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Mesa redonda
Gobernanza y gobernabilidad democráticas en México
Los autores
INDICE
Introducción
Comentario final
Carlos S. Milani
Notas
Introducción
Hay que añadir finalmente que el primer uso de esta noción en el campo de la
cooperación multilateral, estuvo estrechamente ligado a la idea de "buen gobierno"
preconizada principalmente por el Banco Mundial o por el Fondo Monetario
Internacional, con los respectivos programas de ajuste estructural y los proyectos de
descentralización. Sin embargo, además de proceder de una visión político
institucional clásica de corte top-down, este sentido viene siendo reevaluado por el
riesgo ideológico que comporta, ya que presupone la legitimidad de ciertos actores
políticos hegemónicos para gobernar, cómo gobernar y a nombre de quién. De esta
manera queda claro que en lo que respecta a las dimensiones ética y política de la
gobernanza, la UNESCO tiene un papel importante: analizar los contenidos amplios de
la gobernanza, más allá de lo que se restringe tanto a la "gobernabilidad" como
también al "buen gobierno" y complementariamente, estudiar su posible normatividad y
concebir políticas independientes más justas.
A nombre del Secretario ejecutivo del Programa MOST, Ali Kazancigil, agradezco la
participación del delegado permanente de México ante la UNESCO, embajador Javier
Barros-Valero en esta actividad, ejemplo de la estrecha cooperación de los Estados
miembros con el programa regular de la UNESCO. Gracias a la complicidad con
Carlos Milani, podemos avanzar en los enfoques esenciales de la gobernanza
democrática. La edición del presente documento corrió a cargo de Ricardo
Rodamiláns, que siguió acuciosamente y de cerca todos los pasos de la Mesa
redonda. Por último, agradezco la buena disposición de los investigadores mexicanos
y franceses que participaron en ésta mesa, así como la ayuda final de Santiago
Castro.
Germán Solinís
Programa MOST
Javier Barros-Valero
Embajador de México ante la UNESCO
Como apuntaba antes, el 2 de julio del año 2000 se celebraron elecciones federales en
México. Estas elecciones tuvieron lugar dentro del mayor respeto a las leyes
electorales, y con una concurrencia sumamente significativa en las urnas. Finalmente
se dio la alternancia, se produjo la entrega del poder, y el nuevo gobierno tomó su
sitio. Hubo incluso un apunte inicial de cooperación interpartidaria, que permitió tener a
tiempo y en forma el presupuesto federal que rige este año. A partir de entonces, hay
mucho que discutir, y ésta será la labor de los distinguidos investigadores y
comentaristas que nos acompañan esta tarde. Pero les podría decir que es un hecho
que el barco está camino de altamar. Y es un hecho también que la alternancia por sí
misma no garantiza las transformaciones sociales que México está desde hace tiempo
demandando, lo cual nos obliga a todos a sumarnos al esfuerzo de gobernabilidad que
tenemos como propósito en un sentido positivo, y acaso como acechanza en un
sentido negativo.
Ayer, como parte de las recapitulaciones que ha hecho estos días el presidente Fox en
México, al cumplirse justamente un año de su triunfo electoral indiscutido, llamaba a la
sociedad, a los partidos y a las organizaciones a un pacto nacional. Decía
textualmente "convocar a un pacto, un nuevo pacto nacional para superar cualquier
vestigio de autoritarismo, impunidad y corrupción".
Cualquiera que lea en estos días los diarios nacionales mexicanos encontrará que hay
una atención quizá desmedida hacia ciertos detalles de la vida política cotidiana. Me
parece que existe un celo excesivo por parte de muchos de quienes generan opinión
en México por aplicar el microscopio electrónico a las tareas, incluso las más
minúsculas, del gobierno. Éste no es un ejercicio reprobable en sí mismo, aunque
tampoco podría yo decir que sea un ejercicio útil en sí mismo. En todo caso, en un
momento dado pudiera limitar, o poner una camisa de fuerza que parecería excesiva,
a la acción de este nuevo gobierno. Conviene recordar que en México,
tradicionalmente, había un periodo de gracia para las nuevas administraciones, una
especie de tregua o un lapso de espera para que mostraran qué clase de gobierno
estaban dispuestas y eran capaces de efectuar. Ahora nos está faltando, a mi juicio,
un poco de paciencia, de tolerancia. Sé que los reclamos sociales, sobre todo aquellos
que desde hace años no han tenido respuesta o, peor aún, que han tenido una
respuesta menos que deficiente, obligan a esperar que el cambio social se produzca
mucho más rápidamente. No culpo a estos grupos, entiendo el fenómeno, pero me
parece que podría limitar en una medida significativa el despegue de la que no es
solamente una nueva administración sino, se espera, un nuevo régimen.
Un nuevo régimen justamente está supeditado a que, una vez transcurridas las
elecciones, producida la alternancia y consolidado el nuevo gobierno, se den otros
hechos. La sociedad está atenta a que se haga una revisión de lo ocurrido en los
últimos lustros, en las últimas décadas en México. Si un partido político pierde unas
elecciones federales, sobre todo un partido político que ha estado tantas décadas en
el poder, ello quiere decir que sufrió en su largo proceso de gobierno un desgaste
natural. Que por distintas razones, objetivas y subjetivas, se fuera volviendo
insuficiente su imaginación, su capacidad de respuesta respecto de las demandas
sociales crecientes y múltiples que iban surgiendo, motivaría que la gente, a través del
voto, llamara a ese partido y a su gobierno, a cuentas.
Pienso que mucha gente está esperando precisamente eso, que se hagan las cuentas,
que se aclare el pasado. Es muy difícil opinar sobre la conveniencia de que esto
ocurra. Son temas muy ásperos, lo han sido en todos los países en donde se ha
producido un cambio análogo a éste. Las sociedades y los nuevos gobiernos, los
nuevos regímenes, se han topado con el problema de hasta dónde llegar, de si no es
mejor hacer borrón y cuenta nueva para garantizar la estabilidad.
Cómo habrá que proceder es lo que se está discutiendo ahora en México. Hay muchos
indicios de inquietud al respecto por parte de la opinión pública nacional. Y el gobierno
mismo, el Presidente en particular, ha ofrecido que en breve se sometería el tema a
escrutinio público. En México por desgracia no tenemos aún la figura del referéndum o
del plebiscito, pero hay otros mecanismos como la encuesta que podrían ayudarnos a
ver si la sociedad mexicana realmente quiere, y si es así cómo prefiere hacer sus
cuentas con el pasado reciente. No en ánimo vindicativo, yo creo que haríamos muy
mal, cualquiera haría muy mal, en intentar desangrarse, pero sí es importante saber
qué errores se cometieron y quiénes los cometieron, con el ánimo de que se deslinden
estas cuestiones, y sobre todo, con el ánimo de que este tipo de cosas no vuelva a
ocurrir.
Es hora, por tanto, de revisar las cuentas, y es hora también de darle contenido al
proyecto nacional. Yo creo, pero es una opinión muy personal, que en México
numerosos individuos y grupos buscaron durante mucho tiempo la alternancia en
cierta medida por la alternancia misma. Es decir, que para mucha gente lo importante
no era proponer un proyecto muy bien delineado de país con el cual queríamos entrar
en el siglo XXI, sino que lo importante era sacar al partido en el poder del poder
mismo. Bueno, esto último ya ocurrió, y ahora distintos observadores empiezan a
criticar la falta de un proyecto bien definido. No obstante, hay que mencionar que en
días pasados se publicó un Plan Nacional de Desarrollo, que contiene muchas
orientaciones útiles, y que yo les recomiendo consultar atendiendo a su curiosidad.
En todo caso, existe ahora toda una serie de elementos que constituyen una segunda
etapa, la que sigue a la alternancia que ya se dio: la revisión de cuentas, el ponerse en
paz con la memoria nacional de los últimos lustros y décadas, el convocar a la
sociedad a darle contenido y dirección al país, la celebración de pactos como el que
propone el Presidente de la República, y la distribución de responsabilidades en esta
nueva etapa de nuestra democracia. Estos elementos bien mezclados, bien
combinados, podrían dar lugar al cambio social efectivo. Dejo aquí las cosas y
devuelvo la palabra al moderador. Muchas gracias.
Introducción
Entre los conflictos que cuestionaron la gobernabilidad del país entre 1982 y 1995, se
puede destacar: la virtual insolvencia del país para pagar la deuda externa en 1982,
que originó la aplicación de ortodoxas políticas de ajuste estructural cuyo costo social
ha sido incalculable; la escisión del PRI en 1987 y el fraude electoral en las elecciones
presidenciales de 1988, que tuvieron un desenlace democratizador en las elecciones
del 2 de julio de 2000, aunque todavía queda pendiente la democratización interna del
PRI y la profundización en algunos rasgos democráticos del sistema político,
particularmente en lo que respecta a la democracia participativa y a la reelección de
algunos cargos; el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
en enero de 1994, que dejaron sin resolver los acuerdos de San Andrés Larrainzar; los
asesinatos de líderes políticos y religiosos en 1993 y 1994, que mostraron la
incapacidad del sistema de procuración de justicia; y la crisis del peso en 1994-1995,
que generó profundos problemas financieros, cuya resolución ha tenido dos lecturas
diferentes: la oficial, que logró "posicionar" la solución mexicana del "efecto tequila" en
los foros monetarios y financieros mundiales como una medida ejemplar, y la lectura
crítica, que prevé la llegada de nuevas crisis financieras que repercutirán en el
deterioro de la gobernabilidad democrática nacional y mundial.
�Governance o gobernabilidad?
En el análisis de los procesos de desarrollo, las ciencias sociales han dado origen a
dos enfoques divergentes. En primer lugar, está aquello que se conoce como la
governance theory, que es aplicada a los asuntos del "buen gobierno", bajo criterios
eminentemente relacionados con la eficiencia administrativa de las políticas públicas
en la escala nacional, o con el desempeño institucional en los asuntos relativos a la
política económica y a la inserción nacional en el mercado global. Las escalas de
actuación de este concepto van de la dimensión local hasta la supranacional y la
gobernabilidad global, pero otorgando un peso decisivo a la dimensión del Estado
nacional. En segundo lugar, el término "gobernabilidad democrática" ha venido
adquiriendo un peso mayor en la discusión relacionada con las ciencias sociales en
general. Si bien sus preocupaciones son similares a las de la teoría del governance, su
propuesta metodológica supera los asuntos de dirección de gobierno e incorpora el
tema de la participación ciudadana, de la llamada sociedad civil, de las redes de
intereses estratégicos agrupados en instituciones o en flujos organizativos que apenas
prefiguran instituciones, como es el caso de las Organizaciones Públicas No
Gubernamentales (OPNGs).
Mientras que para la teoría del governance el flujo de las decisiones va de arriba hacia
abajo, en el segundo caso se cuestionan esos mecanismos decisorios propios de la
democracia procedimental o delegativa, a los que se contraponen formas deliberativas
propias de un nuevo debate democrático. Las escalas de actuación del concepto de
gobernabilidad democrática abarcan de lo global a lo local, sin despreciar las
mediaciones que sigue articulando la dimensión nacional, aunque no adopta el
enfoque estatocéntrico de la governance theory.
El primer nivel se refiere al dilema entre legitimidad y eficacia del gobierno; una tensión
que plantea la necesidad de incluir una cultura política plural y participativa, que
transforme los mecanismos de decisión "de arriba hacia abajo" (top-down), que
incorpore y concilie las iniciativas sociales "desde abajo" (bottom-up), como
ingredientes básicos de la gobernabilidad democrática. En particular, se trata de
evolucionar hacia formas de cultura participativa y de fomentar la pluralidad, a través
de los tres instrumentos que propician formas directas de participación ciudadana: el
plebiscito, la iniciativa popular y el referéndum, los cuales estén sustentados dentro de
una tendencia a formular políticas de Estado, elaboradas por encima de los intereses
partidarios, de tal forma que el interés social encuadre las políticas de gobierno que
influyen en los fenómenos locales y en la dimensión nacional.
El segundo nivel propone una identificación realista de las presiones y demandas vis-
à-vis el entorno gubernamental, lo cual supone una distribución de las
responsabilidades, en términos de la relación Estado-sociedad. La capacidad
institucional para el procesamiento del conflicto y la generación de consensos necesita
un nuevo diseño institucional que integre la evaluación de las políticas públicas por
parte de los actores involucrados, así como la rendición sistemática de cuentas. La
condición para que la cooperación entre los actores sea horizontal es la
implementación de metodologías participativas, que sean capaces de involucrar a los
actores preocupados por la solución de sus propios problemas, y que lleven a los
ciudadanos a saber exigir el cumplimiento de las obligaciones del Estado.
Un cuarto nivel plantea que la gobernabilidad democrática está vinculada con los
temas del desarrollo y muy particularmente con la expansión y el cambio tecnológicos,
ya que éstos tienen repercusiones demográficas, ecológicas y sociales, las cuales han
sido subestimadas en cuanto a las limitaciones y posibilidades que ofrecen para la
democratización de las relaciones Estado-sociedad a partir del combate a la
desigualdad, la recuperación del Estado social y la reasignación de responsabilidades
en el marco del proceso de globalización. Aquí destacan las políticas de combate a la
pobreza, la definición de políticas sociales incluyentes contra la crisis del Estado de
bienestar, la revalorización de la planeación participativa y el reconocimiento de los
cambios que genera la globalización en las formas de regulación social en las escalas
local, nacional, supranacional y global. La ciudadanía y la gobernabilidad globales
sintetizan los desafíos de nuevas formas de coordinación entre los actores sociales,
estatales y del mercado, que pueden representar la interacción multi-escalas (local-
nacional-supranacional-global) entre una amplia gama de actores pertenecientes a la
sociedad civil organizada, al mundo de la empresa y, especialmente, a sectores
sociales empobrecidos sin representación.
Entre las apuestas del gobierno foxista para manejar institucionalmente el conflicto, se
pueden destacar:
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
PRECIADO, Jaime (2000): " El voto útil", Periódico Público, 27 de junio de 2000.
Este tercer espacio del concepto de gobernabilidad, el de la relación del Estado con la
sociedad, será el objeto de mi presentación. Hablaré de la gobernabilidad en la
alternancia desde la perspectiva de la relación del Estado con algunas organizaciones
de la sociedad, tomando en cuenta que se trata de una sociedad sumamente
compleja, socialmente heterogénea y políticamente plural (10). Hay que decir que la
sociedad civil sigue una "política de la influencia, es decir, de presión indirecta sobre el
sistema político, que se ejerce apelando a la crítica, a la movilización y al
convencimiento" (11). Los movimientos sociales, las asociaciones civiles, los grupos
informales y los individuos influyentes en la opinión pública, fundamentalmente buscan
el reconocimiento, es decir, la aceptación pública y la eventual institucionalización de
sus demandas (12); especialmente las organizaciones cívicas y los movimientos
prodemocráticos, cuyos objetivos y acciones se consideran de interés público. Uno de
sus objetivos es incidir en las políticas públicas, a través de propuestas y de reuniones
de discusión con grupos y redes de organizaciones, sobre puntos concretos de
programas de política social. La sociedad civil reclama participar en el debate público
sobre propuestas de programas sociales y apertura de espacios institucionales.
Los intentos de las organizaciones sociales por influir en las políticas gubernamentales
no son nuevos. Hace unos cuantos años que estos intentos se han hecho más
sistemáticos. Las acciones de protesta configuraron una parte importante de la vida de
las organizaciones civiles en México y en América Latina. En los ochenta se formaron
las grandes coordinadoras (13) y frentes sectoriales (CNPA campesino, CONAMUP
urbano-popular, CNTE maestros, COSINA sindical, entre otros) de corte clasista.
Operaron principalmente como gestoras de demandas reivindicativas (14). Estas
luchas de los sectores populares que habían sido centrales, perdieron eficacia política
y simbólica en la mitad de los ochenta y especialmente en los noventa (15). Entonces,
una parte del descontento social va a canalizarse hacia la arena electoral, con grandes
movilizaciones en torno a los partidos de oposición. Una parte de las ONGs no se
incorpora a esta fase política partidaria y decide mantener autonomía del Estado y de
los partidos. Un grupo de organizaciones se articularon en el marco de los derechos
humanos y políticos; esto dotó de identidad al movimiento ciudadano y los situó como
actores, no neutrales pero sí imparciales, comprometidos con la democracia (16).
Estos movimientos sociales los llama Olvera pro-democráticos (17). La nueva
tendencia a partir de los noventa es la formación de redes (18) temáticas, nacionales,
de organizaciones pluriclasistas e intersectoriales. Existen organizaciones
participantes de redes que están poniendo el acento en la búsqueda de una mayor
incidencia en las decisiones sobre políticas sociales, a través de la elaboración de
propuestas alternativas (19) que procuren contribuir al bienestar social, combatan la
pobreza o, como definieron en una reunión reciente, se comprometan "con el
desarrollo social justo y equitativo" (20).
Mientras unos destacan las oportunidades que se abrieron en la alternancia y que hay
que saber aprovechar (Alianza Cívica, Causa Ciudadana), otros resaltan las amenazas
que se deben enfrentar (Movimiento Ciudadano por la Democracia, Red Todos los
Derechos para Todos, Centro Agustín Pro).
Intentaré dar a conocer cómo se está viviendo esa nueva relación en nuestra reciente
alternancia, tomando como ejemplos dos casos en el ámbito nacional y uno a nivel del
estado de Jalisco.
El solo hecho de que se hayan reunido para discutir cómo se podría apoyar la
participación de las ONGs desde el gobierno, es relevante. Que estas organizaciones
hayan especificado en qué áreas les interesa participar y cómo podrían intervenir; que
hayan conocido e identificado otras organizaciones con objetivos similares o diferentes
pero muchas veces complementarios; el haber logrado propuestas discutidas y
consensuadas por sectores y por temáticas, constituye un avance y un reto para
ambas partes. Para el gobierno, �será una consulta más que no trascenderá? Y para
las organizaciones, �podrán aprovechar la puerta que se abrió para incidir en las
decisiones de las políticas públicas?
Como fruto de las discusiones de esta reunión elaboraron una Síntesis General (29),
en cuyas consideraciones fundamentales se definen como: "organizaciones de la
sociedad civil comprometidas con el desarrollo social justo y equitativo, preocupadas
por la superación de las causas de la pobreza (y no sólo del enfrentamiento de sus
consecuencias), orientadas a la exigibilidad y ejercicio de derechos". Y dicen: "...nos
sentimos abiertos al debate, a la revisión de nuestros presupuestos y estrategias, a la
flexibilidad en nuestras búsquedas y propuestas". Perciben la alternancia política como
un paso en la democratización del país sin perder de vista que la tarea a mediano y
largo plazo es la superación del régimen autoritario y la construcción de un régimen
democrático.
Acerca de las alianzas con otros sectores de la sociedad plantean que "se están
dando diversos procesos de articulación de redes nacionales de organizaciones
civiles, generación de espacios de debate y confluencia, el diálogo en torno a un pacto
social promovido por la Unión Nacional de Trabajadores, la solidaridad hacia los
Pueblos Indígenas expresada en la lucha por una reforma constitucional que exprese
plenamente los derechos de estos pueblos".
A nivel estatal sugieren que "hay que reconocer y valorar" ... "los procesos de
construcción de alianzas entre diversos actores (empresarios, gobiernos,
organizaciones civiles, movimientos sociales, organizaciones de base)". "La
experiencia de Poder Ciudadano en Jalisco y otras experiencias deben ser difundidas
y analizadas".
"Reconocemos que este aspecto de abrirnos a nuevas alianzas nos ayudará a tener
visiones más amplias del proceso de democratización y a generar también una fuerza
social necesaria para lograr cambios sustantivos en las orientaciones de las políticas
nacionales".
Para las organizaciones civiles esto requiere "dar prioridad durante estos años al
diálogo activo con los procesos que se están generando en los estados". Plantean la
necesidad de "generar dinámicas de interlocución de apoyo mutuo que permitan por
un lado responder a las especificidades estatales y por otro, a la construcción de
agendas nacionales". Para contribuir a este proceso se proponen realizar "foros
regionales" durante julio y agosto para preparar "el foro nacional" que planean llevar a
cabo en septiembre de 2001 (30).
Guiados por la convicción de que para consolidar una democracia no basta con educar
a los ciudadanos para que comprendan los mecanismos y procedimientos
institucionales de la democracia sino que hay que intentar fomentar en los ciudadanos
y en los actores políticos un código de valores democráticos. El realismo político,
aseguran, puede salvaguardar lo formal de la democracia pero no su médula. Por eso
proponen un cambio de paradigma y defienden la difícil tarea de que la política se
desarrolle éticamente. Responden que la garantía del vigilante colectivo es
precisamente la pluralidad, que instituye una vigilancia interna de acuerdo con lo
propuesto para que no haya intereses ocultos (32).
Los convocantes del Pacto Ético Político estaban compuestos por un 20% de
empresarios (en donde se encontraban todos los organismos empresariales de mayor
relevancia), por un 5% de sectores de iglesias (estaban el cardenal, dos obispos y el
responsable de la comunidad judía), un 20% de académicos de las principales
universidades (entre ellos había rectores y profesores investigadores con prestigio en
la región), un 9% de artistas, un 6% de comunicadores, un 20% de organismos no
gubernamentales (entre los que se contaban los más activos de Guadalajara y de las
diversas regiones de la entidad), y un 20% de personas que no pertenecían a las
anteriores instituciones. Se hizo esta convocatoria porque en el proceso federal había
reinado el marketing político y una campaña no de propuestas sino de escándalo. Se
proponía a los candidatos y partidos no sólo acatar la ley sino impedir la compra y la
coacción del voto y llevar una campaña de discusión de propuestas. A los medios de
comunicación se les instaba a que respondieran a la objetividad y a la equidad. Y a los
gobernantes a ser transparentes en la utilización de los recursos públicos, a informar a
los ciudadanos, y a abrir cauces de participación ciudadana en la toma de decisiones.
El núcleo que inició esta idea dio dos pasos: primero conformar un amplio grupo
convocante; después emplazar a los convocados. Fue tan plural y representativa la
convocatoria que los principales actores políticos tuvieron que responder. Firmaron el
pacto el PAN, el PRI, el PRD y seis de los demás partidos. Sólo dos partidos (con
escasa inserción social) no lo hicieron. Las autoridades electorales alabaron ese
pacto, pero no quisieron firmarlo aduciendo que estaban por encima de la gente. Esta
actitud les reportó críticas de partidos y de ciudadanos. El gobernador aceptaba que
se dignificara la política, pero sentía que era un tanto injusto que se dijera que se
dignificara el gobierno. Mandó una carta a los convocantes en donde apoyaba la
iniciativa y aclaraba que la norma de su gobierno era precisamente cumplir con una
política digna. Dos de los más importantes medios de comunicación escritos lo
firmaron.
En el mes de marzo de 2001, después de que el gobernador electo fue ratificado por el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y asumió el poder, el grupo
promotor del Pacto presentó a la opinión pública una evaluación del proceso electoral
(33). En él señalan tres tipos de problemas: previos a la jornada, durante la jornada
electoral y posteriores a ella.
Terminan afirmando que los convocantes a la firma del Pacto seguirán con atención la
conducta del Ejecutivo, de los legisladores, y de los dirigentes de los partidos, ya que
un capítulo del pacto se refiere a la gobernabilidad democrática.
Los organismos de la sociedad civil tienen que superar su recelo hacia los funcionarios
panistas. En vez de meterlos a todos en el mismo cajón, deberían fijarse en la
diversidad y características de cada uno, para poder establecer relaciones puntuales
de colaboración y respeto mutuo. Ramírez Sáiz afirma que en el caso del área
metropolitana de Guadalajara, entre gobierno y organizaciones de la sociedad civil
privaron la desconfianza y el recelo mutuos (37).
Los organismos de la sociedad civil intentan, sin mucho éxito, romper la mancuerna de
partidos políticos y gobierno. En este sentido las propuestas presentadas por grupos
de ciudadanos u organizaciones sociales, la mayoría de las veces no son tomadas en
cuenta ni por gobiernos, ya sea ejecutivo o legislativo, ni por partidos políticos. A pesar
de que organizan foros de consulta y de participación ciudadana, y las organizaciones
y ciudadanos presentan sus propuestas, de acuerdo con la experiencia, éstas no son
valoradas y menos incorporadas por la autoridades implicadas. Generalmente los
formatos de las consultas son extremadamente estrechos y formalistas. Un ejemplo es
el caso del Foro sobre la ley Indígena organizado por legisladores en Jalisco, en
donde los representantes indígenas estuvieron ausentes porque a su vez participaban
en otro foro de organizaciones indígenas y sociales. Pareciera que, por una parte, a
los legisladores les cuesta trabajo bajar de su pedestal para escuchar y que, por la
otra parte, las organizaciones indígenas no están convencidas de utilizar los espacios
institucionales para expresarse. En repudio a la aprobación de la reforma indígena por
parte del Congreso en Jalisco, representantes de los pueblos huicholes y nahuas
tomaron el Congreso y en sesión simbólica, sentados en las curules como si fueran
diputados, votaron en contra de las reformas promovidas por el Congreso de la Unión
(39).
Como tratamos de insistir, los retos hacia una gobernabilidad democrática no sólo son
del polo gubernamental sino también del polo de las organizaciones sociales. La
consolidación de un capital social requerirá, pues, de la participación de todos los
actores en busca de una nueva gobernabilidad democrática (44). En México esto se
traduciría en romper las desconfianzas mutuas, los ideologismos y el aislacionismo
tanto del gobierno como de las organizaciones ciudadanas.
BIBLIOGRAFÍA
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un balance de su tránsito democrático" del congreso LASA 2001 en Washington D.C.
septiembre 6-8.
AZIZ NASSIF, Alberto, ALONSO SÁNCHEZ, Jorge, 2001, Del viejo orden a los
gobiernos de alternancia. En prensa, pág. 29.
BAUTISTA, José, 2001 "Las organizaciones civiles ante el gobierno de Fox," Avances,
Escenarios de Alternancia, CIFS-ITESO.
GARCÍA NAVARRO, Manuel, "El retiro de los indigentes. Otra historia de política
vertical" en Nueva síntesis No. 34, 18 de mayo 2001.
Puesto que dispongo de un tiempo limitado para comentar las dos exposiciones
realizadas, me veo obligado a seleccionar algunos puntos, que naturalmente no
pueden reflejar toda la riqueza de las intervenciones. Me gustaría comentar
principalmente tres cuestiones, y luego hacer algunas reflexiones a modo de
conclusión.
En primer lugar, quisiera referirme a una expresión que Jaime Preciado ha utilizado, la
de �gobierno dividido�, y quizás reflexionar sobre la situación actual del gobierno
mexicano. En un segundo tiempo, me detendré sobre otro punto que ha sido abordado
en la exposición de Jaime Preciado, que es la cuestión de la legitimidad. Trataré de
comentar, de reflexionar un poco sobre esta cuestión: la legitimidad en México en sus
dos aspectos, a saber, el de la legitimidad que el electorado o la población aportan al
presidente electo, y la manera en la que el presidente mantiene, conquista, pierde esta
legitimidad a través del ejercicio cotidiano del poder, y de ese cambio necesario en las
formas, lo que Jaime Preciado denomina "la verticalidad de las políticas públicas", que
existía antes y que no puede ya existir. El tercer punto sobre el que quisiera reflexionar
es toda esta cuestión de la ciudadanía, del poder ciudadano, a la que se ha referido en
su intervención Isabel Blanco, y comentar lo que está sucediendo en México a este
respecto. Finalmente, como conclusión, quisiera aportar algunas reflexiones sobre la
cuestión de la democratización del sistema político mexicano y, en concreto, sobre uno
de los últimos puntos que la Sra. Blanco ha abordado, el del poder local.
En primer lugar, por tanto, �gobierno dividido�. Quisiera decir antes de nada que no
me gusta esta expresión. No me gusta esta expresión, igual que no me gusta el título
mismo que llevaba la intervención de Jaime Preciado, �el gobierno post-PRI�,
porque uno podría pensar que el fin de 71 años de gobierno del PRI ha supuesto eso
que hemos observado en Perú con la elección de Fujimori en 1990, la desaparición
completa del sistema de partidos, o en Venezuela con la elección de Chávez, la
desaparición completa de AD y del COPEI. Lo que caracteriza a México hoy en día es
mucho más una alternancia, con un PRI que conserva su fuerza, porque es fuerte en
el Congreso y porque mantiene gubernaturas importantes. Por otra parte, la
alternancia ya se había producido repetidas veces en estados de la federación, con
gubernaturas que fueron ganadas por el PAN o el PRD, y que incluso fueron de nuevo
conquistadas por el PRI, como es el caso de Chihuahua. Por tanto, en mi opinión
estamos en presencia de un sistema político que no hace sino reafirmarse o
confirmarse. (La victoria de Vicente Fox) es una enorme transformación, que ha tenido
lugar sin dramas, sin rupturas fundamentales, superando finalmente el sistema de
mono-partidismo real. Porque este sistema controlaba las urnas y permitía al PAN
ganar algunas elecciones tan sólo para crear la ilusión de una democracia, o en
ocasiones porque así se reclamaba en la calle. Estoy pensando en particular en el
caso de Chihuahua que acabo de mencionar, que fue la primera victoria del PAN en
unas elecciones a gobernador. El gran cambio que se ha producido ahora es que en
estas elecciones no ha habido un control de las urnas, han sido elecciones limpias, y
nos encontramos por tanto con un sistema político que se reafirma, un sistema con
tres partidos, y tres partidos fuertes.
Segundo punto sobre el que me gustaría decir unas palabras es esta cuestión de la
legitimidad, que ha sido abordada repetidas veces. En primer lugar, encuentro que
aquí también el reflejo legitimista ha sido relativamente sólido, mostrando una gran
madurez de la cultura política mexicana. La elección de Salinas de Gortari,
acuérdense ustedes, provocó grandes protestas populares que contestaron esta
elección, y que la contestaron porque fue fraudulenta. En la elección de Fox, en
cambio, los anti-Fox eran numerosos, todas las tropas del PRI en particular, y sin
embargo no han contestado esta elección. Es cierto que estaban divididos y todo lo
que se quiera, pero el caso es que la elección del presidente Fox no ha sido
contestada, lo cual es algo importante a recalcar.
En segundo lugar, me parece muy importante subrayar que hay una sociedad
mexicana que está cada vez más presente en la vida del país. Volveré en un instante
sobre la cuestión de la ciudadanía, pero lo que me gustaría subrayar aquí es que seis
meses después de la toma de funciones, el estado de gracia se ha terminado y hoy
Fox es criticado. Nosotros en Francia tenemos los viajes del presidente, en México
tienen las cabañas del presidente. Fox es criticado en la prensa, y esto es un cambio
radical en el modo de funcionamiento mexicano. Antes había una persona intocable
que era el presidente. Esto había empezado a cambiar con Zedillo, pero no fue hasta
el final de su mandato que se le comenzó a criticar en la prensa. Ahora, seis meses
después de la toma de funciones, el estado de gracia se ha terminado. Es un signo de
salud democrática el hecho de no seguir deificando a la persona del presidente, que el
presidente se haya dado cuenta de que ya no puede contentarse con su carisma -que
es real-, con la exacerbación de sus botas y de su cinturón o bien, de una manera
menos anecdótica, con discursos de tipo neopopulista. Y aquí conviene recordar que
esto es algo característico del conjunto de América Latina en la actualidad. Todos los
candidatos a la elección presidencial, ya se llamasen Cárdenas, Labastida o Fox,
adoptaron el discurso más neopopulista y demagógico posible. Así, Fox anunció que
en el año 2000 habría un 7% de crecimiento. �Quién es el individuo que puede hoy
en día garantizar una tasa de crecimiento sólo porque dice �he sido elegido y voy a
lograr esta tasa de crecimiento�? Creo que es muy positivo que el cuerpo social
mexicano, la opinión pública mexicana, una vez terminado el estado de gracia, haya
entrado finalmente en una lógica de exigencia frente al poder político, que es una
exigencia de ciudadanía.
Por otra parte, Isabel Blanco insistía mucho sobre Jalisco, y creo que es algo
interesante observar hasta qué punto la dimensión federal, que es a menudo
desconocida o sobre la que no se presta mucha atención, es una dimensión
importante de México. En México conviven diferentes identidades regionales:
Monterrey, Jalisco, Campeche o Chiapas no son en absoluto la misma cosa. Existen
identidades regionales y existen tejidos regionales -económicos, sociales, asociativos-,
que son muy diferentes y que, aquí también, en el plano político, están
estructurándose, introduciendo un nuevo modo de funcionamiento de este sistema
político, lo cual me parece francamente interesante.
Está teniendo lugar, sin embargo, una transformación en profundidad de los partidos,
que están americanizándose cada vez más. Es decir, se están convirtiendo
básicamente en máquinas electorales. El PRI hoy en día ya no tiene el liderazgo. El
PAN es más un partido de ejecutivos que un partido de masas. El PRD se ve a sí
mismo como un partido de masas, pero funciona también cada vez como una máquina
electoral. Y esta es una evolución que no conviene pasar por alto, sobre todo en una
sociedad que por la lógica geopolítica y económica, está cada vez más enraizada
dentro de un orden. Perdónenme, pero creo que los 20 minutos ya han transcurrido.
1. Llegó la alternancia
Al filo de las 3 de la tarde del dos de julio del año 2000 empezaron a circular, de forma
muy restringida y en voz baja, los primeros resultados de encuestas de salida y la
noticia era: Vicente Fox tiene una ventaja de entre 8 y 10 puntos sobre Francisco
Labastida. En el Instituto Federal Electoral (IFE) la agenda del día transcurría con
puntualidad, el IFE tenía el control casi total de las elecciones y los problemas eran
menores, prácticamente inexistentes; su sistema de información le permitió localizar y
resolver las irregularidades. El logro era significativo, unas elecciones competidas,
transparentes y alternancia en el poder.
El tercer sitio fue para el PRD, se quedó con su voto duro, sus votantes históricos, sus
poco más de 6 millones de sufragios. Perdió importantes posiciones en el Congreso,
en donde sus integrantes tuvieron una disminución considerable de 125 a sólo 50
diputados; su triunfo importante fue retener el Distrito Federal, a pesar de que perdió
algunas delegaciones y la mayoría en la Asamblea de Representantes. Con esta
posición, la segunda en visibilidad del país, quedó también con una considerable
capacidad de oposición frente al gobierno federal.
El partido que ganó la presidencia tendría dos obstáculos de entrada: no logró tener
mayoría en el Congreso, se quedó con el 41,2 por ciento de los diputados y el 35,9 por
ciento de los senadores; y además, desde los primeros días se hizo patente el
laberinto de tensiones que habría entre el presidente y su partido. Los grupos
dominantes del partido no serían los grupos dominantes en el gobierno. El primer
gobierno de alternancia sería dividido. Los que ganaron tenían sólo una parte de las
canicas, y no podrían sacar adelante su proyecto sin lograr el consenso de los que
perdieron.
Después del dos de julio pasaron cinco largos meses para que el gobierno tomara
posesión. Entre julio y noviembre hubo de todo; una parte muy destacada de ese
periodo fue el trabajo de las mesas de la reforma del Estado, integradas por un equipo
plural de 150 personas, que presentaron un proyecto de cambio institucional, el cual
fue paradójicamente ignorado por los partidos y por el Congreso; el presidente Fox
hizo suyo el proyecto y en el aniversario de la Constitución propuso lanzar el proyecto
de cambio constitucional (46). Sin embargo, finalmente no salió adelante, y el propio
secretario de Gobernación propuso después algunos proyectos de reforma parciales
(reelección legislativa, información transparente), con lo cual se regresaba a la vieja
lógica de parchar y no presentar un proyecto integral.
Hace tiempo leí en un diario una nota que me llamó la atención: "A un año de su
victoria en las urnas, el gobierno de (...) no ha logrado cumplir sus promesas de
estabilidad, aumento del empleo, combate a la pobreza, y en cambio ha dictado
impopulares medidas de ajuste y austeridad" (La Jornada, 25/X/2000). La pregunta
inmediata fue: �qué tan lejos o qué tan cerca estamos de leer una nota similar en
México un año después de la elección presidencial? En este planteamiento se
encuentran contenidas las preguntas y las incertidumbres sobre lo que puede y hará, y
sobre lo que no puede y no hará como presidente Vicente Fox.
Un año después del 2 de julio de 2000 queda claro que la ruta de la transición puede
tener muchos rumbos, que los mapas para cruzarla pueden ser sólo buenos deseos y
expectativas y que la tarea de gobernar en nuestro sistema de democracia incipiente
es exponencialmente conflictiva, como hemos visto desde el 1� de diciembre de
2000. El sistema político que surge con la alternancia está impregnado del pasado, no
existen los incentivos para hacer una transformación constitucional, no se ha logrado
hacer un pacto político entre las fuerzas políticas y las decisiones del gobierno se
tropiezan cotidianamente con las inercias de viejo régimen (47).
La bolsa de las expectativas sobre el próximo gobierno fue enorme y no podría ser de
otra forma después de 71 años de ejercicio del poder en manos de un partido político.
En cambio, las posibilidades de acción para satisfacer esas expectativas son limitadas
y están llenas de dificultades. Basta revisar lo que pasó después del 2 de julio para
comprobarlo: la contabilidad de aciertos y errores del presidente electo y sus equipos
de trabajo abultaron la visibilidad pública y cuestionaron un proyecto que todavía no se
iniciaba.
La situación política es la de una sociedad que votó por un cambio, que tiene
expectativas amplias de que los grandes problemas nacionales -pobreza, inseguridad,
injusticia, impunidad, corrupción, falta de oportunidades-, se puedan empezar a
combatir. Una parte considerable de las esperanzas de un cambio se basa en la gran
oferta que el mismo Vicente Fox hizo durante su campaña. Pero firmar acuerdos con
los grupos sociales, y al mismo tiempo con los intereses económicos, es conflictivo a
la hora de hacer equipos y proyectos, porque necesariamente hay jerarquías, visiones
y proyectos no sólo diferentes, sino opuestos.
A pesar de que durante los primeros meses el gobierno se ha topado con un escenario
lleno de complicaciones y litigios, el presidente Fox mantiene un alto grado de
respaldo, como lo certifican algunas encuestas como la que señala que tiene el 67 por
ciento de aprobación, a pesar de que el 59 por ciento considera que ha habido pocos
cambios (48).
3. Los retos
�Qué tan plural e incluyente resulta el equipo de gobierno y el proyecto para el país?
�Es compatible el perfil marcadamente empresarial de algunos colaboradores, con
una agenda social y democrática? �Son conciliables los grandes intereses
económicos con políticas públicas de Estado, lo cual supone autonomía y
transparencia institucional? Quizá todas estas interrogantes se puedan sintetizar en
una sola: �hay espacio suficiente para hacer las reformas institucionales que
transformen México en un país democrático? Los retos y desafíos del próximo
gobierno tienen que ver principalmente con los siguientes temas:
Después de los primeros nueve meses de gobierno, se puede decir que el marcador
foxista no le favorece y que hasta la fecha no ha tenido un triunfo claro con el cual
pueda contrarrestar los goles que le han metido y los autogoles. El discurso político
empieza a tener dificultades para sostenerse y la popularidad inicia su bajada, a pesar
de que todavía se mantiene en niveles altos. El calendario ha marcado los problemas
que la opinión pública ha destacado, y mes con mes se ha experimentado algún
conflicto: diciembre del 2000, el presupuesto; enero, Tabasco y Yucatán; febrero y
marzo, la reforma indígena; abril, la posposición de la reforma fiscal; mayo y junio, los
ajustes económicos y la recesión; julio y agosto, las inercias de gobernar.
Los grandes momentos en donde el presidente Fox ha invertido su bono han tenido
soluciones poco favorables. Así, Fox prometió resolver el conflicto de Chiapas en 15
minutos, pero la ley sobre derechos y cultura indígena que se mandó al Senado desde
diciembre de 2000, se enfrentó a una posición conservadora que transformó el
proyecto en una ley y disminuyó las premisas de la ley Cocopa; en consecuencia, fue
repudiada por los zapatistas y llevó a un nuevo rompimiento de las negociaciones
entre el gobierno y los zapatistas. Otro flanco importante ha sido la iniciativa fiscal, que
no pasó en el primer intento, polarizó a los partidos y generó un rechazo masivo en la
población por el cobro del IVA en medicinas y alimentos. Además, hay un "atorón"
económico, se pierden empleos, los apoyos sociales disminuyen y el crecimiento baja.
Sin embargo, por otra parte, la inflación ha bajado a niveles del 5 por ciento anual; las
tasas de interés disminuyeron significativamente por debajo del 10 por ciento; la
moneda sigue fuerte y la inversión extranjera directa crece; tampoco ha habido fuga de
capitales.
Es muy común escuchar que el desfase entre las promesas de la campaña electoral y
los bajos resultados de la primera alternancia presidencial afectan a las expectativas
ciudadanas. Sin embargo, hay un enfoque del problema poco explorado, el cual tiene
que ver con el diseño de las instituciones políticas y con la dinámica de un gobierno
dividido. Más allá de las voluntades políticas en juego, de la habilidad, o de las
"visiones" y "misiones", el nudo radica en la mezcla conflictiva de un poder dividido y
un modelo político en el que no existen incentivos para cooperar y pactar.
�Por qué razón no hay un pacto político que haga posible consolidar la democracia y
estabilizar un nuevo sistema institucional? Scott Mainwaring, politólogo
estadounidense, formuló una hipótesis interesante que puede servir para el caso
mexicano: la combinación entre un sistema presidencialista y un formato
multipartidista, es un problema importante para lograr una democracia estable. Otras
combinaciones muestran estabilidad, ya sea el presidencialismo con un bipartidismo o
un multipartidismo con un régimen parlamentario. Mientras en el país hubo un formato
de presidencialismo y un partido hegemónico y dominante, el viejo régimen funcionó
con una lógica autoritaria. Ahora tenemos un gobierno dividido, un presidencialismo
sin los recursos corporativos del viejo régimen y un sistema multipartidista sin
capacidad de pactar las reformas para consolidar la transición democrática. Los
problemas más importantes de la mezcla mexicana son básicamente la polarización
ideológica y las dificultades extremas para formar coaliciones parlamentarias.
Tenemos un país con una alternancia que se generó por la reforma de las reglas
electorales, un gobierno dividido, una estructura de los poderes con mayor autonomía,
y un proceso político con pocos márgenes para pactar las reformas y las nuevas
instituciones. En el ir y venir de todos los días se construye la historia de nuestra
incipiente democracia. Lo urgente y la coyuntura del día se comen las posibilidades de
planear y hacer un proyecto de mediano plazo y un cambio institucional. El gobierno
de alternancia se dedica a conducir y operar la nave, pero no se ven en el escenario
los pactos ni los proyectos para consolidar la democracia.
Tal vez, si nos costó prácticamente 30 años lograr la alternancia en el poder y la
democracia electoral, nos lleve otros 30 años -la tarea de una generación o más- crear
las instituciones democráticas, los equilibrios económicos y la sociedad que necesita
enfrentar los retos y dilemas del siglo XXI mexicano.
El objetivo de esta presentación será discutir los retos de la política social mexicana en
el marco de la alternancia y su relación con la gobernabilidad. Lo trataremos de hacer
en los siguientes cuatro apartados: la delimitación de nuestro campo de discusión, las
cargas y posibilidades que ofrece el pasado tanto en la política social en sí misma
como en su relación con la economía, y los nuevos retos de la política social en la
actual situación de alternancia.
2) Desde nuestro punto de vista, lo anterior significa que la política social no sólo
enfrenta los retos propios de su "campo", es decir, las transformaciones necesarias
para enfrentar los grandes déficits sociales de México (pobreza creciente en los
últimos 20 años, según coinciden prácticamente todos los análisis) en el contexto de
los profundos cambios económicos, de los problemas fiscales y de las políticas
salariales restrictivas de las últimas dos décadas. La política social también enfrenta el
reto de "legitimar" la democracia, la alternancia; paradójicamente, la cuestión social se
convierte en un factor importante de la gobernabilidad.
II. La carga y las posibilidades del pasado (I): Hacia la transformación de las
viejas políticas sociales.
10) Si bien esta política social fue implicando la creación de instituciones sociales en la
época sustitutiva, los gastos sociales en relación al PIB permanecieron en niveles
modestos apenas cercanos al 5%, hasta que en los años 70 llegaron a superar el 7% y
acercarse al 8%. México quedaba lejos de las recomendaciones de instituciones
internacionales, como la UNESCO, en relación al gasto social: por ejemplo, en los
años 70 apenas se llegaba a un gasto educativo del 3.5% del PIB (1979). No era de
extrañar, por tanto, el freno en el incremento de la cobertura del sistema de seguridad
social, la creación de instituciones débiles en el campo de las pensiones, y la
inexistencia de instituciones de atención al desempleo.
11) Esta vinculación funcional tenía así serios riesgos de conflictividad social, debido a
que excluía a sectores importantes de la sociedad: en especial a los sectores del
campo no beneficiados por la reforma agraria o afectados por el proceso de
industrialización, y a los sectores asalariados del sector informal no incorporados a
ninguna forma de negociación ni a la red de seguridad social. Se había generado así
todo un sistema de regulación de la cuestión social, y en específico de la pobreza, que
impedía la explosión desordenada de los problemas de gobernabilidad; en esta forma
de regulación intervenían el incremento o simple mantenimiento de la cobertura en la
seguridad social, el aumento de los salarios durante varios decenios, el gran fenómeno
migratorio hacia los Estados Unidos, la generación de mecanismos de asistencia
social y, en caso de ser necesaria, la represión selectiva de los inconformes sociales.
Pero el sistema llegaría a sus límites en algunos periodos destacados.
13) Con varios años de retraso, entonces, las políticas sociales entran en la fase de
reformas a la mitad de los años 90. Las políticas económicas habían cambiado
claramente de orientación desde mediados de los 80 (apertura comercial, ingreso en el
GATT); sin embargo, las reformas en profundidad de todo el sistema de política social
no comienzan hasta la segunda mitad de los años 90: el objetivo fue ajustar las
políticas sociales hacia una mayor orientación de mercado, hacia una "liberalización"
de las mismas. Los reformadores de mercado sostenían que una reforma mejoraría la
situación social y haría más eficiente el combate a la pobreza. En este sentido, la
reforma del sistema de pensiones apunta hacia la individualización de las cuentas de
retiro y hacia una consolidación de la privatización del sistema financiero; la reforma
del seguro social se dirige hacia la coexistencia de diferentes sistemas de salud, más
acordes con la capacidad adquisitiva de los asegurados y con la polarización de la
escala salarial: un sistema "pobre" (para el que incluso se abarata el ingreso) que
servirá a los trabajadores con menores ingresos, y un sistema subrogado que permitirá
la incorporación del sector privado y servicios de más calidad y más costosos para los
trabajadores con mayores ingresos; la reforma del sistema de atención a la pobreza
extrema, con la creación de Progresa, que apunta hacia el abandono de la política de
subsidios a la oferta (abandono de los apoyos a precios subsidiados, por ejemplo
Conasupo y el control de precios de alimentos) y el paso hacia los subsidios a la
demanda, a través de la focalización sofisticada que busca el desarrollo del capital
humano (atención a algunas necesidades alimenticias, educativas y de salud de los
pobres extremos).
14) La búsqueda de bienestar por parte de las políticas sociales tenderá, pues, hacia
un carácter fragmentado de nuevo cuño (focalización); la búsqueda de legitimidad
social difícilmente pasa por los sectores corporativos masivos y se dirige a individuos o
a sectores corporativos "privilegiados" (pensiones individuales, seguro subrogado); y la
búsqueda de consolidación del nuevo proceso económico se dirige al apoyo del
sistema financiero (ahorro forzoso) y del desarrollo del capital humano de los pobres
extremos. Las políticas salariales son abandonadas como factor de vinculación entre
la política económica y la social; en teoría, la política salarial deberá ser "liberalizada" y
deberá ser considerada como una política amigable con el mercado, pero en los
hechos continuará como fuertemente controlada para apoyar el modelo de
competitividad (exportaciones más bien intensivas en mano de obra). En los hechos,
con sus vaivenes, los salarios reales han continuado sin recuperarse (el salario
mínimo sobre todo: representa en 2001 apenas una cuarta parte del salario de 1976).
III. La carga y las posibilidades del pasado (II): politica social y política
económica.
17) El escenario es complejo; los retos también. En un país como México, la pobreza
es punto nodal de atención de la política social; el problema es que esta última fue
usada durante muchos sexenios como soporte alternativo a la legitimidad electoral;
recientemente como tapón insuficiente de los límites de la política económica. Las
acciones frente a los pobres paradójicamente deslegitimaron muchas veces las
políticas sociales. En diversos análisis o en la percepción de miles de ciudadanos la
política social huele y sabe a rancio. Por ello una de las discusiones presentes es
cómo reconstruir o reformar las políticas de combate a la pobreza y para ello hay
muchas concepciones: desde la idea de instrumentos políticos para preparar las
elecciones en regiones en peligro para el partido gobernante (uso electoral del
presupuesto social, actividad tradicional que puede renacer), hasta la propuesta
economicista de compensación de los defectos del mercado o de las políticas
económicas; o desde la práctica caudillista de las acciones clientelares para mejorar la
imagen del jefe máximo local, regional o nacional, hasta la concepción más integral de
acciones de Estado que buscan asegurar un piso social básico para todos y la
vigencia de los derechos sociales. Las acciones "electoreras", economicistas o
clientelares han mostrado sus serios límites tanto desde el horizonte democrático
como desde la eficacia económica y social. La alternancia requiere de políticas
integrales, en coherencia con una política económica eficaz, pero de contenido social y
no creadora de más pobres; sin una política social integral coordinada con una política
económica de este tipo, la pobreza se convertirá de viejo reclamo en renovada crisis
de legitimidad.
18) Al inicio del periodo de alternancia, no queda claro aún el nuevo rumbo (o la
continuidad) de las políticas sociales y su relación con las políticas económicas.
Pareciera que lo que predomina es la inercia en las instituciones sociales, sin un
proyecto claro de consolidación de la red de seguridad social, en parte debido a la
incertidumbre en cuanto a la reforma fiscal y a la debilidad en los ingresos fiscales (de
los más bajos entre los países de la OCDE). Actualmente se encuentran en debate
diversas posibilidades, que podrían resumirse en los siguientes proyectos:
Valencia Lomelí, Enrique (1996), Deux ajustements, deux trajectoires: les politiques
d�ajustements de la Corée du Sud et du Mexique, Tesis de Doctorado en Economía,
París: Universidad de París VII.
Guy Hermet
Investigador del Instituto de Estudios Políticos de París
Por otra parte, creo que ello perfila el marco general de lo que hablamos. Se utilizan
muchas palabras: transición, alternancia, democracia, como si todas ellas fueran
sinónimas. Sin embargo, una transición no es en absoluto una alternancia. El Dr. Aziz
ha utilizado a menudo esta palabra, y estoy totalmente de acuerdo con él, por cierto,
sobre las restricciones que precisamente hacía de ella, pero creo que es necesario
insistir: una transición, en general, es una operación dirigida por un grupo de actores,
de gente, de responsables, que tienen un plan para ir de un punto a otro, para pasar
de un cierto régimen a otro. Ese régimen inicial puede ser, por ejemplo, una dictadura
militar, una dictadura civil o una semi-dictadura. Este último era un poco el caso en
México, y recordemos que Vargas Llosa llamaba a México, al régimen mexicano, "la
dictadura perfecta". En una transición hay un grupo de gente que se propone, durante
un periodo de tiempo indeterminado, pasar de un régimen a otro. Y en México yo creo
que sucedió otra cosa. Quizás mis colegas mexicanos me contradirán, pero en mi
opinión ningún actor importante, desde luego no los actores del PRI, pero tampoco los
grandes actores del PRD ni del PAN, con la excepción de Vicente Fox, querían
modificar considerablemente el sistema, pasar de un régimen a otro. Lo que querían
era participar en el régimen, ser admitidos en el régimen más o menos tal como éste
existía en el fondo, aunque sin que siguiera siendo ese régimen de monopolio del PRI.
Así pues, una transición es algo distinto, ya que en México nadie, aparte de algunas
individualidades como sin duda el Sr. Fox, se proponía verdaderamente transformar el
régimen.
El Sr. Aziz hacía esta pregunta: �cuándo comienza la transición y cuándo termina?
No se sabe muy bien cuándo comienza y, en todo caso, quizás no ha terminado. En
realidad, jamás ha comenzado, porque el PRI, el Partido Revolucionario Institucional,
se proponía liberalizar el sistema y no democratizarlo. Liberalizarlo para que fuera más
sólido, modernizarlo en un cierto sentido, por así decirlo. Se produjo así, en primer
lugar, la liberalización económica, el paso de una gesticulación si ustedes quieren un
poco socialista a eso que en América Latina se llama liberalismo o neoliberalismo.
Después se hizo la liberalización política, por círculos, o por arenas, como se dice
también. Liberalización política que ha consistido justamente en dejar a la oposición
ganar ayuntamientos, estados, y escaños en el parlamento. Incluso hubo sorpresas
desagradables, como cuando la oposición ganó en el Distrito Federal, aunque en este
caso no se sabía muy bien si era realmente la oposición, porque el PRD de hecho
provenía del PRI. De tal forma que estamos ante una situación muy particular en
México: no se produjo una transición sino una liberalización, que después
efectivamente desembocó en una alternancia con la llegada de Fox al poder, de otro
equipo, de otro espíritu. Fue todo lo contrario de una transición. Se trató de una
alternancia, de una democratización de un solo golpe, lo cual puede ser a veces
catastrófico, ya que más vale quizás que se haga lentamente. �Cuál es la relación de
todo esto con esa otra palabra que se ha utilizado, gobernabilidad?
En primer lugar, me gustaría contribuir a clarificar un poco las cosas sobre el concepto
de gobernabilidad. El concepto de gobernabilidad es muy antiguo, y privilegiaba al
comienzo la noción de gobierno. �Cuál es el significado original de gobernabilidad?
Se trataba de saber si un gobierno podía gobernar un país, y existía entonces aquella
fórmula tan utilizada: "este país es ingobernable". El general De Gaulle decía de
Francia: "este país es ingobernable"; y también decía de Brasil: "este país no es serio",
lo que significaba que era un país ingobernable como Francia. Después se mezclaron
las cosas, porque existe toda otra noción que se introdujo a dos niveles, en dos
esferas diferentes.
Dentro de las democracias, suele decirse, normalmente las decisiones se tomaban por
mayoría, y la mayoría se suponía que representaba el interés general. Esto podría
discutirse, pero de hecho eso se decía, que las decisiones se tomaban de esa forma y
después el gobierno las aplicaba. Claro, era el gobierno el que tenía la mayoría, el que
tomaba las decisiones y después decía a su mayoría en el parlamento que las
adoptara. Pero se dieron cuenta cada día más de que este mecanismo se deterioraba;
ya no había interés general, sino que había un gran fraccionamiento del interés en el
seno del país, de la región, y hacía falta llegar a compromisos. A partir de este
momento, se pusieron en marcha procedimientos de consulta, que se han vuelto cada
vez más deliberativos, no oficialmente pero cada vez más decisorios, y dirigidos,
además, conducidos por un Estado que se conforma con ser simplemente mediador,
un árbitro, con sus funcionarios. Este proceso generó una paradoja: ahora el alto
funcionario es más democrático quizás que el diputado electo. El alto funcionario
consulta más. Corresponde mejor al esquema de la nueva gobernanza globalizada.
Como ustedes ven, gobernabilidad y gobernanza no son la misma cosa.
Creo que en el caso de México, todos los argumentos que desarrollamos se refieren
en general a la gobernabilidad �es decir, �puede el gobierno gobernar el país?- y,
sólo en algunas ocasiones, a la gobernanza de veras; así, al tratar de la política
económica que el gobierno del presidente Fox puede llevar a cabo, ya que dicha
política está completamente condicionada por el nuevo "régimen internacional".
Otro punto relacionado. Una transición se acaba cuando todos los actores están de
acuerdo sobre las reglas del juego: que ya no van a llamar a los militares para dar un
golpe de estado, que los que son de izquierda no van a organizar manisfestaciones
multitudinarias en lugares públicos para desestabilizar todo o provocar huelgas
generales. Así pues, están de acuerdo en no abusar de estos medios, pero para que
pueda existir semejante acuerdo o pacto, porque aquí se ha hablado de pacto, hace
falta estar en transición. Pero si todo se produce en una forma súbita, tratar de
negociar el pacto después es muy difícil, sobre todo cuando el terremoto hirió sin
previo aviso a todo el aparato de contención social del anterior régimen: a los
sindicatos corrompidos, los sindicatos oficiales o de Estado. Agrego esta especie de
anécdota: el Dr. Aziz mencionó al presidente Sanguinetti, el presidente de Uruguay en
el momento de la vuelta de este país a la democracia, al decir que quería "armonizar
la impaciencia" (me imagino que querría decir "calmar, terminar con la impaciencia").
�Saben ustedes qué había hecho para preparar esta transición el presidente
Sanguinetti, de acuerdo con los militares, con el almirante Medina que tenía el poder?
Hicieron volver a los comunistas del exilio, un año y medio antes, para que creasen de
nuevo los sindicatos, para que el gobierno democrático tuviese interlocutores, y
pudiesen "calmar la impaciencia" de los trabajadores, que habían visto disminuir un
50% su salario desde hacía cinco o seis años. Esto fue un trabajo de artista, pero no
es posible algo semejante en México. Discúlpenme por ser tan directo.
Comentario final
Carlos S. Milani
Programa MOST
No es tarea fácil hacer una síntesis en cinco minutos de lo que hemos escuchado aquí
esta tarde. En general, podría decirse que las ponencias y los debates de esta mesa
redonda nos muestran que el fenómeno de la globalización -en el caso de México su
integración regional a través del Tratado de Libre Comercio-, produce un impacto sin
precedentes en la democracia: en las estructuras de poder, como decía el Dr. Aziz, o
en la formulación de políticas públicas para el desarrollo social, como señalaba el Dr.
Valencia.
En primer lugar, quisiera señalar el hecho de que hoy en día, en el contexto de las
transformaciones sociales contemporáneas, ya no es posible concebir lo político en
términos tradicionales: lo político abarca más que el Estado y más que el Gobierno. En
segundo lugar, hay que tener en cuenta que la sociedad es bastante más amplia que
la sociedad civil, que esta sociedad civil es a su vez más amplia que las ONGs, y que
éstas constituyen asimismo un universo más grande que la mera filantropía. La Dra.
Blanco ha proporcionado algunos elementos de reflexión bastante interesantes al
respecto.
Los análisis de esta tarde nos enriquecen y son de gran valor para el Programa
MOST, y yo destacaría tres puntos principales de interés para nuestro Programa:
En primer lugar, nos parece fundamental la cuestión del análisis crítico de los sentidos
de las palabras, de los términos, cuestión a la que hizo referencia el Dr. Hermet en su
exposición. Nos parece esencial, no por el mero placer de realizar estudios semánticos
o lingüísticos, sino porque resulta realmente necesario clarificar algunos términos, ya
que existe un riesgo bastante grande de manipulación e instrumentalización ideológica
en su utilización. Es el caso, por ejemplo, de la palabra "governance", que pudiera
remitirnos a procesos políticos completamente diferentes, algunos incluso que
pretenden no ser ya políticos y tampoco históricos. El debate semántico enriquece por
tanto nuestro trabajo.
Notas
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