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“Necesitamos un Cambio de Época”

Conferencia dictada por el Lic. H. Galván1 en el marco del encuentro” La juventud Dominicana y
el Rumbo del Pais” como parte de la celebración del Día Nacional De la Juventud.

La actividad fue convocada por la Fundación de Desarrollo Loma y Salud (FUNDELOSA) y la Red
Ambientalista por la Libertad, la Educación y la Salud (REALESA) 31 de enero de 2007, Centro
Bonó.

Titularé mi pequeña conversación con ustedes: “Cambio de Época”, porque resume


como veo y como siento lo que está sucediendo en América latina y el mundo en
esta década, y lo que necesita nuestra patria chica Dominicana.

En primer lugar, deseo agradecer a Tulio Pimentel por su invitación, sobretodo a


ustedes que compartirán conmigo estas ideas sobre como vemos el presente, como
queremos el futuro, y que haremos para lograrlo. ¡Y lo lograremos!

Pero, ese cambio de época que vivimos en el mundo, particularmente en América


latina, se da en momentos muy difíciles para la humanidad.

El Neoliberalismo, como última arremetida del capital contra el trabajo, mantiene a


200 millones de personas en la pobreza sólo América latina, el continente que
guarda la mayor desigualdad en el ingreso del mundo. Mientras, que los oficialmente
empobrecidos del mundo suman 1,500 millones de desafortunado/as.

La pobreza, concebida como la forma más cruel de las violencias, la negación de un


futuro digno, de las oportunidades, afecta particularmente a esa cuarta parte de la
población del mundo que tiene hoy menos de 25 años.

De la pobreza, el hambre es el efecto más cruel. En el siglo 21 de la abundancia,


25.000 niños mueren todos los días en el mundo como consecuencia del hambre y la
pobreza. Si solamente 25,000.

La cifra de desnutridos, ronda los 840 millones de personas, mientras que en


República Dominicana, el 25% de la población está subnutrida, un cuarto

Seis de cada 10 dominicanos son pobres, 1 de cada cuatro niños menores de 5 años
es indigente. El 30% de los dominicanos no tiene suficiente ni siquiera para
alimentarse adecuadamente.

En la República Dominicana del progreso (de la democracia participativa), el hambre


y la pobreza campean; la democracia del Peledengue, del PPH, del sarampión
colora’o y de sus socios, sólo sirve para crear pobreza y exclusión. ¡No puede
continuar!.

El neoliberalismo de las privatizaciones ha traído grandes pesares a la población


joven. La deslocalizacion, la desregulación laboral, han deteriorado los salarios, ha
traído desempleo, subempleo y precarización del trabajo.

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Economista, investigador del CIECA, Editor de economía del Periódico Iniciativa
triunfaremos@gmail.com

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Hay 88 millones de jóvenes sin trabajo en el planeta. En nuestro país encontrar un
empleo de calidad resulta casi imposible al margen del clientelismo o de las
“relaciones”.

En República Dominicana la tasa de desempleo juvenil para 2002 era de 30%,


llegando a 41% para las mujeres jóvenes, siendo un tercio más que el promedio de
América Latina (20%).

Además, los jóvenes no consiguen buenos trabajos. El sector informal registra hasta
el 93% de todos los puestos de trabajo disponibles para los jóvenes, los salarios en
este sector son un 44% más bajo que los de la economía formal y la protección
laboral y los otros beneficios sencillamente no existen.

Sin empleo ni oportunidades de superación, obviamente no hay otra opción que


buscar la forma, por más desesperada que sea, de emigrar. La visa para un sueño,
por avión o por yola, se convierte en el único objetivo.

El otro camino es la delincuencia, condicionada por el ambiente de desesperanza y


por el ejemplo de la impunidad en las altas esferas del Estado. Vivimos en un Estado
delincuente y gansterizado, infuncional y desmembrado, secuestrado por elites
corrompidas que se perpetúan en el poder cada cuatro años.

Los jóvenes, sin oportunidades, con familias que se desintegran, sin atención
ninguna, son las victimas más propicias para caer en las redes de la delincuencia
menor, que se alimenta de la crisis social y económica y de la pérdida de los valores
morales. Los grandes delincuentes de saco y corbata, amparados en sus
multinacionales, sus partidos o sus iglesias, quedan siempre impunes.

De la educación no hay que hablar mucho, es una situación que todos aquí
conocemos.

La mercantilización de la enseñanza, no sólo ha excluido de aquel derecho humano a


millones de jóvenes del mundo, sino que ha mermado la calidad de aquellos que
pueden pagarla.

El 60 % los jóvenes urbanos de los países latinoamericanos, deserta y no alcanza el


umbral educativo básico para acceder al bienestar de vida.

En la República Dominicana, vale más la construcción de un Metro que toda la


educación, vale más la deuda externa que la educación, vale más el Despacho de la
Primera Dama que la educación.

Mientras tanto, nuestros niños estudian sentados en blocks y bajo árboles, mientras
nuestros desvergonzados gobernantes, se dan la gran vida de viaje en viaje, de
seminario en seminario, de fiesta en fiesta. ¡Apaga y vamonos.!

La falta de salud y seguridad social afecta sensiblemente a los más jóvenes y a los
niños. La falta de transporte y de energía eléctrica les impide estudiar con calidad.

La transculturización y la imposición de parámetros culturales externos afectan en


especial a los más jóvenes, cuya situación les hace ser más vulnerables de la moda y
otros males. El más grave daño se hace sobre la cultura y la identidad. A través de

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los medios de comunicación se les imponen gustos, rutinas, hábitos de consumo,
formas de operar tecnología y discursos, ajenos y muchas veces dañinos.

Se produce una desvalorización y una inversión de valores. Los jóvenes se vuelven


victimas de la competencia brutal de las multinacionales. Se les obliga a recibir los
excedentes del capitalismo en una orgía consumista y depredadora.

¡Consume, Consume, Consume!

La disensión es moralmente penalizada. Hay que homogenizarse, hay que volverse


multitud, perder la esencia.

Pero entonces aparecen las subculturas juveniles, como el punk, el metal, el hiphop,
etc. como una forma de resistencia ante este fenómeno, que a su vez son
penalizadas y discriminadas.

El alcohol, las demás drogas, comienzan a convertirse en una válvula de escape


urgente ante el desastre social. Las drogas son inculcadas en la misma orgía del
consumo y la publicidad, pero reprimidas a través de múltiples formas. Es la doble
moral de la sociedad burguesa de hoy.

Políticamente, en la toma de decisiones, los jóvenes no cuentan. Aunque votan, son


los viejos los que toman las decisiones. El adultocentrismo domina la política local,
domina la forma de pensar de los dominicanos. A los jóvenes se les usa como
mampara, como fetiche para engañarlos y utilizarlos cada cuatro años, cada dos,
como al pueblo. ¡Basta ya!.

¡Pero basta ya!

Casi todo eso lo sabemos. Lo que no sabemos es cómo carajo vamos a salir de este
círculo vicioso al que nos han hecho entrar hace 5 siglos, y seguimos igual.

Lo que necesitamos saber ahora es la fórmula para salir de la trampa, para romper
el cerco, para superar el atraso, para matar lo viejo para que nazca lo nuevo.

Y es que nosotros somos la esperanza…

Cuando se fundó la Sociedad Secreta “La Trinitaria”, Juan Pablo tenía apenas 25
años, para abril, Caamaño tenía 33.

Jesús Cristo, también. Murió de treinta y tres, y antes logró cambiar el mundo. ¿O
no?

Gregorio Luperón, el general de Puerto Plata, tenía 24 años cuando se inició la


Guerra Restauradora…

Francisco Sánchez del Rosario apenas tenía 21 cuando se funda La Trinitaria.


¿Cuántos de ustedes tienen 21 años?

Simón Bolívar, el Libertador, tenía 27 años cuando inició la guerra por la


independencia de Venezuela.

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Y Allende, en la Alameda, una vez dijo: “Ser joven y no ser revolucionario es hasta
una contradicción biológica”. Y lo es.

Y es que durante la juventud, por sus características biológicas, por la energía


natural que se posee, por la falta de compromisos onerosos, por el espíritu, y hasta
por la necesidad de abrirse paso por la vida, es la etapa apropiada para emprender y
dirigir los cambios del porvenir.

La esencia de la juventud también es contradicción, rebeldía. Los jóvenes deben


buscar su propia identidad, diferenciados de sus padres, de la sociedad. Eso les hace
buscar mecanismos de expresión alternativos, creativos y contrapuestos a la
realidad. ¡Les brota la rebeldía!

La necesidad de abrirse un futuro por delante, sin tener que recordar o estar atados
a episodios tristes o vergonzosos hace también de esa etapa de la vida el elemento
apropiado para los cambios.

Pero el joven no está atado al pasado, mira al futuro con cierta esperanza, con cierta
ingenuidad. La vida lo espera y necesita entonces que sea cada vez mejor.

Le faltan decepciones, traumas. Le sobran esperanzas, anhelos y sueños.

Falta el miedo, falta la prudencia innecesaria.

Faltan compromisos, complicidades.

Faltan odios y rencores.

Sobra el arrojo, la inocencia precisa para empujar la carroza del destino.

Claro, hay diversidad, y es precisamente esta diversidad la gestora de las


transformaciones.

Pero sobra el espíritu de aventura, la necesidad de andar y descubrir.

Faltan las limitaciones, las fronteras impuestas por los otros, faltan los respetos, y
que bueno.

Por conservador que sea el joven o la joven, tiene en su esencia algo de soñador,
algo de esperanza, de ansias de libertad. Le faltan penas, le faltan los pesares, las
angustias del pasado, las desesperanzas que tienen los viejos.

Le sobran las angustias del futuro, las incógnitas. Sabe que tiene el futuro por
delante; sabe que deberá enfrentarlo, se preguntará cómo.

Sabe que el futuro que viene le pertenece, necesita que sea mejor cada vez.

El pesimismo no es precisamente la norma; como tampoco lo es pasividad.

La norma más bien es la alegría, las ansias de libertad, la rebeldía.

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Por esas y otras cosas, la juventud tiene un compromiso. A diferencia de las
generaciones anteriores, que tienen un compromiso con el pasado, las juventudes
tienen un compromiso con el futuro.

Cambiar las cosas en el presente, trastocarlas, transformar la realidad, parece una


tarea únicamente de la población joven. El combate del futuro se libra en el
presente.

No podría ser de otra forma. La generación presente tiene la responsabilidad sobre la


actualidad, ninguna otra. Es el presente que nos pertenece.

Cada generación tiene su tiempo y su espacio. Cada persona le toca una época, un
tiempo que debe aprovechar.

Corresponde entonces a la juventud, únicamente a la juventud, aprovechar el


tiempo, aprovechar el ahora, cambiar el rumbo del presente y dejar un futuro
mejor.

Corresponde a los jóvenes de ahora cumplir su papel histórico, su rol. El rol que una
vez cumplieron Duarte y los trinitarios, Luperón y los Restauradores, Los Gavilleros,
Los Expedicionarios y el 14 de Junio, Las Mirabal, los jóvenes coroneles y oficiales
constitucionalistas, la resistencia heroica de los 60’s y 70’s, en fin… El rol de la vida.
Vivir la vida dejando un rastro, y que sea una huella de dignidad y amor.

Por eso lo primero que les propongo es transformar la lógica si queremos cambiar la
realidad. Debemos pensar menos en lo posible y lo permitido, y más en lo necesario
y lo justo. En lo que queremos.

La época ha cambiado. El siglo XXI es un siglo de esperanzas, y América latina es el


epicentro de este renacer de los sueños. Estos vientos frescos en nuestras cercanías
y en todo el mundo, al menos, deben mostrarle el camino a nuestro pueblo; ese
camino que hay que recorrer para encontrar la felicidad (o estar cerca). Pero, para
tomar ese camino, debemos despertarnos temprano para poder iniciar la marcha
justo en el ALBA. ¡Despertémonos!

La clave para despertar está en nosotro/as mismo/as. Pero, para que nos decidamos,
primero hay que tener esperanza, y eso es lo que falta. Si el pueblo dominicano
despierta su esperanza malherida por tantas traiciones, y comienza a soñar y a
marchar tras sus sueños e ideales, justo como lo hizo tantas veces antes, no hay
nada, ni nadie que lo detenga.

Necesitamos pues, confianza y esperanza, y para tenerla, es preciso olvidarnos un


poco del pasado. Para que quepa en el corazón algo de ilusión, hay que despojarnos
un poco de los traumas, de las frustraciones y del dolor.

Sin olvidarnos de lo bueno, y lo aleccionador, hay que despojarnos de la decepción,


la negatividad y del escepticismo. Hay que hacerle un espacio a la alegría, a la
nobleza, y a la utopía, ¿Por qué no?

Seamos pues rebeldes, confiemos en nuestra fuerza y en nuestros sentimientos.

Seamos irreverentes, irrespetemos el orden injusto.

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Creamos en que se puede y no temamos en cometer errores.

Creamos en la utopía más que en la derrota.

Comencemos ahora, mañana es tarde.

República Dominicana exige un cambio, una transformación, una revolución, un


cambio de época.

Y la juventud, sólo la juventud, es la esperanza para lograrlo.

Durante la Conferencia

Mesa principal

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Vista parcial del público

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