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POLITICA Y ESTRATEGIA

General André Beaufre

P ara mi sorpresa, la definición que yo había dado de la “Estrategia Total”, en Introducción a la


Estrategia1, no promovió enseguida, ninguna objeción, sin duda porque la aproximación era lógica; pero
también, ciertamente porque las consecuencias de esa definición no fueron inmediatamente percibidas. Por
el contrario, cuando en el curso de mis estudios ulteriores, abordé el análisis de la Estrategia indirecta, encontré
numerosas reacciones, tendientes a recusar el carácter “Estratégico” de los problemas concernientes al empleo
de los medios persuasivos coercitivos no relacionados con los medios militares. Volviendo a la antigua
definición, los contradictores consideraban que la Estrategia es cosa militar y que lo que no es militar
depende de la “Política”. Se volvía, así, al punto de partida.
Ese debate promueve, a mi juicio, una cuestión de capital importancia. Es necesario por lo tanto,
tratarlo a fondo, para evitar todo malentendido y para clarificar el concepto al punto de poder vencer los
prejuicios instintivos que aún reinan en ese campo.
Por principio, es necesario señalar muy claramente, que la extensión de la estrategia, que se impone y
que se impondrá de más en la evolución de las Relaciones Internacionales, no significa en ninguna medida, una
extensión del dominio militar a lo que se consideraba tradicionalmente que dependía del dominio político. Al
contrario, la noción de “Estrategia Total” tiende a reducir la autonomía de la Estrategia propiamente militar,
para subordinarla más estrechamente a una concepción Estratégica de Conjunto, directamente comandada por el
concepto político y puesta en acción por hombres políticos.
La extensión de la Estrategia, al conjunto del fenómeno de coerción, responde a la inquietud de reunir,
en un sistema único de pensamiento, la extrema diversidad de los procedimientos empleados, sean militares o no.
Solamente por un sistema tal de pensamiento es que se puede explicar y por lo tanto, comprender las maniobras
del género de las de Hitler desde 1936 hasta 1939 y además, los problemas del orden de aquellos que se han
presentado en Indochina, en Argelia, y actualmente en Vietnam. Unicamente partiendo de esta visión de
conjunto se tiene la posibilidad de definir el rol exacto y los límites del empleo de la Fuerza Militar, evitando, así
repetir los graves contrasentidos que han sido cometidos, en el curso de las dos grandes Guerras Mundiales, en
las que la Fuerza Militar ha sido desencadenada sin control, mucho más allá de lo que hubiera correspondido al
interés bien comprendido, del objetivo político perseguido.
Algunos admiten este punto de vista, pero promueve una querella de vocablos: no se trataría de una
“estrategia total”, sino de una “política total”. Por principio, como lo he subrayado en Introducción a la
Estrategia2, la política, o más bien la “gran política” o “política total” reside fundamentalmente en la elección
de los objetivos y del cuadro de la acción y depende, en gran parte, de elementos subjetivos, en tanto que la
puesta en acción de esa decisión política, resulta de un razonamiento que debe ser esencialmente objetivo y
proceder de los métodos de la Estrategia.
Por otra parte, el término “política total”, tal como es comprendido por aquellos que querrían verlo
reemplazar al de “estrategia total” es de hecho, lo que los teóricos de comienzo de siglo llamaban “la
conducción de la guerra”; atribución tradicional de orden gubernamental. Además, esta “conducción de la
guerra” debe en nuestros días, ser permanente y aplicarse a lo que todavía llamamos por hábito el tiempo de paz.
El hecho de rechazar la etiqueta de “Estrategia” conduce a menospreciar o a minimizar la importancia de los
métodos, elaborados por la Estrategia militar, para razonar sobre los problemas de este orden. Cuando
justamente, la gran innovación que se impone en nuestros días, es infundir en la “conducción de la guerra” (y
de la paz) el máximo posible de rigor estratégico, en lugar de las intuiciones o poco menos, que han sido la regla
hasta el presente, en la conducción tradicional a la que ha servido la Estrategia en la primera mitad del siglo XX.
Si se tuviera éxito poco importa que fuese bajo tal o cual vocablo y en particular, el de “política total” en lugar
del de “estrategia total”.
Solamente creo que rehusando el vocablo “Estrategia” se tiende igualmente a recusar el método y
que a esto de llegar por apreciar mal la importancia de la revolución que se está produciendo, desde hace treinta
años, en la forma de los conflictos Internacionales. Yo querría en cuanto a mí, que se abandone el equívoco que
el siglo XIX ha creado y mantenido, pretendiendo separar artificialmente los dominios político y militar,
separación que en nuestros días, tiene cada vez menos sentido y que se acepte proclamar sin falsa vergüenza, que
la conducción de una política depende de la estrategia total.

1
“El arte de emplear la fuerza o la violencia para alcanzar los objetivos fijados por la política” y “el arte de la dialéctica de las
voluntades que emplean la fuerza para resolver su conflicto”.
2
Ob. Cit., pág.59.

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Bien sé que esta franqueza espanta a algunos de nuestros diplomáticos. ¿Introduciendo abiertamente
los métodos de la Estrategia en el campo tradicionalmente político, no se va dar a las Relaciones Internacionales
un aspecto “totalitario”, un giro brutal y coercitivo, renunciar a las combinaciones habituales y dar el carácter de
conflicto a lo que no son más que diferendos constantes y menores? Además, ¿dónde comenzará el conflicto y
finalizará el simple diferendo? ¿Se hará “Estrategia” entre aliados? etc. Pienso que esta crítica es importante y
requiere una puesta a punto, tanto más que mi cualidad militar puede a justo título, prestarse a confusión y que
ciertos abusos recientes de los análisis técnicos, en los Estados Unidos de América, pueden sembrar la duda
sobre la posibilidad de tratar racionalmente problemas tan complejos como aquellos de las Relaciones
Internacionales.
Creo que se puede hacer tres categorías de respuestas a esta objeción.
ƒ La primera es, que en todo el sistema de pensamiento marxista-leninista, no existe ninguna distinción
entre el campo político y el de la estrategia total. Con razón o sin ella, los soviéticos han realizado
una síntesis completa entre esos dos campos, mucho más completa que la que yo preconizo porque
ellos no distinguen el nivel superior de la “gran política”, que elige los fines a alcanzar, del nivel
subordinado de la estrategia total que elige los medios susceptibles de alcanzar esos fines. Es, por lo
tanto, indispensable que nosotros conozcamos ese sistema de pensamiento, con el cual estamos
confrontados, como lo fuimos con el de la estrategia extendida hitleriana.
ƒ El segundo orden de respuesta atiende al hecho que los métodos de la estrategia total no provocan
necesariamente una extensión, a los diferendos de los procedimientos aplicables a los conflictos. Al
contrario, el estudio sistemático de los procedimientos denominados “políticos” puede en el mejor de
los casos, indicar soluciones mucho más sutiles que el recurso a la Fuerza militar, que frecuentemente
ha reemplazado la ausencia de conceptos políticos convenientes. La experiencia reciente de Vietnam,
después de tantos otros ha indicado que nada es más peligroso que un análisis político insuficiente,
que se busca paliar mediante “el llamado al soldado”. Me esforzaré en mostrar, que los problemas
llamados “políticos”, notablemente aquellos que interesan al nivel de las decisiones políticas, son
susceptibles de una disección que abre posibilidades, extremadamente interesantes de acción no
violenta. Esto parece situarse muy exactamente en la línea de la evolución actual, que tiende a limitar
el empleo de la Fuerza a lo estrictamente indispensable.
ƒ El tercer orden de respuesta responde al hecho que buscamos descifrar en un campo todavía muy mal
explorado y que no pretendo en el estadio actual, hacer otra cosa que la descubierta. Sería lamentable,
en esta aventura intelectual dejarse detener por las palabras y los prejuicios, antes que se haya podido
probar que la dirección de investigación elegida desemboca en un callejón sin salida.
Por todas estas razones, estimo que el concepto de estrategia total debe ser profundizado, en todas sus
consecuencias hasta que se tenga una noción clara de las posibilidades que ofrece, sin preocuparse demasiado
por lo que antes haya podido ser entendido bajo el vocablo “política”. Además, creo que uno de los resultados
de este estudio será clarificar y clasificar el extraordinario desorden de ideas y de procedimientos que ha sido
amontonado bajo la denominación vaga de política. Nos importará muy poco entonces, y puede ser que sea
necesario adoptar un nuevo nombre que no será ni “política” ni “estrategia” (Raymond Aron ya ha propuesto
“Praxeología”.....)3 lo que puede que permita apaciguar ciertos tenaces perjuicios.....
Una sugerencia interesante fue presentada durante el desarrollo de nuestra conferencia estratégica de
mayo de 1965: “la estrategia se relacionaría con la resolución de los problemas internacionales, en los que
exista un objetivo netamente prioritario y claramente concebido, generalmente la supervivencia nacional, a la
cual todos los otros objetivos pueden serle subordinados; al contrario cuando hubiese varios objetivos de
similar prioridad y variables se volvería al dominio de la política”.
Se verá, la importancia esencial del nivel de las “decisiones políticas”, que es, a mi juicio, el nivel
político por excelencia y que comanda toda la Estrategia de aplicación. Pero temo que querer limitar esta
Estrategia a los casos en los que exista un objetivo netamente prioritario, sólo conduzca a limitar la estrategia a
los conflictos del tipo de las grandes Guerras Mundiales, a los cuales corresponda el paroxismo del
desencadenamiento de las Fuerzas militares. Así, tangencialmente, se vuelve a una Estrategia Total que sería casi
esencialmente militar. Por otra parte y fundamentalmente creo que solamente por una aberración
pseudoclausewitziana es que se ha podido creer que existan casos en los que uno de los objetivos domine
netamente a los otros. “Ganar la guerra” no es un objetivo político, porque como muy bien lo ha demostrado
Liddell Hart, es el género de paz que sigue a la guerra, el verdadero objetivo político. “Ganar la guerra” no
quiere decir nada, si no se expresan “los objetivos de la guerra” correspondientes. Por lo tanto, siempre hay, aún
en la lucha militar más intensa, la preocupación por objetivos bastante complejos cuya prioridad puede variar
constantemente, porque la historia marcha rápido en el curso de los conflictos; recordando los ejemplos
ofrecidos por Francia, Polonia o Italia desde 1939 hasta 1945, para no tomar más que los más característicos, se
reconocerá que los esquemas británicos y estadounidenses de la época se adaptan mal a ella. Es imposible
encerrar la Estrategia Total en límites tan estrechos.
Otra sugerencia más sutil, también fue presentada: la Estrategia se relacionaría con el aspecto
propiamente coercitivo de las Relaciones Internacionales, su intervención sólo sería intermitente, cuando la

3
Cf.: Aut. Cit., Paz y guerra entre las Naciones, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1963

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Política decida tener que recurrir a una acción coercitiva. El pasaje de la Política a la Estrategia constituiría, así,
el primer peldaño de la escalada y, fuera de los períodos cuando tales acciones fueran emprendidas, la Estrategia
estaría adormecida y las relaciones serían únicamente “políticas”. Como se verá más adelante, una tal
concepción se adapta mal a las realidades contemporáneas, en las que los fenómenos son muy variados y
comportan una imbricación constante de relaciones propiamente políticas y de preocupaciones de seguridad y
aún de coerción. Al querer separar demasiado los géneros, se arriesga caer en un grave contrasentido sobre la
naturaleza misma de las Relaciones Internacionales. Pero las conclusiones sobre el particular son aún prematuras
en este estadio del análisis de la Estrategia de la acción. Primero es necesario penetrar más profundamente en ese
difícil asunto.
Para concluir: yo creo que el concepto de estrategia total, definida como la elección de los medios
tendientes a alcanzar los objetivos fijados por la política, representa una hipótesis de trabajo que tiene interés en
ser llevada hasta sus consecuencias extremas, a fin de ver en qué medida los Métodos del Análisis Estratégico se
prestan al estudio de los problemas en cuestión. Se estará entonces, en condiciones de juzgar sobre las
subdivisiones que parezcan necesarias entre la Política y la Estrategia.

Definición de la acción
Antes de entrar en el estudio de los mecanismos de la acción, es necesario primeramente, dar cuenta
de lo que es el fenómeno de la acción. Ciertamente que una definición precisa es necesaria pero no es suficiente,
cualquiera que sea el rigor con el que se formule. Es preciso, también reconocer los caracteres esenciales de la
acción, así como sus relaciones con la coyuntura. Se mencionará también, cuán rico es el asunto y difícil es
aprender los principales aspectos indispensables para llegar al meollo del problema y razonar sobre ellos.
En el curso de esta investigación, se verá bosquejar progresivamente, primero la silueta de la acción,
después una serie de ojeadas logradas desde diferentes ángulos, las que poco a poco, permitirán comprender
mejor que las cosas no son tan simples como más o menos conscientemente, teníamos el hábito de considerarlas.
Acción coercitiva, ¿dónde comienza la coerción?, no es un fenómeno limitado y aislado en el tiempo, pero
constituye una intervención particular en medio de un fenómeno general y continuo que es el de la Historia en
curso de elaboración. De este hecho, la acción toma dimensiones y una complejidad que es necesario apreciar
claramente desde el comienzo.

Definición del vocablo acción


La Estrategia moderna debe encontrar un vocabulario adaptado a las necesidades actuales. La
Estrategia nuclear ha dado derecho de ciudadanía a un término nuevo muy importante, la disuasión, porque se
encontraba en presencia de un concepto que de secundario y episódico como era, ha tomado actualmente, un
valor central. Necesitaba por consiguiente, caracterizarlo netamente con un nombre. Luego ese concepto de
disuasión, que representa un valor negativo, apartar a un adversario de hacer tal cosa, ha debido ser balanceado
por su contrario, un concepto de valor positivo, que represente la realización de un objetivo político pese a la
voluntad opuesta, de uno o varios participantes. En el vocabulario corriente este concepto es definido por
diversos nombres, que señalan los diferentes grados de esfuerzo guerra, crisis, amenaza, intervención, presión,
incitación, entre otros....., pero que le fracciona hasta hacerle irreconocible, aún cuando todos esos modos de
acción son inevitablemente utilizados y combinados, cada vez que la Política busca imponer una solución
positiva a otros Estados. El término general simétrico del de “disuasión” que ya ha empleado en Disuasión y
Estrategia es el de Acción. Cuando se quiere impedir hay “disuasión”, cuando se quiere realizar hay “acción”
Que haya disuasión o acción en la mayoría de los casos, los medios empleados serán los mismos bajo
modalidades diferentes. Pero, la distinción esencial entre la disuasión y la acción, gira en la intención
puramente defensiva en el caso de la disuasión, ofensiva en grados diversos, cuando hay acción. Igualmente es
necesario reconocer como lo he indicado, que toda empresa estratégica comprende una combinación de
disuasión y de acción, tanto más de disuasión cuanto más reducida es la acción, tanto más de acción cuanto
menos constringente sea la disuasión. Además, la simetría entre acción y disuasión no es perfecta: la disuasión
puede juzgar su rol protector en ausencia de toda acción, porque ella reposa sobre la existencia de Fuerzas y de
la amenaza de acción que estas constituyen. La acción por el contrario, que reside sobre el empleo de toda o
parte de las Fuerzas, comporta siempre una parte de disuasión por el hecho de existir Fuerzas no utilizadas. Para
retomar la comparación con la esgrima, de la que he abusado en la Introducción a la Estrategia, la disuasión es
el escudo, que no puede más que parar, la acción es la espada que puede, a la vez, golpear y parar. Disuasión y
acción son los dos términos complementarios de la Estrategia.
El concepto de acción, así definido engloba, por consiguiente, todas las formas de la acción, desde los
más violentos hasta los más insidiosos. Es un concepto “total” correspondiente a la Estrategia Total.

Los caracteres de la acción


Si se examina el fenómeno de la acción, tal como ha podido ser observado en el curso de la Historia
pasada, se llega a reconocer un cierto número de caracteres específicos y constantes, aunque de importancia
variable. Vamos a examinar sucesivamente, esos caracteres.

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1. La acción coercitiva: es frecuentemente, asimilada a la acción militar y ha juzgado, la más de las
veces, un rol capital. La acción coercitiva se identificaba entonces con la guerra. Sin embargo, como
lo he señalado en Introducción a la Estrategia, la guerra nunca es un fenómeno puramente militar,
siempre es un fenómeno de carácter total en el que se combinan e interfieren la Política Interna, la
Política Exterior, la Economía y las Operaciones Militares.
Desde la antigüedad, la guerra militar ha estado rodeada de combinaciones bastante complicadas, para
adquirir el apoyo de aliados, la neutralidad de tribus o de terceros Estados.
Asimismo, la conducción de la guerra entonces tan cruel, sabía matizar sus métodos para debilitar las
resistencias: Cartago fue destruida hasta los cimientos, pero Atenas fue salvaguardada y aún, alguna
Villa Etrusca como Tarquinia, recibió un estatuto de ciudad bajo el protectorado de Roma. Aún las
invasiones más brutales, que la leyenda presenta como los golpes de marea de las hordas bárbaras de
los Hunos por ejemplo, comportaban un juego diplomático muy sutil: en la batalla de los Campos
Cataláunicos4, Atila comandaba una coalición de ejércitos, en la que los Hunos no eran mayoría.
Frente a él, Aecio, el general “romano”, estaba en una situación análoga. ¡Ya la O.T.A.N. y el Pacto
de Varsovia!. César en la conquista de las Galias operó constantemente con el apoyo de tribus galas
aliadas. El terrible Genguis Kan mismo, que empleaba una Estrategia de terror masacrando sin piedad
todo lo que se le resistía, sabía lisonjear y tomar bajo su tutela a las poblaciones que se sometían sin
combatir, lo que le permitió establecer un enorme imperio en algunos años.
Ese carácter total se encuentra a todo lo largo de la Historia, desde las Cruzadas a la guerra de los
Cien años, desde las Guerras de Religión hasta las Guerras llamadas “de mordiscos” del siglo XVII y
siglo XVIII, desde Napoleón hasta la Guerra de Secesión y hasta los dos grandes Conflictos
Mundiales del siglo XX, y las diversas campañas que jalonan la descolonización. Solamente por una
aberración nacida en el siglo XIX, de la conjunción de las teorías extremistas neoclausewitzianas del
Estado Mayor prusiano sobre la guerra y las concepciones democráticas y burguesas de un “poder
civil” distinto del “poder militar”, es que se ha podido olvidar esta constante verdad.
Si la guerra es siempre “total”, es decir, conducida en todos los campos de la acción ¿es que el factor
militar no ha jugado siempre el papel central y decisivo?. Aunque estamos obligados a reconocer que
si bien en la mayoría de los casos, las Fuerzas Armadas han constituido el elemento principal de las
guerras, existen numerosos ejemplos de guerras en los que son otros los factores los que han sido
decisivos: el bloqueo, la revolución interna, por ejemplo. Pero, aún cuando la victoria militar ha
señalado el fin de un conflicto, Waterloo por ejemplo, esta victoria ha sido frecuentemente, debida a
resultados adquiridos anteriormente por la acción diplomática que ha tenido éxito en constituir las
coaliciones, sin las cuales no se habría podido alterar el balance de Fuerzas. Como lo he señalado en
Introducción a la Estrategia5, solamente en las fases en que la acción militar permitía alcanzar una
decisión rápida, el factor militar ha sido verdaderamente preponderante. Por lo tanto, la acción total
por medio de la guerra no está siempre dominada por el factor militar.
Pero ¿es qué la misma acción coercitiva debe necesariamente ser asimilada a la guerra?. Ciertamente
que no. A medida que las sociedades se complican, ellas devienen más sensibles a las presiones
económicas y a las influencias políticas. Frecuentemente, la amenaza militar, acompañando a las
acciones realizadas en otros campos, son suficientes para lograr la decisión: la Estrategia hitleriana
entre 1936 y 1939 por ejemplo, lo demuestra claramente y ella permitió alcanzar objetivos políticos
mayores. Más aún, para las apuestas menos vitales, la amenaza militar puede no ser empleada.
Así, la acción coercitiva aparece como un fenómeno total, que comprende desde la simple presión
hasta la guerra en sus diversos grados de intensidad.
2. Por lo mismo que es un fenómeno total, la acción está estrechamente ligada al cuadro social en el que
ella se ejerce.
Es fundamentalmente por la influencia de las técnicas, resultantes del Estado social que la civilización
considera, que las formas de la acción son influenciadas. Cuanto más compleja es la sociedad
adversaria tantos más recursos dispondrá la acción; cuanto más avanzada es la sociedad propia, de
tanto más medios potentes y diferenciados se dispondrá. Por la influencia de las técnicas, no
solamente las luchas armadas, sino también los enfrentamientos políticos, revisten caracteres y
provocan interdependencias muy diferentes. Naturalmente, los conflictos entre potencias industriales
revisten caracteres absolutamente diferentes de aquellos que oponen a potencias comerciales o
agrícolas; los primeros explotan fundamentalmente la capacidad de producción industrial y los
progresos técnicos; los segundos recurren principalmente, a los medios de controlar los espacios
marítimos; los terceros tienen comúnmente que hacer reposar sus acciones sobre más o menos
grandes ejércitos terrestres, poniendo en juego su capital en hombres y caballos. Aún las técnicas

4
El 20 de setiembre del año 451 de. C., cerca de Troyes (Francia). Aecio, general romano de origen bárbaro, comandando un ejército
constituido por romanos, "federados" (francos, alanos, sajones, armoricanos, sármatas, borgoñeses y otros) y visigodos, venció a Atila,
rey de los Hunos que contaba entres sus fuerzas con una apreciable cantidad de guerreros germánicos orientales (ostrogodos, gépidos,
hérulos, etc.) y escitas. Esta victoria salvó al occidente de Europa de las hordas orientales y fue el comienzo de su fin.
5
En el capítulo relativo a la estrategia militar

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propiamente sicológicas y económicas resultan estrechamente ligadas al estado social. Sus influencias
recíprocas en la acción son esencialmente variables, según la situación considerada.
3. La acción siempre encara un resultado que es apreciado como una ganancia, un beneficio positivo o
negativo, según se lo quiera tomar, o bien si se quiere defender lo que se tiene. Este aspecto que es
frecuentemente, de orden económico, trasciende a menudo en ganancias menos materiales,
primeramente en ventajas políticas consideradas como suficientes, finalmente en ventajas morales a
los valores del momento.
La esperanza de esa ganancia, que constituye la apuesta, es siempre balanceada por la apreciación del
riesgo presentado por las consecuencias de la acción. Primeramente porque ésta puede fracasar y aún
si no fracasa puede acarrear consecuencias de todo orden, que deben ser comparadas con la apuesta.
Por consiguiente la acción, en su definición más simple, reposa siempre sobre una dialéctica entre la
ganancia y la pérdida posible, un balance entre la esperanza de éxito y el temor a los riesgos que se
encararán.
4. La previsión que se halla en la base de la acción, entraña en consecuencia, dar una considerable
importancia a los móviles de la acción. Estos no pueden dejar de estar profundamente influenciados,
como se ha expresado por la escala de valores correspondiente.
Pero estos móviles del conductor que tendrá que tomar la decisión de actuar. No son los mismos de
aquellos a quienes él deberá recurrir para realizar su empresa y obtener la aceptación por el
adversario, de los términos que él quiere imponerle. Si en cierta medida, la decisión del conductor
puede reposar sobre un cálculo que haga intervenir, de manera más o menos racional, los factores
materiales y los factores subjetivos, la acción que emprenderá y que deberá acarrear la adhesión de su
ejército y de su pueblo, debe estar fundada sobre otros recursos. Se sabe, desde hace mucho tiempo,
que la Fuerza de los ejércitos reposa sobre la disciplina, la confianza en los jefes, el sentido del honor
y de solidaridad de los combatientes, el sentimiento de ser los defensores del país y de estar unidos a
él por lazos profundos, así como sobre la esperanza de justas recompensas. La cohesión de un país es
más difícil de definir, porque ella está manifestada por formas muy diferentes. La adhesión que un
país da a una acción de su gobierno, hasta soportar a veces los más grandes sacrificios, proviene
algunas veces de las esperanzas de provecho material; pero, más frecuentemente, son reflejos
pasionales los que juegan: la fidelidad al clan, a la tribu, a la Nación, a la religión, a las ideologías.
5. Por ello, los factores pasionales deben ser considerados como medios de acción particularmente
importantes. Los factores pasionales, que todo el mundo conoce superficialmente, merecen ser
examinados objetivamente, con el fin de reconocer sus aspectos y sus lazos. Esta base política es
indispensable al estratega.
No es posible aquí, emprender un examen sistemático de esos factores que resultan esencialmente de
un estudio sociológico. Pero no deja de ser interesante tratar de situar las grandes Fuerzas que la
Estrategia debe explotar, a fin de reconocer su potencia y el punto de aplicación.
a) Incontestablemente, el nacionalismo es la más importante de esas Fuerzas. Es un fenómeno de los
tiempos modernos, resultante de una transferencia y de una extensión de los sentimientos
particularistas. El progreso de las técnicas, del desarrollo de la escuela, de la prensa del servicio
militar y las legislaciones económicas y sociales más recientemente, han dado a las Naciones un
carácter cada vez más específico.
Esta tendencia a conducir a una balcanización creciente del mundo ¡más de cien Naciones
actualmente!6 se opone radicalmente a la noción de Imperio. En un primer análisis, parece que una
de las razones de ese desarrollo del nacionalismo, muy aparente en la descolonización, resulta de
la voluntad de las “elites” nacionales de acceder al Poder, en tanto que el imperio impone siempre
de una manera o de otra, la dominación de “elites” extranjeras. Por otra parte, existe el deseo de
libertad Nacional, una compensación a las humillaciones sufridas durante el período “imperial”.
Cuando esos dos sentimientos se reúnen, hay unión de las “elites” y de la masa en la lucha por la
independencia. Si no, como frecuentemente se ha observado, el movimiento nacionalista resulta
completamente de las “elites”.
No se sabría reconocer demasiado la importancia del nacionalismo, pese a ciertas regresiones
recientes. Es necesario ver que la Estrategia, cuyo campo de acción es el de las Relaciones
Internacionales bajo su forma dura, es un juego en que los peones son las Naciones. La Nación
constituye el elemento principal de la Estrategia, aún si otras Fuerzas se ordenan según
categorías diferentes de la Nación.
b) Otro motor importante de la acción es la búsqueda del bienestar.
La noción de justicia social ha dado nacimiento al socialismo, que reposa sobre la redistribución
de los provechos del capitalismo y al comunismo que encara el desarrollo colectivo de la
economía. Estas teorías, que pretenderían operar en provecho de las clases sociales desfavorecidas,
han adquirido una resonancia que desborda los límites de los Estados y unido, hasta cierto punto a

6
En febrero de 1972: 128 pertenecen a la O.N.U.

465
los proletariados de diversas Naciones. De hecho, este es un recurso revolucionario, tanto más
potente cuánto las masas son menos felices, tanto más débil cuanto más general es la prosperidad.
Por otra parte, los progresos recientes y notables de la economía, gracias a los nuevos métodos
industriales, han conducido a crear una fe creciente en el desarrollo de la producción. El
productivismo, concebido como un medio de elevar indefinidamente el nivel de vida de las
poblaciones, tiende a convertirse en un ídolo moderno que también sobrepasa el cuadro Nacional.
Si una parte de los intervinientes, sobre todo en el Tercer Mundo, se une a una fórmula
productivista del tipo marxista, numerosas son las “elites” que, según un esquema que recuerda el
credo sansimoniano7 del siglo XIX, ven el desarrollo del productivismo por la creación de vastas
entidades económicas, mejor adaptada a la producción en masa que el Estado-Nación según la
escala europea.
Así, el mundo actual, en toda su complejidad, combina y a veces, opone las tendencias del
nacionalismo y la del bienestar. Estas dos tendencias se apoyan en las acciones, encarando la
prosperidad en el cuadro Nacional. Ellas se combaten cuando la prosperidad parece requerir una
regresión de la independencia de las Naciones, en provecho de entidades supraracionales o de
solidaridades internacionales de clase. Este es uno de los grandes dilemas que se presentan a la
Europa balcanizada y dividida.

Acción y diagnóstico político


Los caracteres de la acción, que se acaban de reconocer, ponen en evidencia una primera complejidad
del fenómeno, que no es más que un aspecto particular del fenómeno social. Por lo tanto, este aspecto cualitativo
no recubre más que una parte del problema. En efecto, la acción, por pequeña que sea, consiste en intervenir en
el concierto de las acciones en curso, realizadas por las otras Potencias o provocadas por la evolución a fin de
alcanzar un objetivo bien definido. Por consiguiente es absolutamente necesario, apreciar el sentido de los
acontecimientos contemporáneos, para descubrir, en ellos, las Fuerzas en movimiento que se necesitará utilizar o
combatir. Esta apreciación constituye esencialmente un diagnóstico político. Son las conclusiones de este
diagnóstico, las que determinarán las bases sobre las cuales la Estrategia podrá elaborar la acción y que
permitirán evaluar su influencia sobre los acontecimientos y, por lo tanto, sus probabilidades de éxito.
Así en los años cincuenta, un diagnóstico sobre la evolución y la suerte futura de los imperios
coloniales, en la coyuntura política del momento, debió ser establecido antes de empeñarse en las campañas
militares que se conoce. Las nociones jurídicas o pasionales generalmente determinantes, no representan más
que una parte de ese diagnóstico de conjunto. Si un tal diagnóstico se hubiera realizado a tiempo, con suficiente
objetividad, es probable que se hubiera podido tomar entonces decisiones que hubiesen influenciado la evolución
en curso.
El problema del diagnóstico político no puede ser tratado aquí en cuanto a él mismo, puesto que
procede de la ciencia política. Sin embargo, está tan estrechamente ligado a la Estrategia y la misma Estrategia
depende tanto de ese diagnóstico, que es imposible no abordarlo, al menos en sus aspectos contemporáneos
principales, a título de ejemplo y base de reflexión.
En Disuasión y Estrategia he tentado un análisis sumario de la situación actual, para poder aplicar allí
las enseñanzas obtenidas de la Estrategia de Disuasión. Querría dar aquí una idea de lo que debería ser el
diagnóstico Político necesario a la Estrategia de la Acción, diagnóstico mucho más completo que aquel que es
necesario para la Estrategia de la Disuasión. Naturalmente, el cuadro que voy a bosquejar no pretende constituir
un estudio exhaustivo de ese asunto capital. Como se podrá juzgar, se tratará fundamentalmente, de hacer
resaltar el género de conclusiones que es importante alcanzar.

Las dificultades del diagnóstico político


Realizar un diagnóstico político es esencialmente, dar una explicación de los acontecimientos
contemporáneos y justificar, a partir de esa explicación, los objetivos políticos elegidos.
Digamos de inmediato, que está definición parecerá terriblemente ambiciosa, a la mayor parte de los
expertos en ciencias políticas, porque después de las grandes generalizaciones del siglo XVIII, en Occidente se
tiene mucha prudencia respecto a las teorías, pese a que en el Este, el marxismo-leninismo constituye un sistema
de pensamiento político muy completo, que se dice capaz de responder a todos los problemas. Es incontestable
que la elección de una teoría representa un problema considerable y que es peligroso equivocarse en ese campo.
Por otra parte, si el hombre político puede a veces, contentarse con intuiciones vagas e instintivas, porque ellas
traducen las reacciones del país que gobierna, el estratega que debe necesariamente calcular sus golpes, debe
siempre disponer de un diagnóstico político, tan completo como sea posible. Por esto es indispensable haber

7
Se refiere a las concepciones de Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825). Ex - oficial francés que combatió por la
independencia de los Estados Unidos; partidario ideológico de la Revolución Francesa no participó en ella por escrúpulo de su origen
aristocrático. Pasó varias veces de la opulencia a la miseria. Tuvo como secretarios a Agustín Thierry y a Augusto Comte, quienes,
posteriormente, propugnaron muchas ideas saint-simonianas. Publicó numerosas obras sobre temas científicos, de filosofía general y
político-sociales. Se le considera el fundador del socialismo. A él de se debe la conocida expresión " la explotación del hombre por el
hombre". En anti-Dühring, Engels reconoce, en Saint-Simon, "la amplia percepción genial que descubre los gérmenes de todas las ideas
no estrictamente económicas de los socialistas que le han sucedido" (Cf.: Ob. Cit., Ed. Claridad, Bs. As., 1967, pág. 266)

466
recurrido a las teorías aún reconociéndole su carácter conjetural e incompleto y aunque se admita que ellas no
constituyen más que aproximaciones insuficientes, a veces simples hipótesis.

Las cuestiones básicas


Sin abordar aquí el examen de esas grandes teorías, como la de Marx, de Spengler, de Toynbee, de W.
Rostow, por ejemplo, o de Raymond Aron en Paz y Guerra entre las Naciones8, creo que el medio más simple
para mostrar lo que debería comportar el diagnóstico político, necesario al estratega, es presentar las grandes
interrogantes a los cuales ese diagnóstico debería responder.
A título de ejemplo, estos interrogantes me parecen, son los siguientes:
ƒ ¿Por qué y cómo Europa se ha derrumbado en el siglo XX?
ƒ ¿Cómo puede caracterizarse la situación actual?
ƒ ¿Qué peligros futuros es necesario conjurar?
En suma: es necesario explicar el pasado reciente y el presente, para después elegir la forma del
porvenir que se quiere ayudar a promover.
ƒ ¿Cuál es el provenir que se debe buscar promover?
Sé que algunos encontrarán que este cuestionario es ingenuo, pero creo que es aún más ingenuo
pretender actuar sin haber buscado comprender los problemas que él promueve.

Conclusiones
Del conjunto de las consideraciones que preceden puede, ahora hacerse una idea de la complejidad de
los fenómenos en los cuales la acción deberá intervenir. Es en medio de esa complejidad, acrecentada por el
número cada vez mayor de Naciones soberanas, que se debe desarrollar nuestra acción, aprovechando las
corrientes favorables, evadiendo los obstáculos y haciendo recaer el esfuerzo sobre los puntos realmente
decisivos de la coyuntura. Es decir, que es necesaria una información muy completa, una comprensión muy
objetiva y profunda de la situación y un método muy seguro.

Política y sentido de la Historia


Llegado a este punto del análisis, es legítimo preguntarse si la acción no es una añagaza, cuando ella
pretende luchar contra las tendencias de la evolución que se perfila.
En otros términos ¿se debe inscribir la acción en el sentido de la “corriente de la Historia?”. Este es
el punto de vista de los marxistas, que clasifican los objetivos políticos en “progresistas” y “reaccionarios” y
que pretenden que ellos solamente actúan en el sentido progresista. Es ésta una cuestión mayor que domina
efectivamente toda concepción de la acción. No es fácil de resolver este problema de manera simple, sin apelar
a nociones filosóficas sobre la libertad, las que por otra parte, por su abstracción, probablemente no acarrearían
convicción. Por consiguiente, aquí realizaremos una discusión objetiva, cuya conclusión objetiva, indiscutible en
lo absoluto, no permite sin embargo, afirmar que todos los fenómenos sean controlables. Es evidente
objetivamente, que las grandes evoluciones, como el desarrollo de la ciencia sobrepasa en mucho la capacidad de
acción de un Estado. Esos grandes movimientos que constituyen incontestablemente la “corriente de la
Historia” son al contrario, influenciados, desviados o transformados por las invenciones de ideas o de técnicas y
por los descubrimientos que hacen generalmente los individuos o los grupos de individuos más o menos unidos
por disciplinas comunes.
Pero, como lo he señalado al pasar en Discusión y Estrategia, estos fenómenos espontáneos tan
importantes son del orden del microcosmo, de los azares individuales. Sus resultantes producen y producirán
efectos considerables a escala del macrocosmo que constituyen las grandes colectividades humanas y aún, el
conjunto del planeta. Son esos efectos macrocósmicos, sobre los Estados y sobre el globo, los que deben ser
previstos y dispuestos por una acción constante emprendida en el presente, pero con vistas al porvenir. Este
deberá ser el objetivo constante de la gran política, arte real fundada sobre una concepción filosófica penetrante
del destino del hombre. Como lo he escrito en la conclusión de Disuasión y Estrategia: “en tanto que el hombre
no haga un esfuerzo suficiente para saber verdaderamente dónde elige ir, continuará siendo el juguete de las
fuerzas gigantescas que él ha desencadenado sin saberlo, en su ciega búsqueda de ventajas inmediatas”.
Solamente entonces, el “sentido de la Historia” podrá ser canalizado y utilizado por acciones cuyo
objetivo habrá sido lógicamente concebido y cuyos procedimientos derivarán de una Estrategia racional. Cuanto
más poderoso es el hombre, más debe ser responsable de su destino.

Progresismo y Estrategia
De esta excursión, en el dominio superior del concepto de la acción, se puede deducir ciertas
conclusiones prácticas para la elaboración del método de la Estrategia de la Acción.
El elemento clave de la acción es primeramente, la voluntad de aquel que actúa y es seguidamente, la
voluntad de aquellos que podrían oponerse a esa acción. Aquí intervienen los móviles humanos y por lo tanto,
las ideologías. Los medios materiales por sí mismos, sólo sirven para explotar esas ideologías. Se ha visto la
importancia de las ideologías en la “corriente de la Historia” y su rol creciente en la evolución de las formas de

8
Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1963

467
la acción. Es evidente que hoy, con el desarrollo de la información por la prensa, la radio y la televisión, el
dominio sicológico, deviene una zona de acción esencial y decisiva.
Nosotros en Occidente estamos condicionados por los hábitos de pensamiento político y estratégico
que manejan sobre todo procedimientos esencialmente materialistas. Estamos aptos para calcular toneladas de
materias primas y en dólares, efectivos, número de tanques y megatones, ideas, propagandas y contraseñas. La
razón es que en el Oeste nuestras revoluciones son muy viejas y nosotros hemos perdido el manejo de esas
técnicas, en las que éramos antes excelentes, cuando Rusia y China se encharcaban todavía en el oscurantismo.
Por cierto que yo no discuto aquí la cuestión de saber si las ideas son o no el producto de factores materiales,
porque ese debate nos conduciría a un campo filosófico, que excede mis propósitos actuales. Pero las ideas,
procedan o no de una concepción materialista, son las que mandan.
Es por esto, que la acción más fácil y la más eficaz es la que explota mejor las ideologías corrientes y
es por lo que los Soviéticos y los Chinos disponiendo de una “artillería revolucionaria” más reciente que la
nuestra, tienen la facultad de jugar esa ventaja como ellos lo saben.
No querría excederme aquí sobre la política, porque no encaro en este libro, más que examinar cómo
se puede realizar en la mejor forma los objetivos fijados por la política cualquiera que ella sea, progresista o
conservadora. Por lo tanto, me limitaré aquí a examinar con objetividad el problema sólo desde ese punto de
vista.
Se es conducido entonces, a realizar dos órdenes de conclusiones.
1. Primeramente se debe reconocer que, en el dominio de la ideología, no se puede combatir eficazmente
una corriente de ideas progresistas sino por otra corriente de ideas de valor dinámico comparable.
2. Otra conclusión importante es que la acción cualquiera que sea las filosofías, los móviles políticos o
las tácticas, solamente se puede ejercer en el sentido progresista. Por otra parte, “progresista” no
quiere decir nada, sin la expresión no se aplica a una filosofía bien definida.
Progreso quiere decir cambio, pero todos los cambios no son progreso. Hay “progreso” cuando hay
un objetivo. Además el lazo entre el progreso y una medida es, frecuentemente indiscernible: una
política de bienestar puede ser “conservadora” o “progresista”, según el caso, mientras que una
política de privaciones puede ser “progresista” o “conservadora”. Aún en una intención final
progresista, se puede provocar el retardo a algunas evoluciones.
La política puede ser progresista o conservadora, según las ideas que la animan. La Estrategia no
puede ser ni lo uno ni lo otro; pues debe ser guiada únicamente por la preocupación de emplear los medios más
eficaces, ofrecidos por la coyuntura, con vistas al objetivo político que le ha sido fijado.

Conclusiones
ƒ El concepto de la acción acaba de ser discutido bajo sus diferentes aspectos. En él se ha reconocido el
carácter total resultante, según las épocas de los procedimientos que corresponden a las ideas, a las
estructuras sociales y económicas y las posibilidades de la acción militar de momento. Se ha
examinado los caracteres de la coyuntura actual, en la que interfieren los factores de estabilidad y de
inestabilidad inherentes a los diferentes dominios sicológicos, político, económico y militar. Se ha
puesto en evidencia la importancia del factor sicológico, palanca principal de la evolución, por lo
tanto, de la acción y de la necesidad de realizar, sobre los acontecimientos contemporáneos, un
diagnóstico político que permita reconocer el sentido de ellos.
Esta noción de evolución ha conducido a examinar objetivamente, si la acción no debía confirmarse
en la explotación del “sentido de la Historia”. La matizada conclusión que se ha inferido, es que esa
corriente, que está actualmente librada a Fuerzas espontáneas que parecen irresistibles, porque se deja
actuar al azar, puede, en cierta medida, ser encauzada por previsiones convenientemente tomadas a
tiempo.
En esas condiciones generales la Estrategia que es neutra, no se puede identificar ni con el
Progresismo, ni con el conservatismo, nociones de orden esencialmente político. Sin embargo, es
evidente que la acción es más fácil cuando ella se ejerce en el sentido de las grandes Fuerzas que
presiden la evolución de las sociedades.
Pero esas grandes Fuerzas no son todas benéficas, lejos de ello, algunas son infinitamente peligrosas.
La acción debe, por lo tanto repartirse juiciosamente entre la ayuda para alcanzarla o el apoyo a dar a
las tendencias favorables y la resistencia a oponer a las tendencias que se juzgan nefastas.
ƒ Así la acción es un fenómeno complejo, en el que interfieren la Gran Política y la Estrategia Total,
porque ella pretende influir sobre el gran fenómeno general y continuo de la Historia. Desde ahora, la
Gran Política y la Estrategia Total aparecen como dos dominios distintos.
La Estrategia Total es un método específico de la coerción y a tal título, su empleo activo será
generalmente intermitente. Por el contrario, el hecho que el fenómeno histórico sea constante, impone
una preocupación estratégica siempre presente en la vigilancia de la evolución.
Digamos, para concluir, que el método estratégico que se había elaborado en el medio militar a causa
de los peligros considerables y urgentes a los cuales debían enfrentar, encuentra ahora, por la
Estrategia Total, un campo de aplicación en la Política y en provecho de la Política, desde que ésta

468
debe operar conscientemente, en medio de los peligros acrecentados por los Poderes que el hombre ha
sabido arrogarse sobre la naturaleza.

Definición de los modos estratégicos directo o indirecto


En la Introducción a la Estrategia, he dado una definición de la Estrategia Indirecta que he creído
bastante clara, pero, la misma expresión de “Estrategia Indirecta”, ha provocado algunas objeciones que señalan
la necesidad de justificar ese bautismo.
Es cierto que los términos “directo” e “indirecto” se aplican a varias categorías diferentes: se ha
encontrado ya, que la acción por confrontación directa o indirecta, califica la forma de enfrentamiento según se
pretenda forzar al adversario a un ajuste o un convenio oponiéndose directamente a él, o por intermedio de
terceros Estados; asimismo, la acción sicológica directa o indirecta califica la forma de acción de orden
psicológico, cuyos resultados sobre el adversario serán obtenidos atacando directamente su moral o por
intermedio de acciones que se efectúan en otro campo militar, económico, etc.; por su parte, en Estrategia militar
clásica, se distingue la aproximación directa de la aproximación indirecta, según que el movimiento de las
Fuerzas militares en el espacio geográfico, se efectúe en dirección a las Fuerzas adversarias o sobre una
dirección excéntrica9.
La elección de los términos, Estrategia sobre el modo directo y estrategia sobre el modo indirecto,
corresponde a una distinción de otro orden, que se refiere a la concepción misma de la Estrategia Total. Según la
definición de la Estrategia Total “arte de la dialéctica de las voluntades que emplean la Fuerza para resolver su
conflicto”, el término “Fuerza” representa no solamente la Fuerza militar empleada efectivamente en la guerra,
sino también la utilización que se puede hacer de la sola existencia de esa Fuerza, por lo tanto de su amenaza, así
como del empleo de todo medio no militar de violencia. Por consiguiente, esto conduce a categorizar los modos
de la Estrategia con relación al rol de la Fuerza, yendo desde los medios más insidiosos a los medios más
violentos.
En una primera aproximación, se ha elegido retener dos grandes categorías, aquella en la que la
Fuerza militar juega un papel principal y aquella en la que la Fuerza militar no juega más que un papel
secundario y a veces, auxiliar. La primera ha sido bautizada Estrategia sobre el modo directo, es decir, una
Estrategia Total en el campo militar, la segunda Estrategia sobre el modo indirecto. El criterio es la
importancia relativa de la Fuerza militar en la acción.
Como se ve, Estrategia Directa e Indirecta son modos diferentes de la Estrategia Total. En general,
ellos coexisten y se complementan.

La acción por la Estrategia Total sobre el modo Directo


Concepción por la Estrategia Total sobre el modo Directo.- Preponderancia de la acción militar
La Estrategia Total sobre el modo Directo está fundada por espacio sobre la búsqueda de la decisión2
por el empleo o la amenaza de las Fuerzas militares consideradas como el medio principal. El hecho que se las
emplee presupone, por lo tanto que en el análisis del nivel de las decisiones políticas, se ha llegado a la
conclusión general que las Fuerzas militares representan el medio más eficaz. Esta conclusión reposa en general
por una parte, sobre la existencia o la posibilidad de una superioridad muy neta en el campo militar, por otra
parte, sobre la constatación que ningún otro medio sería bastante eficaz.
Es necesario subrayar que en todos los casos, el empleo de las Fuerzas militares no representan más
que una parte de la acción y que esta que es total, debe preparar ayudar y explotar los resultados a alcanzar por
las operaciones militares, por medio de las operaciones apropiadas en los campos psicológico, político,
económico y diplomático. Es la concepción y la conducción de este conjunto lo que constituye la Estrategia
Total sobre el modo Directo.
Puesto que la decisión es esperada del éxito de las operaciones militares, todo debe ser ordenado en
vista a él. Por lo tanto, es necesario primeramente buscar cómo puede obtenerse ese éxito.

Concepción de la acción militar


La concepción de la acción militar debe comenzar a partir del objetivo político de la acción encarada.
Es ese objetivo el que define si la acción es defensiva u ofensiva y si los resultados, que con ella se esperan, son
importantes (capitulación completa), medianos (objetivos limitados) o menores (golpe de parada). Esta
definición del objetivo es esencial pero, mi experiencia personal me permite asegurar que frecuentemente es
poco clara.
Desde ahí y poniendo en balance las posibilidades del adversario, se puede elegir el objetivo militar a
alcanzar.
Según el caso, la acción militar tendrá un carácter absoluto o relativo: el objetivo podrá ser, según la
fórmula clausewitziana, la destrucción de las Fuerzas adversarias, o alcanzar un objetivo geográfico (la capital,

9
Es la concepción estratégica militar desarrollada y propugnada por el extinto Capitán sir Basil Liddell Hart, principalmente en su obra
Estrategia-La aproximación indirecta (Cir. Mil. Bibl. Of. Vol. 500/501, Bs. As., 1960. La diferencia entre el "modo indirecto" en la
concepción del general Beaufre y de la "estrategia de aproximación indirecta" de Lidell Hart, ha sido tratada por Beaufre en
Introducción a la estrategia, págs. 125/128.

469
por ejemplo), cuya importancia política, económica o psicológica es grande o bien asegurarse una prenda
territorial juzgada suficiente o aún, simplemente ganar tiempo por una demostración de Fuerza.
Del objetivo elegido se puede deducir los medios militares a emplear. En el detalle, es un problema de
Estrategia militar que no quiero tratar aquí. Pero las características generales de la maniobra de la Estrategia
Total, imponen a la Estrategia militar un cuadro que es muy importante definir claramente: ¿la acción debe ser
rápida o no, y en cuánto tiempo? ¿Cuáles son los niveles de acción militar que son políticamente aceptables?
Todas estas cuestiones son muy importantes, pero la última es capital: ¿es necesario cuidar la población o no?,
¿En qué medida la aviación o el bloqueo pueden ser empleados? ¿Hay armas (napalm, por ejemplo) cuyo uso
sería políticamente nefasto? ¿Hay zonas geográficas en las que se arriesga inquietar a otras potencias?.
En este cuadro, la Estrategia General militar busca la mejor solución, teniendo en cuenta los medios
que ella dispone y los del adversario. Es un problema operacional normal. Sin embargo, en este estado de la
elaboración, frecuentemente se concluirá que el cuadro aparece demasiado estrecho y que en esas condiciones la
acción militar no podría alcanzar sus objetivos. Entonces, será necesario ampliar el cuadro, en detrimento de
ciertos inconvenientes políticos, o bien buscar si el resultado militar encarado no es demasiado ambicioso, o si el
resultado político no puede ser alcanzado mejor por otros medios no militares, es decir, por una maniobra de
Estrategia Indirecta.
Naturalmente la cuestión central, que habrá debido ser examinada desde el análisis del nivel de las
decisiones políticas, es aquella de saber si las condiciones del momento de la Estrategia Operacional militar dan,
a tal o cual forma de acción militar, una eficacia decisiva suficiente. En ese campo, es necesario desconfiar de las
modas y de las ideas basadas sobre el “poder aéreo”, el “poder naval”, la “supremacía del tanque” o la eficacia
de los aerotransportados. Las experiencias anteriores deben ser pasadas por la criba de un análisis objetivo, en las
condiciones particulares de la operación encarada. El conjunto de esas consideraciones conduce a fijar las
grandes líneas de la concepción militar, en relación con la cual será preciso concebir la maniobra de la Estrategia
Total.

Concepción de la maniobra de la estrategia total


La concepción de la maniobra de la Estrategia Total, reposa sobre la idea de buscar cuáles son las
acciones relevantes en los campos no militares, que pueden ayudar mejor a la acción militar.
Ese objetivo sólo puede ser alcanzado mediante un análisis atento, realizado sobre las distintas fases
de la acción militar, para poner en evidencia los obstáculos a superar en ésta, así como también las reacciones a
esperar de los adversarios y de terceros. En el examen de este análisis, me limitaré aquí a tres fases esquemáticas
de la operación militar: la preparación, la ejecución y la explotación. Naturalmente cada una de estas fases,
frecuentemente, deberá ser subdividida en actos sucesivos.
En la fase de preparación, lo esencial es al comienzo, disponer de las Fuerzas militares. A veces esto
es fácil pero, otras veces, es largo y costoso, sobre todo si es necesario crear nuevas unidades o fabricar
materiales. Por lo tanto generalmente, es necesario consentir en un importante esfuerzo financiero y económico.
Además, es indispensable realizar progresivamente, la preparación psicológica de la opinión Nacional.
Esto no representa más que un mínimo indispensable, pero totalmente insuficiente. La preparación
debe ser también de orden político, a fin de dar a la acción encarada el máximo de legitimidad ante los ojos de la
opinión, tanto Nacional como Internacional. De ahí, la importancia de elegir un buen tema político, que
corresponda en la mejor forma al objetivo encarado.
Esta acción, fundada sobre un buen análisis de los móviles políticos de los Estados interesados,
apuntará naturalmente a realizar el aislamiento diplomático del adversario, buscando concluir tratados de alianza,
encarando la partición (el caso de Polonia en 1939), explotando temas auxiliares, lisonjeando las tendencias
ideológicas y dando garantías a los terceros asegurando su neutralidad o su complacencia (tratados de no-
agresión, “enterrar el hacha de guerra”, tratados de comercio, etc.) Esta es una fase de intensa actividad
diplomática.
Pero el adversario no dejará de reaccionar comenzando por los preparativos militares. ¿Qué se puede
hacer para impedir, para engañar, para adormecer su vigilancia? ¿No tiene partidos políticos que se pueden
manipular? Todo este aspecto merece un examen muy serio. El adversario reaccionará también, sobre el plano
diplomático. ¿Cuáles son las posibilidades que le ofrece el nivel de los móviles políticos? ¿Se puede reducir su
influencia favoreciendo tal o cual partido o tal hombre político o consistiendo en tal o cual acuerdo económico?
Si algunos terceros Estados aparecen como verdaderamente hostiles y que ellos pueden jugar un papel
importante en el asunto, sin que se haya podido convencerlos por medios políticos, queda el recurso de la
disuasión por medios militares. Esta es una partida que se juega prudentemente y que puede ser necesario
conducir también, sobre el plano inferior, si el adversario sabe intervenir en él.
Por lo tanto, la fase de preparación es capital. De sus resultados puede depender todo el éxito de la
acción.
La fase de la operación militar se beneficiará con esa atenta preparación. Si todo pasa según está
previsto, el enemigo será sorprendido y desorganizado, el ambiente internacional será favorable. Sin embargo,
durante esta fase, el esfuerzo en los campos no militares debe ser intensificado porque es en este momento, que
se necesitará saber paralizar los elementos hostiles y activar las simpatías. Por otra parte, los resultados

470
favorables de la operación militar deben ser plenamente explotados, para buscar, producir en el campo
psicológico, un fenómeno de avalancha que descorazone las resistencias y aúne las buenas voluntades.
Pero, no se ha tenido en cuenta más que las hipótesis favorables. Es necesario prever también las
reacciones adversarias y aún, el caso de un fracaso. El enemigo tratará de restablecerse militarmente y asegurarse
apoyos. ¿Con cuáles apoyos puede él jugar, sobre todo si el éxito se demora? ¿Cuáles serán las consecuencias
políticas de un fracaso y las de la intervención masiva de terceros Estados? ¿Qué paradas se pueden prever en
esas hipótesis? ¿Qué cambios serán necesarios encarar en nuestros móviles políticos para asegurarse el máximo
de apoyos? etc. Resultarán planes de acción, reservas a constituir, tanto económicas cuanto militares, jalones
políticos a ubicar sobre el tablero internacional.
Si el éxito militar corona nuestros esfuerzos, todavía falta ganar la fase de explotación, aquella en la
que será alcanzada la decisión buscada. Es en el curso de esta fase, que es necesario referirse exactamente al
objetivo político encarado y no dejarse desviar, ni por los compromisos, ni por la embriaguez de la victoria. Las
condiciones impuestas ganarán más frecuentemente, siendo moderadas y no creando heridas que serán la fuente
de otros conflictos. Seguramente que la acción política y psicológica debe proseguir activamente para
beneficiarse con todos los apoyos posibles. Además esta victoria modificará el equilibrio político. ¿Cuáles serán
las consecuencias? ¿Qué nueva actitud, qué nuevos móviles se deberán tener? ¿Qué medidas corresponderán a
estos cambios?
Finalmente, una vez más es necesario examinar las posibilidades de maniobra del adversario para no
concluir, para durar. Esta es la reacción normal de aquel que se encuentra en situación de inferioridad. Por otra
parte, si el enemigo está vencido en la Estrategia Total en el modo directo, es posible que él busque desquitarse
por los medios de la Estrategia Total en el modo indirecto: la resistencia, la guerrilla, el llamado a la conciencia
internacional, la división de nuestra propia opinión pública, la intervención de las potencias con cuya solidaridad
él se beneficia. ¿Cuáles serán entonces, las paradas en los diversos campos? Todavía resultan necesarias nuevas
previsiones, nuevas variantes.
El conjunto de todas esas previsiones y de todas estas variantes constituye el “plan de la estrategia
total”, apuntando a valorizar y explotar la acción militar principal.

Conducción y límites de la Estrategia Total sobre el modo Indirecto


Una vez desencadenada la acción, ella debe ser rápida y brutal, a fin de alcanzar sus objetivos
militares lo más pronto posible y crear un hecho consumado internacional.
Está necesidad se impone cada día más, en razón de la creciente interdependencia de las Naciones y
de las opiniones públicas. Si se la desatendiere, se arriesga grandemente a dejar al adversario movilizar los
apoyos de que dispone, prolongar la resistencia y deslizar la operación en el modo de la Estrategia Directa. En tal
caso, el conflicto, concebido inicialmente para ser decisivo, se va a hundir en el desgaste y se resuelve con
lasitud. Esto es el fracaso de la maniobra directa.
También la elección de los medios militares es primordial. Son necesarios medios rápidos capaces de
maniobrar dinámicas si es necesario, sacrificando la potencia.
El avión y el portaaviones, el helicóptero y las tropas aerotransportadas responden mejor a esta
inquietud.
Esto es, tanto más indispensable, cuanto que la acción directa se verá frecuentemente encerrada en
limitaciones muy estrechas. Por principio, aquellas impuestas por la disuasión nuclear, obligan a mantener la
acción debajo de un cierto nivel, evitando los resultados muy espectaculares, capaces de hacer “escalar” la
operación en el plano internacional o de forzar al adversario a una resistencia desesperada. Esta consideración,
conducirá frecuentemente, a preferir la acción indirecta a la acción directa.
También existen otras limitaciones; las condiciones locales de la lucha técnicas o políticas, pueden
interdecir ciertas formas de la acción militar y en consecuencia, hace que las operaciones sean menos decisivas.
En este caso, la acción directa tiene grandes desventajas. Pero, la limitación más importante es la que produce la
inestabilidad sicológica del teatro de operaciones. Entonces se puede temer que los resultados militares,
obtenidos por las operaciones clásicas, sean anulados por la resistencia popular y la guerrilla. Este riesgo impone
acompañar a la acción militar con una acción política y psicológica, potente por sus medios y cuidadosamente
concebida.
Todas esas limitaciones hacen cada vez más difícil y más rara la acción por la Estrategia Directa. Sin
embargo, creo que ceñirse a esta conclusión sería cometer un gran error, porque la coyuntura actual,
indiscutiblemente desfavorable para la Estrategia Directa, puede modificarse profundamente. Este sería el caso
por ejemplo, si el equilibrio en el nivel nuclear se probara tan perfecto que la disuasión nuclear llegara a perder
todo poder. Se volvería, entonces a los enfrentamientos militares directos, cada vez más importantes porque ellos
presentan la ventaja de prometer una decisión más rápida que la acción por la Estrategia Indirecta; promesa que
es, por otra parte frecuentemente desmentida, cuando los cálculos militares son erróneos.
Pero, lo que yo he buscado sobre todo es mostrar, que la Estrategia Directa debe ser Total y no
solamente militar. Cualquiera que sea la importancia del papel asignado a las Fuerzas militares, es necesario
saber asociarlo con las otras formas de la acción, para asegurarse un máximo de eficacia y si es posible, duplicar
su influencia.
Solamente la Estrategia Total es buena Estrategia.

471
La acción de la Estrategia Total en el modo Indirecto
La acción por la estrategia total en el modo indirecto, es aquella en la que el resultado deseado debe
ser alcanzado esencialmente, por los medios no militares, y en la que por lo tanto, los medios militares solo
juegan un papel contribuyente.

Influencias de las limitaciones


Del hecho de las diversas limitaciones, debidas a los recursos disponibles, al ambiente y a la
disuasión, generalmente no es posible imponer al adversario una verdadera capitulación. Entonces en general,
sólo se puede sugerirle considerar, como un compromiso posible, una solución que responda a nuestros propios
objetivos políticos. Se le obtiene haciéndole temer que el compromiso se haga más oneroso, a medida que el
conflicto se prolongue. Así, La Estrategia Indirecta se presenta como una forma dura de la negociación.
Por lo tanto en esta situación, en general, los objetivos a alcanzar sólo pueden ser muy limitados en la
medida de las posibilidades de aceptación del adversario y de la opinión internacional. Si la apuesta política es
demasiado importante, el objetivo no podrá ser alcanzado, sino después de una maniobra bastante larga, que se
puede concebir según dos modalidades.
El primer tipo de maniobra es aquella de pellizcar en pequeñas etapas sucesivas. Esta es la maniobra
de la alcachofa o el salame, en la cual cada etapa puede ser conducida por procedimientos de Estrategia Directa o
Indirecta según sea el caso.
El segundo tipo de maniobra corresponde al caso, en el que la Estrategia Indirecta prueba ser incapaz
de alcanzar una solución, aún modesta, a causa de su impotencia para provocar un compromiso aceptable para
las dos partes. Esto es generalmente lo que pasa cuando las apuestas opuestas son demasiado importantes y
notablemente alejadas. Entonces, la solución sólo puede ser buscada por un conflicto prolongado, de larga
duración, para gastar la voluntad del adversario y habituarlo progresivamente, a la idea de abandonos
substanciales. Esta es la maniobra por lasitud que es básica en la Estrategia de Mao Tse Tung y de la cual
Argelia es el ejemplo más característico10. En el plano militar, esta maniobra no pretende ganar, sino durar sin
perder. Consiste, generalmente, en una prueba de Fuerza desarrollada en un largo período y en un punto débil del
adversario, frecuentemente en un teatro excéntrico para él y que constituye una zona de conflicto militar
localizada.
En la zona de conflicto local, la prueba de Fuerza que en él se desarrolla raramente es decisiva. Pero
sería localmente decisiva sino bastara para provocar rápidamente una decisión de conjunto por sus resultados
materiales, porque se trata por definición, de una zona en la que entran en cuestión solamente intereses
marginales del adversario. Sin embargo, ésta es la situación que contendrá la decisión final, porque la lógica de
la acción psicológica conduce a transformar el conflicto local en una guerra civil de las poblaciones locales:
Cada adversario combate a otro por intermedio de un partido político creado por las circunstancias, sostenido por
subsidios, con armamentos, con “consejeros”, por “voluntarios”, mediante tropas regulares. De él resulta, para
las poblaciones locales, sacrificios muy pesados que para ellas sólo se pueden justificar, por móviles que pongan
en juego un elemento fuertemente pasional, como en el caso de la guerra de liberación o descolonización. Esa
diferencia, entre el interés de las poblaciones locales y el de los antagonistas más lejanos, constituye el factor
más potente de la maniobra por lasitud, porque contrariamente a lo que se podría pensar a primera vista es el
beligerante cuyo territorio está lejos de la zona de conflicto el que se fatiga más rápidamente por un esfuerzo
prolongado, respecto a los intereses que la maniobra sicológica tiende a hacerle admitir como secundarios y por
lo tanto, posibles de sacrificar.
La prueba de Fuerza local toma, muy frecuentemente la forma de guerrillas. Esta es una Táctica hoy
en día muy desarrollada y particularmente formidable. Guerrilla y Pacificación se oponen sin poder triunfar
completamente la una o la otra. Desde que se entra en la guerrilla es porque el ambiente sicológico local se ha
hecho lo suficientemente inestable y la lucha tiende a eternizarse: esta es la forma clásica del conflicto crónico,
que normalmente, sólo puede terminar por un compromiso de lasitud. La Estrategia propia de la guerrilla tiene
reglas particulares muy bien definidas por Lawrence11, y por Mao Tse Tung12. Las reglas de la pacificación, que
de ellas se deducen, buscan poner en inferioridad a la maniobra de la guerrilla. De todas maneras, lo esencial del
juego es, generalmente, hacer que el adversario cometa un error estratégico que le imponga consagrar
demasiados esfuerzos, a menos que se llegue a estabilizar el nivel sicológico local. Comúnmente es esta
esperanza la que conduce al defensor a responder a la insurrección con la intervención abierta de las fuerzas
militares. Este procedimiento ha producido más fracasos que éxitos pero, frecuentemente, es inevitable, aunque
sólo sea para ganar tiempo.
En los últimos conflictos, se ha visto tomar formas nuevas a la intervención militar cuya conducción
es, todavía mal conocida- mediante el empeñamiento espectacular de medios militares potentes y de avanzada
técnica. Desde este punto de vista, la aviación, que puede operar sin estacionarse directamente sobre el territorio

10
Es probable que, en 1972, el autor señalase, como más característico, al conflicto de Vietnam
11
Cf., T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, Ed. Sur, Bs.As., 1955
12
Cf., T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, Ed. Sur, Bs.As., 1955

472
cuestionado, parece poder reemplazar hoy en día a los cañones del último siglo, para dar “golpes de represión”,
destinados a hacer tomar en consideración las reclamaciones presentadas.
En estas condiciones, conforme al esquema de Mao Tse Tung, es posible que después de un largo
período de desgaste moral y material, la balanza de las Fuerzas termine por dar allí una gran superioridad a uno
de los partidos. Entonces, las condiciones de una decisión militar del tipo de la Estrategia Directa están dadas. La
solución, hasta ese instante imposible, puede ser negociada bajo la amenaza de un hundimiento completo.

La negociación
Pero normalmente, la lucha se eterniza con diversas peripecias. Aparece la lasitud tanto más rápida
cuando más grande y prolongado haya sido el esfuerzo, aparentemente desproporcionado con la apuesta política
y cuando más intensa haya sido la acción sicológica. Entonces nace la hora de la negociación con vistas a un
compromiso.
Es necesario notar que en este género de conflictos, uno de los beligerantes, aquél que ha
desencadenado la guerrilla, tiene todo por perder porque la apuesta es para él total, lo que raramente es el caso
del adversario. La parte moral no es, por lo tanto, igual. Por otra parte, todo depende de la importancia de la
apuesta. Si se plantean exigencias a primera vista inadmisibles; pero sobre las cuales se rehusa discutir, se
necesitará ir muy lejos en el proceso de lasitud y en consecuencia, estar seguro de subsistir. Si al contrario, no se
encara más que llevar al adversario a aceptar el comienzo de negociaciones sin condiciones previas, se puede
negociar más temprano; pero con el riesgo de tener que retomar la lucha si el adversario no está suficientemente
fatigado. Sin embargo, a partir de la etapa de “prenegociación”, se dispone de una importante palanca sicológica
para influir directamente sobre la voluntad de los dirigentes adversarios.
Esta fase de negociaciones, en la que se mezclan las declaraciones públicas, las conversaciones
laterales, los “buenos oficios” y las diversas presiones, frecuentemente comienza muy temprano y constituye
una fase capital de la acción por la Estrategia Total en el modo indirecto. Es necesario armarse de paciencia y
tanto la tozudez como la precipitación son, en general, malas consejeras. Su éxito parece reposar
fundamentalmente sobre las posibilidades de presión que se ha sabido guardar en reserva y que sitúan al
adversario en presencia de una elección.
Igualmente, es necesario guardarse de parecer cediendo al espíritu de abandono y a una fe ingenua en
la reconciliación. En este caso no se haría más que deslizarse sobre una pendiente fatal, transformando el
compromiso en una verdadera capitulación.
naturalmente, el reglamento del conflicto no depende únicamente de la apuesta particular en cuestión.
El ambiente internacional y las perspectivas a largo plazo, constituyen los elementos esenciales de la decisión
afectando los términos del compromiso.

Conclusiones
La descripción que acabo de dar de la Estrategia Total en el modo Indirecto se relaciona
evidentemente con numerosos ejemplos históricos recientes. No constituye, por lo tanto, más que una imagen,
relativamente particular, correspondiente a las condiciones presentes y a la moda expandida por las técnicas
soviéticas y chinas. La fórmula general, aplicable a todos los conflictos conducidos en el modo de la Estrategia
Indirecta, es susceptible de tomar aspectos muy diferentes.
Lo que es necesario retener de carácter general, es que pese al desarrollo que ha debido dar a la lucha
en la “zona de acción local”, esta no tiene más que un valor episódico y que lo esencial se juega en el plano de
la ación sicológica y, más particularmente, en el nivel de las decisiones de los gobernantes. Es por ello y en
relación con ello, que la acción debe ser conducida. Esto significa la importancia primordial de las
consideraciones realizadas sobre las políticas internas amigas-enemigas y exterior, porque son ellas, en
definitiva, quienes determinan la libertad de acción de los dirigentes.

Ofensiva y Defensiva en la Estrategia Total en el modo Directo


La ofensiva consiste en tomar la iniciativa de abrir el conflicto con vistas a obtener un cierto
resultado político. La defensiva consiste en sufrirla iniciativa adversaria y en rechazar el arreglo político
propuesto. Este rechazo puede ser mantenido un cierto tiempo; pero, en general, no permite cerrar el debate: la
actitud defensiva no puede conducir a ninguna solución política. Por consiguiente, no hay simetría entre las
actitudes ofensiva y defensiva.
Conforme a una sana concepción estratégica, la defensiva sólo puede tender a permitir, tarde o
temprano, retomar la iniciativa, por lo tanto, emprender una acción ofensiva. La contraofensiva se impone, si no
se quiere sufrir la voluntad del adversario.
Esta contraofensiva puede tomar dos formas diferentes puede tomar la forma de una acción por la
Estrategia Total en el modo Directo. Esta decisión depende, evidentemente, de los medios disponibles, de la
libertad de acción resultante de la situación internacional y de sus posibilidades de éxito.
Ella podrá, en todos los casos, efectuarse según los modos de acción indirectos de la Estrategia,
porque éstos son siempre posibles, si se parte de un análisis serio de la coyuntura: no existe situación en la cual
el adversario no presente algún punto sensible a la medida de nuestros medios de acción. Es posible que el

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ataque eficaz de sus puntos sensibles requiere tiempo. La defensiva, entonces, tendrá sentido procurando ese
tiempo necesario. Al contrario, una defensiva que no es conducida con vistas a la contraofensiva no tiene valor.
Esta consideración conduce a concebir la defensiva en la Estrategia Indirecta en tres fases: primero
durar, después responder con una acción contraofensiva y, finalmente, negociar, si es posible amenazando con
el desencadenamiento de una nueva acción ofensiva.
Así, cualquiera que sea la actitud de conjunto que se observe y aún cualquiera que sea la neutralidad
que se entiende guardar, se ve que es indispensable poseer en reserva los argumentos ofensivos que permitirían
parar una iniciativa adversaria. Esto es porque una Estrategia avisada debe prospectar constantemente las
posibilidades de acción, ofrecidas por los eventuales adversarios, a fin de estar en capacidad de jugar su juego en
el momento oportuno, puesto que no hay verdadero juego que no sea ofensivo.
Esta noción capital ha sido, hasta el presente, generalmente menospreciada en Occidente, en parte por
pasividad; pero sobre todo, porque los fenómenos de la Estrategia Indirecta eran mal conocidos. No se ha sabido
jamás por cuál objetivo analizar esos problemas y, a menudo, se ha concluido, sin razón, que no se podía más
que sufrir o empeñarse en aventuras militares. Yo mucho anhelo que el presente estudio pueda contribuir a hacer
comprender mejor los caracteres esenciales de las formas de lucha contemporánea.
La salvaguardia del equilibrio del mundo tiene ese precio.

La concepción de maniobra de la Estrategia Total en el modo Indirecto


En la Estrategia Total Directa, la maniobra consistía en dar a la acción militar, en cada una de sus
fases, todo el apoyo posible que la acción, en los campos no militares podía aportarle. En la Estrategia Total en
el modo Indirecto, en necesario realizar la misma convergencia de las acciones conducidas en los diversos
campos; pero, esta vez en provecho de aquéllas acciones estimadas como la principal. La base de la maniobra
reposa, por lo tanto, en la elección y en el orden de urgencia de las diferentes acciones.
Para realizar esa elección es necesario partir, una vez más del objetivo político de la acción, de los
puntos sensibles del adversario y del ambiente internacional, así como de los medios de los que se puede
disponer. En estos análisis y de su comparación, se puede deducir las diversas acciones a emprender, así como su
importancia relativa. Pero, muy frecuentemente, la debilidad inicial de ciertas categorías de medios obliga a
hacerlos intervenir sucesivamente, a medida que ellos se hacen disponibles. Así los períodos de preparación se
cruzan con los períodos de acción. De ahí resulta que la acción de conjunto comporta, en general, fases sucesivas
de aspectos muy diversos y que, cada uno de ellas incluye acciones que soportan un esfuerzo principal y zonas
de acción diferentes.
El plan de maniobras consistirá en concebir, ese corte en fases y en determinar; en cada una de ellas,
las acciones a emprender, así como el esfuerzo principal particular de cada fase.

Conclusiones sobre el modo Indirecto


Lo esencial es ver bien que las maniobra de la Estrategia Total en el modo Indirecto reposa en la
elección de las fases sucesivas del diferente esfuerzo principal, engranando lógicamente las acciones de
preparación y las acciones de ejecución hasta lograr inclinar la voluntad del adversario. Muy esquemáticamente,
se puede distinguir cuatro fases:
ƒ Primeramente, la preparación cuyo elemento principal es la elección del tema político, es más
importante en la Estrategia Indirecta que en la Estrategia Directa, puesto que la imitación de la Fuerza
debe ser compensada por la resonancia sicológica;
ƒ Posteriormente, el desarrollo de las Fuerzas por la explotación, internacional e interna del tema
político;
ƒ Entonces, viene la prueba de Fuerza, generalmente sobre la base de acciones prolongadas de
guerrillas;
ƒ Finalmente, la negociación.
Naturalmente, como en la Estrategia Directa, en cada una de las fases, las previsiones deben ser
realizadas para responder a las reacciones del adversario. Pero, contrariamente a la Estrategia Directa, esas
previsiones no pueden ser realizadas sobre el conjunto de la operación que se van a extender durante varios años.
Aparte del esquema del conjunto, se contentará generalmente, es prever las variantes, fase por fase; esas
variantes pueden, por otra parte, entrañar cambios importantes en el esquema inicial. Además durante los años
que durará el conflicto, las condiciones locales o exteriores pueden modificarse profundamente de manera
imprevisible. El plan de maniobra debe, por lo tanto, ser constantemente adaptado a ese ambiente cambiante.
Otro aspecto capital es la importancia relativa de las diversas zonas de acción: interna, exterior, local.
Es indiscutible que la zona de acción principal, es la zona interna adversaria. Pero para alcanzarla es necesario
generalmente, pasar por la zona exterior internacional y por el mantenimiento del conflicto en la zona del
conflicto local. Esto es lo que hace necesario el balanceo sucesivo de las zonas del esfuerzo.
Finalmente, no puedo menos que volver menos que volver una vez más sobre la importancia central
del nivel de las decisiones políticas. Es con relación a este escalón de razonamiento, que debe ser ordenada toda
la maniobra.

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Conclusiones
Como ya lo he dicho anteriormente, las experiencias recientes me han conducido ha describir la
Estrategia Total en el modo Indirecto, bajo la forma que ella ha tomado en los diversos conflictos de
descolonización. Estos esquemas que son el producto de condiciones particulares, no deberían a llevar a
menospreciar el carácter general de la Estrategia Indirecta y las posibilidades de aplicación que ella presenta,
cualquiera sea la forma de acción.
Es cierto que la moda actual de la Estrategia Indirecta responde, en parte, a la disuasión nuclear que
reduce las posibilidades, de la Estrategia Directa y, por otra, a las condiciones sicológicas de un mundo
desequilibrado por el desplazamiento de Europa, la descolonización y el alumbramiento de una nueva
civilización técnica. Pero la Estrategia de modo Indirecto corresponde también, a una evolución profunda de los
sentimientos modernos respecto a la violencia sin duda, como consecuencia, de las grandes guerras absurdas que
acabamos vivir. Cuando el hombre deviene de más en más poderoso, tiende a recursar el empleo paroxísmico de
la Fuerza. Si esta tendencia se mantiene, mientras que la potencia se ejerce en beneficio de la disuasión la acción
deberá, cada vez más, confinarse en la utilización de la Estrategia de modo Indirecto, porque sólo ella permite
alcanzar resultados importantes, mediante el empleo paulatinamente más mesurado de la Fuerza hasta limitarse a
maniobras abstractas, realizadas únicamente en el nivel de las decisiones políticas.
La Estrategia Total, en el modo Indirecto es verdaderamente la Estrategia del porvenir.

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