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Agradezco a la Fundación Saracho, quien posee los derechos de autor de los escritos del P.
Rafael Tello, haberme permitido utilizar los textos inéditos para escribir el presente artículo.
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elevan y fecunda” (R. TELLO, Pastoral Popular, nota e, 90-91, inédito). Es lo que
Tello llama el surgimiento de un “pueblo nuevo”, que no es sólo indígena, pero
tampoco tomado absolutamente por lo español.
Por el bautismo el “pueblo nuevo” recibe la fe y es cristiano. La cultura
popular no es simplemente una manera de vivir en este mundo, sino que es también
un modo de creer y de entender a Dios, lo cual se expresa concretamente en el
cristianismo popular como peculiar forma de vivir la vida cristiana que se da en
nuestro pueblo. Por ello el corazón del pueblo (y por tanto de la cultura popular), su
elemento formador determinante es el cristianismo popular. “No el cristianismo sino
el cristianismo popular (el cristianismo sin determinaciones culturales no parece
existir en esta tierra por lo menos en dimensión colectiva, social), el cual es
cristianismo verdadero, como lo reconoce el Magisterio universal” (R. TELLO,
Evangelización y cultura, 151, inédito). “De la cultura propia del pueblo nace el
cristianismo popular, verdadero cristianismo pero distinto” (R. TELLO, Evangelización
y cultura, 176, inédito).
Conocer a las multitudes que pueblan nuestro suelo es para Tello conocer al
pueblo y a su cultura. Es un paso necesario que debe dar todo aquel que pretenda
acercarse al hombre concreto y no quedarse en una abstracción que puede resultar útil
en el orden de la erudición, pero carente de eficacia en la acción pastoral. Tello es
contundente en este aspecto cuando afirma que “pretender llegar al hombre sin
conocer al pueblo o “medio histórico” (cf. G.S.53) que lo ha conformado, es vano y
puede ser presuntuoso. Es cierto que el camino de conocer al pueblo para poder llegar
al hombre será tal vez dificultoso y exigirá cambios notables en la formación y modos
de actuar de los hombres -varones y mujeres- de mayor peso en la Iglesia visible, pero
eso no justifica la falta de esfuerzo en recorrerlo” (R TELLO, El cristianismo popular
según las virtudes teologales, 154, inédito).
responsabilidad de amar a Dios y al prójimo por sobre todas las cosas en el tiempo
histórico que nos ha sido dado para vivir. Tello actualiza la propuesta evangélica
propiciando una teología afectiva que tenga en cuenta a la multitud de Argentina y
América Latina que toma como identidad histórico-cultural la de ser un pueblo.
Ante todo quisiera recordar que el cristianismo pone de manifiesto la primacía
del amor por sobre el hacer. Agustín lo enseña cuando comenta el evangelio de san
Juan: “Suprime a los desgraciados: se habrán acabado las obras de misericordia. ¿Se
extinguirá también el fuego del amor?”. El amor no queda atado absolutamente a las
carencias materiales o espirituales del hombre sino que principalmente tiene por
objeto al hombre en sí mismo, a aquel que por ser creación de Dios debe ser amado
sin tener en cuenta su condición social o su situación miserable. Es claro que con esto
no se pretende ignorar el amor predilecto que Dios tiene por los pobres o anestesiar el
alma ante el sufrimiento de los otros o propiciar una actitud pasiva o de complacencia
ante a la injusticia, lo cual sería desvirtuar y falsear esta doctrina. Un texto del padre
Tello hablando del trabajo entre los pobres profundiza esta línea de reflexión: “Antes
que una opción por el trabajo a favor de los pobres, es una opción preferencial por el
amor a ellos. No basta obrar por los pobres; primero hay que amarlos. Del amor
surgen las obras. No debe haber trabajo por otros motivos alejados del amor, ni amor
sin obras, cuando ellas sean posibles” (R. TELLO, Notas para una pastoral popular,
inédito). Hay una primacía del amor que busca imitar a Dios y no exonerar al hombre
de su responsabilidad histórica.
Una consecuencia de esta enseñanza se refleja en la concepción de la teología
que Tello desarrolla al poner el énfasis en la primacía del amor por sobre la
especulación. El Documento de Puebla invitaba a tener presente esta preeminencia al
destacar que “para desarrollar su acción evangelizadora con realismo, la Iglesia ha de
conocer la cultura de América Latina. Pero parte, ante todo, de una profunda actitud
de amor a los pueblos. De esta suerte, no sólo por vía científica, sino también por la
connatural capacidad de comprensión afectiva que da el amor, podrá conocer y
discernir las modalidades propias de nuestra cultura, sus crisis y desafíos históricos y
solidarizarse, en consecuencia, con ella en el seno de su historia” (397). Si falta esta
connaturalidad amorosa no tendremos necesariamente un conocimiento falso del
pueblo y su cultura, pero sí casi con seguridad una comprensión insuficiente.
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libremente, ayudado por la gracia, se dirija hacia Aquél que lo atrajo” (R. TELLO,
Iglesia y pueblo, 71, inédito).
A su vez, la revelación es el fundamento primero en el que se sustenta el acto
de fe. En su instancia inicial y constitutiva el creyente no pone su fe en un texto
escrito (aunque posteriormente puede ser de ayuda para confirmar o acrecentar lo que
ya ha recibido como un don) sino en Dios mismo. La fe es para Tello es “un
conocimiento vivo y sobrenatural por su origen que procede de la misma vida teologal
del cognoscente (sería totalmente diferente el conocimiento científico de la Palabra de
Dios de un hombre que no tiene fe verdadera) y que toca, afecta o determina esa
misma vida” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 25, inédito). Un hombre se aferra a Dios
porque toca su vida. Alguien que tiene vida comunica a nuestra existencia el anhelo
por la vida y le da sentido. Por ello, en esta concepción de la fe el primer movimiento
hacia Dios no es el de entenderlo conceptual o racionalmente, sino el de amarlo.
Tello recuerda, siguiendo la enseñanza de Agustín y Tomás, que el acto de fe
en su estructura teologal incluye tres aspectos, íntimamente relacionados entre sí
aunque se distinguen: el primero y más importante, pues determina el grado de fe, es
la adhesión a Dios y a lo que Él revela; luego sigue la comprensión de Dios o de
aquello que Dios ha revelado; y, por último, la tendencia, el movimiento hacia Dios
en donde el hombre se entrega con su inteligencia y voluntad. La acentuación del
segundo o del tercer aspecto es lo que da origen a dos tipos de teología o a dos modos
de conocer a Dios. “La fe es constituida fundamentalmente por la adhesión de Dios.
El desarrollo racional del segundo aspecto, la comprensión de Dios y la Revelación,
da nacimiento a la teología especulativa. El conocimiento que resulta de la tendencia
o unión con el objeto revelado, que es un bien para el sujeto, es el constitutivo de que
se puede llamar teología afectiva” (R. TELLO, Iglesia y pueblo, 29, inédito).
A partir de este análisis del acto de fe encontramos una cierta contraposición
entre afectivo y especulativo, al punto que podríamos afirmar que según cómo
creamos será nuestra teología. Pero esto debe comprenderse no como una oposición
lisa y llana, sino como una distinción que nos ayuda a valorar otro tipo de
conocimiento que habitualmente queda olvidado en la Iglesia por el peso que tiene
una teología más intelectual e ilustrada. A la hora de hacer teología Tello rescata el
amor en su valor específico y distintivo y no como la culminación de un proceso
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