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2 La apuesta de

Confucio por el hombre

Cuando se inicia en el siglo VIII a.n.e., con la época de las Prima-


veras y Otoños, el declive de la realeza Zhou, la persistente cuestión
que empieza a socavar los cimientos de las creencias y los valores no
consiste tanto en saber de qué manera ha podido disgregarse la casa
real como en imaginar por qué el Cielo ha dejado que una dinastía en
descomposición conservara el trono. El desprestigio del soberano te-
nía como consecuencia directa el de la instancia suprema que le ser-
vía de garantía, lo que tuvo, entre otros efectos, el de estimular el pen-
samiento filosófico. Como para Platón frente a la desintegración de la
antigua institución que era la ciudad griega, el desmoronamiento de
un orden político y de cierta visión del mundo es lo que explica en
gran parte el pensamiento de Confucio:
Confucio dice: «La Vía reina bajo el Cielo cuando las ceremonias ri-
tuales, la música y las expediciones punitivas son dirigidas por el Hijo del
Cielo en persona. La Vía deja de reinar si son dirigidas por los vasallos; y
estos no suelen permanecer en el poder mas de diez generaciones. Si son
dirigidas por los grandes ministros, estos no se quedan mucho mas de cin-
co generaciones en el poder. Por ultimo, si el gobierno del Estado es usur-
pado por los intendentes de las grandes casas, su poder no se mantiene mas
de tres generaciones. Cuando la Vía reina bajo el Cielo no son los minis-
tros quienes deben decidir la política, y no ha lugar para que los simples
súbditos la discutan».'

El «caso» Confucio
Mas que un hombre o un pensador, incluso mas que una escuela
de pensamiento, Confucio representa un auténtico fenómeno cultural

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que se confunde con el destino de toda la civilización china. Este fe-
nómeno, aparecido en el siglo V a.n.e., se ha mantenido durante dos Según las fechas tradicionales (551-479 a.n.e.), Confucio vivió has-
mil quinientos años y perdura todavía en la actualidad, después de ta la edad de setenta y dos años, razón por la cual siempre se repre-
haber sufrido numerosas transformaciones y sobrevivido a muchas senta con aspecto de augusto anciano que destila sabiduría. Era origi-
vicisitudes. nario del pequeño señorío central de Lu (en la actual provincia costera
Si Confucio es uno de los pocos nombres que flotan en la cultura de Shandong), cuna de la cultura ritualista y cercano -tanto por pa-
general acerca de China y si se ha convertido en una figura de la cul- rentesco como por la geografía- a la casa real de los Zhou, lo que ex-
tura universal del mismo nivel que Buda, Sócrates, Cristo o Marx, es plica el profundo apego de Confucio a la dinastía y a sus valores. Si
porque con el sucede algo decisivo, se produce un «salto cualitativo» bien parece que era de ascendencia aristocrática, Confucio alude en
no solo en la historia de la civilización china, sino también en la re- los Diálogos a una juventud de condición modesta. Por su origen so-
flexión del hombre sobre el hombre. En China, Confucio marca el cial, Confucio es representativa de una categoría pujante, intermedia
gran impulso filosófico que se observa paralelamente en otras tres entre la nobleza guerrera y el pueblo de campesinos y artesanos, la de
grandes civilizaciones de la «edad axial» que es el primer milenio an- los shi 士, que, gracias a sus competencias en diversos campos y
tes de la era cristiana: los mundos griego, hebreo e indio. Igual que en particularmente en el de la cultura, acabarían formando la clase de los
el caso de Buda o de los pensadores presocráticos, sus ilustres con- letrados-funcionarios de la China imperial.4 Por lo demás, Confucio par-
temporáneos, da la sensación de que con Confucio la suerte está echa- ticipó desde muy pronto en la vida política de Lu, empezando con
da: el destino del pensamiento chino se ve definitivamente trazado a responsabilidades administrativas subalternas y acabando como mi-
grandes rasgos por cuanto a partir de entonces ya no será posible pen- nistro de Justicia.
sar sin situarse en relación con esa figura fundadora. Quiere la leyenda que Confucio abandonara entonces su país natal
La notoriedad de Confucio no deja de ser paradójica: a diferencia en serial de desaprobación por el mal gobierno de su señor. El caso es
de sus contemporáneos indios o griegos, Confucio no es ni un filóso- que, hacia la edad de cincuenta años, renuncia definitivamente a la ca-
fo que inicie un sistema de pensamiento, ni el fundador de una espiri- rrera política, comprendiendo que esta no puede hacerse mas que me-
tualidad o de una religión. A primera vista, su pensamiento parece mas diante compromisos con soberanos que han perdido el sentido del
bien sentido común, su enseñanza contiene truismos, y el mismo con-
mandato celeste. Prosigue su búsqueda de la Vía en nombre de un
sideraba su vida casi como un fracaso. ¿En que consiste, pues, su talla
mandato que cree haber recibido directamente del Cielo e inicia un
excepcional? Sin duda en el hecho de haber formado al hombre
chino a lo largo de mas de dos milenios, pero más aún en el de haber periplo de unos doce años por diferentes señoríos. Decepcionado por
propuesto por vez primera una visión ética del hombre en su integri- el soberano de su propia tierra, propondría sus servicios y consejos a
dad y su universalidad. otros, al parecer sin demasiado éxito. Confucio era conocido entre sus
contemporáneos como el que «se obstina en querer salvar el mundo
sabiendo que es un esfuerzo inútil».5
El personaje Con mas de sesenta años, vuelve a Lu donde pasa los últimos años
de su vida enseñando a sus discípulos, cada vez mas numerosos. Tam-
Como sabemos, Confucio es la latinización que hicieron los mi- bién es en esa época cuando, según la tradición, compuso, o por lo me-
sioneros jesuitas en China a partir del siglo XVI del nombre chino de nos retocó, los textos que se le atribuyen y que revisten por eso mis-
Kongfuzi 孔夫子 (Maestro Kong). Los pocos datos biográficos mo un carácter canónico. De hecho, esos textos ya existían en época
que poseemos nos los proporcionan obras muy posteriores a su de Confucio, que los utilizó en su enseñanza y, al hacerlo, sin duda los
vida.2 Pero en un librito titulado Diálogos (Lunyu y compilado a retocó y reinterpretó a su manera, desde una óptica principalmente éti-
partir de notas de discípulos y discípulos de sus discípulos, las ca y educativa.
palabras del Maestro se transmiten bajo forma de discurso directo.
Es el testimonio mas vivo que nos haya llegado acerca de su
personalidad y sus enseñanzas, así como una fuente constante de «A los quince años, decidí aprender»
inspiración para la cultura china.
En los Diálogos se manifiesta por vez primera en la historia de Chi-
na la voz de alguien que habla en su propio nombre, en primera per-
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sona, adquiriendo así la dimensión de un autentico autor. La palabra proceso de pensamiento y de conocimiento implica a la totalidad de
de Confucio se centra directa y decididamente en el hombre y en la la persona. Aprender es una experiencia que se practica, que se com-
idea de lo humano, preocupación crucial en este advenimiento filosó- parte con los demás y que es fuente de deleite en sí misma y por sí
fico. Destacan tres «polos» esenciales en la articulación de su ense- misma. En otra parte dice Confucio que «Los antiguos aprendían para
ñanza: el aprender, la calidad humana y el espíritu ritual. ellos mismos y no para los demás» en el sentido en que no buscaban
¿De qué se trata exactamente en los Diálogos? En esos retazos de el prestigio, ni siquiera la aprobación. El aprender encuentra, pues, su
conversaciones inconexas, resulta imposible entrever un sistema, ni justificación en si e implica la aceptación de ser «desconocido por los
siquiera unos temas desarrollados en profundidad y, sin embargo, hombres sin guardar por ello resentimiento». Se trata de aprender, no
desprenden la clara sensación de que Confucio quiso transmitir un para los demás sino de los demás. Todo brinda ocasión de hacerlo, ya
mensaje muy preciso. En el fondo, se trata del modo en que uno se que se aprende en primer lugar en el intercambio:
convierte en ser humano completo. Los Diálogos es un libro lleno de
vida, incluso un libro de vida, de la cual el Maestro nos indica las El Maestro dijo «Cuando nos paseamos, por ejemplo tres, cada uno en-
grandes etapas: contrara en el otro un maestro, distinguiendo en el lo bueno para imitarlo
y lo malo para corregirse» (VII, 21).
A los quince anos, decidí aprender. A los treinta, me erguía ya en la Vía.
A los cuarenta, no tuve duda alguna. A los cincuenta, conocí el decreto del La educación según Confucio no puede, por tanto, ser puramente
Cielo. A los sesenta, tuve el oído perfectamente afinado. A los setenta, ac- libresca. Bien es verdad que su enseñanza da mucha relevancia a los
túo según mi corazón, sin por ello transgredir ninguna regla.6 textos antiguos, pero lo que cuenta no es tanto un conocimiento de or-
den teórico, valido en sí mismo y por sí mismo, como su objetivo con-
Confucio fue ante todo un maestro, y todo su pensamiento esta con- creto y práctico Lo importante es, pues, «saber como» mas que «sa-
tenido en su enseñanza. Al principio, está «el aprender», cuya impor- ber que», el conocimiento consiste antes en el desarrollo de una
tancia primordial para Confucio corresponde a su íntima convicción aptitud que en la adquisición de un contenido intelectual:
de que la naturaleza humana es eminentemente perfectible: el hombre
-todo ser humano- se define como un ser capaz de mejorarse, de per- El Maestro dijo «¿Dices que puedes recitar de memoria las trescientas
feccionarse infinitamente. Por vez primera en una cultura aristocráti- Odas? Pero imagina que ocupas un cargo y no estas a la altura, o que te en-
ca arraigadamente estructurada en castas y clanes, el ser humano es cargan una misión en el extranjero y no sabes contestar por iniciativa pro-
considerado en su totalidad. ¿Acaso no dice el Maestro: «Mi ense- pia: ^de que te servira toda tu literatura?»8 (XIII, 5).
ñanza es para todos, sin distinciones»?7 Se puede, pues, hablar de una El Maestro dijo «En el estudio de los textos antiguos, creo que no soy
confianza universal y de un profundo optimismo en lo que respecta al mas mediocre que otros; en lo que respecta a comportarme como un hom-
hombre, si bien Confucio no llega a afirmar explícitamente, como más bre de bien, aun no he llegado a eso» (VII, 32).
adelante lo haría Mencio, que la naturaleza humana es buena. El Maestro dijo «¿Yo, poseer el conocimiento? ¡En absoluto! Si el hom-
«Aprender» es el sujeto de la primera frase de los Diálogos: bre más humilde viene a preguntarme, me siento como vacío: me esfuer-
zo entonces en llegar hasta el fondo de la cuestión sin soltar los dos cabos»
Aprender algo para poder vivirlo en todo momento, ¿acaso no es fuen- (IX, 7).
te de gran gozo? Recibir a un amigo que viene de lejos, ¿acaso no es la ma-
yor alegía? Ser desconocido por los hombres sin guardar por ello resen- A quienes empiezan en la vida, Confucio propone dar preferencia
timiento, ¿acaso no es propio del hombre de bien? (I, I). al aprender a vivir respecto al aprender a secas:

Confucio no empieza por un adoctrinamiento, sino por la decisión El Maestro dijo «Un joven debe ser respetuoso, en casa hacia sus pa-
de aprender que toma el ser humano al emprender el camino de la dres, en sociedad hacia los mayores. Debe ser serio y digno de confianza.
existencia. No se trata tanto de un acto intelectual como de una expe- Su simpatía se extiende a todos los hombres, privilegiando empero a quie-
riencia de vida. De hecho, no hay separación entre ambos, entre la nes practican la virtud de la humanidad. Y si le sobra tiempo, puede dedi-
vida de la mente y la del cuerpo, entre la teoría y la práctica, ya que el carlo a aprender la cultura» (I, 6).

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El objetivo práctico de la educación es formar a un hombre capaz de podría expresar mejor que ser humano es algo que se aprende y que
servir a la comunidad en el plano político y, al mismo tiempo, de constituye una finalidad en sí. Es incluso el valor supremo, no hay nin-
convertirse en un «hombre de bien» en el plano moral, no siendo ambos gún otro más elevado. Como todos los pensadores chinos, Confucio
planos sino uno solo, ya que servir al príncipe se asimila a servir al parte de una constatación muy simple y al alcance de todo el mundo:
padre. En una época en que la educación constituye el privilegio de una nuestra humanidad no es algo dado, sino que se construye y se teje en
élite, Confucio afirma que dicho privilegio debe ser apreciado en su los intercambios entre los seres y en la búsqueda de una armonía co-
justo valor y acompañarse del sentido de la responsabilidad. Lejos de mún. Toda la historia humana, así como nuestra experiencia indivi-
querer trastocar el orden jerárquico -por ejemplo, preconizando la dual, están para ponernos ante la evidencia de que nunca somos sufi-
educación como medio de ascenso social, aunque eso se convertiría en cientemente humanos y que la posibilidad de superación en este
un proceso inevitable a lo largo del período preimperial-, Confucio lo aspecto es infinita.
defiende, pero insuflándole un sentido moral: la responsabilidad de los
miembros de la élite educada es precisamente gobernar por el bien de
los demás. Así es como se esboza, de entrada, el destino «político» El sentido de lo humano (ren)
(en el sentido amplio) del hombre educado que, en lugar de mantenerse
apartado para desempeñar mejor un papel de consciencia crítica, se Una vez más, estamos ante un término que ya se encuentra en los
siente, al contrario, con la responsabilidad de emprender el proceso de textos antiguos (en los que se refiere casi siempre a la magnanimidad
armonización de la comunidad humana. de un gran personaje), pero al que Confucio confiere un sentido y un
contenido nuevos. Puede decirse que el ren es la gran idea nueva de
Confucio, la cristalización de su apuesta por el hombre. El carácter ren
Aprender es aprender a ser humano 仁 se compone del radical «hombre» 人 (que también se pronuncia
ren) y del signo «dos» 二: puede verse en él al hombre que no llega a
Un término muy frecuente en los Diálogos es el de junzi 君子 (li- ser humano sino en su relación con los demás. En el campo relacional
teralmente, «hidalgo»), que suele designar en los textos antiguos a que abre la grafía misma de este término, el yo no podría concebirse
cualquier miembro de la nobleza, pero que, en el lenguaje de Confu- como una identidad aislada de las otras, retirada en su interioridad, sino
cio, cobra un nuevo sentido: la «calidad» del hombre noble deja de es- más bien como un punto de convergencia de intercambios personales.
tar exclusivamente determinada por su nacimiento para depender tam- Un gran exegeta del siglo n define el ren como «la preocupación mu-
bién, sobre todo, de su valor como ser humano completo. La elevación tua que los hombres sienten debido al hecho de vivir juntos».10
ya no es tanto la de la cuna y el rango social como la del valor moral. El ren, que puede traducirse, a falta de algo mejor, por «calidad hu-
El junzi es, pues, un «hombre de valía» o un «hombre de bien», lo mana» o «sentido de lo humano», es lo que constituye de entrada al
contrario del xiaoren 小人. «hombre pequeño» en sentido moral, u hombre como ser moral en el entramado de sus relaciones con los de-
«hombre vil». Esta oposición, que vuelve como un leitmotiv en los más, cuya complejidad, armoniosa a pesar de todo, es similar al uni-
Diálogos, si bien reviste en Confucio un sentido más moral que so- verso mismo. El pensamiento moral, por tanto, no se refiere a la me-
cial, es indicadora de una continuidad en la consciencia propia de los jor manera de instaurar una relación deseable entre los individuos; al
junzi de formar una élite: contrario, el vínculo moral tiene precedencia por cuanto es fundador
y constituyente de la naturaleza de todo ser humano.
El hombre de bien conoce lo justo, el hombre vil sólo conoce el provecho El ren parece ser un valor que Confucio tiene en muy alta estima,
(IV, 16).
El hombre de bien es imparcial y aspira a lo universal; el hombre vil ig- tan alta que no se lo reconoce prácticamente a nadie (y menos a sí mis-
nora lo universal y se encierra en lo sectario (II, 14). mo) salvo, si acaso, a los míticos santos de la antigüedad. Y al mismo
tiempo, ese valor está muy cerca, según dice:
El objetivo de aprender es, pues, convertirse en «hombre de bien».
En otras palabras -las de un gran pensador confuciano del siglo XI-, ¿Es verdaderamente inaccesible el ren? Deséalo con fervor y lo tendrás
«aprender es aprender a hacer de uno mismo un ser humano».9 No se en ti (VII, 29).

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El ren no define un ideal fijo y estereotipado de perfección que El Maestro dijo a Zeng Zi: «Un mismo hilo atraviesa y une mi Víía en
haya que tomar como modelo, procede más bien de una necesidad in- su totalidad». Zeng Zi asintió. El Maestro salió. Los demás discípulos pre-
terna, de un orden intrínseco de las cosas en el cual hay que volver a guntaron entonces: «¿Qué ha querido decir?» Y Zeng Zi contestó: «Lai Vía
situarse. Se trata menos de un ideal que hay que realizar que de un del Maestro se resume en esto: lealtad hacia sí mismo, indulgencia ]para
polo hacia el que hay que tender infinitamente: con los demás» (IV, 15).

Todo empieza con una exigencia ilimitada hacia uno mismo (zhong
Zigong: «Maestro, ¿no merecería el nombre de ren quien prodigara sus
bondades al pueblo y satisficiera todos las necesidades de éste?» 忠, cuya grafía representa el corazón 心 en su eje central 中). Vol-
El Maestro: «¡Eso ya no sería ren, sería santidad! Ni siquiera resultó fá- vemos a encontrar aquí la idea de centro, precisamente en el corazón
cil a Yao o a Shun» (VI, 28). de la reflexión confuciana acerca de lo que constituye nuestra huma-
El Maestro dijo «No puedo pretender alcanzar el ren ni, menos aún, la nidad:
sabiduría suprema. Tan sólo puedo decir que me dirijo hacia ello con toda
el alma, sin cansarme nunca de enseñar» (VII, 32). ¿No es la virtud del Medio justo y constante (zhongyong 中庸 ) la exi-
gencia extrema? (VI, 27).
Si bien Confucio habla constantemente del ren,11 rehuye dar una
definición explícita y, por tanto, reductora. Contesta a las preguntas Este «Medio justo y constante», que se convertiría en el título de
de sus discípulos por pinceladas sucesivas y, como buen maestro, de- un texto esencial para toda la tradición china,13 es el «bien supremo»
pendiendo del interlocutor a quien se dirija.12 Al discípulo Fan Chi, le hacia el cual tiende toda vida (cuyo devenir pasa necesariamente: por
contesta: «El ren es amar a los demás» (XII, 22). Con frecuencia se el cambio y el intercambio). Exigencia de equilibrio, de equidad ;y de
ha querido ver en esta frase, sobre todo a partir de la época de los mi- medida sin concesión alguna a lo impulsivo, al exceso, al interés in-
sioneros, una posible aproximación al ágape de los cristianos, olvi- mediato, al cálculo parcial, al capricho momentáneo o al cinismo, ten-
dando que, lejos de referirse a una fuente divina, el amor de que ha- dencias todas ellas que arruinan cualquier posibilidad de vida fiable y
bla Confucio es de lo más humano, está arraigado en la dimensión duradera. En los Diálogos abundan las fórmulas equilibradas que su-
afectiva y emocional, y en la relación de reciprocidad. A los discípu- gieren el «camino del Medio» (XIII, 21) del funámbulo sobre la cuer-
los que le preguntan si existe una palabra que pueda guiar los actos de da, que, en peligro apenas trata de encontrar un equilibrio estático,
toda una vida, el Maestro responde: sólo puede preservarlo con el movimiento:

Indulgencia (shu 恕), ¿no es ésta la palabra clave? Lo que no desees El Maestro era afable pero firme, imponente sin intimidar, respetuoso
que te hagan, no lo inflijas a los demás (XV, 23). dentro de la naturalidad (VII, 37).
El Maestro dijo «El hombre de bien es capaz de ser generoso sin de-
La palabra shu, cuya grafía (el corazón 心 bajo el elemento 如, es- rroche, de hacer que trabaje el pueblo sin suscitar resentimiento, de tener
tableciendo una equivalencia entre ambos términos) introduce una re- aspiraciones sin codicia, de ser gran señor sin gastar grandes ínfulas, de
lación analógica entre los corazones, se entiende como el hecho de ser imponente sin intimidar» (XX, 2).
considerar al prójimo igual que a uno mismo:
Pero, al mismo tiempo, con este autoperfeccionamiento uno puede
Practicar el ren es empezar por uno mismo: querer establecer a los de- extender su indulgencia a su entorno. Este doble eje de tensión abre
más como quiere uno establecerse y desear su perfeccionamiento como un campo relacional basado en el respeto o la deferencia recíprocos.
uno desea el propio. Busca en ti lo que quieres hacer por los demás, ¡he Sin embargo, hay que precisar que la relación de reciprocidad no es
aquí lo que te encaminará hacia el ren\ (VI, 28). en absoluto igualitaria; no es sino «el comportamiento de quien se ins-
pira, en su relación con los demás, en lo que esperaría de sí mismo res-
Esa indulgencia dictada por el sentido de la reciprocidad no es sino pecto al prójimo si él estuviera en el lugar de éste, y éste en lugar de
el hilo conductor que permite comprender el ren y confiere unidad al él mismo. No consiste en modo alguno en colocar al otro, cuando es
pensamiento del Maestro: inferior, en el mismo plano que uno mismo, y conserva íntegramente
todas las relaciones de la jerarquía social; pero hacer venir del cora-

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zón, interioriza por conversión introspectiva de la situación del próji- miembros de una misma familia, que puede propagarse de prójimo a
mo, todas las obligaciones institucionales propias del rango de cada prójimo si la comunidad se amplía a escala de un país, incluso a la
cual».14 humanidad entera. El Gran Estudio (Daxue), texto atribuido al discí-
pulo de Confucio Zengzi (hacia 505-436 a.n.e.?), habla de esta am-
pliación por círculos concéntricos:16
«Entre los Cuatro Mares, todos los hombres son hermanos»
El Dao del Gran Estudio consiste en hacer que resplandezca la luz de
la virtud, estar cerca del pueblo como de su propia familia y no detenerse
Nuestro potencial de ren no es sólo nuestra posibilidad de alcanzar más que en el bien supremo. Saber dónde detenerse permite establecerse;
cada vez más humanidad, sino también el entramado siempre cre- una vez establecida, la mente puede descansar. El descanso conduce a la
ciente y más complejo de nuestras relaciones humanas. El ren se ma- paz, la paz a la reflexión, y la reflexión permite alcanzar el objetivo. Todo
nifiesta, pues, en virtudes eminentemente relaciónales, puesto que es- tiene una raíz y unas ramas, todo acontecimiento tiene un principio y un
tán basadas en la reciprocidad y la solidaridad cuya importancia es fin. Quien sabe lo que viene antes y lo que viene después está cerca del
patente todavía en los vínculos jerárquicos y de obligación que carac- Dao.
terizan la sociedad y las comunidades chinas. En la antigüedad, para hacer resplandecer la luz de la virtud por todo el
La relación natural en que se basa la pertenencia de cualquier indi- universo, uno empezaba por ordenar su propio país. Para ordenar su pro-
viduo tanto al mundo como a la comunidad humana es la del hijo res- pio país, empezaba por regular su propia casa. Para regular su propia casa,
pecto a su padre. La piedad filial (xiao 孝, grafía en que se empezaba por perfeccionarse a sí mismo. Para perfeccionarse a sí mismo,
empezaba por rectificar su corazón. Para rectificar su corazón, empezaba
reconoce el elemento del «niño» 子) es, pues, la piedra angular del
por hacer que su intención fuera auténtica. Para hacer que su intención fuera
ren por cuanto es la ilustración por excelencia de la relación de auténtica, empezaba por desarrollar su conocimiento; y desarrollaba su
reciprocidad: es la respuesta natural de un hijo al amor de sus conocimiento examinando las cosas.
padres por él en el contexto general de la armonía familiar y de la Examinando las cosas es como el conocimiento alcanza su mayor ex-
solidaridad entre generaciones. Respuesta que no puede concretarse tensión. Una vez extendido el conocimiento, la intención se torna auténti-
más que cuando el hijo llega a la edad adulta, cuando los padres se ca; una vez que la intención es auténtica, el corazón se vuelve recto. Cuan-
vuelven a su vez dependientes, o incluso una vez que han muerto, en do el corazón es recto, uno se perfecciona. Perfeccionándose es como uno
el luto que el hijo observa durante tres años, los mismos que necesita regula su casa; regulando su casa es como uno ordena su país; y cuando
el recién nacido para abandonar el regazo materno.15 los países están ordenados, se realiza la Gran Paz en todo el universo.
La piedad filial, que aún puede considerarse vigente y significativa Tanto para el Hijo del Cielo como para el hombre corriente, lo esencial
consiste en perfeccionarse uno mismo. Relegar lo esencial al desorden con
en grandes porciones del mundo sinizado, constituye en particular la
la esperanza de dominar lo accesorio es algo imposible. Descuidar lo que
base de la relación política entre príncipe y subdito: igual que el hijo a uno le importa dando relevancia a lo que no la tiene es algo nunca visto.
responde con su piedad a la bondad de su padre, el subdito o el mi-
nistro responde a la benevolencia de su príncipe con su lealtad, que
empieza, como hemos visto, por una exigencia hacia sí mismo. Estas
El espíritu ritual
dos relaciones fundamentales se enriquecen con una multitud de rela-
ciones diferentes, ya sean familiares (hermano mayor/hermano me- Para Confucio, ser humano es estar en relación con los demás, re-
nor, marido/mujer) o sociales (entre amigos). La armonía de estas cin-
lación concebida como de índole ritual. Comportarse humanamente
co relaciones, que los confucianos consideraban fundamentales, está
es comportarse ritualmente:
garantizada por la relación de confianza (xin 信), cuya grafía repre-
senta un hombre entero en su palabra, la adecuación entre lo que dice Yan HUÍ preguntó qué es el ren.
y lo que hace. Esta integridad que hace que un hombre sea digno de El Maestro dijo «Vencer su ego para volver a seguir los ritos, en esto
confianza es a su vez la condición de su integración en la sociedad. radica el ren. Quienquiera que se muestre capaz de ello, aunque sólo fuera
Como sugiere la frase de los Diálogos «Entre los Cuatro Mares, to- un día, vería al mundo entero rendir homenaje a su ren. ¿Acaso no es de
dos los hombres son hermanos» (XII, 5), el ren es en primer lugar un uno mismo, y no de los demás, que hay que esperar realizarlo?»
sentimiento de benevolencia y confianza como el que existe entre los Yan HUÍ: «¿Podríais indicarme el camino a seguir?»

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El Maestro: «No mires ni escuches lo que sea contrario al ritual; no ha- Vemos así que la noción de li es contraria a la idea que solemos ha-
bles ni actúes de forma contraria al ritual» (XII, 1). cernos del ritualismo como simple etiqueta, como protocolo, como
conjunto de actitudes convencionales puramente exteriores, cuya ilus-
La fórmula ya célebre «Vencer su ego para volver a seguir los ri- tración caricaturesca -y, desgraciadamente, muy extendida- es el chi-
tos» indica la necesidad de una ascesis dirigida a disciplinar la ten- no deshaciéndose en reverencias. Si bien puede calificarse el espíritu
dencia al egocentrismo y a interiorizar ritualmente la humanidad de ritual de formalista, se trata de una forma que, por lo menos en el ideal
las relaciones de uno mismo con los demás. Otro discípulo que tam- ético confuciano, se confunde totalmente con la sinceridad de la in-
bién le pregunta acerca del ren recibe esta respuesta: tención. Hay un acuerdo perfecto entre la belleza de la forma externa
y la de la intención interna:
En público, pórtate siempre como en presencia de un invitado impor-
tante. En el gobierno, trata al pueblo con toda la gravedad de quien parti- Lin Fang: «¿Qué es lo primero que hay que observar en las ceremonias
cipa en una gran ofrenda. Lo que no desees que te hagan, no lo inflijas a rituales?»
los demás. De este modo, ningún resentimiento se dirigirá contra ti, ya es- El Maestro: «¡Gran pregunta! En toda ceremonia vale más la austeri-
tés al servicio del Estado o de una gran familia (XII, 2). dad que el aparato. En las funerales, vale más la sinceridad en el dolor que
el escrúpulo en la etiqueta» (III, 4).
Estas dos respuestas demuestran que, en la mente de Confucio, el
ren y el espíritu ritual (li) son indisociables. Ambos términos, que son Al propugnar su nueva idea de ren, estrechamente asociada al li,
los más frecuentemente utilizados en los Diálogos," designan en rea- Confucio infunde a éste un nuevo sentido en el código ritual de la aris-
lidad dos aspectos de una misma cosa: la visión de lo humano en Con- tocracia antigua, que en su época había quedado reducido a un marco
fucio.
vacío y formas sin vida:
El Maestro dijo «Sin ren, ¿cómo podría un hombre sentir siquiera lo El Maestro exclamó: «¡Los ritos, los ritos! ¿Acaso sólo son brillo de
que son los ritos, lo que es la música ritual?» (III, 3).
jade y de seda? ¡La música, la música! ¿Acaso no es más que tañidos de
campanas y tambores?» (XVII, 11).
En sus referencias al li 禮, Confucio alude a menudo al origen reli-
gioso de la palabra. Compuesto por la clave de las cosas sagradas 示, Una vez más, la letra está animada por el espíritu: al igual que para
a la cual se añade la representación esquematizada de una sopa de ce-
el hombre de bien (junzí) y el sentido de lo humano (ren), Confucio
reales 曲 en una copa 豆, significa originalmente «vasija de sacrificio»
lleva a cabo un «desplazamiento semántico» con li, pasando del sen-
y, por extensión, el rito del sacrificio. Pero lo que interesa a Confucio
tido religioso de sacrificio a la idea de una actitud interiorizada de
en el li, no es el aspecto propiamente religioso del sacrificio a la divi-
nidad, sino la actitud ritual de quien participa en él. Actitud ante todo cada uno, constituida de consciencia y respeto por los demás, que ga-
interior, impregnada de la importancia y la solemnidad del acto, tra- rantiza la armonía de las relaciones humanas, ya sean sociales o polí-
ducida exteriormente en comportamiento formal controlado. ticas. El campo de acción de los ritos va desde las relaciones entre lo
La dimensión ritual del humanismo confuciano le confiere una cua- humano y lo sobrenatural hacia las que existen entre los humanos.
lidad estética, no sólo en la belleza formal del gesto y el sutil refina- Pero, pese a ese desplazamiento, el carácter sagrado de li conserva
miento del comportamiento, sino porque contiene una ética que en- toda su fuerza y su eficacia: lo sagrado pasa del ámbito propiamente
cuentra su justificación en sí misma, en su propia armonía. De ahí la religioso a la esfera de lo humano.
asociación natural de los ritos y la música, expresión por excelencia El li es, pues, lo que constituye la humanidad de un grupo huma-
de la armonía: no y de cada hombre dentro de ese grupo. Efectivamente, los senti-
mientos más instintivos (atracción, repulsión, sufrimiento, etc.) no
El Maestro dijo: «Un hombre se inicia con la lectura de las Odas, se son propiamente humanos hasta que los hombres les dan cierto sen-
afirma con la práctica del ritual y se completa con la armonía de la músi- tido, es decir hasta que se ritualizan (eso es también lo que se obser-
ca»18 (VIII, 8). va en la evolución de los niños desde el nacimiento: para un niño pe-
queño, un acto adquiere sentido a partir del momento en que se

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ritualiza). En la tradición confuciana y, más generalmente, en la cul- mas?» Zilu le preguntó entonces sobre la muerte. El Maestro contestó:
tura china, el comportamiento ritual constituye incluso el criterio de
distinción entre el hombre y la bestia, entre los seres civilizados y los
«bárbaros», distinción que en consecuencia no depende de factores
puramente étnicos:

Un loro puede aprender a hablar, pero no dejará de ser un ave. Un mono


puede aprender a hablar, pero no dejará de ser un animal sin razón. Si un
hombre no observa los ritos, aunque sepa hablar, ¿acaso no será su cora-
zón el de un ser carente de razón? Los animales no tienen regla alguna de
decoro; así, el ciervo y su cervato se acercarán a la misma cierva (para aco-
plarse). Por eso los grandes sabios que hubo en el mundo formularon re-
glas de decoro para enseñar a los hombres y ayudarlos a distinguirse de los
animales mediante la observancia de los ritos.19

Por último, hay una interacción entre los ritos y el significado que
revisten para cada individuo: es el «sentido de lo justo» (yi 義) de
que habla Confucio. Yi, cuya grafía contiene el elemento 我 (yo),
representa el sentido que cada cual aporta en su manera de estar en el
mundo y en la comunidad humana, es el modo en que uno interpreta
sin cesar la tradición colectiva confiriéndole un nuevo sentido. Todo
el contenido nocional de yi como sentido de lo justo (justicia, pero
también acierto), de lo que es apropiado para una circunstancia en
particular, de lo que conviene hacer en cada situación, contribuye a
asociarlo al li, el «acto significante» por excelencia. Ambos, el
espíritu ritual y el sentido de lo justo, dibujan los contornos del
universo ético confuciano. En lugar de las referencias a la
transcendencia habituales en la reflexión ética occidental,
encontramos aquí la tradición, pero una tradición que vive, se
alimenta y se perpetúa sin repetirse, del modo en que cada cual la
vive.

La misión sagrada del hombre de bien

Para Confucio, el hombre tiene una misión sagrada: la de afirmar


y elevar siempre más su propia humanidad. Esta misión predomina
sobre todos los demás deberes sagrados, incluidos los que se dirigen
a las fuerzas de lo divino o del más allá:

El Maestro nunca hablaba de lo extraño, ni de los espíritus, ni de la


fuerza bruta ni de los actos contra natura (VII, 20).
Zilu preguntó cómo había que servir a los espíritus. El Maestro dijo:
«Mientras no sepa uno servir a los hombres, ¿cómo va a servir a sus al-
8
«Mientras no sepa uno lo que es la vida, ¿cómo va a saber lo que es la
muerte?» (XI, 11).
Fan Chi preguntó en qué consistía la sabiduría. El Maestro contestó:
«En dar a los hombres lo que les corresponde según justicia y honrar a los
espíritus y demonios manteniéndolos a distancia» (VI, 20).

Esta última frase ilustra perfectamente la posición que preconiza


Confucio respecto a lo suprahumano. Lo sagrado no es tanto el culto
a las divinidades como la consciencia moral individual, la fidelidad
incondicional a la Vía (Dao 道), fuente de todo bien. En nombre del
Dao, el hombre de bien debe estar dispuesto a «ser desconocido por
los hombres sin guardar resentimiento», como declaran los Diálogos,
es decir a renunciar a todas las ventajas y todos los signos exteriores
de éxito y de reconocimiento social y político:

El Maestro dijo: «Honores y riquezas son lo que el hombre más de-


sea en el mundo; sin embargo, es preferible renunciar a ellos antes que
apartarse del Dao. Humildad y pobreza son lo que el hombre más rehu-
ye en el mundo; sin embargo, es preferible aceptarlos que apartarse del
Dao. El hombre de bien no lo abandona ni siquiera por espacio de una
comida, ni cuando se ve acuciado y arrastrado por los acontecimientos»
(IV, 5).
El Maestro dijo: «Un adepto al Dao tiende enteramente a su realización.
Con quien se sonroje por no tener que comer o con que vestirse no vale la
pena ni hablar» (IV, 9).

Para el hombre de bien, la exigencia puede llegar hasta el sacrifi-


cio de su vida:

El Maestro dijo: «El auténtico adepto al Dao, el verdadero hombre de


ren, lejos de aferrarse a la vida a costa del ren, la sacrificaría si fuera ne-
cesario para que perviviera el ren» (XV, 8).
El Maestro dijo: «Quien al amanecer oye hablar del Dao puede morir
contento esa misma noche» (IV, 8).

Confucio subraya el carácter sagrado de la adhesión al Dao dán-


dole valor de «decreto del Cielo» (tianming), empleando la misma ex-
presión que se refería al mandato dinástico de los Zhou:

El Maestro suspiró: «¡Nadie me conoce!»


Zigong: «¿Cómo lo explicáis?»
El Maestro: «No acuso al Cielo, no guardo rencor a los hombres. Mi
estudio es modesto, pero mis aspiraciones son elevadas. ¿Quién va a co-
nocerme, aparte del Cielo?» (XIV, 37).

9
En varias ocasiones, amenazado de muerte en el transcurso de sus el sentido de lo humano y que se cristaliza en el hombre de bien. La
peregrinaciones, Confucio declara no tener nada que temer, invocan- profunda convicción de que la naturaleza humana, a fuerza de apren-
do su «destino celeste», el mismo que conoció, según dijo, a los cin- der, es infinitamente perfectible abre la vía a una santidad que no debe
cuenta años.20 nada a lo divino, pero que no por ello deja de pertenecer a lo religio-
so. Más allá del simple sabio (xian 賢), el Santo (sheng 聖) es a la
vez corriente y «distinto» por cuanto aúna la ejemplaridad, imitable
Semblanza del príncipe como hombre de bien por todos, y la superación de la humanidad corriente.
Ambos tipos de unidad, religiosa y ética, confluyen en su carácter
Así, el aprender, el sentido de lo humano y el espíritu ritual forman ritualista: la figura del hombre de bien, encarnación de una ética del
una especie de trípode que constituye la base de la apuesta confucia- comportamiento ritual, se añade a la del soberano, polo central de una
na: mientras uno no haya aprendido a comportarse ritualmente, no religiosidad ritual, hasta fundirse idealmente con ella:
puede pretender ser completamente humano. Dos pasajes de los Diá-
logos, construidos de manera casi paralela, demuestran el carácter in- Zizhang preguntó qué era el ren. Confucio dijo: «Llegar a ser capaz de
disociable de estos tres polos: practicar cinco cosas bajo el Cielo, eso es el ren. ¿Cuáles son? Deferencia,
magnanimidad, honestidad, diligencia y generosidad. La deferencia suscita
El Maestro dijo: «Sin regularla con el ritual, la cortesía se vuelve labo- respeto, la magnanimidad gana el corazón de la multitud, la honestidad
riosa; la prudencia, timorata; la audacia, rebelde; la rectitud, intolerancia» aporta la confianza del pueblo, la diligencia garantiza la eficacia de cual-
(VIII, 2). quier empresa, y gracias a la generosidad merecerás el servicio del pue-
«Sin el amor al estudio, cualquier deformación es posible: el amor al blo» (XVII, 6).
ren se vuelve simpleza; el amor al saber, superficialidad; el amor a la ho-
nestidad, perjuicio; el amor a la rectitud, intolerancia; el amor a la valen-
tía, insumisión; el amor al rigor, fanatismo» (XVII, 8). ¿Qué es gobernar?

La encarnación de esta trinidad es el junzi, el hombre de bien, no El soberano que, en el ideal de la concepción política confuciana,
sólo en la ética individual, sino también -sobre todo- en su prolonga- encarna el ren imponiéndose de forma natural mediante la benevo-
ción, que es la práctica política del soberano de los hombres. La fa- lencia, y no por la fuerza, posee el de 德. Este otro término proce-
milia se percibe como una extensión del individuo, y el Estado como dente del vocabulario antiguo, donde significa rectitud del corazón,
una extensión de la familia, el príncipe es para sus subditos lo que un pero que adquiere un valor nuevo con Confucio, se traduce
padre para sus hijos, de modo que no hay solución de continuidad en- habitualmente como «virtud».21 Empezaremos señalando que no se
tre ética y teoría política, puesto que ésta no es sino una ampliación trata de la virtud entendida en la acepción moral opuesta al vicio, lo
de aquélla a dimensión comunitaria. Confucio convierte así la autori- cual no tendría mucho sentido en ausencia de la dualidad abstracta y
dad del príncipe en ascendiente del hombre ejemplar, igual que el «de- maniquea de Bien/Mal.22 Si se adopta esta traducción por defecto
creto celeste» pasa de ser mandato dinástico a ser misión moral. En (como, desgraciadamente, se hace para muchas nociones chinas),
consecuencia, el pensamiento confuciano siempre ha funcionado con «virtud» debería entenderse más bien en su acepción latina de virtus,
el doble registro de la «cultura moral personal» (xiushen 修身), que significa el ascendiente natural o carisma que alguien desprende y
que aspira a la «santidad interior» (neisheng 内聖), y de la que hace que esa persona se imponga sin esfuerzo y, sobre todo, sin
responsabilidad de «ordenar el país» (zhiguo 治國) que tiende al recurrir a ninguna forma de coerción exterior.
ideal institucional de la «realeza exterior» (waiwang 外王). La noción clave del gobierno chino no es la del poder, sino la de la
La antigua unidad religiosa, heredada de los Shang y adaptada por armonía ritual. El carisma personal del soberano, al igual que el ritual,
los Zhou, giraba en torno a la persona del Hijo del Cielo, que, como posee la eficacia de lo sagrado por su capacidad, natural e invisible,
tal, era el único en poder hacer ofrendas al Cielo y actuaba como sumo de armonizar las relaciones humanas sin depender por ello de las di-
sacerdote unificando las aspiraciones del pueblo entero. Con Confu- vinidades a las que se dirigen los ritos propiamente religiosos. La opo-
cio, esta comunión religiosa se acompaña del consenso moral que es sición entre una fuerza transformadora (hua 化), que obliga sin cons-

10
ejemplo más que por conformidad a unas normas o principios prees-
treñir, y el uso de la fuerza o de la coerción permanecería en el centro
tablecidos. El Maestro responde al usurpador Ji Kangzi, que le pide la
del pensamiento político confuciano:
fórmula para obtener del pueblo obediencia y sumisión:
El Maestro dijo: «Gobernad a fuerza de leyes, mantened el orden con Tratad al pueblo con consideración y seréis venerado; sed buen hijo
castigos, y el pueblo se limitará a conformarse, sin conocer la vergüenza. para vuestros padres, buen príncipe para vuestros súbditos, y os servirán
Gobernad por la virtud, armonizad con los ritos, y el pueblo no sólo co- con lealtad; honrad a los hombres de valía, educad a los menos compe-
nocerá la vergüenza, sino que se regulará por sí mismo»23 (II, 3). tentes, y todos se verán incitados al bien (II, 20).

El credo ético-político de Confucio lo lleva a definir un orden de


prioridades que sigue siendo sorprendentemente actual: «Rectificar los nombres»

Zigong: «¿Qué es gobernar?» La importancia que cobra el valor del ejemplo se encuentra tam-
El Maestro: «Es velar por que el pueblo tenga suficiente alimento y su- bién en la célebre glosa:
ficientes armas, y obtener su confianza.»
Zigong: «Y si hubiera que prescindir de una de estas tres cosas, ¿cuál Gobernar (zheng 政) es permanecer en la rectitud (zheng 正) (XII,
sería?»
17).
El Maestro: «Las armas.»
Zigong: «Y de las dos restantes, ¿cuál sería?
En la palabra zheng, más que la idea de gobernar (o sea de manejar
El Maestro: «El alimento. El hombre ha de morir, siempre ha sido así.
Pero un pueblo sin confianza no se sostiene» (XII, 7). el gobernalle), está la de ordenar el mundo en el sentido del término
zhi 治 que significa originalmente curar un organismo enfermo y
Los grandes de este mundo harían bien en meditar asimismo sobre restablecer en él el equilibrio perdido. Dicho de otro modo, el arte de
la conversación entre el Maestro y el duque Ding, soberano de Lu, su gobernar no es una cuestión de técnica política que exija una
tierra natal (r. 509-495 a.n.e.): especialización, sino una simple cuestión de carisma personal que
hay que poseer y cultivar. La adecuación del orden del cuerpo
El duque Ding: «¿Hay alguna frase que, por sí sola, produzca la gran- sociopolítico a la rectitud moral del soberano da todo su significado
deza de un país?» ritual a la necesidad de «rectificar los nombres» (zhengming 正名) 。
Confucio: «Una simple frase no tendría ese poder. Sin embargo, se dice:
"Ser soberano es difícil, ser ministro no es fácil". ¿Acaso el soberano que Zilu: «Suponiendo que el príncipe de Wei contara con vos para ayudarle
entienda la dificultad de su cometido no está a punto de producir con una a gobernar, ¿qué haríais en primer lugar?»
frase la grandeza del país?» El Maestro: «Una rectificación de los nombres, sin duda alguna».
El duque Ding: «¿Hay alguna frase que, por sí sola, provoque la ruina Zilu: «¿Cómo? Pero, maestro, ¡qué despropósito! ¿Rectificar los nom-
de un país?» bres, decís?»
Confucio: «Una simple frase no tendría ese poder. Sin embargo, se dice: El Maestro: «¡Zilu, qué bruto eres! Cuando no sabe de qué habla, un
"No me proporciona placer alguno ser príncipe, salvo el de que nadie se hombre de bien prefiere callarse. Si los nombres son incorrectos, el dis-
atreva a contradecirme". Si los edictos del príncipe son sabios, ¿no hay que curso no es coherente. Si el lenguaje es incoherente, los asuntos no pue-
alegrarse de que nadie los contradiga? Pero en el caso contrario, ¿acaso el den resolverse. Si los asuntos fracasan, los ritos y la música no pueden de-
soberano que lo dijera no estaría a punto de provocar con una frase la ruina sarrollarse. Si se descuidan los ritos y la música, las penas y castigos no
del país?» (XIII, 15). serán acertados. Si los castigos son injustos, el pueblo no sabe a qué ate-
nerse. Por eso el hombre de bien sólo usa los nombres cuando implican un
Desde el punto de vista político, la educación es tan importante discurso coherente, y sólo discurre si lleva sus palabras a la práctica. Por
como en el desarrollo del individuo. En un gobierno por el ren, el so- eso el hombre de bien es tan prudente con lo que dice» (XIII, 3).
berano se preocupa ante todo de educar a sus subditos. Encontramos,
una vez más, la idea de que el soberano no está para obligar, sino para Este pasaje, que según algunos es posterior a Confucio, cobra sin
transformar hacia la armonización. Se trata de una educación por el embargo todo su sentido cuando se compara con la célebre respuesta

11
de Confucio al duque Jing de Qi, que le pregunta acerca del arte de La Vía confuciana
gobernar:
Si bien Confucio declara a quien quiera oírlo: «Transmito las en-
Que el soberano actúe como un soberano, y el ministro como un mi- señanzas de los antiguos sin crear nada nuevo, pues tales enseñanzas
nistro, que el padre actúe como padre, y el hijo como un hijo (XII, 11). me parecen dignas de fe y de adhesión» (VII, 1), dice también: «El
buen maestro es el que, repitiendo lo antiguo, es capaz de encontrar en
Es, efectivamente, en la comparación de estos dos pasajes donde el ello algo nuevo» (II, 11). Hemos visto a propósito de numerosas
acto de nombrar cobra todo su sentido: nombrar a alguien «ministro» nociones heredadas de la cultura antigua cómo Confucio, sin desa-
(por denominación) es nombrarlo ministro (por nominación).24 De este rraigarlas de su terreno original, les transmite una nueva savia inte-
modo, la fórmula que acabamos de citar (y que en chino no es sino grándolas en una innovadora visión de lo humano. Según Léon Van-
una yuxtaposición de términos: soberano-soberano, ministro-minis- dermeersch, «la genialidad de Confucio consiste efectivamente en
tro, etc.) podría interpretarse también según una construcción transi- haber sabido interiorizar como valores éticos, sin transformarlos, los
tiva: «Tratar al soberano como soberano, al ministro como ministro, principios de la tradición institucional que se había propuesto res-
etc.» taurar».27 En el modo en que Confucio transmite, transformándola, la
Tanto si la teoría de la rectificación de los nombres fue o no for- Vía de los reyes de la antigüedad, se perfila ya el destino de la tradi-
mulada por Confucio, la idea de una adecuación entre nombre (ming ción china. Ésta, en lugar de estancarse en la reproducción indefinida
$3) y realidad (J|) informa todo el pensamiento confuciano.25 En ella se de un mismo modelo, debe su vitalidad dos veces milenaria a su
encuentra la convicción de que existe una fuerza inherente al len- arraigo en la experiencia y a la interpretación personales de los indi-
guaje que no hace sino expresar la dinámica de las relaciones huma- viduos que la han vivido. Es precisamente en la medida en que la Vía
nas ritualizadas y que, por tanto, no necesita emanar de una instancia confuciana está al alcance de cualquiera como puede aspirar a la
transcendente. La adecuación puede efectuarse en los dos sentidos: en universalidad:
conveniente actuar sobre los nombres de modo que no se apliquen Es el hombre el que agranda la Vía, no la Vía la que agranda al hom-
más que a las realidades que los merecen, pero también actuar sobre
bre (XV, 28).
la realidad de las cosas de modo que coincidan con los nombres con-
La Vía, decía el Maestro, no está lejos del hombre. Cualquier vía que
vencionales. se nos dé y que esté lejos del hombre no es la Vía. Se dice en el Libro de
Este intento de adecuación ritual entre nombres y realidades es la las Odas: «Cuando se talla un mango de hacha, el modelo no está lejos».
traducción quizá tardía del sueño confuciano, no de un mundo bajo la Uno tiene en su mano el mango de la hacha con la que talla un mango de
égida de un gobierno -ni siquiera ideal-, sino de un mundo que se ar- hacha, y lo mira. Sin embargo, este modelo aún puede considerarse como
monice y se equilibre por sí solo, como en tiempos del soberano mí- un modelo alejado. En cambio, el hombre de bien trata al hombre confor-
tico Shun, que se limitaba a estar sentado de cara al sur, encarnando me al hombre (que es). Le basta corregirse a sí mismo. La lealtad y la be-
así el ideal de una no-acción totalmente daoísta (XV, 4).26 Hay en Con- nevolencia practican, por introspección, una vía muy próxima.28
fucio una gran nostalgia de la adecuación original de la aventura hu-
mana al curso natural de las cosas en que el Dao se manifiesta de for-
ma natural, sin necesidad de ser explicitada en discursos y principios: Confucio y la formación de los textos canónicos

El Maestro dijo: «¡Quisiera tanto prescindir de la palabra!» La enseñanza de Confucio integra el estudio, el sentido de lo hu-
Zigong objeta: «Pero, si no hablarais, qué transmitiríamos nosotros, mano y los ritos en una única visión de lo que es una tradición civili-
vuestros humildes discípulos?» zada, es decir una cultura (wen 文). Cultura que Confucio era cons-
El Maestro: «¿Habla el Cielo? Las cuatro estaciones se suceden, las ciente de tener la elevada misión de transmitir, aun poniendo en
cien criaturas proliferan, y ¿qué necesidad tiene el Cielo de hablar?» peligro su vida:
(XVII, 19). Amenazado de muerte en Kuang, el Maestro declaró: «Tras la muerte
del rey Wen, ¿acaso no vive en mí su cultura? Si el Cielo hubiera querido

12
enterrar esa cultura, nadie la defendería como lo hago. Y si el Cielo no
quiere enterrarla, ¿qué he de temer de las gentes de Kuang?» (IX, 5). chino.33 En cuanto a Primaveras y Otoños, sólo se mencionan una vez
en los Diálogos, si bien la tradición posterior relaciona estrechamen-
Al igual que los ritos, cuyo aspecto estético de formalismo armo- te este texto con Confucio. Las dos estaciones del título, que signifi-
nioso los asocia de forma natural a la música y la danza, todos los re- can el año por sinécdoque, forman un término genérico para los ana-
finamientos de la cultura en sentido amplio tienden en última instan- les. Éstos eran redactados día a día por los escribas oficiales, no sólo
cia a humanizar la naturaleza. Entre ellos, la tradición escrituraria en la casa real para todo el reino, sino en cada casa señorial, al me-
ocupa el lugar privilegiado que le corresponde en una civilización de nos desde finales del los Zhou occidentales. Sin embargo, sólo han
lo escrito. Hay en Confucio, como en sus sucesores, una tensión cons- llegado hasta nosotros los anales de la casa de Lu, patria de Confu-
tante entre la letra (textual) y el espíritu (ritual), entre la ampliación cio, conocidos con el título de Primaveras y Otoños, nombre que aca-
de la experiencia y del conocimiento y la capacidad de relacionarlos baría aplicándose al período histórico que cubren (722-481). Esta
con una exigencia moral: mera crónica de acontecimientos, seca e impersonal, no sería atri-
buida a Confucio hasta el siglo iv a.n.e., por Mencio, que ve en ella
El Maestro dijo: «El hombre de bien es el que, ampliando su cultura unas enseñanzas ocultas que el Maestro quiso transmitir a las gene-
mediante las letras, es capaz de disciplinarse mediante los ritos y no trai- raciones futuras.34 Es el punto de partida de una larga tradición, to-
ciona el Dao» (VI, 25).
davía viva a finales del siglo pasado, que convertiría el Chunqiu en
una especie de mensaje profético, incluso esotérico, expresado en fór-
La formación de los textos canónicos es indisociable del nombre
mulas codificadas.
de Confucio, pese a que ciertas tradiciones atribuyen su origen a otras
En el siglo n a.n.e. cuando se abre, con la dinastía Han, la era im-
figuras míticas del período fundacional de los Zhou, como el rey Wen o
perial, el primer gran historiador chino Sima Qian (1457-86? a.n.e.)
el duque de Zhou.29 En los Diálogos (IX, 14), Confucio cita y utiliza de
describe así la complementariedad de los Seis Clásicos:
manera didáctica cierto número de textos que dice haber modificado,
reorganizado, e incluso purgado. Los que aparecen con más El Libro de las Mutaciones, que trata del Cielo y de la Tierra, del Yin
frecuencia y ocupan un lugar predominante entre los Seis Clásicos y del Yang, de las Cuatro Estaciones y los Cinco Elementos, es el estudio
(jing 經) catalogados a principios de la dinastía Han (siglo n a.n.e.) por excelencia del devenir; el Tratado de los Ritos, que ajusta las relacio-
son los Documentos (Shu 書) y las Odas (Shi 詩). Los Documentos nes entre los hombres, es el estudio de la conducta; el Libro de los Docu-
contienen supuestamente discursos, sermones, consejos e instrucciones mentos, que consigna los hechos de los reyes de otros tiempos, es el estu-
atribuidos a los soberanos de la antigüedad y sus ministros, desde los dio de la política; el Libro de las Odas, que canta los montes y los ríos, los
sabios-reyes Yao, Shun y Yu, pasando por las dinastías Xia y barrancos y valles, las hierbas y los árboles, las aves y las bestias, los ma-
Shang hasta los Zhou.30 Las Odas, que constituyen desde muy pronto un chos y las hembras, y es la expresión por excelencia del lirismo; el Libro
fondo de referencia para la élite letrada, son actualmente 305. de Música, por el cual se expresa la alegría de ser, es el estudio de la ar-
monía; Primaveras y Otoños, que distinguen lo justo de lo injusto, son el
Compuestas y recogidas bajo la dinastía Zhou, incluyen tanto canciones
estudio del gobierno de la humanidad.35
populares de las diversas partes del reino como odas de la corte
acerca de acontecimientos oficiales o del culto a los antepasados.31 Así, la tradición escrituraria china no tiene nada que envidiar en
Confucio también se refiere a menudo a los ritos y a la música sin complejidad a las demás culturas de lo escrito. Parece que los textos
que haya modo de determinar si se trata de textos ni en qué medida de donde los confucianos extrajeron su corpus canónico hicieron las
éstos corresponderían a los Ritos (Li 禮) y a la Música (Yue 樂) que veces de bonum commune para escuelas y corrientes muy diversas del
figuran entre los Seis Clásicos de la dinastía Han.32 Éstos incluyen, período imperial. El Canon confuciano tuvo, en su desarrollo, dos eta-
por último, las Mutaciones (Yi 易) y Primaveras y Otoños (Chunqiu pas principales con el establecimiento de los textos bajo la dinastía
春秋 ). Las Mutaciones, cuyo origen se remonta sin duda a la más re- Han y el gran renacimiento bajo los Song, un milenio después. Bajo
mota antigüedad, sólo son objeto de una mención de dudosa autenti- los Han, se habla de los Cinco (o Seis) Clásicos; bajo los Tang, son
cidad en los Diálogos (VII, 16) y serán tratadas en un capítulo aparte doce, que se convierten en trece bajo los Song, antes de que Zhu Xi
por su importancia capital para el conjunto del pensamiento les adjuntara los Cuatro Libros. Dicho de otro modo, el Canon no se
concibe como algo cerrado e inmutable; todo texto esencial para
13
«aclarar los principios del Cielo y rectificar las mentes humanas» pue- tes a primera vista y si se pregunta qué es lo que constituye su cano-
de convertirse en un Clásico. nicidad, puede empezar por destacar su carácter oficial, opuesto al de
La ausencia de homogeneidad del material canónico confuciano ha los escritos personales asociados a escritores particulares. Una litera-
sido relacionada con su orientación no teocéntrica, dado que las es- tura de precedentes que tiene un modelo canónico no da prioridad a la
crituras no son el lugar en que Dios habla a los hombres como sucede búsqueda de originalidad. Si bien cuenta con muchas grandes perso-
en las tradiciones reveladas, cuyos fundamentos escriturarios pa- nalidades e importantes pensamientos, se trata en gran parte de una li-
recen, en comparación, más homogéneos.36 Todos los elementos que teratura de comentarios, presentados explícitamente como tales o no.
caracterizan los Clásicos (heterogeneidad del material, ausencia de re- La sacralización de lo escrito es crucial en el papel histórico que se
velación, mutabilidad del corpus, ausencia de monopolio de una co- asigna a Confucio: durante los dos siglos y medio que separan la
rriente particular, etc.) contribuyen a librar la concepción china de la muerte del Maestro y los inicios de la era imperial, la mayor parte del
canonicidad de las nociones de heterodoxia o de herejía. corpus escriturario es remodelada según la mentalidad confuciana. Al
Pese a que la tradición confuciana se ha empeñado en establecer mismo tiempo, se produce un paso progresivo de la cultura canónica,
una relación entre los textos y la figura de Confucio, ésta por sí sola basada en una tradición textual y ritual, a un discurso propiamente fi-
no constituye un criterio de canonicidad, ya que ni siquiera los Diá- losófico. Por el precedente que crea de utilización profana, no oficial,
logos (Lunyu) entran originalmente en el corpus canónico. El princi- de la escritura, Confucio no sólo hace escuela en su propio entorno,
pal criterio de sacralización está ligado a la escritura que participa del sino que es imitado por «los maestros y las cien escuelas» (moísta,
paso, descrito en el capítulo anterior, de una práctica adivinatoria a un daoísta, legista, etc.), que emergen durante el período de los Reinos
pensamiento cosmológico. A los signos escritos, en su relación origi- Combatientes, en los siglos iv-m, y que pretenden instituir cánones.
nal con la adivinación (recordemos que el mismo carácter shi 史 sig- Las primeras compilaciones de dichos o aforismos se deben al es-
nifica escriba y adivino), se les atribuía un poder mágico, hechicero, fuerzo de discípulos deseosos de conservar lo esencial de las ense-
al que seguirían asociados a través de todas las formas posteriores de ñanzas orales de sus maestros. En su mayor parte, llevan por título el
expresión escrita, en particular la poesía y la caligrafía. Pero este po- nombre del maestro (zi) a quien se atribuye la autoría (el Mozi, por
der proviene de que los signos se adaptan sin mediación a las líneas ejemplo, transmite supuestamente la enseñanza del Maestro Mo). En
naturales del universo, y este tipo de escritura no deja mucho espacio el caso del Mengzi, no se trata sólo de notas consignadas en una com-
para la expresión personal. Es, por excelencia, canónica en el sentido pilación postuma, ya que Mencio vivió lo suficiente para poder re-
del término chino jing 經, que indica la trama de un tejido. El texto, dactar él mismo el texto. La idea de una obra personal no se concreta
como textura, se limita a mostrar los motivos fundamentales del uni- hasta poco antes del imperio con Xunzi, que compone enteramente
verso, no se superpone a él como un discurso sobre el universo. En breves tratados que previamente han sido objeto de enseñanza oral.
este sentido, los Clásicos representan la trama del universo mismo Pero el primer autor en emplear directamente la lengua escrita para
transcrita, puesta en signos: en lugar de distinguir al hombre respecto expresar sus ideas personales fue el gran teórico del pensamiento le-
al universo, establece entre ambos un vínculo íntimo: gista, Han Feizi. Este afinamiento progresivo del discurso es lo que
vamos a tratar de describir en los capítulos siguientes.
Las obras que tratan acerca de los principios universales de la gran tría-
da (Cielo-Tierra-Hombre) se llaman jing. Representan el Dao supremo en
su permanencia, gran enseñanza inmutable. Por eso son a imagen del Cie- Notas
lo y de la Tierra, se modelan conforme a los espíritus y las divinidades,
participan del orden de las cosas y regulan los asuntos humanos.37 1. Diálogos (Lunyu), XVI, 2.
2. Véase el Zuozhuan (Comentario de Zuo) y el capítulo 47 del Shiji (Memorias
Por tanto, los Clásicos representan cada uno un género específico históricas) de Sima Qian. El Zuozhuan, que se cree que data de mediados del siglo iv
de literatura, pero, en conjunto, constituyen un inmenso almacén de a.n.e., es una compilación muy detallada de hechos y anécdotas históricas de entre 722
y 464, relacionada, año por año, con las secciones de los Anales de Primaveras y Oto
la experiencia y de la sabiduría humanas acumuladas a lo largo de los ños (Chunqiu), documento histórico considerado como texto canónico en la tradición
siglos, un tesoro de exempla aplicables en cualquier ocasión. Si uno confuciana (véase, más adelante, la nota 34). Traducción íntegra de Séraphin Couvreur:
busca los denominadores comunes de todos estos textos tan diferen- Tch'ouen ts'iou et Tso tchouan. La chronique de la principauté de Lou, 1914, reed. en

14
3 vols., Cathasia, París, 1951; traducción de extractos por Burton Watson, The Tso Western Interpretations of Jen (Humanity)», Journal of Chínese Philosophy, vol. 2,
chuan. Selectionsfrom China's Oldest Narrative History, Columbia University Press,
n.° 2 (1975), pp. 107-129; Tu Wei-ming, «Jen as Living Metaphor in the Confucian
Nueva York, 1989.
Analects», Philosophy East and West, vol. 31, n.° 1 (1981), pp. 45-54.
Para traducciones parciales de las Memorias históricas del siglo n a.n.e., véase 12. Para un ejemplo de esta adaptación de la enseñanza a la personalidad del inter
Édouard Chavannes, Les Mémoires de Sse-ma Ts'ien {caps. 1 hasta 47), 1895-1905, locutor, véase Diálogos, XI, 21 y II, 5, 6, 7, 8, donde Confucio responde de modo dis
reed. (con los cap. 48-52), Adrien Maisonneuve, París, 1969; Burton Watson, Records tinto a cuatro interlocutores que le preguntan lo mismo: «¿Qué es la piedad filial?»
ofthe Gran Historian of China, 2 vols., Columbia University Press, Nueva York, 1961. 13. Acerca del Zhongyong, véase el capítulo 6, nota 22. Pese a no ser satisfactoria,
Se está preparando una traducción íntegra en inglés bajo la dirección de William H. adoptamos, a falta de otra mejor, la traducción convencional de Séraphin Couvreur,
Nienhauser, Jr., The GrandScribe's Records, 9 vols. previstos, t. 1 y 7, Indiana Uni- L'invariable Milieu, en Les Quatre Livres, reed. Cathasia, París, 1949.
versity Press, Bloomington, 1995. 14. Léon Vandermeersch, La Voie royale, t. II, p. 505.
3. Aparte de la traducción algo trasnochada de Séraphin Couvreur (misionero en 15. Véase D/á/ogos, XVII, 21.
China a principios del siglo pasado), Les Entretiens de Confucius et de ses disciples, 16. Tratado que, al igual que el Zhongyong (El Invariable Medio), constituye un
publicada en Les Quatre Livres, 1895, reed. en Cathasia, París, 1949, existen otras más capítulo del Tratado de los Ritos (Liji) de finales de la antigüedad.
recientes en francés. Por orden cronológico: Anne Cheng, Entretiens de Confucius, Éd. 17. El término /(' es el que más se repite en los Diálogos después de ren (véase nota
du Seuil, París, 1981; Pierre Ryckmans, Les Entretiens de Confucius, Gallimard, París, 11): aparece nada menos que 75 veces, y 43 párrafos están dedicados a comentar su sig
1987; André Lévy, Confucius. Entretiens avec ses disciples, Flammarion, París, 1994. nificado.
En Inglés: Arthur Walley, The Analects of Confucius, Alien and Unwin, Londres, 1938; 18. Acerca de las Odas, véase nota 31 de este capítulo.
D. C. Lau, The Analects, Penguin Books, Harmondsworth, 1979; Raymond Dawson, 19. Liji (Tratado de los ritos), principio del capítulo 1, traducción de Séraphin
Confucius, The Analects, Oxford University Press, 1993. En alemán: Richard Wilhelm, Couvreur: Mémoires sur les bienséances et les cérémonies, reed. en 2 vols., Cathasia,
Kung-Futse Gesprache, 1910, reed. Diederichs, Dusseldorf, 1955. En italiano: Fausto París, 1950,1.1, pp. 6-7.
Tomassini, Testi Confuciani, Utet, Turín, 1974. 20. Véase Diálogos II, 4, citado en la anterior nota 6. Acerca de las amenazas de
Entre los numerosos estudios acerca de Confucio y de los Diálogos, cabe señalar muerte, véase VII, 22 y IX, 5. Sobre el «decreto celeste», véase XVI, 8 y XX, 3.
los de Karl Jaspers, «Konfuzius», en Die Grossen Philosophen, t. 1, Piper, Munich, 21. Véase Donald J. Munro, «The origin of the concept of Te», en The Concept of
1959; Richard Wilhelm, K'ungtze und der Konfuzianismus, Berlín y Leipzig, 1928; Man in Early China, Stanford University Press, Stanford, 1969, pp. 185-197.
Herbert Fingarette, Confucius. The Secular as Sacred, Harper and Row, Nueva York, 22. Acerca de esta cuestión, véase más adelante, cap. 6 sobre Mencio, «¿Qué hay
1972; David L. Hall y Roger Ames, Thinking Through Confucius, State University of del mal?»
New York Press, Albany, 1987; Heiner Roetz, Die chinesische Ethik der Achsenzeit. 23. La prioridad que se da a la fuerza coercitiva de la ley caracteriza la corriente
Eine Rekonstruktion unter dem Aspekt des Durchbruchs zu postkonventionellem Den- llamada «legista», cuyas teorías serían aplicadas a partir de los siglos iv-m por los se
ken, Shrkamp, Francfort, 1992, y Konfuzius, Beck, Munich, 1995. ñores de finales de la dinastía Zhou, véase cap. 9.
4. Tratándose de la China antigua, parece sin embargo mejor conservar el término 24. Este aspecto puede recordar los «enunciados performativos» (performative ut-
chino que hablar de «letrados», término utilizado por los filósofos del siglo xvm terances) de que habla J. L. Austin en How To Do Things With Words, Oxford Univer
europeo refiriéndose a los miembros de la sociedad china que tienen la doble función sity Press, 1962, traducido al francés bajo el título Quand diré, c'estfaire, Éd. du Seuil,
de «cultivar las letras y ejercer empleos públicos». París, 1970.
5. Diálogos,XWA\. 25. Acerca de la rectificacion.de los nombres y la cuestión de la relación nom
6. Diálogos, II, 4. La última frase de este pasaje tiene su eco en las palabras del pin bre/realidad, véase más adelante el capítulo 5. Véase también Robert H. Gassman,
tor Henri Matisse, que entonces tenía más de sesenta años: «He trabajado cuarenta años Cheng-ming: Richtigstellung der Bezeichnungen. Zu den Quellen eines Philosophems
sin interrupción; he hecho estudios y experimentos. Cuanto hago ahora sale del cora im antiken China. Ein Beitrag zur Konfuzius-Forschung, Peter Lang, Berna, 1988; Ka-
zón». O, como dice el filósofo Gilíes Deleuze, «hay casos en que la vejez proporciona, rine Chemla y Francois Martin, eds., Extréme-Orient, Extréme-Occident, n.° 15 (Le Jus
no una eterna juventud, sino al contrario una soberana libertad, una necesidad pura», te Nom), Presses de l'université de Vincennes, 1993.
véase Qu'est-ce que laphilosophie? Éd. de Minuit, París, 1991, p. 7. 26. Véase cap. 7 sobre el Laozi, nota 14.
7. Diálogos, XV, 38. Sobreentendido: sin distinciones de clanes nobiliarios, que en 27. La Voie royale, t. II, p. 499.
la sociedad feudal Zhou poseían cada uno sus escuelas. 28. Zhongyong (El Invariable Medio), § 13. Acerca de esta obra, véase la anterior
8. Alude a la práctica, corriente entre los personajes importantes de la época Pri nota 13 y el cap. 6, nota 22.
maveras y Otoños, de rivalizar en refinamiento y cultura recitando, según las circuns 29. Véase Anne Cheng, «La trame et la chaine: Aux origines de la constitution d'un
tancias, alguna de las piezas ritmadas y rimadas de las que el Libro de las Odas es una Corpus canonique au sein de la tradition confucéenne», Extréme-Orient, Extréme-Oc
compilación canonizada por Confucio (véase más adelante la nota 31). cident, n.° 5 (1984), pp. 13-26; y «Le confucianisme», en Grand Atlas des religions,
9. La cita es de Zhang Zai (1020-1078), pensador de principios de la dinastía Song Encyclopeadia Universalis, París, 1988, p. 224.
(véase capítulo 18), Zhangzi yulu en Zhang Zaiji, Zhonghua shuju, Beijing, 1978, p. 321. 30. Para traducciones, véase por ejemplo Séraphin Couvreur, Shou King. Les an-
10. Zheng Xuan, citado en el Mengzi zhengyi de Jiao Xun, Taibei, 1979, 28, p. 14a. nales de la Chine, reed. Cathasia, París, 1950; Bernard Karlgren, The Book ofDocu-
11. El término aparece más de cien veces en los Diálogos y constituye el tema ex ments, Elanders, Goteborg, 1950. Para un resumen de los estudios sobre la autenticidad
clusivo de 58 párrafos. Véase Chan Wing-tsit, «The Evolution of the Confucian Con- de los capítulos del Libro de los Documentos, véase Herrlee G. Creel, The Origins of
cept Jen», Philosophy East and West, vol. 4 (1954-55), pp. 295-319, y «Chínese and Statecraft in China, Chicago University Press, Chicago, 1970, pp. 448-463, y Edward

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L. Shaughnessy, «Shang shu (Shu ching)», en Michael Loewe, ed., Early Chínese Texts:
A Bibliographical Guide, University of California, Berkeley, 1993, pp. 376-389.
31. Acerca de la importancia de las Odas en la cultura letrada, véase la anterior nota
8. Se puede consultar, por ejemplo, las traducciones de Séraphin Couvreur, Cheu King,
1896, reed. Taichung, Kuangchi Press, 1967; Arthur Waley: The Book ofSongs, Alien
and Unwin, Londres, 1937; Bernard Karlgren, The Book ofOdes: Chínese Text, Trans-
cription and Translation, Museum of Far Eastern Antiquities, Estocolmo, 1950; Heide
Koser y Armin Hetzer, Das Liederbuch der Chinesen. Guofeng, Frankfurt, 1990. Véa
se asimismo el estudio literario y antropológico de Marcel Granet, Fétes et Chansons
anciennes de la Chine, Leroux, París, 1919. Sobre la composición del Libro de las
Odas, véase C. H. Wang, The Bell and the Drum: Shih Ching as Formúlale Poetry in
an Oral Tradition, University of California Press, Berkeley, 1974.
32. El Tratado de los Ritos (Liji) es probablemente una compilación de finales del
período Reinos Combatientes, incluso de principios de la dinastía Han, que contiene
hasta textos que no tienen gran cosa que ver con los ritos como tales. Para la traducción
de Séraphin Couvreur, véase la anterior nota 19. En cuanto al Libro de la Música, ya se
menciona como perdido bajo la dinastía Han, hasta el punto de que cabe dudar que haya
existido alguna vez como texto;; por eso se habla tan pronto de los Cinco como de los
Seis Clásicos, dependiendo de si se incluye o no.
33. Acerca de las Mutaciones, véase cap. 11.
34. Para la traducción de Couvreur, véase la anterior nota 2. Sobre Mencio, véase
cap. 6. Sobre la exégesis de Primaveras y Otoños, véase cap. 12, «La batalla de los Clá
sicos».
35. Nota final del Shiji (Memorias históricas), traducción de Dzo Ching-chuan,
Sseu-ma Ts'ien et l'Historiographie chinoise, Publications orientalistes de France, Pa
rís, 1978, p. 146. Para traducciones del Shiji, véase la anterior nota 2.
36. Véase Léon Vandermeeirsch, «Une tradition réfractaire a la théologie: la tradi
tion confucianiste», Extréme-Orient, Extréme-Occident, n.° 6 (1985), pp. 9-21; y la im
portante obra de John B. Hende:rson, Scripture, Canon and Commentary: A compari-
son ofConfucian and Western Exégesis, Princeton University Press, 1991.
37. Wenxin diaolong (La me.nte literaria y el Cincelado de dragones), obra de crí
tica literaria que data de principios del siglo vi), cap. 3. Para una traducción al inglés,
véase Shih Yu-chung: The Literairy Mind and the Carving ofDragons by Liu Hsieh, Co-
lumbia University Press, Nueva York, 1959.

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