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fueron creados por Dios separadamente de los animales. Después de todo, entre
nosotros y las otras especies animales existe la infranqueable brecha del lenguaje,
del arte, de la religión, de la escritura y de las máquinas complejas. No hay que
maravillarse, pues, de que a mucha gente la teoría de Darwin según la cual hemos
evolucionado desde los grandes monos, les pareciera absurda.
Por supuesto, desde los tiempos de Darwin hasta ahora han sido descubiertos los
huesos fosilizado s de centenares de criaturas intermedias entre los monos y el
hombre: ahora ya no es posible, para una persona razonable, negar que lo que en
un tiempo parecía absurdo es lo que realmente pasó, de una manera o de otra. En
realidad, el descubrimiento de muchos "eslabones perdidos" no ha terminado de
resolver el problema, sólo lo ha hecho mucho más fascinante. La pregunta es:
¿Cuándo y cómo adquirimos aquellas características exclusivamente humanas de
las que hablábamos en el primer párrafo?
Sabemos que nuestra estirpe surgió en Africa, separándose del linaje de los gorilas
y chimpancés en algún momento situado entre hace 6 y 10 millones de años.
Durante la mayor parte de este tiempo no fuimos más que un glorioso puñado de
monos.
Hace tan sólo 35.000 años la Europa Occidental estaba aún poblada de
Neanderthal, seres primitivos para quienes el arte y el progreso prácticamente no
existía. Y entonces se dio un violento cambio. En Europa apareció gente
anatómicamente similar a la gente moderna, y junto con ellos apareció la escultura,
los instrumentos musicales, las lámparas, el comercio y la innovación. En pocos
miles de años más, ya no quedaban Neanderthal. Si es que realmente existió un
momento preciso en el cual podamos decir que nos hicimos humanos, ese
momento fue el de este Gran Salto Adelante, hace 35.000 años.
Es posible que nuestro linaje haya sufrido una división así de radical al menos una
vez más, en la época del Gran Salto Adelante. Pero no nos adelantemos.
Hay bastante desacuerdo entre los científicos acerca de qué ocurrió en el siguiente
millón de años, pero la hipótesis que yo encuentro más convincente es la de que el
A. africanus evolucionó hacia un ser con mayor tamaño cerebral, al que ahora
llamamos Homo habilis, que en latín quiere decir "el hombre habilidoso". Para
complicar más las cosas, entre los huesos fósiles generalmente atribuidos al H.
habilis hay a veces tantas diferencias, sobre todo en cuanto a tamaño del cráneo y
de los dientes, que posiblemente haya habido otra bifurcación histórica en nuestro
linaje, que llevó por un lado al H. habilis propiamente dicho y por el otro a un
misterioso "Tercer Hombre". Así, pues, hace aproximadamente 2 millones de años
había al menos dos y quizás tres especies protohumanas distintas.
C.- Pero habíamos dicho que eran tres los grandes cambios que empezaron a hacer
a nuestros antepasados más humanos y menos monos: el tercero de esos cambios
fue el inicio del uso habitual de herramientas de piedra.
Hace alrededor de 2,5 millones de años empezaron a aparecer grandes cantidades
de toscas herramientas de
piedra en diversas áreas de Africa Oriental ocupadas por protohumanos.
Ahora bien, puesto que existían dos o tres especies de protohumanos ¿cuál de ellas
fue la que construyó esos instrumentos? Muy probablemente la o las de cráneo más
liviano, puesto que ambos -los cráneos menos bastos y las herramientas-
persistieron y evolucionaron.
(Existe, sin embargo, la inquietante posibilidad de que al menos algunos de
nuestros robustos parientes también supieran fabricar herramientas, tal como
sugiere el análisis anatómico de huesos de la mano encontrados en la cueva
Swartkrans, en Sudáfrica.)
La evolución de los cráneos sigue de cerca la evolución del hombre y de sus antepasados. De izquierda a
derecha: Australopithecus; Homo habilis, Homo sapiens (Neanderthal) y Homo sapiens (CroMagnon). Sin
embargo, la capacidad craneana y el desarrollo cerebral no bastaron para explicar "el gran salto". El
surgimiento del Cro-Magnon parece haberse debido a una mutación que sólo afectó su capacidad de hablar.
Puesto que sólo una especie humana ha sobrevivido hasta hoy, siendo que había
dos o tres hace unos pocos millones de años, eso significa que una o dos especies
debieron extinguirse. ¿Cuál fue la especie que logró sobrevivir y convertirse en
nuestra antecesora, cuálew desaparecieron, y cuándo ocurrió la catástrofe.
¿Cómo era la vida durante el millón y medio de años que duró el emerger del
erectus y luego del sapiens? Las únicas herramientas de esta época que se han
conservado hasta nuestros tiempos son implementos de piedra a los que,
caritativamente, podría calificarse de muy bastos. Las primeras herramientas de
piedra varían en su forma y tamaño, y los antropólogos han utilizado estas
diferencias para clasificarlas y darles diferentes nombres, tales como "hacha de
mano", "cuchillo" o "raspador". Pero estos nombres disimulan el hecho de que
ninguna de esas herramientas mantenía una forma o un tamaño consistente que
permitiera adjudicarles una función específica. Las marcas en esos instrumentos
demuestran que eran usados para cortar carne, huesos, pieles, madera u otras
partes de las plantas, y quizás un determinado instrumento fuera usado
preferentemente para una tarea, pero considerando el conjunto, tal parece que casi
cualquier herramienta de casi cualquier forma y tamaño era usada para casi
cualquier tarea, de modo que las categorías de clasificación de los científicos
apenas son una división arbitraria dentro de una colección continua de formas de
piedra.
Las pruebas en sentido negativo también son significativas. Todas las herramientas
de piedra primitivas estaban hechas para ser sostenidas directamente con la mano,
y no muestran ningún signo de haber sido montadas sobre otros materiales para
darles mayor comodidad, efectividad o aumentar su brazo de palanca, como sucede
ahora cuando montamos la cabeza de acero de un hacha sobre un largo mango de
madera. Tampoco se han encontrado en esta época restos de instrumentos de
hueso, ni de cuerdas con las que se pudieron construir redes de pesca, ni de
anzuelos.
¿Qué tipo de comida podían conseguir nuestros antepasados contando tan sólo con
esas herramientas tan primitivas, y cómo se las arreglaban para obtenerla? Para
contestar a estas preguntas, los textos de Antropología usualmente insertan un
largo capítulo titulado "El hombre cazadon o cosa por el estilo, que se centra en un
hecho comprobado: los babuinos, chimpancés y otros primates cazan pequeños
vertebrados sólo de vez en cuando, pero en cambio las tribus actuales que parecen
supervivientes directos de la Edad de Piedra -como los bosquimanos- se dedican
habitualmente a la caza de grandes animales.
No hay dudas de que nuestros remotos antepasados también comían carne. La
cuestión importante es cuánta carne comían realmente. ¿La habilidad para cazar
grandes animales se fue desarrollando lentamente durante el último millón y medio
de años, o fue sólo desde el Gran Salto Adelante -hace apenas 35.000 añosque esa
carne pasó a formar una parte importante de nuestra dieta?
Los antropólogos habitualmente responden a esto diciendo que desde hace mucho
tiempo hemos sido buenos cazadores de animales grandes, pero la verdad es que
no tenemos ninguna prueba contundente de nuestras habilidades cazadoras hasta
hace unos 100.000 años, y parece que aún entonces los humanos eran cazadores
mediocres. De modo que parece razonable suponer que los cazadores anteriores a
ellos eran aún menos efectivos y conseguían peores resultados. Aún así, la mística
del Gran Abuelo Cazador está ahora tan arraigada en nosotros que se hace difícil
abandonar nuestra antigua creencia en su trascendental importancia. Se supone
que la caza de grandes animales fue lo que indujo a los machos protohumanos a
cooperar unos con otros, a desarrollar el lenguaje y cerebros más grandes, a
reunirse en pandillas y a compartir el alimento conseguido gracias al esfuerzo en
común. Incluso las mujeres habrían sido moldeadas por la cacería: suprimieron los
signos externos de ovulación mensual -tan conspicuos en las hembras de
chimpancé- de modo de no empujar a los hombres a un frenesí de competencia
sexual que arruinaría el sano espíritu de cooperación para la caza.
Pero los estudios de las actuales tribus cazadoras-recolectoras, que cuentan con
armas mucho más efectivas que las del primitivo H. sapiens, demuestran que la
mayor parte de las calorías que ingiere una familia proviene de los vegetales que
recogen las mujeres. Los hombres atrapan ratas y otra caza menor por el estilo,
que ellos no consideran digna de ser mencionada jamás en los heróicos relatos de
campamento que cuentan en torno de las hogueras. Ocasionalmente consiguen
algún animal grande, que contribuye significativamente a mejorar la cantidad de
proteínas en la dieta. Pero sólo en el Artico, donde es muy difícil conseguir
alimentos vegetales, la caza mayor constituye la principal fuente de alimentos. Y
los humanos no llegaron al Artico hasta hace unos 30.000 años.
La anatomía de la cabeza de los Neanderthal era tan peculiar que si ahora mismo
apareciera uno de ellos vestido de traje y corbata por la calle, todos los demás H.
sapiens nos daríamos la vuelta para mirarle, sorprendidos. Imagínese que una cara
humana fuera de arcilla blanda, y entonces uno cogiera la parte inferior de la cara,
desde el puente de la nariz hasta la mandíbula, y apretando los dedos, al mismo
tiempo tirara hacia adelante: cuando la arcilla endureciera, sería aproximadamente
el aspecto de un Neanderthal. Además sus cejas descansaban sobre prominentes
protuberancias óseas, sus ojos estaban hundidos en cuencas profundas, y su frente
era baja e inclinada, muy distinta de nuestra frente vertical. Su mandíbula inferior
estaba inclinada hacia atrás, y no tenía mentón. A pesar de todos estos rasgos tan
primitivos, el tamaño del cerebro del Neanderthal era ¡un 10 % más grande que
el nuestro! Eso no significa que fuera más inteligente; obviamente no lo era. Un
dentista que hubiera examinado los dientes de un Neanderthal habría quedado
tanto o más impresionado que alguien que se lo cruzara por la calle, camino de su
oficina. En los Neanderthal adultos los incisivos estaban gastados en la superficie
externa, de una forma que es imposible encontrar en los humanos actuales.
Evidentemente esta manera de desgastar los dientes era la consecuencia de que
usaba los dientes como herramientas, aunque no está claro cómo
lo hacía exactamente. Es posible que los usara habitualmente como tenazas.
También es posible que mordisquearan las pieles duras de los animales para
ablandar el cuero o que royeran la madera para tallarla y hacer sus toscos
instrumentos.
Hay otra posible diferencia anatómica que causa cierta intriga, si bien su realidad
así como su interpretación son dudosos, pues las pruebas fósiles aún no permiten
una respuesta definitiva. Pero el hecho es que el canal de parto de una mujer
Neanderthal parece haber sido más ancho que el de una mujer moderna, lo que
permitía que un bebé alcanzara más tamaño dentro del vientre de su madre antes
de nacer. De ser así el embarazo de una Neanderthal puede que durara un año,
en lugar de los actuales 9 meses.
Si usted hace la prueba de preguntar a sus amigos con qué asocian la palabra
Neanderthal, la mayoría le contestarán "hombre de las cavernas". Si bien es
verdad de que la mayor parte de los restos fósiles de Neanderthal proviene de
cuevas, esto seguramente se deba a que en las cuevas se conservaron mejor esos
restos, pues los depósitos que quedaron al aire libre sufrieron mayor erosión y se
destruyeron más rápidamente.
Es posible que construyeran algún tipo de refugios en otras partes, aparte de las
cuevas, para defenderse del frío, pero debieron ser muy toscos y precarios: todo lo
que queda de ellos son agujeros para postes y algunos montículos de piedra. Hay
una larga lista de cosas típicas o representativas de los humanos modernos de las
cuales los Neanderthal carecían. En primer lugar no dejaron nada que se pueda
considerar inequívocamente como objeto de arte.
Deben haber usado algún tipo de vestimenta para protegerse del frío ambiente,
pero esa ropa debió ser muy tosca, pues carecían de agujas y no hay pruebas de
que supieran coser.
Hoy en día damos por sentado que entre la gente que habita diferentes áreas
deben existir ciertas diferencias culturales. Cada población humana moderna tiene
su característico estilo de vivienda, sus implementos típicos y su propio arte. Si a
usted le muestran un par de palillos para comer arroz, una botella de vino tinto
espumoso y una cerbatana, y le piden que asocie cada objeto con uno de los
siguientes tres lugares: China, Italia y la selva amazónica, seguramente no tendrá
la menor dificultad en hacerla correctamente. Entre los Neanderthal no parece
haber existido tal diversificación cultural, y sus herramientas siempre son las
mismas, no importa dónde uno las encuentre. También damos por sentado que
debe existir cierto progreso cultural. Nos parece obvio que los utensilios que se
encuentren en una villa de la antigua Roma, en un castillo medieval y en un piso de
Manhattan de 1989 deben ser diferentes. Y no hay que ir tan lejos: acostumbrados
a las calculadoras electrónicas, mis hijos miran hoy con asombro la regla de cálculo
que yo usaba en la década de 1950. Pero las herramientas de los Neanderthal de
hace 100.000 y de hace 40.000 años son iguales. Para decirlo en pocas palabras,
sus herramientas no mostraban ninguna variación ni en el tiempo ni en el espacio
como para sugerir la más humana de las características: la innovación.
Lo que ahora consideramos vejez debe haber sido muy rara entre los
Neanderthal. Sus esqueletos dejan muy a las claras que los adultos llegaban
hasta la treintena de años y algunos a los cuarenta, pero que no superaban los 45.
Piénsese en cómo sufriría la capacidad de nuestra sociedad para acumular y
transmitir conocimientos e información si no supiéramos escribir y además nadie
viviera más allá de los 45 años. A pesar de todos estos rasgos subhumanos, hay sin
embargo tres cosas en las que los Neanderthal se mostraban realmente humanos.
Ellos fueron los primeros que han dejado pruebas concluyentes de que usaban el
fuego en forma regular, todos los días: prácticamente todas las cuevas de
Neanderthal bien preservadas muestran algún rincón con cenizas y restos
carbonizados que indican un lugar donde habitualmente se hacía fuego. Los
Neanderthal también fueron los primeros hombres que enterraron regularmente a
sus muertos, aunque si esto significa o no que tenían una religión es algo
puramente especulativo. En tercer lugar, los Neanderthal cuidaban habitualmente
a sus enfermos y a los más viejos. La mayor parte de los esqueletos de los
Neanderthal más viejos muestran signos de severas minusvalías, tales como
brazos paralizados, huesos rotos ya soldados, pero que los incapacitaban,
mandíbulas a las que les faltaban dientes y artritis severas. Sólo el cuidado de los
Neanderthal más jóvenes pudo haberles permitido a los más viejos sobrevivir
hasta el punto de invalidez al que llegaron. Después de haber pasado revista a todo
lo que les faltaba de humanidad a los Neanderthal, también es justo reconocerles
todo esto a esas extrañas criaturas de la Edad de Hielo, humanas pero aún no
cabalmente humanas.
Créase o no, algo parecido a este experimento realmente llegó a tener lugar.
Ocurrió repetidamente hace alrededor de 36.000 años, hacia la época del Gran
Salto Adelante. Pero tendrá usted que ser paciente y esperarse un poco más.
Recordemos que los Neanderthal de Europa y de Cercano Oriente eran sólo una
de las tres clases de poblaciones, al menos, que ocupaban diversas áreas del Viejo
Mundo hace unos 100.000 años. Los pocos fósiles que se han encontrado de esa
época provenientes de Extremo Oriente bastan para mostrar que la gente de allíera
diferente tanto de los Neanderthal como de nosotros, los humanos modernos,
pero se han encontrado tan pocos esqueletos que no se ha podido describir a estos
antiguos asiáticos con mucho detalle.
Algunas cuevas de Sudáfrica ocupadas por humanos hace 100.000 años nos han
proporcionado, por primera vez en la historia de la evolución humana, con una
información detallada acerca de lo que la gente comía. Entre los huesos hallados en
esas cuevas había muchos de foca y de pingüino, así como conchas de mariscos,
tales como las lapas; los africanos del Paleolítico Medio fueron la primera gente de
la que sabemos con seguridad que obtenía comida del mar. Sin embargo, las
cuevas contienen muy pocos huesos de pescado o de aves voladoras,
indudablemente porque esa gente aún carecía de anzuelos o de redes.
Entre los huesos de mamíferos los hay de varias especies de tamaño medio,
especialmente de un antílope llamado eland (género Taurotragus). Los huesos de
las cuevas son de elands de todas las edades, como si los humanos se las hubieran
arreglado para atrapar a una manada entera y liquidar a todos sus componentes.
Pero quizás el secreto de tanto éxito cazador consiste en que los elands no son
nada desconfiados y es fácil reunirlos en manadas. Es probable que los cazadores
de vez en cuando se las arreglaran para empujar a una manada entera hacia un
barranco, arrinconándola: esto explicaría la distribución de edades en los huesos
hallados en las cuevas, que se corresponde con la distribución de edades normal en
una manada.
En cambio, con los animales más peligrosos, tales como búfalos, cerdos salvajes,
elefantes y rinocerontes, la situación era muy distinta. Los huesos de búfalo son en
su mayor parte de ejemplares muy jóvenes o muy viejos, y los de jabalí, elefantes
o rinocerontes son escasísimos, todo lo cual viene a decir que si bien los africanos
del Paleolítico Medio practicaban la caza mayor, no se los puede llamar aún grandes
cazadores: evitaban todo lo posible las presas peligrosas, o bien se limitaban a
meterse con las crías o con los ejemplares viejos y debilitados.
Esta elección no era cobardía sino prudencia: sus mejores armas aún eran las
lanzas arrojadizas pues carecían de arcos y flechas, y andar provocando a un búfalo
o a un rinoceronte adulto con una lanza es, que yo sepa, la manera más fácil de
suicidarse. Así que, al igual que sucedió con otros hombres primitivos (y aún
sucede hoy en día con los pueblos que todavía viven en el Paleolítico), supongo que
estos cazadores vivían principalmente de las plantas que recogían y de la caza
menor. Eran mucho más efectivos consiguiendo algo de carne que los babuinos u
otros monos omnívoros pero aún no tenían la sabiduría ni la destreza que hoy
tienen bosquimanos o pigmeos.
Así, pues, la escena que el mundo de los hombres presentaba hace entre 130.000 y
50.000 años era la siguiente: el Norte de Europa, Siberia, Australia y toda América
estaban deshabitados. En el resto de Europa y en la parte occidental de Asia vivían
los Neanderthal; en Africa había gente parecida anatómicamente a nosotros, y en
Asia oriental gente distinta tanto a nosotros como a los Neanderthal, pero de los
cuales sabemos poco pues casi no se han encontrado fósiles. Las tres poblaciones
eran aún muy primitivas en lo que hace a sus herramientas, su conducta y su
limitadísima capacidad de innovación. La escena estaba preparada para el Gran
Salto Adelante, pero". ¿cuál de esas tres poblaciones habría de dar ese salto? Las
pruebas de un cambio abrupto -¡por fin!- son más evidentes en Francia y España, y
muestran que ese cambio ocurrió cuando ya estaba finalizando la última glaciación,
hace 35.000 años. Donde antes habían habido Neanderthal aparecieron entonces
hombres que en el aspecto anatómico eran completamente modernos, y a los que
suele llamarse Cromagnon, en homenaje al lugar de Francia donde encontraron
por primera vez sus huesos.
Son muchas las pruebas de que esa gente de fines de la última glaciación eran,
ahora sí, grandes y eficaces cazadores de caza mayor. Vérselas con algunas de
estas presas debe haber exigido métodos de cacería comunitarios, basados en un
conocimiento minucioso de las costumbres y conducta de cada especie. Además,
los asentamientos de Cro-Magnon son más numerosos que los de los
Neanderthal o de los africanos del Paleolítico Medio, lo que indica que aquéllos
tuvieron más éxito a la hora de conseguir comida.
A propósito de Australia, este continente fue ocupado por humanos hace alrededor
de 50.000 años, lo que
implica que para entonces ya existían embarcaciones capaces de atravesar los 100
kilómetros que separan la costa australiana de las islas indonesias más cercanas.
La ocupación del Norte de Rusia y de Siberia, hace al menos 20,000 años, necesitó
de muchos avances: ropa cosida -como lo evidencian las agujas con ojos
encontradas, las parkas (anoraks de piel) representadas en las pinturas rupestres y
ciertos ornamentos en las tumbas que parecen haber sido rudimentarias camisas y
pantalones-, pieles abrigadas (se han hallado muchos esqueletos de zorro y de lobo
a los que les falta la quijada, que era quitada antes de desollarlos y arrojada a una
pila aparte), viviendas más apañadas (con suelos alisados y paredes sostenidas por
huesos de mamut) y dotadas de un lugar especial para el fuego, y lámparas de
grasa para iluminar las largas noches del Artico.
A diferencia de los Neanderthal, muy pocos de los cuales superaban los 40 años,
algunos Cro-Magnon llegaban a los 60. Estos 20 años adicionales pueden haber
significado una gran ventaja que contribuyó al éxito de esta gente, Estamos tan
acostumbrados a obtener información del papel escrito, la radio o la televisión, que
no nos damos cuenta del lugar tan importante que uno o dos viejos pueden tener
en una tribu de gente analfabeta.
Cuando visité en 1976 la isla Rennell (una de las islas Solomon, en el Pacífico),
muchos isleños me dijeron cuáles eran las frutas habitualmente comestibles, pero
sólo un viejo supo decirme qué otros frutos podían comerse, en caso de
emergencia, para calmar el hambre. El recordaba esa información porque en 1905
un huracán asoló Rennell, destruyó todos los huertos y sembrados, y arrojó a la
población al borde de la muerte por inanición. Contar con una persona así puede
significar para una comunidad la diferencia entre la supervivencia y la muerte.
http://usuarios.lycos.es/mas_jag/hominidos/hominidos6.htm