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Alba Zambrano Constanzo
INTRODUCCIÓN
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Psicóloga Comunitaria, docente del Departmamento de Psicología de la Universidad de La
Frontera (Temuco-Chile), investigadora del Institudo de Desarrollo Local y Regional (IDER).
Magister en Ciencias Sociales Aplicadas y en Ciencias de la Educación con mención en Desarrollo
Social. Actualmente doctorando en el Programa de Psicología Social: Influencia Social: relaciones,
procesos y efectos, Universidad de Barcelona
Frente a los históricos magros resultados en diversas iniciativas
relacionadas con la superación de la pobreza, la mirada de las agencias
de desarrollo se ha volcado progresivamente a variables no estrictamente
económicas: a la consideración de los mecanismos de la reproducción de
la pobreza, el rol de las capacidades de las propias personas, el valor del
capital social y la interacción sinérgica del estado y la sociedad civil
particularmente en el espacio local.
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En términos genéricos, y dejando de lado el análisis de aportaciones de
otros autores, se puede sostener que el Capital Social se ha desarrollado
en dos líneas: una de tipo más individual, que vincula el capital social a
las personas y las oportunidades que las redes que ellas poseen les
ofrecen; y otra que posiciona el concepto a nivel comunitario o social en
donde relaciones de confianza y colaboración son capaces de producir
efectos sinérgicos sobre otros capitales y recursos.
Para Durston (2000), ambos niveles son complementarios, pudiendo
reunirse en un nivel agregado, ya sea indagando en sus implicancias o
buscando un referente teórico que permita conectar hechos sociales
particulares con estructuras sociales.
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más de las veces frustradas, Sánchez (1999) alude en esta perspectiva a
una creciente dificultad del sujeto para integrar y dar sentido al
voluminoso e inescapable bombardeo sensorial y simbólico. Este marco
que no es vivido exclusivamente por las personas pobres, se ve muchas
veces complejizado, en parte de este grupo, por actitudes de alineación,
fatalismo y falta de sensación de control sobre las circunstancias vitales .
Estos son sin duda, mecanismos de adaptación que permiten manejar los
sentimientos de impotencia y desesperación que suelen acompañar la
vida en condiciones de pobreza.
Esto sin duda exige la promoción social de un sentido crítico que
estimule nuevos valores y modelos de identificación más comunitarias y
cooperativas. Las relaciones con los otros en una atmósfera de confianza,
el deseo y la creencia que los esfuerzos asociativos pueden traducirse en
mejores resultados acompañadas de reales oportunidades de conectarse
a espacios de toma de decisiones que puedan traducirse en logros
concretos, devuelvan el poder psicológico, material y político tan
imprescindible para asumir un rol activo en el logro de propósitos
comunes. Se trata de enriquecer las expectativas de lo pobres como un
mecanismo básico para fortalecer la confianza en que el cambio social es
posible , reduciendo la sensación de desesperanza y riesgo.
La realidad de los distintos países, nos indica que la mayor parte de los
programas orientados desde los organismos del estado han tendido a
actuar de un modo focalizado en ciertos sectores en condiciones de
pobreza haciendo por ellos y entregándole a ellos lo que se supone que
les falta (habitualmente recursos materiales) , diseñando estrategias que
en la mayoría de las oportunidades constituyen una invitación a integrarse
al modelo social planteado desde el marco dominante, sin considerar las
propias opciones , necesidades y propuestas. Oras fórmulas, por el
contrario han asumido la participación y asociatividad no sólo como
instrumentos para lograr ciertos fines de la política social (expresado en
un programa o proyecto determinado), sino que como recurso que puede
mediar un cambio social más sustantivo y sostenible.
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Recientemente, J. Rappaport (1981,1987) ha propuesto, en el contexto
de la actuación en Psicología Comunitaria, el concepto de empowerment
(literalmente, dotación de poder). En una perspectiva ecológica alude a
una calidad fundamental de interacción de las personas con su entorno
relacional y físico (A., Sánchez, 1996).
Etimológicamente este concepto alude a: permitir, capacitar, autorizar o
dar poder sobre algo o alguien o para hacer algo. Conceptualmente, se
refiere al proceso o mecanismo a través del cual personas, organizaciones
o comunidades adquieren control o dominio sobre asuntos o temas de
interés que le son propios (A., Sánchez). Los ejes centrales del concepto,
serían entonces, la potenciación y fortalecimiento con la finalidad de
sentirse y ser competentes en los ámbitos de interés para la propia vida.
Rappaport en 1987, refiere que el empowerment (o empoderamiento)
posee dos dimensiones o componentes complementarios para el caso del
desarrollo comunitario. Una se centra en la autodeterminación personal,
que sería la capacidad de determinar la propia vida (sentido de
competencia personal). La otra, se centra en la determinación social y
refiere la posibilidad de participación democrática (sentido de
competencia comunitaria).
Como podemos apreciar, este es un concepto psicosocial con
implicancias políticas: hablamos de poder, de transferencia de poder.
Queremos resaltar aquí que un objetivo de vital importancia en la
superación de la pobreza es la ruptura de los mecanismos psicosociales
que la reproducen ( que por cierto tienen su base en estructuras sociales
objetivas). La ubicación de las personas que viven en condiciones de
pobreza les impide muchas veces, tener control psicológico, material o
político en cuestiones incluso cotidianas, más aún su escasa o nula
incidencia en la toma de decisiones que se relacionan con políticas que
eventualmente pueden mejorar sus condiciones de vida.
Este concepto muy pronto traspasó los límites de la Psicología
Comunitaria, comenzándose a emplear en diversos ámbitos,
especialmente en agencias internacionales de desarrollo, refiriéndola
como un componente fundamental en las estrategias de erradicación de
la pobreza (Banco Mundial, 2001; CEPAL, 2001).
Para Berger y Neuhaus (citado en A. Sánchez, 1996), se requieren de
ciertas condiciones político sociales para dotar de poder a las personas.
Entre estas condiciones se cuentan:
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La política pública a través de sus diversos instrumentos deben proteger,
apoyar y fomentar las estructuras intermedias
La política debe realizarse a través de esas estructuras
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El estudio y conceptualización del liderazgo posee una larga trayectoria,
que ha adoptado diversas perspectivas a lo largo del tiempo. Su
preocupación fundamental ha estado centrada en el ámbito de las
empresas, asimilando habitualmente este rol al de la dirección. Las
aportaciones más recientes hablan del liderazgo como un proceso de
influencia social que está mediatizada por el contexto, las organizaciones
particulares y las características del líder. Una condición básica de un
líder es que la gente confíe en él como alguien que es capaz de
motivarlos para que comprendan, acepten y se motiven a alcanzar su
visión2 .
A lo largo de la presentación hemos ido proponiendo que un agente de
desarrollo puede transitar de un rol de gestor, evaluador de corte
burocrático a un rol de líder capaz de conocer desde la perspectivas de
las propias comunidades sus características, intereses , recursos y
preocupaciones centrales. Esto sin duda no es posible mientras esta
persona no asuma un rol comprometido y respetuoso, empleando su
propio poder de experto para mostrar a las organizaciones opciones
diversas y fundadas entre las cuales puede eventualmente optar o recrear.
En términos ideales podríamos que proponer que un líder es
empoderador cuando:
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posibilidades potenciales de la organización en función del escenario en el que están ubicados:
elementos de contexto
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Generar o ayudar a propiciar contextos emocionales que den energía y
confianza, transmitiendo inspiración (optimismos, ideas, ganas de).
Escucha inquietudes ayuda a resituarlas para que sean los propios
participantes quienes las evalúen. Propicia que las personas encuentren
sentido a lo que hacen (reforzar objetivos y sensación de control
psicológico).
Ayuda, además a que las personas estén dispuestas al cambio,
fomentando la capacidad de reflexión y flexibilidad en relación a nuevos
elementos de contexto. No es menos importante también, cuando es
necesario, colaborar en que las personas expliciten y resuelvan sus
conflictos.
Transfiere además vínculo con otros espacios de relevancia para la
organización, especialmente con aquellos que por su posición no tienen
acceso.
Finalmente , es importante destacar que el posible rol de líder
empoderador está mediado por las características y exigencias de la
propia agencia a la que representa, las características y disposición de los
grupos de la comunidad y a sus propias habilidades. De allí la necesidad
que los agentes de desarrollo no sólo sean buenos técnicos o expertos en
una materia en particular, deben conocer acerca de los procesos
psicosociales, culturales , económicos que viven las personas con las que
trabaja, debe además entrenarse en habilidades básicas para la
conducción de grupo, metodologías de diagnóstico de corte etnográfico,
habilidades para la comunicación interpersonal en contextos de
interculturalidad y estrategias de resolución de conflictos como elementos
mínimos para un buen ejercicio de su trabajo.
Como lo señala claramente Silverio Barriga (1996), la paradoja máxima
frente a la que se ubica el interventor (en nuestro caso un verdadero lider
empoderador) radica en que el objetivo último de su acción es que la
comunidad pueda prescindir de sus servicios. No es un salvador, sino
una persona optimista, apasionada que tiene una acción relevante como
promotor de conductas solidarias en personas que pueden transitar a la
autonomía. Ello a pesar de las contradicciones injustas que están en el
origen de su acción, la exclusión, la pobreza, la falta de oportunidades.
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Bibliografía
Bourdieu, P. (1994). Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción.
Editorial Anagrama, Barcelona
Durston, J (1999). Construyendo Capital Social Comunitario. Una
experiencia de empoderamiento comunitario en Guatemala. Naciones
Unidas CEPAL, Santiago de Chile
Durston, J (2001). Capital social parte del problema, parte de la solución.
CEPAL, Chile
Lin, N. (2001). Social Capital. A theory of Social Structure and Action.
Cambridge Universite Press.
Sánchez, A. (1996). Psicología Comunitaria. Bases conceptuales y
métodos de intervención. Editorial Universidad de Barcelona, Barcelona.
Sánchez, A. Musitu, G. (1996). Intervención Comunitaria : aspectos
científicos, técnicos y valorativos. Editorial Universidad de Barcelona,
Barcelona.
Sánchez, A. (1999). Etica de la Intervención Social. Trabajo social 7,
Paidos, Barcelona
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