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Taller "Mi curso en línea"

Profa. Mariella Azzato

Mundo visual y digital

Cuando se habla del mundo visual, la mayoría de las veces se piensa en todo aquello que
potencialmente es aprehensible por el sentido de la vista. Así que aquello que se haya visto,
mirado, observado se convierte en un indicador de la realidad percibida y a su vez ayuda a dar
forma al imaginario personal de cada ser humano.

Tal pareciera con ello que el sencillo y natural acto de ver fuera suficiente para comprender el
mundo que nos rodea, y la realidad visual el único parámetro del que se dispone para organizar y
discriminar el entorno cambiante. Esto no es del todo cierto ya que la realidad se constituye a
partir de dos grandes universos de percepción visual, y aunque ambos se presentan como uno
solo, son entre sí sustancialmente diferentes en su naturaleza y función. Primeramente, y como
ya se ha descrito al comienzo, existe el universo conformado por todos aquellos elementos que se
encuentran en el entorno, la realidad de las cosas dadas: el cielo, un árbol, una casa. Todo
aquello que está allí y que por el simple y natural deseo de verlo forma parte de la experiencia
cotidiana.

Pero asimismo se encuentran las realidades no visibles, todas aquellas contenidas en el universo
de los fenómenos, es decir: “códigos invisibles de lo visible que definen un estado del mundo,
una cultura” (Debray, 1994), y que para hacerlas visibles han requerido no solamente de un
proceso mental sino de la ayuda de medios técnicos que permitan traducirlas con el único fin de
hacerlas comunicables.
Figura. 1. Chauffeur. Alexander Rodchenko. 1929.

De manera que el mundo visual ha dejado de ser solamente percibido para complementarse con
la visualización de los fenómenos y las estructuras complejas de la vida cotidiana. Es en esta
amalgama de imaginería social que emerge una cultura de significados, una cultura visual que
conforma el estado actual de las cosas y revela, como veremos más adelante, que depende de las
posibilidades digitales para invadir y definir las realidades de las sociedades actuales.

Bibliografía

Debray, R. (1994). Vida y muerte de la imagen. Historia de la mirada en occidente. Barcelona:


Paidos.
Cultura visual
 

Tal y como se ha señalado, el mundo visual se constituye a partir de lo percibido visualmente y


de lo visualizado a través de medios técnicos. Son estas dos caras de una misma moneda que
requieren por parte del individuo posturas ante las realidades visibles y las no visibles. Esta
interacción entre el espectador y aquello que se mira u observa es lo que Mirzoeff (2003)
distingue como acontecimiento visual y como elemento clave para comenzar a comprender el
significado de la cultura visual.

El ser humano en su necesidad por compartir con el otro, ha desarrollado la habilidad de


comunicar su imaginario a través de representaciones visuales, y para ello siempre se ha valido
de alguna tecnología que le permita mostrarlas. Por ejemplo, cuando el hombre primitivo
esculpía, grababa o pintaba sobre las paredes de la caverna lo que deseaba era recrear aquello
que percibían sus sentidos y la necesidad por compartir con el otro lo visto lo llevaba a imitar,
copiar hasta simplificar y acaso simbolizar las escenas visualizadas de la realidad. La caverna se
convirtió entonces en el primer espacio de organización visual y sus paredes en uno de los
primeros medios para registrar la realidad mágica que estaba en la mentalidad del hombre
primitivo (Tomás, 1998).
Figura. 2. Representación del bisonte. Cuevas de Altamira.

Ya se ha dicho que esta realidad estaba dada por la imitación de los elementos que veía y por
aquellos que en su deseo de invocarlos, recreaba visualmente: escenas de caza, bisontes y toros
atravesados con flechas y lanzas. Expresiones muchas veces que buscaban trascender la imagen
mental para convocar la presencia del animal. Así que el hombre comenzó a expresarse por
necesidad y encontró en las manifestaciones representativas una razón social que sirviera como
puente entre lo imaginado y lo imaginario. De modo que las primeras imágenes, como
representaciones de ese imaginario, se convirtieron en lo que Burke (2001) ha calificado como
“testimonios de las fases pretéritas del desarrollo del espíritu humano”, es decir, los registros
visuales a través de los cuales se han podido leer las estructuras de pensamiento y representación
de una determinada cultura.
Figura. 3. Imagen ecosonográfica.

La sociedad se nos presenta desde esta perspectiva como un testimonio social escrito
visualmente en el que se exhibe su registro imaginario con el que cada uno de sus individuos se
interrelaciona para crear y discutir significados. Es este intercambio consensuado de registros
visionados lo que ha hecho emerger la cultura de lo visual. Una cultura que no depende de la
saturación del campo visual con imágenes, sino de visualizar la existencia e intercambiar a través
de distintas tecnologías visuales, códigos que contienen un repertorio de signos y significados.

Las primeras definiciones de cultura visual además de basarse en el cotidiano acto de ver y
buscar en el proceso la información, el significado o el simple placer asociado a la tecnología
visual, se apoyaban en la interpretación que se hiciera de cada estímulo visual percibido y
mediado por tecnologías visuales de comunicación.

Es decir, que las imágenes eran procesadas como si de una lectura se tratase, en cuyos signos se
buscaban los significados que darían forma al discurso visual. Las representaciones visuales eran
vistas entonces como estructuras sígnicas que debían ser leídas e interpretadas, de manera que el
lector o el espectador era un elemento decisivo en el proceso. Sin embargo, quedaba mucho por
andar, porque estas interpretaciones aisladas de signos no serían suficientes para comprender su
contexto histórico y social, no serían los signos individuales utilizados por las personas, un
insumo suficiente para comprender las estructuras profundas de la sociedad.
Figura. 4. Dolls. Moholy Nagy. 1926.

Habría, por el contrario, que considerar que las formas de producir e interpretar la cultura cada
vez más estaban determinadas por la articulación y reconstrucción que se hiciera de las distintas
realidades mediatizadas. La cultura visual se convierte así en un medio ambiente global o, mejor
aún, en un espacio mediático según Kommonen (2001), en el que la imagen por su naturaleza
estructurada y características de pieza única, ofrece posibilidades de ser ensamblada con otras
imágenes distintas e igualmente significativas.
Figura. 5. Imágenes del video Steps. Rybczynski. 1987

Este montaje ofrece la oportunidad de amalgamar y articular cada pieza dotándolas de función y
forma. Podríamos decir entonces que la cultura visual se presenta como un collage de lenguajes
plurales en las que perspectivas sociales, modos de educación y creencias, sin perder sus formas
individuales, se mimetizan como un todo (Abril, 2003).

Estas aproximaciones al estudio de una cultura visual dieron lugar a posteriores definiciones. Por
ejemplo Bryson et al. (1994) la concibe como la “historia de las imágenes”, considerando que su
interpretación depende básicamente del estudio semiótico que se haga de cada representación
visual. Para otros, la cultura visual consiste más bien en “una teoría social de lo visual” (Jenks,
1995), una forma de mediación entre la naturaleza social y el control que el hombre tiene sobre
ella a partir de las representaciones simbólicas.
Figura. 6. Los últimos instantes. Henry Peach Robinson. 1858

Por otro lado también encontramos la distinción hecha por Barthes (1987), quien cede al término
de cultura visual la categoría de lo interdisciplinario, sugiriendo que debe ser vista como un
objeto nuevo cuya estructura interpretativa está centrada en la respuesta que tienen los individuos
a los medios visuales de comunicación.

Un elemento en común tienen las distintas definiciones que se han visto hasta ahora, que es la
idea del observador como consumidor o productor. Es decir, que el sujeto participa activamente
en la creación de su realidad y en este sentido va redefiniendo no solamente su ubicación en el
espacio mediático sino que además manipula los límites de esta realidad entre lo que es natural y
lo que es artificial a partir de las representaciones que hace del mundo (Crary, 1999). En cierto
sentido, todos somos responsables de la escritura y lectura que hacemos de la realidad, la idea es
que seamos conscientes de la importancia que tiene en este contexto la escritura y lectura de la
imagen digital.

Bibliografía

Abril, G. (2003). Cortar y pegar. Madrid. Ediciones Cátedra (Grupo Anaya).

Barthes, R. (1987). La cámara lúcida. Barcelona: Piados Barthes, R. (1987). La cámara lúcida.
Barcelona: Piados
Burke, P. (2005). Visto y no visto. Barcelona: Crítica S.L.

Bryson, N. (1988). “The Gaze in the Expanded Field”. FOSTER, H. (ed.). Vision and Visuality. Seattle:
Bay Press, IX-X.

Crary, J. (1999). Techniques of the Observer. On vision and Modernity in the Nineteenth
Century. Cambridge, MA y Londres: MIT Press.

Crary, J. (1999). Techniques of the Observer. On vision and Modernity in the Nineteenth Century.
Cambridge, MA y Londres: MIT Press.

Jenks, C. (1995). Visual Culture. London. Routledge.

Kommonen, KH. (2001). The median spacer. Finlandia. Hrki-UIAH.

Mirzoeff, N. (2003). Una introducción a la cultura visual. Barcelona: Ediciones Paidós

Tomás, F. (1998). Escrito, pintado. (Dialéctica entre escritura e imágenes en la conformación


del pensamiento europeo). Madrid. La balsa de la Medusa.

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