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206 CRUELDADY SOLIDARJDAD

no depende -como ocurre según lo que sugieren Burnham, Williams y


los metafísicos en general- de ocultos hechos concernientes a la natura-
leza humana. Porque, como lo muestran O'Brien y Humbert Humbert,
las dotes intelectuales -la inteligencia, el juicio, la imaginación, cierto
gusto por la belleza- son tan maleables como el instinto sexual. Son tan
susceptibles de una diversidad de empleos como lo es la mano del hom-
bre. Los entresijos del cerebro que aseguran esas dotes no mantienen con
región central alguna del yo -un yo que prefiere la bondad a
"natural" CAPfruLo 9
la tortura, o la tortura a la bondad- una conexión mavor oue la oue
mantienen la musculatura de los labios o la sensibilidad de lojgenitales.
Cómo sean nuestros futuros gobernantes no es algo que vaya a estar de-
terminado por grandes verdades necesarias referentes a la naturaleza hu- SOLIDARIDAD
mana y a su relación con la verdad y con la justicia, sino por una infini-
dad de menudos hechos continsentes.
Para un jr,rdlo de la época en que corrfan,los trenes hacia Auschwitz,
las probabilidades de que sus vecinos no judlos lo ayudasen a escondcrsc
eran mayores si vivía en Dinamarca o en ltalia que si vivía en Bélgica La
manera corriente de describir esa diferencia consiste en decir que mr.r-
chos daneses y muchos italianos demostraron un sentido de la solidari-
dad humana del que muchos belgas careclan. La visión ofrecida por Or-
well es la de un mundo en el que -deliberadamente, por medio dc una
cuidadosa planificación- tal solidaridad humana se ha tornado impo-
sible.
r La manera filosófica tradicional de expresar lo que queremos signili-
cai con "solidaridad hu¡nana, consiste en decir que hay dentro de cada
uno de nosotros algo -nuestra humanidad esencial- que resuena antc la
presencia de eso mismo en otros seres humanosTEsa forma de explicar la
noción de solidaridad armoniza con nuestra costumbre de decir que los
espectáculos del Coliseo, Humbert, Kinbote, O'Brien, y los guardias dc
Auschwitz, y los belgas que contemplaban cómo la Gestapo se llevaba a
sus vecinos judíos, eran <inhumanoso. La idea es la de que ellos carecíalr
de un determinado componente que es esencial para que un ser humano
sea comPleto.
Los filósofos que, como yo lo he hecho en el capítulo segundo, niegan
que exista tal componente, que haya algo tal como un (yo nuclear', no
pueden invocar esta última idea. Nuestra iusistencia en la contingencia,
y nuestra consiguiente oposición a ideas tales como uesencia', <naturalc-
2¿, y "fundamento,, hacen que nos sea imposible retener la noción dc
que determinadas acciones y determinadas actitudes son naturalmcntc
ninhumanas¡, Pues aquella insistencia implica que lo que se considere u¡r
ser humano como es debido, es algo relativo a la circunstancia histórica,
algo que depende de un acuerdo transitorio acerca de qué actitudcs sorr
normales y qué prácticas son justas o injustas, No obstante, en ópocas
como la de Auschwitz, en las que en la historia se produce un cataclisnx,,
y las instituciones y las normas de conducta tradicionales se dcspkrtnittt,
deseamos algo que se encuentre más allá de la historia y de las inst i(t¡t ir¡
nes. ¿Qué otra cosa puede ser, si no la solidaridad humana, Ducsln) I (.(rl
nocimiento de una humanidad que nos es común?

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