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EL MIEDO, AMIGO O ENEMIGO?

Dr. Ramón Graff Rojas

El miedo es una reacción normal e innata que sentimos todos los seres vivos cuando
percibimos situaciones de amenaza a nuestra integridad física o psíquica ó, cuando
vemos en peligro nuestro entorno familiar, social y medio ambiente en el cual vivimos.
Es una emoción no placentera y, como tal, es involuntaria. Es propia de todo organismo
vivo sin distinción de especie, raza, edad, sexo o condición social.

El miedo es un mecanismo de defensa ante el peligro, es una forma de reaccionar ante la


amenaza y tiene como finalidad preparar al organismo para luchar o correr. La reacción
de miedo produce síntomas y signos, internos y externos similares en toda la raza humana
y, tal vez, en todos los animales; sin embargo, las causas que lo ocasionan son múltiples
y, a veces diferentes, tanto en el individuo mismo como en el grupo al cual pertenece.

Además del miedo instintivo con el cual nacemos, adquirimos nuevos miedos durante el
transcurso de la vida, diferentes en intensidad de acuerdo a las experiencias traumáticas
vividas, del agente que nos amenaza y de la capacidad personal que tengamos para
afrontarlos. Estos miedos adquiridos pueden desencadenarse ante un peligro real y actual
o ante situaciones irreales e inexistentes que solo viven en el pensamiento de quien lo
siente.

El miedo ante una amenaza real, es percibido como tal por todos los seres
humanos cuando estamos ante la misma situación. Ante un asalto, un terremoto, una
inundación o una enfermedad que amenace nuestra existencia. Ante estos peligros la
respuesta es la misma en todas las personas. Absolutamente todos sentimos miedos, tal
vez, algunos lo sientan con mayor intensidad que otros, ó quizás, otros actúen ante el
peligro de diferente maneras, pero las manifestaciones fisiológicas son iguales para todas
las personas ante la situación de amenaza.

Cuando estamos en presencia de un peligro real, nuestra razón evalúa las


características del agente agresor y lo compara con la capacidad que tenemos para
afrontarlo. Si la amenaza es superior a nuestras fuerzas, huimos o nos paralizamos. Si por
el contrario, nuestras fuerzas son superiores, nos enfrentamos al enemigo. Si nos
encontramos impotentes ante la amenaza, entonces, nos sentimos indefensos y nos
deprimimos. Ejemplo, si nos ataca un perro bravo, vemos el tamaño del perro. Si es
pequeño, lo enfrentamos pero si es muy grande, corremos. Si no podemos huir ni luchar,
el miedo nos paraliza. Igualmente se aplica a cualquier otro peligro.
Muchas veces no existe una causa real de peligro, sin embargo, sentimos miedos
sin saber por que o a qué le tememos. Este temor sin causa que lo justifique es originado
por nuestros conflictos interiores. Ante este enemigo que no vemos pero que si sentimos,
la razón se siente incapaz de precisar quien es el agresor, entonces, nos sentimos
indefensos y sin arma con que luchar. Este miedo irracional proviene de pensamientos
alterados o de creencias falsas, de allí que la intensidad de este temor será proporcional a
nuestras debilidades interiores. Ante este miedo, la razón utiliza diferentes mecanismos
defensivos: buscamos poder económico, social o político para protegernos. Proyectamos
o desplazamos nuestro miedo a otras personas u objetos. Nos refugiamos en el cariño de
seres queridos para aliviar nuestras angustias. Regresamos a etapas infantiles. Tomamos
conductas agresivas o depresivas; o bien, utilizamos narcóticos para adormecer nuestros
pensamientos .

El miedo puede ser amigo o enemigo, según sea el origen de la amenaza y de la


evaluación que hagamos de ésta; de la capacidad física y emocional que tengamos para
afrontarlo y de la reflexión que hagamos de la experiencia vivida. El miedo es nuestro
aliado y mejor amigo cuando nos permite reconocer la existencia real de un peligro, su
origen y sus consecuencias; cuando permite evaluar la magnitud de la amenaza y
compararlo con nuestra capacidad personal para afrontarlo, cuando nos prepara biológica
y psicológicamente en el momento para luchar o correr y, posteriormente, nos permite
reflexionar y aprender sobre lo ocurrido, evitando así, repetir conductas erradas o
inadecuadas ante una nueva agresión, permitiéndonos de esta manera prevenir o estar
alerta ante agresiones futuras.
El miedo se convierte en nuestro peor enemigo si está solamente en nuestra imaginación,
si nace de pensamientos alterados o se alimenta de falsas creencias. Ante este pánico, la
persona desconoce al agente agresor, encuentra peligros en todas partes o ve amenazas
donde no existen. En este miedo irracional, la amenaza esta en nosotros mismos,
escondida en lo más profundo de nuestro mundo subconsciente. Son nuestras propias
debilidades, miedos infantiles y emociones reprimidas, que se han ocultado bajo
diferentes máscaras desde la tierna infancia hasta nuestros días, para evadir
responsabilidades o evitar confrontaciones so pena de recibir castigo, perder afecto o
protección.

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