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1.- Introducción
2.- El CP chileno
∗
Trabajo elaborado por Gustavo Balmaceda Hoyos, Doctor en Derecho, Universidad de
Salamanca (España). Queda prohibida su cita o reproducción. Estos apuntes únicamente
tienen fines docentes.
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recomendado por el Ministro de Justicia. Razón importante para basarse
fundamentalmente en el Código español fue la circunstancia de contar con un
comentario, escrito por PACHECO, a quien CARRARA había elogiado por su
sabiduría.
El Proyecto fue enviado al Congreso Nacional, con un Mensaje del
Presidente Errázuriz y de su Ministro de Justicia, José María Barceló. Con escasas
modificaciones introducidas en la discusión, el texto fue promulgado el 12 de
noviembre de 1874, para entrar a regir el 1° de marzo de 1875.
Finalmente, tengamos presente que al día de hoy existe un Texto
refundido y sistematizado de un nuevo CP para Chile (denominado
“Anteproyecto de Nuevo CP”, —ACP—) aprobado en las deliberaciones de la
Comisión “Foro Penal”, que trabajó desde el 8 de mayo de 2003 hasta el 10 de
noviembre de 2005, dependiente de la Secretaría Técnica del Ministerio de
Justicia.
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Para HEGEL el delito es la negación del Derecho y la pena la negación de
la negación y con ello “el restablecimiento del Derecho”. No es la utilidad de la
pena su finalidad, sino la idea misma del Derecho, que debe imponerse.
La fuerza de esta clase de razonamientos, que a pesar de su aparente
severidad imponía al menos el límite de la proporcionalidad implícita en la idea
del castigo justo, y de la responsabilidad personal como su fundamento, le
permitió ser considerada como una justificación aceptable entre buena parte de
los juristas importantes del siglo pasado, incluyendo nombres recientes en la
doctrina penal alemana, como WELZEL, para quien “sólo en el marco de la
retribución justa encuentra la pena su justificación”.
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6. a.- El principio de legalidad (carácter “fragmentario” del Derecho
penal)
Del ámbito de los hechos ilícitos sólo algunos son figuras delictivas (tipos
penales) y así, no se trata sólo de la exigencia de una ley previa que castigue un
hecho como delito, sino de una ley que fije con precisión los contornos de la
figura punible, exigencias ambas que se encuentran recogidas a nivel
constitucional en el art. 19 No. 3 de la Constitución.
El recurso al sistema penal debe ser el último medio, al que debe preceder
el ensayo de otros recursos estatales o sociales. En este sentido puede hablarse
también del carácter “subsidiario” del Derecho penal, en cuanto la reacción del
Estado debe tomar en cuenta la relación de medio a fin (prohibición de una
reacción excesiva).
Uno de los peligros mayores de la “inflación penal” constituye la paradoja
de terminar por no ser obedecido, por la incapacidad del sistema de perseguir
todo lo que prohíbe.
Una visión liberal del Derecho penal no puede atribuir a éste otra tarea que
la de amparar, a través de la fuerza coactiva del Estado, determinados bienes
jurídicos, esto es, intereses individuales o colectivos, juzgados indispensables para
la convivencia social.
Es este criterio de la “dañosidad social” el adoptado por los Códigos
penales vigentes, incluido el nuestro. En suma, el delito es ante todo “lesión del
bien jurídico” y no “violación del deber”, particularmente para un Derecho penal
que atribuya importancia primordial a la víctima y a las consecuencias del hecho
punible.
El carácter “crítico” de la noción de bien jurídico significa la posibilidad de
decidir cuándo, con respecto a determinados bienes jurídicos, el Derecho penal
constituye un instrumento necesario y apropiado (naturaleza fragmentaria del
Derecho penal).
Una estrategia legislativa consensualmente inspirada en la idea de
dañosidad social debería renunciar a la introducción de bienes jurídicos vagos e
informes y evitar la incriminación de “conductas anticipadas”; preferir, en suma,
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la incriminación de los delitos de lesión sobre los de peligro concreto y los de
peligro concreto frente los de peligro abstracto.
Enteramente diverso es el enfoque “sistemático” del bien jurídico, que no
se dirige ya al legislador, desde la posición de la crítica al sistema (de lege ferenda),
sino sobre todo al juez y a la dogmática penal, constituyendo un concepto
esencial para la interpretación de los tipos legales previstos en la legislación
vigente, particularmente para determinar su ámbito y extensión y para su
clasificación.
Por último, aunque existen determinados principios comunes al Derecho
penal y la moral, un núcleo esencial, es también notorio que existen importantes
diferencias entre ambos terrenos que permiten su delimitación, como que al
Derecho le interesa la conducta legal y no los motivos o fines por los cuales se
cumple con la ley.
Cabe añadir que los planos normativos de la moral y del Derecho penal no
son necesariamente coincidentes y hay hechos descritos por le ley como delitos
que colocan al sujeto en contradicción con su conciencia (delincuentes por
convicción).
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sobre la culpabilidad del hechor para condenar, y el art. 1 CP define al delito
como toda acción u omisión “voluntaria” penada por la ley.
7.- Concepto
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Además, en el orden administrativo, los efectos de sufrir una sanción de
carácter penal, con independencia del delito de que se trate, no dejan de ser
importantes:
a.- Se castiga con la medida disciplinaria de de destitución al funcionario
que haya sufrido una condena por crimen o simple delito (art. 119 c Estatuto
Administrativo —EA—);
b.- se establece como requisito esencial para ingresar a la Administración
del Estado no haber cesado en un cargo público por medida disciplinaria y no
hallarse condenado o acusado por crimen o simple delito (art. 11 e y f EA); y,
c.- quien ha cumplido el tiempo de su condena y de las accesorias
correspondientes, para poder reingresar a la Administración Pública necesita el
transcurso de 5 años desde la fecha de la destitución (art. 11 e EA) y un decreto
supremo de rehabilitación (art. 38 f Ley Orgánica de la Contraloría General de la
República —LOCGR—) que es, una facultad discrecional del Presidente de la
República, no susceptible de revisión por autoridad alguna.
Sobre las relaciones del Derecho penal con el Derecho privado, en general,
y en particular con el Derecho civil, es ya absolutamente dominante la idea de
que ambas ramas del Derecho pueden y deben construir sus propios conceptos
allí donde las exigencias interpretativas lo exijan (como en el caso de los
conceptos de parto y nacimiento, para determinar el principio de la vida de la
persona) y, naturalmente, compartir aquellos que dichas exigencias así lo
impongan, como las referencias a grados de parentesco del art. 390 CP.
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PARTE SEGUNDA, TEORÍA DE LA LEY PENAL
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ramas del Derecho es admitida corrientemente, ella está prohibida en el Derecho
penal como consecuencia del principio de legalidad.
La analogía in bonam partem, aunque admitida por la doctrina dominante
en el Derecho comparado, es un punto muy discutido en Chile. Así,
ETCHEBERRY sostiene que su admisión significaría no una violación a la
Constitución, pero sí a la ley, que fija las reglas para juzgar el caso (tal parece ser
también la opinión de la jurisprudencia). Se agregan argumentos históricos (la
supresión de la fórmula de analogía respecto de las atenuantes que contenía el CP
español de 1848. Esta situación es diametralmente opuesta al ACP, pues en su
art. 7 No. 6 establece la institución comentada).
POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ piensan que la índole del principio de
legalidad, concebido como garantía, no es obstáculo a que se utilice la analogía in
bonam partem, sobre la base de la idea de convicción que se le exige al tribunal
(Cfr. art. 340 CPP).
Debemos distinguir:
Este principio significa que la ley penal chilena se aplica a cualquiera que
cometa un delito en nuestro territorio, sin que sea obstáculo para ello la
nacionalidad del hechor, de la víctima o de los bienes o derechos afectados por el
delito. Se trata de una aplicación del principio de soberanía (art. 5 CP).
Por el contrario, si el delito se ha cometido fuera de Chile, por chilenos o
extranjeros, el CP sólo autoriza su persecución en los casos determinados por la
ley (art. 6).
El territorio de Chile es el espacio de tierra, mar y aire sujeto a la soberanía
del Estado, según el Derecho internacional.
El mar territorial o adyacente es el que baña nuestras costas hasta la
distancia de 12 millas marinas medidas desde las respectivas líneas de base. En
cuanto a la zona marítima contigua, esto es, la que se extiende hasta las 24 millas
marinas, medidas de la misma manera (art. 593 del Código civil), la mayoría de
los autores (ETCHEBERRY) estima que el Estado tiene jurisdicción para
conocer de las infracciones a las leyes aduaneras, fiscales, de inmigración y
sanitarias.
En cuanto al espacio aéreo, el Estado de Chile tiene la soberanía exclusiva
del espacio aéreo sobre su territorio (art. 1 CA).
En lo que dice relación al territorio ficto, su estudio se refiere al principio
de la bandera (buques y aeronaves sujetos a la jurisdicción nacional) y a los
territorios ocupados militarmente por las armas de la República.
Bajo el principio de la bandera, los tribunales chilenos tienen jurisdicción
respecto de los delitos cometidos por pasajeros, miembros de la tripulación,
visitantes ocasionales, etc., cualquiera que sea su nacionalidad a bordo de un
buque mercante chileno en alta mar (art. 6 No. 4 COT) o en aguas de otra
jurisdicción cuando:
a.- Se infringiere la legislación nacional y esas infracciones pudieren quedar
sin sanción (art. 3 DL 2222); o,
b.- Cuando los delitos se cometieren a bordo de un buque de guerra
chileno en alta mar o surto en aguas de otra potencia (art. 6 No. 4 COT). Buque
de guerra o nave pública es aquél al mando de un oficial de la Armada chilena,
aunque no pertenezca a ella (art. 428 CJM).
El mismo principio rige a las aeronaves militares chilenas en cualquier
lugar que se encuentren (art. 2 b CA), y al resto de las aeronaves chilenas
mientras se desplacen en el espacio aéreo no sujeto a la soberanía de ningún
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Estado o si el delito se cometiere mientras se encontraba en el espacio aéreo de
otra jurisdicción y no hubiese sido juzgado por los tribunales correspondientes
(arts. 2 a y 5 CA).
Puede añadirse todavía, al ámbito del territorio ficticio, aquel que, siendo
por su naturaleza extranjero, se encuentre ocupado por fuerzas armadas chilenas
(art. 3 No. 1 CJM). En tales casos rige la ley nacional, tanto para delitos militares
como para los delitos comunes, debiendo aplicarse a estos últimos las leyes
penales correspondientes, con la sola salvedad de que la competencia pertenece
en todo caso a los tribunales militares.
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b.1.- Art. 6 No. 1 COT: los crímenes y simples delitos cometidos por un
agente diplomático o consular de la República en el ejercicio de sus funciones.
b.2.- Art. 6 No. 2 COT: la malversación de caudales públicos, fraudes y
exacciones ilegales, la infidelidad en la custodia de documentos, la violación de
secretos, y el cohecho cometidos por funcionarios públicos o por extranjeros al
servicio de la República.
b.3.- Art. 6 No. 3 COT: los que van contra la soberanía o contra la
seguridad exterior del Estado, perpetrados ya sea por chilenos naturales, ya por
naturalizados.
b.4.- Art. 6 No. 5 COT: la falsificación del sello del Estado, de moneda
nacional, de documentos de crédito del Estado, de las Municipalidades o
establecimientos públicos, cometida por chilenos, o por extranjeros que fueren
habidos en el territorio de la República.
b.5.- Art. 6 No. 3 COT: los crímenes y simples delitos contra la salud
pública, cuando ellos pusieren en peligro la salud de los habitantes de la
República.
b.6.- Art. 3 No. 2 CJM: los delitos cometidos por militares en el ejercicio
de sus funciones o en comisiones de servicio.
b.7.- Art. 3 No. 3 CJM: los asuntos de jurisdicción militar cuando se trate
de delitos contra la soberanía del Estado y su seguridad exterior e interior
contemplados en el CJM.
b.8.- Art. 3 No. 4 CJM: cuando se trate de delitos contra la soberanía del
Estado y su seguridad exterior e interior no contemplados en el CJM, cometidos
exclusivamente por militares, o bien por civiles y militares conjuntamente.
c.- Casos de aplicación extraterritorial de la ley penal chilena basados en el principio de
la universalidad:
Esto es lo que sucede con la piratería, que nuestra ley reconoce
expresamente en el art. 6 No. 7 COT, y con el resto de los crímenes y simples
delitos comprendidos en los tratados celebrados con otros países, conforme lo
dispone el art. 6 No. 8 COT.
De lo que se trata es de asegurar que en esta clase de graves crímenes, que
dañan a toda la comunidad internacional, el hechor no halle un lugar seguro de
refugio, para lo cual se crea la posibilidad de que se le persiga en todas partes.
Lo decisivo es que el tratado internacional obligue al Estado a la
persecución del hecho, aunque cometido fuera de sus fronteras, y no solamente a
tipificarlo en la legislación interna. Por la inversa, si el delito de que se trata no
estuviera tipificado en el Derecho interno, no podría perseguirse y castigarse en
obedecimiento al principio de tipicidad.
Conforme al art. 18 CP, ningún delito se castigará con otra pena que la que
señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración, esto es, la ley
vigente al momento de la comisión del delito determina si una persona debe ser
castigada y en tal caso cuál habría de ser la pena que deba imponérsele.
La irretroactividad de la ley penal se considera un derecho humano
fundamental, contemplado en el art. 19 No. 3 inc. 7 de la Constitución y
contenido, entre otros textos internacionales, en la DUDH (art. 11-2), en el PID
del CP (art. 15-1) y en la CADH (art. 9).
El principio se aplica respecto del Derecho penal material, incluyendo las
medidas de seguridad y las medidas alternativas a las penas privativas de libertad.
En cuanto al Derecho penal formal, el art. 11 CPP establece que las leyes
procesales penales serán aplicables a los procedimientos ya iniciados, salvo
cuando, a juicio del tribunal, la ley anterior contuviere disposiciones más
favorables al imputado, con lo que se da entrada en nuestro sistema procesal del
principio de la irretroactividad de la ley procesal perjudicial al reo y de la
ultractividad de las favorables, debilitándose de este modo la tradicional
afirmación de la vigencia in actum de dichas normas (Conforme a este nuevo
principio procesal, carece de interés en Chile la discusión existente en el Derecho
comparado acerca de la naturaleza procesal o sustancial de la prescripción, para
efectos de aplicar o no a los nuevos plazos los límites impuestos por la
prohibición de la retroactividad en perjuicio del reo).
El problema de la llamada ultractividad o preteractividad de la ley penal
derogada, recién mencionado, se presenta cuando los hechos descritos en el texto
de una ley derogada formalmente son comprendidos en otra vigente con
anterioridad y no derogada o simplemente se sancionan nuevamente en la misma
ley posterior que deroga formalmente la primera ley (en todos estos casos
corresponderá determinar cuál de las dos leyes es más favorable al reo).
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momento de su comisión es aquel en que se ejecuta la acción prohibida, o en el
que el hechor debía ejecutar la acción debida.
b.- En los delitos materiales, esto es, aquellos cuya descripción legal
comprende la causación de un resultado, por ejemplo, el homicidio, la opinión
dominante (CURY) entre nosotros considera que hay que atender al momento de
la acción o de la omisión, aun cuando sea otro el tiempo del resultado.
c.- En los delitos permanentes, es decir, aquellos en que el delito crea un estado
antijurídico que se hace subsistir por el hechor sin interrupción en el tiempo, por
ejemplo, el secuestro de personas, el delito se comete desde que el autor crea el
estado antijurídico hasta su terminación.
d.- En los delitos continuados, donde se trata de la reunión de pluralidad de
actos individuales (cada uno de los cuales con carácter delictivo, si se considera
por separado) que componen una sola acción por la homogeneidad de las formas
de comisión y del propósito único, así como la existencia de un mismo bien
jurídico afectado, por ejemplo, la malversación de caudales públicos, el delito se
comete desde el primer acto parcial y hasta el término de la serie. En este caso, la
ley aplicable es la más favorable de entre las que han estado vigentes durante la
realización de la serie.
e.- En los delitos habituales, es decir, aquellos en que la conducta antijurídica
se vuelve delictiva por la repetición de la misma por el sujeto activo, de manera
que la acción aislada no es típica, por ejemplo, el favorecimiento de la
prostitución, rige la misma regla que el caso anterior.
Si durante el tiempo de comisión de un delito permanente, continuado o
habitual se produce una sucesión de leyes penales, según la doctrina mayoritaria
(CURY), debe considerarse la más favorable de todas ellas como la vigente al
momento de su comisión.
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que manifiesten y los votos que emitan en el desempeño de sus cargos, en
sesiones de sala o de comisión.
La doctrina predominante es que no se trata aquí de una causa de
exclusión de la antijuridicidad del hecho, sino de exclusión personal de la pena,
de donde se sigue que, de cometerse un acto ilícito, se mantendría la punibilidad
de los demás partícipes no amparados por el privilegio.
b.- La inmunidad de los miembros de la Corte Suprema. El art. 76 de la
Constitución dispone que los jueces son personalmente responsables de los
delitos de cohecho, falta de observancia en materia substancial de las leyes que
reglan el procedimiento, de negación y torcida administración de justicia y, en
general, de toda prevaricación en que incurran en el desempeño de sus funciones,
añadiendo, respecto de los miembros de la Corte Suprema, que la ley determinará
los casos y el modo de hacer efectiva esta responsabilidad. El art. 324 COT
establece que la disposición constitucional no es aplicable a los miembros de la
Corte Suprema en lo relativo a la falta de observancia de las leyes que reglan el
procedimiento ni en cuanto a la denegación ni a la torcida administración de
justicia. La Corte Suprema ha señalado, además, que, por no existir tribunal que
pudiera resolver sobre la posible infracción de ley por parte de sus miembros, hay
que reconocer que una “necesaria infalibilidad convencional”, reputándose de
Derecho que las resoluciones de la Corte Suprema son conformes a la ley.
c.- Inaplicabilidad en Chile en principio de inviolabilidad del soberano. Aunque hay
sistemas jurídicos que conocen el principio de inviolabilidad del soberano, ello
proviene de tradiciones monárquicas que en Chile, como sucede en general en los
regímenes republicanos, no son de recibo. Por tanto, no se acepta forma alguna
de inviolabilidad para el Presidente de la República, quien está sometido a la ley
penal, como cualquier ciudadano.
a.- Situación de los Jefes de Estado extranjeros. Con arreglo al art. 297 CB, la ley
penal chilena no es aplicable a los Jefes de Estado extranjeros que se encuentran
de visita en el territorio nacional, tanto oficial como privada, e incluso las visitas
de incógnito del Jefe de Estado extranjero están también comprendidas en la
inmunidad.
b.- Los diplomáticos de Estados extranjeros. De conformidad con el art. 298 CB,
gozan también de inmunidad absoluta los diplomáticos extranjeros, sus
empleados extranjeros y las personas de las familias de los primeros que vivan en
su compañía. Además, diversas convenciones multilaterales acuerdan a
determinados funcionarios de organizaciones internacionales (ONU, OEA,
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CEPAL, etc.) un régimen de inviolabilidad semejante al de los agentes
diplomáticos.
En lo que respecta a los funcionarios consulares, éstos gozan de
inmunidad de jurisdicción por los actos ejecutados en el ejercicio de las funciones
consulares.
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incriminación si: la conducta es punible en el país en que el hecho se cometió, y,
que una infracción equivalente está prevista en Chile.
El art. 13 CPP señala que tendrán valor en Chile las sentencias penales
extranjeras y que, en consecuencia, nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un
delito por el cual hubiere sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme
de acuerdo a la ley y al procedimiento de un país extranjero. De este modo se
otorga pleno valor de cosa juzgada a la sentencia del juez extranjero, sin distinguir
si el hecho fue cometido en Chile o si, por otra causa, está sometido a su
jurisdicción.
El mencionado art. 13 CPP establece como regla general que en cuanto a
la ejecución en Chile de las sentencias penales extranjeras, ello será posible,
sujetándose a lo que dispusieren los tratados internacionales ratificados por Chile
y que se encontraren vigentes.
En cuanto a la posibilidad del cumplimiento en el extranjero de sentencias
dictadas por los tribunales chilenos, aunque no se encuentra expresamente
regulada por el art. 13 CPP, lo cierto es que dicha hipótesis no es más que la
aplicación del principio de reciprocidad, y por tanto rige respecto de los restantes
países suscriptores de los tratados firmados con Chile.
30.- La extradición
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30. a.- Condiciones de fondo
a.- El tipo de relación entre los Estados. La primera condición de fondo para la
concesión de la extradición es el tipo de relación entre los Estados, que puede
estar determinada por un tratado o fundarse en la relación de reciprocidad. La
regla general es que los Estados estén vinculados por un tratado de extradición,
que es su más importante fuente.
En la base del funcionamiento del sistema jurídico de la extradición está la
relación de confianza entre los países. La ausencia de tratado no ha impedido que
nuestro país conceda la extradición respecto de países que ofrecen garantías de
reciprocidad, incluso tratándose de peticiones concernientes a chilenos. Por
reciprocidad se entiende no sólo la promesa formal de la misma, sino, como
señalo la SCS 18/10/1994, el cumplimiento de los siguientes requisitos
materiales: la ausencia de información de que el requirente haya dejado en el
pasado de cumplir un fallo de algún tribunal chileno; y los compromisos
internacionales que unen a ambos países en la tarea común de combatir
eficazmente la delincuencia, aunque no se trate de un tratado de extradición
propiamente tal.
De allí que se afirme el carácter puramente político y no jurídico de la
exigencia de reciprocidad y la comunidad internacional tiende hoy en día a su
abandono, reemplazándola por el principio de la “mejor justicia”, según el cual, si
ha de juzgarse a alguien, debe hacerlo su juez natural —el del lugar donde se
cometió el hecho—, quien se encuentra en mejores condiciones para ello que el
de un tribunal de un país alejado del lugar del delito.
b.- La calidad del hecho. La primera exigencia al respecto concierne al
principio de la doble incriminación, que debe ser juzgada en abstracto, esto es, el
país requerido no debe entrar a examinar la procedencia de eventuales causales de
justificación o de exculpación que, en el caso concreto, pudieran hacer
desaparecer la antijuridicidad del hecho o la culpabilidad del hechor.
Otra exigencia fundamental, concerniente a la calidad del hecho, es su
gravedad. La extradición sólo es admisible por delitos graves. Los antiguos
tratados de extradición especificaban taxativamente los delitos por los cuales se
concede y, en los casos en que dichos tratados son aplicables, no podría otorgarse
la extradición por un delito no previsto en ese elenco, de acuerdo con el art. 449
b CPP que impone al tribunal chileno la determinación de si el delito que se
imputa al reo es de aquellos que autorizan la extradición según los tratados
vigentes.
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Hoy en día se han abandonado las enumeraciones taxativas y se prefiere
optar por una apreciación de la gravedad según la penalidad mínima impuesta por
la ley. Ha de tratarse —según el criterio que generalmente se sigue en la
materia— de un crimen o simple delito (quedan excluidas las faltas) cuya pena no
sea inferior a un año de privación de libertad (art. 354 CB). Debemos decir que
como las escalas penales con las que se asigna la duración de las penas en el CP
no contemplan la división superior/inferior a un año, habrá que entender que
esta disposición sólo puede referirse a las penas de presidio o reclusión menor en
su grado medio o superior, esto es, 541 días o más de privación de libertad.
También en este sentido debe juzgarse el asunto en abstracto, es decir,
considerar la pena mayor asignada al delito de que se trata; si se trata, en cambio
de una solicitud de extradición para cumplir una pena ya impuesta, se debe
atender a la aplicada en concreto en la sentencia respectiva.
Otra exigencia relativa a la calidad del hecho es que la extradición no
concierna a delitos políticos, principio obligatorio del Derecho internacional que
se contiene en todos los tratados de extradición. Sin embargo, es difícil
determinar qué hechos serían puramente políticos. Un criterio subjetivo
considera fundamentalmente los móviles o propósitos que llevaron al hechor a
querer cambiar el régimen de su país. Un criterio objetivo atiende sobre todo a la
índole del Derecho o interés tutelado, según que éste concierna a la organización
institucional del Estado y los derechos que de ella fluyen para los ciudadanos, sin
atender a los móviles que guiaron al hechos para efectuarlos. En esa noción
deben incluirse los actos de violencia para producir terror en la población civil
(terrorismo) y los crímenes inspirados en motivos de odio racial o religioso.
Nuestra jurisprudencia ha considerado que la extorsión y el robo con violencia
son delitos comunes y no políticos, ni conexos con ellos, aunque tuvieran una
finalidad política.
c.- La calidad del delincuente. El criterio predominante ha sido favorable a
conceder la extradición de nuestros nacionales, a menos que se trate de Estados
donde no exista un régimen jurídico confiable. Asimismo, es mayoritaria la
doctrina según la cual al delincuente cuya extradición ha sido denegada en razón
de la nacionalidad, procede enjuiciarlo en Chile, como si el delito se hubiere
cometido en Chile, en virtud del art. 345 CB.
d.- La situación de la punibilidad del hecho incriminado. Desde el punto de vista
de la sanción del hecho incriminado se requiere la concurrencia de los siguientes
requisitos:
i.- La acción penal o la pena no deben encontrarse prescritas, esto es, el
delito debe ser actualmente perseguible (se recurrirá a los plazos del país
requirente o requerido según el tratado aplicable, y el sistema del CB —art. 359—
es que se encuentren prescritas en ambos).
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ii.- Según el art. 360 CB la amnistía concedida en el Estado requerido
después de la ejecución del hecho no obsta a la extradición, lo que en la práctica
es muy difícil que se de.
iii.- En virtud del principio non bis in idem, no procede la extradición si el
hechos ya ha cumplido condena en el Estado requerido por el delito que motiva
la petición, también la sentencia absolutoria relativa al mismo, y tampoco si el
sujeto se encuentra sometido a un juicio pendiente por el delito que motiva la
solicitud (art. 358 CB).
iv.- Un obstáculo para que la extradición se lleve a cabo es la pena de
muerte. La entrega queda condicionada a que no se ejecute la pena de muerte por
el delito en razón del cual se otorgó (art. 258 CB).
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hacerlo cumplir condenas diferentes de aquella que se invocó como fundamento
para pedir la entrega (art. 377 CB).
Por último, de acuerdo con el art. 381 CB, la extradición produce el efecto
de cosa juzgada, ya que negada, no se puede volver a solicitar por el mismo
delito.
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TERCERA PARTE, TEORÍA DEL DELITO
Según el art. 1-1 CP es delito toda acción u omisión voluntaria penada por
la ley, definición que debe ser integrada con otros elementos que resultan de
otros preceptos, como el art. 10 CP que contiene las circunstancias eximentes.
De ahí que, ante la insuficiencia del texto legal, se ha desarrollado un concepto
que lo define como una conducta (acción u omisión) típica, antijurídica y
culpable, aunque existan discrepancias sobre el contenido de cada una.
Esta clasificación, que deriva del art. 3 CP, atiende a la pena asignada en la
escala general del art. 21 CP. Sin embargo, esta tripartición no parece tener un
criterio formal para fundamentar su distinción, la que únicamente se sustentaría
en una valoración histórica del legislador. No se atiende a la pena impuesta en
concreto, sino a la que la ley amenaza en abstracto al autor del delito consumado.
Esta clasificación se aplica también a los cuasidelitos (art. 4 CP).
La distinción entre crimen y simple delito sólo tiene importancia para los
plazos de prescripción, en cambio, sí existen diferencias entre ellos y las faltas:
a.- Sólo se castigan las faltas consumadas (art. 9 CP).
b.- No es punible el encubrimiento de falta (art. 17 CP).
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c.- Al cómplice de falta se le castiga con una pena que no exceda de la
mitad de la que corresponda a los autores (arts. 51 y 498 CP).
d.- No procede la aplicación extraterritorial de la ley chilena a las faltas (art.
6 CP).
e.- No es aplicable a las faltas el comiso como sanción anexa (arts. 500 y 31
CP).
f.- La comisión de una falta no interrumpe la prescripción (arts. 96 y 99
CP).
Sabemos que sólo habrá una acción penal cuando sea ésta voluntaria, y se
carecerá de ella cuando concurran cualquiera de estas posibilidades: una fuerza
irresistible, movimientos reflejos, y en los estados de inconciencia.
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a.- La fuerza irresistible. Consiste en una fuerza que proviene del exterior (de
un tercero o de la naturaleza) que opera en el agente mecánicamente, dejando
ninguna opción al que la sufre (vis absoluta). Si el agente tiene al menos una
posibilidad de resistencia no se excluye la acción (vis compulsiva), pues no se
anula totalmente la voluntad.
Determinar su concurrencia o no es una situación de hecho que dependerá
del caso concreto. Por último, en la práctica es especialmente relevante la fuerza
irresistible en la omisión más que en las acciones.
En los delitos de resultado, para que éste pueda atribuirse a una persona es
preciso que sea consecuencia de su conducta. Preguntas acerca de la causalidad
pudieran suscitarse respecto de delitos en que la acción aparece de alguna manera
distanciada del resultado, porque el hecho es realizado a través de la intervención
coetánea o sucesiva de diversas personas.
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Se han elaborado diversas teorías, las cuales sólo tienen importancia
histórica, dado la preponderancia en nuestra doctrina y jurisprudencia de las
teorías generalizadoras de la condictio sine qua non y su limitación a través del
filtro de la imputación objetiva.
La teoría de la equivalencia de las condiciones parte del punto de vista de
que no es posible establecer diferencias entre distintas causas o condiciones que
originarían un resultado, y por tanto, todas ellas serían equivalentes.
Para los efectos de la prueba del nexo causal, se propone como fórmula la
supresión mental hipotética: causa es aquella condición que no se puede suprimir
mentalmente sin que el resultado, en la forma concreta en que se produjo,
también desaparezca.
Sin embargo, la fórmula tiene numerosas críticas, ya que, por ejemplo, si se
aplica en el supuesto que intervienen varias condiciones, de las cuales cada una
por separado hubiera bastado para producir el resultado, resultaría sorprendente;
o, puede también resultar absurda, ya que una consecuencia de esta teoría es que
a la cadena causal no se le pude poner fin. De ahí que se propongan diversas
correcciones a la fórmula, y la teoría actualmente en boga que recoge y sintetiza
estos filtros es la llamada “teoría de la imputación objetiva”, conforme a la cual,
para atribuir el resultado al sujeto hay que tomar en cuenta, además del carácter
causal de la conducta en el sentido de la equivalencia de las condiciones, la
objetiva previsibilidad y evitabilidad del resultado, y todavía un tercer factor: si el
resultado dañoso es precisamente la realización del peligro creado por la
conducta típica del hecho.
En síntesis, sólo puede imputarse objetivamente un resultado causado por
una conducta humana (en el sentido de la equivalencia de las condiciones), si
dicha acción ha creado (o aumentado) para su objeto de protección un peligro
jurídicamente desaprobado, y el peligro se ha materializado en el resultado típico.
Es importante destacar que esta teoría no pone énfasis únicamente en el
peligro creado y el resultado causado, sino también en el carácter jurídicamente
desaprobado de ese peligro. Así por ejemplo, no es responsable el sujeto que
convence a otro a que viaje repetidamente en aviones “charter” defectuosos.
Nos estamos refiriendo a los sujetos del delito, su núcleo o verbo rector,
su objeto material y objeto jurídico, las circunstancias típicas (hasta aquí el
denominado tipo objetivo, para el finalismo), [el dolo y la culpa (tipo subjetivo en
la sistemática finalista)], y los elementos subjetivos del tipo.
38. a.- Los sujetos del delito. Clasificación de los delitos en atención
al sujeto activo
43
Sujeto activo es quien lo lleva a cabo. Normalmente pude ser cualquier
persona natural (cuando se usa la expresión “el que…”), pero a veces se restringe
a determinadas personas (por ejemplo, al chileno, empleado público, el médico,
etc.).
Sujeto pasivo es el ofendido por el delito, quien padece sus efectos, el
titular del bien jurídico protegido (corresponde al concepto de “víctima” del art.
108 CPP, pero no se extiende a quienes el Código permite actuar como tales). En
la mayoría de los delitos contra los intereses personales (homicidio, lesiones,
injurias, etc.) el sujeto pasivo es también el objeto material del delito, sobre quien
recae la conducta punible.
De acuerdo con lo sujetos los delitos pueden ser comunes, especiales, y de
propia mano. Comunes son aquellos que puede cometes cualquiera; especiales
aquellos que sólo pueden ser cometidos por quienes poseen determinadas
cualidades (que se denominará “impropio” si la ausencia de tal calidad se traduce
sólo en un delito diferente, porque el injusto subsiste, por ejemplo, parricidio-
homicidio) o “propio” si dicha ausencia se traduce en la desaparición del delito,
por ejemplo, el cohecho del art. 248 CP); delitos de propia mano, por último, son
aquellos que requieren un acto corporal o, al menos, personal, que debe realizar
el propio autor del delito, por ejemplo, el incesto, la celebración ilegal de un
matrimonio, la violación, etc. (esta clasificación de acuerdo a los sujetos es muy
importante en el estudio de la participación criminal).
38. b.- El núcleo o verbo rector. Clasificación de los delitos según los
caracteres de la conducta
48
Delitos de lesión son aquellos en que la ley describe una conducta que trae
consigo la efectiva destrucción o menoscabo de un bien jurídico, por ejemplo, el
homicidio. En cambio, son delitos de peligro aquellos en que el legislador
considera suficiente para la incriminación la puesta en peligro, es decir, la
probabilidad de una lesión concreta al bien jurídico. Entre ellos se distinguen los
delitos de peligro concreto, que son aquellos que requieren una efectiva
conmoción del bien jurídico, que se juzga sobre la base de la experiencia común
(por ejemplo, la fabricación de sustancias peligrosas para la salud); y los de
peligro abstracto, que son aquellos concebidos como una prohibición pura y
simple de una conducta que el legislador considera portadora de un peligro, sin
que sea necesaria la verificación (en sede procesal) del peligro que se pretende
evitar (por ejemplo, manejar un vehículo en estado de ebriedad). Al no admitirse
la prueba de que en el caso concreto no hubo ni pudo haber peligro alguno, se
trata de una presunción contradictoria con la prohibición constitucional de las
presunciones de Derecho en materia penal.
Sus requisitos son: realidad o peligro inminente del mal que se trata de
evitar, que sea mayor que el causado para evitarlo, y que no haya otro medio
practicable y menos perjudicial para impedirlo.
En Chile los únicos bienes que pueden ser sacrificados en amparo de un
bien de mayor valor son solamente la propiedad (art. 10 No. 7 CP) y la
inviolabilidad de la morada (art. 145 CP).
El requisito esencial y fundamento en cuestión es la existencia de un mal
que se quiere evitar, o sea, del peligro o amenaza de daño a un bien jurídico, mal
que tiene que ser real o inminente, es decir, que sea actual (directamente
perceptible por los sentidos) y con un alto grado de probabilidad.
No tiene relevancia alguna la causa del peligro (incluso se puede originar
en el propio necesitado, salvo si fue por dolo).
Si el peligro es sólo aparente (justificante putativa), el error se castiga por
imprudencia si es evitable, o queda impune por exculpación en caso contrario
(materia discutida).
De otro lado, la voz “propiedad” que emplea el precepto en estudio debe
tomarse en sentido amplio, comprensivo de todos los derechos patrimoniales. Lo
mismo sucede con el vocablo “daño”, que no se limita al sentido de los arts. 432
y ss del CP, sino como comprensivo de todo perjuicio. Por ello, en la asimilación
de la jerarquía de los bienes en juego (criterio de proporcionalidad) lo relevante es
hacerlo con bienes distintos a la propiedad, y entre daños reales y potenciales
(comparación que no es aritmética, sin embargo, nadie parece dudar que es más
importante todo bien personal que la propiedad, y también lo es todo bien
jurídico colectivo).
La comparación de los daños debe ser “funcional”, no atingente solamente
al valor económico, ya que para una persona pobre, que gana el sueldo mínimo,
es mucho más valiosa una bicicleta vieja y deteriorada que un Mercedes Benz
cero kilómetro para un próspero empresario.
53
De existir varios medios para impedir el mal, la ley obliga a que se elija el
menos perjudicial (criterio de subsidiariedad). Si no se cumple con esto, cabría la
atenuante privilegiada del art. 73 CP.
Por último, parece que en Chile no resulta aplicable la exigencia de
inexistencia de un supuesto deber de aceptación del peligro o resistencia al mal
(como sucede en España), ya que no existe precepto legal que lo exija, y por una
razón de justicia material: no olvidemos que en Chile Bomberos son voluntarios
(POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ).
Cabrá cuando el bien sacrificado sea de igual o mayor valor que el salvado
(pelea de dos náufragos por la única tabla que los puede salvar), o cuando el bien
defendido no sea la propiedad ni la inviolabilidad de la morada. Nuestra ley no lo
regula en forma especial, aunque puede caber como una hipótesis de
inexigibilidad de otra conducta (fuerza moral irresistible o miedo insuperable) del
art. 10 No. 9 CP. Si la alteración del ánimo no es suficiente como para alegar la
eximente, cabría entonces la atenuante del art. 11 No. 1 CP (situaciones en que
no concurren todos los requisitos de una causal de justificación) o la atenuante
privilegiada del art. 73 CP, según los casos.
54
indirecto, que llevaría a la exculpación, si es invencible, o a una atenuación, en
caso contrario.
46.- El consentimiento
55
No se regula por nuestro CP, pero con una visión de conjunto de nuestro
ordenamiento se sostiene que es procedente. Se discute si es una justificación o
causal de atipicidad, lo que no tiene mucha importancia. Consiste en la
aceptación o permiso libre y consciente por parte de un particular afectado por
una acción típica para que otro pueda realizar esa conducta, que exige la
capacidad necesaria para comprender el sentido material del acto (no se requiere
la capacidad civil o negocial). Si se otorga con posterioridad al acto, sería un
perdón, el cual extingue la responsabilidad en los delitos de acción privada (art.
93 No. 5 CP).
Por último, en el caso del deporte el acatamiento de las reglas (ejercicio
legítimo de un oficio) es la base para que el consentimiento (participación
voluntaria) opere como justificante. Pero, de todas formas, existe un consenso
general de que toda lesión producida en esta actividad se tolera, salvo que se trate
de una vulneración grosera de las normas de prudencia más elementales.
48. Generalidades
Como categoría del delito, nos estamos refiriendo al reproche que se hace
al que podía obrar diversamente y optó por la conducta prohibida.
La libertad que interesaría al Derecho penal es la libertad social (no
puramente moral) para poder actuar de manera diversa, que el juzgador debe
determinar sobre la base de la experiencia del “hombre medio”.
La cuestión discutida en este nivel es el contenido del juicio de
culpabilidad: algunos incluyen en él al dolo y la culpa, otros llevan éstas al injusto
(finalismo, que reducen el ámbito de la culpabilidad sólo al aspecto normativo, o
sea, al reproche) y, por último, algunos sostienen que el dolo y la culpa
56
pertenecen a ambas categorías. Pero, parece ser que no hay que exagerar las
complicaciones prácticas de esto.
POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ sostienen que la imputación subjetiva
del suceso objetivo a quien lo realizó se fundamenta “positivamente” en dos
elementos: el dolo (el sujeto sabía y quería lo que hacía) o la culpa (imprudencia,
negligencia: el sujeto, que no quería el hecho, podía haberlo previsto y evitado).
A estos elementos se agregan otros de naturaleza negativa, ya que se por
supuesto que el sujeto es sano de mente, que conocía la ilicitud del hecho y que
actuó en circunstancias normales, de no haber indicios de lo contrario:
a.- Que no haya existido una causal de inimputabilidad (la menor edad, la
enajenación mental, el trastorno mental transitorio), consistentes en la falta de
madurez o de salud mental del hechor, que vuelva a éste incapaz de comprender
y valorar la ilicitud de su hecho.
b.- Que no haya existido un error de prohibición, porque éste ha creído
obrar lícitamente.
c.- Que no haya existido una causal de no exigibilidad de otra conducta
que haya impedido al hechor actuar conforme a Derecho (el miedo insuperable o
la fuerza moral irresistible).
58
Esto significa que “el haber podido actuar diversamente” como condición
subjetiva para imponer pena en un caso concreto es un concepto que siempre
debe ser referido al Derecho positivo y que supone la presencia de todos los
requisitos necesarios (positivos y negativos) para poder formular el “reproche” de
culpabilidad penal.
52. b.- La exclusión del dolo por un error acerca de los presupuestos
fácticos de una causal de justificación (justificantes putativas)
El agente debe querer la realización del hecho típico, o sea, asumirlo como
consecuencia de su comportamiento.
Ahora bien, como el querer —en el Derecho penal— no significa
“desear”, querer “tener” o querer “lograr” (en el sentido de “perseguir un
objetivo”), sino “querer realizar”, esto es, debemos entender el dolo como “el
querer la realización de una acción descrita como delito”.
Una situación distinta, donde no cabe más que aceptar la presencia del
dolo, es la de quien quiere un resultado del cual no está seguro, y aun lo considera
improbable.
Corresponden al contenido del querer una acción, pues, en el sentido del
Derecho penal: la misma acción querida, las consecuencias que se persiguen con
esa acción, y los efectos secundarios que el hechor acepta como inherentes a la
realización del hecho típico.
Hay quienes sostienen que no existen “omisiones queridas”, esto es, que
para la existencia de dolo en ellos bastaría con el elemento cognoscitivo, ya que
dicen que por razones político-criminales se corre un gran riesgo: llevar a la
impunidad por la dificultad de probar hechos internos (BUSTOS). Otros, en
cambio, afirman que no. Presuponen que el sujeto no sólo es consciente del
aspecto objetivo de la omisión (curso causal potencial, posibilidad real de evitar el
resultado, posición de garante que le impone el deber de actuar), sino que tiene la
voluntad de que el hecho típico se realice (POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ).
Para ello tanto da que esa voluntad exprese una decisión o preferencia por la
inactividad o una aceptación del resultado negativo.
63
Las consecuencias necesarias del actuar querido han de entenderse
necesariamente queridas por el agente, aunque éste no las desee o incluso le
causen una repulsión anímica. Por tanto, ambas formas de dolo directo son
equivalentes en sí y en sus efectos.
En estos casos el hechor quiere una determinada acción, pero ignora cuál
de los tipos legales va a realizar, esto es, quiere (o acepta) uno u otro de los
resultados. Si se produce uno de los resultados, hay concurso ideal (art. 75 CP)
entre el delito consumado y la tentativa. Lo anterior no rige si el delito intentado
era subsidiario del consumado, por ejemplo, lesiones corporales respecto del
homicidio de la misma persona.
64
54. e.- El dolo específico
65
El reproche de culpabilidad en la imprudencia se fundamenta en la
comprobación de que el hechor según sus capacidades y la medida de su poder
individual estaba en condiciones de reconocer el deber de cuidado objetivo y de
cumplir las exigencias de cuidado que de él emanan.
67
b.- Los otros casos especiales de delitos culposos. Respecto a los restantes casos no
parece haber problema en asimilar la exigencia de la culpa grave de la
imprudencia temeraria a los supuestos en que la ley emplea expresiones como
“negligencia inexcusable” (arts. 224 No. 1, 225, 228-2, 229, 324 y 289-2), u otras
similares.
56.- La inimputabilidad
Se parte del supuesto de que lo normal es que toda persona sea capaz de
culpabilidad y responsable. En el sistema chileno, la inimputabilidad, o sea, la
incapacidad para ser culpable (lo que significa que no son merecedores de la
reprobación en el sentido del Derecho penal), puede deberse a dos razones: a la
menor edad (art. 10 Nos. 2 y 3 CP), y a la presencia de una enfermedad mental
(art. 10 No. 1 CP).
No obstante, su declaración no sigue necesariamente la liberación de toda
consecuencia punitiva para el inculpable, pues por el mismo fundamento de esa
declaración puede ser sometido a medidas de seguridad, destinadas a prevenir
que el inimputable se cause un daño a sí mismo o a terceros (arts. 29 y 30 Ley
16618 y 455 y ss CPP).
a.- Noción. La fórmula psiquiátrica pura y la fórmula mixta. Con las palabras
“loco” o “demente” en un principio se entendía cualquier tipo de alienación, ya
sea por déficit o por trastorno profundo de la conciencia, asunto que se zanjó
con la introducción del título III del Libro IV del anterior CPP, criterio que sigue
el actual (arts. 455 y ss).
La doctrina y la jurisprudencia parecen inclinarse por una fórmula mixta,
que exige, además de la existencia de una enfermedad psíquica (fórmula
psiquiátrica pura), que se establezca la perturbación de la conciencia y voluntad
en el sentido de determinar si el hechor no estaba en consecuencias de
comprender el injusto de su acción y de determinar su voluntad según esa
comprensión.
68
Por último, parece razonable que la ley emplee expresiones tan amplias y
flexibles, ya que ellas incluyen, además de las enfermedades tradicionales, otros
cuadros durables que se corresponden con los avances de la psiquiatría.
b.- Casos comprendidos en la eximente “loco o demente”. Las psicosis son
anomalías funcionales de las facultades mentales. Pueden ser orgánicas
(exógenas) o endógenas. Las primeras obedecen a alteraciones evolutivas del
cerebro (parálisis progresiva, epilepsia, confusiones mentales, demencia senil).
Las segundas, en cambio, nacerían de la personalidad del sujeto, y lo hacen
incapaz de comprender la realidad social para vivir su propio mundo imaginario
(esquizofrenia, paranoia, psicosis maníaco depresiva —personalidad bipolar—).
La insuficiencia mental grave (oligofrenia o frenastenia) se da en los sujetos
que desde la infancia son portadores de una destrucción de su corteza cerebral,
que hacen que sufran una pérdida de la inteligencia que empeora con el tiempo.
La forma más grave es la “idiocia”, o sea, aquéllos que son incapaces de
comprender el lenguaje (y se comparan a un niño que no supera los 3 años de
edad). La “imbecilidad” es aquella que se da en una persona que no es capaz de
expresarse por medio de la escritura (niño que no supera los 7 años). Por último,
la “debilidad mental” es aquella que no calza en las hipótesis mencionadas (pero
la edad mental del sujeto es menor a la cronológica), y según la doctrina
dominante da lugar a la eximente incompleta (art. 11 No. 1 en relación con el art.
73 CP) [que, a diferencia de otros sistemas legales, no da lugar a medidas de
seguridad, sino que sólo opera como atenuante para los efectos de la imposición
de la pena].
El mismo tratamiento a este último caso reciben ciertas hipótesis en que
no está ausente la lucidez, como las neurosis (ansias, angustias, fobias) y las
personalidades psicopáticas (anomalías que producen desadaptación y que
pueden llevar consigo sufrimientos para otras personas y para la sociedad).
c.- La decisión sobre la locura o demencia. Admitida una fórmula mixta para
determinar la enajenación mental, una vez afirmada la existencia de una
enfermedad mental y de sus consecuencias en el sujeto, es necesario un juicio
valorativo, por parte del Tribunal, acerca de la capacidad del sujeto para
comprender el injusto del hecho y de autodeterminarse conforme a esa
comprensión.
d.- El intervalo lúcido. Se trata de una noción anacrónica, abandonada por la
psiquiatría, ya que se sostiene que la enfermedad permanece. Otra cosa es si ha
habido una recuperación verdadera ocurrida antes de la comisión del hecho
punible, distinción que es muy difícil de probar.
e.- Régimen del loco o demente en la legislación nacional. Actualmente el
tratamiento de las medidas de seguridad aplicable se contienen en los arts. 455 y
ss CPP, que también regula el caso en que el sujeto caiga en enajenación después
69
de cometido el delito. Se distingue entre el enajenado absuelto por locura o
demencia, y el que lo ha sido por otro motivo, lo que es muy importante, ya que
si el fundamento de la absolución hubiera sido también válido para una persona
normal, no es dable aplicar una medida de seguridad al inimputable. Tampoco es
justo absolver por enajenación mental cuando falten el dolo o la culpa.
f.- Tratamiento del enajenado mental exento de responsabilidad penal por locura o
demencia. Se permite la internación sólo si se acredita que se ha cometido un
hecho típico y antijurídico, del cual ha sido absuelto por aplicación del art. 10 No.
1 CP, siempre que de los antecedentes calificados que existieran pudiera
presumirse que atentará contra sí mismo u otras personas (peligrosidad). Sólo
puede durar mientras subsistan las condiciones que la hagan necesaria, y no
puede extenderse más allá de la sanción que hubiera podido imponérsele o del
tiempo que correspondiere a la pena mínima probable.
En los demás casos, será entregado a su familia, guardador, o alguna
institución pública o particular de beneficencia, salvo si se encuentra recuperado
de su enfermedad mental al momento de la absolución, hipótesis en que deberá
ser puesto en libertad.
g.- Absolución por motivo distinto de la locura o demencia. En este caso su suerte
(la adopción de medidas) queda entregada a la autoridad administrativa —
sanitaria— (arts. 130 y ss CS), respecto de cualquier enajenado mental cuya
libertad constituya un riesgo.
h.- La enfermedad mental sobreviviente. Si después de iniciado el procedimiento
el imputado cayere en enajenación mental, el juez de garantía decretará, a petición
del fiscal o de cualquiera de los intervinientes, previo informe psiquiátrico, el
sobreseimiento temporal del procedimiento hasta que desapareciere la
incapacidad del imputado, o el sobreseimiento definitivo si se tratare de una
enajenación mental incurable, salvo si procediere la terminación del juicio por
cualquier otra causa (art. 465 CPP).
Si en el momento de caer en enajenación el imputado se hubiere
formalizado la investigación o deducido acusación, y se estimare que corresponde
adoptar una medida de seguridad, se aplicará lo dispuesto en el Párrafo 2º del
Título VII CPP (arts. 458 y ss) que, por tratarse de aspectos propios del
procedimiento, no corresponde analizar aquí.
56. b.- La privación total transitoria de razón (art. 10 No. 1-f CP)
70
únicamente ser invocada como atenuante, generalmente como eximente
incompleta.
La mayoría de la doctrina chilena dice que una restricción del alcance del
precepto a situaciones de base biológica, esto es, una base patológica
(enfermedad somática, intoxicación, personalidad psicopática), morbosa, no es
admisible, ya que lo que interesa es decidir si el sujeto estaba o no en condiciones
de autodeterminarse y de inhibir sus impulsos con arreglo a la conciencia del
carácter injusto de su conducta.
El precepto en estudio exige que la privación total y transitoria de razón se
haya producido por cualquier causa independiente de la voluntad del sujeto. Este
asunto se relaciona con la teoría de las “acciones libres en su causa”, y con los
hechos delictivos vinculados a estados de intoxicación (alcohol, drogas, etc.).
Las acciones libres en su causa son una excepción al principio de que el
hechor debe ser imputable al tiempo de ejecutar el hecho punible. Suponen que
el sujeto, en un estado de plena imputabilidad, pone en movimiento (con dolo o
culpa) la cadena causal que conduce a un hecho determinado que se ejecuta una
vez perdida la imputabilidad (y hasta la capacidad de acción). Por ejemplo, el que
se embriaga sabiendo que se vuelve belicoso.
Si bien es cierto que en estos casos el hecho no se puede considerar
libremente perpetrado en el momento de su realización, también es cierto que él
está vinculado a un acto libre, y por ende libre en su causa, ya que estaba en
poder del sujeto el colocarse o no en el estado de incapacidad. Por razones de
política criminal en estos casos se quebranta el principio de culpabilidad, y sólo se
tomarán en consideración las hipótesis que habían en la mente del sujeto antes de
haber alcanzado el estado de inimputabilidad.
Existe acuerdo en la doctrina en reconocer efecto exculpante a la
embriaguez aguda, si es plena y fortuita, asimilada a la situación del que es
forzado a embriagarse. A los alcohólicos crónicos y a los casos de embriaguez
patológica, se les reconoce la exención de responsabilidad criminal en cuanto
forma de enajenación mental (art. 10 No. 1 CP).
En definitiva, aplicando a la embriaguez la doctrina de la acción libre en su
causa, POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ son de la opinión que a la pregunta
acerca de si alguien en estado de embriaguez ha actuado culpablemente sólo
puede responder el juez en la situación concreta.
74
Con ello, se reafirma la vigencia para los adolescentes del principio de
legalidad que estructura nuestro ordenamiento constitucional y penal y se establece
un sistema que sanciona la comisión de conductas punibles estrictamente
definidas en la Ley y no “conductas indeterminadas” o “situaciones de vida”.
Respecto a los tipos penales, se excluye a la mayoría de las faltas de la
responsabilidad y sanciones contenidas en esta ley y se establece una categoría
taxativa de infracciones de carácter grave que serán las únicas a las cuales se
podrá aplicar, como último recurso, una sanción privativa de libertad.
Así, siguiendo la más moderna doctrina, la Ley recepciona todas las
garantías penales y procesales propias de los adultos, agregando garantías específicas
para los adolescentes. En particular, se establece un criterio flexible, a favor del
adolescente, en la adjudicación de las sanciones; la posibilidad de dejar sin efecto
o sustituir anticipadamente las sanciones por otras menos severas; facultades de
control jurisdiccional de la ejecución que garanticen los derechos del condenado
y el cumplimiento efectivo de las sanciones.
Por su lado, en el ámbito procesal se recogen los principios fundamentales
del nuevo Código procesal penal, estructurándose un procedimiento acusatorio
oral, que reconoce el principio de presunción de inocencia, el derecho a la
defensa, abre espacios para acuerdos reparatorios entre la víctima y el delincuente
y otorga facultades para aplicar ampliamente el principio de oportunidad en la
persecución.
De esta maneta, se establece como garantía la consideración del interés
superior del niño en todas las actuaciones judiciales y un recurso de habeas
corpus que permitirá controlar judicialmente la legalidad de la privación de
libertad y verificar las condiciones físicas en que se encontrare el adolescente.
Las respuestas penales contenidas en esta Ley tienen por finalidad,
precisamente, “sancionar los hechos que constituyen la infracción y fortalecer el
respeto del adolescente por los derechos y libertades de las demás personas,
resguardando siempre su desarrollo e integración social”. En consecuencia, se
considera que tienen una función “responsabilizadora, preventiva y orientadora”.
Se contempla una amplia gama de sanciones, las que se clasifican en
privativas (Cfr. arts. 15 y ss Ley), no privativas de libertad (Cfr. arts. 8 y ss Ley), y
mixtas (Cfr. art. 19 Ley). La privación de libertad es una medida de último
recurso y sólo se podrá aplicar a las infracciones graves taxativamente
establecidas en la Ley.
Paralelamente, deja al Juez un razonable grado de libertad para imponer la
sanción más adecuada para el caso concreto, no encontrándose obligado a aplicar
la privación de libertad y pudiendo fijar su duración o cuantía dentro de los
límites legales. El Juez siempre deberá determinar la sanción, su duración o
75
cuantía, eliminándose así toda posibilidad de sanciones indeterminadas (Cfr. arts.
20 y ss Ley).
La Ley, además de estos límites, establece como criterios que el Juez
considerará para determinar la sanción a imponer su duración y cuantía, el
número de infracciones, la gravedad de ellas y la edad del imputado, así como la
concurrencia de circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal.
La incorporación de un amplio marco de sanciones no privativas de libertad
permitirá que el Tribunal disponga de medios efectivos para la
responsabilización, control y orientación del adolescente infractor. Para favorecer
su cumplimiento efectivo se establecen normas especiales de quebrantamiento
que permiten sustituir excepcionalmente una sanción por otra de mayor
gravedad.
Por todo ello, el legislador considera que la propuesta constituye una
herramienta eficaz para el trabajo preventivo y represivo de la llamada “delincuencia
juvenil”, resguardando en cada una de sus etapas el correcto respeto por los
derechos esenciales de cada individuo, establecidos en la Constitución, y que
naturalmente, le son aplicables en plenitud a los menores de edad.
80
Estos casos corresponden a auténticas hipótesis de no exigibilidad
especialmente regladas por la ley que rigen únicamente con respecto a relaciones
de dependencia jerárquica dentro de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Fuera de estas instituciones, es posible que, en casos determinados, se
produzca un tal estrechamiento de la conciencia (coacción, temor, confusión,
hábito de obedecer) que el subordinado, que conoce el carácter delictivo del
hecho que se le manda ejecutar, se haya inclinado ante la orden perentoria y que,
a su respecto, pudiera admitirse una alteración psicológica equivalente a un
estado de necesidad exculpante (fuerza irresistible o miedo insuperable).
Puede suceder que el hechor sepa que su conducta corresponde a un
hecho previsto en la ley penal como delito, pero cree que una orden de su
superior es por sí misma una causa de justificación. Es muy importante que tal
error (que no vaya acompañado del temor de obedecer, porque entonces el
asunto se desplaza a la cuestión sobre los efectos de la exigibilidad de otra
conducta) sea, en cuanto a tal, admitido como exculpante, ya que el supuesto
error era, a lo menos, evitable. Pero la prueba de ese error de prohibición será
poco convincente.
En cambio, si el hecho no tiene un evidente carácter ilícito, puede ser que
el subordinado no haya sabido que realiza un acto ilícito. En este caso habrá que
considerar que el hechor se equivoque respecto de los supuestos fácticos de la
justificante. Por ello, parece que la solución es la del tratamiento de un error de
tipo.
Por último, aunque el EA (Ley 18834) establezca un sistema parecido al
del CJM para los funcionarios públicos, quienes —en el caso de reiteración de
una orden, después de haber representado su ilegalidad— debieran cumplirla,
quedan exentos de responsabilidad (arts. 55 f y 56). Pero, tales disposiciones no
pueden entenderse comprensivas de órdenes ilegales que impongan la ejecución
de un delito penal.
59.- Generalidades
82
CUARTA PARTE, FORMAS ESPECIALES DE APARICIÓN DEL
DELITO: ITER CRIMINIS. PARTICIPACIÓN Y CONCURSOS
60.- Generalidades
61.- Introducción
83
Excepcionalmente, cuando la ley establece una pena especial para el
agotamiento del delito, los partícipes en el agotamiento responden por éste, pero
no los autores del delito que se agota (Por ejemplo, arts. 17 No. 1 CP —
encubrimiento— y 19 Ley 19.913 —lavado de dinero—), salvo que el nuevo
hecho no pueda considerarse razonablemente sin significación autónoma.
84
público en el desempeño de sus funciones oficiales (art. 13 CADH), tales como
los arts. 263 a 265 CP y 284 CJM.
85
Hay tentativa inidónea cuando mediante un juicio ex ante, colocándose el
juzgador en el momento de la acción y tomando en cuenta todas las
circunstancias concretas, se concluye que es inexistente el objeto de la acción, o
que el medio empleado es totalmente ineficaz, o que falte en el sujeto una
característica personal que exija la ley.
Hay delito imposible cuando el autor cree punible una acción que no está
prevista en la ley como delito.
a.- Dar principio a la ejecución de un crimen o simple delito por hechos directos. Se da
el principio de ejecución cuando la realización del plan del autor representa, para
un tercero imparcial, un peligro para un bien jurídico concreto. La ejecución por
hechos directos significa que sean “objetivamente idóneos” para causar el
resultado típico (teoría objetivo material —dominante en Chile—, en
contraposición a la teoría objetivo formal: que exige la realización del algún
elemento del tipo legal, y a la teoría subjetiva: que dice que es suficiente la sola
representación del autor).
b.- Que falten uno o más hechos para su complemento. Faltarán cuando no se han
llevado a cabo todos los actos que objetivamente conducirían a la realización del
tipo legal, con independencia de la representación del autor y de sus posibilidades
de actuación.
Aquí el dolo se dirige a lograr algo más (la consumación del delito) que lo
objetivamente realizado, por ello éste es, además, un elemento subjetivo del tipo
legal.
86
La posibilidad de admitirla con dolo eventual se discute en Chile (como
mandar una carta explosiva), en cambio, es uniforme la doctrina en excluir la
tentativa en los delitos culposos.
87
Es aquella en que el delincuente pone de su parte todo lo necesario para
que el crimen o simple delito se consume y esto no se verifica por causas
independientes de su voluntad (art. 7-2 CP).
Sólo es concebible en los delitos materiales y de resultado. Se diferencia de
la tentativa en que exige todos los actos de ejecución que requiere el tipo legal, en
cambio, la tentativa sólo se dan parte de ellos.
a.- Tipicidad de la frustración. Para que nazca se exige que el autor haya
realizado todos los actos que abandonados a su curso natural darían como
resultado la consumación del delito. El resultado no se produce por causas ajenas
a la voluntad del agente.
b.- Culpabilidad: El dolo en la frustración. Se exige lo mismo que en la tentativa.
c.- Excusa legal absolutoria: El desistimiento. Aquí, como ya se han realizado
todos los actos necesarios para la consumación, se exige en el agente una actitud
activa (conocida como abandono activo o arrepentimiento).
Además, se requiere que el propio autor evite el resultado —factor
objetivo del desistimiento— (que sea fruto exclusivo suyo), ya sea por sí mismo,
o con la ayuda de terceros. Si de todas formas hay consumación, sólo operaría la
atenuante del art. 11 No. 7 CP. Desde un punto de vista subjetivo, se exige que
sus esfuerzos sean serios, firmes y decididos.
Si hay coparticipación, se requiere que todos eviten el resultado (esto se
extiende también a los que no lo evitan, pero están de acuerdo en ello).
Si al agente le es imposible deshacer lo hecho con su sola voluntad y
capacidades, podría todavía gozar de la excusa legal si denuncia el hecho a la
autoridad (sólo si ésta está en condiciones de evitarlo).
Por último, acá se puede decir lo mismo de la tentativa cualificada.
88
La penalidad se encuentra determinada en cada caso especial, por la ley
que establece el castigo de la proposición y la conspiración (Por ejemplo, arts.
111 y 125 CP, 250 y 278 CJM, 23 Ley 12.927, 7 Ley 18.314, y 24 Ley 19.336).
89
c.- La excusa legal absolutoria: El desistimiento en la proposición. Como en la
tentativa y frustración, el desistimiento aquí es una excusa legal absolutoria,
necesaria por razones de política criminal (POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ).
Sin embargo, la doctrina nacional se inclina por considerar que el desistimiento
de la proposición no sería admisible (ETCHEBERRY).
POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ, a efectos de hacer aplicable el art. 8-f
CP en la proposición, distinguen los casos en que la proposición no se ha
perfeccionado y aquellos en que sí:
a.- Casos de proposición no perfeccionada.
i.- Proposición condicionada: se propone cometer un delito en caso que
ocurra una condición, en tanto ella no ocurra, el proponente puede desistirse,
bastando con la comunicación a quien se propuso el delito.
ii.- Proposición no recibida: basta que el proponente se desista evitando
que la proposición no llegue a su destino.
iii.- Proposición incompleta: basta con que el proponente no realice la
comunicación complementaria que se requiera.
b.- Casos de proposición perfeccionada:
i.- Desistimiento activo eficaz, antes de dar comienzo a la ejecución del
delito propuesto: el proponente se puede beneficiar de la impunidad que resulta
de no dar comienzo a la ejecución del delito.
ii.- Desistimiento activo eficaz, después de dar comienzo a la ejecución del
delito propuesto: tiene que ser antes de la consumación.
iii.- Desistimiento activo eficaz, por medio de la denuncia a la autoridad:
aquí el proponente ha perdido el dominio del hecho. Por tanto, es necesaria la
denuncia del plan y sus circunstancias, ya que es la única manera de evitar la
situación de peligro que ha creado y que le es imposible conjurar con su solo
arrepentimiento.
90
división del trabajo entre personas de igual rango. El acuerdo debe ser serio, esto
es, sin reservas.
b.- Desistimiento en la conspiración. No basta el sólo arrepentimiento. Debe
realizar esfuerzo eficaz para impedir el comienzo de ejecución, así como para
obtener el desistimiento de quienes ya dieron comienzo de ejecución al delito que
no se ha consumado. Si el hecho se escapa de sus manos, debe denunciar el plan
y circunstancias a la autoridad (son las mismas reglas de la proposición).
c.- Conspiración y asociación ilícita. La asociación ilícita es más que una mera
conspiración, ya que requiere de una organización con cierta estructura jerárquica
y con un carácter permanente (SCS de 19/7/1978).
93
La dirección del intermediario (instrumento doloso) a través de un aparato
organizativo de poder conduce a que se consideren autores, tanto al ejecutor
inmediato como a los que desde atrás organizan (los crímenes) y dan las órdenes.
El criterio definitorio del dominio del hecho reside aquí en el carácter
recíprocamente intercambiable de los ejecutores, en su fungibilidad (ROXIN,
seguido por POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ).
El factor decisivo para fundamentar en estos casos esta forma de dominio
del hecho consiste en que los ejecutores, aunque no son autores plenamente
libres y responsables, tal circunstancia carece de relevancia para los hombres de
atrás.
Por supuesto, esta construcción de la autoría mediata (autores de
escritorio) no se reduce a crímenes de origen estatal, ya que puede tratarse de
sindicatos del crimen u organizaciones mafiosas, cuyo claro requisito ha de ser
que la organización tenga a su disposición una reserva suficientemente grande de
personas de las que pueda servirse; de otra manera, el agente individual no sería
reemplazable. Por otra parte, el que obra por detrás dentro de la organización
debe tener un poder considerable para ordenar y no ser sólo un simple emisario,
pues de otro modo, carecerá de dominio sobre el suceso.
En Chile la mayoría no sigue a ROXIN en esto, ya que se piensa que debe
desestimarse en estos casos la autoría mediata y se pronuncia por la tesis de la
instigación, ya que dicen que el ejecutor material es enteramente libre y
consciente de la naturaleza y significado de su comportamiento
(ETCHEBERRY).
95
a.- Que se estime al autor inmediato junto con los coautores —art. 15 N° 1 CP—
(GARRIDO);
b.- Que se estime al autor mediato bajo un concepto amplio de inducción —art. 15 N°
2 CP— (doctrina mayoritaria);
c.- Que sean subsumidos directamente en los tipos penales correspondientes —art. 50
CP—, cualquiera sea su calidad (inmediato, mediato o coautor)
[POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ]: si el delito es consumado, la pena señalada
por la ley en cada caso. Si es tentado, la pena inferior en un grado, y si es
frustrado, la inferior en dos.
Sólo con posterioridad corresponde la individualización concreta de la
pena a aplicar (art. 69 CP).
96
vista, se puede ver este requisito como una condición objetiva de punibilidad de
la inducción.
b.- El problema de la comunicabilidad del título de imputación penal: admitida y
comprobada la accesoriedad del hecho del partícipe en el del autor, surge un
problema particular respecto de los tipos penales que parecen referirse
exclusivamente a un grupo determinado de personas (como en los delitos de
prevaricación y de parricidio).
Para resolver esta cuestión se han aportado diferentes teorías, desde
aquellas que afirman un régimen estricto de incomunicabilidad (CURY), hasta
algunas que afirman la comunicabilidad extrema (NOVOA, GARRIDO).
La jurisprudencia dominante sigue la tesis de ETCHEBERRY, quien
sostiene que debe atenderse a la división del título en razón del delito de que se
trate: si es un delito común, no tiene cabida la discusión, y si es un delito especial,
hay que distinguir entre los delitos propios e impropios: mientras el delito
especial impropio se puede cometer por cualquiera (la calidad del sujeto es sólo
un fundamento de su agravación o atenuación), en el propio la calidad del sujeto
es inherente a la clase de mal que la ley quiere evitar (por ello, en estos casos,
quien participa en el hecho del que porta ese deber, conociendo su calidad de tal,
ha de responder por su participación en el hecho ajeno, bajo el mismo título que
su autor, pues también ha colaborado a que éste infrinja su especial deber).
c.- Culpabilidad del partícipe y principio de convergencia: la doctrina mayoritaria
(CURY) afirma que es preciso un acuerdo de voluntades de intervenir en el
hecho común, pues para que exista la participación se exige una convergencia o
acuerdo de voluntades (dolo común), en diferentes términos que en la coautoría
(porque la realización del hecho depende de la voluntad del autor), es decir, el
partícipe debe actuar dolosamente respecto de los actos propios de su
participación y debe conocer y aceptar la voluntad de realización del autor.
Esta exigencia de convergencia produce los siguientes efectos:
1.- Sin acuerdo de voluntad solamente hay responsabilidad individual.
2.- La colaboración del partícipe debe ser aceptada por el autor (en caso
contrario, habría una “tentativa de complicidad”, impune en Chile).
3.- Se excluye la participación en los cuasidelitos (donde cada uno
responde de su propia culpa; sin embargo, es posible el encubrimiento de un
cuasidelito, pues la convergencia aquí no puede exigirse respecto de un hecho del
pasado).
4.- La participación debe ser dolosa (no es posible una participación
culposa en un hecho doloso de un tercero).
5.- El exceso del autor o de uno de los partícipes, o su desviación de lo
acordado, en tanto hecho propio fuera de lo convenido, no agrava a los demás.
97
69. b.- El inductor (art. 15 No. 2)
Son quienes, sin ser inductores, participan en un hecho ajeno, por actos
anteriores o simultáneos (la cooperación posterior es encubrimiento, salvo el caso
de la promesa anterior de colaboración ulterior).
Los actos de participación criminal a título de complicidad sólo pueden
consistir en formas de colaboración en un hecho ajeno (que no puede ser
98
decisiva para la realización del hecho). Por ello, no requiere un potencial causal,
es decir, que sin tal auxilio el hecho también hubiera podido realizarse (así,
bastaría el simple apoyo intelectual o moral). Por lo mismo, se acepta también
una complicidad por omisión.
Como se puede ver, la extensión del art. 15 No. 3 CP (que exige siempre
un acuerdo de voluntad) deja prácticamente vacía de contenido la regulación del
art. 16 (que no exige un concierto previo).
La hipótesis del art. 15 No. 3 CP responde a una importancia político-
criminal, y deben cumplirse con los requisitos generales de la participación
(accesoriedad, exterioridad, comunicabilidad y convergencia). Se trata de dos
hipótesis, las cuales implican un concierto previo que va más allá de la mera
convergencia del dolo. Los casos particulares son:
1.- Facilitar los medios para la ejecución del delito (se exige que el medio
facilitado haya sido efectivamente empleado en la ejecución del delito concertado
o, que al menos, sea el medio que se haya empleado en el comienzo de la
ejecución del delito).
2.- Presenciar el hecho sin tomar parte (aquí la ley reconoce el apoyo moral
que puede revestir la complicidad, además, no es necesario que el cómplice
presencie toda la ejecución). Sin embargo, es discutible que solamente el
concierto previo justifique la alta penalidad de este supuesto.
100
2.- Favorecimiento real (art. 17 No. 2 CP). Consiste en ocultar o inutilizar
el cuerpo, los efectos (sitio del suceso) o instrumentos del crimen o simple delito
para impedir su descubrimiento.
La ocultación o destrucción ha de ser activa, y debe producirse antes de su
descubrimiento por la justicia.
La ocultación por omisión sólo es punible como omisión de denuncia (art.
15 CPP), y la realizada con posterioridad a su descubrimiento, a título de
obstrucción a la justicia (arts. 269 bis y 269 ter CP).
3.- Favorecimiento personal ocasional (art. 17 No. 3 CP). Consiste en
albergar, ocultar o proporcionar la fuga del culpable.
Esta forma de encubrimiento no está limitada por el hecho de haberse
descubierto o no el crimen o simple delito de que se trate, si únicamente por el
alcance de las reglas relativas a la evasión de detenidos (es decir, en tanto la
persona del culpable no se encuentre físicamente a disposición de la justicia, es
posible esta forma de encubrimiento, aunque el hecho se haya denunciado y la
persecución penal se dirija contra el encubierto), art. 301 CP.
Aquí tampoco hay encubrimiento del encubridor, y la vía omisiva sigue
siendo punible en los casos especiales de omisión de denuncia (art. 175 CPP).
c.- Favorecimiento personal habitual: el encubrimiento como hecho propio.
Se trata de acoger, receptar o proteger habitualmente a malhechores (es
decir, aquellos que según la jurisprudencia, cometen un delito sin que sea
necesaria la habitualidad), sabiendo que lo son, aun sin conocimiento de los
crímenes o simples delitos que hayan cometido, o si se les facilitan los medios de
reunirse u ocultar sus armas o efectos (art. 17 No. 4 y 52-3 CP).
No operan aquí los principios de participación en el hecho ajeno
(accesoriedad, exterioridad, comunicabilidad y convergencia), al punto de que la
pena de esta clase de encubridores no está vinculada a los supuestos de los delitos
encubiertos.
Por esta razón, cabría perfectamente imaginar el encubrimiento del
encubridor en este caso, y aun su tentativa.
La ley exige como rasgo esencial la habitualidad de su realización, lo que
implica que sólo será punible si se realiza dos o más veces alguna de las
conductas descritas.
d.- Inexigibilidad de otra conducta y encubrimiento.
El art. 17-f CP contempla una presunción de Derecho de inexigibilidad de
otra conducta respecto del pariente que encubre a otro, salvo que lo haga con un
interés pecuniario (aprovechamiento).
Por expresa disposición de la ley, esta presunción se extiende a supuestos
en que ciertos hechos similares al encubrimiento han sido elevados a delitos
autónomos, como el art. 175 CPP. Por analogía, puede extenderse esta clase de
101
inexigibilidad tratándose del delito de colaboración en la evasión de detenidos
(arts. 299 y ss CP). A la inversa, no es posible aceptar la excusa en los casos de
aprovechamiento especialmente regulados, de los arts. 456 bis-A CP y 19 Ley
19913.
Finalmente, comprendido el fundamento de la eximente es posible
renunciar a una interpretación excesivamente formal y, por lo mismo, solucionar
así la contradicción que significaría, por ejemplo, la exención de responsabilidad a
favor de los divorciados, pero no de los convivientes. Asimismo, cabe destacar
que la enumeración de parientes contemplada en el texto legal ha sido modificada
tácitamente por la Ley 19.585, que suprimió las distinciones entre hijos legítimos,
ilegítimos y naturales, y delegó en el Presidente de la República la facultad de
realizar las modificaciones formales que sean necesarias, sin alterar el sentido de
la ley, en los textos legales no modificados expresamente (art. 8).
e.- Tratamiento penal de los partícipes.
Conforme a los arts. 15, 16, 17, 50 y ss CP, debemos distinguir:
1.- Partícipes castigados con la pena del autor (art. 15 No. 2) y de los
cómplices del art. 15 No. 3: su pena se determina como la del autor, según los
arts. 50 y ss CP.
2.- Cómplices del art. 16: les corresponde la pena inferior en un grado
respecto a la señalada por la ley para el autor del delito, cuando éste está
consumado; la inferior en dos grados, cuando está frustrado, y en tres grados, si
sólo ha llegado al grado de tentativa (arts. 51 y ss CP).
3.- Encubridores de los Nos. 1, 2 y 3 del art. 17: a ellos les corresponde la
pena inferior en dos grados respecto a la señalada por la ley para el autor del
delito, cuando éste está consumado; la inferior en tres grados, cuando está
frustrado, y en cuatro grados, si sólo ha llegado al grado de tentativa (arts. 52 y ss
CP).
4.- Encubridores del art. 17 No. 4: a ellos les corresponde, en todo caso, la
pena de presidio en cualquiera de sus grados (art. 52-3 CP).
102
de decisiones de política criminal, acordes con el mayor o menor sentimiento de
humanidad y racionalidad de cada legislación y comunidad en particular).
En Chile, la regla general es la de la acumulación material de penas (art. 74-
1 CP). A esta regla se suma la excepción, también general, que impone aplicar
sólo la pena del delito más grave, cuando un mismo hecho constituye dos o más
delitos, o cuando uno es medio necesario para la comisión del otro (art. 75 CP).
Tenemos:
71.1.- Casos excluidos del régimen concursal común, por existir una
unidad jurídica del delito (unidad jurídica de acción)
105
6.- Criterios de economía procesal derivados de la imposibilidad material
de pesquisar el detalle de cada uno de los actos que componen el conjunto.
7.- La manifiesta iniquidad derivada de aplicar las reglas concursales
comunes.
En fin, se trata de una de las excepciones de más tradición al régimen
concursal, creación de los prácticos italianos ante la necesidad de morigerar la
aplicación de una ley que preveía la horca para quien incurriera en tres o más
hurtos.
Los delitos permanentes son aquellos en que la ley describe un delito cuya
consumación se prolonga en el tiempo, creándose un estado antijurídico
permanente, por ejemplo, la detención ilegal (art. 148 CP). Si bien en estos casos
la lesión al bien jurídico se intensifica, ésta no modifica la naturaleza unitaria del
delito cometido.
Si durante la duración del estado antijurídico se cometen otros delitos, se
discute la apreciación de un concurso ideal o real, conflicto que parece prever el
CP al establecer reglas concursales excepcionales para los casos más graves (arts.
141 y 142).
En cambio, no se constatan estos problemas en los delitos instantáneos de
efectos permanentes, en que la realización del delito se produce una vez, a pesar de la
prolongación de sus efectos en el tiempo, como sucede en la bigamia (art. 382
CP), pero también en los delitos de lesiones de efectos permanentes, por ejemplo, las
del art. 397 No. 1 CP: en este lugar, una vez efectuado el presupuesto del tipo
legal, termina el hecho delictivo, con independencia de sus efectos.
En los casos de los delitos habituales, es la reiteración de la conducta descrita
en la ley lo que configura el delito y, por tanto, es indiferente el número de veces
que tal reiteración se produzca, siempre se comete un único delito desde la
primera reiteración, tal como sucede con el favorecimiento personal habitual del
art. 17 No. 4 CP.
Los delitos de emprendimiento, esto es, —según
POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ— aquellos que comparten características
tanto de los delitos permanentes como de los de varios actos (aquellos en que la
realización típica sugiere la realización de dos o más acciones, por ejemplo, el
robo con fuerza en las cosas, arts. 440 y ss CP), diferentes conductas que pueden
realizarse en diferentes momentos aparecen como modalidades independientes
de una misma actividad compuesta de una serie indeterminada de acciones,
iniciados o no por el autor, y en las que éste participa una y otra vez, el criterio de
unificación es la identidad subjetiva del autor (el cual opera dentro de una
106
empresa criminal existente o iniciada por él): por ejemplo, beuna parte de los
delitos de tráfico ilícito de estupefacientes de la Ley 20.000, de la falsificación de
monedas (arts. 162 y ss CP), los delitos del art. 97 CT, etc.
Aquí, la pluralidad de realizaciones típicas, aunque se encuentren separadas
espacial y temporalmente, la jurisprudencia sostiene que constituyen un único
delito.
107
71.2.- Casos excluidos del régimen concursal común, por existir un
concurso aparente de leyes
a.- Los casos comprendidos dentro de los principios del concurso aparente de leyes en
particular
108
2.- En ciertos casos de delitos progresivos, donde el paso de una infracción
penal a otra supone la mantención de una misma propiedad subjetiva u objetiva
del hecho (por ejemplo, el paso del delito de peligro al de lesión en las distintas
modalidades del manejo en estado de ebriedad del art. 196-E de la Ley de
Tránsito).
Siguiendo el criterio del legislador al regular la concurrencia de
circunstancias atenuantes y agravantes, se pueden ofrecer las siguientes
soluciones:
1.- Si concurren dos o más figuras calificadas de una misma básica, ha de
ser preferente y principal la que contenga la calificación más grave.
2.- Si concurren una figura privilegiada con una o más calificadas, se
considerará preferente y principal la figura más benigna.
Los casos de alternatividad son reconocidos en Chile sólo por LABATUT y
POLITOFF/MATUS/RAMÍREZ. Se utiliza para subsanar errores legislativos
(cuando el mismo supuesto de hecho es penado por distintas leyes debe darse
preferencia a la ley más severa). Los casos más frecuentes son aquellos en que las
circunstancias pensadas como agravantes terminan siendo un privilegio, (por
ejemplo, como sucede en Chile con la relación entre el art. 403 bis —envío de
cartas explosivas— y las figuras de homicidio), o aquellas figuras en principio
especiales y calificadas, pero que resultan por errores del legislador más benignas
que las figuras genéricas a que se refieren (por ejemplo, la relación entre el
secuestro político del art. 5 b) de la Ley de Seguridad del Estado y el art. 142 CP).
En los casos de consunción no estamos ante relaciones lógicas, sino ante
valoraciones del sentido de cada una de las normas en juego, según su forma de
realización concreta en los hechos enjuiciados, y por tanto, se incluyen en él
todos aquellos supuestos en que, no siendo apreciable una relación de
especialidad, subsidiariedad o alternatividad, debe rechazarse no obstante el
tratamiento concursal común, porque uno de los preceptos concurrentes regula
un hecho que sólo puede considerarse como accesorio o meramente
acompañante, en sentido amplio, del que regula el precepto principal y
desplazante: los llamados actos anteriores, propiamente acompañantes y
posteriores copenados (es decir, se trata de un grupo de casos en que el precepto
que regula un hecho anterior, posterior o simultáneo a otro no puede ser aplicado
conjuntamente con aquél en que es subsumible éste).
111
QUINTA PARTE, TEORÍA DE LA PENA
72.1.- Organización
Una pena temporal es aquella que priva o restringe la libertad por un tiempo
específico. Las penas temporales mayores duran de cinco años y un día a veinte
años, y las temporales menores de sesenta y un días a cinco años (Art. 25-1 CP).
Son también de esta clase las penas de inhabilitación absoluta y especial
temporales para cargos y oficios públicos y profesiones titulares, que duran de
tres años y un día a diez años (Art. 25-2 CP).
Debe saberse que la duración de las penas temporales empieza a contarse
desde el día de la aprehensión del imputado (Art. 26 CP). Así, la sentencia que
condenare a una pena temporal deberá fijar el tiempo de detención, prisión
preventiva y privación de libertad que deberá servir de abono para su
cumplimiento (Art. 348 CPP).
Asimismo, según su susceptibilidad de ser apreciable en grados, las penas
serán divisibles o indivisibles. Indivisibles son, por su puesto, todas las penas
perpetuas. En relación con la divisibilidad, “aflictivas” son todas las penas de
inhabilitación para cargos u oficios públicos o profesiones titulares, de crímenes y
respecto de las de simples delitos, las de presidio, reclusión, confinamiento,
extrañamiento y relegación menores en sus grados máximos, es decir, superiores
a tres años y un día (Art. 37 CP). Esta última clasificación tiene algunos efectos
de importancia:
a.- A efectos del archivo provisional de una investigación penal, donde el
fiscal en cuestión debe someter su decisión al Fiscal Regional (Art. 167 CPP).
b.- No puede ser ciudadano el sujeto condenado a pena aflictiva (Art. 13
CPR). Y,
c.- Se pierde la ciudadanía (Art. 17 No. 2 CPR).
113
73.- Carácter y consecuencias de algunas penas
73.3.- La multa
118
b. Inhabilitación especial perpetua y temporal para algún cargo u oficio público o
profesión titular. Esta pena comprende, según el art. 39 CP, la privación del cargo,
empleo, oficio o profesión sobre que recae, y la incapacidad perpetua o por el
tiempo de la condena para obtener dicho cargo, empleo u oficio u otros en la
misma carrera, o para ejercer dicha profesión u otra en la misma carrera, atendida
la naturaleza de la profesión o cargo de que se trate (En todo caso, conforme a lo
dispuesto en el art. 11 f.- del Estatuto Administrativo, la pena de inhabilitación
especial temporal para cargos u oficios públicos se transforma en perpetua al
exigirse del interesado, para el nuevo nombramiento, no hallarse condenado por
crimen o simple delito, salvo decreto de rehabilitación, sin atención a la pena que
se hubiese impuesto, y tiene el efecto de considerar como de una misma carrera a
todo funcionario público).
Esta pena no se contempla como accesoria en los arts. 27 a 31 CP, y su
aplicación como principal se restringe a ciertos delitos de carácter funcionario
(arts. 239, 240, 240 bis, 249, 252, 253, 299 y ss., 371, en carácter de perpetua; y
220, 235, 254, 258 y 259, en carácter de temporal), y para el caso de inhabilitación
especial para profesiones titulares, a los delitos de prevaricación del abogado y
procurador y los de violación, estupro y otros delitos sexuales (arts. 231, 232,
371), que por su propia naturaleza se limitan a la profesión que se ejercía al
momento de cometer el delito.
119
sujeción a la vigilancia de la autoridad durante los diez años siguientes al
cumplimiento de la pena principal, establecidas únicamente en el art. 372 CP.
Esta inhabilitación tiene una extensión de tres años y un día a diez años, es
divisible en la misma forma que las penas de inhabilitación absoluta y especial
temporales, y consiste en:
1.- La privación de todos los cargos, empleos, oficios y profesiones que
tenga el condenado.
2.- La incapacidad para obtener los cargos, empleos, oficios y profesiones
mencionados antes de transcurrido el tiempo de la condena de inhabilitación,
contado desde que se hubiere dado cumplimiento a la pena principal, obtenido
libertad condicional en la misma, o iniciada la ejecución de alguno de los
beneficios de la ley No. 18.216, como alternativa a la pena principal.
120
d) La inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos durante el tiempo de la
condena es pena accesoria de las de presidio, reclusión y relegación menores en su
grado máximo (de tres a cinco años), y
e) La suspensión de cargos u oficios públicos durante el tiempo de la condena es pena
accesoria de las de presidio, reclusión, confinamiento, extrañamiento y relegación
menores en su grado mínimo a medio (de sesenta y un días a tres años) y de las
de destierro y prisión (de uno a sesenta días).
a.1. Penas accesorias y efectos de la condena por crimen o simple delito en el derecho
administrativo. Según lo dispuesto en el art. 119 c.- del Estatuto Administrativo, se
castiga con la medida disciplinaria de destitución al funcionario que haya sufrido
una condena por crimen o simple delito, con total independencia de la magnitud
de la pena impuesta.
Además, el que ha cumplido el tiempo de su condena y de las accesorias
correspondientes, para poder reingresar a la Administración Pública necesita el
transcurso de cinco años desde la fecha de la destitución (art. 11 e.- Estatuto
Administrativo) y un decreto supremo de rehabilitación, conforme lo dispuesto
en el art. 38 f.- de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la República,
organismo que mantiene el registro general de personas incapacitadas para
ingresar a la Administración (La rehabilitación por Decreto Supremo es, además,
una facultad discrecional del Presidente de la República, no susceptible de
revisión por autoridad alguna, según jurisprudencia constante del órgano
contralor).
Existe una excepción: la suspensión de la ejecución de la pena principal
(Ley No. 18.216). La jurisprudencia administrativa ha determinado que no
procede la medida de destitución señalada en el art. 119 c.- del Estatuto
Administrativo contra el funcionario condenado que haya sido beneficiado por
una de las medidas de la ley mencionada, con lo que, indirectamente, extiende el
efecto de lo dispuesto en la Ley 18.216 no sólo a las penas privativas y restrictivas
de libertad, sino también a las accesorias que las acompañan.
121
para los condenados por delitos de violación, estupro y otros delitos sexuales (§§
5 y 6 del T. VII L. II CP);
c) la sujeción a la vigilancia de la autoridad por el tiempo que el Tribunal
determine (de sesenta y un días a cinco años) como pena accesoria facultativa
para los condenados por el delito de amenazas (art. 298) y para los reincidentes
de hurtos o robos (art. 452);
d) la caución, en la cuantía determinada por el Tribunal, es pena accesoria
facultativa para los condenados por el delito de amenazas (art. 298).
En cuanto a sus efectos, la sujeción a la vigilancia de la autoridad consiste
en la facultad que se entrega al Juez de la causa de determinar ciertos lugares en
los cuales le será prohibido al penado presentarse después de cumplida la pena
principal, y durante el tiempo que dure la medida. Su duración es de sesenta y un
días a cinco años, no encontrándose dividida en grados, y comienza a cumplirse
después de haberse cumplido la pena principal. Además, el Juez debe imponer al
condenado al menos dos de las obligaciones que este artículo señala (todas o
algunas, dice la ley), las cuales se impondrán en atención a los antecedentes del
reo y la naturaleza de su delito, y son: 1.-) declarar el lugar donde pretende residir;
2.-) recibir la boleta de viaje para dirigirse a dicho lugar; 3.-) presentarse ante el
funcionario que el Juez determine dentro de las 24 horas siguientes a su llegada al
lugar fijado en la boleta; 4.-) no abandonar dicho lugar sin autorización del
mencionado funcionario, y 5.-') adoptar un oficio, arte o profesión, si no tuviere
medios propios de subsistencia. El control de su ejecución se encuentra
entregado al Juez del crimen respectivo y al funcionario designado en la boleta de
viaje, y el incumplimiento de las condiciones señaladas se considera
quebrantamiento de condena y acarrea la pena de reclusión menor en su grado
mínimo a medio, según lo dispuesto en el art. 90 No. 7.
En cuanto a la caución, de tan escasa aplicación práctica (reducida como
pena, facultativa al art. 298 CP), el art. 46 CP fija sus límites y alcance, al que nos
remitimos.
122
legal de la pena se encuentran regulados en el § 4 del Título III CP (arts. 50 a 61
CP) y son los siguientes:
a) La pena señalada por la ley al delito;
b) La etapa de desarrollo del delito, y
c) El grado de participación del condenado en el delito.
La individualización judicial de la pena, en cambio, consiste en establecer
en un caso concreto la clase y medida de la reacción penal frente a quien ha
intervenido en un hecho punible como autor, cómplice o encubridor.
Las disposiciones que regulan este último proceso se encuentran también
en el § 4 del Título III CP (arts. 62 a 73) y se refieren casi exclusivamente a los
efectos de las circunstancias modificatorias de la responsabilidad penal (sólo en
los arts. 69 y 70 se consideran otros elementos), y se pueden dividir de acuerdo a
su contenido en cinco secciones:
a) Reglas de exclusión y apreciación de atenuantes y agravantes en general
(arts. 63-64);
b) Reglas que regulan los efectos de las circunstancias atenuantes y
agravantes en la individualización de la pena, dependiendo de la naturaleza de la
pena asignada por la ley a cada delito (arts. 65-68);
c) Reglas sobre el efecto extraordinario que pueden surtir algunas
atenuantes en particular (eximentes incompletas) en la individualización judicial
de la pena;
d) Regla sobre individualización judicial exacta de la cuantía de la pena
dentro del grado (art. 69);
e) Regla sobre individualización judicial de la pena de multa (art. 70).
125
76.4.- Aplicación práctica de las reglas de determinación legal de la
pena. Cuadro demostrativo
a. Circunstancias atenuantes
a.3. Irreprochable conducta anterior (art. 11, 6ª CP). Se trata de una de las
causales de atenuación más socorridas en los Tribunales, en un esfuerzo
humanitario por mitigar las a veces excesivas penas que se prodigan en algunos
títulos del Código y en algunas leyes especiales, permitiendo al mismo tiempo
otorgar a sus beneficiados la oportunidad de enmendar su rumbo, mediante la
concesión de alguno de los beneficios de la Ley No. 18.216.
El principal problema que ha traído la aplicación de esta atenuante es
determinar su contenido; mientras para la jurisprudencia más tradicional esta
circunstancia supone un comportamiento exento de toda censura y de toda
trasgresión a la ley, se abre paso actualmente en nuestros tribunales la idea de que
bastaría con un pasado exento de reproche penal (sin antecedentes de ese tipo)
127
para admitir la atenuación, como postula buena parte de nuestra doctrina
(GARRIDO MONTT, CURY).
La SCA Santiago 3.12.1996 señala que la atenuante ha de ser acogida con
solo mérito del extracto de filiación que no registra antecedentes, sin que sea
necesario exigir al efecto prueba testifical, habida cuenta del principio de
inocencia y buena fe inherente a la persona, recogido en la propia Constitución.
En todo caso, aunque existe una jurisprudencia aislada en sentido contrario, ha
de afirmarse que no obsta a esta circunstancia un procesamiento anterior, si
posteriormente el proceso se sobreseyó temporalmente por no haberse
justificado la existencia del delito. Del mismo modo, se admite que no puede
considerarse contra el condenado un procesamiento o condena, si el fallo
respectivo no se encuentra ejecutoriado.
Además, aunque la ley no limita en el tiempo el examen de la vida del
condenado, nuestra doctrina actual está conteste en la necesidad de realizar dicho
examen caso a caso, teniendo en cuenta que es discutible que pueda rechazarse la
atenuante por un comportamiento vicioso en época juvenil, que luego ha sido
completamente enmendado por largos años (la prescripción de los delitos o las
penas debe tomarse en cuenta automáticamente para borrar los delitos cometidos
a efectos de apreciar o no esta atenuante −jurisprudencia mayoritaria−).
a.4. Procurar con celo reparar el mal causado (art. 11, 7ª CP). Para que
opere esta atenuante, el delito cometido en el grado de desarrollo que haya
llegado, debe encontrarse completo en su faz ejecutiva y, por tanto, haberse ya
causado un mal que reparar o cuyas ulteriores perniciosas consecuencias sean
evitables. Se distingue así del desistimiento, que opera como causal de exclusión
de la pena en la conspiración, la tentativa, y la frustración, siempre que sea
voluntario y con él se ponga definitivo término al riesgo creado (tentativa), se
evite la producción del resultado (frustración) o se realicen los actos necesarios
para que al menos la autoridad pueda evitarlo (conspiración). En el caso de la
frustración, si el resultado no logra evitarse del todo, procede la aplicación de esta
atenuante.
Como la ley exige la presencia de un mal producido, se han presentado
discusiones acerca de la clase de delitos en que puede operar, aunque la
jurisprudencia mayoritaria parece inclinarse a entender que esta atenuante no es
restrictiva y tiene un ámbito de aplicación general, en cuanto no hace distinción
alguna acerca de la naturaleza del delito en que puede procurarse la reparación;
salvo los casos expresamente excluidos por la ley (P. ej., art. 450 bis CP).
Aunque la ley no explícita la forma de la reparación, es costumbre que ésta
se realice por medio de consignaciones ante el Tribunal de la causa. La
consignación puede hacerla el propio inculpado o un tercero a su nombre o a su
128
instancia, mientras no se tratare del civilmente responsable. De todas maneras,
cabe tener presente que, atendida la naturaleza del daño causado, es posible otra
forma de reparación, y así se ha entendido que concurre la atenuante en quien ha
declarado falsamente y se retracta antes de dictarse la sentencia definitiva. La
reparación debe ser celosa, en un sentido objetivo, atendiendo el concreto mal
causado, las facultades del autor del delito y su situación procesal, de acuerdo a la
apreciación que de ella haga el Tribunal de instancia y no un arrepentimiento
moral. Tampoco se exige la reparación completa, sino el intento objetivo de
alcanzarla.
a.6. Obrar por celo de la justicia (art. 11, 10ª CP). Es original del CP
chileno. Nuestra doctrina es mayoritaria en orden a sostener que aprovecha tanto
al funcionario público como al particular, y así lo ha reconocido alguna
jurisprudencia (NOVOA).
b. Circunstancias agravantes
129
excluyéndose de tales los favores sexuales y las recompensas meramente
honoríficas.
b.5. Premeditación (art. 12, 5ª CP). Opera únicamente en los delitos contra
las personas, por lo que, al igual que con la alevosía, el legislador ha ampliado su
ámbito de aplicación a los delitos de robo con violencia (art. 456 bis).
Dos son los criterios que se han elaborado para estimar la existencia de
premeditación, que no se encuentra definida en la ley: el cronológico, esto es, la
firme, persistente y reflexiva decisión dirigida a cometer el delito; y el ánimo frío
y calculador con que debe ejecutarse el delito, todo lo cual supondría una mayor
indefensión de la víctima (y de allí su similitud con la alevosía).
b.6. Astucia, fraude o disfraz (art. 12, 5ª CP). La agravación parece también
encontrar sentido con relación a la supuesta mayor indefensión de la víctima, a lo
que se añadiría, en el caso del disfraz, las dificultades para el reconocimiento
posterior del delincuente y la consecuente actuación de la justicia.
b.7. Abuso de superioridad (art. 12, 6ª CP). Puesto que la actuación del que
se propone hacer el mal irá acompañada, la mayor parte de las veces, de alguno
de los factores que menciona esta circunstancia, su aplicación se encuentra
excluida en razón de los dispuesto en el art. 63 CP, a menos que la superioridad
respecto de la víctima haya sido el factor determinante en la decisión de delinquir.
b.8. Abuso de confianza (art. 12, 7ª CP). Es también muchas veces parte
de la descripción típica de importantes delitos, y por lo mismo, su aplicación
práctica resulta reducida por la disposición del art. 63 CP.
b.9. Prevalerse del carácter público que tenga el culpable (art. 12, 8ª CP).
Supone el uso del poder, prestigio, oportunidades o medios que se ponen a
130
disposición del empleado público, en la comisión por parte de éste de delitos
comunes. Pero, obviamente, tratándose de delitos funcionarios (§ 4 Tít. III; y Tít.
IV CP), la agravante no es aplicable (art. 63 CP).
b.12. Auxilio de terceros (art. 12, 11ª CP). Puede ser de gente armada o de
personas que aseguren o proporcionen la impunidad. La agravante recae
únicamente en el autor del delito, no en sus partícipes, aunque sean también
sancionados como autores, según algún numeral del art. 15.
b.13. Nocturnidad y despoblado (art. 12, 12ª CP). Lo principal aquí es que
el autor se haya valido efectivamente de la nocturnidad y lo solitario de un lugar
para cometer un delito, cuya comisión pueda beneficiarse de dichas
circunstancias, pues es evidente que en muchos delitos ellas no jugarán ningún
papel.
b.15. Ofensa a un lugar de culto (art. 12, 17ª CP). El fundamento de esta
circunstancia parece radicar en un intento por asegurar de un modo eficaz la
libertad de culto, constitucionalmente protegida. Es aplicable siempre que no
constituya uno de los especiales delitos de los arts. 138 a 140 CP.
131
b.16. Desprecio al ofendido (art. 12, 18ª CP). Es difícil conciliar esta
agravación con la garantía constitucional de igualdad ante la ley y la protección
del honor que, constitucionalmente, se dispensa a todas las personas; puesto que
toda víctima de un delito se sentirá, por igual, ofendida con su comisión. Si se
trata de alguna ofensa adicional al delito, su distinción se hace difícil frente a la
agravante 4ª, del ensañamiento, o de la 9ª, de la ignominia.
b.17. Fractura (art. 12, 19ª CP). Se discute aquí si esta circunstancia
comprende lo mismo que el escalamiento del art. 440 No. 1, encontrándose
dividida la doctrina, pues hay quienes piensan que, por ejemplo, mientras en esta
agravante común se podría considerar el hecho de fracturar una puerta al salir
(CURY), en el art. 440 No. 1 la fractura se limita a entrar al lugar.
b.18. Reincidencia (art. 12, 14ª, 15ª, 16ª CP). Se refiere a un crimen o
simple delito, pues se excluye la reincidencia de faltas. Tratándose de condenas en
el extranjero, la regla general es que ellas no pueden tomarse en cuenta, salvo que
tratados internacionales (como el art. 310 CB) o la ley (art. 21 Ley 20.000), así lo
permitan.
Puesto que no se vincula con la naturaleza del delito en particular o con los
móviles o motivaciones del agente, es la circunstancia de mayor aplicabilidad
práctica, jugando un rol importante, además, para impedir la concesión de ciertos
beneficios, como los de la Ley 18.216 y la libertad condicional.
132
No. 4, sí habrá de estimarse reincidente al indultado; lo mismo que a quien
cumplió en libertad su condena, bajo el régimen de libertad condicional.
c.- Reincidencia propia específica (art. 12, 16ª CP). La determinación de qué ha
de entenderse por delitos de la misma especie es sumamente discutida. Lo único
cierto aquí es que al menos será de la misma especie la caída en el mismo delito, y
que habremos de esperar una mayor decantación judicial y doctrinal para el resto
de los casos.
b.- Las que consisten en las relaciones particulares del delincuente con el
ofendido. La situación más característica es la del parentesco, que es calificante
del homicidio (art. 390) y también una circunstancia genérica que puede surtir
efectos agravantes o atenuantes, según la naturaleza y accidentes del delito (art.
13). Entre las circunstancias agravantes del art. 12 CP, se incluyen en este
supuesto la 7ª (abuso de confianza, pues normalmente la confianza se fundará en
una particular relación del autor con la víctima) y la 8ª (prevalerse del carácter
público). Salvo laya mencionada de parentesco (art. 13), no existen otras
atenuantes genéricas que pertenezcan a este grupo.
b.1.- Cuando la ley señala una sola pena indivisible. Cuando la ley señala
una sola pena indivisible (penas perpetuas), la aplicará el tribunal sin
consideración a las circunstancias agravantes que concurran en el hecho (art. 65
CP). En cuanto a las atenuantes, sólo tienen efecto si concurren sin agravantes.
En estos casos, si concurre una sola atenuante, muy calificada, puede rebajarse la
pena en un grado (art. 68 bis CP). Pero si son dos o más las atenuantes
concurrentes, entonces podrá aplicarse la pena inmediatamente inferior en uno o
dos grados. Las rebajas señaladas son facultativas, y por tanto, su aplicación no
está sujeta a control de nulidad por infracción a Derecho.
b.2.- Cuando la ley señala una pena compuesta de dos indivisibles (arts. 66
y 372 bis CP). En este caso, si no acompañan al hecho circunstancias atenuantes
ni agravantes, puede el tribunal imponer cualquiera de las penas señaladas por la
ley. Concurriendo una o más agravantes, y ninguna atenuante, se debe imponer la
pena mayor (el grado máximo). Si concurre una atenuante y ninguna agravante, se
debe imponer la pena menor (el grado mínimo). Pero si esa atenuante es muy
calificada, además, se puede imponer la pena inferior en un grado (art. 68 bis CP).
Y si son dos o más las atenuantes concurrentes −sin que concurra ninguna
agravante−, la pena puede rebajarse en uno o dos grados. Al contrario de las
reglas del art. 65, aquí encontramos dos supuestos de obligatoria aplicación (y por
tanto, susceptibles de fundar un recurso de nulidad, en caso de infracción a ellos),
136
en caso de concurrir una sola agravante y ninguna atenuante, y viceversa; pero las
rebajas siguen siendo facultativas.
b.3. Cuando la ley señala como pena sólo un grado de una pena divisible.
Este supuesto se verifica con mucha mayor frecuencia que el de las dos reglas
anteriores, tanto por existir muchos delitos a los que la ley les asigna como pena
un solo grado de una divisible (así, p. ej., arts. 113, 141, 296) como por su
indirecta aplicación en los casos de concurso ideal de delitos y reiteración.
Siguiendo los criterios de las reglas anteriores, en este caso, el art. 67 CP dispone
que si no concurren circunstancias atenuantes ni agravantes en el hecho, el
tribunal puede recorrer la pena en toda su extensión al aplicarla. Si concurren
unas y otras, primero se debe hacer su compensación racional, y con el resultado
de ella proceder a aplicar las reglas siguientes:
Si concurre sólo una circunstancia atenuante o sólo una agravante, se
aplica la pena en su mínimum o en su máximum, respectivamente, a menos que
la única atenuante concurrente se considere muy calificada, caso en el cual el
tribunal puede imponer la pena inferior en un grado (art. 68 bis) [Según la ley,
para determinar en tales casos el mínimum y el máximum de la pena, se divide
por mitad el período de su duración: la más alta de estas partes formará el
máximum y la más baja el mínimum. Sin embargo, la aplicación de esta regla es
tema muy debatido, aunque la jurisprudencia se inclina últimamente a aplicar el
sistema descrito por PICA URRUTIA, consistente en transformar los años en
137
días (años de 365 días), sumar un día y dividir todo por dos, a lo cual se adiciona
el mínimo de la pena que se quiere dividir]. Siendo dos o más las circunstancias
atenuantes y no habiendo ninguna agravante, la regla es la misma que en el caso
anterior: podrá el tribunal imponer la inferior en uno o dos grados, según sea el
número y entidad de dichas circunstancias.
En cambio, tratándose de concurrir dos o más agravantes y ninguna
atenuante, la ley concede al Tribunal una facultad de que no goza tratándose de
penas indivisibles: puede aplicar la pena superior en un grado, esto es, la
inmediatamente superior en la Escala Gradual respectiva.
b.4.- En los demás casos. Estos son, sin duda, los supuestos más
frecuentes del Código −y de allí la importancia de la correcta aplicación de esta
regla−, y el art. 68 CP los designa como aquéllos en que la pena señalada por la
ley consta de dos o más grados, bien sea que los formen una o dos penas
indivisibles y uno o más grados de otra divisible, o diversos grados de penas
divisibles. La mecánica es similar a la de los supuestos anteriores: si no concurren
circunstancias, el tribunal puede recorrer toda la extensión de la pena; si
concurren unas y otras, se compensan racionalmente y el resultado se rige por las
siguientes reglas:
Habiendo una sola circunstancia agravante, no se aplica el grado mínimo
de la pena. Pero si son dos o más las agravantes, puede aplicarse, además, el
grado inmediatamente superior al máximo. Y al revés, si concurre una sola
atenuante, no puede aplicarse el grado máximo de la pena; y si esa circunstancia
atenuante se considera muy calificada, la pena a imponer puede ser la inferior en
un grado. Pero si son dos o más las atenuantes concurrentes, la rebaja, también
facultativa, puede llegar a uno, dos y hasta tres grados.
c.1.- Eximente incompleta privilegiada del art. 73. En estos casos, la pena
señalada por la ley al delito se modifica para todos los partícipes una vez que se
determina el grado de desarrollo del delito, si se trata de una eximente incompleta
relacionada con las causales de justificación; y sólo para cada uno de ellos en
quienes concurre la atenuante, una vez determinado tanto el grado de desarrollo
138
del delito como el de su participación en él, si la eximente incompleta se relaciona
con una causal de exculpación. Sin embargo, es mayoritaria la doctrina que estima
aquí que al hablar del mayor número de los requisitos la ley se refiere aquí
exclusivamente a las eximentes que los tienen enumerados expresamente, v. gr.,
art. 10 No. 4, 5, 6 y 7 (CURY; ETCHEBERRY), y así lo ha estimado también la
jurisprudencia (SCS 23/08/1971). Existe unanimidad, en cambio, en considerar
imposible la formación de una atenuante incompleta a partir de las eximentes de
los arts. 10 No. 2 (menor edad) y 10 No. 13 (cuasidelito); por otra parte, se hallan
reguladas especialmente las eximentes incompletas de menor edad del art. 10 No.
3 (v. art. 72) y de caso fortuito del art. 10 No. 8 (art. 71). También se afirma, sin
mayor discusión, que no procede apreciar la eximente incompleta en los casos de
privación parcial de la razón causada por un estado de embriaguez (NOVOA). Al
aplicarse esta disposición, el juez debe imperativamente imponer una pena al
menos inferior en un grado a la señalada abstractamente por la ley al delito, y
después, hacer las rebajas y aumentos que correspondan según la regla del art. 67.
La rebaja es obligatoria, pero su extensión es facultativa, quedando entregada al
Tribunal, el que puede aumentar la rebaja a dos o tres grados, atendido el número
y entidad de los requisitos que falten o concurran.
i.- Régimen penal del que se prevale de un menor en la comisión del delito
(art. 72 inc. 2 CP). Se establece para este caso la aplicación de la pena superior en
un grado respecto de la que habría correspondido sin esta circunstancia. La
agravación aquí también tiene efecto extraordinario, no concurre a la
compensación racional y sólo se aplica después de determinada la pena conforme
a las reglas de los arts. 50 a 70. La agravación se aplica tanto a quien se considera
autor mediato, por abusar del menor, como a quien podría calificarse de inductor,
por corromperlo.
141
77.3.- Aplicación práctica de las reglas anteriores. Tablas
demostrativas
a.- Aplicación práctica de las reglas de los arts. 65 a 68. Tabla demostrativa
general
142
b. Aplicación práctica de las reglas del art. 67. Tabla demostrativa del
mínimum y máximum de cada grado de las penas divisibles
a.- Requisitos. i) que la pena que se sustituye no exceda de los tres años,
esto es, se trata del mismo que el contemplado para la remisión condicional de la
pena, por lo que resulta más o menos evidente que sólo quienes no puedan
acceder a ese beneficio solicitarán la reclusión nocturna como medida alternativa;
ii) que los antecedentes personales del condenado, su comportamiento anterior y
posterior al hecho delictivo y la naturaleza, móviles y modalidades del delito
permitan presumir que esta medida lo disuadirá de cometer nuevos delitos,
requisito que es esencialmente el mismo que se exige para conceder la remisión
condicional de la pena, y iii) que el reo no haya sido condenado a una pena
superior a dos años o varias superiores en conjunto a esa cantidad (art. 8 b.- Ley
18.216). Luego, la única diferencia −en cuanto a requisitos− entre esta pena
alternativa y la remisión condicional de la pena es la posibilidad de otorgarla no
146
sólo a los primerizos, sino también a reincidentes, lo que explica claramente su
escasa utilización.
147
Fuera del Código, la principal pena alternativa que se contempla es la
reclusión nocturna, establecida en el art. 4 de la Ley 18.216, y que opera como
pena sustitutiva de penas privativas de libertad inferiores a tres años, siempre que
el condenado no lo hubiese sido anteriormente por más de dos años de prisión.
Algunas otras penas sustitutivas, como la asistencia obligatoria a programas de
prevención y el trabajo en beneficio de la comunidad se contemplan en leyes
especiales.
152
ii.- La salida dominical. Es un permiso consistente en la salida del
establecimiento los días domingo, por un período de hasta quince horas, sin
vigilancia. Se concede por el Jefe del Establecimiento previo informe favorable
del Consejo Técnico, acerca de la confiabilidad del beneficiario y que permita
presumir que no quebrantará su condena. Sólo puede concederse este beneficio a
los condenados a partir de los doce meses anteriores a que cumplan el tiempo
mínimo para optar a la libertad condicional (art. 103 Reglamento), y que cumplan
los siguientes requisitos, señalados en el art. 110 del Reglamento, los que se
avaluarán teniendo presente las circunstancias personales del interno y las
características y recursos del establecimiento, y son:
i) Haber observado muy buena conducta en los tres bimestres anteriores a
su postulación (de todos modos, se examinará también la conducta anterior a ese
período, a fin de constatar si registra infracciones disciplinarias graves);
ii) Haber asistido regularmente y con provecho a la escuela del
establecimiento, salvo que el postulante acredite estudios superiores a los que
brinda el establecimiento, o dificultades de aprendizaje;
iii) Haber participado en forma regular y constante en las actividades de
capacitación y trabajo, culturales, y recreacionales programadas por el
Establecimiento, y
iv) Tener la posibilidad cierta de contar con medios o recursos de apoyo o
asistencia en el medio libre, sean familiares, penitenciarios o de las redes de
asistencia social.
156
SEXTA PARTE, EXTINCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
PENAL
82.- Generalidades
a.- El principio de oportunidad (art. 170 CPP). Lo único que impone el art.
170 es, la transformación del ilícito penal en un mero ilícito civil, dejando
subsistente las acciones de ese carácter, que naturalmente se regirán por las
disposiciones generales de la responsabilidad civil.
159
83.7.- La prescripción (ART. 93 Nos. 6 y 7 CP)
161