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El Universo del Rock: los orígenes

Esta es la primera de seis entregas en las que relataremos la historia de Rockaxis, desde
sus antecedentes hasta el presente.

Escribir la historia de Rockaxis debiera ser una tarea en apariencia simple. Son apenas
diez años. El inicio de una vida. Un camino que recién comienza. El principio del
principio. Pero a la vez son tantas las historias, los desvelos, pasión, esfuerzo, ganas y
aguante. Como si el rock and roll mismo, con su carga de electricidad y furor, se hiciera
cargo de delimitar los parámetros de esta travesía.
Toda historia tiene un inicio con fecha y locación. Incluso una hora. Eludiendo ese
relato más formal que diría algo así como “Rockaxis nace una oscura noche de
noviembre de 2000, con el fin de un siglo rondando en las esquinas…”, preferimos
darle un vistazo a la previa de ese instante fundacional. Y es que toda historia tiene su
prehistoria. Y tiene, por supuesto, sus protagonistas. Sin miedo a la autorreferencia, hay
que comenzar a hablar de infancias y adolescencias infectadas de rock y decibeles.
En un mundo sin los medios actuales, (fundamentalmente Internet), si tu pasión era el
rock entre los setenta y los ochenta, la oferta era bipolar. Por un lado, radios como
Concierto o Carolina daban espacio al rock and roll. En televisión, indudablemente que
Magnetoscopio Musical llevaba la delantera en cuanto a presentar el estilo a la
audiencia, donde Deff Leppard o Iron Maiden, entre otros aparecían a veces en pantalla.
En la realidad, el rock nacional mantenía en alto las banderas en medio de tiempos de
formalidad militarizada, con Tumulto muy en alto, y el incipiente metal nacional, más la
escena etiquetada como “rock latino”, que ya se insinuaba, eran una todos especie de
incipiente tendencia. La visita de Krokus, Nazareth o The Police en el Festival de Viña
eran una brisa refrescante que penetraba a veces, peor que no bastaba para aliviar el
espíritu adolescente.
Para chicos inquietos (muy inquietos, en verdad), como Cote Hurtado y Alfredo Lewin,
este nivel limitado de información no era suficiente. En paralelo, cada uno de ellos
había pasado por una epifanía que iluminó su camino hacia las montañas sagradas del
rock. Cote sufrió y gozó el vértigo del impacto del huracán Kiss, con “Dinasty”,
retumbando en los parlantes. El golpe fue tan sonoro como visual, copando sus sentidos.
Era 1979. Para Alfredo la señal más clara de que había algo poderoso fue la actuación
de Los Jaivas en Viña, en 1983. Para Alfredo, lo que Los Jaivas detonaron se hizo más
claro al ir conociendo otras bandas. La más importante quizás sea ACDC, en una cinta
SMAT pirata, donde el disco Back In Black escuchado de manera errónea lo marcó más
aún, ya que la primera audición fue con el tema homónimo al “inicio”. Quizás el error
no forzado no deja de ser iluminador. Más tarde, el rock sintetizado de Devo también
deja su huella, configurando en conjunto una visión global del estilo y sus distintas
vertientes.
En ambas experiencias se preparaban los ingredientes de una definición de lo que el
rock debe ser: Actitud y estilo de vida. Estímulo sónico devastador, telúrico,
conmovedor. Una bandera. Un norte. Cada uno en su ambiente comenzó a tejer con
persistencia una red de contactos, amistades y complicidades que fortalecían este
vínculo. Más allá de los límites de cada uno, rompiendo el cerco familiar, el rock and
roll se convertía en una señal de identidad, un vínculo con los pares.
Abierta esa puerta, el universo del rock no tardó en colarse, ocupando todas las
habitaciones de la mente y el espíritu. Además de la limitada oferta de los medios, el
tráfico entre amigos era el único camino. El préstamo de vinilos, la copia de cassettes, la
edición e intercambio de información en todos los soportes, especialmente fanzines,
permitieron conocer otros nombres, otros estilos. Metallica puede haber sido lo más
asombroso de aquellos tiempos, grabando en la sangre el “Kill’em All” como algo
insustituible, necesario, adictivo. Similar impacto tuvieron también en su momento
Slayer y Athrax. El rock toma posición como un elemento vital en la existencia de cada
uno. El sueño de tocar en una banda se afirma como el sueño a alcanzar. Y es que no
bastaba con seguir y disfrutar desde la cómoda audición: había que vivir la locura desde
adentro.
Ya entrando con más edad, cada uno de ellos se afirma en la certeza de que este sueño
tiene que hacerse realidad. Mientras Cote a colabora con distintos medios, reseñando
tocatas y discos, Alfredo se aproxima a la música, tocando bajo a instancias de su amigo
Anton Reisenegger.
Con la llegada del thrash a mediados de los ochenta, la escena se comienza a completar.
La noción de tribu, de grupo consolidado afianza la fe en el rock y su sentido de
pertenencia. En sitios emblemáticos, como el Paseo Las Palmas, o el gimnasio Manuel
Plaza, entre otros, son polos magnéticos de un mundo subterráneo que poco a poco sale
a la luz. Uno no está sólo en esta manía rockera, de hecho los que te acompañan son una
legión.
La entrada a la universidad de Alfredo y Cote (aún sin conocerse), no los aparta de su
objetivo: el rock será central en cada una de sus vidas. De hecho, Alfredo comienza a
estudiar Inglés justamente para profundizar el conociendo del estilo. Cote, con un fugaz
paso por las aulas, pronto emprende vuelo a Los Ángeles, Estados Unidos, para vivir la
utopía en el centro mismo de su pasión. Alfredo, que ya alinea en bandas seminales,
como Chronos, comienza a recibir ofertas para trabajar en la televisión local, para
hablar de rock. El horizonte parece abrirse cada vez más. Pero aún quedaba mucho
pulso por latir…
MTV, Headbangers, Babilonia y rock

Esta es la historia dos chicos que, armados de ganas y rock and roll, llegan a ser
protagonistas en la cadena de televisión musical más grande. ¿Cómo se hace eso?
Se trata de creerse el cuento y de correr el riesgo. Y mucha suerte, también. Estar
en el lugar preciso a la hora exacta. Casi nada. Siga su olfato: láncese al vacío.

TOMANDO IMPULSO
Es el año del señor de mil novecientos noventa y dos. Chile se comienza a abrir a una
nueva era de esperada bonanza económica: la figura de un jaguar (real o imaginario), se
asoma en el horizonte. Masas de jóvenes se vuelcan a las universidades, buscando
armarse un futuro a través de un título profesional. A contrapelo de la tendencia, Cote y
Alfredo, cada uno por su cuenta, se preparan para lanzarse en un salto al abismo,
jugándose el todo por el todo, guiados por el instinto.
Nada de lo que Chile ofrece logra convencerlo de emprender algo en estas tierras, Cote
logra instalarse en Los Angeles, California, acompañado de Felipe Montaldo. El sueño
americano está ahí a la mano, pero por momentos tiene mucho de pesadilla. La vida no
es fácil. Su documentación es más bien dudosa, pero que igual pasa colada. Y poco a
poco van apareciendo distintas pegas, las que le permiten avanzar en la búsqueda de una
meta nebulosa. La idea es terminar trabajando en un sello discográfico o algo similar.
La corresponsalía que ejerce para la revista Extravaganza, de Fernando Mujica le va
abriendo puertas. Cubre recitales y hace entrevistas increíbles, como Slayer, y Faith No
More, que le aseguran portada en dicho medio. También está el encuentro casi fortuito
con Kurt Cobain. éste se tradujo en una entrevista legendaria: un simple intercambio de
saludos respetuosos se transformó en un notable reportaje a Nirvana, en plena gira del
disco “In Utero”. También hay que destacar la entrevista (esta si real) a Lemmy
Kilmister, en su propia casa. Cada uno de estos sucesos pasarían a ser sus mejores
credenciales para lo que vendría.
A su vez, y aún en Chile, Alfredo hace sus propias acrobacias. Por una parte, anima el
programa Triton Music, en La Red. Paralelamente, su segunda banda toma vuelo. Se
trata de Diva, con quienes firma contrato discográfico a través del sello BMG. Esta
misma casa disquera, interesada en profesionalizar al grupo, lo fuerza a elegir entre su
labor televisiva y la música. Todo indica que Alfredo, como un incipiente rostro de la
pantalla, debiera elegir “racionalmente” y preferir la seguridad de la televisión antes que
la incerteza de la música. Pero Lewin no estaba para cálculos matemáticos, y prefiere el
rock. La apuesta era doblemente arriesgada. Por una parte, la música siempre ha sido
un camino más bien inseguro si se trata de ganarse el sustento. Y, por otro lado, las
relaciones con algunos integrantes de la banda no estaban en el mejor pie. Aún así, la
decisión estaba tomada.
Paralelamente, Alex Pels y Daisy Fuentes, mandamás y presentadora de MTV Latino
respectivamente, visitaban Chile en ese tiempo. El objetivo era muy puntual: entrevistar
a Jorge González, que iniciaba su carrera solista. Y, ya que estaban acá, decidieron
hacer, sin mucha convicción, algunas pruebas de cámara, buscando rostros para su
cadena televisiva. Nombres como Katthy Salosny, Felipe Camiroaga o Iván Valenzuela,
entre otros, pasaron frente al lente de MTV. Y ninguno convenció. En realidad, los
planes de “scouting” de presentadores del conglomerado pasaban más bien por México
y Argentina. Pero fue Daisy quien, haciendo zapping en su hotel, se fijó en Alfredo, que
hacía sus últimas apariciones en La Red, junto a Paulina Magnere. Fue invitado a
audicionar y, como se sabe, pasó no sólo esa prueba, sino que las siguientes que se le
hicieron, ya en suelo norteamericano. Diva pasó al olvido y Lewin comenzó su historia
en MTV.

EN EL AIRE
A diferencia de lo experimentado en pantallas chilenas, el papel de Alfredo en MTV iba
mucho más allá de mero presentador. Su rol era generar contenidos, dar líneas y
proponer una ruta estratégica. A poco andar, se dio cuenta que los productores que
trabajaban en la cadena no daban el ancho. Lo que Lewin quería era trabajar con gente
que no sólo supiera de TV, sino que se apasionara por la música, y eso no lo encontró.
Así, se puso en campaña para reclutar a alguien que fuese su partner en esta verdadera
cruzada. Su primera apuesta fue con el mencionado Mujica, pero problemas de papeleos
internacionales, permisos de trabajo y similares, abortaron la misión. Mujica le
recomendó a un chico que estaba en L.A. reporteando para su revista. Era Cote Hurtado.
Y si bien Cote tenía cero experiencia en televisión, contaba con el capital que Alfredo
buscaba: rock and roll en las venas. El trabajo de convencimiento de Lewin con los
ejecutivos de MTV fue lo suficientemente intensivo como para que ellos lo
acompañaran en la apuesta. Así, después de unos cuantos vuelos entre Miami, sede de la
señal gringa, y Los Angeles, hubo acuerdo y el señor Hurtado se instaló en los cuarteles
tropicales de la televisora.
Comenzaban a darse los frutos del gran salto al vacío de Cote al irse a Estados Unidos.
Sus trabajos en telemarketing y pegas varias le habían dado el tiempo como para
conocer la escena californiana de inicios de los noventa. Contactos con sellos, artistas y
representantes afilaron su instinto y su oreja. Y las portadas de Extravaganza
presentadas ante los ejecutivos tuvieron su peso para que el reclutamiento se hiciese
efectivo. Instalado en un departamento en Florida., donde sólo había un colchón y una
tele que transmitía todo el día MTV, Cote inició lo que sería su universidad.
La etapa gringa de Alfredo y Cote fue tan fructífera y rica que es difícil elegir un hito o
hecho representativo. En lo personal, para ambos fue la ocasión de estar en el centro
mismo de los acontecimientos, casi tocando el cielo. Como la felicidad de Cote cuando
le toca dirigir un trabajo soñado para él: acompañar a Kiss durante todo un día, con
acceso total a la vida de su agrupación favorita. O entrar en la intimidad de las
grabaciones de Metallica, en pleno estudio de grabación del disco “Load”. O
encontrarse con la enorme y calida sencillez de los integrantes de AC/DC.

REGRESO A LA TIERRA
Para Alfredo, el período es un caleidoscopio de contrastes, donde los logros
profesionales, el crecimiento y el contacto con los grandes nombres de la escena, van de
la mano con la locura del rock and roll más intenso. Miami era el centro de este mudno,
y desde allí eran frecuentes los viajes dentro de Estados Unidos o a otros países.
Frecuentemente había que cruzar el Atlántico, para encontrarse con U2 o Beck,
siguiendo a la música donde quiera que esta se encontrara. Era una especie de Babilonia
itinerante, luminosa y a todo volumen. Y en ese ambiente, conviven lo sublime y lo
decadente, dejando marcas indelebles. Es extraño, pero al día de hoy, Lewin nota que
nunca se dio el tiempo de disfrutar en plenitud lo que para otros sería el paraíso. Siente
que le faltó declararse explícitamente en la gloria. Lo cual no quiere decir que haya sido
una pérdida de tiempo ni nada de eso. Sólo le faltó decirse a sí mismo que lo que estaba
sucediendo era un tremendo asunto.
Con la Armada Chilena en plenitud (Cote y Alfredo más Cristián Barzelato y Alfredo
Richards, otros nombres que deben ser mencionados), MTV Latino dio mucho que
hablar y marcó pauta. Desde programas como el mitológico “Headbangers”, “Hora
Prima” y emisiones especiales, entre otros, los chilenos pusieron en la mira al rock
como protagonista de una industria creciente.
Como en este mundo nada es para siempre, la etapa se cerró por causa de los cambios
en la línea editorial de la cadena. Habiéndose consolidado en cuanto a respeto y
credibilidad, los dueños decidieron dar un giro hacia el pop, alejándose del rock. Y en
ese esquema, tanto Cote como Alfredo sintieron que ya no tenían mucho que hacer.
Pero en esos cinco años, ya habían dado que hablar, y demostrado que el rock es parte
esencial de la cultura popular contemporánea.
Ni Alfredo ni Cote ocultan el orgullo que significó destacar antes que nadie a bandas
como Korn o Marilyn Manson, anticipándose incluso a la señal angloparlante de MTV.
O habérsela jugado por grupos como A.N.I.M.A.L. o Criminal. Quedaba claro que los
chilenos estaban ahí para correr riesgos en pantalla, hacer ruido y apostar por el rock
and roll. Ambos habían dado su salto al vacío, y cayeron en una red televisiva que los
elevó y los hizo crecer. Para ellos, MTV fue una escuela, una auténtica titulación “cum
laude” en comunicaciones y actitud. Y mucho de eso iba a ser parte del capital
intelectual y emotivo que, más adelante, abriría paso a nuevos proyectos. Algo
comenzaba a retumbar, un estruendo que aún sigue primero en nuestra memoria.

Por siempre, primera en la memoria

Radio Concierto rock y guitarras, un golpe al corazón

“Radio Concierto. 300 jóvenes metaleros participaron en Providencia, en una


manifestación convocada para protestar por el cambio de programación en Radio
Concierto. A contar del próximo lunes, la emisora –que desde enero de 1998 se
orientaba al rock- tendrá música pop bailable, según lo determinaron los actuales
dueños, Iberoamerican Radio Chile”. Las Últimas Noticias, sábado 28 de julio de 1999.

Para la prensa bastaron 349 caracteres para resumir la historia de Concierto, Rock y
Guitarras. Para los involucrados el relato es más extenso y sentido.
En la etapa final de su paso por MTV, la televisora cambiaba su línea editorial hacia lo
que hoy es: mucho reality, poca música. Alfredo y Cote sintieron que ese espacio ya no
les era tan propicio. Para los dos, el regreso a Chile se hacía imperioso, junto a la
necesidad de armar familia en tierras natales.
En 1997 Alfredo ya tenía conversaciones con Julián García Reyes y Carlos Parker,
dueños de Radio Concierto. La emisora estaba en un momento de baja sintonía. El
proyecto dirigido por Cristián Warnken, “El desembarco de los Ángeles”, con
pretensiones intelectuales y emotivas, no se afirmaba. Y como Alfredo, desde MTV,
había hecho algunos trabajos para la radio, la comunicación estaba abierta.
La propuesta fue convertir la Concierto en una emisora exclusivamente de rock. Julián
García Reyes tenía fuertes aprensiones al respecto. Su visión cristiana y tradicional le
decía que en el rock operaban fuerzas oscuras no muy de su gusto. Pero, por otra parte,
estaba la necesidad de revitalizar su radio. La convicción de Alfredo, junto a su
experiencia en MTV convencieron a don Julián de apartar sus prejuicios. Así, nació a
fines de 1997 Radio Concierto Rock y Guitarras.
El multifacético Álvaro Escobar (actor, abogado, ex diputado, etc.), aportó al espíritu
con un slogan que definió hasta hoy esa idea radial: “Primera en tu memoria”.
Ni Alfredo ni Cote tenían experiencia radial, así que una vez más se iban tirar un salto
sin red, especialidad de la casa. Así, en poco tiempo unieron cómplices para la idea:
Miguel Hiza, Fernando Mujica, Álvaro Escobar (salvado del desembarco angelical),
Claudio Torres y Héctor Aravena, entre otros.
Como en toda reingeniería que se respete, no se trataba sólo de convocar a algunos, sino
que había que prescindir de otros. Por eso, el primer acto como director de Alfredo fue
despedir a Soledad Vacarrezza, Verónica Calabi y José Miguel Viñuela. Claramente,
esos despidos debían haber sido ejecutados por los dueños de la radio, pero así son las
cosas en el mundo real.

ENCIENDAN LA RADIO
Los parámetros a seguir eran simples y potentes: respirar el espíritu del rock, ir un paso
más allá de la informalidad de radios contemporáneas, como Rock and Pop. Y sobre
todo, lograr que se escuchara por radio la misma música que uno escucharía en casa.
Radio Concierto comenzó su primavera sonora a fines de 1997.
La parrilla destacó inmediatamente con sonidos más frescos y poderosos. Si antes
desembarcaban ángeles en la frecuencia, ahora eran toda clase de criaturas las que se
tomaban parlantes y audífonos. Un abanico que cubría desde clásicos hasta el Nu Metal
o el espíritu de la vanguardia.
El programa eje era “97 octanos”, con Alfredo Lewin, encendiendo las tardes.
Conversación, datos y programas temáticos, dedicados a un tema o artista, hacían de
este un programa entrañable. También se procedía a analizar meticulosamente discos
conceptuales.
Antes de eso, la miscelánea de “32 a la sombra”, (locuteada por el que estuviese
disponible), preparaba el terreno recibiendo peticiones de auditores que alucinaban al
ver saciada su sed de rock en tiempo real. Y es que en este programa, (y casi en todos
los de la radio), era cosa de tirar y abrazarse. Ya fuese por radio, fax o e-mail, los
pedidos del público eran centrales.
Las noches eran agitadas por los contrapuntos de Claudio Torres y Cote Hurtado desde
el “Detector de Metales”, donde lo mejor del estilo encontraba su lugar. Aparte de la
música, lo más interesante era la polémica entre ellos, con un Claudio crítico y exigente
frente a un Cote saturado de información y con mucho ojo en lo que lideraba las
tendencias. Este programa se grabó siempre, del primero al último, con las luces del
locutorio apagadas. Les bastaba con el tembloroso brillo de unas cuantas velas.
Otros programas destacados eran “Santiago Blues”, marca que Alfredo inventó y que la
radio Futuro heredó y mantuvo al aire hasta el día de hoy. O “Jardín en progreso”, de
Héctor Aravena, donde la vanguardia eterna encontraba un sitio para florecer.
La Concierto subió el rango de decibeles de la radiodifusión chilena, pero también puso
varios puntos sobre las íes. Si la intención de García Reyes y Parker era rescatar su
radio, el objetivo se cumplió con creces. En menos de seis meses, la emisora subió
desde el lugar 16 al 10. Por otra parte, comenzaba a quedar claro que el rock era mucho
más que un fenómeno marginal. Había un público ávido de electricidad, y los medios lo
tenían abandonado, hasta que la Concierto hizo lo suyo.
Para los protagonistas, lo mejor (y lo peor a la vez), es que la radio por dentro era una
fiesta, con frecuentes asados en la casona de avenida Los Leones, cervezas y rones a
destajo y mucha exploración sensorial. Si la radio sonaba como la música de la casa, es
porque era la casa de un grupo de entusiastas. Y ese espíritu se transmitía hasta una
audiencia que pedía más y más.
Momentos memorables: haber tenido en el estudio a bandas como Megadeth, King
Diamond o Iron Maiden. Si: es verdad.
Otro hito importante fue el énfasis en el rock chileno, con grupos como Dracma, 2X,
Los Mox o El Cruce. Aún así, hasta el día de hoy, hay amargados que juran que
Weichafe eran amigos de Alfredo, y que por eso los tocaba. La realidad es que la banda
dejó un demo en portería, el cual fue escuchado adentro y puesto al aire en breve
tiempo, sin pituto ni nada semejante.

FIN DE LAS TRANSMISIONES


Lo bueno no es eterno. Al día de hoy, asombra saber cuánto duró la Concierto Rock y
Guitarras: un año y ocho meses. Revisando el dato, no podemos dejar de pensar que el
tiempo de la memoria es más extenso que el real.
¿Por qué se terminó? Por una parte, los errores internos. El asunto era una fiesta, pero
hacer radio es una empresa y no un carrete. Todo este ambiente confabuló para que sus
protagonistas viviesen en una burbuja sin ver el mundo real en el cual había que operar.
Un trato displicente con los auspiciadores, desprecio a todo lo que oliera a industria,
desenfado extremo, en fin.
Y por otra parte, las movidas de la industria dieron su golpe de gracia. Revalorizada la
radio, con una sintonía ascendente, los antiguos dueños no se tardaron en venderla. Los
adquirentes, el conglomerado Iberoamerican Radio Chile, parte del grupo Claxson,
sumaban con esta compra dos radios de rock (Concierto y Futuro). Y, como en los
westerns, el pueblo era demasiado pequeño para dos: alguien tenía que morir.
El 22 de agosto de 1999, Radio Concierto rock y guitarras cesó sus transmisiones. La
programación de los últimos días abundó en discos completos de artistas consagrados y
cuidadosas secuencias de temas de despedida. Eran salvas de riffs que evocaban el fin
de una era. El controlador a cargo se las arregló para que, justo a la medianoche de ese
día sonase el último tema: ‘You Can’t Kill Rock And Roll’, de Ozzy. Luego, ni un
minuto de silencio, y el pop se hizo cargo.
Días después del final, una muchedumbre de viudos y viudas del rock and roll marchó
hacia la sede de Iberoamerican en Eliodoro Yáñez. Los ejecutivos y mandamases del
grupo se temían lo peor. Planes de contingencia con los guardias, Carabineros en alerta
y más de una oración musitada en silencio en los subterráneos eran su arsenal ante el
vendaval de supuestos incontrolados. En los hechos, el asunto no pasó a mayores.
Claudio Torres y Héctor Aravena salieron a calmar las masas con palabras sensatas.
Latía en el aire la esperanza de regresar en otro universo, un universo más rockero.
La venganza final de buena parte del público fue, seguramente, el gesto de borrar para
siempre el 101.7 de la memoria del aparato. El sonido imperecedero de Radio
Concierto, Rock y Guitarras, se las arregló para grabarse para siempre como Primera En
Tu Memoria.
Del desconcierto a Rockaxis

El Universo del Rock, los inicios

Luego del fin de la primavera radial de la Concierto, la realidad trataba de imponer otra
vez sus términos. ¿Era hora de cortarla con los experimentos, o había que ir por más?
Rockaxis es la respuesta.

A finales de 1999 el ambiente en el equipo de la ex Concierto era más bien bipolar. Por
una parte, el fin de la emisora tendía una nube negra sobre los ánimos. Pero, por otra, la
experiencia había demostrado que el ambiente en Chile estaba como para seguir
tratando de armar algo con el rock.
Mientras Alfredo volvía a la radio al poco tiempo, esta vez en la Futuro, Cote se
concentró en armar un nuevo proyecto. Junto a él, Jaime Solar, que formó parte de la
Concierto en el área comercial. Además estaban Claudio Torres y Héctor Aravena.
En esos tiempos, entre 1999 y 2000, el auge de las empresas “punto com”, es decir, las
iniciativas basadas en Internet, estaban vigentes y en alza. Así que la idea que tomó
fuerza fue la de hacer una página web dedicada al rock and roll. Todos se entusiasmaron
con el tema y empezaron a cranearla. Se trataba de un portal enfocado en el estilo, en
castellano y con información actualizada y de calidad. Había varios referentes
extranjeros, pero se trataba de ser un aporte y no una mera versión local de una
iniciativa foránea.

BAUTIZO
No sólo el contenido y su organización era lo importante. Había que ponerle un nombre
eficaz y recordable. Algo único y vital, que reflejara el concepto de fondo: el rock como
centro.
Uno de los términos sugeridos fue, durante un tiempo, “Rockerío”. Si bien la palabra
sonaba levemente original, no terminaba de convencer a todos. Había algo en ella que
no daba en el blanco, algo que hacía ruido.
El proyecto siguió con ese nombre hasta que una tarde, Alfredo llamó a Cote con
moderada euforia. “Se llama Rockaxis”. “¿Cómo?”, dijo Cote. “¡Rockaxis!”, insistió
Alfredo. Y le explicó que mientras escuchaba el álbum “Axis, Bold As Love” de Jimi
Hendrix, el tema terminó de armarse en su mente. Axis en latín significa “eje”, y la idea
era entonces, que el rock sería el eje en torno al cual giraría el sitio. Simple y complejo.
Sonoro y original.
A Alfredo le tocó defender el nombre y casi imponerlo. Argumentos de todo tipo
salieron a colación, incluyendo cosas como que la X del nombre era una especie de
elemento contemporáneo y moderno. O que a los gringos les sería familiar la fonética
de la palabra, muy parecida a “rock access”.
Después de un par de vueltas, Rockaxis nacía, por lo menos como nombre. Faltaba sólo
un poco: hacerlo realidad

DAS KAPITAL
En la ecuación para hacer real a Rockaxis, ya había una parte: la mano de obra. Alfredo,
Cote, Jaime, Claudio y Héctor estaban alineados con todo en el proyecto. Pero faltaba la
otra pata, que era el capital. La base eran las platas que Alfredo y Jaime arriesgaban en
el emprendimiento, inyectando liquidez las veces que fuera necesario. Por otra parte,
Solar exploró el mercado, que en ese tiempo aún ofrecía los llamados “capitales
semilla”, que consistían en ofrecer participación accionaria en un nuevo plan, a cambio
de plata para armarlo. Con ironía, en los ambientes financieros a ese tipo de maniobras
se les conocía, en inglés, como “FFF”. Los primeros aportes vienen de tres fuentes:
family, friends and fools.
Solar convenció de participar al analista internacional colombiano Libardo Buitrago,
quien a su vez presentó a unos compatriotas inversionistas. Ellos fueron los que,
finalmente, se pusieron con las lucas (dólares en realidad), como para financiar un año
de funcionamiento para toda la tribu y sus planes. De ahí salieron sueldos, arriendos,
pago de dominios, alojamiento del sitio y otros gastos. Pro supuesto que nadie de los
involucrados tenía la menos idea de cómo operaba el negocio en Internet. Ni falta que
les hacía. Total, ya había experiencia en saltos al vacío.

EN MARCHA
Con todos los elementos listos, el grupo se lanzó a hacer realidad el concepto de
Rockaxis. Si bien en un principio el slogan sería algo así como, “el eje del rock”, que
sería lo más obvio de acuerdo al nombre, luego se asentó el definitivo “universo del
rock”. Algo tuvo que ver el hecho de que, en una “volada” inicial sobre el diseño del
sitio, Cote se imaginó una especie de sistema solar del rock, donde cada estilo era un
planeta o algo así… Claro que, para la tecnología de la época ese diseño era más
complicado, y finalmente se desechó, pero el slogan se quedó.
Además de los nombrados, también se unieron al esfuerzo Keko Peralta, Rodrigo
Améstica y Rodrigo Carvajal, quien de hecho estuvo como editor general durante varios
años. Además, estaba Jorge Rojas, dibujante para el sitio y la futura revista.
Durante unos seis meses, el equipo se abocó a estructurar el sitio y a generar una buena
cantidad de contenidos. La idea era que, al momento del estreno, Rockaxis luciera como
un portal en serio, con muchos datos y la seriedad que el fanático se merecía.
Así, en noviembre de 2000 por fin el sitio de Rockaxis fue presentado en sociedad.
Muchos se enteraron por medio de Alfredo y su programa “Frecuencia rock”, en radio
Futuro. Desde ahí, la visita diaria a Rockaxis se hizo un ritual para miles de internautas.

AL PAPEL
Con el tiempo, la idea de ir sumando plataformas se hizo cada vez más fuerte. Y en ese
sentido, el primer salto fue poner parte del contenido en una revista. Inicialmente, se
trataba de hacer un suplemento de distribución gratuita, de no más de 16 páginas, como
una promoción del sitio.
Para eso, Keko adquirió gran relevancia. Y es que él venía haciendo ruido con su revista
“Sónica”, especializada en rock local con mirada global. Con su aporte, Rockaxis bajó
del ciberespacio al papel, en gloria y majestad.
Al poco andar, la revista comenzó a tomar vuelo propio, volviéndose parte central del
proyecto. Entonces, hubo que llamar más gente a trabajar en ella. Finalmente, las
dieciséis páginas aumentaron, se pasó a imprimir en papel couché y luego se vendió en
quioscos. Entre los que se sumaron, hay que nombrar a Rodrigo Carvajal, quien estuvo
a cargo de la edición general de la revista durante varios años.
La revista marcó, entre otras cosas, la llegada de auspiciadores, que comenzaron a
apoyar al rock en esta nueva encarnación. Sin ánimo de hacer propaganda, sin duda que
se debe destacar la presencia interrumpida desde esos tiempos de Escudo, que ya venía
desde los tiempos de Radio Concierto.

AFIRMANDOSE
Junto con la partida del sitio y la llegada de los capitales, MTV volvió a la carga,
ofreciéndoles a Cote y Alfredo ser parte del proyecto MTV Rocks. Gracias a eso,
durante año y medio más o menos, parte de lo ganado en ese proyecto contribuyó a
afirmar financieramente a Rockaxis. Y es que los colombianos, aparte del capital inicial,
no volvieron a manifestarse. Claro que, en medio de eso, el fenómeno de las “punto
com” se desvaneció, no todas fueron el negocio brillante que prometieron, por lo que
los inversionistas no estaba dispuestos a correr más riesgos. Pese a eso, los colombianos
tuvieron el mérito de haber sido un aporte y jamás un estorbo. Es decir, nunca se
metieron con el contenido y, cuando la cosa estuvo funcionando, tampoco desangraron a
la empresa con retiros de utilidades.
En definitiva, desde sus inicios en noviembre de 2000, Rockaxis logró destilar lo mejor
de las experiencias anteriores de sus protagonistas. La visión universal de la música, por
MTV. La fuerza y pasión de lo local, Radio Concierto. El espíritu festivo pero a la vez
riguroso.
Incluso el hecho de abrirse a las audiencias fue parte importante. Porque, si alguna vez
los auditores de la Concierto hacían la parrilla programática, ahora eran los lectores los
que se hacían parte de la misma. Así, no pocos lectores pasaron de ser consumidores de
la publicación a integrarse definitivamente al equipo. Es la “profesionalización del
fanatismo”, un elemento más de Rockaxis.
Como todos sabemos, el Universo se está expandiendo, y este microcosmos rockero
también lo iba a seguir haciendo. En ese proceso, hubo tiempos buenos y momentos
duros. Pero eso es otra parte de la historia.

Siguiente episodio: Sin dolor no hay resultado, los altibajos del Universo.
Sin dolor no hay resultado, los altibajos del Universo

Hay una maldición china que dice “ojalá vivas tiempos interesantes”. Y los tiempos de
Rockaxis tuvieron, en algún momento, mucho de interés.

Con el sitio en alza y la revista consolidándose como “el” medio chileno especializado
en rock, el crecimiento natural de la empresa comenzó a tomar poco a poco otras
perspectivas.
Quedaba claro que Rockaxis podría llegar a mostrar muchas facetas , y no sólo la del
portal. La experiencia de organizar distintas tocatas y recitales de interés con bandas
locales abrió una perspectiva nueva del negocio: producir recitales internacionales.
Y es que, si bien el mercado chileno hace rato que venía recibiendo visitas de renombre
de la escena mundial, ya venía siendo tiempo de que las corrientes más golpeadoras
tuvieran su oportunidad de sonar en escenarios locales.
Y eso se dio cuando se le ofreció a Rockaxis traer a uno de los grandes nombres del
Metal planetario: Anthrax. Era un salto grande (otro más) y nadie dudó en lanzarse.
Alfredo, Cote, Jaime y todo el equipo montaron un espectáculo de primer nivel. La cita
era para marzo de 2005, en el Estadio Víctor Jara, esperando una gran convocatoria.
Pero las piezas del desastre se comenzaron a juntar paulatinamente, como, nubes de
tormenta, para aguar la fiesta de Rockaxis. Primero, la tragedia de República Cromañón,
en Buenos Aires, el 30 de diciembre de 2004, donde murieron 193 personas en un
recital de la banda Callejeros, puso al rock en el centro de la noticia. Claro, los medios
oficiales se regocijaron condenando una vez más a la tendencia como fuente de
disturbios, violencia y muertes. Entonces, se comenzó a poner mucho énfasis en temas
de seguridad en nuestro propio país, para tomar enseñanza de la tragedia bonaerense.
Pero también, desde el mundo político, para ganar algo de cámara, posando de
inflexibles ante el desorden.
Para peor, en ese mismo verano y semanas antes de lo de Anthrax, en Chile también
hubo un desastre que lamentar. Si bien no hubo muertos, los desmanes y el desborde de
las fanaticada del meloso Marco Antonio Solís en el Parque O’Higgins terminaron de
hacer saltar todas las alarmas en la burocracia estatal.

LA CAIDA
Obviamente que no se espera que la autoridad sea relajada ni que permita que se pasen a
llevar las normas mínimas de seguridad, y no vamos a defender la irresponsabilidad.
Pero es cierto también que el tema pasó a tener un grado de paranoia y exageración
mediática que sorprendía y molestaba. Entonces, se esperaba el evento de Anthrax con
una expectación morbosa.
Rockaxis reaccionaba lo mejor que se podía, cumpliendo con todos los requerimientos
de seguridad y para emergencias que eran solicitados. Pero el ambiente no estaba para
que las cosas fuesen así de fáciles. Todo lo contrario: de alguna manera se buscaba un
gran gesto de la autoridad para ir contra los desmanes, reales o imaginarios. Así, llegada
la fecha del concierto, y con Anthrax instalados en Chile, prueba de sonido lista y
público esperando la apertura de puertas, la intendenta de la Región Metropolitana de
entonces, Ximena Rincón, suspendió el espectáculo. La causa inmediata era un
supuesto incumplimiento en cuanto a la cantidad de guardias contratados. La verdad es
que a última hora se subió el número solicitado y eso, sumándole al incumplimiento de
un par de chantas del rubro, que nunca faltan, llevaron al desastre final.
Además, era la oportunidad dorada para la autoridad política de dar muestras de “mano
dura”, suspendiendo un recital a horas de su realización. Cabe la reflexión: si el público
rockero es, supuestamente, tan violento, ¿no se corría un riesgo cancelando el evento
con miles de “chascones” en las calles?
El golpe pudo ser devastador para Rockaxis. A diferencia de unos cuantos frescos que
circulan por la escena, Rockaxis canceló todos sus compromisos a los proveedores y
gente contratada para el recital. El esfuerzo fue mayúsculo y sus consecuencias
financieras duran hasta hoy. Pero se cumplió. El tema no es menor. Se trataba de
mantener en alto la dignidad y el buen nombre de este empeño. Era defender la marca,
pero también mantener el orgullo en pie, para seguir dando la pelea.

RESURRECCIÓN
Anímicamente, el impacto tuvo por los suelos a todo el equipo, casi en estado de shock.
Pero había que sacar fuerza de las reservas espirituales y afectivas de cada uno. El
apoyo familiar y de amigos, incluso de avisadores que llamaron para dar apoyo, fue
clave en este aspecto. A los pocos días, la consigna era levantarse y seguir en marcha. Si
el rock es tu vida, nadie dice que el camino va a ser de puro gozo. También hay que
saber tragarse la bebida más amarga.
Por supuesto, pocas veces Rockaxis concentró tanto la atención de los otros medios.
Radios, diarios y programas de televisión que nunca se habían dado por aludidos de
nuestra existencia, acudían presurosos a entrevistar a Alfredo o a Cote. Fue la mejor
muestra del morbo comunicacional.
Paradójicamente, todo este ruido, que a otro lo hubiera tumbado, provocó un efecto de
rebote. Y es que en los meses posteriores a la debacle, comenzaron a sumarse
auspiciadores dispuestos a poner sus fichas en el Universo del Rock. Quizás la sobre
exposición permitió a las empresas visualizar el alcance que el estilo tenía en el país, y
el papel central de Rockaxis dentro de ese fenómeno. De esa manera, poco a poco se
comenzó a asegurar la continuidad de giro, con fuerzas renovadas, con algo de rabia,
pero con la cabeza fría.
Se hacía necesario un cambio al interior del equipo. Con algunas entradas y salidas de
gente, Cote asumió un rol mucho más relevante en cuanto a la gestión empresarial y
comercial de Rockaxis. Quizás aprendiendo también las lecciones de la ya lejana
Concierto, estaba claro que debía haber un método para esta locura. Y poco a poco, se
fue logrando. Producto de eso, tanto la revista como el sitio fueron creciendo en
cantidad y calidad, aumentando la circulación y las visitas respectivamente.
Más adelante, nuevas alianzas permitieron volver por un tiempo al contacto radial. Esto
fue a través del programa “Rockaxis 40”, en radio 40 Principales, que se transmitía de
lunes a viernes en las noches. La inmediatez del formato radial le inyectó una carga de
oxigeno al proyecto y consolidó en todo el equipo la noción de que las tormentas
comenzaban a pasar.
En definitiva, en medio de años difíciles, casi brutales, Rockaxis pudo recurrir a un
fondo de aguante y terquedad que mantuvo firme lo construido hasta el momento. Son
crisis y dolores de crecimiento. Son pruebas que es necesario padecer para llegar a ser
grandes. Es el precio que se cobra cada día para estar dond e se está: en el centro del
Universo del Rock.

Mauricio Nahuel
Mañana es mejor

Con diez años de recorrido a cuestas, Rockaxis toma aire y está en un virtual nuevo
comienzo. Nueva casa, bar, estudio, muchas plataformas, proyectos y riesgos por tomar.

La localización física de Rockaxis durante mucho tiempo estuvo marcada por el


nomadismo, con frecuentes cambios de lugar. Aproximadamente en 2005 se comenzó a
operar con estabilidad, con oficinas propias en calle Cienfuegos, a pasos de la Alameda.
Desde un antiguo pasaje de solemnes casas, el rock con visión chilena extendía sus
poderes. Para la anécdota hay que anotar que en la entrada, una placa recordaba que en
ese lugar habitó en la década del siglo XX el poeta Vicente Huidobro. Son muchos los
lectores y seguidores que se apersonaron en ese centro operativo para retirar entradas y
premios promocionales.
Pero el crecimiento natural de Rockaxis y sus múltiples encarnaciones hicieron que el
lugar comenzara a quedar pequeño. Y claro: había que sostener los varios empeños que
empezaban a dar frutos. Esto da cuenta de un sello que ha llegado a ser característico de
esta empresa: ir explorando y ocupando diferentes plataformas y medios para avanzar,
con el rock como punta de lanza. Además, el sitio de Cienfuegos era compartido por
otras empresas de muy diferente rubro. Y, sin haber ninguna mala onda, (todo lo
contrario), se hacía necesario contar con un lugar propio.
La idea del cambio rondó las mentes de Alfredo y Cote por años. No sólo se trataba de
encontrar una locación más amplia y cómoda donde trabajar sino que aprovechar de
prepararse para los múltiples cambios que se preparaban. Junto con eso, la llegada de un
nuevo socio, Alejandro Marín, le sumaba protagonistas a una historia que ya parecía
pintar para largo. Pero antes de la mudanza, tenían que suceder unas cuantas cosas más.

Más papel
La revista se consolidaba como EL medio especializado en rock en Chile, sin lugar a
dudas. Junto a eso, el sitio cuenta con una creciente cantidad de visitantes. Además, la
radio online, con diferentes programas, se afirman con una audiencia fiel y participativa,
que repleta de comentarios los distintos foros.
Aún así, el contenido en soporte físico tenía aún mucho que aportar. Y es que, como
muestra del impacto que Rockaxis logra en el medio local, la editorial RiL Editores
propone en 2006 realizar un libro orientado al estilo. Después de muchas reuniones para
definir la forma última del volumen, se empieza a escribir lo que sería la primera guía
de rock 100% hecha en Chile. El papel sería protagonista otra vez, con Rockaxis
haciéndose parte del mercado editorial más respetable. Era el nacimiento de “El Libro
Blanco del Rock”.
Con Cote dirigiendo el proyecto, el texto avanzó sin prisa pero sin pausa. Fueron tres
años de trabajo, con la cuidadosa edición a cargo de María de los Ángeles Cerda, más
los textos de Pablo Padilla y colaboraciones de todo el equipo. No podemos dejar de
nombrar a Cristián Jara, Héctor Aravena, Pancho Reinoso, Rodrigo Carvajal, Claudio
Bustos, Jorge Rojas en las ilustraciones y Alfredo Lewin en el prólogo. Así, el 15 de
noviembre de 2009, en la Feria Internacional del Libro de Santiago, el ansiado volumen
vio la luz. Con la participación del gran Pancho Rojas en la música, el evento fue
emotivo y potente, ruidoso y vital, como el rock.
Al día de hoy, el “El Libro Blanco del Rock” mantiene un excelente nivel de ventas, con
cerca de 2 mil ejemplares en manos de compradores de todos los estilos, primando los
lectores más adolescentes (y que luego digan que la juventud no lee…). Se encuentra en
preparación una segunda edición, actualizada y revisada, que se espera para el primer
trimestre de 2011.

Otro barrio, nuevos amigos


Los últimos meses de 2009 no sólo trajeron libro, sino que el anhelado cambio de casa.
Desde el centro histórico y tradicional de Santiago, Rockaxis se movió hacia el oriente,
en la comuna de Ñuñoa, hasta la avenida Salvador. En una gran casona no sólo se
instaló el equipo a cargo de revista, sitio y similares. La gran y nueva apuesta era que en
esta nueva localización se contaba con un completo estudio de grabación, así como salas
de ensayo. Así, ahora no sólo nos orientábamos al público consumidor de música, sino
que ahora establecíamos vínculos con los mismos creadores. Se comenzaba a cerrar así
un círculo que se comenzó a dibujar diez años antes.
El tema del estudio de grabación va mucho más allá de sólo prestar servicios. A través
de los ya habituales concursos para bandas emergentes, está la idea de realizar un
certamen en el cual, el premio final sea la grabación en estas instalaciones de un EP
para las bandas que se lo ganen. este tipo de torneo llega para quedarse, es decir, no
habrá sólo una versión, sino que será parte de la oferta permanente de Rockaxis. Se trata
de convertirse en un apoyo real y constante al rock local.
Junto con eso, Rockaxis estableció una de las alianzas más fructíferas de las que ha
hecho. Porque el nacimiento a mediados de 2009 de la radio Sonar (FM 105.7 en
Santiago), marcó el regreso de Alfredo y de la empresa a la memoria auditiva, y por la
puerta ancha. Porque ahora se trataba de una asociación con un ente corporativo tan
serio como la Universidad Católica y Canal 13. Alfredo desde su programa
“Radiotransmisor” y Cote con “Sonar Rockaxis” agitan los espíritus y revientan
tímpanos de lunes a viernes. Junto a ellos, se suma la presencia de otro de “los
nuestros”, con Francisco Reinoso y “College Rock”, reventando las mañanas. Está
presente el rigor de siempre, la vocación por el riesgo y la seriedad. Y el orgullo de ser
parte de un proyecto radial exitoso.
No conformes con todo lo nombrado, en Rockaxis aún hay más por realizar. Y, una vez
más, explorando un rubro distinto y no visitado antes por la empresa. Es así como a
mediados de 2010 abrió sus puertas el Bar Rockaxis. Ubicado en Manuel Barros
Borgoño Nº 13, salida sur del Metro Manuel Montt, se ha convertido en poco tiempo en
un referente para la diversión nocturna de rockeros y cercanos al estilo. Rockaxis Bar &
Lounge se ha ganado un lugar dentro del nutrido circuito de ese barrio. El éxito de este
proyecto hace que se asomen en el horizonte otras ideas por realizarse, como un nuevo
local que incorpore un escenario para el rock en vivo.
En el territorio Internet, Rockaxis está trabajando a full en la construcción del nuevo
sitio. En él se potenciará la calidad técnica de los contendidos, junto con expandir las
posibilidades tanto del audio como de la televisión online. Con respecto al sitio actual,
rockaxis 2.0 será, sin duda, un salto cualitativo que parte del presnete y se proyecta al
futuro con fuerza.

El final es en donde partí


Diez años puedo no ser mucho en términos de vida humana. Ni siquiera se acerca a la
mayoría legal de edad. Pero para Rockaxis esta década que se cierra es, por una parte,
un viaje por sueños e ilusiones que en el camino se hicieron realidad. Y, por otra parte,
es apenas el principio de la aventura. En el transcurso de este relato en seis capítulos no
quisimos dar un nostálgico balance, sino que quisimos dar un detallado recuento de los
hechos y las personas que nos ayudaron a llegar a este presente. Seguramente que en el
relato quedaron fuera muchos nombres y anécdotas. O se mencionó apenas a la pasada
algo que, en realidad, fue mucho más relevante. Es el riesgo que se corre al recordar: el
espacio es insuficiente para tanto registro.
Mencionar es necesario, pero es odioso saber que, por error pueden quedar nombres sin
declarar. Ante la duda, nos abstendremos, para no dejar a nadie de lado. Para todos los
que han sido parte de esto, vaya el saludo y un abrazo, con las mejores vibras para cada
uno.
Lo dicho: este final es un principio. Una década se cierra y un enorme futuro se abre
ante nuestros ojos. Rockaxis apenas está empezando a escribir su historia. Y lo hace con
el mismo impulso inicial: tomando desafíos, con aguante, pasión y rigor. Para seguir
siendo los protagonistas del rock, conjugando lo nacional con lo mundial. Nadie sabe
qué trae el porvenir, pero en cualquier caso, estaremos allí para asegurarnos que cada
día, cada maldita noche nos entregue adrenalina, decibeles y pasión. Un abrazo a todos
y ¡que sea rock!

Pablo Padilla Rubio

(Este texto fue publicado en seis capítulos en la revista Rockaxis, entre los meses de
junio y noviembre de 2010)

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