Você está na página 1de 4

El encuadre interno (Lo que hay que tener)

Autora: Alcira Mariam Alizalde


Zona Erógena Volumen n° 41
Este documento ha sido descargado de www.educar.com

1- Introducción.
En la actualidad, el encuadre tradicional del psicoanálisis tambalea. Los pacientes acuden a la
consulta con sus propias reglas cuyo cumplimiento en gran medida exigen: frecuencia de una o dos
veces semanales, menor tiempo de duración del tratamiento. El contrato analítico tradicional de
hace cincuenta años ( cuatro veces por semana en diván por tiempo indefinido) ha perdido vigencia.
Los jóvenes ya no se analizan espontáneamente aceptando un encuadre externo sugerido por el
analista, ni pagan sus honorarios cuando se van de vacaciones, y cuestionan las interpretaciones
transferenciales desmedidas que hicieran furor otrora «Ud. ahora, conmigo»... « siempre conmigo».
Las demandas se presentan atípicas. Este hecho se debe también a que el psicoanálisis aborda
patologías fuera del marco de la neurosis tales como patologías borderline, psicosis, enfermedades
psicosomáticas, etc. Ha ampliado su radio de acción a los tratamientos grupales, familiares y de
pareja y se investigan sus aplicaciones a distintas áreas de la sociedad y de la cultura (educación,
arte, catástrofes sociales, entre otras). La importancia del encuadre resaltada por Bleger (1966
«Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico», cap.VI de Simbiosis y Ambiguedad, editorial Paidós,
1967) no puede empero ser dejada de lado cuando de tratamiento psicoanalítico propiamente dicho
se trata. El desencadenamiento y desarrollo de un proceso analítico requiere de variables
organizadas en el seno de las cuales puedan registrarse y conceptualizarse distintos fenómenos
analíticos fundamentales (reacciones transferenciales-contratransferenciales, resistencias,
mecanismos de defensa, etc.)
Bleger enfatizaba que el encuadre es el depositario de las ansiedades psicóticas del paciente y
mínimos cambios de este encuadre movilizan ansiedades y revelan aspectos profundos del
psiquismo del paciente. Si bien se ocupó en describir las constantes externas del encuadre, incluyó
entre ellas el rol del analista (ídem ant. pág 237), introduciendo factores que pueden categorizarse
del lado del encuadre interno.
La institucionalización del análisis trajo ventajas (organización, difusión, formación de escuela, etc.)
y trajo desventajas (rigidificación, autoritarismo en algunos tiempos y lugares, coagulación del
pensamiento). El encuadre externo adquirió características fijas según el país: cinco sesiones por
semana. cuatro, tres, Los tiempos de análisis se volvieron largos, muy largos. Estamos hoy día más
cerca de Freud de lo que pensamos. La lectura de sus textos sobre técnica y los testimonios de sus
analizandos (Doolittle, Kardiner, Blanton. Bonaparte, Reik, Wortis, entre otros) revelan un analista
activo, suelto, agazapado en aras de pescar el inconsciente, preocupado por la eficacia de los
tratamientos, libre investigador de una tierra nueva. Transgresor e sus propias reglas. privilegia en
todo análisis los factores que, sin duda alguna, pertenecen al encuadre interno.

2- El encuadre interno
Distinguir encuadre externo de encuadre interno es una interesante alternativa que nos
sale al cruce. Es más fácil definir el encuadre externo: tiempo, frecuencia de sesiones, horarios,
lugar, honorarios, vacaciones, recuperación o no de sesiones, ausencias prolongadas, etc. Este
marco que se pretende más o menos fijo e inmutable depende de reglas pautadas fáciles de observar.
En su transgresión y complejidad muestra su riqueza conceptual y sus potenciales derivaciones
clínicas.
El encuadre interno, al depender de factores intrapsíquicos, es más difícil de mensurar que el
externo. Adquiere un cierto carácter de abstracción. Me he ocupado de este concepto en varias
oportunidades (1982 «El encuadre interno», inédito, 1996 Mesa redonda «Pensando la clínica y la

1
psicopatología actuales «Rev. Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, N.22,
pag. 43 y descriptor de este concepto en la Comisión de Informática de dicha Escuela, julio 1997) y
considero fundamental precisar los elementos que lo componen y las condiciones psíquicas
requeridas, para desarrollarlo.
El encuadre interno es una conquista psíquica que todo psicoanalista va organizando en su
psiquismo a medida que su mente se expande en el quehacer analítico. Es un delicado proceso que
resulta del encuentro entre un analista que posee el dispositivo interno de análisis y un paciente
analizable que acepta el despliegue del trabajo analítico. Desde las primeras entrevistas, el analista,
poseedor del «dispositivo interno» lo hace jugar en el campo de la sesión. Como nos enseñara Freud
en sus escritos técnicos, la primera tarea consiste en ligar al paciente a la persona del médico. La
mente del analista ha incorporado encuadre interno gracias a su propio análisis, autoanálisis y
reanálisis. Este encuadre interno se perfecciona o desarticula gradualmente a lo largo de la vida del
analista según vicisitudes de su propia historia personal y analítica. Es directamente proporcional a
su pasión analítica, su talento clínico y su salud mental. El encuadre interno existió siempre aunque
no se lo llamara por este nombre. Las reglas fundamentales de asociación libre y atención flotante,
la regla de abstinencia, eran parte de él y fueron tempranamente enunciadas por Freud. Consiste
básicamente en un conjunto de propiedades psíquicas que interactúan como radares o antenas
invisibles con la mente del paciente. No está presente a lo largo de toda la sesión sino que emerge
en los momentos privilegiados en que los inconscientes interactúan y el levantamiento de las
represiones tienen lugar y el análisis da en esos momentos, un paso más hacia su resolución exitosa.
Privilegio el encuadre interno como « lo que debe estar» o « lo que hace falta en forma
imprescindible» para que un tratamiento se juegue bajo el nombre de psicoanálisis. El analista - es
conveniente insistir en este punto - adquiere este instrumento gracias a su propio análisis, reanálisis
y autoanálisis. Fue por ello quizá que Freud ponía el propio análisis como condición prioritaria para
llegar a ser analista. En la medida en que ceden los puntos ciegos se convierte en un analista de
mayor eficacia clínica. El analista ha aprendido en su propio análisis el arte de la asociación libre, la
dinámica de la transferencia, puede palpar sus resistencias, conocer la elaboración en mente propia,
las transformaciones psíquicas, las luchas mentales con sus logros y fracasos. En su praxis habrá de
desplegar inevitablemente su bagaje teórico-clínico-experiencial a su manera. Cada quien ha ido
ganando terreno a su propia neurosis, sus aspectos psicóticos, sus perturbaciones de carácter.
Al formar parte de la persona del analista, el encuadre interno se muestra junto a la presencia del
analista. Interacción donde no falta lo inefable: el analista percibe lo no
hablado, el mohín, el tono de voz, la resistencia en el gesto. El paciente puede cuestionar el
encuadre externo: «pelear» los honorarios, negarse a tomar muchas sesiones semanales, exigir
cambios de horarios, etc. Lo que no puede, - he aquí el territorio soberano del psicoanálisis - es
sustraerse al impacto, a los efectos y a la puesta en juego del encuadre interno que mueve sutiles
engranajes metapsicológicos y objetales.
El encuadre interno no tiene forma mensurable. Es la organización psíquica del analista en acto. Es
un marco intrapsíquico interactivo. Otorga al analista su propio espacio: ya se diga freudiano,
kleiniano o lacaniano, en un primer plano se enuncia su propio nombre atravesado por el
psicoanálisis. Sus teorías, sus análisis, supervisiones, estudios varios, transferencias múltiples. su
experiencia de vida, su historia personal, sus creencias, su ideología, cristalizan en el sufijo «iano»
adherido al propio apellido. Aunque suene ocurrente. una cierta verdad circula en esta afirmación.
El analista forma escuela por sí mismo aunque profese en una capilla determinada. En las
profundidades de su ser es único: sin saberlo quizá es, analista propio. y no tiene otro potencial
analítico que el que ha podido sedimentar - castración mediante - en el momento vital actual. Esta
idea implica que toda persona «va siendo» psicoanalista en forma cambiante a lo largo de los años.
Como si se tratara de los platillos de una balanza el encuadre interno tiene su peso mayor del lado
del analista en los inicios del tratamiento. Paulatinamente, con el correr de la instalación del proceso

2
analítico, el arte peculiar a cada analista y la singularidad de cada paciente irán modificando este
equilibrio. El paciente incorporará encuadre interno: hará consciente su inconsciente, palpará sus
resistencias y defensas, ejercerá movimientos de autoanálisis, etc. La creación de encuadre interno
enriquece los lazos inconscientes de la dupla analítica e incrementa la eficacia de la alquimia
analítica. El encuadre interno se conmociona cuando advienen las reacciones terapéuticas negativas
y los impasses analíticos.
Enuncio a continuación las propiedades inherentes al encuadre interno:
1- Escucha con el «tercer oído» (Reik 1926, En el principio es el silencio, Amorrortu, 1987).Este
tercer oído comprende la escucha de las «voces interiores» (pag 26), de lo que no se dice con
palabras, de los mensajes subliminales que surgen de las. profundidades del inconsciente.
2- Permeabilidad del analista a su propio inconsciente y al del paciente. Una vez más es el análisis
del analista quien aporta la llave maestra para obtener resultados positivos: análisis de los síntomas,
actos fallidos, sueños, chistes...
3- La atención flotante como actitud cuasi automática pone a funcionar el «radar invisible» del
encuadre interno. La escucha abierta y relajada capta las formaciones de inconsciente.
4- Asociación libre del analista. Esta idea implica la libertad creadora del pensamiento del analista.
que no se verá coartado por excesivos frenos o inhibiciones superyoicas del pensamiento. En sus
asociaciones libres disparadas por el material del paciente encuentra nuevas claves significantes
gracias a los puentes que logre establecer con sueños antiguos del paciente, con material de sesiones
de años anteriores. recuerdos, etc. La memoria juega entre representaciones y afectas, libre, suelta,
con todo el permiso del mundo para asociar, para armar hipótesis, construcciones, interpretaciones
tentativas.
5- La transmisión entre inconscientes. Freud (1913 «La disposición a la neurosis obsesiva» y 1915
«Lo inconsciente» cap.VI) enunció la existencia de este fenómeno sin hilar fino acerca de su
funcionamiento. El ejercicio del encuadre interno requiere de la aptitud analítica de conectarse con
el inconsciente del paciente y de lograr la empatía analítica de este en una suerte de vínculo
transferencial / contratransferencial que guarda una cuota de imprecisión y falta de categorización.
En este punto incluyo la capacidad del analista en pesquisar las vivencias de su paciente. El analista
se convierte en una especie de traductor de lo ilegible, de adivino científico.
6- La creatividad. Este punto es crucial. El analista debe asumir una espontaneidad que llega por
añadidura una vez que ha atravesado las líneas de fuego de la formación con la cuota inevitable de
idealizaciones y proyecciones del saber en un analista de mayor experiencia. La creatividad se juega
en soledad. El analista se arroja a la piscina de sus intuiciones, se libera de las ordenes recibidas por
distintos supervisores o por los textos teóricos y sus certezas. Nada en el mar de su encuadre
interno, sostenido por el proceso formativo que permitió su gestación. Podrá supervisar su caso.
investigar en nuevos libros. Esto no impide que únicamente se obedezca a sí mismo, trabaje en
espontaneidad, dispuesto a toparse con la sorpresa de una idea. con una lectura diferente de un
material. El analista se convierte en un descifrador y en un inventor. La tarea analítica se toma
lúdica y aún en sus tiempos más difíciles cuando la reacción terapéutica negativa invade la sesión, el
desafío puesto en juego en el trabajo lo convierte en una aventura apasionante.
El encuadre interno incorpora de esta manera el deseo del analista por analizar a su paciente. deseo
que se transmite en forma irremediable. El analista «pesca» los significantes y afectos, los calla o
los explícita según su peculiar arte.

3- Reflexiones finales
El encuadre interno es el campo de dos mundos psíquicos que se interpenetran. Quiero agregar a
este concepto de encuadre un lado consciente el cual si bien menos relevante, agrega su peso cuando
se trata de lograr la eficacia clínica. El lado consciente del encuadre interno se basa en los estudios
del analista, en su perseverancia en el trabajo, en sus escritos que dan cuenta de su pensamiento, en

3
sus intervenciones orales en congresos y jornadas. Incluye asimismo la vocación analítica del
paciente, la «tela» analítica que posea, su interés y fantasía de curación.
Si un analista, por fallas caracteriales o excesos de puntos ciegos, despliega un fuerte encuadre
externo con poca dosis de encuadre interno, seguramente el análisis servirá en su función de catarsis
o de holding pero el resultado mutativo psíquico y elaborativo será pobre. El analista no logra
introducirse en las profundidades del inconsciente de su paciente y tampoco logra penetrar en los
mecanismos de defensa. En cambio, cuando el análisis cursa con un encuadre externo laxo pero con
un ritmo sostenido de transmisión inconsciente y develamiento transferencial mediante
interpretaciones y construcciones, las posibilidades de éxito son mayores.
Quede pendiente una pregunta a develar: el hincapié en el encuadre interno: es en parte Un comodín
práctico para salir del paso al desmantelamiento del rigor del encuadre tradicional? Le falta una pata
a la silla (encuadre externo rígidamente pautado) al psicoanálisis actual o se trata de una forma
nueva de encarar la praxis psicoanalítica aún insuficientemente teorizada?
El futuro del psicoanálisis dará seguramente respuesta a esta pregunta. No cabe duda que sin
encuadre interno el análisis no irá muy lejos. Podemos asegurar que es lo que hay que tener para ser
un buen psicoanalista.

Você também pode gostar