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LA EVOLUCIÓN DE LOS PROTAGONISTAS DE BAJARSE AL MORO

DE JOSÉ LUIS ALONSO DE SANTOS

Roelas Vega Juan Ramón.


Primero de Humanidades, grupo TI.
Literatura Española.
Prof. José María Fernández.
12 de mayo de 2008.
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Bajarse al moro se abre y se cierra con prácticamente la misma escena. Han pasado
varios días y en ellos muchas peripecias que nos han divertido y conmovido al mismo tiempo
pero ni Jamito ni Chusa parecen haber cambiado. Especialmente Chusa sigue,
aparentemente, siendo la misma chica que el autor nos describe en la primera acotación, una
mujer de “veinticinco años, gordita, con cara de pan y gafas de aro” a pesar de que el
conflicto dramático la ha elegido como la receptora de las mayores dosis de dolor. Sobre
esta inamovilidad de Chusa volveré más tarde. Pero ¿qué ocurre con el resto de los cuatro
jóvenes protagonistas? ¿Son personajes dinámicos en el sentido de que evolucionan en el
transcurso de la obra o, por el contrario, estáticos?

Jamito es del que inicialmente se nos ofrecen menos datos directos a excepción de
su edad indefinida y de que es primo de Chusa. No se trata, por supuesto, de un personaje
plano en la terminología teatral sino que esta desinformación inicial es estratégica,
confirmando el rasgo común de los personajes de la obra que son definidos más por sus
conductas que por sus palabras, principalmente en el caso de Jaimito cuyo su carácter y
función en la comedia se irá descubriendo con el desarrollo de la acción dramática.

Jaimito comparte muchos rasgos con su prima. Ambos se encuentran perfectamente


integrados en el espacio descrito magistralmente en la primera acotación que es un autentico
prodigio de pertinencia descriptiva donde se nos inserta en un espacio en el que nada sobra
y gracias al cual y de un plumazo, nos situamos en un característico ambiente social de una
cierta clase social en la frontera entre la sociedad establecida y la delincuencia, característica
de los años 80. Se nos presentan como dos jóvenes que no tienen un proyecto de futuro
definido según los convencionalismos de la clase media. Hablan y se mueven dentro de un
ambiente de cierta marginalidad, pero no de pobreza expresiva o económica, no trabajan en
nada estable y no dependen de un sueldo ni de un jefe. Su modelo de convivencia y de
relaciones humanas está presidido por la idea de la libertad en los afectos, por la falta de
prejuicios morales y la solidaridad, un modelo libertario en suma pero despojado de
intencionalidad política o afán catecumenizador o militante. No luchan por imponerlo al resto
de la sociedad. Son esencialmente felices y están tranquilos.

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A pesar del aparente desorden hay algo de acogedor relajante y bueno para los que están
mal de los nervios; porque es un lugar tranquilo y pacífico donde el caos que uno lleva dentro se
encuentra lógico y con ganas de tomar asiento.

De entrada sabemos que Jaimito tiene un carácter desabrido, borde, en palabras de


Chusa, como se manifiesta en la escena inicial en la que se muestra abiertamente hostil a la
llegada de Elena a la que juzga con su prejuicios de desarraigado, por vestir de una
determinada manera, por leer, por estudiar o por sus buenos modales , dando muestras de
una intolerancia que el autor, en un ejercicio de antimaniquieismo presente en toda las obra,
no atribuye exclusivamente a un grupo social o de edad. Pero también sabemos de entrada
que tiene un buen corazón y siempre acaba aceptando a los extraños que Chusa mete en
casa. Eso sí y este es el primer cambio que quiero resaltar, al final de la obra esta resistencia
a la excesiva dadivosidad de su prima se dulcifica y de las recriminaciones iniciales pasamos
a una admiración franca al carácter generoso de Chusa

Jaimito.- Si no cabemos, tía, no cabemos. A todo el que encuentra los mete aquí. El otro
día al mudo, hoy a esta. ¿Tú te has creído que esto es el refugio El Buen Pastor o qué?

Jaimito.- Eres una tía cojonuda, Chusa, te lo digo yo.

Más radical es, si cabe, su cambio con respecto a Elena. Jaimito, que hace una
defensa permanente de las formas marginales de vida, se acaba enamorando de Elena que
representa lo opuesto a su ideología vital. En un giro no por repetido en el teatro o en el cine
menos verdadero: los seres con valores éticos y emocionales tienden a enamorarse de seres
con tendencia práctica, tal vez como estrategia de supervivencia a largo plazo de sus
proyectos utópicos. Como señalaba anteriormente, Jaimito acaba comportándose de manera
distinta a la que debería según se desprende de sus palabras que no representan lo que
realmente piensa. Jaimito cambia, pero a mejor. El fracaso amoroso y la traición de su
amigo de la infancia destruyen su mundo armónico donde, a su manera es feliz, pero esta
destrucción agranda su calidad humana. No le hace convertirse en un ser resentido o con
más prejuicios, sino que abraza la utopía con más fuerza y generosidad. El viaje que todos
emprenden en la obra lo conduce a la mejora personal y no borra la utopía de su horizonte.

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Jaimito.- Mira, para entonces, ya nadie tendrá que ir a la mili, ni habrá ejército,
ni bombas ni coñas de esas. No habrá Móstoles ni te meterán en la cárcel,
ni nada de nada [. . .] Y si alguien se entera de que va a tener un niño,
si no quiere tenerle, todas las facilidades, pero sin irse a Inglaterra ni rollos de esos malos.
Aquí, a las claras y por la seguridad social. Y si lo quiere tener, pues ningún problema,
estupendo, todos encantados. Y nacerán ya de más mayores cada vez, para que no lloren
por las noches
[. . .] y nada más nacer, zas, una renta vitalicia, un dinero bien, como
les pasa ahora a los ricos, pues a todos. De entrada naces, y un dinero
para que estudies, o viajes, o vivas como quieras, sin tener que estar
ahí como un pringao toda la vida; porque todo estará organizado justo al
revés de cómo está ahora, y la gente podrá estar feliz de una vez y bien.
A gusto.

Alberto, pese a compartir piso desde hace tiempo con Jaimito y Chusa no pertenece
al mismo mundo que sus amigos. La primera información que recibimos de él es la
heterocaracterización que le hace Chusa a Elena: "Está chachi, te va a gustar. Es muy alto,
fuerte, moreno, con una pinta que te caes" .Desde el primer momento somos conscientes de
la profunda contradicción en la que vive este personaje sobre cuya resolución girará toda la
obra. Muchas circunstancias externas le alejan de sus colegas: su trabajo, su indumentaria,
la tutela efectiva que sobre él realiza su madre, en directo y su padre, en la distancia etc.
Pero la amistad antigua con Jaimito, la atracción por Chusa y su valores peronales que nos
lo presentan como un hombre normal, amable, sensible, le proporcionan la argamasa que
permite la feliz convivencia.

En el primer acto Alberto es un personaje simpático, aunque algo maniático con sus
cosas y celoso de su espacio.

Chusa.- Alberto es un tío fetén. Y lo hace todo bien; si lo sabré yo. Si te lo dejo es porque
es de confianza [. . .] en la policía hay tíos normales, como en todos sitios.

Por el contrario, al final del segundo acto, Jaimito le recrimina su inhibición ante la
detención de Chusa:

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Jaimito.- ¡que cabrón eres! Pues de aquí no sales, así si vienen te agarran aquí[. . .] Sí, eso, ,.
saca la porra y dame con ella.

Alberto es el personaje que va a experimentar la transformación más dramática. Ya, a


las primeras de cambio, observamos como el carácter se le ha ido agriando como le echan en
cara tanto Jaimito como Chusa

Jaimito.- [. . .] : Y no te mosquees que te mosqueas por nada últimamente


Chusa.- [. . .] -: que últimamente metes cada rollo que no hay quien te aguante.

Este mal rollo es germen de un desasosiego interno, de una lucha consigo mismo en
la que se enfrentan su vida en el piso de Lavapiés, ciertamente alternativa para un servidor
del orden y que es el origen de muchas de las situaciones cómicas, una especie de tercera
vía entre lo ordinario y la bohemia, y sus aspiraciones a una vida más centrada, a prosperar,
a respetar las reglas del juego social. A la primer oportunidad cambia de vida y lo peor es que
lo hace a costa de la amistad con su mejor amigo, que le acaba de dar muestras de su
generosidad desinteresada declarándose el autor del disparo, y de la relación que hasta
entonces mantenía con Chusa, en un momento crítico para ellos, eludiendo su
responsabilidad y cuando más lo necesitan
.
Las excusas que señala en el enfrentamiento con Jaimitio al final de la obra, con las
maletas abiertas a manera de símbolo del viaje iniciático que todos los habitantes del piso de
una u otra manera emprenden y que es su caso tiene como destino Mostoles, esconden
descaradamente unas simples razones egoístas y prácticas.

Alberto.- La vida es así, no me la he inventado yo[. . .] Yo no soy el padre de nadie aquí,


coño, No sé como no te das cuenta de que si me ven aquí ahora con vosotros me la cargo.

Alberto no viaja solo. Elena, la verdadera desencadenante del conflicto dramático, lo


va a acompañar. Es una joven universitaria de clase acomodada que ha huido de su casa
materna como en muchas ocasiones como rezan los recortes de su biblia, el diario

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independiente de la mañana. Su aspecto externo "guapa, de unos veintiún años, la cabeza a
pájaros”, y modales delatan que está fuera de su entorno habitual.

Chusa.- tú no te metas; eso es cosa mía- ¿con mucho azúcar has dicho, Elena?
Elena.- dos terrones.
Chusa.- Es que no tenemos terrones aquí.
Elena.- Bueno, pues regular de azúcar. Es que engorda. Trae. Me la hecho yo ¿sacarina no
tenéis?
Chusa.- No
Elena.- ¿Y la cucharilla, para darle vueltas?
Jaimito.- Trae, te doy las vueltas con el dedo.

Elena es un ave de paso en este mundo. Es una burguesita atolondrada, con ansias
de aventura, que se agarra al conflicto generacional con su madre para echar una cana al
aire de vez en cuando en el mundo de lo alternativo, que siente la tentación de vivir al día sin
planes, sin reglas pero sin que esto sea un plan firme de vida. Sus saltos en el vacío son
siempre con red.

Jaimito.- ¿Y cómo te puedes examinar si te escapas de casa?


Elena:- Para los exámenes vuelvo

Quiere viajar pero, como bien señala Jamito cuando aún no se ha enamorado de ella,
cuando le parece que sale en las fotos del periódico con cara de loca, por turismo. El
progresismo de Elena es de guardarropía con todos los tics, El País debajo del brazo,
estudios de sociología, prejuicios con la policía, ropa a juego etc.

Chusa.- Lo único que digo es que se va a venir conmigo, para sacar pelas. Y ya está
Jaimito Pues que venda aquí si quiere, pero ir no. Si es una cría.
Elena. Es que como quiero viajar...

El falso progresismo, de Elena queda cómicamente al descubierto en sus temores


sobre los moros que son contemplados desde la perspectiva más conservadora posible.

Elena :- "A mí me da un poco de cosa con los moros"

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Finalmente, como sabemos, no irá al moro pero ese no será la única trasformación que
experimenta en sus planes vitales desde que entra en la casa hasta que, con piso en
Móstoles y boda a la vista, la abandona. De ser una inocente jovencita, no sólo sexualmente,
que se deja deslumbrar por todo lo nuevo, pasa a ser una mujer segura con los suficientes
arrestos para, por ejemplo, pedirle a Chusa el dinero que le ha “prestado “ para comprar
hachís. En este caso su viaje a Lavapíes le ha servido para decidir cómo no desea vivir. O
mejor dicho, para volver, esta vez para siempre, al mundo que nunca realmente había
abandonado. De no querer ver a un poli ni en pintura sale convencida de que no hay nada
mejor que tenerlo con una las 24 horas del día.

Y como en la obra, volvemos al inicio, a Chusa. La única que realmente realiza un


viaje, la que se de verdad se va a Marruecos, a la arcadia feliz, al mundo de la aventura, la
fantasía y la juventud, es a la que menos le hace falta en el sentido de aprendizaje para la
vida porque ha decidido no cambiar.

Debió cruzar el Estrecho derrotada por la evidencia que siempre intuyó de que el
mundo utópico que defiende a costa de su propia felicidad no existe pero, a pesar de ello por
vergüenza torera seguirá comportándose según le dicta su conciencia.

Si ya fue capaz de tragarse su dolor en la escena en la que Elena y Alberto están


solucionando el problema de la virginidad de la universitaria, mintiendo con sus palabras en
un ejercicio de coherencia, no va a arrodillarse ante seres que como Alberto no comparten
su estatura moral y afrontará su futuro en un mundo que nunca será jauja con la misma
generosidad de siempre, que le hace dejar su novio a la primera que lo necesita o apiadarse
en el tren de un hombre con cara de bueno.

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