CUENTOS
DE MARAVILLAS
Graciela Montes
Ar
LOS SIETE PARES
DE ZAPATOS ROTOS
Habia un hombre muy pero
Una hija muy hermos
» también, pe
junto a ka cama,
pares, nada menos! Asi, no hay fortuna que al
hica sale de nocheda noche, cerraba el cuarto, y no con una sino con sie-
¢ Haves,
Se pasaba la vida preguntando a los peones, a los
vecinos, a los arrieros... Pero nada, Nadie la vei salir.
Nadie la veia entrar. Ni los perros ladraban. Pero ahi es
taban, cada ma
1ana, los siete pares de zapatos rotos,
Ya estaba cansado el hombre de un misterio que le
sala tan caro, asi que mand6 avisar por el pueblo y en
los pueblos vecinos que el que le explicara la raz6n de
los zapatos rotos podria casarse con Filomena, la des-
trozona. Aunque, eso sé si fallaba en el intento tendria
que resignarse a morir de mala manera, a machetazo
limpio. Asi fue el trato (el hombre era caprichoso).
Y sin embargo, con todo, hubo mas de uno que es
tuvo dlispuesto a correr el riesgo de ka apuesta, con lo
peligrosa que era, un poco porque Filo
linda y oto poco porque ent el mejor partido de la re
gid, y el que se ca
ella podia estar seguro de
despedirse para siempre de
la pobreza.
Primero vinieron los mo:
208 ricos, después los me
nos ricos, y después los
arrieros y los peones. Todos
espitron, pensaron y ataron
cabos, pero ninguno develé
el secreto. Y uno a uno p
saron todos por el filo del
machete, pobre gente,
2
Hasta que la noticia del misterio y de la apuesta te
mrible empez6 a corer por el mundo y Ilegé hasta el
pueblito de Ramon, un muchacho muy pobre y tam-
ign muy vivo, muy ingenioso.
Ramen quiso probar. Le gustaban mucho los acertjos.
Ensill6 su caballito, ente6 a galopar, atravesé medio
mundo, por lo menos, y Hegé por fin a los pagos de Fi
ca de la casa de Ios misterios
lomena. Ya andaba ce
‘cuando se encontré con un ranchito pobre y una vieja
revieja que tostaba maiz en la puert
a saludé Ramon-, aque
“Buenos dias, mama vieja
Buenos dias, hijo ~salud6 la vieja, y lo invité con
tun mate-, Aci, desde hace un tiempo, no se cuenta
mas que un cuento: el cuento de los zapatos r0tos. Y
y mueren a
de los que quieren adivinar y no adivin:-Lo que otros no adivinaron —dijo Ramén, y le dio
lun sorbo al mate~ ya lo voy
Se ve au
a la vieja revieja le hizo gracia ese foras-
tero tan confiado, porque se decidié a ayudarlo con al
unas magias secretas que teni
—Mire
ce caso, tal vex pueda
mbhijo ~explic6-, si presta atencin y me ha
idivinar lo que los otros no adi-
Vinaron. Tome este gallito ~y le dio uno blanco de cres
ta muy roja~ y escuche lo que le digo: cuando el galli-
to cante, va a saber que son
tirse en hormiga.
s doce, hora de conver-
=n hormiga, dice? ~Ramon casi se atraganta con el
0 Si que no Io esperaba-. 2Y cémo se hace?
il. Se dice: "Por la virtud de Maria, que me
convierta en hormiga’, y listo. Después va y se mete en
4a habitacion de la Filomena por el ojo de la cerraduna
y ahi ya va lo que hay que ver y va a hacer lo
ue hay que hacer,
Ramén dio las gracias, se despidi6 y al ratito nomas
legaba a la casa del rico,
Golpes las manos.
Vengo a adivinar el misterio ~dijo en cuanto sa
ron a recibielo
log’ stbe las condiciones? “pregunt el padre de Fi
-Si, senior, ya las conozco dijo Ramén.
~Pase, entonces.
Y entré Ram6n en la casa més rica que habia visto
fen su vida, toda llena de muebles, con alfombras y con
™
continas. Un palacio pa-
recia, Al rato la vio a Fi
lomena, con sus tren-
zas negras y su sontisa,
y se alegré de haberse
metido en la
Después de cenar,
todos se fueron a dor
mir, También Ramé
con el gallo blanco b
jo el brazo.
Se hicieron las doce
el gallo canto, Ramon SA
dijo “Por la virtud de
Maria, que me convier
ta en hormiga", y en
cuanto termind de decitlo nots que la una de la pa
1a. como una montana. Enton-
del gallo se le
ces sali corriendo, atraveso
puerta de la habitacién de Filomena, se metié por el
ojo de la cerradura y tuvo ocasién de ver Ia cosa m:
ordinari
Filomena se habia quitado los vestidos, s
casa hasta dar con la
e habia col-
ado un morral con los siete pares de zapatos flaman-
tes y se estaba pintando con una especie de engrudo
blanco todo el cuerpo. Después se pas6 engrudo negro
sobre el engrudo blanco. ¥ después se revoles en una
‘manta lena de plumas que habia en el suelo, junto a
la cama, No terminé de emplumarse, cuando se achi-6: en menos de un suspiro se convirti6 en pF
bien el morral se achicd. Y fa hormiga Ramon apenas si
tuvo flempo de treparse a un ala antes de que el paja
ro Filomena saliese volando por un hueco de la pared
que nadie habia
Volaron por pueblos, monfes, campos, y ctuzaron
notado nunca de tan estrecho que era.
un rio de aguas beillantes
~Adiés, rf de aguas brillantes salud Filomena
desde el aire
wAdi6s, Filomena hermosa —saltudé el rfo-. Y adios a
tw companta
“Qué compaiia traje yor", pens6 Filomena, “Este rio
esta loco,
Y siguid volando.
Pasaron por un pedregal de perlas.
—Adi6s, pedregal de perlas ~saludé Filomena:
~adiGs, Filomena hermosa —saludé el pedregal-.
adios ata compasta
“No sé qué les past hoy al rio y al pedregal. 2e
dénde sacan que ando con compania?
Pasaron por un huento de oro y de plata
AAdi6s, fhwerto dorado —salud6 Filomena
~Adiés, Filomena hermosa —saludaron las hojas de
Ios arboles, y, antes de que Filomena terminara de pa
sar, gritaron a coro: ¥ adie a cu compania.
Filomena se quedé un poco preocupada con esos
saludos tan extranos, pero siguid volando hasta que
poco antes de egar 2 1a ofila del smurtdo, justo donde
fe estan por acabar las costs, empezaron a ofrse as
juitareas y los bombos. Era la musica encantida de lagran bailanta, de la bailanta endiablada: jla Salamanca!
Filomena entr6, y en cuanto entro dejé de ser pj
ro, se hizo persona y siete diablos la tomaron de la ma~
no para sacarla a bailar.
Ram6n se qued6 escondido junto al umbral de la
jerta viendo c6mo la linda Filomena y otras mucha-
chas j6venes y lindas como ella tenfan que bailar y bai-
lar, y seguir bailando aunque se cayesen de cansancio.
Zambas, ciclitos, escondidos, chacareras, de todo bailé
Filomena, hasta gastar, uno tras ofo, los siete pares de
zapatos nuevos que se habia Hevado en el morral.
‘Amanecis por fin y la musica se fue apagando.
Filomena guard6 sus siete pares de zapatos rotos y
volvi6 a hacerse pajaro, como antes. Y, como antes, Ra
mon se trep6 al ala y regresaron a la casa a todo vuclo.
Cruzaron el huerto, el pedregal, el rie. Cruzaron
campos, montes, pueblos, Por el mismo hueco se me-
Hieron en Ia habitacion, ¥ Ia hormiga Ramon salié por
cl ojo de la cerradura, del mismo modo en que habia
entrado, Justo a tiempo, porque acababa apenas de
atravesarlo cuando volvi6 a ser hombre (y ya se sabe
que para ser hombre hay que dejar de ser hormiga).
Al dia siguiente se habia juntado un gentio en el patio
de la casa. Todos venian a ver como el nuevo preten-
diente perdia primero la apuesta y después la cabeza,
=Ha Hegado su hora, mocito dijo el padre de Filo-
~Asi es dijo Ramon, muy seguro-, mi hora ya ha
legado.
=2Adivin6 el misterio?
Si, sefor. Lo adiviné.
Y entonces, mientras todos lo miraban con Ios ojos.
muy abiertos, Ram6n conté cémo, al dar kas
pmena se convertia en pajaro, cme volaba so-
bre el rio Drillante y el pedregal de perlas y el huerto
de oro y plata y legaba a la Salamanca, donde los dia-
blos la obligaban a bailar y bailar hasta gastar, sin fal-
ete pares de zapatos.
mia? ~pregunts el padre a Filo-
tar uno, los s
=a cierto €s0, hij
i, tata, es cierto dijo Filomena. Ya_va para un
ano que los diablos me endiablaron y me obligaron
bailar. Pero ahora que Ram6n adivin6 el misterio ya me
desendiablé, Y ya no tengo por qué volver a la Sala
De modo que la aventura de Ram6n no termind con
machete sino con casamiento. La fiesta fue de las gran
des, con mucho asado, con cuentos y con cantores, pe
10, eso si, sin bailanta, porque Filomena estrenaba za
patos nuevos y decia que siete anos, por lo menos, le
tenian que dura,