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27/01/2011 Evangelios y Generated

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EVANGELIOS Y COMENTARIOS

cristianos siglo veintiuno

Mt 5, 1-12a
Dichosos los pobres en el espíritu.

QUÉ NOS DICEN LAS BIENAVENTURANZAS

Imposible entender nada de las bienaventuranzas, si no tenemos en


cuenta lo que dijimos el domingo pasado del “Reinado de Dios”. Dios
dentro de ti es lo esencial. Todo lo demás es accidental. La falta de lo
externo, lo secundario, nunca podrá anular lo esencial, pero tampoco lo
accidental podrá sustituirlo.

Para todo el que no haya tenido esa experiencia interior, las


bienaventuranzas son un sarcasmo. Es completamente absurdo decirle al
pobre, al que pasa hambre, al que llora, al perseguido: ¡qué suerte tienes!
¡enhorabuena!

Intentar explicarlas racionalmente es una quimera, porque su dinámica


está más allá de toda lógica. Se trata sin duda del mensaje más original y
provocativo de todo el evangelio. No son nada fáciles de entender. Las
bienaventuranzas empezaron a necesitar explicación cuando los cristianos
abandonaron la vivencia interior.

Sobre las bienaventuranzas se ha dicho de todo. Para Gandhi eran “la


quintaesencia del cristianismo”. En cambio para Nietsche eran una
maldición, ya que atentan contra la dignidad del hombre. Entre estos dos
extremos podemos encontrar explicaciones para todos los gustos.

Sería un verdadero milagro hablar de las bienaventuranzas y no caer, en


demagogia barata para arremeter contra los ricos, o en un espiritualismo
que las deja completamente descafeinadas y por lo tanto inofensivas. En
los dos extremos hemos caído a través de la historia.

Las bienaventuranzas son los textos que mejor expresan la radicalidad del
evangelio. Tal vez la formulación, un tanto arcaica, nos impide descubrir
su importancia. En realidad lo que quiere decir Jesús es que seríamos
todos mucho más felices si saliéramos de la dinámica del consumismo
egoísta y entrásemos en la dinámica del compartir.

Mateo coloca las bienaventuranzas al principio del primer discurso


programático de Jesús. Bien entendido que es un montaje de Mateo. No
es verosímil que Jesús haya comenzado su predicación con un discurso
tan solemne y radical como este.

También el escenario que prepara para este sermón nos indica hasta qué
punto lo considera importante. El “monte” está haciendo clara referencia
al Sinaí. En el AT, el monte es el lugar de Dios, el ámbito de lo divino.

Jesús es considerado como el nuevo Moisés, que promulga la “nueva


Ley”. Pero hay una gran diferencia. Las bienaventuranzas no son
mandamientos o preceptos. Son simples proclamaciones que invitan a
seguir un camino inusitado hacia la plenitud humana.
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No tiene importancia que Lucas proponga cuatro y Mateo, nueve. Se
podrían proponer cientos, pero bastaría con una, para romper los
esquemas de la vida humana planteada desde el falso yo.

No se trata de buscar a uno que es pobre, a otro que llora, a otro que
pasa hambre o a otro que es perseguido. Se trata del ser humano que
sufre limitaciones materiales o espirituales por caprichos de la naturaleza
o por causa de otro, y que unas veces se manifiestan por el hambre y
otras por las lágrimas. La circunstancia concreta de cada uno no es lo
esencial. Por eso no tiene mayor importancia explicar cada una de ellas
por separado. Todas dicen exactamente lo mismo.

La inmensa mayoría de los exegetas están de acuerdo en que las tres


primeras bienaventuranzas de Lucas, recogidas también en Mateo, son
las originales e incluso se puede afirmar con cierta probabilidad que se
remontan al mismo Jesús.

Parece que Mateo las espiritualiza, no sólo porque dice pobre de espíritu,
y hambre y sed de justicia, sino porque añade: bienaventurados los
pacíficos, los limpios de corazón etc.

Esta diferencia se atenúa mucho en cuanto descubramos qué significaba


en tiempo de Jesús “pobres” (aniwim). En la Biblia hay una riquísima
tradición sobre este concepto, que puede ayudarnos a comprenderlo. Sin
este trasfondo bíblico, puede resultar sorprendente e incluso reaccionario.

Con su despiadada crítica a la sociedad injusta, los profetas Amos, Isaías,


Miqueas, denuncian una situación que clama al cielo. Los poderosos se
enriquecen a costa de los más pobres. No es una crítica social, sino
religiosa. En efecto, todos pertenecen al mismo pueblo cuyo único Señor
es Dios; pero los ricos, al esclavizar a los demás, no hacen caso a Yahvé,
no reconocen su soberanía. Dios no puede tolerar esta rebelión, y
reaccionará, dicen los profetas.

Después del destierro se habla del resto de Israel, un resto pobre y


humilde. Simplificando mucho, podríamos decir que los pobres bíblicos son
aquellas personas que, por no tener nada ni nadie en quien confiar, su
única escapatoria es confiar en Dios, pero confían. El “resto” bíblico es
siempre el oprimido, el marginado, el excluido de la sociedad. Incluía, por
tanto, a los que hoy llamaríamos socialmente pobres: a los enfermos y
poseídos, a los ‘impuros’, a los que ejercían oficios incompatibles con la
pureza legal.

La distinción entre pobre sociológico y pobre teológico no tenía sentido,


cuando nos referimos a los evangelios. En tiempo de Jesús no había
separación posible entre lo religioso y lo social.

Las bienaventuranzas no están hablando de la pobreza voluntaria


aceptada por los religiosos a través de un voto. Está hablando de la
pobreza impuesta por la injusticia de los poderosos. Los que quisieran
salir de su pobreza y no pueden, son los que Jesús considera
bienaventurados si descubren que nada les puede impedir ser más
humanos.

Otra trampa que debemos evitar al tratar este tema es la de proyectar la


felicidad prometida para el más allá. Así se ha interpretado muchas veces
en el pasado y aún hoy lo he visto en algunas homilías. No, Jesús está
proponiendo una felicidad para el más acá. Aquí y ahora puede todo ser
humano encontrar la paz y la armonía interior que es el paso a una
verdadera felicidad, no basada en el tener y consumir más que los demás,
sino en la búsqueda de un equilibrio que elimine las diferencias entre todos
los seres humanos.

Esta reflexión nos abre una perspectiva nueva. Ni el pobre ni el rico se


pueden considerar aisladamente. Siempre existe una relación entre ambas
situaciones. La riqueza y la pobreza son dos términos correlativos, no

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existiría una sin la otra. Es más, la pobreza es mayor cuanto mayor es la
riqueza, y viceversa. Si desaparece la pobreza, desaparecerá la riqueza.

Tal vez la irracionalidad de los ricos es que queremos que desaparezca la


pobreza manteniendo nosotros nuestra riqueza. Es imposible. Si tenemos
en cuenta que la tendencia es a aumentar el abismo ya existente entre
ricos y pobres, descubriremos que la predicación de hoy está abocada al
fracaso.

Las bienaventuranzas quieren decir:

• es preferible ser pobre, que ser rico opresor


• es preferible llorar a hacer llorar al otro
• es preferible pasar hambre a ser la causa de que otros mueran de
hambre
• dichosos no por ser pobres, sino por no ser ricos egoístas
• dichosos, no por ser oprimidos, sino por no ser opresores

La clave sería: el valor supremo no esta en lo externo sino dentro del


hombre.

Hay que elegir entre la confianza en el placer o la confianza en el Reino de


Dios. Si elegimos el ámbito del dinero, habrá injusticia e inhumanidad. Si
estamos en el ámbito de lo divino, habrá amor, es decir humanidad.

Ahora bien, si el ser pobre es motivo de dicha, por qué ese empeño en
sacar al pobre de la pobreza. Y si la pobreza es una desgracia, por qué la
disfrazamos de bienaventuranza. Ahí tenemos la contradicción más
radical al intentar explicar racionalmente las bienaventuranzas.

Pero por paradójico que pueda parecer, la exaltación de la pobreza que


hace Jesús, tiene como objetivo el que deje de haber pobres.

El enemigo numero uno del Reino de Dios es la ambición, el afán de


poder, la necesidad de oprimir al otro. Recordad las palabras de Jesús:
“no podéis servir a Dios y al dinero”.

La praxis de Jesús en su vida diaria, es el único camino para entender las


bienaventuranzas.

El Reino de Dios es el ámbito del amor, pero para llegar a ese nivel, hay
que ir más allá de la legalidad o falsa justicia. Mientras no haya verdadera
justicia, el amor será falso. Decía Plotino: “Hablar de Dios sin una
verdadera virtud es pura palabrería”

El evangelio nos está diciendo que toda acumulación de bienes, mientras


haya un solo ser humano que muera de hambre, es injusta. Ya sé que no
lo queremos entender. Los economistas dirán que no puede haber
progreso sin acumulación de capital. Los sociólogos dirán que la
organización de la sociedad sería imposible, si no hubiera alguien que
mandara y alguien que obedeciera.

Lo que intentan decir las bienaventuranzas es precisamente que la


sociedad tal como está hoy montada a nivel mundial es radicalmente
inhumana e injusta, aunque cumplamos al pie de la letra todas las normas
legales que nos hemos dado a nosotros mismos.

Las bienaventuranzas nos están diciendo que otro mundo es posible. Un


mundo que no esté basado en el egoísmo sino en el amor.

¿Puede ser justo que yo esté pensando en vivir cada vez mejor
(entiéndase consumir más), mientras millones de personas están
muriendo, por no tener un puñado de arroz que llevarse a la boca? Si no
quieres ser cómplice de la injusticia, escoge la pobreza.

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Meditación-contemplación

Dichosos los que viven sin ambición, porque en ellos reina Dios.
Si en vez de acaparar, reparto, entro en el ámbito de lo divino.
Si pongo mi felicidad en el consumir,
olvido mi verdadero ser y oprimiré a otros.
....................

Acaparar lo que otros necesitan para vivir, es negarles la vida.


Pero es también impedir nuestra verdadera Vida.
Compartir lo que tengo con el que lo necesita, es alcanzar humanidad.
Pero es también dar al otro la posibilidad de hacerse más humano.
......................

Cada vez que me aprovecho de los demás, me alejo de lo humano.


Cuando pienso que soy más porque tengo más que los demás, soy menos.
Me equivoco cuando pienso que oprimir a los demás
me coloca por encima de ellos.
Solo hay un camino hacia la plenitud: el servicio.
.........................

Fray Marcos

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