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El ocaso del estado stronista: Elecciones políticas y cambio social en

Paraguay.

Por Luis Ortiz 1

La hipótesis del cambio inercial

Próximos a un acontecimiento parte-aguas de la historia política paraguaya, las elecciones


políticas del 20 de abril de 2008 abre la interrogante sobre las condiciones sociales de
posibilidad de modificar una estructura social con innumerables problemas y desafíos.

La Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado, en el gobierno hace casi 62 años


(entre los cuales se cuentan 35 años de dictadura política a la que sirvió de sustento), hace
todo de su parte, incluso la tentativa de fraude electoral, para mantenerse en el Palacio de
López 2 . Y es que todo indica que esta vez -después de varios intentos fallidos- la
abigarrada gama de fracciones políticas opositoras al coloradismo, bajo el rótulo de Alianza
Patriótica para el Cambio (APC), cuenta con la posibilidad objetiva de tomar el poder
ejecutivo por las urnas.

Sin embargo, lo que está en juego en este proceso no es un conjunto de disyuntivas


proferido en eslóganes del tipo “continuidad versus cambio”, “renovación versus
conservación” o “bien común versus privilegio oligárquico”, todas oposiciones fundadas en
la ilusión del cambio social por el acto de votar, es decir, un cambio de iure. Lo que está en
juego en los sufragios de abril no es un punto en el tiempo, un quiebre razonado de dos
momentos distintos de la historia paraguaya. Se juega más bien la necesidad de revertir
políticamente un cambio inercial que ha venido dándose en las últimas dos décadas. Eso sí,
un cambio para mal.

El deterioro económico, la degradación de la seguridad y protección social, la acentuación


de la desigualdad y pobreza así como la masiva emigración de la población dan cuenta de
una progresiva corrosión del estado paternalista montado por la dictadura y que la sostuvo
como su base prebendaria y clientelista. Pero aún hay más: se ha operado un cambio social
que llevó al país a una desoladora situación de aislamiento geopolítico hasta el punto que su
nombre en el exterior, puede fácilmente asociarse al de un pobre estado sureño de Brasil
antes que al de una república soberana e independiente sudamericana.

El 20 de abril, pues, se juega el voto contra el partido colorado como única posibilidad
objetiva de romper con la administración stronista del estado. Y es que recién ahora,
después de casi 20 años del derrocamiento de Alfredo Stroessner, el estado autoritario que
lo sostuvo está haciendo aguas por todas partes, proceso que como muchos otros en
Paraguay, fue posible más por el efecto del tiempo y la inercia que por una decidida
voluntad política de la sociedad.

1
Sociólogo. Miembro del “Colectivo Paraguay”, Paris – Francia.
2
Sede de la Presidencia de la República de Paraguay.
El voto por Fernando Lugo, ex–obispo católico y candidato a presidente de la república por
la APC, es un acto político que traduce la única elección social soportada por miles de
paraguayos en los últimos diez años: resistir estoicamente permaneciendo en el país o por el
contrario “dejar todo y largarse”. Entonces, votar el domingo 20 de abril, puede ser el golpe
de gracia al inminente desmoronamiento del “estado oligárquico colorado” (Ortiz, 2007) en
una situación crítica que rememora la situación de aquel 2 de marzo de 1870, en que un
país en ruinas debía renacer como el Ave Fénix de sus cenizas.

La carencia de legitimidad del sistema político vigente deja al descubierto absoluto la


exclusión social de las mayorías, en un régimen que se pretende democrático para impedir
la participación social por vías institucionales (Ortiz, 2006; Vidal, 2007). Dicho de otro
modo, un modelo que aprovecha las instituciones formales de la democracia para disimular
un modelo de acumulación económica anti-democrática, ya no se sostiene. La legitimación
política de la reproducción social ha llegado al límite en que dejó de mostrarse como
“dictadura perfecta” (Lara Castro, 2006). El partido colorado, desangrado en su disputa
intestinal por la administración “democrática” del saqueo, ha construido paradójicamente
su propio desgaste: el rezago económico, el incremento del poder fáctico de la mafia y el
empobrecimiento sin precedentes de su población-cliente, le valen hoy una inminente
derrota electoral.

Quienes disputan, qué se disputa.

La dominación por empate hegemónico establecida entre los sectores del coloradismo
durante los años de transición y concentrados en la oligarquía agroexportadora-
terrateniente, la burocracia estatal y el empresariado de obras públicas, se ha agotado. La
contradicción de intereses entre esos sectores dio lugar a modalidades violentas de zanjar
disputas, parecidas a la era que siguió a la guerra civil del ’47. En efecto, se trama la muerte
de Luis M. Argaña, “grand father” del coloradismo tradicional, se desata la persecución
judicial maniatada de Lino Oviedo y la caza de brujas de los oviedistas. Con las últimas
elecciones internas del año 2007, de dudoso escrutinio, se dio la última división que le
valdría aparentemente el “quiebre” más sensible a su “unidad granítica”.

Para las elecciones de 2008, al partido colorado representado en Nicanor Duarte y su


candidata presidencial, Blanca Ovelar, solo le quedan la oligarquía latifundista y una parte
de su burocracia estatal. La oligarquía, núcleo duro de dicha asociación partidaria, se halla
impotente de resolver su crisis económica y su legitimidad en un contexto sitiado por
invasiones de tierras de parte de campesinos indigentes así como la presión de productores
agrícolas brasileños. La burocracia estatal, que históricamente fue lo que podría
denominarse su “voto cautivo”, se divide a través de la simulación electoral, entre la opción
por el oficialismo, el oviedismo o la coalición luguista. Por su parte, la base electoral
campesina del partido colorado ya no podrá ser como otrora, “acarreada” como ganado a
los locales de votación ya que a este punto es una población cuyos votos migrarán en parte
al partido de Oviedo o a la alianza liderada por Lugo.

Lino Oviedo también de una fracción de la clase dominante, de la agroexportación, del


capital financiero y de las importaciones, refuncionaliza a su favor el viejo populismo
agrarista conservador colorado, que, empero, ya no tiene la misma fuerza que en otra época,
pues padece de los mismos dilemas con su base social clientelista: abandona el país o migra
a las ciudades para diversificarse en experiencias y elecciones políticas variadas. Una de
ellas, precisamente, hacia la candidatura de Fernando Lugo.

Por su parte, Pedro Fadul, hombre políticamente “neutro”, representa a una pequeña
proporción de la población enriquecida gracias a la extrema desigualdad social y
económica, encargándose de hacer circular -y cobrar caro por hacerlo- dinero volátil, en un
país donde las clases sociales empobrecidas hipotecan hasta lo que no tienen para acceder a
miserables empréstitos, con intereses leoninos a favor de financieras y bancos. Su sector
financiero-importador es uno de los más retrógrados de la economía paraguaya, que para no
culpabilizarse del antiguamente condenado pecado de la “usura”, lava su conciencia con su
pertenencia a uno de los grupos más conservadores de la iglesia católica.

En suma, al igual que el partido de gobierno, estos dos grupos políticos proponen más de lo
mismo. Apuestan al maquillaje de un sistema en ruinas sin tocar las causas de su
decadencia: la insostenible desigualdad social y la extrema dependencia del mercado
financiero internacional para una economía que importa la mayor parte de sus mercancías
manufacturadas. Igualmente, ni oviedistas ni patriqueridistas pretenden tratar la
controvertida pérdida de soberanía energética ante los dos grandes vecinos del
MERCOSUR (Brasil y Argentina) y ni hablar de la cereza del pastel de problemas: la
penetración brasileña a lo largo de toda la frontera este 3 .

La pregunta de porqué Unace ni Patria Querida no formaron parte de la coalición opositora


que está a punto de dar su golpe de gracia al partido colorado, debe hallar su respuesta en
que los intereses que defienden así como sus proyectos políticos no se distinguen entre sí
del cometido de mantener, con ropaje diferente, el status quo: Oviedo y sus séquitos
apuestan por la continuidad de la estructura socioeconómica tamizada por una
administración populista y Fadul por la reproducción de la desigualdad social revestida de
neoliberalismo.

Pero del lado de la APC el panorama no es de color de rosa. Conformada en su mayoría por
el segundo partido en importancia electoral del sistema político paraguayo (el Partido
Liberal o PLRA), la alianza se debate también en su interior sobre un proyecto democrático
o la continuidad oligárquica del orden social. El Partido Liberal, de fuerte composición
latifundista, no pudo distanciarse durante toda la “transición democrática” del partido
colorado e impugnarlo, ya que defendiendo los mismos intereses que éste en el terreno
económico, desnudó su carácter subordinado al estado oligárquico que proviene de la era
posterior a la guerra civil de 1947. Sin embargo, bajo la condición de ser la “primera
minoría”, encabeza la coalición multipartidista y multisectorial 4 , con Lugo a la cabeza,

3
Stefanoni refiere que 500.000 brasileños incluidos sus descendientes habitan el Paraguay, para una
población de este país de 6.000.000 de habitantes. Ver Stefanoni, Pablo; “Entre la esperanza y el
escepticismo. Fin de época en Paraguay?”, Le Monde Diplomatique-Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2007.
4
En lo que podríamos denominar “la gama de centro” de la APC, se hallan diferentes partidos minoritarios,
que van desde el Partido Demócrata Cristiano (que de hecho sostiene legalmente la candidatura de Lugo en el
interior de la coalición opositora), el partido Encuentro Nacional (de notable peso electoral en el año 1993), el
Partido Revolucionario Febrerista (partido con cerca de 70 años de historia, de tendencia socialdemócrata
pero completamente debilitado electoralmente), el partido País Solidario (también socialdemócrata, típica
como última alternativa que le queda para revertir su progresivo debilitamiento en el
mercado electoral del último decenio.

Mientras tanto, y a pesar de su decremento demográfico, la fuerza social más amenazadora


del orden existente se sigue situando en el espacio rural paraguayo y su población. Los
campesinos paraguayos, a través de su movimiento social, construyeron alternativas de
impugnación al estado oligárquico y se mantuvieron en sus luchas a pesar de sus notables
contradicciones 5 . Es lo que podría denominarse la “izquierda social”, la que se constituyó y
fortaleció a pesar de la indiferencia de los “socialistas de convento”, esos citadinos
románticos y abstraídos de las condiciones históricas y concretas de su país, que ven en la
“cuestión urbana” la salida más fácil a un compromiso repartido entre la comodidad de la
pequeña burguesía y la buena conciencia de apostar por la “cuestión social”.

Si esto último es cierto y que una constante en la izquierda paraguaya es la atomización y la


discordia, pueden verse algunas excepciones como el de un sobrio sector socialdemócrata
que va ganando fuerza en el mapa político paraguayo, a saber: el Movimiento Político
Tekojoja. El mismo no ha cesado de crecer electoralmente y su principal base social se
halla –acertadamente– en la población rural, convirtiéndose en la agrupación política de
izquierda con mayor probabilidad estadística de representación parlamentaria en el próximo
periodo legislativo de 2008-2013. Tekojoja no forma parte formalmente de la APC;
presenta candidaturas legislativas y departamentales por separado, pero apoya plenamente
la candidatura presidencial de Fernando Lugo. Otro partido de izquierda, el Partido del
Movimiento Al Socialismo (P-MAS) que también conforma la Alianza Patriótica para el
Cambio, cuenta con el antecedente reciente de haber conseguido una concejalía en las
últimas elecciones municipales de Asunción. Debe reconocérsele, a pesar de compartir
algunos errores con la izquierda conventual, de realizar un trabajo cercano y minucioso con
los sectores marginales de la capital y la juventud de la fracción baja de la clase media
asuncena.

Sociología política de un ex-obispo: entre “reconciliación” cristiana e iglesia


conservadora

La relación entre el estado paraguayo y la población tuvo una inflexión central en la


incorporación de las clases populares al sistema político, a través de los mecanismos

“izquierda caviar” a la francesa, y embarrado en pactos turbios con el partido colorado durante el último
periodo legislativo), el Partido Progresista Democrático (de reciente fundación y literalmente “primo-
hermano” del partido anterior) y otros poco conocidos. Por su parte hay organizaciones de la “sociedad civil”
de las más variadas, todas con poco caudal electoral, de modo que el total de esta gama no representarían más
de 50.000 votos, que si bien no es decisivo, tampoco es despreciable. Corrido levemente hacia la izquierda
están las centrales sindicales que aglutinan a diferentes sindicatos, principalmente de trabajadores del estado
así como del sector de comercio y servicios. La cuestión que emerge es cómo se distribuirán todos estos
sectores las “cuotas” en la burocracia, ávidos de servirse del estado, como ha sido la constante en ciertas
experiencias de apertura del empleo público a partidos de la oposición durante la “transición democrática”.
Esta es uno de los desafíos de Fernando Lugo de ganar las elecciones y conformar un gobierno de “unidad
nacional”.
5
Ortiz Sandoval, Luis; Las elecciones negadas: Las disposiciones políticas de la democracia conservadora
en Paraguay, en Aibar, Julio (Compilador), Vox Populi. En torno a la democracia y el populismo en América
Latina, FLACSO, México, 2007.
clientelistas que administró el partido colorado. El agotamiento del modelo de desarrollo
“hacia fuera”, tributario de la agro-exportación, pone en entredicho la viabilidad, no sólo de
ese modelo, sino también de la institucionalización democrática en Paraguay. Hoy día el
país se debate en una encrucijada crucial en la que el Estado se vuelve el centro de la
polémica: a diferencia del resto de la región, donde las reformas políticas estaban
propugnadas por la reconversión del estado desarrollista hacia uno neoliberal, en Paraguay
es más bien el estado autoritario –principal traba a la consolidación democrática y al
crecimiento económico– el que urge ser reformado.

En este contexto emerge la figura de un personaje que, a la vez comprometido y decidido


así como cándido y afable, encarna la necesidad de dar un golpe de gracia al cambio
inercial que ha venido aconteciendo en la sociedad por vía de los hechos. Y es que la
reforma del estado ligada a una reforma estructural de la sociedad paraguaya no puede
realizarse sino bajo cierto imaginario social de “consenso”. Fernando Lugo, hombre que no
se identifica con ningún partido ni movimiento político en particular, encarna ese
imaginario al practicar la política con el estilo carismático de su experiencia pastoral. Al
mismo tiempo, guarda una significativa distancia de la práctica de la iglesia católica,
caracterizada en los años de la transición democrática por abandonar al pueblo católico a su
suerte política y económica, bajo el eufemismo ideológico de la “buena conducta moral” y
la “elección individual” como criterios de participar de la vida política y tomando un
discurso extremadamente cauto, “neutral” y cómplice ante un virulento asedio de los más
desfavorecidos de la sociedad paraguaya por parte de la oligarquía violenta e inescrupulosa.

Después de Ismael Rolón y Melanio Medina, destacados pastores católicos que enfrentaron
la dictadura stronista en sus duros últimos años, Fernando Lugo ha sido el obispo que ha
tomado la posta de compromiso pastoral con los sectores más desfavorecidos, en un país
azotado por las injusticias sociales y cuya población es de mayoría católica. Así, la figura
política de Lugo es la expresión de un compromiso pastoral cercano a la gente así como de
un contexto signado por un empobrecimiento sin precedentes y una población ávida de
esperanzas casi escatológicas.

La posibilidad de dar vuelta la página con más de 60 años de gobierno oligárquico, no


releva el temor a la alternancia política después de la investidura de Lugo en un país cuya
historia está signada por la persecución al adversario y el recurrente recurso al revanchismo
político. Y es precisamente allí donde radica la importancia de su figura como ex–prelado,
como figura carismática, que por situarse en el “centro” y “por encima del bien y el mal”,
apuesta por la reconciliación y a hacer a un lado el temor a la purga. En sus propias
palabras: “Prometemos que no habrá persecuciones. No habrá exclusión ideológica, ni
religiosa, ni étnica. Queremos que se cumpla el principio constitucional de que todos
somos iguales ante la ley. Si tiene que haber privilegiados serán los más olvidados” 6 .

La trayectoria ética de compromiso y honestidad pueden valerle a Fernando Lugo


convertirse en un presidente electo creíble y acreditado (legítimo) el próximo 20 de abril.
Pero inmediatamente deberá romper con un sistema clientelista colorado, que más
temprano que tarde puede volvérsele encima y poner en jaque la democracia. Esta ruptura

6
Entrevista a Fernando Lugo por Claudia Korol, CLACSO – Pañuelos en Rebeldía.
solo es posible a condición de reformar la actual estructura de distribución de la tierra, de
dinamizar el mercado de trabajo y la puesta en marcha de una profunda reforma del estado.

Sesenta abriles y una primavera

El debate acerca de las condiciones de posibilidad de que el gobierno de Lugo avance


reformas estructurales se enfoca en dos puntos centrales: la viabilidad política de sus
proyectos de reforma ante una oligarquía que continuará empotrada en el parlamento, y
donde se avizora que el futuro presidente no tendrá mayoría absoluta. Además está la
cuestión de la capacidad que podrá tener Lugo de administrar la “maraña de intereses” que
constituye su coalición política. En efecto, mucho más que su retórica episcopal, deberá
echar a andar una pragmática política, eficaz y efectiva, que le asegure concretar pactos
basados en puntos concretos que favorezcan a los más diversos intereses que representan
los grupos de la Alianza opositora, pero por sobre todo, a los sectores más carentes de la
población paraguaya.

Unos sectores políticos esperan condiciones para la dinamización del mercado de bienes y
servicios. Otros esperan la redistribución de la riqueza ante un sistema de extrema
desigualdad social. Tanto unos como otros deberán convenir que la creación y
consolidación de un mercado interno es importante así como la construcción de
mecanismos de redistribución del ingreso, ambos factores urgentes y necesarios para
relanzar la economía paraguaya hacia un proceso de desarrollo y competitividad
internacional.

Para ello, consideramos que Fernando Lugo tendrá 3 desafíos impostergables:

Reforma agraria. Ésta se presenta como el principal obstáculo a la realización de reformas


significativas en la estructura social paraguaya, y la oligarquía, aunque desgastada, se
opondrá tenazmente a ceder siquiera un milímetro a lo que ha sido su centenaria base de
sustentación como poder político y económico. Y cuando referimos a la “oligarquía”
también se incluye a importantes hacendados del partido liberal, que podrían oponerse a
esas medidas en tanto defiendan sus intereses no como partido sino como clase. Sin
embargo, la vía reformista con carga impositiva a la gran propiedad, con férrea voluntad
política, podría ser una salida pacífica y que resguarde cierta legitimidad a un proceso de
cambio en la distribución de la tierra.

Proceso inicial de industrialización. No nos engañemos ni recurramos a eufemismos: el


discurso de la “creación de fuentes de empleo” es abstracto, más aún en la experiencia de
un país donde la captación de mano de obra en los últimos años ha sido la burocracia estatal
o el empleo por “cuenta propia”, o sea, la informalidad. No existe sector más inequívoco en
materia de política económica y política laboral como el sector secundario, en particular
para un país que cuenta con excedente de fuerza de trabajo (si se logra detener la
emigración), con recursos naturales, con gran potencial de producción agrícola y con
recursos energéticos en abundancia. Pero es necesario insistir: la reforma agraria es la única
condición que posibilitaría las bases económicas y sociales de un proceso gradual de agro-
industrialización así como de incremento de la productividad en el campo, sumada a
políticas de captación de inversiones bajo el respeto de leyes laborales y obligaciones
impositivas que favorezcan el incremento del erario público para inversiones.

Reforma del estado. Aquí se trata de la transformación radical y racional de la estructura


que sirvió de base a la funcionalidad oligárquica del estado autoritario, y por tanto,
condición indispensable para la instauración de facto de un régimen democrático. Así que
el asunto no radica en la concepción neoliberal de privatizar entidades públicas 7 .

Está en entredicho lo que podrá hacer Fernando Lugo una vez electo presidente de la
república paraguaya. Son múltiples los desafíos y problemas que deberá enfrentar. Es difícil
predecir lo que podrá hacer en concreto dado el panorama político que se le presentará con
el partido colorado como oposición y con la gama de grupos políticos dentro de su
coalición gobernante. Lo que sí podemos saber es lo que no podrá hacer, y es superar en
cinco años un deterioro social y político que ha venido operando durante 62 años a modo de
un cambio social regresivo. Solo un nuevo sistema político, de conducción soberana de la
nación, revertiría la inercia de dicho proceso, que puede seguir su marcha incluso sin un
colorado en el Palacio de López.

Referencias

Korol, Claudia; “Entrevista a Fernando Lugo”, Especial para Punto Final, CLACSO –
Pañuelos en Rebeldía, Buenos Aires, Marzo de 2008.

Lara Castro, Jorge; “El límite de la dictadura perfecta”, Revista Acción, Junio de 2006,
CEPAG, Asunción.

----------------------; “La dictadura cautelada. Poder y Legitimidad”, Revista Acción, Agosto


de 2004, CEPAG, Asunción

Ortiz, Arístides; El agotamiento del Estado Oligárquico Colorado: A las puertas de una
segunda transición democrática, Boletín La Fogata, Abril de 2007.

Ortiz Sandoval, Luis; Las elecciones negadas: Las disposiciones políticas de la democracia
conservadora en Paraguay, en Aibar, Julio (Compilador), Vox Populi. En torno a la
democracia y el populismo en América Latina, FLACSO, México, 2007

7
La reforma del estado implica tres aspectos centrales a nuestro juicio: i. la modernización de la burocracia,
que implica su reducción vía reconversión, su profesionalización y su reasignación salarial como incentivo de
eficiencia administrativa; ii. la reforma fiscal, que supone necesariamente un mecanismo de estricta y eficaz
tasación a las grandes fortunas, a las grandes propiedades y la sanción a la evasión impositiva y, iii. la
reestructuración del patrimonio estatal, lo que en algunos casos puede implicar su reestructuración
administrativa y en otros casos la venta de sus acciones (este punto no debe ser visto como “tabú”, cuando
algunas empresas pueden regirse por mecanismos de mercado con participación estatal, como el caso de la
telefónica. Sin duda existen sectores estratégicos como la administración del agua y la electricidad que no
pueden dejarse en manos del sector privado).
--------------------------; El déficit de participación democrática en Paraguay, Centre for
Research on Direct Democracy, Géneve, 2007.

--------------------------; Democracia sin ciudadanos. Crítica de la economía política de la


transición, Revista Perfiles Latinoamericanos, N° 28, Julio-Diciembre 2006, México

Richer, Hugo; "Paraguay: crisis y expectativa de cambio", OSAL, Nº 21, Buenos Aires,
septiembre-diciembre de 2007.

Stefanoni, Pablo; “Entre la esperanza y el escepticismo. Fin de época en Paraguay?”, Le


Monde Diplomatique-Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2007.

Vidal, Victor; Rumbo a la Alternancia: una oportunidad para la profundización


democrática en Paraguay, Centre for Research on Direct Democracy, Géneve, 2008.

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