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Reflexiones desde el cuerpo hacia el arte

Mariana del Mármol


Gisela Magri
Mariana L. Sáez

Grupo de Estudio sobre Cuerpo, NES, UNLP


Correo electrónico: grupo.cuerpo.lp@gmail.com
www.grupodeestudiosobrecuerpo.blogspot.com

En esta ponencia nos interesa compartir nuestra experiencia como integrantes de un espacio
desde el cual nos proponemos trazar puentes entre el arte, las ciencias sociales y la filosofía.
Formamos parte de un grupo conformado por mujeres estudiantes y graduadas en
Antropología, Filosofía, Psicología, Biología, Danza Contemporánea, Danza Teatro, Expresión
Corporal y Canto que compartimos el hecho de haber pasado por la Universidad y al mismo tiempo
habernos dedicado al estudio y práctica de una o varias de las mencionadas disciplinas artísticas. Nos
fuimos encontrando en una búsqueda compartida, guiada por el deseo de conocer/nos y la certeza de
que una sola de esas vías no alcanzaba y todas por separado tampoco. Fue por ello que nos
propusimos generar un espacio concreto en el cual poder tematizar los cruces y conexiones que
veníamos transitando individualmente entre las ciencias sociales y el arte: un espacio donde la
investigación, la creación y la experiencia no estuvieran separadas. Un espacio para reflexionar sobre
el cuerpo, pero también, para crear nuevas maneras de decir con nuestro cuerpo-voz, y de ese modo
construir puentes, que posibiliten la tarea de investigar desde y sobre la experiencia, de estetizar el
conocimiento y de reflexionar acerca del arte.
Ya hace más de dos años que comenzamos a reunirnos como Grupo de Estudio sobre Cuerpo.
En este tiempo hemos compartido lecturas y discusiones, hemos realizado trabajo de campo, hemos
escrito juntas, hemos entrando en diálogo con otros grupos con intereses afines y, hace unos meses
estamos empezando a bailar juntas. A la luz de esta experiencia, nos interesa reflexionar acerca de
las posibilidades que brindan los cruces entre el lenguaje del arte y la investigación en ciencias
sociales, el modo en que la ciencia y el arte, el cuerpo y la antropología, la experiencia y el
conocimiento pueden integrarse en una trama productiva y creadora.
La experiencia personal, y en este caso la experiencia artística, siempre se ve inevitablemente
imbricada en el trabajo académico. La articulación entre ambos mundos se nos aparece como punto
desde el cual partir, como disparador y como mediatriz de nuestras prácticas/reflexiones, porque de
todos modos, portamos el hábito de analizar y reflexionar aún fuera del ámbito académico, y no deja
de ser así cuando nos encontramos en el ámbito artístico; pero también portamos nuestras
experiencias corporales y estéticas cuando hacemos investigación.
Por otra parte, esta articulación se ve potenciada en el trabajo grupal interdisciplinario. El
hecho de tener distintas experiencias, formaciones y trayectorias tanto académicas como artísticas,
nos obliga constantemente a debatir, confrontar, discutir, repensar y redefinir nuestras prácticas y
nuestros modos de pensarlas y abordarlas para poder trabajar juntas.

* * *

Desde nuestros primeros encuentros se puso de manifiesto el sentimiento compartido de


encontrarnos fragmentadas entre “dos mundos” entre los cuales deseábamos construir puentes,
generar cruces. Para esto era necesario investigar la razón de la separación entre estos mundos: el
mundo de la danza, el arte, el cuerpo y la experiencia sensible; y el mundo de la antropología, las
ciencias sociales, la actividad académica y la experiencia intelectual.
Comenzamos por el cuerpo, intentando comprender el por qué de su tardío reconocimiento
como objeto de estudio de las ciencias sociales y su aún más reciente reconocimiento como locus
central para la investigación. Encontramos la respuesta en la larga tradición de dualismos que, a lo
largo de la historia del pensamiento hegemónico en occidente, ha definido a los humanos como seres
compuestos por una entidad material (el cuerpo) y una entidad inmaterial (el alma, la mente, el
espíritu) siendo siempre esta última entidad (y nunca la corporalidad) la responsable de conferirles
sus características exclusivamente humanas al diferenciarlos de los animales, confiriéndoles el
intelecto y la capacidad de razonar y posibilitándole algún tipo de trascendencia a su efímera
existencia.
Una vez en este punto, comprendimos que no debíamos ir muy lejos para encontrar el resto
de las respuestas, dado que el dualismo desde el cual se ha definido al ser humano, es sólo una de las
formas en las que se expresa el binarismo excluyente y jerarquizante que ha estructurado y estructura
el pensamiento occidental. Es este binarismo, que ordena y jerarquiza todo lo que constituye nuestro
mundo, el que opone lo material a lo inmaterial, el cuerpo al alma, lo sensible a lo inteligible, el arte
a la ciencia, la pasión a la razón, subsumiendo, en todos los casos el primero al segundo de los
términos mencionados.
De este modo, ha sido una constante dentro de la tradición hegemónica del pensamiento
occidental, la desconfianza hacia el conocimiento de los sentidos y hacia todo conocimiento anclado
en la corporalidad, así como el predominio y la sobrevaloración de lo inteligible que llevó a la
construcción de la racionalidad imperante en base a la conceptualización y la abstracción.
Por nuestra parte, en gran medida debido a nuestras experiencias en relación al arte (y
particularmente en relación a la danza y el canto), cada una de nosotras llegó al grupo con la
intuición, que se fue convirtiendo en posicionamiento teórico, de que la experiencia corporal y el
conocimiento sensible, no pueden ni deben dejarse de lado al hacer antropología. Fue por eso que
elegimos comenzar a explorar una serie de autores que, desde momentos históricos y contextos
teóricos distintos, denuncian, critican o problematizan los distintos dualismos que estructuran el
pensamiento occidental, poniendo en duda la fe en la razón ilustrada, la centralidad de lo conceptual
en la palabra, la confianza en lo constante e inmutable y el menosprecio al cuerpo, para resaltar el
valor de la percepción, la fuerza del movimiento, y el carácter ilusorio y ficcional de lo inmutable,
dándole, de este modo, un lugar central a la corporalidad y permitiéndonos pensar en otros modos
posibles de racionalidad. Pues, como aduce Grüner (2009), el arte siempre ha marchado en pos de la
desarticulación de lo establecido o institucionalizado, y, para nosotras en gran medida este camino es
también la búsqueda por construir y producir otros modos de racionalidad, otras fuerzas y decires.

* * *

Ahora bien, más allá de este posicionamiento teórico-filosófico que nos cohesiona como
grupo más allá de las disciplinas de las que provenga cada una ¿de qué otros modos nuestras
experiencias en relación al arte han influido en nuestras prácticas como antropólogas?
En primer lugar, creemos que nuestras trayectorias por la danza y el canto fueron el
disparador que despertó nuestra curiosidad y nuestro deseo de abordar, desde la antropología, objetos
de estudio tales como el cuerpo, la voz y la danza, que son temas relativamente nuevos o que aún se
están legitimando como áreas de estudio dignas de interés dentro de las ciencias sociales. El cuerpo,
por ejemplo, fue considerado hasta hace pocas décadas como un objeto de estudio perteneciente de
manera casi exclusiva al dominio de la biología; recién a partir de las décadas del `70 y `80 comienza
a ser reconocido como una construcción sociocultural y a instalarse como objeto de estudio dentro
del campo de las ciencias sociales. La danza, por su parte, si bien ha sido estudiada, en algunos
casos, por la antropología tradicional como un elemento más dentro de las culturas que se describían,
ha sido un tema escasamente abordado y valorizado tanto desde las ciencias sociales como desde la
filosofía. Por otra parte, mientras los primeros estudios antropológicos estuvieron dedicados casi
exclusivamente a las danzas de “otras” sociedades, las producciones teóricas realizadas dentro del
campo de la danza, tendieron a ocuparse casi exclusivamente de estudios sobre coreógrafos,
bailarines y repertorios. Recién partir de los años `90 comienza a producirse un reconocimiento cada
vez mayor de la relevancia de la danza como práctica social, al mismo tiempo que desde el campo de
la danza se ha puesto más atención a los aportes de la antropología, dando lugar a estudios enfocados
en el rol que cumplen, en la producción de la danza, los factores culturales. En lo que respecta al
estudio de la voz, y a pesar de que el campo de la antropología del cuerpo se construyó a partir de
una visión crítica al binarismo mente-cuerpo, en torno a la voz, pareciera permanecer cierta visión
dualista. La voz suele ser entendida como algo separado del cuerpo, o simplemente ignorada como
algo propio de lo corporal. Por ser vehículo fonémico de lenguaje, por su dimensión significante,
simbólica o estética, la voz ha sido analizada bajo la lupa de semiólogos, filósofos y psicoanalistas,
viéndola en general como un objeto analítico abstracto (Derrida, 1985). Nos interesa pensar a la voz
como un nodo de articulación mente/cuerpo/lenguaje/pensamiento, y al canto como campo
privilegiado para el análisis de la corporalidad, en tanto práctica (Magri, 2009).
La gran mayoría de los estudios antropológicos sobre la danza, el cuerpo, (y los pocos
trabajos sobre la voz), han sido realizados por mujeres que en su mayoría, además de antropólogas
fueron o son bailarinas (en el caso de la voz, por cantantes, performers, o cantantes-bailarinas). Esto
es particularmente notable entre las pioneras de la antropología de la danza, pero aún hoy, en un
momento en el que este campo de estudios se encuentra ya más delineado, es frecuente que quienes
nos encontramos en jornadas, congresos u otras reuniones, presentando trabajos acerca del cuerpo en
la danza, o de la voz en relación al cuerpo y al movimiento, seamos, a la vez que investigadores,
participes del campo que estudiamos.
En segundo lugar, creemos que nuestras trayectorias en relación al arte, impulsan en nosotras
la búsqueda de nuevos caminos metodológicos en los que la experiencia y la investigación no se
encuentren divorciadas y donde la subjetividad y la corporalidad del investigador sean herramientas
fundamentales a la hora de investigar.
El tema de la subjetividad ha estado presente en los debates metodológicos desde los orígenes
de la antropología. Desde estos primeros momentos, se ha tematizado acerca de la inevitable huella
personal que deja el investigador en el conocimiento que produce y durante mucho tiempo, el sesgo
inevitable de la subjetividad del investigador en su obra fue visto como un problema, como algo que
debía ser borrado o controlado en pos de una mayor objetividad. A partir de los años `70, en
consonancia con el debilitamiento del paradigma científico positivista, surge la pregunta acerca de si
la tan aclamada objetividad es posible y aún deseable. Ésto posibilita una valoración positiva de la
subjetividad y las emociones del investigador, que dejarán de ser una mancha, algo que contamina
para convertirse en un material que aporta a la investigación y la enriquece, llegando a ser además de
algo necesario y deseable, lo único posible.
El primer acuerdo metodológico que tuvimos como grupo fue en relación a este punto. Lejos
de intentar mantener distancia o dejarlas de lado, nuestras experiencias, nuestras emociones, nuestras
subjetividades serían el punto de partida desde el cual nos acercaríamos a cualquier fenómeno que
nos propusiéramos estudiar. En este sentido, y dado que en todos los casos nos estábamos
proponiendo abordar prácticas sociales de las cuales formábamos parte, nos sentimos fuertemente
identificadas con una propuesta de abordaje denominada “autoetnografía”: una estrategia
subjetivista, interpretativa y comprensivista, basada en la premisa de que el único modo posible de
comprender los fenómenos humanos es ponerlos en relación con la propia experiencia vital del
investigador.
Con respecto al lugar del cuerpo en la investigación adherimos a la propuesta de Nick
Crossley, quien tras reconocer que todo conocimiento del mundo y de uno mismo tiene una
implicación corporal, propone dar un lugar central al cuerpo actuante del investigador o la
investigadora. Partiendo de que el cuerpo no es sólo algo sobre lo que se actúa sino que también es
sujeto productor de acción, Crossley propone que las ciencias sociales no se detengan en el estudio
del cuerpo, sino que avancen hacia la inclusión de estudios desde el cuerpo; es decir, que el cuerpo
no sólo sea sujeto objeto de investigación, sino herramienta y sujeto de conocimiento. Creemos que
las sensaciones y vivencias corporales que pueden ocurrir al poner el cuerpo en la práctica que nos
proponemos estudiar son una fuente de información que se puede volver crucial para comprender las
sensaciones, vivencias y experiencias de otros sujetos que realizan dicha práctica y serán nuestros
interlocutores en otros momentos de la investigación.
De este modo, creemos que nuestras trayectorias por el arte han influido en dos sentidos
fundamentales en nuestro camino como antropólogas: en primer lugar, volviendo visibles nuevos
temas, y formas de problematizarlos, despertando intereses y búsquedas que, de otro modo, tal vez
no hubiéramos realizado; y, en segundo lugar, explorando nuevos caminos metodológicos, algunos
de ellos, relativamente heterodoxos aún para las metodologías menos conservadoras dentro de las
ciencias sociales; caminos que no sólo nos permitieran abordar esos temas que deseábamos estudiar
sino que, fundamentalmente, nos permitieran hacerlo del único modo en el que para nosotras tiene
sentido, es decir, involucrando nuestras emociones, sensaciones, deseos y afectos en cada momento
del proceso de investigar.
En este tiempo además de reflexionar sobre el cuerpo, la voz y el arte desde la antropología,
sentimos la necesidad de investigar desde el cuerpo y la voz, para poder empezar a performatizar esta
búsqueda, generando un espacio para esta exploración.

* * *

Nuestra intención de construir puentes que vinculen el arte y las ciencias, en particular la
antropología, no tiene como finalidad la traducción de un lenguaje al otro, tarea que sería tan
imposible como ingenua, sino acercar ambos mundos, buscando generar un diálogo entre ellos. Cada
lenguaje tiene sus características propias, su especificidad, que lo hace intraducible e irreductible a
otro, y en ello radica justamente su valor. Si pretendiéramos transformar el discurso científico en
discurso o hecho artístico, o a la inversa, traducir la experiencia artística en discurso científico,
inevitablemente perderíamos lo propio de cada lenguaje, lo que cada uno tiene como aporte original
y propio. No es esa nuestra intención. Nos interesa vincular el arte y la antropología de modo tal que
se interpelen mutuamente. No para traducirse, sino para generar una apertura, en tanto las nuevas
preguntas que una puede hacerle a la otra vayan corriendo sus límites y redefiniendo sus fronteras.
La pregunta inicial que como grupo le hicimos a la antropología, la pregunta por el cuerpo,
cuerpo-voz, se nos hizo visible a raíz de nuestra experiencia en el arte, y en particular en las artes del
movimiento y el canto, donde el cuerpo tiene una importancia primordial, y es habitual su
tematización. Pero a su vez, las respuestas que fuimos encontrando en la antropología para esta
pregunta originaria, nos llevaron a redefinir la forma de pensar/experienciar nuestros cuerpos en la
danza y el canto y a deconstruir los marcos de referencia con los cuales veníamos trabajando.
Finalmente, creemos que hay otra manera en el que el arte se hace presente en nuestra forma
de hacer antropología y es en los modos en los que pensamos y usamos el lenguaje. Se nos aparece
como utopía un lenguaje que pueda decir más allá de lo conceptual, celebrando su potencia poiética
para, en palabras de Artaud “…emplearlo de modo nuevo, excepcional y desacostumbrado, es
devolverle la capacidad de producir un estremecimiento físico, es dividirlo y distribuirlo activamente
en el espacio, es usar las entonaciones de una manera absolutamente concreta y restituirles el poder
de desgarrar y de manifestar realmente algo, es volverse contra el lenguaje y sus fuentes bajamente
utilitarias, contra sus orígenes de bestia acosada es, en fin, considerar al lenguaje como forma de
encantamiento.” (2005)

Referencias bibliográficas

• Artaud, Antonine (2005) El teatro y su doble. Buenos Aires, Editorial Sudamericana


• Bowie, Andrew (1990) Estética y subjetividad. La filosofía alemana de Kant a Nietzche y la
teoría estética actual. Madrid: Visor
• Crossley, Nick (1995) .Merleau-Ponty, the Elusive Body and Carnal Sociology. Body &
Society 1; 43. London: Sage.
• del Mármol, Mariana; Pagano, Natalia M.; Sáez, Mariana “Sobre el aporte de la Antropología
del Cuerpo a las Ciencias Sociales” (2009). Ponencia en 10º Jornadas Rosarinas de
Antropología Social. Universidad Nacional de Rosario. Noviembre de 2009.
• del Mármol, Mariana; Gelené, Nahil; Magri, Gisela; Marelli, Karina; Sáez, Mariana (2008)
“Entramados convergentes: cuerpo, experiencia, reflexividad e investigación”. Ponencia en V
Jornadas de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata.
• Derrida, Jacques (1985) La voz y el fenómeno. Introducción al problema del signo en la
fenomenología de Husserl. Valencia: Pre - Textos
• Feliu, Joel (2007) —Nuevas formas literarias para las ciencias sociales: el caso de la
autoetnografía“. En: Athenea Digital œ núm. 12: 162-271.
• Magri, Gisela (2009) “La voz a la escena. Reflexiones acerca de la voz como tema de la
antropología del cuerpo. Ponencia en 10º Jornadas Rosarinas de Antropología Social.
Universidad Nacional de Rosario.
• Varela, Gustavo (2008) La filosofía y su doble. Nietzsche y la música. Libros del Zorzal.

• Wacquant, Loïc (2006) [2000] Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador.
Avellaneda: Siglo XXI Editores.

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