CIENCIAS SOCIALES

Acta Científica Venezolana, 52: 83–95, 2001

LA PRODUCCION DE CONOCIMIENTOS EN CIENCIAS

SOCIALES
Orlando Albornoz
Escuela de Educación, Facultad de Humanidades y Educación
Universidad Central de Venezuela
oalborno@reacciun.ve

Recibido: 04/02/01; Aceptado: 26/02/01

RESUMEN: La producción de conocimientos en ciencias sociales es ad hoc, por supuesto. Los científicos de esta área no producimos
patentes, sino políticas públicas, así como que nuestra producción es esencialmente de índole académica. En este caso aparece en
publicaciones (libros, artículos de revistas especializadas, artículos en revistas no especializadas y sobre todo en artículos de prensa, un
renglón escasamente apreciado en la comunidad académica, sobre cuyo valor intelectual el propio Weber advertía, en su oportunidad)
o en trabajos académicos como las tesis, de maestría y de doctorado. En este caso hablamos de acumulación más que de producción.
Este trabajo analiza estas cuestiones en el contexto de la sociedad venezolana. Palabras clave: Producción de conocimiento, ciencias
sociales, educación superior, América Latina, Venezuela.

THE PRODUCTION OF KNOWLEDGE IN SOCIAL SCIENCES

ABSTRACT: The production of knowledge is quite ad hoc, in social sciences, as elsewhere. The scientist working in this area produces
knowledge which is transformed into public policies but which is not credited as patents. Social sciences is a by–product of academia and
takes the format of publications (books, articles in specialized and non specialized journals and in newspapers, which are not appreciated
at all by the academic community in spite that among other people Weber himself use to call the attention they certainly deserve) or in
theses at the level of magister or doctorate. In this case we speak more about accumulation than of production. In this paper we analyze
these question in the context of Venezuelan society. Key Words: Knowledge production, social sciences, higher education, Latin America,
Venezuela.

INTRODUCCION nuestras ideas pueden ser “clonadas”, sin protección algu-

Dada la naturaleza de lo social como objeto de análisis,
quienes hacemos ciencia social, pudiéramos parafrasear
la repetida y socorrida frase escrita por Simón Rodríguez:
o inventamos o erramos, por otra que dijese, no inventa-
mos pero si erramos. En efecto, los que hacen ciencia no
social -que también forman parte de nuestro objeto de es-
tudio, las ciencias sociales- transfieren sus abstracciones
a la posible aplicación de sus conocimientos a través de la
producción de bienes de uso y consumo diario. Esto es, in-
ventan no sólo ideas, sino que a través de los mecanismos
de aplicación de las mismas, éstas son transformadas en
objetos tangibles. Por ello el mercado ideó la noción de
patente, para proteger el valor añadido a esas ideas, en
el proceso de producción de los bienes. Pero el impacto
de las ciencias sociales es menos tangible. Ciertamente,
de una u otra manera acceden a los lugares de poder en
donde se toman las decisiones, pero es más común que
se trate de una producción académica que al quedar iné-
dita, esto es, sin publicar, son ideas que carecen de valor
de impacto y tienen solamente el valor burocrático, que se
traduce en la obtención de una credencial o de un ascen-
so académico. Es valido señalar que en ciencias sociales,
ya que producimos conocimiento que no genera patentes,
 Quien tiene ciencia y arte,
Tiene también religión.
Quien no tiene estos dos,
Que tenga religión.
Goethe, “Zhame Xenien”
na. Mucho más con los perversos mecanismos que per-
miten las nuevas tecnologías. La patente -que se entiende
como un acuerdo bilateral entre un gobierno y la perso-
na a quien se concede el derecho exclusivo para producir
una invención dentro de un periodo dado- tiene su equi-
valente en literatura y arte en el concepto de la propiedad
intelectual. Sin embargo, lo que producimos los científi-
cos sociales es conocimiento que una vez publicado, en el
mejor de los casos, pasa a ser propiedad común. El úni-
co control que tenemos es la noción de plagio -esto es, de
usar las ideas de otros sin reconocimiento del origen; pero
en sociedades como la venezolana esta última noción no
es acreditada como digna de observancia y libremente se
plagian las ideas, teóricas y metodológicas.a
a En este caso la cuestión se reduce al minimalismo en materia de la
originalidad de las ideas. El plagio es parte natural de procesos acadé-
micos burocratizados, que en la medida en que la comunidad académica
es de bajo perfil y la evaluación de la originalidad limitada pues acontece
que las instituciones generan y reproducen un stock de ideas cerrado y
estandarizado, caso en el cual la repetición de las ideas legitima una for-
ma común de plagio y ausencia de originalidad. Muchos documentos se
repiten en distintas publicaciones y en algunos casos las propias revistas
publican una y otra vez materiales ya publicados en otras revistas o en
libros. Esto es, la producción y la productividad se anulan a sí mismas
al omitir la exigencia de originalidad. Sobre esta materia debe verse un
trabajo excelente que revela la extensión del fenómeno en si del robo de
ideas, por J. Seeley Brown, A. Collins y P. Daguid, “Stolen knowledge”,
Educational Technology, March 1989, 10-15. En otras oportunidades he
aludido a la extendida práctica de lo que llamo corrupción académica,
entendiendo por ello este tráfico de ideas que resultan en actividades ilí-
citas e ilegítimas, sobre lo cual no existe criterio de sanción, en nuestra
vida académica e intelectual.
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De hecho lo que se denomina fraude académico no es
un tema de conversación en Venezuela. Al no existir eva-
luación externa de los materiales que se publican, por-
que no hay ni critica ni academia en el sentido competi-
tivo del término, estos pasan por simplemente publicados,
sin análisis posterior. El fraude y la estafa académica son
así indetectables y en todo caso carecen de importancia.
La reputación de un académico descansa generalmente
en su vinculación y acceso a las fuentes de poder, institu-
cional y abierto, más que en su tasa de producción y de
productividad y en el mejor de los casos es cuestión de
número, de cantidad, no de calidad.b
Los científicos sociales operamos de otra manera.
Nuestras ideas pueden ser aplicadas sólo a través de po-
der generar políticas públicas, pues no inventamos bienes
tangibles, sino que descubrimos asociaciones cuya ca-
pacidad predictiva es relativamente débil, como débil es
nuestra capacidad para influir en quienes toman las deci-
siones, esto es, los políticos, cuya racionalidad obedece a
otros factores, a menudo ajenos a la más elemental racio-
nalidad y apoyados en un alto grado de emotividad. Estas
cuestiones fueron tratadas hace años por el eminente so-
ciólogo alemán Max Weber (1864-1920), en sus ensayos
considerados esenciales en el tema, Politik als Beruf -La
política como vocación, 1918- y Wissenschaft als Beruf
-La ciencia como vocación, 1918.c En este caso la ciencia
asume una cierta neutralidad, buscando apoyar asertos y
afirmaciones en datos y argumentaciones que sean “ve-
rificables”. En el caso venezolano y siguiendo la línea de
pensamiento del pensador alemán cabría decir que nues-
tra vocación ha sido la de identificar la ciencia social con la
vocación política, no con la científica. Los furiosos ensayos
de José Rafael Pocaterra o de Carlos Irazabal, la sibilina
justificación de la dictadura gomecista, en Vallenilla Lanz,
contienen una tradición que mantenemos vigente hoy en
día, en el año 2001, aquella del activista, la de quien por
encima de todo otro precepto quiere transformar, cambiar,
radicalizar, construir el nuevo mundo y el hombre nuevo,
dejando de lado que la praxis social nos apunta que la so-
ciedad es relativamente autónoma a los deseos humanos
y que estas posturas comprometidas salvaguardan nues-
b En el mundo académico norteamericano, por lo contrario, estas co-
sas son tomadas muy en serio. Véase, por ejemplo, un libro importan-
te sobre el tema, por Lesley Grayson, Scientific deception: an overview
and guide to the literature of misconduct and raud in scientific research,
British Library, London, 1996. En Venezuela, mas bien, es común el des-
conocer los títulos y credenciales académicas, hasta el punto de que la
denominación de doctor es de uso común, atribuible a cualquier perso-
na que no demuestre lo contrario. A finales del año 2000 se habló en
la prensa de cómo el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia había
obtenido un título de doctor, al parecer en forma fraudulenta, sin que ello
causara averiguación alguna. Sin embargo, los problemas de la ética de
la ciencia son comunes en la academia norteamericana, valga añadirlo.
Un libro de interés es por Patrick Tierney Darkness in El Dorado: How
Scientist and Journalist Devastated the Amazon, un libro dedicado a los
efectos perversos de las investigaciones científicas entre los Yanomami,
un grupo indígena que se halla ubicado en la frontera de Venezuela con
Brasil.
c Weber, usaba el término Wissenschaft como “disciplinas intelectua-
les”, más que como ciencia, solamente, ya que el mismo abarcaba según
Weber a las humanidades y a las ciencias sociales.
Albornoz
tra conciencia pero dejan incólumes los mecanismos so-
ciales que deseamos transformar.d Por ello un prolegóme-
no de cualquier análisis acerca de la producción y produc-
tividad en ciencias sociales en Venezuela, como quizás
en la Región, debe comenzar por aceptar esta premisa,
la ciencia social ha sido vista como una vocación hacia la
praxis, esto es, como un instrumento de interpretación del
mundo, para transformarlo, para usar la recurrente expre-
sión de Marx.e En efecto, la postura opuesta a la de Weber
es, la de Karl Marx, quien proponía el compromiso político
del científico, tesis llevada al extremo por Vladimir Illich Le-
nin, para quien la ciencia no era sino un instrumento para
la actividad política.f
La academia contemporánea ha movido su eje, de la
producción de egresados de sus aulas, por el de la pro-
ducción de ideas, esto es, de nuevas ideas, tanto en el
terreno estrictamente de pensamiento y reflexión acadé-
mica como en el área de la aplicación de las mismas.
Es una tendencia internacional, ciertamente. Los sistemas
más avanzados de la educación superior contemporánea,
se plantean mantener un flujo permanente y constante de
producción de conocimiento, para poder mantener así su
competitividad internacional. El Informe Dearing, en el ca-
so británico, por ejemplo, mantiene en forma taxativa y
axiomática un principio emblemático de los sistemas de
educación superior dirigidos a una interpretación dinámi-
ca del mundo. En efecto, se expresa en este Informe que
“. . . para ser una nación exitosa en un mundo competitivo”
el sistema británico tiene que poseer un nivel de calidad
de categoría competitiva en el ámbito mundial. Esto es,
los objetivos británicos señalan que este país debe:
d Los ensayos de Weber aludidos fueron discutidos previamente en
conferencias en 1918, ambas en la Universidad de Munich. Weber, por
supuesto, expresaba ideas contra todo autoritarismo y defendía el pen-
samiento social demócrata. Véase la traducción al inglés, con edición e
Introducción por H. H. Gerth y C. Wright Mills, From Max Weber, Essays
in Sociology, Oxford University Press, 1946. Es oportuno comentar que
los principios de los políticos son los de intervenir y de dirigir el comporta-
miento de los sistemas sociales, pero estos son “tercos”, por naturaleza.
Esto es, a mayor intento de control de los mismos menor eficiencia social.
Ciertamente, los intentos de control en espacios reducidos y relativamen-
te aislados, como Cuba y Singapore, por ejemplo, pueden ser exitosos,
pero en sistemas complejos esta posibilidad de control disminuye, como
sería el caso de Brasil o el propio venezolano.
e Para un análisis profundo acerca de las ideas de Weber y de Marx
véase el libro Max Weber and Karl Marx, por el profesor de Heidelberg
Karl Löwith, editado y con una Introducción por Tom Bottomore y William
Outhwaite (London, England: George Allen & Unwin, 1982).
f Esta es la tesis “revolucionaria” que se propone actualmente en
Venezuela, con la noción de invedecor (Investigar-Educar-Comunicar-
Organizar), una estrategia social para el control político falsamente apo-
yada en su metodología por el procedimiento de investigación-acción.
La referencia en el IV Encuentro Nacional de Investigación-Acción, “In-
vedecor y la construcción de las redes sociales”, 5-8 de diciembre de
2000, Maracay, Venezuela. Según esta tesis las redes sociales organi-
zadas habrán eventualmente de sustituir al Estado como tal. El eslogan
es simple, desmontar el Estado, todo el poder a las redes, a semejanza
de todo proyecto totalitario, evidentemente. Interesante comentar como
los opositores al proyecto de Chávez, en educación, quieren igualmen-
te “desmontar al Estado”, para colocarlo al servicio de sus intereses,
en este caso aquellos de organizaciones como la Iglesia Católica, ideas
contenidas en un Proyecto de Ley Orgánica de Educación que circula en
el país (diciembre 13, 2000).
Producción de conocimiento
“. . . estar en el liderazgo de las prácticas en el
ámbito mundial en la enseñanza-aprendizaje. . . y
encabezar o al menos igualar lo mejor en el ám-
bito mundial en investigación científica, haciendo
estos hallazgos accesibles a la nación para su
desarrollo y beneficio”31 .
En el caso de las ciencias sociales la presión para producir
nuevo conocimiento y su consecuente aplicación es más
amplio que en otras disciplinas. Esto se debe a la propia
naturaleza de las ciencias sociales, entendiendo por éstas
aquellas disciplinas que genéricamente hablando se ocu-
pan del hombre y de su comportamiento, incluyendo a los
mismos productores de conocimiento y de saber, en es-
te caso saber tácito y explícito. Sin embargo, las mismas
están sujetas a influencias ideológicas sumamente mar-
cadas, más que en otras disciplinas, en este caso de las
ciencias naturales. En este sentido es relativamente sen-
cillo señalar la evolución histórica de las ciencias sociales
en Venezuela. En la primera mitad del Siglo XX lo que se
hacía en esta materia era lo que genéricamente podemos
denominar pensamiento social. Ya en la segunda mitad
del Siglo apareció un conjunto de instituciones académi-
cas que hicieron posible una visión más científica de la
realidad social.
Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. El pensa-
miento académico ha estado sometido al marxismo or-
todoxo de aquellos manuales del soviético Konstantinov
y sobre todo del escrito por la chilena Marta Harnecker,
uno de los libros más vendidos en idioma castellano así
como de los pensadores franceses como Althusser, Fou-
cault y Poulantzas y así en otros momentos bajo el predo-
minio del funcionalismo puro, apoyado en el pensamiento
anglosajón. En el caso venezolano el marxismo fue una
lápida pesada.g Por esa vía se llegó a veces a extremos
irracionales5 , en algunas oportunidades bajo el formato de
conductas represivas, contra los infieles.h El auge del pen-
samiento marxista tuvo su epicentro en aquella postura,
interesante, de apoyo a la Revolución Cubana, de 1958,
y la oposición al imperialismo norteamericano. Entonces
todo aquello que tuviera vinculación con el pensamiento
sajón era eliminado automáticamente, considerado “prag-
matista” y peor aún “positivista”. Ello lleva a las ciencias
sociales en el país a un retroceso importante, porque se
subordinaron a expresiones de fundamentalista que tuvie-
ron a su vez expresiones extremas. Tal como en otro senti-
do expresa López Segrera, al comentar que los científicos
g Cuando digo que fue, me refiero al predominio del marxismo ortodo-
xo en la academia venezolana, en las áreas de ciencias sociales, pero
ciertamente el marxismo retorna, en el régimen bajo el liderazgo de Chá-
vez, porque en parte es uno de los elementos de su doctrina, si bien la
misma mezcla muchas ideas y técnicamente hablando no pudiera de-
cirse que Chávez es marxista, no obstante que muchos de quienes le
acompañan en el gobierno aún creen la viabilidad práctica de esta doc-
trina.
h En las diversas escuelas de las ciencias sociales de las universi-
dades autónomas el guión era cambiado prácticamente cada día, y a
veces del marxismo ortodoxo a las posturas de los líderes chinos o de
Vietnam. Aún aquellos con la mayor vocación acomodaticia a menudo re-
nunciaban a estar en línea con ese guión, habida cuenta de los cambios
a veces cotidianos de los mismos.
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sociales han sido vistos tradicionalmente como parientes
pobres por las ciencias duras y las humanidades:
“. . . En América Latina esto ha sido aún peor
en una época de auge neoliberal, en que todo co-
nocimiento que no tenga uso práctico inmediato
queda devaluado”.
Si podemos hablar en Venezuela de un “auge neoliberal”,
a partir de la desaparición del socialismo en los países
que entonces estaban tras la Cortina de Hierro, en 1989,
es bastante cierto afirmar que entre 1960 y 1980 las cien-
cias sociales se movieron alrededor de la hegemonía del
pensamiento marxista y todo lo que fuese ajeno a ello que-
daba no solamente devaluado, sino perseguido, práctica-
mente. Muchas carreras académicas se hicieron y otras se
deshicieron en el fuego fatuo del marxismo ortodoxo y las
investigaciones empíricas en ciencias sociales quedaron
relegadas, ya que en esos años se impuso una exagera-
da visión historicista de las ciencias sociales, momentos
en los cuales, incluso, se llegó a hablar de una arqueolo-
gía marxista, una exageración de mal gusto, simplemente.
En cualquier caso fue una época en la cual se dividió a
las ciencias sociales en ciencia burguesa y ciencia mar-
xista, una división más real de lo que se suele suponer,
pues ambas perspectivas obedecen a una división de la
sociedad que se estudia. Estoy refiriéndome a la noción
de ciencia burguesa vs ciencia marxista, la primera de
las cuales reclama para sí la conceptualización de obje-
tiva mientras que la segunda se presenta como una inter-
pretación destinada a cambiar y transformar, más que a
comprender, solamente.i
Es poco lo que pueda decirse para significar el elevado
contenido ideológico de esas dos décadas. El marxismo
y su extensión el marxismo-leninismo no tenía nada de
“imaginario”, en el sentido que le proporcionó a esa ex-
presión el sociólogo francés Raymond Aron6 . Era un mar-
xismo real, dogmático y sectario, una versión tropical del
estalinismo más radical. Incluso si no fuese un apoyo ex-
cesivamente cómodo casi diría que lo que imperaba en-
tonces era un “marxismo salvaje”.j Eran años en los cua-
les el marxismo no se apoyaba en las portentosas ideas
de Marx, sino en la bastardización de las mismas, en libros
tales como el Manual de Economía Política, de la Aca-
demia de Ciencias de la URSS, publicado en Grijalbo en
México, en 1956 y el libro mucho más ortodoxo por M. M.
Rosenthal y G. M. Straks, Categorías del materialismo
dialéctico, publicado por la misma editorial, en México, en
1959. Ambos libros, obras emblemáticas del pensamiento
marxista dogmático, traían en sus páginas interpretacio-
nes históricas y epistemológicas que hoy en día causan
una cierta sonrisa, pero que entonces eran parte de la
i Esta es una distinción que renace en los años de la V República,
esto es, el gobierno presidido por el Presidente Hugo Chávez, que cier-
tamente tienen una base ideológica inspirada en el marxismo tradicional.
j Obviamente me apoyo en la expresión usada constantemente por el
Presidente venezolano Hugo Chávez, de “neoliberalismo salvaje”, para
acentuar los defectos de políticas económicas apoyadas exclusivamente
en el mercado, en forma “salvaje”.
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pesada loza que durante años fue el monopolio del pen-
samiento social, en las universidades autónomas, porque
en las universidades privadas reinaba, por lo contrario, un
anti-marxismo y un anti-comunismo virulento y más secta-
rio que el otro, si ello fuese posible.k Fueron los tiempos
en los cuales cada clase de cada profesor de cualquier
área de lo social comenzaba sus clases con las expresio-
nes propias de los dogmáticos, “Como decía Marx. . . ” o
bien se glorificaba a la URSS, como la primera potencia de
la humanidad, destinada a “enterrar el capitalismo”, para
usar reiterada expresión de Kruschev, dicha en su célebre
discurso ante las Naciones Unidas, el mismo líder político
que en su momento descubriría ante el mundo el trágico
carácter de la dictadura de Stalin y las maldades sin fin
de aquella siniestra visión política social del Archipiéla-
go Gulag, 1918-1956, que iba a describir en forma genial
Alexander Solzhenitsyn, sobre todo en su libro Un día en
la vida de Iván Denisovich y el propio Boris Pasternak,
en su Doctor Zhivago.
Era la época en la cual se creía que, tal como se podía
leer en el Manual citado, que “Al tiempo que al capitalismo
es inherente la competencia entre los países y el sojuzga-
miento de unos países por otros, el socialismo se carac-
teriza por la amistosa colaboración económica y cultural
entre los países que forman el campo socialista, para el
auge económico general de estos países y el florecimiento
de su cultura. El nuevo mercado mundial democrático del
campo socialista se extiende cada vez más, y ello consti-
tuye uno de los más importantes factores que contribuyen
a la prosperidad de la economía del socialismo”. Eran los
años de la década los años sesenta, cuando se creía, en
efecto, que “. . . el sistema de la economía socialista re-
vela cada año más palmariamente su superioridad sobre
el sistema económico capitalista” y por ello “La grandio-
sa perspectiva del desarrollo progresivo de la humanidad
es la sociedad comunista sin clases. . . la Unión Soviética
cuenta con todo lo necesario para la edificación de la so-
ciedad comunista”. Era, ciertamente, no sólo un marxismo
k Si ello fuese menester es apropiado aclarar en esta oportunidad que,
como científico social, me considero formado dentro de una tradición his-
tórica intelectual en donde cabe con holgura Marx y los pensadores mar-
xistas, así como los neomarxistas y aquellos del positivismo y los neopo-
sitivistas y cualquier otra postura teórica o doctrinaria. Es una necedad
llamarse “marxista”, como lo es llamarse “weberiano” o “parsoniano” o
lo contrario, “anti-marxista”, “anti-weberiano” o “anti-parsoniano”. Siem-
pre he creído que si alguien dice ser creyente de una doctrina o postura
teórica de la ciencia la menoscaba, por definición, ya que ser científico,
sea de la física o de la sociología, significa formar parte de un tronco
teórico común, que es a su vez la suma de una tradición. Lo más anti-
pático, entonces, del marxismo ortodoxo que predominó en estos años
de las décadas de los sesenta y setenta, apartando su efecto político
e ideológico represivo y perverso, al menos en las universidades públi-
cas venezolana, es haber creado una adoración a un pensamiento, con
exclusión de otros, creando a su vez un vacío teórico una vez supera-
da esa creencia en forma cuasi religiosa del formidable pensamiento de
Marx. Este, útil hoy en día como en el Siglo XIX, pero inútil si se le quie-
re transformar en un instrumento ciego de fe, por las razones obvias de
que el mismo responde a coordenadas históricas ya desaparecidas. Es
la misma objeción que tengo, por cierto, al uso del pensamiento de Bo-
lívar, para construir una doctrina aplicable a realidades completamente
distintas, las actuales, vis à vis aquellas que enfrentó el líder político y
militar venezolano en el Siglo XIX.
Albornoz
imaginario, sino una realidad imaginada en el voluntaris-
mo en el cual devino aquella fantasía del predominio del
sistema socialista.l Era la época en la cual en el libro sobre
Categorías. . . se elevaba la noción de ley a la de dogma.
Pareciera entenderse que hay una diferencia entre “leyes
objetivas” y tendencias, esta última noción la que halla-
mos más apropiada, los científicos sociales. Es decir, no
hay “leyes” sino tendencias. Pero, en efecto, se lee en es-
te libro que “La burguesía reaccionaria está interesada en
negar la objetividad de las leyes por una serie de motivos:
en primer lugar, porque es reacia a la concepción cientí-
fica y materialista del mundo y necesita del apoyo de la
religión, como uno de los pilares ideológicos más impor-
tantes. En segundo lugar, porque la negación de las leyes
objetivas ayuda a la burguesía a ”justificar“ la arbitrarie-
dad y el aventurerismo, que son rasgos característicos de
su política en la época de la descomposición del capitalis-
mo. Y, en tercer término, la negación del carácter objetivo
de las leyes le sirve para negar que el desarrollo de la
sociedad discurre objetivamente y, ante todo, le sirve pa-
ra negar el carácter inevitable, con sujeción a leyes, de la
desaparición del capitalismo y de su sustitución por el so-
cialismo”.m Hoy en día es fácil sonreír ante la ingenuidad
de aquellas posturas “epistemológicas”, pero entonces do-
minaba en la academia venezolana, en ciencias sociales,
un espíritu dogmático que creía en forma axiomática en
estas cuestiones. Quien dudara del carácter objetivo de
las supuestas leyes sociales o cuestionara la inmediata
sustitución del capitalismo por el socialismo era práctica-
mente castigado y a menudo perseguido por la intoleran-
cia del autoritarismo ideológico marxista de entonces. En
esos años -importante señalarlo- el fundamentalismo mar-
xista impidió y obstaculizó al infinito la lectura y manejo de
la literatura producida en el país, porque los manuales ela-
l A título personal me permito hacer memoria de la reunión de la ISA
en Washington, en donde por primera vez escuché a Konstatinov, quien
en un “discurso” completamente distinto al de su libro se permitió hacer
cuestionamientos interesantes al marxismo prevalente en la época, las
mismas críticas, por cierto, que le había escuchado a Tom Bottomore, en
nuestro seminario sobre marxismo, en The LSE. El entonces célebre lí-
der ideológico soviético discutió en esa oportunidad con Talcott Parsons,
en un fascinante intercambio de ideas, de aquellos dos gigantes del pen-
samiento. Me cabe decir que según entiendo, el soviético tenía menos
reputación en su país que en el exterior. Algunos sociólogos jóvenes de
entonces, como Pierre Bourdieu y un servidor, proseguimos aquella dis-
cusión, prácticamente hasta el día de hoy. Cabe señalar que si en aquel
momento el líder soviético se permitió críticas interesantes al sistema so-
cial de la URSS debo acotar que Parsons no fue nunca un defensor pro
domo sua del sistema capitalista. De hecho no todo pensamiento social
sajón ni era “funcionalista” ni era ajeno a criticar las injusticias del ca-
pitalismo, como sistema social. Las críticas más duras y severas a este
sistema, probablemente, hayan sido elaboradas por pensadores nortea-
mericanos y británicos, seguidores de la tradición liberal libertaria de la
sociedad sajona, no solamente en el caso del socialismo fabiano, sino de
la influencia ejercida en USA por los pensadores europeos desplazados
por el nazismo y por el propio estalinismo. Sobre el pensamiento de Par-
sons véase, en castellano, su Autobiografía intelectual, elaboración de
una teoría del sistema social (Bogotá, Colombia: Ediciones Tercer Mun-
do, 1978). Es oportuno acotar, por ejemplo, en este orden de ideas, las
críticas de Weber al capitalismo, sobre todo su noción de desperdicio,
concepto acuñado en la oportunidad de su conferencia sobre la estruc-
tura social alemana, en la Universidad de Chicago.
m Op cit. p. 164.
Producción de conocimiento
borados por el catecismo marxista suplían las respuestas
a todas las interrogantes, un efecto perverso que podemos
observar hoy en día en la enseñanza de las ciencias so-
ciales en el país, una comunidad académica dependiente
que descarta a priori la literatura y producción nacional.
De pronto, sin embargo, súbitamente, en 1989, se des-
plomó aquella fantasía, cruel y trágica, del socialismo real.
Curiosamente se silenciaron estos temas, como si nada
hubiese pasado. Los marxistas de entonces se volvieron
social demócratas o se mantuvieron el margen, pero aten-
tos, eso sí, a los vaivenes ideológicos de la ciencia vista
como teología, dispuestos como entonces a cambiar de
chaqueta e incorporarse a los nuevos “paradigmas” ideo-
lógicos. Pero esto no tiene nada que ver con ciencia social,
sino, en todo caso, como parte de un complejo proceso
mediante el cual el que hacer científico social no puede
escaparse de esos vaivenes y más bien tiene que sobre-
vivirlo, de una u otra manera.
¿QUE ES PRODUCIR CIENCIA SOCIAL? ¿CUANTO SE
PRODUCE EN VENEZUELA EN CIENCIAS SOCIALES?
Venezuela tiene un sistema de educación superior re-
lativamente mayor a sus capacidades y a sus propias ne-
cesidades académicas. Esto es, tanto las necesidades del
mercado laboral, como las de aquellos que enseñan e in-
vestigan en sus instituciones, son menores al volumen del
sistema. Esto ha redundado en una disminución de la ca-
lidad, genéricamente hablando, no obstante que se han
preservado las lagunas de excelencia que el país exhibe,
con evidente orgullo. En todo caso, habida cuenta del ta-
maño del sistema en si, la producción de conocimientos es
relativamente pequeña. Eso no es un problema único de
nuestro país, sino una tendencia latinoamericana. México,
por ejemplo, es un caso análogo al de Venezuela, con ci-
fras comparables, tanto en cuanto al tamaño del sistema
como de sus niveles de producción y de productividad.
Naturalmente, producir ciencia -en este caso ciencia
social- no es sencillo ni fácil. Es un proceso laborioso y
delicado, pues estudiamos un objeto que es, al mismo
tiempo, sujeto. Nuestra materia prima, para hacer inves-
tigaciones empíricas, es un sujeto que posee opinión y
cuyos criterios varían según las mismas circunstancias en
la cual opera el investigador. No obstante los diversos es-
fuerzos por elaborar metodologías que omitan el esfuerzo
riguroso del trabajo de campo, tal como lo entendemos
quienes hacemos ciencia social empírica, cuantitativa, no
es posible arribar a conclusiones científicas sin ese pe-
noso trabajo de campo a través del cual se hurgan datos
que pertenecen a quien los suministra. Ciertamente, hacer
ciencia social empírica es algo más que hacer encuestas,
aquellas en donde las respuestas son estrictamente opi-
niones y generalmente dicotómicas, si y no, blanco y ne-
gro. Este argumento nos conduce al delicado problema de
dilucidar cómo los hallazgos de las ciencias sociales no
son necesariamente convertibles en ciencia aplicada, por-
que esta esfera pertenece a quienes tienen la capacidad
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de decisión (poder político) y no de aquellos que tenemos
solamente resultados (saber, reflexión, argumentos, todos
bien imprecisos, porque nuestro objeto es inasible desde
el punto de vista de precios y predicción). Por ello sí bien
quien hace ciencia dura puede aspirar a que su conoci-
miento se traslade a saber aplicado a través de las so-
luciones de índole tecnológica, el saber social puede ali-
mentar políticas públicas, nuestro equivalente a patentes,
solamente cuando podemos influir en la toma de decisio-
nes. Efectivamente, si miramos el problema desde el án-
gulo de los productos es evidente de suyo que lo que se
produce en ciencia y tecnología dura no es cuestionado
por la población, como ocurre en el caso de la industria
farmacéutica y la medicina. Estas invenciones se tradu-
cen en productos indiscutibles. Sin embargo, lo que pro-
ducimos en ciencias sociales, nuestros descubrimientos,
pueden traducirse sólo en políticas públicas, que tienen la
propiedad de ser susceptibles de la opinión y criterios por
parte de la población. Por otro lado, para traducir descu-
brimiento en política pública hemos de tratar de intervenir
en las decisiones de quienes controlan el poder político,
el poder de aplicar descubrimientos en políticas, casos en
los cuales muchas veces no podemos ni siquiera discutir
ni menos combatir los efectos negativos de políticas públi-
cas tomada en forma intuitiva y a menudo equivocadas, ni
influir en los casos de efectos que son con frecuencia un
resultados aleatorios.
Cabe dejar establecido en este documento que en tér-
minos generales la noción de ciencia se aplica a quien
trabaja las ciencias duras, no para aquellos que hacemos
ciencia social. Las primeras producen invenciones las se-
gundas descubrimientos, como ha quedado establecido.
Aún las revistas populares, como Science y Newsweek,
en sus ediciones de finales del año 2000, han señalado
los avances científicos del año y en ningún caso aluden
a los descubrimientos generados en las ciencias sociales.
Las invenciones son aceptadas por la sociedad en gene-
ral, los descubrimientos son recibidos con indiferencia y
en todos los casos bajo el espectro de la controversia,
porque éstos pueden recibir más de una lectura, puesto
que generalmente son susceptibles de interpretaciones, a
menudo contrapuestas. Todos aceptan que los espectacu-
lares descubrimientos que posibilitaron descifrar el código
genético son ciencia, pero no todos estarían dispuestos a
aceptar un postulado relativo a los descubrimientos igual-
mente espectaculares de los patrones de consumo en el
nivel del hogar o del porque del comportamiento de las mi-
norías étnicas y su rendimiento escolar. Los últimos serán
siempre controversiales, no obstante las evidencias em-
píricas que los sustenten. No puedo menos de recordar
en esta oportunidad el portentoso estudio elaborado por
Gunnar Myrdal, Asian Drama, An Inquiry Into the Poverty
of Nations (1968), que entonces descubrió las enormes di-
ficultades que tendrán algunos países asiáticos para su re-
cuperación económica y social, aislando el factor religión y
como este es una obra citada muy rara vez, en la literatura
científica. Esto es, fue una obra considerada controversial
y, probablemente, políticamente incorrecta.
88
La traducción de conocimiento a producto, entonces, es
la tarea más compleja que pueda imaginarse y el científico
no tiene nada que decir en este terreno. En otras palabras,
transformar saber en valor es un mecanismo cuyas carac-
terísticas escapan a la voluntad y posibilidades de quienes
producen el saber. En la práctica social, incluso, a menu-
do los hallazgos de las ciencias, en este caso sociales, van
contra corriente con las tendencias ideológicas y políticas
de quienes tienen el poder, caso en el cual dichos hallaz-
gos no tendrán eco, no se verán reflejadas en el ámbito
del poder4;13 .
Los científicos sociales abonan a su terreno una elevada
dosis de lo que discretamente podemos llamar un ideolo-
gical bias. Quizá los científicos sociales no enloquecen
como algunos de los matemáticos que arriban a la locura
concentrándose en el concepto del infinito, esa noción de
infinito e infinitud que inútilmente han buscado los mate-
máticos equivalen en ciencias sociales a la desfragmenta-
ción intelectual en busca de la revolución, esto es, la trans-
formación total de los sistemas sociales, teorema que va
precisamente en contra de todos los axiomas de las cien-
cias sociales, según los cuales los sistemas sociales cam-
bian en forma iterativa y no en forma total. Desconociendo
de ese modo un axioma técnico, los sistemas sociales no
son manejables, porque el comportamiento de sus unida-
des tiende a la dispersión y no a lo centrífugo2;3;15 .n
El volumen de los productores de ciencia, en Venezuela,
es relativamente bajo. Los datos del Sistema de Promo-
ción al Investigador SPI, un programa de promoción a la
investigación científica, que tiene ya una década en ope-
ración, revelan el tamaño modesto de la comunidad cientí-
fica del país, apenas unos 1.618 miembros (resultados de
la convocatoria del año 2000) del total de cerca de 40.196
(35.181 en el sector público del sistema, 5.015 en el sec-
tor privado) personas dedicadas a la docencia e investiga-
ción en instituciones de educación superior. De estos 334
se hallan en la categoría de ciencias sociales, esto es, el
20 por ciento del total de los miembros de la comunidad
científica del país, que corresponde al 4 por ciento del to-
tal referido. Esta es una cifra relativamente irrelevante, de
acuerdo con el cálculo del valor agregado que pueda tener
el producto de la ciencia social según sea calificada por el
indicador empleador en esta oportunidad. Porque el SPI
responde a un legítimo análisis cuantitativo, sin entrar a
evaluar internamente la calidad de los productos, porque
en Venezuela ésto requeriría una opinión pública acadé-
mica, inexistente, así como estudios de cientometría, que
no se hacen en Venezuela, en donde se trabaja con el sis-
tema de juicios de pares, que tiene un enorme ingrediente
de subjetividad. En ese caso, probablemente, se detecta-
rían repeticiones, inconsistencias y debilidades, teóricas y
metodológicas, que harían llevar el peso citado del 4 por
ciento a una cifra menor. Cabe señalar observaciones ob-
vias, en cuanto al que hacer en ciencias sociales en el
n Por supuesto, no descarto que la típica obsesión del científico se
produzca por igual en el campo de las matemáticas o de la sociología.
La vida de un eminente matemático, Kurt Gödel es emblemática, en este
sentido.
Albornoz
país, formuladas por investigadores ubicados en un esca-
so número de instituciones, en universidades autónomas
y en centros metropolitanos. De hecho del total citado de
334 investigadores clasificados en el SPI el 82 por cien-
to de los mismos labora en una de las siguientes cuatro
universidades autónomas: Universidad Central de Vene-
zuela (116), Universidad de Los Andes (47), Universidad
del Zulia (36) y Universidad Simón Bolívar (75). Ninguna
institución privada tiene lugar alguno en esta actividad, ex-
cepto en forma marginal, específicamente en la Universi-
dad Católica Andrés Bello, la única institución privada con
vocación por la investigación, en ciencias sociales, si bien
su figuración en el mapa nacional es imperceptible.
Naturalmente, en la sociedad del conocimiento las ins-
tituciones de educación superior desempeñan un papel
distinto al tradicional, pues en vez solamente de entrenar
profesionales están en la obligación de producir conoci-
miento. Esto obliga a redefinir el propio concepto de la
academia, como tal, puesto que se redefine a su vez el
concepto de la relación entre empleo y trabajo, la natura-
leza del proceso de producción de conocimiento, el valor
de los productos y, sobre todo, la noción de tiempo. El día
de la universidad tradicional, tipos de institución aún co-
munes en el país, laboran sobre la base de un día menor
a 24 horas, días medidos por lapsos, cuya unidad es la
duración de la hora de aula, menor a los 60 minutos de la
hora. La nueva noción de tiempo es de un día superior a
24 horas, gracias a las extensiones temporales que permi-
ten al investigador, en este caso, laborar más de 24 horas.
Esto es, la nueva economía demanda una nueva organi-
zación laboral, para poder generar y producir conocimien-
to. En este sentido, probablemente, la producción de este
bien en el sistema educativo venezolano de nivel superior
es relativamente baja, simplemente porque las institucio-
nes actuales fueron diseñadas para producir docencia y
no para generar productos a través de la investigación. An-
te la improbabilidad de cambiar a las instituciones la solu-
ción para aumentar los niveles de producción tendrían que
consistir en hacerle un by pass a las actuales institucio-
nes y crear un aparato paralelo diseñado para las nuevas
funciones de la sociedad del conocimiento7 .
Si bien no es la oportunidad para hacer este análisis,
cabe señalar que habida cuenta que la sociedad venezo-
lana no es una sociedad del conocimiento, es una socie-
dad orientada hacia el poder, las demandas de consumo
no se hallan apoyadas en aquellos mecanismos derivados
de la producción del mismo, sino en los procedimientos
para adquirir poder, que conduce a los privilegios. El apa-
rato productivo del país está asociado a una industria ex-
tractiva de carácter internacional, que consume poca cien-
cia social. La producción-consumo de este tipo de saber
está reducido al ámbito académico, cuyos patrones tanto
de producción como sobre todo de consumo son relati-
vamente bajos, añadiendo que, según mis estimaciones
el consumo es aún menor a los valores de producción y
productividad, por escasos que estos sean.ñ Todos los in-
ñ Puedo añadir, en este caso, que en nuestro país los libros acadé-
Producción de conocimiento
dicios nos llevan a pensar que la sociedad venezolana,
en tanto no es una knowledge-based society, sustituye
el consumo de ciencia social por el de materiales de opi-
nión. Tendríamos que profundizar en esta línea de argu-
mentación. La sociedad venezolana es sumamente dada
a producir opinión, laborando en materia de ideas sobre
la base de una sociedad oral y de informaciones de pren-
sa y de televisión, esto es, en donde priva la opinión y
no el fundamento del argumento37 .o Incluso los estímulos
a la investigación han degenerado en una producción sin
cadena, esto es, que se produce solamente por razones
burocráticas y no buscando una cadena de producción-
distribución-consumo, porque las dos últimas son casi in-
existentes. Ciertamente, no se trata de negar el papel del
conocimiento en una sociedad como la venezolana, con
amplios segmentos de modernización, sino el de destacar
como los contornos de nuestra sociedad no se apoyan en
el conocimiento como tal38 . Desde el punto de vista episte-
mológico, sociológico y económico sería improbable poder
sustentar que hemos arribado a una sociedad del conoci-
miento, en el país. Vivimos más bien en una situación que
Allport hubiese denominado una sociedad del rumor, oral,
impresionista, que estima poco los hechos y el análisis
de los mismos. La charlatanería y el mito se unen en es-
te tipo de sociedad para impedir y obstaculizar una cierta
racionalidad intelectual. Lo que ocurre es una especie de
closing of the Venezuelan mind, en la línea del pensa-
miento de Bloom, pues esos mitos y expresiones impiden
una adecuada comprensión de la realidad. A ello se añade
una excesiva politización del discurso público de las cien-
cias sociales, con modalidades fácilmente ideologizables
como la investigación-acción, que estrechan el mercado
de ideas y disminuyen el consumo de las mismas, por-
que el consumo de teorías y metodologías aumenta con
la variabilidad de los productos a los cuales tiene acceso
el consumidor, en este caso quien consume bienes produ-
cidos en el área de las ciencias sociales. Del mismo modo
si el sistema académico opera con limitaciones expresas
a través de individuos y grupos de presión, en ausencia de
una comunidad académica nacional, el consumo de ideas
queda reducido por falta de información de aquello que se
produce en los centros de producción de ciencia y de pen-
samiento social y por interés de proteger a los grupos que
operan en forma cerrada y con esas formas ideologizadas
micos suelen alcanzar la cifra de 500 copias, muy pocas de las cuales
se ponen a la venta, pues están destinadas a ser obsequiadas, como un
bien sin valor. Las revistas de las ciencias sociales mantienen este volu-
men de 500 copias. Ello en un mercado potencial de cerca de un millón
de personas.
o Los artículos de prensa no son deleznables, como fuente de infor-
mación y como instrumento de expresión intelectual. Incluso, podría de-
cirse, sin temor a duda, que buena parte del pensamiento cotidiano es
elaborado en la prensa diaria venezolana, en la forma de los artículos de
opinión. En este sentido es de recordar que Max Weber, en su condición
de secretario-tesorero de la Sociedad Alemana de Sociología, en 1910,
elaboró una propuesta de investigación, sobre el tema, “Sociología de
la prensa”. El ensayo de Weber fue publicado en una colección de en-
sayos de Weber en 1988). La traducción al castellano por el sociólogo
colombiano Carlos Mosquera, de la Universidad Pedagógica Nacional,
en Bogotá, y publicado en la Revista Colombiana de Educación, NÆ 38-
39, 1999.
89
citadas. Se unen el realismo mágico, mito y realidad, sin
duda, en una sola idea10 .p
Frente a la necesidad de refabricar la realidad, de atri-
buir la noción de contexto a fin de poder abordar esa rea-
lidad en un sentido metateórico, el mito se alza como una
barrera que obstaculiza la capacidad de percepción de
la misma. Ciertamente, nuestra Región -y, en este caso
nuestro país se debate entre la noción del mito y aque-
lla de la realidad27 .q La tarea del científico social, según
entiendo, es la de refabricar la realidad16 . Interesante se-
ñalar que el control de calidad en el país en materia de la
información relativa a los hechos es curioso, por decir lo
menos. La mitología cubre todo el espectro de lo que en
abstracto podemos denominar el discurso público en la so-
ciedad venezolana. Un ejemplo relevante es afirmar que el
líder neogranadino Francisco de Paula Santander dispuso
el asesinato del Mariscal Antonio José de Sucre. Más allá
de ser una calumnia interesada es una falsificación de los
hechos30 .r
VENEZUELA EN EL MAPA LATINOAMERICANO DE LAS
CIENCIAS SOCIALES
Cabe señalar que Venezuela no parece haber contri-
buido en forma importante al patrimonio científico social
de la Región, al menos según puede juzgarse a través
de las contribuciones compiladas por Ruy Mauro Mari-
ni y Theotonio Dos Santos y editada por Francisco Ló-
pez Segrera36 . El mismo parece haber sido generado más
bien en los países del cono Sur -Argentina y Chile-, con
Brasil, así como en México. Para formular un juicio sobre
este tema me es necesario citar los autores incluidos en
este volumen: Francisco López Segrera, Theotonio Dos
Santos, Ruy Mauro Marini, José Carlos Mariategui, Caio
Prado Junior, Ernesto Che Guevara, René Zavaleta Mer-
cado, Guillermo Ot’Donnell, Florestán Fernández, Juan
p Tiene este excepcional libro un Prólogo interesante, por Saul Bellow,
el Premio Nobel Norteamericano (1976) cuyo propio libro Herzog es una
obra maestra sobre el académico norteamericano, novela publicada en
paper back en 1996 (Viking Penguin, New York). Moses Herzog, el perso-
naje de dicha novela, tiene muy poco que ver con el prototipo de nuestro
académico, aquel un irritable atormentado por la vida intelectual, entre
nosotros más bien un digno empleado en una perversa burocracia, en
donde las mortificaciones intelectuales no son necesariamente equiva-
lentes a las sanciones y gratificaciones del empleo académico per se.
Interesante mencionar, que Bellow escribió una novela inspirada en la
vida del propio Bloom, Ravelstein. No hallo en la literatura en castellano
obras referidas a la vida académica, de mi conocimiento.
q Nehemkis emplea como epígrafe una frase de J. William Fulbright
que tiene un eco contemporáneo, pues el intelectual norteamericano ex-
presó en marzo de 1964, en el Senado de su país, que “Latin America is
one of the areas of the world in which American policy is weakened by a
growing divergency betwen old myths and new realities”.
r Con el revival que se hace actualmente de las ideas de los próceres
de la Independencia se manejan en forma intencionada los hechos de
aquella época. En el caso del asesinato de Sucre estos hechos están
debidamente documentados y en el juicio de Berruecos no hay ninguna
asociación con Santander. Quedó claramente establecido que el autor
intelectual fue el neogranadino José María Obando, y el autor material
el Ttte. Coronel venezolano Apolinar Morillo, fusilado en 1842, por su
participación en este crimen. Si existió un segundo autor intelectual, este
fue el igualmente venezolano Juan José Flores.
90
Carlos Portantiero, Luciano Coutinho, Jaime Estay Reino,
Héctor Díaz-Polanco, Hermes Tovar Pinzón, Julio César
Jobet, Alberto Guerreiro Ramos, Pablo González Casano-
va, Rodolfo Stavenhagen, André Gunder Frank, Fernan-
do Henrique Cardoso, Vania Bambirra, Tomás A. Vasconi,
Ramiro Guerra, Sergio Bagú, Silvio Frondizi, Raúl Prebish,
Aníbal Pinto, Celso Furtado, Gino Germani, Enzo Falet-
to, José Nun, Inés Reca, Sergio Ramos, Carlos M. Vilas,
Luis Maira, Ignacio Rangel, Enrique Semo, Leonardo Boff,
Clodovis Boff, Agustín Cueva, Enrique Leff, Jaime Osorio,
Renato Ortiz, Cristóbal Kay y Josué de Castro.
El editor del mencionado volumen destaca cuatro axio-
mas y/o aportes claves de las ciencias sociales latinoame-
ricanas y caribeñas en la segunda mitad del Siglo XX. A
saber: el axioma del capitalismo colonial, de Sergio Ba-
gú; el axioma “centro-periferia” de Raúl Prebish; el axioma
“sub-imperialismo” de Ruy Mauro Marini y el axioma “de-
pendencia” de Theotonio Dos Santos. Del mismo modo
López Segrera destaca “. . . otros aportes de relevancia de
las ciencias sociales de nuestra América”, tales como: los
estudios tipológicos de Darcy Ribeiro sobre los pueblos y
el proceso civilizatorio, la sociología del hambre de Josué
de Castro, la metodología Investigación-Acción Participa-
tiva de Orlando Fals Borda, los conceptos de colonialidad
del poder y reoriginalización cultural de Aníbal Quijano, la
pedagogía del oprimido de Paulo Freire, las visiones críti-
cas de la globalización de Octavio Ianni y Celso Furtado,
la crítica a la visión fundamentalista de la integración glo-
balizada de Aldo Ferrer, los vislumbres sobre la Teología
de la Liberación de Gustavo Gutiérrez, así como de Leo-
nardo y Clodovil Boff, la teoría de la marginalidad de Gino
Germani, enriquecida por aportes como el de José Nun,
la visión de la dependencia en Fernando Henrique Cardo-
so y Enzo Faletto, denominado “enfoque de la dependen-
cia”, para diferenciarlo de la “teoría de la dependencia” de
Marini, Dos Santos, Bambirra y Gunder Frank, los valio-
sos aportes de Pablo González Casanova sobre el Méxi-
co marginal y su crítica al “nuevo orden mundial”, su visión
de una democracia no excluyente, su preocupación por re-
conceptualizar nuestras ciencias sociales. Además, la crí-
tica al neoliberalismo latinoamericano de Atilio Boron, la
tesis de una civilización geocultural alternativa emergente
de Xabier Gorostiaga, las tesis sobre transición, democra-
cia y Estado de Francisco Delich, Manuel Antonio Garre-
tón, Norbert Lechner, y Guillermo Ot’Donnel, las tesis de
las culturas híbridas de Nestor García Canclini, los estu-
dios de la economía de la coca de Hermes Tovar Pinzón,
la sociología del Caribe de Gerard Pierre Charles y Suzy
Castro, los aportes teóricos sobre la economía de planta-
ciones del Caribe de Ramio Guerra, Eric Williams, Manuel
Moreno Fraginals y Juan Pérez de la Riva y la sociología
centroamericana de Edelberto Torres Rivas.s
s El editor de estos dos volúmenes, importantísimos, no explica los cri-
terios de selección de los autores incluidos, ni el porqué de los excluidos.
El lector puede formarse su propio criterio, por supuesto. Me permito, a
título ilustrativo, simplemente, destacar una expresión de López Segre-
ra, que puede dar pie a percibir sus criterios de selección, como editor:
“Afortunadamente no tuvimos (en América Latina, se deduce) un Talcott
Parsons, aunque si algunos epígonos ya olvidados”, frase esta que se
Albornoz
Sin entrar ni a cuestionar ni a analizar la selección ela-
borada por el editor y los coordinadores de esta obra ca-
be preguntarnos, obviamente, ¿es que ningún venezolano
ha contribuido al pensamiento social latinoamericano en
el Siglo XX? Quizá algún venezolano pudiera mencionar
en una lista de quienes han contribuido al pensamiento
social venezolano, personas que me permitiría separar en
dos grupos. Alguno de los cuales, ciertamente, pudiera ser
mencionado entre quienes han contribuido con las cien-
cias sociales en América Latina y el Caribe. Uno de los
dos grupos citados el de aquellos que han elaborado pen-
samiento en ciencias sociales ubicados fuera de la aca-
demia y otro de aquellos que comenzaron a trabajar en
el área cuando ya se habían creado las unidades acadé-
micas de las ciencias sociales en nuestras universidades,
ya en la segunda mitad del Siglo XX. En el primer caso,
aparentemente sin duda, aparecen autores como Laurea-
no Vallenilla Lanz, Carlos Irazabal, Mariano Picón Salas,
Arturo Uslar Pietri, Rafael Caldera, Mario Briceño Irragory,
Juan Liscano, Carlos Rangel, Rómulo Betancourt, José Gil
Fortoul y Angel Bernardo Viso. En el segundo más que in-
dividuos pudiéramos mencionar instituciones en donde se
ha construido un rico pensamiento en el área de las cien-
cias sociales, tales como el CENDES, institución pionera,
la Facultad de Ciencias Económica y Sociales de la UCV,
el IESA, la única institución privada del país que ha sido
fuente de generación de conocimiento, los diversos institu-
tos dedicados a las ciencias sociales en las universidades
del país, en ciencia política, criminología, demografía y así
sucesivamente. Es probable que se pudieran mencionar
las contribuciones emblemáticas de Uslar Pietri (“sembrar
el petróleo”), Maza Zavala y su concepto de la “economía
de enclave”, Vallenilla Lanz y su “cesarismo democrático”
y probablemente de Silva Michelena su noción de “conflic-
to y consenso”. Es evidente que alguna contribución han
hecho quienes se han ocupado de las ciencias sociales en
el país, en el Siglo XX. Me permitiría señalar que en cada
una de las disciplinas de las ciencias sociales hay indivi-
duos que han hecho sólidas contribuciones a las ciencias
sociales, en el país y con una perspectiva latinoamerica-
na. De memoria y sin criterio alguno, sólo para dar una
idea de la fortaleza de las ciencias sociales en el país, cito
en anpología a Miguel Acosta Saignes y Gustavo Martín;
en arqueología a Mario Sanoja Obediente, Iraida Vargas y
Betty Méndez; en ciencias políticas Aníbal y Carlos Rome-
ro; en sociología Agustín Silva Michelena, Jeanette Abou-
hamad, Roberto Briceño León, Edgardo Lander, Rigober-
to Lanz; en educación Luis Beltrán Prieto Figueroa, Gus-
tavo Adolfo Ruiz, Victor Morles; en psicología social José
Miguel Salazar y Maritza Montero; en economía a Domin-
go Maza Zavala, Armando Córdova, Héctor Malavé Mata,
Francisco Mieres, Asdrúbal Baptista; en estudios interna-
cionales a Elsa Cardozo; en Estadística Félix Seijas, en
historia a Manuel Caballero, José Eliseo López, Eduardo
Arcila Farías, Germán Carrera Damas, Luis Castro Leyva,
Elías Pino Iturrieta, Guillermo Morón, Ildefonso Leal, Fede-
expresa sin explicación ulterior.
Producción de conocimiento
rico Brito Figueroa, Elena Plaza; en lingüística a Esteban
Emilio Mosonyi; en estudios de la ciencia a Hebe Vessuri
y así sucesivamente, nombres que menciono mezclando
autores de distintas generaciones y de diversos puntos de
vista teóricos y metodológicos.t
El Siglo XX queda dividido, entonces, en dos perío-
dos: uno el dedicado al gran ensayo y la segunda parte
a una apreciación más orientada hacia lo científico per
se17;12 .u Cabe señalar, ciertamente, como en ese largo Si-
glo se intercalan con propiedad lo ideológico y doctrinario
con aquel pensamiento que reclama para sí una cierta do-
sis de objetividad y enfoca el análisis con criterios cientí-
ficos, sean estos apoyados en el pensamiento marxista o
en aquel derivado del positivismo y el empirismo. No deja
ninguna duda, sin embargo, cómo el telón de fondo de las
ciencias sociales que se han cultivado en el país ha es-
tado en el pensamiento marxista, que tiene en si mismo
un enorme atractivo, pues proclama como su objetivo la
revolución, el cambio total, la igualdad de las personas y
de las sociedades, la solidaridad como principio, incluso
la noción del hombre nuevo. Por ello las ciencias socia-
les venezolanas han sido de “izquierda”. Muchas veces,
sin embargo, asentadas en pensamientos dogmáticos y
ortodoxos, alejándose del efectivo criterio de pensamien-
to crítico, que apoya la existencia de las ciencias sociales,
desde sus orígenes. Al igual que en otros países de la
Región, por ejemplo, varias generaciones de estudiantes
de ciencias sociales, leyeron como libro emblemático, co-
mo un catecismo aquel libro más que celebre, de Marta
Harnecker, Los conceptos elementales del materialis-
mo dialéctico, uno de los libros más vendidos publicados
en castellano. Este libro, con un Prólogo del eminente pen-
sador marxista francés, Louis Althusser, fue emblemático,
dije, porque tiñó todo el pensamiento social en las uni-
versidades públicas de la Región, durante esas dos dé-
cadas citadas entre 1960-1980. Publicado originalmente
en 1969 condujo a silenciar otras expresiones teóricas y
metodológicas. En otras palabras, todo lo que era mar-
xismo -al menos esa versión dogmática del pensamiento
de Marx, era aceptada, todo lo demás era “pensamiento
reaccionario”, “pensamiento positivista” o peor aún “par-
soniano”. Ello condujo a un síndrome anti-empirista y anti-
cuantitativo que permanece hasta hoy, al menos en el ca-
so venezolano. Las distintas ciencias sociales se tornaron
históricas y la ciencia social era sinónimo de objetivos re-
volucionarios. La actual debilidad de las ciencias sociales
en el país se debe, entre otras cosas, a ese predominio
exagerado de una matriz de pensamiento que entonces y
t Si bien la lista citada es errática cabe apuntar que la ciencia social
reina en el país, es la historia, a lo largo del Siglo XX. La de mayor impor-
tancia, obviamente, es la economía, con la ciencia política en un segundo
lugar de importancia.
u Si bien el ensayo tipifica la forma del quehacer en ciencias sociales
en la primera mitad el Siglo XX aún se reivindica este género como el
más adecuado para la expresión del científico social. Angel Lombardi,
por ejemplo, señala en su libro sobre José Gil Fortoul que “He optado
por el ensayo para expresarme. Los excesos formales ahogan el pensa-
miento y nos distancian de los lectores”, p. 73. Un ejemplo excepcional
de calidad de ensayista es Mario Briceño Irragory.
91
ahora se ha caracterizado por su dogmatismo.
CIENCIA SOCIAL Y SOCIEDAD EN VENEZUELA
Cuatro cuestiones afectan negativamente la producción
de ciencia social en Venezuela. Una la ausencia de co-
munidad académica como tal, en una sociedad en donde
esta asume el papel de una red de empleos burocráticos
y de escasa vida intelectual; otra la escasa capacidad de
evaluación del producto científico social, habida cuenta de
la ausencia de crítica. Diría hasta un tercer factor, como
consecuencia de la ausencia de comunidad, y es que los
profesores no recomiendan los autores venezolanos, ha-
bida cuenta del colonialismo intelectual que padecemos,
pues suelen recomendarse autores extranjeros y menos-
preciarse a los autores venezolanos. Y la cuarta cuestión
es la ausencia de un mercado consumidor. No deseo dar
ejemplos de ninguna índole, pero he hecho seguimiento a
algunas obras importantes del pensamiento venezolano y
concluyo que las mismas tiene un impacto mínimo, para
no decir ninguno. Por ejemplo, la obra por Astrid Avenda-
ño, Arturo Uslar Pietri, entre la razón y la acción edi-
tada en Caracas por Oscar Todtmann Editores en 1996
o el libro por Elena Plaza, La tragedia de una amarga
convicción: historia y política en el pensamiento de
Laureano Vallenilla Lanz (1870-1936) edición de la Uni-
versidad Central de Venezuela, también de 1996, son dos
obras, publicadas en el mismo año, que no tienen vigen-
cia mas allá de los cenáculos íntimos que se hallan en los
recodos de la academia venezolana.
LA PRODUCCION EN CIENCIA SOCIAL EN VENEZUE-
LA VIS À VIS LA PRODUCCION MUNDIAL
Los científicos sociales trabajan en Venezuela en con-
diciones de insuficiencia de recursos, pero sobre todo en
condiciones de insuficiencia de estima y cooperación co-
lectiva. El trabajo de campo es poco estimado, además de
que se opera en una cultura que se niega a responder ins-
trumentos o someterse a entrevistas, excepto cuando se
trata de encuestas electorales o de farándula. Trabajamos
con tal género de obstáculos que no debe sorprender que
las energías se dediquen al trabajo del ensayo y no la in-
vestigación. Es decir, se impone entre nosotros en famoso
desk research y no el field work. El primero puede ha-
cerse a título individual y personal, el segundo es trabajo
de equipo y este hecho de por si es bastante problemáti-
co, en una sociedad académica tan individualizada como
la nuestra. Recién he terminado el trabajo de campo de
un vasto proyecto sobre el comportamiento de las élites
en la sociedad venezolana y puedo dar fe de las enormes
dificultades que enfrenta el investigador, aún uno del gé-
nero denominado investigador consolidado, con el apoyo
institucional del caso y el aval personal del caso.
En la cultura venezolana opera con rigor la sociedad del
secreto del sociólogo alemán George Simmel34 y de una
92
sociedad extremadamente jerarquizada que hace bastan-
te improbable la comunicación, excepto a través del res-
peto a esas jerarquías, que impiden la flexibilidad corres-
pondiente, sin narrar los obstáculos para que las perso-
nas respondan instrumentos que les sean suministrados
para respuesta posterior. Sin intentar aquí una biografía
del proyecto élite, del tipo que hizo Seymour Martin Lipset
(1964) sobre su libro Union democracy, quisiera referir-
me más bien a los obstáculos para trabajo de campo, en
nuestra sociedad. En verdad, aquellos que por nuestra ex-
periencia como investigadores hemos trabajado en otras
universidades de la Región y en algunas de las universi-
dades del mundo industrializado podemos, efectivamente,
comparar las condiciones de trabajo académico en ambos
ambientes. No cabe duda de que esas condiciones de tra-
bajo son no solamente distintas, sino que operan en cul-
turas académicas diferentes. La academia venezolana, es
mi impresión, se mueve alrededor del poder y no del sa-
ber. Las organizaciones académicas venezolanas operan
según el criterio de instituciones jerárquicas, en donde el
poder se mueve verticalmente y el saber horizontalmente,
esto es, cada cual no habla sino con sus pares adminis-
trativos. Los man of ideas de Coser se convierten en los
man of power de Shils y así cada funcionario no se co-
munica sino con su par, en este caso el Rector habla con
Rector y así sucesivamente cada quien con sus iguales,
en forma horizontal.v
Las condiciones de trabajo académico en ciencias so-
ciales califican más bien como obstáculos, más que como
facilidades, no obstante el enorme esfuerzo que hacen los
organismos como el CONICIT y los CDCH de las univer-
sidades. La visión burocrática que se tiene de la ciencia y
el relativo menosprecio hacia los científicos sociales hace
que estos se hallen, a menudo, en condición de minusva-
lía. Un ejemplo interesante es el hecho de que los cien-
tíficos sociales son a veces desacreditados porque publi-
can, en muchos casos, artículos de prensa, así como que
escriben artículos relativamente extensos y que en la me-
dida en que emplean la palabra más que el número sus
expresiones tienden a parecer excesivas, a los lectores
que no son especializados. Cabe comentar que el trabajo
de campo y aquel de archivo son sumamente laboriosos,
en ciencias sociales, como en las ciencias duras. La cien-
cia es un ejercicio intelectual exigente. Hay que respetar
obligaciones éticas de toda índole. En el caso de las cien-
cias sociales trabajamos con una materia prima que por
su propia naturaleza tiene un criterio y una opinión, capaz
de manipular las distintas formas que tenemos los cien-
tíficos sociales para recuperar información. Es un trabajo
meticuloso, que toma su tiempo, pues cada fase del pro-
ceso de investigación está lleno de dificultades. Requiere
paciencia, coraje y se tiene que luchar permanentemente
con las presiones políticas e ideológicas, que entorpecen
v Me permitiría añadir que en la sociedad venezolana no sólo pode-
mos hablar de esta sociedad del secreto, sino del engaño generalizado,
de la mentira como un fenómeno socialmente aceptado. Los mismos fun-
cionarios públicos, obligados a decir la verdad, se ocultan tras excusas y
justificaciones, para ocultar la misma.
Albornoz
la recuperación de información. Esto es especialmente in-
teresante en una cultura como la venezolana, una cultura
oral en la que responder instrumentos es una tarea bas-
tante improbable y difícil17 .
Sobre este tema de las condiciones de trabajo de los
científicos sociales en el país existe consenso, al parecer,
que los obstáculos son difíciles de superar. En este ca-
so podríamos hablar de obstáculos externos (la cultura
oral de la sociedad venezolana, la excesiva jerarquización
de funciones que a menudo hace impenetrable el acceso
a las fuentes directas y aún a los archivos) así como de
obstáculos internos (sobre todo la burocratización aca-
démica venezolana). Pérez y Bashirullah han expresado
sobre este particular que:
“Se requieren medidas drásticas para disminuir la buro-
cracia y mejorar la eficiencia pero las autoridades univer-
sitarias (que son electas) temen arriesgar su popularidad.
Algunos países en la región han tenido éxito al recortar el
tamaño de la administración, pero esto no ha sido posi-
ble en otros porque los poderosos sindicatos lo impiden,
así como los rígidos controles de los procedimientos ad-
ministrativos. Los gerentes académicos tienen la respon-
sabilidad de crear un ambiente más dinámico y eficiente.
Los gobiernos en la Región deben hacerlos responsables
por su improductividad en el manejo de la docencia y la
investigación”29 .w
En efecto, buena parte del síndrome de la improductivi-
dad académica venezolana, visible en forma notoria en las
ciencias sociales, se debe a esta excesiva burocratización
de los procedimientos administrativos en las universida-
des, a lo cual añado, obviamente, que nuestra academia
opera bajo el principio del modelo docente y niega aquel
de la investigación.
¿ADONDE VA LA CIENCIA SOCIAL EN VENEZUELA?
Maurice Blanchot, en su espléndido trabajo El libro que
vendrá de Monte Avila Editores, 1969, se preguntaba ¿a
dónde va la literatura?. Al finalizar este artículo podríamos
preguntarnos, habida cuenta de nuestros argumentos, ¿a
dónde va la ciencia social en Venezuela?. Son varios los
caminos. La senda más cercana es aquella del cultivo bu-
rocrático aposentado en la academia, un camino seguro,
cierto, sin riesgos, pero, quizá, también sin imaginación y
con el adocenamiento propio de la rutina. Otro menos tran-
sitado es aquel de la ideologización extrema, aquella que
vincule los intereses de la academia con la índole tran-
sitoria y circunstancial del poder político y financiero. En
este caso se pasa de la rutina a la castración. Un tercer
camino es el de mantener un espacio conceptualizado al
w “Drastic measures are required to minimize bureaucracy and improve
efficiency but university authorities (which are elected) will not risk their
popularity. A few countries in the region have had some success in cutting
their administration down size, but this has not been possible in others be-
cause of powerful unions and rigid control by the administrative system.
University managements have a responsibility to create a more dynamic,
efficient research environment. Governments in the region should hold
them responsible for unproductiveness in research and teaching” (Mi tra-
ducción).
Producción de conocimiento
margen de la rutina y de la ideologización. Ese ha sido el
camino alterno, que hemos tomado los científicos socia-
les, en momentos de decadencia intelectual en la acade-
mia y de aquellos siniestros pasillos de la ideologización y
de la neo-escolástica. Es el camino analizado, por ejem-
plo, por Daniel C. Levy en su obra Building the Third Sec-
tor, Latin Americat’s private research centers and nonprofit
development (University of Pittsburgh, 1966). Es el cami-
no vigoroso de la ciencia como rebeldía y desafío, que no
acepta servidumbre alguna, ni burocrática ni ideológica,
rara avis, con frecuencia.
En todo caso retornamos al inicio, ¿ciencia neutra o
ciencia comprometida? ¿requiere la ciencia social operar
en condiciones de libertad democrática, tal como enten-
demos tal concepto en el mundo contemporáneo y no es
posible hacerla en condiciones de fundamentalismos ideo-
lógicos cuando estos se entronizan en el poder? Por otra
parte, ¿cuándo se cierran las oportunidades de libertad?,
¿Acaso ese reduccionismo no es en sí mismo un objeto
propio de la ciencia social, esa ciencia que abarca todo
aquello que hace el hombre, antes y después del aho-
ra? ¿quiere proponer la neutralidad indiferencia? ¿es el
compromiso una manera obvia y evidente de neutralizar la
capacidad crítica y que en esencia es la razón propia de
la ciencia social?. Nada es más cómodo que hacer pre-
guntas sin intentar responderlas. En todo caso la ciencia
social ha sido siempre ciencia de crisis y ha visto en es-
ta un reto para crecer y fortalecerse, agudizando el juicio
técnico y la razón, precisamente, crítica. En este sentido,
entonces, la ciencia social venezolana debe recuperar su
capacidad para hacer lo que siempre ha hecho, desde los
tiempos de Comte, Marx y Weber, al menos en el cam-
po de la sociología, cual no es otra cosa que responder a
través del análisis y de la defensa de las posturas críticas
que genera.
El epígrafe de Goethe que hemos usado en este docu-
mento, nos enfrenta, sin embargo, con el hecho de que
la ciencia social no es más que eso, ciencia de un objeto
especifico, lo social genérico, cuyo conocimiento/saber es
adquirido a través de laboriosos y rigurosos proceso teóri-
cos y metodológicos. El pensamiento social no es ciencia
social. Esta se refiere a un conocimiento/saber que está
en condiciones de interpretar la realidad, en un momento
dado, y en este caso explicarlo, con alto margen de incerti-
dumbre y baja capacidad predictiva. La ciencia, entonces,
no es una estética, sino más bien una ética. Pero en todo
caso no es una forma de religión, pues aborda a la reali-
dad, la que estudia sin dogmas, en forma abierta, sin fun-
damentalismos ni escolásticas previamente establecidas.
Las tendencias del quehacer científico social prosegui-
rán las líneas comentadas en este documento, esto es, se
elaborará en las universidades autónomas, será produc-
to del esfuerzo de un grupo relativamente pequeño, que
no ha logrado crear una comunidad académica como tal,
pero que tiene un perfil profesional e intelectual bien defi-
nido. Quedan atrás aquellos años en los cuales, en la ex-
presión de Medina Echeverría, las ciencias sociales eran
el famoso “cajón de sastre”, adonde iba a parar todo aquel
93
pensamiento que no cabía en el cajón de la ciencia, re-
servado a otros científicos, especialmente de las ciencias
duras. Tampoco, para decirlo coloquialmente, son las cien-
cias sociales “pura paja”, como se las reconocía, cuando
hace medio Siglo ingresábamos en las aulas de las escue-
las de ciencias sociales para estudiar cosas entonces ex-
trañas. Esto es, las ciencias sociales son disciplinas con-
solidadas en el mundo académico e intelectual venezola-
no, con una tradición y una producción interesante. Los
cambios que ocurren en la sociedad y especialmente en
el mundo político no harán otra cosa que estimular el juicio
y la razón científica social y nada hace prever que vayan a
ser silenciadas por formas gubernamentales autoritarias.
Si bien las ciencias sociales florecen en democracia los
regímenes autoritarios no las han silenciado, como ocurrió
en los países del Cono Sur, durante los años de las dicta-
duras militares, porque, afortunadamente, siempre queda
el third sector señalado por Levy, como una opción y una
respuesta interesante a la presión autoritaria.x
Cabe reseñar, al final de este artículo, que las ciencias
sociales son ciencias de controversia, nunca ajenas al dia-
rio acontecer social y político. No cabe en ciencias socia-
les la neutralidad del laboratorio. Todo lo contrario. Por ello
es apropiado terminar con una referencia a Tom Bottomo-
re, uno de los sociólogos contemporáneos de eso que se
ha dado en llamar la ciencia social crítica o comprometida,
quien en alguna ocasión expresó que
“. . . Ningún paradigma puede ser aceptado
que no incluya entre sus postulados básicos al-
guna referencia a las cuestiones especificas de
la teoría sociológica -y de toda la teoría social-
con los procesos históricos de la vida social de
la cual el pensador no puede excluirse, como no
puede hacerlo cualquier otra persona”11 .y
Estas palabras son oportunas, en los momentos en los
cuales comienza a operar en el país un nuevo fundamen-
talismo, una nueva escolástica, la doctrina bolivariana co-
dificada e interpretada por el líder Presidente Hugo Chá-
vez. En vez de una amenaza, esta situación permitirá que
las ciencias sociales reivindiquen su carácter y naturale-
za, propias de origen y evolución, ser ciencias de crisis,
ciencias del hombre, nunca ajenas a la controversia y, de
hecho, al análisis que, a menudo, es considerado incorrec-
to, políticamente hablando. Justamente, Anthony Heath,
el sociólogo británico, ha expresado recientemente que
“Social scientist should have the courage to be politically
incorrect. . . They should tackle questions the government
would rather not ask”. En efecto, ojalá que en el futuro los
x Es bastante probable que si se inicia en Venezuela algún mecanismo
de excesivo control de la investigación y aún de la docencia en ciencias
sociales surjan en el país estos espacios que certeramente analiza Levy
en su libro citado.
y “. . . no paradigm will prove generally acceptable or persuasive that
does not include among its basic statements or suppositions some refe-
rence to the specific nature of the involvement of sociological theory -and
of all social theory- with the historical process of social life from which the
thinker cannot, any more than other man, extricate himself”.
94
científicos sociales venezolanos continuemos haciendo
las preguntas y formulando los problemas que el poder
quiere omitir, sobre todo cuando éstos se inspiran en po-
siciones fundamentalistas, irreductibles y, sobre todo, su-
puestamente irreversibles23 .
Al final de este trabajo es menester comentar que el po-
tencial de producción de saber/conocimientos en el área
de las ciencias sociales en el país es enorme. Centena-
res de profesionales bien calificados, decenas de unida-
des académicas con plena posibilidad de incrementar su
capacidad y desempeñar un papel más adecuado en la
era de la sociedad del conocimiento.
Hay una tradición interesante que sirve de apoyo, de
plataforma constructiva, y si bien tendencias excesiva-
mente ideológicas han impedido un enfoque propiamen-
te científico, la capacidad para hacer ciencia social está
en posibilidad de despegue, para decirlo en la vieja ter-
minología de las fases del desarrollo, reiterando que en
este trabajo hemos tratado de presentar un nivel de cien-
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Albornoz
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muchos obstáculos, por otra parte, sin embargo. Se ha
producido buena y mucha ciencia social en el país, pode-
mos producir más, para hacernos competitivos al menos
dentro de los países de América Latina y el Caribe. Pero,
hacen falta los estímulos estatales y privados del caso, el
desarrollo de una cultura que acoja amistosamente los es-
fuerzos de quienes recogemos datos e informaciones para
poder elaborar explicaciones científicas del acontecer de
la estructura social venezolana y, sobre todo, una sociedad
democrática que permita la disidencia y la crítica indepen-
diente. Una sociedad que acoja lo impensable, como parte
esencial de aquello que debe pensarse y expresarse. Lo
dijimos anteriormente, entonces, con o sin los fundamen-
talismos que parecen inmediatos en el discurso político y
social nacional, el potencial existe y los resultados habrán
de ser consistentes con la tradición científica en ciencias
sociales que hemos analizado y defendido en este trabajo.
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