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Jamito es del que inicialmente se nos ofrecen menos datos directos a excepción de
su edad indefinida y de que es primo de Chusa. No se trata, por supuesto, de un personaje
plano en la terminología teatral sino que esta desinformación inicial es estratégica,
confirmando el rasgo común de los personajes de la obra que son definidos más por sus
conductas que por sus palabras, principalmente en el caso de Jaimito cuyo su carácter y
función en la comedia se irá descubriendo con el desarrollo de la acción dramática.
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A pesar del aparente desorden hay algo de acogedor relajante y bueno para los que están
mal de los nervios; porque es un lugar tranquilo y pacífico donde el caos que uno lleva dentro se
encuentra lógico y con ganas de tomar asiento.
Jaimito.- Si no cabemos, tía, no cabemos. A todo el que encuentra los mete aquí. El otro
día al mudo, hoy a esta. ¿Tú te has creído que esto es el refugio El Buen Pastor o qué?
Más radical es, si cabe, su cambio con respecto a Elena. Jaimito, que hace una
defensa permanente de las formas marginales de vida, se acaba enamorando de Elena que
representa lo opuesto a su ideología vital. En un giro no por repetido en el teatro o en el cine
menos verdadero: los seres con valores éticos y emocionales tienden a enamorarse de seres
con tendencia práctica, tal vez como estrategia de supervivencia a largo plazo de sus
proyectos utópicos. Como señalaba anteriormente, Jaimito acaba comportándose de manera
distinta a la que debería según se desprende de sus palabras que no representan lo que
realmente piensa. Jaimito cambia, pero a mejor. El fracaso amoroso y la traición de su
amigo de la infancia destruyen su mundo armónico donde, a su manera es feliz, pero esta
destrucción agranda su calidad humana. No le hace convertirse en un ser resentido o con
más prejuicios, sino que abraza la utopía con más fuerza y generosidad. El viaje que todos
emprenden en la obra lo conduce a la mejora personal y no borra la utopía de su horizonte.
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Jaimito.- Mira, para entonces, ya nadie tendrá que ir a la mili, ni habrá ejército,
ni bombas ni coñas de esas. No habrá Móstoles ni te meterán en la cárcel,
ni nada de nada [. . .] Y si alguien se entera de que va a tener un niño,
si no quiere tenerle, todas las facilidades, pero sin irse a Inglaterra ni rollos de esos malos.
Aquí, a las claras y por la seguridad social. Y si lo quiere tener, pues ningún problema,
estupendo, todos encantados. Y nacerán ya de más mayores cada vez, para que no lloren
por las noches
[. . .] y nada más nacer, zas, una renta vitalicia, un dinero bien, como
les pasa ahora a los ricos, pues a todos. De entrada naces, y un dinero
para que estudies, o viajes, o vivas como quieras, sin tener que estar
ahí como un pringao toda la vida; porque todo estará organizado justo al
revés de cómo está ahora, y la gente podrá estar feliz de una vez y bien.
A gusto.
Alberto, pese a compartir piso desde hace tiempo con Jaimito y Chusa no pertenece
al mismo mundo que sus amigos. La primera información que recibimos de él es la
heterocaracterización que le hace Chusa a Elena: "Está chachi, te va a gustar. Es muy alto,
fuerte, moreno, con una pinta que te caes" .Desde el primer momento somos conscientes de
la profunda contradicción en la que vive este personaje sobre cuya resolución girará toda la
obra. Muchas circunstancias externas le alejan de sus colegas: su trabajo, su indumentaria,
la tutela efectiva que sobre él realiza su madre, en directo y su padre, en la distancia etc.
Pero la amistad antigua con Jaimito, la atracción por Chusa y su valores peronales que nos
lo presentan como un hombre normal, amable, sensible, le proporcionan la argamasa que
permite la feliz convivencia.
En el primer acto Alberto es un personaje simpático, aunque algo maniático con sus
cosas y celoso de su espacio.
Chusa.- Alberto es un tío fetén. Y lo hace todo bien; si lo sabré yo. Si te lo dejo es porque
es de confianza [. . .] en la policía hay tíos normales, como en todos sitios.
Por el contrario, al final del segundo acto, Jaimito le recrimina su inhibición ante la
detención de Chusa:
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Jaimito.- ¡que cabrón eres! Pues de aquí no sales, así si vienen te agarran aquí[. . .] Sí, eso, ,.
saca la porra y dame con ella.
Este mal rollo es germen de un desasosiego interno, de una lucha consigo mismo en
la que se enfrentan su vida en el piso de Lavapiés, ciertamente alternativa para un servidor
del orden y que es el origen de muchas de las situaciones cómicas, una especie de tercera
vía entre lo ordinario y la bohemia, y sus aspiraciones a una vida más centrada, a prosperar,
a respetar las reglas del juego social. A la primer oportunidad cambia de vida y lo peor es que
lo hace a costa de la amistad con su mejor amigo, que le acaba de dar muestras de su
generosidad desinteresada declarándose el autor del disparo, y de la relación que hasta
entonces mantenía con Chusa, en un momento crítico para ellos, eludiendo su
responsabilidad y cuando más lo necesitan
.
Las excusas que señala en el enfrentamiento con Jaimitio al final de la obra, con las
maletas abiertas a manera de símbolo del viaje iniciático que todos los habitantes del piso de
una u otra manera emprenden y que es su caso tiene como destino Mostoles, esconden
descaradamente unas simples razones egoístas y prácticas.
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independiente de la mañana. Su aspecto externo "guapa, de unos veintiún años, la cabeza a
pájaros”, y modales delatan que está fuera de su entorno habitual.
Chusa.- tú no te metas; eso es cosa mía- ¿con mucho azúcar has dicho, Elena?
Elena.- dos terrones.
Chusa.- Es que no tenemos terrones aquí.
Elena.- Bueno, pues regular de azúcar. Es que engorda. Trae. Me la hecho yo ¿sacarina no
tenéis?
Chusa.- No
Elena.- ¿Y la cucharilla, para darle vueltas?
Jaimito.- Trae, te doy las vueltas con el dedo.
Elena es un ave de paso en este mundo. Es una burguesita atolondrada, con ansias
de aventura, que se agarra al conflicto generacional con su madre para echar una cana al
aire de vez en cuando en el mundo de lo alternativo, que siente la tentación de vivir al día sin
planes, sin reglas pero sin que esto sea un plan firme de vida. Sus saltos en el vacío son
siempre con red.
Quiere viajar pero, como bien señala Jamito cuando aún no se ha enamorado de ella,
cuando le parece que sale en las fotos del periódico con cara de loca, por turismo. El
progresismo de Elena es de guardarropía con todos los tics, El País debajo del brazo,
estudios de sociología, prejuicios con la policía, ropa a juego etc.
Chusa.- Lo único que digo es que se va a venir conmigo, para sacar pelas. Y ya está
Jaimito Pues que venda aquí si quiere, pero ir no. Si es una cría.
Elena. Es que como quiero viajar...
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Finalmente, como sabemos, no irá al moro pero ese no será la única trasformación que
experimenta en sus planes vitales desde que entra en la casa hasta que, con piso en
Móstoles y boda a la vista, la abandona. De ser una inocente jovencita, no sólo sexualmente,
que se deja deslumbrar por todo lo nuevo, pasa a ser una mujer segura con los suficientes
arrestos para, por ejemplo, pedirle a Chusa el dinero que le ha “prestado “ para comprar
hachís. En este caso su viaje a Lavapíes le ha servido para decidir cómo no desea vivir. O
mejor dicho, para volver, esta vez para siempre, al mundo que nunca realmente había
abandonado. De no querer ver a un poli ni en pintura sale convencida de que no hay nada
mejor que tenerlo con una las 24 horas del día.
Debió cruzar el Estrecho derrotada por la evidencia que siempre intuyó de que el
mundo utópico que defiende a costa de su propia felicidad no existe pero, a pesar de ello por
vergüenza torera seguirá comportándose según le dicta su conciencia.