Você está na página 1de 31

POLILOQUIO

Editora: Nury González


Diseño: Isabel del Río
Impresion: Andros Impresores
2009

museo de arte popular


americano T O M Á S L A G O
Facultad de Artes Universidad de Chile
Poliloquio en el MAPA
Nury González
Artista Visual, Diirectora MAPA

El MAPA, Museo de Arte Popular Americano de la Univer-


sidad de Chile, desde la referencia central de su propia colección,
pretende establecer relaciones productivas entre el arte popular, el
arte contemporáneo y la investigación científica. Una de sus líneas
curatoriales y de trabajo programático es el resultado del cruce
entre arte y ciencias sociales, tan consubstancial a un instituto de
conservación patrimonial.
En este contexto, la muestra audiovisual Poliloquio que
se presenta en el MAPA, consiste en la selección y edición de 8
video/registros de los trabajos en terreno de un equipo de antro-
pólogos del Programa de Investigación (2007-2010) Los pueblos
indígenas en la guerra del Chaco de la Agence Nationale de la Re-
cherche Scientifique (ANR, Francia) y realizado por la Universidad
de Rennes 2, Francia.
Durante los últimos años, los antropólogos Pablo Barbosa,
Consuelo Hernández y Nicolás Richard, han realizado un trabajo de
campo en el Chaco paraguayo registrando largas conversaciones
con indígenas que recuerdan episodios de la guerra, conflagración
que entre 1932 y 1935 devastó esa región diezmando la población
de Bolivia y Paraguay.
Para esta exposición se han elegido y editado 8 relatos dife-
rentes en 4 lenguas ininteligibles para el espectador, transformándose
de ese modo, en 8 enunciados visuales en movimiento. La edición
de los videos ha sido realizada por el antropólogo Roberto Reveco
en conjunto con todo el equipo de investigación.
Para el MAPA es un honor que este grupo de investigadores
haya aceptado editar parte de su extenso material de investigación
y mostrarlo en el marco de la Trienal de Chile, en el contexto de un
museo de arte popular. Esta muestra apela a los argumentos de la
estética para recalcar otros momentos de los relatos paralelos de la
guerra. La puesta en escena en el museo se completa con el em-
plazamiento gráfico y diagramático en un muro de las traduccio-
nes al español de algunas frases significativas, sacadas fragmenta-
riamente de los relatos videados, que develan un cierto vector del
sentido fuerte de las imágenes.
Como contrapunto museográfico de esta multiplicidad de
imágenes en movimiento, emisión de lenguas ignotas y grafías,
vinculadas con la guerra, la destrucción y la muerte, la muestra
Poliloquio estará contextualizada y complementada por la exhi-
bición de una selección de miniaturas —o quizás juguetes— de la
colección del MAPA. La ambigüedad clasificatoria de estos peque-
ños objetos, imaginados y fabricados en el espacio calmo de la
heredad, del amor esperanzado y el juego, paradójicamente define
una naturaleza descriptiva que se instala en las antípodas de la ima-
gen de aquellos relatos —de todos modos incomprensibles—, que
obligarán al espectador a desenfocar la mirada de ese vórtice de la
historia para reenfocarla en el brillo opaco y mínimo de las formas
diminutas de estos objetos, que a despecho de ser incausados,
intrascendentes, inútiles, logran traspasar con su gracia todas las
épocas de la historia, enhebrando toda la historia de los estilos.
FILTROs DE LA MEMORIA
Ticio Escobar
Curador General, Trienal de Chile

Esta muestra mapea un territorio complicado. El boceto rá-


pido de un terreno posible. Una cartografía que ensambla niveles
diferentes, parcha oquedades y cisuras y concierta voces disonan-
tes. Esta topografía detecta tensiones y fricciones, marca líneas de
conflicto y plantea problemas de límite.
Podría la descripción de tal mapa corresponder a la de un
teatro de operaciones bélicas: el de la Guerra del Chaco, por ejem-
plo, figura a la que remite, por un lado, la exposición; una tierra
desigual, tajeada por trincheras, mal hilvanada por fronteras hui-
dizas: un páramo excéntrico y desplazado (bullente de presencias
casi invisibles). Pero también se ajusta este mapa al diagrama de la
Trienal, interesada en los límites. Los límites del arte, que significa
los de la mirada; es decir, de lo que aparece y no aparece.
La cuestión de sus límites se plantea cuando, en estado de
crisis, el arte se ve obligado a desmarcarse de todo aquello que lo
sostiene y lo invade: las instituciones, la historia, los conceptos. Esta
muestra instala varios frentes que encaran el arte con la investiga-
ción académica, el registro etnográfico, la interpretación histórica y
antropológica y las políticas sobre el tema indígena, pero que, tam-
bién, lo contraponen con los propios dispositivos de la musealidad
y los trajines de la puesta en obra.
En el contexto de un proyecto académico, Pablo Barbosa,
Consuelo Hernández, Roberto Reveco y Nicolás Richard buscan
abordar la Guerra del Chaco —que enfrentara Paraguay con Boli-
via entre 1932 y 1935— mediante aproximaciones diferentes a la
mantenida por la historiografía oficial: una narración que, sesgada
(cegada) por los mitos épico-nacionalistas y el triunfalismo militar,
niega la presencia de los pueblos indígenas que habitaban el Cha-
co. Pueblos diversos, idiomas distintos, visiones del mundo y estra-
tegias de vida completamente ajenos a los intereses de los Estados
y de las corporaciones trasnacionales, a las jugadas de una historia
extraña y adversa. Pero no sólo el relato oficialista omite los despla-
zamientos, las fracturas y estropicios que dejó la guerra entre los
habitantes (los dueños originales) del campo de batalla; también la
etnología tradicional ignoró el impacto de la guerra en los territorios
y los imaginarios indígenas.
El trabajo que realizan los antropólogos no busca reparar
este olvido doble, sino, a partir de las narraciones de los propios
indígenas, proponer otras tramas de discurso y de mirada, otro
juego de memorias, para destrabar el hecho histórico “Guerra”,
fichado y archivado; para forzarlo a ser discutido desde enfoques
alternativos, diferentes al formato heroico patriótico y triunfalista
de la historia establecida. Para forzarlo a recibir otros ángulos de
mirada: miradas rasantes y minuciosas, perspectivas que incluyan
la subjetividad, el registro familiar, el detalle menudo y las memorias
míticas. Microhistorias, anécdotas y recuerdos que pueden llegar
a los intersticios inalcanzables por las palabras mayúsculas y los
adjetivos consagrados en los altares abstractos de la Patria. Y que
pueden, desde estos resquicios, murmurar en una polifonía diso-
nante pero complementaria, el detrás o el más acá de la epopeya,
el otro lado de la gloria. Y pueden, por último, promover, desde los
márgenes, la inscripción breve y puntual de otras cartografías, de
escrituras trazadas con los tajos o las cicatrices que dejaron las trin-
cheras y las fronteras (las fosas desconocidas, los fosos borrados).
¿Por qué estas historias furtivas se cuelan en un museo,
en una trienal? ¿Qué tienen que ver estas memorias lejanas con
los ámbitos del arte? ¿Qué con los afanes de la bella forma o los
sobresaltos de la sensibilidad? El desafío del arte contemporáneo
radica en su intento de nutrirse de otros discursos sorteando el
riesgo de disolverse en ellos, aunque siempre quede contaminado
por estos injertos desesperados. Pero el arte paga un precio por
sus desbordes e intromisiones: sus formas quedan expuestas a
servir a los ámbitos usurpados. Las formas inútiles con las que
soñaba Kant han pasado a actuar como eficientes factores de co-
nocimiento, poder o ganancia. Y esto ocurre no sólo en el espacio
de las culturas indígenas y populares —que desde siempre han
subordinado la estética a los empleos más variados—, sino, desde
hace bastante tiempo, en la esfera de la cultura hegemónica regi-
da por el mercado, en cuyo interior ilimitado la bella forma actúa
como señuelo comunicativo o publicitario.
Esta muestra apela a los argumentos de la estética para
recalcar otros momentos de los relatos paralelos de la guerra.
Emplazados a comparecer en el espacio de la representación, los
registros testimoniales de viejos indígenas que vivieron la guerra
de costado (o desde un centro que desconocen los textos y los
relatos nacionales), son presentados, puestos en obra (“obrados”
diría, quizá, Heidegger). Este trámite, ya se sabe, requiere la “míni-
ma distancia”, y ésta, una detención, aunque fuera instantánea: la
necesaria para que el hecho devenga imagen y sea expuesto a la
mirada. En esa puntada de suspenso se produce (o no) el aconteci-
miento. Nada más puede esperar el arte. A nada más puede aspirar
quien busca la complicidad de la estética para apoyar un argumen-
to ajeno al arte. Se intenta que este cruce mínimo, esta efímera
fricción, produzca un latido o un temblor de sentido. Después podrá
disolverse el artificio de la imagen y podrá el hecho relatado seguir
siendo dato, registro o documento. Ya no será el mismo, claro. Ya no
lo fue desde el inicio, cuando fuera recogido en territorios distintos,
pronunciado en otros idiomas, perturbado por las deslealtades de
la traducción y los filtros de la memoria.
Voces para compartir la historia
Luc Capdevila
Profesor, Université de Rennes 2

Paraguay y Bolivia se enfrentaron por la posesión del Chaco


boreal entre 1932 y 1935. Se trata del conflicto convencional de más
alta intensidad que haya conocido América latina durante el siglo
XX. Desde entonces, testigos, periodistas, escritores e historiadores
han descrito este acontecimiento como una guerra ordinaria
entre naciones, focalizándose en la suerte de los combatientes y
en la hostilidad del terreno: la guerra se cobró la vida de 36.000
soldados paraguayos y de 45.000 conscriptos bolivianos. Pero han
olvidado que el teatro de guerra era, no el “desierto” que imaginan
los manuales, si no un espacio poblado, uno de los últimos
territorios indígenas libres del continente. Así, si la guerra del Chaco
es el último gran conflicto que viene a cerrar el ciclo de formación
territorial de las repúblicas, constituye también, en otro sentido, una
última fase en el proceso republicano de absorción de los territorios
indígenas. Hasta hace poco, sin embargo, esta última dimensión
de la guerra ha sido sistemáticamente borrada. Las poblaciones
indígenas del Chaco han desaparecido de la memoria pública del
acontecimiento. Son los hombres transparentes de una historia
pensada en primer término como una narración nacional moldeada
sobre el cauce histórico del Estado.
El movimiento de democratización global que se afirma en
nuestras sociedades desde los años 80’ y 90’ tiene, en toda lógica,
sus prolongaciones en las ciencias sociales, en los contenidos y en
los procedimientos científicos, en los investigadores contratados, en
la escritura y difusión del conocimiento. Una de las consecuencias
del giro étnico de los ochenta, que se inscribe plenamente en el
movimiento de democratización global de América latina, consiste
en una renovación profunda de la investigación histórica, que se abre
a articulaciones dinámicas entre pueblos indígenas y sociedades
nacionales. Esta historia en renovación ha tenido por condición
un trabajo de identificación, de registro, de producción de fuentes
originales
  y de constitución de archivos alternativos.
Es en este contexto histórico y científico que en el 2007 se
concibe el programa de investigación “les indiens dans la guerre
du Chaco”, financiado por l’Agence Nationale de la Recherche,
ANR.  El programa reúne etnólogos e historiadores con el objetivo
de trabajar sobre la dimensión indígena del acontecimiento. Sólo
una colaboración multidisciplinaria permite reunir y tratar fuentes
dispersas y de naturaleza muy diversa para estudiar una cuestión
histórica casi inédita.  Mientras los historiadores realizamos
nuestras investigaciones en los archivos escritos, los etnólogos
trabajan en las distintas comunidades indígenas para recolectar
testimonios y registrar la memoria oral de aquel período, desde
varios puntos de vista crucial, en el que el Chaco es ocupado por
Bolivia y Paraguay.  
  La guerra del chaco cobra todo su sentido cuando
comprendemos que fue librada en territorio indígena, y que
éstos jugaron un rol activo dentro del conflicto. Los ejércitos no
habrían podido circular por el Chaco sin su colaboración; el teatro
de batalla se dibuja sobre uno anterior, el de los campamentos,
aguadas y picadas indias que organizaban la región. Así la
presencia y la actividad de los militares en esta región constituye
al mismo tiempo una defensa de los “derechos soberanos” de
sus respectivas repúblicas y una empresa colonizadora de las
tierras indígenas. Para éstos últimos el impacto del conflicto fue
considerable. Entre los daños provocados por la guerra que citan
los etnólogos, y que los historiadores ignoran, encontramos la crisis
sanitaria que provocó miles de muertos entre los autóctonos. Por
otra parte, el despliegue de los ejércitos asociado a la expansión
del frente redibujó completamente las territorialidades indígenas.
Los desplazamientos de población, la división y recomposición de
los grupos, el confinamiento en misiones y en reservas, la drástica
reducción del espacio económico y social, son algunos de los
elementos que apuntan en este sentido. 
  Esta historia no puede hacerse sin los mismos interesados.
Los archivos públicos poco dicen en su gran mayoría sobre estos
hechos que no conciernen directamente al Estado y que no
interesaban hasta entonces a la nación. El registro de la palabra de
los antiguos que conocieron directamente esta época, o de quienes
oyeron el relato de sus experiencias, permite constituir archivos
originales para las comunidades en particular y la humanidad en
general, en la perspectiva, no de pensar una historia alternativa
o una contra-historia, sino de construir una historia inclusiva que
restituya los sentidos múltiples del pasado y que sea representativa
de todos los sujetos.
Poliloquio chaqueño
Memorias Indígenas de la Guerra del Chaco 
Pablo Barbosa
Consuelo Hernández
Roberto Reveco
Nicolás Richard

La serie de relatos que presentamos aquí forma parte de


un corpus más vasto, en curso de elaboración, que trata en clave
indígena de la guerra del Chaco (Paraguay-Bolivia, 1932-35)1.
Evacuada de la plaza pública, silenciada por las historiografías
nacionales, obliterada también por la etnología chaqueña, la
narrativa indígena de la guerra ha ido organizándose en una
suerte de intemperie, al margen de toda forma de representación
pública, como un tramado difuso pero insistente de la memoria.
Este trabajo de registro tiene por primer objetivo producir un
corpus documental suficiente, que vuelva inteligible esta dimensión
de la guerra. Se trata de restituir al espacio público el sentido de
estas memorias, de contrarrestar el largo ejercicio de silenciamiento
histórico al que han sido sometidas, de imprimir alguna dialéctica
en el curso auto-conmemorativo de los bicentenarios nacionales.

1
Las campañas de terreno y el registro documental se han desarrollado en el marco del
proyecto de investigación “Les indiens dans la guerre du Chaco”, del Centre de Recherches
Historiques de l’Ouest (UMR 6258 -Université de Rennes2). Los videos expuestos resultan
de una primera fase de registro en terreno, que se llevó a cabo en la banda norte del
Pilcomayo, en el bajo Chaco y en el Alto Paraguay, entre 2008 y 2009. El corpus original
contiene 90 horas de grabación efectuadas en las comunidades angaité de Riacho
Mosquito y La Patria, en las comunidades niwaklé de San Leonardo Escalante, San José
de Esteros, Pablo Stahl y Media Luna, en las comunidades Ishir ebytoso de Puerto Diana,
Karcha Balut, Puerto Esperanza y Fuerte Olimpo, y en la comunidad tomaraho de Puerto
Maria Elena. El trabajo de registro se halla actualmente en curso.  
Estos relatos tratan en efecto de las circunstancias liminales en
las que vino a instituirse el vínculo entre los pueblos indígenas del
Chaco y los estados nacionales paraguayo y boliviano.
Pero hay luego un segundo acercamiento posible a este
corpus, que no tiene ya que ver con el contenido de esos relatos,
sino con su forma. Pues toda una serie de circunstancias vienen
a complicar en extremo la geometría de esas palabras, sus
condiciones y su materia de enunciación, su operación y sus ritmos,
su mecánica. Si en otra parte y de otros modos hemos podido
ocuparnos del primer aspecto, se trataría aquí de ensayar sobre
esta segunda dimensión,  estrictamente formal. Es en este sentido
que venimos a conjugarnos con el campo estético y artístico para
enfrentar colectivamente un expediente que se sitúa entonces en
el límite entre los oficios del arte y de la antropología. Es también
en este sentido que debe entenderse la más problemática de las
decisiones tomadas, que es la de suspender momentáneamente
toda referencia al sentido de esas narraciones, para librarlas a su
pura enunciación estética.
Por un lado, hemos querido privilegiar el funcionamiento
paradigmático de esas narraciones por sobre su organización
lineal o sintagmática. Hemos preferido así desatender el formato
documental, que obligaría las distintas secuencias a ordenarse
en una sola línea de discurso, para asignarles la disposición
espacial de este poliloquio. Los relatos no se suceden, sino que se
distribuyen en un espacio corográfico, en una geometría que va
produciendo, en su funcionamiento, una serie abierta de relaciones
y configuraciones posibles. Hay poliloquio porque las líneas de
discurso corren en paralelo y porque suspenden la cuestión de
un discurso general sobre la guerra. Esta disposición traduce en
algún sentido las condiciones concretas de enunciación de esas
memorias. Pues no existe en el Chaco algo como un “discurso
indígena” sobre la guerra, ni adoptan tampoco las narraciones
registradas alguna forma englobante o general. Hay, en lugares
distintos, dichos en lenguas distintas, fragmentos o anudamientos
de discurso que van replicándose o reflejándose el uno en el otro de
modo que el total toma más bien la forma de un rumor que de una
alocución centrada.
Asimismo, hemos preferido trabajar sobre los límites
de la enunciación lingüística antes que sobre su traductibilidad.
Suspendemos la traducción del discurso porque esperamos
hacer aparecer su fuerza formal. Hay todo un abanico de formas
significantes que no se dejan reducir a la pura enunciación
lingüística, que la desbordan y subtienden, que la sobre-escriben.
Hay unos ritmos de la memoria, unas prácticas corporales, unas
cadencias en la enunciación. El fraseo largo y proustiano de la
narrativa ishir, el cuento corto niwaklé, el impresionismo angaité,
el minimalismo ayoreo, etc. Aquellas memorias entonces como
sistemas de puntuación, como ritmos y como gestos que pulsan y
circulan de un narrador a otro, que se citan y replican según otras
geografías que las de la lengua. La memoria como ritmo y cuerpo,
como escrituras del cuerpo.
Sólo los Estados pueden narrar esta guerra en una sola
lengua. En el Chaco, el acontecimiento vino a estrellarse sobre una
multiplicidad radical de hablas. Pasa entonces que la guerra recibe
aquí un tratamiento fractal, trabajada siempre por sus ángulos, tantas
veces contenida como lenguas la dicen. O entonces, inversamente,
pasa que “la guerra del Chaco”, como acontecimiento entero, sólo
es narrable desde la posición excéntrica de las capitales, desde
el punto de fuga que les dan sus teleologías generales y desde el
plano significante que les aseguran sus idiomas gobernantes.
Suspendemos entonces momentáneamente la cuestión del
sentido de esos discursos, absteniéndonos de integrarlos en una
única línea de enunciación, absteniéndonos también de asignarles
un plano general de traductibilidad, en espera de hacer aparecer,
el tiempo de una muestra, las fuerzas de su operación formal y las
resistencias de su anclaje material.

Emilio Aquino

Puerto María Elena, Alto Paraguay


 
Registro: 15-18 de marzo 2009
Idioma: Tomaraho
Traductor: Daniel Aquino
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la Muestra: 1:48 hrs. / Roberto Reveco
Historia del cacique Chicharrón
Entre 1924 y 1931 el ejército paraguayo organiza una
serie de exploraciones hacia el interior del Chaco, partiendo
de los puertos fluviales del Alto Paraguay. En 1930 alcanzan la
laguna Pitiantuta, en el centro del Chaco, en donde fundan el
fortín Carlos A. López, el más avanzado del dispositivo militar
paraguayo. Los exploradores bolivianos alcanzarán la laguna
algún tiempo más tarde, desencadenándo la guerra. Del lado
boliviano, las exploraciones eran dirigidas por el Tte. Víctor
Ústarez, el “fantasma Ustarez”. Del lado paraguayo, lo eran por
el militar ruso Ian Belaieff. Al guía niwaklé de Ustarez le decían
“Camel”; el guía tomaraho de Belaieff se dejaba llamar: “cacique
Chicharrón”.
La “historia del cacique Chicharrón” es una de las piezas maestras
de la narrativa indígena sobre la guerra. Su duración, el fraseo
largo, la pasión por el detalle, el acento proustiano son todos
rasgos fuertes de la literatura Ishir - Saga de Basebygy, Palabra
de Ashnuwerta. La historia retraza la biografía de Coachiné, el
“cacique Chicharrón”, desde su nacimiento en los alrededores
de Pitiantuta hacia 1900, hasta su muerte, en 1964, en Puerto
Casado. Esta versión es narrada por su sobrino, Emilio Aquino.
La primera secuencia describe la infancia del personaje y la
situación de los campamentos tomaraho del interior antes de
la guerra. La segunda, más larga y detallada, relata en clave
indígena la exploración que hicieran Belaief y Chicharrón hacia
Pitiantuta, las etapas de la ruta, las gentes que van encontrando,
el modo en que ambos hombres se van conociendo, la larga y
paciente conversación por la que se va tejiendo el lazo entre “el
extranjero” y Coachiné. La tercera secuencia trata de la guerra,
de las alianzas pactadas, de la conscripción indígena, de la
repartición de uniformes y armas, de la convivencia en el ejército
y de las distintas batallas –de Pititantuta a Villamontes – en las
que participó. La cuarta, trata de las grandes epidemias que
asolaron la región tras la guerra, de la muerte de sus familiares y
de la migración definitiva de los sobrevivientes hacia los puertos
obrajeros del Alto Paraguay. La quinta y última secuencia, relata
el trabajo en los obrajes tanineros, los pactos no cumplidos,
el engaño y la tuberculosis, la degradación y la muerte, “por
tristeza”, del cacique Chicharrón.
  
Tito Pérez
Karcha balut, Alto Paraguay
 
Registro: 7 de marzo 2009
Idioma: Ebitoso
Traductor : Alejo Barras
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la muestra: 17:56 mn. / Roberto Reveco
Historia del CAPITÁn PINTURAS
En 1924, tras su primera exploración al interior de
Bahía Negra, Belaieff eleva un informe al Ministro de guerra
recomendando la creación de una caballería y de un cuerpo de
guarda fronteras chamacoco. Belaieff reporta haber negociado
su proyecto con un tal Chuebit, el “Capitán Pinturas”, a quien
encontró por primera vez en las cercanías de Moiené. Tras la
guerra, Pinturas será uno de los pocos en recibir un certificado de
“capitán honorario del ejército paraguayo”. Pinturas solía desfilar,
con los militares, para los aniversarios del armnisticio,  por las
remotas
  y polvorientas calles de Bahía Negra.   
La “historia del capitán Pinturas” no tiene la textura ni la
integridad narrativa de la del Cacique Chicharrón. La biografía del
personaje va apareciendo en el cruce de distintas narraciones
que iluminan aspectos puntuales de su historia. De entre éstas, el
relato de Tito Perez, nieto de Pinturas, descolla por el detalle de
las descripciones y por la lucidez política de sus interpretaciones.
La biografía de Pinturas tiene una forma compleja. Nacido
tomaraho, raptado cuando niño y criado entre horios, el
muchacho crece con la marca de su origen espurio - por eso
es “pintado”, “manchado”. Elevado al rango de “capitán” y de
“cacique” por el ejército, Pinturas muestra bien cómo la guerra
reorganizó las dinámicas políticas al interior del mundo indígena.
Pinturas aparece todavía en los cincuenta como “cacique
ebitoso”, antes de morir, hacia 1972, alcohólico y desgastado,
como “chamán chamacoco” con su gorra militar bien puesta.    
La primera secuencia cuenta de las peleas entre los distintos
grupos Ishir, y de la captura del joven tomaraha Chuebit. La
segunda serie trata del bombardeo de Bahia Negra y del
comienzo de la guerra, tras las primeras escaramuzas y la
muerte, en la plaza de Bahia Negra, por ataque aéreo, del Capitán
Sánchez. La tercera secuencia trata del reclutamiento militar
de indígenas para hacer picadas, reconocer aguadas y buscar
lagunas. La cuarta serie describe las investidas conjuntas del
“Capitán Pinturas” y del “Capitán Dávalos” bosque adentro frente
a un ejército boliviano militarmente mas imponente. La quinta
parte narra la larga batalla entre los últimos pelotones de los
dos ejércitos cerca de Cerrito Jara y la derrota boliviana tras la
trampa premeditada por el “Capitán Pinturas”. Finalmente, la
sexta y ultima secuencia describe la vuelta de los sobrevivientes,
los prisioneros bolivianos, la fiesta en Bahía Negra y el
reconocimiento hecho en el buque Humaitá a Pinturas, como
“Capitán de Caballería”. 

Inés Avalos
San José de Esteros, Pilcomayo
 
Registro: 22 de agosto 2008
Idioma: Niwaklé 
Traductor: Pedro Rojas
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la Muestra: 24: 58 mn. / Roberto Reveco
LA HUIDA
  
Tras una década de presencia periférica, hacia 1923 el
ejército boliviano avanza definitivamente sobre territorio niwaklé,
instalando una serie de fortines que constituirán la piedra angular
de su penetración en la zona del Pilcomayo. Muñoz, Saavedra,
Tinfunké, Alihuatá, etc., irán fundándose sobre los campamentos
indígenas, usando sus recursos, sus aguadas, chacras y picadas,
violando o usando a sus mujeres, ejerciéndo una presión
insoportable sobre la población local. La ocupación militar de la
zona obligó a la gente a dispersarse o a emprender, como en éste
caso,
  una larga fuga.  
La narración de Isabel Ávalos comienza con el avance del
ejército boliviano, las primeras matanzas, las noticias que
corrían, la impotencia y la decisión familiar de emprender
la huída. El grupo cruza de noche las líneas bolivianas para
buscar refugio del otro lado del Pilcomayo, en Argentina, entre
grupos wichí. Los sorprende un cuerpo de gendarmería y el
grupo se dispersa. Pierden el rastro del padre y del resto de la
familia; la madre de Avalos y sus hijas se extravían en el monte.
Poco a poco van encontrando gente, con la que deciden cruzar
nuevamente el Pilcomayo y volver a sus pagos. El penúltimo
tramo describe la vida en clandestinidad, la gente escondida
en el monte, la angustia de no poder silenciar a los niños y a
los perros, el riesgo de encender fuego, el difícil acceso a los
cazaderos y a las aguadas. Desde el monte ven pasar patrullas
y desertores bolivianos, escuchan aterrorizados el estruendo
de los cañonazos y metrallas, corren noticias sobre la situación
en otras zonas y deciden desplazarse al norte. En la última
secuencia encuentran un nuevo grupo de gentes con quienes
se acercan progresivamente a las misiones católicas, en donde
encuentran refugio— ”nos daban un pañuelo blanco con una cruz,
para que los soldados nos reconocieran”— y en donde se van
reencontrando con los que habían perdido.   
 
 
 
Pastora Sánchez
Pablo Stahl, Pilcomayo.

Registro: 22 de agosto 2008 .


Idioma: Niwaklé 
Traductor: Pedro Rojas
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la Muestra: 22:19 mn. / Roberto Reveco
Historia de Rivas
   
En las décadas que preceden la guerra, la banda del
Pilcomayo va siendo progresivamente poblada por puestos y
asentamientos dispersos de pobladores fundamentalmente
venidos del piedemonte andino, argentino y boliviano. Una
irregular línea de fortines cruza el territorio y puntúa el avance
colóno. Los distintos grupos niwaklé —“chulupí“— sostienen
relaciones periféricas con los puestos criollos, por dónde
pasan las cada vez más transitadas picadas que llevan a los
centros azucareros del noroeste argentino. Estas relaciones
son fundamentalmente inestables y alternan entre tiempos de
intercambio pacífico y tiempos de violencia desatada. Sobre toda
la zona de Fischaat, del Navagán hasta Campo Azul, se hace
sentir la autoridad de Tofaai, caavanklé o gran cacique del lugar.
Tofaai se mueve siempre acomañado por sus “tenientes”, entre los
que descolla un tal Vococcit’ah, temible guerrero al que también
se
    llegó a conocer por su apodo latino : “Rivas”.    
La “historia de Rivas”, narrada aqui por su nieta, Pastora Sánchez,
retrata un ciclo de violencias que inflamó la zona del fortín Chávez
(Argentina) hacia 1920. Si bien la historia se situa en un tiempo
anterior a la guerra del Chaco, ésta permite, por un lado, retratar
a los que serán los actores principales al momento de la guerra
-Tofaai, Antonio, Rivas, etc.- y, por otro lado, dar luces sobre el
tipo de relación existente entre el frente colóno y los grupos
niwaklé antes de la guerra. La historia concierne a un grupo de
pobladores que se habían instalado a proximidad del fortín y entre
los que mandaba un tal “Patrón”, que era boliviano, y que tenía
por segundo a un tal “Santiago”, que era argentino. La primera
secuencia del relato cuenta de la matanza que “Patrón y Santiago”
hicieran de un grupo de niwaklé que merodeaba la estancia. Para
evitar nuevas visitas, fueron envenenando los distintos pozos
indios con los cadáveres niwaklé. En la segunda secuencia se
da aviso del incidente a Tofaai, que “andaba de recorrida”, con
sus tenientes y milicia, con los que se reune en consejo, y que
deciden la venganza. En el tercer momento acechan la estancia
y Rivas va al frente. Sigue un detallado relato de la batalla y del
asesinato, a sangre fría, de “Patrón y Santiago”. El quinto momento
es trágico, ahí cuando los de Tofaai “dejaron de ser guerreros y
se volvieron como asesinos” arrancando una a una las cabelleras
de las mujeres, niños y niñas del poblado. La sexta serie trata
íntegramente del problema de esas cabelleras, del retorno a la
aldea, de los cantos y protocólos con que se las recibe y prepara.
Pero para las cabelleras de esas niñas, no hubo tratamiento posible.       
 
  
 
 
 
 
 

María Candia
San José de Esteros, Pilcomayo
 
Registro: 19 agosto 2008
Idioma: Niwaklé 
Traductor: Pedro Rojas
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la muestra: 14:05 mn. / Roberto Reveco
El fortín Esteros
 
Desde su fundación en 1912, el fortín Esteros
constituyó el más avanzado de los puestos militares bolivianos
sobre el Pilcomayo. El fortín, aislado durante gran parte del año
y abastecido, cuando no, desde las líneas de comunicación
argentinas, contaba con una muy reducida guarnición que
sostenía contactos regulares con las distintas aldeas niwaklé
que lo circundaban.  
Antes de la ocupación boliviana, el territorio niwaklé estaba
organizado de manera relativamente autónoma, aunque bajo
presión, en pequeñas unidades políticas distribuidas en una zona
bien definida. Tras la violencia ejercida por el frente boliviano
se da un movimiento generalizado hacía las misiones oblatas
de Fischaat y Esteros, fundadas durante los años 20. A través
del asalto boliviano a la aldea de “Claot’elavor”, María Candia
describe sin reservas como evolucionaron las relaciones entre los
niwaklé y los bolivianos durante más de 20 años. 
En la primera secuencia, María Candia relata un espacio amplio,
compuesto por diversas tolderías que mantenían una fuerte
relación entre ellas. Sin embargo, tras el despliegue boliviano
se instituye un estado de permanente violencia, ilustrado en
la narrativa por “la matanza en Claot’elavor”. Frente al avance
boliviano, la tercera serie relata como su familia partió de
la aldea  vecina de Tifufkat hasta llegar a Fischaat y luego a
Esteros. Por fin, en la ultima parte del relato, Maria Candia
describe, de un punto de vista femenino, como se desarrollaban
las mediaciones entre las mujeres nivacché y los soldados
bolivianos del fortin de Esteros, trayendo asi importantissimas
claves para  pensar como evolucionaron tales relaciones en ese
largo periodo de presencia boliviana.
 
 
Paulino Lezcano
Pablo Stahl, Pilcomayo.
 
Registro: 22 agosto 2008
Idioma: Niwaklé 
Traductor: Pedro Rojas
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la muestra: 14:44 mn. / Roberto Reveco
“ La guerra del Chaco “
“Abuelo, siempre hablaste de la guerra del Chaco y ahora
que está esta gente te quedas callado!“. Empieza entonces el
relato de Paulino Lezcano, el más anciano del lugar, muerto poco
tiempo después de este registro. Lezcano guarda un recuerdo
directo de la guerra y narra, con perfecta noción del ámbito
general del Chaco, la entrada boliviana en la zona, la tensión
en los campamentos niwaklé, la fundación de los fortines de
Esteros, Boquerón, Camacho y Muñoz, la llegada del ejército
paraguayo, las batallas que se suceden entre ejércitos que
disputan un territorio que no les pertenecía. Agotado, toma el
relevo su mujer que completa y detalla el relato. Concentrándose
en la zona inmediata, ésta narra la fundación del fortín Esteros y
las relaciones, no siempre conflictivas, que se establecen entre
militares e indígenas. Las mujeres amaban y trabajaban en el
fortín, y hubo una — cuyo nombre es traducido por “Princesa”—
que vivió en el edificio principal del fuerte, concubinada con el
jefe militar. La llegada de los paraguayos y el trágico fin de los
desertores que buscaron refugio en los campamentos indígenas
completan su relato
Ciriaco Ceballos
San Leonardo Escalante, Pilcomayo
 
Registro: 27-28 de julio y 15-17 de agosto 2008
Idioma: Niwaklé / Traductor: Pedro Rojas
Entrevista: P. Barbosa, C. Hernández, N. Richard
Video, Fotografía: C. Hernández
Edición para la muestra: 22:14 mn. / Roberto Reveco
  Historia del teniente Tarija
 
La “historia del Teniente Tarija” es un relato
paradigmatico que retrata de forma completa y compleja
las articulaciones entre indígenas y militares. Describe con
rigurosos destalles el cotidiano militar en las aldeas y el
cotidiano índio en los fortines. Esta biografía sorprendente,
desnuda zonas oscuras de una doble relación de alianzas
y traiciones. A diferencia de otros relatos que narran un
acontecimiento preciso en el tiempo y delimitado en el espacio,
la historia  que nos cuenta Ciriaco Ceballos, está basada en una
línea temporal muy clara, de mas o menos 20 años, que va a
partir de la llegada de los primeros bolivianos a Esteros, hasta la
retirada de los militares, tras el conflicto con los paraguayos en
el eje Boquerón-Guachalla.
La historia de Tarija se divide en distintos momentos trayendo
coordenadas cronológicas y espaciales muy claras de los
acontecimientos. Una primera y corta descripción de la infancia
de Tarija en Ftsuuc, campamento nivaklé a 4 Km. de Fischaat.
En un segundo instante, aborda el asesinato de su padre,
cuestión que motiva la ida de Tarija al fortín de Esteros y su
reclutamiento como soldado boliviano. El tercer momento
está marcado por su relación con Santa Cruz, jefe del fortín
de Esteros. La cuarta, describe con preciosos detalles como
Tarija se alia con el ejército paraguayo y venga lentamente el
asesinato de su padre. Finalmente, una ultima serie relata su
partida hacía la Argentina y después Bolivia. Sin embargo,
otros hilos sobresalen de la historia trayendo luces sobre la
multiplicidad de roles que desempeñaban las mujeres en los
fortines o la masacre de los desertores bolivianos tratando de
fugarse hacía Argentina tras el avance paraguayo.
 
 

Rufina Almada
Represa’í, Riacho Mosquito. Pto. Casado. 
 
Registro: 20 agosto 2009
Idioma: Angaité 
Traductor: Agapito Navarro
Entrevista: Rodrigo Villagra, N. Richard
Video, Fotografía: R. Reveco
Edición para la Muestra: 10:30 mn. / Roberto Reveco
LLEGADA DE LOS PARAGUAYOS

Desde fines del siglo 19, la banda occidental del río
Paraguay va siendo progresivamente colonizada por puertos e
industrias tanineras. Desde Puerto Pinasco se interna en el Chaco
la línea férrea que abastece el puerto en maderas y recursos.
Antes de la guerra, las tierras han sido ya repartidas -pero aún no
ocupadas- y un importante dispositivo misional anglicano prepara
la colonización de la zona. A proximidad de la línea férrea y en la
periferia de las misiones van apostándose las tolderías en las que
vienen a parar quienes se acercan, todavía tímidamente, desde el
interior del Chaco.
La guerra supondrá un salto cualitativo en el paulatino proceso de
colonización de la zona. Rufina Almada, que guarda fragmentarios
recuerdos de infancia, relata la llegada de las tropas paraguayas
por la línea férrea de Pinasco, el atropello de las tolderías y el
pánico de las gentes ante la presencia inédita y masiva de los
soldados. Los grupos familiares se desbandan para esconderse
en la espesura; ella y otros niños se esconden bajo el tronco
generoso de un samuhú abatido. Desde ahí escuchan los disparos
y el estruendo militar antes de reencontrarse con los suyos en las
cercanías de la misión anglicana.
Concepción, trabajo de terreno y
registros visuales: 
Pablo Barbosa, Consuelo Hernández y Nicolás Richard
Edición y montaje audiovisual: 
Roberto Reveco
 
Curadora y editora visual de la exposición:
Nury González

Pablo Barbosa
Antropólogo (Université de Paris 10 - Nanterre) y docto-
rante en Antropología Social (Ecole des Hautes Etudes en
Sciences Sociales – Museu Nacional de la Universidad
Federal de Rio de Janeiro). 
 
Consuelo Hernández
Antropóloga (Universidad de Chile) y becaria Conicyt,
doctorante en Antropología Social (Universidad Complu-
tense de Madrid), Muséu del Pueblu d’Asturies
 
Roberto Reveco
Antropólogo (Universidad de Chile) y becario Conicyt,
doctorante en Estética y Tecnología de las Artes (Univer-
sité de Paris 8)
 
Nicolás Richard
Antropólogo (Universidad de Chile) y doctor en Antropo-
logía Social (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Socia-
les), investigador asociado al Centre de Recherches Histo-
riques de l’Ouest (UMR 6258), Université de Rennes 2.

Nury González
Artista Visual (Universidad de Chile) , Profesor Titular Uni-
versidad de Chile y Directora MAPA, Museo de Arte Popu-
lar Americano, Santiago de Chile.
Mueso de Arte Popular Americano / Facultad de Arte, Universidad de Chile.
Compañía 2691, 56-2 977 1721 / 56-2 977 1720. Santiago de Chile.

Você também pode gostar