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Todorov y la razón colonial

Por Christian León

Originalmente publicado en francés en 1982, La conquista de América. El problema del otro1 se


constituyó en un referente para los estudios interdisciplinarios de la historia Latinoamericana que
trastornados por el giro cultural buscaban nuevos parámetros para entender las relaciones de
colonización de las mentalidades. El estudio de Todorov sobre el periodo de la conquista española
de América se presentaba como un modelo para comprensión de las relaciones de poder construidas
a través del discurso del colonizador. Sin embargo en los últimos años ha sido blanco de múltiples
críticas y se ha transformado en un ejemplo de la perversa operación de la razón colonial que opera
incluso de espaldas a la conciencia altruista de los sujetos individuales. Todorov plantea que su
investigación busca reconstruir “una historia ejemplar” de la cual se puedan desprender un sentido
moral para responder a la pregunta de “cómo comportarse frente al otro” (p.13). Sin embargo, en la
misma pregunta, y a lo largo de todo el texto, se reafirma una serie de categorías y supuestos que
buscan producir diferencias, para luego jerarquizarlas. En estos dos mecanismos, que operan de
espaldas al análisis crítico del autor, se encuentra el fundamento de los saberes que reproducen la
colonialidad. A continuación tratamos de desglosar los argumentos en que se funda esta crítica de
la razón colonial que subyace en el discurso sobre “el otro” construido por Todorov.

Análisis del discurso y relaciones de poder

La conquista de América. El problema del otro se plantea como una investigación que busca
reconstruir las percepciones que los españoles se hicieron sobre los habitantes del América, cuando
se estableció por primera vez el contacto entre Europa y el Nuevo Mundo. En una breve
introducción a su objeto de estudio apunta Todorov:

“Para hacer mejor cosas he escogido, me he dado una unidad de tiempo, el centenar
de años que siguen al primer viaje de Colón, es decir, en bloque, el siglo XVI; una
unidad de lugar: la región del Caribe y de México (lo que ha veces se llama
Mesoamérica); por último una unidad de acción: la percepción que tienen los
españoles de los indios será un único tema...” (p. 14)

El autor trabaja frente a su campo de estudio a partir de un audaz método que consiste en aplicar
una serie de procedimientos del análisis del discurso a las crónicas de indias en busca de ofrecer
una reconstrucción de los imaginarios y representaciones europeas. La perspectiva de estudio
adoptada por Todorov plantea una doble operación metodológica que descentra el discurso de la
epistemología de la historia. En primer lugar, desplaza la preocupación por el hecho histórico al
análisis de las fuentes a partir de las cuales se construye la objetividad del acontecimiento. Al

1
Todorov, Tzvetan, La conquista de América. El problema del otro, Siglo XXI, cuarta edición, México, 1992.
considerar a las crónicas de la conquista como un discurso construido desmantela el “efecto de
verdad” de la narración histórica que, según Barthes, funda la irrefutabilidad del acontecimiento 2.
En segundo lugar, introduce la perspectiva del poder en el análisis del discurso. Al analizar las
razones de la victoria de los españoles sobre los aztecas, Todorov explica las razones por las cuales
un sistema cultural (europeo) se impuso sobre otro (ancestral), inutilizándolo a partir del dominio
de la comunicación. Al plantearse está problemática, el autor introduce la temática del uso
instrumental de la comunicación como fundamento de las relaciones de dominación del otro. Esta
doble operación —la textualización de la realidad y la introducción del poder en el campo
discursivo— coincidió en parte con el programa de los Estudios Culturales y el cuestionamiento
profundo que hacen a la historiografía tradicional fundada en el objetivismo del hecho histórico y
en la evidencia empírica.

Sin embargo, la concepción que en su análisis utiliza Todorov sobre el poder resulta más bien
pobre respecto a las complejas teorizaciones que el pensamiento posestructuralista y poscolonial ha
desarrollado en los últimos veinte años. Mientras, en La conquista de América... se afirma una
noción instrumental del poder que determina el triunfo de quien lo posee frente a quien está
desposeído del él, la noción foucaultina del poder, a la que adhieren el pensamiento poscolonial,
parte de un cuestionamiento de esta idea. Todorov explica a partir de cuatro hechos la derrota de los
aztecas: el carácter resignado y melancólico de Montesuma; la manipulación por parte de Cortés de
los antagonismos existentes entre las etnias que habitaban el territorio mexicano, la superioridad
española en materia de tecnología de guerra, y finalmente el factor de mayor importancia: la acción
sobre el otro por intermedio de los signos. Para Todorov, el factor cultural y comunicativo que
explica la conquista española se halla en la incapacidad para asimilar la novedad característica del
mundo ritualizado de las culturas prehispánicas. Lo cual les va a impedir tener una reacción eficaz
frente a la llegada de los españoles, un evento no previsto en ninguna de sus tradiciones
interpretativas de carácter sagrado.

“Todo ocurrió porque los mayas y los aztecas perdieron el dominio de la


comunicación. La palabra de los dioses se ha vuelto ininteligible, o bien estos dioses
se han callado” (p. 69)

Según Todorov, esta incapacidad de manipular lo imprevisto, hace que los aztecas estén
imposibilitados de reaccionar ante el otro europeo, y se vuelvan “prisioneros de los símbolos”;
mientras que los españoles, dotados de una cultura abierta a la innovación, son capaces de conocer
al otro y actuar estratégicamente frente a él (p.198 y ss.). De cara a la cultura precolombina que
funda sus sistemas de comunicación en relación al cosmos y sobre la integración comunitaria, los
españoles practicaron un tipo de comunicación que privilegia el uso instrumental del lenguaje y la

2
Barthes, Roland, “El discurso de la Historia” en El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y la escritura,
Piados, España, 1987, p. 175.
acción interpersonal, por esta razón tienen la posibilidad de “manipular los signos” e
instrumentalizar al otro en su favor.

“Es efectivamente gracias a su dominio de los signos de los hombres como asegura
Cortés su control de antiguo imperio azteca” (p.130)

Tras estos argumentos, se evidencia una concepción trascendental del poder —que lo reduce a un
don innato del conquistador europeo— y deja de lado los procesos que lo originan. El poder
aparece sustancializado y vinculado necesariamente al Yo europeo, entendido como un principio
constituyente cuyo origen no se explica. El libro de Todorov, presupone la existencia un sujeto
europeo ontológicamente superior que parece actuar construyendo relaciones de subordinación
respecto a los indígenas, inferiores por naturaleza. Como consecuencia las relaciones de
subordinación aparentemente dependen de la posesión, o carencia, de los valores universales del
individuo occidental. El europeo es portador de una racionalidad y unos valores que le son
naturales, gracias a los cuales logra dominar a los aztecas. “Cortes tiene ante todo, la preocupación
constante de la interpretación que le darán los otros a sus gestos”. “Cortés quiere que la
información recibida por los indios sea precisamente la que el les envía” (p.120). El conquistador,
gracias a la posesión de determinados instrumentos, como son los signos y la escritura, logra
dominar la comunicación y, como consecuencia subordina al otro. Al parecer la definición
implícita en esta tesis es que el poder depende de la posesión de conocimientos y saberes —por su
puesto occidentales— que determinan la superioridad del Yo investido de poder frente al Otro,
despojado de él. En esta noción del poder, de inspiración liberal, bastaría con democratizar los
signos y la escritura para propiciar en empoderamiento de los indígenas, transformándolos en
sujetos legítimamente reconocidos3. Sin embargo, vasta con mencionar algunos postulados de
axiomática foucaultina para comprender que el sujeto es un efecto discursivo y está construido por
las instituciones de la cultura y los regímenes de poder que ellas posibilitan 4. Frente a la perspectiva
de enunciación de Todorov que construye a Cortés como un sujeto soberano poseedor del poder de
dominar los azteca, se podría dislocar su argumento planteando que el conquistador europeo no es
fundante sino que también es construido por una serie de instituciones y discursos que le dotan de
todas las características que aparecen como naturales. Las relaciones de poder estudiadas por el
autor no son más que efectos de un sistema discursivo que construye la figura del conquistador
europeo, a partir de la invisibilización de los dispositivos y supuestos sitúan en el centro de toda
epistemología a la razón instrumental de occidente. Como lo ha planteado Fernando Coronil:

“A pesar de que la intención de Todorov es la de analizar las reacciones de los


europeos frente a los mesoamericanos, su trabajo se subtitula, La cuestión del Otro.
Pero la cuestión del otro se presenta como un problema para el Yo y no del Yo o

3
Para una critica del concepto liberal del poder y la democracia discursiva ver Butler, Judith, “Soberanía y actos del
habla preformativos” en Online, Internet, marzo 2003, disponible en: http://www.accpar.org/numero4/butler.htm.
4
Foucault, Michel, La arqueología del saber, Siglo XXI, decimoctava edición, México, 1997, pp. 82 y ss.
para el Otro. En esta modalidad del occidentalismo, el Yo se da por supuesto. El
análisis se centra en los problemas que el Yo confronta pero sin problematizar la
constitución del Yo”5

En La conquista de América..., las relaciones de subordinación que explican la victoria del


conquistador por su audacia y superioridad solo existen inscritas en un régimen discursivo que
construye al Yo europeo en relación al Otro indígena. Siguiendo la analítica del poder propuesta
por Michel Foucault, reconocemos que “el poder no es algo que se posee sino una relación que se
ejerce”6. Por tanto, no se puede reducir el análisis de la dominación española en territorio
americano a la utilización que hace el conquistador de instrumentos, como la información y
escritura. Lo que permite a los españoles construirse como poseedores del poder frente a los
indefensos aztecas, es una codificación de las culturas prehispánicas dentro del régimen discursivo
de “la colonialidad del poder”7. La dominación colonial, no es únicamente un problema de
relaciones de fuerza vinculado al triunfo o la derrota unas tecnologías de la comunicación sobre
otras, sino una construcción global de la modernidad legitimada a partir de una estructura
epistémica que se funda en la construcción y jerarquización de identidades a partir de categorías
binarias como el Yo y el Otro, centro y periferia, civilización y barbarie, escritura y oralidad, etc.
Gracias al establecimiento de una unidad totalizante que engloba a los opuestos se funda la razón
colonial que construye identidades y alteridades con una lógica dialéctica que asigna polaridades
contrarias y jerárquicas a cada uno de los términos en relación. A partir de esta matriz se realiza la
conquista de los indios americanos y se funda el estatuto colonial en América Latina.

“Fue impuesto así un patrón de poder cuyos ejes eran: la existencia y la


reproducción continua de esas identidades históricas, así como la relación
jerarquizada entre tales identidades „europeas‟ y „no-europeas‟, y la dominación de
aquellas sobre estas en cada instancia de poder: económica, social, cultural,
intersubjetiva, política.”8

Justamente en la objetivación de la otredad realizada por Todorov se invisibiliza las construcciones


discursivas que permiten la construcción del sujeto colonizador, como fuente del poder y la
soberanía, y del colonizado, como objeto de dominación y subordinación. Solo a partir de esta
forma de autorepresentación bipolar (Yo/Otro, Colonizador/Colonizado) se puede despojar de
complejidad a la sociedad azteca y explicar su fracaso en la ineficiencia de sus construcciones
culturales. Se habré así el camino para la deslegitimación de aquellos saberes no-occidentales que
no se fundamentan en la escritura y la razón instrumental9. Todorov reduce la complejidad de los

5
Coronil, Fernando, “Más allá del occidentalismo: hacia categorías geohistóricas no-imperialistas” en en Castro-
Gómez, Santiago y Mendienta, Eduardo (et. al.), Teorías sin disciplina. Latinoamericanismo, poscolonialidad y
globalización en debate, University of San Francisco, México, 1998, p. 137-138.
6
Foucault, Michel, Historia de la sexualidad. 1.- La voluntad de saber, Siglo XXI, 23ª edición, México, 1996.
7
Quijano, Anibal, “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina” en Pensar (en) los intersticios.
Teoría y práctica de la crítica poscolonial, CEJA, Bogotá, 1999.
8
Quijano, Anibal, ibídem, p. 102.
9
Quijano, Anibal, ibídem, p. 103 y ss.
sistemas simbólicos no-europeos a una proyección negativa de los mecanismos occidentales de
construcción de sentido.

“Hay una „tecnología‟ del simbolismo, tan susceptible de evolución como la


tecnología de los instrumentos, y, dentro de esa perspectiva, los españoles son más
„avanzados‟ que los aztecas (o generalizando las sociedades con escritura que las
sociedades sin escritura), aun que solo se trata de una diferencia de grado” (p. 172)

En esta valoración evolucionista de la tecnología y la cultura reproduce en un contexto histórico


totalmente distinto (en el marco de la institucionalidad académica del siglo XX) los fundamentos de
la representación colonialista que se afirman en “el deseo de aprender lo desconocido con ayuda de
lo conocido” (p.138), como bien lo descrito Tododov a propósito de los cronistas españoles 10. Los
aztecas no perdieron el dominio de la comunicación porque nunca lo tuvieron, la idea la eficiencia
comunicativa es una parámetro de la razón occidental que al transformarse en la vara con la cual se
miden las otras culturas legitima el discurso colonial. Como lo ha explicado Homi Bhabha: “el
mimetismo colonial es el deseo de Otro reformado, reconocible, como sujeto de una diferencia que
es casi lo mismo pero no lo suficiente”11. Los aztecas se convierten así un lugar de la perfecta
oposición, del contrario absolutamente asimilable, la sombra del sujeto occidental, según Todorov
están atrapados en la lógica circular del ritual, imposibilitados de comprender al otro por la carencia
de escritura, y presos de la analogía de la imagen. De está manera su identidad se encuentra fijada
en el doble fantasmático del Yo europeo, Todorov ha terminado occidentalizando la diferencia
cultural de los aztecas. Por estas razones coincidimos con la lectura con la lectura que Coronil hace
de su texto:

“La conquista de América. El problema del Otro de Todorov es implícitamente una


obra hegeliana. Hace un recuento de cómo los „yo‟ europeos (presentados como los
„yo‟ universales) aprenden a la alteridad a través de la experiencia de la conquista,
destrucción y dominio de los mesoamericanos.” 12

10
En otra parte, a propósito del derecho a imponer el bien al otro argumentado Sepúlveda Todorov sostiene “Este
postulado implica, pues una proyección del sujeto enunciante sobre el universo, una identificación de mis valores con
los valores” (p. 166). Nos preguntamos si en los juicios que hace el autor sobre la cultura azteca se puede aplicar este
mismo reparo.
11
Bhabha, Homi, El lugar de la cultura, Manatial, Buenos Aires, 2002, p. 112.
12
Coronil, Fernando, op. cit. , p. 136.
La razón humanista

Todorov constata que en muchos textos, los colonizadores españoles declaran admirar a los aztecas,
sin embargo a pesar de esa admiración cometen una de los mayores genocidios conocidos. A partir
de estas reflexiones se pregunta cuales son las motivaciones que llevan a los conquistadores a
eliminar a la población indígena con crueldad extrema. “No solo que los españoles comprendían
bastante bien a los aztecas, si no que, además, los admiraba. Y sin embargo los aniquilaron; ¿por
qué?” (p. 137).

El autor sostiene que la admiración que manifestaban los españoles por los aztecas era una forma
de objetivización —y por tanto de dominación— ya que la valorización de sus habilidades y
destrezas no les confería una subjetividad. “En el mejor de los casos los autores españoles hablaban
de los indios; pero salvo, en casos excepcionales, nunca hablaban a los indios” (p.142). Esta
situación se manifiesta con claridad en la obstrucción de la intercambiabilidad de las posiciones
enunciativas necesaria para la comunicación, ya que los españoles monopolizan la posición del
hablante y los indios eran confinados a la escucha (p. 159). Este argumento, tremendamente eficaz,
permite explorar el lugar de enunciación desde el cual el autor denuncia la violencia de la conquista
española. Primero, como ya lo planteamos, en su libro Todorov adscribe a una concepto liberal del
poder; segundo, cuestiona el genocidio indígena y la imposición española a partir de concepción
humanista de la razón. Cuando analiza el debate sobre los mecanismos de cristianización y
colonización que sostuvieron los españoles después de la conquista, el autor cuestiona tanto la tesis
de la desigualdad de los indios frente a los europeos sostenida por Ginés de Sepúlveda (que la
denomina “esclavista”), como la tesis de la igualdad cristina de Bartolomé de las Casas (que la
identifica como “colonialista”). Su critica de las dos posiciones parte de la idea de que existe otra
forma de contacto con el Otro que es la “comunicación”. La comunicación consensuada, es un
horizonte teórico desde donde escribe Todorov, pero también es el destino de las injustas relaciones
de dominación que estudia.

“La comunicación no violenta existe, y se puede defender como un valor. Eso


es lo que podría permitirnos actuar de modo tal que la tríada
escalavismo/colonialismo/comunicación no solo sea un instrumento de análisis
conceptual sino que también resulte que corresponde a una sucesión en el tiempo”
(p.194)

Esta reinvindicación de la comunicación, recuerda la defensa de experiencias comunicativas libres


de coacción orientadas al entendimiento, que propone Habermas. A tono con la idea habermasiana
de que “la acción comunicativa de uno se logra solo cuando el otro la acepta de forma especifica”13,
Todorov cuestiona la imposición de la cultura española:

“Nadie les preguntó a los indios si querían la rueda, o los telares, olas fraguas,
fueron obligados a aceptarlos y allí reside la violencia, y no depende de la utilidad o
no que puedan tener esos objetos” (p.192)

Los aztecas fueron privados de su voz y negados como interlocutores válidos, portadores de
derechos y opiniones, de ahí la violencia de la conquista y colonización de América. Esta violencia
perpetrada contra los aztecas les privó de su condición de sujetos libres y soberanos, instaurando
una patología en la comunicación y una atentado contra los principios humanistas. Todorov basa su
cuestionamiento de la conquista en la ruptura del consenso comunicativo y en la deshumanización
del indio que atenta contra la soberanía del hablante y la universalidad del régimen liberal del
discurso. Esta explicación deja de lado una serie de problemáticas que tornan conflictiva el ideal de
la comunicación sin coacciones. Como lo ha planteado Butler en su crítica a Habermas, “el
dominio de lo decible [la comunicación consensuada] ha de ser gobernado por versiones de la
universalidad aceptadas y prevalecientes”14. El consenso necesario para el diálogo entre distintas
culturas es prediseñado por la racionalidad iluminista y los valores humanistas de occidente. La
universalidad que reclama el consenso comunicativo se instaura la reducción de las diferencias
culturales y en una serie de exclusiones, entre ellas la racial. “El racismo informa nuestras
habituales nociones de universalidad”15 La comunicación no violenta de la que habla Todorov se
levanta a sombra de la violencia extrema del occidentalización.

La razón humanista que condena la colonización porque priva de los derechos universales a los
sujetos colonizados, censura la violencia del colonizador a partir de la razón occidental y sus
principios. En este cuestionamiento quedan encolumnes los fundamentos estructurales que originan
la subordinación de unos pueblos hacia otros. Como lo plantean plantea el pensamiento
poscolonialista y lo ha resaltado Walter Mignolo el proyecto humanista ignora que

“la colonialidad es constitutiva de la modernidad y que la modernidad/colonialidad


debieron producirse en el siglo XVI con la emergencia del circuito comercial
Atlántico y la consolidación del capitalismo.” 16

El discurso humanista que parte de la afirmación de un sujeto libre y soberano, es una construcción
occidental que se articulo como mecanismos de identificación y administración de la subjetividad.
Desde la época del imperio romano se articuló como mecanismo de afirmación del estatuto de la

13
Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos, Cátedra, Madrid, 1984, p.
385.
14
Butler Judith, op. cit.
15
Butler Judith, op. cit.
16
Mignolo Walter, “Colonialidad del poder y subalternidad” en Ilena Rodríguez (Ed.), Convergencia de tiempos,
Rodopi, Atlanta, 2001, p. 158.
civilización frente a la barbarie17, por esta razón la producción de sujetos propiciada por el
humanismo ha sido una de las empresas más poderosas que ha permitido la colonización. Como lo
ha advertido Gayatri Spivak: “hay una afinidad entre el sujeto imperialista y el sujeto del
humanismo”18. Justamente, las explicaciones que se esgrimen en La conquista de América...
cuestionan los mecanismos brutales de la conquista y colonización, pero olvidan la relación
constitutiva de colonialidad y modernidad. Por estas razones, el planteamiento de que la conquista
privó de su carácter de sujetos comunicativos a los indios americanos sostenido por Todorov, lleva
implícito una aspiración de reforma y ampliación del ideal humanista que permite la articulación de
una comunidad universal de hablantes. Planteamiento que vuelve a reproducir los mecanismos del
pensamiento occidental y de la colonialidad del poder.

Esta misma contradicción se encuentra en las explicaciones que da Todorov al comportamiento


genocida de los españoles. A más del deseo de enriquecerse y la ostentación de poder fundado en
la muerte, nuestro autor asigna una tercera explicación al brutal comportamiento de supuestos
individuos “civilizados”.

“Lejos del poder central, lejos de la ley real, caen todas las interdicciones, el laso
social que ya estaba flojo, se rompe, para revelar, no una naturaleza primitiva, la
bestia dormida dentro de cada uno de nosotros, sino un ser moderno lleno de
porvenir, al cual no retiene ninguna moral y que mata porque y cuando así le place.”
(p. 157)

La desaparición de los principios morales que fundan el orden social civilizado, levanta la
prohibición que instituye la norma social. El argumento de Todorov es que en los confines del
mundo civilizado todo está permitido. Sin embargo, recordando la premisa benjaminiana de que
“todo documento de cultura lo es a la vez de barbarie”19, podemos plantear que existe una
violencia implícita en el contrato y las instituciones sociales que cristalizan en el orden de la
civilización. Por otro lado, como lo ha demostrado Giorgio Agamben, los pasajes críticos de la
historia europea develan la permanente “indiferenciación entre el derecho y la violencia” 20. A lo
largo de cuatro siglos se ha demostrado sistemáticamente que el orden social que configura los
mecanismos de dominación la modernidad es la violencia más descarnada que ha experimentado la
modernidad. En contra de la idea de Todorov, ley de la civilización genera el crimen civilizado y la
matanza ritual del primitivo; en las entrañas mismas de la civilización se inocula el salvavismo y en
los confines del mundo occidental se encarnan las construcciones del Yo europeo. Dentro del yo
civilizado siempre ha existido un Otro desconocido y salvaje. El Otro no-occidental es el interior
constitutivo de la civilización. Porque como lo ha demostrado Bhabha:

17
Heidegger, Martín, Carta sobre el humanismo, Alianza, Madrid, 2000, p. 21.
18
Spivak, Gayatri, “Estudios de la subalternidad. Decosnstruyendo la historiografía” en Silvia Rivera (Comp.), Debates
Post Coloniales. Una introducción a los estudios de la subalternidad, SIERPE, Bolivia, 1997, p. 254.
19
Walter, Bejamin, Discursos interrumpidos I, Taurus, España, 1973, p. 183.
20
Abamben, Giorgio, Medios sin fin. Notas sobre la política, Pre-textos, España, 2001, p. 90.
“El deseo colonial siempre se articula en relación con el lugar del Otro: el espacio
fantasmático de la posesión que ningún sujeto puede ocupar singularmente o de
21
forma fija, y en consecuencia permite la inversión infinita de papeles” .

21
Bhabha, Homi, El lugar de la cultura, Manatial, Buenos Aires, 2002, p. 64.

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