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En nuestra doctrina, la fe ocupa una posición muy importante. El escritor de la carta a los
Hebreos define a la fe como « la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no
se ve» (11: 1), y añade de manera contundente que «sin fe es imposible agradar a Dios».
(11: 6); así el Evangelio es acetado por la fe, nos enseñan que la fe es un don de Dios, y
que “somos salvos por fe”. Mas es necesario profundizar en lo que llamamos la fe que
salva.
La fe es un sentido general, es el reconocimiento (aceptación) que la inteligencia da a una
verdad de la cual no se tiene experiencia inmediata. En tanto que el conocimiento es la
percepción de una verdad de la cual se puede tener una experiencia inmediata. Ambas
descanzan en la evidencia, y en el razonamiento que llevan al conocimiento. Sin
embargo, la fe se eleva sobre la inteligencia, en que proviene de lo divino. Pero aún así,
es necesario puntualizar que la fe religiosa, se funda en la inclinación humana, en el
vestigio de lo espiritual despúes de la creación del hombre por Dios de buscar una
relación con Él por medio de la religión, sea esta verdadera o falsa, y que la fe salvadora
es aquella operada por el mismo Dios en nuestro corazón.
A. La gracia de la fe, por la cual se capacita a los elegidos para creer para la salvación de
sus almas, (1) es la obra del Espíritu de Cristo en sus corazones, (2) y es hecha
ordinariamente por el ministerio de la palabra; (3) también por la cual, y por la
administración de los sacramentos y por la oración, se aumenta y se fortalece. (4)
(1) Hebreos 10:39
(2) 2 Corintios 4:13; Efesios 1:17-19; 2:8.
(3) Romanos 10:14,17
(4) 1 Pedro 2:2; Hechos 20:32; Romanos 4:11; Lucas 17:5; Romanos 1:16,17
Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Pero el justo
vivirá por la fe. (Ro. 1:16,17).
La fe salvadora surge en un corazón que se ha reconciliado con Dios y, por tanto, le ruega
que la presencia del Espíritu Santo le permita dejar de pelear en contra de Él. Un
elemento fundamental en una fe salvadora, es la entrega humilde a la autoridad de Dios,
el sometimiento de nuestro YO a su gobierno. Va más alla de la simple comprensión,
aceptación y razonamiento del hecho de que Cristo es el Salvador para los pecadores, y
que Él esta dispuesto para recibir a todos los que confían en él. La esencia del pecado es
la determinación de hacer nuestra voluntad, autocomplacernos aún por encima de los
demas y sin tomar en cuenta a Dios (Isaías 53:6). Sólo Cristo salva, sólo Él él puede
someter nuestro espíritu rebelde y realizar un cambio poderoso en nuestras vidas y
anhelar agradarle a Él.
Debemos entender que nuestra declaración de fe en Jesucristo debe ser conducida por Él
y que el aceptarle como Salvador implica el aceptarle como El Señor. Muchos quieren la
parte light del Evangelio, que Cristo los salve del infierno, pero no desean ceder para que
los salve de sí mismos. Ellos quieren ser liberados de la ira que ha de venir, pero desean
retener su propia voluntad y sus propios placeres. Cuando Cristo salva, él salva del
pecado – de su poder y contaminación, y por lo tanto de la culpa.
Las mayorías dicen estár listas para que Cristo las justifique, pero no para que Cristo las
santifique. Aceptan un cierto grado de santificación, pero ser el ser completamente
antificados, en "todo su espíritu, alma y cuerpo" (1 Ts. 5: 23), esto no lo desean.
B. Por esta fe, un cristiano cree que es verdadera cualquier cosa revelada en la Palabra,
porque la autoridad de Dios mismo habla en ella; (1) y esta fe actúa de manera diferente
sobre aquello que contiene cada pasaje en particular; produciendo obediencia hacia los
mandamientos, (2) temblor ante las amenazas, (3) y abrazando las promesas de Dios para
esta vida y para la que ha de venir. (4) Pero los principales hechos de la fe salvadora son:
aceptar, recibir y descansar sólo en Cristo para la justificación, santificación y vida eterna,
por virtud del pacto de gracia. (5)
La Biblia nos dice claramente sobre dos elementos esenciales para alcanzar la
justificación:
El primero, la aceptación de las Escrituras que nos revelan la persona, oficios y obra de
Cristo, para reconocer que somos justificados por la fe en Jesucristo (Ro. 3: 22-25; Gal. 2:
16; Fil. 3: ) y rechazar a Cristo es la causa de la condenación (Jn. 3: 18-19). Es la fe que
salva un acto integral del hombre, su inteligencia, su afecto y su voluntad para recibir la
verdad revelada en la Palabra de Dios, que asegura la salvación
El segundo, es la completa confianza en Cristo en que obtendremos las promesas de
gracia para los que en él creen y confían.
Contrario a estos principios de la gracia de Dios, muhas personas e iglesias han incurido
en apostatar de esta verdad bíblica de que Dios y solamente Dios es responsable por la fe
que está en el corazón de la persona. El pelagianismo declara que el hombre es
moralmente neutral y capaz de escoger el bien y el mal y así ganar su salvación por las
buenas obras. El semi-pelagianismo (en las Iglesias Católicas Romanas) dice que el
hombre está privado de la habilidad de amar perfectamente a Dios y hacer buenas obras,
pero que Dios da al hombre esa habilidad mediante la gracia infusa para que pueda ganar
la vida eterna con las buenas obras. Finalmente el calvinismo, que se encuentra en la
iglesia reformadas -entre ellas la Presbiteriana-, declara que el hombre es totalmente
depravado, sin ninguna señal del bien y que Dios crea la fe en él mediante su gracia
irresistible.
C. Esta fe es diferente en grados: débil o fuerte; (1) puede ser atacada y debilitada
frecuentemente y de muchas maneras, pero resulta victoriosa; (2) creciendo en muchos
hasta obtener la completa seguridad a través de Cristo, (3) quien es tanto el autor como el
consumador de nuestra fe. (4)
(1) Hebreos 5:13,14; Romanos 4:19,20; Mateo 6:30, 8:10.
(2) Lucas 22:31,32; Efesios 6:16; 1 Juan 5:4,5.
(3) Hebreos 6:11,12; 10:22; Colosenses 2:2.
(4) Hebreos 12:2.