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Una artista plena: Berthe Morisot

Por: Patricia Díaz Terés


“El arte no es una cosa, es un camino”.
Elbert Hubbard
Muy arduo ha sido el transitar de las damas por el medio artístico, habiendo resultado difícil para
ellas a través de los siglos, colocarse a la par de sus colegas varones. De este modo, en las artes plásticas
ha sido una labor titánica no sólo de las artistas, sino también de curadores y museógrafos que se han dado
a la tarea de rescatar y exponer las obras de féminas poco conocidas como Artemisa Gentileschi, una
artista del Renacimiento cuya valía fue opacada por otros genios como Miguel Ángel Buonarotti.
Curioso ha sido entonces el papel desempeñado por las mujeres en artes como la pintura, ya que si
bien su discreto desarrollo ha sido una cualidad valorada en toda señorita respetable, ha provocado
escándalo en siglos pasados cuando la joven en cuestión presentaba inclinaciones serias y profesionales
hacia la cuestión; de esta manera, el siglo XIX puede ser tomado como buen ejemplo de lo anterior,
incluyéndose también en tales condiciones a la capital artística del momento, París.
En este contexto, un 14 de enero de 1841 nació una pequeña de nombre Berthe Marie Pauline
Morisot, en la ciudad de Bourges. Perteneciente a una familia de clase alta encabezada por un servidor
público de buena posición, Edme Tiburce Morisot, y por Marie Cornelie Thomas, quienes tuvieron dos
hijas más, Marie Elisabeth Yves y Marie Edma Caroline.
Siendo chiquillas pertenecientes a la burguesía, fueron educadas en sus primeros años por
institutrices británicas y posteriormente en una escuela privada. Cuando Berthe cumplió diez años la familia
se trasladó a París, entorno que favorecería enormemente el desarrollo del talento artístico de las niñas,
mismo que fue siempre apoyado por su madre, siendo esta quien propició el primer encuentro de sus hijas
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con la pintura al inscribirlas en las lecciones que impartía el artista académico Geoffroy Alphonse
Chocarne, con el objetivo de que obtuviesen los conocimientos necesarios para poder hacer un bello regalo
de cumpleaños para su padre, tras lo cual fue Yves la única que se alejó de la actividad creativa.
Sin embargo, Madame Morisot nunca pensó que con esta simple pretensión abriría las puertas de
la imaginación e inspiración a Berthe y Edme, quienes pronto ellas se inscribieron en los cursos de arte
clásico dirigidos por Joseph-Benoit Guilchard, maestro que organizaba visitas al Louvre para que sus
pupilas tuviesen la oportunidad de copiar a los grandes pintores. Hábil para reconocer el talento, Guilchard,
preocupado, advirtió a la madre de las chicas sobre esta profesión, ya que no era digno de una señorita de
buena familia, mezclarse con la “calaña” que pululaba por los barrios bohemios –concepción sobre los
artistas entonces fuertemente arraigada en el imaginario popular-; este hecho no hizo que la dama
modificara en nada su decisión, por lo cual siguió fomentando el desempeño de sus hijas llegando incluso a
planear las vacaciones familiares en orden de poder acompañarlas en los viajes que emprendían para pintar
los paisajes rurales.
Tres años pasaron cuando Berthe comenzó a sentirse insatisfecha con las lecciones, optando
entonces las hermanas por trabajar bajo la tutela de Jean-Baptiste Camille Corot. Fue en este tiempo
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cuando nuestra protagonista expuso su primer trabajo en el Salón de París en 1864, con el beneplácito de
su tutor quien incluso le permitió firmar su obra con la referencia “alumna de Corot”.
Pero fue en realidad el año de 1868 el que marcó la vida de la joven artista cuando el pintor Henri
Fatin-Latour le presentó a su amigo Edouard Manet.
Manet era a la sazón el líder de un grupo de artistas “renegados” que con el tiempo serían
conocidos como “impresionistas”, entre quienes se encontraban Claude Monet, Camille Pissarro, Pierre
Auguste Renoir, Alfred Sisley, Paul Cézanne, Frédéric Bazille y Edgar Degas –quienes solían organizar
sus tertulias en el Café Guerbois, discutiendo alegremente sobre temas sociales y artísticos-; estos pintores
tenían la misión de “capturar la modernidad a través de pinceladas imperfectas que lograran reflejar el
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instante preciso en que la luz afecta a las imágenes” , con lo cual se lograría que el espectador tuviese
exactamente la misma impresión que había tenido el artista al contemplar la escena retratada.
De este modo, a través de su amistad con Manet, Morisot fue acogida por el grupo, bajo la atónita
y horrorizada mirada de los miembros de su propia clase, quienes se escandalizaban al ver las obras de la
señorita Berthe, expuestas junto a las creaciones de “gentuza” como Cézanne. A ella poco le importó.
Decidida a absorber cuanto arte fuese posible, Morisot cultivó la amistad con todo el grupo
impresionista, siendo retratada –siempre en modo adecuado y decente- en muchas ocasiones por
Edouard –siendo la primera de ellas “Balcón” (1869)-; y tomando como parte de sus obras algunos de los
sitios preferidos por los impresionistas como los parques –demás está decir que ella nunca osó visitar los
burdeles y cafés que con tanta regularidad aparecían en las piezas de sus colegas-, haciendo a la vez un
estudio de la vida íntima y hogareña o bien pública y familiar de la época.
En 1869 Berthe se vio privada de su cómplice –y confidente- principal cuando su hermana decidió
contraer matrimonio con el oficial naval Adolphe Pontillon –con lo cual abandonó por completo la pintura-,
decidiendo por su parte que ella nunca se casaría y que por el contrario se dedicaría en cuerpo y alma a su
arte –se dice que rechazó a Degas, quien durante cierto tiempo estuvo interesado en esta notable dama-.
Poco le duraría tal resolución ya que pronto se enamoró del hermano mayor de Edouard, Eugene
Manet –algunas fuentes señalan que su verdadero amor era en realidad el que hasta entonces había sido
su amigo, pero tal rumor no ha sido confirmado por historiadores serios- con quien se casó en 1874, dando
a luz a su hija Julie Manet –a quien retrató con frecuencia en sus cuadros- cuatro años después. No
obstante, Berthe encontró en su esposo una cualidad invaluable, ya que lejos de manifestar celos
compulsivos hacia la pintura –como el esposo de otra pintora impresionista de nombre Marie
Bracquemond, quien acabó por abandonar la pintura-, el caballero en cuestión hizo siempre todo lo posible
por impulsar el talento de su esposa y apoyarla en todo cuanto fuese necesario, ya que como decía el poeta
griego Homero “todo hombre sabio ama a la esposa que ha elegido”.
Tan notables condiciones permitieron a Berthe gozar de una situación prácticamente única, de
manera que mientras era respetada y admirada por los académicos, era fraternalmente acogida por los
impresionistas; de la misma forma que mientras criaba a su hija –con ayuda de fieles niñeras- y cuidaba de
su esposo, creó más de 860 obras –mismas que heredó a Julie-.
No obstante, toda buena historia tiene su final, mismo que para los Manet-Morisot comenzó el 13
de abril de 1892 cuando Eugene falleció tras haber sufrido una larga enfermedad, a lo que siguió a los
pocos años, en 1895, el contagio de Julie con una grave influenza, que fue atendida por su solícita madre,
quien pescó una severa neumonía que la llevó a la muerte el 2 de marzo de ese mismo año.
Así, 54 fueron los años que tomó a esta notable mujer encontrar ese equilibrio que para la mayoría
de los artistas fue ajeno y desconocido –por no decir imposible-, encontrando la conciliación entre la familia
y el arte, el amor y la pasión, habiendo comprendido así lo que el escritor francés Antoine de Saint-
Exupéry describió con las siguientes palabras: “Conoces lo que tu vocación pesa en ti. Y si la traicionas es
a ti a quien desfiguras”.

FUENTES:
“Mujeres impresionistas”. Aut. Ramón Esparza. www.elcultural.es Enero, 2002.
“Berthe Morisot: Mujer de Ojos Grandes”. Aut. Rúbila Araya. Revista Escáner Cultural No. 42. Agosto 2002.
“Berthe Morisot”. Encyclopedia of World Biography. Encyclopedia.com 2004.
“Grandes del Arte: Berthe Morisot”. Aut. Liz Colville. www.encontrandodulcinea.com Marzo, 2009.
“Las mujeres y el impresionismo”. www.ellitoral.com Marzo, 2009.
“Berthe Morisot: Mirror of the Bourgeoise”. www.renoirinc.com.

1
El mundo artístico francés del siglo XIX se encontraba sumergido en el dominio de la Academia Francesa y su principal
representante, L’Ecole des Beaux-Arts.
2
El Salón de París estaba auspiciado por la Academia, siendo admitidas para su exposición únicamente las obras aprobadas por un
estricto jurado y de los llamados “Impresionistas”, únicamente aceptaban a Berthe Morisot y a Edgar Degas.
3
Araya, Rúbila. “Berthe Morisot: Mujer de Ojos Grandes”. Escáner Cultural No. 42. Agosto 2002.

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