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David Hume: el empirismo inglés

Apuntes de Historia de la filosofía


de Segundo de Bachillerato de
Santiago Sánchez-Migallón Jiménez
David Hume: el empirismo inglés

"Sí cae en nuestras manos, por ejemplo, algún volumen de teología, o de metafísica
escolástica, preguntémonos: ¿contiene algún razonamiento abstracto relativo a una
cantidad o número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental sobre cuestiones
de hecho y de existencia? No. Entonces, arrojémoslo a las llamas porque sólo puede
contener sofismas y supercherías"

David Hume, Investigaciones sobre el entendimiento humano

1. Contexto histórico: El Siglo de las Luces.-

A lo largo del Siglo XVIII, diversos países europeos disfrutaron de un


gran optimismo y de una total confianza en los poderes y capacidades humanas
como pocas veces se ha visto en la historia de Occidente. En todos los países
donde brilló el pensamiento ilustrado se emplearon expresiones metafóricas
para referirse a la época. Fue corriente la metáfora de la luz para indicar que las
tinieblas de la ignorancia habían quedado atrás y que, a partir de aquel
momento, la razón brillaría en todas partes. En Francia, donde el movimiento
tenía a sus divulgadores más apasionadas, se hablaba de Le siècle des lumières
(estas "luces" llevaron a un gran resultado político sin precedentes es la historia:
la Revolución de 1789). La Ilustración francesa siguió el camino abierto por la
Ilustración inglesa (Englightement) nacida de la obra de Locke y Newton a
finales del siglo XVII. David Hume trató de iluminar las posibilidades y

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garantías de nuestras investigaciones basándose en el análisis de la naturaleza


humana.

En Alemania, Kant, arraigado tanto en el racionalismo como en el


empirismo, habló de Aufklärung (klären significa en alemán "esclarecer, hacer
evidente o transparente"). De hecho, Kant veía la Ilustración como la salida del
hombre de la edad infantil, entendiendo por ésta aquella época en que el ser
humano es incapaz de usar la razón de modo autónomo, sin que otros la dirijan
por él.

En otros países europeos, como Italia o España, la Ilustración brillo con


muy poca intensidad. Italia, después de su glorioso Renacimiento, con la
Contrarreforma, presentaba una situación decadente tanto en el campo de la
filosofía como en el de la ciencia.

Por lo que Respecta a España, en el siglo XVIII, debido al aislamiento


cultural impuesto por Felipe II y sus sucesores, se mantenía en una situación de
oscuridad que contrastaba con el esplendor intelectual francés. Las aportaciones
de Cadalso o Jovellanos, o de científicos como Elhúyar, no llegaron a reducir el
atraso filosófico y científico que se vivía en España.

1.1. Características fundamentales de la Ilustración.-

Los temas de la Ilustración fueron la naturaleza y la humanidad, la razón


y la ciencia, la libertad y la igualdad, la felicidad y la utilidad, el trabajo y el
progreso. La razón se situó en el mismo centro de esta constelación: si unos
pocos hombres pensaran y actuaran racionalmente, el resto los seguiría y se
conseguiría un mundo nuevo y mejor. Los pensadores ilustrados se vieron a sí
mismos como los portadores de la antorcha de la razón y los exploradores del
mundo anteriormente sumergido en las tinieblas heredadas de las Edades
Oscuras.

Basta recordar la Encyclopédie (comenzada en 1751), la Declaración


Americana de la Independencia (1776) y la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano (1789), así como a escritores tan diversos como Locke
y Hume, Voltaire y Condillac, Montesquieu y Condorcet, Diderot y D'Alembert,
Buffon y Lavoisier, Helvetius y D'Holbach, Quesnay y Smith, Beccaria y
Bentham, etc.

La Ilustración fue una ideología completamente nueva: una concepción


del mundo, un sistema de valores y una agenda política. Fue la primera
ideología moderna global, e insertada como una cuña entre otras dos ideologías
globales: el tomismo y el marxismo. Este último, en algunos aspectos, fue una
continuación de Ilustración y, en otros, una reacción contra ella.

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La ideología ilustrada puede englobarse en los diez principios siguientes:

1. Confianza en la razón: que llegó a su culminación durante la


Revolución Francesa en la adoración de la diosa Razón. La razón es la luz
esclarecedora y autosuficiente que libera al hombre de sus prejuicios, de las
supersticiones, de la ignorancia y de las tradiciones irracionales.

2. Rechazo del mito, la superstición y, en general, cualquier creencia o


dogma infundados.

3. Investigación libre y secularismo: se estimuló a deísmo (una religión


sometida al criterio de la razón y no la religión de los misterios propia del
cristianismo. El deísmo afirma que si bien un Dios creó el mundo, luego "se
olvidó por completo de su obra", y no interfiere en ella), al agnosticismo e incluso al
ateísmo.

4. Naturalismo (oposición al
sobrenaturalismo), en concreto,
materialismo. Muchos ilustrados
van a ser materialistas en el
sentido de no aceptar como
existente nada más que lo
material (en oposición a
conceptos "inmateriales" como
alma, espíritu o Dios).

5. Cientificismo: adopción del


enfoque científico para el estudio
tanto de la sociedad como de la
naturaleza. La razón humana,
ayudada por las matemáticas y la
experiencia, nos capacita para
conocer las leyes de la naturaleza
y para intervenir en ella en
beneficio propio. De este modo,
la actividad científica posibilitará
el progreso constante en la vida
de los humanos y la obtención de
la más alta perfección. Un
profundo optimismo late en el
corazón de los ilustrados, un
optimismo que cree en la bondad
del hombre y en la posibilidad de
Carlos III intentó traer los avances de la
nueva mentalidad ilustrada a España con alcanzar una felicidad general
poco éxito. La Ilustración española fue un para todos los seres humanos.
fracaso.

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6. Utilitarismo: Sólo lo útil merece hacerse; se desarrolla la filosofía del


Utilitarismo preconizada por Jeremy Bentham, que halla un principio ético
general en la felicidad preconizada por Epicuro, bajo la fórmula de "la mayor
felicidad para el mayor número de gente". Las literaturas y las artes en general han
de tener un fin útil, que puede ser didáctico (enseñanza), moral (depurar de las
insanas pasiones) o social (sátira de las malas costumbres, para corregirlas). De
ahí que entren en crisis géneros como la novela o que se cultiven las novelas de
aprendizaje y que se pongan de moda las fábulas, las enciclopedias, los ensayos,
las sátiras, los informes. El teatro pretende corregir las costumbres con la
comedia y limpiar de pasiones el alma con la tragedia.

7. Respeto por la praxis (artesanía e industria) y reverencia por la


máquina.

8. Progresismo: desprecio por el pasado (excepto por la Antigüedad


Clásica), crítica de las deficiencias y vicios presentes y confianza en el futuro.

9. Crítica del poder político: los hombres no pueden vivir en un régimen


político absolutista. El poder no es un derecho hereditario, sino que se origina
en la nación soberana (en el pueblo). Locke ya había justificado y legitimado la
sumisión del rey al Parlamento y, asimismo, la separación de poderes. Los
ilustrados franceses leyeron y asumieron la filosofía política de Locke y, a
finales del siglo XVIII, Francia derrocó la monarquía.

10. Universalismo o cosmopolistismo: se plantean los derechos


humanos o la educación para todos los "hombres libres". Los ilustrados
defenderán la necesidad de respetar los diferentes tipos de ideas (religiosas,
políticas, etc.) y rechazarán las condenas dogmáticas.

Aunque la ideología ilustrada fuera un sistema coherente, algunas


personas adoptaron algunos de sus componentes y rechazaron otros. Por
ejemplo, los déspotas ilustrados europeos (en Europa existían las monarquías
absolutistas) adoptaron ciertos componentes filosóficos pero no los políticos. De
igual modo, algunos filósofos dieron más énfasis a algunos aspectos dejando
más de lado otros.

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2. Hume: vida y obra.-

Hume nace en Edimburgo (Escocia) en 1711.


A la edad de doce años es llevado a la
Universidad de Edimburgo para estudiar
Derecho pero, mostrando ya desde esa edad
un fuerte carácter y unas firmes
convicciones, decidió estudiar filosofía en
contra de los deseos de sus padres. Quizá
este rasgo psicológico nos explica por qué
llevó el análisis crítico del conocimiento,
desde su postura empirista, hasta las
últimas consecuencias: un escepticismo
total. En 1734, tras unos meses en Bristol,
deja el estudio autodidacta e ingresa en el
colegio de La Flèche (Anjou, Francia). Allí
completa su Tratado de la naturaleza humana a
la edad de veintiséis años. Aunque hoy se
considera esa obra como el trabajo más importante de Hume, el público
británico le dispensó una fría acogida. En 1748, hace la primera versión de su
Investigación sobre el entendimiento humano, en donde sintetiza gran parte de las
ideas expuestas en el Tratado. Esta obra junto con la Investigación sobre los
principios de la moral, comienza a lograr que se reconociera la valía de Hume,
aunque pronto comenzaron también las duras críticas de muchos intelectuales.
Su talante optimista le ayudó a soportar con entereza sus fracasos al intentar
obtener una cátedra en la Universidad de Edimburgo. En 1763 se trasladó a
París y ejerció como secretario del embajador (Lord Hetford). Allí se relacionó
con los filósofos ilustrados (Voltaire, Diderot, D'Alembert...) y se hizo amigo de
Rousseau. Cuando éste sufrió diversas persecuciones, Hume le ofreció su
apoyo, pero fue una amistad breve, seguramente por las diferencias de carácter
entre los dos filósofos. Hume muere en Edimburgo en 1776.

3. Epistemología.-

Las pretensiones de Hume son claras: quiere llevar el rigor científico de


la Física (llamada en aquella época filosofía natural) de Newton al estudio de la
naturaleza humana. Al igual que Newton no quiere "fingir hipótesis" sino sólo
aceptar lo que la experiencia nos confirme. Se trata entonces de un criterio
empirista riguroso. Hume va a entender la mente como Newton entendía el
universo: como un conjunto de "cuerpos que se relacionan mediante leyes o
principios constantes", lo que a nivel mental sería: un conjunto de impresiones
que se asocian de acuerdo a unos principios regulares formando nuestros
pensamientos.

La misma intención mostrada por Descartes la encontramos en Hume:


construir un sistema de todas las ciencias, y puesto que todas las ciencias

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surgen del hombre o tienen como objeto el propio ser humano (la lógica, moral,
política, etc.), la ciencia básica e imprescindible es aquella que analice la propia
naturaleza humana, estudiando, en primer lugar la génesis de nuestros
conocimientos (cómo se forma el conocimiento).

3.1. Las ideas. Teoría del significado.-

Las ideas son los elementos básicos, los "átomos" con los que se
construyen nuestros conocimientos, por eso es lo primero que se va a someter a
análisis. De entrada, Hume asume la postura de Locke de no admitir ninguna
idea ni principio innato: todos los contenidos de la conciencia proceden de la
experiencia sensible. Sin embargo, va a objetar al inglés que sí que existen
ciertas percepciones subjetivas innatas: los sentimientos o pasiones propios de
nuestra naturaleza.

Hume introduce una nueva terminología más clarificadora en este


terreno: llama percepción a todo lo que se encuentra en la mente procedente de
la experiencia, y distingue dos tipos de percepciones:

- Impresiones: son percepciones fuertes, directas (Ej.: cuando vemos


directamente cualquier cosa o cuando sentimos dolor).
- Ideas: imágenes o copias en la mente de dichas impresiones (Ej.: cuando
recordamos algo que ya vimos en el pasado).

A su vez, tanto las impresiones como las ideas pueden ser:

- Simples: las que no pueden dividirse en otras, como por ejemplo un


color.
- Complejas: las que están formadas por asociación de ideas simples,
como por ejemplo el color, la textura, el tamaño, etc. dan lugar a la impresión
compleja de una manzana.

Esta reunión o asociación de impresiones e ideas simples para formar


ideas complejas se realiza mediante unos principios de asociación internos.
Ahora bien, no todas las ideas complejas que formamos en nuestra mente son
legítimas; nuestra imaginación puede asociar impresiones o ideas simples
formando ideas que no corresponden realmente a nada exterior (Ej.: un pegaso
no existe en la realidad y sería el fruto de asociar las ideas de caballo y de alas).
Y aquí comienza la "tijera" de la crítica empirista: puesto que nuestras ideas no
son más que copias de nuestras impresiones, sólo admitiremos como
verdaderas aquellas ideas de las que hayamos tenido su correspondiente
impresión, rechazando todas aquellas de las que no encontramos impresión
alguna y diciendo que éstas carecen de significado. De este modo, Hume
pretende depurar el lenguaje de toda esa maraña de términos de la filosofía
anterior que no corresponde a ninguna impresión (Dios, alma, substancia, etc.).

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3.2. Principios de asociación de ideas.-

Una vez analizados los elementos constituyentes del conocimiento,


Hume investiga como se relacionan éstos entre sí para formar conocimientos.
Piensa que al igual que existen principios regulares que gobiernan los
fenómenos naturales, existen también principios regulares que ordenan,
clasifican, asocian, etc. nuestras ideas. Esto determina la enorme riqueza de
contenidos de nuestro entendimiento así como el orden y la coherencia que
preside en éste. Distingue tres principios generales:

a) Ley de semejanza: es la tendencia a identificar lo semejante.


b) Ley de causa-efecto: ante los fenómenos que se acostumbran a
suceder temporalmente, nuestro entendimiento crea una expectativa de futuro:
espera que unos hechos sucedan a otros al igual que han sucedido en el pasado
(Ej.: el humo al fuego o la lluvia a las nubes).
c) Ley de contigüidad: es la tendencia a relacionar ideas procedentes de
impresiones que se nos presentan "contiguas" en la experiencia, es decir, a
relacionar impresiones que se presentas seguidas, una a continuación de la otra,
en el tiempo.

Del mismo modo que en el mundo físico unas leyes pueden reducirse o
simplificarse en otras más generales, Hume reduce las dos primeras en una sola
ley: la de contigüidad.

3.3. Tipos de conocimiento o verdades.-

Una vez analizadas las ideas y sus principios de asociación, sólo nos
quedaría ver que tipo de saberes o conocimientos se forman a partir de éstas.
Hume distingue dos tipos:

a) Relaciones de ideas: son las propias de las ciencias como la lógica o


las matemáticas. Su verdad se establece a priori (sin tener que recurrir a la
experiencia para comprobar su verdad. 2+2=4 es una verdad sin que tengamos
que realizar ningún experimento para comprobarla). En estos juicios se
establecen relaciones entre ideas, por lo tanto, no describen cómo es el mundo y
no surgen de la experiencia, sino del razonamiento. Son pues, afirmaciones
universales y necesarias, es decir, válidas en cualquier circunstancia.

b) Cuestiones de hecho: son aquellas que para confirmarlas o refutarlas


no hay más remedio que acudir a la experiencia. Todos nuestros conocimientos
cotidianos y científicos de la realidad son de este tipo. Ninguna cuestión de
hecho se puede establecer a priori, sino solamente a posteriori (acudiendo a la
realidad o experiencia y comprobando si lo que dicen es cierto. "Este coche es

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rojo" sería una cuestión de hecho que para conocer su verdad o falsedad
tenemos que ir a ver si realmente el coche es rojo o no).

4. Análisis crítico del conocimiento.-

Ya teniendo analizados los constituyentes del conocimiento, las leyes que


los relacionan y las verdades o conocimientos que existen, Hume se hace la
pregunta más importante: ¿qué validez tienen dichos conocimientos? ¿Qué
garantías de verdad tiene el conocimiento humano?

Hume deja a un lado los conocimientos propios de la lógica y de las


matemáticas, puesto que son ciencias cuyas verdades se establecen a priori y
son ciertas independientemente de lo que suceda en la realidad. Hume se va a
centrar en las ciencias típicamente empíricas.

Así, se detiene en el análisis de las cuestiones de hecho y lo primero que


observa es que todos los saberes de este tipo se apoyan en el principio de
causalidad entendido como una conexión necesaria entre la causa y el efecto.
Cuando afirmamos que "todos los metales se dilatan con el calor", estamos
convencidos de que la causa ("calentar el metal") producirá necesariamente el
efecto ("la dilatación"). Afirmamos necesariamente porque nos parece imposible
que tal efecto no se produzca al aplicar la correspondiente causa. Igualmente,
nos parece imposible meter la mano en el fuego y no quemarnos o tirar una
moneda al aire y que se quedara suspendida en el vacío. Todos nuestros
conocimientos sobre la realidad (las cuestiones de hecho) se basan en la
aceptación acrítica del principio de causalidad, así que Hume, someterá este
principio a crítica desde su óptica empirista.

4.1. Crítica del principio de causalidad.-

Cuando hablamos de causalidad pensamos en una conexión necesaria


entre fenómenos, pero ¿de qué tenemos realmente impresiones? Hume dice
claramente que por más vueltas que se le de al asunto cuando uno observa
cualquier fenómeno causal, sólo tiene impresiones de:

a) Una contigüidad entre los fenómenos causa y efecto (ambos se dan


siempre juntos en el tiempo). B va después de A.
b) La prioridad del fenómeno causa respecto al efecto (la causa siempre
va antes en el tiempo). A va antes de B.
c) La unión constante entre el fenómeno causa y el efecto, pues después
de repetir en muchas ocasiones una misma experiencia, siempre aparecen
unidos. A se presenta siempre junto a B.

No observamos nada más. Ahora bien, unión constante no tiene el


mismo sentido que conexión necesaria, pues lo primero hace referencia al
pasado y lo segundo se refiere también al futuro, es decir, que el hecho de que

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estos fenómenos me siempre se me hayan mostrado en el pasado conectados no


me garantiza, con total certeza, que sigan conectados en el futuro pues no hay
experiencia del futuro. Entonces, ¿por qué concebimos la causalidad como una
conexión necesaria entre la causa y el efecto?

a) ¿Puede ser porque el principio de causalidad sea un principio racional


y podamos deducir indudablemente, como en las matemáticas, el efecto de la
causa? No. En primer lugar, Hume no admite que dicho principio sea una idea
innata. Sí es cierto que nuestra mente tiende a asociar lo que se presenta
contiguo (ley de contigüidad), pero la idea de causalidad no es innata sino que
procede de la experiencia, de contemplar multitud de fenómenos que siempre
se han mostrado conectados. Nunca podríamos deducir de forma lógica o
matemática un efecto de una causa si antes no hemos tenido experiencia de ello.
(Ej.: un bebé nunca podría deducir por lógica que el fuego quema. Necesita ir y
cerciorarse de ello o aprenderlo por vía paterna).

b) ¿Puede ser porque tengamos la impresión de la fuerza o energía


(powers) que une al efecto con la causa? No. Es evidente que no conocemos las
propiedades ocultas de la materia, sólo conocemos sus efectos. El mismo
Newton asume que no podía determinar cuál era la naturaleza de la gravedad.
Podía percibir sus efectos (que los objetos se atraen en virtud de su masa), pero
nada más.

Entonces, ¿de dónde procede esa concepción de la causalidad como


conexión necesaria si la causalidad no es un principio lógico ni tampoco
tenemos impresión de las fuerzas que conectan la causa con el efecto? La
respuesta de Hume es contundente: es la costumbre, motivada por la
experiencia pasada, y la creencia, provocada por la costumbre, de que la
naturaleza actuará en el futuro del mismo modo que en el pasado, lo que nos
condiciona a asumir tal concepción (Ej.: pavo inductivo de Bertrand Russell).

El principio de causalidad, principio incuestionable para todos los


racionalistas (Leibniz o Spinoza), principio en el que se apoyan todos nuestros
conocimientos sobre las cosas del mundo y en el que, por tanto, confiamos
plenamente para dirigir nuestras acciones, nuestras vida, no es ni un principio
lógico ni la experiencia nos lo puede garantizar.

A fin de cuentas, todo nuestro conocimiento del mundo tiene sólo la


garantía de la costumbre y de la creencia en la uniformidad de la naturaleza
(que la naturaleza se comporta siempre de un determinado modo). Esta
creencia no es racional, sino un sentimiento que no procede de la razón sino del
instinto. NO ES LA RAZÓN LA QUE GUÍA LA VIDA SINO EL INSTINTO.

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4.2. Consecuencias de la crítica en la ciencia.-

La crítica de Hume conduce a una postura escéptica respecto al


conocimiento científico. No obstante, va a matizar que su escepticismo no va a
ser pirrónico (en alusión a la escuela helenística fundada en torno a Pirrón de
Elis que renunciaba a todo tipo de saber por no tener ninguna garantía de
seguridad de su verdad). Para Hume, la ciencia es absolutamente necesaria e
imprescindible para orientar y mejorar nuestras vidas (recordamos que Hume
es un ilustrado), pero hay que ser honestos y afirmar, frente al soberbio
dogmatismo de muchos filósofos y científicos de la época (sobre todo de corte
racionalista), que no podemos tener absoluta certeza de nuestros conocimientos.
El filósofo escocés sólo pretende llevar la crítica empirista hasta sus últimos
extremos, no cayendo en realismos acríticos, sino depurando el conocimiento
del dogmatismo soberbio de muchos racionalistas. Hume va a entender el
saber, más como una guía para la vida práctica que como una conquista de la
realidad absoluta.

Efectivamente, este espíritu práctico (recuerda el utilitarismo ilustrado de


Bentham) de Hume no puede renunciar a las ciencias, pero sí "ponerlas en su
sitio" que, para él, no era otro que el de saberes probables, útiles para el
hombre, y no el de ciencias ciertas, indudables sobre la realidad.

4.3. Crítica a la noción de


substancia y a la metafísica.-

Sin necesidad de asumir la


crítica al principio de causalidad,
Hume, de antemano, denunciaba
la falta de legitimidad de la
metafísica tradicional, que giraba
en torno a las tres substancias
establecidas por Descartes: yo,
Dios y mundo. Para el escocés,
desde un criterio empirista
riguroso, no podemos aceptar
nada de lo que no tengamos
experiencia y, atendiendo a su
teoría del significado, conceptos
como el de "substancia", "alma" o
"Dios" carecerían de sentido.

Desde el nominalismo, la
noción de substancia entendida John Locke será el padre del empirismo.
como "algo oculto" que subyace Subrayará que el conocimiento parte de la
bajo las apariencias, estaba experiencia, siendo los individuos como una
desterrada. Ockham, desde su tabula rasa sobre la que se imprimen los
datos provenientes de los sentidos.

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David Hume: el empirismo inglés

criterio empirista, rechaza la existencia de los universales aristotélico-


escolásticos. Los pensadores modernos ya no admitían la heterogeneidad del
universo aristotélico que hablaba de tantas esencias o universales como especies
de seres existentes. Sin embargo, en Descartes persiste la idea de un fondo
común, de un substrato general a todo fenómeno. Pues bien, todos los
empiristas británicos se van a cuestionar la realidad de tales substancias, pero
será Hume el más radical de todos ellos.

- Locke, admitía que sólo tenemos experiencia de los fenómenos


particulares (como Ockham) y no de las substancias generales, pero, por sentido
común, admitía que debía existir un ser creador de todo (Dios), un núcleo
central de nuestra personalidad, pensamientos, sentimientos, etc. (Yo) y,
evidentemente, un mundo origen de nuestras percepciones.

- Berkeley afirmará que de lo único que podemos estar seguros es de


tener ideas o percepciones, sólo podemos estar seguros de nuestra subjetividad
y de que nosotros y nuestras ideas subjetivas deben proceder de algo o alguien.
Sólo se puede asegurar la existencia del espíritu, como substrato de nuestras
ideas, y de otro ser espiritual como creador nuestro y de las ideas: Dios.

Pero Hume no está dispuesto a hacer ningún tipo de concesión: no


tenemos impresión de ninguna substancia, por lo tanto, no debemos admitirlas.
Esto parece lógico aplicado al caso de Dios pero... ¿cómo podemos poner en
duda la existencia del yo o del mundo? Hume no pretende negar la existencia
de sí mismo, algo que sería absurdo, sino que exista en nosotros un núcleo
inalterable y común a todo ser humano llamado alma. No tengo experiencia de
tal cosa, sino que mi vida es un correlato de experiencias que, gracias a la
memoria, atribuyo a un substrato que llamo yo. Por el hecho de que existan
percepciones no tiene que haber un "substrato" origen y continente de ellas.
Aceptar el alma sería:
a) Aceptar algo de lo que no tengo impresión (¿puedo ver, tocar, oír el
alma?).
b) Admitir el principio de causalidad como algo incuestionable, cosa que
ya no nos permite la crítica. Este fue el gran primer error de Descartes que, al
afirmar "Pienso, luego existo", ya está asumiendo este principio de modo acrítico.
Del hecho de que de causa "pensar" vaya siempre acompañada del efecto
"existir" no quiere decir que exista una conexión necesaria entre ambos.

Esto mismo es aplicable igualmente al mundo. Hume dice que lo


incuestionable es que tenemos percepciones, pero ¿quién me asegura que estas
correspondan a algo exterior a mí? Como vemos lo que hace Hume es subrayar
el solipsismo en el que queda encerrada la filosofía cartesiana.

Si llevamos el criterio empirista hasta sus últimos extremos sólo


podemos estar seguros de una cosa: que existen percepciones, fenómenos
subjetivos y nada más. No deja de ser curioso que los racionalistas, partiendo de

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sus ideas innatas lleguen a una postura realista y objetiva, mientras que Hume,
que parte de la experiencia, acabe llegando a un subjetivismo absoluto. Pero no
es que Hume fuese un loco que quisiera eliminar de un plumazo todo lo que
nosotros consideramos como real, sólo quiso dejar claro cuáles son las
limitaciones de nuestro conocimiento. Como otros empiristas, abandonará los
temas metafísicos y se dedicará a temas más prácticos como la ética y la política.
Las políticas que caracterizan el pensamiento moderno y que influirán en los
ideales políticos de los filósofos ilustrados, tendrán como origen el pensamiento
británico empirista del siglo XVII.

5. Ética y política.-

5.1. El emotivismo moral.-

Hume va a ser uno de los primeros pensadores en reivindicar la


importancia de las emociones y de los sentimientos en el comportamiento
humano (de ahí que su ética se denomine emotivismo moral). Habitualmente
actuamos en base a un plan de índole racional, estudiamos y reflexionamos
sobre las posibles opciones a tomar para adoptar una decisión idónea; pero
también es cierto que estos razonamientos están basados en última instancia en
creencias (ya hemos visto como la creencia en que de la causa se seguirá el
efecto es la base de nuestro conocimiento) y las creencias están, en gran medida,
imbuidas de emociones y sentimientos.

Muchas veces creemos en algo o hacemos algo porque nos resulta


atractivo, porque nos gusta. Los sentimientos de atracción o repulsión motivan
gran parte de nuestras acciones. Buscamos lo que nos causa placer (nos atrae,
nos gusta) y rechazamos lo que nos ocasiona dolor (nos causa repulsa, nos
disgusta). De este modo los juicios morales se sustentan en los sentimientos de
placer y dolor. El bien va a ser aquello que nos complace mientras que el mal
será lo que nos disgusta. ¿Y qué va a ser aquello que nos complace y que nos
disgusta? Estará marcado por las tendencias psicológicas propias de nuestra
especie.

Ahora bien, está búsqueda del placer no ha de entenderse en un sentido


egoísta (yo busco el placer para mí y me dan igual los demás). Para Hume, la
simpatía es (la inclinación o tendencia de los hombres a participar y revivir las
emociones de los demás) algo común a nuestra especie. Este sentimiento
además genera en nosotros actitudes morales ante las desgracias ajenas como la
compasión y la generosidad. En este sentido, la búsqueda de placer puede
llevarme a ser generoso, justo, compasivo, amable, benevolente con los demás,
ya que esto también produce agrado en mí. Ver que todos los demás son felices
puede producirme un gran agrado. De este modo, la ética de Hume se inserta
dentro de la ética utilitarista: producir el máximo bien para la mayor cantidad
de personas posibles, producir el bien para toda la sociedad. Por eso Hume va a
criticar la moral típica del ascetismo cristiano. La mortificación, el ayuno, el

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voto de silencio o de castidad... la mayoría de las virtudes monacales, no tienen


ninguna función para el bien común (ni para el de uno mismo), no hacen
ningún bien a nadie, por lo que son rechazables (Huma las califica incluso como
vicios). En cambio, todo lo que habamos por el bien de los demás será virtuoso
ya que irá encaminado al bien de la sociedad en su conjunto. Y aquí se unen su
ética y su política.

En resumen, para Hume el lenguaje moral expresa básicamente


sentimientos humanos de censura o aprobación, movidos por tendencias
psicológicas propias de la especie y por cálculos de interés social.

5.2. La política.-

Para Hume todas las normas que rigen la sociedad no tienen un origen
natural o divino (recuerda el debate entre Sócrates y los sofistas, entre physis y
nomos). Por lo tanto, va a rechazar todo el agustinismo político propio de la
filosofía medieval. Pero no sólo esto, también rechazará toda concepción de la
sociedad o del Estado que se base en principios filosóficos especulativos como
la filosofía de Platón, por ejemplo. Hume, desde su empirismo, va a analizar los
hechos, la realidad social, lo que realmente pasa en los estados, y en su análisis
va a encontrar en el concepto de utilidad el fundamento de las leyes de la
sociedad.

Hume va a criticar igualmente, todas las teorías del contrato social


imperantes en su época. Según estas, al principio de los tiempos, el hombre se
encontraba en un estado natural en el que no existía la ley y cada uno obraba
según sus deseos sin seguir norma alguna. Según, por ejemplo, Hobbes, en este
estado natural primaba la ley del más fuerte, siendo el hombre un lobo para el
hombre (homo homini lupus). Entonces surge el contrato social, un pacto
mediante el cual todos los hombres ceden su poder natural a la figura del
soberano con el fin de que este garantice la paz social (que no estemos
constantemente en una guerra de todos contra todos). Hume va a negar la
existencia de este estado natural previo a la sociedad. No tenemos evidencia
empírica de nada por el estilo, no hay pruebas de que tal estado haya existido
alguna vez. Para Hume el ser social es algo natural al hombre, el hombre
siempre ha sido social pues para existir necesita de una familia y esa es el
primer núcleo de la sociedad. Y de este primer núcleo surgen nuevos vínculos
en función la utilidad de la asociación que van agrandando la sociedad hasta
llegar a nuestras sociedades actuales. La sociedad surge, en primer término, de
un instinto (el apetito sexual) que produce la primera unión social: la familia.

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David Hume: el empirismo inglés

Pero esto no quiere decir que


las normas que rigen la sociedad sean
fruto de la naturaleza humana
(iusnaturalismo). Las leyes o las
instituciones son productos
artificiales fruto del acuerdo entre
hombres en función de los beneficios
que les reportan. El origen del
gobierno y su poder coactivo (de
castigar al que incumple la ley) se
debe a que los hombres desean
aumentar sus riquezas y posesiones.
Para que esto ocurra hace falta una
institución que imparta justicia para
protegen la propiedad privada. El
gobierno me es útil en función de mis
intereses. En tanto que el gobierno
deje de serme beneficioso, deje de
reportarme ventajas, se justifica la
desobediencia a éste. El gobierno
podría desaparecer si vemos que no
nos beneficia en nada.
John Stuart Mill fue el máximo
En resumen: el Estado, la representante del utilitarismo. Además
sociedad y sus normas no surgen de fue un gran defensor de la igualdad
ninguna ley natural o divina que rija femenina y de la abolición de la
todo, ni de un contrato originario esclavitud.
entre todos los hombres que nos saca
de nuestro estado natural, sino de la utilidad que nos proporciona el hecho de
que existan. Sin embargo, esta concepción de la política hizo caer a Hume en
cierto conservadurismo. Como una de las cosas que Hume consideraba más
útiles para el hombre era la estabilidad social, viendo en el cambio la causa de
guerras y conflictos de todo tipo, Hume tendía a considerar el hecho de que
todo siguiera igual como algo positivo para la sociedad. Se ha interpretado
muchas veces que el pensamiento político de Hume fue un intento de legitimar
la monarquía de los Hannover en la Gran Bretaña del siglo XVIII mediante un
programa de consenso. La moderación de Hume se explicaría por su
correspondencia con una época de notable estabilidad en aquel país, situada
entre el cambio de dinastía aludido en 1714, que consolidó el régimen de
monarquía parlamentaria surgido de la revolución de 1688, y la emancipación
de las colonias de Nortemamérica en 1776, que abriría de nuevo un periodo de
conmociones revolucionarias en Europa. En palabras de John Stuart Mill: "El
absoluto escepticismo [de Hume] acerca de la especulación desemboca naturalmente en
conservadurismo en la práctica; si no cabe fiarse de las operaciones del intelecto humano
y un aspecto cualquier de una cuestión puede ser tan incierto como cualquier otro, el
hombre se verá normalmente inclinado a preferir el orden existente de las cosas, dado

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David Hume: el empirismo inglés

que, no siendo peor que cualquier otro, le ha resultado compatible hasta ahora con sus
comodidades privadas".

6. Conclusiones.-

6.1. Aportaciones del pensamiento de Hume.-

Hume va a llevar a sus máximas consecuencias el planteamiento


empirista iniciado por Ockham, lo cual le va a llevar a cierto escepticismo. No
obstante, como ya hemos dicho, sus pretensiones no era destruir el
conocimiento humano (cosa de la que se acusó duramente), sino ser un poco
más humildes y aceptar la dificultad de llegar a certezas absolutas en el
conocimiento. Los racionalistas exageraban los poderes de la razón humana y
creían ingenuamente en la posibilidad de llegar a un saber absoluto. Hume los
va a poner en su sitio: este saber absoluto es imposible, pero no por ello hay que
abandonar todo intento de construir conocimiento. La ciencia es válida, es muy
útil en nuestras vidas y aunque no tengamos certeza de sus afirmaciones, no
por ello deja de ser útil. Esta concepción de la ciencia va a ser muy parecida a la
que tenemos hoy en día, basada más en la falibilidad (aceptar que nuestra teoría
podría ser falsa), provisionalidad (aceptar que podría llegar otra teoría mejor
que invalidara la nuestra) y probabilidad (muchas leyes científicas son leyes
estocásticas, es decir, son leyes que hablan de la probabilidad de que algo
suceda y no de la necesidad de que algo suceda. Por ejemplo: "hay un 70% de
posibilidades de que un electrón pase por aquí" en vez de "el electrón va a pasar con
total seguridad por aquí") de sus leyes que en la creencia en que éstas puedan
constituir un saber irrebatible. Nuestras leyes acerca de la realidad no son, en
muchas ocasiones, más que hipótesis razonables. Al final, la filosofía de Hume,
más que "minar" el avance del conocimiento, lo alentó. Esa importancia que dio
a la experiencia es vital para la ciencia moderna (que funciona por
experimentos), además que la "hizo más humilde" haciéndola mucho más
crítica consigo misma (y muchas veces la crítica implica avance. Si nos
conformamos con lo que tenemos porque no lo criticamos, no cambiaremos
nunca nada). El empirismo inglés es el padre de la ciencia que hoy conocemos.

6.2. Crítica al pensamiento de Hume.-

Hume parte de una concepción muy determinada de la causalidad que


resulta algo ingenua: entiende que entre la causa y el efecto hay una
continuidad que presupone una cercanía temporal. Entre la causa y el efecto no
hay demasiado tiempo. Sin embargo, esto no tiene por qué suceder siempre así.
Por ejemplo, si hoy compro un boleto de lotería para el sorteo de Navidad y
luego, cuando llega ésta, me toca, todos diríamos que la causa de que yo sea
millonario es el hecho de que yo comprara el boleto. Pero entre su compra y el
sorteo de Navidad pueden pasar muchos meses, por lo que entre la causa y el
efecto no se ha dado esta cercanía temporal. Entre una causa y un efecto puede
pasar mucho tiempo.

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David Hume: el empirismo inglés

También concibe que en la causalidad hay un orden claro: la causa va


antes que el efecto. Esto, igualmente, no tiene por qué ser así. Supongamos que
dejamos caer una bola de hierro sobre un cojín. Al aterrizar sobre el cojín, la
bola lo deforma ya que el cojín es blando. La causa (el peso de la bola) y el
efecto (la deformación del cojín), se dan paralelos en el tiempo. La causa no va
en este caso antes que el efecto, sino a la vez.

Del mismo modo, los mismos conceptos de causa y efecto son muy
ambiguos. Supongamos que un día nos dejamos el gas encendido en casa. Ese
día estamos resfriados y no olemos nada por lo que no nos damos cuenta de
que el gas va inundando poco a poco todas las habitaciones. En un momento
determinado prendemos una cerilla para encender un cigarro y ¡boom!, la casa
salta por los aires. ¿Cuál ha sido la causa y cuál el efecto? Podríamos decir, de
primeras, que la causa ha sido encender la cerilla y el efecto la explosión de la
casa. Pero, si el gas no hubiese estado abierto, la explosión no hubiera sucedido,
así que también podríamos decir que dejarnos el gas abierto es la causa de la
explosión. Pero si no estuviésemos resfriados hubiéramos olido el gas y,
probablemente, hubiéramos evitado la catástrofe, así que el resfriado también
podría ser la causa... incluso el hecho de ser fumadores puede entenderse como
causa (ya que si no lo fuéramos no habríamos encendido el cigarro)... ¿cuál es la
causa entonces?

También está lo que se llama horquilla causal, que es cuando un efecto


produce varias causas o varias causas producen un sólo efecto. ¿Por qué Merche
suspende filosofía? Un efecto (el suspenso), es fruto de muchas causas: que es
muy vaga, que le gusta mucho la fiesta, que no le gusta la filosofía... ¿Qué
efectos provoca suspender filosofía? Una sola causa (el suspenso) provoca
muchos efectos tanto a corto como a largo plazo: que tengas que presentarte en
septiembre, que no obtengas el título de Bachiller, que no puedas acceder a
ciertos puestos de trabajo, que nunca vayas a tener un buen sueldo o unas
buenas vacaciones...

Y otra versión de la causalidad que Hume ignora es lo que se llama como


retrocausalidad, que viene a decir que, en muchos casos, el efecto modifica la
causa y viceversa. El ejemplo claro está en las calefacciones que funcionan con
un termostato. Si fijamos nuestro termostato a 20º C, nuestra calefacción
funcionará hasta calentar la casa a esta temperatura, pero precisamente, al
llegar a esa temperatura, la calefacción se apaga hasta que baje la temperatura
de nuevo para volver a encenderse para llegar a 20º y así, sucesivamente. La
causa (el calor que produce la calefacción), produce el efecto (llegar a 20º C),
pero el efecto produce que la calefacción se apague. El efecto retroalimenta a la
causa, el efecto se convierte en causa y viceversa.

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David Hume: el empirismo inglés

Causa Efecto
Calor de la calefacción Llegar a 20º C

Efecto Causa
Se apaga la calefacción Llegar a 20º C

Pero lo que resulta más curioso en el planteamiento de Hume es que si


afirmamos que todo conocimiento parte de la experiencia y que no existe
ninguna idea innata, ¿de dónde salen los principios generales o leyes del
entendimiento? Estos principios que nos sirven para ordenar las percepciones
no nos llegan a través de la experiencia sino que, de algún modo, están antes en
nuestro entendimiento que las percepciones... entonces... ¿no son acaso innatos?
De esto se dio buena cuenta Kant, quien hará de su pensamiento una síntesis
entre racionalismo (ideas innatas) y empirismo (experiencia): percibimos cosas
por los sentidos que son ordenadas por elementos innatos de nuestra mente.

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