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Un viejo palacete algo descuidado que hace las veces de legación oficial
española, aunque la verdadera vida del embajador discurre en otro lugar, en
el palacio de Don Pedro de Alcántara, Duque del Infantado. En esa casa la
actividad polí tica es frenética y descontrolada y el embajador cela a sus
enemigos, departe con amigos y se cuida de los arribistas cuanto puede.
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Se detiene Aranda y toma aire. Mira el cuadro, un mal cuadro, del Rey que
lo mandó aquí . Junto del mismo un jarrón de porcelana con su imagen regia
y varios abalorios de esos que decoran con tan recargado mal gusto los
palacios parisinos de la época. Se apena su ánimo. Tal vez un mal
pensamiento le ha sorprendido. Sigue escribiendo.
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Al otro lado de la puerta bullicio de vencejos piando. Se dice que estas aves
anuncian los nacimientos y las muertes de las personas. Aranda piensa que
tal vez alguien dio a luz. Vuelve sobre sus pensamientos.
“Una polí tica cuerda nos aconseja que tomemos precauciones ante
los males que nos pueden sobrevenir.”
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Echa los últimos polvos sobre la tinta aún fresca de su rúbrica y pone fecha
en Parí s para Madrid, Septiembre del año de gracia de 1783, porque será el
dí a 3 de ese mes cuando se firmarán oficialmente los acuerdos de paz.
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Deshecha la idea.
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S No es la peor de las fatalidades que han bornoneado en este lugar del mundo,
pero su herencia déspota y paternalista será una pesada carga sobre las
castigadas espaldas de este sufrido mundo, de esta pequeña partí cula del
mundo.
Lo podemos decir ahora que observamos los hechos desde una cierta
distancia y lo decimos un tanto contra corriente del pensamiento oficial, que
ensalza el supuesto progresismo ilustrado de Carlos, el rey alcalde, el rey
polí tico, el de la puerta de Alcalá, el del actual museo del prado y otras
bobaliconas explicaciones.
El rey Carlos, como queda dicho, no hará caso a Aranda cuando lea, por
encima y con desdén, su dictamen. Su viejo amigo Tanucci acaba de fallecer
y el rey no piensa en otra cosa que en su sentimiento de pérdida por el
antiguo consejero y casi único amigo.
Que se vaya al diablo Aranda con sus monsergas. Tengo, dice el rey que es
quien puede, otras cosas en que pensar. Menudo fastidio. Siempre igual.
Piensa Carlos que Tanucci fue su mejor aliado y el mejor consejero que dejó
en herencia a su hijo. Desde que Fernando lo mandó despedir, su querido
reino de Nápoles se ha convertido en un lupanar de corrupción, de espionaje
y crueldad, y, sobre todo, contrario a los intereses de Carlos y tal vez a los
de toda la familia borbona.
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Los méritos de Moñino son, como siempre ocurre en los aledaños del poder,
fruto de la conspiración y las emboscadas. Primero supo trepar al Consejo de
Estado como fiscal de lo criminal. Luego hizo del arribismo un arte en la
pura corte. Más tarde supo hacerse con la embajada en Roma y convencer al
Papa Clemente de la oportunidad de dictar la disolución de los jesuitas en el
orbe cristiano, como querí a el rey para salvar el escrúpulo de su conciencia
e implantar su poder absoluto, cuando Aranda le convenció de expulsarlos de
todos sus reinos. Luego estrechó lazos con los prí ncipes italianos de la casa
de los borbones, tan del agrado estos del rey Carlos, y siempre lisonjeando
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Este rey con cara de tonto y aficionado, como no podí a ser menos tratándose
de un rey tan patriota, a pegar tiros en ridí culas jornadas de caza, está en su
declive mental y fí sico. Está sólo y así se siente. Su mujer falta hace ya
tanto tiempo y el rey es tan asceta que hasta duerme en el suelo medio
desnudo y camina descalzo para despejar los tirones de la carne. La mayorí a
de sus hermanos también han desaparecido, menos ese desconsiderado de
Luis, con quien ni siquiera se hablaba, como tampoco lo hací a con el
heredero, Don Carlos, de cuyo desencuentro Floridablanca intentaba sacar
partido. Ni se lleva sino protocolariamente con su otro hijo, Fernando, ahora
rey de Nápoles y desobediente a la estrategia paterna.
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5.- Borbonear
i miramos hacia atrás, digamos que a una mirada de soslayo, veremos que
S este Carolo de numeral tercero fue, como hemos dicho más arriba, un mal,
otro más y del montón, para las colonias de ultramar y para los reinos
hispánicos.
Igual que en sus restantes reinos hispánicos, luchó por deshacer todo atisbo
de diferenciación, de mezcla, de heterogeneidad, de libertad y de liberalidad
es esos dominios ultramarinos, donde el sol, se decí a, no se poní a.
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Más como Lisboa rivalizó haciendo descender su origen del propio Ulises,
hizo el rey Carlos falsificar pruebas de la fundación previa de Madrid nada
menos que por uno de los hijos de Noé, justo después del diluvio. La urbe de
urbes debí a tener mejor origen que sus hermanas competidoras. El rey de
España mejores tí tulos.
Carlos, como hemos insinuado casi de pasada, no tuvo un especial interés por
las colonias, mucho menos por sus habitantes y su porvenir. Usó de unas y
otros como moneda polí tica en su lucha por la supremací a continental frente
a Inglaterra, su rival principal, y como escenario de fogueo y disputas de sus
ambiciosos nobles y gentilhombres. También como bolsa de alivio de sus
excesos económicos y caprichos.
En repetidas reales cédulas prohí be a los vascos ser tales, y a los catalanes,
y a los gallegos, y a los murcianos, y a los gitanos (a los que persigue y
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El rey querí a una única lengua, una única religión, una única moral y un
pueblo sometido. Más o menos la voluntad de todo rey, de todo rey
absoluto, de todo Borbón reinante, de toda idea déspota del poder, de toda
sinrazón del poder, de todo poder.
Por eso el rey enví a y reenví a reales cédulas conminatorias mandando cubrir
la enseñanza en castellano en las escuelas de indios, donde las hubiere, como
es la de mayo de 1785, que llega a la gobernación de Antioquia para estricto
cumplimiento. Su polí tica de hispanización de América recuerda que
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Escriba vuestra merced a Aranda, dice Cajigal, pí dale ayuda para que
interese la revisión de su caso al Rey. El Conde es un hombre de bien y le
comprenderá. Y si nada consigue de esta panda de refinados, quédese en la
nueva república al servicio de su milicia, que bien que necesitará de buenos
militares para defender los derechos que recién han conquistado y, con algo
de suerte, para que éstos se extiendan y cunda el ejemplo.
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Ama su América y sueña con que los logros de la nueva cultura se extiendan
por ella como un reguero de vino nuevo.
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7. - Veinticuatro de julio en
Caracas
n la alcoba de una casa palaciega de Caracas nace un niño de sangre azul el
E mismo dí a 24 de julio en que el clarividente Aranda recomienda al rey
disgregar su reino y renunciar a las colonias.
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La lluvia bate contra las tejas del palacio y salpica los ventanales. Huele a
humedad y a la exuberancia de la vegetación. El viento acompaña con su
rumor al aguacero y es tanto el agua que no se ven las cimas del Ávila ni del
Atillo.
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Cae el agua derramada por la cabeza del pequeño Simón, que iba para
Pedro, piedra sobre la que edificar, como dice la Biblia en una interpolación
que ahora no viene al caso recriminar ni al que la hizo ni al que la permitió,
por más que suframos las consecuencias, y el crí o llora por el susto.
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Muere el rey en 1788, languidece el reino. Tiemblan sus vasallos. Viene otro
rey. Otro vendrá que bueno te hará. El reino se estremece. Sus vasallos
perecen. De mal en peor vamos y así un largo etcétera.
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De este tropel de gentes que perviven cuando su rey los deja solos, la
inmensí sima mayorí a eran agricultores, contando como tales tanto a la muy
mayoritaria minorí a de los jornaleros que nada tienen, a los campesinos que
deben prestaciones, rentas o privilegios a los amos, y a los agricultores
propiamente dichos y que cuentan con un pequeño terruño propio.
Tan sólo unos 200.000 individuos estaban dedicados a una débil industria
(llamada manufactura por aquel entonces, que aún no habí a llegado Prudhon
y menos aún Marx para enseñarnos que esas gentes eran una clase social y
que tení an, o más bien podí an adquirirla, una conciencia de su relevante
papel para hacer valer sus intereses y todo el raca-raca archiconocido y cada
vez más utópico y remuerto).
Tras ellos podí a seguir un número de unos 30000 individuos que ni fu ni fa,
distribuidos, y quién sabe si a tiempo parcial o completo, entre funcionarios y
comerciantes.
Unos 1300 nobles de verdad, una casa real, un solo rey y un sinnúmero de
pájaros, burros, caballos, ovejas y otros bichos brutos que de un modo u otro
sentaban sus reales en suelo hispano.
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Estamos, obvio era pero por si acaso hay duda se añade ahora, hablando de
los reinos peninsulares, es decir, las Españas que este finado rey convirtió,
por decreto y uebos (léase necesidad) en nación “una” (luego otros añadirán
otros atributos). Excluimos por ello las llamadas colonias ultramarinas que,
en tendencia centrí peta incomprendida, quieren desgajarse, abandonar el
barco, dejarlo a la deriva, darse el piro, dejar de remar en la misma
dirección y que se quede con sus ratas y su rey.
Para resumir la herencia que el rey transmite, bastarí a con decir que, como
siempre, las cosas terrenales estaban fatalmente repartidas, si nos ponemos
en el punto de vista de la mayorí a de la gente; y que respecto de las cosas
espirituales, término en el que vamos a añadir también las cuestiones relativas
a creencias generales, como por ejemplo que lo que nos sucede es una
fatalidad necesaria, que así es y será siempre y un largo etcétera que sobra
también reproducir, requeterematadamente mal dispuestas. Siempre, claro
está, puestos como estamos en el lugar de los que viví an jodidos por todo
ello, que no por ser mayorí a han de tener razón en este y otros muchos
casos y aún en otros la tienen sin siquiera saberlo ni poderlo hacer valer.
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mejor de los posibles, o el peor si excluimos los otros, que no tení a más
arreglo que la resignación y al mal tiempo buena cara y que, como dijo Don
Francisco Mariano Nipho en sus cartas polí tico económicas al Conde de
Lerena
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PRIMERA DIGRESIÓN/DIATRIBA
DESDE ESTA ORILLA
i los súbditos (véase que no queremos hablar de pueblo donde no lo habí a o
S no se tení a por tal o, mejor dicho aún, donde este palabro se convierte en
una abstracción sujeta a tanta mala interpretación, tanta mala prensa y a tanta
interesada manipulación de tribunos sin escrúpulos y otros salvapatrias
desocupados de hacer vida honrada) viví an en tan deplorable estado, tal vez
ahora, a los más de doscientos años pasados, con la perspectiva que da el
tiempo, que todo lo cura, podrí a cabernos la tentación de compadecernos de
su mala suerte y alegrarnos de que doscientos años hayan valido para que la
nuestra se le parezca poco a la de ellos.
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Pero no, no son tan simples las cosas. No podemos cantar victoria.
Según el punto de vista que uno acepte para ver, como por una ranurita, lo
pasado desde que estiró la pata Carolo el de la Puerta de Alcalá, e incluso
antes, hasta nuestros dí as, los acontecimientos han evolucionado como los
pimientos de padrón, que uns pican e outros non.
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Ostias, si que es cierto. Antes la vida era una vida de mierda… tal como
ahora.
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Y ¿ qué no se puede decir del hacer indeseable de la reina Doña Marí a Luisa
de Parma y sus similitudes con el autoritarismo castizo de la reinona
Esperanza Aguirre?.
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9.- Haití
Pero el general Jean Jeacques Dessalines arma a los esclavos. Vencen a los
franceses de nuevo y el general se proclama emperador.
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Pero volvamos a nuestro cuento. Cuando, años más tarde, el enésimo intento
de liberar su patria fracase, Simón Bolí var saldrá del continente americano
y pedirá refugio en Haití y vivirá un tiempo bajo la protección de la
república recién creada. Allá encontrará a otros tantos patriotas refugiados:
A Patiño, a Piar, a Soublette y a su belle y codiciada hermana, a Holstein, a
Mariño…
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El forastero recién venido es otro fugitivo del rey español. Tal vez eso ya
crea simpatí as en Miranda. Eso y la fama que lo precede de haber traducido
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Nariño pasará los dos años siguientes, hasta que se escape del presidio, en el
penal de Cádiz.
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Miranda tal vez sueña con liberar al mundo de sus reyes y con llevar estas
ideas a la misma España, pero desecha la idea. España es incorregible.
Centrémonos en nuestra libertad americana.
Poco después, en este mismo año de 1796, el Directorio firma un tratado con
España en la Granja de San Ildefonso. Se trata de una alianza defensiva y
establece en su clausulado
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Cuando Pitt lo reciba, sonreirá y se tomará el proyecto como uno más para
intentar desestabilizar la alianza franco española. Pitt recuerda el papel de
España y Francia en la pérdida de las colonias inglesas. Tal vez pueda dar
con una mano lo que quita con la otra. Juega a todas las barajas y Miranda
puede serle útil. No dice sí , pero no dice no. Lo protege con nombre falso.
Le aporta algo, no mucho, para la aventura del desembarco en Venezuela.
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n ese año de inicios del siglo XIX llega a la corte madrileña otro caraqueño.
E La nobleza hispana se está llenando, casi resulta curioso observarlo, de
caraqueños adinerados. Su tí o, Ministro del Supremo Consejo de guerra de
Su Majestad, Marqués de Ustáriz, Don Jerónimo de nombre, también nacido
en Caracas. lo acoge en su palacio capitalino y se hace su preceptor y
consejero.
El indiano se hace amigo de uno de los infantes. Podrí amos decir que uno
tonto, pero para el caso no saldrí amos excesivamente de dudas y no es
cuestión ahora de revolver legajos para decir a ciencia cierta su nombre y
seña, pues el número de infantes supera los doce. Con quince años, llegado a
la corte para medrar, como tantos otros, y para consolidar, a golpe de plata,
los tí tulos y blasones familiares en duda, es admitido a jugar con los hijos
del rey Carlos.
Un dí a, como tantos antes, juegan al volante en el jardí n los prí ncipes, sus
amigos y otros allegados de estos. Están en el palacio de verano de
Aranjuez. El protocolo es absurdo y decadente. El sitio palaciego imponente
y de una verticalidad humillante. Tal vez pensado para que cualquiera que
entre por alguna de sus arcadas sepa que es un gusano y que el pié sacrosanto
del rey de España podí a espachurrarle con bien poco esfuerzo.
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general bajo sombrillas para eludir el ardor del sol y poder criticar a gusto.
Se oyen sonatas de Juan Oliver de Astorga y de Miguel Geminiani. Tal vez
bellas. Quién lo sabe entre esta clase de nobles que apenas saben leer o, los
que saben y de sobra, están ahora ocupados en hacerse ver y querer de la
reina, el mejor nodo de subir en el escalafón.
Fernando resta de duro golpe a la bola. Esta cruza silbando. Parece que la
perderá Simón. Pero el mozo se revuelve y logra golpear con fuerza. La bola
hace un raro movimiento. Va dura. Impacta en la cabeza del prí ncipe
Fernando. Le cae al suelo la gorra.
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Esa Francia que sólo era un eco para Simón, ese eco y esa aspiración, ahora
se hací an tangibles: el mérito como criterio por encima de la sangre y la
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Simón deberá esperar la autorización real para llevar a cabo su anhelo. Mira
que si el rey dice que no. Nunca tal ha pasado ni ha de pasar, que el rey
recibe su óbolo por la autorización de bodas de nobles, y más aún de nobles
que pertenecen a su guardia real, pero tal vez la afrenta del prí ncipe de
Asturias, si es que aún se acuerdan de ella y si es que tiene gravedad alguna,
haga al dubitativo rey, o la reina, que parece ser quien manda, cambiar de
idea.
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Pero el joven será casado, una vez el placet real se consuma, y se allegará a
su niña esposa para yacer, hoyarla y, por ese orden, desplomarse de asombro
ante aquel arrebol desconocido.
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pidió explicación, insistimos, habrí a sido creí ble y ahora que la dio,
improbable o cosa de virgueras.
Distinto es, y lo añadimos con tristeza, que el pobre de Simón era un cursi y,
si nos apuran, un plagiador de ponzoñosas ideas preconcebidas y cartas
zafias y ranciamente hispánicas de esas que se vendí an en la corte madrileña
a puñados para encandilar ingenuas, lo que va doblemente en su detrimento,
y así lo demuestra que escribió carta a su hermano, hablando de su
prometida, donde decí a que aquella era una joya sin defectos, valiosa sin
cálculos”.
Pero salvemos la inteligencia del prócer, que al fin y al cabo, por suerte o
queriendo, hizo algo grandioso. Y afirmemos que, sabiéndolo o sin saberlo,
hasta en eso atinó el chiquillo que se convertirá con el tiempo en el
indiscutible libertador de las Américas: Quizás parezca a primera vista que
esta descripción de joya sin defecto y valiosa sin cálculos, no se ajusta del
todo a la realidad, a juzgar por el pequeño detalle de no existir retrato
conocido de la susodicha y los que hay del Duque de Toro, su tí o, nos hacen
presagiar unas facciones no tan refinadas como se dice. Pero si miramos lo
dicho por el novio desde la cruda y objetiva realidad, es más que posible,
aunque ignoremos a estas alturas los conocimientos médicos del libertador,
que Doña Marí a Teresa, efectivamente, no tuviera cálculos, agenesias,
hidronefrosis, nefropatí as, ni siquiera flojera de muelle, pues murió de
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Y en cuanto al hecho de valer cuan joya sin defecto, debió ser así , a juzgar
por la tasa hecha en las capitulaciones por la que se valoraba a la novia en
cien mil duros, aproximadamente una decena de la fortuna de Bolí var y,
volviendo a lo renal, un verdadero riñón.
Con todo, marido y mujer fueron a contraer sus nupcias en el Teatrillo del
duque de Frí as, cedido por este para parroquia de nobles, en presencia de la
más alta alcurnia madrileña, y sin otro impedimento que entorpeciera el
destino matrimonial de ambas familias. Eso sí , por beneplácito del Duque de
Frí as, invitado de honor al evento, hubieron de tragarse al final del
sacramento el stábat mater, compuesto por el prematuramente fallecido
Giovanni Battista Pergolesi, traí do nada menos que desde el Nápoles donde
aquel murió de tuberculosis y de verdadero furor en toda Europa por esta
época.
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Ahora en Parí s, Bolí var entra en contacto con la élite francesa y conoce
al hijastro de Napoleón, el general Beauharnais, y a su amante, amante
compartida en este caso por el propio Bolí var, Fany, y al Cónsul
español, Madame Récamier, Madame de Staael, a Humboldt, departe con
tribunos, senadores, dignidades… Incluso va a ver al Papa acompañando
al embajador español.
Dicen las malas lenguas que Bolí var se negó a inclinarse ante el propio
Papa. Probablemente mentira. En todo caso poco relevante. Una vez que
la picias, da lo mismo como lo hagas. Rendir vasallaje a Bernabé
Chuiaramonti, de Papa Pí o VIl denota el ambiguo talante del futuro
libertador. Que se incline ante Su Santidad o lo acometa a pié firme es
pura anécdota.
Pero el conde tiene por el momento otros intereses distintos por el momento.
Conoce Europa. Lee. Divaga. Gasta Dispendiosamente.
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Más tarde jura con patetismo sin par, en el monte Aventino, frente a Roma,
que se consagrará a la causa de romper las cadenas que nos oprimen.
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No es lo mismo, aunque sea ante la patria, Dios, los propios padres y demás
retahí la, jurar no descanso al brazo ni al alma ( que en definitiva sólo
reposan cuando uno deja de hacer uso de ellos y eso solo ocurre una vez en
la vida y cuando esta vez llega nosotros ya no estamos para contarlo) hasta
que se hayan roto las cadenas que nos oprimen, que es lo dicho, que hasta
conseguir la independencia americana, que es lo presupuesto.
Cadenas ya sabemos lo que son, y muchas han caí do y otras se han unido a
las ya existentes. Incluso han sido objeto de repudio y preferencia, en uno y
otro lado, para sombro nuestro.
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Apoyo a las cadenas como el que el pueblo llano, atizado por el clero
siempre vigí a de nuestros valores y tradiciones, gritaba al rey felón de
vuelta al trono, como para complacerlo, eso de vivan las cadenas, que es
justo lo contrario de lo jurado por Bolí var.
Ahora bien, dando otra vuelta de tuerca, nos podemos preguntar quién es el
sujeto al que Bolí var consagró su destino en el monte Aventino: uno
abstracto, más o menos aleatorio, advenedizo o prét a porter, o se referí a a
uno mas concreto y concretable. Digamos por caso no tan universal y sí más
localizado.
Luces y sombras de una liberación que quedó algo inconclusa, como todas
quedan y quedarán. Ya lo dijo después el propio Bolí var. Cuando me muera,
sobre mi tumba surgirán mil tiranos.
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Luces y sombras que él mismo Simón hizo saber con pensamientos de ida y
vuelta,
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iranda, al fin, parte para América con varios barcos cedidos por los
M ingleses. Las noticias son confusas. Nadie sabe a ciencia cierta qué hacer.
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No se ponen de acuerdo.
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En los tiempos de Carlos IV; que por su inepcia pasó a la historia como un
rey desapercibido y bobalicón, Borbón en el más insultante de sus
significados, parece que no pasó nada, pero si miramos despacio y sin
complejos la sutileza de los hechos, vemos cómo en este reinado, o
coincidiendo con ello y extendiéndose después al de su hijo, se fraguó el ideal
reaccionario que ha impedido la independencia y ha motivado la esperanza
de que esta sea posible. El gran propósito “desde el poder” y sus intereses,
desde entonces, ha sido el de cerrar el cí rculo nacional español bajo el ideal
reaccionario que ha sido santo y seña de dos siglos de historia de nuestra
“independencia española”.
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Se crearon así las condiciones para que, en la semilla del nacimiento de esa
España un poco más que bicentenaria, naciera también su antí tesis, la
antiespaña; el argumentario de la exclusión, el odio y la justificación de la
represión autoritaria.
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“estos genios son en medio del pueblo una mecha que siempre
humea y está dispuesta a meterlo todo en combustión y desorden.
Desde su gabinete procuran inspirar a los que mandan ideas de
tiraní a sobre el pueblo, y en el pueblo siembran chispas de
independencia y revueltas contra los que mandan
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Y también
También refuerzan esta unión indisoluble de destino entre trono y curia, bajo
la aplicación de fórmulas enérgicas de disciplinamiento de la sociedad
pecadora, otros constructores de este idí lico pensamiento reaccionario que
surge en esta época. Nutren con ello la reflexión del partido tácito de la caspa
desde entonces. Un partido donde militan autoritarios que se autoproclaman
de derechas o de izquierda indistintamente, porque la caspa y el
reaccionarismo no son patente de exclusiva.
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Esto mismo es lo que yo pretendo hacer con este librito, exponer las
verdades santas de nuestra religión, que nos mandan respetar,
obedecer y amar a los Monarcar que el Señor nos ha dado, y
manifestarles por todos aquellos medios seguros e infalibles, a fin
de que el Pueblo Español no se dexe seducir ni llevar del viento de
esas impí as máximas que los pretendidos espí ritus fuertes han
esparcido contra lo que siempre se ha creí do, y enseñado. … EL
respeto, sumisión, amor y fidelidad que todo vasallo debe a su
legitimo monarca, son unos puntos tan decididos, así en la sagrada
escritura como en la tradición, que quizá toda la moral Christiana
no se encontrarán otros más claramente enseñados. Mas tampoco
habrá otros más ignorados del común de los fieles.
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que olvida sus deberes para con el altí simo… aún en esos casos,
por ningún pretexto podremos dejar de obedecerlos, respetarlos y
venerarlos.
Y héte aquí las burdas palabras del peor de todos ellos, el capuchino Fray
Diego de Cádiz, Beato canonizado por la iglesia de Roma, y martillo de los
librepensadores y liberales durante la guerra de la independencia, quien antes
de pasarse al estado sacerdotal se llamaba José Francisco López Caamaño y
Garcí a Pérez, como se ve de ilustre y empobrecida familia. Este capuchino
pide abiertamente la lucha sin cuartel contra los enemigos de la fe y de
España y acuña el anatema de lo antiespañol, asociando el programa teórico
reaccionario con la más pragmática necesidad de aplicar garrote a los
dí scolos, incluso los dí scolos ya muertos. Estas ideas del capuchino
sirvieron años más tarde el clero embravecido para negar el entierro, por
ejemplo, de los masones, agnósticos o deí stas, liberales, homosexuales y un
amplio sinfí n de “antiespañoles”.
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Y pongamos negro sobre blanco también el caso de Don José Joaquí n Colon,
alma caritativa donde las haya, que aprovecha su acreditada sabidurí a de
ratón de biblioteca para recordarnos que sólo bajo el dominio de un rey se
puede mantener la religión y la raza blanca y europea en América y que de lo
contrario nos veremos abocados a los peores males y pecados, fruto de los
principios liberales, cuna de todo mal:
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Sus mas nefandos crí menes , al parecer, son los de oponer a la credulidad la
razón y cuestionar el poder como fin y la arbitrariedad del mismo como
instrumento
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G Mira por la ventana de su palacio. Sonrí e, tal vez recordando las paradojas
de su azarosa vida. No escucha tanto lenguaje burocrático. Es hora del
almuerzo y su cabeza está ahora fija en ideas vagas.
Mientras tanto, Don Guillermo del Amo, uno de sus secretarios y relatores,
da lectura a la carta del fiscal del Consejo de Indias, escrita a su excelencia
con grave preocupación:
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A juzgar por los informes que a Godoy llegan, estas ideas revolucionarias
penetran de forma ya imparable en el reino y en las propias colonias. Y ello
a pesar de todos los esfuerzos de la censura. Le parece vano el pedido del
fiscal. Pardos, blancos, morenos, mezclados, criollos, mulatos, mestizos, qué
más da todo esto cuando el mundo está cambiando y se caen los cimientos de
todo el orden.
Sonrí e y dormita a la espera del final del informe. Dirá que sí , que vale,
que se haga. Pero sabe que ya nada sirve. Sabe, lo dicen los espí as, que en
Cádiz hay sucursal de la logia de la Gran Reunión Americana, fundada en
Londres por el traidor de Miranda, y la de los Caballeros Racionales, que
también lucha por la independencia del nuevo mundo, u otra que llaman de
Lautaro, sin despreciar la primera de todas, la de la Antorcha
Resplandeciente, y las promovidas por el Conde de Aranda, finado en Épila
hace unos años. Todas ellos propagadoras de esas ideas librepensadoras y
disolventes de la moral y de la sociedad que hemos conocido.
Sabe Godoy que esta idea la apoyan también los masones franceses, que
pretenden ayudar a los masones de otros pagos en su encargo de invadir
América.
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Se dice a sí mismo que donde él está ahora vio a otros antes. Cayeron,
pasaron y él continuó. Supo aferrarse. Supo ganar tiempo. Supo estar ahí . El
tiempo es el mejor aliado de los conspiradores y también de los que detentan
el poder.
Aunque el estorbo del prí ncipe no deja de ser una cuestión menor. Lo grave
es el destino, el devenir, el final de este mundo que se avecina. Es
imparable. Con el prí ncipe o sin él, el mundo cambia y nos arrasará a todos.
Tal vez haya de renunciarse a la colonia para salvar los muebles del reino.
No quedará más remedio. Eso o convencer al rey de su salida a regir el
imperio colonial y dejar España a su buena suerte, porque aquí todo huele a
revolución.
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Godoy sabe que se fragua algo más intenso que lo francés. Allí desgañitaron
un rey y una pila de nobles para que todo volviera a ser más de lo mismo,
con un nuevo reino y una nueva dinastí a y una nueva corte. Con nuevos
ricos y nuevos dueños. Y si no, al tiempo, que el consul de los franceses de
hoy puede amanecer mañana Carlomagno de todo el imperio europeo.
Es un ejercicio más sordo de poder por parte de esa masa amorfa de gente
que no es nadie en concreto y el todo en conjunto.
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los marineros del norte por el diezmo del mar, o el motí n del hambre de
tierra de Gran Canaria, o el motí n de hambre en Granada, o el motí n del
pan de Madrid y de Zaragoza y su propagación por más de 150 ciudades, o
el del barrio de la manterí a de Palencia, en que encerraron en la cárcel a los
ricos y nobles de la ciudad, o el motí n contra nobles de Valencia, o los
motines que año tras año suceden en todos los pueblos del reino por parte del
los quintos contra el ejército.
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Si Fernando triunfa, él peligra y el rey peligra más aún. Pero Godoy cree que
Napoleón no picará. De todos modos, conviene escarmentar al prí ncipe.
Godoy escribe una nota a la reina: majestad. Vuestro hijo el prí ncipe de
Asturias conspira contra el rey. Ahora está en La Granja reunido con la
llamada Camarilla, con el Padre Escoiquiz y los Duques del infantado y el
Marqués de Montijo al frente, y prevén deponer a Su Alteza y hacerle
abdicar. Han conectado con el emperador Bonaparte para pedirle esposa de
su estirpe.
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El prí ncipe, una vez descubierto, delata a sus cómplices. Son todos ellos
detenidos de inmediato. El rey decreta su muerte. Quiere su muerte. Ordena
su muerte.
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Napoleón tiene acantonados más de 70000 soldados por toda la pení nsula y
controla las principales ví as de comunicación. Su general Murat está
acuartelado en Buitrago. Es evidente el peligro y, a estas alturas, imposible
reparar el error.
Además es posible que haya pactado con el traidor de Fernando y con los
condes de Orgaz y Manuel Ayerbe, conspiradores siempre metidos en
intrigas.
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Llegan a Godoy otros informes de sus espí as relativos a las logias de Cádiz,
porque Godoy vive ahora la obsesión de las indias y necesita saber cuanto se
pueda de los movimientos que se dan en las mismas.
Fundadas por Miranda, o influidas por su espí ritu, existen diversas logias
que promueven la independencia de los paí ses y virreinatos. Cuentan todas
ellas como objetivo el ideario de Miranda: un imperio americano desgajado
de los españoles.
Hay nombres de masones conocidos en esas logias: Bolí var, hijo del Conde
de San Luis y que fue protegido de un ministro del rey Carlos; San Martí n,
un militar rioplatense fogoso y algo altanero, Bernardo Riquelme, hijo del
Virrey Ambrosio de O´ Higgins de Perú, José Matí as Zapiola, oficial
criollo, Albear Gurruchaga, Puyrredon, también militar, Lezaica, Rodrí guez
Peña, el propio Miranda, escritores como Quintana y Florez Estrada, …
Tal vez convenga que el Rey se apreste a partir hacia Sevilla. Hay que poner
a salvo la monarquí a. Si el caso lo requiere, deberá embarcar Carlos para
América y desplazar allí su corte. Desde allí se podrá dirigir a la nación y al
resto de Europa para alertar del peligro e iniciar el contraataque. Es evidente
que Napoleón viene a que el rey abdique en Fernando o a obligarle a
someterse a sus intereses.
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Ahora comenta un propio que es imposible visitar al rey. Que está aislado y
que Fernando ha distribuido pasquines por Madrid diciendo que Godoy lo
quiere secuestrar y mandar preso a América.
Ahora se dice que Fernando y gran parte de los nobles de la corte se niegan
a evacuar. El propio infante Antonio, hasta ahora dedicado a la zanfoña y a
los encajes, encabeza la protesta. Los fernandianos están promoviendo
protestas y algaradas por todo Madrid y también aquí , en el Real Sitio de
Aranjuez. Afirman que la salida del rey supondrá una afrenta para el
emperador y la declaración formal de guerra por tal signo de desconfianza.
El Conde de Montijo parece haber conseguido el rechazo de la nobleza y del
Consejo de Castilla a las órdenes de Godoy. Dicen que salir es huir y el
Conde de Caballero instiga la revuelta. Son noticias confusas, rumores
discutibles. No sabemos a quién hacer caso, pero lo cierto es que a estas
alturas es evidente el aislamiento de Godoy y el desprecio de todos los
ministros..
Es probable que el rey caiga en la trampa de los fernandianos. Con solo dos
minutos que dieran a Godoy, explicarí a al rey la situación para que éste
disolviera la conjura.
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Comienza la guerra que causará más de 300000 muertos entre los españoles
y cerca de 20000 entre las tropas francesas.
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aí dos los serviles y miedosos reyes, padre e hijo, legí timo y sucesor, es
C Napoleón el único legitimista, el único que sigue las reglas de juego, por
más que su ejército viniera a asegurar un cambio de orden hacia principios
liberales.
Muerto el rey, como siempre, al pueblo, o a esa cosa que se dice pueblo y
que vaya usted a saber en qué consiste y cuánto de pueblo tiene, le toca como
siempre acatar y obedecer.
Esa masa de gente, sin orden del rey, porque ya no las da, que dio su reino a
otro, o con órdenes de otro rey, que es el nuevo designado por el emperador,
se decide a ser él mismo y desacata.
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Es la gente, el común, ese nadie hecho de muchos nadies que por su naderí a
son imposibles de controlar y de someter o calcular, quien decide que llegó
el momento de la independencia.
De este modo, el momento ese en que muere por un efí mero momento la
monarquí a borbona, el común se gobierna por si, se dota de sus órganos
propios para el buen gobierno, e inicia su andadura libre que, como toda flor
de cerezo, es flor efí mera y se aja y muere pronto.
Pero por arte de magia tenemos ahora la facultad de parar este momento,
este momento único, y hacerlo eterno en su efí mero durar, y de ver que
aquí ellos, es decir, nuestros tatarabuelos, decidieron a la limón, aquí y
allá, unos y otros, soltar el lastre que los encadenaba a antiguo régimen y
hacerse pueblo, o comunidad, o lo que queramos llamar a esa amorfa y
plástica y movediza convivencia, y caminar, como dijo después el barbudo de
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Tréveris refiriéndose al destino del género humano todo, con la cabeza alta y
el paso erguido, sin amos ni dueños ni dioses, que dirí a otro barbudo de
buenaventura mucho después.
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Pero si esta recién nacida y aún sin bautismo nación exigí a protagonismo o
querí a hacerse ver en Cádiz, la gente de a pié, que no es nación pero que es
como si lo fuere en este mundo de sombras chinescas donde hasta las
identidades nos las pintan a su interés los de arriba, tomaba la batuta de su
propia circunstancia y querí a ejercer libertades concretas que antes eran
impensables. Por primera vez en muchos siglos de resignación, era la gente
la que querí a tomar el volante de su propio carro.
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Jáuregui, diputado por La Habana y que mantuvo una opinión titubeante ante
el tema de la esclavitud, Don Antonio Larrazábal y Arrivillaga, diputado por
Guatemala, que tuvo especial influencia en la declaración de derechos de la
constitución de Cádiz y luego de otras constituciones americanas y que fue
hecho preso por orden de Fernando VII; hasta ser liberado tras el
pronunciamiento de Riego, pasando a tener un papel trascendente en la
independencia de su patria, Don Joaquí n Manian, Don Vicente Morales
Duárez, que abogó por la igualdad de peninsulares y americanos y por el
respeto de los derechos de los indios, así como por lo que podrí amos llamar
una polí tica de cuotas para asegurar la representación americana en el
gobierno y en las instituciones polí ticas, Don Antonio Joaquí n Pérez,
diputado por Nuevo México, que luchó por la libertad de prensa y por la
creación de una conciencia regional y luego participo en la independencia
mexicana, y Don José Marí a Gutiérrez de Terán, diputado por nueva España.
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Mientras en España se librara una guerra por el rey y las libertades, según
rezaba el eslogan de la época, el rey abdicado viví a en otro mundo, recibí a
clases de baile y esgrima, o daba cenas y fiestas en honor del emperador, en
el palacio de Valençay, cedido a éste por el prí ncipe de Benevento.
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Hago saber á los leales y fieles vasallos del Rey católico de las
Españas é Indias, (...) Estando de esta suerte mis muy amados
Padres, hermanos y demás individuos de mi real familia de España
privados de su natural libertad sin poder ejercer su autoridad ni
menos atender á la defensa y conservación de sus derechos (...) por
tanto considerándome suficientemente autorizada y obligada á
ejercer las veces de mi augusto Padre y real familia de España como
la mas procsima representante suya en este continente de América
para con sus fí eles y amados vasallos, me ha parecido conveniente y
oportuno dirijiros este mi manifiesto por el cual declaro nula la
abdicación ó renuncia que mi Señor Padre el Rey Don Carlos IV y
demás individuos de mi real familia de España tienen hecha en favor
del Emperador ó Jefe de los franceses; á cuya declaración deben
adherir todos los fí eles y leales vasallos de mi augusto Padre, en
cuanto no se hallen libres é independientes los representantes de mi
real familia (...) Igualmente os ruego y encargo con el mayor
encarecimiento que prosigáis como hasta aquí en la recta
administración de justicia con arreglo á las leyes, las que cuidareis y
celareis se mantengan ilesas y en su vigor y observancia, cuidando
muí particularmente de la tranquilidad pública y defensa de estos
dominios, hasta que mi amado primo el infante D. Pedro Carlos ú
otra persona llegue entre vosotros para arreglar los asuntos del
gobierno de estos dominios durante la desgraciada situación de mis
mui amados Padres, hermanos y tí o, sin que mis nuevas
providencias alteren en lo mas mí nimo lo dispuesto y prevenido por
mis augustos antecesores".
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Tal habrí a sido, creo yo, la misma decisión que hubieran tomado en
cualquier otro lugar de ese inmenso terruño americano e incluso peninsular si
la infanta les hubiera manifestado su deseo de tomar posesión por las bravas
del gobierno.
Este, en sus diversas andanzas por Montevideo, Buenos Aires, Lima y otros
lugares, usaba la encomienda de la Junta de Sevilla o la carta de la princesa a
su conveniencia, pues en definitiva su interés era ser él el que hiciera y
deshiciera a su antojo, y provocó con la susodicha carta los disturbios que
dieron inicio a las independencias americanas.
Debemos hacer un alto para explicar que dichas campanas no tocaron solas
ni, como ya se supondrá el respetable, animadas por los curas de la zona,
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Al igual que los de Charcas, mandarán recado a otras provincias para que
sigan su ejemplo y en el mes de Junio convocarán a las demás provincias
venezolanas para elegir diputados y conformar una Junta de toda Venezuela.
Diez y ocho meses más tarde, tras diversas batallas, avanzan tropas desde
Nueva Granada y Orinoco al mando del general Monteverde.
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Le acusan de querer zarpar con una cuantiosa suma de dinero, tal vez el
soborno de la rendición. Bolí var habla en el improvisado tribunal. Debe
morir Miranda por haber traicionado a la patria. El mismo con su sable
quiere ir a ejecutarlo. Le paran los comandantes. Deciden su entrega a
Monteverde.
Bolí var y los otros comandantes son detenidos. Para todos se pide la pena de
prisión en España. Iturbe, viejo amigo e influyente en los españoles,
intercede por Bolí var.
Este salvoconducto, dice Monteverde, lo tiene usted por los servicios que ha
hecho a España y en recompensa del Rey por la entrega de Miranda.
Yo metí preso a Miranda no por servir a ese rey, sino por castigar un
traidor, dice el Comandante.
Monteverde se enfurece.
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En agosto del mismo año 1810, es Quito la que se deshace del presidente de
la audiencia y crea un ajunta de gobierno autónoma. Las rencillas internas
los hace al final renunciar y se restituye en su puesto al presidente de la
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audiencia que, más tarde, con apoyo del virrey de Perú, masacra y reprime a
los liberales y patriotas.
Aún así , continua la insurgencia al sur del virreinato, encabezada por el cura
José Marí a Morelos y otros lí deres.
Uno tras otro, con mayor o menor intensidad y ruido, las Indias todas
inician su camino hacia la separación de España y hacia la independencia
de todas las metrópolis y potencias europeas, a las que querrán de socias y
no de dueñas.
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No fueron ellos los que robaron el supuesto oro que ahora se reclama en los
fastos de las independencias ni, menos aún, los que prosperaron por el valor
de éste, sino los hijos de los emigrados en mejores condiciones y otras
especies peninsulares quienes se aprovecharon “por derecho de conquista”
de cuanto se puso a su antojo.
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De este modo, tal vez no sea difí cil conocer que tanto en España como en
América, los espí ritus libres, que se dirí a en la época, que aspiraban a la
libertad e independencia, es decir, a determinarse polí ticamente sin sumisión
a poderes autoritarios y ajenos al acuerdo ciudadano, eran la inmensí sima
minorí a, compuesta por decenas de masones, unos cuantos cientos de
liberales, unos pocos comerciantes y algunos curas y gentes cultas o más o
menos cultas.
Tal vez este conjunto de filosofí as, que son las que esa burguesí a aprendió
en las escuelas donde se formó, todas ellas en manos de la iglesia y
particularmente de los jesuitas, junto con la penetración de las ideas
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ilustradas y los ideales de los curas ilustrados españoles, fueron los mimbres
desde los que se creó la justificación de la independencia americana frente al
desgobierno y absolutismo en que derivó el truncado proceso de
independencia español.
Ahora también hemos de ver cómo la intelectualidad española apoyó las ideas
unas veces autonomistas, otras independentistas de América, a la que sentí an
con pasión.
Escribe en 1812 el diputado de las cortes de Cádiz Flórez Estrada, que luego
hubo de huir de España cuando Fernando VII recuperó el trono y reprimió
todo atisbo de libertad, en un libro de titulo archilarguisimo que no vamos a
repetir, Examen
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El periodista Blanco White, por la misma época, piensa que España pude
otorgar autonomí a a las Colonias y que sólo si esta no garantiza la libertad
se dará la
El autor sueña con una confederación de paí ses hispánicos y así lo señala en
1812
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Y otros autores, como Pérez del Camino, ya en el exilio en 1820, dice desde
Burdeos, ahora abujurando de la puñetera unidad de destino en lo universal,
versión liberal, explica más tarde que
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Solo hace falta una circunstancia propicia, pongamos por caso un siglo XX,
para que un Borbón sucesor de este Fernando propicie golpes de estado
autoritarios, o para que otro más joven, sucesor del Borbón golpista y del
susodicho Fernando VII, jure unos principios fundamentales del movimiento
nacionalcatólico restaurador de la monarquí a o, según convenga, se oponga
a golpes que amenazan con romper una cierta y frágil convivencia que no
varí a lo esencial en un orden que quedó, por mor de un caudillito, atado y
bien atado.
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Este rey restaurador tiene programa y agenda, que se dice ahora, y méritos
sobrados: restituyó el garrote vil, la tortura, la conspiración policial, los
bienes eclesiales desamortizados, revocó el mandato de expulsión de los
jesuitas y los hizo reponer para consolidar su poder, hizo de nuevo nacer el
Consejo de Castilla, órgano de gobierno y de conspiración de la nobleza y de
sus intereses, repuso los derechos señoriales. Ordenó el cierre de teatros.
Prohibió la libertad de prensa, las sociedades “francmasónicas” y ejerció la
censura.
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De este modo, el rey felón tiene el mérito de desencadenar las dos Españas,
de haber provocado el primer golpe de estado, de hacer de la represión
polí tica su arma más mortal, de haber empobrecido y envilecido al pueblo,
de hacer de la inmoralidad su argumento polí tico, y de continuar la lí nea
borbona de meter a estos pueblos peninsulares como carne de cañón en las
disputas europeas y entremezclarlos con esos intereses de los poderes
“europeos” y su imperialismo.
¿ Tiene que ver esto algo con la independencia bicentenaria de América que
ahora celebramos? Por supuesto. Implica la negación de la indepedencia, la
mirada colonialista sobre ella y la imposición de la represión al propio
pueblo, si es que merece ese nombre algo, español que ni puede aspirar
ahora a su libertad ni a la de los demás. El rey, en su lucha contra los
liberales de aquel entonces reprime también la propuesta libertadora y la
complicidad con los procesos latinoamericanos de emancipación que
compartí an.
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como sucesor y desde la que podemos entender las otras guerras de nuestro
siglo XIX y XX.
Ya os lo decí amos, podrí amos ahora nosotros, a agua pasada, decir a esos
gritones de entonces: el que quiere un rey quiere un amo. El amo quiere su
real voluntad, que suele coincidir con imponerla y molestar al vecino.
Tratándose de reyes más aún, que tienen por costumbre someter a levas
periódicas a sus súbditos para hacer sus guerras. Y los súbditos son forzados
a sostenerlas y morir por él, y a pagar por él impuestos para que el tesoro y
la dignidad del prócer no se resientan y pueda seguir mandando. Y luego,
cuando los tiempos cambien y las levas sean ya absurda rémora frente a
ingenios que matan mejor por el mismo ideal, los súbditos mejoran, qué duda
cabe, en sus suertes, pero no tanto, pues siguen siendo súbditos y gritando
vivan las cadenas.
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En cabezas de San Juan, Riego ha alzado esa tropa contra el rey. Se han
plantado y se niegan a partir a esa guerra impí a. Detiene al jefe de la
expedición, Conde de Calderón.
Poco antes del fin de Riego un viejo conocido llora en el muelle. Ve venir un
futuro de muerte y desgracia.
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Samoyar espera poco del gobierno liberal que encabeza el Rey felón. Sabe,
se ve en toda Europa, que está en peligro. Que es un episodio frágil, tan
frágil como la independencia americana a la que sólo el golpe de suerte del
plantón de Riego le ha dado el impulso necesario.
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Al poco tiempo de esto los cien mil hijos de San Luis restaurarán el poder y
fusilarán a Riego, eso ya se sabe.
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Se dieron la espalda como pasa en todas las familias cuando uno de los
miembros, pongamos por caso el padre que es lo tradicional, dice que se va
a por tabaco y nunca más se sabe de su suerte. O cuando un hijo, o hija que
para el caso tanto vale, tras abierta confrontación que a veces llega a ser
incluso infernal convivencia, corta por lo sano, o cortan por lo sano los
padres, cosa que ocurre menos, y lo mandan al carajo, y se quiebra esa
supuesta y siempre inestable armoní a familiar, espejo idealizado y de
deformado reflejo en que se mira la armoní a de los pueblos y hasta de la
bóveda celeste.
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aquella parte del Mundo", para que la regente Marí a Cristina y su hija la
nueva reina reconozca los diversos tratados de independencia y que las cortes
el 4 de diciembre de 1836 autoricen y formalicen la renuncia a todo tipo de
derecho y soberaní a sobre América y reconozcan su plena independencia.
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pocas ganas de que las independencias pasen de ser excusa de fiestas patrias
y ardores guerreros a programas polí ticos, actuaciones sociales o cambios de
las estructuras.
Fernando nos dio en herencia a los de esta parte del océano el conflicto,
también militar, de la sucesión legí tima del trono, una vez aprueba la ley que
permite el acceso al trono de las mujeres, pues el rey no tuvo hijos sino hija,
y otro aspirante Borbón impugna esta quiebra de las normas y se alza contra
la reina.
Ahora, pasado el arrebato del imperio, una vez que hemos apredido a jugar
el papel de cola de león en esta Europa de los intereses, el propio ideario
polí tico del partido tácito de la idioticia, que ocupa a las diversas fuerzas
polí ticas de esta democracia real, suple la nostalgia imperial por el ideal de
la integración iberoamericana, con el rey JotaCé a la cabeza, en cumbres
variopintas donde, como primus inter pares, se atreve a decir a otros que por
qué no se callan. ¡ él es tan campechano!.
Ahora, amigos de aquel lugar, no cofundáis. Ese que dice así , ese tan
popular y campechano, ese tan vulgar que usa los usos del pueblo con tal
exageración que se nota que es el Rey, no es el común; es el Rey. Es la
antiidenpendencia. Es la vuelta de tuerca. Es la memoria peligrosa (porque
algunos pueden inspirarse en ella y lanzarla a la aventura) del ideario
imperial. Es la sucesión legí tima de la unión trono y cualquier teologí a del
poder que queramos poner, sea esta la religiosa de toda la vida o la
nacionalista, o cualquier otra idea gruesa que sustituya a esta. Es la
representación, el Supremo, el jefe del invento del que los de aquí tenemos
que independizarnos, con nuestras propias fuerzas o con la ayuda que venga
de donde venga, que bienvenida será. Hay que decir a estos simplones que
por qué no se callan ellos, o mejor dicho, por qué no escuchan más.
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¿ Qué otra explicación cabe para el hecho de que la inmensa mayorí a de los
polí ticos de moda (y en esto son fieles reflejos del pensamiento
generalizado, porque ya les enseñan sus asesores a repetir los argumentos
zafios en busca de votos) digan una y otra vez que los que vienen de fuera
tienen que aprender a convivir con nuestros valores democráticos?, ¿ o que
debe dárseles el derecho al voto pero previamente tienen que formarse?, ¿ o
que sea tan difí cil que un latinoamericano que estudió competencias
universitarias homologables en cualquier paí s del mundo, no pueda sacar su
titulación hasta acreditar tener conocimientos?, ¿ o que una mujer con
estudios medios y en general tan malos si no mejores que los de las mujeres
y hombres de aquí sea relegada a la última escala social, no pueda ejercer su
profesión o se la aluda como si fuera poco menos que recién bajada de un
banano?
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Caudillismo de ida y vuelta, como ciertos palos del flamenco, que marcharon
y se quedaron y regresaron, unas veces nuevos y otras con nuevos aires, o se
quedaron allá para evolucionar por su propia cuenta.
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“El cielo vela por nuestra salud y el gobierno, que es vuestro padre,
solo se desvela por vosotros. Vuestro jefe, que es vuestro compañero
de armas, y que siempre a vuestra cabeza ha participado de vuestros
peligros y miserias, como también de vuestros triunfos, confí a en
vosotros. Confiad, pues, en él, seguros de que os ama más que si
fuera vuestro padre o vuestro hijo”
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Y también
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pueblos del mundo han aspirado a la libertad, unos por las armas
otros por las leyes, pasando alternativamente de la anarquí a al
despotismo o del despotismo a la anarquí a,
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No siempre fue así y no sirve sino para enturbiar las verdaderas razones de
dicha maldición, que no son de fatalidad, sino de modelo de estructuras
polí ticas y de poder perverso. No todos han sido bestias pardas feroces,
aunque algo de ferocidad parda sí que se vislumbra en casi todos. Tampoco
se comprenderí a el caudillismo como fruto de una desvertebración del
Estado o de su ausencia. ¿ Cómo si no ha podido surgir el caudillo por la
gracia de Dios Francisco Franco, Franco, Franco, antes franquito y motivo
de escarnio para los generales de su promoción y, desde su encumbramiento,
peste de recuerdo todaví a tan letal en el libro neutro de la historia universal
que algún dí a alguien escribirá?, ¿ O el general Salazar del Portugal también
compañero de herencia pero en este caso de la antigua Lusitania?, ¿ o los
caudillismos colombianos del siglo XX o el actual de Venezuela, o el caso
del caudillismo continuado del PRI mexicano? ejemplos de estructuras
estatales antiguas, consolidadas o férreas.
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Supongo yo que más bien que los mimbres con los que se ha tejido este
caudillismo nuestro tendrán que ver con el componente barroco de nuestra
herencia imperial compartida., Es decir, de la herencia imperial compartida
tal vez de mala gana y a la fuerza, desde y por la ideologí a de las élites
iniciales de aquí y de allá y su propensión a considerarse, desde un cierto
providencialismo teológico, llamadas a regir los destinos patrios por mandato
divino y por las buenas o por las malas.
CAUDILLISMO= C+ A+ S+ P+ O+ N.
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No hemos querido, los damos por obvios, hablar de los más odiosos de ellos,
incluidos los tiranos europeos que nos tocó padecer a este lado y de los que
pudieron huir algunos miles de españoles para refugiarse en América.
Es por eso que en esta celebración de los bicentenarios, si algo nos debemos
plantear como tarea para conseguir la independencia real y el buen gobierno,
es el desacato de los caudillismos, de los paternalismos, de los enfoques
autoritarios, providencialistas, machistas y militaristas de nuestra sociedad,
basada en la violencia.
Y ello supone lucha sin cuartel contra los nuevos caudillos, como los que
siguen entre nosotros, digamos pro ejemplo José Marí a Aznar y su grupo de
poder en España, o el prí ncipesco cetapé, también aquí , o el incombustible
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Pero pasado este primer momento de catarsis, lo cierto es que entre los
paí ses hispánicos, como en otros pueblos europeos, ha existido siempre un
puente de comunicación transitado, en unos y otros momentos, por curiosos
de parte y parte y por una pléyade de nadies expulsados de su propia tierra
por la incompetencia o miseria de sus propias sociedades y gobernantes o por
la ilusión de prospetar y el reclamo de fortuna del otro lugar.
Estas gentes, podemos decirlo ahora, han actuado por libre, a su aire, y
siempre en contra de las propias retóricas patrias, en una especie de suma de
decisiones personales de cada personita que, desentendiéndose de los amores
al terruño y las adhesiones incondicionales, e incluso de las ideologí as
separa pueblos, se fueron de acá para allá y viceversa, del modo en que lo
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hacen las golondrinas, que una no hace primavera, pero un enjambre de ellas
anuncia novedades singulares.
Igual pasó con Brasil, Cuba, Puerto Rico, Colombia, México, Ecuador,
Chile y tantos más, lugares todos de acogida a la diáspora española que se
buscó la independencia por su cuenta.
Veo las barcazas, los vapores, el bullicio en los puertos, las lágrimas de la
ida y de la vuelta, las emociones contenidas, las gaviotas pí ando, las cestas,
las maletas y bártulos, el griterí o, los silencios y susurros, los vivos que
trafican con personas, los trileros, la policí a por medio, los periódicos
anunciando el nuevo Eldorado. Toda esa pléyade de movimiento y pasión que
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son los pequeños momentos que han compuesto este relato migratorio, a
veces trauma, a veces mito familiar.
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vez, sin pastor; o con demasiado pastor. Incluso obispo, caramba ahora
hemos pasado de evangélicos a eclesiásticos. Lo dejamos estar.
Para bien o para mal, estos migrantes vivieron las penurias y los placeres
propios de toda inmigración. Serí a engañoso pensar que fueron bien
recibidos o bien tratados, como indica alguna explicación maximalista, en
sociedades desiguales donde nadie en particular era bien tratado, como lo
serí a decir que ahora, en la otra inmigración asentada en España, el trato a
los migrantes es bueno, si consideramos el trato general que se da a las
personas en cuanto que personas por estos pagos.
Los gallegos emigrados, pongamos este ejemplo por su número y sin ningún
favoritismo, más de un millón y medio de ese pueblo herrante y medio
judí o, tuvieron en América y mantienen aún una vida asociativa intensa e
inusual, con sus clubs, mutualidades, asistencias sociales y toda la red creada
aquí y allá gracias a ellos. Desde ahí aportaron a la cultura general su
cuarto en bastos. Actualmente son más de 350 escuelas y colegios en Galicia
los que se hicieron gracias a su esfuerzo económico. Actualmente existen
dispensarios médicos gracias a ellos. Existen compañí as de apoyo mutuo
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para pescadores sin recursos. Existen industrias. Existe lo que Galicia con
sus claves polí ticas y sus caciques no era capaz de dar. Y existe el voto
cautivo que Fraga, otro emigrante, supo tan bien pedir y comprar, porque de
nuevo, verdad o mentira son, como dice cierta explicación,
cirdcunstanciales, según el color del cristal con que se mira.
La guerra civil creó otra importante remesa migratoria, esta vez de diferente
tipologí a y señas de identidad, que hizo un lugar de acogida de América y
una verdadera simbiosis culural de mutuo beneficio.
En 1973 los españoles censados que estaban fuera de España eran 2.223.883
en América y 1.182.264 en Europa. Fue la mayor cifra cesnada. Actualmente
Argentina acoge a 272.971 confesos españoles emigrados y a un rosario de
nietos e hijos que siguen pensando en España como alternativa de refugio.
Venezuela cuenta con 126.971, Brasil con más de 55000, México con casi
50000, Uruguay con más de 41000 Cuba con otros 41000, Chile con 25000,
Colombia con cerca de 9000, República Dominicana con 8000, Perú con
7000, Panamá con 5000. Si sumamos el conjunto de Iberoamérica superan
los 650.000 los españoles inmigrados. Si sumamos a Estados Unidos
superarán los 700.000.
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Bicentenarios
Dentro de veinte años el consenso social, al menos eso esperamos, será otro
y mejor. Y dentro de cien, como quien dice, todos calvos. Se enriquece la
economí a, más bien gracias a la explotación de estos nuevos y lasos
esclavos, se enriquece la demografí a prque son jóvenes y con í mpetu, en
este paí s de viejos caducados. Seguramente nuestra lengua acartonada gane
en expresión y en imaginario. Un nuevo sincretismo podrá permitir, al
menos eso deseo, que se desborden los marcos, las re3ferencias, los mitos y
cuentos de viejas que nos hicieron ser como somos, viva imagen de Aznar.
Y si hay suerte nuestra polí tica incorporará, para bien, formulas más
informales, participativas y comunitarias a las que nuestros estirados
polí ticos manejan. Tal vez hasta corra el aire en la apolillada élite, lo cual de
vez en cuando, aunque no resuelve nada, es una pequeña venganza que viene
bien. Los males a incorporar, es decir, los ya hablados y conocidos, ya
existí an antes de modo que ahí la novedad no puede ser tan novedosa.
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Bicentenarios
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Bicentenarios
¿ Qué independencia es esa? El relato dice una cosa, pero mis ojos ven otra.
Algo está fallando aquí y se me hace sospechoso.
¿ Qué repúblicas son esas que iban a traer el buen gobierno, que el proceso de
independencia eso prometí a, y ahora mí renlas ustedes?.
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Bicentenarios
O miren esta otra orilla. Puro reflejo de la otra, la otra cara de la moneda.
¿ Qué independencias hemos hecho por separado, a juzgar por el proceso vivido
también aquí , donde la historia oficial dice que se libró una guerra de la
independencia y uno encuentra que dependemos de un modo de vida importado
y que más que independizar a la gente en el sentido polí tico, la aí sla y
ensimisma en el sentido oligofrénico?.
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Bicentenarios
Entonces el bicentenario cobra la dimensión del fracaso. Del fracaso como base
de construcción. Esto está jodido. Nos timaron, amigos. Nos enfrentaron o nos
unieron a sus anchas y para sus intereses.
Pero esta vez no puede ser en sentido territorial, patriótico, sino apuntando a
los verdaderos enemigos de la independencia. Apuntando al poder.
Fin
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