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Son cuatro los caminos a Santiago, que en Puente la reina, ya en tierras de España, se

reúne en uno solo. Va uno por Saint-Gilles, Montepellier, Toulouse y el Somport; pasa
otro por Santa María del Puy, Santa Fe de Conques y San Pedro de Moissac; un tercero
se dirige allí por Santa Magdalena de Vezelay, por San leonardo de Limoges y por la
ciudad de Périgueux; marcha el último por San Martín de Tours, San Hilario de Poitiers,
San Juan d' Angely, San Eutropio de Saintes y Burdeos.
El que va por Santa Fe y el de San Leonardo y el de San Martín se reúnen en Ostabat y,
pasando Port de Cize, en Puente la Reina se unen al camino que atraviesa el Somport y,
desde allí forman un solo camino hasta Santiago.

Liber Sanct Jacobi. Codex Calixtinus

El concepto de artista no existía en sentido estricto, en aquel periodo; se distinguía entre el


artifex theoricus, o individuo que hablaba, entendía e incluso proyectaba las manifestaciones
artísticas, y el artifex practicus, en su caso, el pictor o el magister operis, que era quien
actuaba con arte, materializando la obra...
Los criterios de autoría y la exigencia de originalidad que se afianzaron en el Renacimiento
no existían en los siglos de Románico; los patronos no exigían al arquitecto, escultor o
vidriero obras únicas, sino obras bien hechas, que obedeciesen a las reglas de lo bello, a las
de la geometría o a las de la matemática. Y, en ese bien hacer, el artista hallaba su
recompensa, y de ello procedía su reconocimiento.

J. SUREDA. Historia Universal del Arte. Planeta. IV, pág 28.

Conviene a la regia majestad atender mejor a aquellos que le son conocidos por mostrar
obediencia fielmente, y especialmente a aquellos que son notorios por dedicar sus servicios
a los santuarios y lugares de Dios. Por estas cosas, yo, Fernando, rey de las Españas, por
amor de Dios, y por la reverencia de Santiago, piísimo patrón nuestro, como pensión te doy
y concedo a ti, maestro Mateo, que poesees la primacía y el magisterio de la obra del
citado apóstol, cada año la percepción de dos marcos a la semana, sobre mi mitad de
moneda de Santiago, y que lo que falte una semana sea suplido en la otra, de manera que
esta percepción te represente 100 morabetinos anuales.
Esta pensión, este don, te doy durante toda tu vida, para que siempre la tengas, y para la
obra de Santiago, y sea mejor para tu persona; y aquellos que vieran, velen y se dediquen
con afición a la citada obra.

En YARZA.J: Fuentes y documentos. Vol III. Pág 89.

“Las obras de arte tienen pleno derecho de existir, pues su fin no era ser adoradas por los
fieles, sino enseñar a los ignorantes. Lo que los doctos pueden leer con su inteligencia en los
libros, lo ven los ignorantes con sus ojos en los cuadros”

GREGORIO MAGNO. En BANGO,I & ABAD,C : Arte medieval I. En Conocer el arte. Historia
16. Madrid 1996, pág 134
La palabra románico aparece en la historiografía durante el siglo XVIII. Los eruditos
utilizaron roman para denominar las lenguas modernas europeas en relación con su
origen. Poco después, el filólogo Raynouard precisaba que nuestras lenguas no
procedían directamente del latín, sino de un lenguaje románico intermedio. Arqueólogos
e historiadores, en su análisis de las obras de arte después de la romanidad, observaron
una cierta analogía con la historia del lenguaje y, por ello, empezaron a utilizar la
misma nomenclatura. (...) La Historia del Arte actual interpreta el estilo románico bajo
tres fases bien diferenciadas : Primer románico; románico pleno y tardorrománico. Las
referencias cronológicas presentan sensibles variaciones según áreas geográficas. Estos
tres románicos no sólo muestran una compleja pluralidad de estilo, sino que acusan
diferencias tan profundas que algunos investigadores sugieren la necesidad de
replantearse la teoría y la nomenclatura del mismo.

BANGO, I : Arte medieval I. En Conocer el arte. Historia 16. Madrid 1997, pág 99
Cada época requiere necesariamente un determinado clima espiritual, que le da, en la
historia, tono y color. En el clima espiritual se halla la auténtica unidad del siglo. Los
visionarios dominan la época del románico, confiriéndole un instinto sobrehumano, su
necesidad de misterio y de verdades sobrenaturales, arrancándole del orden común, de
las proporciones normales, del equilibrio razonable (...) La época del románico se
caracteriza en la escultura por su perfecta integración en la arquitectura, por su
perfecta congruencia monumental. No sólo la escultura “está bien” en la arquitectura,
hay algo más : la interpretación del espacio por la escultura está subordinada a la
interpretación del espacio hecha por la arquitectura ; la masa esculpida está
subordinada a la masa arquitectónica. Las formas están determinadas más que por el
estudio del objeto en sí y por el cuidado de respetar la verosimilitud, por un conjunto de
convencionalismos, astucias de artesanos, recetas de taller, etc.

FOCILLON,H : La escultura románica. Akal. 1986 (1931), pág 32.

Para los iletrados, en realidad para la mayor parte de la gente de la época, las figuraciones
de los frescos que cubrían los muros de las iglesias, así como los relieves escultóricos, eran la
verdadera palabra de Dios, la remembranza imperecedera de los sermones de los
predicadores, la luz que les guiaba en el camino de la salvación. La muda pintura, había
afirmado Gregorio de Nisa siglos antes, habla sobre el muro y con ello hace mucho bien ; las
obras de arte, rubricó San buenaventura, instruyen la inteligencia, alimentan la memoria y
emocionan el corazón. El buen pintor o el buen escultor, como el buen orador en el púlpito,
debía, pues, instruir, deleitar y emocionar. La instrucción se desprendía del contenido de las
imágenes y exigía sencillez y claridad en la manera de representarlas ; para deleitar, el artista
debía poner su oficio al servicio del decoro, de la ornamentación ; para emocionar, las
imágenes debían ser vigorosas y expresivas.

SUREDA,J : El arte románico. En RAMÍREZ,J.A et alt : Historia del arte. II. Alianza. Madrid
1996, pág 152-153

“Nuestra mente, puede elevarse a lo que no es material, sólo de la mano de lo que sí


lo es”.

De Caelesti Hierarchia del Pseudo Dionisio y es recogida por Escoto Eriúgena comentador
de la misma. En PANOFSKY,E : El significado de las artes visuales. Madrid 1979 (1955), pág 151.

Después de los numerosos intentos griegos, celtas y galos, el monasterio benedictino puede
ser calificado de primer cenobio latino. El punto de partida lo constituye un pequeño libro
con los 73 capítulos de la regula sancti Benedicti. Los monasterios se convirtieron en centros
del aprovisionamiento agrícola, sedes de la retaguardia en casos de defensa, hospedajes a lo
largo de las vías utilizadas por la corte ; se transformaron en escuelas, cancillerías, centros
de investigación y puntos de irradiación para las misiones. En muchos monasterios el cargo
de abad era un cargo político que en ocasiones gozaba de rango superior al de un obispo o
conde. En cuanto al monasterio en sí, debemos imaginarnos un enorme recinto cuadrado,
fortificado con muros y torres, y en cuyo centro se alzaba el templo cruciforme. Junto a la
iglesia estaba el claustro, con una hilera de arcadas trabajadas en piedra. Adosado al brazo
derecho del templo se encontraba el dormitorio. Más tarde quedaron ubicados en este lugar
la sala capitular y una sala monacal, quedando el dormitorio situado en planta alta. También
se conoce la existencia de otros dos edificios : la cilla y el refectorio.

BRAUNFELLS,W : La arquitectura monacal en occidente. Barral 1974 (1969), págs 44-45


“A lo largo del Medioevo el mundo parece hacerse grande, dominado por un cielo
profundo. Todo pensamiento conduce en su dirección, está orientado hacia lo alto y
no hacia la tierra” .
SCHLOSSER,J. VON :”El arte de la Edad Media”

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