Clifford, James. "El Surgimiento de la Antropología Posmoderna" (1998). Ed. Gedisa.
Capítulo: "Sobre la autoridad etnográfica".
Francisco Javier Vera Cabezas, Sección 3
Reflexión de praxis sobre la reflexión del autor. En el texto Clifford nos plantea “la formación y la quiebra de la autoridad etnográfica en la antropología social del siglo XX” (Pág. 40), trazando un período en el que esta crisis se manifiesta entre 1900 y 1960 y dada por el giro en la concepción del trabajo de campo como la principal herramienta del método de estudio de la antropología y que se establece fuertemente en Inglaterra y Estados Unidos. Luego nos presenta a Malinowski como el principal impulsor de esta corriente, a través de su obra Los Argonautas, que establece este trabajo de campo etnográfico y le permite validar a la etnografía y el método del observador-participante que se convierte en el centro de los trabajos etnográficos de la época y que establece que “la experiencia del investigador puede servir como la fuente de la autoridad en el trabajo de campo” (Pág. 54). Ricoeur presenta su modelo de texto, el cual deja de lado los elementos discursivos del diálogo y establece la autoridad en la interpretación de estos, la cual puede ser realizada en cualquier lugar, pues el etnógrafo puede viajar con sus escritos y reportes y luego trabajar en ellos. Al contrario de este modelo, Crapanzano y Dwyer ofrecen su modelo de diálogo, el cual se centra en los elementos discursivos ignorados por Ricoeur. No obstante, ninguno de estos modelos responde a la pregunta que posteriormente plantea Rosaldo, con su escritura directa, “¿Quién es en realidad el autor de las notas de campo?” (Pág. 65). Como no hay una respuesta clara a esta pregunta, el texto nos sugiere una “estrategia textual alternativa, una utopía de la autoría plural que acuerda a los colaboradores (los informantes) no meramente el estatus de enunciadores independientes sino el de escritores” (Pág. 71), la cual es aún una utopía pues son pocos los experimentos en esta corriente y porque desafía la “profunda identificación occidental del orden de cualquier texto con la intención de un autor singular” (Pág. 71). Sin embargo, y como nos plantea Clifford más adelante, “es intrínseco a la quiebra de la autoridad monológica que las etnografías ya no se dirijan más a un único tipo de lector” (Pág. 73) sino que estas se conviertan en obras polifónicas cuya finalidad sea la que dirija la unidad del texto, según la cita de Barthes y una declaración no menor si consideramos la creciente alfabetización, que expande el público de estos escritos etnográficos y, por tanto, siguiendo los consejos del autor, podemos nadar contra la corriente en la conceptualización de la escritura etnográfica (de la monografía etnográfica clásica) y establecernos en esta lucha de la escritura etnográfica y de la autoridad que a esta le confiere. Batalla que por cierto no es menor si consideramos la interrelación entre antropología e historia, en la que podemos ver a este planteamiento como otra salida al dilema actual de la historia, que podemos correlacionar directamente con la escritura etnográfica monográfica establecida y con la idea de la historia política o económica, esta historia desde arriba, dirigida solo a un grupo específicos de lectores, las élites y que, siguiendo el ejemplo de Clifford, podemos comenzar a resolver desarrollando más historia desde abajo y enfocándola a los que leerán desde abajo, pues nesto nos permitirá expandir nuestro grupo lector, y por tanto, nuestro trabajo histórico. Para exponer tajantemente este último punto, quizás debamos recurrir a las palabras de Julián Casanova cuando nos dice que es de extrema importancia “elegir bien el terreno en el que los tres discursos (historia, sociología y antropología) deben relacionarse” (Julián Casanova: La Historia Social y los historiadores. Capítulo 2. (2.1 En busca de una definición. 2.2 Historia-sociología-antropología: El cambio social como problema). Pág. 70).