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El problema de las complejas relaciones entre “Objeto y

representación” desde una mirada latinoamericana.

*Oscar Zalazar

Al fin de un siglo cultural debe suceder un nuevo siglo. Más allá de la


multiplicidad de cronías temporalidades. Según se sabe hoy, esto siempre fue
asi. No lo creyeron así los apocalípticos y sus discursos en los noventa, por
ejemplo los que declaraban el fin de la historia ( y el triunfo del capitalismo
mundial) y la muerte del sujeto ( y de la praxis, la ideología, la utopía) Esta
respuesta que diera Roig en su momento se vio luego comprobada en del
hecho/acontecimiento histórico que determino el derrumbe de éstos discursos
como “castillos en el aire”. En la Argentina, desde diciembre de 2001.

La historia sigue presentándosenos como destrucción, pero también como


creación, y como construcción de humanidad, de cultura, en el sentido de obra, y
de objetos, ya sean creaciones inéditas, experimentales, audaces, o no,
monótonas o repetitivas: el arte condensa las aspiraciones de una época.

Pero sólo algunas creaciones de ellas son “positivas” y “valiosas”. Por


ejemplo, si comparamos a entre dos objetos culturales: el FMI con la poesía más
efímera, uno sabe que ambos comparten el carácter de objeto, pero en las
prácticas cotidianas son un algo completamente distinto,pero tambien en la
selección y visibilidad de determinadas categorías de objetos.

Cuando Jean Boudrillard1 planteaba el arte contemporáneo como un arte


desencantado, se inscribía en ese diagnóstico apocalíptico al que venimos
haciendo referencia. Para el filósofo, la relación entre la ilusión/ desilusión estética
es el síntoma de una nueva enfermedad: un exceso de significación. El triunfo del
capitalismo trasnacional se verifica en la estetización total de nuestro mundo
contemporáneo. Pero este fenómeno tiene nefastas consecuencias: la

1
Baudrillard, Jean. La ilusión y la desilusión estéticas. Caracas, Monte Ávila, 1997.
reproducción “museográfica de la realidad”, la empresa de re-inventar todas las
cosas y la reproducción estética de todas las formas que nos rodean. Se trata de
un semiento fóbico: el mundo ha sido re-presentado, e inclusive, y ya no hay
representación, posible: en consecuencia estamos en el fin de la representación.
Pues asi cmo la tecnología desauratiz-o, es decir desencanto a la obra de arte, la
dialectiva negativa de una racionalidad hegemónica. Ante esta clausura paradójica
de la distancia entre”objeto” y representación”, y el dilema posmoderno de los
segnificados de re- presentar y representación. va a sumar una justificación de la
“restauración”, de la “vuelta histerico-sublime”, en el sentido jamesiano del
término, a un pasado “cuando todo era mejor”. En efecto, el camino que
encuentra frente a este estado de cosas es volver al pasado, la única forma,
según el francés de curar este mundo del exceso de semiotización de la
experiencia social contemporánea, curiosa enfermedad que genro lo sobrante, lo
que está de más, lo que debe excluirse, dejarse fuera, expulsarse. .

Hay que preguntarse por qué luego de estos muchos diagnósticos, que
como este se arriesgaron, con muy diversa fortuna, en los años del debate sobre
la posmodernidad, no habría que abandonarlos sin más y preocuparse por los
emergentes del nuevo siglo cultural. Nos queda la impresión de que no se avanzó
mucho en la comprensión teórica de los actuales procesos sociales, culturales y
artísticos, sino que se priorizó, lo “ya dicho”. La vuelta al pasado y culto a lo
establecido fue funcional al proceso de las falsas democracias posdictatoriales.
Pero la línea de los regresos parece no terminar nunca. En la línea de los regresos
todavía se vuele a insistir en la necesidad de un arte aurático, es decir, un arte
conformado por un vinculo esencial entre los objetos y sus representaciones.
Frente al desborde la vuelta a la mimesis, pero una mimesis donde imagen y
objeto son una sola y misma cosa.

Esto puede suscitar un apasionado rechaso con una edención d el


a”pintura”, algo que se viene ensayndo hace mucho entre nosostros, o bien se
trata de buscar un punto de vista distinto. En este marco que coincide con los
intereses generales de las fuerzas artísticas e intelectuales latinoamericanas, se
resitua la/s pregunta/s por el problema de la representación, y se afirma
fuertemente el carácter semiótico del mundo del arte contemporáneo. El arte es
significación, y no pueda ser de otra manera, y esto no nos parece un problema.
La relación es siempre una relación de significación, y de lo que se trata es de
establecer el sentido y valor de las significaciones históricamente constituidas. E
históricas porque no alcanza con sus meras virtualidades lógicas. Por esta causa
el trabajo de producción de imágenes debe ser conciente de su proceso de
producción.

En este contexto no parece un problema la multitud de obras cuya


producción es ya meramente “manual” pueda ser enfrentada a una producción
“industrial”, nos prace un camino ya demasiado transitado.. Tal vez, esa sea el
legado de las vanguardias, a las que por otra parte no vemos por qué habrá que
considerarlas “fracasadas”.

De todos modos hoy las formas de entender y definir el arte parten de un


arte “posauráticos” para utilizar un término muy preciso. Sucede que, tal como lo
señalara Benjamín, la teología del arte, refugio de los “artistas divinos”, es algo
que definitivamente pertenece al pasado. La cultura estética, en el sentido que
Juan Acha da al término, es el ámbito de una nueva politización, la politización de
la cultura.

En este sentido se juega la posibilidad del discurso propio, el cual depende


de un acto de conciencia, acontecimiento que no queda en él mismo, en una
especie de momento mítico de una supuesta “develación”, sino que se convierte
en una conciencia ética, un sujeto operante que interviene inteligentemente en la
historia, y no en cualquier historia, sino en nuestra historia, lo que da al arte la
calidad de visor, de mira, de pantalla, de imagen, de modelo, de producción de
símbolos.

Esto quiere decir que, el objeto y la representación no dependen de la


ilusión, o la des-ilusión, dependen de un sujeto y de su historia, o al menos
inicialmente el análisis supone el esclarecimiento de los significados y valores
implícitos y explícitos en un modo de vida específico.
El arte, y los problemas artísticos deben buscar su propio camino, lejos de
la ilusión y del pasado y la actividad constructiva de la producción de
conocimiento pude hacer mucho por ello. .

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