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El experimento republicano

en el Río de la Plata1

Hilda Sabato*

Una gran conmoción política marcó el inicio del conocidas como “naciones”. Si bien aquel prin-
siglo XIX en el Río de la Plata como en el res- cipio circulaba desde hacía bastante tiempo
to de Hispanoamérica, cuando la invasión de en el mundo occidental y reconocía dife-
Napoleón a la península ibérica hizo estallar rentes versiones, su aplicación a través de
la unidad del imperio español. Se desataron las fórmulas republicanas ensayadas en gran
entonces transformaciones profundas: se pu- escala en Hispanoamérica fue, sino original,
sieron en marcha proyectos diversos de cons- al menos bastante aventurada y riesgosa.
trucción de nuevas comunidades políticas, se Las nuevas bases de creación y repro-
diseñaron y ensayaron instituciones con suerte ducción del poder trajeron cambios decisivos
diversa, se generaron prácticas políticas no- en las normas, las instituciones y las prác-
vedosas y se realizaron –en fin– múltiples y ticas políticas que habían regido durante
variados intentos por alcanzar, sostener, legi- la colonia, con suertes y resultados muy
timar e impugnar el orden y la autoridad. El diversos. Por décadas, sin embargo, “nación”
mapa político de la región cambió muchas ve- fue sinónimo de “república”, aunque los
ces y sólo en las últimas décadas del siglo XIX significados de una y otra fueran múltiples
se definieron los estados-nación que, con pocas y materia de profundas, a veces sangrientas,
variantes, han perdurado hasta nuestros días. disputas que atravesaron buena parte de
En este panorama heterogéneo se todo el siglo. También, estos procesos afec-
distingue, sin embargo, un rasgo que fue taron a todos y cada uno de los habitantes
común a casi toda la región: la adopción de de las tierras americanas, cuyos lugares en
formas republicanas de gobierno fundadas el mundo fueron sacudidos por la ruptura
sobre el principio de la soberanía popular. Este del orden colonial, por la materialidad de la
resultado no estaba inscripto en el origen, ni guerra y por los sucesivos ensayos de crea-
implicó el tránsito por algún camino lineal ción de nuevos poderes políticos basados en
de organización política. Pero desde Nueva el principio de la soberanía popular.
España hasta el Río de la Plata, la adopción El propósito de estas páginas es reflexio-
del principio de la soberanía popular para nar sobre ese cambio político de largo plazo
fundar y legitimar el gobierno y la autoridad inaugurado a comienzos del siglo XIX, el “ex- 53
fue común a casi todos los ensayos –los dura- perimento republicano”, poniendo el foco en la
deros así como los más efímeros– de conforma- región de América que más tarde constituyó la
ción de nuevas comunidades políticas, pronto nación Argentina.

* Historiadora. Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Programa PEHESA del Instituto de
Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, y CONICET.
1 Este ensayo fue publicado originalmente en el sitio www.historiadoresyelbicenteneario.org en formato digital. Aquí se
reproduce con leves modificaciones y con el agregado de una bibliografía de consulta.

Revista de Trabajo • Año 6 • Número 8 • Enero / Julio 2010


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La temprana opción republicana no marcó los propios de la república. De ahí las grandes
un camino único para la construcción de un variaciones entre gobiernos, que todos se
orden sino que, por el contrario, estuvo signada decían, fervientes defensores de la soberanía
por una trayectoria sinuosa y turbulenta. Sin popular, desde las juntas revolucionarias y las
embargo, con base en la historiografía reciente2, gobernaciones confederadas hasta la presi-
es posible trazar algunas tendencias comunes dencia de Roca.
a los diferentes regímenes políticos que se En segundo lugar, la instauración de formas
sucedieron a lo largo del siglo XIX, a partir de republicanas de gobierno fue, a la vez, anterior
la radical ruptura de la década revolucionaria. a la consolidación de la nación tal como quedó
En primer lugar, la opción republicana definida a partir de la Constitución de 1853 y
introdujo una cesura profunda con respecto a parte irrescindible de su historia. Las comuni-
la etapa colonial. Es difícil sostener hoy una dades políticas que funcionaron antes de esa
visión muy difundida hace algunas décadas definición tuvieron formato republicano y las
que postulaba la perduración omnipresente de disputas en cuanto a su diseño y conformación
una herencia colonial determinante. El cambio no pusieron en cuestión ese formato. Así, los
que se introdujo luego de las revoluciones de debates y las luchas en torno de centralismo/
independencia en los fundamentos mismos del confederacionismo/federalismo; de la división o
poder político indujo y hasta obligó a las diri- no de poderes; de la legitimidad de los poderes
gencias y a quienes aspiraban a integrarlas extraordinarios y hasta de la dictadura; del
a proponer nuevas normativas y crear insti- presidencialismo y el parlamentarismo; de los
tuciones, a la vez que las viejas caducaban o alcances y límites de la ciudadanía, y otros
adquirían nuevas valencias. La necesidad de similares referidos a las características que
redefinir el principio de autoridad y la auto- debía tener la república estuvieron en el centro
ridad misma en un contexto de conflictos y de la problemática de la nación.
guerras cruzadas y de una movilización inédita Los diferentes regímenes políticos ensa-
de sectores amplios de la población, dio inten- yados a lo largo del siglo implicaron, en
sidad y hasta virulencia a los procesos de cons- tercer lugar, el establecimiento de variadas
trucción de comunidades políticas fundadas y cambiantes formas de relación entre gober-
sobre criterios y jerarquías diferentes a las que nantes y gobernados. Con la instauración del
habían caracterizado el orden político-social principio de la soberanía popular y la pérdida
previo. Ese orden demostraría una resiliencia de toda garantía trascendente de la autoridad,
en algunos casos notable, pero aún así, debía la construcción del poder legítimo remitía a
funcionar superpuesto a las nuevas categorías la comunidad política (ya instituida o que se
y jerarquías creadas por la oleada republicana. buscaba instituir). ¿Cómo se definía y se mate-
En corto tiempo, la revolución produjo la rializaba esa relación necesaria entre autoridad
movilización y el reagrupamiento de gentes y comunidad? Esta pregunta abre un abanico
que pasaron a ocupar un lugar político dife- de cuestiones y de vías para explorarlas. Elijo
rente del que habían tenido antes y que no aquí abordar el tema tomando como foco de
necesariamente coincidía con su lugar en la indagación la institución de la ciudadanía, una
estructura social, también ella en transfor- institución que formó parte de las preocupa-
mación. Las dificultades para encuadrar estos ciones, los lenguajes y las prácticas políticas
54 cambios en un orden estable, muy pronto aún, de los contemporáneos.
fueron evidentes para quienes habían estado En vista de los marcos normativos e insti-
a la vanguardia de esa transformación, pero tucionales predominantes entonces, la defini-
la búsqueda de soluciones no desembocó en ción de la ciudadanía se convirtió en un aspecto
un retorno a las formas y los mecanismos del indisociable de la constitución de las nuevas
Antiguo Régimen sino en la reformulación de “repúblicas” hispanoamericanas, entre ellas,

2 En este ensayo he optado por no incluir citas bibliográficas al pie sino una selección bibliográfica al final del texto, la
cual revela las fuentes de esta reflexión de manera más adecuada que cualquier referencia puntual.
El experimento republicano en el Río de la Plata

las que se formaron en el Río de la Plata. La en general inclusivo, inclusión cuyos alcances
adopción de esa institución implicó la crea- y límites estaban siempre en disputa.
ción de un universo abstracto de iguales que En efecto, la movilización política generada
gozaban de los mismos derechos (y obliga- por estas instancias de incorporación desigual
ciones) en las nuevas repúblicas en forma- abrió espacios de contacto y negociación entre
ción y un quiebre con los criterios que habían los de arriba y los de abajo (entendidos en
caracterizado el orden político-social colonial. sentido amplio), pero también de colisión y
Desde muy temprano, los límites normativos conflicto. Ofreció, además, un campo para la
de la nueva ciudadanía fueron muy amplios articulación horizontal y la acción relativa-
para los patrones de la época, tanto en el plano mente autónoma de sectores que definían sus
civil como en el político, y se mantuvieron así propias agendas. Por cierto que la posibilidad
a lo largo de buena parte del siglo XIX. En la de éxito o fracaso en estas acciones dependía de
medida en que el principal criterio de exclu- factores muy diversos, pero no era infrecuente
sión fue la falta de autonomía, y no el nivel de que las dirigencias tuvieran que atender a lo
ingresos o la educación, casi todos los hombres que venía desde las bases si querían mantener
libres eran considerados, en principio, parte su liderazgo para competir en las luchas por
del cuerpo político. el poder.
La historia concreta de esa institución re- La competencia entre dirigencias fue, en
sultó bastante más compleja, como lo fue tam- cuarto lugar, un rasgo característico de la
bién la de las formas de participación política, vida republicana del siglo XIX. Un formidable
que no siempre se encuadraron dentro de los proceso de redefinición, recambio y ampliación
límites definidos por la ciudadanía. En ese de las elites políticas se produjo a partir de la
punto, el panorama que surge de las investi- revolución. En su lucha por definir y conquistar
gaciones más recientes difiere de algunas de el poder, las dirigencias que se fueron confor-
las visiones más tradicionales que implícita o mando dependió en parte de las bases que
explícitamente entendían que la vida política pudieran atraer, reclutar o cooptar entre
decimonónica era básicamente una cuestión sectores amplios y diversos de la población. La
de elites, donde el resto de la población poco extensión material de las redes políticas así
y nada tenía que hacer, salvo como comparsa como su complejización funcional abrieron el
o carne de cañón. Por el contrario, el edificio camino a la incorporación de quienes dispo-
político de las repúblicas en construcción se nían de (o supieran desarrollar) los recursos
apoyó sobre el establecimiento de formas y y las destrezas para llevar adelante las tareas
canales de relación entre gobernantes y go- demandadas por la construcción republicana
bernados que generaron instancias de inter- (tales como movilizar electores, escribir en la
vención amplia, tanto formales, reguladas y prensa, comandar una milicia, entre otras).
controlables desde arriba –por ejemplo, las Estas exigencias también favorecieron la
organizaciones electorales y las redes mili- descentralización regional y cierta profe-
cianas-, como informales y más autónomas. sionalización de las dirigencias políticas. Y
También, que esas prácticas no fueron iguali- alimentaron una competencia que conllevaba
tarias, sino que creaban y recreaban relacio- la movilización popular y el despliegue de
nes jerárquicas, en las cuales las desigualda- dosis variables de violencia, mecanismos que
des surgían de la propia acción política y se a la larga serían considerados como fuentes de 55
nutrían de ella. Esas jerarquías creadas en inestabilidad e incertidumbre por los propios
sede política rara vez replicaban las propias protagonistas.
del mundo social, aunque se superpusieran Durante largas décadas, los resultados
parcialmente con ellas, pues reconocían otros de este “experimento republicano” en sus di-
canales de gestación y reproducción. En suma, ferentes variantes no alcanzaron para definir
la vida política fundada sobre el principio de un orden que satisficiera las aspiraciones de
la igualdad generó espacios de intervención estabilidad de las elites, más nuevas o más
amplia y a la vez estratificada, desigual pero viejas, ellas mismas creadoras y criaturas de

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ese experimento. Hasta el último tercio del Sólo hacia finales del siglo, aquella distancia
siglo XIX, sin embargo, las variantes ensaya- experimentaría impugnaciones decisivas en
das mantenían los parámetros que aquí he- el contexto de transformaciones más amplias
mos bosquejado. Pero a partir de entonces, en en las relaciones entre política y sociedad que
el marco de cambios decisivos en los lenguajes anunciaban una nueva época.
políticos y por lo tanto, en las formas de en-
tender la política y su relación con lo social, el
legado republicano fue cada vez más materia ■■ Coda para el Bicentenario.
de crítica e impugnación por parte de elites que
sostenían la necesidad de fortalecer el control A partir de estas reflexiones considero anacró-
desde arriba de la vida política nacional, afian- nico pensar los regímenes políticos del siglo XIX
zar el poder central y consolidar el estado. La en términos de los ideales de “gobierno demo-
Argentina se orientó decididamente en esa di- crático” propios del mundo contemporáneo3, ya
rección, cuyas contradicciones se harían muy que ese horizonte adquirió vigencia sólo a partir
pronto evidentes cuando a principios del siglo de finales de ese siglo y, sobre todo, a comienzos
XX la cuestión de la democracia se abriera del siguiente. Para entonces también se estaba
paso dificultosa y conflictivamente. disolviendo la asociación entre nación y repú-
En suma: el XIX fue el siglo de la repú- blica, a medida que la primera pasó a definirse,
blica. Se inauguró con un gesto radical que cada vez más, en términos culturales hasta
buscaba instaurar la igualdad política entre llegar a considerarse una esencia previa a toda
los integrantes de la nueva nación en forma- opción política. De manera que si, por un lado,
ción, rompiendo así con sus adscripciones en se generó un clima de exigencia creciente en
estructuras comunitarias y estratificaciones pos de dar a la república el carácter de “demo-
previas. Ese gesto abrió paso a la movilización crática”, por el otro, en el imaginario colectivo
y el reagrupamiento masivo de gentes que la nación se disociaba de la polis y devenía
pasaron a ocupar un lugar político diferente del en una instancia eterna, previa a toda opción
que habían tenido anteriormente. Se crearon política y a cualquier régimen –dictatorial o
así nuevas formas y jerarquías políticas que se democrático, conservador o liberal, populista
definían con cierta autonomía de lo social y que o elitista– por definición efímero. Se disolvió
se alejaban decididamente de las tradiciones así la equivalencia entre república y nación
del Antiguo Régimen. Estas nuevas desigual- propia del siglo XIX. Desde el punto de vista
dades no eran incompatibles con el orden repu- cívico, que ya no historiográfico, entiendo que
blicano; por el contrario, surgían de su propia volver a vincularlas es nuestro desafío de hoy:
dinámica. En ese marco, la distancia entre la el desafío de poder asociar estrechamente y de
igualdad de derechos y la desigualdad de hecho manera original la nación y la república, ahora
alimentó tensiones en torno a los límites y los democrática.
alcances de cada una, pero generó escasos
cuestionamientos a la legitimidad del sistema.

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3 Sobre la diferencia entre la democracia como “índice de la soberanía popular” y como “forma de gobierno” véase Elías
Palti, “La idea de democracia en el siglo XIX argentino”, ponencia presentada en el simposio sobre “Conceptos verte-
bradores de la modernidad en América Latina”, Congreso Internacional AHILA, Leiden, agosto de 2008.
El experimento republicano en el Río de la Plata

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