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Cartucho y la desmitificación de la heroicidad

revolucionaria
Chumbimune Saravia Daisy

Código: 06030073

I. Introducción

Poetisa, bailarina y escritora, Nellie Campobello es autora de cuatro libros,

además de Francisca Yo!: Las manos de mamá, Apuntes sobre la vida militar

de Francisco Villa, Ritmos indígenas de México y Cartucho. Esta última ha

sido revalorada como una de las mejores novelas sobre la Revolución

Mexicana.

Nellie Campobello —como lo apunta Fernando Tola de Habich en el prólogo

de Cartucho— fue una escritora memorable por su valor testimonial, su

refinadísima percepción artística y su extraña mirada autobiográfica y sobre

todo por su visión enternecida de la muerte. De este modo, a través sus

treinta y tres cuentos breves, Cartucho aborda el tema de la Revolución

Mexicana y las consecuencias sociales que éstas tenían.

El narrador en Cartucho adopta la voz de una niña, testigo de los hechos

quien narra con un tono ingenuo las atrocidades que significo la Revolución:

pobreza, muerte y desolación. En ese sentido la guerra es fuente de su

creación, el distintivo que la hace sobresalir de entre todas las escritores de


su época, pues tal como lo señala Blanca Rodriguez, Nellie Campobello se

aleja de los temas patrióticos o románticos propios de su género. Por todo

eso es fundadora del cuento del siglo XX.

Así Cartucho reconstruye la historia social desde una visión femenina,

personal y crítica de la Revolución, de modo que su obra y su vida se

entrecruzan para así hacer participe a los lectores de las cruentas

experiencias que esta época trajo consigo. Esto sumado a la belleza narrativa

de los textos, impregnados de musicalidad, elaboradas descripciones y

riqueza de imágenes; genera una novela de alta calidad, una de las más

importantes que abordan la temática revolucionaria.

Precisamente, el presente ensayo se propone analizar la figura del narrador y

su peculiar visión de las cosas, para posteriormente ver cómo ésta

desacraliza todo rasgo de heroicidad a los personajes, contraponiendo una

dimensión más humana y afectividad. Para ello, el ensayo se planteará en

tres partes: la primera parte, abordará el tema de la corporeidad en la

percepción del narrador; luego, la segunda parte utilizará el tema de la

representación corporal para desarrollar las características del narrador,

sobretodo en lo que respecta a su visión de mundo. Finalmente, la tercera

parte se analizará la configuración de los personajes, detallando así el modo

cómo son desacralizados.

II. Desarrollo
Representación del cuerpo

En una literatura que refiere situaciones extremas en las que los sujetos

están expuestos a la muerte y en donde ésta es el tema principal, la hombría

es un elemento nodal. Por eso en la disputa sobre la virilidad o el

afeminamiento de la literatura mexicana sobresale el problema del cuerpo el

cuerpo viril, el cuerpo femenino o el cuerpo afeminado. Entonces, en la

guerra parecieran enfrentarse solamente dos categorías definitivas de

género: la de los hombres viriles y las de las mujeres cuya actividad

generalmente se remitía a la de madres y domésticas. En este contexto,

sobresale la narrativa de Nellie Campobello, quien desmitifica esta visión

estereotipada dotándola de un sentido más humano, en el cual la visión

femenina subvierte el ambiente de violencia dominado por la presencia

masculina, poniendo de relieve la afectividad en las relaciones

interpersonales. Así, detrás del telón de la revolución, se encuentran los

ciudadanos mexicanos, con sueños y proyectos propios, intentando sobrevivir

diariamente al asalto de la guerra, una guerra que muchas veces se presenta

carente de sentido, alentada solo por la pasión descarnada del poder o la

dominación. Es por eso, que la importancia descansa no en los aconteceres

de los protagonistas de la revolución sino en aquellos sujetos olvidados.

Es así como, el juego, la contemplación estética o el coqueteo amoroso, son

los aspectos centrales en la narración, aquellos que se interrumpen cuando la

guerra, siempre en acecho, violenta el risueño panorama y condensa la

cronología. En ese sentido, si analizamos la dedicatoria, encontraremos el


primer abordaje que ofrece Campobello de su lectura. Tras la presentación

del título de la obra, se puede leer: “A Mamá, que me regaló cuentos/

verdaderos en un país donde se/ fabrican leyendas y donde la gente/ vive

adormecida de dolor oyéndolas”. Este breve comentario desde el comienzo,

evidencia el deseo de establecer una historia paralela a la oficial, fundada en

la oralidad, la memoria marginal y la afectividad.

Por tanto, su uso dentro de esta historia tiene la facultad de complementar el

interés -iniciado con la dedicatoria- de dar voz a las subjetividades

aparentemente marginadas de la guerra y darles cabida dentro de la

construcción de la historia. Así, los personajes centrales son sobre todo los

soldados de bajo rango y las mujeres del pueblo -entre las que destacan las

guerrilleras-; aquellos que desde la mirada contemplativa y testimonial de la

narradora, más que sujetos son solo cuerpos habitados por la muerte,

corporeidades debilitadas, heridas y cansadas del trajín de la guerra. Por eso,

el cuerpo siempre aparece de manera fragmentada, focalizada

especialmente en ciertas partes que denoten algún residuo de vida, como si

en la cercanía a la muerte, quisiera superponer el espíritu vitalista del hombre

que se resiste ante el destino de morir. En este caso, los ojos son aquellos

que, en medio de un cuerpo a punto de desaparecer, aún se mantienen

firmes:

Los hilos de su vida los tenía el centinela dentro de sus ojos. En sus

manos mugrosas, tibias de alimento, un rifle con cinco cartuchos

mohosos. Estaba parado junto a la piedra grande; norteño, alto, con las
mangas del saco cortas, el espíritu en filos cortando la respiración de la

noche, se hacía el fantasma. No oyó el ruido de los que se arrastraban;

los carrancistas estaban a dos pasos; él recibió un balazo en la sien

izquierda y murió parado; allí quedó tirado junto a la piedra grande. Muy

derecho, ya sin zapatos, la boca entreabierta, los ojos cerrados; tenía un

gesto nuevo, era un muerto bonito, le habían cruzado las manos (p. 81).

Lo paradójico es que desde el punto de vista del narrador (la niña-testigo), el

momento de muerte es un momento estético, de encuentro con la belleza, en

la cual el cuerpo separado del alma humana nos muestra una nueva forma,

no horrenda o dolorosa sino hermosa, digna y hasta heroica. Esta

contemplación detallada del cuerpo contrasta con el instante de violencia

misma, donde la rapidez de las acciones hacen que el paso de la vida a la

muerte no signifique nada o mejor dicho que sea lo mismo. Ahora bien, esta

impresión de la muerte no es desnaturalizada o inhumana, pues en principio,

la testigo de los hechos es una niña que ha sido criada en este ambiente

crudo y por lo tanto, su percepción de lo ocurrido está ajeno a toda valoración

ética o moral. Es a fin de cuentas, el sentido lúdico propio de su infancia el

que hace cobrar belleza a su alrededor. En ese sentido, considero que esta

sensibilidad estética proviene de un aspecto peculiar del narrador: de su

inscripción como sujeto infantil.

Reconstrucción lúdica de la realidad

Precisamente, una de las estrategias más claras de Campobello está en la


lectura lúdica de los significantes. El recurso de reconstruir la historia desde

la infancia sirve para desacralizar a los héroes -su masculinidad, su

omnipotencia, su ideal de nación- y convertirlos en juguetes. Por un lado, la

voz narrativa depone el carácter lineal de los acontecimientos y decide

enfocarse en el instante cuando los percibe. Por el otro, miniaturiza la guerra

como fenómeno, convirtiéndolo en un espacio infantil, lejano a cualquier

connotación de tragedia.

Un ejemplo de ello se observa en el cuento “Zafiro y Ezequiel”, que narra la

historia de dos indios, amigos de juegos de la niña. Se puede observar como

la contemplación del cuerpo repara en rasgos curiosos o elocuentes,

aquellos que le cause cierto placer infantil:

Eran blancos, con ojos azules, el pelo largo, grandes zapatones que

daba la impresión de pesarles diez kilos. Todos los días pasaban frente

a la casa, y yo los asustaba echándoles chorros de agua con una jeringa

de esas con que se cura a los caballos. Me daba risa ver cómo se les

hacía el pelo cuando corrían. Los zapatos me parecían dos casas

arrastradas torpemente. (Pág.31)

De modo que estas personas son vistas como juguetes, cómo

convirtiéndonos en significantes lúdicos que propician su alegría e

imaginación, adquieren una connotación afectiva para ella. Es así como ante

las muerte de estas personas, ella se sienta conmovida:


Tenían los ojos abiertos, muy azules, empañados, parecía como si

hubieran llorado. No les pude preguntar nada, les conté los balazos,

volteé la cabeza de Zequiel, le limpié la tierra del lado derecho de su

cara, me conmoví un poquito y me dije dentro de mi corazón tres y

muchas veces: “Pobrecitos, pobrecitos”. La sangre se había helado, la

junté y se la metí en la bolsa de su saco azul de borlón. Eran cristalitos

rojos que ya no se volverían hilos calientes de sangre… hoy eran unos

cueros negros que no podían decir nada de mis amigos. Quebré la

jeringa. (Pág.32)

Sin embargo, lo interesante es que este afecto siempre se da desde la

mirada de sujeto a objeto, por eso estos “juguetes” son valorados

exclusivamente por su funcionalidad, en la medida que permitan el desarrollo

de su identidad. De ahí que la muerte sea vista con tristeza no porque

signifique la pérdida de un alma, sino porque implica la imposibilidad de

seguir jugando. Da la impresión de una visión frívola de los hechos, pero en

realidad la imaginación infantil es la que desconoce el horror, incluso la

sangre es vista y descrita con suma belleza, ajena a algún sentimiento de

horror. De modo que se produce un distanciamiento de la realidad, en

predominio de un ambiente infantil. De modo que su opción de “contemplar”

elementos como la muerte o la descomposición de los cuerpos en vez de

remitirla a la realidad vivida, la aleja con su pensamiento lúdico,

suspendiendo así el transcurso del tiempo histórico. El resultado de esto es

una nueva significación del mundo vivido, donde lo caótico es desplazado por

el orden a través de la reconstrucción imaginativa de la niña.


Desmitificación del heroísmo

En ese sentido, vale la pena recordar a este respecto el tono “costumbrista”

que se la atribuyó a la Novela de la Revolución escrita en esa época, cuya

justificación principal era “la finalidad agitadora del arte revolucionario”

(Dessau, 1974: 437). En tanto se trataba de textos de la revolución, los

escritores contemporáneos a Campobello que instauraron una estética dentro

de la literatura mexicana, apelaron al cuadro de costumbres como forma de

llamar a la cotidianidad y conseguir la identificación del lector. En cambio, en

Cartucho, se propone una lectura de tono personal e intimista, que rescata

aquellos hechos cotidianos usualmente relegados.

Podemos decir entonces que Cartucho son relatos donde las ideologías o

posturas políticas son irrelevantes ante los sentimientos vividos de los

personajes, quien como se observa en los relatos, muchas veces son

propensos a la emotividad o al desborde pasional. Precisamente, la violencia

no proviene de causas de guerra, sino de circunstancias imprevisibles ligadas

a problemas personales. Ejemplo de ello es el cuento “Elías” donde el

personaje principal no solamente es un temerario guerrerillo villista sino

también un hijo que recuerda entre lagrimas la muerte de su madre y un

galán que enamora a las muchachas del pueblo, de modo que su

participación en la lucha y su vida personal se mezclan. Incluso en el cuento

“Agustín García”, el guerrillero más que involucrarse en los hechos armados

termina usando su fuerza para conseguir raptar a una mujer, de modo que la
violencia interfiere en todo incluso en las relaciones afectivas, como si fuera

la única solución posible a los conflictos. Podemos decir entonces que varias

son las historias de amor en la novela de Cartucho, los soldados

frecuentemente traían heridas de amor, querían olvidar, o querían recordar:

Un día cantó algo de amor. Su voz sonaba muy bonito. Le corrieron

lágrimas por los cachetes. Dijo que él era un cartucho por causa de una

mujer [...] Cartucho ya encontró lo que quería José Ruíz dijo: -No hay

más que una canción y ésa era la que cantaba Cartucho. El general

Agustín García había ido a robarse a Irene y se contentó con la guitarra.

Se puso a cantar “Prieta orgullosa, no te vuelvo a ver la cara”. Y

meciendo sus piernas se acabó un cigarro y una taza de café.

Ahora bien, se pensaría que estas actitudes irracionales son una

demostración de poder masculino; sin embargo, en Cartucho, la mujer

tampoco queda exenta de esto, pues cuentos como “Nacha ceniceros”-donde

una guerrillera mata a su pareja por infidelidad- demuestran una actitud

aguerrida, lejana a la representación pasiva que hasta ese momento se

brindaba. Así la mujer, no solo ocupa el lugar de madre y esposa, sino

también el de mujer que defiende con ahínco su comunidad. Lo paradójico es

que -a diferencia de los hombres- el sentimentalismo no las envuelve

completamente, pues para ellas, la prioridad

Obviamente, la fragmentación y la estructura poco tradicional a la que refiere

el prologuista distan mucho de ser un efecto puramente estético. Como se

observa, es ante todo un intento por representar la emotividad, no en indagar


en los acontecimientos o sucesos que lo rodean. De ahí que incluso a nivel

de los personajes, no se realiza una exploración psicológica, sino una simple

mención de las acciones, aunque hay casos en los cuales los personajes

lejos de realizar alguna acción, son victimas de las circunstancias que

acontecen.

Sin embargo, aunque en casi todos los textos de Cartucho, aparecen soldados

de bajo rango u oficiales que militaron bajo la órdenes de Villa, así como también

sus enemigos (los carrancistas), la presencia de Villa está raramente presente.

Respecto a eso, podemos observar una desacralización de la figura del héroe

revolucionario en tanto su presencia escasa no permite una mayor glorificación

de sus acciones, sino más bien presupone el abordaje de sus aspectos internos,

aquellos que lo humanizan y sitúan al mismo nivel que el resto.

Lo subrayaba Campobello en un relato de Cartucho, intitulado simplemente

“Villa”, “Cuando Villa estaba enfrente sólo se le podían ver los ojos, sus ojos

tenían imán, se quedaba todo el mundo con los ojos de él clavados en el

estómago”. Es más, lo curioso de esta representación de Villa es el énfasis por

mostrarnos sus emociones. Por ejemplo, en el cuento “Las lágrimas del general

Villa”, se narra uno de los peores momentos de la vida del guerrillero, cuando la

mayor parte de sus hombres se ha rendido, retirado o pasado a las huestes

carrancistas:

Fue allí, el cuartel de Jesús, en la primera calle del Rayo. Lo vio mi tío, él

se lo contó a Mamá y lo cuenta cada vez que quiere:

Aquella vez reunió a todos los hombres de Pilar de Conchos. Estos se

habían venido a esconder a Parral. Los concheros estaban temerosos y se


miraban como despidiéndose de la vida. Los formaron en el zaguán del

cuartel. Entró Villa y encarándose con ellos, les dijo ‘¿Qué les ha hecho

Pancho Villa a los concheños para que anden huyéndole? ¿Por qué le

corren a Pancho Villa? ¿Por qué le hacen la guerra, si él nunca los ha

atacado? ¿Qué temen de él? Aquí está Pancho Villa, acúsenme, pueden

hacerlo, pues los juzgo hombres, los concheños son hombres completos’.

[...] Todos quedaron azorados, pues no esperaban aquellas palabras. A Villa

se le salieron las lágrimas y salió bajándose la forja hasta los ojos. Los

concheños nada más se miraban sin salir de su asombro. Yo sé que mi tío

también se admiró, por eso no olvida las palabras del general y tampoco se

olvida de las lágrimas (Pág. 136).

Como se observa, Nellie Campobello no se preocupa por mantener viva la

leyenda de una revolución democrática , al contrario, presenta a un Villa

humanizado y a una Revolución como un campo de batalla sin ideas claras

sobre la transformación social que atravesaba. Esto mismo sin embargo,

según José Aguilar Mora, puede ser el motivo del poco reconocimiento en su

país, pues la critica literaria ha hablado muy poco de su producción.

Nellie Campobello se ha propuesto abarcar dentro de su obra a todos los

participes de la guerra, pues al tiempo que la estructura del texto responde a

la necesidad de incluir varios representantes de la Revolución mexicana aquí

mencionados; también, esta búsqueda toma un nuevo rumbo cuando se elige

como cuerpo significado a un soldado cualquiera, una persona joven, sin

identidad clara y cuya existencia es necesario definir.

Un ejemplo de ello, es el personaje Cartucho, el primer personaje que


inaugura la lista de quienes llevarán la Revolución a la casa situada en la

Segunda Calle del Rayo de la ciudad de Parral, el escenario protagonista de

muchos de los relatos de violencia. Al igual

que el resto de los revolucionarios construidos, son abordados desde

aspectos externos a la guerra. Así, la primera referencia a este personaje es

“No sabía coser ni pegar botones”. Ahora bien, esta aclaración acerca de sus

cualidades domésticas es un dato significativo, pues Campobello hace que la

revolución no solo se oriente al plano de la lucha armada sino también se

aboque al plano cotidiano. En ese sentido, el interés por representar no solo

lo heroico sino lo privado, se relaciona no solo con la visión de la niña-testigo,

sino además con el hecho de que la violencia es una presencia tan constante

que lejos de considerarse una anomalía, pasa a formar parte del día a día,

por lo que la interacción con los soldados es continua y cercana. Cartucho es

presentado de manera anónima y negativa: “No sabía coser ni pegar

botones” y su relación con los habitantes de la casa, -casi todas mujeres de

diversas edades- es de pura domesticidad, por eso es asistido en sus

necesidades más cotidianas. y a la que varias veces he aludido. Así

“Cartucho”, personaje que como lo explica su apodo, es al mismo tiempo, un

sujeto potencial de acciones violentas, así como una figura representativa de

los demás soldados, un sujeto resultante de la guerra fundacional que se

hace cada vez más plural y más heterogéneo

III. Conclusiones

Este libro plasma una increíble historia de vida, una reflexión del verdadero
sentido y significado de la Revolución. La autora con sus relatos, invita

revalorar la época y sus figuras; a cuestionar si en verdad este evento fue tan

noble y heroico como la mayoría de la población mexicana cree hasta el día

de hoy. Juega con los ideales nacionalistas puestos en práctica y con el culto

hacia las grandes personalidades de la Revolución -como Pancho Villa-,

dándonos a entender cómo el mexicano muchas veces idolatra o da la vida

por situaciones y personajes que no comprende en su totalidad.

Además, como se dijo anteriormente, la autora no enfatiza las cuestiones

políticas ni las batallas libradas por el Ejército de la División del Norte;

prefiere centrarse en los individuos borrados de la historia, personas

comunes y corrientes cuya vida se encuentra dentro de su memoria. Nellie

Campobello logra de manera exitosa desatar el interés por la época utilizando

sus vivencias cotidianas de la infancia como medio y nos incita a percatarnos

de cómo nuestra sociedad se construyó sobre millares de hombres con

historias parecidas a las encontradas en las calles de la Segunda del Rayo.

IV. Bibliografía

Campobello, Nellie 1999. Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de

México. México: Factoria Ediciones.

Dessau, Adalbert 1972. La novela de la Revolución Mexicana. México: Fondo

de cultura económica.

“La lectura oculta de la revolución mexicana en Cartucho de Nellie

Campobello”
Ver articulo en Pág. Web;

http://148.206.53.230/revistasuam/iztapalapa/include/getdoc.php?

rev=iztapalapa&id=700&article=712&mode=pdf

“La nación fusilada: una lectura de Cartucho, de Nellie Campobello”.

Ver articulo en Pág. Web:

http://148.206.53.230/revistasuam/iztapalapa/include/getdoc.php?

rev=iztapalapa&id=700&article=712&mode=pdf

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