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LA BIBLIA DESENTRADA

¿Quienes eran los israelitas?

La Biblia no da pie a muchas dudas y ambigüedades respecto al origen de este


pueblo. Como descendientes en línea directa de los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, las
doce tribus de Israel son los vástagos biológicos, tras muchas generaciones, de los doce
hijos de Jacob. A pesar de los 430 años de esclavitud en Egipto, los israelitas aparecen
descriptos como un pueblo que nunca olvido ni que sus raíces se encontraban en Canaán ni
su herencia común.
Sin embargo, entre le libro de Josué y el siguiente libro, Jueces, hay graves
contradicciones respecto ese cuadro que pinta cómo las tribus heredaron por entero la tierra
de Israel. Aunque el libro de Josué declara en un pasaje que los israelitas habían tomado
posesión de la totalidad del territorio prometido por Dios y habían derrotado a todos sus
enemigos (Josué 21:43-44), otros pasajes de los libros de Josue y de los Jueces evidencian
que muchos cananeos y filisteos vivían muy próximos a los israelitas.

La herencia de la tierra prometida

Una vez concluida la conquista de Canaán, el libro de Josué los informa de que “el
país quedó en paz” (Josué 11:26). Los cananeos y otros pueblos indígenas de Canaán
habían sido destruidos por completo.
Josué reunió a las tribus para repartir la tierra. Rubén, Gad y la mitad de la tribu de
Manasés recibieron territorios al este del Jordán, mientras que todas las demás obtuvieron
territorios sus lotes al oeste de río. Neftalí, Aser, Zabulón e Isacar morarían en la tierras altas
y valles de Galilea. La otra mitad de la tribu de Manasés, junto con Efraín y Benjamín, recibió
la mayor parte de las tierras altas centrales que se extendían del el valle de Yezrael, al norte,
hasta Jerusalén, al sur. A Judá se le asignaron las tierras altas meridionales, desde
Jerusalén hasta el valle de Berseba, en el sur. Simeón heredó la zona árida del valle de
Berseba, y la llanura litoral adyacente. Aunque Dan recibió inicialmente una herencia en la
llanura de la costa, la tibu desplazo su residencia hacia una zona situada al norte del pais.
Con es última migración quedo fijado el mapa de la tierra santa.
En una desconcertante contradicción con las proclamas de victoria total, el librto de
Josué nos informa de que quedan por conquistar extensos territorios de Cannaán situados
fuera de los lotes hereditarios tribales. El libro de los Jueces va aún más lejos y enumera
enclaves cananeos importantes no conquistados en territorio de más de la mitad de las
tribus.
Se había montado el escenario para muchos años de luchas prolongadas. El libro de
los Jueces, que sigue al de Josué, presenta una rica colección de emocionantes relatos de
guerra e historias de heroísmo individual en las batallas entre los israelitas vecinos.

¿Inmigrantes llegados del desierto?

La estela de Merneptah nos informa que en 1207 a. de C. existía un pueblo llamado


Israel que residía en Canaán. Hasta hace muy poco tiempo, a pesar de las dudas acerca de
la exactitud histórica de los relatos del éxodo y la conquista, pocos historiadores o
arqueólogos bíblicos dudaba de que los israelitas fueran un pueblo inmigrante llegado a
Canaán desde el exterior.
Las diferencias visibles entre cananeos e israelitas era muy claras en el ámbito de la
cultura material.
Los estudiosos, conocedores de las incursiones beduinas contra regiones agrícolas de
Oriente Próximo, creía que siempre había existido un conflicto entre nómades del desierto y
campesinos asentados.
Al principio, según Alt, el proceso fue, en realidad, cordial y muy pacífico. Los pastores
israelitas llegados allí talaron los bosques empezaron a practicar, junto con el pastoreo, una
agricultura estacional a pequeña escala.
El “Israel” de la estela Merneptah no ofrece información adicional sobre la localización,
magnitud o naturaleza exactas de ese pueblo.
Otros documentos egipcios conservados mencionan dos grupos de extranjeros que
decidieron vivir e los márgenes de la sociedad cananea urbana. El primero, son los apiru, un
grupo descrito de diferentes maneras, nada halagüeñas, en las cartas de Tell el-Amarna del
siglo XIV a. de C.
El segundo grupo mencionado en los textos egipcios era el de los shosu. Se trataba,
al parecer, de ganaderos nómadas, pastores de ovejas y cabras que vivían sobre todo en las
regiones fronterizas de Canaán y Transjordania. El informe sobre una incursión contra
ciertos rebeldes del sur de Canaán en tiempos de Ramsés III a comienzos del siglo XII a. de
C. nos proporciona una buena descripción de aquella gente. El escritor egipcio describe el
saqueo “por igual de sus campamentos de tiendas personas y propiedades junto con su
ganado, que era innumerable”. Es evidente que constituían un elemento problemático e
incontrolable, presente sobre todo en el desierto y e las fronteras de las tierras altas. De
ellos se sabía también que, a veces, habían emigrado a la región oriental del delta del Nilo.
¿Pudo alguno de esos dos pueblos haber sido el misterioso “Israel”, denominado,
sencillamente, con un nombre distinto?

¿Campesinos desarraigados?

Según una teoría, propuesta por primera vez por el biblista norteamericano George
Mendenhall y elaborada posteriormente por el historiadora sociólogo bíblico Norman
Gottwald, los primitivos israelitas no fueron ni asaltantes invasores ni nómadas infiltrados,
sino campesinos rebeldes que huyeron de las ciudades de Canaán a ls tierras altas
despobladas. Basándose en los datos contenidos en los documentos egipcios
(principalmente las tablillas de Tell el-Amarna), Mendenhall y Gottwald, sostuvieron que el
país de Canaán del Bronce Reciente era una sociedad muy estratificada y afectada por
crecientes tensiones sociales desigualdades económicas. La elite urbana dominaba las
tierras, la riqueza y el comercio; los campesinos de las aldeas carecían tanto de fortuna
como de derechos. Al deteriorarse la situación en Canaán en la última fase del Bronce
Reciente, la dureza de los impuestos, el maltrato de los terratenientes y los constantes
abusos por pare de las autoridades –tanto locales como egipcias- se hicieron insoportables.
Gottwald propon{ia, adeás, que las nuevas ideas de igualdad habían sido importadas a
Canaán por un pequeño grupo llegado de Egipto y asentado en las tierras altas. Aquella
gente pudo haber estado influenciada por ideas egicias heterodoxas sobre religión como las
fomentadas por la revoluci´monoteísta de Ajenatón en el siglo XIV a. de C. Este nuevo
grupo habría sido, pues, el núcleo en torno al cual cristalizaron los nuevos colonos de las
tierras altas.
Por desgracia esta teoría no cuenta con testimonios arqueológicos que la apoyen.
Por lo tanto la respuesta a la pregunta “¿Quiénes eran los israelitas?” ha de venir de
algún otro lugar.
Un descubrimiento arqueológico decisivo

Lasd primeras identificacones y las teorías sociológicas más ampias sobre los
primitivos israelitas se basaban e el descubrimiento de inscripciones desperas y
fragmnetarias y en la interpretación subjetiva de la narración bíblica, y no en la arqueología
como fuente primaria.
Hoy sabemos que aquella estrategia era errónea, pues, aunque esos tells revelaron
muchos datos sobre la cultura urbana del Bronce Reciente, no nos dijeron casi nada acerca
de los israelitas.

Estas investigaciones revolucionaron el estudio del antiguo Israel. El descubrimiento


de los restos de una densa red de pueblos en las tierras altas –creados, al parecer,
todos ellos en el curso de pocas generaciones- indicó que en las colinas del interior de
Canaán se había producido una espectacular transformación social en tormo a 1200 a. de C.
No había señales de invasión violenta, ni siquiera d infiltración de un grupo étnico
claramente definido. En cambio, parecía haberse dadi una revolución en el tipo de vida.

La vida en la frontera de las tierras altas

Varias excavaciones realizadas durante las prospecciones en algunos de los pequeños


yacimientos de la Edad del Hierro I mostraron una sorprendente uniformidad en la súbita
oleada de asentamientos en las tierras altas. Las aldeas parecían ser autosuficientes. Pero,
lo más sorprende era la minúscula escala de aquellos asentamientos. En el año 1000 a. de
C. la totalidad de la población de esas aldeas no pudo haber sobrepasado las cuarenta y
cinco mil personas.
A diferencia de la cultura de las ciudades y los pueblos cananeos de las tierras bajas,
los poblamientos de las tierras altas no disponían de edificios públicos, palacios, almacenes
o templos. Faltan casi por completo indicios de algún tipo de registro complejo como restos
de escritura, sellos o improntas de sellos. Los artículos de lujo son casi inexistentes; no hay
ningún utensilio de cerámica importado y casi ninguna joya.
Los placeres de la vida eran sencillos. La cerámica era tosca y elemental, y no hay
vasijas raras ni muy ornamentadas.
También merece lapena señalar –en contraposición a los relatos bíblicos de una
guerra cae continua entre los israelitas y sus vecinos- que las aldeas no estaban fortificadas.
O bien sus habitantes se sentían seguros en sus remotos asentamientos y no necesitaban
invertir en la construcción de defensas o bien no tenían ni los medios ni la organización
ademada para emprender tales obras.
Todo ello demuestra que los primeros israelitas no libraron sus principales batallas con
otros pueblos, sino con el pedregoso terreno y los densos bosques de las tierras altas y con
un entorno duro y, a veces, impredecible. No obstante, parece ser que llevaban una vida
relativamente pacífica y podían mantener una economía autosuficiente.
Los primeros israelitas aparecieron en torno a 1200 a.de C. como pastores y
agricultores de las colinas.
Nuevas claves sobre los orígenes de los israelitas

Según se pudo comprobar, la respuesta a la pregunta sobre los orígenes de los


israelitas se hallaba en los restos de sus asentamientos más tempranos. La mayoría de las
aldeas excavadas en las tierras altas proporcionaron datos acerca de cómo era la vida
israelita varias décadas o incluso un siglo después de su fundación.
Pero aquellos pastores nómades estaban experimentado una profunda transformación:
El supuesto paso de los anteriores campamentos de tiendas o aldeas de planta similar
construidas con piedra y, luego, a casas rectangulares más permanentes y sustentadas con
pilares indica que habían abandonado su estilo de vida migratorio, se había desprendido de
la mayor parte de sus animales y habían derivado hacia una agricultura permanente.

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