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De la colonia a la república independiente

EL OCASO DEL IMPERIO


ESPAÑOL EN EL PERÚ

I
LA COLONIA CRIOLLA

El Perú de mediados del siglo XVIII muestra ca-


racterísticas sumamente interesantes y fundamenta-
les para entender el desarrollo de procesos y acon-
tecimientos claves del ocaso del dominio colonial y

DE
del inicio de la república. Este capítulo presenta un

COLONIA A REPÚBLICA
esbozo de esa situación.

SOCIEDAD Y POLÍTICA

Demografía
La población nativa del Perú alcanzó su punto
más bajo a principios de los años 1720, como resul-
tado de una serie de epidemias devastadoras que
agudizaron el proceso de decrecimiento demográfi-
co iniciado en el siglo XVI. Hacia 1750 ya se había
recuperado la población y, salvo la baja temporal
con la rebelión de 1780, creció para lo remanente de
la era colonial. El censo de 1792 dio 1 076 122 ha-
bitantes. Hacia 1812 el crecimiento natural, en par-
ticular entre la población indígena, y la reorganiza-
ción territorial arrojaron un total de alrededor de 1
millón y medio de habitantes.
Al desagregar los totales se revela un crecimien-
to sustancial de las razas mestizas y blanca. El cen-
so de 1792 indicaba que en el Perú la proporción de
españoles e indios era de 13% y 56%, respectiva-
mente. Las castas libres constituían el 27% restante, “El capeador” (Esteban Arredondo) por A.A. Bonnaffé, 1855.
además de 40 mil negros y mulatos esclavos, la ma- Arredondo era considerado uno de los mejores capeadores de
yoría en la intendencia de Lima. la plaza de Acho, en la Lima del siglo XIX.

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A diferencia de otras partes de América, el Perú tos representantes de las naciones indígena, mestiza
no recibió oleadas significativas de inmigrantes es- y negra al grupo dominante, así como en el descen-
pañoles ni nuevos contingentes importantes de es- so de españoles sin fortuna económica al nivel de la
clavos. El país no era atractivo, dadas sus escasas plebe.
oportunidades económicas y burocráticas. En lo general, la estructura jerárquica socioeco-
La población blanca estuvo concentrada en o nómica basada en razas, ocupaciones y riqueza, cul-
cerca de las ciudades y pueblos. Las provincias de tura, afiliación corporativa y privilegios legales que
Lima, Arequipa y Cuzco juntas tenían el 42% de la fuera desarrollada en el siglo XVI persistía a fines
población española del virreinato en 1792, en su del siglo XVIII (Tord-Lazo 1980; Burkholder-John-
mayoría residentes en las ciudades (Cook 1981; son 1990).
Burkholder-Johnson 1990: 237 y 264). Pasado el auge económico que significó el ciclo
de la plata potosina, aproximadamente hacia la se-
La “era de la impotencia” gunda mitad del siglo XVII la colonia se reorganizó
Con los ajustes que estableciera el virrey Fran- económica y socialmente. Mayor importancia tuvie-
cisco de Toledo en el siglo XVI, el virreinato perua- ron las “granjerías” (agricultura, industria y comer-
no consolidó sus posiciones políticas. Cubría un ex- cio) articuladas por la actividad minera, pero orien-
tenso y rico territorio gobernado desde Lima, ciu- tadas “hacia adentro”.
dad pacífica tanto por ser bañada por el océano de Como consecuencia de este proceso, se crea una
ese nombre como por su ubicación, que la eximía colonia más ligada a las necesidades internas que a
del mundanal movimiento de una colonia situada las externas. Fomentando las actividades económi-
principalmente en la serranía peruana. cas locales, se sentaron las bases para un amplio
Con la consolidación del régimen político colo- mercado incentivador de tales actividades y se posi-
nial se afianzó también la estructura social. Domi- bilitó la política exportadora española hacia Améri-
nada por los propietarios indianos, esta sociedad ca. Se fomentó la granjería que ampliaba el merca-
era compleja en su composición. A los factores ne- do colonial para los productos del tráfico atlántico
tamente sociales de ordenamiento se unieron ele- (incluido el subrepticio). Las urgencias financieras
mentos étnicos y culturales. La movilidad social fue metropolitanas vinieron a completar la figura. El
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muy escasa y estuvo presente en el ascenso de cier- poderoso virreinato peruano se manejaba casi a su
libre albedrío. De ahí que se entienda mejor la ra-
cionalidad de la desatención sistemática de las colo-
nias por parte de la metrópoli (Andrien 1985).
Las restricciones para los funcionarios colonia-
les fueron cayendo en el olvido. Con salarios insu-
ficientes y plazos prolongados, no tardaron en re-
DE

currir a maniobras ilícitas para compensar sus habe-


res y lucrar en sus cargos.
Si en un principio la mayoría de los funcionarios
eran “gachupines” (originarios de la península),
pronto echaron raíces casándose con hijas de crio-
llos y entrando en negocios con ellos. Así también,
los hijos de criollos ligados a los pilares de la eco-
nomía local fueron accediendo a los cargos públi-
cos, en especial cuando la corona los puso a remate
(Lohmann 1974 y 1983; Bronner 1978).
Curiosamente, los remates empezaron por la
parte más sensible de la organización colonial: la
real hacienda. En 1633 se inició la venta de los
puestos en las cajas reales de América. En la misma
línea, en 1678 se autorizó la venta de corregimien-
tos de españoles y de indios. En 1687 se inició la
Una acuarela del siglo XIX que ilustra una escena festiva venta pública de oficios en las audiencias. El gato
en Amancaes. fue encargado de cuidar la despensa.

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La corrupción (inclu- les centros mineros. Sin


yendo el contrabando) embargo, los propieta-
significó en verdad una rios no beneficiarios del
práctica habitual dentro trabajo mitayo obtenían
del sistema, un mecanis- trabajadores a través de
mo que permitió la con- un mecanismo compul-
vivencia –equilibrio de sivo muy simple que,
intereses– entre el Esta- con diversos nombres y
do, la burocracia y las modalidades, se encuen-
oligarquías regionales. tra en otros momentos
La corrupción abarcó to- de la historia peruana.
dos los niveles y tipos de
funcionarios. Fue un au- Minería
téntico mecanismo de Tumulto ocurrido en 1739 en la ciudad de Cuenca, en el que Constituyó el “mo-
estuvieron involucrados expedicionarios franceses dirigidos
supervivencia, que per- por Charles la Condamine. tor” de la colonización y
mitió la coexistencia de el eje de la economía pe-
las tres fuerzas (corona, burocracia y oligarquías re- ruana. La prioridad, sin embargo, estuvo en Potosí
gionales) (Andrien 1982; Pietschmann 1982). y Huancavelica. Los demás yacimientos no recibie-
Las verdaderas beneficiarias de la corrupción y ron la misma atención ni apoyo por parte de las au-
la venalidad de los oficios fueron las elites criollas y toridades coloniales. La pequeña minería fracasó
peninsulares, que consiguieron introducirse en el debido principalmente a la escasa inversión, la ex-
aparato estatal y hacer prevalecer allí sus intereses plotación irracional, la baja ley del mineral, la falta
privados. Los miembros de la elite colonial apren- de mano de obra, la ausencia de créditos y las
dieron pronto que servir a los intereses de la corona inundaciones. Los centros pequeños tuvieron una
castellana era una buena forma de ser útiles a sí existencia efímera y no llegaron a generar los cir-
mismos. Gobernaban la colonia, participaban en la cuitos comerciales que sí surgieron en Potosí y
distribución de la renta fiscal y gozaban de los Huancavelica.

DE
“aprovechamientos” propios del ejercicio de la au- Ya en el siglo XVIII Potosí no era ni la sombra de

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toridad (Lazo 1993). lo que había sido hasta mediados del XVII, cuando
En tanto que los criollos ricos favorecían ante concluyó el ciclo productivo boyante. Los puntos
todo la imposición de un orden legal y práctico con- más bajos se produjeron en 1711-1715 en acuña-
forme a sus expectativas, el grupo de dominio social ción (cerca de 6 millones de pesos) y en 1738 con
y económico de las colonias devino en elite de po- las más bajas recaudaciones por concepto de quin-
der. El Estado metropolitano perdió virtualmente el tos reales. A lo largo del siglo la recuperación fue
control sobre el gobierno de las Indias durante esa muy leve. En 1746-1750 alcanzó los 10 millones de
“era de la impotencia” (1680-1740) que describen pesos y hacia 1790 se aprecia una elevación de un
Burkholder y Chandler (1984), hasta las reformas 50%. El mineral de Huancavelica también estaba en
borbónicas o “era de la autoridad”, a partir del rei- decadencia en el siglo XVIII (Brading-Cross 1972;
nado de Fernando VI (Andrien 1982: 49-71; Ham- Fisher 1977; Bakewell 1984; Arduz 1984; Lazo
pe 1992: 107-112). 1992).
En tiempos críticos continuó la producción gra-
ECONOMÍA cias al uso intensivo de la mano de obra (mitaya so-
bre todo) y a pequeñas inversiones. Se aprovechaba
La economía en el Perú colonial giraba en torno asimismo el mineral anteriormente descartado por
a las minas de plata y azogue. A su vez, la produc- su baja ley.
ción minera permitió una vasta actividad producti- La mita era la principal fuente de mano de obra
va a distintos niveles. Grandes unidades producti- para las minas de Potosí y Huancavelica. Esta espe-
vas convivían con otras menores pertenecientes a cie de “subsidio” debía ser cubierta en Potosí por
representantes de las distintas castas. los indios de dieciséis provincias bajoperuanas y al-
La población indígena debía suministrar mano toperuanas, en tanto que a Huancavelica llegaban
de obra para las grandes unidades productivas bajo desde trece provincias de la sierra central. La mita
la modalidad de la mita, circunscrita a los principa- era detestada por ser forzada y por involucrar al

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Plaza de Huancavelica por José Sabogal, 1932.

Plano de los huertos y tierras de Pisac, Cuzco, siglo XVIII.

Harris, Larson y Tandeter 1987; Manrique 1985;


Mörner 1977; Spalding 1984).
Las plantaciones eran unidades especializadas
en determinados productos destinados al mercado
local y/o exterior. Los principales cultivos fueron
pleno de la familia campesina que, al cumplirla, de- caña de azúcar, algodón, vid, trigo, forraje, cacao y
satendía sus propios intereses. coca. La técnica “moderna” era combinada en la
Por lo general, el trabajo no fue intensivo sino costa con mano de obra esclava y trabajadores libres
extensivo. Para alcanzar una mayor producción se que recibían, al menos nominalmente, un salario.
recurría al incremento de la fuerza laboral en vez de El más importante centro productor de azúcar
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aplicar técnicas sofisticadas. Igualmente elemental fue la costa norte y central (Trujillo, Lambayeque y
era la división de tareas (Tandeter 1981: 50; Cole Lima). Su producción se dirigía a los mercados de
1985; López, Luque y Alcalá 1986; Luque 1993). Chile, Guayaquil, Nueva Granada y Panamá. Otro
Los mineros dependían del capital comercial. centro de importancia fue la sierra de Abancay y el
Los comerciantes que les proporcionaban recursos Cuzco, que abastecía el mercado altoperuano y rio-
eran llamados “aviadores”, agentes de los grandes platense. Si bien en el XVIII se manifiesta una decli-
mercaderes de la ciudad, que cobraban con creces al nación en los niveles productivos de la costa y la
DE

comprar la producción a precios exiguos. Éste fue sierra peruanas, hacia fines de ese siglo el rubro
uno de los factores que impidieron una mayor in- azúcar en las exportaciones era considerable, en
versión por parte de los propios mineros. particular a Chile y al Alto Perú (Ramírez 1973 y
En el siglo XVII y la primera parte del XVIII la 1991; Burga 1976; Polo 1976; Cushner 1980: 117-
minería no lograba dinamizar la economía regional 119; Klein 1986).
como antaño (baja producción y escasa población). Las plantaciones no se limitaban a los cultivos
señalados. Incluyeron algunas operaciones transfor-
Agropecuaria mativas elementales. Tenían trapiches y talleres per-
Estuvo muy ligada a la producción minera en manentes para la producción de chancaca, miel y
sus ciclos productivos. Las unidades productivas aguardiente de caña, que vendían ampliamente en
mayores fueron las haciendas, plantaciones y estan- los centros mineros, ciudades y villas.
cias. Las primeras comúnmente estaban dedicadas a Los viñedos estuvieron concentrados en la costa
la producción diversificada de panllevar para con- de Ica, Arequipa, Moquegua y Arica. Producían vid
sumo interno, con vínculos permanentes con el que transformaban en vino y aguardiente de uva
mercado de villas, obrajes y minas. Incluían tierras destinados al mercado de ciudades y centros mine-
administradas por el propietario, parcelas arrenda- ros a lo largo de toda la América del Sur y Guatema-
das a personas libres bajo diversas modalidades y la, especialmente el Alto Perú y Chile. Las planta-
tierras de yanaconas o peones (Glave-Remy 1983; ciones incluían obrajes de vidrio (Ramos 1989).

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El algodón se produjo en plantaciones ubicadas Cuando en 1631 fue prohibido el comercio de


principalmente en Piura, Ica, Arequipa, Arica y la textiles entre México y el Perú se alentó el desarro-
costa norte. Su mercado era igualmente amplio en llo de los obrajes locales peruanos. Desde entonces
Sudamérica. Se exportaba en tocuyo y lienzos, pero los obrajes quiteños y cuzqueños tuvieron mayores
también en rama para los obrajes quiteños. posibilidades de maniobra en el vasto mercado an-
El arroz se producía en Lambayeque y se expor- dino (Miño 1991: 108).
taba a las ciudades y centros mineros (Hualgayoc) y La transformación en las ciudades se dio en ta-
a Chile. Las plantaciones de coca se ubicaban en las lleres artesanales. En ellos, el maestro confecciona-
cálidas zonas de la selva alta. Su cultivo estuvo rela- ba la obra con un grupo muy reducido de ayudan-
cionado con otras actividades económicas (espe- tes (oficiales, peones y aprendices, libres o escla-
cialmente la minería). En realidad, la coca resultó vos). Su producción fue muy escasa y destinada a
ser el medio de pago a la población indígena. un mercado restringido, estamental y frágil. Impor-
Las estancias eran unidades principalmente pe- tantes dentro de la ciudad, las labores artesanales no
cuarias, generalmente en las zonas elevadas, que representaban mucho en comparación con las de-
combinaban la crianza de ovejas con el cultivo de más actividades productivas y comerciales del vi-
panllevar, la producción y transformación de mate- rreinato. Desde principios de siglo atravesaban una
rias primas en obrajes. crisis acrecentada por momentos debido a las impo-
siciones fiscales y las importaciones concurrentes.
Industria transformativa El régimen gremial tuvo una vigencia parcial.
La mayor producción industrial en tiempos co- Sólo rigió en la medida en que interesaba a los
loniales se efectuaba en los llamados obrajes. Eran maestros de taller más importantes en los oficios.
complejos industriales productores de telas burdas En la práctica, los gremios artesanales habían sido
de algodón y lana (jergas, paños y pañetas, cordella- reemplazados por un funcionario designado por el
tes, bayetas y pabellones), sombreros, vidrio, man- virrey que recibía el título de maestro mayor –una
teca, tintes, etc. La geografía de los obrajes es am- especie de cacique de un oficio urbano–, encargado
plia. Los principales centros textiles peruanos fue- de la vigilancia social y el manejo económico de sus
ron Tarma, Jauja, Cajatambo, Huaylas, Conchucos, colegas (Quiroz 1986, 1990, 1991).

DE
Huamalíes, Cajamarca, Huamachuco y Quito hacia La innovación técnica y tecnológica fue mínima.

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el norte; Vilcashuamán, Abancay, Chilques, Mas- Se seguía empleando la técnica importada en el si-
ques, Quispicanchis, Chumbivilcas, Canas y Can- glo XVI junto a la nativa. En minería, por ejemplo,
chis hacia el sur. luego del reemplazo de la guayra (horno de barro)
Los obrajes eran centros de producción en gran por la amalgamación de azogue no hubo mayor
escala, que reunían entre 150 y 500 trabajadores. cambio en el trabajo de la plata.
Otras unidades menores, llamadas “chorrillos”, se Hacia el siglo XVIII prevalecía la mita como for-
diferenciaban por tener menos trabajadores (10- ma de trabajo principal. Sin embargo, la relativa es-
12), más bajos niveles productivos y telas de menor casez de mano de obra obligaba a combinar la com-
calidad. La producción de los obrajes era más espe- pulsión con el incentivo económico para atraer a
cializada y variada. Estuvieron ligados a las
estancias ganaderas (Mörner 1977; Salas
1979 y 1984; Tord-Lazo 1981).
Había obrajes con niveles de producción
realmente altos, en especial, los de Cajamar-
ca, Huamachuco, Huamalíes y el Cuzco, que
abastecían un vasto mercado desde Quito al
norte hasta Potosí y Oruro en el sur (Tord-
Lazo 1981).

La hacienda de Piccho en el Cuzco, siglo XVIII. Esta


hacienda fue parte del importante patrimonio rural de
la Compañía de Jesús en el Perú. En 1779 fue
adquirida en remate por Bernardo Peralta.

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trabajadores a las unidades productivas. Se tuvo que rientación comercial hacia el Atlántico. Hacia me-
recurrir a trabajadores libres, pero los salarios que diados del XVIII el Alto Perú y la zona del Plata ad-
percibían, las más de las veces, eran sólo nominales quirieron mayor relevancia. Aunque dependiente
y hacían referencia más a lo que podía adeudar el del comercio limeño, Chile empezaba a manifestar
empleador al trabajador o viceversa. Sólo los traba- una cierta autonomía comercial al diversificar su
jadores más calificados y de confianza percibían re- trato con otras zonas.
muneraciones reales. El sistema monopólico no resultó eficaz: la pro-
Inclusive en las unidades productivas más pro- ducción peninsular no llegaba a cubrir las necesida-
gresistas se empleaba una fuerza laboral forzada o des del tráfico colonial, y tampoco era posible vigi-
semiforzada. Muy común fue el pago por adelanta- lar estrictamente sus vastos dominios. En especial,
do en busca de establecer relaciones asimétricas de hacia el cambio del siglo XVII al XVIII los intereses
endeudamiento y, a través de ellas, obligar a los extranjeros se imponían en el comercio atlántico.
campesinos a acudir a las unidades productivas. La Inglaterra, Francia y Holanda parecían las verdade-
misma presencia de esclavos y mitayos entre el sec- ras metrópolis de América (García Baquero 1988 y
tor trabajador dice mucho acerca de las relaciones 1992).
laborales arcaicas que persistían. El contrabando se constituyó, a la vez, en uno de
los más importantes escollos para el monopolio es-
Comercio pañol y en una de las vías articuladoras de la econo-
El origen del poderío económico y político de los mía indiana. Los portugueses organizaron un tráfi-
grandes comerciantes estaba en el sistema mercantil co alternativo considerable desde su colonia Sacra-
colonial. Lima era el centro comercial más importan- mento, que luego fuera utilizada también por los in-
te en una vasta área comprendida entre Panamá y gleses. Éstos, además, basaron su comercio furtivo
Buenos Aires, en tanto que el comercio de importa- en Jamaica, Barbados, Buenos Aires y sus embarca-
ción de manufacturas europeas era monopolizado ciones balleneras en el Pacífico. Franceses y holan-
por el sistema de flotas de galeones entre los puertos deses también mantuvieron un activo comercio de
de Sevilla-Cádiz y Portobelo (Panamá). En este últi- contrabando con la América española. El Perú tuvo
mo puerto se realizaban ferias a las que acudían los un contrabando “indirecto”: a través de Buenos Ai-
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grandes comerciantes del tribunal del Consulado li- res y la conexión Panamá-Paita. Era el último esla-
meño a abastecerse en forma obligatoria. bón de una vasta cadena de comercio, ya no tan so-
Con el sistema de navíos de registro y la restric- terrado en el XVIII.
ción de su monopolio en Buenos Aires y Chile, Li- Los propios comerciantes españoles e indianos
ma no perdió su importancia, pues se veía compen- practicaban el contrabando en forma abierta o en-
sada con la posibilidad de relacionarse directamen- cubierta. En particular, al manifestar menores mon-
te con la metrópoli (obviando la onerosa interme- tos de mercaderías de los que realmente se interna-
DE

diación de Panamá). La exclusividad mercantil, el ban y recurriendo a diversas otras modalidades de


juego de precios en la metrópoli y las restricciones defraudación aduanera (García Baquero 1988: 215-
productivas en las colonias permitieron el funciona- 224; Malamud 1986; Aldana 1992b).
miento de este sistema diseñado para satisfacer las
necesidades fiscales de la corona y los intereses de El reparto
la elite comercial metropolitana e indiana, conde- Llamado también repartimiento de los corregi-
nando a las economías coloniales a la monoproduc- dores. Consistió en la distribución compulsiva de
ción minera, de materias primas y de alimentos mercaderías que realizaban estos funcionarios entre
(Tord-Lazo 1981; Bernal 1987; Suárez 1995). la población indígena y mestiza de su jurisdicción.
Lima seguía siendo uno de los puntos álgidos Práctica usual desde la segunda mitad del siglo
del comercio interregional. Articulaba circuitos co- XVII, hacia fines de esa misma centuria adquirió
merciales que vinculaban las provincias internas a una importancia crucial como medio sistemático y
través de los arrieros. Los principales circuitos eran fundamental para el funcionamiento del régimen
Lima-Huancayo-Huancavelica, Lima-Huamanga- económico y social del virreinato. Fue legalizado a
Cuzco-Potosí, las rutas llamadas de los Valles al partir de 1751 (Tord 1974; Moreno 1977; Golte
norte y al sur de Lima y sus conexiones a la sierra. 1980; Bonilla 1991a).
Sin embargo, de todas maneras los intereses li- Por este “comercio” forzoso las autoridades pro-
meños y sur andinos se vieron afectados por la reo- vinciales, financiadas por el capital comercial, re-

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partían a los campesinos Acuarela del siglo XVIII que


mercaderías de origen muestra a un indio
europeo o provenientes de la sierra de La Libertad.
de otras subregiones del
virreinato. Con el reparto
obligaban a éstos a rom- quienes pudieron ubicar-
per su enclaustramiento se en posiciones privile-
en una economía no giadas en las provincias.
mercantil y a ingresar en Establecieron firmes re-
el sector mercantil ofre- laciones con los comer-
ciendo sus productos o ciantes y los productores
mano de obra, ya que so- locales para la venta de
lamente así podían obte- productos y el recluta-
ner el dinero necesario miento de mano de obra.
para pagar las mercade- Los caciques locales
rías repartidas a la fuerza. prestaron su colabora-
Este sistema incluyó a ción en estas tareas, lo
diversos sectores socia- que acarreó diversos
les. Mediante él, produc- problemas entre corregi-
tores y comerciantes dores y curas por el con-
contaban con un merca- trol sobre la población
do cautivo para sus mer- indígena y mestiza de las
caderías (sin importar su doctrinas, dado que ésta
utilidad) y los funciona- era usada como mano de
rios tenían un ingreso obra, fuente de recursos
asegurado. Dado que las por obvenciones e im-
ventas eran al crédito y a puestos en favor de la

DE
precios inflados artifi- iglesia, y mercado de la

COLONIA A REPÚBLICA
cialmente, generaban deudas que obligaban a la po- producción de sus obrajes y haciendas (Tord-Lazo
blación indígena y mestiza a ingresar a las unidades 1981).
productivas (minas, haciendas, obrajes) y a entablar
relaciones mercantiles pues necesitaban vender par- FISCALIDAD
te de su producción para cubrir las deudas. Así se
garantizaba el funcionamiento de los centros pro- El sistema impositivo colonial se caracterizó por
ductivos: recibían productos agropecuarios y mano su complejidad. De un lado estaban los impuestos
de obra campesina, los obrajes contaban con un propiamente dichos; de otro lado, los tributos. Los
mercado para sus productos (en combinación con primeros eran pagados por la población libre que
el corregidor) y se alimentaba una extensa red de realizaba alguna actividad económica o burocrática.
intermediarios entre los productores (locales y forá- Los segundos debían ser satisfechos por la pobla-
neos) y los compradores finales (la población indí- ción indígena.
gena y mestiza). Los principales impuestos afectaban a la produc-
Otra dimensión del reparto fue su uso para el es- ción y el comercio. Así, la producción minera paga-
tablecimiento de un sistema de producción disemi- ba el quinto real (20% de la extracción). Los pro-
nada. Los comerciantes repartían dinero en efectivo, ductores rurales debían pagar a la iglesia el diezmo
artículos por terminar, mulas e instrumentos (ara- y las primicias, es decir, el 10% más los primeros
dos) y, con la ayuda de las autoridades, recogían la frutos de la producción agropecuaria. Los dos nove-
producción en una suerte de putting out system pri- nos de la “masa decimal” debían ser entregados a la
mitivo y compulsivo. En el norte, por ejemplo, se caja real. No tuvo éxito la iglesia para imponer a los
repartía algodón para ser hilado y tejido (Ramírez artesanos (urbanos y rurales) el llamado diezmo in-
1991: 143; Larson 1988: 121-129). dustrial (Quiroz 1990).
Este sistema jugó un papel muy importante en De otro lado, todas las operaciones mercantiles
el reforzamiento del poder de los corregidores, estaban afectas al pago de alcabalas. Para los efectos

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Quiroz Chueca

Cerro mineral de
Pomasi, Lampa, Puno.
Esta ilustración fue
publicada en la
Colección de memorias
científicas (Bruselas,
1857) de Mariano
Eduardo de Rivero.

de la cobranza, y dado que la sociedad estuvo orga- trataba de una capitación a manera de “indemniza-
nizada en cuerpos, se estableció un sistema corpo- ción de guerra” que debían pagar los nativos de
rativo en el pago. Se dividió la alcabala en dos: una América por haber sido vencidos en el proceso de
del “viento” y otra del “cabezón”. Todos aquellos conquista.
que internaban un producto a una ciudad debían Era pagado en trabajo (mita) y en dinero (o en
declararlo en la caja real y pagar la alcabala corres- especie) por la población masculina entre los 18 y
pondiente al 2% del precio de venta. Como eran co- 50 años de edad. Los únicos exceptuados eran los
merciantes sueltos su pago se llamaba del “viento”. indios nobles (curacas o caciques) que debían cola-
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En cambio, a los comerciantes y artesanos estableci- borar en el cobro. En la práctica hubo más excep-
dos en las ciudades se les incorporó a cuerpos lla- tuados (llamados “reservados”) como casos espe-
mados genéricamente gremios. Un cálculo hecho ciales. Los mismos cobradores (corregidores) y los
por peritos y debatido por los interesados y la prác- curas doctrineros buscaban tener indios reservados
tica de largo aliento, determinaba el monto que la para aprovechar su fuerza laboral. De ahí que sea di-
ciudad y, dentro de ella, cada cuerpo debía pagar. fícil establecer la cantidad real de tributarios pese a
Para ello existían padrones confeccionados y actua- la existencia de padrones.
DE

lizados permanentemente donde se consignaban los Como se pagaba en los pueblos de indios, los tri-
nombres de los contribuyentes (“cabezones”). butarios huían muchas veces para ubicarse en otros
El comercio ultramarino pagaba en las aduanas pueblos en calidad de “indios forasteros” o refugiar-
el impuesto de las “averías” –cuando el tráfico era se como yanaconas en haciendas, obrajes, minas,
interamericano– y el arancel, tarifa o almojarifazgo ciudades. Mientras podían localizarlos, los curacas
en el comercio atlántico. y mandones reclamaban los tributos y los obligaban
También el ejercicio de cargos burocráticos estu- a mitar. Para evitar esta última obligación el indio
vo gravado con la “media annata”, que consistía en debía abonar una cantidad de dinero que resarciría
el pago adelantado de la mitad del haber que debía al minero por no poder contar con su trabajo. Esta
recibir en un año quien accedía a un cargo (Escobe- modalidad se llamaba la mita de “faltriquera” y era
do 1986). otro mecanismo de sujeción del indígena a los cen-
Internamente, los municipios establecieron cier- tros productivos, ya que sus dueños pagaban los tri-
tos cobros especiales. Entre ellos destacó la “sisa” o butos de los forasteros a fin de asegurar su mano de
impuesto a la introducción de cabezas de ganado a obra.
la ciudad. Los ganaderos (representados en el cabil- En el siglo XVIII la cantidad de indios foraste-
do) estuvieron exceptuados. ros sobrepasaba a la de los originarios, sobre todo
El caso de los tributos es distinto. No respondía en las provincias altoperuanas. Pagaban la mitad
al ejercicio de alguna actividad. Por el contrario, se del tributo y, por lo general, estaban exonerados de

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los turnos de las mitas, lo que fue una especie de envió 8,6 millones de pesos a la corona contra 4,3
transacción entre los cobradores y los propietarios millones mexicanos. Ya en los años 1660 las reme-
locales. Ambas partes estaban interesadas: la pri- sas mexicanas superaban a las peruanas. Durante la
mera cobraba algo siquiera, que pagaba la segunda década 1741-1750 las peruanas cayeron hasta 500
con lo que aseguraba una mano de obra distribuida mil pesos, en tanto que las mexicanas se incremen-
por la primera. taron hasta 6,4 millones. En el decenio siguiente la
En el censo de 1754 se contabilizaron en Chu- contribución mexicana creció hasta más de 16 mi-
quisaca 15 366 indios forasteros y sólo 10 985 tri- llones, mientras que el Perú no enviaba nada (Burk-
butarios; en La Paz 14 244 forasteros y 10 550 tri- holder-Johnson 1990).
butarios. En tanto, en el Cuzco la diferencia era me- Claro que las remesas de particulares fueron
nor: 12 083 y 10 711, respectivamente (O’Phelan cuantiosas. En esto, precisamente, consistió la ra-
1988: 70). cionalidad del sistema. Entre 1761 y 1775 los cau-
Este sistema fiscal fue manejado por los propie- dales enviados para el rey fueron de 1 828 627 pe-
tarios locales en función de sus intereses. Lo más sos, en tanto que los caudales particulares declara-
común era la evasión o, al menos, el pago en meno- dos salidos por el Callao ascendieron a 71 678 540
res cantidades de lo correspondiente. Los intentos pesos (Tord-Lazo 1981: 87).
de mejorar la situación fiscal por parte de las auto-
ridades metropolitanas encontraban una fuerte opo- Cuadro 1
sición de los funcionarios corruptos y los contribu- DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO FISCAL
CAJA MATRIZ DE LIMA
yentes locales.
(en pesos de a ocho)
El resultado fue un aprovechamiento particular
y grupal de la recaudación. Ya a fines del siglo XVI, Período Ingreso Envíos a % Gastos de %
el 50% de la renta fiscal era consumido en el propio total España gobierno
territorio virreinal. En el siglo XVIII la situación era
más grave. De un ingreso total ascendente a 261 1700-39 52 594 919 4 798 160 4,8 47 796 759 95,2
917 613 pesos, se remitieron a España 12 646 972 1740-84 129 399 996 3 269 615 3,3 127 130 381 98,2
pesos, es decir, sólo un 5% del total fiscal recauda- 1785-99 79 922 698 4 579 067 4,6 75 343 631 95,4

DE
do en todo el siglo.

COLONIA A REPÚBLICA
México reemplazó al Perú como proveedor de Fuente: Tord-Lazo 1981; Cuadro 2
recursos a la metrópoli. Entre 1651 y 1660 el Perú

II
LAS REFORMAS BORBÓNICAS

John Lynch ha llamado con razón a las reformas Las reformas abarcaron los más diversos aspec-
borbónicas la segunda conquista de América tos de las relaciones entre la metrópoli y sus colo-
(Lynch 1976: 15). A través de esta “reconquista”, nias. Sin embargo, no fueron emprendidas de mane-
España trató de volver a tomar las riendas de un sis- ra sistemática, global, ni se dieron en un lapso de-
tema colonial que en buena medida se le había es- terminado. Ocupan un espacio temporal sumamen-
capado de las manos. Las reformas deben entender- te vasto y fueron precedidas por cambios que afec-
se en el marco de la reestructuración del imperio es- taron los pilares de la dominación hispánica en
pañol con miras a alcanzar una posición menos América. Habitualmente se consideran los años
marginal en el contexto europeo. Luego de haber si- 1762 (la toma de La Habana por los ingleses) y
do la primera potencia dos siglos atrás, en el siglo 1787 como sus hitos inicial y final.
XVIII España se veía relegada cada vez más por nue- España debía obtener los beneficios que los par-
vos estados. ticulares tenían en sus colonias, modificando el sis-

675
Quiroz Chueca

tema fiscal, comercial y político de sus dominios. El manufactura metropolitana. El sistema de intenden-
principio rector fue el centralismo autoritario y mo- cias se propuso activar la economía española a tra-
nopólico tanto en lo político como en lo económico vés del comercio colonial y optimizar la administra-
(Fisher 1979; Anna 1983: 31-32). ción para asegurar el control de la población y la fis-
calidad (Basadre 1973; Kuethe-Blaisdell 1991; Fon-
SUSTENTO tana 1987).
Campillo insistía en que el escaso comercio in-
La inspiración evidente de las reformas estuvo terno indiano a tolerarse debía ser practicado por
en la experiencia del despotismo ilustrado francés “españoles domiciliados en España, no en Indias”.
representado por Floridablanca, Aranda y Campo- De su lado, Campomanes, en 1762, propuso impe-
manes durante Carlos III. Las ideas reformistas es- dir a los americanos la producción de artículos
tuvieron contenidas en la obra del ministro de gue- competitivos con los de España, para mantener “la
rra y hacienda José del Campillo (escrita en 1743 y dependencia mercantil, que es la útil para la metró-
publicada recién en 1789, pero divulgada casi intac- poli”. Jovellanos recalcaba que las colonias serían
ta por Bernardo Ward en 1759). Su iniciativa era útiles en la medida en que representasen un merca-
muy vasta, básicamente económica y política. En do seguro para el excedente de la producción indus-
cuanto a América, se reducía a asignarle el verdade- trial metropolitana (Ezquerra 1962; Fontana 1991).
ro papel de las colonias: proveedoras de materias En Europa las ideas del liberalismo económico
primas y mercado de venta para los productos de la iban dejando atrás a las mercantilistas. La economía
de “antiguo régimen” española recibió las ideas li-
berales hacia mediados del siglo XVIII. Sin embar-
go, en España no reinaban aún los principios de li-
bertad de acción, libre competencia y no interven-
ción estatal ni en su política interna ni en la colo-
nial. La industria poco desarrollada y el predominio
de los Cinco Gremios Mayores de Madrid en el co-
mercio externo no permitían augurar un pronto
COLONIA A REPÚBLICA

despegue industrial. Urgía una reforma económica


que contemplara, por lo menos, el fomento de la
producción y el despegue industrial, la simplifica-
ción tributaria, la introducción de mecanismos para
morigerar la brecha en la balanza de pagos, y una
innovación en la fábrica de la moneda que abarcara
sus aspectos administrativos, técnicos y el creci-
DE

miento de las rendiciones monetarias. Sin embargo,


elementos básicos no se hallaban del todo resueltos
en la península (Lazo 1993).
Un informe del Consejo de Indias del 5 de julio
de 1786 todavía decía: “conviene fomentar en los
dominios de América la agricultura y producciones
que allí ofrece pródigamente la naturaleza y sirven
de primeras materias para las manufacturas y com-
puestos de las fábricas de España, con lo cual a un
tiempo se atiende y favorece igualmente al comercio
de ambos continentes”. Conforme a esto, España
debía reservarse las actividades industriales y abas-
tecer con sus productos a las colonias. En 1790 el
virrey Francisco Gil de Taboada y Lemus explicaba
con meridiana claridad las consecuencias de la po-
José Manuel de Guirior reemplazó en el cargo al virrey Amat lítica española en América: “La metrópoli debe per-
a fines de 1776. Su autoridad se vio seriamente amenazada
por el visitador José Antonio de Areche, quien frecuentemente suadirse de que la dependencia de estos remotos
sobrepasó los límites de sus atribuciones. países debe medirse por la necesidad que de ella

676
De la colonia a la república independiente

tengan, y ésta por los consumos, que los que no


usan nada de Europa les es muy indiferente que
exista, y su adhesión a ella, si la tuvieren, será vo-
luntaria” (Konetzke 1976).
No fue fácil implementar las reformas. En Espa-
ña la idea tuvo acogida en los altos círculos gober-
nantes, pero tardó en penetrar en los demás secto-
res de la sociedad. En América se encontraban los
interesados en que nada cambiase, por lo que poco
se podía esperar de la cooperación en ultramar. La
propia corona no estaba plenamente decidida a em-
prender las medidas en forma drástica.

REFORMAS COMERCIALES

España ingresó al siglo XVIII en medio de graves


dificultades que serían decisivas para el cambio im-
perial. Tres guerras europeas (Sucesión Española de
1701 a 1713, Sucesión Austríaca de 1740 a 1748 y
la de los Siete Años de 1756 a 1763) hicieron tam-
balear al imperio.
En un primer momento, España buscó fortalecer
su monopolio comercial. Sin embargo, la realidad la
hizo restringirlo y en 1701 permitió a navíos fran-
ceses entrar a los puertos coloniales para hacer re-
paraciones. El primer gran paso en este rumbo fue
el tratado de Utrecht que concedió a los ingleses el Francisco Gil de Taboada y Lemus asumió las funciones de
virrey en 1790 y durante su gobierno brindó decidido apoyo a

DE
llamado navío de permiso y el tráfico negrero en sus las expediciones científicas que arribaron al Perú, como la de

COLONIA A REPÚBLICA
dominios. Desde 1715 a 1738, más de 60 navíos in- Alejandro Malaspina.
gleses entraron a Bue-
nos Aires con esclavos
y abundante mercade-
ría. Además, hacia Bue-
nos Aires fluía el co-
mercio ilícito también
desde la colonia portu-
guesa. Ése era el primer
paso hacia Lima.
El navío de permiso
a la feria de Portobelo
también causó dificul-
tades al comercio espa-
ñol. Los ingleses en-
viaban navíos mayores
a los autorizados y
vendían textiles más
baratos y libres de im-
puestos. Los bienes in-
gleses se vendían a un
precio 30% menor que
el de los productos im- Portobelo, Panamá, puerto en la costa del océano Atlántico. Portobelo fue un punto estratégico en
portados desde España. el mundo comercial de la América española.

677
Quiroz Chueca

La bahía y el puerto
de Concepción,
Chile, en una
ilustración aparecida
en la Relación
histórica del viaje a
la América
meridional (Madrid,
1748) por Jorge Juan
y Antonio de Ulloa.

Desde los años 1720 la corona fue autorizando se intensificaron las relaciones del tráfico colonial
navíos de permiso directos desde Cádiz a los puer- lo que era, precisamente, el objetivo: convertir a las
tos atlánticos. Buenos Aires se convirtió en una fe- colonias en mercados para los productos industria-
ria que abastecía las mercaderías hacia el Alto Perú les y agrícolas que España pensaba enviar a través
y Chile, pese a las protestas de los comerciantes del del Atlántico. Según datos de García Baquero, con el
Consulado limeño. Durante la guerra con Inglate- sistema de flotas y galeones el tonelaje de los navíos
rra, en los años 1740, se permitieron los navíos de sumó 46 423,85, mientras que el de los navíos de
COLONIA A REPÚBLICA

registro en el Pacífico (Burkholder-Johnson 1990). registro alcanzó 81 955,41 (1988: I: 172).


Pronto esta medida provisional se volvió perma- Desde 1765 se liberó, paso a paso, la navegación
nente. Los navíos de registro salían a cualquier hacia las diversas regiones del imperio colonial es-
puerto sudamericano entre Concepción y el Callao. pañol y, además de Sevilla y Cádiz, otros puertos
Cerca de 20 navíos llegaron al Callao hacia 1748, y metropolitanos recibieron la autorización de comer-
más de 35 hacia 1761. La cantidad de mercaderías ciar directamente con el Nuevo Mundo. Al mismo
que llegaba al Perú y Chile era tan elevada que se tiempo, los numerosos impuestos de exportación
DE

podía vender solamente a precios bajos y a través de fueron sustituidos por uno solo que afectaba en un
un comercio compulsivo a los indios. Un testigo en 6% y en un 7% a los productos españoles y extran-
Lima afirmaba que los conventos estaban llenos de jeros, respectivamente.
comerciantes en quiebra (Villalobos 1968: 77). Un hito trascendental fue la dación del “Regla-
El mayor uso de navíos de registro luego de mento de Aranceles Reales para el Comercio Libre
1740 (toma de Portobelo) fue el siguiente hito im- de España e Indias”, del 12 de octubre de 1778. La
portante en los cambios mercantiles. Se debió al re- idea era simple: ampliar las relaciones mercantiles
sultado de iniciativas individuales de abastecimien- (mayor cantidad de puertos y barcos para incremen-
to de los mercados americanos a través de un co- tar los volúmenes de mercaderías) para, al cobrar
mercio directo y como una respuesta necesaria a la mayores impuestos, aumentar los ingresos fiscales.
superioridad naval inglesa. La última feria en Por- La relativa apertura que ya venía dándose se ex-
tobelo fue la celebrada en 1749. Los navíos sueltos tendió al resto de las colonias, a excepción de Mé-
de registro ya no se ceñían a las rutas monopólicas, xico y Venezuela, las que hacia 1789 fueron inclui-
sino que unían ya directamente el Callao con la pe- das también en el tráfico, con 16 puertos metropo-
nínsula a través del cabo de Hornos. litanos. La reducción de impuestos y la eliminación
Aunque moderado, esto significaba el abandono de restricciones en el tráfico intercolonial impulsa-
paulatino de las rígidas prácticas monopólicas espa- ron el tráfico naviero y el movimiento comercial.
ñolas de los Austria. Además, con el nuevo sistema Otra de las consecuencias directas fue el quiebre del

678
De la colonia a la república independiente

monopolio limeño sobre el tráfico mercantil colo- experiencia, se hizo lo propio en la de Potosí en
nial en esta parte del continente. 1753-1773.
Se trataba de un “libre comercio” pero dentro del Ante la pronunciada mengua de la producción
monopolio imperial. Dada su importancia y reper- argentífera peruana en el siglo XVIII, la corona es-
cusión, esta medida encarna el espíritu del progra- pañola le prestó especial atención aunque, cierta-
ma reformista y, a veces, se confunde con él. Como mente, no se lograron los resultados obtenidos en
principal fuente de recursos fiscales, el comercio es- México en este campo. Para contrarrestar la consi-
tuvo en el centro de la política española en Améri- derable merma de la producción de azogue en
ca. Los cambios que atañeron a esta actividad fue- Huancavelica, hubo que abastecer a las minas pe-
ron de lo más trascendentales y controvertidos. ruanas con mercurio procedente de Europa.
No fue una apertura comercial irrestricta. Tan Entre los esfuerzos por reanimar la extracción de
solamente se autorizó el comercio recíproco entre metales preciosos era muy importante superar el es-
diversos puertos situados unos en España y otros en tancamiento técnico en la minería y metalurgia. En
América, sin permitir a las colonias establecer rela- 1786 se contrataron tres misiones técnicas en Ale-
ciones comerciales con terceras potencias. En reali- mania: para México, Nueva Granada y el Perú.
dad, el objetivo era el inverso: agilizar los lazos co- La peruana estuvo encabezada por el barón ale-
merciales de España y sus colonias y, adicionalmen- mán Thaddeus von Nordenflicht (1790-1810). Tra-
te, eliminar el contrabando. Este comercio debía, tó infructuosamente de modernizar las técnicas mi-
además, estimular la industrialización de la penín- neras y extractivas. El misoneísmo de los mineros
sula, privilegiando la importación de materias pri- peruanos, sus recelos para con los extranjeros arro-
mas industriales desde América. gantes y su ignorancia hicieron fracasar el intento.
En 1797 se permitió comerciar con otras poten- No obstante, la producción de plata alcanzó su pico
cias: los llamados barcos neutrales. Esta medida sig- en 1799 y, aunque declinó ligeramente en años sub-
nificaba el reconocimiento por el régimen español secuentes, se mantuvo alta hasta 1812 (Buechler
de la pérdida del control sobre el comercio colonial 1973; Fisher 1977; Lynch 1987).
(Mazzeo 1994: 49-50). El enviado a Hualgayoc, Federico Mothes, tam-
Al margen de estas medidas, España estableció bién fue recibido en forma hostil. Trató de reformu-

DE
un sistema de compañías especiales. Eran empresas lar la estructura de la propiedad de las minas a fin

COLONIA A REPÚBLICA
comerciales monopólicas de capital mixto (estatal y de posibilitar la apertura de grandes socavones e
privado) que buscaban ordenar el comercio menor implementar mejoras tecnológicas (Contreras 1995:
y erradicar el contrabando en una zona específica. 155).
La primera fue la guipuzcoana Compañía de Cara- Los visitadores Areche y Escobedo intentaron
cas de 1728. En el Perú se establecieron la llamada justamente poner en marcha la nueva política mine-
Cinco Gremios Mayores de Madrid y la Compañía ra. A las medidas por una mejor distribución del
de Filipinas. mercurio y por la aplicación de innovaciones técni-
cas se añadían la expropiación en 1779 del banco
REFORMAS EN LA PRODUCCIÓN creado por los mineros de Potosí en 1752; la aplica-
ción en el Perú de las ordenanzas mineras de Méxi-
Como en siglos anteriores, el impulso de la reac- co de 1783; la organización de los mineros nativos
tivación económica debía partir de la minería, cuyo en el Tribunal de Minería creado en 1783; el esta-
rol era estimular a las demás ramas económicas a fin blecimiento de centros de instrucción especializada
de poder contar con el mercado suficiente para el para elevar la productividad, etc. Pero sus resulta-
éxito del programa de exportaciones de manufactu- dos, concluye Fisher, fueron nulos o muy reduci-
ras desde España. dos. El análisis interno de los factores de produc-
Una premisa fundamental para el éxito de la re- ción, por consiguiente, es el que permitirá encon-
forma comercial y fiscal fue el aumento de la masa trar las razones de este significativo restablecimien-
monetaria: el monto de circulación interna y de to de la minería colonial peruana.
cancelación de las crecientes importaciones. Medi- En el sector minero se promovió el crecimiento
das dadas a fines de la década de 1720 mandaron de la rendición, modernizando la técnica del bene-
mecanizar la producción monetaria, así como mejo- ficio de los metales y estableciendo instituciones fi-
rar la administración de las cecas. Entre 1748 y nancieras de fomento minero (banco de rescate de
1753 se reformó la casa de moneda de Lima; con esa Potosí y banco real de San Carlos). Además, el gra-

679
Quiroz Chueca

vamen minero fue flexi- ta llegar al desgravamen


bilizado. El quinto real se total.
convirtió en diezmo o A fin de garantizar
medio quinto y cobos. mayores rentas la coro-
A fin de lograr una na se reservó determina-
mayor producción de di- das actividades produc-
nero se dieron nuevas tivas y/o comerciales.
ordenanzas (1728, 1730, Éste fue el llamado sis-
1755). La presencia de tema de estancos.
ministros y oficiales del Tal vez el estanco más
rey en la producción de importante (luego del
la moneda y en la com- mercurio) por el signifi-
pra de los metales desti- cado fiscal para el rey y
nados al cuño debía sus- sus repercusiones en las
tituir a los “aviadores”. colonias fue el del taba-
El precio del marco de co, establecido en 1752.
plata de once dineros fue Debido al uso ancestral
incrementado en 16,3 de la coca, el consumo
maravedíes, por encima del tabaco no estaba tan
del que regía en el mer- extendido entre los in-
cado. dios y mestizos. En cam-
La corona hizo lo po- bio, el estanco sí afectó
sible por elevar la pro- directamente a otros sec-
ducción colonial de ma- tores de la sociedad; sin
terias primas exporta- embargo, sus costos ad-
bles. Luego de 1730 esta ministrativos (burocra-
política estuvo ligada al cia) fueron tan elevados
COLONIA A REPÚBLICA

intento de promover la que anularon las venta-


producción americana Extracción de brea en una acuarela de Martínez Compañón. jas fiscales que hubiera
fuera del sector minero. podido proporcionar a la
En el norte peruano se corona. En 1780 el mo-
benefició el tabaco de Jaén, el cacao de Guayaquil y nopolio se extendió a la producción de cigarros y ci-
el azúcar y algodón en los valles costeños (Aldana garrillos. Se construyeron fábricas de tabaco en Li-
1992a y b). ma y Trujillo, pero con ello se logró tan solamente
DE

En el sector exportador se persiguió hacer crecer incrementar la protesta de los consumidores de ta-
y diversificar la producción. Una de las medidas fue baco por los altos precios y la baja calidad de los
la legalización de los repartos para promover el tra- productos. En 1791 se eliminó el monopolio de la
bajo semilibre indígena y asegurar mano de obra a fabricación de cigarros y cigarrillos (Céspedes del
la vez que se ampliaba el mercado. La expulsión de Castillo 1955).
los jesuitas en 1767 coadyuvó a la dinamización del El Estado asumió la producción y comercializa-
agro por la rápida desamortización de las enormes ción del azogue de Huancavelica. Este estanco rigió
extensiones de tierra vinculada jesuítica. La misma entre 1782 y 1795 con resultados negativos para el
venta de estas tierras exigió de los nuevos propieta- fisco colonial: alrededor de 1 120 000 pesos de pér-
rios la disposición de vincular la producción al mer- dida en trece años, además de la catástrofe que re-
cado (Macera 1977; Brown 1987; Aljovín 1990). sultó el derrumbe de 1786. Los costos se elevaron
El agro recibió un importante apoyo financiero por la pobreza de la mina y la corrupción de los fun-
con préstamos blandos de la caja general de censos cionarios del estanco. El Estado siguió controlando
de indios y el subsidio que representó el incremen- la distribución del azogue importado, por cuanto la
to de contratos entre el gobierno y particulares para idea era estimular –aun a pérdida– la minería, debi-
la provisión del ejército, la marina y los situados de do a que ésta arrastraba a otras actividades que de-
frontera. De otro lado se dio incentivos tributarios a bían pagar impuestos que devolverían a la corona lo
la exportación de productos, en algunos casos has- invertido (Lohmann 1949; Lang 1986).

680
De la colonia a la república independiente

Tuvo el Estado colonial otros estancos menores:


pólvora, papel sellado (establecido en 1638), nai-
pes y las peleas de gallos. El monopolio de la trata
de esclavos había desaparecido en favor del comer-
cio inglés.

REFORMAS FISCALES

Tal vez las reformas más exitosas fueron las fis-


cales. Intentaron incrementar la recaudación sin re-
currir a nuevas fuentes, sino al aumento y, sobre to-
do, a un control más cuidadoso de lo que debía co-
brarse (Escobedo 1986).
La reorganización de la real hacienda debía agi- Detalle de un folio de papel sellado del siglo XVII. Su uso
obligatorio para asuntos contenciosos fue decretado por la
lizar la cobranza de impuestos. De dieciséis cajas corona española en 1638.
que había, la reforma dejó sólo siete. Ya en el siglo
XVII habían sido suprimidas las cajas de Castrovi-
rreyna y Chachapoyas y en el XVIII la de Matucana quienes trabajaban en tiendas “ocultas” (Quiroz
(centros mineros en decadencia). En otros intentos 1990).
racionalizadores a fines del XVIII, Trujillo absorbió Una medida paralela fue el establecimiento de
las cajas de Saña-Piura y Parata, y Arequipa hizo lo aduanas internas. La primera se puso en 1774 en
propio con la antaño boyante y para entonces deca- Arque y Tapacarí (Cochabamba); siguieron las de
dente caja minera de Caylloma. La Paz en 1776, Buenos Aires en 1778 y Arequipa
El tribunal Mayor de Cuentas se constituyó en en 1780. Se pensaba instalar una aduana en el Cuz-
uno de los pilares de las reformas. Las medidas de- co cuando estalló la rebelión de Tupac Amaru.
cisivas fueron el establecimiento de las aduanas in- En 1778 se estableció el impuesto del 12,5% so-
teriores (1774), la nueva capitación de artesanos y bre el aguardiente. Esta medida afectó directamente

DE
comerciantes para el pago de la alcabala y el alza de a productores, comerciantes y campesinos. A aqué-

COLONIA A REPÚBLICA
ésta (1776), el cobro del almojarifazgo a fardo llos por el alza que experimentó el licor, disminu-
abierto, los nuevos impuestos a la agricultura y el yendo sus posibilidades de competir con productos
ingreso extraordinario derivado de las rebajas secre- alternativos en los mercados mineros y urbanos; a
tas de la ley de las monedas (1772 y 1786) (Lazo éstos porque el aguardiente era un medio de pago
1993). del trabajo que realizaban en minas, haciendas y
Como se vio, la alcabala era un impuesto que obrajes (Brown 1986).
gravaba las transacciones comerciales. Desde su im- Al mismo tiempo, la corona persiguió con deci-
plantación afectaba el 2% del monto de venta de los sión el contrabando de oro y plata desde el Alto al
bienes, pero en 1722 ese porcentaje se elevó al 4% y Bajo Perú.
en 1776 volvió a incrementarse al 6%. Se incluyó a Con el mismo fin se hizo más eficaz el cobro del
los indios en el pago porque las demás castas los tributo indígena mediante la aplicación de retasas
usaban para internar productos. Así también se in- para asegurar la concurrencia efectiva de los “reem-
corporaron a la cobranza productos antes exonera- plazos” e impedir a los “forasteros” burlar el pago.
dos y de alto consumo (principalmente coca y gra- En base a una revisita general, Areche elevó los tri-
nos). Anteriormente y durante muchos años, la co- butos a casi un millón de pesos anuales, reemplazó
branza estuvo a cargo del cabildo, de algún comer- la antigua contaduría de retasas con la de tributos e
ciante particular o del tribunal del Consulado. Una inició la cobranza a quienes, legalmente, no debían
innovación importante fue que las autoridades co- abonarla.
loniales asumieron en forma directa esta tarea. Dado que el reparto demostró ser muy eficaz y
De otro lado, para los efectos de la cobranza de lucrativo, la corona y las autoridades coloniales se
la alcabala, en 1780 se ordenó a todos los artesanos interesaron por esta forma de circulación. La idea
y comerciantes alistarse en sus gremios respectivos. era participar de las ganancias que funcionarios me-
En las ciudades se volvió a confeccionar los “cabe- nores tenían en este “comercio” y, con ello, aprove-
zones”. La reacción de los maestros fue perseguir a char este sistema para impulsar la producción mi-

681
Quiroz Chueca

nera. Además, es claro que a través del reparto se del ámbito jurisdiccional del Perú, la creación de in-
pretendió colocar las mercaderías que se pensaba tendencias, la restricción de la influencia en las de-
exportar hacia América. Los primeros intentos de cisiones de los criollos y los ajustes en las funcio-
legalizarlo encontraron la oposición del bajo clero, nes de los caciques.
principalmente porque afectaba el propio tráfico de El cambio más urgente era limitar la capacidad
mercancías que mantenían los curas en sus pueblos administrativa de los gobernantes peruanos. Desde
y, de otro lado, el reparto limitaba grandemente las los albores de la conquista, el virreinato peruano
posibilidades de la cobranza del tributo, de donde cubría un territorio muy variado y dilatado: toda
provenían los sínodos que ellos percibían. En 1751 América meridional a excepción de Venezuela y los
fue legalizado el trato de los corregidores en fun- dominios portugueses. Para evitar esta concentra-
ción de una tarifa especial (Tord 1974; Moreno ción de poder y agilizar el cumplimiento de las de-
1977: 304; Spalding 1974; Golte 1980). cisiones, la corona decidió desmembrar el virreina-
La corona incrementó la proporción correspon- to. Entre 1717 y 1739 fue creado el virreinato de
diente a los novenos reales creando la junta unida Nueva Granada –con capital en Bogotá– que inclu-
de diezmos. Cobró los derechos por el oro y la pla- yó las audiencias de Quito, Panamá, y posterior-
ta en los metales mismos y no después de su embar- mente, Venezuela (constituida en audiencia en
que como pasta o vajilla. Impuso un severo control 1786).
sobre las oficinas de recaudación y contabilidad de Con Nueva Granada el virreinato de Lima había
impuestos y tributos (Basadre 1973: 62-63; Escobe- perdido buena parte de su influencia. Sin embargo,
do 1981 y 1986). un golpe más doloroso estaba todavía por asestarse
a la orgullosa capital peruana. La importancia estra-
REFORMAS POLÍTICAS tégica que fue adquiriendo la zona del Plata en el si-
glo XVIII determinó la necesidad de otorgarle un
España buscó un mejor control optimizando las estado preferencial dentro del sistema colonial espa-
instituciones imperiales y coloniales. Una tarea in- ñol. Territorio poco poblado pero de enorme poten-
dispensable era recortar las prerrogativas del Conse- cial económico y comercial, era codiciado por los
jo de Indias, donde predominaban las tendencias fa- portugueses e ingleses. En 1776 la corona creó el vi-
COLONIA A REPÚBLICA

vorables a la burocracia colonial. Ello se hizo paula- rreinato del Río de la Plata con sede en Buenos Ai-
tinamente hasta su desactivación en la constitución res y que abarcaba Paraguay, Tucumán, Potosí, San-
de 1812. Los secretarios del Consejo de Estado, en ta Cruz de la Sierra y Charcas.
cambio, ganaron en influencia y autonomía. En Uno de los efectos más directos de esta decisión
1714 Felipe V instituyó cuatro secretarías (signifi- fue que el Alto Perú con las minas de Potosí dejó de
cativamente, las colonias fueron incluidas en una depender de Lima. Ya el tráfico directo Sevilla-El
misma secretaría con la marina) que despachaban Callao había reorientado parte del comercio altope-
DE

por su cuenta gran parte de los asuntos americanos, ruano. Los comerciantes peruanos –en especial los
impartían órdenes directamente a las autoridades de limeños– vieron restringidas sus posibilidades de
ultramar, reclamaban de és-
tas informes directos al rey y
sólo en casos especiales re-
currían a las consultas del
Consejo de Indias (Konetz-
ke 1976: 109).
En el campo político des-
tacan la limitación creciente

La ciudad de Buenos Aires desde


la orilla del río hasta el suburbio
de la campiña en una ilustración
de 1820. Se aprecia a la
izquierda la plaza de toros
ubicada en el extremo norte de la
ciudad (Tomado de Vidal 1943).

682
De la colonia a la república independiente

seguir aprovechando los recursos que Moneda de ocho escudos con la efigie de
generaba la rica zona minera del al- Carlos III, 1779.
tiplano (Céspedes del Castillo
1946: 703; Fisher 1981: 18;
Mazzeo 1994: 42-47). lo logró, pero pudo recortar
No obstante, parece que el las facultades de los virreyes
comercio de Buenos Aires no y audiencias. Los aspectos
llegó a afectar tanto al de Li- fiscales fueron encargados a
ma, al menos no en la magni- un superintendente subdele-
tud que indicaban los comer- gado de real hacienda. En la
ciantes monopolistas limeños. práctica, el virrey quedaba
Datos de Haitin (1983: 38) in- circunscrito a las funciones
dican que las importaciones por políticas y militares. Los distin-
el Callao eran el doble que las in- tos fueros y las atribuciones de
gresadas por Buenos Aires (que al- los intendentes y regentes redujeron
canzaron 1,3 millones de pesos en valo- las funciones de las audiencias.
res constantes de 1778 durante los años de Con Areche llegó en 1777 Melchor Ja-
1785 a 1796). Fisher, de su lado, ha establecido que cot, malagueño como Gálvez, como regente de la
el Río de la Plata captaba el 10,1% de las exportacio- audiencia limeña quien elaboró un informe en el
nes desde Cádiz, en tanto que los puertos del Pací- que tildaba a los oidores de conformar una camari-
fico participaban con el 21,1 % (Fisher 1992: 149). lla estrechamente ligada a prominentes familias de
La necesidad de mayores recursos obligó a la co- Lima. El virrey Guirior, según Jacot, era un instru-
rona a estrechar el control sobre la administración mento de ese grupo familiar, social y económico. El
colonial, a asumir responsabilidades directas y a au- virrey fue destituido (Basadre 1973: 58-62).
mentar los monopolios reales. Se requería una bu- La innovación más conocida fue el sistema de
rocracia más abundante, preparada y, ante todo, intendencias. Sin embargo, su implementación cau-
leal. Al favorecer ahora a los peninsulares para los só tantos conflictos como las visitas, en especial por

DE
puestos más importantes en los nuevos oficios, la cuanto la idea era crear unidades eficaces que recor-

COLONIA A REPÚBLICA
corona diluyó –pero no logró eliminar– la influen- tasen las facultades de los funcionarios anteriores
cia local en el gobierno colonial. en lo relativo a la administración, finanzas, justicia
Un paso importante para el establecimiento del y defensa.
programa de reformas debían ser las visitas. El eje- Adaptado de precedentes franceses y españoles,
cutor de las reformas y futuro ministro de Indias, el nuevo sistema implicó una nueva demarcación
José de Gálvez, efectuó una exhaustiva visita a Mé- administrativa desde 1784. El cambio en este cam-
xico entre 1765 y 1771, y a su retorno a la penínsu- po consistió en centralizar y racionalizar la burocra-
la formuló una serie de recomendaciones para erra- cia colonial. Los siete intendentes nombrados para
dicar las anomalías detectadas. En 1776 la corona el Perú ese año estaban directamente a cargo de 58
nombró a José Antonio de Areche como visitador subdelegados que reemplazaban a los corregidores.
general para el Perú, Chile y Buenos Aires. Lo suce- Se crearon unidades administrativas más grandes y
dería Jorge Escobedo hasta 1785 (Palacio 1946). con mayor autoridad que los corregimientos, a ma-
Con miras a impedir las posibles extralimitacio- nera de pequeños “virreinatos”. Los intendentes
nes jurisdiccionales de virreyes y visitadores, en ca- eran gobernadores de amplias facultades y entre sus
da capital virreinal se ubicó un superintendente y, obligaciones específicas estaban el mejoramiento de
en cada audiencia, un magistrado llamado regente. los gobiernos locales, la promoción del crecimiento
Ambos visitadores llegaron con amplias facultades económico, trabajos públicos y especialmente el co-
otorgadas por el ministro Gálvez, resultando más bro de impuestos y tributos.
poderosos inclusive que los mismos virreyes. En En busca de lealtad, estos nuevos puestos esta-
1787 se devolvió a los virreyes el cargo de superin- ban destinados casi exclusivamente a los peninsula-
tendente, pero bajo la supervisión del ministro de res. El nombramiento se obtenía por designación y
Indias. no por compra. Al menos en mayor medida que sus
El programa de Gálvez era sustituir los virreina- antecesores, los intendentes pusieron los intereses
tos por comandancias generales o intendencias. No reales sobre los suyos propios.

683
Quiroz Chueca

Intendencias del virreinato del Perú,


siglo XVIII. Tomado de Sala y Vila
1996a.
TRUJILLO
Piura
Sa a
Chachapoyas Las consecuencias del fin de
Cajamarca
Trujillo la compra de cargos y de la pre-
Huamachuco
Pataz
ferencia por peninsulares fue-
ron muy visibles. Paulatina-
TARMA mente se fue haciendo más cla-
Conchucos
Huaylas
ra la discriminación hacia los
Huamal es criollos en los puestos de ma-
Hu nuco HUANCAVELICA
Cajatambo Tayacaja yor jerarquía. Adicionalmente,
Jauja Huancavelica
Angaraes CUZCO la corona aumentó su autoridad
Urubamba
Castrovirreyna
Abancay administrando directamente ac-
LIMA
Santa
Calca Lares
Aymaraes
tividades que antes eran subas-
Chancay
Canta
Cotabambas tadas o vendidas. Así, la canti-
Cuzco
Huarochir
Lima
Paucartambo dad de empleados gubernamen-
Paruro
Yauyos
Quispicanchis tales en Lima casi se duplicó
Ca ete
Ica
Chumbivilcas
Tinta
entre mediados de 1770 y 1790.
HUAMANGA
La misma desconfianza para
Huanta con el corregidor se tenía para
Huamanga PUNO
Anco Carabaya
con el curaca. Al fin de cuentas,
Cangallo
Andahuaylas
Lampa este funcionario de ambas “re-
Az ngaro
Lucanas
Parinacochas
Paucarcolla públicas” (la india y la españo-
Chucuito
AREQUIPA
la) era pieza clave en el ordena-
Condesuyos
Caman
miento generado por los corre-
Collaguas gidores y criollos en el Perú
COLONIA A REPÚBLICA

Arequipa
Cailloma prerreformista. La rebelión tu-
Arica
pacamarista reafirmó el recelo
que se les tenía, e inmediata-
mente después fueron destitui-
Cada intendencia estuvo dividida a su vez en dos los curacas que apoyaron al rebelde. Además,
partidos bajo el mando de un subdelegado con una una real orden prohibió que en adelante se confir-
jurisdicción más vasta que los antiguos corregi- mara o designara a curacas. No obstante, en 1790
DE

mientos. En vez de ser remunerados, los subdele- el Consejo de Indias declaró que aquellos curacas
gados recibían un porcentaje de la recaudación im- “que lo son por derecho de sangre y autoridad de
positiva de su distrito. En realidad, se reemplaza- las leyes” no debían ser despojados de sus prerro-
ban los tratos que unieron al corregidor con los co- gativas, salvo que hubiesen participado en rebelio-
merciantes por otros tratos que unían ahora al nes (Konetzke 1976: 134-135).
subdelegado con la corona. Una diferencia impor- La reforma llegó a la ciudad; en particular, a las
tante fue que la recaudación se hacía en dinero, lo ciudades relativamente populosas. Por ejemplo, Li-
que obligaba a vincular más estrechamente al cam- ma fue reestructurada. Con la finalidad de vigilar
pesino indígena con el mercado. Así se pudo casi mejor a la sociedad, las autoridades dividieron la
duplicar la recaudación por tributos en América. ciudad en barrios y cuarteles, rehabilitaron el cabil-
Debido a las bajas remuneraciones los subdelega- do con nuevas tareas de vigilancia, establecieron el
dos no pudieron ser reclutados en la península, si- sistema del serenazgo y un ordenamiento gremial
no localmente. Los candidatos debían propocionar desde arriba. El gremio y la cofradía fueron piezas
una suma que sirviese de garantía para su buen claves en la reformulación corporativa de la ciu-
ejercicio del cargo. No se eliminó la corrupción y, dad. En ambas instituciones, sobre las autoridades
en algunas zonas, perduró el repartimiento de los propias se estableció un personaje especial: el lla-
corregidores ahora llevado por los subdelegados mado “juez conservador” (Garland 1995; Quiroz
(Halperín 1986: 71). 1986, 1990, 1991).

684
De la colonia a la república independiente

REFORMAS MILITARES

Como se ha podido apreciar, una de las motiva-


ciones principales de las reformas fue la seguridad.
El imperio español, enfrascado en guerras casi inin-
terrumpidas, tenía diversos frentes de lucha. Uno
de ellos fueron sus colonias. Si bien el Perú fue de
las más estratégicas, su ubicación geográfica le ser-
vía de protección natural contra alguna posible
agresión de parte de enemigos externos.
Los ejércitos de la conquista no devinieron en
permanentes. Para la defensa del imperio en Améri-
ca se contó con tropas y milicias debido a que la co-
rona se negó a tener un ejército regular mercenario
en América. El origen de estas tropas eran las guar-
niciones de las fortalezas y presidios, reclutadas lo-
calmente y con reos de distintas partes del imperio.
El primer ejército regular surgió en Chile durante la
larga guerra contra los araucanos.

Fortaleza del Real Felipe en el puerto del Callao, cuya


construcción tomó veinte años (1747-1767).

América fue “poblada” de guarniciones perma-

DE
nentes y fortalezas. Famosos fueron los “presidios”

COLONIA A REPÚBLICA
de Chile y el Caribe. El Callao tuvo uno que fue
destruido por un maremoto en 1746. “Aprovechan-
do” esa ocasión, las autoridades coloniales decidie-
ron establecer un centro militar en el puerto, así que
desde 1747 fue construyéndose y perfeccionándose
la fortaleza del Real Felipe del Callao. Los enormes
gastos efectuados revelan la importancia que le atri-
buyeron las autoridades coloniales y metropolita-
nas. Aparte de proteger a la capital del virreinato, el
Real Felipe debía asegurar las operaciones portua-
rias del Callao. Por otro lado, Lima y Trujillo esta-
ban amuralladas. Ciertamente, no eran ciudades
inexpugnables, pero sus defensas imponían respeto
(Lohmann 1964).
La guerra de los Siete Años demostró la fragili-
dad de las posesiones hispanas en América. La coro-
na decidió destacar algunos regimientos de su ejér-
cito permanente. Pero tanto las tropas de guarnicio-
nes como las de regimientos tuvieron los inconve-
nientes de la falta de disciplina y las deserciones.
Se constituyeron batallones de soldados profe-
Durante el gobierno del virrey Teodoro Francisco de Croix se sionales (tropa veterana) en las capitales. Para evi-
inició el régimen de intendencias (1784), reforma política con
la que la corona española buscaba racionalizar tar la formación de fuerzas armadas autóctonas, el
la burocracia colonial. virrey Teodoro de Croix propuso que las tropas se

685
Quiroz Chueca

formasen por partes iguales de soldados criollos y en 1803, a los oficiales no les interesaba la forma-
peninsulares, que la oficialidad superior estuviese ción militar como tal. Les atraían más el uniforme y
compuesta en un 50% de europeos y que nunca el los honores.
capitán, el teniente y el alférez de la misma compa- Aparte de las milicias provinciales, de oficiales
ñía fuesen criollos los tres (Konetzke 1976: 147). activos del ejército regular y más amplia actividad,
Entre 1760 y 1800 se creó un ejército de 2 mil existieron milicias urbanas, conformadas por la ple-
efectivos. Oficiales peninsulares se ubicaron en los be de las ciudades en función de sus corporaciones
puestos más altos, agravando la discriminación de (gremios), y su actividad se reducía a tareas de vigi-
los criollos quienes, en contraste, estaban mejor en lancia en la localidad. Hubo unidades milicianas es-
las milicias. Pero la suspicacia metropolitana hizo peciales para la población negra y mulata; pese a es-
asignar a cada unidad de las milicias un oficial espa- tar prohibido que los indios portasen armas, Lima
ñol del ejército regular (Burkholder-Johnson 1990: tuvo desde 1762 un regimiento de infantería de in-
258-259). dios con 9 compañías de 75 hombres cada una (Ko-
Para fomentar el alistamiento, la corona exten- netzke 1976: 150-151).
dió al ejército colonial numerosos beneficios, inclu- Estos cuerpos de milicias tuvieron una actividad
yendo el fuero militar, derechos judiciales de los ofi- constante, pero rara vez estaban armados y entrena-
ciales, soldados y sus dependientes en variados ca- dos adecuadamente. En 1800 los milicianos no eran
sos civiles y criminales. Estos beneficios, sin embar- más de 18 mil en el Perú, que se reunían periódica-
go, no fueron suficientes. El ejército proporcionaba mente en las ciudades para efectuar ejercicios mili-
bajas “soldadas” y exigía una disciplina demasiado tares. El lugar de los ejercicios (alardes) era la plaza
rigurosa. mayor de la ciudad. Ese día, generalmente domingo,
Se terminó reclutando en las calles, tabernas, ca- las armas reemplazaban a los puestos de vivanderos
sas de juego y cárceles. Vagabundos, bebedores y que habitualmente poblaban las plazas. Por este
criminales terminaron por eliminar la disciplina en motivo, la plaza mayor de las ciudades peruanas pa-
el servicio militar. Frecuente fue la venta subrepti- só a llamarse (muy impropiamente) plaza de armas.
cia de armas y uniformes, así como las deserciones.
Aun en estas condiciones, el ejército fue la única REGALISMO Y EXPULSIÓN DE LOS
COLONIA A REPÚBLICA

institución que permitió un ascenso social. Era, co- JESUITAS


mo lo muestra Basadre, la única vía que tenía el
pueblo de escalar posiciones en una sociedad cerra- El regalismo fue otra característica de la política
da. No resulta, entonces, extraño que el ejército re- general española en las colonias. En el siglo XVIII la
gular colonial hubiese estado integrado por perso- corona española siguió la política de expandir la au-
nas de diversa extracción social. Muchos de ellos, toridad real a expensas de otras instituciones y gru-
con el advenimiento de las luchas por la indepen- pos de intereses. A diferencia de sus predecesores,
DE

dencia pasaron a engrosar las filas patriotas. Carlos III se decidió a cambiar la balanza entre la
La reorganización más sistemática se inició en corona y la iglesia. Creyendo que la jurisdicción de
1763, cuando se creó una organización militar a ni- la iglesia debería extenderse sobre las personas lai-
vel del imperio. La milicia pasó a ser obligatoria pa- cas sólo en materias de conciencia, la corona redu-
ra los hombres entre 16 y 40 años aptos para empu- jo la inmunidad eclesiástica y el derecho de asilo.
ñar las armas. Se aplicó la estructura corporativa. La Un objeto especial de su atención fue el excesi-
población quedó dividida en cinco clases en compa- vo crecimiento de la propiedad territorial de la igle-
ñías y batallones según sus ocupaciones. Ahora el sia, que convertía en “manos muertas” (bienes vin-
fuero militar se aplicaba inmediatamente y con ma- culados, fuera del libre tráfico) a buena parte de los
yor amplitud. En 1780 el visitador Areche informa- fundos rústicos y urbanos. Se propuso su “desamor-
ba que en Lima “todo o casi todo el traje de los tización”.
hombres es uniforme de milicias con charreteras y La voluntad de la corona de cambiar las institu-
galones” y que las formaciones militares se compo- ciones eclesiásticas resultó evidente en 1767, cuan-
nían casi exclusivamente de oficiales. Otro informe do Carlos III expulsó a la Compañía de Jesús de sus
de 1784 indicaba que había comarcas en el Perú que dominios. Los jesuitas desconocían la autoridad del
tenían más milicianos en los partes que varones, in- monarca aduciendo que era inferior a la del papa y
clusive si se contaban los muchachos de doce años. obstruían la implementación de la política real. Su
En realidad, como dijera el virrey Gabriel de Avilés preeminencia en la educación y lazos estrechos con

686
De la colonia a la república independiente

Retrato de Carlos III, autor anónimo, siglo XVIII.


Luego de una serie de medidas que buscaban
recortar las prerrogativas de la iglesia, este
monarca dispuso la expulsión de más de 500
sacerdotes jesuitas del Perú y de 680 en México.

Luego de su expulsión, la corona confiscó las


haciendas y otros bienes de la Compañía. En el
Perú el valor de 203 haciendas y más de 5 200 es-
clavos secuestrados era aproximadamente de 6,5
millones de pesos. En menos de una década más
de la mitad de este caudal había sido vendido.
Asimismo, los bienes jesuitas en México valían
más de 5 millones de pesos. La rápida transferen-
cia de propiedad creó profundos intereses locales
opuestos al retorno de la orden y así se cortó la
presión de aquellas familias que estaban preocu-
padas por la expulsión de sus hijos, parientes y
profesores (Aljovín 1990; Burkholder-Johnson
1990: 261-262).

personas laicas ricas y prominentes también


les daba una influencia que generaba los rece-

DE
los reales. Finalmente, los cuantiosos bienes

COLONIA A REPÚBLICA
de la Compañía atrajeron la atención de la co-
rona, siempre en estrecheces financieras.
La expulsión de 680 jesuitas de México y
más de 500 del Perú, la mayoría de los cuales
era nativa de nacimiento, conmovió a la opi-
nión colonial. Hubo motines en México; en el
Perú la expulsión provocó asombro, pero los
jesuitas fueron deportados sin protestas signi-
ficativas.

Altar mayor de la iglesia de San


Pedro de Lima, construida por los
jesuitas, quienes en 1767 fueron
expulsados de las colonias españolas,
acusados de obstruir la
implementación de la política real.

687
Quiroz Chueca

III
PROTESTA SOCIAL Y ANTICOLONIAL

La situación en que se hallaba la población cam- El XVIII fue un siglo de manifestaciones perma-
pesina y urbana de escasos recursos generó diversas nentes, casi endémicas que, contadas por decenas,
manifestaciones de protesta, en el marco de una co- van desde protestas espontáneas, efímeras y sin ma-
yuntura que exacerbaba las relaciones sociales, eco- yor trascendencia, hasta rebeliones que remecieron
nómicas, tributarias y/o políticas. el régimen colonial en su conjunto. La rebelión de
Sin duda, la respuesta fue permanente y cotidia- Tupac Amaru es considerada la culminación de un
na. La población creó y desarrolló numerosas for- ciclo de numerosos levantamientos de pequeña
mas de adaptación a las condiciones de subordina- magnitud y focalizados territorialmente.
ción económica, social, política y cultural con res- Los movimientos hacia mediados de siglo no lle-
pecto a los sectores dominantes. Sin embargo, cuan- garon a abarcar a una población masiva. Los propios
do estas estrategias no funcionaban, se producían indígenas no estuvieron, al parecer, en condiciones
quiebres rebeldes que, de liderar y llevar ade-
no está demás subrayar- lante una protesta autó-
lo, fueron antes la ex- noma, pues el aisla-
cepción que la regla, pe- miento geográfico y sus
se a la abundancia de condiciones de vida y
ejemplos de levanta- de trabajo les impedían
mientos más o menos una coordinación gene-
importantes (Lazo-Tord ral. Diferenciada tanto
COLONIA A REPÚBLICA

1977; Stern 1990; Cahill por regiones como al


1988). interior de una misma
La ausencia de rebe- región, la población in-
liones o revueltas en los dígena tuvo una serie
prolongados lapsos de de valladares en el ca-
“tranquilidad” o las am- mino hacia la unifica-
plias zonas geográficas ción de intereses y la
DE

donde no se producen conformación de una


levantamientos trascen- dirección y metas co-
dentales, no deben dar munes.
lugar a pensar que se El régimen colonial
trataba de tiempos y es- fue muy sofisticado en
pacios realmente pacífi- su ordenamiento social,
cos. La resistencia al ré- político y cultural. De
gimen colonial y social otra manera no hubiese
asumía formas pasivas, podido durar casi tres
individuales, desorgani- siglos con tantas con-
zadas y aisladas. Se re- tradicciones internas
curría a los tribunales, potenciales y efectivas.
se “reajustaba” el tiem- Desde ya, se trataba de
po de trabajo y los pa- una sociedad constitui-
trones de consumo, se da sobre las ruinas de
buscaba alternativas de un vasto y poblado Es-
vida (cambio de activi- Ceremonia de empadronamiento parroquial en una acuarela tado, que aprovechó
dad, domicilio, etc.). de Martínez Compañón, siglo XVIII. sus riquezas naturales y

688
De la colonia a la república independiente

humanas y que, para hacerlo, tuvo que utilizar la es- nistrador de un obraje, hacienda, mina, o la perso-
tructura de las relaciones económicas, sociales, po- na y bienes de algún corregidor (Lazo-Tord 1977).
líticas y culturales preexistentes adecuándolas a las La protesta, en un principio contra abusos aisla-
nuevas condiciones. dos, fue cuajando paulatinamente en movimientos
Para funcionar sin contratiempos, este régimen con un conjunto de motivaciones más estructura-
se basó en los principios de asimilación y diferen- les. De ser fragmentada pasó a ser una respuesta or-
ciación sociales. El primero incluía nociones como gánica.
la mancomunidad de intereses, la jerarquización de La nueva situación estructural fue generada por
la sociedad, la posibilidad de promoción y la con- el programa de reformas imperiales (que afectó
temporización de las culturas sometidas; el segundo prácticamente a todos los sectores sociales) vincula-
subrayaba las distinciones entre los sectores de la das principalmente a una nueva presión fiscal y a
sociedad. De esta manera, se asimilaba “separando”. nuevas condiciones de ejercicio de las actividades
En otras palabras, se aplicó brillantemente la norma económicas, generando una protesta canalizada de
de dividir y reinar. parte del sector que unía a los diversos grupos so-
Un levantamiento generalizado (o, al menos, ex- ciales y económicos involucrados, es decir, el co-
tendido) debía previamente superar los mecanis- mercio.
mos de integración que presentaba la sociedad. So- No parece tan casual que la gran rebelión de
breponerse, además, a las diversas medidas existen- 1780, que fuera la síntesis de la actitud contestata-
tes para la vigilancia social: desde el conformismo ria, haya estado liderada y coordinada por persona-
predicado en el púlpito y que generaba la resigna- jes participantes en el comercio interregional muy
ción de parte del campesinado, hasta la represión fí- relacionado con el ultramarino (incluido el contra-
sica. Hoy se sabe que los potenciales líderes de le- bando que entraba por el Río de la Plata).
vantamientos se encontraban tan divididos que re- Fueron comerciantes y propietarios de pequeña y
sultó muy sencillo para el régimen enfrentar unos a mediana escala los que integraron la dirigencia visi-
otros y, así, acabar con las manifestaciones que pre- ble de la rebelión. Sin embargo existen indicios fun-
tendían generalizar la protesta. dados de una participación original de hacendados,
En estas circunstancias, se entiende, las manifes- obrajeros y comerciantes más que medianos. Todos

DE
taciones no pasaron de ser tumultos o amotina- relacionados con colegas indígenas y mestizos de

COLONIA A REPÚBLICA
mientos sin mayores pretensiones ni dirección, cir- menores recursos, y todos, también, afectados por
cunscritas a alguna reivindicación específica y diri- registros de propiedad, incremento de alcabalas, es-
gidas por lo general contra el mayordomo o admi- tablecimiento de aduanas, etc. (O’Phelan 1986).

En esta ilustración del


siglo de las luces se
puede apreciar
diversos tipos sociales
del mundo colonial
hispanoamericano: (de
izquierda a derecha)
española quiteña,
india “palla”, indio
barbero, mestiza
quiteña, indio
“rústico” e india
“ordinaria”. La
imagen procede de la
Relación histórica del
viaje a la América
meridional de Jorge
Juan y Antonio de
Ulloa.

689
Quiroz Chueca

LA PROTESTA PASIVA ciendas y casas de sus amos. Por lo común, el cima-


rrón se volvía asaltante de caminos o se escondía en
La mayor parte de las situaciones conflictivas se las ciudades. En ocasiones, los cimarrones se orga-
resolvía (o intentaba resolver) por vías distintas a nizaban en refugios permanentes llamados palen-
las violentas. Sobre todo porque el régimen presen- ques. Si el cimarronaje como tal no afectaba al sis-
taba salidas aparentemente viables para estas co- tema esclavista, la frecuencia de fugados podía inci-
yunturas. La normatividad formalmente favorable a dir en su estabilidad, sobre todo si los cimarrones
la población de escasos recursos (principalmente contaban con palenques difíciles de hallar y exter-
indígena) invitaba a acudir a los tribunales. Estas minar. Los palenques no tuvieron mayor importan-
acciones judiciales se extendían por tanto tiempo cia: hubo muy pocos, albergaron escasa población
que, en la práctica, no daban resultados positivos. cimarrona y su vigencia estuvo relacionada con co-
Pero tampoco negativos. La labor de los “protecto- yunturas sociales específicas (principios del siglo
res de indios” fue importante en este sentido. Jui- XVIII y fines del tiempo colonial). Se ubicaron ma-
cios de nunca acabar para castigar abusos repletan yormente en los alrededores de ciudades como Li-
los archivos. ma y Trujillo y cerca de caminos transitados (Tord-
Se llegaron a hacer representaciones a la misma Lazo 1981: cap. VI; Flores Galindo 1984).
corte de Madrid. Se pensaba que el sistema era co- En la práctica, los palenques fueron excepciona-
rrecto, pero los funcionarios conformaban el esla- les porque resultaban innecesarios según las condi-
bón que fallaba en la cadena judicial. El objetivo de ciones en que se desenvolvió la esclavitud peruana:
las quejas era, por eso, el funcionario. Confiando en minoritaria y mayormente costeña y urbana (do-
que, de saber lo que realmente pasaba en sus domi- méstica). El estado de los esclavos en las ciudades
nios, el rey solucionaría inmediatamente los proble- se pareció más al de las castas libres con las que
mas que aquejaban a sus súbditos, éstos buscaban convivían constituyendo una amplia plebe urbana.
acudir a la corte con un memorial de sus desventu- El trabajo en las panaderías, que algunos han inter-
ras (Lavallée 1990). pretado como excepcional y cruel, fue tal vez el úni-
Al lado de la larga carta de lamentaciones que co que en las ciudades se asemejaba al netamente
enviara Guaman Poma de Ayala en el siglo XVII, se esclavista. El resto de los esclavos vivía en condicio-
COLONIA A REPÚBLICA

encuentra el memorial que escribiera el fraile fran- nes más relacionadas a la servidumbre, sin dejar de
ciscano Calixto Tupac Inca. Este indio tarmeño, ser legalmente esclavos. Ellos batallaban por perma-
identificado con la situación de sus paisanos, fue necer en las ciudades, llegando a casarse con una
autor de una detallada y conmovedora relación de pareja residente en la urbe a fin de obtener la pro-
la situación de la población indígena peruana hacia tección de la iglesia cuando sus amos intentaban
1748. La llevó a España y la entregó al rey Fernan- venderlos para el trabajo en haciendas (más cerca
do VI en 1750. Pese a sus gestiones, en vano esperó del trabajo esclavista). En realidad, las ciudades
DE

durante tres años una respuesta. De regresó prosi- eran los palenques.
guió en Lima sus contactos con los indios y curacas.
Descubierta su labor, en 1757 fue recluido en el LOS LEVANTAMIENTOS INICIALES
convento de su orden y luego enviado a España.
La población esclava no estuvo en condiciones La coyuntura rebelde se inicia principalmente en
de organizar y realizar un levantamiento eficaz. Pe- la octava década del siglo XVIII, es decir, cuando los
se a ser importante en determinados valles de la cambios producidos por las reformas habían gene-
costa, el peso relativo de los esclavos fue reducido. rado una situación de desacato que abarcaba a dis-
Dispersa geográficamente y en medio de distintos tintos sectores sociales con diferentes perspectivas.
regímenes, la esclavitud jugó un papel secundario Empero, conforme las medidas se iban producien-
en lo económico y su presencia se diluyó en el con- do y afectando intereses, desde 1730 se presentan
junto de una sociedad estamental y corporativa. A movimientos sociales importantes.
lo más, su protesta se limitó a tumultos con un gra- Ese año estallaron dos rebeliones que llegaron a
do mínimo de organización, como el que se produ- involucrar un considerable territorio del sur andino
jo en la hacienda San José de Nepeña en 1779 (Kap- peruano. Se produjeron en estrecha relación con las
soli 1975; Tord-Lazo 1981: cap. V). medidas (revisitas) que incluían a los mestizos co-
La forma más importante de protesta fue el ci- mo indios para los efectos de las mitas. Funciona-
marronaje, es decir, la fuga de los esclavos de las ha- rios y propietarios en la sierra sur del Perú temieron

690
De la colonia a la república independiente

ver restringidas sus posi- José de Armendáriz, marqués


bilidades de contar con de Castelfuerte, virrey del
Perú entre 1724 y 1736.
mano de obra.
Enfrentó numerosas revueltas,
En noviembre de 1730 entre ellas la de José de
se levantó la población en Antequera, cuya ejecución
Cochabamba bajo el so- ordenó en 1731.
corrido lema de “viva el
rey, muera el mal gobier-
no”. Mestizos, criollos e teresante es el argumento
indios, apoyados por al- elegido: restaurar el im-
gunos curas, participaron perio de los incas. Al pa-
en el levantamiento. El recer, este paso (y la con-
tema de los corregimien- vocatoria a curacas) se
tos fue clave. Criollos y dio con el fin de aglutinar
mestizos buscaban que a la población aborigen
fuese un criollo quien en torno al movimiento.
ocupase el cargo; a los in- El contenido preciso de
dios, de su lado, les inte- las demandas indica que
resó más el resultado de no se buscaba eliminar la
la revisita emprendida estructura política exis-
por el virrey José de Ar- tente. Se mantendría al
mendáriz, marqués de virrey y a los corregidores
Castelfuerte, que reorga- pero sin tributos, mitas,
nizaba la mita y el repar- repartos ni los impuestos
to. Este intento rebelde más odiados por los crio-
fue sofocado con especial llos y mestizos. Los diri-
crueldad por las autorida- gentes fueron criollos y

DE
des. El jefe principal, el mestizos comerciantes,

COLONIA A REPÚBLICA
mestizo platero Alejo Ca- arrieros y artesanos (pla-
latayud, fue ahorcado junto a otros once participan- teros) con evidentes vínculos con Potosí (Lewin
tes (O’Phelan 1988: 94-99). 1957: 118; O’Phelan 1985: 172).
La otra revuelta se produjo en Cotabambas El manifiesto de Oruro de 1739 ejerció una gran
(Cuzco). Un grupo de indios y mestizos asesinó al influencia en la conciencia de las diversas zonas de
corregidor del pueblo en protesta por su sistema de la sierra peruana; inclusive, en la rebelión de Tupac
reparto y por el incremento de la cuota de mitayos. Amaru.
De la misma manera, los cabecillas rebeldes fueron Una de las revueltas más extensas por el territo-
ejecutados mientras otros participantes recibieron rio y por el tiempo que abarcara fue la conocida co-
castigos ejemplificadores (O’Phelan 1988: 99-104). mo de Juan Santos Atahualpa, quien se proclamó
En 1739 abortó un levantamiento en Oruro. El sucesor del último gobernante del Tahantinsuyu. Se
manifiesto capturado a los conspiradores muestra la inició en 1742 en la selva central, en Tarma, y se ex-
composición, causas y fines del movimiento. Se pre- pandió por un amplio territorio de la sierra. Las
tendía una suerte de alianza entre criollos, indios y fuerzas de Juan Santos Atahualpa estuvieron con-
mestizos, basada en la igualdad. El criollo Vélez de formadas por aborígenes campas del Gran Pajonal,
Córdova incluyó al curaca orureño Eugenio Pachac- Perené y Cerro de la Sal, que destruyeron 27 misio-
nina. Lewin dice que también se intentó incluir a nes. El gobierno virreinal tendió un cordón militar
Juan Bustamante Carlos Inca, descendiente de los desde Huánuco hasta Huanta. Las fuerzas de los co-
incas. rregidores de Jauja y Tarma lanzaron un ataque con-
El manifiesto es considerado el primer programa tra los rebeldes e instalaron un fuerte en Quimiri
político del siglo XVIII. Justifica la rebeldía por la (hoy La Merced). Cuando se apoderaron de esa pla-
opresión en que se hallaban los distintos sectores de za, el virrey mandó un nuevo ejército, al mando del
la población: tributos, mitas y repartos, impuestos y marqués de Mena Hermosa, que estableció otras
donativos, discriminación política a los criollos. In- dos plazas en Oxapampa y Chanchamayo. En 1750

691
Quiroz Chueca

Mena Hermosa emprendió otra campaña. Fue de- tes y funcionarios crecieron de tal manera que se
rrotado nuevamente. Hacia 1752 Juan Santos Ata- tornaron insoportables. Con las reformas, España
hualpa retomó la iniciativa asaltando los pueblos de rompió el llamado “pacto colonial” y los colonos
Andamarca y Acobamba. Pero no pudo ingresar a la (denominados “criollos” de una manera genérica)
sierra. Esta rebelión no fue derrotada. Más bien ter- vieron cambiadas las reglas de juego en forma
minó diluyéndose por su marginalidad y por la casi abrupta. La corona varió en su favor el sistema re-
ausencia de acciones. Se cree que su líder falleció distributivo de las riquezas generadas en la colonia,
hacia 1761 (Loayza 1943; Lehnertz 1970; Castro obligando a los propietarios a adecuarse a las nue-
1973; Mateos 1990). vas condiciones y produciéndose desde entonces
Otra de las rebeliones en el Perú central se pro- entre éstos (incluyendo a los eclesiásticos) una pug-
dujo en la provincia de Huarochirí. Tuvo un antece- na muy intensa por el control de la mano de obra
dente en la propia ciudad de Lima donde, al parecer, indígena, sus producciones agrícolas y textiles y sus
debió desarrollarse en un principio. El intento lime- tierras. Los criollos buscaron resolver sus dificulta-
ño abortó en su fase conspirativa. Debido a la dela- des a costa de la población dependiente en el virrei-
ción de un negro, en junio de 1750 el virrey conde nato. Cuando la situación se tornaba insufrible pa-
de Superunda fue informado de un complot de par- ra los indígenas, podían producirse levantamientos
te de la población indígena de la ciudad. Los líderes (O’Phelan 1979: 109).
eran Antonio Cabo, Miguel Surichac, Francisco Es más, España se convirtió en una intermedia-
García Jiménez, Pedro Santos, Julián Ayala, Santia- ria sumamente onerosa y restrictiva. Después de ha-
go Hualpa, Melchor de los Reyes y el mestizo Gre- berse desentendido durante buen tiempo de las ac-
gorio Loredo. Inmediatamente se detuvo a seis im- tividades de los criollos, ahora se preocupaba dema-
plicados, de los cuales cuatro fueron ejecutados y siado. El comercio ultramarino arruinaba a los pro-
dos lograron huir. Según la versión oficial, el movi- ductores locales pero también había desplazado a
miento perseguía eliminar el poder colonial con un los comerciantes lugareños.
plan que por su simpleza más parece haber sido No era difícil colegir que se podrían conseguir
concebido por las autoridades virreinales para justi- mejores resultados eliminando la intermediación
ficar su actuación. metropolitana y realizando las transacciones direc-
COLONIA A REPÚBLICA

Francisco Jiménez –llamado Francisco Inga– y tamente con los países europeos de donde prove-
Pedro de los Santos llegaron al pueblo de Lahuay- nían las mercaderías importadas. Un problema muy
tambo. Jiménez se casó con la hija del curaca de serio que se presentaba cada vez que se trataba el
Chaucarima Juan Pedro Puipuilibia, y con su sue- punto era la posibilidad de efectuar el cambio pero
gro y su tío político Andrés Borja Puipuilibia reclu- sin variar la relación de subordinación que tenía la
tó unos 300 hombres que el 25 de julio tomaron el población indígena mayoritaria. España era la po-
pueblo de Huarochirí. Mataron al teniente de corre- tencia extranjera que garantizaba la estabilidad so-
DE

gidor José Antonio de Salazar y Ugarte, al ex corre- cial interna en las colonias. En caso de producirse
gidor Francisco de Araujo, a su yerno Juan José de levantamientos, España debía movilizar los recur-
Orrantia y a quince españoles de las fuerzas que ha- sos necesarios para aplacarlos. La pregunta era si los
bían acudido a sofocar el levantamiento. El virrey propios colonos, una vez separados de la metrópo-
envió un ejército al mando del marqués de Monte- li, estarían en condiciones de constituir un Estado
rrico. Con la ayuda de los dueños de minas de Yau- capaz de controlar la situación. La otra parte de la
li, el ejército realista venció a los insurgentes y sus interrogante giraba en torno a los costos de ese Es-
líderes fueron ejecutados (Sotelo 1942; Spalding tado y quiénes deberían solventarlos.
1984). El reparto vino a romper una especie de pacto
por el cual el indígena no debía pagar otra cosa que
LA COYUNTURA REBELDE EN LA el tributo y la mita. La población aborigen tenía
DÉCADA DE 1770 ahora mayores motivos para protestar. Casi no lo
había hecho durante décadas por haberse acomoda-
Otra situación se generó hacia la sétima y, sobre do y entender que estas cargas estaban relacionadas
todo, la octava décadas del siglo XVIII. Lo funda- con su derecho a la tierra, y la vinculación del cura-
mental del caso es que las cargas fiscales y las res- ca en estos cobros garantizaba la tranquilidad so-
tricciones políticas y sociales de los sectores propie- cial. De otro lado, estas cargas obligaban al campe-
tarios mineros, hacendados, obrajeros y comercian- sino indígena a expandir su producción. Otra situa-

692
De la colonia a la república independiente

ción se produjo cuando los propietarios rurales y


comerciantes empezaron a buscar hacer recaer so-
bre él los costos de la reforma fiscal, que incluyó
también tasas a artículos que antes no estaban gra-
vados y eran producidos y comercializados, en par-
te, por indígenas (coca, granos, papa seca, chuño,
textiles, etc.).
Una buena alternativa resultó establecer una
alianza con los curacas, quienes habían demostrado
a lo largo del tiempo colonial transcurrido su dispo-
sición para actuar en provecho propio al apoyar a
los españoles en la sujeción de las mayorías indíge-
nas. De un lado, la participación indígena en la ges-
ta emancipadora debía resolver el problema de
hombres para enfrentar a las fuerzas españolas, es
decir, los indios debían emancipar el Perú en favor
de los criollos. De otro lado, la alianza con los cura-
cas podía garantizar la mantención del orden social
una vez emancipado el país.
Poco a poco, los criollos se vieron involucrados
en las protestas contra las medidas reformistas, que
convocaban abiertamente a la población indígena,
mestiza y, a veces, negra. Obviamente, cada sector
participaba con sus reivindicaciones propias.
El establecimiento de aduanas y el incremento y
mayor celo en la cobranza de las alcabalas provoca-
ron manifestaciones de protesta en el sur andino.

DE
En Cochabamba hubo que suspender la aplicación Un natural del norte peruano en plena faena agrícola.

COLONIA A REPÚBLICA
de las órdenes que establecían la aduana a fin de
evitar que la protesta de los comerciantes y arrieros
complicase la situación. las. Los rebeldes atacaron el pueblo de Maras, cuyo
En octubre de 1777 ocurrieron serios disturbios corregidor logró salvarse, pero fueron incendiados
en La Paz con motivo de los cobros aduaneros. Los casas, archivos y la cárcel. El movimiento duró va-
indios y cholos trajinantes de tocuyos iniciaron las rios días demostrando cierta coordinación entre los
acciones, quejándose de tener que pagar el doble en insurgentes. En estos hechos hay indicios de la par-
alcabalas de lo que antes pagaban; al movimiento se ticipación de José Gabriel Tupac Amaru presentan-
unieron los indios tintoreros, harineros y comer- do memoriales para obtener la exoneración de mita
ciantes. Las autoridades locales lograron calmar los para Canas y Canchis.
ánimos de la muchedumbre desorganizada. Mas es- Apenas instalada la aduana en Arequipa, los co-
to no solucionó los problemas. En marzo de 1780 merciantes indios, mestizos y criollos la destruye-
los comerciantes volvieron a protestar, igualmente ron en enero de 1780. Además atacaron casas co-
en forma espontánea y desorganizada, esta vez por merciales y liberaron a los presos de la cárcel. Apar-
la noticia difundida de un catastro de haciendas y te de revisarles toda la carga que transportaban pa-
gremios que debía practicarse para el pago de im- ra evitar el contrabando, debían pagar por artículos
puestos. que antes estaban exonerados y, con frecuencia, les
En noviembre de 1777 estalló una revuelta en confiscaban sus mercaderías. Los pasquines que
Urubamba. Participaron tanto indios tributarios y acompañaron el movimiento estuvieron dirigidos
curacas que protestaban contra los repartos de los contra tres grandes comerciantes peninsulares, a
corregidores, como mestizos y criollos propietarios quienes acusaban de tener intereses en el reparto de
de tierras (granos) y ganado, vinculados al comer- los corregidores.
cio sur andino que atravesaba por las dificultades Resulta evidente la participación de comercian-
del establecimiento de aduanas y el cobro de alcaba- tes y productores criollos, pues la exigencia de una

693
Quiroz Chueca
COLONIA A REPÚBLICA

Vista del valle de Urubamba, Cuzco, zona donde en 1777 tuvo lugar una grave revuelta, tanto de indios –contra los repartos de
corregidores–, como de mestizos y criollos, en protesta por el cobro de alcabalas y el establecimiento de aduanas.

guía de transporte hizo que los criollos no pudiesen tores criollos (haciendas y obrajes) que ya no po-
utilizar, como antes, a los indios para internar mer- dían utilizar a los cargadores indios para internar
DE

caderías a la ciudad evadiendo el pago de los im- efectos a la ciudad. Los reos por este caso fueron
puestos. Igualmente involucrados estuvieron los cuatro plateros, tres hacendados, un arriero y dos
hacendados de los valles de Vítor y Tambo, produc- personajes relacionados con chorrillos; sólo uno era
tores de aguardiente, gravado con una nueva tasa indio curaca-hacendado. Las medidas fiscales ya co-
del 12,5%. Los comerciantes indígenas y mestizos nocidas (aduana, alcabala, censo de propiedades) y
participaron en tanto que se incluía en la alcabala el incremento de las cargas para sectores que antes
artículos anteriormente exentos. El levantamiento estaban libres (chorrillos) fueron las motivaciones
fue superado mediante acciones de vigilancia de inmediatas del abortado alzamiento.
parte de las autoridades (O’Phelan 1988: 202-207). La población indígena tenía sus propios motivos
Paralelamente a los sucesos arequipeños, en la para participar en el levantamiento. De ahí que no
ciudad del Cuzco se preparaba un levantamiento resultara difícil reclutarla. La “alianza” se hizo con
que fue cortado en su fase preparatoria, llamado la el curaca de Pisac, Bernardo Tambohuacso Pumaya-
conspiración de los plateros. Pese a las protestas ais- li, muy ligado a los hacendados locales. También es-
ladas, la aduana del Cuzco inició sus actividades. tuvieron involucrados en la conspiración los cura-
En marzo crecieron los rumores sobre un levanta- cas de Oropesa y del Collao.
miento general contra la aduana que estaban orga- La delación se produjo al ser roto el secreto de
nizando los criollos, indios y mestizos cuzqueños. confesión por parte de un cura. El principal impli-
Se trataba nuevamente de la protesta de los produc- cado resultó ser el hacendado criollo Lorenzo Far-

694
De la colonia a la república independiente

fán de los Godos quien, aunque con algún recelo, Puede decirse que, por su composición, la rebe-
estableció una suerte de alianza con sectores mesti- lión incluyó al menos dos niveles. Uno representa-
zos e indios contra las medidas coloniales que los do por la dirigencia (Tupac Amaru y sus aliados
aquejaban. El curaca Tambohuacso estuvo de criollos); otro por una población campesina que de-
acuerdo, con la salvedad de que se atendiesen las sobedeció a la dirigencia. En el Alto Perú, este se-
demandas de la población aborigen con respecto al gundo nivel fue más pronunciado.
reparto y los tributos.
Hay elementos en la organización, composición Las acciones
social y el programa que vinculan esta conspiración El 4 de noviembre de 1780 Tupac Amaru captu-
con la rebelión que en noviembre del mismo año ró al corregidor de la provincia de Tinta, Antonio de
encabezaría en el Cuzco Tupac Amaru II. Inclusive, Arriaga, obligándole a entregar dinero, armas y bes-
pueden detectarse personajes que participaron en tias de carga de su tesorería. Además, le exigió fir-
ambas acciones. mar una convocatoria a los habitantes de la provin-
Luego del proceso seguido a los detenidos, los cia a una reunión que se llevó a efecto en Tinta el 9
cabecillas fueron ejecutados en junio de 1780. Tam- de noviembre.
bohuacso se escondió, siendo detenido y ahorcado Ante la sorpresa de una nutrida concurrencia,
recién en noviembre cuando ya la rebelión tupaca- Tupac Amaru condenó a Arriaga a muerte y supri-
marista se había iniciado. Estas severas condenas mió las alcabalas, mitas y aduanas, indicando que
tuvieron la finalidad de escarmentar a la población todo lo hacía en cumplimiento de órdenes emana-
de una de las ciudades y zonas más pobladas y con- das del mismo rey de España, por las cuales debía
flictivas del Perú (Ángeles 1975; O’Phelan 1988:
207-217).
En la sierra central y el callejón de Huaylas hu-
bo aisladas manifestaciones de protesta contra las
alcabalas en 1780.

LA REBELIÓN DE TUPAC AMARU

DE
COLONIA A REPÚBLICA
Representa el fin de una ola de protestas, entre
pequeñas y medianas, a lo largo de los Andes perua-
nos desde mediados del siglo XVIII. Se produjo
cuando el descontento social alcanzaba su punto
más álgido y, en cierta medida, fue una síntesis de
las manifestaciones previas en contra de la domina-
ción colonial o algunos de sus aspectos concretos.
En especial desde 1777 las manifestaciones se vol-
vieron más intensas y violentas. Lo dicho se confir-
ma por la magnitud alcanzada en la rebelión tupa-
camarista. En el aspecto territorial y en el proyecto
político subyacente, así como en las mismas accio-
nes emprendidas y en los sectores sociales compro-
metidos, se trató de una rebelión jamás vista en la
historia americana.
En el movimiento suelen distinguirse dos fases.
La primera fue la “cuzqueña” o “quechua”, dirigida
por el propio José Gabriel Tupac Amaru, curaca de
Pampamarca, Tungasuca y Surimana. La segunda fa-
se se inició con la captura del caudillo cuando la re-
belión fue conducida por familiares del rebelde y,
luego, se articula con el movimiento que en el Alto
Perú encabezaba el jefe aimara Julián Apasa Tupac José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru.
Catari. Óleo de Etna Velarde, 1982.

695
Quiroz Chueca

asumir el mando supremo y eliminar a los corregi- población campesina seguidora de Tupac Amaru
dores. De esta manera se dio inicio a la manifesta- desplegó iniciativas propias que la dirigencia no es-
ción anticolonial más importante en el Perú virrei- taba en capacidad de contener. Hubo masacres de
nal. El mismo hecho de haber ejecutado a un repre- blancos y la iglesia del pueblo quedó destruida.
sentante del poder vigente le imprime al movimien- El Cuzco estaba desguarnecido y los rebeldes
to un carácter irreversiblemente anticolonial. impusieron un cerco en su entorno. La ciudad im-
La rebelión se iba generalizando. La convocato- perial de los incas bien podía servir de tribuna para
ria era acogida por amplios sectores de la población una empresa de recuperación de la autonomía polí-
indígena. El 16 de noviembre Tupac Amaru decretó tica. Sin embargo, y pese a los consejos de sus alle-
la libertad de los esclavos en un intento por ampliar gados (entre ellos, su esposa, Micaela Bastidas), Tu-
aún más el horizonte social de la rebelión. No dio pac Amaru decidió no tomar la ciudad, actitud que
los resultados esperados, probablemente, por la po- tal vez pueda explicarse por la necesidad de prote-
ca incidencia de la esclavitud en la sierra. ger a sus aliados en el Cuzco ante masas indígenas
Al conocer estos hechos, el corregidor del Cuz- que no diferenciaban entre los españoles peninsula-
co formó inmediatamente una junta de guerra bajo res y los americanos.
la jefatura militar de Joaquín de Valcárcel. Acto se- En vez de ello, las fuerzas rebeldes tomaron la
guido dio aviso a Lima pidiendo auxilio. Con la ruta del Collasuyo. El 9 de diciembre ocuparon
ayuda de los curacas Sahuaraura y Chillitupa las Lampa y el 13 Azángaro. Siguieron otros pueblos,
fuerzas cuzqueñas partieron en búsqueda de los re- como Coporaque y Yauri. La rebelión crecía. Hacia
beldes. El primer encuentro en Sangarará el 18 de fines de diciembre se había propagado por Arequi-
noviembre, significó una clara victoria rebelde. pa, Moquegua, Tacna y Arica. En el propio Cuzco
Este hecho fue crucial pues simultáneamente nuevos lugares se incorporaban al bando insurgen-
demostró la fuerza y la debilidad de la rebelión: la te (Calca, Pisac, Yucay, Lares y Urubamba).
La incursión en tierras sureñas amplió la geogra-
fía rebelde, pero permitió que las fuerzas realistas
cuzqueñas se recuperasen y lograsen manejar políti-
camente la situación. Una hábil negociación con los
COLONIA A REPÚBLICA

curacas de la comarca posibilitó dividir a la pobla-


ción indígena. Estas ya clásicas alianzas dieron al
bando español una base social tan importante como
la que manejaba el cabecilla rebelde, pues cada cura-
ca arrastraba tras de sí a una población que terminó,
así como en otras oportunidades antes y después, lu-
chando en favor o en contra de causas ajenas.
DE

Ante el fortalecimiento del Cuzco, Tupac Amaru


volvió sobre sus pasos. El 28 de diciembre estaba en
el cerro Picchu. La ciudad fue presa del pánico, y
aunque los sectores criollos estaban dispuestos a
entregar la plaza, tampoco entonces se decidió el
caudillo a entrar al Cuzco. Planteó en cambio la
rendición de la ciudad ofreciendo proteger los inte-
reses de los criollos.
Entre tanto, los aprestos en Lima no tenían esas
vacilaciones. El virrey Agustín de Jáuregui y el visi-
tador Areche preparaban sus tropas. A mediados de
diciembre salió el propio Areche con fuerzas nuevas
y se envió al Cuzco fusileros negros y mulatos con
la clara intención de evitar el “contagio”.
Las tropas rebeldes seguían ocupando pueblos.
Pero los sinsabores ya se dejaban sentir. Diego Cris-
Al virrey Agustín de Jáuregui y Aldecoa le tocó enfrentar tóbal Tupac Amaru fue detenido por Pumacahua en
la rebelión acaudillada por Tupac Amaru (1780-1781). Panapunco sin poder cortar las vías de aprovisiona-

696
De la colonia a la república independiente

miento del enemigo. Tupac Amaru tuvo que aban- zas esparcidas al viento y arrojadas al río. El ensaña-
donar su posición expectante cerca del Cuzco, pues miento no merece otro comentario que su clara in-
las fuerzas realistas –en realidad las tropas de los cu- tención de escarmiento y de impedir el entierro en
racas realistas– lo obligaron a replegarse. Ya el peso un machay o cementerio tradicional andino.
de la rebelión recaía más en las provincias del sur. Sin duda, los aliados cuzqueños y limeños no
Areche llegó al Cuzco el 23 de febrero con un dieron la cara. El obispo Juan Manuel Moscoso y
ejército estimado en más de 17 mil soldados. En Peralta, vinculado en un principio en el levanta-
marzo salieron a combatir, confiando principalmen- miento, tuvo que demostrar su inocencia. Su acti-
te en las fuerzas de los curacas leales y en las trai- tud había sido comprometedoramente lenta para
ciones que podían producirse entre los colaborado- pedir ayuda y condenar los hechos. Cierto es que
res cercanos de los rebeldes. excomulgó a Tupac Amaru y se apresuró a instruir
Tupac Amaru obtuvo algunas victorias sobre los a los curas de los pueblos contra la rebelión, pero
curacas realistas (Pucacasa y Cusipata), pero a fines fue difícil para él quitarse la mirada de las autorida-
de marzo sufrió las primeras derrotas importantes. des políticas virreinales (Campbell 1978a).
En Llocllora fue vencido por Pumacahua, su más te- En el Alto Perú la situación de rebeldía criolla y
mido rival. A principios de abril, el mismo Pumaca- mestiza llevaba también buen tiempo (contra adua-
hua infligió una nueva derrota a las huestes rebeldes nas y alcabalas). Igualmente, entre la población in-
en Mitamita. dígena se apreciaba una agitación importante, en es-
Esta situación fue capitalizada por el ejército pecial en el corregimiento de Chayanta, donde la re-
realista dirigido por el mariscal Del Valle. Pese a sus belión no necesitaba más que de un pretexto para
esfuerzos, Tupac Amaru no pudo retomar la inicia- estallar. Éste llegó cuando en julio de 1780 el corre-
tiva. El 5 de abril fue fatal para el líder andino. De- gidor asesinó al curaca Tomás Acho que pretendía
rrotadas sus fuerzas, tuvo que escapar. La delación liberar al líder Tomás Catari. A continuación fue
de uno de sus ayudantes facilitó su prisión y la de asesinado también Tomás Catari.
numerosos de sus familiares, salvando de ser captu- El pueblo enardecido inició una insurrección di-
rados su primo Diego Cristóbal, su sobrino Andrés, rigida por los hermanos de Tomás, Dámaso y Nico-
su cuñado Miguel y su hijo Mariano, dirigentes lás, que en febrero de 1781 estaban sobre Chuqui-

DE
principales del movimiento. saca. La ciudad asediada recibió refuerzos del coro-

COLONIA A REPÚBLICA
Los prisioneros fueron sometidos a interrogato- nel Ignacio Flores. Replegados, Dámaso Catari y 28
rios terribles para que revelaran sus relaciones ocul- allegados fueron traicionados. El 27 de abril Dáma-
tas en el Cuzco y sus supuestos vínculos con los in- so fue ejecutado; el 7 de mayo Nicolás corrió la mis-
gleses. A pesar de las torturas no los pudieron hacer ma suerte.
hablar. El 18 de mayo se cumplió la sentencia de Pero la rebelión había prendido en el Alto Perú
muerte para Tupac Amaru y todos sus colaborado- y poco a poco se incorporaban más territorios (Co-
res capturados. Unos fueron simplemente ahorca- chabamba y Tapacarí). Inmediatamente luego de la
dos (José Verdejo, Andrés Castelo y Antonio Basti- derrota en el Bajo Perú, las fuerzas rebeldes se re-
das); a otros primero se les cortó la lengua (Francis- concentraron bajo la conducción de Diego Cristó-
co Tupac Amaru e Hipólito Tupac Amaru); a Toma- bal Tupac Amaru y Mariano Tupac Amaru, desde
sa Tito Condemaita, cacica de Acos, se le dio garro- donde pasaron a Azángaro, tomaron Carabaya y, al
te. Este espectáculo fue presenciado por el cu-
raca y su esposa. A ella le cortaron la lengua y
luego le dieron garrote acabándola a golpes. Al
líder principal empezaron cortándole la lengua;
quisieron descuartizarlo mas, al no poder, el
verdugo le cortó la cabeza. Los cuerpos de él y
su mujer fueron quemados en Picchu. Los
cuerpos de los demás fueron decapitados y des-
cuartizados, quemado el resto, siendo las ceni-

Una vez derrotado Tupac Amaru en 1780, la


insurrección continuó bajo el mando de Cristóbal y
Mariano Tupac Amaru, quienes tomaron la ciudad de
Puno. En la fotografía la catedral de la ciudad lacustre.

697
Quiroz Chueca

comenzar mayo, pusieron cerco a la ciudad de Pu- sus fuerzas dispersas por la amnistía. En esta labor
no. Recién el día 23 pudieron tomar el puerto lacus- fue traicionado la noche del 9 de noviembre de
tre, cuando el mariscal Del Valle lo abandonó. Des- 1781 y apresado en Chinchaya. La sentencia de
de ahí dirigieron la nueva fase de la rebelión. En Pu- muerte por descuartizamiento fue ejecutada seis
no, Diego Cristóbal volvió a abolir la esclavitud, en días después. Su cabeza fue puesta encima de la
un nuevo intento por ampliar la base social rebelde. horca en La Paz y sus partes descuartizadas reparti-
En el Alto Perú surgió la figura de Julián Apasa, das en distintas localidades para escarmiento de la
quien según se cree participó en los sucesos de Tin- población. Así también fueron ejecutados otros lí-
ta. Asumió los apellidos de Tupac Amaru y Tomás deres del levantamiento.
Catari: Julián Apasa Tupac Catari, afirmando que su El perdón fue firmado solemnemente en Sicuani
autoridad le había sido delegada por ambos jefes. el 27 de enero de 1782 por Del Valle, el obispo Mos-
Recurría a un complicado lenguaje religioso mesiá- coso y Diego Cristóbal. Mientras capturaban locali-
nico, transmitido supuestamente por Dios. Se pro- dades (tales como Puno y Azángaro), los realistas
clamó virrey y jefe máximo de la rebelión en un in- seguían la persecución de los rebeldes. En abril fue
tento (nunca logrado) de autonomía con respecto al capturado y descuartizado Pedro Vilca Apasa así co-
movimiento del Bajo Perú. mo otros líderes secundarios, hasta que en julio de
En coordinación con Diego Cristóbal impuso el 1782 las fuerzas del mariscal Del Valle habían apa-
primer asedio a la ciudad de La Paz el 13 de marzo ciguado el sur.
de 1781, durante 109 días. El coronel Flores, enton- Pronto se vieron los resultados de la trampa de
ces presidente de la audiencia de Charcas, llegó la amnistía. Diego Cristóbal, Andrés y decenas de
nuevamente a desbaratar los planes insurgentes. prominentes jefes rebeldes que habían entregado
Ese mismo mes las tropas de Andrés Tupac Ama- sus armas se vieron perseguidos por las fuerzas co-
ru tomaron Sorata y se dispusieron a hacer lo mis- loniales. El 15 de marzo de 1783 fue capturado Die-
mo con La Paz. Cuando en agosto Flores decidió re- go Cristóbal en Tinta y el 19 de julio fue quemado
tirarse, se estableció un nuevo asedio a La Paz. Los y ahorcado en la plaza del Cuzco.
rebeldes eran comandados por Andrés Tupac Ama- Se inició una enorme cacería de sus familiares,
ru y Julián Apasa Tupac Catari. Esta vez las fuerzas allegados y lugartenientes. En Lima fueron apresa-
COLONIA A REPÚBLICA

del virreinato de Buenos Aires, al mando de José Re- dos en febrero su hijo Mariano y su primo Andrés.
seguín, llegaron a enfrentar a los rebeldes. Parientes de Tupac Amaru hasta la quinta genera-
Ante la imposibilidad de volver a tomar la plaza, ción fueron perseguidos y desterrados.
Tupac Catari levantó el segundo cerco y se replegó.
De su lado, Andrés fue a Azángaro llamado por su Organización interna
tío Diego Cristóbal. En estas condiciones el virrey José Gabriel Tupac Amaru fue un curaca política
Jáuregui recurrió a un ardid que le reportó resulta- y económicamente influyente. Hombre culto y de
DE

dos muy favorables; ofreció paz y perdón a los in- ascendencia inca, entabló vínculos amicales con
surgentes a fin de dividirlos y aprovechar su desmo- personajes de diverso rango étnico y social. Como
vilización para poner fin a la rebelión. Los dirigen- comerciante tuvo la oportunidad de visitar diversos
tes se mostraron de lugares del Alto y Ba-
acuerdo con la am- jo Perú y conocer más
nistía. Miguel Basti- de cerca la realidad
das y Diego Cristóbal colonial. Boleslao Le-
se acogieron al per- win considera que
dón virreinal. Tupac Tupac Amaru empezó
Catari, en cambio, a establecer contactos
prefirió aguardar. políticos reservados
Se fue a Achaca- desde 1770. En un
chi, a orillas del Titi- principio abogó en
caca, para reorganizar los tribunales tanto
por los derechos de la
Una vista de la iglesia población indígena
de la Compañía de Jesús (exonerar de la mita
y de la plaza del Cuzco. potosina a los indios

698
De la colonia a la república independiente

de Canas y Canchis), como por su propio es-


tado noble e inclusive quiso elevar a la corte
madrileña sus quejas. Lo frustrante de otras
gestiones análogas lo hizo desistir de su pro-
pósito legalista.
En sus estadías en Lima en 1777 y 1778
decidió coordinar las acciones para una rebe-
lión de amplios alcances. Estableció contac-
tos con sectores criollos del Cuzco y Lima,
que no se conocen a plenitud por cuanto el lí-
der rebelde no los delató. Sólo algunos han si-
do identificados. Unos fueron hombres de le-
tras, otros comerciantes: Bernardo La Madrid,
Romualdo Ordóñez, Juan Antonio Figueroa,
Lucas Aparicio y Miguel Montiel (comercian-
te que diera a Tupac Amaru 8 mil pesos o
más). Un militar de Lima, Demetrio Egan, en- Grupo de indios en el Cuzco del siglo XIX tomado del Atlas
vió en 1781 un informe secreto a Gálvez acu- geográfico del Perú (París, 1865) de Mariano Felipe Paz-Soldán.
sando a los criollos de conspiradores y auspi-
ciadores de Tupac Amaru desde 1776. Inculpaba a 25 curacas; doce de ellos de Canas y Canchis. En
todos (virrey Jáuregui incluido por sus vínculos con cambio, una serie de curacas permaneció al margen
los criollos) de haber fomentado la rebelión tupaca- de la rebelión (incluidos dos de Tinta), en tanto que
marista, no querer pagar los impuestos y haber ac- otros se alistaron en las fuerzas represivas españo-
tuado con moderación durante la rebelión (Basadre las. Los indios de las provincias que mitaban a Po-
1973: 65-66). tosí estuvieron más dispuestos a enrolarse al movi-
La rebelión estuvo dirigida a romper el vínculo miento, pues tenían poco que perder y mucho que
colonial con España movilizando a una amplia ganar.

DE
(multiétnica y multiclasista) población. Aglutinaba Tupac Amaru organizó la rebelión de acuerdo a

COLONIA A REPÚBLICA
la alianza una serie de medidas reivindicativas de criterios tradicionales. El sistema de parentesco, im-
los diferentes sectores convocados. La inclinación portante en la organización social andina, cumplió
hacia los sectores propietarios se observa en el “ol- un papel singular durante la insurrección. La con-
vido” sobre el tributo indígena, ya que los reclamos fianza, básica en la etapa conspirativa, siguió siendo
atendidos fueron los de los criollos (alcabala, adua- indispensable en la conducción. Los principales di-
na, ampliación del comercio, cargos públicos, etc.). rigentes del movimiento tuvieron algún vínculo fa-
La supresión de la mita obedecía a la necesidad de miliar o de afinidad con él (Spalding 1974: 100; Ve-
retener en el Cuzco a la mano de obra indígena a ga 1995).
disposición de los propietarios locales. Del mismo También es interesante indicar que el círculo de
modo, los repartos muchas veces competían con el cabecillas conocido lo integraban personajes que,
comercio que los arrieros realizaban por sí y a favor no siendo familiares, tuvieron vínculos con el con-
de comerciantes locales. No extraña, por ende, que ductor del movimiento. Puede sospecharse que
la rebelión no hubiese contemplado las transforma- otros involucrados también habían tenido tratos
ciones básicas en la estructura de la propiedad y las con el curaca. Máxime cuando las relaciones econó-
formas de prestación laboral que, injustamente, se micas y sociales de Tupac Amaru fueron vastas: con
han atribuido al curaca rebelde en el afán de presen- curacas, hacendados, escribanos, comerciantes, ar-
tarlo como un luchador social por su pueblo. tesanos, obrajeros, etc.
En sus comienzos, la rebelión movilizó princi- Desde ya, Micaela Bastidas fue el brazo derecho
palmente a la población indígena de la provincia de de José Gabriel. Debió atender los asuntos prepara-
Canas y Canchis (Tinta), de donde era originario y torios de la rebelión en las ausencias de su esposo y
tenía autoridad el jefe rebelde. Posteriormente, se actuó de gobernadora cuando José Gabriel andaba
expandió a las provincias de Quispicanchis, Paucar- en el Alto Perú. Andrés Tupac Amaru fue hijo de Pe-
tambo, Chumbivilcas, Lampa y Chucuito. Tupac dro Mendigure, arriero de Pomacanchis, colabora-
Amaru logró atraer hacia su movimiento al menos a dor del rebelde y esposo de Cecilia Escalera llama-

699
Quiroz Chueca

lles, tuvo un papel muy activo en el comercio inte-


rregional; en cambio, los curacas del Urubamba re-
chazaron el proyecto tupacamarista (Céspedes del
Castillo 1946; Fisher 1966; Mörner-Trelles 1986;
Cushner 1980).
Tupac Amaru recurrió también a los curas de los
pueblos. Su poder de convocatoria, similar al de los
curacas, los hizo importantes para la organización y
conducción de un movimiento de esa magnitud. El
tradicional apoyo que los curas ofrecían a los indios
en contra de los corregidores (no desinteresado, por
supuesto), predispuso a los rebeldes de 1780 a acu-
dir a ellos por ayuda. Al menos se sabe de algunos
curas que prestaron su apoyo a la rebelión, entre
ellos, José Maruri, cura de Asillo (Puno). Ildefonso
Bejarano y Carlos Rodríguez estuvieron en la ejecu-
ción del corregidor en Tinta; también el cura de Po-
macanchi Gregorio Yepes. Otros curas, al contrario,
actuaron eficazmente contra el levantamiento. Li-
llian Fisher sostiene que la rebelión pudo propagar-
se mejor en los lugares donde no había curas, y que
fueron éstos quienes incentivaron a la población a
oponerse a los rebeldes. Así parece que sucedió en
Cotabambas, Chincheros, Maras y Oropesa. Las tro-
pas aimaras ejecutaron a cinco clérigos (O’Phelan
1988: 237-241; Fisher 1966: 113; Vega 1995).
Inicialmente el obispo cuzqueño apoyó a los re-
COLONIA A REPÚBLICA

beldes. Posteriormente, se esforzó por demostrar su


Un indio arriero tomado de Lima, apuntes históricos, lealtad: excomulgó a Tupac Amaru, alentó a la gen-
descriptivos, estadísticos y de costumbres (París, 1867)
de Manuel Atanasio Fuentes. te del Cuzco a enrolarse contra la rebelión y gestio-
nó la recaudación de donativos para financiar la re-
da Tupac Amaru (“prima de cariño” del rebelde). presión. También fue “castigado”: lo alejaron del
Fue el principal ayudante de su tío Diego Cristóbal país, llegando a ser arzobispo en Granada (Loayza
en la continuación de la lucha en el Alto Perú. Ce- 1943; Campbell 1978a; Durand 1973).
DE

cilia Tupac Amaru fue una de las más decididas se- De la misma manera, la rebelión contó con el
guidoras de Tupac Amaru. apoyo de ciertos criollos y peninsulares. Tampoco
De otro lado, las relaciones económicas jugaron fue desinteresado este apoyo ni obsecuente. Al igual
también un papel de primer orden. En especial, el que en el caso de los curas, los criollos alentaron a
arrieraje. El propio Tupac Amaru poseía 350 mulas los indios a enfrentarse al poder colonial contra los
y a esa actividad se dedicaban también otros parti- corregidores, aduanas e impuestos, pero cuando
cipantes en la rebelión. Entre ellos seis reos (cuatro vieron que la rebelión no tenía futuro, retiraron su
de ellos parientes del jefe rebelde). Las relaciones apoyo. En especial, cuando vieron que en Sangara-
comerciales a pequeña, mediana y larga distancias rá el movimiento rebasó a su dirigencia.
facilitaron la articulación del movimiento. Hay una Se conoce de pocos criollos y peninsulares que
coincidencia no casual entre los circuitos comercia- hayan participado activamente en la rebelión. Los
les en el Alto y el Bajo Perú y el territorio que abar- escribanos Felipe Bermúdez, Mariano Banda y
có la rebelión, siendo los arrieros quienes conecta- Francisco Cisneros, por ejemplo, intentaron deser-
ron los distintos lugares antes y durante el movi- tar luego de apoyar abiertamente al curaca rebelde.
miento. La provincia de Canas y Canchis era el cen- El ex cajero del corregidor Arriaga, el criollo Felipe
tro del arrieraje en la región y vinculaba Tucumán Miguel Bermúdez, fue el principal jefe tupacamaris-
con Huancavelica y Pasco. Zona de escasas hacien- ta blanco. El arriero Andrés Castelo fue otro criollo
das, intermedia entre las estancias de puna y los va- cercano a Tupac Amaru.

700
De la colonia a la república independiente

Miguel Montiel Surco fue un mestizo cuzqueño Desde un principio fueron convocados los es-
residente en Lima que debió influir mucho en la de- clavos. Sin embargo, no se les dio ninguna respon-
cisión de Tupac Amaru para el levantamiento. En sabilidad en la conducción de la rebelión, aunque
una oportunidad Micaela Bastidas manifestó que a Tupac Amaru, a cambio de su adhesión, les prome-
José Gabriel “le abrieron los ojos en Lima” allá por tió la libertad el 16 de noviembre de 1780 (Lewin
1777. Por motivos mercantiles Montiel había estado 1957: 399).
en España, Francia y cinco años en Inglaterra, de Estos elementos fueron la base del poderío y a la
donde regresó en 1769. Con contactos en las altas vez de la debilidad de la organización rebelde. De
esferas sociales criollas de Lima, Montiel pudo ser un lado, los lazos familiares y comerciales y las
el nexo entre la rebelión y los criollos de la capital, alianzas de los curacas unieron a los rebeldes. Mas,
por lo demás nunca puestos al descubierto. de otro, donde no pudo darse esa alianza, la organi-
El pardo Antonio Oblitas fue un pintor y zapate- zación tuvo serios problemas. Desde ya, en la pro-
ro cuzqueño incorporado a la rebelión desde un pia provincia de Canas y Canchis no se produjo una
principio. Fue capitán y actuó de verdugo. Su parti- adhesión completa; en Quispicanchis sólo la mitad
cipación puede significar que los negros y castas no de los curacas se plegó a la causa tupacamarista.
estuvieron muy alejados de la rebelión. Mayores discrepancias hubo en las demás provin-
Los peninsulares involucrados estaban afincados cias cercanas; en tanto que en las más alejadas fue
en el Perú. Los armeros de la rebelión, Antonio Fi- más difícil encontrar algún apoyo.
gueroa (obrajero) y Francisco Cisneros, estaban ca-
sados con criollas acaudaladas relacionadas con
Diego Esquivel y Navía, marqués de Valleumbroso y
uno de los criollos más ricos del Cuzco. No se des-
carta que los Esquivel alentasen la rebelión en for-
ma indirecta, ya que eran propietarios de varias ha-
ciendas y obrajes, participaban activamente en el
comercio regional del azúcar y textiles y fueron se-
riamente afectados por la creación de aduanas y el

DE
incremento de la alcabala (Mörner 1977: 38; O’Phe-

COLONIA A REPÚBLICA
lan 1988: 245).
Importante fue también el sistema de relaciones
de ayuda mutua entre los curacas en la organización
de la rebelión. Curacas que no eran sus parientes se
solidarizaron con el jefe y lo apoyaron en la empre-
sa. Cuando la solidaridad no funcionaba y se estaba
en condiciones de hacerlo, Tupac Amaru designó
curacas para los pueblos. Fue el caso de Sicuani, cu-
yo curaca Zamalloa intentó asesinar a Tupac Amaru.
Los curacas coordinaron el abastecimiento de ví-
veres, armas y hombres. Se obtuvo recursos, tam-
bién, confiscando propiedades y almacenes de co-
rregidores y hacendados.
El caso de la cacica Tomasa Tito Condemaita es
de resaltar. Ejecutada junto a los líderes de la rebe-
lión, estuvo casada con el criollo Faustino Delgado.
Proporcionó recursos económicos para el levanta-
miento y dirigió personalmente tropas. Junto a nu-
merosos otros jefes, se opuso a los planes de Micae-
la Bastidas de tomar por asalto el Cuzco en ausen-
cia de Tupac Amaru. Más bien fue capturada por las Acuarela que muestra a un alcalde de indios (con vara de
tropas tupacamaristas cuando, en pleno cerco, qui- justicia y sombrero) del siglo XVIII. Los alcaldes de indios,
so entrar a la ciudad imperial donde su esposo e hi- reclutados en parte de la elite nativa, fueron introducidos por
jos (Vega 1995: II). las autoridades españolas en el siglo XVI.

701
Quiroz Chueca

Por lo general, las contradicciones entre los cu- mación de su curacazgo. El mismo curaca rebelde
racas fueron tan significativas que no se logró su tenía pleitos pendientes con la familia Betancour so-
acercamiento masivo como habría sido de esperar, bre la legitimidad del curacazgo de Tinta.
si se considera que estas autoridades debían velar Otro caso ilustrativo fue el de Azángaro. Su cu-
por los intereses de la población campesina de sus raca, Diego Choquehuanca, se rehusó a apoyar el
pueblos (eliminación del tributo, mitas, repartos, movimiento. Esta circunstancia fue aprovechada
abusos de curas, corregidores, etc.). En las provin- por su tradicional rival en el curacazgo, Pedro Vilca
cias de Calca y Lares, Cotabambas y Abancay hubo Apasa, para sustituirlo.
una oposición abierta a Tupac Amaru. Los curacas La labor de zapa de los españoles y los criollos
de Lampa, Azángaro y Paruro tuvieron un pacto que pudo jugar un papel trascendente en los conflictos
resultó muy efectivo para impedir la propalación de entre curacas. Para enfrentar a los rebeldes, las fuer-
la rebelión (Fisher 1966: 107). zas españolas crearon un escuadrón de indios no-
Aquí se manifestaron los seculares conflictos en- bles. Los curacas que pretendían mantener (u obte-
tre los curacas, generados por disputas jurisdiccio- ner) sus puestos y vieron en el poder colonial una
nales, mantenidos (y exacerbados) por las autorida- fuerza con mayores garantías de éxito, se enrolaron
des coloniales y locales a fin de sacar provecho de la en esa unidad. En este sentido cabe hablar de una
profunda desunión entre los jefes de la población guerra entre curacas dentro de la rebelión (Vega
indígena peruana. Por ejemplo, el curaca de Copo- 1969: 30-33). O’Phelan interpreta este hecho te-
raque, Eugenio Sinanyuca, colaboraba con el corre- niendo en cuenta que en el contexto de la rebelión,
gidor Antonio de Arriaga y se opuso al movimiento afloraron las divergencias y los conflictos de legiti-
que, precisamente, comenzó ahorcando al corregi- midad de los curacas, así como las rivalidades de
dor. Sinanyuca se unió a las fuerzas realistas, espe- antigua data que éstos asumieron como jefes étni-
rando al parecer, ser recompensado con la confir- cos (O’Phelan 1988: 236). Nuevamente aparecieron
los “indios auxiliares” que desde tiempos de la con-
quista practicaban el “malinchismo”. Nuevamente
se recurrió a la conocida táctica de dividir para ven-
cer. Nuevamente se enfrentó a indios contra indios
COLONIA A REPÚBLICA

para dominar sobre todos.


La dirigencia del movimiento siguió también pa-
trones españoles. Los mestizos, curacas y criollos
ocuparon preferentemente los cargos de capitanes y
comandantes del ejército rebelde, mientras que los
cargos de responsabilidad estratégica (abasteci-
miento, finanzas, secretaría, mantenimiento y dis-
DE

tribución de armas, construcción de cañones, etc.)


fueron entregados a criollos y peninsulares. Sólo en
forma ocasional indios del común tuvieron tropas a
su cargo, no ocurriendo esto nunca con rebeldes ne-
gros. Indios y, en menor medida, pardos fueron la
tropa. La dirigencia fue mixta pero elitista (O’Phe-
lan 1988: 246).
Esta circunstancia puede explicar que las medi-
das económicas adoptadas por Tupac Amaru res-
pondiesen mejor a las demandas coyunturales de
los criollos que a las de los indios. En especial, la
gran omisión: no haber incluido el tributo entre las
reivindicaciones de la rebelión (Fisher 1976: 116).
El interés que tuvieron los distintos sectores par-
ticipantes fue variado. Mientras los objetivos coin-
cidieron, se apreció una mancomunidad de accio-
nes. En cambio, cuando los hechos llevaron el mo-
“El arriero” en una litografía de A.A. Bonnaffé, 1856. vimiento por otros rumbos, el rompimiento de la

702
De la colonia a la república independiente

En el siglo XVIII se comienzo. Los objeti-


produjo el renacimiento de vos, grupos participan-
un nacionalismo incaico en tes comunes y la simul-
los Andes peruanos. En esa taneidad de los hechos
misma centuria escritores
europeos, como el francés indican una continui-
Marmontel, se ocuparon de dad que permite hablar
los incas y de su historia de un solo torrente re-
desde una perspectiva belde.
ilustrada. En esta imagen
procedente de Les Incas
Pero más directamen-
(París, 1777) de dicho te, las coordinaciones
autor, Cora, virgen del Sol, entre los sectores diri-
es presentada como una gentes alto y bajoperua-
virtuosa muchacha. nos hacen ver que se
trataba de una rebelión
muy extendida. Una vez
frágil alianza fue incon- derrotada la participa-
tenible. Luego de la vic- ción cuzqueña, el peso
toria en Sangarará, la de la protesta pasó al Al-
violencia se incrementó to Perú, incluyendo a
notablemente. El des- dirigentes cuzqueños
bande comenzó cuando como Diego Cristóbal
las masas indígenas Tupac Amaru, Andrés
fueron más allá de los Mendigure y Miguel
limitados objetivos de Bastidas.
los peninsulares, los Es posible indicar que
criollos y los mestizos en el Alto Perú la parti-
(Flores Galindo 1976, cipación indígena fue

DE
Szeminski 1990). más clara. Desde un

COLONIA A REPÚBLICA
Las demandas po- principio, la protesta es-
pulares crecían confor- tuvo dirigida principal-
me retrocedían las fuer- mente contra el tributo,
zas realistas. La violen- la mita minera, los re-
cia campesina se dirigió hacia todo lo que represen- partos y demás abusos de corregidores y otras auto-
taba el poder colonial sin diferenciar a los “aliados”. ridades, lo que imprimió al movimiento un fuerte
Así, entre sus víctimas se fueron contando potencia- carácter reivindicatorio indígena popular. Los cuz-
les o reales aliados según las perspectivas de la diri- queños, además, no se apresuraron en eliminar la
gencia de la rebelión. mita y suprimieron el cobro del tributo sólo tempo-
Se incrementaron las dudas de quienes no esta- ralmente. Otro rasgo distintivo fue el papel, al pare-
ban seguros sobre si la rebelión les sería más favo- cer importante, que tuvieron algunos artesanos ne-
rable que mantenerse en condiciones coloniales, pe- gros y mulatos en el ejército catarista.
se a las restricciones de movilidad social hacia arri- Tupac Catari utilizó su experiencia de comer-
ba. A fin de cuentas, las divergencias con España ciante en el movimiento, organizando el comercio
podían conciliarse. No tenían garantías de éxito en de coca y vino y el manejo de haciendas capturadas
medio del desborde rebelde y las fuerzas coloniales para conseguir recursos económicos (O’Phelan
no tardarían en tomar represalias contra los colabo- 1988: 259-264).
radores por acción u omisión de la rebelión. La se- De otro lado, los criollos no tuvieron una parti-
paración podía esperar. cipación notable. Habían visto que el movimiento,
En la segunda fase, luego de la captura de Tupac en su fase cuzqueña, contenía mayores inconve-
Amaru, hubo algunas diferencias sustanciales en nientes sociales que ventajas. El ejército catarista tu-
cuanto a la composición interna y la dirigencia. Pa- vo un fuerte sentimiento antiespañol y anticriollo.
rece que ambas fases –la cuzqueña y la altoperua- A similitud de la primera fase, la segunda tuvo
na– tuvieron una vinculación orgánica desde un también una dirigencia relacionada por vínculos de

703
Quiroz Chueca

Los incas del Perú en la composición


aparecida en la Relación histórica del viaje
a la América meridional (Madrid, 1748) de
Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

indicios más que confiables sobre la


vinculación de dependencia política
de las acciones altoperuanas respecto
de las bajoperuanas. Esto se entiende
mejor si se considera la protesta como
un todo. Apasa era gobernador con un
elevado grado de autonomía, al me-
nos, en los hechos. Sobre todo, tras la
derrota de los cuzqueños y gracias a la
diferencia de lengua.
El ejército rebelde en el Alto Perú
fue más simple (y menos vertical) en
su estructura jerárquica que el cuz-
parentesco. Sin embargo, esos rasgos son menos queño. Más homogénea en su composición étnica,
fuertes que en el Cuzco. Tomás Catari, pretendien- la fase catarista organizó sus tropas sin la compleji-
te al cargo de curaca en Chayanta, fue quien agluti- dad que Tupac Amaru imprimió a las suyas a la
nó a su pueblo, juntamente con otros curacas de la usanza española. Bajo la influencia de los Tupac
zona, entre ellos Tomás Acho. A su muerte, la diri- Amaru, empero, Apasa reformó su ejército (Cajías
gencia fue asumida por sus hermanos Dámaso y Ni- 1984; Campbell 1976, 1981a, 1981b, 1986; Flores
colás. Bajo la dirección de Julián Apasa se mantuvo Galindo 1976, 1987 a y b; Golte 1980; Maticorena
este rasgo. Él ubicó en puestos claves a sus parien- 1981; O’Phelan 1979, 1982; Rowe 1976; Stavig
tes, tanto consanguíneos como políticos. 1988; Stern 1990; Szeminski 1984; Valcárcel 1970).
COLONIA A REPÚBLICA

Sin embargo, con Apasa hubo un cambio muy No debería extrañar, por otro lado, que en la re-
sustantivo. La dirigencia no era elitista. Falto de un belión se hubiesen manifestado deseos de restaurar
poder de convocatoria curacal, tuvo que aceptar la el imperio incaico, sobre todo si éstos eran incenti-
participación de las bases en las decisiones. Se recu- vados por quienes debían usufructuar esa nueva si-
rría al consenso democrático en la designación de tuación. Dado que las ideas republicanas estaban
autoridades locales, pues los propios pueblos los aún lejos de incluirse en las discusiones políticas,
elegían por aclamación. se carecía de referentes viables como para idear un
DE

Es más, Tupac Catari en varias ocasiones actuó régimen distinto al monárquico. Pensando en una
en contra de los curacas. Esto se entiende por el pa- monarquía no española, el único referente a la ma-
pel ambiguo que cumplieron estos funcionarios: de- no era la monarquía destruida precisamente por los
fensa simultánea de los intereses de las comunida- peninsulares que se buscaba expulsar. Máxime
des, de los poderes coloniales y, en numerosos ca- cuando Garcilaso de la Vega había difundido una
sos, de los suyos propios. Esta situación hizo de Tu- imagen idealizada del pasado incaico que se pre-
pac Catari un personaje “neutral”. Mientras Tupac sentaba como una alternativa posible: un milenio
Amaru debió enfrentarse a curacas que por rivalida- de buen gobierno. Este edén propalado por las eli-
des étnicas no apoyaban una alternativa rebelde, Tu- tes andinas sirvió de idea aglutinadora de una po-
pac Catari no era visto como un contendiente por blación mayoritaria que se identificaba por su raza
los curacas locales. Su mayor vinculación fue con y condición subordinada en la sociedad colonial
las bases campesinas indígenas. (Burga-Flores Galindo 1982; Flores Galindo 1987b;
Así, la fase altoperuana admitió una dirigencia Burga 1987; Manrique 1995).
no curacal. Julián Apasa debió ascender a la cúspi- Un nuevo levantamiento importante se produjo
de del movimiento más por sus méritos personales en la sierra de Lima en 1783, que puede conside-
que por su origen. rarse parte integrante de la gran rebelión tupaca-
La misma condición dirigencial de Apasa fue marista por la coincidencia cronológica y reivindi-
formalmente subordinada a los cuzqueños. Existen cativa. Fue un caso atípico por la zona: la sierra

704
De la colonia a la república independiente

central, que había mantenido una tensa calma


en las décadas precedentes en condiciones de
militarización. Sin embargo, puede entenderse
mejor si se considera que Huarochirí estuvo en
permanente ebullición social desde, al menos,
el levantamiento de 1750.
Acababa de ser nombrado corregidor de
Huarochirí Felipe Carrera, destacado jefe rea-
lista en la rebelión del sur, cuando estalló la
protesta en San Pedro de Casta. La comandó el
indio Felipe Velasco Tupac Inca Yupanqui y tu-
vo como jefe militar a Ciriaco Flores. El corre-
gidor actuó con celeridad, pues apenas se ente-
ró del movimiento lo aplastó capturando a sus
principales líderes (incluidos Velasco y Flo-
res). El 4 de julio se dictó sentencia en Lima
contra los reos y se procedió a su ejecución,
que fue especialmente ejemplificadora dadas
las circunstancias en que se produjo el alza-
miento.

CONSECUENCIAS INMEDIATAS

Las implicaciones de la rebelión fueron


trascendentales. En ella fallecieron cerca de
cien mil personas, ocasionando un nuevo co-
lapso demográfico que afectó las actividades

DE
productivas del sur andino.

COLONIA A REPÚBLICA
A raíz de la rebelión, Areche ordenó supri-
mir los curacazgos reemplazándolos por los al-
caldes de indios; prohibió el uso de los trajes
incas (uncus, yacollas, mascaypacha), mandó
destruir retratos de los incas, prohibió escritos Alcalde de indios del valle, se puede apreciar la vara de justicia en
la mano derecha, cabello largo y sombrero de alas redondas.
quechuas (teatro incluido), pututos, trajes de
luto. Prohibió asimismo a los indios firmar co-
mo incas e impuso el uso del castellano. El rey cas protestas que ocasionaban esas entidades. Tal
aprobó todo esto por cédula del 28 de abril de vez se tuvo en la mira también afectar directamente
1783. los intereses de los criollos. Sin embargo, los repar-
Las penas aplicadas a los involucrados no indios tos no fueron totalmente eliminados. Los curacas
ni mestizos fueron leves. Esto probablemente se “intrusos” y los alcaldes de indios reemplazaron a
debió a la necesidad de reconciliar a los criollos los curacas en el papel intermediador.
con los españoles, cuyas relaciones fueron lesiona- Los curas doctrineros recuperaron la influencia
das con las reformas. que habían tenido en tiempos anteriores. El au-
La corona procedió a eliminar los corregimien- mento de los tributos incrementó sus sínodos y ex-
tos y, por consiguiente, los repartos que practica- tendieron el cobro de diezmos a los indios en los
ban; entre otros motivos, para evitar las sistemáti- años 1790 (O’Phelan 1988: 287).

705
Quiroz Chueca

IV
EL PERÚ EN LA ENCRUCIJADA

Sin duda, luego del reformismo imperial y la leció sobre la de largo plazo. Según cifras oficiales,
gran rebelión de 1780, el Perú había cambiado. por lo menos el 50% en volumen y más del 80% en
Atravesaba una crisis estructural. Como sucede en valor de las mercaderías que España exportó a Amé-
toda crisis, en ésta la situación no era igual para to- rica tuvieron un origen no español. Las exportacio-
dos los sectores productivos, sociales y políticos. nes españolas a América estaban constituidas prin-
En este capítulo se describe la situación del virrei- cipalmente por productos agrícolas. En especial el
nato peruano en sus distintos aspectos. Esa situa- vino, cuya exportación afectó a los productores vi-
ción fue la que tuvo el Perú al momento de su nícolas de la costa peruana (Bernal 1987: 22-23;
emancipación y jugó un papel primordial en los García Baquero 1992: 343-344; Halperín 1986: 56;
inicios de su vida independiente. Fisher 1987a: 29).
La implementación de las reformas produjo Todos los indicadores conocidos acerca del co-
buenos resultados iniciales, tales como el creci- mercio atlántico muestran un indudable crecimien-
miento de la producción minera y agropecuaria, la to desde mediados del siglo XVIII. En promedios
expansión del comercio interno y externo y de la anuales, el valor de las exportaciones peruanas a
recaudación fiscal. Muy pronto, sin embargo, los principios de 1790 era de 5 millones de pesos. En
puntos débiles de las reformas prevalecieron sobre los tres años del período 1785 a 1787, el Perú im-
los exitosos. Su aplicación afectó intereses enraiza- portó mercaderías por un valor de 24 millones de
dos generando tensiones a distintos niveles de la pesos, produciendo un balance desfavorable de 3
sociedad colonial. millones de pesos al año. Adicionalmente, hacia
COLONIA A REPÚBLICA

1790 el comercio del Perú con la costa pacífica de


ASPECTOS COMERCIALES América (Chile, Chiloé, Santa Fe y Guatemala) pro-
ducía un déficit anual de cerca de 445 mil pesos. Es-
Los impuestos que debían pagar las mercaderías to sumaba una balanza total desfavorable de comer-
al salir de la metrópoli y al entrar a América debían cio costeño y ultramarino de 3,5 millones de pesos
constituirse en una de las principales fuentes de al año. La única porción del comercio peruano que
la corona. Estos impuestos elevaban en 38- producía una balanza favorable eran las ven-
DE

53% el precio de las mercaderías expor- tas de productos agrícolas al Alto Perú,
tadas desde España. Con esto se en- que eran pagadas en plata y en otros
tiende mejor la racionalidad de las bienes, produciendo en 1790 una
medidas y su aplicación: multi- balanza de 1 170 190 pesos a favor
plicar las relaciones mercantiles del Perú (García-Baquero 1988: I:
para incrementar sustantiva- 336-343; Fisher 1981).
mente la recaudación. La plata terminó cubriendo
Al no modernizarse, la in- el déficit de las balanzas comer-
dustria española no llegó a ser la cial y de pagos. Desde 1785 a
base de la expansión mercantil ul- 1789, por ejemplo, la plata
tramarina. España suplía esta defi- constituía el 88% del total de las
ciencia con manufacturas extranje- exportaciones peruanas (27 861
ras (sobre todo inglesas), lo que con- 700 pesos en barras contra sólo 3 624
venía al erario real por los derechos de 657 pesos en todos los demás productos
importación y reexportación que pagaban juntos), y desde 1790 a 1794 la plata signi-
estas mercaderías. La ventaja inmediata preva- ficó el 85% del total de exportaciones (23 780

Moneda macuquina de cuatro reales, 1730.

706
De la colonia a la república independiente

977 pesos en plata contra 4 127 250 pesos en otros


productos) (Dancuart-Rodríguez 1902-1926: I).
Finalizando el período colonial, los comisiona-
dos especiales de San Martín ante el gobierno in-
glés, J. García del Río y Diego Paroissien, estimaron
las exportaciones en 6 254 000 pesos y las importa-
ciones en 8 079 000 pesos.
Con una agricultura insuficientemente desarro-
llada, el Perú se habituó a importar inclusive trigo
chileno, que fue preferido en Lima sobre el trigo do-
méstico llamado “criollo”. Aunque se exportaban
algunas materias primas (principalmente cascarilla,
cacao, cobre chileno y algo de lana de vicuña) el
único producto realmente abundante que el país
podía exportar para pagar las grandes importacio-
nes era la plata. Al importar demasiados productos
manufacturados e inclusive alimentos, el Perú retar-
daba su desarrollo industrial y agropecuario.
Cifrar las esperanzas en la producción minera
fue un albur peligroso en suma. La excesiva depen-
dencia de la plata fue riesgosa porque la producción
anual de barras podía fluctuar muy ampliamente.
Por ejemplo, en 1792 las exportaciones de barras
Acuarela del siglo XIX en la que se ilustra al vendedor de
llegaron a más de 8 millones de pesos, pero en 1793 uvas y al “humitero”.
totalizaron 1,5 millones y en 1794 estuvieron cerca
a 4 millones (Fisher 1981).
España controlaba un vasto territorio colonial gaban a las costas peruanas y chilenas. Entre 1788 y

DE
que necesariamente tenía que despertar la ambición 1809 unos 257 barcos de EE.UU. estuvieron en las

COLONIA A REPÚBLICA
británica, de modo que se vio obligada a flexibilizar costas del Perú y Chile. De 1807 a 1808 once bar-
aún más el trato mercantil de sus colonias con el ex- cos ingleses llegaron a Chile y Perú con mercaderías
terior. Durante las guerras permitió el comercio de avaluadas en £ 933 000. El Consulado de Lima es-
países neutrales y en 1795 se extendió al Callao y timó que entre 1809 y 1810 ingresaron nueve millo-
Paita la libertad dada a otros puertos americanos pa- nes de pesos en mercaderías. Hacia 1810-1820 los
ra importar negros esclavos. La apertura era recípro- norteamericanos lograron instalarse en el tráfico
ca. Navíos desde América se dirigían más hacia paí- marítimo del Pacífico sur como los más importantes
ses neutrales que a España. Durante el bloqueo a armadores de barcos (Haitin 1986; Gootenberg
Cádiz se pudo apreciar este cambio. Mientras 171 1989; Burkholder-Johnson 1990).
navíos salieron de América en 1796, sólo 9 navíos Al lado y compitiendo con el comercio legal es-
llegaron a Cádiz en 1797. El monopolio español era taba el de contrabando, que mantenía su carácter
sólo nominal, limitándose en mucho a cobrar los indirecto. Al Perú ingresaba por las vías ya conoci-
derechos de introducción a las colonias. La búsque- das: Buenos Aires y Panamá-Paita. Por este último
da de materias primas agrícolas y pecuarias benefi- puerto, entre 1800 y 1810 el comercio legal ascen-
ció a las zonas no mineras de América. La participa- dió a 9,5 millones de pesos. En ese mismo lapso, el
ción peruana en este proceso fue limitada, por cuan- comercio de contrabando fue de 20 millones (Hai-
to los productos perecibles peruanos eran menos tin 1986).
importantes en el comercio con la metrópoli. En el A la par, la abundancia de productos extranjeros
Perú la incidencia mayor estuvo en la costa norte y modificó las condiciones del mercado local. De un
la sierra sur (Villalobos 1962; Berruezo 1989). lado, fueron sustituidos los productos locales en
El vacío que dejaba el comercio metropolitano mayor medida. De otro, la saturación provocó una
fue llenado por los intereses norteamericanos en el baja de precios y, por ende, de utilidades de los co-
Pacífico. Las exportaciones de harina norteamerica- merciantes locales ocasionando quiebras amplia-
na y algunas reexportaciones inglesas de textiles lle- mente denunciadas en la documentación.

707
Quiroz Chueca

Las mayores exigencias del comercio importador nas a vapor para desaguar las minas de Cerro de
condujeron a la desmonetización del mercado, si- Pasco. La minería seguía siendo el eje comercial.
tuación que hacia 1790 se tornó crítica. El 60% del Las zonas mineras peruanas consumieron el 22% de
fondo dinerario de circulación interna ya había de- las manufacturas importadas desde Cádiz (Fisher
saparecido y la cantidad restante amenazaba extin- 1987a: 33; Assadourian 1982).
guirse con una mayor rapidez, por cuanto en un Los datos fiscales muestran a fines del XVIII
año se internaban artículos europeos por un monto una gran vitalidad del comercio bajo y altoperuano
equivalente a 4 veces el valor de lo acuñado. Entre articulado desde Lima. Aunque con nuevos prota-
1740 y 1820 la acuñación preferente fue de moneda gonistas, el comercio limeño mantuvo el papel de
destinada al comercio exterior (reales dobles de a Lima como “ciudad redistribuidora”. Parte del co-
ocho) en tanto que casi desapareció la moneda de mercio interior seguía controlado por comerciantes
baja denominación destinada al comercio minorista locales, sobre todo la actividad de los comerciantes
y al pago del trabajo del peón libre y de los indios de las ciudades del interior con las provincias y el
mitayos y alquilas (Lazo 1992: III). tráfico de los arrieros. En el norte se formó un gran
Efectos de esta desmonetización y restricciones espacio económico que abarcaba de Trujillo a Cuen-
productivas fueron también la “naturalización” de ca pasando por Lambayeque, Piura y Tumbes hasta
las relaciones comerciales rurales y la adscripción Guayaquil por la costa, Cajamarca y Loja por la sie-
creciente de los campesinos a las haciendas. rra y Chachapoyas y Jaén en la selva (Chocano 1982
Los antiguos grandes “cargadores” del tráfico y 1983; García Vera 1991; Aldana 1992a, 1992b).
con la metrópoli fueron cediendo terreno en favor Aproximadamente la cuarta parte de los produc-
de comerciantes barceloneses y vizcaínos. La nueva tos que ingresaban por las aduanas internas perua-
elite mercantil peninsular triplicó la cantidad de al- nas era de procedencia extranjera. Entre 1786 y
macenes del comercio trasatlántico. El Consulado 1798 Potosí tuvo efectos europeos en un 45% y Ce-
afirmaba que en 1786 habían quebrado muchos rro de Pasco en un 44%. Si estas cifras son relacio-
grandes comerciantes. Este proceso se consolidó nadas con la producción que no pagaba impuestos
con la compañía Cinco Gremios Mayores de Madrid (efectos de la tierra, artículos del clero, hierro y azo-
en la década de 1790 (Burkholder-Johnson 1990: gue) puede concluirse que representaban alrededor
COLONIA A REPÚBLICA

270). del 25%. Esto indica que la producción interna da-


El nuevo grupo de mercaderes peninsulares con- ba lugar a la parte más importante del abastecimien-
taba con lazos más firmes con los grandes comer- to de los principales mercados locales. Sin embargo,
ciantes gaditanos y madrileños, que los cargadores las manufacturas importadas tuvieron un carácter
limeños por ellos desplazados. Hubo excepciones, disruptivo muy evidente sobre la economía produc-
como la señalada por Cristina Mazzeo sobre el co- tiva local. La dura realidad del pacto colonial da al
merciante criollo Antonio de Lavalle, quien supo traste con las experiencias artesanales urbanas y ru-
DE

adaptarse a las nuevas condiciones hacia las postri- rales (Garavaglia 1991: 218-238).
merías del dominio español en el Perú, de la misma
manera que aquellos comerciantes que lograron en- LA MINERÍA
rolarse como accionistas de la compañía de Filipi-
nas a fines del XVIII (Haitin 1983: 47; Lynch 1983: El repunte de la minería peruana duró medio si-
15; Mazzeo 1994 y 1995). glo. Aun sin Potosí, pudo funcionar y articular
La liberación mercantil fue un duro golpe a las (aunque en otras condiciones) la economía perua-
posiciones privilegiadas del Consulado limeño. Pe- na. El pico lo experimentó hacia 1799 pero ya en
ro, pese a los lamentos de los comerciantes de la ca- 1812 la crisis era palpable. Una tendencia similar
pital se puede ver que la zona costeña y serrana cer- ocurrió en Potosí (Tandeter 1981: 73-75).
cana a Lima no perdió precisamente con la reforma. En realidad, el “auge” de la minería peruana y al-
Los comerciantes limeños mantuvieron el control toperuana fue relativo. Requirió mayores esfuerzos
sobre el comercio en cacao guayaquileño, el comer- para menores resultados, utilizó mayor cantidad de
cio bilateral entre el Perú y Chile y la producción de mano de obra mitaya (o sujeta por otras formas no
plata peruana (Cerro de Pasco). Al perder el comer- menos violentas), se recurrió a otros yacimientos y
cio ultramarino, los comerciantes limeños se intere- se explotaron vetas menos ricas (extrayendo enor-
saron, al fin, por la minería en forma directa. Fru- mes cantidades de “marcos” de plata pero con me-
to de este interés fue la adquisición de tres máqui- nor ley que en tiempos anteriores). De otro lado, la

708
De la colonia a la república independiente

corona tuvo que rebajar el impuesto a la minería Cuadro 3


CENSO MINERO (1799)
(1736) y subsidiar el suministro de azogue. Para
controlar mejor la recaudación, creó el cargo de al-
caldes de minas en 1781 (Tandeter 1992: 30-33; Partidos Mineros Operarios Minas de plata
Brading-Cross 1972: 577).
Una de las características más saltantes del auge Pasco 112 2,470 85
temporal y tardío de la minería es que la plata per- Huallanca 36 632 62
siste como principal y casi único producto. Mas, de
Hualgayoc 86 882 52
otro lado, ya no se basa en un solo yacimiento. La
actividad en este momento es dispersa. Se cuenta Huarochirí 76 920 48
con diversos centros medianos y pequeños que, sin Castrovirreyna 21 231 30
llegar a dinamizar la economía de los alrededores, Totales 717 8,875 546
fomentaron una economía productiva y comercial
de regulares dimensiones (Assadourian 1982). Fuente: Fisher 1977: 196.
La producción creció notablemente con la crea-
ción del Tribunal de Minería de Lima en 1786, a se- El valor de la producción de plata registrada en
mejanza del de México; el descubrimiento y explo- las cajas peruanas, por otra parte, ascendió entre
tación de nuevos depósitos en la intendencia de 1777 y 1824 a 18 420 024,15 marcos. No todos los
Arequipa, y otros aún más importantes en Tarma. centros mineros, obviamente, tuvieron la misma im-
Las cifras muestran un rápido crecimiento. Mien- portancia. El 40% de este total (7 425 364,2) corres-
tras que en 1777 la plata registrada equivalía a 246 pondía a la caja de Pasco, el 37% (3 785 429,7) a Li-
mil marcos, este valor ascendió a cerca de 500 mil ma, el 14% (2 984 985,2) a Trujillo y el saldo, cerca
en 1792, para llegar a 637 mil marcos en 1799 (Fis- del 9%, correspondía a los registros de Arequipa.
her 1977). En la década de 1790 alcanzó un valor Cerro de Pasco empezó a producir en 1630. Pe-
de más de 43 millones de pesos. ro fue a fines del siglo XVIII cuando adquirió verda-
dera importancia y su población estable alcanzó las
Cuadro 2 5 mil personas. La expansión de su producción co-

DE
PLATA REGISTRADA EN LAS CAJAS PERUANAS rresponde a los años entre 1785 y 1812. Hualgayoc

COLONIA A REPÚBLICA
(1777-1824) inició sus actividades en 1772 y llegó a bordear los
4 mil habitantes hacia fines de siglo. Estos yaci-
mientos, junto con otras minas menores, reempla-
Caja Plata en marcos y onzas Porcentaje
zaron en parte la pérdida del nervio económico de
Potosí (Fisher 1977; Contreras 1995).
Lima 3 785 429,7 20,56
La “nueva” minería peruana se desarrollaba en
Trujillo 2 984 985,2 16,21 condiciones distintas a las que tuvo el apogeo poto-
Pasco 7 425 364,2 40,31 sino de los siglos XV a XVII: Potosí era el único cen-
Jauja 79 310,1 0,43 tro minero y sólo en forma esporádica figuraron ya-
Huamanga 591 164,05 3,21
cimientos menores, tales como Castrovirreyna y
Caylloma, y otras minas más pequeñas en las cerca-
Arequipa 1 508 905,2 8,19
nías del Cuzco y Lima.
Caylloma 124 164,2 0,67 La minería bajoperuana estaba organizada ahora
Puno 966 171,6 5,24 en base a operaciones en pequeña escala. Pese a que
Arica 954 529,3 5,18
algunos mineros habían acumulado un gran núme-
ro de minas, muchas de ellas no se trabajaban. En
Totales 18 420 024,15 100,00
1790 el 80% de los 706 mineros registrados se ha-
Fuente: Fisher 1977: 214.
llaba casi inactivo u operaba un solo pozo. Noventa
de los 145 que se decían más productivos, operaban
dos pozos cada uno, y 28 explotaban tres. Tan sólo
Estas cifras muestran una recuperación sosteni- 26 mineros en todo el virreinato explotaban más
da de la minería peruana. El año 1799, en que se al- de cuatro pozos (Fisher 1977: 77).
canzaron los mayores guarismos, se efectuó un cen- La mita tenía sólo un peso relativo en el Perú del
so minero con los siguientes resultados: XVIII, pero seguía siendo fundamental en el Alto

709
Quiroz Chueca

minero a otro. El de un barretero de Huantajaya era


de un peso hacia 1780. En Puno, donde había mita,
un barretero podía ganar 6 pesos 6 reales a la sema-
na. Un apiri o cargador de mineral ganaba sólo 3 pe-
sos a la semana y las mujeres que clasificaban el mi-
neral en la superficie 2 pesos 2 reales a la semana.
Estas tarifas eran hasta cierto punto sólo nominales,
ya que los mineros puneños pagaban en moneda a
sus empleados sólo lo suficiente para su tributo y
tasas eclesiásticas; el resto se pagaba en coca o maíz
sobrevalorados (Fisher 1977: 193-194).
Según un experimento en Yanacancha entre se-
tiembre de 1804 y abril de 1811, los salarios repre-
sentaban el 57% del total de los costos de produc-
ción, seguidos por los haberes de los empleados con
Una vista de la ciudad de Puno en el siglo XIX. el 18%, y las velas, en que se gastó casi el 10% (Fis-
her 1977: 192).
Perú. La escasez de población mitaya y la elimina- En realidad, la fuerza laboral en términos relati-
ción formal del reparto en 1784 obligaban a los mi- vos a la población global era elevada. Los 8 875 mi-
neros a reclutar su mano de obra como los demás neros, en efecto, representaban 1 por 126 de la po-
conductores de unidades productivas. Desde 1776 blación total. Cada mina productiva tenía en pro-
sólo Quispicanchis y Tinta (las provincias más po- medio 13,3 trabajadores, aunque hubo casos ex-
bladas), de las 52 provincias existentes, continua- cepcionales como los de Miguel Espinach (Hualga-
ban enviando indios mitayos a Potosí. Sólo Huanca- yoc), quien empleaba 167 operarios, o el de Matías
velica retuvo su derecho a indios de mita. Sin em- de Uriza (Cerro de Pasco) quien tenía 253 operarios
bargo los indios de diez de las trece provincias obli- (Fisher 1977: 78).
gadas recurrían a la mita de faltriquera (Fisher Otro de los problemas que afectaba a los mine-
COLONIA A REPÚBLICA

1977: 184-188; Tandeter 1981). ros peruanos no era nuevo: la escasez de capitales.
Hubo que buscar mano de obra libre, pero siem- Común fue la dependencia de los mineros con res-
pre a través de mecanismos coercitivos y que impli- pecto a sus “aviadores”, a través de los cuales los co-
caban menores desembolsos. Con esta perspectiva, merciantes limeños seguían rigiendo la producción
la mano de obra no era tan libre como podría pare- minera. A diferencia de la experiencia mexicana, los
cer a simple vista. Es más, así como en otros secto- grandes comerciantes monopolistas limeños no
res, el salario era una relación poco parecida a la arriesgaron directamente sus capitales en el fomen-
DE

moderna. Hubo diversos intentos de restablecer la to de la minería peruana, y éste fue uno de los fac-
mita donde ya no la había y hasta de establecerla tores que más limitó el desenvolvimiento de la mi-
donde nunca la hubo. La resistencia de la población nería a una actividad de pequeña y mediana escalas.
indígena a someterse a este odiado sistema de traba- Inclusive los comerciantes limeños fueron re-
jo obligó a los mineros a idear mecanismos más in- nuentes a participar indirectamente en la minería.
dividuales de reclutamiento. Se optó por adelantar Cuando se les pidió aportes a fin de establecer el
“jornales” a la población campesina de los alrededo- Tribunal de Minería, lo único que se consiguió fue-
res a fin de obligarla a acudir a la mina. Este siste- ron 33 mil de los 440 mil pesos solicitados como
ma se empleaba ya en haciendas y otras unidades préstamo, a pesar del alto interés y las garantías co-
productivas, lo que provocó una aguda competen- rrespondientes (Fisher 1977: 96).
cia entre los diferentes propietarios y entre los mi- La pequeña y mediana minería no resultaban
neros entre sí por captar un mayor número de tra- rentables, en especial, si se considera los grandes
bajadores. El reparto, nunca eliminado del todo, si- desembolsos que había que hacer a fin de mantener
guió jugando un papel importante en el recluta- la mina activa. Los peligros principales eran las
miento de mano de obra. inundaciones y el quedarse sin operarios. Los bene-
Los mineros tuvieron que aceptar el pago efecti- ficios podían ser tan magros que la empresa resulta-
vo o, en su defecto, la referencia a un salario nomi- ba poco atractiva. Por ejemplo, en Lircay (en 1800)
nal elevado. Estos salarios variaban de un centro se ha calculado que, luego de separados los gastos

710
De la colonia a la república independiente

de rigor, los 24 mineros se repartieron un promedio pólvora, sal, velas y pagar los salarios. Al entregar
de 218 pesos. Claro que hubo excepciones. Uriza productos, el “aviador” ganaba adicionalmente en
Zárate, por ejemplo, sí disponía de capital para ope- los precios que imponía (Fisher 1977: 207). En un
rar sus pozos intensivamente. Aseveraba que hasta trabajo reciente se trata de refutar esta dependencia
1798 había registrado más de 201 502 marcos de en el mineral de Hualgayoc. La base de la crítica son
plata, por un valor de 1 712 767 pesos acuñados du- las asociaciones entre comerciantes y mineros
rante sus diecinueve años en la industria (Fisher (Contreras 1995: 26).
1977: 78). Algunos progresos se consiguieron cuando en
Sin posibilidad de inversión endógena, el grupo 1790 fue nombrado Isidro de Abarca –miembro
de mineros necesariamente caía en una dependen- destacado del tribunal del Consulado– como admi-
cia fundamental respecto de los comerciantes. De- nistrador general del Tribunal de Minería. En esos
bía recurrir al “aviador” para abastecerse de azogue, años se establecieron los bancos de rescate en Hual-
gayoc, Huantajaya, Huarochirí, Lucanas y Lima,
Cuadro 4 con los cuales los mineros pudieron emanciparse en
PRODUCCIÓN DE AZOGUE EN HUANCAVELICA 1759 - 1812 algo de los “aviadores”. Es claro que estos bancos
(En quintales y libras) tuvieron en los comerciantes limeños y provincia-
nos a sus mayores detractores y, cediendo a sus pre-
1759 6 190,75 1786 4 798,59 siones, el virrey Francisco Gil de Taboada los cerró
1760 6 721,02 1787 2 400,00 a partir de 1793 (Fisher 1977: 101).
1761 6 147,39 1788 2 668,25
1762 5 322,11 1789 1 619,80
Cuadro 5
1763 5 801,55 1790 2 016,04
IMPORTACIÓN PERUANA DE AZOGUE 1776 - 1816
1764 5 511,07 1791 1 795,69 (En quintales y libras)
1765 6 352,99 1792 2 054,14
1766 6 385,40 1793 1 301,50 1776 4 000,50 1795 2 498
1777 3 968,00 1796 1 000

DE
1767 5 717,06 1794 4 172,92

COLONIA A REPÚBLICA
1768 6 847,18 1795 4 725,47 1778 5 966,06 1797 2 996

1769 6 463,53 1796 4 182,14 1779 1 997,86 1798 -

1770 4 533,50 1797 3 927,32 1780 - 1799 -

1771 5 057,21 1798 3 422,58 1781 - 1800 -

1772 4 719,27 1799 3 355,92 1782 - 1801 -

1773 4 262,75 1800 3 232,83 1783 - 1802-3 9 930

1774 4 833,66 1801 2 556,65 1784 1 998,17 1804-5 7 501

1775 5 014,21 1802 2 204,55 1785 - 1806 -

1776 3 741,73 1803 2 622,46 1786 4 002,00 1807 -

1777 4 263,97 1804 3 289,12 1787 - 1808 -

1778 2 848,36 1805 3 323,00 1788 1 500,00 1809 5 032

1779 4 477,75 1806 2 672,00 1789 8 004,00 1810 4 919

1780 5 803,50 1807 2 621,00 1790 4 511,00 1811 -

1781 3 062,50 1808 2 453,00 1791 3 501,00 1812 -

1782 1 782,55 1809 2 281,00 1792 2 000,00 1813 -

1783 2 463,31 1810 2 548,00 1793 2 500,00 1814 5 044

1784 1 612,89 1811 3 263,00 1794 3 000,00 1815 -

1785 4 493,37 1812 2 718,00 1816 2 048

Fuente: Fisher 1977: 157. Fuente: Fisher 1977: 165.

711
Quiroz Chueca

Los préstamos eran muy exiguos. Pese a su bajo meños fugaban. Los túneles de drenaje de las minas
interés, los mineros no pudieron reembolsar los eran insuficientes. En 1823 la cantidad de plata re-
principales. En 1790 se abandonó la política de gistrada había llegado a la insignificancia de 38 mil
préstamos de parte del Tribunal por no poder recu- marcos (Fisher 1977: 233).
perar el capital (Fisher 1977: 96). Aun así, la situación de la minería era superable.
La minería afrontaba un serio problema en el su- Lo demuestra el hecho de que hacia el final del pe-
ministro de azogue. La corona española, compren- ríodo colonial los comerciantes limeños invirtieron
diendo la importancia de este sector para mantener en la adquisición de máquinas a vapor para desa-
activa la vida económica virreinal (lo que posibilita- güar los socavones de Cerro de Pasco con resulta-
ba a su vez el mercado para las importaciones), de- dos muy favorables. La minería seguía siendo una
cidió subvencionar el azogue. Cuando faltó azogue actividad rentable, pero los mineros mantenían la
de Huancavelica (cerrada definitivamente en 1808), mentalidad rentista colonial y seguían esperanzados
se trajo de Almadén (España) y de Idria (Balcanes). en volver a las condiciones “clásicas” (con un sumi-
En 1812 empezó el declive de la minería de pla- nistro asegurado de azogue y mano de obra compul-
ta. La producción registrada descendió en un 34% siva). Su carta principal en la emancipación estuvo
comparada con la del año anterior. En esto influye- del lado del rey.
ron varios factores internos y externos, económicos
y políticos. La economía minera peruana al termi- LA AGRICULTURA
nar la colonia quedó casi completamente destruida.
Un factor tal vez mayor que la pérdida de opera- En tanto la economía peruana seguía basándose
rios y la escasez de azogue, fue la pérdida del capi- en la inestable (y declinante) minería de la plata, las
tal español de Lima. Ya desde 1812 los capitales li- demás actividades productivas atravesaban situacio-
nes críticas. La agricultura decayó en productividad
y eficiencia por problemas de mano de obra, capita-
les y transporte. Hacia 1776 el Perú no cubría sus
necesidades agrícolas y crecientemente dependía de
la importación de alimentos. Hubo sí, hacia fines
COLONIA A REPÚBLICA

del XVIII, un momento de repunte productivo en el


campo.
La minería no volvió a generar una economía
poderosa como cuando reinaba la dupla Potosí-
Huancavelica. No obstante, los numerosos asientos
mineros de mediana y pequeña magnitud, así como
las ciudades y villas, significaron un mercado capaz
DE

de articular una economía menos espectacular pero


más diversificada. En menores escalas se siguió con-
duciendo cantidades de productos agrícolas (trigo,
maíz, coca, azúcar, frutas y verduras), pecuarios
(ganado, lana, cuero, mulas), marítimos (pescado
salado) y algunas artesanías locales.
Estos centros reorientaron la economía al esta-
blecer nuevos circuitos comerciales a su alrededor.
Hasta Cerro de Pasco llegaban, por ejemplo, los
aguardientes de Ica, el azúcar de Huaylas, la coca
huanuqueña, la sal de Chancay, la ropa de la tierra
y cuero de Cajatambo, Conchucos y Huamanga
(Chocano 1982).
La zona arequipeña se vinculaba al sur andino. A
cambio de plata, enviaba vino y aguardiente. Las
importaciones de vino hicieron entrar en crisis la
Restos de la capilla colonial de la hacienda producción arequipeña (Davies 1984, Brown 1986,
Santa Rosa de Caucato, Pisco. Flores Galindo 1977).

712
De la colonia a la república independiente

El exceso en la oferta de productos agrícolas tu-


vo efectos perniciosos hacia finales del XVIII. Se de-
salentó la producción por la baja de precios y pérdi-
da de rentabilidad de las haciendas, afectando espe-
cialmente al mercado sur andino. El mercado char-
queño varió sus patrones comerciales perjudicando
la producción agrícola y pecuaria sudperuana; así,
el maíz de Cochabamba reemplazó al cuzqueño
(Glave-Remy 1983: 467; Tandeter-Wachtel 1991;
Larson 1982; Harris, Larson, Tandeter 1987: 405).
El cultivo de maíz, trigo, papas y otros produc-
tos de primera necesidad ocupó a la mayoría de la
población campesina. Adicionalmente, los campesi-
nos comuneros indígenas y los curacas se dedicaban
a la actividad pastoril. En el sur peruano los rebaños
de ovejas y hatos de reses eran pequeños, pero su
propiedad era muy dispersa. Sin embargo, la pro-
ducción ganadera comercial cayó desde los años
1780 por efecto de los mercados deprimidos de car-
nes y lanas y los altos costos de transporte para mer-
cados limitados y con precios reducidos (Burkhol-
der-Johnson 1990: 269).
Se consolidó, más bien la economía de planta-
ciones, gracias a la cual el Perú mantuvo el abaste-
cimiento de ciertos productos agrícolas al Alto Perú
Un mayordomo de “chacra” en una acuarela decimonónica.
(principalmente aceite, azúcar, pimientos y granos),
aunque dejara de ser proveedor de otros y de ropa

DE
tosca y barata como antaño. Esto preservó del co- se destinaba al mercado externo, y la generalidad de

COLONIA A REPÚBLICA
lapso total a las plantaciones de la sierra (Arequipa, unidades producía forraje para abastecer a las acé-
Cuzco y Apurímac) y la costa (Ica, Arequipa, Mo- milas de la arriería así como panllevar que condu-
quegua). cían a la ciudad (Vegas 1996).
La costa central y norteña afianzó su producción
de algodón y azúcar orientada hacia los mercados LA INDUSTRIA TRANSFORMATIVA
de Chile y Quito (Burga 1976; Ramírez 1991; Anna
1979). La industria transformativa se halla en medio de
Aparte de azúcar y algodón, otros productos las controversias de las políticas económicas colo-
agropecuarios destinados tanto al mercado externo niales. En el caso de las reformas borbónicas, los
como al interno fueron la cascarilla, cacao, tabaco y, obrajes peruanos fueron satanizados por quienes
en menor escala pero no menos importantes, cueros pretendían que el mercado fuese cubierto por texti-
y cordobanes, añil, zarzaparrilla, arroz y lino (pro- les importados y que la gran masa de trabajadores
movido por el obispo de Trujillo Martínez de Com- indígenas ocupados en ellos pasase a las minas, co-
pañón). Hacia fines del siglo sobresalió la produc- mo sostenía por ejemplo José Ignacio de Lequanda
ción agroexportadora en Huánuco y Urubamba. (1977). La posición contraria fue expuesta por Ca-
Otra fue la situación en la costa limeña, donde la rrió de la Vandera (“Concolorcorvo”) en 1782,
dispersión de la tenencia de la tierra era ya una tra- quien propuso una política de protección a la pro-
dición. En la comarca de Lima la mayoría de las tie- ducción y comercialización de las telas de los obra-
rras estaba bajo minifundios: de 190 unidades pro- jes peruanos.
ductivas (entre Pachacamac y Carabayllo) el 47% Como resultado directo de la apertura comercial,
no excedía de 145 hectáreas y el 16% tenía 73 hec- las importaciones de textiles europeos se constitu-
táreas o menos. En el valle había tan sólo ocho lati- yeron en uno de los factores más importantes para
fundios (Haitin 1986: 289). En particular, las plan- la declinación de los obrajes. El bajo precio de los
taciones estaban dedicadas al azúcar y algodón que textiles importados manufacturados en España e In-

713
Quiroz Chueca

Vista general de la ciudad de Lima en la que se puede


apreciar la plaza de Acho. En el siglo XVIII la producción
agrícola se redujo considerablemente, aunque se produjo un
repunte de la misma a finales de dicho siglo.

Lámina que ilustra a un indio en plena siembra,


siglo XVIII.

glaterra limitó el mercado para la producción textil


obrajera que ya competía con las telas de inferior
calidad pero más baratas de los “chorrillos” (Burk-
holder-Johnson 1990). Los obrajes cuzqueños, por
ejemplo, desaparecieron hacia principios del XIX al
COLONIA A REPÚBLICA

no poder soportar la competencia de la industria


moderna inglesa. Además, la eliminación (o restric-
ción) del reparto en 1783 afectó directamente a los cilio en Cuenca, Trujillo, Cochabamba y La Paz.
obrajes que realizaban su producción gracias a ese Aquí no llegó, empero, a desarrollarse esta modali-
sistema compulsivo de venta (Moreno 1977). dad como en México, donde surgieron algunas fá-
La gran significación que había alcanzado la pro- bricas (Silva Santisteban 1964; Salas 1979; Miño
ducción textil en siglos anteriores se iba diluyendo. 1992: 109-153).
DE

Inclusive la corona volvió a insistir en las prohibi- La crisis obrajera no fue absoluta y, de otro lado,
ciones de los obrajes, ya que le interesaba ahora la estuvo llena de contrastes. Al lado de los obrajes ce-
producción de algodón para las fábricas de Catalu- rrados de Cajatambo florecían otros en Huamalíes.
ña. Los obrajes atravesaban dificultades en su inten- En mucho, los obrajes dependían de la suerte de los
to por mantener la producción en base a la lana centros mineros: su capacidad productiva y requeri-
pues el algodón resultaba más conveniente, tanto mientos de mano de obra.
por los precios como por la tecnología que se ins- Las artesanías urbanas tuvieron un desenvolvi-
tauraba en los países desarrollados. miento igualmente complejo. Su mercado diferen-
El obraje de grandes dimensiones terminó por ciado les permitió subsistir en sus niveles más bajos
ceder el paso al taller. La producción en pequeña es- debido a que abastecían a una población de meno-
cala de los “chorrillos” resultó más fácil de mante- res recursos. En cambio, los maestros de mayores
ner que la de los obrajes. Un mercado menos ambi- posibilidades, cuya producción estaba dirigida a
cioso y más seguro, menores costos productivos y sectores más acomodados, no pudieron competir
menores dificultades para conseguir mano de obra con los productos de importación. La anulación de
y materias primas, hicieron posible su conservación los repartos privó, además, a los artesanos de las
(Mörner 1977: 84-87). También se estableció un ventas mayoristas a los comerciantes. Ya desde ha-
sistema más difundido de producción textil algodo- cía tiempo las artesanías estaban restringidas por el
nera: la manufactura diseminada o trabajo a domi- comercio ultramarino. En los años 1790 experi-

714
De la colonia a la república independiente

mentaron un efímero auge pero posteriormente, co- mo en el de los gastos. El principio era simple: no
mo las demás actividades económicas, fueron afec- gastar más de lo recaudado y tratar de ahorrar ma-
tadas por las restricciones de numerario. yores recursos.
No se desarrolló una industria siderúrgica, aun- La reorientación económica del virreinato se ob-
que hubo fundiciones de bronce para cañones y serva en la importancia de las cajas reales del cen-
campanas; y molinos de pólvora en base al abun- tro. Las minas de Cerro de Pasco y la ciudad capital
dante salitre. Las construcciones navales tuvieron el con su puerto como centro comercial determinaron
inconveniente de la falta de madera y hierro. Sólo que la región central concentrase las 4/5 partes de la
en Guayaquil se desarrollaron astilleros, pero con recaudación total. A continuación venían la costa y
clavos y hierro importados, por ser productos que el la sierra sur (14% en promedio) y el norte (5%). La
comercio colonial se reservó en forma especial caja limeña sola tenía el 69% del total de los fondos
(Quiroz 1986, 1990 y 1991). virreinales (Klein 1994: 17).
Hacia fines del siglo XVIII Unanue constataba Los efectos de la reforma en este campo fueron
que la industria peruana se reducía a unos “pocos palpables. La caja de Lima había crecido sólo mo-
obrajes de bayetas, que llaman de la tierra, cuyo uso destamente a lo largo del XVIII, pero en los años
se limita casi sólo a los indios y negros. Hay algunas 1780 dio un gran salto, duplicando la recaudación
de colchas, de vidrios, de sombreros, etc., pero no con respecto a la década anterior. Inclusive, se llegó
ocupan mucho lugar en el plan de la riqueza del Pe- a superar en Lima la recaudación más alta obtenida
rú”. De su lado, Lequanda se refería a la ausencia en en los años 1640.
Lima “de fábricas y de toda manufactura, siendo así Las cajas registran el relativo crecimiento del sur
que en los tiempos inmediatos a la conquista tuvo agropecuario peruano, dominado por Cuzco y Are-
exclusivamente la de sombreros y otros artículos”. quipa. A partir de la década de 1780 al sur le corres-
Así también, “la pesca es un ramo de industria pondió la cuarta parte de la recaudación virreinal.
peculiar de los indios de la costa; pero la practican La zona norte, que giraba en torno a Trujillo, Piura
informemente, sin instrumentos proporcionados, y Paita, también creció, aunque sin ubicarse en la
sin barcos, y por lo mismo costeando siempre las palestra de la recaudación fiscal.
orillas, no pudiendo alejarse más de 4 o 5 leguas Con el auge minero de Cerro de Pasco, en los

DE
mar adentro”. años 1790 y 1800 la caja limeña decayó en cifras re-

COLONIA A REPÚBLICA
La industria rural no se limitó a los obrajes típi- lativas a las 2/3 partes de la región sur y a la mitad
cos. El caso norteño puede ilustrar la experiencia de a nivel virreinal (Klein 1994: 19).
una economía agraria con actividades transformati- Después de haber significado solamente el 1% de
vas ligadas a un mercado regional. Las haciendas y la recaudación total hacia fines del XVII, los im-
chacras serranas de Piura producían trigo y tenían puestos mineros fluctuaban entre 10% y 16%. Este
molinos rurales, vendiéndose la harina en un am- crecimiento se dio a pesar de haberse reducido la ta-
plio mercado costeño y serrano. Igualmente, las ha- sa impositiva como queda dicho del 20% al 10%.
ciendas azucareras tenían trapiches de refinación y Otras rentas fiscales tuvieron un comportamien-
destiladores de aguardiente. La industria más prós- to similar. Se observa una tendencia al crecimiento
pera fue la del jabón en Piura y Lambayeque. Se en los impuestos que gravaban los rubros comercial
ubicó principalmente en la costa y utilizaba el sebo y agropecuario. Lima recaudaba más del 80% de los
del ganado caprino y vacuno (Macera 1977; Aldana impuestos al comercio, seguida del Cuzco con el 5%
1988; Aldana y Diez 1994: 76-77). y Arequipa con el 3%.
El crecimiento impresionante que muestran las
LA FISCALIDAD cajas en el rubro comercio hasta fines de la década
de 1780 se tornó en una caída súbita e igualmente
Las dificultades por las que atravesaba la econo- impresionante a partir de los años 1790. De hecho,
mía peruana y altoperuana en esta fase final del vi- después de 1790 los impuestos mineros y el tributo
rreinato están reflejadas en la recaudación y la dis- superaron en importancia a los gravámenes mercan-
tribución de la renta. El virreinato mexicano reem- tiles. Los impuestos monopólicos (estancos) crecie-
plazó al peruano como proveedor de metales pre- ron a un ritmo consistente con la renta total, con un
ciosos y sostén del erario imperial. 7% en promedio (Klein 1994: 23).
España optimizó sus finanzas coloniales tanto al El sur proporcionaba la mayor recaudación por
nivel de la cobranza de los impuestos y tributos, co- concepto del tributo indígena. El Cuzco y Puno

715
Quiroz Chueca

contribuían con la mi- para subvenir a los


tad de la recaudación, gastos de los bastiones
en tanto que Lima lo españoles en Chile, el
hacía sólo con el 18% Chaco y otros lugares.
en promedio. Su co- Los gastos en adminis-
branza mejoró con la tración civil represen-
recuperación demo- taban tan sólo el 15%
gráfica y, sobre todo, de lo recaudado (Klein
cuando desde 1734 1994: 32-34).
fueron incluidos los Durante el siglo
indios que residían XVIII la recaudación y
fuera de sus pueblos los gastos virreinales
(agregados y foraste- en el Perú no permi-
ros). Ya en los años Vista de la ciudad de Lima desde la ribera del arrabal de San tían márgenes para ser
1730 el tributo se du- Lázaro (hoy distrito del Rímac), siglo XIX. Se puede apreciar las remitidos a la metró-
plicó; hacia 1790 casi torres de la catedral de Lima y de la iglesia de Santo Domingo. En poli. Paulatinamente
la parte central aparecen las dos torres del arco del puente, aunque
triplicó lo recaudado sobredimensionadas en su altura. se fue llegando a la si-
en 1680 (Klein 1994: tuación en que el Perú
28-29). dejó de contribuir al
Entre 1770 y 1780 se había recaudado apenas sostenimiento de la corona, limitándose su función
278 896 pesos por tributos cuando en la anterior a la defensa del imperio en esta parte del continen-
década el monto fue de 496 327 pesos. El intenden- te americano y el Pacífico. El tesoro mexicano remi-
te del Cuzco Benito de Matalinares elaboró nuevas tió más de 90 millones de pesos de rentas públicas
listas de tributarios en 1785 con lo que aumentaron a España desde 1761 a 1800; el tesoro peruano no
éstos y los montos (24 908 tributarios pagaban 187 envió nada (Burkholder-Johnson 1990: 271).
409 pesos en 1784) a 37 729 tributarios y 281 346
pesos. En el resto de intendencias el alza fue menos LA SOCIEDAD
COLONIA A REPÚBLICA

significativa, pero desde esa década hasta la prime-


ra del siglo XIX el tributo se convirtió en la renta La sociedad peruana se hallaba en una encruci-
colonial más importante. Después de 1811 cayó la jada. De un lado reconocía la necesidad de un cam-
recaudación (Peralta 1991: 25). bio y, de otro, la tarea se presentaba sumamente di-
La corona recurrió a impuestos extraordinarios fícil y delicada. Cada sector de la sociedad debió
cuando sus urgencias fiscales así lo requerían, lo apreciar este dilema a su manera.
cual ocurrió con mucha frecuencia desde 1780. Sin En los extremos, la elite comercial limeña busca-
DE

embargo, en el Perú, a diferencia de México, la re- ba, hacia el final del período colonial, incluirse en el
caudación extraordinaria no fue significativa. Salvo negocio minero en forma directa en un intento por
las primeras donaciones en la década señalada, lo abarcar un campo en el que no había sido desplaza-
que la corona pudo recabar en el Perú fue de poca da por los comerciantes españoles (comercio ultra-
monta. La economía peruana no daba lo suficiente marino) y por mercaderes locales medianos (comer-
para soportar cupos e impuestos bélicos de la mag- cio interno). Su opción por la emancipación estaba
nitud de los que se impusieron en México, pese a casi totalmente descartada (a partir de Tupac Ama-
los incentivos para realizar préstamos a la corona y ru); por tanto, debía redefinir su situación dentro
las ventas de “regalos” especiales tales como los ma- de la economía y la sociedad coloniales.
yorazgos. La población indígena mayoritaria, de su lado,
Los gastos más importantes del gobierno de Li- se encontraba en un creciente proceso de sujeción a
ma fueron los del ejército y la marina. La importan- las unidades productivas. Estaba a la expectativa pa-
cia del Perú y de Lima en el imperio justifican esta ra expresarse a su manera, como lo demuestra su
atención en los gastos, que llegaron a significar en comportamiento en las manifestaciones que se pre-
promedio entre un tercio y la mitad de la recauda- sentaron al inicio del siglo XIX.
ción virreinal. Se gastaba específicamente lo recau- En su Idea general del Perú José Rossi y Rubí de-
dado en Lima, donde alcanzaba el 92% de las rentas. cía que era falso que Lima estuviera en decadencia
Desde Lima salían los recursos llamados “situados” y pobreza. Afirmaba, más bien, que ya sin el mono-

716
De la colonia a la república independiente

mendi, ambos ligados a la Compañía de Filipinas


creada en 1796. En 1819 donaron 200 mil pesos a
la corona, a ser cobrados con una licencia para traer
artículos directamente de China. Al irse al exilio
con la independencia, Arizmendi dejó caudales ava-
luados en 2 172 000 pesos, la mayor parte en forma
de créditos.
No había ninguna casa particular construida en
Lima, como sí hubo en México, a costos superiores
a los 300 mil pesos, y ninguna familia limeña con-
taba con más de 30 sirvientes en sus casas urbanas
como en México. En lo que sí aventajaba Lima a su
similar mexicana era en aristocracia y nobleza. La
cantidad de títulos de Castilla fue mayor en el Perú,
donde había no menos de 105 títulos nobiliarios,
que incluían 1 duque, 58 marqueses, 45 condes y 1
vizconde, mientras que en Nueva España había só-
lo 63 títulos, entre los que había 32 condes, 30 mar-
queses y 1 mariscal de Castilla (Basadre 1973; Burk-
holder 1978; Anna 1979).

Tres caballeros cortejan a dos tapadas limeñas en la alameda


de Acho, siglo XIX.

DE
COLONIA A REPÚBLICA
polio del Consulado, la riqueza estaba mejor distri-
buida. En las nuevas condiciones, decía, era el sec-
tor medio el que se beneficiaba. Puede tener algo de
cierto la afirmación anterior. Sin embargo, Lima vi-
vía aún bajo normas precapitalistas basadas en un
espíritu señorial. En un famoso opúsculo, Lequan-
da analizaba el problema en términos de castas, re-
firiéndose a la ociosidad “voluntaria” de la pobla-
ción. Los blancos ocupaban cargos burocráticos im-
productivos de acuerdo a su estado social. “No ex-
cede el número de ocupados de ambos sexos, esta-
dos y condiciones, de 19 000 personas”. Es decir, el
25% de toda la población calculada en 1792 en 52
600 habitantes. Propuso crear industrias exclusivas
para dar ocupación “decente” a sectores blancos de
la población (Lequanda 1977).

Criollos en conflicto
En Lima había menos capitales disponibles que,
por ejemplo, en México. Sólo unas cuantas familias
eran reputadas como millonarias. Entre ellas se ha-
llaban los Baquíjano y los Lavalle. Los más ricos pa- Virrey José Fernando de Abascal. Durante su gobierno
rece que fueron Pedro de Abadía –con una fortuna (1806-1816) se produjeron los primeros levantamientos de
calculada en cuatro millones de pesos– y José Ariz- patriotas peruanos por la emancipación.

717
Quiroz Chueca

En diciembre de 1804 la corona decidió confis- mente en función de ellas. Más bien, ya en tiempos
car los censos y bienes raíces de las instituciones republicanos, intentaron reeditar las restricciones
eclesiásticas, lo que en la práctica debía afectar in- coloniales.
directa o directamente a los terratenientes criollos.
Hasta 1810 la corona recaudó por este concepto La nueva burocracia
más de quince millones de pesos. Del Perú obtuvo La reforma política no dio los resultados espera-
sólo 1 487 000 pesos (menos del 10%) (Mörner dos. En un principio las nuevas autoridades logra-
1991: 294). ron elevar la recaudación de impuestos y tributos.
La contribución peruana (en especial la limeña) Posteriormente, sin embargo, decayeron los ingre-
no fue tan desinteresada como podría parecer. Estu- sos fiscales y los subdelegados continuaron con las
vo dirigida casi específicamente a la defensa del vi- exacciones de sus odiados antecesores.
rreinato peruano, incluyendo a los españoles resi- Otro aspecto a resaltar es el de los cabildos. Los
dentes en el Perú. En su mayor parte, se trataba de borbones repotenciaron el poder local a fin de dis-
transferencias de fondos del consulado (es decir, de poner de adecuados administradores de las ciuda-
las mismas rentas fiscales). De un total de cerca de des. Inclusive, algunas villas por primera vez tuvie-
3 millones de pesos en contribuciones al Estado, ron sus comunas (Tumbes entre ellas). El resultado
menos de un millón de pesos fue en la forma de do- político fue sin embargo adverso. Los cabildos ter-
nativos al contado salidos de los bolsillos de los minaron siendo una arena clave en las luchas polí-
miembros del consulado y otros mercaderes, mien- ticas entre los criollos y los peninsulares (Burkhol-
tras que hubo más de 2 millones en letras de cam- der-Johnson 1990: 260-261).
bio, préstamos directos o futuros pagos. Una de las consecuencias principales de las re-
La elite decisoria en el Perú era muy reducida. formas fue la acentuación de los regionalismos. El
Había sido determinada según su poderío económi- régimen de intendencias descentralizó el poder en
co y cercanía al poder virreinal de acuerdo a sus grandes unidades jurisdiccionales (algo similar cau-
funciones políticas. No debió sobrepasar las mil só en el Cuzco su conversión en sede de una au-
quinientas personas. Sin embargo, el censo de 1813 diencia) que se oponían a la injerencia limeña en
dio derecho al voto a 5 243 ciudadanos, provocan- sus asuntos. Sobre todo, por la exigencia de rendir
COLONIA A REPÚBLICA

do una reacción muy negativa de la elite limeña en- cuentas de la cobranza de impuestos y tributos. Los
cabezada por el propio virrey Abascal, por conside- criollos del interior forjaron un regionalismo fide-
rar que la Constitución y las cortes habían causado lista que pretendía desplazar a los funcionarios pe-
una liberalización radical en la clasificación social ninsulares (O’Phelan 1983; Fisher 1986).
del momento. Al no lograrlo, se volcaron hacia el dominio de
La elite era de origen racial blanco y, por su ocu- la situación a través de los cargos secundarios. An-
pación, este grupo estuvo relacionado con funcio- te la debilidad política del Estado colonial en el nor-
DE

nes más burocráticas y comerciales que producti- te, por ejemplo, la elite local tomó la iniciativa y,
vas. Era más consumidora que productora. Un anti- gracias a lazos familiares, pudo relacionarse con las
guo cliché decía que la sociedad colonial estaba autoridades regionales para preservar sus intereses
“manejada por curas”. Sus decisiones políticas, es- (Aldana 1992a).
pecialmente sus actitudes en torno a la cuestión de En el sur andino la vinculación fue a través de
la separación de España, estuvieron influenciadas los subdelegados y del control sobre las autoridades
por su profunda dependencia del tesoro estatal o de los pueblos de indios. Los subdelegados mantu-
eclesiástico. El acceso a las posiciones políticas de- vieron los repartos y el poder de los corregidores.
cisorias fue crucial para llevar adelante cualquier En 1790 el intendente del Cuzco, Josef de Padilla,
actividad económica importante. De allí resulta su se enfrentó a sus subdelegados por los cambios de
fidelismo a ultranza, que la llevó a mediatizar el autoridades cacicales dispuestos antojadizamente
proceso emancipador con la consecuencia funesta por aquéllos.
para ella de desaparecer como sector dominante Precisamente, la base del poder de las nuevas au-
(Anna 1979; Flores Galindo 1984; Guardino-Wal- toridades rurales estaba en el colaboracionismo de
ker 1994). los curacas no indígenas. El reemplazo de curacas a
Los sectores pudientes no buscaron cambiar las raíz de la rebelión de 1780 permitió a mestizos ac-
restricciones existentes para el desenvolvimiento de ceder a ese puesto. La presencia de mujeres en los
la economía, pues su subsistencia estaba precisa- cacicazgos abrió, también, esta posibilidad. Muchos

718
De la colonia a la república independiente

no indígenas se casaron con indias-cacicas convir- a partir de las reformas borbónicas. Una vez corta-
tiéndose en curacas con todas sus funciones y abu- da la compra de estos cargos, España se preocupó
sos (Cahill 1984; Peralta 1991). por reclutar funcionarios más leales y menos com-
Los nuevos funcionarios criollos y peninsulares prometidos con los intereses peruanos. Era lógico
se fortalecieron al aliarse con las elites rurales basa- que prefiriese a los peninsulares, inclusive si eran
das en el aprovechamiento de los recursos del cam- reclutados localmente.
pesinado comunal y del cobro de tributos y alcaba- Cálculos realizados sobre la composición de en-
las. Ésta es, finalmente, la forma de dominio tradi- tidades estatales coloniales muestran cambios sus-
cional que hereda la república (Peralta 1991: 29). tantivos en la relación criollos-peninsulares. Hasta
La versión tradicional aseguraba que los criollos la década de 1770 los criollos tuvieron una presen-
se encontraban desplazados de los cargos públicos cia decisiva en la audiencia limeña y otras entida-
des. Burkholder encontró que entre 1775 y 1820, el
51% de los puestos de la audiencia eran ocupados
Cuadro 6 por criollos. Desde 1773 a 1823 el consulado lime-
ADMINISTRACIÓN COLONIAL: NÚMERO DE
FUNCIONARIOS Y EMPLEADOS (LIMA 1815) ño estuvo controlado por los peninsulares (Burk-
holder-Chandler 1984: 195-220; Mazzeo 1994: ane-
Servidores Servidores Servidores con xo VI).
Institución europeos nativos mayor poder de
decisión Una diferenciación detallada lleva a conclusio-
Europ. Nat. nes más útiles para entender la independencia tal
cual se presentó. Los criollos fueron reemplazados
Secretaría del virreinato en los cargos más altos y de mayor responsabilidad
y asesoría general 5 12 - - política. Sin embargo, mantuvieron la supremacía
Audiencia 13 8 11 8
en los niveles medios e inferiores.
Los funcionarios criollos medios y menores no
Agentes fiscales y relatores 0 8 - -
tenían motivos para quejarse en las postrimerías de
Juzgado bienes de difuntos 2 8 1 0
la colonia, pues constituían la mayoría en las esfe-
Procuradores 0 13 - -
ras gubernamentales. Hacia 1815, los funcionarios
Juzgado de Censos de Indios 3 10 1 -

DE
y empleados nativos conformaban el 74,34% de la

COLONIA A REPÚBLICA
Tribunal de Cuentas 6 26 2 2 administración gubernamental y el 59,8% del poder
Contaduría y Tesorería de decisión en las instancias del Estado.
General del Ejército 4 16 - - Al ver específicamente el ámbito de la Casa de
Contaduría General de Moneda el balance se inclina hacia los criollos, con
Contribución de Indios 2 6 - - el 78,9% de los ministros y oficiales y el 71,42% de
Aduana 12 29 1 - los cargos de decisión (superintendencia, tesorería
Resguardo 3 12 - - y contaduría). Los criollos y mestizos absorbían el
Rentas estancadas 6 19 - - 82,27% de los 51 mil pesos destinados al pago de
Fábrica de pólvora 5 1 - - salarios (Lazo 1993).
Temporalidades 3 6 1 -
Correos 4 12 - -
La ciudad
Un proceso contrario se produce en otro aspec-
Cabildos 4 17 4 17
to de la sociedad. Existen indicios (aún sin estadís-
Diputación provincial 1 6 - -
ticas) que permiten indicar un crecimiento relativo
San Marcos 0 6 - -
de las ciudades y pueblos hacia fines del período
Consulado 7 19 1 2 colonial. Los cambios a nivel de la presión fiscal y
Tribunal de Minería 6 8 1 1 las condiciones de trabajo en el campo pudieron
Monte de Piedad 1 4 - - ser los motivos para una mayor afluencia de gente
Intendencias 2 5 2 5 de la zona rural a la urbana.
Casa de Moneda 8 30 2 5 La ciudad de por sí no atraía como centro in-
dustrial; más bien podía interesar como mercado
Totales 97 281 27 40 de servicios y comercio. En condiciones difíciles
para los maestros artesanos en la ciudad, se incre-
Fuente: Lazo 1993. mentaba la persecución gremial contra los que

719
Quiroz Chueca

ejercían “ocultamente” especialmente la vagancia.


(Quiroz 1990 y 1991). Se creó un cuerpo de cela-
Se creó un problema so- dores y se implementó el
cial potencial por la falta de sistema de serenazgo. Estas
alternativas en las ciudades. fuerzas se incrementaron
La plebe se dedicó a trabajos con el grupo perteneciente
eventuales y engrosó la par- al ejército, llamado de los
te de la población detestada encapados.
por la elite y sectores “me- En el Callao sucedía otro
dios”. En Lima la situación tanto. El puerto había sido
se tornó especialmente difí- reconstruido por los propios
cil debido a sus dimensio- comerciantes desobedecien-
nes. Otras ciudades vivie- do las disposiciones acerca
ron el problema en menor de no volver a poblarlo lue-
escala (Cuzco, Arequipa y go del maremoto de 1746.
Trujillo). La población civil fue desti-
Sin llegar a exagerar el nada a la villa de Bellavista,
peligro, se aprecia que los creada especialmente para
mecanismos habituales de este fin. Hacia fines del siglo
control social no fueron su- no solamente había vuelto a
ficientes. Las autoridades no aparecer, también tenía pro-
estaban en condiciones de blemas de gran ciudad (y
controlar la mendicidad, la puerto por añadidura). En la
vagancia y la delincuencia “El panadero” en una litografía de A.A. Bonnaffé,
década de 1790 se organiza-
(urbana y bandolerismo ru- 1856. ron brigadas de trabajadores
ral). Ante esto, el visitador (los llamados playeros) a fin
Escobedo dictó en 1785 medidas para que el muni- de eliminar a la población sobrante de ese estraté-
COLONIA A REPÚBLICA

cipio y los alcaldes de barrio y cuarteles vigilasen la gico lugar tanto para el comercio como para la se-
ciudad según un reglamento de policía que penaba guridad colonial.
DE

LA INDEPENDENCIA
EN EL PERÚ

Es difícil ya concebir la independencia como gesta. Consideramos que, para enfocar más cabal-
producida específicamente el 28 de julio de 1821. mente el problema, debe entenderse la indepen-
Cuando se plantea como un hecho iniciado en dencia a partir de la crisis del imperio español en el
1820 y concluido en los campos de Ayacucho Perú (siglo XVIII).
(1824) o con la capitulación del Callao (1826), se Aquí se ha ubicado antes la rebelión tupacama-
sigue sin posibilidades de encuadrar el proceso en rista porque, siendo esencialmente separatista, tuvo
su totalidad. también otros elementos sociales que la hicieron
Así las cosas, puede darse el caso de minimizar un hito temprano y crucial para la independencia
o, inclusive, negar la participación peruana en la como realmente se dio en el Perú.

720
De la colonia a la república independiente

La Casa de la Capitulación en Quinua, Ayacucho, donde se Monumento conmemorativo de la batalla de Ayacucho que

DE
firmó el acta de la capitulación de las fuerzas españolas al ser definió la independencia de los países americanos.
derrotadas en la batalla de Ayacucho, en 1824.

COLONIA A REPÚBLICA
Los resultados de esa rebelión ensombrecieron la A partir de 1816, en una segunda fase, surgió la po-
situación social y política a tal punto que en la Amé- sibilidad real de crear un macrorrégimen compues-
rica española no se presentaría otra coyuntura re- to por los dominios españoles en América.
belde de esa magnitud como producto de fuerzas Ambas fases constituyeron grandes alternativas
endógenas. Las producidas hacia fines de las dos dé- pero al mismo tiempo tuvieron poderosas limitacio-
cadas iniciales del XIX tuvieron la ventaja de ser ge- nes. La falta de unidad de criterios en los plantea-
neradas por las condiciones que se presentaron en mientos y de consenso en los programas de acción al
la metrópoli (1808-1814 y 1820). interior de los distintos segmentos americanos con-
Aun así, no se produjo un movimiento generali- dujo al fracaso a los levantamientos separatistas. En
zado y sincronizado y más bien los levantamientos unos casos (el peruano, por ejemplo), incluso impi-
fueron “regionales”. La iniciativa fue ganada por las dió la formación de un movimiento que salvase las
zonas “marginales”. En el Alto y Bajo Perú, Chile y barreras estrictamente locales, salvo en 1814, año
la zona del Plata, la constante fue una contraposi- que marca el final de los intentos internos peruanos
ción a la capital virreinal peruana identificada des- por lograr la independencia con fuerzas propias. En
de tiempo antiguo como la metrópoli visible. adelante, hubo que esperar la intervención solidaria
Esta fase regionalista fue doblemente separatista. de los recientemente formados países vecinos.
La idea emancipadora con respecto a la metrópoli La misma falta de unidad y consenso, pero a ni-
ultramarina iba unida a la de creación de un régi- vel continental, hizo imposibles los esfuerzos boli-
men separado del resto de los dominios españoles. varianos por crear una patria grande americana.

721
Quiroz Chueca

V
LA NUEVA COYUNTURA REBELDE

No fue el Perú precisamente un observador pa- promisos. En la realización de la rebelión aparecían


sivo al momento de la independencia. Más bien los curacas como los principales responsables, en tanto
hechos confirman manifestaciones decididas a lo los criollos se mantuvieron a la espera de los resul-
largo de décadas anteriores a la gesta. Desde la pri- tados y luego de la masacre de Sangarará se retiraron
mera parte del XVIII, en el Alto y Bajo Perú se die- oportunamente.
ron los primeros programas políticos anticoloniales, Convencidos de la necesidad de separarse de Es-
siendo el Alto Perú (1809) el primero que se mani- paña, los criollos pensarían ahora más de una vez
festó por la autonomía. Empero, el hecho de haber antes de convocar a la población indígena. Temero-
permanecido relativamente inactivo al momento de sos de un desborde social de la magnitud que alcan-
la separación política efectiva, ha dado pie a inter- zó en 1780 (en especial en el Alto Perú), los criollos
pretaciones que aseveran la falta de decisión perua- buscaban nuevas fórmulas para lograr su objetivo.
na para emanciparse. Sin embargo, este fenómeno En el Perú no tuvieron gran repercusión los sucesos
se produjo en condiciones específicas que se anali- haitianos de 1791 por la sólo relativa presencia de la
zan en este capítulo. población negra.
En este contexto cambió la actitud de los criollos
LOS CRIOLLOS, LOS INDIOS para con la población indígena. A fin de mantener
Y LA INDEPENDENCIA el control del movimiento y evitar el desborde po-
pular, los criollos se convencieron de la necesidad
La lección más importante sacada por los secto- de ponerse al frente del movimiento ocupando
COLONIA A REPÚBLICA

res criollos luego de la coyuntura rebelde de 1770- abiertamente la dirección. Mientras en las rebelio-
1780 se relacionaba con los participantes en las ac- nes del siglo XVIII se trató de contar desde un prin-
ciones venideras. Si bien cipio con la presencia de
es cierto que se presenta- elementos indígenas, en
ba la oportunidad de las del XIX los dirigentes
adaptarse a las nuevas criollos buscaron incor-
condiciones impuestas porar representantes in-
DE

por los borbones, en úl- dígenas a las juntas sólo


tima instancia se tenía en un segundo momento
como ineludible un rom- (O’Phelan 1985: 156-
pimiento político con 157, 163).
España. Debe diferenciarse la
Durante el siglo XVIII actitud de los criollos, en
sectores propietarios ru- especial entre limeños y
rales y urbanos habían provincianos. Mientras
pretendido una separa- los primeros se hallaban
ción utilizando para ello más propensos a un en-
a la población indígena tendimiento con la coro-
como fuerza principal y a na, los segundos estuvie-
curacas en la dirección y ron más decididos a sepa-
conducción del levanta- rarse de España. A partir
miento. La rebelión tupa- de 1814, sin embargo, los
camarista mostró diáfa- criollos de las provincias
namente los peligros que sur andinas imitaron a
traían consigo estos com- Soldado y “rabona” en una acuarela limeña del siglo pasado. los capitalinos. En el cen-

722
De la colonia a la república independiente

tro y el norte se mantuvo la separación como una al- político, sus proyectos sociales pretendían destruir
ternativa. Por regla general, ya en la fase final (des- el orden existente pero sin proporcionar una pers-
de 1814), los criollos se manifestaron leales o rebel- pectiva viable. El referente más conocido era el or-
des en función de las fuerzas predominantes en un den prehispánico y, por ello, no debe extrañar que
lugar. sirviese de guía en numerosas ocasiones (la llamada
En el siglo anterior se quiso reeditar la acción de utopía andina) (Bonilla-Spalding 1972; Flores Ga-
los tiempos de la conquista del Tahuantinsuyo y lindo 1987b).
guerras civiles entre los conquistadores. En esa En la práctica, todos los proyectos de ese mo-
oportunidad (y en muchas otras) los ejércitos de los mento tuvieron, en mayor o menor grado, un carác-
conquistadores iban escoltados por otros de indios ter anticolonial. No podía ser de otra manera desde
“amigos” o “aliados”. Esos destacamentos de nati- fines del siglo XVIII. Ya habían quedado atrás las lu-
vos fueron, probablemente, los principales comba- chas por alguna reivindicación específica, en espe-
tientes en los encuentros. cial las revueltas llamadas antifiscales. Hubo nume-
Era evidente que para enfrentar a un poder co- rosas manifestaciones, aunque muchas de ellas que-
mo el español, se necesitaría un ejército –sobre to- daron en la fase conspiratoria.
do en el Perú– que debía componerse de indígenas, No obstante tener definida la dirección anticolo-
de la misma manera que el ejército colonial. Las nial (aun con disidencias), los movimientos no son
fuerzas con que José Manuel de Goyeneche aplastó muy claros en cuanto el régimen a implementar lue-
a la junta de La Paz contaron con el apoyo de los cu- go de alcanzada la victoria.
racas realistas Mateo Pumacahua y Manuel Choque-
huanca. Pese a sus reticencias, los criollos tuvieron LOS PROGRAMAS DE LUCHA
que aceptar la idea de “aliarse” con curacas. En un
principio la junta de La Paz de 1809 no había con- Un aspecto claro era que debía permanecer el
siderado incorporar a la elite indígena en calidad de mismo orden de jerarquías. Al margen de los resul-
aliada. Sin embargo, al quedar claro que los criollos tados militares, la nueva sociedad reproduciría la
carecían de fuerzas propias, tuvieron que convocar misma escala de subordinaciones que la colonia. El
a representantes indios de Yungas, Omasuyos y La- móvil inmediato era revertir la situación anterior y

DE
recaja (Arze 1979: 107-109). asumir la “herencia” plasmada en las estructuras de

COLONIA A REPÚBLICA
En la forma en que realmente se dieron las lu- poder que dejaban las autoridades virrreinales. Es
chas, la población indígena fue imprescindible. Ya decir, se planteaba una transferencia del poder sin
como soldado de línea, ya como guerrillero, el indí- modificar las estructuras coloniales vigentes en el
gena peruano integró los ejércitos de los insurgen- interior (Manrique 1995).
tes y del rey. Luego de la independencia siguió par- Scarlett O’Phelan encuentra determinadas cons-
ticipando en las numerosas y enredadas luchas in- tantes en los programas políticos de los movimien-
testinas y externas. tos en el sur andino (1985: 166). Para los movi-
En la práctica, el acercamiento de los insurgen- mientos del siglo XIX ya ha dejado de tener peso la
tes y realistas a la población indígena fue muy me- idea de coronar un inca. Esto se debe a la circuns-
dido. Las “alianzas” se dieron sólo a nivel de deter- tancia anteriormente indicada: la dirigencia no de-
minados curacas y por el tiempo preciso para los fi- bía ser indígena. La excepción la constituye el le-
nes de movilización de tropas y la labor de secundar vantamiento cuzqueño de 1805 –temprano con re-
a los líderes insurgentes o realistas en un levanta- lación a la etapa final de las luchas– que pretendió
miento dado (O’Phelan 1985: 173). poner a Manuel Valverde y Ampuero a la cabeza del
La población indígena tenía sus propias reivindi- movimiento por ser descendiente de los incas.
caciones, mas no las posibilidades de lograr sus co- En este período se mantiene vigente la necesidad
metidos. Los motivos de sus quejas eran evidentes y de una alianza con la elite indígena, pero sin otor-
venían arrastrándose a lo largo del régimen colo- garle un papel protagónico. Resalta también la acti-
nial. Su oposición a dicho régimen incluía la defen- tud de las partes insurgentes para con la iglesia. Por
sa de sus tierras, la lucha contra el trabajo forzado lo general, la iglesia y el clero debían conservar sus
en unidades productivas y las cargas fiscales, lo que posiciones privilegiadas en un eventual nuevo régi-
produjo una contradicción social fundamental entre men. Por el papel que jugaba la iglesia en la vida co-
el campesinado indígena y los sectores dominantes, tidiana, no se concebía una sociedad sin su partici-
fuesen españoles o criollos. Al carecer de sustento pación activa. Prácticamente todos los proyectos in-

723
Quiroz Chueca

cluyeron, implícita o explícitamente, a la iglesia co- hua en 1814 fue sólo nominal y obedecía al amplio
mo uno de los pilares para la construcción de la apoyo que brindaba al movimiento (O’Phelan 1985:
nueva sociedad. 185-186).
De ahí que los levantamientos incluyeran a cu- En cuanto a las bases económicas, los programas
ras doctrineros en sus mandos o, al menos, en co- contemplaban tan sólo ciertas modificaciones; más
misiones de confianza (redacción y difusión de pro- vinculadas con las cargas fiscales que con las mis-
clamas). Máxime cuando el bajo clero cooperó mas actividades productivas o comerciales. Estos
abierta y frecuentemente con la lucha anticolonial. cambios eran muy selectivos y estaban en función
Clérigos criollos y mestizos tuvieron una gran capa- de los intereses de los criollos. Se privilegiaron las
cidad de convocatoria (inclusive, sin los riesgos que transformaciones concernientes a las aduanas, alca-
traían consigo los curacas) y su dominio de las len- balas, tráfico comercial, monopolios estatales, etc.
guas nativas los hacían doblemente valiosos. Algu- En cambio, no hubo interés en resolver los proble-
nos de ellos tuvieron mando de tropas, como por mas que aquejaban a la población indígena. Entre
ejemplo el cura agrarista Ildefonso Muñecas y Alu- sus demandas no se encontraban, por ejemplo, la
ralde en el Alto Perú. eliminación de la mita, del tributo, de las relaciones
De otro lado, un elemento constitutivo esencial serviles, ni mucho menos, abandonar la dependen-
en los programas fue el rechazo a los peninsulares. cia de las exportaciones de materias primas mineras
La oposición a los “godos” o “chapetones” sirvió y agrícolas.
para aglutinar a los criollos y mestizos, sobre todo
durante el virreinato de Fernando de Abascal, quien LOS SUCESOS ESPAÑOLES
fuera especialmente adverso a los criollos en las co- Y LAS CORTES DE CÁDIZ
locaciones burocráticas. Precisamente, la separa-
ción venía a ser una inmejorable oportunidad para Una situación por demás extraordinaria se pre-
realizar su anhelo de acceder a los cargos políticos sentó en 1808 con la invasión napoleónica a la pe-
más prominentes (O’Phelan 1985: 181-182). nínsula ibérica. América resultaba colonia de un Es-
Pese a lo dicho, los criollos no vieron siempre a tado que había dejado de existir. De inmediato Na-
los peninsulares como adversarios. La colaboración poleón estableció un nuevo régimen al que le dio vi-
COLONIA A REPÚBLICA

fue más frecuente que el enfrentamiento, y demos- sos de continuidad, a fin de evitar un vacío que pu-
traron solidaridad aun cuando los peninsulares fue- diese ser capitalizado por su rival inglés para tomar
ron perseguidos y sus bienes confiscados por el mi- posesión del imperio colonial español.
nistro Bernardo Monteagudo en 1821. Inmediata fue también la reacción del pueblo es-
La población indígena tampoco era precisamen- pañol contra los invasores galos. Ya en mayo de
te muy afecta a los peninsulares, pero no diferencia- 1808 se formaron las juntas provinciales para la re-
ba bien entre españoles peninsulares y americanos. sistencia. En ese contexto fueron convocadas las
DE

Tal vez porque ellos mismos no se diferenciaban en cortes generales y extraordinarias en Cádiz. España
sus tratos al común de los indios. daba un mal ejemplo a sus propias colonias.
Estas antipatías sociales y étnicas impidieron la Los dominios americanos fueron invitados a dis-
celebración de alianzas sociales (y no solamente po- cutir las bases del nuevo régimen español monár-
líticas entre dirigentes) en la gesta emancipadora. quico constitucional. El virrey Abascal cumplió de
Las estructuras coloniales político-administrati- mala gana con convocar a elecciones de diputados.
vas serían mantenidas intactas en el nuevo régimen. De todas maneras se llevaron a cabo cabildos abier-
Cambiarían las autoridades y alguna que otra deno- tos en Lima, Cuzco, Guayaquil, Chachapoyas, Tru-
minación de los cargos. Los movimientos procedían jillo, Tarma, Piura, Arequipa, Puno y Huamanga.
inmediatamente al reemplazo de autoridades. Con Por falta de recursos, los diputados electos por el
esa medida se iniciaron los levantamientos de La Perú llegaron sólo para firmar la constitución: Fran-
Paz (1809) y el Cuzco (1814). Los subdelegados cisco Salazar (Lima), José Joaquín Olmedo (Guaya-
que apoyaban la causa insurgente podían mantener- quil), Juan Antonio Andueza (Chachapoyas), Pedro
se en sus puestos. Así sucedió en el Cercado del García Coronel (Trujillo), José Lorenzo Bermúdez
Cuzco, Urubamba, Abancay y Quispicanchis. En La (Tarma), José Antonio Navarrete (Piura) y Mariano
Paz se marginó a todos los no criollos (inclusive el Rivero (Arequipa).
mestizo Pedro Domingo Murillo fue separado de la Representaron al Perú cuatro diputados que se
conducción). El cargo político otorgado a Pumaca- hallaban en ese momento en España. Ellos fueron

724
De la colonia a la república independiente

Vicente Morales Duárez Vicente Morales Duárez,


de la Sociedad Amantes hombre de leyes y profesor
del País (recién nom- en la Universidad de San
brado alcalde del cri- Marcos, quien participó
en las cortes de Cádiz.
men de Lima), quien
falleció al poco tiempo;
Blas Ostolaza (canónigo
de Trujillo, conservador
monarquista); Dionisio los naturales; y cuando
Inca Yupanqui (cuzque- por las consecuencias ne-
ño de sangre incaica, cesarias de este orden de
militar, coronel de un cosas todo tome un nuevo
regimiento de dragones aspecto en el Perú, noso-
con opaca figuración en tros nos gloriaremos de
las cortes) y Ramón Fe- haber sabido aprovechar
liú (abogado del foro li- la situación en que nos ha
meño). Sólo el 20% de colocado la providencia
diputados representaba para poner la primera pie-
a las colonias en Cádiz. dra de este edificio tan
A pedido de los di- grandioso como nuevo e
putados americanos, las inesperado”. Con menos
cortes decretaron la entusiasmo comunicaron
igualdad de derechos la abolición del tributo.
entre americanos y pe- En marzo de 1812 las
ninsulares y amnistía cortes promulgaron la
para los participantes en Constitución monarquista
alzamientos por la inde- y liberal. En octubre se hi-

DE
pendencia (15 de octu- zo lo propio en el Perú

COLONIA A REPÚBLICA
bre de 1810), libertad muy a duras penas, como
para las actividades antes se había establecido
agropecuaria e indus- la libertad de imprenta.
trial, igualdad de derechos para ocupar cargos, sin Las cortes continuaron dictando leyes comple-
distinción de clases, categorías o castas (16 de di- mentarias hasta el 20 de setiembre de 1813. Sin em-
ciembre de 1810), prohibición de maltrato a los in- bargo, luego de que su pueblo derrotara a los fran-
dios (5 de enero de 1811), libertad de comercio en ceses, Fernando VII derogó la Constitución y reim-
azogue (26 de enero de 1811), libertad de imprenta plantó el absolutismo. Éste nunca se había ausenta-
(18 de abril de 1811), abolición de la mita y el re- do de América; en especial, del Perú.
parto de tierras entre los indios (9 de noviembre de
1812). LOS LEVANTAMIENTOS
No aceptaron, en cambio, la libertad de comer-
cio ni que la mitad de los empleos en cada reino El “silencio” fue roto en 1805 por un intento se-
fuese cubierta por los patricios locales. Tampoco se paratista en el Cuzco. Se trata de un movimiento
aceptó restituir a los jesuitas (Pareja 1954: 401-405; realmente temprano y “fuera del libreto” por su
Berruezo 1986). composición. La conspiración del mineralogista de
Al informar en 1811 al cabildo limeño acerca de inspiración mesiánica José Gabriel Aguilar y del
sus gestiones, los diputados peruanos resaltaban el abogado de la audiencia Manuel Ubalde abortó por
hecho de la obtenida libertad en la agricultura e in- una delación. El plan de estos criollos contaba con
dustria: “Y cuando los campos del Perú se hallen el apoyo del regidor Manuel Valverde y Ampuero
colmados de todos los frutos que la naturaleza les (mestizo descendiente de los incas) y de diversas
brinda; cuando por todas partes se vean las fábricas personas entre criollos, mestizos e indios principa-
y talleres a que convidan las circunstancias, la pre- les. Los dos cabecillas fueron ahorcados; el resto su-
ciosidad de las primeras materias y la disposición de frió condenas de destierro y reclusión (Fisher 1982;

725
Quiroz Chueca

Durand 1993b; Flores nio de 1811 las derrotó


Galindo 1987a). en Huaqui el general
Con la caída de la Goyeneche, presidente
monarquía española, de la audiencia del
el virrey Abascal asu- Cuzco. El general crio-
mió la continuidad llo Pío Tristán persi-
colonial absolutista en guió a los insurgentes
el Perú. En tanto, el en la zona del Plata.
Alto Perú fue presa de El Perú se consagra-
una peligrosa incerti- ba como el bastión
dumbre. A los sucesos realista. Abascal asu-
de insubordinación en mió atribuciones rea-
Chuquisaca en mayo lengas; inclusive,
de 1809, siguió la jun- nombró un virrey para
ta tuitiva defensora de Nueva Granada. Cada
los derechos de Fer- vez era más claro para
nando VII en julio de Vista interior de la casa de Francisco de Zela en Tacna. los insurgentes en
ese mismo año en La América que se debía
Paz. Las nuevas autoridades (con el mestizo Pedro quebrar el poderío español en el Perú para asegurar
Domingo Murillo) procedieron a eliminar las alca- la independencia continental.
balas. Los criollos de las ciudades principales adopta-
El virreinato peruano asumió la defensa de la co- ron una actitud de espera, en tanto en zonas menos
lonia contra los “defensores” del monarca español. centrales la inquietud era latente. En el sur andino
El ejército peruano (compuesto por criollos y cura- la situación era potencialmente explosiva. En mu-
cas con sus respectivos indios y dirigido por el in- cho se veía la oportunidad de enfrentarse a Lima.
tendente de Huarochirí coronel Juan Ramírez y el En 1812, por ejemplo, Mariano de Rivero solicitó
general y presidente interino de la audiencia cuz- unir Arequipa a la audiencia del Cuzco (Fisher
COLONIA A REPÚBLICA

queña José Manuel de Goyeneche), con el apoyo 1982: 312).


económico de los criollos arequipeños, emprendió Esta idea de reunificación del espacio regional y
la campaña contra la junta paceña. El 25 de octubre liberación de la hegemonía limeña estuvo presente
de 1809 vencieron a los insurgentes, 86 de los cua- en los movimientos tacneños de 1811 y 1813. El
les fueron ejecutados. Al frente de tres mil hombres, avance de las tropas platenses en el Alto Perú animó
Mateo Pumacahua aplastó la rebelión del cacique a un grupo de criollos de Tacna, que el 20 de junio
Manuel Cáceres en La Paz. Continuó, no obstante, de 1811 asaltó los cuarteles de la milicia bajo la con-
DE

una resistencia de carácter rural e indígena hasta ducción de Francisco de Zela Amézaga. Entre los
1816, cuando Goyeneche actuó también contra los conspirados se encontraban numerosos criollos, el
insurgentes rioplatenses. curaca de Tacna Toribio Ara, el de Pupuja Felipe
Una experiencia similar se produjo en el otro ex- Capuja y varios indios principales. Este alzamiento
tremo del Perú. En agosto de 1809 se formó en Qui- no prosperó porque la ayuda que debía llegar de
to la junta gubernativa conservadora de los dere- parte de los bonaerenses se frustró por la derrota de
chos de Fernando VII. Nuevamente tropas enviadas Huaqui. La represión, sin embargo, no fue tan ejem-
por Abascal aplastaron el levantamiento. Guayaquil plificadora, limitándose a penas de prisión para los
pasó a ser administrado directamente desde Lima. cabecillas (Seiner 1989).
Cuando en diciembre de 1811 Quito se declaró li- También marginal pero más amplia resultó la
bre, desde Lima se enviaron fuerzas que vencieron a manifestación de la población criolla e indígena de
los insurgentes en 1813. Huánuco en febrero de 1812, en la cual los indios
A partir de 1810 se sucedieron los intentos inde- de Huánuco, Panatahuas y, sobre todo, de Huama-
pendentistas en distintos puntos de la Nueva Grana- líes participaron desde un principio y con iniciativa
da y el Río de la Plata. Tropas enviadas por los insur- propia. Dado que en esta zona primaban los alcal-
gentes de Buenos Aires vencieron a las fuerzas rea- des de indios sobre los curacas, no fue importante
listas en el Alto Perú hacia noviembre de 1810 y lle- la lucha interna entre los dirigentes indígenas. In-
garon al río Desaguadero en el Collao. El 20 de ju- clusive, a diferencia de otros movimientos en el sur,

726
De la colonia a la república independiente

A comienzos del siglo XIX las insurrecciones contra la


autoridad española se multiplicaron en diversas
localidades del Perú colonial, en parte inspiradas en
los movimientos rebeldes platenses. En Tacna, bajo la
dirección de Francisco de Zela, un grupo de
conspiradores tomó el cuartel de la milicia, aunque fue
finalmente reprimido. Catedral de la ciudad de Tacna.

en Huánuco participaron los indios yanaconas


de haciendas. Al ser marginal, no pesaba tan-
to como en el sur andino el temor a la pobla-
ción indígena y pudo darse una “alianza” de
criollos con indios desde el inicio. Mas, con
todo, rápidamente los criollos deslindaron po-
siciones.
Luego de la victoria indígena, y después
del saqueo, sobrevino la sustitución de autoridades En una nueva incursión rioplatense al Alto Perú
coloniales por Juan José Crespo y Castillo y José Ro- –encabezada por Manuel Belgrano–, los insurgentes
dríguez. Los criollos se mostraron dubitativos: per- consiguieron una resonante victoria sobre Pío Tris-
maneciendo leales, crearon sin embargo la junta gu- tán en Tucumán, en setiembre de 1812. Posterior-
bernativa paralela que integraron Domingo Berros- mente, en octubre y noviembre de 1813 las fuerzas
pi, Juan José Crespo y Castillo y Juan Antonio Na- españolas, ahora encabezadas por el general Joaquín
varro, y escribieron al virrey anunciándole que su de la Pezuela, derrotaron a las huestes de Belgrano.
actitud había sido forzada por las circunstancias y En esa oportunidad, los bonaerenses habían en-
que estaban tomando medidas para acabar con el le- viado emisarios a distintos pueblos del Alto y Bajo
vantamiento. Perú para provocar un alzamiento general que, ob-
Los pasquines difundieron el programa expues- viamente, no se produjo. El único lugar donde hu-
to en un manifiesto. Tanto los problemas comercia- bo cierta resonancia fue nuevamente Tacna, donde

DE
les como el estanco del tabaco eran la base para la actuaron los hermanos Juan Francisco y Enrique

COLONIA A REPÚBLICA
unión entre criollos, mestizos e indios, aunque es- Pallardelle con Juan Peñaranda (en Tarapacá).
tos últimos tenían además sus propias quejas con- Mientras en el Alto Perú eran derrotadas las tro-
tra el manejo comercial del subdelegado, la mita y pas de Belgrano, el 3 de octubre en Tacna los conju-
tierras. rados se apoderaron de la ciudad. La represión estu-
En Huamalíes se enfrentaron los indios a los vo a cargo del intendente de Arequipa José Gabriel
criollos y mestizos. Un componente importante y Moscoso. Al enterarse de lo ocurrido con Belgrano,
diferenciador fueron los indios del obraje de Quivi- los insurgentes se retiraron al Alto Perú (Seiner
lla y el ataque a haciendas y estancos, liderados por 1989).
el indio huanuqueño –compadre de Crespo y arren- La situación fue cambiando conforme pasaban
dador de tierras– Norberto Haro. La facción del los años de incertidumbre, al tener España un régi-
mestizo Mirabal capturó a los principales dirigentes men constitucional y el Perú uno absolutista. La ne-
indios y Haro fue condenado a muerte. gativa de publicar y jurar la constitución por parte
La zona estaba militarizada desde tiempos de de la audiencia cuzqueña fue usada por los criollos
Juan Santos Atahualpa y esto permitió a las fuerzas como pretexto para protestar. Un grupo de treinta
virreinales actuar con rapidez. En marzo de 1813 personalidades, encabezado por Rafael Ramírez de
las expediciones punitivas del intendente de Tarma Arellano, presentó un memorial exigiendo la jura-
González Prada recuperaron Ambo y Huánuco, a lo mentación de la constitución y elecciones al cabildo
que siguió una represión despiadada. Los dirigentes constitucional. La respuesta de la audiencia fue de-
Crespo, Haro y Rodríguez fueron ejecutados; fray tener a Arellano en febrero de 1813. Los liberales
Marcos Martel Durán fue desterrado a España y los del cabildo lograron su libertad.
demás indios principales debieron cumplir penas en En estas condiciones se fue formando el mayor
el Callao o trabajos forzados en los socavones de movimiento separatista que sacudiera el sur: la re-
Cerro de Pasco (Temple 1971; Chassin-Dauzier belión de 1814. No logró, empero, conseguir apoyo
1981). fuera del ámbito regional. Lo lideraron los herma-

727
Quiroz Chueca

nos hacendados Vicente y José Angulo, el clérigo La expedición a Huamanga estuvo a las órdenes
José Díaz Feijóo, Gabriel Béjar y Manuel Hurtado de Manuel Hurtado de Mendoza. Logró tomar fácil-
de Mendoza, quienes fueron apresados en plena mente la ciudad y extender su influencia a Huanca-
conspiración. Como el movimiento había estableci- velica, Huancayo, Jauja y Tarma. En Huanta, el 30
do redes en diversos sectores, las tropas se subleva- de setiembre, las tropas rebeldes fueron derrotadas
ron el 2 de agosto y detuvieron al presidente, re- por el batallón Talavera al mando del coronel Vicen-
gente y oidores de la audiencia, con excepción del te González. Pero ya en octubre la lucha se había
oidor Manuel Lorenzo de Vidaurre, quien fue libe- reiniciado con nuevos ataques a Huanta y Anda-
rado por su actitud indulgente con los líderes del huaylas (enero de 1815). Nuevamente fueron ven-
movimiento. cidos cerca de Huancavelica. Interesante es anotar
Se formó una junta gubernativa que se declaró que surgieron partidas de montoneros en Cangallo
leal a Fernando VII. En un primer momento estuvo que permanecerían activas hasta la batalla de Aya-
conformada por el cacique Mateo Pumacahua y los cucho. Un último intento por volver a tomar Hua-
criollos coronel Domingo Luis Astete y teniente co- manga, al mando de José Manuel Romano (llamado
ronel Juan T. Moscoso. A la semana, empero, estos “Pucatoro”), fracasó por la traición al interior del
dos últimos fueron sustituidos por los hermanos movimiento.
Angulo. Inmediatamente emprendieron el plan de El brigadier Pumacahua dirigió la incursión a
acciones que habían elaborado en la clandestinidad: Arequipa. Bajo su mando iban 500 fusileros, un re-
atacar en tres frentes a las fuerzas realistas (Alto Pe- gimiento de caballería y 5 mil indios. Estas fuerzas
rú, Huamanga y Arequipa). lograron doblegar a las que comandaba el mariscal
La primera expedición partió en agosto de 1814 Francisco Picoaga en la batalla de Apacheta en no-
hacia el Alto Perú. En setiembre, luego de incre- viembre de 1814. Se les abrieron las puertas de la
mentar sus fuerzas en el Desaguadero, impusieron ciudad donde el cabildo tuvo que recibir al curaca.
el cerco y tomaron La Paz al mando de León Pinelo Contra los rebeldes fue enviado el general Ramírez,
y del cura guerrillero Ildefonso Muñecas. Empero, viéndose precisado Pumacahua a salir de Arequipa.
las tropas realistas del general Juan Ramírez llega- Ramírez tomó la ciudad y en diciembre la puso ba-
das desde Oruro vencieron a los rebeldes el prime- jo el mando del general criollo Pío Tristán. El en-
COLONIA A REPÚBLICA

ro de noviembre. cuentro crucial se produjo en Umachiri el 11 de


marzo de 1815. Ramírez venció ampliamente a los
rebeldes y celebró el triunfo fusilando a un grupo de
prisioneros. Entre ellos se encontraban el coronel
Dianderas, el curaca de Umachiri, el auditor de los
rebeldes y el gran poeta arequipeño Mariano Melgar.
A continuación fue capturado Pumacahua. En
DE

un juicio sumario Ramírez lo condenó a muerte, a


pesar del pasado leal que tenía el curaca, al menos,
desde la rebelión tupacamarista. La condena se
cumplió el 17 de marzo: horca y posterior descuar-
tizamiento. Con estos triunfos, Ramírez ingresó al
Cuzco y el 29 de marzo procedió a fusilar a los her-
manos Angulo y a los demás jefes de la insurrec-
ción. Siguieron amplias represiones en todo el sur
andino tanto para desactivar a las unidades aisladas
que seguían combatiendo en Chumbivilcas, Cayllo-
ma y Chuquibamba, al mismo tiempo que para
sembrar el terror entre la población criolla, mestiza
e india. La región quedó apaciguada luego del en-
cuentro en Paucarcolla el 26 de mayo (Aparicio
1974; Cahill 1988; Durand 1985 y 1993b; Fisher
1982 y 1984; Lynch 1976; O’Phelan 1985).

La ciudad de Arequipa en el siglo XIX.

728
De la colonia a la república independiente

La derrota de los rebeldes en el sur significó el La aristocracia limeña hacia fines del período co-
triunfo de la corona y de... Lima. El Cuzco no fue lonial estuvo compuesta no solamente por una no-
capaz de articular un movimiento suprarregional. bleza de sangre, sino además por representantes de
De otro lado, funcionó nuevamente la exitosa prác- diversa procedencia social, especialmente comer-
tica de dividir a la población por razas y dentro de ciantes. Estrictamente hablando, muchos no perte-
cada raza. Las tropas rebeldes se habían enfrentado necían al círculo privilegiado, vinculado a los favo-
principalmente a fuerzas indígenas. res coloniales que España garantizaba. Sus deva-
Las bases escaparon otra vez al manejo de las di- neos conspirativos y participación en sociedades
rigencias. El desborde hizo recordar al producido discretas fueron de poca trascendencia. Al momen-
treinta años antes cuando el conflicto étnico-social to de las decisiones optaron por aceptar el poder
se interpuso al deseo político de los inspiradores que se establecía en la capital a fin de salvar el pe-
criollos del movimiento. A diferencia de entonces, llejo. Muchos de ellos murieron en la fortaleza del
en 1815 los criollos no pudieron esconderse. La lec- Callao en 1824-1826 (Flores Galindo 1984; Rizo
ción fue aprendida en carne propia por el grupo in- Patrón 1992).
surgente. Lo que hubo en Lima fue una guerra de papel.
Frente a la amenaza a la armonía social, econó- Numerosos pasquines contra las aduanas, impues-
mica, política y cultural, el mantenimiento del pac- tos, absolutismo, etc. La crisis generó una suerte de
to colonial apareció así como la única garantía ver- “espíritu crítico” como singular capacidad para la
dadera del orden establecido. Se aunaba a ello el autodenuncia (Lohmann 1964: 434-446; Basadre
que la fidelidad a España parecía poder asegurar el 1973: 67).
retorno a la situación anterior a la puesta en marcha En el marco de las reformas metropolitanas a
de las reformas. principios del XIX, la aristocracia limeña se conten-
Para ese entonces, el Perú resultaba una de las taba con una mayor participación en el gobierno co-
escasas posesiones españolas debidamente contro- lonial. Una especie de cogobierno. Sobre todo con-
ladas por la metrópoli, donde los criollos podían es- siderando que el régimen en el Perú se volvía cada
perar prebendas especiales del régimen. En Lima y vez más enérgico ante los rebeldes.
las provincias sureñas se siguió por ello siendo rea- Las quejas de los criollos eran limitadas tanto en

DE
lista y financiando la contrarrevolución. A su vez, número como en calidad. La misión a la corte ma-

COLONIA A REPÚBLICA
esta circunstancia obligaba al fidelismo a los crio- drileña de José Baquíjano y Carrillo de parte del ca-
llos. Mientras más recursos entregaban a la corona, bildo limeño realizada en 1793-1802 se circunscri-
más interesados estuvieron en su triunfo final. Una bió a algunas propuestas regionalistas y descentrali-
alternativa podía ser que un nuevo régimen garan- zadoras: un tercio de los cargos de las audiencias
tizase la devolución (con creces) de estos recursos. para los peruanos, incremento de facultades de los
Si aseguraba también un control social, podrían cabildos, mayor representación criolla en el tribunal
pensar en darle su apoyo (Bonilla 1982; Flores Ga- del Consulado y derogatoria del reglamento de co-
lindo 1984, 1987a; Fisher 1982; Hamnett 1978; mercio libre. Otras comisiones similares buscaron la
Lynch 1976; Melzer 1980). concesión de cupos para los criollos en las institu-
ciones coloniales, restituir purificados los corregi-
CONSPIRACIONES CRIOLLAS mientos, eliminar las alcabalas a ciertos productos,
etc. (Basadre 1973: 77-78; Burkholder 1980).
La actuación rebelde de los criollos limeños no Desde ya, las elites criollas limeñas se habían
fue decidida ni decisiva. Por lo general, se trató de ambientado a las nuevas condiciones. En lo político,
reacciones ante estímulos insurgentes de otras re- lograron acomodarse para aprovechar los espacios
giones del Perú y América. Cautelosos, los criollos que el régimen de intendencias les permitía. En lo
de Lima no se manifestaron abiertamente contra el económico, algunos comerciantes lograron incluirse
dominio español. A lo más, hubo movimientos en los negocios más lucrativos de exportación hacia
conspirativos que indefectiblemente abortaron, sea la metrópoli y el comercio negrero. Los grandes co-
por haber sido descubiertos o por abandonar el pro- merciantes diversificaron sus actividades. Poseían
yecto sus mismos protagonistas. La conspiración de haciendas en Lima que abastecían el mercado local
Anchoris descubierta en 1810 se promovió, por y producían alfalfa para el forraje de las acémilas de
ejemplo, ante las noticias del levantamiento de La arrieros (Burkholder 1972: 400-402; Burkholder-
Paz (O’Phelan 1985: 159; Anna 1975 y 1979). Chandler 1984: 103-106; Mazzeo 1994).

729
Quiroz Chueca

Fue esta elite comercial y funcionaria la que ciedad Académica Amantes del País quienes, como
aportó recursos financieros para el sostenimiento de hijos del racionalismo y defensores del progreso,
la monarquía desde las guerras del XVIII. El apoyo trataron de proveer a los peruanos de conocimien-
se hacía esperando (y obteniendo) beneficios eco- tos útiles de su región e información relevante para
nómicos y sociales. Cada donativo o préstamo for- sus vidas diarias. Propagaron técnicas mineras efi-
talecía la dependencia política de la elite limeña cientes y analizaron el comercio virreinal. La erudi-
criolla y peninsular. El resultado fue una conjun- ción desplegada no estuvo exenta de posiciones po-
ción de intereses entre ambas partes que provocó la líticas y la necesidad de un cambio atraviesa sus in-
alianza política manifiesta a la hora de la crisis co- fluyentes páginas. Sin embargo, la situación política
lonial (Melzer 1980). (en especial, la revolución francesa) hizo fracasar
este proyecto tan auspicioso (Martínez Riaza 1985;
LA ILUSTRACIÓN Y LA PROTESTA Hampe 1988; Zamalloa 1993).
Con la gran rebelión de 1780, la necesidad de
La expulsión de los jesuitas apartó a los más no- encontrar salidas a la crisis fue más acuciante. En
tables partidarios del conocimiento escolástico y fa- 1782 la iniciativa partió de un corregidor y comer-
cilitó así la amplia introducción de nuevos enfoques ciante español, muy conocedor de la realidad colo-
sobre el conocimiento. Hacia fines del XVIII el es- nial: Alonso Carrió de la Vandera, quien ya había
cepticismo de la autoridad, la observación de la na- escrito una descripción novelada hacia 1775 (El la-
turaleza, la experimentación y el análisis basado en zarillo de ciegos caminantes). En el nuevo opúsculo,
el razonamiento inductivo habían transformado el Carrió presenta un plan alternativo para el país,
bagaje intelectual de las colonias. proponiendo una serie de reformas (sobre todo en
Con la salida de los jesuitas y la crisis de la Uni- el trabajo) que, según él, debía corregir el equivoca-
versidad de San Marcos surgieron nuevos centros do rumbo con que se conducía la colonia.
extrauniversitarios, donde se dictaban cursos de En ese tiempo llegaron diversas expediciones
Derecho Natural y de Gentes, y se difundió la lectu- científicas oficiales y se crearon instituciones acadé-
ra de textos prohibidos. Apareció el intelectual alie- micas especializadas. Por ejemplo, destaca la expe-
nado: una minoría ilustrada forjada principalmente dición botánica de Hipólito Ruiz y José Antonio Pa-
COLONIA A REPÚBLICA

en el Convictorio de San Carlos, de gravitante vón y la creación de la escuela de medicina y el


actuación en los debates de la independen- colegio de abogados.
cia. Toribio Rodríguez de Mendoza fue rec- Una muestra de las diversas propues-
tor de San Carlos desde 1797 e inculcó tas criollas fue la “Carta a los españoles
ideales republicanos a varias generacio- americanos”. La escribió el jesuita pe-
nes de peruanos (Basadre 1973: 86-88). ruano exiliado Juan Pablo Viscardo y
En la segunda parte del XVIII se tiene Guzmán y se divulgó manuscrita en cír-
DE

una mayor conciencia de sí. Diversos es- culos criollos, antes de su impresión ha-
critos muestran una preocupación de cia 1798. En su visión, se necesitaba la
criollos y españoles residentes en el Perú unión de la población peruana contra el
por la suerte que corría la colonia. Ya en enemigo común.
1742 el capitular Victorino Montero La masonería jugó un
había escrito un opúsculo sobre papel relevante en la pre-
la situación del Perú y la paración y la conducción
necesidad de mejorar al- de la independencia. La
gunos aspectos. En primera logia en Lima fue
1760 Llano Zapata exal- detectada en 1751 y a tra-
taba la riqueza y exce-
lencias americanas. La
expresión más amplia Juan Pablo Viscardo y
de ideas ilustradas en el Guzmán, jesuita exiliado,
autor de la célebre “Carta a
Perú fue el Mercurio Pe-
los españoles americanos”, que
ruano, quincenario pu- expresaba el punto de vista de
blicado en Lima entre los criollos respecto a la
1791 y 1795 por la So- emancipación.

730
De la colonia a la república independiente

vés de ella América española recibió una creciente


influencia de países como Inglaterra y Francia (Fer-
nández 1988).

POLITIZACIÓN DE LAS ELITES


CRIOLLAS

A fines de los tiempos coloniales se aprecia un


mayor grado de sociabilidad. Desde las primeras
juntas de 1808 y la invitación a las cortes, las tertu-
lias en casas y las discusiones en cafés y chinganas
cambiaron sus temas centrales. Se introduce el de-
bate político en torno a los sucesos de la península
y las regiones rebeldes en América. Los cambios se
veían llegar y esto creaba expectativas en los distin-
tos componentes de la sociedad –en especial, en las
ciudades y villas–, sobre todo cuando las autorida-
des locales cumplían sólo parcial y selectivamente
los mandatos de las cortes (elecciones, libertades,
aboliciones) (Burkholder-Johnson 1990: 295-297).
La libertad de imprenta dio un nuevo y vigoroso
impulso a la discusión de ideas. Surgió en 1811 el
Una pulpería limeña de la primera mitad del siglo XIX.
primer periódico, El Peruano, editado por Guiller-
mo del Río y redactado por el acaudalado comer-
ciante español Gaspar Rico. Se dedicó a expresar el ros, Fernando López Aldana, Manuel Salazar y Ba-
malestar contra el régimen español, aunque no se quíjano y Manuel Villalta. Abascal reunió a otro
pronunció abiertamente por un rompimiento y al grupo de intelectuales para contrarrestar la tenden-

DE
año siguiente tuvo que cerrar. Le siguió el Satélite cia protestante, creándose así El Verdadero Peruano

COLONIA A REPÚBLICA
del Peruano (febrero-junio de 1812), redactado por (setiembre 1812-marzo 1813). Colaboraron los
un grupo aristocrático que no propuso una alterna- conservadores (luego colaboradores de la indepen-
tiva independiente. Su moderación excesiva (com- dencia) José Baquíjano y Carrillo, Hipólito Unanue,
prensible en las condiciones del gobierno de Abas- José Manuel Valdez, José de Larrea y Loredo, José
cal), lo hizo más bien un órgano mediatizado. Estu- Joaquín de Larriva, Félix Devoti y José Pezet (Po-
vo dirigido por Cipriano Calatayud, Diego Cisne- rras 1974; Martínez Riaza 1985; Gargurevich 1991).

VI
LA INDEPENDENCIA REALMENTE OBTENIDA

Fue en un marco de represiones a la disidencia EL PERÚ REBELDE


y de expectativas de los sectores dominantes, cuan-
do San Martín llegó con la expedición chileno-ar- La crisis en la economía y sociedad coloniales
gentina a nuestras costas para buscar la indepen- desde la segunda mitad del siglo XVIII, que había
dencia del Perú y asegurar con ello la del sur del generado protestas e insatisfacciones, movió a las
subcontinente. oligarquías criollas, asociadas hasta entonces a la

731
Quiroz Chueca

jor vía para lograrlo era mantener al pueblo al mar-


gen de la lucha entre “blancos”; de no conseguirse
este objetivo, ejercer una custodia eficaz sobre la
participación popular para evitar las sorpresas.
La independencia fue en el Perú un proceso su-
mamente prolongado. Una especie de indefinición
casi permanente que necesariamente afectó a sus
protagonistas. El hecho de haber sido el Perú un
virreinato privilegiado y ya no serlo –en tanto que
el resto de los dominios españoles en América del
Sur había roto el vínculo político–, hacía suponer a
las elites peruanas (y no solamente a las limeñas)
que, de continuar bajo la férula colonial, el país
por lo menos recobraría su sitial anterior (por
ejemplo mayores concesiones comerciales y pro-
ductivas).
La gran mayoría de los peruanos –los indios– no
estaba enteramente abatida. Para principios del XIX
sumaban ya siglos los tiempos de represión contra
sus protestas sociales y étnicas, y muy especialmen-
te a raíz de la gran rebelión de 1780. La de 1814 vi-
no a ahondar la situación. El papel de la población
aborigen en el proceso de independencia fue limita-
do como consecuencia de diversos factores. La co-
lonia había creado numerosos y sutiles mecanismos
de autodefensa social que dificultaban la protesta.
“La placera”, uno de los numerosos tipos populares de la En el plano estrictamente militar, la vigilancia fue
COLONIA A REPÚBLICA

Lima del siglo XIX que ilustró A.A. Bonnaffé, 1855. cada vez más palpable conforme el país se convertía
en el centro del absolutismo español en América.
corona en la explotación colonial, a cortar los lazos Vastas regiones del país habían sido militarizadas.
con una metrópoli que no era capaz, sobre todo Guarniciones regulares del ejército controlaban la
desde 1820, de seguir garantizando el orden social sierra limeña desde la rebelión de 1750, la sierra
y la prosperidad económica (Fontana 1991: 318). central entre Huanta y Huánuco desde la rebelión
El Perú, como país heterogéneo, respondió de de Juan Santos Atahualpa, el sur andino desde el
DE

diversas maneras a los diferentes estímulos inde- aplastamiento de Tupac Amaru de 1780 y las ciuda-
pendentistas. Incluso, pasado el proceso, se enfras- des más importantes del Perú. En el plano social, la
có en nuevas luchas por la hegemonía regional. Li- población indígena del sur había desplegado esfuer-
ma era la capital, pero su conducta no determinó la zos colosales en movilizaciones que, a la postre, re-
suerte del país entero. En todo caso, fue más por de- sultaron infructuosas. Sus autoridades tradicionales
fecto que por efecto. fueron desactivadas en amplios territorios, y las le-
Desde la rebelión del Cuzco de 1814-1815 los vas, de los más variados tintes, afectaron primor-
sectores potencialmente separatistas se encontra- dialmente a los indios, por lo que no debe extrañar
ban desmovilizados, sin un proyecto propio ni po- que éstos participasen en los ejércitos de todas las
sibilidades reales de llevarlo a efecto en forma in- tendencias (Tord-Lazo 1980 y 1981; Flores Galindo
mediata y consecuente. Predominaban los conser- 1984; Stern 1990).
vadores proespañoles que, si bien vieron en el jefe Muy escasamente la población indígena partici-
argentino a un intruso, no tardaron en reconocer pó en forma consciente. Esto se dio principalmente
su moderación y hasta afinidad de intereses: el afán en las sociedades locales, donde no existía una sig-
de evitar que el pueblo ejerciese alguna presión sig- nificativa sujeción servil de los indígenas como en
nificativa en la solución del problema político colo- la sierra central peruana. No debe extrañar que fue-
nial, impidiendo, en lo posible, los cambios estruc- se allí donde se organizaron las montoneras y gue-
turales en la sociedad ya libre del coloniaje. La me- rrillas; en el sur la población indígena estuvo des-

732
De la colonia a la república independiente

movilizada, mientras en el norte las acciones fueron Además, el norte –cuya población era mayormente
mínimas. mestiza– no había vivido movilizaciones masivas de
El papel jugado por la plebe mestiza y esclava protesta similares a las de 1780 o 1814.
–en las ciudades y en la zona rural– fue considera- El proceso de la independencia realmente obte-
blemente más visible. Sometidos a mecanismos aná- nida, entonces, es la historia de una minoría sobre-
logos de preservación del régimen sociopolítico, su privilegiada tratando de seleccionar entre los siste-
protesta durante la colonia fue muy escasa. También mas gubernamentales alternativos el que les permi-
sufrieron las levas para conformar los contingentes tiese realizar sus aspiraciones políticas, económicas
de las insurrecciones, de los ejércitos rebelde o rea- y sociales. No puede ser cuestionado el genuino pa-
lista y de las partidas de guerrillas. triotismo de algunos participantes. Con todo, mu-
No cabe duda de que la población buscaba una chos otros innegablemente actuaron en términos de
mejora en su forma de vida, eliminando especial- puro oportunismo.
mente las exacciones del régimen colonial y social. La elite limeña estaba muy comprometida con el
Por ende, todo aquel que las ejerciese podía ser régimen colonial en la explotación de un país em-
identificado por el pueblo como “enemigo”. No ne- pobrecido. Las disidencias abundaron, mas no fue-
cesariamente se encontrará un discurso propio y so- ron suficientes como para definir un rompimiento.
fisticado acerca de nociones tan abstractas como Consciente del riesgo político, social y económico
“patria”, “nación” o “independencia”. Lo más pro- que corría, la elite capitalina aguardó el momento
bable es que sean ideas más simples y directas, es de las definiciones para definirse ella misma. La
decir, tangibles y pragmáticas sobre su autonomía y guerra resultó demasiado prolongada e intrincada.
sus derechos (en particular, la tierra). Por regla general, allí donde las fuerzas realistas tu-
El sistema de reclutamiento se efectuaba a través vieron el dominio, las elites criollas permanecieron
de los jefes comunales y, a veces, los jefes de los leales al rey. Allí donde el régimen colonial no pudo
ejércitos regulares y guerrilleros procedían directa- mantenerse, la opción fue por la separación. Estas
mente al reclutamiento por su propia cuenta, sin alternativas fueron variando tanto en el tiempo co-
importar la causa que se defendiese. Por esto, no re- mo en el espacio.
sulta extraño que en las zonas ocupadas por el ejér-

DE
cito libertador, la recluta de guerrilleros haya sido SAN MARTÍN EN EL PERÚ

COLONIA A REPÚBLICA
principalmente a su favor, y a la inversa en las zonas
ocupadas por el realista. Inclusive, luego de la gue- Para asegurar la independencia de América, se
rra se mantuvo esta norma de reclutamiento de debía derrocar al gobierno colonial en el Perú. La
campesinos y hasta bandoleros (Lynch 1976: 305). empresa sanmartiniana accedió al Pacífico en 1817
Un sector medio poco definible de personajes luego de varios intentos de llegar al Perú a través del
que no debían ni esperaban nada del régimen colo- Alto Perú. Una vez vencida la resistencia realista en
nial sí tuvo una figuración más decidida (aunque Maipú en enero de 1818, el ejército independentis-
siempre vacilante y falta de un proyecto coherente). ta estuvo preparado para colaborar en la misma ta-
Tanto medianos productores provincianos, como rea en el Perú, pero esta vez más difícil, delicada e
intelectuales y profesionales liberales, y hasta aris- importante. El pasajero retorno de España al consti-
tócratas de alguna manera independientes de la eli- tucionalismo en 1820 fue el marco propicio para la
te de poder, fueron más resueltos en manifestar sus separación real del Perú. La metrópoli no estaba ya
discrepancias y actuar al momento de presentarse en condiciones de apoyar a sus fuerzas ni menos
las oportunidades. El sector comerciante y produc- aún de garantizar la paz social que requerían las co-
tor del centro, “irritado por las limitaciones del sis- lonias para mantenerse bajo su protección. Todo de-
tema de privilegios y monopolios coloniales (...) pendía de la medida en que esta función la pudiesen
apoyó el movimiento por la independencia” (Ma- realizar las autoridades virreinales peruanas.
llon 1983: 12). Los gobiernos españoles seguían desplegando
El norte peruano estaba muy relacionado comer- una política de gran potencia, pero sin los recursos
cialmente con el mercado azucarero de Chile. La eli- internos ni externos suficientes. Pese a todo, de
te norteña se hallaba recién consolidada hacia fina- 1811 a 1818 España envió a la reconquista de Amé-
les del período colonial y empezaba a afianzarse en rica 25 expediciones con 204 buques y cerca de 45
el poder local, erigiéndose como un grupo de poder mil hombres (Fontana 1991: 306-307; Barbier-Klein
alternativo al ubicado en la capital (Aldana 1995). 1985: 473-495).

733
Quiroz Chueca

La iniciativa en el mar fue ganada por el ejército No fue el caso de la ciudad de Lima, cuya aristo-
del sur (que incluyó a numerosos peruanos), hecho cracia había financiado la contrarrevolución en el
que fue uno de los factores principales para llevar Perú y Sudamérica y jugaba aún la carta colonial
adelante la empresa. En dos incursiones en el mar como “mal conocido”, en tanto que le espantaba
peruano (enero y setiembre de 1819) el jefe de la sinceramente la idea de enfrentarse a la metrópoli y
armada insurgente, el inglés Tomás A. Cochrane, establecer su propio dominio autónomamente (lo
asestó golpes considerables a las fuerzas españolas. “bueno por conocer”).
La armada colonial destruida no era otra cosa que El ejército sanmartiniano, y particularmente sus
la flota mercante limeña. La guerra en el mar hizo dirigentes, habían llegado al Perú conscientes del
perder el mercado chileno a los comerciantes lime- peligro que representaba una excesiva exaltación de
ños y productores costeños, aunque con estos reve- la población. A pesar de ello, se propuso su movili-
ses la elite limeña ratificó su fidelismo. Otros sec- zación a fin de crear un contrapeso manejable al po-
tores, en cambio, vieron en esas acciones la ocasión derío español y proespañol.
de independizarse de España. Estimulado por estos El 8 de setiembre San Martín, a la vez que con-
hechos, el cabildo de Supe se declaró independien- vocaba al pueblo peruano, tranquilizaba a la aristo-
te en abril de 1819. cracia con planteamientos moderados. Las fuerzas
La presencia desde setiembre de 1820 del ejérci- sanmartinianas no eran suficientes como para hacer
to sureño en el Perú provocó, sin duda, el pronun- mella a las de los realistas. En realidad, éstos debie-
ciamiento de diversas poblaciones de la zona cen- ron respirar aliviados al ver que aquéllas se compo-
tral, especialmente en la costa, en las quebradas oc- nían sólo de unos 4 mil hombres. San Martín con-
cidentales de los Andes y en la ruta de las incursio- fiaba en que los criollos del Perú se pronunciarían
nes proselitistas de Arenales, entre octubre de 1820 de consenso por la separación y, por ende, el pro-
y abril de 1821. Al amparo de esas fuerzas se acele- blema se resolvería prontamente, en tanto que sus
ró un proceso que pudo requerir mucho tiempo. lugartenientes (Cochrane y Miller) preferían una
acción rápida y contundente.
San Martín optó por la vía del entendimiento
con las autoridades españolas. Más que evitar un
COLONIA A REPÚBLICA

derramamiento de sangre, le importaba impedir


que el enfrentamiento derivase en una alternativa
con características sociales distintas a las que resul-
tarían de un acuerdo en las alturas. La primera con-
ferencia se desarrolló en Miraflores en setiembre.
Hipólito Unanue actuó como secretario de parte del
virrey. Los realistas y criollos podían estar tranqui-
DE

los: San Martín no era el jacobino que se temía.


Las fuerzas más importantes de los realistas esta-
ban en la sierra. Lima estaba relativamente despro-
tegida, pero San Martín no quiso atacar la ciudad
capital; en cambio envió a Álvarez de Arenales a la
sierra con 1 200 efectivos, mientras él partía hacia
el norte y Cochrane dominaba el mar. La indepen-
dencia de Guayaquil hizo innecesario que las tropas
de San Martín llegasen al norte. Cochrane logró
capturar la fragata “Esmeralda” el 15 de noviembre
de 1820, con lo que afianzó su dominio en el lito-
ral.
La misión de Arenales penetró en territorios do-
minados por los realistas. Pasó por Huamanga al
José de San Martín, óleo por Daniel Hernández. La propuesta
emancipadora del jefe argentino –que no prosperó– incluía el
establecimiento en el Perú de una monarquía constitucional
independiente.

734
De la colonia a la república independiente

valle del Mantaro y Cerro de Pasco –una zona pri-


mordial en tanto principal productora minera y de
comunidades campesinas fuertemente ligadas al
mercado– en donde organizó fuerzas insurgentes,
especialmente en Tarma con el salteño Francisco de
Paula Otero (Chocano 1983; Mallon 1983 y 1995).
La idea evidente era impedir que los españoles
siguiesen aprovechando las minas y, eventualmente,
cortar la comunicación entre los realistas en Lima y
el sur andino. El 6 de diciembre, cerca de Pasco, tu-
vo lugar el único encuentro (y la única victoria san-
martiniana) con las fuerzas realistas, cuya caballería
–comandada por el coronel hasta entonces realista
Andrés de Santa Cruz– se pasó al bando patriota.
Entre tanto, el 2 de diciembre los americanos del
batallón “Numancia” se entregaron al ejército de
San Martín en Sayán. Como consecuencia, los espa-
ñoles incrementaron el celo para con sus oficiales
criollos y mestizos, situación que dio lugar a que al-
gunos otros oficiales peruanos pasasen al lado inde-
pendentista; entre ellos (en enero de 1821) los co-
roneles Agustín Gamarra, Velasco y Eléspuru.
El dominio patriota del mar y la independencia
de Guayaquil y Lambayeque (27 de noviembre) ha-
cían imposible la resistencia del norte. El intenden-
te de Trujillo, el criollo limeño José Bernardo Tagle,
marqués de Torre Tagle –quien había reunido en la

DE
capital de la intendencia a un grupo de personajes

COLONIA A REPÚBLICA
decididos por la independencia, entre ellos sus pri- El penúltimo virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, fue
mos Manuel Cavero y Muñoz, marqués de Bellavis- obligado a renunciar en favor del general La Serna por los
ta (alcalde de Trujillo), y Miguel Tinoco y Merino–, jefes militares realistas, a causa de sus vacilaciones frente a
aceptó la invitación de San Martín. Las tropas acan- las fuerzas insurgentes.
tonadas en Trujillo se pronunciaron también por la
separación. El 29 de diciembre se juró la indepen- tía en un ataque contundente mientras estaba inac-
dencia en Trujillo. Acto seguido, Piura, Cajamarca, tivo en el litoral– lo autorizó a realizar una incur-
Chachapoyas, Jaén y Maynas siguieron el ejemplo. sión en el sur. Junto a Miller, Cochrane tuvo una se-
Ni la independencia de Trujillo ni la de otras ciu- rie de encuentros pequeños pero victoriosos, llegan-
dades y pueblos del norte puede ser considerada co- do a organizar a la población de Tacna y Puno.
mo resultado de la presión foránea. Fue producto de Cuando se disponía a ampliar su accionar a otras lo-
la voluntad, ciertamente no bien definida, de la po- calidades de la sierra sur, el armisticio de Punchau-
blación. El apoyo que proporciona el norte peruano ca se lo impidió.
a la larga gesta emancipadora así lo demuestra. La segunda conferencia, en la que participaron
Las vacilaciones del virrey José Joaquín de la Pe- La Serna y San Martín, fue en la hacienda “Pun-
zuela con respecto a las fuerzas insurgentes y las de- chauca” en junio de 1821. San Martín volvió a pro-
rrotas y deserciones provocaron malestar entre los poner la monarquía constitucional independiente,
generales de su ejército. En Asnapuquio éstos deci- con enormes e increíbles concesiones adicionales.
dieron obligarlo a renunciar en favor del general La En la práctica, el ejército insurgente se autoanulaba.
Serna, y lo lograron. El virreinato terminaba con un Los realistas no tenían apuro alguno. Contaban
golpe de Estado militar. con el apoyo de la mayoría de los criollos y sabían
Pese a esas muestras de debilidad, San Martín no que la población indígena no haría un levantamien-
se decidió a asestar un golpe a las fuerzas realistas to general, y menos bajo el mando del ejército san-
en Lima. Sólo para alejar a Cochrane –quien insis- martiniano. Lo único que les atormentaba era la

735
Quiroz Chueca

La parte más importante del Perú en tiempos co-


loniales no fue la costa con su capital aristocrática,
sino la sierra, con su producción agropecuaria, mi-
nera, obrajera, sus relaciones comerciales y su alta
densidad demográfica. Allí los realistas tendrían
una despensa inacabable en víveres y mano de obra
(vituallas para el ejército, cobro de tributos), y una
inmensa retaguardia hacia el sur.
Es evidente la importancia estratégica de las pro-
vincias cisandinas y las numerosas quebradas para
las acciones bélicas. Más todavía en las circunstan-
cias en que realmente ocurrieron los hechos: dos
bandos separados por la cordillera occidental de los
Andes. De ahí el papel de las guerrillas.
Una vez ganada la sierra, el virrey podía seguir
dominando en el país indefinidamente. No fue un
“largo empate” como se ha manifestado (Guardino
1989). Simplemente no se iniciaba la guerra.
Las fuerzas realistas, efectivamente, partieron de
la costa el 6 de julio. Pese a que Arenales estaba dis-
puesto a impedirlo, San Martín no autorizó el ata-
que. Mientras el Callao quedó al mando del general
realista La Mar, el virrey La Serna se instaló en el
Cuzco con amplio apoyo de los sectores criollos del
sur. Tal vez el único problema que aquejó a las fuer-
zas realistas fue la deserción del general Olañeta en
el Alto Perú, que las privó de recursos económicos
COLONIA A REPÚBLICA

y humanos en el momento crucial de la lucha.


Para posesionarse plenamente de la sierra, el ge-
neral Carratalá fue encargado de aplastar las guerri-
llas. En diciembre destruyó Cangallo y tomó Luca-
José de la Serna, último virrey del Perú, fue herido y hecho nas y Parinacochas. A continuación, el 27 de abril
prisionero en la batalla de Ayacucho (1824), viéndose Carratalá logró vencer a las guerrillas de Cayetano
obligado a firmar la capitulación de las fuerzas realistas.
Quirós en Paras, fusilando a éste y a sus lugarte-
DE

nientes. La misma suerte corrió, entre otros, María


presencia de guerrilleros cercando la ciudad y ejer- Parado de Bellido, esposa y madre de guerrilleros,
ciendo cierta presión social. que servía de mensajera y se negó a revelar su in-
Ya los guerrilleros de Cayetano Quirós, Alejan- formación. Finalmente, en mayo de 1822 fueron
dro Huavique, José Navajas y Antonio Elguera ha- derrotados los legendarios guerrilleros Auqui de
bían vencido en Quiapata a las tropas realistas que Cangallo.
intentaron reforzar a las de Lima. Apenas se fueron los españoles, San Martín fue
El virrey sabía que sus fuerzas eran muy superio- recibido en Lima en medio del júbilo popular y re-
res y que los patriotas eran fuertes sólo en la costa y celos de la aristocracia colonial, obligada por las cir-
el norte, pero también sabía que el Perú real se ha- cunstancias a asumir una postura libertaria. Actitud
llaba en la sierra y que estaba a su favor. No quería comprensible si se recuerda que entre ella y el ejér-
(y nada lo obligaba a ello) abandonar el Perú, pero cito de La Serna se encontraban las montoneras y
debía en cambio abandonar Lima, que ya padecía guerrillas dispuestas a entrar en acción. Rehusarse
los estragos del bloqueo. Lima era un pésimo lugar era para muchos el equivalente a firmar su propio
para rechazar una ofensiva armada. Lo único que arresto, confiscación, pérdida de empleo o exilio.
necesitaba era ganar la iniciativa y dirigirse a la sie- En tales condiciones, la firma del acta por parte
rra. De esta manera, dejaba Lima para ganar el Pe- de la aristocracia y los ultracolonialistas el 15 de ju-
rú; revertía la situación de sitiado a sitiador. lio y la declaración de la independencia el 28 de ju-

736
De la colonia a la república independiente

lio fueron meras formalidades. La verda- Francisco Javier Mariatégui, ideólogo liberal
dera emancipación del Perú no se lo- peruano del siglo XIX.
graría mientras las tropas realistas
continuasen dominando las zonas No sabía si volverían los españoles a
más ricas del país. tomar represalias. Los conventos
El protectorado establecido por se llenaban de gente ante la proxi-
San Martín pretendía viabilizar la midad de tropas enemigas de las
monarquía. Sus ministros Juan que ocupaban temporalmente la
García del Río, Bernardo Montea- ciudad.
gudo e Hipólito Unanue eran mo- Desde un principio los españo-
narquistas poco entusiasmados por les sufrieron las represalias del nue-
llevar a buen término la guerra. vo régimen. Ya el 18 de julio se de-
Mientras se buscaba en Europa un cretó el secuestro de bienes de los que
príncipe para el trono limeño, en el Pe- fugaron o se negaron a aceptar la inde-
rú se estableció la Orden del Sol con mi- pendencia, aunque fueran personas hu-
ras a formar un cuerpo de notables para ser- mildes, practicándose sobre todo el sistema
vir de entorno al futuro rey peruano. Inclusive, en de denuncias, que generó numerosos abusos.
diciembre se declaró la subsistencia de los títulos de La represión antipatriota estuvo a cargo del mi-
Castilla (ahora llamados títulos del Perú y elimi- nistro Monteagudo, principal asesor de San Martín.
nando las referencias a lo “real”). En enero de 1822 La elite criolla y española lo despreciaba tanto como
se creó la Sociedad Patriótica de Lima. La idea era él a ella. Formó la comisión de vigilancia contra los
conservar una aristocracia de origen colonial que españoles. San Martín perdió crédito ante los crio-
apoyase su proyecto político y garantizase su super- llos porque los cargos políticos principales no esta-
vivencia (Rizo-Patrón 1992). ban siendo ocupados por los criollos limeños y las
Los republicanistas se aglutinaron en torno de propiedades secuestradas a los chapetones quedaban
La Abeja Republicana. Eran criollos como José Faus- en manos de los militares (Anna 1979: 183-184).
tino Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui, Entre tanto, las fuerzas independentistas en el

DE
José Mariano de Arce, Manuel Pérez de Tudela, norte de Sudamérica se fortalecían. Luego de la vic-

COLONIA A REPÚBLICA
Francisco Javier de Luna Pizarro, etc. Desde ése y toria de Pichincha que selló la independencia de
otros periódicos mantuvieron una lucha principista Quito –con activa participación de tropas peruanas
contra los planes monarquistas y en favor de un Pe- al mando de Santa Cruz–, Bolívar ocupó Quito y
rú libre y republicano. Guayaquil en mayo de 1822.
En setiembre Canterac volvió, con muy escasas Con los reveses indicados, San Martín debió
fuerzas, por Cieneguilla y pasó al Callao. Pese a ello pensar cada vez más en dejar el Perú. En julio de
y a la exigencia de sus jefes, San Martín no quiso 1822 se reunió con Bolívar en Guayaquil. El presti-
atacarlo. Canterac se paseó por el valle de Lima im- gio del Libertador de la Nueva Granada, su mayor
punemente y en octubre regresó a la sierra con todo disponibilidad de recursos y el fracaso monarquista
el arsenal del Real Felipe. Las fuerzas patriotas su- de San Martín debieron pesar para que éste cediese
frieron una gravísima crisis: un numeroso grupo de la posta a aquél en la emancipación peruana. Ambos
generales estaba listo a derrocar al Protector, entre eran masones.
ellos Cochrane, Las Heras y Necochea, quienes pre- En el Perú libre, en tanto, prevalecían las ten-
firieron abandonar el Perú. No todo fue pérdida pa- dencias republicanas. San Martín tuvo que convo-
ra la causa independentista: las fuerzas atrinchera- car al primer congreso peruano que debía definir el
das en la fortaleza de Real Felipe se rindieron y su tipo de régimen. Se fortalecían también las tenden-
jefe, el general realista La Mar, pasó a integrar el cias proespañolas. En Lima estas últimas lograron
ejército peruano. hacer deportar al ministro Monteagudo.
La elite criolla limeña estaba disconforme con A su retorno de Guayaquil, el Protector se despi-
los resultados de la guerra. Mejor dicho, con la fal- dió del país con un discurso en el que advertía: “Pe-
ta de resultados. Había firmado el acta de indepen- ruanos: os dejo establecida la representación nacio-
dencia, pero los independentistas no se manifesta- nal; si depositáis en ella una entera confianza, can-
ban resueltos como para sentirse segura de su elec- tad el triunfo, si no la anarquía os va a devorar”. Se
ción, de modo que se encontraba entre dos fuegos. embarcó el 21 de setiembre a Valparaíso.

737
Quiroz Chueca

EL PRIMER GOBIERNO PERUANO La derrota demostró lo equivocado de la estrate-


gia peruana. Dio pie, además, al surgimiento de ten-
El congreso se instaló el 29 de ese mes con una dencias personalistas. El resultado fue el primer
mayoría republicanista bajo la presidencia de Fran- golpe de Estado en la historia peruana republicana.
cisco Xavier de Luna Pizarro, la vicepresidencia de El 26 de febrero, en el fundo Balconcillo, los gene-
Manuel Salazar y Baquíjano (conde de Vistaflorida) rales del ejército obligaron al congreso a nombrar al
y la secretaría de José Faustino Sánchez Carrión y presidente del departamento de Lima, José de la Ri-
Francisco Javier Mariátegui. Actuaba bajo la inspi- va Agüero, como presidente de la república. En un
ración de Toribio Rodríguez de Mendoza, director adelanto de lo que harían los caudillos peruanos a
ideológico del primer liberalismo peruano. La gran lo largo de las siguientes décadas, Riva Agüero fue
mayoría de los diputados era carolina (ex alumnos ascendido a gran mariscal y Santa Cruz fue nombra-
del Convictorio de San Carlos). Suprimió todos los do jefe del ejército peruano.
títulos de Castilla y sus equivalentes sanmartinia- En mayo de 1823 partió una nueva expedición a
nos, desautorizando a los comisionados Del Río y los puertos intermedios, al mando ahora del general
Paroissien en Europa. Santa Cruz; como jefe del estado mayor actuó el co-
El 12 de noviembre de 1823 promulgó la prime- ronel Agustín Gamarra y como jefe de la escuadra el
ra constitución. Republicana y liberal en sus princi- contralmirante Jorge Guise. En junio habían ocupa-
pios, garantizó la división de poderes y las liberta- do Arica, Tacna y Moquegua y en agosto ya estaban
des individuales (con excepción de la libertad reli- en Oruro. A pesar del triunfo en Zepita el 27 de
giosa); fue antiesclavista y unitaria. Nominó una agosto, esta segunda campaña a intermedios fue un
junta gubernativa integrada por el general La Mar, nuevo fracaso.
el comerciante salteño Felipe Antonio Alvarado y el Al ver que Lima estaba indefensa, Canterac deci-
conde de Vistaflorida. Sin duda que se trataba de un dió dar un golpe político maestro. Bajó de la sierra
ejecutivo a la medida del legislativo, que buscaba li- en una operación sin mayor importancia militar,
berarse de la sombra del caudillaje que ya rondaba cruzando la zona guerrillera con fuerzas muy supe-
la escena política peruana. riores y ofreciendo indultos a los campesinos. Los
Las acciones desplegadas por el gobierno perua- republicanos circunstanciales de la capital se mani-
COLONIA A REPÚBLICA

no para expulsar a los realistas, empero, fueron de- festaron en favor de los españoles cuando éstos ocu-
safortunadas, sin la debida orientación ni respaldo. paron Lima el 18 de junio. Parte del congreso se pa-
El gobierno de Buenos Aires no pudo atacar simul- só al bando realista. Unas diez mil personas huye-
táneamente por el Alto ron de Lima temerosas
Perú para dividir a las por las represalias que
tropas realistas, en el podían tomar los espa-
marco de las denomina- ñoles contra los patrio-
DE

das “campañas a los tas y contra los realistas


puertos intermedios”. firmantes del acta.
La primera salió en
octubre de 1822 al man-
do del general Rudecin-
do Alvarado (primo del
triunviro). Los peruanos
componían la mayoría de
las tropas. Frente a la in-
decisión de los insurgen-
tes, La Serna tuvo pocos
Manuel Salazar y
problemas para salir ai- Baquíjano, conde de
roso. En enero de 1823 Vistaflorida, integró la
se acabaron las aspiracio- primera junta gubernativa
nes peruanas, pese a las de la república peruana
victorias parciales de Mi- (1823), junto con José de La
Mar y Felipe Antonio
ller (Basadre 1968- Alvarado.
1970).

738
De la colonia a la república independiente

Antonio José de Sucre, protagonista del triunfo decisivo


de Ayacucho en 1824 sobre las fuerzas realistas.

DE
COLONIA A REPÚBLICA
José Olaya Balandra por José Gil de Castro, 1828. Este
humilde pescador chorrillano fue fusilado en 1823 por orden
El general Antonio José de Sucre, nombrado jefe del brigadier español Rodil, al negarse a delatar a las fuerzas
del ejército, había llegado adelantándose a Bolívar patriotas refugiadas en los castillos del Callao.
con una división colombiana, y tuvo que retirarse al
Callao con parte del ejecutivo y del legislativo. El 23
de junio fue destituido Riva Agüero acusado de pre- BOLÍVAR EN EL PERÚ
tender dimitir ante las fuerzas realistas.
Aquí se produjo el heroico sacrificio del humil- Estas condiciones facilitaron el ingreso al Perú
de indio pescador chorrillano José Olaya, quien de Bolívar, quien llegó el primero de setiembre al
atravesaba grandes distancias a nado para llevar Callao invitado por el congreso de Lima, que lo in-
mensajes entre los patriotas de Lima y el Callao. vistió con el mando supremo, pero sólo aceptó el
Capturado, fue fusilado y degollado en Lima sin re- militar. Torre Tagle seguía siendo formalmente el
velar sus secretos. Murió por la promesa de la patria presidente del país.
que otros anarquizaban (Basadre 1968-1970). Las fuerzas de Riva Agüero estaban en el norte.
Al fracaso militar se unían las rencillas políticas Además, bajo su mando se hallaba la escuadra co-
internas. Riva Agüero se retiró a Trujillo donde ins- mandada por Guise y las tropas de Santa Cruz en
taló su gobierno con una parte del senado. Sólo eran Moquegua. Logró atraerse a jefes guerrilleros bajo
diez miembros, entre ellos Justo Figuerola, José de el pretexto de liberar al Perú del nuevo dominio ex-
Larrea y Loredo, Francisco Salazar y Baquíjano e Hi- tranjero, en tanto que entablaba negociaciones de
pólito Unanue. De su parte, el congreso en Lima paz con los españoles. Dicho sea de paso, el virrey
nombró presidente a Torre Tagle y declaró a Riva no necesitaba de la ayuda de Riva Agüero pues na-
Agüero reo de alta traición. da ni nadie lo perturbaba en la sierra.

739
Quiroz Chueca

La correspondencia que sostenía Riva Agüero


con el virrey La Serna fue abierta por su propio en-
viado, el coronel Antonio Gutiérrez de la Fuente.
Éste apresó a Riva Agüero el 25 de noviembre pero,
en vez de fusilarlo, lo desterró junto a sus principa-
les colaboradores. Camino a Panamá, fue desembar-
cado en Guayaquil, pero los jefes regulares y guerri-
lleros que lo habían acompañado volvieron al lado
del gobierno de Lima.
Al fin de cuentas, Riva Agüero propuso a los es-
pañoles el mismo plan político que tuvo San Martín
para el Perú. Aquí se enfrentaba el nacionalismo
criollo con el proyecto bolivariano internacionalis-
ta. Por lo menos desde 1813 Riva Agüero había si-
do partidario de la independencia actuando como
agente secreto de las juntas de Buenos Aires y Chi-
le. Escribió el folleto de las “28 causas de la revolu-
ción americana” publicado en Buenos Aires en 1818
(Basadre 1968-1970).
Bolívar rectificó la estrategia anterior. Entendía
que la única forma de vencer al ejército español era
en la sierra. No a través de campañas parciales co-
mo se había vanamente intentado, sino por medio
del ejército en pleno. Decidió entonces ascender
por el norte. Las fuerzas con que contaba sumaban
Invitado por el congreso de Lima, Simón Bolívar llegó al Perú
en setiembre de 1823, orientando la estrategia de las fuerzas
COLONIA A REPÚBLICA

patriotas a una ofensiva integral y no a campañas parciales.

13 000 efectivos (sin las guerrillas). Como necesita-


ba tiempo, el congreso aprobó establecer con los
realistas un armisticio y se envió en enero de 1824
al ministro Juan de Berindoaga, conde de San Do-
nás, a establecer las negociaciones, que a la postre
DE

no dieron resultados positivos.


Entre los criollos de Lima crecían las esperanzas
de un retorno de los españoles. No fueron pocos los
intentos de pasarse al bando contrario y los jefes es-
pañoles alentaban estas decisiones. Al parecer, el vi-
cepresidente Diego Aliaga habría participado en
conversaciones con Ramón Rodil en Ica.
Por falta de pago, la tropa argentina de las forta-
lezas del Callao se amotinó el 4 de febrero de 1824
liderada por el sargento Dámaso Moyano, liberando
a los oficiales coloniales presos en las casamatas.
Nuevamente flameó la bandera española en el Ca-
llao, hecho que alentó a los partidarios del rey en
Lima. Torre Tagle fue destituido por manifestarse
abiertamente en favor de los españoles y, en conse-
Antonio Gutiérrez de la Fuente apresó y desterró a José de la cuencia, Bolívar concentró todo el poder político.
Riva Agüero, quien luego de ser destituido en 1823 de la
presidencia de la república, había formado una facción La correspondencia de Torre Tagle con los realis-
gubernativa disidente en Trujillo. tas fue descubierta en febrero, por lo que Bolívar

740
De la colonia a la república independiente

dispuso su fusilamiento y el de sus ex ministros Be- gulares peruanas tomaron entonces la iniciativa, y
rindoaga, Diego Aliaga y otros colaboradores. Torre lo que era una derrota se convirtió en una de las
Tagle se refugió en un convento. más importantes victorias de la guerra.
Nuevamente Canterac tomó la capital el 29 de Las tropas realistas fueron seguidas permanente-
febrero. La aristocracia limeña lo recibió entusias- mente por guerrilleros peruanos. Se refugiaron en el
mada. Entre otros, en primera fila estuvieron los sur, donde su retaguardia segura se iba desplazando
miembros del gobierno de Torre Tagle, diputados cada vez más en esa dirección.
del congreso y decenas de jefes militares. El comer- El ejército unido se estableció en Andahuaylas a
ciante criollo José González de la Fuente, conde Vi- fin de preparar las siguientes acciones contra los
llar de Fuentes, ex prior del consulado y ex colabo- realistas. Bolívar dejó el mando a Sucre y partió ha-
rador de San Martín, fue nombrado gobernador. cia Lima, en donde las noticias de la batalla de Ju-
nín y la cercanía de Bolívar causaron pánico. Los
LA CAMPAÑA FINAL aristócratas y el ejército se fueron al Callao. A prin-
cipios de diciembre Bolívar ocupó la capital y el día
El general Sucre fue designado jefe del estado siete se inició el sitio a las fortalezas chalacas.
mayor general del ejército unido peruano-colom- En medio de disputas internas, la deserción de
biano, en tanto que Santa Cruz quedó en la jefatura sus filas y el hostigamiento de las guerrillas, el vi-
del estado mayor de las tropas peruanas y Gamarra rrey La Serna decidió dar batalla, reclutándose la
como jefe de itinerarios del ejército unido. Los tropa principalmente entre los mestizos, criollos y
aproximadamente 10 000 soldados regulares esta- castas.
ban protegidos por las partidas guerrilleras del cen- Sucre se vio precisado a retirarse al norte. Las
tro, comandadas por Otero, además de las guerrillas fuerzas realistas de Valdés avanzaron sorpresiva-
de las quebradas de la cordillera occidental. En ju- mente con intenciones de envolver a los insurgen-
nio Bolívar nombró a Miller comandante general de tes. Ambos ejércitos se encontraban en Huamanga
las partidas de guerrillas en el Mantaro hasta Cerro en el mes de noviembre. Hubo algunos encuentros
de Pasco. que presagiaban una gran batalla y, en efecto, el día
El primer encuentro fue precipitado por el 9 de diciembre formaron ambos bandos en la pam-

DE
avance del ejército unido que pretendía ingresar al pa de Ayacucho.

COLONIA A REPÚBLICA
valle del Mantaro desde Pasco. Se encontró en las El virrey La Serna comandaba personalmente
pampas de Junín con los hombres de Canterac, que sus fuerzas. Obtuvo una mejor colocación para el
se vieron obligados a presentar batalla a fin de no movimiento de su fuerte caballería. La arremetida
ver cortada la comunicación con su retaguardia. de la caballería realista fue detenida por las fuerzas
Canterac pudo escoger su ubicación mientras el del guerrillero Carreño, lo que permitió tomar la
ejército patriota se presentaba por par-
tes la tarde del 6 de agosto de 1824 en
el campo de lo que sería una de las ba-
tallas decisivas.
Las acciones se desarrollaban en fa-
vor de los realistas. Las fuerzas coman-
dadas por Miller y Necochea no tuvie-
ron éxito en sus respectivos ataques.
Miller retrocedió y Necochea fue hecho
prisionero. El retroceso peruano era
desorganizado. Fue entonces que entró
al campo el escuadrón peruano Húsa-
res del Perú, guerrilleros convertidos
en fuerzas regulares, mandados por el
comandante de guerrillas Isidoro Suá-
rez. El destacamento cargó violenta-
mente causando desconcierto entre las
filas enemigas y obligándolas a reple-
garse desordenadamente. Las tropas re- Capitulación de Ayacucho, óleo sobre lienzo, por Daniel Hernández, 1924.

741
Quiroz Chueca

iniciativa al ejército unido. Así también en otros El jefe de las fuerzas realistas en el Callao, José
flancos la caballería realista fue rechazada. Las fuer- Ramón Rodil, se negó a cumplir la capitulación de
zas peruanas mandadas por los generales Córdova y Ayacucho. Con él estaban cerca de 6 000 realistas. El
Miller pudieron arremeter contra el ejército español sitio, que fue muy prolongado, se inició en diciem-
situado en las faldas del cerro Condorcunca. bre de 1824, pese a que su causa estaba ya perdida.
El repliegue realista causó gran confusión. El La falta de alimentos, agua potable y la presencia
propio virrey fue herido y tomado prisionero. Los de la peste bubónica no amilanaron al jefe español.
soldados realistas abandonaban sus armas y deserta- Empero, estas condiciones provocaron intentos de
ban. Seguía resistiendo el general Valdés y el mando amotinamiento que Rodil aplacó a sangre y fuego.
general lo asumió Canterac, quien propuso reple- Los fusilamientos fueron frecuentes, así como las
garse hacia el Alto Perú. Pero el desorden era tal que muertes por hambre y enfermedades. El marqués de
no se pudo organizar la retirada. Hubo que aceptar Torre Tagle falleció en el Callao.
la capitulación que ofrecía el jefe insurgente Anto- Recién el 8 de enero de 1826, cuando fue captu-
nio José de Sucre. rado el torreón de Santa Rosa, Rodil aceptó parla-
La capitulación resultó muy favorable para los mentar. La capitulación fue muy similar a la de Aya-
vencidos. Parecían antes vencedores que derrotados cucho. Solamente quedaban 2 400 refugiados, en su
en esa decisiva batalla. Entre otras medidas, se esti- mayor parte civiles. La gran mayoría de los milita-
pulaba el respeto de los derechos de los oficiales res y funcionarios realistas capitulados se quedó en
realistas. Inclusive, si deseaban dejar el país, el Es- el país.
tado peruano debía asumir los gastos del viaje y al
menos la mitad del sueldo mientras permanecieran MONTONERAS Y GUERRILLAS
en el Perú. Se respetaban las propiedades de todos
los españoles y se reconocía la deuda contraída por La montonera representaba un intento democrá-
el virrey para solventar la guerra. Todos los inte- tico de expresión de sectores sociales provincianos,
grantes del ejército realista eran admitidos en el pe- pequeños y medianos propietarios y trabajadores
ruano, con los mismos grados anteriores. No se des- desposeídos. Espontánea en tanto que no era “ofi-
tituía de sus cargos a los funcionarios que habían cial”, sino surgida por voluntad de esos grupos lo-
COLONIA A REPÚBLICA

apoyado a los realistas. cales poco numerosos (pero mayoritarios en su con-


Los realistas seguían dominando en el Alto Perú junto) que buscaron así manifestar sus exigencias
y en el Callao. Ya desde enero de 1824 el general Pe- sociales y sus reivindicaciones étnico-culturales no
dro Antonio de Olañeta se había rebelado y pese a sólo en la coyuntura específica de la independencia.
las fuerzas enviadas por el virrey, no habían podido Como excepción, más bien, esa población se orga-
someterlo nuevamente. Más bien se apoderó de to- nizaba y pasaba a integrar ejércitos rebeldes (1780,
do el Alto Perú, actitud que causó enormes dolores 1814).
DE

de cabeza a los realistas, más preocupados por el Con la intervención del ejército libertador, la
frente bajoperuano. participación del pueblo dejó de ser espontánea en
Las fuerzas de Gamarra y Sucre se lanzaron ha- lo fundamental. Los principales líderes sanmartinia-
cia el territorio antes ocupado por los realistas. Los nos –y también los realistas– buscaron y lograron
pueblos del Cuzco, Puno y Arequipa se manifesta- influir en las montoneras organizándolas en guerri-
ban por la independencia; mentras tanto, en Are- llas y dándoles líneas de acción.
quipa la elite criolla designó a Pío Tristán como vi- Con lo dicho no se niega, ni mucho menos, la
rrey del Perú. existencia de motivaciones propias de las poblacio-
En el Alto Perú también se produjeron desercio- nes locales para levantarse contra la situación colo-
nes del lado de Olañeta. Antes de que llegase Sucre, nial. Es claro que la sola presencia del ejército liber-
el legendario guerrillero Lanza tomó la ciudad de La tador no podía ser suficiente para provocar un le-
Paz el 25 de enero de 1825. Olañeta murió durante vantamiento que lo secundase. Las contradicciones
un amotinamiento de sus tropas, dejando el paso li- sociales y coloniales estaban latentes y en la deci-
bre para la vida independiente en el Alto Perú. Una sión del levantamiento habrían de primar los intere-
asamblea convocada por Sucre en Chuquisaca (hoy ses de las poblaciones y de aquellos que figuraban
Sucre) acordó el 25 de marzo constituir un país in- como líderes de las partidas. Esto puede verificarse
dependiente con el nombre de Bolivia en honor al en las actitudes asumidas por los pueblos y los jefes
Libertador. de guerrillas del lado “patriota” y realista. Un ejem-

742
De la colonia a la república independiente

plo puede ser la actitud, al parecer consciente, de les. La indecisión inicial, resquemores y desconfian-
los iquichanos y sus líderes en la resistencia que hi- zas, antipatías y enfrentamientos sucesivos de los
cieran a la república peruana luego de la batalla de llamados criollos, impidieron la conformación de
Ayacucho (Husson 1992; Méndez 1991). un sólido bloque en esos niveles sociales. En tales
La participación del pueblo en las guerrillas es condiciones, el recurso al pueblo por parte de los lí-
evidente. En la sierra y en la costa compusieron las deres del ejército libertador resultaba una conse-
partidas campesinos pobres, mineros, arrieros, pe- cuencia lógica. Máxime cuando el pueblo se levan-
queños comerciantes y pequeños propietarios, es- taba ya en montoneras.
clavos cimarrones. En lo fundamental, pobladores La economía de la costa con plantaciones azuca-
de origen étnico indígena y cuyas reivindicaciones reras había generado ya el fenómeno del bandidaje
sociales y económicas eran más o menos claras. Las entre los esclavos cimarrones y gente plebeya. Mu-
dirigencias, en cambio, fueron más bien criollas y chos bandidos y cimarrones se unieron a San Mar-
mestizas de clase media y modesta fortuna (Lynch tín en calidad de guerrilleros. Se rompió el control
1976: 205). El principal comandante de guerrillas social y la agricultura de plantación se hizo en la
huarochirano fue una excepción. Ignacio Quispe práctica imposible (Flores Galindo 1984: 222-224).
Ninavilca fue un cacique de extraordinario carisma Un claro ejemplo fue Cayetano Quirós, bandolero
personal, con gran ascendencia entre la población que actuaba en Cañete y que tuvo una gran influen-
de su provincia (Quiroz Ch. 1993). El guerrillero cia sobre los esclavos.
cacique lograba armar y rearmar partidas considera- En el valle del Mantaro la situación era diferen-
bles gracias a su capacidad de maniobra frente a te. Ahí los hacendados eran débiles en tanto que las
otros grupos de poder y muchas veces su accionar se aldeas participaban activamente en un intercambio
vio enfrentado al poder tradicional de propietarios, con las zonas mineras y urbanas. Mallon habla in-
alcaldes de los pueblos y curas. Igualmente, tuvo clusive de un “próspero sector mestizo” (Mallon
que hacer frente a las presiones del nuevo régimen. 1983). Era la más importante área minera del virrei-
La participación de las montoneras y guerrillas nato y esta circunstancia influyó en el carácter de
fue muy importante, en especial, bajo las tácticas las relaciones de clase a nivel local. Además, la arti-
con que se planeaba la estrategia para expulsar a culación de la economía minera en el centro del vi-

DE
los españoles: una guerra prolongada, sin enfrenta- rreinato probablemente fue el primer factor en in-

COLONIA A REPÚBLICA
mientos de grandes cuerpos de los ejércitos. Desde fluir sobre las actitudes políticas de la mayoría de la
un principio se rehuyó el encuentro. Una guerra de población de la región (Guardino 1989: 106).
posiciones como ésta tuvo que contar, de ambos la- El movimiento de guerrillas en el valle del Man-
dos, con fuerzas informales (llamadas guerrillas). taro se basó en una frágil alianza de clases entre los
Aparte de las dos batallas decisorias (Junín y Aya- patriotas locales y las clases bajas de la región. Los
cucho), casi toda la guerra fue llevada (o soporta- grupos de guerrillas que aparecieron fueron en gran
da) fundamentalmente por las guerrillas y peque- parte organizados por un emergente grupo social
ños destacamentos de tropas regulares de ambos ascendente de empresarios que deseaba romper con
bandos. los monopolios coloniales (Mallon 1983: 50). Este
Actuaron en los valles interandinos y las quebra- grupo carecía de acceso a la mita, al por entonces
das que comunican la sierra con la costa, vías
que representaban puentes por los que Lima
estaba unida a sus centros vitales de aprovi-
sionamiento. Mientras pudiesen estar bajo su
control, Lima podía respirar con tranquilidad;
cuando no, el problema podía ser patético.
Esos “puentes” eran “levadizos”.
Las fuerzas de San Martín fueron insufi-
cientes para vencer por sí solas a los españo-
En el valle del Mantaro, donde no había grandes
haciendas como en la costa peruana, los empresarios,
los patriotas y las clases populares formaron una
alianza en su enfrentamiento contra el Estado colonial.
Ciudad de Tarma en una fotografía del siglo XIX.

743
Quiroz Chueca

ilegal reparto y al tributo, las más importantes bases que huarochirano acomodado económicamente que
para la extracción de recursos financieros bajo el abraza de inmediato la causa libertaria (Vergara
Estado colonial peruano. El más importante de es- 1973: 35; Spalding 1984: 292).
tos hombres fue Francisco de Paula Otero, salteño La posición ambigua de los caciques permite ex-
residente en Tarma desde 1817. Estaba involucrado plicar el apoyo –al parecer muy importante– que re-
tanto en el comercio como en la minería. Posterior- cibió la guerrilla organizada por Ninavilca. Mantu-
mente fue general y terrateniente (Mallon 1983: 47- vo el cobro de tributos, pero sin extorsionar a los
49; Rivera Serna 1958: 139-142; Manrique 1987; pueblos tal como lo hacían otras autoridades. Su la-
Guardino 1989: 108). bor estuvo dirigida contra los intereses no indígenas
La sierra limeña presentaba otra situación. Pe- en Huarochirí, destruyendo ingenios de mineral de
queños asientos mineros, igualmente sin derecho a plata en Yauli (Temple 1971: 3: 210-212).
trabajo mitayo, utilizaban ampliamente mano de Rápidamente, los pueblos y valles formaban sus
obra indígena, que en el lugar constituía la abruma- montoneras. La moderación de los jefes sanmarti-
dora mayoría. En Yauyos, Huarochirí y Canta las nianos encontró un asidero irrefutable. Urgía poner
montoneras surgieron con una clara base indígena “orden” entre las montoneras, pues la autonomía en
dirigida por caciques. Spalding ve a los caciques co- el accionar de éstas hacía temer una convulsión en
mo gente tentada por el mundo español, pero obs- la sierra central como aquellas de 1780 y 1814 en la
taculizados de una plena pertenencia a la clase diri- sierra sur. Al ver la movilización montonera, toda-
gente por el menosprecio de los miembros de la so- vía escasa, los criollos limeños se ratificaban en su
ciedad europea y por las barreras que éstos levanta- fidelismo.
ron para bloquear su participación. El ejemplo más Mientras las fuerzas realistas y libertarias aún no
importante fue el de Ignacio Quispe Ninavilca, caci- habían tenido encuentro alguno de consideración,
las montoneras y partidas ya habían asestado algu-
nos golpes a los realistas en las quebradas de la sie-
rra, en Cangallo y en los valles de la costa. Las pri-
meras batallas tuvieron lugar en Huamanga el 29 de
noviembre, en Cangallo y Asapampa el 2 y 29 de di-
COLONIA A REPÚBLICA

ciembre.
Las guerrillas debían estar preparadas para auxi-
liar a las tropas del ejército en el enfrentamiento de-
cisivo que, se afirmaba, no estaba lejano, aunque no
se produciría ni en 1821 ni en los dos años siguien-
tes. En varias oportunidades se abandonó la idea de
perseguir a los realistas en la sierra. Los patriotas
DE

prefirieron mantener las tropas en la costa, resguar-


dando la capital (Temple 1971: 3: 130, 197; Rivera
Serna 1958: 55).
Esta “estrategia” pudo ser mantenida gracias a la
actividad de las montoneras y guerrillas. La forma
de lucha de los insurgentes –básicamente de con-
tención– resultó muy favorecida por la adhesión de
la población de la zona. Así lo entendió San Martín
al informar en enero de 1821 sobre la presencia de
600 hombres de partidas rodeando Lima (Temple
1971: 1: 220-221).
La guerra informal o de guerrillas fue una alter-
nativa a la escasez de recursos. Con mínimos de-
sembolsos podían lograrse grandes ventajas. Los in-
tegrantes de las partidas, soldados no profesionales
e interesados directamente en la defensa de sus pue-
blos, utilizaron ampliamente las “fortalezas” natu-
El paso de los Libertadores, lienzo por Daniel Hernández.
rales de sus territorios: abras, desfiladeros, peñas y

744
De la colonia a la república independiente

cerros para realizar emboscadas que asestasen duros ble. En febrero de 1822 el jefe guerrillero José Ma-
golpes militares y psicológicos a los contrarios, con ría Guzmán recogía la preocupación de la población
armas propias del paleolítico. del centro al manifestar el deseo de que el enemigo
Este tipo de guerra era económico para un ejér- salga del país “para que llegue de ese modo el día fe-
cito regular, pero muy caro para las poblaciones, liz en que se establezcan las leyes suaves a que aspi-
que debían asumir los costos de las guerrillas y del ramos” (Temple 1971: 2: 62, 80, 92, 100, 113).
ejército regular. Resultaba caro no sólo en el aspec- Que las montoneras y las primeras guerrillas tu-
to económico, sino también en lo moral, político y vieron sus propias reivindicaciones sociales, no ca-
social. Sobre todo en el marco de la “estrategia” apli- be duda. La partida del ya mencionado Cayetano
cada de desgaste, en especial por las exacciones, sa- Quirós puso en grave riesgo la estabilidad de los ha-
queos y abusos en general (Vergara 1973: 210-214). cendados de Cañete. Éstos propusieron en 1823 el
La guerra de guerrillas tenía una ventaja adicio- retiro de las partidas del valle ofreciendo en su lu-
nal, esta vez en el plano social. Como guerra infor- gar costear una cuadrilla de vigilantes particulares
mal, la acción de la guerrilla podía ser soslayada al contra futuros “excesos”, lo que fue aprobado por el
momento decisivo de la victoria, que –si la hubiere– gobierno de Torre Tagle (Vergara 1973: 57-58; Tem-
pertenecería íntegramente al ejército regular. De es- ple 1971: 5: 289).
ta suerte, la participación popular en la obtención De ahí que las normas e instrucciones contra los
de la independencia y logros sociales quedaría redu- desmanes de las guerrillas fuesen especialmente cla-
cida al mínimo, sobre todo si las acciones eran dila- ras, reiteradas y severas. Para 1824, al menos, se pe-
tadas y frecuentes las disputas entre los líderes po- naba con el fusilamiento a los que “incomodasen a
líticos y militares, entre los jefes de guerrilla, etc. los vecinos”. Incluso luego de la batalla de Ayacu-
El papel que se atribuía a las partidas de guerri- cho las partidas significaron un peligro.
llas lo señaló claramente en 1822 el ministro de Más claro es el caso de las partidas iniciales en
guerra Tomás Guido: “primero es organizar las par- Cangallo y Parinacochas. A fines del año 1821 estas
tidas, hacer impracticables las principales avenidas partidas actuaban autónomamente afectando a los
[es decir quebradas] en la provincia, asegurar su de- propietarios, con evidente apoyo popular. Varios
fensa, y después atacar parcialmente, sin compro- oficiales se quejaron al nuevo régimen de esos “pi-

DE
meterse sino con duplo número de fuerza de nues- llos morochucos” (Temple 1971: 1: 367-392, 455,

COLONIA A REPÚBLICA
tra [parte], a menos que un desfiladero preciso u 512-514; 4: 278-281).
otra posición ventajosa supla la falta de disciplina A principios de 1822, en varios pueblos de Yau-
que hay en todas las partidas, por lo cual debe siem- yos se tomaron acciones contra las autoridades lo-
pre evadirse en su empeño en los llanos con el ene- cales, llegando a recuperar y devolver el producto
migo” (Temple 1971: 2: 207-208). de los tributos cobrados. Disturbios sociales hubo
Entre tanto, se hacía abrigar esperanzas a los también en Castrovirreyna en 1823 (Temple 1971:
pueblos. A casi un año de la declaración de la inde- 2: 52; 4: 3, 87-88, 95-97, 107-108).
pendencia, en julio de 1822, San Martín daba ins- Cuando en noviembre de 1822, cerca de Cerro
trucciones al cura patriota Pedro Bernuy para que de Pasco, se manifestó la insubordinación de un je-
calmase a las poblaciones: “El ejército se prepara fe guerrillero, el comandante general de las guerri-
para salir muy pronto. Haga usted entender esto a llas de la sierra, el rioplatense Isidoro Villar, fue per-
esos pobres peruanos [es decir: indígenas]. Que sonalmente a restablecer el orden, pues “de otro
tengan un poco de paciencia, seguros de que sal- modo no sólo decae el sistema, sino que estamos
drán de la opresión en que se hallan, en todo el pre- expuestos a una revolución” y recomendaba tomar
sente mes” (Temple 1971: 2: 259-260). Ese mes el medidas de “contención y escarmiento a estos pue-
ejército no salió de la costa. blos” (Temple 1971: 3: 196).
Las ventajas descritas podían obtenerse sólo si Para su transformación en guerrillas, las monto-
las montoneras eran transformadas en guerrillas, neras fueron conscientemente asimiladas al ejército
esto es, eliminando o restringiendo al mínimo la au- regular y sus jefes, consecuentemente, fueron incor-
tonomía que pudiese tener el pueblo levantado en porados al escalafón de la oficialidad. Por sus “mé-
montoneras. Algunos memoriales y mensajes de cu- ritos y servicios”, éstos podían ser promovidos y as-
ras manifiestan las aspiraciones del pueblo. Al lado cendidos a grados superiores. Al mismo tiempo, se
del fervor patriótico se expresaba un sentimiento de les incluyó en las planillas de los oficiales para que
cambio social en un discurso perfectamente asequi- ejerciesen sus funciones con la remuneración co-

745
Quiroz Chueca

rrespondiente. Se instituyó una jerarquía compleja do (Vergara 1973: 37; Guardino 1989). Ésta fue una
de subordinaciones que facilitó el control sobre los de las preocupaciones mayores de los insurgentes y
jefes e individuos integrantes de las partidas (Tem- realistas, en especial en zonas donde los jefes gue-
ple 1971: 2: 464). rrilleros tenían una influencia especial (como era el
A estas partidas se incorporó un grupo de oficia- caso de Ninavilca en Huarochirí). Siempre se vio a
les del ejército regular para la instrucción técnica en Ninavilca con recelo, pues su facilidad para movili-
el manejo de las armas de fuego y la asesoría en las zar a la población de la provincia significaba para
operaciones militares. Para su accionar se les dio los patriotas una amenaza potencial, y siempre la-
instrucciones generales o específicas que incluían tente, de insubordinación masiva de ese pueblo al
normas para reclutar a sus tropas, la forma de par- que no se quería despertar.
ticipación que debían tener en las acciones armadas Durante las luchas se siguió con la política colo-
(espionaje, hostigamiento, golpes pequeños, etc.), nial de considerar al indio campesino o peón como
comportamiento para con las personas y propieda- un hombre dispuesto (y obligado) a hacer todos los
des de los pueblos, etc. (Temple 1971: 2: 343-344; trabajos y a asumir todas las obligaciones que le im-
4: 185-186). pusiesen los “mistis” o señores. En muchos casos se
Se alimentó, también, la frivolidad de los jefes y le siguió explotando a través de la mita en el cam-
tropa de las guerrillas al otorgárseles medallas y dis- po, el corte de nieve, el acarreo de víveres, municio-
tintivos, diplomas y pensiones especiales o brindár- nes, armas, correspondencia, etc.
seles facilidades formales para obtener “destinos” La zona de operaciones fue casi literalmente sa-
preferenciales (puestos en la administración, mili- queada en forma continua y reiterada por las tropas
cia, etc.) (Temple 1971: 1: 379, 471-472. 510; 2: 27, de guerrilleros y del ejército regular insurgente. Los
81, 185). realistas hicieron otro tanto. Estas circunstancias
Otro mecanismo fue el desgaste de la gente a tra- pueden explicar, al menos en parte, la hostilidad
vés de su inamovilidad, especialmente frenando o con que muchas veces los campesinos recibían tan-
conteniendo sus acciones. En varios documentos to a las tropas insurgentes como a las realistas. De-
los jefes de partidas manifiestan la disponibilidad y finitivamente, las contribuciones de la guerra (más
estusiasmo que tenían sus tropas para entrar en de cuatro años seguidos) terminaron siendo muy
COLONIA A REPÚBLICA

combate, pero se lamentan de las órdenes que les onerosas y desproporcionadas a la retribución reci-
impedían actuar y que, a veces, los obligaban a re- bida (Temple 1971: 3: 141, 157; Lynch 1976: 305).
plegarse y ceñirse tan sólo al espionaje. En 1823 un Objetiva y subjetivamente, la situación de una
jefe de Cerro de Pasco que recibió orden de replie- guerra sin final a la vista reprodujo en las bases lo
gue de parte de Isidoro Villar, decía de él que se que sucedía entre los mandos políticos y militares
comportaba como los perros del herrero, que al rui- de las fuerzas insurgentes y realistas: deserciones,
do de los platos acudían y a las chispas huían (Tem- disputas, robos a la población. No podía ser de otra
DE

ple 1971: 1: 154). manera en una guerra tan extraña como ésa, donde
Con la ayuda consciente o no de los comandan- los ejércitos no se enfrentaban nunca y los comba-
tes de las guerrillas, los pueblos de la sierra y la cos- tes eran eludidos casi sistemáticamente. Las tropas
ta centrales terminarían en una lucha estéril. Las desertaban y volvían a sus labores habituales en las
guerrillas fueron entrenadas para cumplir sólo cier- tierras de donde los habían sacado; con los deserto-
tas funciones secundarias. res capturados de un bando se formaban partidas en
Gracias a la acción de las guerrillas las provin- favor del otro; las partidas se dedicaban al saqueo de
cias serranas y costeñas permanecieron indepen- haciendas, estancias y pueblos, mientras los diri-
dientes a lo largo de la prolongada contienda. Fue gentes se enfrascaban en pleitos intestinos. El régi-
tan real esta independencia que los realistas temie- men insurgente no atendía las exigencias populares
ron ingresar por las quebradas –aunque lo intenta- de cambios.
ron en numerosas ocasiones– y en más de una opor- En tal contexto crecía el desaliento entre los
tunidad manifestaron su respeto a los aguerridos pueblos y las guerrillas y surgieron enfrentamientos
guerrilleros. Sólo pudieron vencerlos debido a la entre los jefes guerrilleros. Particularmente fueron
desunión reinante y a una superioridad numérica sonadas la prolongada disputa entre Marcelino Ca-
considerable. rreño, gobernador de Huarochirí, Ninavilca y Juan
Dado que la guerra se mostraba interminable, las de Dios Castilla, o aquella que protagonizaron Ca-
guerrillas se constituyeron en un sustituto del Esta- rreño y Otero. Uno de los móviles principales fue,

746
De la colonia a la república independiente

evidentemente, el ejercicio del poder en la provin- Terminada la contienda se procuró –y logró–


cia. Pero no deben descartarse las rivalidades perso- desmovilizar inmediatamente a la población que
nales o motivos más secundarios (Temple 1971: 2, con sus montoneras y guerrillas había estado levan-
3 y 4). tada en armas por espacio de más de cuatro años.
Uno de los mayores problemas se suscitó a la lle- Este desarme del pueblo debía ser una garantía de
gada de Bolívar, en 1823, cuando se produjo la esci- que los vencedores en el campo militar también lo
sión entre Riva Agüero, el congreso y Torre Tagle. serían en el plano político y social.
Ninavilca, Vidal, Guzmán y otros jefes guerrilleros
se sumaron a Riva Agüero pasando a ser uno de los LA PERUANIDAD DE LA INDEPENDENCIA
principales soportes de las fuerzas de este caudillo.
Probablemente Riva Agüero aparecería en alguna El tema de las montoneras y guerrillas es clave
medida como un contrapeso a la aristocracia lime- para plantear otro mayor referente al carácter que
ña en la conducción de la lucha libertadora (Guar- tuvo la independencia en el Perú. Demuestra una
dino 1989: 114). participación genuinamente peruana en las luchas
Ninavilca fue capturado por los bolivarianos y directas y, lo que es más valioso aún, la participa-
encerrado en las mazmorras del Callao. Sin embar- ción popular en ellas. Pero no se debe olvidar que la
go, logró escapar el 9 de noviembre de 1823 con dos sola presencia de personajes del pueblo no identifi-
de sus oficiales. Reconstituyó su partida con 150 ca como popular el carácter de un movimiento. El
hombres y volvió a ponerse a las órdenes de Riva pueblo estuvo tanto con los insurgentes como con
Agüero, mas al hacerse público el entendimiento los realistas, de la manera en que también lo estuvo
que tenía Riva Agüero con los realistas, la guerrilla en uno u otro bando en innumerables ocasiones en
se rectificó. En diciembre de ese mismo año se pre- tiempos coloniales y republicanos. El estudio de es-
sentaron en Chacapalca los jefes guerrilleros ex par- tos sucesos permite vislumbrar con claridad la acti-
tidarios de Riva Agüero (Rivera Serna 1958: 142- tud de los dirigentes de la independencia con res-
143; Temple 1971: 5). pecto a los sectores populares.
Se mantenía, empero, la necesidad de neutralizar
a Ninavilca, determinándose no darle posibilidades

DE
de acceder a puestos de mayor mando, pese a ser te-

COLONIA A REPÚBLICA
niente coronel efectivo y con mayor graduación que
otros jefes de partidas hacia marzo de 1824. En res-
puesta a una consulta en tal sentido, decía Sucre
que era preferible nombrar a un foráneo y sin in-
fluencia en el lugar.
Como no se le podía dejar de lado, se le designó
jefe de las partidas que él mismo pudiese “levantar”,
pero bajo la sujeción de Francisco Vidal. Era nece-
sario mantenerlo a favor, pero sin permitir que lle-
gase a acumular un poder excesivo que le diese au-
tonomía. Conciliador, Bolívar le devolvió el 28 de
marzo de 1824 sus armas, tropas y lo reincorporó al
ejército unido libertador (Sotelo 1942: 64; Temple
1971: 6: 559-560).
La labor de la guerrilla en la recta final de la lu-
cha fue la de toda la campaña: espionaje, comunica-
ciones, hostigamiento, etc. Es decir, secundaria y
accesoria para con el ejército oficial triunfante.
Pero este proceso de reinserción no fue sencillo.
El hecho de que importantes jefes y partidas guerri-
lleras hubiesen apoyado a quien posteriormente se
consideraría traidor a la emancipación, fue otro ar-
gumento esgrimido para desconocer el papel del Acuarela del siglo XIX en la que aparecen tipos
pueblo en general en las luchas. populares limeños.

747
Quiroz Chueca

En el centro y norte del país las últimas décadas sultados inmediatos pero, a la larga, impidió otras
del siglo XVIII y las primeras del XIX habían sido posibilidades de desarrollo autónomo.
de “paz social”, es decir, de acumulación de contra- De otro lado, los ejércitos “extranjeros” lo eran
dicciones sin pronunciamientos importantes. La mayormente en su oficialidad. Buena parte de las
adhesión de las provincias a la lucha se debió no tropas estaba conformada por peruanos. El decreto
tanto a la llegada y actuación en el centro y norte del 26 de enero de 1824 dio origen a un recluta-
de los ejércitos sanmartiniano, criollo o bolivaria- miento forzoso en el norte. Los peruanos reclutados
no, sino a cierta madurez de una situación crítica integraron muchos de los cuerpos “colombianos”.
en la zona central. Madurez que –evidentemente– Tan es así que cuando el ejército colombiano fue re-
no se había completado a la llegada de San Martín patriado, muchos peruanos marcharon con él.
al Perú y que, justamente, ésta vino a desencadenar Los ejércitos rebelde y realista estuvieron com-
abruptamente. puestos por peruanos. Junín y Ayacucho resultaron
No deben perderse de vista estos hechos, ya que encuentros donde la diferencia estaba marcada
permiten una mejor comprensión del accionar del principalmente por la oficialidad. De ahí se entien-
pueblo en esta gesta. La aceleración artificial del den mejor las deserciones ocurridas: unas, por no
momento de inicio de la lucha quedará impresa en querer los reclutas enfrentarse a sus paisanos; otras,
las características que asumieron las montoneras y por no saber por qué se combatía.
las guerrillas peruanas, patriotas y realistas, así co- Así también, el mayor aporte económico fue, sin
mo también la gesta en conjunto. lugar a dudas, peruano. Las tropas auxiliares chile-
En el sur se salía de un largo siglo rebelde de noargentinas y colombianas fueron asistidas aquí
dramáticos resultados. Aquí la oportunidad había con recursos peruanos. Inclusive estos gastos oca-
pasado. La iniciativa limeña a partir de 1821 no era sionaron más de un levantamiento y una abultada
lo más razonable para una zona tradicionalmente deuda externa. Pero, tal vez lo más importante (di-
conservadora. fícil de cuantificar) fue el aporte casi anónimo en
La actitud de la elite limeña no debe extenderse cupos e impuestos, en joyas, dinero y bienes requi-
al resto del país. Su desesperante ambivalencia no sados para llevar adelante el proyecto. Fueron cua-
fue compartida por los demás sectores pudientes y tro años de sacrificios permanentes (aun cuando las
COLONIA A REPÚBLICA

populares del Perú. batallas hayan sido pocas).


Las provincias norteñas y centrales peruanas se En el norte peruano se organizó a la población
manifestaron en favor de la separación. En el sur, la para confeccionar calzado (Lambayeque, Piura),
adhesión al virrey, en mucho, significaba la oposi- vestidos y monturas (Huamachuco), jabón, aceite,
ción a Lima. Ciertamente, lo principal aquí fue la lienzos y tocuyos para camisas (Trujillo), cordellate
mayor garantía que representaba el lado realista en y bayetas para pantalones (Cajamarca), lana y cue-
el problema étnico-social. En general, los sectores ros (Chota, Jaén y Chachapoyas). También metales,
DE

pudientes (grandes, medianos y hasta pequeños) se clavos, armas, herraduras fueron requisados a los
inclinaron por el bando que dominaba en sus terri- artesanos, ganado, caballos, mulas, etc. (Basadre
torios. Oportunismo pragmático que dio buenos re- 1968-1970; Adanaqué 1987; Aldana 1992a).
Tal vez, de haberse producido la independencia
en el siglo XVIII los resultados sociales hubiesen si-
do distintos, más populares. Tal como se dio real-
mente, bajo la hegemonía de los criollos limeños y
de las capitales de las audiencias, las consecuencias
sociales no se tradujeron en cambios sustantivos. La
independencia en el Perú no fue parte integrante de
un ciclo revolucionario burgués, como pensaba
Manfred Kossok (1984) y piensan Peter Guardino y
Charles Walker (1994: 27). Más bien produjo un
interludio de indecisión que fue ocupado por una
discusión doctrinaria y principista acerca de la li-
bertad, la democracia y el progreso material, mien-
tras que tendencias más terrenales impidieron cual-
Interior de una casa en Paita, Piura, siglo XIX. quier cambio sustantivo en el país.

748
De la colonia a la república independiente

LA REPÚBLICA CRIOLLA

El cambio político producido por la guerra no militarismo característico del último siglo colonial
generó iguales transformaciones en otros campos. se prolongó en las aspiraciones del ejército (prove-
Pese a la tendencia actual de encontrar más cambios niente en su mayoría del virreinal) de mantener su
que continuidades, hasta ahora no se ha llegado a hegemonía. Era difícil para él desprenderse de los
demostrar ningún cambio “traumático” que haya cargos políticos más prominentes y del grueso de
acompañado a la autonomía política. los ingresos fiscales (desde 1770 fue pasando del
Más enunciados que practicados, los principios 60% hasta el 80% en 1800 y a casi la totalidad en el
republicanos y democráticos no hicieron cambiar último tramo).
radicalmente el régimen político. La república ini- Lejos se estaba de establecer las bases para un
cial tuvo presidentes muy parecidos a monarcas, y desarrollo moderno y autónomo. No solamente por
ciudadanos que más se asemejaban a súbditos. El la circunstancia coyuntural de la ruina económica

DE
COLONIA A REPÚBLICA

Una escena de Lima desde el puente de Piedra por Johann Moritz Rugendas, 1844.

749
Quiroz Chueca

producto de las prolongadas acciones bélicas. Lo Mayor trascendencia reviste el mantenimiento de


más trascendental fue que no se pudo (o no se qui- estructuras arcaicas en un mundo vertiginosamente
so) realizar transformaciones sustantivas, al menos cambiante. La matriz socioeconómica atrasada no
en las dos primeras décadas de vida independiente. fue alterada.
Tal como se aprecia en la parte anterior, la gue- En todo caso, el cambio fue en el sentido de con-
rra fue conducida de manera tal que la presión des- solidar la tendencia ya iniciada en el siglo XVIII de
de abajo resultó nula, cuando no mínima. La repú- “refeudalizar” las condiciones de trabajo. En este
blica aparecía sin la menor participación de los sec- marco se entiende que la esclavitud haya sido man-
tores populares en las decisiones primordiales y tenida formalmente por tanto tiempo.
trascendentes. El régimen republicano surgió res- Queriendo volver a ser intermediario entre el
guardando privilegios de diversas elites –limeña y mercado local y el foráneo, el comercio capitalino
provincianas–, conversas a principios políticos que fue quedando relegado por nuevos colegas forá-
no sentían ni estaban decididas a mantener, tratan- neos. En el intento por impedir su ruina, los comer-
do de evitar su ruina económica, social y política. ciantes peruanos recurrieron a la defensa de un co-
Clase dominante sin hegemonía política, estas mercio privilegiado de corte colonial. Algo similar
elites no tuvieron más proyecto que el esbozado a lo sucedió con los productores, quienes intentaron re-
largo de los levantamientos desde hacía un siglo. En vivir los privilegios llamados “mercedes” en la pro-
particular, la última fase de la guerra había reafirma- ducción y el comercio.
do la necesidad de un cambio sin transformaciones La inviabilidad económica de productos tradi-
básicas. cionales, de otro lado, junto a la nueva estructura-
La ruptura con la metrópoli debió ejercer un ción del mercado externo, generó el inicio de un
efecto desarticulador de la economía. Sin embargo, nuevo y largo “ciclo exportador” que se consolidó
este fenómeno debe entenderse como coyuntural. en la llamada “época del guano”.
COLONIA A REPÚBLICA

VII
ENTRE LA PLATA Y EL GUANO
DE

Buena parte del país salió de la larga guerra en con recursos desde fuera y debía cifrar esperanzas
condiciones deplorables. En especial, las regiones sólo en recursos internos.
que fueron teatro de operaciones, las que ya mani- Las exacciones (cupos y saqueos), unidas a la le-
festaban signos de depresión, y las zonas de abaste- va de la población, habían desarticulado la econo-
cimiento de recursos humanos y materiales. La de- mía peruana. Sin mercado, sin dinero, sin maquina-
vastación afectó principalmente a la sierra y costa ria y sin mano de obra, no extraña que las unidades
centrales, mientras que el norte y el sur sufrieron productivas se encontrasen en penosas condiciones.
menos los estragos de la contienda; mas, igualmen- La propiedad territorial seguía vinculada al régimen
te, la guerra los abarcó en forma indirecta en tanto de “manos muertas” (mayorazgos, capellanías y
abastecedores de recursos humanos y materiales. censos), pese a las sucesivas aboliciones de esas car-
En realidad, la guerra no había acabado todavía. gas precapitalistas. El ministro de Hacienda de 1827
La anarquía política y el bandolerismo eliminaron el José Morales y Ugalde sentenciaba: “millares de
orden y la seguridad que necesitaban las actividades hombres arrancados de sus hogares e incorporados
económicas. a las filas de la opresión hacían falta en los campos,
La moratoria en el pago de la deuda externa alar- en la marina, en los talleres y en las labores de nues-
mó a los prestamistas extranjeros. El nuevo Estado tras productivas montañas”. Durante la guerra los
iniciaba sus funciones sin la posibilidad de contar realistas arruinaron y saquearon en tres oportunida-

750
De la colonia a la república independiente

Una vista panorámica de la ciudad de Arequipa. La imagen procede del Atlas geográfico del Perú (París, 1865)
de Mariano Felipe Paz-Soldán.

des la casa de la moneda y se destruyeron las má- No fructificaron los intentos locales por favore-
quinas de desagüe en el asiento minero de Cerro de cer una producción interna basada en un mercado
Pasco (Basadre 1968-1970: I). propio, que hubiesen significado un cambio sustan-
La ruina abarcó tanto a los tradicionalmente sol- tivo con respecto a los tiempos finales del período
ventes comerciantes de Lima como a la gente más colonial. Este cambio hubiese implicado una trans-
humilde. El tribunal del Consulado había desbara- formación en la mentalidad de los propietarios te-
tado fortunas financiando la guerra en ambos ban- rritoriales y de capitales comerciales, así como en
dos. Ingentes cantidades de dinero salieron del país sus patrones de consumo.
durante la guerra. La población en general carecía La conversión industrial no estaba en las miras
de medios como para iniciar la rehabilitación eco- de los sectores propietarios, ya que habría requeri-
nómica de inmediato. do de una reasignación de la mano de obra (de las
Volver a echar a andar la economía minera im- minas y plantaciones a la actividad transformativa),

DE
plicaba grandes desembolsos de dinero y nuevas con el evidente cambio por modalidades modernas

COLONIA A REPÚBLICA
formas de reclutamiento de trabajadores que habían de contratación en todos los sectores. Se prefirió re-
retornado a sus pueblos. Escaseaban los recursos fi- producir el esquema hacia afuera, manteniendo las
nancieros y difícilmente serían invertidos los dispo- formas arcaicas de las empresas coloniales.
nibles, dada la terrible inseguridad en los demás No debe descartarse que los ingresos aduaneros
factores productivos y en las condiciones políticas. hayan sido vistos como la principal fuente de recur-
Sin embargo, todas estas dificultades deben en- sos de un Estado caudillista con pocas posibilidades
tenderse como producto de la guerra y, por lo tanto, de recaudar en provincias. En la confusa política
superables. La economía peruana era potencialmen- arancelaria entre 1826 y 1852 primó la tendencia a
te saludable. Con considerables recursos económi- elevar las tasas con miras a mayores recaudaciones
cos y humanos, el país podía salir del mal momen- y la protección del productor nativo. Pese a todo –y
to que atravesaba. contrabando mediante–, las cifras de importaciones
Las urgencias fiscales, el temor a los cambios ra- desmienten que existiera la posibilidad de proteger
dicales y las preferencias de los sectores comerciales realmente a la industria nacional.
coadyuvaron a la permanencia del esquema econó-
mico colonial. Se quiso reproducir la dirección ha- DEMOGRAFÍA
cia afuera de la economía, característica del último
medio siglo colonial. El dominio pleno de la econo- El bajo ritmo de crecimiento demográfico perua-
mía mercantil peruana por parte de los intereses in- no a principios de la república es normal en socie-
gleses se estableció recién a partir de los años 1840. dades preindustriales. Recién desde 1860 se inició
No obstante, elementos bastante sólidos de este un leve despegue.
proceso aparecen ya en décadas anteriores. Inclusi- Hacia fines del siglo XVIII el Perú albergaba a al-
ve, hubo “adelantos” de la política inglesa, nortea- rededor de 1 240 000 habitantes (incluyendo a Pu-
mericana y francesa desde tiempos previos a la in- no y Jaén). Paul Gootenberg ha completado los da-
dependencia. tos del censo de 1827 con la información de Kubler.

751
Quiroz Chueca

Resultó un total de 1 516 693 habitantes, donde la tos científicos, etc. La guerra y el contrabando anu-
poblacion indígena representaba el 61,6% (Gooten- laron los efectos de estas medidas.
berg 1995). Con miras a revertir esta tendencia, San Martín
y Bolívar proclamaron el “libre comercio”. Pero,
Cuadro 7 terminada la guerra, en 1826 un nuevo reglamento
POBLACIÓN REGIONAL DEL PERÚ, 1791-1876 comercial buscaba la protección a través de im-
puestos del orden del 80% que gravaban los artícu-
Sur Centro Norte los concurrentes (especialmente textiles); el resto
Año (%) (%) (%) Total con el 30%. Igualmente se liberaba de impues-
tos a los insumos, materia prima, instrumentos y
1791 651 659 350 371 237 167 1 239 197 maquinaria.
(52,6) (28,3) (19,1) El art. 19 gravaba “como perjudiciales a la agri-
1827 788 817 423 937 303 939 1 516 963 cultura o industria del Estado” con un 80% los artí-
(52,0) (28,0) (20,0) culos siguientes: aguardientes de toda clase, jabo-
nes, sombreros, ropa hecha, zapatos y botas, pólvo-
1836 668 802 417 423 287 511 ra, salitre y azufre, herraduras, azúcar, tocuyos, las
1850 1 035 348 590 776 374 999 2 001 123 “telas toscas de lana equivalentes a las bayetas y ba-
(51,7) (29,5) (18,8) yetones de la tierra”, el tabaco, aceite de comer y
manteca de puerco, talabarterías, velas, cueros cur-
1862 1 076 134 809 287 576 515 2 461 936
(43,7) (32,9) (23,4)
tidos y mobiliario (Dancuart-Rodríguez 1902-1926:
I: 81-86).
1876 1 023 286 997 196 678 624 2 699 106 Esta tendencia en la legislación alcanzó su clí-
(37,9) (37,0) (25,1) max en el reglamento de 1828, más conocido como
la ley de prohibiciones. Prohibió absolutamente y
Fuente: Gootenberg 1995: 131. por diez meses la importación de productos de con-
sumo masivo como textiles y harinas y ubicó los
aranceles en un 90% para los artículos manufactu-
COLONIA A REPÚBLICA

POLÍTICA COMERCIAL reros similares a los peruanos y tasas del 100 al


200% en artículos agrícolas (específicamente, vinos,
Uno de los temas claves para entender la econo- pasas, harinas, manteca de vaca, arroz y menestras)
mía peruana de inicios de la república es la actitud (Dancuart 1902-1926: II: 139-140).
hacia el comercio externo. Por un lado estuvo la nu- Entre 1828 y 1833 diversas decisiones contra-
merosa y contradictoria legislación mercantil; por dictorias restablecieron y suspendieron las disposi-
otro, la práctica importadora y exportadora. ciones del reglamento de 1828, situación que sugie-
DE

re que la política prohibitiva careció de vigencia


La guerra de papel práctica. Pando en 1830 reconoció que los comer-
En la normatividad primó un conjunto de facto- ciantes eludían la ley de prohibiciones gracias al
res económicos y políticos. En juego estuvo la nece- contrabando. El decreto del 20 de febrero de 1832
sidad de protección a la producción y al comercio permitió la importación de artículos prohibidos con
locales, así como la supremacía limeña sobre las pro- un gravamen del 90%. Continuó prohibida la intro-
vincias a través del cobro de impuestos aduaneros. ducción de tocuyos crudos, telas toscas de lana,
En vista de la amplia afluencia de embarcaciones pólvora, salitre, azufre, azúcar, jabón, aguardiente
extranjeras en las aguas peruanas, el reglamento de uva, arroz, menestras, manteca de puerco y velas
provisional de 1821 dio la prioridad a los barcos de sebo.
hispanoamericanos, prohibiendo la labor de impor- Luego de un largo gobierno como el de Gama-
tación y comercio de cabotaje por parte de los ex- rra, decidido en su tendencia hacia adentro, se ins-
tranjeros e imponiendo derechos elevados a los ar- taló el primer régimen librecambista: el de Luis Jo-
tículos concurrentes de importación. Las telas im- sé de Orbegoso. El cambio provocó una cerrada ac-
portadas se sujetaban a una tasa de 40%. La idea de titud xenofóbica por parte de los comerciantes y ar-
incentivos a la producción local se plasmaba tam- tesanos limeños. En marzo de 1834 Orbegoso dero-
bién en las facilidades arancelarias para internar gó la ley de prohibiciones y restableció el reglamen-
materias primas, insumos, maquinaria, instrumen- to de 1826 con algunas modificaciones.

752
De la colonia a la república independiente

La guerra civil hizo el resto. La dictadura de Fe-


lipe Santiago Salaverry proscribió a los mayoristas y
minoristas extranjeros y reimplantó el tratado ex-
clusionista con Chile, restauró todas las prohibicio-
nes de importación y favoreció al consulado (Goo-
tenberg 1989).
Con la Confederación Peruano-Boliviana se dic-
taron tres reglamentos: uno para cada Estado y un
tercero para la Confederación (1836), todos libre-
cambistas. Arica, Cobija, El Callao y Paita fueron
declarados puertos libres en un intento por recupe-
rar la hegemonía en el Pacífico que ostentaba Val-
paraíso. Con esto se consolidó el triunfo de los co-
merciantes ingleses en el Perú. Inmediatamente
después se firmó el tratado comercial con Inglate-
rra (Mathew 1968: 566; Macera 1977; Bonilla
1980: 420).
Pasada la experiencia confederativa no cambió
sustantivamente la política aduanera. Una nueva
medida (del 30 de noviembre de 1840) eliminó las
prohibiciones para importar. Algunos productos
fueron exonerados de derechos y otros se sujetaron
a un arancel que oscilaba entre el 5 y el 36% (Basa-
dre 1968-1970: I-II).

¿Liberalismo o proteccionismo?
En torno a la política aduanera peruana de las

DE
primeras décadas republicanas se presenta un inte-

COLONIA A REPÚBLICA
resante debate, que gira alrededor del carácter de Luis José de Orbegoso sucede a Agustín Gamarra en el
una política que oscilaba entre tarifas bajas y tarifas gobierno (1833), instalándose con él el primer régimen
prohibitivas. Existe un consenso sobre la implanta- librecambista en la nueva república.
ción de una política liberal manchesteriana sólo a
partir de 1852, debido a la aparición de un sector
comercial y rentista nativo ligado a la actividad im- rias. Como es conocido, lo fundamental radica en la
portadora en las condiciones que se generaron con participación que en uno y en otro caso se atribuye
la aparición del guano como producto predominan- a la iniciativa privada y al Estado. Para el primero,
te de exportación. Una pregunta que cabe formular- el Estado no debe ser un ente regulador de la eco-
se es si las políticas realmente fueron liberales o nomía, dejando esta función a las leyes del mercado
proteccionistas. libremente desarrollado. El proteccionismo, en
Los rasgos predominantes indican que la políti- cambio, reconoce que el Estado debe establecer una
ca aduanera no necesariamente se enmarcaba den- política de incentivos que beneficie al productor y,
tro del liberalismo (o del proteccionismo) como li- en general, al empresario local.
neamiento de una política de desarrollo integral del Esta política pasa por el establecimiento de altos
país. Desde ya, la política se presenta más librecam- aranceles, pero no se detiene ahí. Implica más bien
bista que liberal. De la misma manera, resulta difí- que el Estado asuma un papel activo en la economía
cil inscribir la contrapartida (con prohibiciones y ya sea en forma directa (creando empresas produc-
aranceles elevados) en una política proteccionista. tivas, comerciales o de servicios) y/o indirecta (fi-
Facilidades y restricciones aduaneras hubo y hay nanciando programas en infraestructura productiva
sin una política orgánicamente estructurada liberal u otorgando recursos a empresarios particulares con
o proteccionista. créditos blandos, brindando facilidades para la ex-
La diferencia entre el liberalismo y el proteccio- portación de productos, dando primas y exclusivi-
nismo no está, esencialmente, en las cifras arancela- dades, exoneraciones tributarias, etc.).

753
Quiroz Chueca

capitalista en los entonces países desarrollados. Era


evidente que intentaban abrir los mercados de las ex
colonias hispanas a sus productos y capitales, antes
que favorecer una competencia incentivadora del
desarrollo industrial. Interesante, en este sentido,
resulta la discusión que sostuviera la escritora fran-
coperuana Flora Tristán en 1834 con el coronel Mi-
guel de San Román (defensor del extinto régimen
de Gamarra).
Más que proteccionistas, los empresarios perua-
nos de entonces fueron exclusivistas. En tiempos
coloniales la proteccionista fue España, no el Perú;
mejor dicho, lo fue la política colonial española en
plenas reformas “liberales” borbónicas. Su protec-
cionismo se redujo a una política mercantil exclusi-
vista entre las colonias y la metrópoli, a través del
nunca abandonado monopolio comercial; la partici-
pación extranjera en esta relación debía hacerse por
medio de la metrópoli. Fueron los grandes comer-
ciantes del consulado limeño quienes monopoliza-
ron el comercio intercolonial, especialmente el de
Chile con el Perú.
En la república el gran debate era romper o no el
Flora Tristán, escritora francesa de padre peruano, pionera en monopolio exclusivista mercantil limeño. No se tra-
la defensa de los derechos de la mujer, visitó Lima y Arequipa
entre 1833 y 1834, para reclamar infructuosamente la tó de un planteamiento liberal más general (y no
herencia paterna. sólo librecambista) o proteccionista. ¿Fue en reali-
dad librecambista la tendencia que se desarrollaba
COLONIA A REPÚBLICA

en el sur del país? ¿En qué se diferenciaba el eje Ca-


Ambas posiciones tienen al Estado como garan- llao-Valparaíso del eje Islay-Inglaterra?
te de la continuidad de la política a seguir y consti-
tuyen programas coherentes que implican la pree- Doctrina y realidad
xistencia de un proyecto de desarrollo. Independientemente de la política seguida (o so-
El proteccionismo corresponde mayormente al lamente asumida), el mercado peruano no estaba
momento en que la burguesía necesita de segurida- para desarrollar un proyecto proteccionista arance-
DE

des para la inversión; cuando sus escasos recursos lario. Fracasaron los intentos de establecer una pro-
no le permiten aún asumir por sí misma actividades tección aduanera para la producción y comercio lo-
costosas en condiciones de alto riesgo y concurren- cales. La precariedad del Estado le impidió ejercer
cia de burguesías de otros países, delegando al Esta- un control estricto sobre el comercio de importa-
do la función de su defensa. De otro lado, el Estado ción para evitar el contrabando y la evasión fiscal.
es empleado como fuente de recursos para impul- La fragmentación del mercado y de las actividades
sar la industrialización y el comercio externo, bus- económicas hizo lo propio, dado que el productor
cando mercados desprotegidos. local no estuvo en condiciones de presionar a fin de
Aunque no como necesidad ineludible, la expe- mantener una política firme de apoyo.
riencia muestra que cuando ya se ha cumplido esta Las necesidades financieras del Estado fueron
función y el empresariado se siente suficientemente otro factor de anulación de sus intenciones libre-
fortalecido, renuncia a la intervención estatal y pro- cambistas o proteccionistas arancelarias. Dada su
cura asumir por sí todas las tareas económicas, pu- vulnerabilidad económica, los comerciantes perua-
diendo mantener algunas funciones en la infraes- nos o extranjeros estuvieron dispuestos a prestar o
tructura más costosa (transporte, energía, etc.). adelantar dinero para modificar la legislación adua-
Los propagandistas de ideas liberales en el Perú nera de acuerdo a sus intereses. Ya en 1823 el go-
“olvidaban” el papel principal que tuvieron las po- bierno entregó las aduanas a los comerciantes a
líticas proteccionistas para consolidar el desarrollo cambio de un préstamo de 200 000 pesos.

754
De la colonia a la república independiente

Las mismas medidas restrictivas al comercio gran parte del reglamento neomercantilista de la
alentaron el contrabando. De ahí que la nueva repú- plata en barras (Gootenberg 1988: 418-419).
blica no pudiera llevar adelante una política míni- El productor artesanal se beneficiaba en tanto
mamente coherente de protección. que los exclusivismos colonial y mercantil limeño le
Basadre y, tras él, numerosos autores, señalan la habían dejado márgenes apreciables de actuación.
presencia de un espíritu nacionalista en los inicios Para él era fundamental contar con un mercado mí-
republicanos. En todo caso, se trata de un “naciona- nimo y esto se lograba sólo si la introducción de ar-
lismo” conservador de las elites agrarias, monopo- tículos a la ciudad (peruanos o extranjeros) no lle-
listas comerciales y, en parte, industriales de la cos- gaba a perjudicarlo. El productor local debió buscar
ta y la sierra. En el campo del comercio externo, es- protección. Sin embargo, antes que ser proteccio-
te nacionalismo estaría reflejado en las prohibicio- nista, fue partidario de una defensa, a través de la
nes. La añoranza colonial habría conducido a la política aduanera, que impidiese al comercio ultra-
búsqueda del exclusivismo mercantil (Gootenberg marino cubrir su mercado tradicional (sectores me-
1989: cap. I). dios y bajos de la población). Quienes más se que-
Otra dimensión del conflicto estuvo dada por jaron fueron los artesanos que destinaban su pro-
las necesidades fiscales. Mientras la principal fuen- ducción a los sectores más pudientes y propensos a
te fiscal fue el tributo indígena, Lima no llegaba a reemplazar su consumo con artículos importados.
beneficiarse con su cobranza como debiera. Las Con un mercado diferenciado, al igual que an-
tendencias centrífugas provincianas lograron apro- tes, los artesanos llegaron a adaptarse y sobrevivir
vechar estos recursos, principalmente para alimen- pese a que las importaciones les afectaron enorme-
tar las fuerzas caudillescas. Una alternativa viable a mente. Lo que no pudieron hacer fue constituirse
esta situación fue el hincapié hecho en la recauda- en una base amplia para el desarrollo de una manu-
ción aduanera controlada por el gobierno de Lima. factura con proyecciones capitalistas modernas. En
Así, en el presupuesto de 1846 el 55% de los ingre- especial cuando desde los años 1840 la navegación
sos corrientes provenía de las rentas de las adua- a vapor hizo caer las barreras proteccionistas natu-
nas. No extraña, por tanto, que el gobierno en Li- rales de los países alejados. La producción fabril tu-
ma buscase manejar las aduanas de tal manera que vo mayores facilidades para competir con la artesa-

DE
le proporcionasen los recursos suficientes para nal (Quiroz Ch. 1993).

COLONIA A REPÚBLICA
mantener el aparato estatal. Esto tal vez explique, Algo similar sucedió en provincias con los arte-
al menos parcialmente, las incoherencias de un Es- sanos urbanos y rurales. No sucumbieron ante la
tado que se decía protector de la industria local pe- arremetida importadora, pero tampoco sobrepasa-
ro no vacilaba en aceptar presiones de partes inte- ron el nivel artesanal de producción.
resadas para variar la legislación. En especial, cuan- Es conocido que los obrajes cuzqueños lograron
do el incentivo podía ayudar a cubrir sus necesida- el monopolio para confeccionar bayetones, frazadas
des fiscales. y ropa para el ejército. Estas medidas parciales y es-
La capital fue importante en este debate por porádicas permitieron mantener el nivel productivo
cuanto allí se concentraban las fuerzas protec-
cionistas y librecambistas y, de otro lado, de
allí emanaban las políticas aduaneras oficiales.
Proteccionistas habrían sido los comer-
ciantes monopolistas, los dueños de planta-
ciones azucareras y los artesanos. Los comer-
ciantes y plantadores estaban interesados en
revivir y mantener el tradicional comercio ex-
clusivista colonial que tenía a Lima como eje
(con el Callao como puerto). Querían volver a
articular un circuito comercial cerrado entre
el Perú y Chile (azúcar vs. trigo y harina). De
otro lado, seguían controlando la minería pe-
ruana venida a menos. Los mismos mineros se
opusieron a la apertura del mercado de la pro-
piedad y explotación de las minas y aceptaron El puerto del Callao en el siglo XIX.

755
Quiroz Chueca

artesanal por algún tiempo. El mercial peruana. Protegieron el


golpe mortal para el productor comercio de artículos de lujo de
sureño fue asestado por el incre- los minoristas franceses asenta-
mento en los precios de la lana, dos en Lima y utilizaron su
debido a la creciente exporta- fuerza militar en el Callao para
ción hacia el mercado inglés. defender los intereses comercia-
El campo de los partidarios les galos (Gootenberg 1988:
del librecambio era también 409-410).
complejo en su composición. Hasta los años 1840, los co-
Estuvo conformado por los di- merciantes extranjeros no tuvie-
plomáticos de las potencias ex- ron un gran poder coercitivo.
tranjeras, los comerciantes ex- Relacionados con las veinte
tranjeros y algunos productores principales empresas mayoristas
y comerciantes locales. en Lima, trataron de establecer
Los cónsules de Francia, Es- vínculos de clientelaje con los
tados Unidos y, sobre todo, In- comerciantes locales y quisieron
glaterra intercedieron ante los igualmente influir en la política
gobiernos peruanos para reducir comercial peruana pero encon-
las tarifas aduaneras y garantizar traron oposición de parte de és-
la labor de los comerciantes de tos. Tampoco lograron interve-
sus países a través de tratados nir en la política dado que ésta
comerciales. Las estrategias de era caudillista y resultaba muy
esta política de intromisión no José María de Pando, abogado y político riesgoso prestar a un gobierno
fueron iguales. Los ingleses es- conservador, fue una importante figura que podía ser efímero. Esto les
tablecieron una política neoim- pública en la primera mitad del privó del mecanismo ideal para
perial buscando promover el co- siglo XIX peruano. ejercer coerción sobre los go-
mercio de consignación de sus biernos y tuvieron que recurrir
COLONIA A REPÚBLICA

grandes casas importadoras en Lima y sus activida- principalmente al consulado limeño en búsqueda
des auxiliares de exportación en el sur. de recursos.
Aun así, sus colegas norteamericanos fueron Pese a los enormes esfuerzos desplegados por los
más agresivos. Entre los intereses extranjeros al ini- cónsules y los comerciantes, el Perú no adoptó una
cio de la república, los norteamericanos eran los política librecambista inmediatamente después de
más importantes. Dominaban “el tráfico clave de la independencia. No pudieron aprovecharse de la
harina y tejidos rústicos a la costa norte-central debilidad del Estado peruano precisamente porque
DE

(que desviaba el comercio de la ansiada conexión ésta era un obstáculo para establecer una política li-
chilena de la región), eran muy conspicuos en el ca- beral congruente y porque no encontraron un sec-
botaje e incluían en su ámbito de influencia el área tor influyente políticamente que colaborase en la ta-
de comercio urbano de Lima. A diferencia con el rea de abrir los mercados a sus intereses. Este sector
tráfico inglés, los productos de los comerciantes surgió recién en los años 1840, principalmente en la
norteamericanos plantearon un desafío inmediato a época del guano.
los sectores más organizados y comercializados de Por lo pronto, los colaboradores locales para los
la economía peruana. En contraste con los produc- intereses extranjeros no fueron suficientemente
tos europeos, las exportaciones norteamericanas de fuertes como para imponer el rumbo librecambista a
1820 fueron directamente competitivas, no comple- la política peruana. Paul Gootenberg identifica a tres
mentarias, con lo producido en el Perú”. Los cónsu- grupos de colaboradores: los “bolivarianos”, el gru-
les norteamericanos intervinieron en la política pe- po de presión ideológica “internacionalista” de altos
ruana a través de agentes locales reclutados entre funcionarios del gobierno, y un movimiento regio-
sectores políticos influyentes. Inclusive, ellos mis- nalista difuso conducido por elites económicas de la
mos produjeron clandestinamente gran parte de la costa del sur (Arequipa). Estos grupos no eran nu-
propaganda liberal de la época, aunque sin éxito. merosos ni cohesionados y carecieron de base social.
Los cónsules franceses, de su lado, fueron los de Debido a que la apertura comercial de fines de la
menor peso pero los más hostiles en la política co- colonia y los primeros años independientes había

756
De la colonia a la república independiente

afectado a diversos sectores sociales, el comercio li- divergentes. Ni Arequipa fue un “bastión” librecam-
bre planteado por Bolívar era rechazado amplia- bista, ni Lima fue una retaguardia asegurada para el
mente en el Perú. Era antipopular, centralista y, co- proteccionismo.
mo causa “extranjera”, era identificado como la La sierra central fue sede de un apoyo conside-
continuidad de la dependencia colonial. rable a Orbegoso en la guerra civil contra Gamarra,
El apoyo al librecambismo provino de un sector quien representaba, más que el proteccionismo, una
“tecnócrata”. Funcionarios, principalmente de política autoritaria y limeñocentrista en desmedro
orientación política conservadora (Vidaurre, Pando, de una zona tradicionalmente crucial para el abas-
los hermanos Del Río), propusieron un amplio pro- tecimiento precisamente de la capital.
yecto económico de exportaciones a Europa, pero
su asesoramiento no fue eficaz. LA ECONOMÍA PRODUCTIVA
Los plantadores y comerciantes (y sus voceros)
de la costa sur peruana (Moquegua, Arequipa e Ica), El Perú republicano mantuvo la estructura pro-
aglutinados por las casas comerciales de la ciudad ductiva colonial con algunas modificaciones sustan-
de Arequipa, tuvieron más un sentimiento antilime- tivas. Sobre todo, en lo que a prioridades se refiere.
ño que liberal. El centralismo político y económico
de la capital generaba el rechazo a su política. Des- Agropecuaria
de tiempos anteriores, su orientación fundamental La producción serrana de ese tiempo se caracte-
fue hacia la integración con el mercado sudandino rizaba por el predominio de unidades productivas
(Bajo y Alto Perú). Su papel, sin embargo, debía ser de limitadas dimensiones, tanto en la minería como
análogo al que ejercía Lima en buena parte del terri- en el agro y la industria. Se trataba siempre de pe-
torio peruano: crear un eje comercial en el sur don- queños y medianos productores que intercambia-
de tuviese la hegemonía. ban sus productos en pequeños mercados y ferias
De ahí que no desperdiciase oportunidad para donde la moneda alternaba con el trueque (Remy
avanzar en su cometido. Inclusive no descartó la 1988; Betalleluz 1991; Ponce 1980).
idea de una separación política del resto del país, La economía del sur se hallaba ya en una situa-
sobre todo cuando su comercio con el Alto Perú en- ción crítica desde finales del período colonial. La

DE
contró nuevos productos (salitre, quinina y lana). guerra vino a profundizar la depresión económica

COLONIA A REPÚBLICA
Se buscaba revitalizar el comercio de aguardiente y (Flores Galindo 1977; Glave-Remy 1983; Tandeter-
vino que prosperó en tiempos coloniales, incentiva- Wachtel 1991).
do por casas comerciales inglesas que, además, pre- Tal vez la zona que presentó mayor dinamismo
tendían introducir al altiplano mercaderías manu- fue la sierra central. En parte gracias al paulatino
facturadas. despegue minero en Cerro de Pasco y el mercado
Las contradicciones más importantes en-
tre el sur y el norte peruano se debieron a la
concurrencia en el sur del aguardiente de ca-
ña y del trigo chileno distribuidos por los li-
meños. Una de las vías para lograr su autono-
mía económica fue la creación de puertos li-
bres en el sur, de lo cual provino su “libre-
cambismo”. Cuando el comercio con sede en
Arequipa empezó a dar frutos tangibles en los
1830 la actitud inicial de rechazo a los co-
merciantes ingleses fue cambiando paulatina-
mente hacia la colaboración.
Las luchas políticas no pueden circunscri-
birse a la dicotomía costa central y norte con-
tra la sierra sur. Es cuestionable la calidad li-
brecambista o proteccionista de diferentes
personajes, por ejemplo, la política de Santa
Cruz en Bolivia. Esos “bloques” no aparecen
homogéneos y presentaban tendencias muy Un hacendado en una acuarela del siglo XIX.

757
Quiroz Chueca

capitalino, las relaciones mercantiles en el agro y la tonomía que poseyeron los esclavos en sus tratos
ganadería del Mantaro pudieron tener mayor fuerza (“estar a jornal”), y la disposición efectiva de los re-
(Burga 1983; Mallon 1983; Manrique 1987). sultados de estos tratos luego de entregar (o no en-
La agricultura de la costa heredó del tiempo an- tregar) a su amo la parte que le correspondía, vida
terior su estructura productiva, predominando la privada (dentro o fuera de la casa del amo) y parce-
plantación como unidad de producción, al lado de las dentro de chacras y plantaciones. En estas con-
pequeñas y medianas propiedades de panllevar y fo- diciones, el esclavo dejaba de serlo estrictamente
rraje para bestias de carga. Las plantaciones de Tru- hablando.
jillo, Lambayeque, Piura y Lima producían algodón En el Perú la esclavitud nunca fue fundamental.
bajo las mismas condiciones que antes de la guerra. Rápidamente, el trabajo esclavo fue empleado en la
En Ica sobresalió Domingo Elías como productor y servidumbre en casas, resultando más bien una es-
exportador de algodón introduciendo innovaciones clavitud doméstica, ocupada en labores de impor-
técnicas. La costa central estuvo más dedicada a la tancia menor vinculadas a la actividad rentista en los
producción de caña de azúcar, de la misma manera, inicios de la elite y que hacia las postrimerías de la
sin cambios estructurales importantes. Sólo la ha- colonia se difunde entre sectores menos pudientes.
cienda limeña San Pedro de José Rufino Echenique Eliminada legalmente con la independencia, la
había introducido hacia 1837 la máquina a vapor en esclavitud perduró, pero condenada ya a extinguir-
su ingenio. Los niveles de producción empezaron a se. En vano se pretendió reforzarla con la importa-
despuntar recién a partir de 1840, pero no será has- ción de nuevos esclavos (con Salaverry), dado que
ta décadas posteriores cuando la actividad alcanzó no se produjo una verdadera expansión de las plan-
una mayor escala con las inversiones provenientes taciones en las primeras décadas.
del comercio guanero (Burga 1976).
Además de los productos, las plantaciones here- Industria transformativa
daron la esclavitud como régimen de trabajo. La es- La industria transformativa mantuvo las carac-
clavitud, sin embargo, ya desde tiempos coloniales terísticas coloniales, es decir, prevalecieron las pe-
había adquirido características que limitaban su ex- queñas unidades productivas (artesanales) en el
tensión en el marco de una sociedad y economía campo y las ciudades. En ambos espacios hubo in-
COLONIA A REPÚBLICA

con rasgos predominantes serviles. No fue elimina- tentos de ampliación de la producción, pese a la si-
da más por consideraciones psicológicas que econó- tuación crítica por la que, en general, atravesaba.
micas. Los plantadores no se sentían seguros si no La ciudad de Lima no fue un centro productor
contaban con un régimen compulsivo de mano de por excelencia pero albergó un significativo sector
obra, aun cuando los esclavos representaban una industrial. De acuerdo a los datos de Córdova
mínima parte de la fuerza laboral. Urrutia (1839), para 1837 los artesanos representa-
El censo de 1791 había arrojado la cantidad de ban alrededor del 25% de la población económica-
DE

40 347 esclavos en todo el virreinato, el equivalen- mente activa.


te al 3,7% de la población total. Además de escasos, Algunas unidades productivas urbanas adqui-
los esclavos estuvieron concentrados en la costa. En rieron elementos de una producción ampliada. Por
el partido de Lima vivía el 60% de esta población y su esencia, dejaban de ser meramente artesanales
a la ciudad de Lima le correspondía aproximada- sin por ello constituir fábricas. Ya desde finales del
mente la tercera parte. La proporción de esclavos siglo XVIII en Lima aparecieron las máquinas en la
fue disminuyendo, sobre todo luego del corte del producción, en particular en la chocolatería.
comercio negrero (Macera 1977; Flores Galindo Formalmente, los gremios supervivieron larga-
1984; Aguirre 1993). mente a la independencia. En la práctica, ya en el si-
Un fenómeno a ser destacado de estas cifras es el glo XVIII los gremios eran una institución más no-
carácter costeño y urbano de la esclavitud en el Pe- minal que real. Antes que a la organización de la
rú. La ciudad de Lima albergó esclavos en conside- producción y su comercialización, el gremio se dedi-
rables porcentajes que llegaron a representar hasta caba a tratar de garantizar la exclusividad en el ejer-
la cuarta parte de toda la población. cicio, el cobro de impuestos y el ordenamiento social
Al no ser posible la aplicación de un régimen es- y colonial. Pero ni en la colonia ni menos en la repú-
clavista “puro”, en el Perú colonial y republicano se blica el gremio fue una institución eficaz como para
le combinó con variados elementos de servidumbre. evitar el ejercicio de un oficio artesanal (Basadre
En especial la relativa libertad de acción y hasta au- 1968-1970: I y III; Quiroz 1990; Krüggeler 1991).

758
De la colonia a la república independiente

Tendencias gremiales ha- cho a trabajar en condicio-


cia fines de la colonia se nes de exclusividad. Bastaba
aprecian sólo entre los pana- con pagar la licencia (paten-
deros y, en parte, entre los te) para ejercer libremente
camaleros, oficios que se ha- un oficio.
bían regido al margen del El pueblo en general —
sistema gremial. Más que los incluidos los artesanos no
panaderos y camaleros, fue- agremiados— veía con ma-
ron los comerciantes en ha- los ojos a los gremios. Esta
rina y trigo y los hacenda- actitud se vinculó a la iden-
dos proveedores de ganado tificación justa que se hacía
quienes estuvieron interesa- entre gremio y privilegio.
dos en el cierre de esos ofi- Era el rasgo más saltante
cios. En parte, esta situación que aún perduraba del siste-
sería compartida por los ve- ma gremial, ya en franca de-
leros y los mantequeros. cadencia desde tiempos co-
No resulta casual que en loniales (Quiroz Ch. 1993).
tiempos republicanos fuera La política de importa-
precisamente alrededor de ciones desde el siglo ante-
esos oficios que se estructu- rior debilitaba aún más los
ró el sistema gremial. Otros mercados segmentados. So-
oficios hablarán de gremios, El gremio de los plateros fue uno de los más bre todo la importación de
mas no pasaron de intencio- importantes del Perú colonial y conservó su textiles y otros efectos ma-
nes o de figuras jurídicas influencia durante la primera mitad del siglo XIX. nufacturados terminó de
En la imagen el “sumo pontífice” de los plateros.
sin sustento práctico. arruinar la producción de
La república se inició artesanías y obrajes locales
con mandatos para abolir los gremios, que la cons- debido a sus bajos precios y a la obsolescencia tec-

DE
titución de Cádiz ya había puesto fuera de la ley. nológica de la producción nativa. El declive de la

COLONIA A REPÚBLICA
Las constituciones peruanas casi invariablemente importación de telas que se empieza a manifestar
–ya fuesen conservadoras o liberales– incluyeron desde 1830 indica que estos mercados peruanos
en su articulado la fórmula del reconocimiento de eran muy estrechos, como consecuencia del carác-
la libertad de industria como principio. El decreto ter fundamentalmente autosuficiente de la econo-
de 29 de julio de 1840, que ordenaba la reglamen- mía familiar, particularmente en el caso de la pobla-
tación de los gremios, fue una medida extemporá- ción indígena (Macera 1972; Bonilla 1980: 411;
nea que obedecía más a una idea corporativista de Remy 1988: 455).
organización de la sociedad que a principios de
economía. Minería
El sistema republicano necesitó al gremio bási- A partir de 1812 la minería entró en un pronun-
camente para las mismas funciones de control eco- ciado declive, manteniéndose la producción por de-
nómico y social que en tiempos coloniales: la vigi- bajo de los 300 000 marcos anuales. La excepción
lancia desde abajo de ese relativamente amplio sec- fue 1820 cuando se alcanzó 477 000 marcos, debi-
tor de la sociedad y el ordenamiento fiscal, tanto de do a los 313 000 marcos que produjo Cerro de Pas-
parte de las autoridades como por los propios arte- co (65,6% del total), donde funcionaban tres bom-
sanos. La nueva república reemplazó la alcabala por bas a vapor para el desagüe. Sin embargo, la guerra
los impuestos de patentes e industrias. La recauda- interrumpió las inversiones hasta 1825, cuando se
ción tenía al gremio como célula básica. Sin embar- reiniciaron las labores con un solo motor. Además,
go, en diciembre de 1826 se planteó la idea opues- el mineral que se extraía era de inferior ley (Fisher
ta: la contribución debía ser más individual que co- 1977: 227-232).
lectiva (Dancuart-Rodríguez 1902-1926: I: 276 y El ministro Pando en su memoria de 1830, seña-
279; Oviedo 1861-1872: XV: 315, 401; XVI: 6). ló las causas que a su entender dificultaban el pro-
Con esta medida, el gremio dejaba de ser im- greso de la minería: la falta de capitales, la lentitud
prescindible. Ya no aseguraba el “alimento”: el dere- en el desagüe con una sola máquina en funciona-

759
Quiroz Chueca

miento, la escasez de insumos por falta de transpor- Acabada ésta, procuró fomentar la actividad con po-
te y el mayor costo del trabajo libre. líticas de promoción para la introducción de mejo-
Tras haber sido el principal sostén de la econo- ras tecnológicas.
mía en tiempos coloniales, la minería era ahora in- En 1828, inclusive, la minería era considerada la
capaz de articular al resto de actividades. Sin embar- base para las demás actividades y la hacienda públi-
go, las mentes de los gobernantes y sectores pudien- ca. Se discutió la posibilidad de reproducir la políti-
tes seguían en los socavones. En realidad, se perse- ca colonial: abaratar el precio del azogue y rebajar
guía restituir las condiciones (idílicas) que tuvieron impuestos a estas labores que fomentan otras activi-
las minas coloniales. dades económicas (Contreras 1987: 32).
Idílicas, puesto que la mita había dejado de regir Al igual que en tiempos coloniales, Cerro de
aun antes de su abolición, sobre todo en los centros Pasco era el mayor centro minero. Entre 1825 y
mineros nuevos, que tuvieron que conseguir mano 1834 producía el 68% de la plata; Puno el 10%; Li-
de obra forzada por otros medios. Salvo el mercurio ma el 7,7%; Trujillo el 6,8%; Arequipa el 5,1%; Hua-
(subsidiado por el Estado colonial a los mineros manga el 1,9% y Tacna el 0,5%. Las principales ve-
“alistados”), los demás insumos e instrumentos que tas de plata eran Colquijirca y Pariarirca. En Cerro
requerían los mineros eran, en la práctica, suminis- de Pasco llegó a haber 3 000 o 4 000 indios perma-
trados en un mercado controlado por los grandes nentes; en tiempos de “boyas” se duplicaba la po-
comerciantes y usureros limeños a través de los blación (Basadre 1968-1970; Deustua 1986: 327).
“aviadores” (los “bancos de rescate” tuvieron corta Otros yacimientos importantes fueron Pataz,
vigencia y resultaron de escasa ayuda). Los mineros Huamachuco, Cajamarca y Hualgayoc (con su famo-
tuvieron la oportunidad de usar las casas de mone- sa mina en el cerro San Fernando). En Tarapacá se
da a manera de mercado asegurado para su produc- explotaron fugazmente los asientos de Huantajaya.
ción, evitando así a los “aviadores”. Destacó en este La minería continuó siendo argentífera. Poca
caso la ceca del Cuzco, pero no fue muy eficaz co- atención tuvieron otros yacimientos. Una excepción
mo sistema. fue Morococha por su producción de cobre. En Yau-
Con la independencia no se produjeron cambios li se conocía la existencia de grandes depósitos de
importantes. Continuaron las mismas condiciones plomo, pero no se explotaron por los bajos precios
COLONIA A REPÚBLICA

indicadas, agravadas por la situación calamitosa y la falta de combustible y mano de obra. No se ex-
producida por la guerra y por el rompimiento de plotaba tampoco el oro de los ríos orientales.
los circuitos del comercio internacional. Inclusive, las minas de Huancavelica no eran
El fin del subsidio al mercurio significó un alza trabajadas pese a las dificultades para importar azo-
considerable: el quintal pasó de 50 a 112-140 pesos gue; por ejemplo, la minería necesitaba 4 000 fras-
en 1840. Desde 1831 la casa Rothschild estableció cos de azogue por año y en 1843 se importaron só-
su monopolio sobre el mercurio. Algo similar ocu- lo 2 401. Fracasó un intento por reactivar la pro-
DE

rrió con los precios de la pólvora, sal y acero ducción de azogue entre 1836 y 1839. La misma
(Deustua 1986: 170-180; Contreras 1987: 27; suerte corrió una compañía nacional que recibió
1995: 156-157). gratuitamente (por decreto del 7 mayo de 1839) las
Evidentemente, el empresario minero buscó fa- minas del Estado, oficinas, enseres y hasta fondos
cilidades especiales para su actividad. En la minería de las tesorerías de Ayacucho y Huancavelica. No
se repite el mismo apego a la “merced” estatal que pudo funcionar por falta de personal técnico, ope-
en otras actividades. La presión sobre el Estado se rarios y tranquilidad pública. En los años 1820 el
basaba, precisamente, en la idea de ser la minería la capital inglés creó cinco compañías grandes para in-
única “salvación” del país, con el lema del Perú vertir en la minería peruana. Todos estos intentos
“país minero” por excelencia. Claro, los sectores fracasaron, en buena parte, por no haber encontra-
que dominaban el Estado no tuvieron la misma es- do la fórmula para atraer a la mano de obra (Basa-
cala de prioridades (Tantaleán 1982: 48-50). dre 1968-1970: I-II; Bonilla 1980).
Sin embargo, el Estado republicano desde un No bastaron estos incentivos estatales. Tampoco
principio desplegó una serie de políticas de fomen- el haber rebajado el impuesto a la producción del
to al sector minero y, en particular, coordinó obras 10% al 5% según la ley de 1829. La falta de capita-
de infraestructura con trabajadores forzados. Desde les y la reticencia a estimular económicamente a la
un principio se interesó por la producción minera mano de obra fueron dos de las más importantes
para los efectos de solventar los costos de la guerra. causas del atraso.

760
De la colonia a la república independiente

Cuadro 8

TOTAL DE LAS EXPORTACIONES DE ALGUNOS PRODUCTOS


(toneladas métricas)

Metal Cobre Mineral Estaño Lana Lana


Años cobre refinado estaño refinado Cacao Café Quina oveja alpaca Algodón Azúcar

1830 0 533 21 0 190 1 288 0 3 21 1 610


1831 0 94 0 0 1 0 184 0 0 26 1 610
1832 5 9 5 9 11 0 175 1 11 1 1 610
1833 0 146 20 0 0 0 83 5 7 0 1 610
1834 1 120 13 0 20 0 253 0 78 18 1 610
1835 206 45 0 0 788 0 36 0 0 27 1 610
1836 4 922 1 39 183 2 76 2 433 356 1 610
1837 125 3 0 130 422 187 155 0 869 186 1 610
1838 774 1 197 0 0 105 232 17 12 1 045 25 1 610
1839 971 1 640 58 22 113 0 26 55 975 676 1 610
1840 1 407 449 44 40 437 1 3 39 1 257 440 1 610

Fuente Hunt 1973:38. Este cuadro incluye las exportaciones bolivianas de quina, que eran las dominantes.

La falta de mano de obra fue crónica. Las guerras En tiempos de boya tenían derecho a extraer la

DE
civiles impedían contar con fuerza laboral y bestias “huachaca” (“parte del pobre”) que consistía en un

COLONIA A REPÚBLICA
de carga, destruyeron la escasa maquinaria y obras trozo de mineral que, si no lo empleaban en sus
de infraestructura. Una salvación para los mineros pueblos, lo tenían que vender al mismo minero o a
fue el mantenimiento del tributo, que obligaba a los algún “aviador”.
campesinos a buscar un medio de obtener el dinero Cuadro 9
necesario para pagarlo.
El reclutamiento de la mano de obra, entonces, PRODUCCIÓN DE PLATA DE CERRO DE PASCO
mantuvo los patrones coloniales. Es decir, “engan-
Años Producción en marcos
char” al trabajador por medio de deudas. No existió
a nivel del trabajador común el incentivo del sala-
1830 95 261
rio. En el técnico, sí. Inclusive, para ahorrar dinero,
los dueños de minas no atendían a cuestiones bási- 1831 135 135
cas de seguridad. Esto provocó accidentes, como el 1832 219 378
que se produjo en Matagente, donde perecieron 1833 257 069
trescientas personas.
1834 267 126
Los asientos tenían trabajadores permanentes y
maquipuros (eventuales de origen campesino reclu- 1835 276 774
tados en tiempos boyantes). El trabajo era tan pesa- 1836 244 404
do (y odiado) como en tiempos coloniales. Los tur- 1837 235 856
nos duraban doce horas. Los campesinos no acu- 1838 251 932
dían por su propia voluntad a los socavones. En rea-
1839 279 620
lidad, la tecnología no había sufrido cambio alguno.
Los barreteros recibían seis reales al día por arran- 1840 307 213
car el mineral; los apires, o chaquiris, 4 reales por
llevarlo a la superficie en sacos llamados capachos. Fuente: Datos de Shane Hunt en Bonilla 1980: 404.

761
Quiroz Chueca

Cuadro 10 Cuadro 11

EXPORTACIONES DEL PERÚ A INGLATERRA VOLUMEN DE EXPORTACIONES DE LANA


(En libras esterlinas)
Cantidades en libras Valor en pesos
Años Oveja Alpaca Oveja Alpaca
1825 1839 1840
1834 5 700
Moneda fraccionaria 600 000 1 310 828 1 562 149 1835 908 626 143 400
Lana 14 500 130 087 141 724 1836 955 222 199 000
Nitrato de soda 59 830 90 942 1837 4 914 751 385 800
Algodón 19 400 74 360 85 881 1838 2 314 088 459 300 352 602 114 825
Cortezas 29 600 10 066 23 600 1839 2 149 571 1 325 500 252 032 398 650
1840 2 770 379 1 650 000
Fuente: Mathew en Bonilla 1980: 405.
Fuente: Esteves 1882: 33-34.

Sólo las “haciendas” o ingenios tenían bestias portaciones peruanas sumaron 8 079 000 pesos,
para pisar el azogue. En los boliches lo pisaban los mientras que las exportaciones 6 254 000 pesos.
mismos indios (Basadre 1968-1970: I-II). Descontando costos, el déficit ascendió a 1 225
La producción de plata no reeditó las cifras colo- 000 pesos (Basadre 1968-1970).
niales. Alcanzó cantidades importantes en marcos
extraídos, aunque no necesariamente de alta ley. La Exportaciones
minería en realidad se mantuvo en crisis durante las El comercio de exportaciones peruanas seguía
primeras décadas republicanas. conformado principalmente por metales preciosos
La producción minera republicana no llegó a ge- (oro y plata). Simplemente el Perú exportaba dine-
nerar un amplio circuito económico como ocurrie- ro. La economía peruana sólo producía dinero para
COLONIA A REPÚBLICA

ra en tiempos anteriores. La excepción fue Cerro de adquirir productos manufacturados, situación que
Pasco y sus vinculaciones en la sierra central. nos remitía a las formas más elementales del in-
tercambio internacional.
COMERCIO EXTERNO Durante las dos primeras décadas de vida inde-
pendiente, el Perú exportaba básicamente materias
El comercio externo peruano entraba con mal primas, en pequeñas cantidades y con escaso valor
pie a su desarrollo independiente. Por lo común, la agregado en el mercado. Destacaban la quinina,
DE

balanza comercial era deficitaria. En 1820, las im- cueros, pieles y lanas.
No obstante el declive de la producción mi-
nera, el grueso de las exportaciones era de me-
tales preciosos. En los años 1830 una mayor
producción en el rubro exportador permitió
aumentar las importaciones. El valor de la pla-
ta exportada significó el 90% del total de ex-
portaciones peruanas en 1825 y el 82% en
1840 (Bonilla 1972: 22 passim.; Bonilla 1975-
1977: V: 96; Deustua 1986: 32 passim. y 233
passim).
Un rubro de creciente importancia en las
exportaciones fueron las lanas de ovejas, alpa-
cas, vicuñas y llamas, producidas en la sierra
del Cuzco y Puno mayormente por comune-
ros indígenas y por pequeñas unidades de
campesinos mestizos y algunos blancos. Eran
El puerto de Islay (en Arequipa) en la segunda mitad del siglo XIX. exportadas por comerciantes intermediarios

762
De la colonia a la república independiente

Cuadro 12 Cuadro 13

EXPORTACIONES PERUANAS EN LOS AÑOS 1838 Y 1839 VALOR DE LAS IMPORTACIONES BRITÁNICAS

Artículos Valor en 1838 Valor en 1839 Años Libras esterlinas


Pesos Libras est. Pesos Libras est.
1821 86 329
Cascarilla 164 370 32 874 50 327 10 065
1822 111 509
Oro, plata 6 542 062 1 308 412 6 554 141 1 310 828
1823 226 954
Cueros, cochini. 10 968 2 193 11 016 2 203
1824 372 311
Cobre (barrilla) 108 857 21 731 91 079 18 218
1825 559 766
Cobre (barras) 14 637 2 927
1826 199 086
Algodón 360 213 72 043 371 300 74 360
1827 228 465
Cueros de vaca 18 213 3 642 6 859 1 371
1828 374 614
Cuernos 320 64
1829 300 171
Pieles de foca 556 111
1830 368 469
Salitre 259 220 51 814 299 152 59 830
Fuente: Bonilla et al. 1978: 3.
Azúcar 52 150 10 430 52 150 10 430
Estaño 78 312 15 662 61 867 12 375
Lana de vicuña 752 150
comerciales españolas cedieron el lugar a otras in-
glesas, francesas y norteamericanas. En 1824 había
Lana de oveja 325 602 70 520 252 032 50 506
20 firmas importadoras-exportadoras inglesas en
Alpaca 144 820 22 965 397 650 79 530 Lima y 16 en Arequipa. A la vuelta de una década,
Total 8 061 593 1 612 318 8 164 349 1 632 869 estas casas comerciales devinieron en las empresas
líderes en el ramo desplazando también a las pe-
Fuente: Esteves 1882: 152. ruanas.

DE
De los 4-5 millones de pesos en mercaderías im-

COLONIA A REPÚBLICA
arequipeños y tacneños a través del puerto de Islay portadas hacia mediados de los años 1820, las nor-
(Flores Galindo 1977; Bonilla 1980: 407). teamericanas representaban entre 1,2 y 2 millones
Desde mediados de la década de 1830 se obser- (harina, textiles de algodón, etc.), las inglesas algo
va un incremento en las exportaciones de produc- de 1,5 millones (textiles y ferretería) y las francesas
tos y la aparición de otros nuevos: algodón, cobre y alrededor de un millón (ropa de lujo, manufacturas
salitre. y vinos) (Bonilla 1975-1977; Hunt 1973; Gooten-
La exportación de metales preciosos amoneda- berg 1989).
dos para cancelar las importaciones indica una fuga Hacia 1834 las importaciones igualaron los nive-
masiva de recursos. La economía peruana no podía les coloniales (8 millones de pesos). La mitad ya co-
contar con dinero amonedado y, por ende, conti- rrespondía al comercio inglés que dejaba relegados
nuaba el proceso de “naturalización” ya presente al norteamericano y al francés.
desde fines del siglo XVIII, hecho que estuvo acom- En forma paulatina pero creciente, los produc-
pañado por un estancamiento de la producción co- tos manufacturados importados fueron reempla-
mercial. zando a la producción nativa. A pesar de las restric-
Antes de la “época del guano” las exportaciones ciones formales (altos aranceles y prohibiciones) el
peruanas eran prescindibles para los mercados eu- comercio extranjero fue adquiriendo mayor presen-
ropeos, pues nuestros productos podían obtenerse cia en el mercado peruano, arruinando a los pro-
en muchos puntos del planeta. En cambio, las im- ductores locales. En realidad, se trata de un proce-
portaciones peruanas desde Europa incidieron con so extendido en el tiempo. Ya se había iniciado en
fuerza en la economía del país. el reformista siglo XVIII y sus efectos más visibles
y dramáticos se produjeron luego de 1840. Pero en
Importaciones los años 1820 los costos de importación se reduje-
La otra cara de la misma medalla la constituyen ron a la mitad, en tanto que bajaban los precios de
las importaciones. Con la independencia, las casas artículos importados, los cuales se impusieron en

763
Quiroz Chueca

amonedaron sólo 2 800 000 pesos; en 1828 bajó a


2 300 000 pesos y a 1 600 000 pesos en 1830.
Los bolivianos tuvieron una política distinta.
Buscando apoyar la vinculación entre la producción
y el mercado local, en 1829 Santa Cruz mandó acu-
ñar moneda fraccionaria de ley rebajada en un 25%,
usada también en el trato comercial con el Perú.
Durante la vigencia de la Confederación Peruano-
Boliviana esta moneda feble reemplazó a la casi ine-
xistente moneda peruana causando graves trastor-
nos a la política comercial importadora del Perú. Se
llegó, inclusive, a elaborarla en las cecas del Cuzco,
Arequipa y, luego también, en Cerro de Pasco.
La ciudad de Iquique en el siglo XIX. Tal vez la instalación de la casa de moneda en el
Cuzco obedeció a un intento similar al boliviano.
un mercado local que registraba una profunda de- Su ubicación en dicho lugar, que casi no producía
presión interna. Los mercados estagnados y frag- plata y carecía de azogue, respondería a la intención
mentados del Perú recibieron bienes de consumo de agilizar las relaciones mercantiles en el sur andi-
más mundanos (70-80% de textiles) (Bonilla 1980; no teniendo al Cuzco como eje. Funcionó entre
Gootenberg 1989). 1825 y 1840 y en 1838 acuñó el 11% de la moneda
Los altos costos portuarios de los puertos pe- peruana.
ruanos y las tarifas aduaneras elevadas dieron a Gamarra impulsó la fabricación de moneda de
Valparaíso la supremacía en el Pacífico, convirtién- pequeña denominación para su circulación en los
dolo en intermediario del comercio europeo. En departamentos de Ayacucho, Arequipa, Puno y
1836 Santa Cruz trató de corregir esta situación, Cuzco. Constituían la principal fuente del pago de
lográndolo sólo mientras tuvo vigencia la Confede- tributo y el numerario era necesario para animar
ración. Arica, Islay, Callao, Huanchaco y Paita fue- una economía que incluyese a la poblacion indíge-
COLONIA A REPÚBLICA

ron declarados puertos mayores. El reglamento de na. Parece que se intentó aquí también rebajar la ley
1840 ratificó al Callao como único puerto de depó- en 1830 (Basadre 1968-1970; Deustua 1986: 334;
sito para reembarcos y trasbordos, a Arica para Remy 1988: 456; Luque 1991).
reembarcos y tránsito terrestre al extranjero, y a
Paita sólo para reembarcos. Puertos menores eran FISCALIDAD
Iquique, Ilo, Pisco, Huacho, Santa, Pacasmayo y
San José de Lambayeque. Tener un aparato estatal independiente implica-
DE

Con la introducción de la navegación a vapor en ba mantenerlo con recursos propios. En un princi-


el comercio externo peruano, desde la década de pio, el Estado independiente reprodujo básicamen-
1840 se redujeron los costos comerciales El tiempo te intacta la estructura fiscal del Estado colonial.
necesario para conectar al Perú con Europa se redu- Las modificaciones posteriores obedecieron a la
jo de 102 días a 45. Inclusive, resultaba más barato exoneración tributaria del sector socioétnico vence-
abastecer la costa con productos alimenticios ex- dor en la guerra. La alcabala colonial fue abolida y,
tranjeros que con productos serranos. en breve, el rubro de ingresos ordinarios estuvo
compuesto principalmente por aduanas, contribu-
POLÍTICA MONETARIA ciones personales (tributos) y, en menor medida,
patentes y predios. La contribución llamada de
La república se inició siguiendo los patrones “castas” rigió sólo temporalmente.
monetarios coloniales de monetizar la producción Si la ciudadanía estaba costreñida, en parte, a la
minera para cubrir la demanda del mercado impor- colaboración con el mantenimiento del Estado, el
tador. Los ritmos de amonedación fueron disminu- Perú hacía su ingreso al republicanismo con especi-
yendo porque, según cálculos del ministro Pando, ficidades al recurrirse al sistema de capitación, aun-
el contrabando atraía entre cuatro y cinco millones que por categorías, y mantenerse el tributo indíge-
de pesos en plata piña. Si entre 1790 y 1794 se acu- na. La copiosa documentación legislativa sobre im-
ñaron metales por 5 300 000 pesos, en 1826 se puestos, recopilada por Oviedo y Dancuart, se ca-

764
De la colonia a la república independiente

racteriza por ser contradictoria, acorde con los tu-


multuosos tiempos caudillescos.

Contribuciones
La abolición del tributo indígena colonial no pa-
só de ser otra de las promesas incumplidas. La polí-
tica social de la república para con el indígena, la
necesidad de captación de mano de obra para las
unidades productivas y las urgencias del fisco anu-
laron las buenas intenciones iniciales. El cobro del
tributo era relativamente sencillo (y provechoso).
Por otro lado, la propia población indígena enten-
dió desde tiempos coloniales que el pago del tribu-
to significaba algo así como la compra de su dere-
cho a la tierra. El flamante liberalismo mantuvo el
tributo y, con él, a la comunidad como la institución
capaz de asegurar su cobranza (Dancuart-Rodrí-
guez 1902-1926: IV: 94-96).
Luego del fracaso de la “única contribución” bo-
livariana (capitación general), el 11 de agosto de
1826 se restableció oficialmente el tributo, con lo
que se consagró la desigualdad legal entre los ciuda-
danos. Esta aberración republicana fue llamada eu-
femísticamente “contribución” de indígenas.
Al “especificarse” que regían las normas vigentes
en 1820, la cobranza del tributo fue tan ambigua co-
mo en tiempos coloniales. Es decir, la fórmula de la Litografía de un indio cuzqueño inspirada en una fotografía

DE
costumbre servía para dejar en libertad a los cobra- de Emilio Garreaud, siglo XIX. Imagen aparecida en el Atlas

COLONIA A REPÚBLICA
dores. Normalmente las cuotas oscilaban entre 3 y geográfico del Perú (París, 1865).
9 pesos anuales. Los caciques fueron legalmente
obligados a pagar dado que sus cargos habían sido cuart-Rodríguez 1902-1926 I: 277-278; Remy 1988;
abolidos (Oviedo 1861-1872: 301-304, 318; Dan- Peralta 1991; Walker 1992: cap. 5).
De 7 962 720 pesos de ingresos totales en 1830,
Cuadro 14
al tributo correspondían 945 468 (12%). Hacia fines
de la década su incidencia aumentó a casi el 40%
CONTRIBUCIÓN INDÍGENA Y DE CASTAS (Dancuart-Rodríguez 1902-1926: III: 54-55).
(promedios anuales) El tributo, como en tiempos coloniales, debía
garantizar la afluencia de mano de obra indígena a
Departam. De indígenas De castas Total las unidades productivas.
Paralelamente surgió la contribución de castas,
Lima 73 945,2 86 104,4 106 049,6 que debían pagar todos los no indios (a excepción
de la burocracia) entre 18 y 50 años de edad. Se pa-
Ayacucho 128 278,4 41 860,6 170 139,2
gaba una cuota fija de cinco (luego tres) pesos más
Cuzco 264 805 47 032 311 837,6 el 4% (luego 3%) del producto neto de las utilida-
Arequipa 93 420,2 54 364,2 147 784,4 des industriales o patrimoniales del contribuyente.
Junín 130 270,6 104 383,6 234 654,4 Su importancia fiscal fue menor que la del tributo.
Al afectar a la población mestiza y criolla, este
Trujillo 129 796 84 638,4 214 434,4
impuesto estuvo en la mira de los caudillos. Su his-
Puno 218 885,4 13 404,4 226 290 toria fue bastante intrincada. En julio de 1829 fue
Totales 1 039 402 431 788,2 1 471 190,2 eliminado, a la vez que se mantenía el tributo y se
restablecían las patentes. Fue restituido en marzo
Fuente: Dancuart-Rodríguez 1902-1926: II: 47. de 1830 para quienes no pagaban patentes. Duran-

765
Quiroz Chueca

Cuadro 15

CONTRIBUCIONES DIRECTAS DE INDÍGENAS Y TOTALES SEGÚN LAS MATRÍCULAS


DE 1826, 1838 Y 1853, POR DEPARTAMENTOS
(en pesos de 8 reales)

1826 1838 1853(3)


Departamentos(1) Indígenas Total Indígenas Total Total
Total % Total % Total % Total %

Lima Total 73 945.2 46.2 160 049.6 100 283 458.7 87.7 323 337.2 100 247 138
% 7.1 10.9 16.1 17.8 15.4
(Lima y Callao) (162 341.5) (168164.4)
(Ancash) (121 117.2) (78 973.4)
Ayacucho Total 128 278.4 75.4 170 139.2 100 214 373.7 99.7 214 932.4 100 223 215.5
% 12.3 9.7 12.2 11.9 13.9
(Ayacucho) (149 026.3) (141 500.6)
(Huancavelica) (65 347.4) (81 714.7)
Cuzco Total 264 805.6 84.9 311 837.6 100 401 185.6 99.5 403 263.7 100 350 488
% 25.5 10.9 22.8 22.3 21.8
Arequipa Total 93 420.2 63.2 143 784.4 100 157 606.5 96.6 163 064.3 100 143 750
% 9.0 10.2 9.0 9.0 9.0
(Arequipa) (98 034) (94 171.2)
(Tacna) (59 572.5) (49 578.6)
Junín Total 130 270.6 55.5 234 655.4 100 158 343.2 97.4 162 592 100 153 370.4
% 12.0 15.9 9.0 9.0 9.6
COLONIA A REPÚBLICA

Trujillo Total 129 796 214 434.4 100 249 027.3 99.4 250 497.4 100 179 041
% 12.5 14.6 14.2 13.8 11.2
(La Libertad) (177 441.2) (122 785.3)
(Amazonas) (18 543.3) (15 092)
(Piura) (53 042.6) (41 163.5)
Puno Total 218 885.4 232 290 100 293 300.7 100 293 300.7 100 306 735
DE

% 21.1 15.8 16.7 16.2 19.1

Total
general Total 1 039 402 70.7 1 471 190.2 100 1 757 296.4 97.0 1 810 988.1 100 1 603 738.1
% 100 100 100 100 100

Total
surandino Total 611 969.6 85.7 714 267 100 908 860.4 99.7 911 497.1 100 880 438.5
(2) % 58.9 48.5 51.7 50.3 54.9

(1) Hemos agrupado los departamentos según la división administrativa en vigor en 1826 (nombre de departamentos en negritas). Los nombres y
cifras entre paréntesis corresponden a las divisiones administrativas hechas después de 1826.
(2) Cuzco, Ayacucho, Puno y Arequipa.
(3) Se calcula que en total la contribución de indígenas fue de 1 400 000 pesos.

Fuente: Remy 1988: 458.

766
De la colonia a la república independiente

te el corto gobierno de Salaverry (1835) no rigió. Su La contribución predial gravaba las propiedades
abolición definitiva ocurrió en 1840. Para eliminar- rústicas y urbanas según una tasación o el monto
lo, Gamarra adujo que “ha recaído sobre personas del arrendamiento.
miserables cuyos recursos apenas bastan para soste- Una relación de la cobranza correspondiente a
ner las primeras necesidades de la vida, sin aliviar 1830 muestra la incidencia de los impuestos en el
las del Estado” (Oviedo 1861-1872: XV: 318-339; tesoro público, sin contar el rubro de aduanas.
Dancuart-Rodríguez 1902-1926: III: 102).
Cuadro 17
Aduanas
Las aduanas resultaron uno de los pilares para el Indígenas 1033 402 pesos
Estado. Sobre todo para el gobierno que ocupaba la Castas 431 784
capital. Representaban aproximadamente un 16% Casas de moneda 1230 000
del total de los ingresos fiscales hasta los años 1830.
Novenos 38 458
Hubo años de recaudación extraordinaria. Uno de
Vacantes 2 309,7
ellos fue 1831 cuando las aduanas recaudaron 2 269
Predios 41 368
962 pesos.
Cobos y diezmos 144 177,4
Media anata 433,5
Cuadro 16
Papel sellado 59 927
INGRESOS DE LAS ADUANAS
Correos 46 202,6
Títulos y tomas de razón 402,6
Años Recaudación
Papel de títulos 1 778,4
Pólvora 1 906
1820-1833 1 300 000 pesos al año
Nieve 12 650
1834 1 089 950
Bienes del Estado 10 107,1
1835 1 265 509
Censos y capellanías 190 390,8
1836 859 251
Pasaportes 3 260

DE
1837 1 298 022
Patentes 97 447,1

COLONIA A REPÚBLICA
1838 776 806 (9 meses)
1839 1 300 000
Fuente: Dancuart-Rodríguez 1902-1926: II: 51-52.
1840 1 197 634
1841 1 251 845
DEUDA PÚBLICA
1842 1 372 527
1843 1 416 616 Deuda externa
1844 1 587 941 Para afrontar los cuantiosos gastos de la prolon-
1855 1 965 313 gada guerra, el Perú recurrió al financiamiento ex-
terno. Los enviados sanmartinianos Juan García del
Fuente: Rodríguez 1895 y Dancuart-Rodríguez 1902- Río y Diego de Paroissien obtuvieron de la casa in-
1926: II y III.
glesa Thomas Kinder en 1822 el primer empréstito
por £ 1 200 000, a 30 años y con un interés del 6%,
Otros impuestos considerando 2% a los comisionados. El enviado
La alcabala del “cabezón” fue sustituida por las bolivariano Juan Parish gestionó el segundo en
patentes en 1826. Debían pagarlas los artesanos, co- 1825 por £ 616 515. Finalmente fue reducido a £
merciantes y profesionales, según cuatro categorías, 577 500 y el gobierno apenas recibió £ 200 385, pe-
como requisito indispensable para ejercer su activi- ro quedó comprometido por el monto nominal. Co-
dad. Con este fin se reanimaron los gremios, mas el mo resultado, en 1826 la deuda externa sumaba £ 1
cobro no era ya solidario como en tiempos colonia- 777 500 (Dancuart-Rodríguez 1902-1926: II: 222).
les. El régimen de Salaverry intentó fugazmente res- La enormidad de la cifra, los altos intereses (£
tablecer las alcabalas a la usanza colonial en 1835. 100 000 al año) y el estancamiento económico pe-
En 1833 se volvió a cobrar la media anata civil y ruano se confabularon para establecer una morato-
eclesiástica. ria en el pago. Debe agregarse que el país debía seis

767
Quiroz Chueca

millones de pesos a Colombia y tres a Chile (Mari- instrucción, beneficencia, comunidades religiosas y
chal 1988; Mathew 1970; Palacios 1983; Tantaleán de la antigua caja de censos de indios hecha por
1982). Santa Cruz y Orbegoso en 1835. Anulada esta ven-
ta en julio de 1839, en noviembre se permitió el uso
Deuda interna de estos bienes hasta que el Estado devolviera lo pa-
El nuevo Estado asumió también una cuantiosa gado por sus poseedores (Basadre 1968-1970: I-II).
deuda interna. Desde un principio, y para ganarse
el apoyo de los influyentes comerciantes limeños, GASTO PÚBLICO
se reconocieron las obligaciones españolas para
con ellos, que ascendían a 7 760 000 pesos. Con En los tumultuosos años iniciales no pudo ela-
otros créditos (incluyendo los “heredados” del ré- borarse un presupuesto para controlar los gastos en
gimen colonial) la deuda interna alcanzaba en función de los ingresos. El primer esbozo presu-
1827 la suma de 14 200 000 pesos sólo en Lima. La puestal perteneció al ministro Morales Ugalde en
llamada “reforma militar” de 1829 dio origen al in- 1827. De un total de gastos ordinarios de 5 150 000
cremento de esta deuda en 1 493 186 pesos. Esta pesos, 4 973 000 estuvieron destinados al pago de
medida tuvo que ser derogada en 1833. sueldos. Entre ellos sobresalía la planilla del minis-
Para cancelar la deuda (y a manera de “botín de terio de guerra (2 579 164 pesos), seguida por las
guerra”) el Estado dio la ley del 9 de marzo de de hacienda (793 901), marina (353 055) y otras.
1825 por la que se pagaba los adeudos en bienes En 1831 los egresos fueron 4 973 549 pesos, de
públicos (incluyendo haciendas y minas), pero este ellos los gastos militares fueron 2 932 219 (Dan-
dispositivo no rigió enteramente. En vez de ello, el cuart 1902-1926: II: 131, 154-171).
Estado emitió bonos del crédito público que en Los gastos militares fueron enormes. El departa-
1827 sumaban unos seis millones de pesos. Estos mento de Cuzco, por ejemplo, asumía de sus pro-
bonos fueron utilizados en la cancelación de im- pios ingresos el abastecimiento de uniformes y suel-
puestos y hacia 1838 el Estado había amortizado ya dos de las tropas. En 1832, se gastaron 229 294 pe-
más de cuatro millones de pesos en billetes. sos en las tropas acantonadas en la ciudad con unos
Aparte del pago directo, se premió a los benemé- ingresos que ascendieron a 385 084 pesos, de los
COLONIA A REPÚBLICA

ritos de la independencia con bienes nacionales, en cuales el 82% provenía del tributo (Remy 1988:
particular en 1829, cuando se decidió dar de baja a cuadro 2). La posibilidad que tenían los caudillos
parte de la oficialidad. Otro hito importante fue la de aprovechar estos recursos fue un incentivo re-
venta de bienes nacionales y de establecimientos de troalimentador del caudillaje.
DE

VIII
LA INICIACIÓN DE LA REPÚBLICA

El Perú autónomo mantuvo la estructura social funcionarios coloniales y oficiales del ejército realis-
y política de tiempos coloniales. No fue capaz de ta “capitulados” participaron en la siempre difícil
desprenderse de consideraciones étnicoculturales tarea de constituir un Estado independiente que de-
en el establecimiento del nuevo régimen. Quienes bía ser, además, muy distinto del anterior.
habían optado por mantener el sistema colonial, al No se trató de una simple copia o remedo de los
ver que éste crujía, aceptaron el separatismo. Inclu- regímenes republicanos de otras latitudes. Los repú-
so, ampararon a aquellos que no habían sabido ha- blicos locales buscaron un régimen representativo
cer este cambio a tiempo y la capitulación de Aya- convencidos de su eficacia en la forja de una nueva
cucho los había encontrado del lado realista. Así, sociedad. A las limitaciones sociales y políticas de

768
De la colonia a la república independiente

sus propulsores liberales se sumó el y su apoyo no destacó precisamente


conservadurismo de quienes por su desinterés.
aceptaron el nuevo régimen a
regañadientes, dando como SITUACIÓN SOCIAL
resultado la prolongación
de las condiciones socia- A pesar de las decla-
les y económicas colo- raciones igualitarias, la
niales luego de la inde- república recurrió a las
pendencia. categorías de diferen-
No extraña, por ciación étnica. La co-
eso, que la formalidad lonia había generado
haya distado tanto de una compleja jerarqui-
la realidad. Se buscó zación de la sociedad
un Estado liberal, ba- en función de las ra-
sado en el dogma de la zas. A la república le
soberanía popular re- bastó con una diferen-
glada por una consti- ciación más simple y
tución y ejercida a tra- funcional. Las castas
vés del sufragio, la di- debían establecer el lí-
visión de poderes y el mite entre la parte do-
respeto a las garantías minante (blanca) y la
individuales políticas dominada (indios, ne-
y económicas por par- gros y diversos mesti-
te del Estado (Basadre zos). Un problema
1929; Pareja 1954). momentáneo surgió al
Se logró una repúbli- tratar de determinar el
ca que se asemejaba cobro de la contribu-

DE
a una monarquía (a ción llamada de castas

COLONIA A REPÚBLICA
excepción de la estabi- y se resolvió de una
lidad). manera genérica y ne-
Aun debilitado por gativa: castas eran los
la guerra y la crisis, el no indios.
poderío económico de La efervescencia ini-
los sectores dominan- cial fue morigerándose
Una sociedad “republicana” inspirada en el liberalismo político fue
tes les seguía asegu- la aspiración de un grupo de pensadores peruanos del siglo XIX. En
conforme los jacobi-
rando su preeminen- la imagen un vitral que muestra a la república peruana. nos (los más radicales)
cia social y política. se enfrentaban a una
Esta situación les sirvió para mantener en una con- realidad difícil de cambiar. El ministro sanmartinia-
dición marginal a la mayoría del país que apenas si no Monteagudo fracasó con sus actitudes contra los
se enteraría del cambio político producido. La dife- peninsulares (expulsiones y confiscaciones) y por
renciación social iba acompañada de una segrega- destruir las bases del régimen colonial: abolición
ción étnica y cultural que reproducía el esquema del tributo y servicios personales, manumisión de
colonial ya sin la relación de dependencia política. esclavos (libertad de vientres), etc. Los nuevos
Aunque dominantes, los grandes comerciantes y mandos del país deshicieron estas intenciones. Por
hacendados se hallaban bastante desarticulados co- lo pronto, los hijos de los esclavos quedaron bajo
mo para ejercer el poder político directamente y en tutela de los amos la que, en 1839, fue ampliada por
base a directivas claras. En vez de ello se contó con Gamarra hasta los 50 años; es decir, de por vida.
caudillos militares que aprovecharon su carisma y La república mantuvo el tributo como fuente fis-
su control sobre las tropas y los recursos fiscales pa- cal y base para el reclutamiento de mano de obra y,
ra gobernar. Estos caudillos contaron con el aseso- por ende, el Estado republicano tuvo que proteger
ramiento de diversos personajes civiles. Algunos de la propiedad de los indios que venía siendo afecta-
ellos representaron a los sectores sociales pudientes da por otras castas y funcionarios. El Estado débil

769
Quiroz Chueca

en la provincia fue sustituido por un En la Lima, apuntes históricos, descriptivos,


sector no muy bien definido para en- estadísticos y de costumbres de Manuel
Atanasio Fuentes, su autor dedicó
tonces, conformado por los fun-
algunas páginas a la diversidad étnica
cionarios y hacendados (favore- de la sociedad peruana. En la imagen
cido por las guerras civiles, la una litografía de dicha obra que
falta de comunicaciones y la ilustra lo que Fuentes consideraba
ruptura de mercados), en una “zamba” limeña.
una especie de antesala de
lo que posteriormente se- bía recibir un topo si la
ría el gamonalismo. Esto tierra era buena o dos to-
implicó desechar la idea pos si era de bajo rendi-
liberal de crear una pe- miento. Para los curacas
queña y mediana propie- sin tierra correspondían
dad rural extendida. cuatro topos. Los cura-
Consiguientemente, se cas de linaje mantenían
restringieron las posibili- sus tierras.
dades de mestizos y blan- Bolívar reiteró la prohi-
cos de acceder a las tierras bición de cobrar el tributo
de los pueblos. y terminó con los curacaz-
Fieles a sus principios, gos, considerando “que la
los liberales pretendieron república no reconoce desi-
cambiar las formas tradicionales gualdad entre ciudadanos”. Es-
de propiedad y producción rura- to debía impedir las vejaciones
les. Se buscaba eliminar la tenencia de las autoridades, a las cuales
tradicional sustituyéndola con produc- mandó restituir las tierras usurpadas.
tores vinculados libremente al mercado, que Sin embargo, las nuevas autoridades repu-
sirviesen de base para una ciudadanía extendida. blicanas (prefectos) y las elites criollas y mestizas
COLONIA A REPÚBLICA

En general, se quería cambiar la situación del in- locales impidieron el reparto de las tierras comuna-
dio peruano. En un intento igualitario, en 1824 el les y reimpusieron el cobro del tributo indígena
gobierno de Simón Bolívar suprimió el tributo (30 (Dancuart y Rodríguez 1902-1926: I: 272; Peralta
de marzo) y declaró propietarios a los indios origi- 1991: 36-39). La sustitución de los curacas por los
narios y forasteros (8 de abril). Además de las tie- varayoc terminó con las estructuras de poder de la
rras de comunidad, la repartición incluía tierras es- población local, debilitándola en su conjunto frente
tatales, con las que debían beneficiarse también los a las nuevas condiciones políticas.
DE

yanaconas de haciendas. El restablecimiento oficial del tributo en 1826 se


Estando en el Cuzco, Bolívar se enteró más de produjo cuando Bolívar se hallaba de salida del Pe-
cerca de la realidad. El anterior decreto había sido rú. Impotente ante la presión de los sectores conser-
dado en Trujillo, una zona donde la problemática vadores, el Libertador tenía ya otra actitud ante los
indígena no era tan diáfana ni acuciante. La nueva indios peruanos por su defensa de las tierras comu-
perspectiva lo hizo avanzar en el proyecto. Enten- nales y la postura asumida por Quispe Ninavilca
dió que la propiedad universal inmediata no era lo contra las tropas colombianas (Favre 1986).
más conveniente por la voracidad de otros sectores La presión liberal produjo una nueva ley que
sociales. El 4 de julio de 1825 declaró que los indios volvió a declarar propietarios a los indios (31 de
sólo podrían vender sus tierras a partir del año marzo de 1828). Las autoridades locales no cum-
1850. plieron con la elaboración de estadísticas que de-
Paralelamente, se propuso crear las condiciones bían servir de base para los repartos de tierras. Por
para renovar las relaciones sociales y económicas de ende, tampoco llegó a cumplirse.
la población andina. Ese mismo día abolió el servi- La comunidad persistió, pero continuó sufrien-
cio personal indígena: faenas, séptimas, mitas, pon- do despojos de parte de los hacendados, en un pro-
gueajes, etc. En adelante, debía regir la contratación ceso que vino a acentuarse hacia mediados del siglo
libre a través del salario; así también, ordenó el XIX, luego de la abolición del tributo. Las primeras
cumplimiento del reparto de tierras. Cada indio de- perjudicadas por la independencia habían sido las

770
De la colonia a la república independiente

tierras comunales ocupadas por terceros en función lítico jugado por las ciudades capitales de departa-
de arrendamientos con las cajas de censos de indios, mento también permitió un sitial preponderante.
al desaparecer esta institución (Basadre 1968-1970; La comunidad campesina se vio modificada por
Hünefeldt 1989; Burga 1987). la presencia de personajes no indígenas ya desde
Ya desde antes de la independencia, las propie- tiempos coloniales. A esto contribuyó la anulación
dades de los jesuitas habían sido repartidas entre (o, al menos debilitamiento) del poder de las auto-
laicos. En el nuevo régimen similar suerte corrieron ridades comunales tradicionales (curacas). A los fo-
los bienes de la Inquisición y los conventos supre- rasteros se fueron sumando mestizos que llegaban
sos (Basadre 1968-1970; Aljovín 1990). en búsqueda de tierras, sobre todo, en el valle del
La arremetida liberal inicial fracasó. Desde ya, Mantaro. Con la independencia, este proceso se
fue corta la vigencia de los decretos bolivarianos consolidó formalmente y los advenedizos se adapta-
por enfrentarse a fuerzas sociales y burocráticas in- ron a las formas de trabajo comunales.
teresadas en anular su aplicación. Para modificar las El nuevo sistema incorporaba a los mestizos y
formas tradicionales de tenencia y prestaciones la- blancos a un régimen nuevo de contribuciones, so-
borales se necesitaba mucho más que decretos. bre todo cuando simultáneamente los grandes pro-
No se desarrolló la expropiación masiva al cam- pietarios habían dejado de contribuir al eliminarse
pesino indígena, que sería la base para la formación la alcabala. La contribución de castas era más lleva-
a futuro de una burguesía rural fuerte económica y dera para un gran propietario que para los mestizos
socialmente; en vez de ello, se practicó una política sin bienes. Para éstos, es decir para la mayoría, el
conservadora de las relaciones tradicionales. Así pago de la contribución significaba ser igualados a
también, la estabilidad entre los campesinos indíge- los indios, incluso en condiciones peores dado que
nas con respecto a sus tierras estuvo en la base de su ahora debían pagar una capitación sin por ello tener
relativa inactividad social a inicios de la república. acceso a tierras. En otras palabras, la vía que tenían
A pesar de la crisis de la producción y comercia- para obtener los recursos necesarios y cubrir sus
lización agropecuaria, y de la hostilización de los obligaciones era ingresar como dependientes a un
hacendados, la comunidad campesina persistió. Es- centro productivo. Esta contribución provocó, de
to provocó una tendencia hacia la autosubsistencia parte de los mestizos, una resistencia amplia, pero

DE
que, además, fortaleció la cohesión interna de la co- diseminada en el espacio (Remy 1988: 470-471).

COLONIA A REPÚBLICA
munidad. La relativa abundancia de recursos (espe-
cialmente tierra) sirvió de válvula de escape para los SISTEMA POLÍTICO
conflictos locales. Tierras vacías en las zonas margi-
nales (punas y ceja de selva) permitieron a la amplia Derrotado el monarquismo sanmartiniano no
población del valle del Mantaro sortear conflictos fue difícil para el Perú elegir el modelo republicano
entre las comunidades y las haciendas. Incluso, en como forma de gobierno. La república, sin embar-
algunos casos y por un tiempo sobrevivieron los cir- go, adquirió características peculiares en el contex-
cuitos comerciales en tanto que decaía la economía to peruano luego de la independencia.
de la población blanca y mestiza (haciendas, minas, Extrañada de la política la parte más amplia de
ciudades). En el extremo la elite “misti” se desvane- la población, se conformó una república oligárqui-
ció por completo (sur del valle del Colca). En Aya- ca. Este régimen excluyente se encontraba recién en
cucho los “mistis” siguieron controlando tan sólo el sus inicios durante las primeras décadas de la inde-
tráfico de coca. El resurgimiento de la economía pendencia pese a que sus raíces se remontaban a las
criolla estuvo ligado a actividades campesinas y, en condiciones políticas coloniales. Su introducción y
especial, a la comercialización de lanas del sur andi- formalización acarrearon dificultades sociales y re-
no (Manrique 1985; Spalding 1974; Jacobsen 1978 gionales.
y 1993).
Las ciudades peruanas enfrentaron una clara y Constitucionalismo
creciente decadencia. Cuzco, Ayacucho, Jauja, Caja- Un rasgo remarcable en el constitucionalismo
marca y otras que fueran bastiones de las elites re- peruano fue su formalismo. El debate más amplio y
gionales disminuían en influencia económica. Sólo encarnizado fue doctrinario. Se discutieron y sus-
aquellas que mantuvieron (o adquirieron) el carác- tentaron vivamente ideas según proyectos princi-
ter de centros mercantiles (Lima, Arequipa, Huan- pistas que muy poco se defendían en la práctica. Li-
cayo) lograron retener su importancia. El papel po- berales y conservadores protagonizaron enardecidas

771
Quiroz Chueca

disputas verbales en diversos foros. La tarea de dar ciudadanos con la exclusión de la mayoría. A pesar
a la república una fisonomía determinada produjo de esto, el fraude electoral fue una práctica común,
bellas páginas políticas pero de escasísima trascen- al igual que la represión de los opositores políticos
dencia práctica (Portocarrero 1987). e ideológicos.
La abundancia de constituciones refleja la inde- No obstante, primó la necesidad de mantener la
finición social y política del Perú de entonces, pero formalidad de los ideales y las instituciones de la
también el afán formalista de los forjadores del Es- democracia representativa. Esto se manifestó más
tado peruano. De las cinco cartas fundamentales ha- evidentemente en el afán por legalizar la usurpa-
bidas hasta 1840, tanto las tres liberales (1823, ción. Los regímenes instalados por la fuerza busca-
1828 y 1834) como las dos conservadoras (1826 y ron invariablemente ser reconocidos como consti-
1839) dieron lugar a regímenes autoritarios que re- tucionales. No hubo presidente alguno (aunque se
produjeron más bien la desigualdad colonial que la llamara protector, jefe supremo, restaurador o rege-
proclamada igualdad republicana (Pareja 1954). Ri- nerador), que no persiguiese la investidura ampara-
cardo Palma refiere el dicho popular decimonónico: da por una constitución y por el sufragio. De ahí
“no hay nada más parecido a un conservador que que cada caudillo vencedor se esforzara por someter
un liberal; y viceversa”. su mandato a elecciones (manipuladas, claro está),
Lo común fue la disputa del poder entre perso- para luego ser reconocido por el parlamento. Varias
najes que no destacaban precisamente por sus afa- veces esto implicó modificar la carta magna (Basa-
nes democráticos, no importando si eran conserva- dre 1968-1970). El único que llegó a concluir su pe-
dores o liberales. Estas dos tendencias no se distin- ríodo de cuatro años fue Gamarra quien, a su vez,
guían en el Perú por sus posiciones en cuanto a los colaboró para que ni su antecesor ni su sucesor lo-
problemas básicos: régimen económico, libertades grasen hacer lo mismo.
democráticas reales, latifundismo, tierras comuna- El régimen resultante fue una república censata-
les, esclavitud, centralismo, federalismo, etc. ria, timocrática y, en parte, aristocrática con gobier-
Ni al inaugurarse ni posteriormente tuvo la re- nos pretorianos o sultanescos.
pública un sistema democrático representativo. En Una constitución menos idealista se dio en 1839
el orden práctico, el funcionamiento de la “demo- en Huancayo, producto de un autoritarismo nacio-
COLONIA A REPÚBLICA

cracia” dejó muchísimo que desear. El mismo régi- nalista en un país cansado de guerras internas y ex-
men restringió el universo de derechos y deberes ternas. El general Gamarra había vencido sobre el
liberalismo utópico. Los
sectores conservadores
pretendían imponer un ré-
gimen de orden y de paz
fortaleciendo el Estado co-
DE

mo garantía para el pro-


greso. El poder ejecutivo
eliminó los atisbos descen-
tralistas y se reforzó a cos-
ta de la disminución de las
facultades de los demás
poderes y de los derechos
ciudadanos individuales.
El presidente podía con-
trolar a todas las autorida-
des centrales y locales.

Plaza de la Constitución en
Huancayo, Junín. Un Congreso
reunido en esta ciudad sancionó
en 1839 una carta
constitucional que eliminó los
atisbos descentralistas.

772
De la colonia a la república independiente

Una caricatura de la segunda mitad del siglo XIX, con el


sello de L. Williez, en la que se ironiza la venalidad de la
vida política peruana.

La tarea de formar un Estado con aspiraciones


nacionales se topó con numerosos escollos. Si
bien fueron muy importantes los relacionados a la
determinación del espacio territorial y humano
de la “nación”, también lo fueron aquellos que
más tuvieron que ver con la inexistencia de una
dirección orgánica. Se apoderaron del gobierno
central caudillos militares que, si bien obedecie-
ron poco a sectores sociales determinados, reci-
bieron la mayor influencia de parte de las elites
comerciales limeñas y de las débiles cúpulas de
poder en los departamentos. oficio en la constitución de 1826. La ley de eleccio-
Un Estado nacional requería, en primer término, nes de 1828 permitió que un tercio de los electores
de instituciones que abarcaran todos los ámbitos de de los pueblos de indios pudiesen ser analfabetos
la administración. En tiempos coloniales la respon- (con ayuda de alfabetos), lo que podía prestarse a
sabilidad por la burocracia e instituciones corría a malas interpretaciones.
cargo de la metrópoli. Ahora la situación cambiaba. La ley de 1834 delimitó la ciudadanía a los con-
Debía conformarse –con iniciativa y recursos pro- tribuyentes. Por ende, sí podían votar los indígenas
pios– un conjunto de instituciones nuevas y costo- tributarios aunque fuesen analfabetos. En cambio,
sas, incluyendo al parlamento, a los gobiernos loca- era requisito indispensable ser alfabeto y propieta-
les y a la diplomacia; a la burocracia civil y militar. rio (o industrial) para ser elegido “elector”. La
Las instituciones mejor preparadas para abarcar to- constitución de la Confederación (1837) exigía pa-

DE
do el territorio fueron la iglesia y el ejército. ra ser senador una renta de mil pesos o el ejercicio

COLONIA A REPÚBLICA
de industria de 2 000 pesos. La constitución de
Elecciones 1839 volvió a elevar la edad mínima a 25 años.
Primó el sistema norteamericano de elecciones La opinión de las mayorías tuvo sin cuidado a las
indirectas, más acorde con una república que man- elites políticas, sociales y económicas. No obstante,
tenía la desconfianza en las instituciones democrá- sectores populares se manifestaron en diversas oca-
ticas en el contexto de la conservación de las dife- siones en intentos democráticos por hacer sentir su
renciaciones étnicas y sociales coloniales. El sufra- presencia. Así sucedió en 1834 en ciudades relativa-
gio fue obligatorio (prerrequisito para ser elegido y mente populosas como Lima y Arequipa movidas
ocupar cargos públicos) y secreto desde 1823. Cada por intereses políticos e ideológicos liberales.
200 ciudadanos de una parroquia escogían a un
“elector”; a su vez, el conjunto de electores de una PERUANICEMOS AL PERÚ
provincia conformaba el colegio electoral que desig-
naba a los diputados y senadores. El presidente era El Perú inicial no puede calificarse en absoluto
designado por el congreso. Desde 1828 la elección de republicano, pues estaba muy lejos de regirse por
del presidente se ciñó a las mismas normas que pa- las normas políticas de ese sistema de gobierno.
ra los parlamentarios.
Sólo eran ciudadanos los varones mayores de 25 Inestabilidad 1825-1835
años (o casados) que poseyesen una propiedad o El protectorado de San Martín fue una fórmula
ejerciesen alguna profesión o industria con título necesariamente transitoria e intermedia entre la
público, eliminándose de hecho a los dependientes monarquía y la república. A su salida se produjo el
y jornaleros. A partir de 1840 fue requisito de ciu- primer golpe de Estado del Perú independiente (el
dadanía el saber leer y escribir. motín de Balconcillo). Como resultado, el congreso
La edad mínima para ser ciudadano fue rebajada designó como primer presidente peruano al aristó-
a 21 años y se eliminó el requisito de la profesión u crata José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete. El

773
Quiroz Chueca

país entraba con mal pie a su vida independiente. convocado en Panamá no condujo a la ansiada
Empezaba a cumplirse el augurio sanmartiniano unión hispanoamericana.
acerca del caudillaje. Luego de Ayacucho, Bolívar se mantuvo en el
La oposición organizada al caudillismo era sólo Perú incrementando un poder que generaba el re-
doctrinaria. La encarnó Francisco Javier de Luna Pi- chazo de los sectores liberales y conservadores pe-
zarro con sus seguidores y contertulios. Se mantu- ruanos, cada cual por motivos diferentes pero coin-
vieron firmes en su defensa de la soberanía popular cidentes en la necesidad de “peruanizar” la política
según el pacto social, la división de poderes y la del país. Bolívar impuso la constitución vitalicia
descentralización, pese a las condiciones cada vez que combinaba el principio de autoridad (gobierno
menos propicias para hacerlas realidad. centralista, fuerte y estable) y el de la democracia
De su lado, el gobierno de Simón Bolívar signifi- (sufragio).
có el centralismo y el verticalismo necesarios para En setiembre de 1826 Bolívar tuvo que abando-
llevar a feliz término la lucha por la independencia. nar el país dejando las tropas colombianas y un con-
Lograda ésta, Bolívar pretendió plasmar la utopía de sejo de gobierno presidido por Santa Cruz. A su sa-
una patria grande. El Congreso Anfictiónico por él lida revivieron las tendencias nacionalistas, las de-
mocráticas (encabezadas por Luna Pizarro) y las
personalistas (caudillescas).
Los prefectos y generales bolivarianos (Gamarra,
La Fuente y Santa Cruz) aspiraban a alcanzar el
mando político supremo. En especial, cuando en
marzo de 1827 salieron los colombianos y, al fin, los
peruanos pudieron decidir su política. Este hecho,
algo exageradamente, ha sido considerado la verda-
dera independencia del Perú.
En el nuevo congreso de 1827 volvía a influir la
tendencia republicana de Luna Pizarro. Dado que
debía elegir un presidente, el congreso nombró al
COLONIA A REPÚBLICA

general José de La Mar por ser, entre los pretendien-


tes, el menos personalista y el más débil en cuanto
a posibilidades de convocatoria política. Con esto,
Luna Pizarro buscaba impedir el asentamiento del
caudillaje. El congreso anuló la constitución vitali-
cia y dio una nueva de carácter antipresidencialista
pero que no estableció el federalismo.
DE

El alejamiento del ejército colombiano fue segui-


do por dos conflictos armados: el primero con Boli-
via y el segundo con la Gran Colombia. En el sur las
fuerzas de Gamarra eliminaron el régimen del ma-
riscal Sucre en un intento por volver a peruanizar el
Alto Perú. A la Gran Colombia debía oponerse un
Gran Perú.
La guerra en el norte fue relativamente fácil en
su fase marítima (agosto 1828-enero 1829). El
puerto de Guayaquil retornó al Perú por breve tiem-
po, pero la campaña terrestre fue desfavorable. No
se pudo tomar Cuenca porque el ejército del sur
(Gamarra) había arribado demasiado tarde y los je-
fes peruanos estuvieron más ocupados en intrigas
internas y personales. Sin victorias ni derrotas, la
General José de La Mar, elegido presidente de la República en
1827. Durante su gobierno tuvo que enfrentar varias guerra entró en un estancamiento que condujo al
conspiraciones e incluso una guerra contra Colombia, cuya reconocimiento de la situación jurisdiccional que
fracasada conducción le costó el cargo en 1829. regía en tiempos coloniales (real cédula de 1802).

774
De la colonia a la república independiente

A continuación, en junio de 1829 La Fuente y Bermúdez. La designación por parte de los sectores
Gamarra se sublevaron en Lima y Piura. La Mar tu- antimilitaristas en la convención nacional recayó
vo que dimitir y salió al destierro con el coronel Pe- sobre el general Luis José de Orbegoso. Con alguna
dro Bermúdez, jefe de estado mayor. Gamarra que- influencia política y social en el norte, Orbegoso re-
dó como presidente interino y en diciembre asumió sultaba una carta atractiva gracias a su escasa habi-
el cargo constitucionalmente para un plazo de cua- lidad política. Era un militar fácilmente manejable
tro años, en medio de expectativas para iniciar una por los liberales, que reeditaron la misma estrategia
era de tranquilidad política. El gobierno del ahora empleada para imponer a La Mar en dos oportuni-
mariscal Gamarra no justificó esas esperanzas, ya dades en los años 1820, con similares resultados,
que estuvo signado por la mano dura que el conser- además.
vadurismo imprimió a su política en los distintos El autoritarismo y el caudillismo no fueron eli-
campos y por 17 intentos fallidos de golpes de Esta- minados. Se inició una prolongada, sangrienta y en-
do (Herrera 1961). redada guerra civil. Protagonizada inicialmente por
En la política peruana se instauró el militarismo Bermúdez y Gamarra contra Orbegoso, la guerra se
apoyado por la elite limeña que, dejando de lado el complicó por la inclusión de otros caudillos y ban-
origen mestizo del caudillo, anhelaba el orden so- doleros. Principalmente, el joven general Felipe
cial y la preservación de la paz en las fronteras con- Santiago Salaverry.
tra el posible desmembramiento de territorios en fa-
vor de países vecinos. Basadre ha calificado este ré-
gimen como “nacionalista autoritario” que preten-
día, ante todo, la consolidación del orden, el robus-
tecimiento del principio de autoridad y la paz que
condujera al progreso. La elite limeña quería un go-
bierno “fuerte”. Gamarra estuvo asesorado por el
grupo ideológico autoritario encabezado por José
María de Pando.
En el sur se mantenía latente la idea escisionista.

DE
El nuevo presidente boliviano era Santa Cruz y sus

COLONIA A REPÚBLICA
planes estaban dirigidos a ganarse las simpatías y el
apoyo de los separatistas sureños. Pese a las provo-
caciones santacrucistas, no llegó a producirse una
nueva confrontación abierta.
El liberalismo antipresidencialista en el congre-
so se mostró activo contra el autoritarismo gama-
rrista. Célebre fue el intento de acusación constitu-
cional contra Gamarra en noviembre de 1832. El ca-
rácter principista se observa en que, no obstante ha-
ber logrado reunir pruebas de violaciones menores
a la constitucion, el diputado Francisco de Paula
González Vigil supo mantener la acusación argu-
mentando que aun la más leve infracción constitu-
cional es grave y merece una censura al ejecutivo. El
discurso concluyó con la frase: “Yo debo acusar, yo
acuso” (Basadre 1968-1970: II: 36; Ferrero 1958:
146-147).
El 19 de diciembre de 1833 debía darse una
prueba de fuego para el republicanismo en el país al
cumplirse los cuatro años del gobierno de Gamarra
Pedro Bermúdez, retrato por José Gil de Castro, 1832.
y se esperaba el cambio en medio del temor de los Apoyado por Gamarra, presidente saliente, Bermúdez se
liberales ante la posibilidad de querer perpetuarse el proclamó en 1834 jefe supremo de la República,
caudillo. Éste presentó como candidato a su no muy desconociendo el nombramiento de Luis José de Orbegoso
antiguo enemigo, el ya para entonces general Pedro como presidente provisorio.

775
Quiroz Chueca

El 4 de enero de 1834 la dupla Bermúdez-Gama- al desmembramiento ocurrido con la incorporación


rra dio un golpe en Lima apoyado por las guarnicio- de Charcas al virreinato del Río de la Plata y la for-
nes del Cuzco, Puno, Ayacucho y Huancavelica. El mación de la república de Bolivia en 1825.
centro, el norte y Arequipa se pronunciaron por Or- La separación política entre el Perú y Bolivia era
begoso. La población de Lima se enfrentó con éxito artificial. Peruanos y bolivianos veían al Desaguade-
a las tropas golpistas y Orbegoso pudo salir de su ro como un hito provisional y confiaban en que lle-
refugio en las fortalezas del Callao. garía el día en que volviera a ser tan sólo un río. El
En el sur, las fuerzas arequipeñas del general problema surgió cuando se pensó en la hegemonía
Domingo Nieto vencieron a los gamarristas pune- y, conforme pasaba el tiempo, la situación se torna-
ños dirigidos por San Román. En el norte Salaverry ba cada vez más complicada. Se iban arraigando in-
encabezó la defensa del gobierno de Orbegoso. És- tereses políticos que hacían impensable una unión
te actuaba en el centro, donde se encontraban las tan sencilla como lo fuera la desunión. Santa Cruz,
principales tropas rebeldes respaldadas por una re- al no poder gobernar un Perú grande desde el Bajo
taguardia asegurada hacia el sur de Huamanga. Sin Perú, lo intentaría desde el Alto Perú, no sin antes
embargo, los soldados reclutados por Bermúdez haber tratado de desmembrar el sur y crear una si-
prefirieron deponer a su jefe y, cerca de Jauja, el 24 tuación irreversible que dejara sin alternativas al
de abril en el llano de Maquinhuayo, lo que debió centro y norte (Herrera 1961).
ser una batalla se transformó en una ceremonia. No hubo, empero, un consenso en torno a la reu-
Las tropas de ambos bandos se estrecharon en un nificación. Mientras los sectores pudientes de Are-
abrazo fraterno (repetido a lo largo de los frentes quipa mantenían la postura de la fusión sudandina,
de la guerra civil), en el que es imposible no ver el los del Cuzco presentaban posiciones ambiguas.
rechazo de la población ante las rencillas persona- Compartían con los arequipeños la oposición al
les de los caudillos militares. Los golpistas fueron centralismo limeño y en un principio su regionalis-
derrotados gracias a esta actitud ejemplar del pue- mo hizo revivir en ellos la esperanza de convertir su
blo peruano. ciudad en la capital del nuevo Estado; mas luego,
La constitución liberal de 1834 recogió la idea desilusionados por la política comercial favorable a
de Luna Pizarro de permitir una unión política con Arequipa, apoyaron a Gamarra en su plan por impe-
COLONIA A REPÚBLICA

Bolivia. De otro lado, nuevamente quiso desterrar el dir la reunificación bajo banderas santacrucistas (Pi-
autoritarismo eliminando el reclutamiento de tro- ke 1967: 82; Basadre 1968-1970; Fisher 1987a: 31).
pas y declarando nulos todos los actos políticos de En el resto del Perú se pensaba de distinta ma-
los gobiernos fruto de usurpaciones. El parlamento nera. La antigua audiencia no podía deglutir al an-
debía controlar al ejército. tiguo virreinato. Una carta de Gamarra de 1829 re-
No se impuso, empero, la tranquilidad en el fleja esta posición: “El Perú nunca ha sido de Boli-
país. Desde Bolivia, y con el apoyo de su todavía via, Bolivia siempre ha sido del Perú. El Perú no
DE

amigo Santa Cruz, Gamarra seguía conspirando. necesita de nadie para existir, y Bolivia jamás podrá
Como Orbegoso decidiera ir a pacificar el sur, el salir de la clase de pupila del Perú” (Gamarra 1952:
primero de enero de 1835 el general La Fuente to- 187).
mó las fortalezas del Callao. Tres días después Sala- Ambos bandos beligerantes internos acudieron a
verry se apoderó de la plaza, pero el 22 de febrero Santa Cruz por ayuda y Santa Cruz prometió apoyar
este joven general desconoció el gobierno de Orbe- a ambos. Estos pactos permitían al presidente boli-
goso y se proclamó jefe supremo de la república. Só- viano controlar la reunificación de los dos países.
lo la guarnición de Arequipa continuó bajo el man- Decidió trabajar del lado de Orbegoso por ser el
do del presidente Orbegoso. presidente legal del Perú y representar menos peli-
El efímero gobierno de Salaverry se caracterizó gro para sus propios planes. Gamarra, en cambio,
por la restauración de privilegios de origen colonial. aspiraba a liderar el proyecto personalmente.
Volvió a establecer altas tarifas aduaneras, el tráfi- Las fuerzas bolivianas cruzaron el Desaguadero
co esclavista e impuso mano dura al contraban- y el 8 de julio de 1835 Orbegoso cedió facultades
do y a la delincuencia. extraordinarias a Santa Cruz. En vista de esto, Ga-
marra se alió con Salaverry, pero fue vencido en Ya-
La Confederación Peruano-Boliviana nacocha el 13 de agosto por los bolivianos. Sus tro-
La antigua unidad económica y política del sur pas pasaron a engrosar las fuerzas santacrucistas
andino seguía latente a inicios de la república pese que tomaron el Cuzco y Ayacucho. Ya en Lima, Ga-

776
De la colonia a la república independiente

marra fue capturado por los hombres de su aliado y


desterrado en octubre junto a sus más cercanos co-
laboradores.
La iniciativa contra los bolivianos y las fuerzas
peruanas del sur fue asumida por Salaverry, apoya-
do por los departamentos del centro y norte, contra-
rios al separatismo sureño. Dominaba el mar y le
fue fácil tomar Cobija y Arequipa, de donde tuvo
que salir por la actitud hostil de la población.
Lima estaba a merced de los tumultos populares
y los bandoleros de la comarca. El 12 de diciembre
los marinos extranjeros empezaron a patrullar la
ciudad y el camino al Callao. Esto no impidió que
un famoso bandolero conocido como el “Negro”
León (León Escobar) capturase el palacio de gobier-
no en medio del caos social. No sin sarcasmo cuen-
ta Ricardo Palma que la gente limeña decía que
León se había comportado, en realidad, igual que
los demás ocupantes del sillón presidencial. Hacia
fines de diciembre Lima fue tomada por el ejército
de Santa Cruz.
Como en oportunidades anteriores y posteriores
las elites limeñas consideraron a los invasores como
sus salvadores.
A pesar de la victoria de Uchumayo, Salaverry El montonero León Escobar en una acuarela limeña
iba perdiendo terreno, y el 7 de febrero de 1836 fue del siglo XIX.
vencido en Socabaya. Santa Cruz lo fusiló sin mira-

DE
mientos al lado de sus seguidores más cercanos. El ríodo de gobierno de diez años. El espíritu autocrá-

COLONIA A REPÚBLICA
nacionalismo del centro y el norte había sido derro- tico era evidente. Más aún, el Protector se rodeó de
tado, en tanto que Santa Cruz quedó como dueño aduladores que generaron una oposición muy acti-
del país. va y que usó precisamente la personalidad (y raza)
Muy rápidamente Santa Cruz procedió a organi- del gobernante para encubrir los motivos económi-
zar la Confederación. Para asegurar el proyecto cos de su rechazo político. Al definir lo peruano, la
mantuvo la integridad territorial de Bolivia mien- coyuntura les brindó la ocasión de contrastarlo a lo
tras que dividió en dos partes al Perú. El sur quedó indígena (Basadre 1968-1970; Wu 1993; Méndez
separado del norte y, eventualmente, podía ser in- 1993).
corporado a Bolivia si el norte se oponía a la Confe- Si en Lima Santa Cruz era denostado, en Arequi-
deración. El Estado Sur-Peruano (Arequipa, Ayacu- pa era casi venerado; incluso levantaron rápidamen-
cho, Cuzco y Puno) se independizó para integrar la te una estatua ecuestre en su honor. Santa Cruz em-
Confederación el 17 de marzo en Sicuani; acto se- prendió reformas trascendentales en el plano co-
guido nombró Protector a Santa Cruz. Orbegoso di- mercial y fiscal con la idea de ordenar las finanzas
mitió y fue galardonado como gran mariscal sin ha- peruanas y devolver la supremacía a los puertos pe-
ber combatido nunca. ruanos venidos a menos en beneficio de Valparaíso.
El Estado Nor-Peruano tuvo mayores dificulta- La elite limeña y norteña fue afectada por el giro da-
des en su formación, pues los departamentos norte- do en la dirección del comercio ultramarino. En vez
ños (Lima, Junín, Amazonas y La Libertad) estaban de la tradicional preferencia en el tráfico entre el Pe-
menos vinculados al mercado altoperuano. La rú y Chile, se abrió el mercado importador trasa-
asamblea de Huaura prefirió mantener a Orbegoso tlántico. Esto último afectó también a los producto-
como presidente al incorporarse a la Confederación res locales que engrosaron las fuerzas opositoras a
que se estableció formalmente el 28 de octubre. la Confederación.
El protectorado de Santa Cruz estaba investido La Confederación despertó recelos en Argentina
de amplísimos poderes y hasta podía renovar su pe- y, sobre todo, en Chile, cuyos gobernantes enten-

777
Quiroz Chueca

No es de extrañar que los emigrados peruanos


fueran bien recibidos en Chile. Sí puede resultar ra-
ro que políticos civiles y militares ya fogueados se
hubiesen prestado a los planes chilenos integrando
las fuerzas “auxiliares” de ese país contra la Confe-
deración. Tal vez se pensó en Chile como la antigua
subcolonia limeña. La enemistad personal y las ten-
dencias caudillescas pudieron más. Los intereses
económico-comerciales hicieron el resto. Por elimi-
nar a un “interventor” extranjero se recurrió a otro.
La Argentina de Rosas declaró la guerra a la
Confederación. Sus acciones se circunscribieron al
Alto Perú. De su lado, Chile organizó dos expedi-
ciones que llamó “restauradoras”, con militares pe-
ruanos. La primera, comandada por Blanco Encala-
da, fracasó rotundamente y se dirigió a Arequipa,
donde la Confederación gozaba de ciertas simpa-
tías. Los chileno-peruanos fueron rechazados.
En la segunda expedición, iniciada en julio de
1838, participó el general Gamarra. Los peruanos
tuvieron mayor autonomía, pero como jefe actuó el
general chileno Manuel Bulnes.
La presencia de tropas chilenas volvió a polari-
zar al Perú. La fragmentación del Perú no podía ser
aceptada por el norte peruano y la guerra contra la
Confederación adoptó un carácter nacional, al mar-
gen del regional. La lucha se presentaba por eman-
COLONIA A REPÚBLICA

cipar al país de chilenos y bolivianos. En este senti-


do se manifestaron numerosos jefes militares del
Andrés de Santa Cruz promovió la formación de la norte (por ejemplo, Domingo Nieto y Francisco Vi-
Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) que despertó
recelos en Chile y Argentina, países que finalmente dal en Huaraz). El propio presidente norperuano
consiguieron su disolución. Orbegoso se pronunció por el rompimiento de la
Confederación, al mismo tiempo que se decidía a
dieron el peligro que para su país representaba la enfrentar a los chilenos.
DE

aparición de una potencia política y económica en Así las cosas, el norte peruano se enfrentaba a
su vecindad. Como país territorial y económica- los chilenos en vías de la separación del sur. No
mente pequeño en ese entonces, Chile se impuso la obstante, los gamarristas (La Fuente, Ramón Casti-
tarea de eliminar antes de su consolidación al Perú lla y otros) decidieron combatir. Luego del enfren-
unificado. tamiento en la portada de Guía o Piñonate (21 de
El gestor de la actuación chilena fue el ex gober- agosto), las fuerzas peruano-chilenas ocuparon Li-
nador de Valparaíso y entonces ministro Diego Por- ma. Nieto se refugió en las fortalezas del Callao. Al
tales. La claridad de su visión se muestra en el si- margen de los chilenos, una reunión de vecinos no-
guiente fragmento de esclarecedora carta que envia- tables restituyó la constitución de 1834 y nombró a
ra al jefe de la marina Manuel Blanco Encalada el 10 Gamarra presidente provisional. El nuevo régimen
de setiembre: la Confederación “(...) equivaldría a tuvo que enfrentar la actitud hostil de los diplomá-
su suicidio [de Chile]. Unidos estos dos Estados ticos, comerciantes y militares extranjeros que pre-
aun cuando no sea más que momentáneamente, se- ferían a Santa Cruz.
rán siempre más que Chile en todo orden de cues- A esta hostilidad se fue sumando la que se gene-
tiones y circunstancias. (...) La Confederación debe raba en Lima de parte del pueblo debido a la presen-
desaparecer para siempre jamás del escenario de cia de tropas chilenas y la figura autoritaria de Ga-
América. (...) la Confederación ahogaría a Chile an- marra. La cercanía de las fuerzas de Santa Cruz y los
tes de muy poco”. montoneros limeños hizo replegarse a los restaura-

778
De la colonia a la república independiente

dores hacia el norte. Santa Cruz volvió a tomar Li- política de la Confederación. La obra administrativa
ma y destituyó a Orbegoso. santacrucista fue mantenida en lo general. En espe-
El enfrentamiento decisivo se dio, no por casua- cial, y pese a desviaciones y retornos temporales, se
lidad, en el callejón de Huaylas, es decir, cerca de la consolidó el rumbo librecambista de la política co-
retaguardia de los restauradores, donde Santa Cruz mercial.
no podría contar con refuerzos. Luego de la batalla
de Buin (6 de enero de 1839) Santa Cruz fue derro- El conservadurismo de postguerra
tado en la batalla de Yungay, al principio desfavora- En julio de 1840 el mariscal Gamarra dejó de ser
ble a Bulnes (20 de enero del mismo año). El norte presidente provisional, para convertirse en presi-
se impuso al sur; Lima se impuso al Perú unido. Se dente constitucional. Ésa era la costumbre, como
disolvió la Confederación y los Estados del Norte y también era usual variar la constitución haciéndola
del Sur, con lo cual llegó a su fin la experiencia de más a la medida de las demandas políticas del sec-
reunificación desde Bolivia. tor vencedor. Como premio para los peruanos, fue
Desde ya, históricamente correspondía al Bajo eliminada la contribución de castas. Los indios no
Perú liderar la reunificación. El propio hecho de es- recibieron la misma recompensa. Eran peruanos,
tar la iniciativa en el lado boliviano era algo anóma- pero el tributo pesaba demasiado en la fiscalidad y
lo. El mismo Santa Cruz no tenía una base sólida en la articulación del trabajo. Dado que Lima estaba
su propio país, y menos en el Perú. El apoyo arequi- ocupada por las tropas chilenas, el congreso consti-
peño partió principalmente de las cúpulas comer- tuyente sesionó en Huancayo. En noviembre de
ciales. La elite de Lima apoyó a Santa Cruz al igual 1839 fue aprobada la nueva constitución, conserva-
que había apoyado antes a quienes entraron victo- dora y autoritaria.
riosos a la ciudad. Una tendencia aún más autoritaria surgió en las
No se trató de una restauración. En realidad, la provincias y en Lima, representada por el general
labor del nuevo régimen se cuidó de no eliminar la Manuel Ignacio de Vivanco y el cura Bartolomé He-
rrera. Vivanco era un joven aristócrata con aspira-
ciones de dictador. Fue prefecto de Arequipa en el
gobierno de Gamarra y, por ende, conocía el cami-

DE
no hacia el sillón presidencial. En diciembre de

COLONIA A REPÚBLICA
1840 se sublevaron a su favor las guarniciones de
Ayacucho, Cuzco, Arequipa y Puno bajo el lema de
“regeneración”. En su interpretación esto significa-
ba imponer un régimen más fuerte que el vigente,
independiente de los pronunciamientos de los cau-
dillos y controlado por jóvenes capaces y cultos.
El pueblo arequipeño apoyó activamente la ini-
ciativa. Luego de vencer a las tropas de Castilla y
San Román en Cachamarca (marzo de 1841), Vi-
vanco fue derrotado el 6 de abril en Cuevillas por
Castilla. La rivalidad Vivanco-Castilla signó gran
parte de la vida política peruana en las siguientes
décadas.
La situación en Bolivia se complicó por la acción
de Santa Cruz desde el exilio. Sus intrigas, que ame-
nazaban la estabilidad política boliviana y peruana,
tuvieron éxito. Un golpe de Estado en junio puso a
uno de sus partidarios en el gobierno de Bolivia.
Gamarra obtuvo del congreso peruano la autoriza-
ción de guerra en un postrer intento por resucitar la
fusión (o refusión) del Alto y Bajo Perú, esta vez ba-
jo la iniciativa de un caudillo peruano.
Contrario a los planes federativos de Santa Cruz, Domingo La aventura tuvo un final desafortunado. Las
Nieto apoyó a Orbegoso para evitar la fragmentación del país. fuerzas militares y políticas bolivianas se unieron

779
Quiroz Chueca

contra la invasión peruana que alcanzó La Paz el 15 visiones políticas. Mientras la tarea fue común (eli-
de octubre. El 18 de noviembre, en la hacienda “In- minar el régimen colonial sin permitir un desborde
gavi”, se produjo un enfrentamiento entre ambos social) los criollos se mantuvieron al lado del Liber-
ejércitos. La muerte del presidente Gamarra duran- tador; inclusive su cercanía lindó con la adulación.
te la batalla puso punto final a la ambición peruana Salvo un grupo de ideólogos liberales, el resto si-
(y personal de Gamarra) por controlar la política guió a Bolívar en su proyecto de la presidencia vita-
boliviana. Con esta batalla se aseguró la libertad y la licia. Ciertamente, su figura carismática y el poder
soberanía de Bolivia. que había concentrado impidieron la manifestación
de facciones contrarias. Su retiro intempestivo pro-
EL CAUDILLISMO vocó la aparición de estas tendencias que habían
permanecido más o menos ocultas.
La ausencia de un sector social políticamente di- Casi cada uno de los jefes militares vencedores
rigente o hegemónico dio cabida al caudillismo. El (e inclusive capitulados) se creyó en el deber y el
ejército se volvió el “gran elector”. En el Perú la in- derecho de conducir al nuevo país hacia su reforma.
definición y el faccionalismo políticos fueron más Sus programas políticos, aunque rudimentarios,
marcados que en otros países de la región. En dos subyacían a sus manifestaciones personalistas (o
décadas se tuvo incontables guerras internas y al facciosas), regionalistas, nacionalistas, proteccio-
menos una docena de gobiernos. Ya antes de la in- nistas o librecambistas... pero todas autoritarias.
dependencia el caudillismo había sentado reales. Los caudillos estuvieron convencidos de su papel
Los últimos virreyes fueron militares y algunos mesiánico en un país que, sin ellos, de seguro se su-
(Abascal) llegaron a concentrar un poder mayor del mergiría en la penumbra del caos. Por evitar el de-
que fueran investidos. Es más, los militares, como sorden los caudillos mantuvieron al país precisa-
cuerpo, en tiempos coloniales obtenían la parte ma- mente en el caos durante más de un cuarto de siglo
yor del “pastel presupuestal” (60-80%). Con este (Hamill 1992; Lynch 1992).
antecedente, no debe extrañar el golpe caudillesco En ellos pesaba el “napoleonismo”, es decir, el
ejecutado por La Serna al virrey Pezuela. ideal de gran figura que acompañara a Simón Bolí-
var. A la muerte del Libertador el lugar quedó vacío
COLONIA A REPÚBLICA

Bases y muchos fueron los candidatos a llenarlo. Gamarra


No se trató de militares enteramente apolíticos y interpretó así la tendencia hacia la grandeza perso-
simplemente movidos por sus ambiciones persona- nal y del país que veía su oportunidad de retomar su
les o faccionalistas; tampoco fue el imperio surrea- papel hegemónico en el continente: “Este incidente
lista del caos creado por unos cuantos. Hubo tam- terrible ha mudado de hecho nuestra situación po-
bién mucho de regionalismo y nacionalismo; detrás lítica. El Perú se presenta desde ahora como un co-
del personalismo hubo atisbos de una dirección po- loso entre los demás estados americanos. Si marcha-
DE

lítica marcada por el pragmatismo y que giró en tor- mos con juicio y unión haremos del Perú la Francia
no a puntos básicos tales como la política aduanero- Americana” (Gamarra 1952: 222).
comercial, el fomento a la producción local, la am- No todos los redentores, sin embargo, tenían las
plitud de la participación popular en las decisiones, posibilidades reales de dirigir exitosamente una lu-
la defensa de la soberanía, etc. (Gootenberg 1991). cha faccionalista. Sobre todo porque el ejército se
La inseguridad social de las luchas se reprodujo dividió casi en tantas camarillas como jefes había.
en las filas patriotas. Una guerra harto prolongada y El profundo desdén de Gamarra por la sociedad
difícil generó el faccionalismo en las huestes inde- civil fue tornándose recíproco. La sociedad no vio
pendentistas. El temor de una ampliación social de con agrado la entronización de caudillos dilapida-
la guerra indujo a los líderes conservadores a buscar dores de los recursos públicos y privados del país.
soluciones por su cuenta. La presencia de tropas y Hubo, claro está, asesores civiles, representantes de
políticos y militares extranjeros decididos a acabar determinados grupos sociales (generalmente con-
rápidamente la guerra incrementaba el temor. Igual servadores y económicamente pudientes) e indivi-
efecto tenían los planes integracionistas pues el Pe- dualidades que se les acercaban a fin de obtener al-
rú podía seguir perdiendo la hegemonía política de guna prebenda personal (llamados “validos”).
que había gozado antes. Circunstancias específicas condujeron a que la
Las distintas formas de solucionar los problemas dirección inicial del caudillismo fuese la determina-
de la guerra y la postguerra generaron otras tantas ción de las bases de la nacionalidad peruana. Si fue

780
De la colonia a la república independiente

relativamente fácil expulsar a las tropas colombia- antes y después de la gesta emancipadora, el ejérci-
nas que representaban la presión bolivariana, algo to cumplió el papel de “escalera” social. No resulta
más difícil resultó establecer los límites del nuevo raro, entonces, que la ambición de mejora hubiese
Estado peruano, pues implicó hacer la guerra a paí- seguido siendo la motivación para seguir al caudillo
ses hermanos, en condiciones de indefinición de la considerado benefactor.
independencia americana y de graves penurias eco- De otro lado, la burocracia local se constituyó en
nómicas y fiscales en cada novel país. una importante base del caudillismo. Al quedar cla-
En este contexto aparecieron las definiciones de ro que la causa española era la perdedora, los fun-
los peruanos y no peruanos. Se enemistaron anti- cionarios provincianos se inclinaron por apoyar la
guos camaradas de lucha común por el hecho de separatista con miras a sacar ventaja de la situación.
haber nacido en un lugar que España como metró- Esta burocracia imprimió un fuerte carácter regio-
poli había separado administrativamente. La bús- nalista a las disputas caudillescas. Sus cálculos no
queda de la hegemonía para resolver problemas se- estuvieron errados: los criollos coparon los nuevos
mejantes desunió a quienes habían luchado por cargos en el Cuzco, Puno, Arequipa y Huamanga
unos mismos ideales mayores. La fragmentación de (Peralta 1991: 35).
un gran imperio generó diferencias irreconciliables Ya con Bolívar, los altos jefes militares fueron de-
que anularon rápidamente la posibilidad de hacer signados para dirigir los departamentos en calidad
realidad el sueño bolivariano de la patria grande de prefectos. Junto con la burocracia mediana y al-
americana. En esta lucha se inventaron las naciona- ta de las provincias, los jefes militares pudieron ac-
lidades sudamericanas. ceder a los recursos humanos y materiales indispen-
El pragmatismo hizo variar con mucha facilidad sables en cualquier proyecto caudillesco. Fue muy
los principios políticos de los caudillos. Gootenberg importante el manejo de recursos fiscales y la capa-
reconoce un liberalismo comercial vinculado al re- cidad de reclutamiento de tropas. Los caudillos sur-
gionalismo sureño en los generales Domingo Nieto, gieron en el sur del país, donde podían encontrar
Luis José de Orbegoso, Manuel de Vivanco, Francis- ambos recursos. Casi fue un requisito, entonces, ha-
co Vidal y Andrés de Santa Cruz. De su lado, otro ber sido prefecto para ser un caudillo afortunado.
sector de generales autoproclamados combatientes En general, sólo los jefes que lograron estas coloca-

DE
nacionalistas, encabezados por Agustín Gamarra, ciones pudieron aspirar a la disputa por el gobierno

COLONIA A REPÚBLICA
estuvieron relacionados con el norte, la costa “nacional” en Lima.
central y la sierra: La Fuente, Eléspuru,
Salaverry, Torrico, Iguaín, San Román Gamarra
y Castilla (Gootenberg 1988 y El mejor ejemplo lo proporcio-
1989). na Agustín Gamarra, figura prin-
Ya desde tiempos coloniales cipal de las luchas políticas loca-
se había observado que una de les y supralocales a lo largo de
las escasísimas vías de movi- la década de 1830 cuando se
lidad social estaba represen- decidió la suerte política del
tada por el ejército (y las Perú y otros países del área
milicias). Hacia las postri- andina.
merías del régimen espa- Como muchos otros, Ga-
ñol, inclusive esta alterna- marra inició su carrera mili-
tiva se encontraba mayor- tar en el ejército realista.
mente vedada para los re- Actuó con Goyeneche en el
presentantes de los sectores Alto Perú contra los patrio-
no blancos de la población. tas rioplatenses. Vuelto a
La posibilidad de un ascenso tiempo patriota de corazón,
social, que había inducido a destacó en diversas acciones
sectores mestizos, y en menor por la independencia en tiem-
medida a negros, a enrolarse en
el ejército realista, volvía a ser real Agustín Gamarra, caudillo militar de las
con las guerras separatistas. En con- primeras dos décadas de la vida
diciones de estancamiento económico independiente del Perú.

781
Quiroz Chueca

pos de San Martín y los primeros regímenes perua- país había quedado en manos de dos “extranjeros”:
nos. Estuvo en las campañas a intermedios que, si los mariscales José de la Mar (nacido en Cuenca) y
bien fracasaron bajo su mando compartido, le die- Andrés de Santa Cruz (nacido en el Alto Perú). La
ron fama de decidido. En Junín y Ayacucho estuvo idea “nacionalista” sirvió para delimitar pertenen-
en primera línea, ingresando a la vida independien- cias. Al menos, para convencer a Gamarra de ser el
te entre los militares y políticos más encumbrados. indicado para conducir el país. Con estas miras, se
Llegó como coronel y siguió escalando posicio- empeñó en fortalecerse primero para, a continua-
nes por méritos propios y maniobras políticas muy ción, desterrar a los “extranjeros”.
comunes entonces (compañerismo, oportunismo, Gamarra se autoproclamó el defensor del Perú
demostraciones de fidelidad). A su prestigio militar ante las pretensiones bolivarianas. “Somos libres:
Gamarra unió su condición de peruano y, además, estamos constituidos bajo una carta que nos acaba-
de vencedor. Con la salida de Bolívar las tendencias mos de dictar para que sirva de salvaguardia a nues-
liberales en el Perú quedaron sin apoyo militar, en tras personas e intereses. Es forzoso sostenerla a
tanto que las tendencias conservadoras ganaban te- costa del último sacrificio. El Perú, el respetable Pe-
rreno. rú sabrá morir, pero no volver a la servidumbre. Me
Seguidor del liberalismo bolivariano, como otros constituyo desde ahora garante de su valor tantas
colegas militares y funcionarios, Gamarra fue asu- veces acreditado, y prometo ante el Cielo que me
miendo poco a poco una actitud más pragmática en escucha, conmover las piedras todas contra tan ini-
política. En cuanto tuvo que resolver lo concernien- cua pretensión” (Gamarra 1952: 103).
te al tributo, no vaciló en conservarlo. Sin duda, Contando sólo con fuerzas regionales y la hege-
aquí primaron las necesidades de recaudación y re- monía cuzqueña, el general-prefecto Gamarra logró
clutamiento de mano de obra para centros produc- invadir Bolivia y vencer con relativa facilidad a las
tivos. Esta actitud fue disfrazada de un paternalis- fuerzas del mariscal de Ayacucho, Antonio José de
mo verbal de corte colonial, acompañado por una Sucre. Su proyecto de reincorporar a Bolivia al Perú
política muy dura contra las manifestaciones de respondía a demandas económicas y políticas tradi-
protesta indígena (Peralta 1991: 42). cionales y, por lo tanto, era compartido por sectores
La legalización del tributo republicano dio a los influyentes del Bajo y Alto Perú.
COLONIA A REPÚBLICA

prefectos el poder de un intendente sin rey a quien Poco después, la conducción de Bolivia por San-
dar cuenta de sus actos. El frágil Estado peruano ta Cruz generó una pugna irreconciliable entre am-
no tenía la más mínima posibilidad de ejercer pre- bos caudillos por la hegemonía del proyecto de reu-
siones efectivas sobre sus instancias intermedias e nificación que ambos compartían. La diferencia es-
inferiores. Gamarra organizó el cobro con recauda- taba en el hincapié peruano o boliviano en la rea-
dores adeptos (generalmente mestizos), en tanto lización del mismo.
los criollos quedaban de subprefectos; también em- La popularidad de Gamarra iba en ascenso. Sus
DE

padronó a los tributarios y repartió tierras a los fo- derrotas militares pasadas habían sido borradas por
rasteros. los éxitos de Junín y Ayacucho y los altos cargos mi-
En buena medida, la importancia nacional de los litares desempeñados. Su labor en la prefectura cuz-
caudillos provenía del control de los fondos del tri- queña le había dado notorios dividendos políticos
buto. Para ello debía asegurarse la lealtad de los pre- en el sur peruano (Cuzco, Puno, Arequipa y Hua-
fectos. En 1829 Gamarra analizaba su situación en manga). Además, Gamarra había paseado al ejército
estos términos: “Los prefectos son el primer punto peruano por tierras altoperuanas en un alarde de
de nuestra vista o la piedra fundamental de nuestro poder y desprendimiento. “Liberó” a Bolivia del
edificio. El Cuzco estará perfectamente con Bujan- “colombiano” Sucre y, a diferencia de lo que se es-
da. No sé cómo están Puno y Arequipa. Tristán en peraba, colocó generosamente en el mando a boli-
Ayacucho está muy mal; se lo está robando todo” vianos... afines a sus intereses políticos, claro. De
(Gamarra 1952: 166). ahí su fama de vencedor de Piquiza. Era él el llama-
Con el tributo se cubrían los gastos de la prefec- do a peruanizar el país.
tura… y del prefecto. Fue la base desde la que Ga- Su experiencia en el ejército y la prefectura le va-
marra (así como otros prefectos) pudo ascender en lieron mucho cuando ocupó la primera magistratu-
la escena política. ra. Ahí sembró amistades que le reportarían luego
Su lanzamiento a la arena nacional se produjo en beneficios políticos. Sabía por propia experiencia
1827 en circunstancias especiales. El gobierno del que los cargos de prefectos de los departamentos del

782
De la colonia a la república independiente

sur eran importantísimos. Prefirió a personajes sin metió exonerar del impuesto personal a blancos y
mayor carisma ni mando: los hermanos Tristán (co- mestizos de las provincias de Abancay, Aymaraes,
nocidos realistas) y militares extranjeros. A estos úl- Paruro y Quispicanchis si luchaban a su lado como
timos porque su propia condición les impedía aspi- montoneros (Guardino-Walker 1994).
rar a ocupar los más altos puestos políticos en el El apoyo político más confiable estaba en el ejér-
país en tanto los jefes locales eran mantenidos en cito. Anotando las memorias de Echenique, Jorge
puestos de menor jerarquía y escasa influencia polí- Basadre enumera las acciones de Gamarra (y el res-
tica (Villanueva 1981; Peralta 1991). to de caudillos) para asegurarse la fidelidad del ejér-
Gamarra estableció una red de informantes entre cito. Separó a todos los jefes de los cuerpos que no
los jefes militares. Desconfiado al extremo, por le fuesen adictos, sustituyéndolos por amigos leales,
cualquier noticia no comprobada acerca de alguna organizó una logia militar con el compromiso de
supuesta deslealtad, hacía apresar al protagonista mutua ayuda para conservar estas colocaciones cla-
sin mayores investigaciones. Las intrigas, acusacio- ves, dio la ley de reforma militar, incorporó a oficia-
nes y delaciones enturbiaban el ambiente ya enrare- les capitulados en Ayacucho y repartió ascensos.
cido de la política peruana, a todo lo cual contribu- Gamarra recurrió también a la vinculación familiar
yó su esposa. con militares: tal fue el caso de Salaverry, joven ofi-
Francisca Zubiaga Bernales de Gamarra (“Doña cial que en 1831 fue nombrado subprefecto de Tac-
Francisca”, “Pancha”, “la Mariscala”, “la Presiden- na y cuyo matrimonio apadrinó Gamarra al año si-
ta”, etc.) no fue una mujer del común. Menos para guiente (Bilbao 1936: 85-86; Echenique 1952: I: 45;
esos tiempos. Altiva cuzqueña, coqueta, dominante, II: 349 n).
arriesgada y resuelta, en el habla cotidiana y pala- Así como los cargos militares, Gamarra distribu-
ciega fue desde ahombrada hasta infiel, pasando por yó empleos públicos. Ya como prefecto del Cuzco
la verdadera gobernante tiránica del país, a más de en 1825 ubicó en los puestos claves de intendencias
la conductora real de las campañas atribuidas a su provincianas a personajes de su confianza. Designó
marido. Riva Agüero decía en 1858 que Pancha ha- también los altos cargos judiciales cuzqueños, que
bía gobernado el país y el “imbécil de su marido no abarcaron a ex funcionarios coloniales, ante la pro-
fue otra cosa que un instrumento por el que manda- testa de los “patriotas”. Agustín Gamarra fue tilda-

DE
se esa miserable mujer”. do de “protector de los enemigos de la patria” (Vi-

COLONIA A REPÚBLICA
Probada es su participación en diferentes accio- llanueva 1981: 67-71).
nes políticas y bélicas. Se le vio al mando de tropas
entrando a sangre y fuego a pueblos en la campaña
contra Bolivia (1828), sofocando conspiraciones
con su sola presencia a caballo y con armas que dis-
paraba mejor que algunos oficiales. Sus trastornos
mentales fueron ciertos (Lastres 1945: 26), pero no
explican su actuación política. Pancha no domina-
ba la política peruana de entonces. Sus intrigas rea-
les o supuestas pudieron afectar determinadas rela-
ciones políticas dada la naturaleza de la política pe-
ruana de entonces.
Las principales fuerzas gamarristas estuvieron
en el sur (Cuzco y Puno, principalmente): su tierra;
sirviendo como retaguardia asegurada o zona invul-
nerable a las influencias altoperuanas de Santa
Cruz. Gracias a su manejo de las finanzas estatales,
Gamarra formó una frondosa burocracia civil y mi-
litar a la que a un tiempo apoyaba y limitaba.
Otorgó facilidades a la población a fin de gran-
jearse su confianza. Apoyó a la industria con adqui-
siciones para el ejército, exoneró de impuestos y tri-
butos a determinados personajes o sectores y pue-
blos. En plena guerra civil de 1834, Gamarra pro- Señoras limeñas en una acuarela del siglo pasado.

783
Quiroz Chueca

Caracteriza su actuación pública su no menos identificación con la población mayoritariamente


público desprecio (y temor a la vez) para con los ci- indígena y mestiza de esa zona. Pero, así como este
viles. Este temor/desprecio se extendía a todos, pe- factor pudo ser un atractivo político, en igual medi-
ro más precisamente a los “doctores” y a los libera- da pudo constituirse en una barrera. El mestizo Ga-
les de la generación de la independencia. No son marra era en Lima un indio, tolerado en los salones
extrañas en cartas de Gamarra las expresiones por la sociedad criolla en tanto que representaba la
agrias contra los políticos civiles a los que se refería garantía de seguridad y continuidad dentro de los
como los “canallas”. “Los doctores, decía a un cole- parámetros de autoridad.
ga, no nos pueden ver”. Ésos eran los conspiradores Los ataques menos encubiertos fueron dirigidos
de tertulias, los jacobinos que querían perturbar el contra su esposa. La desafiante “rabona” cuzqueña
“carácter dócil del peruano [es decir, el indio]” (Ga- nunca fue perdonada (y menos admitida) por las
marra 1952: 47, 70, 151). “tapadas” limeñas. El rechazo a lo indio de algún
Procuró manipular el congreso. Con este fin gobernante (Santa Cruz) en la costa tuvo que ver
buscó que entre los representantes no se encontra- más con la política que se planteaba y, sobre todo, la
sen personajes influyentes contrarios a sus desig- movilización de la población que generaba esta po-
nios. Uno de los objetivos mayores de sus ataques lítica. Contra lo que se viene tratando de argumen-
fue Luna Pizarro, “ese malvado clérigo”, hacia tar, el racismo no es un invento republicano (Mén-
quien Gamarra y otros caudillos demostraron un te- dez 1993).
mor que extraña ante tanta manifestación de forta- Gamarra obtenía sus fondos para estas campañas
leza en otros frentes. En setiembre de 1828 quiso de los cupos de guerra y, principalmente, de la re-
impedir a través de amistades en el colegio electoral caudación del tributo. Otras cargas fiscales tuvieron
de Arequipa que Luna Pizarro fuese elegido senador una importancia menor en las finanzas departamen-
(Gamarra 1952). tales y regionales. Sin embargo, Gamarra no derogó
Algo similar le ocurría respecto a los periodistas. la contribución de castas hasta 1840, pese a haber
Al parecer, Gamarra sabía cómo enfrentarse a un co- sido presidente durante cuatro años. Su vigencia le
lega (peruano o extranjero) con sus mismas armas, permitía agenciarse recursos y ejercer un control so-
pero no dominaba (ni con asesores) el campo de ba- bre la población mestiza.
COLONIA A REPÚBLICA

talla del periodismo. El gobierno de Gamarra fue tal vez la expresión


El oportunismo gamarrista puede verse en las más clara del conservadurismo y autoritarismo de los
relaciones que mantuvo con quienes estuvieron en inicios republicanos. Tanto en lo político, como en lo
el poder. Alabó a Bolívar mientras estuvo en el Pe- social y lo económico, representa la defensa de las re-
rú. Cuando el Libertador tuvo que retirarse, lo des- laciones del antiguo régimen en circunstancias de
pidió con un “feliz viaje y que su vuelta sea más cierta movilización social luego de la independencia.
gloriosa que la de Pachacutec”. Muy pronto Gama- Agustín Gamarra vino a ser el reemplazante de Bolí-
DE

rra saludaba el cambio de régimen y no tardó en var en el gobierno que quisieron tener los sectores
creerse el pachacuti que el país necesitaba (Gama- más conservadores del Perú; en especial, de Lima.
rra 1952: 52 y 63). En estas condiciones, el régimen de Gamarra fue
Gamarra tuvo un gran carisma. Era asombrosa un gobierno necesariamente autoritario y paterna-
su capacidad para arrastrar a la población a la lucha lista. Si habían de producirse cambios, éstos debían
por su causa. Su actitud paternalista ha hecho pen- provenir desde arriba. Más específicamente... de él.
sar que tuvo la pretensión de constituir una especie En marzo de 1826 escribía “el Gobierno es el tutor
de “utopía inca” autoritaria. Según Charles Walker, de los ciudadanos: debe enseñarles aunque no quie-
Gamarra buscó edificar un orden jerarquizado en el ran, los medios de hacerse ricos, vivir cómodamen-
Cuzco en el que los indios obedeciesen tal y como te, de hacerse opulentos y hallarse con facultades
–suponía– sucedió bajo la dominación incaica. para satisfacer las cargas del Estado” (Gamarra
Lo racial tuvo algo que ver en la política. Espe- 1952: 45, 52).
cialmente en lo relacionado con los procesos del re-
chazo o aceptación de caudillos por parte de los dis- CONVERSOS, “GAMARRANOS” Y
tintos sectores de la sociedad. HOMBRES DE TRAJE NEGRO
Hijo de una ciudad donde un mestizo era blan-
co, Gamarra lo fue sin eufemismos. Es probable que El hecho de que el Perú fuera gobernado por
su condición racial le haya permitido una mayor militares no excluye la participación de civiles. En

784
De la colonia a la república independiente

la práctica, un pequeño grupo de civiles integró la peruano”, pero el pueblo lo bautizó como “gama-
plana de asesores y funcionarios de los diversos go- rrano”, al igual que a los demás parciales de Gama-
biernos. Inclusive, muchos de ellos eran los llama- rra (Basadre 1968-1970; 1980: 21).
dos “sobrevivientes”, pues provenían del coloniaje Como criollo de la sierra sur, su actitud acerca de
y trascendieron las disputas personales y de cama- la soberanía era vertical. El indígena peruano era,
rilla de los caudillos asesorando a más de uno, y para Laso, apático y con su conducta dificultaba los
hasta a caudillos rivales entre sí. Esta circunstancia planes republicanos; según él, urgía culturizar pri-
obliga a pensar en una línea política más constante mero a los indígenas para que pudieran –a largo pla-
dentro de la inconstancia de la crónica guberna- zo– constituirse en ciudadanos. El Perú necesitaba
mental de las primeras décadas republicanas. (En- madurar antes de ser republicano.
tre los personajes provenientes de los círculos de Los asesores y funcionarios conservadores tuvie-
asesores de tiempos coloniales destacó Hipólito ron una participación más decidida y consciente. El
Unanue). eje de ellos fue José María de Pando.
Los intelectuales actuaban de validos o censores, Luego de estar al servicio de Fernando VII, Pan-
es decir servidores incondicionales u opositores. Se do sirvió a Bolívar y a Gamarra. La lógica de su con-
desempeñaban como representantes de prensa de los ducta funcional era hacer lo necesario para el Esta-
caudillos atacando o contestando ataques de los ad- do, al margen de la convicción personal, bajo una
versarios de los militares a quienes servían. “ética de la responsabilidad”. En su rechazo a la de-
Los validos, como los llamara Basadre, eran los mocracia y su correlato con la soberanía popular,
administradores, redactores de proclamas y normas fue partidario de un régimen fuerte y autoritario, de
legislativas; eran los diputados y senadores y un monarca o un presidente con un poder
los ministros de Estado en regímenes caudi- centralizado. La libertad era un principio
llescos (Basadre 1968). En realidad, no to- sacrificable en aras de la autoridad.
dos dependían del apoyo de un persona- Su pragmatismo lo llevó a apoyar a
je encumbrado para acceder a los pues- regímenes contradictorios entre sí,
tos de influencia. pero todos autoritarios. Fue ministro
José Faustino Sánchez Carrión fue de Relaciones Exteriores de Gamarra

DE
uno de los pilares del republicanismo en en 1829 y de Hacienda en 1830. Pan-

COLONIA A REPÚBLICA
el Perú. Enemigo de la monarquía, la do escribió: “El gobierno es el ejecuti-
inestabilidad política y social lo acercó a vo de las leyes, por consiguiente de la
un régimen fuerte. Fue secretario de Bolí- obediencia que el pueblo tributa a las
var en 1824 pese a que en 1822 había leyes, pero como la gran masa
declarado que “la presencia del pueblo todavía no
de uno solo en el mando tiene madurez para
me trae la imagen odiada obedecer debido a ra-
del rey”. zones cívicas, el go-
Tal vez el ejemplo bierno tiene que ba-
más claro del valido sarse ante todo en
haya sido Benito Laso. la obediencia que
Longevo en su ciclo el pueblo tributa a
vital y político, Laso la autoridad, tiene
fue abogado, político y que entender la ur-
burócrata, periodista, ministro gente reforma de la si-
(en diversos gobiernos) y tuación nacional por el
magistrado. Destacó como principio de la auto-
liberal autoritario. Defendió ridad” (Baltes 1968:
la soberanía popular, criticó 53, 78).
a la iglesia y al ejército a la Pando entendió
vez que fue un sumiso cola- que debía crearse
borador de algunos caudi- José Faustino Sánchez Carrión fue secretario de Simón Bolívar y, un poderoso cuer-
llos militares. Usaba el seu- al mismo tiempo, defensor tenaz del régimen republicano. po de asesores para
dónimo del “Robespierre ese régimen que se

785
Quiroz Chueca

iniciaba y aún no se definía en el país, Felipe Pardo y Aliaga, escritor satírico y político
para evitar cambios esenciales e irre- conservador.
versibles en lo político y social.
Así, constituyó una tertulia com- funcionario del ministerio de Ha-
puesta de personajes con afini- cienda, y Felipe Pardo y Aliaga,
dad de pensamiento que desta- redactor desde setiembre de
caron como asesores políticos 1830 del periódico oficial El
de los caudillos de la época, Conciliador. Otros miembros
gestores de la opinión públi- de la tertulia fueron Andrés
ca financiando y redactando Martínez, José Joaquín de
numerosos periódicos. Apo- Mora, José Joaquín Olmedo,
yaron a los gobiernos que Manuel I. de Vivanco, José A.
consideraban salvadores del Rodulfo.
país (Gamarra y Salaverry). Conspicuo contertulio fue
Esta tertulia rechazó la re- Felipe Pardo y Aliaga. Tuvo
pública por estar llena de erro- una amplia e influyente labor
res. La independencia, en su opi- periodística y literaria defendien-
nión, debió ser un cambio sólo de do los principios antidemocráticos
hombres y no de tipo de gobierno en y antiliberales. El liberalismo para él
tanto que la libertad debía circunscri- era sinónimo de charlatanería, pretexto
birse a las actividades económicas y deter- de ambiciosos y revolucionarios, anuncio
minados derechos y deberes civiles, pero nunca al- seguro de anarquía.
canzar el ámbito político y social. Salaverry era para Pardo el hombre que estable-
Estuvo apoyada por grupos económicos y perio- cería la dictadura que el Perú necesitaba para su de-
dísticos animados de las mismas ideas. Entre los sarrollo. En uno de sus escritos denominado “Cons-
contertulios destacan Pedro Antonio de la Torre, titución política” sostenía que había que darle al
pueblo el mejor de los regalos: “cultura y bienestar
COLONIA A REPÚBLICA

a palos”.
Como Pando, sus postulados principales estu-
vieron ligados a la estabilidad política y económica,
el orden, el respeto a la autoridad, la seguridad pú-
blica, el desarrollo cultural elitista. Todo ello unido
a tendencias racistas de rechazo a lo popular.
Manuel Bartolomé Ferreyros de la Mata destacó
DE

como diplomático, administrador y periodista. Em-


parentado con altos y aristócratas funcionarios colo-
niales y republicanos, actuó en la aduana del Callao
entre 1825 y 1852. Apoyó a San Martín, a Bolívar
(luego se tornó antibolivariano), a Gamarra, a Sala-
verry y a Castilla. Se enfrentó a Santa Cruz (Martí-
nez Riaza 1985: 52, 96, 301; Wu 1993 cap. V).
Otros personajes fueron los llamados por Basa-
dre “censores”. Eran la oposición a los gobiernos;
los que “denuncian, condenan, critican, atacan”.
Los hubo conservadores y liberales. Prevalecieron,
no obstante, quienes se oponían principistamente al
autoritarismo.
Aunque lleno de contradicciones existenciales,
Manuel Lorenzo de Vidaurre fue uno de ellos. Des-
tacado abogado, era fidelista en 1810 cuando com-
Manuel Lorenzo de Vidaurre, jurista polifacético y ensayista puso su Plan del Perú. Luego de visitar Francia, In-
político de la primera mitad del siglo pasado. glaterra, España y los Estados Unidos, en 1823 se

786
De la colonia a la república independiente

hizo “converso”. Hasta su muerte en 1841 ocupó suerte de la república que ellos habían ayudado tan-
diferentes cargos como presidente de la corte su- to a forjar. Desde 1837 Luna Pizarro se retiró a su
prema, ministro de gobierno, presidente del con- ministerio. Dos años antes había hecho lo propio su
greso, etc. discípulo Vigil, quien a diferencia de su maestro, en-
Manifestó un espíritu reformista y amor por la tabló una ardua lucha por la reforma eclesiástica en
justicia. Quiso reglamentar su república platónica, el Perú (García Jordán 1988 y 1991; Klaiber 1980).
confusa y utópica (Porras 1974: 119-126). Contra-
dictorio, místico y polemista, llegó a escribir un li- EL EJÉRCITO
bro para contradecirse a sí mismo: Vidaurre contra
Vidaurre (1839). Fue opositor del autoritarismo El ejército republicano hizo las veces de un par-
político. tido político en el cual los caudillos encontraban
Los más destacados opositores del autoritarismo apoyo u oposición para sus acciones políticas. No
fueron los clérigos Francisco Javier de Luna Pizarro era una institución profesional, el reclutamiento de
y Francisco de Paula González Vigil, así como Fran- tropas y oficiales se hacía de la manera más arbitra-
cisco Xavier Mariátegui. ria imaginable. Las luchas caudillescas permitieron
Luna Pizarro apoyó la emancipación desde el además que personajes sin mayor preparación cas-
principio. Partidario del constitucionalismo y ene- trense alcanzasen a ocupar cargos de responsabili-
migo acérrimo del autoritarismo, se opuso a las ten- dad en sus filas.
dencias presidencialistas y, sin desempeñar cargo En verdad, se trataba de un grupo limitado de
político alguno, ejerció una influencia enorme en personajes que conformaban la plana de jefes y ofi-
los acontecimientos más importantes de su tiempo. ciales. La tropa era reclutada a la fuerza, las más de
Como republicano, basó su pensamiento en el prin- las veces sin conocimiento del idioma castellano ni
cipio de soberanía: “La nación, confiando a sus re- de las causas que debían apoyar o combatir. El ejér-
presentantes el poder de constituirla, delega en cito vencedor incorporaba a sus filas a las tropas del
ellos la soberanía para que ellos y no otros la ejer- vencido. Por lo común, los indios conformaban la
zan”. Sin embargo, al igual que los demás liberales infantería y los pardos la caballería.
del momento, Luna Pizarro tuvo muchos recelos Los indios eran los “pumacahuas” que se se-

DE
para con la mayoría indígena (Basadre 1968-1970; guían reclutando por medio de una especie de mita

COLONIA A REPÚBLICA
Luna Pizarro 1959: 196). guerrera con intervención de las autoridades de los
Vigil centró su actividad en la defensa del parla- pueblos. En 1827 Gamarra informaba sobre sus
mentarismo y de la libertad de expresión. Su discur- tropas en el sur: “Para cualquier caso yo puedo dis-
so del 8 de noviembre de 1832 es claro al respecto: poner de 2 000 hombres buenos, fuera de monto-
“Los peruanos no son vasallos de un rey cuyas ór- nera que sería inmensa. También tengo de 12 a
denes se ejecutan sin réplica, y cuyo disgusto hace quince mil Pumacahuas que son firmes y resueltos”
temblar; somos ya ciudadanos de un pueblo libre y (Gamarra 1952: 66). La capacidad de reclutamien-
nosotros particularmente representantes de ese to era admirable. Santa Cruz puso en pie 16 000
pueblo; somos el primer poder y nuestras resolucio- hombres durante la Confederacion (de ellos 11 000
nes se cumplen”. Vigil fue un hombre de ideas, no eran peruanos).
de acción. “Otra revolución es la que yo deseo, y ha- El manejo político del ejército era obvio. Se po-
ce algún tiempo estoy haciéndola: revolución de dían realizar carreras meteóricas según la ubicación
ideas en que el siglo marcha” (Ferrero 1958: 146; que se tuviese con respecto a los caudillos en el po-
Basadre 1968-1970: II: 38-39). der en un momento dado. Los ascensos (y descen-
El temor de los autoritarios hacia Luna Pizarro y sos) fueron inmoderados, sin ser necesario siquiera
sus partidarios estaba fundado, pues eran el princi- destacar como militar. Hubo varios jefes con altos
pal escollo político en la vía autocrática. Bolívar ex- grados que no tuvieron experiencia en el mando de
clamó en carta del 6 de abril de 1825 a La Fuente, tropas (Riva Agüero, Orbegoso). Circunstancias po-
prefecto de Arequipa: “¡Qué malditos diputados ha líticas convirtieron a comerciantes en generales (Jo-
mandado Arequipa! Si fuera posible cambiarlos se- sé de Rivadeneyra y Francisco de Paula Otero, por
ría la mejor cosa del mundo”. ejemplo). El grado de mariscal fue más político que
La primera generación liberal y republicana fra- militar.
casó. Sus miembros más consecuentes tuvieron que Pese a su “reforma militar” de 1829, para 1833
retirarse de la vida pública decepcionados por la Gamarra había incrementado la plana mayor del

787
Quiroz Chueca

ejército peruano. Siete nuevos jóvenes generales se del presupuesto. En 1827, por ejemplo, alcanzaron
sumaron a los 19 ya existentes a fines de los años 2 500 000 de pesos de un total aproximado de 5
1820 (incluyendo a capitulados realistas). Orbego- millones.
so hizo lo propio. Ascendió a jóvenes oficiales con En la práctica, el ejército peruano distaba mucho
miras de crearse una base sólida, pero le sucedió al- de convertirse en una fuerza profesional. Ni siquie-
go similar que a Gamarra. No todos sus acólitos lo ra la severa advertencia que significó la aventura bo-
defendieron en el momento decisivo y uno de ellos liviana de Gamarra en 1841 –que le costó la vida–,
lo derrocó en 1835 (Salaverry). fue un incentivo para eliminar las disputas entre
En este contexto, resultó lógico recurrir a los mi- personajes por el poder político. Las luchas perso-
litares extranjeros, ya que, como tales, no había nin- nales (algunas con fuertes elementos regionales)
gún peligro en promoverlos a los más altos cargos. continuaron en las décadas siguientes. Hacia la se-
Podían ser buenos ayudantes y consejeros pero gunda parte de la década de 1840 la habilidad polí-
nunca aspirar a ocupar la máxima magistratura. En tica de Ramón Castilla logró restringir la posibili-
tanto, resultaba riesgoso beneficiar a militares pe- dad de los brotes conspirativos y guerras civiles. Es-
ruanos. Se prefirió ascender a oficiales jóvenes con ta circunstancia vino acompañada de otras más tras-
la esperanza de contar con su lealtad durante un cendentales, como la aparición del guano en la es-
buen tiempo. cena económica, que permitió al erario limeño
Esta situación causaba preocupación en diferen- emanciparse de las remesas de impuestos y tributos
tes círculos políticos y sociales. Se trató de solucio- que cobraban los prefectos departamentales. Los in-
nar el problema restringiendo la plana mayor con gentes e inéditos ingresos por concepto de explota-
dispositivos que no se cumplieron, como la ley de ción de los recursos guaneros cambiaron radical-
1834 que establecía cubrir sólo los puestos que que- mente las fuentes de financiamiento del Estado. El
dasen vacantes. La de 1839 limitó la plana mayor a gobierno central no dependió más de los potencia-
un solo mariscal, tres generales de división y seis de les caudillos en un país harto de prolongadas, cos-
brigada; en la armada a un contralmirante y un vi- tosas e inútiles guerras. Paulatinamente fue forján-
cealmirante. dose, además, una elite limeña ligada al comercio
En 1838 había mariscales y generales en exceso importador extranjero, interesada en una estabili-
COLONIA A REPÚBLICA

y sólo trece de un total de 29 eran peruanos. Ya no dad política que le permitiese aprovechar una co-
figuraban Gamarra y sus seguidores. Tres de los yuntura económica favorable.
nuevos mariscales, Miller, Cerdeña y Necochea,
eran extranjeros; el cuarto era Riva Agüero. Entre LA IGLESIA
los generales reincorporados al escalafón destaca-
ban realistas de corazón, tales como Pío Tristán y La actitud de la república criolla para con la igle-
Antonio Vigil; Pedro Bermúdez era ahora fiel segui- sia estuvo signada por el regalismo y la necesidad de
DE

dor de Santa Cruz (Wu 1993: 56-60). amortizar los bienes temporales. La regulación esta-
Tras la victoria de Yungay, Gamarra purgó drás- tal de la jerarquía eclesiástica era un problema here-
ticamente a aquellos generales que habían apoyado dado de tiempos coloniales (especialmente del tra-
a Santa Cruz. Muchísimos nombres desaparecieron tamiento borbón) y en la república adquirió espe-
del escalafón; prácticamente todos los extranjeros cial magnitud dada la precariedad del poder políti-
salieron del ejército. co en el país.
Hacia 1841 la plana superior del ejército había Otra dimensión de la relación consistió en la re-
sufrido modificaciones menores, pero algunas se- distribución de los recursos que captaba la iglesia
rían significativas a largo plazo. En especial, la in- de la feligresía por los diezmos y las primicias que
corporación al grado de general de jóvenes oficiales cobraba. La finalidad era una redistribución de ren-
de gravitante actuación en las luchas políticas de las tas entre el Estado y la iglesia, en favor del primero.
décadas venideras: Castilla, Raygada, San Román y Esto incluyó la secularización de bienes de la iglesia
Torrico (Wu 1993: 63). y órdenes religiosas: conventos, tierras, comercio y
Con Gamarra se creó una verdadera oligarquía acceso a la mano de obra indígena. En setiembre de
militar. A cambio de su sumisión al gobierno cen- 1826 fueron suprimidos los conventos con menos
tral los jefes militares de las provincias tuvieron de ocho religiosos residentes.
amplias prerrogativas políticas y económicas. Los La crítica mayor se centró en la necesidad de
gastos militares eran el renglón más significativo contar con una iglesia menos onerosa y no identifi-

788
De la colonia a la república independiente

cada con el fenecido régimen colonial. Los de-


rechos que cobraban los clérigos por los servi-
cios que prestaban no solamente eran elevados
sino prohibitivos y confiscatorios.
En circunstancias en que el país esperaba
recuperarse de la ruina económica que le ha-
bía significado su emancipación, la opinión de
mentes lúcidas se volcó contra los intereses de
la iglesia. No solamente tenía bienes raíces
que deseaban los nuevos vencedores; también
intervenía con ventaja en la distribución y re-
distribución (improductiva) de recursos exce-
dentes y elementales de distintos sectores de
la población. En vez de volcar esos recursos a
la reconstrucción estatal y privada, la gente
debía pagar altos precios por los servicios
eclesiásticos. Una vista de la torre de la iglesia de Santo Domingo, en Lima, siglo
De otro lado, el Estado republicano (local XIX. Litografía inspirada en una fotografía de Emilio Garreaud.
y central) urgía de recursos. Uno de los más
seguros por la forma (y fórmula coercitiva) de co-
branza era la masa decimal: los diezmos y las primi-
cias que debía abonar el conductor de predios rús-
ticos por la producción de haciendas y chacras.
Un tercer elemento era el poder político de la
iglesia. El nuevo Estado necesitaba afianzarse. Así
como eliminó los cacicazgos, debía limitar la in-
fluencia que tenía la jerarquía eclesiástica entre la

DE
población. Este problema era vital: los curas no só-

COLONIA A REPÚBLICA
lo eran importantes en aldeas, villas y ciudades, su
influencia alcanzaba a las altas esferas políticas. Cu-
ras y abogados constituían la mayoría de los repre-
sentantes a los primeros congresos y asesores de po-
líticos a todo nivel. Los curas influían en las decisio-
nes electorales de los pueblos para la designación
“popular” de diputados.
Estas motivaciones generales hicieron que las
nuevas autoridades peruanas planteasen un nuevo
trato con la iglesia. Especialmente importante fue
esta relación en provincias. En Arequipa y el Cuzco
derivó en un enfrentamiento muy sugestivo en lo
doctrinal y enredado en lo político.
Benito Laso fue el más grande y decidido parti-
dario de una reforma de la iglesia en el Cuzco. Des-
plegó una agresiva campaña política por reformas
en la jerarquía eclesiástica, los “dineros del Señor” y
otros asuntos afines. Para ello usó las páginas de los
periódicos El Sol y El Censor Eclesiástico (este últi-
mo creado por él), bajo el anagrama Tobías León. Púlpito de la catedral de Lima por Matías Maestro, siglo XIX.
El debate doctrinario fue epistolar y periodísti- Las autoridades del naciente Estado republicano peruano
co. El obispo cuzqueño José Calixto Orihuela asu- ensayaron nuevas relaciones con la iglesia, frecuentemente
asociada con el colonialismo español. Una de las medidas
mió la defensa de los fueros y privilegios eclesiásti- tomadas fue la progresiva secularización de los bienes de las
cos. En cartas a periódicos y quejas al prefecto Ga- órdenes religiosas.

789
Quiroz Chueca

marra y gobierno central hizo sentir su rechazo a La distinción se encuentra en que mientras los
los ataques de Tobías León (Villanueva 1981: 97 y conservadores prefirieron no soliviantar a quienes
ss.; García Jordán 1988: 352-355). consideraban bandidos, los liberales tuvieron cierta
En Arequipa actuó Vicente Albistur, quien llevó confianza en el pueblo. Una confianza coyuntural y
adelante una campaña contra la iglesia similar a la circunscrita al apoyo que podían encontrar en un
de Tobías León. Publicó artículos del mismo tono sector armado y dispuesto a todo pues poco podía
en La Estrella de Arequipa (1825), en los que critica- ya perder.
ba acremente a la institución religiosa por sus co- En parte, la búsqueda de la libertad para los es-
bros y privilegios. clavos impulsó a los cimarrones a apoyar estas ac-
Los gobiernos reclamaban para sí el derecho de ciones al lado de los liberales. De la misma manera,
patronato sobre la iglesia. García Jordán afirma que puede distinguirse una inclinación por éstos en
este tiempo era de “relativa armonía entre la iglesia y contraposición con los conservadores de orígenes
el Estado”, ya que miembros de estos dos bandos te- aristocratizantes.
nían las mismas ideas regalistas en torno al papel Sólo es posible encontrar atisbos de inclinacio-
que la iglesia tenía respecto a la sociedad y estaban nes políticas en las acciones de bandoleros. Se trata
interesados en la continuidad de las mismas estruc- de una tendencia que diferencia la experiencia ban-
turas sociales y económicas (García Jordán 1988: dolera de principios de la república con respecto a
45).

BANDOLERISMO

Las bandas de asaltantes sobrevivieron a las lu-


chas por la independencia. Ya desde el siglo XVIII
fueron un problema serio en la costa y partes de la
sierra. En el siglo siguiente, a los bandoleros “tradi-
cionales” se agregaron los licenciados de los diver-
sos y numerosos ejércitos caudillescos. Se habían
COLONIA A REPÚBLICA

convertido en grupos sin ocupación fija a la espera


de algún caudillo que solicitara sus servicios, ofre-
ciéndoles recompensas que iban desde una “solda-
da” formal hasta la posibilidad de realizar fechorías.
Los ex montoneros y soldados eran una de las
preocupaciones principales de las elites, pues ali-
mentaban el caudillismo y la zozobra social. Eran el
DE

“espantapájaros” de los sectores pudientes y me-


dios, víctimas más frecuentes de sus correrías que
obligaban a “cierrapuertas” cuando ingresaban a las
ciudades y pueblos y hacían peligroso transitar los
caminos de la costa (de Ica a Huacho) y las quebra-
das hacia la sierra (Canta, Lurín).
Charles Walker encuentra que uno de los puntos
claves que diferenciaba a los conservadores y libera-
les peruanos era el control social. Es decir, la acti-
tud de los protagonistas en las disputas políticas an-
te los sectores populares no fue casual. Además, por
otro lado, los llamados bandoleros tampoco fueron
actores secundarios en estas luchas. Sin descartar la
coerción en el reclutamiento, Walker propone que
los bandoleros participaron consciente y organiza-
damente en ellas, contribuyendo con sus propias Felipe Santiago Salaverry en un apunte procedente de la
reivindicaciones a enriquecer las ya complicadas lu- Historia del general Salaverry (Lima, 1853)
chas políticas y doctrinarias (Bonilla 1983: 81-95; de Manuel Bilbao.
Walker 1989: 120).

790
De la colonia a la república independiente

fines de tiempos coloniales, en que fue más marca- laverry, de su lado, tomó las medidas más drásticas
damente prepolítica. En especial, el cambio estuvo para erradicarlos, incluyendo una nueva militariza-
dado por la naturaleza más social de las víctimas ción de Lima y sus alrededores. Se llegó a permitir
(hacendados, comerciantes y funcionarios), la ma- a los marineros de los barcos extranjeros participar
yor presencia de negros libres y esclavos y los vín- en la persecución de los bandoleros.
culos políticos con los liberales. Si bien puede verse cierta afinidad de intereses
Los bandoleros participaron en diversas conspi- entre los bandoleros y los liberales, las diferencias
raciones contra los regímenes conservadores, en fueron de tal magnitud que resultaba impensable la
particular, contra los gobiernos de Gamarra y Sala- posibilidad de una alianza entre ambos sectores. La
verry. En 1835 un grupo liberal que pretendía de- acción de los bandoleros era individual y desorgani-
rrocar a Salaverry entabló relaciones con el famoso zada, política sólo en una escasa proporción. Al
montonero José Samián. Las fuerzas de éste entra- igual que los conservadores, los liberales no estu-
ron a Lima el 17 de mayo creyendo que serían acla- vieron dispuestos a proporcionar a sectores popula-
mados por el pueblo como les habían asegurado, res (menos a bandoleros) un protagonismo político
mas Samián fue vencido y fusilado al mes siguiente. del que pudieran arrepentirse en muy breve plazo.
Había servido de “carne de cañón” para un plan an- Los reclutaron como se hacía en la sierra y en la cos-
tisalaverrino. ta con los pobladores de menores recursos. La po-
Precisamente, en 1835 se observa una gran acti- lítica social de los liberales no se diferenció casi en
vidad de los grupos bandoleros. El gobierno de Sa- nada de la que tuvieron los conservadores.

BIBLIOGRAFÍA

DE
COLONIA A REPÚBLICA
La producción historiográfica sobre el Perú en la En la producción minera mantiene vigencia el traba- La producción industrial rural (obrajes) es estudiada
transición entre la colonia y la república ha tenido un gran jo de John Fisher (1977) que examinó las bases de esta por Miriam Salas para Huamanga del XVIII (1984), Neus
impulso en los últimos años. Nuevos temas y enfoques en- actividad fundamental luego de la pérdida de Potosí. Car- Escandell-Tur para el Cuzco colonial (1996), y otros auto-
riquecen una historiografía que ya experimentaba cam- los Contreras (1995) ha incidido en las funciones del res en el marco de la economía rural y regional. Pocas ac-
bios importantes en décadas anteriores. A los trabajos fun- asiento de Hualgayoc como centro minero secundario. En tividades industriales adicionales han convocado la aten-
damentales se han agregado estudios globalizadores y cuanto a las técnicas de trabajo, Juvenal Luque empieza ción; las excepciones las constituyen el jabón, estudiado
monografías que permiten un mejor conocimiento y com- a presentar los resultados de sus estudios (1993). por Susana Aldana (1988) y el vidrio, por Gabriela Ramos
prensión del desenvolvimiento histórico peruano en ese La economía regional es mejor conocida ahora gra- (1989). La industria urbana limeña es el objeto de estudio
momento crucial. Así como hay avances, empero, también cias a recientes aportaciones. El amplio norte peruano ha de Francisco Quiroz (1986, 1990 y 1995).
se tienen nuevos estudios que pretenden replantear el co- sido estudiado por Susana Aldana, quien encuentra un En cuanto a la sociedad, se ha seguido privilegian-
nocimiento histórico sin una base documental aceptable mercado regional articulado de mayor incidencia econó- do el estudio de los sectores pudientes. Los funcionarios
en cuanto a la calidad del material utilizado. mica y sociopolítica de lo que habitualmente se tenía pre- peruanos (especialmente limeños) han sido el tema de
sente (Aldana 1992a), en tanto, José A. García Vera estu- acuciosos trabajos de Guillermo Lohmann (1974 y 1983),
EL PERÚ COLONIAL dia específicamente el comercio y los comerciantes trujilla- María Pilar Pérez Cantó (1987) y Teodoro Hampe (1992). A
La historia colonial se vio enriquecida por nuevos nos (1991). La sierra central ha inspirado estudios exhaus- Mark Burkholder, León Campbell y Thimoty Anna les han
aportes en los estudios económicos. A sus ya “clásicos” tivos que permiten replantear el papel cumplido por esta interesado más los cambios en la burocracia colonial y sus
trabajos al lado de Javier Tord sobre las bases y el desa- zona desde las postrimerías de la colonia. A este respec- repercusiones en la sociedad con respecto al problema de
rrollo económico colonial peruano (Tord-Lazo 1980, 1981 y to, destacan los aportes de Magdalena Chocano (1982) y la independencia (Burkholder 1972, Burkholder-Chandler
1984), Carlos Lazo ha agregado un estudio sumamente Florencia Mallon (1983 y 1995) sobre el comercio y las re- 1984; Campbell 1978 a y b; Anna 1979). Se han ceñido,
acucioso sobre la moneda, que permite ampliar y profun- laciones económicas y sociales de Cerro de Pasco y el va- sin embargo, a la elite capitalina, sin mayores referencias
dizar las investigaciones acerca de la economía colonial lle del Mantaro. El Cuzco y el sur andino son otra región a los sectores medios y bajos de la burocracia, que sí
(Lazo 1992). La misma función debe cumplir la publica- privilegiada en la atención historiográfica reciente. Luis Mi- preocuparon, por ejemplo, a Jorge Basadre (1973) aun-
ción de fuentes realizada por Pablo Macera sobre los pre- guel Glave y María Isabel Remy (1983) presentan el resul- que sin presentar un estudio alternativo. La elite limeña es
cios de una amplia gama de productos básicos a lo largo tado de una minuciosa investigación de la economía de estudiada por Paul Rizo Patrón (1992), Alejandro Reyes
de la colonia (Macera 1992). Ollantaytambo en el largo plazo que permite apreciar los (1995) y Alberto Flores Galindo (1984), quien la relaciona
Luego de las aproximaciones de Javier Tord acerca cambios y las continuidades en el campo cuzqueño. De con sectores bajos de la sociedad que agrupa gruesa-
de la fiscalidad colonal (Tord 1977), la obra de John Te- su lado, Broke Larson (1982 y 1989) hace lo propio para el mente en la “plebe”. En una segunda versión (1991) el es-
Paske y Herbert Klein (1982), la de Klein (1994), la de Ro- caso del Alto Perú. caso papel que había atribuido a la población indígena en
nald Escobedo (1986) y Slicher van Bath (1989) vienen a Los comerciantes limeños son el tema de investiga- su primer intento fue rectificado al hablar de una “ciudad
clarificar el panorama en este básico y siempre difícil pa- ción de Cristina Mazzeo, quien orienta su trabajo al estu- sumergida” en Lima.
rámetro macroeconómico. dio del caso del gran comerciante criollo Lavalle (1994 y El estudio de las instituciones ha avanzado gracias a
Un aspecto privilegiado ha sido el comercio. Ade- 1995). las aportaciones de John Fisher sobre las intendencias
más de la compilación de Josep Fontana sobre los efec- El estudio de unidades productivas no ha sido conti- (1981), de Nuria Sala sobre la iglesia (1993), de Beatriz
tos del llamado comercio libre entre España y América, nuado luego del exhaustivo trabajo de Polo y la Borda Garland sobre las cofradías limeñas (1993) y de los gre-
donde destacan los trabajos de Antonio Bernal (1987) y de (Tord-Lazo 1981). En cambio, las plantaciones costeñas mios artesanales limeños por Quiroz.
John Fisher (1987a), el tema ha generado varias publica- recibieron un gran impulso con las investigaciones de Ma-
ciones recientes, una de las cuales pertenece precisa- nuel Burga (1976), Nicholas Cushner (1980), Keith Davies MOVIMIENTOS SOCIALES Y ANTICOLONIALES
mente a Fisher y analiza el último tramo colonial (Fisher (1984) y Susan Ramírez (1991). Dentro de estos estudios La labor de Scarlett O’Phelan (1979, 1982, 1983 y
1992). Al comercio específicamente peruano están dedi- destaca la atención prestada a las usinas internas de las 1988) marca un hito en los estudios sobre la rebeldía en
cados el trabajo de Carmen Parrón (1984) y el de Carlos plantaciones con su producción transformativa comple- el Perú. No solamente es acuciosa en cuanto a la informa-
Malamud (1986). mentaria a la agrícola. ción acopiada sobre las distintas variables de protesta

791
Quiroz Chueca

social y anticolonial; es además una alternativa a los en- fundizar en el estudio de éstas y otras zonas a fin de co- hincapié en la resistencia campesina indígena ante la
foques que venían presentándose sobre el problema. Un nocer y entender mejor ese proceso. arremetida de otros sectores, que impidió temporalmente
aporte especial lo constituye la vinculación de los movi- Asimismo, el énfasis en el estudio del comporta- la conformación del gamonalismo, fenómeno característi-
mientos con el cambio ocurrido en la vida de la colonia a miento de la población en las campañas ha permitido co de un momento posterior.
raíz de la implementación de las reformas borbónicas. precisar mejor la participación peruana en la indepen- Poco se ha trabajado sobre las actividades trans-
No se trata de un determinismo en tanto que las refor- dencia. A los ya clásicos trabajos de Rivera Serna, Tem- formativas. Al margen de referencias en estudios regio-
mas borbónicas abarcaron los más variados aspectos ple, Vergara y Beltrán sobre las montoneras y guerrillas, nales, el trabajo de Thomas Krüggeler (1991) sobre el ar-
(económico, político-administrativo, social, fiscal, cultu- se suman los de Guardino (1989) y Quiroz (1992), que li- tesanado del Cuzco a inicios de la república y los de
ral). En su interpretación, el movimiento de Tupac Amaru gan el comportamiento de esas tropas irregulares con Gootenberg (1989) y Francisco Quiroz (1993) sobre Lima
no es solamente la culminación de un ciclo rebelde, sino las condiciones de vida de la población y tratan de dis- permiten aproximaciones a ese sector controversial en la
parte integrante del proceso emancipatorio peruano. En tinguir entre los motivos que tuvieron para la lucha los di- coyuntura del cambio.
mucho, sus resultados tuvieron implicaciones importan- rigentes de estos cuerpos y sus subordinados. Los tex- La esclavitud republicana generó un interés revi-
tes para las luchas independentistas en el Perú (O’Phe- tos de Husson (1992) y Méndez (1990, 1991) discuten la sionista con los esfuerzos de Cristine Hünefeldt, conti-
lan 1985). participación consciente de los indígenas en la defensa nuados por su discípulo Carlos Aguirre (1993) y Peter
Acerca de las causas estructurales de la rebeldía de una opción en la postguerra. Blanchard (1992). Aduciendo una supuesta tendencia
han tratado Tord y Lazo (1981) y, relacionándola sólo con dependentista en Macera, Aguirre expone un conjunto
los repartos, Golte (1980). Magnus Mörner y Efraín Tre- LA INICIACIÓN DE LA REPÚBLICA de nuevas características internas de la esclavitud lime-
lles han hecho un valioso aporte al precisar los lugares Contra las ideas dominantes en décadas anteriores ña que la conducían a su autoextinción; sin embargo, to-
de apoyo y enfrentamiento a la rebelión (1986). Siguien- acerca del control de la economía peruana por parte del dos los rasgos que considera nuevos se encuentran ya
do la línea trazada por Rowe, Jan Szeminski, Manuel capital inglés inmediatamente luego de la independencia en el siglo XVIII.
Burga y Alberto Flores Galindo han dedicado sus estu- (Bonilla, Yepes, Tantaleán, Macera), Paul Gootenberg ha Un nuevo impulso han tenido los estudios sobre los
dios a probar la presencia de elementos de la llamada publicado influyentes trabajos demostrando que esa de- aspectos políticos. Víctor Peralta (1991) proporciona un
“utopía andina” en los movimientos de protesta de los si- pendencia no se produjo de forma automática, sino lue- valioso aporte para la comprensión del fenómeno caudi-
glos XVIII y XIX (Burga-Flores Galindo 1982; Szeminski go de un lapso de tres décadas en que se barajaron po- llista al estudiar las fuentes del poder de un personaje
1984, Flores Galindo 1987 a y b). líticas que llama proteccionistas y nacionalistas (Gooten- como Agustín Gamarra. María Isabel Remy (1988) anali-
berg 1988 y 1989). za las condiciones tributarias del Cuzco inicial para el
LA INDEPENDENCIA EN EL PERÚ Buscando cambios, se han estudiado la minería y estudio de la sociedad local. Peter Guardino (1989) y
En torno a la independencia persiste la discusión la mano de obra minera y campesina. José Deustua Guardino y Charles Walker (1994) intentan analizar los
sobre su naturaleza. En especial, acerca del sentido del (1986) intenta demostrar el apogeo de la minería republi- inicios republicanos a través de la participación de sec-
cambio producido. A partir de los escritos de Basadre cana, al parecer con una base documental no verificada tores populares integrantes de bandas que apoyaban a
(1973) y Flores Galindo (1984), se reconoce la existencia plenamente. Siguiendo esta información, Carlos Contre- los movimientos liberales contra los conservadores.
de cambios no solamente políticos que, sin embargo, no ras (1987, 1989 y 1995) pretende demostrar cambios En un acucioso estudio, Celia Wu (1993) plantea
llegaron a imprimir al proceso emancipador un contenido “traumáticos” en la minería republicana a partir de la de- las bases de las relaciones entre los diplomáticos extran-
diferente al del mero reemplazo de personajes y grupos satención de parte de las autoridades políticas y los pa- jeros y los caudillos peruanos. Proporciona un análisis
en las esferas políticas. trones de reclutamiento de mano de obra. A excepción del ejército republicano en sus inicios, indicando los me-
Un enfoque que está dando buenos resultados es del suministro del azogue, todas las características que canismos de funcionamiento de la institución como “par-
observar la independencia como un proceso prolongado menciona como novedosas se presentaban ya en el si- tido” político. Una de sus conclusiones más importantes
en el tiempo (del tipo expuesto por Macera, Basadre y glo XVIII y fueron descritas por Fisher (1977). se refiere a la fortaleza de los gobiernos caudillescos an-
O’Phelan) y diversificado en el espacio. Mientras la visión Elementos más fundamentales en el plano social y te las presiones de los diplomáticos extranjeros y sus es-
limeñocentrista llevó a conclusiones parciales en torno a económico permanecieron con variaciones sólo de for- cuadras acoderadas en el Callao.
la participación peruana en el movimiento, un plantea- ma. Entre ellos destaca el mundo campesino indígena: la Otra institución que ha merecido un tratamiento es-
miento regional proporciona algo más que diferencias en supervivencia del tributo y las tierras comunales en me- pecial es la Iglesia. Pilar García Jordán (1991) dedica un
“matices”: demuestra distintas actitudes locales (con va- dio de acomodos estudiados por Hünefeldt (1982 y estudio al análisis de las relaciones de la Iglesia católica
riables internas) ante la emancipación. Así, el espacio 1983), Burga (1983), Glave-Remy (1983), Larson (1988), con el Estado, enfatizando los ataques mutuos y el pro-
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796
EL ESCENARIO

Segunda mitad del siglo XVIII, del siglo de las Se ha dicho repetidamente que ese gran proceso
luces y de los grandes cambios en la manera de pen- echó raíces y tomó forma entre aproximadamente la
sar y de sentir de la gente. Como los europeos, los década de 1780 y la de 1820, sin olvidarnos de que
españoles americanos no fueron la excepción a la la idea había ido germinando a lo largo de todo el si-
regla; ellos también comenzaron a darse cuenta de glo ilustrado, el siglo XVIII. No obstante, en esos
la necesidad de cambiar algunas situaciones, deter- cincuenta años las colonias españolas en América
minadas formas de vivir. Contaban con un ejemplo lucharon duramente contra el sistema establecido y
muy cercano, una colonia inglesa que se había con- se convirtieron en repúblicas independientes que
vertido en una joven república y que desde 1776 te- enfrentaron por sí mismas el reto del autogobierno.
nía gran éxito en su manera de autogobernarse: los En adelante, los éxitos y fracasos del conjunto de
Estados Unidos de Norteamérica. Las ideas sobre el nuevos países se debieron a la capacidad o a la inca-
bien común coincidieron con los ideales (libertad, pacidad de sus propios gobernantes; claro que en-
igualdad y fraternidad) que legitimaron la revolu- marcados por una lucha soterrada entre países eu-
ción francesa (1789) ante su propio pueblo y mu- ropeos, principalmente Inglaterra, por el predomi-
chos otros espectadores, entre ellos los españoles nio de la escena internacional.
americanos. Unos pocos, que serían los líderes de Estas grandes convulsiones y cambios no fueron
los movimientos separatistas, bebieron rápidamente tan sólo procesos, sino un cúmulo de hechos vivi-
de ese conjunto de ideales liberales, pero fue de ma- dos y sentidos por la gente de la época. Es más que
nera muy lenta que el grueso de los españoles ame- probable que en su momento, ellos –como ahora
ricanos comenzó a sentirse cada vez más americano nosotros– percibieran que se estaba modificando su
y menos español. Iniciaron así un largo y doloroso estilo de vida, pero que sólo pudieran aprehender y
COLONIA A REPÚBLICA

recorrido hacia su libertad: la independencia de la sobrellevar de mejor o peor modo las situaciones
Corona española. que los afectaban directamente. Ellos pasaron de
escuchar sermones que
bendecían al rey y a la Co-
rona a oír otros que ensal-
zaban o satanizaban la li-
bertad y la república. Sin
DE

estar acostumbrados a un
ejército real, comenzaron a
verlo crecer cada día, te-
nían temor de la guerra y
de las montoneras en parti-
cular, y muchas veces bus-
caron refugio en los con-
ventos o en las haciendas
alejadas de las ciudades. En
la vida diaria, las mujeres
impusieron un sello parti-
cular al proceso emancipa-

La plaza Mayor de Lima por


Johann Moritz Rugendas, cuya
obra nos ofrece un valioso
cuadro de costumbres de la vida
peruana entre 1842 y 1845.

798
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

dor, que hizo que éste no fuera sólo un asunto de mación social de las damas de elite, sus opciones de
hombres en un campo de batalla. vida (convento o matrimonio) y su participación
Se jugaba mucho en verdad: la vida y la muerte activa en el medio, sea como comerciantes, como
de la colonia y de la república. Los hombres y mu- integrantes de las guerrillas o dirigiendo activos sa-
jeres comunes tenían que encontrar un espacio pro- lones literarios, reuniones de futuros sediciosos. Fi-
pio. Un escenario sobre el que se sucedían los gran- nalmente, un breve esbozo del mundo religioso y el
des cambios de la historia y al que trataremos de problema en torno a la Iglesia nacional, la expulsión
describir acercándonos a tres grandes temas. El pri- de los jesuitas como impulso no previsto para la for-
mero, la vida cotidiana y la formación de los espa- mación de los ideólogos locales de la independencia
cios de opinión, tanto en el entorno físico (cafés, y la actitud del clero doctrinero, íntimamente vin-
plazas) como en el ideológico en sus variadas expre- culado a la suerte del campesinado, nos permiten
siones (música, arte). El segundo, la mujer, la for- completar ese sucinto escenario.

I
ALGUNOS TEMAS DE LA VIDA DIARIA

¿Cómo era el cotidiano vivir de la gente de fines te, aunque los piratas como William Dampier
del siglo XVIII y sobre todo a principios del XIX (1703), Woodes Rogers (1709), John Cliperton
cuando se comenzaron a producir los hechos que (1720), George Shelvocke (1720) o George Anson

DE
desembocaron en la independencia? ¿Cómo se fue- (1741) habían quedado atrás, el momento que se vi-

COLONIA A REPÚBLICA
ron creando espacios públicos particulares dentro vía a fines del XVIII y sobre todo principios del XIX
de la vida colonial de fines del XVIII para ir gene- propiciaba la presencia de otro tipo de “piratas”: ar-
rando una opinión pública favorable en torno a la madores ingleses y norteamericanos –y uno que otro
independencia? ¿Cómo se vivió el proceso militar francés– que cargaban mercadería en sus barcos por
en torno a 1821? su cuenta y se dedicaban al contrabando en territo-
En general, había una gran dispersión de territo- rio sudamericano. Algunos jugarían un rol impor-
rios, a pesar de que todos formaban parte del virrei- tante en el proceso de independencia: Guillermo
nato del Perú; a ello se añadía la deficiencia en
las comunicaciones. Los sucesos que ocurrían
eran vividos por la gente de cada lugar, lo que
no impedía que se conocieran posteriormente
en la capital y en el resto del virreinato. La ayu-
da, si llegaba, era por lo común bastante tardía,
no sólo por las distancias sino también por las
dificultades de transporte. Si sucedía alguna
desgracia (como un terremoto o la presencia de
los atemorizantes piratas) se realizaban proce-
siones y rogativas, ya que estos males se consi-
deraban castigo divino.
La experiencia de los limeños en este senti-
do se marcó con el devastador sismo de 1746 y
se conocía de otros sucesos semejantes en di- Indumentarias de los peruanos en la primera mitad del siglo XVIII:
una limeña con traje de saya, otra usando traje ordinario, un español
versos puntos del territorio, como Arequipa con el llamado “traje del Perú”, dos mulatos y un criado de origen
(1785) y Piura (1812), entre otros. Por su par- africano.

799
Aldana

Brown estaría presente en el ataque a Buenos Aires casez de noticias locales serias, y para revertir esta
(1806) y este hecho determinó que se ordenase pre- situación se crearon publicaciones como por ejem-
parar nuestras costas para su defensa (1815); más plo el Mercurio Peruano (1791). Sin embargo, a pe-
tarde, Basil Hall describiría paso a paso la situación sar de la escasa información, la gente se mantenía
del virreinato en el momento mismo de los hechos medianamente enterada de los grandes sucesos.
militares; Thomas Cochrane optaría por el lado pa- El correo funcionaba. Los administradores pos-
triota y se dedicaría a recorrer el mar peruano po- tales podían tener un sueldo –como don Juan Jo-
niendo en jaque a los realistas, aunque terminaría seph Arechabala que ganaba 780 pesos en la ciudad
alejándose de este territorio, desengañado de y de- de Arequipa–, pero otros administradores obtenían
sengañando a los patriotas. un porcentaje sobre lo enviado; por ejemplo, las re-
Salvo por la rebelión de Cochabamba (1730), las galías de don Bernardo Quevedo en Huancavelica
revueltas caracterizaron la segunda mitad del siglo ascendían al 25% de lo enviado. La correspondencia
XVIII; no obstante, la mayoría de éstas no rebasó los salía siempre en fechas preestablecidas, fuera el ser-
límites de la localidad en que ocurrían. La gente se vicio ordinario o el de una carrera importante como
amotinaba de manera casi espontánea sin un plan el correo general de Potosí. Tomemos el caso de Pu-
preestablecido, fuera por el abuso en obrajes como no: el correo de esta ciudad hacia Cuzco salía el día
en Pichuichuro (Abancay, 1765) y Cacamarca (Vil- 3 de cada mes mientras que para Arequipa salía el 7
cashuamán, 1774), en minas como Casapalca (Li- y regresaba el 10. Poco después, el 14, llegaba el co-
ma, 1777), o por otras situaciones como los repar- rreo de retorno del Cuzco a Puno, para de allí con-
tos, las malas autoridades y los malos clérigos. Hu- tinuar su marcha hacia Potosí.
bo revueltas muy grandes que fueron en verdad co- Con el correo llegaban noticias frescas –más aún
natos de rebelión, como la de los Barrios de Quito pudiendo hacer conexiones como las mencionadas–
(1765) o la de los comuneros de Zipaquirá (Colom- pero nunca faltaba el mercader, el arriero o el barco
bia, 1781), pero sería recién el levantamiento de Tu- que traía noticias de otros lares. Sin embargo, es po-
pac Amaru en el sur andino (secundado por Tupac co probable que, salvo los estadistas peninsulares y
Catari en el altiplano boliviano en 1780) la Gran la cúpula de gobierno, se percibiera que a partir de
Rebelión que remecería los cimientos del gobierno 1780 –y sobre todo desde 1800– una revuelta había
COLONIA A REPÚBLICA

virreinal. comenzado a suceder a la otra.

EL CORREO LA PRENSA A FINES DEL SIGLO XVIII

No existía una prensa escrita que circulara den- Estas revueltas, por ejemplo, no llamaron ma-
tro de los confines del virreinato. El ramo de co- yormente la atención de la Sociedad Amantes del
rreos (administrado por la familia Carbajal) se en- País, creada para cubrir la desinformación que ha-
DE

cargaba mal que bien de la importación de periódi- bía sobre el virreinato, sobre todo para los locales
cos –Mercurios, Correos, Gacetas y Diarios– que pero también para los europeos. La costumbre per-
circulaban en la Metrópoli, pero había una gran es- mitía que cualquiera con una mediana cultura pu-
diera opinar sobre casi cualquier cosa basándose
simplemente en el criterio de la razón. A ese enci-
clopedismo acumulativo –propio del barroco– se
opondrían los miembros de esta sociedad, cuya vo-
cación enciclopédica era muy diferente. Recorde-
mos que la época estaba enmarcada por la “polémi-
ca del Nuevo Mundo” –como la denominara el es-
tudioso contemporáneo Antonello Gerbi–, que gira-
ba en torno a la cultura y la civilización que había
en Europa y la (supuesta) barbarie y el primitivismo

El ramo del correo cumplía un importante rol en la


circulación de las ideas en el territorio peruano al ocuparse
del traslado de diarios y gacetas. En la imagen el correo de la
costa peruana en una acuarela del siglo XIX.

800
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

El Mercurio El Diario de
Peruano (1791- Lima fue el
1795), primer diario
publicación editado en Lima,
dedicada a la dirigido por
historia, las Jaime Bausate y
ciencias Mesa. No
naturales, la obstante ser
geografía y las calificado como
letras, fruto curioso, erudito,
evidente del económico y
siglo de las comercial, tuvo
luces, fue el efímera vida
órgano de (1790-1793).
expresión de la
Sociedad de
Amantes del
País.

de América. Quizás detrás de la voluntad de José adelantado; hasta cien leguas de distancia no se
Rossi y Rubí, Hipólito Unanue y José María Egaña aceptaban menos de dos meses juntos y cada uno
por crear esta Sociedad de Amantes del País no só- costaba 30 reales; más allá de cien leguas, no menos
lo estuviera la idea de tener en Lima un núcleo cul- de tres meses y un costo mensual de 45 reales. El
tural semejante a los que habían surgido en España periódico se enviaba con el correo ordinario y cru-
y en México sino el deseo de cubrir el vacío de in- zaba todo el virreinato: desde La Plata hasta Trujillo
formación y conocimiento que había sobre la reali- y Cajamarca pasando por La Paz, Potosí, Huaman-

DE
dad del Perú. Luego se unirían otros personajes co- ga, Huancavelica, Arequipa, Moquegua, entre otros.

COLONIA A REPÚBLICA
mo José Ignacio Lecuanda, Toribio Rodríguez de Sin embargo, este periódico languideció junto con
Mendoza, Vicente Morales Duárez, Gabriel Moreno, el Mercurio.
Manuel María del Valle o Francisco de Arrese, entre En Lima, las noticias se recibían en las llamadas
otros. Muchos de ellos tendrían luego presencia ac- “papeleras”, ubicadas en el oficio del cabildo –que
tiva en el proceso de emancipación era el despacho principal–, en el almacén de don
El Mercurio Peruano (1791-1795), el órgano de Fernando de Salvatierra, en el cajón de papel sella-
expresión que con tanto éxito vio la luz, estaba sin do frente al café de Bodegones y en el séptimo “ca-
embargo destinado a desaparecer, puesto que en la jón de Ribera” de don Justo de Vivanco. Un sistema
Metrópoli se había buscado limitar el periodismo. semejante se debe haber utilizado para otros perió-
Aquí, en el Perú, fue el virrey Francisco Gil de Ta- dicos como la también fugaz Gaceta de Lima (1793-
boada y Lemus el que permitió su publicación. El 1794), publicada después que el Mercurio, la que a
deseo que había de conocer el estado general del vi- pesar de tener algunas noticias locales, básicamente
rreinato, de su situación económica, de ir acercán- copiaba y comentaba las noticias de lo ocurrido en
dose a los problemas de cada región, etc., tenía en sí España y Europa. Dirigida por Guillermo del Río,
mismo un germen de conciencia nacional que los cambió primero su denominación a Telégrafo Perua-
eventos irían desarrollando y que propiciarían la no y en 1805 tomó el nombre de Minerva Peruana,
opción independentista. llegando a ser publicada hasta 1821 bajo varios di-
Poco antes se había intentado volver a publicar rectores nombrados por el virrey.
el Diario de Lima (1790), copia de un periódico apa-
recido en Madrid, y que era calificado con cuatro LA PRENSA EN LA PRIMERA DÉCADA
adjetivos: curioso, erudito, económico y comercial. DEL XIX
Cada mañana se llevaba el periódico a la casa o a la
oficina del suscrito. La suscripción variaba de A este primer momento de publicación de perió-
acuerdo al destino: para Lima costaba 15 reales por dicos le seguirá otra etapa sumamente convulsa y

801
Aldana

Numerosos
periódicos de
corta vida
surgieron en
la primera
década del
siglo XIX,
entre ellos El
Cometa
(1811-1812),
publicación de
carácter
festivo.

Ignacio de Castro (1732-1792), humanista tacneño, sacerdote


y colaborador del Mercurio Peruano. tución liberal y haberse mantenido fieles al orden
establecido [El documento citado está en el ADP,
esta vez desde la Metrópoli: 1811-1814. La invasión Intendencia, causa civil 37 (807), 1815].
francesa a España, la prisión de los reyes y, en par-
ticular, las Cortes de Cádiz y su Constitución de LA PRENSA EN LA INDEPENDENCIA Y LA
COLONIA A REPÚBLICA

corte liberal, sorprendían y dividían a los america- REPÚBLICA


nos. La libertad de prensa promulgada en España en
1810, recién fue dada a conocer por el virrey Fer- En un tercer momento, los hechos militares de la
nando de Abascal el 22 de marzo de 1811 en el vi- independencia impulsarían otro tipo de prensa. La
rreinato del Perú, pero se conservó una junta censo- etapa es crucial y terriblemente confusa; hay una
ra de nueve notables (de los cuales tres tenían que guerra que se libra por la emancipación de las colo-
ser sacerdotes). Numerosos periódicos de vida efí- nias, pero el orden que mal que bien ha funcionado
DE

mera vieron la luz en la capital como El Diario Se- durante largo tiempo es el de la Corona española.
creto de Lima, El Peruano, El Satélite del Peruano, El Esta vez los ánimos están muy divididos: unos pe-
Verdadero Peruano, El Argos Constitucional, El Anti- riódicos son fidelistas y propugnan que el virreina-
Argos, El Cometa, El Investigador, El Peruano Liberal, to del Perú se mantenga unido a España, como El
El Semanario, El Español Libre. No faltan algunos Triunfo de la Nación –mandado a publicar por el vi-
“cuadernos ympresos” fuera de Lima como El Espa- rrey La Serna–, el Censor Económico, El Depositario
ñol Imparcial que circula por el norte y cuyos núme- y El Semanario de Lima; otros son netamente patrio-
ros son requisados y enviados al virrey [Archivo De- tas –insurgentes para muchos– y pregonan la nece-
partamental de Piura (ADP), Intendencia, causas sidad de separarse de la Corona y de formar una re-
ordinarias, 56 (s/n), 1811]. Pero la opinión pública pública independiente. Estos últimos llegaron a su-
comienza a ser informada, a pesar de que la prensa mar 26 periódicos que hacen una fuerte propagan-
está dirigida a un determinado sector de la sociedad da y se publican en muy corto tiempo, aproximada-
que se mantiene dentro del marco de la monarquía, mente entre 1821 y 1823. Algunos alcanzaron a pu-
aunque aboga por el reformismo y el constituciona- blicar más de 10 números como Los Andes Libres, El
lismo. La gente lee las noticias y las comenta; inclu- Correo Mercantil, Político y Literario, El Sol del Perú,
so la población indígena llega a participar de la si- La Cotorra, La Abeja Republicana, El Diario de Lima,
tuación: en 1814 indígenas de Paita se señalan co- El Investigador Resucitado. Algo más tarde (1823 y
mo buenos súbditos por haber rechazado la Consti- 1824) aparecen otros fuera de Lima como El Pacifi-

802
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

cador del Perú, publicado en- extremadamente rápidos que


tre Huaura, Barranca y Lima, se están dando.
y El Nuevo Día del Perú, El Pa- La prensa de los primeros
triota y El Lince del Perú que años republicanos no sería
salieron en Trujillo. En Are- muy distinta de la colonial; fi-
quipa encontramos una pren- nalmente no había pasado
sa volante, patriota como El tanto tiempo. Se comentaban
Centinela en Campaña y fide- algunas noticias americanas y
lista como el Boletín. europeas pero sobre todo se
A veces se tejen discusio- trataba de influenciar a la opi-
nes entre los diferentes perió- nión pública en favor o en
dicos, como sucedió con el contra del caudillo de turno.
Nuevo Depositario, en el que Era imposible, dada la situa-
José Joaquín Larriva, indepen- ción que se estaba viviendo,
dentista convencido, le con- que la prensa fuera imparcial.
testa al Depositario, publicado Periódicos como El Peruano
bajo la impronta fidelista. (que al menos salió publicado
La gente se apresura a leer entre 1826 y 1827), El Conci-
las noticias. Los patriotas re- liador, El Penitente (1832), El
ciben periódicos de otras zo- Telégrafo (1829), El Coco de
nas ya liberadas, como Santia- Santa Cruz (1835), El Obser-
go, Buenos Aires, la Gran Co- vador Imparcial (1832), reco-
lombia; transcriben las noti- gían el sentir de la capital so-
cias, las comentan en la pren- bre los sucesos.
sa. Imaginemos por un ins- El Peruano, bisemanario editado en Lima por
Cosa muy curiosa es la can-
tante pequeños grupos de per- Guillermo del Río (1811-1812), tuvo que tidad de periódicos que sur-
sonas que en las esquinas o en afrontar la requisa de algunos de sus números, gieron en provincias; posible-

DE
los bares escuchan a alguien acusado de propalar “doctrinas sediciosas”. Un mente la lucha entre liberales

COLONIA A REPÚBLICA
leer en alta voz (porque no to- diario con el mismo nombre aparece en 1826, y proteccionistas se haya refle-
como órgano oficial gubernativo, auspiciado por
dos saben leer y escribir) las el Libertador Bolívar. jado en la prensa de esos pri-
últimas novedades. Los co- meros años. Se publican en el
mentarios se entremezclan norte La Aurora (Cajamarca,
con lo que se ha ido escuchando por la calle; hay 1849) y El Eco Nacional (Trujillo, 1835), mientras
que tomar una posición. En un primer momento, el que en el sur tenemos periódicos como El Republi-
ejército patriota-insurgente está muy cerca de la ca- cano (1826-1844, publicado de manera disconti-
pital, pero luego será al revés: el ejército fidelista to- nua), el Yanacocha (1832) y La Gaceta (1843) en
mará la capital y, muy poco después, entrará de nue- Arequipa; El Federal de Puno (1838); Cuzco libre y
vo el ejército patriota. el Sol del Cuzco (1834); El Restaurador (1842) en
El temor es muy grande; se piensa que se puede Ayacucho; El Mensajero de Tacna (1840) y El Fénix
desbandar la soldadesca y sobre todo los esclavos (1844) en Tacna. No obstante, es característica de la
que han sido liberados. Fuera de Lima, hay quienes prensa de estos años su publicación discontinua y
se refugian en sus haciendas o en los conventos. En sobre todo fugaz (de un año o dos a lo sumo).
Lima muchos optan por los castillos del Real Feli-
pe. Con lo convulso del momento, pocos, muy po- OTROS MEDIOS ESCRITOS DE
cos, se percatan de que se están dando cambios pro- INFORMACIÓN
fundos: el paso de una sociedad en la que el peso de
la religión es muy fuerte a otra cada vez más secula- Bajo diversos nombres, la Guía política, eclesiás-
rizada, por un lado, y por el otro las transformacio- tica y militar del virreinato del Perú –y luego más
nes que hay en el mundo y en su economía (el co- sencillamente Calendarios y guías de forasteros– fue
mercio y sobre todo el manejo de capital, de dinero quizás la única publicación periódica colonial que
para colocar). Situaciones que están en los entrete- se retomó en la república. Ya desde el siglo XVII se
lones de los acontecimientos tan diversos cuanto había intentado editar algunos ensayos sobre el

803
Aldana

SOBRE LA PINTURA

Al recorrer su diócesis norteña (1779-1791) el


obispo de Trujillo Baltasar Martínez de Compañón
no sólo se dedicó a fundar ciudades y seminarios
–el caso de El Príncipe (hoy Sullana)– o a propiciar
el cultivo de determinadas plantas que comenzaban
a tener demanda económica –como el algodón–, si-
no que sobre todo mandó a elaborar un buen núme-
ro de dibujos y mapas –en particular acuarelas–
plasmando la vida diaria de la región norte del Pe-
rú. Gracias a ello conocemos algunas costumbres
del último cuarto del siglo XVIII: la forma en que
vestían las y los criollos, la población indígena –al
menos la norteña–, cómo se teñían las lanas de los
obrajes, cómo era la pesca por red, los animales y
las plantas que había, etc.
En la capital, Pancho Fierro –pintor mulato, au-
todidacta– recogería a su vez escenas limeñas, sobre
todo de principios del siglo republicano y las plas-
maría en sencillas acuarelas, realizadas en cartuli-
nas, con atractivos colores de agua y con líneas
gruesas. El interés de sus dibujos se suscita, más
que por la técnica aplicada, por su ingenuidad, pu-
reza y originalidad; a través de ellos se ve al acucio-
so narrador gráfico de las costumbres limeñas,
COLONIA A REPÚBLICA

Los almanaques y guías de forasteros, publicados hasta el


siglo XIX, ofrecían variada información sobre las
características de regiones y ciudades del virreinato peruano.

país, llamados los “Conocimientos de los tiempos”.


Pero sería recién con Cosme Bueno cuando éstos se
DE

convertirían en verdaderas guías; a sus estudios


añadió algunas descripciones de las regiones en que
vivía (1764-1768) y luego más tarde agregaría otros
datos, como los nombres de autoridades. Estas pri-
meras guías estuvieron circunscritas exclusivamen-
te a Lima (1779-1792), pero serían realmente im-
portantes cuando las tomó a su cargo Hipólito Una-
nue (1793-1797), el famoso ilustrado peruano.
En 1797 las guías fueron dejadas de lado, aun-
que se retomarían posteriormente en la década de
1820; entre 1841 y 1857 estarían a cargo del capitán
de fragata Eduardo Carrasco, cuyo sucesor sería Pe-
dro Cabello; éste las editaría en el último tramo. En
1876 las guías de forasteros desaparecerían, y con
ellas su útil información –provincia a provincia pri-
mero y luego por departamentos– de las caracterís-
Mujer indígena del norte peruano, quien cubre su cabeza con
ticas de cada región, sus cargos y autoridades, así un sombrero de fieltro, en una acuarela de Martínez
como los servicios (correo) que se prestaban. Compañón, siglo XVIII.

804
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

Autorretrato del pintor con su esposa [Manuela Henríquez


de Laso] por Francisco Laso, 1867.

“El son de los diablos” en una acuarela de Pancho Fierro,


pintor costumbrista del siglo XIX.
SOBRE LA MÚSICA

DE
Con la independencia enmudeció la música, un

COLONIA A REPÚBLICA
puesto que recoge figuras y escenas de la vida coti- elemento tan vital e importante en el virreinato del
diana: peleas de gallos, tapadas, caballeros, bailes de Perú. Juan Carlos Estenssoro (1989) nos dice que
procesión, juegos carnavalescos, etc. Por ello, se ca- debió haber mucha música limeña, es decir hecha
lifica su trabajo como costumbrista. en Lima y no traída de la península, pero que posi-
La pintura costumbrista tuvo sus seguidores ex- blemente sus partituras sufrieron desgaste por el
tranjeros, que permanecieron por cortos lapsos en uso y finalmente desaparecieron. Las que quedan en
Lima. Francisco Leoncio Angrand, admirador de mayor número son sobre todo de música española y
Pancho Fierro, en una primera estadía (1836-1838) se hallan depositadas en la catedral.
recogerá también escenas de la vida y costumbres La capilla de la catedral era el centro obligado de
de la capital; en su segundo viaje se dedicará a su la música religiosa y profana, y tuvo orquesta esta-
profesión de arqueólogo y viajará por Ayacucho y ble hasta mediados del siglo XIX. No todas las igle-
Cuzco, llegando hasta Bolivia. Juan Mauricio Ru- sias tenían orquesta ni compositores a su servicio,
gendas por su parte también retrataría la vida coti- así que las más pequeñas contrataban músicos de
diana de la capital, en una abigarrada confusión de manera eventual para sus fiestas y procesiones. De
tipos y colores simbolizando la mezcla social hete- ese modo se crearon alrededor de doce orquestas
rogénea de la capital. A ellos hay que sumarles la que prestaban sus servicios, número bastante eleva-
presencia de A.A Bonnafe (1855-1857) y Max Radi- do que nos indica la fuerte demanda de estas or-
guet (1855-1856), cuyos cuadros también recogen questas de alquiler. La más conocida de todas era la
escenas costumbristas del Perú. orquesta de los Indios del Cercado, con una capaci-
Otros pintores como Ignacio Merino y Francisco dad de convocatoria muy grande sobre los pueblos
Laso inscriben su obra hacia la segunda mitad del aledaños a Lima.
siglo XIX, cuando la pintura costumbrista cede el La fiesta colonial tenía una música muy rica que
paso a una nueva estética académica enmarcada por iba desde los yaravíes hasta el cascabelillo, el negri-
los cánones del clasicismo. to y las cachuas. Gracias al ilustrado obispo Martí-

805
Aldana

El proceso de diferenciación entre lo culto y lo


popular va a ir de la mano con el afianzamiento de
la ilustración; para 1813 ya se encuentra una prime-
ra referencia a lo culto como contrario a lo popular.
La causa fue la suspensión de la temporada de ópe-
ra y una pugna entre quienes querían el uso de tra-
moyas teatrales, el montaje de obras cómicas y nú-
meros musicales muy cercanos a las manifestacio-
nes populares y aquellos que buscaban imponer sus
gustos “más ilustrados”, por considerarlos superio-
res y porque, según ellos, al ser los correctos, favo-
recían a todos.

DE LA FIESTA

Música, lujo exterior y mucha luz caracterizaban


a la fiesta colonial. El carnaval por ejemplo, consta-
ba de tres días de alegría y libertad que terminaban
en el miércoles de ceniza. Era “el desorden del or-
den”, la gente bailaba y se paseaba por toda la ciu-
Una acuarela que representa una danza de la Amazonía dad lanzando cascarones de huevos, primero vacíos
peruana, siglo XIX. y, más tarde, ya en la república, rellenos cuidadosa-
mente con agua de colonia. La mayoría de los que
nez de Compañón se cuenta con acuarelas que re- participaban en estas fiestas se embriagaba; muchos
presentan danzas (la de la degollación del inga, la otros se colocaban máscaras que semejaban a las au-
de los doce pares de Francia) e instrumentos musi- toridades y escondidos en el anonimato hacían bur-
cales (zampoñas, clarines, guitarras, marimbas, qui- la de ellas; otros más se vestían de religiosos y no
COLONIA A REPÚBLICA

jadas, etc.). faltaban hombres que se disfrazaban con ropa de


La idea del arte en esta época era copiar a la na-
turaleza; mientras mejor se la representara, mien-
tras más real fuera la pintura o la música, más con-
siderados eran sus autores. Poco a poco se fue aso-
ciando con la idea del progreso de la sociedad: el
pensamiento ilustrado va a dejarse sentir también
DE

en las artes, diferenciando los gustos de los sectores


sociales, y en las primeras décadas decimonónicas
se da el auge de la estética neoclásica con la labor de
Matías Maestro en las iglesias limeñas.
Hasta fines del siglo XVIII no había mayor dife-
renciación entre lo profano y lo secular y entre lo
popular y lo “culto”. Las iglesias eran siempre el lu-
gar de encuentro de todo tipo de música, aunque
lentamente los religiosos tratarán de guiar la escri-
tura de la música que debía ejecutarse en la iglesia;
es importante anotar que luego de la independencia
–cuando se minimizó la presión de la autoridad
eclesiástica sobre la música– se regresó de inmedia-
to a formas musicales muy cercanas al género pro-
fano, lo cual muestra cómo, a pesar de la creciente
separación impuesta por la autoridad religiosa des- En la primera mitad del siglo XIX las lidias de gallos y los
de arriba, el pueblo seguía sin distinguir la música espectáculos en general eran anunciados a viva voz con el
sacra de la profana. acompañamiento de una pequeña banda musical.

806
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

triz, bailarina y cantante, quien luego sería reempla-


zada por Inés de Mayorga, la “Inesilla”.
Un segundo momento de la música en el virrei-
nato se da a partir de 1762, cuando se separan las
actividades propiamente musicales de la fiesta; uno
puede comprar su boleto y asistir al espectáculo en
el coliseo o en los corrales de comedia. Ya no es só-
lo en el momento de fiesta cuando se puede asistir
a un espectáculo musical, sino que puede hacerlo
cualquiera que pague su entrada.
Pero los primeros conciertos propiamente musi-
cales se darán a partir de 1814, constituyendo el ter-
cer momento de diferenciación en la forma de tocar
y participar de la música. Ya desde 1790 se había
afianzado la presencia de música europea, francesa,
portuguesa e inglesa y no solamente española e ita-
liana. En estos conciertos, la música se separa de la
actuación como tal, sin que eso signifique que deje
de echarse mano a muchos números de ópera. Es a
partir de dicho año que Estenssoro (1989) señala el
nacimiento del recital. Para él, las tres formas, mú-
sica palaciega, ópera y recital, coinciden entre sí, y
pueden ocurrir de manera indistinta porque ningu-
na es excluyente de otra.

LOS GUSTOS MUSICALES DE LA ÉPOCA


Esta pareja limeña disfruta del minué, elegante baile francés

DE
que estuviera de moda en el siglo XVIII. La ópera tuvo mucho éxito en Lima. Deseoso de

COLONIA A REPÚBLICA
modernizar la capital, el virrey Abascal apoyó al ce-
mujer. Ni siquiera la independencia pudo ponerle llista y director de orquesta genovés Andrés Bolog-
fin al aspecto burlesco de la fiesta. En una relación nesi, quien alternó su trabajo como maestro de capi-
de viajero se comenta con escándalo cómo un gru- lla de la catedral (1808-1823) con la dirección de
po de mujeres “disolutas” con abundantes adornos, ópera. Trató asimismo de imponer a autores de ópe-
cintas nacionales y órdenes del sol falsas encabeza- ra como Cimarosa, Paisiello y Rossini (Quezada
ban una marcha a palacio con banda de música y 1988) y, seguidor del arte clásico, de líneas simples
antorchas de cera (Estenssoro 1989: 65). y de pocos medios, eliminó originales de antiguas
Varias veces al año había desfiles con música, en obras que expresaban el barroco propio de su época.
los que se reflejaba la jerarquización social de la co- Los vecinos de la capital eran “noveleros, ocio-
lonia: el virrey encabezaba la marcha y luego seguía sos y gastadores” (Estenssoro 1989:47). El espectá-
todo el resto de autoridades y el pueblo. La norma culo solía iniciarse al caer el sol (¿7 p.m.?) y conti-
suponía que cada quien tenía que estar en su lugar, nuaba hasta las nueve o diez de la noche. Parte im-
lo que también se observaba en las corridas de toros portante del escenario era la iluminación, colocán-
en las que el palco principal era para el virrey. dose gran número de luces de tal manera que desde
Hasta 1762, la música que se encuentra es bási- la ubicación del público no se vieran; no faltó algu-
camente cortesana y de palacio; el gran público só- na vez que en una función de ópera se colocaran
lo podía participar con ocasión de las grandes fies- hasta 300 luces. En la orquesta musical podían so-
tas. Pero desde esta fecha en adelante, al reformarse nar 14 instrumentos divididos hasta en 8 voces.
el coliseo de comedia, fue posible tener temporadas Para los primeros años de la república, Rossini
estables de ópera. La primera estuvo bajo la direc- era el compositor musical de moda entre los perua-
ción del italiano Bartolomé Massa, director y em- nos –introducido junto con artistas extranjeros–, a
presario del corral de San Andrés. En su compañía pesar de que poco después de la independencia hu-
actuaría Micaela Villegas, la “Perricholi”, como ac- bo un gusto predominante por los temas musicales

807
Aldana

lado por la ópera italiana romántica y sobre todo


por el apoyo, incluso oficial, al intérprete y no tan-
to así al compositor.
Las sociedades filarmónicas saltan a un primer
plano y convierten sus conciertos en lugar de reu-
nión y lucimiento social de la aristocracia limeña.
Es posible que la música hubiera tomado lugar en
las casas de Lima, pues se encuentran referencias a
guitarras, órganos, clavecines, salterios, vihuelas,
arpas y pianos; en Paita, parte de las fiestas se ame-
nizaba con el toque de arpa de alguna de las hijas de
la familia. De la capital se enviaban cuerdas de gui-
tarra a Guayaquil y Guatemala, además de salterios
y claves a Chile.
Para practicar la danza se requería de música.
Hasta fines del XVIII los profesores de danza siem-
pre habían sido negros; sin embargo, hacia 1790 se
les prohibió tal labor porque “contaminaban” la
danza popular al inventar y modificar sus pasos “le-
gítimos”. A causa de esta prohibición se crearon es-
cuelas de baile en las que los profesores eran mayor-
mente extranjeros.
Hacia 1840 la búsqueda y la preferencia por la
música, compositores e intérpretes extranjeros se
convierte en una constante, no porque no hubiera
José Bernardo Alcedo, autor de la música del Himno en el país quien pudiera desarrollar buena música
Nacional, en retrato inspirado en un daguerrotipo.
sino porque se transformó en una cuestión de pres-
COLONIA A REPÚBLICA

tigio. Se multiplican las compañías de ópera, los


de sabor nacional. Téngase en cuenta que José de teatros, los artistas extranjeros; Donizetti y Verdi se
San Martín convocaría un concurso para crear una convierten en los autores más escuchados: el públi-
marcha nacional para el Perú a tan sólo diez días de co limeño –como el europeo– se rinde al virtuosis-
haberse jurado la independencia. De las diversas mo. La música nacional se vio opacada y relegada.
noticias que se tienen sobre este concurso, sólo se
sabe a ciencia cierta que fue el mulato José Bernar- LOS ESPACIOS DE OPINIÓN
DE

do Alcedo el creador de la música de lo que luego


sería nuestro himno nacional, y que Rosa Merino Poco a poco se fue formando la opinión pública;
fue la primera en cantarlo de manera oficial. para 1828 existía ya una crítica musical más allá de
Poco duraría este apego a lo nuestro. Pasada la la simple descripción de las piezas interpretadas. La
efervescencia patriótica de los primeros años repu- prensa, la música, las pinturas dan cuenta del pro-
blicanos, lentamente los temas nacionales serían ceso de cambio. Desde fines del siglo XVIII la tóni-
reemplazados por los europeos hasta que, hacia ca fue la creación de espacios públicos –que como
1840, el público “culto” despreciaba aquella música vemos no eran tan sólo espacios físicos, pues plazas
con sabor local. Curiosamente, este proceso va de la y parques fueron también puntos de reunión– que
mano con el auge de los sectores tradicionales-pro- luego se irían reduciendo: primero a cafés como el
teccionistas en lo político y en lo económico justa- de Bodegones y luego a grupos más pequeños aún,
mente después de la independencia, y su caída fren- como los clubes y sobre todo las logias.
te a los sectores liberales en aquella misma época En Lima se reprimía alguna intentona de revuel-
(1840). Canciones que habían estado muy de moda ta como aquella en que fue aprehendido don José de
hacia las décadas de 1820 y 1830 –como las de la la Riva-Agüero (1819), personaje que luego tendría
comedia El mágico peruano, La Cora, La chicha, to- un papel tan importante en nuestro proceso de in-
nadillas del músico Alcedo como Los indios y el co- dependencia y primeros años de vida republicana.
rregidor o Los negritos– son derrocadas y dejadas de Entre 1808 y 1820 no dejó de haber núcleos revolu-

808
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

cionarios relativamente chos, entre otros. A la


secretos como el de los población se le pedía que
Carolinos, el de los Neris contribuyera con vigías
–también llamado de San para el mar y reclutas pa-
Pedro o del Oratorio–, la ra el ejército. Pero dema-
logia del Deán o de los siadas levas podían ser
Forasteros, dirigida por causa de problemas,
don Fernando López Al- puesto que los pueblos
dana, la de los Copetu- quedaban prácticamente
dos –a cuya cabeza se en- despoblados ante la pre-
contraba José de la Riva- sión de tener que enviar
Agüero–, la de los milita- hombres a cumplir con
res, de los provincianos o el servicio; éstos prefe-
de Presa, el club de los rían escapar al campo,
Fernandinos. donde los diferentes mu-
También en provin- nicipios no los podían
cias se fueron creando reclutar. Recordemos có-
esos espacios. Sorprende mo San Martín le solicitó
en este sentido Lambaye- varias veces al marqués
que, que tuvo muy tem- de Torre Tagle le enviara
prano (1816) una logia, un determinado número
la White Star, fundada de relevos. ¿Cómo podía
por don José de Iturre- conseguirlos este mar-
gui. Sabemos además que qués? El único modo era
este mismo personaje po- servirse de los munici-
co después (1819) tuvo José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete encabezó la Logia pios. Por eso se reco-
de los Copetudos, uno de los diversos núcleos revolucionarios
en su casa-tina (lugar existentes entre 1808 y 1820. Fue más tarde, en 1823, el mendaba que se dejara

DE
donde se fabricaba ja- primer presidente del Perú. tranquilos a los labrado-

COLONIA A REPÚBLICA
bón) armas que había res, artesanos y vecinos
traído de Jamaica y que puso al servicio de la cau- honrados “porque se dice impropiamente que en la
sa independentista casi un año más tarde cuando leva van sujetos perniciosos” [AGNP, Superior Go-
llegó San Martín (1820). bierno 137 (1359), 1821-1825].
En efecto, los miembros del cabildo eran los en-
DE LA VIDA COTIDIANA EN LA cargados de recoger los donativos y realizar las le-
INDEPENDENCIA vas. Los señores regidores tenían que ir en persona
a “hacerse cargo de la calle”, como decían, y recoger
El momento era una extraña mezcla de vida co- contribuciones en moneda o frutos. En esos mo-
tidiana y de la inseguridad del cambio. Podían oír- mentos todos estaban en servicio activo y para con-
se los pregones vendiendo una propiedad durante seguir los aprestos no se perdonaba que fueran ca-
los tres días que señalaba la ley, y no faltaría quien sados, jóvenes o ancianos; cada quien, fuera cual
paseara al caer el sol del puente a la alameda de los fuera su situación, tenía que aportar a la causa. No
Descalzos, como siempre había sido la costumbre. faltaba quien, aceptando la necesidad de la indepen-
Sin embargo, había ya indicios del malestar: de los dencia, interiormente no estuviera nada seguro de
sueldos del Estado se descontaba una parte para el lo que hacía. Siempre podía echar mano de la “ex-
fomento de un soldado. En un caso llegaron a ser clamación”, un recurso jurídico que consistía en
hasta 12 reales los que se descontaron desde marzo asentar por escritura su no conformidad con algún
de 1817 a febrero de 1821 como “donativo volunta- tipo de convenio que se hubiera visto obligado a fir-
rio” [Archivo General de la Nación-Perú (AGNP), mar por las circunstancias. Este recurso fue muy
Real Audiencia, causa civil L155 (1596), 1818]. usado por estos años, contituyendo un doble juego,
Pero los donativos se recibían no sólo en dinero pues aparentemente se apoyaba la causa de la inde-
sino también en productos altamente negociables pendencia y luego se alegaba haber firmado a favor
como cordobanes, suelas, bayetas, pañetes, pon- de los insurgentes en contra de la propia voluntad.

809
Aldana

José Bernardo de Tagle y


Portocarrero, marqués de
Torre Tagle, de relevante
actuación en el proceso
emancipador.

Una imagen del paseo de


los alcaldes en la Lima
del siglo XIX.

enfrentarían el descontento por la falta de pago de


los ejércitos, la emisión de papel moneda y otras tri-
COLONIA A REPÚBLICA

bulaciones.
Tomada la ciudad por los patriotas sin ningún
contratiempo ni enfrentamiento, se pasó del orden
colonial al republicano un 28 de julio de 1821. Las
Hasta en la misma ley había esa especie de táci- instituciones de gobierno continuaron fundamen-
ta aceptación de la violencia del momento, de la in- talmente inalteradas, aunque retocadas y matizadas
surgencia. Los litigios se interrumpen en 1821 por por el nuevo tipo de gobierno político; así por ejem-
DE

dos a seis meses cuando mucho en Lima, alrededor plo, los cabildos se convirtieron en ayuntamientos.
de junio y julio, y se reabren entre setiembre y no- Muchas medidas de carácter político se tomaron
viembre. En provincias simplemente se retoman durante el año del protectorado de San Martín.
tiempo después, como si no hubiera sucedido ma- Aunque fallaron los intentos por establecer una mo-
yor cosa. narquía y crear (o recrear) las órdenes nobiliarias,
El cambio militar se sintió más en la capital que subsistió la Orden del Sol, medalla cívico-patriótica
en las provincias, y sobre todo en las zonas del con- otorgada a los que habían actuado de manera desta-
flicto bélico. El flujo de refugiados hacia la capital cada en la independencia, en tres categorías: funda-
alteró la marcha normal de la vida cotidiana: con- dores, beneméritos y socios; los Caballeros (y Caba-
forme el cerco militar se ajustaba en torno a Lima lleresas) del Sol, de algún modo se han mantenido
crecían la desazón y el miedo, la escasez y el ham- presentes a lo largo de nuestra historia republicana.
bre se empezaron a sentir y comenzó el éxodo de al- Quizás casi sin darse cuenta, los hombres de la
gunos pobladores hacia las zonas liberadas por los época participaban activamente de la independen-
patriotas. Los desertores que llegaban a los cuarte- cia al optar día a día por la situación que se les pre-
les de San Martín en Huaura traían noticias frescas sentaba, tal vez sin prestar mayor atención al hecho
de lo que ocurría en la capital. Poco después la si- de que con sus acciones cotidianas marcaban el des-
tuación se invertiría y serían los patriotas los que tino del Perú.

810
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

II
LA MUJER, LA FAMILIA Y EL CAMBIO

¿Cómo era la vida de una mujer en este período gar con movimiento económico como para girar en
de la independencia? Tantas cosas estaban cambian- el rubro mercantil con éxito. En Cajamarca además
do que probablemente su actitud y su presencia en estaba el centro minero de Hualgayoc a donde tam-
la época también se modificaron, sin que ella nece- bién es posible que los Urdapileta-Escalante fueran
sariamente lo notara. Hubo mujeres que aguerrida- a probar suerte y tratar de entrar en el negocio de la
mente participaron de los hechos militares emanci- explotación minera.
padores, como la “Protectora” Rosa Campusano –la Por las referencias de las tías, sabemos que la
amante de San Martín– o la quiteña Manuela Sáenz, madre de doña Joaquina, una Escalante y Villazón,
quien dio la espalda a la sociedad de Lima al aban- pertenecía a la más selecta sociedad de Trujillo.
donar a su esposo para seguir a Simón Bolívar. Si Cuando doña Joaquina y sus dos hermanos queda-
pensamos en los primeros años republicanos de in- ron huérfanos, sus dos tías solteras se apresuraron a
mediato aparece la excepcional figura de la “Maris- recogerlos y darles amparo. En el juicio, muy poste-
cala”, doña Francisca Zubiaga y Bernales, fogosa riormente, saldría a la luz que ellas sacaron a la fa-
mujer que compartió el poder y tejió más de una in- milia Urdapileta Escalante de grandes necesidades
triga palaciega al lado de su esposo Agustín Gama- pues doña Joaquina y sus hermanos se habían que-
rra, presidente del Perú en los tempranos años re- dado sin ningún bien.
publicanos. Recogidos los niños, las tías centraron su aten-
Pero otras simplemente buscaron tener su pe- ción y su cariño en la niña y se dedicaron a criarla
queño mundo para desde allí participar en la coti- y educarla “fomentándola en las nobles ideas de su

DE
dianidad de los hechos, como esposas y madres: tal clase”; es decir, creándole un sentido de pertenencia

COLONIA A REPÚBLICA
fue el caso de doña Joaquina Urdapileta, cuyo litigio al grupo dominante de Trujillo del que había siem-
por bienes entre sus tías, las señoritas Escalante y pre participado la familia. Eso significaba, por ejem-
Villazón y su esposo, Antonio María Cárdenas, nos plo, que para mantener el tren de vida propio de su
permite reconstruir parte de su historia de mujer grupo social debía contar con 150 pesos anuales co-
hacia 1818 [AGNP, Real Audiencia, causa civil L155 mo mínimo. Era muy necesario que doña Joaquina
(1957), 1818]. llevara las ropas adecuadas a su posición y ese dine-
ro estuvo destinado a ese fin. Es más, conscientes
UN CASO DE MUJER EN LA VIDA DIARIA del costo de mantener su status, sus tías optaron

Doña Joaquina vivió en Cajamarca durante sus


primeros años, probablemente antes de que termi-
nara el siglo XVIII. Sabemos que su madre era tru-
jillana puesto que sus tías eran de esta ciudad. No
sabemos de dónde era su padre pero es posible que
también fuera norteño, ya que se tiene noticia de
una rama de Urdapiletas vinculados a la explota-
ción exitosa de los pozos de brea en Piura. Quizás
hasta tuvieran algún tipo de relación familiar.
Como el caso estudiado pertenece al norte, un
espacio eminentemente mercantil, lo más probable
es que al casarse Urdapileta con Escalante cumplie-
ran un patrón conocido. Una nueva pareja de mer-
Litografía del centro minero de Hualgayoc (Cajamarca),
caderes que hacia mediados de la segunda mitad del siglo XIX, que constituyó un foco de inmigración
siglo XVIII (digamos 1770) se asientan en algún lu- en el norte del Perú.

811
Aldana

por destinarle la renta de una hacienda –300 pesos sase a las tierras de sus abuelos en América para ini-
anuales que consideraban necesarios para que la ni- ciarse en el rubro mercantil –o continuar con esa
ña pudiera mantenerse como era debido–, caudal actividad en estas tierras– o finalmente servir de en-
que, desafortunadamente para ellas, luego sería el lace con las actividades comerciales paternas en la
motivo de la discordia entre el esposo de doña Joa- península.
quina y las tías. En todo caso, no hubo nada anormal en el ma-
Pero no sólo se trataba de vestirse. Por ejemplo, trimonio de doña Joaquina: la niña de sociedad a la
como convenía a una señorita, se prefería que doña que no le eligen un marido entre los muchachos
Joaquina no fuera a la plaza de toros o a la comedia criollos de su alrededor sino que la casan con el re-
–diversiones que había en Trujillo igual que en Li- cién llegado. Recordemos que los peninsulares eran
ma– y que en caso de hacerlo fuera con sus tías. Por los más interesados en lograr el reconocimiento y
eso, ellas procuraban que se distrajera con otras ac- honor en un medio nuevo –y qué mejor manera que
tividades, permitiéndole hacer amistad con niñas de insertarse vía matrimonio en pleno seno de la socie-
su mismo grupo social. Para lograrlo no escatima- dad local– y que, por otro lado, para los criollos
ban en el gasto de las diferentes y numerosas me- esos matrimonios con foráneos eran la mejor forma
riendas para la niña y sus amigas. El mantenerse de ampliar su círculo de poder y vincularse con las
dentro de su escala social suponía también otro ti- autoridades recién llegadas. En todo caso, es posible
po de gastos como los ocasionados por la asistencia que las tías Escalante y Villazón pensaran que el en-
a los saludables baños del balneario de Huanchaco, tronque con un peninsular daba más lustre que con
a donde las tías la llevaban cada año. un criollo, y que era además sangre nueva que en-
Durante el tiempo que la criaron hasta que tocó traba a remozar el linaje familiar.
el turno de darle estado de matrimonio, la mantu- Los mimos para Cárdenas, prácticamente yerno
vieron con toda la “decencia” posible. Cuando se (recordemos que habían criado a doña Joaquina co-
trató del marido le eligieron –como era bastante mo a una hija), no se hicieron esperar. Como euro-
normal en el último tramo colonial– un peninsular peo recién llegado, el español no se acostumbraba a
recién llegado, pero considerado por ellas lo sufi- las comidas americanas y las tías de doña Joaquina
cientemente importante como para hacerlo partíci- le preparaban platillos que pudiera comer. Cuando
COLONIA A REPÚBLICA

pe de la familia. Don Antonio María Cárdenas, el la pareja se casó, se ofreció dulce y chocolate a los
marido de doña Joaquina, estaba vinculado fami- amigos, parientes y otros relacionados que fueron a
liarmente a gente del grupo dominante de Trujillo; verla, en las tradicionales visitas de saludo luego de
lo más probable es que fuera descendiente de algún realizado el matrimonio. Como contraparte y cues-
peninsular (mercader) que, tras haber estado en es- tión de buen gusto, la joven pareja debía devolver la
tas tierras, se había casado con criolla y retornado al atención recibida visitando a cada uno de los que
reino. Un patrón muy común a principios del siglo habían ido a su casa a felicitarla por la boda. Visitas
DE

XVIII y que suponía, para fines de ese mismo siglo, y revisitas que podían durar mucho tiempo, más de
que un hijo de esa pareja asentada en España regre- un año como en el caso de doña Joaquina.
La recién casada no fue descuidada por sus tías
sino que, por el contrario, tuvo ayuda para asumir
su nuevo estado. Sabemos por la información del li-
tigio que doña Joaquina tuvo un aborto de mellizos
y luego el nacimiento feliz de un niño y que en am-
bos casos fue muy bien atendida por sus tías.
No sabemos cuánto tiempo después del matri-
monio se plantea el problema que dividirá a la fami-
lia Escalante de los Cárdenas-Urdapileta; es decir
del marido de la sobrina con las tías. Sólo se sabe
que don Antonio solicitará como bien de su esposa
la hacienda que le asignaron a la niña para su ma-
nutención. El esposo de doña Joaquina quería ad-
ministrar personalmente la hacienda y los 300 pe-
sos de renta que hacía muchos años estaban desti-
Una vista del balneario de Huanchaco, La Libertad, siglo XIX. nados a su esposa. Y eso es lo que no aceptan las tías

812
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

Escalante y Villazón porque, según su versión –y vió entre fines del siglo XVIII y la primera mitad del
como ya se ha dicho al principio–, ellas habían re- siglo XIX.
cogido a doña Joaquina y a sus hermanos sin nin- Durante la colonia, en teoría, la mujer no tenía
gún bien de fortuna y lo que le habían dado a su so- más que dos opciones: el matrimonio o el conven-
brina había sido por pura buena voluntad y cariño. to. Buena parte de las mujeres optaba por casarse y
Desafortunadamente no sabemos cómo termina mantenerse dentro de las normas de la época, vin-
el problema; no se encuentra mayor información culadas y supeditadas a su esposo. El matrimonio
que la dada. Pero, en todo caso, el litigio refleja la tenía mucho de empresa, en la que jugaban las con-
vida común de una mujer de cierto sector de la so- veniencias entre las diversas familias y los acuerdos
ciedad norteña, que muy bien puede ajustarse a la matrimoniales realizados por los padres.
de otras mujeres de semejante sector en otros luga- No faltaron quienes se opusieron con mucha
res del virreinato del Perú. Si bien don Antonio es- fuerza a casarse con la pareja escogida, hasta conse-
taba formando una familia, un linaje, en realidad se guir su voluntad, pero la norma en el siglo XVIII era
valía mucho de las conexiones de la familia de su que los padres tuvieran un amplio poder sobre los
mujer, como lo demuestra el proceso descrito. hijos. Había muchas formas de combatir la desobe-
A pesar de que el juicio se desarrolla en 1818 diencia, desde el encierro –sea en la casa o en el
no asoma ninguna preocupación por la situación convento, sobre todo en el caso de la mujer– hasta
reinante. No hay un solo documento en el que se la amenaza de desheredamiento. Las leyes del Toro
lea algún tipo de alarma por lo que sucedía en el vigentes en la época facultaban a los padres a deshe-
entorno; es tan sólo un juicio por intereses perso- redar a los hijos que se casaran sin su consentimien-
nales en el que se encuentran engarzados los diver- to; además, desde 1778 se contaba con una orden
sos personajes de esta historia, lo cual no significa especial dada en la Metrópoli, la Pragmática San-
que alrededor de estos protagonistas –o entre ellos
mismos– en otros espacios no se discutiera sobre lo
que venía sucediendo. Tampoco indica que en
otros lugares hubiera activa participación de las
mujeres en el proceso de independencia –como se

DE
verá más abajo–, sino que esas preocupaciones no

COLONIA A REPÚBLICA
quedan necesariamente reflejadas en los juicios. Sa-
bemos sin ninguna duda que para la misma fecha
había en Lambayeque un fuerte estado de atención
sobre la independencia y que ya había partidarios
de la misma.

UNA OPCIÓN DE LA MUJER:


EL MATRIMONIO

Es probable que los patrones de vida cotidiana se


vieran afectados por el proceso de independencia,
pero no de manera radical. Es cierto que el marco
político cambió radicalmente (habría que pregun-
tarse en cuánto y a qué nivel varió la estructura de
organización política de los primeros años republi-
canos) y que ello afectó a los ahora peruanos, sobre
todo la inestabilidad del caudillaje entre 1825 y
1840. Pero se requirió un cierto tiempo para que los
esquemas de reproducción social se vieran afecta-
dos. No obstante, eso no significa que la mujer de
1780 fuera igual a la de 1850; en el camino se había
producido una serie de pequeños cambios que dife-
Un español con traje militar, siglo XVIII. Los matrimonios
rencian a una de otra. Sin embargo, algunas genera- con peninsulares fueron vistos como prestigiosos por las
lizaciones pueden ser hechas para la mujer que vi- familias peruanas del siglo de las luces.

813
Aldana

ción, que en principio buscaba evitar matrimonios


desiguales entre hijos de familias importantes. Sin
embargo desde 1803 se incluyó a negros y a castas
(mestizos); todos los que fueran menores de 25
años en el caso de los hombres y de 23 en el de las
mujeres debían contar con el permiso paterno para
contraer matrimonio (Cosamalón 1994).
A partir de la Pragmática Sanción, los padres
simplemente podían negar el matrimonio de sus hi-
jos sin dar ninguna explicación; los novios, de estar
en desacuerdo, sólo podían recurrir a la Real Au-
diencia para obtener la licencia. Así, los acuerdos
matrimoniales se daban únicamente entre los pa-
dres; muy pocas veces se permitía a los hijos el de-
recho a veto. Esta situación iría cambiando lenta-
mente en la república hasta llegar a nuestra época
en que los hijos eligen su pareja y simplemente co-
munican a los padres su decisión.
La concepción del matrimonio como empresa
no significa que dejara de ser la base institucional
de la sociedad como hasta nuestros días, ni impidió
que la mujer jugara un rol central como madre de
los nuevos miembros del grupo. La familia nuclear
permitía la propagación de los valores culturales y Niño noble en una pintura cuzqueña del siglo XVIII. El Perú
religiosos, así como emparentar con un grupo fami- era en esa época uno de los centros con mayor nobleza
liar extendido; el matrimonio debía servir de puen- titulada del mundo hispanoamericano.
COLONIA A REPÚBLICA

te a una nueva posición socioeconómica o permitir


la consolidación y la conservación de la posición
adquirida por el grupo familiar extenso (Rizo Pa-
trón 1989). Resulta muy cierto lo que en 1818 seña-
laba un empleado del Estado –quejándose de la dis-
minución de su salario a favor del sostenimiento de
un soldado (ver el acápite anterior)–: que él era un
DE

hombre pobre “atenido al sudor de su rostro para


fomentar a su mujer legítima y una copia de hijos
menores” [AGNP, Real Audiencia, causas civiles
L148 (1512), 1818].
Es situación conocida que si las mujeres se que-
daban solteras pasaban a vivir con la hermana casa-
da y la ayudaban en los quehaceres domésticos y so-
bre todo en la crianza de los hijos, sus sobrinos.
Aunque dos o más solteras podían vivir juntas co-
mo en el caso de las Escalante y Villazón, éstas has-
ta cierto punto constituían una variación en la nor-
ma pues en realidad tenían a su cargo a los hijos de
la hermana casada y fallecida.
Las viudas se mantenían también dentro del cír-
culo familiar, sea de los mismos padres o de los hi-
jos, y muchas se retiraban al convento. Un buen nú-
Una pareja limeña haciendo el recorrido de los templos mero de veces incluso el segundo matrimonio de
durante la Semana Santa, siglo XIX. una viuda solía ser acordado por los padres, y en

814
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

muchos casos la mujer debía esperar hasta la terce-


ra oportunidad para casarse a voluntad. Pero lo más
común era que las viudas buscaran su propia pare-
ja; es decir la segunda vez muchas se casaban por su
propia voluntad. El problema se agudizaba cuando
estas viudas se encontraban muy arriba de la escala
social, con bienes, dotes y herencias de por medio,
entrampadas por las cuestiones de la genealogía, el
linaje y las conveniencias económicas familiares.
Como el matrimonio solía ser inconsulto e im-
puesto por los padres, no faltaba la mujer que bus-
caba la separación. No obstante, las divorciadas
transgredían el orden social y eran rechazadas. En
realidad el problema era la mujer que no tenía muy
claros los lazos familiares, pues se mantenía en una
posición social indefinida. Su opción para mante-
nerse dentro de la sociedad era muy limitada: casi
siempre el convento o los beaterios –como el de
Arrepentidas– y demás casas de mujeres. Sin em-
bargo, es cosa conocida que en Lima cualquier mu-
jer con dinero y tiempo podía conseguir el divorcio
eclesiástico. Este aparente “libertinaje” llamó muy
tempranamente (principios del siglo XVIII) la aten-
ción del viajero francés Frézier.
En una sociedad que aparentemente restringía y encasillaba
las actividades de la mujer, éstas supieron adaptarse
EL CONVENTO, LOS BEATERIOS Y OTRAS creativamente y dirigir linajes y empresas. Grupo de damas
CASAS PARA MUJERES SOLAS limeñas en una acuarela del siglo XIX.

DE
COLONIA A REPÚBLICA
Sin embargo, a pesar de la teoría, hubo más mu- y viudas que por un lado querían alejarse del mun-
jeres de las que se cree que sobrevivieron sin víncu- do y, por otro, llevar un tipo de vida que ocultara
los o supeditaciones familiares, optando por vivir una mala situación económica.
en instituciones como la Casa de Recogidas, de las Las normas de estas casas eran iguales a las de
Depositadas, de las Caídas o de las Arrepentidas, a un convento e incluso las niñas huérfanas reunidas
pesar de que quienes vivían en estas casas no solían en recogimientos y colegios como el de Santa Cruz
ser muy bien vistas (ni aceptadas) por la sociedad. de Atocha o Nuestra Señora del Carmen eran edu-
Sin embargo estas instituciones perduraron hasta fi- cadas monásticamente.
nes de la década de 1830. Muchas veces era de estas casas de recogimiento
Inicialmente había existido una casa para divor- para huérfanas de donde conseguían esposa los in-
ciadas que funcionó hasta fines del siglo XVII, y cu- migrantes mercaderes que no habían logrado cuan-
yo rumbo a partir del siglo XVIII no es muy claro. do jóvenes vincularse y establecerse en la sociedad
Stevenson (1994) menciona asimismo la Casa de a través del matrimonio. En estos casos se acostum-
San José para mujeres divorciadas. braba casar a la mayor de las niñas expósitas utili-
La casa o beaterio de las Amparadas se fundó en zando como dote las donaciones que como obras
1572 a fin de reunir huérfanas, doncellas e indias pías dejaban algunos miembros de la elite social (o
pobres, pero para fines del siglo XVIII y principios económica) de la colonia.
del XIX se había convertido en una institución con En estas casas los padres depositaban a sus hijas
una crecida población. En ella se encontraban ni- cuando no querían casarse con la pareja que les ha-
ñas, mujeres arrepentidas, divorciadas, mujeres en bían elegido; también los maridos depositaban a la
retiro, sirvientas. Para entrar en el beaterio no era esposa que mantenía una conducta demasiado inde-
necesario contar con una dote, a diferencia de lo re- pendiente y no guardaba mayor obediencia a la pa-
querido para ingresar en un convento. De este mo- tria potestad. En ambos casos, el marido o la fami-
do, en los beaterios solían ingresar mujeres mayores lia tenían la obligación de mantener a la mujer. Si

815
Aldana

terios, de los cuales los más importantes eran el ya


mencionado de las Amparadas y el de Copacabana,
aunque para 1821 sabemos que también funciona-
ban los de Santa Rosa de Viterbo, Nuestra Señora
del Patrocinio y el de Recogidas.
Para fines de la etapa colonial, cuatro de ellos se
habían convertido en monasterios y –tal como seña-
la Van Deusen en su estudio (1987)– se había dado
un gran cambio. Mientras en 1700 hubo una fuerte
concentración de mujeres en los conventos (reli-
giosas, retiradas y sirvientas), para 1790 la pobla-
ción de los monasterios y beaterios había declinado
considerablemente. Lo que resulta extraño es que el
número de religiosas se había mantenido en un ni-
vel semejante y más aún, la proporción de mujeres
seglares retiradas en dichas instituciones había au-
mentado. Quizá la población de los conventos dis-
minuyó por la prohibición de que cada religiosa tu-
viera más de una sirvienta. Pero lo que no se expli-
ca fácilmente es el por qué había tanta mujer seglar
en los conventos.
También existieron otras instituciones religiosas
poco conocidas como las casas de ejercicios. En Li-
ma funcionaban cuatro para el momento de la inde-
pendencia: la casa de ejercicios para señoras nobles,
fundada por el padre Baltazar Moncada con doña
María Fernández de Córdoba y Sande; la casa de
COLONIA A REPÚBLICA

Santa Rosa, fundada por doña Rosa Vásquez de Ve-


lasco en 1813; la de Nuestra Señora de la Consola-
ción, en el Cercado, que funcionaba desde 1810; y
Monja franciscana del siglo XVIII. La vida monacal en la de Chacarilla de San Bernardo que en esta etapa
conventos y monasterios era uno de los pocos espacios de
desarrollo reconocidos a las mujeres del Perú colonial. no contaba con ejercitantes. Finalmente, hubo tam-
bién una casa de ejercicios para hombres solos lla-
había intervenido el juez eclesiástico por tratarse de mada de San Francisco Solano, ubicada en el inte-
DE

un trámite de divorcio, la mujer también podía ser rior del convento franciscano.
“recogida” por el tiempo que durase el trámite.
Los muros del convento amparaban a viudas y LA DOTE
mujeres solas, religiosas y laicas que querían alejar-
se del mundanal ruido, pero también a un numero- Al menos durante la primera mitad del siglo
so personal femenino de servicio. Los conventos XVIII, la dote era un elemento fundamental tanto
más conocidos eran La Encarnación, La Concep- para casarse como para entrar en un convento. La
ción, Santa Catalina, Santa Clara, Las Trinitarias, El dote era un instrumento legal por el cual la familia
Carmen Alto, Santa Teresa o Carmen Bajo, Descal- de la mujer hacía una contribución, en bienes o di-
zos de San José, Capuchinas de Jesus María, Naza- nero, para ayudar a su manutención –en caso de ser
renas, Mercedarias, Santa Rosa, Trinitarias descal- para el convento– o para ayudar a la nueva pareja a
zas, El Prado. Incluso existía un convento especial afrontar los gastos del matrimonio. En este último
para las damas indígenas, el de Nuestra Señora de caso, el novio solía entregar las arras o donación
Copacabana (Stevenson 1994:131). propter nupcias. como regalo para la esposa que reci-
Para fines del siglo XVIII, una de cada siete mu- bía. Estas arras eran por lo general una décima par-
jeres era seglar en un convento y esta situación lle- te del caudal del marido que se entregaba en espe-
gó a ser causa de problemas. Por esa gran cantidad cies o en dinero, y que pasaban a ser parte del patri-
de población femenina se habían creado ocho bea- monio de la mujer. El aporte de la mujer al matri-

816
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

monio era entonces el monto al que ascendía su do- posible que se haya seguido usando sin asentarse
te más el valor de las arras que le entregaba el novio. en el registro notarial.
La entrega de una dote suponía y garantizaba la Hay que notar por ejemplo que en el caso que es-
pureza sexual de la mujer, y servía a la vez de in- tudiamos, el de doña Joaquina Urdapileta, no hay
demnización por el honor ultrajado y de sustitución una sola mención a dote que, en un litigio de este ti-
de la virtud perdida (Calixto 1984). po, tendría que haberse hecho. Dada la cantidad de
Mediante la carta dotal, el hombre reconocía la información que ofrecen las señoritas Escalante re-
propiedad de la mujer sobre los bienes allí mencio- sulta poco probable que no hubieran señalado la do-
nados y se comprometía a no malgastarlos ni utili- te que doña Joaquina había llevado al momento de
zarlos en provecho propio. En caso de muerte o de su matrimonio; tampoco hay referencias a las arras
separación el íntegro de la dote, incluidas las arras, que en todo caso hubo debido entregar el novio.
debía ser entregado a la mujer; si sólo se trataba de La dote era uno de los elementos que hacía del
separación de cuerpos, los bienes que cada cónyuge matrimonio una cuestión de conveniencia familiar.
había llevado al matrimonio regresaban a poder de Recordemos que podía incluir bienes que en algu-
cada cual. Las gananciales o los bienes adquiridos nos casos constituían una tentación; en realidad, la
durante el matrimonio se repartían equitativamente. familia perdía el control de cuantiosos bienes pa-
Como instrumento legal, la dote se asentaba en sándoselos al marido de la hija. Mientras más rica la
los protocolos de notarios, donde puede encontrar- familia, mayor presión y control sobre los hijos –el
se gran cantidad de cartas y recibos dotales. Pare- mayor en particular– y las hijas –fueran solteras o
ciera que esta institución hubiera comenzado a viudas– en lo relativo a su estado civil. Los hijos
caer en desuso para fines del siglo XVIII y princi- menores tenían mayores posibilidades de escapar al
pios del XIX, y que solamente en los sectores más control paterno, sobre todo si eran varones. El pro-
altos de la sociedad siguió utilizándose de forma
genérica. Eso no niega, sin embargo, la presencia
aislada de la dote en otros sectores sociales, y es

DE
COLONIA A REPÚBLICA

María Catalina de Loredo y Larrea, marquesa de Montealegre


Una dama con su criada paseando en una huerta, motivo de Aulestia, circa 1763. La dote era un elemento primordial
colonial que engalana un armario cuzqueño del siglo XVIII para el establecimiento de las alianzas matrimoniales y el
de la colección del Museo Pedro de Osma. encumbramiento social.

817
Aldana

blema para estos últimos era, más bien, encontrar alguna cuenta. El pago a los acreedores se hacía con
jóvenes mujeres de posición dispuestas a casarse el remate de los bienes incautados y siempre por or-
con el segundón de una familia; así, la iglesia y el den de rigurosa antigüedad; la más antigua acreedo-
ejército se convirtieron en las carreras abiertas para ra, sin ninguna duda, era la mujer gracias a su dote.
los hijos menores. Así, entre los mercaderes, la dote se convertía en
Los intereses en torno a la dote quedan muy una herramienta esencial para que la pareja de re-
bien graficados con el caso estudiado por Rizo-Pa- cién casados se iniciara en el rubro comercial. Mu-
trón (1989). Doña María Mercedes de Santa Cruz y chas veces los padres enlazaban así nudos de intere-
Querejazú quedó huérfana y heredera del importan- ses socioeconómicos que convenían al conjunto de
te puesto de la tesorería de la Real Casa de Moneda la familia y, con la dote, quedaba protegida buena
de Lima, que contaba con un sueldo de 6 mil pesos. parte de los bienes invertidos en el negocio de la pa-
Sus intereses fueron velados por sus abuelos y tíos reja; la mujer como primera deudora cobraba su do-
maternos durante su infancia, pero sabían que te más las gananciales que se hubieran logrado en
cuando ella se casase dicho puesto tendría que pa- todo el tiempo de matrimonio. A veces, en algunos
sar a su esposo, de acuerdo a las normas de la épo- negocios, las mujeres firmaban un papel señalando
ca. Por eso, para no perder tan pingüe entrada, su que renunciaban a su derecho como acreedoras, pe-
tío materno decidió casarse con doña Mercedes ro dado el caso siempre tenían la posibilidad de de-
aduciendo la conservación de una familia ilustre en cir que habían sido forzadas a firmar, entablando
una misma sangre, la permanencia de los bienes de una querella judicial para recuperar su dote. Claro
fortuna, la orfandad de la consorte y los méritos de está que conforme terminaba el siglo XVIII y co-
quien pedía la dispensa y de su familia. Frustrado menzaba el siguiente fueron mejorando los meca-
este intento, no se sabe si por la consanguinidad o nismos que impedían el abuso de este dispositivo;
por la misma Mercedes, la joven mujer –quizás por no en vano la actividad mercantil sufrió fuertes alti-
voluntad propia– se casó con el mayorazgo Sebas- bajos en el último tramo colonial, tanto por la exce-
tián de Aliaga Sotomayor y Colmenares, igualmen- siva presencia de productos merced al reglamento
te mucho mayor que ella. de libre comercio y el boom exportador de mercade-
res españoles a las colonias, como por el fuerte –y
COLONIA A REPÚBLICA

LA MUJER MERCADER Y SU DOTE en constante aumento– mercadeo de contrabando


en las primeras décadas del siglo XIX.
El comercio comenzó a despuntar como activi- Quizás por estas y otras razones la dote fue ca-
dad económica en el siglo XVIII; no en vano serían yendo en desuso; más que el dinero o bienes en
las fuerzas del mercado y de sus más conspicuos efectivo, lo importante del matrimonio era el círcu-
agentes, los británicos, las que gobernarían el mun- lo de relaciones a las que se entraba por el entron-
do en el siglo XIX. La gama de productos negocia- que familiar.
DE

dos sería muy diversa y se pondría especial enfásis, Las mujeres eran parte vital de la estrategia mer-
más quizás que en la plata –el artículo de tráfico cantil de los medianos mercaderes y de los grandes
mercantil más importante–, en un conjunto de pro- comerciantes de provincia. Por su tipo de negocio
ductos agropecuarios buscados por la naciente in- los mercaderes tenían siempre que estar movilizán-
dustrialización europea. dose a Lima –a vender o comprar mercadería– o al
La dote se convirtió en una fructífera herramien- interior para velar por sus intereses –recogiendo,
ta a la que el mercader en caso de quiebra o falla cosechando o acopiando los diversos productos–;
económica recurría con frecuencia. Por un lado, la en todo caso, el mercader se movía mucho mientras
dote, aunque pasaba a manos del marido, no debía que la mujer era la que se quedaba en la casa vigi-
ser malgastada sino administrada por él, pues regre- lando la continua circulación de la mercadería. Es
saba a manos de la mujer en caso de quedar ésta decir, ella era la que se encargaba de recibir los en-
viuda o de separarse; pero, en el caso de los merca- víos del esposo y de ver que estos productos conti-
deres, fue más bien un instrumento de protección nuaran su camino hacia donde les tocara, fuera al
económica. Una mala racha en los negocios del es- puerto a ser embarcados o seguir su ruta al merca-
poso mercader suponía de inmediato el embargo de do de destino.
los bienes que poseía y un concurso de acreedores, Tal fue el caso de doña María Mercedes Espino-
es decir, un juicio en el que se presentaban todos za de los Monteros, casada con Miguel de Armés-
aquellos con los que el malhadado mercader tenía tar. Él era un español recién llegado a fines del si-

818
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

Interior de una chichería en Piura en las postrimerías del siglo XIX.

glo XVIII y ella pertenecía a un clan de comercian-


tes dirigido por su hermano mayor, Gregorio Espi-
noza de los Monteros. Los cuñados hacían constan-
temente negocios por toda la región norte hasta la
ciudad de Cuenca (hoy Ecuador); sus habilitadores
de mercancía eran los grandes mercaderes limeños. Una chichera en un dibujo de A.A. Bonnaffé, 1855.
Mientras el esposo y el cuñado se movían entre las
diferentes ciudades, María Mercedes se quedaba en
Piura encargándose de recibir lo que ellos le envia- ron los salones de fines del siglo XVIII donde se
ban. Cascarilla de Loja, harina de Huancabamba, conversaba de las últimas inquietudes literarias o de
entre otros productos, que se encargaba de enviar a las recientes noticias europeas y también locales.

DE
Paita para ser embarcados rumbo a Panamá o para Muy conocidos fueron por ejemplo el de doña Ma-

COLONIA A REPÚBLICA
que siguieran su ruta hacia los mercados de Trujillo riana de Querejazú y el de Josefa Portocarrero y Ga-
y Lima. vilán de Tagle Isazaga, en cuyo ambiente de cultura
La activa presencia de la mujer mercader no só- y anhelo de reforma se criaría su hijo, don Bernar-
lo se limitaba a ser el pivote de una actividad, sino do Tagle. Incluso el salón de la primera llegaría a te-
que también destacó como vendedora y productora ner tanta influencia que se diría que en la vida cul-
de bebidas de gran demanda como la chicha. Las tural de la colonia de esa época había tres poderes:
chicheras juegan un rol muy importante en los di- el virrey, la Iglesia y el salón de doña Mariana de
ferentes pueblos y ciudades (incluso hasta nuestros Querejazú, uno de los lugares más preclaros de los
días) y el impuesto a la chicha en muchos casos conciliábulos políticos de los patriotas.
ayudó a las economías de los diferentes ayunta- En estos salones alternaban personajes notables
mientos una vez establecida la república. que serían los ideólogos limeños o que al menos
tendrían mucho que ver con los hechos mismos del
LA MUJER Y LOS SALONES LITERARIOS proceso independentista, como Pablo de Olavide,
DURANTE LA INDEPENDENCIA José Baquíjano y Carrillo e Hipólito Unanue, entre
otros. También fue muy frecuentado el salón de do-
La mujer fue parte integrante de las actividades ña Isabel de Orbea, donde no sólo se conversaba so-
económicas de su pareja. Lo hemos visto en el caso bre literatura sino se apoyaba a la causa patriota;
de doña Joaquina Urdapileta y el litigio que inicia ella además ayudó a las publicaciones de ese enton-
su esposo Cárdenas por la hacienda cuya renta le ces organizando colectas para sostener la propagan-
habían asignado cuando pequeña. Vemos así que en da revolucionaria. Citando a Sánchez, Prieto de Ze-
la estrategia mercantil la mujer era pieza fundamen- garra dirá que la beligerancia en Lima sería más de
tal, resultando poco probable que no hubiera muje- salón, de café y de conspiraciones que de cuartel;
res que participaran activamente en el proceso y los todas las casas linajudas como la de los condes de la
sucesos mismos de la independencia. Famosos fue- Vega del Ren, los marqueses de Torre Tagle, conde

819
Aldana

Litografía
mostrando una
“rabona” de A.A.
Bonnafé (1855).
Las mujeres de
origen popular
fueron
fundamentales en
el curso de las
contiendas
militares por la
independencia.

Mariana
Micaela
Echevarría de
Santiago y
Ulloa, esposa
del marqués
de Torre Tagle,
con la banda
patriótica,
siglo XIX.

LA PARTICIPACIÓN DE LA MUJER EN LOS


COLONIA A REPÚBLICA

HECHOS MILITARES

No faltaron mujeres que participaron directa y


activamente desde el inicio del proceso de indepen-
dencia: Micaela Bastidas no sólo apoyó a su marido,
Tupac Amaru, en su gran rebelión (1780), sino que
se convirtió en uno de sus principales lugartenien-
DE

de Vista Florida, el salón de la condesa de Guislas, tes, a pesar de saber el destino que le esperaba.
etc. se convirtieron en centros de conspiración En la primera década del siglo XIX, en plena eta-
(Prieto de Zegarra [s.f.], t.2, pp.8-10). pa de acciones militares del movimiento separatista
Es sobre todo la mujer quien sirve de enlace en- peruano, la crueldad de los jefes españoles, sobre
tre los distintos grupos de conspiradores, encargán- todo Ricafort y Carratalá, era bien conocida y cobró
dose de la difusión de noticias, llevando mensajes muchas víctimas, entre ellas por supuesto mujeres;
orales y escritos, haciendo circular variados docu- la violencia política arrasa por igual a ambos sexos.
mentos. Para premiar esta labor de la mujer patrio- No podemos olvidar la figura de María Parado de
ta, San Martín crearía por decreto (enero de 1822) Bellido, vinculada a los grupos guerrilleros que
la condecoración de la Banda de Seda, que también combatían en los distritos ayacuchanos de Totos y
podía ser colocada junto con la Medalla Patriótica. Paras. Su misión en todo momento consistió en ave-
Entre muchas otras, San Martín honró con esta dis- riguar los planes y los movimientos de las tropas
tinción a la mencionada señora Orbea. Brígida Sil- realistas para hacerlos llegar a las montoneras de
va, consumada patriota que se encargaba no sólo de Cayetano Quiroz, de las cuales participaba su espo-
las comunicaciones sino también de llevar alimen- so. Descubierta por una carta, fue capturada y lue-
to, consuelo y ánimo a los patriotas capturados y go fusilada al negarse a denunciar a sus contactos.
mantenidos en las cárceles del Real Felipe, recibiría Cómo olvidar la presencia de esas sufridas mu-
también esta preciada condecoración. jeres indígenas, muy pocas veces tomadas en cuen-

820
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

María Parado de Bellido, quien diera su vida por la causa


patriótica, durante las luchas de la independencia. Pintura
por Etna Velarde, 1975.

ta, que seguían a sus hombres en los campos de ba-


talla, preparándoles alimentos y bebidas, y que mu-
rieron con ellos en las montoneras y otros enfren-
tamientos.

LA “MARISCALA” Y LA MUJER DE LOS


PRIMEROS AÑOS REPUBLICANOS

En los primeros años republicanos deslumbra


una mujer muy especial: doña Francisca Zubiaga de
Gamarra, cuzqueña, esposa del también cuzqueño
Agustín Gamarra. No era ella el prototipo de la mu-
jer delicada sino, por el contrario, una persona de
gran carácter. Solía vestir ropa ancha para montar y
manejaba fuete, tenía una excelente puntería y gran
pericia con la espada. Como dirá la historiadora
Prieto de Zegarra ([s.f.], t.2, pp.8-10), durante todo
el tiempo de las angustias y luchas políticas, doña
Pancha, como la había apodado el pueblo, fue la
más leal y eficaz compañera y consejera de su espo-
so. Ella voluntariamente se ofreció a vigilar la ali-
mentación de los soldados, el aprovisionamiento de

DE
los pertrechos y de las ropas de abrigo. También

COLONIA A REPÚBLICA
se encargó de dirigir personalmente las activi-
dades para mantener la salud y la aten-
ción de las tropas, secundada por
las mujeres que seguían a los sol-
dados. Incluso más, transmitía propia opinión. Dineros y joyas
y a veces daba órdenes. serían entregados a veces como
Esta controvertida mujer contribución a las acciones
llegaría a tener el mayor po- militares o simplemente da-
der político cuando su es- dos para que el marido pu-
poso ocupó el palacio de diera tener algún tipo de
gobierno. En su acciden- socorro. Pensemos en el
tado gobierno Gamarra caso de María Josefa de
tuvo que sortear muchos Goyeneche, quien se en-
problemas e intentos de trevistó con el dictador Jo-
levantamientos y doña sé Luis Orbegoso ante la
Pancha no estuvo ausente prisión en Quequeña de su
de las intrigas, pues em- esposo Mariano de Goyene-
pujó verdaderas tempesta- che, logrando permiso para
des para acallar toda la opo- hacerle llegar los socorros ne-
sición contra el gobierno de
su marido. Francisca Zubiaga de Gamarra, la
Más de una mujer apoyaría célebre “Mariscala”, esposa de Agustín
en esos años la opción política del Gamarra, tuvo marcada influencia política
en las primeras décadas de vida
marido, y otras tendrían también su independiente.

821
Aldana

cesarios. En un arrebato de dignidad ella le diría al hogar; es decir, la voluntad (o no) de educar a las hi-
dictador que las señoras no están acostumbradas a jas partía de los padres y no de directivas públicas.
implorar por gracia la revocación de los atentados Propio de la época fue contar con un “director
cometidos “contra la justicia, los derechos y pisan- espiritual” al que las mujeres consultaban todas sus
do las leyes”. acciones de vida, normalmente un sacerdote allega-
do a la familia, con gran ascendencia y poder de
LA EDUCACIÓN DE LA MUJER A convencimiento sobre las mujeres, en particular las
PRINCIPIOS DEL XIX jóvenes. La misión de este director espiritual era
velar por la transmisión de los valores religiosos y
La época propició situaciones en las que mujeres morales en la familia.
de temple no dudaron en enfrentarse a las injusti- Sin embargo, después de 1821, y al amparo de
cias, participando –como hemos visto– directamen- las ideas liberales en boga, se buscó integrar más a
te en acciones bélicas o luchando por sus ideales de la mujer dentro de la sociedad y para ello se puso
manera oculta pero no menos eficaz. Aunque en al- más atención en su educación. Esta vez, las políti-
gunos casos ese temple fue cuestión del momento o cas educativas fueron responsabilidad del Estado re-
idiosincrasia personal, hay que considerar la educa- cién fundado y en 1822 se creó la Escuela Normal
ción que se le daba a la mujer en los años finales de de Mujeres con la idea de que las niñas recibiesen
la colonia, en la que la ilustración había tenido mu- una educación bajo el sistema lancasteriano (in-
cho que ver. No generalizamos al conjunto de mu- glés), semejante a la que recibían los varones. Hacía
jeres sino a las de los sectores más altos de la socie- muy poco, 1814-1815, que habían comenzado a cir-
dad, pues finalmente la educación en la colonia fue cular ideas en contra del castigo corporal, hasta ese
un privilegio de clase que españoles y criollos guar- momento muy común en las escuelas.
daron para sí. A lo largo de los primeros años de la república se
En estos años, la tendencia había sido darle a la trataría de impulsar la educación de la mujer, aun-
mujer un mayor nivel y bagaje cultural, a pesar de que siempre pensando en su rol como futura espo-
que por lo común ella no rebasaba los límites del sa y madre de familia. La preocupación por la for-
mación de las jóvenes peruanas llevaría en 1826 a
COLONIA A REPÚBLICA

la creación de la Escuela Central Lancasteriana. In-


clusive, como señala Villavicencio (1992), tan sólo
diez años después –en 1836– se habían fundado 8
escuelas lancasterianas, 4 para hombres y 4 para
mujeres.
La legislación y la teoría fueron siempre de la
mano aunque no necesariamente de acuerdo con la
DE

realidad. Había una brecha muy grande entre los


colegios de hombres y los de mujeres. Para 1849
existían 260 escuelas de varones frente a 33 escue-
las de mujeres, y mientras que las primeras tenían
13 118 alumnos, las segundas apenas alcanzaban
las 295 alumnas (Villavicencio 1992: 31 y ss.).
Tendría que esperarse mucho tiempo para que la
preparación de las mujeres fuera semejante a la de
los hombres. Sin embargo, como base de la familia,
constituyeron un pilar fundamental del cambio,
pues ellas eran las encargadas de mantener la nor-
malidad de la vida cotidiana por difíciles que fueran
los momentos que se vivían. A semejanza de los
hombres con su cotidiano vivir en el período que va
de fines del siglo XVIII a principios del XIX, pasan-
do por los avatares de los hechos militares, las mu-
Maestro de escuela en una acuarela del siglo XIX. El acceso a jeres también participaron activamente del giro de
la educación fue un privilegio de clase en la sociedad colonial. los acontecimientos.

822
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

III
LA PRESENCIA DE LA IGLESIA Y SU CLERO

Para la segunda mitad del siglo XVIII y


principios del siglo XIX, la Iglesia en el Perú te-
nía ya un largo recorrido. La evangelización y
la cristianización de los indígenas desde que
llegaron los españoles, las campañas de extir-
pación de idolatrías en el siglo XVII y la lenta
labor misionera de las diferentes órdenes ha-
bían ya echado sus frutos; convencidos o no,
todos los grupos étnicos que había en el virrei-
nato participaban de la Iglesia católica para fi-
nes de la etapa colonial. En una interesante si-
tuación se encontraban los indígenas, quienes
habían interpretado y asimilado de modo sin- Catedral de Lima en la primera mitad del siglo XIX. A pesar de su
piedad religiosa, la Corona española siempre se reservó para sí el
crético las doctrinas y, sobre todo, el ritual re- nombramiento de las autoridades eclesiásticas en su territorio.
ligioso, en un marco de creciente laicización
del entorno dominante de la sociedad virreinal
peruana. Este proceso iba de la mano con la progre- zaba la vida cotidiana de la gente en todo momento
siva aceptación del pensamiento liberal (anticlerical y en todo lugar; de allí también podría derivarse la
aunque no antirreligioso) que sustentaba el proyec- importancia para el Estado español de mantener
to independentista, particularmente el republicano. controlada semejante institución.

DE
Baste recordar el impacto casi terrorífico de una

COLONIA A REPÚBLICA
EL PATRONATO REGIO Y EL PROBLEMA excomunión; en términos sociales significaba la
CON LA REPÚBLICA muerte civil de la persona, pues nadie se relaciona-
ba con un excomulgado. Esto le permitió a la Igle-
Desde que descubrió América y la colonizó, la sia contar con una verdadera medida de fuerza para
Corona española puso coto a la intervención direc- que se cumplieran sus normas, más aún cuando és-
ta de la Iglesia en sus territorios americanos, encar- tas se vinculaban tanto a las del Estado.
gándose de manejar todos los asuntos vinculados a El problema, no obstante, estaba en la constitu-
éstos, sin excepción. De manera progresiva, a lo lar- ción misma del Estado español. La Iglesia católica,
go del siglo XVI, se había creado una Iglesia nacio- en principio, no excluye a nadie, pero por la misma
nal americana en la que los reyes tenían todo el po- vinculación con el Estado reproducía los esquemas
der. Ningún ejercicio ni jurisdicción efectivos ha- de la sociedad colonial. Según nos recuerda Klaiber
bían quedado en manos de la Iglesia, y toda autori- (1988) la Corona española era paternalista, perso-
dad o actividad eclesiástica en los nuevos territorios nalista –centrada en la figura del rey– y corporatis-
debía ser nombrada o aceptada por el Consejo de ta (es decir, una sociedad conformada por una serie
Indias. de corporaciones con diversos grupos sociales, ca-
Sin embargo, el territorio indiano era excesiva- da uno de los cuales contaba con su propio fuero).
mente vasto para las posibilidades burocráticas de Con los Borbones, sobre todo desde Carlos III, se
una sociedad en formación y asentamiento. Por eso fue haciendo cada vez más sensible la imposición
la Corona se sirvió de la organización interna de la de un despotismo ilustrado que tendría un conspi-
Iglesia para el gobierno de las Indias; así, los cura- cuo representante (al menos en lo absolutista) en
tos y las doctrinas fueron también parte de la es- Fernando VII, en la segunda década del siglo XIX.
tructura de gobierno virreinal. Recordemos que en Además, con esta nueva dinastía, el regalismo o pa-
la mayor parte de la etapa colonial no hubo diferen- tronato real se reforzó con el galicanismo, es decir
cia notable entre lo sacro y lo profano: la Iglesia cru- con la prerrogativa inalienable de la soberanía,

823
Aldana

consecuencia directa del derecho divino de los re- contrario se encontraba muy fragmentada y focali-
yes (Barnadas 1990). zada. En realidad, la figura del rey era el elemento
El ascenso de la dinastía francesa de los Borbo- que vertebraba a todo nivel los gigantescos territo-
nes a la Corona española trajo consigo una volun- rios de los dominios españoles en América. ¿Acaso
tad reformadora. Cuando a partir de la segunda mi- no es un hecho real que el rey era el último lazo
tad del siglo XVIII se inició una serie de reformas simbólico entre los súbditos americanos y la Coro-
estatales, se buscó también modificar la estructura na? (y esto prácticamente hasta el mismo momento
eclesiástica y aprovechar la oportunidad para some- de la jura de la independencia). Los jesuitas, una de
terla por completo al Estado. Hemos visto ya un pri- las líneas de la Iglesia que mejor podía luchar con-
mer intento en este sentido cuando mencionába- tra el regalismo (Barnadas 1990), fueron rápida-
mos líneas arriba la Pragmática Real de 1778 con la mente derrotados, como veremos luego.
que se impedía el matrimonio entre no iguales, que A partir de la segunda mitad del siglo XVIII, la
en el Perú pasaba particularmente por el control ci- ilustración borbónica determinó que, a semejanza
vil-religioso sobre las castas. Es decir, la ofensiva re- de lo que estaba ocurriendo con la burocracia, en
galista de la Corona española quiso colocar todo el los puestos de importancia eclesiástica –como los
aparato eclesiástico bajo un control estatal suma- obispados– se colocaran personas que cumplían
mente rígido (Barnadas 1990). con los requisitos de los funcionarios borbones; es
En este sentido, todavía a fines del siglo XVIII la decir, gente que además de su natural piedad cató-
Iglesia no había llegado a consolidarse como un lica se ajustara al perfil alto de los funcionarios bor-
conjunto monolítico de gran poder, sino que por el bónicos: inteligencia, eficacia y lealtad. En el caso
del Perú hubo notables personajes que cumplieron
con dichos requisitos como los obispos Chávez de
la Rosa en Arequipa, Martínez Compañón en Truji-
llo y Moscoso Peralta (el único criollo) en Cuzco.
El patronato regio se convirtió en un problema
cuando se establecieron las repúblicas sudamerica-
nas. Contando con una tradición de subordinación
COLONIA A REPÚBLICA

de la Iglesia a la Corona, los jefes de los noveles es-


tados buscaron también mantener la situación: el
patronato regio quiso ser asumido por las nuevas
repúblicas. Sin embargo, esto generó una crisis en-
tre el clero secular pues ahora Roma quería manejar
la Iglesia en América Latina y no ceder su espacio.
A pesar de la fuerza y coherencia que la Iglesia le
DE

había dado a la organización colonial, la indepen-


dencia reveló su debilidad interna: los obispos re-
nunciaron bajo presión o fueron expulsados. Por su
parte, los curas liberales buscaron medidas para
controlar o reformar a los religiosos que no compar-
tían sus ideas. Al asumir el patronato regio, las nue-
vas repúblicas abortaron cualquier posibilidad de
autonomía de la Iglesia frente al Estado. Fue la
oportunidad que aquélla perdió para distanciarse
del poder político y forjar una identidad más propia
(Klaiber 1988).
La lucha entre conservadores y liberales que ca-
racteriza el mundo republicano de la primera mitad
del siglo XIX también marca la relación y las direc-
trices políticas entre la Iglesia y el Estado. Los vín-
culos a establecerse entre ambas instituciones fue-
Un grupo de indios norteños en un momento de oración, ron tema de arduo debate político en la mayoría de
siglo XVIII. las repúblicas hispanoamericanas a lo largo del siglo

824
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

XIX; no obstante hubo siempre un punto de cohe- Por otro lado, la forma usual de asegurar rentas
sión entre liberales y conservadores: servirse de la para mantener las instituciones de enseñanza había
Iglesia como elemento vertebrador de la república. sido en la mayoría de los casos la adquisición de
propiedades. Muchas de ellas fueron obtenidas por
LA EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS herencias; las haciendas aceptadas y administradas
por los jesuitas resultaron ser casi siempre empresas
Mediante una Pragmática Sanción del 27 de fe- económicas exitosas. De otro lado, los campesinos y
brero de 1767 llega a todos los confines del imperio los esclavos que vivían en estas haciendas resintie-
español-americano la orden de expulsar a los jesui- ron el cambio de dirección suscitado a causa de la
tas. Los motivos reales hasta el momento no se co- expulsión; recuérdese que tras ésta se creó la Junta
nocen; se habla de una voluntad autonomista de la de Temporalidades, una suerte de comité encargado
orden religiosa (merced al éxito obtenido por ejem- de la supervisión y venta de las propiedades de los
plo en las misiones de Paraguay o a la influencia en jesuitas. En manos de civiles, con las pesadas cargas
las clases dirigentes americanas), pasando por su tributarias y la competencia del mercado, las prós-
poder político-económico, hasta intrigas y oposi- peras haciendas de la orden dejaron de serlo.
ción palaciega en la corte española. En todo caso, lo Sin embargo, para el caso del Perú, el extraña-
que sí es claro es que la orden tenía un poder exce- miento jesuítico tuvo algunos efectos positivos. Sin
sivo –tanto en España como en América– que resul- negar lo que se acaba de decir sobre cómo se vio
taba amenazante para la Corona. Además, para los afectada la educación, la presencia del Convictorio
ministros jansenistas, se había convertido en el mu- de San Carlos, sobre todo en su etapa culminante
ro de contención de las nuevas ideas filosóficas que bajo la dirección del chachapoyano Toribio Rodrí-
ilustraban la Europa del siglo XVIII y que los colo- guez de Mendoza (1785-1816), significó una reno-
caba en una permanente pugna por la moderniza- vación del pensamiento peruano. Sin los jesuitas no
ción. Defensores de los derechos del Vaticano en Es- hubo más muro de contención para las nuevas ideas
paña y sus colonias, la derrota de los jesuitas signi- filosóficas, y pasaron casi treinta años antes de que
ficó la indefensión de la Iglesia frente al Estado es- las autoridades se sintieran amenazadas por las en-
pañol, y que no tuviera mayores armas en los suce- señanzas vertidas en el Convictorio. Creado por el

DE
sos previos a la independencia. virrey Amat y Junient en 1771, recién fue interveni-

COLONIA A REPÚBLICA
La expulsión de los jesuitas fue llevada a cabo do en 1815 durante el gobierno del virrey Abascal,
con “sorpresa, rapidez e implacabilidad” (Álvarez después de que Rodríguez de Mendoza estuviera
Brun 1961); todos, incluso viejos y enfermos, de- treinta años en la dirección. En esos años se forma-
bieron abandonar el territorio. La estrategia estuvo
tan bien dirigida que la orden, que gozaba de un
prestigio superior al de las demás no pudo contar
con defensores. La consternación general fue tardía;
en el momento no hubo más que algunos infructuo-
sos intentos de protesta y alboroto. Sin embargo, es-
to generaría una fuerte tensión, un primer rompi-
miento con la impositiva madre patria.
Para la Iglesia latinoamericana la expulsión de
los jesuitas significó una crisis. Esta orden se había
dedicado a educar a los miembros dirigentes de la
sociedad, tanto indígenas como criollos. La expul-
sión de la orden significó que universidades, cole-
gios y misiones perdieran alrededor de 2 500 sacer-
dotes, gran parte de los cuales eran “criollos, cos-
mopolitas, bien cualificados y eficientes” (Barnadas
1990). En Lima, por ejemplo, tenían a su cargo,
aparte del colegio El Príncipe para hijos de curacas,
el colegio San Martín y el colegio San Felipe; estos
Toribio Rodríguez de Mendoza fue profesor y rector del Real
dos últimos, ante la ausencia de maestros, se unie- Convictorio de San Carlos, introduciendo importantes
ron en el Real Convictorio de San Carlos. modificaciones en los planes de estudio de dicho claustro.

825
Aldana

ron varias generaciones de criollos que jugarían ro- ponerle un plan para independizar las colonias. Via-
les estelares durante la independencia. jaría a Inglaterra para tratar de conseguir –sin éxito–
Por otro lado, si bien a los jesuitas se les debe el apoyo oficial de este gobierno. Su famosa “Carta
una admirable labor en sus misiones, y en el caso a los españoles americanos” tendría gran resonancia
del Perú la incorporación de muchos pueblos y tri- en el mundo hispanoamericano e incluso se le acer-
bus de la región amazónica, su salida significó la re- carían grandes ideólogos del movimiento indepen-
cuperación del control religioso de las zonas de Jaén dentista americano, como Francisco de Miranda.
y Maynas. En 1802 se crean el obispado y la gober-
nación de Maynas con el propósito de que fueran EL BAJO CLERO Y LOS CURAS
asumidos por los franciscanos del convento de San- DOCTRINEROS
ta Rosa de Ocopa; de este modo se cumplía además
con las recomendaciones del comisario de límites En los últimos años de la colonia, América tuvo
de la Amazonía Francisco de Requena, acerca de un alto clero eminentemente español que, por las
que estas regiones debían pasar a depender del vi- políticas absolutistas de los Borbones, se encontró
rreinato del Perú por las mayores facilidades para la supeditado y dependiente del Estado más de lo que
comunicación y el control. nunca lo había estado antes. Por lo mismo, ninguna
Pero la expulsión de los jesuitas tuvo una reper- alta autoridad eclesiástica dejaba de ser nombrada
cusión no pensada y vinculada particularmente a los por la Corona. Sin embargo, surgió un grave proble-
procesos de reforma y separación que se darían en ma: por lo general estas autoridades no tenían un
las primeras décadas del siglo XIX. Expulsados tam- contacto directo con el pueblo. Quizás uno de los
bién de Portugal y de Francia, en el norte de Italia se pocos obispos que visitara su diócesis a fines del si-
reunió un numeroso contingente de ex jesuitas ame- glo XVIII fue el obispo Baltasar Jaime Martínez de
ricanos, alrededor de cinco mil, cuya situación era Compañón quien, como hemos visto, lo hizo bajo
bastante precaria y difícil, y que ardían de indigna- un perfil de funcionario borbónico.
ción ante el abuso de haber sido arrojados de los ho- Pero, en general, la agreste geografía del virrei-
gares donde habían nacido; nato se convertía en un obs-
su situación no hacía más que táculo que frenaba las visitas
COLONIA A REPÚBLICA

aumentar la nostalgia y los pastorales y que mantenía


afanes subversivos, sobre to- alejada a la jerarquía eclesiás-
do al descubrir un nuevo pa- tica de sus feligreses. El con-
norama ideológico en esas tacto real entre miles de cam-
tierras del sur de Europa. pesinos y la Iglesia y la reli-
Sabemos por ejemplo que gión fue establecido por el
la Pragmática Sanción de medio y bajo clero, en parti-
DE

Carlos III marcó con huella cular por los curas doctrine-
indeleble el espíritu de jesui- ros de origen criollo. A pesar
tas como el argentino Juan de ello, en los primeros años
José Godoy y del Pozo y, en- del siglo XIX una gran canti-
tre los peruanos, de Juan Pa- dad de los 500 curatos exis-
blo Viscardo y Guzmán. tentes estaban vacantes.
Este jesuita se mantenía al A fines de la etapa colo-
corriente de lo que sucedía en nial, el sacerdocio, más que
las colonias y hoy se sabe que una vocación, se había con-
en 1781, al enterarse de la re- vertido en una carrera seme-
volución de Tupac Amaru, se jante al derecho o a la milicia,
dirigió al cónsul inglés en Li- que en la mayoría de los ca-
vorno, John Udny, para pro- sos contaba con la ventaja de
asegurar a los hijos de los al-
Un fraile dominico en una tos sectores de provincia una
acuarela del siglo XIX. La carrera
eclesiástica era una de las pocas determinada ubicación don-
oportunidades de movilización que de reproducir su medio social
ofrecía la sociedad colonial. de vida. El perfil de estos re-

826
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

ligiosos solía ser el de un licenciado que había estu- La mayoría de las veces los curas vivían en con-
diado en Lima, con rentas de mil pesos al año y uno cubinato y se dedicaban a actividades mercantiles,
o dos ayudantes. En algunos casos contaban con negociando con los productos que cobraban para la
rentas establecidas por la propia familia a través de Iglesia y también con los propios; la liturgia les pro-
censos y capellanías de las que eran patrones o a tra- porcionaba la oportunidad para cobrar, en exceso
vés del cobro a los feligreses por los servicios reli- generalmente, y el espacio para hacerse de produc-
giosos prestados, sínodos, obvenciones y primicias. tos con los cuales comerciar. Podían –y de hecho lo
Téngase en cuenta que los diezmos, impuestos hicieron– recargar las prestaciones de servicios de
eclesiásticos que se cobraba a los productores agro- los nativos, aumentando el servicio de pongaje, de
pecuarios, estaban vinculados a la alta jerarquía mitas de cocineros, de dar mulas y de contribuir con
eclesiástica y parcialmente significaban también un recachicos (pequeños aportes de dinero y productos
ingreso para el Estado, por cuanto una parte rever- que ocasionalmente se ofrecían al cura). Incluso en
tía a él. Generalmente el cobro del diezmo era rema- algunos lugares como en Reyes, Ninacaca y las lla-
tado en las diferentes mesas capitulares de cada nuras de Bombón (Pasco) se estableció una mita de
obispado y, como el sistema eclesiástico y el civil se confesión; es decir que por cada confesión el confe-
superponían, se hacía de manera semejante al tribu- sante tenía la obligación de contribuir con un nú-
to, es decir, en dos partes: en San Juan (junio) y en mero de horas o días de trabajo. De este modo, los
Navidades (diciembre). Para fines del período colo- curas doctrineros muchas veces se convirtieron en
nial, sin embargo, el diezmo, una de las principales los agentes determinantes para la canalización y ex-
rentas del estado eclesiástico, se había reducido tracción de excedentes de la comunidad (Hunefeldt
prácticamente a la mitad (García Jordán s/f). 1983).
Los miembros del clero secular eran casi tan nu- Muchos de ellos fueron elementos claves en las
merosos como los religiosos. Los curas doctrineros diferentes revueltas indígenas de principios del siglo
pertenecían por lo común al bajo clero secular y mu- XIX y sobre todo jugaron un rol particularmente
chas veces eran los encargados de cobrar los tributos importante en las montoneras de la independencia.
que le correspondían a la Iglesia, diezmos y primi- Un ejemplo notorio fue el del padre fray Bruno Te-
cias, pero principalmente sobrevivían con el ritual: rreros, quien se levantó en Chupaca a la cabeza de

DE
misas de diversos tipos, bautismos, matrimonios. un grupo de nativos.

COLONIA A REPÚBLICA
Los curas doctrineros podían ser ayudantes y te-
nientes de curas, a veces diáconos y clérigos de ór- LOS PRIMEROS AÑOS DE LA
denes menores, que vivían en las zonas rurales de INDEPENDENCIA Y EL CLERO
las provincias más alejadas. Esta figura solitaria era
formalmente obediente al orden eclesiástico, pero En 1810, Bartolomé María de las Heras dirigía
en la práctica no siempre se tenía una completa ju- una carta al rey en la que señalaba que los habitan-
risdicción sobre ellos. Era un clero acostumbrado a tes del Perú –y en general los de Lima– eran fieles a
vivir su propia vida en regiones remotas, por lo co- la Corona, a pesar de hallarse en medio de virreina-
mún en pueblos pequeños de campesinos indígenas tos que sufrían diferentes procesos de rebeldía. Una
donde solían contar con fuerte representatividad so- década después y pese a su avanzada edad (80
cial por su investidura. años), este arzobispo español sería forzado a retirar-
se primero a Chancay y luego a España. La excusa
POBLACIÓN ECLESIÁSTICA ESTIMADA (1812) fue su negativa a clausurar las casas de ejercicios de
mujeres –como ordenara San Martín–, pero la ver-
Población total 1 371 351 dadera razón fue el temor a su conservadurismo y
Doctrina 483 su posible arraigo entre la población.
A lo largo del proceso de independencia, gran
Anexos 977
parte del alto clero, mayormente peninsular, se
Clérigos 2 018
opuso a la independencia. Sus instintos conserva-
Religiosos 2 217 dores –o quizás el temor a las consecuencias de una
Monjas 1 144 revolución– los hacía aunar fuerzas para despresti-
Beatas 217 giar la causa de la libertad. Para Barnadas (1990) el
aparato clerical identificó su destino con el de la
Fuente: García Jordán [s/f]:20, 337. minoría blanca y se dejó manipular por el poder ci-

827
Aldana

Retrato por José Gil de Castro de Francisco Javier de Luna


José Sebastián de Goyeneche y Barreda (1784-1872) fue Pizarro (1780-1855), arzobispo de Lima, vinculado
obispo de Arequipa y arzobispo de Lima en 1860, sucediendo estrechamente a la vida política peruana en la primera mitad
a José Manuel Pasquel. del siglo XIX.

vil como instrumento de pacificación. Tómese en sia y su vinculación con los nuevos países. La ma-
COLONIA A REPÚBLICA

cuenta cómo en 1825 José Faustino Sánchez Ca- yoría de las diócesis se mantuvieron vacantes hasta
rrión tuvo que leer una memoria dirigida a aquietar por dos décadas: Lima (1821-1835); Trujillo
las conciencias de muchos patriotas, que se opo- (1820-1836), Huamanga (1821-1843), Cuzco
nían a la libertad republicana en la misma medida (1826-1843), Maynas/Chachapoyas (1821-1836),
en que se oponían a un crimen contra la religión excepción hecha de Arequipa, a cuya cabeza se en-
(Barreda 1937). contraba don José Sebastián de Goyeneche. Este
Pero la mayoría del clero secular se inclinó por criollo realista fue obispo de esa sede sureña desde
DE

el lado de los patriotas (Restrepo 1992); no deje- 1818 y se negó a abandonar a sus fieles luego de la
mos de anotar que de los 79 diputados que hubo en independencia; no obstante con su presencia no se
el primer Congreso Constituyente, 26 eran sacerdo- recuperaban los territorios para España y sí se co-
tes. Su actitud en muchos casos fue decisiva para la rría el riesgo de perder a muchos para la fe (García
opción de los fieles; la Iglesia se despojó de sus bie- Jordán s/f:22).
nes para sostener las necesidades del ejército pa- Liberales por convicción como Bolívar atacaron
triota. Sin embargo, también los realistas echaron directamente la institucionalización eclesial. En
mano de estos bienes: en 1819 se exigió un subsi- 1826, el Libertador dio un decreto dirigido a la re-
dio eclesiástico a las cofradías y conventos por un forma de regulares mediante el cual se limitaba el
millón de pesos como préstamo al real erario; y, po- número de conventos de acuerdo a la población
co antes de abandonar Lima (1821), el ejército del existente en cada poblado, eliminándose así 39 mo-
virrey La Serna exigió todo lo que había de valor en nasterios.
las iglesias. La Iglesia rechazaba a los liberales, y los secto-
A nivel de autoridades eclesiásticas, el problema res más conservadores nombraban a los sacerdotes.
fue bastante más grave. Desde los mismos inicios En este momento Bartolomé Herrera se convierte
de la república muchos obispados quedaron vacan- en el portavoz del ultramontanismo y en el arqui-
tes: el rechazo a las políticas españolas de los pri- tecto principal de la romanización de la Iglesia pe-
meros años se conjugó con el problema de la Igle- ruana. El mismo Francisco Javier Luna Pizarro, li-

828
La vida cotidiana en los siglos XVIII y XIX

beral de joven, abjura de estos ideales y se convier- estudios dictado por éste (Álvarez Brun 1961; Gar-
te en el arzobispo conservador de Lima (Klaiber cía Jordán s/f). En el fondo de estas propuestas se
1988). encontraba la voluntad de los liberales por supedi-
Pero los liberales no se mantuvieron inactivos y tar a la Iglesia al control del Estado y crear una ver-
la oposición al Concordato con la Santa Sede tuvo dadera y autónoma iglesia nacional. Pero a nivel de
en Francisco de Paula González Vigil a uno de sus la política estatal, tanto liberales como Orbegoso o
más encarnizados detractores; es más, en 1851 se- conservadores como Castilla querían convertir a la
ría excomulgado por Pío IX. Pero ya desde antes el Iglesia en la fuerza estabilizadora de la sociedad.
liberal Manuel Lorenzo de Vidaurre había presenta- El punto culminante de la guerra entre liberales
do un proyecto de código eclesiástico –que fue co- y conservadores –encabezados por Herrera– fue al-
locado en el Index del Vaticano– en el que se pro- rededor de 1848, cuando los liberales creyeron que
ponía una serie de reformas a la organización del podía cundir el ejemplo boliviano y ser firmado el
clero, propugnando por ejemplo la anulación del Concordato con la Santa Sede. El triunfo liberal
celibato y el derecho a casarse de los religiosos, implicó que este acuerdo con el Vaticano fuera re-
quienes estudiarían además en seminarios pagados cién firmado –en otro contexto– hacia mediados de
por el Estado y por supuesto bajo un currículo de la segunda mitad del siglo XIX.

BIBLIOGRAFÍA
Mucho hay que decir pero muy poco se ha escrito XVI”, en Revista del Archivo Nacional, Lima, 26 (1): 1964, mos la advertencia, irónicamente narrada por Manuel A.
sobre la vida cotidiana de la conflictiva época entre el últi- pp. 104 -219 y también “Las bellas artes en el virreinato: Fuentes (Lima: apuntes históricos, descriptivos, estadísti-
mo tramo colonial y el tránsito a la república. Ni siquiera pinturas y pintores en Lima virreinal”, en: Revista del Ar- cos y de costumbres (1867), Lima, BID, 1985), de que fre-
en esta breve aproximación se llega a dibujar el cuadro de chivo Nacional, Lima, 28(1-2):1964, pp. 104-219) o César cuentemente el viajero registraba como costumbre hechos
cómo pudo ser la vida de la gente común que vivió en el Pacheco Vélez (Memoria y utopía de la vieja Lima, Lima, que no pasaban de lo anecdótico.

DE
pasado; se ha intentado al menos esbozar algunos temas Universidad del Pacífico, 1985); aunque este último sí se Muchos viajeros aparecen por nuestras costas du-

COLONIA A REPÚBLICA
puntuales abriendo el panorama a un espacio algo más interesa por la sociedad limeña y rescata algo del diario rante la independencia; momento en el cual se conjuga un
amplio que el de Lima. El trabajo es muy difícil pues des- pasar. renovado interés científico por las riquezas naturales del
cribir un cuadro vívido de la época como conjunto, y no Quizás uno de los pocos que se ha dedicado a re- nuevo continente con una fuerte curiosidad por la forma-
sólo algunas escenas (arte, costumbres, anécdotas), re- construir el vivir cotidiano de la epoca virreinal es Jean ción de los nuevos países. Quizás los que tienen mayor
quiere de un amplio dominio del momento, una concienzu- Descola (La vida cotidiana en el Perú en el tiempo de los información sobre la independencia han sido compilados
da investigación y mucha creatividad literaria. españoles 1710-1820. Buenos Aires, Librería Hachette, por E. Núñez (Relaciones de viajeros) en la gigantesca
Pero, por el momento, hay muchos textos de difu- 1962), pero su interesante trabajo es un primer acerca- Colección documental de la independencia del Perú, Vol.
sión que nos dan noticias sobre el tema. Por lo general, miento que le resulta insuficiente a un limeño. No faltan 4. Como A. Tauro (Viajeros en el Perú republicano, Lima,
en cada colección o enciclopedia histórica hay siempre un algunos textos como el de M.E. Manarelli (Pecados públi- UNMSM, [s.f]), E. Núñez se dedicó a reunir muchas rela-
volumen (o parte de él) que se dedica a la vida cotidiana. cos: la ilegitimidad en Lima, siglo XVII. Lima, Flora Tris- ciones de viajeros, incluyendo algunos de la temprana re-
Suelen ser, por lo común, estudios sobre diversas mani- tán, 1993), que intentan describir alguna escena cotidiana pública, con el objeto de ilustrar el siglo XIX peruano.
festaciones artísticas (sobre todo pintura y escultura) en –de la Lima del siglo XVII en este caso– como marco a Compiló por ejemplo Viajeros alemanes por el Perú: cua-
donde se menciona a los artífices y se listan las obras de un estudio de mayor profundidad. Otros como M.D. Dé- tro relaciones desconocidas: P. Wolfgang Bayer, Friedrich
arte más reconocidas. O también se intenta presentar una melas e Y. Saint-Geours (La vie quotidienne en Amérique Gerstaecker, Karl Scherzer, Hugo Zoller (Lima, UNMSM,
imagen de la época narrando hechos y costumbres a ma- du Sud au temps de Bolívar: 1809-1830, Paris, Hachette, 1969), prologó la obra de Max Radiguet (Lima y la socie-
nera de anécdota y no como un todo con su propia cohe- 1987) o M. Haitin (Late colonial Lima: economy and so- dad peruana, Lima, Biblioteca Nacional del Perú, 1971) y
rencia interna (ver, por ejemplo, los diversos artículos de ciety in an era of reform and revolution, Berkeley, Univer- editó un estudio sobre viajeros (Viajes y viajeros extranje-
la colección Historia general del Perú editada por Brasa sity of California, 1975, Ph.D.), a pesar de no estar tradu- ros por el Perú: apuntes documentales con algunos desa-
en 1993; la Historia de Carlos Daniel Valcárcel [et al.]; la cidos, han seguido una línea interesante recogiendo bas- rrollos histórico-biográficos. Lima [s.e.] 1989).
Historia general de los peruanos: el Perú republicano, pu- tante de la vida cotidiana, pero centrando su interés en Las importantes observaciones de Heinrich Witt
blicada en 1986 por Peisa, y la de Mejía Baca, Barcelona los problemas político-económicos y perdiendo a la ciu- (Diario y observaciones sobre el Perú: 1824-1890, Lima,
1984, entre otras). dad como escenario. Probablemente sea Pablo Macera Cofide, 1987) han sido también publicadas sumándose a
Pocos han intentado asumir el reto de dibujar la vida (Trabajos de historia, Lima, INC, 1977, tomo IV) uno de los esfuerzos de Macera por publicar a viajeros franceses
cotidiana del Perú. Un buen número de costumbres fueron los pocos historiadores que en varios ensayos puntuales (“Los viajeros franceses y el Perú republicano (1826-
recogidas por Ricardo Palma en sus Tradiciones peruanas ha analizado diferentes aspectos de una determinada 1890)” en Revista Peruana de Cultura, Lima (5): 1965, pp.
y con ellas se han creado imágenes reales –pero también época en un intento de rebasar el interés por la cultura 50-70) y J.P. Duviols (Voyageurs français en Amérique:
falsas– del vivir de la gente de la colonia o de la temprana generalmente centrado en el arte. Sin embargo, el elabo- colonies espagnoles et portugaises, Paris, Bordas, 1978).
república. En general Lima como capital virreinal ha corri- rado panorama no llega a cuajar en una visión de conjun- Los libros que se leen enriquecen el contenido de
do mejor suerte que otras ciudades y cuenta con algunos to. todos los temas que uno está investigando (y escribiendo)
trabajos que narran sus riquezas históricas pero que no Las fuentes de primera mano y mayor riqueza son pero por lo general, se suelen dedicar a algún punto en
rescatan el cotidiano vivir de la gente; como los de Juan las narraciones de viajeros. En muchos otros documentos especial. Por eso, en este caso, la bibliografía utilizada ha
Manuel Ugarte Eléspuru (Lima y lo limeño, Lima, Editorial aparecen datos sueltos a manera de piezas de rompeca- sido separada de acuerdo con los temas que se tocan, de
Universitaria, 1967; Pintura virreinal, Lima, Banco de Cré- bezas que están a la espera de ser armados, pero son es- tal manera que el lector pueda encontrar la información
dito; La platería virreinal, Lima, Banco de Crédito, 1974; tos relatos los que nos permiten sumergirnos en el Perú mencionada directamente en los libros.
entre otros), Emilio Harth Terré (“Las bellas artes en el vi- de la independencia, dependiendo claro está, de la capa- Por temas y por orden alfabético la bibliografía con-
rreinato: historia de la casa urbana virreinal de Lima. Siglo cidad literaria y de observación del escritor. Pero recorde- sultada ha sido la siguiente:

829
Aldana

ALGUNOS TEMAS DE LA VIDA DIARIA LA MUJER, LA FAMILIA Y EL CAMBIO Barnadas, Joseph


1990 “La Iglesia Católica en la Hispanoamérica colonial”.
Barreda Laos, Felipe Burns, Kathryn En: Bethell, Leslie, ed. Historia de América Latina. 2.
1937 Vida intelectual del virreinato del Perú. Buenos Aires, 1993 Convents, culture and society in Cusco, Perú 1550- América Latina colonial: Europa y América en los si-
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