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Definición
Nombres alternativos
Las crisis típicas de pequeño mal duran sólo unos pocos segundos, con
recuperación total y sin confusión. Ellas se manifiestan como episodios de mirada
fija o "crisis de ausencia" durante los cuales se presenta un cese en la actividad o
en el discurso del niño.
Es posible que el niño pare de hablar en medio de una frase o que deje de
caminar y uno o dos segundos más tarde retome la actividad y el lenguaje. Si
durante uno de estos episodios el niño está de pie o caminando, rara vez se cae.
Las "crisis" pueden ser pocas o muy frecuentes, y se presentan repetidas veces
en una hora. Hasta cientos de ataque se pueden presentar en un solo día. Pueden
presentarse durante semanas o meses antes de ser descubiertos. Estos ataques
pueden interferir con el desempeño escolar y con el aprendizaje, de ahí que los
profesores puedan llegar a interpretarlas como una falta de atención u otro tipo de
mala conducta.
Las convulsiones atípicas de pequeño mal tienen un comienzo más lento, duran
más y la actividad muscular puede ser más evidente que las convulsiones típicas
de pequeño mal. Por lo general, no hay recuerdos de la convulsión.
Síntomas
TÍPICAS
ATÍPICAS:
x Convulsión atónica
o ausencia de movimiento muscular
o caída repentina, pérdida de la postura
o pérdida del tono muscular
o caída
x Cambios en el estado de conciencia
o mirada fija involuntaria
o falta de conciencia del espacio circundante
o interrupción repentina de la actividad consciente (movimiento,
lenguaje, etc.)
o torpeza con las manos
o temblor palpebral
o en algunos casos pueden ser provocados por hiperventilación
o puede haber un comienzo más lento y gradual de la convulsión
o cada convulsión dura sólo segundos o minutos
o la recuperación puede ser más lenta
o pueden tener período corto de confusión o comportamiento extraño
Signos y exámenes
Tratamiento
Pronóstico
Casi todos los niños afectados por las convulsiones de pequeño mal tienen
muchos menos o ningún ataque cuando se les administran medicamentos, este
tipo de convulsiones puede desaparecer espontáneamente una vez que el niño ha
llegado a la edad adulta, puede continuar indefinidamente o la persona puede
progresar a una convulsión tipo gran mal.
La mayoría de las personas que sufren convulsiones de pequeño mal llevan una
vida muy normal, con pocas restricciones en las actividades académicas y
sociales. Si las convulsiones continúan a medida que se acerca la edad adulta,
puede haber restricciones para conducir vehículos o para operar maquinaria
peligrosa.
Complicaciones
x Problemas de aprendizaje
x Estado epiléptico de ausencia
x Lesiones provocadas por las caídas
x Lesiones ocasionada por la presencia de convulsiones mientras se está
conduciendo u operando maquinaria
x Efectos secundarios de los medicamentos (sintomáticos o asintomáticos)
x Desarrollo de una convulsión tónico-clónica generalizada
Mecanismos Fisiopatológicos
El flujo de sodio, potasio, calcio y cloro entre las neuronas se realiza a través de
canales que forman parte de sus membranas. A continuación se mencionan sus
características principales y su relación con los aspectos Fisiopatológicos de la
Epilepsia.
Canales Iónicos
a. Canales de Potasio:
o se han descrito más de 20 subtipos
o la mayoría está formado por 4 subunidades alfa que tienen 6
segmentos transmembrana (algunos forman el poro y otros actúan
como sensor de voltaje)
o participan en la repolarización e hiperpolarización de la membrana
evitando la repetición de los potenciales de acción
o su alteración provoca disminución de la repolarización generando
aumento de la hiperexitabilidad
o las mutaciones en sus genes codificadores explican la epilepsia
benigna neonatal, algunos sustratos de las crisis tipo ausencias y de
las tónico-clónicas generalizadas
f. Canales de Sodio:
Están formados por tres subunidades (una alfa formando el
poro y 2 beta como moduladores)
Producen potenciales de acción en respuesta a la
depolarización parcial de la membrana
Su alteración causa mantención de la depolarización de la
membrana facilitando las descargas paroxísticas
Es el lugar de acción de la mayoría de los fármacos
antiepilépticos (fenitoina, carbamazepina, ácido valproico,
etc.)
Las mutaciones en sus genes codificadores explican algunas
epilepsias con crisis tónico-clónicas generalizadas
f. Canales de Calcio:
Se describen al menos 5 tipos (L, N, P, Q y T) que se
diferencian en la conductancia, duración de la corriente
y velocidad de inactivación
Su estructura es similar a la de los otros canales, pero
con 5 subunidades
Están regulados por los cambios de voltaje y por la
activación de los receptores GABA B presinápticos.
Su activación genera flujo de calcio al interior celular
La entrada de calcio presináptica se asocia a la
liberación de neurotransmisores y la entrada
postsináptica con la depolarización sostenida de la
neurona, los fenómenos de potenciación de largo
término (se explica más adelante)
Los canales de calcio de tipo T postsinápticos del
tálamo se han relacionado con la ritmicidad de
comunicación tálamo-cortical, cuya hiperexitabilidad
explica las crisis de tipo ausencia
Fármacos como la etosuximida, usados en las crisis de
ausencia, inhiben a los canales de calcio de tipo T
Neurotransmisores y Neuromoduladores
Sistema Gabérgico
Los mecanismos por los cuales el incremento del tono gabérgico (uso de
benzodiazepinas) explican su efecto anticonvulsivante se pueden clasificar en:
* En algunas condiciones el " aumento excesivo del tono gabérgico " puede
tener efectos paradójicos excitadores proconvulsivantes y empeorar las
crisis de tipo ausencias.
Sistema Glutamérgico
a) Receptores Inotrópicos:
Epileptogénesis
Los eventos mínimos necesarios que deben ocurrir para que se produzca
una crisis convulsiva son:
Hiperexitabilidad:
Hipersincronización:
a) Epileptogénesis neuronal
b) Red epiléptica
Muchos son los mitos que se han generado en torno a las convulsiones y a la
epilepsia, afecciones que pueden volverse crónicas y que se caracterizan por
crisis originadas en descargas eléctricas anormales de las neuronas cerebrales.
En las crisis epilépticas, las descargas llegan a ser recurrentes y se reconocen a
través de manifestaciones clínicas y paraclínicas. El riesgo de padecerlas es
mayor en la infancia y disminuye rápidamente con la edad.
Desde la antigüedad, las convulsiones y crisis epilépticas eran vistas como un mal
sagrado, consideradas como el signo de una maldición, un castigo para los
culpables o sus descendientes, y provocaba temor hacia el paciente. La máxima
expresión de este temor se da en los escritos de psiquiatría del siglo XIX.
DESÓRDENES CONVULSIVOS
Las convulsiones en los niños pueden producirse por factores como "espasmos
sin respiración" o se manifiestan en un bebé muy caprichoso que de otra manera
se percibe como un niño "normal", o bien, después de golpes en la cabeza desde
leves hasta moderados, alteraciones metabólicas, infecciones, problemas
vasculares, causas tóxicas y crisis epilépticas.
Por otro lado, se estima que la incidencia anual de la epilepsia es de 84 por cada
100,000 pequeños en edad preescolar; de 42.2 en la etapa escolar y de 20 en
etapas posteriores de la vida.
CRISIS FEBRILES
Una crisis febril suele presentarse cuando el cuerpo alcanza una temperatura de
390C o 400C, y poco tiempo después (de 3 a 6 horas) de que una enfermedad
(p.e. bronquitis, inflamación de anginas, otitis media y neumonía bronquial)
empezó a manifestarse, sin afectar directamente al sistema nervioso central. En
ocasiones puede darse de dos a tres días después de iniciada la enfermedad.
Los niños que padecen una sola crisis febril a lo largo de su infancia, tienen un
mejor pronóstico: hay poca o ninguna probabilidad de que sufran como
consecuencia un déficit neurológico o mental.
TRAUMATISMOS CRANEALES
Tanto bebés como niños preescolares y escolares tienen mayor riesgo que los
adultos, de recibir algún golpe en la cabeza. Esto se debe a múltiples factores: a
que el niño se caiga de las escaleras; que se golpee con una ventana; que se
caiga de la andadera; que le den un pelotazo, inclusive por el abuso infantil.
Se ha visto que los niños entre dos y 15 años de edad, con mayor frecuencia
presentan crisis una semana o menos después del golpe; y en menor proporción
la manifiestan inmediatamente después de la lesión.
Es importante hacer notar que, tanto los pacientes como sus familiares pueden
pasar por alto estos déficits y no preocuparse por tales problemas; sin embargo, la
mayor dificultad reside en que para los padres y los educadores, el niño se ve
"bien" después de la recuperación.
CRISIS EPILÉPTICAS
Asimismo, los factores del crecimiento, la edad de aparición, así como las
manifestaciones o las electroencefalográficas de esta alteración, son de gran
ayuda para determinar cuándo se presenta o no una epilepsia. También se sabe
que ciertos rasgos, como la etiología de la crisis, la eficacia o efectos de los
medicamentos antiepilépticos, difieren entre niños y adultos.
Los rangos de incidencia son mayores entre los niños menores de 14 años, y
aumenta aún más entre los niños menores de un año. Por tanto, el riesgo de tener
una crisis durante la infancia es muy elevado. Se supone inclusive que, antes de
llegar a los cinco años, del dos al cuatro por ciento de los niños han tenido al
menos una crisis febril.
Muchos autores han señalado que hay una relación en la incidencia de la epilepsia
y el nivel socioeconómico: hay más aquejados en las clases bajas de la sociedad
que en las altas. Esta distribución se puede explicar de dos formas: la primera se
basa en que las crisis se dan más fácilmente en individuos con un "cerebro
deficiente" que los imposibilita a la lucha socioeconómica y porque las condiciones
prenatales o postnatales adversas conducen a la epilepsia. En segundo lugar, se
ha demostrado que la epilepsia constituye un obstáculo para el individuo. Uno de
los efectos secundarios de los medicamentos antiepilépticos, es la deserción
escolar. En el caso de los adultos, las crisis originan la pérdida del empleo.
El rechazo a los epilépticos, se sabe con certeza, se debe a una actitud irracional,
extremadamente antigua y que persiste en amplios sectores de la sociedad. La
causa de esta actitud es el miedo, miedo a la pérdida de control físico y emocional;
sin embargo, las crisis no indican la presencia de una enfermedad; más bien
estigmatizan al individuo que las padece.
CRISIS DE AUSENCIA
Las crisis de ausencia a menudo se asocian con falta de atención y pueden ocurrir
en el salón de clase mientras el niño permanece sentado y quieto sin participar
activamente en la clase. A pesar de considerarse benignas, es frecuente la
alteración de la conciencia y un desorden del pensamiento, de modo que el
desempeño escolar del niño es pobre. Las crisis desaparecen al llegar la
adolescencia en un tercio de la población que las padece. En el resto de la gente
que continúa con ellas, a menudo dan lugar a crisis del gran mal.