Você está na página 1de 15

Voces: RECURSO DE CASACION - PRUEBA EN EL PROCESO PENAL - VALORACION DE LA

PRUEBA - INCORPORACION POR LECTURA DE TESTIMONIOS - ROBO - PRUEBA DE


INDICIOS - SENTENCIA PENAL - FUNDAMENTACION DE SENTENCIAS - TESTIGOS EN EL
PROCESO PENAL - DEFENSA EN JUICIO - DEBIDO PROCESO

Partes: Pereyra Guillermo Claudio o Pereyra Claudio Guillermo o Ruiz José Orlando | recurso de
casación

Tribunal: Cámara Nacional de Casación Penal

Sala/Juzgado: II

Fecha: 8-mar-2010

Cita: MJ-JU-M-56617-AR | MJJ56617

Producto: MJ

Se rechaza la impugnación de la condena dictada por el delito de robo en grado de tentativa,


considerando que la incorporación por lectura de los dichos de la víctima, constituyó prueba indiciaria
y de ningún modo la única probanza en la que se asentó el veredicto de culpabilidad, no lográndose
demostrar la existencia de dudas acerca del accionar tenido por cierto respecto de su pupilo.

Sumario:

1.-Corresponde rechazar el recurso de casación promovido por la defensa oficial contra la resolución
que condenó a su pupilo como autor del delito de robo en grado de tentativa, fundado en que la
decisión adoptada se basó principalmente en los dichos de la víctima, los que fueron incorporados por
lectura sin haber tenido esa parte posibilidad alguna de control, toda vez que sólo se le asignó un valor
indiciario, no habiéndose de ningún modo considerado como la única prueba en contra del encausado.
(del voto del Dr. Mitchell -Mayoría)

2.-Aún las declaraciones testimoniales prestadas ante la instrucción, como las prestadas ante la
prevención policial y que ni siquiera fueron ratificadas por la instrucción sumarial, mantienen un valor
indiciario, que unido al restante plexo cargoso, conforma los requisitos lógicos de un juicio de
reproche. (del voto del Dr. Mitchell - Mayoría)

3.-La convicción del tribunal puede estar fundada en prueba indiciaria, esto es, en virtud de hechos que
permiten llegar a una conclusión sobre la base de circunstancias directamente graves. Una prueba
indiciaria, en particular una prueba con medios probatorios materiales, en ciertas circunstancias puede,
incluso, proporcionar una prueba más segura que las declaraciones de los testigos del hecho, en virtud
de lo cual en autos se resuelve por mayoría rechazar el recurso de casación planteado por la defensa.
(del voto del Dr. Mitchell - Mayoría)
4.-Es inadmisible el recurso de casación articulado por la defensa particular del condenado por el delito
de robo en grado de tentativa pues si bien no resultaba posible para el tribunal de juicio incorporar una
prueba que entró en colisión con las garantías previstas para la defensa, pues la remisión hecha por la
sentencia a los dichos de la víctima que no pudo ser controlada por la defensa y no compareció al
debate, no puede ser oponible al estado de inocencia del acusado, descartada la existencia de dudas y
establecida como cierta la actuación del acusado en la tentativa de desapoderamiento, la metodología
empleada en el pronunciamiento en crisis para llegar a esa conclusión con prescindencia de los dichos
del damnificado, respeta los cánones del método aplicable. Las hipótesis que sobre el particular
pudieran expresarse como compitiendo y que neutralizarían esa conclusión -o llevarían a la duda-
según propone la defensa ni siquiera encuentran sustento en una versión contra puesta a la conclusión
alcanzada, con lo cual a de partir de esos presupuestos el remedio intentado falla en la descalificación
de la decisión adoptada. (del voto del Dr. Yacobucci - Mayoría)

5.-Debe hacerse lugar al recurso de casación promovido por la defensa del condenado por el delito de
robo en grado de tentativa y, en consecuencia, absolverlo por aplicación del art. 3 del CPPN., si los
testigos en el juicio oral solo acreditaron que el imputado y el testigo principal que no concurrió al
debate, estaban discutiendo y forcejeando, y que éste último expresaba que aquél había querido
sustraerle la mochila, pero de ningún modo permiten reconstruir una situación de flagrancia, pues
sirven sólo para comprobar que existía un forcejeo y una discusión en torno a la posesión de una
mochila, más no que el forcejeo haya sido un indicio vehemente de intención de despojo. Ello así pues,
la única persona que podría eventualmente haber despejado la duda acerca de si existió o no un intento
de despojo de la mochila, y de la propiedad de ésta,-era quien no pudo ser convocado y oído en el
juicio. (del voto del Dr. García - Disidencia)

6.-Si no se ha ofrecido a la defensa una oportunidad útil y efectiva para interrogar o hacer interrogar a
eventuales testigos de cargo que ya no están disponibles para ser interrogados en la audiencia de juicio,
sus declaraciones no controladas por la defensa no pueden ser tomadas como base de la sentencia, lo
que no implica necesariamente que la sentencia que las tenga en cuenta deba ser revocada o anulada. Se
trata de examinar cuál es el peso relativo que pudieron haber tenido esas declaraciones para la
convicción de condena. (del voto del Dr. García - Disidencia)

En la ciudad de Buenos Aires, a los 8 días del mes de marzo del año 2010, se reúne la Sala II de la
Cámara Nacional de Casación Penal integrada por el doctor W. Gustavo Mitchell como Presidente y
los doctores Luis García y Guillermo J. Yacobucci como Vocales, asistidos por el Secretario de esta
Cámara, doctor Gustavo Alterini, con el objeto de resolver el recurso de casación interpuesto contra la
sentencia de fs. 236, fundamentada a fs. 250/260 en la causa n/ 8810 del Registro de esta Sala II
caratulada: "Pereyra, Guillermo Claudio o Pereyra, Claudio Guillermo o Ruiz, José Orlando s/ recurso
de casación", representado el Ministerio Público por el señor Fiscal General, doctor Juan Martín
Romero Victorica y la Defensa Pública Oficial por la doctora Laura Beatriz Pollastri.

Efectuado el sorteo para que los señores jueces emitan su voto resultó el siguiente orden sucesivo: W.
Gustavo Mitchell, Luis García y Guillermo J. Yacobucci (fs. 287).

El señor juez doctor W. Gustavo Mitchell dijo:

-I-

Que el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 16 de la Capital Federal, en el Expte. 2305 de su Registro, con
fecha 1 de octubre de 2007, resolvió a fs. 236 condenar a Guillermo Claudio Pereyra o Claudio
Guillermo Pereyra o José Orlando Ruiz como autor penalmente responsable del delito de robo, en
grado de tentativa, a la pena de seis meses de prisión de ejecución condicional y costas (arts. 26, 29 inc.
3º, 40, 41, 42, 44, 45 y 164 del Código Penal).

-II-

Que contra dicha resolución, la Defensora Pública Oficial, doctora Graciela L. de Dios, interpuso
recurso de casación a fs. 262/273, el que fue concedido a fs. 274/vta. y mantenido a fs.281.

-III-

La recurrente expresó que el tribunal ha dictado una sentencia que adolece de vicios que impiden que
se la pueda tener como un acto jurisdiccional válido, verificándose los recaudos contenidos en el art.
456 inc. 2º del Código Procesal Penal de la Nación, por entender que es arbitraria en su
fundamentación y ha violado las garantías constitucionales del debido proceso y de la defensa en juicio
(arts. 18 de la Constitución Nacional y arts. 399 y 404, inc. 2º del C.P.P.N.).

Sostuvo que de las declaraciones testimoniales de Pablo Damián Tedeschi, Héctor Ricardo Aphalo,
Julio César Méndez, Eduardo Luis Chávez y del Sargento 1o Eduardo Luis Delfino, sólo se desprende
que el día 18 de septiembre de 2005 su asistido fue detenido en virtud de una incidencia entre dos
personas, pero no si existió un intento de robo. A su entender, la única persona que podría despejar esta
duda era el supuesto damnificado, Roberto Eduardo Reloz, quien no declaró en la audiencia de debate
(cfr. fs. 266/vta.).

Señaló que ni los preventores ni los testigos de actas presenciaron la tentativa de robo, sino que
tomaron conocimiento de aquél únicamente a través de los dichos de Reloz, y que éste y Pereyra bien
pudieron haber estado discutiendo por otro motivo que generara un forcejeo entre ellos, situación que
fue la relatada por las mujeres al Sargento 1o Delfino, al darle aviso (cfr. fs. 266 vta.).

Añadió que la sentencia es nula pues se fundamentó principalmente en la declaración de Reloz, que fue
incorporada por lectura y sin haber tenido la defensa posibilidad alguna de controlarla. Citó
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, de la que surge que cuando la prueba
testimonial es dirimente para la solución del conflicto, resulta fundamental que esté sometida al
contralor de la defensa (cfr. fs.268/269).

Agregó que los dichos del imputado tienen igual valor probatorio que los de las víctimas y esa situación
es resuelta por el codificador en favor del acusado, en virtud del principio in dubio pro reo (cfr. fs.
270).

Finalmente formuló expresa reserva del caso federal (cfr. fs. 273).

-IV-

Durante el término de oficina, previsto en los arts. 465, primer párrafo y 466 del C.P.P.N., el Fiscal
General, doctor Juan Martín Romero Victorica y la Defensora Pública Oficial, doctora Laura Beatriz
Pollastri, debidamente notificados a fs. 283 vta., guardaron silencio en la instancia.

-V-

A fs. 287 se dejó debida constancia de haberse superado la etapa procesal prevista en el art. 468 del
C.P.P.N.

-VI-

Llegadas las actuaciones a este Tribunal, considero que el recurso de casación deducido a fs. 262/273
es formalmente admisible toda vez que del estudio de la cuestión sometida a inspección jurisdiccional
surge que se invocó fundadamente el art. 456, inc. 2º del C.P.P.N. siendo además que el
pronunciamiento mencionado es recurrible en virtud de lo dispuesto en los arts. 457 y 459 ibídem.

Ello por cuanto a partir del fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación "Casal, Matías Eugenio y
otro s/ robo simple en grado de tentativa s/recurso de hecho" (causa nº 1681,del 20/09/05) "cabe
entender que el art.456 del Código Procesal Penal de la Nación debe entenderse en el sentido de que
habilita a una revisión amplia de la sentencia, todo lo extensa que sea posible al máximo esfuerzo de
revisión de los jueces de casación, conforme a las posibilidades y constancias de cada caso particular y
sin magnificar las cuestiones reservadas a la inmediación, sólo inevitables por imperio de la oralidad
conforme a la naturaleza de las cosas", no siendo por ende posible ya la distinción entre cuestiones de
hecho y prueba y de derecho en orden a la admisibilidad de la impugnación contra la sentencia
condenatoria.

-VII-

Entrando al estudio de la cuestión planteada adelanto mi voto propiciando el rechazo del recurso de la
Defensa Pública Oficial.

De las constancias de autos surge que el pronunciamiento que intenta descalificarse, se haya precedido
de una adecuada fundamentación y ha dado suficientes razones para considerar al imputado como autor
penalmente responsable de la tentativa de robo.

Así el tribunal de juicio tuvo por probado que "el incuso comenzó a tironear del elemento que intentaba
arrebatar, mientras propinaba distintos golpes a la víctima en pos del despojo, que no logró consumar a
resultas de la inmediata intervención que le cupo al personal policial preventor que, advertido por
ocasionales transeúntes, pudo también observar un fragmento del asalto, extremo que lo llevó a reducir
al causante" (cfr. fs. 251).

Para llegar a tal conclusión, ha utilizado prueba testimonial e indiciaria. Particular importancia ha
tenido la declaración del Sargento 1o Eduardo Luis Delfino, quien expresó que "subo y veo que
forcejeaban, discutían, a unos metros de allí. Uno de ellos me dijo que le habían querido sacar la
mochila y el supuesto acusado no se quería identificar; forcejeé con él y con personal que había llegado
de la 4ta, logramos detenerlo. La mochila estaba en el piso. Lo que vi era que uno se la quería sacar y el
otro no quería (.). El que estaba sentado me dijo que le había querido sacar la mochila.El otro decía que
no, pero no reclamaba la propiedad de la mochila (.). Quien sería el damnificado se sentó ante mi
orden, el otro no" (cfr. fs. 251 vta.).

De esta declaración se desprende que, pese a lo insinuado por la defensa oficial, Delfino sí presenció
parte del hecho, por lo que se trató de un caso de flagrancia. En efecto, dio testimonio del forcejeo, y de
que "uno se la quería sacar [la mochila] y el otro no quería", así como de la resistencia ofrecida por
Pereyra, quien no se quería identificar.

En punto a la valoración realizada por el a quo de esta declaración, esta Sala ha expresado al respecto
in re "Marquez, Rodolfo Raúl s/recurso de casación" (Registro nº 2167.2, del 07/09/1998) que "la
valoración de los testimonios brindados por los damnificados es de resorte exclusivo del tribunal de
mérito e irrevisable en esta instancia extraordinaria salvo supuestos de vicios lógicos o legales que
habiliten la inspección de esta Cámara por vía de arbitrariedad o absurdo".

Ahora bien, para determinar a quién correspondía el papel de victimario en tal incidente, también
considero que el tribunal de juicio ha valorado correctamente prueba indiciaria, además del testimonio
de Delfino.

Así el a quo sostuvo que "las conductas evidenciadas por víctima y victimario al tiempo de la
prevención evidencian también la relación con un hecho ilícito. En suma, todos esos elementos dan
plena certeza a la intervención culpable de Pereyra en el sub lite, aún sin contar con la versión de la
víctima en la audiencia de debate" (cfr. fs.253/vta.).

En cuanto a la declaración de la víctima, Roberto Reloz, respecto de la cual la defensa arguyó que fue
incorporada por lectura al debate, sin haber podido efectuar el debido control, resulta clara la sentencia
en que la misma fue considerada un indicio, que a la luz de la restante prueba de cargo, sirvió para
confirmar tanto la ocurrencia de los hechos como la responsabilidad de Pereyra.

Por habérsele asignado un valor indiciario, y como de ningún modo puede ser considerada como la
única prueba en contra del encausado, no resulta aplicable la jurisprudencia del Alto Tribunal invocada
por la recurrente.

Como ya he sostenido en oportunidad de integrar la Sala III de esta Cámara in re "Novoa, Jorge A. y
otro s/ recurso de casación", Reg. 430/00, del 10/08/00, aún las declaraciones testimoniales prestadas
ante la instrucción, como las prestadas ante la prevención policial y que ni siquiera fueron ratificadas
por la instrucción sumarial, mantienen un valor indiciario, que unido al restante plexo cargoso,
conforma los requisitos lógicos de un juicio de reproche.

Debe destacarse que a la aludida declaración, considerada por el a quo como indicio para probar el
hecho imputado, deben sumarse-las testimoniales del Inspector Pablo Damián Tedeschi, el Sargento
Héctor Ricardo Aphalo y los testigos de actuación Julio César Méndez y Eduardo Luis Chávez, quienes
si bien no fueron testigos directo del hecho, se apersonaron inmediatamente después de ocurrido (cfr.
fs. 251/252 vta.).

Incluso el primero de ellos, si bien no presenció el tentado delito, sí atestiguó el forcejeo entre el
Sargento Delfino y el imputado, quien se negaba a identificarse.

Por último, también el informe médico legal obrante a fs.70 da cuenta de las lesiones que sufrió el
damnificado Roberto Eduardo Reloz, acreditando el empleo de violencia por parte de Pereyra.

Al respecto, no resulta ocioso traer a colación que autorizada doctrina sostiene que "la convicción del
tribunal puede estar fundada en prueba indiciaria, esto es, en virtud de hechos que permiten llegar a una
conclusión sobre la base de circunstancias directamente graves. Una prueba indiciaria, en particular una
prueba con medios probatorios materiales, en ciertas circunstancias puede, incluso, proporcionar una
prueba más segura que las declaraciones de los testigos del hecho" (cfr. Claus Roxin, "Derecho
Procesal Penal", pág. 106, cit. en "Tratado de la Prueba en Materia Penal", Eduardo M. Jauchen,
Rubinzal Culzoni Editores, año 2002, págs. 583 y ss.).

Es así que considero que tal decisorio se encuentra sustentado razonablemente, pues es un
pronunciamiento que cuenta, además, con los fundamentos jurídicos mínimos, necesarios y suficientes,
que impiden su descalificación como acto judicial válido (Fallos: 293:294; 299:226; 300:92; 301:449;
303:888, entre muchos otros).

En virtud de lo expuesto, propongo al Acuerdo se rechace el recurso de casación deducido por la


defensa del imputado a fs. 262/273 y en consecuencia se confirme la sentencia de fs. 236,
fundamentada a fs. 250/260, que condenó a Guillermo Claudio Pereyra o Claudio Guillermo Pereyra o
José Orlando Ruiz como autor penalmente responsable del delito de robo, en grado de tentativa, a la
pena de seis meses de prisión, de ejecución condicional y costas. Con costas (arts. 470 a contrario
sensu, 530 y 531 del C.P.P.N.).

Tal mi voto.

El señor juez doctor Luis M.García dijo:

-I-

Comparto con el juez que ha votado en primer lugar que el recurso de la defensa es formalmente
admisible, en cuanto ha sido interpuesto por quien se considera agraviado de la sentencia condenatoria.

-II-

Tal como se desprende de la reseña efectuada en el aquel voto, la defensa se agravia de que el a quo ha
valorado en la deliberación y tomado en cuenta para formarse su convicción, la declaración que el
damnificado del hecho, Roberto Edurdo Reloz, había prestó en la etapa de instrucción, documentada en
el acta de fs. 50.

El art. 391, inc. 3, C.P.P.N. permite la incorporación por lectura de las declaraciones testificales
recibidas en la instrucción, entre otros supuestos, cuando se ignorare la residencia del testigo. No se
trata aquí de determinar si el procedimiento de incorporación de las actas de fs. 13 y 50 fue
regularmente realizado conforme la ley que rige al caso sino, antes bien, de examinar si en las
circunstancias de este proceso la incorporación por lectura ha afectado el ejercicio de los poderes de
defensa.

A este respecto, el recurrente invoca los arts. 8.2, letra f, de la Convención Americana de Derechos
Humanos, en cuanto comprende entre los derechos de toda persona imputada de un delito el "derecho
de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la comparecencia, como
testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos"; ha invocado también el
art.14.3, letra e, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en cuanto reconoce a todo
acusado de un delito el derecho "a interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la
comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones que
los testigos de cargo". Las disposiciones citadas son pertinentes para la solución del caso, en tanto están
comprendidas entre las garantías mínimas del proceso equitativo en cuanto respecta a todo inculpado o
acusado de un delito.

La Corte Suprema se ha ocupado del alcance de esas disposiciones en el caso de Fallos 329:5556
("Benítez, Anibal Leonel" ). Allí destacó que no se trata de examinar los esfuerzos infructuosos del
Estado para obtener la comparecencia de la persona citada como testigo, sino del deber que tiene el
Estado de dar oportunidad al imputado o a su defensa de interrogar a los testigos de cargo. Así sostuvo
que "[e]l hecho de que el Estado haya realizado todos los esfuerzos posibles para hallar al testigo y para
satisfacer la pretensión de la defensa de interrogarlo, carece de toda relevancia, pues lo que se
encuentra en discusión es otra cosa: si la base probatoria obtenida sin control de la defensa es legítima
como tal" y agregó "[d]e allí que la invocación de la imposibilidad de hacer comparecer al testigo no
baste para subsanar la lesión al debido proceso que significa que, finalmente, la parte no haya tenido
siquiera la posibilidad de controlar dicha prueba", pues "desde este punto de vista, lo decisivo no es la
legitimidad del procedimiento de incorporación por lectura, el cual, bajo ciertas condiciones, bien
puede resultar admisible, sino que lo que se debe garantizar es que al utilizar tales declaraciones como
prueba se respete el derecho de defensa del acusado" (con cita de la sentencia del TEDH, caso
"Unterpertinger vs. Austria", serie A, vol. 110, sentencia del 24 de noviembre de 1986, esp.§ 31). Lo
que sostuvo la Corte en aquel caso en que se había intentado repetidamente y sin éxito determinar el
paradero de los testigos, es igualmente aplicable al caso de fallecimiento de éstos. En efecto, no se trata
de examinar la imposibilidad de oír al fallecido en el juicio, sino de constatar si el imputado o su
defensa han tenido en algún momento del procedimiento una oportunidad útil de interrogarlo o hacerlo
interrogar.

Al respecto es pertinente también recordar lo señalado por la Sala I de esta Cámara en el la sentencia
del caso "Abasto, Héctor Juan" (Causa nº 2073, Reg. nº 2602, rta. 11/2/99). Allí esa Sala había
establecido una doctrina análoga a la que más tarde sentó la Corte Suprema, según la reseña que
antecede, y había señalado que no se exige necesariamente que la oportunidad de interrogar se hiciese
efectiva en la audiencia de juicio. A ese respecto había señalado que la oportunidad de interrogar o
hacer interrogar debe hacerse posible "en algún momento", lo que "remite a las características de la
etapa instructoria de los procedimientos -en especial: la discrecionalidad de las facultades de la
investigación, el secreto de sumario, las diligencias cumplidas antes de que el imputado y su defensa
sean instituidos como partes del proceso, etc.- y con ello la necesidad de compensar, en juicio, la
desigualdad inicial" y con cita de la sentencia del mismo TEDH en el caso "Bönisch v. Austria" cuyo
criterio recogió, había sostenido que "[.] aunque no hubiera sido en la etapa de vista de causa, debe
haber habido una posibilidad efectiva y útil de interrogar a los testigos; tal sería, entre nosotros, el
derecho de formular preguntas que el art. 203 del C.P.P.N. concede a los defensores que hubieran sido
admitidos en la etapa instructoria, o la posibilidad -raramente practicada, porque la ley no lo impone
(art.202 id.)- de que en ese estadio el imputado o su defensa hubiesen sido notificados de la audiencia".
En esa sentencia la Sala I dejó en claro que es una carga del Estado la de dar oportunidad de
interrogación, y no la de la defensa de crear esa oportunidad antes del debate, así dijo que "[.] puede
pensarse, claro está, que la defensa debió haber reclamado en sede instructoria la fijación de una
audiencia para preguntar a los testigos mientras, supuestamente, aún estaban en el país; pero es cierto
que establecer esta carga parece contradecir la regla general de que las pruebas se producen en juicio
oral, público y contradictorio". A este respecto señaló que "[e]s el Estado [.] el que, convocando a la
defensa oportunamente, debe aventar el riesgo de la pérdida de elementos de prueba; de adverso, no es
dable exigir pretorianamente a esa parte la carga de efectuar aquella solicitud en la posibilidad, si así no
lo hiciese, de que luego se disponga una no controlada incorporación por lectura. [.] si aquel control
‘útil y eficaz' no pudo cumplirse porque las declaraciones fueron recibidas en un estadio procesal en
que la defensa aún no existía como parte, si el juzgado previniente no arbitró medio alguno que
posibilitara un ulterior interrogatorio [.] la incorporación por lectura de los dichos incriminatorios
conculca los derechos que consagran la Convención Americana de Derechos Humanos y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, cuyo rango constitucional -art. 75, inc. 22 de la
Constitución Nacional- implica que su violación sea de aquellas previstas en el art. 167, inc. 3º, y 168
del C.P.P.N. y que conlleve la descalificación del acto procesal [.]".

La doctrina de esa sentencia de esta Cámara es por lo demás, la doctrina en general establecida por el
TEDH que reiteradamente ha sostenido que "[t]oda prueba debe normalmente ser producida en una
audiencia pública, en presencia del acusado, y en vistas a la argumentación adversarial" (confr. "Delta
vs. Francia", Serie A, vol.191-A, § 36; "A.M. v. Italia", Recueil 1999-IX, § 25; "Poitrimol vs. Francia",
Serie A, vol. 277-A, § 35), y que "como regla general, debe darse al acusado oportunidad adecuada e
idónea para poner a prueba e interrogar a un testigo de cargo, sea cuando hace su declaración, o en una
etapa posterior" (casos "Van Mechelen vs. Países Bajos", Recueil 1997-III, § 51; y "Lüdi v. Suiza",
Serie A, vol. 238, § 49; "A.M. v. Italia", cit., § 25; "Asch vs. Austria", Serie A, vol. 203, § 27; "Carrozo
vs. Italia", decisión sobre admisibilidad, 20/06/2002, § 1; "Delta vs. Francia", cit., § 36; "Ferantelli de
Santangelo vs. Italia", Recueil 1996-III, § 51; "Isgrò vs. Italia", Serie A, vol. 194-A, § 34; "Kostovski
vs. Países Bajos", Serie A, vol. 166, § 41; "Saïdi vs. Francia", Serie A, vol. 261-C, § 43; "S.E. vs.
Italia", decisión sobre admisibilidad, 12/01/1999 , § 1; "S.N. vs. Suecia", cit, § 44; "Verdam vs. Países
Bajos", decisión sobre admisibilidad 31/08/1999, § 2; "Windisch vs. Austria", Serie A, vol. 186, § 26).
En otros términos debe darse oportunidad de interrogar sea durante la investigación o sea más tarde en
el juicio (casos "Unterpertinger c. Austria", Serie A, vol. 110, §§ 31-33; "Saïdi c. Francia", cit., §§
43-44).

La jurisprudencia del TEDH no ha sentado una regla que imponga necesariamente una prohibición de
valoración de las declaraciones testificales respecto de las cuales la defensa no ha tenido una
oportunidad útil de interrogación. Por efecto de la llamada "fórmula de la cuarta instancia" que predica
que los órganos de la Convención Europea no actúan como una nueva instancia de revisión de errores
de hecho o de derecho después de agotadas las instancias provistas por el orden doméstico, el TEDH ha
sostenido invariablemente que "la admisibilidad de la prueba es primariamente una materia regulada
por la ley nacional y que como regla general corresponde a los tribunales nacionales determinar el valor
la prueba presentada ante ellos" (confr. p. ej., "Doorson v.Países Bajos", Recueil 1996-II, § 67; "Van
Mechelen y otros vs. Países Bajos", cit., § 50; "A.M. v. Italia", cit., § 24; "Asch vs. Austria", § 26;
"Calabro vs. Italia y Alemania", decisión sobre admisibilidad, 21/03/2002, § 1; "Carrozo vs. Italia", cit.,
§ 1; "Delta vs. Francia", cit., § 35; "Edwards vs. Reino Unido", Serie A, vol. 247-B, § 34; "Ferrantelli y
Santangelo vs. Italia", Recueil 1996-III, § 48; "Isgrò vs. Italia", § 31; "Lüdi vs. Suiza", cit., § 43;
"Pfleger vs. República Checa", decisión sobre admisibilidad, 30/04/2002; "Raniolo vs. Italia", decisión
sobre admisibilidad, 21/03/2002; "S.E. vs. Italia", cit., § 1; "S.N. vs. Suecia", Reports 2002-V, § 44;
"Windisch vs. Austria", cit., § 25). Esa doctrina ha sido puesta en cuestión, sin embargo, en el mismo
TEDH, en cuanto se ha señalado que lo relevante es determinar si se hubiese podido llegar a la
convicción sobre la culpabilidad sin el uso de las declaraciones respecto de las cuales la defensa no
había gozado de oportunidad útil de control, y se ha propuesto no debería haberse admitido la lectura
de las declaraciones (confr. votos disidentes de los jueces Vilhálmsson, Walshm McDonald y Palma en
el caso "Artner vs. Austria", Serie A, vol. 242-A, § 2).

En el marco de la jurisprudencia de esta Cámara Nacional de Casación Penal, la Sala I ha dejado sin
efecto una sentencia sustentada en las declaraciones de las dos alegadas víctimas, leídas en el juicio, en
cuanto eran la "única prueba dirimente", respecto de la cual la defensa no había tenido oportunidad útil
de interrogarlas (confr. causa nº 3898, "Reyna, Jorge F.", rta. 21/03/2002, Reg. Nº 4918.1), mientras
que esta Sala II, en su integración anterior, ha dejado subsistente una sentencia de condena que se
apoyaba en pruebas independientes que resultaban suficientes aun prescindiendo de una declaración
incorporada por lectura sin que la defensa hubiese tenido oportunidad de útil de control (confr. causa nº
1836 "Barrera, A.", rta. 15/12/1998, Reg.Nº 2336.2).

En suma, entiendo que si no se ha ofrecido a la defensa una oportunidad útil y efectiva para interrogar o
hacer interrogar a eventuales testigos de cargo que ya no están disponibles para ser interrogados en la
audiencia de juicio, entonces sus declaraciones no controladas por la defensa no pueden ser tomadas
como base de la sentencia, lo que no implica necesariamente que la sentencia que las tenga en cuenta
deba ser revocada o anulada. En definitiva se trata de examinar cuál es el peso relativo que pudieron
haber tenido esas declaraciones para la convicción de condena. Por cierto, si se tratase de un caso
análogo al que falló la Corte Suprema in re "Benitez", donde ésta relevó que "prácticamente toda la
prueba de cargo de alguna significación fue incorporada por lectura", la revocación de la sentencia es
imperativa, sin embargo ello no impone una regla general y exige una evaluación caso por caso.

De tal suerte, la incorporación de declaraciones testificales que permite el art. 391, inc. 3, C.P.P.N. sólo
será admisible y la sentencia podrá fundarse en ellas, si en algún momento del procedimiento la defensa
del imputado hubiese gozado de una oportunidad efectiva y útil de interrogar o hacer interrogar a los
testigos que prestaron esas declaraciones (cfr. causa nº 8389 "Amil, Gustavo A. s/recurso de casación",
reg. nº 13.275, rta. 2 de octubre de 2008).

-III-
Aplicando esa interpretación al presente caso, observo que la defensa no había sido notificada del
decreto por medio del cual el juez de instrucción había ordenado la recepción de la declaración de
Roberto Eduardo Reloz (confr. fs. 49). Si bien la circunstancia de que esta audiencia se hubiese
realizado sin que un defensor hubiera tenido oportunidad de tomar parte en ella conduce por sí a la
aplicación de la doctrina que propongo en el punto anterior, es de notar, además, que de la misma
audiencia documentada en el acta de fs.50 surgieron elementos que podrían dar lugar a intuir
dificultades futuras para que el testigo pudiese ser oído en una audiencia de juicio a fijarse en un
tiempo todavía incierto. En efecto, allí el nombrado había expresado que carecía de domicilio fijo y que
por ese entonces residía "en cercanías de la zona de Congreso de esta ciudad". Frente a estas
informaciones los órganos del Estado no aprovecharon del procedimiento que les proveía el art. 200,
primer párrafo, in fine, C.P.P.N.; entonces, es el Estado el que debe cargar con la imposibilidad de
valerse de ese testigo, y no la defensa. De tal suerte, esa declaración no podía dar base a la sentencia.

Ahora bien, he señalado que ello no lleva necesariamente a la revocación de la sentencia, si los demás
elementos de prueba disponibles para le deliberación, producidos regularmente en la audiencia, sin
objeción de las partes, resultan suficientes para sostener la convicción sobre los hechos de la acusación
y sobre la culpabilidad del acusado. De tal suerte, si aun excluyendo la declaración del señor Reloz el
sentenciante no podría haber llegado a un convencimiento distinto sobre los hechos de aquél al que en
definitiva llegó, no habría razón para la revocación de la sentencia impugnada. Sin embargo, eso no
sucede en el caso de autos.

El a quo expresó que tenía por probado el hecho atribuido a Guillermo Claudio Pereyra -haber
intentado apoderarse ilegítimamente y ejerciendo violencia en la persona del nombrado Reloz, de la
mochila que éste llevaba consigo- a partir de "1) Los dichos contestes de los testigos Sargento 1º
Eduardo Luis Delfino, Inspector Pablo Damián Tedeschi, y el Sargento Héctor Ricardo Aphalo [.] 2) [.]
los testigos de actuación [.] 3) El acta de fs. 4 que da cuenta de la detención de Guillermo Claudio
Pereyra [.] 4) El informe pericial de fs. 20 [.] 5) El plano de fs. 12 que muestra el lugar del hecho y de
la detención.6) La vista fotográfica de fs. 54 en la que luce la mochila de marras. 7) el informe médico
legal de fs. 70 que evidencia las lesiones que sufriera el damnificado [.] 8) el informe médico legal de
fs. 4 del legajo de personalidad del imputado [.]" (cfr. fs. 251/252 vta.).

Agregó que este plexo probatorio "ratifica(ba) plenamente la intervención culpable del nocente en el
sub examine, más allá de no haberse recabado en la audiencia oral y pública la declaración de la
víctima en el debate, cuyos dichos fueran incorporados por lectura" (cfr. fs. 252 vta.). A continuación
se transcribieron las declaraciones prestadas por el señor Reloz en sede policial y en la etapa de
instrucción, documentadas en las actas de fs. 14 y 50, respectivamente.

Por último, concluyeron los sentenciantes que "a la luz de la prueba reunida en autos y aún sin
necesidad de valorar los dichos de la víctima, cierto es que cualquier excusa que hubiera intentado
Pereyra hubiera sido en vano, toda vez que el relato fragmentado de los preventores limitados al grado
de intervención que les cupo en el sub examine en el transcurso de la audiencia, por demás coincidente
en lo global, no hacen otra cosa que demostrar su veracidad. Y es que, si bien no se soslaya que cada
uno de los nombrados han hecho referencia a una porción del evento que presenciaron, son dichas
circunstancias las que -precisamente- terminan por formar el convencimiento acerca de la intervención
criminal y culpable del procesado [.]" (cfr. fs.255 vta.).

Realizado el examen casatorio en los términos del estándar fijado por la Corte Suprema en Fallos
328:3399 ("Casal, Matías Eugenio"), encuentro que transpira de los fundamentos de la sentencia que,
contrariamente a lo que el a quo alega, la declaración del señor Reloz incorporada por lectura fue el
fundamento dirimente de la imputación de responsabilidad dirigida contra Guillermo Claudio Pereyra,
pues sólo él habría dado una versión del intento de sustracción, y tal como el propio tribunal reconoce,
el resto de los testigos sólo presenció ciertos tramos de la reyerta, de modo que la versión del primero,
que no ha podido ser oído como testigo en el juicio, se erige como el único elemento en el cual se
apoya la atribución de responsabilidad dirigida al imputado y que permite enhebrar los demás
elementos de juicio en un relato de despojo, o intento de despojo.

En efecto, según consta en la sentencia el sargento 1/ Delfino expuso que en momentos en que se
encontraba cumpliendo funciones en la estación Lima de la línea de subterráneos "se acercan dos
personas del sexo femenino y me dijeron que había dos personas que discutían, subo y v eo que
forcejeaban, discutían, a unos metros de allí. Uno de ellos me dijo que le habían querido sacar la
mochila [.]" (cfr. fs. 251 vta.).

Por su parte, el inspector Tedeschi relató que cuando arribó a la estación de subte "nos dijo el policía
que le habían intentado sacar la mochila a la persona y que tuvo un altercado con la persona detenida"
(cfr. fs. 251 vta./252); y el Sargento Aphalo expresó que "había un damnificado que nos decía que le
habían querido sacar la mochila; no recuerdo bien si esto lo decía el damnificado o el personal policial"
(cfr. fs.252).

Estos tres testimonios sólo proveen de un relato acerca de una disputa entre dos personas, una de ellas
el señor Reloz, que afirmaba que la otra presente -el imputado- había intentado sustraerle la mochila,
pero eso no alcanza para desvirtuar el estado de inocencia del que éste goza. En tal sentido, observo
que en la oportunidad prevista por el art. 393 del C.P.P.N. la defensa destacó la circunstancia de que su
asistido y el damnificado se conocían del comedor al que ambos concurrían y sostuvo que "no se puede
descartar que hubiera una discusión por la propiedad de la mochila", o que "quizás estaban discutiendo
por otro tema" (cfr. fs. 234 vta.).

En efecto, las declaraciones testificales rendidas en la audiencia oral y pública sólo acreditan que el
imputado y el señor Reloz estaban discutiendo y forcejeando, y que éste último expresaba que aquél
había querido sustraerle la mochila, pero de ningún modo permiten reconstruir una situación de
flagrancia.

A este respecto, debe advertirse que en un sentido estricto sólo puede calificarse de flagrante la
conducta de quien es sorprendido en el momento de cometer un delito, eventualmente, también es
flagrante la conducta cuando alguien eso sorprendido inmediatamente después de cometerlo, en
circunstancias que evidencien que acaba de cometerlo. Sin embargo, a los fines probatorios no es
sustento normativo el art. 285 del C.P.P.N., que no establece patrones o criterios para la formación de
una convicción de condena, sino que constituye una regla legal que define supuestos de hecho en los
cuales puede realizarse la detención de una persona prescindiendo de una orden judicial. Esta
disposición extiende el concepto de flagrancia a esos fines, pero nada dice acerca de las inferencias
probatorias que puedan extrarse de los supuestos que enumera.En efecto, que una persona sea
perseguida por la fuerza pública, por el ofendido, o por el clamor público, no prueba por sí solo que
haya cometido un delito, como tampoco conduce a esa convicción la nuda circunstancia de que tenga
objetos o presente rastros que hagan presumir vehementemente que acaba de participar en un delito.

En todo caso, estos elementos, junto con otros, podrán formar el acervo de elementos de convicción de
una sentencia judicial, pero estos supuestos procesales de flagrancia extendida, no son equiparables, en
su valor convictivo, al valor de la declaración testifical de quien ha sorprendido al agente en la
comisión del delito, o inmediatamente después de cometerlo.

Si bien se observa, según han declarado los testigos presentes en el juicio, el imputado no fue
sorprendido en el momento de cometer el alegado despojo, ni "inmediatamente después de cometerlo".
Sus dichos sirven, por cierto, para comprobar que existía un forcejeo y una discusión que giraba en
torno a la posesión de una mochila, sin embargo, habida cuenta de que las personas se conocían, el
forcejeo no es un indicio vehemente de intención de despojo. La única persona que podría
eventualmente haber despejado la duda acerca de si existió o no un intento de despojo de la mochila, y
de la propiedad de ésta, era Roberto Eduardo Reloz, que no pudo ser convocado y oído en el juicio.

De lo expuesto resulta entonces que excluido el elemento de convicción incorporado por lectura al
debate y que la defensa no tuvo la oportunidad de controlar, no puede afirmarse con certeza la
culpabilidad del imputado valorando el resto de los elementos de prueba que el a quo tuvo a su
disposición, producidos de modo regular en el juicio, no puede tenerse por probada la existencia del
hecho, ni la responsabilidad del imputado, y en consecuencia, corresponde absolverlo por aplicación
del art.3 C.P.P.N.

-IV-

En virtud de las consideraciones expuestas, disiento con la solución que viene propuesta en el primer
voto, pues entiendo que corresponde hacer lugar al recurso interpuesto por la defensa y, en
consecuencia, revocar la sentencia de fs. 236/236 vta., cuyos fundamentos obran a fs. 250/260 y
absolver a Guillermo Claudio Pereyra por el hecho por el que fue acusado como autor de robo en grado
de tentativa, sin costas, (art. 470, 402, 530 y ss. del C.P.P.N.).

Tal es mi voto.

El señor juez doctor Guillermo J. Yacobucci dijo:

-I-

Que coincido con los votos precedentes en punto a la admisibilidad formal del recurso presentado por
la defensa contra la condena dispuesta por el Tribunal Oral en lo Criminal n/16 respecto de su
defendido.

-II-

Los agravios de la defensa se relacionan con la incorporación por lectura del testimonio prestado en la
etapa preparatoria del juicio por Roberto Eduardo Reloz -fs.50- alegando que no pudo controlar esa
declaración que, a pesar de esto, fue señalada dentro de la argumentación del a quo para fundar la
condena impuesta. Al considerar violadas las garantías constitucionales a las que se refiere la reseña
que lidera el acuerdo y entender que la prueba cuestionada resultó dirimente para justificar la
imputación al procesado, pretende la nulidad del fallo.

Para disponer la incorporación por lectura, el tribunal de juicio tuvo por fundamento legal las
disposiciones del art. 391 del C.P.P.N (Cfr.

Acta de juicio de fs. 233).

La bilateralidad y el contradictorio, como principios del enjuiciamiento penal, exigen que la


jurisdicción dicte sentencia ".valorando las pruebas recibidas y los actos del debate conforme a las
reglas de la sana crítica." (Art. 398 del C.P.P.N.), atendiendo a la regulación de las mismas que
establece el procedimiento. En el caso de los testimonios, el art.391 del código adjetivo dispone
expresamente como principio que "Las declaraciones testimoniales no podrán ser suplidas, bajo pena
de nulidad, por la lectura de las recibidas durante la instrucción.", circunscribiendo las excepciones a
los supuestos que allí mismo fija de manera taxativa.

En lo que aquí interesa, indica que ".salvo en los siguientes casos y siempre que se hayan observado las
formalidades de la instrucción: . 3) Cuando el testigo hubiere fallecido, estuviere ausente del país, se
ignorare su residencia o se hallare inhabilitado por cualquier causa para declarar.". La falta de domicilio
fijo de Roberto Reloz ha quedado establecida en la causa y reconocida por el propio denunciante en sus
presentaciones durante la investigación, siendo el motivo de que se ignorara su residencia al momento
del debate.

Tengo dicho que la previa conformidad de las partes para la incorporación por lectura es un supuesto
específico dentro de las excepciones previstas en la norma (así, el inc. 1), por lo que no resulta una
condición de procedencia en el caso del inc. 3 del art. 391 del CPPN.

Sin embargo, es del caso analizar si se ha respetado la adecuada intervención de la defensa en esas
instancias en virtud de otras reglas que disciplinan la cuestión -inc. 3 del art. 167 del CPPN-. En esa
línea el propio art. 391 del CPPN ha regulado el tema y el art. 245 del mismo cuerpo legal no exige
como condición de validez, la presencia de las partes en la declaración ante la instrucción.A pesar de
ello, el art.200 del CPPN ha dejado a salvo el derecho de la defensa, en lo que aquí interesa, de asistir a
".las declaraciones de los testigos que por su enfermedad u otro impedimento sea presumible que no
podrán concurrir al debate". Observo en este punto que la asistencia letrada del procesado no ha tenido
oportunidad de realizar ese contralor a pesar de la particular situación del testigo -no poseer domicilio
fijo-.

En consecuencia, si bien en términos legales la situación analizada esta prevista en el inc.3 del art.391
del CPPN como postula el a quo, lo cierto es que resulta necesario evaluar si esa incorporación ha
lesionado la defensa en juicio y el debido proceso, en tanto reclaman que el imputado pueda ejercer de
manera eficaz su derecho a presentar e interrogar a los testigos.

El art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, establece el derecho del acusado en
plena igualdad a la garantía de "interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la
comparecencia de los testigos de descargo y que éstos sean interrogados en las mismas condiciones de
los testigos de cargo". En sentido similar, la Convención Americana sobre Derechos Humanos,
establece "el derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la
comparecencia como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre la cuestión" (art.
8, 2, f).

La CIDH ha sostenido en el caso "Castillo Petruzzi c. Perú" (sentencia del 30 de mayo de 1999) que es
una prerrogativa del acusado examinar a los testigos a favor y en contra, bajo las mismas condiciones,
para poder ejercer su defensa.

Al mismo tiempo, el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas, a través de la Observación


General n/32 de agosto del 2007, ha señalado, interpretando el apartado e) del párrafo 3 del art.14 de
Pacto de Derecho Civiles y Políticos, que ".como aplicación del principio de igualdad de medios, ésta
garantía es importante para asegurar una defensa efectiva por los acusados y sus abogados y, en
consecuencia, garantiza a los acusados las mismas facultades jurídicas para obligar a comparecer e
interrogarlos y contrainterrogarlos que las que tiene la acusación. Sin embargo, no otorga un de recho
ilimitado a obtener la comparecencia de cualquier testigo que soliciten los acusados o sus abogados,
sino sólo el derecho a que se admita a testigos pertinentes para la defensa, y a tener la oportunidad de
interrogar a los testigos de cargo e impugnar sus declaraciones en alguna etapa del proceso. Dentro de
estas limitaciones y con sujeción a las limitaciones impuestas al uso de declaraciones, confesiones u
otras pruebas obtenidas en contravención del artículo 7, corresponde en primer lugar a los poderes
legislativos nacionales de los Estados Partes determinar la admisibilidad de las pruebas y la forma en
que ha de ser evaluadas por los tribunales" (OG. Nº 32, párrafo 39).

Esa forma de admitir y evaluar prueba debe quedar sujeta entonces al respeto por las garantías
constitucionales de la defensa que son en definitiva las que regulan materialmente la operatividad de las
normas legales -procesales en este caso- como la citada por el a quo. La Corte Suprema de Justicia de
la Nación ha recordado (Cfr. B.1147.XL, "Benitez, Aníbal Leonel s/lesiones graves -causa nº1524-)
que es violatoria de esa garantía la utilización de una "base probatoria" sobre la cual no se ".haya tenido
siquiera la posibilidad de controlar dicha prueba". Por eso ha señalado que ".lo decisivo no es la
legitimidad del procedimiento de incorporación por lectura, el cual, bajo ciertas condiciones, bien
puede resultar admisible, sino que lo que se debe garantizar es que al utilizar tales declaraciones como
prueba se respete el derecho de la defensa del acusado", (el resaltado me pertenece) remitiendo en esa
aseveración al caso "Unterpertinger vs.Austria", serie A, nº 110, sentencia del 24 de noviembre de
1986, párr. 31, del TEDH).

En esa misma línea estableció, con cita del caso "Säidi--vs. Francia", Serie A, nº 261-C, sentencia del
20 de septiembre de 1993, párr. 41, del TEDH, que el derecho de examinación exige que el imputado
haya tenido "una oportunidad adecuada y apropiada para desafiar y cuestionar a un testigo o cualquiera
que hubiera hecho declaraciones en su contra".

Al analizar la situación de la que se agravia el recurrente, advierto que la defensa no ha podido de


manera efectiva, a través de algún medio de confronte, ejercer "su derecho de control sobre la
declaración testimonial." en ninguna de las etapas de este proceso. En consecuencia, no resulta posible
para el tribunal de juicio incorporar una prueba que entra en colisión con las garantías previstas para la
defensa, ya que si no va a ser utilizada al momento de la decisión jurisdiccional resulta impertinente y
si, por el contrario lo es, lesionara los derechos arriba apuntados y la interpretación constitucional que
regula la cuestión. Desde esa perspectiva, la remisión hecha por la sentencia a los dichos de fs.50 del
testigo Reloz, no puede ser oponible al estado de inocencia del acusado,

-III-

Neutralizada esa prueba, cabe ahora considerar sí su exclusión determina la invalidez del fallo o si, por
el contrario, la imputación personal a la que arriba el tribunal de juicio posee una línea argumentativa
independiente que permita sostenerlo.Esto exige ponderar las pruebas a las que ha recurrido el a quo
con independencia de lo declarado por el denunciante.

Observo que el voto al que remite la opinión del tribunal de juicio indica que "aún sin necesidad de
valorar los dichos de la víctima" y a partir del relato de cada uno de los preventores que "han hecho
referencia a una porción del evento que presenciaron", ha podido "formar convencimiento acerca de la
intervención criminal y culpable del procesado".

Los elementos de juicio a los que hace referencia son de naturaleza testimonial, pericial e indiciaria.
Sobre todo las versiones que cita y reproduce a fs.251 vta./252 y el plexo probatorio cuyo elenco luce a
fs.252 vta. En particular valora los dichos del sargento Delfino en tanto advirtió que "Pereyra pugnaba
por arrebatar la mochila que portaba Reloz, sin escatimar la aplicación de golpes de puños para
concretar el despojo". En ese desarrollo argumental indicó que esas afirmaciones fueron consistentes
con el secuestro de la mochila -fs.20 y 54-, las lesiones constatadas en Reloz -fs.70- y la conducta
exteriorizada por los dos protagonistas al momento de la intervención de los preventores.

Tengo dicho que la interpretación de los hechos que los tribunales realizan a través de los medios de
prueba debe ser sometida a control a través de tres instancias diferentes: a) la lógico formal, b) la de
naturaleza material - emergente de criterios técnicos y morales- c) y de orden persuasivo. Si bien los
sucesos humanos están abiertos a una multiplicidad de formas casi infinita, es posible razonar a su
respecto a través de ciertos patrones de comportamiento surgidos de la experiencia, el sentido común,
"la lógica de las reacciones" y las referencias tópicas.
En abstracto, las posibilidades de ocurrencia de hechos, comportamientos y respuestas no parecen tener
un límite preciso.Sin embargo, en concreto, las determinaciones de tiempo y lugar, los modos
empleados y las referencias lógicas, éticas y de sentido común permiten cerrar esas posibilidades hasta
determinar con "certeza moral" como habrían sucedido los hechos.

Por eso la Corte Suprema en el precedente "Casal", ha hecho remisión al método histórico como guía
de la jurisdicción en el momento de reconstruir a través de la intermediación probatoria lo realmente
acontecido; descartando así el simple convencimiento personal de los jueces. De esa forma recuerda
que ".se exige como requisito de la racionalidad de la sentencia, para que ésta se halle fundada, que sea
reconocible el razonamiento del juez. Por ello se le impone que proceda conforme a la sana crítica, que
no es más que la aplicación de un método racional en la reconstrucción de un hecho pasado"
(considerando 28).

En sentido aún más preciso remite al método de la ciencia histórica pues ".se trata de la indagación
acerca de un hecho del pasado y el método - camino- para ello es análogo. este camino [tiene] cuatro
pasos o capítulos que deben ser cumplidos por el investigador: la heurística, la crítica externa, la crítica
interna y la síntesis. .por heurística entiende el conocimiento general de las fuentes, o sea, qué fuentes
son admisibles para probar el hecho. Por crítica externa comprende lo referente a la autenticidad misma
de las fuentes.

La crítica interna la refiere a su credibilidad, o sea, a determinar si son creíbles sus contenidos. Por
último, la síntesis es la conclusión de los pasos anteriores, o sea, si se verifica o no la hipótesis respecto
del hecho pasado. .Es bastante claro el paralelo con la tarea que incumbe al juez en el proceso penal:
.está obligado a tomar en cuenta todas las pruebas admisibles y conducentes. La heurística procesal
penal está minuciosamente reglada. A la crítica externa está obligado no sólo por las reglas del
método.La crítica interna se impone para alcanzar la síntesis, la comparación entre las diferentes
pruebas, la evaluación de las condiciones de cada proveedor de prueba respecto de su posibilidad de
conocer, su interés en la causa, su compromiso con el acusado o el ofendido, etc."(Considerando 30).

El control de la Casación se diferencia pues del análisis de la arbitrariedad asumido por la Corte, en
tanto la revisión de la Cámara ha de controlar el respeto por el método en la fundamentación del fallo.
En ese campo, no pueden quedar abiertas hipótesis a pesar de que alguna de ellas resulte más plausible
que las otras. Se requiere para el juicio de responsabilidad que una de las posibilidades que en abstracto
compiten por explicar lo sucedido se imponga a las demás con un grado de certeza que permita su
descarte. Por eso la Corte ha marcado la diferencia entre la labor del historiador y la del juez : ".La
síntesis ofrece al historiador un campo más amplio que al juez, porque el primero puede admitir
diversas hipótesis, o sea, que la asignación de valor a una u otra puede en ocasiones ser opinable o poco
asertiva. En el caso del juez penal, cuando se producen estas situaciones, debe aplicar a las
conclusiones o síntesis el beneficio de la duda." .

En la sentencia bajo examen el a quo ha descartado, como se vio, la existencia de dudas y ha


establecido como cierta la actuación de Pereyra en la tentativa de ilícito desapoderamiento. A mi modo
de ver, la metodología empleada por el tribunal para llegar a esa conclusión -"síntesis- con
prescindencia de los dichos de Reloz, ha respetado los cánones del método aplicable.Las hipótesis que
sobre el particular pudieran expresarse como compitiendo y que neutralizarían esa conclusión -o
llevarían a la duda- según propone la defensa ni siquiera encuentran sustento en una versión contra
puesta a la conclusión alcanzada por el a quo sino en meras reflexiones abstractas de la recurrente. A
partir de esos presupuestos el recurso de casación intentado falla en la descalificación de la condena.

En consecuencia coincido con la opinión sobre este punto del juez doctor W. Gustavo Mitchell,
debiéndose rechazar los agravios de la defensa y confirmar la sentencia de fs.236, con costas.
Por ello, en mérito al resultado habido en la votación que antecede, la Sala II de la Cámara Nacional de
Casación Penal por mayoría RESUELVE:

Rechazar el recurso de casación deducido por la defensa del imputado a fs. 262/273 y en consecuencia
confirmar la sentencia de fs. 236, fundamentada a fs.

250/260, que condenó a Guillermo Claudio Pereyra o Claudio Guillermo Pereyra o José Orlando Ruiz
como autor penalmente responsable del delito de robo, en grado de tentativa, a la pena de seis meses de
prisión, de ejecución condicional y costas. Con costas (arts. 470 a contrario sensu, 530 y 531 del
C.P.P.N.).

Regístrese, notifíquese en la audiencia designada a los fines del artículo 400, primera parte, del Código
Procesal Penal de la Nación en función del art. 46 9, tercer párrafo, del mismo ordenamiento legal y
remítase al órgano de procedencia, sirviendo la presente de atenta nota de envío.

Fdo.

W. Gustavo Mitchell.

Luis M. García.

Guillermo J. Yacobucci.

Gustavo J. Alterini (Prosecretario de Camara).

Você também pode gostar