a los Ultramarines próximos antes de reunir a sus consejeros y reti
rarse a su búnker de mando clase Proteus. El acorazado Nobilis adopta una órbita geo
stacíonaria sobre la capital planetaria, Kellenport, y se prepara para bombardear
a los inminentes Necrones.
020.974.M41 El triunfo Necron
Los Necrones asaltan Kellenport. Gracias a un bombardeo de torpedos de fusión desd
e el acorazado Nobilis en órbita, la batalla comienza bien para los defensores imp
eriales, pero el triunfo rápidamente se convierte en desastre. Un disparo de energía
de inducción comprimida atraviesa la atmósfera y destruye el Nobilis. Mientras las
espirales de escombros caen desde el oscuro cielo para estrellarse contra Damnos
, las falanges de Necrones se teleportan tras los muros y matan a los guardias e
n sus propios búnkeres. El gobernador muere cuando irrumpen en su búnker escarabajos
y arañas necronas. Cuando las unidades de la 2a Compañía de Ultramarines llegan poco
después, lanzan una serie de incursiones para tratar de rescatar a los pocos super
vivientes de la masacre necrona y se retiran al espacio profundo. En la actualid
ad, Damnos está en manos de los Necrones.

TERCERA GUERRA DE ARMAGEDDON - RELATO 1


Cuando el señor de la guerra orko Ghazghkull Mag Uruk Thraka lideró la mayor invasión
orka en muchos siglos contra el mundo colmena de Armageddon, los Despojadores se
encontraban entre los primeros veinte capítulos de Marines Espaciales que acudier
on en defensa del planeta. El Comandante Dante de los Angeles Sangrientos tomó el
mando de los capítulos allí presentes y cada uno de ellos hizo gala de sus mejores h
abilidades en combate con el objetivo común de expulsar a la horda de millones de
Orkos.
Los Despojadores fueron el único capítulo en no reconocer la autoridad del Comandant
e Dante ni ninguna otra autoridad imperial. Dante no fue tan magnánimo como el gen
eral Kurov y otros y no perdonó la actitud de los Despojadores, a los que censuró pu
blicamente como rompejuramentos después de que la mayoría del capítulo pasase mucho ti
empo en Armageddon ocupadas en operaciones en las inmediaciones del Monolito de
Angron. La jungla ecuatorial de esta zona es oscura y retorcida y las únicas criat
uras que la frecuentan son las tribus ferales de Orkos, que parece que realizan
ceremonias oscuras bajo el techo de esta brillante jungla.
Cuando la primera fase de la campaña tocaba a su fin y se aproximaba la estación del
fuego, se llegó a una especie de alto el fuego, pues
ambos bandos tuvieron que prepararse para afrontar las tormentas que estaban por
venir. Muchos capítulos de Marines Espaciales se retiraron debido a que su estilo
de ataque relámpago no se adecuaba a este nuevo estadio de la guerra. Los primero
s en retirarse fueron los Despojadores que, sin explicación alguna, emergieron de
la jungla, embarcaron en sus cañoneras Thunderhawk y partieron. Las naves en órbita
de la Flota Imperial les desafiaron y estuvo a punto de producirse una violenta
confrontación entre los supuestos aliados que se evitó por los pelos cuando el Coman
dante Dante ordenó a las naves piquete que se retiraran y dejaran que las naves de
los Despojadores se reunieran con su flota.
Un mes más tarde, los Despojadores reaparecieron para dirigirse a las estribacione
s órbitales de Belis Corona con demandas de una restitución completa de las naves qu
e habían perdido. Después de unos violentos altercados con los oficiales del departa
mento de suministros, estos accedieron a las demandas del capítulo y les restituye
ron todas las naves que habían perdido.
Sin mayor explicación, el capítulo abandonó Belis Corona en dirección a la Puerta de Cad
ia.
Desde entonces no ha vuelto a saberse nada de ellos.

TERCERA GUERRA DE ARMAGEDDON - RELATO 2


Fase 1: Movimientos de apertura
Después de la victoria en 948.M41, se inició una extensa investigación sobre la prepar
ación y las defensas del planeta. Ante la clara importancia estratégica del planeta,
los Adeptus Terra ordenaron el inicio de una serie de proyectos para asegurar e
l sistema Armageddon frente a futuros ataques. El mando del sector naval fue tra
nsferido al sistema Armageddon, y la instalación naval de Puerto de S. Jowen fue r
econstruida y expandida para acomodar a toda clase de naves de guerra intergalácti
cas. Se establecieron tres bases de vigilancia permanentes en los bordes exterio
res del sistema, bautizadas con los nombres de los tres héroes de la Segunda Guerr
a de Armageddon: Mannheim, Dante y Yarrick. Se reconstruyeron y se reforzaron la
s bases de defensa terrestres y orbitales, se colocaron campos de minas a lo lar
go y ancho de todo el sistema, y se ordenó un incremento sustancial en los efectiv
os de naves patrulleras.
En el propio planeta comenzó un largo proceso de reconstrucción de las colmenas arra
sadas por las hordas de Ghazghkull. Este proceso, a pesar de la gigantesca aplic
ación de mano de obra y recursos, estaba incompleto cincuenta años después. En parte s
e debió al incremento de regimientos de defensa que se reclutaron en este periodo,
a pesar de que disminuyó el número de regimientos conscriptos destinados a la Guard
ia Imperial. Se creó un consejo militar para gobernar Armageddon compuesto por rep
resentantes de alto rango de la Armada Imperial, la Guardia Imperial, el Departa
mento Munitorum, los Adeptus Mecánicus, la Eclesiarquía y los Gobernadores de cada u
na de las principales colmenas del planeta. El consejo estaba presidido por el G
eneral Kurov de la Guardia Imperial, un respetado veterano de la Cruzada de Bakk
us. Desde el 949.M41 hasta el 978.M41, el General Kurov coordinó una serie de camp
añas genocidas en las junglas entre Armageddon Primus y Armageddon Secundus y en e
l planeta helado de Chosin para eliminar las plagas de Orkos que surgieron tras
la derrota de Ghazghkull. Pasaron cincuenta años y Armageddon resurgía de sus ceniza
s, con unas defensas más fuertes que nunca. Y sin embargo, no fue suficiente. Las
primeras señales de la tormenta fueron una serie de ataques en los sistemas y plan
etas cercanos a Armageddon. El primero fue Minerva, atacado por piratas Orkos. A
continuación, el mundo agrícola de Ruis fue igualmente asaltado. En pocos meses, a
pesar de los esfuerzos de la Armada Imperial, el número de mercantes que llegaban
hasta Armageddon disminuyó a la mitad. Parecía que algún ente invisible sabía que las fu
erzas Imperiales estaban obligadas a proteger el sistema Armageddon y que no podía
n patrullar libremente el sector. De repente, las incursiones piratas se convirt
ieron en asaltos contra puestos avanzados, y después en ataques contra colonias y
satélites poco protegidos. Las invasiones planetarias a gran escala comenzaron poc
o después. Doce planetas Imperiales fueron atacados en otras tantashoras, y los As
trópatas de Armageddon recibían continuos informes sobre más ataques. Cada consulta al
Tarot Imperial mostraba matanza, destrucción y el símbolo de la Bestia Resurgente.
Se rumoreó que Ghazghkull regresaba para vengarse, y en poco tiempo ni el burócrata
más obstinado pudo negar que estaba ocurriendo un ¡Waaagh! de proporciones gigantesc
as. Después de que la Fuerza de Ataque Trajano se perdiera combatiendo contra los
Orkos, al parecer en el sistema Desdeña, el General Kurov envió un mensaje a todos l
os regimientos de la Guardia Imperial y Capítulos de Marines Espaciales cercanos p
ara que se agruparan para la defensa de Armageddon.
Fase 2: El retorno de la bestia
El Día de la Ascensión del Emperador, cincuenta y siete años después de la primera invas
ión Orka, las antenas augures registraron una enorme disrupción del immaterium cuand
o una armada Orka salió del espacio disforme y las hordas de Ghazghkull atacaron A
rmageddon de nuevo. Una alerta de la estación de vigilancia Dante se cortó en mitad
de la transmisión mientras centenares de naves Orkas pasaban a su lado.
Los últimos informes de la estación de vigilancia indicaban que la flota Orka se com
ponía de 50 cruceros Orkos y más de 300 naves de escolta, junto con al menos cuatro
pecios espaciales. Todas las fuerzas de Armageddon entraron en alerta máxima, y si
ete escuadrones de cruceros Imperiales, encabezados por los acorazados Su Volunt
ad y Triunfo, partieron de Puerto de S. Jowen en menos de veinticuatro horas. La
flota Imperial, bajo el mando del Almirante Parol, entró en combate cinco días desp
ués, emboscando a los elementos de vanguardia de la flota Orka alrededor del mundo
de elevada gravedad de Pelucidar.
En el combate inicial fueron destruidas sesenta naves de ataque Orkas sin la pérdi
da de una sola nave Imperial. Después, las naves de Parol se enfrentaron a los gra
ndes escuadrones de cruceros de la clase Asesino y a enjambres de "kazabombarder
oz" Orkos adelantados al cuerpo principal de la flota enemiga. Las naves Imperia
les combatieron con valentía, y sus lanzas de energía convirtieron en chatarra a las
naves Orkas mientras las baterías de armas incineraban una oleada tras otra de "k
azabombarderoz".
Sin embargo, los Orkos superaban en una proporción de seis a uno a la flota Imperi
al, y gradualmente las naves Imperiales fueron derrotadas. Los Orkos lanzaron at
aques suicidas contra las líneas Imperiales con una ferocidad inaudita, perdiendo
docenas de naves a cambio de una sola nave Imperial. En el momento cumbre del en
frentamiento, el Almirante Parol recibió comunicaciones de las estaciones de vigil
ancia Yarrick y Mannheim advirtiendo de la entrada de otras tres flotas Orkas en
el sistema. Casi simultáneamente, el Triunfo fue atacado por cinco cruceros de la
clase Asesino y resultó averiado por su tremenda potencia de fuego combinada y po
r los ataques teleportados. Parol vio que su deber era impedir que la flota resu
ltase destruida y. a regañadientes, dio la orden de romper el contacto.
Las estaciones de vigilancia fueron tomadas pocas horas después. Según sus últimos inf
ormes, las distintas flotas atacantes sumaban un total de más de 2.000 naves y 12
pecios espaciales, el mayor número de pecios reunidos en un ataque en los 10.000 año
s de la historia del Imperio. El Almirante Parol, con su flota reducida a cinco
escuadrones de cruceros y a un único acorazado operacional, sólo podía organizar ataqu
es sorpresa contra las enormes armadas Orkas mientras atravesaban el sistema. Lo
s refuerzos Imperiales llegarían en poco tiempo, y sólo entonces Parol tendría alguna
esperanza de desafiar el control del espacio que tenía Ghazghkull.
Mientras tanto, las naves de escolta de Parol y sus cruceros hostigaban a los Or
kos como podían, atrayendo a sus enemigos hacia emboscadas y campos de minas, haci
endo todo lo posible por reducir la oleada de naves que llegaban al sistema. Par
a su desesperación, las naves Imperiales descubrieron docenas de primitivos astero
ides fortificados (llamados "piedros" por los Orkos), en las normalmente vulnera
bles retaguardias de las flotas Orkas. Estas enormes plataformas de armas demost
raron ser muy difíciles de atacar directamente. pero la presencia de un número tan i
nusual de ellas parecía indicar un plan muy cuidadoso.
Sorprendentemente, los Orkos no intentaron capturar S. Jowen. En vez de eso, lo
sometieron a un bombardeo que duró seis días, mientras pasaban las flotas Orkas, a l
o que se añadieron asaltos con naves de desembarco. Los guerreros Orkos lograron e
stablecer cabezas de desembarco en los sectores inferiores de los muelles; y, au
nque las instalaciones se mantuvieron en manos Imperiales, quedaron inservibles
debido a los bombardeos y a las constantes incursiones Orkas. Sólo la llegada, en
una fase posterior de la campaña, de dos equipos de erradicación Inquisitoriales de
la Ordo Xenos logró expulsar a los Orkos a los pozos de almacenamiento de isótopos e
n la base de la estación.
Fase 3: A ras del suelo
Las semanas finales anteriores a la llegada de la armada Orka estuvieron ocupada
s con preparaciones frenéticas. Los Titanes ponían en marcha sus reactores de plasma
y tomaban posiciones defensivas alrededor de las ciudades colmena, con sus ojos
mecánicos oteando el cielo. Los regimientos de la Guardia Imperial se atrincherar
on, y los Marines Espaciales de más de veinte Capítulos se dispersaron por los desie
rtos y las montañas, listos para enfrentarse con los alienígenas. Los mercantes Impe
riales forzaban el bloqueo Orko para llevar refuerzos al planeta. El último transp
orte que logró llegar al planeta llevaba una leyenda. El Comisario Yarrick. el "Vi
ejo" en persona, pisó Armageddon después de veinte años entre los enfervorizados grito
s de la muchedumbre.
El viejo Comisario se reunió con el consejo militar esa misma noche y les advirtió s
obre las últimas tácticas y estrategias de Ghazghkull, previniéndoles del peligro de s
ubestimar las habilidades del Señor de la Guerra. Muchos dijeron que había envejecid
o, que se sentía abrumado ante la horrible perspectiva de la inminente invasión. Los
que le conocían podían ver la feroz determinación que ardía en su único ojo. Kurov era fa
moso por reconocer la valía de un hombre, y quedó profundamente impresionado por la
inteligencia y determinación de Yarrick. Solicitó que Yarrick tomara el mando del co
nsejo militar durante el conflicto y, para alivio de todos, Yarrick accedió.
Seis semanas después de entrar en el sistema Armageddon, la inmensa armada Orka en
tró en combate con las estaciones espaciales y las plataformas de armamento en órbit
a superior alrededor del planeta. Aquellos que esperaban que las poderosas defen
sas orbitales de Armageddon destruyesen las astronaves enemigas estaban equivoca
dos. La batalla orbital duró tres días y dos noches, pero, al amanecer del tercer día,
los cielos se llenaron con las estelas de las cápsulas de desembarco de los Orkos
y los incandescentes meteoros de las naves de ataque. La Colmena Hades, prácticam
ente destruida después de la última guerra, fue la primera en desaparecer. En un act
o de terrible venganza, Ghazghkull decidió no atacarla. En vez de eso, toda la col
mena y sus habitantes fue aplastada por gigantescos asteroides lanzados desde lo
s pecios espaciales en órbita. Este acto sanguinario fue el preludio del derramami
ento de sangre que tendría lugar a continuación.
Mientras los fuegos de la destrucción de Hades iluminaban el horizonte oriental, l
as primeras legiones de Orkos se enfrentaban a las fuerzas Imperiales cerca de V
olcanus. Acheron y Ciénaga Mortal. Los láseres de defensa y los silos de misiles inf
ligieron terribles pérdidas a los Orkos, pero los supervivientes se reagruparon y
atacaron las defensas con tal ferocidad que pronto los Orkos empezaron a llegar
a tierra sin problema alguno. Los Orkos Salvajes bajaron de las Montañas Pallidus
y salieron de las junglas ecuatoriales para unirse a las hordas invasoras. Enorm
es bandas de Orkos, con sus máquinas de guerra, se teleportaban directamente al co
mbate desde los pecios espaciales en aquellos lugares en que las defensas eran d
emasiado sólidas. Cuando las defensas terrestres fueron definitivamente silenciada
s al tercer día de desembarcos, Yarrick ordenó que todas las naves aéreas fuesen lanza
das al combate, en un desesperado intento por destruir el máximo posible de la hor
da de Ghazghkull antes de que llegase a tierra.
En los sulfurosos cielos amarillos de Armageddon se dibujaron las estelas de mil
es de aeronaves cuando los "kaza bombarderoz" Orkos se enfrentaron a los Thunder
bofts y Funes. Las aeronaves Imperiales tenían la ventaja de poder repostar y rear
marse en sus bases, mientras que los Orkos tenían que regresar a sus naves espacia
les. Pero los Orkos lograron establecer bases aéreas en poco tiempo, y los valient
es pilotos Imperiales empezaron a perder la partida cuando la aplastante superio
ridad numérica de los Orkos se hizo cada vez más evidente.
Mientras las batallas aéreas llegaban a su cénit, la Colmena Acheron cayó en manos de
los Orkos gracias a una traición. Los confusos mensajes recibidos hablaban de cent
rales de energía saboteadas y de Orkos saliendo de túneles ocultos en el mismo corazón
de la metrópolis. Se descubrió que el traidor no era otro que el famoso criminal de
guerra Hermán von Strab. Se autoproclamó nuevo Gobernador de la ciudad colmena, anu
nciando que estaba destinado a ser su señor por designio divino. Las escuadras de
Orkos silenciaron a los que se enfrentaron a von Strab. De forma despreciable, m
uchos de los nobles de Acheron le dieron la bienvenida como si fuese un antiguo
príncipe, prefiriendo ignorar que se había aliado con los alienígenas más peligrosos de
la galaxia.
En la Colmena Volcanus, el mismo día que cayó Acheron, oleada tras oleada de Orkos a
saltaron los cincuenta kilómetros cuadrados de defensas en la cima del Monte Volca
nus, justo más allá de los suburbios más exteriores de la ciudad colmena. Diecisiete r
egimientos de Milicia de Pandilleros fueron derrotados, y los Orkos
capturaron intactas muchas armas y fortificaciones. La propia Volcanus fue asedi
ada por un cerco de acero, y bombardeada incesantemente con los mismos cañones cap
turados por los Orkos.
La guerra iba mejor en las afueras de Ciénaga Mortal. Los Titanes de las Legiones
Tempestor y Victorum, junto a sus regimientos Skitarii de apoyo, prácticamente ani
quilaron a la tribu de los Orkos del Fuego Negro en una batalla que duró tres días a
lo largo y ancho de la llanura de Anthrand. Pero las naves de desembarco Orkas
caían incesantemente, y la lucha se extendió como un incendio forestal hasta que cad
a ciudad colmena y complejo megaindustrial de Armageddon fue atacado. Los Orkos
fueron rechazados en muchos lugares, pero se reagrupaban una y otra vez, llevand
o al límite la resistencia de los defensores.
Tal y como Yarrick había predicho, las estrategias de Ghazghkull eran letales. Los
Orkos mantuvieron con zarpa de hierro su dominio del cielo de Armageddon, y cad
a vez que las fuerzas Imperiales intentaban formar una línea de batalla, la bombar
deaban desde la órbita del planeta o con los "kazabombareroz", inmovilizándolas mien
tras desembarcaban más Orkos para rodearles. Cuando los Orkos eran superados en núme
ro libraban una guerra de guerrillas, atacando y retirándose luego a los desiertos
antes de que las fuerzas Imperiales pudiesen responder al ataque. Ghazghkull ha
bía aprendido bien las lecciones de Chigon XVII, y preparó sus planes para que la lu
cha fuese deliberadamente caótica, ya que esas eran las condiciones en que las par
tidas de guerra Orkas combatían mejor, y en las que los regimientos de la Guardia
Imperial carecían del apoyo y la coordinación que necesitaban para combatir efectiva
mente. La única fuerza que derrotó una y otra vez a los Orkos fue el Adeptus Astarte
s. Los Marines Espaciales recorrían incesantemente Armageddon en misiones de búsqued
a y destrucción para eliminar a los pielesverdes a la menor oportunidad.
Fase 4: Guerra total
Mientras se combatía sobre el planeta, Ghazghkull lanzó otra de sus sorpresas. Docen
as de las grandes fortalezas asteroide que el Almirante Parol se había encontrado
empezaron a descender sobre el planeta. Los "Piedros" Orkos frenaron mediante po
derosos campos de energía, enormes retrorreactores y "kañones traktores" modificados
, y aterrizaron en las junglas y a lo largo y ancho de Armageddon Primus y Secun
dus. Muchos fueron destruidos por disparos desde el suelo o por accidente, pero
cada uno de los que sobrevivió se convirtió en un bastión de los Orkos, un lugar para
reagruparse y una fortaleza a medida. Además de sus enormes cañones y de sus baterías
de misiles, cada "Piedro" contenía un gigantesco teleportador como los utilizados
en la campaña de Limnos IV. Pronto empezaron a descender refuerzos Orkos, incluido
s Gargantes y artillería pesada. Yarrick en persona encabezó los ataques de las Trop
as de Choque de Cadia, apoyadas por los Titanes de la Legio Metalica y la Legio
Ignatum, que destruyeron numerosas fortalezas de este tipo, pero las feroces bat
allas consumieron regimientos enteros en cuestión de horas. Los Marines Espaciales
llevaron el peso de la eliminación de estos objetivos durante el resto del confli
cto, y el Capítulo de los Salamandras fue citado por sus éxitos a lo largo del río Cic
uta.
Los Orkos también desembarcaron en los Desiertos de Fuego y en las Tierras Muertas
, al norte y al sur del principal continente de Armageddon. Incluso Yarrick esta
ba sorprendido: esas peligrosas tierras siempre se habían considerado inhabitables
y sin ningún valor. El propósito de Ghazghkull quedó claro cuando, semanas después, cie
ntos de sumergibles del tamaño de mercantes salieron de las aguas contaminadas y a
tacaron Tempestora y Helsreach. La sorpresa fue total: Tempestora cayó en cuestión d
e días, y los muelles de Helsreach fueron capturados en poco tiempo. Sólo la feroz d
efensa de las Milicias de Pandilleros de Helsreach, con la ayuda de las compañías de
apoyo de las Tropas de Asalto y de Marines Espaciales que acudieron inmediatame
nte, impidió que los Orkos conquistaran toda el área.
Catorce días después de los primeros desembarcos tuvo lugar el primer gran enfrentam
iento entre las máquinas de guerra del Imperio y las de los Orkos. En el complejo
industrial Diabolus se libró una batalla de diez días cuando los Gargantes de las ho
rdas del Señor de la Guerra Burzuruk y el Señor de la Guerra Skarfang se enfrentaron
a los Titanes de la Legio Crucius. Seis Titanes y ocho Gargantes quedaron compl
etamente destruidos, y muchos otros necesitaron meses de reparaciones antes de p
oder combatir de nuevo. El complejo quedó arrasado por el conflicto, con sus horno
s y talleres quemados o aplastados por las gigantescas máquinas de guerra. Después,
varios "Kultos a la Velozidad" rodearon la Colmena Infernus, aislándola de cualqui
er tipo de ayuda. Los contraataques mecanizados tuvieron éxitos iniciales, pero de
spués de que todo un regimiento de Perros Químicos de Savlar fuese rodeado y destrui
do, se abandonaron todos los intentos de romper el cerco desde el interior.
Mientras los defensores planeaban cómo levantar el asedio, llegaron informes de un
a enorme horda Orka que rodeaba las Montañas Pallidus al noreste. Poco después se la
veía desde la cumbre de la ciudad-colmena: un vasto mar de guerreros que parecía cu
brir el desierto de ceniza. Enormes Gargantes avanzaban a través de la marea como
barcos surcando un océano verde. Sus guturales cantos de guerra se podían oír a cincue
nta kilómetros de distancia, y el suelo se estremecía con su avance. Pero lo peor de
todo era que todos los incontables estandartes que había a la vista lucían el emble
ma de Ghazghkull.
Mientras el cielo se oscurecía bajo la sombra de los pecios espaciales allá arriba y
caían los primeros bombardeos orbitales, los ciudadanos de Infernus sabían que se a
cercaba su fin. Hicieron todos los preparativos con una calma antinatural, encom
endando sus almas al Emperador mientras construían barricadas o distribuían las arma
s y la munición entre las tropas, y se inspiraron en las leyendas sobre Yarrick y
sobre cómo hizo pagar a los Orkos por cada centímetro de la Colmena Hades. No todos
fueron lo bastante valientes, y miles huyeron al desierto sólo para ser asesinados
por los "Kultos a la Velozidad" situados alrededor de Infernus como buitres sob
re un cadáver.
Los Adeptus Arbites tomaron posiciones para asegurar la ciudad-colmena, ejecutan
do a cualquiera que incumpliese su deber hacia el Emperador. Los enormes cañones d
e Infernus abrieron fuego contra la horda cuando se puso a su alcance, lanzando
proyectiles de cientos de kilos contra la marea de pielesverdes antes de que los
bombardeos orbitales los destruyeran. En la calma que se produjo a continuación,
Ghazghkull envió un mensaje a los defensores. Era Gortar, Coronel de los Perros Quím
icos de Savlar, mutilado, sin ojos y sin manos. El mensaje que el coronel llevab
a era muy simple, y pudo oírse muchas veces en Armageddon en los siguientes meses.
"¡Rendíoz o morid!"

LA GUERRA DE NAVLA
El Legado de la Guerra
La Segunda Guerra de Armageddon, primera invasión de Ghazgkull Thraka a este desaf
ortunado planeta, le costó muy cara al Imperio. Cuando el Imperio finalmente logró e
xpulsar a los invasores orkos, sus fuerzas salieron al exterior para reclamar mu
ndos y sistemas que habían permanecido desconectados durante años, pero en la mayoría
de ellos solo encontraron restos consumidos. La reconstrucción de una pequeña porción
de la carnicería perpetrada por los Orkos obligaría a extender hasta el límite los rec
ursos del Imperio. Además, asegurar una férrea defensa frente a posibles ataques opo
rtunistas sería una orden difícil de cumplir para las ya de por sí reducidas, dilapida
das y desmoralizadas fuerzas del Imperio. El acorazado imperial clase Apocalipsi
s Triunfo se unió a la flota imperial de Armageddon en 951.M41 y, entre guerras, s
irvió como nave insignia de la flota de defensa bajo el mando del capitán Honyaeger.
El acorazado Triunfo resultó ser la condena de muchas flotas piratas dispuestas a
aprovecharse de las debilidades de la flota imperial. Tras cosechar una impresi
onante cantidad de honores, el acorazado Triunfo se convirtió en el símbolo de la Vo
luntad del Emperador en todo el subsector.
Una generación más tarde, cuando nuevos ataques orkos en los sistemas circundantes a
Armageddon causaron un recorte drástico en los envíos de mercancías al sistema princi
pal, el Triunfo y otras naves de la flota imperial se encontraron forzados hasta
el límite. Eran pocas naves para poder cubrir una extensión tan grande de espacio i
nterplanetario y los transportes de mercancías sufrían las consecuencias. Se pidió ayu
da a la flota imperial y los refuerzos llegaron en forma del Almirante Parol a b
ordo de la nave Su Voluntad, acompañada de tres escuadrones de cruceros de primera
línea. El capitán Honyaeger reconoció la veteranía y experiencia del Almirante Parol y
le cedió el mando de la flota; de este modo, durante un corto período de tiempo, ces
aron los ataques de los piratas orkos.
Todo esto cambió, casi repentinamente, cuando las incursiones piratas se convirtie
ron en asaltos planetarios a varios sistemas menores
Los primeros compases de la guerra
La marea verde se aproxima
La Tercera Guerra de Armageddon comenzó formalmente cuando la flota orka reapareció
en el espacio real en los límites del sistema Armageddon, convergiendo inmediatame
nte en la estación de control Dante, una de las tres estaciones especialmente diseña
das para prevenir uno de estos ataques. Dante sobrevivió el tiempo suficiente para
abrir un canal de comunicaciones y lanzar una señal de socorro; aunque para los d
efensores de Armageddon, convencidos de que el ataque era inevitable, la ruptura
de las comunicaciones fue la prueba que necesitaban de que Ghazghkull había regre
sado.Mientras las fuerzas de tierra en Armageddon y en sus sistemas próximos se co
locaban en alerta máxima, se hicieron los preparativos necesarios para un conflict
o en el espacio. El Almirante Parol se puso al mando de la flota desde su nave i
nsignia Su Voluntad liderando a siete escuadrones de cruceros frente a la flota
orka invasora e interceptándola cerca del mundo de elevada gravedad de Pelucidar.
La Batalla de Pelucidar
Mientras disponía la primera línea de defensa frente a esta gran amenaza, Parol se d
io cuenta de que Pelucidar representaría un dilema. El objetivo inevitable de los
Orkos sería aterrizar en Chosin, Armageddon y el resto de planetas poblados del si
stema. Aquí, entre los gigantes de gas y los superplanetas áridos de las franjas ext
eriores, el Imperio podía mantener esperanzas de contener a la flota orka. Por otr
o lado, incluso los pocos e incomprensibles mensajes recibidos desde la estación D
ante hicieron pensar a Parol que no podrían ganar a un enemigo que les superaba en
número. A pesar de todo, quizá sintiendo el ardor de la esperanza, Parol se sintió ob
ligado a enviar a toda su flota a emprender una acción alrededor de Pelucidar.
Cinco días después de abandonar el muelle de San Jowen, la flota imperial se había enc
ontrado ya con algunos líderes de la flota orka atrayendo a las naves de escolta e
nemigas con los acorazados, puesto que los cruceros imperiales eran más rápidos y ut
ilizaban los pozos gravitatorios de Pelucidar para virar en redondo sobre los fl
ancos orkos.
Los acorazados Triunfo y Su Voluntad unieron esfuerzos para combinar su terrorífic
o armamento de lanzas y crear una mortífera red de fuego de la que no pudiera salv
arse ninguna nave orka. Más de sesenta naves de escolta enemigas fueron destruidas
sin que el Imperio sufriera ninguna baja. A medida que más naves orkas se unían a l
a batalla, el combate degeneró en una caótica pelea de las que tanto divierte a los
Orkos. Mientras el grueso de la flota orka se adentraba en el sistema Armageddon
, las naves imperiales sufrieron un buen número de bajas gracias a las fuerzas com
binadas orkas y a sus ataques suicidas, que amenazaban con superar la línea de la
flota imperial. El crucero de batalla Hijo de la Tormenta fue el primero en caer
; su capitán prefirió no destrabarse del combate y seguir luchando aunque la nave qu
edase inoperativa. De este modo, logró que el resto de su escuadrón pudiese reagrupa
rse alrededor del acorazado Su Voluntad.A medida que más y más escuadrones de crucer
os empezaban a sufrir pérdidas, el almirante Parol ordenó que el acorazado Triunfo s
e mantuviese firme en su posición para que la flota imperial dispusiese de un punt
o estable donde reagruparse. El almirante condujo a Su Voluntad hasta el lugar d
onde se encontraba la primera nave orka y se desencadenó una batalla campal. Casi
al mismo tiempo, un escuadrón ingente de kruzeroz tomó ventaja de la brecha en la líne
a imperial y atacó a la nave Su Voluntad causándole daños de poca importancia con una
andanada de fuego de costado; a continuación, rodeó al Triunfo e inició un bombardeo m
asivo. Los escudos del Triunfo fallaron durante unos segundos y su ancestral cas
co sufrió los daños de la primitiva pero eficaz artillería orka. Cuando los kruzeroz o
rkos se aproximaron al acorazado, un grupo de sus naves de ataque efectuó una seri
e de acciones de abordaje y teleportaciones apareciendo en el corazón del Triunfo.
Allí, su valiente tripulación luchó contra los Orkos; pero, como se vieron forzados a
abandonar sus tareas para enfrentarse a los asaltantes, los kruzeroz orkos apro
vecharon para continuar bombardeando al Triunfo sin preocuparse lo más mínimo por la
s vidas de los Orkos que había a bordo de la nave imperial.
El capitán Honyaeger, dolido por los ataques que había sufrido su nave, se vio oblig
ado a dar la orden de abandonar el combate. Le llevó cuatro días aniquilar a los asa
ltantes orkos que habían quedado en el interior de la nave.
Después de que el acorazado Triunfo quedase fuera de combate, se detectaron nuevas
flotas orkas que entraban en el sistema Armageddon. El almirante Parol se vio f
orzado a abandonar la lucha y reagrupar el resto de sus naves para tratar de fre
nar el avance orko en el espacio imperial.
A la práctica, los Orkos no estaban demasiado preocupados por la flota imperial, p
ara ellos la visión de un enemigo huyendo era tan buena como la de un enemigo dest
ruido, y preferían lanzarse a toda velocidad en dirección a la joya brillante de Arm
ageddon. Parol y sus capitanes observaron impotentes cómo era invadido su sistema.
Después de Pelucidar
El estremecimiento de un mundo
El primer lugar donde se hizo notar la ira de las flotas orkas fue en las instal
aciones de la flota en el sector, concretamente en el muelle de San Jowen. Así lo
explicó el comandante de la instalación, el capitán Starrkos, en una transmisión para el
almirante Parol días después de la batalla de Pelucidar.
"Debo informar sobre nuestra situación aquí en el muelle de San Jowen. Cuando la flo
ta orka rebasó vuestra línea, nos preparamos para sufrir múltiples acciones de abordaj
e; pero, aunque parezca increíble, los Orkos han optado por efectuar bombardeos. P
ocas naves enemigas intentaron orbitar sobre nuestro muelle y, en vez de eso, de
scargaron toda su munición sobre nuestro muelle mientras continuaban en rumbo dire
cto hacia Armageddon. Creo que nosotros no éramos su objetivo; el muelle de San Jo
wen simplemente estaba en su camino.
Más del noventa por ciento de nuestras defensas de superficie han resultado destru
idas en las primeras siete horas del ataque y no hemos podido contraatacar a los
invasores. Poco después, se lanzaron las cápsulas de asalto enemigas. No se trataba
de un ataque coordinado y muchos de mis oficiales de puente opinaban que las cáps
ulas de abordaje lanzadas desde los hangares de kruzeroz orkos Matamaz eran el r
esultado de una pobre disciplina alienígena. Creíamos que finalmente sufriríamos el as
alto de los Orkos, incapaces de esperar a llegar a Armageddon antes iniciar la b
atalla. Nuestras defensas habían sido anuladas, por lo que éramos incapaces de deten
er su entrada en el muelle. Organicé precipitadamente grupos de combate para repel
er su asalto. Sufrimos serias pérdidas, ya que los Orkos luchaban con una ferocida
d literalmente inhumana. El combate que se libró mientras los alienígenas se dirigían
hacia los reactores fue intenso. Me vi obligado a desviar a muchos equipos para
que participasen en la defensa de los reactores, ya que temía perder el muelle si
culminaban el ataque. No obstante, esta acción permitió que un buen número de Orkos no
encontrase oposición en algunos de nuestros muelles superiores. Ahora tenemos a l
os Orkos más o menos controlados, pero hemos perdido contacto con los muelles infe
riores y pensamos que están en manos de los enemigos. Disponemos de las fuerzas ne
cesarias para frenar su avance ahora que las flotas nos han sobrepasado y han co
menzado el asalto, pero no podremos limpiar la plaga orka sin ayuda".
Aunque al principio parecía aliviado tras conocer el destino del muelle de San Jow
en, que había escapado a la destrucción total en manos de los Orkos, Parol se dio cu
enta de que resultaba aún más peligroso que los Orkos se retirasen de las estaciones
, pues resultaba un golpe más duro para los esfuerzos imperiales. Parol pensó que, s
i los Orkos no tenían intención de extender su maldición verde por el sistema, la magn
itud de la invasión sería mucho mayor de lo que temían. Con todo, incluso para el sose
gado estratega estas derrotas en los primeros momentos de la guerra y esta caden
a de acontecimientos le hacían concebir esperanzas. Si los Orkos (aparentemente ba
jo instrucciones directas de solo bombardear San Jowen) no podían resistir su nece
sidad barbárica de cercar y luchar con el enemigo, quizá sus acciones podían estar con
cebidas por ellos mismos tanto como por sus jefes. Al final, una estrategia basa
da en la división y la conquista se estaba convirtiendo en la última esperanza del I
mperio.
Reclamar las estrellas...
Mientras Parol permanecía apartado del conflicto, concentrado en reagrupar y recal
cular las fuerzas de la flota imperial, el problema de Armageddon se hacía cada ve
z más urgente. Temiendo que la flota orka invasora se lanzase sobre Armageddon ant
es de poder coordinar la defensa, muchos capítulos de los Marines Espaciales monta
ron en sus barcazas de transporte y cruceros y regresaron al espacio interplanet
ario. Mientras la flota orka se aproximaba, la flota de los Templarios Negros ba
jo el mando del Gran Mariscal Helbrecht se arriesgó lanzando una sola andanada de
fuego contra los Orkos. Casi al unísono, más de una docena de barcazas de combate y
varias docenas de cruceros de asalto castigaron a la flota de Ghazghkull con tor
pedos y con el bombardeo de sus cañones literalmente desintegrando a la primera ol
eada de naves de escolta y dejando inoperativo el pecio orko Muchoeztruendo. Inc
luso así, Hellbrecht se percató de que la suerte no favorecía aquel día a los Marines Es
paciales y envió a la mayoría de las fuerzas reunidas de regreso al planeta. De hech
o, retiró a la flota para unirse a la de Parol permitiendo que la flota orka alcan
zase Armageddon prácticamente indemne.
Apoyo logístico
Después de lo ocurrido en Pelucidar, se hicieron los preparativos necesarios para
el inicio de una batalla en superficie y se decidió el papel que desempeñaría la flota
imperial en la contienda. En la larga historia de la flota imperial habían sido c
omunes las acciones combinadas en las que las naves de la flota imperial actuaba
n principalmente como transporte de tropas de los ejércitos de la Guardia Imperial
o como reserva que protegía las cadena de suministro y patrullaba las rutas. Esta
s acciones eran tan comunes como las guerras en que la flota imperial se había aco
stumbrado a los combates. Asimismo, los capítulos del Adeptus Astartes destacaban
por sus rápidas y sangrientas acciones de flota destinadas a abrir una ruta que lo
s llevara a los planetas en contienda, donde su particular afición por los asaltos
planetarios les permitía llevar la delantera en el ataque. Sin embargo, Armageddo
n resultó ser bastante diferente.
Utilizar la flota imperial para derrotar a los Orkos en el espacio no había bastad
o para vencerlos, ya que Ghazghkull no permitiría que su flota se lanzase al comba
te donde la superior disciplina imperial, con toda probabilidad, superaría a la br
utalidad orka. Del mismo modo, confiar en el rápido despliegue de las fuerzas de s
uperficie para enfrentarse a los Orkos mientras estos aterrizaban tampoco surtiría
efecto. La horda orka era demasiado grande para ser derrotada en un único conflic
to aislado. En su lugar, debía prepararse una nueva estrategia, una que permitiera
a la flota imperial operar con eficacia en el espacio a pesar de la superiorida
d numérica de los Orkos; la flota debía ser capaz de mantener la capacidad de transp
orte suficiente para asegurar que ni un solo enclave del sistema quedase descuid
ado o apartado del esfuerzo imperial. Era la primera vez desde la Herejía en que u
n plan de guerra precisaba la compenetración completa entre las acciones en tierra
y las de la flota.
Estos problemas, por lo menos al principio, no fueron superados con facilidad. E
xcepcionalmente, la mayoría de la flota imperial estaba compuesta por naves de los
Marines Espaciales y no estaba muy claro el papel que iban a representar en est
a campaña mixta. Los deberes de las tropas de superficie eran controlados por la f
lota de los Marines Espaciales y esta seguía la precaución de permanecer cerca por s
i surgía la necesidad de realizar movimientos repentinos. Cualquier intento determ
inado de reunir una flota de Marines Espaciales para el combate en el espacio in
terplanetario invariablemente comprometía otras áreas de la campaña.
Reagrupamiento de las tropas
Después de varias horribles derrotas al inicio de la guerra, los Marines Espaciale
s advirtieron pronto que el número casi imparable de Orkos que llegaba a Armageddo
n aumentaba todavía más después de su fracaso al enfrentarse a la amenaza en el espaci
o. Enfadado ante la arrogante retirada de la flota imperial, el Gran Mariscal He
lbrecht de los Templarios Negros reestructuró primero a sus hombres y después gradua
lmente al resto de las fuerzas para mejorar la lucha en todo el sistema. Helbrec
ht, como la mayoría de descendientes de Dorn, se había enorgullecido siempre de su d
isposición para cooperar con otros elementos de las monolíticas instituciones imperi
ales y su destreza en la negociación y en la delegación resultó ser fundamental. El pr
opio Helbrecht asumió la responsabilidad de ponerse al mando de la flota para orga
nizar los asuntos relativos al movimiento y al transporte mientras Parol gozaba
de suficiente libertad para dedicarse de lleno a la estrategia militar de uno de
los conflictos bélicos mayores en la historia del Imperio.
A la caza del teleportador
La kaza del Orktubre Rojo
La persecución del enemigo es quizá la acción bélica para la cual las tropas suelen esta
r en mejor disposición. Pero en este caso no había razones para capturar al enemigo.
Los simples piratas e incursores, a menudo el objetivo de estas búsquedas por su
propia naturaleza, tenían que revelar su identidad tarde o temprano aun en el caso
de que se enfrentasen a simples comerciantes en naves de transporte. Ya fuese u
na o varias las naves a las que los Orkos se teleportaban, estas no permanecían mu
cho tiempo plantando cara al enemigo, sino que huían a la mínima evidencia de ataque
. Su misión consistía simplemente en teleportar hordas de guerreros orkos. Parol y H
elbrecht estaban preparados para iniciar una larga caza.
El acorazado imperial clase Oberon Lago Verde fue elegido como una de los mejore
s naves cazadoras, ya que, gracias a su ancestral diseño (que se remontaba a una épo
ca en la que el Imperio temía el entonces nuevo desarrollo de las naves de ataque)
, tenía ventaja sobre el resto de acorazados y había sido optimizado para operar ind
ividualmente contra una variedad de enemigos sin necesidad de llevar naves de es
colta. Todas estas razones convertían a esta nave en el depredador perfecto, aunqu
e, si no le favorecía la suerte, la caza podía ser igualmente en vano.
Las tropas de superficie de Armageddon informaron de que, durante un breve período
de tres semanas, se produjo un fenómeno en momentos del día que aparentemente no te
nían ninguna relación entre ellos: se detenía la teleportación de tropas casi por comple
to y las pocas que aparecían presentaban un número extraordinario de Orkos muertos o
que habían sufrido graves mutilaciones en el proceso. El capitán Fitzmander, un ave
zado cazador de piratas, creía que esto solo podía deberse a dos causas: un fallo re
pentino de la tecnología orka (al parecer Orkímedes seguía con vida) o algún cambio ines
perado en las condiciones de la teleportación.
Fitzmander redujo las posibles causas y las acotó a los alrededores de Namara, don
de un alineamiento de planetas había atrapado al pequeño planeta de Chosin, que se e
ncontraba exactamente equidistante entre sus gigantescos vecinos, Namara y Grama
ul, desatando innumerables e impredecibles fuerzas astronómicas sobre los tres pla
netas. Más concretamente, como revelaron las sondas del acorazado Lago Verde, la c
ausa era la distorsión de la energía y la actividad eléctrica en los alrededores de Na
mara, donde la gravedad de los otros dos planetas habían conspirado para distorsio
nar estas señales.
Ahondando en la teoría de que esta debía ser la causa de la interrupción en la telepor
tación, la nave Lago Verde se dirigió tan rápido como pudo a Namara. Mientras se encon
traba en órbita sobre el planeta, Fitzmander localizó al pecio orko Triturakráneoz. El
acorazado Lago Verde se acercó a él rápidamente y le atacó a corta distancia con toda s
u potencia de fuego. Como el Triturakráneoz carecía de cazabombarderos que pudieran
responder al ataque de un solo acorazado y disponía de un número limitado de naves d
e escolta, quedó tan destrozado que cuando intentó entrar en la disformidad la presión
destruyó casco.
Sangre roja en el Lago Verde
El victorioso acorazado Lago Verde salió en persecución de los elementos de la flota
orka que huían dándoles caza en pequeñas escaramuzas que duraron varios días. La persec
ución del Lago Verde continuó incesante hasta la inesperada aparición del akorazado or
ko Matatodoz. Una oleada de naves de ataque exploradoras no obtuvo respuesta del
acorazado, así que Fitzmander asumió que, como la mayoría de las naves de la flota or
ka, el akorazado Matatodoz presentaba deficiencias frente a los cazabombarderos.
Fitzmander utilizó las tácticas que ya había probado, por lo que eligió centrarse en las
armas de alcance y abrió fuego. En aquel momento no sabía que había ido demasiado lej
os...
Momentos antes de dar la orden de abrir fuego, el acorazado Lago Verde sufrió el a
bordaje de los Orkos. Fitzmander nunca hubiera podido predecir un ataque de este
tipo y su tripulación trató de repeler como pudo a los asaltantes. El akorazado Mat
atodoz debía llevar a bordo teleportadorez orkos que, aunque no disponían de suficie
nte alcance para efectuar asaltos planetarios, sí tenían suficiente potencia para ab
ordar el acorazado Lago Verde a una distancia a la que solo el armamento de larg
a distancia podría resultar eficaz. Sorprendido totalmente por la táctica orka, Fitz
mander murió junto a su tripulación enfrentándose a los Orkos en los estrechos corredo
res de los niveles de la ancestral nave.
El final de la guerra
El sacrificio de Parol
Tras conocer la destrucción del Lago Verde, Parol ordenó una búsqueda exhaustiva de lo
s elementos orkos que operaban en los límites del sistema, ya que ahora tenía la evi
dencia de que había más naves orkas con teleportadores de las que había temido en un p
rincipio. El escuadrón destructor Hermanos de Cale logró avistar a larga distancia a
otro pecio orko en los restos de la estación de Mannheim. Parol, torturado por la
pérdida de su viejo amigo Fitzmander, lideró el mismo el ataque al pecio orko.
Pero, igual que hiciera el pecio orko Triturakráneos, el pecio orko sin identifica
r salió de la órbita y trató de huir a la disformidad. Parol, a bordo de Su Voluntad,
su nave insignia durante décadas, inició una persecución desesperada. Apresuradamente,
desplegó a sus naves de ataque para detener al pecio antes de que entrase en la d
isformidad mientras Su Voluntad intentaba acercarse. La velocidad y la maniobrab
ilidad del pecio eran increíbles y Parol estaba convencido de que Orkímedes se encon
traba a bordo.
Temiendo que aquella maravilla de la ingeniería orka pudiese superarle, Parol aban
donó sus métodos habituales y renunció a sus ideas sobre una formación adecuada; simplem
ente ordenó a sus hombres que Su Voluntad persiguiese al pecio orko a toda velocid
ad. Cuando el pecio se disponía a entrar en la disformidad, Parol advirtió que solo
le quedaba la alternativa de embestirlo y dispuso su nave en dirección al vulnerab
le lateral de estribor por la parte posterior del pecio. Parol ordenó a su tripula
ción que se dispusiese a efectuar un abordaje desesperado y pidió refuerzos sabiendo
que, si seguía al pecio a la disformidad, perdería la comunicación. Ambas naves se su
mergieron en el immaterium y desde entonces no ha habido pruebas que demuestren
la supervivencia de la tripulación, por lo que se presume que el Almirante Parol m
urió en acto de servicio.
Aunque la pérdida de Parol fue un golpe demasiado amargo para el Imperio, su esfue
rzo parece que no fue en vano. En aquel preciso momento cesaron todos los intent
os de teleportación. Todas las pruebas apuntaban a que el pecio orko que encontró Pa
rol era el responsable de pasar los refuerzos orkos a través del bloqueo imperial.
El giro de la marea verde
Helbrecht efectuó un movimiento decisivo y ordenó que las restantes naves de los Mar
ines Espaciales que ayudaban en el bloqueo acudiesen en ayuda de las que habían ag
uantado la posición en los alrededores de Armageddon para enfrentarse a las naves
orkas. Quizá pensando que podía quedarse varado si perdía a toda su flota, Ghazghkull
demostró una vez más que era el más excepcional de los Orkos y retiró a un gran número de
sus tropas a las naves de su flota y se marchó del sistema. Helbrecht se dispuso a
perseguirlo, pero ahora conocía los riesgos que entrañaba dividir sus fuerzas, así qu
e retrasó a sus naves hasta que pudo recuperar a las tropas de Marines Espaciales
que habían quedado en la superficie del planeta. Ordenó que otros capítulos se ocupase
n de las acciones de acercamiento planetario bloqueando al propio Armageddon fir
memente tras la partida de los Orkos y, mientras, retiró a los Templarios Negros a
sus naves y organizó una cruzada espacial que salió en persecución de la inmensa flot
a de Ghazghkull Thraka.
Preocupado porque los Orkos utilizasen la estrategia de la retirada para atacar
planetas próximos mientras sus tropas seguían agrupadas en Armageddon, Yarrick ordenó
que todas las tropas de reserva de la Guardia Imperial regresasen a las naves y
se preparasen ante posibles ataques planetarios. Como a Yarrick ya se le había esc
apado Ghazghkull una vez, decidió unir sus fuerzas a las de Helbrecht a la cabeza
de la flota imperial y salir en persecución de su antiguo enemigo.
Los perseguidores podían haber perdido la pista de Ghazghkull en los primeros días d
e no ser por otro efecto secundario fruto del ingenioso bloqueo ideado por Parol
. La firme línea de resistencia que había mantenido a raya a los Orkos, ahora los ha
bía cercado o al menos los había obligado a dar a conocer su presencia mientras inte
ntaban abandonar el sistema. Los grupos de batalla situados en los bordes del bl
oqueo informaron de los movimientos de la flota orka y efectuaron ataques donde
podían para permitir que Yarrick y Helbrecht salieran en persecución de los pieles v
erdes.
La experiencia de Armageddon
Armageddon en la actualidad
Helbrecht y Yarrick sabían que el combate no había acabado, así que se prepararon para
una larga campaña contra Ghazghkull al borde del sistema. Allí, el kaudillo orko lo
gró reunir a sus naves supervivientes, que pasaron a engrosar una armada terrorífica
que volvía a encontrarse peligrosamente próxima a Armageddon.
Tras ellos, la historia era bastante distinta. Armageddon había sido saqueado y qu
izá demasiados esfuerzos se concentraban en la campaña colateral emprendida por los
comandantes que quedaron allí tras la salida de Yarrick, Helbrecht y Parol. El Imp
erio de la Humanidad es amplio e inmutable y no ha sufrido cambios durante milen
ios principalmente a causa de su propia reticencia. Como corresponde a una organ
ización tan compleja, los audaces intentos de reforma que Helbrecht y Parol habían i
nstituido para lograr la victoria fueron rápidamente olvidados en su ausencia. Mie
ntras el conflicto en el espacio cedía un poco, los pedantes capitanes imperiales
volvieron a caer rápidamente en los viejos hábitos de burocracia innecesaria insisti
endo en efectuar movimientos de naves sin sentido solamente para restablecer los
antiguos e innecesarios grupos de batalla y flotas, más por su propia comodidad y
sentimiento de propiedad que por puras razones estratégicas.
Con estas acciones sin sentido, la flota imperial, que había logrado un notable éxit
o aunque su posición era mala al inicio de la guerra, se contentaba ahora simpleme
nte con patrullar y defender el bloqueo que Parol había establecido para que sirvi
era de base de futuras campañas y no simplemente como un lugar de descanso para lo
s perezosos o los cobardes. Una ventaja que costó mucho conseguir descansa ahora e
n las manos de la flota imperial y, aunque Parol presumiblemente ha desaparecido
, es difícil imaginar cuando el Imperio sufrirá una presión decisiva.

PUERTO KADILLUS
Limnos IV es un planeta oceánico con algunas cadenas de islas volcánicas. Los Ángeles
Oscuros han utilizado este planeta para reclutar tropas en muchas ocasiones. Cua
ndo el kaudillo orko Ghazghkull atacó el planeta, los Ángeles Oscuros se situaron a
la cabeza de la defensa.
Los Orkos atacaron el planeta por sorpresa, para lo que utilizaron sus teleporta
dores experimentales. Sin embargo, para teleportar a toda su gente necesitaban m
uchísima energía, por lo que su primer ataque fue para tomar el control de las plant
as energéticas más importantes del planeta, que se encontraban en Puerto Kadíllus. Gha
zghkull dirigió el asalto personalmente y los Orkos no tardaron en tomar las posic
iones defensivas del perímetro.
El pequeño contingente de Ángeles Oscuros destacado en el planeta respondió enseguida.
Los Orkos y los Marines Espaciales se trabaron en combate cuerpo a cuerpo alred
edor de las plantas de energía. El contraataque por parte de Belial, Señor de Ja Com
pañía, hizo retroceder a los Orkos, y la victoria de los Ángeles Oscuros parecía estar p
róxima. Ghazghkull y Belial se enfrentaron en combate singular. La lucha fue bruta
l pero corta, puesto que, a pesar de ser un gran guerrero, Belial no era contrin
cante para Ghazghkull. El Ángel Oscuro cayó herido de muerte y la planta de energía no
tardó en estar en manos de los Orkos.
Con los teleportadores orkos completamente operativos y los refuerzos orkos lleg
ando de forma fluida, la Batalla por Limnos IV se prolongó otras dos semanas. Beli
al, herido, dirigió como pudo a los Ángeles Oscuros, que estaban superados en número e
n una proporción de varios millares v a uno, pero seguían luchando para evitar que l
os planes de Ghazghkull de invadir los sistemas vecinos siguiesen adelante. La g
uerra terminó cuando llegaron refuerzos de los Ángeles Oscuros, que consiguieron que
la hueste orka se retirase. Gracias al Maestre Belial y a su pequeño contíngente, L
imnos IV se salvó y la ambición de Ghazghkull se vio truncada, al menos durante un t
iempo, hasta que decidió atacar el sistema Armageddon.

LA BATALLA POR ANTAX


De todos los planetas del sector Vidar que podrían haber caído en manos del |Waaégh! d
e Mekanikoz Pizatripaz, Antax era el peor. Como uno de los principales mundos fo
rja del sector, era un sueño hecho realidad para cualquier Zakeador Orko: un lugar
atiborrado desde sus catacumbas hasta su estación orbital con todo tipo de tecnol
ogía arcana, por no mencionar los estantes llenos con miles de armas de disparo en
ormes. Incluso teniendo en cuenta que una buena proporción del armamento que los O
rkos lograsen robar acabaña sin duda destruido por los Mekánikoz (debido entre otras
cosas a su método de experimentar fusionando varias armas en una, para ver qué ocur
re), la caída de Antax fue una catástrofe para el Imperio. Las líneas de suministro de
centenares de naves de la Guardia Imperial y de una docena de Capítulos de Marine
s Espaciales quedaron cortadas, y además el enemigo iba a poder usar esas mismas a
rmas contra sus legítimos dueños Así pues, el Capitán Aphacl de los Angeles Sangrientos
decid;o responder, y pese a que sus Hermanos de Batalla estaban muy desgastados
tras haber tomado parle en la batalla contra el Motor del Mundo Necrón, abono su v
iaje de vuelta a casa y puso rumbo hacia Antax.
Cuando la Barcaza de Batalla Filo de Venganza y su Crucero de escolta llegaron a
la órbita del mundo forja, enseguida se hizo evidente a ojos de los Ángeles Sangrie
ntos que la batalla habla alcanzado una escala cataclísmica. la atmósfera exterior d
el planeta estaba anegada por los negruzcos restos de incontables naves espacial
es a la denva, algunas pertenecientes a la flota de defensa de Antax, otras clar
amente de manufactura Orka. Las naves pieles verdes destruidas eran muchas más que
las de la flota del Adeptus Mechanicus, lo cual significaba que los defensores
de Antax se habían batido biendo antes de ser masacrados. Al parecer, las únicas nav
es Orkas supervivientes habían aterrizado en el planeta, o bien se hablan estrella
do, a poca distancia de las enormes torres de la Forja Pnme del Adeptus Mechanic
us (un objetivo demasiado goloso para dejarlo pasar). En respuesta a las órdenes d
e Aphael, el Filo de Venganza vahó su órbita en torno al planeta y descargó un cegador
bombardeo que hizo trizas a las naves Orkas estacionadas en la superficie Los c
ielos eran ahora de ios Ángeles Sangrientos.
Se inicia el asalto
Apenas los cañones de la Barcaza de Batalla quedaron en silencio, Aphael reunió a su
s sargentos de alto rango y preparó un plan de ataque. No se había recibido ninguna
comunicación que indicase la presencia de supervivientes del Adeptus Mechanicus en
Antax, pero aún así la orden de Exterminatus sólo podía ser considerada como un último re
curso, ya que los tesoros tecnológicos almacenados en las bóvedas del mundo forja er
an demasiado valiosos para ser destruidos a la ligera. Por tanto, los Orkos debe
rían ser erradicados del planeta uno a uno, aunque su número superaba las decenas de
miles y los Ángeles Sangrientos no eran más que unos pocos centenares. No obstante,
por suerte para el Imperio el jWaaaghl se había separado. La única hada de gran tam
año permanecía estacionada alrededor de la Forja Prime, mientras que el resto de Ork
os estaban diseminados en multitud de partidas de guerra, que recorrían la superfi
cie de Antax en busca de tecnología que poder saquear. Contra las partidas de guer
ra más pequeñas, Aphael envió a la mitad de sus Hermanos de Batalla, organizados en de
stacamentos de diez hombres y apoyados por las Cañoneras Stormraven. Sin embargo,
el combate real tendría lugar en las sombras de la Forja Prime. La numerosa presen
cia de Orkos en dicho lugar parecía sugerir que, o bien algunos de los defensores
de Antax seguían vivos en aquella zona, o bien es que allí había algo especialmente pr
ecioso, y que por tanto merecía ser preservado por el grueso de las tropas Orkas.
Fuera como fuese, los Ángeles Sangrientos no podían arriesgarse a lanzar más bombardeo
s orbitales. La batalla por Antax tendría que dirimirse cuerpo a cuerpo.
Sin perder tiempo, Aphael y sus guerreros restantes empezaron su asalto con Cápsul
as de Desembarco, cayendo sobre las defensas de los Orkos como rayos desde un ce
lo tormentoso. El bombardeo orbital aseguraba que. si bien los pieles verdes no
serían sorprendidos por el ataque de los Angeles Sangrientos, tampoco tendrían tiemp
o para prepararse contra el asalto aéreo, ya que entre el último disparo desde órbita
y el aternzaje de la primera Cápsula de Desembarco sólo transcurrieron unos pocos mi
nutos. Pizatripaz no había podido siquiera llamar al orden a sus tropas, cuando la
s escotillas de las Cápsulas de Desembarco se abrieron y una lluvia de fuego de bólt
er empezó a liquidar pieles verdes a buen ritmo. Aprovechando la confusión, los Ángele
s Sangrientos se lanzaron hacia delante por entre las losas rotas y las estatuas
derribadas que rodeaban el complejo de Forja Prime, mientras machacaban a sus e
nemigos. En aquellos pnmeros instantes de la batalla centenares de Orkos cayeron
presas de la furia de los Ángeles Sangrientos, pero entonces Pizatnpas lanzó su con
trataque. Con un gutural estruendo que hizo temblar todo el campo de batalla, la
s puertas de la Forja Prime se abrieron de par en par para dejar salir a una ole
ada de pieles verdes. El propio Pizatripaz mandaba a esta nueva horda, desde el
puente de mando de su Karro de Guerra, y rodeado por su guardia personal de Nobíez
con mega armadura, que avanzaban impávidos hacia la tormenta de disparos de bólter.
Fue entonces cuando el plan de Aphael estuvo a punto de irse al traste. Al ver l
a horda que se les echaba encima, la Escuadra de Devastadores Atreon sucumbió a la
Sed de Sangre, dejando caer sus 8ólteres pesados y cargando de cabeza contra (os
Orkos, sólo para ser tragados por la marea verde. Aphael maldijo para sus adentros
al ver caer a sus Hermanos de Batalla, ya que la pérdida de la potencia de fuego
de la Escuadra Atreon podía ser el factor que decantase el aireo de la batalla. Aún
peor, el propio Capitán podía sentir en su interior la incipiente llamada de la Sed
de Sangre, el amargo sabor en su garganta, la incip;ente furia de batalla ponien
do a prueba su autocontrol en cada acción que emprendía. Dominando el demonio que bu
llía dentro suyo mediante la pura fuerza de voluntad. Aphael reorganizó a sus fuerza
s para hacer frente a esta nueva amenaza. A cada momento, más y más Hermanos de Bata
lla caían presas de la Sed de Sangre, y pese a que cada uno de ellos se llevaba po
r delante a un buen número de Orkos antes de sucumbir a la muerte o a las heridas,
los pieles verdes eran muchísimos, y los Marines Espaciales eran muy pocos. Las p
ilas de muertos y heridos seguían aumentando en ambos bandos, y Pizatripaz estaba
llegando ya al combate acompañado por su guardia personal, listos para aplastar al
molesto Capitán de los Angeles Sangrientos que se interponía en su camino. Pero ent
onces, Aphael echó mano de un último truco maestro.
La venganza de los Perdidos
En la vigilia del enfrentamiento contra el Motor del Mundo Necrón, cerca de una do
cena de Hermanos de Batalla habían sucumbido a la Rabia Negra, sus mentes racional
es subsumidas por los horrores de la caída de Sanguinius. En cualquier otro enfren
tamiento, estos Ángeles Sangrientos perdidos habrían formado la Compañía de la Muerte de
la fuerza de combate, operando como punta de lanza de los asaltos de Aphael. Pe
ro el papel de los Ángeles Sangrientos en esa batalla se había circunscrito al comba
te entre naves espaciales, con lo cual no había habido oportunidad para que la Com
pañía de la Muerte cump'iese con su destino final en un estallido de gloria. Por lo
tanto, Aphael había ordenado que aquellos que estaban afligidos por este mal fuese
n puestos en éxtasis, de modo que su sacrificio pudiese aprovecharse en una hora d
e necesidad para el Capítulo; y esa hora acababa de llegar. Ya antes de que Aphael
abandonase la barcaza de Batalá, los Sacerdotes Sangrientos habían roto los sellos
de las cámaras de éxtasis y llevado a cabo los ritos de renovación para despertar a la
Compañía de la Muerte. Esta tropa fue puesta bajo el mando de los Capellanes de la
fuerza de combale, y embarcada a bordo del Stormraven Gloria Roja. además, la Comp
artía de la Muerte no lucharía sola: mientras los Sacerdotes Sangrientos despertaban
a estos guerreros malditos, en as entrañas de la nave Filo de Venganza los Tecnom
arines sincronizaban sus mentes para revivir a un personaje muerto desde hacia '
argo tiempo: el mítico Dreadnought de la Compañía de la Muerte, Moriar el Elegido. Sus
urrando una serie de himnos y salmos de descerrar y revitalización, los Tecnomarínes
disiparon la niebla que santenia adormecida la enloquecida mente de Moriar, mie
ntras cargaban su estructura de adamantio con todo tipo de armas de guerra, y of
iciaban para él los sacramentos del sacrificio. Por tanto, cuando el Stormraven Gl
oria Roja despegó de los hangares de la Filo de Venganza, Jo hizo llevando a bordo
a una Compañía de la Muerte completa, y al temible Moriar colgando bajo sus alas.
La Gloria Roja atacó sin previo aviso, cayendo desde las alturas :omo un ángel venga
dor. En su primera pasada, disparó los misiles acopiados bajo sus alas, que impact
aron directamente al Karro de Guerra de Pizatripaz, conviniéndolo en un montón de fr
agmentos de metal incandescentes y mandando al furioso Kaudillo Orko a .olar una
buena distancia. En la segunda pasada, centró la furia de sus Bólreres Huracán y sus
Cañones de Asalto en la horda de pieles verdes, machacando Orkos a izquierda y der
echa y alejándose fuego hasta estar fuera del alcance del fuego de respuesta enemi
go. En su tercera pasada, las escotillas de la Cañonera se abrieron a baja altura,
los agarres que sujetaban a Morar se soltaron, y la Compañía de la Muerte se dejó cae
r hacia el fragor de la batalla.
La Compañía de la Muerte estaba en desventaja numérica, rodeada por el enemigo y sin e
speranza de sobrevivir. Sin embargo, tanto la esperanza como la supervivencia er
an conceptos que a esas alturas la estaban más allá de su entendimiento. Empezaron a
rajar y sajar Orkos con sus espadas sierra y sus armas de energía, y cuando esas
armas se perdieron o quedaron inservibles, siguieron atacando a los pieles verde
s con sus propias manos, e incluso a dentelladas. Heridas que serían mortales para
cualquier otro Marine Espacial
sólo conseguían ralentizar momentáneamente a los integrantes de la Compañía de la Muerte.
Los Orkos de Pizatnpaz, que nunca antes se habían enfrentado con un enemigo tan te
merario y encolerizado, entraron en pánico y empezaron a arrollarse unos a otros e
n su intento de escapar a la ira de aquellos salvajes guerreros cuya armadura es
taba completamente bañada por la verdosa sangre de los Chikoz, Durante un instante
, la escolta en Mega armadura del Kaudillo Pizatripaz logró frenar el avance de la
Compañía de la Muerte (ni siquiera la fuerza sobrehumana que les proporcionaba su f
uria asesina era capa/ de penetrar el blindaje de los Noblez), pero entonces Mor
iar cargó hacia ellos con su cuerpo forrado de Adamantio. haciéndolos picadillo con
sus poderosos golpes.
Una victoria nacida de la furia
Al ver cómo la Compañía de la Muerte destrozaba el contrataque de Pizatripaz, el resto
de ¡os Ángeles Sangrientos redoblaron sus esfuerzos. Con un temible rugido de liber
ación, Aphael sucumbió finalmente a la cólera de batalla que le reconcomía el alma. Aque
l ya no era un momento para estrategias conservadoras y detallistas, sino para l
a rabia liberada. El Capitán cargó contra el enemigo a través de un suelo anegado de s
angre, y los demás Hijos de Sanguinius respondieron a su grito de batalla y le sig
uieron, surgiendo de sus posiciones defensivas para abalanzarse contra los estup
efactos Orkos, convirtiendo la aparente debilidad de la Sed de Sangre en una ven
taja de combate, en una fuente de fuerza interior. El Kaudillo Pizatripaz, viend
o que sus sueños de saqueo y riqueza se convertían súbitamente en una pesadilla de mue
rte y dolor, pidió más refuerzos, pero el resto de destacamentos de Aphael había hecho
a la perfección su trabajo, y todas las partidas de guerra Orkas habían sido aniqui
ladas o estaban demasiado ocupadas luchando por su vida. Todas las tropas de las
que disponía el Kaudillo estaban ya trabadas en combate, luchando y muriendo en t
orno a él Para cuando Pizatripaz fue finalmente abatido, partido en dos por el pro
pio Moriar, el ¡Waaagh! había perdido ya toda su fuerza. Menos de una hora después, co
n la Sed de Sangre por fin aplacada y todos los Orkos muertos, se pudo iniciar l
a búsqueda de supervivientes. Antax pertenecía de nuevo al Imperio.

KHARTAS
El Crucero de Batalla de tos Ángeles Sangrientos Puño de Baal volvía de una campaña en e
l Sector Wotan. cuando recibió una llamada de alerta. El planeta Khartas no era ni
mucho mer.os la joya más resplandeciente en la corona del Imperio, (las Guerras d
e Perdición, ocurridas un siglo atrás, habían dejado buena parte de su hemisferio nort
e destruido y sin vida), pero sí que era un proveedor de material bélico demasiado i
mportante como para dejarfo a merced de los piratas. Por tanto, el capitán Abel Zo
rael ordenó a! Puño de Baal poner rumbo a Khartas y acudir en ayuda del planeta.
Ya sea por buena planificación estratégica o por pura suerte, e! caso es que el Puño d
e Baal emergió del espacio disforme prácticamente encima de la flota pirata, sus sal
vas de babor y estribor aniquilando a varias naves escolta antes de enzarzarse e
n combate singular con la nave capitular enemiga, la Carcajada de Muerte. El cru
cero de batalla pirata no aguantó mucho más que sus camaradas: la primera andanada d
e la nave de los Ángeles Sangrientos inutilizó sus baterías de armamento, mientras que
la segunda destrozó sus motores. Desprovista de toda su capacidad para navegar, l
a Carcajada de Muerte quedó atrapada en la órbita gravitatona de Khartas hasta que e
ntró en fuga y se dirigió hacia la atmósfera del planeta en un estado semi-incandescen
te, para acabar impactanco con fuerza entre las ajinas de una de las ciudades de
su hemisferio norte. El Capitán Zorael no quena que ningún pirata sobreviviese para
volver a amenazar Khartas en el futuro, así que descendió a la superficie con tres
escuadras de Ángeles Sangrientos Sin embargo, lo que prometía ser una sencilla misión
de búsqueda y destrucción, se convirtió rápidamente en algo mucho más serio.
El motor de disformidad de la Carcajada de Muerte había quedado muy dañado, pero no
estaba completamente destruido. Aunque sus colosales generadores nunca más volverían
a mover a la nave por el Espacio Disforme, el impacto contra la superficie del
planeta tos hizo entrar en funcionamiento de una forma errática e inestable. Fuera
de control, la torrencial energía de la Disformidad abrió una brecha en el mundo re
al, creando un portal hacia las terrorificas tierras demoniacas de! Caos. Zoran
había acertado plenamente al asumir que muchos tripulantes de la Carcajada de Muer
te habrían sobrevivido al siniestro, pero ninguno de ellos pudo disfrutar de su sa
lvación por mucho tiempo, pues la horda demoniaca que ya estaba cruzando el portal
acabó con ellos en segundos.
Enseguida, el Capitán Zorael recibió la primera indicación de que algo iba mal. Cuando
sus Cañoneras Stormraven iniciaban el acercamiento final a la zona del impacto, s
e desató una tormenta de aspecto completamente antinatural, que empezó a azotar a la
s naves con vientos huracanados y descargas de rayos rojizos. Una a una, sus mot
ores aullando por el esfuerzo de luchar contra tos elementos, las Stormraven cay
eron a tierra. Los Ángeles Sangrientos supervivientes salieron de entre tos dañados
restos de tos transportes, y se encontraron desperdigados y varados en medio de
una ciudad rebosante de Desangredores. Gritando a pleno pulmón para ser oído por eno
ma del tronar de la tormenta, Zorael ofdenó a sus Hermanos de Batalla que se reagr
uparan en la relativa seguridad de unas cercanas ruinas. De pronto los Desangrad
ores repararon en la presencia de presas frescas entre ellos, y emitieron al uni
sono un ensordecedor aullido. En respuesta, tos Angeles Sangrientos empezaron a
tocar la melodía mortal de sus bólteres, abnéndose camino a sangre y fuego hasta el pu
nto elegido como refugio defensivo. Pero por encima del tronar de tos bólteres se
oyó un tercer ruido aún más potente y espantoso: el rugido de un monstruoso Devorador
de Almas que descendía planeando sobre el campo de batalla.
La última defensa de Zoraeld
Aquel no era un Devorador de Almas "cualquiera", sino el propio Ka'Bandha en tod
a su gloria, el primero entre los súbditos de Khorne, y heredero de unos poderes y
una estatura que triplicaban los de cualquier otro Gran Demonio del Dtos de la
Sangre. En tiempos pasados, había sido Ka'Bandha quien había dejado lisiado a Sangui
nius en los campos de batalla de Signus Prime, quien había aniquilado por si solo
tos nueve mundos de Koros. En tos días finales de la Herejía de Horus, fue Ka'Bandha
quien se enfrentó a Sanguinius ante el palacio del Emperador. Aquel día fue el Prim
arca quien derrotó al Gran Demonio, rompiéndole la espalda y dejando caer al suelo s
u cuerpo inerte. Pero Ka'Bandha era de estirpe demoniaca, y ni siquiera tos golp
es del gran Sanguinius podían acabar con él para siempre. En todas las eras de la ga
laxia, ninguna otra criatura habia redamado más cráneos para el Dios de la Sangre. K
a'Bandha era la muerte personificada. Aún asi, Zorael ni siquiera parpadeó en su pre
sencia: se limitó a lanzar su grito de batalla y cargar contra la gigantesca entid
ad del Caos.
Zorael descargó dos golpes seguidos sobre su demoniaco adversario. O quizás fueron t
res, pero no más. En respuesta, el hacha del Devorados de Almas, sus impías runas em
itiendo un resplandor carmesíes, descendió sobre Zorael en una única y masiva descarga
. Zorael alzó su espada para intentar para el ataque, poro el hacha de Ka'Bandha s
e habia forjado en la Disformidad misma, y no podía ser frenada por ningún arma mort
al, ni siquiera una reliquia de los Ángeles Sangrientos. El hachazo partió en dos la
espada de Zorael, y atravesó limpiamente su armadura para clavarse profundamente
en sus carnes. El estupefacto y mortalmente herido Capitán cayó de rodillas, indefen
so ante el Gran Demonio. Ka'Bandha se inclinó sobre su enemigo, extendió su mano y,
con gran facilidad, lo decapitó. Con un rugido de victoria, Ka'Bandha alzó su trofeo
en alto durante un momento, antes de llevarlo hasta su ansiosa boca y convertir
lo en pulpa entre sus monstruosos dientes.
Con la muerte de su Capitán, el desánimo amenazó con cundir entre los Ángeles Sangriento
s supervivientes. Si ni el más poderoso entre ellos había sido capaz de frenar al sa
lvaje Devorador de Almas, ¿qué esperanzas de victoria podían albergar tos demás? Quizás se
hubiese pod;do lanzar más armamento pesado contra él, pero las posiciones de tos De
vastadores ya habían Sido superadas, y a esas alturas los integrantes de dichas es
cuadras estaban o bien muertos o bien luchando en brutal cuerpo a cuerpo, en lo
alto de un terraplén formado por los cadáveres de sus Hermanos de Batalla. Rescatarl
os era imposible, ya que la misma tormenta demoniaca que habla derribado los Sto
rmravens dejarla fuera de combate a cualquier otra nave que intentase alzar el v
ueto. En aquellas desesperadas circunstancias, guerreros menos decididos seguram
ente hubieran bajado tos brazos, pero aquellos eran Marines Espaciales de tos Ánge
les Sangrientos, los hijos del honorable Sanguinius. Sus antepasados habían luchad
o junto al Emperador en el día más negro de la Humanidad, y la memoria de aquella jo
rnada merecia ser honrada hasta la última gota de sangre. En un instante, la sombr
a del desánimo desapareció de sus corazones, viéndose reemplazada por una determinación
absoluta. Los bólteres rugieron una vez más trituran laS oleada tras oíeada de Desangr
adores, el uso los Hermanos de Batalla que estaban atrapados en la lucha cuerpo
a cuerpo dieron súbitamente muestras de una fuña de batalla a la que ni siquiera los
aberrantes Demonios surgidos de la j.síormidad eran capaces de hacer frente.
Lamentablemente, toda esta energía renovada no era suficiente rara alterar el curs
o de la batalla, tan soto podía prolongarlo. Los Angeles Sangrientos eran pocos, m
ientras que los Demonros eran una horda incontable, que segufa sumando nuevos ef
ectivos que se :c>!aban a decenas por el portal de Disformidad generado por los
otcíes de la Carcajada de Muerte. Ka'Bandha, aún deseoso de nacerse con más cráneos enem
igos, se lanzó una vez más a la círiega. Tras alzar el vuelo, oteó el campo de batalla h
asta fijar su ¿tención en el punto de mayor residencia de los Marines Espaciales, un
a posición defensiva entre las ruinas de un templo Imperial, aonde un puñado de Ángele
s Sangrientos habían logrado hasta ese momento rechazar todos los ataques lanzados
contra ellos va'Bandha batió sus poderosas alas aún más fuerte a través de la tormenta,
buscando el mejor punto desde el que lanzarse en picado sobre sus presas. Pero
de pronto, cuando el Devorador de Almas se encontraba en su punto más elevado de a
scenso, todo cambió. Una figura dorada cayó de los cielos como un meteonto, chocando
contra Ka'Bandha con una fuerza demoledora. El Sanguinor, protector de los Ángele
s Sangrientos, había llegado.
El Ángel y el Demonio
Tan devastador fue el impacto del Sanguinor que ni siquiera las robustas alas de
Ka'8andha fueron capaces de mantenerlo en el Htre. El Ángel y el Demonio se enred
aron y cayeron al suelo con una jerza increíble, su impacto abriendo una nueva y a
mplia brecha que cruzaba las ruinas. En cuanto ambos adversarios recuperaron el
'¿suelto, empezaron su titánico combate. A pnmera vista parecía un "¿elo algo más justo qu
e el que acababa de librar el Devorador de AJmas. Ka'Bandha se había llevado la pe
or parte en la caída, sus caras habían quedado muy maltrechas por el impacto, a lo c
ual ~abía que unir las heridas que le había infligido Zoraei. Pero aún así a Bandha seguía
siendo un oponente terrible, el más mortífero de na salvaje estirpe. Al lado de su
imponente aspecto muscular, el Sanguinor parecía una figura insignificante, una pe
queña vela de uz y esperanza a punto de ser sofocada por una gran ola de sangre .
oscuridad. V aún así el alado guerrero de los Ángeles Sangrientos mantenía firme y ergui
do en su brillante armadura dorada.
El Sanguinor contaba con la ventaja de ser mucho más ágil y rápido 3ue su enemigo, y l
ograba grácilmente evadir cada golpe del hacha ce Ka'Bandha, casi como si supiera
de memoria todas las manióbras de combate del Gran Demonio. Por cada ataque que es
quivara. el Sanguinor lanzaba un contrataque que penetraba profundamente la impía
carne de Ka'Bandha. El oscuro kor que era la sangre del Devorador de Almas humea
ba y burbujeaba al entrar en :ontacto con el aire. Gritando de rabia y dolor, Ka
'Bandha decidió ciscar con su látigo de púas El arma impactó con escalofriante : unteria
, cerrándose en torno a la garganta del Sanguinor, lo cual permitió al Devorador de
Almas mantener atrapado a su enemigo tiempo suficiente para descargar sobre él un
hachazo tan descomunal que el arma de Ka'Bandha se resquebrajó en una lluvia de se
gmentos rojizos, mientras que el Sanguinor safó despedido atras . esando un muro d
e ferrocemento Sin embargo, en cuestión de segundos el dorado ángel volvía a estar en
pie, su armadura deformada y medio fundida en el punto donde había sido impactada
por el hacha, pero aparte de eso incólume. El látigo de Ka'Bandha golpeó de nuevo, per
o esta vez el Sanguinor fue capaz de agarrar la cola del arma al vuelo con su ma
no enguantada. Aunque la fuerza del impacto lo derribó igualmente de rodillas, pud
o golpear con su espada para cortar el látigo cerca del mango. Aprovechando la ven
taja momentánea con la que contaba, el Sanguinor se lanzó hacia delante con todas su
s f uerzas, clavando su espada en el pecho de Ka'Bandha. Pero eso tampoco bastó pa
ra matar al Demonio, que soltó un simple rugido y lanzó otra vez al Sanguinor por lo
s aires mediante un despectivo golpe con el dorso de su mano.
El golpe de gracia
Ahora, ambos contendientes estaban desarmados: el hacha y el látigo del Devorador
de Almas habían quedado inservibles, mientras que la espada del Sanguinor permanecía
firmemente clavada en el cuerpo del Demonio. Los dos estaban malheridos y agota
dos, el Sanguinor emitiendo una luz más mortecina de lo normal, y el masivo Ka'Ban
dha supurando sangre demoniaca por sus muchas hendas. En un último y desesperado g
ambito, el Sanguinor encendió sus retrorreactores y se lanzó volando de cabeza contr
a el Devorador de Almas, cerrando una de sus manos alrededor del pomo de su enca
llada espada, y agarrándose con la otra a la armadura de la criatura. Tras eso cam
bió de dirección y ascendió hacía los cielos llevándose con él a su oponente, forzando hast
el límite la potencia de sus retrorreactores y soportando los golpetazos de Ka'8a
ndha lo mejor que podía. Los dos guerreros siguieron subiendo y subiendo, hasta at
ravesar la fuña de la tormenta demoniaca y llegar a esa zona en la que el aire y l
a fuerza de gravedad empiezan a escasear. Una vez allí, el Sanguinor se soltó de la
armadura del Demonio, cerró ambas manos alrededor del mango de su espada y plantó am
bos p;es firmemente sobre el pecho de Ka'Bandha, tirando hasta liberar el arma.
El Gran Demonio, al no estar ya sujeto por el Sanguinor, y con sus alas totalmen
te inservibles debido a las heridas sufridas, se desplomó desde los cielos, ganand
o velocidad a medida que la fuerza de gravedad lo reclamaba cada vez con más ímpetu.
Se dice que el sonido de su impacto final contra la superficie pudo oírse en todo
s los rincones del planeta. Con su cuerpo completamente destrozado, el alma de K
a'bandha lo abandonó y se arrastró de nuevo al plano del Caos, para postrarse ante s
u terrible amo, que le esperaba sentado en el Trono de Cráneos.
La sangre de Ka'Bandha no fue la única que la espada de 5anguinor probó aquel día. Des
lizándose a baja altura sobre el campo de batalla, consiguió que la horda de Desangr
adores se alejase momentáneamente de sus Hermanos de Batalla Tras haberles consegu
ido este pequeño respiro, el Sanguinor tos arengó rápidamente con su voz clara e impon
ente, para convencerles de que llevaran a cabo un último esfuerzo en pos de la vic
toria. Los Mannes Espaciales, inspirados por la fuerza y la nobleza del Sanguino
r, atacaron una vez más. abriéndose camino hasta los restos de accidentado Crucero d
e Batalla cuyo motor de Disformidad había literalmente desatado el infierno contra
ellos. Gracias a unas cuantas Bombas de Fusión, tanto el motor de Disformidad com
o el portal al que alimentaba se silenciaron para siempre.
En cuanto a la tormenta demoniaca, desde la muerte de Ka'Bandha había ido amainand
o, y en poco tiempo las Cañoneras Imperiales pudieron empezar a descender al plane
ta para rescatar a los supervivientes y recoger a los muertos. De los treinta Ma
rines Espaciales que habían lanzado la invasión planetaria en Khartas, sólo seis viviría
n para luchar otro día. ¿Y que había sido del Sanguinor? En los momentos finales de la
contunda desapareció sin dejar rastro, tan misteriosamente como habla llegado. Na
die entre los supervivientes creía que hubiese muerto, si bien tampoco tenían ningun
a prueba tangible de que estuviese vivo. En realidad, pasarían muchos años antes de
que su imponente figura fuese vista de nuevo.

DECIMO TERCERA CRUZADA NEGRA


La Decimotercera Cruzada Negra comenzó en 999.M41, y dio lugar a la mayor moviliza
ción de fuerzas imperiales y Caóticas vista desde la Herejía de Horus. En esta campaña,
al menos una fortaleza negra fue destruida por invasores necrones, seres diseñados
para destruir por los C'tan.
La Decimotercera Cruzada Negra fue el trasfondo de toda la campaña del Ojo del Ter
ror, y se tradujo en un victoria menor de las fuerzas del Caos y puso a Abaddon
con un pie en la puerta de Cadia, aunque sufrió graves pérdidas en su flota.
Si bien el terreno estuvo en gran parte controlado por las fuerzas del Caos, los
cielos de Cadia son casi por completo de dominio exclusivo del almirante Quarre
n, de las flotas de batalla gótico y Solar, y de elementos de varios capítulos de Ma
rines Espaciales, lo que dejó como resultado una rabiosas batalla. Tanto espacio y
tanta superioridad aérea dieron una ventaja significativa a las fuerzas Imperiale
s, permitiendo el despliegue de nuevas tropas y el bombardeo al ejército de Abaddo
n.
Varias especulaciones entre los seguidores de Abaddon indicaron su intención de ll
evar la guerra directamente a Terra, aprovechando de algún tipo de conflicto entre
los adeptos de Marte y un gran secreto no revelado.

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