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PRESENTACION DEL LIBRO

“OTRA EDUCACIÓN BÁSICA ES POSIBLE”


De Gabriel Cámara. Editorial, Siglo XXI, México 2008

I.- El preámbulo.

La portada. La niña Tzeltal que nos mira con ojos de interrogante misterio y cuyo

rostro se enmarca con una sonrisa apenas asomada de apretado simbolismo.

Chiapas siempre presente, como imagen permanente de la pobreza educativa de

México y el compromiso social y personal de Gabriel Cámara.

Chiapas, dijo su cantor, “es en el cosmos lo que una flor al viento” y digo yo, es en

la vida de México, lo que una herida al viento.

II.- Otra.

Diferente, distinta a la que ahora tenemos; a la que nadie quiere y de la que nadie

está satisfecho y a la que todos de algún modo contribuimos a perpetuar:

Las autoridades educativas, los gobernantes y líderes políticos que en su muy

antigua utilización clientelar y perversa connivencia con quienes medran con las

necesidades de un magisterio pauperizado y aturdido, por la pobreza material y

espiritual en donde nacen, se desarrollan y malviven; y que pusilánimes de obras y

de ambición social y personal, han unido su timorato destino del asiento

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burocrático, a la alianza ominosa y vil, de quienes han puesto a su servicio

personal y familiar, lo más sagrado de nuestra patria: la formación de las nuevas

generaciones de mexicanos y la esperanza de las empobrecidas familias de los

campesinos, los obreros y los empleados, de un mejor futuro para sus hijos.

El maléfico y corrupto cancerbero sindical, abrevadero de mendicidad, ignominia e

indignidad, en donde se estrellan los débiles intentos por rescatar para la

educación los ideales de una pedagogía comprometida con la libertad, la

formación humana y el espíritu solidario y justiciero; traidores y por ellos

mancillados, de ilustres maestros y pioneros de la educación en México, como lo

fueron Altamirano, Barreda, Ramírez, Sáenz, entre muchos otros.

Los intelectuales, y expertos, que hacen de la crítica, el modus vivendi de sus

exposiciones doctas y documentadas, frente al adormilado auditorio que sueña

con el canapé y el refrigerio que deberá coronar tan sabia concentración de

saberes; pero que olvidan el quehacer concreto y la denuncia permanente de voz

sonora, en contra del indecible espectáculo de fracaso, simulación y estupidez que

se pasea petulante en los pasillos de la oficina de educación pública y de la

escuela; y domestican una actitud de repudio y señalamiento constante que vaya

más allá de la ruptura periódica de vestiduras, frente a los ya sabidos y conocidos

malos y reprobatorios resultados en las evaluaciones internacionales y nacionales,

que de manera sobresaliente caracterizan a la educación en México.

Los padres y madres de familia que esconden sus miserias materiales y humanas

y su propia irresponsabilidad, y sueñan en un vela duerme sonámbulo, en que

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alguien haga algo bueno por sus hijos y que estos salgan por magia, por suerte o

de milagro del pantanal en el que se encuentran.

Los maestros y maestras que esconden sus inseguridades y falta de saberes, en

el autoritarismo del cual ellos mismos son víctimas, en la simulación formalista de

espectáculos y eventos; y en la rigidez de una disciplina que es atentatoria a la

libertad de espíritu que reclama la educación humana y que solo sume en la

confusión y el abandono, aquellos a quienes debe de servir su esfuerzo.

Los propios alumnos y las alumnas, que pasados los primeros momentos de

desconcierto, se acomodan a la simulación, la repetición, la servidumbre y la

adulación gratificante.

En fin, la sociedad toda; todos nosotros que la formamos y que con plena

conciencia de que la educación de México se encuentra en el despeñadero,

hundiéndose cada vez más en él, nos regodeamos en la crítica insulsa y evadimos

nuestra responsabilidad personal y social y nos limitamos a lamentar lo mal que

estamos y el colmo de ¡Cuanto los niños y los jóvenes en la escuela ignoran!

III.- Educación Básica.

Sobresaliente en la sencillez de su sintaxis; la claridad y transparencia del

lenguaje, con el que quiere y logra transmitir, no el cúmulo de conceptos y teorías

pedagógicas, sino la verdad encontrada en la experiencia del aula, y de las

comunidades de aprendizaje construidas en el concreto del quehacer educativo y

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recogidas por los propios actores, los asesores del CEAC, las maestras y los

maestros y los propios alumnos y alumnas; el libro de Cámara, logra una lectura

gozosa y llena de emoción; en ella, nos conmovemos con las expresiones de

alegría, sorpresa y maravillosa exaltación, de quienes viven en carne y espíritu

propio la experiencia de un aprendizaje significativo y enriquecedor y que nos

hace exclamar junto con Max ¡magnífico!

Max, alumno de primer año de la Telesecundaria de San Ramón, Villa de Coss,

Zacatecas, que en solo unos meses agotó casi la totalidad del programa de

matemáticas, algebra y geometría, de toda la secundaria, escribe: “Yo creo que

desde allá me cambió la vida un interés grandísimo por matemáticas…me traía un

libro otro y otro, se me hacía magnífico y desde allí yo creo que matemáticas es lo

mejor, es magnífico, bueno también literatura e inglés, pero más matemáticas.”

Es revelador, que aún cuando Gabriel Cámara deja hablar o recurre a la palabra

docta de otros educadores con el objeto de apuntalar con referentes acreditados,

sus afirmaciones y conclusiones, lo haga sin hacer referencia directa a quienes de

manera reiterada se menciona como fundadores de la teoría clásica del

“constructivismo” o de la “pedagogía crítica”; y recurra con marcada preferencia, a

destacados, pero aún así, sencillos maestros de aula, como Richard P. Feynman,

nobel de física, John Holt o John Taylor Gatto, todos ellos críticos de la realidad

escolar y educativa a partir de sus propias actividades y prácticas docentes en

escuelas tradicionales.

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Es quizá por ello que el libro brilla, frente a otros llenos de teoricismo y pretensión

académica, que lejos de lograr claridad en sus planteamientos a lo más que llegan

es al uso de un lenguaje abigarrado y a un encriptado de los postulados más

básicos de la teoría pedagógica.

Como en todo, los fundamentos, son fundamentos porque en ellos se encuentran

las bases de todo lo demás, es decir de lo que se puede construir encima y no

porque deban ser desvelados mediante cábalas o secrecía propias de iniciados o

elegidos. Por ello, siempre será necesario y útil frente a la obscuridad de la noche

educativa, volver a su reiterada enunciación para conjurar su equívoca nombradía

e intentar el viaje de retorno al fundamento de la educación humana, “a la base”

como lo dice Gabriel Cámara.

La educación, como aprendizaje intencional es siempre una relación personal, se

nos recuerda, entre aprendiz y maestro; en ello reside el imperativo del concreto

educativo y por ello no es posible una generalización del cambio dado que éste

solo puede darse en condiciones de libertad y en una variedad de situaciones que

desbordan cualquier estandarización.

En las anteriores condiciones, a lo que podemos aspirar desde el lado de la

burocracia es a crear las condiciones que propicien el desarrollo de verdaderas

relaciones personales entre el maestro y el aprendiz en ambientes de libertad.

Estas relaciones intencionales de aprendizaje exigen, en el marco de la libertad y

la flexibilidad, la capacidad y la responsabilidad, es decir el compromiso del que

sabe algo que desea enseñar y el interés del que quiere y busca aprenderlo.

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Deseo de enseñar lo que se sabe y se conoce con profundidad y deseo de

aprenderlo bien, por encima de las dificultades, son los dos elementos que permite

configurar la relación básica de toda experiencia educativa. A esto es lo que en la

“comunidad de aprendizaje” se le conoce como “Relaciones tutoras”.

La comunidad de aprendizaje, será entonces el entramado de relaciones tutoras

que se establecen entre alumnos y maestros, entre los propios alumnos y entre

maestros, en la unidad del salón de clase, de la escuela o la propia comunidad,

cualesquiera que se considere como tal.

La Relación tutora, “el cambio educativo a la base”, exige el conocimiento del tema

que se ofrece por parte del tutor; y el interés sobre él del aprendiz; lo anterior

posibilita y da lugar a un diálogo interpersonal, en el que el tutor conoce las

dificultades del aprendiz, porque él las ha vivido, por lo que acude con asertividad

en su apoyo; y el aprendiz asiste y asume las dificultades y tareas como propias

de un interés libremente emprendido. Finalmente el resultado será siempre, lo que

define el aprendizaje, un logro personal.

Por ello se afirma que: “nosotros vemos la relación tutora como el antídoto a los

males que podemos detectar en educación básica. Se evita la simulación, se

aprende con interés, se dialoga con dignidad, se trabaja con satisfacción, se

elimina el desperdicio, se recupera la seguridad profesional, se evitan

formalidades que no tienen sentido.”

Lo anterior no es más que otra forma, en positivo, de enumerar las desastrosas

siete lecciones de la educación actual definidas por John Taylor Gatto y

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mencionadas en el libro: “confusión en vez de propósito definido, lugar fijo

asignado en vez de libertad, indiferencia en vez de interés, dependencia

emocional en vez de confianza en uno mismo, dependencia intelectual en vez de

autonomía, autoestima provisional, en vez de logros reales y supervisión

constante, en vez de espacios propios.”

Reconocer lo que se sabe y se puede compartir con valor ético y responsabilidad

profesional, al tiempo que se da la oportunidad al aprendiz de seleccionar

conforme a su curiosidad e interés propio, abre la interacción de la comunicación

humana al misterioso y fantástico mundo del saber y del compartir, creando y

recreando en una sinergia inacabable de mutuas y nuevas comprensiones a partir

de una aparente insignificante cosa, que se llena de sentidos y múltiples

conexiones, como lo podemos ver en los trabajos de análisis literario o de

comprensión, en la lectura del “El Elefante” o del inglés o de matemáticas en

donde la resolución de un problema o la traducción de un texto lleva a

insospechados nuevos campos de conocimiento y al descubrimiento de múltiples

caminos y posibilidades.

Cuando hemos afirmado que en la educación básica “el contenido es un pretexto”,

y que él en sí mismo solo es importante en cuanto instrumento para promover el

desarrollo de las competencias básicas, asociadas en última instancia, al

fortalecimiento de competencias lingüísticas y decodificaciones simbólicas;

estamos haciendo énfasis en que tal como lo entiende John Holt y lo sintetiza

Cámara: “lo relevante no es el contenido, sino la actitud con la que el estudiante

se acerca a él…El conocimiento que vale es el que el estudiante emprende

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naturalmente…en la medida que no tiene miedo ni remordimiento para rechazar lo

que no le interesa, crece en conocimiento, en amor al aprendizaje y en habilidad

de aprender.” El que busca y encuentra sentido en lo que hace, continuará

aprendiendo por el resto de su vida, y aprenderá a aprender. Logrará así, la

competencia madre.

Por ello la búsqueda de aquello que permite disparar el interés y capacita para el

logro de aprendizajes enriquecedores, no puede ser considerado reduccionista ni

simplificador, porque lo verdaderamente valioso, es lo que tiene sentido y

despierta el interés por aprender del alumno, lo que despierta el deseo de saber,

es decir, como lo dice Cámara de “saborear”. Ello sin duda dará mayor capacidad

para ampliar la búsqueda de conocimientos y experiencias satisfactorias de

aprendizaje e incluso en aquellos casos en el que el interés puede estar mediado

por un requerimiento más o menos formal; pero si la capacidad básica de

aprender a aprender no se desarrolla sobre la base de la disposición inicial del

ánimo del aprendiz, todo lo demás será simulación o mera repetición formal de

una información que llega y se va, para no dejar nada jamás.

IV.- Es posible.

Lo que se ha dicho hasta la saciedad: un buen ambiente de aprendizaje; la

experiencia del aprendizaje significativo; reconocer el interés del estudiante; la

necesidad de construir una relación de empatía entre el maestro y el aprendiz;

partir de las necesidades sentidas de los maestros y las maestras para los

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programas de capacitación. Todo ello repetido en planes y programas, en

objetivos de la modernización y el cambio pedagógico. Tal como lo señala en el

libro Gabriel Cámara, cuando dice que pone en palabras suyas lo que se lee en el

libro del maestro del Modelo Renovado para Telesecundarias. En el bla, bla y

recontra bla, de eventos y reuniones de evaluación, propuestas y

contrapropuestas de innovaciones y renovaciones pedagógicas, olvidadas

inmediatamente después de terminada la reunión o finalizada su lectura y siempre

muy lejos, infinitamente lejos de la realidad concreta que impera en el aula y en la

práctica del maestro y del alumno. Realidad que ahora nos trae de cerca el relato

de la experiencia de las comunidades de aprendizaje del CEAC. Y que nos toca

con el aire fresco de una esperanza que tercamente renace: la posibilidad de otra

educación básica.

Y mientras tanto, el “avance programático”, la dosificación y la evaluación

cuantitativa; la exigencia formal y burocrática de las lecciones mal entendidas, mal

dadas y muy poco comprendidas por los propios maestros y alumnos, pasadas

una tras de otra por encima, sin respiro, en un rosario inacabable de engañifa y

miseria educativa; reiterada miseria, consentida, reconocida y permanentemente

sostenida y reproducida, como esta aliteración gramatical que se repite no solo

algunas veces sino al infinito.

¡Ah...las comunidades de aprendizaje! en el concreto educativo minúsculo,

pequeñísimo, de los márgenes, marginados y marginales de la educación de los

pobres, de las escuelas olvidadas, que muestran que es posible generar

ambientes pedagógicos, establecer relaciones empáticas, construir experiencias

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de aprendizajes significativas y enriquecedoras para maestros y alumnos; con la

única condición de abandonar el formalismo dogmático, la rigidez absurda del

avance programático y el atiborramiento de información banal o importante, pero

arremetida atropelladamente, a empujones, a presión, rápidamente, sobre las

cabezas de los niños y las niñas, cual receptáculos vacios que hay que llenar

como sea, a costa de lo que sea, a riesgo de mostrar las vergüenzas y descubrir la

desnudez de las limitaciones propias.

Las experiencias de lo concreto relatado, muestra que el único camino es

restablecer la relación educativa, el dialogo personal entre maestros y alumnos

sobre la base de lo que se puede enseñar bien y lo que se quiere aprender bien,

sin importar demasiado los gradualismos ni la extensión; menos aún la ingenua y

disparatada idea de pasar a ojo de pájaro, sobre el conjunto del conocimiento

humano. Primero porque lo básico en la educación no se identifica nunca con lo

básico del conocimiento. Lo primero tiene su fundamento en lo pedagógico y lo

segundo en lo epistemológico; y segundo, por que ahora más que nunca, el

conocimiento y la información ligada a él, envejecen a una velocidad asombrosa,

por lo que el paradigma de formar sobre el de informar se convierte en nuestra

época en un imperativo categórico.

La historia está llena de ejemplos de cómo los grandes hombres y mujeres han

sido empujados a formarse lejos de la estructura escolar y de la inflexibilidad de

los planes y los programas destinados más a domesticar y a detener, que a crecer

e impulsar.

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La esencia de la experiencia de aprender es la de ser un acto eminentemente

interpersonal, creativo y libre, por ello exclusivamente humano de voluntades

propias; que buscan y siguen su cauce; que indagan con curiosidad y con

esfuerzo; que enriquece y alimenta la seguridad y el amor propio; y que hace

crecer en conocimiento, el cual por otra parte está en obsolescencia continua;

pero sobre todo en capacidad para enfrentar los retos y dificultades que se

presentan en el camino de lograrlo y superarlo.

Eso es lo que está presente desde las primeras páginas del libro y está presente

en la vivencia propia del autor, la cual comparte con nosotros. Y lo está además

de un modo por demás respetuoso con los maestros y maestras, a pesar de

señalar, la dificultad que tienen de reconocer sus carencias de formación y de

conocimiento. Su inseguridad acendradamente reprimida y oculta.

El autor es cuidadoso, tal vez en demasía, al hablar de las autoridades educativas

y de los diferentes niveles de la administración de la educación pública. No deja

eso de llamar la atención, al conocer que ese trato viene además de quien se ha

empeñado en una larguísima tarea de vida por mejorar la educación y cuyo

esfuerzo no en pocas ocasiones se ha estrellado contra el implacable muro de la

indiferencia autoritaria y la oposición burocrática de la administración educativa.

Debemos de reconocer aquí, que es esa moderación la que nos hace ser más

prudentes de lo que seríamos, si no estuviéramos presentando aquí esta obra.

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- Ah, sí…las comunidades de aprendizaje…que sigan adelante; hay que

darles algunas escuelas de’sas que nadie quiere, a ver que hacen, en que

ayudan, a lo mejor funciona y se puede hasta presumir. Mientras, sigamos

adelante con el Acuerdo… ¿te acuerdas? Creo que ya nadie se acuerda del

tal acuerdo ¿en que estábamos? Tu, mejor síguele, no vaya ser que…

- A ver niños (el maestro pensando en sus adentros: jijos de la jujurria),

página 100, tema 4, sub índice V; cinco romano. Ya deben de saber todos

cual es el cinco romano ¿o no? ¿o son como todos? Unos brutos. A ver, a

ver, esto lo haremos en lectura en silencio - y hay del que hable-, cinco

minutos…ya. Ya está. Es muy fácil y el libro lo dice todo ¿verdad?

¿preguntas? ¿No? Qué bueno que no hay ningún burro por aquí. Bueno; el

tema que sigue lo ven en su casa y si tienen alguna duda la vemos en la

próxima; pero lean bien, con cuidado, que todo lo pueden entender porque

está muy explicadito, muy clarito, así que a concentrarse y nada de

distracciones. Hay de aquél que venga con burradas a preguntarme algo

que está en el libro, y todo porque no leyó bien, Ya verán ¡me lo ajusticio!

¿Okey?

Si se aprende algo es ganancia y si no, ni modo, ya se cumplió con el avance

programático y la dosificación establecida; nadie puede decir nada; misión

cumplida, la lección ha sido dada, si no se aprendió no es cosa nuestra, son los

padres ignorantes o la miseria en la que viven, o los niños y los jóvenes cada vez

más flojos y rebeldes, muy distintos a como éramos nosotros ¿y la educación y la

formación? ¿En qué quedamos, a sí, bien gracias?

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Fin de ciclo…, el espectáculo de bailes y pantomima; entrega de certificados y

elogios a la patria y su gobierno que nos dan la educación gratuita; al presidente

municipal que encaló la letrina; al gobernador que hizo posible la llegada de los

libros, incompletos y después de un mes de iniciado el ciclo, pero para tener con

que; también a las altas, altísimas, altoridades educativas de la SEP y por

supuesto al liderazgo vitalicio, así ad perpetuam, ejemplo de honestidad, entrega y

liderazgo supremo de todos, sí de todos los trabajadores de la educación; a la que

da su sangre, a la que entrega a sus hijos, yernos y sobrinos, ahijados y demás

querencias, para que desde sus respectivos y jugosos puestos, ayuden a la SEP

en el loable esfuerzo para que estos güercos y güercas (Fox dixit) puedan saber

algo y si tienen suerte, salgan adelante.

Sí, la experiencia de las comunidades de aprendizaje nos muestran y demuestran

que otra educación es posible a la base; en el cambio emprendido por maestros,

maestras, alumnos y alumnos y en algunos casos por los propios supervisores y

supervisoras, para construir nuevas formas de diálogo y de relación educativa, que

transforme las prácticas anquilosadas en las que se desenvuelve el conjunto del

aparato reumático de la educación en México, y permita lograr desde la escuela y

desde el aula, espacios de libertad docente y administrativa para construir, la

educación que deseamos todos, para nuestros hijos e hijas a fin de que ellos sean

capaces de lograr un mejor México para ellos y sus hijos, que el que nosotros

hemos hecho.

¿Y el Acuerdo, maestra…?

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En qué quedamos…Tú síguele, no vaya a ser que...

¿Y el contexto?

Este maldito contexto de la patria-Coyoxauztli, desmembrada, empobrecida,

desangrada y desgarrada… ¡jodida pues!

¿Y otra educación?

¿Será, de verdad posible?

¿Quién dijo yo?

¿Quién quiere el aire fresco?

México, D.F. Febrero 17 de 2009

Mtro. Edmundo Salas Garza.

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