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¿Nos estamos quedando solos?

A la luz de los datos, el número medio de personas que componen los


hogares en España ha descendido entre 1991 y 2008 casi un 20%; al
mismo tiempo ha aumentado espectacularmente la proporción de hogares de
dos o un único miembro (hasta casi duplicarse en el periodo referenciado en
ambos casos). En el mismo periodo se ha duplicado el número de hogares de
un solo miembro mayor de 65 años, y se ha triplicado en el caso de los
menores de 65 años. Además, cada vez nos casamos menos (disminución de
casi un 10% entre 1991 y 2008), y nos separamos más (aumento del 95% en el
mismo periodo). ¡Por lo menos tenemos más o menos los mismos hijos! (La
tasa de fecundidad apenas ha variado en ese periodo). Aunque ni entonces ni
ahora llegamos a tener los suficientes (no llegamos a 1,5 hijos por mujer,
cuando el nivel mínimo para el reemplazo generacional es de 2,1).

En las personas solas y en los hogares sin núcleo se detecta una


mayor incidencia de la exclusión de la participación política y una
mayor tendencia al aislamiento social, o eso nos dice el “VI Informe sobre
exclusión y desarrollo social en España (2008”) realizado por FOESSA.

Según un estudio del Colectivo IOÉ (Editado por FUNCAS), “Salud y estilos de
vida en España. Un análisis de los cambios ocurridos en la última década”, la
falta de apoyo afectivo condiciona la calidad de vida. En el estudio
destaca el porcentaje de gente que no recibe cariño (un 8,8% entre 16 y 65
años, y un 10,4% de la población mayor de 65 años), que no tiene a nadie que
se preocupe por ellos (8,5% entre 16 y 65 años, y un 9,5% mayores de 65
años), o que no recibe ayuda cuando está en la cama enfermo (9% entre 16 y
65, y 10,1% de los mayores). En todos los casos las personas que viven
solas presentan porcentajes más elevados de carencia de apoyos.

Así que los hogares cada vez son más reducidos, y también cada vez hacemos
más las cosas por y para nosotros mismos, teniendo en cuenta casi
exclusivamente sólo nuestros intereses particulares (a corto plazo, además).
Incluso las relaciones sociales (que haberlas haylas, como las meigas), son
impersonales: vamos a hacer la compra a un supermercado donde no hay
nadie que nos atienda, y la persona que nos cobra cambia cada semana. En el
trabajo pensamos más en cuánto estará cobrando más que yo Menganito si
total hacemos el mismo trabajo, y el jefe que no me mande hacer ni una tarea
adicional que la empresa está para pagar los sueldos de los trabajadores, paso
de sentirme parte de la organización. A mis vecinos los conozco sólo por el
nombre del buzón, no vaya a ser que un día puedan necesitar algo y me
estropeen la tarde de domingo de “tumbing” y “zapping”. Etcétera, etcétera.

¿Cómo compatibilizar esta situación con la necesidad de relación social de los


seres humanos (tanto desde el punto de vista material-utilitarista, como desde
el punto de vista metafísico-filosófico)? Las redes de apoyo social sirven como
un amortiguador del malestar emocional permitiendo que las situaciones
estresantes y problemáticas para las personas sean menos perjudiciales1. ¿De
dónde vamos a sacar los apoyos que nos resultan necesarios para mantener el
equilibrio social, emocional, etc.?

Quizás en parte nos salve Internet. Ahí sí que nos sentimos en nuestra salsa,
subiendo las fotos de la última juerga para que todos vean “cómo molo”. La
RED (y sobretodo las redes sociales) es muy efectiva a la hora de conseguir lo
que podríamos llamar “UTP” (Uniones Temporales de Personas), pero
¿sabremos hacer de ello realmente algo sólido y duradero en el tiempo?

Espero que sí, y así lo creo también.

SIEMPRE ha habido personas que han aprovechado Internet para generar y


compartir conocimientos (pioneros fueron los propulsores del “software libre”).
La mayoría de internautas, según el INE (Encuesta sobre equipamiento y uso
de TIC en España 2010) utilizan la red fundamentalmente para usar el correo
electrónico y para buscar información sobre bienes y servicios (un 85% en
ambos casos), los siguientes usos más habituales son la búsqueda de
información sobre viajes y alojamiento (65%), leer o descargar noticias (62%),
y buscar información sobre temas de salud (52%) o formación (52%). Así que
lejos queda la imagen de que Internet sólo se utiliza como medio de
entretenimiento, porque en realidad se utiliza fundamentalmente para buscar
y compartir todo tipo de información.

El surgimiento y espectacular auge de las denominadas “redes sociales” en


Internet está posibilitando que de alguna forma podamos superar la
individualidad y que nos sintamos capaces de conseguir cosas que por
nosotros mismos no podríamos, organizándonos colectivamente en base a
objetivos e intereses comunes (os recomiendo este vídeo).

1
http://reme.uji.es/articulos/afernp9912112101/texto.html
Sin embargo, la “red social virtual” no puede sustituir a la “red social
tradicional” en muchos aspectos. Voy a poner un ejemplo claro y sencillo:
recientemente he sido madre. Soy hija única, mis padres tampoco tienen
hermanos, por parte de mi marido la situación es similar. Nuestras madres no
viven en el mismo sitio que nosotros (y me refiero específicamente a las
madres por el tema de la maternidad en cuestión). Además, soy de las
primeras de mis amigas que tiene hijos. El caso es que hay infinidad de
cuestiones que una madre primeriza se plantea respecto a la maternidad, y no
existe el colchón de la familia extensa y la comunidad social cercana para
resolverlas, cuando hace un par de generaciones sí era así. Y creedme, aunque
navegues por la red en busca de respuestas, información encuentras pero para
estas cosas (y muchas otras) necesitas el hombro físico en el que apoyarte.

En definitiva, las posibilidades de desarrollo de las relaciones sociales a través


de Internet son inmensas, cada vez más, permitiendo el nacimiento y
consolidación de numerosos movimientos e iniciativas (sociales, cívicos,
políticos, profesionales, etc.). Pero si no atendemos a lo que pasa con las
relaciones personales “físicas” o “presenciales”, como queramos llamarlas, nos
faltará el sustento para poder gestionar con éxito las relaciones sociales
“virtuales”.

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