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Ponencia presentada en el Foro sobre Desarrollo Sustentable. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 30 de mayo de
2002
En el momento en que nos encontramos, se nos antoja propicio para insistir en el rediseño del
modelo de desarrollo Estatal; un modelo donde se apliquen efectivamente las normas jurídicas
vigentes, no sólo en lo que concierne a la justicia y seguridad pública, también en lo que compete a la
protección ambiental y saneamiento, suministro de agua potable, salud, educación; pues en principio
las normas legislativas que nos hemos dado, conforman una plataforma de objetivos y
planteamientos que de aplicarse, modelarían adecuadamente nuestra actividad económica y social.
El diseño de un modelo de desarrollo sustentable para la entidad, requiere de constituirse con tres
ejes fundamentales de política: la política económica, la política social y la política ecológica. Las tres
en complementariedad y apoyándose una a otra, en una retroalimentación donde el cumplimiento de
una proporcione elementos para el cumplimiento de la otra en forma simultánea y en muchos casos
con la misma inversión. El peso de las tres en el modelo debe ser equivalente, siendo los factores
centrales del modelo la población, su actividad económica y los recursos naturales, base ecológica de
la economía.
El capital no se pone como factor central, porque es un componente abstracto, más bien la
disponibilidad de recursos financieros es el detonante o fuerza para la activación del modelo. La
diferencia será, que el crecimiento económico no tendrá como objetivo fundamental el aumento de
capital, sino el mejoramiento social, de la calidad de vida de la población, asegurando su
sobrevivencia y abasto de satisfactores con las medidas de protección ambiental y administración
conservacionista de los recursos naturales. Esto último repercutirá en la calidad de vida y en un
crecimiento económico sobre la base de la diversificación de la economía.
La diversificación económica tiene sentido para eliminar la presión sobre uno o pocos recursos, por
ejemplo en un caso hipotético, si basamos nuestra economía sólo en la producción de bebidas
embotelladas estaríamos presionando al recurso agua, compitiendo con las necesidades del líquido
para uso doméstico, y tendríamos un límite muy claro para el crecimiento económico.
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Equilibrar el crecimiento poblacional, lograr la conciencia familiar sobre este problema, como se ha
visto en otros países, se logra paralelamente al mejoramiento de los niveles de vida, del nivel
educativo y cultural de los habitantes, y no sólo con programas aislados de planificación familiar.
Hay un límite en el tamaño de la población que un país puede soportar. Este límite se establece por la
cantidad de recursos naturales y energéticos con que cuenta; por el tamaño de su superficie y
diversidad biológica de su entorno.
Esto mismo, de alguna manera establece los límites materiales para el crecimiento de la economía.
Por ello, se impone establecer un modelo de desarrollo sobre la base de una administración
ecológicamente racional de todos nuestros recursos.
No se planteaba que fuera necesario administrar aspectos que tuvieran que ver con el ambiente o
con los recursos naturales presentes en el medio. El ciclo económico se cierra entre trabajo y capital.
Contra lo que pudiera esperarse, para los marxistas el problema económico fundamental no era
tampoco la conservación de la naturaleza, sino la distribución equitativa de la riqueza económica
producto del trabajo social.
Los planificadores empiezan a ver entonces la necesidad del "control de los daños y su corrección".
Surgen comisiones y leyes ambientales que legislan sobre los elementos del ambiente tipificándolos
como una exterioridad económica que habría que tomar en cuenta en los costos finales de la
producción de mercancías. No obstante, esta variante de la economía neoclásica no se centra en la
previsión y conservación de la salud de la naturaleza, atiende tan solo la enfermedad, el daño
ambiental; no busca procedimientos que mejoren las acciones económicas para el desarrollo
proponiendo alternativas a la resistencia ecológica.
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En este concepto de administración se incluyen ahora todos los tipos de capital y recursos: biofísicos
(naturales), humanos, infraestructurales y monetarios; en los cálculos de las cuentas nacionales, de la
productividad y en las políticas de desarrollo y en la planeación de inversiones. El principal imperativo
neoclásico que es el crecimiento económico sigue siendo preponderante, la sustentabilidad ecológica
se ve como una restricción necesaria para el crecimiento verde. Esto no era totalmente novedoso en
el pensamiento económico, ya el economista Hicks en 1946 había propuesto la estimación del
ingreso nacional tomando en cuenta el capital natural, no fabricado por el hombre, y los recursos
económicos humanos, mano de obra, dinero, infraestructura.
La riqueza tan aludida de nuestra nación esta todavía localizada en su mayor y más importante
monto, como en otros momentos históricos, justamente como capital natural: reservas petroleras, de
minerales, extensas superficies de suelos de vocación forestal y agropecuaria, vastos recursos
hidráulicos, variadísimos ambientes y paisajes que son recursos escénicos de gran interés para el
turismo.
El paradigma ahora en boga, el del desarrollo sustentable, nace en buena parte nutrido del concepto
de administración global de recursos. La Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo
(ONU), definió el desarrollo sostenible como un desarrollo que satisface las necesidades del presente
sin someter la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las propias. En el documento
Cuidar la Tíerra: una estrategia para el futuro de la vida, publicado en 1991 por la Unión Internacional
para el Cuidado de la Naturaleza, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el
Fondo Mundial para la Vida Silvestre, a la expresión desarrollo sustentable se le da el siguiente
significado, mejorar la calidad de la vida humana sin rebasar la capacidad de carga de los
ecosistemas que la sustentan.
Si una actividad es sustentable, virtualmente puede continuar por tiempo indefinido. Sin embargo,
cuando las personas califican de sustentable una actividad, lo hacen a partir de lo que saben en ese
momento. No puede existir una garantía de sustentabilidad a largo plazo, porque sigue habiendo
muchos factores imprevisibles o desconocidos. La enseñanza que sacamos al respecto es la
siguiente: hay que limitarse en las acciones que podrían afectar al medio ambiente. Estudiar
detenidamente los efectos de dichas acciones y aprender de los errores cometidos.
La faceta revolucionaria del concepto de desarrollo sustentable la toma mas bien de otro paradigma
surgido poco antes y paralelamente, el del ecodesarrollo. Este plantea un desarrollo alternativo que
en lo fundamental busca la reestructuración de la relación sociedad-naturaleza, mediante la
reorganización de las actividades humanas de manera tal que guarden una relación armónica,
acordes con los procesos y servicios ambientales de los ecosistemas.
Desde 1972, Murice S. Strong, primer director ejecutivo del Programa de Naciones Unidas para el
Medio Ambiente, sintetizó el concepto de ecodesarrollo, antecedente inmediato de la idea de
desarrollo sustentable. Es el desarrollo a nivel regional y local, congruente con las potencialidades del
área en cuestión, prestándole atención al uso adecuado y racional de los recursos naturales y a la
aplicación de estilos tecnológicos apropiados, y a la adopción de formas de respeto hacia los
ecosistemas naturales, centrando su objetivo en utilizar los recursos según las necesidades
humanas, mejorando y manteniendo la calidad de la vida humana para esta generación y las futuras.
El ecodesarrollo reemplaza así el modelo económico cerrado neoclásico, por una economía en que la
naturaleza no está fuera, con intercambios de materiales y energía, formando parte de los ciclos de
los ecosistemas y sus componentes: los recursos biofísicos (energéticos y materiales) fluyen del
ecosistema a la economía, los energéticos y materiales degradados (inútiles) y otros subproductos
(contaminantes) fluyen de la economía hacia el ecosistema. Aquí se sustituye el principio de "el que
contamina paga", por el de "la previsión de la contaminación es rentable". Reestructura la economía
ecologizándola, para reducir el flujo de desechos a niveles sostenibles, en tanto se logra incrementar
el bienestar económico.
Desde el ecodesarrollo nacen las recomendaciones sobre el tratamiento de las aguas residuales para
conservar la vida en los cuerpos de agua naturales, el control integral de plagas en los cultivos, los
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Las metas de la sustentabilidad por ende, plantean que no son fijas, sino cambian dependiendo de
los sucesos del devenir social y de su interacción con el ambiente. Estos autores sumarizan los
objetivos del desarrollo sustentable, para: a) Asegurar la satisfacción de las necesidades humanas
esenciales, comenzando por las necesidades de los más pobres; b) Promover la diversidad cultural y
el pluralismo; c) Reducir la desigualdad entre individuos, regiones y naciones; d) Conservar y
aumentar la base de recursos naturales existentes; e) Aumentar las posibilidades de adaptación a las
perturbaciones naturales y las originadas por el hombre; f) Desarrollar tecnologías eficientes y de bajo
consumo de recursos, adaptadas a las circunstancias socioecológicas locales y que no signifiquen
riesgos importantes para las generaciones presentes y futuras, g) Generar estructuras productivas, de
distribución y consumo que brinden los servicios y bienes necesarios, propicien el empleo total y el
trabajo con sentido, con la finalidad de mejorar las capacidades de desarrollo de los seres humanos.
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El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ofrece tres principios orientadores hacia
la sustentabilidad: 1) El desarrollo humano sustentable debe conceder prioridad a los seres humanos.
La protección ambiental es vital, pero es un medio para promover el desarrollo humano. Ello implica
asegurar la viabilidad a largo plazo de los sistemas de recursos naturales del mundo, incluida su
biodiversidad. Toda la vida depende de ellos. 2) Los países en desarrollo no pueden escoger entre
crecimiento económico y protección ambiental. El crecimiento no es una opción, es un imperativo. La
cuestión no es cuánto crecimientp económico haga falta, sino qué tipo de crecimiento. 3) Cada país
habrá de fijar sus propias prioridades ambientales, las cuales diferirán con frecuencia en los países
industrializados y en los países en desarrollo.
Para el PNUD hay siete requerimientos mínimos para alcanzar la sustentabilidad: 1) Eliminar la
pobreza; 2) Reducir el crecimiento demográfico; 3) Distribuir más equitativamente los recursos; 4)
Contar con personas más saludables, instruidas y capacitadas; 5) Procurar que haya gobiernos
descentralizados más participativos; 6) Favorecer la existencia de sistemas de comercio más
equitativos y abiertos, tanto internos como externos, incluyendo aumentos de la producción para
consumo local, y 7) Procurar que haya una mejor comprensión de la diversidad de los ecosistemas,
instrumentar soluciones localmente adaptadas a problemas ambientales y contar con un mejor
monitoreo del impacto ambiental producido por las actividades del desarrollo.
Para Lester R. Brown, del Instituto de Observación Mundial, una economía apoyada en el ambiente y
que sea sustentable, es aquella que, por ejemplo, plante el mismo número de árboles que derriba,
donde la erosión del suelo no exceda a la formación de éste, la emisión de carbono se compense con
la fijación del mismo, la muerte y el nacimiento de seres humanos estén equilibrados, la capa de
ozono sea estable, y la extinción de especies de plantas y animales no sea superior a la tasa de
aparición de nuevas especies.
Sandra Postel y Christopher Flavin, del mismo Instituto, afirman que, pese a lo que digan los
indicadores económicos, ninguna economía puede declararse exitosa si su prosperidad emerge a
expensas de las generaciones futuras, y sigue extendiéndose la pobreza. Por lo que el desarrollo
sustentable no cobra su cabal contenido si ignora el compromiso de satisfacer las demandas de una
sociedad empobrecida, si no posibilita la equidad en el usufructo de los bienes naturales y en los
beneficios económicos que de aquí se deriven.
Sustentabilidad y democracia
Un desarrollo sustentable democrático, debe posibilitar la procuración de una mejor calidad de vida.
Lo que requiere de cambios en la política económica interna, a nivel regional, estatal y nacional.
Inversión fuerte en salud, educación, investigación científico-tecnológica, fomento de nuevas
empresas con tecnologías innovadoras, ambientalmente limpias, promoción de una extendida
conciencia ecológica entre la población.
Este modelo de desarrollo alternativo y necesario, se extiende a la reforma no sólo de las relaciones
sociedad-naturaleza, también a la reforma de la relación entre los individuos en sociedad. Asumir
valores de conducto social como aquellos que fomenten la cooperación, solidaridad, y refuercen el
sentido de comunidad. El desarrollo sustentable tiene como condición una ética distinta ante la vida y
lo viviente.
De acuerdo con Enrique Leff estas ideas surgidas desde la acción ambientalista vienen a trascender,
yendo más allá, a los objetivos de la democratización política, estableciendo los fundamentos de otra
racionalidad productiva, sustentada en la participación democrática de las personas en las decisiones
para la gestión ambiental, entendiendo al ambiente como el potencial productivo indispensable para
satisfacer las necesidades apremiantes de la sociedad, en un proceso de desarrollo basado en el
equilibrio ecológico y la justicia sustantiva. El ambientalismo así resignifica las necesidades y
acciones de la sociedad; reasigna responsabilidades y capacidades de decisión a los actores
económicos y sociales; establece nuevos paradigmas culturales; y promueve nuevos potenciales para
el desarrollo de las fuerzas productivas.
Para Leff, la gestión ambiental conjuga los objetivos de la democracia política y económica, con la
social y cultural, a través de procesos de descentralización económica y política, orientados por los
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La transición democrática se plantea así no como un proceso de igualdad indiferenciada, sino como
un movimiento hacia la equidad social, jalonado por la diferenciación cultural, la heterogeneidad
ecológica y la pluralidad política.