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VOCACIÓN Y COMPROMISO DEL DOCENTE CATÓLICO

“La verdadera educación persigue la formación de la persona humana en orden a su fin último y al
mismo tiempo, al bien de las sociedades de las que el hombre es miembro y en cuyas obligaciones
participara una vez llegado adulto” (GE 1)

NUESTRA IDENTIDAD DE CRISTIANOS

 Por el bautismo y la fe forma parte del pueblo


de Dios. Como todo cristiano participa del
oficio sacerdotal, profético y real de Cristo
(Rey), y su apostolado constituye su
participación activa en la misión confiada por
Cristo a la Iglesia: la salvación.

 Su contribución a la acción del Espíritu de


Cristo en la historia (Reino de Dios) de las
personas de los educandos y en las
comunidades educativas consiste en colaborar
activamente a tratar de ordenar, según el Espíritu, los asuntos temporales en el campo de la cultura y
la educación.

 Animar, sustentar, renovar e incrementar las vigencias cristianas presentes en las culturas de
pertenencia y de referencia de los educandos y en la vida de los mismos en el ámbito educativo,
forma parte de su identidad y misión. Estas vigencias tienen que ver con todo lo bueno, verdadero y
bello que halle en las comunidades educativas, favoreciendo mediante ellas la unidad, la comunión
y la comunicación entre todos.

 La experiencia acumulada por los laicos católicos por razón de su género de vida y por su presencia
en todos los campos de la vida humana y de la cultura los capacita para asegurar la presencia de la
Iglesia en la historia, en las culturas y en la educación.

 Por el hecho mismo de ser bautizados y, por tanto creyentes, que tratan de vivir de acuerdo con su
fe, los laicos evangelizan en todos los ambientes en que se encuentren, pero muy especialmente en
los ambientes educativos.

 La vocación y misión de educadores es propia de los laicos. Lo profesional de este educador es


apenas un componente o dimensión de su vocación y misión como educador, que jamás se debe
descuidar pero que es perfectamente instrumental para vivir su vocación y misión de formar y forjar
seres humanos: para contribuir a que los educandos aprendan a ser seres humanos y a vivir y a
convivir de acuerdo con esta identidad, y como cristianos para aquellos que comparten su fe.

 Para el educador católico cualquier verdad será siempre participación en la VERDAD (Cristo) y el
descubrimiento, construcción y comunicación de la verdad como realización de su vida profesional
se convierte en rasgo fundamental de su participación peculiar en el oficio profético de Cristo: EL
MAESTRO, el cual prolonga con su magisterio.

 El laico católico educador está y se siente


comprometido, en el último término, en la tarea
de formar personas que hagan realidad la
“civilización de amor”. Por tanto pone en
contacto a los educandos con su cultura de
penitencia y las culturas desde la perspectiva de la
fe que profesan, él y ellos. Y lo hace en forma
orgánica, histórica y valorativa porque la fe lo
hace muy crítico de las realidades temporales y
culturales, pues sabe que la historia es también el
cementerio de las culturas y civilizaciones.

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 En su pedagogía y metodología le da máxima
importancia al contacto personal directo con el
alumno, como condición de humanización y
personalización. Vivir personalmente y contribuir a
hacer vivir a sus alumnos la dimensión comunitaria de
la persona, a la que está llamada todo ser humano,
como ser social y como miembro del Pueblo de Dios,
constituye su gran propósito y el máximo de los
logros. Trata de contribuir a que los alumnos vivan
experimentalmente lo que significa e implica ser
miembro de una comunidad y de una sociedad.

CARACTERISTICAS DE SU IDENTIDAD CRISTIANA

 Realismo con esperanza, porque la identidad del laico católico educador reviste necesariamente los
caracteres de un ideal ante cuya consecución se interponen innumerables obstáculos. Estos provienen
de las propias circunstancias personales y de las diferencias de las comunidades educativas y de la
sociedad, que recuperan de manera especial en la niñez y en la juventud. Las dificultades existentes
han de ser admitidas con sincero realismo y al mismo tiempo tienen que ser visitas y afrontadas con
el sano optimismo y el denodado esfuerzo que reclaman de todos los creyentes la esperanza
cristiana y la participación en el misterio de la victoria de la Cruz.
 Profesionalidad ejercida con base en la concepción cristiana del hombre, del mundo, de la historia,
de la cultura y de la vida. Dentro de su solvencia ética ha de encontrarse el deber de actualizarse
permanentemente, a lo largo de toda la vida.
 Propone el mensaje del Evangelio, según la Iglesia, dentro de un profundo respeto por la libertad de
conciencia de los alumnos.

 Propone, igualmente, los valores cristianos y humanos


no como simples y abstractos objetos de estima sino
como generadores de actitudes humanas que procurará
suscitar en los alumnos. Tales valores son: la libertad
respetuosa de la libertad de los demás, la responsabilidad
consciente, la sincera y permanente búsqueda de la
verdad, la crítica equilibrada y serena, la solidaridad y el
servicio con todo ser humano, la sensibilidad hacia la
justicia, la especial conciencia de ser llamados a ser
agentes positivos de cambio en una sociedad en continua
transformación, la apertura al proceso de trascendencia
que dinamiza la dimensión espiritual del desarrollo
integral humano, el respeto y la comprensión de las diferencias no como expresión de actitudes
relativas y escépticas sino como resultado del ejercicio del respeto por el misterio de la libertad
humana.
 Testimonio con la propia vida y contacto personal directo para contribuir en los educandos a
enfrentar sus dudas y desorientaciones y para facilitarles el conocimiento de sí mismos y de sus
semejantes.

 Buena capacidad de comunicación y de trabajo en equipo con sus propios compañeros y capacidad
para relacionarse positivamente con todos los estamentos de la comunidad educativa, sobre todo en
la construcción permanente del PEI, del currículo, del plan de estudios y del manual de convivencia.
 Atención cuidadosa, investigativa y crítica al entorno cultural y al influjo que en él tienen los medios
de comunicación social.
 Colaboración con asociaciones profesionales.
 Sentido y sentimiento de pertenencia de la comunidad educativa.

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 Respeto y capacidad de diálogo con personas y grupos que no tienen convicciones diferentes a las
suyas propias, teniendo en cuenta en lo más íntimo de su propia intimidad que las identidades y las
respectivas convicciones no son negociables.

LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LA VIDA Y DEL TRABAJO ESCOLAR.

 A menudo se identifica al “centro educativo” con


“enseñanza” cuando en realidad la docencia es solo una parte de la
vida escolar (que es la que verdaderamente forma o deforma)

 La luz cristiana, frente al trabajo intelectual del alumno,


estimula el deseo de conocer el universo creado por Dios; enciende
el amor a la verdad que excluya la superficialidad en el aprender y
el juzgar (impide quedarse solo en los fenómenos, reaviva el
sentido crítico, que rechaza la aceptación ingenua de muchas
afirmaciones).

 El profesor y el alumno creyentes exponen y reciben


críticamente la cultura sin separarla de la fe, más bien la luz de la
misma fe.

 La enseñanza científica y tecnológica pertenece al mundo


creado por Dios. La admiración antigua que experimentaba el
hombre bíblico por el universo es válida para el estudiante
moderno con la diferencia de que este posee conocimientos más vastos y más profundos.
 El profesor creyente, hombre de fe, no excluye de la orientación de su trabajo el que los alumnos
descubran la dimensión religiosa en el universo de la historia humana en general y de la historia
concreta que viven en su vida cotidiana.

 El profesor creyente estará atento para explicitar la correlación entre la enseñanza científica y
tecnológica de las ciencias humanas: filosofía, historia, literatura, arte. No será ajeno a la
cooperación interdisciplinar, la cual estimulará en su capacitación la aproximación a otras áreas y
disciplinas.

EL LAICO CATÓLICO EDUCADOR COMO PROFESOR DE EDUCACIÓN RELIGIOSA.

La enseñanza religiosa Escolar es una forma, de las más eminentes, de apostolado laical.
Algunos de los rasgos específicos del profesor de religión, en el contexto de los rasgos comunes a
todo laico católico educador consciente de su vocación y misión en la Iglesia y de ella para la
sociedad y las culturas, son:

 Testigo del espíritu evangélico de libertad y caridad y desempeñarse en el aula mostrando


siempre lo que le sea posible en la cultura de
pertenencia de los educandos y en la vida de
los mismos y de sus comunidades las huellas de
la acción salvadora de Dios en su historia
mediante la Iglesia, lo cual supone la
promoción del respeto de la libertad religiosa
y de conciencia de los alumnos y de sus
familias previniendo las actitudes fanáticas.
 Por ser docente a cargo de la educación
religiosa, propone el mensaje cristiano y sus
respectivos valores, sin que proponer
signifique imponer. “El imponer, en efecto,
supone violencia moral que el mismo
Evangelio y la disciplina de la Iglesia rechazan
resueltamente”.

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 Conocimiento orgánico, sistemático y
crítico de los fundamentos de la enseñanza religiosa
escolar y de la pedagogía, metodología y didáctica
pertinente para poner en marcha sus respectivos
procesos.
 Dominio suficiente de los contenidos que
sustentan y determinan las actividades curriculares.
 Conciencia clara de que su función es, en
lo que a contenidos se refiere transmitir no la
propia doctrina o doctrinas de otros o de otras
escuelas de pensamiento, sino la enseñanza de
Jesucristo según el Magisterio de la Iglesia.
 Actualización permanente de su formación
religiosa en todos los campos que esta abarca para su desempeño idóneo y competente en el
aula.
 No ser ajeno a la cooperación interdisciplinaria tan necesaria cuando se trabaja por proyectos.
Aunque su misión es ofrecer una enseñanza sistemática de la religión puede –y debería- ser
invitado a otras clases para esclarecer cuestiones de su competencia; o bien, él mismo puede
decidir invitar a otros colegas expertos en otras áreas para expresar sus puntos de vista, desde
las mismas, sobre temas religiosos.
 Capacidad de comunicación y de diálogo con instituciones religiosas presentes en el entorno de
la comunidad educativa.

¿Cómo ha de comportarse el educador para


hacerse imitar, en lugar de hacerse admirar?

 Ser admirado y ser imitado no son dos


términos absolutamente excluyentes.
 De lo que se trata es de que la natural
admiración ante lo bueno invite a la imitación, y se
produce, cuando el educador no es frío, distante,
falto de cordialidad o de humanidad en el trato; es
realmente admirable aquel que me ofrece una
imagen realmente imitable y que estimula.
 La primera condición, por tanto, es que el
maestro sea cálido, cordial, humano, asequible.
 En segundo lugar con la prudencia que cada situación concreta exija, el maestro ha de mostrar,
con sus propias dificultades, que la práctica del bien, que el ejercicio de la virtud, nos resulta
ardua a todos, que hay que vencerse y que no siempre se logra.
 En este sentido, el que los educandos adviertan algún defecto en el educador no me parece
negativo, aunque él deba procurar siempre dar buen ejemplo, pero jamás de modo artificioso,
para tener realmente autoridad moral, necesaria para educar.
 Es importante advertir que la meta, en definitiva, sólo es Dios, nuestra identificación con Él por
el amor.
 Resulta estimulante ver que el educador se tiene
que esforzar él mismo, que no siempre vence,
incluso que a veces es vencido y no se desani-
ma, sino que insiste y continuamente vuelve a
empezar. «Comenzar y recomenzar» era una
exhortación constante en la doctrina ascética de
Mons. Escrivá de Balaguer.

La educación ha de impartirse en un clima de


amistad, que es amor recíproco de
benevolencia, que supone libertad. Pero el
educando, precisamente por serlo, aún no es
libre, no es todavía capaz de ese amor electivo.

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PERFIL DEL DOCENTE CATÓLICO

Definimos el perfil del Docente Católico en relación a las


características de alumnos educados por él, tendrían que tener estas
cuatro características:
1. Abiertos: todo lo contrario de cerrados, abiertos de
mentalidad, abiertos de deseos, fieles a la consigna
evangélica: "Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es
perfecto" (Mt 5, 48).
2. Rigurosos, con vigorosa autodisciplina, sin miedo al
esfuerzo, sabedores de la parábola del talento en la que se
elogia a aquellos que supieron hacer rendir al máximo cada
cualidad recibida (Mt 25, 14-30).
3. Avanzados: con las herramientas del momento, las más
sofisticadas si es preciso, las que el entorno emplea o
empleará pronto, recordando la frase paulina: "Hacerse todo
para todos para ganar a algunos, cueste lo que cueste" (1 Co 9, 22).
4. Solidarios: comprometidos con el proyecto de una humanidad pacífica y fraternal, sin
diferencias indignantes, guardando todos escrupulosamente el mandamiento nuevo: "Amaos tal
como yo os he amado" (Jn 15, 12).

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