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PARTE 8
(Mar. 20 – 2011)
INTRODUCCIÓN
No sé si les pase lo mismo que a mí, pero, hay porciones de la Biblia que no me
gustan, que yo quisiera en mi carne, que no estuvieran, para así no tener que obedecerlas
y menos predicarlas. Pero, a propósito, ¿qué parte de la Biblia se debe predicar a la
iglesia?
¿Solamente el evangelio?....... Algunos dirán, sí, solo el evangelio
¿Solamente donde se habla de la vida, muerte y resurrección de Jesús?... Sí,
dirán otros.
¿Solamente, ya no de lo que pasó, sino de lo que está por venir: el
arrebatamiento, la segunda venida de Cristo, en fin, los eventos narrados en el
Apocalipsis?..... Sí dirán otros más.
La respuesta correcta y bíblica, es: Se debe predicar de toda la Biblia. Así fue la
predicación del apóstol Pablo:
Hch. 20:26,27 “Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la
sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios”
Y así también exhortó a Timoteo que lo hiciera:
2Tim. 3:16,17 “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar,
para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios
sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”
Así pues, la Biblia misma nos dice que se debe enseñar y predicar toda ella; no
solamente un tema o dos (especialmente aquellos que nos gustan). Una prueba más la
encontramos cuando Josué reunió a todo el pueblo de Israel frente a los montes Ebal y
Gerizim, y se les leyó toda la ley, con las bendiciones y también con las maldiciones:
Jos. 8:34,35 “Después de esto, leyó todas las palabras de la ley, las bendiciones
y las maldiciones, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley. No hubo
palabra alguna de todo cuanto mandó Moisés, que Josué no hiciese leer delante de
toda la congregación de Israel, y de las mujeres, de los niños, y de los extranjeros”
El tema que a continuación trataremos, sé que a algunos no les va a gustar, otros
batallan mucho para obedecerlo; otros lo ignoran voluntariamente haciendo de cuenta
como si no estuviera en la Biblia; y otros más listos, tratan de buscar una interpretación
que no los comprometa; pero por más que le busquen el texto, el contexto y el pretexto,
la verdad es que Dios, es un Dios de orden, y precisamente el orden es la base para que
exista la unidad y haya bendición en la iglesia. ¿Y por qué tanto problema con el orden?
Porque orden implica que hay un primero, un segundo, un tercero, etc. Y nadie quiere
ser segundo, tercero, o cuarto; todos quieren ser primero. Además, orden también
significa sujeción al que está por encima de uno; por todo esto, hay personas que están
en contra del orden:
3.- En la iglesia.
Dios es un Dios que le gusta el orden, no el desorden. Lo vemos en su creación,
la creó con orden y le puso leyes, como la ley de la gravedad, la ley de la conservación
de la energía y la materia, la ley general de los gases, y muchas más que la ciencia ha
descubierto. Lo vemos cuando saca al pueblo de Israel de Egipto y los organiza en el
desierto sobre cómo se deben acomodar las tribus de Israel alrededor del tabernáculo;
tres tribus por cada uno de los cuatro lados. Lo vemos cuando le da detalladas
instrucciones a Moisés sobre cómo construir el tabernáculo: sus dimensiones, sus
materiales, los muebles, las cortinas, etc. Todo perfectamente especificado, nada
improvisado. Lo vemos cuando pone una autoridad humana sobre el pueblo de Israel y
les da leyes muy detalladas para sus relaciones entre ellos, y leyes para su relación con
Dios. Ahora bien, éste mismo Dios fue el que instituyó su iglesia alrededor de su Hijo
Jesucristo, ¿no demandará también orden en su iglesia? R = Desde luego que sí. Como
parte de ese orden, ¿no habrá establecido en la iglesia autoridades a las que debemos
someternos? De nuevo la respuesta es SÍ. Alguien puede decir: “Yo no obedezco a
ningún hombre, solo a Dios”. Bueno, si es verdad que obedeces a Dios, debes saber que
Dios te ordena esto:
Heb. 13:17 “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con
alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”
Así que, no se puede obedecer a Dios y desobedecer a vuestros pastores. Esta
autoridad pastoral no es en teoría, sí debe ser realmente ejercida por los pastores:
Ti. 1:5 “Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y
establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé”
1Tim. 5:20 “A los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para
que los demás también teman”
Conviene aclarar que, esta autoridad no significa dos cosas:
a) Que los pastores se comporten como señores del rebaño. (Es decir, como
dictadores, abusivos y prepotentes). Un pastor no tiene autoridad de parte de Dios para
tratar a los hermanos como sumisos esclavos carentes de inteligencia para tomar sus
propias decisiones que en ocasiones pueden estar opuestas a las del pastor. Sino que, el
pastor debe saber escuchar y respetar otras opiniones siempre que no constituyan un
acto pecaminoso. Esto está claramente enseñado en la Biblia:
1P. 5:3 “no como teniendo señorío, sobre los que están a vuestro cuidado, sino
siendo ejemplos de la grey”
Mt. 20:25,26a “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes
de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas
potestad. Mas entre vosotros no será así...”
b) Que los creyentes deben obedecer ciegamente a los pastores. El creyente tiene
la responsabilidad de usar el discernimiento que le ha dado el Espíritu Santo para
comprender cuando el pastor está pidiéndole algo en contra de los mandamientos de
Dios. En tal caso aplica el principio:
Hch. 5:29b “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”
CONCLUSIÓN
La unidad, la armonía y la bendición de Dios se consiguen en un ambiente donde
hay respeto y obediencia a las autoridades. Así leemos en el salmo 133:
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en
armonía!
Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la
barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras;
Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion;
Porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna”