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Fue como si el tiempo se hubiera detenido. Jim observó al pirata, aguardando. El dolor.
Miró fijamente a Grimauld. El traidor parecía mirarle también. Y había algo extraño en
su mirada. Jim no supo decir que era. ¿Perplejidad, tal vez? De pronto se sobresaltó al
ver como bajaba la vista, con suma lentitud. Siguió el movimiento de sus ojos. Algo
parecía gotear del pecho de Grimauld. Una sustancia oscura. Con la falta de luz no pudo
distinguirla bien. ¿Sangre, quizás? El traidor alzó la mirada de nuevo, hacia él. Sus
movimientos eran pausados. Parecían languidecer con el tiempo. El corsario enseñó los
encontrara en una clase de sueño. Como si fuera una historia que no tenía nada que ver
con él. Luego reaccionó y se llevó la mano derecha al pecho. Aunque de forma
- ¡Hawkins! – dijo – Hawkins, ¿has sido tú quién…? – un ataque de tos del vigía
compañero, y vio la sangre que brotaba de allí, en el lugar por el que la espada
del marine enemigo había entrado y salido. El hombre intentó incorporarse. Jim
- Jim… – empezó el vigía. Su voz era extraña. Tenía un tono adormilado, como si
estuviera bajo los efectos del opio. No se parecía en nada a los estridentes gritos
que pegaba cuando avistaba tierra firme desde su puesto habitual – Jim, – siguió
– déjame aquí. Tienes que regresar al barco – su voz era cada vez más débil –
tormenta. Jim se puso en pie, alarmado. En el horizonte, alcanzó a divisar las luces de
varios navíos que se aproximaban con rapidez al alumbrado flotante que era el barco de
momento, estaba siendo perseguido por una flota enemiga. Jim contó las luces bajo el
- Me temo que ya es demasiado tarde para eso – le indicó abatido al vigía, bajando
- ¡No digas eso! – le increpó Jim furioso – ¡¡El capitán no se dejaría vencer ante
- Del East Blue, sí – dijo – Pero ante los grandes poderes del Grand Line, no tiene
- Tú no has estado allí, chico – le informó – No has visto lo que yo vi. Aquello es
a aflorar en él.
Piratas” por nada. Las olas, el viento, el clima… Las leyes que rigen ese mar no
más fuertes que la nuestra navegan esas aguas, convirtiéndolas en una tumba
submarina para todo aquel infeliz que se atreva a adentrarse en ellas – Jim se
- Escucha, Jim, porque no me queda mucho tiempo – dijo el vigía – ¡Vete! ¡Coge
este barco y vete! Navega por el mar por tu cuenta, forma tu propia
canallada?
- No huiré – dijo finalmente.
dientes rabioso – ¡No puedo dejar a ese hombre a su suerte! Ese viejo
quemado… – cerró los ojos con amargura y los volvió abrir – ¡Para bien o para
mal, ese viejo quemado me convirtió en lo que soy! ¡¡En un pirata!! – gritó –
¿¡Y pretendes que lo traicione!? ¿¡A él!? ¿¡A la persona que me empujó a dar el
- ¡No me importa! – le cortó. Avanzó decidido a la borda del barco, donde el vigía
por ti.
- Más tarde o más temprano – dijo él con cansancio. Y saltó a la barca con
decisión.
***
“La calma que precedió a la tempestad”, pensó Jim al ver aquello.
Hacía tan solo unas pocas horas antes, cuando navegaba junto a sus compañeros en
plena noche, en pos de aquel navío de los marines; la mar estaba completamente en
calma. En cambio, ahora, al ver la situación en la que se encontraba, pensó que jamás en
su vida se había topado con un mar tan embravecido como aquel, pese a los ocho años
Las balas de cañón silbaban como una fuerte brisa. Una de ellas cayó muy cerca de su
embarcación, que a punto estuvo de volcarse. Aquello era como una tormenta, salvo que
los truenos y rayos se veían sustituidos por cosas aún más desagradables: el entrechocar
del acero, el crujir de la madera de los barcos, las explosiones del disparo de los
cañones, los alaridos de dolor… En aquel momento, Jim podía contemplar un pequeño
Los navíos de la Marina avanzaban a ojos vista, cercando al bajel pirata de Mediabarba.
Las balas de cañón caían al mar, muy cerca del barco, cuando la fortuna era propicia.
peligrosamente al palo mayor, o bien mutilaban a los hombres que peleaban con las
velas y trataban por todos los medios de tapar los agujeros ocasionados por el
bombardeo enemigo.
- Es una masacre – murmuró para sí Jim con un hilo de voz – Van a hundir el
madera gemía ante los disparos de una forma que parecía casi humana.
nada más subir a bordo – ¡¡Como esos cabrones echen a pique mi barco, os voy
- ¡¡Mi capitán!! – el grito de uno de los piratas les interrumpió. Orckham corría
hacia ellos alarmado – ¡¡Uno de los barcos enemigos se aproxima por proa con
avanzaba cortando las olas a gran velocidad. Jim se fijó en el mascarón de proa
PARA MANIOBRAR!!!
Cuando el navío de la Marina impactó contra ellos, un pequeño terremoto sacudió toda
la nave corsaria. Jim perdió pie y cayó al suelo. Sintió bajo él como el barco era
arrastrado unos cuantos metros hacia atrás. Alzó la cabeza y alcanzó a ver al capitán,
que había clavado su espada en la cubierta y se aferraba a ella con firmeza para
mantenerse en pie:
embestida.
- ¡¡Sí, mi capitán!! – respondió uno de los piratas. Por la voz supuso que era Tyrg
- ¡¡Malditos bastardos!! – gritó Belguen – ¡¡Nos han penetrado como a una vulgar
El balanceo de la sacudida terminó. Jim volvió a ponerse en pie. Garell, otro de los
hombres de Mediabarba, se acercó corriendo ante ellos. Su rostro estaba más pálido de
lo habitual:
- ¡¡El mascarón enemigo es una compuerta, mi capitán!! – dijo – ¡¡La boca del
acompañado del sonido de alaridos y disparos. Jim se fijó con detenimiento. Desde la
zona de impacto, por la boca abierta del rinoceronte, los marines del barco enemigo
salían en tropel. Diez, veinte, treinta… Eran toda una multitud. Y delante de ellos, un
barco. Presentaba varias cicatrices de guerra en el rostro, pero lo que más llamó la
atención de Jim era el peinado que llevaba. Llevaba el pelo engrasado, que peinado con
Parecía intentar emular los cuernos del animal cuyo barco llevaba como mascarón de
proa:
- ¡¡Rodead el barco!! – el hombre del “tupé-rinoceronte” daba una orden tras otra
mientras que, con sumo cuidado, se pasaba un peine con elegancia por el pelo –
- ¡¡A sus órdenes, almirante Tackle Ground!! – asintieron los marines que lo
acompañaban.
- ¿Tan peligroso es? – preguntó, extrañado. El hombre parecía fuerte, sin duda.
Pero más allá de su buena forma física, no veía nada que lo inquietara.
- Lo peligroso de él son sus poderes del diablo – comentó el capitán. Jim volvió a
– Y de los más temibles – le hizo una señal con la cabeza hacia delante – Y si
quieras comprobar hasta qué punto llega su fuerza, será mejor que no pierdas
mundo entero!
el pecho del hombre. El marine retrocedió hacia atrás, con los aceros atravesándole de
agresores con gesto indiferente. Luego dio un suspiro y volvió a sacar el peine,
- ¿Pero qué ha sido eso? – dijo mientras se peinaba – Los hombres de verdad usan
sus puños – explicó. El marine contrajo los músculos del torso y las espadas de
ambos piratas se quebraron. Los pedazos de acero cayeron al suelo. Estaba ileso.
- Venga, – dijo el marine – Pelead como lo harían los hombres de verdad. Quiero
lanzó un directo contra el vientre de su enemigo. Poco después de atacar, ambos piratas
dolor:
¡Pues vuestros golpes son más flojos que los de un peso pluma! – se quejó.
sonreír.
- Supongo que os tendré que enseñar como golpean los hombres de verdad –
siguió el almirante. Alzó los puños para cubrirse la cara, y empezó a pegar
- ¿Qué está haciendo? – preguntó Jim extrañado, que jamás había visto esa forma
de pelear.
East Blue. El boxeo es una disciplina de combate impartida por los habitantes de
Jim contempló con detenimiento los movimientos del almirante. Flanner y Tyrg seguían
doloridos, pero no parecían dispuestos a abandonar así como así. El primero se abalanzó
hacia el marine, profiriendo un alarido mientras asestaba un puñetazo con toda su rabia.
El almirante se balanceó hacia un lado, esquivándole sin dificultades, y contraatacó con
cubierta del barco se quebró al caer Flanner con el golpe. El corsario no volvió a
levantarse.
mandíbula del almirante, llevado por el odio. El marine volvió a balancearse, esta vez
- ¡Gancho terrestre! – gritó. Jim pudo ver como el puño y brazo del almirante
Esos son los poderes de “Rinoceronte de Piedra”. Fruta del diablo del tipo logia.
clavado en cubierta y avanzó hacia el almirante – Ahora tienes que irte – le dijo
El almirante de la Marina movió el cuello hacia los lados. Se sacó el peine y lo volvió a
pasar por su doble tupé. Cuando vio a Mediabarba, una sonrisa se dibujó en su rostro:
- Vaya, vaya, vaya – dijo – Belguen “Mediabarba”. “El Terror del East Blue” –
saludó – No todos los días se tiene el placer de conocer a uno de los “Señores de
la Sal”. Es un honor – siguió – Supongo que ya sabes quién soy, ¿me equivoco?
- Uno tiene que conocer bien a sus enemigos – contestó Mediabarba, con el ceño
ante la puya.
- Siempre has sido un viejo de lo más interesante – dijo divertido. Se pasó los
dedos por el mentón – Dime una cosa. Es algo que me lleva rondando por la
cabeza desde hace mucho – comentó – ¿Qué llevó a los “Señores de la Sal” a
- ¿Que “no aguantabas el clima”? – siguió entre risas. Lo volvió a mirar divertido
– Eres un viejo interesante, sin duda – comentó. Luego suspiró con cansancio –
En fin, creo que ya vale de cháchara por hoy. He venido a por tu cabeza – lo
- ¡Supones bien! – dijo. El almirante hecho el puño hacia atrás, dispuesto a asestar
un golpe demoledor.
mano que tenía libre para detener el golpe. Paró los tres metros de ancho del
puño de piedra con tan sólo una mano desnuda. Su cuerpo apenas cedió un ápice
ante el impacto.
Jim lo miró boquiabierto. El capitán lanzó un grito desgarrador, hundiendo los dedos de
la mano en la roca, y desvió el puño de piedra hacia arriba. El almirante cayó hacia atrás
el aire – ¡¡Sin duda sois un grano en el culo!! – gritó. El capitán pirata se llevó la
espada que sujetaba con la diestra hacia la cintura, para preparar su ataque.
las alas extendidas para el vuelo. El almirante se cubrió con ambos brazos y
recibió el golpe, que lo lanzó volando por toda la cubierta, hasta caer en el otro
extremo del barco. Mediabarba aprovechó el tiempo ganado para dirigirse hacia
Jim – ¿¡Todavía aquí!? – dijo – ¡¡Creí que haberte dicho que te fueras!!
- ¿¡Es qué aún no lo entiendes!? – gritó el capitán – ¡¡No tenemos nada que hacer
- Pero… – empezó.
- ¡Escucha, Jimbo! – dijo – ¡Yo ya estoy viejo para esto, pero tú tienes toda la
vida por delante! ¡¡Quedarte aquí es una completa majadería!! ¡¡Huye de este
tuve deseos de ir allí! – dijo – ¡Es una isla de leyenda! ¡¡La última parada en el
con una voz cargada de pena. Jim pudo ver como las lágrimas resbalaban por las
mejillas del capitán. Era la primera vez que lo veía llorar – Yo… – empezó. Ya
no parecía el hombre brutal que era. Que imponía respeto con una sola mirada.
Que llamaba al orden con una sola orden. Ahora parecía un anciano cansado y
poder cumplir mi sueño! – dijo con lágrimas en los ojos – ¡¡Pero estoy seguro de
- Capitán… – murmuró Jim. También era la primera vez que se dirigía hacia él
así. El sonido de la madera al crujir resonó en proa. Una nube de polvo se alzaba
frente a ellos.
- Ya había olvidado lo que dolía que te cortaran – oyeron la voz del almirante de
- Pero yo… – empezó. El joven miró al almirante, que había extendido sus dos
apretar cada vez con más fuerza. Un destello afilado recorrió la prisión rocosa.
un doloroso revés con la mano libre, que lo hizo caer al suelo. Jim se tocó
OOOORDEEEEN!!!
cuello de la camisa.
- ¡¡¡ENCUENTRA ESE LUGAR, JIM GOLDEN!!! – oyó por última vez la voz
del que había sido su capitán durante ocho largos años, mientras lo perdía de
quitó el aire.
Encima de él, lo que quedaba del “Mechero del Infierno” se hundía sin remisión. Los
lentamente hacia el fondo, arrastrado por la corriente, contempló como los últimos ocho
años que había vivido se hundían en el mar, dispersos en multitud de pedazos. Junto a la
humedad del agua salada, Jim pudo sentir la humedad de sus propias lágrimas. Se
suponía que había hecho bien. Se suponía que aquello era la última orden de su capitán.
Pero si había sido así, ¿por qué se sentía como un traidor? ¿¡Por qué pensaba que los
“Abandona esta nave”, había dicho Mediabarba. “Vete de aquí”. Jim jamás se habría
“Pero la he cumplido”, pensó al ver como el barco y sus nakamas se hundían en el mar.
Cerró los ojos llorosos con rabia, para no ver aquello. “¡¡La he cumplido!!”, maldijo.
“One Place”, una obra de Andrés Jesús Jiménez Atahonero. Fanfic original basado en la obra “One
Piece” del mangaka Eiichiro Oda. Hecho por fan para fans.