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Max Netlau

La Anarquíía Através de
los tiempos
Segunda edicióón ciber
néética, junio del 2002
Captura y diseñño, Chantal Lóópez y Omar Cortéés
http://orbita.starmedia.com/~talos888/nettlau_indice.txt
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Presentacion

La obra que aquíí publicamos fue impresa en Mééxico, a principios de la déécada de los
70's, por la Editorial Véértice, de la cual fue principal impulsor nuestro queridíísimo e
inolvidable amigo, maestro y guíía, el compaññero Hermoso Plaja.
Aquella edicióón fue medianamente distribuida en la`capital de la Repúública mexicana
y en Caracas. Y como en su momento lo seññalaron sus editores, aquella publicacióón
representóó el logro de una ilusióón abrigada durqnte muchos añños, misma que no
habíía podido concretarse por carecer de los recursos financieros necesarios.
Basáándose en la edicióón que de esta obra se hiciera, en 1935 en Españña por una
guilda de amigos del libro, es como este excelente ensayo del erudito historiador
austriaco Max Nettlau, pudo ponerse al alcance de los lectores mexicanos interesados
en el tema.
Eran aquellos tiempos, principios de la déécada de 1970, añños propicios para la
difusióón de este tipo de material habida cuenta de que pocos añños antes habííanse
generado en diferentes paííses, importantes y multitudinarios movimientos de ííndole
juvenil, por lo general aglutinados todos ellos bajo el genéérico de movimientos
estudiantiles, que evidenciaban un notorio resurgimiento de las alternativas áácratas en
el mundo, o cuando menos un manifiesto interéés por conocerlas. Máás no obstante
tener vientos favorables para la produccióón y distribucióón de este tipo de temáática,
ello no dióó base para que, econóómicamente hablando, Editorial Véértice rompiese los
estrechos marcos en los que por lo general deben de desarrollarse editoriales dedicadas
a la difusióón de este tipo de alternativas, y un dato que asevera lo que aquíí
seññalamos es que esta obra no contóó con reediciones.
El tamañño de esta obra representaba, a no dudarlo, un verdadero reto en materia de
costos, tanto en relacióón con costos directos de materia prima y mano de obra, asíí
como a costos indirectos relacionados con su almacenaje y, sobre todo, con su
distribucióón; porque aunque la inmensa mayoríía de la gente no lo contempla, la
distribucióón de un libro representa un costo, y no un bajo costo, para éél o los
productores. Asíí, quienes no tuvieron la oportunidad de adquirir esta obra quedaron
vedados de la riqueza de su contenido, por lo menos hasta que en Españña hicieron
otra edicióón, aprovechando el boom que sobre el tema del anarquismo alláá se
generóó a finales de la déécada de 1970, con la finiquitacióón del regimen franquista,
bajo el tíítulo Historia de la anarquíía,`obra éésta que llego a circular en las librerias de
Mééxico, por lo menos en algunas de la capital de la Repúública.
Ahora, aprovechando las posibilidades que ofrece la Red de Redes y obviamente
trabajando con ahinco para lograrlo, editamos este autééntico tesoro de informacióón y
anáálisis del desarrollo de las ideas libertarias y/o anarquistas en el mundo.
La meticulosidad de Max Nettlau llega a ser de tal exquisitez que conlleva a un
hartazgo. Datos, pelos y seññas del quéé hacer anarquista en diferentes paííses;
descripcióón y anáálisis de posturas, críítica serena y objetiva de acciones y decisiones
tomadas por los movimientos anarquistas en diferentes sitios, ya a nivel local, regional,
nacional e internacional; informacióón detallada de libros, folletos, revistas y
perióódicos; en fin, una autééntica joya de informacióón y reflexióón en torno al
desarrollo del movimiento anarquista internacional hasta principios de la déécada de
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1930, que esperamos enriquezca y sea valorada por quien la lea.
Por úúltimo, y como para reflexionar, seññalaremos, haciendo un rapidíísimo cáálculo,
que si esta obra la hubiéésemos editado en papel, su costo de produccióón hubiese
superado fáácilmente los setunta pesos (aproximadamente siete dóólares americanos)
por unidad, considerando una edicióón de tres mil`ejemplares, por lo que su precio al
púúblico rebasaríía los doscientos pesos (alrededor de veinte dóólares americanos); y
sin embargo, al utilizar esta maravillosa herramienta de comunicacióón y difusióón, que
es Internet, cualquier persona puede acceder a esta informacióón, tenga o no equipo de
cóómputo, habida cuenta del gran núúmero de negocios que rentan equipos y acceso a
la Red de Redes a precios cada vez máás bajos, incluso en la poblacióón máás
apartada.
Chantal Lóópez y Omar Cortéés

Capítulo 1
Libertad y anarquíía: sus máás antiguas manifestaciones y las
concepciones libertarias hasta 1789
Una historia de la idea anarquista es inseparable de la historia de todos los desarrollos
progresivos y de las aspiraciones hacia la libertad, ambiente propicio en que nacióó
esta comprensióón de vida libre propia de los anarquistas y garantizable sóólo por una
ruptura completa de los lazos autoritarios, siempre que al mismo tiempo los
sentimientos sociales (solidaridad, reciprocidad, generosidad, etc.) estéén bien
desarrollados y tengan expansióón libre. Esta comprensióón se manifiesta de
innumerables maneras en la vida personal y colectiva de individuos y de grupos,
comenzando por la familia, ya que la convivencia humana no seríía posible sin ella. Al
mismo tiempo la autoridad, sea tradicióón, costumbre, ley, arbitrariedad, etc., ha
puesto desde la humanizacióón de los animales que forman la especie humana, su
garra de hierro sobre un gran núúmero de interrelaciones, hecho que sin duda procede
de una animalidad máás antigua todavíía, y la marcha hacia el progreso que se hace
indudablemente a travéés de las edades, es una lucha por la liberacióón de esas
cadenas y obstááculos autoritarios. Las peripecias de esa lucha son tan variadas, la
lucha es tan cruel y ardua que relativamente pocos hombres han llegado todavíía a la
comprensióón anarquista máás arriba descrita, y aquellos incluso que luchaban por
libertades parciales no los han comprendido máás que rara e insuficientemente y en
cambio han tratado a menudo de conciliar sus nuevas libertades con el mantenimiento
de antiguas autoridades, ya quedasen ellos mismos al margen de ese autoritarismo, o
creyesen úútil la autoridad y capaz de mantener y de defender sus nuevas libertades.
En los tiempos modernos tales hombres sosteníían la libertad constitucional o
democráática, es decir libertades bajo la custodia del gubernamentalismo. De igual
modo en el terreno social esa ambigüüedad produjo el estatismo social, un socialismo
impuesto autoritariamente y desprovisto por eso de lo que, segúún los anarquistas, le
da su verdadera vida, la solidaridad, la reciprocidad, la generosidad, que sóólo florecen
en un mundo de libertad.
Antiguamente, pues, el reino de la autoridad fue general, los esfuerzos ambiguos,
mixtos (la libertad por la autoridad) fueron raros, pero continuos, y una comprensióón
anarquista, al menos parcial y tanto máás una integral, ha debido ser muy`rara, tanto
porque exigíía condiciones favorables para nacer, como porque fue cruelmente
perseguida y eliminada por la fuerza o gastada, desamparada, nivelada por la rutina.
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Sin embargo, si de la promiscuidad tribal se llegóó a la vida privada relativamente
respetada de los individuos, no es sóólo el resultado de causas econóómicas, sino que
fue un primer paso de la marcha de la tutela a la emancipacióón; y de sentimientos
paralelos al antiestatismo de los hombres modernos, han pasado los hombres de esos
tiempos antiguos a esta direccióón Desobediencia, desconfianza de la tiraníía y
rebelióón han impulsado a muchos hombres enéérgicos a forjarse una independencia
que han sabido defender o han sucumbido. Otros supieron sustraerse a la autoridad por
su inteligencia y por capacidades especiales, y si en un tiempo dado los hombres
pasaron de la no-propiedad ( accesibilidad general) y de la propiedad colectiva ( de la
tribu o de los residentes locales) a la propiedad privada, no sóólo la codicia de
posesióón, sino tambiéén la necesidad, la voluntad de una independencia asegurada,
han debido impulsarlos a ello.
Los pensadores anarquistas integrales de esos antiguos tiempos, si los hubo, son
desconocidos, pero es caracteríístico que todas las mitologíías han conservado la
memoria de rebeliones, e incluso de luchas nunca terminadas, de una raza de rebeldes
contra los dioses máás poderosos. Son los Titanes que dan el asalto al Olimpo,
Prometeo desafiando a Zeus, las fuerzas sombríías que en la mitologíía nóórdica
provocan el crepúúsculo de los dioses, es el diablo que en la mitologííáá cristiana no
cede nunca y lucha a toda hora y en cada individuo contra el buen Dios, ese Lucifer
rebelde que Bakunin respetaba tanto, y muchos otros. Si los sacerdotes, que
manipulaban esos relatos tendenciosos en el interéés conservador, no han eliminado
esos atentados peligrosos a la omnipotencia de sus dioses, es que las tradiciones que
teníían por base han debido estar tan arraigadas en el alma popular que no se han
atrevido a ello y sóólo se contentaron con desnaturalizar los hechos, insultando a los
rebeldes, o bien han imaginado máás tarde interpretaciones fantáásticas para intimidar
a los creyentes, como sobre todo la mitologíía cristiana con su pecado original, la caíída
del hombre, su redencióón y el juicio final, esa consagracióón y apologíía de la
esclavitud de los hombres, de las prerrogativas de los sacerdotes como mediadores, y
esa postergacióón de las reivindicaciones de justicia para el úúltimo téérmino
imaginable, para el fin del mundo. Por consiguiente, si no hubiese habido siempre
rebeldes atrevidos y escéépticos inteligentes, los sacerdotes no se habríían tomado
tanto trabajo.
La lucha por la vida y la ayuda mutua estaban quizáás inseparablemente entrelazadas
en esos antiguos tiempos. ¿¿Quéé es la ayuda mutua sino la lucha por la vida colectiva,
protegiééndose asíí una colectividad contra un peligro que aplastaríía a los qislados?
¿¿Quéé es la lucha por la vida sino un individuo que reúúne un mayor núúmero de
fuerzas o capacidades triunfando sobre otro que reune una cantidad máás pequeñña? El
progreso se hizo por independencias e individualizaciones fundadas en un medio de
sociabilidad relativamente segura y elevada. Los grandes despotismos orientales no
permitieron verdaderos progresos intelectuales, pero síí el ambiente del mundo griego,
compuesto de autonomíías máás locales, y la primera floracióón del pensamiento libre
que conocemos fue la filosofíía griega, que ha podido en el curso de los siglos, tener
conocimiento de lo que pensaban en la India y en China algunos pensadores, pero que
ante todo hizo una obra independiente, que ya los romanos, a quienes les interesaba
tanto instruirse en las fuentes griegas de la civilizacióón, no pudieron comprender y
continuar y menos aúún el mundo inculto del milenio de la edad media.
Lo que se llama filosofíía fueron al comienzo reflexiones todo lo independientes que es
posible de la tradicióón religiosa por individuos que dependíían de su ambiente, y
sacadas de observaciones máás directas y, algunas, resultados de la experiencia;
reflexiones por ejemplo sobre el origen y la esencia de los mundos y de las cosas
(cosmogenia), sobre la conducta individual y sus mejoras deseables (moral), sobre la
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conducta colectiva`cíívica y social (politica social) y sobre un conjunto máás perfecto
en el porvenir y los medios de llegar a éél (el ideal filosóófico que es una utopíía,
derivada de las opiniones que esos pensadores se han formado sobre el pasado, el
presente y la direccióón de la evolucióón que creen haber observado o que consideran
úútil y deseable). Las religiones se habíían formado antes aproximadamente de manera
parecida,`sóólo que en condiciones generales máás primitivas, y la teocracia de los
sacerdotes y el despotismo de los Reyes y de los jefes corresponden a ese estadio. Esa
poblacióón de los territorios griegos,`continente e islas, que se manteníía contra los
despotismos vecinos, fundando una vida cíívica, autonomíías, federaciones, rivalizando
en pequeñños centros de cultura, produce tambiéén esos filóósofos que se elevaron
sobre el pasado, que trataban de ser úútiles a sus pequeññas Repúúblicas patrias y
concebíían sueñños de progreso y de felicidad general (sin atreverse o sin querer tocar
a la esclavitud, claro estáá, lo que muestra cuan difíícil es elevarse verdaderamente
sobre el ambiente).
De esos tiempos datan el gubernamentalismo de formas en apariencia máás modernas,
y la políítica, que tomaron el puesto del despotismo asiáático y de la arbitrariedad pura,
sin reemplazarlos totalmente. Fue un progreso semejante al de la revolucióón francesa
y al del siglo XIX, comparados con el absolutismo del siglo XVIII, y como este úúltimo
progreso dio un gran impulso al socialismo integral y a la concepcióón anarquista, asíí al
lado de la masa de los filóósofos y de los hombres de Estado griegos moderados y
conservadores, hubo pensadores intrùépidos que llegaron ya entonces a las ideas
socialistas estatales, los unos, y a las ideas anarquistas, los otros -una pequeñña
minoríía, sin duda-, pero hombres que hicieron su marca, que no se les pudo ya borrar
de la historia, aunque rivalidades de escuela, persecuciones o la incuria de edades
ignorantes hayan hecho desaparecer los escritos. Lo que de ellos subsiste se ha
preservado sobre todo como extractos en textos de autores reconocidos que se han
conservado.
Habíía en esas pequeññas Repúúblicas siempre amenazadas, y ambiciosas y agresivas
a su vez, un culto extremo al civismo, al patriotismo, y habíía tambiéén riññas de los
partidos, demagogia, y la preocupacióón del poder, y sobre esa base se desarrollóó un
comunismo muy crudo. De ahíí la aversióón de otros contra la democracia y la idea de
un gobierno de los máás prudentes, de los sabios, de los hombres de edad, como
soññaba Platóón. Pero tambiéén la aversióón contra el Estado, del que habíía que
apartarse, que profesóó Aristipo, las ideas libertarias de Antifon, y sobre todo la gran
obra de Zenon (342-270 a. de C.), el fundador de la escuela estoica, que elimina toda
coaccióón exterior y proclama el impulso moral propio en el individuo como úúnico y
suficiente regulador de las acciones del individuo y de la comunidad. Fue un primer
grito claro de la libertad humana que se sentíía adulta y se despojaba de sus lazos
autoritarios, y no hay que asombrarse de que ese trabajo fuese ante todo depurado por
generaciones futuras, luego completamente dejado al margen para irse perdiendo.
Sin embargo, como las religiones transportan las aspiraciones de justicia y de igualdad
a un cielo ficticio, tambiéén los filóósofos y algunos jurisconsultos se transmitieron el
ideal de un derecho verdaderamente justo y equitativo, basado en las exigencias
formuladas por Zenóón y los estoicos; fue el llamado derecho natural que, como
igualmente una concepcióón ideal de la religióón, la religióón natural, iluminóó
déébilmente numerosos siglos de crueldad y de ignorancia, y a su resplandor en fin se
rehicieron los espííritus y se comenzóó a querer hacer realidades de esas abstracciones
ideales. Ese es el primer gran servicio que la idea libertarla ha prestado a la humanidad:
su ideal, tan enteramente opuesto al ideal del reino supremo y definitivo de la
autoridad, es absorbido despuéés en máás de dos mil añños y queda implantado en
cada hombre honesto que sabe perfectamente que es eso lo que haríía falta, por
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esééptico, ignorante o desviado que estéé, a causa de intereses particulares, en
relacióón a la posibilidad, y sobre todo a la posibilidad próóxima, de realizaciones.
Pero se comprende tambiéén que la autoridad -Estado, propiedad, iglesia- velóó contra
la popularizacióón de esas ideas, y se sabe que la Repúública y el Imperio romano y la
Roma de los Papas hasta el siglo XV, imponíían al mundo occidental un fascismo
intelectual absoluto, con el despotismo oriental que renacíía en bizantinos, y turcos y
zarismo ruso (continuado virtualmente por el bolcheviquismo ruso) como complemento.
Entonces, hasta el siglo XV y máás tarde aúún (Servet, Bruno, Vanini), el pensamiento
libre fue impedido bajo peligro de pena de muerte y no pudo transmitirse máás que
secretamente por algunos sabios y sus discíípulos, tal vez en el núúcleo máás ííntimo de
algunas sociedades secretas. No se mostróó en plena luz del díía máás que cuando,
entremezclado con el fanatismo o el misticismo de las sectas religiosas, no temíía ya
nada, sintiééndose impulsado al sacrificio, sabiééndose consagrado o consagráándose
alegremente a la muerte. Aquíí las fuentes originales fueron cuidadosamente
destruíídas y no conocemos máás que las voces de los denunciadores, de los
insultadores y a menudo de los verdugos. Asíí Karpokrates, de la escuela gnóóstica en
Egipto, preconizóó una vida en comunismo libre en el siglo segundo de la era presente,
y tambiéén esta idea emitida en el Nuevo Testamento (Pablo a los Galateos): si el
espííritu os manda, no estááis sin ley - parecióó prestarse a la vida fuera del Estado, sin
ley ni amo.
Los úúltimos seis siglos de la Edad Media fueron la éépoca de las luchas de autonomíías
locales (ciudades y pequeñños territorios) dispuestos a federarse y de grandes
territorios que fueron unificados para formar los grandes Estados modernos, unidades
polííticas y econóómicas. Si las pequeññas unidades eran centros de civilizacióón y
habríían podido prosperar por su propio trabajo productivo, por federaciones úútiles a
sus intereses, y por la superioridad que su riqueza les dio sobre los territorios agríícolas
pobres y sobre las ciudades menos afortunadas, su ééxito completo no habríía sido
máás que la consagracióón de esas ventajas a expensas de la inferioridad continua de
los menos favorecidos. ¿¿Es máás importante que algunas ciudades libres, Florencia,
Venecia,`Géénova, Augsburg, Nurenberg, Bremen, Cante, Brujas y otras se enriquezcan
o que todos los paííses en que estáán situadas sean elevados en confort, en
educacióón, etc? La historia, hasta 1919 al menos, ha decidido en el`sentido de las
grandes unidades econóómicas y las autonomíías fueron reducidas o han caíído. La
autoridad, el deseo de extenderse, de dominar, estaba verdaderamente en ambas
partes, en los microcosmos y en los macrocosmos y la libertad fue un téérmino
explotado por los unos y por los otros; los unos rompieron el poder de las ciudades y de
sus conjuraciones (ligas); los otros el de los Reyes y de sus Estados. Sin embargo, en
esta situacióón las ciudades favorecíían a veces el pensamiento independiente, la
investigasióón cientíífica, y permitieron a los disidentes y herééticos, proscritos en otras
partes, hallar en ellas un asilo temporal. Sobre todo allíí donde los municipios romanos
situados en los caminos del comercio, u otras ciudades próósperas, eran máás
numerosas, habíía focos de esa indepedencia intelectual; de Valencia y Barcelona hacia
la Alta Italia y Toscana, hacia la Alsacia, Suiza, Alemania meridional y Bohemia, por
Paríís hacia las Bocas del Rhin, Flandes y Paííses Bajos y el litoral germáánico (las
ciudades hanseááticas), tal fue ese paíís sembrado de focos de libertades locales. Y
fueron las guerras de los emperadores en Italia, la cruzada contra los albigenses y la
centralizacióón de Francia por los Reyes, sobre todo por Luis XI, la supremacíía
castellana en Españña, las luchas de los Estados contra las ciudades en el`mediodíía y
en el norte alemáán, por los duques de Borgoñña, etc., las que produjeron la
supremacíía de los grandes Estados.
Entre las sectas cristianas se nombra sobre todo a esos Hermanos y Hermanas de
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espýíritu libre como practicantes de un comunismo ilimitado entre ellos. Partiendo
probablemente de Francia, destruidos por la persecucióón, su tradicióón ha sobrevivido
máás en Holanda y en Flandes y los Klompdraggers del siglo XIV y los partidarios de
Eligius Praystinck, los libertinow de Amberes en el siglo XVI (los loistas) , parecen
derivarse de ellos. En Bohemia, despuéés de los husitas, Peter Chelchicky preconizóó
una conducta moral y social que recuerda la enseññanza de Tolstoi. Tambiéén allíí
habíía sectas de práácticos, llamados libertinos directos, los adamitas sobre todo. Se
conocen algunos escritos, sobre todo de Chelchicky ( cuyos partidarios moderados se
conocieron máás tarde como Hermanos moravos) , pero en cuanto a las sectas máás
avanzadas se han reducido a los peores libelos de sus perseguidores devotos, y es
difíícil, si no imposible, distinguir en quéé grado su desafíío a los Estados y a las leyes
era un acto antiautoritario consciente. Porque se dicen autorizadas por la palabra de
Dios, que es asíí su amo supremo.
En suma, la Edad Media no pudo producir un libertarismo racional e integral. Sóólo el re-
descubrimiento del paganismo griego y romano, el humanismo del Renacimiento, dio a
muchos hombres instruidos medios de comparacióón, de críítica; veíían varias
mitologíías tan perfectas como la mitologíía cristiana, y entre la fe en todo eso y la fe en
nada de ello,`algunos se han emancipado de toda creencia. El tíítulo de un pequeñño
escrito de origen desconocido, De tribus ymposioribus, sobre los tres impostores
(Moiséés, Cristo y Mahoma) marca esa tendencia y, en fin, un sacerdote francéés,
Franççois Rabelais, escribe las palabras libertadoras Haz lo que quieras, y un joven
jurista, Etienne de la Boetie (1530-1563), nos dejóó el fáámoso Discours de la servitude
volontaire.
Estas investigaciones históóricas nos enseññan a ser modestos en nuestras
expectativas. No seríía difíícil hallar los máás bellos elogios de la libertad, del heroíísmo
de los tiranicidas y otros rebeldes, de las revueltas sociales populares, etc.; pero la
comprensióón del mal inmanente en la autoridad, la confianza completa en la libertad,
eso es raríísimo, y las manifestaciones mencionadas aquíí son como las primeras
tentativas intelectuales y morales de los hombres para marchar de pie sin andadores
tutelares y sin cadenas de coaccióón. Parece poco, pero es algo, y no ha sido olvidado.
Frente a los tres impostores se erigióó al fin la ciencia, la razóón libre, la investigacióón
profunda, el experimento y una verdadera experiencia. La Abbaye de Théézeme, que no
ha sido la primera de las islas dichosas imaginadas, no fue la úúltima, y junto a las
utopíías autoritarias, estatistas, que reflejan los nuevos grandes Estados
centralizadores, hubo aspiraciones de vida idíílica, inofensiva, graciosa, llena de
respetos, afirmaciones de la necesidad de libertad y de convivencia en esos siglos XVI,
XVII, XVIII de las guerras de conquista, de religióón, de comercio, de dIplomacia y de las
crueles colonizaciones de ultramar - el sometimiento de los nuevos continentes -. Y la
servidumbre voluntaria tomaba a veces impulso para poner fin a síí misma, como en la
lucha de los Paííses Bajos y contra la realeza de los Stuart en los siglos XVI y XVII y la
lucha de las colonias norteamericanas contra Inglaterra en el siglo XVIII. hasta la
emancipacióón de la Améérica latina a comienzos del siglo XIX. La desobediencia entróó
asíí en la vida políítica y social. De igual modo el espííritu de la asociacióón voluntaria,
de los proyectos y tentativas de cooperacióón industrial en Europa, ya en el siglo XVIi,
de la vida prááctica por orga~izaciones máás o menos autóónomas y autogobernadas
en Améérica del Norte antes y despuéés de la separacióón de Inglaterra. Ya los úúltimos
siglos de la Edad Media habíían visto el desafíío de la Suiza central al Imperio alemáán y
su triunfo, las grandes revueltas de los campesinos, las afirmaciones violentas de
independencia local en varias partes de la Peníínsula ibéérica; Paríís se manturo firme
contra la realeza en diversas ocasiones, hasta el siglo XVII, y de nuevo en 1789.
El fermento libertario, lo séé bien, era todavíía demasiado pequeñño, y los rebeldes de
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ayer se quedan prendidos en una nueva autoridad al díía siguiente. Todavíía se puede
hacer matar a los pueblos en nombre de tal o cual religióón y, máás aúún, se les
inculcóó las religiones intensificadas de la Reforma y por otra parte se les puso bajo la
tutela y la féérula de los jesuitas. Europa, ademáás, fue sometida a la burocracia, a la
policíía, a los ejéércitos permanentes, a la aristocracia ya las Cortes de los Prííncipes,
aun siendo sutilmente dirigida por los poderosos del comercio y de las finanzas. Muy
pocos hombres entreveíían a veces soluciones libertarias y hablaban de ellas en
algunos pasajes de sus utopíías, como por ejemplo Gabriel Faigny en Les Aventures de
Jacques Sadeur dans la déécouvurte et le voyage de la Terre australe (1676); o
sirviééndose de la ficcióón de los salvajes que no conocíían la vida refinada de los
Estados policiales, como por ejemplo Nicoláás Gueudeville en los Entretiens entre un
sauvage et le baron de Hontan (1704); o bien Diderot en el famoso Suppléément au
Voyage de Bougainville.
Hubo el esfuerzo de accióón directa, la recuperasióón de la libertad despuéés de la
caíída de la monarquíía en Inglaterra en 1649, hecha por Gerard Winstanley (the
Digger); los proyectos de socialismo voluntario por asociacióón, de P. C. Plockboy
(1658) , un holandéés, John Bellers (1695), el escocéés Robert Wallace (1761), en
Francia de Réétif de la Bretonne.
Razonadores inteligentes disecaban el estatismo, como - no importa que haya sido una
extravagancia- Edmund Burke en A Vindication of Natural Society (1756), y en Diderot
fue familiar una argumentacióón verdaderamente anarquista. Hubo aislados que
impugnaban la ley y la autoridad, como William Harris en el territorio de Rhode Island
(Estados Unidos), en el siglo XVII; Mathias Knutsen, en el mismo siglo, en el Holstein; el
benedictino Dom Deschamps, en el siglo XVIII, en un manuscrito, dejado por éél, en
Francia ( conocido desde 1865); tambiéén A. F. Doni, Montesquieu (los trogloditas), G. F.
Rebmann (1794), Dulaurens (1766, en algunos rincones de Compêêre Matthieu),
esbozan pequeñños paííses y refugios felices sin propiedad ni leyes. En las déécadas
anteriores a la revolucióón francesa, Sylvain Marééchal (1750 - 1803), un parisien,
propuso un anarquismo muy claramente razonado, en la forma velada de la vida feliz de
una edad pastoral arcadiana; asíí en L'Age d'Or, recueil de contes pastoraux par de
Berger Sylvain (1782) y en Livre ééchappéé ou dééluge ou Pseaumes nouvellement
déécouverts (1784-). El mismo hizo una propaganda ateíísta de las máás decididas y en
sus Apologues modernes, a l'usage d'un Dauphin (1788) , esboza ya las visiones de los
Reyes deportados todos a una isla desierta en que acaban por destruirse unos a otros, y
de la huelga general, por la cual los productores, las tres cuartas partes de la
poblacióón, establecen la sociedad libre. Durante la revolucióón francesa Marééchal fue
impresionado y seducido por el terrorismo revolucionario, pero no pudo menos, sin
embargo, de poner en el Manifeste des Egaux de los babouvistas, estas palabras
famosas: desapareced, repulsivas diferencias de gobernadores y de gobernados, que
fueron radicalmente desaprobadas durante su proceso por los acusados socialistas
autoritarios y por Buonarroti mismo.
Se encuentran ideas anarquistas claramente expresadas por Lessing, el Diderot
alemáán del siglo XVIII ; los filóósofos Fichte y Krause,`Wilhelm von Humboidt (1792);
(el hermano de Alejandro) se inclinan del lado libertario en algunos de sus escritos. De
igual modo los jóóvenes poetas ingleses S. T. Coleridge y sus amigos del tiempo de su
Pantisocracy. Una primera aplicacióón de esos sentimientos se encuentra en la reforma
de la pedagogíía entrevista en el`siglo XVII por Amos Comenius, que recibióó su impulso
por J. J. Rousseau, bajo la influencia de todas las ideas humanitarias e igualitarias del
siglo XVII, y particularmente atendida en Suiza (Pestalozzi) y en Alemania, donde
tambiéén Goethe contribuyóó de buena gana. En el núúcleo máás ííntimo de los
Iluminados alemanes hWeishaupt),`la sociedad sin autoridad fue reconocida como
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objetivo final. Franz Baader (en Baviera) fue impresionadíísimo por la Enquiry on
Political Justice de Godwin, que aparecióó en alemáán ( sóólo la primera parte en 1803,
en Wüürzburg, Baviera) y tambiéén Georg Forster, el hombre de ciencia y
revolucionario alemáán leyóó ese libro en Paríís, en 1793, pero murióó pocos meses
despuéés, en enero de 1794, sin haber podido dar una expresióón púública sobre ese
libro que le fascinóó (carta del 23 de julio de 1793) .
Estas son referencias ráápidas de los principales materiales que he discutido en el libro
Der Vorfrüühling der Anarchie, 1925, páágs. 5-66. Es probable que por algunos meses
de investigaciones especiales en el British Museum, las completase un poco, y son
sobre todo libros españñoles, italianos, holandeses y escandinavos los que no he
consultado sino muy poco. En los Iibros franceses, ingleses y alemanes he buscado ya
mucho. En suma, lo que falta puede ser numeroso e interesante, pero no seráá
probablemente de primera importancia, o su repercusióón sobre los materiales ya
conocidos nos habríía advertido de su existencia.
Los materiales no son, pues, muy numerosos, pero son bastante notorios. Todo el
mundo conoce a Rabelais; a travéés de Montagine se llegóó siempre a La Boetie. La
utopíía de Gabriel Foigny fue bien conocida, varias veces reimpresa y traducida. La idea
juvenil o la escapada de Burke, tuvo gran voga, y Sylvain Marééchal hizo hablar de síí
bastante. Diderot y Lessing fueron cláásicos. Asíí esas concepciones profundamente
antiautoritarias, esa críítica y rechazo de la idea gubernamental, los esfuerzos serios
para reducir e incluso negar el puesto de la autoridad en la educacióón, en las
relaciones de los sexos, en la vida religiosa, en los asuntos púúblicos, todo eso no pasóó
desapercibido para el mundo avanzado del siglo XVIII y se puede decir que, como ideal
supremo, sóólo los reaccionarios lo combatíían y sóólo los moderados ponderados lo
creíían irrealizable para siempre. Por el derecho natural, la religióón natural o la
concepcióón materialista del tipo d'Holbach (Sisteme de la Nature, 1770) y de
Lamettrie, por el encaminamiento de una menor a una mayor perfeccióón de las
sociedades secretas, todos los cosmopolitas humanitarios del siglo estaban
intelectualmente en ruta hacia el míínimo de gobierno, sino hacia su ausencia total para
los hombres libres. Los Herder y los Condorcet,`Mary Wollstonecraft`como no mucho
despuéés el joven Shelley, todos comprendieron que el porvenir va hacia una
humanizacióón de los hombres, que reduciríía a nada inevitablemente el
gubernamentalismo.
Tal fue la situacióón en víísperas de la revolucióón francesa, cuando no se conocíían
sino todas las fuerzas que un golpe decisivo dado al antiguo réégimen iba a poner en
movimiento para el bien y para el mal. Se estaba rodeado de aprovechadores insolentes
de la autoridad y de todas sus vííctimas seculares, pero los hombres del progreso
queríían un mááximo de libertad y teníían buena conciencia y buena esperanza. La
larga noche de la era de autoridad iba al fin a terminar ...

Capítulo 2
William Godwin; los iluminados; Robert Owen y William Thompson;
Fourier y
algunos foureistas.
Una gran revolucióón, es el ríío de la evolucióón súúbitamente cambiado en torrente,
derramáándose por cataratas y fuera del control de sus navegantes que se extraviaron
y perecen casi todos y cuya obra es vuelta a emprender máás lejos en nuevas
condiciones por sus continuadores. Los que quedan en pie durante una parte de la
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revolucióón, perecen tambiéén o son transformados, de suerte que despuéés de la
tormenta casi nadie tiene una influencia sana y saludable sobre la nueva evolucióón. En
otros téérminos, como la guerra, la revolusióón destruye, consume o cambia a los
hombres, los vuelve autoritarios cualquiera que sea su disposicióón anterior, y los hace
poco aptos para defender una causa liberal despuéés de tales experiencias. Los que
han quedado en las filas, los que han aprendido una nueva enseññanza por los errores
de la autoridad, los que poseen un íímpetu revolucionario de fuerza excepcional,
atraviesan las revoluciones inermes - Eliseo Reclus, Louise Michel, Bakunin, representan
esas tres categoríías -, pero sobre casi todos los otros el autoritarismo, que es todavíía
inseparable de las grandes conmociones populares, pesa fatalmente. Fue asíí como,
despuéés de un perííodo inicial de pocos meses, en Francia, en 1789, como en Rusia, en
1917, el autoritarismo tomóó la hegemoníía, y esos cuarenta y máás añños antes de
1789, el brillante perííodo de los enciclopedistas, de una críítica tan liberal y a veces
libertaria de todas las ideas e instituciones del pasado, ese siglo de luchas polííticas y
sociales en Rusia hasta 1917, fueron como nulos y no acontecidos ante la lucha máás
aguda de los intereses y por la toma del Poder, la dictadura.
Fenóómeno que no se puede negar ni disminuir, y que tiene por causa la enorme
influencia de la autoridad sobre el espííritu de los hombres y los inmensos intereses que
son puestos en juego cuando el privilegio y el monopolio son amenazados. Es entonces
la lucha a muerte y tal lucha en un mundo autoritario se hace con las armas máás
eficientes. Hubo en Francia, en 1789, en los primeros meses, cuando los Estados
Generales se reunieron, y despuéés del 14 de julio, de la toma de la Bastilla, algunas
horas, algunos díías de alegríía inmensa, de solidaridad`generosa, vibrante, y el mundo
entero compartióó esa alegríía, pero ya en las mismas horas la contrarrevolucióón
conspiraba, y hubo la defensa encarnizada con medios abiertos o péérfidos todo el
tiempo subsiguiente. Por eso los elementos avanzados obtuvieron muy poco despuéés
del 14 de julio, gracias al consenso general, el buen sentido, la generosidad; todo se
planteóó mediante jornadas revolucionarias, grandes impulsos populares bien dirigidos
por militantes iniciados, y por la dominacióón del aparato gubernamental total,
intensificado entonces en el interior por la dictadura central de los Comitéés y local de
las secciones, y que, despuéés de haberse impuesto asíí en el interior, tuvo su centro de
gravedad en los ejéércitos y de ellos salióó la dictadura del jefe de uno de esos
ejéércitos,`Napoleóón Bonaparte; y su golpe de Estado del Brumario, en el VIII, su
Consulado y su Imperio, la dictadura sobre el Continente de Europa. La aristocracia se
habíía convertido pronto en el ejéército blanco de los emigrados; los campesinos, para
ser protegidos contra un retorno del feudalismo, se aliaron al Gobierno máás autoritario
y militarmente poderoso; la burocracia entre ambos se enriquecíía, aunque fuese a
costa del hambre, aunque fuese por medio de las provisiones para las guerras. Los
obreros y artesanos de las ciudades se vieron engaññados por todas partes, reducidos
al silencio por los gobiernos de hierro, entregados a una burguesíía floreciente y pasto
de los ejéércitos insaciables en hombres.
No hay que asombrarse, pues, de ver manifestarse en tales condiciones del comunismo
ultra-autoritario de Babeuf y Buonarroti, en 1796, mientras que durante el perííodo
máás avanzado de la revolucióón, de 1792 a 1794, las aspiraciones socialistas se
confundíían con las reclamaciones de los grupos populares máás radicales, el ambiente
de Jacques Roux, de Leclerc, de Jean Varlet, de Rose Lacombe y otros. Los Enragéés, los
hebertistas máás decididos, Chaumette, Momoro, Anacharsis Cloots tambiéén, fueron
todos hombres abnegados, de accióón popular directa, indignados ante la nueva
burocracia revolucionaria, todo lo que se quiera como bravos revolucionarios, pero si
uno u otro teníían algúún háábito libertario, no dijeron nada, y Sylvain Marééchal se
callóó tambiéén bajo ese aspecto. Buonarroti, inspiráándose sin embargo en el
verdadero socialismo de Morelly (Code de la Nature, 1755) , vio en Robespierre el
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hombre que iba a imponer la justicia social. Es decir, todos los socialistas se asociaban
al gobierno del terror o exigíían que se le llevase adelante, y el gobierno
alternativamente aceptóó e incluso solicitóó ese concurso o hizo guillotinar y destruyóó
a los socialistas demasiado poco disciplinados. Jacques Roux, como máás tarde
Darthéé, se matan ante el Tribunal; Varlet y Babeuf y otros son ejecutados.
Las matanzas se extienden a los revolucionarios, que son algunos grados menos
avanzados que el matiz que ha tomado las riendas del Poder; se mata a Danton y a
Camille Desmoulins, como se ha matado ya a los Girondinos, y Condorcet no escapa a
la guillotina máás que suicidáándose en su prisióón. Atreverse a dudar de la
centralizacióón absoluta, ser sospechoso de federalismo, era la muerte. La leyenda nos
ha habituado a ver actos heroicos en esos envííos múúltiples de revolucionarios a la
guillotina por sus camaradas de la vííspera. Despuéés de lo que vemos sucederse en
Rusia desde máás de cincuenta añños, no creemos ya en el heroíísmo de hombres que
no saben mantenerse máás que por la supresióón feroz de los que no reconocen su
omnipotencia. Es una manera de obrar inherente a todo sistema autoritario y que los
Napoleóón y los Mussolini han practicado con la misma ferocidad que los Robespierre y
los Lenin.
La idea libertaria declinóó, pues, en Francia poco despuéés de 1789, y apenas un
míínimo de liberalismo ultra-moderado y socialmente conservador continuóó vegetando
en algunos hombres, a quienes sus medios permitieron mantenerse al margen de las
carreras del Estado, esos hombres a quienes Napoleóón con desprecio llamaba los
ideóólogos, que vo]vieron a la escena en 1814 para confundirse despuéés de 1830 con
la burguesíía próóspera del reino de Luis Felipe. En los otros paííses del continente
europeo, la expansióón guerrera de la revolucióón a partir de 1792, hallaba algunos
adeptos entusiastas en Italia, en Béélgica, Holanda, en Alemania misma (en Mainz) en
Ginebra, etc.; pero bien pronto esas guerras de liberacióón, fundando Repúúblicas de
corta vida, fueron consideradas como simples guerras de conquista y el resentimiento
nacional se hizo muy grande, en Españña, en Alemania, en Austria, etc., y para casi
todos, Napoleóón, de hééroe se transformóó en tirano, cuya caíída, en 1814 y 1815, fue
un alivio general.
No debo describir aquíí el bien que ha causado la revolucióón francesa; pero como el
sistema ruso de ]os úúltimos cincuenta añños ha hecho poco bien a la causa anarquista
presente, asíí se puede decir que ha hecho poco bien la revolucióón francesa a la causa
libertaria de entonces. Esta causa en la segunda mitad del siglo XVIII, estaba en
ascenso, la autoridad en descréédito, en decadencia moral, pero las primeras
cuestiones de fuerza y de interéés de la Asamblea de 1789, pusieron frente a frente la
antigua y la nueva autoridad, y en lo sucesivo era presiso ser reaccionario o partidario
ardiente de la autoridad republicana, consular, imperial y continuar siendo adepto de la
autoridad constitucional o republicana desde 1789 a este díía, un autoritarismo que una
dictadura sindicalista no podríía menos de continuar. La Anarquíía debíía volver a
comenzar de nuevo hacia 1840, con Proudhon, y luego, otra vez, cuarenta añños máás
tarde, hacia 1880. La libertad en 1789 perdióó, pues, su iniciativa en Francia y en todas
partes en Europa, lo que fue una gran interrupcióón de una bella floracióón apenas
comenzada. Lo que se fundóó entonces, mezcla de libertad y de autoridad, el sistema
mayoritario constitucional o republicano, era un cuadro sin vida propia, lleno en los
bellos díías de liberales, en los tiempos malos de conservadores, y no siendo capaz de
resistir al asalto de la franca reacsióón de nuestros díías, un cuadro lleno de individuos
que desde 1789 hasta ahora parecen ser de calidad`cada vez peor y que no inspiran ya
ninguna simpatíía ni`crean ilusiones. El estatismo en ruinas del antiguo sistema fue
reemplazado por el estatismo severo y meticuloso, el antiguo militarismo por el
militarismo de los ejéércitos populares, del servicio obligatorio. En pensamiento, en
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literatura y en arte se exaltaba el Estado, la patria, de lo que en el antiguo sistema se
habíía hecho en máás de cincuenta añños una críítica a fondo: La irreligióón de esos
añños no fue ya de buen tono; la autoridad es siempre religiosa y en caso de necesidad
hace un culto de síí misma; la escuela es un instrumento a su disposicióón, la Prensa, el
cuartel otros tantos.
Asíí todo ese perííodo, de 1789 a 1815, es estééril en producciones del pensamiento y
sóólo florecen grandes obras, úútiles a la vida del Estado en grandes proporciones,
construcciones, caminos, todo lo que se relaciona con la administracióón, con los
ejéércitos, con las comunicaciones en gran estilo, y unificaciones como el géénero
méétrico decimal.
Sóólo en Inglaterra aparecióó en febrero de 1793, el primer gran libro libertario, An
Enquiry concerning Political Justice and its influence on general virtue and happiness (en
la segunda edicióón dice el tíítulo: on morals and happiness) , es decir Una
investigacióón sobre la Justicia en políítica y sobre su influencia en la virtud`general (la
moral) y en la dicha. (Un libro en 2 volúúmenes, de 378 y 379 pááginas. La segunda
edicióón, 464 y, 545 pááginas - prefacio del 29 de octubre de 1795 -, es retocada en sus
partes máás importantes - 1796 -. La tercera es de 1798 y la úúltima reimpresióón
antigua, no del todo completa, aparecióó en 1842 en Londres). Hubo ediciones
fraudulentas en Dublin, 1793, y en Filadelfia, esta úúltima en 1796; 362 y 400 pááginas;
reproducen sin duda el texto de la segunda edicióón. Sóólo el primer volumen existe en
traduccióón alemana (Wüürzburg, 1803). Benjamíín`Constant habla en 1817 de varios
comienzos de una traduccióón francesa, entre otras, una de éél mismo, pero nada
habíía aparecido entonces, ni aparecióó despuéés. El libro no fue pues generalmente
accesible máás que en lengua inglesa, y en`ella en texto no atenuado sóólo en la
edicióón original, muy cara (3 guineas) y en la edicióón fraudulenta irlandesa que
parece ser muy`rara, mientras que la edicióón original, que entróó en todas las buenas
bibliotecas, se ha conservado duraderamente.
William Godwin (1756-1836) ha indicado éél mismo (prefacio del 7 de enero de 1794)
que hacia 1781 se convencióó, por los escritos polííticos de Jonathan Swift y los
historiadores romanos, que la monarquíía era una forma de gobierno
fundamentalmente corrompida. Hacia ese tiempo, aproximadamente, leyóó el Systeme
de la Nature de d'Holbach (1770) y escritos de Rousseau y de Helvetis. Concibióó una
parte de las ideas de su libro desde hacíía mucho, pero no habíía ( escribe) llegado
completamente a la deseabilidad de un gobierno que seríía symple en el íáás alto grado
- una manera de describir su ideal anarquista - máás que gracias a ideas sugeridas por
la revolucióón francesa. A ese acontecimiento debe tambiéén la determinacióón de
producir esa obra. El libro fue compuesto, pues, entre 1789 y 1792 y en una éépoca en
que la opinióón púública inglesa no estaba aúún azuzada odiosamente contra la
revolucióón en Francia, lo que se hizo ya cuando el libro aparecióó; y se sabe que sóólo
su precio elevado le hizo eximir de una confiscacióón y acusacióón, por ser obra
evidentemente no destinada a la propaganda popular.
Godwin considera el estado moral de los individuos y el papel de los gobiernos, y su
conclusióón es que la influencia de los gobiernos sobre los hombres es, y no puede
menos de ser, deletéérea, desastrosa ... ¿¿No puede ser el`caso - dice en su modo
prudunte, pero de razonamiento denso-- que los grandes males morales que existen,
las calamidades que nos oprimen tan lamentablemente, se refieran a sus defectos (los
del gobierno) como a su fuente, y que su supresióón no puede ser esperada máás que
de su enmienda (del gobierno)? ¿¿No se podríía hallar que la tentativa de cambiar la
moral de los hombres individualmente y en detalle es una empresa erróónea y fúútil, y
que no se haráá efectiva y decididamente máás que cuando, por la regeneracióón de
las instituciones polííticas, hayamos cambiado sus motivos y producido un cambio en
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las influencias que obran sobre ellos? (Vol. I, páág. 5; 2a ed.). Godwin se propone,
pues, probar en quéé grado el gubernamentalismo hace desgraciados a los hombres y
perjudica su desarrollo moral y se esfuerza por establecer las condiciones de political
justice, de un estado de justicia social que seríía el máás apto para hacer a los hombres
sociales (morales) y dichosos. Los resultados, que no resumo aquíí, son tales y cuales
condiciones en propiedad, vida púública, etc., que permiten al individuo la mayor
libertad; accesibilidad a los medios de existencia, grado de sociabilidad y de
individualizacióón que le conviene, etc., el todo voluntariamente, inmediatamente, sino
de un modo gradual, por la educacióón, el razonamiento, la discusióón y la persuacióón,
y ciertamente no por medidas autoritarias de arriba abajo. Es ese camino el que queríía
trazar a las revoluciones que se preparan en el géénero humano. El libro fue enviado
por éél a la Convencióón nacional de Francia, de la que pasóó este ejemplar al
refugiado alemáán profesor Georg Forster, que lo leyóó con entusiasmo, pero murióó
algunos meses despuéés.
Todavíía hoy por la lectura de Political Justice se siente uno templado en el
antigubernamentalismo máás lóógicamente demostrado, pues el gubernamentalismo es
disecado hasta la úúltima fibra. El libro fue durante cincuenta añños y máás un libro de
verdadero estudio de los radicales y de muchos socialistas ingleses, y el socialismo
ingléés le debe su larga independencia del estatismo. Es la influencia de las ideas de
Mazzini, del burguesismo del profesor Huxley, las ambiciones electorales y el
profesionalismo de los jefes tradicionalistas, quienes hicieron debilitar hacia mediados
del siglo XIX las enseññanzas de Godwin. Pero ééste habíía florecido tambiéén en la
poesíía, puesto que el libro fascinóó al joven Percy Bysshe Shelley y habla a nosotros a
travéés de esos bellos versos. En cambio a Godwin`mismo, su carrera fue quebrantada
por ese libro, ya que, aun cuando no hubo confiscacióón y proceso, la propaganda
nacionalista, antisocialista de entonces y durante muchos añños, llamada anti-jacobina,
se refirióó odiosamente a éél y a sus ideas tan claramente antirreligiosas,
antimatrimolliales, etc., que éél, tenaz en sus ideas, pero no un caráácter fuerte y de
primer valor, atenuóó ya en la segunda edicióón y se guardóó bien de dar a sus otros
libros las cualidades de verdadera independencia intréépida que posee Political Justice
de 1793. En una palabra, fue intimidado y no recogióó máás el guante, sin que por eso
haya tenido un repudio flagrante. Eso ha contribuido probablemente a que no haya
habido propaganda popular directa de sus ideas tan libertarias. Pero otra razóón habráá
sido que los hombres del pueblo en Inglaterra, cruelmente perseguidos por los
tribunales, fueron atraíídos por la políítica terrorista, el socialismo autoritario que
emanaban de la Francia de la Convencióón y de Babeuf; la miseria del trabajo en las
nuevas fáábricas, la caza abierta contra las coaliciones obreras, la insolencia de los
gobernantes aristocrááticos, todo eso les impulsóó por la víía autoritaria y les alejóó del
razonamiento libertario que no podíían menos que prevenirlos contra el reemplazo de la
autoridad de los unos por la autoridad de los otros. Godwin conoce las crííticas de la
propiedad desde Platóón a Mably y se refiere particularmente a un libro de Robert
Wallace (Various Prospets of Mankind, Nature and providence, 1761) y a un Essay on
the Right of Property in Land, publicado una docena de añños antes de su libro Por un
habitante ingenioso de North Britain; ¿¿es el libro de William Ogilvie, de Pittensuar,
1782, reimpreso en Londres en 1891, Birthright in Land? Existíía tambiéén entonces la
agitacióón netamente socialista de Thomas Spence, que comenzóó en 1775 a proponer
sus ideas. Pero no habíía teoríía socialista autoritaria ante el púúblico o bien Godwin la
hubiera examinado. Se contenta con decir que esos sistemas de Platóón y otros estáán
llenos de imperfecciones y concluye en el valor de la argumentacióón contra la
propiedad, pues dejóó su huella a pesar de la imperfeccióón de los sistemas. Dice
tambiéén las grandes autoridades práácticas son la Creta (Minos); la Esparta (Licurgo),
el Perúú (Ios Incas) y el Paraguay (las Misiones de los Jesuitas) (II, páágina 542, nota).
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Una docena de añños antes del libro de Godwin fue redactada por el profesor Adam
Weishaupt la Anrede an die neu aufzunehmenden. (Iluminados dirigentes), una
alocucióón que deberíía ser leíída en la recepcióón en ese grado de la sociedad secreta
de los Iluminados, fundada entonces en Baviera y difundida en todos los paííses de
lengua alemana. A partir de 1784 hubo persecuciones y ese texto fue confiscado con
muchos otros documentos y hecho púúblico por orden gubernamental báávara en 1787
(Nachtragvan weiteren Originalschriften, welche die llluminatensekte betrefen,
Müünchen, 1787, vol. II, páágs. 44-121).
En ese discurso el autor parte del estado de vida sin coaccióón de los hombres
primitivos; muestra con el aumento de la poblacióón su coordinacióón en sociedades,
primero para fines úútiles y tutelares, despuéés su degeneracióón en reinos, en Estados
y el sometimiento del géénero humano - descripcióón razonada y grááfica (... el
nacionalismo ocupóó el lugar del amor al próójimo ...) y concluye en una evolucióón que
haráá entrar a los hombres en relaciones mutuas máás razonables que las de los
Estados ... La naturaleza ha arrancado a la especie humana del salvajismo y la ha
asociado en Estados; de los Estados entramos en otra etapa nueva máás sensatamente
elegida. Para nuestros deseos se forman nuevas alianzas, y por estas llegamos otra vez
al lugar de donde hemos partido (es decir a la vida libre, pero en una esfera superior a
la primitividad), páág. 61. Los Estados, etapa pasajera, fuente de todo mal, estáán,
pues, condenados a desaparecer y los hombres se agruparáán razonablemente Es in
nuce lo que Godwin demuestra y los procedimientos para llegar a la desaparicióón de
los Estados son en el fondo los mismos, la enseññanza inteligente, la persuacióón, pero
se agrega la accióón secreta no descrita en esta alocucióón, pero descrita o sustentada
en otros documentos de la sociedad secreta. Weishaupt escribe al respecto:
Esos medios son escuelas secretas del saber, estas fueron en todo tiempo los archivos
de la naturaleza y de los derechos humanos, por ellas se elevaráá el hombre de su
caíída y los Estados nacionales desapareceráán de la tierra sin violencia, la especie
humana llegaráá un díía a ser una familia y el mundo la residencia de hombres máás
razonables. La moral solamente produciráá esas modificaciones inadvertidamente.
Todo padre de familia llegaráá a ser, como antes Abraham y los patriarcas, el sacerdote
y el seññor ilimitado de su familia y la razóón el úúnico Cóódigo de los seres humanos
(páág. 80 - 81). Hecha deducclon del estilo antiguo y de las referencias a tradiciones
religiosas propias de la mayoríía de las sociedades secretas antiguas y que servíían
tambiéén para su proteccióón, el razonamiento de Waishaupt es tan conclusivo para la
condena de todo estatismo como el de Godwin, y sus procedimientos de persuacióón y
de accióón son los de Bakunin con su Fraternitéé internationale y la Alliance en el seno
de los grandes movimientos socialistas púúblicos.
Importa poco que Weishaupt no fuese un hombre de gran valor personal, y Godwin no
lo fue tampoco. pero uno y otro han construido sobre el mismo fondo la críítica
antiestatista del siglo XVIII, han conocido aproximadamente los mismos libros
avanzados de este siglo, han podido hacer el mismo estudio del pensamiento avanzado
griego y romano y han llegado a las mismas conclusiones. Tampoco Weishaupt veíía un
socialismo autoritario, un Estado socialista que haríía a todos felices, y concluíía en la
eliminacióón de los Estados que, por la divisióón de los hombres en patriotas enemigos,
han sembrado el fratricidio entre los hombres, lo mantienen y lo intensifican, y no
pueden hacer nada bueno, puesto que su esencia misma es el mal.
La Revolucióón francesa ha cambiado profundamente tambiéén las sociedades
secretas. He tratado en otras ocasiones, por documentos de los archivos y por fuentes
impresas a veces muy ocultas, en otros casos muy fááciles de hallar, de ir hasta el fino
fondo de esas sociedades entre el perííodo de Babeuf y Buonarroti y el de Mazzini. En el
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fondo de una de las máás renombradas he hallado un Credo igualitario (babeuvista)
en latíín; en el fondo de otra halléé la liberacióón por la iniciativa y la supremacíía de
Francia, casi una repeticióón de las guerras de la Revolucióón francesa; en el fondo de
la Joven Europa estáá la creacióón de los Estados nacionales. Máás tarde, en 1848, trata
asíí de ayudar a la fundacióón de los organismos nacionales eslavos y a su federacióón.
No es máás que despuéés del invierno de 1863.64 que el mismo Bakunin se pone a
reunir secretamente elementos para la destruccióón de los Estados y la reconstruccióón
libre de la sociedad. Hubo, pues, setenta u ochenta añños de torbellino autoritario entre
Godwin (1792) y Weishaupt (hacia 1782) y el federalismo de Proudhon, Pi y Margall,
Pisacane y Bakunin.
El socialismo autoritario de las múúltiples utopíías y, a partir del siglo XVIII, tambiéén de
libros razonados (Morelly, Mitbly, Charles Hall, etc. ) que descuidan la libertad, fue
siempre una proyeccióón de un ambiente presente a una sugestióón, un consejo, a
veces una adulacióón hacia un poder reinante. Las imaginaciones de Thomas Morus,
Campanella, Bacon, Harrington proceden de su ambiente, sus planes, sus
personalidades. A algunos Reyes se les sugirióó una utopíía que haríía a sus súúbditos
máás felices aúún, y un Rey in partibus, el suegro de Luis xV, compuso tambiéén éél
mismo una utopíía del Royaunne de Dumocala. Para Napoleóón I, P. J. Jaunez Sponville y
Nicoláás Bugnet publicaron en 1808 La Philosophie du Ravarebohni (de la verdadera
dicha) ... Pero tambiéén deseaba atraer la atencióón de las autoridades (Lettre au
Grand Juge, 1804) y Robert Owen la de los monarcas de la Santa Alianza en 1818, y los
saint-simonianos teníían una rama discreta destinada al apostolado principesco, a
persuadir a los Prííncipes, y vieron asíí la conversióón del hijo mayor de Luis Felipe, el
que perecióó algunos añños despuéés en un accidente.
Teóóricamente, idealmente los sistemas autoritarios se adaptáán a las dimensiones sea
territoriales, sea comerciales, sea de interrelaciones financieras del Imperio francéés y
del perííodo de los grandes Estados conservadores que le siguen. Saint-Simóón,
Auguste Comte piensan asíí en mundos, y si esa amplitud hay que saludarla como
superyor a las estrecheces localistas, en la prááctica es la autoridad la que regula esos
vastos espacios, los industriales, los sabios que gobiernan, como en la sociedad
contemporáánea de entonces el Emperador y los Reyes, los financistas y los militares.
De ahíí no hay máás que un paso a la simple preconizacióón y a las tentativas para
apoderarse del mecanismo del Estado tal como es, por los golpes de mano de los
blanquistas o por la accióón electoral del partido democráático y social, los
demóócratas sociales, los prototipos de los socialdemóócratas. El Estado es rehabilitado
por decirlo asíí; podráá organizar el trabajo (Louis Blanc) y una ensalada de todo eso es
el marxismo, esa superdoctrina de tres fachadas que enseñña a la vez el blanquismo de
la dictadura por golpes de mano o golpes de Estado -, la conquista del poder por
mayoríía electoral (socialdemocracia -, en sus formas presentes tambiéén por simple
participacióón`en los gobiernos burgueses) - y el automatismo, es decir la
autoeliminacióón del capita|ismo por su apogeo final, seguido de su caíída y de la
herencia del proletariado segúún el viejo: el Rey ha muerto ¡¡viva el Rey! Estamos aun
entrelazados en esa promiscuidad cada vez máás repugnante entre socialismo y
autoridad, que ha procreado ya el fascismo y otros miasmas melííticos.
Ante todo esa penetracióón del socialismo por la autoridad ha hecho detenerse el
impulso de muy bellas iniciativas socialistas, la de Robert Owen y Charles Fourier, que
se inspiraban todavíía en lo mejor del siglo XVIII; lo mismo el impulso de hombres que
surgieron a su lado y de los cuales los dos máás notables fueron William Thompson y
Vííctor Considéérant, pero habíía mucxos otros máás.
Robert Owen, que no ignoraba la obra de Godwin, que teníía una eficacia eminente y
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úúnica entonces por su experiencia industrial y econóómica, su voluntad tenaz y su
abnegacióón, su espííritu tan emancipado de las tinieblas religosas y sus grandes
medios, que le aseguraban una independencia y facultades de accióón que nunca
poseyóó un grupo social avanzado, hizo todo de 1791 a 1858 (por un perííodo de
actividad tan largo como el de Malatesta) por experimentacióón personal y colectiva,
razonamiento, organizacióón y todos los caminos de la propaganda, para elaborar y
preconizar un socialismo voluntario, integral, recííproco, téécnicamente a la altura de
las necesidades. Para éél, si he comprendido bien su idea, el problema de la anarquíía
se planteaba tan poco como el del estatismo. Buscaba las mejores condiciones de
cooperacióón equitativa, lo que exigíía eficacia y buena voluntad individuales y los
arreglos téécnicos y organizadores necesarios. Esos organismos cooperadores, regulan
su propia vida y de ser numerosos, generalizados, en interrelaciones úútiles y
práácticas, era evidente que el Estado no teníía ninguna razóón de ser ni hallaríía
quiéén le pagase por su mantenimiento.
La cooperacióón en produccióón (poco desarollada) y en distribucióón (enormemente
difundida) se derivan directamente de los esfuerzos de Owen y de sus camaradas, y tan
poco como esas asociaciones se cuidan de los patrones y de los comerciantes
eliminados por la produccióón y la distribucióón directas, tan poco esos organismos
desarrollados en verdaderas comunidades, en townships (municipios libres) como los
concibióó Owen, se molestaríían por pagar a los funcionarios de un Estado que no les
sirve para nada.
Esa voluntad de actividad productiva y distributiva directa por los interesados es
tambiéén calurosamente acentuada en la obra de William Thompson (1785-1844), un
irlandéés, autor del segundo gran libro libertario ingléés, An lnquiry into the principles of
the distribution of wealth most conductive to human happiness, applied to the newly
proposed system`of voluntary Equality of Wealth (Londres, 1824, 600 páágs.),
(Investigacióón de los principios de reparto de la riqueza que son máás apropiados a la
dicha humana, aplicada al sistema de la igualdad voluntaria de propiedad
recientemente propuesto). Hay que comparar este tíítulo con el de Godwin y lo que
Godwin hizo con el estatismo, la demostracióón de su influencia nefasta, lo hizo
Thompson con la propiedad, y su trabajo muestra su propia evolucióón, puesto que
despuéés de haber insistido sobre el producto completo del trabajo como regulador de
la distribucióón, acabóó por convertirse éél mismo al comunismo, a la distribucióón sin
contar. Publicóó otros tres escritos importantes, en 1825, 1827 y 1830. Y se
dedicóó`cada vez máás a los esfuerzos de realizacióón que habríía querido ver hacerse
(y a favorecerles en sus comienzos con sus propios medios) en gran estilo. Asíí entre
grandes núúmeros de trabajadores asociados de los oficios úútiles e importantes, pero
tambiéén entre las sociedades cooperativas, etc. Su muerte en marzo de 1833, fue la
mayor péérdida para el socialismo ingléés de entonces, cuyos demáás representantes
incluso Robert Owen, individualizaban un poco demasiado sus ideas y sus actividades,
mientras que Thompson, creo, habríía podido coordinar esfuerzos excesivamente
dispersos.
De esos hombres independientes, uno muy en vista, pero aislado tambiéén, fue John
Gray, un mutualista (escritos de 1825 a 1848 y sobre todo The Social System; a treatise
on the principle of exchange. Edinburgh, 1831, 314 pááginas. (El sistema social: un
tratado sobre el principio del`cambio). Otro fue Thomas Hodgskin (1787-1869); un
continuador muy moderado de Thompson fue William Pare, etc. En la vida prááctica se
formaron numerosas cooperativas de produccióón, que sus miembros y los que ééstos
eligieron como administradores, etc., han mantenido al margen del Estado, al de los
partidos, pero que fueron mecanizadas y separadas de las verdaderas luchas
emancipadoras. Los esfuerzos para coordinar sus fuerzas con las de las Trade Unions y
17
un verdadero desarrollo de la cooperacióón productiva no han tenido ééxito; tambiéén
su forma reciente, el Guild Socialism, se ha vuelto láánguida y no se repone.
El no-estatismo, siempre viviente en las cooperativas, existióó largo tiempo en el
tradeunionismo por el simple razonamiento que los trabajadores coaligados contra los
patronos, no esperaban nada bueno de esos mismos patronos convertidos en
legisladores y en cIase que tiene en sus manos el gobierno. Pero el principio de la
conquista del poder púúblico por las elecciones minóó sutilmente la independencia de
los trabajadores y por las luchas que culminan en la Reform bilI de 1832, por el
chartismo y por las invasiones cada vez máás grandes del`oportunismo, esa
independencia fue gradualmente sacrificada.
La lóógica antigubernamental de Godwin (1793) , habíía sido tal que durante
generaciones hubiese sido como un testimonium paupertatis intelectual, dar al Estado
un rol políítico y social que no fuese malééfico, es decir, el de una intrusióón incapaz y
perjudicial. Fueron los jóóvenes torys del tipo de Disraeli (Lord Beaconsfield) los que
fomentaban la leyenda del Estado social. Los pensadores radicales, aunque fuesen
antisocialistas, abogaban por la reduccióón al míínimo del Estado, sobre todo
Herbert`Spencer (en el famoso capíítulo El derecho a ignorar el Estado en Social Statics,
1850), y John Stuart MilI en el ensayo On Liberty (1859) , y hasta Charles Dickens
satiriza el aparato gubernamental en la novela Little Dorrit (1855 - 57) - el
Circumlocution Ofice - lo que corresponde al sentimiento popular de entonces.
En Francia, Charles Fourier, hizo lo que le fue humanamente posible para recomendar
un socialismo voluntariamente asociativo y para elaborar sus mejores condiciones. Si ha
continuado ese socialismo, etapa por etapa, por razonamiento y fantasíía hasta una
perfeccióón sublime donde culmina en una anarquíía perfecta, ha elaborado tambiéén
penosamente sus menores primeros pasos, aplicáándole la investigacióón de la
perfeccióón téécnica, la proporcióón correcta que es esencial a todo trabajo, sea
elemental o muy elevado. Su inmenso Traitéé de l'association domestique et agricole
(Paríís, 1822, 592; 646 pááginas, 1823; Summaire, 16 y 121 pááginas), y muchos otros
escritos lo testimonian, y la gran obra de Victor Considéérant - Destinéée sociale (1837,
1838, 184; 558; 351 y 340 pááginas). En esos dos autores y otros varios fourieristas,
como por ejemplo Ferdinan Guillon (Déémocratic pacifique, Paríís, 8 diciembre 1850) , o
el independiente Edouard de Pompééry que, en su Humanitéé del 25 de octubre de
1845, lleva el fourierismo hasta una concepcióón próóxima al anarquismo comunista, se
puede recibir una enseññanza libertaria magníífica que se eleva sobre todo
especialismo sectario.
Fourier ha podido conocer el asociacionismo preconizado por varios en el siglo XVIII,
entre otros, por el poco conocido L ' Ange o Lange, de Lyon, durante la revolucióónn
Asociacióón y Federacióón fueron gratas tambiéén a otros socialistas, como Constantin
Pecqueur, que no pensaba en manera alguna en entregar el trabajo con los puñños
ligados al Estado, como propuso el jacobinismo comunista Louis Blanc. En ninguna parte
estáá tan bien elaborada la Comuna societaria como en los escritos de Considéérant. En
una palabra, del fourierismo partieron mil`caminos hacia un socialismo libertario, y
hombres como Elíías Reclus, se sintieron atraíídos toda su vida por esas dos ideas,
asociacióón y Comuna; es decir, su sentimiento les dijo que esas dos concepciones,
ampliamente comprendidas, no constituyen máás que una sola: el esfuerzo por
organizar una vida armoniosa fuera de esa inutilidad nefasta: el Estado.
Nota del autor. Este capíítulo corresponde a las pááginas 67 - 102 del libro Der
Vorfrüühling der Anarchie, que implicaríía una gran qmpliacióón de acuerdo a las
antiguas publicaciones inglesas, italianas, españñolas, etc.
18
Capítulo 3

El anarquismo individualista en los Estados Unidos, en Inglaterra y


en otras partes. Los antiguos intelectuales libertarios americanos.

La gran lucha por la independencia norteamericana, comprometida por la parte liberal


de los coloniales contra la potencia central inglesa habíía adquirido desde 1775 a 1783
todas las formas de protesta constitucional, de insurreccióón cambiada pronto en
guerra (1775); de la declaracióón de la independencia (4 de julio de 1776) al tratado
final de paz, en 1783, siguieron otros siete añños de campaññas. Esto ocurríía
enteramente entre los patriotas americanos y los que habíían acudido de Europa en su
apoyo, y los ejéércitos a sueldo de Inglaterra; la mentalidad máás estrictamente
gubernamentalista tuvo la primacíía y no se tocóó ni a las condiciones sociales ni a la
esclavitud de los negros, ni fueron escuchados los votos de los que abogaban por un
míínimo de gobierno, por la descentralizacióón, por libertades reales. Lo que se
establecióó como constitucióón, fue una maravilla comparado con las monarquíías
europeas y fue un cuadro en el cual ciertas autonomíías locales podíían desenvolverse y
fueron al comienzo toleradas, pero fue al mismo tiempo un aparato gubernamental
formidable, casi inalterable, equivalente, por sus garantíías sutiles reservadas al poder,
al absolutismo abierto de las antiguas monarquíías.
Eso fue bien reconocido por algunos, por hombres de Estado incluso, como Thomas
Jefferson, y los mejores luchaban contra esa nueva tiraníía velada; pero el aparato
constitucional estáá construido tan ingeniosamente que es fáácil agregar autoridad e
interpretar lo que existe en un sentido máás autoritario, pero es imposible reducir esa
autoridad seriamente. El pueblo es conducido como en las monarquíías; hay amplitud o
sus movimiento son circunscritos segúún la voluntad del amo; en el caso presente,
segúún la voluntad gubernamental controlada por los intereses de la propiedad.
Esta situacióón produjo pronto el descontento de espííritus audaces, y Voltairine de
Cleyre y C. L. James han esbozado esas primeras protestas de hombres que,
ciertamente, no fueron anarquistas en el sentido presente, pero que tuvieron horror al
estatismo y a la dominacióón insolente de los monopolistas sobre las riquezas naturales
de medio continente. En las ciudades del Este, sobre la costa del Atláántico, hubo no
poca efervescencia democráática vertida en un socialismo laborista que, precisamente
al ver a los polííticos llenarse la boca de libertad, retóóricamente, fue autoritario,
riguroso, estatista. Se reimprimióó el gran libro de Godwin (Filadelfia, 1796), el
irlandéés John Driscol (Equality, or A History of Lithoconia, 1801-2), y J. A. Etzler (en
Pittsburgh, en 1833) compusieron una utopíía y un ditirambo sobre la liberacióón del
hombre por la mááquina, tratando de ser lo menos posible autoritarios; pero, en suma,
de esas ciudades tan ráápidamente industrializadas y convertidas asíí en focos de la
políítica y en centros de las finanzas, no salióó jamáás una verdadera vida socialista
integral, y los trabajadores se organizan paralelamente a los capitalistas. De igual modo
los inmensos territorios agrarios, nuevamente roturados, contienen poblaciones
absorbidas por el trabajo, poco accesibles todavíía a las ideas, dejáándose alimentar o
condenar al hambre intelectualmente por lo que los curas, la Prensa y los polííticos les
entregan.
Es entre esos inmensos medios autoritarios y conservadores, donde ha florecido, en el
gran territorio, una vida socialista y anarquista muy variada, muy activa, muy
abnegada, numerosa relativamente, pero sin embargo casi al margen de la sociedad, de
donde se recuerdan de esos hombres algunas veces para simular que les admiran, muy
19
a menudo para perseguirles, pero que, con frecuencia tambiéén, sobru todo
antiguamente, se les dejaba hacer, como se deja a las sectas religiosas o a hombres de
vida privada, tranquila en general. Tales me parecen las proporciones de los hombres y
de su ambiente por qlrededor de un siglo despuéés de 1776. Porque habíía entonces
sobre todo espacio, latitud, condiciones para fundar una vida nueva, tierra todavíía
relativamente libre, en el territorio de los Estados Unidos, lo que Europa no ha conocido
desde hace 1,500 añños, desde la caíída de los romanos. Y eso tuvo una influencia
psicolóógica vigorizante sobre muchos hombres, y en aquellos que teníían un fondo
altruista produjo el anarquismo individualista americano; en otros, con un fondo
religioso, se produjo un espiritualismo libertario: dos fenóómenos que las condiciones de
vida creadas desde hacíía cincuenta añños, al reforzar el autoritarismo, el mecanismo,
la brutalizacióón, han reducido mucho, pero que son bellas pááginas de la historia de la
anarquíía.
Habíía desde el siglo XVIII un pequeñño mundo que vivíía aparte en comunidades
cooperativas de emigrados reunidos por un sectarismo religioso especializado, de
tendencia social, como mucho antes en los primeros conventos. Despuéés se introdujo
la experimentacióón socialista, por Robert Owen mismo (New Harmony) , por otros
despuéés que fueron influenciados por las ideas de Fourier y otros. Inevitablemente, las
empresas en que los espííritus no estaban nivelados o quebrantados por la disciplina o
la devocióón religiosa, tuvieron una existencia azarosa, y New Harmony, una colonia de
800 personas, en el curso de varios añños mostróó mucha desarmoníía, lo que indujo a
uno de los colonos, Josiah Warren (1798-1879) , un americano de caráácter resuelto y
tenaz, a deducir la imposibilidad de la convivencia social desinteresada a causa de la
diversidad natural de los hombres, y concluyóó en la individualizacióón completa de la
vida social, es decir, en las relaciones de cambio igual, de reciprocidad estricta entre los
hombres, y consideróó el tiempo que requiere un producto o un servicio como medida
de su valor de cambio, segúún la conciencia de cada uno.
Warren concluyóó igualmente en el repudio de todo lo que una colectividad impusiera a
los individuos en servicios púúblicos; compete a los individuos, si quieren, arreglarse
para hacer ejecutar esos servicios por personas empleadas y pagadas por ellos segúún
el tiempo que dediquen a esos trabajos. Aplicóó sus ideas concebidas de acuerdo a su
experiencia a partir de 1825 en New Harmony, en Cincinnati primero, a partir de mayo
de 1827, en su Time Store (tienda donde vendíía y compraba éél mismo sus
mercancíías segúún la medida del tiempo) e hizo propaganda de ese sistema por su
accióón personal, por los escritos, por el perióódico The Peaceful Revolutionist, en 1833,
en Cincinnati - el perimer perióódico anarquista, segúún toda apariencia - y entróó en
correspondencia con los cooperadores en Inglaterra; en una palabra, atrajo el interéés y
sus libros Equitable Commerce (1846) y Practica! Details in Equitable Commerce
(1852) .(Detalles práácticos en el comercio equitativo), fueron muy difundidos. Sobre
todo en 1851-52, en New York, Stephen Pearl Andrews (1812 - 1886) dio a esas ideas
una forma ruidosa por conferencias y su gran libro The Science of Society (1851; dos
partes, VI, 70 y XII, 214 pááginas), cuya primera parte es: La verdadera constitucióón
de un gobierno en la soberaníía del individuo, y la segunda: Los gastos como líímite del
precio: una medida cientíífica para la honestidad en el comercio como principio
fundamental para la solucióón de la cuestióón social. Andrews tomóó parte en esa
discusióón, con motivo de una Free Love League, con Henry James y Horace Greeley, en
The New York Tribune hacia 1852, publicada como Love, Marriage and Divorce hAmor,
matrimonio y divorcio). Muchos adeptow de esas ideas vivíían desdu 1851 hasta una
decena de añños máás tarde en Trialville (ciudad de ensayo) , máás conocida como
Modern Times, en Long Island, a no muy larga distancia de New York, cada cual a su
modo, haciendo localmente el cambio entre ellos, empleando notas de trabajo. Fue
sobre todo una comunidad de vida independiente, sin autoridad oficial, que atrajo
20
buenos elementos y demostróó que la libertad une y la coaccióón desune a los
hombres. La guerra civil en los Estados Unidos (1862-65) con sus consecuencias
econóómicas dispersóó esa comunidad.
Estas ideas fueron especializadas por otros hombres y mujeres de pensamiento lóógico
y de gran tenacidad; tales fueron W. B Greene, Lysander Spooner, Ezra M. Heywood,
Charles T. Fawler, Benjamin R. Tucker, Moses Barman, E. C. Walker, Sidney N. Marse,
Marie Louise David, Louis Waisbrooker, Lillian Harman y muchos otros. Hubo perióódicos
notables como The Socmal Revolutionist, The World, The Radical Review, Liberty (de B.
R. Tucker; Boston, luego New York, 1881-1907); Lucifer, Fair Play y muchos máás.
Estos anarquistas individualistas combatíían todos el estatismo, la intervencióón de
colectividades y de sus mandatarios en la vida de los individuos, los poderes
econóómicos dados al monopolio (emisióón de notas, los Bancos), la sumisióón por el
matrimonio y la familia y fueron tambiéén hostiles a lo que debíía hacerse en nombre
de un socialismo de Estado y de un socialismo anarquista. Muchos de ellos se
especializaban sobre todo en el dominio de las finanzas, otros en el de la libertad
personal y en la vida sexual liberada de todas sus trabas. El úúnico movimiento social
que inspiróó simpatíías a algunos de ellos, fue el del impuesto úúnico creado por Henry
George (Progress Poverty) y al respecto hubo y hay todavíía cierto matiz de ellos que
llega a una fusióón de ideas. Son los anarchist single taxers, (los anarquistas del
impuesto úúnico)l de los que The Twentieth Century, redactado por Hugh O. Pentecost,
fue la cuna, hace alrededor de cuarenta añños. Los hombres de ese matiz, aparte de
ciertas defecciones, han entrado a menudo desde entonces en relaciones de buena
vecindad con los comunistas libertarios y con todas las buenas causas de los
movimientos de los obreros americanos. Pero por otro lado B. R. Tucker fue feroz en su
anticomunismo (contra Kropotkin, Most, etc.) , en 1883, y ha hecho accesibles así una
parte de las ideas bakuninianas en Estados Unidos y en Inglaterra.
Ese movimiento de 1827, un siglo despuéés, se encuentra frente a una Améérica
enormemente cambiada, y si queda éél mismo sin cambiar, es de un siglo atráás, y si
cambia es difíícil decir lo que quedaríía de éél o si no se engañña en la direccióón de
ese cambio a operar. En los ambientes sencillos de territorios recientemente poblados,
las condiciones sociales de los hombres se parecen, y si el cambio honesto es
proclamado frente a la codicia y al fraude de algunos, ese principio moralizador puede
triunfar, pero no ha triunfado siquiera entonces y el monopolio se ha vuelto cada vez
máás fuerte, hasta acaparar el Estado completamente despuéés de la gran guerra civil,
durante y despuéés de la cual el capital puso mano sobre la tierra y sus riquezas y
fundó÷ en sesenta añños el Imperio de la plutocracia máás poderoso que se conoce.
Warren murióó en 1879 conservando sus ilusiones, que Tucker (nacido en 1854)
defendióó entonces contra toda evidencia, propiciando esa reciprocidad entre gentes
honestas frente al monopolio que, al regimentar a todo el pueblo en su servicio,
destruye la independencia personal, la primera base de la reciprocidad. Otra base de
éésta es el sentimiento social, el deseo, el placer de obrar socialmente por tanto
honestamente, con desinteréés. Al presuponer ese sentimiento esos antisocialistas son
en realidad muy`sociables y muchos malentendidos no se habríían tenido si hubiesen
dicho claramente que su accióón procede de su voluntad de no pasar por el socialismo
autotitario. Ir más lejos, preconizar un sistema único,`como lo hicieron con
encarnizamiento desde Warren a Tucker, es sectarismo que corresponde mal a la
amplitud de miras de algunos de ellos.
En la práctica, la rama principal de ese movimiento, antes extendido, se ha restringido
al cambio directo (mutualismo) o se pierde en la reforma monetaria. Las ramas de
libertad personal y de libertad sexual, tan exuberantes en tiempos de Heywood y de
21
Harman, han tenido una cierta satisfaccióón por la creciente libertad de las
costumbres y sobre todo por el derecho de ciudadaníía que supo conquistar el neo-
malthusianismo bajo el nombre de birth control. Los antiguos militantes han muerto, a
veces hasta en suicidio frente a persecuciones sistemáticas, y la juventud se contenta
con las mayores facilidades que halla ahora y no promueve ya esas cuestiones de
libertad y de dignidad como hicieron los antiguos. Cuando el anarquismo individualista
debía afirmarse más en nuestro tiempo de estatismo desenfrenado, no está ya en
ación o sólo se presenta en forma pequeña y anodina.
Estas ideas fueron muy pronto conocidas en Inglaterra por la correspondencia de Josiah
Warren, que tratóó de hacer una brecha en el movimiento. No logróó más que muy
poco; se puede nombrar ante todo a Ambrose Caston Cuddon, el alma de un pequeñño
grupo en los añños antes y despuéés de 1850 a 1870 y hasta su muerte en edad
avanzada. El libro de Stephen Pearl Andrews y la colonia Modern Times daban un nuevo
interéés a esas ideas, y ese grupo tomóó por nombre la London Confederation of
Rational Reformes (agosto de 1853) , publicando sus principios y un folleto explicativo,
que debe ser de Cuddon (octubre) .Estos hombres veníían de los matices socialistas de
Robert Owen y de Bronterre O'Obrien, y William Pare, que se interesóó tambiéén por
esas ideas ( 1855), habíía estado ligado con William Thompson. Se puede nombrar
todavíía al Coronel Henry Clinton. Allíí`se encuentra ese individualismo penetrado de
espííritu socialista, y por lo poco que se sabe de lo sucesivo, se puede suponer que en
ese ambiente ingléés las ideas de Warren - si se exceptúúa a Cuddon -, tal vez fueron
reabsorbidas por un socialismo de accióón popular directa que desconfíía del Estado.
Es un hecho extrañño, por cierto, que hasta 1885 aproximadamente ese anarquismo
individualista americano pasóó desapercibido en el mundo socialista europeo, aparte de
esas repercusiones en Inglaterra, que a su vez no han debido ser conocidas en el
continente. Hago excepcióón de Stephan Pearl Andrews y de Modern Times. Sus ideas y
la fundacióón de la colonia fueron discutidas en particular en el semanario The Leader
(Londres), en 1851, entonces un óórgano democráático muy difundido, por Henry
Edger, que vivióó en Modern Times, un positivista que desde allíí manteníía
correspondencia tambiéén con Augusto Comte. Si The Sovereignity of the Individual es
tan afirmada por Andrews (1851) ¿¿es por puro azar que Píí y Margall escribe en La
Reaccióón y la Revlucióón (Madrid, 1854): Nuestro principio es la soberaníía absoluta
del individuo; nuestro objeto final, la destruccióón absoluta del poder, y su sustitucióón
por el contrato; nuestro medio, la descentralizacióón y la movilizacióón continua de los
poderes existentes ...? No hay duda que Píí y Margall ha debido conocer los dos famosos
libros libertarios de 1851, la Idea general de la Revolucióón en el siglo XIX, de Proudhon,
y las Social Statics, de Herbert Spencer. ¿¿Por quéé no habríía tenido conocimiento del
libro de Andrews discutido en el Leader, óórgano que teníía tantas noticias sobre el
movimiento avanzado en Españña? Incluso en 1854 aparecióó en Cáádiz una
traduccióón españñola de un gran libro relativamente poco importante del mismo
Andrews (The Basic Outline 01 Universology). De Modern Times se tiene conocimiento
generalmente por un artíículo de Moncure D. Conway en una gran revista inglesa
(Fortnightly Review, julio de 1865) de que se habla incluso de Rusia en el Sovremennik,
la antigua revista de Chernishevsky. Elíías Reclus ha debido ver a algunos de esos
anarquistas americanos en ocasióón de su viaje a los Estados Unidos y ha colaborado
en The Radical Review,`en 1877, redactada por Tucker. Tucker mismo ha hecho en
1874 un viaje a Londres, donde vio todavíía a Cuddon, de 83 añños de edad, y viajóó
por Francia e Italia. Se puso a traducir grandes volúúmenes de Proudhon, entonces las
primeras ediciones americanas. Se sabe tambiéén que Elíías Reclus, en 1878, conocióó
a Tucker y The Radical Review, como Tucker, en 1889, en Paríís, por medio de Elíías,
conocióó a Eliseo Reclus. Pero los hermanos Reclus se han sentido tan distantes, en su
comunismo generoso, de la meticu|osidad del cambio igual de esos americanos, que no
22
han creíído necesario o importante hablar de esas concepciones en su ambiente
europeo.
Hubo probablemente algunos de esos individualistas en la famosa seccióón 12 de la
Internacional, compuesta enteramente de americanos de matices diversos, en New
York, que causóó tanta tristeza a Marx, porque no se puso bajo la tutela de uno de sus
hombres de confianza. No le quedóó máás recurso que tratar de hacerla expulsar. Uno
de sus miembros asistióó al Congreso de La Haya (1872), sin ser reconocido delegado;
se hizo a la seccióón el reproche de contener tambiéén espiritistas y partidarios del
amor libre, y con eso se contentóó la mayoríía marxista del Congreso para rechazar a
ese delegado.
Por los acontecimientos de huelga violenta en Pittsburgh, en 1877, algunos jóóvenes
individualistas de Boston fueron removidos, como Morse, que escribióó entonces un
folleto vehemente (Los reyes de los ferrocarriles desean negar a un Imperio) y de ese
medio de jóóvenes surgióó la revista The Anarchist (Boston) en enero de 1881, cuyo
primer núúmero fue muy difundido, mientras que el segundo, en preparacióón, fue
impedido por la policíían Allíí,`segúún la opinióón y el deseo de un joven de espííritu
aventurero, esas ideas americanas habríían tenido puesto junto a las socialistas
revolucionarias entonces de Most y del anarquismo cmunista francéés. Ese esfuerzo fue
quebrantado, pero tambiéén en Liberty, que Tucker fundóó en agosto de 1881, a pesar
de la rigidez teóórica, habíía al comienzo un soplo de solidaridad con los revolucionarios
internacionales, los nihilistas rusos, etcéétera.
Es verdaderamente todo lo que me recuerdo haber apercibido del contacto entre esos
anarquistas americanos y los de Europa durante máás de cincuenta añños, hasta 1881.
Ni Proudhon, ni Bakunin, ni Elííseo Reclus, ni Dééjacque, ni Coeurderoy han hablado de
ellos, aunque tres de esos cinco han vivido o pasaron algúún tiempo en los Estados
Unidos, y Cuddon, en Londres, habíía sido el 10 de enero de 1862, presidente de una
delegacióón obrera inglesa que saludóó a Bakunin de regreso de Siberia.
El 6 de agosto de 1881 aparecióó Liberty, redactada por Tucker, un órgano muy
combativo, que se puso a negar el derecho a llamarse anarquista a los colectivistas y
comunistas libertarios, a Kropotkin mismo, y se replicóó no considerando anarquistas a
esos individualistas, por el hecho de reconocer eventualmente la propiedad
privada,`etc. En mi opinióón, se conocíían mutuamente muy poco, no se sabía nada en
Europa del pasado anarquista americano de cincuenta años entonces, y muy poco en
América también del mismo pasado europeo desde hacía cincuenta años. Habíía
bastante espacio para las dos corrientes que hasta entonces se habíían estorbado tan
poco una a la otra, que ni siquiera se habíían apercibido la una de la existencia de la
otra.
Liberty sirculaba un poco en Londres, y un tipóógrafo ingléés, Henry Seymour, fundóó
allíí, en marzo de 9885, The Anarchist; en Melbourne (Australia), aparecióó Honesty, en
abril de 1887. En Inglaterra el pequeñño movimiento se perdióó algunos añños
despuéés en esas especializaciones financieras sobre la emisióón libre de papel -
moneda y sobre panaceas semejantes, que en ese paíís han absorbido el esfuerzo de
gran núúmero de socialistas que, entonces, no volvieron a encontrar el`camino hacia
las ideas. Tambiéén en Alemania, máás tarde, antes ya de la guerra, fueron iniciadas
tales especializaciones infructuosas (los nuevos fisióócratas, Silvio Gessel, Freigeld). Son
cosas que no se pueden hacer sin tener el poder, y si se tuviese ese poder, no habríía
necesidad de hacerlas y se haríía algo muy distinto.
Enteramente independiente de esas corrientes de buena fe, el burguesismo
antisocialista, que es tambiéén antiestatista, en tanto que es enemigo de toda
intervencióón social del Estado para proteger a las vííctimas de Ia explotacióón (horas
23
de trabajo, higiene, etc.), esa avidez de la explotacióón ilimitada habíía creado en
Inglaterra una agitacióón por un pseudo - individua|ismo, el burguesismo ilimitado, con
una pseudo - literatura mercenaria. Hablo de la Liberty and Property Defense League de
los añños 1880-90, etcéétera. A ella se refieren, por grados doctrinarios y fanááticos de
un individualismo siempre absolutamente estééril, de ese no-intervencionismo que
dejaríía morir de hambre a un hombre por no herir su dignidad al mezclarse en sus
asuntos y al darle de comer. De ahíí, por otros grados, se llega al voluntarismo absoluto,
la doctrina de Auberon Herbert hacia 1880, idea benéévola y vigorosamente
antiestatista; pero todo eso, en fin, es diletantismo, medios ineficaces que no han
impedido acrecentarse terriblemente el mal autoritario en estos cuarenta añños que
siguieron.
El anarquismo, como fue elaborado estrechamente por Tucker (cuyo libro lnstead of a
book, New York, 1893, 512 pááginas, reproduce las partes máás significativas de sus
artíículos y notas en Liberty), se vuelve a encontrar en el perióódico alemáán Libertas
hBoston, 1888; 8 núúmeros) y fue aceptado durante mucho tiempo despuéés por el
joven poeta alemáán John Henry Mackay, fascinado desde 1888-89 por las ideas de Max
Stirner, de Proudhon y las de B. R. Tucker; sus libros Die Anarchisten (1891), Der
Freiheitssucher (1920) y un tercer tomo lo muestran inspiráándose en esas tres
concepciones. Su esfuerzo fue secundado por`una propaganda en algunos perióódicos y
folletos en Alemania. Mackay murióó en 1933.
Fuera de esto, el individualismo anarquista americano fue presuntado en Francia y en
Béélgica en algunos perióódicos y por autores que, sin embargo, no lo han aceptado o
conservado ellos mismos integralmente. Hubo tambiéén pequeññas repercusiones
escandinavas. Es llamado mutualismo por la propaganda americana presente y ha
encontrado tambiéén algunos aficionados italianos. En suma, me parece que nos debe
una explicacióón clara con la situacióón mundial presente, que es mucho máás
complicada que cuando Josiah Warren, en 1827, fundóó su primer Times Store. Si hay
que superar las primitividades del comunismo, hay que superar tambiéén las del
individualismo.
No tengo que hablar aquíí de lo que se llama individualismo en los movimientos
socialistas libertaryos francéés, italiano y otros, pues no tienen relacióón alguna con la
corriente americana.
Lo que he llamado espiritualismo libertario americano, es el pensamiento y el
sentimiento de un pequeñño núúmero de intelectuales concienzudos que en los Estados
Unidos, sobre todo en los añños 1830-1860, máás desde 1840 a 1850, se dedicaban a
vivir y a obrar como hombres libres. Sobre una base religiosa deíísta vivíía en ellos el
espííritu humanitario del siglo XVIII, el espííritu social que tomaban de los escritos de
Fourier y de Owen, un espííritu críítico que les hizo ver el mal hecho por la autoridad a
travéés de la historia y teníían una causa viviente ante ellos, la de la esclavitud
vergonzosa de los negros, institucióón legal, que todos estaban forzados a ver erigida
ante sus ojos. Yo séé que los esclavistas respondíían cíínicamente demostrando los
horrores de la esclavitud de los blancos en las fáábricas, pero no disminuye nunca un
mal el hecho de presentar otro; entonces hay que combatir los dos, y los abolicionistas
se decíían muy lóógicamente que una sociedad brutalizada por la esclavitud de los
negros no poseíía la fuerza moral para poner remedio a la esclavitud de los blancos.
Para la burguesíía, los hombres peligrosos eran entonces los que queríían destruir
inmediatamente la esclavitud, y mucho menos los que hablaban de un socialismo del
porvenir lejano, o los que, entre ellos, en pequeññas comunidades, practicaban háábitos
sociales. Los hombres en cuestióón fueron de los unos y de los otros, abolicionistas del
tipo de William Lloyd Garrison, y socialistas de Brook Farm. Habíía hombres y mujeres
como Emerson, W ..E. Channing, Margaret Fuller, Frances Wright, Nathaniel Hawthorne
24
y otros. Se puede decir que lo que hay en Améérica del Norte de civilizacióón, se liga
de cerca o de lejos a ese ambiente cultivado de la antigua Massachussetts, tan
diferente del Estado presente de ese nombre que ha dejado matar durante siete añños
a los dos anarquistas italianos que sabemos.
La máás bella figura de ese ambiente es, desde el punto de vista libertario, Henry David
Thoreau (1817 - 1860) , el autor de Walden: my Lile in the Woods (1854) y del famoso
ensayo On the duty ol civil disobedience (1849) (Del deber de la desobediencia civil).
Walt`Whitman es un tipo muy diferente, segúún mi impresióón. Tiene las expansiones
libertarias máás bellas, pero su culto entusiasta a la fuerza le acerca, para míí, a los
autoritarios.
Hubo algunos otros americanos de verdadero valor conquistados para las buenas
causas y para la de la humanidad libre ante todo; Ernest Crosby, fue uno de los
mejores.
Nota del autor. Este capíítulo resume las pááginas .103-132 del libro Worfrüühling y
remito tambiéén a mi artíículo Anarchism in England fifty years ago, en Freedom
(Londres), noviembre diciembre 1905, que se ocupa sobre todo de Ambrose Caston
Cuddon,`caíído en olvido completo entonces; fue reimpreso por Tucker, en Liberty
(1906).

Capítulo 4
Proudhon y la idea proudhoniana en diversos paises,
principalmente en Francia, en Españña y en Alemania

Hubo necesidad de cincuenta añños, despuéés de la inauguracióón de la autoridad


intensificada por la Revolucióón francesa poco despuéés de las aspiraciones liberales de
1789, antes de que se levantara en Francia una voz poderosa y lanzase un reto a todas
las autoridades - y fue la voz de Pierre Joseph Proudhon (1809-1865). La críítica
libertaria del siglo XVIII, sofocada por el culto a la autoridad, renacióó en éél y por largo
tiempo aúún, hay que decirlo,`sóólo en éél en su paíís. Tuvo el buen sentido de
cmprender que durante esos cincuenta añños no se habíía hecho máás que multiplicar
las autoridades, las nuevas feudalidades: La feudalidad de la burocracia del Estado
centralizado, la del ejéército y del clero reorganizados, la de la burguesíía que trataba
sóólo de enriquecerse, el espííritu conservador de la propiedad campesina, y la
esperanza de dominacióón sobre el mundo productor alimentado por jerarquíías
socialistas nacientes. Los productos mismos gemíían bajo el yugo de todas esas
imposiciones. Proudhon, sóólo, opuso a todo eso en 1840, su grito por la anarquíía y
puso al desnudo el`mal de toda autoridad, fuese religiosa, estatista, propietaria o
socialista. De éél data el socialismo integral, es decir, el de las liberaciones reales y
completas.
Asíí, para no citar máás que algunos lííneas de sus Confesiones de un revolucionario
(1849) ; páágs. 232-3 de la edicióón de 1868) El Capital, cuyo anáálogo en el dominio
políítico es el gobierno, tiene por sinóónimo en la religióón el catolicismo. La idea
econóómica del Capital, la políítica del gobyerno o de la autoridad y la idea teolóógica
de la Iglesia son tres ideas idéénticas y variablemente ligadas; atacar a una significa
atacarlas todas, como saben hoy exactamente todos los filóósofos. Lo que el`Capital
hace al trabajo, y el Estado a la libertad, lo hace la iglesia, por su parte, al espííritu. Esa
trinidad del absolutismo es en la prááctica tan funesta como en la filosofíía. Para oprimir
eficazmente al pueblo hay que encadenar simultááneamente su cuerpo, su voluntad y
25
su razóón. Cuando el socialismo quiera mostrarse de un modo completo, positivo,
libre de todo misticismo no tiene máás que hacer una cosa, poner en circulacióón
espiritual la idea de esa trinidad ...
Es lo que hizo Bakunin en 1867 con la proposicióón positiva del federalismo, del
socialismo y del antiteologismo, lo que algunos añños máás tarde los internacionalistas
españñoles e italianos expresaban por anarquíía, colectivismo y ateíísmo. Es la
emancipacióón intelectual, políítica y social, que implica la emancipacióón moral, y,
sobre esa base, el libre desenvolvimiento de la humanidad adulta y regenerada. Godwin
y Proudhon fueron, por tanto, los primeros en mostrar ese camino y, como
manifestacióón de pensadores verdaderamente libres, importa poco que las
proposiciones o consejos de detalle sean imperfectos. Cuando es hallada una nueva
gran idea, pasa siempre algúún tiempo antes de que sus aplicaciones hayan tomado
una forma verdaderamente prááctica; piéénsese en la electricidad, que se comenzaba a
conocer en sus posibilidades teóóricas en tiempo de Godwin y, mucho mejor,`cincuenta
añños máás tarde, en tiempo de Proudhon, pero cuyas aplicaciones práácticas
universales no se generalizan máás que cincuenta añños despuéés y en nuestros díías.
Godwin y Proudhon teníían a su alrededor en socialismo, menos aun que los quíímicos y
los téécnicos de su tiumpo en aplicaciones y experiencias probadas.
Renuncio, pues, aquíí a esbozar los tanteos práácticos de Proudhon, cuyo
desenvolvimiento muy gradual puede ser examinado por sus notas y cartas, como
Daniel Halevy (La Jeunewse de Proudhon, 1913) ha comenzado a hacer, trabajo muy
extenso y no terminado todavíía. Es maravilloso cóómo vive en Proudhon el
reconocimiento casi instintivo del mal autoritario que ha invadido su paíís con
intensidad enorme en el momento mismo en que se puso con todo entusiasmo y buena
fe a destruir su forma menos desarrollada aúún, el antiguo sistema. Durante veinticinco
añños seguimos en la diseccióón de la autoridad por Proudhon y su esfuerzo por
agrupar a los hombres para una obra comúún que les pusiese fuera de las garras de esa
autoridad que, privada de la servidumbre voluntaria de los que la alimentan, pereceríía
por síí misma de inanicióón y de impotencia. Importa muy poco si Ios primeros medios
propuestos eran o no practicables. Todos se basaban, sin embargo, en la elevacióón del
hombre, en su accióón social consciente, en el ejercicio de esa condicióón de toda
convivencia humana, la igualdad y la reciprocidad (el mutualismo). El problema se
planteaba asíí entonces: lo que se puede exigir y esperar del hombre normalmente
social, es esa reciprocidad como un míínimo, y no es la generosidad (el comunismo) que
es un mááximo. Nada máás fáácil que presuponer o prometer esa generosidad que, sin
duda, naceráá un díía, pero inmediatamente no se puede máás que tratar de introducir
un poco de honestidad ordinaria en las relaciones entre los hombres, y tales fueron el
camino equitativo de Warren, el mutualismo de Proudhon.
Fiaba todavíía en las tendencias asociativas y federativas de los hombres, que han
establecido entre ellos un grupo local y general, segúún sus necesidades econóómicas y
su vida real, fuerzas que el centralismo y el estatismo combaten en interéés de
monopolistas del poder y de la propiedad. Restablecer la accióón libre de las
asociaciones y federaciones contra esa intervencióón del monopolio,`seráá obra directa
a realizar, y de ese esfuerzo continuo naceríía el aislamiento de los Estados, lo cual
llevaríía a su liquidacióón, y a la asociacióón y a la federacióón de los organismos de
verdadera utilidad social, segúún sus necesidades y sin obstááculos autoritarios.
Se conoce máás a Proudhon por un núúmero restringido de sus trabajos, sobre todo
¿¿Quéé es la propiedad? o Investigaciones sobre el principio del derecho y del gobierno
(1840), la primera memoria, seguide de otras dos dirigidas al profesor Blanqui (hermano
del revolucionario) y al fourierista Considéérant, y explicaciones dirigidas al Ministerio
Púúblico (el procurador del Rey) en 1841 y 1842. Las Confesiones de un revolucionario,
26
para servir a la historia de la revolucióón de febrero (Paríís 1849, 107 pááginas in. 4o),
recoleccióón de artíículos de 1848, analizando sobre todo la maniobra gubernamental y
las mistificaciones o locuras de los partidos autoritarios durante una parte del añño
1848; en el espííritu de ese libro estáá escrito el famoso Prologue d'une Réévolution.
Féévrier - Juin 1848; por Louis Méénard (Paríís, 1849, en las oficinas del Peuple - el
diario de Proudhon -, 319 pááginas) , el origen de lo que culminóó en la masacre del
proletariado de Paríís en junio de 1848 - Idea general de la revolucióón en el siglo XIX.
Paríís 1851, VIl, 352 páágs. en 8o) - De la Justice dans la Réévlution et dans l'Eglise
(Paríís 1858, 3 vol. de 520, 544 y 612 páágs en 18o, y la edicióón de Bruselas,
aumentada, en 1860-61, en 12 partes. - Du Principe féédéératif et de la néécessitéé de
reconstituir le parti de la Réévolution (Paríís 1863, XVIII, 324 páágs. en 18o) - De la
capacitéé politique de la clase ouvriéére (Paríís, 1865, VI, 455 páágs. en 18o; obra
póóstuma). Luego la coleccióón de su Correspondance, 1875, en 14 volúúmenes en 8o,
de 5303 pááginas, una amplia serie a la que se agregan otros grupos de cartas
publicadas, los perióódicos y otras notas privadas. Y el gran núúmero de escritos de que
no hablo aquíí. Es una obra enorme, cuya parte críítica sigue siendo de una actualidad
palpitante, si se sabe uno dar cuenta de las situaciones y problemas que pesan sobre
nosotros y nos aplastan todavíía hoy, porque aun no hallaron solucióón razonable.
Asíí los gobiernos, los polííticos, las finanzas, la burguesíía, el nacionalismo, las guerras
son analizadas por éél en lo vivo, con la mano en el saco (del pueblo) en innumerables
ocasiones durante los reinos del burguesismo puro (Luis Felipe), de los revolucionarios
jacobinos (1848), del cesarismo y la dictadura imperial y militar, el nacionalismo
europeo, factor dominante desde 1859, y del cual se deriva la serie de guerras que nos
rodea siempre. A falta de un Proudhon, que no lo tiene esta éépoca, las lecciones por
comparacióón que se sacaríían de esa obra prestaríían grandes servicios a los
libertarios de hoy, que deben aun hallar los caminos de la teoríía a la prááctica ya la
críítica de los hechos reales, tal como supo hacerla Proudhon, no imitáándole
directamente, pero inspiráándose en su ejemplo y aprovechando su experiencia.
Supo prever desde 1859 los perjuicios del nacionalismo y mostróó las víías del
federalismo. Supo prever los extravííos de los trabajadores en la políítica autoritaria y
mostróó los caminos de la accióón econóómica directa, sucumbiendo desgraciadamente
menos de cuatro meses despuéés de la fundacióón de la Internacional (19 de enero de
1865}.
Un pensador como Proudhon no podíía producir máás que proposiciones práácticas
personales, individuales, y ese criterio se aplica tambiéén a las proposiciones de todos
los demáás socialistas independientes que, todos, no pueden menos de proyectar su
propia individualidad en sus obras. Provocado sobre todo por sus adversarios - es una
argucia de guerra provocar al enemigo a que se exponga, a que se comprometa, y una
falta de juicio de las masas el dejarse influenciar por el resultado elegido -, Proudhon
prodigóó proyectos práácticos prematuros y necesariamente abortivos, pero todo eso
es reconocido hoy como accesorio, su verdadera gran obra es la críítica a la autoridad;
la accióón econóómica y cualquier otra accióón humana directa, y la federacióón, que
es la úúnica que excluye las rivalidades, la guerra y el pacto como lazo, siempre
temporal y revocable entre las partes, individuos o grupos, que determina el caráácter
de sus relaciones de reciprocidad, si eligen la entrada en tales relaciones.
Estas ideas, pues, exigíían que se las comprendiera, que se las sintiera, que fuesen
aplicadas por hombres que fueran ellos mismos pensadores intréépidos. Era, al
contrario, imposibe agrupar muchos hombres en torno a alguna aplicacióón prááctica
del pensamiento du Proudhon, y si se hizo, el resultado fue mediocre, y su falta de
ééxito inevitable fue erróóneamente declarada un defecto del proudhonismo. Menos
27
aun, cuando tales ensayos cesaron, se puede hablar de una desaparicióón definitiva
del proudhonismo. Vivióó, al contrario, y todos nuestros movimientos viviríían mejor,`si
sus militantes se inspirasen en los elementos vivientes de la enseññanza de Proudhon.
Como todos los hombres de valor intelectual en Europa y en Améérica, fueron
despertados sobre las ideas sociales por el perííodo de los saint-simonianos
principalmente, y sobre la situacióón de los trabajadores por la miseria, las
asociaciones, las revueltas en Ingleterra, en Lyon y en otras partes, asíí una gran parte
de ellos fue impresionada por la anti-autoritaria de Proudhon, que se las tomóó con el
Estado actual tanto como con el socialismo autoritario que se figuraba representar ya el
porve~ir. Se puede decir que, por largos añños, pongamos el perííodo de 1840 a 1870
en todo caso, estas pretensiones fueron frustradas por Proudhon solo, que fue una
fuerza que impresionóó los espííritus de entonces como no se habíía visto otra desde los
tiempow de Voltaire, Roussuau y Diderot. Sin embargo, esa influencia no podíía producir
rééplicas exactas a su talento, y aquellos mismos que fueron máás influenciados, no
han podido ser continuadores parciales o imperfectos de su obra.
En Francia se citaríía una cantidad de esos hombres, sean amigos personales, George
Duchêême,`Charles Beslay, Gustave Chaudey, etc., sean jóóvenes adeptos de los añños
1860- 70, los Robert Luzarche, Vermorel, etc., sean trabajadores de los primeros
sindicatos y de la Internacional, Henri Tolain, etc., sean autores posteriores a 1870, los
Chevalet, Perrot,`Beauchery y otros, y aparte de los blanquistas y de los supervivientes
del saint-simonismo, fourierismo, cabetismo, pierre-Ierouxismo, etc., de los añños 1860-
1870, todo socialista estuvo un poco impresionado por Proudhon, el úúnico de los
socialistas que se leíía entonces. Si la idea de la Comuna de Paríís teníía raííces
autoritarias en la afirmacióón de la Comuna de 1793-94 y raííces sociales libertarias en
el fourierismo (Considéérant) , se derivaba igualmente de la negacióón proudhoniana
del Estado, de la federacióón, opuesta a la centralizacióón estatal, de la anarquíía, en
suma, que uno de los jóóvenes poetas de entonces y que escribióó el Péére Duchêêene
de la Comuna, Eugèène Versmersch, proclamóó paladinamente en 1868, llamáándose
atomista y anarquista. Al lado de esa verdadera influencia intelectual, desaparece la
insuficiente de los epíígonos proudhonianos del tipo de Tolain en la Internacional, cuyas
flojas defunsas mutualistas no fueron ya escuchadas ante las demandas con voz cada
vez máás fuerte, del colectivismo.
Fue Béélgica, donde, en esas déécadas de 1830 a 1870, cierto núúmero de hombres
pensaban máás libremente que en Francia, es decir, no fueron distraíídos por la
actualidad autoritaria parisiéén, la lucha incesante de los intereses y de los partidos; fue
Béélgica, donde Proudhon habíía pasado un destierro de varios añños, el paíís en que
las ideas proudhonianas fueron discutidas independientemente, propagadas, y donde
entraron en contacto directo con las concepciones socialistas no autoritarias. Hablo del
bello perííodo de la Rive gauche (1864-66) y de la Libertéé (1867- 73) de Bruselas. Es
allíí donde se encontraríía el proudhonismo revolucionario, socializado, modificaciones o
aplicaciones máás o menos originales, inspiradas por un bello impulso. Se encuentra
ese proudhonismo independiente tambiéén en la obra de Emile Leverdays (1835-1890) ,
el autor de las Assembléées parlantes (1883) y de otros volúúmenes de críítica
econóómica y estatista, lo mismo que se encuentra en todas las manifestaciones del
socialismo avanzado francéés desde 1860, tambiéén en la Comuna, y en el que debíía
ser redactor jefe del diario Le Proudhon, cuyo núúmero de muestra aparecióó el 12 de
abril de 1884, publicacióón proyectada por un joven entusiasta, E. Potelle, que murióó
pronto.
Proudhon, desde 1840, impresionóó fuertemente a los socialistas alemanes, M. Hess,
Marx, máás tarde a Lasalle; despuéés a Max Stirner, Arnold Ruge, Carl Vogt, Carl Grüün.
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Alfred Meissner, Ludwig Pííau y otros; a los rusos Bakunin, Alejandro Herzen, N. V.
Scholoff y otros; y James Guillaume, escribióó a iniciativa de`Bakunin, el libro La
anarquíía segúún Proudhon (que no existe máás que en traduccióón rusa, impresa en
Londres en 1874). Algunos raros escandinavos seguíían a Proudhon, y en el lejano
Mééxico, Plotino Rhodokanaty tradujo Idea general de la`revolucióón en el siglo XIX
(Biblioteca socialista, Mééxico 1877). En Italia fueron Giuseppe Ferrari, Saverio Friscia,
Nicolóó Lo Savio y algunos otros>
Pero fue en Españña donde las ideas proudhonianas fueron máás calurosamente
recibidas. La obra maestra de Pi y Margall, La reaccióón y la revolucióón. Estudios
Polííticos y Sociales (Madrid 1854, 424 pááginas; reimpresióón de la Revista Blanca,
Barcelona 1928, 478 páágs.), cualquiera que sea su originalidad, no ha sido escrita sin
que el autor haya conocido los trabajos de Proudhon, con el cual otro españñol, Ramóón
de la Sagra, estaba unido (autor de Banque du Peuple, en francéés, Paríís 1849, 160
páágs.). Pi y Margall, máás tarde, ha traducido al menos seis libros de Proudhon
(ediciones de 1868 y 1870, con introducciones, Madrid, Alfonso Duráán), entre otros El
principio federativo (1868) y De la capacidad políítica de las clases jornaleras (1869). Al
menos otros ocho escritos de Proudhon fueron traducidos por otros, desde 1860 a 1882,
entre ellos la Idea general de la revolucióón en el siglo XIX (Barcelona, 1868 y La
Federacióón y la unidad de Italia (Madrid, 1870; el original aparecióó en Paríís en 1862,
143 páágs.).
En Inglatera y en los Estados Unidos las ideas de Proudhon han tenido poca
repercusióón, sin quedar por eso desconocidas. Tucker y máás tarde John Beverley
Robinson hicieron traducciones; la General Idea of the Revolution in the ninethenth
Century aparesióó aun en 1923 en Londres (Freedom Press).
Marx concibióó una rivalidad formidable contra Proudhon y tratóó de demolerle
teóóricamente, en 1847, y en reputacióón, por un artíículo de los máás injuriosos
despuéés de su muerte. El méédico alemáán doctor Arthur Müülberger se especializóó
en el estudio de Proudhon hasta atraerse los ataques vehementes de Friedrich Engels
(1872); pero continuóó y publicóó tambiéén una biografíía esmeradamente redactada
(1899) y los escritos póóstumos de un joven pensador, Ernest Bush, que habíía llegado
a conclusiones econóómicas paralelas a las de Proudhon (1890). Gustav Landauer,
sobre todo en su Sozialis de los añños 1909 a 1915, fue fascinado por Proudhon, del
cual publicóó en traduccióón numerosos extractos bien elegidos y preparóó la
traduccióón de La Guerre et la Paix.
Se comienza de nuevo en Francia a apreciar a Proudhon como uno de los raros autores
del siglo XIX exento del centralismo autoritario, y a veces los anarquistas vuelven a
descubrir la fuerza y la belleza de su críítica a la autoridad; en el Reveil (Ginebra) hace
varios añños, Bertoni reprodujo mucho de tales extractos de sus escritos. Tambiéén una
seleccióón de sus cartas, publicada en Paríís por Daniel Haléévy hace unos añños, fue
una sorpresa literaria bien saludada.
Se advierte al fin la esencia viable de Proudhon, que estáá en las ideas máás arriba
descritas, y su aplicacióón críítica al pantano autoritario que amenaza tragarnos. Su voz
fue un llamado constante a la razóón y al buen sentido. Escucháándola bien y
siguiééndola, no a la letra, sino en su verdadero sentido, nos ayudaríía a salir de la
rutina y a combatir mejor el ambiente autoritario que reacciona constantemente sobre
nosotros mismos como atmóósfera asfixiante de la que hay que salvarse rompiendo los
vidrios. Es lo que Proudhon ha hecho del mejor modo y máás que Bakunin y que
cualquier otro; fue a éél a quien la burguesíía del siglo XIX temíía y odiaba a muerte; la
propiedad es un robo, esas pocas palabras teníían la fuerza de una revolucióón.
29
Capítulo 5
La idea anarquista en Alemania desde Max Stirner a Eugen
Düühring y a Gustav Landauer

Inevitablemente el pensamiento liberal del siglo XVIII se abríía un camino en los grandes
paííses a travéés del perííodo autoritario que comenzóó en 1789, como hemos visto. En
Alemania, como en Italia, las victorias y las conquistas napoleóónicas fomentaron el
nacionalismo en su forma cultural, la vuelta hacia el pasado nacional, y en su forma
econóómica, las unidades territoriales, el Estado nacional unificado. De ahíí tambiéén la
filosofíía nacional: inspiráándose en el estatismo de Napoleóón, filóósofos de alguna
fuerza lóógica como Hegel desean un estatismo omnipotente semejante para su propio
paíís; viendo las guerras nacionales de los otros, Fichte, antes nada menos que un
admirador del Estado, escribe Der geschlossene Handesstaat (1800) y pronuncia los
discursos patrióóticos Discursos a la nacióón alemana. Los autores y poetas
romáánticos habíían profesado antes ideas no nacionales y emancipadoras en varios
dominios; los acontecimientos hicieron de ellos nacionalistas extremos y reaccionarios.
Las relaciones internacionales comienzan en pequeññas dimensiones, por viajes de
algunos miembros de sociedades secretas liberales a Paríís y a Berlíín, y por las
relaciones entre tales miembros e italianos y suizos en Suiza. Diez añños despuéés el
saint-simonismo inspira a un gran grupo de jóóvenes autores alemanes. Los
republicanos y los socialistas incipientes alemanes van a establecerse a menudo en
Paríís despuéés de 1830, y tambiéén autores avanzados como Boerne y Heine y los
refugiados y los artesanos. Pero todo eso fue en suma democracia unitaria, y ya las
opiniones federalistas -el refugiado Georg Kombst ha expresado tales opiniones - eran
muy raras.
Estas vacilaciones entre el bello internacionalismo cosmopolita y lo que parecióó no
menos bello, la máás grande prosperidad y cultural local,`nacional, fueron una primera
expresióón de las feroces luchas que desgarraron a Europa en ese momento todavíía.
Puesto que las garantíías del internacionalismo faltan y su realizacióón parece difíícil, en
lugar de proseguir ese gran objetivo, se busca refugio en el aislamiento, en la nacióón
armada, y, para protegerse, cada nacióón quiere ser la máás fuerte y obstruir el
desenvolvimiento de los otros pueblos. No hay solucióón en el téérreno del Estado
independiente; lo hay solamente en la Federacióón, quéé abre a todos el gran cuadro y
permite a cada uno su desenvolvimiento autóónomo. De ahíí se pasa al grupo libre ya
las inter-relaciones múúltiples; es lo que los hombres hacen por síí mismos en un
ambiente de paz asegurada en muchos dominios de la vida social - y la prááctica
general de esa agrupacióón libre, eliminacióón de todas sus trabas: es la anarquíía>
Sin embargo, de dos ambientes y personalidades nacióó un sentimiento libertario
original en los alrededores de 1840. Fue en el ambiente de los hermanos Bruno y Edgar
Bauer en Berlíínl el cíírculo libre que Marx visitóó en 1837, ligáándose mucho con Bruno
Bauer hasta la ruptura a fines de 1842. Max Stirner fue un pilar de ese cíírculo, en el
que, de la filosofíía hegeliana, que comenzaban a considerar crýíticamente, de la críítica
incisiva a las fuentes del cristianismo, de la críítica de todos los díías al estatismo y al
burguesismo que les rodeaba, y de la repercusióón del movimiento de los espííritus en
todas partes y de los movimientos sociales, en el que, digo, de todo eso se formaba en
los miembros máás destacados, los hermanos Bauer. Max Stirner, Ludwig Buhl y otros,
un nihilismo críítico, el destronamiento de todas las autoridades establecidas y
reconocidas. De ahíí, en el curso de 1842, entre primavera y otoñño, se llegóó al
repudio completo del Estado. Engels, en el verano de 1842, en un poema radical,
30
escrito con gran verbo, describe ese ambiente, que habíía frecuentado,
simpááticamente, y caracterizaba a Max Stirner muy bien, diciendo que, cuando los
otros gritaban: ¡¡abajo los reyes!, Stirner decíía: ¡¡Abajo tambiéén las leyes!, Marx, a fin
de noviembre, poco máás o menos, rompe brutáálmente con ese grupo al que se
llamaba los libres de Berlíín.
De ese grupo nos quedan como publicaciones anarquistas sobre todo escritos de Edgar
Bauer, asíí Der Streit der Kritik mit Kirche und Staat (Charlottenburg, 1843),`confiscado
en septiembre y reimpreso en Berna (Suiza) en 1844, 287 páágs. Un perióódico
proyectado (prospecto del 12 de julio de 1843) fue ympedido, pero sus colaboradores
reunieron artíículos en volumen (no sometidos a la censura). Tal fue la Berliner
Monatsschrift (Mannheim, 1844; IV, 332 pááginas en 12o), la primera coleccióón
anarquista en lengua alemana; Max Stirner colaboróó y Buhl organizóó la edicióón.
Durante esos úúltimos añños Max Stirner ha debido componer su libro famoso que
aparecióó en diciembre de 1844: Der Einzige und sein Eigentum (Leipzig, 1845, 491
páágs. en 8). Se han reunido despuéés escritos dispersos de Stir~er, sobre todo en
Kleinere Schriften, recopilacióón por J. H. Mackay (1898; edicióón aumentada en 1914),
pero el profesor Gustav Mayer y otros han encontrado máás artíículos dispersos y las
investigaciones no estáán terminadas aúún. Sin embargo el gran libro contiene todo
para formarse una opinióón exacta de sus ideas. He dado extractos (Vorfrüühling,
páágs. 169-173) para motivar mi opinióón de que Max Stirner era en el fondo
eminentemente social, socialista, deseoso de la revolucióón social, pero siendo
francamente anarquista, su llamado egoíísmo es la proteccióón, la defensa que cree
necesaria tomar contra el socialismo autoritario, contra todo estatismo que los
autoritarios insinuasen en el socialism. Su egoíísmo es la iniciativa individual: su Verein
el grupo libre que realiza un objetivo, pero que no se convierte en organizacióón, en
sociedad. Su méétodo es eminentemente la desobediencia, la negativa individual y
colectiva a la autoridad y una agrupacióón voluntaria segúún lo que la situacióón exija
en cada instante. Es la vida libre en lugar de la vida controlada y ordenada por los
usurpadores de la propiedad y de la autoridad.MAl leer a Stirner como socialista, pienso
que no se puede interpretarlo de otro modo. Buscando un individualista anti o no
socialista en éél, se menospreciaríían sin razóón valedera los pasajes bastante
numerosos y que no son úúnicos, seññalados por míí. Estas interpretaciones
ultraindividualistas son ya antiguas. No hay máás que ver las publicaciones del doctor
Karl Schmidt en el ducado de Anhalt, Das Verstandestum und das lndividuum y
Liebesbriefe ohne Liebe (Leipzig, 1846), que han sido tratadas por Stirner mismo con
desprecio supremo. No pensaríía de otro modo sobre mucho de lo que se ha escrito
sobre éél desde su aparente redescubrimiento. Porque no fue nunca perdido de vista y
su libro tuvo una segunda edicióón en 1882 por el editor original. Muchos testimonios
sobre su vida fueron recogidos en la biografíía por J. H. Mackay (1898; edicióón
aumentada 1910), pero, como tambiéén respecto de los Kleinere Schriften, hay una
cantidad de materiales dispersos o encontrados máás tarde, que es preciso conocer
tambiéén. Hay de Der Einzige und sein Eigentum una edicióón en una serie popular muy
difundida en otros tiempos (abril 1892) y por ella el libro fue leíído por muchos
anarquistas alemanes de esos añños e impresionóó a algunos. Hay traducciones en
francéés, italiano, españñol, ingléés, sueco, ruso y tal vez en otros idiomas, y hay en
todas partes algunos folletos, etc., que se ocupan de éél,`sin profundizar nuestros
conocimientos,`segúún mi opinióón. Se ha publicado tambiéén un gran trabajo, que
habíía quedado inéédito en su tiempo y muestra a Marx y Engels en guerra
estééril`contra el libro de Max Stirner.
La segunda fuente auxiliar de las ideas libertarias en Alemania fue la filosofíía de
Ludwig Feuerbach, que dio el golpe de gracia a la pesadilla hegeliana. Esa filosofíía (que
31
Max ha combatido tambiéén extensamente) no era sin duda anarquista, pero
restablecíía el rol del hombre, que en el hegelianismo era anegado y aplastado por las
fuerzas superiores abstractas y, paralelamente, muy reales (el Estado presente; el
Estado futuro; siempre algúún Dios o algúún Estado). Es el hombre el que ha creado a
Dios - dice Feuerbach, y ese pensamiento dio el golpe final a la emancipacióón
intelectual de Bakunin; y Pi y Margall escribe en su libro La Reaccióón y la Revolucióón
(1854) ... Homo sibi deus, ha dicho un filóósofo alemáán; el hombre es para síí su
realidad, su derecho, su mundo, su fin, su dios, su todo. Es la idea eterna, que se
encarna y adquiere la conciencia de síí misma; es el`ser de los seres, es ley y
legislador, monarca y súúbdito ...
En suma, si el hombre ha creado los dioses de su fantasíía, no es difíícil concluir que ha
creado tambiéén sus filosofíías, y que todas las instituciones sagradas son obra suya,
que ha podido hacer y de las que puede deshacerse. No seráá ya el esclavo de la
filosofíía de otros hombres, ni de sus instituciones y de su autoridad. Puede levantar su
cabeza y arreglar éél mismo sus asuntos, si tiene voluntad. En ese sentido Ludwig
Feuerbach fue un liberator de espííritus. Hombres de buena voluntad se habíían sentido
tanto tiempo impotentes contra las deidades, contra una naturaleza divinizada, contra
afirmaciones filosóóficas de pretendido valor absoluto; Feuerbach les mostróó en esos
añños en torno a 1840 que estaban en el cíírculo de sus propias creaciones. Entonces
comienzan a ver claro y sienten la necesidad de obrar.
Socialistas cuyo autoritarismo fue quebrantado por la críítica de Proudhon y filóósofos
humanizados por Feuerbach buscan una sííntesis, un socialismo libertario y
humanizado, y esas concepciones se aproximan al comunismo anarquista. Tales ideas
son expuestas por Moses Hess en los ensayos Sozialismus und Kommunismus y
Philosophie der Tat, en una coleccióón que reemplazóó aun perióódico propuesto,
publicada en Zurich en 1843. Otro autor que llegóó a conclusiones similares fue Carl
Grüün en 1844. Y esas ideas entraban entonces (1843 - 45) en la propaganda socialista
revolucionaria de algunos trabajadores alemanes en Suiza, sobre todo por Wilhelm
Marr, y los Bläätter der Gegenwart füür soziales Leben de Lausana, de diciembre de
1844 a julio de 1845, fueron el primer óórgano de una propaganda anarquista alemana
entre los trabajadores.
Esos esfuerzos chocaban en dificultades aplastantes. Los trabajadores alemanes - se
trataba de emigrados, refugiados y de esos que, en su jira por Europa, pasaban algúún
tiempo en el extranjero, sobre todo en Suiza, en Paríís y en Bruselas y que, de regreso a
su paíís, hacíían una propaganda secreta, ligados entre síí por sociedades secretas -
esos trabajadores, pues, estaban bajo la influencia de los comunistas autoritarios, como
Weitling, y bien pronto bajo la de los intelectuales de doctrina socialista absoluta como
Marx y Engels. La propaganda anarquista en la Suiza romáántica sobre todo, fue
exterminada en 1845 por las autoridades cantonales mediante persecuciones y
expulsiones, y cuando renacióó un poco, como en 1847 en Paríís, donde Grüün sostuvo
las ideas de Proudhon, Engels consideróó de su deber combatirla directamente. De igual
modo, entre los intelectuales, Hess era aterrorizado por Marx y, sin aceptar las ideas de
ééste, fue en todo caso un hombre muerto para las ideas libertarias; y Grüün,
violentamente combatido por Marx, se restringióó en un proudhonismo ortodoxo y
sacrificóó asíí su originalidad incipiente de duracióón demasiado breve. Se sabe que
Marx y su acóólito Engels, que antes de conocer a Marx habíía tenido un interéés
socialista generall conociendo todo de Godwin y Robert Owen a Max Stirner,`se dedicóó
desde 1844 a demoler, es decir, a tratar de descalificar mediante poléémicas
exageradas, absolutamente a todos los socialistas de valor de su tiempo, y su
poléémica constante contra los libertarios prueba que, con buena razóón, sentíía el
ascendente intelectual de esas ideas.
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Ese ascendente mxistíía, en efecto, en los añños antes de 1848 en algunos que
conocieron bien a Max Stirner y a Proudhon, y se acentuóó a partir de la derrota de las
esperanzas de las revoluciones polííticas alemanas y francesas de 1848 - 49,
especialmente despuéés de la demostracióón ad oculos de la incapacidad y la
impotencia del parlamentarismo liberal y democráático. En los añños 1849, 1850, 1851
hasta el golpe de Estado del 2 de diciembre en Francia, que inauguróó el perííodo de la
represióón general, hubo todavíía un intervalo de críítica retrospectiva de los errores
cometidos y, como en Francia, en Alemania tampoco faltaban entonces voces
libertarias. Asíí`vemos a Carl Vogt mismo, hombre de ciencia y políítico, que conocíía
muy bien a Bakunin y a Proudhon, gritar en diciembre de 1849: ... Ven, pues, dulce,
redentora anarquíía ... y redíímenos del mal que se llama Estado, palabras que se
parecen tanto a las de Céésar De Paepe: ¡¡Anarquíía, sueñño de los amantes de la
completa libertad, íídolo de los verdaderos revolucionarios! ... ¡¡Venga tu reino,
anarquíía!, publicadas en 1864.
Richard Wagner, en sus escritos Die Kunst und die Revolution (Leipzig 1849) y en Das
Kunstwerk der Zukunft (1850), muestra y expresa una comprensióón completa, una
simpatíía profunda por las libres asociaciones del porvenir, tambiéén éél fue un hombre
que tuvo ocasióón de conocer en 1849 a fondo el pensamiento de Bakunin.
Localmente se encuentra en esos añños a Wüühelm Marr en Hamburgo (Anarchie oder
Autoritäät? 1852); al profesor K. R. Th. Bayrhoffer en Hesse (en Die Hornisse, perióódico
de Cassel); traducciones de Proudhon, con quien simpatizóó Friedrich Mann en la Freie
Zeitung, de Wiesbaden, como lo hizo largo tiempo la Triersche Zeitung (Trier) bajo la
influencia de Grüün. Un diario de Berlíín, en 1850, la Abendpost, es antiestatista por
principio en ese sentido que en Franciadrepresenta Bellegarrigue, preconizando el no
intervencionismo de toda colectividad, lo que, en el sistema presente, quiere decir
tambiéén carta blanca para la burguesíía en la explotacióón de las masas, un
antiestatismo formal, sin contenido social. Arnold Ruge, uno de los traductores de
Proudhon entonces, el antiguo amigo de Bakunin, se expresa en un escrito de 1849 por
el autogobierno del pueblo, que es supresióón de todo gobierno, un orden social que en
realidad es la anarquíía ordenada, porque no reconoce arconte alguno, sino sóólo
encargados de negocios ... la libre cmunidad y la cooperacióón de hombres que se
determinan a síí mismos, que en tod son compaññeros iguales. Tambiéén edgar Bauer
en su pequeñña revista Die Partien (Hamburgo 1849), es de un matiz antiautoritario
moderado. Esas ideas han encontrado tambiéén alguna expresióón en la prensa de
lengua alemana tan numerosa, de los refugiados y emigrados en los Estados Unidos,
aunque no he podido conocer por estudio directo esas publicaciones lejanas.
Marx y Engels, rechazado en el destierro, pronto en Inglaterra desde la segunda mitad
de 1849, teníían poca influencia sobre los militantes en Alemania entonces, a
excepcióón de Lassalle, y otros comunistas revolucionarios, de tonos blanquistas, tan
poco como ellos. La idea libertaria, como muestran las indicaciones dadas, que son sin
duda incompletas, fue animada por un gran núúmero de focos entonces, pero la
reaccióón desde 1852 los sofocóó todos y cuando, siete añños despuéés, ese silencio
forzoso fue quebrantado, se hizo porque los movimientos nacionalistas, que llevaban
fatalmente a las guerras, soportados y excitados por las ambiciones estatistas en Italia,
Francia y Alemania, hacíían úútil para los Estados la conciliacióón con el pueblo,
despuéés de los añños de reaccióón, a fin de tener apoyo popular y el de los polííticos
autoritarios de todos los matices, demóócratas y socialistas incluíídos, para las guerras
que se preparaban. El pensamiento libertario no fue vuelto a propagar, salvo por
Proudhon que, por oponerse al patriotismo nacionalista`caldeado al rojo en esos añños
de 1859 a 1862 sobre todo, fue por decirlo asíí, puesto al margen de la opinióón
púública liberal.
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Se puede notar que Marx vio esos desenvolvimientos máás sobriamente que Lassalle,
que cayóó de bruces en el nacionalismo, y que, muy ambicioso y cada vez máás
separado de Marx, fundóó la socialdemocracia ultra-autoritaria, con la cual doce añños
despuéés tras luchas increííbles, los socialdemóócratas marxistas se fusionaron en
1875. Fue ya la éépoca de la Internacional y es un hecho incontestable que el desarrollo
libertario en el seno de esa organizacióón fue ya ocultado,`ya presuntado
desdeññosamente y hostilmente a los socialdemóócratas marxistas por su prensa;
sobre todo Bakunin fue en ella combatido e injuriado. Los lassallianos se abstuvieron de
esos insultos, pero no podíían tampoco tener una gran parte de la Internacional, o sóólo
comprenderlas.
Sin embargo, esas ideas han encontrado repercusióón entonces en Alemania, estando
en la base de las ideas sociales de Eugen Düühring (1833-1921), como las propuso
sobre todo en 1872 en su Cursus der National-und Sozialoekonomie. Las ideas llamadas
socialitarias, tambiéén anticratas, son en el fondo las del colectivismo anarquista de
esos añños, de los grupos de productores, libremente federados (comunas
econóómicas), e insiste particularmente sobre el acceso libre de productores en esos
grupos, lo que, por lo demáás, los colectivistas de la Internacional no pensaban rehusar,
no queriendo crear corporaciones cerradas que estableceríían monopolios colectivos. No
he podido examinar todavíía en quéé grado Düühring ha podido tener concepciones
originales, pero en todo caso sus ideas de 1872, y las que los colectivistas de la
Internacional profesaban altamente a partir de 1868, son virtualmente las
mis}as.MEsas ideas no desagradaron de ningúún modo a aquellos socialistas alemanes
que pudieron conocerlas y que eran felices de tener conocimiento de un socialismo
liberal fuera de las doctrinas ríígidas de Marx y de Lassalle. Se sintieron incluso
encantados y se formóó un ambiente de fronda, al que pertenecieron tanto Eduard
Bernstein como Johann Most entonces, lo que parecióó muy peligroso a Marx y a Engels,
y este úúltimo entablóó entonces su formidable refutacióón de Düühring (1877 - 78),
que fue otra de sus campaññas contra las tendencias libertarias en el socialismo. Como
ni Düühring, que carecíía de espííritu libertario, ni sus simpatizantes socialistas
alemanes de entonces, que permanecíían sin embargo en su partido, hicieron una
verdadera agitacióón por el sistema socialitario anticrata, y como muy pronto, desde
1876, fue comenzada una agitacióón directa por trabajadores anarquistas colectivistas
alemanes llegados de Suiza, las ideas de Düühring caen en olvido hasta 1889
aproximadamente.
Entonces fueron tomadas por dos lados, por un economista liberal, el Dr. Theodor
Hertzka, nacido en Hungríía, que elaboróó la utopíía Freiland. Ein soziales Zukunftsbild
(Leipzig 1890. XXXIV, 677 pááginas; el prefacio es de octubre de 1889) , y por jóóvenes
socialistas de Berlíín, de los cuales el máás conocido fue Benedikt Friedláánder, autor
del folleto bien razonado, Der freiheitliche Sozialismus in Gegensatz zum
Staatsknechistum der Marxisten (Berlíín, 1892, VIIi, 115 pááginas), una exposicióón de
las ideas de Düühring en 1872.
Hertzka habíía dado a su utopíía una forma que hizo de ella al mismo tiempo un
proyecto de colonia experimental en gran escala, y en esos añños de interéés socialista
universal, alentado por primera vez fuera de los medios obreros en casi todos los
paííses por la utopíía famosa Looking backward, por Edward Bellamy, un gran púúblico
general se interesóó verdaderamente por Freiland y se preparóó su extensióón
prááctica en el territorio descrito por Hertzka en la regióón elevada y fertil del Kenia y
Kilimandjaro, en Africa central oriental. Por el acceso libre a los grupos productores,
segúún Hertzka, la atraccióón de los diversos grupos habríía sido nivelada y asíí, y por
otros muchos medios práácticos y equitativos, la autoridad en la nueva comunidad
habríía sido reducida al míínimo, es decir, a las exigencias puramente téécnicas, a las
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que se cede voluntariamente. Los medios no faltaban y el estado floreciente de las
plantaciones en esa parte del Africa, una de sus partes máás europeizadas y una de las
máás ricas, muestra que esa colonizacióón teníía una base no del todo quiméérica. Pero
el Gobierno ingléés impidióó la realizacióón del proyecto. La agitacióón disminuyóó
entonces y se dispersóó en varias direcciones; de ahíí proceden las Siedlungen en
Alemania misma, propuestas y fundadas en parte por el Dr. Franz Oppenheimer; Michel
Flüürschein tratóó largo tiempo de fundar colonias sociales en paííses lejanos; el Dr.
Wilhelm, que pertenecíía a los de Freiland, que habíían desembarcado ya en Africa,
defiende siempre su ideal de entonces. Indirectamente, pienso, la reunióón de los
judííos en un territorio independiente, preconizada por el Dr. Theodor Herzl y de donde
procede, a travéés de otros estadios, la presente colonizacióón sionista en Palestina, fue
una repercusióón de la iniciativa de Hertzka de fundar Freiland en la regióón del Kenia.
Igualmente las asociaciones productivas presentes en Palestina, de las cuales algunas
desean vivir en condiciones de libertad personal bien respetada, derivan lo que poseen
de voluntad libertaria, de ese poderoso impulso dado en otro tiempo por Freiland.
En el grupo de Friedláánder se veíía al joven Gustav Landauer (1871-1919), estudiante
llegado a Berlíín, curioso por conocer todo socialismo y que vio allíí, tal vez, que habíía
en el socialismo algo muy distinto a la socialdemocracia grandilocuente que, porque
tiene artíículos, folletos y libros de Marx y Engels contra casi todos los demáás
socialistas, se figuraba que en virtud de eso, todo socialismo divergente estaba
demolido para siempre y era mantenido sóólo por maldad o estupidez. Landauer
conocióó, pues, las ideas de Düühring y muy pronto todas las ideas anarquistas, pero
supo quedar dueñño de síí mismo en socialismo y anarquíía. Tomóó gran interéés por
Die neue Cemeíínschaft, una especie de grupo éético libre de los añños 1900-1902 en
los alrededores de Berlíín, al que faltaba la base social. Esa base social tratóó de darla
Landauer a partir de 1907 (Dreissig sozialislische Thesen) a un grupo libre, el
Sozialistische Bund de 1908, que formaríía focos de vida libremente asociada. Otros
anarquistas y simpatizantes se habíían especializado en la cooperacióón libre, que
Landauer defendióó tambiéén en 1895 (Ein Weg zur Befreiung der Arbeiterklasse) y en
la Ciudad Jardíín a partir de 1902 aproximadamente, siguiendo en eso la iniciativa dada
por Ebenezer Howard en Inglaterra con su libro To Morrow: a peaceful way to social
reform (1898), seguido de la fundacióón de la Garden Cily Association.
He aquíí referencias sumarias sobre el anarquismo incipiente en Alemania, que tuvo,
como en todos los paýíses del mundo, que luchar contra la enemistad de los socialistas
autoritarios, como, igualmente, contra la falta de tolerancia de aquellos trabajadores
anarquistas que no creen máás que en una sola manera de concebir la anarquíía y que,
por eso, se sienten ya adversarios de sus camaradas máás próóximos de otro matiz.
Asíí stirnerianos y kropotkinianos se aislan unos de otros, y Landauer,`sea cuando puso
al mismo nivel todos los matices, sea cuando afirmóó sus opiniones propias, fue
siempre mal visto por los que no reconocieron váálida máás que una sola doctrina
anarquista: la de ellos.
Nota del autor El contenido de los capíítulos IV y V se encuentra elaborado en las
pááginas 143-183 del libro Vorfrüühling y en algunas partes de los volúúmenes
siguientes. Exigiríía el asunto sin duda una elaboracióón máás amplia sobre la base de
investigaciones nuevas.
Capítulo 6

Los primeros anarquistas comunidtas franceses y otros


precursores libertarios. El grupo de l ´humanitaire, Bellagarrigue;
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el joven Eliseo Reclus, Dejacque, Coeurderoy.
El socialismo de los saint-simonianos y de los fourieristas no ofrecíía nada de tangible a
los proletarios franceses, privados del derecho de reunióón por la revolucióón francesa
(ley del 14 - 27 de junio de 1791), entregados al maquinismo máás crudo, tratados
como sospechosos de republicanismo por todos los gobiernos y masacrados como
rebeldes sociales, si se movíían seriamente, como en 1834, en 1848, en 1871. No
podíían tampoco limitarse a enrolarse en las sociedades secretas y en las
conspiraciones republicanas. No se puede uno asombrar de que el babouvismo y el
blanquismo los atrajesen, y fue ya un acto de independencia cuando muchos se
destacaban de esos movimientos para adherirse al comunismo de realizacióón directa y
voluntaria, que`Cabet, antes conspirador republicano, preconizóó a partir de 1838 con
su gran libro, impreso entonces en Paríís, pero publicado en enero de 1840 solamente
hVoyage et Aventures de Lord William Carisdall en Icarie, Paríís 1840, 378 y 508 páágs.;
sin nombre de autor); -Viaje por lcaria-, libro aparecido entonces tambiéén en
traduccióón españñola y alemana. Fue tambiéén progreso cuando varios comunistas
divisaron sistemas un poco menos autoritarios, como por ejemplo Thééodor Déézamy
(Code de la Communautéé, 1843), Richard Lahautiere, Brige y otros. Cabet lanzóó
prontamente folletos titulados Rééfutation de ... contra los disidentes y los otros
socialistas, y un folleto tal aparecióó tambiéén contra los primeros anarquistas, la
Rééfutation de l' Humanitaire (Paríís, septiembre, 1841, 12 páágs., en 8o).
Habíía, en efecto, algunos comunistas que publicaron un perióódico escrito con una
resolucióón tranquila, sin acrimonia, redactado con esmero, L'Humanitaire, organe de la
science sociale, dirigido por G. Charavay, x pááginas infolio pequeñño, suprimido
despuéés de los dos núúmeros de julio y agosto del añño 1841. El grupo fue perseguido
como asociacióón ilíícita y por haber publicado el perióódico sin llenar las formalidades
legales, y hubo condenas a prisióón, sin que el contenido del perióódico haya podido ser
incriminado. Pero la acusacióón, la prensa y todos los perióódicos comunistas y
socialistas clamaban contra las opiniones inmorales del grupo que, como resulta de un
acta del grupo editor del 20 de julio (documento confiscado) , sosteníía como doctrina
comunista igualitaria: la verdad, el materialismo, la abolicióón de la familia individual, la
abolicióón del matrimonio; el arte no fue aceptado máás que como recreo; el lujo
desapareceráá, las ciudades,`centro de dominacióón y de corrupcióón,`seráán
destruíídas; cada comunidad tendráá una especialidad en produccióón; el desarrollo de
los hombres seráá avanzado por viajes muy frecuentes. Esas ideas son explicadas, sin
embargo, mucho máás claramente en el perióódico, donde se encuentra tambiéén un
artíículo muy bien documentado sobre Sylvain Marééchal, recomendando las ideas
antipolííticas o anáárquicas que habíía propuesto al examen, aparte de su sistema
patriarcal (lo que quiere decir la autoridad patriarcal en la familia). El perióódico
rechaza tambiéén el exclusivismo de clase, mostrando a casi todos los comunistas
famosos, y a los hombres a quienes llama nuestros maestros, como fuera casi todos de
la clase obrera, los Pitáágoras, Sóócrates, Platóón, Tomáás Moro, Campanella, Mably,
Morelly, Babeuf, Buonarroti.
Se conocen los nombres del grupo por el proceso. Los máás en vista fueron Jean Joseph
May, considerado la cabeza del grupo (refugiado en Londres, máás tarde enviado al
servicio militar en Africa, como refractario; murióó muy pronto), G. Charavay, gorrero
(de la familia máás tarde tan conocida de los mercaderes de autóógrafos) y Page, un
joven joyero, el orador del grupo.
A causa de los gritos sobre el extremismo de L'Humanitaire, se sabe exactamente que
fue la primera publicacióón de ese géénero, el primer óórgano del comunismo libertario
y el úúnico en Francia durante cuarenta añños aúún. El perííodo de 1848 a 1851, tan
rico en perióódicos, los añños 1860-1870, la Comuna, tan féértil en publicaciones, no
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produjeron otro.
Hubo, parece, en el otoñño de 1841- 42 un grupo, Les amis du Peuple, que se llamóó
racionalista y ha podido ser ante todo individualista. Hubo en 1846 - 47 los ilegalistas, a
quienes se llamóó comunistas materialistas y que fueron condenados por ciertos actos;
Coffineau, el máás destacado de ellos, habíía sido del grupo del Humanitaire; pero no se
conoce el matiz del comunismo de ese primer grupo de represalias sociales. Los añños
de 1830 a febrero de 1848, han sido examinados bastante bien en cuanto a las
manifestaciones máás avanzadas llegadas a Paríís y no se encontróó otras expresiones
anarquistas que las de Proudhon y los uno, dos o tres grupos comunistas aquíí
mencionados.
Los hombres que se agrupan alrededor de Proudhon, se ponen de relieve por sus
grandes perióódicos de los añños 1848 a 1850; habíía en Paríís dos óórganos
mutualistas independientes ademáás, La France libre, de Maximiliano Marie (de abril a
octubre de 1848; 6 núúmeros) , y Le Socialiste, journal de l' éégalééchange, de C. F.
Chevéé (de 8 de julio a octubre de 1849; 4 núúmeros).
Pero en el orden de ideas del anti-estatismo máás inmitigado, surgióó en Toulouse un
joven, nacido entre 1820 y 1825, aproximadamente, en el extremo sudoeste de Francia,
del lado de los Pirineos por tanto -le he oíído llamar un vasco, pero ignoro en base a
quéé autoridad verificada-, que habíía frecuentado el liceo de Auch y habíía pasado el
añño 1847 en los Estados Unidos, que conocióó de New Orleans a New York, de donde
volvióó y fue a Paríís en ocasióón de la revolucióón de febrero de 1848; se encuentra su
nombre entre los inscritos del club de Blanqui, la Sociedad republicana central, lo que
no prueba opiniones blanquistas en esas semanas agitadas.
Fue Anselme Bellegarrigue, que, algunos meses máás tarde, hizo aparecer el folleto Au
fait, au fait! Interpréétation de l'idéée déémocratique, impreso en Toulouse (1848, 84
páágs. en 16o) y que fue el redactor del diario La Civilisation, aparecido en Toulouse del
14 de marzo de 1849 - el núúmero 2 es del 15 de marzo - hasta el núúmero 242 del 22
de diciembre de ese añño; el perióódico continuóó hasta diciembre de 1851. Fue el
óórgano cotidiano máás difundido de Toulouse en 1849, tirando de 1,800 a 2,500
ejemplares, y aun defendiendo la democracia social máás acentuada de entonces,
como redactor del perióódico, Bellegarrigue pudo imprimirle ampliamente su sello
personal. Fue, sobre la base de su experiencia americana del míínimo de gobierno
central y de la vida local autóónoma de entonces, un repudio completo del
gubernamentalismo francéés, que florecióó en Repúública, como habíía florecido en
monarquíía.`Apelóó como medio para paralizar el organismo gubernamental a la
abstencióón completa, a lo que se ha llamado máás tarde huelga políítica y que éél
llama en un perííodo en que la democracia queríía obrar revolucionariamente (el 13 de
junio de 1849) la teoríía de la calma. La democracia fue entonces aplastada por el
gobierno sin combatir, puesto que el pueblo de Paríís, diezmado en junio de 1848, dejóó
en junio de 1849, como en diciembre de 1851, a la democracia y a la reaccióón que se
las arreglasen como pudiesen. Bellegarrigue mantuvo su punto de vista y, llegado a
Paríís en 1850, formóó con algunos amigos de su regióón (uno de ellos Ulysse Pic, que
se decíía P. Dugers, renegado máás tarde, escribióó entonces en el mismo sentido que
éél), la Asociacióón de libres pensadores de Meulan (Seine - et - Oise), que publicóó
varios folletos, pero a la que los arrestos impidieron continuar. Asíí, uno de sus folletos
anunciados fue publicado independientemente: L ' Anarchie, Journal de l'Ordre, por A.
Bellegarrigue, Paríís, abril y mayo de 1850, dos núúmeros de 56 pááginas en gr. 8o.
Hizo aparecer todavíía el Almanach de la Vile Multitude (127 y 128 páágs.) y preparóó
un Almanach de l' Anarchie para el añño 1852, que no fue publicado. Habíía compuesto
una novela de recuertos americanos, cuyos fragmentos han aparecido en 1851 y 1854,
y un ensayo sobre las mujeres de Améérica (1851; en pequeñño volumen en 1853). Su
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emigracióón, probablemente despuéés del golpe de Estado, a Honduras y luego a San
Salvador, es cierta y se constatóó tras las investigaciones incitadas por míí en 1906, la
existencia de un hijo suyo en El Pimental, cerca de La Libertad (San Salvador) , pero no
he podido tener otras noticias. Tal vez algúún lector centro-a}ericano de estas pááginas
encuentre detalles sobre la carrera de ese hombre, que no fue revolucionario, sin duda,
pero que, sin embargo, habríía que conocer, puesto que en los añños de 1848 a 1850
hizo lo posible para implantar un antigubernamentalismo lóógico y consciente en
Francia.
Discutióó poco las cuestiones sociales, tal vez porque todo lo que sentíía contra el
gubernamentalismo políítico lo sentíía tambiéén contra el gubernamentalismo social.
Estaba muy contento de la actitud antiestatista del viejo Lamennais en 1850 en La
Rééforme (Paríís). Se puede reprochar a Bellegarrigue una exageracióón de las
libertades americanas - del géénero de Paris en Améérique de Edouard Laboulaye
(1862) - aunque su novela lo muestra observador realista. Pero fue verdaderamente
afectado por el inmenso apego al poder de los hombres y de los partidos que, en
Francia, por la revolucióón de febrero de 1848, fue intensificado y privóó de toda
esperanza de vida libre popular; y nadie, segúún su opinióón, ni siquiera Proudhon, era
defensor consecuente de la libertad. Segúún éél no se escapa a la brutalidad`de este
dilema íínexorable: la libertad ilimitada o la presióón hasta la muerte, hasta la hoguera;
no hay téérmino medio, como no lo hay entre la vida y la muerte (v. La Civilisation, 1 de
noviembre de 1849).
Ignoramos si el joven Eliseo Reclus, que pasóó el añño 1849 hasta el verano al menos
en la universidad de Montauban, una ciudad a no larga distancia de Toulouse, veíía
entonces la Civilisation que redactaba Bellegarrigue a partir de marzo y hasta diciembre
del mismo añño 1849. Por lo demáás es un detalle, pues probablemente se sentíía
anarquista ya entonces y sobre sus sentimientos tan sociales la críítica fríía de
Bellegarrigue no habríía causado una impresióón decisiva, si la anarquíía no hubiera
nacido en éél ya. Pero lo fue desde no se sabe quéé fecha de su vida intelectual
despierta y ha dejado ese documento titulado Desenvolvimieníío de la libertad en el
mundo, con la fecha agregada mucho despuéés Montauban 1851. Habríía sido escrito,
pues, en ocasióón de una breve permanencia en Montauban, cuando volvióó de Berlíín
a Orthez en el otoñño de 1851. No discutimos esa fecha, que en todo caso es la úútima
fecha posible; he aquíí el extracto que nos muestra al joven Reclus anarquista
convencido entonces: Asíí, para resumir, nuestra finalidad políítica en cada nacióón
particular es la abolicióón de los privilegios aristocrááticos y en la tierra entera es la
fusióón de todos los pueblos. Nuestro destino es llegar a ese estado de perfeccióón
ideal en que las naciones no tendráán ya necesidad de hallarse bajo la tutela de un
gobierno o de otra nacióón; es la ausencia de gobierno, es la anarquíía, la máás alta
expresióón del orden. Los que no piensan que la tierra pueda un díía prescindir de la
autoridad, esos no creen en el progreso, esos son reaccionarios (vééase sobre este
texto y otros extractos, mi libro Eliseo Reclus. La vida de un sabio justo
y`rebelde{ Barcelona, La Revista Blanca, 294, 312 páágs. en 8o; 1929; vol. I, pááginas
72=88). Desde 1930 conozco tambiéén otro manuscrito de Reclus muy antiguo, que he
caracterizado en un trabajo que debióó aparecer en el Suplemento de La Protesta en
1930 y que seráá insertado en alguna publicacióón españñola o italiana.
Eliseo Reclus, en abril de 1851 escribióó a su madre que aceptaba la teoríía de la
libertad en todo y para todo, es el tipo del hombre desinteresado que, desde los
sentimientos individuales y sociales que son fuertes en éél, llega naturalmente a la
inseparabilidad de la libertad y de la solidaridad, y a su fusióón, la anarquíía socialista
que, para éél, fue siempre la anarquíía econóómicamente generosa, lo que se llama el
comunismo libertario. Esa idea vivíía en éél, la aplicóó en su conducta, pero en mucho
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tiempo no se hizo su propagandista directo y admitió÷ toda actividad máás
especializada o menos avanzada siempre que estuviese en la buena direccióón.
Tenemos pocas impresiones de sus ideas anarquistas antes de 1877, cuando se fundóó
Le Travailleur. Existe sobre todo su discurso en el Congreso de la Liga de la Paz y de la
Libertad, celebrado en Berna en septiembre de 1868, sobre la cuestióón federativa
( vééase mi biografíía - vol. I, páágs. 204-211 ). Su discurso del 19 de marzo de 1876 en
Lausanna, cuando desarrollóó por primera vez en púúblico su concepcióón del
anarquismo comunista, no se ha conservado (v. vol. Ii, páágs. 38 - 41). Para éél la mejor
parte del antiguo socialismo tal como lo conocióó probablemente ya en añños
anteriores a 1848 en Sainte-Foy-Ia Grande,`se ha trans}itido en el anarquismo de
actualidad moderna, tal como la preconizóó desde 1876 a 1905, enriqueciééndolo de
añño en añño por el estudio y la experiencia.
Saludada por el entusiasmo popular que Bakunin ha descrito tan palmariamente en la
fortaleza misma, arrojáándola a la cabeza del Emperador de la Reaccióón, Nicoláás I
(Confesióón, 1851), no careciendo de elementos de valor como esos jóóvenes hermanos
Reclus y tantos otros, no amenazada nunca en el exterior, puesto que toda la Europa de
1848 se inspiróó revolucionariamente entonces, la Repúública francesa de febrero no
fue sin embargo desde el primer momento - la constitucióón inmediata por aclamacióón
de un gobierno provisorio - máás que un instrumento de la paráálisis y de la
destruccióón de las fuerzas revolucionarias, y de la marcha irresistible hacia la
dictadura, y esta vez con los ojos bien abiertos. Encarcelando a los socialistas de
accióón despuéés del 15 de mayo, masacrando al pueblo de Paríís por millares,
aprisionando y deportando, despuéés de las jornadas de junio, muy pronto - para tener
un presidente electo - se proyectóó la candidatura imperialista del futuro Napoleóón III,
y fue elegido por el voto de la mayoríía campesina y tuvo en lo sucesivo el poder,
provocando la colisióón del 13 de junio de 1849, que eliminóó a los militantes de la
democracia por la prisióón y el destierro. El golpe de Estado militar del 2 de diciembre
de 1851, el Imperio declarado un añño despuéés, no fueron máás que la consagracióón
de la caíída hacia la autoridad intensificada.
¿¿Quéé podíían las voces crííticas de Proudhon y de Bellegarrigue, contra la ceguera
autoritaria de los demóócratas y de los socialistas que hicieron el juego de la burguesíía
y del imperialismo aprisionando y masacrando la flor de sus propios amigos y poniendo
por el sufragio universal todo el poder en manos de los delegados de la reaccióón, de
los diputados de la mayoria antirrevolucionaria y del pretendiente imperial electo?
No tardóó en desarrollarse un fascismo imperialista. Lo máás que se produjo entonces
en críítica de ese sistema, fue la idea de la legislacióón directa por el pueblo, vista la
incapacidad de los parlamentarios.
Un demóócrata socialista alemáán, Rittinghausen, en diciembre de 1850, Vííctor
Considéérant ya en destierro en Béélgica (La solution ou le Gouvernement directe du
Peuple; plus de Préésident, plus de Repréésentants, 1851) proponen en 1851 esa idea,
que encontróó un adversario implacable en el terrible fanáático de autoridad, el
socialista Louis Blanc (Plus de Girondins: La Réépublique une et indivisible, 1851). Esa
críítica del sistema parlamentario, traducida tambiéén en ingléés (1851) y máás tarde
tomada por Rittinghausen en alemáán (1858-72) fue punzante y úútil, pero el remedio
propuesto poníía la decisióón en manos de esos mismos electores, que elijen los malos
y absurdos diputados que forman los parlamentos. Ese voto universal eligióó una
asamblea inferior y en respuesta a una cuestióón bien directa eligióó a Luis Napoleóón
presidente y máás tarde (1852) confirmóó su usurpacióón, y le expresóó confianza
todavíía en la primavera de 1870 (los plebiscitos). Que una mayoríía imponga por su
voto un mal diputado, un presidente perjuro o una ley de su eleccióón que seráá
reaccionaria, es la misma cosa. Sin embargo esa idea, que se asocióó a las antiguas
39
asambleas populares germáánicas, sobrevivientes en Suiza (la comunidad campesina
de Appenzell) y que desde hace mucho tiempo se practica en Suiza (referendum), fue
considerada como etapa hacia la sociedad anarquista por un anarquista de los máás
revolucionarios, Joseph Dééjacque, y por el pensador anarquista máás razonado de la
Internacional,`Céésar De Paepe, todavíía en 1864, Bakunin percibióó esas ilusiones
(1869) y no se hablóó máás de ellas por mucho tiempo. Pero el sovietismo, que algunos
anarc-sindicalistas aceptan cada vez máás, es una especie de resurreccióón de ellas, a
pesar de la experiencia rusa. En realidad, ni un Parlamento compuesto de elementos
muy diversos no puede resolver una cuestióón con verdadera competencia cientíífica y
téécnica por un voto de mayoríía - tampoco se confiaríía la decisióón al azar de una
loteríía, de un juego de dados -, una asamblea plenaria territorial, local, gremial, incluso
una conferencia de expertos, estáá en la misma posicióón: las cuestiones importantes
no pueden ser confiadas a las decisiones arbitrarias, o el resultado seráá muy a menudo
tal que no puede ser impuesto máás que por una autoridad, que es asíí inseparable de
todos esos procedimientos.
Se discutieron en 1850, 1851 diferentes atenuaciones del sistema gubernamental, y los
resultados mejor intencionados son quizáás reunidos en el proyecto Gobierno directo:
Organizacióón comunal y`central de la Repúública; por una serie de hombres, entre los
cuales Charles Renouvier,`Charles Fauvety, Erdan, etcéétera, son los máás conocidos
(Paríís, 1851, III, 421 pááginas), pero ¡¡quéé distancia entre esos tanteos y La idea
general de Ia revolucióón en el siglo XIX de Proudhon en el mismo añño.
Un autor de buen sentido en Béélgica, Paul-Emile De Puydt (de Mons; 1810 - 1891) diez
añños despuéés, aunque no fuese máás que una extravagancia, pero con un gran fondo
de sentido comúún, en Panarchie (Revue trimestrielle, Bruselas, julio de 1860, páágs.
222-45) esboza la coexistencia de las concepciones y aplicaciones sociales en
autonomíía, sin intervencióón y agresividad, inspiráándose en esa coexistencia
realizada ya respecto a las religiones, las ciencias, las artes. He encontrado ese artíículo
en 1909 y lo he resumido en el Sozialistc (G. Landauer) el 15 de marzo de ese añño.
Una concepcióón amplia de la anarquíía, que reconoce la diversidad en sus aplicaciones
segúún las voluntades y los caracteres, es expresada en Philosophie de l'lnsoumission
ou Pardon a Cain por Féélix P. (New York, 1854, IV, 74 páágs. en 12o). He podido darme
cuenta de que el autor`se llamóó Féélix Pigna, un proscrito del 2 de diciembre del
departamento de Saóóne et Loire. Pero cuanto máás ciertos folletos contienen
razonamientos sensibles, máás aislados parecen haber estado; porque este, por
ejemplo, es raríísimo. Lo he analizado en la Revue anarchiste (Paríís) de julio de 1922.
La conciencia de que se ha hecho camino falso se despierta lentamente y las mejoras
propuestas son bien flojas. Lamennais teníía esa conciencia cuando dirigíía La Rééforme
en 1849. Se conocíían desde hacíía mucho los Sophismes parlamentaires de
Jeremy`Bentham (en francéés en 1840); La Léégomanie por Timon (de Carmenin,
1844). De ese géénero hubo máás tarde La Repréésentacratie, por Paul Brandat
(contraalmirante Rééveilliere, 1874) y del mismo autor una cantidad de crííticas
semejantes en el sentido de la autarquíía, como llamóó a su manera de ver. Hay
naturalmente buen núú}ero de publicaciones sobre individualismo, descentralizacióón,
regionalismo y sobre lo que Emile de Girardin llamaba en sus artíículos y folletos desde
1849 a 1851 simplificar el gobierno, proposicióón ambigua; porque a menudo un
procedimiento complicado proteje todavíía al púúblico, porque lo ignora y se abre un
camino directo, mientras que el gobierno simplificado presiona directamente. En 1791
Billaud de Varennes publicóó el folleto Acephocratie, que no he visto.
Voces aisladas son, por ejemplo, la del proscrito Benjamíín Colin, un maestro de
Bretañña. Plus de Gouvernement, en favor de una pantocracia (artíículo de 1856);
40
observaciones del autor filóósofo Charles Richard (1861); y corrientes libertarias en el
mundo de los refugiados socialistas. Asíí, una escisióón en la Asociacióón internacional
(de 1855) en Londres, que culminóó en 1859 en la reunióón de los antiautoritarios
franceses en el Club de la libre discusióón, que conteníía adeptos del anarquismo de
Dééjacque. Habíía simpatizantes antiautoritarios en Ginebra entonces, que nos permite
adivinar el informe de la reunióón del 24 de febrero de 1861. No conozco, si es que
aparecióó, un perióódico, L ' Avant-garde, journal international, cuyo prospecto, impreso
en Bruselas, anuncia la publicacióón en Géénova para el 1 de octubre de 1864 y
contiene la profesióón tanto de la liberacióón de las nacionalidades como el reemplazo
del Estado en su aspecto social y econóómico por el contrato libre. Nacionalismo y
proudhonismo mezclados, parece, iniciativa de fuente todavíía desconocida para míí.
Existe tambiéén el grupo desconocido Los leññadores del desierto que publicóó folletos
clandestinos entre 1863 y 1867, cuyos tíítulos Réévolution - Déécentralisation (el
primero) y La Libertéé ou la mort (el tercero) corresponden a sus tendencias de
rebelióón descentralizadora destructiva.
Pero la máás clara expresióón del antipatriotismo libertario y revolucionario fue el
folleto belga Les Nationalitéés considééréés au point de vue de la libertéé et de l
´autonomie individuelle, par un proléétaire (Bruselas, 1862, 52 páágs.) cuyo autor es
por Hééctor Morel, sobre el cual se quisiera estar mejor informado.
Hubo en fin un antiguo diputado y proscrito de diciembre, Claude Pelletier (1816-1880),
refugiado en New York, donde llegóó a concepciones anarquistas expuestas en varios
libros. Les da el nombre de atercracia.
Esas publicaciones, en tanto que son socialistas, muestran un esfuerzo por asociar las
exigencias sociales del socialismo con las exigencias de la libertad del individuo. Eso se
terminóó en la déécada 1860-1870; en la de 1850 la tradicióón y el prestigio, tanto de
los socialistas autoritarios como de Proudhon,`se oponen todavíía, y en la proscripcióón
dispersa y dividida, la gran mayoríía fue conservadora, es decir perpetuóó las escisiones
y les agregóó otras o asistióó a la decadencia gradual de los hombres antes de relieve.
Sóólo dos individuos, un obrero pintor y decorador y un joven méédico, tuvieron la
energíía intelectual y moral para hablar altamente, para remover las ideas, para hacer
conocer sus pensamientos a pesar del aislamiento que se hizo a su alrededor. Los dos
han sucumbido en esta tarea, muriendo prematuramente con los nervios quebrantados,
pero no sin haber realizado su obra. Sus contemporááneos y los posteryores a su
muerte hicieron el silencio alrededor de ellos, de suerte que efectivamente, han
quedado desconocidos para los militantes de sóólo unos añños máás tarde (del tiempo
de la Internacional) , que habríían estado muy contentos de conocerlos. Fueron Joseph
Dééjacque y Ernest Coeurderoy. Tambiéén Eliseo Reclus pasóó esos añños por
Améérica, por la Luoisiana y Colombia, y luego en Francia, en sus estudios y entre los
socialistas humanitarios, sin expresar púúblicamente su pensamiento anarquista. Estos
dos hombres, con Proudhon,`claro estáá, fueron pues la verdadera voz de la anarquíía
francesa en el periodo de 1852 a 1861.
Joseph Dééjacque, de origen desconocido, nacido hacia 1821, sirvióó quizáás en la
marina del Estado, no siendo mencionado en las publicaciones y los procesos de la
déécada anterior a 1848 (probablemente estaba ausente de Paríís) y se le encuentra
por primera vez el 25 de febrero entre un grupo de trabajadores del matiz moderado de
L' Atelier , signatarios de un mural; despuéés en el Club de las mujeres (socialistas), y
sus primeras poesíías aparecen entonces. Combatiendo en junio de 1848, es arrestado,
llevado a los depóósitos de Brest; vuelve a Paríís a fines de mayo de 1849 y es
arrestado de nuevo en víísperas del 13 de junio. No encuentro su nombre hasta su
condena el 22 de octubre de 1851 a dos añños de prisióón por la coleccióón de sus
41
poesíías Les Lazarééennes. Fables et Poéésies sociales. (Paríís, en casa del autor,
1851, en agosto, 46 páágs.; edicióón aumentada, Nueva Orleans, 1857, 199 páágs.). No
sufre esa condena, pero en ocasióón del golpe de Estado del 2 de diciembre, si no
antes, se refugióó en Londres.
Allíí pertenecióó a esa pequeñña parte de la proscripcióón que no siguióó a los grandes
jefes, desterrados ellos tambiéén, los Ledru - Rollin, Louis Blanc y otros, y se seññalóó
por demostraciones de repudio a su autoridad, por ejemplo, sus versos de 24 de junio
de 1852. Habitando en Jersey, en 1852 - 53, compuso La Question Réévolutionnaire,
una exposicióón anarquista que, emigrado a Améérica, leyóó ante la sociedad de
proscritos máás avanzada de Nueva York, la cual repudióó su extre}ismo. Hizo ymprimir
ese folleto (Nueva York, 64 páágs. en 32o; 1856). Dééjacque figura entre los firmantes
del programa de la Asociacióón Internacional (1855). En Nueva Orleans (1856-58),
escribe la famosa utopíía L'Humanisphèère. Utopie anarchique, que habríía querido
publicar por suscripcióón, sin lograrlo. Va a vivir a Nueva York (1858 - 1861), donde
lleva a cabo esa publicacióón por medio de un perióódico, casi exclusivamente escrito
por éél y bien cuidado, Le Libertaire. Journal du mouvement social, del 9 de junio de
1858 al 4 de febrero de 1861; 27 núúmeros bien repletos, conteniendo
L'Humanisphèère. Ese texto, sacado de ese perióódico raríísimo, fue publicado en un
pequeñño volumen en Bruselas (1899, IV, 191 páágs.`en 12o, con algunas omisiones), y
en traduccióón españñola (texto completo)l en Buenos Aires (Editorial La Protesta).
Trabajóó todos esos añños, fue muy pobre y se consagróó a producir y a hacer sircular
Le Libertaire, que tuvo un tiraje restringido, pero no del todo míínimo, sobre todo en los
Estados Unidos, en Londres, en Bruselas y en`Ginebra. Habíía entonces otros dos
perióódicos franceses en Europa, uno de un socialismo muy moderado, otro Le
Proléétaire, de Bruselas, de un socialismo autoritario revolucionario. Fatigado y presa de
la crisis de trabajo, al acercarse la guerra civil (una carta del 20 de febrero de 1861 nos
muestra su depresióón de entonces, no en idea, sino como aislado en aspiraciones
sociales en el gran desierto autoritario), volvióó a Londres en 1861 y fue a vivir a Paríís,
donde no ha debido encontrar un ambiente acogedor y no se sabe cuáándo y en quéé
circunstancia la melancolíía o la locura misma hizo presa en éél y murióó en 1864, si no
en junio de 1867, en circunstancias tráágicas que no me ha sido posible verificar.
No entro en el anáálisis de las ideas de Dééjacque que habíía concebido el comunismo
anarquista máás libre (la comunidad anáárquica), pero que, aun buscando para los
militantes los medios intransigentes de accióón,`se esforzaba al mismo tiempo por
contar con los hombres tales como son ahora, y por divisar medios de transicióón,
puentes o planchas de salvacióón para salvarles del barco nááufrago del tiempo
presente en la tierra firme del porvenir. Aceptóó por eso la legislacióón directa (con
mayoríías variables segúún la variacióón de los asuntos) o parlamentarismo. No son
atenuaciones de un moderado, sino el razonamiento de un hombre que se veíía
absolutamente aislado - llama a Proudhon un anarquista juste-milieu, liberal, pero no
libertario -, que ve en hostilidad hacia éél a socialistas y republicanos, al pueblo
indiferente y sumiso, ninguna fuerza organizada y siente que entre el añño 2858 que
describe en estado de anarquíía pura y el añño 1858, que tiene ante éél, vale la pena
ocuparse de las modalidades de accióón colectiva incipiente, de la que habíía aúún tan
poca.
Emest Coeurderoy (1825-1862) , fue hijo de un méédico republicano de Bourgogne;
estudióó medicina en Paríís desde 1842, fue interno de los hospitales y cuidóó los
pobres y los heridos de junio de 1848; de republicano exaltado pasóó a ser socialista y
fue uno de los participantes de la accióón de las Escuelas de Paríís, en el 13 de junio de
1849; se refugióó entonces en Suiza, en Lausana, y, expulsado de allíí, en abril de 1851,
va a Londres. Viviendo hasta entonces, y tambiéén en Londres, en el ambiente de los
42
demóócratas socialistas del 13 de junio, quizáá la capa máás simpáática de la
proscripcióón, no pudo, sin embargo, como Dééjacque, soportar la jefatura de los
grandes jefes y les lanza reproches hirientes en el pequeñño folleto firmado por éél y el
joven Octave Vauthier (hermano de un prisionero del 13 de junio), La`Barriere du
Combat hBruselas, 1852, en junio, 28 páágs. en 8o), escrito de verbo y de desafíío que
le puso en lo sucesivo en el libro negro de todos los matices autoritarios. Fue por lo
demáás una contribucióón a la discusióón promovida por los ataques furibundos de
Mazzini contra el socialismo.
Compuso ya entonces, de acuerdo a una idea concebida en 1849, su libro De la
Réévolution dans l' Homme et dans la Societéé (Londres, Bruselas 1852, en septiembre,
240 páágs.). Viajóó por Españña, por Saboya y por Piamonte, y hace publicar en 1854
en Londres, Jours d'Exil. Premiéére partie, 299 páágs.; Trois lettres au journal L'Homme,
organe de la déémagogííe franççaise ââ l'etranger, 28 páágs., y Hurra! ou la
Réévolution par les Cosaques, en octubre, II, 437 páágs.; en diciembre de 1855 aparece
Jours d'Exil. Deuxiééme partie (Londres, 1885, 576 páágs.), su úúltimo volumen, aunque
anuncióó todavíía otros escritos, principalmente una segunda y tercera parte de La
Réévolution par les Cosaques - Les Braconniers ou la Réévolution par l'Individu y Le
Reconstruction socialiste, lo mismo que una tercera parte de Jours d'Exil. Conocemos,
aparte de sus escritos anteriores a 1852, una carta suya a Alejandro Herzen (27 de
mayo de 1854), y una declaracióón, algunos añños despuéés, en ocasióón de la
amnistíía de 1859 en Francia, que rehusóó aceptar.
Coeurderoy pudo hacer esas publicaciones voluminosas esmeradas y vehementes
gracias a los medios de su familia. De una manera o de otra no ha podido continuar
haciééndolas, y sin abandonar sus ideas y aunque afectado en su sistema nervioso, sin
ser invalidado por una enfermedad, murióó en una aldea de los alrededores de Ginebra
en 1862 de una manera tráágica, tan poco explicada en el verdadero detalle como la
muerte de Dééjacque, aunque he podido ver la`casa y hablar con una persona que vio
desarrollarse esos acontecimientos. Lo que es seguro ahora es que su madre, que
veneraba su memoria, pero que vio que nadie se interesaba por su obra, quemóó al fin
de su vida los papeles y lo que habíía reunido de sus publicaciones, una cantidad
considerable. Eso ha contribuido a su rareza extrema, pero todo lo escrito hasta
diciembre de 1855 ha sido vuelto a encontrar y yo mismo he publicado una
reimpresióón de los Jours d'Exil (Paríís, 1910-11; Bibliotheque sociologique, vols. 44, 45
y 46), con una larga biografíía, que es el resumen de un manuscrito máás detallado. El
enigma de su vida de los añños 1856 a 1862 {Ginebra) y si hay alguna publicacióón
todavíía no encontrada, queda por explorar. Fue el primer anarquista que ha podido
hacer amplias publicaciones sin ninguna restriccióón y eso en los añños de plena
reaccióón.
Hay en éél partes de utopíía anarquista comunista, otras de miseria social opresiva,
otras de fustigacióón a la autoridad del sistema presente y a la ambicióón democráática
y socialista, otras de fraternizacióón de los pueblos y observacióón de su vida tan
diferenciada por territorios. Coeurderoy estaba desde 1849, viendo las derrotas
populares, bajo la influencia de una idea, que ha hecho posible que se interpretara
superficialmente y mal, pero que hay que saber comprender y poner en el puesto que
corresponde. Viendo la impotencia popular, buscaba una palanca de destruccióón de la
sociedad y la vio en una catáástrofe de guerra aplastante, esa invasióón de los cosacos,
de que entonces se hablaba tanto y que éél no rechazaba, sino que la habríía saludado
como un romano, desesperado por la decadencia de Roma, habríía podido saludar un
rejuvenecimiento, una fusióón de razas, por las invasiones de los báárbaros. En esa
Europa trastocada asíí, veíía llegado el tiempo para la destruccióón de la autoridad (Les
Braconniers ou la Réévolution par I'Individu; probablemente la guerrilla antiautoritaria),
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y sobre el terreno desbrozado asíí, tendráá lugar la reconstrucsióón socialista en
solidaridad, fraternidad y libertad completa para llegar a la belleza de sus sueñños
utóópicos. Joseph Dééjacque, en 1859, escribióó que los báárbaros de esa invasióón
seríían los trabajadores y campesinos europeos mismos; de Paríís, Londres, Roma,
Náápoles, el torrente destructor comenzaríía su inundacióón. Presintióó esas fuerzas
que la Internacional, desde 1864, tratóó de levantar, que el sindicalismo revolucionario
asocióó en proporciones mucho máás grandes, que, en fin, en nuestros díías tendríían
bastantes buenas razones para levantarse por síí mismos uno de estos díías ... Pero hay
que observar bien que Coeurderoy, estableciendo las tres etapas mencionadas - crisis
catastróófica, guerra a la autoridad, reconstruccióón - no salta a las estabilizaciones,
como se hace hoy (Estado socialdemóócrata, dictadura bolchevista, réégimen
sindicalista universal). Mantiene la continuidad de la evolucióón; la catáástrofe no crea
máás que las posibilidades de accióón - cuando se lucha por extirpar la autoridad -, y
luego se coordina y reconstruye.
Al examinar de cerca los escritos de Kropotkin, se ve que éél insiste tambiéén sobre ese
perííodo de 3 a 5 añños hcifras imaginadas sobre los añños 1788 - 1793 de la
revolucióón francesa), cuando despuéés del acto inicial, el ascendiente ganado por el
pueblo, las instituciones autoritarias seríían incesantemente combatidas y la idea
anarquista entraríía en la conciencia de todos. Ni Bakunin ni Malatesta habríían diferido
de esa opinióón, y sóólo interpretando superficialmente algunas observaciones de
Kropotkin (si en veinticuatro horas, como dice el viejo Blanqui ... ) , se ha podido saltar a
la conclusióón que el comunismo anarquista podráá ser improvisado de lleno, como por
un golpe de varita máágica. Desbrozar el terreno por un cataclismo que destruya el
viejo orden, prepararlo y sembrar la idea a manos llenas, y luego, como cosecha,
reconstruir - tales fueron las ideas ya de Coeurderoy -, asíí como veinticinco añños
despuéés las de Kropotkin y otros.
Proudhon, Bllegarrigue, Coeurderoy, Dééjacque, esos cuatro hombres presentan una
bella obra anarquista para los añños desde 1840 a 1865. ¡¡Pero quéé aislamiento
entonces! Estaba ademáás Pisacane, que fue muerto, y Pi y Margall, que no continuóó
su trabajo inacabado de 1854. Bakunin estaba en la fortaleza, Elííseo Reclus en los
paííses tropicales, Max Stirner murióó (en 1856) y los individualistas de Modern Times
se desinteresaban de los demáás libertaryos. ¡¡Y cuáántos enemigos e indiferentes,
todos los socialistas, todos los trabajadores, con pocas excepciones! Y sus propios
amigos y camaradas, ¿¿quéé han hecho por Coeurderoy y Dééjacque, que habíían
afrontado la enemistad de todos por sus ideas y su críítica libertaria? Es un hecho
verificado por míí que los militantes y las publicaciones de la Internacional los
ignoraban, aunque hormigueaban en los mismos centros de propaganda que los
camaradas de esos hombres (Londres, Paríís,`Ginebra, Béélgica). Si se dice que fueron
hombres de otra generacióón, cuarentiochistas, tales fueron tambiéén muchos
militantes de 1860 - 1870 y sus perióódicos fueron bastante pobres a menudo para que
pááginas de esos autores les hayan sido inúútiles. Se era en extremo pobres entonces
en literatura, no conociendo máás que a Proudhon y juzgando el comunismo
segúún`Cabet y la Biblia, cuando no se teníía máás que contemplar sus expresiones
libertarias en Dééjacque y Coeurderoy. Yo séé que por algunos pasajes de ciertos
autores (S. Engliinder,`Rittinghausen, G. Lefranççais, B. Malon, etc.),`se podíía llegar a
los rastros de estos hombres, pero sus escritos mismos, la tradicióón oral sobre ellos,
algunos documentos dispersos, todo eso fue hallado solo mucho máás tarde,
comenzando por la déécada 1880 - 1890 tanto por el azar como por un esfuerzo
continuo de cuatro o cinco personas, entre ellas Jacques Gross, Bernard Lazare, Pouget,
Otto Karmin y yo mismo (desde 1889) con la ayuda de algunos viejos como Lassasie,
Lefranççais, Véésinier y otros. En fin, ese esfuerzo se ha hecho, aunque no con la
44
amplitud que yo desearíía hoy; pero es demasiado tarde ya: la muerte de los hombres
y la muerte tambiéén de tantas acumulaciones antiguas, incluso de colecciones máás
recientes, ha roto esos lazos con el pasado.
Capítulo 7

Los oríígenes anarquistas en Españña, Italia y Rusia; asociaciones


catalanas; Pi Margall; Pisacane; Bakunin. Vestigios libertarios en
otros paííses europeos hasta 1870

El anarquismo en los grandes paííses discutidos hasta (Francia, Inglaterra, Alemania,


Estados Unidos), es como fenóómeno que forma parte de la evolucióón humana
progresiva, sea el resultado directo de la humanizacióón liberal que termina en el siglo
XVIII, sea, despuéés del perééodo glacial autoritario (para expresarme asíí), que
comienza en 1789 y que continúúa aúún, una de las formas y la máás acentuada, de la
continuidad de ese espííritu, de su reanimacióón con máás experiencia y energíía, pero
en proporciones todavíía muy pequeññas en el siglo XIX.
Si otros paííses han sufrido otra evolucióón general, la idea anarquista, o bien se
desarrollaráá naturalmente de otra manera o seráá implantada imitativamente y
entonces el desarrollo seráá diverso.
El anarquismo ha alcanzado hoy (Aquíí el autor se refiere a la éépoca en que escribióó
este libro), su mejor desarrollóó en Españña; las raííces históóricas en este paíís
habráán sido, pues, diferentes, relativamente, como en los otros grandes paííses, y
seríía interesante poder examinarlas. Seríía preciso saber discernir los elementos que la
cultura internacional aporta desde el siglo XVI, lo que las propagandas imitativas (sobre
todo la influencia francesa), han producido y lo que es original del paíís, un trabajo que,
por lo demáás, habríía de hacerse para cada paíís.
No pudiendo entrar aquíí en el detalle históórico y estando muy imperfectamente
informado, por lo demáás, tiréé sóólo que, por su configuracióón, la peníínsula ibéérica
no favorece ese estatismo centralizador, que en los otros grandes paííses europeos ha
sido el producto temporariamente inevitable de necesidades econóómicas. El estatismo
en Españña ha sido siempre de puro sello dominador y para proteger la continuacióón
del feudalismo econóómico, de la manumisióón feudal sobre una parte tan grande de la
tierra; ademáás para proteger la gigantesca empresa améérico - latina - españñola de
los siglos XVI, XVII y XVIII. El estatismo españñol para el pueblo no fue nunca máás que
el réégimen administrativo, judicial, militar y, por el clero, religioso, que le manteníía en
sumisióón forzada y le tomaba lo que podíía tomar, en hombres (militares), impuestos y
beneficio garantizado a los propietarios. Habíía con eso esta ventaja para el pueblo de
las ciudades y de los campos, que pudo conservar sus tradiciones autonóómicas y
federalistas y que no concibióó ese amor a la grandeza del Estado que alimenta el
autoritarismo, a excepcióón siempre de muchos adoctrinados, fanatizatos, interesados,
que se convirtieron en el personal ejecutor del Estado, esa clase de perros de guardia
que existe en todos los paííses. Habíía esta otra ventaja, que la gran unidad nacional
inspiraba al menos ese sentimiento de sociabilidad que se expresa por federacióón y
asociacióón y no dejaba echar raííz a las corrientes de la atomizacióón de la vida social
y de la relegacióón de los hombres en pequeññas unidades asociales.
Sobre tales bases aproximadamente, el desarrollo local fue muy diferenciado, a lo que
se agregan las diferencias naturales del norte y del mediodíía, acercadas y no menos
separadas en ese territorio como en ninguna parte. Elííseo Reclus dice que el principio
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de la federacióón parece escrito sobre el mismo suelo de Españña, donde cada
divisióón natural de la comarca ha conservado su perfecta individualidad geográáfica.
Semejantes condiciones han hecho nacer el federalismo en Suiza. Pero las manos de la
Corona de Castilla y de la iglesia catóólica pesaron sobre todo eso durante los siglos de
los espííritus en Europa, y el sentimiento popular no pudo expresarse máás que en
revueltas locales y por su aversióón inquebrantable contra el Estado y todo lo que a éél
se referíía. Españña no tuvo siglo XVIII liberal ni revolucióón francesa, y su socialismo,
que han esbozado algunos pensadores del siglo XIII al XVIII, es sobrio y realista,
superando raramente el colectivismo agrario y muy raramente pudo ser - como se hizo
por Martíínez de Mata, en Sevilla, en el siglo XVII -, objeto de una propaganda púública.
Pero la rebelióón agraria estaba siempre en incubacióón; el pueblo sabíía lo que queríía.
Las ideas sociales de la revolucióón francesa no aportaban, pues, nada nuevo a
Españña; sus ideas humanitarias fueron en Francia misma relegadas bien pronto por el
gubernamentalismo a ultranza, que no decíía nada a Españña, que teníía bastante ella
misma, y bien pronto entre los dos paííses continuóó esa guerra de tantos siglos que
culminóó en la conquista francesa, la cual encontróó esa resistencia tenaz y
encarnizada que marca el comienzo del fin del Imperio de Napoleóón I (1808).
Cuando las esperanzas de un réégimen soportable (la Constitusióón de 1812), fueron
frustradas, el absolutismo fue atacado por la revolucióón constitucional de 1820,
sofocada por el ejéército de la fe francéés en 1823, que restablecióó el orden tal como
lo comprendíía la Santa Alianza de los Reyes. Desde entonces, virtualmente despuéés
de la restauracióón en 1814, hubo lucha contra la monarquíía, con algunos intervalos de
liberalismo moderado, e incluso Repúública, sobre todo los añños 1854 - 56 y de 1868 a
1874, y en fin, la caíída de la monarquíía el 14 de abril de 1931 y una Repúública que
dióó muy poca satisfaccióón al pueblo desde ese díía. Esa lucha se hizo igualmente
contra, todos los nuevos acaparadores del poder central, militares y polííticos, y asíí fue
elaborada la concepcióón federalista y se convirtióó en la palabra de unióón popular, la
Repúública Federal. Estas ideas, a veces, no siempre, acompaññadas de sentimientos
de justicia y de equidad socia|es, fueron la concepcióón políítica de la parte
verdaderamente despierta del pueblo españñol y su intéérprete máás reconocido fue Pi
y Margall (1824-1901) , cuyo libro La reaccióón y la revolucióón, publicado durante el
intervalo progresista (1854 - 1856), ha sido mencionado ya, asíí como sus traducciones
de Proudhon (1868 - 70). Se vio impedido entonces, por la reaccióón que habíía vuelto
al poder, para completar ese libro con su parte social; máás tarde tampoco lo acabóó.
La Federacióón. (Barcelona, 12 de junio de 1870), el óórgano de la Internacional, pone
de relieve este hecho, y las cosas quedaron allíí. Como jefe del partido federalista, Pi y
Margall no ha querido probablemente dividir ese partido exponiendo sus ideas sociales
personales, que habríían sido rechazadas por la parte no socialista de su partido. Ha
elaborado en detalle la aplicacióón territorial del federalismo en Las Nacionalidades
(Madrid, 1877 - prefacio del 14 de noviembre de 1876-, VIII, 378 páágs. en gr. 8o), pero
esas soluciones por autodeterminacióón puramente nacional son muy defectuosas,
como sabemos por la experiencia desde 1918 - 19, si descuidan los factores
econóómicos, o máás bien si los pervierten arbitrariamente. La accióón federal en 1873,
el cantonalismo, fue una iniciativa sobre una escala tan vasta como la Comuna de Paríís
y las Comunas en el Mediodíía francéés de 1870 - 71 (Lyon, Marsella, Toulouse,
Narbonne, etc.), militarmente aplastada tambiéén. Si Pi y Margall se habíía vuelto
escééptico respecto a la anarquíía y si no ha sobrepasado probablemente la idea del
Estado - míínimo, conservóó hasta el fin el respeto por las aspiraciones de la anarquíía
integral.
He ahíí el socialismo que correspondíía al sentimiento popular del paíís hasta 1868,
cuando las ideas de Bakunin fueron conocidas; y he ahíí por quéé las corrientes
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socialistas autoritarias, todas máás o menos conocidas por traduccióón del francéés y
por algunos adeptos muy activos en Españña, no crearon nunca verdaderos
movimientos allíí. El comunismo, como ideal, el principio asociativo de los fourieristas,
correspondíían a aspiraciones sociales en Andalucíía y en Cataluñña, y las ideas
democrááticas fueron rodeadas de socialismo estatista por republicanos de accióón
social autoritaria en Madrid, etc.; pero todo eso fue pasajero y no dio satisfaccióón real.
De lo que se deseaba verdaderamente - aI menos en los ambientes obreros avanzados
de Cataluñña - se juzgaráá por algúúnos extractos de El Eco de la Clase Obrera (Madrid;
a partir del 5 de agosto de 1855; redactado por el`obrero Ramóón Simóó y Badia, de
Barcelona):
Los comunes han sido el golpe máás terrible que pudo dirigirse nunca al feudalismo. De
ellos han salido las instituciones salvadoras que contienen en germen la libertad de los
pueblos, y en ellos estáá el origen y el manantial fecundo de todas las conquistas
polííticas. En ellos se han apoyado los Reyes para combatir la anarquíía`feudal, y ellos
son las úúnicas instituciones que han podido resistir a la tiraníía triunfante de los Reyes.
Por eso los pueblos han mirado o miraráán siempre a sus municipios como la
salvaguardia de sus derechos, como el arca santa de sus libertades.
Toda revolucióón social para ser posible, ha de empezar por una revolucióón políítica,
asíí como toda revolucióón políítica seráá insustituible y estééril, si no es seguida de
una revolucióón social. Por esto los comunes que eran la forma políítica por donde
empezaba el mejoramiento de las clases pobres, debieron multiplicarse. Y en efecto,
asíí sucedióó, etc. (Pasado, presente y porvenir del trabajo, por G. N.; 26 de agosto de
1855).
Figuréémonos por un momento que en Madrid, en Barcelona, en ValencIa, en Malaga,
en SevIlla, en Valladolid, en Tolosa, en todos los centros industriales empiezan a
asociarse por una parte los tejedores de seda, por otra los de algodóón, por otra los de
lino, por otra los cajIstas, por otra los carpInteros, por otra los albaññiles, por otra los
sastres, por otras, en fin, los operarios de todas las artes y oficios. Constituidas ya en
cada pueblo todas estas asociaciones, nombran, por sufragio universal, su junta
directiva. Los directores de estas juntas se asocian entre síí y deliberan sobre las
cuestiones e intereses comunes. Este centro de directores se pone en comunicacióón
con los demáás centros. Los centros de toda una provincia, delegan un individuo de su
seno para la formacióón de un comitéé provincial que reside en el pueblo máás
cééntrico o máás fabril de la comarca. Los comitéés provinciales delegan otro para la
de un comitéé nacional, destinado a dirigir y a velar por los intereses de toda la clase
obrera ...
... La asociacióón en las asociaciones o sea la asociacióón organizada en grande
escala ...
... En el antiguo Principado hCataluñña), las asociaciones son numerosíísimas.
Reconocen todas, o por lo menos han reconocido, un solo centro. El comitéé provincial
ha sido allíí una realidad y lo es, a no engaññarse. Si la organizacióón no es aúún ni tan
fuerte ni tan vasta como podríía, todos sabemos la causa. Todo ha debido hacerse allíí a
la sombra. El desarrollo de la espontaneidad social ha sido no favorecido sino impedido
hasta sistemááticamente ... (Influencia de las Asociaciones, por P. M.; 14 de octubre de
1855).
El mismo P. M. dice (21 de octubre): ... Una vasta asociacióón, la Iglesia, destruye la
esclavitud antigua. Otra vasta asociacióón, las cruzadas, rompe los muros que nos
separan del Oriente. Otra vasta asociacióón, los gremios, acaba con el feudalismo. Otra
vasta asociacióón, ¿¿no ha de poder concluir con la nueva tiraníía?
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M. G. M., discutiendo sobre asociacióón y libertad, demuestra que son inseparables,
que una o la otra, sola, es insuficiente: Nunca la humanidad ha sentido tanto ni tan
imperiosamente la necesidad de la armoníía, nunca ha deseado con tan ansioso anhelo
la fóórmula de la sííntesis social (De la asociacióón; 11 nov. 1855).
Cuando los delegados de Barcelona, Joaquíín Molar y Juan AIsina, son saludados en
Madrid por un centenar de trabajadores, en un banquete, el Eco escribe: ... preveemos
el díía en que toda la clase obraráá bajo la inspiracióón de un solo centro, de un gran
comitéé nacional compuesto por delegados de los comitéés de todas las provincias (11
de nov. 1855). Hablando de las provincias, divisióón establecida en 1833, el perióódico
escribe: ... y el díía en que sea Españña una federacióón, como estáá llamada a ser, y
seráá tal vez dentro de no muchos añños, prevaleceráá la (divisióón) de las antiguas
(regiones provincias, arbitrariamente separadas, como en Francia, por la divisióón en
departamentos).
P.M. escribe aúún: La organizacióón de las demáás clases a imitacióón de la obrera
tendráá efectivamente lugar dentro de un tIempo dado. Pero, ¿¿acaso no ganáábamos
tambiéén en que la entidad gobierno se perdiese en el seno de ese nuevo organismo
econóómico? El gobierno seríía entonces el de las mismas clases; la suma de estas,
reunidas, compondríían un gran centro directivo. Se realizaba asíí el bello ideal de los
pensadores eminentes de Alemania, ¿¿habííamos todavíía de quejamos? Las
consecuencias de esta reforma seríían incalculables. ¡¡Ojaláá llegase el díía que
sucediese lo que algunos temen! (23 de diciembre de 1855).
Este perióódico fue publicado para contrarrestar un proyecto de ley odioso contra las
asociaciones, del 8 de octubre de 1855, y al reunir firmas de protesta, las cifras
alcanzadas en diciembre (Eco del 16 de diciembre), fueron 33,000 de las cuales 22,000
en Cataluñña, 4,540 en Sevilla, 958 en Máálaga, 650 en Cóórdoba, 1,028 en Antequera,
1,280 en Alcoy, 1,100 en Valladolid, 600 en Madrid, etc., llegando todavíía 800 de las
Baleares, etc. Los delegados de Barcelona ante una comisióón parlamentaria hablan de
80,000 obreros asociados en Cataluñña en julio de 1855 (Eco del 9 de diciembre).
Se sabe que las asociaciones en Barcelona han comenzado en 1840 y continuado
abierta o clandestinamente hasta la revolusióón de septiembre de 1868 y que entonces,
en gran parte, se afiliaron a la Internacional y a las sociedades que le sucedieron hasta
la C. N.T. Esos votos de 1855 - 56, con todas sus vacilaciones y sus tanteos, nos
muestran, lo pienso al menos, en quéé grado lo que diráán la Internacional, la
Federacióón Regional, la C. N. T., existíía ya en el espííritu de los hombres de 1855, y se
desarrollóó pues, de 1840 a 1855, y sobre un fondo que se formóó en los añños de
luchas despuéés de la muerte de Fernando o antes aúún. Es el federalismo social, la
asociacióón de las asociaciones (textual solidaridad, es decir, la asociacióón entre todas
las asociaciones; Simóó y Badíía, en el banquete mencionado; Eco, 18 de noviembre
1855), la sííntesis de asociacióón y libertad (que no puede ser máás que el anarquismo
socialista), la sociedad`econóómica que sustituiráá al gubernamentalismo políítico, en
fin, es esa estructura de comitéés de oficio, locales, comarcales, nacionales que se
elaboróó tan cuidadosamente para la Internacional en 1870 y que se elabora aúún en
nuestros díías y que, máás déébil o máás fuerte, es en 1935 la argolla obrera de las
relaciones entre los trabajadores, como lo fue en 1855 al menos en sueñños de porvenir
próóximo, que fue en efecto realizado. Se comprende que sobre ese fondo de ideas y de
prááctica, sobre la lectura de Pi y Margall y de Proudhon ademáás, y sobre la prááctica
de la asociacióón, de las huelgas, de la solidaridad probada de las actividades
clandestinas y algunas veces de las luchas armadas, se comprende que sobre los
militantes de esa especie, el socialismo autoritario no tuviera ninguna influencia,
mientras que las ideas del anarquismo colectivista, transmitidas de parte de Bakunin y
de sus camaradas, fueron el complemento lóógico y bienvenido de lo que esos
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militantes sentíían ya ellos mismos desde hacíía mucho tiempo.
En ninguna parte del mundo se habríía encontrado esa predisposicióón en 1868, y ya en
1855; lo que la Internacional ha querido fundar en 1864, existíía en Españña en espííritu
y realidad.
En la Italia dividida en Estados independientes y en regiones que forman parte del
Austria hasta los úúltimos cambios en el siglo XIX, en 1870, no habíía, por decirlo asíí,
nada de todo lo que hemos constatado en Españña. En 1848 las sociedades obreras
comienzan a formarse en el Piemonte, ya partir de 1853 se reunen congresos de
tendencias anodinas. Algunos artesanos, pero no las masas populares, fueron activos
en los movimientos nacionales, clandestinos o de lucha abierta. Esos artesa~os, la
juventud, los intelectuales, y una parte de la burguesíía y de la aristocracia, fueron
participantes activos y simpatizantes de los esfuerzos en pro de la unidad nacional,
esfuerzos que desde los oríígenes hasta su culminacióón fueron actividades imbuidas
de mentalidad autoritaria, diplomacia, militarismo, guerrilla organizada y con el objetivo
del Estado unitario. Los pocos federalistas, los Carlo Cattaneo, Cesare Cantúú, Giuseppe
Ferrari y otros, no fueron libertarios, aunque Ferrari conocióó bien a Proudhon y habíía
criticado la degeneracióón de los fourieristas.
Sóólo el siciliano Saverio Friscia, amigo igualmente de Proudhon y de Bakunin, méédico,
socialmente un anarquista, habríía renunciado en lo nacional voluntariamente a la Italia
unificada, si hubiese podido realizar una Sicilia independiente o federada con otras
partes de la regióón italiana.
Pero Carlo Pisacane (1818 - 1857), repudióó tanto los pequeñños Estados como los
grandes, y para evitar el mal de unos y de otros, concibióó la divisióón del territorio
italiano en comunas unidas por pacto elaborado provisionalmente por un congreso de
las regiones liberadas del territorio nacional y, finalmente por una Constituyente. Los
medios de produccióón durante la lucha, y de vida por asociaciones y comunas,
corresponde bastante a las ideas de Bakunin, formuladas en 1866; sóólo que Bakunin
tendíía siempre, como hicieron tambiéén los españñoles, a interponer provincias o
comarcas entre las comunas y la colectividad territorial.
Pisacane, uno de los máás valientes combatientes revolucionarios en 1848 - 49 en italia
(Repúública romana), en su destierro m donde conocióó tambiéén a Coeurderoy y a
Herzen-, a partir de 1851, aproximadamente, se emancipóó de la mentalidad autoritaria
y antisocialista de los nacionalistas, incluso Mazzini, el antisocialista por excelencia, y
dijo ya en un libro de 1852: Italia no tiene otra esperanza que la gran revolucióón social.
En su famoso testamento políítico (Géénova, 24 de junio de 1857), dice que cree que
sóólo el socialismo, pero no los sistemas franceses, formados todos de acuerdo al
géénero monáárquico y despóótico predominante en esa nacióón, sino sóólo el
expresado por la fóórmula libertad y asociacióón, forma el úúnico porvenir, no lejano,
de Italia, y quizáá de Europa; he expresado esta idea misma en dos volúúmenes,
resultado de seis añños de estudio aproximadamente ... Pero para éél mismo, la
propaganda de una idea es una quimera y la educacióón del pueblo algo absurdo;
porque ... las ideas se derivan de los hechos, y no al revéés, y el pueblo no seráá libre
cuando sea educado,`sino que seráá educado cuando sea libre. Esa finalidad no puede
ser alcanzada máás que por conspiraciones y tentativas, y corresponde a cada uno
hacer su parte de la revolucióón; entonces la suma total seráá inmensa. En ese
espííritu, Pisacane y otros llevaron la lucha abierta en el territorio del reino de Náápoles,
donde la pequeñña banda fue aniquilada en lucha abierta contra los soldados en Sapri,
el 2 de julio de 1857, siendo muertos Pisacane y otros, y los demáás encerrados en las
mazmorras hasta la caíída del reino de Náápoles por los Mil de Garibaldi en 1860.
Se publicóó la obra de Pisacane, Saggi storici - politici - militari sull'italia en buena
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edicióón (4 partes; I y II, Géénova, 1858, XX 104 y 179 páágs. en 8o; III y IV, Milano,
1860, 188 y 168 páágs.); el volumen tercero forma el famoso Terzo Saggio. La
Rivoluzione, y el Testamento políítico estáá al fin del volumen IV (pááginas 150 - 162}.
Creo que el Saggio sulla Rivoluzione no fue reimpreso hasta 1894 (Bolonia, IX, 274
páágs.), mientras que el Testamento aparecióó muchas veces en artíículo o en folleto
anarquista (la primera de esas reimpresiones que yo conozco es de junio de 1878, en
Modena, en L'Avvenire, óórgano anarquista).
Los Saggi desaparecieron muy pronto de la circulacióón, se ha dicho siempre, por
maquinaciones de patriotas autoritarios y antisocialistas. Un amigo de Pisacane y
participante en la conspiracióón, que fracasóó en Capri, fue Giuseppe Fanelli, amigo de
Bakunin desde 1865, el mismo que en 1868 - 69 transmitióó sus ideas en Españña.`Se
asegura que veneraba la memoria de Pisacane, y por éél, sino por otros antes, Bakunin
ha debido conocer la obra de Pisacane,`aunque en todos los documentos conocidos, no
habla nunca de éél. Es todavíía máás incomprensible que, por ejemplo, el silencio sobre
Coeurderoy y Dééjacque, sobre quienes los hermanos Reclus, por su permanencia de
Londres en 1852, estaban perfectamente informados, aunque los hayan perdido de
vista máás tarde. Pisacane era un hééroe nacional, bien conocido y celebrado como tal,
y se asombra uno de que los internacionalistas no hayan sacado su libro de su
escondite. Parece que fue imposible, y se cuenta de la alegríía de Cafiero cuando, hacia
1880, hizo el descubrimiento de un ejemplar en Lugano. Una veintena de añños
despuéés, me dirigíí a una gran libreríía italiana en procura de un ejemplar, y se me
envióó uno enteramente nuevo, y tambiéén varios añños máás tarde, que di a Kropotkin
y a Malatesta. ¿¿Se habíía levantado entonces la prohibicióón? En todo caso, hay que
insistir sobre estos detalles para mostrar cóómo despuéés de Coeurderoy y Dééjacque,
otro máás de los grandes libertarios de 1850 - 1860 fue privado del efecto de su obra
sobre los hombres de la déécada de añños siguientes.
En Rusia, ni las revueltas agrarias, ni el banditismo popular ni el mir (el reparto
perióódico de las tierras de una aldea entre los aldeanos), ni la aversióón de los
campesinos contra los funcionarios, teníían un aspecto particularmente libertario, y los
esfuerzos de los revolucionarios entre los campesinos han despertado muy pocas
fuerzas para la lucha contra el zarismo. Las conspiraciones de los nobles contra los
zares eran ante todo intrigas de la Corte, venganzas o codicias. No es sino en imitacióón
de Paríís, primero, y poco a poco, en algunos nobles, por verdadera admiracióón de las
ideas humanitarias del siglo XVIII, que esas ideas fueron al menos respetadas
teóóricamente por la alta sociedad de entonces y hubo en el siglo XVIII utopíías sociales
rusas y traducciones de las utopíías internacionalmente conocidas; hubo francmasones;
Diderot visitóó a la emperatriz Catalina, como Voltaire habíía visitado al Rey de Prusia.
El padre de Bakunin, educado en Italia, conocedor de Francia hasta la revolucióón,
volvióó con ideas de liberal que palidecieron hasta el conservatismo, pero que teníían,
sin embargo, un sello humanitario e hicieron feliz la primera juventud de su hijo mayor,
Miguel. Máás tarde, los oficiales traíían de las guerras en Alemania y en Francia los
planes de sociedades secretas antizaristas, y asíí hubo el primer contacto de los rusos
centralistas del norte con los federalistas del mediodíía, y por los ukranianos sobre todo
fue promovida la cuestióón de la convivencia de las nacionalidades. Los ukranianos, que
no teníían Estado, y que se quejaban de las supremacíías gran-rusas y polacas, que
queríían englobarlos, enarbolaban el federailsmo de Kostomarof y Shevchenko a
Dragomanof y hasta nuestros díías. Otros eslavos, en su destierro en Paríís, soññaban
con la federacióón de todos los pueblow eslavos, y Bakunin, en Paríís, que no podíía
entenderse con los polacos, estatistas por excelencia, que consideraban a los
ukranianos, a los bielorusos y a los lituanos como pueb|os históóricamente sometidos a
su dominacióón; Bakunin, quizáá como reaccióón contra los palacos aristóócratas y
autoritarios, se sumergióó desde 1846 en la fraternizacióón con todos los pueblos
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eslavos y formulóó en 1848, en ocasióón del Congreso eslavo de Praga, su Estatutos
de la nueva políítica eslava, una verdadera utopíía federalista, pero sin un tenor que se
pudiera considerar propiamente libertario.
Bakunin (1814 - 1876), no puede ser analizado aquíí en lo que ha moldeado su esencia,
en las múúltiples influencias que sufrióó, y en su manera de reaccionar contra ellas. Con
razóón o sin ella, vemos una gran continuidad, a pesar de la diversidad extrema de los
ambientes. Un gran ideal, grandes obstááculos a destruir, un grupo solidario a defender,
con el cual cooperar, al cual inspirar, sino dirigir, por su inteligencia y su energíía y
asiduidad particulares - y un ambiente que conocíía menos y sobre el cual se hizo
ilusiones, sobre el que creíía poder contar (o que constituíía parte de sus planes,
quedando convencido o escééptico) -, con esos dos factores siempre representados por
hombres, acontecimientos, situaciones diversas,`obróó Bakunin toda la vida, desde su
juventud domééstica a su perííodo internacional, y ningúún revéés lo desanimóó. Un
dios de su imaginacióón, despuéés los íídolos, los filóósofos, le dominaron largo tiempo,
hasta que comprendióó con Feuerbach que todas esas ficciones son creacióón de los
hombres mismos. Entonces obróó como hombre libre, y por el socialismo, que conoce
mejor en 1842, permanece en lo sucesivo independiente tambiéén, afiliado a ningúún
sistema. Pero como sobre todo muestran las cartas a su hermano Pablo (1845) y a
Georg Herwegh (1848), es profundamente anarquista y profundamente revolucionario.
No creo en Constituciones y en leyes; la mejor constitucióón no podríía satisfacerme.
Necesitamos algo diverso: tempestad y vida y un mundo sin leyes y por tanto libre
(agosto de 1848) Libertad a los hombres, esa es la úúnica, legíítima y bienhechora
influencia. ¡¡Abajo todos los dogmas religiosos y filosóóficos! No son máás que
mentiras; la verdad no es una teoríía, sino un hecho, la vida misma - la comunidad de
seres humanos libres e independientes -, la santa unidad del amor que emana de las
infinitas y misteriosas profundidades de la libertad personal (29 de marzo de 1845).
Si se me pregunta cóómo con tales concepciones anarquistas puede Bakunin consagrar
los añños 1846 a 1863 de su vida - desde mayo de 1849 el verano de 1861 estuvo en
las prisiones y en Siberia -, a la accióón naciona|ista eslava, tendríía mucho que decir al
respecto, pero entre otras cosas esto, que es una prueba nueva de la gran ausencia de
hombres libertarios entonces con los cuales hubiera podido cooperar. Llama a Proudhon
en agosto de 1848 el úúnico en el mundo políítico de los literatos que comprende
todavíía algo, pero si llegase al poder, dice, entonces estarííamos probablemente
forzados a combatirle, pues al fin tambiéén el tiene su sistemita detráás, pero ahora
estáá con nosotros. Ni en Suiza ni en 1848 - 49 entre los alemanes y los eslavos, ni de
regreso en Londres y en Suecia, en 1862 - 63, ha encontrado un anarquista, y Herzen y
Herwgh, los dos con quienes máás libremente hablaba y que comprendian la anarquíía
(Herzen al menos), eran ante todo escéépticos. Solo en los úúltimos meses de 1863, al
abandonar Suecia y Londres, para hacer un viaje por Paríís y Suiza a Florencia, Bakunin
comienza a trabajar directamente para inspirar los movimientos socialistas con ideas
libertarias, y eso en medio de la sociedad secreta que comienza entonces a formar.
Eso le lleva a redactar sus ideas - y hablaréé máás adelante de esos primeros escritos
en tanto que nos son conocidos -. Recuerdo aúún que toda su obra manuscrita de los
añños 1844 - 1847, en Paríís, se ha perdido. Preparóó ya en 1844 una exposicióón y
desarrollo de las ideas de Feuerbach, que en 1845 parecíía haber estado cerca de la
publicacióón con el tíítulo Sur le Christianisme ou la Phüüosophie et la Societéé actuelle,
y fue quizáá ese manuscrito - u otro relativo al estudio de la revolucióón francesa, que
su amigo Reichel, en casa del cual habitaba, llamóó el libro eterno ... en el que escribíía
diariamente sin terminarlo. Todo eso se ha perdido y surge la cuestióón si el gran
complejo de ideas que los manuscritos y libros de 1868 a 1873 muestran y que se
encuentra ya esbozado en los fragmentos conservados de 1865, teníían por primera
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base esas redacciones de 1845 - 47 y tal vez el escrito sobre Feuerbach como origen.
Es cuestióón de resolver todavíía.
En los otros paííses europeos hay una falta de iniciativa en las primeras expresiones del
socialismo, todavíís máás del anarquismo. Holanda, los paííses escandinavos, Suiza eran
en los sig|os XVIII y XIX paííses relativamente libres, el asilo de muchos refugiados,
como igualmente Béélgica, de la que he hablado ya, y donde el socialismo fue muy
activo y largo tiempo muy libertario. Sin embargo, respecto de Holanda no se podríía
mencionar ningúún esfuerzo libertario notable antes de los perióódicos de la
Internacional en 1870 - 72, y para los paííses escandinavos igualmente hasta los
escritos de Quiding y las cartas de Ibsen hacia los mismos añños; ni en Suiza antes de
1868.
Eduard Douwes Dekker (Multatuli; 1820 - 1887) y S. E. W. Roorda van Eysinga (muerto
en 1887) , fueron autores de amplio miraje y de críítica antiestatista y antiburguesa
incisiva en Holanda. Henrik lbsen (1828-1906), experimentóó ympresiones socialistas
vivas en su juventud en tiempos de Marcus Thrane, y se dice que ha leíído entonces
unos escritos de Proudhon y de Wilhelm Marr (entonces en Hamburgo, que publicóó Der
Mensch und die Ehe vor dem Richterstuhl der Sittlichkeit, 1848, y Anarchie oder
Autoritáát?, 1852) ¿¿Ha expresado ideas contra el Estado antes de las cartas a Georg
Brandes, del 20 de diciembre de 1870< 17 de febrero y mayo de 1871 y la carta contra
las mayoríías, 3 de enero de 1882, el añño de la publicacióón de En Folkefiende (Un
enemigo del pueblo) ?
El primer autor sueco que propuso un socialismo federalista, tal vez comunista (pero
que no me atreveréé a llamar anarquista, fue Nüüs Herman Quiding (1808 - 1886), en
Slutlikvid med Sveriges lag (Liquidacióón de la ley de Suecia) , 1871 - 73.
En Noruega el novelista Arne Garbory (1851 - 1924), en sus novelas, primero muy
realistas, en Kolbotnbrev, en el pequeñño libro Fri Sküümisse (Libre separacióón.
Observaciones en la discusióón sobre el amor; Bergen, 1888, 99 páágs.), en su
perióódico Fedraheimen (El hogar, de Tonnsett, fundado en 1877) , describióó
bellamente y con precisióón la vida autóónoma de los campesinos noruegos y la vida de
los hombres y de las mujeres libres, y el perióódico se hizo, en efecto, claramente
comunista anarquista, cuando fue redactado por lvan Mortensen, desde 1883 a 1890,
máás todavíía en su úúltima fase en Skien, cuando fue transformado en cuadernos
conteniendo cada uno un folleto anarquista. Garborg modificóó su manera de ver y fue
al fin de su vida influenciado por las ideas de Severin Christensen, en su libro
Retsstaten (El Estado juríídico), publicado en Copenhague. Escribióó todavíía al respecto
en 1923 el artíículo Magtstat-rettsstat (El Estado de fuerza - el Estado juríídico). Ese
Estado juríídico es para éél un Estado míínimo.
Ese Estado míínimo es, como otras doctrinas del mááximo de autonomíía o del
federalismo formal máás perfeccionado, lo que muchos hombres benevolentes, pero de
corta visióón, han propuesto. No hay máás que observar, al lado de Herbert Spencer y
otros ya mencionados -The Man versus the State (Londres, 1884, II, 113 páágs.), es uno
de los máás caracteríísticos de Spencer -, J. Toulmin Smith, Local Self-government and
Centralization (Londres, 1851) ; los escritos federalistas conservadores de Constantin
Frantz en Alemania; de L. x. de Ricard (Le Féédééralisme, Paríís,1827) , de Roque
Barcia, en Españña, de Edmond Thiaudiere y tantos otros. Son excelentes consejos
contra la centralizacióón, contra el Estado mismo, pero al fin se es invitado a confiarse,
sin embargo, a ese Estado, y esa falta de confianza en la libertad quita la fuerza a toda
la argumentacióón.
La autoridad es ademáás impugnada en muchos escritos de buena literatura como los
de Claude Tillier, Charles De Coster, Gustave Courbet, y, en suma, por el buen panfleto,
52
la sáátira, la caricatura, la comedia de todos los tiempos, por todo el géénero
irrespetuoso. ¿¿A quiéén no fueron siempre odiosos el Estado, las leyes, los
funcionarios, los impuestos, las óórdenes y las prohibiciones? Cada cual hace lo posible
por pasarse sin todo eso, pero muy ilóógicamente lo cree necesario para su vecino.
En suma, para el perííodo descrito hasta aquíí la idea anarquista ha tenido defensores
múúltiples y variados, que se manifiesta en tantas condiciones diversas, que es una
evolucióón natural, no una propaganda artificial e imitativa. Desde 1760 a 1860 los
Dúúlerat y Lessin, Sylvain Marééchal, Godwin, Warren, Proudhon, Max Stirner, Elííseo
Reclus, Bellegarrigue, Caeurderoy, Dééjacque y Pi y Margall, y los trabajadores
catalanes asociados, ademáás Miguel Bakunin y Pisacane, no es poco en hombres de
relieve que lanzan claramente su desafíío a la autoridad.

Capítulo 8
Los oríígenes del colectivismo antiautoritario en la Internacional; y
en los grupos formados por Bakunin desde 1864, en los añños
1864 - 1868 (otoñño)
Por la guerra de Crimea (1854 - 56), la iniciativa políítica napoleóónica, quebrantada en
1814 y en 1815, fue establecida sobre el continente europeo. Con Rusia, tambiéén
Alemania y Austria fueron puestas fuera de combate, habiendo afirmado su neutralidad
y por ello, especialmente Austria, sobre la cual creíía Rusia poder contar, se captóó la
enemistad de Rusia,`sin ganar de ninguna manera las simpatíías de las potencias
occidentales. El Piemonte tomóó parte en la guerra y la cuestióón de las nacionalidades
quedóó abierta; en 1859 ya hubo la guerra del Piemonte y de Francia contra Austria,
victoriosa. Entonces siguióó un ráápido engrandecimento del poder piemontéés, que en
Italia - a la que Napoleóón III habríía querido ver compuesta de principados
dependientes virtualmente de Francia, con nuevos Bonaparte y Murat, como prííncipes
-, se convertíía al contrario en el reino de la dinastíía de los Saboya y en una gran
potencia que, naturalmente, no pensaba en ser una dependencia francesa despuéés de
haber sacudido el poder de Austria, que pesaba sobre ella desde 1815. Esta situacióón
dio a Alemania y tambiéén a Austria una pausa, y la Francia imperial, alarmada por el
despertar popular que mostróó el garibaldismo la epopeya de 1860, no dio todo su
apoyo a la insurrecsióón polaca, el segundo acto del nacionalismo, sin desalentarla por
eso y estallóó en 1862 para extenderse en 1864. La cuestióón de Schleswig - Holstein,
sustraíída a la ingerencia de las otras potencias y decidida por la guerra de 1864, es el
primer acto de independencia alemana; la enemistad de Inglaterra le es segura en lo
sucesivo, y Francia e Inglaterra se aproximan de nuevo, habiendo estado un poco
divididas a causa del favor que Inglaterra prestaba a la nueva Italia. Garibaldi, recibido
en Londres en triunfo por el pueblo, en 1864, es avisado sutilmente por el gobierno
ingléés para que abreviase su permanencia y parte de inmediato.
En esos añños excitados en los que fue atenuado en todas partes el réégimen de la
reaccióón, porque los gobiernos execrados desde la contrarrevolucióón de 1848, teníían
necesidad del concurso del pueblo para las guerras que iban a venir, y el nacionalismo,
que la democracia burguesa aceptóó áávidamente, fue el medio que debíía reconciliarla
con los pueblos. Pero los trabajadores y los socialistas, los hombres de 1848 en
adelante, y las jóóvenes generaciones, veíían llegado el tiempo para reanimar sus
movimientos, fundar sus organizaciones, y en ese ambiente de relaciones y
reagrupaciones frecuentes entre los Estados que obraron como amos del mundo, hay
que asombrarse de que tambiéén los trabajadores, en fin, pensasen en ponerse en
relaciones entre síí, internacionalmente. Se hizo muy lentamente, entre 1862 y 1864,
sóólo entre algunos núúcleos de Londres y de Paríís, entre algunos hombres que se
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dedicaron a ello directamente, para hablar de un modo exacto, y que triunfaron de las
inercias, pesadeces, intereses de partido, envidias, etc., de hombres máás influyentes
que fueron directores de las organizaciones y que tomaron buen cuidado de no ligarse a
un asunto máás que cuando el ééxito estaba asegurado. Esta es la verdadera historia
de esos oríígenew de la Internacional, establecida por la documentacióón ííntima. Para
las pocas grandes reuniones púúblicas, cuidadosamente preparadas, se teníía siempre
buenos oradores y un púúblico aclamador entusiasta, pero que no teníía nada quéé
decir, y despuéés las cosas se hicieron en pequeñño cóónclave, llevando meses y
meses, fracasando casi en las susceptibilidades,`vanidades, etc., hasta que resultóó por
fin esa reunióón del 28 de septiembre de 1864, en la cual muchos nombres preparados
de antemano fueron aclamados, y asíí el gran grupo director, el Consejo central (máás
tarde Consejo general), fue constituido y se reclutóó en lo sucesivo por cooptaciones;
los congresos generales le confirmaron`siempre la confianza.
En el comitéé ingléés que recibióó a los delegados franceses, conducidos por Tolain, en
el mitin de Free Masons Tavern, el 5 de agosto de 1862, estaba el viejo Ambrose Caston
Cuddon, el anarquista individualista ingléés (v. cap. III), que habíía saludado tambiéén a
Bakunin en enero, en nombre del Comitéé de un perióódico obrero, The Working Man,
publicacióón indiferente, al lado de la cual mxistíía en 1862 The Cosmopolitan Review,
donde Cuddon escribíía tambiéén. En la reunióón del 5 de agosto, Cuddon fue uno de
los oradores; de su discurso no se ha sacado máás que la observacióón que el problema
social podríía fáácilmente ser resuelto si los hombres echaban a un lado toda
hipocresíía, observacióón no inúútil, considerando que se necesitaron todavíía dos
añños antes de formar el Consejo del 28 de septiembre de 1864, y que lo primero que
hizo Tolain desde 1862 fue dejar a un lado esos socialistas que le habíían recibido para
tratar ante todo de aliarse a los tradeunionistas. No lo consiguióó, y los socialistas
autoritarios franceses, en Londres, intervinieron e hicieron el trabajo real de
preparacióón, con ayuda de las pequeññas logias masóónicas avanzadas de 1850 y
1858, que reuníían socialistas internacionales; teníía tambiéén relaciones en Paríís que
desagradaron a Tolain, de suerte que todo avanzóó lamentablemente y cuando la
sociedad fue fundada, esas mismas divergencias desgarraron su Consejo central,
todavíía largo tiempo. Marx no teníía nada que ver con todo eso; se le invitóó ala
reunióón del 28 de septiembre, los úúltimos díías, se informóó, asistióó y fue aclamado
miembro del Consejo central provisorio. No es sino cuando los primeros documentos de
la sociedad fueron redactados que su talento se impuso fáácilmente sobre los hombres
de buena voluntad, pero de experiencia y de talento mucho menores que el suyo. Puso
entonces lo que le parecióó máás importante de sus ideas propias en esos documentos,
lo que le fue fáácil, porque los demáás no conocíían esas ideas y las conclusiones que
éél sacaba - era poco conocido entonces -, y tomaban por buen socialismo general lo
quéé para éél fue un sistema bien personal. Obtuvo asíí un ascendiente erudito,
literario, de energíía y de habilidad personales, de brusquedad tambiéén, que no le
valióó muchas simpatíías y que fatigóó a todos con el tiempo, pero que produjo trabajo
úútil a la asociacióón; y los otros miembros, todos autoritarios, no observaban de cerca
por su autoritarismo especialmente intenso; fue, pues, la servidumbre voluntaria de los
otros lo que afirmóó su posicióón.
Despuéés de una quincena de añños sin vida socialista púública, de proporciones
apreciables, hubo, en cuanto a la mentalidad social de |os trabajadores, casi en todas
partes nada, y viejos y jóóvenes militantes, sobre la base de algunas sociedades
socialistas obreras y de organizaciones de oficio, que llevaban todavíía una vida aparte,
han improvisado entonces las secciones de la Internacional. Un trabajo de paciencia y
de abnegacióón, que se volvíía máás fáácil cuando se habíía hecho el comienzo y la
asociacióón ganaba en prestigio. Los militantes,`cualesquiera que fuesen sus
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convicciones socialistas personales, no podíían hacerlas penetrar en las secciones
máás que gradualmente o nominalmente, y de ahíí resulta la extrema moderacióón que
caracteriza las conferencias y los congresos hasta 1867. La políítica del Consejo central
o general era la de sacrificar los avanzados a los moderados, siempre que estos
úúltimos tuviesen organizaciones numerosas. Se desembarazóó de los franceses
violentos de la emigracióón y se tomóó a Tolain y a los organizados de Paríís. Respecto
de los tradeunionistas ingleses se estaba contentos con afiliaciones puramente
nominales. En efecto, algo como máás tarde la Internacional sindical de Amsterdam
(Legien - Jouhaux) , y lo que se llama la segunda Internacionel, los partidos socialistas
polííticos nominalmente asociados, era ya el objetivo de la Internacional de Londres,
desde los primeros añños, segúún sus verdaderos dirigentes.
La causa libertaria teníía entonces un pie firme solamente en Bruselas, en Le Peuple,
asociacióón de la democracia militante y su óórgano La Tribune du Peuple (Bruselas, del
12 de mayo de 1861 al 4 de abril de 1868). El Compte-rendu du Meeting déémocratique
de Patignies (en las Ardennes; de 26 de diciembre de 1863; folleto de 1864, Bruselas,
112 páágs.), muestra esa propaganda y en particular las ideas de Céésar De Paepe
(1841 - 91), joven socia|ista muy instruíído, que profesóó netamente la an - arquíía,
pero que reconocióó netamente tambiéén la imposibilidad de su realizacióón inmediata
y establecióó algunas etapas,`como la legislacióón directa por el. pueblo con una suma
de libertades garantizadas a la minoríía, etc. Tal fue el sistema libertario máás razonado
formulado en esos añños, y los militantes de la asociacióón Le Peuple, que se
transformóó pronto en seccióón de la Internacional - seccióón local y secsióón que se
dio la misióón de ayudar a la fundacióón de otras secciones en Béélgica -, esos
militantes propagaron ideas semejantes, máás pronunciadas a menudo que las ideas
siempre capciosas y estudiadamente moderadas y circunspectas de De Paepe. A eso se
agregóó - pero en parte fuera de la Internacional -, un anarquismo máás vivo, un
proudhonismo revolucionario, expresado por jóóvenes franceses y belgas, estudiantes y
refugiados, el grupo de la Rive gauche.
Los trabajadores llamados proudhonianos franceses, Tolain y sus camaradas, fueron
sindicados ellos mismos, republicanos que buscaban una entrada en la políítica,
enemigos de los republicanos burgueses tanto como de los socialistas blanquistas y
otros autoritarios, aceptando econóómicamente las partes máás déébiles y anodinas de
la obra de Proudhon, que saludóó su advenimiento en su libro de 1864, De la capacitéé
politique de la classe ouvriéére, publicado como trabajo póóstumo en 1865 por
Gustav`Chaudey. Proudhon fue feliz de ver a los trabajadores comenzar a despertarse,
despuéés de 1848, pero si hubiese vivido les habríía dado impulsos muy diferentes.
Tolain y los suyos dormíían sobre |os laureles de ese libro, y Marx, que tan
vergonzosamente insultóó a Proudhon, muerto en su necrologíía, se puso contento de
ver encarnarse el proudhonismo parisiéén, aparentemente, en esos pequeñños
espííritus, que le eran úútiles para combatir a otros socialistas a quienes odiaba, y
contaba desembarazarse despuéés de ellos mismos, igual que hoy los bolcheviques.
Marx creíía haber ganado tambiéén a Bakunin para la Internacional, haciééndole por
propia iniciativa una visita amable, en ocasióón del paso de Bakunin por Londres, en el
otoñño de 1864. Le habríía sido úútil en Italia, contra Mazzini. Bakunin, absorbido ya por
su sociedad secreta, que debe datav de la primera mitad de 1864 y de Florencia, no
pensóó, en iniciar a Marx, naturalmente, sabiééndole su adversario; le dejóó hablar y lo
que supo de la Internacional apenas nacida y quizáá sobre las esperanzas de Marx, ha
debido interesarle, y le prometióó su concurso en Italia,`sin que se ofreciera en 1865
una ocasióón y, no abandonando Italia hasta 1867, las relaciones muy espaciadas con
Marx cesaron, sin que hubiese ningúún disgusto entre ellos y sin que se hayan vuelto a
ver despuéés.
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El, Bakunin, consideraba abortados hacia fines de 1863 los movimientow
nacionalistas, es decir, llegados entonces bajo el control de los hombres de Estado, de
Francia, de Prusia, Rusia, el Piemonte, y puso su esperanza en lo sucesivo en los
movimientos sociales que renacíían. Viendo la desorientacióón de las fuerzas
democrááticas y socialistas, creíía obrar del mejor modo obrando sobre ellas por medio
de militantes ocultos, que sabríían dirigir y coordinar tales fuerzas y que ellos mismos
haríían nacer e inspiraríían grupos y movimientos máás conscientes. Los añños 1864
(cuando hace su segundo viaje a Suecia y pasa la úúltima vez por Londres y Paríís) y
1865 (cuando va desde Florencia a vivir a Náápoles y sus alrededores, hasta agosto de
1867), pasan en esos esfuerzos inevitablemente poco esclarecidos.`Sabemos un poco
de su esfuerzo en Florencia y conocemos su tentativa de proponer sus ideas a la
masoneríía en Italia, a la que pertenecíía. Hay tambiéén fragmentos de manuscritos, de
1865, las primeras redacciones conservadas de sus ideas, que podríía publicar, si
hubiese una posibilidad material seria para tal publicacióón. Estamos, en fin, puestos un
poco al corrientes de sus planes por su carta a Herzen, del 19 de julio de 1866, por su
resumen históórico en un libro ruso de 1873 y por el programa y los estatutos mismos,
in extenso, de la sociedad internacional revolucionaria, redactados en 1866, en
marzo,`aproximadamente, que he hecho conocer desde 1898 y en traduccióón alemana
casi completa en 1924. En las Werke (Berlíín, 1924, vol. III, páágs. 8-61) , y en mi
biografíía de 1898, páágs. 209-233, se encuentran esos textos - una exposicióón
completa de su pensamiento socialista y revolucionario de entonces, mientras que los
fragmentos masóónicos (es decir, destinados a ser propuestos a los francmasones) ,
contienen sobre todo su pensamiento filosóófico, la críítica religiosa. Tenemos tambiéén
la aplicacióón máás restringida de sus ideas y proyectos en las impresiones
clandestinadas para la organizacióón italiana de esa sociedad internacional, el
Programa della Rivoluzione democratico-sociale italiana y los estatutos de la Societáá
dei Legionari della Rivoluzione sociale italiana (de 1866) y las hojas clandestinas de
actualidad, La Situazione italiana, de octubre de 1866, y una`segunda hoja, La
Situazione, del otoñño de 1868. En fin, cartas y esbozos de cartas de 1866 y 1867 y
otros materiales recogidos muestran un poco de la vida ííntima de esa sociedad
internacional que se llama máás frecuentemente la Fraternidad internacional.
En el libro italiano míío,`Bakunin e l'Internazionale in Italia dal 1864 al 1872 (con
prefacio de Errico Malatesta), Ginebra, Edic. del Risveglio, 1928, XXXI, 397 páágs. in
8o), esos documentos son reproducidos y discutidos en el volumen Der Anarchismus
van Proudhon zu Kropotkin, 1927, páágs. 21 - 50, discute las ideas de Bakunin desde lo
que sabemos de sus oríígenes hasta 1867, suscynta}epte. Asociacióón y federacióón
son la base de la reconstruccióón despuéés de la demolicióón y la liquidacióón del
sistema presente. Lo que le interesa, no es un porvenir anarquista perfecto, que deja
elaborar a los hombres futuros como ellos quieran,`sino los fundamentos de la nueva
sociedad, esa base que mejor impida una recaíída y garantice una evolucióón
progresiva. Por eso insiste sobre un sóólido comienzo y no se fíía de las
espontaneidades ni del azar. Si puedo expresarme asíí por comparacióón, se trata de
abandonar una casa vieja. Se puede hacerla volar o demolerla a piqueta o salvar
algunas partes váálidas o abandonarla y construir en otra parte, donde hay variedad,
azar e ymprevisto; pero si no se quiere`vagabundear o vegetar primitivamente, sino
construir una casa máás sóólida, entonces se requieren ciertos trabajos inevitables de
abrir la tierra, echar los cimientos, buscar las proporciones, los materiales sóólidos,
etc. ; una buena casa no se improvisa como una choza primitiva sobre la hierba. Con
ese espííritu Bakunin, admitiendo todas las formas de la destruccióón, es muy
metóódico para la reconstruccióón. Todos los anarquistas que hemos discutido hasta
aquíí lo fueron - Godwin, Warren, Proudhon, Dééjacques, Coeurderoy, De Paepe. Todos,
rechazando tanto las dictaduras como desconfiando de las improvisaciones, de las
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espontaneidades, de las escenas de transformacióón por golpe de magia, por decirlo
asíí, todos han tratado de hallar no solo el objetivo ideal, sino tambiéén los mejores
caminos que conducen a éél.
A la actividad clandestina o privada de Bakunin se agregóó desde`febrero de 1867 la
accióón púública de sus camaradas de Náápoles por la sociedad Liberta e Giustizia, que
despuéés de las declaraciones programááticas en febrero y abril, publicóó en agosto el
perióódico Liberta e Giustizia, que aparecióó hasta comienzos de 1868. No he podido
ver nunca ese perióódico, que se hizo sin la participacióón de`Bakunin, aunque con su
colaboracióón. El mismo habíía ido a tomar parte en el congreso de la paz celebrado en
Ginebra, en septiembre de 1867, la gran manifestacióón de la democracia republicana
que fundóó allíí la Liga de la Paz y de la Libertad. Bakunin pronuncióó un discurso de
repercusióón; v. los Annales del congreso de 1868, páágs. 187-191. Habíía permanecido
en Suiza y fue miembro del comitéé de esa Liga. Propuso allíí sus ideas que,
inevitablemente, no fueron aceptadas, pero las redactóó para una publicacióón
inacabada e inéédita entonces. Es Federalismo, socialismo y antiteologismo (publicado
por míí en Oeuvres, Paríís, 1895, páágs. 1-205).
El primer texto que hizo conocer al púúblico de entonces las ideas de Bakunin - si se
exceptúúan sus cartas eslavas, en el perióódico italiano -, fue su carta en el perióódic-
prgrama La Déémocratie (Paríís) , en abril de 1868. Despuéés hubo el programa del
perióódico ruso Narodnoe Dielo (La Causa del pueblo), en septiembre. Despuéés los
discursos en el Congreso de Berna, de la Liga de la paz y de la libertad, a fines de
septiembre. Despuéés el Programa de la Alianza de la democracia socialista, aparecido
algunas semanas máás tarde. Hacia ese mismo perííodo redactóó proyectos de
programa y estatutos de la nueva forma que,`segúún las deliberaciones de los
miembros del grupo secreto, debíían tomar el grupo o los grupos secretos.
Porque habíía entrado en el verano de 1868 en la Internacional (seccióón central de
Ginebra), y éél y sus camaradas se habíían separado de la Liga (25 de septiembre) ,
fundando la Alianza internacional (púública) , que queríía afiliarse a la Internacional, y
en cuyo seno debíía existir la Alianza secreta. Pero como lo que se llamaba la
Fraternidad (secreta) existíía ya, habríía sido preciso poner de acuerdo esos tos grupos
secretos, de los cuales el uno no existíía todavíía. Sobre eSo hubo tanteos manuscritos,
esbozos de ensayo, y algunos de esos manuscritos han caíído íáás tarde, por un abuso
de confianza, sino por varios de tales abusos, en manos de Marx, que los publicóó en
1873, fundando sobre ellos una acusacióón contra Bakunin en el`congreso de La Haya
(1872), lo que ayudóó a hacerle expulsar de la Internacional. Conocemos una cantidad
de esbozos manuscritos y de deliberaciones colectivas, etc., de los primeros meses de
1869, lo que muestra que los documentos de 1868 no correspondíían a ninguna
realidad definitiva, y formalmente, antes de septiembre de 1872, tal realidad como
conjunto, como totalidad, no ha existido,`sino solo fragmentos incipientes; en suma:
hubo la Fraternidad, renovada en septiembre de 1872 como Alianza secreta; pero entre
1868 y 1872 no ha existido una Alianza secreta como conjunto internacional, y la
requisitoria de Marx, Engels, Lafargue y Utin es una fabricacióón desprovista de base,
un tejido de ficciones.
La proposicióón de la entrada de la Alianza púública, como organizacióón internacional
afiliada, en la Internacional, hizo estimular a Marx, y al mismo tiempo, casi, cuando
Bakunin le erivióó una carta de las máás amables (22 de diciembre de 1868), escribióó
sobre éél con una hostilidad absoluta a Engels (18 de diciembre; tambiéén el 13 de
enero de 1869), y desde ese momento se consagra a arruinar a Bakunin en la
Internacional - justamente entonces, cuando Bakunin, en Ginebra, comienza su
actividad en la Federacióón romáánica, en la seccióón de la Alianza y en L' Egalitéé
57
(Ginebra), y en Le Progréés (Locle; Jura neuchatelense), mediante escritos de
propaganda internacionalista irreprochables y de bella factura.
Me limito aquíí a algunas indicaciones de las fuentes originales para informarse sobre
las ideas anarquistas en la Internacional, sobre las personas y los grupos que las
representaban y sobre lo que los óórganos y componentes de la
Internacional,`secciones, consejos, congresos, hicieron frente a ellos. Todo esto es
abreviado aquíí, no por falta de conocimientos sino por abundancia de materiales que
ympide dar todas las indicaciones y sobre todo dar explicaciones.
En las relaciones de Bakunin para los añños 1864 a 1868, se pueden distinguir hombres
que se acercan y se separan de éél sin sufrir su influencia, hombres que sufrieron su
influencia y que no tuvieron una originalidad propia, otros que, seriamente próóximos a
éél, manteníían su independencia, y hombres que, asistidos por su ympulso, adquirieron
un desenvolvimiento interesante y propio. Los tipos de las dos úúltimas categoríías
fueron Elííseo Reclus y James Guillaume, este úúltimo en 1869, cuando los hermanos
Reclus se separaron ya de Bakunin.
Elíías Reclus, profundamente libertario, demasiado escééptico, para poder sentirse
anarquista - su tesis universitaria de 1851 habíía tratado del principio de autoridad (en
teologíía) -, fourierista y asociacionista en espííritu, tomóó parte en la empresa
cooperativa Le Créédit au Travail, y en las publicaciones L ' Association y La
Coopéération, de Paríís (1864 - 68) , al comienzo un punto de ligazóón de los elementos
sociales, socialistas y libertarios entre los republicanos, máás tarde una especializacióón
infructuosa y sin salida. Elííseo tomóó parte en tales esfuerzos, pero expresóó tambiéén,
cuando fue preciso, su pensamiento completo, como en el congreso de Berna sobre la
cuestióón federalista. Esta amplitud que era propia a los hermanos Reclus, les separóó
de Bakunin en 1869; Elííseo se acercóó de nuevo a éél a partir de 1872, como hermano
independiente.
La elaboracióón de las ideas en los congresos de la Internacional fue de las máás
graduales, puesto que no se quiso proclamar teoríías que desagradasen seriamente a
una parte importante de la asociacióón. Habíía la tendencia socialista autoritaria del
Consejo general, que fue, sin embargo, atenuada en consideracióón a sus miembros
ingleses; la tendencia de los proudhonianos anticolectivistas de Paríís y la mutualista-
colectivista de De Paepe, que teníía la simpatíía de los suizos avanzados (del Jura, etc.),
y poco a poco de una parte de los delegados franceses. En cuestiones de libertad, y
tambiéén de anti-nacionalismo, Paríís y Bruselas estaban unidas contra Londres; en
cuestiones de socialismo, de colectivismo, Bruselas y Londres estaban unidas contra
Paríís. De Paepe teníía, pues, la direccióón intelectual de los congresos; Tolain
retrocedióó siempre, y los delegados del Consejo general, guiados siempre por las
instrucciones de Marx, no llevaban ningúún ééxito serio a Londres. Marx se enfurecíía;
su correspondencia sin freno con Engels y con el doctor Kugelmann, nos conserva su
estado de áánimo - desestimaba y despreciaba a todos.
Por los informes de la seccióón de Bruselas, escritos por De Paepe (1867-1868), y las
discusiones de los congresos de Lausanna y de Bruselas, por la carta de De Paepe a la
Alianza (16 de enero de 1869; la extensa carta de Bakunin a De Paepe, casi un folleto,
de fines de 1868, no se ha encontrado aúún o se ha perdido, aunque existíía en original
y en copia); por las discusiones entre La Libertéé (1867-1873) y L'Internatiornale (1869
- 1873), de Bruselas, etc., conocemos por vez primera la combinacióón del mutualismo
con la socializacióón de la propiedad territorial (De Paepe estaba influenciado por las
doctrinas de Colins, Louis de Potter y De Keizer, Het Natuurregt al respecto), luego la
socializacióón tambiéén de los medios de produccióón, el colectivismo integral, como la
concepcióón de De Paepe. Reconocióó igualmente ... que todos los Estados polííticos y
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autoritarios, actualmente existentes, deben reducirse a simples funciones
administrativas de los servicios púúblicos, en sus paííses respectivos y desaparecer
finalmente en la unióón universal de las libres asociaciones, tanto agríícolas como
industriales ... (carta del 16 de enero de 1869 al grupo iniciador de la Alianza
internacional, firmada por los diecisiete miembros del Consejo general belga). Esta
socializacióón integral y esa liquidacióón de los Estados forma la concepcióón
anarquista colectivista, que fue reconocida, en la forma descrita en esta carta, por los
principales militantes de Bruselas, De Paepe, Brisméée, Eugééne Hins, Verrycken, el
francéés Paúúl Robin y otros.
De Paepe dijo en un informe al congreso de Basilea (1869) que el socialismo cientíífico y
el comunismo popular en las formas rejuvenecidas y bajo los nombres nuevos de
mutualismo y de colectivismo abandonan su categoríía exclusiva y absoluta, se abrazan
y se compenetran hoy en`la Internacional, en una nueva concepcióón de la sociedad,
una concepcióón sintéética que busca al mismo tiempo garantíías para el individuo y
para la colectividad.
Tal fue, desde 1867 a 1869, esa elaboracióón continua de una sííntesis de libertad y de
solidaridad e inevitablemente el estatismo, el autoritarismo, no teníían nada que ver.
Solo hubo una gran diferencia en la apreciacióón de los caminos para llegar a la
sociedad colectivista no-estatista, que fue reconocida como un grado ulterior de
evolucióón social tambiéén por Marx, pero solo despuéés del perííodo de la dictadura
del proletariado, cuando tras la abolicióón de las clases, las funciones gubernamentales
se convertíían en simples funciones administrativas. De Paepe no estuvo nunca lejos de
esta manera de relegar la anarquíía a un porvenir lejano, solo que propuso llegar a ella
por etapas libertarias, no por la dictadura, como Marx. Fue colocado asíí entre los
revolucionarios mencionando, entre algunos belgas, como Eugééne Hins, que buscaban
medios de accióón directa colectiva, pero no de accióón revolucionaria, y entre los
autoritarios que, al menos teóóríícamente, admitíían una desaparicióón del
gubernamentalismo, cuando ééste no tuviera que defender una clase privilegiada
contra la clase desheredada. Eso explica que, brillante todavíía en el`congreso de
Basilea, en 1869, De Paepe se eclipsa por decirlo asíí despuéés hasta 1874, en que era
ya partidario del estatismo moderado (servicios púúblicos). Habíía debido admitir, sin
embargo, en uno de los informes de 1869, que los trabajadores no tendráán la
paciencia de esperar los resultados de una evolucióón lenta y pacíífica que duraríía
siglos; dicen que han sufrido bastante tiempo y que quieren ver el fin de sus
sufrimientos. La transformacióón de la propiedad no llegaráá, pues, probablemente, por
una evolucióón ciega y necesaria, sino por la intervencióón inteligente y razonada de
los hombres, no por la evolucióón, sino por la revolucióón.
Pero no obstante ese reconocimiento tardíío, De Paepe y sus camaradas permanecen
doctrinarios y tienen una aversióón constitucional a la revolucióón, desconfíían de sus
aspectos autoritarios y se sienten alejados del esfuerzo de Bakunin por precisar,
intensificar, precipitar las actividades revolucionarias por medio precisamente de esa
intervencióón inteligente y razonada de los hombres, por la Alianza púública
internacional (v. carta del 6 abril de 1870); los belgas son un poco quisquillosos, tienen
alguna desconfianza contra la Alianza - son tambiéén un poco doctrinarios, y la Alianza
no encuentra puesto en su doctrina. Eso fue. El doctrinarismo no comprendióó la
diferencia de las situaciones reales, y el Consejo general belga habríía debido decir al
grupo de la Alianza, en enero de 1869, que en Béélgica no se teníía necesidad de la
Alianza, pero que sobre los otros paííses no teníía que pronunciarse. En efecto la
asociacióón de los Solidaires, despuéés el Peuple, despuéés la seccióón de Bruselas y el
Consejo mismo, fue un núúcleo sóólido que teníía la mano sobre el movimiento belga, al
lado de otros núúcleos en Lieja, Verviers,`Gante, Amberes, y la obra de la Alianza se
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hizo desde largo tiempo por esos grupos de militantes.
Los jurasianos intelectualmente dirigidos por James Guillaume, con trabajadores muy
reflexivos y abnegados como Adhéémar Schwitzguéébel, Auguste Spichiger y muchos
otros, estaban en el fondo mucho máás cerca de los belgas que de Bakunin y de los
parisienses revolucionarios como Varlin. A pesar de las disidencias localmente
inevitables con los ginebrinos, por medio de Jung, el secretario suizo del Consejo
general de Londres, se habríían entendido, de haber sido dejados tranquilos, como lo
estuvieron siempre los belgas. Allíí, al menos hasta septiembre de 1874, se establecióó
entre Bakunin y ellos, esa convivencia basada en el respeto mutuo y en la no-
intervencióón, y sobre esas bases una cooperacióón amistosa, que habríía podido
tambiéén tan fáácilmente crearse entre el grupo de Bruselas y Bakunin. En el Jura, sin la
Alianza, Guillaume y los otros militantes estaban tan ííntimamente ligados entre síí que
no teníían necesidad de lazos aliancistas. Y Bakunin, no mezcláándose en nada, pero
discutiendo y concertáándose con Guillaume, tuvo, como Guillaume, esa influencia que
la inteligencia y la experiencia dan siempre. El haber rehusado eso para Béélgica fue
una falta de solidaridad intelectual, el rehusamiento orgulloso de un concurso
honorablemente ofrecido.
Asíí las nuevas fuerzas en aumento desde 1864 a 1868 tambiéén en la Internacional y
los elementos de accióón, que Bakunin asocióó en el mismo espííritu, en el del
colectivismo antiautoritario, no fueron tan solidarias como habríían podido ser, pero, sin
embargo, en el otoñño de 1868, cuando Bakunin comienza a obrar en el ambiente de
los trabajadores organizados, la idea anarquista habíía adquirido ya un hermoso puesto
en la Internacional, superando ese descenso que marca el páálido post-proudhonismo, y
no siendo afrontada todavíía abiertamente por la idea autoritaria (Marx) que, sin
desarmarse, habíía observado una reserva prudente en los grandes congresos
púúblicos.

Capítulo 9
Las ideas libertarias en la Internacional desde 1869 a 1872.- La
representacióón del trabajo.- Oríígenes de la concepcióón sindicalista de la
sociedad del porvenir.- La comuna de Paríís y el comunalismo.
Entre septiembre de 1868 y septiembre de 1869 (Congreso de Basilea), las ideas
anarquistas - colectivistas fueron interpretadas primeramente en Españña por el viaje
de Fanelli a Madrid y a Barcelona, organizado por Bakunin y sus camaradas de la
Fraternidad y de la nueva Alianza púública internacional. En ese paíís las asociaciones
de trabajadores no ignoraban la existencia de la Internacional, pero despuéés del añño
de insurreccióón políítica, 1866, las úúltimas luchas hasta la caíída de la monarquíía
borbóónica en septiembre de 1868, eran el problema agudo, y sóólo despuéés de esos
acontecimientos las asociaciones vuelven a resurgir en pleno y estáán a punto de
-convertirse en dominio de los republicanos federalistas. El secretario para Españña del
Consejo general Paul Lafargue, no ha dejado ni rastro de su actividad, ni hasta entonces
ni despuéés. Fue Fanelli el que supo hallar, por intermediarios federalistas, los máás
avanzados de los trabajadores militantes, los Morago, Lorenzo, Rafael Farga Pellicer y
otros, que conocíían las ideas socialistas y proudhonianas, que estaban en el corazóón
mismo de lo que habíía en grupos de trabajadores avanzados, que eran conocidos de
los trabajadores y que teníían la mejor voluntad de luchar por el conjunto de sus ideas,
y no de ver reducidos a los trabajadores a ser tirigidos por los jefes del partido federal
que,`socialmente, eran antisocialistas, o a lo sumo reformistas moderados.
Esos homb!es de los núúcleos de Madrid y de Barcelona fueron encantados de conocer
60
el colectivismo antiautoritario y de compenetrarse del socialismo integral de Bakunin,
que implicaba la liberacióón intelectual, políítica y social - ateíísmo, anarquíía y
colectivismo -. Comprendieron tambiéén - y estuvo eso ya, sin duda, en sus háábitos de
militantes -, el principio de la Alianza. Las disposiciones de los hombres, sus energíías y
talentos son diferentes; los unos se dan enteramente a una causa, los otros no hacen
máás que enrolarse y se desarrollan lentamente. De ahíí la Internacional y la Alianza,
cualesquiera que sean los nombres que se den a esas dos graduaciones del ritmo de
adhesióón y de accióón socialista. Las relaciones entre los hombres de Madrid y Bakunin
no se establecieron entonces; solo Morago se pone en relaciones poco seguidas con la
seccióón de la Alianza de Ginebra, y Celso Gomis vuelve en 1870 de Ginebra a Madrid.
Pero de Barcelona, Farga Pellicer y el doctor Sentiññóón, visitan a Bakunin y son
delegados al congreso de Basilea. Son entonces (agosto-septiembre de 1869), iniciados
por Bakunin en el cíírculo ííntimo, y con ellos Bakunin queda en relaciones seguidas;
fueron aliados o hermanos internacionales, téérminos que expresan que entre ellos,
Bakunin, y un pequeñño núúmero de camaradas semejantes, habíía confianza,
solidaridad,`consultas y convenios y a veces planes y acciones y una tááctica comunes.
Las cartas y recuerdos para el añño 1870 se han perdido, pero en su primera mitad
hubo la convocatoria de un congreso constituyente de la Federacióón españñola, por los
militantes de Madrid (14 de febrero), convocatoria que debióó ser retirada ante un voto
de los miembros de 153 secciones en 26 localidades, de los cuales 10,930 eligieron
Barcelona, 3,730 Madrid, 964 Zaragoza, 448 Valencia, etc., como lugar del congreso
que fue celebrado en junio de 1870 en Barcelona. Dos meses antes - unos meses antes
del congreso de Barcelona , se lee en la Cuestióón de la Alianza, Barcelona, otoñño de
1872, declaracióón redactada por J. G. Viññas -, en abril de 1870 por tanto, en las
semanas que precedieron a la votacióón, decidida en marzo y terminada a fines de
mayo, se fundóó la Alianza de la democracia socialista, que profesa el programa de
1868 (estructurado diversamente y un poco retocado) y adoptóó Estatutos
independientes. Esos documentos son publicados en Cuestióón de la Alianza, donde se
agregaba que la Alianza ni aun comitéé regional teníía, sino que todas las secciones se
comunicaban y se consultaban entre si.
Por estas publicaciones de 1872, que hicieron necesaria la denuncia púública de esa
sociedad secreta por los socialistas de Madrid, Joséé Mesa, Pablo Iglesias y otros, bajo
instigacióón de Paul Lafargue, uno de los yernos de Marx (primavera-verano de 1872),
se podíía ver desde el otoñño de 1872 que la preparacióón del congreso de junio de
1870, esa votacióón sobre todo, que fue una descaIificacióón del papel asumido por los
militantes de Madrid, habíía probablemente inspirado o determinado la fundacióón de la
Alianza, una cuestióón puramente españñola por tanto, que los militantes de Barcelona,
Farga Pellicer, Viññas, Sentiññon, etc., habráán decidido en ese sentido, con o sin el
consejo o el conocimiento siquiera de Bakunin; esto es ymposible decirlo; pero lo que
importa es que ese méétodo fue realmente aplicado, reconocido prááctico y que ayudóó
a la Internacional a difundirse, a permanecer unida y a hacer frente a las peores
persecuciones.
En Suiza, en 1869, la seccióón de la Alianza de la democracia socialista, en la que
Bakunin tomóó activa participacióón, los perióódicos Egalitéé (Ginebra), y Progres
(Locle; redactado por James Guillaume), y una parte de las secciones en el Jura,
propagan el`colectivismo anarquista; despuéés del congreso de Basilea y de la marcha
de Bakunin (para Locarno), los socialistas polííticos se imponen en Ginebra y llevan la
escisióón a toda la Federacióón romáánica (en las pascuas 1870), lo que llevóó máás
tarde a la adopcióón del nombre de Federacióón jurasiana para las secciones anti-
autoritarias, organizacióón que persiste hasta algunos añños despuéés de 1880.
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En Italia, Bakunin y sus camaradas quisieran introducir la Alianza púública y secreta a
partir de los úúltimos meses de 1868, pero no resultóó de todos los esfuerzos máás que
la fundacióón de la seccióón de Náápoles de la Internacional, en enero de 1869, que
reunióó muchos trabajadores, pero a la cual los militantes de los añños desde 1865
dieron poca atencióón y no fue capaz de difundir las ideas ni la organizacióón a travéés
del paíís. Antes de 1871 no tuvo lugar en Italia un verdadero despertar internacional.
Las actividades rusas de Bakunin se ven, respecto de las ideas (teoríía y tááctica
revolucionaria), en sus escritos en Narodnoe Dielo (La causa del pueblo), septiembre de
1868, los folletos y manifiestos del perííodo de Netchaef, primavera de 1869 al verano
de 1870, y el programa de una revista, en ese verano, despuéés de la ruptura con
Netchaef. No se pueden discutir esos escritos y cuestiones personales sin entrar en
muchos detalles. Es aparte de Netchaef, en 1870 y sobre todo en 1872, cuando Bakunin
encontróó jóóvenes rusos que se preocupaban de las ideas y de la accióón libertarias;
Netchaef era jacobino y blanquista y queríía hacer de Bakunin ante todo su
instrumento.
En Francia, en 1869, el colectivismo tomóó la primacíía sobre el proudhonismo entre los
militantes máás destacados, sobre todo en Eugen Varlin. Pero la caíída del imperio, que
parecíía inminente, puso en primer plano la accióón prááctica y la reunióón de fuerzas,
y los sindicatos se llenaron de miembros. Varlin hacíía frente en todas las direcciones,
salvaguardando a la vez la independencia de la Internacional y de los Sindicatos
(Cáámara federal de las sociedades obreras), e impidiendo su aislamiento, tratando
tambiéén de unir a Paríís y a las grandes ciudades de provincia. De ahíí la gran reunióón
del 13 de marzo de 1870, en Lyon, en ocasióón de la cual Bakunin escribióó en una
carta para los ííntimos de Francla: ... Los obreros, ¿¿querráán una vez máás jugar el
papel de vííctimas (en ocasióón de la caíída del Imperio)? Abstenerse de toda
participacióón en el radicalismo burguéés y organizar al margen de éél las fuerzas del
proletariado. La base de esa organizacióón estáá dada: son los talleres y las
federaciones de talleres, la creacióón de las cajas de resistencia, instrumentos de lucha
contra la burguesíía, y su federacióón, no solo nacional, sino internacional, la creacióón
de cáámaras del trabajo como en Béélgica.
Y cuando la hora de la revolucióón haya sonado, proclamarééis la liquidacióón del
Estado y de la sociedad burguesa, la anarquíía juríídica y políítica y la nueva
organizacióón econóómica de abajo arriba y de la circunferencia a los centros.
Y para salvar la revolucióón, para conducirla a buen fin, al medio de esa anarquíía, la
accióón de una dictadura colectiva de todos los revolucionarios, no revestida de un
poder oficial cualquiera y tanto máás eficaz, la accióón natural, libre de todos los
socialistas enéérgicos y sinceros, diseminados en la superficie del paíís, de todos los
paííses, pero unidos fuertemente por un pensamiento y por una voluntad comunes ...
Bakunin no tuvo ninguna influencia sobre los militantes de Paríís; incluso Varlin apenas
estaba en relaciones con James Guillaume y un poco máás con los belgas, y los
hombres en Lyon y en Marsella que se habíían ligado con Bakunin, le dieron una
desilusióón completa.
Ante el pueblo, en todos los paííses, la obra ideolóógica de la Internacional contaba sin
duda poco, y los progresos en miembros dependíían para esa asociacióón sobre todo de
su prestigio del momento. Porque llenaba ala vez el papel de partido socialista, de
sindicato para la lucha cotidiana y de gran fuerza revolucionaria potencial, y de ahíí,
para algunos, tambiéén de fuerza reconstructiva, hasta ver en ella ya una parte misma
de la sociedad del porvenir.
El pueblo no iba tan lejos. Fue contento y deslumbrado cuando vio - estamos en 1867-
62
70 - los primeros testimonios de solidaridad de paíís a paíís, huelgas tenaces
sostenidas por algunas sumas llegadas de otros paííses, los hijos de los huelguistas
cobijados en otras partes, obreros extranjeros importados en ocasióón de huelgas a
quienes se les persuadíía a volver a su lugar por los internacionalistas, etcéétera. Hubo
grandes masacres en Francia y en Béélgica y la entrada en masa de los trabajadores
locales en la Internacional. Pero hubo tambiéén situaciones en que los trabajadores
provocados por el Capital y los que protejen al Capital, habríían querido rebelarse y la
Internacional les aconsejóó esperar. Hubo huelgas sin desenlace posible y algunas
veces demasiado numerosas, que la Internacional no podíía ni sostener financieramente
ni llevar a buen fin; entonces perdióó en prestigio y en miembros. Las secciones eran
sindicatos déébiles en miembros o temporalmente numerosos hsecciones varias),
ambientes muy diversos, por tanto, activos o láánguidos, lo que dependíía de la calidad
de los militantes, del esfuerzo de los centros de propaganda, de la situacióón y de las
cuestiones agitadas. Las secciones no fueron numerosas máás que en Españña y allíí
tambiéén, en 1872, en 1873, en Cataluñña y en Andalucíía solamente, en el resto
raleadas y pequeññas. Ademáás en Ginebra y mucho menos en Béélgica y en el Jura
suizo, tambiéén en Paríís, si se cuentan las Cáámaras de trabajo de los oficios.
Las esperanzas iniciales de agrupar el mundo obrero por millones contra el Capital, no
se habíían realizado. La elaboracióón en comúún de las ideas sociales alcanzóó líímites
en el congreso de 1869; desde ese momento la ruptura teóórica trajo tambiéén la
ruptura personal de las corrientes autoritaria y libertaria (1869 - 72). La diferenciacióón
no habíía sido prevista como consecuencia inevitable del progreso de las ideas. Agrupar
conjuntos homogééneos no valíía la pena; establecer la convivencia de los
diferenciados, tal habríía sido el problema de hoy, sesenta añños máás tarde, tenemos
aúún entre nosotros.
El solo esfuerzo constructor fue promovido en Béélgica por Hééctor Denis, Vííctor
Arnould y otros de la Libertéé (Bruselas) a partir de 1867 y sobre todo en 1870; la
constitucióón de los trabajadores al margen del Estado como un parlamento del trabajo,
un organismo ligado a la vida econóómica y que quitaríía las fuerzas al organismo
políítico, el Estado. Fue llamado la representacióón del trabajo y tuvo una viva
agitacióón que la guerra y la Comuna en Francia interrumpen. Sin eso ¿¿a quéé habríía
podido llegar esa agitacióón? No habríía podido imponer su objetivo
revolucionariamente; si se hubiese tenido fuerza para ello, se habríía sabido y querido
hacer una verdadera revolucióón. Habríía podido, pues, a lo sumo tener alguna
legitimacióón legal del proyecto, lo que habríía fundado el reformismo. La
representacióón de intereses especiales, agrarios, industriales, feudales, no fue y no es
una novedad en la sociedad burguesa con todas sus cáámaras de comercio y tantas
otras instituciones que, a menudo, fuerzan la mano a los parlamentarios y a los
ministros.
Pero para los socialistas de entonces esa proposicióón correspondíía al sentimiento que
expresóó, por ejemplo, Eugééne Hins, de Bruselas, en el congreso de Basilea, diciendo
que la Internacional es y debe ser un Estado en el Estado; que deja a los Estados
continuar su ruta hasta que nuestro Estado sea el máás fuerte. Entonces, sobre las
ruinas de los Estados, erigiremos el nuestro, ya preparado, ya listo, como existe en cada
seccióón. Es con ese espííritu que hacia la misma éépoca aparecióó en L'lntemationale,
de Bruselas, el artíículo, traducido en La Federacióón, de Barcelona, del 7 de noviembre
de 1869. Las actuales instituciones de la Internacional consideradas con relacióón al
porvenir (reimpreso en El Proletariado militante, de Lorenzo, vol. I, páágs. 233-38).
Comienza: La A. I. de los T. lleva en síí el germen de la regeneracióón social ... encierra
en síí el germen de todas las instituciones venideras ... ; cuando se establezca en todas
partes ... entonces se veráá desaparecer como por encanto la vieja sociedad y florecer
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el orden nuevo que ha de regenerar el mundo ... He ahíí el famoso como por encanto,
el golpe de varita máágica. Asíí ... la seccióón o sociedad obrera es el tipo del municipio,
las sociedades de resistencia estáán destinadas a organizar el trabajo en el porvenir,
transformadas en talleres cooperativos, como las sociedades de consumo seráán
transformadas en bazares comunales, donde estaráán expuestos los diferentes
productos con indicacióón exacta de su precio de costo, etc.
Igualmente, Céésar De Paepe habíía dicho en un informe al congreso de Basilea
(septiembre de 1869) ... ééstas (las sociedades de resistencia), por su federacióón y su
agrupacióón organizan al proletariado y acaban por constituir un Estado en el Estado,
un Estado econóómico obrero, en medio del Estado políítico burguéés. Ese Estado se
encuen!ra representado naturalmente por los delegados de las corporaciones obreras
que, al proveer a las necesidades actuales, constituyen tambiéén el embrióón de la
administracióón del porvenir ... y bien, dada esa situacióón, podríía ocurrir muy bien
que un buen díía ese nuevo Estado pronunciase la disolucióón del Estado antiguo, etc.
Tambiéén Bakunin escribióó en un manuscrito de 1871 ... La organizacióón de las
secciones de oficio, su federacióón en la Asociacióón Internacional y su representacióón
por las Cáámaras de trabajo, no crean sóólo una gran Academia donde todos los
trabajadores de la Internacional, uniendo la prááctica a la teoríía, pueden y deben
estudiar la ciencia econóómica, producen ademáás los géérmenes vivos del nuevo
orden social que ha de reemplazar al mundo burguéés. No solamente crean las ideas,
sino los hechos mismos del porvenir.
Y Eugene Hins, dice en el congreso de Bruselas: ... Síí, las sociedades de resistencia
subsistiráán despuéés de la supresióón del asalariado, no como nombre, sino como
obra: seráá entonces la organizacióón del trabajo. Seráá entonces la resolucióón del
libre cambio, operando un vasto reparto del trabajo de un fin al otro del mundo.
Reemplazaráán los antiguos sistemas polííticos; en lugar de una representacióón
confusa y heterogéénea, se tendráá la represenacióón del Trabajo.
En víísperas del congreso de Barcelona (19 - 26 de junio de 1870) la Federacióón
publicóó La representacióón del trabajo (del 15 al 29 de mayo), concluyendo que es
necesario ... fundar, en una palabra, las bases del Estado econóómico-obrero en medio
del Estado políítico burguéés actual ... Con ese espííritu fueron redactados los Estatutos
de la Federacióón españñola en ese Congreso y habíían sido elaborados en la Alianza y,
como dice Lorenzo (vol. II, páág., 89) fueron obra en su mayor parte de estudiantes
jóóvenes burgueses relacionados con los trabajadores asociados de Barcelona y
miembros activos de la Alianza de la Democracia Socialista. El relator sobre la
organizacióón, fue Antonio Gonzáález Garcíía Meneses, un futuro catedráático, y de los
que cita Lorenzo, el máás activo fue con toda probabilidad el futuro méédico Joséé
Garcíía Viññas y otro aun ha podido ser Trinidad Soriano. Penetrados de la idea que la
organizacióón de hoy debíía ser construida de modo que fuera para maññana un
organismo del cual`cada una de las partes seríía capaz de llenar una funcióón nueva
importante y máás capaz, esos jóóvenes camaradas, Meneses en primer lugar, han
heho un trabajo de precisióón meticulosa, un verdadero cóódigo que se encuentra
reunido en Reglamento tíípico aprobado por el primer Congreso obrero de la Regióón
españñola de la Asociacióón Internacional de Trabajadores celebrado en Barcelona, el
19 de junio de 1870 (48 pááginas en 16o). La conferencia de Valencia, septiembre de
1871, aumentóó esos textos hasta formar 88 pááginas, la Organizacióón social de las
secciones obreras de la Federacióón Regional Españñola ... y la úúltima redaccióón,
despuéés del congreso de Cóórdoba, diciembre de 1872, fue publicada en 1873, 96
pááginas. Desde entonces el`caráácter clandestino de la organizacióón (de 1874 q
1881) simplificóó o hizo letra muerta máás bien tales estatutos, pero la Federacióón
regional (en 1881 y 1882 sobre todo), los volvióó a tomar en lo posible hasta 1887 - 88
64
aproximadamente, cuando se hizo la críítica de ese modo de organizacióón y de la
idea (del embrióón) que teníía en su base.
Para el resto de la Internacional esa idea, nacida en el ambiente belga y que Bakunin no
intentóó desalentar, no tuvo vida real, a causa ya de las situaciones sobrevenidas desde
1870, que fueron desfavorables ala vida teóórica y al progreso de la organizacióón.
Furiosos por la impotencia para hacer valer sus ideas en el congreso de Basilea contra
los antiautortarios hBakunin, los belgas, los jurasianos, una parte de los franceses y los
españñoles) , los autoritarios comenzaron su ofensiva en favor de la accióón políítica, de
la`conquista del Estado (y no de su liquidacióón), lo que condujo, segúún las
oportunidades, a la accióón electoral o a la dictadura blanquista. Entre los ginebrinos
hcontra Bakunin y los jurasianos), los socialdemóócratas alemanes, Marx y su partido en
el Consejo general, se hace, por una poléémica odiosa y por maniobras que abusan de
los poderes confiados por los estatutos, esa guerra a la vez abierta y sorda contra los
antiautoritarios en la organizacióón. En Francia, las persecuciones generales en mayo
de 1870 sofocan la vida de la Internacional hasta septiembre, en plena guerra, cuando
la situacióón general forzóó la mano. En Béélgica se asistíía pasivamente a los
acontecimientos de Francia, y no fue factible una expansióón de la Internacional, sino
que se produjo una crisis econóómica que detuvo sus progresos. Españña tambiéén
estuvo en crisis en el invierno de 1870 - 71 (como igualmente el Jura) y en 1871 la
Federacióón Españñola sufrióó sobre todo persecuciones, en 1872 la intriga de Lafargue
le causóó molestias, y en 1873 sóólo ella adquiere grandes dimensiones, para ser desde
el verano, despuéés de Alcoy y de San Lucar de Barrameda, vííctima de nuevas
persecuciones y para ser reducida a una existencia clandestina a partir de enero de
1874. La base de las previsiones de 1869, un acrecentamiento general de la
organizacióón tan déébil todavíía en este añño y, a excepcióón de Españña,
debilitáándose y desviáándose de esas ideas desde 1870, no existióó nunca en la vida
de la Internacional de esa veintena de añños, desde 1864 a 1884 aproximadamente, y
para Españña, en rigor, 1888.
Esa idea fue vuelta a tomar por al sindicalismo francéés, sobre todo en los añños de su
floracióón máás grande en íímpetu revolucionario, desde 1904 a 1908, y estáá
incorporada a la utopíía Comment nous ferons la Revolution por E. Pataud y E. Pougéét
(Paríís, VIII, 298 páágs.; nov. 1909). Es afirmada siempre de nuevo cuando una
organizacióón sindicalista estáá inflada de grandes esperanzas, como los sindicalistas
alemanes, al reconstruirse en los añños que siguieron a 1918 y los sindicalistas
españñoles frente a las posibilidades que parecíían abiertas en abril de 1931. Es
afirmada tambiéén en pura teoríía, como en el libro de Pierre Besnart, Les Syndicats
ouvriers et la Réévolution sociale (Paríís, 1930, 349 páágs ). Como Bakunin reconocióó
en 1870, no rehusando su concurso a lo que parecíía ser una fuerza viviente, asíí
Kropotkin, cuando la C. G. T. francesa le parecióó ser una fuerza real, reconocióó la
posibilidad de desarrollos parecidos. Sin embargo, ni uno ni otro deberáán ser
enrolados, en mi opinióón, entre los verdaderos adeptos de esa idea, que los que ven
en ella un camino úúnico, inevitable, asegurado, en favor de la cual creen úútil y
necesario abandonar los otros caminos, como hicieron los internacionales de Españña,
los sindicalistas franceses y como hacen ahora los llamados sindicalistas puros.
Tal idea estáá a la par con cualquier otra previsióón, como la del municipio libre o las
asambleas llamadas soviets, o el grupo anarquista o la comunidad experimental (el
falansterio), que seráán el ambiente primordial, en el cual y por el cual la convivencia
social libre y las realidades y necesidades de la vida social futura adquiriráán mejor su
expansióón primera. Ninguna de estas y otras modalidades excluye ni refuerza a las
otras, y esas cinco  seis fuerzas (estáá tambiéén el aparato de las cooperativas) haráán
bien en habituarse a trabajar juntas, porque habráá necesidad de todas y ademáás de
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esa fuerza que ninguna organizacióón podríía crear, pero que es indispensable: la
buena voluntad, el íímpetu, el buen sentido, la tolerancia mutua y la voluntad.
Para la Internacional, esa utopíía sindicalista fue un episodio. En Españña fue vivamente
criticada al fin por sus antiguos adeptos convencidos; se encuentra esa críítica, sobre
todo formulada por Antonio Pellicer Paraire en la revista Acracia (Acratismo societario;
enero-julio de 1887) y en El Productor. Dejóó en todos los paíísew del sindicalismo
presente esa molesta consecuencia, que en cada localidad, distrito, paíís, no habríía
máás que una organizacióón reconocida, exclusivismo que ha llegado a luchas internas
y a excomuniones sin fin. Es en suma una dictadura anticipada sobre la humanidad
futurq y en el curso de la propaganda y de tos arreglos orgáánicos presentes, sobre la
humanidad actual igualmente. La idea, por bien intencionada que sea, estáá cargada
con ese peso que le crearáá siempre adversarios, en el presunte, y para el porvenir
eventual, si puede imponerse en el porvenir.
En la Internacional la guerra franco-alemana de 1870 - 71 puso un fin a la elaroracióón
de ideas en comúún por los congresos, y desde septiembre de 1869 (Basilea)
autoritarios y libertarios no se han vuelto a encontrar máás que como enemigos
absolutos, encerrado cada cual en su doctrina. En Bakunin, con el deseo de revolucióón
social, se avivaron en agosto de 1870 sus antiguas pasiones nacionales. Los planes,
teóóricamente esbozados entonces en escritos en su mayor parte inééditos por largo
tiempo, se debilitan al contacto con realidades insuficientes (en Lyon, en Marsella). se
retiróó al trabajo críítico, que de las pasiones del díía se elevóó pronto a su máás bella
altura filosóófica, en los manuscritos fragmentarios sobre el Fantasma divino y sobre
todo el que se ha llamado Dios y el Estado. La Comuna de Paríís interrumpióó ese
trabajo y despuéés de la imposibilidad de ayudarle (en mayo de 1871, en el Jura),
analizóó profundamente y tomóó su defensa y la de todo el socialismo contra Mazzini
que les habíía ultrajado. Eso le valióó en fin relaciones italianas múúltiples, la
Internacional fue seriamente implantada en Italia, completamente conquistada para las
ideas del colectivismo anarquista y para la tááctica recomendada por Bakunin, y la
Federacióón italiana fue fundada en agosto de 1872. En Españña se entróó en 1872 en
un contacto máás estrecho con Bakunin. En el Jura, en noviembre de 1871 (circular de
Sonvillier) se comenzóó la lucha contra los autoritarios, desafiando su conferencia
privada de Londres en septiembre. Respecto de Francia, se habíía acabado con la
Internacional, cuya parte autoritaria, se redujo, despuéés de la derrota de la Comuna,
bien pronto a algunos refugiados y a una pequeñña parte de comunalistas. En Béélgica,
el impulso intelectual estáá por decirlo asíí querantado, debido al escepticismo sobre la
eficacia de los medios revolucionarios que invadióó a los intelectuales frente a las
masacres de Paríís.
La Comuna de Paríís fue el producto de la concurrencia de factores múúltiples, lo que
valióó una interpretacióón en favor de ideas muy variadas y no solamente liberales y
libertarias. Hubo el antiguo antagonismo entre ciudades y Estados, la altivez de la
capital contra un Estado y un gobierno desprovisto de prestigio, degradados en la
opinióón púública en ese momento (de septiembre a marzo), la agrupacióón de las
fuerzas obreras y socialistas durante el estado de sitio, la cual terminóó en una especie
de dictadura militar del proletariado armado que se opuso a la dictadura feroz de los
generales - habíía de todo eso mucho máás que de sentimiento federalista y menos
aúún de sentimiento claramente antiestatista y deseoso de reemplazar el Estado
francéés por la Federacióón de 40,000 comunas que Eliseo Reclus, en su discurso de
Berna (1868), habíía calificado de satrapíías compuestas de obedientes y
contribuyentes, poseyendo todas alcalde, consejos municipales, cura y otros
funcionarios, todos hasta el guarda`campestre áávidos de gobernar a alguien. Habíía
evidentemente todavíía máás buenas gentes simplemente amigas del progreso y que
66
saludaban el nuevo esfuerzo como una protesta social contra la impotencia y la
inhumanidad secular del Estado.
Por síí misma, obstaculizada y llevada al autoritarismo por su situacióón de defensa
desesperada contra enemigos feroces que la ahogaron en sangre, la Comuna fue un
microcosmo autoritario, lleno de pasiones de partido, de funcionarismo y de militarismo,
hechos que su fin heroico en la muerte puso a menudo al margen de la críítica de los
libertarios, pero que fueron sin embargo conocidos y que no pudieron menos de ver de
cerca al`contacto con numerosos refugiados, por ejemplo en Ginebra. Es sus mejores
representantes como Gustave Lefranççais, un viejo comunista de 1848, el antiestatismo
era perfecto, pero en el interior de la Comuna preconizada habíía restos indelebles de
gubernamentalismo municipal, local y una desconfianza hacia la anarquíía. En una
palabra, como exigíía la teoríía del Estado - míínimo, se teníía ahora la Comuna-
míínima, gobernando lo menos posible, pero gobernando, no obstante. Los libertarios
que tropezaron con esos comunistas fueron atraíídos y rechazados a la vez. La idea de
la Comuna fue su sagrario, su gubernamentalismo les parecióó opresivo, pero se
arriesgaron algunos, sin embargo, como Paul Brousse, y fueron`absorbidos, anulados
para nuestras ideas, mientras que otros, como Eliseo Reclúús, éél mismo combatiente
de la Comuna y queriééndola mucho, permaneciendo amigo de todos sus defensores,
no se dejóó seducir por el comunismo y se hizo cada vez máás un anarquista que veíía
claro. Louise Michel, la combatiente máás entusiasta de la Comuna, por esos errores,
por el autoritarismo que habíía visto desarrollarse en los mejores, se hizo anarquista
cuando en el barco que la deportóó hasta 1889, pudo reflexionar sobre lo que habíía
vivido. Otra combatiente, Victorine Rouchy, se hizo tambiéén una de las primeras
anarquistas comunistas en Ginebra. Bakunin no fue absorbido, fascinado
exclusivamente, por la Comuna de Paríís, como otros cuya esfera de visióón fue
restringida por ese gran acontecimiento. Respecto de Italia y de Españña, por lo
demáás, no hubo esa restriccióón, pero síí en otras partes, y ahíí comienza, segúún mi
impresióón, una cierta disgregacióón de la idea anarquista.

Capítulo 10
La Internacional antiautoritaria hasta el añño 1877 (Congreso de
Verviers). Los oríígenes del anarquismo comunista en 1876 y en
1880.
Es muy triste ver con quéé rapidez y despreocupacióón fue roto el principio de la
solidaridad internacional de los trabajadores en y despuéés de los añños 1870 y 1871,
cuando habríía debido mantener su primera prueba. Nacida de una agitacióón que
reclamaba altamente una guerra mundial contra Rusia, indiferente a la guerra de 1866,
consideráándose superior a los esfuerzos en pro de la paz hechos en 1867-1868, la
guerra en síí misma no afectaba a la Internacional; pero la constelacióón particular de la
guerra de 1870 - 71 y el desarrollo que adquiríía, suscitóó todas las antiguas pasiones
patrióóticas. Marx, como muestran textos publicados entonces y cartas publicadas
máás tarde, era tan antialemáán como Bakunin e hizo todo lo posible por fomentar una
guerra inglesa contra Rusia y Alemania. Concordaba tambiéén, en 1871 - 72,
maravillosamente, en el Consejo general, con los blanquistas, patriotas franceses por
excelencia. Aquellos de los socialistas alemanes que estaban en relaciones con la
Internacional, eran todos francóófilos. Fueron publicados por ambas partes manifiestos
conciliadores. Nada en la Internacional podíía causar ofensa a los franceses. Pero el
hecho mismo que una raza considerada superior (latina) habíía sido vencida por una
raza considerada inferior (báárbaros) fue intolerable para los espííritus apasionados y
sus consideraciones raciales no son una interpretacióón posterior; no hay máás que leer
el gran libro de Bakunin: Estatismo y Anarquíía (Zurich, 1873, en ruso; Obras, Ed. La
67
Protesta, tomo V) y sus dos volúúmenes de la serie españñola Obras, escritos a partir
de agosto de 1870 (tomos I y II) para conocer la vehemencia de esos sentimientos de
raza. Los tomos III y IV lo muestran en la esfera filosóófica, ese mismo invierno, en 1870
- 71. En Bakunin obraba verdaderamente la cuestióón de raza; en Marx obraba un
egocentrismo patolóógico, del cual ningúún pueblo es responsable, que le hace
reflexionar (carta del 20 de julio de 1870 a Engels que ... su (de la clase obrera
alemana) supremacíía en el teatro mundial sobre la francesa seríía al mismo tiempo la
supremacíía de nuestra teoríía sobre la de Proudhon, etc., un pensamiento innoble de
calculador fríío; pero, como muestran sus otras expresiones de esa éépoca, ha hecho
contra los alemanes entonces todo lo posible y nada por ellos. Pero entonces se estaba
tan poco informados unos de otros - las cartas conservadas y los impresos del tiempo lo
prueban - que se`calificaba a Marx de pangermanista con la misma falta de
conocimientos y de escrúúpulos que Bakunin habíía sido llamado paneslavista.
Oigamos todavíía una voz retrospectiva sobre esos procedimientos en la Internacional;
resume la experiencia de los añños q partir de 1871 de su autor. Malatesta escribióó, en
1914, en Volonta (v. Le Rééveil, Ginebra, 7 de marzo de 1914) sobre la accióón de sus
camaradas y la propia ... que queremos por una accióón consciente imprimir al
movimiento obrero la direccióón que nos parece mejor, contra los que creen en los
milagros del automatismo y en las virtudes de las masas trabajadoras.
Bakunin esperaba mucho de la Internacional, pero fundóó, sin embargo, la Alianza, una
asociacióón secreta con programa bien determinado - ateo, socialista, anarquista,
revolucionario -, que fue, verdaderamente, el alma de la Internacional en todos los
paííses latinos y dio a una rama de la Internacional su impulsióón anarquista,`como, por
otra parte, las ententes ííntimas de los marxistas dan la impulsióón socialdemóócrata a
la otra rama ...
Dice todavíía que, aunque se llame a los congresos las cáátedras del proletariado ... el
que estáá habituado al fondo de las cosas, sabe muy bien que el íímpetu espontááneo
de la masa trabajadora entraba muy poco en ello o nada y que era, al contrario, un
pequeñño grupo de pensadores y de luchadores el que proponíía, discutíía, aceptaba
ciertas soluciones del problema social; despuéés las propagaba y las hacíía aceptar en
la masa de los internacionalistas. Y lo que, mucho máás que toda otra cosa, causóó la
muerte de la Internacional, fue, de parte de la minoríía iniciadora y dirigente, el haber
discutido demasiado la masa y no haber sabido separar las funciones de partido de las
propias en el movimiento obrero.
¿¿Por quéé ocultar ciertas verdades hoy, que son del dominio de la historia y pueden
ser una enseññanza para el presente y para el porvenir? ... Nosotros, que ééramos
designados en la Internacional con el nombre de bakunistas, y ééramos miembros de la
Alianza, gritáábamos muy fuerte contra Marx y los marxistas porque intentaban hacer
triunfar en la Internacional su programa especial; pero, aparte de la lealtad de los
medios empleados y sobre los cuales seríía inúútil insistir ahora, hacííamos como ellos,
es decir, tratáábamos de hacer servir la Internacional a nuestros fines de partido. La
diferencia residíía en que nosotros, como anarquistas, contáábamos sobre todo con la
propaganda y, queriendo hacer anarquistas, impulsáábamos a la descentralizacióón, a
la autonomíía de los grupos, a la libre iniciativa individual y colectiva, mientras que los
marxistas, siendo autoritarios, queríían imponer sus ideas a fuerza de mayoríías máás o
menos ficticias y por la concentracióón y la disciplina. Pero todos, bakunistas y
marxistas, tratabamos igualmente de forzar las cosas, máás bien que confiarnos en la
fuerza de las cosas ...
Hasta 1870, Marx habíía mostrado una cierta reserva. Sabíía que habíía de considerar
mucho a los ingleses; no se mezclaba en los asuntos de los belgas ni en los de los
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italianos hsalvo para combatir a los mazzinistas), ni en los de los españñoles en la
Internacional, y los suizos fueron tratados con mansedumbre por su compatriota Jung,
que no queríía a Marx. Este se ocupaba, sobre todo, de los parisienses, teniendo a raya
a los proudhonianos, descartando a los revolucionarios retóóricos (géénero Féélix Pyat)
y buscando elementos de un partido obrero sin hallarlos aúún. Veíía surgir colectivistas
independientes, como Varlin, a quien no queríía: pero se guardóó de buscarle querella.
Se interesóó mucho por los Estados Unidos, esperando formar allíí un partido, y se
ocupóó de los irlandeses, que podríían dar hilo a torcer a los ingleses. Bakunin le puso
furioso por su aparicióón repentina, su gran actividad desde 1868 y contrarrestóó la
afiliacióón de la Alianza púública y difundióó su odiosa Comunicacióón confidencial
contra Bakunin por Alemania y una comunicacióón del mismo géénero en Béélgica
(enero de 1870).
Desde el otoñño de 1870, se agregóó a eso la agresividad`brutal de Engels, que tratóó
de arruinar la obra de Bakunin en Italia por medio de Cafiero, y en Españña por
Lafargue. Envenenóó todas las cuestiones en litigio, se apoderóó, por medio de Utin, de
un ruso, de lo que ééste pudo recoger en documentos sobre los proyectos
concernientes a la Alianza secreta y sobre los manejos de Netchaef, y se instruyóó
sobre ello un proceso, comenzóó en la conferencia de Londres, continuado por un
folleto-circular sobre las Pretendidas escisiones en mayo de 1872 (por Engels),
culminando con esa encuesta secreta en el congreso de La Haya, en septiembre, y
dejando como monumento de ignominia el folleto sobre la Alianza publicado en agosto
de 1873. Marx y Engels, en todo eso - como se puede demostrar en detalles ahora -
obraban con esa falta de honestidad espantosa que es propia de todas sus poléémicas,
con materiales insuficientes que, segúún su háábito,`completaban con afirmaciones y
conclusiones arbitrarias, que sus adeptos han tomado por resultados reales, mientras
que son lamentables malentendidos, errores y perversiones sin escrúúpulos.
Del lado antiautoritario, tenemos, sobre todo en lo que se refiere a estos asuntos, la
documentacióón directa reunida por James Guillaume en el Bulletin de la Federacióón
jurasiana (en 1872 - 73) ; en la Méémoire de esa Federacióón hSonvüülier, 1873, 285,
193 páágs.) , y el todo, con una masa de explicaciones en los cuatro volúúmenes,
L'lnternacionale. Documents et Souvenirs (1864-1878), Paríís, 1905-1910, un conjunto
de 1,322 grandes pááginas. Bakunin escribióó mucho entonces, que no publicóó,
queriendo hasta el úúltimo momento procurar un arreglo entre camaradas de todas
esas diferencias. En general, seríía preciso consultar, sobre todo ese perííodo, su carta
al Rééveil (Paríís), octubre de 1869; las tres conferencias en el Jura, mayo de 1871; El
principio del Estado, un fragmento; los escritos de 1871 concernientes a la seccióón de
la Alianza en Ginebra (1869 - 1870; la Respuesta de un internacionalista a Mazzini (en
italiano) y la Thééologie politique de Mazzini (en francéés) en 1871; la gran carta a
Celso Cerretti, en marzo de 1872, despuéés de la muerte de Mazzini, y muchos otros
textos y fragmentos concernientes a Italia (1871 - 1872) ; la larga carta a los jurasianos,
de la dimensióón de un pequeñño libro, inéédita, de los primeros meses de 1872; la
carta a Anselmo Lorenzo, en marzo, y las cartas concernientes a la Alianza en Españña
(fragmentos manuscritos de 1872); respecto de la Alianza, tambiéén las cartas a Albert
Richard y un capíítulo del libro ruso El desenvolvimiento históórico de la Internacional
(1873). Todavíía manuscritos del otoñño de 1872 sobre la Internacional, despuéés del
congreso de La Haya (Oeuvres, III y IV) y el gran libro Estatismo y Anarquíía (en ruso,
1873 ; 308 y 24 páágs.). En fin, en ocasióón de su retiro de la Internacional, las dos
cartas publicadas en el otoñño de 1873. Con todo eso, su correspondencia con Herzen y
Ogaref, publicada en 1895 (en alemáán) y en 1896 en texto ruso, es muy instructiva.
En la actividad personal de Bakunin, en 1871, estáán principalmente los encuentros con
sus amigos y camaradas en Florencia (abril) y en el Jura (mayo), la lucha contra Mazzini
69
y numerosas relaciones italianas nuevas; en 1872, relaciones con Cafiero, los rusos y
otros eslavos de Zurich, visitas al Jura, la constitucióón de la Alianza de los socialistas
revolucionarios, en Zurich, y el congreso internacional de Saint-Imier (Jura), en
septiembre; en 1873, los libros rusos; relaciones con los delegados del congreso de
Ginebra (en Berna); despuéés comienza el añño de la Baronata; q partir de diciembre
de 1873, la preparacióón de la insurreccióón italiana (agosto de 1874). En fin, en
septiembre de 1874, varios de sus camaradas máás ííntimos se separaron de éél,
accióón muy deplorable. Desde entonces, desde esa éépoca hasta su muerte, el 1 de
julio de 1876,`no militóó máás.
Se ve que no es fáácil documentarse exactamente sobre Bakunin desde 1871 a 1874,
sobre todo cuando un núúmero de textos, que habríían figurado en las Oeuvres (Paríís)
si hubiesen`sido publicados los tomos VIl y siguientes, no son todavíía accesibles máás
que por los numerosos extractos que yo he dado en mi biografíía (1898 - 1900). Desde
1914 a 1935, sin embargo, nadie ha tratado aúún de hacer posible la continuacióón de
la edicióón de Oeuvres en texto original francéés, muy pocos que yo recuerde, han
tenido siquiera la curiosidad de tratar de informarse sobre lo que habríía de entrar
todavíía en tales volúúmenes nuevos. Para los hechos de La`Baronata, es fáácil hallar el
relato y las interpretaciones de Guillaume en su lnternationale; sin embargo, tengo que
agregar aquíí, tambiéén, que su punto de vista me ha parecido siempre parcial y que
seríía preciso conocer el conjunto de los documentos conservados antes de formar una
opinióón independiente. He publicado el texto completo de la Memoria justificativa del
verano de 1874 en el Suplemento de La Protesta, con algunas anotaciones.
Naturalmente, hay que guardarse de tener en cuenta la novela`fantáástica italiana que
trata de este asunto y de Bakunin en Bolonia, en agosto de 1874.
Una de las máás notables expresiones del pensamiento de Bakunin, fue la resolucióón
Naturaleza de la accióón políítica del proletariado del congreso de Saint-Imier (16 de
septiembre de 1872), concluyendo: que la destruccióón de todo poder políítico es el
primer deber del proletariado; que toda organizacióón de un poder políítico llamado
provisorio y revolucionario para llevar a esa destruccióón (la teoríía marxista-
bolchevista) no puede ser sino un engañño máás, y seríía tan peligroso para el
proletariado como todos los gobiernos que existen hoy; que rechazando todo
compromiso para llegar al cumplimiento de la revolucióón social, los proletarios de
todos los paííses deben establecer, fuera de toda políítica burguesa, la solidaridad de la
accióón revolucionaria.
El conjunto de sus ideas, es resumido, sin duda, en su propia redaccion, en la octava
resolucióón del congreso de la Federacióón italiana, celebrado en Bolonia en marzo de
1873, demasiado larga para ser reproducida aquíí.
En general,`se puede decir,`objetivamente, sobre Bakunin, que su pensamiento y su
impulsióón anarquistas, que desde el otoñño de 1874, a excepcióón de muy pocos
hombres en Italia y en Españña y de algunos rusos, se habíían creíído poder y deber,
incluso, dejar a un lado, y cuyo verdadero sentido casi se habíía perdIdo; despuéés de
una veintena de añños de ese olvido, han comenzado a ser reconocidos en su
verdadero valor y lo son cada vez máás. En ese intéérvalo se habíía extraíído Dios y el
Estado de sus manuscritos, en 1881 - 82, lo séé bien; pero entonces se creíía haber
hecho casi todo lo que quedaba por hacer. He visto la impresióón que hicieron en
Kropotkin en 1895 una parte de las cartas rusas (a Herzen), y el giro data de esos
añños.
Sin el fermento de la discusióón con diferentes matices de socialistas, los congresos de
la Internacional antiautoritaria (1873 - 77) pierden en interéés. Segúún el deseo de
James Guillaume, que insistióó en obrar asíí en el congreso de La Haya, se buscaron los
70
adversarios de Marx, de los cuales una parte, los ingleses, eran, sin embargo, ellos
mismos socialistas autoritarios. Fueron socios que ofrecíían poco interéés, en idea y en
accióón y en fuerza sindical. Habíía otras insuficiencias, como la excelente seccióón L '
Avenir de Ginebra en el congreso de 1873, los anarquistas máás avanzados, bien pronto
los primeros anarquistas comunistas, pero obreristas por excelencia, insistiendo sobre
la exclusióón de los intelectuales de la Internacional, que el congreso, sin embargo,
rehusóó. Esa actitud habíía sido provocada por desconfianza contra hombres como Marx
y los jefes de la Comuna. El congreso puso remedio a ese mal por la nueva
organizacióón de la asociacióón que abolióó el Consejo general, instituyóó un Bureau
federal`sin poderes y la autonomíía completa de las federaciones. No se decidieron ya
las cuestiones de principios por el voto. En la prááctica, la Internacional, por la
abstencióón de toda iniciativa de un óórgano central, desaparecióó de la vista púública;
pero en realidad, todo el trabajo habíía sido hecho localmente desde hacíía mucho
tiempo, los impulsos iniciales de Londres se habíían agotado desde los añños 1864 - 66,
y desde entonces el Consejo no habíía sido máás que un grupo deseoso de imponer su
punto de vista (el de Marx, que creíía poder gobernar asíí) y sirviééndose para ese fin
cada vez máás de los poderes administrativos que se le confiaron. Las Comisiones
federales, alternando entre Suiza y Béélgica, por inactividad se volvíían casi nulas, y el
úúltimo grupo belga que, despuéés del congreso de 1877, debíía formar una Comisióón
federal, procedióó con una incuria tal que de una manera o de otra no hubo ya signo de
vida de una Comisióón, y la cohesióón ligera de las Federaciones cesóó en lo sucesivo
sin que estas hayan cesado ni se apercibiesen incluso de esa ausencia de lazo formal.
La situacióón de persecucióón hizo bien pronto imposible la vida púública de esas
secciones en Francia (1871), en Españña (1874) y precaria y espasmóódica en Italia (a
partir de 1873), mientras que en Béélgica el espííritu de una serie de secciones, sobre
todo de las flamencas, giróó hacíía un socialismo moderado. En Españña, en el congreso
de Cóórdoba (diciembre de 1872), los Consejos fueron reemplazados por Comisiones y
en 1874 - 75, a consecuencia de las persecuciones, despuéés del congreso clandestino
de Madrid (junio de 1874), las conferencias comarcales deliberaron cada añño, y no
hubo ya congresos; pero las Comisiones federales continuan y su secretario se
convirtióó virtualmente en el eslabóón obrero de toda la organizacióón. De esa manera
la vida real, hecha entonces como se hace todavíía, de muchas pruebas crueIes, habíía
modificado en pocos añños ese organismo internacional que en 1869 se creíía ya el
cuadro mismo de la sociedad futura. Esa concepsióón carece ante todo de perspectiva
históórica y del sentido de proporcióón: mil factores intervienen entre un presente
fatalmente perecedero y siempre móóvil, y un porvenir de fecha y de modalidad
desconocidas; saltar esa distancia por una afirmacióón, una esperanza, una creencia,
incluso quererla saltar por una voluntad, es simplismo o fantasíía.
La situacióón real determinaba tambiéén la tááctica; la de los italianos fue
insurreccional (1874 - 1877); la de los españñoles perseverante, teniendo en vista un
gran movimiento general del paíís que el añño en que se esperaba no se produjo
(1877); la de los jurasianos y de los belgas tranquilamente propagandista y localmente
haciendo funcióón de sindicatos diminutos. Lo que asociaba los espííritus, fue en el
congreso de Bruselas (1874) la defensa contra las infiltraciones autoritarias propuestas
por Céésar De Paepe que, influenciado tanto por la socialdemocracia (Estado obrero)
como por el comunalismo hservicios púúblicos comunalizados) preconizóó tal comuna
libre en un Estado libre (De l'organisation des services publics dans la sociééte future).
Belgas, suizos y españñoles (Farga Pellicer) rechazaron esas ideas.
El añño 1875 fue láánguido y el congreso proyectado para Barcelona, no pudo
celebrarse. En 1876 todos los espííritus se despiertan y hay bellas expresiones nuevas
del pensamiento anarquista en ese añño de la muerte de Bakunin.
71
James Guillaume, autor de Una Comuna Sociale (1870) , una comuna libre en el
estadio inicial, habíía compuesto en el otoñño de 1874 y publicado en 1876 sus Idéées
sur l'Organisation sociale (Chaux de Fonds, 1876, 56 pááginas en 12o), una sociedad
colectivista anticipada, trabajo muy reflexivo, que tiene buena cuenta de la evolucióón
progresiva. Asíí entre colectivismo (retribucióón segúún el trabajo hecho) y comunismo
(el consumo libre) Guillaume insiste sobre las cantidades disponib|es, limitadas o
abundantes, que permitiráán pasar de las limitaciones del consumo a su libertad máás
completa. No es el comunismo de la primera hora el que promete, sino un comunismo a
que se acercaráá al crear la abundancia. Este trabajo fue traducido en italiano por Costa
(1877) y hay una edicióón españñola, Ideas sobre la óórganizacióón social (New York,
Imprenta de J. Smith, sin añño, 57 páágs. en 12) , que, con toda apariencia, es una
impresióón clandestina, probablemente hecha en 1878 en Barcelona; y la advertencia
del traductor me parece ser de la pluma del doctor Viññas.
En febrero de 1876 aparecióó en Ginebra Aux Travailleurs manuels partisans de l
´action politique por Franççois Dumartheray, 16 páágs. en 32o, un folleto
correspondiente a las ideas de la seccióón L'Avenir, grupo independiente de refugiados,
sobre todo lyoneses, y otros a que pertenecióó tambiéén Dumartheray (1842-1931),
nativo de Savoye. Allíí se habla por primera vez en un texto impreso del comunismo
anarquista y se promete un folleto especial que lo explicaríía, pero que, por falta de
medios, no ha aparecido. Esos hombres, sea sobre un fondo de antiguo comunismo
icariano Iyonéés, sea porque queríían ir máás adelante sobre todas las cuestiones,
como hizo ese grupo frunte a los jurasianos y a los comunalistas en varias ocasiones,
rechazan pues las limitaciones colectivas y lanzan el comunismo anarquista, y es por el
contacto con ese ambiente, sobre todo con Dumartheray, que se hizo amigo suyo, que
Kropotkin, en Ginebra, se acercóó algunos añños máás tarde al comunismo hasta
aceptarlo francamente
En las reuniones del 18 y 19 de marzo de 1876, en Lausana, de internacionalistas y de
comunalistas, Elííseo Reclus pronuncióó un discurso que reconocióó el anarquismo
comunista, un hecho nuevo que se recordaba tambiéén, aunque el discurso no ha sido
conservado. No habíía tenido todavíía una ocasióón, o no la habíía buscado, para
precisar sus opiniones, pero esta vez lo hizo y en lo sucesivo, en Le travailleur (Ginebra,
1877 - 78; una revista) y el Réévoltéé, a partir de 1879, lo hizo máás a menudo.
Fue despuéés de la lectura de las Idéées de Guillaume, aparecidas en agosto de 1876 y
que algunos italianos como Cafiero conocíían ya en 1874, o bien en ocasióón de una
discusióón en el Bulletíín jurasiano (v. el núúmero del 14 de mayo de 1876) - en todo
caso en Náápoles, ese verano u otoñño, los militantes italianos llegaron tambiéén a la
aceptacióón del anarquismo comunista. En Italia - escribe Malatesta en Volontáá (v. Le
Rééveil,`Ginebra, 7 de marzo de 1914) , - fuimos algunos (Cafiero, Covelli, Costa, el
firmante y tal vez uno o dos máás que olvido) los que decidimos abandonar el
colectivismo entonces profesado por toda la Internacional e hicimos aceptar el
comunismo a los delegados al congreso de Florencia (1876) y por tanto a toda la
Federacióón italiana de la Internacional ... El congreso de las secciones de Romagna y
de Emilia, en julio, habríía sido colectivista. Costa presidióó. Antes del congreso de
Florencia Costa fue detenido. Entre julio y octubre se ha entendido, pues, y entonces,
con los camaradas mencionados en Náápoles, por carta o por un viaje, y quizáás en
septiembre, se han puesto de acuerd para proponer ese cambio en el`congreso
de`Florencia. Cafiero y Malatesta van directamente a Suiza, al congreso de Berna de la
Internacional. El informe de ese congreso no contiene ninguna mencióón de ese
cambio, lo que muestra al menos que, si el hecho ha sido expuesto, no atrajo la
atencióón. Pero la Arbeiter-Zeitung de Berna (redactada por Paul Brousse) escribe el 28
de octubre ... un hecho importante es la adoptacióón por el socialismo italiano de la
72
comunidad del producto del trabajo, etc. y una carta de Cafiero y Malatesta al Bulletin
jurasiano (núúmero del 3 de diciembre) dice: ... La Federacióón italiana considera la
propiedad colectiva de los productos del trabajo como el complemento necesario del
programa colectivista, etc.
Paul Brousse (en una conferencia en Saint-Imier del 17 de febrero de 1877) y Andrea
Costa durante su propaganda como refugiado en Suiza (primavera - verano de 1877)
reconocen esas ideas nuevas, y una pequeñña hoja impresa alemana, que data de abril
o mayo de 1877 y proviene de algunos trabajadores alemanes de Berna unidos a
Brousse y a Kropotkin, se titula Statuten der deutscheredenden
anarchischkommunistischen Partei. Kropotkin habíía propuesto decir deutsche
anarchische kommunistische Partei, (carta a Emil Werner, 4 mayo).
Hubo tambiéén en el congreso Internacional celebrado en Verviers en septiembre de
1877 una discusióón en la cual Costa y Brousse mantienen el comunismo, Morago y
Viññas el colectivismo y Guillaume, Jules Montels, Emil Werner y un delegado belga
desean apartar esa cuestióón. Esa discusióón nos es conocida por notas del acta
escritas por Kropotkin. Guillaume sostuvo que lo úúnico que podemos decir
actualmente, es que se distribuiráán los productos como se quiera; diferentes
soluciones pueden ser encontradas en los mismos grupos.
Todo eso nos muestra que se propuso la nueva concepcióón en sus comienzos con un
espííritu tranquilo, sin fanatismo ni exuberancia ... Eramos, pues anarquistas
comunistas, y lo seguimos siendo - escribe Malatesta (Pensuiro y Volontáá 25 de agosto
de 1926) , - pero eso no significa que hagamos del comunismo una palanca, un dogma
y que no comprendamos que para su realizacióón hacen falta ciertas condiciones
morales y materiales que es preciso crear. Habíía escrito ya en 1884: Pero para ser
realizable, el comunismo tiene necesidad de un gran desarrollo moral de los miembros
de la sociedad, un sentimiento de solidaridad elevado y profundo que el íímpetu
revolucionario no bastaráá quizáás para crear, etc., - es decir, porque la abundancia no
existiráá en todas partes al comienzo y seríía preciso aceptar para las localidades y
objetos que no permiten el comunismo inmediato, transitoriamente el colectivismo.
Tambiéén Kropotkin que, en 1877, 1878, incluso en 1879, no parecíía ocuparse de estas
cuestiones, en tanto que conocemos su pensamiento por sus artíículos, concluye en su
gran exposicióón sobre la Idea anarquista desde el punto de vista de la realizacióón
prááctica (Ginebra, 4 páág. en 4o; 12 de octubre de 1879) en la comuna colectivista, sin
hablar de comunismo, y en su discurso al congreso jurasiano de entonces (segúún Le
Réévoltéé del 18 de octubre) sostiene el anarquismo comunista como objetivo con el
colectivismo como forma transitoria de la propiedad.
No hay que perder de vista que el colectivismo anarquista, al garantizar a cada uno el
producto entero de su trabajo, no significaba para sus adeptos un reparto estrictamente
mesurado segúún la cantidad del trabajo de cada uno. El producto integral fue producto
sin deduccióón del provecho capitalista y de los gastos del Estado. La asociacióón, el
grupo, el taller habríían decidido de quéé modo se repartiríía el producto, lo que podíía
implicar la hora de trabajo o la cantidad producida por cada uno como medida, o bien
un salario igual (que Bakunin sosteníía) o un reparto segúún las necesidades de`cada
uno. Identificar el colectivismo con un nuevo salariado fue un error. Tal fue la opinióón
de James Guillaume que, como muestran sus Ideas (1874 - 1876) , tuvo el buen sentido
de hacer depender la distribucióón ilimitada de la abundancia de un artíículo. Yo séé
que tambiéén los comunistas admitíían el racionamiento de los artíículos raros. Pero
hay que entender que esos artíículos para ellos eran excepciones, como los primeros en
frutos y vegetales que se daríía a los enfermos o a los niñños, y con respecto a todos los
artíículos de verdadera importancia presumíían la abundancia existente o muy
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fáácilmente obtenible. Los colectivistas y los comunistas prudentes, como Malatesta,
no presumíían la abundancia de nada, aun deseando que fuese creada pronto por un
trabajo aplicado. Tambiéén allíí se presentóó la cuestióón que el trabajo se emplearíía
quizáás máás bien para producir nuevos artíículos que faltaban que para producir una
sobreabundancia por una distribucióón ilimitada en artíículos viejos. No habíía audacia
para reclamar arreglos y cáálculos, lo que seríía autoritario, y todos no teníían la
esperanza de que la cosa se arreglaríía automááticamente. El colectivismo como lo
entendíía Guillaume y el comunismo como Malatesta lo comprendíía, ofrecíían la máás
grande amplitud de esas concepciones - el progreso hacia el comunismo o su
realizacióón completa allíí donde la abundancia lo permitiera, y los arreglos colectivistas
de matices diversos allíí donde la abundancia no exista aúún y con el fin de crearla.
El congreso de Berna (octubre de 1876) se habíía inspirado, en cuanto a Guillaume y
otros delegados, en la idea apoyada tambiéén por algunos socialistas autoritarios en
Suiza despuéés de la muerte de Bakunin {1 de julio) de que un respeto recííproco, un
avance paralelo pacíífico podríía y deberíía existir entre socialistas libertarios y
autoritarios. El congreso aceptóó un máánifiesto muy internacionalmente concebido,
redactado por Charles Perron, Guillaume, Cafiero y Joukovsky, sobre la guerra en los
Balcanes (los eslavos contra los turcos). De Paepe se habíía vuelto entonces
completamente estatista, pero Guillaume, Reinsdorf, Malatesta, Joukovsky, rechazan
sus ideas.
Sobre la cuestióón de los medios de accióón, Perron, Brouse, Joukovsky, los españñoles
(Viññas y Soriano) y los italianos, proponen el respeto recííproco a los medios
empleados en cada paíís. La Federacióón italiana creíía entonces que el hecho
insurreccional era el medio de propaganda máás eficaz (declaracióón de Cafiero y
Malatesta en el Bulletin del 3 de diciembre); preludio de la accióón proyectada para el
mes de mayo en Italia y del cual lo que se llama la insurreccióón de la banda del Matese
o de Benevento, en abril, no fue máás que un fragmento precipitado por adversidades
ruinosas. Este hecho y el 18 de marzo de 1877 en Berna (la defensa de la bandera roja
asaltada por las autoridades) dieron lugar a preconizar la propaganda por el hecho,
téérmino creado entonces por Costa (junio) y Brousse (agosto) pero que fue usado ya
en el 1873 en un manuscrito ruso por Kropotkin, que emplea el téérmino fakticheskaia
propaganda, significando el adjetivo por los hechos, como tambiéén Bakunin escribióó
en 1870 propagar nuestros principios por los hechos (manuscrito que quedóó entonces
inéédito). Esa palabra tan terrible para los antisocialistas, la propaganda por el hecho,
no es máás peligrosa que decir dar el ejemplo o emplear uno de los otros téérminos
numerosos, por los cuales en todas las lenguas se expresa que los hechos son máás
poderosos que las palabras.
El congreso de Verviers (septiembre de 1877) no fue máás que una cita antes del
congreso llamado mundial de Gante, donde autoritarios y antiautoritarios juntos una vez
todavíía, pero frííamente,`como enemigos, y sin que pudiera establecerse un modus
vivendi cualquiera. De parte de la Federacióón españñola estaban en ese congreso
Viññas y Morago.
Antes de su viaje a Béélgica, a La Chaux-de-Fonds (Jura) los miembros de la Alianza
internacional y Kropotkin se habíían concertado para reorganizar su intimidad
revolucionaria, la antigua fraternidad de 1864. Kropotkin fue nombrado su secretario
corresponsal, y se convino que cada paíís seríía autóónomo en tááctica, y que se
corresponderíía entre los miembros, y el secretario envióó cartas que pasaban de uno a
otro, agregando cada cual su opinióón. Hay lugar para pensar que esos hombres fueron
Guillaume,`Schwitzguéébel, Pindy, Paul`Brousse, Costa, Viññas, Morago, Kropotkin y los
prisioneros de entonces en Italia, Cafiero y Malatesta, aliados desde 1872 eran
74
igualmente de ese grupo, cuyo funcionamiento se ve por algunas cartas cnservadas
de 1879, 1880,1881; pero la gran parte de sus trabajos permanece desconocida y
puede considerarse perdida. Con la marcha de Malatesta de Londres en el verano de
1882 o la prisióón de Kropotkin hasta 1886, en diciembre del mismo añño, la cohesióón
entre militantes se ha extinguido probablemente. Pero siempre,`cuando Malatesta, o
Kropotkin y Guillaume se han encontrado, han debido sentir que les ligaban esos lazos.
Con Malatesta el 22 de julio de 1932 ha muerto, pues, el úúltimo del grupo ííntimo
fundado por Bakunin en 1864.
Le Réévoltéé (aparecido el 22 de febrero de 1879) fue considerado el óórgano
internacional de ese grupo y debíía a ello una parte de su prestigio. El resto lo debíía al
talento de Kropotkin, que en 1880, en los primeros meses, se aproximóó mucho a Eliseo
Reclúús, se pronuncio la primera vez enéérgicamente por el anarquismo directo,
inmediato en el momento de la revolucióón social en La Comune de Paríís (Réévoltéé,
20 de marzo; un capíítulo de Palabras de un rebelde, 1885). Hay motivo para creer que
esa declaracióón fue causada por la actitud de Brousse, que entonces habíía salido de la
intimidad revolucionaria y que precisóó su nuevo punto de vista casi al mismo tiempo
en Le Travail (Londres), abril de 1880.
Kropotkin se entendióó luego con Dumartheray y Herzig del grupo de Ginebra,
despuéés con Reclus y Cafiero - probablemente entre julio y septiembre de 1880 - para
proponer a la Federacióón jurasiana en su congreso (9 y 10 de octubre) la aceptacióón
del comunismo anarquista, lo que asíí se hizo. Schwitzguéébel habíía resumido las ideas
colectivas en su Programme socialiste hGinebra, 1880, 32 p. en 8o) Cafiero pronuncióó
el discurso Anarquíía y comunismo (Le Réévoltéé, 13 - 27 de noviembre de 1880;
publicado a menudo en folleto); Kropotkin y Reclus abogan en grandes discursos por la
idea anarquista comunista y el congreso la adoptóó. Tambiéén Schwitzguéébel y Pindy
se declaran comunistas, pero desaconsejan la adopcióón de esa palabra, que los
trabajadores suizos y franceses comprendíían mal y no queríían mucho. Esa misma
objecióón podíía ser hecha contra la palabra anarquista y a eso corresponde el empleo
del téérmino comunismo libertario en el congreso regional francéés, en el Havre (16 -
22 de noviembre de 1880). El téérmino comunista anarquista se difundióó pronto en
Francia; un mural de enero de 1881 dice: Comunismo libertario o anarquista.
Esta concepcióón, incipiente en 1876, continuada por los italianos primero, por su uso
en Suiza, Francia, Béélgica a partir de 1880 se hizo universal para esos paííses.

Capítulo 11
Anarquistas y socialistas revolucionarios. Pedro Kropotkin. Eliseo
Reclus. El comunismo anarquista en Francia en los añños 1877 a
1894.
Hubo, pues, hacia 1880, tres concepciones anarquistas en plena vida, la colectivista en
Españña, donde la Internacional, al volver a la vida púública como Federacióón de
Trabajadores de la Repúública Españñola, la proclamóó como el credo social de 300 a
40,000 trabajadores organizados en 1881 - 82, con óórganos como Revista social
(1881), Acracia (1886), El Productor (1887) y tantos otros; la comunista que se difundíía
en Francia, Italia, Béélgica, Suiza, Inglaterra, etc., con óórganos como Le Revoltéé,
Freedom (1886), etc., - y la mutualista - individualista en los Estadow Unidos, con
óórganos como Liberty (1881) y otros.
Hacia la misma éépoci hubo un concurso de agitaciones agrarias (Irlanda, Andalucíía) ,
de terrorismo políítico (nihilismo ruso; zaricidio), de agitaciones obreras violentas
75
(Monceau-les-Mi~es en Francia, 1882, etc.) y algunos actos de venganza social.
Tambiéén la vuelta de los comuneros despuéés de la amnistíía de 1880 (Louise Michel,
ahora oradora anarquista), de persecuciones muy duras contra socialistas y
anarquistas, en Alemania, en Italia, incluso un despertar políítico y social próóximo el
momento de una tormenta revolucionaria general con tendencias socialmente
destructivas; porque se estaba muy impresionado por esa masa de hechos vehementes
despuéés de un decenio bastante tranquilo.
Ademáás, Blanqui parecíía represuntar entonces una gran fuerza socialista autoritaria
revolucionaria, pero murióó afines de 1880. En cambio los comuneros de regreso y los
trabajadores franceses que llegaban de nuevo al socialismo, se dejaban absorber por el
socialismo políítico y municipal, electoral uno y otro, y los blanquistas se mostraban
incapaces de todo despuéés de la muerte de Blanqui. La socialdemocracia alemana,
excluida de la vida púública y perseguida desde el otoñño de 1878, produjo una
protesta socialista revolucionaria en 1879, 1880, 1881 (Johan Most), pero la gran
mayoríía de ese partido fue inaccesible a una aceptacióón de su tááctica, y sóólo los
que en 1881, 1882 se hicieron anarquistas (como algunos lo habíían hecho ya en 1876,
1877, 1878) fueron grupos e individuos intransigentes; los otros quedaron fieles al
reformismo electoral.
Esas tendencias de las grandes masas obreras a hacer sóólo un míínimo de esfuerzo,
regimentáándose en partidos donde la labor activa fue hecha por los militantes y los
jefes, esa inercia fue máás fuerte que el despertar revolucionario que, considerado de
cerca, era producto de situaciones muy agravadas localmente y de la energíía de
individuos. Esos dos factores son parcialmente incluso accidentalmente repartidos,
mientras que la inercia, el míínimo de esfuerzo, la sumisióón a los jefes,`son
universales. En todo caso, los socialistas revolucionarios y los anarquistas de esos
añños se vieron bien pronto mucho máás aislados de lo que habíían creíído estar, yeso
produjo entre ellos mismos, sea actos de combate social encarnizado y a veces feroz
(sobre todo en Alemania y en Austria), sea un cierto desprecio de la estupidez de las
masas, una vida feroz de combatividad social individual, y sobre este úúltimo terreno,
unos se aproximaron al heroíísmo, muchos otros a la vulgaridad, a una vida de
acomodo ni obrera ni burguesa, que quitaba peso moral a lo que decíían; todo eso se
vio sobre todo en Paríís, y tambiéén entre los italianos fuera de su paíís.
Cincuenta añños despuéés, se puede admitir que fue un perííodo de exaltacióón
heroica, pero que ha producido ese aislamiento de la Anarquíía de la opinióón moderna
que dura todavíía. La idea máás en vista en los grandes congresos de la Internacional,
la idea que se admiraba y aclamaba en los acusados de los grandes procesos italianos
de Florencia, Trani, Bolonia (1875 - 1876), la idea que habíía producido esa triple flor de
concepciones inteligentemente diferenciadas que hemos mencionado al comienzo del
capíítulo, esa idea no teníía necesidad de manifestarse por acciones de un tipo cuyo
alcance social e ideal exigíía a menudo interpretaciones muy sutiies. Sobre todo,
acciones que no habríían debido ocupar durante algúún tiempo el puesto de la máás
importante,`casi úúnica entre las actividades anarquistas. Se comprenden todas,
reaccionan muy a menudo contra las crueldades y fueron actos de venganza justiciera.
Lo que me causa pena es que muchos creyeron entonces que era lo úúnico que se
podíía hacer y que se despertaríía, se provocaríía asíí la revuelta social general. y la
opinióón púública fue inducida y se habituóó a creer que eso era lo úúnico que sabíían
hacer los anarquistas. De esa manera, justamente en el momento en que, en ideas, las
tres concepciones florecíían, la Anarquíía fue relegada de la discusióón púública y
restringida a un estado de espííritu de algunos, que no podíía manifestarse máás que
por la violencia absoluta en palabras y en hechos.
76
Esta fase fue determinada por la reaccióón contra los tráánsfugas que se pasaron al
parlamentarismo, los Andrea Costa y Paul Brousse, por la indignacióón contra la`caíída
del socialismo autoritario en la`caza de las actas de diputados, por el ejemplo de
rigorismo y de sacrííficio dado entonces por los nihilistas rusos. Fue determinada,
ademáás, por la entrada entre los anarquistas de muchos socialistas revolucionarios,
antiguos blanquistas franceses y socialdemóócratas alemanes que fueron atraíídos ante
todo por el caráácter de rebeldes integrales de los anarquistas, y que por su rigorismo,
fenóómeno autoritario, hicieron entumecer, inmovilizarse, estacionarse y dogmatizarse
el pensamiento libertario.
La propaganda que hizo Johann Most en su Freiheit, la de los parisienses en la
Revolution sociale (1880 - 81), el congreso socialista internacional de Londres (julio de
1881), las reuniones púúblicas en Paríís en esos añños, las actividades terroristas en
Alemania y en Austria de entonces, etc., muestran lo que seññalo aquíí como
unilateralidades. Se queríía hacer organizacióón en el congreso de Londres; pero al
mismo tiempo, casi todos se habríían creíído tachados de autoritarismo si hubieran
creado una organizacióón real; se hizo una, que era casi nula en lazos y en
cooperacióón, y quéé bien pronto quedo nula en la prááctica. Todo eso no correspondíía
a las ideas de Malatesta ni a las de Kropotkin; pero eran ympotentes contra la ola de
amorfíía que reclamóó lo ilimitado en comunismo, transformáándolo en individualismo
arbitrario, y en nada en organizacióón.
Habíía en esos mismos añños varios grandes movimientos, los máás grandes que
habíían existido fuera de Españña, y máás grandes relativamente que los que han
existido despuéés. Fueron en Francia el movimiento del Suroeste, regióón de Lyon,
apoyado mucho por Kropotkin (1881 - 82); en Inglaterra, el socialismo, incipiente
antiparlamentario y bien pronto en parte netamente anarquista de los añños 1879 - 84,
aliáándose con el socialismo muy libertario de William Morris (Socialist League, 1884 -
1890); en Austria, el socialismo cada vez máás revolucionario y en parte anarquista, de
los añños 1880 - 84, que entonces fue aceptado por casi todo el Partido
Socialdemóócrata anterior; en los Estados Unidos, el anarquista colectivista de los
añños 1881 a 1886 (Johann Most, Albert Parsons; los anarquistas de Chicago ahorcados
el 11 de noviembre de 1887). Esos cuatro grandes movimientos, muestran que se
podíía interesar a una gran parte de los socialistas de toda una regióón en la
propaganda de nuestras ideas y agruparles eficazmente, tanto para las luchas
presentes como para la accióón colectiva que - se esperaba - iba a llegar pronto,
quizáás. Ocurrióó lo mismo con la Federacióón regional en Españña, cuyos congresos de
Barcelona (1881) y de Sevilla (septiembre de 1882) muestran un desarrollo púúblico tan
grande - delegados de 495 secciones en Sevilla -. Agreguemos todavíía el bello
movimiento de reorganizacióón internacional, que Malatesta hizo en Italia en 1883 -
1884, cuando publicóó La Questione sociale en Florencia. Todos esos grandes esfuerzos
no dieron una satisfaccióón completa a mucxos camaradas y grupos, que veíían ya
demasiada cohesióón, demasiado contacto con cuestiones práácticas del trabajo,
demasiado colectivismo o comunismo moderado, demasiados hombres destacados y
que podíían convertirse en jefes. Asíí, cuando todos esos movimientos coordinados
fueron rotos y paralizados por persecuciones, muy a menudo consecuencia de algúún
pacto impetuoso, no se les deploraba demasiado y no se volvióó a comenzar. Muchos se
sentíían máás cóómodos en un grupo de su eleccióón, entre ellos con un periodiquito
escrito por ellos, que en el ambiente mucho máás vasto de esos seis movimientos
mencionados. Los comunistas anarquistas españñoles combaten furiosamente a la
Federacióón regional y al colectivismo; Malatesta y Merlino son perseguidos como
archienemigos por los intransigenti italianos; Most y la Freiheit colectivista se
convierten en el centro de los odios de los comunistas de la Autonomic, y en todas
77
partes del grupo, que se cree máás avanzado, combate a aquellos anarquistas que
cree menos avanzados, y se aíísla asíí, cada vez máás, incluso entre los anarquistas }
ismos - fenóómeno que no es libertario ni solidarista en grado alguno, sino arbitrario y
egocééntrico -. Nadie pone en tela de juicio el ardor de propaganda de esos grupos,
pero se privan demasiado ellos mis}os de verdaderas esferas de accióón y de influencia
por su rigorismo.
Los militantes del pensamiento anarquista máás activos de esos añños, fueron
Kropotkin y Eliseo Reclus, Malatesta y Merlino, Johann Most, Antonio Pellicer Paraire y,
menos conocido, en Inglaterra, Joseph Lane, a los que hay que agregar a William Morris
de los añños 1884 - 1890, que nunca fue anarquista, pero ha sido una verdadera
potencia socialista libertaria.
He tratado de escribir ese perííodo en el libro alemáán Anarcxisten und
Sozialrevolutionääre, que comprende los añños 1880 a 1886 (Berlíín, Gilde freiheitlicher
Büücherfreunde, 1931, 409 páágs. in 8o).
Tres añños de prisióón (1883 - 1885); cuatro añños y medio de vida en la Argentina
(1885 - 89) de Kropotkin y Malatesta, respectivamente, interrumpen sus actividades, y
Eliseo Reclus y Merlino, en una cierta medida,`ocupan su puesto. Reclus teníía máás
tolerancia que Kropotkin; Merlino teníía menos que Malatesta. Uno y otro, indulgencia y
contradiccióón, hicieron crecer el estado de espííritu amorfo, la inclinacióón atomizante,
de que acabo de hablar, y esas concepciones, creyééndose las máás libertarias, por su
deseo de imponerse, se volvieron en realidad muy autoritarias, queriendo hacer la ley
en la Anarquíía, despreciando a todos los que no se elevaban hasta ellos y
combatiééndolos fanááticamente.
La obra críítica de Kropotkin (1842 - 1921) , sacada del Réévoltéé (1879 - 1882) , fue
reunida en Palabras de un rebelde (Paríís, X, 342 páágs. en 8o; de los úúltimos meses
de 1885; el prefacio de Reclus es de octubre). Habíía pensado y trabajado mucho en
prisióón, y despuéés de haber resumido sus ideas en su discurso pronunciado en Paríís:
La Anarquíía en la evolucióón socialista (Le Réévoltéé, del 28 de marzo al 9 de mayo de
1886), las elabora en una serie de artíículos del Réévoltéé y La Réévolte, comenzada el
14 de febrero de 1886, reunidos en el volumen La conquista del pan (Paríís, XV, 298
páágs., en 180; marzo de 1892) y en otra serie que corresponden a la situacióón en
Inglaterra, en Freedom (Londres). Las resume de manera muy elaborada en el
Ninetenth Century, la gran revista, en The Scientific Basis of Anarchry y en The Coming
Anarchy, en febrero y agosto de 1887.
Luego procede ala serie The Breakdown or our industrial system; The Coming Reign of
Plenty; The Industrial Village of the Future; Brain Work and Manual work; The small
industries of Britain (de abril de 1888 a marzo de 1890 y agosto de 1900) que forman
máás tarde el libro muy difundido, sobre todo en Inglaterra,`Fields, Factories and
Worksxops (Campos, fáábricas y talleres).
Entonces comienza la serie Mutual Aid, de septiembre de 1890 a junio de 1896 y el libro
Mutual Aid, a factor of evolution (El apoyo mutuo, un factor de la evolucióón) que habíía
de tener por coronacióón su ÉÉtica. Pero no ha podido dar de la éética máás que
esbozos incipientes en la conferencia pronunciada en 1888 o 1889, Justicia y moralidad,
que no fue publicada hasta 1921, y en La moral anarquista (La Réévolte) 1 de marzo a
16 de abril de 1890). Comenzóó la ÉÉtica por The Ethical Need of the Present Day y The
Morality of Nature (agosto de 1904; marzo de 1905), pero no completóó la parte
históórica máás que en 1920 (Ethika, tomo I, en ruso; Moscúú, 1922; 263, IV páágs en
8o) y dejóó para la parte que habríía presentado sus propias ideas, sóólo numerosos
borradores y notas.
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El texto máás importante para sus ideas, junto a esos grandes trabajos, me parece ser
Los tiempos nuevos (Conferencia dada en Londres), Paríís, La Réévolte, 1894, 63
páágs., 8o; tambiéén en Freedom, abril de 1893. Luego, L'Etat, son role historique
(1896), reunidos con otros escritos en La Science moderne et I' anarchie (Paríís, XI, 391
páágs. en 18o, marzo de 1913). Pero habríía que seguir sus colaboraciones
cronolóógicamente, sobre todo en el Réévoltéé hasta los Temps Nouveaux, en Freedom
y en algunos perióódicos anarquistas rusos, para comprender quéé influencia de
acontecimientos contemporááneos han obrado sobre sus apiniones y, de igual modo,
quéé actitud ha tomado frente a todos los acontecimentos que ha discutido tan a
menudo desde 1877 a 1921.
De ahíí se procederáá a sus trabajos históóricos y retrospectivos, su estudio sobre la
revolucióón francesa, comenzando en 1878, que culminóó en La Grande Réévolution.
1789 - 1793 (Paríís, 1909, VII, 479 pááginaw en 18o; traduccióón españñola de A.
Lorenzo) y sus memorias, Memoirs of a Revolutionist (Londres, 1899, XIV, 258 y 300
páágs. en 8o; Autor d'une Vie (Paríís, 1902, XX, 536 páágs. en 18o). Pero su
correspondencia, en gran parte inéédita, nos conserva mucho máás todavíía que las
memorias de su pensamiento ííntimo y de sus impresiones y planes de trabajo. Russian
literatura (Londres, 1905, VII, 341 pááginas) muestra su criterio estéético y In Russian
and French Prisions (Londres, 1887, IV, 387 páágs.) ayuda a apreciar sus memorias. La
gran serie, Recent Science, sus controversias con algunos hombres de ciencia,
etcéétera, nos hacen comprender mejor su Apoyo mutuo.
Si su obra permanece aun un torso por la falta de la ÉÉtica completa, se debe, en
primer lugar a la continuacióón de la grave enfermedad que le atacóó en el otoñño de
1901 y que disminuyóó en lo sucesivo su fuerza de trabajo. En segundo lugar otros
trabajos intervienen, de urgencia a causa de la situacióón - las actividades rusas
despuéés de las revoluciones de 1905 y 1917, etc.- y en tercer lugar la gran poléémica
con algunos darwinistas, por el lamarckismo (en Nineteenth Century) que pertenece
tanto a la Mutual Aid como a la ÉÉtica: fue necesaria, descartando obstructiciones,
antes de continuar la ÉÉtica comenzada por los artíículos de 1904 y 1905. Todo eso se
hizo claro por su correspondencia inéédita y sus conversaciones conservadas y yo he
utilizado mucho de esos materiales en los volúúmenes, inééditos todavíía, de esta
historia.
La obra de Kropotkin es grande y variada; muestra a la vez muy grandes continuidades
y algunas variantes que se observan mirando de cerca. Las impresiones vivas de
setenta añños vibraban en éél, y su cerebro y sus nervios estuvieron en actividad
incesante tan intensa como los de pocos hombres. Para míí, resultado de ello y de mis
impresiones personales sobre éél, que las ideas anarquistas de Kropotkin, a partir de su
actividad independiente (Ginebra, 1879) y sobre todo de sus añños de prisióón y de
vida de estudio en Harrow (1883 - 1892) son un producto extraordinariamente personal,
que reproduce en el máás alto grado la esencia de su propio ser y un núúmero de
impresiones muy fuertes recibidas por éél. Su comunismo es el que éél mismo habríía
practicado, tomando poco y dando mucho. El cerco de Paríís, la Comuna, la situacióón
agraria en Inglaterra, las guerras que preveíía constantemente, la rica naturaleza que
atravesóó entre la Siberia oriental y China, todo eso y muchas otras impresiones se
reflejan en sus ideas anarquistas, como la revolucióón rusa y la revolucióón francesa se
esclarecen recííprocamente en su concepcióón de esas dos grandes éépocas bien
diferenciadas. No podíía hacer de otro modo, como un verdadero poeta da lo que estáá
en éél; y no dudo del valor de su obra como produccióón individual. Sóólo que por eso
mismo esa obra no tiene ese caráácter de teoríía general y permanente que se le ha
atribuido con frecuencia, sober todo en esos veinticinco añños antes de 1914, cuando
muchos han creíído que se poseíía ahora un sistema anarquista definitivo e irrefutable.
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No se poseíía máás que lo mejor que un hombre muy inteligente y muy abnegado,
pero excepcionalmente impresionable y subjetivo, habíía dado al reproducir su propio
ser, con la mayor sinceridad.
Eliseo Reclus (1830 - 1905), el geóógrafo, no se ha entregado tan exclusivamente a la
propaganda anarquista como muchos otros, sobre todo trabajadores a quienes su oficio
no absorbíía y para quienes la propaganda fue una dicha de las horas de ocio y el
pensamiento acariciado durante un trabajo monóótono. Era feliz porque su trabajo
intelectual no sóólo era interesante, sino que podíía compenetrarlo de su pensamiento
libertario ííntimo, y asíí ha producido obras a la vez competentes como tales y que
llevan su sello personal de artista en bella ejecucióón literaria y de pensador libertario y
humanitario. La Nouvelle Gééographie Universelle. La Terre et les Hommes (Paríís, 1876
- 1894, 19 volúúmenes) siguióó a La Terre. Description des Phenomenes de la vie du
globe de 1868 a 1869 (2 vol.) y fue seguida de L'Homme et la Terre (1905 - 1906; 6
volúúmenes), un gran conjunto cuya tercera parte, sobre el hombre,`su historia, las
instituciones que ha creado y su desarrollo sucesivo con vistazos sobre el porvenir se
convirtióó cada vezàmáás en una aplicacióón de la críítica, de la observacióón y de la
anticipacióón anarquistas a la vida social de los hombres. Tales trabajos y tantos otros
enseññan a su autor la serenidad del trabajo cientíífico, las grandes perspectivas, la
amplitud de miras, y el anarquismo de Reclus refleja todas esas cualidades. Es ilimitado
en esperanzas y en posibilidades, como lo son la confianza y la fe en los progresos de la
ciencia. Sabe valorar lo que es pequeñño o grande y dejar a un lado las estrecheces y
las desviaciones, sin descuidar por eso el detalle, pero poniendo las cosas en su propio
lugar. Estáá inspirado por una gran bondad y rectitud personal, firme, pero modesta. La
máás bella expresióón de sus ideas es L'Evolution, la Réévolution et l'Ideal anarchique
(Paríís, 296 páágs. en 18o; noviembre de 1897), la úúltima versióón de Evolution et
Réévolution, folleto revisado en 1890 (Paríís, 1891, 62 páágs. en 16o), una conferencia
publicada primero en La Réévolte del 21 de febrero de 1880 y en pequeñño folleto
(Ginebra, 1880, 25 pááginas en 16o).
Despuéés de su discurso de Lausana en marzo de 1876, Reclus, absorbido por la
geografíía, cuyos volúúmenes anuales exigíían un trabajo regular, estudios y viajes, da
un poco máás de tiempo a la propaganda (conferencias) y se interesa sobre todo por la
revista Le Travailleur (Ginebra, 1877 - 78) donde sostiene la idea anarquista
(escribiendo an-arquista en el Programa; abril de 1877), y se encuentra pronto obligado
a defenderla contra las objeciones comunalistas y otras. De ahíí los artíículos L '
Evolution léégale et l'anarchie y A propos d'anarchie henero-marzo de 1878). Esas
discusiones le inducen a proponer al congreso jurasiano celebrado en Fribourg en
agosto que se examinen las preguntas: ¿¿Por quéé somos revolucionarios? ¿¿Por quéé
somos anarquistas? ¿¿Por quéé colectivistas?, y envíía su propia respuesta, publicada
en L'AvantmGarde (Chaux-de-Fonds) del 12 de agosto lde 1878.
Se sabe ahora, por las cartas de Kropotkin a Paul Robin, que entre éél, de su parte, y
Reclus en 1877 y en 1878 no habíía relaciones de propaganda; y hasta en ideas se han
conocido poco el uno al otro entonces. Kropotkin, amigo de Guillaume y de Brousse,
rigorista, tomaba a Reclus por un moderado. Sóólo en los primeros meses de 1880 se
han conocido verdaderamente y entendido bien despuéés. Del prefacio de Reclus a La
conquista del pan (1892) citóó estos`pasajes:
Sin embargo, la recuperacióón de las posesiones humanas, la expropiacióón, en una
palabra, no puede realizarse máás que por el comunismo anáárquico: es preciso
destruir el Gobierno, desgarrar sus leyes, repudiar su moral, ignorar sus agentes y
ponerse a la obra segúún la propia iniciativa y agrupáándose segúún sus afinidades, sus
intereses, su ideal, y la naturaleza de los trabajos emprendidos (...) Es despuéés de esa
caíída del Estado que los grupos de trabajadores emancipados podráán entregarse a las
80
ocupaciones atractivas de la labor libremente; elegida y proceder cientííficamente al
cultivo del suelo y a la produccióón industrial, mezclada con recreos dados al estudio o
al placer. Las pááginas del libro que tratan de los trabajos agríícolas ofrecen un interéés
capital, porque relatan hechos que la prááctica ha controlado ya y que es fáácil aplicar
en todas partes en gran escala, en provecho de todos (...) profesamos una fe nueva, y
cuando esa fe, que es al mismo tiempo la ciencia, se haya convertido en fe de todos los
que buscan la verdad, tomaráá cuerpo en el mundo de las realizaciones, porque la
primera de las leyes históóricas es que la sociedad`se modela en su ideal.
Ciertamente, la inminente revolucióón, por importante que pueda ser en el desarrollo
de la humanidad, no diferiráá de las revoluciones anteriores al dar un salto brusco: la
naturaleza no lo da. Pero se puede decir que, por mil fenóómenos, por mil
modificaciones profundas, la sociedad anarquista estáá ya desde hace largo tiempo en
pleno crecimiento. Se muestra en todas partes donde el pensamiento libre se
desprende de la letra del dogma, en todas partes donde el genio del buscador ignora
las viejas fóórmulas, donde la voluntad humana se manifiesta en acciones
independientes, en todas partes donde hombres sinceros, rebeldes a toda disciplina
ympuesta, se unen voluntariamente para instruirse unos a otros y reconquistar juntos,
sin amo, su parte en la vida y en la satisfaccióón integral de sus necesidades. Todo eso
es la anarquíía, incluso cuando se ignora, y cada vez máás llega a conocerse. ¡¡Cóómo
no habríía de triunfar, si tiene su ideal y la audacia de su voluntad!
No entraréé aquíí en ningúún detalle de la vida de Reclus, que se puede conocer
ííntimamente por sus recuerdos sobre su hermano, Elíías Reclus, (1827 - 1904 Paríís, 32
páágs.; 1905) y por su Correspondance (3 v. Paríís, 1911 - 1925). He relatado su vida en
Eliséée Reclus. Anarchist und Gelehrter0(1830 - 1905), Berlíín, Der Syndikalist, 1928,
344 páágs.; trad. españñola aumentada, Eliseo Reclus. La vida de un sabio justo y
rebelde (Barcelona, 1928, Bca. de La Revista Blanca, 2 vol., 294, 312 páágs.). Una
hermosa coleccióón de testimonios de muchos amigos de los hermanos Reclus fue
publicada en 1927 por Joseph Ishill - el libro Eliséée and Elie Reclus - inmemoriam
(Berkeley Heights. New Jersey).
En Francia todo lo que habíía habido de concepciones sea proudhonianas sea
colectivistas, hasta 1870, en el mundo trabajador,`se habíía confundido con la memoria
de la Comuna para los socialistas y una pequeñña propaganda secreta - nunca
extinguida gracias a las relaciones de los jurasianos, de los lyoneses en Ginebra, de
Brousse en Berna, etc. - se hizo a partir de 1876, sobre todo en 1877 (por el perióódico
L'Avantgarde y la revista Le Travailleur) y en 1878, cuando Costa y Kropotkin, en Paríís
mismo, operaban en el pequeñño ambiente de los simpatizantes. Si entonces se
llamaban todavíía colectivistas, precisamente los que hicieron esa propaganda eran`ya
comu~istas, y cuando, despuéés de la disgregacióón de esos grupos por el arresto de
Costa, la marcha de Kropotkin, etc., en 1878, se volvióó a la reagrupacióón en 1879,
esta vez no en secciones de una Internacional que no existíía sino nominalmente, sino
en grupos autóónomos, en esos grupos que leíían el Réévoltéé habíía comunistas
italianos como Cafiero y Malatesta y otros como Tcherkesoff, y no se volvióó a tratar del
colectivismo, segúún lo que sabemos. Esta idea no teníía ningúún intéérprete de marca,
y pasóó erróóneamente, como superada,`refutada, vencida, en una palabra, como
retróógrada. Su pasado y su existencia bien sóólida en Españña eran desconocidos a los
que, desde 1880, formaban los grupos franceses; fueron socialistas de toda
procedencia, testigos o militantes del despertar social en Francia desde 1876 -
rechazando el estatismo y la políítica electoral guesdistas; el moderantismo de los
sindicatos de entonces, el barberetismo; preparados algunos por el federalismo y el
comunalismo; varios llegando directamente del blanquismo ultra-autoritario, viendo
despuéés de la muerte de Blanqui la salvacióón revolucionaria úúnicamente en la
81
anarquíía. Sin duda tambiéén los anarquistas colectivistas de 1868, 1869, etc. no eran
hojas blancas, anarquistas natos (como hay siempre algunos); pero la procedencie de
los anarquistas franceses de los añños 1879 a 1885 era verdaderamente poco
homogéénea -, tan poco, por ejemplo, como la de los sindicalistas revolucionarios
quince añños máás tarde. La tradicióón estaba ausente, o máás bien lo que era del
pasado se creíía fuera de moda y que no merecíía la atencióón. La corriente dominante
era ir hasta el fin en teoríía, anarquíía y comunismo, y en la prááctica, no organizacióón
y vida libre. Con eso un inmenso ardor de propaganda, y en la gran ciudad de Paríís y
en los centros de provincia habíía naturalmente un considerable gran núúmero de
hombres atraíídos por ese ambiente de vida libre ilimitada y asíí se llenaron los grupos y
fueron numerosos. Pero con algunas excepciones, no se comprendióó que el núúmero
de esos espííritus ansiosos a quienes se atraíía fáácilmente, esa primera cosecha, era
limitada, y que, si se habíía formado un amplio medio de vida sin trabas para los
anarquistas,`se habíía hecho al precio de un aislamiento bastante grande del pueblo
mismo, que, como se diríía, asistíía al espectááculo, pero se cuido bien de no participar
en éél. Peor aun el pueblo se dejaba cautIvar por los socialistas autontanos, que no le
exijen un esfuerzo intelectual y revolucionario, sino solamente su voto, es decir abdicar
en sus manos de nuevos amos, y las esperanzas que se teníían durante la Internacional
y que los libertaryos de los movimientos máás arriba descritos de esos añños (en Italia,
Españña, Austria, Inglaterra, Estados Unidos y tambiéén en el Suroeste de Francia)
teníían aúún, fueron frustradas para Paríís y Francia en general: habíía allíí la máás bella
vida en grupos aislados, pero no se teníía verdadero contacto con los intereses del
pueblo.
Sin duda no han faltado esfuerzos en esta úúltima direccióón, y la vida anarquista ha
prosperado, probablemente, máás ampliamente sin contacto con cuestiones práácticas,
en plena libertad de críítica pura y de manifestaciones individuales y fue desde ese
punto de vista un perííodo úúnico. Muchas bellas flores, sin que hubiese gran
preocupacióón por los frutos; una decena de añños de presentacióón ideal y estéética,
no utilitaria de nuestras ideas. Ha dejado su impresióón sobre el espííritu del mundo, y
sus úúltimos rayos nos iluminan todavíía. Pone de relieve para míí el hecho que la
anarquíía es una enseññanza humana, la gráán luz hacia la cual toda la humanidad
busca un camino al salir de las tinieblas autoritarias, y no solamente la solucióón
econóómica de la miseria del pueblo explotado.
Kropotkin se dedicóó a esa propaganda, desde 1879 a 1882 y desde 1886 en adelante;
Reclus tomóó su puesto cuando Kropotkin fue expulsado de Suiza (Reclus vivióó en
Clarens hasta 1890) desde 1882 a 1885.
Le Réévoltéé, atendido por Herzig despuéés de Kropotkin, lo fue a partir de 1884 por
Jean Grave (nacido en 1854): el perióódico aparecióó en Paríís desde abril de 1885
hasta marzo de 1894, llamado desde noviembre de 1887 La Réévoltéé.
Grave, del grupo de rue Pascal de 1879, habíía tratado pronto de establecer relaciones
entre los grupos; al fin, el perióódico se convirtióó en ese lazo voluntariamente
aceptado por muchos, no reconocido por otros. Grave mismo sostuvo en numerosas
exposiciones un anarquismo cmunista de manera sencilla, plausible, que quizáás
descarta demasiado sumariamente las dificultades y los obstááculos para ser
enteramente persuasivo. Sin embargo,`sus escritos fueron el alimento elemental de la
propaganda francesa e internacional. Mencionemos los máás conocidos: La Societéé au
lendemain de la Réévolution (1882, 32 páágs.), agrandada en 1889 y convertida en
1893 en La Societéé mourante et l'anarchie (298 páágs.); Láá Sociéétéé future (1895,
414 páágs.); l'lndividu et la Sociéétéé (1897, 307 páágs.); L'Anarchie. Son but, ses }
oyens (1899, 332 páágs.); Rééformes, Réévolution (1910, 363 páágs.); una pequeñña
82
utopíía Terre Libre (Les Pionniers), 1908, 199 páágs., - una novela del ambiente
anarquista parisiéén, Malfaiteurs (1903, 311 páágs.) y una coleccióón de recuerdos Le
mouvement libertaire sous la troisieme Réépublique (Paríís, 1930, 317 páágs.). A esto
se habríía agregado una nueva coleccióón de artíículos sobre las deformaciones y
desviaciones de la idea anarquista si en ocasióón de la guerra los Temps Nouveaux no
hubieran cesado de publicarse. Se encuentra el pensamiento ulterior de Grave en un
núúmero de artíículos de la Revista Blanca, del Suplemento de Buenos Aires y de sus
pequeñños cuadernos, que sigue publicando.
El programa del momento, en que no se ha de hablar sóólo de anarquíía entre
anarquistas, sino que hay que dirigirse al pueblo mismo, fue atacado con
determinacióón y abnegacióón indescriptible por Louise Michel (1883-1905), que dio
desde su vuelta de la deportacióón en 1880 un gran vuelo a las reuniones anarquistas.
Otro militante experimentado, Emile Digeon, del movimiento comunalista de 1871 (en
Narbona) puso tambiéén su inteligencia prááctica en la obra, habiendo llegado a
concepciones anarquistas muy claras. Louise Michel en 1880 - 82 se encontraba en ese
ambiente de la Réévolution sociale (perióódico de 1880 - 81) y de los jóóvenes oradores
como Emile Gautier. El joven Emile Pouget (1860-1931), que debíía un fondo sóólido de
críítica social al viejo Digeon y que teníía siempre presentes las reivindicaciones
directas de los trabajadores y la gran revolucióón social popular directa, hizo lo posible
por crear entonces ya un sindicalismo de accióón directa de alto tono, como escribióó
tambiéén el primer folleto de antimilitarismo revolucionario A l'Arméée; (1883). Otros
ebanistas sobre todo, pertenecieron a esos primeros sindicatos, militando rudamente en
ellos camaradas como Tortelier, Guéérineau, Thééophile Meunier, etc. En ocasióón de la
manifestacióón de los sin trabajo del 9 de marzo de 1883, Pouget, Louise Michel y otros
son arrestados y los dos nombrados quedan en la cáárcel hasta enero de 1886.
Despuéés Pouget, por el çça ira de 1888 y sobre todo por Pere Peinard (de febrero de
1889, a febrero de 1894; continuando de otras formas hasta abril de 1900), hace del
perióódico anarquista que máás se acercóó al sentimiento popular y, aun estando al díía
en ideas y supremamente inteligente en críítica políítica y social, ese perióódico
recuerda los grandes óórganos de la revolucióón francesa. En efecto, Pouget se habríía
convertido en el Marat de la anarquíía y con Marat, Blanqui, Proudhon y Varlin lo
considero como la cabeza máás inteligente del socialismo francéés, uno de los raros
hombres que queríía verdaderamente la revolusióón popular, la ruptura de las cadenas
que lleva el pueblo y el aplastamiento de sus torturadores. No lo preconizo como uno de
los primeros libertarios; aprecióó la anarquíía como la mayor fuerza destructiva que
hallóó desde 1880 a 1894 y creyóó ver luego una fuerza destructiva y tal vez
constructiva máás actual en el sindicalismo de los añños 1895 a 1908. La culpa no
estáá en la falta de esfuerzo de Pouget, si los anarquistas mismos no supieron constituir
tal fuerza en los quince añños de 1880 a 1894, cuando teníían una amplitud de accióón
en Francia que no tuvieron despuéés.
La anarquíía francesa tuvo uno de los máás bellos oradores y propagandistas
inteligentes en Séébastien Faure (nacido en 1857), cuyas ideas generales se ven en La
Doleur universelle. Philosophie libertaire (1895 XII, 396 pgs.) en la utopíía Mon
communisme (Mi comunismo. La felicidad universal, La Protesta, 1922, 434 páágs.) y
otra edicióón de Véértice de Barcelona en 1929, inéédita ilustrada y en tantos folletos y
artíículos, sobre todo en Le Libertaire, que aparecióó desde noviembre de 1895. En
otros tiempos su anarquismo muy persuasivo no me parecióó salir de las grandes
lííneas convenidas; desde las pruebas de la guerra y despuéés, se ha vuelto máás
críítico y original, como se veráá en La Synthese anarehiste (Limoges, 1928, 16 páágs.
16o) y en el espííritu que inspira la gran Encyclopéédie anarchiste cuya parte teóórica,
comenzaba en 1926, estáá casi terminada en 1935.
83
El elemento romáántico me parece representado por Charles Malato (nacido en 1857),
educado en un ambiente republicano socialista y comunista, que se acercóó a la
anarquíía a partir de 1885, militando enseguida muy activamente. La Philosophie de
l'Anarchie (1889; 141 páágs.), Réévolution chréétienne et Réévolution sociale (1891;
289 páágs.) son sus libros serios. en otros libros da una nota alegre, como en Prison fin-
de-siéécle. Souvenirs de Péélagie (avec Ernest Géégout, 1891) ; De la Commune a
l'Anarchie (1894) y Les Jvyeusetéés de l ´Exil (1896). Malato ha defendido a menudo la
anarquíía abiertamente como batallador, pero le ha faltado un verdadero campo para
sus capacidades, como por ejemplo un gran perióódico independiente. Ha insistido
mucho sobre el elemento racial, como antes Bakunin, criterio que felizmente habíía
perdido de vista todo el movimiento francéés de ese perííodo.
En la segunda edicióón de Philosophie de I'Anarchie, revisada (Paríís, 1897), Malato
escribe: En cuanto a la toma del montóón preconizada por Kropotkin, es decir, a echar
mano indistintamente a los productos, la vemos como un expediente revolucionario
durante una lucha de algunos díías, y máás tarde sóólo como una consecuencia de la
superabundancia en la produccióón ..., lo que corresponde a las ideas de Malatesta,
Merlino, etc.
En ese ambiente crecióó tambiéén la rebelióón social directa, manifestáándose
individualmente porque la rebelióón colectiva tardaba en venir y no ha venido aun casi
cincuenta añños máás tarde. Habíía hombres serios a quienes el déébrouillage y el
pequeñño ilegalismo no daba una satisfaccióón. Fueron ante todo Clement Duval y
Vittorio Pini, que atrajeron la atencióón`general y mucho respeto por su actitud altiva
ante los tribunales y su desinteréés personal. Hubo actos de protesta, primero por
Charles Gallo,`en la Bolsa (1886); accióón contra los propietarios (Ios desahucios),
contra las oficinas de colocacióón; la Liga de los Antipatriotas; en suma una cantidad de
afirmaciones contra la autoridad y la propiedad que, sin embargo, no fueron bastante
poderosas y numerosas para arrastrar verdaderamente al pueblo y que, en esas
condiciones, tuvieron máás bien por resultado separar a los anarquistas del pueblo, que
queríía y no podíía seguirles en todos esos caminos.
Entonces sobrevino un cierto dogmatismo de proyecciones autoritarias, que hizo de
esas especializaciones una teoríía, y proclamóó el desprecio de esos anarquistas que no
fueron de la misma opinióón. Hubo el perííodo de la exaltacióón del robo entre
camaradas incluso. Kropotkin, por la Moral anarquista (1890), y Merlino reaccionaron
máás directamente contra esas concepciones; Reclus, personalmente tan lejano de
ellas,`se abstuvo de criticarlas. El que firmóó primeramente N ´importu qui (Antonie,
muerto en 1929), fue durante largos añños el defensor libertario máás persuasivo del
ilegalismo. Merlino, en Néécessitéé et Bases d'une Entente (Bruselas, primavera de
9892) pidióó una separacióón clara. Otra solucióón fue presentada en el mismo
momento por Ravachol que tal vez afectado por crííticas muy duras, de ilegalista se
convirtióó en justiciero tratando de vengar a los camaradas martirizados en 1891, y que
fue pronto llevado a la muerte, el primero de los anarquistas muertos en Francia; en
Españña se habíía ahorcado a los condenados de la Mano negra, en 1884, y antes a
Moncasi y a Otero que habíían tratado de matar al Rey.
Todos los actos de violencia de Ravachol a Sante Caserio, (1892 - 1894), fueron o la
repercusióón directa de crueldades gubernamentales, o actos de guerra social directa, y
fueron comprendidos asíí por la opinióón púública. Llevaron a persecuciones segÚÚn el
principio de la responsabilidad colectiva que reemplazan tan pronto a la legalidad que
se nos ensalza tanto como arraigada, inquebrantable y eterna.
Como Ravachol, otros ilegalistas han sabido obrar con un sentimiento eminentemente
social; si no corríían el riesgo de deslizarse tanto fuera de los movimientos como se
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ponen voluntariamente al margen de la sociedad presente que cada`cual abandona
en cuanto puede. Malatesta dijo su opinióón entonces en Un peu de thééorie, artíículo
del Endehors (Paríís 21 de agosto de 1892); Emile Henry escribióó una respuesta.
Kropotkin me parece ser el autor de la Declaracióón, en La Réévolte del 18 de junio de
1892; vééase, ademáás, su Encare la morale (diciembre 1891).
Las ideas anarquistas fueron propuestas entonces con amplitud por Eliseo Reclus, en
sus escritos y personalmente (vivióó en los alrededores de Paríís entre 1890 y 1894).
Teníía relaciones con la juvuntud literaria y artíística, de la cual una parte profesaba
entonces ideas muy libertarias. La filosofíía de Jean-Marie Guyau (1854 - 1888) teníía un
undertone libertario y fue saludada por los jóóvenes anarquistas de la éépoca tanto
como Reclus y Kropotkin, cuyo ideal éético es el de Guyau. Mencionemos solamente
Esquisse d'une morale sans obligation ni sanclion (Paríís, 1885, 252 páágs.) y L'lrreligion
del'Avenir. Elude sociologique (1887, XXVIII, 480 páágs.). Mencionemos, ademáás, los
libros de Emile Leverdays (1835 a 1890), sobre todo las Assembléées parlantes (1883) y
de Leon Melchnikoff; recordemos las simpatíías expresadas a menudo por Madame
Séévéérine, Steilen, Octave Mirbeau, Laurent Tailhade. De esos jóóvenes autores, unos
han abandonado la Anarquíía, que profesaron altamente un cierto tiempo, como Paul
Adam, Adolphe Rettéé y mucxos otros; otros, aúún cuando atenuaron sus opiniones,
quedaron en ella,`como Bernard Lazare, Pierre Quillard, Maximilien Luce (el pintor).
Hubo muchas jóóvenes revistas, de las cuales una de las máás bellas fue la Revue
blanche (1891 - 1903), y hubo esa hoja extraordinaria de combate libertario, L'Endehors
(5 de mayo de 1891 - 19 de febrero de 1893), de Zo d'Axa (Alphonse Galland, 1864 -
1930), de un bríío memorable, de que le feuille (1897-1899) del mismo y su libro Le
Gran Trimard (1895) continua todavíía el reflejo.
La propaganda anarquista por libros, folletos, perióódicos, murales, canciones, dibujos,
fue inagotable; de los cancioneros, mencionemos Paul Paillette (Tablettes d'un Láázard)
y Gabriel Randon (Jehan Rictus, Les Soliloques du Pauvre, 1897). La comuna anarquista
de Montreuil fue un primer esfuerzo de reciprocidad voluntaria de servicios.
La crueldad de la legislacióón (las deportaciones a la Guyane) y la ferocidad particular
de procuradores, jueces y policíías, provocaron las represalias de 1892 a ÍÍ894, que
tuvieron por consecuencia las persecuciones colectivas, las leyes de excepcióón
llamadas lois scééléérates de 1893 y 1894. Asíí, en 1894, los militantes fueron forzados,
en gran núúmero, al destierro, en Londres, y Eliseo Reclus tambiéén dejóó entonces a
Francia para siempre, estableciééndose en Bruselas.
Durante ese perííodo, el comunismo anarquista habíía sido mil veces discutido en todos
sus aspectos, sin que, yo creo, se le hiciese una críítica en Francia. Habíía una voz
mutualista, el folleto L'Anarchie et la Réévolution, por Jacques Raux (Eugééne
Roussuau, 1889), y hubo, en noviembre de 1893, la críítica de Merlino, de la que
hablaréé máás adelante. Se conocióó tambiéén la opinióón de Tarrida del Marmol, que
rechazóó los calificativos econóómicos. En un sóólo óórgano de corta vida en Béélgica,
en 1890, La Rééforme sociale, máás tarde La Question sociale (Bruselas, Octave
Berger), se defendióó el anarquismo individualista de matiz norteamericanon
Individualismo en los óórganos franceses, queríía decir antiorganizacionismo y
comunismo sin el deber, o el impulso moral, de reciprocidad.
Nota del autor. Todo eso es un resumen ráápido de unos capíítulos de mis volúúmenes
históóricos, todavíía inééditos, el primero de los cuales (el cuarto de la serie) se
titularáá La primera floracióón de la anarquíía: los añños 1886-1894.

Capítulo 12
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El anarquismo comunista en Italia; su interpretacióón por
Malatesta y por Merlino (1876 - 1932)
En Italia, el comunismo anarquista de 1876, fue poco discutido en los añños de
persecucióón, que comienzan en la primavera de 1877. Covelli lo afirmóó, asíí como los
acusados del proceso de Benevento, y hubo una discusióón bastante extensa en La
Plebe, (Milano) en 1879, que no conozco. Cafiero afirmóó un comunismo exuberante en
el congreso jurasiano de 1880; ver tambiéén su serie Réévolution, en La Réévolution
sociale (Paríís) en 1881. De Cafiero tenemos, ademáás, el artíículo L' Action (Réévoltéé,
25 de diciembre de 1880) ; de Malatesta, el artíículo en el segundo Bulletin del congreso
de Londres (22 de junio de 1881) y la larga carta escrita por el grupo internacional
ííntimo, carta que he resumido en anarchisten und Sozialrevolutionüüre, pags. 228 -
230; la concepcióón de Cafiero es distinta (ver, páág. 231). Lo vemos todavíía en el
congreso de Londres (páágs. 202 - 223). Lo que escribióó despuéés, como en el Ilota, de
Pistoia, y el Risveglio, de Ancona, no me es conocido. Il Popolo, de Florencia, no pudo
ser publicado; sóólo La Questione sociale, que no puedo cnsultar ahora (22 de
diciembre de 1883, al 3 de agosto de 1884). Pero ha aparecido entonces Fra Contadini y
Programma e organizzazione della Associazione Internazionale dei Lavoratori, folleto de
64 páágs., en 16o, que contiene sus primeras expresiones sobre el anarquismo
comunista, que me son accesibles ahora. La carta de 1881, se ha traducido ahora en
Studi sociali (Montevideo, 1934); tambiéén el folleto conteniendo el programa de 1884,
ha sido reproducido allíí. Malatesta ha debido sufrir añños dolorosos, de 1879 a 1832,
cuando vio a Andrea Costa y a un núúmero de otros antiguos camaradas desfallecer y
cuando vio a Cafiero ensombrecer de un modo gradual y al fin perder la razóón
irremediablemente. Se repuso, y tomóó la iniciativa de 1883 - 1884, cuyas
consecuencias le hicieron abandonar Europa por largo tiempo.
Discute, en el Programma, de junio de 1884, el pro y el contra del colectivismo, y
declara el comunismo una solucióón máás amplia y máás consecuente, la úúnica que
corresponde al desenvolvimiento cmpleto del principio de solidaridad, pero presupone
un gran desarrollo moral de los hombres, etc., pasaje ya mencionado máás arriba, que
concluye en el comunismo allíí donde es posible y en el colectivismo transitorio donde
no hay abundancia. Piensa que en los primeros tiempos despuéés de la revolucióón,
bajo la influencia del entusiasmo y del íímpetu revolucionario, el colectivismo no
tendríía malas consecuencias, pero seríía preciso tratar de hacerlo desarrollar pronto
hacia el comunismo. Tambiéén en Fra Contadini, primera edicióón, septiembre de 1884,
prevéé que en algunas localidades habráá comunismo, en otras colectivismo u otra
cosa y, segúún la experiencia, se aceptaráá poco q poco el mismo sistema. Malatesta
comprende el comunismo, segúún Luigi Fabbri escribióó en 1925 ... como una líínea
directriz de la conducta, que se sigue voluntariamente, con todos los temperamentos y
excepciones que las condiciones y voluntad de los asociados mismos exijan y hagan
necesarios.
En toda la obra de Malatesta hallamos esa comprensióón, a la vez muy libertaria y muy
realista, de la diferenciacióón probable de los grados de comunismo, e incluso de un
colectivismo transitorio, segúún las situaciones reales, las disposiciones de los
individuos y la abundancia de los productos particulares. Ese realismo y esa prudencia,
distinguen a éél y a Merlino de la mayor parte de los anarquistas comunistas, que
creíían en la existencia de una abundancia (ver, los folletos muy difundidos Los
productos de la tierra, etc.) o en la ráápida produccióón, casi era la improvisacióón de
esa abundancia (ver, Cafiero, 1880); en una palabra; en la toma del montóón, por decir
asíí ilimitada, y en la ausencia de dificultades iniciales de una sociedad libre.
Francisco Saverio Merlino (1856 - 1930), conquistado para las ideas anarquistas desde
el invierno de 1876 - 77, traductor del libro ingléés The Abolition of the State (Londres,
86
1873), del Dr. S. Engläänder, extracto de un libro alemáán de 1864 sobre los
esfuerzos proudhonianos y otros de 1848 - 51 - ese autor habla tambiéén de
Bellegarrigue -- L' Abolizione dello Stato (Miláán, 1879, 176 páágs.). Merlino, refugiado
como Malatesta despuéés del proceso de Roma, 1883 - 1885, fue entonces durante la
ausencia de Malatesta en la Argentina el camarada italiano máás en vista en la
discusióón de las ideas. Ha expuesto sus concepciones muy claramente, sobre todo en
Profili d'un posible organamento socialistico, las páágs. 198 - 212 de su libro
¿¿Socialismo o monopolismo? (Náápoles, Londres, 1887, 288 páágs.) y Dell'Anarchia o
donde veniamo e dove andiamo (Florencia, 9887, 16 páágs.).
En este úúltimo escrito rechaza el colectivismo como norma de la distribucióón de los
productos, pero niega que las condicionew del comunismo, la abundancia, existan,
puesto que un sistema econóómico racional produciríía pronto una variedad de
artíículos úútiles máás bien que una abundancia de algunos. A pesar de eso, acepta el
comunismo desde el punto de vista de la solidaridad que, espontáánea como su esencia
exige, tendráá la forma del pacto social de la ordenacióón del trabajo por pactos libres.
Los pactos, diferentes segúún la localidad y el desarrollo del socialismo, tendráán por
base la libertad del individuo, del trabajo, de la asociacióón, del empleo directo de los
instrumentos de trabajo y la equivalencia del trabajo hecho. No puedo entrar en el
detalle de las proposiciones de Merlino, que quisiera poder reproducir para exponer,
sobre todo, su verdadero espiritu. Me parece corresponder mas a lo que hoy se
comprende en Españña por municipio libre, la comprensióón que la primera
organizacióón de la vida social libre exige una reciprocidad de buena voluntad, arreglos
mutuos en el buen espííritu de la solidaridad y que todo eso implica trabajo y
procuraráá la seguridad, la certidumbre de la ausencia de miseria, mientras que la falta
de privaciones, el disfrute, la toma del montóón general no existiráán de inmediato:
existen hoy, para los ricos, y al precio de las privaciones de cien pobres por un rico; los
cien pobres habráán, pues, de centuplicar su esfuerzo si quieren producir un disfrute
semejante para ellos mismos, lo que es absurdo.
Merlino dice el fondo de su pensamiento por las palabras: somos anarquistas: pero la
Anarquíía no es la amorfia,`sino la asociacióón de libres y de iguales. Para éél, la
apropiacióón (gustaba de llamar asI a la expropiacióón), los pactos libres y la
federacióón máás o menos extensa, segúún las condiciones son la serie de los actos de
la revolucióón ... El comunismo, el colectivismo, otros sistemas aúún seráán ensayados,
tal vez combinados, y, durante esos ensayos, los hombres se habituaráán a cooperar en
solidaridad. Las dificultades seráán muy grandes, no habráá transformacióón de la
noche a la maññana, sino ensayos, mejoras, incluso conflictos antes del acuerdo. Esto
es tomado de Necessitéé et Bases d'une Entente, el folleto de la primavera de 1892.
Habríía sido inúútil precisar todo eso, si esa concepcióón que Merlino llama amorfia no
hubiese sido muy fuerte en el mundo anarquista italiano y franãéés, y tambiéén entre
los primeros anarquistas comunistas españñoles, que preconizaban lo que Mella llamóó
un comunismo extravagante. Esta concepcióón teníía por resguardo los escritos de
Kropotkin, que, personalmente, sentíía todo lo contrano, es decIr, que, por comunIsmo,
comprendlo la generosidad, dar máás de lo que se toma, no un disfrute y un reposo casi
sin fin, como si los vencedores proletarios presentes descansasen indefinidamente en
recompensa por el deslomamiento de las generaciones pasadas. Merlino, al fin,
discutióó la obra de Kropotkin mismo, y entre los anarquistas comunistas destacados,
fue éél, creo, el primero en hacerlo. L 'individualisme dans I' anarchisme (La Sociéétéé
nouvelle, Bruselas, nov. de 1893, páágs. 567 - 86), critica tanto las ideas de Tucker
como las de Kropotkin en La conquista del pan. En una palabra, como escribióó en La
Réévolte del 30 de diciembre, no cree que,`despuéés de la revolucióón, la produccióón
pueda ser organizada segúún el haz lo que quieras ni el consumo segúún toma del
87
montóón; se tendráá necesidad de un plan, de pactos libres que obligan, de arreglos
permanentes basados sobre la equidad. Kropotkin rehusóó una discusióón directa, pero
queríía ocuparse de eso en el curso de respuestas a una serie de contradictores. Pero el
arresto de Merlino (enero de 1894) y la suspensióón de La Réévlte (marzo), han cortado
ese debate.
Durante o despuéés de sus añños de prisióón, Merlino ha atenuado sus opiniones
considerablemente, lo que expresan el libro Pro e contro il Socialismo (Miláán 1897, I,
387 páágs.) y otros escritos. Consideraba sin salida la Anarquíía amorfa, y trataba de
asociar a su anarquíía reflexiva las formas menos estatistas del socialismo autoritario;
dice: el amorfismo o el atomismo no es el porvenir de la humanidad (Formes et essence
du socialisme, Paríís, 1898, páágs. 157). Se separa netamente de Malatesta, el
representante de la anarquíía socialista, de Kropotkin y Grave, los de la anarquíía
comunista. No ignora las ideas de Hertzka (Freiland), criticáándolas tambiéén, y
establece un sistema unionista, algunas ideas generales (páágs. 1835).
Edward`Carpenter me parece asumir una posicióón semejante a la suya.
No basta rechazar a Merlino como apóóstata. Su caso me parece mostrar en quéé grado
la intolerancia y el doctrinarismo, tambiéén los procedimientos personales, de los
exuberantew de la amorfia han hecho aparecer sin salida la`causa anarquista dominada
por ellos hasta 1894, al menos. Merlino, prisionero en 1894 - 96 (mayo) no habíía
podido asistir a las discusiones serias entre Pouget y Malatesta, Kropotkin y otros en
1894, que determinaron entonces el acercamiento hacia el sindicalismo, y no habíía
podido ver cóómo, a partir de 1895 aproximadamente, tambiéén los bellos tiempos del
amorfismo habíían pasado ya. Salir del aislamiento fue su objetivo y al mismo tiempo el
objetivo de los otros. Creíía poder articular un centro relativamente libertario compuesto
por anarquistas reflexivos y por los socialistas menos autoritarios; los otros creíían
poder inspirar a los trabajadores de matices socialistas muy diversos, reunidos en Ios
Sindicatos, el espííritu libertario: fue en el fondo ííntimo una esperanza bastante
parecida, una obra que podíía ser úútil y que dio a Merlino decepciones entre los
socialistas tanto como a los creyentes y entusiastas del sindicalismo (¡¡lo que habíía
entonces!). Malatesta, que habíía conservado su`sangre fríía, vio a Merlino volver
maltrecho, y vio a los fascinados por el`sindicalismo o bien absorbidos por éél (y no al
revéés) sentirse muy desilusionados cuando el sindicalismo autosuficiente no queríía
saber de ellos. Vio tambiéén la decadencia de la amorfia y del atomismo, pero lo que no
vio fue que se habíía comenzado a prestar máás atencióón a los problemas y a las
dificultades de una reconstruccióón. Allíí se creíía poder apoyarse en los trabajos de
Kropotkin, y la rutina que se establecióó fue probablemente máás fatal todavíía que las
extravagancias anteriores. que, en parte al menos, fueron exuberancia y testimoniaban
fuerza; la rutina es siempre debilidad.
De regreso de la Argentina, Malatesta hizo aparecer el Apello (Niza, septiembre de
1889, 4 pááginas en 4o ; en texto españñol, Circular, 2 pááginas en 4o) , una
declaracióón de principios seguida muy pronto del Programma elaborado, que publicóó
su nuevo perióódico L' Asociazione (Niza; máás tarde en Londres) .Su propóósito era
una renovacióón de la Internacional como Partido internacional socialista anáárquico ...
con un programa general, el cual, sin perjudicar las ideas de cada uno y sin estorbar el
camino a las nuevas que puedan producirse, nos reuna a todos bajo una sola bandera,
dando unidad de accióón a nuestra conducta hoy y durante la revolucióón ...
De estos dos escritos que resumen los principios y los medios de accióón con una
precisióón y una amplitud que se encuentra raramente, destaco observaciones como
ééstas: (despuéés de haber establecido los principios fundamentales) ... Fuera de estos
extremos, no tendremos razóón de dividirnos en pequeññas escuelas por el furor de
88
determinar con exceso los particulares, variables segúún el lugar y el tiempo, de la
sociedad futura, de la que estamos lejos de prever todos los resortes y posibles
combinaciones. No habráá motivo, por ejemplo, de dividirnos por cuestiones como las
siguientes: si la produccióón alcanzara su máás o menos vasta escala; si la agricultura
se hermanara en todas partes con la industria; si, por exceso, y a grandes distancias,
podráán cambiarse los productos bajo la base de reciprocidad; si todas las cosas seráán
disfrutadas en comúún o segúún norma; o si el uso de alguna de ellas seráá máás o
menos particular. En fin los modos y particularidades de las asociaciones y de los
pactos, de la organizacióón del trabajo y de la vida social, ni seráán uniformes ni
pueden ser desde hoy previstas ni determinadas.
No se pueden prever, sino muy vagamente, las transformaciones de las industrias, de
las costumbres, de los mecanismos de produccióón, del aspecto fíísico de las ciudades y
de los campos, de las necesidades, de las ocupaciones, de los sentimientos del hombre
y de las relaciones y víínculos sociales. Por lo menos no es líícito dividirnos por puras
hipóótesis. La cuestióón entre el colectivismo anáárquico y el comunismo anáárquico es
cuestióón tambiéén de modalidad y de pacto.
Cierto es que la remuneracióón, segúún la obra ejecutada, pregonada por los
colectivistas, puede conducirnos a la acumulacióón desigual de los productos, y
determinar (cuando el proceso de esta acumulacióón fuera excesivo) y la vuelta a la
usura; a menos que la acumulacióón y la usura no fuesen ymposibilitadas por
prohibiciones y fiscalizaciones, las cuales no podráán menos de ser despóóticas y
odiosas. Por otra parte, la toma a voluntad de las cosas abundantes y
aprovisionamiento de otras, pueden dar lugar tambiéén a arbitrariedades e
imposiciones humillantes. Asíí, pues, el sistema comunista no estáá exento
enteramente de inconvenientes.
Pero los inconvenientes de estos dos sistemas desaparecen; las imposiciones, la
acumulacióón y la usura se hacen imposibles e infructuosas por el sóólo hecho de que
todos los hombres hallaráán en la sociedad los medios para producir y vivir en libertad;
que las ventajas de la produccióón en comúún seráán manifiestas, y que una nueva
conciencia moral se formaráá, por la cual el asalariado repugnaráá a los hombres, como
repugnan hoy la esclavitud legal y la inquisicióón. Asíí es que, sean cualesquiera que
sean las particularidades, el fondo de la organizacióón de la sociedad seráá comunista.
Contentéémonos con el comunismo moral y fundamental que, bien mirado, vale máás
que el material y formal. Y lejos de sujetarnos a fóórmulas frecuentemente sibilííticas,
casi siempre ambiguas y de aplicacióón incierta, preferimos atenernos a los principios
fundamentales, esforzáándonos por inculcarlos en las masas, a fin de que ééstas
tambiéén, cuando sea llegada la hora, no riññan por una frase o por un adminíículo,
sino que sepan imprimir en la sociedad, que saldráá de la revolucióón, una direccióón
conforme con los principios de justicia, igualdad y libertad ...
(En el Programma dice) ... somos decididamente comunistas ... Pero, en todo esto es
preciso distinguir lo que ha sido cientííficamente demostrado, de lo que se halla todavíía
en estado de hipóótesis o de previsióón; se tiene que distinguir lo que debe hacerse
revolucionariamente en seguida y mediante la fuerza de lo que seráá consecuencia de
la evolusióón futura y que debe dejarse a la libre voluntad de todos, espontáánea
gradualmente armonizada.
Hay anarquistas que preven y preconizan otras soluciones,`otras formaw futuras de
organizacióón social; sin embargo, ellos quieren, como nosotros, destruir el poder
políítico y la propiedad individual: quieren, como nosotros,`que la organizacióón de las
funciones sociales se haga espontááneamente, sin delegacióón de poder y sin
gobiernos; como nosotros, quieren combatir a todo trance y sin tregua hasta la
89
completa victoria; ellos son compaññeros y hermanos nuestros. Aparte, pues, todo
exclusivismo de escuela; entendáámonos máás bien sobre el camino y sobre los
medios, y adelante ...
Leyendo estas observaciones con atencióón se ve que Malatesta estuvo muy al
corriente de la situacióón; destaca sobriamente ciertas creencias llamáándolas con su
propio nombre hipóótesis, y repudia los exclusivismos. Viendo el fracaso de los
congresos socialistas de 1889 (julio) dice: ... El úúltimo congreso socia|ista obrero de
Paríís, ha indicado su decadencia (la del partido socialista autoritario) y casi su
desaparicióón. Nosotros debemos ser nuevamente socialistas, ha dicho justamente; y la
misióón de realzar la bandera del socialismo deben cumplirla los anarquistas, los
cuales, consecuentes con sus principios, son y seráán hasta el fin, antiparlamentarios y
revolucionarios ... Pero en el mismo mes de`septiembre de 1889 en que aparecióó el
Apello tuvieron lugar las dos conferencias anarquistas internacionales en Paríís, donde
se discutióó sobre muchas cosas, pero considerááblemente tambiéén del edificante
problema del robo entre`camaradas, que habíía fascinado entonces a algunos. No hay
máás que leer los informes publicados y el artíículo del Productor del 2 de octubre de
1889, basado sobre las impresiones de Táárrida del Máármol, que estuvo presente. Por
lo demáás, tambiéén estaba presente yo y séé cóómo se estuvo a mil leguas del deseo
de Malatesta de dejar en paz las diferencias y de buscar un terreno de accióón comúún.
Sóólo El Productor de Barcelona reconocióó el valor de su iniciativa; para los demáás un
llamado a organizarse fue como un llamado a convertirse en esclavos.
En Italia, Malatestq tratóó de reunir un partido de accióón, los anarquistas y los
socialistas revolucionarios, los que, aun votando por Cipriani y Costa, en la Romagna, se
creíían revolucionarios. El congreso de Capolago corresponde a ese esfuerzo: ver,
Manifesto ai socialisti ed al popolo d'ltalia e programma del Partido socialista
rivoluzionario anarchico italiano. Risoluzioni del Congreso socialista italiano di Capolago,
5 gennaio 1891 (Forli, 2 de marzo de 1891, 16 pááginas in-16o). El primero de mayo
ese esfuerzo fue frustrado. Su viaje a Italia central en el invierno de 1893 - 94, sus
esfuerzos de 1895 - uno de los cuales, el internacional, ha dejado el proyecto impreso
Federazione internazionale fra socialisti-anarchici-rivoluzionari (febrero 1895; 2
pááginas in-4o; Londres) -, su llamado a todos en 1899 Contro la Monarchia. Apello a
tutti gli uomini di progresso - agosto de 1899; 15 páágs. en 16o; sin nombre de autor), y
quizáás otros esfuerzos -, todo eso corresponde a su plan de reunir las fuerzas
militantes antimonáárquicas de Italia para derribar primero la Monarquíía, despuéés de
lo cual cada uno seguiríía su propio camino. Internacionalmente queríía asociar las
fuerzas anarquistas de todos los matices, pero ha debio convencerse en la Internacional
anarquista, que el congreso celebrado en Amsterdam, en 1907 (agosto, 24 - 31) habíía
fundado, que los grupos anarquistas de entonces, hasta 1914, no se ateníían a ninguna
actividad en comúún y han dejado languidecer esa Internacional, que no ha sido
reanimada despuéés.
Sóólo éél,`con algunos camaradas locales, ha sabido reanimar siempre los grupos,
entusiasmar al pueblo, hacer un bello perióódico -, en 1883 - 84, La Questione sociale,
de Florencia; en 1885 el perióódico del mismo nombre en Buenos Aires; en 1889 - 90 la
Associazione de Niza y Londres; la serie de folletos de 1890 - 91 (Londres) y otra
comenzada en 1892; la gran jira de propaganda en Españña, en el invierno de 1891 -
92; la Agitazione, de Ancona, en 1897 - 98; casi un añño de La Questione sociale, de
Paterson, New Jersey, 1899 - 1900; algunas pequeññas publicaciones en Londres,
Volontáá, de Ancona, 1913 - 14 y la semana roja de Romagna; Umanitáá Nova, de 1920
a 1922 en Miláán y Roma; la revista Pensiero e Volantáá, de enero de 1924 a octubre de
1926, en Roma. Ahíí y en muchos artíículos de otras publicaciones se encuentra su
pensamiento en detalle, teóórico y aplicado a las mil cuestiones del díía. Hasta su
90
úúltima líínea, en 1932, se observaráá esa concepcióón reflexiva, realista del
anarquismo que le fue propia como antes a Merlino.M
Capítulo 13
El anarquismo colectivista en Españña; El anarquismo sin
adjetivos; el comunismo libertario.- Ojeada sobre los añños 1870 -
1931
La Federacióón españñola de la Internacional, de junio de 1870, cuya historia hasta la
primavera de 1874 nos es conocida por numerosos documentos, impresos y
perióódicos, despuéés de un desarrollo lento en 1870 - 71, la situacióón amenazante en
1871 que causóó el traslado temporal de su Consejo federal a Lisboa, su avivacióón en
la conferencia de Valencia, y el repudio de la tentativa de políítica marxista introducida
por Paul Lafargue, tomóó un desenvolvimiento progresivo en secciones y miembros
desde 1872 a 1873. Los militantes se entendíían en La Haya, en Zurich y en Saint-Imier
con - Bakunin, los italianos y los jurasianos (septiembre de 1872) y su secretario de la
Comisióón federal, Francisco Tomáás, un joven albaññil de Palma (Mallorca) se
interesaba cordialmente por la suerte de la Asociacióón. Su finalidad consistíía en
hacerla crecer en secciones y en miembros ante todo y en la primavera de 1873
pensaba que, si ese progreso continuaba como de 1872 a 1873, en dos añños se
estaríía en condiciones de una verdadera accióón. Desde este punto de vista, no queríía
que huelgas numerosas gastaran las fuerzas y tuvieran quizáás por consecuencia
desilusiones y desorganizaciones locales. De igual modo, deseaba que la Internacional
quedase fuera de las luchas agudas que el federalismo acentuado, el cantonalismo,
desencadenóó hacia el verano de 1873. Pero eso no fue posible para un núúmero de
localidades y al mismo tiempo movimientos sociales locales, especialmente en Alcoy,
donde estaba la Comisióón federal, y en San Lucar de Barrameda, a donde habíía ido
Morago, arrastraban a los internacionales y tuvieron por consecuencia péérsecuciones y
arrestos numerosos. Cuando 74 trabajadores presos describieron los malos tratos que
sufrieron (carta del 29 de octubre de 1873), la circular de la Comisióón federal del 1O
de noviembre (núúm. 34; impresa, 2 páágs. in-4o), escrita por Tomáás, fue la primera
declaracióón activamente revolucionaria de la Federacióón, porque se hablóó allíí del
terror de represalias, recordando los Sheffield outrages, los actos de terror industrial por
los tradeunionistas en Sheffield.
La Internacional fue declarada disuelta por el gobierno mediante un decreto aparecido
el 11 de enero de 1874; la circular núúmero 38, reservada (Madrid, 12 de enero de
1874; litografiada, 2 páágs. in-4o) da entonces consejos sobre la continuacióón
clandestina de la organizacióón, cuyos perióódicos desaparecen o se vuelven anodinos.
En marzo se hizo circular ampliamente en el paíís - conocemos los detalles sobre 11,720
ejemplares m el Manifiesto de la Comisióón federal a todos los trabajadores de la
Regióón españñola (infolio, gr. de 5 columnas, 2 páágs.), en el cual el proyecto de
Bakunin sobre la organizacióón de los Hermanos internacionales es libremente
insertado en partes. Habíía un óórgano clandestino, Las represalias, y un Manifiesto del
congreso regional, el úúltimo, celebrado en Madrid, en junio de 1874, en 12 mil
ejemplares, prometiendo tambiéén represalias. Sobrevino entonces una dislocacióón de
la organizacióón por las persecuciones, pero la Alianza volvióó a tomar los hilos y desde
1875 las conferencias comarcales celebradas todos los veranos reemplazaron a los
congresos; la Comisióón federal residíía desde esa éépoca en Barcelona. Eso pudo
producir un desarrollo un poco diferenciado en Madrid. Allíí aparecieron en febrero de
1875, despuéés de la restauracióón monáárquica, algunas hojas clandestinas A los
obreros, que expresaron la voluntad de no tratar con indiferencia absoluta un cambio
políítico como hasta aquíí, y de quitar todo el poder posible a un nuevo réégimen. No
91
conozco ninguno de los 63 núúmeros de El Orden, el perióódico clandestino (1875 -
78), que se decíía hoja socialista de propaganda y de accióón revolucionaria, en el cual
tomaron parte Morago y Juan Serrano y Oteiza.
De Francisco Tomáás, el secretario, son probablemente las Medidas práácticas que han
de tomarse despuéés de destruido el estado actual de 1876, que corresponden
ampliamente al documento de Bakunin ya mencionado. En 1877 parecíía inminente un
movimiento republicano y la Internacional habríía tomado parte, pero tal vez por esa
razóón el movimiento no estallóó y los republicanos quedan desde entonces en el
terreno parlamentario. La Internacional desde 1878 estáá frente al problema agrario en
Andalucíía, donde en 1878 y 1879 hubo incendios en los campos y el nombre de La
Mano negra fue puesto ya, segúún parece, en circulacióón, al menos por un juez que
habríía mostrado a un preso un escrito con el tíítulo La Mano negra (no puedo verificar
la cita en este momento). Una hoja clandestina firmada por la Comisióón federal, en
mayo de 1879, es titulada A los trabajadores del campo de Andalucíía, en particular y a
los obreros en general (2 páágs. in-4o). En las conferencias comarcales de 1879 fue
aceptado el Programa de realizacióón prááctica inmediata en 17 artíículos, que es la
suma de las medidas revolucionarias durante y despuéés de la revolucióón (1 páág. en
4o); hubo una edicióón revisada por las conferencias de 1880, fechada en Españña, 8
de abril de 1881; (1 páág. in-4o). Ese proyecto se parece al programa del perióódico
clandestino El municipio libre (Barcelona, noviembre de 1879, a mayo de 1880) y los
dos me parecen proceder de J. G. Viññas, que redactóó hasta fines de 1880 el
perióódico púúblico Revista Social, necesariamente anodino, pero que toma un poco de
color cuando se acercóó la caíída del ministerio conservador de Cáánovas del Castillo
(febrero de 1881).
Por esas publicaciones y algunos folletos, sobre todo las traducciones de escritos de
James Guillaume, se puede uno dar cuenta de las ideas de la organizacióón, que fueron
un anarquismo colectivista ríígido, el cual impondríía una revolucióón que procederíía
por medidas que se pueden describir como muy precisas y severas. Francisco Tomáás y
el doctor Viññas, por antagóónicos que se hayan vuelto personalmente en el curso de
esos añños, me parecen semejarse en rigorismo. Hubo al fin graves disidencias sobre el
retorno de la Internacional a la vida púública abandonando su nombre y
denomináándose Federacióón de Trabajadores de la Regióón Españñola. Viññas y otros
habríían querido continuar la clandestinidad revolucionaria. Farga Pellicer, Llunas y
otros en Barcelona y Serrano y Oteiza en Madrid han debido apoyar sobre todo la
fundacióón de la organizacióón púública. Viññas se retiróó, pero los géérmenes de
descontento sobre el abandono de la organizacióón clandestina parecen haber entrado
en la Federacióón Regional desde sus comienzos y el problema andaluz se incubaba en
ella como otro factor de disensióón.
Una asamblea púública, el 20 de marzo de 1881, la fundacióón de la Revista Social de
Madrid (11 de junio), el Congreso de la Unióón de constructores de edificios (de 1877)
hacia fines de junio, la convocatoria del Congreso obrero regional (1O de julio), escrita
por Farga Pellicer, el proyecto de los Estatutos de la Federacióón de Trabajadores de la
Regióón Españñola en la Revista social del 18 de agosto, los artíículos explicativos de
ese perióódico: Autonomíía, Pacto y Federacióón, Municipio del porvenir, Nuestra
políítica (la políítica demoledora), Nuestra actitud, Nuestra líínea de conducta, Políítica
demoledora, Sus consecuencias y La revolucióón (del 11 de junio al 23 de febrero de
1882) marcan el espííritu con el cual fue preparado el Congreso obrero del 23, 24 y 25
de septiembre, un congreso de 140 delegados de 162 asociaciones, cuyo informe fue
impreso en cuatro ediciones de un total de 28,500 ejemplares. Mencionemos aúún su
Manifiesto a los trabajadores de la regióón españñola, del 24 de septiembre.
92
Los constructores de edificios se pronuncian al fin de junio por ... Municipio libre y
autóónomo compuesto de todas las secciones de productores de cada localidad, que,
dueñños de la tierra,`capital e instrumentos de trabajo, se administraráán de la manera
que juzguen máás conveniente para sus intereses y para que cada uno reciba el
producto ííntegro de su trabajo;
Federacióón de los Municipios de cada comarca para todos los intereses y servicios
regionales;
Pacto o alianza fraternal entre todas las regiones para todos los intereses y servicios
generales, y para que sea un hecho la fraternidad humana y la prááctica de la justicia
sobre la tIerra...
El congreso se pronuncia, pues, en pro de la reunióón de un Congreso Regional
compuesto de delegados de todas las secciones simpááticas a las ideas colectivistas y
de libre federacióón de Municipios libres ...
En el Manifiesto del 24 de septiembre se dice: ... por lo que dejamos expuesto,
claramente se desprende que el Congreso obrero se declara colectivista con respecto a
la propiedad, anáárquico o autonomista en la manera de entender la organizacióón
social ... La palabra autonomíía es empleada entonces y por uno o dos añños a menudo
como sinóónimo de anarquíía. Serrano y Oteiza en Nuestro programa del primer
núúmero de la Revista Social (11 de junio, dice, sin emplear la palabra anarquíía: ...
Queremos la autonomíía del individuo, la del grupo o seccióón de oficio que los
individuos puedan constituir, y la del municipio. Como medio de realizar los fines
autonóómicos consiguientes, queremos facultad legislativa en el individuo, en el grupo
o seccióón, en el municipio mismo, para dar solucióón a todas las cuestiones que les
fueran propias, y muy especialmente en el orden econóómico, salvo siempre los
derechos individuales que nosotros denominarííamos primordiales y esenciales, y que
tienen su base en la igualdad de medios econóómicos, asíí de las personas humanas
como sociales. En este sentido somos autonomistas en la máás extensa acepcióón que
pueda darse a esta frase ... La organizacióón armóónica de todas las autonomíías estáá
en el pacto, que, si bien es medio de realizar aquéélla, por el hecho de serlo, es
esencial ... debiendo constar que en ciencia sociolóógica profesamos las ideas máás
opuestas al`comunismo, fourierismo y cooperismo (permíítasenos la palabra): somos,
pues, colectivistas ...
el 1O de enero de 1882 en Nuestra políítica,`Serrano, dice: ... los medios materiales de
regirse esta sociedad (la sociedad del porvenir, la Armoníía Universal) son: la
autonomíía, el pacto y la federacióón, asentados en la propiedad colectiva, que es el
principio justo de la propiedad. Esta es la sociedad donde el orden es permanente. Esta
es - y no las simplezas que por ahíí se propalan -, la aborrecida anarquíía ...
Jesúús Serrano y Oteiza (1837 - 1886) de Madrid, antes republicano militante y un
internacionalista de la primera hora, jurista y literato, se formóó con las ideas de
Proudhon y se muestra el militante menos alcanzado de esos añños por las ideas que
procedíían de Bakunin. Sus escritos muy precisos en pensamiento, parecen frííos y
desprovistos de sentimiento. Ricardo Mella, que escribióó desde 1880 en las
publicaciones libertarias, yerno de Serrano, parece haberse formado con éél, al menos a
juzgar por sus escritos de la déécada de añños siguientes.
En Barcelona el anarquismo de esos añños fue máás inspirado por ideas de asociacióón,
bakuninistas, y por el sentimiento revolucionario general. Teníía un foco seguro en la
gran imprenta La Academia, regenteada por Farga Pellicer y gracias a las cualidades de
ééste en su arte, a la eleccióón de sus colaboradores, y a la actitud recta del
republicano federal Evaristo Ullastres, el dueñño,`se pudo producir en ese ambiente un
93
núúmero importante de buenas publicaciones anarquistas, como el`gran libro
Garibaldi. Historia liberal del siglo XIX (1882 - 1883; 2,336 pááginas), La tramontana,
Acracia, la Asociacióón de la Sociedad de obreros tipóógrafos de Barcelona, etc. Si la
Comisióón federal, cuyos componentes a menudo son inhallables en la documentacióón
que me ha sido accesible, se compuso en 1882 - 83 de Francisco Tomáás hsecretario),
Antonio Pellicer Paraire, Joséé Llunas, Eudaldo Canibell y un quinto, tres eran de la
imprenta La Academia y Farga Pellicer - que no me atrevo a considerar el quinto, pues
seríía una suposicióón sin prueba posible para míí - estaba en todo caso
constantemente a su lado.
Joséé Llunas Pujols, de Reus, muerto en 1905, antiguo militante de la Internacional, fue
entonces, sobre todo en 1882 - 83, muy conocido como exponente de los principios de
la Federacióón Regional, y sus escritos son la elaboracióón máás. consecuente de la
tesIs de 1869 - 70, que consIdera la organIzacIon presente como permutable con la
sociedad del porvenir. Se leeráá de éél: ¿¿Quéé es la anarquíía? y Colectivismo, ensayos
de 1882; Organizacióón y aspiraciones de la Federacióón de Trabajadores de la Regióón
Españñola, del 30 de diciembre de 1883; en el Primer Certamen socialista, 1885
(Reus,`Centro de Amigos, impreso en Barcelona, LXII, 576 pááginas). Combate máás
estrictamente el comunismo y su discurso del congreso de Sevilla (1882) contra el
comunismo puede ser reemplazado en su argumentacióón por el ensayo sobre el
colectivismo (en el Almanaque para 9883, Madrid 1882, vol. de la Biblioteca del
Proletario, impreso en 40,000 ejemplares; 224 pááginas en 16o).
Llunas reconocíía la delegacióón y una jerarquíía por delegacióón sucesiva es para éél
una organizacióón perfectamente anáárquica. Una eleccióón para un objeto
determinado no implica una abdicacióón ... Como que una colectividad en pleno no
puede escribir una carta, ni echar una suma, ni hacer infinidad de trabajos solo
realizables por el individuo, resulta que al delegar a quien se tenga por conveniente
para realizar aquellos actos, para lo cual de antemano le seññala una líínea de
conducta, no tan sóólo no abdica su libertad sino que cumple el deber máás sagrado de
la anarquíía, que es organizar la administracióón. Supongamos que una corporacióón
obrera se organiza sin junta directiva y sin ningúún cargo jeráárquico; que se constituye
en asamblea general una o máás veces por semana, y que en ella se determina todo lo
conveniente a su marcha; que para recaudacióón de cuotas, custodia de fondos,
contabilidad, archivo,`correspondencia, etc., elige recaudadores, tesorero, contador,
archivero, secretario, etc., se nombra una comisióón con atribuciones exclusivamente
administrativas, a la cual se ha seññalado su líínea de conducta o le ha dado un
Mandato imperativo; la organizacióón de esta colectividad seríía perfectamente
anáárquica. Y pasa a considerar el municipio libre del porvenir organizado
anáárquicamente.`En este`caso la unidad de organizacióón seríía siempre la seccióón
de oficio de cada localidad (es decir, el sindicato úúnico de cada oficio que exista en
una localidad - uno solo, nunca varios) ... Para organizar, pues, el municipio anáárquico,
cada unidad (Seccióón de oficio) delegaríía uno o máás individuos con atribuciones
puramente administrativas o con mandato imperativo, para que se constituyese en
municipio o comisióón administrativa local. Estos individuos, renovables o revocables
en todo tiempo por el sufragio permanente de sus poderdantes, no podríían nunca
erigirse en dictadores ... Segúún sus condiciones geográáficas y topográáficas y sus
circunstancias etnolóógicas, o sea sus usos y costumbres, afinidades de idioma y de
clima, posicióón geográáfica y núúmero de poblacióón, podríían hacerse, tanto las
Federaciones de oficios como las Federaciones de municipios, de máás o menos
extensióón territorial ... Todas las comisiones o delegaciones que se nombren en una
sociedad anáárquica, deben ser en todo tiempo renovables y revocables por el sufragio
permanente de la seccióón o secciones que la eligieron, para de este modo hacer
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imposible que nadie pueda abrogarse el máás pequeñño destello de autoridad ...
Llunas ha explicado máás tarde esas mismas ideas en sus Questions socials, diecinueve
artíículos en cataláán en La Tramontana, del 25 de junio de 1890 al 10 de abril de 1891
(en volumen, 128 páágs. ; abril de 1891). En Los partits socialistas espanyols (del 9 de
octubre al 27 de noviembre de 1891; en folleto castellano, 1892, 15 páágs. en gr. 8o)
propuso, despuéés de una críítica de los matices socialistas y anarquistas presentes,
que, al lado del movimiento anarquista, se constituyese un partido extra-anarquista,
compuesto de socialistas autoritarios de buena voluntad y de espííritu comúún que
combatiríía y extirparíía los obstááculos del progreso social por medios autoritarios,
desinteresados, sin propóósito de fundar la propia dominacióón. Esta sugestióón no ha
tenido consecuencia y es del géénero de los esfuerzos de Merlino en 1897 y tiene por
origen el sentimiento que esos numerosos socialistas que hoy no se dedican máás que
a hacer a sus jefes diputados y ministros o para hacerlos sus amos directos de vida y de
muerte como bolchevismo, puedan ser llevados todavíía a una funcióón máás úútil que
la presente en que transcurre su vida casi en pura péérdida. Llunas fue algunos añños
máás tarde todavíía un adversario determinado de los actos aislados por la dinamita
que implicaban tan grandes persecuciones. La Tramontana satíírica, en cataláán, fue
redactada y en gran parte escrita por éél con verbo e intrepidez.
La Revista social, de Madrid, que aparecióó hasta mayo de 1884 al menos, y como hoja
disidente de las decisiones del congreso de Barcelona (septiembre de 1884) todavíía del
26 de diciembre de 1884 al 8 de octubre de 1885 en Sans hBarcelona), la Cróónica de
los Trabajadores de la Regióón Españñola, fundada despuéés del congreso de Sevilla
(1882), los ensayos diversos del Primer Certamen de Reus, 1885 y las indicaciones
sobre la extensióón de la organizacióón en su máás bella floracióón, que da el informe
del congreso de Sevilla (septiembre de 1882), dicen bastante sobre esos añños de la
Federacióón Regional, cuya vida fue, sin embargo, minada y amenazada al mismo
tiempo por corrientes disgregadoras.
La gran organizacióón, nominalmente 663 secciones con 57,934 miembros en
septiembre de 1882, una treintena de miles en todo caso, no podíía vivir largo tiempo
sin incidentes, sin diferenciaciones, solo para ser algúún díía la máás fuerte y formar el
cuadro y el germen de la sociedad del porve~ir. Hubo los descontentos de ese
quietismo y fueron pronto determinados por la situacióón agraria en Andalucíía, donde
la miseria hacíía estragos, y donde las secciones no podíían abstenerse o inducir a todos
sus miembros a abstenerse sin perder prestigio. Las disidencias comienzan en Arcos de
la Frontera, combatidas por Ia Comisióón federal y el Congreso de Sevilla, llegaron a un
pequeñño congreso secreto celebrado en enero de 1883, en Sevilla, y a la constitucióón
de una sociedad, Los Desheredados. Organizacióón revolucionaria anarquista, que
parece haber existido hasta 1886, sobre todo en Andalucíía; en la éépoca de su
congreso de diciembre de 1884, en Cáádiz, fue colectivista y su revolucionarismo de
accióón terrorista no teníía nada de especííficamente libertario. Hubo en la segunda
mitad de 1882 rebeliones del hambre, actos de terror agrario y actos de violencia, la
muerte tambiéén, contra traidores reales o anticipados. La Comisióón federal repudióó
todo eso por declaraciones y manifiestos y se cayóó sobre disidentes con expulsiones
como perturbadores (fines de 1882, primeros meses de 1883). Para colmo sobrevino la
enorme persecucióón gubernamental, los arrestos de miembros de todos los matices de
organizacióón, de la Comisióón comarcal de la Andalucíía del Oeste misma y un
procedimiento cruel por varios procesos, el todo para el púúblico y la Prensa, bajo el
velo del pretendido descubrimiento de una sociedad terrorista, La Mano Negra. Hubo
pronto las 7 condenas a muerte y mucho despuéés, el 14 de junio de 1884, las seis
ejecuciones de Jerez. Fuera de Andalucíía la Federacióón Regional no fue perseguida,
pero no hizo tampoco actos de solidaridad con las vííctimas en Andalucíía. Cuando los
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prisioneros esperaban su ejecucióón, el congreso de Valencia en octubre de 1883
declaróó ... La Federacióón ... rechaza toda solidaridad con los que se hayan organizado
o se organicen para la perpetracióón de delitos comunes, declarando que el criminal
jamáás podráá tener cabida en sus filas. Y protestóó contra la confusióón de nuestra
organizacióón púública, legal y revolucionaria, con otras organizaciones, o máás bien
pandillas, cuyos fines son censurables. El 30 de septiembre uno de los máás antiguos
militantes, T. G. Morago, fue expulsado por tal razóón de su seccióón de Madrid y
murióó en 1885 en la penitenciaríía de Granada.
Esa actitud fue motivada por el deseo de salvar a todo precio la organizacióón en su
vida púública total, pero ha debido tambiéén haber grandes enemistades y odios entre
los matices disidentes y las voluntades autoritarias duras. Al mismo tiempo las
secciones se vacíían o desaparecen, sea por las persecuciones, sea por disgusto ante la
actitud de la Comisióón federal. Serrano propuso entonces someter los Estatutos a la
aprobacióón del ministerio responsable y en caso de negativa disolver la organizacióón
para protestar. El congreso no quiso tal legalizacióón, pero decidióó que, si continuasen
los atropellos, persecuciones y amenazas, etc., que entonces se disolveráá y que los
proletarios se retiren al Monte Aventino hasta mejores tiempos ... Se decidióó esto un
añño despuéés, por un congreso extraordinario reunido en septiembre de 1884, en
Barcelona, pero se exhortóó a las secciones a no disolverse y a continuar sus
relaciones, y en el congreso celebrado en julio de 1885 en Barcelona se declaróó de
nuevo la organizacióón púública y dijo en el Manifiesto que es partidaria de la unióón
entre todas las escuelas socialistas por medio de la unióón entre todas las uniones de
oficios en la lucha contra el Capital y el principio de autoridad, sin que se entienda por
esto que abdiquemos ni un áápice de nuestros principios.
La idea comunista libertaria habíía sido sostenida la primera vez en el congreso de
Sevilla por un trabajador de Sevilla, Miguel Rubio, un antiguo miembro de la Alianza que
habíía llegado por su propia reflexióón a esa concepcióón. Queda sóólo en su opinióón;
tampoco los disidentes la comparten unos meses despuéés. Pero habíía un grupito de
Sevilla, capitaneado por el comunista Rubio, como dice la Cróónica, y el Consejo local
de Sevilla lo expulsa en marzo de 1883. Por el proceso de Lyon (enero de 1883), tal vez
por un Cíírculo italiano anarquista en Barcelona (otoñño de 1883), por una permanencia
de Georges Herzig, de Ginebra y de Le Réévoltéé, en Barcelona en 1884, se comienza a
conocer un poco mejor esas ideas, que son proclamadas en 1885 por un manifiesto
firmado Los grupos comunistas anarquistas de Barcelona, cuyo foco de agitacióón
estuvo en Gracia en torno a Martíín Borráás y a Emlio Hugas. La Justicia humana y
Tierra y Libertad, en 1888 - 89 fueron las primeras hojas; hubo traduccionew de folletos
desde 1885.
Esos primeros comunistas, como se ve por sus publicaciones y sus correspondencias en
los perióódicos franceses, teníían un gran desprecio por el colectivismo y la
organizacióón y proclamaban máás o menos la que Merlino llamóó la amorfia. Los
colectivistas no fueron impresionados por esas ideas y esos méétodos. Sin embargo,
hubo un cambio en ellos despuéés de la rigidez hasta 1883, que habíía llegado a la
actitud lamentable ante las revueltas de Andalucíía y no a algo mejor. Tomáás no fue ya
secretario desde septiembre de 1883 y éél y pronto tambiéén Serrano son bastante
maltratados en 1884. El nuevo secretario, Indalecio Cuadrado, un tipóógrafo de
Valladolid, parece haber buscado un apaciguamiento ¿¿o bien ha seguido una corriente
de ese géénero - la opinióón de los que se inclinaban máás a la vida revolucionaria, aun
cuando fuese clandestina y restringida, que a la vida grande y púública de la
organizacióón -, que Tomáás, que habíía vivido los perííodos de vida púública, 1870 -
74, y clandestina, 1874 - 81 de la Internacional, apreciaba tanto? Cuadrado ha debido
inspirar la idea del congreso cosmopolita (empleaba siempre esa palabra cosmopolita)
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de 1884, que tuvo lugar en 1885, despuéés del congreso regional, en Barcelona. Allíí
los federados, los desheredados y los comunistas sesionaron juntos, pero el congreso
cortóó los debates vehementes que mostraban la imposibilidad de entenderse. Algunos
desheredados lamentaban en 1886 la escisióón, expresando esa actitud en un
manifiesto publicado en junio (A los trabajadores de Jerez de la Frontera). ¿¿Es que la
influencia de Fermíín Salvochea en Cáádiz, que en El Socialismo reproduce artíículos de
todas las escuelas socialistas y que era entonces comunista, habríía contribuíído a esa
reconciliacióón?
En todo caso, la muerte`de Alfonso XII, un gobierno fusionista, la agitacióón por las
ocho horas y el 1 de Mayo de 1886 y los acontecimientos del 4 de Mayo, en Chicago, en
los Estados Unidos, dan un nuevo impulso al movimiento, especialmente en Cataluñña.
La revista Acracia es fundada en enero, un téérmino empleado entonces a menudo por
anarquíía, tal vez no hasta entonces y que recuerda una revista obrera, Atercracia,
anunciada en octubre de 1884 para aparecer en Barcelona, pero que no aparecióó. El
nombre es tomado del libro francéés Atercratie, de Claude Pelletier, en New York, del
cual se habla en una carta de la Comisióón federal en 1873. Canibell ha escrito que
Farga Pellicer encontróó el nombre de Acracia y ééste ha podido hallarle directamente,
pero tambiéén ha podido sugeríírselo la palabra atercracia. En otros paííses se han
creado las palabras uticratie (gobierno de persona) ukarchie (no gobierno), anticratie
(contra un gobierno) Herrschaftslosigkeit (sin dominacióón), bezvlastie (en ruso),
etcéétera.
En el gran manifiesto A todos los trabajadores de la Regióón Españñola, firmado por la
Federacióón barcelonesa (23 de febrero de 1886), redactado por Anselmo Lorenzo, al
volver al movimiento, leemos: Proclamamos la acracia (no gobierno) ... La primera
colectividad social es la agrupacióón local de los productores de idééntica profesióón. El
pacto fundamental se verifica entre el productor y la agrupacióón respectiva o similar
de productores. Las agrupaciones productoras de una localidad celebran un pacto por el
cual forman una entidad que facilita el créédito, el cambio, la instruccióón, la higiene y
la policíía local y celebra pactos con otras localidades para el créédito y el cambio en
mayor esfera, a la par que las comunicaciones, transportes y servicios púúblicos
generales y recííprocos; otras entidades formadas en virtud de condiciones
geográáficas especiales, como calidad y configuacióón del terreno,`clima, etc., pueden
constituirse mediante pactos especiales basados en principios econóómicos y de
facilidad de produccióón, cambio y transporte. La tierra, las minas,`las fáábricas, los
verrocarriles, los barcos, y en general todos los medios de produccióón, transporte,
cambio y comunicacióón, declarados de propiedad social, deben pasar a tíítulo
usufructuario a las colectividades trabajadoras ....
Este manifiesto, varias veces publicado, recibióó un gran núúmero de adhesiones; fue
insertado tambiéén en parte en el manifiesto del congreso regional de Madrid, en mayo
de 1887. Contiene, ademáás, este pasaje, que es idééntico en los textos de 1886 y
1887: ... Organizacióón de la sociedad sobre la base del trabajo de cuantos sean aptos
para la produccióón; distribucióón racional del producto del trabajo; asistencia de los
que aun no sean aptos para ella, asíí como de los que hayan dejado de serIo;
educacióón fíísica y cientíífica integral para los futuros productores .... Lorunzo, el
delegado de la Federacióón barcelonesa en Madrid, lo ha descrito en El Productor, del
27 de mayo de 1887; recuerda una discusióón animada sobre la frase del manifiesto: el
trabajador percibiráá el producto de su trabajo, que omite el objetivo ííntegro. Esta
omisióón es debida a la previsióón para los niñños enfermos e inváálidos, que el
individuo debe a la sociedad de acuerdo a la reciprocidad de los derechos y de los
deberes; por consecuencia, para tener el derecho a ser consumidor se ha de cumplir el
deber de ser productor. La sociedad`se funda en el principio de la solidaridad,
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consecuencia natural de la reciprocidad y si la sociedad garantiza al individuo el goce
de sus derechos mediante el cumplimiento de sus deberes, todos deben concurrir a la
conservacióón de la sociedad facilitando el desarrollo de los niñños y sosteniendo a los
ancianos. Por esta razóón Lorenzo ha borrado, pues, la palabra ííntegro y puesto las
palabras: distribucióón racional del producto del trabajo. Ricardo Mella todavíía en 1888
(vééase, La Solidaridad`Sevilla, 9 diciembre) mantiene que la sociedad
anáárquicamente hablando no tiene el deber de criar los hijos ni de sostener a los
alienados, inváálidos y viejos; ¡¡que lo hagan los parientes y la solidaridad espontáánea
de las asociaciones humanas!
En los perióódicos que se publican en Madrid a partir de 1885, la Bandera social, la
Bandera Roja, la anarquíía, redactada por Ernesto Alvarez, apenas se percibe si son
colectivistas o comunistas; no tienen ni entusiasmo ni animosidad en pro o en contra de
una u otra doctrina. La vida intelectual circula enteramente entonces en la revista
Acracia (de enero de 1886 a junio de 1888; 625 pááginas en 8o) y El Productor (del 1 de
febrero de 1887 al 21 de septiembre de 1893; 369 núúmeros) y en La Solidaridad de
Sevilla a partir de 1888 hasta 1889, en tanto que la redactóó Ricardo Mella. Antonio
Pellicer Paraire (1851 - 1916), primo de Farga Pellicer, fue el alma de esas publicaciones
de Barcelona, y con Anselmo Lorenzo (1841 - 1914), que ha vuelto y que no parte ya
máás, hay jóóvenes, como Pedro Esteve (1866 - 1925), Fernando Táárrida del Máármol
(1861 - 1915), Palmiro de Lidia (Adriáán del Valle); estáán Teresa Claramunt, (1862 -
1931), Teresa Maññéé (Soledad Gustavo.; nacida en 1865); Juan Montseny, de Reus
(Federico Urales; nacido en 1864) y otros, que no trato de enumerar. Estaban tambiéén
Rafael Farga Pellicer (1844 - 1890) y Joséé Llunas y el ambiente de La Tramontana.
Fuera de Cataluñña los máás destacados eran Fermíín Salvochea, en Cáádiz (1842 -
1907) y Ricardo Mella.
En este resumen ráápido, que no puedo ni apoyar en extractos ni desarrollar en su
significacióón con los materiales de una autocríítica y esfuerzos de superacióón de las
ideas prevalentes hasta entonces, que se encuentran al examinar, aunque solo sea
Acracia y El Productor (1886 - 1893), el lector debe contentarse con indicaciones
enteramente sumarias.
Se examinaráá primero La Asociacióón del grupo de los tipóógrafos (1883 - 1888),
donde los hombres de La Academia y otros se encuentran y se establece entre ellos una
cooperacióón inteligente. Allíí, en La Organizacióón obrera (28 de febrero de 1886)
Lorenzo expresa su primera críítica; en Acracia habráá la críítica madura de Antonio
Pellicer, en Acratismo societario, de enero a julio de 1887. Cuadrado se une en El
mandato imperativo (abril de 1887). El congreso de Madrid (mayo de 1887) es
crííticamente discutido por Lorenzo (El Productor, 27 de mayo de 1887). La hipóótesis
del embrióón, el producto integral, la organizacióón de 1870, todo es asíí sometido, en
fin, a la críítica y no es considerado como hecho inmutable que solo los perturbadores, a
quienes se expulsa, ponen en tela de juicio.
Se conocieron entonces por traducciones en Acracia y El Socialismo,`de Salvochea,
algunos escritos de William Morris y los artíículos ingleses de Kropotkin, y Mella, en
Sevilla, se familiarizóó por la lectura de Liberty (Bostóón) con las ideas de Tucker. El
simplismo del manifiesto de los grupos anáárquico - comunistas de Madrid (mayo de
1887) causa una impresióón deplorable sobre El Productor (3 de junio), pero se discute
seriamente con Le Réévoltéé (v. 10 de junio; Acracia, agosto de 1887; Colectivistas y
comunistas, El Productor, 16 de septiembre, y Acracia,`octubre). La Reaccióón en la
revolucióón, de Mella (Acracia, junio de 1887 a abril de 1888) , mantienen que,
establecer ahora que despuéés de la victoria de la anarquíía los pueblos deberáán
organizarse segúún el modo de distribucióón comunista o colectivista, es dogmatizar a
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lo ciego - máás aúún, es la destruccióón del principio anarquista, la negacióón de la
revolucióón.`La reaccióón, para Mella, es la detencióón, la muerte, que trae el dogma;
revolucióón - evolucióón, es la vida. Antonio Pellicer (Acracia, agosto de 1887) ve una
convergencia de las escuelas, los comunistas abandonando las exageraciones paritarias
y la escuela áácrato - colectivista abandonando los errores y prejuicios autoritarios.
Incluso Kropotkin (sin firma) en La Réévolte, del 7 de octubre de 1888, citando la
amistad, sin adaptaciones en ideas, establecida en Sevilla entre las dos escuelas
(segúún Mella) declara eso como el úúnico procedimiento honesto entre gentes que se
respetan, pero no puede abstenerse de aññadir que no hay ninguna duda para éél que
el comunismo seráá el victorioso. Los comunistas españñoles atacan a los colectivistas
en perióódicos anarquistas portugueses y franceses; las Declaraciones y Aclaraciones
sobre declaraciones de Pellicer en El Productor (3 de agosto, 7 de sep. 1888) y lo que
responde a Tierra y Libertad (Gracia) el 14 de septiembre, son refutaciones
esplééndidas del fanatismo exclusivista, pero en Tiempo perdido (12 de julio de 1889)
reconocíía que es tiempo perdido discutir con el perióódico de Gracia. Esteve escribe el
5 de octubre de 1888 que en algunas localidades - hace alusióón a Mella - no hay ese
fanatismo, pero que se estáá de acuerdo en que cada individuo, cada colectividad se
organizaráán despuéés de la revolucióón como les convenga.
La renovacióón de la organizacióón es discutida en las Conferencias de estudios
sociales, reuniones en Barcelona ( v. El Productor, del 4 de octubre de 1887 al 11 de
mayo de 1888). Por el congreso amplio de mayo de 1888 en Barcelona, la Federacióón
Españñola de resistencia al Capital es fundada y despuéés de muchas discusiones antes
y despuéés - sobre todo Mella promueve objeciones y las debate con Esteve - en
septiembre en Valencia la Federacióón regional (la Internacional por tanto) es
reemplazada - como lo habíía sido ya en el terreno econóómico, en mayo - en el terreno
de las ideas y de la accióón revolucionaria, por la Organizacióón anarquista de la
regióón españñola, que comprende personas, grupos, etcéétera, sin distincióón de
procedimientos revolucionarios, ni de escuelas econóómicas; establecióó un Centro de
relaciones y estadíística, un grupo de relaciones por tanto - que ha sido hasta las
grandes persecuciones, hasta un momento que no puedo precisar, el grupo Benevento,
de Barcelona.
Al mismo tiempo que se elevaban voces contra la divisióón de los anarquistas por las
diversidades en concepciones econóómicas (v. El Productor, 11, 18 de enero, 8 de
marzo, 14 de junio de 1889) y el grupo Benevento declaróó el 31 de mayo que ningúún
réégimen econóómico especial deberáá ser impuesto a la sociedad nueva; todo trabajo
en ese dominio econóómico no es considerado máás que como estudio, y como tal, por
el perfeccionamiento en economíía cientíífica, estáá en su puesto. Fernando Táárrida
del Máármol, propuesto por ese grupo, es nombrado delegado a las reuniones
anarquistas internacionales de Paríís, en septiembre. El grupo propuso para el Segundo
certamen socialista un tema sobre el cual Táárrida escribióó el unsayo, La teoríía
revolucionaria, fechado el 26 de octubre de 1889, que culmina en la anarquíía sin
adjetivos (edicióón de 1890, páágs. 83 - 89) .Sin embargo, esa idea era ya corriente en
Barcelona en la segunda mitad de 1888 ; Mella le combate en La Solidaridad, de Sevilla,
el 27 de septiembre de 1888 y el 12 de enero de 1889 (la anarquíía ... no admite
adjetivos ... ). Máás tarde esa cuestióón fue expuesta en La Revoltéé, 6 y 13 de
septiembre de 1890 por un camarada de Barcelona, evidentemente Táárrida, artíículo
muy importante por la diferencia entre las concepciones españñolas y las francesas.
Táárrida, hablando en francéés conmigo, empleaba los téérminos: la anarquíía sans
phrase y la anarquíía pura y simple; en 1908, en la reimpresióón de su ensayo del
certamen propuso, siguiendo a Ferrer (en 1906 o 1907) renunciar a la palabra
anarquíía, que el púúblico interpreta demasiado mal, y desir socialismo libertario. Dice
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entonces que sus conclusiones de 1889 habíían sido aceptadas por la inmensa
mayoríía de los anarquistas españñoles que prescinden de toda preocupacióón sectaria.
Recordemos que justamente entonces, cuando Táárrida escribe (26 de octubre de
1889), el Appello de Malatesta (Niza, sep. 1889) habíía aparecido en hoja españñola
hCircular: en El Productor, 2 de octubre, etcéétera) y se habíía leíído: Por lo menos no
es líícito dividirnos por puras hipóótesis, etc. Táárrida habla muy francamente de la
aldea industrial, de Kropotkin, que reduce su concepcióón a la agregasióón de
pequeññas comunidades, mientras que Malatesta recomendaráá la organizacióón de
grandes organizaciones, que cambiaráán sus productos, etc., y agrega que cada
inteligencia poderosa crea nuevos caminos para la sociedad futura y hallaráá
adherentes por la fuerza hipnóótica, si puede expresarse asíí, que sugiere a otros sus
propias ideas, y todos nosotros, en general, tenemos nuestro propio plan.
En La Anarquíía (Madrid, del 12 de diciembre de 1890) Juan Montseny (Federico Urales),
declara que la anarquíía no conoce exclusivismos y se llama anáárquico a secas. Escribe
con el mismo espííritu, Las preocupaciones de los despreocupados (1891; pááginas 43 -
46), en El Corsario (La Coruñña), 20 de septiembre de 1841, 16 de enero de 1894, etc.,
y permanece afecto a esa idea.
Algunos anarquistas comunistas han abogado en 1893, por la anarquíía sin adjetivo en
La Controversia hValencia) , el perióódico de Octave Jahn. Tambiéén Vicente Garcíía en
La Tribuna libre (Sevilla), 23 de enero de 1893; artíículo ¡¡No hay que temer! Acababa
de acompaññar entonces a Malatesta y a Esteve en una parte de su gira de
conferencias; por lo demáás en Barcelona habíía habido una conferencia de tres, en la
cual Malatesta, Esteve y Táárrida explicaron cada cual su punto de vistq persóónal.
Es imposible seguir aquíí el desarrollo de las concepciones de Ricardo Mella, desde sus
escritos del Primer Certamen (1885) al informe escrito para la conferencia internacional
de 1900 en Paríís, La cooperacióón libre y los sistemas de comunidad, etcéétera. Mella
luchaba máás fuertemente que nadie contra la desconfianza que el comunismo, sea
autoritario o libertario, le inspiraba. La Solidaridad (Sevilla) , 1888 - 89 le muestra - en
un tiempo en comunióón de ideas con los federalistas, Prouhon, despuéés Serrano y
Oteiza - ahora reconfortado por Tucker (Liberty ); un poco máás tarde por Dyer D. Lum
The Economics of Anarchy {1890) G. C. Clemens (A Primer of Anarchy). Tiene horror al
comunismo en su expresióón extravagante a outrance. En El Socialismo anarquista
(Revista Blanca, 1899; tomo II, pááginas 158 - 161) dice que el anarquismo socialista
contempla todas las hipóótesis con tolerancia; reconoce la cooperacióón libre, en cuyo
seno todos los méétodos y aplicaciones pueden ejercitarse. Despuéés de su informe
para Paríís, publicado por Les Temps Nouveaux, documento de los máás caracteríísticos
de una concepcióón genuinamente libertaria del anarquismo, ese asunto estaba ante un
púúblico verdaderamente internacional, pero fue raramente discutido, si se exceptúúa a
Voltairine de Cleyre en una conferencia dada no mucho despuéés en Filadelfia.
Hubo momentos del máás bello entusiasmo, de máás alta energíía, de expresiones de
bondad y de belleza máás conmovedora en la vida de la anarquíía, pero no hubo, en mi
impresióón, un perííodo de mayor eficacia intelectual que esos añños de 1886 a 1893
en el gran ambiente aquíí descrito, que ha sabido libertarse de creencias y de
costumbres profundamente arraigadas y llegar a elevarse por encima del sectarismo,
del fanatismo, de la intolerancia. Fue el paso de la fe religiosa a la críítica cientíífica y es
una enorme desgracia que los anarquistas de los otros paýíses no hayan seguido esa
evolucióón de la tutela de una idea al examen libre de todas las ideas. Tambiéén en
Españña hay recaíídas. En nuestra ceguera creííamos que uno de los pensadores
destacados y una de las doctrinas habíían vencido sucesivamente a los antecedentes y
que, puesto que nadie habíía frente a Kropotkin y a Tucker, esos dos habíían dicho la
100
úúltima palabra del comunismo y del individualismo anarquistas. Hemos creíído que,
puesto que los unos teníían razóón, los otros se equivocaban, cuando todo lo que acabo
de recordar demasiado brevemente, estaba lucidamente a nuestro alcance en las
publicaciones españñolas y algunos reflejos accesibles tambiéén en Francéés.
Yo mismo, estrecho y limitado como era entonces, habíía escrito en 1890 una apologíía
del anarquismo comunista con refutacióón completa del colectivismo y del
individualismo, un artíículo que Mella tradujo en El Productor para mostrar su estrechez
y su estupidez en Discusióón. Comunismo, individualismo y colectivismo (25 de
septiembre y del 2 de octubre al 13 de noviembre de 1890). No he visto esos artíículos
hasta 1929. He llegado yo mismo, hacia 1900, a esas concepciones de que era preciso
elevarse por sobre los exclusivismos, pero raramente se me ha escuchado y cuando
promovíí la cuestióón por primera vez, en Freedom (Londres), al comienzo de 1914, fui
combatido por todos. Cuando, sin yo saberlo, ese artíículo fue reimpreso despuéés de la
guerra, fue menos combatido y varias veces reproducido. Sebastien ha combatido los
exclusivismos en La Synthese anarchiste (1928), pero no es enteramente lo
mismo,`como he tratado de mostrar entonces en artíículos del Suplemento de La
Protesta sobre la convivencia. Tarrida profesóó esa idea desde el punto de vista
agnóóstico: nosotros no podemos prever los desenvolvimientos econóómicos. Mella fue
impulsado a ella por su sentimiento del derecho igual de cada concepcióón a
manifestarse. Juan Montseny veíía la libertad, la anarquíía en su conjunto y no queríía
empequeññecerla por especificaciones y exclusivismos. Malatesta dijo que no habíía
que dividirnos por hipóótesis sobre cuyo destino decidiráá el porvenir.
Si se dice que esa cuestióón no tiene importancia prááctica y que, aúún asíí, habríía
sido resuelta por la aceptacióón casi unáánime del comunismo anarquista, es un grave
error. La discusióón y las querellas han continuado sobre tantos otros puntos, y los
exclusivismos igualmente. La simple convivencia no ha existido jamáás; cada cual se
cree superior al adversario en doctrina. Se estáá disgregado, desmenuzado asíí, y no se
sabe ya reunirse para una actividad en comúún, cuando seríía lo importante. Asíí la
pasióón, el fanatismo dominan siempre; pero la idea de la convivencia solidaria ha sido
lanzada y el porvenir la realizaráá, cuando, con las dictaduras materiales, sepa romper
tambiéén las dictaduras intelectuales.
Por los hombres que habíían renovado asíí las ideas y la forma de relaciones
(organizacióón) fue renovada tambiéén, a partir de 1886, la accióón colectiva popular.
Hasta entonces, cuando el aumento núúmerico de las secciones y de los federados eran
el objetivo que las huelgas y otros movimientos incalculables alejaban siempre para
desesperacióón de un secretario abnegado como fue Francisco Tomáás, en lo sucesivo,
libre de ese peso, se teníía la libertad de accióón y las huelgas generales de mayo de
1890 y de 1891 en Cataluñña fueron resultados soberbios. Un nuevo progreso para
1892, que debíía preparar el viaje de Malatesta y de Esteve, fue limitado por la revuelta
agraria de Jerez de la Frontera (noche del 8 al 9 de enero de 1892), seguida de las
ejecuciones del 1O de febrero y de torturas y el presidio para muchas otras vííctimas.
Eso puso fin a los movimientos de huelga de los primeros de mayo y hubo ciertamente
un debilitamiento del íímpetu colectivo, lo que impulsóó hacia adelante a los partidarios
de la accióón individual, no de los aislados, sino, al contrario, de los comunistas muy
solidarizados, pero que habíían quedado fuera de la gran corriente descrita aquíí, y sus
adversarios personales. Mella escribióó entonces que una desconfianza exagerada
produce el prejuicio que toda accióón orgáánica es pernicyosa para nuestra causa. La
libre iniciativa fue interpretada como una negacióón directa del principio de asociacióón
y hasta como su contrario; v. El Corsario del 26 de julio de 1893; v. tambiéén la
descripcióón de las mentalidades de entonces por Juan Montseny\pard plain en Entre
anarquistas,`en un perióódico anarquista de 1895. Pero el documento principal sobre
101
ese estado de tensióón es la larga serie Puritanismo o exageraciones en El Productor,
del 27 de abril al 15 de junio de 1893, cuyo autor fue sin duda alguna Antonio Pellicer.
Por temor al principio autoritario se niega incluso la organizacióón de la sociedad futura
y se propaga un individualismo inexplicable y antisocial, sin pensar que la complejidad
del organismo social exige adminitracióón, asociacióón y organizacióón, dice Pellicer, y
hace una críítica semejante de todos los simplismos y primitivismos corrientes
entonces, que fueron productos de la exuberancia, de un razonamiento en el vacíío,
basado sobre demasiado pocos conocimientos reales, pero que fueron tambiéén
productos de un verdadero odio contra los llamados moderados, respetables,
organizadores, etc., los amigos de los perióódicos El Productor, Freiheit, Freedom, de
Malatesta y Merlino. Habíía antagonismos terribles. Aunque el 24 de septiembre de
1893 el Cíírculo obrero de estudios sociales, un gran centro anarquista cerrado el 3 de
mayo de 1891 por las autoridades, debíía inaugurarse de nuevo, lo que marca una vida
normal y progresiva del movimiento -, despuéés del atentado de Paulino Palláás contra
el General Martíínez Campos ese mismo díía, El Productor, encontrando la negativa de
los impresores, no tratóó de superar ese obstááculo (en otras ciudades los perióódicos
continúúan), sino que cesóó de aparecer y dio explicaciones (en El Corsario, La
Coruñña, 5 de noviembre de 1893) que duele leer por su demostracióón de la
impopularidad de su óórgano, que se designaba como un peso de plomo sobre la
iniciativa libre. Se puede dar uno cuenta de los odios promovidos contra los hombres de
El Productor por las correspondencias descriptivas que Martíín Borráás, de Gracia, una
de las cabezas de esos adversarios, envióó en 1893, hasta su arresto, a El Perseguido,
de Buenos Aires.
Hubo las bombas del Liceo, el teatro, arrestos y torturas, ejecuciones, horrores
judiciales (v. El Proceso de un gran crimen, por Juan Montseny, La Coruñña, 1895, 50
páágs. en 16o). Habíía siempre perióódicos valerosos, El Corsario, en La Coruñña, y los
publicados por Alvarez y algunas hojas comunistas anarquistas de corta duracióón, pero
la gran sorriente del pensamiento anar.quista parece cortada, cuando Antonio Pellicer
por decirlo asíí, rompe su pluma y Lorenzo debe consagrarse a un perióódico casi
anodino, el úúnico que podíía publicarse en Barcelona (El Porvenir social) y a una
revista, Ciencia social, en 1895 - 1896 (mayo). Se era muy déébiles y se reponíía el
movimiento un poco cuando la bomba de la calle de Cambios Nuevos,`el 7 de junio de
1896, llevóó a la persecucióón en masa, a las torturas y a las ejecuciones de Montjuich,
al presidio por muchos añños y al destierro por deportacióón a Inglaterra de muchos
otros aúún (en 1896 - 97). Fue preciso un esfuerzo internacional, las grandes
campaññas de Táárrida del Máármol y de Federico Urales (Juan Montseny), en el
extranjero y en Madrid mismo para conseguir la liberacióón de los supervivientes, y por
las campaññas de prensa de la Revista Blanca y su Suplemento, cambiado en Tierra y
Libertad (1899 - 1905) tambiéén fueron libertados los presos de Jerez (1892) y de la
Mano Negra (1883). Es entonces solamente cuando, por diferentes iniciativas, en Haro
(diciembre de 1899), Manlleu (enero de 1900) y Jerez fue comenzada una
reorganizacióón sindical, iniciada por el congreso de Madrid de octubre de 1900, que
fundóó la Federacióón de Trabajadores de la Regióón Españñola, continuando asíí la
obra del Pacto de Unióón y Solidaridad, organizacióón, si habíía continuado, al menos
dislocada y muy déébil, con un nuevo íímpetu, contando 52,000 miembros
aproximadamente en su comienzo y que publicóó un manifiesto de contenido
anarquista.
Esta Federacióón de 1900 se ha extinguido como organismo federado en 1905 o 1906,
sin que tales desapariciones del aparato federal quiera decir en Españña que las partes
componentes, las secciones o sindicatos, se hayan desintegrado .En ese caso particular,
simplemente, una comisióón, situada en Barcelona, en Sevilla, en La Coruñña acaba por
102
perder el contacto con los sindicatos. Una nueva iniciativa partióó de esas 40 o
50`secciones o sindicatos de Barcelona y sus alrededores, que han existido siempre y
que bajo el nombre de Solidaridad Obrera dieron un nuevo impulso a su federacióón,
reuniendo los sindicatos de Cataluñña y avanzando hacia una federacióón nacional. La
insurreccióón y la represióón de 1909 han retardado esos desenvolvimientos que
culminan en 1910 en la constitucióón de la Confederacióón Nacional del Trabajo (C. N.
T.), octubre y noviembre de 1910. Su vida púública fue casi inmediatamente suspendida
por los arrestos pocos díías despuéés. Se recomienza de nuevo, localmente, y por la
regióón catalana (1913 - 1914) para constituirse nacionalmente, primero de un modo
nominal, en el Ferrol a comienzos de 1915. De nuevo tiene lugar el gran desarrollo en
las regiones - testimoniado, por ejemplo, por el Congreso regional cataláán en Sans
(Barcelona), en agosto de 1918, con, quizáás, todavíía poca vida púública interregional,
hasta diciembre de 1919, cuando tuvo lugar, en fin, en Madrid el`gran congreso
constitutivo. Habíía entonces en los sindicatos representados, 90,750 miembros en
Andalucíía; 15,172, en Aragóón; 1,081, en Baleares y Canarias; 699,369, en Cataluñña.
Cuando, despuéés de una infinidad de acontecimientos, fue posible un nuevo congreso
en Madrid, en 1931, la cifra de los representados fue parecida y la cifra de los miembros
de la C.N.T. se ha acrecentado todavíía en 1931 hasta cerca de un millóón. Las cifras
varíían siempre segúún la vida agitada de los sindicatos; pero esa gran unidad existe no
obstante - aproximadamente una decuplicacióón o veintiplicacióón de las fuerzas que la
Internacional supo alcanzar.
La Internacional teníía su aparato administrativo muy elaborado, pero teníía tambiéén
su espííritu vivificante y animador - la Alianza. De igual modo las organizaciones máás
recientes tan crecidas, tienen su aparato administrativo, pero si tal aparato funcionase
por síí solo, la degeneracióón en dictadura o en burocracia estancadora seríía inevitable.
Lóógicamente a un cuerpo le hace falta ese soplo de gran vida que dio la Alianza a la
Internacional - y es esa vida la que dan los anarquistas a esa inmensa aglomeracióón de
siridicatos. Sin eso habríía pronto inercia, indiferencia, corporativismo, impotencia, y
habríía dictadores, para que esa masa fuese un capital electoral para su ambicióón y
arribismo. Veamos esto: En Españña, los grupos anarquistas, reunidos desde 1888
(Organizacióón anarquista) han renovado siempre sus interralaciones, finalmente en
una conferencia en Valencia, en 1927, donde fue constituida la Federacióón Anarquista
Ibéérica (F. A. I.). Es contra ese organismo contra el que se concentra el odio de los
dictadores o aspirantes a dictadores de varias especies, que quisieran dominar ese
millóón de organizados y los millones populares que le son simpááticos, lo que los
anarquistas de la C. N. T. se esfuerzan por impetir con toda razóón.
La historia del movimiento españñol estáá llena de grandes luchas y de grandes
máártires; que se recuerden las vííctimas de Alcaláá del Valle y de Cullera. Una de las
luchas máás intensas fue la huelga de la metalurgia en Barcelona, en 1902, y el
perióódico de Ferrer y de Lorenzo, La Huelga General (de noviembre de 1901, con
interrupsióón forzada hasta 1903) estuvo entonces en primera fila: elaborando la idea
de la huelga revolucionaria. Hubo la semana roja de 1909, en Barcelona, que la
reaccióón vengóó asesinando a Ferrer, el 13 de octubre. Hubo ese perííodo de 1917 a
1923, con su inmenso desenvolvimiento de la organizacióón y la feroz represióón por
los asesinatos de militantes. Hubo siempre huelgas violentas y masacres en Andalucíía.
Finalmente hubo la dictadura de septiembre de 1923, hasta la caíída del dictador en
enero de 1930, perííodo que impuso una existencia oculta a la organizacióón, que en los
quince meses hasta abril de 1931 volvióó del claro -`obscuro a la luz del díía. Los
anarquistas, agrupados finalmente en la Federacióón Anarquista Ibéérica, tomaron una
participacióón intensa en la vida de la C. N. T., predominando alternativamente en sus
consejos y con su conducta o chocando con fuerzas y elementos de las tendencias
103
máás arriba descritas cuya importancia o al menos su poder personal fue reforzado
por los perííodos de persecucióón, de vida oculta o semi - oculta, que dejaban la mano
libre a un pequeñño núúmero de militantes (como antes en los añños 1874 - 81, 1883 =
88 y otros perííodos despuéés).
Las ideas anarquistas, bien representadas por la Revista Blanca y las publicaciones que
le pertenecíían (Suplemento y Tierra y Libertad) de 1899 a 1905, y de nuevo por las
series de Tierra y Libertad, de Barcelona por largos añños, fueron, diríía, cada vez máás
restringidas a obrar sobre la gran organizacióón obrera, que no teníía un valor
progresivo máás que en proporcióón du su alejamiento de los escollos descritos. En
esas condiciones, el pensamiento anarquista mismo teníía, pienso, poca vida nueva. Se
aceptóó el anarquismo comuryista por rutina, es decir moderado, sin discutirlo todavíía,
como un sistema en lo sucesivo adquirido. El comunismo amorfo de los añños 1885 -
1896 habíía muerto en las terribles persecuciones de los añños 1893 a 1897 y los
elementos de lucha acentuada que no encuentran ya esa resistencia que les
aguijoneaba tanto antes, en ocasióón de su guerra contra el colectivismo y la
organizacióón, se manifiestan en las luchas colectivas, que no faltan, en las luchas de
alta envergadura contra la dictadura, la monarquíía, el Estado - de acciones solidarias
con el objetivo general de todos.
Hubo aplicaciones simpááticas para las energíías despertadas, como la Escuela
Moderna, de Francisco Ferrer Guardia y todo el movimiento de educacióón racional y
libre; el movimiento naturista, que en Españña adquirióó una gran idealidad libertaria. Y
en suma, tantos añños de lucha constante llena de esperanza, y la gran felicidad de no
haber estado comprometidos en la horrorosa guerra mundial, han tenido a los
libertarios españñoles en un estado de eficacia, de espííritu alerta, de una moral llena
de esperanza, que los anarquistas de los otros paííses han sabido raramente mantener.
El esfuerzo comenzado en 1840, acentuado desde 1868, afrontando las persecuciones
de 1893 y 1931 y hasta hoy, ha producido frutos que no analizo aquíí. Las tres
afirmaciones libertarias en enero de 1932, enero y diciembre de 1933, son testimonios
vivientes y vibrantes de ello.
Entre los autores anarquistas españñoles y catalanes de esos treinta añños no
menciono máás que a Anselmo Lorenzo, activo hasta su muerte en el otoñño de 1914,
Táárrida del Máármol, Ricardo Mella (cuyas colecciones, Mirando hacia el futuro.
Pááginas anarquistas, Buenos Aires, 237 pááginas; Ideario, Gijóón 1926, 335 páágs.;
Ensayos y conferencias, ííd., 335 pááginas, 1934, reproducen una pequeñña parte de
los numerosos aríículos y folletos), Pedro Esteve, en los Estados Unidos, Joséé Lóópez
Montenegro, un viejo de la Internacional, Federico Urales y la joven Federica Montseny.
No hablo de los militantes del sindicalismo cuya posicióón provoca cada vez máás
controversia, puesto que ha vuelto la idea, prevalente desde 1870 a 1888, de que la
organizacióón presente seráá el cuadro de la sociedad del porvenir que se cree
próóxima. Es una tesis que reaparece cuando las organizaciones se expansióónan, y
que palidece cuando se ve mejor la complejidad de la vida social, y sobre todo cuando
el espííritu libertario adquiere vigor y no quiere permitir al presente hipotecar o poner la
mano sobre el porvenir. En ese espííritu se le ha opuesto la hipóótesis y la esperanza
del municipio libre, foco de accióón costructiva solidaria tan ymportante como el
sindicato, el grupo, la cooperativa y otras fuerzas organizadas del presente: todas esas
fuerzas ignoran igualmente lo que seráá la sociedad del porvenir que habráá de
permanecer sin adjetivos, como la vida misma.

Capítulo 14
104
Las ideas anarquistas en Inglaterra, en los Estados Unidos, en
Alemania, en Suiza y en Béélgica a partir de 1880
aproximadamente.

Seréé breve aquíí para Inglaterra, desde las impulsiones libertarias ya descritas máás
arriba desde Godwin a Cuddon, habíían dejado desde 1870 a 1880 rastros sóólo en la
mentalidad de algunos trabajadores socialistas que hacia 1880 renovaban la agitacióón
popular y daban a su socialismo un sello antiparlamentario, antiautoritario en general,
comunista y revolucionario. No sin conocer por el contacto en los clubs y las reuniones
las ideas anarqúúistas corrientes entonces entre alemanes, franceses, italianos y
conociendo tambiéén las publicaciones americanas del matiz de Tucker, esos hombres,
que conocieron tambiéén a Robert Owen y a los owenistas y a otros viejos socialistas
supervivientes, se forman un anarquismo comunista solidario, razonando, que se acerca
tal vez máás a las ideas de Malatesta. La exuberancia y la amorfia no les atraen, y las
hipóótesis especiales de Kropotkin tampoco. Joseph Lane, el autor de An Antistatist
Communist Manifesto (Londres, 1887, 24 páágs.), Samuel Mainwaring y otros
representan ese anarquismo comunista ingléés autóóctono que quiere el mááximo de
libertad, pero que cuenta tambiéén con la mayor solidaridad.
Esos hombres encuentran a William Morris (1834-1896) en la organizacióón socialista y
ayudan a impulsarle hacia adelante, en lo cual triunfan hasta un cierto punto, pero no
totalmente. Morris era entonces desde 1884 a 1890 al menos, un socialista franco, que
rechazaba todas las instituciones estatistas y econóómicas presentes, igualmente las
patrias y las naciones, reemplazáándolas por un orden basado en las comunas
(townships) y las guildas locales, asociadas en federaciones de formacióón y de
disolucióón voluntaria, comunicáándose por delegados y ligadas con una especie de
cuerpo central cuyas funciones consistiríían casi exclusivamente en la custodia
(guardianship) de los principios fundamentales de esta sociedad. Se evolucionaríía en la
direccióón de la abolicióón de todo gobierno (the abolition of all government) y hasta de
todas las regulaciones no sancionadas por la costumbre, y la asociacióón voluntaria
(voluntary association) se convertiríía en el úúnico lazo social (the only bond of society)
. Vééase una de sus`cartas de 1888, impresa en Letters on Socialism by w. Morris lo
Rev. G. Baieton ... (Londres, 1894).
Esa concepcióón es enteramente comparable, y mucho máás libertaria, a la producida
de 1880 a 1890 por Serrano y Oteiza y Llunas, en nombre de los anarquistas
españñoles, y con la diferencia que Morris proponíía`claramente proceder a una
eliminacióón progresiva y total de la autoridad, mientras que los colectivistas
españñoles, al menos en todas sus declaraciones púúblicas, daban a su sistema un
caráácter de inmutabilidad ríígida.
Morris ha dado a sus concepciones ulteriores y a sus suposiciones sobre la forma que
tomaríía la revolucióón social inglesa una bella expresióón en su utopíía News from
Nowhere, aparecida desde el 11 de enero al 4 de octubre de 1890 en The Commonweal,
el óórgano de la Socialist League, y comenzada en la primavera de 1888: su forma de
protesta contra la utopíía autoritaria de Bellamy. Existe en traduccióón Noticias de
ninguna parte ... (Buenos Aires, La Protesta, 1928, XXVIII, 231 páágs.). En ese libro,
como ya antes en conferencias y en sus otros escritos, Morris ha proclamado la
aplicacióón del arte a la vida, la belleza y la produccióón prááctica combinadas, el
trabajo intelectual,`manual estééticamente bello y bien hecho, en lugar de las
mecanizaciones y de las fealdades oficiales, vulgares, avaras y utilitarias. Su socialismo,
como todo socialismo original, correspondíía a la esencia de su ser mismo. Amante de
las armoníías, de las cosas sóólidas y bien hechas, de la cooperacióón inteligente entre
105
los productores, de la entente prááctica para un fin decidido voluntariamente y
convenido teníía horror a las cualidades opuestas, al oficialismo, a la servilidad, a la
incompetencia, a la indiferencia como, inevitablemente, en el terreno de las ideas
sociales y tambiéén de la conducta personal, a la amorfia, a los háábitos, debrouillards,
a las exageraciones y tambiéén a las palabras gruesas revolucionarias donde una
argumentacióón seríía mucho máás apropiada. No le gustaban tampoco las
espectativas de cambios casi instantááneos y todo eso explica que no se haya
declarado por la anarquíía brusca, al minuto, por decirlo asíí, que los camaradas
franceses preconizaban entonces, como se sentíía rechazado por los háábitos presentes
de algunos anarquistas, ni le ha interesado el matiz socialista revolucionario de
entonces y, cuando de todos esos elementos entróó una parte en la Liga socialista -
aunque en forma atenuada -, éél`se retiróó de allíí en el otoñño de 1890, y desde
entonces ha evolucionado hacia un socialismo legalitario, creyendo a los anarquistas
incapaces de cooperasióón seria. En muchos puntos sus impresiones coincidíían con las
de los colectivistas españñoles, que no podíían cooperar con los primeros comunistas.
Los colectivistas se entendíían un poco mejor con las ideas de Kropotkin en sus ensayos
ingleses de 1887, 1888 (Nineteenth Century). Pero Morris vio a Kropotkin desde 1886 en
las reuniones y los artíículos de Freedom, y consideraba que importaba a Inglaterra un
sistema formado sobre el modelo de Paríís, sin conocer el terreno ingléés. Asíí no se han
aproximado, sin combatirse por eso.
Kropotkin, en efecto, no sin alguna experiencia inglesa (1881 - 82), llegado a Londres
despuéés de su largo cautiverio en marzo de 1886, no se preocupóó tampoco de
cooperar con la Socialist League en la que, hasta la primavera de 1888, habíía aúún
parlamentarios, marxistas incluso, pero donde, gracias a la autonomíía de las secciones,
los diversos matices podíían vivir su propia vida, y el Freedom Group fue fundado en la
primavera, el mensual Freedom en octubre de 1886 (publicado hasta fines de 1927 y
continuando aúún por un Bulletin y por un perióódico del mismo nombre, publicado por
un grupo en Londres). Allíí propuso Kropotkin ampliamente sus ideas, hasta el otoñño
de 1914, tratando de interpretar y de resolver los problemas ingleses en su espííritu
local, como hizo respecto de Francia en el Réévoltéé, etc. (1879-1914) y respecto de
Rusia en los Listki Chleb i Voliáá (Hojas de Pan y libertad) desde 1906-1907 en Londres.
Despuéés de un perííodo de revolucionarismo anarquista (1890 - 1894), los anarquistas
ingleses de la antigua Liga socialista, se asocIaron en 1895 en torno a Freedom, escrito
por Kropotkin y sus camaradas, pero que admitíía tambiéén opiniones disidentes
expresadas cortéésmente. Fue un largo perííodo de propaganda siempre razonada, que
trataba tambiéén de propagar un sindicalismo anarquista (The Voice of Labour). Por la
conversióón de casi todos los socialistas ingleses, despertados desde 1879, a un
socialismo electoral cada vez máás incoloro, el radio de accióón del grupo Freedom se
volvióó restringido, y con la absorcióón de los elementos un poco menos legalitarios por
el comunismo a la rusa y por los socialistas de izquierda, la situacióón de los libertaryos
no ha sido mejorada.
En los capíítulos detallados sobre los esfuerzos libertarios en Inglaterra, describo la
éépoca del Congreso socialista internacional de Londres en 1896, cuando algunos
anarquistas, antiparlamentarios, socialistas antimazxistas y algunos socialistas de
espýíritu equitativo general se sentíían próóximos por indignacióón comúún contra los
jefes marxistas que estuvieron entonces en la cima de su orgullo despectivo; aun la
éépoca del regreso de Kropotkin de los Estados Unidos y los esfuerzos desde entonces,
fines de 1897 hasta 1902, el perííodo de la gran huelga general de Barcelona, para
atraer a los trade-unionistas, de los cuales al menos una de las grandes capacidades,
Tom Mann, mostraba interéés por la posicióón de los sindicalistas libertaryos, que le
explicaban sobre todo Cherkesof y Tarrida del Máármol. Esto se repitióó en los añños de
106
1910 a 1914, cuando el sindicalismo de Tom Mann, de regreso de Australia, fascinóó
a los camaradas ingleses y a Cherkesof, no tanto por su contenido ideal, sino por la
esperanza que concibieron de que al fin se constituiríía una fuerza de accióón obrera
econóómica directa, que relegaríía a úúltimo plano la políítica obrera de la Labour Party.
El estatismo tan reforzado por la guerra, el espííritu dictatorial que el viento del Este,
soplando desde Rusia, trajo consigo, y el debilitamiento de la fuerza econóómica de los
trabajadores por la masa de los sin trabajo, - todo eso ha contribuido a destruir las
esperanzas de antes de la guerra. Asíí, actualmente, los libertarios ingleses quedaron
aislados frunte al socialismo puramente electoral, a un trade-unionmsmo reducido a la
defensiva, y a los imitadores del bolchevismo de Moscúú y del fascismo de Roma.
Antes habíía todavíía un socialista verdaderamente libertario que no evolucionaba hacia
atráás, como Morris, pero que estuvo, a pesar de todo, cada vez máás aislado - fue
Edward`Carpenter (1844 - 1929), autor de Towards Democracy (1883; ensanchado y
continuado; edicióón completa de 1905), uno de cuyos capíítulos ha aparecido en folleto
Non Governmental Society. Es una concepcióón máás libertaria que la de Morris y tan
bella estéética y ééticamente.
Al margen de toda propaganda, ciertamente, Oscar Wilde ha publicado el ensayo
netamente socialista libertario The Soul of Man under Socialism en la Fortnightly Review
(Londres) de febrero de 1891, páágs. 292 - 319, y en una encuesta francesa ha escrito
que antes era poeta y tirano, ahora artista y anarquista (v. L'Ermitage, Paríís, julio de
1893), donde en una encuesta internacional entre autores y artistas, veintitrùés se
declaran autoritarios, veinticuatro son imprecisos y cincuenta y dos se declaran por la
libertad, de los cuales, once son libertarios conscientes.
He mencionado ya a los anarquistas individualistas ingleses animados por Liberty de
Boston; el individualista voluntarista Auberon Herbert, etc. Pero el autoritarismo ha
recuperado su terreno en Inglaterra y en Escocia, y en Irlanda el nacionalismo no ha
permitido nunca prosperar al anarquismo, apenas un poco de socialismo. Una triste
evolucióón despuéés de un siglo que desde 1793 a 1890 habíía producido en Political
Justice, de Godwin, y News from Nowehere, de Morris, dos de las máás bellas joyas del
pensamiento y del arte libertarios.
En los Estados Unidos, la gran huelga vehemente de 1877 (Pittsburgh) habíía reanimado
a los revolucionarios y una revista The Anarchist. Socialistic Revolutionary Review,
Boston, enero de 1881, cuyo segundo núúmero suprimido, fue una expresióón de ello.
La Freiheit, de Most (Londres; a partir de 1870) radicalizóó a muchos trabajadores de
lengua alemana; la agitacióón personal de Johann Most (1846 - 1906), a partir de
diciembre de 1882 hizo anarquistas a esos socialistas revolucionarios que se
organizaron en úúltimo lugar en Pittsburgh, en el otoñño de 1883, aceptando los
principios formulados por Most, que fueron los del colectivismo anarquista. Most los
expresóó en detalle en Die freie Gesellschaft, folleto que aparecióó en New York, en
julio de 1884, 85 páágs. El subtíítulo es Un estudio sobre los principios y la tááctica de
los anarquistas comunistas, pero Most empleóó ese téérmino como lo habíía empleado
en 1877 en Berlíín, porque el téérmino colectivista no era famliliar a los lectores
alemanes. Fue vivamente criticado por comunistas anarquistas alemanes en Londres,
que conocíían la diferencia, pero como eran enemigos personales, no admitióó el error y
no propagóó las verdaderas ideas comunistas anarquistas (ateniééndose a las de
Kropotkin) máás que a partir de 1888. Los anarquistas, martirizados en Chicago (1886 -
87) fueron colectivistas, a excepcióón tal vez de Lingg. Albert R. Parsons, William T.
Holmes, fueron americanos de ese matiz. Dyer D. Lum (1839 = 1893) combinóó el
colectivismo y el mutualismo y fue tambiéén el propagador de un sindicalismo
revolucionario. Vííctor Drury, G. C. Clemens, C. L. James, John Labadie, represuntan
107
otros matices que, hablando generalmente, muestran la influencia del anarquismo
individualista sobre los colectivistas, mientras que los individua|istas que se
aproximaban a Henry George, como Hugh O. Pentecost, llevaron un mayor elemento
socialista a su individualismo.
La máás bella flor de esa evolucióón libertaria entre americanos que, sin preocuparse
de las escuelas socialistas y anarquistas europeas, trataba simplemente de combinar el
mááximo de libertad, de solidaridad y de sentimiento tan revolucionario como
abnegado para los trabajadores explotados, para las mujeres enfeudadas a las
costumbres de la familia, para la humanidad sometida a los gobernantes - fue Voltairine
de Cleyre (1866 = 1912) , inspirada en sus comienzos por el libre pensamiento, el
martirologio de Chicago y las ideas e impulsiones de Dyer D. Lum (1839 - 1893), pero
llegada durante sus veinticinco añños de actividad a una concepcióón de la anarquíía
que fue tal vez la máás amplia, tolerante, y ademáás, seria, reflexiva, determinada, que
conocemos al Iado de la de Eliseo Reclus. En su conferencia sobre la anarquíía, dada en
Filadelfia en 1902, explica las diversas concepciones, la individualista, la mutualista
(Lum), la colectivista, la comunista en perfecta igualdad y explica las diferencias por los
ambientes y personalidades donde han nacido. Si se hubiese estado siempre en esta
posicióón ¡¡cuáántas animosidades estéériles nos habríían sido ahorradas!
Las Selected Works of Voltairine de Cleyre, publicadas por Alejandro Berkman (New
York, Mother Earth Publishing Association, 1914, 741 páágs. en 8o) son la perla de la
literatura anarquista americana. Desgraciadamente siete u ocho añños antes de su
muerte un individuo embrutecido, de un ambiente de camaradas, disparóó un tiro sobre
Voltairine que la hirióó terriblemente, la invalidóó casi y la hizo morir a consecuencia de
ello en 1912.
Las publicaciones comunistas anarquistas de lengua inglesa, los perióódicos Solidarity
(New York, fundado bajo la influencia de la propaganda de Merlino, como tambiéén Il
Grido degli Oppressi, italiano; 1892 - 93 y otras series), The Firebrand (San
Francisco,`cambiado en Free Society, máás tarde en Chicago y en New York, 1895 -
1904); Discontent; The Demostrator; The Agitator (máás tarde The Syndicalist en
Chicago), esos en comunidades libertarias en el Estado de`Washington cerca del
Pacíífico (1898 - 1913 ... ); la revista Mother Earth publicada por Emma Goldman,
asistida pronto por Alejandro Berkman, en New York (1906 - 1917); esas publicaciones y
otras contienen ciertamente, al lado de las popularizaciones de las ideas derivadas
máás o menos de Kropotkin, una cantidad de artíículos, de cartas y discusiones de
críítica anarquista independiente que exigiríía ser destacada por investigaciones
especiales que no puedo hacer. Se encuentra allíí Some Misconceptions of Anarchism,
una conferencia dada en enero de 1904 en New York por el Dr. M-n (Dr. J. A. Maryson),
traducida en francéés y en españñol y que me ha sido falsamente atribuida en varias
ediciones. Aparecióó en Free Society (New York) el 10 de abril de 1904 firmada Dr. M-n
y su autor es un camarada muy conocido del movimiento de lengua judíía en New York.
De míí hay un artíículo que resume algunas crííticas en Mother Earth en diciembre de
1907, del que hay otro texto, revisado sobre un manuscrito por míí en los Temps
Nouveaux (18 y 25 de abril de 1908: La lutte contre l'Etat). Alejandro Berkman,`nacido
en 1870, despuéés de haber sacrificado casi su vida y de haber sufrido catorce añños
de presidio por el atentado de Pittsburgh en 1892, volvióó a la vida anarquista desde
1906 y defendióó un vigoroso anarquismo obrero en New York y en San Francisco. Se
conocen sus ideas por sus folletos sobre la revolucióón rusa, su libro The Bolshevik Myth
(New York, 1925; con el capíítulo final, Berlíín, 29 páágs.) y sobre todo por Now and
After. The ABC of Communist Anarchism (New York, 1929, XX, 300 páágs.; titulado What
in Communist Anarchism? en otra edicióón).
108
Emma Goldman, nacida en 1869, ha relatado su actividad de propagandista,
conferencista, sus ideas y sus luchas en Living my Life (New York, 1931,993, XVI,
páág.), un libro que recuerda tambiéén los hechos salientes de la vida anarquista y
libertaria y de las grandes luchas obreras en los Estados Unidos desde 1887 a 1919;
completa tambiéén sus dos volúúmenes sobre Rusia, publicados en 1923 y 1924. El
capíítulo final del segundo volumen My Further Disillusionment in Russia, (titulo que no
fue de su eleccióón) da su concepcióón de la anarquíía que se eleva en ese capíítulo
muy por encima de la rutina. Ensayos máás antiguos son reunidos en Anarchism and
other Essays (New York, 1910, 277 páágs.).
Se ven en algunas partes de su autobiografíía figuras antiguas y máás jóóvenes de lo
que se llama el ambiente radical y liberal americano, esos hombres y mujeres
humanitarios y, en diversos grados, libertarios que descienden tanto de los anarquistas
individualistas antiguos, defensores de la persona, de la autonomíía humana, como de
los trascendentalistas de New England (la antigua Boston, etc.), de los fourieristas y
otros socialistas sobre todo de los añños 1830 - 1860. Estáán dispersos ahora, se
extinguen y no han podido siquiera advertir desde su antiguo hogar, Boston, la
vergüüenza del asesinato de Sacco y Vancetti en 1927, pero sin embargo han sido el
elemento humanizador del gran paíís. Por la Free Speech Bibliography de Theodor
Schroeder (New York, 1922, V, 247 páágs. in-gr. 8o) se da uno cuenta de una parte de
esos esfuerzos persistentes de resistencia al mal.
Robert Reitzel (1849-1898) fue un espííritu libertario alemáán de un talento literario
gracioso y que se eleva a un pensamiento y a una críítica a menudo extraordinarios en
su semanario Der arme Aeufel, desde 1884 hasta su muerte; la tragedia de Chicago le
habíía solidarizado con los anarquistas y hablóó en los funerales de las vííctimas en el
cementerio de Waldheim, acusando a la religióón que predica la sumisióón a la
autoridad; la religióón y el sistema capitalista han hecho cobardes a los trabajadores de
Chicago, que dejaron asesinar a sus camaradas, como se hizo de nuevo en 1927,
cuando el mundo entero dejóó matar a Sacco y Vanzetti.
Habíía en los Estados Unidos las grandes series de perióódicos comunistas anarquistas
italianos, la Questione sociale, a partir de 1895, titulada máás tarde L'Era Nuova; La
Cronaca sovversiva de Luigi Galleani (1861 - 1931), a partir de 1903 y otros; El
Despertar y otros perióódicos españñoles por Pedro Esteve y algunos máás, a partir de
1891. En los escritos de Galleani se encuentra un kropotkinismo revolucionario
expresado con el máás bello vigor; y lo que se ha reimpreso de éél conserva su
frescura. Pedro Esteve, al que no puedo seguir en su larga actividad americana, ha
expresado ideas muy amplias en sus artíículos publicados en Cultura Obrera de New
York en 1922, el librito Reformismo. Dictadura. Federalismo, 88 páágs.; y en otras
varias investigaciones.
El Capital es feroz en los Estados Unidos y la resistencia impone a los trabajadores de
todas las opiniones sociales y polííticas, todos los medios de accióón, la astucia, la
guerrilla, la guerra abierta. Este estado de guerra latente o abierta acentuada no hace a
los que estáán en la contienda ni revolucionarios ni libertarios, puesto que la lucha
directa, su preparacióón y sus consecuencias absorben los espííritus y las energíías. Un
sindicalismo libertario es inimaginable en esa situacióón y la fuerza o la astucia actúúan
úúnicamente,`apoyáádas a menudo por una gran solidaridad, el entusiasmo y la
perseverancia. Por eso la mentalidad autoritaria es mantenida y reforzada y la idea
libertaria no puede difundirse ampliamente en el gran paíís de acaparamiento sin fin,
donde el autoritarismo hace estragos desde siglos atráás en las formas máás intensas -
por el rechazo de los indios, las guerras con los paííses vecinos, la esclavitud de los
negros, el dominio de los fuertes sobre las riquezas naturales y ahora el sometimiento
109
intensificado de los trabajadores y la dictadura econóómica.
En estas condiciones la influencia de las ideas libertarias sobre los trabajadores
americanos ha sido siempre déébil y estos úúltimos, desde los diez añños de luchas
impregnadas de voluntad socialista revolucionaria 1877 - 1886, no han vuelto a
manifestarse de otro modo que localmente, en huelgas muy violentas y reprimidas muy
cruelmente. Organizacionew de hombres decididos a la accióón,`como una parte de los
I. W. W. (Internacional Worker of the World) en el Oeste americano lo fueron, no se
muestran accesibles a las ideas libertarias, aunque individualmente hubo anarquistas
en sus filas y han salido de entre ellos, como Kurt Wilckens, que supo obrar tan
valerosamente en la Argentina, y otros. En los añños presentes, la crisis terrible de
trabajo requiere un esfuerzo adicional, pero todo parece indicar que la propaganda
libertaria no ha sabido implantarse todavíía profundamente en el enorme paíís.
El primer foco anarquista de lengua alemana fue una sociedad obrera de Berna (Suiza)
en 1875 - 77, inspirada por Paul Brousse, en 1877 ayudada tambiéén por Kropotkin,
publicando el primer perióódico (Arbeiter-Zeitung, Berna, déésde julio de 1876 a
octubre de 1877), y algunos trabajadores muy activos que propagaron luego las ideas
en Alemania, en 1877, 1878, no sin algúún ééxito ííntimo, pero obstááculizados por la
enemistad socialdemóócrata y su falta de medios para dar a su accióón proporciones
máás vastas y púúblicas. Fueron sobre todo Reinsdorf, Emil`Werner y Rinke. La ley
antisocialista de octubre de 1878 obstruyóó máás todavíía esa propaganda y los pocos
militantes fueron bien pronto detenidos o hubieron de ocultarse o desterrarse.
Entonces, en 1879, 1880 la protesta vehemente socialista revolucionaria expresada con
gran verba por Johan Most en la Freiheit (Londres) atrajo las simpatíías y se siguióó a
Most, el cual, aunque ya informado sobre la anarquíía, fue atraíído en esos añños, los
úúltimos de la vida de Blanqui en Paríís, casi tanto por el blanquismo. De ahíí una
iniciacióón anarquista muy incompleta y esporáádica (algunas explicaciones dadas por
Reinsdorf) de los lectores de la Freiheit y la enseññanza libertaria que se habíía vuelto
casi caóótica en 1881 - 1882, cuando Most estuvo largo tiempo en prisióón y el
perióódico fue confeccionado en circunstancias cada vez máás precarias, hasta volver a
tomar una orientacióón exclusivamente dirigida por Most despuéés de recuperar la
libertad y su traslado a Améérica (fines del añño 1882). Lo que sigue en Améérica ha
sido resumido ya máás arriba; una afirmacióón colectivista por Most (1883 - 1884), que
sus adversarios y rivales alemanes en Londres combatieron proponiendo el comunismo
anarquista tal como lo veíía prolongado en Suiza y en Francia. Esta enemistad se
envenenaba cada vez máás por acontecimientos deplorables, que no hay necesidad de
recordar aquíí. Most, algunos añños despuéés, reconocióó el comunismo anarquista,
pero entonces la influencia de su perióódico habíía sido socavada ya en Alemania por el
perióódico rival Die Autonomie y los lectores alemanes, que hacia 1890 se interesaban
de nuevo en esas ideas, las conocieron sobre todo en la forma que les dio ese
perióódico, una forma a la vez ríígida y latitudinaria, como si dijéésemos una amorfia
obligatoria. Con eso, muchas traducciones de Kropotkin, lo que hizo creer que sus ideas
y las que acabo de caracterizar, eran máás o menos idéénticas.
Habíía entonces una oposicióón socialista contra el reformismo socialdemóócrata, y
muchos hombres de buena voluntad tuvieron interéés por conocer las ideas
revolucionarias. Algunos creen en un socialismo de izquierda, antiparlamentario, otros
se informan por Die Autonomie y Freiheit y creen que su anarquismo es todo lo que la
anarquíía sabe decir. Algunos, como he descrito ya,`se informan a travéés de Düühring-
Hertzka y el colectivismo anarquista. En fin, por la traduccióón de La Conquista del Pan
se conocen, capíítulo por capíítulo - luego, en 1896, en libro - las ideas directas de
Kropotkin. El perióódico Der Sozialist (Berlíín; desde noviembre de 1891 a diciembre de
1899) nos muestra esta diversidad de corrientes; es redactado desde los primeros
110
meses de 1893 por el joven Gustav Landauer (1870 - 1919) que, personalmente, se
declaróó entonces colectivista anarquista y combatióó claramente el libre derecho de
consumo de los comunistas. Entra pronto en la cáárcel (1893 - 94); el perióódico es muy
perseguido, y cuando en fin puede volver a proseguirlo esas discusiones han terminado,
el comunismo es generalmente aceptado, y Landauer y sus amigos se vuelven tan
aislados que hay una ruptura en 1897. Los trabajadores anarquistas hacen entonces
publicaciones propias (News Leben; Der freie Arbeiter) que defienden segúún mi
impresióón un anarquismo doctrinario.
Landauer, atraíído en 1895 por la cooperacióón, interesado máás tarde en una
comunidad intelectual y éética de los hombres libres (v. Durch Absonderung zur
Gemeinschaft, 1901), fascinado por las ideas de resistencia pasiva colectiva
preconizadas por Etienne de la Boéétie ( v. su librito Die Revolution, 1907), estudiando
mucho a Proudhon, llega a desear una salida de la sociedad presente por la fundacióón
numerosa de ambientes socialistas libres, que se organizan lo mejor que pueden para la
produccióón y. el cambio entre síí, sin separarse culturalmente del mundo progresivo
general. Publica las Dreisig sozialistsche Thesen (12 de enero de 1907), las Flugbliitter
del Sozialistischer Bund (1908 - 1909), el perióódico Der Sozialist (1909-1915), el Aufruf
zum Sozialismus (Berlíín, 1911; trad. españñola: Incitacióón al socialismo, 1932) etc.; la
guerra de 1914 interrumpe esas actividades. Esas proposiciones no han tenido
ejecucióón prááctica; aunque muchos grupos se han formado entonces con ese fin; casi
todos los anarquistas y sindicalistas y todos los socialdemóócratas y trabajadores
organizados se desinteresaron de ellas o fueron sus adversarios. Es siempre fáácil
agrupar masas alrededor de un programa, no pidiééndoles máás qne votos o
cotizaciones; pero es dificil, si no imposible llevar, aunque no sea máás que uno sobre
mil, a hacer individualmente una accióón de verdadera independencia. Sin embargo
Landauer creíía que todo nuestro socialismo y nuestro anarquismo no eran máás que
nominales, si no hacííamos tales actos de verdadera separacióón (en tanto que nos es
posible) del sistema actual. Todo su perióódico de los añños 1909 - 15 es una
apelacióón, por la argumentacióón y los ejemplos antiguos y nuevos, a tal accióón por
nosotros mismos y es uno de los raros óórganos que impulsa a esas verdaderas
iniciativas y a la creacióón de la voluntad socialista en nosotros mismos He hablado
largamente de la persona y de las ideas de Landauer, en el Suplemento de la Protesta,
31 de julio de 1929, páágs., 354 - 92, sobre la base de su correspondencia (Gustav
Landauer. Sein Lebensgang in Briofen, Francvort, 1929, VIII, 459 y 440 páágs.). Una
gran parte de sus artíículos y folletos se han reunidóó en Beginnen. Aufsiitze zum
Sozialismus hColonia, 1924) , Rechenschaft (Berlíín, 1919; Colonia, 1924), etc. Ya los
Anarchische Gedanken üüber den Anarchismus, publicados en octubre de 1901,
contienen la esencia de su obra futura y ha escrito entonces, el 21 de noviembre, que
no ha dicho apenas nada que no haya expresado antes en discursos y escritos; hay una
gran continuidad en su pensamiento, durante los veinticinco añños que preceden a
1914. Es entonces, en 1901 - 02, cuando vivióó en Bromley y se encontróó con
Kropotkin; pero no han podido entenderse.
En tanto que creíía en ese esfuerzo individual y colectivo, que se erigíía al margen de la
sociedad presente, creíía tambiéén que, en cuanto hubiese un medio serio, habríía sido
preciso mezclarse en la vida de esa sociedad e impulsar adelante las energíías latentes
en la resistencia pasiva y en la accióón demoledora y reconstructiva autóónoma.
Acechóó tales ocasiones en vaias oportunidades, y durante la guerra, y finalmente se
sumergióó en tales esfuerzos desde noviembre de 1918, cuando el trastorno exterior e
interior de Alemania le parecíía ofrecer posibilidades de accióón. Lo hizo en Munich, en
los meses siguientes, gastáándose sin contar, hasta atraerse sobre éél tales odios
reaccionarios (los socialdemóócratas que gobernaban incluso entonces en Baviera), que
111
fue miserablemente azuzado, asesinado bestialmente por la soldadesca cuando fue
escoltado como prisionero, el 2 de mayo de 1919, en Munich, en el patio mismo de la
prisióón.
Hubo durante esos veinticinco añños antes de 1914, en Alemania, tambiéén un
pequeñño retoñño stirneriano, por el esfuerzo de John Henry Mackay (1864 - 1933)
influenciado igualmente por B. R. Tucker y el mutualismo de Proudhon, autor de las
poesíías Sturm (1888), de la novela Die Anarchisten (1891), con la discusióón entre
comunistas e individualistas, argumentacióón completa en Der Freiheistssucher (1920)
y un tercer volumen, Abrechnung (1932). Una propaganda por perióódicos y revistas de
esas ideas, comenzada en 1898, ha continuado hasta el advenimiento del hitlerismo.
Hubo tambiéén una propaganda proudhoniana, sobre todo por los escritos del doctor
Arthur Müülberger y muchas traducciones de extractos de Proudhon, por Landauer. No
discuto aquíí a Nietzsche y Tolstoi que, con Max stirner, Ibsen, MultatuIi y lo que habíía
de libertario y de verdadera éética social en todas las filosofíías y literaturas
interesaban y fascinaban entonces a viejos y a jóóvenes, mal interpretados sin duda por
muchos, pero bien comprendidos por algunos otros que tuvieron el propóósito de una
sintesis individualista y socialista - el objetivo mismo de los libertarios de todos los
tiempos. Tales fueron, por ejemplo, el doctor Bruno Wille y el magyar Dr. Eugen
Heinrich Schmitt (1851 - 1913) en sus numerosos escritos, y Maritz van Egidy (1847 -
1898). Mencionemos a poetas sinceramente idealistas como Peter Hille (1854 - 1904;
muerto de agotamiento por el hambre); Benedikt Friedläänder, el düühringiano
libertario; Bernhard Kampffmeyer, muy próóximo a Kropotkin; los austriacos Arthur
Kahane, Carl Marburger, Fritz y su hijo Oteo Karmin, etc. Un libro de un jurista,
adversario, pero de ejecucióón meticulosamente exacta, Der Anarchismus, por el Dr.
Paul Eltzbacher (Berlíín, 1900, XII, 305 páágs.: - trad. españñola) aparecióó entonces,
comparando las ideas principales de Godwin, Proudhon, Max Stirner, Bakunin,
Kropotkin, B. R. Tucker y Tolstoi - libro muy incompleto respecto a esos mismos autores
y que no tiene en cuenta las otras concepciones anarquistas, pero que llena su objetivo
directo de presentar exactamente al gran púúblico la críítica social y las proposiciones
principales de esos siete libertarios. Con riesgo de insinuarse inoportunamente en ese
ambiente, diríía aúún que, por el volumen Oeuvres, de Bakunin (en parte inéédito;
Paríís< 1895), por la Bibliographie de l'Anarchie (Bruselas, 1897, XI 291 páágs.) y por la
biografíía de Bakunin, con bastante documentacióón inéédita (Londres, 1898-1900;
1281 páágs., in-folio de escritura densa, poligrafiados por míí mismo en 50 ejemplares)
he contribuido entonces a mostrar la extensióón de la literatura anarquista
internacional, y a presentar a`Bakunin, que sus enemigos autoritarios habíían insultado
de tal modo, tambiéén a los anarquistas, un poco máás completamente de lo que lo
habíían conocido hasta entonces, aparte de sus camaradas personales, una parte de los
cuales vivíía aúún entonces y de ellos no pocos me han ayudado a documentarme.
Ese perííodo de 1890 en adelante no fue pues sin aspiraciones libertarias, aunque, como
en casi todas partes en Europa, algunos añños antes de la catáástrofe de 1914 ese
íímpetu decrecíía gradualmente.
Una parte de los socialdemóócratas no habíía abandonado el partido en ocasióón de la
oposicióón y de la separacióón de otros hacia 1890, pero un sentimiento opositor
germinaba en ellos desde hacia mucho tiempo. Hubo un núúmero de organizaciones
locales (Fachvereine), que prefirieron su autonomíía y federacióón a las grandes
centralizaciones de sindicatos, los llamados localistas, de los cuales Gustav Kessler y
Fritz Kater son los máás conocidos. Se constituyeron en Freie Vereinigung deutscxer
Gewerkschaften, en 1897, publicando Die Einigkeit.
Mientras tanto, el sindicalismo francéés atrajo la atencióón de los anarquistas y fue
sobre todo el folleto Der Generalstreik und die Sozmale Revolution, por Siegfried Nacht
112
(Londres, 1902, 32 páágs.), traducido muy a menudo entonces, el que llamóó la
atencióón; fue seguido en 1906 óó 1907 por Direkte Aktion Revolutioniire
Gewerksftstaktik (New York, 63 páágs.)
Un socialdemóócrata destacado, el doctor Raphael Friedeberg (nacido en 1863)
comenzóó desde 1896 a considerar sin fundamento para el tiempo presente de
entonces el marxismo y menos aúún la tááctica socialdemóócrata. Se hizo anarquista;
su propóósito no fue el de la propaganda anarquista ideal, ni el del sindicalismo
revolucionario francéés, sino lo que se llama un anarco-sindicalismo: las
masas0organizadas, penetradas de la idea anarquista y obrando solidariamente,
econóómica y revolucionariamente, por ese objetivo: Fue activo en ese sentido en
Alemania desde 1904 a 1907 óó 1908, pero no encontróó untonces comprensióón
anarquista en los antiguos localistas, ni comprensióón para las acciones fúúera de la
rutina propagandista en los anarquistas alemanes y, sin estar en desacuerdo con éél, no
pudo tampoco entenderse con Landauer. Pienso que Malatesta, a quien conocióó en el
congreso de Amsterdam, estaba máás próóximo a éél en ideas. Una enfermedad le hizo
abandonar pronto la vida de las agitaciones. Fue éél quien reconocióó al momento la
gravedad de la enfermedad de las víías respiratorias de Kropotkin y le incitóó a pasar
los inviernos en el mediodíía donde lo ha cuidado.
Los localistas, impulsados por esa agitacióón, rompen en 1908 con el partido
socialdemóócrata, y se aproximan cada vez máás al sindicalismo francéés de entonces
(en concepcióón, no en relaciones), creyendo ser la teoríía sindicalista una solucióón
final. Tan solo en el congreso realizado del 27 al 30 de diciembre de 1919 en Berlíín,
despuéés del gran discurso de Rudolf Rocker, se adoptóó La declaracióón de principios
del sindicalismo, que rechaza el Estado y todo estatismo y es de nuevo una afirmacióón
de lo que la Federacióón españñola deseaba ser a partir de su fundacióón en 1870: la
convertibilidad de las instituciones sindicales en óórganos de la sociedad despuéés de
la revolucióón es sostenida. Asíí: ... se trqnsformaráá cada Federacióón local en una
especie de oficina estadíística local y tomaráá todos los edificios, alimentos,
indumentaria, etc. bajo su administracióón ... Las federaciones de industria por su parte
tendríían la misióón de tomar bajo su administracióón por sus óórganos locales y con
ayuda de los consejos de fáábrica, todos los medios de produccióón existentes,
materias primas, etc. y de proveer con todo lo necesario a los grupos de produccióón y
fáábricas, etc.
Tanto como la toma del montóón, ese otro extremo, el dominio por una asociacióón de
toda la riqueza social, de toda la vida de la sociedad, son ebulliciones de momentos de
exuberancia en una situacióón en que no se estáá frente a realidades directas. Los
3,577 cotizantes internacionales en septiembre de 1870; los pocos millares de sin
trabajo y de militantes que de 1880 a 1890 estaban dispuestos en las manifestaciones
máás avanzadas en las calles de Paríís; las pocas decenas de millares asíí dispuestos tal
vez en 1906 en ocasióón del congreso de Amiens, que declaróó el sindicato de hoy
como un grupo de resistencia, en el porvenir un grupo para la produccióón y la
distribucióón, base de la reconstruccióón social; los máás de 100,000 sindicatos
alemanes - a quienes Rocker habla en el congreso de diciembre de 1919; incluso los
cinco o seis veces máás que la C. N. T. españñola`contaba entonces y en 1931 - estáán
lejos de ser la sociedad humana; y aun cuando fuese opinióón de la mayoríía de esa
sociedad, que entonces tendríía el poder para imponer su voluntad, seríía tanto máás
un dominio sobre el porvenir, que seríía asíí autoritario, dictatorial, pero no libertario.
Entre los hombres que han movido máás las ideas anarquistas en lengua alemana
menciono todavíía a Max Baginski, a Rudolf Lange, a Rudolf Rocker, a S. Nacht, a Fritz
Oerter, a Erich Müühsam; en Austria a Josef Peukert, a Rudolf Grossmann. Pero hubo
113
hombres que han escrito menos o nada, pero que deben ser recordados por su
actividad ííntima; tales son Johan Neve, S. Trunk, Wilhelm Werner y otros.
El socialismo experimental fue recordado por el libro Utopie und Experiment, compuesto
por Alfred Sanftleben (Zurich, 1897, VII, 324 páágs.), la traduccióón de los escritos del
doctor Giovanni Rossi (Cardias) antes y despuéés de la fundacióón de la Colonia Cecilia
en el Brasil, y su utopíía inéédita posterior que le hace abandonar el comunismo
libertario y aceptar un réégimen mutualista.
En la Suiza de lengua alemana, el doctor Fritz Brupbacher, de Zurich, nacido en 1874,
siempre pensador y frondeur, socialista atraíído en 1904 hacia el sindicalismo,
conociendo desde 1905 a James Guillaume y tambiéén a Kropotkin, militóó algunos
añños en favor del sindicalismo y del antimilitarismo y puso de relieve la primera vez a
los lectores socialistas alemanes, con gran desesperacióón de los marxistas, a Marx und
Bakunin (Munich, 202 pááginas; 1913). Nadie ignora que la revolucióón rusa le fascinóó
máás tarde, como gran fenóómeno convertido en una realidad, al menos desde hace ya
un núúmero de añños. Pero permanece observador críítico e inspirado en sentimientos
como los expresados en 1911 en Aufgaben des Anarchismus in dem demokratischen
Staate. Observa los hombres, las cosas y las ideas como méédico, que no tiene el
derecho a ocultar los aspectos déébiles de un organismo, y su críítica no puede menos
de ser úútil para tratar de obrar mejor si nos engaññamos. Entre los apologistas
oportunistas, los aduladores, diríía yo, y los hombres de la críítica seria, ¿¿quiéén no
prefiere a estos úúltimos? Su autobiografíía, 60 Jahre Ketger (60 añños de vida de un
Hereje) aparece en Zurigo en 1935.
Es curioso en quéé grado un núúmero de paííses carece de originalidad en pensamiento
anarquista o es vacilante o tardíío. Ademáás de los paííses ya discutidos y Suiza y
Béélgica, viejos focos de asilo para refugiados, antes máás hospitalarios que ahora, y
Rusia, de donde nos han llegado pensadores como Bakunin y Kropotkin y a dóónde
todos nosotros hemos mirado para ver a Tolstoi, en los otros paííses europeos la
originalidad es muy .pequeñña en nuestro dominio. No escribiendo aquíí esbozos de
movimientos, sino destacando solo las partes caracteríísticas y originales, pasaréé
ráápidamente por la mayoríía de esos paííses y hasta me referiréé a los otros
continentes en el resto de ese capíítulo.
Por las numerosas expulsiones de los añños 1880-1890, muchos lazos entre los
movimientos del tiempo de Bakunin y Kropotkin fueron cortados en Suiza, el Réévoltéé
salióó del paíís, etc., pero muchos lazos subsisten todavíía, los Dumartheray, Herzia,
Jacques Gross, Pindy, Alcide Dubois y otros en Ginebra y en el Jura, y una nueva
generacióón crece, asistida por nuevos jóóvenes y estudiantes, los Stoyanoff,`Galleani.
Atabek, Samaja, Bertoni, Ettore Molinari. En ese ambiente se desarrolla un joven
libertario que se convirtióó en uno de los autores máás espiritualmente antiautoritarios
e irrespetuosos de su paíís, tambiéén un experto en educacióón libertaria, Henri Roorda
van Eysinga (1869 - 1925). Jacques Gross, de Mulhouse (1855 - 1926), el amigo de.los
viejos y de todos los jóóvenes, hombre de vasta concepcióón de las ideas, fue tambiéén
uno de aquellos a quienes la conservacióón de los impresos y rarezas anarquistas debe
máás; éél sóólo ha sabido volver a descubrir a Dééjacque y a Coeurderoy (su autor
favorito) y yo le debo enormemente respecto de todas mis investigaciones , históórisas
durante las déécadas de nuestra amistad, desde fines de 1892 hasta su muerte, en
octubre de 1928.
Despuéés de tantas persecuciones, sobre todo contra los italianos, de 1890 a 1900, y el
famoso proceso del Almanacco socialista anarchico per l'anno 1900 a causa de un
artíículo que ahora se sabe escrito por Malatesta, el Rééveil - Risveglio fue denunciado
(7 de julio de 1900), pero sigue publicáándose, compuesto y ampliamente escrito por
114
Luigi Bertoni (nacido en 1872), en italiano y en francéés, largo tiempo con la
colaboracióón de Georges Herzig (1857 - 1921), ginebrino, de una pluma libertaria
acerva, que fustiga las hipocresíías sociales. Entre los dos hicieron una críítica
memorable del funcionarismo en el`sindicalismo suizo y Bertoni extendióó su críítica
tambiéén sobre la C. G. T, de Paríís, donde ha dado algunas conferencias, no olvidadas.
James Guillaume (1844 - 1916), renovóó su accióón en Suiza a partir de 1903 y se
consagróó en cuerpo y alma a la C. G. T., resucitando a los viejos jurasianos,
especialmente Spichiger,`ganando a los jóóvenes, los doctores Brupbacher y Max
Tobler y a la bernesa Margareta Faas-Hardegger. Habíía La Voix du Peuple sindicalista
de Lausana y las cuestiones entre sindicalismo y anarquismo fueron muy debatidas en
ese medio, entre Guillaume, el doctor Wintsch (Lausana) , y otros. Kropotkin, por sus
inviernos pasados en el Tessino, entróó de nuevo en relaciones directas con los viejos
amigos y conocióó bien a Bertoni. Todo eso da al Rééveil - Risveglio algunas veces
tambiéén a la Voix y al Weckruf de Zuríích, un interéés particular para la evolucióón y la
la críítica de las ideas.
En Béélgica, despuéés de un bello pasado que vio a Buonarroti, a Considéérant, a
Proudhon, a Blanqui y a tantos otros socialistas, despuéés del perííodo glorioso de la
Internacional, la caíída en el electoralismo obrero marca tambiéén une depresióón
intelectual. Tambiéén los perióódicos anarquistas fueron rutinarios, hasta una
renovacióón por la revista La Sociéétéé Nouvelle, primero colinsiana, máás tarde
ampliamente abierta a los anarquistas y libertarios (Bruselas, 1884 - 1897) - el joven
Fernand Brouez, fundóó esa revista y le dio su actitud tolerante -, por una permanencia
de cierta duracióón de Merlino, y ante todo por la presencia de Eliseo y de Elíías Reclus,
desde 1894 hasta su muerte (1904 y 1905) y tambiéén por la presencia, hasta 1914, de
Paul Reclus (un hijo de Elíías). En lengua flamenca habíía bellas revistas Van Nu en
straks y Ontwaking en Anvers (de 1896 a 1910). Habíía tambiéén una renovacióón de
literatura nueva, en parte por autores de tendencia libertaria, como Georges Eekhoud
(1854 - 1929). Entre los estudiantes Jacques Mesnil, que vivióó mucho tiempo en italia,
fue pronto uno de los jóóvenes autores anarquistas máás reflexivos, sobre el cual
obraban el ambiente del arte flamenco e italiano, la vida popular italiana, su amistad
con Eliseo Reclus, su gran interéés por Edward Carpenter y todos los trabajos del
espííritu contemporááneo progresivo. Le Mouvement anarchiste (Bruselas, 1897, 87
páágs. en 12o) y Le Mariage libre (1901, 64 páágs. en 12o) estáán entre sus escritos
mejor conocidos.
Las peripecias del curso de Eliseo Reclus, postergado perennemente por la Universitéé
libre, a`causa del páánico antianarquista de 1894, llevaron a la fundacióón de la
Universitéé Nouvelle, donde los hermanos Reclus dieron conferencias libremente y
fueron el alma de un núúcleo de intelectuales libertarios en Béélgica. Es entonces
cuando Eliseo escribióó El Hombre y la Tierra; Francisco Ferrer hizo traducir en
castellano, por Lorenzo, esa gran obra. Ferrer fundóó tambiéén L'Ecole renovéée, la
revista comenzada en Bruselas y continuada en Paríís (1908 - 1909).
Hacia el fin de la vida de Reclus, se produjo tambiéén en Béélgica lo que Landauer, al
escribirme en 1910 llama: en todos los paííses encuentro el movimiento anarquista
epigonal; es lo que quiero decir cuando en estas pááginas hablo de rutina, de
detencióón, basada en la suposicióón erróónea que todo el trabajo intelectual estáá ya
hecho y que se puede entregar uno a recreos - esperanto, neomalthusianismo, colonias
primitivas, a veces tambiéén ilegalismo y expropiacionismo; en una palabra, no se va
rectamente hacia adelante, se arrastra, se dispersa. Habíía mucho de eso, en Brusselas,
mientras en Lieja habíía un esfuerzo máás serio y continuo - cuando de 1900 a 1908
aparecieron allíí Le Rééveil des Travailleurs, L'Insurgéé, L'Action directe y el doctor
Lucien Héénault fue muy activo. Otros militantes fueron en su hora los hermanos
115
Houtstond,`George Thonar, Raphael Fraigneux; un camarada de múúltiples
actividades fue Emile Chapelier, de la colonia L'Expéérience, de Boitsfort. Antiguos
militantes fueron Jules Moineaux, el condenado del proceso de Lieja, de julio de 1892;
Paul Gille, el autor de estudios publicados en 1920, reunidos como Esquisse d'une
Phüüosophie de la Dignitéé humaine (Paríís, 1924, Felix Alcan, 146 páágs., in-18o) etc.
El profesor Guillaume De Greef, el juez Ernest Nys, la seññora Florence De Brouckéére,
el pintor Van Rysselberghe y otros pertenecieron al ambiente de Eliseo Reclus.

Capítulo 15
Los movimientos anarquistas y sindicalistas en Holanda y en los paises
escandinavos.
En mis libros o más bien en los manuscritos inéditos, he procurado esbozar los orígenes
anarquistas de un gran número de países y naciones, pero aquí no puedo más que
resumir los resultados en el sentido de lo que esos países han dado en ideas e
iniciativas generales al movimiento internacional. Sin duda, allí donde se ha sido
puramente receptivo e imitativo se ha influenciado también la corriente internacional
agregando fuerza o durabilidad a las ideas así recibidas, cuando se ven aceptadas así
en otras partes sin contradicción y sin modificaciones importantes. Sólo que, desde el
punto de vista crítico, el que una idea que se ha desarrollado en tal lugar
naturalmente } es aceptada en otra parte de lleno, por su prestigio, sin examinar, no es
prueba de que corresponda a las disposiciones locales. Mecanismos, máquinas, pueden
ser generalizadas así, o plantas en invernáculos, pero un organismo viviente, la planta,
el animal, el hombre y su producto más delicado, la idea, se modifican según su
ambiente. Hemos comentado bastante la importación ficticia del marxismo en todos los
países, y pienso que, con el mismo derecho, se puede poner en duda el que, por la
traducción de algunow folletos de Kropotkin,`Grave y otros camaradas en una fecha
accidental, dependiente de las circunstancias personales en algunos hombres
abnegados, por la fundación de un periódico que tomó por modelo la Révolte y algunas
otras publicaciones recibidas en cambio, se hayan implantado las ideas anarquistas en
un país bajo esa forma, que correspondería mejor a la disposición de los hombres de
ese país. Son esas localizaciones las que han faltado demasiado, sea por falta de
medios de acción, para el estudio y la experiencia, sea por el entusiasmo de los
iniciadores que no querían cambiar nada en la buena nueva, en el evangelio nuevo que
llevaban a sus connacionales. En ese terreno queda pues mucho que hacer, y no hay
que dejarse engañar por las unificaciones en procedimientos industriales, comerciales,
financieros de nuestros días para creer que eso nivelará también las mentalidades
humanas. En tanto que las nivela, las liga al autoritarismo capitalista y bolchevista que
nos arruina. No es tampoco el nacionalismo de nuestros días, las nacionalidades
encerradas en jaulas - Estados, la que salvará a esos hombres; esperamos que será un
socialismo libertario internacional con todos los matices locales, que le darían las
disposiciones locales. Es ese el anarquismo de todos los países, y los programas
anarquistas y sindicalistas crudos les son tan indigeribles, como el marxismo crudo. Es
así como la diferenciación anarquista deberá eludir la unificación bolchevista y asegurar
el porvenir de un verdadero socialismo integral.

En Holanda las ideas socialistas fueron muy raramente expresadas en los siglos
pasados - aunque se encuentra mucho sentimiento social en la vida de sectas religiosas
(v. el libro La Paix créatrice, París, 1934, de B. de Ligt). Y también el socialismo francés
e inglés y la crítica filosófica radical alemana de la primera mitad del siglo XIX no hallan
116
una repercusión más que en algunos intelectuales y libre - pensadores. Es la pérdida
total de la independencia nacional por las guerras de la revolución francesa, la pérdida
de Bélgica desde 1930 por la política y el ejército de Francia y el consentimiento de las
grandes potencias, que han aislado así a Holanda; ¿o eran las condiciones económicas,
el rico comercio y los campesinos satisfechos, quiénes retardaron las colisiones de los
intereses sociales? Tampoco la Internacional fue introducida sino tardíamente, y
entonces las ideas anarquistas formadas en Bélgica fueron propagadas sobre todo en
1870 - 72, pero languidecieron poco tiempo, pocos meses, se diría, después, y no hubo
más que reformismo y socialdemocracia incolora hasta 1878 - 79, cuando un pastor
protestante, Ferdinand Domela Nieuwenhuis (1846 - 13 de noviembre de 1919) se
separó de la iglesia y se entregó en los cuarenta años siguientes enteramente a la obra
socialista, más tarde anarquista. El terreno era bueno; un gran movimiento que en sus
ramificaciones dura todavía, fue creado pronto y las cuestiones por qué no se hizo eso
antes, por qué Domela, que vio a los veinticuatro años la Comuna de París, que leía la
Freiheit de Most con atención desde 1879 y aprovechó sus advertencias, no se
desarrolló más rápidamente, son ociosas ... Si, he de acentuar que hasta durante mi
período socialdemócrata fue la Freiheit la que me movió a preservar el movimiento
obrero holandés de convertirse en un rebaño de masas obreras bien disciplinadas y
organizadas siguiendo ciegamente al rabadán por todas partes (3 de diciembre de
1903; Freiheit, 26 de diciembre de 1903).

Es así como después de diez años de actividad socialdemócrata en un partido del que
fue el principal fundador, propagandista de la socialdemocracia alemana, expresada en
varios estudios socialistas internacionales, recibió la impulsión final para la crítica de la
scoialdemocracia alemana, expresada en varios estudios de vigor ascendente (Les
divers courants de la démocratie socialiste allemande,`marzo de 1892; Le socialisme en
danger, mayo de 1894; Socialisme libertaire et socialisme autoritaire, sept.-nov., 1895;
esos escritos y otros vorman el libro Le socialisme en danger, París, 1897, XI, 321 págs.,
en 18o, con un prefacio de Eliseo Reclus) ; La Débacle du Marxisme, apareció en junio
de 1900 y concluye esa serie. Domela había llegado a ver que lo que había censurado
en la socialdemocracia alemana era común al marxismo entero y a todo socialismo
autoritario, y le opuso su concepción de un socialismo libertario.

Mientras que Domela comprendía cada vez más la necesidad de despertar en la


conciencia de los hombres el sentimiento libertario, su interés en la organización de los
trabajadores disminuía, sobre ese punto su opinión no fue compartida por`Chrístían
Cornelíssen (nacido en 1864) , desde 1892 su joven coredactor en el periódico Recht
voor Allen, antiguo maestro, que participó de su actitud crítica contra el socialismo
parlamentario. Cornelissen se dedicó pronto a organizar sindicatos y a federarlos
(Nationaal Arbeids-Secretariaat, 1893). Recomendó a los anarquistas en 1892 que se
atuvieran a la crítica hecha por Merlino en Nécessíté et Bases d'un entente, y ha
criticado mucho La conquista del pan, en 1903. Sus opiniones han sido formuladas en
Les díverses tendances du Partí ouvríer ínternational (1893), en Le Communísme
révolutionnaíre. Projet pour une entente et pour l' action commune de socialístes
révolutíonnaíres et communístes anarchistes (1896); en holandés: Het revolutionaíre
Kommunisme, zíjn begínselen en zíjn taktiek (1897, 68 págs. in-gr. 8o). Sus iniciativas y
opiniones están reunidas en el libro En marche vers la socíeté nouvelle (París, 1900, 322
págs. in-18o). En segunda edición el escrito holandés de 1897 se llama Revolutionaír
Kommunistisch Manífest (1905).

Cornelissen era uno de los preparadores públicos e íntimos del esfuerzo para oponer a
los marxistas en el cbngreso internacional de Londres un frente anti-parlainentario,
sindicalista y anarquista y cooperó en ese objetivo con Fernand Pelloutíer, Hamon,
117
Pouget, Malatesta, Landauer y otros y el congreso de Londres mostró ese frente
minoritario que fue apoyado también por ingleses a quienes interesó Kropotkin y todos
entonces, a excepción de los amorfistas. Pero de ahí a un acercamiento en ideas y a
lazos en organización con los anarquistas (que no los tenían) , se estaba lejos, y ese
paso no se dio, ni siquiera se comenzó, salvo por Merlino en su nueva concepción (a
partir de 1896), que fue aprobada en Francia por Bernard Lazare y tal vez por nadie
más fuera de él. Cornelissen comprendió todo eso y no veía fuerza organizada libertaria
con la cual pudiese cooperar; sólo los sindicalistas, a quienes conoció a fondo en
París,`cuando fue a vivir allí en 1898 ó 1899, precisamente por incompatibilidad en
concepciones, criterios y caracteres con Domela y para evitar una ruptura abierta en
Holanda. Domela escribió en 1907: Pero yo ante todo soy anarquista y luego
sindicalista, y creo que muchos otros primero son sindicalistas y luego anarquistas. Hay
una gran diferencia ... El culto a los sindicatos es tan nocivo como el del Estado, pero
mxiste y amenaza ser más grande cada vez. Parece que los hombres no pueden vivir
sin dioses, y apenas han derribado una divinidad cuando ya surge otra nueva. Si la
divinidad de los socialdemócratas en el Estado, la divinidad de los socialistas libertarios
parece ser el sindicato. (Cartas al Dr. Brupbacher, publicadas en 1928). Dice aún: El
sindicalismo sólo no me satisfaría, pues sin ser inspirado por el ideal es la lucha por
más salario y menos trabajo, que no menosprecio, por razones prácticas, pero no me
parece digna de tanto esfuerzo. Esto resume el punto de vista de Nieuwenhuis durante
los largos años hasta su muerte; quería ante todo libertar a los hombres
intelectualmente y moralmente - de ahí su gran interés en la educación libre de los
niños y en esa educación primaria moral de los adultos que les hace olvidarse de
odiarse y matarse mutuamente (antimilitarismo), y en su emancipación intelectual (libre
- pensamiento). Cornelissen, que conocía las imperfecciones y la inexperiencia en
cooperación social eficaz de los trabajadores, quiere ante todo educarlos en y por sus
medios de convivencia, el sindicato, la fábrica, el trabajo mismo, puesto que hasta aquí
el trabajo forzado en interés patronal no les interesa y eso impide que formen hábitos
de verdadero trabajo social.

Puedo pasarme sin discutir ampliamente esas dos concepciones y también numerosas
ideas y doctrinas intermediarias en el movimiento holandés, que se escisionó a menudo
y francamente; todos esos matices no se estiman sin duda, pierden esfuerzos en
polémica interna, pero esas disputas no adquieren la ferocidad y el salvajismo que
tienen a veces en otros países. Cornelissen ha removido más que nadie en nuestros
medios las doctrinas económicas y de ahí llegó a las observaciones económicas
tomadas de lo vivo y a un estudio especial de las modalidades del trabajo mismo;
véanse sus libros de la Théorie de la valeur (1903), Théorie du Salaire et du Travail
salarié (1908), la Théorie du Capital et du Profit (1926) y la de la Rente fonciére (1929),
el todo en las últimas ediciones de un gran Traité général de Science économique -
trabajos que superan mi poca competencia. Ha observado también los movimientos
sindicalistas del día, en sus escritos en los periódicos y principalmente en su Bulletin
international du Mouvement syndicaliste, poligrafiado, comenzado en 1907. Véase
también de él en el Mouvement socialiste (París, 15 de julio de 1905; págs. 392 - 400) el
artículo sobre la evolución del anarquismo en el movimiento obrero holandés.

Como otros militantes holandeses, no mencionó más que a los primeros comunistas
anarquistas, que hicieron propaganda mucho antes de que Domela se acercarse a la
anarquía; pero no hicieron más que reiterar lo que encontraban en las publicaciones
alemanas (Die Autonomie) y francesas (La Révolte, etc.) ; hubo así J. Methófer y B. P.
van der Voo. Por el anarquismo francés de Félix Féneon en Emile Henry fue
temporalmente influenciado Alexander Cohen (De Paradox, La Haya, 1897 - 98 y
118
escritos en francés). Maurits Wagenvcort hizo aparecer la novela De Droomers (Los
soñadores; Amsterdam, 1900). Se aproximaba al individualismo y al naturismo en Licht
en Waarheld y An-archie de Amsterdam (1894 - 95; 96 - 1902). Hojas de propaganda
anarquista directa son menos numerosas que las hojas más grandes socialistas
revolucionarias y de otros matices, todos libertarios, pero más de actualidad obrera que
ideales. Domela publicó De Vrije Socialist,`desde 1898 en adelante. Habría preferido
que se llamase a las ideas Sociaal - Anarchie, lo que recuerda el socialismo anárquico,
de Malatesta.

Las ideas de Tolstoi, la negativa individual a hacer el servicio militar, el colectivismo


agrario y la vida en comunidad inspiran a grupos de propagandistas y de práctica libre
de hombres que aceptaban las creencias religiosas. Fueron los Christen - Anarchisten;
recuerdo a Felix Ortt; la colonia de la lnternationale Broederschap en Blaricum,
destruida en las Pascuas de 1903, por campesinos católicos, visitada por los hermanos
Reclus; los escritos de T. Luitjes; a alguna distancia de ese grupo estuvo Frederik van
Eeden, autor no del todo libertario y más tarde alejado de sus ideas sociales. En
Holanda, socialistas religiosos han sabido abstenerse de tendencias clericales, como
antes también en Inglaterra, en los Estados Unidos y en otras partes, y todavía en 1920
comenzó a aparecer en Utrecht De Vrije Communist. Orgaan van religieuse anarcho-
communisten, hoja que marchaba a la par con las otras publicaciones libertarias del
país. También B. de Ligt fue pastor y se convirtió en anarquista independiente y
antimilitarista. Véase el periódico Bevrijding etc.

Domela Nieuwenhuis, que en 1870, bajo la impresión de la guerra, había hecho un


llamamiento en favor de una asociación pro paz, trató de hacer aceptar la huelga
general en caso de guerra por el congreso internacional de Bruselas de 1891, como la
había votado el congreso de la Internacional celebrado en 1868 en la misma ciudad.

Fue tratado de loco por la socialdemocracia, que vivía de los votos de los electores y no
quería perder votantes patriotas. Después hubo esa inmensa agitación contra la
mentalidad militar durante el affaire Dreyfus, y cinco franceses - Laurent Tailhade,
Malato,`Gastan Lhermitte, Janvion y Charles Vallier - hicieron hacia fines de 1902 un
llamamiento para un congreso antimilitarista internacional. De allí salió al fin el
congreso celebrado en Amsterdam en junio de 1904 y una organización, la Asociación
Internacional Antimilitarista. Ese congreso y ese medio fueron invalidados por la
incompatibilidad de la tendencia tolerante que quería englobar todos los esfuerzos
antiguerreros de resistencia a la fuerza, por tanto también a los tolstoianos, a los
Christen-Anarchisten, etc., y la tendencia vehemente que creyó hacer bien al hacer
triunfar el antimilitarismo revolucionario sindicalista y anarquista y enviar a paseo a
todos los demás elementos antiguerreros. Por ese exclusivismo, aisló el movimiento que
pronto tomó en Francia formas ruidosas a causa de la actitud de Almereyda, de las
salidas estrambóticas de Hervé, la acción perseverante de los sindicalistas con los
números famosos de La Voix du Peuple anuales por Pouget, el Nuevo Manual del
Soldado, por Yvetot (ya aparecido en 1902), el Céntimo del soldado, etc., que tuvo
también una cierta repercusión en Italia, pero que no tenía un verdadero fondo y se
desvaneció como briznas de paja dispersadas por el viento, en los unos, como en Hervé
años antes de la guerra de 1914; en otros, como Yvetot mismo, bajo la impresión del
atiborramiento de cráneos, durante la guerra, o incluso al primer sonido del clarín de la
guerra. Por fondo quiero decir o bien un fondo moral, un sentido de solidaridad humana,
que los tolstoianos y algunos otros le daban - una repugnancia absoluta a ser asesino
por orden superior -; o bien un fondo intelectual, conocimientos serios, que hacen
comprender las verdaderas causas de las guerras, sus promotores, sus aprovechadores
y que hace estimar a todos los pueblos de los cuales cada uno, a excepción de esos
119
elementos rapaces y feroces, quiere vivir a su modo y en paz: entonces se está
inmunizado contra el atiborramiento de cráneos, como en los primeros casos se está
inmunizado contra las incitaciones al asesinato de hombres - hermanos. El esfuerzo
moral de los tolstoianos fue más bien menospreciado por todos los demás, que tenían,
como veremos más adelante, una impresión no enteramente exacta del tolstoismo. El
esfuerzo intelectual se hizo raramente y fue sofocado en nosotros mismos por
animosidades y prevenciones nacionales; porque insensiblemente las mentalidades
también de los revolucionarios se adaptaban en los años de preparación general de la
guerra que estalló en 1914, a la mentalidad de las naciones respectivas y la polémica
anarquista contra Marx, sindicalista contra los centralizadores alemanes como Legien,
hizo cada vez más apelación a los argumentos de raza latina y germánica, exactamente
como se hizo en toda otra polémica de esos años. No han faltado sin duda esfuerzos de
superación, pero fueron demasiado aislados. Los dos volúmenes que producen
materiales recogidos por Temps Nouveaux: Guerre - Militarisme (París), 1902, XV, 406
págs. y Patrie et Colonisation (1903, VI, 442 págs.; prefacio de Eliseo Reclus) , son un
bello esfuerzo para obrar en el terreno moral e intelectual, pero habría sido preciso
hacer mucho más. Se especializó la propaganda sobre el mal en el cuartel o en los
infiernos militares de Africa, lo que podía conducir a que uno se hiciese refractario o
desertor o a que se deseasen reformas; pero no informaba eso nada sobre los factores
que al mismo tiempo preparaban todo para hacer inevitable la guerra y pusieron de
repente a los pueblos ante un hecho consumado.

Domela ha debido tener una concepción más profunda; véase su Proyecto de


propaganda antimilitarista (de 1907; 15 págs., escrito en ocasión del congreso de
1907), pero tampoco él ha entrado en el fondo de las cosas, lo que hicieron, por
ejemplo,`bajo algunos aspectos, Francis Delaisi (La Guerre qui vient, 1911), Marcel
Sembat y algunos otros. Domela, decepcionado sobre muchos hombres y cosas,
sosteniendo hasta el fin un anarquismo sin compromisos, atenuaciones y adaptaciones
que le fue caro, permanece una figura patética, apasionada, muy personal, que fue
cada vez menos comprendido y secundado en su obra durante sus últimos veinte años,
aunque la apreciación y el elogio sumarios, en bloque, no le han faltado. Ha descrito los
comienzos de su desarrollo en Van Christen tot Anarchist (De cristiano a anarquista;
Amsterdam, 1911, 600 págs. en 8o) .Los escritos de Multatuli (Eduard Douwes Dekker,
1820 - 1887) y de S. E. W. Roorda van Eysinga (muerto en 1887; el padre de Henri
Roorda) le han sido familiares; por el segundo conoció a Elíseo Reclus en Clarens (Suiza)
cuando él mismo era una personalidad socialdemócrata. Ha conocido probablemente a
Kropotkin antes de 1896 en Londres.

su obra se ha extinguido casi con él; sus escritos innumerables no se han concentrado
en algunos textos comprensivos, y así quedan de él solamente su ejemplo y su
intrepidez moral, que le hace sostener el principio anarquista a pesar de todo, en todas
las situaciones, desde que lo reconoció.`Algo semejante ha pasado con muchos
camaradas holandeses que se agrupan o se aislan por matices según las convicciones
de cada uno. Pero Domela tenía otra cosa aun, un ímpetu, un vigor, una tenacidad
irresistibles; en eso nadie lo ha alcanzado todavía: su voz sabía hacerse escuchar; la de
todos los demás apenas se oye y raramente fuera de su país y de su idioma. Son muy
activos con todo esto.

En los países escandinavos, en Dinamarca, había un matiz socialista`revolucionario en


1881, expresado por Harold Brix, fallecido el mismo año, y el semanario Nye Tid en
Chicago siguió en esos años la evolución revolucionaria. de la Arbeiter-Zeitung
redactada por Spies: movimiento de ideas suscitado sobre todo por la Freiheit de Most.
A partir de 1889 en Arbejderen (Copenhague) un socialismo menos reformista, pero
120
marxista, fue propagado, como desde 1887 en la Volkstribune de`Berlín. En 1896
hubo la primera hoja comunista anarquista, Proletaren, suprimida por una persecución.
Después hubo, a partir de 1904 una hoja Nye Túl de matiz del joven socialismo sueco.
en fin el autor noruego Hans Jaeger (1854 - 1910), novelista realista muy conocido,
publicó el libro Anarkiets Bibel (la Biblia de la anarquía; 1906, 489 págs.) y el periódico
de combate Skorpionen (1907), continuando después de un intervalo por Revolten
(1907 - 08).

I. I. Ipsen, que colaboró ya con Hans Jaeger y el doctor Rolf Hammer, muerto algunos
años antes de 1914, son los camaradas más conocidos entonces. Hubo algunos otros
periódicos entonces (Anarkisten; Frihet), algunas publicaciones muy individualistas
(lndividet, 1908), algunos individualistas y sindicalistas y una publicación del mínimo de
Estado y del máximo de autonomía, Samstyre (autogobierno) comenzada en 1908 y
continuada largo tiempo.

Hubo en Dinamarca durante cincuenta años y más la influencia intelectual de George


Brandes, el hombre que sabía reconocer bien las aspiraciones humanas, sociales y
libertarias, que estuvo en relación con Ibsen, Nietzsche, Kropotkin y Clemenceau, y que
fue él mismo, tal me ha parecido siempre, frío, no social, burgués en el fondo. Hay
también desde hace más de sesenta años el periódico Socialdemokraten, desde hace
generaciones un cotidiano, siempre reformista. en este ambiente, verdaderamente,
Hans Jaeger, I. I. Ipsen y algunos trabajadores militantes y el doctor Rolf Hammer
parecen haber sido los únicos libertarios.

En Noruega está Henrik Ibsen (1828 - 1906), ya discutido en un capítulo anterior, que
interpretó no como individualista antisocial, sino como comprendiendo el autoritarismo
y la servidumbre voluntaria, la estupidez de casi todos, lo que hacía que no creyese ya
en acciones revolucionarias colectivas, que ha sostenido en su juventud en los tiempos
de Marcus Thrane (1817 - 1890), que estuvo encarcelado desde 1851 a 1858 por el
movimiento de los años precedentes. Ibsen preconizó, pues, la elevación del individuo
por sí mismo hasta perder, más tarde, también esa fe, probablemente, y dejarse
reabsorber por la masa como todo el mundo.

Arne`Garborg0(1851 - 1924), mencionado más arriba, idealizó la autonomía de la vida


campesina en Noruega y el periódico Fredaheimen, escrito en la lengua local, redactado
por Ivar Mortensen entre 1888 y su fin en 1891, enarboló el comunismo anarquista;
Arne Dybfest, que conoció las ideas en los Estados Unidos y en París y que correspondía
con Kropotkin, y Rasmus Steinsvik fueron los militantes más salientes, pero en 1892 ya
el movimiento pareció desaparecer, seguido en 1897 - 1898 por algunas publicaciones
atenuadas de Ivar Mortensen. Arne Garborg ha acabado por adherirse a la tendencia del
Estado mínimo, preconizada en Dinamarca.

Un solo camarada excelente, Kristofer Hansteen (1865 - 1906) en Cristianía (Oslo) hizo
por su perseverancia un periódico Anarkisten, continuando con el nombre Til Frihet y
una traducción de las Palabras de un rebelde, el todo desde 1898 q 1904, moribundo
ya. Voltairine de Cleyre ha visitado Noruega en 1903 y ha conservado la memoria de
Hansteen, a quien he conocido también, por una bella descripción. Desde ese tiempo a.
Hazeland ha publicado otras traducciones de Kropotkin. Hay, siguiendo el ejemplo de
Suecia, un movimiento joven - socialista (Ung-Socialism; a partir de 1906), un
movimiento sindicalista- (Direkte Aktion; 1912-18; Alarm, a partir de 1919) y uno de
esos órganos, Revolt, joven - socialista, 1914, publicado hasta 1927, fue al menos en los
últimos años claramente anarquista; cambió en junio de 1927 su título por Fritt
Samfund, órgano de la Federación social anarquista; desapareció, que yo sepa, en
121
1928.

En Suecia, Nils Herman Quiding (1808 - 1886), ya mencionado, en su libro aparecido en


1871 - 73 se manifiesta federalista y autonomista, pero ¿ha superado verdaderamente
el Estado mínimo, cuya afirmación marca precisamente una falta de confianza en la
libertad, por tanto una ausencia de sentimiento anarquista?

Había un grupo escandinavo en Londres, que publicó algunos manifiestos en 1886 y


1887, La ley y la autoridad, por Kropotkin (1888), y algunos anarquistas trabajaban en
Suecia con los socialistas que les eliminaron de su ambiente en 1891, después de lo
cual Hinke Bergegren hizo aparecer entonces Under Rott Flagg (Bajo la bandera roja), el
primer órgano anarquista en Stokholm. Ese matiz sufrió la influencia de los
independientes de Berlín en su crítica a la socialdemocracia y la influencia de los actos
violentos y del ilegalismo que se manifestaban entonces en el movimiento francés. Uno
de los más militantes; Gustav Henriksson-Holmberg (1865 - 1929) conoció al
dühringiano Friedländer en Berlín y también a Reclus y a Kropotkin. Este último vio en
Harrow desde 1890 ó 1891 casi todos los días al joven químico sueco Gustaf F. Steffen,
que no compartió nunca sus opiniones, pero que ha podido ser un lazo en esas
interrelaciones, cuando los autoritarios y los libertarios no se habían separado tanto
como lo estuvieron pronto en todas partes.

Los partidarios de Bergegren fueron ante todo socialistas opuestos al reformismo.


Forman en noviembre de 1892 el Club de juventud socialdemócrata de Stockholm; una
vez publican un periódico Anarkus, otra vez, en 1896 aun, envían felicitaciones a
Liebknecht en su 70 aniversario. Forman clubs de juventud en provincias que se federan
en 1897 y el periódico Brand aparece en 1898 y desde entonces sigue publicándose. La
Conquista del Pan es publicada en 1898 - 1900 y un anarquista redacta Brand en 1901.
Comienzan la propaganda antimilitarista (1901) y antirreligiosa (1903). Entonces
todavía grupos se separan y se organizan. En 1908, por un atentado en un barco donde
hay rompehuelgas, hay tres condenados a muerte; los condenados quedan en la cárcel
hasta 1917. Forman en 1908 el Partido joven socialista de Suecia para la conquista del
poder económico por la huelga general y la cooperación efectiva como los medios más
eficaces. Desde entonces se prepara una organización sindicalista revolucionaria, que
fue formada en junio de 1910, las Sverges Arbetares Centralorganisation. Hay así el
partido joven - socialista ( órgano Brand) y la organización central sindicalista, que
publica Syndikalisten (en Malmo, a partir de 1911) seguido del diario Arbetaren (en
Stockholm, a partir de enero de 1922) que sigue publicándose. Albert Jensen fue el alma
de todos esos movimientos.

El programa del partido, tal como lo aceptó el congreso de 1918, es el de un partido de


propaganda y acción revolucionaria socialista, que reconoce el punto de vista
anarquista, tomando también en consideración las tareas más inmediatas. Dice aún: El
medio de la clase obrera para alcanzar un objetivo final, la sociedad libre fundada por
todos los hombres, y también sus armas de ataque y de defensa en la lucha cotidiana,
son sus organizaciones económicas, formadas sobre principios sindicalistas con la
intención de que sean en el futuro las organizaciones de la producción

Dicen de igual modo que las organizaciones cooperativas deben ser construidas sobre
bases socialistas con la visión no sólo del presente, sino también del futuro.

Rechazan la táctica parlamentaria, pero admiten en algunas situaciones una


cooperación con los partidos socia|istas. El partido ha publicado una cantidad de
literatura anarquista comunista en traducciones y muy pocos escritos originales que
122
superen una propaganda elemental, a excepción del estudio de C. J. Björklund sobre
Quiding y las publicaciones de Henriksson - Holmberg, como Anarkismen. Des grund
text0(Stockholm, 1928, 144 págs.), un libro que no permite ver otras actividades
anarquistas notables en Suecia más que las resumidas aquí.

Ese joven - socialismo es de un eclecticismo singular, que no corta las prolongaciones


en ninguna dirección. Por las publicaciones que conozco, me parece que se desliza en
todos los problemas que nos ocupan en los otros países muy vagamente. No confundo
esa literatura con la de la organización sindicalista, que es muy seria, demasiado seria y
estrictamente metódica, de suerte que sus cualidades libertarias son difíciles de
reconocer, mientras que las afirmaciones de federación y la práctica de la acción
directa y del antiparlamentarismo la distinguen bien de las organizaciones
socialdemócratas y comunistas. En qué es libertario es difícil decirlo - y si ese sistema
fuese ya el de la sociedad del porvenir, aparte de la ausencia de la explotación
capitalista habría cambiado muy poco. Las articulaciones materiales serían perfectas;
pero el verdadero Ibsen sería considerado siempre en Folkefiende, un enemigo del
pueblo.

Capítulo 16
Ideas y propaganda anarquista en los otros paises: de Rusia al
Oriente; en África, Australia y en la América latina.
La última fase de la actividad de Bakunin referente a Rusia, sus relaciones con la
juventud rusa en Zurich en 1872 y su libro Estatismo y anarquía con su apéndice sobre
la propaganda y los métodos de acción en Rusia (Ios revolucionarios inspirando - como
una Alianza en una Internacional - las agitaciones y las rebeliones de los campesinos) -
esos argumentos y consejos habían inspirado mucho a los jóvenes revolucionarios de
Rusia, que entonces han ido al pueblo con un ímpetu y una abnegación que se han
vuelto legendarios. Pero la ferocidad de la persecución empujó al terrorismo
primeramente agrario y contra los funcionarios, después dirigido en concentración cada
vez más acentuada desde 1879 a 1881 contra el zar Alejandro II, que fue muerto. La
propaganda libertaria, anarquista hecha por antiguos camaradas de Bakunin en
Ginebra, año 1873 a 1879, en último lugar por la revista Obschtchina (La Comuna) , de
1878 - 79, cedió paso a la acción terrorista`concentrada, y tampoco Kropotkin, que en
1872 - 73 en Rusia había estado casi aislado en un ambiente compuesto en su mayor
parte de moderados - su programa de 1873 no fue aceptado por el círculo de los
Chaikovcy -, tampoco Kropotkin trató de estimular una propaganda anarquista rusa
después de su llegada al`occidente, sino que suspendió toda actividad semejante en
favor del gran esfuerzo contra el zar0(1878 - 81) y después en favor de la defensa de
los prisioneros rusos y de las actividades revolucionarias rusas en general ante la
opinión pública mundial y sobre todo inglesa. Se dio esa misión y la cumplió con su
talento y su prestigio personal, como hizo también Stepniak, antes el camarada de los
anarquistas italianos de la banda de Matese (1877), y actor de uno de los actos
terroristas de audacia suprema, cuando apuñaló al sátrapa Mesencef.

Así, de 1879 a 1891, el anarquismo ruso no dio signo de vida y a partir de 1891
solamente, algunos estudiantes de Ginebra proponen un periódico que no ha aparecido,
se ponen en relación con Kropotkin, Reclus, Malatesta, Cherkesof (que volvió entonces
al`occidente) y publican algunos folletos. El centro de ese esfuerzo fue un estudiante de
medicina armenio, Alejandro Atabek, que imprimió él mismo las primeras publicaciones
anarquistas en armenio. En ideas esos jóvenes camaradas se adhirieron completamente
123
a las de Kropotkin, Reclus y La Révolte; para la acción, se inspiraban en Malatesta.
Después de algunos años, por la partida de los estudiantes más militantes cesa ese
esfuerzo, lo que se reinició luego por un joven`georgiano más activo, que se entregó
enteramente a esas actividades, Goghelia.

Varlan Cherkesof (1845 - 1925), georgiano, que vivió en un ambiente nihilista desde el
tiempo de Chernychevski, ligado a los grupos más avanzados, los camaradas de
Karakosof (1866) y de Netchaef (1868 - 70), en el ambiente anarquista suizo y francés
desde 1877 a 1883, del Este al Occidente, a Londres sobre todo, en el otoño de 1891,
fue el amigo constante de Kropotkin, y el de Malatesta hasta la guerra. Se puso a
combatir el marxismo que, sobre todo por Plekhanof, había influenciado poco a poco el
socialismo ruso, combatiendo odiosamente todo sentimiento libertario. Cherkesof
escribió así Pages d' histoire socialiste, I. Doctrines et Actes de la Socialdémocratie
(París, 1896, 64 págs.); Précurseurs de l'Internationale (Bruselas, 1899, 144 págs. in-
12o) y otros escritos, recordando las ideas del socialismo antiguo y del esfuerzo liberal y
humanitario en general, que los marxistas trataban de detractar y de hacer olvidar,
haciendo creer que Marx, que, como todo hombre instruido de su tiempo,`se había
alimentado intelectualmente de todo eso, había descubierto todo lo que valía en
economía social y en socialismo mismo. Si esa verificación de sus fuentes era una obra
muy útil, por eso mismo, en mi opinión, es refutada esa otra tesis de Cherkesof,
propuesta desde la primavera de 1900, que el Manifiesto del Partido comunista,
publicado en febrero de 1848, sería un plagio de los Principes du socialisme. Manifeste
de la Démocratie au XIX siécle, por Victor Considérant (París, 157 págs. en 16o; en
primera versión, Bases de la politique positive. Manifeste de l'Ecole sociétaire fondée
par Fourier, 1841 - IV, 119 págs. in-gr. 8o). Porque Considérant estaba impregnado de
una cultura general similar a Marx y a otros hombres avanzados, y era él mismo un
observador de las tendencias económicas fuera de lo común. Ni uno ni otro tenían
necesidad de plagiarse, y a los hechos generales, conocidos de ambos, uno le dio una
interpretación forzosamente marxista, ya que eran Marx y Engels los que tenían la
pluma. Cherkesof ha contradicho además otras afirmaciones de Marx, como la de la
concentración del Capital, y fue fascinado por el sindicalismo francés; bajo esos dos
aspectos confirmó mucho a Kropotkin en sus opiniones ya formadas y se atrajo también
la opinión de algunos militantes tradeunionistas ingleses hacia el sindicalismo y apoyó
su desconfianza hacia el marxismo. Su idea que el sindicalismo es socialismo popular,
en 1912 provocó el entusiasmo de James Guillaume, que pensaba desde que volvió al
movimiento (1903) que la C. G. T. era la antigua Internacional en una forma reforzada,
más perfecta y verdaderamente el`germen de la nueva sociedad.

Las aspiraciones de la autonomía nacional de los georgianos en el Cáucaso fueron


vivamente sostenidas por Cherkesof, que durante años fue el interprete de esas
esperanzas proscritas entonces ante la opinión pública, inglesa sobre todo, lo que
contribuyó, como las simpatías por los armenios, los boers, los finlandeses, los persas
sobre todo, a suscitar también en los ambientes libertarios corrientes en favor de
pequeños Estados, que se consideraban preferibles y culturalmente superiores a los
grandes, como las Comunas fueron consideradas en esa forma frente a los Estados.
Errov fatal, porque las Comunas, por su federación o incluso aisladas en el interior de un
gran Estado, están en relaciones inevitables con sus iguales, las otras comunas, o viven
en el seno de un Estado, sin política de guerra y conquista por sí mismas. Los pequeños
Estados independientes, en cambio, viven en el ambiente rival y combativo de los
Estados y son ambiciosos y guerreros como todo Estado. La comuna, la villa, la aldea -
es pues la paz: el Estado, grande o pequeño, es tarde o temprano la guerra.

Con el progreso sucesivo no interrumpido hasta 1905 de las protestas rusas contra el
124
despotismo, comenzando por los desórdenes universitarios en Rusia, también los
jóvenes anarquistas rusos, sobre todo en París y en Ginebra, comienzan en fin las
publicaciones, en 1903, cuyo periódico Chleb i Volia de Ginebra (1903 - 1905)
representa las opiniones de los camaradas rusos de Kropotkin y las suyas. Pero surgió
una cantidad de publicaciones rusas que hablan en nombre de tendencias anarquistas
diversas que existían en los movimientos franceses sobre todo - los expropiacionistas,
los amorfistas y Ias tendencias mixtas, todos hablaban entonces altamente y a menudo,
en Rusia, obraron según sus opiniones. Un periódico Listki Chleb i Volia (Hojas de Pan y
libertad ; Londres, del 30 de octubre de 1906 al 5 de julio de 1907) fue redactado y
ampliamente escrito por Kropotkin, que ayudó además en Chleb y Voila de París en
1909 y al Rabotchii Mir de París, ayudado por A. Schapiro. Goghelia, María Godlsmith y
algunos otros. Pero las ideas de Kropotkin, que entonces, como actividad práctica en
Rusia preconizó la organización de los trabajadores, parecieron por decirlo así como de
extrema derecha a la mayoría de los jóvenes anarquistas rusos de los años 1903 a
1914, que se dedicaron a la lucha muy directa, jugándose la vida y tratando de herir o
debilitar al Estado ruso por actos individuales y colectivos múltiples. Fueron ellos los
que obraron según las ideas expresadas en 1881 por Kropotkin en El Espíritu de
rebelión, y si se ha recordado estos últimos años (1931) lo que Kropotkin ha escrito
entonces en ruso en favor del sindicalismo, hay que tener presente que esa propaganda
y esos consejos de Kropotkin han permanecido aislados y sin peso en la balanza
entonces, y han cesado muy prnto. Se vio desbordado, bien a su pesar, por las
tendencias más de acción de la juventud, y vio la falta de respuesta por actos colectivoe
del pueblo que, si hizo algo, prefirió hacerlo enrolado y comandado por socialistas
autoritarios, cuando estos le parecieron representar una verdadera potencia. Kropotkin
halló mucha más esperanza antes de 1914 en lo que pareció ser un despertar liberal
general (muy mezclado ya con nacionalismo y el sentimiento de guerra; pero eso
concordaba con sus propias opiniones y aprensiones), y esperaba que esas fuerzas
liberales se mantendrían contra la dominación de los socialistas autoritarios, tal como
ocurrió un momento en 1917. Pero comprendió pronto, al volver a Rusia, que no era
posible oponerse ya a ese dominio; se resignó sombríamente y quedó herido en el
corazón en sus esperanzas. Hizo esfuerzos, sin salida, para ayudar las ideas federalistas
y la cooperación; veía con simpatía todo esfuerzo asociacionista indepndiente;
expresaba sus esperanzas en una Internacional obrera (que jamás se figuró sin una
Alianza de militantes en su seno) hasta el último momento y murió así, habiendo
aplicado los últimos meses a su Etica, el 9 de febrero de 1921.

Francamente hablando, es ingenuo u obra de partido, el querer descubrir o crear un


Kropotkin sindicalista. El hombre que ha reconocido constantemente la necesidad de un
período revolucionario de 3 a 5 años, no ha podido querer abdicar en el primer
momento de la victoria revolucionaria en manos de una organización sindicalista que
sería en lo sucesivo la sociedad, es decir un organismo estable, que, como todos los
organismos constituidos,`se opondría a toda evolución más allá de él. No ha propagado
la anarquía casi cincuenta años de su vida para querer una dictadura sindicalista el día
de la victoria popular. He reunido sus propias palabras sobre su verdadero pensamiento
en artículos aparecidos en La Revista Blanca (Barcelona) en el invierno de 1933 - 34 y
en otros escritos.

Se ha publicado una gran cantidad de literatura anarquista en Rusia, en 1905-1906 y


desde 1917 a 1922, traduciendo a toda prisa folletos y libros, fundando nuevos
periódicos y sosteniendo todos los matices de las ideas. Se publicó el libro de Max
Stirner, dos veces en 1907. Hubo un sistema mutualista formulado en 1906 por P. D.
Turkhaninov (Lev Tcherny), más tarde muerto por los bolchevistas, en el libro
125
Associacionnyi Anarchism. A. A. Karelin (1863 - 1926) representa un matiz aparte.
También German Askarov (Jakobson) que fundó el grupo de los Anarquistas
universalistas (expresando la noción internacional por universal). Nestor Machno (27 de
octubre 1889 - 25 de julIo - 1934), Volin (Eichenbaum), Maximof, Grigori Gorelik, Aleksei
Borovoi, Rogdaef y muchos otros representan matices múltiples de los cuales ninguno
puede decirse definitivo y superior a los demás. Hubo tentativas lamentables de
adaptación al bolchevismo, y no menos lamentables de importaciones autoritarias en el
anarquismo para hacerle frente, aparentemente como un rival autoritario del
bolchevismo. Hubo retornos al sindicalismo absoluto; tentativas de síntesis (ideas ya
propuestas por Volin en el Anarchicheskyi Vestnik, Berlín, 1923-24). En una palabra, es
un vasto campo de discusión influenciada y agriada por el largo destierro, el éxito
aparente por los medios autoritarios que mostraba el bolchevismo gobernando desde
hace dieciocho años en un país tan grande, por la crisis mundial general y la falta de
contacto con el pueblo ruso mismo, que en todos esos años no oye una sola palabra
que no haya pasado por la`censura bolchevista, y cuyo verdadero pensamiento es para
nosotros un misterio más que nunca.

Desde Belinsky, Hersen, Bakunin, Chernyshevski, pocas voces originales de socialistas y


libertarios se han levantado en el socialismo ruso, y Kropotkin, por solidaridad profunda
con la revolución rusa en su totalidad, ha tratado muy poco de imprimir sus
concepciones personales a la gran lucha. Hay una sola, pero grande excepción para el
período posterior a Bakunin - fue Leon Tolstoi (1828 - 1910). No pienso entrar aquí en
este asunto, que la gran obra de Tolstoi y el estudio íntimo de su vida, ha hecho tan
vasto y complicado. Mi impresión es que debemos a Tolstoi el haber insistido sobre dos
grandes verdades indispensables a las realizaciones libertarias grandes y pequeñas,
presentes y futuras. Una de ellas es la comprensión de la fuerza de la resistencia
pasiva, que es la desobediencia, el abandono de la servidumbre voluntaria.

Se ha comprendido mal a Tolstoi y privado del efecto que habría ympedido tener su
pensamiento, al ver en él una resignación, una sumisión al mal, que se soporta con
paciencia llamada cristiana y con la obediencia que, se dice, se debe a toda autoridad.
Tolstoi quería exactamente lo contrario, la resistencia al mal, y ha agregado auno de los
métodos de resistencia, la fuerza activa, otro método, la resistencia por la
desobediencia, la fuerza pasiva por tanto. No ha dicho: sometéos al daño que se os
causa; presentad la otra mejilla después de la bofetada recibida,`sino: no hagáis lo que
se os ordena hacer; no toquéis el fusil que se os presenta para enseñaros a matar a
vuestros hermanos. Se puede constatar por sus propias palabras que el principio de
fundar sus relaciones humanas sobre la persuasión pacífica en lugar de la fuerza brutal
se remonta para él a William Lloyd Garrison, del ambiente de los Emerson, Thoreau y
otros, y si hubiese visto el libro de William Godwin, lo habría encontrado impregnado de
las mismas ideas. Ha tenido correspondencia además con Gandhi (carta del 7 de
septiembre de 1910) y ni la resistencia contra la esclavitud de los negros, la obra de
Garrison, ni la`desobediencia preconizada y practicada por Gandhi, son acciones de
obediencia; son al contrario desafíos arrojados a las autoridades. Si los tolstoianos
forzados al servicio militar habían sido resignados pasivos, obedientes que no
combatían el mal, habrían sido los primeros en tomar el fusil cuando se les ordenara.
Pero vemos a todos los demás obedecer y tomar el fusil, y los tolstoianos se rehusan.
Pienso pues que la línea Emerson-Tolstoi-Gandhi, es una línea de combate contra la
autoridad tan notable como la línea de la fuerza revolucionaria. En suma, la huelga y la
huelga general sobre todo ¿no coloca en esa misma línea a Garrison-Tolstoi-Gandhi? Se
hace la huelga o se rebela por la fuerza: - los dos medios tienen derecho igual de
ciudadanía en la lucha social, y los exclusivismos por principio son maléficos y no
126
prueban nada.

La otra gran verdad sobre la cual insiste tanto, es el reconocimiento de que la fuerza del
bien, la bondad, la solidaridad - y todo lo que se llama amor - está en nosotros mismos,
debe y puede ser despertado y desarrollado y ejercitado por nuestra conducta. Esta
comprunsión va contra la pasividad moral, contra la llamada no - responsabilidad por lo
que se hace contra la esperanza de ser mejorado colectivamente, cuando cada uno, por
oprimido que sea, tiene facultades en sí mismo para mejorarse, perfeccionarse
individualmente. Tolstoi ha escrito (el 13 de enemo de 1898; Tagebuch): La
organización, toda organización libra de todo deber humano, personal, moral. Todo el
mal del mundo tiene allí su base. Se fustiga a los hombres a muerte, se les desmoraliza,
se les estupidiza - y nadie tiene la culpa de ello. También aquí, como hay huelgas y
revolución, hay ese esfuerzo individual y hay el esfuerzo colectivo; las dos alternativas
no se excluyen, sino que se complementan. La parte íntima de la preparación libertaria,
se encuentra en Tolstoi, y hombres así preparados, me parece, son los únicos capaces
de emplear la fuerza individual y colectiva de modo razonado - el soldado no sabe más
que matar, y es como el revolucionario que no supiera más que destruir; el cirujano no
sabe aplicar la fuerza para curar, y así el revolucionario que ha hecho ya su propia
revolución en su fuero interior, es el único que sabrá, con inteligencia y conocimientos,
dedicarse a reconstruir seriamente.

En todo esto, no estamos pues dé ningún modo separados de Tolstoi, que ha puesto el
dedo sobre muchas de nuestras grandes imperfecciones. Es lamentable que lo haya
hecho a menudo en la terminología religiosa. El joven Bakunin empleó en una época
una terminología parecida. Tolstoi escribió a la edad de veintisiete años, por tanto hacia
1855: Producir con intención en la unión de la humanidad por la religión, ese es el
pensamiento fundamental que, espero, me dominará, y por religión ha comprendido,
como lo muestran sus escritos, amor y bondad entre los hombres, una conducta que
evidentemente los hombres bien dispuestos practicarían de inmediato sin preocuparse
de las consecuencias para ellos; porque, sino, ¿quién comenzaría? No los mal
dispuestos, ni una colectividad abstracta, ni el Estado. Viendo en Rusia, desde 1878 a
1881, a gobernantes y a revolucionarios desgarrarse unos a otros, ha intervenido con
una propaganda incesante en lo sucesivo por casi treinta años en la terminología
religiosa que se conoce.

Fue un error fatal; habría podido saber que la humanidad se emancipa de la


superstición y no espera de la religión organizada más que el mal. Se ha remontado a
las`bellas promesas hechas al comienzo de la agitación cristiana en los escritos de
propaganda, que son del mismo calibre que las promesas de los candidatos antes de las
elecciones. Ha calculado mal; no se cree ya en esas cosas y las religiones han sido
siempre un instrumento de la reacción que persigue a los que las combaten a fondo. En
fin, el hecho está ahí, que las buenas intenciones de Tolstoi nos aparecen a menudo en
una lengua que no comprendemos apenas. Pero no comprendemos tampoco con
frecuencia a un autor velado en terminología filosófica o económica, o medioevalesca, y
los que, leyendo a ToIstoi, no saben atravesar ese velo y llegar a su pensamiento
sencillo y claro, harán bien en suspender su juicio. Toda su obra examinada, traducida
en nuestra propia lengua, adquiere otro aspecto y abunda en enseñanzas libertarias,
que no se encuentran más que allí

No se les encuentra sino raramente en los autores tolstoianos que, como todos los que
se hacen reproductores de las ideas de un solo hombre, sorren el riesgo de deslizarse al
nivel de lo que vemos en los marxistas. Por lo demás, había muchos hombres de buena
voluntad que han hecho lo mejor que pudieron.
127
Recordemos de esa propaganda y del ejemplo viviente de muchos que sufrieron
persecuciones por negarse a obedecer, al martirizado J. N. Ivan Tregubof, Droschin
(1886 - 1894), V. Cherkof< Paul BiriukoJ, John C. Kenworthy, Arthur St. John,`William L.
Hare, J. Morrison, el ambiente de la Groydon Brotherhood de Purleig y la colonia del
Whiteway (G|oucestershire); el periódico The New Age (Londres); muchas publicacionew
de los editores A. C. Fifleld y C. W. Daniel (Londres); Marie Kuger del ambiente de la Ere
Nouvelle, comenzada en 1901 en Francia, de los anarquistas cristianos en Holanda y un
movimiento extenso en Bulgaria, sobre todo en Burgas (el periódico Vzrashdane
(Resurrección). Simpatizantes en los Estados Unidos que se confundían con los adeptos
libertarios de las ideas de Walt Whitman, de Edward Carpenter al igual que Ernest
Howard Crosby (muerto en 1907), Leonard D. Abbot, Bolton Hall y otros que son
partidarios también de Henry George y simpatizantes de un individualismo altruista.

En suma, una buena parte de esos hombres, a los que se agregan los de las colonias
tolstoianas y los que han rehusado hacer el servicio militar eran y son todavía hombres
de valor y hay mucxos duchobores en el Cáucaso y en el`Canadá, hombres que antes
de Tolstoi insistían en vivir su propia vida al lado del Estado - autores, artistas,
pensadores de valor ético, libertarios religiosos no agresivos en materia religiosa, que
flanquean a los demás anarquistas como camaradas. Fue un gran ambiente, que habría
merecido más simpatías de las que los anarquistas supieron darle. Por los conciencious
objectors durqnte la guerra, por la acción verdaderamente humana de muchos
miembros de la Society of Friends (quakers) después de la guerra, se comenzó a
apreciar los elementos humanos en ese mundo de guerra y de crueldad, y los
tolstoianos, mejor comprendidos y mejor apoyados, habrían sabido llevar a muchos
espíritus que la propaganda revolucionaria no supo cautivar, y podrán hacerlo aún.
Porque las ideas de Tolstoi no han perecido con él y no pueden ser buscadas en algunos
partidarios demasiado estrechos, sino en el espíritu y en la esencia de toda su obra.

Entre los movimientos anarquistas de los pueblos del Estado de Europa, aparte del ruso,
el más intenso y difundido fue el de los judíos de la antigua Rusia y la Galitzia austriaca,
que hablan el yiddisch, es decir un alemán con muchas palabras hebraicas y eslavas.
Low emigrados judíos, sobre todo en Londres y en los Estados Unidos, han creado
movimientos obreros fuertes, socia'listas desdu 1885 aproximadamente, anarquistas en
buena parte desde 1890 más o menos, ricos en periódicos de larga duración, folletos,
traducciones -- en anarquistas siempre comunistas, aceptando enteramente las ideas
de Kropotkin, influenciados a veces por algunos de sus autores por lo que ven
sucederse en Rusia y en Palestina, pero por término medio los adeptos más fieles del
comunismo anarquista de Kropotkin.

No puedo leer su escritura y no puedo darme cuenta del grado en que las ideas
removidas por la discusión en sus órganos han producido proposiciones nuevas. Sus
más activos militantes fueron o son todavía David Edelstadt, S. Janovsky, J. Bovschaver
(Basil Dahl), Dr. J. Maryson, Dr. Michael A. Cohn, Joseph J. Cohen y otros. Su órgano en
Londres, el Arbeíterfreund, fundado en 1885, fue redactado casi una veintena de años
hasta 1914, así como la revista Germinal, por Rudolf Rocker (nacido en 1873),
anarquista de nacionalidad alemana que supo en poco tiempo, atraído por el celo y la
energía de ese movimiento en el Eastend de Londres, dominar la lengua y la escritura
como autor y orador. Kropotkin era entonces el hombre más querido por esos
camaradas y muchas veces su conferenciante.

El esfuerzo más durable para continuar la obra de Ferrer es The Modern School en
Stelton (New Jersey) y una bella colonia libertaria, la Sonrise Colony y otras obras de
cooperación libre son fundadas por esos mismos lirertarios judíos en los Estatos unidos.
128
En Ukrania no hubo propaganda escrita en la lengua del país, pero un número de los
revolucionarios más militantes de los años 1870 - 1880 hasta Nestor Machno fueron
anarquistas y los grupos de esta región meridional eran siempre más avanzados y más
combativos que los del Norte.

Había desde hacía mucho tiempo un federalismo político y nacional en Ukrania, que el
profesor Michel Dragomanof combinó hacia 1880 con un socialismo popular (la revista
gromada etc.), que pronto abandonó el mismo. De ahí se derivan los partidos
puramente nacionalistas y, en otro tiempo, un partido popular cultural, antirreligioso (M.
Pavlik. Ivan Franko. etc.), que se ha extinguido.

En finés se publicó La conquista del pan en 190 ... en Tammerfors; La ley y la autoridad
en New York, en 1910; y apenas otra cosa que algunas publicaciones a partir de 1926.

Hubo un número mayor de publicaciones en leton - periódicos, folletos, traducciones,


después de 1905. Anarquistas letones dispersos en el occidente a causa de la represión
feroz de 1906 en su país, fueron exterminados después de actos violentos,
principalmente en el invierno de 1910 - 11 en Londres (Sidney Street).

En lituano hubo poca literatura untonces y hay una literatura incipiente estos últimos
años.

Hubo más en polaco. Se considera el libro El socialismo de Estado (Lemberg. 1904) por
L. A. Czjakoszki (Eduard Abramovski, muerto en 1917) como proposición original de un
cooperativismo muy social y libertario. Escribió también El cooperativismo como medio
de emancipación de la clase obrera. Se tradujo también algunos extractos de Gustav
Landauer en 1907. Pero todos los focos de propaganda fueron bien pronto cerrados y
las publicaciones suprimidas. En París el doctor Josef Zielinski estuvo muy próximo a los
Temps Nouveaux.

Bakunin, tan simpatizante con la causa nacional de los polacos, no podía entenderse
nunca con ellos sobre el abandono de sus reclamaciones históricas de incorporación de
los ukranianos, bielorusos (rutenos blancos) y lituanos. Waleryan Mrozkowski fue el
único camarada polaco con el cual pudo colaborar un cierto tiempo.

En Rumania, país donde antes de la guerra ruso - turca de 1877 los búlgaros, refugiados
en Turquía, conspiraron largos años, por donde Netchaef pasó al volver secretamente a
Rusia en 1869, los primeros impulsos socialistas y anarquistas fueron dados por
refugiados rusos en ambientes de estudiantes y jóvenes profesores. Hacia 1890 la
propaganda fue renovada, esta vez comunista anarquista, por estudiantes atraídos por
La Revoltí de París y las ideas de Kropotkin y de Grave. Se consiguió algunas veces,
pero rara y temporalmente, acercarse un poco a los campesinos, y la propaganda
quedó en un ambiente restringido de intelectuales simpatizantes. P. Mushoiu es desde
hace mucho tiempo su principal sostén. En otros tiempos hubo N. k. Sudzilovsski, (el
doctor Russell, muerto hacia 1930 en China), Zubku - Kodreanu, Zamfiri Arbore (Ralli,
del tiempo de Bakunin), Levezan, Zozin y otros.

Los revolucionarios búlgaros Christo Botiof y Liuben Karavelof estaban en relaciones con
Bakunin y Netchaef, Botiof también con Sudzvilovki, pero la conspiración nacional los
absorbió y Botiof fue muerto como insurrecto. Quince años más tarde, a partir de 1890
aproximadamente,`las ideas comunistas anarquistas fueron propagadas por
estúdiantes que leían La Revolté, principalmente Stoyanoff, estudiante de medicina en
París,`Ginebra y Bucarest, muy ligado a Merlino, conociendo bien a Reclus, a Galleani y
también a Kropotkin y a Malatesta, etc. Sobre esa base se edificó una actividad
129
continua y ascendente, reiniciada después del largo período de las guerras, llegando
a trabajadores y campesinos y no perdiendo su influencia sobre una minoría de
intelectuales, sufriendo algunos las más crueles persecuciones y martirios (como en
Jambulli), pero con raíces más fuertes que en ningún otro país del Este de Europa.

En Serbia, en cambio - algunos estudiantes serbios estuvieron muy ligados con Bakunin
en 1872 en Zurich, pero sobre todo en el terreno nacional - los esfuerzos libertarios
fueron nimios. Algunos periódicos y folletos aparecidos desde 1905 hasta la época de
las guerras (1912) parecen representarlos y no hubo ninguna reanimación desde 1918
en Yugoeslavia. Sólo un croata libertario, Stepan Fabijanovic, un obrero, forzado a
abandonar su país desde hace mucxos años, ha impreso en publicaciones hechas en
Estados Unidos un espíritu independiente vigoroso; murió en 1933.

Las publicaciones armenias comunistas anarquistas hechas desde 1891 a 1894 en


Ginebra son debidas al trabajo asiduo del estudiante ya mencionado, Alejandro Atabek,
que publicó también un pequeño periódico (Haimaink. La Comuna, 1894). Después las
luchas y desdichas nacionales parecen haber descartado toda propaganda, salvo lo que
ha podido hacerse en Tiflis en algunas raras épocas de vida pública un poco libre.

Los georgianos fueron numerosos, muy abnegados, algunos muy anarquistas en el


movimiento ruso; los más militantes estuvieron implicados en el gran proceso de los 50
en Moscú en 1877, y Cherkesof fue condenado ya en el proceso de Netchaef en 1871.
Más tarde, de regreso a su país, y Cherkesof escapado de la Siberia en el destierro de
1876, comienzan a obrar sobre la opinión pública por la autonomía de Georgia y
también su socialismo, en las publicaciones georgianas publicadas en París, están
impregnadas del autonomismo nacional. Fue más bien el joven Goghelia que Cherkesof,
el que propagó un sindicalismo anarquista en Tiflis en 1905 - 1906 y todo lo que pudo
desde 1917 hasta su muerte. Cherkesof, realizó la cooperación cultural solidaria y
autónoma ala vez de las nacionalidades enemigas, georgianos, tártaros y armenios, en
Tiflis, en 1905 - 1906, pero si georgianos, tártaros, turcos se entienden, parece sin
embargo que los armenios quedan fuera de relaciones verdaderamente buenas.

Se han publicado probablemente algunos folletos, traducciones en lengua turca, tártara,


persa, árabe, tal vez también en hebreo en Palestina, pero casi todo eso me es
desconocido. Creo poder decir que los hindúes no han sido alcanzados por una
propaganda libertaria directa, y el boicot, la desobediencia, el terror en las luchas
nacionales tienen por objetivo poner un nuevo poder en el puesto del antiguo.
Respetamos las víctimas caídas antes de llegar a un poder nacional; así el doctor José
Rizal, (1861 - 1869) en las Islas Filipinas, el Multatuli de su raza tagala, autor de Noli me
tangere, del Filibusterismo y de la magnífica poesía escrita antes de su ejecución. De
igual modo las víctimas en Carea (hubo en el destierro chino publicaciones anarquistas
coreanas) y en la isla Formosa (allí también los refugiados en China hacían circular
publicaciones anarquistas). En otras partes, en el Extremo Oriente y en Indonesia, la
propaganda comunista parece ser la única que se hace.

Respecto de Chiná, renuncio a interpretar a Lao tsé (hacía 550 años antes de la era
cristiana), que en el texto de algunos traductores adquiere un aspecto muy libertario.
Se ha hallado también a Yang-tschu, que sería un Stirner chino. De 1907 a 1908 jóvenes
intelectuales chinos hicieron aparecer en París el periódico Sinsiki (Tiempos Nuevos) y
una cantidad de traducciones comunistas anarquistas. Ese grupo, de regreso en China
después, tomó parte más tarde en el esfuerzo liberal general, influenciando la
educación' en un espíritu progresivo y pasa por eso como habiendo abandonado el
anarquismo. Un movimiento en China misma, iniciado por Sifu (1884 - 1915), parece
130
haber tratado de obrar más directamente sobre el pueblo. Las ideas, en tanto que no
sumergidas por el comunismo y el liberalismo nacional, tienen adeptos en la`China
meridional y en los Estados Unidos sobre todo.

En el Japón, conocemos sobre todo, la vida y el martirio de Denchira Katoku (1869 -


1911) y de Sakae Osugi (1885 - 1923), asesinado él también. En 1905 Kotoku, del
marxismo, en prisión durante un tiempo, pasó al anarquismo, que aceptó en teoría,
según Kropotkin, fascinado por Campos, fábricas y talleres sobre todo, pero las
persecuciones le impulsan a actividades antimilitaristas, de huelga general y tal vez a
planes terroristas; en todo caso fue ahorcado el 24 de enero de 1911, con su mujer
Suga Kamo y otros diez camaradas. También Osugi fue asesinado el 16 de septiembre
de 1923, con su mujer Noe Ito; el asesino los consideraba más o menos responsables
del gran temblor de tierra en Tokio.

Ha habido en China y en el Japón organizaciones y publicaciones sindicalistas y


anarquistas numerosas, algunas considerables, muy a menudo perseguidas y
suprimidas, pero, en los ultimos años, las oleadas nacionalistas y comunistas, las
catástrofes y la guerra, han debido obstruir ese impulso. Pero en China, al menos el
interés libertario es vivo y ascendente; se busca una salida hacia la libertad frente a la
autoridad entronizada en formas terribles. El Japón, en cambio, parece cada vez más
sumergido en la noche autoritaria, a pesar de los esfuerzos de algunos propagandistas
abnegados.

Pasando aún al resto de Europa, se puede recordar que en la antigua Austria - Hungría
de 1881, la socialdemocracia fue puesta vigorosamente en segundo rango y al fin
reducida a una pequeña minoría por los socia|istas revolucionarios, entre los cuales se
comenzó, en 1883, una propaganda educativa anarquista. Actos terroristas interrumpen
esa primera educación en las ideas, y la represión lo redujo todo a la clandestinidad.
Desdu 1885, los socialdemócratas vuelven y comienzan a fundar su dominio exclusivo
sobre los trabajadores, que ha perdurado. Ese período de 1881 - 84, comprendió a los
socialistas de lengua alemana, tcheca, una parte de los polacos y también de los
magyares en Hungría. No hubo tiempo para elaborar las ideas; pero el espíritu y la
voluntad estaban despiertos. No fue sino largo tiempo después a partir de 1892 y de
nuevo a partir de 1907 que pudo comenzarse una nueva propaganda pública; pero
choca en lo sucesivo con la regimentación cada vez más completa de los obreros en la
socialdemocracia. Comprende de nuevo las lenguas alemana y tcheca. Sobre el
territorio de lengua alemana no llega a las organizaciones de oficios: en Bohemia las
toca, sobre todo entre los mineros de algunas cuencas y hubo entonces hasta 1914 una
abundante prensa anarco - sindicalista en lengua tcheca y publicaciones anarquistas.
De estas últimas, algunas, las de St. K. Neumann sobre todo, se aproximan al género de
la joven literatura libertaria en Francia; los otrós son en gran parte órganos de defensa
en las luchas del trabajo, y en los unos y en los otros hay progresivamente infiltraciones
nacionalistas. La guerra suprime todo eso, y después de la guerra, en
Tchecoeslovaquia, todos, socialistas y anarquistas, se pasan a tambor batiente al
patriotismo nacional. Había aún restos anarquistas, un pequeño periódico Bezvlastie
(Anarquía) , pero ya no existe, y lo que el nacionalismo del Estado nacional no ha
absorbido, ha pasado al comunismo de Moscú.

En el Austria de lengua alemana han sido hechas muchas publicaciones a partir de 1907
por Rudolf Grossman, que ha resumido sus ideas sobre todo en el libro Die
Neuschópfung der Gesellschaft durch den kommuniistischen Anarchismus
(WienKlosterneuburg, 1921, VIII, 264 págs.) y sus volúmenes anuales Jahrbuch der
Freien Generation, 5 vol., 1910 - 1914, siguiendo a una revista de ese nombre (1906 -
131
1908) han hecho accesibles un número de trabajos internacionales anarquistas.

En Hungría, después del período socialista revolucionario muy acentuado (1881 - 84)
hubo un intervalo; después las ideas del doctor Eugen Heinrich Schmitt tuvieron gran
influencia, un socialismo libertario muy consciente como socialismo, pero ético sobre
todo, próximo al tolstoismo. Eso no dio satisfacción comp|eta a algunos hombres más
deseosos de actividades colectivas organizadas y de una verdadera leva popular
libertaria. De los primeros fue el joven Ervin Szabó (1877 - 1918); el iniciador de los
segundos fue el conde Ervin Batthyany (nacido hacia 1877), que hizo aparecer
Társadalmi Forradalom (La revolución social; 1907 - 1911). Fue al mismo tiempo un
propagandista anarquista comunista y de un esfuerzo educativo sobre todo de la
población rural.`Batthyany vivió en Inglaterra bastante tiempo y conoció a Kropotkin.

Había algunos otros húngaros que continuaban la obra de Eugen Heinrich Schmitt,
sobre todo Krauz; pero la guerra, el régimen bolchevista en 1919, la represión cruel que
le sucedió y que dura todavía los han absorbido, destruido o dispersado, y no hay
ninguna renovación en el desgraciado país.

En Grecia hubo en los años 1870 - 80 a veces refugiados italianos anarquistas y un


intercambio con sus camaradas en Egipto y en Turquía, también algunas relaciones con
la Federación jurasiana. En lengua griega había algunos folletos de Kropotkin, desde
1886, y el socialismo de Platón N. Drakuli, su editor, fue ecléctico entonces. Bien pronto
los grupos anarquistas fueron aislados y más acentuados. Stavros G. Kallergis fue uno
de los más militantes. Hubo actos terroristas y muchas persecuciones.

Para Egipto y Túnez los anarquistas italianos emigrados y refugiados fueron el alma del
esfuerzo libertario durante largos años.`En Egipto sobre todo lcilio Ugo Parrini, de Liorna
(1851 - 1906). Malatesta, Galleani, Gori, han pasado algún tiempo en Egipto. En Túnez
sobre todo el doctor Nicoló Converti, autor de una serie de publicaciones. Esos
ambientes italianos sostenían los matices más avanzados del movimiento en Italia; pero
no pudieron crear movimientos locales duraderos, puesto que la represión seguía a todo
esfuerzo hecho en esa dirección. Igual ocurrió con los franceses en Argelia, donde han
aparecido publicaciones anarquistas, pero sin influencia sobre las poblaciones locales.
Lo mismo ha debido ocurrir en Tanger, en Marruecos, que fue algunas veces, en otros
tiempos, un asilo para los refugiados anarquistas de España.

En Africa de lengua inglesa y holandesa (los boers) me parece que no ha tenido


iniciativa libertaria, a excepción de Henry Glasse, inglés, emigrado a Natal, que
mantenía contacto con los camaradas. de Londres. En Australia, a partir de 1887 se
hicieron varias publicaciones anarquistas comunistas por camaradas que se formaron
en la lectura de Liberty (Boston), del Commonweal de William Morris (Londres) y de
Freedom (Londres) - tales Honesty, The Australian Radical, Anarchy, The Revolt,
Reason, etcétera - por militantes como W. R. Winspear, David A. Andrade, J. A. Andrews,
J.W. Fleming ante todo. Fueron casi todos esfuerzos muy individuales, no perdidos, pero
impotentes contra el estatismo social, que puso la mano sobre todo el continente e hizo
abortar los esfuerzos que han faltado en Australia y Nueva Zelandia para crear un
sindicalismo independiente. También en el Canadá hay sin duda libertarios aislados de
lengua inglesa y un número mayor de otras lenguas, pero una propaganda que haya
producido publicaciones inglesas no es conocida, pero parece estar muy próxima.

Queda el gran número de los países de habla española y portuguesa. He redactado


larguísimos capítulos, pero me limito a las referencias siguientes, que harán ver la
extensión de este asunto especial.
132
Recordamos el libro razonado y crítico Concepsao Anarquista de Sindicalismo por
Neno Vasco (Naciando de Vasconcelos, muerto en 1920), Lisboa 1920, 167 páginas; - 0
Sindicalismo en Portugal. Esbozo histórico por M. J. de Souza (Lisboa, 1931, 234 páginas
-; Kropotkin: Su vida y obras, por Adrián del Valle (Palmiro de Lidia), Buenos Aires, 1925,
40 páginas; Paul Berthelot, L'Evangile de l'Heure (París, 1912, 24 páginas); E. López
Arango y D. A Santillán, El anarquismo en el movimiento obrero hBarcelona, 1925, 202
páginas) ; La F. O. R. A. Trayectoria e ideología del movimiento obrero revolucionario en
la Argentina, por D. A. Santillán (Buenos Aires, 1933, 318 páginas) y la historia de La
Protesta, por el mismo.

En México hay epopeyas de insurrecciones agrarias, luchas para derribar todo el


sistema despótico secular, de Ricardo Flores Magón, Praxedis G. Guerrero, Librado
Rivera, investigaciones de J. C. Valadés sobre la historia socialista y libertaria de ese
país, sus ensayos históricos y bibliográficos en el volumen conmemorativo del 30
aniversario de La Protesta, Certamen internacional, (Buenos Aires, Editorial La Protesta,
159 páginas in-gr. 8o, junio de 1927) contienen abundantes materiales.

Los países a examinar han sido: Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Chile;
después el Ecuador, Colombia, El Salvador,`Costa Rica; México y Guatemala, Cuba, el
Brasil. Después los trabajadores latinos en los Estados Unidos.

Por la presencia simultánea de criollos, españoles, catalanes, italianos y algunos


franceses, por las emigraciones sucesivas, por la presencia en proporciones diversas de
indios nativos, por las influencias de escritos y de propagandistas militantes europeos,
por los problemas económicos particulares, por la ausencia de los problemas políticos y
económicos europeos, iambién las concepciones libertarias deben diferenciarse en ese
continente.

He procurado desbrozar un poco ese vasto asunto en largos capítulos. Muchas figuras y
movimientos interesantes se encuentran en esas épocas y en esos vastos territoryos.
Los primeros socialistas, la Internacional, los grupos y organizaciones territoriales, los
actos de rebelión individuales y colectivos. Propagandistas procedentes de España, de
Italia de Francia (el que en 1864 publicó en Buenos Aires una traducción de El
comunismo de Cabet, B. Víctor y Suárez, procedía de las Baleares), los Rhodokanaty,
Zalacosta Sans; los Ettore Mattei, Malatesta, Dr. Juan Creaghe, José Prat, Gori, Esteve
López Arango, Santillán, Damiani, Fabbri, Neno Vasco y mil otros; además aislados de
talento exquisito, Rafael Barret, Paul Berthelot, etc. y hombres del país,`figuras de la
talla de Alberto Ghiraldo, González Prada, González Pacheco y del inolvidable Ricardo
Flores Magón, víctima de la crueldad de los Estados Unidos, Librado Rivera, el Dr. Fabio
Luz, etc. He escrito un resumen de esos capítulos - Viaje libertario a través de América
Latina (Revista Blanca, fines de 1934; reimpresa en Solidaridad, el viejo órgano de la F.
O. R. U., Montevideo, en los primeros meses de 1935), pero evidentemente ese asunto
me sobrepasa.

Capítulo 17
El sindicalismo revolucionario en Francia; Fernand Pelloutier;
Emilio Pouget. Kropotkin, Malatesta y el sindicalismo (1895 -
1914)
Deseando abreviar este trabajo ya demasiado largo, me queda por recordar las
relaciones de nuestros movimientos con el`sindicalismo.
133
En Francia, a partir de 1880, el grupo con su autonomía absoluta, sus actividades
voluntarias, la ausencia de fuerzas opuestas, obstáculos y adversarios, si no se buscaba
el combate, ha sido una forma ideal de agrupación de los anarquistas, pero si no había
un objetivo muy directo en ellos a alcanzar, fue también un aislamiento y una
paralización de energías. Fue también un organismo fácil de dispersar y que ninguna
colectividad amplia defendía. Entonces en los días de las persecuciones no se recordaba
a los sindicatos que en varias épocas habían sido ya una fuerza colectiva ligada a los
revolucionarios, - así en los últimos años del imperio de Napoleón III -, sea un abrigo,
como durante los años de reacción después de la Comuna. Pouget había recomendado
a entrar en ellos ya a comienzos de 1894, cuando todos los otros medios de acción
fueron quitados a los anarquistas de París.

Emile Pouget (1860 - 1931) era ya el alma del Syndicat des Employés de Commerce
Parisiens de 1879, al mismo tiempo que, socialista desde hacía tiempo, durante el año
1880, se hizo anarquista, y hubo ebanistas, zapateros, sastres, componiéndoselas para
ayudarse mutuamente en demostraciones y actos colectivos de diverso género de
acción directa, boicots, sabotajes, que se pusieron en contacto con los sin trabajo, etc.,
y Pouget que había escrito también y hecho circular el folleto clandestino A l´Armée, fue
detenido al fin en ocasión de la gran demostración de desocupados en marzo de 1883 y
quedó en prisión hasta enero du 1886. Su ausencia probablemente contribuyó a ese
mayor aislamiento de los grupos, y puesto en libertad al fin, no pudo ya remediarlo y se
creó una tribuna propia por sus periódicos, sobre todo por Le pere Peinard (1889 - 1894,
21 de febrero). Estimuló más que todos los demás los actos de revuelta anarquistas y
populares, pero conoció también la debilidad, el aislamiento de los grupos y se decidió,
en su destierro en Londres, a ponerle fin.

Conocía la actividad de Fernand Pelloutier0(1867 - 1901), que en el congreso de la


Fédération des Travailleurs socialiste de l'Ouest (broussistas) celebrado en Tours en
1892, había propuesto el estudio de la huelga general por una comisión especial que
expondría su proyecto al Congreso socialista internacional de Zurich en 1893. Pelloutier
se estableció en París, en febrero de 1893, donde conoció a Hamon y a Gabriel de La
Salle (del Art Social) y por Hamon, como éste ha contado, y la literatura que le
proporcionó Hamon, Pelloutier se hizo bien pronto anarquista. Representó la Bourse du
Travail de Saint Nazaire, en la Federación de esas Bolsas en París, desde el comienzo de
1894 y en junio de 1895 se hizo secretario de esa Federasión, fundada en febrero de
1892.

Ya en el congreso nacional de las Cámaras sindicales y grupos corporativos celebrado


en París en julio de 1893, había propuesto que la Federación de los sindicatos se
consolidasen en Federaciones industriales por oficios, y su federación local en Bolsas de
Trabajo y la federación nacional de esas Bolsas, y también la federación internacional
de las Federaciones industriales - lo que corresponde al proyecto elaborado en Valencia
en 1871 y que Lorenzo debía proponer entonces a la Conferencia internacional de
Londres.

En Nantes, en septiembre de 1894, los guesdistas sufrieron una gran derrota sobre la
cuestión de la huelga general. En Limoges, en septiembre de 1895, fue fundada la
Confédération Générale du Travail, qudeclaró en sus estatutos que sus componentes
debían mantenerse al margen de todas las escuelas políticas. Vegetó sólo hast 1900,
sostenida por los reformistas en antagonismo con la Federación de las Bolsas que fue
autónoma y comprendió toda la vida revolucionarie de los sindicatos hsegún Pouget,
1905; naturalmente la vida localmente federada vibraba de otro modo que la de las
secciones de oficios federados, dispersos en el país y que no se conocían entre sí).
134
En ese ambiente se hizo la propaganda teórico - práctica y el esfuerzo organizador -
coordinador de Pelloutier de 1893 hasta su muerte prematura en 1901, en tanto que su
salud, terriblemente quebrantada, se lo permitió. Hay que analizar sobre todo sus ideas
prácticas sobre la huelga general y sus ideas sociales ulteriores que formaban .la base
ideal de su esfuerzo presente al organizar sobre las bases renovadas las Bolsas del
trabajo. Su L'Organisation corporative et l'Anarchie (19 páginas in-16o) de 1896 plantea
la asociación voluntaria, libre, de productores, como nuestra concepción de la primera
forma, transitoria (porque el progreso no se detiene nunca) de la sociedad, y esbozando
los órganos de esa vida de asociados, encuentra un germen en los órganos de las
presentes Bolsas del Trabajo que prefería llamar Cámaras del trabajo. Las funciones son
las mismas y concluye que entre la unión corporativa que está en tren de elaborarse y
la sociedad comunista y libertaria en su período inicial hay concordancia. Una y otra
quieren reducir toda la función social a la satisfacción de nuestras necesidades y la
unión corporativa se liberta cada vez más de la fe en la necesidad de gobiernos y
quieren la entente libre de los hombres; la autoridad y la coacción son desterradas; la
emancipación obra del pueblo mismo. Que los trabajadores ensanchen pues el campo
de sus estudios, comprendiendo que toda la vida social está en sus manos; que no
asuman un deber que no obligue más que a ellos mismos, ese es su papel y ahí está
también el objetivo de la anarquía.

Así Pelloutier llegó él mismo a enlazar el presente y el porvenir por un mismo órgano
que cree capaz de un gran desenvolvimiento, pero lo hace discretamente y con un
espíritu muy libertario. Tiene ante todo en vista la comuna libre, que en el estadio inicial
tendría puntos de apoyo en las instituciones, relaciones, la experiencia, los hábitos de
solidaridad, que las corporaciones locales sabrían formar y qdquirir por su actividad
incesante en tal sentido. Sabía mejor que todos en qué grado existía ya bien poco de
todo eso y que, sobre todo, por el subvencionismo municipal Ia verdadera
independencia faltaba a las Bolsas todavía. ¿Qué podía contra todas esas influencias
locales? Y más débiles todavía fueron las Federaciones industriales que, si eran
revolucionarias, permanecían débiles en miembros e impotentes en acciones
económicas, salvo por las acciones de sorpresa o cuarido durante meses todo el
esfuerzo fue concentrado sobre una sola huelga local. Y las que fueron numerosas en
miembros, eran reformistas y se cuidaban bien de exponerse al riesgo de huelgas
demasiado numerosas y acentuadas.

La Histoire des Bourses du Travail (París, 1902, XX, 232 páginas) y su Ouvrier des Deux
- Mondes y Monde Ouvrier, la revista de 1897 - 99, no dan más que una débil idea del
esfuerzo du Pelloutier, que tenía contra él al Estado, al patronato, a las municipalidades
radicales y a los socialistas políticos a quienes privó de los trabajadores como electores.
Además los anarquistas llegados al sindicalismo, a excepción de algunos como Georges
Yvetot y Paul Delesalle, se interesaban más bien por las Federaciones industriales y por
la introducción de métodos más acentuados de lucha obrera directa. Así, como los
patronos oponían al boicot de los trabajadores su propio boicot, el lock-out, las listas
negras, etc., bajo el impulso de Pouget sobre todo en el Congreso corporativo de
Toulouse (septiembre de 1897) se reconoció el sabotaje, derivado del ca'canny (id
suavemente) escocés e inglés; véase el famoso informe Boycottage et Sabottage de la
Comisión del boicot del Congreso, en depósito en París; 18 páginas in 12o. También en
Toulouse la unidad obrera, la combinación orgánica de las Federaciones y de las Bolsas
y un diario sindicalista fueron declarados deseables - otros signos de la acción de
Pouget y el primer paso hacia una C. G. T. más eficaz. Los miembros de comités y
funcionarios menos avanzados se retiran a menudo desde esa época o no son ya
nombrados y fue relativamente`fácil a los jóvenes anarquistas desinteresados de la
135
política socialista y también algunos allemanistas e incluso blanquistas tomar sus
funciones, sin que eso haya cambiado mucho las opiniones de los miembros, que
dejaban hacer a esos hombres de ímpetu y de voluntad que supieron mostrarse útiles,
tenaces, adquiriendo prestigio y popularidad.

Esa nueva generación tuvo el predominio en el Congreso de París en septiembre de


1900; la Voix du Peuple semanal redactado por Pouget fue fundada (1 de diciembre) y
Pouget propuso la teoría y la práctica sindicalista en sus escritos de eminente precisión.
Así Greve générale réformiste et Greve générale révolutionnqire (no firmado; 1902, 24
páginas in-12); - Les Bases du Syndicalisme (1904; 24 páginas) ; - Le Syndicat (1904) ;
Le Partí du Travail (1905); - L' Action directe (1907) a los que debían seguir todavía La
Greve, Label et Boycott, Sabotage, Antimilitarisme, la Greve générale y otros; se tiene
de él en otra serie La c. G. T., Le Sabotage, L' Organisation du Surmenage; le Systeme
Taylor (1908, 1910, 1914) ; y la utopía firmada por Emile Pataud y por él, Comment
nous ferons la Révolution (octubre de 1909, VIII, 298 páginas). Pouget profesa la
hipótesis de la organización sindical como organizasión fundamental de la sociedad
nueva; véase el Syndicat (1904). Delesalle (1900), basándose en Pelloutier, expresa la
misma hipótesis del embrión. Griffuelhes en 1909 (Le Syndicalism révolutionnaire, París,
28 páginas) expresa graves dudas al respecto, diciendo que no podemos prever las
for}as del porvenir como los autores y los filósofos del siglo XVIII no han podido indicar
las formas exactas de la revolución de 1789 que se anunciaba por tantos signos y que
ellos mismos preparaban. Pouget había proclamado entonces altamente los sindicatos
embriones de los organismos de la sociedad nueva`como los grupos que harán la obra
de la transformación social, en 1908 (véase, La Confédération Générale du Travail,
página 26). Así los dos sindicalistas más destacados, los que hasta 1908 eran
omnipotentes en la C. G. T. y que, por lo que sabe de la opinión general, han cooperado
armoniosamente, eran de opinión diferente sobre esta cuestión tan a menudo pueste en
primer plano - Pouget decididamente afirmativo, Griffuelhes, profesando que no sabía,
agnóstico pues.

Pouget ha confirmado o debilidado, como se quiera, esa idea por la utopía de 1909,
sobre la cual Kropotkin ha formulado su opinión después de madura reflexión en el
prefacio de la edición francesa de 1911 y en un texto revisado, el de la edición rusa de
1920, precedido el todo por observaciones en algunas cartas que hay que conocer.
Vaciló mucho, y si el plan Pouget le agradó como afirmación de voluntades obreras
colectivas, se preguntó sin embargo, lo que ocurría en todo eso con la anarquía, que le
era tan cara y que para Pouget y Pataud parecía como nula y no existente; porque no
existiría ni antes de su sociedad nueva, que es la C. G. T. continuada, ni durante ella, ni,
puesto que han descrito una sociedad simpática, habría una necesidad de abandonarla
por otro sistema. Griffuelhes, al contrastar los sistemas ante - revolucionarios y las
peripecias inescrutables, antes de la revolución francesa, ha comprendido bien que los
sistemas proponen el máximo, puesto que se han formado en el vacío, y las
revoluciones ejecutan un mínimo, puesto que todos sus factores carecen aún de
experiencia, tropezando con obstáculos y siendo desorientados por tantos factores
imprevistos.

Cuando Pouget escribió esa utopía, había ya una teoría nueva, la de los consejos de
delegados obreros, que fueron considerados también embriones del nuevo poder
revolucionario ( v. el informe del Comité`central del partido socialdemócrata obrero de
Rusia al Congreso de Copenhague, en junio de 1910 sobre los acontecimientos rusos en
1905.y años siguientes). Las reuniones de barrio (Kropotkin), los sindicatos (españoles
hasta 1888, Pouget, etc.), las reuniones soviéticas de 1905 y en la teoría bolchevista
son ya tres embriones rivales y el municipio libre ofrece otras posibilidades todavía, y
136
así sucesivamente.

Vale la pena de observar de cerca el advenimiento del sindicalismo de los años 1900 a
1908. La Bolsa del Trabajo, la base de la comuna libre, el ideal de Pelloutier pasa a
segunda fila frente a la Federación de las industrias, el reemplazante futuro del Estado.
Lo mismo que veinte años antes entre broussistas y comunalistas y guedistas
conquistadores del Estado, los estatistas han relegado al segundo plano a los
comunalistas. Desde que hay poder en cuestión, el mayor poder es el más atractivo. En
el Congreso de Montpellier (septiembre de 1902) las Bolsas y las Federaciones
constituyeron esa organización de conjunto que funcionó a partir del 1 de enero de
1903; diez años después se sintió la necesidad de Uniones departamentales de los
sindicatos (véase, la Conferencia de julio de 1913). La lucha contra el millerandismo
(sutil corrupción por favores gubernamentales) , contra el militarismo, las relaciones
más agrias que dulces con las organizaciones sindicales de los otros países,
especialmente los alemanes reformistas y socialdemócratas, capitaneados por Legien,
las luchas entre revolucionarios y reformistas en la C. G. T. misma, y un número de
huelgas a veces ganadas de golpe, a veces prolongadas y difíciles llenan años desde
1900, y en el Congreso de Bourges (otoño de 1904) se cree poder dar un paso decisivo,
el de preparar la imposición de la jornada de ocho horas por acción directa, de grado o
por fuerza, el 1 de mayo de 1906.

Ese acto puso a las fuerzas de la C. G. T. hasta entonces no ensayadas ante una tarea
definida, y disfrutando de un prestigio que se llamaría misterioso y bastante grande,
ante una promesa formal de breve plazo; fue mal aconsejado. La agitación febril fue
afrontada por la resistencia gubernamental persecutora y dando la impresión de querer
provocar la masacre, y la resistencia`feroz del patronato, y no triunfó en proporciones
imponentes. Y en ese mismo mes de mayo de 1906 hubo elecciones que dieron a los
socialistas, principalmente a Jaurés, un primer puesto, e hicieron casi perder de vista el
sindicalismo. El revolucionarismo insurreccionista de Hervé atrajo en esos afios
elementos inquietos del anarquismo y del sindicalismo, que se agitaban inútilmente,
para ser licenciados años más tarde por Hervé, cuando dio a todo vapor máquina atrás.

El Congreso de Amiens (octubre de 1906), considerado con buen derecho como el


apogeo de la C. G. T. fue para ella en realidad un supremo esfuerzo: la
causa`revolucionaria fue victoriosamente afirmada por la famosa resolución llamada a
menudo la Charte d' Amiens - en recuerdo de la famosa constitución comunal de
Amiens en el siglo XII (estudiada por Augustín Thierry en 1856) -, una de las más altivas
declaraciones sindicalistas redactada probablemente por Pouget y que sufrió pocas
alteraciones. El sindicato, hoy un grupo de resistencia, será en el porvenir el grupo de la
producción y la distribución, la base de la reconstrucción social. Sobre esa tarea se ha
fundado el deber de todos los trabajadores de formar parte de él, cualquiera que sean
sus tendencias políticas o filosóficas. Como individuos son libres de obrar según esas
tendencias, siempre que no introduzcan sus opiniones del exterior en el sindicato. La
acción económica directa contra el patronato es lo único que importa, y las
organizaciones no tienen que preocuparse de los partidos y de las sectas, que fuera de
ellas y a su lado pueden aspirar en plena libertad a la transformación social.

Esos textos, resumidos aquí, y sobre los cuales se ha basado la no menos famosa frase
del sindicalismo que se basta a sí mismo, no me parecen un grito orgulloso de
exclusivismo y de desafío lanzado al socialismo y también a la anarquía. En la situación
de entonces fue, me parece, sobre todo una línea de demarcación que debía impedir la
ingerencia socialista, pero que no debía impedir a los socialistas entrar en los
sindicatos, se les respetaría en ellos, pero se les rehusaría el derecho a poner una mano
137
política sobre las agrupaciones económicas. En los anarquistas, los militantes
sindicalistas no han debido siquiera pensar: eran amigos de los sindicatos y lo fueron
ellos mismos, Pouget y sus camaradas, o eran adversarios teóricos, absteniéndose en la
práctica, pero no en cantidad que hayan podido pesar en la balanza. No se quería a los
socialistas políticos, pero no se puedo hacer contra ellos más que esa delimitación, y la
Charte d' Amiens lo hizo muy dignamente.

En cuanto al porvenir, toda generalización es en el fondo una usurpación, una dictadura,


puesto que pasa sobre las minorías, a las que se llama excepciones. Y cada usurpación
general arrastra otras consigo. Así la proclamación del Estado Socialista dueño del
mundo del porvenir, ha forzado la del grupo de los sindicatos, y pronto los soviets
hicieron lo mismo, y los tres son o serán especies de Estados.

Desde Amiens, dígase lo que se diga, el sindicalismo francés tuvo enemigos más
decididos que nunca a dominarlo por todos los medios. Los reformistas, siempre en
minoría por los numerosos pequeños sindicatos, no querían esperar más. El herveismo
florecía en La Guerre sociale (a partir de diciembre de 1906), enrolando a los jóvenes.
Un sindicalismo, esta vez de verdadero orgullo, fue enarbolado por algunos
intelectuales (L 'Action directe, el periódico de 1908) y - eso verdaderamente por amor
a la causa y por entusiasmo - por categorías verdaderamente militantes de
trabajadores, sobre todo la construcsión, los terrassiers, y hubo la pequeña guerra
contra los amarillos, las chasses au renard hcazas al zorro). En esas condiciones en
1908 bajo el ministerio Clemenceau la C. G. T. cayó en una verdadera acechanza que
puso fin al ascendiente revolucionario de los años a partir de 1900. Para protestar
contra una masacre en ocasión de una huelga prolongada a alguna distancia de París,
elementos apasionados en París propusieron ir allí en gran número para hacer una
reunión. Contra la opinión de los militantes de experiencia se aceptó eso, y entonces
fueron todos; fueron horrorosamente heridos y maltratados por los soldados de
Clemenceau, y todos los militantes destacados fueron detenidos durante varios meses y
puestos en libertad sin proceso. Una protesta por una huelga general de un día en París
fue saboteada por los reformistas (los tipógrafos que entonces mostraron audacia).
Otros eligieron el momento para una intriga contra el secretario prisionero. Los mineros
reformistas entraron en la C. G. T. para arrojar su peso del lado reformista. Pouget, uno
de los presos, se retiró en esa ocasión de este ambiente; Griffuelhes no quiso ser más
secretario, pero siguió militando y puso al desnudo las intrigas en el congreso de 1910.
El nuevo secretario, elegido en febrero de 1909, L. Niel, fue reformista ambiguo, y su
posición`se volvió imposible después de algún tiempo. Entonces León Jouhaux, de los
fosforeros, fue elegido secretario como hombre de confianza de los revolucionarios y lo
sigue siendo aún. La C. G. T. de 1909 a 1914 no abandonó ninguna de sus profesiones
de fe y de sus reclamaciones; publicó el diario La Bataille Syndicaliste (a partir de abril
de 1911); se organizó en el detalle, llegó a ser numerosa; pero todo el mundo
comprendió que sus resortes de vida estaban rotos desde 1908, desde 1906 quizás ya,
sus esperanzas, su ímpetu ascendente, su influencia sobre la opinión popular.
Entusiastas como James Guillaume no quería ver eso. El ambiente de La Vie Ouvriere se
tomaba el mayor trabajo por afirmar y profundizar las ideas. Estoy lejos de pensar que
la culpa de la falta de éxito era de los militantes, que hicieron lo que pudieron, aunque
algunos en el curso de los años se deslizaron en la rutina y el funcionarismo. Fue ya la
atmósfera asfixiante de anteguerra cuando, sin darnos cuenta y en medio de nuestra
incomtrensión, se preparó todo sutilmente para la hecatombe.

La revolución rusa de 1905 - 06, el gran prestigio de la C. G. T. de 1904 a 1906, y el


alerta de guerra de 1906 coinciden aproximadamente, y la represión rusa por Stolypin,
esos años terribles del Terror en Rusia, en 1907 - 1908, las persecuciones de los
138
antimilitaristas y de la C. G. T. por Clemenceau, esos mismos años coinciden
también. Luego en Rusia las corrientes nacionalistas, desmoralizadoras, progromistas
fueron favorecidas, y en Francia Hervé cambiaba de casaca, el sindicalismo se asentaba
y hubo esas horrorosas desviaciones hacia el corporativismo, un sindicalismo realista y
una mentalidad fascista, que se han cubierto con el nombre de Georges Sorel entonces,
el cual ha podido tener objetivos y visiones socialistas, pero que se hizo muy culpable
de su indulgencia hacia el ambiente circundante.

Fue una desgracia también`que en los otros países, donde el sindicalismo nacía
entonces, se conociese justamente la C. G. T. de los años 1909 a 1914, y se creyese
que debía tomarse por modelo; se imitó una forma cuyo espíritu, el de los años de 1900
a 1908 había desaparecido. Internacionalmente había esa situación singular, que la C.
G. T. no se creía entre sus pares más que con las grandes organizaciones nacionales,
casi todas socialdemócratas, y con ellas se las arreglaba, de suerte que esas relaciones
ficticias, sobre todo con los alemanes, no hicieron más que aumentar las animosidades
nacionales de esos años. Y, ligada por esas relaciones formales, rehusaba estimular los
movimientos sindicalistas que se levantaban en lucha difícil contra las vastas
organizaciones reformistas y no quiso tener nada que ver con los esfuerzos para crear
una Internacional sindicalista. Hubo esos esfuerzos entre holandeses, ingleses,
alemanes; por otra parte hay que notar el trabajo asiduo, constante de James
Guillaume, para reunir los suizos, los españoles, los italianos en torno a las ideas y a la
esfera de amistad de la C. G. T., que le dejaba hacer, pero que en suma se interesaba
muy poco en lo que tenía en vista. Todos estos esfuerzos de relaciones internacionales
culminaron en animosidades, malentendidos, embrollos formidables de que testimonia
el Congreso celebrado en Londres en septiembre de 1913.

Se exageran mucho las simpatías sindicalistas de Kropotkin. Este era un verdadero


anarquista, lo que implicaba simpatías hacia todo progreso en libertad (asociación
voluntaria) y en solidaridad (cooperación comunista) y hacia la creación de fuerzas
revolucionarias (el proletariado organizándose y rebelándose). Pero conociendo los
hábitos autoritarios de las masas, su penetración e impulsión por militantes libertarios -
en el sentido de la Alianza en la lnternacional - le pareció necesario. Los militantes
como Pelloutier, Pouget y sus amigos no hicieron otra cosa. Los socialistas políticos y los
moderados habían inspirado a los sindicatos después del aplastamiento de los
revolucionarios de la Internacional, desde 1871 a 1892. Viendo a los libertarios adquirir
la supremacía en ellos, tuvo Kropotkin una gran satisfacción, y en enero de 1898, de
regreso de los Estados Unidos, por ejemplo, saludó tres movimientos que existían ya en
germen: la federación de los sindicatos tomando en las manos las fábricas y la
producción; las cooperativas que harían la distribución y el municipio que tomaría el
suelo, las viviendas,`etc. para las necesidades de sus miembros. Pero reconoció
también que los socialistas, los anarquistas, tenían razón al quedar como teóricos, en
lugar de ser absorbidos por un esfuerzo práctico que no servirá más que a una pequeña
parte de los trabajadores (véase: Les Temps Nouveaux, 24 de agosto de 1895). El grupo
de los estudiantes de París, en un folleto publicado en 1898, aboga por el trabajo de los
anarquistas en los sindicatos, pero rechaza claramente la hipótesis del embrión; el
sindicato, adaptado a las luchas del presente, desaparecerá o se modificará, dejando el
puesto a las asociaciones productivas libres; Kropotkin en su carta a los estudiantes
(abril de 1897), en tanto que la conozco (véase Le Temps Nouveaux, 25 de mayo de
1907) no reivindica la hipótesis del embrión. En 1905, en Syndicalisme et révolution,
Pierrot no habla de esa hipótesis. Artículos en inglés y cartas de 1900 a 1902 muestran
a Kropotkin proponiendo una Labour Convention inglesa, una Federación internacional
de todas las tradeunionw del globo, una Alianza obrera internacional (con un núcleo
139
íntimo) o una red Internacional obrera sindical, proposiciones todas para recomenzar
la acción socialista entre los trabajadores frente a los políticos socialistas a quienes ve
tomar el predominio (véase: La Réaction dans l'lnternationale, Le Temps Nouveaux, 14
de septiembre de 1901). Es reconfortado por las grandes huelgas de 1902, 1903 (véase:
Las guerras obreras en La Huelga General de`Barcelona, 5, de mayo de 1903; en el
prefacio a la traducción italiana de Palabras de un rebelde en Le Réveil, 4 de junio de
1904; una carta a James Guillaume, 5 de mayo de 1903, etc.). Escribe a Guillaume: En
una palabra, hemos trabajado (en Le Révolté - La Révolte.Temps Nouveaux)
precisamente en la dirección que has indicado y planteado desde 1869. Y - lo que es de
notar -, es esa corriente la que ha dominado a las otras, después de todo. El reciente
desenvolvimiento sindical, no podríamos menos que aprobarlo (12 de junio de 1903;
Guillaume se volvió a aproximar entonces de nuevo al movimiento).

Escribiendo para los jóvenes anarquistas rusos (en Le Syndicat russe, aparecido en
agosto - septiembre de 1905), Kropotkin aconseja a socialistas y anarquistas, fundar
sindicatos independientes, pero en octubre declara que el puesto de los anarquistas
está en el pueblo y consagrándose al trabajo organizador, derrocharía nuestras fuerzas
en una tarea que se hace no obstante - punto de vista amplio - que la situación de
entonces explica acabadamente. Bien pronto vio que las corrientes antiorganizadoras
expropiacionistas, individualistas predominaban de tal modo - se dio cuenta en París, en
septiembre de 1905 y después -, que se pronunció entre sus camaradas rusos en
octubre de 1906, en el periódico ruso de Londres (de octubre de 1906 a juiio de 1907) y
en otras partes a favor de las actividades sindicalistas, declarando, por ejemplo, que los
anarquistas consideran los sindicatos como células - germen (yacheika) de la
construcción social futura. ¿Hay que entrar en los sindicatos que existen en Rusia o
fundar sindicatos anarquistas? Piensa en el hecho que en España los anarquistas
forman sindicatos sin partido y adquieren influencia en ellos, pero si es preciso en Rusia
reconocer el programa socialdemócrata, quisiera más fundar sindicatos nuevos, aunque
sean pequeños.

Cuanto más fue recordado por Guillaume, cuya obra L' Internationaile, tomos I y 11,
desde 1864 a 1872, había aparecido en 1905 y 1907, a las ideas del tiempo hasta la
caída de la Comuna, más Kropotkin se indignó entonces contra el tiempo perdido
durqnte el predominio socialdemócrata. En fin, se verán sus sentimientos por estas
palabras escritas a Guillaume, el 6 de agosto de 1907: Los sindicatos han sido durante
veinte años la presa de los Dupire, de los Basli, hasta que los anarquistas después de
haberse creado un derecho a la vida por medio de la dinamita, se dirigieron hacia los
sindicatos a fin de hallar en ellos un cqmpo para nuestras ideas. Pero si durante ese
tiempo no nos hubiéramos separado claramente de los Basly y de los Guesde - en
táctica, en organización, como en idea - es posible que hasta el presente la idea no
hubiese sido destacada ... Kropotkin escribió también en agosto de 1907 (prefacio al
folleto de Goghelia, sobre el`sindicalismo, en ruso) que ese estudio muestra en qué
grado las opiniones presentes de los sindicalistas franceses están orgánicamente
ligadas con los comienzos formados en el ala izquierda de la Internacional y la ligazón
estrecha entre el ala izquierda de la Internacional y el sindicalismo presente, la ligazón
estrecha entre anarquismo y sindicalismo y la contradicción ideal entre el marxismo y
los principios de la socialdemocracia y el sindicalismo se ponen de relieve por los
hechos comunicados en este trabajo. Goghelia había citado, por ejemplo, a Yvetot que
escribió en Le Libertaire, del 17 de diciembre de 1905, que nuestro anarquismo
sindicalista coincidía totalmente con el anarquismo federalista de Bakunin. Pelloutier
había escrito en 1895 que lo mismo que el partido alemanista y los sindicatos que se
liberan del yugo marxista, se veía al elemento anarquista comunista que continúa ahora
140
la obra de Bakunin y se consagra a la educación de los sindicatos.

Kropotkin a excepción de esa carta a Pouget; en 1909, que es desconocida, pero que es
la base del prefacio de 1911 a la utopía de Pataud y Pouget, ha escrito muy poco sobre
el sindicalismo de los años 1908 a 1914, me parece. En el artículo de Freedom sobre el
sindicalismo y el anarquismo (julio - agosto de 1912) y el ensayo sobre el
desenvolvimiento de las ideas anarquistas, en la Encyc|opedie du mouvement
syndicaliste, mayo de 1912, habla en sordina; la hipótesis del embrión no se encuentra
allí. Escribe el 2 de marzo de 1914 a Bertoni, en ocasión de la acerva discusión entre
Guillaume y él: Mi opinión es absolutamente la expresada por Malatesta en Volonta, del
7 de febrero de 1914, y a la cual te asocias tú. El sindicato es absolutamente necesario.
Es la única forma de asociación obrera que permite mantener la lucha directa contra el
Capital, sin caer en el parlamentarismo. Pero evidentemente no lleva a ello
mecánicamente, puesto que tenemos por ejemplo en Alemania y en Francia y en
Inglaterra, los sindicatos ligados a la lucha parlamentaria, y en Alemania, los sindicatos
católicos, muy poderosos, etcétera. Es preciso el otro elemento de que habla Malatesta
y que Bakunin ha practicado siempre

Malatesta había escrito en ¿A dónde lleva el movimiento obrero? el artículo de Volonta


traducido en Le Réveil, del 7 de marzo de 1914: Bakunin esperaba mucho de la
Internacional, pero fundó sin embargo la Alianza ... que fue verdaderamente el alma de
la Internacional en todos los países latinos; ese es el otro elemento de que habla
Kropotkin, al que perteneció él mismo desde 1877, que sostuvo en sus cartas de 1881 y
de 1902 y que, según él, era indispensable para una aglomeración obrera que así sería
inspirada en el sentido ateo, socialista, anarquista,`revolucionario,`como escribe
Malatesta, mientras que sin él inspirarían otros a los sindicatos en el sentido
socialdemócrata, católico u otro. Malatesta dice con su franqueza: ¿Por qué ocultar
ciertas verdades, hoy que son del dominio de la historia y pueden ser una enseñanza
para el presente y para el porvenIr?

Resulta que ni Bakunin ni Kropotkin, ni en el fondo, a pesar de que se persuadiese más


tarde él mismo, Guillaume, han creído en secciones o sindicatos como aglomeraciones
de las cuales saldría automáticamente la solución práctica de las cuestiones presentes y
que por eso mismo serían la base legítima de la sociedad libre del porvenir. Tal
sociedad tiene necesidad del sentimiento, la voluntad, la acción, la experiencia de la
libertad y esos factores, aún desarrollándose en buenas condiciones, tienen necesidad
de un despertar, de una evocación y de algún apoyo educativo por los mejor
preparados. Los internacionales españoles que han proclamado, a partir de 1870, la
organización presente de su sociedad convertible en la estructura de la sociedad futura,
eran al }ismo tiempo de la Alianza, y Guillaume, Pelloutier, Pouget,`Kropotkin, tenían
todas las palancas de impulsión personal e ideal por relaciones, por periódicos, etc.
Fueron iniciadores que debían suplir a la falta de savoir -`faire y a la inercia de los
elementos todavía poco educados.

Si se hubiese dicho simplemente que en ocasión de una revolución, evidentemente, y


después de su victoria las organizaciones existentes, si su acción ha sido de valor y util,
serán probablemente un punto de apoyo en los primeros momentos, pero que, si se
quiere crear algo nuevo, no hay que quedar apegados al pasado y, por consiguiente, es
poco probable que los grupos de ayer sirvan todavía al día siguiente, entonces se
habrían evitado todos esos malentendIdos de partídanos demasIado fIeles, que tomaron
la exageración de 1869 al pie de la letra. Todo eso se dijo para estimular, pero no para
fijar de antemano la constitución de una sociedad que, si se apareja con los elementos
organizadores de hoy, no sería más libre de lo que lo somos actualmente. Es una
141
restricción de la idea, son esperanzas cortadas, se aspira hacia lo nuevo y se es
condenado a ver perpetuarse un cuadro presente. Eso no es reconstrucción - es replica
a una construcción que en ninguna parte todavía, ni en la internacional, ni en la C. G. T.,
ni en la C. N. T. presentes ha producido la armonía ni las interrrelaciones muy seguidas
y prácticas - sería un mal comienzo el de la constitución de tales organismos. Si eso se
hiciese realmente, seriamente, sería desde la primera hora el equivalente de una
estabilización forzosa, un organismo intangible como un gobierno provisionario o los
Comités o Consejos cualquiera, en una palabra una dictadura. Que los que creen
todavía en eso cesen de mecerse en esas falsas esperanzas.

Kropotkin ha hablado de otro modo en su bello artículo Insurrecciones y revolución


escrito para Tierra y Libertad (Barcelona), 3 de agosto de 1910, en texto francés en
Temps Nouveaux, 6 de agosto de 1910. Por ejemplo: Precisamente sabemos que un
motín puede hacerse en un día y cambiar de gobierno, y que una revolución necesita
tres o cuatro años de tormenta revolucionaria para llegar a un resultado tangible, a un
cambio serio, durable, en la distribución de las fuerzas económicas de una nación;
precIsamente por eso decImos a los trabajadores:

Las primeras insurrecciones de una revolución no pueden tener más objetivo que
perturbar la máquina del gobierno, detenerla, romperla. Y es necesario obrar así para
hacer posible los desarrollos sucesivos de la revolución ...

En todo caso, si fuera necesario esperar que la insurrección comenzara por una
revolución comunista (libertaria), habría que renunciar a la posibilidad de una
revolución, porque por ello habría necesidad de que la mayoría se pusiera de acuerdo
para la realización de un cambio comunista ...

Unicamente después de haber trastornado y debilitado el gobierno del Estado y sus


cimientos morales, comenzaron a extenderse y precisarse en las masas las ideas
anárquico - comunistas. Únicamente entonces, apartados o inutilizados los primeros
obstáculos, la vida presenta los grandes problemas de la igualdad eeonómiea;
entonces, y únicamente entonces, excitados los ánimos por los acontecimientos, se
lanzan ala destrucción de las viejas formas y a la construcción`de las nuevas
relaciones. Entonces, y jamás en condiciones diferentes, la anarquía y el`comunismo se
impondrán como soluciones inevitables.

Entonces comenzará la revolución que representa nuestras aspiraciones, la que


responde más o menos a nuestro anhelo ...(Londres, 20 de julio de 1910).

¿Se dirá que no hubo nunca sindicalismo en la opinión de Kropotkin al leer estas líneas?
Es que, emocionado por el período ascendente de movimientos huelguistas y de
afirmaciones sindicalistas, desde 1902 a 1907, había estimulado el sindicalismo, y
viendo la semana roja de Barcelona, en 1909, las insurrecciones`campesinas en México
y la guerrilla revolucionaria incesante en Rusia en esos años, fue fuertemente inspirado
por todo ello entonces y al ver lo que pasaba realmente, no habló de las veinticuatro
horas y de la toma del montón de La Conquista del pan y comprendió que el comunismo
anarquista se implantaría al fin de algunos años de revolución y no al comienzo.

En cuanto a la actitud de Malatesta hacia el sindicalismo,`se tiene en muchos de sus


artículos y muy bien, por ejemplo, en las discusiones del Congreso internacional
anarquista de Amsterdam, 1907, y por sus artículos después de ese congreso en Le
Temps Nouveaux y en Freedom. Como para él la huelga general no reemplazaría a la
anarquía. Son gestos y cuadros los dos primeros; y el objetivo hacia el cual deben
tender, el espíritu, sea una Alianza o una Federación Anarquista Ibérica, una agrupación
142
secreta o pública, los que la representan, o algunos hombres de iniciativas y de
voluntad libertarias, impulsará a los sindicatos uducativamente y como inspirador hacia
el comunismo libertaryo; si no, otros los dirigirán hacia otros fines; están siempre ahí y
no acechan más que la buena ocasión.

Todo eso es simple y no valía una treintena de años de discusiones, que duran aún. El
porvenir libre no será la presa de una guerra de conquista. No pertenece ni al ejército
que obtenga la victoria, aunque fuesen los sindicatos, ni a los grandes jefes que los
conducen, como no reconocemos las conquistas de Napoleón, Lenín o Mussolini. El
sindicalismo de aquellos que piensan de otro modo, sería un militarismo, un fascismo
económico, que sueña con la conquista y la omnipotencia. La lucha verdaderamente
revolucionaria derriba los obstáculos, desbroza el terreno y en cuanto puede, pone las
manos en la masa de la obra nueva que correría probablemente mucho riesgo de ser
empequeñecida, retardada, obstruida si se quisiera canalizar en cuadros viejos, aunque
fuesen los sindicatos ... Hagamos tabla rasa del pasado ... ese es el espíritu del
porvenir.

Capítulo 18
El anarquismo francés desde 1895 a 1914. Una ojeada sobre los
años 1914 a 1934. La guerra; el comunismo; las actividades
libertarias. Conclusión.
De 1895 a 1914 ha habido sin duda las manifestaciones anarquistas más variadas, pero
hasta los últimos años, la renovación en España, hubo, en mi opinión, un largo período
que ha traído demasiado poco de nuevo, un tiempo de espera casi, cuando no se dejaba
caer conscientemente en la rutina. Había también una reducción de la afirmación alta y
pública de las ideas anarquistas y una cierta pasividad frente a los acontecimientos
generales. Son mis impresiones, y no ignoro tantas excepciones, ni las causas de lo que
se ha llamado decadencia o epigonismo y que es tal vez una fase del crecimiento de
una idea que tiene necesidad de períodos de reposo y de arraigo antes de crecer de
nuevo en altura.

Es indiscutible que se estaba de tal modo fascinado por el comunismo anarquista del
tipo de La Conquista del pan, que se prestó poca atención al desenvolvimiento de
Kropotkin mismo, que no quedó inactivo ni invariable, y cuando Merlino desapareció,
cuando los amorfistas tampoco decían nada, cuando Malatesta se abstuvo de formular
reservas, el comunismo anarquista de Kropotkin, embellecido por la palabra de Pietro
Gori, de Sebastián Faure, revolucionado todavía por la palabra enérgica de Galleani, no
fue objeto de discusión y en esos años de prosperidad no se puso en duda siquiera la
abundancia. Se estaba igualmente seguro ya del concurso del pueblo por el.
sindicalismo en Francia, cuyo despertar fue ciertamente el antiestatismo y el
antiparlamentarismo y el estímulo de acción vehemente de los anarquistas, pero cuyos
componentes no tuvieron nunca esa homogeneidad revolucionaria y antiestatista que
se les atribuía a menudo; todavía entre ellos se desarrolló esa ambición exclusivista,
antagónica a todos los que no fueron de los suyos, a los libertarios tanto como a los
socialistas políticos.

Las grandes persecuciones, sobre todo en Francia, en Italia y en España, habían


destruido a muchos de los más militantes y habían producido cambios insidiosos en las
condiciones de la vida pública, que no privaban de todos los medios de propaganda,
pero les imponían una suma de restricciones que en libertades trajo las costumbres de
la caución, y el terreno perdido entonces no ha sido recuperado. Se debió hablar menos
143
altamente y si la discusión entre nosotros en periódicos y reuniones no ha sufrido por
la ausencia de algunas expresiones enérgicas, lo que se decía resonaba menos en el
oído de un público más grande del que podrían haber venido nuevos elementos. La
palabra alta, el gesto enérgico pasan después de algunos años a los sindicalistas, a los
antimilitaristas, para llegar a una elevación ficticia y exagerada en el insurreccionismo y
el neoblanquismo de Hervé - para caer boca abajo, desinflado, algún tiempo más tarde
en ocasión de la conversión de Hervé. Esto atrajo a jóvenes inquietos que como antes
en los anarquistas, hallaban entonces en los movimientos mencionados, como ahora en
los comunistas, lo que buscaban, un partido de vanguardia y de ataque. Se puede decir
que la pérdida no fue grande; sea, pero esa ausencia de ruido sonoro (para expresarme
así) produce un silencio relativamente demasiado grande en torno a los anarquistas en
Francia, que la bella palabra y la propaganda asidua de muchos camaradas no pudieron
contrabalancear bastante.

Sin embargo, todo eso no tenía necesidad de ocurrir así en Francia. Había, hay que
decirlo, una abdicación verdadera. Se ha reiniciado en 1895 la propaganda y no fue
seriamente impedida por las leyes de excepción (lois scélérates). No había durado,
además, más que muy pocos años, en su forma más perfecta apenas cinco años, desde
1889 al fin de 1893. Había que continuarla, y sin duda se ha hecho desde mayo de
1895, pero no en el antiguo espíritu. Antes se estuvo solo y se lanzó el desafío al mundo
burgués entero. Ahora se sentía uno como al abrigo en la sombra, bajo la protección de
la gran masa sindicada No se tenía ya nada que temer, pero tampoco se hizo nada para
poner a la anarquía seriamente en el primer plano. Se estaba como anclado en un
puerto protegido contra toda tempestad. Es eso lo que desde 1895 puso la anarquía en
Francia en el último plan y no ha vuelto a recuperar el terreno que abandonó,
inútilmente, en mi opinión.

Otra cosa aún. A partir de 1895, se muestran varias especializaciones a las que no se
había prestado atención en los años hasta 1894. Ahora se expansionan. Tales fueron
ese naturismo de entonces, la apología del primitivismo salvaje, más tarde el naturismo
dietético, el vegetariano, etc., y los pequeños focos de vida sencilla, todos esos
pequeños sistemas de Grauvelle y Zisly a Butand y Sophie Zaihowska y otros. Además,
el neo-malthusianismo, propagado primero con toda perversidad por Paul Robin,
consiguió un campo enorme y no sólo como accesorio, a elección de cada uno, sino que
absorbió enteramente algunos, sea materialmente, sea conduciendo al sexualismo, la
discusión interminable de los problemas de sexo, lo que es todavía, sin duda alguna, un
asunto de la elección personal de cada cual, pero para nuestro ambiente es una
absorción de energía y de atención por las especializaciones. De Paul Robin a las
publicaciones numerosas de E. Armand y su en dehors presente conduce esa larga sarie
interesante para su observador, pero objetivamente una gran desconcentración de
energías libertarias durante todos esos años. El esperanto y lenguas ficticias parecidas,
absorbían aun fuerzas, y por algunas comunicaciones exóticas facilitadas así, algunas
cartas cambiadas con el Japón, tal vez se dejaba probablemente a menudo de aprender
las lenguas europeas vecinas, el inglés o el alemán, el español o el italiano, que habían
podido multiplicar los conocimientos y las relaciones europeas. El antimilitarismo, como
he observado ya, por tenazmente que se haya defendido, se dirigió sobre todo contra el
medio del militarismo, el cuartel, el ejército y no tanto contra sus fuentes de nutrición,
el patriotismo, el no conocimiento de los otros pueblos, el juego nefasto de la
diplomacia, de las industrias y de las finanzas. Había Universidades populares, Teatro
del pueblo, educación de la infancia y otras actividades útiles y simpáticas para un
período de gran reposo, pero que no daban sino pocas fuerzas nuevas enérgicas a las
ideas anarquistas en esos años en que la C. G. T., con su prestigio inmenso, Jaurés y
144
Hervé con un prestigio que hizo perfectamente frente a la C. G. T., los intelectuales
dreyfusards que más tarde subieron al poder real, como Clemenceau, a un poder no
menos real, como Jaurés, o que se hicieron promotores de la causa de las
nacionalidades, una de las causas de la guerra,`como los del Courier Européen, etc., en
esos años por tanto en que todas esas fuerzas pusieron la mano sobre el pueblo y la
opinión pública. Los anarquistas tenían otro cosa que hacer entonces, tal me ha
parecido siempre, que entregarse al esperanto, al neo-malthusianismo sexual y a
desviaciones semejantes. No lo hicieron y eso los relegó a un plano secundario. Desde
el exterior se vio entonces brillar y vibrar la C. G. T., a Jaurés, a Hervé, pero no se
percibió más que muy pocos anarquistas que, sin embargo, desde 1881 a 1894 habían
atraído la atención del mundo.

De una debilidad primeramente querida, atenuación (en parte forzada) considerada


práctica, se desarrolló así una debilidad real que no disminuyó. Se debatía con los
sindicalistas sobre el funcionarismo, se reunían en congresos, en 1913, para separarse
con bombos y platillos de los individualistas. Es a eso a lo que se había llegado al fin de
veinte años y fue demasiado poco. Tensión aguda con los sindicatos; ruptura con los
individualistas ilegalistas, si eso era verdaderamente necesario en 1913 - 14, ¿no lo
habría sido también veinte años antes? Si no, no. Hubo durante esos años tres jóvenes
intelectuales, tres médicos, que hicieron aparacer buenos trabajos, que yo llamaría de
iniciativa intelectual, de una remoción activa de las ideas en los Temps Nouveaux;
fueron los doctores Marc Pierrot, Michel Petit (el doctor Duchemin) y Max Clair (el doctor
Michaud). Había autores de algún renombre, muy diversos, entre ellos, por ejemplo,
Crales Albert (Daudet) ; Víctor Barrucaud (Le Pain gratuit., 1896) ; René Chaughi (Henri
Gauche) ; Manuel Dévalsant; Aldés; Georges Durupt; André Girard; Emile Janvion; C. A.
Laisant; Albert Libertad; André Lorulot; Paraf-Javal; Jacques Sautarel; Laurent Tailhade y
de los más continuaban Grave, s. Faure, Hamon,`Bernard Lazare, Malato, Louise Michel
y otros. Pero esos esfuerzos múltiples tenían poca cohesión entre sí y por ello los
efectos más bien literarios o reducidos a una de las tres divisiones que se habían
establecido: los anarquistas amigos de los Temps Nouveaux; los de mayor
vivacidad,`amigos de Libertaire; y aquellos amigos de la anarchie de Libertad.

Después de escribir esto, he elaborado los capítulos sindicalistas de 1895 a 1914 y


anarquistas de 1895 a 1906 y encuentro más que confirmadas las apreciaciones
sombrías sobre este período por el detalle de este trabajo.

Estos son, hasta aquí, los pricipales desenvolvimientow del pensamiento anarquista que
he tratado de describir en mi historia que se detiene en 1914 en el momento de la gran
guerra. Para los países que no han tomado parte en la guerra se detiene en alguna
fecha característica algún tiempo después de 1914; para los países de lengua española
y portuguesa se continúa hasta el presente; porque hay continuidad no interrumpida.

La guerra encontró a los anarquistas en todas partes sin que la hayan previsto en su
proximidad fulminante, pero se estaba resignado y se había tomado ya partido, como
todo el mundo, y no se estaría muy engañado al predecir lo que cada cual haría y diría.
Las mentalidades de los diversos países, aleccionadas desde hacía años (y siempre) en
interés de la política de cada país, estaban formadas y muy pocos anarquistas no
sufrieron esas influencias de todo su ambiente. Se habían saturado de las opiniones
corrientes y de ilusiones especiales sobre las pequeñas nacionalidades, las cualidades y
los defectos de ciertas razas; se tenían a mano explicaciones plausibles, los
imperialismos, las finanzas, etc. y, como Tolstoi había muerto en 1910, ninguna voz
ética libertaria era escuchada en el mundo. Ninguna organización, grande o pequeña,
tampoco. Se había dejado así hacer con indiferencia todas las guerras desde hacía
145
cuarenta años, en muchos países, y esa serie de preludios de la guerra, que había
comenzado en 1911 por el ataque de Italia contra Turquía. En todas esas guerras no se
tenía simpatías por los unos ni por los otros. Con eso ¿cómo se habría adquirido la
fuerza moral individual y la fuerza colectiva organizada, o como reu~irse
espontáneamente, para levantarse contra la gran guerra que no era sino etapa más en
la serie que se desarrolló entre guerras, insurrecciones y revoluciones desde 1848
mismo? ÿQuién no clamaba en París, en 1848, por una guerra contra el despotismo
ruso? ¿Quién, a partir de 1859, no fue entusiasta de las guerras nacionales y de las
insurrecciones nacionales que no tenían más que el voto ardiente y el objetivo de verse
transformadas en guerras? Cuando Garibaldi, en Nápoles, abrió el camino, el ejército
piamontés siguió sus huellas. Los insurrectos polacos de 1862 tenían la firme esperanza
de que Francia e Inglaterra amenazarían a Rusia con la guerra o harían esa guerra. La
Internacional no rectÍficó nunca su Manifiesto inaugural, escrito por Marx, que es un
llamado a la guerra mundial contra la Rusia zarista. Guerra, insurrecciones, esperanzas
revolucionarias estuvieron siempre íntimamente mezcladas, y Proudhon, desde 1859 a
1862, y más tarde Tolstoi, fueron los únicos libertarios de relieve que han combatido
esas concepciones. Tampoco Reclus (en 1870) y Malatesta (en 1876) han sido
excepciones. No hay que asombrarse, pues, de que,`como todo el socialismo, también
la anarquía se encontrase con que, virtualmente, no tenía nada que decir en 1914, ni
hasta 1918, ni después, sobre ese asunto, exceptuados algunos actos de protesta,
abstención o revueltas individuales.

Durante la guerra hubo la revolución rusa de marzo de 1917, que no tuvo ninguna
repercusión en otra parte. Hubo un verano de acciones cada vez más socialistas de
trabajadores y de toma de la tierra y jacquerie contra los propietarios por los
campesinos rusos, y hubo el golpe de Estado bolchevista de noviembre de 1917, que
para ellos, que conocían a los hombres y partidos, tan vastamente conocidos desde
hacía muchos años por sus escritos y periódicos, por su acción pública en 1905 - 06, en
los congresos socialistas, etc., fue una usurpación marxista apoyada por una parte de
los socialistas revolucionarios y por muchos anarquistas, pero que para aquéllos en los
otros países que no se habían ocupado de esos hombres y de esas cosas rusas, era
la`revolución social triunfante, y fue para ellos pues un acontecimiento único de primer
orden, una felicidad imprevista en esas dimensiones y esa rapidez. Pero aunque, por
esa dichosa ignorancia la revolución rusa ha podido obrar en 1917 y todavía en 1918,
casi sin voz crítica, sobre el espíritu y la imaginación de los pueblos, no ha sabido
arrastrar a los dos movimientos libertarios más fuertes de entonces, el español y el
italiano, y sin que haya habido siquiera comienzos de revolución, hubo las represiones
formidables de los años 1920 - 21 y las dictaduras a partir de 1922 y 1923. Sobre los
países del socialismo autoritario, la revolución rusa tuvo repercusiones violentas en
1918 y 1919, en la Europa central. Pero lo que se hizo, se hizo bajo el signo de la
autoridad intensificada y ha sembrado la mala semilla de la autoridad en tal grado que
los desenvolvimientos horrorosos que tenemos delante a esta hora, han salido de allí.

Todo eso debía reaccionar sobre los movimientos libertarios debilitados material y
moralmente, mal nutridos intelectualmente desde 1914. Se estableció un culto a la
grandeza y hubo también infiltraciones autoritarias. Las cifras un poco elevadas de los
inscritos en los sindicatos controlados por los autoritarios nos engañan sobre la
disminución del antiesfuerzo anarquista que, en efecto, por antiguos anarquistas es
ahora considerado un accesorio inútil, y para ellos no hay más que el sindicalismo puro
en lo sucesivo. Mientras que eso se plantea en ambientes restringidos, las masas se
ponen por millones a las órdenes de los más desvergónzados mistificadores autoritarios
y nos escapan. Eso induce a algunos a querer servirse también ellos de autoridad; y
146
están perdidos para nosotros.

Los más grandes ímpetus que la anarquía ha tomado aún - en Italia, desde el congreso
de Florencia, en abril de 1919, a septiembre de 1920, el momento de la ocupasión de
los establecimientos metalúrgicos, y en España, desde el Congreso regional de Sans
(Barcelona), en agosto de 1918 al Congreso nacional de Madrid, diciembre de 1919 -
fueron detenidos tanto por lá represión gubernamental como por la enemistad de los
socialistas políticos (enemistad que hasta aquí ha sido ejercida contra todo esfuerzo
libertario) y por ese producto modernísimo, su quinta esencia, que son sus mercenarios
por excelencia, los fascistas. Tomado su origen en los mobs fanatizados por algunas
pesetas y el aguardiente, los progromistas, las centurias negras, los amarillos, los
maníacos de algún nacionalismo o antisocialismo exagerado, se les organizq prnto a
todos en sindicatos libres, en fascio, y es esa una trailla que los poderosos que mandan
y que pagan, desencadenan contra el progreso bajo todas sus vormas. Puesto que esto
no hace reflexionar a los socialistas autoritarios sobre el mal de la autoridad, es difícil
sentir la menor solidaridad en ellos, y así los libertaryos - como es de su deber - luchan
contra todo el mundo autoritario, incluidos esos socialistas. Eso no puede ser de otro
modo y ello no aumenta de ninguna manera nuestros enemigos, puesto, que csos
socialistas autoritarios lo fueron siempre.

Siempre hemos visto ya que en las horas y en los días de verdadera acción muchas
fuerzas populares se unen francamente a los libertaryos en rebelión, sin preocuparse da
los socialistas políticos, que desde su oficina desautorizan los movimientos (como hizo
la Conferencia italiana del Lavoro en 1914 y en 1920) o que por su voto parlamentario
sancionan la deportación como los diputados socialistas españoles en 1933 (después de
Figols). La semana roja de Romagna y Ancona, en junio de 1914, las múltiples revueltas
de enero de 1932, enero y diciembre de 1933, y en tantas ocasiones más en España,
muestran que las verdaderas acciones no dejan de contar hoy con el apoyo popular. El
pueblo se mantiene también instintivamente al margen de los comunistas moscovitas,
que no sabrían sino darle un nuevo despotismo. Tódos están en favor de nuestra buena
causa, si nos colocamos en el verdadero terreno de acción y si entonces educamos las
mentalidades libertarias.

Estos años de post - guerra han traído persecuciones salvajes, bestialidades fascistas
contra los anarquistas en Italia: las barbaries de Barcelona a partir de 1920; la
deportación de los anarquistas extranejeros de los Estados Unidos } el martirio de
Ricardo Flores Magón y de Sacco y Vanzetti, con la prisión continuada de Tom Mooney y
otros sindicalistas; las tragedias de Gustav Landauer y de Erich Mühsam en Alemania; la
de muchos camaradas anarquistas en Rusia y los sufrimientos en las prisiones y lugares
de deportación árticos siberianos de tantos otros en la República soviética; la
persecución y las ejecuciones en la Argentina en 1930 - 31; todos los muertos, los
deportados (vueltos ahora), las prisiones judiciales y gubernativas en la España
republicana de 1931 - 35: todo eso forma un catálogo de sufrimientos inflingidos por
fascistas y bolchevistas, burgueses y socialdemócratas, en unísono completo, y que
muestra que todos los autoritarios del mundo son un solo cuerpo y una sola alma.

¡Que todos los anarquistas, libertarios, todos los seres humanos y de espíritu libre,
puedan convertirse en una fuerza de elementos que, conservando todas las
autonomías, se apoyen recíprocamente y, derrotando la autoridad aquí, dejándola
relaIjada allí por nuestro propio progreso, se desarrolle por mil caminos para realizar la
libertad en pequeño y en grande, en nosotros mismos y alrededor de nosotros, en todas
partes y en todo! Tengamos buena esperanza; porque la autoridad, por poderosa que
sea, no puede hacer sino mal, y todo el bien en el mundo ha venido, viene y vendrá
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siempre sólo por la libertad y de la libertad ...

Max Nettlau

30 de octubre de 1932 (revisado en julio de 1934).

Postescriptum.
A todos los interesados en el estudio de la historia de las ideas
libertarias.
Si esta exposición sumaria muestra la extensión del asunto y tal vez la importancia de
conservar esos materiales, tanto su estado original, en tanto que conservados y
accesibles (coleccionew de impresos y de documentos) como en una descripción
esmerada, basada en una cantidad de esos materiales originales y otras fuentes
(tradiciones o recuerdos recogidos o vividos), entonces tal vez mi esfuerzo en ese
terreno merece una noticia bibliográfica. Comprende para la historia general de las
ideas anarquistas los volúmenes impresos:

Der Varfrühling der Anarchia (Berlín,`Verlag Der Syndikalist, 1925 ,235 págs.).

Der Anarchismus van Praudhon zu Kropotkin ... (id., - 1859 - 1880 -, 1927, 312 págs.).

Anarchisten und Sacialrevalutionäre - 1880 - 1886 - (id. 1931, 409 págs.).

Y los cuatro volúmenes manuscritos inéditos: Die erste Blütezeit der Anarchia (1886 -
1894) y otros volúmenes, seis aproximadamente; en formato semejante al del volumen
de 1931. Sería conveniente añadirle un suplemento conteniendo numerosas adiciones y
correcciones para los tres volúmenes impresos.

A eso se agregan volúmenes sobre asuntos históricos especiales impresos:

Bibliographie de l´ Anarchie. Préface d'Elisée Reclus (Bruselas, 1897, XI, 294 págs.).

Michael Bakunin. Eine Biographie (Londres; 1896 - 1900, 3 vol. in-folio, 1281 págs.
poligrafiadas en 50 ejemplares).

Michael Bakunin. Ein biographische Skizze {Berlín, 1901 64 págs.); Epílogo de Gustav
Landauer.

Miguel Bakunin. Un esbozo biográfico (México, 1925, 32 págs.); otro resumen y otros
escritos sobre Bakunin y el volumen de escritos Oeuvres (París, 1895, XI, 327 págs. in-
18o; los prefacios históricos a las obras, 5 volúmenes (Buenos Aires, Editorial La
Protesta - 1925 - 29): textos de Bakunin inéditos en La Societé Nouvelle (Bruselas, 1894
= 96), etc.

Bakunin e l'Internazionale in Italia dal 1864 al 1872 (Ginebra, Edizione del Risveglio,
1929; XXXVI, 397 págs.): con prefacio de Enrico Malatesta.

Miguel Bakunin, la Internacional y la Alianza en España (1868 - 1872) , Buenos Aires,


1925, Editorial La Protesta, 132 págs.

Documentos inéditos sobre la Internacional y la Alianza en España (id., 1930, 210


págs.).

He redactado además notas para la traducción francesa de la Confesión (1851) de


148
Bakunin (París, Rieder, 1932) y he escrito mucho desde 1921 para examinar el
verdadero carácter de ese documento.

Y en manuscritos inéditos:

Suplemento a la biografía, compuesto en 1903 - 1905, 4 volúmenes en folio,


coordinando los nuevos materiales (no destinado a la publicación).

Michael Bakunin. Eine Biographie, manuscrito escrito en 1924 - 27 de acuerdo a los


materiales accesibles entonces, una forma abreviada que no reproduce la
documentación entera de la biografía de 1896 - 1900 y de su Suplemento; 4 volúmenes
de 350 páginas cada uno aproximadamente y que, en caso de publicación, serían
aumentados con nuevos materiales accesibles para mi hasta esa fecha.

Michel Bakunin, en francés, 1935; un largo volumen (inédito).

La vida de Malatesta, en edición italiana (New York, 1922), alemana (más corregida,
Berlín, Der Syndikalist, 1922, 177págs.), y española aumentada hasta 1923: Erico
Malatesta. La vida de un anarquista (Buenos Aires, Editorial La Protesta, 1923, 264
págs.), a la que se añaden los artículos escritos en 1932 después de la muerte de
Malatesta, de los cuales dos aparecidos de la Revista Blanca han sido reimpresos en
texto revisado - La vida de Errico Malatesta (con prólogo de Federica Montseny) en las
ediciones de esa revista (Barcelona 1933, 48 págs.). Ese resumen completa y hace más
correcto el libro aparecido en 1922 y 1923.

Elisée Reclus, Anarchist und Gelehrter ... (Berlín, Der Syndicalist, 1928, 345 págs.);
traducción española aumentada, Eliseo Reclus. La vida de un sabio justo y rebelde
(Barcelona, biblioteca de La Revista Blanca, 2 vol., 1928, 1929; 294 y 312 págs.).

Hay también una reimpresión de los Jours d'Exil de Ernest Coeurderoy (1854 - 55) con
una biografía (París, 1910 - 11, 3 vol.); estudios biográficos y otros escritos de
documentación histórica anarquista en periódicos y revistas, como Freiheit, Freedom,
Société Nouvelle, Dokomuente des Sozialismus, Archiv für die Geschichte des
Sozialismus und der Arbeiterbewegung, Suplemento de La Protesta. Revista Blanca, etc.

En manuscrito hay un volumen sobre la Historia de la lnternacional y de la Federación


de Trabajadores de la Región española, desde 1868 - 89, un volumen de 450 págs.
impresas aproximadamente, que habría de ser revisado, aumentado y tal vez escrito de
nuevo si se hiciese una edición.

Hay también textos de Bakunin inéditos, en parte copiados; así sus más antiguos
fragmentos conservados de 1865; los originales de los textos de 1866 publicados en
alemán en las Gesammelte Werke (Berlín, Der Syndikalist, 3 volúmenes) de los cuales
he compuesto el tercero (1924); escritos en 1871 - 1872 contra Mazzini; los escritos a
los jurasianos, a Lorenzo y otros que datan de esos años.

En fin, hay muchas cartas de la correspondencia de los anarquistas alemanes J. Most y J.


Neve preparadas para una edición comentada. Hay también un largo trabajo sobre
ciertas partes de la historia de las sociedades secretas de 1930. En fin, hay
una`cantidad de documentos, cartas y recuerdos que me han contado o personales,
que podrán documentar algunas partes de la historia socialista y anarquista, si hubiese
medios para mí de elaborar tales trabajos y publicarlos.

En estas condiciones, incluso en mi situación presente, cuando el acceso a una parte de


mis propias colecciones y el acceso a las grandes bibliotecas de otros países se me ha
149
hecho imposible y cuando los viejos camaradas mejor informados se mueren casi
todos, sin que pueda recoger sus recuerdos y explicaciones, aún en esta situación no
carezco de documentación, y he podido hacer, principialmente gracias a las editoriales
del Syndikalist, de La Protesta, de la Revista Blanca y del Risveglio (Ginebra) de 1922 a
1931 un número de publicaciones y volúmenes.

Pero ahora, de 1931 en adelante, las posibilidades de ediciones históricas parecen


desvanecerse, Pienso que, objetivamente, es lástima, puesto que aquellos de mis
amigos y de nuestros camaradas que durante largos años me han ayudado a
documentarme, lo han hecho en gran parte, y lo hacen todavía en la convicción de que
todos esos materiales servirán para conservar la historia de la anarquía depurada de
inexactitudes y en una coordinación razonada, que se eleve todo lo posible por sobre la
leyenda, la retórica, la superficialidad. Todo el mundo, sin duda, no tiene necesidad de
conocer todos los detalles que, por lo demás, la falta de espacio me ha forzado siempre
a reducir mucho. Pero esa no es una razón para estimular, o imponer, una penuria, que
nos haría contenernos siempre con leyendas y retórica, cuando toda otra fracción, que
se reclama de un pasado histórico, hace múcho para elucidarlo: sobre ese terreno el
socialismo antiguo y moderno es explorado ya en dimensiones que ignoramos casi
todos. Pero lo que cada cual puede figurarse, es que en esa misma literatura socialista
la anarquía pesa siempre como una aberración,`como una rama seca, como una nada,
de la que esos autores descuentan a menudo la desaparición cmpleta y el triunfo
integral sea de su bolchevismo, sea de un reformismo estatista - capitalista - socialista.
Es eso lo que se decía y se dice por una propaganda enorme de los autoritarios, que ha
de ignorarse tan poco como si los libre pensadores cerrasen los ojos sobre la inmensa
propaganda clerical. Los que tienen algún interés histórico y miran hacia atrás, podrán
darse cuenta del trabajo que ha sido preciso para desentrañar la memoria de Bakunin y
de la Alianza de todas las perversiones y falsedades marxistas. En fin, abogo ahí por
una causa, que ninguno de los numerosos militantes que he conocido ha contestado y
que hallaría apoyo más amplio, ciertamente, si nuestros medios de acción no se
hubiesen restringido tanto.

Se me ha reprochado a veces que esos volúmenes estén escritos en alemán, que es mi


idioma nativo. Los he publicado en alemán, porque los camaradas del Syndikalist de
Berlín fueron en 1922 y 1924 los únicos en Europa que me han ofrecido oportunidad de
publicar tales libros históricos y lo han hecho. Eso no fue un obstáculo para los
camaradas Santillán y Orobón Fernández, que han aprendido esa lengua y los
tradujeron en parte (las vidas de Malatesta y Eliseo Reclus, y varios capítulos de los
volúmenes históricos, etc.), y las editoriales La Protesta y La Revista Blanca me han
dado constantemente oportunidad de hablar de historia en sus publicaciones. Varios
camaradas de la lengua italiana, el Dr. Paolo Flores, Malatesta y Bertoni han hecho
posible el volumen italiano sobre`Bakunin en Italia (1928) . Antes Eliseo Reclus me
incitó a publicar el volumen Oeuvres de Bakunin (1895) y la Bibliographie de l´Anarchie
(1897). Fue para un periódico de corta vida, L'Idée anarchiste (París; hacia 1923) para el
que escribí el primer texto muy breve de los volúmenes históricos, esbozo que fue
pronto ampliado, y que la Revista Blanca reimprimió. Si en 1923 o 1924 alguien me
hubiese propuesto que volúmenes escritos en francés o en inglés fuesen publicados,
habría escrito en esos idiomas todos los volúmenes. Pero nadie ha pensado jamás en
ello; ninguna traducción se hizo (salvo las españolas) y no es a mí a quien hay que
hacer un reproche si he recurrido a la sola oportunidad que se me ofreció de publicar
esos libros. He dicho siempre que para una traducción cualquiera, revisaré y aumentaré
los volúmenes, como lo hice respecto de las biografías de Malatesta y de Reclus en las
ediciones españolas. ¿Qué más podía hacer? Pero ha faltado a la generación de estos
150
años el interés y no veo todavía despierto en ninguna parte, salvo en los ambientes
de lengua española y en aquellos, completamente para|izados desde 1933, de lengua
alemana.

Había hecho a menudo la sugestión a camaradas de diversos países, que ellos y los
grupos ayudasen a hacer posible la publicación de esos volúmenes inéditos
suscribiendo un número de ejemplares de los libros alemanes, que entregarían a las
bibliotecas, etc.; eso habría estimulado a los editores alemanes a publicar más pronto
esos tomos. No se ha hecho nada y así, por confiscación de todos los libros no vendidos
en 1933 en Berlín, todos esos volúmenes de que no había ningún depósito en el
extranjero, se han vuelto inhallables. ¿Es una solución satisfactoria la de ver
desaparecer todo y no tener que ocuparse en nada? No puedo hacer nada en todo eso;
pienso sólo en un hecho pequeño que me`causa placer, que Malatesta, que conocía el
inglés, se había tomado el trabajo de familiarizarse con la lectura del alemán, y ha
podido leer esos volúmenes históricos, como me ha escrito. ¿Seríán imposibles esos
esfuerzos para los más jóvenes que ùl? ÿCuántos idiomas he debido consultar yo para
reunir los materiales de esa historia verdaderamente internacional?

No sé verdateramente qué hacer de todos esos materiales, de esos manuscritos todavía


inacabados que tratan de conservar la historia de las ideas anarquistas, esfuerzo para el
cual en 1924 había todavía interés: en 1934 no veo casi nada de ese interés. En 1935
hay los camaradas de la Guilda de Amigos del Libro en España, que hacen posible la
publicación del resumen presente - escrito primeramente para La Protesta de Buenos
Aires - y les agradezco su esfuerzo valioso.

Max Nettlau

Barcelona, 6 de junio de 1934 y 23 de mayo de 1935.

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