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“A la tentación de convertir los preceptos en recetas de cocina o en objetos de laboratorio, solo puede
oponérsele un ejercicio constante de vigilancia epistemológica que subordinando el uso de las técnicas y
conceptos a un examen sobre las condiciones y los límites de su validez, proscriba la comodidad de una
aplicación automática de procedimientos probados y señale que toda operación debe repensarse a si
misma y en función del caso particular”.
Bourdieu, Passeron, “El oficio de sociólogo”
1. Introducción.
La historia de estas últimas décadas en Argentina nos indica que tanto las
organizaciones sociales como el estado, han hecho un recorrido significativo
implementando modalidades diversas de trabajo asociado. Pero resta profundizar la
mirada, de modo tal de poder saber si a través de esas experiencias de trabajo
asociado se han producido resultados o impactos mejores y sostenibles sobre esa
realidad social que se desea transformar. Es decir que, es necesario revisar los
propósitos y la finalidad última de estos procesos así como también identificar el
aporte de estas estrategias en relación con la búsqueda de un desarrollo humano
sustentable y por ende, transformador e inclusivo.
Para ello, el recorrido que usted lector podrá encontrar en este artículo parte de un
posicionamiento respecto del sentido y abordaje de la evaluación como dispositivo
para acompañar los procesos de gestión asociada, generando conocimiento a partir
de la práctica. Luego se presenta una explicitación sintética de las nociones de
trabajo asociado, haciendo énfasis en la gestión asociada. Y para finalizar, se
proponen algunas preguntas orientadoras que permiten construir ad hoc (para ajustar,
recrear, recombinar en cada caso) un tablero de observación desde el cual poner en
práctica estrategias de evaluación.
2 La idea de democratización pretende construir un sistema en el que los distintos actores sociales tengan la
posibilidad de construir y hacer viables sus proyectos y utopías, Pero a riesgo de no caer en una visión
ingenua acerca de la democracia es menester señalar que no alcanza para ello con la ampliación de los
espacios y mecanismos de la democracia política si ello no está sustentado en procesos de cambio del
modo de acumulación dominante ( la estructura de relaciones no solo económicas, sino también sociales y
culturales).
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captar y comprender en profundidad los alcances, entramados y efectos de los
procesos sociales, incluyendo en ellos las propias estrategias de intervención social en
tanto generadoras de procesos en los que se ponen en juego, valores, visiones,
vínculos, intereses e intencionalidades diversas. (Hintze, S: 2001).
Tal como lo señalan Nirenberg, Brawerman, Ruiz (2002) “la evaluación es investigación
en la medida que posibilita el avance del conocimiento a partir de la sistematización
de la práctica”, cosa que se logra en la medida en que se busca y valora la
rigurosidad a partir de la consistencia lógica del proceso de construcción de
conocimiento, que se rediseña en forma permanente a partir de su implementación.
Este marco referencial debe ser aún más flexible y abierto cuando se trata –como es el
objeto de este trabajo – de pensar la evaluación de “procesos de gestión asociada”
en tanto “procesos sociales multiactorales”, ya que necesariamente debemos
incorporar al análisis el papel que juegan los espacios de articulación, de trabajo
asociado entre actores, así como también el juego y confrontación que se plantea
entre los valores y las miradas posicionales de los actores sociales que participan en
ellos.
Pensar la evaluación de esta forma también implica un reposicionamiento del rol del
evaluador, que es considerado como un mediador - facilitador que promueve un
proceso de reflexión evaluativo con el conjunto de actores involucrados. Siguiendo a
Bourdieu y Passeron desde este nuevo rol se intenta “proporcionar los medios para
adquirir una disposición mental que sea condición de la invención y de la prueba.
Producir esta reconciliación, alejarse de los automatismos”, para promover la reflexión
sobre la propia práctica.
Por lo tanto este artículo propone pensar la evaluación desde este marco referencial
reflexivo, en movimiento permanente y flexible desde el cual se incorpora la dinámica
social y el juego entre actores, poniendo énfasis en el análisis de los procesos, para
desde estos analizar sus efectos o resultados. Se parte de una perspectiva integral,
que incorpora dimensiones de análisis que dan cuenta de procesos de naturaleza
cualitativa en un intento de sistematización y captura de los mismos desde un marco
metodológico y conceptual consistente.
Ahora bien, cualquier estrategia de evaluación que se piense, solo adquiere sentido y
legitimidad en la media que se conecta y se deriva de la práctica, es decir de
procesos concretos y reales de intervención social. Robirosa (1981) señala que “la
discusión de metodologías de evaluación para tener alguna utilidad objetiva no
puede plantearse como un puro ejercicio de investigación académica, sino por el
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contrario en el contexto de su utilización”. A su vez sostiene que se requiere siempre
una evaluación crítica del proceso completo de trabajo, indicando que “solo así se
podrán fundar con algún realismo y algún grado de precisión, modificaciones en el
proceso mismo”.
Esto supone la necesidad de reflexionar sobre al menos dos cuestiones: por un lado, el
compromiso y la instalación de la noción y de la importancia estratégica de la
evaluación de los procesos de gestión asociada, y por otro lado, la disponibilidad de
desarrollos metodológicos que permitan abordar adecuadamente la complejidad y
versatilidad de estos procesos.
El trabajo asociado es una instancia en la cual al menos dos actores sociales – ya sean
organizaciones gubernamentales y/o no gubernamentales con o sin fines de lucro -
deciden consensuar objetivos y desarrollar acciones en forma conjunta.
Podría decirse que toda experiencia de trabajo asociado produce intercambios entre
personas, organizaciones y territorios, generando algún tipo de coordinación de esos
intercambios, bajo el supuesto de lograr de ese modo impactos o resultados de mayor
alcance y efectividad y/o proyectándolos a su vez en espacios mayores de
incidencia.
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Podría decirse que analizando la producción discursiva sobre estas estrategias de
intervención, los procesos de trabajo asociado (en sus diferentes formas, cuestión que
abordaremos más adelante en este artículo) contienen implícitamente la utopía de la
democratización de las prácticas sociales y de las prácticas políticas y técnicas (en la
mayoría de los casos refiere a las prácticas de planificación-gestión-evaluación). Esta
noción implica una pregunta y una reflexión acerca del poder y del conflicto, que no
necesariamente se hace presente y se problematiza en las experiencias gestadas.
Esta parecería ser la finalidad última de dichos procesos, pero en los hechos estas
experiencias surgieron y se multiplicaron más desde la necesidad de resolver
situaciones coyunturales - o cuanto mucho de mediano plazo - que de la
intencionalidad de construcción de dicha utopía. Es decir que, fueron más bien
recursos instrumentales en el marco de una década compleja y contradictoria, que
generaba por un lado un modelo económico de exclusión basado en un estado
replegado en sus funciones básicas y promovía por otro lado la presencia de las
organizaciones de la sociedad civil en procesos participativos en el campo de las
políticas sociales.
Es común advertir que en la fundamentación del por qué apelar a estas modalidades
de trabajo con otros, la idea de la escasez de recursos, de la magnitud de la crisis y de
la pobreza, de la eficiencia y eficacia, de la transparencia en la gestión de los recursos
y del control social, aparecen como los pilares argumentales que justifican la
apelación a estas nuevas formas de trabajo.
Sin embargo, también podría hacerse otra lectura de estas experiencias, que deviene
de analizar el proceso de consolidación de movimientos sociales que fueron
pugnando por ser reconocidos en su derecho a no solo opinar o a interpelar al Estado,
sino también a incidir sobre la agenda pública y la agenda del estado, y en la toma
de decisión compartida.
Es decir que en muchos de estos procesos puede reconocerse en los sujetos y actores
que los protagonizan, un sentimiento de insatisfacción, de incomodidad, de
desacuerdo respecto de cómo el sistema social, económico y político funcionan
(inequidad, exclusión, discriminación, etc.). Desacuerdo que se expresa tanto en el
orden de lo conceptual y como en el de lo valorativo y que los lleva a intentar asumir
una actitud proactiva frente a esa realidad.
Sin duda, ambos procesos se amalgamaron en lo que han venido siendo las diferentes
experiencias de trabajo asociado, algunas más vinculadas al estado, otras con mayor
distancia respecto de este actor; muchas promovidas por los agentes de
financiamiento externo, otras alentadas por la lucha por la ampliación de los espacios
de participación social y política.
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Pero en ambos casos – la utopía de la democratización o el alcance más coyuntural -
se requiere llegar a construir una visión y objetivos compartidos “con otros”, lo cual
implica necesariamente atravesar situaciones de confrontación, disenso, conflicto,
competencia, negociación y consenso, con el propósito de alcanzar grados de
“cooperación” sustentables en el tiempo.
En este modelo abierto y plural, se incluye y reconoce no solo al estado (en sus
diferentes niveles jurisdiccionales) sino al sector no gubernamental con y sin fines de
lucro (empresas, organizaciones de base y organizaciones técnicas) y una variedad
de formas asociativas informales; el consenso es el eje de este proceso: mediar,
dialogar, escuchar, negociar, confrontar y acordar permite nuevas formas de
autodeterminación, participación y democratización.
No se diluyen los intereses particulares sino que se re- sitúan y adecuan los intereses,
expectativas y demandas en un espacio de participación e inclusión social.
Cada uno de esos espacios y de esos actores nos habla de ciertas formas de
construcción y circulación de relaciones de poder. Es decir que el poder existe y opera
en todos los espacios y vínculos sociales (en los vínculos familiares, en las relaciones de
género, en las instituciones públicas y privadas, en las asociaciones de afinidad, etc). Y
desde allí se generan formas de pensar y hacer que son y pertenecen al campo de lo
político.
Por lo tanto, todo “proceso de trabajo asociado” tiene una intencionalidad política
(desde esta perspectiva antes apuntada) marcada por los sujetos que se reconocen
como actores sociales, y que deciden incidir en la transformación de las relaciones
sociales en las que se sustentan las situaciones de inequidad.
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Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de procesos de trabajo asociado?,
¿Cuáles son esas formas concretas en las que se configuran dichos procesos?. La
literatura sobre el tema y las experiencias concretas nos hablan de la existencia de
algunas formas peculiares en las que se expresan diversas alternativas de
“asociativismo”, tales como: alianzas y/o parcerías, espacios deliberativos y/o
consultivos, redes y gestión asociada.
Todas ellas están signadas por algunos conceptos que se presentan como los ejes
trazadores de estas experiencias: actores sociales, articulación, coordinación, vínculos,
participación, horizontalidad, solidaridad, democratización, espacios de trabajo
compartidos, acciones o tareas conjuntas, negociación, consenso, decisiones
compartidas, son habitualmente utilizados para describir y relatar estas nuevas formas
organizativas, ya sea en el campo de la producción de conocimiento, como desde el
campo de producción de experiencias concretas que implican alguna forma de
“asociación” para “hacer”/ “incidir” en un espacio político – territorial dado.
En menor medida se habla del conflicto, del poder, de la competencia que circula
entre dichos actores en su rol y compromiso de encarar una tarea conjunta. Todos
estos conceptos coexisten en dichos procesos y es necesario tenerlos presentes con la
misma intensidad y relevancia si lo que se pretende es comprender la dinámica y el
alcance de estas experiencias.
Dicho cuadro nos muestra que la gestión asociada y las alianzas remiten a la tarea de
constituir un sujeto cooperativo para emprender una acción más compleja o lograr un
resultado más ambicioso (que el que se podría lograr en forma individual por cada
actor), mientras que las redes y los espacios consultivos implican la formación de
estructuras flexibles y democráticas que permitan una acción por lo general más
vinculada al logro de incidencia.
Todas ellas suponen una acción colectiva, protagonizada por actores diversos. Pero
tanto en el caso de la gestión asociada como en el de las alianzas y los espacios
consultivos esos actores son diversos y pertenecen a mundos con lógicas, visiones e
intereses diferentes, en tanto que las redes por lo general se constituyen entre iguales.
3Esta caracterización no pretende ser exhaustiva sino por el contrario apunta a señalar los rasgos distintivos
de cada una de estas formas de trabajo asociado, que por lo general se presentan como indiferenciadas o
cuyos límites parecen difusos
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diferente, en la medida en que por lo general es planteada como un modelo de
intervención que implica una construcción de nuevas formas de gestionar lo social,
con eje en el nivel gubernamental convocando desde allí a diversos actores (mediano
y largo plazo).
Las redes y los espacios consultivos son experiencias de vincularidad y asociativismo
que no ponen su foco en la “gestión”, sino que se constituyen en instancias de
incidencia y de instalación de cuestiones en la arena pública, con un horizonte
temporal de mayor alcance (largo plazo). Sin embargo las redes, en la medida que se
constituyen en espacios de identificación, reconocimiento e intercambio entre sujetos
y actores diversos, pueden también constituirse en una plataforma desde la cual
gestionar acciones en forma conjunta.
4Para una revisión de las fuentes del concepto ver “La gestión asociada: una utopía realista” de Cardarelli,
G y Rosenfeld, M. Publicación electrónica, IIG- Instituto Internacional de Gobernabilidad, www.iigov.org,
2003.
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Es un proceso centrado en el acuerdo y la corresponsabilidad, en un espacio que genera
sus propias reglas desde el reconocimiento de las asimetrías, produciendo condiciones de
horizontalidad, sin diluir la identidad de los actores que participan. Y en el cual el énfasis
reside en establecer “compromisos de acción” para producir cambios en la realidad
social.
“La gestión crea las condiciones para el mejor hacer del colectivo institucional…para
que las cosas sucedan: que las ideas se transformen en actos, que la planificación
mute en acciones eficaces, que la gestión se confronte con lo real”. (Blejmar; 2005)
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Estos actores pueden ser diversos, así como diversas son las vinculaciones entre
actores. Hasta aquí en general se ha considerado que los procesos de gestión
asociada requieren para ser tales la presencia de un actor gubernamental (por lo
general local, pero también puede darse en el nivel nacional y provincial),
organizaciones no gubernamentales y organizaciones de base (Gobierno- ONG- OSC).
Estos ejemplos solo intentan mostrar, que las diversa formas de trabajo asociado
también están en movimiento y que el germen de la asociatividad puede desplegar
espacios que lleven a los actores a asumir “compromisos de gestión” en el mediano y
largo plazo. Es decir que se pone en evidencia el abanico de oportunidades y la
versatilidad que procesos de este tipo pueden abarcar.
• los procesos de gestión asociada se construyen haciendo eje en los vínculos entre
actores, en función de una visión común, de objetivos compartidos, y confianza
mutua,
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GRAFICO I
PROCESO DE GESTIÓN ASOCIADA
ESQUEMA OPERATIVO
Actores sociales
Acuerdos para iniciar un proceso de Gestión Asociada
Poco sabemos hoy de manera sistemática y con rigurosidad metodológica sobre los
efectos de los procesos de Gestión Asociada; las experiencias desarrolladas han
atravesado los momentos de la instalación y aprendizaje de los códigos de esta nueva
modalidad y en cierto modo de la consolidación de las prácticas que ella conlleva,
por ello es imprescindible entonces que podamos empezar a mirar cómo lo han /
hemos hecho, qué han/ hemos logrado hasta aquí.
Esta conjugación del verbo en segunda persona del plural, alude a un ”nosotros”, y
esto es así dado que la evaluación debe formar parte del proceso mismo, es decir, los
actores que planifican y gestionan en forma compartida, deben estar en condiciones
y posibilidad de evaluar su propia práctica. Constituyéndose de ese modo en
“autogestores” del proceso, apropiándose de él, y teniendo un control operativo
(saber hacer), lógico (comprensión) y crítico de él (juicio evaluativo).
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La propuesta metodológica que se propone parte de un enfoque integral y flexible
que es resultado de integrar diferentes categorías analíticas cualitativas y cuantitativas
en un marco que incluye la “Inter. - subjetividad en el análisis”; es decir que intenta
generar las condiciones para hacer posible el diálogo y la construcción colectiva de
un saber entre actores, lógicas y saberes diferentes.
A su vez esta misma noción es afín a la idea de “sala de situación”, en la medida que
es un dispositivo pensado para ser usado por los propios actores protagonistas de los
procesos de Gestión Asociada, para replanificar, reorientar, decidir y aprender en el
proceso mismo.
Esto es posible en un ciclo procesual y abierto que despliega y abre le juego y vuelve a
recorrer reflexivamente los siguientes ejes:
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Gráfico II
Evaluación/ Análisis de
Reflexión situación
crítica (investigación)
Planificación
Intervención PROCESO DE /Intervención
GESTIÓN
ASOCIADA
Replanificación Evaluación/
Reflexión crítica
• ¿cuales son las claves para que un proceso de Gestión Asociada sea
efectivo?,
• ¿es esta estrategia un camino o un paso en la construcción de procesos de
democratización de las prácticas político técnicas?,
• ¿qué cambios se observan en este aspecto y cuales son las cuestiones a
fortalecer y optimizar para alcanzar este objetivo?,
• ¿como se construyen y sostienen los vínculos en estos procesos?
• ¿Cuáles son las reglas, los códigos desde los cuales se articulan identidades,
intereses y visiones diferentes?, es decir ¿cómo se integra la diversidad sin
reproducir los modos de relación social dominantes?
• ¿contribuyen estos procesos a generar incidencia en la definición de la política
pública?,
• ¿cuales son las fortalezas y debilidades de esta estrategia en sus múltiples
formas y planos de intervención?,
• ¿cuáles son las contribuciones o el valor agregado de los procesos de Gestión
Asociada a la resolución de situaciones de inequidad en el acceso a bienes,
servicios y al ejercicio de derechos de los grupos más vulnerables?
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En la tarea de comenzar a construir marcos referenciales que nos posibiliten continuar
construyendo conocimiento sobre estos procesos, se proponen algunas dimensiones y
categorías de análisis para orientar perspectivas de evaluación de estos procesos.
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¿Cuales son las potencialidades y aportes de cada actor en esta dirección, cuales sus
necesidades de manejo de herramientas específicas?, ¿Qué hacemos bien y qué
debemos mejorar? es fundamental para repensar la efectividad y los alcances de esta
estrategia.
Dimensión relacional: esta dimensión refiere a dos aspectos o campos relevantes. Por
un lado refiere a la necesidad de analizar el grado de influencia que las condiciones
previas de los actores ejercen sobre los procesos de gestión asociada, y por otro al
análisis de las formas que asumen los vínculos entre actores en estos procesos abiertos,
plurales, de corresponsabilidad.
Y por otro lado profundiza la mirada sobre la dinámica relacional y comunicativa que
se produce entre los actores, analizando las formas de manejo de las relaciones de
poder, la predisposición a la cooperación y a la competencia, los equilibrios y quiebres
de las reglas de convivencia y producción conjunta; los lenguajes y las formas de
comunicación; el repertorio de recursos que se pone a disposición para interactuar
con los otros, etc.
Se reconoce que los actores se suman al proceso su bagaje experiencial que incluye
los cognitivo, lo emocional, lo valorativo atravesado e influido por el contexto en el
cual ha sido producido. Es decir que, la forma en que los sujetos se incorporan al
proceso de gestión asociada no puede ser abordada solo desde una lógica centrada
en la acción racional, sino desde una perspectiva que incluya la consideración e
interpretación de lo emotivo, de los imaginarios que los sujetos traen consigo.
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asociada, acontece en el encuentro de identidades diversas (individuales y sociales),
a partir de procesos de diferenciación económica, social, política y cultural.
Seguramente coincidiremos al pensar que las preguntas clave son las referidas a
evaluar en qué medida estos procesos de gestión asociada han contribuido a
disminuir o reducir los problemas que se propusieron enfrentar (la pobreza y exclusión,
la inequidad en el acceso a ciertos bienes y servicios, la vulneración de derechos de
poblaciones y/o minorías, etc.), ¿cuánto y cómo hemos mejorado el reconocimiento
y efectivo ejercicio de los derechos de los ciudadanos en situación de
vulnerabilidad?,¿se han instalado en esas comunidades y organizaciones canales de
participación que garantizan el acceso equitativo a los bienes y servicios?, ¿cuál ha
sido el valor agregado del proceso de gestión asociada en la superación de las
situaciones que se propuso enfrentar?.
Sin duda que ambas preguntas resultan relevantes, pero aún asumiendo su
importancia, surge como una provocación para complejizar el análisis y esta
provocación implica preguntarse acerca cuál es el nivel de efectos más significativo
para evaluar los procesos de gestión.
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que es el de la incidencia/ influencia sobre los propios actores que participan del
proceso.
Quizás pueda proponerse pensar si este nivel de incidencia no es el que puede operar
como efecto demostración de la potencialidad de esta forma de trabajo asociado en
relación con la creación de nuevas prácticas sociales construidas sobre nuevos
marcos valorativos basados en el respeto de la diferencia y de la diversidad, y en la
horizontalización de las relaciones trabajando con la asimetría y el poder en busca de
la equidad integral.
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EVALUACIÓN DE PROCESOS DE GESTIÓN ASOCIADA
III. RELACIONAL La dinámica de los vínculos en los planos: • ¿Cuales son las condiciones previas desde las que los actores se posicionan
(LOS VINCULOS) para ser parte de un proceso de gestión asociada?
• Organizacional/ institucional • ¿Cuáles son los cambios reconocidos por los actores en su forma de
• Grupal informal vinculación con los actores con los que comparte el proceso de gestión
• Personal asociada?
• ¿Cuáles de esos cambios valora y cuales no?
Y en forma transversal en sus vínculos • ¿Cómo se estructuran los vínculos con los actores del proceso? Identificación
hacia adentro y hacia fuera del proceso de diferencias en los vínculos según tipo de actor. Homogeneidad versus
de gestión asociada. heterogeneidad.
• ¿Cuál es el grado de aceptación/ rechazo de las diferencias?
• ¿Cuáles son los modos de resolución de las diferencias?
• ¿Cuál es la forma en que se procesan las dificultades que se presentan en el
proceso de gestión asociada? Aceptación, tensión, rechazo, reelaboración
como practica de aprendizaje.
EVALUACIÓN DE PROCESOS DE GESTIÓN ASOCIADA
VI. SUSTENTABILIDAD • Social • ¿Cuáles son las potencialidades de la estrategia asociativa para sostenerse
(EL FUTURO) • Política en el tiempo?
• Técnica • ¿En qué medida la gestión asociada se ha incorporado como práctica
• Económica cotidiana en las organizaciones?
• ¿Cuánto y cómo la gestión asociada ha influido en el mejor
aprovechamiento de los recursos de organización, económicos, humanos?
Fuente: elaboración propia MCT
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7. Bibliografía
10. Siede, Mario: “Estado y sociedad civil: notas para debatir sobre gestión
asociada”. Cuaderno de la X Jornada Anual del Sector Social, Fundación
Compromiso, Buenos Aires, 2004.
12. Tamargo, María del Carmen: “El rol de las alianzas público-privadas en el
contexto global-local”, Medioambiente y Urbanización, N° 57, IIED-AL, Buenos
Aires, 2002; y Publicación electrónica en Magazine DHIAL, Instituto Internacional
de Gobernabilidad, Universidad Abierta de Cataluña, http:www.iigov.org/dhial.