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UN EJEMPLO DE BENEFICENCIA MUNICIPAL EN EL SIGLO XIX:

EL ASILO DE MENDICIDAD DE LEÓN

1. BENEFICENCIA Y ASISTENCIA SOCIAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX.

A partir de la Revolución Francesa, con la nueva sociedad que surge desde los
principios de igualdad, fraternidad y libertad, comienza a considerarse al marginado como
un ciudadano más con derechos y deberes. El Estado liberal empieza a ocuparse de los
problemas de los pobres y marginados como una obligación inherente a su propia
concepción y no como una tarea residual, y aparece la asistencia social como segundo
sistema de protección social, en paralelo a las instituciones de caridad o beneficencia que
promueve la Iglesia -que, no obstante, sigue llevando en España el mayor peso de la
intervención- u otros organismos paraestatales, como las Sociedades Económicas de
Amigos del País -en particular, la Sociedad Matritense, con su vinculación a los
Montepíos. La consolidación del concepto de asistencia social es por tanto parejo al
nacimiento del Estado liberal y a la introducción del capitalismo industrial, y plasma el
inicio de la preocupación de los poderes públicos por la acción social.

Nos encontramos en este momento mayoritariamente una acción benéfico-


asistencial que da respuesta a necesidades de tipo material de primera necesidad. No
intenta mejorar la situación de amplios sectores marginados, ni cambiar estructuras para
que abandonen la marginación. Es una ayuda puntual, que se presta en un momento
concreto, y que no tiene efectos duraderos en el tiempo. Subyace en el fondo que es algo
“natural” en la sociedad la existencia de desigualdades sociales; tienen que existir ricos y
pobres y sólo se piensa en hacer en un momento determinado más llevadera su vida. La
marginación es una cuestión de fuerza de voluntad; si uno tiene la suficiente puede salir
de su situación. Se trata, por tanto, de dar soluciones individuales a problemas
estructurales: estas ayudas son graciables, dependen de la bondad de quien las ofrece
-bien sea particular o institución- y, en consecuencia, pueden ser retiradas a voluntad 1. Se
pretende, en definitiva, mantener a las masas de pobres en un nivel mínimo de
subsistencia, que permita su utilización como mano de obra y que preserve a la sociedad
y al Estado de los elementos no deseables.

1
CASTRO ALFIN, D.: “Las necesidades sociales y su cobertura: 1800-1868”, en Historia de la Acción
Social Pública en España. Beneficencia y Previsión. Madrid, Ministerio de Asuntos Sociales, 1990.
Páginas 88-89.
Éste y no otro es el espíritu que impregna la legislación promulgada por el Estado
liberal en la materia. Así, a una primera Ley de 6 de febrero de 1822, que responde a los
afanes reformistas del Trienio Constitucional, declarada nuevamente en vigor el 8 de
septiembre de 1836, sucede la Ley General de Beneficencia de 20 de junio de 1849,
desarrollada por el Reglamento de 14 de mayo de 1852, que corresponde ya a los
planteamientos del moderantismo. El Estado asumía por fin con estas medidas, de
manera explícita, la asistencia como tarea propia, y consagraba la estructura tripartita de
establecimientos generales, provinciales y municipales, correspondientes a las tres
esferas de competencia que se estimaban necesarias para el desenvolvimiento de la
acción social pública, que sin embargo, como ya advertimos, seguirá siendo
complementada por la privada y eclesiástica durante todo el siglo.

El desarrollo industrial de la segunda mitad del siglo XIX provoca un agravamiento


de la marginación, sobre todo -pero no sólo- en los cinturones de las grandes ciudades,
producto de una industrialización vertiginosa y de una inmigración masiva sin la más
mínima planificación. Se produce un crecimiento incontrolado de las urbes que se rodean
de grandes cinturones de miseria. Las primeras medidas adoptadas tras la Gloriosa
Revolución traducen la visión que la burguesía progresista tiene de la “cuestión social”, en
la línea seguida en Europa tras los acontecimientos de la Comuna parisina. Así, a partir
de 1870 se preparan varios proyectos de ley que intentan mitigar las duras condiciones de
vida y trabajo de la clase obrera, pero los problemas políticos de la República y la
ausencia de una verdadera voluntad política de la burguesía impiden su aprobación: sólo
verá la luz la Ley de 23 de junio de 1873, que regula el trabajo de los niños.

Habrá por tanto que esperar a la estabilización política de la Restauración y al


recrudecimiento de las luchas obreras para que se vuelva a plantear la “cuestión social”, a
la que ahora se reacciona por parte de la burguesía con una intervención filantrópico-
asistencial, que no es sino una forma laica y más racional de la caridad cristiana, y que se
expresa en este momento, como novedad, en acciones realizadas para fomentar el
bienestar, no socorriendo individualmente a los necesitados, sino mejorando su situación
por medio de medidas de alcance general, especialmente a través de instituciones
benéficas. Estos programas de intervención se interesan cada vez más por la persona
como tal, intentándose mejorar su situación, no sólo mediante limosnas y donativos,
canalizados a través de instituciones religiosas, sino creando asociaciones filantrópicas,
más duraderas en el tiempo y sin dependencia religiosa. Estas asociaciones filantrópicas
crean colegios, orfanatos, comedores, etc., cuyas estructuras acaban siendo recogidas
por la Administración a finales del XIX y constituyen las bases de la política de asistencia
social en España.

Pero esta filantropía, este interés social, se basa no sólo en un altruismo


desinteresado, sino que, como plantea PRATT 2 “...esa filantropía requiere que la persona
beneficiada debe llevar una vida buena, lo que significa en un análisis final, que esté
dispuesta a aceptar el modo de vida burgués, aunque sólo como ideal al que nunca podrá
acceder. Así la filantropía es una especie de control moral... en último extremo el apoyo
material es un medio de combatir el desorden moral”. En el mismo sentido, VINYES 3
considera que “ese afán de intervención de los grupos sociales dominantes sobre el
pauperismo constituye el fundamento que explica que la caridad, la beneficencia y la
asistencia se configurasen históricamente como instrumento de control social, esto es,
como un medio más para reforzar los intereses de los grupos dominantes a fin de evitar
los riesgos que podían representar los menos favorecidos”.

Es el temor precisamente a las masas trabajadoras, que comienzan a mostrarse


organizadas y reivindicativas, lo que obliga a realizar concesiones -que se tornarán
irreversibles- que la mentalidad conservadora -para la que conceptos como “obrero” y
“pobre” eran una misma cosa- reconoce como inevitables. Pero la actitud del Estado con
respecto a la asistencia se mantiene en la frontera del deber moral y de la obligación,
entre el intervencionismo administrativo y la autonomía de las instituciones privadas.
Desde una perspectiva conservadora se defiende la iniciativa privada dejando sólo para el
Estado aquellas parcelas donde ésta no llegue. Un ejemplo de esta mentalidad lo
constituye Concepción Arenal, que critica la Ley de Beneficencia, arguyendo que la
centralización estatal de la asistencia debilita los sentimientos de caridad y contribuye a
aumentar en las grandes poblaciones el número de los que tienen dificultades para
proveer su subsistencia4.

2
PRATT, A: Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia. Madrid, Siglo XXI, 1983, página
135.
3
VINYES, A: “Aproximación histórica a las asociaciones de carácter no lucrativo en el ámbito de los
servicios sociales”, en RODRÍGUEZ CABRERO, G. y CODORNIU, J.M. (Coord.), Las entidades
voluntarias en España. Institucionalización, estructura económica y desarrollo asociativo. Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1996.
4
“La centralización en el ramo de Beneficencia es perjudicialísima por muchas razones: he aquí las
cuatro principales:
5 1.ª Priva de socorro a miles de desdichados, que después de haber contribuido al sostenimiento de los
asilos benéficos, se hallan en la imposibilidad de acogerse e ellos.
2.ª Hace que los socorridos reciban el socorro en malas condiciones, hasta el punto de ser a veces inútil.

3.ª Contribuye a aumentar en las grandes poblaciones el número de los que hallan dificultad para proveer o
sus medios de subsistencia, y facilidad para ceder a la mala tentación.
En los últimos años del siglo la intervención estatal se ve como la única manera de
contrarrestar el avance imparable del Movimiento Obrero. En 1883 se constituirá la
Comisión de Reformas Sociales -convertida en Instituto de Reformas Sociales diez años
más tarde5- que, no debemos olvidar, se produce tras los sucesos de la Mano Negra. En
el plano europeo, a la fundación de la Segunda Internacional -que convocará la primera
manifestación del Primero de Mayo en 1890- se responde con la celebración de una
conferencia internacional gubernamental, en marzo de 1890 en Berlín, para debatir sobre
el tema de la legislación laboral, y la toma de posición de la Iglesia ante el problema social
mediante la encíclica de León XIII, Rerum Novarum, hecha pública el 15 de mayo de
1891, tras el segundo Primero de Mayo, que partiendo asimismo del pensamiento
conservador -defensa reiterada del derecho de propiedad; defensa de la desigualdad
social, que no es más que un reflejo de la natural, y condena sin paliativos del socialismo
y de la lucha de clases- concluye sin embargo con la necesidad del Estado protector de
los trabajadores.

El ejemplo de la Alemania bismarckiana y la doctrina social de la Iglesia no


tardarán en ser recogidos, aunque no falten resistencias por parte de la burguesía en el
poder, por la legislación española: en 1900 aparecerá la primera ley de Seguridad Social,
la Ley de Accidentes de Trabajo, seguida por la que regulaba el trabajo de mujeres y
niños en las fábricas, y en 1908 se fundará el Instituto Nacional de Previsión. Todas ellas
medidas que obedecían a un programa claramente intervencionista -al que no eran
tampoco ajenos, como ha puesto de manifiesto E. MARTÍNEZ QUINTEIRO 6, las
corrientes krausistas sobre todo, pero también las positivistas, utilitaristas y socialistas
reformistas no propiamente autóctonas- que inauguraban una nueva etapa de la previsión
social, en la que se pondrían las bases del moderno Sistema de Seguridad Social.

4.ª Debilita el sentimiento de la caridad.”. (ARENAL, C.: Artículos sobre beneficencia y prisiones. Volumen I,
Artículo 1. Edición digital basada en la edición de Madrid, Librería de Victoriano Suárez, 1900. Biblioteca
Virtual Miguel de Cervantes.)
5
Esta Institución, presidida por el republicano leonés Gumersindo de Azcárate, fue la verdadera
impulsora de la reforma social en España. El Instituto de Reformas Sociales se planteó desde un
principio unos objetivos ambiciosos y netamente progresistas: preparar la legislación del trabajo, en su
más amplio sentido; cuidar de su ejercicio, organizando para ello los necesarios servicios de inspección
y estadística, y, por último, favorecer la acción social y gubernativa en beneficio de la mejora y bienestar
de la clase trabajadora, ideas que no llegarían a cuajar por la oposición del gobierno y de la propia clase
trabajadora, cuya casi única preocupación atañía a las reivindicaciones salariales y a la mejora de las
condiciones de trabajo.
6
“El nacimiento de los seguros sociales, 1900-1918”, en Historia de la Acción Social Pública en España...
Páginas 244-245.
2. LA BENEFICENCIA MUNICIPAL EN EL SIGLO XIX.

En el siglo XIX los Ayuntamientos entran con pleno derecho en la gestión de la


beneficencia; incluso puede decirse que durante la primera mitad de este siglo se
constituyen como los principales agentes asistenciales y el instrumento básico por el que
actúan indirectamente el Estado liberal y directamente las oligarquías burguesas urbanas
locales. A partir de la Ley General de Beneficencia de 1849, sus competencias padecerán
oscilaciones y serán recortadas en beneficio de la gestión provincial, que representaba de
forma más ajustada el modelo asistencial del liberalismo moderado español, siendo en
cambio más expresiva del liberalismo progresista la tendencia municipalizadora. Aún así,
el nivel en definitiva responsable de la asistencia seguirá siendo el poder municipal, que
actuará en momentos de crisis de trabajo o carestías especialmente alarmantes por
medio de repartos de pan, asistencia domiciliaria, contratación de jornaleros o
establecimientos de casas-asilo.

Como ha puesto de manifiesto para el caso de Castilla y León CARASA SOTO 7, a


principios del siglo XIX las pequeñas ciudades castellanas han sufrido un proceso de
inmigración por parte de una población pauperizada, procedente del ámbito rural y en su
mayor parte mendicante, que pone en peligro la sanidad, el abastecimiento, el orden y el
equilibrio de recursos en dichos núcleos urbanos. Se hacía preciso poner a punto un
programa de medidas que, partiendo de la recogida y transformación de los viejos medios
asistenciales -pues no existían recursos para generar un nuevo sistema asistencial ni
mucho menos para absorber laboralmente a dicha inmigración empobrecida-, fuera capaz
de evitar estallidos de descontento de esta población desarraigada. Es lo que este autor
ha denominado “municipalización de la beneficencia”, que no sólo consiste en una
apropiación de los recursos materiales por parte de los Ayuntamientos urbanos, sino que
trata de reconvertir funcionalmente la vieja caridad particular en soluciones a los nuevos
problemas sociales de los municipios urbanos de la primera mitad del siglo XIX.

En apoyo de esta intervención municipal vendría el proceso desamortizador. La


desamortización eclesiástica, que tanto contribuiría a la consolidación del régimen liberal,
tuvo forzosas consecuencias en el terreno asistencial, por cuanto vino a limitar el
protagonismo que las instituciones eclesiásticas desempeñaban en el mismo 8. CARASA
SOTO hace hincapié en que la desamortización, especialmente la de Madoz, representó
7
CARASA SOTO, P.: Historia de la beneficencia en Castilla y León: Poder y pobreza en la sociedad
castellana. Valladolid, Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1991. Páginas 172-189.
8
CASTRO ALFIN, D.: “Las necesidades sociales y su cobertura: 1800-1868”... Páginas 86-87.
uno de los más eficaces instrumentos en manos de las burguesías locales y del Estado
para llevar a efecto su intención de controlar el aparato asistencial y de configurarlo más
disponible para la defensa de sus intereses concretos 9. Todo ello sin perder de vista el
alcance que debe darse a ese cambio de situación, pues en plena crisis de subsistencias
el cierre de conventos -muchos de los cuales eran, sobre todo en los medios rurales, el
único apoyo asistencial práctico- hubo de contribuir aún más a deprimir los sectores
sociales necesitados, que se vieron obligados a emigrar a las ciudades, cuando no a
practicar la mendicidad en los caminos.

Por todo ello, la desamortización no sólo se traducirá en la apropiación de los


viejos hospitales y establecimientos de caridad, sino sobre todo en el nacimiento de una
nueva forma de concebir la asistencia, que se configura ahora como un servicio más de
los municipios, ante la imposibilidad por parte del Estado de asumir esas mismas
prestaciones asistenciales. Este servicio será prestado por una serie de organismos
permanentes de asistencia vinculados a la vida jurídico-económica de los Ayuntamientos,
los cuales crearán, con fundamento jurídico en la ley de 1822 y en el Real Decreto de
1836, Juntas Municipales de Beneficencia para centralizar los viejos recursos. El proceso
coincide, y no es casualidad, con el momento de mayor expansión de las capitales de
provincia, cuyos cargos civiles y administrativos se hallan acaparados por la burguesía, y
se realiza en perjuicio de los pequeños municipios, con el consiguiente empeoramiento de
las condiciones de vida de la población rural.

Conforme a la Ley de 1849, el Reglamento de 14 de mayo de 1852 y el Decreto de


27 de mayo de 1862, los establecimientos municipales debían socorrer enfermedades
accidentales, conducir a los pobres de sus términos a los establecimientos generales o
provinciales y socorrer en el hogar a los menesterosos. Eran establecimientos de
Beneficencia Pública municipal las Casas de Refugio y de Hospitalidad pasajera y la
beneficencia domiciliaria10. La Ley de 1849, como anteriormente habían hecho las de
1822 y 1836, confió también la dirección y administración de los establecimientos
benéficos municipales a las Juntas Municipales. Cuando éstas fueron suprimidas, a

9
Historia de la beneficencia en Castilla y León..., op. cit., pp. 56.
10
“Art. 4.º Son establecimientos municipales de Beneficencia los destinados a socorrer enfermedades
accidentales, a conducir a los establecimientos generales o provinciales a los pobres de sus respectivas
pertenencias, y a proporcionar a los menesterosos, en el hogar doméstico, los alivios que reclamen sus
dolencias o una pobreza inculpable.. A esta clase pertenecen las casas de refugio y hospitalidad
pasajera, y la Beneficencia domiciliaria.” (Ley General de Beneficencia de 1849, edición digital de la
Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).
finales de siglo, todo lo referente a la Beneficencia municipal recayó en los
Ayuntamientos.

Las Juntas Municipales de Beneficencia están presididas por el alcalde y


compuestas por los elementos más notables de la ciudad, algunos eclesiásticos, médicos
y cirujanos y honrados contribuyentes nombrados por el Ayuntamiento. Ellas se hacen
cargo de todos los establecimientos y fundaciones que pasan a titularidad municipal. En la
ciudad actúan por medio de las juntas parroquiales que le están sometidas, que disponen
de los establecimientos y recursos que el presupuesto municipal arbitre, así como de lo
recaudado por cuestaciones y otras rentas de instituciones de beneficencia de la
parroquia, y que deben reunirse todos los domingos para revisar y cumplir sus funciones.
Su importante cometido consiste en designar quién debe ser socorrido y cómo, y qué
personas necesitan hospitalidad domiciliaria; también deben comunicar los impedidos y
ancianos que requieran ser recogidos en el Asilo de Mendicidad. Se ocupan asimismo de
recoger niños huérfanos o abandonados; pueden asistir pasajeramente a jornaleros sin
trabajo o con problemas familiares, y se ven obligadas a comunicar a la Junta Municipal
cualquier otro socorro que se ofrezca. Las juntas parroquiales tienen pues una notable
capacidad de investigación y visita domiciliaria para moralizar a las personas y familias
que lo necesiten, informan sobre su laboriosidad, la educación de sus hijos, la situación
familiar, el trabajo que tienen o el salario que ganan. El sistema permite así vigilar la
conducta moral, laboral, familiar, religiosa o política de los socorridos, conducta que en
última instancia condiciona la concesión de la ayuda 11.

A este fin obedecen también los censos de pobres, que permiten establecer,
partiendo de un umbral de pobreza predeterminado -cifrado en 7 reales en el realizado en
Burgos en 1855, aunque como afirma CARASA SOTO 12, el gasto mínimo de subsistencia
de una familia normal excedía en bastante dicho umbral-, un control estadístico de las
familias pobres, debidamente censadas, para que tengan derecho a los servicios
11
El sistema en sí no era nuevo. A pesar de las reticencias de la monarquía ilustrada de los Borbones
para con la Iglesia, al menos la asistencia domiciliaria se plantea en Madrid, desde 1778, a partir de las
Diputaciones de Barrio, en las que se preveía la figura de un eclesiástico nombrado por el párroco, que
tenían tres misiones esenciales: la vigilancia e información, la educativa y, finalmente, la asistencial
-lucha contra el paro y asistencia contra la enfermedad. En años sucesivos se extiende este sistema a
otras ciudades. Así, el 15 de abril de 1818 se reúne el Concejo de León y designa a Gregorio Carriegos,
propuesto por el párroco, “celador de pobres”, “para que conforme a las reglas establecidas por el
Secretario de esta Corporación, ejerza su misión de tal celador, sin que por los Alcaldes de barrio,
regidores de los arrabales, le sean impuestos impedimentos en el desempeño de su misión en el
expresado cargo, que ha jurado en nuestras manos y en el que será reconocido por llevar en el pecho
una placa de metal dorado con un león en el centro y un letrero en la circunferencia que deje leer el
nombre de ¨celador de pobres¨”. (Agradezco a D. Enrique Alonso Pérez la transcripción del original, en
el Archivo Histórico Municipal de León [AHML])
12
Historia de la Beneficencia en Castilla y León..., op. cit., pp. 181.
benéficos del Ayuntamiento, pero también el peligro de amenaza que para el orden
público supone una extremada situación de pauperismo como la presente en las ciudades
españolas de la segunda mitad del XIX, así como los recursos necesarios para
desactivarla. Los recuentos de pobres se constituyen por tanto en fiel reflejo de una
determinada mentalidad burguesa que encierra intereses económicos, políticos y sociales.

Las características del último tercio del siglo, desde el punto de vista normativo,
son la ampliación del ámbito benéfico atribuido al municipio (que además de la asistencia
incluye enseñanza primaria e instituciones de previsión), la desaparición de la figura del
párroco como encargado de la organización y aplicación de las funciones benéficas
municipales y la asunción por parte de los poderes locales de tareas de orden público.
Todo ello bajo un teórico control por parte del Ministerio de la Gobernación y sus órganos
delegados. La ineficacia tanto del funcionamiento como de los controles es, sin embargo,
tal, que acabará provocando la reorganización de la beneficencia a finales del primer
decenio del siglo XX.

3. POBREZA Y ASISTENCIA SOCIAL EN LEÓN DURANTE EL SIGLO XIX.

Para comprender el proceso de pauperización de la población leonesa durante el


siglo XIX es preciso exponer unas breves notas sobre la estructura demográfica y la
evolución social de León13 en esa centuria.

La evolución demográfica de la provincia de León, y por ende de la capital, sigue


en el siglo XIX el modelo del Antiguo Régimen, con altas tasas de mortalidad y natalidad
-en torno al 40% durante todo el siglo para ambos índices- y con un escaso crecimiento
vegetativo, al menos durante la primera mitad del siglo. A ello se unen además los
importantes efectos de la emigración, ya a finales del siglo XIX y principios del XX, lo que
contribuye a que la provincia pierda de forma paulatina peso específico dentro del total de

13
Son interesantes los siguientes estudios monográficos: CARANTOÑA ALVAREZ, F. (Coord.): La
Historia de León. Época Contemporánea (Tomo IV, Capítulo 1, Economía y Sociedad). Diario de León y
Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, 1999. REGUERA RODRÍGUEZ, A.T.: La ciudad
de León. Espacios y tiempos. Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, 1996. CORTIZO
ALVAREZ, T.: “La transformación de la estructura demográfica de la ciudad de León (1857-1975)”, en
Revista Tierras de León, nº 35, junio de 1984, páginas 1-26. LEÓN CORREA, F.J.: “La enseñanza
primaria y el analfabetismo en León durante el siglo XIX”, en Estudios Humanísticos: geografía, historia,
arte. Universidad de León, Secretariado de Publicaciones, 1986, páginas 181-190. LEÓN CORREA,
F.J.: “Línea de la evolución demográfica de León durante el siglo XIX”, en Revista Tierras de León, nº
65, diciembre de 1986, páginas 61-72. LEÓN CORREA, F.J.: León en el siglo XIX: evolución social,
económica y cultural. León, Ediciones Leonesas, 1987.
la población de España, pasando de un 8,7% a principios de siglo a 7,8% a finales de
siglo, disminución que continúa después en las primeras décadas del siglo XX.

A finales del siglo XVIII (1797), la provincia de León cuenta con unos 255.582
habitantes. Después de la breve recesión provocada por la Guerra de la Independencia
experimenta un fuerte crecimiento demográfico y alcanza en 1826 302.903 habitantes.
Más tarde, en concordancia con la evolución general de la población española, sufre un
notorio descenso, que alcanza su punto más bajo en 1833, con 256.003 habitantes, si
bien en esta disminución hay que contabilizar también la redistribución provincial de ese
mismo año. A partir de entonces, el crecimiento se acelera: 348.756 h. en 1857, 354.210
en 1877, 384.197 en 1897 son algunas cifras, sin ánimo de ser exhaustivo. En 1900, año
en que se lleva a cabo el primer censo de población decenal, la provincia de León cuenta
con 386.083 habitantes.

En cuanto a la capital, las primeras cifras fiables parten de 1857 y son las
siguientes: 9.625 h. en ese mismo año (2,8% de la población provincial); 11.515 en 1877
(3,3%); 15.300 en 1897 (4,1%), y 15.580 en 1900 (4,2%). El lento crecimiento de la capital
-es decir, en su término estricto del municipio de León, pues no hay que olvidar que la
capital constituye realmente una conurbación con otros municipios limítrofes- tiene que
ver con la poca capacidad de atracción que experimenta hacia otras provincias 14; será
pues la propia provincia la que nutra el crecimiento de la ciudad de León, y únicamente en
los años finales del siglo.

Pero como decíamos mucha de la población rural leonesa no acabará


implantándose en la capital, sino que emigrará hacia otras tierras. Entre 1875 y 1920,
según algunos cálculos, más de 100.000 leoneses salieron de la provincia hacia Madrid y
Barcelona, pero también hacia Hispanoamérica -Cuba, Argentina y, en menor medida,
México y Brasil-, Francia y Argelia. Aunque se ha esgrimido la mala situación del campo
como principal causa de esta emigración -en esa época León sufre una grave crisis
agropecuaria, a lo que hay que unir los efectos de la desamortización de Madoz sobre las
tierras comunales-, otros factores estructurales son el peso del caciquismo y el fenómeno
de la usura, casi siempre íntimamente imbricados, por los que el pequeño campesino
propietario -no olvidemos que la provincia de León, como sucede en todo el Noroeste
peninsular, si bien en menor medida que en otras regiones como Galicia o Asturias, es
terreno abonado para el minifundio-, que debe hipotecar sus escasos bienes para hacer
14
Según LEÓN CORREA (1986 y 1987) en 1877 sólo el 6,4% de la población residente en León había
nacido en otras provincias, mientras que únicamente había un 0,04% de extranjeros.
frente a situaciones adversas como enfermedad o malas cosechas, acaba cayendo en las
redes de estos caciques prestamistas y viéndose imposibilitado para hacer frente a sus
deudas. La emigración, es por tanto, prácticamente la única salida a estas insoportables
condiciones de vida.

Cada coyuntura de crisis agraria se saldaba, por tanto, con muchos jóvenes
abocados a la emigración, pero los braceros desempleados también amenazaban
peligrosamente la estabilidad social. Muchos de ellos forman parte del 62,2% de
incremento -5.972 habitantes en términos absolutos- de la población de la ciudad leonesa
entre 1857 y 1900 -pues el crecimiento vegetativo apenas llega al 2% anual-, lo que tiene
su reflejo en la pirámide de población en el ensanchamiento del tramo de edad entre 20 y
25 años. Se trata de una masa de desarraigados 15 en situación muy precaria: los
jornaleros constituyen una parte muy importante de la población activa cuya característica
más definitoria es el paro estacional y cuyo acceso a la vivienda y al régimen alimentario
son muy precarios; constituirán, por tanto, un problema de orden público de primera
magnitud en una ciudad poco industrializada 16 e incapaz de generar los recursos
suficientes para atender sus más mínimas necesidades vitales 17.

Las elites locales intentaron poner remedio a esta situación por dos vías: la
puramente represiva, la cual no es objeto de este trabajo, y la benéfico-asistencial, en
cuyo marco se inscriben tanto la contratación de los jornaleros y obreros en paro como
mano de obra barata en la construcción de las líneas de ferrocarril o para los servicios y
obras públicas de los Ayuntamientos, como el reforzamiento de la función asilar, la
mediatización del sistema hospitalario, para solventar problemas sanitarios, la
rehabilitación de algunas instituciones que permitían asegurar el abastecimiento urbano, o
la adaptación de viejas fundaciones de obras pías para crear centros docentes o
correccionales.

15
Según CORTIZO ALVAREZ (“La transformación de la estructura demográfica de la ciudad de León”), en
1900 la mitad de los leoneses habían nacido fuera de la capital.
16
A mayor concreción, LEÓN CORREA habla de que en 1855 el porcentaje que representaba la industria
en el total del producto regional de León era del 6,5% aproximadamente, y empleaba más o menos al
mismo número de personas que a comienzos del siglo, un 4,7% del total de la población., mientras que
a la agricultura y ganadería se dedicaba alrededor del 67%. León en el siglo XIX..., op. cit., pp. 28-29.
17
El fenómeno no es, como ya hemos visto, privativo de la capital leonesa. CARASA SOTO hace hincapié
en que en la región castellano-leonesa “la capitalidad provincial, la atonía agraria (...) y el brillo
burócrata y administrativo capitalino atrajo una gran corriente de campesinos desarraigados y
empobrecidos hacia las ciudades -casi todas en Castilla crecen por este tipo de inmigración- donde
crean profundos problemas de desequilibrio y desajuste de abastecimientos, insuficiencias de la oferta
laboral, tensión de desorden y amenaza a la tranquila burocracia profesional, repetidos brotes de
riesgos sanitarios y otros peligros”. Historia de la beneficencia en Castilla y León..., op.cit., pp. 227.
Para 1858 CARASA SOTO18 cita un total de 16 instituciones de beneficencia
pública19, de las cuales 3 son de titularidad provincial -tres Casas-Hospicio, una en León,
otra en Astorga y otra en Ponferrada- y 13 municipal, con un número de acogidos de 1962
y 3163 respectivamente, lo que da un total de 5.125, o lo que es lo mismo en términos
relativos, un 14,69 por mil de la población total, de los que las instituciones provinciales
atienden un 38,3% y las municipales un 61,7%. El peso de la asistencia lo llevan por tanto
los institutos municipales, cuya asignación presupuestaria es sin embargo muy baja: a
unos ingresos de 4,5 miles de reales (el 0,15% del presupuesto de ingresos, si lo unimos
con los 27,6 miles de reales del capítulo de instrucción pública 20) corresponden unos
gastos de 68,8 miles de reales (en los mismos términos, un 2,3% del presupuesto de
gastos). A pesar de un déficit del 93,4% la cifra del gasto por habitante (0,20 reales)
queda muy por debajo del 1,10 a nivel estatal. Dado que apenas un 6,6% del gasto se
cubre con los ingresos propios de establecimientos y fundaciones, el resto debe ser
aportado por el propio municipio. Mayor relevancia adquiere este índice del déficit del
gasto benéfico si lo comparamos con el 60% de ingresos propios de las instituciones
benéficas en el conjunto estatal.

En todo caso, será precisamente este punto una de las rémoras más importantes
del panorama asistencial tanto en la capital como en la provincia de León. Prueba de ello
son los reiterados recortes que intenta adoptar la Diputación Provincial al capítulo de
Beneficencia, el mayor sin duda dentro de las competencias que tiene atribuidas. Así, la
Comisión encargada de emitir dictamen sobre el proyecto de presupuesto ordinario para
1867-68, al observar la cifra alcanzada por el capítulo de Beneficencia (106.270 escudos
880 milésimas) señala que “este absorbe de tal manera el presupuesto provincial, que
sólo él levanta las cuatro quintas partes de los recursos con que contarse puede”. El
deseo de economizar, así como el de lograr una administración más racional, estuvo
presente en todo momento en la vida de la Diputación Provincial. Aunque esta idea
pasaba por concentrar las tres Casas-Hospicio en León, si bien manteniendo una Casa
Cuna en Ponferrada, nunca llegó a materializarse.

18
Historia de la beneficencia en Castilla y León..., páginas 111-115.
19
En realidad son 17, pues existe uno más de titularidad privada. Castilla y León en el Mundo. La Historia
de Castilla y León.Valladolid, Ámbito Ediciones, S.A., 1993. Página 1045. Datos tomados del Anuario
Estadístico de España, 1859.
20
El mayor empeño en la política educativa de los gobiernos liberales, en especial progresistas, conducirá
a un descenso notable del analfabetismo, mayor que en el resto de España -donde el porcentaje total
era del 72%- entre 1860 y 1877. En esta última fecha en León sabe leer y escribir un 64,04% de
varones y un 14,41% de mujeres. Datos tomados de VILAR RAMÍREZ, J.B., “La enseñanza y la
ciencia”, en Historia General de España y América, tomo XVI-1, Ed. Rialp, Madrid, 1982.
Por otro lado, las sucesivas Corporaciones de carácter moderado vieron con
agrado la presencia de la Iglesia en estos establecimientos. El 3 de febrero de 1857 se
acordó que la Dirección y Gobierno del Hospicio de León fueran llevados por cuatro
Hermanas de la Caridad; en 1866 se aprobó por Real Orden la instalación de cinco
hermanas de San Vicente de Paul para el gobierno y educación de los acogidos en el
Hospicio de Astorga, y en octubre de 1864 la Corporación aceptó el donativo ofrecido por
el Obispo de Astorga para ayudar a la construcción de la Casa Cuna de Ponferrada,
aunque advirtiendo que dicho establecimiento quedaría como provincial. Mientras tanto,
los diferentes Hospitales existentes en la provincia -La Bañeza, Astorga, Villafranca,
Valderas, Ponferrada, la Vecilla, Murias de Paredes, Sahagún, Villamañán, Benavides y
Valencia de Don Juan- seguirían teniendo durante todo el siglo XIX carácter privado bajo
titularidad eclesiástica, aunque la Diputación subvencionaba su funcionamiento. Los
buenos resultados obtenidos por el único hospital existente en la capital, el de San
Antonio Abad, propiedad del Obispado, llevaron a la Corporación a considerar innecesaria
la construcción de un Hospital Provincial, que no sería llevada a cabo hasta mediados del
siglo XX.

En los presupuestos provinciales de la última década del siglo podemos ver un


ejemplo de lo que hasta aquí venimos diciendo. Los gastos de Beneficencia se
contemplaban en el Capítulo VI, y absorbían el mayor porcentaje del gasto provincial: el
56,02% en 1892-93 y el 56,62% en 1896-97. No es extraño por tanto que suscitaran el
mayor debate en la aprobación del presupuesto. Dentro de este capítulo la Diputación
atendía el pago de las estancias de enfermos en el Hospital San Antonio Abad, así como
las de dementes en hospitales de otras provincias -con las de Valladolid, Huesca, Teruel,
Santander y Murcia se habían firmado los correspondientes convenios-. Costeaba
también los hospicios de León, Astorga y la Casa Cuna de Ponferrada. Además
subvencionaba con 2000 pesetas “por una sola vez” a los hospitales privados de La
Bañeza y Astorga -subvención que se extendió posteriormente al resto de hospitales de la
provincia-, al Ayuntamiento de León con una peseta por estancia en el Asilo de
Mendicidad y, por último, mantenía la Casa de maternidad de la capital. La situación se
mantendría durante la Restauración. Así, en el presupuesto de 1905 el Capítulo VI
supone el 61,9% del presupuesto.21

21
Todos los datos citados sobre la gestión presupuestaria de la Beneficencia provincial han sido obtenidos
del libro Historia de la Diputación de León, de F. CARANTOÑA ALVAREZ y G. PUENTE FELIZ (Directores). Instituto
Leonés de Cultura, León, 1995. Páginas 111-113.
El Diario de León de 9 de junio de 1908 publicó un reportaje, titulado “La
Beneficencia provincial y municipal en León”, que se adjunta a este trabajo. En él
podemos ver cómo se mantienen los tres establecimientos provinciales -Casa-Hospicio 22 y
su anexa Casa de Maternidad de León, Casa-Hospicio de Astorga y Casa-Cuna de
Ponferrada-, a los que hay que añadir el Asilo de Mendicidad de León y el Hospital
municipal de Bustillo de Cea. Como puede deducirse del reportaje, la contribución de las
arcas provinciales es indispensable para el sostenimiento de dichos centros.

4. LA BENEFICENCIA MUNICIPAL EN LEÓN: LA CASA ASILO DE MENDICIDAD.


Tras el necesariamente breve repaso realizado a la situación asistencial en la
provincia y en la capital leonesas en el siglo XIX, nos proponemos ahora abordar el
estudio del centro que da título a este trabajo.

4.1. La creación del Asilo.

El Asilo de Mendicidad de León, que inicialmente estuvo ubicado en la calle del


Cid, nº 20, en lo que hoy es Audiencia Provincial, se creó en la sesión celebrada el 2 de
abril de 1855 por la Junta Municipal de Beneficencia 23, presidida por el Gobernador Civil y
cuyo acuerdo fue publicado en el Boletín Oficial de la Provincia 24. En el acta de la citada
sesión se recoge en primer lugar el bando presentado por el Gobernador Civil que el 31
de marzo anterior éste “había publicado y fijado en los parajes públicos, para que desde
el dia de hoy cesara la mendicidad y se tubiera por abierto el Asilo y cuyo tenor es el
siguiente: “D. Patricio de Azcarate, Gobernador de la Provincia de Leon. Hago saber á los
habitantes de esta Capital, que como es notorio hace más de veinte años las autoridades
todas se han desvelado por llevar á cabo la realización del benefico pensamiento de crear
un Asilo de mendicidad, que empezando primero por albergar a los pobres de esta
Capital se estendiera despues, á ser posible, a las proporciones de un establecimiento
provincial. Sin embargo durante esta larga época el pensamiento no ha pasado de
proyecto y en alguna ocasion de un efímero ensayo. Pero hoy acariciando con afan esta
idea, cuya necesidad de realizacion se toca por la aglomeracion de infelices desvalidos,
sin mas medios de subsistencia que la caridad publica y por las diversas concausas

22
Del Hospicio de León existen dos interesantes estudios: el de T. BURÓN CASTRO, “La Obra Pía,
antecedente del Hospicio de León”, en Revista Tierras de León, T. XXV, nº 59, 1985, páginas 29-52, y el
de P. GARCÍA GUTIÉRREZ, “Una población marginada a comienzos del siglo XIX: el Hospicio y Casa
de expósitos de León”, en Revista Tierras de León, T. XXXI, nº 81-82, 1991, páginas 67-82.
23
AML, Libros de Acuerdos, Sección 9 (Sanidad y Beneficencia), Caja 728, Libro 2, fl. nos. 26-28.
24
Boletín Oficial de la Provincia de León de 6 de abril de 1855 (Biblioteca Pública de León [BPL]).
producidas, ya por la carestía de articulos alimenticios en ocasiones dadas, y por otros
motivos que hicieron sentir los horrores de la miseria en el año pasado; auxiliado
poderosamente por los sentimientos de inagotable caridad que distinguen al Ilmo. Sr.
Obispo de la Diocesis, por el M. I. Ayuntamiento y por las Juntas Provincial y Local de
Beneficencia, que a porfía han desplegado el mas laudable celo; interprete en fin del voto
y del deseo general en este punto, que reclama que esta Capital marche al nivel de las
demas del resto de la peninsula donde la Beneficencia es un objeto de predileccion; he
resuelto poner en egecucion el pensamiento en la forma siguiente:
1º. Se crea en esta Capital un Asilo de Mendicidad con destino á albergar por
ahora a los pobres naturales y domiciliados en esta Capital.
2º. En su consecuencia se prohibe desde el lunes 2 del proximo Abril impetrar la
caridad publica en las calles ni en las casas de vecinos.
3º- Desde la publicacion de este bando y como ultimo termino, el domingo proximo
4 de abril saldrán para los pueblos de su respectiva naturaleza ó vecindad los pobres que
no sean naturales de esta Capital ó esten domiciliados en ella.
4º. El citado dia 2 del proximo Abril los pobres naturales ó domiciliados en esta
Capital que quieran gozar de los beneficios que debe proporcionarles el Asilo de
mendicidad se presentarán en el edificio de los Descalzos, que es el destinado á este
objeto, á las nueve de la mañana llevando una certificacion de su Parroco, y Alcaldes de
barrio que acredite cualquiera de los dos extremos indicados; en inteligencia que el que
no lo verifique renunciando á aquellos beneficios no tendrá que quejarse que se le impida
impetrar la caridad publica.
5º. La Junta local de Beneficencia, con una comisión de cada una de las
parroquias, asociados á mi autoridad, se hallarán á la espresada hora en dicha Junta para
calificar con vista de los documentos presentados, desechar ó admitir á los que se
consideren acreedores á tener entrada en el Asilo de Mendicidad, segun su resultado y
en propio convencimiento.
6º. Los empleados del ramo de vigilancia, y los de la municipalidad quedan
encargados del puntual y esacto cumplimiento de las disposiciones 2ª y 3ª de este bando.
Seguro de la eficaz cooperacion de las autoridades locales, y de la [de] todo el
vecindario animado del vehemente deseo de ver llegar el suspirado dia en que la
mendicidad encuentre en fin un lugar de amparo, abrigo y subsistencia, dejando de
presentar en la calles publicas ese espectaculo desgarrador que contrita al corazon, he
resuelto dar á este bando toda la publicidad debida, en la confianza de que será
aplaudido este objeto humanitario inspirado por el sentimiento general. León 31 de marzo
de 1855. Patricio de Azcarate.”25

Vemos, pues, cómo en el bando -que he considerado conveniente reproducir a


pesar de su extensión- quedan recogidas la mayor parte de las ideas generales expuestas
en los apartados anteriores:

1. La elite local -burguesía, Iglesia, funcionarios gubernativos- se viene planteando


desde hace más de 20 años -es decir, desde el momento en que se inicia el
régimen liberal bajo Isabel II- la necesidad de contar con una institución de
recogida de pobres de necesidad; dicho centro ha de ser necesariamente de
carácter público, y, aunque en un principio se deja su gestión en manos del
Ayuntamiento de la capital, la pretensión es que más tarde se convierta en un
establecimiento provincial -a tono con la ideología moderantista todavía imperante
en pleno contexto sociopolítico del Bienio Progresista.

2. La creación del centro obedece a una coyuntura desfavorable de crisis de


subsistencia, que provocó el aumento de la miseria, pero también es fruto de la
corriente de pensamiento moderada extendida por todo el país, que hizo que
desde 1834 se crearan en prácticamente todas las capitales de provincia asilos de
mendicidad. Pues como otros Asilos de mendicidad, que recluían a los pobres
válidos que vagaban mendigando por las ciudades y creados a partir de los años
treinta del siglo, el Asilo no sólo cumplía una función meramente asistencial, sino
también represiva26.

3. Ésta y no otra es la causa justificativa de su creación: no se pretende socorrer a


los pobres, sino sacar de las calles a las masas de ociosos que no pueden
justificar una ocupación o viven de la limosna. Es un establecimiento correccional
del que no se puede salir libremente y en el que, por otro lado, no se tiene
derecho a permanecer si no se siguen rigurosamente sus normas de conducta. El
Asilo de León albergará en un principio “á los pobres naturales y domiciliados en
esta Capital”, debidamente acreditados como tales por los correspondientes
certificados expedidos por el párroco y los Alcaldes de barrio, por lo que “En su

25
En todas las citas mantengo la grafía original.
26
TRINIDAD FERNÁNDEZ, P.: “Trabajo y pobreza en la primera industrialización”, en Historia de la
Acción Social Pública en España,... Páginas 125-128.
consecuencia se prohibe desde el lunes 2 del proximo Abril impetrar la caridad
publica en las calles ni en las casas de vecinos”.

A continuación, la Junta aprueba la Cuenta presentada por la Comisión encargada


de habilitar el Asilo, en la que se detallan los enseres que han sido trasladados desde la
casa-hospicio, por un importe total de 2.671 rles. 19 mils.

4.2. Recursos económicos y humanos.

En la sesión del 3 de abril 27 se dio por admitidos a los primeros 42 acogidos en el


centro, una vez examinada la documentación aportada, mientras que en la del 8 de abril 28
se fijó el presupuesto anual del gasto en 15.000 reales 29. La idea inicial era que los
ingresos procedieran de la caridad, pero tal idea se mostró inviable en la práctica. En
efecto, en la mencionada reunión de 8 de abril la Junta de Beneficencia aprobó la
propuesta presentada por el Gobernador Civil, quien “había ordenado la formación de una
lista general de los contribuyentes de esta Capital por las dos contribuciones de cuota fija,
territorial y subsidio, así como la de los sueldos de empleados del Estado, Provinciales y
Municipales, y el Clero Catedral, Colegial y Parroquial, la cual presentó en el acta: que el
objeto que se había propuesto se reducía á fijar la cuota anual que la Junta tubiese por
conveniente en su ilustrado criterio sobre el tipo de la contribucion y de la que regulan que
debiera corresponder á los sueldos personales, descartando todas las que no excedan de
Cien reales teniendo presente que los que se hallan en este caso no tienen mas que lo
absolutamente necesario para su subsistencia 30; y tras este pensamiento una vez
aceptado girar un cupo á cada uno, aunque con el carácter de puramente invitatorio... [por
lo que] el tipo modico que debiera fijarse, no solamente estará al alcance de todas las
fortunas, sino que será sobradamente exiguo para las personas acomodadas,
acostumbradas a mayores desembolsos para objetos de Beneficencia, que hoy va á
quedar refundida por completo en el espresado Asilo”. La Junta acordó “que sea el 5% el
tipo que se fije, el cual representará aproximadamente la cantidad anual de 15.000 reales,
que con los productos de los arbitrios votados por el M. I. Ayuntamiento, la oferta del Ilmo.

27
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 29.
28
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 30.
29
En 1859 la asignación era ya tan sólo de 7.000 reales, según los Datos estadísticos para dicho año
publicados por Dirección General de Beneficencia y Sanidad (CARASA SOTO, Historia de la
Beneficencia en Castilla y León..., página 54). Ya en 1908, el presupuesto de gastos ascendía a
27.546,50 pesetas, a cargo del Ayuntamiento, costeando la Diputación 50 acogidos (Diario de León de 9
de junio de 1908).
30
Confróntese con los 7 reales a que hacíamos referencia en la página 7 como umbral de subsistencia
para los pobres de necesidad.
Sr. Obispo31 y demas recursos eventuales, auguran la estabilidad (...) del
establecimiento”. Los arbitrios fijados serían luego aprobados por la Diputación 32, y
constituirían el grueso del presupuesto, pues como decimos los contribuyentes
“voluntarios” no accedieron fácilmente a colaborar en el mantenimiento del Asilo 33, con lo
que el presupuesto de éste resultaría siempre deficitario 34.

Del presupuesto de ingresos forman parte también los recursos generados por los
mendigos acogidos en el establecimiento, 60 en junio de 1855 35. Del pobre se espera no
sólo que respete las normas del centro donde está acogido, sino también que contribuya
con la fuerza de su trabajo a su sostenimiento. Así, “Para escitar mas la laboriosidad de
los pobres que trabajan se autoriza al Sr. Administrador para que les dé la gratificación
semanal que juzgue conveniente, entendiendose que esta ha de ser del producto del
trabajo de aquellos, y que al fin de cada mes haga una liquidacion el espresado
Administrador, ingresando lo restante en la Depositaria de esta Junta” 36. Entre el 19 de
mayo y el 31 de julio estos ingresos fueron de 237 reales 33 mls. 37

Los pobres recluidos en la Casa de Mendicidad debían no sólo ocuparse de los


trabajos que les fueran encomendados, sino también de vigilar para que no hubiera otros
pobres pidiendo limosna en la ciudad, en especial los días de mercado; para ello se
destinaron cuatro pobres que debían recorrer las calles y dar parte a la Junta para que
fueran expulsados de la ciudad38.

En sucesivas sesiones fue nombrándose al personal del Asilo. Conforme a lo


establecido en el Reglamento para el gobierno interior de la Casa 39, “el personal de la
casa se compondrá de un administrador, capellan, portero, ayudante de este y cocinero”.

31
El Obispado ofrecía periódicamente subsidios al Asilo (Sesiones de 4 de noviembre de 1855 [3000
reales y ropa] y 9 de marzo de 1856 [5000 reales]. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728,
Libro 2, fls. nos. 45 y 58 respectivamente).
32
Boletín Oficial de la Provincia de León de 30 de abril de 1855 (BPL).
33
En diferentes sesiones de la Junta de Beneficencia se abordaría este problema: 21 de abril; 2, 12 y 21
de mayo (AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fls. nos. 32, 33, 34 y 35
respectivamente).
34
En la sesión de 19 de septiembre, en que se aborda ya el presupuesto para 1856, se solicita de la
Corporación Municipal que cubra el déficit que resulta por la escasez de las limosnas voluntarias (AML,
Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fls. nos. 46-47).
35
Sesión de 15 de junio. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 39.
36
Sesión de 30 de junio. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 41).
37
Sesión de 1 de agosto. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 44).
38
Sesión de 1 de agosto. Ibídem. La orden hubo de ser reiterada en sesión de 9 de noviembre. AML,
Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 52.
39
Artículo 3º. V. siguiente apartado.
Hasta la ya citada del 30 de junio 40 no se confirmó el nombramiento como Director del
Asilo de D. Félix Monge, Párroco de Santa Marina, “con las mismas atribuciones que
corresponden en el reglamento á la Junta, salvo la alta inspección que corresponde a
ésta”41, pero sin fijar su retribución. En la anterior, ya citada, de 8 de abril, se había
confirmado el cargo de Administrador y Capellán de D. Juan Corzo, “que se halla
desempeñando interinamente este cargo, y discutida la asignación anual que debiera
disfrutar, se fijó esta en tres mil reales, con luz, carbon y casa” 42. También en la de 8 de
abril, “considerada la necesidad de que haya una persona que sea á la vez cocinero y
egerza las funciones de conserge y esté á las inmediatas ordenes del Director para
cuanto se le mande, se acordó nombrar á Juan Gonzalez, que también lo está
desempeñando interinamente, señalandole tres reales diarios 43 y racion que se
compondrá de dos libras de pan, dos onzas de tocino, un cuarteron de legumbres y
verduras, con luz, carbon y casa”. En la misma fecha, “Teniendo en consideracion el
principio de economía que en la actualidad cuando se trata de un establecimiento
naciente y todabia sin recursos fijos se acordó que por ahora todos los demas cargos de
portero y cuantos sean necesarios para el orden interior del establecimiento, vigilancia y
conservacion de ropas se desempeñen por ahora por los mismos pobres acogidos al
Asilo á juicio y designacion del Director”.

Como barbero fue designado en la sesión de 18 de abril Joaquín Robles “con el


cargo de hacer a los admitidos alguna sangría en virtud de orden del Medico ó Cirujano
(...) señalándole anualmente la retribución de 250 reales”; igualmente la Junta acordó
nombrar capataces y rectoras conforme al reglamento 44. De la secretaría del Asilo se
ocupaba un oficial del Ayuntamiento45.

4.3. Reglamento del establecimiento.

40
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 41.
41
Sesión de 20 de junio. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 40.
42
El artículo 97 del Reglamento prevé que dichas funciones puedan ser acumuladas en un eclesiástico (v.
infra).
43
En la sesión de 30 de junio se le elevó a cuatro por haber desempeñado durante este tiempo también el
cargo de cobrador en las cuestaciones voluntarias.
44
Sesión de 4 de enero de 1856. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 55.
45
En la sesión de 19 de diciembre de 1855 se le reconoce a este oficial “el celo y laboriosidad” en el
desempeño de su negociado, si bien no se le concedió una gratificación por falta de fondos. AML,
Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 54).
Este reglamento de régimen interior del centro merece un estudio atento 46. En
sesión del día 30 de mayo 47 se nombró una Comisión “para formar el reglamento que
había de servir para el regimen interior de la Casa Asilo de Mendicidad”. De dicho
reglamento se encargaría la impresión de 100 ejemplares; debido a su corto número sólo
sería distribuído “entre las Autoridades, Corporaciones y SS. Curas Parrocos con
preferencia”48. El establecimiento encargado del trabajo de impresión fue la Imprenta de la
Sra. Viuda e Hijos de Miñón, a la que se abonó la cantidad de 400 reales 49.

El Reglamento se estructura en 14 títulos y 98 artículos, bajo las siguientes


rúbricas: I, Clasificación, gobierno y personal de la casa; II, De la Dirección; III, Del
Administrador; IV, Del Capellán; V, Del Portero; VI, De los Capataces y Rectoras; VII, De
la admisión de los pobres, alimento para los mismos y como deben ser distribuidos; VIII,
De los socorros domiciliarios; IX, De la división del tiempo; X, Del Almacen; XI, De los
dormitorios; XII, De la enfermería y medicamentos; XIII, De los Facultativos; XIV,
Disposiciones comunes. Los artículos 97 y 98 se ubican bajo la rúbrica Disposiciones
transitorias.

Según el artículo 1º del Reglamento, “Este establecimiento de beneficencia tiene


por especial objeto el amparo, subsistencia y educación de los pobres naturales y vecinos
de esta ciudad”. Recoge así el principio justificativo de su creación enunciado en el bando
del Gobernador Civil de 31 de marzo de 1855 precitado.

El artículo 7º, contenido en el Título II, establece las atribuciones de la Junta


municipal de Beneficencia, a la que corresponde la dirección del establecimiento, que son,
en suma, hacer que se observe el reglamento y cuantas órdenes se dicten por las
autoridades competentes, y en particular las relativas al presupuesto y su ejecución, el
examen de la cuenta de ingresos y gastos, la política de personal de la casa y la admisión
y, en su caso, expulsión de los pobres en ella acogidos.

En el Título III se recogen las funciones del Administrador, a quien compete el


gobierno diario del Asilo, así como, con acuerdo de la Junta -a la que corresponde expedir

46
Biblioteca Pública de León (BPL), Signatura FA. 3405.
47
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 36.
48
Sesión de 19 de diciembre. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 54.
49
Sesión de 4 de enero de 1856. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 55. La
Casa de Miñón fue con mucha diferencia la imprenta más importante de la ciudad de León durante el
siglo XIX, publicando la mayor parte de los periódicos y el Boletín Oficial de la Provincia.
la orden de pago- de la compra -normalmente por subasta 50- de los alimentos,
combustible y efectos necesarios para el desenvolvimiento del establecimiento.

La reclusión de los pobres en los asilos tiene, aparte de su mera función de control
social, otra primordial: la reeducación moral. Junto al trabajo, cuyo ejercicio dignifica, al
pobre debe dársele también enseñanza cristiana, y por ello estos centros se dotan de un
capellán. El Reglamento de la Casa Asilo de Mendicidad de León reserva su Título IV
para esta figura, cuyas principales misiones son decir misa los días de fiesta, instruir a los
recogidos en la religión católica, vigilar la moralidad de todos los individuos de la casa y el
cumplimiento por su parte de los preceptos y obligaciones cristianas; también le
corresponden otras funciones más prosaicas, como presenciar la distribución diaria a los
pobres de las raciones de pan y alimentos en las horas marcadas para el almuerzo,
comida y cena (art. 29).

El título V establece las funciones del portero y su ayudante -que le suplirá en su


ausencia. En un principio, como ya vimos, no era un empleo retribuido, sino que fue
elegido de entre los mismos pobres. Igual sucede, conforme a lo establecido en el Título
VI del Reglamento, con los capataces, escogidos “de entre los pobres de mas juicio y
aptitud y las rectoras de las mugeres de mejores costumbres” (art. 40). En el artículo 41
se explicita que “Los capataces y rectoras deben saber el nombre y apellido de los
individuos de la seccion y hacer que estos cumplan las obligaciones que en este
reglamento se señalan ó señalaren, esceptuando lo concerniente á instruccion y labores
que pertenece á los encargados”. Se encargan asimismo de pasar “revista de aseo todos
los dias al tiempo de levantarse á los individuos de su seccion” (art. 42), y de vigilar,
dando parte al Administrador, las faltas que hayan cometido aquéllos (arts. 44 y 45). “Los
capataces y rectoras serán respetados por todos los individuos, recogidos en la casa y en
particular por los de su seccion”.

La admisión de los pobres se regula en el Título VII, así como su alimentación. En


las sesiones de la Junta de Beneficencia se trata repetidamente sobre las solicitudes de
admisión presentadas por vecinos de la ciudad -que son aceptadas- y por pobres de fuera
de la localidad, que salvo error -como el percibido en la sesión de 20 de febrero de 1856,
que afectaba a un mendigo oriundo de Valladolid 51- son normalmente rechazadas.
Además de ser vecinos o naturales de la ciudad de León, los pobres han de hallarse
50
En diferentes sesiones de la Junta se recogen estas subastas, como la del pan realizada en la sesión
de 20 de junio de 1855. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 40.
51
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 57.
impedidos o ser mayores de 60 años (art. 51), debiendo presentar además certificado
expedido por el Sr. Cura párroco de donde sean feligreses y con el visto bueno del
Alcalde de Barrio (art. 52).

A los pobres admitidos se les suministrará vestido “á saber: el de los hombres se


compondrá de chaqueta y pantalon de paño pardo, chaleco de estameña, tres camisas,
un par de zapatos, sombrero basto ó gorra y dos pares de medias ordinarias; el de las
mugeres, de tres camisas, un par de enaguas, un par de medias y otro de calcetas, un
par de zapatos, un manteo redondo, guardapié ó basquiña de estameña llamada
casera52, dos pañuelos para el cuello y otros dos para la cabeza” (art. 54). En las primeras
sesiones de la Junta se pone de manifiesto la precariedad de los medios con que cuenta
el Asilo en esta materia: en la sesión de 21 de abril de 1855 “La Junta acordó que se
hagan diez camisas mas de mujer con las que se completa el numero de sesenta que
siendo ya treinta las mujeres que viven en la Casa de Asilo es necesario este numero
para que puedan mudarse cada dos dias segun acuerdo (...). Igualmente se acordó que á
los pobres admitidos desde esta fecha y que por falta de vestuario no pueden tener
entrada en el establecimiento interin se arreglan las camas y los demas utiles que se han
encargado con urgencia vengan á tomar racion en Comunidad hasta el tanto que las
dificultades que motivan este acuerdo se orille” 53. En la sesión de 2 de mayo de 1855 la
Junta aprobó “visto el crecido numero de pobres que se hallan admitidos y siendo en su
mayor parte mujeres cuyo vestuario estaba todo destinado [que] se mandase hacer á la
mayor brevedad diez vestidos completos (...)54.

Prueba asimismo de esta precariedad es el hecho de que la Junta oficiase al


Administrador del Hospital de San Antonio Abad “para que la ropa que se lleven por
pobres de la Casa de Asilo y que por enfermedad pasen á aquel establecimiento y que en
el fallezcan, sea devuelta por pertenecer á esta Casa de Asilo de Mendicidad” (...)55.

En cuanto a la ración alimentaria, se preparaban tres comidas diarias, con una


ración diaria por individuo “de 24 onzas de pan: de ellas ocho para dos sopas en mañana
y noche; un rancho á medio dia de un cuarteron de legumbre para cada uno y siendo con
52
Especie de saya que cubría desde la cintura a los pies.
53
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 32.
54
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 33.
55
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 35. Con la mitad del valor de esa ropa el
Hospital oficiaba sufragios por el alma del difunto, mientras que la otra mitad era a beneficio del
Hospital. El problema no se había solucionado todavía en marzo de 1856, pues a él se hace referencia
en la sesión celebrada el 9 del mismo mes (AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl.
no. 58).
mezcla de berdura dos onzas, bien sazonado con grasa” (art. 56). A todas luces, una
dieta alimenticia escasa y reiterativa -se daba un extraordinario en algunas fiestas
señaladas (art. 57)-, pero sin duda mejor que la que muchos pobres podían obtener fuera
de los asilos.

El Título VIII se refiere a los socorros domiciliarios, que se facilitarán “á los


impedidos que no puedan ser trasladados al establecimiento atendiendo á la clase y
circunstancias en que se hallen y tambien á los enfermos que por la cualidad de
vergonzantes estén en igual caso. Se entenderá en uno y otro caso que hayan de tener
casa y familia” (art. 62). En la mayor parte de las reuniones de la Junta se adoptan
decisiones sobre la concesión de socorros domiciliarios, que solían ser atendidos con la
asignación de 30 reales, aunque en algún caso llegaron a 40 56.

En el Título XI se establece el reparto de actividades en la jornada diaria de los


pobres acogidos en el asilo. Del 1 de octubre al 31 de marzo se establece como hora de
comienzo de la jornada las 6 y media de la mañana; entre el 1 de abril y el 30 de
septiembre la hora de levantarse será las cinco (art. 66). Tras asearse y desayunar, cada
uno se dedicará a las labores que puedan desempeñar, en la casa o fuera de ella, hasta
las 12 de la mañana, estableciéndose después un breve descanso -hasta la una entre
octubre y abril y algo más el resto del año-, para volver al trabajo hasta la hora de la cena,
en los meses de invierno a las siete y en los de verano a las ocho y media. La hora de
recogida -con toque de campana, como al despertar- será las nueve de la noche en
invierno y en verano a las diez (arts. 67 a 72). Los jornales obtenidos con el trabajo en la
casa o fuera de ella, como ya vimos, constituyen ingresos del establecimiento, salvo la
tercera parte que se quedará el pobre que ha prestado el trabajo (art. 73).

Existirá un almacén a cargo del administrador (Título X) donde se guardarán los


víveres y también las prendas. Existirán dormitorios (Título XI) separados para uno y otro
sexo (art. 77); cada pobre tendrá su cama independiente compuesta de una tarima,
jergón, una funda o cabezal, dos sábanas de uso y dos para cambiar, una manta y una
cubierta (art. 78). Las camas estarán numeradas y en cada dormitorio habrá una lámpara
o farol luciendo toda la noche (arts. 79 y 80).

Los pobres sólo serán trasladados al Hospital de San Antonio Abad en caso de
enfermedad grave y cuando lo ordene el facultativo; en otro caso serán asistidos en la

56
Sesión de 2 de mayo de 1855. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 33.
sala o habitación con destino a enfermería en el propio asilo (Títulos XII y XIII, arts. 85 a
87).

Son causa de expulsión de la Casa Asilo de Mendicidad el ausentarse sin permiso


o la reincidencia en mal comportamiento (Título XIV, arts. 88 a 96). Los pobres vienen
además obligados a asistir a misa los días festivos y de precepto a la Iglesia que
determine la Junta de Beneficencia mientras no haya capilla en el centro (art. 98).

Es interesante comprobar los cambios que se introducen en el Reglamento en el


último año del siglo, ya en el período de la Restauración alfonsina. Por acuerdo del
Ayuntamiento de la ciudad, en sesión llevada a cabo el 31 de mayo de 1900, se aprobó
un nuevo Reglamento, del que sólo haremos mención en aquellas modificaciones
sustanciales57. Frente al anterior, cuenta sólo con 84 artículos y una disposición
transitoria. Desaparecidas las Juntas Municipales de Beneficencia, cuyas funciones han
sido absorbidas por las propias Corporaciones, el Ayuntamiento de León rige el Asilo a
través de una Comisión Municipal, cuyo presidente es el propio Alcalde. La Iglesia, antes
fundadora de centros, como la ya citada Arca de Misericordia u Obra Pía, antecedente del
Asilo de Mendicidad, pasa a ser aportadora de personal asistente; así se explica que el
gobierno de la Casa se encuentre realmente en manos de las Hijas de la Caridad,
Congregación extendida por todos los centros benéficos del país y con la que el
Ayuntamiento ha celebrado un contrato para su instalación en el Asilo. El Título IV del
Reglamento reformado se ocupa de sus funciones, que abarcan todos los aspectos de la
asistencia en el centro. La secretaría del centro será llevada ahora por un escribiente
(Título V), en lugar del antiguo oficial municipal, que sustituirá al Administrador en
ausencias y enfermedades y asistirá como secretario a todas las sesiones que celebre la
Comisión Municipal, levantando acta de los acuerdos que se tomen. La distribución del
tiempo diario (Título X) parece ahora más racional: la hora de levantarse es las siete y
media -en lugar de las seis- en invierno y el resto del año a las seis -antes, a las cinco-,
permaneciendo idéntico el resto.

4.4. Problemas de estructura y reformas del edificio.

Desde un principio se pusieron de manifiesto las insuficiencias del establecimiento


de acogida. En la sesión de 4 de noviembre de 1855 58 se tomaron medidas para combatir

57
También fue impreso en la Imprenta Miñón. BPL, LOC.1248.
58
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 51.
el intenso frío que afectaba a los pobres de la casa -lógico por otra parte en una ciudad
como León: “Se acuerda en atencion ál frio intenso que se advierte en las habitaciones
del Asilo tanto por ser estas demasiado grandes como por haber estado hasta ahora sin
ocupar, poner dos ó tres braseros, encargando al Sr. Administrador haga la distribucion
de estos en las habitaciones que ofrezcan mas comodidad y economia”.

Los problemas de infraestructura del centro se habían ya detectado anteriormente.


Así, en la sesión de 2 de mayo del mismo año se acordó “oficiar al M. I. Ayuntamiento
para que, si lo tiene por conveniente, en atencion á ser de absoluta necesidad para la
ventilacion de ropas y demas desahogo de la Casa de Asilo se sirva desauciar al
Delegado de la parada de caballos de la Nacion é igualmente á D. Andres Blanco
arrendatario del huerto contiguo á los corrales que se hallan ocupados por los caballos y
demas oficinas de los mozos que están para su cuidado”. 59
El Ayuntamiento aceptó esta
propuesta, según comunicación leída en la sesión de la Junta de 30 de mayo 60. La
escasez de espacio hizo que tuvieran que habilitarse como habitaciones para hombres los
salones del piso superior, obra hecha por los mismos pobres de la casa 61. La propuesta
de realización de estas obras motivó que se desechara la idea del Gobernador Civil de
trasladar el asilo al Hospital 62. El deterioro del centro fue sin embargo en aumento, debido
tanto a la vetustez del edificio como a la falta de fondos para su mantenimiento, de modo
que la Junta propuso que el Ayuntamiento contratara a los pobres del asilo para hacer el
servicio del barrido de las calles, cediendo la gratificación que por este servicio les
correspondiera al centro para efectuar las obras necesarias 63.

Dichas obras, no obstante, no se llevaron a cabo hasta 1868, en que se redactaron


dos proyectos para reparar el edificio, que se encontraba en muy mal estado. En el
primero64, el arquitecto municipal manifiesta que, después de haber reconocido
“detenidamente la casa destinada á asilo de mendicidad, he observado que parte del
tejado viejo se halla bastante deteriorado y con muchas goteras que pueden producir
graves perjuicios en el edificio (...). El piñon del muro del Norte contiene parte de una
chimenea vieja, que se halla desprendida del resto de la pared, mal apuntada y propicia á
caerse; para evitar las desgracias que puede ocasionar, es indispensable desmontar la
parte de la ya citada chimenea y tabicar su hueco.” A continuación el arquitecto se refiere
59
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 33.
60
AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 36.
61
Sesión de 30 de junio. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 41.
62
Sesión de 12 de julio. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 42.
63
Sesión de 4 de enero de 1856. AML, Sección 9 (Libros de Acuerdos), Caja 728, Libro 2, fl. no. 56.
64
AML, Sección 8 (Obras), (Sección Expedientes Diversos), Caja 721, Legajo 24, nº 1.
a muchas otras mejoras necesarias, como los techos y paredes de dos salas y una
alcoba, caja de escalera y pasillos, los suelos de otro pasillo y “un cuarto apuntalado, con
las paredes quebrantadas y las maderas del suelo y techo resentidas; el serbicio que se
puede dar á este cuarto no recompensa los gastos que exige; por lo que proponemos se
tabique su entrada para impedir su uso”.

En este primer proyecto, cuyo presupuesto asciende a 198 escudos 930


milésimas65, el arquitecto afirma que “Las obras indicadas en esta ligera memoria
descriptiva, no son todas las que hay necesidad de egecutar en la casa destinada á asilo
de mendicidad; sino que ademas son indispensables otras que no incluimos en este
proyecto por no aumentar su presupuesto; pero si formaremos otro proyecto de las obras
restantes para que el M.I. Ayto. vea con claridad todo lo que debe hacerse antes de que
la comunidad pase á ocupar el edificio”. El segundo proyecto66, más detallado, se refiere a
las obras que no son necesarias para la conservación del edificio, pero sí “de mucha
importancia para satisfacer las necesidades que exige el serbicio á que se destina”. El
presupuesto total de este segundo proyecto ascendía a 259 escudos 580 milésimas.

El mal estado del edificio motivaría, al cabo, el traslado de la Casa-Asilo de


Mendicidad y de los en ella acogidos a un nuevo edificio. Así, desde 1915 se encuentra
ubicado, con el nombre de Residencia Municipal Virgen del Camino, en la Avda. San
Mamés, 8, de León. En la actualidad, según la información institucional proporcionada por
el propio Ayuntamiento, es un centro gerontológico abierto, de desarrollo personal y
atención socio-sanitaria interprofesional, en el que viven permanentemente 84 residentes
o están durante el día personas mayores -con diez plazas para Residencia de día-, de
ambos sexos, con diversos grados de dependencias (en la foto, fachada del actual
edificio).

65
Un escudo equivalía a diez reales, y el real equivalía a la peseta (VICENS VIVES, J.: Manual de Historia
Económica de España. Ed. Vicens-Vives, Barcelona, 1964 [3ª. ed.]. Páginas 647-648).
66
AML, Sección 8 (Obras), (Sección Expedientes Diversos), Caja 721, Legajo 24, nº 2.
5. CONCLUSIÓN.

No ha sido, ni puede ser, la intención de este trabajo llevar a cabo un estudio


exhaustivo de la historia del Asilo de Mendicidad de León. Hemos visto cómo tal estudio sí
se ha llevado a cabo en otras instituciones benéficas leonesas, en particular las de ámbito
provincial, por lo que no descarto realizarlo más adelante.

En cualquier caso, hemos podido comprobar cómo en la búsqueda de la


salvaguardia de sus privilegios la burguesía terminará por configurar un sistema de
protección social de carácter permanente que en la esfera municipal estará protagonizado
por las instituciones asilares -además de los socorros domiciliarios, de los que también
hemos hablado.

La concepción que de la asistencia social, como primitivo sistema de previsión


social, tiene esta clase burguesa, es en un primer momento herencia y continuación de
las instituciones de beneficencia propias del Antiguo Régimen, con la característica
primordial de la paulatina sustitución de la Iglesia como organismo benefactor a favor de
las entidades dependientes de las Administraciones Locales, ya sean provinciales -en las
épocas de predominio del partido moderado-, ya municipales -con los progresistas. No
obstante, a finales del siglo XIX se observa una reincorporación de la Iglesia a las tareas
benéficas, aunque ya no tanto en la administración de las mismas como de su efectivo
desarrollo a través de la participación en las instituciones de Asistencia Social Pública
mediante la aportación de personal especializado, cuyo ejemplo más destacado es el de
la Congregación de las Hijas de la Caridad.

En España, por tanto, el modelo del moderno Estado de Bienestar tardará todavía
mucho en implantarse: no será hasta la Constitución Española de 1978 cuando aparecerá
un verdadero Sistema de Seguridad Social amparador de todas las situaciones de
necesidad, con independencia de la adscripción social de la persona necesitada de
protección, aunque de hecho estas modernas formas de previsión social siguen
conviviendo con la Beneficencia de índole municipal o provincial, como ejemplifica la
pervivencia de instituciones como Casas de Socorro o Asilos, en el primer caso, u
Hospitales Provinciales Generales o Psiquiátricos, en el segundo.
6. BIBLIOGRAFIA.

• CARASA SOTO, P.: Historia de la beneficencia en Castilla y León: Poder y pobreza en


la sociedad castellana. Valladolid, Universidad, Secretariado de Publicaciones, 1991.
• CASTRO ALFIN, D.: “Las necesidades sociales y su cobertura: 1800-1868”, en Historia
de la Acción Social Pública en España. Beneficencia y Previsión. Madrid, Ministerio de
Asuntos Sociales, 1990.
• PRATT, A: Los salvadores del niño o la invención de la delincuencia. Madrid, Siglo XXI,
1983.
• RODRÍGUEZ CABRERO, G. y CODORNIU, J.M. (Coord.), Las entidades voluntarias
en España. Institucionalización, estructura económica y desarrollo asociativo. Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 1996.
INDICE
Páginas

1. BENEFICENCIA Y ASISTENCIA SOCIAL EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX 1–4

2. LA BENEFICENCIA MUNICIPAL EN EL SIGLO XIX 4–8

3. POBREZA Y ASISTENCIA SOCIAL EN LEÓN DURANTE EL SIGLO XIX 8 – 12

4. LA BENEFICENCIA MUNICIPAL EN LEÓN: LA CASA ASILO DE MENDICIDAD

4.1. La creación del asilo 12


– 15

4.2. Recursos económicos y humanos 15


– 17

4.3. Reglamento del establecimiento 17- 22

4.4. Problemas de estructura y reformas del edificio 22 – 24

5. CONCLUSIÓN 24 – 25

6. BIBLIOGRAFÍA 25

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