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Ciencia y filosofía
Uno no sabe nada hasta que no sabe por qué lo sabe.
CLOVIS ANDERSEN,
The Principies o/Private Detection*
* Citado en Alexander McCall Srnith, The Good Husband ofZebra Drive (Polygon,
Edimburgo, 2007, pág. 118).
Capítulo 6
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN
LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA*
El camino del relativismo está pavimentado con la me-
jor de las intenciones y la peor de las argumentaciones.
abordar en detalle este tópico de la historia intelectual.t Más bien, nos con-
centraremos en las ideas relativistas en sí mismas yen los argumentos en los
que éstas suelen apoyarse. Entre éstos ocupan un lugar destacado las inter-
pretaciones (o, quizá, las malas interpretaciones) de algunas obras de filo-
sofía de la ciencia del siglo xx, especialmente de La estructura de las revolu-
ciones científicas, de Thomas Kuhn, y del Tratado contra el método, de Paul
Feyerabend, junto con extrapolaciones que sus discípulos hicieron de las
ideas de estos autores. Por supuesto, no pretendemos examinar exhaustiva-
mente la totalidad de sus obras -sería una tarea quimérica-, sino que nos
limitaremos a analizar una serie de textos escogidos que ilustran en gran
medida estas ideas tan extendidas. Intentaremos mostrar que estos textos
son frecuentemente ambiguos y que se pueden entender al menos de dos
maneras: una «moderada», que lleva a afirmaciones, bien que merece la
pena discutir, bien verdaderas pero triviales; y otra «radical», que lleva a
afirmaciones sorprendentes, pero falsas. Desafortunadamente, la lectura
radical a menudo se toma no sólo como la interpretación «correcta» del tex-
to original, sino también como un hecho confirmado (<<X ha demostrado
que ...»); criticaremos duramente este tipo de conclusiones. Claro que se
puede argumentar que, en realidad, nadie defiende esta interpretación ra-
dical; tanto mejor si es así. Sin embargo, nos hemos vuelto bastante escép-
ticos después de las numerosas discusiones en las que hemos participado,
en las cuales la carga teórica de la observación, la subdeterminación de la
teoría por los datos o la presunta inconmensurabilidad de los paradigmas se
han utilizado para reforzar posiciones relativistas. Para demostrar que no
estamos criticando un producto de nuestra imaginación, al final del capí-
tulo daremos un puñado de ejemplos del relativismo extendido en Estados
Unidos, en Europa y en algunos lugares del Tercer Mundo.
Somos perfectamente conscientes de que nos reprocharán nuestra falta
de formación filosófica formal. En el «prefacio» hemos explicado por qué no
consideramos convincentes ese tipo de objecciones, que aquí parecen ser par-
ticularmente inapropiadas. Después de todo, no hay duda de que la actitud
relativista está reñida con la idea que tienen los científicos acerca de su propio
trabajo. Mientras que los científicos intentan, lo mejor que pueden, obtener
una visión objetiva (de ciertos aspectos) del mundo.? los pensadores relati-
vistas les dicen que están perdiendo el tiempo y que semejante empresa es,
en principio, una ilusión. Por tanto, nos enfrentamos a un conflicto funda-
mental. Yen tanto que físicos que hemos reflexionado largamente acerca de
las bases de nuestra disciplina en particular y del conocimiento científico en
general, consideramos importante dar una respuesta razonada a las objecio-
nes relativistas, a pesar de que no exhibamos ningún título en filosofía.
El programa de este capítulo es el siguiente: después de ofrecer una
definición más precisa de lo que entendemos por «relativismo», bosque-
jaremos nuestra postura respecto al conocimiento en general y al cono-
cimiento científico en particular. G A continuación, revisaremos ciertos
aspectos de la epistemología del siglo xx (Popper, Quine, Kuhn, Feyera-
bend) con la intención de desenmarañar algunas confusiones concernien-
tes a nociones tales como «subdeterrninación» o «inconmensurabilidad».
Por último, examinaremos críticamente algunas tendencias recientes en
sociología de la ciencia (Barnes, Bloor, Latour) y daremos ejemplos prác-
ticos de los efectos del relativismo contemporáneo.
LA DEFINICiÓN DE RELATIVISMO
9. Aún peor: mucha de esta literatura no disti ngue adecuadamente las cuestiones
cognitivas de las éticas. Por ejemplo, se confunde la validez de una teoría científica con su
valor para la humanidad (tanto como conocimiento abstracto como por sus aplicaciones
tecnológicas).
EL RELArrVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFfA DE LA CIENCIA 233
10. Bertrand Russell (1948, pág. 196) cuenta la siguiente historia, muy divertida:
"Una vez recibí una carta de una eminente especia!isra en lógica, la señora Christine Ladd
Frank1in, en la que se declaraba solipsista y se extrañaba de que no hubiera nadie más».
Hemos leido esta cita en Devin (1997, pág. 64).
234 CIENCIA Y FTLOSOFlA
11. Hume (2000 [17481. págs. 114-115). Elpasaje pertcnece a Investigación sobre el
conocimiento humano, apartado 12, parte 1.
12. Que defendamos estatesis no quiere decirque tengamos una respuesta entera-
mentesatisfactoria a la preguntade cómo seestablece la correspondencia entrelos ohjetos
y las percepciones.
13. Estahipótesis conoce una explicación más profundacon el posterior desarrollo
de la ciencia, sobretodo con la teoría biológica de la evolución. La posesión de órganos
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFfA DE LA CIENCIA 235
Por mi parte, no tengo la menor duda de que, a pesar de que sea normal
esperar progresos en física, las doctrinas actuales acerca del mundo están en
estos momentos más cerca de la verdad que cualquier otra. La ciencia nunca
es enteramente cierta y muy a menudo es bastante falsa, pero tiene por lo ge-
neral más posibilidades de ser cierta que las teorías no científicas. Por tanto,
es razonable aceptarla hipotéticamente.
sensoriales que reflejan más o menos fielmente e! mundo exterior (o, al menos, ciertos as-
pectos importantes de él) confiere una ventaja evolutiva. Subrayemos que este argumen-
to no refuta e! escepticismo radical, pero aumenta la coherencia de una visión antiescép-
tica de! mundo.
14. Haack (1993, pág. 137) aludió a historiadores y detectives independientemen-
te de (y antes que) nosotros: «No existe razón para pensar que [la ciencia] se encuentra en
posesión de un método especial de investigación, inasequible a historiadores, detectives
y el resto de nosotros». Véase también Haack (1998, págs. %-97).
236 CIENCIA Y FILOSOFíA
15. Por ejemplo: el agua se nos muestra como un fluido continuo, pero los experi-
mentos físicos y químicos ilustran que se compone de átomos.
16. A lo largo del presente capítulo haremos hincapié en la continuidad metodoló-
gica entre el conocimiento científico y el cotidiano. Bajo nuestro punto de vista, ésta es
la manera adecuada de responder a diversos desafíos escépticos y disipar las confusiones
generadas por interpretaciones radicales de ideas filosóficas correctas, tales como la subde-
terminación de la teoría por los datos. Pero sería ingenuo querer llevar esa continuidad
demasiado lejos. La ciencia --.-sobre todo la física fundamental- introduce conceptos de
difícil comprensión intuitiva o que no resulta inmediato relacionar con nociones de sen-
tido común (por ejemplo: en la mecánica newtoniana, las fuerzas que actúan instantá-
neamente a través del universo; en la teoría de Maxwell, los campos electromagnéticos
que «vibran» en el vacío; en la teoría general de la relatividad de Einstein, el espacio-tiem-
po curvo). Es en discusiones acerca del significado de estos conceptos teóricos cuando
toda clase de realistas y antirrealistas (instrumentalistas, pragmáticos, etc.) discrepan. A
veces, cuando se les ataca, los relativistas recurren a posiciones instrumentalistas, pero la
diferencia entre ambas actitudes es profunda. Los instrumentalistas pueden tratar de de-
fender que no tenemos manera de saber si las entidades tea réticas «inobservables» existen
realmente o que el significado de éstas se define únicamente a través de cantidades men-
surables; pero esto no implica que consideren tales entidades «subjetivas», en el sentido
de que su significado esté apreciablemente condicionado por factores extracientíficos
(como la personalidad del científico o las características sociales del grupo al cual perte-
nece). Los instrumentalistas verán nuestras teorías científicas simplemente como el modo
más satisfactorio en que la mente humana, con sus limitaciones biológicas inherentes, es
capaz de comprender el mundo. Para un examen crítico del instrumentalismo, véase el ca-
pítulo 7, más adelante.
EL RELAI'lYISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 237
21. Procediendo caso por caso también puede apreciarse el gran abismo que separa
las ciencias de las pseudociencias.
22. Nos apresuramos a añadir -como si ello resultara necesario- que no alberga-
mos ilusiones con respecto al comportamiento de las fuerzas policiales reales, que ni mu-
cho menos se dedican siempre y exclusivamente a buscar la verdad. Ponemos este ejem-
plo solamente para aplicar la cuestión epistemológica abstracta a un contexto concreto, a
saber: supongamos que alguien quiere encontrar la verdad de una problemática práctica
(por ejemplo, quién ha cometido un asesinato). ¿Cómo debería abordarla? Para una mala
interpretación extrema, en la que nos vemos comparados al ex detective de Los Ángeles
Mark Fuhrman (famoso por el caso de O.]. Simpson) y sus infames homólogos de Broo-
klyn, véase Robbins (1998).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 239
EPISTEMOLOGíA EN CRISIS
23. Podríamos remontarnos al Círculo de Viena, pero eso nos llevaría demasiado le-
jos. El análisis de esre apartado se inspira parcialmente en Purnarn (1974), Stove (1982)
y Laudan (l990b). Tim Budden ha dirigido nuestra atención hacia Newron-Smith (1981),
que cuenta con una crítica similar a la epistemología de Popper.
24. Popper (1959).
25. Tal como veremos más adelante, el hecho de que una explicación sea ad hoc de-
pende enormemente del contexto.
242 CIENCIA Y FILOSOFfA
28. Escribe, por ejemplo: «El criterio de demarcación propuesto nos brinda tam-
bién una solución del problema humeano de la inducción: el problema de la validez de
las leyes naturales. [oo.] El método de falsación no presupone una inferencia inductiva,
sino sólo las transformaciones tautológicas de la lógica deductiva, cuya validez no se cues-
tiona» (Popper, 1959, pág. 42).
29. Laplace escribió: «El mundo erudito esperaba con impaciencia este retorno, que
confirmaría uno de los mayores descubrimientos que se han realizado en las ciencias [oo.]»
(Laplace, 1902 [1825], pág. 5).
30. Para una explicación detallada, véanse, por ejemplo, Grosser (1962) o Moore
(1996, capítulos 2 y 3).
244 CIENCIA Y FILOSOFÍA
31. Remarcamos que el propio Popper era perfectamente consciente de las ambi-
güedades asociadas a la falsación. En nuestra opinión, le faltó aportar una alternativa sa-
tisfactoria al «falsacionismo ingenuo», esto es, una que hubiese corregido sus defectos,
habiendo conservado cuantas virtudes hubiese podido.
32. Por ejemplo, véanse Putnam (1974), la réplica de Popper (1974, págs. 993-999)
y la posterior respuesta de Putnam (1978).
33. Nótese que la existencia de una materia «oscura» -invisible, aunque no nece-
sariamente indetectable por otros medios- se postula en algunas teorías cosmológicas
actuales, las cuales no son declaradas ipsoficto no científicas.
EL RELATIVISMO COGNITNO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 245
34. Duhem (1954 [1914], segunda parte, capítulo VI) ha resaltado la importancia
de las teorías en la interpretación de experimentos.
35. Quine (1980 [1953], págs. 41-42). En el prólogo de la edición de 1980, Quine
desaprueba la lectura más radical de este pasaje y dice (correctamente, según nuestro pun-
to de vista) que «el contenido empírico se reparte entre los enunciados de la ciencia en for-
ma de racimos, y casi nunca puede separarse de ellos. En la práctica, el racimo pertinente
nunca es la ciencia en su totalidad» (pág. viii).
246 CIENCIA Y FILOSOFíA
36. Como algunas afirmaciones del propio Quine relacionadas con ésta: «Puede
sostenerse la veracidad de cualquier afirmación pase lo que pase, si realizamos ajustes lo
suficientemente drásticos en arras panes del sistema. Incluso un enunciado muy cercano
a la periferia [es decir, cercano a la experiencia directa] puede defenderse como verdade-
ro ante la experiencia más recalcitrante si se alegan alucinaciones o si se modifican cierras
enunciados de las llamadas leyes lógicas» (pág. 43). Pese a que este pasaje, sacado de con-
texto, puede leerse como una apología del relativismo radical, la argumentación de Qui-
ne (págs. 43-44) sugiere que ésa no es su intención y que piensa (de nuevo correctamen-
te, según nuestra opinión) que determinadas modificaciones de nuestros sistemas de
creencias ante «experiencias recalcitrantes» son más razonables que otras.
37. Le Verrier fue el primer astrónomo que, en 1858, se dio cuenta de que la órbita ob-
servable del planeta Mercurio difiere ligeramente de la predicha por la mecánica newronia-
na. La diferencia corresponde a una precesión del perihelio (el punto de máxima aproxima-
ción al Sol) de Mercurio de aproximadamente 43 segundos de arco por siglo. (Es un ángulo
increíblemente pequeño: un segundo de arco es 1/3.600 de un grado, y un grado es )/360
de la circunferencia.) Se efectuaron varios intentos, dentro de la mecánica newtoniana, para
explicar esta anomalía; por ejemplo, se conjeturó la existencia de orro planeta más allá de
Mercurio (una idea natural, dado el éxito que tuvo una hipótesis semejante en el caso
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 247
de Neptuno). Sin embargo, todos los intentos de derecrar ese planeta fracasaron. La ano-
malía logró explicarse, por fin, en 1915 como consecuencia de la reoría de la relatividad ge-
neral de Einstein. Véase Roseveare (1982) para una descripción derallada.
38. Kuhn (1970, págs. 79-82 y 146-147) incide en esta cuestión.
39. Es más, el error podría haberse encontrado en una hipótesis adicional, y no en
la propia teoría newtoniana. El comportamiento anómalo de Mercurio podría haber sido
fruto de la existencia de un planera desconocido, de un anillo de asteroides o de un pe-
queño abombamiento del Sol. Por supuesto, estas hipótesis pueden y deben someterse a
pruebas independientes de la órbita de Mercurio, pero estas pruebas dependen a su vez
de otras hipótesis adicionales (relacionadas, por ejemplo, con la dificultad de ver un pla-
neta cercano al Sol) que no son fáciles de ponderar. De ninguna manera estamos sugi-
riendo que se continúe con el proceso ad infinitum -después de un tiempo, las explica-
ciones ad hoc se vuelven demasiado extravagantes para ser acepradas-s-, pero la solución
puede tardar tranquilameme medio siglo en llegar, tal como sucedió con el asunto de la
órbita de Mercurio (véase Roseveare, 1982).
Por otra parte, Weinberg (1992, págs. 93-94) indica que al inicio del siglo xx había
varias anomalías en la mecánica del sistema solar, no sólo en la órbita de Mercurio, sino
también en la de la Luna y en las de los cometas Halley y Encke. Ahora sabemos que es-
tas últimas anomalías fueron resultado de errores en las hipótesis adicionales (no se com-
prendieron bien la evaporación de gases de los cometas ni las fuerzas de las mareas que ac-
túan sobre la Luna), y que sólo la órbita de Mercurio constituyó una falsación real de la
mecánica newtoniana, Pero esto no resultaba evidente por aquel entonces.
248 CIENCIA Y FILOSOFíA
40. Por ejemplo, Weinberg (1992, págs. 90-107) explica por qué la retrodicción de
la órbita de Mercurio era una prueba mucho más convincente para afirmar la teoría de la
relatividad que la predicción de la desviación de la luz de las estrellas que produce el Sol.
Véase también Brush (1989).
41. Análogamente, considérese la paradoja de Zenón: ésta no demuestra el hecho de
que Aquiles no atrapará la tortuga; sólo muestra que los conceptos de movimiento y lími-
te no se comprendían bien en su época. También nosotros podemos hacer ciencia prácti-
ca perfectamente sin estar obligados a entender cómo la hacemos.
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 249
42. Hay que tener en cuenta que la versión de Duhem es mucho menos radical que
la de Quine. Nótese también que el término «tesis de Duhem-Quine- se usa a veces para
caracterizar la idea -analizada en el apartado anterior- de que las observaciones tienen
carga teórica. Véase Laudan (l990b) para un examen más detallado de las ideas de este
apartado.
250 CIENCIA Y FILOSOFíA
1) Se poseen datos tan sólidos a favor de una teoría que dudar de ella
sería tan absurdo como creer en el solipsismo. Por ejemplo, tene-
mos buenas razones para creer que la sangre circula, que las espe-
cies biológicas han evolucionado, que la materia se compone de
átomos, y un cúmulo de cosas más. La situación análoga en una in-
vestigación criminal es aquella en la que se está seguro de haber en-
contrado al culpable.
2) Se posee un número de teorías alternativas, ninguna de las cuales
parece ser, sin embargo, enteramente convincente. Por ejemplo,
la incógnita del origen de la vida aporta (por lo menos de mo-
mento) un buen ejemplo de este tipo de situaciones. La analogía
con la investigación criminal es el caso en el que hay varios sospe-
chosos verosímiles, pero no está claro quién es el culpable. Esta
situación puede darse también cuando no se tiene más que una
teoría, la cual no es muy convincente debido a la ausencia de
pruebas suficientemente determinantes. En un caso así, los cientí-
ficos aplican implícitamente la tesis de la subdeterminación:
como otra teoría que todavía no se ha concebido podría muy bien
ser la correcta, la teoría existente recibe una probabilidad subjeti-
va muy baja.
3) En último lugar, se puede no tener ninguna teoría admisible que dé
razón de los datos existentes. Probablemente éste es el caso en el
que se encuentra hoy el intento de unificación de la teoría de la re-
latividad con la física de partículas elementales, así como el de mu-
chos otros problemas científicos arduos.
Se sabe mucho más ahora que hace cincuenta años, y se sabía mucho más
entonces que en 1580. Ha habido una enorme acumulación de conocimien-
tos en los últimos cuatrocientos años. Éste es un hecho perfectamente cono-
cido. [oo.] Por tanto, un autor que mantenga una postura que tienda a hacerle
negar [este hecho] o siquiera que lo haga reticente a admitirlo, inevitable-
mente parecerá estar sosteniendo algo extremamente inverosímil a los ojos de
los filósofos que lo lean.
43. Kuhn (1962; 1970). Para este apartado y críticas detalladas, véanse Shimony
(1976), Siegel (1987) y, especialmente, Maudlin (1996).
44. También nos limitaremos a analizar La estructura de las revoluciones científicas.
Para dos análisis de las ideas tardías de Kuhn bastante dispares, véanse Maudlin (1996) Y
Weinberg (1996b, pág. 56). Para una valoración imparcial de las ideas que Kuhn sostie-
ne en la Estructura y después de ella, véase Godfrey-Smith (2003, capítulos 5 y 6).
45. Hablando de «la imagen que ahora tenemos de la ciencia», que propagan, entre
otros, los propios científicos, dice: «Este ensayo intenta mostrar que nos hemos equi-
vocado [oo.] de un modo fundamental. El objetivo es hacer un esbozo del concepto tan
diferente de ciencia que puede surgir de los registros históricos de la propia actividad de
investigación» (Kuhn, 1970, pág. 1).
252 CIENCIA YFILOSOFíA
46. Obsérvese que esta afirmación es mucho más radical que la idea de Duhem de
que la observación depende en parte de hipótesis teóricas adicionales. En un pasaje extre-
mo, Kuhn llega a dibujar un paralelo episremológico explícito entre las revoluciones
científicas y las políticas:
Porque difieren de la matriz institucional dentro de la cual se han de producir y juzgar el
cambio político, porque no reconocen ninguna estructura suprainstitucional para juzgat la di-
ferencia revolucionaria, las partes en un conflicto revolucionario deben recurrir al final a las
técnicas de persuasión de masas, en las que a menudo está incluida la violencia. [...] El estudio
histórico de los cambios de paradigma manifiesta características muy parecidas en la evolu-
ción de las ciencias. Igual que la elección entre instituciones políticas alternativas, la elección
entre paradigmas contrapuestos se convierte en una elección entre modos incompatibles de la
vida de la comunidad. [...] Pasa lo mismo en las revoluciones políticas que en la elección del
paradigma: no hay un criterio más definitivo que el consentimiento de la comunidad perti-
nente (Kuhn, 1970, capítulo IX, págs. 93-94).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 253
Pero ¿qué quiere decir exactamente Kuhn con la expresión «todavía tu-
vieron que ajustar la naturaleza»? ¿Está sugiriendo que los químicos poste-
riores a Dalton manipularon sus datos para hacerlos concordar con las
hipótesis atómicas y que sus sucesores siguen haciendo lo mismo hoy día?
¿Que la hipótesis atómica es falsa? Obviamente, Kuhn no está pensando
algo así, pero como mínimo hay que decir que se ha expresado de una ma-
nera ambigua.P Es de suponer que las mediciones para las composiciones
47. Kuhn (1979, págs. 130-135). Proporciones de números enteros son lo que sees-
pera conforme a la teoría atómica de Dalron, según la cual los compuestos químicos se
forman a partir de elementos químicos en proporciones fijas de números enteros bajos,
como por ejemplo, H 20 (agua) o CaC0 3 (carbonato de calcio).
48. Kuhn (1970, pág. 135).
49. Obsérvese, además, que la formulación de Kuhn, «la composición porcentual
era distinta», confunde hechos con nuestro conocimiento sobre ellos. Lo que cambió, evi-
dentemente, fue el conocimiento (o las creencias) de los químicos acerca de los porcen-
tajes, no los porcentajes en sí.
Afirmaciones de un tono parecidamente radical resuenan a travésde lo que Godfrey-
Smith (2003, pág. 96) llama «el confidencial capítulo X, [...] el peor material en el gran
libro de Kuhn». A título de ejemplo:
Lo mínimo que se puede decir es que Lavoisier cambió su perspectiva de la naturaleza a
partir de su descubrimiento de! oxígeno. En ausencia de una explicación para aquella natura-
leza rígida que él habia visto «de una manera diferente», e! principio de economía nos insta a
decir que, después de descubrir e! oxígeno, Lavoisier trabajó en un mundo distinto (Kuhn,
1970, pág. 118).
254 CIENCIA Y FILOSOFíA
52. Véanse, por ejemplo, los estudios que se encuentran en Donovan Yotros (1998).
53. [Esta nota y las dos siguientes las hemos añadido nosotros.] Según Aristóteles,
el material terrestre está compuesto de cuatro elementos (fuego, aire, agua y tierra), cuya
tendencia natural es elevarse (el fuego y el aire) o caer (el agua y la tierra), según su com-
posición; mientras que la Luna y OtrOS cuerpos celestes están formados de un elemento
especial, el «éter», cuya tendencia natural es seguir un movimiento circular perpetuo.
256 CIENCIA Y FILOSOFíA
54. Ya en la Antigüedad se observó que, en el cielo, Venus nunca está muy lejos del
Sol. En la cosmología geocéntrica de Ptolomeo, esto se explicaba suponiendo ad hocque
Venus y el Sol giraban más o menos sincrónicamente en torno a la Tierra (Venus habría es-
tado más cerca). De esto se sigue que Venus debería verse siempre como una fina franja
creciente, como la luna nueva. En cambio, la teoría heliocéntrica da razón de las observa-
ciones de manera natural suponiendo que Venus orbira alrededor del Sol con un radio me-
nor que la Tierra. De esto se sigue que Venus debería verse, como la Luna, en fases que
oscilarían desde la «nueva» (cuando Venus y la Tierra se encuentran en el mismo lado
respecto al Sol) hasta la «llena» (cuando Venus y la Tierra están en lados opuestos respecto
al 501). Como Venus aparece a simple vista como un punto, no fue posible juzgar empíri-
camente ambas predicciones hasta que las observaciones telescópicas de Galileo y sus discí-
pulos establecieron claramente la existencia de fases. Aunque esto no probó que el modelo
heliocéntrico era el correcto (otras teorías también eran capaces de explicar las fases), ofre-
ció datos significativos a su favor, así como pruebas en contra del modelo prolernaico.
55. Según la mecánica newtoniana, un péndulo que oscila se mantiene siempre en el
mismo plano. Sin embargo, esta predicción sirve sólo respecto al llamado «sistema de re-
ferencia inercial», por ejemplo, un sistema que se mantuviera fijo respecto a las estrellas le-
janas. Un sistema de referencia terrestre no es precisamente inercial, debido a la rotación
diaria de la Tierra alrededor de su eje. El físico francés Jean Bernard Léon Foucault (1819-
1868) se dio cuenta de que la dirección de oscilación de un péndulo, vista en relación a la
Tierra, sufría una precesión gradual, cosa que se puede interpretar como un indicio a fa-
vor de la rotación de la Tierra. Para comprender esta noción considérese, por ejemplo, un
péndulo ubicado en el Polo Norte. La dirección de oscilación se mantendrá fija en relación
a las estrellas lejanas, mientras que la Tierra rota por debajo de él. Así pues, en relación a
un observador terrestre, la dirección de oscilación completará una vuelta cada 24 horas. A
otras latitudes, excepto en el Ecuador, ocurre algo similar, sólo que la precesión es menor.
Por ejemplo, en la latitud de París (49 0 N), la precesión tiene lugar cada 32 horas. En
1851, Foucault demostró este efecto utilizando un péndulo de 67 metros que colgó de la
cúpula del Panteón. Poco tiempo después, el péndulo de Foucault se convirtió en una de-
mostración habitual presente en museos de la ciencia del mundo entero.
56. Maudlin (1996, pág. 442). Este ensayo sólo se ha publicado hasta ahora en tra-
ducción francesa. Agradecemos al profesor Maudlin que nos haya proporcionado el ori-
ginal inglés.
EL RELATIVISMO COGNITNO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 257
Así, aunque sea cierto que los experimentos científicos no aportan sus
propias interpretaciones, también lo es que la teoría no determina la per-
cepción de los resultados.
La segunda objeción a la versión radical de la historia de la ciencia de
Kuhn -una objeción que más adelante esgrimiremos contra el «progra-
ma fuerte» de la sociología de la ciencia- es la autorrefutación. La inves-
tigación en el campo de la historia, yen particular en el de la historia de la
ciencia, emplea métodos que no son excesivamente diferentes de los de las
ciencias naturales: el estudio de documentos, la extracción de deducciones
racionales, la formulación de inducciones que se basen en los datos dispo-
nibles, etc. Si argumentos de esta clase no nos permitieran llegar a conclu-
siones razonables y fidedignas en física o en biología, ¿por qué deberíamos
fiarnos de ellos para la historia? ¿Por qué deberíamos hablar de un modo
realista de categorías históricas, como los paradigmas kuhnianos, si resul-
ta ilusorio hablar de manera realista de conceptos científicos (que están
más precisamente definidos), como los electrones o el ADN?57
Aún se puede ir más lejos. Es natural introducir una jerarquía según el
grado de crédito de las diferentes teorías, dependiendo de la cantidad y la
calidad de los datos que las apoyan.P" Cada científico -en realidad, cada
ser humano- procede de esta forma y otorga una probabilidad subjetiva
más alta a las teorías mejor comprobadas (por ejemplo, la evolución de las
especies o la existencia de los átomos) y una probabilidad subjetiva más
baja a las más especulativas (como las teorías minuciosas de la gravedad
cuántica). El mismo razonamiento se aplica cuando se comparan teorías de
las ciencias naturales con las de la historia o la sociología. Por ejemplo, la
prueba de la rotación de la Tierra es infinitamente más consistente que
nada de lo que Kuhn pudiera plantear a favor de sus teorías históricas. Esto
no significa, por supuesto, que los físicos sean más inteligentes que los his-
toriadores o que usen métodos mejores, sino simplemente que se ocupan
57. Valela pena desracar que Feyerabend expuso una argumentación parecida en la úl-
rima edición de Contraelmétodo: «No es suficiente con subvertir la autoridad de las ciencias
a base de argumentos hisróricos: ¿por qué la autoridad hisrórica debería ser más importan-
re que la de, por ejemplo, la física?" (Feyerabend, 1993, pág. 271). Véase rambién Ghins
(1992, pág. 225) para un argumento paralelo.
58. Este ripo de razonamiento se remonta, al menos, hasta la argumentación de
Hume contra los milagros. Véase Hume (2000 [1748], apartado 10).
258 CIENCIA Y FILOSOFíA
Otro filósofo famoso que se trae a colación con frecuencia en las discusio-
nes sobre relativismo contemporáneo e~ Paul Feyerabend. Empezaremos
diciendo que Feyerabend es un personaje complicado. Sus actitudes per-
sonales y políticas le han hecho ganarse una buena cantidad de simpa-
tías, y sus críticas a los intentos de sistematización de la práctica científica
están a menudo justificados. Además, a pesar del título de uno de sus li-
bros, Adiósa la razón, nunca llegó a ser un irracionalista en un sentido total
y abierto; hacia el final de su vida empezó a distanciarse (o eso parece) de
59. El filósofo Alan Sable (2003) recrea jocosamente un caso similar. Después de
mostrar cómo el historiador constructivista social Thomas Laqueur socava sin darse
cuenta su propio e interesante trabajo histórico al sacar a relucir la tesis de Duhern-Qui-
ne, Sable advierte que:
La «dolencia de Laqueur», como yo la llamo, es contagiosa, y parece serlo sobre todo en-
tre los historiadores. Los principales síntomas de la dolencia de Laqueur son un ansia impa-
ciente de criticar la buena fe de la ciencia, la adopción de motivos fantásticos y seductores para
dicha crítica y la incapacidad de reconocer (¿por autoengaño?, ¿por falsa conciencia?, ¿por
mala fe?, ¿por saturación?) que esta crítica de la ciencia es igualmente aplicable a los estudios
históricos realizados por el afectado. Las causas suelen ser la presión que ejercen otros colegas
admirados y afectados de la misma enfermedad, un sentimiento ilusorio de que algo social y
políticamente importante está «en juego» en el ejercicio de la filosofía de la ciencia, y un po-
quito de flojera en el córtex cerebral. La dolencia no tiene cura racional, aunque puede inten-
tarse con una patada en el trasero, y el paciente (como el resto de nosotros) con el tiempo se
acaba muriendo (pág. 245).
¿Cómo puede una empresa [la ciencia] depender de la cultura en tantos sentidos y seguir
produciendo unos resultados tan sólidos? [...] La mayoría de las respuestas a esta pregunta son
incompletas o incoherentes. Los físicos lo dan por hecho. Los movimientos que ven la mecá-
nica cuántica como un punto de inflexión en el pensamiento ---en los que se incluyen místi-
cos irresponsables, profetas New Age y relativistas de toda laya- se entusiasman con el com-
ponente cultural y olvidan las predicciones y la tecnología (Feyerabend, 1992, pág. 29).
La idea de que la ciencia puede y debe funcionar según unas reglas esta-
blecidas y universales no es realista, y además es perniciosa.v'
Todas las metodologías tienen sus limitaciones, y la única «regla» que so-
brevive es «todo vale».66
pero no todos los movimientos del cuerpo son igualmente buenos (si a uno
no le apetece ahogarse). No hay un método único para la investigación cri-
minal, pero eso no quiere decir que todos los métodos sean igualmente fia-
bles (piénsese en la prueba del fuego). Lo mismo ocurre con los métodos
científicos.
En la segunda edición de este libro, Feyerabend intenta defenderse de
una lectura literal del «todo vale»:
Un anarquista ingenuo dice que a) tanto las reglas absolutas como las de-
pendientes del contexto tienen sus límites, e infiere que b) todas las reglas y
criterios son inútiles y deberían ignorarse. En este sentido, muchos críticos
me consideran un anarquista ingenuo [...] [Pero] mientras que estoy de
acuerdo con a), no lo estoy con b). Sostengo que todas las reglas tienen sus lí-
mites y que no hay una «racionalidad» universal, pero no defiendo que haya
que proceder sin reglas ni criterios. 67
69. Se dice que el químico Friedrich August Kekule (1829-1896) conjeturó (co-
rrectamente) la estructura del benceno a partir de un sueño.
70. Feyerabend (1993, págs. 147-149).
71. Por ejemplo, el comportamiento anómalo de la órbita de Mercurio adquirió
un estatuto diferente con la aparición de la teoría de la relatividad general (véanse las no-
tas 37 a 40, más arriba).
72. Puede comentarse algo parecido acerca de la distinción clásica entre enunciados
observacionales y teóricos, que Feyerabend también criticó. No hay que ser ingenuo
cuando se dice que se «mide» algo; no obstante, existen «hechos» -por ejemplo, la posi-
ción de una aguja en una pantalla o los caracteres en una copia impresa- que no siem-
pre coinciden con nuestros deseos.
EL RELATIVISMO COGNITNO EN LAFILOSOFíA DE LACIENCIA 263
entre juicios fácticos y juicios de valor. Por ejemplo, creería que la teoría de
la evolución es infinitamente más plausible que ningún mito creacionista,
pero que, a pesar de ello, los padres deberían tener derecho a pedir que los
colegios enseñaran teorías falsas a sus hijos. No estaríamos de acuerdo con
esto, pero el debate dejaría de mantenerse tan sólo en un ámbito cogniti-
vo y pasaría a incluir consideraciones éticas y políticas.
Siguiendo en la misma línea, Feyerabend escribe en la introducción a
la edición china de Contra el método: 76
1. Debe ser causal, es decir, debe preocuparse por las condiciones que
dan lugar a las creencias o a las condiciones del conocimiento. Na-
turalmente, habrá otros tipos de causas distintas de las sociales que
participarán en la aparición de las creencias.
2. Debe ser imparcial con respecto a la verdad y la falsedad, a la racio-
nalidad o la irracionalidad, al éxito o el fracaso. Ambas caras de es-
tas dicotomías requerirán una explicación.
3. Su estilo explicativo debe ser simétrico. Los mismos tipos de causas
deben explicar creencias falsas y verdaderas, por ejemplo.
4. Debe ser reflexiva. En principio, las pautas explicativas deben ser
aplicables a la propia sociología.f"
Ésta es, empero, una extraña noción de «verdad», la cual contradice vi-
siblemente la noción que se usa en la vida cotidiana.v' Si considero verda-
dera la afirmación «me he tomado un café esta mañana», no quiero decir
simplemente que prefiera creer que me he tomado un café, ni mucho me-
nos que «otros que se encuentren próximos geográficamente» a mí crean
que me lo he tornado.P Lo que aquí tenemos es una definición nueva y ra-
dical del concepto de verdad, que nadie (empezando por Barnes y Bloor)
Sin embargo, sólo nueve páginas después de ofrecer esta definición inhabitual de
«conocimiento», Bloor regresa sin comentarios a la definición estándar de «conocimien-
to», la cual compara con la de «error»: «[S]ería desacertado suponer que del funciona-
miento natural de nuestros recursos animales siempre resulta conocimiento. Producen
con igual naturalidad una mezcla de conocimiento y error [oo.]» (Bloor, 1991, pág. 14).
88. Barnes y Bloor (1981, pág. 27).
EL RELATIVISMO COGNITNO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 269
¿Qué quiere decir esto? ¿No es «realmente racional» creer que la Tierra
es (aproximadamente) redonda, por lo menos para los que tenemos acce-
so a aviones y fotos procedentes de satélites? ¿Es meramente una creencia
«aceptada localmente»?
Barnes y Bloor parecen estar moviéndose aquí entre dos esferas: la del
escepticismo general, que evidentemente no se puede refutar, y la de un
programa concreto que apunta a una sociología «científica» del conoci-
miento. Pero esta última presupone una renuncia al escepticismo radical y
el intento de entender una parte de la realidad lo mejor que se pueda.
Vamos a poner temporalmente entre paréntesis los argumentos a favor
del escepticismo radical y a preguntar si el «programa fuerte», considerado
como proyecto científico, es plausible. Veamos cómo Barnes y BIoor expli-
can el principio de simetría en el que se basa el programa fuerte:
«Hoy llueve». Esta aserción expresa una creencia. ¿Cómo vamos a explicar
«causalmente» esa creencia? No se conocen todavía todos los detalles de la
mecánica causal, pero parece obvio que parte de la explicación radica en el
hecho de que realmente hoy llueva. Si alguien dijera que está lloviendo, y
no lo está, podría pensarse que está bromeando o que no está bien de la ca-
beza, pero las explicaciones serían muy asimétricas dependiendo de si está
lloviendo o no. 9ü
Si afrontan este problema, los defensores del programa fuerte podrían
admitir nuestro dictamen acerca del conocimiento ordinario, pero man-
tendrían que no puede aplicarse al conocimiento científico, pues en éste la
realidad participa escasamente o no participa en absoluto en la conforma-
ción de nuestras creencias.?' De todas formas, esta aseveración parece ser
particularmente inverosímil, puesto que la actividad científica -mucho
más que la vida cotidiana- se construye (a través de experimentos, etc.)
precisamente de manera que la propia naturaleza acote cuanto sea posible
las creencias que tenemos sobre ella. 92
90. Véase Gross y Levitt (1994, págs. 57-58) para un debate semejante, y véase más
arriba el capítulo 5 (págs. 160-161) para otro ejemplo.
Por supuesto, incluso la percepción ordinaria es «social»en cierto sentido. Por ejem-
plo, para ver con claridad, algunas personas necesitan gafas, que están producidas social-
mente. En un sentido más Fundamental, el significado de las palabras a través de las cua-
les se expresan las percepciones está influido hasta cierto punto por el entorno en el que
se usan. En algunas ocasiones, los relativistas insisten en que lo único que defienden es
que la ciencia es «social»en un sentido igualmente débil, pero tal opinión nos parece una
versión aguada de la tesis de la «simetría». De hecho, cuando se estudia científicamente la
percepción, no hay «simetría» significativa entre la alucinación y la percepción correcta.
La diferencia entre ambas radica en cómo es realmente el mundo, de manera que éste es
causa parcial de las percepciones correctas.
91. Véase más arriba la nota al pie número 9 del capítulo 5 para una afirmación ex-
plícita de esta tesis a cargo del sociólogo de la ciencia Harry Collins.
92. En otro lugar, Bloor declara explícitamente que «naturalmente existen otros
tipos de causas, aparte de las sociales, que participan en la aparición de las creencias»
(Bloor, 1991, pág. 7). Sin embargo, fracasa al intentar explicitar de qué modo se per-
mite participar a las causas naturales en la explicación de las creencias, o qué queda-
rá exactamente del principio de simetría si se toman en serio las causas naturales. Para
una crítica más detallada de los equívocos de Bloor (desde una perspectiva filosófica
ligeramente distinta de la nuestra), véase Laudan (1981). Véase también Slezak
(1994b).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFfA DE LA CIENCIA 271
95. Claro que se puede argumentar que el auge de la ciencia está enlazado con el
auge de la burguesía (la relación causal entre ambas, si existe alguna, no está clara); in-
cluso se puede argumentar que una «visión mecánica del mundo» está asociada a la idio-
sincrasia burguesa. Pero esa clase de argumentación no alcanza a las afirmaciones empíri-
cas más concretas, como la ley del inverso del cuadrado de la distancia.
Véase Collins (2001, págs. 187-189) para una crítica de esta argumentación, y Bric-
mont y Sokal (2001, págs. 245-248) para nuestra respuesta.
96. Evidentemente, puede concebirse una preocupación paralela: ¿alguien tiene
una teoría sociológica o psicológica bien fundada que ofrezca una explicación causal y
clarificadora de cualquier sistema de creencias, incluso de las supersticiosas?
97. Véase también Bricmont y Sokal (2001, págs. 180-181) para un ejemplo pare-
cido, en el que se trata la creencia en la transubstanciación.
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN lA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 273
La relatividad [...] es una verdad que surgió como resultado de decidir cómo
debíamos vivir nuestras vidas científicas y cómo debíamos acreditar nuestras
observaciones científicas. Fue una verdad que apareció como fruto de un con-
venio para ponerse de acuerdo respecto a nuevos asuntos. No fue una verdad
impuesta por la lógica inexorable de un conjunto de experimentos cruciales."
¿No sonaría raro decir «es cierto que X es culpable», pero que esta ver-
dad «surgió como resultado de decidir cómo debíamos acreditar nuestras
investigaciones policiales» y que «fue una verdad que apareció como fruto
de un convenio para ponerse de acuerdo respecto a nuevos asuntos»? La
cuestión está plagada de ambigüedades: ¿se quiere expresar que X es cul-
pable o no? ¿Es simplemente una manera confusa de plantear la observa-
ción trivial de que nuestra creencia en la culpabilidad de X surgió como
fruto de un proceso social?99
Cuando se llega al fondo del asunto, el relativismo metodológico
pierde su sentido; a menos que uno se aferre a la idea de que, mientras que
las ciencias naturales forman una especie de ideología o religión, nuestro
conocimiento del mundo social es verdaderamente científico y explica
(o algún día lo hará) por qué los científicos de la naturaleza creen lo que
creen. Entonces se establece una competencia directa: ¿qué teorías son más
científicas? Es decir, ¿cuáles están mejor respaldadas por los datos, hacen
predicciones más precisas, etc.? ¿Las físicas, las químicas o las biológicas?
¿O las sociológicas (incluidas las de la sociología de la religión y similares)?
La respuesta parece bastante clara.loo,lol Esta situación incómoda lleva
algunas veces a los sociólogos de la ciencia a esgrimir argumentos que apo-
yan un relativismo ontológico o epistemológico, los cuales tienen el «mé-
rito» (desde su punto de vista) de evitar la «competencia directa»: si nin-
guna teoría es objetivamente mejor que otra, entonces la física no es más
científica que la sociología. Pero el relativismo cognitivo, sea ontológico o
epistemológico, no es un punto de vista que ningún científico, estudie la
naturaleza o la sociedad, quiera sostener. 102
100. Señalemos una vez más que los físicos y los químicos no son más inteligentes
que los sociólogos, sino que estudian problemas mucho más sencillos. Véase Krugman
(1994, pág. xi) para una versión divertida de esta misma observación.
101. En una línea similar, el capítulo de Barnes, Bloor y Henry (1996) sobre «pruebas
y autoevidencia» es inquietantemente fascinante. Los autores intentan refutar la afirma-
ción de que algunas creencias, como 2 + 2 = 4 o el modusponens, son tan obvias que no ne-
cesitan explicarse sociológicamente. Sin embargo, sus argumentos muestran, como mu-
cho, que esas creencias no son tan evidentes como parecen (porque, en filosofía de las
matemáticas, la naturaleza de los enunciados matemáticos está abierta a interpretaciones
divergentes; o porque el modusponens se aplica sólo a proposiciones idealmente precisas, y
no a otras que contienen palabras ambiguas, como «rnontón»). Pero la exposición pasa por
alto la cuestión obvia de que los seres humanos -sean físicos, sociólogos o fontaneros-
no tienen, en la práctica, otra alternativa sensata que usar la aritmética o la lógica. Buscar
una explicación sociológica a esas nociones básicas es como empezar la casa por el tejado.
¿De verdad Barnes y sus colegas piensan que sus teorías sociológicas son más fidedignas que
2 + 2 = 4 Yque el modusponenst Véase Nagel (1997) para un desarrollo más elaborado de
estos argumentos, y Mermin (1998), para otra crítica.
102. Por caridad hemos omitido el cuarto principio de Bloor (el de «retlexividad»).
Nos parece que si los sociólogos quieren explicar por qué defienden sus propias creencias sin
tomar en consideración en qué manera esas creencias son mejores o más objetivas que las de
sus críticos, pasamos simplemente del error al absurdo. Por su parte, Collins (1992, pág. 188)
dice que «los sociólogos del conocimiento científico que quieren encontrar (o ayudan a
construir) nuevos objetos en el mundo deben mantenerse aparte; no deben aplicar sus mé-
todos a ellos mismos». Esta jugada le permite escapar de la autorrefutación, pero ¿por qué
debería nadie aceptar esta regla? Véase Friedman (1998) para un examen más detallado.
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFlA DE LA CIENCIA 275
106. En relación con b), el «ejemplo casero» de Gross y Levitt (1994, págs. 57-58)
expone claramente el quid de la cuestión.
107. Se supone que las reacciones nucleares que tienen lugar en el Sol emiten canti-
dades copiosas de una partícula subatórnica llamada neutrino. Combinando las últimas
teorías acerca de la estructura solar, la física nuclear y la física de partículas elementales,
es posible obtener predicciones cuantitativas del flujo y la distribución de la energía de los
neutrinos solares. Desde finales de la década de 1960, y a partir del trabajo pionero de
Raymond Davis, los físicos experimentales han intentado detectar los neutrinos solares y
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 277
medir su flujo. Los neutrinos solares ya se han detectado, pero el flujo parece ser sólo un
tercio de lo que la teoría predice. Cuando Latour escribió la obra citada, los astrofísicos
y físicos de partículas elementales intentaban determinar con ahínco si la discrepancia
se debía a un error experimental o teórico, yen el caso de que fuera un error teórico, si
radicaba en los modelos solares o en los de las partículas elementales. Para una visión
introductoria, véase Bahcall (1990).
108. Latour (1987, pág. 95).
109. Véase, por ejemplo, Bahcall y otros (19%).
110. Nota añadida en esta edición: La controversia por fin se ha resuelto. El culpa-
ble ha resultado ser la oscilación de losneutrinos. Los neutrinos vienen en tres clases (o «sa-
bores»): los neutrinos del electrón, los neutrinos mu y los neutrinos tau. Las reacciones
nucleares que tienen lugar en el Sol producen sólo neurrinos del electrón, y los experi-
mentos originales de Davis, que captaban únicamente este tipo de neutrinos, encontra-
ron solamente un tercio del flujo que predecían los modelos solares. Pero un experimen-
to más reciente realizado en el Observatorio de Neutrinos Sudbury (Ontario), que era
capaz de detectar las tres clases de neutrinos, descubrió que el flujo de neutrinos del elec-
trón representa ciertamente alrededor del 35 % del flujo total que predicen los modelos
solares (así pues, las mediciones de Davis se confirman) y que ¡el flujo total de neutrinos
encaja en los modelos! Es evidente, pues, que muchos neutrinos del electrón que emite
el Sol----de hecho, dos terceras partes- se transforman en neutrinos mu o rau a lo largo
278 CIENCIA Y I'lLOSOFfA
del camino desde el Sol hasta la Tierra. Esta transformación (u «oscilación de los neutri-
nos») no es ninguna sorpresa, sino que la han predicho algunos modelos de partículas ele-
mentales, en los que los neutrinos tienen una masa pequeña pero no nula (en lugar de no
poseer masa en absoluro, corno postula el modelo estándar convencional). Así que las me-
diciones de neutrinos solareshan proporcionado asimismo, por primera vez, pruebas indi-
rectaspero convincentes de que los neutrinos tienen masa. Para una excelenteintroducción
profana a esta cuestión y proyectosde investigaciónfutura, véaseMcDonald Yotros (2003).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 279
Ya que «el libro entero está aquí en jaque», vamos a detenernos en este
pasaje. Latour dice que, si la naturaleza resuelve las controversias, el papel
del sociólogo es secundario; pero si no, éste puede entender «todo lo com-
prensible en tecnociencia». ¿Cómo decide cuál es la versión correcta? La
respuesta aparece en el texto siguiente, donde Latour distingue entre las
«partes frías de la tecnociencia», en las cuales «la naturaleza se considera
la causa de las descripciones precisas acerca de ella misma» (pág. 100), Y las
controversias activas, en las que no se puede apelar a la naturaleza:
115. Tampoco la compartiría Steve Fuller, quien afirma que «los que se dedican a
estudios sobre ciencia y tecnología emplean métodos que les permiten descifrar tanto el
"funcionamiento interno" de la ciencia como su "carácter externo", sin que sea necesario
que sean expertos en los campos que estudian» (Fuller, 1993, pág. xii).
116. Véase Sokal y Bricmont (1998, capítulo 6).
282 CIENCIA Y FILOSOFíA
CONSECUENCIAS PRÁCTICAS
grupo, una familia, una empresa. La verdad trascendente no existe. Así pues.
no creo que el juez Doutrewe o el policía Lesage estén escondiendo nada:
ambos están diciendo su verdad.
La verdad va unida siempre a una estructura organizativa y depende de
los elementos que se perciben como importantes. No es extraordinario que
estas dos personas, que representan dos universos profesionales tan distintos,
proclamen cada uno verdades distintas. Dicho esto, creo que, en el presente
contexto de responsabilidad pública, la comisión únicamente puede proce-
der tal como lo está haciendo.
Hecho
Se entiende comúnmente por hecho la interpretación de una situación
que nadie quiere cuestionar por el momento. Debe recordarse que, tal como
expresa el lenguaje corriente, los hechos se establecen, cosa que ilustra bien
que hablamos de un modelo teórico que se considera apropiado.
Ejemplo: Las proposiciones "el ordenador está en el escritorio" o «si el
agua hierve, se evapora" se consideran proposiciones fácticas, en el sentido de
que nadie quiere refutarlas en este momento. Son afirmaciones de interpre-
taciones teóricas que nadie cuestiona.
Afirmar que una proposición enuncia un hecho (esto es, que tiene el es-
tatuto de proposición fáctica o empírica) es afirmar que no hay casi ninguna
controversia en torno a su interpretación en el momento en que se está ha-
blando. Pero un hecho puede ponerse en duda.
Ejemplo: Que el Sol daba cada día una vuelta alrededor de la Tierra se
consideró un hecho durante muchos siglos. La aparición de otra teoría, la ro-
tación diaria de la Tierra, conllevó la sustitución de este hecho por el si-
guiente: "La Tierra gira alrededor de su eje diariamente». 119
118. El autor principal del libro es Gérard Fourez, un filósofo de la ciencia muy in-
fl uyente, al menos en Bélgica, en temas pedagógicos. Su libro La construction des sciences
(1992) se ha traducido a diversos idiomas.
119. Fourez y OtrOS (1997, págs. 76-77).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 285
122. Nótese también que definir «hecho» como «no hay casi ninguna controver-
sia [...J" cae en una dificultad lógica: ¿laausencia de controversia es en sí un hecho? Si es
así, ¿cómo debería definirse? Obviamente, Fourez y sus colegas utilizan para las ciencias
sociales una epistemología ingenuamente realista, epistemología que rechazan para las
ciencias naturales. Véase más arriba la pág. 201 para una inconsistencia análoga de la que
adolece Feyerabend.
123. Nanda (1997, pág. 82).
EL RELATIVISMO COGNITIVO EN LA FILOSOFíA DE LA CIENCIA 287
El problema con esta clase de respuesta es que hay que tomar decisio-
nes prácticas -qué tipo de medicina debe usarse o con qué orientación
hay que construir los edificios-, y la indiferencia teórica resulta insoste-
nible en estas situaciones. Como consecuencia, los intelectuales caen fá-
cilmente en la hipocresía de utilizar la ciencia «occidental» cuando es vital
-por ejemplo, cuando están gravemente enfermos-, mientras que em-
pujan a la gente a creer en supersticiones.
124. Esto es, la visión científica y la basada en la tradición védica. [Nota añadida por
nosotros.]
125. Nanda (1997, pág. 82).
Capítulo 7
DEFENSA DE UN MODESTO
REALISMO CIENTíFICO
COGNITIVO*
7. Para un ejemplo relacionado con los orígenes de las poblaciones de nativos ame-
ricanos, véanse más arriba el capítulo 3 (págs. 108-110) y Boghossian (1996).
8. No tenemos ni idea de cuán extendidas están estas posiciones extremistas, pero su
mera existencia es suficientemente extraña.
9. Para afirmaciones extremadamente extrañas, véase la disertación de Latour acer-
ca de las causas de la muerte del faraón Ramsés II (Latour, 1998), y para una crítica,
véase más arriba la nota 113 del capítulo 6.
10. En este capítulo limitaremos nuestra atención a cuestiones epistemológicas,
y no a la sociología de la ciencia, a sus tareas ni a sus metodologías. Véase Bricmont y
Sokal (2001 Y2004) para una crítica del relativismo metodológico expresado en el pro-
grama fuerte.
298 CIENCIA Y FILOSOFíA
11. Para una diversidad de opiniones, véase, por ejemplo, Leplin (1984).
12. Brown (2001, capítulo 5) también ha dilucidado esta diferencia.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 299
13. Muchos filósofos, antes y después de Hume, han intentado ciertamente refutar el
solipsismo y el escepticismo radical. En el caso (poco probable) de que alguien consiguiera
rebatirlo con éxito, nuestros argumentos contra el relativismo y a favor del realismo cientí-
fico sólo se fortalecerían. Estamos en deuda con Mühlholzer (2004, pág. 50) por haber di-
rigido nuestra atención hacia este detalle.
14. Como señala Philip Kitcher (1998, pág. 40):
Algunos profesionales [de los estudios sobre ciencia] reclaman una respuesra válida ante
el cuestionamiento escéptico global de ciertas entidades que no les gustan (las ontologías de
las ciencias) y, en cambio, se ponen luego a hablar informalmente y con sentido común sobre
cosas que les gustan (personas, sociedades o motivaciones humanas).
Kitcher hurga en la herida al observar sagazmente que «existe un nombre para este
tipo de incongruencia: privilegian>.
15. Otra táctica apreciada por los relativistas es mezclar los hechos con nuestro co-
nocimiento de ellos, sin dar ningún argumento, sino simplemente usando terminología
ambigua. Véase el capítulo 6 para examinar ejemplos que se encuentran en las obras de
Kuhn, Barnes y Bloor, Latour y Fourez.
300 CIENCIAYFILOSOFíA
16. Esta interpretación de la palabra «verdad- es, bajo nuestro punto de vista, sen-
cillamente una precondición para la inteligibilidad de las afirmaciones que hacen las per-
sonas acerca del mundo.
17. Usamos aquí el término «noción de verdad como correspondencia» en un sentido
amplio; no pretendemos entrar en el debate filosófico entre «teorías de la verdad como co-
rrespondencia» (entendida en el sentido estricto) y «teorías deflacionarias de la verdad»
(véase, por ejemplo, Devitt [1997, capítulo 3]). Los intereses del presente capítulo son
ontológicos y epistemológicos, no semánticos; ambas teorías (en el grado en que las enten-
demos) son compatibles con nuestra visión del realismo científico. Nuestro principal obje-
tivo es, más bien, distinguir la noción de verdad como «correspondencia con la realidad»,
entendida en un sentido amplio, de las nociones epistémicas (por ejemplo, la afirmabilidad
garantizada, la verificación) y las pragmático-realistas (la utilidad, el acuerdo subjetivo).
18. O simplemente reconociendo que así es como la palabra «verdadero» [y sus tra-
ducciones] es usada universalmente por los hablantes de cada lengua (excepto por algu-
nos filósofos que cuestionaremos más adelante).
19. En el registro de la parroquia de la Santísima Trinidad de Stratford-upon-Avon
consta que Shakespeare fue bautizado allí el 26 de abril de 1564, pero no se conoce la
fecha exacta de su nacimiento.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 301
22. Esta breve definición del realismo es fruto de Brown (2001, pág. 96).
23. Ésta es la frecuentemente llamada tesis de Duhern-Quine. En lo que sigue, nos
referiremos a la versión de Quine (Quirie, 1980), que es mucho más radical que la de
Duhem. Véase también el capítulo 6 (págs. 249-250) para una exposición más extensa.
24. Particularmente, por lo que respecta al significado de la palabra «compatible».
Véase Laudan (1990) para un estudio más detallado.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 303
Habría que desarrollar más estas «tesis», claro está, pero la idea funda-
mental es palmaria: dado un conjunto cualquiera de hechos, se fabrica una
historia, no importa lo ad hoc que sea, para «dar cuenta» de los hechos sin
caer en contradicciones.i''
Es importante advertir que la tesis de la subdeterminación general (la
de Quine) ya no da más de sí. Además, aunque esta tesis desempeñó un
papel importantísimo en la refutación de las variantes más extremas del
positivismo lógico, no está muy alejada de la idea de que el escepticismo
radical o el solipsismo no pueden impugnarse: todo nuestro conocimien-
to del mundo se basa en cierto tipo de inferencia que va desde lo observa-
25. Esta última situación, a diferencia de las otras dos, ocurre efectivamente con
bastante frecuencia. Pero que suceda o no depende del caso en concreto, mientras que la
tesis de la subdeterminación es un principio general que se aplica en todos los casos.
26. En el famoso escrito en el que Quine expone la versión moderna de la tesis de la
subdeterrninación, incluso se permite el lujo de cambiar los significados de las palabras y
las reglas de la lógica para demostrar que de cualquier afirmación puede decirse que es
cierta, «pase lo que pase» (Quirie, 1980, pág. 43).
304 CIENCIA Y FIWSOFÍA
Supongamos que tengo la teoría de que una dieta a base de helado de chocolate me hará
perder dos kilos de peso al día. Si como sólo helado de chocolate y me peso cada mañana, mi
interpretación de los números de la balanza dependerá seguramente de una teoría mecánica
que explica cómo reacciona la balanza cuando se le depositan encima objetos de pesos distin-
tos. Eso no depende de mis teorías dietéticas. Si del hecho de que la cifra vaya creciendo con-
cluyo que mi ingestión de helado tiene que estar alterando las leyesde la mecánica de mi cuar-
to de baño, sería pura idiotez filosóficadefender esa inferencia apelando a la tesisde Quine de
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 305
explicación tan ajustada de esta idea; por tanto, es razonable creer que los
campos eléctricos y magnéticos realmente existen.
Pero ¿realmente no hay teorías alternativas no alocadas? Consideremos
una posibilidad: afirmemos que no hay campos que se propagan «en el va-
cío», sino que solamente hay «fuerzas» que actúan directamente entre las
partículas cargadas.I' Por supuesto, para conservar la adecuación empíri-
ca de la teoría hay que aplicar exactamente el mismo sistema de ecuacio-
nes que antes, el de Maxwell-Lorentz, o uno matemáticamente equivalen-
te. Pero uno puede interpretar los campos como meros «instrumentos de
cálculo» que permiten computar más fácilmente el efecto global de las
fuerzas «reales» que actúan entre partículas cargadas. 32 La inmensa mayo-
ría de los físicos que lean estas líneas pensarán que esto es una especie de
metafísica o, incluso, un juego de palabras: esta «teoría alternativa» es en
realidad la teoría electromagnética común disfrazada. A pesar de que el
significado preciso de «metafísica» es difícil de fijar,33 existe un sentido
vago en el que, si se usan exactamente las mismas ecuaciones (o un con-
junto de ecuaciones matemáticamente equivalente) y se hacen exacta-
mente las mismas predicciones en las dos teorías, ambas son la misma teo-
ría por lo que a la «física» se refiere, y la distinción entre las dos, si es que
existe, se encuentra fuera de su alcance.
El mismo tipo de observación se puede hacer en referencia a muchas
teorías físicas. En la mecánica clásica, ¿hay realmente fuerzas que actúan
sobre las partículas o éstas siguen trayectorias definidas por principios va-
riables? En la relatividad general, ¿el espacio-tiempo es en verdad curvo o
31. Dado que los campos electromagnéticos se propagan a una velocidad finita, las
fuerzas introducidas aquí deberían actuar de forma no instantánea, es decir, retardada-
mente, a diferencia de las de la mecánica newtoniana.
32. Esta postura recuerda a la del cardenal Bellarmino, adversario de Galileo, que
pretendía aceptar el sistema copernicano como un «instrumento de cálculo» para prede-
cir los movimientos de los planetas. Incluso estaba deseoso de admitir la superioridad de
la suficiencia empírica del sistema copernicano sobre el ptolemaico -aunque todavía no
era así; resultó real sólo cincuenta años después, con el desarrollo de la mecánica newto-
niana-. Sostenía sencillamente que la Tierra no gira realmente alrededor del Sol.
33. En la década de 1950, Bertrand Russell observó: «La acusación de metafísico se
ha convertido en filosofía algo así como ser un riesgo para la seguridad en el servicio pú-
blico. [oo.] La única definición que he encontrado que se adapta a todos los casos es: "una
opinión filosófica que el presente autor no suscribe?» (Russell, 1995 [1959], pág. 164).
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 307
34. Poincaré señaló con énfasis este tipo de «subdeterminación»: por ejemplo, insis-
tió en el hecho de que no podemos saber si la Tierra rota «realmente» (Poincaré, 1904).
Antes bien, siempre se podrá escoger un sistema de referencia en el que la Tierra esté en
reposo y no rote. Pero es preciso ser consciente de que, si se escoge tal sistema, tienen que
considerarse «reales»las fuerzas inerciales (como la fuerza centrífuga y las de Coriolis) que
«actúan» sobre las estrellas lejanas y que hacen que se muevan más deprisa que la veloci-
dad de la luz. Es interesante apuntar que, cuando Poincaré hizo esta proposición, las fuer-
zas clericales interpretaron (¡a principios del siglo xx!) que estaba jusrificando la condena
de Galileo a manos de la Iglesia (véase Mawhin [1996] para una exposición histórica de-
tallada). Pero esta actitud muestra un profundo malentendido. Para la Iglesia, la Tierra es-
taba en un reposo mucho más absoluto que el que sugería Poincaré. De hecho, el punto
de vista de Poincaré sólo tiene sentido dentro del marco (el de la mecánica clásica) crea-
do por Galileo, Newton y sus discípulos.
* Acrónimo de quantum electrodynamics. (N. del t.)
308 CIENCIA Y FILOSOFíA
INSTRUMENTALlSMO
37. Véase Weinberg (1992, págs. 174-184) para una explicación esclarecedora.
38. Quizá los murciélagos instrumentalistas tengan la costumbre de utilizar
datos acústicos, pero no ópticos; mientras que para los humanos instrumenralistas es
al revés.
39. Maxwell (1962) desarrolló esta línea de argumentación.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 311
rios son un indicio de la existencia de éstos (en algún momento del pasa-
do). Yel significado de la palabra «dinosaurio» no sería fácil de expresar en
un lenguaje que se refiriese sólo a los fósiles.t"
Algunos filósofos instrumentalistas de la ciencia están dispuestos a ca-
lificar a los dinosaurios de «observables» partiendo del hecho de que, aun-
que nosotros no podamos verlos, si la especie humana hubiera existido hace
cien millones de años, los habría visto. Cualquiera es libre de definir la pa-
labra «observable» como quiera, pero no existe ninguna garantía de que
todas las definiciones vayan a tener un significado epistemológico. Ni los
dinosaurios ni los electrones se han observado nunca directamente; ambos
son productos de inferencias de otras observaciones, y los argumentos que
apoyan ambas inferencias son de una solidez comparable. Tal como lo ve-
mos nosotros, existen dos posibilidades: o bien se aceptan tales inferencias
y, con ellas, la realidad probable (en la forma que sea) de la existencia de
dinosaurios y electrones, o bien se niegan estas inferencias y se rechaza ha-
blar de dinosaurios y de elecrrones.v' El significado de «electrón» es más
oscuro que el de «dinosaurio»: puesto que podemos dibujar mentalmente
objetos de tamaño medio, como los dinosaurios, el significado de las pa-
40. Por ejemplo, las afirmaciones sobre los hábitos alimentarios de los dinosau-
rios deberían reformularse como afirmaciones que se refiriesen a la correlación espacial
de ciertos tipos de fósiles con otros. Para decirlo suavemente, esto parece ser de poca
ayuda.
41. Jim Brown (en una comunicación privada) ha señalado un detalle importan-
te: que a menudo se infieren también enunciados acerca de fenómenos «observables»
y que:
A veces los enunciados de observación inferidos son más convincentes que cuando los
hechos se experimentan directamente. Recuerdo haber leído un caso divertido de Clarence
Darrow [un abogado populista famoso en Estados Unidos], en el que defendía a un sindicato
que había sido atacado por unos matones de la empresa. Uno de éstos había arrancado de un
mordisco la oreja de un huelguista. Habían llevado a juicio al sindicato, y Darrow esperaba
sacar el rema de la oreja para defenderlo. El testigo principal estaba en el estrado. (Relato de
memoria.)
Fiscal: ¿Vio usted cómo le arrancaba la oreja?
Testigo: No.
Darrow, recordando el caso, comentó que, en ese momento, el fiscal nos había vencido y
debería haber desestimado al testigo, pero insistió estúpidamente:
Fiscal: Entonces, ¿cómo sabe que se la arrancó de un mordisco?
Testigo: Porque vi cómo la escupía.
312 CIENCIA Y FILOSOFíA
42. Apunta Van Fraassen (1994, pág. 268) que los realistas tienden a esgrimir argu-
mentos relacionados con objetos de tamaño medio, mientras que los instrumentalistas se
inclinan por las entidades fundamentales, como los campos o las fuerzas. Esto está liga-
do al problema del significado: si decimos que «X. existe, tenemos que saber qué quiere
decir «X», lo que resulta menos obvio para las entidades fundamentales que para los ob-
jetos de tamaño medio.
43. Vale la pena subrayar que se conocen mucho mejor las propiedades de los elec-
trones que las de los dinosaurios. Por ejemplo, puede predecirse el momento magnético
del electrón con una precisión de once decimales (véase más abajo), pero no se sabe de qué
color eran los dinosaurios, si eran de sangre caliente, cómo funcionaba su corazón, etc.
Agradecemos a Norm Levitt esta indicación.
44. Esto sucede (como ahora sabemos) porque los movimientos planetarios no son
caóticos en escalas de tiempo inferiores a unos pocos millones de años.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 313
ninguna razón fuerte para creer que sea aproximadamente correcta o que
sus entidades teóricas (los epiciclos) existan.P La mecánica newtoniana,
en cambio, no sólo fue capaz de dar razón de los movimientos planeta-
rios en términos muchísimo más simples (F = ma y la ley del inverso del cua-
drado de la distancia) y de ofrecer una comprensión teorética unificada de
los movimientos planetarios y terrestres, sino que también logró predecir
la existencia de planetas no observados antes, como Neptuno, encontrado
en 1846 en el lugar en el que Le Verrier y Adams predijeron que estaría.t"
y predecir el movimiento de satélites que selanzaran desde la Tierra. Según
nuestro punto de vista, estos hechos, tomados en su conjunto, junto con
otras confirmaciones empíricas de la mecánica de Newton, son pruebas
tremendamente sólidas de que la mecánica newtoniana contiene cierto co-
45. Jim Brown (en una comunicación privada) ha señalado que la astronomía pro-
lemaica es capaz de predecir eclipses sin necesidad de ningún dato de loseclipses anteriores
(los únicos daros empleados son observaciones de las posiciones del Sol y de la Luna).
Esto --dice- es una predicción sorprendenre. Esramos de acuerdo: muestra que un as-
pecro de la esrrucrura teórica prolemaica ---que los eclipses solares tienen lugar cuando la
Luna oculra el 501- escorrecto, al menos aproximadarnenre. Los eclipses, de hecho, pre-
senran una correlación con los movimienros del Sol y de la Luna exactamente como des-
cribe la teoría ptolemaica. Pero sus predicciones para los rnovimienros planetarios no son
sorprendenres, porque la teoría hace poco más que resumir los datos de los movirnienros
que sirvieron para su propia construcción.
Basándose en casos históricos similares, Psillos (1999) dirige la atención a la impor-
tancia de regionalizar los daros por grupos, esto es, determinar «qué partes de una teoría
están apoyadas por daros inmediaros o, en todo caso, qué partes están mejor apoyadas»
(pág. 125). Concluye que
los científicos realistas no necesitan aceptar una teoría en su totalidad. Antes bien, el realismo
requierey sugiere una actituddiferenci.uút hacia, y grados diftrenciados decreencia en, losvarios
elementos constituyentes de una reoría exitosa y madura. El grado de creenciaen una teoría
normalmente va en función del grado de apoyo de losdatos inmediatos. Puestoque partesdi-
ferentes de una teoría pueden estar apoyadasen grados diferentes,los realistas deberían apos-
tar por la verdad de una teoría en la misma medida (págs. 126- I 27, cursivas del original).
46. Para una exposición detallada, véase, por ejemplo, Grosser (1962) o Moore
(1996, capítulos 2 y 3). Nótese que la validez de nuestra observación es independiente de
si Adams y Le Verrier calcularon correctamente la predicción newtoniana o encontraron
Neptuno, en parte, por casualidad (como parece haber sido el caso). La clave de la cues-
tión es que, si se hacen los cálculos correcros basados en la teoría newtoniana, se encuen-
era a Nepruno en la posición observada.
314 CIENCIAY FILOSOFíA
nocimiento verdadero sobre el mundo (pero no, por supuesto, que sea es-
trictamente correcta o que su ontología sea fundamentalj.V
El siguiente ejemplo es más asombroso: la electrodinámica cuántica
predice que el momento magnético del electrón (expresado en una magni-
tud bien definida, pero irrelevante para la presente discusión) tiene el valor:
47. Subrayemos que el meollo del asunto no es si la teoría surgió antes o después de
la observación -cosa que es, por lo demás, una contingencia histórica que debería ser
epistemológicamente irrelevante-, sino algo más sutil: la conexión lógica entre teoría y
observación, es decir, si la teoría «se prepara» en función de las observaciones o si, por el
contrario, la predicción surge como una consecuencia natural pero inesperada de la teo-
ría. Véase la nota número 40 del capítulo 6. Agradecemos al difunto Peter Lipton que
haya llamado nuestra atención sobre la necesidad de aclarar este punto.
48. Véanse Kinoshita (1995) para la teoría y Van Dyck y otros (1987) para el expe-
rimento. Crane (1968) ofrece una introducción profana a este problema. Véase también
Lautrup y Zinkernagel (1999) para una historia muy minuciosa, que ilustra que el acuer-
do entre la teoría y el experimento es real. (Se podría pensar que el conocimiento que los
experimentadores tenían de la predicción teórica hubiera influido indebidamente en la
cifra experimental, o viceversa; pero análisis cuidadosos muestran que no fue el caso.)
49. Una vez más, decimos «en una u otra forma» para resaltar que los electrones, los
quarks, etc., podrían no formar parte de la ontología fundamental del universo y simple-
mente ser -tal como ahora sabemos que son los «átomos» de Dalton- aproximaciones
objetivamente válidas a ciertas escalas de medida y de energía. Véase el último apartado
de este capítulo para un desarrollo más profundo.
DEFENSA DE UN MODESTO REALISMO CIENTíFICO COGNITIVO 315
REDEFINICIONES DE LA VERDAD
Lo que gente como Kuhn, Derrida y yo mismo cree es que no tiene sen-
tido preguntar si verdaderamente las montañas existen o si, simplemente,
nos resulta conveniente hablar de ellas.50
Los filósofos que comparten mi argumentación responden que la objeti-
vidad no es una cuestión de correspondencia con los objetos, sino de ponerse
de acuerdo con otros sujetos, y que la objetividad en realidad es intersubjeti-
vidad. 5I
50. Rorty (1998, pág. 72). Véanse las críticas de Nagel (1997, págs. 28-30) y Albert
(1998); véase también Haack (1997) para una contrastación divertida entre las dos filoso-
fías "pragmáticas» radicalmente diferentes de C. S. Peirce y Rorty.
51. Rorty (1998, págs. 71-72). En un pasaje tristemente célebre hoy, Rorty fue
más allá y abogó aparentemente por la opinión de que la verdad «no es más que el gra-
do en que nuestros coetáneos, ceteris paribus, nos permiten salirnos con la nuestra
cuando hablamos» (1979, pág. 176). Plantinga (2000, pág. 430) comenta mordaz-
mente:
pretendían que sus coetáneos les dejaran salirse con la suya, afirmando que no sucedió nada;
en ese caso habría sido verdad que no sucedió nada, y por tanto no habría sucedido nada. Así,
el pensamiento caritativo, desde un punto de vista rortiano, es que las autoridades chinas sólo
querían que esto nunca hubiera pasado, y ¿quién puede culparlas por algo así?
[...] el único criterio que nos permite usar la palabra «verdad» es la jus-
tificación, y está siempre en relación con un público. Por tanto, es también
relativa al punto de vista de ese público: al propósito que éste tenga y a la
situación en la que se encuentre.P
54. Para una discusión acerca de redefiniciones semejantes de «verdad», véase la crí-
tica de Bertrand Russell al pragmatismo de William James y john Dewey (Russell, 1961,
capítulos 24 y 25; en particular, pág. 779).
55. Rorty (1998, pág. 4).
56. Por ejemplo, Hume (2000 [1748], apartado 10) aprueba el caso de la persona
que vivía en la India y rechazó, muy razonablemente, la creencia de que el agua se solidi-
fica en invierno. Como Hume señala:
Los efectos del frío sobre el agua no son escalonados, según los grados de frío, sino que
cuando se llega al punto de congelación, el agua pasa, en un momento, de la liquidez más pura
a la solidez más rígida. Un acontecimiento tal podría calificarse de extraordinario y requiere un
testimonio de peso para que resulte creíble a las personas de clima cálido [...] (pág. 86, cursi-
vas del original).
318 CIENCIA Y FILOSOFíA
El oportunismo epistemológico
63. Desde luego, los detalles de estas implicaciones todavía no se han resuelto del
todo. No somos aún capaces de predecir cuantitativamente, a partir de la teoría atómica,
la dureza de una silla (o del acero) o la viscosidad del agua; sin embargo, comprendemos
cualitativamente la situación.
64. Decimos «en cierto sentido» porque, una vez más, concebir estas derivaciones
resulta difícil (si se quieren perfilar hasta los últimos detalles) y aún hoy no se compren-
den del todo.
324 CIENCIA Y FILOSOFíA