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Amplificación para armar: luz e hipersonido

Guillermo Rozas1

Resumen
¿Qué sonido hace el color rojo? ¿De qué color es la nota LA?... ¿Le parecen extrañas
estas preguntas? No se preocupe, lo son. Pero no están tan lejos de otras preguntas
que sí son muy reales: por bizarro que parezca, la luz y el sonido pueden
interaccionar entre sí. Se puede controlar la luz con el sonido y viceversa, el
problema es que este fenómeno es muy débil. Así y todo, es un fenómeno
interesante no solo desde el punto de vista de la ciencias básicas, sino también
porque podría tener las más variadas aplicaciones prácticas. Actualmente varios
grupos de investigación trabajan tratando de amplificar la interacción entre la luz y
el sonido hasta que sea un proceso lo suficientemente eficiente como para pensar
en aplicaciones. Este artículo trata del por qué y el cómo.

Résumé
Quel son fait la couleur rouge? Quelle est la couleur de la note LA ? Ces questions,
vous paraissent-elles étranges? Ne vous inquiétez pas, elles le sont. Mais elles ne
s’éloignent pas trop d'autres questions qui sont en effet très logiques : aussi bizarre
que cela puisse paraître, la lumière et le son peuvent interagir entre eux. La lumière
peut être manipulée à travers le son et vice versa. Même si ce phénomène est très
faible, il est d’un grand intérêt non seulement pour la recherche fondamentale,
mais aussi du fait des applications pratiques les plus variées qu’on pourrait faire.
Actuellement plusieurs groupes de recherche essayent d'amplifier l'interaction
entre la lumière et le son jusqu'à ce qu'il devienne un processus suffisamment
efficace pour envisager des applications. Dans cet article nous analyserons le
pourquoi et le comment de ce phénomène.

Conectando la luz y el (hiper)sonido

En la vida cotidiana estamos acostumbrados a ver a la luz y al sonido como dos cosas
completamente distintas y sin relación entre sí. La luz viaja a través de materiales sólidos
transparentes, el aire y el vacío, a velocidades de cientos de miles de kilómetros por segundo2;
pero no se propaga a través de un material opaco como el acero. El sonido viaja por cualquier
material sólido, líquido o gaseoso, a velocidades de pocos miles de metros por segundo3; pero no
se propaga en el vacío. Sin embargo, un hilo conductor los relaciona a un nivel más profundo:

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tanto la luz como el sonido son ondas, fluctuaciones en el medio que les sirve de soporte. La
primera es una onda en el campo electromagnético, el segundo es una onda en la materia; de allí
sus capacidades distintas de propagarse o no en el vacío. Siendo ondas, tanto la luz como el
sonido tienen una velocidad definida, una frecuencia y una longitud de onda (Figura 1), y
responden a ecuaciones matemáticas muy parecidas. En la práctica, podemos trabajar con
ambas ondas como si fueran esencialmente lo mismo.

Figura 1: La longitud de onda λ (la


distancia entre dos valles o dos crestas
consecutivas) está directamente
relacionada con la frecuencia f y la
velocidad de la onda v a través de la
ecuación λ. f = v

La luz y el sonido pueden interaccionar entre sí, es decir, pueden afectarse el uno al otro. Sin
embargo, no nos encontramos a menudo en condiciones de apreciarlo. En el primer número de
esta revista discutíamos las posibilidades de usar esta interacción entre luz y sonido, la creación
y destrucción de sonido cuando la luz interacciona con un objeto, para estudiar las propiedades
del mismo, su estructura y composición (Rozas, 2009: Ensemble 1). De la misma descripción,
sin embargo, se desprendía que esta interacción era normalmente muy débil a muy altas
frecuencias: típicamente alrededor del 0,000000001% de la luz que llegaba a un objeto se veía
afectada por las ondas de sonido presentes en él. A pesar de ello, cabe hacerse la pregunta:
¿podemos usar esta interacción para generar y controlar sonido usando luz, o generar y
controlar luz usando sonido? ¿es posible construir un transductor de luz en sonido (y viceversa)
que sea eficiente?

La respuesta no es tan simple. Bajo condiciones particulares, especialmente a bajas frecuencias


sonoras (longitudes de onda largas), se pueden aprovechar los cambios en el índice de refracción
producidos por la onda de sonido para modificar la frecuencia y/o desviar un haz de luz4.
Existen comercialmente equipos, denominados moduladores acusto-ópticos, compuestos por
un cristal de un material transparente (cuarzo, sílice u otros) que puede ser excitado
externamente para generar una onda de sonido en su interior. Si la fuente de sonido está
apagada, la luz de un láser lo atravesará sin problemas. Pero si el sonido está presente, la luz del
haz será desviada apreciablemente de su camino original, permitiendo “apagar” la señal que
transporta (Figura 2). Al no tener partes mecánicas, la única limitación a la velocidad de este
dispositivo (que funciona como un interruptor on-off) será qué tan rápido se puede encender y
apagar la onda de sonido, lo cual está limitado a su vez por la frecuencia del mismo. Cuanto más
alta la frecuencia, mayor la velocidad de encendido-apagado o modulación. Actualmente los
moduladores de mayor velocidad trabajan en el rango de unos pocos cientos de megahertz (1
MHz = 1.000.000 de ciclos por segundo), es decir, pueden encender y apagar una señal a razón

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de 100.000.000 de veces por segundo. Muy rápido, pero en industrias como la de las
telecomunicaciones, más rápido siempre es mejor.

Figura 2: Esquema de
funcionamiento de un
modulador acusto-
óptico: si no hay sonido
la luz lo atraviesa de
izquierda a derecha sin
desviarse. Con la onda de
sonido presente, la luz se
desvía y nunca llega al
detector del otro lado del
modulador.

Si fuera posible reproducir este sistema a mayores frecuencias, de cientos de gigahertz (GHz) o
incluso algunos terahertz (1 THz = 1.000 GHz = 1.000.000 MHz), esto multiplicaría la velocidad
de los dispositivos por un factor 10.000. Sin embargo, nos chocamos aquí con una pared
aparentemente infranqueable: la eficiencia de este proceso, la fuerza que ejerce el sonido sobre
la luz, disminuye rápidamente al acortarse la longitud de onda del primero. Lo hace a tal punto
que para sonido con frecuencias de THz, con longitudes de onda de algunos nanómetros (1 nm =
0,000.000.001 metros) la interacción es prácticamente despreciable: la luz atravesaría el
modulador casi sin ser afectada. Inversamente, existen ciertas aplicaciones en las cuales sería
interesante poder generar sonido de THz a partir de la luz. Por ejemplo, sería posible extender
las técnicas de ecografía, hoy limitadas a algunos MHz (y, por lo tanto, a algunos micrómetros
de resolución), para realizar estudios no destructivos con resolución nanométrica en piezas
industriales5.

Se hace evidente entonces que debemos buscar alguna manera de amplificar la interacción luz-
sonido si queremos utilizar este efecto de forma práctica a frecuencias de THz. Se abren aquí dos
caminos: aumentar la intensidad del sonido y la luz en el punto en que se encuentran,
incrementando la probabilidad de que interaccionen; o cambiar la interacción completamente
por otra con una mayor eficiencia. En las próximas dos secciones profundizaremos un poco más
sobre estas dos posibilidades.

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Cuando las ondas se confinan: cavidades ópticas y acústicas

Las ondas tienen una propiedad muy útil: cuando sumamos dos ondas de la misma frecuencia,
el resultado es una nueva onda con la misma frecuencia que las anteriores, y cuya amplitud es la
suma de las mismas. Dependiendo de la posición (la fase) de los valles y crestas de ambas ondas
al momento en que se encuentran esta suma o interferencia puede ser constructiva, donde la
intensidad final es mayor a la de cada una por separado, o destructiva, resultando en una
intensidad menor a la inicial y que incluso puede ser cero (Figura 3). Entonces, si pudiéramos
construir un sistema en el cual la misma onda pasara una y otra vez por el mismo lugar, siempre
con la misma fase, su amplitud en ese lugar iría en aumento con cada pasada y podríamos
conseguir una gran intensidad casi “gratuitamente”.

Figura 3: Dependiendo de si las crestas de dos


ondas coinciden o no al juntarse, la suma de
ambas puede dar lugar a una interferencia
constructiva (arriba) o destructiva (abajo)

Este sistema existe y es lo que se denomina una cavidad resonante, óptica o acústica
dependiendo de la onda en cuestión. La misma consta de dos espejos (ópticos o acústicos)
enfrentados: la onda está atrapada o confinada entre ellos y, al reflejarse alternativamente de un
espejo a otro, interfiere consigo misma. Si la distancia entre los espejos es precisamente un
número entero de medias longitudes de onda, la onda retornará al mismo punto siempre con la
misma fase, interfiriendo siempre constructivamente e incrementando la intensidad con cada
viaje. Eventualmente las pérdidas naturales del sistema evitarán que dicha intensidad siga
creciendo indefinidamente, pero el estado de equilibrio final será uno en el que obtendremos
una fuerte amplificación de la luz o el sonido dentro de la cavidad (Figura 4). Esta amplificación
es utilizada, por ejemplo, para incrementar la intensidad de la luz en un láser y permitirle
funcionar como tal6.

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Figura 4: Perfil de intensidad del
campo electromagnético asociado a la
luz al atravesar una cavidad resonante.
La luz entra por la izquierda a través del
primer espejo (que no tiene una
reflectividad del 100%) y se amplifica en
el espaciador central (sector negro).

Pensemos ahora que tenemos en una región del espacio una cavidad que confina sonido de THz,
y en el mismo punto una cavidad que confina la luz de un láser. Esto es posible porque dijimos
que el tamaño importante de la cavidad, la separación entre los espejos, tiene que ser del orden
de la longitud de onda de lo que queremos confinar y amplificar. Como el sonido de THz tiene
longitudes de onda de algunos pocos nanómetros, y la luz utilizada típicamente es de algunos
cientos de nanómetros, la cavidad acústica completa puede caber fácilmente dentro del
espaciador central de la cavidad óptica (Figura 5).

Figura 5: Esquema de una cavidad


resonante para luz y sonido. Cada
espejo está formado por una multicapa
de materiales semiconductores, de
algunos nanómetros de espesor en el
caso acústico y algunos micrómetros
para los ópticos. La cavidad acústica
completa (espejos incluidos) es lo
suficientemente pequeña como para
caber dentro del espaciador de la
cavidad óptica, permitiendo amplificar
luz y sonido en el mismo lugar.

(Fuente: Trigo, 2002: 227402)

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La amplificación simultánea de la luz y el sonido en un mismo punto incrementa notablemente
la interacción entre ambos (Trigo, 2002: 227402; Lacharmoise, 2004: 3274) . Esta interacción
es proporcional a la intensidad de ambas ondas, por lo que amplificando la luz y el sonido en un
factor 100 cada uno por separado, por ejemplo, la interacción aumentará en un factor 10.000.
Este tipo de amplificaciones no son difíciles de conseguir para el caso de la luz, pero para el
sonido de THz las pérdidas asociadas a la calidad de las muestras y a las propiedades intrínsecas
de las ondas acústicas a estas frecuencias hacen que incluso amplificaciones de un factor 10 sean
difíciles de lograr (Rozas, 2009: 015502).

Tanto las pruebas de concepto de estas dobles cavidades resonantes para luz y sonido, como las
primeras investigaciones sobre las propiedades reales de confinamiento y amplificación de las
cavidades acústicas de THz, son parte de un extenso proyecto de colaboración entre el
Laboratorio de Propiedades Ópticas del Centro Atómico Bariloche (Argentina) y el Institut des
NanoSciences de París (Francia). Actualmente el esfuerzo de las investigaciones está focalizado
en entender los factores limitantes para estas cavidades acústicas de THz, y en cómo a través de
diferentes diseños de cavidades sería posible evitarlos.

Cambiando las reglas de juego: otras interacciones

La amplificación de la intensidad de la luz y el sonido por sí sola no es suficiente para poder


construir transductores de luz y sonido eficientes. Si tomamos una onda de sonido con la
mínima intensidad posible y hacemos lo mismo con una onda de luz7, la probabilidad de que se
afecten es extremadamente baja. Acumular mucha intensidad de cada una lo único que hace es
enmascarar el problema de base, pero no alcanza como solución real. ¿Existe la posibilidad de
cambiar la forma de interacción de forma tal que la probabilidad inicial sea mayor, aun antes de
aumentar las intensidades? La respuesta es que sí, y hay varias líneas de investigación en tal
sentido.

Para entender mejor cómo podríamos modificar esta interacción tendremos que ir un poco más
atrás y entrar en el detalle de la misma. Realmente la interacción entre luz y sonido no es
directa, sino que se realiza indirectamente a través de los electrones del medio. Cualquier
material es un conjunto de cargas positivas (núcleos atómicos) y negativas (electrones),
ordenadas. Una onda en un medio material es un movimiento oscilatorio y periódico de los
átomos, es decir, de cargas eléctricas. Por otro lado, las cargas eléctricas, y en especial los
electrones, responden muy bien a los campos electromagnéticos y pueden afectar y ser afectados
por las ondas en esos campos. En otras palabras, pueden afectar y ser afectados por la luz. La
imagen simplificada que podemos hacernos entonces es que el sonido hace oscilar los
electrones, y los electrones afectan a la luz. Inversamente, el campo electromagnético oscilatorio

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asociado a la luz mueve los electrones, y este movimiento de cargas termina trasladándose a un
movimiento de los núcleos atómicos del material, es decir, termina produciendo sonido.

Vemos entonces que los actores principales (en las sombras) de todo esto son los electrones.
Vale aclarar además que la interacción entre los electrones y la luz es bastante fuerte y no es el
factor limitante. El problema en esta cadena de relaciones es la interacción entre sonido y
electrones. En un material normal una onda de sonido de baja intensidad modifica muy poco la
posición de los átomos, típicamente del orden del 0,0005%. Este cambio, si bien perturba un
poco a los electrones, no es precisamente un terremoto. La idea de usar cavidades acústicas,
expuesta en la sección anterior, propone aumentar ese movimiento. Sin embargo, mover los
átomos del material no es la única forma que tiene el sonido de perturbar a los electrones.

Entran a jugar aquí una serie de materiales denominados piezoeléctricos. En estos materiales,
una deformación (un cambio en su tamaño y/o forma) provoca un campo eléctrico dentro del
mismo. Este efecto lo vemos cotidianamente en los encendedores de chispa de las cocinas de gas
o el “magic-click”: en ellos un pequeño cristal piezoeléctrico es deformado a tal punto que el
campo eléctrico generado entre un extremo y otro del mismo hace saltar una chispa. En nuestro
caso, lo que tendremos es que el sonido (una onda de deformaciones en el material) será capaz
de generar un campo eléctrico oscilatorio y periódico, el cual moverá los electrones. Bajo las
condiciones adecuadas, esta interacción podría ser mucho más intensa que la que se obtiene de
la deformación por sí sola, dando lugar a otra forma de amplificación de la señal.

Figura 6: En multicapas basadas


en GaInAs/AlAs la deformación
intrínseca introducida durante la
fabricación genera campos
eléctricos permanentes que tienen
la periodicidad de la muestra. Una
onda de sonido con la misma
periodicidad modifica directamente
estos campos y permitiría acoplarse
eficientemente con los electrones.

Varios grupos de investigación están estudiando las posibilidades de utilizar esta interacción
piezoeléctrica para aumentar la interacción entre luz y sonido, especialmente en ondas de
sonido superficiales (Rocke, 1997: 4099). Durante los últimos años, en el Laboratorio de
Propiedades Ópticas de Bariloche estamos investigando su aplicación en muestras
nanoestructuradas, es decir, formadas por componentes con tamaños típicos de algunos
nanómetros. En particular, estudiamos multicapas periódicas y cavidades acústicas basadas en

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los semiconductores arseniuro de aluminio (AlAs) y arseniuro de galio e indio (GaInAs). Este
tipo de estructuras pueden ser crecidas depositando capa tras capa de cada material, lográndose
una muy alta calidad con control a nivel atómico, y presentan campos eléctricos internos
permanentes como resultado del proceso de fabricación8. La idea detrás de estas estructuras
está esquematizada en la Figura 6: en ausencia de sonido, el campo eléctrico en cada capa tiene
un valor dado por su deformación intrínseca. Cuando hay sonido presente con la longitud de
onda correcta (una bicapa), este modifica los campos de la misma forma en cada capa a lo largo
de toda la nanoestructura, dando lugar a un efecto colectivo potencialmente importante sobre
los electrones. Actualmente las investigaciones están abocadas al estudio de las propiedades
básicas de los materiales a utilizar, los campos piezoeléctricos estáticos generados y el efecto del
sonido sobre los mismos y los electrones (Rozas, 2005: 035331; Rozas, 2008: 165314).

Comentarios finales

La amplificación de la interacción entre el sonido de terahertz y la luz, al punto de hacerla lo


suficientemente intensa como para pensar en aplicaciones eficientes, no es una tarea sencilla.
He presentado aquí dos posibles aproximaciones al problema, las cuales aún requieren de
estudios más profundos pero que prometen jugar un rol importante en algún tipo de solución
futura. Tanto las cavidades ópticas y acústicas como la utilización de campos piezoeléctricos
como mediadores entre sonido y electrones son técnicas probadas (e incluso aplicadas) a
frecuencias de MHz de incluso unos pocos GHz. El desafío ahora es empujar los límites de las
mismas hasta hacerlas eficientes en el rango de los THz.

Notas
___________
1. Becario doctoral del Conicet. Laboratorio de Propiedades Ópticas, Instituto Balseiro y Centro Atómico
Bariloche. Argentina. E-mail: rozasg@ib.cnea.gov.ar
2. Exactamente 299.792,458 km/s en el vacío, muy poco menos (0.03% menos) en aire, y alrededor de
150.000 km/s en vidrio. El cociente entre la velocidad de la luz en el vacío y su velocidad en un medio
cualquiera es lo que se denomina el índice de refracción del medio.
3. Alrededor de 340 m/s en aire, y cerca de 5.000 m/s en acero.
4. El sonido produce cambios periódicos de densidad en el medio en que se propaga. Estos cambios
modifican a su vez el índice de refracción (es decir, la velocidad de la luz) de forma periódica, creando una
red de difracción en el material que permite redirigir un haz de luz monocromática. Este efecto acusto-
óptico fue predicho por L. Brillouin en 1922 (Brillouin, 1922: 88).
5. Lamentablemente el sonido de THz requiere de un material relativamente rígido para propagarse, y no
puede hacerlo en líquidos o gases. Por esta razón no sería eficiente para nano-ecografías médicas.
6. En un láser hay un emisor de luz (sólido o gaseoso) que al ser iluminado con luz de la longitud de onda
correcta emite luz con idénticas características. Al colocar este emisor en una cavidad óptica la misma
provee una retroalimentación de la luz emitida, amplificándola y generando una “cascada de emisiones”
que eventualmente producen el haz láser.
7. En un lenguaje más técnico, lo que llamo “la mínima intensidad posible” es una partícula o cuanto de luz
o sonido, un fotón y un fonón respectivamente. Estas son las mínimas unidades posibles de una onda, y se
derivan de un tratamiento cuántico de las ecuaciones que la describen.
8. Estos dos materiales tienen distancias interatómicas ligeramente distintas (1%). Al ser obligados a
formar una única estructura, uno de los dos materiales tiene que deformarse para acomodarse al otro y, en
un material piezoeléctrico, esto produce la aparición de un campo eléctrico permanente.

Amplificación para armar: luz e hipersonidos, Guillermo Rozas


Bibliografía
__________________
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