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Miguel Hurtado Leña

Atenas entre las dos guerras: La pentecontetia 480 - 431 a. C.

(La hegemonía de Atenas y las causas de la guerra del Peloponeso)

Guía de estudio

Cátedra de Historia Antigua


Escuela de Historia UCV
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Caracas 2006
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Atenas entre las dos guerras: La pentecontætia 480 - 431 a. C.


(La hegemonía de Atenas y las causas de la guerra del Peloponeso)1
Guía de estudio

Miguel Hurtado Leña

El proceso histórico general


Nunca estuvieron los griegos tan próximos a superar el regionalismo y a realizar su
"unidad nacional" como en los días que siguieron a Salamina y a Platea. Las resonantes
como increíbles victorias obtenidas sobre los persas habían tenido como efecto emocional
inmediato la exaltación de cierto sentimiento “nacionalista” –el helenismo– en medio de
una alegría delirante y de gran fervor “patriótico”2. En esos momentos los griegos parecen
pensar y actuar en común, incluso para castigar a los coterráneos que habían traicionado la
causa del helenismo y habían colaborado de alguna manera con los bárbaros invasores.
Todos se unen para dar gracias a sus dioses en ceremonias públicas; en todas partes se
restauran y se embellecen los santuarios destruidos al mismo tiempo que se consagran, a
título de acción de gracias, las ofrendas más preciosas. La dedicatoria de estas ofrendas se
hace en nombre de todos los griegos que participaron en las luchas sin hacer distinción de
las poleis a las que pertenecían.

Esto se explica porque durante el inmenso peligro de la invasión de "los bárbaros",


y ante los estragos materiales que estos causaron, los griegos parecieron tomar conciencia
de la unidad de su civilización y –como lo proclamaron en su cantos guerreros– se dieron
por entero para..."libertar a su hijos y a sus mujeres, los templos de sus dioses y las tumbas
de sus antepasados". La victoria contra los bárbaros significó para los griegos el haber
salvado –contra el absolutismo y el terror– su derecho público y privado, sus instituciones

1
Para el tratamiento del tema nos hemos limitado a traducir y resumir las partes pertinentes de los capítulos
III a VI de la monumental obra de Gustave Glotz Histoire Grecque, Presses Universitaires de France, París
1948 T. II pp.104 a 206. Aquí y allá sólo algunos párrafos están transcritos literalmente. Pero hay también,
intercaladas, opiniones e interpretaciones propias del autor de esta guía, apoyado en la bibliografía que se cita
al final. El cuadro cronológico sobe la confederación de Delos es es también un aporte personal
2
En este párrafo hemos puesto entre comillas los términos “unidad nacional”, “El cuadro cronológico sobe la
confederación de Delos es es también un aporte personal nacionalista” y “patriótico” porque los griegos, en
la época clásica, no tuvieron nunca la idea de pertenecer a una nación integrada políticamente. Para los
antiguos griegos, lo que nosotros llamamos nuestra nación (país o patria) era la polis a la cual pertenecían.
4

libres, sus cultos y sus tradiciones, en una palabra, su pasado y su porvenir; vale decir la
marcha de su historia.

Desgraciadamente, esta aparente concordia nacional no va a durar ni un lustro;


apenas superado el peligro inmediato, en Grecia renacieron las envidias y los egoísmos, y el
particularismo aislacionista de las poleis dio al traste con lo que pareció ser el nacimiento
del panhelenismo

En los años que siguieron inmediatamente a las batallas de Salamina y de Platea se


opera una transformación competa de las circunstancias que van a traducirse en nuevas
relaciones entre las poleis que se habían unido contra los bárbaros para salvar "su país".
Expulsados los persas de Grecia, la guerra entre medos y griegos habría de proseguir pero
en un escenario y con un carácter totalmente distintos. El imperio persa estaba intacto y
mantenía su dominio en las ciudades griegas del Asia Menor y de las islas adyacentes. Si se
quería llevar las cosas hasta el fin eran necesarios nuevos esfuerzos bélicos que,
lógicamente, tendrán como escenario el mar Egeo y los lejanos territorios del Gran Rey. De
guerra puramente defensiva, tendría que transformarse en guerra ofensiva cuyo éxito
dependería más de las fuerzas navales que de los ejércitos de hoplitas.

Las primeras empresas de esta nueva forma de guerra aún van a ser dirigidas por
jefes espartanos, pues Esparta era la polis militar por excelencia en toda Grecia y la que
había llevado la égida en la segunda guerra médica. Para liberar la ciudad de Bizancio fue
enviada una gran flota de ciudades aliadas al mando del Rey Pausanias cuya arrogancia y
extrema rigidez sembraron la disputa entre los aliados. Incluso se dijo que intrigó con el rey
Jerjes para –a cambio de riquezas y favores– someter a su dominio la región del
Peloponeso. Acusado de traición fue llamado a Esparta para que rindiera cuenta de sus
actos.3 El comando de la operación pasó entonces al ateniense Temístocles asistido por
Cimón, hijo de Milcíades, el vencedor de Marathón

Este y otros episodios semejantes convencieron a los espartanos de que ni sus reyes
ni sus hombres estaban preparados para este tipo de expediciones lejanas ya que se dieron
casos notorios de corrupción ante el contacto con la riqueza y con los "extraños" modos de
vida de los pueblos del Oriente tan disímiles de las severas costumbres espartanas. Además
estas expediciones comprometían la estabilidad política y social de su polis ya que alejaban
3
Ver Tucídides I, 94-95, 128-132.
5

a sus jefes de la celosa vigilancia directa de los éforos y multiplicaban las posibilidades de
una rebelión de hilotas animados por la ausencia y la lejanía de las tropas ciudadanas.

A partir del 478 a. C. Esparta no se interesó más por continuar la lucha contra los
persas y se replegó sobre sí misma para consagrarse a la defensa de sus austeras
costumbres, de su estilo arcaico de vida y de sus instituciones oligárquicas. La abdicación
de Esparta significaba el abandono en favor de su rival Atenas la dirección de la guerra
"nacional" contra los persas. Atenas aunque estaba empeñada en su reconstrucción no
rehuye la responsabilidad sino que se pone al frente de una liga de poleis marítimas4 para
asegurar la independencia de los griegos del Asia e impedir un nuevo ataque de los persas
al territorio griego europeo Así comenzó para Atenas un período de gran florecimiento. La
ciudad renació de sus cenizas, se reconstruyeron las murallas y se fortificó el puerto del
Pireo al mismo tiempo que crecía el poderío político y económico de la ciudad.

Fue el momento de los mayores logros políticos, económicos y culturales de la polis


de Atenas por los cual la historiografía clásica habla del "Siglo de Oro". Pero en realidad no
fue un "siglo" sino un período de aproximadamente 50 años que Tucídides resume en su
obra, La Guerra del Peloponeso, en la parte conocida como la
5
πεν τ ε χ ο ν τ α ε τ ι α .

En este período el liderazgo de la política de Atenas fue ejercido primero por el


aristócrata Cimón (480-462) y luego por el gran estadista Pericles (462-429). La historia
fáctica de este período es bastante complicada pero quizá pueda resumirse en un hecho
general de gran importancia: la progresiva transformación de la liga de Delos en un imperio
ateniense y al mismo tiempo la consolidación y perfeccionamiento del sistema democrático
que regía internamente a la polis; todo lo cual concitó contra Atenas el odio de Esparta y de
las poleis de la Liga del Peloponeso, hasta que estalló la guerra entre ambos bloques.

Cimón, quien obtuvo resonantes victorias navales sobre los persas, era partidario de
concentrar los esfuerzos en esta guerra y mantener a Atenas en buenas relaciones con
Esparta, lo cual era muy difícil pues desde el mismo momento en que Atenas asumió la

4
Es la confederación naval constituida en 477 a.C. cuyo tesoro y cuarteles generales fueron colocados bajo la
protección de famoso santuario de Apolo en la isla de Delos. La organización y evolución de esta
confederación la trataremos en resumen más adelante.
5
Tuc. I, 89-118.
6

dirección de la liga y emprendió sus trabajos de fortificación despertó la animadversión y


las protestas formales de Esparta celosa del crecimiento de su tradicional rival.

Pericles, a su turno, aceptó la rivalidad entre Atenas y Esparta como algo natural e
inevitable, dadas las diferencias insalvables entre los ideales y los estilos de vida de ambas
poleis. Prefirió tratar de llegar a un acuerdo con los persas y consagrarse a hacer de Atenas
una ciudad excepcional en todo el mundo griego. Bajo el liderazgo de Pericles Atenas
alcanzó el cenit de su esplendor y concitó contra sí la envidia de sus rivales.

La inquietud inicial avivada por las victorias obtenidas por Atenas contra los persas
se convertirá pronto en hostilidad abierta instigada por Corinto, ciudad comercial, vecina de
Atenas que se veía perjudicada por el dominio de Atenas sobre las principales rutas
comerciales, algunas ciudades de la liga también manifestaron su deseo de separarse y
fueron reprimidas por Atenas. Así, sin que hubiese una declaración forma de guerra, para
mediados del siglo V ya hubo numerosos hechos de armas entre Atenas y sus rivales
mientras, de hecho, continuaba el permanente estado de guerra contra los persas.

Persas y griegos ya estaban fatigados de esta guerra "endémica" que agotaba a


ambas partes sin inclinarse definitivamente a favor de ninguna, por eso buscaron el
entendimiento; fue así como en el 449 a. C., por iniciativa de Pericles, Atenas negoció con
los persas la llamada "Paz de Calias" que si bien ponía fin al largo estado de guerra entre
griegos y persas, también ponía fin a la causa que justificaba la confederación de Delos que
Atenas había convertido en "su" Imperio. Pero la democracia, el bienestar y el desarrollo
económico y cultural de Atenas, en una palabra, el esplendor de la ciudad no podía perdurar
sin el tributo de las poleis de la liga. Atenas necesitaba de grandes ingresos que sólo el
imperio le garantizaba.

Las cleruquías 6 que instaló Atenas en la periferias de las poleis aliadas, los crueles
"escarmientos" que dio a algunas ciudades que quisieron recobrar su total autonomía, y el
cobro compulsivo del tributo a las ciudades morosas crearon en la Liga de Delos la imagen

6
Las cleruquías eran lotes de tierra ( κ λ ε ρ ο ι ) que las ciudades aliadas tenían que ceder a soldados
atenienses que eran enviados para vigilarlas. En realidad eran colonias a la vez militares y agrícolas de
labradores atenienses asentados en poblaciones extranjeras. Por este mecanismo de enviar miles de clerucos a
zonas escogidas del imperio Atenas lograba el doble objetivo de mantener sumisas las ciudades levantiscas y
aliviar la pobreza de la clase de los thetes. En todas partes los clerucos eran vistos como intrusos que iban a
explotar las mejores tierras. Por esto las cleruquías eran odiosas para los aliados, incluso más que el tributo
que tenían que pagar.
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de una "tiranía", ya no ejercida por un hombre sobre una polis, como había sido el caso
generalizado en los siglos VII y VI sino la tiranía de una polis sobre muchas otras poleis.

Esta es la circunstancia que van a explotar Corinto y Esparta para extender una gran
hostilidad contra Atenas hasta que en el año 431 a. C. –apenas 50 años después de la unión
nacional que los llevó a la victoria sobre los persas– los griegos van a destrozarse entre
ellos mismos en una larga y espantosa guerra que se extendió hasta el 404, en la que por
ironía del destino sería los persas quienes habrían de intervenir para imponer la paz entre
los griegos.

Lamentablemente, como bien lo hace notar Tucídides (I, 97) ningún escritor de
talento se propuso recoger especialmente los episodios de estos 50 años, y las inscripciones
epigráficas no alcanzan a suplir la falta de fuentes literarias. Es pues, en medio de una
especie de penumbra como podemos hoy ver el desarrollo del prólogo de la espantosa
guerra en la que las poleis griegas del oriente mediterráneo van a destruirse mutuamente

En las páginas que siguen intentaremos hacer un resumen de la compleja historia de


la pentecontaetia comenzando por la formación de la Confederación de Delos y su
transformación en imperio ateniense, y finalmente, –basándonos en Tucídides–
intentaremos esclarecer las causas y las circunstancias en que estalló la guerra del
Peloponeso.

La Hegemonía de Atenas y la confederación de Delos.


Tras la derrota de Salamina los persas se habían retirado de Grecia pero
territorialmente su imperio estaba intacto y seguían dominando las ciudades jónicas de Asia
menor. El peligro de una nueva invasión estaba latente y Atenas, dueña de una poderosa
flota, era la única polis capaz de defender a Grecia en el mar y de intentar ayudar a las
ciudades griegas del Asia.
En el año 477 un conjunto de ciudades marítimas le propusieron a Atenas formar
una alianza defensiva contra los persas y Arístides fue encargado de organizarla y de fijar la
contribución que debía aportar cada ciudad según sus posibilidades. El trabajo debió ser del
agrado de todos pues a partir de entonces se le dio a Arístides el apodo de "el justo".
El fin inmediato de la liga era hacer incursiones en territorios del Gran Rey para
procurarse recursos, en represalia por los daños causados por los persas en Grecia. El
objetivo a mediano plazo era lograr la libertad de las ciudades griegas del Asia. La liga
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duraría hasta que sus objetivos fuesen alcanzados y los miembros se comprometieron bajo
juramento a no hacer secesión. Se ignora el número de aliados originales. Se supone que
fueron las ciudades jónicas del Asia, las islas entre Rodas y Lesbos, las ciudades de Eubea,
de la península calcídica y de Propóntide.
Tampoco se sabe mucho sobre la organización inicial, sólo se sabe que el primer
Consejo Federal (sínodo) se reunió en Atenas en 476 y que todas las ciudades tenían igual
derecho al voto. Los miembros de la confederación eran teóricamente autónomos, libres e
iguales pero, de hecho, Atenas llevaba ventaja por haber recibido la dirección de la guerra
y porque la flota debía reunirse en el Pireo al iniciarse las campañas.
La nueva guerra en el mar, la organización de la flota y el ejército apropiados exigía
mucho dinero. Las ciudades más grandes e importantes debían equipar por su cuenta un
número fijado de trirremes, pero a las más pequeñas, que eran la mayoría, se les pidió el
pago de un tributo (phoros) para la construcción de las naves y el pago de los soldados y
remeros. Esta fue una fórmula que satisfacía a todos. Atenas podía contar con una flota
homogénea, en cuanto al modelo de barcos, reunida en su puerto, lo cual daba la
posibilidad a sus ciudadanos más pobres (los thetes) de conseguir trabajo conformando el
equipaje de las naves. Incluso esto fue visto con agrado por los aliados pues gozarían de
seguridad y defensa sin tener que batirse. El montante global del tributo fue fijado por
Arístides en 460 talentos (cifra que se consideró bastante moderada) y la cuota de las
ciudades fue fijada según las posibilidades de cada una. El "tesoro" se depositó bajo la
protección de Apolo en el santuario la isla de Delos y era administrado por diez "tesoreros
de los helenos" (helenotamiai) que eran todos ciudadanos atenienses y los únicos
autorizados a operar los ingresos y egresos.
La Confederación de Delos, teóricamente, era una alianza entre iguales en la que se
respetaba el principio de autonomía tan caro a los griegos: ni amos ni súbditos,
simplemente aliados o colaboradores en una causa común. No obstante, la organización
imprecisa contenía los gérmenes de futuras querellas. La preponderancia de Atenas no tenía
ningún contrapeso y el centro de la liga no era Delos sino el Pireo donde estaba la flota.
Después de las primeros éxitos sobre los persas (victorias de Cimón en 476-75)
Atenas comenzó a aprovecharse de las rivalidades entre los aliados para inmiscuirse en los
asuntos internos de la ciudades, sea favoreciendo la implantación de la democracia en todas
las ciudades, sea mediante la astucia para imponerles un tratado comercial o una
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convención jurídica o monetaria. En el cobro del tributo Atenas no aceptaba moratorias y


comenzó a cobrar coercitivamente.
Pero fueron quizá los propios federados los que contribuyeron más –que la misma
Atenas– a forjar las cadenas que los habrían de aprisionar, cuyo símbolo sería el tributo
(phoros). Cada año por desidia o por comodidad eran más las ciudades que preferían
renunciar a la obligación de equipar los trirremes que les correspondían sustituyéndola con
el pago en dinero "así –dice Tucídides– la marina de los atenienses aumentaba con el dinero
que los aliados aportaban, mientras que éstos cuando querían rebelarse se encontraban sin
preparativos militares e inexpertos en la guerra" (Tuc. I, 99). Con el tiempo el pago del
tributo le pareció a los aliados el símbolo más humillante de su dependencia de Atenas.

El imperialismo ateniense (477-429)

El hecho que domina los años que siguieron a las guerras médicas es la
transformación de la Liga de Delos (simakía) en un Imperio (arkhé) de Atenas. Las poleis
fueron pasando de su condición de "aliados" (simmakoi) a la condición de "súbditos"
(ipekooi). El imperialismo es un hecho que está íntimamente ligado al desarrollo de la
democracia interna de Atenas y a los grandes progresos alcanzados por esta polis en todos
los órdenes. Los grandes ingresos que eran necesarios para este progreso sólo el Imperio
podía garantizarlos. Vemos un resumen de la complicada historia de estos 50 años que van
de las guerras médicas a la guerra del Peloponeso.

El periodo aristocrático. Cimón (477-462)

El primer comandante de las operaciones contra los persas fue Cimón, hijo de
Milcíades, el triunfador de Marathón. Pertenecía a la aristocracia y su política era partidario
lucha a fondo contra los persas y mantenerse en buenos términos con Esparta.
Entre 476 y 468 Cimón alcanzó resonantes victorias sobre los persas de las cuales la
más importante fue la de Eurimedón en Panfilia en la que aniquiló la flota persa y aseguró
definitivamente a la Confederación el dominio del Egeo. Esto animó a otras ciudades de
Jonia a sumarse a la liga. Entretanto las ciudades que quisieron separarse y no seguir
pagando el tributo fueron brutalmente reprimidas por Cimón (Naxos en 470 y Tasos en
465). Miles de clerucos fueron enviados a diversas partes del Imperio para prevenir
defecciones.
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Aunque desde Clístenes los ciudadanos eran política y jurídicamente iguales,


todavía seguía la distinción censitaria de las clases sociales y en la práctica los más ricos de
las dos primeras clases eran los que accedían al Arcontado y al Areópago que acumuló
grandes poderes y se convirtió en un reducto de la aristocracia en perjuicio de las clases
populares. El aristócrata Cimón "amigo de los lacedemonios" fue duramente atacado por
los líderes del partido democrático e incluso acusado formalmente por Pericles en la
ecclesia de haberse dejado corromper por el rey de Macedonia cómplice de la revuelta de
Tasos.
En el año 462 por petición de Cimón la ecclesia aprobó enviar un contingente de
hoplitas para ayudar a Esparta a sofocar una gran insurrección de hilotas que se desató tras
la destrucción de la ciudad por un gran terremoto. Cuatro mil soldados, un tercio del
ejercito, se ausentaron para ayudar a los espartanos en el sitio de la ciudad mesenia de
Ítomo donde se habían hecho fuertes los hilotas insurrectos. Durante la ausencia de Cimón
y de las tropas el partido popular comandado por Efialtes y Pericles aprovechó para hacer
aprobar en la ecclesia una ley que quitaba al Areópago todos los poderes políticos y
judiciales. Este importante bastión de los aristócratas fue reducido a tener funciones
meramente religiosas. Todos los demás poderes que Aristóteles llama "sobreañadidos"
(τ α επ ι θ ε τ α ) fueron repartidos entre la ecclesia, la boulé y la heliaia. El
Areópago reaccionó mandando a asesinar a Efialtes cuyo liderazgo fue continuado de
inmediato por Pericles en pro de las clases populares y de las reformas democráticas.
La ayuda de Cimón y sus tres mil hoplitas decepcionó a los espartanos pues pasaron
varios meses sin que pudieran tomar la ciudad sitiada. Cimón y sus hombres fueron
bruscamente despedidos de Mesenia lo cual fue humillante para Atenas. De esto se valieron
los demócratas para acusar a Cimón y lograr que se le aplicara el ostracismo (461). El
poder pasa al partido democrático en el que ya descollaba la figura de Pericles.

El periodo democrático. Pericles (461-429)


Son los años de la democracia triunfante y del gran esplendor de Atenas animada
por la figura de Pericles que no sólo amplía la democracia y abre caminos de participación
a las clases más bajas de la población sino que embellecer a Atenas, protege las letras y las
artes y la filosofía y, además emprende una política panhelénico en la que lamentablemente
va a fracasar.
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El periodo agresivo (461-454). Atenas se propuso ganar en el continente la misma


supremacía que ejercía en el mar. La situación era propicia por las críticas circunstancias
por las que atravesaba Esparta a causa del terremoto y de la insurrección de Mesenia. Los
escarmientos dados a Naxos y a Tasos mantenían dóciles al resto de los aliados quienes, por
lo demás prácticamente no tenían navíos ni fuerzas para enfrentar la poderosa flota
supuestamente de la confederación pero de hecho puesta al servicio de los intereses de
Atenas. Sus miras iban más allá de aspirar comandar a Grecia, quería apoderarse de los
estrechos del norte que llevaban al Mar Negro y al rico comercio de sus alrededores; al sur
se propuso atacar a los persas dueños de tierras fecundas y ricas factorías en Libia y en
Egipto; al oeste la tentaban las riquezas de Sicilia. El fin era mantener a Esparta encerrada
en el Peloponeso y quitarle toda influencia en la Grecia central.

El proyecto estaba erizado de peligros y era costoso pues implicaba mantener un


doble frente, contra Esparta y contra Persia, que obligaba a Atenas a dividir sus fuerzas.
Pero la democracia ateniense, vale decir, el pueblo en la asamblea no consideró que esta
tarea enorme estuviese por encima de sus posibilidades. Para llevarla a cabo acudió a la
diplomacia y a la fuerza. Por la diplomacia concitó una alianza con Argos, con Tesalia y
con Megara. Esta última, por discrepancias con Corinto, rival de Atenas, abandonó la liga
del Peloponeso y se paso a la Confederación de Delos. Atenas va a emplear la fuerza en una
expedición a Egipto para ayudar al príncipe libio Inaros, hijo de Psamético, de la dinastía
saíta, quien se insurreccionó contra el sátrapa persa y pretendió recobrar la independencia
de Egipto. Una inmensa flota con tropas de élite fue enviada al Egipto con la esperanza de
aprovechar todas las ventajas que podrían desprenderse del éxito de esta intervención.
Egipto era un granero inagotable, era un mercado que podría ser arrebatado a los fenicios y
una posición militar de primer orden que serviría para contrarrestar el inmenso poder de los
persas.

La reacción no se hizo esperar, mientras Atenas atacaba a los persas en Egipto


Corinto aprovecha para levantarse en armas y arrastra tras de si primero a Egina y luego a
la misma Esparta que apenas cerradas sus heridas de la reciente crisis se incorporó a la
guerra contra Atenas en el 457. Corinto preconizaba una coalición general contra Atenas y
se desarrollo lo que algunos historiadores llaman la primera guerra del Peloponeso que
habría de extenderse por varios años en una serie de victorias y reveses por parte de ambos
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bandos, que ponen de relieve toda la crudeza de una guerra entre hermanos enemigos.
Atenas da y recibe fuertes golpes pero logra mantener las posiciones conquistadas. En el
año 454 está en el apogeo de su poderío cuando se produce un desastre inesperado: la total
destrucción de la flota y del ejército ateniense que se había adueñado de Egipto. Egipto
cayo de nuevo bajo la dominación de los persas y la nueva escuadra que fue enviada a
Egipto cayo en una emboscada en uno de los brazos del Delta donde fue atacada
simultáneamente por la infantería persa desde tierra y la flota fenicia al servicio del Gran
Rey. Las pérdidas de Atenas en Egipto fueron inmensas, la tradición las evalúa en treinta
y cinco mil hombres de la Liga, de los cuales seis mil eran ciudadanos atenienses. La
expedición a Egipto terminó en un desastre que jamás había sufrido ningún otro ejército
griego y esto dio un golpe mortal a la política del imperialismo armado y la política
exterior de Atenas pasó a la defensiva.

El periodo defensivo (454-446) se caracteriza porque Atenas tiene que replegarse al


mismo tiempo que muchos de los aliados comienzan a desertar. Desde el mismo momento
en que Atenas dejó de ser la potencia invencible en el mar se vio obligada a mantener su
Imperio con una serie de medidas impopulares y claramente intervencionistas. La que más
suspicacias despertó fue el traslado a Atenas del tesoro de la Confederación para
"protegerlo" ya que la destrucción de la flota en Egipto significaba la vuelta de la armada
persa a surcar las aguas del Egeo. Se colocó bajo la protección de Atenea en el templo de la
acrópolis y se creó una policía especial para guardarlo y se puso empeño en distinguir
claramente el tesoro de la ciudad y el de la confederación. Pero todas estas medidas fueron
en vano para impedir que los confederados consideraran pisoteados sus derechos y su
independencia y había fundadas sospechas de que Atenas aprovecharía en provecho propio
el tesoro de la confederación.

El descontento y el clima de deserción se generalizan entre los confederados y


Atenas ya no tiene escrúpulos en intervenir en las ciudades y atentar contra su autonomía.
Muchas ciudades aliadas se vieron obligadas a adoptar un sistema democrático semejante al
creado por Clístenes para Atenas, lo mismo que los pesos y medidas y el sistema monetario
ateniense. La vigilancia se redobló con el envío de funcionarios llamados episkopoi para
supervisar los gobiernos y asegurar su docilidad. A veces estos funcionarios iban
acompañados de una guarnición comandada por un prourarca que pone su fuerza al
13

servicio de los intereses de Atenas. La ecclesia de Atenas es la que decide en asuntos que
competen a todos los confederados y los sinodoy ya no son convocados. El montante del
tributo se cambia en varias ocasiones con la sola opinión de la boulé ateniense. También se
multiplicaron las cleruquías para la vigilancia constante de unos "aliados" que ahora eran
tratados como enemigos. Todo esto no hizo más que aumentar el sentimiento de
humillación y se suscitaron varias revueltas que fueron severamente reprimidas.

Esparta y sus aliados impulsan ya una guerra abierta contra Atenas y ésta, incapaz
de luchar con éxito a la vez contra los persas, contra sus "aliados" revueltos y contra
Esparta divide los problemas. Primero se interesa por el problema persa y se interesa en
lograr una tregua con Esparta para darse a fondo contra los persas. Irónicamente, para la
democracia ateniense, esto significaba volver a la vieja política de Cimón que había sido
enviado al ostracismo. Dada su tradicional amistad con Esparta Cimón es llamado a Atenas
para que negocie con los lacedemonios una paz por cinco años que se firma en el 453 a. C.

A pesar de estar enfermo Cimón revive sus antiguos días de gloria dirigiendo la
guerra contra los persas y ataca su bastión en Chipre. Aunque batió las flotas fenicia y
ciliciana, aliadas a los persas no pudo tomar la fortaleza de Kitión. Durante el sitio la
enfermedad lo abate y los soldados deseosos de llevar su cadáver a Atenas abandonan
Chipre, no si antes vencer a la flota persa frente a Salamina (de Chipre). Esta victoria
proporcionó a Pericles la oportunidad de establecer contactos diplomáticos con los persas
para negociar la paz.

Calias, un cuñado de Cimón, fue enviado como embajador a Susa para las
conversaciones de paz que finalmente se concretaron en el tratado llamado "la paz de
Calias", (449 a. C.) sobre el cual Tucídides no dice nada y muchos autores han negado su
existencia. En todo caso sí parece que hubo un acuerdo en el que los persas se
comprometían a retirar su flota del Egeo y dejar tranquilas a las ciudades de la
Confederación de Delos y los griegos a no enviar más expediciones a las posesiones del
Gran Rey, ya fuese el Egipto o el Asia Menor. Háyase dado o no la firma de un tratado
formal lo cierto es que para la segunda mitad del siglo V existieron relaciones comerciales
normales y pacíficas entre persas y griegos. Los viajeros y comerciantes griegos pudieron
recorrer libremente el imperio y el mismo Herodoto pudo visitar Babilonia.
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Consecuencia lógica de la paz de Calias debía ser la disolución de la liga de Delos o


al menos la disminución de los phoroi, pues el "peligro persa" que generó el pago de tributo
había dejado de existir. Pero Atenas no podía ya prescindir de su imperio y más bien
aprovechó la circunstancia de estar en paz con Esparta (tregua de los cinco años) y con
Persia para darse por entero a someter definitivamente a las poleis aliadas que se rebelaban
o que manifestaban deseos de secesión. En esto se llegó a veces a extremos de dureza y de
rigor. A estas alturas el imperio era vital para que pudiesen subsistir y mantenerse, no sólo
las instituciones democráticas de su régimen interno, sino el sistema y la calidad de vida
material y cultural que la democracia quería proporcionar a los atenienses, incluso a los
más pobres. El progreso y el bienestar, las grandes construcciones a la vez de ornato y de
utilidad pública, las obras de teatro, las grandes procesiones de las fiestas religiosas, las
fiestas panateneas y el alivio de la miseria de los ciudadanos más pobres, sólo podía
subsidiarse con los tributos que el Imperio pagaba. La "escuela de Grecia" que llegó a ser
Atenas, según palabras de Pericles, engendraba el imperialismo como condición necesaria
para su existencia. Atenas debió su grandeza al Imperio que supo construir al cual
explotaba en provecho.

No obstante debe reconocerse también que el la confederación el mayor peso de las


responsabilidades que imponía la liga recaía sobre Atenas y que las poleis aliadas también
se beneficiaban ya que en beneficio de todos iba la paz que reinaba en el Egeo, la seguridad
frente a los persas, la fluidez del tráfico comercial, y la comodidad de un mismo sistema
monetario que facilitaba las transacciones. Atenas no cerró sus puertas a los extranjeros, su
mismo esplendor atrajo hacia ella pensadores, artistas y creadores, los aliados podían acudir
a los tribunales atenienses en busca de justicia y a participar en las fiestas.

La concepción tradicional fuertemente anclada en la mentalidad de los griegos


implicaba la independencia, la autonomía y la autarquía de la polis y esto quizá fue lo
impidió a Atenas que pudiera lograr que naciera entre sus aliados el sentimiento de
pertenencia a una comunidad más amplia que rebasaba los estrechos límites de una polis
pero que beneficiaba a todos. Sin detenerse a mirar los beneficios que eventualmente
obtenían del imperialismo ateniense, sólo pensaron en la "tiranía" de una ciudad que les
cobraba tributo y que enviaba clerucos a asentarse como labradores en sus mejores
tierras. El tributo y las cleruquías terminaron siendo el símbolo de opresión y de la rudeza
15

de Atenas, que se tradujo en los rencores, resentimientos y odios que a la larga llevarían a
Atenas a la ruina.

En todo esto llama poderosamente la atención el antagonismo que se desarrolla


entre una Atenas –que no alcanza a ver el egoísmo en que se basaba su Imperio y la
injusticia que le era inherente– y unos aliados que jamás quisieron aceptar de buena gana
los servicios que, a pesar de todo, debían agradecer a Atenas.

Próxima ya a expirar la tregua de cinco años firmada con Esparta se rebelan contra
Atenas, casi simultáneamente las ciudades de la isla de Eubea al noreste y Megara al oeste,
la cual se separó de la liga para coligarse con Corinto, Epidauro y Sicione. Esparta entra
también en la contienda poniendo fin a la tregua. Pericles conduce decididamente la guerra
y multiplica los esfuerzos para atender todos los frentes. La victoria fue para Atenas y las
condiciones de paz que impuso Pericles fueron muy duras. Las ciudades de la isla de Eubea
tuvieron que ceder sus mejores tierras a miles de clerucos atenienses y la ciudad de Megara
fue fuertemente castigada. Pero Atenas quedó agotada. Pericles prefirió negociar una nueva
paz con Esparta, esta vez por treinta años (446). Esta nueva paz que, como veremos sólo
duró 15 años, permitió a Atenas, dirigida magistralmente por Pericles, dedicar todo sus
esfuerzos a su desarrollo político y cultural. Esta es la llamada "época de oro".

El imperialismo pacífico 446-431

Tras la firma de la “paz de treinta años” con Esparta (446) Atenas disfrutó de un
período de esplendor sin igual que muchos consideran el momento culminante de la
civilización helénica.

Pericles, electo consecutivamente como Estratega desde el 443 hasta su muerte en


el 429, descuella como el conductor del movimiento político, económico y cultural de
Atenas. Sus colegas estrategas cambiaban todos los años pero él permanecía inamovible7.
Su posición como líder en la cumbre hizo que uno de sus opositores, Cratinos, lo llamara
"el más grande de los tiranos" y el historiador Tucídides, su gran admirador, dice que bajo
Pericles el gobierno de Atenas..."en apariencia era una democracia pero en la practica era el
gobierno del primer ciudadano". Su gobierno se diferencia de la tiranía, en primer lugar
porque no se arrogó el mando por un acto de fuerza y segundo porque no cerró la boca a la
oposición e incluso asistía a las obras de teatro en la que los autores cómicos (Hermipos o
7
Plutarco, Per., 16, 9
16

Cratinos) se burlaban de su "cabeza de cebolla", lo acusaban de ser "pretencioso" e


ironizaban sus relaciones con la extranjera Aspasia.

Pericles completó la obra de Efialtes en el sentido de ampliar la democracia:


terminó por quitar al colegio del Areópago toda influencia política y judicial hasta quedar
sólo como un tribunal religioso con más prestigio que poder real. Aunque en teoría todos
los ciudadanos eran política y jurídicamente iguales, todavía quedaban en la práctica las
distinciones censitarias que había establecido Solón; Pericles las eliminó para efectos
políticos y permitió el acceso de todos los ciudadanos, sin importar su riqueza, a todas las
magistraturas; para que esto fuese posible en la practica creó los misthoi, una pequeña paga
o indemnización que la polis daba a los magistrados en ejercicio equivalente a lo que se
calculó que dejaban de ganar en su trabajo cotidiano mientras ejercían el cargo. La mayoría
de los puestos del Estado fue provista mediante sorteo con lo cual hasta los thetes fueron
admitidos en los cargos públicos. Para darle estabilidad a las instituciones y protegerlas un
poco de los cambios arbitrarios de la opinión pública Pericles hizo votar la llamada acción
en ilegalidad (grafé paranomón), según la cual, el que proponía un decreto o una ley
empeñaba durante todo el año su responsabilidad por las consecuencias que pudiera
acarrear la proposición votada. Podía ser procesado o multado si la ley o decreto votado
resultaba contrario a una ley anterior o tenía funestas consecuencias para la polis. Se
calcula que bajo Pericles el sistema empleaba a unos ocho mil funcionarios, altos y bajos,
lo cual constituía alrededor de un tercio del cuerpo de ciudadanos.

Hacia el exterior Pericles se propuso mantener bien controlado el imperio y tratar de


establecer una política panhelénica. Sobre esto último sólo tenemos una escueta
información de Plutarco.8 Veinte atenienses en cuatro grupos de a cinco fueron enviados a
todos los confines del mudo griego de Asia y el Mediterráneo para invitar a todas las poleis
a enviar delegados a Atenas a un congreso de diputados..."que deliberasen sobre los
templos griegos que habían incendiado los bárbaros, sobre los sacrificios y votos hechos
por la salud de Grecia de que estaban en deuda con los dioses, y sobre que todos pudieran
navegar por todas partes sin recelo y vivir en paz". Como era de esperarse Esparta se opuso
a la realización de este congreso y el resto de los griegos desconfío de las verdaderas
intenciones de Pericles. Precisamente porque era Atenas, la más poderosa ciudad del

8
Plutarco, Pericles, 17
17

mundo griego, la que extendía la invitación, los griegos se mostraron recelosos y no


atendieron al llamado de Pericles. Para el resto de los griegos, tan celosos de su autonomía,
la hegemonía de Atenas no era más que una "tiranía" que era necesario abatir a toda costa.

Sea de esto lo que sea lo cierto en que Atenas, bajo Pericles, despertó a la vez que
admiración por su progreso material y cultural, grandes odios por su completo triunfo en el
campo político y económico. Esparta y Corinto, sus rivales tradicionales incitaron el odio
contra Atenas y prepararon el gran conflicto que pronto habría de estallar y que habría de
decidir no sólo los destinos de Atenas y de su Imperio sino también los del helenismo
entero.

Las Causas de la guerra del Peloponeso (juicio de Tucídides)9


Los escritores antiguos extraviados, quizá, por las imputaciones que se hicieron
entre si los bandos en conflicto, no supieron, —a nuestro juicio— penetrar en las causas de
la Guerra del Peloponeso y le dieron explicaciones muy simples o le atribuyeron causas
fútiles.

Tucídides, el más grande historiador de la Antigüedad clásica, confiesa


expresamente —no sin cierta petulancia— haberse propuesto escribir la historia de la
guerra, "para que nadie tenga que investigar un día por que tuvo lugar un conflicto tan
grande". A pesar de su método profesional, de su penetrante crítica y de su clara
inteligencia, cuando Tucídides trata de puntualizar las causas de la guerra reduce toda la
cuestión a lo siguiente:

"La causa más real, aunque la menos confesada en todo lo que se dice, la que hizo
el conflicto inevitable, fue, a mi juicio, el miedo que inspiraba a los lacedemonios el
crecimiento del poderío ateniense" (Tuc. I, 23).

Nosotros creemos que fueron causas mucho más graves y profundas que el simple
"miedo de los espartanos", las que lanzaron una contra la otra a las dos partes en que estaba
dividido el mundo griego para finales del siglo V a. C.: de un lado el Imperio ateniense, una
confederación de ciudades marítimas dedicadas fundamentalmente al comercio, y del otro
la Liga del Peloponeso, un bloque continental con una economía fundamentalmente
9
En este aparte seguiremos muy de cerca la famosa obra de Gustave Glotz, ya citada Histoire Grecque. T. II
pp. 602-613. En algunas partes tradujimos literalmente fragmentos pertinentes. Recuérdese que no
presentamos este escrito como un pequeño ensayo original sino como una simple guía de estudios para alivio
de los estudiantes del curso de historia antigua que dictamos en la UCV
18

agrícola y pastoril. Ambos "mundos" estaban en oposición irreductible y separados por una
recíproca "antipatía histórica" fundamentada en un marcado contraste en las concepciones
políticas, sociales, económicas y culturales. Atenas y Esparta y sus respectivas ligas
representaban ideales de vida contrapuestos.

No es que critiquemos a Tucídides no haber profundizado metódicamente en esta


realidad. Estamos conscientes de que lo que se propuso hacer fue una historia estrictamente
política y, además, no creemos que a un hombre del siglo V a. C., aunque haya sido un
genio, podamos exigirle las mismas preocupaciones y métodos de los historiadores
modernos en semejantes materias. Es el propio Tucídides el que nos proporciona los datos
necesarios sobre las condiciones materiales, culturales (e incluso morales) de Atenas y de
Esparta al comienzo de la guerra y es gracias a su obra que podemos abordar la
interpretación de la causalidad por otro camino distinto del suyo.

Puede afirmarse que todo análisis de la guerra del Peloponeso que se haga, aún hoy,
no puede prescindir de la historia de Tucídides. Releyendo su obra se pueden sacar
interpretaciones propias de los acontecimientos que incluso pueden enriquecer las
interpretaciones del mismo autor.

Particularmente valiosas para intentar captar las causas profundas de la guerra en la


oposición irreductible en que se encontraban los "dos mundos" que se enfrentaron en el
conflicto son los siguientes pasajes de La guerra del Peloponeso de Tucídides:

1-Los cuatro discursos pronunciados en la asamblea popular (apella) de Esparta en


los preliminares de la guerra:

a) El de los corintios (I, 68-71).


b) El de los atenienses (I, 73-78)
c) El de el rey Arquidamo (I, 80-85) y
d) El del éforo Esteneledas (I, 86)
2- La llamada Pentecontetia (I, 89-118)
3- Los dos discursos de Pericles:
a) A la llegada de los embajadores espartanos (I, 140-144) y
b) El famosísimo discurso en honor a los caídos en los comienzos de la guerra: la
llamada "Oración fúnebre" (II, 35-46)
19

Veamos con base en los textos antes citados los principales contrastes entre Atenas
y Esparta al momento de iniciarse la guerra:

Diferencias en las condiciones políticas 10


1-Democracia y oligarquía. De un lado la democracia, el gobierno en provecho de
la mayoría, la participación de todos los ciudadanos en los asuntos comunes de la polis, la
igualdad e imparcialidad de la ley, la protección de los más débiles y la libre discusión de
los asuntos políticos en la asamblea del pueblo. Del otro lado, la desigualdad incluso entre
los mismos ciudadanos; el dominio de una minoría de soldados ociosos, sobre una mayoría
que trabaja para ellos; el monopolios de una clase social en las decisiones políticas que aún
eran sometidas a la consideración de un comité mas restringido (la gerousía) y el misterio
erigido como principio constitucional.

En Atenas la libre expansión de la personalidad y una confianza razonada en el


patriotismo y en la valentía natural de sus hombres; ideas sobre el trabajo que impulsan a
los ciudadanos a enriquecer a la polis enriqueciéndose a su vez ellos mismo; se dan
satisfacciones de toda clase al gusto por la belleza. En Esparta individuos sometidos al
Estado en función de una moral totalitaria y espiándose mutuamente, hilotas envilecidos
trabajando la tierra para alimentar a los guerreros ocupados exclusivamente en perfeccionar
su educación militar hasta la vejez, sin otra diversión que la caza, la crypteia,11 y los cantos
de Tirteo. No es, pues, de asombrarse que las dos ciudades, la una ávida de novedades y
que miraba siempre hacia el porvenir, y la otra empeñada en inmovilizarse en el pasado, se
hayan detestado con violencia12

2- Imperialismo y autonomía: Para el momento del estallido de la guerra el mundo


griego estaba dividido en dos grandes bloques. De un lado está Esparta, a la cabeza de la
Liga del Peloponeso, que domina sobre la Grecia continental y favorece los gobiernos
oligárquicos. Del otro lado Atenas con su imperio marítimo que insiste en que sus "aliados"

10
Paráfrasis y resumen de Gustave Glotz, ob. cit. pp. 605
11
La crypteia era una policía secreta orientada hacia el terrorismo. La formaban jóvenes espartanos menores
de veinte años. Pertenecer a esta policía en la que el asesinato era obligatorio, formaba parte de la educación
viril de los espartanos. Los jóvenes eran espías al servicio de los éforos y eran enviados cuando había que
arrestar a personajes importantes y a vigilar constantemente las propiedades rurales. Cuando los hilotas eran
muy numerosos o se sospechaba peligro de insurrección se decretaba una especie de "temporada de caza" y
eran los jóvenes de la crypteia los encargados de asesinar a los más peligrosos.
12
Es famoso el paralelo entre Atenas y Esparta que hace Tucídides en el discurso del vocero de los corintios
en la asamblea que se realiza en Esparta. Véase Tuc. I, 68-71.
20

estableciesen gobiernos democráticos. El problema grave era que, dadas las circunstancias,
los demás griegos prácticamente estaban obligados a escoger e inclinarse hacia una u otra
de las poleis rivales.

Hasta el 446 cuando se firmo la paz de treinta años (vide supra) Esparta y Atenas se
habían contentado con mantener la fidelidad de sus aliados sin preocuparse mucho por la
forma como se gobernaban internamente, pero –ya lo vimos anteriormente– Atenas se vio
forzada a convertir en "súbditos" sus antiguos "aliados". En el discurso de los atenienses
para responder el de los corintios aquellos justifican sus política imperialista con diversos
argumentos13 y concluyen diciendo que las tres razones fundamentales de su actitud
imperialista eran: ..."sobre todo el miedo [de los lacedemonios], luego la honra que ello nos
daba y finalmente el provecho que obteníamos..."14 Lo cierto es que para el año 431 ya los
griegos hablaban de "la tiranía" de Atenas por la cual se incubaban en el seno de la
confederación numerosos y graves descontentos, pues las imposiciones de Atenas, sobre
todo el cobro forzoso del tributo, y las cleruquías eran sin lugar a dudas una violación
flagrante de la autonomía que era para la concepción griega el bien más preciado de una
polis.

Muchas ciudades, no por simpatías con Esparta, sino por ver en ella la única fuerza
capaz de frenar el creciente poderío de Atenas, acudieron a los lacedemonios y los incitaron
a la guerra.15 Tampoco se trata de que Esparta hubiera sido impulsada por un súbito
impulso de generosidad a "libertar" a las débiles ciudades oprimidas por Atenas: todo el
pasado de Esparta y su futura conducta ya finalizada la guerra hablan en su contra en
cuanto a desinterés y amor a la libertad y a la autonomía de las demás poleis. La defensa de
la autonomía contra la tiranía fue una bandera ocasional, un pretexto para ocultar el
verdadero móvil de su política: el miedo a perder su secular supremacía continental
amenazada por el poder creciente de Atenas. Tucídides insiste en ello varias veces.16

Gustave Glotz finaliza el análisis de este asunto que nos ocupa con este preciso
comentario: "Dos imperialismos van a confrontarse: el de una ciudad continental que nunca
se resignó a no haber podido volver a ocupar el puesto perdido por sus errores en tiempo de
13
Ver Tuc. I, 75-77.
14
Tuc. I, 75. [cursivas MHL]
15
Ver Tuc. I, 73-78
16
Ver Tuc. I, 23, 88
21

las guerras médicas, y el de una ciudad marítima que se había propuesto conservar e incluso
extender la hegemonía conquistada gracias a su inteligencia y a su valentía. La lucha será
una cuestión de interés político y por eso mismo también de sentimientos, de orgullos y de
prestigios".17

Diferencias en las condiciones económicas

Con su imperio y con sus barcos Atenas controlaba casi todo el comercio
mediterráneo. Solo Corinto y en menor grado Corcira le hacían algún contrapeso. Es
famoso el pasaje en que Pericles se jacta de las riquezas de Atenas: ..."A causa del gran
número de habitantes de la ciudad entran en ella las riquezas de toda la tierra y así sucede
que la utilidad que obtenemos de los bienes que se producen en nuestro suelo, no es menos
real que la que obtenemos de los bienes que se producen en otros pueblos". 18 En el Pireo se
concentraban las mercancías y de ahí se expedían por todo el mundo mediterráneo.
Conservar esa posición implicaba adueñarse de los mares y de las rutas y, en consecuencia,
eliminar progresivamente las marinas extranjeras. Las ciudades ya podían producir todo
género de insumos pero ¿Dónde y cómo colocar sus productos sin el consentimiento de los
dueños del mar?

Grecia entera, prácticamente, dependía de Atenas para su subsistencia. Rebelarse


contra la supremacía de Atenas era correr el riesgo del hambre y aceptarla era permanecer
bajo el yugo. Fue Corinto, la principal rival comercial de Atenas quien instigó a Esparta
para que emprendiera el único camino existente para salir de aquel dilema: Ese camino era
la guerra.19

Diferencias en las fuerzas materiales de las potencias

Las fuerzas de ambas Ligas son tal vez equiparables pero muy diferentes. La Liga
Peloponesia está formada por ciudades continentales que forman dos bloques compactos
que presionan a Atenas desde el norte y desde el oeste y forman un vasto frente terrestre. La
Liga de Delos está formada por poleis muy dispersas pero ofrecen bases de operaciones
seguras y estratégicamente situadas.

17
Gustave Glotz, Ob. cit. t. II, p. 606
18
Tuc. II, 38
19
Véase Glotz, Ob. cit, T, II p.607
22

Esparta tiene un magnífico ejército de hoplitas bien entrenados y mentalizados para


el combate, pero su flota es prestada por ciudades aliadas (Corinto y Ambracia) y es muy
deficiente; Atenas posee una excelente flota pero su ejército es inferior al espartano en
cuanto a número y capacidad de maniobra y de combate.

En cuanto a los recursos financieros con los que pueden contar ambas fuerzas,
Atenas estaba en una situación muy ventajosa y estaba muy consciente de ello. Pericles se
complace en resaltar en la asamblea el conjunto de riquezas que confluyen en Atenas (Tuc.
II, 38) y la ventaja que tienen los atenienses de poder contar con el tesoro de la
confederación. Todo esto en marcado contraste con la Liga del Peloponeso, cuya economía
es fundamentalmente agrícola, (salvo en Corcira y en Corinto), no tiene tesoro a su
disposición, no tiene tributos seguros sino ayudas de sus aliados y no tiene comercio.

La superioridad naval de Atenas es en buena parte un asunto de dinero y cuenta con


el tesoro de la confederación, Esparta para procurarse el dinero tiene que hacer concesiones
a los bárbaros y mendigar el oro persa. Razón tuvo Pericles al profetizar en la asamblea: "su
mayor obstáculo será la escasez de dinero pues sufrirán muchas demoras en procurárselo
con dificultad y las probabilidades que ofrece una guerra no esperan"20

Diferencias en las condiciones morales

Es famoso el paralelo que hizo Tucídides en las diferencias de carácter entre


espartanos y atenienses. Se trata del discurso que pone en boca del representante de los
corintios ante la asamblea espartana (Tuc. I, 68-75). Son esas diferencias de ideales de vida
las que generan la "antipatía histórica" entre ambas ciudades que subyace como causa
general y de fondo en la génesis de la guerra del Peloponeso.

Con base en esos pasajes de la obra de Tucídides, Gustave Glotz hace un admirable
resumen de las diferencias de condiciones morales que separan a ambas poleis:

"Son dos ciudades frente a frente que resumen las


cualidades y los defectos de los marinos corredores de
aventuras y de los campesinos sedentarios. De un lado
[Atenas] una inteligencia pronta y nerviosa, la pasión por
acometer continuamente empresas nuevas, más ardor que
fuerza y más temeridad que raciocinio, súbitos accesos de
energía seguidos de abatimientos profundos que apenas duran,
una fe ilimitada en el porvenir. De la otra parte [Esparta], la
20
Para abundar más en este aspecto véase Tuc. I, 19, 80, 141-142.
23

pesadez de espíritu de unos guerreros inmovilizados en la


tradición, una estrecha psicología con una ignorancia total y
un desprecio soberbio por todo extranjero, una lentitud de
decisión rayana con la inercia, la desconfianza en los demás
llevada hasta el extremo de la desconfianza en si misma, más
valentía que audacia y más prudencia que valentía: en suma,
una indigencia de imaginación deprimente, pero un hermoso
sentido del honor, la costumbre inveterada de la obediencia a
las leyes, una ruda y tenaz voluntad que se mantuvo
inalterable ante el abatimiento y la derrota y la exaltación de
la victoria". 21

El dualismo que representaba la confrontación de dos ligas de poleis comandadas


cada una por ciudades que se detestaban mutuamente –Atenas y Esparta– no podía durar
indefinidamente. Una de las dos ligas debería desaparecer para que desapareciera también
el constante estado de confrontación en que vivían los dos sectores en que se había dividido
el mundo griego a fines del siglo V a. C. Era una cuestión capital para la civilización griega
que sólo podía resolverse por la vía de la fuerza. Es en estas circunstancias históricas en las
que habría de iniciarse la terrible crisis de la civilización helénica con el estallido de la
guerra del Peloponeso en el año 431 la cual concluirá con la derrota y la humillación de
Atenas en el año 404 a. C.

Fue este el comienzo de un estado de guerra permanente entre las ciudades griegas
que habría de extenderse hasta finales del siglo IV a.C. A partir de este momento tres poleis
–Atenas, Esparta y Tebas (cada una con sus respectivas alianzas)– habrían de destrozarse
recíprocamente en una disputa por la hegemonía. Las consecuencias económicas, sociales y
políticas de estas guerras provocaron el derrumbamiento de todo el sistema político –en
este caso un sistema de vida– que en el siglo anterior había funcionado exitosamente y que
había permitido a los griegos acceder a las grandes conquistas que lograron en el campo de
la organización política e institucional, del arte, de la filosofía y de las letras que los
hombres de hoy admiramos bajo el nombre de la "Época Clásica.

21
Tomado textualmente de Gustave Glotz, Ob. cit, T. II, 613. Traducción nuestra. Véase además, Tuc. I, 68-
71; 84, 141-144.
24

La Confederación de Delos (cronología)


25
490 Primera guerra médica. Batalla de Marathon
489 Milcíades fracasa en expedición a Paros. Es condenado a muerte

483 Creación de la flota ateniense. Ostracismo de Arístides

481 Alianza entre Atenas y Esparta. Segunda guerra médica


480 Invasión de los Persas a Grecia. Batalla de las Termópilas, victorias griegas en Artemisión y Salamina
479 Victoria de los Griegos en Platea. Campaña de Pausanias a Bizancio

477 Creación de la confederación de Delos Es organizada por Arístides. Pausanias llamado a Esparta
PERÍODO ARISTOCRÁTICO
Liderazgo de Cimón (hijo de Milcíades)
476 Campañas exitosas de Cimón contra los bárbaros
475 en Eion, Sciros y Karistos

472 Ostracismo de Temístocles

470 Primer acto de "imperialismo" contra Naxos


Obras de Esquilo y Sófocles
468 Brillante victoria de Cimón contra la flota persa en Eurimedón
467 Muerte de Arístides

465 Revuelta de Tasos contra la Liga


464 Terrible terremoto e insurrección de Ilotas en Esparta

462 Ostracismo de Cimón


461 Reformas de Efialtes = el Areópago pierde las atribuciones políticas y judiciales
DEMOCRATICO

Liderazgo de Pericles reformas democráticas


Imperialismo armado
Período agresivo

459

457
Primeras tragedias de Eurípides

454 Desastre del ejército ateniense en Egipto. Se traslada a Atenas el "tesoro" de Delos.
Período defensivo

451 Tregua de cinco años ente Atenas y Esparta


450 Finaliza la construcción de los largos muros del Pireo
449 Pericles negocia la Paz de Calias (fin de las guerras médicas)
PERÍODO

Herodoto en Atenas

Construcción del Partenón

447
Atenas y Esparta firman un tratado de Paz por 30 años
Imperialismo pacífico

Apogeo de Atenas (Siglo de Oro)Sucesivas reelecciones de Pericles como Estratega

441 Guerra contra Samos

432 Defección de Potidea


431 Estalla la guerra del Peloponeso
26

Miguel Hurtado Leña

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