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Una vez concluida la conquista de Canaán, el libro de Josué los informa de que “el
país quedó en paz” (Josué 11:26). Los cananeos y otros pueblos indígenas de Canaán
habían sido destruidos por completo.
Josué reunió a las tribus para repartir la tierra. Rubén, Gad y la mitad de la tribu de
Manasés recibieron territorios al este del Jordán, mientras que todas las demás obtuvieron
territorios sus lotes al oeste de río. Neftalí, Aser, Zabulón e Isacar morarían en la tierras altas
y valles de Galilea. La otra mitad de la tribu de Manasés, junto con Efraín y Benjamín, recibió
la mayor parte de las tierras altas centrales que se extendían del el valle de Yezrael, al norte,
hasta Jerusalén, al sur. A Judá se le asignaron las tierras altas meridionales, desde
Jerusalén hasta el valle de Berseba, en el sur. Simeón heredó la zona árida del valle de
Berseba, y la llanura litoral adyacente. Aunque Dan recibió inicialmente una herencia en la
llanura de la costa, la tibu desplazo su residencia hacia una zona situada al norte del pais.
Con es última migración quedo fijado el mapa de la tierra santa.
En una desconcertante contradicción con las proclamas de victoria total, el librto de
Josué nos informa de que quedan por conquistar extensos territorios de Cannaán situados
fuera de los lotes hereditarios tribales. El libro de los Jueces va aún más lejos y enumera
enclaves cananeos importantes no conquistados en territorio de más de la mitad de las
tribus.
Se había montado el escenario para muchos años de luchas prolongadas. El libro de
los Jueces, que sigue al de Josué, presenta una rica colección de emocionantes relatos de
guerra e historias de heroísmo individual en las batallas entre los israelitas vecinos.
¿Campesinos desarraigados?
Según una teoría, propuesta por primera vez por el biblista norteamericano George
Mendenhall y elaborada posteriormente por el historiadora sociólogo bíblico Norman
Gottwald, los primitivos israelitas no fueron ni asaltantes invasores ni nómadas infiltrados,
sino campesinos rebeldes que huyeron de las ciudades de Canaán a ls tierras altas
despobladas. Basándose en los datos contenidos en los documentos egipcios
(principalmente las tablillas de Tell el-Amarna), Mendenhall y Gottwald, sostuvieron que el
país de Canaán del Bronce Reciente era una sociedad muy estratificada y afectada por
crecientes tensiones sociales desigualdades económicas. La elite urbana dominaba las
tierras, la riqueza y el comercio; los campesinos de las aldeas carecían tanto de fortuna
como de derechos. Al deteriorarse la situación en Canaán en la última fase del Bronce
Reciente, la dureza de los impuestos, el maltrato de los terratenientes y los constantes
abusos por pare de las autoridades –tanto locales como egipcias- se hicieron insoportables.
Gottwald propon{ia, adeás, que las nuevas ideas de igualdad habían sido importadas a
Canaán por un pequeño grupo llegado de Egipto y asentado en las tierras altas. Aquella
gente pudo haber estado influenciada por ideas egicias heterodoxas sobre religión como las
fomentadas por la revoluci´monoteísta de Ajenatón en el siglo XIV a. de C. Este nuevo
grupo habría sido, pues, el núcleo en torno al cual cristalizaron los nuevos colonos de las
tierras altas.
Por desgracia esta teoría no cuenta con testimonios arqueológicos que la apoyen.
Por lo tanto la respuesta a la pregunta “¿Quiénes eran los israelitas?” ha de venir de
algún otro lugar.
Un descubrimiento arqueológico decisivo
Lasd primeras identificacones y las teorías sociológicas más ampias sobre los
primitivos israelitas se basaban e el descubrimiento de inscripciones desperas y
fragmnetarias y en la interpretación subjetiva de la narración bíblica, y no en la arqueología
como fuente primaria.
Hoy sabemos que aquella estrategia era errónea, pues, aunque esos tells revelaron
muchos datos sobre la cultura urbana del Bronce Reciente, no nos dijeron casi nada acerca
de los israelitas.